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INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente, se han clasificado los trastornos del lenguaje según las causas que
los han generado, así se han distinguido por una parte trastornos producidos por causas
exógenas (exteriores al sujeto), por ejemplo un accidente, quemaduras en la cara, y por otra
parte, trastornos producidos por causas endógenas (del propio sujeto), como por ejemplo
autismo, sordera, parálisis cerebral… Sean cual sean las causas, no podemos olvidar que
cualquier trastorno va a modificar siempre la relación entre el niño y su entorno.
Generalmente, los trastornos se evidencian en principio por un retraso en el lenguaje.
Este concepto de retraso deriva casi siempre de una interpretación cuantitativa basada en la
frecuencia estadística de aparición de pautas de desarrollo. Habría que recordar que el
desarrollo normal de la expresión oral hasta los cuatro años es muy elástico. Tampoco hay
que olvida el grado de la madurez del niño. Una persona inmadura para un determinado
aprendizaje en determinadas circunstancias puede ser capaz de realizarlo en circunstancias
más adecuadas para él.
De manera que, en vez de tratar los trastornos según las causas que los han originado,
los vamos a clasificar según a lo que afecta.
Siguiendo este punto de vista tendremos principalmente:
- Trastornos del lenguaje: dificultades que afectan a la recepción, comprensión y
elaboración del discurso comunicativo de acuerdo a las reglas de la comunidad
lingüística a la que se pertenece. Afectan a la estructuración del lenguaje, a su uso
simbólico.
- Trastornos de la voz y del habla: dificultades que se manifiestan en la producción o
expresión oral; abarcan a los aspectos más externos de la comunicación, como
cuestiones de voz, ritmo y articulación. Afectan sobre todo al componente fonético
y articulatorio del lenguaje.
Algunos autores parten de una diferencia clara entre los distintos trastornos del
lenguaje, estableciendo clasificaciones muy detalladas. Otros lo conciben más bien como un
continuo, cuyos extremos serían el retraso simple (forma más benigna) y la afasia congénita
(forma más grave), el resto de los trastornos constituyendo formas intermedias de gravedad
variable. Sobre esa distribución continua, existe una ruptura entre lo que correspondería a un
desfase cronológico más o menos importante, pero que respetaría las pautas evolutivas
normales (serían los distintos niveles de gravedad de retraso simple del lenguaje) y lo que
sería un desfase cronológico asociado a la presencia de anomalías lingüísticas, es decir, de
pautas de lenguaje que no se observan en el desarrollo normal (se trataría de la disfasia y /o
afasia congénita).
Definición:
Se trata de un desfase cronológico del conjunto de los aspectos del lenguaje (fonética,
vocabulario, sintaxis) en un niño que no presenta alteraciones evidénciales ni a nivel mental,
ni sensorial, ni motor, ni relacional. Aparece en niños en los que no se encuentran alteraciones
de tipo intelectual, relacional, motriz o sensorial, aunque afecta a más de un módulo del
lenguaje, en especial a la fonología y la sintaxis. Lo más normal es que se presente como una
insuficiencia del aspecto lingüístico a nivel expresivo, comprensivo y articulatorio.
Características.
Este desfase cronológico se manifiesta generalmente:
1. A nivel de producción:
La aparición de las primeras palabras se retrasa hasta los dos años en vez de los
12/18 meses.
La unión de dos palabras no aparece hasta los tres años en vez de a los dos.
El uso de los pronombres, fundamentalmente el personal “yo”, aparecen sobre
los cuatro años
Ausencia del artículo y de los marcadores de posesión.
Utilización de un vocabulario reducido.
Uso de frases simples, palabras yuxtapuestas sin empleos de nexos, rellenando
los espacios vacíos con sonidos indescifrables, dando la sensación de frases
largas.
Poca utilización de los plurales y uso de frases mal estructuradas
sintácticamente.
Muchos de esos sujetos compensan su déficit de expresión con un uso masivo
de gestos, que generalmente son bien comprendidos en su entorno, provocando
un reforzamiento de la expresión gestual en detrimento del lenguaje oral.
Habla infantilizada, con omisión de consonantes iniciales y sílabas iniciales.
La estructura silábica es: v, c+v, y no realiza c+c+v, o v+c.
Este modo de expresión considerado normal a una determinada edad, se convierte
en patológico cuando permanece en niños/as que han superado los cinco años.
2. A nivel de comprensión:
La comprensión verbal es mejor que la expresión de estos sujetos, lo que hace
pensar que son normales a este nivel. No obstante, si se explora
cuidadosamente su nivel de comprensión, se observan algunas alteraciones: los
enunciados referentes a conceptos espaciales, temporales, cromáticos...son
difícilmente comprendidos y no están integrados en su lenguaje normal.
4. Síntomas de acompañamiento:
Al retraso leve del lenguaje le acompañan otros síntomas no lingüísticos entre los que
destacamos:
Etiología:
Entre las causas exógenas, se suelen mencionar la insuficiencia de la estimulación
familiar, el escaso nivel socio-cultural del entorno o una situación de bilingüismo mal
integrado. Las causas endógenas se describen en general de forma bastante imprecisa: algunos
autores apuntan a déficits lingüísticos específicos de origen hereditario, otros se centran en las
dificultades para establecer pautas normales de comunicación y extraer de ellas modelos
lingüísticos correctos, algunos integran el retraso lingüístico en un conjunto de trastornos
instrumentales. Otros consideran como causas el retraso mental, la sordera, el retraso
intelectual, el retraso psicosocial (no han sido estimulados), alteraciones madurativas del
lenguaje, autismo infantil, alteraciones neurológicas o el mutismo electivo.
Como conclusión, sabiendo que no todos los niños no desarrollan su expresión oral
con el mismo ritmo, sin embargo, se debe estar muy atento a los retrasos más importantes,
generalmente acompañados de trastornos fonéticos y fonológicos que son los que más llaman
la atención, pero no deben esconder la verdadera amplitud del problema. En este sentido, para
el maestro/a recordemos que presentan un retraso suficiente como para necesitar una
exploración especializada:
Definición:
Este cuadro se describe también bajo los nombres de retardo severo, retraso grave,
perturbación grave de la elaboración del lenguaje. Se trata de un déficit, sin sustrato lesional
evidenciable, que añade al retraso cronológico importantes dificultades específicas para la
estructuración del lenguaje. Se trata de una elaboración tardía e imperfecta del lenguaje, un
trastorno global de la expresión, con locuciones automáticas, vocabulario pobre, palabras
simples y frases cortas. Se aplica en general a los niños que presentan un trastorno severo del
lenguaje, y cuyas causas no se deben a razones obvias como pueden ser: sordera, retraso
mental, alguna dificultad motora, desórdenes emocionales o alteraciones de la personalidad.
Características:
Las disfasias se caracterizan por un desarrollo del lenguaje severamente alterado en
niños intelectualmente normales mayores de 5 años, tanto en la comprensión como en la
emisión del lenguaje, no es posible de explicar por problemas intelectuales, sensoriales,
motores o a lesiones neurológicas, acompañado de problemas asociados (atención dispersa,
aislamiento, labilidad emocional). Este déficit en el lenguaje oral se caracteriza, además por
un retraso cronológico en la adquisición del lenguaje.
a. En la expresión:
Intencionalidad comunicativa pobre y grandes dificultades para adaptarse al
interlocutor.
Expresión muy baja, casi nula o constituida por emisiones que pueden ir desde
la palabra-frase hasta la expresión telegráfica.
Las frases o palabras se dicen en el orden impuesto por el pensamiento que lo
suscita. En algunos casos la expresión se reduce a jerga.
Agramatismo: dificultades variables en la estructuración sintáctica.
Dificultad para manejar pronombres personales más allá de los 4 años.
Ausencia total de partículas de relación (preposiciones, etc.).
Empleo persistente del verbo en forma atemporal: infinitivos y perífrasis
verbales.
b. En la comprensión:
Grave alteración de la comprensión pudiéndose observar conductas ecolálicas.
Dificultad para repetir y recordar enunciados largos.
Problemas de evocación: expresiones interrumpidas con sustituciones de
palabras, uso de perífrasis y muletillas.
c. Sintomatología asociada.
Etiología:
La etiología de la disfasia parece endógena, aunque no se haya podido aún determinar
su naturaleza. Algunos autores piensan que su origen está en aspectos relacionales y
ambientales y otros piensan que sus causas son aspectos constitucionales de base.
Resumiendo, son niños que necesitan de una reeducación logopédica que acelere su
evolución espontánea excesivamente lenta poniendo en peligro su escolaridad y su integración
social. El pronóstico con reeducación temprana es positivo, pero las secuelas, tanto en el
lenguaje oral como en el lenguaje escrito, se extienden más allá del período preescolar.
Definición:
Etimológicamente el término afasia proviene del griego a-phásis y viene a significar
privación de la palabra, entendiendo esta en su sentido menos constrictivo, es decir privación
no sólo de la palabra como lenguaje, sino del lenguaje como comunicación.
Podríamos usar dicho término para el trastorno del lenguaje que tiene como
características esenciales el aparecer como consecuencia de una lesión del sistema nervioso
central y en un momento en que el lenguaje existía ya en el individuo que padeció la afección
cerebral. O bien para indicar el trastorno, defecto o pérdida de la facultad de expresión,
hablada, escrita o mímica, a causa de una lesión de los centros cerebrales. Imposibilidad, por
consiguiente, de comprender las imágenes receptivas (auditivas y escritas) de la palabra y de
encontrar las imágenes motoras y gráficas de la palabra, aun conservándose las funciones de
los aparatos periféricos sensoriales (vista y oído) y motores (manos, lengua, labios, etc.)
Se diferencia de la afasia adulta por el tipo de desórdenes que produce y no tanto por
la lesión en sí, ya que en el niño (dependiendo de la edad), al no estar totalmente elaborados
los esquemas neuro-lingüísticos, la lesión no produce tanta alteración como en el adulto. La
afasia puede afectar tanto a la comprensión como a la expresión del lenguaje, dependiendo de
la naturaleza de la lesión cerebral.
Etiología:
Como causa de las lesiones cerebrales causantes de la afasia infantil encontramos la
encefalitis, meningitis, accidentes cerebro-vasculares o tumores cerebrales. El pronóstico será
más favorable mientras menos definida estuviese la lateralización hemisférica de la zona del
lenguaje en el momento de producirse la lesión.
Características:
1. A nivel de producción:
Las dificultades a este nivel van desde los sujetos que no tienen ninguna producción
verbal (repiten sonidos que imitan el ritmo del discurso) hasta aquellos que alcanzan un cierto
nivel de expresión verbal, pasando por los que presentan alteraciones en la organización del
desarrollo temporal del lenguaje junto a una articulación muy defectuosa (estereotipias y
agramatismo)
2. A nivel de comprensión:
También aquí se presentan diferencias notables entre unos sujetos y otros. Podemos
encontrarnos niños o niñas cuya comprensión verbal es prácticamente nula, pudiendo creer
incluso que son sordos por la indiferencia que manifiestan ante la voz humana. En cambio,
otros sujetos pueden tener una comprensión verbal casi normal.
3. Síntomas de acompañamiento:
La inteligencia se ve afectada por esta ausencia de lenguaje y por tanto, no puede ser
comparable a la de un niño/a que habla encontrándose alterada su capacidad de simbolización
y de abstracción.
1. Dislalias.
2. Disfemias.
3. Disfonías.
1. DISLALIAS
Definición:
Son los trastornos en la articulación de los fonemas, o bien por ausencia o alteración de
algunos sonidos concretos o por la sustitución de éstos por otros de forma improcedente. Se
trata pues de una incapacidad para pronunciar o formar correctamente ciertos fonemas o
grupos de fonemas. La dislalia puede afectar a cualquier consonante o vocal. Así puede
presentarse el defecto referido a un sólo fonema o a varios en un número indeterminado, o
afectar tan sólo a la asociación de consonantes, cuando éstas aparecen unidas en una sola
sílaba, omitiendo en este caso una de ellas. El sigmatismo, alteración en la articulación de las
consonantes sibilantes.
Las dislalias son más frecuentes en la juventud y en la niñez que en los adultos; más
frecuentes en las palabras largas, en las fricativas que en las oclusivas y nasales. También se
presenta con más frecuencia en el sexo masculino. El defecto no tiene relación con el estado
social del niño antes de los cinco años, pero luego sí, es decir, no hay más dislalias en las
capas sociales más bajas que en las altas, pero en las primeras se alargan y persisten, en
cambio, las clases altas tienen más interés en corregirse.
Sintomatología:
Clasificación:
Atendiendo a sus causas podemos clasificar las dislalias en:
Dislalia funcional:
Vamos a presentar una serie de causas que pueden ser determinantes de la dislalia
funcional, siguiendo el orden con el que aparecen de mayor a menor frecuencia.
Escasa habilidad motora, existe una relación directa entre el grado de retraso motor y
el grado de retraso del lenguaje en los defectos de pronunciación.
Dificultades en la percepción del espacio y el tiempo, el lenguaje comienza a surgir en
el niño por imitación de movimientos y sonidos. Es muy difícil que puedan darse los
primeros si el niño no es capaz de percibirlos tal y como son, sino tiene interiorizadas
las nociones de espacio y tiempo.
Falta de comprensión o discriminación auditiva, algunos niños tienes dificultades en
cuanto a la discriminación acústica de los fonemas por capacidad insuficiente de
diferenciación de unos y otros. Estas causas aparecen, no porque el niño no oiga, sino
por una falta de comprensión auditiva.
Factores psicológicos, cualquier trastorno de tipo afectivo puede incidir sobre el
lenguaje del niño haciendo que quede fijado en etapas anteriores, impidiendo una
normal evolución de su desarrollo. Pueden provocar un trastorno en el desarrollo de la
personalidad del niño que se refleje en la expresión de su lenguaje, ya que existe una
interacción continuada entre el lenguaje y el desarrollo de la personalidad.
Factores ambientales, la carencia de ambiente familiar se refleja en muchos casos en
su expresión hablada. Es muy importante el nivel cultural del ambiente en que se
desenvuelve el niño, se hace notar en el vocabulario empleado y en la fluidez de
expresión en el modo de articulación. Uno de estos problemas se da en el bilingüismo
existente en el ambienten que se desenvuelve el niño, que puede crear
desorientaciones en la etapa de fijación de su lenguaje. La superdotación materna que
impide la debida maduración del niño.
Factores hereditarios, se ve forzado por la imitación de los errores que cometen al
hablar los familiares, si es que estas deformaciones articulatorias persisten en ellos.
Deficiencia intelectual, en estos casos no se puede hablar tan sólo de dislalia
funcional, sino que son problemas más complejos.
Dislalia audiógena:
Dislalia orgánica:
Son los trastornos de la articulación que están motivados por alteraciones orgánicas.
Cuando estas alteraciones orgánicas se refieren a lesiones del sistema nervioso que afectan al
lenguaje se denominan disartrias. Y cuando la alteración afecta a los órganos del habla por
anomalías anatómicas se llaman disglosias.
Diglosia:
Es una alteración articulatoria en la producción oral producida por una causa
anatómica y/o fisiológica de los órganos periféricos articulatorios, y de origen no neurológico.
Sus causas están en las malformaciones congénitas, pero también pueden ser ocasionadas por
parálisis periféricas, traumatismos, trastornos del crecimiento, etc.
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Disartria:
Las disartrias pueden ser de origen muy variado dentro del trastorno neurológico,
desde el nacimiento o como consecuencia de enfermedad o cadente que desencadena una
lesión cerebral. Son alteraciones motrices del habla, es decir, provocadas por lesiones del
sistema nervioso que generan trastornos en el movimiento de los músculos que intervienen en
la fonoarticulación. El trastorno motriz que provoca una disartria puede ser bastante complejo
y una definición que recoja esta complejidad podría ser: “las dificultades de la expresión del
lenguaje debido a trastornos del tono y del movimiento de los músculos fonatorios,
secundarios a lesiones del sistema nervioso”. Los autores Love y Vvebb la definen como:
“alteración de la actividad articulatoria de las unidades fonéticas., es una deficiencia de la
propia ejecución neuromuscular del habla provocada por una lesión en los conductos
neuronales y caracterizada por la debilidad, parálisis o incoordinación de la musculatura del
habla”.
El disártrico puede manifestar problemas de respiración, de fonación, de articulación,
de resonancia, de ritmo y de prosodia.
La disartria se presenta más frecuentemente en niños a los que se ha diagnosticado una
parálisis cerebral. Una lesión en las estructuras del sistema extrapiramidal y el cerebelo
induce a alteraciones del habla que son el resultado de trastornos del control muscular.
Dislalia evolutiva:
Se denomina dislalia evolutiva, aquella fase del desarrollo del lenguaje infantil en la
que el niño no es capaz de repetir por imitación las palabras que escucha, de formar los
estereotipos acústico-articulatorios correctos. A causa de ello repite las palabras de forma
incorrecta desde el punto de vista fonético. Los síntomas que aparecen son, por tanto, los de la
dislalia, al darse una articulación defectuosa.
Dentro de una evolución normal en la maduración del niño, estas dificultades se van
superando y sólo si persisten más allá de los cuatro o cinco años, se pueden considerar como
patológicas.
DISFEMIA:
Clasificación de la tartamudez:
Incidencia y evolución: La tartamudez es más frecuente entre los niños de menor edad que
en los mayores. Su inicio ocurre antes de los ocho años en nueve de cada diez casos y,
respecto al sexo afecta a una hembra por cada tres ó cuatro varones. La aparición y evolución
de la disfemia pasa por tres fases:
Fase primaria: la tartamudez comienza más o menos a los tres años. El niño en esta
fase no es consciente del problema hasta que la familia y el entorno lo hacen
evidente, por lo general, tratando de que el niño corrija el defecto.
Fase transicional: el niño toma conciencia del problema y muestra un displacer por
la comunicación verbal, pasando a ser el habla una fuerte frustración.
Fase secundaria: el tartamudeo se le asocian otros signos anormales, reacciones
emocionales negativas y otras anomalías de la conducta verbal y motora que se
convierten en poderosos determinantes de la persistencia y agravamiento del
medio.
Etiología:
Existen grandes discrepancias a la hora de explicar las causas y los mecanismos de la
tartamudez. Las teorías acerca del trastorno pueden agruparse en dos corrientes:
La primera insiste en la precisa de una dificultad funcional inicial que puede ser
directa [debilidad del aparato de articulación; dificultad lenguoespeculativa
(dificultad para formular el pensamiento en el lenguaje)] o indirecta (lateralización
inadecuada, disfunción cerebral). A partir de esta dificultad funcional, el sujeto
empieza a presentar estados psiquicos depresivos y a elaborar una construcción
neurótica respecto al lenguaje.
La segunda presenta la tartamudez directamente como un trastorno esencialmente
afectivo y relacional que se centra en el lenguaje por su función simbólica.
Diagnóstico diferencial:
1) Habla vacilante de la primera infancia que tiene lugar hacia los tres años cuando el
niño pasa de la fase simple a la fase compleja, a producir oraciones más largas. Se
produce pausas en el discurso y repeticiones de sílabas y palabras porque el niño está
aprendiendo a expresarse. Esta “tartamudez fisiológica” suele remitir al cabo de un
año y permite diferenciarlo del tartamudeo patológico por la ausencia de bloqueos.
2) Los procesos del retraso evolutivo del lenguaje, pues debido a la dificultad de
representar el pensamiento a través del lenguaje dará lugar a un habla discontinua, con
grandes pausas y repeticiones de palabras.
3) Los trastornos de la fluidez asociados a causas neurológicas: párkinson, depresión,
afasias.
(1) Repeticiones de sonidos y sílabas,
(2) Prolongaciones de sonidos.
(3) Interjecciones.
(4) Palabras fragmentadas (p. ej. pausa dentro de una palabra)
(5) Bloqueos audibles o silenciosos.
(6) Circunloquios (sustituciones de palabras para evitar palabras problemáticas)
(7) Palabras producidas por un exceso de tensión física.
(8) Repetición de palabras monosilábicas (p. ej., “Yo, yo-yo le veo)
3. DISFONÍAS
A. Disfonías orgánicas.
Es la alteración de la voz producida por una lesión anatómica en los órganos de la
fonación. Las disfonías orgánicas presentan en la imagen laringoscópica una patología visible
y tienen un componente anatómico o neurológico.
Puede estar producida por:
Malformaciones de la laringe.
Alteraciones laríngeas
Disfunción de origen hormonal.
Disfunción de origen neurológico.
Alteraciones de origen traumático y quirúrgico.
B. Disfonías funcionales.
La disfonía funcional se define como una alteración de la función vocal, provocada
esencialmente por una perturbación de la actitud vocal. Se caracterizan por una utilización
defectuosa del órgano vocal a causa de la instalación progresiva del círculo vicioso del
sobreesfuerzo vocal, bajo la influencia de factores variados: psicológicos, sociológicos y
también orgánicos. Perelló y Salva nos explica que “el término funcional es empleado por los
laringólogos para denominar la disfonía psicosomática, y por los logopedas para designar las
disfonías que se producen por un abuso, sobreesfuerzo o agotamiento del mecanismo vocal”.
Son factores desencadenantes de esta disfonía: patología otorrinolaringológica
(laringitis aguda, traumatismos, alergias); enfermedades sistémicas; hábitos tóxicos
(alcoholismo, tabaquismo); labilidad psicológica; alteraciones posturales; antecedentes
pulmonares; ambiente familiar.
Son factores favorecedores: obligación socioprofesional de hablar o cantar;
características psicológicas personales o situaciones difíciles; hábitos tóxicos; afecciones
crónicas ORL; mal control audiofonatorio; técnica vocal defectuosa; exposición a ruido,
polvo, vapores irritantes o aire acondicionado, etc.
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En cuanto a la fluidez, es demasiado rápida y frecuentemente con sacudidas. La
articulación se aprieta hasta tal punto que dificulta las vibraciones laríngeas y la sonorización
de ciertas consonantes. Además, la duración de las frases está anormalmente reducida y la
intensidad excesiva exige esfuerzos laríngeos y respiratorios tan desproporcionados, que no
pueden sostenerse hasta el fin y la terminación de las frases resulta inaudible. O bien, el sujeto
se precipita en una serie de oraciones demasiado numerosas, que terminan sin aliento y sin
voz.
A todo esto, se le añaden los ataques duros o demasiado blandos, los agujeros en la voz,
los “gallos”, los sonidos inaudibles o demasiado forzados, las respiraciones ruidosas y los “si”
emitidos en inspiración, que es una particularidad de los niños disfónicos.
Mutismo:
En la revisión histórica se constata que el mutismo ha sido definido por los autores de
muy diversas formas, lo cual ha provocado que se diagnosticara mutismo cuando el sujeto
presentaba retrasos en el lenguaje, retraso mental o trastornos psicóticos. Son muy escasos y
poco claros en su diagnóstico los casos de mutismo total. El primer trabajo se debe a Gordon
(1921) y en su descripción de los sujetos les caracteriza como psicóticos, lo cual demuestra
que no estamos ante casos de mutismo como trastorno específico sino ante trastornos
psicóticos en los que aparece dentro del cuadro clínico una falta de comunicación oral. A
través de la historia vemos como el trastorno de mutismo parcial es denominado en principio
como afasia voluntaria. Tramer (1934) es el primero en llamarlo mutismo electivo, siendo
Reed (1963) el que lo define como una conducta aprendida con origen en variables que
provocan ansiedad en el sujeto, descartando el trauma infantil como explicación del trastorno.
Friedman y Karagan (1973), Bauermeister y Jemair (1975) coinciden en la necesidad de
ausencia de retraso mental profundo o déficit motor, mientras que Wright (1968) acota la
definición argumentándola independencia entre mutismo y nivel intelectual. Willianson,
Sewell, Sanders, Sanea y AITE (19779 diferencian el mutismo electivo de la aversión a
hablar.
El mutismo es un trastorno adquirido que consiste en la desaparición del lenguaje
existente sin que exista agresión cerebral (Launay, 1989). Este autor sitúa este trastorno como
una manifestación mental, psiconeurótica o psicótica y advierte de la existencia de dos clases
de mudos:
a) Los de base psicótica: el mutismo aparece como una manifestación de la psicosis,
siendo estos más psicóticos que mudos. Se diferencian según la edad. Desde los 6 años
a la pubertad se consideran un problema psiquiátrico caracterizado por un modo de
pensar con cierta irrealidad e incapacidad de establecer relaciones con los demás.
b) Los de base emocional o neurótica: el sujeto conserva un comportamiento
aparentemente normal y son, ante todo, mudos. Se diferencian dos tipos de mutismo
aquí: parcial o electivo, que aparece en un contexto determinado o ante ciertas
personas y persiste más allá de los 6 años, y total; en casos excepcionales.
Mutismo selectivo: