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Jovenes Nini y Pobreza 2016
Jovenes Nini y Pobreza 2016
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Sandra Conte - sconte@losandes.com.ar
Casi uno de cada cinco argentinos de entre 18 y 24 años no estudia ni trabaja: son más de 900 mil jóvenes que se
ubican en la categoría de los “ni ni”. Con este porcentaje, el país repite una realidad que se da en todo Latinoamérica,
según dio a conocer hace unos días un estudio del Banco Mundial.
Sin embargo, los valores varían considerablemente en cada provincia de la Argentina y van desde un 39,8% en el
Chaco hasta un 8,5% en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mendoza se encuentra en el noveno puesto nacional -
compartido con Chubut-, con un 18,2% de jóvenes que no están integrados a través del estudio o el trabajo.
Lo más grave es que el porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que no estudia, no trabaja ni busca trabajo trepó de
un 13,1% en 2003 a un 17,7% en 2014, según refleja un documento publicado en octubre por el Ieral (Instituto de
Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana, de la Fundación Mediterránea). Además, 500 mil jóvenes de
esta franja etaria están desocupados (19,1%) y otros 1,3 millones sólo lograron conseguir un empleo precarizado e
informal (6 de cada 10 de los que están ocupados).
Esto implica que, de un total de 5,1 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años, más de 2,6 millones (53%) enfrenta
dificultades de inserción social, ya sea porque no está estudiando ni trabajando o porque trabaja pero no tiene un
empleo formal.
Gerardo García Oro, magíster en Economía e investigador del área Empleo y Política Social del Ieral, explicó que esto
se debe, fundamentalmente, a que “carecen de ciertas habilidades formativas y sociales que les permitirían acceder a
buenos empleos o continuar estudiando -tanto en el nivel medio como superior-, lo cual atenta contra sus
oportunidades”.
Es decir que los problemas de inserción se deben a un contexto económico que no brinda suficientes oportunidades a
los jóvenes, pero también a deficiencias en su formación. De cada 100 alumnos que empiezan el nivel inicial, 93
terminan la primaria, pero apenas 77 llegan a tercer año de la secundaria en las escuelas públicas y sólo 50 o 41 -
según sea de 5 o 6 años- completan la educación obligatoria.
Aquí se observa una diferencia con los establecimientos de gestión privada, en los que de cada 100 niños que se
inscriben en nivel inicial, 90 continúan estudiando en tercer año de la secundaria y 76 reciben su título secundario. Por
otra parte, sólo uno de cada tres jóvenes accederá a estudios terciarios o universitarios.
Desigualdades
Si bien el análisis realizado por especialistas para el Banco Mundial toma un segmento más amplio, ya que considera
a jóvenes entre 15 y 24 años, concluye que en Latinoamérica más de 20 millones de personas de esa edad no
estudian ni trabajan.
Y resalta que las altas tasas de crecimiento y la reducción de la pobreza y la desigualdad que se observaron durante
la primera década del siglo en la región no han impactado positivamente en el problema. Es que el porcentaje
descendió un poco pero el número total de jóvenes que no van a la escuela ni tienen un empleo aumentó (en 2
millones).
Otro aspecto siginificativo de la problemática es que casi 60% de los “ninis” latinoamericanos provienen de hogares
pobres o vulnerables y 66% son mujeres. Si además se considera que el ser parte de esta categoría influye de un
modo negativo en las posibilidades de acceder a un buen empleo, se entiende que de no apuntar los esfuerzos a este
segmento se perpetúan desigualdades de género y de ingresos de una generación a otra.
En el caso de las mujeres, los principales factores de riesgo que conducen a la condición de “ni ni” son el embarazo
adolescente y el matrimonio antes de los 18 años, ya que obstaculizan la posibilidad de que completen sus estudios
secundarios.
En tanto, para los hombres el integrar esta categoría suele estar asociado a la deserción escolar temprana para
buscar un empleo y el desempleo posterior, debido a que suelen carecer -por haber dejado sus estudios- de las
habilidades necesarias para conseguir un trabajo formal.
Estrategia integral
García Oro detalló que para abordar la problemática se requiere una estrategia integral de acompañamiento a estos
jóvenes. Por una parte, con programas de capacitación en oficios, acordes a las oportunidades laborales del entorno
de cada joven y a sus intereses; además del desarrollo de las habilidades blandas, vinculadas a aptitudes y valores.
Esto requiere de ayuda monetaria para que puedan continuar sus estudios. Por otra parte, se pueden implementar
programas de primer empleo (en los que el Estado brinda un subsidio total o parcial a las empresas durante un
tiempo) y de aprendices.
Sobre programas vigentes como el Progresar o Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, que apuntaban a esto, el
economista consideró que entre sus falencias estuvo el bajo grado de acompañamiento a los participantes, la escasa
o nula adecuación de las capacitaciones a los conocimientos que requiere el entorno productivo, la distribución no
equitativa entre provincias y la dificultad para alcanzar de un modo efectivo a la población afectada. Tampoco se
desarrolló una evaluación del impacto para medir los resultados de acuerdo a los objetivos propuestos.
Los autores del documento del Ieral tomaron datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec para analizar la
evolución socio-económica de un mismo individuo a lo largo de un año (2013-2014) y detectar qué posibilidades de
transición se observan.
Así, como se observa en la infografía de arriba, 75% de los que se encontraban como “ni ni” en el segundo semestre
de 2013 siguieron en la misma situación un año después, 14% empezaron a buscar empleo y sólo 5,8% consiguieron
uno, mientras 5,1% retomaron o empezaron un estudio.
En tanto, 79,2% de quienes estaban desocupados en 2013 persistió como tal en 2014, 11% consiguió un empleo y
15% desistió de su búsqueda laboral (casi 5% de ellos se dedicaron de lleno al estudio). Y de quienes estaban
ocupados en un primer momento sólo un 43,8% logró sostenerlo, 28,5% pasó a estar desempleado y un 20,5% se
convirtió en “ni ni”, frente a un 7,1% que se dedicó a estudiar de modo exclusivo.
El hecho de que 6 de cada 10 jóvenes pierdan su empleo en el término de un año evidencia que no sólo es difícil para
los desocupados o los “ni ni” acceder a un ingreso estable -y que es muy baja la probabilidad de que cambien su
situación-, sino que el mercado laboral expulsa a los que lo han conseguido y les dificulta recuperarlo.
Devolverles la ilusión
“El calificarlos de ‘ni ni’ es muy estigmatizante. La sociedad debe transmitirles el mensaje de que pueden salir del
círculo de la pobreza a partir de su propio esfuerzo. Y ofrecerles capacitación y un espacio para que lo logren”,
planteó la psicóloga y psicopedagoga Nancy Caballero. Para ella, se trata de una obligación social el devolverles la
ilusión de que el estudio y el trabajo pueden traducirse en movilidad social.
Es que no sólo quedó en el pasado el escalonamiento que permitía que una persona ingresara como cadete en una
empresa y llegara a ser gerente -hoy se requiere de capacitación para lograrlo-, sino que hace 50 años la escuela
primaria calificaba a los niños para realizar ciertos trabajos y aún más la secundaria, mientras hoy la mayoría de los
títulos secundarios no permiten acceder a una salida laboral.
“Tenemos que dejar de decirles ‘pobrecito’ y ‘no podés’, y alentarlos a que se esfuercen para que logren concretar sus
sueños”, indicó Caballero. Y parte de ello es “no condenarlos a ser excluidos en el futuro”, lo que se vincula con la
calidad educativa.
“Cuando empezás a bajar el nivel y luego se presentan en una empresa a buscar trabajo, no se toman el tiempo de
capacitarlos sino que eligen a alguien que ya está preparado. Las escuelas de zonas pobres no tienen que ser
escuelas pobres sino brindarles las mismas posibilidades que al resto”, resaltó.
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En la Argentina ya hay más de un millón de
jóvenes "Ni-Ni"
Según una consultora privada, 700.000 de ellos ya no busca trabajo
SEGUIR
Francisco Jueguen
LA NACION
MIÉRCOLES 12 DE OCTUBRE DE 2016
A fines de agosto pasado, cuando el Indec difundió sus primeros datos oficiales de
empleo en varios meses, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó
en Ginebra sus cálculos sobre desempleo juvenil. Los mismos indicaban que la
región de América latina y el Caribe mostrará el índice más alto del mundo. Se
esperaba entonces que este año llegue al 16,8% y que en 2017 alcance el 17,1%.
Pero para la Argentina, la realidad es peor: en el segundo trimestre del año, la
desocupación entre los menores de 29 años ya era del 18,9%, según cifras del
mismo Indec.
Según Adecco, casi siete de cada diez jóvenes argentinos no encuentra trabajo por
falta de experiencia laboral y el 52% de los consultados admitió no trabajar de lo
que estudió. Mientras un 87% afirmó haber tenido alguna experiencia laboral, el
76% reconoció haber trabajado de manera informal alguna vez.
Los ocupados
Más de la mitad de los consultados admite no estar trabajando de lo que estudió
(52%), ya que no encuentra empleo en su especialidad y necesita trabajar. Sin
embargo, otro 37% busca trabajo dentro de lo que sería su profesión. Un 10% de
los consultados, en cambio, toma cualquier tipo de empleo. La mayor dificultad
que encuentran al buscar trabajo de lo que estudiaron es no contar con la
experiencia requerida (54%), el 32% admite que no hay una alta demanda de su
perfil en el mercado, el 9% no encuentra un sueldo acorde a su profesión y el 5%
afirma que no lo capacitaron bien para ejercerla.
"Uno de cada tres jóvenes que se contratan en el país proviene del mercado
informal. La Argentina tiene las mejores universidades de América latina, pero
tiene las menores tasas de empleo joven en la región. Ese es un tema muy extraño
y sobre el que hay mucho trabajo por hacer", remarcó David Herranz, CEO
Regional para Latinoamérica y director general de Adecco Argentina.
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SITUACION MUNDIAL
La educación es un factor fundamental que impulsa el desarrollo, además de ser uno de los instrumentos
más eficaces para reducir la pobreza y mejorar la salud, así como para lograr la igualdad de género, la paz
y la estabilidad. Si bien se han registrado avances notables durante la última década (muchos más niños
asisten a la escuela y el acceso a la educación de las niñas ha mejorado marcadamente), todavía 124
millones de niños y niñas no asisten a la escuela primaria y secundaria básica (i) y 250 millones no saben
leer ni escribir, aunque muchos de ellos sí han ido a la escuela.
La educación entrega beneficios considerables y sistemáticos en materia de ingresos y contrarresta el
aumento de la desigualdad, pero este potencial a menudo no se aprovecha debido a niveles de aprendizaje
alarmantemente bajos. Entregar a todos los niños y las niñas una educación de calidad que les ayude a
adquirir habilidades necesarias en el mundo del trabajo es clave para poner fin a la pobreza antes de fines
de 2030.
El Banco Mundial se ha comprometido a apoyar a los países que solicitan financiamiento o asistencia
técnica para conseguir elobjetivo de desarrollo sostenible (ODS) 4, que se refiere a la tarea de garantizar
una educación de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, a más
tardar en 2030. Además, ayudó en la redacción y es signatario del Marco de Acción de Educación 2030,
(PDF, en inglés) un documento que servirá de orientación a los países en la implementación del ODS 4.
Para convertir esta visión en realidad, el Banco Mundial está movilizando todos los recursos disponibles. La
Estrategia 2020 para el Sector Educativo: “Aprendizaje para todos” pone énfasis en que las habilidades y
los conocimientos que los niños y los jóvenes adquieren a través del aprendizaje los ayudan a salir de la
pobreza e impulsan el desarrollo. El documento insta a los países a "invertir tempranamente", porque las
capacidades esenciales que se adquieren en los primeros años posibilitan el aprendizaje durante toda la
vida, "invertir con inteligencia" en gestiones que hagan un aporte comprobado al aprendizaje, e "invertir
para todos", tanto niños como jóvenes.
Lograr el aprendizaje para todos también significa ir más allá del financiamiento de los insumos que
necesitan los sistemas de educación para empezar a fortalecer estos sistemas y así lograr resultados. Cada
vez son más los países que solicitanfinanciamiento basado en resultados, (i) un conjunto de herramientas
que ayuda a armonizar mejor los incentivos con los resultados deseados al condicionar el financiamiento al
logro de resultados acordados previamente. Este enfoque ha mostrado ser prometedor y podría ayudar a
los países a movilizar los recursos financieros necesarios para cumplir con los Objetivos de Desarrollo
Sostenible. En mayo de 2015, durante el histórico Foro Mundial sobre la Educación realizado en Incheon
(República de Corea), el Banco Mundial se comprometió a duplicar el financiamiento basado en resultados
destinado a educación, para llegar a un monto total de USD 5000 millones en los próximos cinco años.
El apoyo del Banco Mundial al sector de educación se centra en esferas que son importantes para los
países en desarrollo:
Aumentar las inversiones en el desarrollo en la primera infancia (i) para facilitar el aprendizaje
durante toda la vida y aumentar la productividad en el futuro.
Garantizar que los niños que asisten a la escuela estén realmente aprendiendo capacidades
esenciales.
Reducir los obstáculos que enfrentan las niñas y los niños de comunidades desfavorecidas para
acceder a educación de calidad.
Superar la amplia brecha que existe entre el desarrollo de habilidades, la educación superior y el
mercado laboral.
Abordar los problemas estructurales en todos los niveles a fin de aumentar la eficiencia y la
transparencia.
Es importante que los sistemas de educación entreguen a los estudiantes de todos los niveles las destrezas
necesarias, de manera de poder aumentar la productividad y el crecimiento.
Invertir en los niños pequeños (desde el nacimiento hasta los 5 años de edad) incluso antes de que
ingresen a la escuela primaria —garantizando que reciban los estímulos, los cuidados y la nutrición
adecuados— es una de las inversiones más inteligentes que puede hacer un país para superar la
desigualdad, romper el círculo de la pobreza y aumentar la productividad. El informe “Stepping Up Early
Childhood Development” (Intensificar el desarrollo en la primera infancia) (i) constituye una guía práctica
para las autoridades y los profesionales acerca de cómo invertir en los niños pequeños.
La educación de calidad solo es posible con maestros de excelencia. En un informe de 2014 titulado
“Profesores excelentes: Cómo mejorar el aprendizaje en América Latina y el Caribe” (PDF) se presentan las
evidencias y las experiencias prácticas más recientes en relación con las reformas de las políticas docentes.
Con el fin de ayudar a aumentar la productividad en el mercado laboral, el Banco Mundial analiza la manera
en que la educación puede contribuir a abordar el desajuste en los conocimientos especializados existente
en muchos países. El instrumento de medición de capacidades “Habilidades para el empleo y la
productividad” (STEP, por sus siglas en inglés) (i) arroja luz sobre las brechas y las discordancias en las
habilidades mediante la generación de nuevos datos de las aptitudes de los trabajadores adultos que se
pueden comparar a nivel internacional. El Banco también elabora diversas publicaciones regionales sobre el
tema, entre ellas Preparación de la próxima generación en Tanzanía: Desafíos y oportunidades en
educación, Desarrollo de habilidades para un crecimiento innovador en la Federación de Rusia (PDF, en
inglés) e Investigación en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en África al sur del Sahara: Una
década de desarrollo.
La plataforma de conocimientos Enfoque Sistémico para Lograr Mejores Resultados en la Educación
(SABER) (i) del Banco Mundial se usa ampliamente en todo el mundo, generando más de 159 informes que
ayudan a los países a evaluar sus políticas educativas y a identificar prioridades viables.
Finalmente, el Banco Mundial realiza y respalda evaluaciones de impacto rigurosas que buscan proucir
pruebas más sólidas sobre las medidas que resultan efectivas en el sector de la educación bajo diferentes
condiciones. En África, por ejemplo, las encuestas de los indicadores de prestación de servicios (SDI, por
sus siglas en inglés) se usan para hacer el seguimiento del desempeño y la calidad de los servicios
educativos y de salud en los países y a lo largo del tiempo. A nivel global, el sitio web del Banco
Mundial EdStats (i) contiene más de 2500 indicadores comparables a nivel internacional sobre acceso a
educación, tasas de finalización, resultados de aprendizaje, y gastos en el sector, entre otros.
Última actualización: Abr 18, 2016