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Comunicación verbal 1

2024-I
HUMANIDADES

Antología de cuentos Latinoamericanos

1. Día Domingo........................................................................................................1
2. La luz es como el agua.........................................................................................9
3. Mi corbata.........................................................................................................11
4. Thanatopía........................................................................................................14
5. La insignia..........................................................................................................16

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1. Día Domingo primera vez en muchos años, al saber que tratando de describir una pasión
se preparaba esa innoble emboscada. La irreflexiva y total, hasta
Mario Vargas Llosa gente seguía en el Parque y la avenida descubrir, con alivio, que llegaban al
Pardo se hallaba desierta; caminaban por primer óvalo de la avenida Pardo, y
Contuvo un instante la respiración, clavó
la alameda, bajo los ficus de caballeras entonces calló. Entre el segundo y el
las uñas en la palma de sus manos y dijo,
altas y tupidas. "Tengo que apurarme, tercer ficus, pasado el óvalo, vivía Flora.
muy rápido: "Estoy enamorado de ti". Vio
pensaba Miguel, si no, me friego". Miró Se detuvieron, se miraron: Flora estaba
que ella enrojecía bruscamente, como si
de soslayo alrededor: no había nadie, aún encendida y la turbación había
alguien hubiera golpeado sus mejillas, que
podía intentarlo. Lentamente fue colmado sus ojos de un brillo húmedo.
eran de una palidez resplandeciente y
estirando su mano izquierda hasta tocar la Desolado, Miguel se dijo que nunca le
muy suaves. Aterrado, sintió que la
de ella; el contacto le reveló que había parecido tan hermosa:
confusión ascendía por él y petrificaba su
transpiraba. Imploró que ocurriera un una cinta azul recogía sus cabellos y él
lengua. Deseó salir corriendo, acabar: en
milagro, que cesara aquella humillación. podía ver el nacimiento de su cuello, y sus
la taciturna mañana de invierno había
"Qué le digo, pensaba, qué le digo". Ella orejas, dos signos de interrogación,
surgido ese desaliento íntimo que lo
acababa de retirar su mano y él se sentía pequeñitos y perfectos.
abatía siempre en los momentos
desamparado y ridículo. Todas las frases -Mira, Miguel -dijo Flora; su voz era suave,
decisivos. Unos minutos antes, entre la
radiantes, preparadas febrilmente la llena de música, segura-. No puedo
multitud animada y sonriente que
víspera, se habían disuelto como contestarte ahora. Pero mi mamá no
circulaba por el Parque Central de
globos de espuma. quiere que ande con chicos hasta que
Miraflores, Miguel se repetía aún: "Ahora.
-Flora -balbuceó-, he esperado mucho termine el colegio.
Al llegar a la avenida
tiempo este momento. Desde que te -Todas las mamás dicen lo mismo, Flora -
Pardo. Me atreveré. ¡Ah, Rubén, si
conozco sólo pienso en ti. Estoy insistió Miguel-. ¿Cómo iba a saber ella?
supieras como te odio! Y antes todavía, en
enamorado por primera vez, créeme, Nos veremos cuando tú digas, aunque sea
la Iglesia, mientras buscaba a Flora con los
nunca había conocido una muchacha sólo los domingos.
ojos, la divisaba al pie de una columna y,
como tú. -Ya te contestaré, primero tengo que
abriéndose paso con los codos sin pedir
Otra vez una compacta mancha blanca en pensarlo -dijo Flora, bajando los ojos. Y
permiso a las señoras que empujaba,
su cerebro, el vacío. Ya no podía después de unos segundos añadió-:
conseguía acercársele y saludarla en voz
aumentar la presión: la piel cedía como Perdona, pero ahora tengo que irme, se
baja, volvía a decirse, tercamente, como
jebe y las uñas alcanzaban el hueso. Sin hace tarde.
esa madrugada, tendido en su lecho,
embargo, siguió hablando, Miguel sintió una profunda lasitud, algo
vigilando la aparición de la luz: "No hay
dificultosamente, con grandes intervalos, que se expandía por todo su cuerpo y lo
más remedio. Tengo que hacerlo hoy día.
venciendo el bochornoso tartamudeo, ablandaba.
En la mañana. Ya me las pagarás, Rubén".
Y la noche anterior había llorado, por

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-¿No estás enojada conmigo, Flora, no? - contemplaba el lugar donde había Como el vaho de un espejo que se frota, la
dijo humildemente. desaparecido la frágil figurita celeste, bajo imagen desapareció. Estaba en la puerta
-No seas sonso -replicó ella, con el arco majestuoso de los ficus de la de su casa, odiaba a todo el mundo, se
vivacidad-. No estoy enojada. avenida. Era posible competir con un odiaba. Entró y subió directamente a su
-Esperaré todo lo que quieras -dijo simple adversario, no con Rubén. Recordó cuarto. Se echó de bruces en la cama: en
Miguel- Pero nos seguiremos viendo, ¿no? los nombres de las muchachas invitadas la tibia oscuridad, entre sus pupilas y sus
¿Iremos al cine esta tarde, no? por Martha, una tarde de domingo. Ya no párpados, apareció el rostro de la
-Esta tarde no puedo -dijo ella, podía hacer nada, estaba derrotado. Una muchacha -"Te quiero, Flora", dijo él en
dulcemente-. Me ha invitado a su casa vez más surgió entonces esa imagen que voz
Martha. lo salvaba siempre que sufría una alta- y luego Rubén, con su mandíbula
Una correntada cálida, violenta, lo invadió frustración: desde un lejano fondo de insolente y su sonrisa hostil: estaban uno
y se sintió herido, atontado, ante esa nubes infladas de humo negro se al lado del otro, se acercaban, los ojos de
respuesta que esperaba y que ahora le aproximaba él, al frente de una compañía Rubén se torcían para mirarlo
parecía una crueldad. Era cierto lo que el de cadetes de la Escuela Naval, a una burlonamente mientras su boca avanzaba
Melanés había murmurado, torvamente, tribuna levantada en el Parque; hacia Flora.
a su oído, el sábado en la tarde. Martha personajes vestidos de etiqueta, el Saltó de la cama. El espejo del armario le
los dejaría solos, era la táctica habitual. sombrero de copa en la mano, y señoras mostró un rostro ojeroso, lívido. "No la
Después, Rubén relataría a los pajarracos de joyas relampagueantes lo aplaudían. verá decidió. No me hará esto, no
cómo él y su hermana habían planeado las Aglomerada en las veredas, una multitud permitiré que me haga esa perrada".
circunstancias, el sitio y la hora. Martha en la que sobresalían los rostros de sus La avenida Pardo continuaba solitaria.
habría reclamado, en pago de sus amigos y enemigos, lo observaba Acelerando el paso sin cesar, caminó
servicios, el derecho de espiar detrás de la maravillada, murmurando su nombre. hasta el cruce con la avenida Grúa; allí
cortina. La cólera empapó sus manos de Vestido de paño azul, una amplia capa vaciló. Sintió frío: había olvidado el saco
golpe. flotando a sus espaldas, Miguel desfilaba en su cuarto y la sola camisa no bastaba
-No seas así, Flora. Vamos a la matiné delante mirando el horizonte. Levantando para protegerlo del viento que venía del
como quedamos. No te hablaré de esto. la espada, su cabeza describía media mar y se enredaba en el denso ramaje de
Te prometo. esfera en el aire: allí, en el corazón de la los ficus con un suave murmullo. La
-No puedo, de veras -dijo Flora-.Tengo tribuna estaba Flora, sonriendo. En una temida imagen de Flora y Rubén juntos le
que ir donde Martha. Vino ayer a mi casa esquina, haraposo, avergonzado, dio valor, y siguió andando. Desde la
para invitarme. Pero después iré con ella descubría a Rubén: se limitaba a echarle puerta del bar vecino al cine Montecarlo,
al Parque Salazar. una brevísima ojeada despectiva. Seguía los vio en la mesa de costumbre, dueños
Ni siquiera vio en esas últimas palabras marchando, desaparecía entre vítores. del ángulo que formaban las paredes del
una esperanza. Un rato después

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fondo y de la izquierda. Francisco, el Miró a Rubén con ojos desafiantes, pero hay que apagarle las llamitas a este
Melanés, él no se dio por aludido; jugueteaba con baboso.
Tobías, el Escolar lo descubrían y, después los dedos sobre la mesa y, bajito, la punta -Cuncho, bájate media docena de Cristales
de un instante de sorpresa, se volvían de la lengua entre los dientes, silbaba "La -dijo Miguel.
hacia Rubén, los rostros maliciosos, niña Popof", de Pérez Prado. Hubo gritos de júbilo, exclamaciones.
excitados. Recuperó el aplomo de -¡Buena! -aplaudió el Melanés-. Buena, -Eres un verdadero pajarraco -afirmó
inmediato: frente a los hombres sí sabía don Juan. Cuéntanos, ¿a qué hembrita? Francisco.
comportarse. -Eso es un secreto. -Sucio, pulguiento -agregó el Melanés-, si,
-Hola -les dijo, acercándose-. ¿Qué hay de -Entre los pajarracos no hay secretos - señor, un pajarraco de la pitri-mitri.
nuevo? recordó Tobías-.¿Ya te has olvidado? Cuncho trajo las cervezas. Bebieron.
-Siéntate -le alcanzó una silla el Escolar-. Anda, ¿quién era? Escucharon al Melanés referir historias
¿Qué milagro te ha traído por aquí? -Qué te importa -dijo Miguel. sexuales, crudas, extravagantes y
-Hace siglos que no venías -dijo Francisco. -Muchísimo -dijo Tobías-. Tengo que afiebradas y se entabló entre Tobías y
-Me provocó verlos -dijo Miguel, saber con quién andas para saber quién Francisco una recia polémica sobre fútbol.
cordialmente-. Ya sabía que estaban aquí. eres. El Escolar contó una anécdota. Venía de
¿De qué se asombran? ¿O ya no soy un -Toma mientras -dijo el Melanés a Lima a Miraflores en un colectivo; los
pajarraco? Miguel-.Una a cero. demás pasajeros bajaron en la avenida
Tomó asiento entre el Melanés y Tobías. -¿A que adivino quién es? -dijo Francisco-. Arequipa. A la altura de Javier Prado subió
Rubén estaba al frente. ¿Ustedes no? el cachalote Tomasso, ese albino de dos
-¡Cuncho! -gritó el Escolar-. Trae otro -Yo ya sé -dijo Tobías. metros que sigue en Primaria, vive por la
vaso. Que no esté muy mugriento. -Y yo -dijo el Melanés. Se volvió a Rubén Quebrada ¿ya captan?; simulando gran
Cuncho trajo el vaso y el Escolar lo llenó con ojos y voz muy inocentes-.Y tú, interés por el automóvil comenzó a hacer
de cerveza. Miguel dijo "por los cuñado, ¿adivinas quién es? preguntas al chofer, inclinado hacia el
pajarracos" y bebió. -No -dijo Rubén, con frialdad-. Y tampoco asiento de adelante, mientras rasgaba con
-Por poco te tomas el vaso también -dijo me importa. una navaja, suavemente, el tapiz del
Francisco-. ¡Qué ímpetus! -Tengo llamitas en el estómago -dijo el espaldar.
-Apuesto a que fuiste a misa de una -dijo Escolar-.¿Nadie va a pedir una cerveza? -Lo hacía porque yo estaba ahí -afirmó el
el Melanés, un párpado plegado por la El Melanés se pasó un patético dedo por Escolar-. Quería lucirse.
satisfacción, como siempre que iniciaba la garganta: -Es un retrasado mental -dijo Francisco-.
algún enredo-. ¿O no? -I haven't money, darling -dijo. Esas cosas se hacen a los diez años.
-Fui -dijo Miguel, imperturbable-. Pero -Pago una botella -anunció Tobías, con A su edad, no tiene gracia.
sólo para ver a una hembrita, nada más. ademán solemne-. A ver quién me sigue,

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-Tiene gracia lo que pasó después -rió el -Ya has oído, pajarraco Rubén -dijo después de cada bocado y procuraba
Escolar-. Oiga chofer, ¿no ve que este Francisco-, tienes que quedarte. mostrar animación, pero el temor de no
cachalote está destrozando su carro? -Tienes que quedarte -dijo el Melanés-, no resistir lo suficiente crecía a medida que la
-¿Qué? -dijo el chofer, frenando en seco. hay tutías. cerveza depositaba en su garganta un
Las orejas encarnadas, los ojos -Me voy -dijo Rubén. sabor ácido. Cuando acabaron las seis
espantados, el cachalote Tomasso -Lo que pasa es que estás borracho -dijo botellas, hacía rato que Cuncho había
forcejeaba con la puerta. Miguel-. Te vas porque tienes miedo de retirado los platos.
-Con su navaja -dijo el Escolar-. Fíjese quedar en ridículo delante de nosotros, -Ordena tú -dijo Miguel a Rubén.
cómo le ha dejado el asiento. eso es lo que pasa. -Otras tres por cabeza.
El cachalote logró salir por fin. Echó a -¿Cuántas veces te he llevado a tu casa Después del primer vaso de la nueva
correr por la avenida Arequipa; el chofer boqueando? -dijo Rubén-. ¿Cuántas te he tanda, Miguel sintió que los oídos le
iba tras él, gritando: "agarren a ese ayudado a subir la reja para que no te zumbaban; su cabeza era una lentísima
desgraciado". pesque tu papá? Resisto diez veces más ruleta, todo se movía.
-¿Lo agarró? -preguntó el Melanés. que tú. -Me hago pis -dijo-. Voy al baño.
-No sé. Yo desaparecí. Y me robé la llave -Resistías -dijo Miguel-. Ahora está difícil. Los pajarracos rieron.
del motor, de recuerdo. Aquí la tengo. ¿Quieres ver? -¿Te rindes? -preguntó Rubén.
-Sacó de su bolsillo una pequeña llave -Con mucho gusto -dijo Rubén-. ¿Nos -Voy a hacer pis -gritó Miguel-. Si quieres,
plateada y la arrojó sobre la mesa. Las vemos a la noche, aquí mismo? que traigan más.
botellas estaban vacías. Rubén miró su -No. En este momento -Miguel se volvió En el baño, vomitó. Luego se lavó la cara,
reloj y se puso de pie. hacia los demás, abriendo los brazos-: detenidamente, procurando borrar toda
-Me voy -dijo-. Ya nos vemos. Pajarracos, estoy haciendo un desafío. señal reveladora. Su reloj marcaba las
-No te vayas -dijo Miguel-. Estoy rico hoy -Dichoso, comprobó que la antigua cuatro y media. Pese al denso malestar, se
día. Los invito a almorzar a todos. fórmula conservaba intacto su poder. En sintió feliz. Rubén ya no podía hacer nada.
-Un remolino de palmadas cayó sobre él, medio de la ruidosa alegría que había Regresó donde ellos.
los pajarracos le agradecieron con provocado, vio a Rubén sentarse, pálido. -Salud -dijo Rubén, levantando el vaso.
estruendo, lo alabaron. -¡Cuncho! -gritó Tobías-. El menú. Y dos "Está furioso, pensó Miguel. Pero ya lo
-Anda vete nomás, buen mozo -dijo piscinas de cerveza. Un pajarraco acaba fregué".
Tobías-. Y salúdame a Marthita. de lanzar un desafío. -Huele a cadáver -dijo el Melanés-.
-Pensaremos mucho en ti, cuñado -dijo el Pidieron bisteces a la chorrillana y una Alguien se nos muere por aquí.
Melanés. docena de cervezas. Tobías dispuso tres -Estoy nuevecito -aseguró Miguel,
-No -exclamó Miguel-. Invito a todos o a botellas para cada uno de los tratando de dominar el asco y el mareo.
ninguno. Si se va Rubén, nada. competidores y las demás para el resto. -Salud -repetía Rubén.
Comieron hablando apenas. Miguel bebía

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-Cuando hubieron terminado la última -Viva la Esther Williams de Miraflores -dijo -Se me sobran porque estamos en
cerveza, su estómago parecía de plomo, el Melanés. invierno -dijo Rubén-. Si no, los desafiaba
las voces de los otros llegaban a sus oídos -Tremendo vejete y ni siquiera sabes a ir a la playa, a ver si en el agua son tan
como una confusa mezcla de ruidos. Una nadar -dijo Rubén-. ¿No quieres que te dé sobrados.
mano apareció de pronto bajo sus oídos, unas clases? -Ganaste el campeonato por tu padre -
era blanca y de largos dedos, lo cogía del -Ya sabemos, maravilla -dijo el Escolar-. dijo Miguel-. Eres pura pose. Cuando
mentón, lo obligaba a alzar la cabeza; la Has ganado un campeonato de natación. quieras nadar conmigo, me avisas nomás,
cara de Rubén había crecido. Estaba Y todas las chicas se mueren por ti. Eres con toda confianza. En la playa, en el
chistoso, tan despeinado y colérico. un campeoncito. Terrazas, donde quieras.
-¿Te rindes, mocoso? -Este no es campeón de nada -dijo Miguel, -En la playa -dijo Rubén-. Ahora mismo.
Miguel se incorporó de golpe y empujó a con dificultad-. Es pura pose. -Eres pura pose -dijo Miguel.
Rubén, pero antes que el simulacro -Te estás muriendo -dijo Rubén-. ¿Te llevo El rostro de Rubén se iluminó de pronto y
prosperara, intervino el Escolar. a tu casa, niñita? sus ojos además de rencorosos, se
-Los pajarracos no pelean nunca -dijo, -No estoy borracho -aseguró Miguel-. Y tú volvieron arrogantes.
obligándolos a sentarse-. Los dos están eres pura pose. -Te apuesto a ver quién llega primero a la
borrachos. Se acabó. Votación. -Estás picado porque le voy a caer a Flora reventazón -dijo.
El Melanés, Francisco y Tobías accedieron -dijo Rubén-. Te mueres de celos. -Pura pose -dijo Miguel.
a otorgar el empate, de mala gana. ¿Crees que no capto las cosas? -Si ganas -dijo Rubén-, te prometo que no
-Yo ya había ganado -dijo Rubén-. Este no -Pura pose -dijo Miguel-. Ganaste porque le caigo a Flora. Y si yo gano tú te vas con
puede ni hablar. Mírenlo. tu padre es Presidente de la Federación, la música a otra parte.
Efectivamente, los ojos de Miguel estaban todo el mundo sabe que hizo trampa, -¿Qué te has creído? -balbuceó Miguel-.
vidriosos, tenía la boca abierta y de su descalificó al Conejo Villarán, sólo por eso Maldita sea, ¿qué es lo que te has creído?
lengua chorreaba un hilo de saliva. ganaste. -Pajarracos -dijo Rubén, abriendo los
-Cállate -dijo el Escolar-. Tú no eres un -Por lo menos nado mejor que tú -dijo brazos-, estoy haciendo un desafío.
campeón que digamos, tomando Rubén, que ni siquiera sabes correr olas. -Miguel no está en forma ahora -dijo el
cerveza. -Tú no nadas mejor que nadie -dijo Escolar-.¿Por qué no se juegan a Flora a
-No eres un campeón tomando cerveza - Miguel-. Cualquiera te deja botado. cara o sello?
subrayó el Melanés-. Sólo eres un -Cualquiera -dijo el Melanés-. Hasta -Y tú por qué te metes -dijo Miguel-.
campeón de natación, el trome de las Miguel, que es una madre. Acepto. Vamos a la playa.
piscinas. -Permítanme que me sonría -dijo Rubén. -Están locos -dijo Francisco-. Yo no bajo a
-Mejor tú no hables -dijo Rubén-; ¿no ves -Te permitimos -dijo Tobías-. No faltaba la playa con este frío. Hagan otra apuesta.
que la envidia te corroe? más. -Ha aceptado -dijo Rubén-. Vamos.

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-Cuando un pajarraco hace un desafío, raíces de los árboles que irrumpían a suspendida sobre el edificio de las
todos se meten la lengua al bolsillo - dijo veces en la superficie como garfios. Al casetas. El mar se desvanecía a unos
Melanés-. Vamos a la playa. Y si no se bajar por la Diagonal, cruzaron a dos cincuenta metros de la orilla, en una
atreven a entrar al agua, los tiramos muchachas. espesa nube que parecía próxima a
nosotros. Rubén se inclinó, ceremonioso. arremeter contra los acantilados, altas
-Los dos están borrachos -insistió el -Hola, Rubén -cantaron ellas, a dúo. moles oscuras plantadas a lo largo de toda
Escolar-. El desafío no vale. Tobías las imitó, aflautando la voz: la bahía.
-Cállate, Escolar -rugió Miguel-. Ya estoy -Hola, Rubén, príncipe. -Regresemos -dijo Francisco-. Tengo frío.
grande, no necesito que me cuides. La avenida Diagonal desemboca en una Al borde de la plataforma hay un cerco
-Bueno -dijo el Escolar, encogiendo los pequeña quebrada que se bifurca: por un manchado a pedazos por el musgo.
hombros-. Friégate, nomás. lado, serpentea el Malecón, asfaltado y Una abertura señala el comienzo de la
Salieron. Afuera los esperaba una lustroso; por el otro, hay una pendiente escalerilla, casi vertical, que baja hasta la
atmósfera quieta, gris. Miguel respiró que contornea el cerro y llega hasta el playa. Los pajarracos contemplaban desde
hondo; se sintió mejor. Caminaban mar. Se llama "la bajada a los baños", su allí, a sus pies, una breve cinta de agua
adelante Francisco, el Melanés y Rubén. empedrado es parejo y brilla por el repaso libre, y la superficie inusitada, bullente,
Atrás, Miguel y el Escolar. En la avenida de las llantas de los automóviles y los pies cubierta por la espuma de las olas.
Grúa había algunos transeúntes; la de los bañistas de muchísimos veranos. -Me voy si éste se rinde -dijo Rubén.
mayoría, sirvientas de trajes chillones en -Entremos en calor, campeones -gritó el -¿Quién habla de rendirse? -repuso
su día de salida. Hombres cenicientos, de Melanés, echándose a correr. Los demás Miguel-. ¿Pero qué te has creído?
gruesos cabellos lacios, merodeaban a su lo imitaron. Corrían contra el viento y la Rubén bajó la escalerilla a saltos, a la vez
alrededor y las miraban con codicia; ellas delgada bruma que subía desde la playa, que se desabotonaba la camisa.
reían mostrando sus dientes de oro. Los sumidos en un emocionante torbellino; -¡Rubén! -gritó el Escolar-. ¿Estás loco?
pajarracos no les prestaban atención. por sus oídos, su boca y sus narices ¡Regresa!
Avanzaban a grandes trancos y la penetraba el aire a sus pulmones y una Pero Miguel y los otros también bajaban y
excitación los iba ganando, poco a poco. sensación de alivio y desintoxicación se el Escolar los siguió.
-¿Ya se te pasó? -dijo el Escolar. expandía por su cuerpo a medida que el En el verano, desde la baranda del largo y
-Sí -respondió Miguel-. El aire me ha declive se acentuaba y en un momento angosto edificio recostado contra el cerro,
hecho bien. sus pies no obedecían ya sino a una fuerza donde se hallan los cuartos de los
En la esquina de la avenida Pardo, misteriosa que provenía de lo más bañistas, hasta el límite curvo del mar,
doblaron. Marchaban desplegados como profundo de la tierra. Los brazos como había un declive de piedras, plomizas
una escuadra, en una misma línea, bajo hélices, en sus lenguas un aliento salado, donde la gente se asoleaba. La pequeña
los ficus de la alameda, sobre las losetas los pajarracos descendieron la bajada a playa hervía de animación desde la
hinchadas a trechos por las enormes toda carrera, hasta la plataforma circular, mañana hasta el crepúsculo. Ahora el

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agua ocupaba el declive y no había agua desde hacía meses, estaba músculo, o chocaría contra las piedras.
sombrillas de colores vivísimos, ni resbaladiza y muy suave. Prendido al Cerró los ojos y saltó, y no encontró el
muchachas elásticas de cuerpos tostados, pasamanos de hierro para no caer, Miguel fondo, pero su cuerpo fue azotado desde
no resonaban los gritos melodramáticos sintió un estremecimiento que subía la frente hasta las rodillas, y surgió un
de los niños y de las mujeres cuando una desde la planta de sus pies al cerebro. vivísimo escozor mientras braceaba con
ola conseguía salpicarlos antes de Pensó que, en cierta forma, la neblina y el todas sus fuerzas para devolver a sus
regresar arrastrando rumorosas piedras y frío lo favorecían, el éxito ya no dependía miembros el calor que el agua les había
guijarros, no se veía ni un hilo de playa, de la destreza, sino sobre todo de la arrebatado de golpe.
pues la corriente inundaba hasta el resistencia, y la piel de Rubén estaba Estaba en esa extraña sección del mar de
espacio limitado por las sombrías también cárdena, replegada en millones Miraflores vecina a la orilla, donde se
columnas que mantienen el edificio en de carpas pequeñísimas. Un escalón más encuentran la resaca y las olas, y hay
vilo, y, en el momento de la resaca, abajo, el cuerpo armonioso de Rubén se remolinos y corrientes encontradas, y el
apenas se descubrían los escalones de inclinó: tenso, aguardaba el final de la último verano distaba tanto que Miguel
madera y los soportes de cemento, resaca y la llegada de la próxima ola, que había olvidado cómo franquearla sin
decorados por estalactitas y algas. venía sin bulla, airosamente, despidiendo esfuerzo. No recordaba que es preciso
-La reventazón no se ve -dijo Rubén-. por delante una bandada de trocitos de aflojar el cuerpo y abandonarse, dejarse
¿Cómo hacemos? espuma. llevar sumisamente a la deriva, bracear
Estaban en la galería de la izquierda, en el Cuando la cresta de la ola estuvo a dos sólo cuando se salva una ola y se está
sector correspondiente a las mujeres; metros de la escalera. Rubén se arrojó: los sobre la cresta, en esa plancha líquida que
tenían los rostros serios. brazos como lanzas, los cabellos escolta a la espuma y flota encima de las
-Esperen hasta mañana -dijo el Escolar-. Al alborotados por la fuerza del impulso, su corrientes. No recordaba que conviene
mediodía estará despejado. Así podremos cuerpo cortó el aire rectamente y cayó sin soportar con paciencia y cierta malicia ese
controlarlos. doblarse, sin bajar la cabeza ni plegar las primer contacto con el mar exasperado de
-Ya que hemos venido hasta aquí que sea piernas, rebotó en la espuma, se hundió la orilla que tironea los miembros y
ahora -dijo el Melanés-. Pueden apenas y, de inmediato, aprovechando la avienta chorros a la boca y los ojos, no
controlarse ellos mismos. marea, se deslizó hacia adentro; sus ofrecer resistencia, ser un corcho,
-Me parece bien -dijo Rubén- ¿Y a ti? brazos aparecían y se hundían entre un limitarse a tomar aire cada vez que una
-También -dijo Miguel. burbujeo frenético y sus pies iban ola se avecina, sumergirse -apenas si
-Cuando estuvieron desnudos. Tobías trazando una estela cuidadosa y muy reventó lejos y viene sin ímpetu, o hasta
bromeó acerca de las venas azules que veloz. A su vez, Miguel bajó otro escalón y el mismo fondo si el estallido es cercano-,
escalaban el vientre liso de Miguel. esperó la próxima ola. Sabía que el fondo aferrarse a alguna piedra y esperar atento
Descendieron. La madera de los allí era escaso, que debía arrojarse como el estruendo sordo de su paso, para
escalones, lamida incesantemente por el una tabla, duro y rígido, sin mover un emerger de un solo impulso y continuar

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avanzando, disimuladamente, con las contrario, hendir el agua como una proa y aires a pasajeros, lanchas, mástiles, velas,
manos, hasta encontrar un nuevo facilitar el desliz. A cada brazada veía con boyas, marineros, ojos de buey y
obstáculo y entonces ablandarse, no un ojo a Rubén, nadando sobre la banderas. Dejó de nadar, su cuerpo se
combatir contra los remolinos, girar superficie, suavemente, sin esfuerzo, sin hundió hasta quedar vertical, alzó la
voluntariamente en la espiral lentísima y levantar espuma ahora, con la delicadeza cabeza y vio a Rubén que se alejaba.
escapar de pronto, en el momento y la facilidad de una gaviota que planea. Pensó llamarlo con cualquier pretexto,
oportuno, de un solo manotazo. Luego, Miguel trataba de olvidar a Rubén y al decirle "por qué no descansamos un
surge de improviso una superficie calma, mar y a la reventazón (que debía estar momento", pero no lo hizo. Todo el frío
conmovida por tumbos inofensivos; el lejos aún, pues el agua era limpia, de su cuerpo parecía concentrarse en las
agua es clara, llana, y en algunos puntos sosegada, y sólo atravesaban tumbos pantorrillas, sentía los músculos
se divisan las opacas piedras submarinas. recién iniciados), quería recordar agarrotados, la piel tirante, el corazón
Después de atravesar la zona encrespada, únicamente el rostro de Flora, el vello de acelerado. Movió los pies febrilmente.
Miguel se detuvo, exhausto, y tomó aire. sus brazos que en los días de sol Estaba en el centro de un círculo de agua
Vio a Rubén a poca distancia, mirándolo. centelleaba como un diminuto bosque de oscuro, amurallado por la neblina. Trató
El pelo le caía sobre la frente en cerquillo; hilos de oro, pero no podía evitar que, a la de distinguir la playa, o cuando menos la
tenía los dientes apretados. imagen de la muchacha, sucediera otra, sombra de los acantilados, pero esa gasa
- ¿Vamos? brumosa, excluyente, atronadora, que equívoca que se iba disolviendo a su paso,
- Vamos. caía sobre Flora y la ocultaba, la imagen no era transparente. Sólo veía una
A los pocos minutos de estar nadando, de una montaña de agua embravecida, no superficie breve, verde negruzca, y un
Miguel sintió que el frío, precisamente la reventazón ( a la que manto de nubes, a ras de agua. Entonces
momentáneamente desaparecido, lo había llegado una vez hacía dos veranos, y sintió miedo. Lo asaltó el recuerdo de la
invadía de nuevo, y apuró el pataleo cuyo oleaje era intenso, de espuma cerveza que había bebido, y pensó "fijo
porque era en las piernas, en las verdosa y negruzca, porque en ese lugar, que eso me ha debilitado". Al instante
pantorrillas sobre todo, donde el agua más o menos, terminaban las piedras y pareció que sus brazos y piernas
actuaba con mayor eficacia, empezaba el fango que las olas extraían a desaparecían. Decidió regresar, pero
insensibilizándolas primero, luego la superficie y entreveraban con los nidos después de unas brazadas en dirección a
endureciéndolas. Nadaba con la cara de algas y malaguas, tiñendo el mar), sino, la playa, dio media vuelta y nadó lo más
sumergida y, cada vez que el brazo más bien, en un verdadero océano ligero que pudo. "No llego a la orilla solo,
derecho se hallaba afuera, volvía la removido por cataclismos interiores, en el se decía, mejor estar cerca de Rubén, si
cabeza para arrojar el aire retenido y que se elevaban olas descomunales, que me agoto le diré me ganaste pero
tomar otra provisión con la que hundía hubieran podido abrazar a un barco regresemos". Ahora nadaba sin estilo, la
una vez más la frente y la barbilla, apenas, entero y lo hubieran revuelto con cabeza en alto, golpeando el agua con los
para no frenar su propio avance y, al asombrosa rapidez, despidiendo por los

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brazos tiesos, la vista clavada en el cuerpo -Inmediatamente lamentó esa frase, pero que en vez de hacerse sacerdote haría
imperturbable ya era tarde. Rubén había dicho sacrificios y otras cosas, daría limosnas y
que lo precedía. La agitación y el esfuerzo "bueno sigamos". ahí descubrió que la vacilación y el
desentumecieron sus piernas, su cuerpo Llegó a contar veinte brazadas antes de regateo en ese instante crítico podían ser
recobró algo de calor, la distancia que lo decirse que no podía más: casi no fatales y entonces sintió los gritos
separaba de Rubén había disminuido y avanzaba, tenía la pierna derecha enloquecidos de Rubén, muy próximos, y
eso lo serenó. Poco después lo alcanzaba; seminmovilizada por el frío, sentía los volvió la cabeza y lo vio, a unos diez
estiró un brazo, cogió uno de sus pies. brazos torpes y pesados. Acezando, gritó metros, media cara hundida en el agua,
Instantáneamente el otro se detuvo. "¡Rubén!" Este seguía nadando. "¡Rubén, agitando un brazo, implorando: "¡Miguel,
Rubén tenía muy enrojecidas las pupilas y Rubén!" Giró y comenzó a nadar hacia la hermanito, ven, me ahogo, no te vayas!".
la boca abierta. playa, a chapotear más bien, con Quedó perplejo, inmóvil, y fue de pronto
-Creo que nos hemos torcido -dijo desesperación, y de pronto rogaba a Dios como si la desesperación de Rubén
Miguel-. Me parece que estamos nadando que lo salvara, sería bueno en el futuro, fulminara la suya; sintió que recobraba el
de costado a la playa. obedecería a sus padres, no faltaría a la coraje, la rigidez de sus piernas se
Sus dientes castañeteaban, pero su voz misa del domingo y, entonces, recordó atenuaba.
era segura. Rubén miró a todos lados. haber confesado a los pajarracos "voy a la -Tengo calambre en el estómago -chillaba
Miguel lo observaba, tenso. iglesia sólo a ver a una hembrita" y tuvo Rubén-. No puedo más, Miguel.
-Ya no se ve la playa -dijo Rubén. una certidumbre como una puñalada: Sálvame, por lo que más quieras, no me
-Hace mucho rato que no se ve -dijo Dios iba a castigarlo, ahogándolo en esas dejes, hermanito.
Miguel-. Hay mucha neblina. aguas turbias que golpeaba frenético, Flotaba hacia Rubén, y ya iba a
-No nos hemos torcido -dijo Rubén-. Mira. aguas bajo las cuales lo aguardaba una acercársele cuando recordó, los náufragos
Ya se ve la espuma. muerte atroz y, después, quizás, el sólo atinan a prenderse como tenazas de
En efecto, hasta ellos llegaban unos infierno. En su angustia surgió entonces sus salvadores y los hunden con ellos, y se
tumbos condecorados por una ola de como un eco, cierta frase pronunciada alejó, pero los gritos lo aterraban y
espuma que se deshacía y, alguna vez por el padre Alberto en la clase presintió que si Rubén se ahogaba él
repentinamente, rehacía. Se miraron, en de religión, sobre la bondad divina que no tampoco llegaría a la playa, y regresó. A
silencio. conoce límites, y mientras azotaba el mar dos metros de Rubén, algo blanco y
-Ya estamos cerca de la reventazón, con los brazos -sus piernas colgaban como encogido que se hundía y emergía, gritó:
entonces -dijo, al fin, Miguel. plomadas transversales-, moviendo los "no te muevas, Rubén, te voy a jalar pero
-Sí. Hemos nadado rápido. labios rogó a Dios que fuera bueno con él, no trates de agarrarme, si me agarras nos
-Nunca había visto tanta neblina. que era tan joven, y juró que iría al hundimos. Rubén, te vas a quedar quieto,
-¿Estás muy cansado? -preguntó Rubén. seminario si se salvaba, pero un segundo hermanito, yo te voy a jalar de la cabeza,
-¿Yo? Estás loco. Sigamos. después rectificó, asustado, y prometió no me toques". Se detuvo a una distancia

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prudente, alargó una mano hasta alcanzar que escupiera. Y siguió nadando, sin -No les digas nada. Por favor, no les digas
los cabellos de Rubén. Principió a nadar detenerse un momento, cerrando los ojos que he gritado. Hemos sido siempre muy
con el brazo libre, esforzándose todo lo a veces, animado porque en su corazón amigos, Miguel. No me hagas eso.
posible por ayudarse con las piernas. El había brotado una especie de confianza, -¿Crees que soy un desgraciado? -dijo
desliz era lento, muy penoso, acaparaba algo caliente y orgulloso, estimulante, que Miguel-. No diré nada, no te preocupes.
todos sus sentidos, apenas escuchaba a lo protegía contra el frío y la fatiga. Una Salieron tiritando. Se sentaron en la
Rubén quejarse monótonamente, lanzar piedra raspó uno de sus pies y él dio un escalerilla, entre el alboroto de los
de pronto terribles alaridos, "me voy a grito y apuró. Un momento después pajarracos.
morir, sálvame, Miguel", o estremecerse podría pararse y pasaba los brazos en -Ya nos íbamos a dar el pésame a las
por las arcadas. Estaba exhausto cuando torno a Rubén. Teniéndolo apretado familias -decía Tobías.
se detuvo. Sostenía a Rubén con una contra él, sintiendo su cabeza apoyada en -Hace más de una hora que están adentro
mano, con la otra trazaba círculos en la uno de sus hombros, descansó largo rato. -dijo el Escolar-. Cuenten, ¿cómo ha sido
superficie. Respiró hondo por la boca. Luego ayudó a Rubén a extenderse de la cosa?
Rubén tenía la cara contraída por el dolor, espaldas, y soportándolo en el antebrazo, Hablando con calma, mientras se secaba
los labios plegados en una mueca insólita. lo obligó a estirar las rodillas; le hizo el cuerpo con la camiseta, Rubén explicó:
-Hermanito -susurró Miguel -, ya falta masajes en el vientre hasta que la dureza -Nada. Llegamos a la reventazón y
poco, haz un esfuerzo. Contesta, Rubén. fue cediendo. volvimos. Así somos los pajarracos.
Grita. No te quedes así. Rubén ya no gritaba, hacía grandes Miguel me ganó. Apenas por una puesta
Lo abofeteó con fuerza y Rubén abrió los esfuerzos por estirarse del todo y con sus de mano. Claro que si hubiera sido en una
ojos; movió la cabeza débilmente. manos se frotaba también. piscina, habría quedado en ridículo.
-Grita, hermanito -repitió Miguel-. Trata -¿Estás mejor? Sobre la espalda de Miguel, que se había
de estirarte. Voy a sobarte el estómago. -Sí, hermanito, ya estoy bien. Salgamos. vestido sin secarse, llovieron las palmadas
Ya falta poco, no te dejes vencer. Su mano Una alegría inexpresable los colmaba de felicitación.
buscó bajo el agua, encontró una bola mientras avanzaban sobre las piedras, -Te estás haciendo un hombre -le decía el
dura que nacía en el ombligo de Rubén y inclinados hacia adelante para enfrentar Melanés.
ocupaba gran parte del vientre. La repasó, la resaca, insensibles a los erizos. Al poco Miguel no respondió. Sonriendo, pensaba
muchas veces, primero despacio, luego rato vieron las aristas de los acantilados, que esa misma noche iría al Parque
fuertemente, y Rubén gritó: "¡no quiero el edificio de los baños y, finalmente, ya Salazar; todo Miraflores sabría ya, por
morirme, Miguel, ¡sálvame!". cerca de la orilla, a los pajarracos, de pie boca del Melanés, que había vencido esa
Comenzó a nadar de nuevo, arrastrando a en la galería de las mujeres, mirándolos. prueba heroica y Flora lo estaría
Rubén esta vez de la barbilla. Cada vez -Oye -dijo Rubén. esperando con los ojos brillantes. Se
que un tumbo los sorprendía, Rubén se -Sí. abría, frente a él, un porvenir dorado.
atragantaba, Miguel le indicaba a gritos

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la más reacia a pagar deudas de juego. Era domésticos. Totó me preguntó cómo era
un precioso bote de aluminio con un hilo que la luz se encendía con sólo apretar un
dorado en la línea de flotación. botón, y yo no tuve el valor de pensarlo
-El bote está en el garaje -reveló el papá dos veces.
2. La luz es como el agua en el almuerzo-. El problema es que no -La luz es como el agua -le contesté: uno
hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por abre el grifo, y sale.
Gabriel García Márquez la escalera, y en el garaje no hay más De modo que siguieron navegando los
espacio disponible. miércoles en la noche, aprendiendo el
En Navidad los niños volvieron a pedir un
Sin embargo, la tarde del sábado siguiente manejo del sextante y la brújula, hasta
bote de remos.
los niños invitaron a sus condiscípulos que los padres regresaban del cine y los
-De acuerdo -dijo el papá, lo
para subir el bote por las escaleras, y encontraban dormidos como ángeles de
compraremos cuando volvamos a
lograron llevarlo hasta el cuarto de tierra firme. Meses después, ansiosos de
Cartagena.
servicio. ir más lejos, pidieron un equipo de pesca
Totó, de nueve años, y Joel, de siete,
-Felicitaciones -les dijo el papá ¿ahora submarina. Con todo: máscaras, aletas,
estaban más decididos de lo que sus
qué? tanques y escopetas de aire comprimido.
padres creían.
-Ahora nada -dijeron los niños-. Lo único -Está mal que tengan en el cuarto de
-No -dijeron a coro-. Nos hace falta ahora
que queríamos era tener el bote en el servicio un bote de remos que no les sirve
y aquí.
cuarto, y ya está. para nada -dijo el padre-. Pero está peor
-Para empezar -dijo la madre-, aquí no hay
La noche del miércoles, como todos los que quieran tener además equipos de
más aguas navegables que la que sale de
miércoles, los padres se fueron al cine. buceo.
la ducha.
Los niños, dueños y señores de la casa, -¿Y si nos ganamos la gardenia de oro del
Tanto ella como el esposo tenían razón.
cerraron puertas y ventanas, y rompieron primer semestre? -dijo Joel.
En la casa de Cartagena de Indias había un
la bombilla encendida de una lámpara de -No -dijo la madre, asustada-. Ya no más.
patio con un muelle sobre la bahía, y un
la sala. Un chorro de luz dorada y fresca El padre le reprochó su intransigencia.
refugio para dos yates grandes. En
como el agua empezó a salir de la -Es que estos niños no se ganan ni un
cambio, aquí en Madrid vivían apretados
bombilla rota, y lo dejaron correr hasta clavo por cumplir con su deber -dijo ella-,
en el piso quinto del número 47 del Paseo
que el nivel llego a cuatro palmos. pero por un capricho son capaces de
de la Castellana. Pero al final ni él ni ella
Entonces cortaron la corriente, sacaron el ganarse hasta la silla del maestro.
pudieron negarse, porque les habían
bote, y navegaron a placer por entre las Los padres no dijeron al fin ni que sí ni
prometido un bote de remos con su
islas de la casa. que no. Pero Totó y Joel, que habían sido
sextante y su brújula si se ganaban el
Esta aventura fabulosa fue el resultado de los últimos en los dos años anteriores, se
laurel del tercer año de primaria, y se lo
una ligereza mía cuando participaba en un ganaron en julio las dos gardenias de oro
habían ganado. Así que el papá compró
seminario sobre la poesía de los utensilios y el reconocimiento público del rector.
todo sin decirle nada a su esposa, que era

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Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto Llamados de urgencia, los bomberos la casa sus treinta y siete compañeros de
a pedirlos, encontraron en el dormitorio forzaron la puerta del quinto piso, y clase, eternizados en el instante de hacer
los equipos de buzos en su empaque encontraron la casa rebosada de luz hasta pipí en la maceta de geranios, de cantar el
original. De modo que el miércoles el techo. El sofá y los sillones forrados en himno de la escuela con la letra cambiada
siguiente, mientras los padres veían El piel de leopardo flotaban en la sala a por versos de burla contra el rector, de
último tango en París, llenaron el distintos niveles, entre las botellas del bar beberse a escondidas un vaso de brandy
apartamento hasta la altura de dos y el piano de cola y su mantón de Manila de la botella de papá. Pues habían abierto
brazas, bucearon como tiburones mansos que aleteaba a media agua como una tantas luces al mismo tiempo que la casa
por debajo de los muebles y las camas, y mantarraya de oro. Los utensilios se había rebosado, y todo el cuarto año
rescataron del fondo de la luz las cosas domésticos, en la plenitud de su poesía, elemental de la escuela de San Julián el
que durante años se habían perdido en la volaban con sus propias alas por el cielo Hospitalario se había ahogado en el piso
oscuridad. de la cocina. Los instrumentos de la banda quinto del número 47 del Paseo de la
En la premiación final los hermanos de guerra, que los niños usaban para Castellana. En Madrid de España, una
fueron aclamados como ejemplo para la bailar, flotaban al garete entre los peces ciudad remota de veranos ardientes y
escuela, y les dieron diplomas de de colores liberados de la pecera de vientos helados, sin mar ni río, y cuyos
excelencia. Esta vez no tuvieron que pedir mamá, que eran los únicos que flotaban aborígenes de tierra firme nunca fueron
nada, porque los padres les preguntaron vivos y felices en la vasta ciénaga maestros en la ciencia de navegar en la
qué querían. Ellos fueron tan razonables, iluminada. En el cuarto de baño flotaban luz.
que sólo quisieron una fiesta en casa para los cepillos de dientes de todos, los
agasajar a los compañeros de curso. preservativos de papá, los pomos de FIN
El papá, a solas con su mujer, estaba cremas y la dentadura de repuesto de
radiante. mamá, y el televisor de la alcoba principal
-Es una prueba de madurez -dijo. flotaba de costado, todavía encendido en
-Dios te oiga -dijo la madre. el último episodio de la película de media
El miércoles siguiente, mientras los padres noche prohibida para niños.
veían La Batalla de Argel, la gente que Al final del corredor, flotando entre dos 3. Mi corbata
pasó por la Castellana vio una cascada de aguas, Totó estaba sentado en la popa del
luz que caía de un viejo edificio escondido bote, aferrado a los remos y con la
Manuel Beingolea
entre los árboles. Salía por los balcones, máscara puesta, buscando el faro del
Me la regaló Marta, una provincianita a
se derramaba a raudales por la fachada, y puerto hasta donde le alcanzó el aire de
quien seduje con mi aplomo y mis
se encauzó por la gran avenida en un los tanques, y Joel flotaba en la proa
modales de limeño. Estaba hecha de un
torrente dorado que iluminó la ciudad buscando todavía la altura de la estrella
retazo de seda rosa, oriundo quizá de
hasta el Guadarrama. polar con el sextante, y flotaban por toda
algún vestido en receso, y sobre ella la

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donante había bordado, con puntadas A mí no me disgustaba la muchacha. Tenía “Lumbrera del foro peruano”. ¡Nombre
gordas e ingenuas, multitud de florecillas bonito pelo, ojos tiernos, y tocaba piano que quizá hace y deshace millones de
azules, que no puedo recordar si eran “Al pie del Misti” con bastante empleos de cincuenta soles!
miosotis. Me la envió encerrada en una sentimiento. ¡Con ella y mis cincuenta Me emperejilé lo mejor que pude, con un
caja de jabón de Windsor, que olía muy soles hubiera sido feliz! Lo único que chaquet de diagonal ribeteado con
bien. parecía apenarla era mi poca fe, mi trencilla, unos pantalones de esa tela a
Yo por aquel tiempo era un pobrete que carencia de religión. cuadritos que parece un trazado para
se comía los codos y andaba de Ceca en —¿Cree usted en Dios? —me preguntaba jugar a “El león y las ovejas”; un chaleco
Meca, galopando tras de un empleo en a menudo. despampanante, escotado hasta el
alguna oficina del estado. Ser amanuense —Naturalmente —le respondía yo. ombligo, dejando al descubierto la dudosa
era entonces mi mayor ambición. —No es bastante, es preciso cumplir con pechera de mi única camisa formal, donde
Cincuenta soles de sueldo eran para mí la Iglesia, es preciso creer. figuraba un grueso botón de doublé; y un
inestimable tesoro, que sólo muy escasos La verdad es que yo no creía sino en mi sombrero hongo de copa no más alta que
mortales podían poseer. ¡Oh, cincuenta pobreza. Sólo se cree en Dios a partir de una cáscara de nuez, de esos que puso en
soles de sueldo! ¡Con esa suma asegurada cincuenta soles de sueldo. moda en Lima el ya olvidado actor Perrín.
hubiera yo doblado el cabo de la felicidad! Un día fui invitado sin saber cómo a una Y en medio de todo esto, resplandeciente
¿Qué cómo? Cuando se es amado, a pesar reunión. Figuraos mi alborozo cuando como un astro de primera magnitud, mi
de ser pobre, una gran confianza en el recibí la siguiente esquela: famosa corbata. Famosa, sí. ¡Voto al
porvenir nos alienta. Y la dulce serranita “Grimanesa de Bocardo e hijas tienen el Chápiro!
me amaba. Muchos pretendientes había honor de invitar a usted a su casa, La casa de Aumente Nº 341 era un
despachado por mi causa. Felices horteras Aumente Nº 341, a tomar una taza de té majestuoso prodigio de simetría.
endomingados que le hacían la rueda, la noche del martes.” Constaba de dos ventanas de reja, una a
mientras le vendían media vara de surali o Y en el reverso: “Señor Idiáquez”. cada lado de la puerta; dos balcones, uno
un corte de indiana. Así como así, eran ¡Canastos! ¡Una taza de té! ¡Yo que ni sobre cada ventana. Adentro, dos
mejores que yo los tales horteras, desde siquiera había comido seriamente aquel departamentos, uno a cada lado del
el punto de vista matrimonial. Tenían día! zaguán. En el fondo, una mampara de
regulares sueldos y lo que ellos llamaban Parecióme recibir una invitación celestial, vidrieras con una ventana a cada lado.
“las rebuscas”, cosas que probablemente y me preguntaba si los filetes de oro de la Todo allí parecía en equilibrio, repartido a
yo me moriría sin conocer. Pero Marta los esquelita no serían una insignia angélica. ambos lados de alguna cosa, como hecho
mandaba a paseo sin escucharlos siquiera. Bocardo… ¡Bocardo! Nombre sonoro, ex profeso para demostrar la ley de las
Sólo yo era el preferido. Quizá me ¡qué diablo! Nombre perteneciente sin compensaciones. Entré. Alguien tocaba un
encontraba distinto también a los jóvenes duda a algún abogado de nota, de esos vals al piano, cuyos fragmentos se
de su tierra, sentimentales y turbulentos. que llevan siempre como cola esta frase: escuchaban entre un sordo murmullo.

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Dejé mi sombrero en una salita y penetré me juzgué en la obligación de sacar a una comprendido por qué me invitaron a
en el salón. Multitud de parejas bailaban esbelta rubia que mordía nerviosamente aquella casa. Quizá por equivocación.
atropellándose. Grupos animados el extremo de su abanico. Miróme de hito Como es de suponerse, la sangre me
conversaban en los rincones, en el hueco en hito y me dijo secamente: “Estoy hervía. Hubiera deseado aporrear,
de las ventanas; algunos jóvenes se cansada”. Luego creí oportuno dirigirme a abofetear, pisotear a alguien. Maquinaba
paseaban solos, con las manos en los otra señorita, la cual me dijo, con venganzas terribles contra la para mí
bolsillos. Vi asimismo niñas a quienes marcado desdén, lo mismo. Volví a a la desconocida señora Bocardo. Hubiera
nadie sacaba a danzar, bien por carga con otra, que también me despachó deseado decirla: “Venga usted para acá,
negligencia o por ignorancia del baile. Yo fulminándome con una mirada grandísima tía, ¿con qué objeto me invita
hubiera querido ponerme a órdenes de la despreciativa. Recorrí las restantes, a las a su cochina taza de té, que ni siquiera he
dueña de la casa, como se estila en que acababan de bailar y a las que no bebido?” Y en cuanto a Marta, la muy
semejantes ocasiones, pero —la verdad— habían bailado aún, y todas me serrana, ya podía esperarme sentada.
sentí embarazo. No me atreví a preguntar petrificaban con aquel terrible y ¡Qué ridícula me pareció su corbata! ¡Una
dónde se la podía encontrar. Una linda descortés: “Estoy cansada”. ¡Y lo mejor es corbata que no servía ni para ahorcarse!
morena vestida color malva, sentada en el que salían con el primero que se les ¡Que fuera allá con sus horteras! Lo que
extremo de un sofá, me cautivó desde el presentaba! Empecé a amoscarme. Me es yo… ¡que si quieres!
primer instante. Resolví bailar con ella. pareció notar que algo chocarrero, Desde aquel día se presentó a mi mente
Cuando se lo propuse, pareció existente en mí, hacíame acreedor al un mundo elegante y seductor,
sorprendida y me miró de arriba abajo. desprecio. Entonces, sin saber qué partido desconocido hasta entonces. Comprendí
Sin embargo, me dijo con amabilidad tomar, rogué a un joven que discurría por que en la vida había algo mejor que
exquisita: allí y que me infundió confianza (hay empleos de cincuenta soles. Me harté de
—Tengo ya compromiso, caballero. rostros así, que infunden confianza), que las perrerías de mi existencia, de las
Yo me senté a su lado, sin saber qué me explicara el caso. Miróme con monsergas de mi patrona, de las comidas
decirla al pronto. Me concreté a olerla. Y impertinencia y me dijo: “Tiene usted una del restaurante a diez centavos el plato,
qué bien olía. ¡Voto al Chápiro! ¡Qué corbata imposible. ¡Lo mejor que puede esas infames comidas con sabor a
pobre me pareció Marta con su jabón de usted hacer es largarse, joven!” ¡Corbata chamusquina. ¡Ah, qué mundo tan perro!
Windsor! Ésta, en cambio, embriagaba. imposible! Y me fijé en la de él. En efecto, ¡Qué indecencia! ¡Había que salir de él a
De su seno elevado y palpitante se era una hermosa corbata color vino, todo trance, como se pudiera, sin reparar
escapaban oleadas que me desvanecían. hecha de mano maestra, atravesada por en los medios!
Indudablemente, la dicha debía de oler a un alfiler de oro. Por lo pronto, era menester vestir
eso. Empezaba a dirigirla la palabra, Salí avergonzado, sin despedirme de elegantemente y usar corbatas
cuando un joven se acercó, la dio el brazo nadie. ¿De quién me iba a despedir? Tal atravesadas por un alfiler de oro.
y desapareció dejándome lelo. Entonces como había entrado. Nunca he Haciendo acopio de todo el aplomo que

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me quedaba, me lancé donde el mejor en un sofá. ¡Oh, qué maravilla de traje! Me calé los guantes color patito, me puse
sastre de Lima. Me hice confeccionar un Figuraos un chaquet redondeado el pantalón bien planchado, cayendo
traje de chaquet según la última moda. Di correctamente, con una gracia mundana sobre unos escarpines que, a su vez, caían
las señas de mi patrona, a quien singular, una hilera de botones forrados sobre dos botas de charol, flamantes.
anticipadamente anuncié un supuesto en tela, unas solapas bien alisadas, con Ninguna mujer me pareció bastante
destino en la Aduana con sueldo fabuloso, poca hombrera. ¡Un chaquet digno del bonita. Ninguna tienda bastante
y esperé los acontecimientos. Mi patrona Ministro de Hacienda! Corrí a mi tugurio, abastecida. Ninguna corbata bastante
era viuda de un coronel cuyo retrato al lo dejé sobre mi camastro y volví donde lujosa. La calle de Mercaderes fue para mí
óleo, obra del pintor Palas, se exhibía en mi patrona desolado… estrecho sitio donde no cabía mi persona.
el salón, amueblado con buen gusto. —¿Qué necesita usted? —me dijo ésta, Hombres y mujeres me miraban fija y
¡Cuán distinto del cuarto que me con tono cariñoso. tenazmente, con envidia aquellos, con
alquilaba en el interior, donde apenas —¡Ah! Señora, ¡usted sabe!, mi sueldo no complacencia éstas. De pronto, al salir de
cabía una cama de dobleces! Le rogué, lo recibiré hasta fin de mes… ¡Necesito donde Guillén, encontré a la morena del
poniéndome grave, que recibiera la ropa ahora cien soles para ciertos gastos! … baile, magníficamente ataviada,
que había mandado hacer por cuenta del —Con el mayor gusto, Idiáquez — irresistible, encantadora. Estaba vestida
Ministerio de Hacienda. Cuando oyó respondióme—. Sólo le voy a pedir un de claro y llevaba en la mano multitud de
“Ministerio de Hacienda” abrió cada ojo la favor: si usted puede colocar a mi hijo en paquetitos. Me miró con una de aquellas
señora… ¡Voto al Chápiro! ¡Jamás he su oficina… No es porque necesite nada, miradas con que las mujeres suelen decir
mentido con más aplomo! mientras yo viva… ¡usted sabe! … ¡pero! “me gustas”. La seguí. Iba en compañía de
—¿Supongo que me pagará usted lo ¡Es tan bonito estar en la Aduana! una criada, de una persona de esas en
atrasado? —me dijo con júbilo. Le ofrecí destinar a toda su familia. quienes no se repara jamás. Ella volvió la
—Con creces, mi querida señora, con Entonces me dijo: “¿Gusta usted cara sonriente. Parecía que quisiera
creces —le respondí yo, echándome atrás. doscientos?” Puse una cara de banquero decirme: “Atrévete”. Yo me acerqué, y
El mejor sastre de Lima no tuvo que teme comprometerse, y por fin la después de saludarla correctamente, la
inconveniente en dejar el traje en el salón dije: “¡Bueno, vengan!” deslicé al oído todas aquellas frases que
de una señora donde se exhibía un retrato ¡Si me hubierais visto volver una hora son del caso: “¿Tan temprano de paseo?”
tan prócer. Cuando la criada le dijo: “El después, en un coche cargado de camisas, “¡Con razón la mañana está tan
joven ha salido”, hizo la mar de sombreros, pares de botas, bastones y hermosa!” “¿Qué le parece a usted el
reverencias. cajas de estupendas y lujosísimas calor?” Contestóme con amabilidad
“¡Oh! No había para qué molestarse, corbatas…! Pero prefiero mostrarme en inusitada, hízome recuerdos del baile
mandaría la cuenta, ¡bah!” Apenas le vi Mercaderes, con mi chaquet, exhibiendo donde “nos divertimos tanto” y me rogó
torcer la esquina, me colé a la casa de mi una corbata modelo, atravesada por un que fuera a su casa, donde sus padres
patrona. Ya estaba allí mi traje, extendido alfiler de oro, y con semejante chistera. tendrían gran gusto recibiéndome.

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Me enamoré terriblemente de la señorita sin ambiciones que me consumen, ni en la tierra, como dice nuestro
en cuestión. Acudí a su casa, donde fui desengaños que me torturan. ¿Qué habrá maravilloso William.
tratado con grandes agasajos. La sido de ella? A veces, cuando estoy muy No sabéis que he sufrido mucho, que
despatarré con una docena de corbatas triste, saco del fondo de mi gaveta la sufro mucho, aun las más amargas
hábilmente combinadas. La pedí en corbata que me regaló, y me enternezco torturas, a causa de vuestras risas... Sí, os
matrimonio y a los cuatro meses me recordando a Marta y aspirando el olor ya repito: no puedo dormir sin luz, no puedo
casaba con ella, entrando en posesión de desvanecido del jabón de Windsor. soportar la soledad de una casa
una fortuna respetable. ¡Al demontre las Decididamente, la verdadera dicha debe abandonada; tiemblo al ruido misterioso
perrerías! de oler a jabón de Windsor. que en horas crepusculares brota de los
Hoy soy padre de una numerosa familia, boscajes en un camino; no me agrada ver
que da bailes a los que concurren las revolar un mochuelo o un murciélago; no
mejores corbatas de Lima. Poseo casas en visito, en ninguna ciudad adonde llego, los
la capital. Una hacienda en las afueras. cementerios; me martirizan las
Quintas en el campo. Minas en Casapalca. conversaciones sobre asuntos macabros,
Voy jueves y domingo al Paseo Colón, en 4. Thanatopía y cuando las tengo, mis ojos aguardan
un elegante carruaje; y he hecho varios para cerrarse, al amor del sueño, que la
viajes a Europa. Mi mujer, no contenta
Rubén Darío luz aparezca.
con hacerme rico, ha querido hacerme Tengo el horror de la que ¡oh Dios! tendré
—Mi padre fue el célebre doctor John
célebre: gracias a ella he sido diputado, que nombrar: de la muerte. Jamás me
Leen, miembro de la Real Sociedad de
senador y… lo demás. Todo sin más harían permanecer en una casa donde
Investigaciones Psíquicas, de Londres, y
esfuerzo que un cambio de corbata. hubiese un cadáver, así fuese el de mi más
muy conocido en el mundo científico por
Pero aquí entre nos, os confesaré que no amado amigo. Mirad: esa palabra es la
sus estudios sobre el hipnotismo y su
soy feliz. Mi mujer es cariñosa, es cierto. más fatídica de las que existen en
célebre Memoria sobre el Old. Ha muerto
¡Me anuda cada corbata! Pero parece que cualquier idioma: cadáver... Os habéis
no hace mucho tiempo. Dios lo tenga en
piensa más en sus trajes que en su reído, os reís de mí: sea. Pero permitidme
gloria.
marido. Mis hijos también piensan más en que os diga la verdad de mi secreto. Yo he
(James Leen vació en su estómago gran
sus caballos que en su padre. Yo me he llegado a la República Argentina, prófugo,
parte de su cerveza y continuó):
vuelto ambicioso, y pienso más en la después de haber estado cinco años
—Os habéis reído de mí y de lo que
“cosa pública” que en mi mujer y mis preso, secuestrado miserablemente por el
llamáis mis preocupaciones y ridiculeces.
hijos. Más feliz hubiera sido con mi doctor Leen, mi padre, el cual, si era un
Os perdono porque, francamente, no
arequipeñita. ¡Oh, esa que me quería gran sabio, sospecho que era un gran
sospecháis ninguna de las cosas que no
arrancado y por mí mismo! Con ella y mis bandido. Por orden suya fui llevado a la
comprende nuestra filosofía en el cielo y
cincuenta soles hubiera vivido ignorado, casa de salud; por orden suya, pues, temía

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quizás que algún día me revelase lo que él yo crecía, solitario en mi espíritu, sin repulsión por él: alegréme, porque
pretendía tener oculto... afectos, sin halagos. necesitaba en aquellos momentos
Lo que vais a saber, porque ya me es Allí aprendí a ser triste. Físicamente era el desahogarme con alguien, aunque fuese
imposible resistir el silencio por más retrato de mi madre, según me han dicho, con él.
tiempo. Os advierto que no estoy y supongo que por esto el doctor Llegó más amable que otras veces, y
borracho. No he sido loco. Él ordenó mi procuraba mirarme lo menos que podía. aunque no me miraba frente a frente, su
secuestro, porque... Poned atención. No os diré más sobre esto. Son ideas que voz sonaba grave, con cierta amabilidad
(Delgado, rubio, nervioso, agitado por un me vienen. Excusad la manera de mi para conmigo. Yo le manifesté que
frecuente estremecimiento, levantaba su narración. deseaba, por fin, volver a Londres, que
busto James Leen, en la mesa de la Cuando he tocado ese tópico me he había concluido mis estudios; que si
cervecería en que, rodeado de amigos, sentido conmovido por una reconocida permanecía más tiempo en aquella casa,
nos decía esos conceptos. ¿Quién no le fuerza. Procurad comprenderme. Digo, me moriría de tristeza... Su voz resonó
conoce en Buenos Aires? No es un pues, que vivía yo solitario en mi espíritu, grave, con cierta amabilidad para
excéntrico en su vida cotidiana. De aprendiendo tristeza en aquel colegio de conmigo:
cuando en cuando suele tener esos raros muros negros, que veo aún en mi —He pensado, cabalmente, James,
arranques. Como profesor, es uno de los imaginación en noches de luna... ¡Oh llevarte hoy mismo. El rector me ha
más estimables en uno de nuestros cómo aprendí entonces a ser triste! Veo comunicado que no estás bien de salud,
principales colegios, y, como hombre de aún, por una ventana de mi cuarto, que padeces de insomnios, que comes
mundo, aunque un tanto silencioso, es bañados de una pálida y maleficiosa luz poco. El exceso de estudios es malo, como
uno de los mejores elementos jóvenes de lunar, los álamos, los cipreses... ¿por qué todos los excesos. Además —quería
los famosos cinderellas dance. Así había cipreses en el colegio?.... y a lo largo decirte—, tengo otro motivo para llevarte
prosiguió esa noche su extraña narración, del parque, viejos Términos carcomidos, a Londres. Mi edad necesitaba un apoyo y
que no nos atrevimos a calificar de leprosos de tiempo, en donde solían posar lo he buscado. Tienes una madrastra, a
fumisterie, dado el carácter de nuestro las lechuzas que criaba el abominable quien he de presentarte y que desea
amigo. septuagenario y encorvado rector... ¿para ardientemente conocerte. Hoy mismo
Dejamos al lector la apreciación de los qué criaba lechuzas el rector?... Y oigo, en vendrás, pues, conmigo.
hechos.) lo más silencioso de la noche, el vuelo de ¡Una madrastra! Y de pronto se me vino a
—Desde muy joven perdí a mi madre, y los animales nocturnos y los crujidos de la memoria mi dulce y blanca y rubia
fui enviado por orden paternal a un las mesas y una media noche, os lo juro, madrecita, que de niño me amó tanto, me
colegio de Oxford. Mi padre, que nunca se una voz: "James". ¡Oh voz! mimó tanto, abandonada casi por mi
manifestó cariñoso para conmigo, me iba Al cumplir los veinte años se me anunció padre, que se pasaba noches y días en su
a visitar de Londres una vez al año al un día la visita de mi padre. Alegréme, a horrible laboratorio, mientras aquella
establecimiento de educación en donde pesar de que instintivamente sentía pobre y delicada flor se consumía... ¡Una

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madrastra! Iría yo, pues, a soportar la madrastra. Me contestó visto jamás, ni veréis jamás: unos ojos con
tiranía de la nueva esposa del doctor despaciosamente, recalcando las sílabas una retina casi roja, como ojos de conejo;
Leen, quizá una espantable bluestocking, con una voz entre cariñosa y temerosa unos ojos que os harían temblar por la
o una cruel sabihonda, o una bruja... que entonces yo no comprendía: La verás manera especial con que miraban.
Perdonad las palabras. ¿A veces no sé luego... Que la has de ver es seguro... —Vamos hijo mío, te espera tu madrastra.
ciertamente lo que digo? o quizá lo sé James, mi hijito James, adiós. Te digo que Está allá, en el salón.
demasiado... la verás luego... Vamos.
Ángeles del Señor, ¿por qué no me Allá, en un sillón de alto respaldo, como
No contesté una sola palabra a mi padre, llevasteis con vosotros? ¿Y tú, madre, una silla de coro, estaba sentada una
y, conforme con su disposición tomamos madrecita mía? my sweet Lily, ¿por qué mujer.
el tren que nos condujo a nuestra no me llevaste contigo en aquellos Ella...
mansión de Londres. instantes? Hubiera preferido ser tragado Y mi padre:
Desde que llegamos, desde que penetré por un abismo o pulverizado por una roca, —¡Acércate, mi pequeño James, acércate!
por la gran puerta antigua, a la que seguía o reducido a ceniza por la llama de un Me acerqué maquinalmente. La mujer me
una escalera oscura que daba al piso relámpago... tendía la mano... Oí entonces, como si
principal, me sorprendí Fue esa misma noche, sí. Con una extraña viniese del gran retrato, del gran retrato
desagradablemente: no había en casa uno fatiga de cuerpo y de espíritu, me había envuelto en crespón, aquella voz del
solo de los antiguos sirvientes. echado en el lecho, vestido con el mismo colegio de Oxford, pero muy triste, mucho
Cuatro o cinco viejos enclenques, con traje de viaje. Como en un ensueño, más triste: "¡James!"
grandes libreas flojas y negras, se recuerdo haber oído acercarse a mi Tendí la mano. El contacto de aquella
inclinaban a nuestro paso, con cuarto a uno de los viejos de la mano me heló, me horrorizó. Sentí hielo
genuflexiones tardas, mudos. Penetramos servidumbre, mascullando no sé qué en mis huesos. Aquella mano rígida, fría,
al gran salón. Todo estaba cambiado: los palabras y mirándome vagamente con un fría... Y la mujer no me miraba. Balbuceé
muebles de antes estaban substituidos par de ojillos estrábicos que me hacían el un saludo, un cumplimiento.
por otros de un gusto seco y frío. Tan efecto de un mal sueño. Luego vi que Y mi padre:
solamente quedaba en el fondo del salón prendió un candelabro con tres velas de —Esposa mía, aquí tienes a tu hijastro, a
un gran retrato de mi madre, obra de cera. Cuando desperté a eso de las nueve, nuestro muy amado James. Mírale, aquí le
Dante Gabriel Rossetti, cubierto de un las velas ardían en la habitación. tienes; ya es tu hijo también.
largo velo de crespón. Lavéme. Mudéme. Luego sentí pasos, Y mi madrastra me miró. Mis mandíbulas
Mi padre me condujo a mis habitaciones, apareció mi padre. Por primera vez, ¡por se afianzaron una contra otra. Me poseyó
que no quedaban lejos de su laboratorio. primera vez!, vi sus ojos clavados en los el espanto: aquellos ojos no tenían brillo
Me dio las buenas tardes. Por una míos. Unos indescriptibles ojos, os lo alguno. Una idea comenzó,
inexplicable cortesía, preguntéle por mi aseguro; unos ojos como no habéis enloquecedora, horrible, horrible, a

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aparecer clara en mi cerebro. De pronto, Hasta ahora recuerdo aquella tarde en entre guiños y muecas convencionales,
un olor, olor... ese olor, ¡madre mía! ¡Dios que al pasar por el malecón divisé en un me dijo: “Aquí tenemos libros de Feifer”.
mío! Ese olor... no os lo quiero decir... pequeño basural un objeto brillante. Con Yo lo quedé mirando intrigado porque no
porque ya lo sabéis, y os protesto: lo una curiosidad muy explicable en mi había preguntado por dicho autor, el cual,
discuto aún; me eriza los cabellos. temperamento de coleccionista, me por lo demás, aunque mis conocimientos
Y luego brotó de aquellos labios blancos, agaché y después de recogerlo lo froté de literatura no son muy amplios, me era
de aquella mujer pálida, pálida, pálida, contra la manga de mi saco. Así pude enteramente desconocido. Y acto seguido
una voz, una voz como si saliese de un observar que se trataba de una menuda añadió: “Feifer estuvo en Pilsen”. Como
cántaro gemebundo o de un subterráneo: insignia de plata, atravesada por unos yo no saliera de mi estupor, el librero
—James, nuestro querido James, hijito signos que en ese momento me terminó con un tono de revelación, de
mío, acércate; quiero darte un beso en la parecieron incomprensibles. Me la eché al confidencia definitiva: “Debe usted saber
frente, otro beso en los ojos, otro beso en bolsillo y, sin darle mayor importancia al que lo mataron. Sí, lo mataron de un
la boca... asunto, regresé a mi casa. No puedo bastonazo en la estación de Praga”. Y
No pude más. Grité: precisar cuánto tiempo estuvo guardada dicho esto se retiró hacia el ángulo de
—¡Madre, socorro! ¡Ángeles de Dios, en aquel traje que usaba poco. Sólo donde había surgido y permaneció en el
socorro! ¡Potestades celestes, todas, recuerdo que en una oportunidad lo más profundo silencio. Yo seguí revisando
socorro! ¡Quiero partir de aquí pronto, mandé a lavar y, con gran sorpresa mía, algunos volúmenes maquinalmente pero
pronto; que me saquen de aquí! cuando el dependiente me lo devolvió mi pensamiento se hallaba preocupado en
Oí la voz de mi padre: limpio, me entregó una cajita, las palabras enigmáticas del librero.
—¡Cálmate, James! ¡Cálmate, hijo mío! diciéndome: “Esto debe ser suyo, pues lo Después de comprar un libro de mecánica
Silencio, hijo mío. he encontrado en su bolsillo”. salí, desconcertado, del negocio.
Era, naturalmente, la insignia y este Durante algún tiempo estuve razonando
—No —grité más alto, ya en lucha con los rescate inesperado me conmovió a tal sobre el significado de dicho incidente,
viejos de la servidumbre. extremo que decidí usarla. pero como no pude solucionarlo acabé
Yo saldré de aquí y diré a todo el mundo Aquí empieza realmente el por olvidarme de él. Mas, pronto, un
que el doctor Leen es un cruel asesino; encadenamiento de sucesos extraños que nuevo acontecimiento me alarmó
que su mujer es un vampiro; ¡que está me acontecieron. Lo primero fue un sobremanera. Caminaba por una plaza de
casado mi padre con una muerta! incidente que tuve en una librería de los suburbios cuando un hombre menudo,
viejo. Me hallaba repasando añejas de faz hepática y angulosa, me abordó
encuadernaciones cuando el patrón, que intempestivamente y antes de que yo
5. La insignia desde hacía rato me observaba desde el pudiera reaccionar, me dejó una tarjeta
ángulo más oscuro de su librería, se me entre las manos, desapareciendo sin
Julio Ramón Ribeyro acercó y, con un tono de complicidad, pronunciar palabra. La tarjeta, en

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cartulina blanca, sólo tenía una dirección momento en que me disponía a cruzar el Mantuvimos una charla ambigua y
y una cita que rezaba: SEGUNDA SESIÓN: umbral, el disertante me pasó la voz con ocasional, llena de confidencias
MARTES 4. Como es de suponer, el martes una interjección, y al volverme me hizo imprevistas y de alusiones superficiales,
4 me dirigí a la numeración indicada. Ya una seña para que me acercara. como la que sostienen dos personas
por los alrededores me encontré con -Es usted nuevo, ¿verdad? -me interrogó, extrañas que viajan accidentalmente en el
varios sujetos extraños que merodeaban y un poco desconfiado. mismo asiento de un ómnibus. Recuerdo
que, por una coincidencia que me -Sí -respondí, después de vacilar un rato, que mientras yo me afanaba en
sorprendió, tenían una insignia igual a la pues me sorprendió que hubiera podido describirle mi operación de las amígdalas,
mía. Me introduje en el círculo y noté que identificarme entre tanta concurrencia-. él, con grandes gestos, proclamaba la
todos me estrechaban la mano con gran Tengo poco tiempo. belleza de los paisajes nórdicos. Por fin,
familiaridad. En seguida ingresamos a la -¿Y quién lo introdujo? antes de retirarme, me dio un encargo
casa señalada y en una habitación grande Me acordé de la librería, con gran suerte que no dejó de llamarme la atención.
tomamos asiento. Un señor de aspecto de mi parte. -Tráigame en la próxima semana -dijo-
grave emergió tras un cortinaje y, desde -Estaba en la librería de la calle Amargura, una lista de todos los teléfonos que
un estrado, después de saludarnos, cuando el… empiecen con 38.
empezó a hablar interminablemente. No -¿Quién? ¿Martín? Prometí cumplir lo ordenado y, antes del
sé precisamente sobre qué versó la -Sí, Martín. plazo concedido, concurrí con la lista.
conferencia ni si aquello era -¡Ah, es un colaborador nuestro! -¡Admirable! -exclamó- Trabaja usted con
efectivamente una conferencia. Los -Yo soy un viejo cliente suyo. rapidez ejemplar.
recuerdos de niñez anduvieron hilvanados -¿Y de qué hablaron? Desde aquel día cumplí una serie de
con las más agudas especulaciones -Bueno… de Feifer. encargos semejantes, de lo más extraños.
filosóficas, y a unas digresiones sobre el -¿Qué le dijo? Así, por ejemplo, tuve que conseguir una
cultivo de la remolacha fue aplicado el -Que había estado en Pilsen. En verdad… docena de papagayos a los que ni más
mismo método expositivo que a la yo no lo sabía. volví a ver. Más tarde fui enviado a una
organización del Estado. Recuerdo que -¿No lo sabía? ciudad de provincia a levantar un croquis
finalizó pintando unas rayas rojas en una – No -repliqué con la mayor tranquilidad. del edificio municipal. Recuerdo que
pizarra, con una tiza que extrajo de su -¿Y no sabía tampoco que lo mataron de también me ocupé de arrojar cáscaras de
bolsillo. un bastonazo en la estación de Praga? plátano en la puerta de algunas
Cuando hubo terminado, todos se -Eso también me lo dijo. residencias escrupulosamente señaladas,
levantaron y comenzaron a retirarse, -¡Ah, fue una cosa espantosa para de escribir un artículo sobre los cuerpos
comentando entusiasmados el buen éxito nosotros! celestes, que nunca vi publicado, de
de la charla. Yo, por condescendencia, -En efecto -confirmé- Fue una pérdida adiestrar a un menor en gestos
sumé mis elogios a los suyos, mas, en el irreparable. parlamentarios, y aun de cumplir ciertas

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misiones confidenciales, como llevar sociedad. Pronto fui relator, tesorero, mí por las noches sin que yo la llame. Y a
cartas que jamás leí o espiar a mujeres adjunto de conferencias, asesor pesar de todo esto, ahora, como el primer
exóticas que generalmente desaparecían administrativo, y conforme me iba día y como siempre, vivo en la más
sin dejar rastros. sumiendo en el seno de la organización absoluta ignorancia, y si alguien me
De este modo, poco a poco, fui ganando aumentaba mi desconcierto, no sabiendo preguntara cuál es el sentido de nuestra
cierta consideración. Al cabo de un año, si me hallaba en una secta religiosa o en organización, yo no sabría qué
en una ceremonia emocionante, fui una agrupación de fabricantes de paños. responderle. A lo más, me limitaría a
elevado de rango. “Ha ascendido usted un A los tres años me enviaron al extranjero. pintar rayas rojas en una pizarra negra,
grado”, me dijo el superior de nuestro Fue un viaje de lo más intrigante. No tenía esperando confiado los resultados que
círculo, abrazándome efusivamente. Tuve, yo un céntimo; sin embargo, los barcos produce en la mente humana toda
entonces, que pronunciar una breve me brindaban sus camarotes, en los explicación que se funda inexorablemente
alocución, en la que me referí en términos puertos había siempre alguien que me en la cábala.
vagos a nuestra tarea común, no obstante recibía y me prodigaba atenciones, y en
lo cual, fui aclamado con estrépito. los hoteles me obsequiaban sus
En mi casa, sin embargo, la situación era comodidades sin exigirme nada. Así me
confusa. No comprendían mis vinculé con otros cofrades, aprendí
desapariciones imprevistas, mis actos lenguas foráneas, pronuncié conferencias,
rodeados de misterio, y las veces que me inauguré filiales a nuestra agrupación y vi
interrogaron evadí las respuestas porque, cómo extendía la insignia de plata por
en realidad, no encontraba una todos los confines del continente. Cuando
satisfactoria. Algunos parientes me regresé, después de un año de intensa
recomendaron, incluso, que me hiciera experiencia humana, estaba tan
revisar por un alienista, pues mi conducta desconcertado como cuando ingresé a la
no era precisamente la de un hombre librería de Martín.
sensato. Sobre todo, recuerdo haberlos Han pasado diez años. Por mis propios
intrigado mucho un día que me méritos he sido designado presidente.
sorprendieron fabricando una gruesa de Uso una toga orlada de púrpura con la
bigotes postizos pues había recibido dicho que aparezco en los grandes
encargo de mi jefe. ceremoniales. Los afiliados me tratan de
Esta beligerancia doméstica no impidió vuecencia. Tengo una renta de cinco mil
que yo siguiera dedicándome, con una dólares, casas en los balnearios, sirvientes
energía que ni yo mismo podría con librea que me respetan y me temen, y
explicarme, a las labores de nuestra hasta una mujer encantadora que viene a

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