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EL DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO — el derramamiento del Espíritu
de Dios para llenar y morar en las personas — fue profetizado en el Antiguo
Testamento y se cumplió en Pentecostés (Hechos 2).
Este evento fue predicho en el Antiguo Testamento: en Isaías 44:3 Dios dijo a
Israel, "Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida;
mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos".
El Espíritu Santo se representa como el "agua de vida" que salva y bendice a un
pueblo moribundo.
El día de Pentecostés, Pedro citó otra profecía que se estaba cumpliendo: "Y
después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros
hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi
Espíritu en aquellos días....Y todo aquel que invocare el nombre del Señor será
salvo" (Joel 2:28-29, 32).
El derramamiento del Espíritu Santo introdujo una nueva era, la era de la iglesia.
En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo era un don extraño que sólo se daba a
unas pocas personas, y por lo general sólo por períodos cortos de tiempo. Cuando
Saúl fue ungido como rey de Israel, el Espíritu Santo vino sobre él (1 Samuel
10:10), pero cuando Dios retiró Su bendición de Saúl, el Espíritu Santo lo dejó (1
Samuel 16:14). El Espíritu Santo también vino en momentos o temporadas
específicas en las vidas de Otoniel (Jueces 3:10), Gedeón (Jueces 6:34) y Sansón
(Jueces 13:25; 14:6), para permitirles hacer Su voluntad y servir a Israel. En
Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre todos los creyentes en Cristo,
y vino a quedarse. Esto marcó un cambio importante en la obra del Espíritu Santo.
Antes de ser arrestado, Jesús había prometido enviar el Espíritu Santo a Sus
discípulos (Juan 14:15-17). El Espíritu "mora con vosotros, y estará en vosotros",
dijo Jesús (Juan 14:17). Esta fue una profecía de la permanencia del Espíritu, otro
distintivo de la era de la iglesia. El derramamiento del Espíritu Santo en Hechos 2
también marcó el cumplimiento de las palabras de Jesús, ya que el Espíritu Santo
vino sobre todos los creyentes de una manera poderosa, visible (y audible). Lucas
registra el evento: "Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento
recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:2-4).
Inmediatamente, los creyentes llenos del Espíritu salieron a las calles de Jerusalén
y predicaron a Cristo. Tres mil personas fueron salvas y bautizadas ese día; la
iglesia había comenzado (versículo 41).
En el libro de los Hechos, hay tres "derramamientos" del Espíritu Santo, a tres
grupos de personas diferentes en tres momentos diferentes. El primero fue para
los judíos y prosélitos en Jerusalén (Hechos 2). El segundo fue a un grupo de
samaritanos creyentes (Hechos 8). El tercero fue a un grupo de gentiles creyentes
(Hechos 10). Cabe destacar que Pedro estuvo presente en las tres
manifestaciones. Tres veces, Dios envió el Espíritu Santo con señales
demostrables, mientras se cumplía la Gran Comisión. El mismo Espíritu Santo que
venía sobre los judíos, samaritanos y gentiles de la misma manera en presencia
del mismo apóstol, mantuvo unida a la iglesia primitiva. No había una iglesia
"judía", una iglesia "samaritana" y una iglesia "romana", sino que había una iglesia,
"un Señor, una fe, un bautismo" (Efesios 4:5).