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NARRATIVA DE LA IDENTIDAD.
NOTAS PARA UN MARCO TEÓRICO.
POR
Pero ¿qué es la canción entendida como narración, tal y como propongo? Para
contestar a esto debo remitirme a la cuestión de la crisis de la modernidad 3. Las
consecuencias de esta crisis se caracterizaron en que el conocimiento,
interpretación y representación son dependientes del contexto y de la perspectiva
de observación; no hay una estabilidad en la referencialidad. El cuerpo y los
sentidos son parte fundamental e integral de cualquier observación. Se ponen en
cuestión la neutralidad del observador --crítica al “a priori” formalista de Kant-- y
la compatibilidad entre la apropiación del mundo hecha a través de los conceptos –
experiencia-- y la realizada a través de los sentidos --percepción--. Se produce así
el surgimiento de la narración en el lugar de la representación --filosofía de la
historia de Hegel--, como espacio integrador de múltiples identidades; el Realismo
literario emerge como forma de expresión de una identidad y experiencias
epocales y la narración como la lógica dialéctica o el movimiento que genera
1 Con esto no quiero decir que la canción tenga siempre el mismo valor para todo sujeto ni
en toda cultura o sociedad. Afirmo que la canción puede operar de la manera indicada y, en
tanto que lo puede hacer, me interesa conocer su mecanismo de funcionamiento.
2 La importancia de la narración y su relación con la identidad y la experiencia la esbozaré
en un segundo trabajo.
3 En este aspecto me sirvo de la obra de H.U. Gumbrecht “Producción de Presencia”.
identidad.4 También trajo como consecuencia la dicotomización entre percepción y
experiencia, es decir: el fracaso de recuperación de la conexión entre concepto y
sentidos5.
usó para explicar una operación matemática. Hay en día su significado no es ni se usa en el
contexto originario.
7 En este sentido me atrevería a afirmar que la canción puede transformarse, u operar,
como símbolo y referente de comunidades de sentido, en tanto que estas estarían
caracterizadas por formas de habla y expresión como por formas particulares de
sensibilidad, además de ser un referente intersubjetivo a nivel individual. En tanto que la
canción sería una narración, reflejaría y transmitiría –en un sentido benjaminiano–
identidades y experiencias propias de esa comunidad. Mantendría así siempre un “aura”
que lleva o que conecta al oyente con el origen, tanto de la obra --aunque tampoco tiene
por qué-- como de la comunidad de pertenencia que se ha apropiado de la misma. Esta
hipótesis la desarrollaré en posteriores trabajos.
8 Hablo tanto de proceso de conciencia como de auto conciencia hegeliana, ya que al
generar con ella una forma de experiencia concreta y sintética, esta es compartida y vivida
o percibida como experiencia por quien la escucha. Y esto es lo esencial de la canción: es
acción comunicativa de una persona que compone e interpreta y que, en tanto que es
escuchada por un público, ya sea de forma individual o colectiva, produce un
reconocimiento del mismo al primero. Estamos, pues, ante un acto de producción de
presencia –término de Gumbrecht– en la que el autor y oyente se reconoce y es
reconocido.
reflexiva, es un deseo de expresarse a sí mismo de una manera o forma concreta,
que nace de la corporalidad –los clásicos sentidos– del sujeto. Es, en ese sentido,
una representación posible de quien compone, al tiempo que es una experiencia de
posibilidad de quien interpreta. Pero en todo caso, la canción se convierte en sí
misma en una experiencia.
Esto lleva a otra clave, y es que la canción es, al mismo tiempo, una
composición: una acción de formar una sola cosa –objeto o categoría de
pensamiento– a partir de un conjunto de elementos: por lo que requiere de
conocimientos previos –musicales, principalmente y aunque sean intuitivos, desde
una perspectiva foucaultiana9– que parten de una experiencia en un lugar y en un
tiempo, para pensar y dar sentido a otras percepciones y sensaciones –del sujeto
que compone en su relación con el mundo– en la forma de la canción. Es pues una
expresión de un sujeto situado –vuelvo a la idea de la contextualización– o de una
cultura que hace de esa canción un referente, como puede ser un himno, también
en el sentido de que contiene una letra que describe sucesos como experiencias del
propio autor o de terceras personas y que son comunes para el conjunto social
9 Que todo conocimiento o proceso de conocimiento parte de una acto intuitivo, es algo a
lo que hace alusión Foucault en Las palabras y las cosas.
10 El autor dirá que esa lógica precede a toda experiencia y que en su aplicación se decide
las proposiciones elementales que definirán la significatividad del mundo percibido. En
ese sentido, “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. Tractatus
Logico-philosophicus.
11 Esta idea pone al autor en relación con la sociología de Durkheim, en tanto que define a
los hechos como estados de cosas u objetos en relación –y también con la filosofía de
Hegel–; al mismo tiempo que se pone en relación con la sociología de Elías en tanto que
habla de figuraciones. En todo caso, me permite reforzar la idea de vínculo como función
de la canción en las denominadas comunidades de sentido.
Así pues, la significatividad o el sentido que los hechos u objetos relacionados
tengan para los sujetos se deberá a la posibilidad lógica de su representación: en
tanto que el pensamiento se rige igualmente por esa lógica, es proposición con
sentido y representación de la realidad descrita con el lenguaje 12. Aquí entra la
distinción wittgenstainiana entre decir y mostrar: la lógica implícita en el lenguaje
no puede ser dicha sino mostrada mediante su aplicación: es, pues, una lógica
trascendental que está fuera del mundo, de lo pensable y de lo expresable 13; no está
circunscrita a un contexto. No obstante, esta misma perspectiva será criticada por
el propio autor en años posteriores, adoptando un enfoque más pragmatista: de
manera que ahora la significatividad del lenguaje vendrá dada por la
intencionalidad del sujeto hablante –que es lo que propongo–, de manera que
retornaría a un enfoque más hegeliano y, tal y como lo he concebido, más situado.
Ahora bien ¿Qué significa este fenómeno reivindicativo? Pues además del
posicionamiento y la disposición de sensibilidades, vínculos y relaciones
figurativas, un planteamiento e intento de resolución de tensiones o conflictos de
autoridad entre el sujeto autor y el sistema social en el que se inter-relaciona. Una
tensión se mueve entre lo impuesto social y culturalmente y lo propuesto por el
sujeto; pero también entre la inscripción y la adscripción a categorías sociales de
conocimiento –y prejuicios--; entre los modos de ver aprendidos y los modos de
ver innovados, además de entre expectativas y limitaciones para su consecución.
Una lucha por la accesibilidad a los modos de ver(se), de pensar(se) y de hacer(se).
La composición, tal y como la he defendido, es un logro del sujeto pues, en tanto
que se hace pública, establece quién puede decir, quién puede mirar, qué puede
decir, qué puede mirar, etc.; preguntas que nacen sobre la cuestión de la autoridad
del sujeto y como formas de poder en el orden y las relaciones sociales. Identidad y
Ahora sí, llegados a este punto en el que a través de la canción popular puede
haber una resolución de tensiones y conflictos sobre la autoridad de la experiencia
y la identidad en el espacio público, configurándolo y aprendiendo del mismo, cabe
preguntarse cómo los receptores de las mismas se pueden aprovechar de todo ello:
de la resolución de las mismas tensiones a través de la canción que otros
componen en el espacio público. Y para entender esto creo que es muy interesante
plantear, como comenté al principio, que la canción puede operar desde la tercera
persona como autoridad sobre la experiencia. Y no solo eso, sino que a través de las
tipologías de identidad que desde ciertos géneros musicales se generan, potencian
o promueven como categorías generales, se pueden adscribir e identificar a
sujetos, atribuyendo conductas, formas de pensar, sensibilidades concretas, etc 19. O
también puede haber un proceso de inscripción de sujetos a las mismas asumiendo
las mismas figuraciones que representan.
No quiero acabar este marco teórico si hacer otra anotación que solo
sucintamente ha sido integrada implícitamente en estas perspectivas. Si la canción,
tanto en su composición como en su interpretación por un receptor, puede ser un
acto de reivindicación, esta como tal también puede ser una interpelación que se
haga desde una segunda persona. Es decir: puede ser la voz de aquellos a los que se
ha sometido a algún daño. Y si bien, como defiende Benjamin en muchos de sus
escritos25 con relación a la literatura y a la escritura, éstos han perdido o parece ser
que se ha perdido la capacidad de narrar y transmitir valores, prácticas, vínculos y
experiencias, la canción puede que, en la actualidad y debido al sometimiento del
mercado, también haya perdido esa facultad de la segunda persona y haya dado
lugar a una galvanización de la experiencia como resultado de las técnicas de
mercado; unas mescolanzas de tendencias y estilos sin sentido, sin una apropiación
y sin propiedad de lo producido 26. Tal vez sea exagerado aplicar al pie de la letra el
diagnóstico benjaminiano y puede ser que, a pesar que la producción musical
actual esté sometida al mercado, siga poseyendo un aura que, con el paso del
tiempo, su escucha permita al sujeto volver a un lugar determinado tanto por el
origen de la recepción de esa canción como por su asociación a determinadas
experiencias.
Parto de la hipótesis de que en los años setenta del pasado siglo se empieza a
producir y publicar en España una música y unas canciones que son una
síntesis/reacción a las subjetividad y experiencias impuestas por la dictadura. Esta
música, aunque minoritaria y con poco reflejo en las listas de éxitos y en las
cadenas de máxima audición, es un germen de una sensibilidad propia de una
generación; suponen una recuperación de la autoridad sobre sí y sobre la propia
experiencia junto a una búsqueda de reconocimiento de identidades precarias,
cuya experiencia nace y se impone sobre una pobreza cultural promovida por el
régimen, ante la que, consciente o inconscientemente, se intentó luchar o sortear
de forma más o menos legal. Esta música era minoritaria en tanto que sus autores
estaban muy relacionados con la marginalidad, la calle y lo que podemos
denominar como la clase media y obrera muy sensible a la represión. Era la música
de las periferias de las grandes ciudades españolas y su espacio de producción y
reproducción se circunscribía a ese entorno. Pero ¿hasta qué punto la identidad
que se enarbola en esas canciones no son en sí identidades marginales o
fronterizas para una sociedad pre-democrática y de fuerte deseo democrático?
¿Estamos ante una doble reacción de rebeldía justificada frente a la historia y
frente al presente? ¿Es la generación de jóvenes músicos de los años 70 la
generación de identidades marginadas, precarias, fronterizas e incluso opacas? Tal
vez esta música sea uno de los pocos relatos que hay de una generación cuya
identidad fue marginada y cuya experiencia fue estigmatizada a través de medios
de comunicación y literatura especializada y académica 27, en una sociedad
dominada por la generación perteneciente al franquismo sociológico, la cual se
educó en las estructuras del régimen a pesar de estar desmantelándolo para la
entrada en la democracia.
Afirmaba José Ramón Pardo en La historia del Pop Español28, que la década de
1970 supondría una revolución musical, aunque no aparecería en las listas de
ventas hasta más tarde, que dejaría su impronta de la mano de cantautores como
aquellos sujetos que estarían entre la poesía y la política, claro, y en de la de
músicos rockeros de origen urbano, en un contexto en el que todavía hubía un
dictador que podía sentenciar a muerte, antes de un proceso de libertad que se
llevaba cogido con pinzas y en donde las represalias políticas todavía estaban a la
orden del día29. En todo caso, esta época es la de una generación compleja –los
jóvenes de la transición– que vivió en un intersticio en el que la normatividad
presente era impuesta pero inoperante para la realidad que se percibía y el
27 Hablo así de la generación cocacola o la generación pasota que periodistas como Jesús
Hermida y académicos como Amando de Miguel, inventaron y usaron en la estigmatización
de aquella juventud de la transición española. P. Sánchez León: Estigma y memoria de los
jóvenes de la transición. En La memoria de los olvidados: un debate sobre la represión
franquista. Ámbito Ediciones, 2004.
28 Rama Lama. Madrid 2005.
29 El caso del atentado contra los abogados de Atocha puede ser un buen ejemplo de esto.
conjunto de interrelaciones que predominaba en unas condiciones de vida si no
precarias, en cierto sentido violentas o “crudas”: desempleo, drogas, falta de
recursos, etc. Pero al mismo tiempo, muy rica en lo cultural: cine, música, literatura,
revistas y fanzines, etc. En este sentido, se vivió en un espacio no ya de innovación
experiencial sino de improvisación en una libertad precaria pero emergente y que
la moral predominante ni entendía ni sabía que existía, ni mucho menos como
enfrentarla: y esa fue la cruz en la que la ciudadanía de la época la colgó. Su música
fue reflejo de esa vivencia, fue una catarsis –musicalmente hablando– de la que la
siguiente generación, la de la movida, aprendió y dado que esta ya fue el segundo
hijo de la democracia, fue no solo aceptada sino promovida como legítima. No
propongo que la generación de los jóvenes y adultos adolescentes de la época
predemocrática y transicional española sean reconocidos como los hijos pródigos;
pero sí es necesario poner en valor el significado de su experiencia para aquella
época, y para la actual, y la música que crearon puede ser una lente perfecta para
ello.
31 Por más que le pese al movimiento punk británico de finales de los 70 y denuesten a
grupos de progres pijos como los Pink Floyd, su música contenía una elevada carga social.
Canciones como Money o el disco completo de The Wall, son un buen ejemplo de ello. Pero
eso no quita que su origen fuese burgués y bien acomodado y que eso le permitiese
generar una música muy culta y reflexiva.
32 A pesar de que con esto contradiga a muchos y en especial, a Jesús Ordovás en su
“Historia de la Música Pop Española”. Alianza Editorial. Madrid 1987.
–como poco– a los grupos estadounidenses y británicos más famosos y conocidos
tanto en su repertorio, incluyendo versiones en español o inglés de tales grupos
originales, e incluso en sus propias composiciones, en las que si no lograban imitar
los estilos de Beatles, Rollings, Elvis, etc. no era tanto por su originalidad sino por
su falta de calidad instrumental33. En todo caso, los fenómenos que me resultan
interesantes para entender el surgimiento del cambio de la sensibilidad social en la
cultura a partir del cambio en la música es el cómo se produjo este primer cambio
inicial: ya que hay una serie de paralelismos y, sobre todo, una clara diferencia.
34 Jesús Ordovás señala en el libro reseñado anteriormente, cómo había artistas que
tenían la osadía de estar más de un año sin cortarse el pelo y otros que decían que sus
madres les obligaban a cortarse el pelo de vez en cuando para no parecer unos gamberros.
Barcelona: dos grandes capitales desde las que se producían los principales
tránsitos con el extranjero: tanto en lo relativo a la política y las relaciones
exteriores como en lo relativo al comercio. Lo mismo que con la nueva oleada
juvenil de los setenta. Pero ¿cuál es la gran diferencia? Tal vez que, en primer lugar,
el género de la canción de autor, primero con tintes regionalistas y luego políticos,
ya estaba en auge en los setenta de la mano de autores como Raimon, Serrat, Aute,
Cecilia, Rosa León, etc. El caso es que muchos de los jóvenes pop-rockeros de aquel
entonces, incluso llegaron a sumergirse un poco en este tipo de canción, como así
hizo Miguel Ríos con diversas canciones sobre su tierra y sobre todo con el disco Al-
Andalus; o desde el terreno de la canción ligera, lo que hizo Massiel al llevar al
terreno del espectáculo musical y en disco una obra de Bertolt Brecht, el cual no le
fue muy aplaudido pero tampoco criticado. No digo con esto que las nuevas
generaciones de rockeros de los setenta fuesen seguidores del género canta autor,
lo desconozco, pero la actividad cultural de estos –canta-autores– y las
consecuencias que tuvo –por ejemplo la expatriación o destierro de Serrat en
Francia– fueron claves en la conciencia de la ciudadanía en relación a la libertad de
expresión, la experiencia de la libertad en general y la propia identidad enfrentada
al régimen. Un caso claro del tránsito y la conexión de la canción de autor con el
rock es el de un cantautor de mediados de los setenta, Sherpa, que a inicios de los
ochenta será el líder de la banda de heavy Barón Rojo.
35 Aún así, los últimos fusilamientos del régimen se darían en ese año junto a otros
fenómenos que indicaban el fuerte arraigamiento de la moral franquista y católica, como el
de la censura de una representación de la Maja Desnuda de Goya en Cáceres por las
autoridades. En todo caso, el que este fenómeno saliera en la prensa como crítica, junto a
las críticas de Serrat por los últimos fusilamientos, suponen ya un cambio en sí en la
sociedad, ya que en otro momento eso hubiese sido impensable. En todo caso, esa acción y
reacción son interesantes para entender como la sociedad empieza a hacer visibles ciertos
fenómenos como los que se van a citar.
36 Este titular ejemplifica el tipo de trato, juicio y valoración moral que se hará a esta
juventud a partir de esta época, tal y como he propuesto en mi hipótesis. Para un mayor
desarrollo de la estigmatización política, mediática y social de esta juventud, véase el testo
Se evidencia así la repetición de los fenómenos comunes al surgimiento del
R&R, tanto en su origen como en el origen en España, en lo relativo a la
distribución: sin un apoyo mediático y sin un espacio para la difusión, hubiese sido
poco probable la apropiación de esa música. Y también se evidencia la presión
social que había en torno a la juventud, la conformación de su idiosincrasia y la
emergente libertad dentro de lo que todavía era un régimen represor. La clave que
diferenciará a esta generación y a su música respecto a las anteriores y, quizás
también respecto a la posterior, será la situación social y cultural: coincide una
pequeña libertad cultural implícita proveniente del aperturismo de los últimos
años del régimen franquista –turismo y bases norteamericanas–, junto con la moral
y la sensibilidad de lo que hoy llamamos franquismo sociológico, de las
generaciones anteriores. Coincide con el desconocimiento o el soslayo de una
realidad como el tráfico de ciertas drogas –que no será penalizadohast a Ley de
peligrosidad social--, su consumo y su extensión y también, la inoperancia
gubernamental frente a un cada vez mayor desempleo juvenil. Coincide con el
desconocimiento del consumo y la apropiación cultural de esa juventud a la cual se
calificó en los posteriores años, a través de encuestas hechas por el gobierno de la
UCD, de inculta y pasota. Y con el surgimiento y apogeo de una red asociativa y
vecinal, aun marcadas sociológicamente por la ideología del régimen, que dejó una
impronta de libertad e igualdad en espacios privados que, aun siendo mínima para
la mayoría de la población, para los adolescentes fue simplemente normal,
inherente, implícito en su vida. De esta manera, conforme las libertades y los logros
sociales se fueron produciendo, hasta llegar a la democracia, los entonces
adolescentes se fueron haciendo adultos, por lo que adoptaron e interiorizaron
todos los avances en materia de libertad civil y política de forma natural. Es aquí
donde se produce la ruptura frente a las otras generaciones, pues mientras los
protagonistas que pretendían y luego lograban instaurar la democracia sólo
entendía la libertad desde una perspectiva de la conducta política, los ya jóvenes
adultos la estaban viviendo y experimentando en sus esferas privadas e íntimas,
generando toda una serie de valores sociales nuevos que llenaban el vacío de
referentes interpretativos con los que se estaba entrado en la nueva estructura
social. Esta es la clave de la cuestión: nadie les enseño a interpretar y afrontar la
realidad a la que se estaba llegando, pues nadie la concibió como ellos. De esa
manera, se experimentó con todo lo que aparecía, sexo, tendencias culturales,
consumo de masas, drogas, etc. Nadie les advirtió sobre las drogas, algo que ya
estaba ahí, que no introdujeron ellos en una dictadura ni en una transición, lo cual
ya implica mucho, y es a partir de todo esto en donde se les va a estigmatizar como
generación de perdidos y otros sinónimos.
Esta letra de una canción –No soy formal– de un grupo llamado Cucharada,
muestra la sensibilidad y una normatividad que será generalizada y característica
de la música de esta generación, la cual surgirá, sobre todo, en los extrarradios y
periferias urbanas en los que habitaba esta juventud, gracias a que en los mismo es
donde se habilitarán los espacios necesarios para la organización de recitales,
eventos y conciertos. De ahí, debido a su gran acogida entre los jóvenes, como el
evento anteriormente señalado, su proyección en determinadas radios y revistas y
fanzines. Empezarán a partir de ahí a surgir sellos discográficos –Chapa será el más
representativo, al igual que Gong– que permitirá la distribución de esta nueva
música y así su difusión y popularización. No obstante, esta idiosincrasia y
autopresentación de sí mismos no será la única expresión, ni siquiera la más
transgresora. El mismo grupo tiene como representativa otra canción que habla de
otra experiencia propia de la época37:
el justo millonario?
o el pobre necesario?
38 No quiero decir con ello que esta experiencia e identidad sea artificial, sino que es
construida desde un conjunto de percepciones reales a las que se les dan sentido y se las
reconstituyen o resignifican en oposición a la autoridad epistémica imperante y a su
moralidad.
Adorno, T. W. Disonancias / Introducción a la sociología de la música. Akal. 2009
Kabatek. Dime cómo hablas y te diré quién eres. Mezcla de lenguas y posicionamiento
social. RAS Nº6.
Documentales y películas.
Después de…No se os puede dejar solos. Colectivo de cine de Madrid. Dir. Cecilia y
José, J. Bartolomé. 1981
Venid a las cloacas. La historia de La banda trapera del río. Dir. Daniel Arasanz.
2010.