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¿Qué es?
Para Platón, la educación de los gobernantes es esencial para que lleven a cabo su
cometido como partícipes de las ideas de bondad y de justicia
EUDEMONISMO: ARISTÓTELES
Por ejemplo: estudiamos para conseguir un empleo. Estudiar es, por lo tanto, un
medio para otra cosa. A su vez, buscamos un empleo para ganar dinero,
queremos ganar dinero para comprar comida, una casa, ropa, etc. Todos estos
fines son fines que solo tienen utilidad como medios, es decir, que solo valen para
conseguir otra cosa. Pero si todo lo que hacemos solo valiese para otra cosa
nuestra vida resultaría absurda. Ante la imposibilidad de conseguir algo que valga
por sí mismo, nuestra voluntad se paralizaría. Por ello tiene que haber fines que
valgan por sí mismos, lo que Aristóteles llama fines últimos. Pues bien, Aris-
tóteles, como muchas otras personas, considera que el fin último es
la felicidad (eudaimonía, en griego).
Pero ahora tenemos dos problemas: (1) Aclarar qué se entiende por felicidad. (2)
Aclarar cómo se consigue la felicidad.
Según Aristóteles los seres humanos se mueven por tres tipos de impulsos:
elplacer, los honores (gloria, fama) y el afán de conocer. Estos impulsos dan
origen a tres modo de vida: (1) El propio del vulgo y los seres más groseros, que
identifican la felicidad con el placer. (2) El modo de vida político, que identifica la
felicidad con los honores. (3) El modo de vida contemplativo, que identifica la
felicidad con el conocimiento.
Pues bien, ¿en qué reside realmente la felicidad? ¿Cuál de estos modos de vida
proporciona realmente la felicidad?
Aristóteles sostiene que todo en la naturaleza está hecho para alcanzar un fin.
Todo en la naturaleza aspira a alcanzar el fin que le es propio. Por lo tanto, dice
Aristóteles, la felicidad estará en que cada cosa desarrolle aquello que le es
propio, alcance su pleno desarrollo, su plenitud.
¿Y qué es lo propio del hombre? ¿Cuándo se hace el ser humano plenamente
humano?
Lo propio del hombre no puede ser simplemente vivir, porque eso también lo
hacen las plantas y lo animales. Tampoco sentir, porque eso lo compartimos con
los animales. Lo específico del hombre, lo que nos hace humanos, es tener
una voluntad libre y capacidad de razonar. Por lo tanto, la felicidad estará en
guiar la voluntad por la razón.
Ahora bien, la razón se puede usar para tres tipos de fines: (1) Productivos:
cuando usamos la razón para producir cosas. Por ejemplo, cuando la usamos para
construir una casa o curar un enfermo. En ese caso la razón da origen a ciertas
artes como la arquitectura o la medicina. (2) Prácticos: cuando la usamos para
dirigir nuestra propia conducta. Por ejemplo, a la hora de tomar decisiones ante
una situación de peligro. (3)Teóricos: cuando la usamos para conocer. En este
caso la razón da origen a ciencias contemplativas, como las matemáticas, la física
o la metafísica.
El primer tipo de razón es propio de especialistas. Por ejemplo, es propio de los
arquitectos usar la razón para construir casas, es propio de los médicos usar la
razón para curar enfermos, etc. Por eso este tipo de razón no tiene un papel
determinante para alcanzar la felicidad, pues no es un uso de la razón que nos
haga seres humanos plenos, buenos seres humanos, sino buenos médicos,
buenos arquitectos, etc. Serán los otros dos usos de la razón, el uso teórico y el
uso práctico, los que nos hagan seres humanos plenos, y por ello felices.
Dado que el uso de la razón nos hace seres humanos mejores, plenos, tales usos
de la razón se convierten en virtudes. Pues una virtud es un hábito positivo. Y
como hay dos usos de la razón que nos llevan a ser seres humanos plenos, habrá
dos tipos de virtudes:
(1) Virtudes intelectuales o dianoéticas: surgen del uso teórico de la razón.
Sonaquellas que nos ayudan a alcanzar el conocimiento.
(2) Virtudes éticas: surgen del uso práctico de la razón. Surgen cuando
gobernamos nuestros deseos, apetencias y pasiones (es decir, lo que hay de
irracional, de animal, en nosotros) por la prudencia, con ello nos ayudan a formar
nuestro carácter, y al hacerlo nos permiten desarrollarnos como seres humanos
plenos. (Ver Unidad 4).
Tenemos entonces que: el fin último que buscamos es la felicidad. La felicidad
consiste en hacer lo propio del hombre, en alcanzar la plenitud, aquello que nos
hace plenamente humanos. Lo que nos hace plenamente humanos es
la voluntad libre y la razón. Por ello, la plenitud, y por lo tanto, la felicidad, está
es guiar la voluntad por la razón. Guiar la voluntad por la razón da origen a
las virtudes, que pueden ser intelectuales o éticas (también llamadas morales).
Por eso, podemos concluir que la felicidad se alcanza con la práctica de las
virtudes.
Escuelas de la helenística
romana
Las principales escuelas helenísticas fueron el epicureísmo, el estoicismo y el
escepticismo.
El Epicureísmo
Escuela fundada por Epicuro de samos en sus "Jardines de Atenas", la cual estaba
caracterizada por estar integrada tanto de hombres como de mujeres.
Esta escuela defendía la búsqueda de la felicidad y la taraxiala cual se define
como la disposición del ánimo por la que una persona alcanza el equilibrio
emocional a través de la disminución de pasiones y deseos y la fortaleza del alma.
Para Epicuro, el placer puro es el bien supremo y el dolor es el mal supremo.
Se distinguen 3 clases de apetitos:
El Estoicismo
Placeres de la vida; epicureismo
La esuela Estoica fue fundada por Zenon de citio.
El Estocismo propone vivir segun la naturaleza racional del ser humano lo cual
lleva a evitar las pasiones para lograra la apatia y asi mismo la felicidad. Tambien
basada en el dominio propio de pasiones, hechos o sufrimientos que perturban
nuestra vida valiendose de un caracter personal y de la valentia.
Los primeros estoicos crearon una filosofía que ofrecía una visión unificada del
mundo y el lugar que el hombre ocupaba en él. El pensamiento estaba compuesto
por tres partes: ética, lógica y física.
"Si voy a morir, moriré cuando llegue el momento, como me parece que aún no
es la hora, comeré porque tengo hambre".
Lo que Epitecto está queriendo decir aquí es que lo que tenga que ser será. Pero
si no tengo que lidiar con eso ahora, voy a hacer otra cosa
Estoicismo; evitar pasiones
El Escepticismo
El Escepticismo esta representada por el filosofo griego Pirron, el cual decia que
" No afirmaba nada, Solo opinaba". Esta escuela esta basada en la duda o en el
desacuerdo con lo que generalmente está aceptado como verdad.. Los filósofos
escépticos no creen en una verdad objetiva, porque todo es subjetivo,
dependiendo del sujeto que estudia y no del objeto estudiado.
Una persona escéptica diría siento frío pero no hace frío, ya que solo puede saber
que ella tiene frío o calor. A esta postura de no emitir juicios sino exclusivamente
opiniones, se la llamó epojé.
En filosofía, esta actitud los lleva a la ataraxia porque, al no creer en nada, no
entraban en conflictos con nadie y no se veían obligados a defender sus opiniones
ya que no existían verdades objetivas.
El Pensamiento Cristiano
Introducción
Pero también con el advenimiento del cristianismo, se perfila distinto el lugar del
hombre en la tierra, donde amos y esclavos pasan a ser concebidos como hijos de
Dios, e iguales ante la mirada del Creador. Se marca así la humanización del
hombre, todos respondemos a una misma Ley. El conocimiento de Dios, la
relación con el hombre, la moral cristiana, son temas que de una u otra manera
abordaron: San Agustín y Santo Tomas de Aquino.
San Agustín
El primer período de la época cristiana culmina con San Agustín (354-430) que es
uno de los pensadores más grandes del cristianismo.
El alma y Dios, son los dos polos fundamentales en que se mueve el pensamiento
agustiniano. Frente a ambas realidades, poco cuenta para San Agustín lo demás;
el mundo exterior le sirve para descubrir en él los rostros de Dios, “Gérmenes de
vida”, que animan a las cosas y fueron depositados por Dios en todo cuanto
existe.
Pero Dios no es pasividad ajena al mundo, ni una producción de seres por mera
emanación de su propio ser como la del UNO. Dios es, pues actividad. Para
conciliar esta actividad y sus productos con la simplicidad característica de Dios,
aprovecha San Agustín el misterio de la “Trinidad”, del que procura dar una
explicación racional: Dios es activo, y lo es en las tres facultades anímicas:
memoria, entendimiento y voluntad.
La continuidad e identidad de Dios consigo mismo (memoria) es el Padre; el
conocimiento que Dios tiene de sí mismo es el Hijo, y ello constituye una persona
distinta dentro de la misma esencia, porque la simplicidad de Dios no es
compatible con la dualidad cognoscitiva; el amor que Dios se profesa a sí mismo,
constituye un fin y por sí mismo la tercera persona, que es el Espíritu Santo.
El alma del Hombre es, según San Agustín, una sustancia activa, de naturaleza
espiritual. No preexistió en un mundo anterior, sino que fue creado por Dios de
la nada e impuesto a un cuerpo en el que vive en prisión.
El alma humana conoce no sólo las cosas concretas, materiales, sino las ideas
universales o esencia de las cosas. Sin embargo, de acuerdo con el Génesis y en
contra de Platón, el alma no contempló las ideas en una vida anterior, sino que
fue creada de la nada.
Como tampoco puede conocerlas a través de los sentidos, entonces hay que
preguntarse cuál será el origen de su conocimiento.
San Agustín sugiere aquí su teoría de la Iluminación. Es Dios quien alumbra en
nuestro espíritu las ideas universales dándonos así una especie de visión superior,
divina, de cuanto nos rodea y se ofrece a nuestros sentidos. El entendimiento nos
aparece así como “un algo divino”.
Biografía
Filósofo y teólogo italiano, nació en Roccasecca, aproximadamente en 1225 y
falleció en 1274. De los filósofos católicos fue tal vez el más importante, tanto por
sus aportes a la filosofía como a la teología. Estudió en el monasterio de
Montecassino, y luego se trasladó a Nápoles.
En 1244 ingresó en la Orden de Santo Domingo. En París y en Colonia, fue alumno
de Alberto Magno.
Más tarde se dedicó a la enseñanza en París y en otras ciudades.
Murió cuando viajaba para asistir por orden del Papa, al segundo Concilio de
Lyon.
Ha sido llamado Doctor Angélicus, fue canonizado en 1323 y desde 1567 fue
Doctor en la Iglesia.
Su filosofía
Además desarrolla su teoría del conocimiento, que tiene como primer principio:
“Natural para la iluminación que pasa a través de lo sensible a lo inteligible,
porque todos nuestros conocimientos se inician en los sentidos”.
Se plantea si un acto inmoral puede ser conforme a las leyes o viceversa, llegando
en principio a la negación de esta posibilidad. El hombre vive naturalmente en
forma social, cuya expresión es el Estado y cuyas leyes derivan de la misma fuente
intelectual que las leyes morales. Por esta razón, en las leyes humanas, que son
las del Estado, lógicamente no puede haber contradicción.
3 min. de lectura
¿Qué es el racionalismo?
El racionalismo es un movimiento filosófico que promueve a la razón como
principal facultad de conocimiento. Surgió en la Edad Moderna, específicamente
en la Europa de los siglos XVII y XVIII, y se lo suele considerar como el movimiento
contrario al empirismo, para el que la sensibilidad primaba por sobre la razón.
El racionalismo defiende la idea de que el conocimiento humano proviene de la
razón y de nuestra capacidad para razonar. Esto constituyó en sí mismo un cambio
de pensamiento sustancial respecto a la Edad Media, tiempo en el que la fe
religiosa cumplía ese rol.
Puede servirte: Conocimiento racional
Racionalismo y empirismo
Las dos vertientes filosóficas que siguieron al escepticismo fueron el racionalismo,
partidario de dar a la racionalidad humana un lugar central en el aprendizaje, y el
empirismo, que propuso dar ese lugar a la experiencia y al mundo de los sentidos.
Estos dos modelos se opusieron durante toda la Edad Moderna y constituyeron
los polos filosóficos de Occidente, padres de las escuelas filosóficas posteriores y
elementales en el desarrollo del pensamiento científico tal como hoy lo
entendemos.
Más en: Empirismo
Racionalismo y humanismo
El movimiento racionalista presenta similitudes con el humanismo, al menos en
su versión secular, porque considera a la razón humana como el único camino
cierto hacia la verdad de las cosas. Así, el racionalismo desplazó la fe religiosa que
había imperado en el pensamiento occidental durante el Medioevo.
Este desplazamiento permite el surgimiento de un pensamiento filosófico ajeno a
la religión, lo cual es también central en la doctrina del humanismo, cuyo objetivo
central fue colocar al ser humano, y no a Dios, en el centro del mundo. Esto no
significa que el racionalismo haya sido necesariamente ateo, ya que no descarta ni
afirma a priori la existencia de Dios. De hecho, muchos pensadores, como
Descartes o Leibniz, colocaron a Dios como garante de la razón a la hora de adquirir
conocimientos.
Por su parte, el humanismo secular propuso una visión revalorizante y digna del
ser humano, para la que es fundamental una visión racionalista, escéptica, aunque
en ella también tenga importancia la cuestión ética del ser humano. De ese modo,
no todo racionalista es, obligatoriamente, un humanista, aun cuando estas
corrientes tengan muchos puntos teóricos en común.
Más en: Humanismo
¿Qué significa el racionalismo hoy?
El término “racionalismo” en nuestros días ha adquirido otras connotaciones: se
utiliza para referir a cualquier postura filosófica que otorgue a la razón un lugar
central por encima de la fe, la superstición u otras formas de pensamiento.
El idealismo, la filosofía cognitiva, y el humanismo, son ejemplos de casos en los
que se aplica el uso del término racionalismo con esta connotación.
FORMALISMO DE KANT
Es opinión común que el sistema de Kant prefirió, en casi todas sus opciones, las
rutas del formalismo; una denominación que afectó en principio a la Ética y a la
Moral, pero también a la Música, a la Economía Política o la Democracia (cuando la
«democracia procedimental» y el «Estado de derecho» se interpretan como
formalismos).
Muchas veces el concepto de formalismo se considera opuesto al realismo o
al materialismo, cuando se identifica respectivamente con el idealismo o con
el espiritualismo.
Pero la idea misma del formalismo acusa su estirpe escolástica, vinculada sobre
todo al hilemorfismo aristotélico, en cuanto doctrina que enseña que toda
morfología presente en el Mundo está compuesta de materia y forma. La
«separación» de la forma respecto de la materia, conducirá al formalismo. Esta es la
razón por la cual los escolásticos llamaban «formas separadas» a los ángeles, a los
arcángeles, a los tronos, a las dominaciones, a los serafines o a los querubines,
precisamente porque, desde la doctrina hilemórfica, todos los seres vivientes se
consideran compuestos de cuerpo (materia) y de alma (forma).
Max Scheler opuso al formalismo ético kantiano la ética material de los valores. La
reivindicación de la enseñanza «en valores» que hoy se proclama universalmente
suele mantenerse, ella misma, sin embargo, de un modo formalista, cuando olvida
que los valores no son separables de los contravalores, y que la «educación en
valores» implica necesariamente tomar partido ante los contravalores (es imposible
educar en los valores propios de la «música clásica» sin tomar partido contra los
contravalores encarnados por otras alternativas musicales).
El formalismo constituye el núcleo de la doctrinas kantianas expuestas en la Crítica
del Juicio, tanto del juicio estético como del juicio teleológico (cuestiones
actualizadas hoy a propósito del llamado «principio antrópico», de los físicos y
cosmólogos «de vanguardia»).
Pero las doctrinas expuestas en la Crítica del Juicio no son tan claras y distintas
como algunos intérpretes pretenden y, por supuesto, no son «creaciones ex nihilo»
del propio Kant. El mismo proyecto de una crítica del juicio presupone la doctrina
escolástica del «concepto, juicio y raciocinio», a través de la Psicología de Tetens. El
proyecto kantiano de una «estética trascendental» tiene mucho que ver con una
interpretación metafísica de la Estética de Baumgartem.
KARL MARX
¿Qué es el marxismo?
El marxismo es la doctrina de interpretación de la realidad propuesta en el siglo
XIX por Karl Marx (1818-1883), filósofo, sociólogo, economista y periodista alemán.
Este modelo de pensamiento revolucionó el modo de comprender la sociedad y
su historia, así como las fuerzas que se desarrollan en ella.
Además, fue la base teórica para posteriores aportaciones o reinterpretaciones de
parte de revolucionarios, pensadores y políticos como Vladimir Ilich Lenin (1870-
1924), León Trotski (1879-1940), Rosa Luxemburgo (1871-1919), Antonio Gramsci
(1891-1937), Georg Lukács (1885-1971) o Mao Zedong (1893-1976), entre otros.
El marxismo deriva su nombre del apellido de su creador, cuya obra conjunta con
Friedrich Engels (1820-1895) sirvió de inspiración para el surgimiento de diferentes
modelos políticos revolucionarios a lo largo del siglo XX, como fueron la Revolución
Rusa, la Revolución Comunista China y la Revolución Cubana.
Según su lectura de la historia, el destino de la humanidad era el advenimiento de
una sociedad sin clases, a lo que llamó finalmente comunismo. Por otro lado, la
crítica marxista del capitalismo y su modelo de interpretación de la historia forman
parte de las llamadas “escuelas de la sospecha”, filosofías centrales en
el pensamiento del siglo XX, junto al psicoanálisis freudiano.
Muchos de sus postulados aún se encuentran vigentes y mucho de su
pensamiento sobrevive en doctrinas posteriores, conocidas como post-marxistas.
Puede servirte: Movimiento obrero
Características del marxismo
El marxismo se puede caracterizar de la siguiente manera:
La doctrina del marxismo estaba compuesta, tal y como la formularon Marx y
Engels, por tres ideas principales: una antropología filosófica, una teoría de la
historia y un programa socioeconómico.
El marxismo propuso una metodología, llamada Materialismo histórico, para
comprender el desarrollo de las sociedades a lo largo de la historia. Según ella, la
historia es empujada hacia adelante por las tensiones entre las clases sociales, por
hacerse con el control de los medios de producción. Así, a cada cambio importante
del modo de producción, le correspondía un cambio sustancial en la historia.
Los antecedentes filosóficos del marxismo son las obras de Feuerbach y de Hegel:
del primero tomó la visión materialista de la historia y del segundo la aplicación de
una dialéctica del materialismo. Para la escritura de sus obras, Marx fue influenciado
también por el socialismo francés de Saint-Simon y de Babeuf.
El término “marxismo” fue popularizado por el teórico asutrohúngaro Karl
Kautzky (1854-1938), ya que ni Marx ni Engels hablaron nunca en esos términos.
El corpus del pensamiento de Marx se compone, principalmente de las siguientes
obras:
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 (1844).
El manifiesto comunista (1848).
Una contribución a la crítica de la economía política (1859).
El Capital. Crítica de la economía política (1867).
La ideología alemana (1932, póstuma).
Origen del marxismo
EL VITALISMO DE NIETZSCHE
Se puede entender por Vitalismo la filosofía que tiene como primera distinción de las
filosofías tradicionales entender la realidad como proceso. Sin hacer metafísica tratan del
ser en devenir, es decir, son herederos de Heráclito. En lo antropológico la libertad es no
sólo característica de la voluntad, sino esencia del ser hombre. Además se abandona el
concepto tradicional de razón (abstracta, especulativa o científica) para considerar la
razón como vital o histórica.
El Vitalismo marchará paralelo a otra corriente filosófica que coincide con él en estas
características y en la crítica a las filosofías predominantes del siglo XIX (Idealismo y
Positivismo). La corriente paralela al vitalismo y a la que nos estamos refiriendo es
Historicismo, cuyo principal representante es Dilthey.
El Vitalismo tiene dos principales manifestaciones. La primera de carácter científico cuyo
principal portavoz es Hans Driesch, según la cual es reacción contra el mecanicismo
materialista que propugna la reductibilidad de lo vivo a los procesos físico-químicos de la
materia inerte. Postula la existencia necesaria de un principio vital ajeno a la materia que
explica los complicados fenómenos de lo viviente. La segunda manifestación es de
carácter filosófico, y es la que propiamente se llama Vitalismo o filosofía de la vida. A ésta
se debe que la filosofía consiguiera alejarse de las “intromisiones científicas” sobre todo
de las físicas; precisamente por remarcar el carácter diferenciado de las realidades vitales
no susceptibles de un tratamiento sólo matemático. También se debe al Vitalismo la
reacción contra el racionalismo exagerado que supuso el idealismo alemán posterior a
Kant, sobre todo en las figuras de Fichte Schelling y, sobre todo, Hege. Por estas razones
los vitalistas exaltan lo siguiente:
1. La vida como realidad radical.
2. Ontológicamente, la vida es lo sustancial del hombre.
3. Gnoseológicamente, conocer la realidad prescindiendo del razonamiento y utilizando la
vivencia, la intuición que simpatiza con lo que quiere conocer (más que razonar sobre las
cosas hay que tener experiencias vitales de ellas o con ellas).
4. Axiológicamente (filosofía de los valores) no hay otro criterio para jerarquizar los
valores que determinan qué es lo bueno y lo malo más que la vida.
Sin embargo, no debemos entender el concepto vida únicamente como el proceso
biológico que se desarrolla durante un período de tiempo afectando a lo animal en el
hombre, sino más bien del modo más amplio posible.
Podemos considerar al filósofo alemán Arturo Schopenhauer como el precursor del
Vitalismo, aunque, en honor a la verdad, hay que decir que Schopenhauer no
fue propiamente un filósofo vitalista, sino un contemporáneo de Hegel, máximo
representante del Idealismo alemán, y al que él más radicalmente se opuso, hasta su
muerte (la de Schopenhauer), en 1861. Lo más espectacular de su filosofía es su radical
pesimismo: “La filosofía es un saber en cierto modo despiadado, no edificante; ha de
servir no para hacer más fácil nuestra angustiada vida sino para agravar esta
característica, porque exagerar que la vida es angustiosa, es lo único continuador de
Kant”. Afirma que la esencia más íntima del mundo, el auténtico noúmeno es la voluntad
de existir, que definimos como impulso de continuar en el ser sin finalidad, desde lo
inanimado hasta la inteligencia humana. Más importante fue su aportación a la que luego
será el vitalismo: tras la razón debemos concebir algo irracional, más importante, más
edificante, que constituirá una voluntad única, que se esfuerza en dar explicación al
mundo.
Sin embargo, Schopenhauer sí dejó su huella en el profeta por antonomasia del Vitalismo:
F. Nietzsche. En la figura de Nietzsche nos encontramos ante un autor de espíritu trágico,
que en alguna de sus obras da la impresión de asumir el papel de profeta de la destrucción
de la cultura europea. En el libro El nacimiento de la tragedia contrapone el mundo del
orden y la medida (encarnado por el dios Apolo), frente al mundo del caos, de la
embriaguez (encarnado por el dios Dionisos). Proclama Nietzsche la existencia de un
antagonismo irreductible, lo Apolíneo y lo Dionisíaco. Reconocer ese enfrentamiento es la
esencia del pensamiento trágico, aquel que se niega a someterse a cualquier justificación
de la vida y de lo real.
Ningún concepto metafísico o teológico puede explicar la realidad y su única
manifestación, la vida. Hay, por tanto, que afirmar sin condiciones la VIDA y el DEVENIR.
Pero eso sólo es posible gracias al gran acontecimiento de la modernidad: la muerte de
Dios.
Hay en Nietzsche una constante profesión de ateísmo, que publica reiteradamente con la
expresión: “Dios ha muerto”. Pero Dios no es sólo una tesis de algunos filósofos creyentes,
sino la condición última, definitiva de la existencia de todo lo sensible. Toda la cultura
occidental y la metafísica que la fundamenta se han construido sobre la distinción entre el
mundo espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de toda la
realidad. Para Nietzsche el ateísmo trágico debe suprimir esta metafísica, para que sólo
sobreviva el espíritu del hombre. Así reivindicamos a Dionisos, porque él simboliza la
afirmación de esta tierra como único mundo.
El problema de nuestro autor es pasar de lo negativo a lo positivo. Por un lado es
destructor de ídolos y por otro lado debe levantar nuevos ídolos. Hay que destruir
aquellos ideales que carecen de vida para identificar el nuevo lugar que ocupará el
hombre. En el aspecto negativo se encuentra el entendimiento humano que critica y en el
aspecto positivo la historicidad, que es la vida (por historicidad se entiende la conciencia
que posee el hombre de su propio transcurrir en el tiempo).
Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de
hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en
sí misma. Y este valor en sí misma hay que entenderlo fundamentalmente en su
dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como
ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la
metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su oposición o afirmación
respecto de la vida.
Por tanto, el Vitalismo de Nietzsche se presenta como una doctrina contraria al
racionalismo predominante mayoritariamente en toda la filosofía occidental anterior. Los
conceptos más importantes alrededor de los que gira esta filosofía vitalista de Nietzsche
son: la temporalidad, la historia, la vivencia, el fluir, el devenir, los instintos, la
irracionalidad, la corporeidad, la subjetividad, la perspectiva (que luego veremos en
nuestro Ortega y Gasset), el valor de lo individual, el cambio, la enfermedad, la muerte, la
finitud, etc.
Jeremy Bentham ha pasado a la historia del pensamiento, además de por sus revolucionarias
propuestas reformistas, por la filosofía en la que éstas estaban basadas y que él mismo fundó: el
utilitarismo.
El más genuino representante del existencialismo francés pensaba que no necesitaba a Dios para
amar a sus semejantes. En su obra filosófica se percibe la influencia de la fenomenología de
Husserl, la dialéctica de Hegel y el psicoanálisis de Freud. Sartre afirmaba que el hombre está
habitado desde el principio por la nada, de manera que la condición humana está compuesta, a la
vez, de ser y, sobre todo, de no-ser. “El hombre no es otra cosa que lo que él hace de sí mismo”. En
ese sentido, el ser humano está condenado a la libertad, piensa el filósofo francés.
La base del existencialismo. “El ser humano es el único que no sólo es tal como se concibe, sino tal
como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este
impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el principio del
existencialismo”, postula Sartre. El filósofo afirma que el hombre es el ser por el cual la nada llega
al mundo. Su pensamiento se configura en el reino de la conciencia soberana, de la libertad
irrenunciable, del sujeto que se sabe creador del sentido o del sinsentido de la existencia.
El ser humano, en esencia. Su gran obra filosófica, El ser y la nada, está dedicada a la construcción
de una teoría de ese sujeto individual. El pensador parisino cree que la nada está en el seno mismo
del ser, como un gusano, precisamente para que la conciencia libre pueda despegarse de sí. En esa
obra aparecen una serie de categorías, como la falta de algo, sin la cual el deseo resulta
inimaginable. También la angustia, que no es miedo a un objeto externo, sino conciencia de la
imprevisible conducta propia. Esas y otras categorías fueron utilizadas en el ejercicio de lo que el
propio Sartre denominó su “psicoanálisis existencial”, que no tiene nada que ver con el freudiano,
dado que el del filósofo es el de la vida del ser humano.
El intelectual comprometido
Nacido en París en 1905, se puede decir que su hogar fue bastante acomodado. Estudió en la
elitista École Normale Supérieure, donde conoció a Simone de Beauvoire, que desde entonces fue
su compañera inseparable, aunque no mantuvo con ella una relación monógama. Años después,
estudió en Berlín y entró en contacto con la obra de Heidegger. Sartre publicó El ser y la nada en
1943. En 1950 rompió con Albert Camus, tras una dura polémica. Tomó partido por la Unión
Soviética afirmando que no hacerlo era darle alas al capitalismo. Pero condenó la invasión soviética
de Checoslovaquia y apoyó a los estudiantes franceses en mayo de 1968.
Cuatro años antes le concedieron el Premio Nobel de Literatura, que rechazó por su deseo de no
ser recuperado por la burguesía, aunque hizo constar su “alta estima” por la Academia Sueca.
Colaboró con Bertrand Russell en un tribunal internacional que juzgó los crímenes de guerra
estadounidenses en Vietnam. A su muerte en 1980, dejó una ingente obra filosófica y literaria.
En proceso de revisión
Erich Fromm fue un psicoanalista que decidió desviarse del psicoanálisis, para hacer una teoría
más cultural y humanista. Veamos en qué consiste.
Para Erich Fromm, la principal tarea del ser humano en la vida es darse a luz a sí mismo para poder
convertirse en lo que realmente es, en alguien más noble, más fuerte y más libre. Estas y otras
reflexiones demuestran esa perspectiva humanista, a la vez que revolucionaria, de una figura de
gran relevancia dentro de la psicología. Además, hablamos también del que algunos consideran el
filósofo del amor.
Cuando nos referimos a la teoría psicoanalista hay quien comete el error de verla como un todo,
como una misma entidad rígida y específica donde habitan conceptos, dinámicas y enfoques muy
claros enunciados por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Se nos olvida quizás que dentro
de esta corriente hay escuelas y formas de pensamiento que han enriquecido las bases del
psicoanálisis desviándose de la palabra y de las ideas de Freud.
“Solo la persona que tiene fe en sí misma es capaz de tener fe en los demás”.
-Erich Fromm-
Erich Fromm fue uno de estos “desviados”. Fue en los años 40 cuando este psicólogo social, de
origen judío-alemán, decidió romper con la doctrina psicoanalítica con la que trabajaban en el
“Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt” y renovar por completo la teoría y
la práctica, acercándolo a un enfoque mucho más cultural, humano.
Por ejemplo, reformuló la idea del desarrollo de la libido por otra más factible. Una nueva
concepción en la que enunciaba y articulaba los procesos de asimilación y socialización del
individuo.
Asimismo, podríamos decir sin equivocarnos que Fromm fue por encima de todo un pensador
fascinante, un filosofo y uno de los mejores representantes del humanismo del siglo XX.
En sus 3 libros más importantes: El miedo a la libertad, El arte de amar y El corazón del hombre nos
legó un universo de pensamientos, reflexiones y teorías donde la psicología va de la mano de la
antropología y la historia, y donde a su vez el legado de Sigmund Freud y Karen Horney seguían
también muy presentes.
Libro antiguo
Para entender la teoría del psicoanálisis humanista de Erich Fromm es necesario conocer al autor,
entender sus raíces, su contexto y ese mundo a la deriva que conformó su realidad más inmediata.
De esta manera, estaremos en disposición de comprender aquello que le sirvió de guía e
inspiración para sus teorías.
Cuando uno lee su autobiografía, Más allá de las cadenas de la ilusión, y se detiene ante todo en su
infancia y adolescencia percibe al instante que no fueron precisamente etapas felices para Erich.
El padre de Fromm era un hombre de negocios bastante agresivo, su madre padecía una depresión
crónica y además fue educado en un ambiente marcadamente estricto, bajo los esquemas judío
ortodoxos. Cuenta que durante esta época vivió dos momentos que lo marcaron.
“El nacionalismo es nuestra forma de incesto, es nuestra idolatría, es nuestra locura. El patriotismo
es su secta”
-Erich Fromm-
El primero fue el suicidio de una joven de 25 años de la que él estaba enamorado siendo un niño.
Ella era pintora y estaba muy unida a su única familia: su padre. Este falleció de forma repentina, y
unos pocos días después la joven artista decidió quitarse la vida. Su suicidio hizo que Fromm se
preguntara...¿por qué? ¿qué hace que las personas lleguen hasta tales extremos?
El segundo hecho que lo marcó fue el estallido de la Primera Guerra Mundial. A su vida llegó
entonces la sombra de los nacionalismos, la radicalización de las masas, los mensajes cargados de
odio y la eterna diferenciación entre “nosotros” y “ellos”, entre mi identidad y la tuya, tu religión y
la mía, mi visión del mundo y la “no aceptable” visión del tuyo.
El mundo se fragmentaba, y esas grietas no solo abrían distancias insalvables entre distintas
potencias, sino que además, se iniciaba un periodo de crisis sistémica en toda la sociedad. Todas
las teorías psicológicas, filosóficas y sociales enunciadas hasta el momento debían ser
reformuladas en busca de respuestas y explicaciones ante semejante caos…
Leer la obra de Erich Fromm es casi imprescindible para entender todo ese periodo de crisis de
valores, de principios y de políticas sociales que se abrió en esa primera mitad de nuestro siglo XX
donde las dos guerras mundiales, socavaron por así decirlo, nuestra fe en la humanidad.
Sin embargo, leer a Fromm es reconciliarte precisamente con la humanidad. Porque nos habla de
esperanza y, por encima de todo, nos aporta grandes recursos de las ciencias humanas y desde el
propio psicoanálisis para iniciar una transformación positiva y creadora.
Veamos ahora los principios básicos de su teoría.
Erich Fromm aceptaba gran parte de los conceptos desarrollados por Sigmund Freud: el
inconsciente, la represión, los mecanismos de defensa, la transferencia, el concepto de los los
sueños como expresión de lo inconsciente y cómo no, la relevancia de la infancia como raíz de
muchos trastornos psicológicos.
Ahora bien, algo con lo que no podía sintonizar Fromm era con esa visión del ser humano como
una entidad biológico-mecanicista, como un ser que responde de forma exclusiva la voluntad del
“Ello”, a esa entidad que busca satisfacer los impulsos básicos de agresividad, supervivencia y
reproducción.
Erich Fromm nos habló del hombre biológico-social para ensalzar esa “psicología del yo”, donde las
personas no nos limitamos únicamente a reaccionar o a defendernos de nuestros impulsos o
instintos. Es necesario ampliar cercos y tomar conciencia de lo social, y de cómo en ocasiones las
figuras más significativas para un niño pueden generarle procesos adversos y traumáticos.
Las relaciones interpersonales se sitúan ahora con Fromm como ejes vertebradores que sustituyen
por completo a la clásica teoría de la evolución de la libido, como concepto motivacional y
mecanicista, en la figura del ser humano.
Las teorías de Fromm no solo están influenciadas por Freud y Karen Horney. Hablar de Erich
Fromm es también hablar de Marx. Debemos recordar una vez más ese contexto social de la
época, esa crisis de valores, esos vacíos de contenido a la hora de dar respuestas al por qué del
comportamiento humano, al por qué de las guerras, los nacionalismos, los odios, la diferencia de
clases…
Así, en muchos de los textos de Fromm podemos aún ahora reconocernos a nosotros mismos en
sus líneas y en esos mensajes que no dejan indiferente a nadie.
Ahora bien, algo realmente interesante dentro de la teoría de Fromm es que a pesar de que el ser
humano está influenciado por su cultura y por los sistemas económicos, hay un fin por el que
siempre debemos luchar y que podemos conseguir: la libertad.
Fromm, de hecho, animaba a las personas a ir más allá de los férreos determinismos de Freud y
Marx para desarrollar algo que es inmanente a la propia naturaleza humana: nuestra libertad.
Las personas, opina Fromm, estamos determinadas por algunos principios biológicos, al igual que
el resto de animales. Nacemos con un cuerpo, maduramos, envejecemos y luchamos por nuestra
supervivencia. Sin embargo, más allá de este límite, todo es posible.
Si pudimos, por ejemplo, avanzar desde esas sociedades tradicionales de la Edad Media hasta la
sociedad actual, no podemos rendirnos en este proceso en busca de más libertades, de más
derechos y de mayor bienestar.
La libertad es algo complejo de conseguir, pero para alcanzarla hay cultivar la responsabilidad
individual y el el respeto social. De lo contrario, en caso de no luchar o de escapar de la propia
libertad, corremos el riesgo de que en nuestras sociedades surja alguno de de estos escenarios que
sin duda, no nos son desconocidos:
El autoritarismo.
La conformidad autómata, ahí donde la persona se vuelve un “camaleón social”, es decir, asume el
color de su ambiente sin protestar.
Estas tres ideas las desarrolló en un libro imprescindible al que vale la pena volver cada poco
tiempo: “El miedo a la libertad”.
Su relación con Karen Horney fue bastante compleja y fueron muchos los psicólogos que lo vieron
siempre como un teórico de campo más que como un psicólogo ortodoxo.
-Erich Fromm-
Sin embargo, es ahí donde se halla la auténtica grandeza de Fromm, la de su visión más amplia e
integral del ser humano. Ahí donde no todo responde a una patología orgánica, a las fuerzas de la
biología, sino que son la cultura, la familia y en esencia la propia sociedad las que muchas veces
también nos ponen alambradas y vetos a la propia expresión del ser.
A continuación os dejamos algunas de las principales claves para entender la psicología de Fromm:
Por tanto, la finalidad del profesional no es otra que facilitar el encuentro de la persona consigo
misma. Enunciándolo en un lenguaje más actual: “favorecer el desarrollo personal para alcanzar la
felicidad”.
El psicoanálisis debe ser receptivo a los avances de la ciencia, a los cambios de la sociedad, debe
entender la cultura que nos envuelve, las condiciones económicas y políticas que nos rodean para
poder ayudar mucho mejor a la persona. Quedarse con una visión reduccionista sería un error.
El profesional debe hacer uso de un vocabulario comprensible, transparente y claro. Además, debe
procurar no proyectar una imagen de poder o superioridad.
José Luis Lobo, del Centro de Estudios y Aplicación del Psicoanálisis , resalta la incidencia que tiene
la teoría de Erich Fromm y su Psicoanálisis Humanista en el campo de la psicopatología y el
psicoanálisis.
Entre ellas, la terapia basada en el respeto por parte del profesional hacia el paciente/cliente o
tener en cuenta los aspectos positivos y cualidades del ser humano, y no solamente los
condicionantes negativos y la enfermedad.
Igualmente, ha pasado a la historia como uno de los psicólogos referentes y más reconocidos del
mundo también por su redefinición del psicoanálisis. Así, abandonó el estilo “arcaico” que le venía
precediendo y ofreció un “vocabulario comprensible, transparente y común” que acercó su
corriente de pensamiento al resto del mundo.
Para concluir, el legado que nos dejó Fromm supone un paso de gigante no solo en el campo de la
psicología, sino también en el de la filosofía. Así, aunque para muchos sus teorías pecaran en
ocasiones de utópicas, lo cierto es que dio forma a un tipo psicoanálisis más real, donde
desarrollar lo mejor de cada persona.
Conclusiones
Herbert Marcuse fue un filósofo y teórico crítico de origen alemán que realizó
importantes contribuciones al campo de la teoría crítica y la filosofía política. Sus
ideas se enfocaron en la crítica de la sociedad industrial avanzada y la necesidad
de una revolución radical para crear una sociedad más libre y justa.
Propuesta filosófica
La propuesta filosófica de Marcuse se centra en la necesidad de una revolución
radical para crear una sociedad más libre y justa. Para lograr esto, Marcuse
propone la creación de una nueva cultura que fomente la creatividad y la libertad
individual. Esta cultura estaría basada en la eliminación de los valores y las
normas de la sociedad industrial avanzada y la creación de una sociedad más
humanista y democrática.
Marcuse cree que la única forma de escapar de este sistema es a través de una
revolución social. Esta revolución debe ser liderada por aquellos que han sido
marginados y oprimidos por el sistema, como los trabajadores y los grupos
minoritarios. Solo a través de la lucha contra el sistema pueden las personas
liberarse de su opresión.
La importancia de la utopía
Para Marcuse, la utopía juega un papel fundamental en la lucha por la liberación
de la sociedad. Es necesario soñar con un mundo distinto al actual, donde la
libertad, la igualdad y la justicia sean valores fundamentales. Esta visión utópica
permite criticar la realidad y buscar alternativas.
El papel de la tecnología
Marcuse considera que la tecnología puede ser una herramienta liberadora,
siempre y cuando sea utilizada en pos de la emancipación humana y no en
función de los intereses del sistema. En este sentido, plantea la posibilidad de
una tecnología radical, que permita la liberación de las necesidades básicas y la
creatividad humana.
La lucha y la resistencia
Otro de los aportes de Marcuse es su defensa de la lucha y la resistencia como
herramientas para lograr la emancipación social. Para él, es necesario luchar
contra la dominación y la opresión, ya sea desde la política, la cultura o la
economía. La resistencia, por otro lado, permite mantener la esperanza y la
utopía en momentos de adversidad.
Conclusiones
Los aportes de Herbert Marcuse son fundamentales para entender la Teoría
Crítica y la lucha por la emancipación humana en la sociedad capitalista. Su
crítica a esta sociedad, su defensa de la utopía, la importancia de la tecnología y
la necesidad de la lucha y la resistencia
POSTMODERNIDAD DE LIPOVETSKY
Lo que provoca todo este proceso es una nuevo tipo de humano: el individuo narcisista,
que designa una nueva organización descentralizada, fragmentada y centrada en sí misma,
“hoy Narciso ya no se encuentra prendido y fijado ante el reflejo de su propia imagen; ahora ya
no hay propiamente imagen. Con el vaciamiento del universo social e ideológico y su sustitución
por un torrente acelerado y cambiante de imágenes e informaciones, Narciso no encuentra con
claridad un espejo donde mirarse y anda como ´flotante´ a la búsqueda de un sí-mismo o punto
de referencia en el cual poder reconocerse”[6]. Pero este narcisismo no lo ve como causa, más
bien lo ve como consecuencia del vaciamiento de la esfera pública.
Sin embargo da una esperanza, ya que menciona que no es cierto que estemos
sometidos a dicha carencia de sentido, a una deslegitimación total, ya que en esta era
posmoderna perdura un valor cardinal, intangible, indiscutido manifestado en “el individuo y su
cada vez más proclamado derecho de realizarse, de ser libre en la medida en que las técnicas
de control social despliegan dispositivos cada vez más sofisticados y humanos”[7].
Se dice que la ética no está en crisis sino la práctica de la ética. Pero ese no es el
problema de fondo: lo que preocupa es que el mundo gira –para ateos, cristianos o
agnósticos- hacia un relativismo moral o anarquismo ético, donde los referentes ya
no existen o no se practican.
Ética civil
En ese sentido, la importancia de la ética rebasó las fronteras del currículo o del
marco de la escuela, la familia y de los conventos. O como una cuestión exclusiva de
los profesores de filosofía o de los sacerdotes. La ética tiene ahora una fachada
y un contenido diferente, y a veces divergente de los cánones o normas
instaladas otrora por los dogmas. Está naciendo una ética civil como una
sólida propuesta desde los sujetos y no desde la autoridad religiosa, que luce
envejecida y, en ocasiones, de espaldas a los tiempos.
¿Qué es la ética’
‘La ética es una rama de la filosofía, que estudia las cosas por sus causas (universal
y necesario) y el comportamiento humano’. También es conocida como una
disciplina que se relaciona con la moral y las costumbres de una sociedad. Se
habla de ‘ethos’, es decir, de un contenido cultural que marca la
identidad y la diversidad de los pueblos y naciones: su ser y modo de
ser.
¿Ética mínima?
Dice Adela Cortina: ‘El interés por el bien de los hombres concretos, el objetivo de
la ética, ha ido expresándose de modos diversos en el curso de la historia, pero son
dos las grandes preguntas que preocupan a la ética: 1) ¿Qué se puede hacer
para ser felices? Pregunta por el bien positivo. 2) ¿Qué se debe hacer para
que cada hombre se encuentre en situación de lograr su
felicidad? Pregunta por el sustento indispensable del bien positivo’.
Les recomiendo los siguientes libros de Adela Cortina Orts: ‘Ética de la razón
cordial’, ‘Ética mínima: Introducción a la filosofía práctica’, ‘Ética sin
moral’, ‘La moral del camaleón: ética política’ y ‘Ética aplicada y
democracia radical’, entre otras.