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¿Qué es la Bioética?

El concepto de bioética hace alusión a la ética de la vida o de la biología.


De origen griego, el término bios significa “vida” mientras
que ethos quiere decir “ética”.
El bioquímico y oncólogo Van Rensselaer Potter fue uno de los
primeros, en la década de 1970, en usar la palabra bioética y trató de
definirla como una disciplina intelectual que tiene como objeto de
estudio al “problema de la supervivencia de la humanidad”. Al mismo
tiempo, consideró que podría ser usada como un “puente” entre
las ciencias de la vida -en todos sus alcances- y la ética clásica.
Ver además: Ética profesional
Principios de la bioética
La bioética obra a favor del bienestar, buscando proteger sin dañar.
Los investigadores y expertos que fundaron la bioética como disciplina
establecieron cuatro principios:
Respeto por la autonomía. Este principio establece que debe ser
respetada la posibilidad que tienen las personas de elegir y decidir por sí
solas. Esto implica que no deben existir limitaciones ni interferencias
hacia la persona al momento de tomar una decisión.
Beneficencia. Este principio establece una ecuación entre costo y
beneficio. Esto va más allá de perjudicar a terceros: implica obrar a
favor del bienestar, proteger sin dañar.
No maleficencia. Este principio se refiere a promover el bien, así como
también a la prohibición de dañar o de llevar adelante acciones mal
intencionadas. Básicamente, que no se puede dañar o perjudicar a
terceros para salvar una vida.
Justicia. El último principio implica que exista equidad entre tres
cuestiones clave: costos, beneficios y riesgos. Al mismo tiempo,
es sinónimo de una repartición equitativa entre responsabilidades,
bienes materiales y derechos.
Historia de la bioética
La bioética tiene sus orígenes en Egipto y la Mesopotamia. Fue allí en
donde se detectaron las primeras regulaciones vinculadas a la
medicina. Es a Hipócrates (Grecia, 460-370 a.C) y a quien se le adjudica
el Juramento Hipocrático, esto es, una guía obligatoria que orienta a los
médicos en su labor.
Por otra parte, la escolástica avanzó en una teología moral que
aborda las cuestiones de las leyes naturales, así como también la
conservación de la vida. Desde el siglo XVII se empezaron a registrar
libros y textos que abordaban, de manera conjunta, a la moral y a la
medicina. Estas ideas, al poco tiempo, dieron un salto al mundo laico, y
se las considera los orígenes de la Deontología Médica.
Más allá de estos orígenes, en los que el término “bioética” como tal no
existía, en general, la historia de esta disciplina se divide en dos grandes
etapas: antes de Potter y después de Potter.
La etapa Antes de Potter incluye los dos ítems antes mencionados: el
Juramento Hipocrático y la Deontología Médica. La etapa denominada
Después de Potter se la ubica dentro del período que va desde el Código
de Núremberg hasta el primer trasplante de corazón, que llevó adelante
Christian Barnard en 1967.
En pocas palabras, el Código de Núremberg es un conjunto de principios
que regulan la experimentación con seres humanos y fue el resultado de
los Juicios de Núremberg que se llevaron adelante una vez finalizada la II
Guerra Mundial.
¿Para qué sirve la bioética?

La bioética regula los avances que ponen en riesgo al medio ambiente y


a la Tierra.
Se pueden identificar cuatro campos en los que la bioética como
disciplina debería ser aplicada y tienen que ver con la regulación en los
avances científicos. La bioética establece que no todo aquello que
científicamente es posible, necesariamente es éticamente admisible.
Los cuatro campos a considerar son los siguientes:
Regulación de los avances de la genética. Aquí se incluye todo aquello
que tenga vínculos con el nacimiento, incluso la clonación.
Regulación de aquellos avances que pongan en riesgo al medio
ambiente y al planeta Tierra. En este caso, se debe tener control de
todas aquellas prácticas que pongan en peligro los hábitats naturales,
el aire o el agua, así como también limitar todo lo que conlleve
al calentamiento global.
Regulación en aquellos avances y conocimientos que tengan que ver
con la procreación. Esto incluye el aborto, los métodos
anticonceptivos, la fecundación asistida y las regulaciones natales.
Regulación en los centros de salud. Esto tiene que ver con prácticas
como la eutanasia, paliativos e incluso los cuidados que se le otorgan a
personas que se encuentran en terapia intensiva.
Ejemplos de bioética

La transfusión de sangre es un tema debatido en el que la bioética


puede aplicarse.
La bioética suele aplicarse en casos muy concretos que, por sus
características, generan debates de todo tipo. Algunos ejemplos de
estos casos son los siguientes:
Las transfusiones de sangre.
La utilización de armas químicas o nucleares.
La interrupción del embarazo (aborto).
La utilización de animales para llevar adelante experimentos y pruebas
de nuevas medicinas o de vacunas.
La donación de órganos.
La duración de vida o calidad de vida.
La eutanasia.
Bioética en filosofía
La bioética fue influenciada por diversas corrientes filosóficas, que van
desde Platón hasta el marxismo, pasando por Aristóteles, Tomás de
Aquino, el pragmatismo y el utilitarismo.
A grandes rasgos, se pueden identificar diferentes escuelas teóricas que
influyen sobre la bioética:
Principalísimo bioético. Se rige por los cuatro principios mencionados
anteriormente.
La bioética universalista. Considera que, a la hora de tomar una decisión
en la que exista un dilema, se debe optar por la opción elija la
mayoría. Parte de la idea de que el consenso es la mejor forma de
autoridad.
La bioética personalista. Considera que el centro del debate está en
cada persona y en su dignidad. Siempre se rige por el bien último de la
persona.
La bioética utilitarista. Se rige por el siguiente principio: «El mayor bien
para el mayor número de personas».
DOCTRINAS ETICAS FUNDAMENTALES

Intelectualismo Ético : Sócrates.

¿Qué es?

La expresión «intelectualismo moral» significa básicamente que no hay hombres


malos, sino ignorantes, y que quien sabe y conoce qué es el bien ya no dejará de
practicarlo, porque se dará cuenta de que ese es el verdadero camino hacia la
felicidad. El intelectualismo moral identifica conocimiento y virtud y supone una
buena dosis de “optimismo antropológico”.

¿Cuáles son su origen y sus principales exponentes?

La primera formulación del intelectualismo moral la hizo Sócrates, cuya moral se


reduce a que lo más importante es obrar justamente y a que es mejor sufrir el
mal que cometerlo. Para ser bueno es necesario ser sabio, ya que se establece
una relación de igualdad entre la verdad, la virtud y la felicidad. Solamente
sabiendo qué es la justicia se puede ser justo, y solamente sabiendo lo que es
bueno se puede obrar de acuerdo con el bien.

Según Sócrates, es mejor sufrir el mal que cometerlo

¿Cuál es su papel en la historia del pensamiento?

Bajo la influencia de su maestro Sócrates, Platón situará la idea del bien en la


cúspide de su Mundo de las Ideas y hará del proceso de conocimiento el eje
fundamental de su proyecto filosófico. Platón acepta fundamentalmente la
identificación socrática entre virtud y conocimiento, por eso la educación de los
gobernantes es esencial para que lleven a cabo su cometido como partícipes de
las ideas de bondad y de justicia.

Así como la dependencia con respecto al intelectualismo socrático es clara en la


reflexión ética de Platón, la derivada educativa de su propuesta ha condicionado
la historia del pensamiento. Si el problema es la ignorancia, la enseñanza
debería sustituir al castigo, y la cárcel a la escuela.

Para Platón, la educación de los gobernantes es esencial para que lleven a cabo su
cometido como partícipes de las ideas de bondad y de justicia

Para Kant, la educación es la que nos convierte en humanos, ya que el hombre


no llega a ser hombre más que por la educación, lo que la convierte en uno de
los problemas más complejos en la vida del hombre. Y Emilio Lledó ha reiterado
que los humanos somos lo que la educación ha hecho de nosotros.

Además, la cuestión de si se puede enseñar la virtud, ya que no es algo


hereditario, ha preocupado y ocupado desde los sofistas, Sócrates, Platón y
Aristóteles hasta la denostada asignatura Educación para la Ciudadanía. La
disyuntiva trascendental consiste en si la formación, además de buenos
profesionales, debe hacer mejores ciudadanos. Nuestra posición es, en este
caso, tan moral como intelectualista, obvia mente.

EUDEMONISMO: ARISTÓTELES

La reflexión sobre la conducta moral aparece en el mundo griego antiguo. Los


primeros que llevaron a cabo reflexiones sobre la moral y propuestas morales
racionales fueron los sofistas, Sócrates y Platón. Pero el primer tratado
sistemático de ética es el elaborado por Aristóteles.
Aristóteles comienza constatando que todo lo que hacemos lo hacemos para
conseguir un fin. Ahora bien, los fines pueden ser de dos tipos: (1) Fines que
valen como medios para conseguir otros fines. (2) Fines que valen por sí
mismos, fines últimos.

Por ejemplo: estudiamos para conseguir un empleo. Estudiar es, por lo tanto, un
medio para otra cosa. A su vez, buscamos un empleo para ganar dinero,
queremos ganar dinero para comprar comida, una casa, ropa, etc. Todos estos
fines son fines que solo tienen utilidad como medios, es decir, que solo valen para
conseguir otra cosa. Pero si todo lo que hacemos solo valiese para otra cosa
nuestra vida resultaría absurda. Ante la imposibilidad de conseguir algo que valga
por sí mismo, nuestra voluntad se paralizaría. Por ello tiene que haber fines que
valgan por sí mismos, lo que Aristóteles llama fines últimos. Pues bien, Aris-
tóteles, como muchas otras personas, considera que el fin último es
la felicidad (eudaimonía, en griego).
Pero ahora tenemos dos problemas: (1) Aclarar qué se entiende por felicidad. (2)
Aclarar cómo se consigue la felicidad.
Según Aristóteles los seres humanos se mueven por tres tipos de impulsos:
elplacer, los honores (gloria, fama) y el afán de conocer. Estos impulsos dan
origen a tres modo de vida: (1) El propio del vulgo y los seres más groseros, que
identifican la felicidad con el placer. (2) El modo de vida político, que identifica la
felicidad con los honores. (3) El modo de vida contemplativo, que identifica la
felicidad con el conocimiento.
Pues bien, ¿en qué reside realmente la felicidad? ¿Cuál de estos modos de vida
proporciona realmente la felicidad?
Aristóteles sostiene que todo en la naturaleza está hecho para alcanzar un fin.
Todo en la naturaleza aspira a alcanzar el fin que le es propio. Por lo tanto, dice
Aristóteles, la felicidad estará en que cada cosa desarrolle aquello que le es
propio, alcance su pleno desarrollo, su plenitud.
¿Y qué es lo propio del hombre? ¿Cuándo se hace el ser humano plenamente
humano?
Lo propio del hombre no puede ser simplemente vivir, porque eso también lo
hacen las plantas y lo animales. Tampoco sentir, porque eso lo compartimos con
los animales. Lo específico del hombre, lo que nos hace humanos, es tener
una voluntad libre y capacidad de razonar. Por lo tanto, la felicidad estará en
guiar la voluntad por la razón.
Ahora bien, la razón se puede usar para tres tipos de fines: (1) Productivos:
cuando usamos la razón para producir cosas. Por ejemplo, cuando la usamos para
construir una casa o curar un enfermo. En ese caso la razón da origen a ciertas
artes como la arquitectura o la medicina. (2) Prácticos: cuando la usamos para
dirigir nuestra propia conducta. Por ejemplo, a la hora de tomar decisiones ante
una situación de peligro. (3)Teóricos: cuando la usamos para conocer. En este
caso la razón da origen a ciencias contemplativas, como las matemáticas, la física
o la metafísica.
El primer tipo de razón es propio de especialistas. Por ejemplo, es propio de los
arquitectos usar la razón para construir casas, es propio de los médicos usar la
razón para curar enfermos, etc. Por eso este tipo de razón no tiene un papel
determinante para alcanzar la felicidad, pues no es un uso de la razón que nos
haga seres humanos plenos, buenos seres humanos, sino buenos médicos,
buenos arquitectos, etc. Serán los otros dos usos de la razón, el uso teórico y el
uso práctico, los que nos hagan seres humanos plenos, y por ello felices.
Dado que el uso de la razón nos hace seres humanos mejores, plenos, tales usos
de la razón se convierten en virtudes. Pues una virtud es un hábito positivo. Y
como hay dos usos de la razón que nos llevan a ser seres humanos plenos, habrá
dos tipos de virtudes:
(1) Virtudes intelectuales o dianoéticas: surgen del uso teórico de la razón.
Sonaquellas que nos ayudan a alcanzar el conocimiento.
(2) Virtudes éticas: surgen del uso práctico de la razón. Surgen cuando
gobernamos nuestros deseos, apetencias y pasiones (es decir, lo que hay de
irracional, de animal, en nosotros) por la prudencia, con ello nos ayudan a formar
nuestro carácter, y al hacerlo nos permiten desarrollarnos como seres humanos
plenos. (Ver Unidad 4).
Tenemos entonces que: el fin último que buscamos es la felicidad. La felicidad
consiste en hacer lo propio del hombre, en alcanzar la plenitud, aquello que nos
hace plenamente humanos. Lo que nos hace plenamente humanos es
la voluntad libre y la razón. Por ello, la plenitud, y por lo tanto, la felicidad, está
es guiar la voluntad por la razón. Guiar la voluntad por la razón da origen a
las virtudes, que pueden ser intelectuales o éticas (también llamadas morales).
Por eso, podemos concluir que la felicidad se alcanza con la práctica de las
virtudes.

Escuelas de la helenística
romana
Las principales escuelas helenísticas fueron el epicureísmo, el estoicismo y el
escepticismo.
El Epicureísmo
Escuela fundada por Epicuro de samos en sus "Jardines de Atenas", la cual estaba
caracterizada por estar integrada tanto de hombres como de mujeres.
Esta escuela defendía la búsqueda de la felicidad y la taraxiala cual se define
como la disposición del ánimo por la que una persona alcanza el equilibrio
emocional a través de la disminución de pasiones y deseos y la fortaleza del alma.
Para Epicuro, el placer puro es el bien supremo y el dolor es el mal supremo.
Se distinguen 3 clases de apetitos:

 Los naturales, como alimentarse, que son fáciles de satisfacer.


 Los naturales pero no necesarios, como la gratificación sexual.
 Los no naturales ni necesarios, como la fama

Distinguía entre dos tipos de placeres, basados en la división del hombre en


cuerpo y alma:
 Placeres del cuerpo, a los que renuncia.
 Placeres del alma: los cuales son superiores a los del cuerpo.

Epicuro buscaba una vida feliz y placentera sin temerle a la muerte.

El Estoicismo
Placeres de la vida; epicureismo
La esuela Estoica fue fundada por Zenon de citio.
El Estocismo propone vivir segun la naturaleza racional del ser humano lo cual
lleva a evitar las pasiones para lograra la apatia y asi mismo la felicidad. Tambien
basada en el dominio propio de pasiones, hechos o sufrimientos que perturban
nuestra vida valiendose de un caracter personal y de la valentia.

Los primeros estoicos crearon una filosofía que ofrecía una visión unificada del
mundo y el lugar que el hombre ocupaba en él. El pensamiento estaba compuesto
por tres partes: ética, lógica y física.

"Si voy a morir, moriré cuando llegue el momento, como me parece que aún no
es la hora, comeré porque tengo hambre".
Lo que Epitecto está queriendo decir aquí es que lo que tenga que ser será. Pero
si no tengo que lidiar con eso ahora, voy a hacer otra cosa
Estoicismo; evitar pasiones
El Escepticismo
El Escepticismo esta representada por el filosofo griego Pirron, el cual decia que
" No afirmaba nada, Solo opinaba". Esta escuela esta basada en la duda o en el
desacuerdo con lo que generalmente está aceptado como verdad.. Los filósofos
escépticos no creen en una verdad objetiva, porque todo es subjetivo,
dependiendo del sujeto que estudia y no del objeto estudiado.
Una persona escéptica diría siento frío pero no hace frío, ya que solo puede saber
que ella tiene frío o calor. A esta postura de no emitir juicios sino exclusivamente
opiniones, se la llamó epojé.
En filosofía, esta actitud los lleva a la ataraxia porque, al no creer en nada, no
entraban en conflictos con nadie y no se veían obligados a defender sus opiniones
ya que no existían verdades objetivas.

El Pensamiento Cristiano

Introducción

La filosofía clásica griega concibió al hombre como un ente racional, como


conciencia del Universo, que conoce y dice lo que son las cosas y el mismo, y
también como ser social por naturaleza: Animal político (Aristóteles). Pero no vio
en el hombre más que un ente, parte con todo los otros, del cosmos.

El cristianismo, en cambio, enseñó que el hombre es radicalmente distinto a


todos los seres de la naturaleza y superior a ellos, pues fue creado por Dios a su
imagen y semejanza y tiene un destino sobrenatural y eterno: amar y servir a Dios
en esta vida, y después verlo y gozarlo en la otra.

Según la concepción cristiana el hombre es un ser racional compuesto de


cuerpo y alma espiritual e inmortal. El cristianismo ubica al hombre en
un plano distinto que las filosofías anteriores y marca que la naturaleza humana
es causa del pecado original, incapaz de superar sus debilidades terrenales.

Pero también con el advenimiento del cristianismo, se perfila distinto el lugar del
hombre en la tierra, donde amos y esclavos pasan a ser concebidos como hijos de
Dios, e iguales ante la mirada del Creador. Se marca así la humanización del
hombre, todos respondemos a una misma Ley. El conocimiento de Dios, la
relación con el hombre, la moral cristiana, son temas que de una u otra manera
abordaron: San Agustín y Santo Tomas de Aquino.

San Agustín

El primer período de la época cristiana culmina con San Agustín (354-430) que es
uno de los pensadores más grandes del cristianismo.

Profesó en principio la filosofía gnóstica del Persa Mane (maniqueísmo), que


defendía la existencia de dos principios, uno del bien y otro del mal, que
contienden entre sí. Pronto se da cuenta Agustín que el principio del mal no
puede igualarse con el del bien, porque el mal es en realidad un defecto o una
falta en el ser que es bueno en sí y sólo puede haber un Dios, que es el principio
del Ser.

Así después de tantas especulaciones, fue a dar a la Academia Nueva que se le


presentaba al menos cargada de tradición filosófica.
Sin el academismo habría caído en un escepticismo casi absoluto; para él solo
cabía cierta probabilidad en nuestros juicios, pero nada que pueda afirmarse con
certeza; la verdad en sí es casi inasequible.

Agustín medita profundamente estos temas en su sed de encontrar la verdad y el


amor y acaba viendo la insinceridad propia de esta posición: quien afirma lo
probable conocer de alguna manera lo verdadero, la probabilidad se dice en
razón de la verdad carecería de sentido sin ella.

No es lícito al hombre encerrarse en una posición de escéptica indiferencia


cuando todo su espíritu pugna por la verdad y lo supone en el fondo de su pensar
y de su hacer. El que duda sabe que duda y posee con ello una certeza. La íntima
percepción de su propia existencia, esto es del espíritu que busca incansable la
verdad es la experiencia fundamental, que supera el escepticismo
abandonándolo por antinatural e ilógico.

La filosofía neoplatónica movió a San Agustín a la contemplación de las verdades


externas que existen por sí, en el mundo del espíritu, la segunda de las
sensaciones cósmicas. Todo saber u obrar, como la lógica, la matemática, la ética,
asientan verdades inmutables, que el alma no hace sino descubrir. Pero la lejana
y abstracta realidad de las ideas no podía satisfacer el espíritu de San Agustín, que
buscaba el sentido y el origen (concreto-inmediato y personal) de la realidad.

Su obra Confesiones, constituye un documento autobiográfico único, en que nos


habla en el lenguaje de hoy, porque es el lenguaje de todos los tiempos.

El sistema filosófico de San Agustín sigue los pasos de su conversión, de la cual es


como la versión teórica.

La certeza primaria para el hombre radica en la experiencia interior propia.


“Puede discutirse –dice San Agustín-, si las cosas en general y el alma están
hechas de fuego, aire o de otro elemento, pero de lo que no duda ningún hombre,
es de que vive, obra, piensa, ama o desea”.
El camino de la verdad se abre a través de esta vía que se ofrece con la claridad
de lo propio, de lo personalmente vivido (vivencia). Pero la actividad espiritual, el
conocer y el querer, nos muestran enseguida su apoyo en verdades eternas que
valen por sí mismas, que preexistieran al pensar y que el espíritu no hace sino
descubrir. ¿Qué son las verdades eternas y de dónde reciben su atributo? Aquí
radica la originalidad de Agustín: esos atributos de la verdad son los atributos de
Dios, y las ideas o verdades eternas son ideas de Dios. Esto es, los patrones o
arquetipos ideales por los que Dios creó al mundo.
La esencia de este neoplatonismo cristiano consiste en hacer del Dios personal
del Cristianismo la sustancia de las ideas platónicas, sustituir EL al UNO de Plotino,
y hacer del mundo ideal no una imagen emanada de la divinidad, sino ser mismo
de Dios.

El alma y Dios, son los dos polos fundamentales en que se mueve el pensamiento
agustiniano. Frente a ambas realidades, poco cuenta para San Agustín lo demás;
el mundo exterior le sirve para descubrir en él los rostros de Dios, “Gérmenes de
vida”, que animan a las cosas y fueron depositados por Dios en todo cuanto
existe.

De Dios no podemos alcanzar un concepto positivo porque como decía Plotino,


está por encima de cuanto pudiéramos pensar de Él. Cabría atribuirle las
perfecciones reales que vemos en las cosas creadas, pero tales conceptos
resultan vanos, porque el ser de Dios es simple y en Él, cosas que podríamos
considerar opuestos como la infinita justicia y la infinita misericordia, se
confunden en una unidad.
Solo cabe atribuirle conceptos negativos. Únicamente es adecuada la concepción
de Dios como aquel ser cuya esencia es su misma existencia, cuyo ser es existir.
Así como todas las demás cosas tiene una esencia, pero son indiferentes para
existir, -hubo un tiempo en que no existieron, y otro en que no existirán-, la
esencia de Dios reclama por sí la existencia, es un ser “por sí, no por otro”.

Pero Dios no es pasividad ajena al mundo, ni una producción de seres por mera
emanación de su propio ser como la del UNO. Dios es, pues actividad. Para
conciliar esta actividad y sus productos con la simplicidad característica de Dios,
aprovecha San Agustín el misterio de la “Trinidad”, del que procura dar una
explicación racional: Dios es activo, y lo es en las tres facultades anímicas:
memoria, entendimiento y voluntad.
La continuidad e identidad de Dios consigo mismo (memoria) es el Padre; el
conocimiento que Dios tiene de sí mismo es el Hijo, y ello constituye una persona
distinta dentro de la misma esencia, porque la simplicidad de Dios no es
compatible con la dualidad cognoscitiva; el amor que Dios se profesa a sí mismo,
constituye un fin y por sí mismo la tercera persona, que es el Espíritu Santo.

El alma del Hombre es, según San Agustín, una sustancia activa, de naturaleza
espiritual. No preexistió en un mundo anterior, sino que fue creado por Dios de
la nada e impuesto a un cuerpo en el que vive en prisión.
El alma humana conoce no sólo las cosas concretas, materiales, sino las ideas
universales o esencia de las cosas. Sin embargo, de acuerdo con el Génesis y en
contra de Platón, el alma no contempló las ideas en una vida anterior, sino que
fue creada de la nada.
Como tampoco puede conocerlas a través de los sentidos, entonces hay que
preguntarse cuál será el origen de su conocimiento.
San Agustín sugiere aquí su teoría de la Iluminación. Es Dios quien alumbra en
nuestro espíritu las ideas universales dándonos así una especie de visión superior,
divina, de cuanto nos rodea y se ofrece a nuestros sentidos. El entendimiento nos
aparece así como “un algo divino”.

En su Ciudad de Dios, ha dejado San Agustín el primer trabajo de una filosofía de


la Historia.
Según ella, la Historia se forma de la trama de acciones libres de los hombres;
pero Dios, sin coartar la libertad ordena los grandes acontecimientos históricos,
el hilo general de la Historia.
Santo Tomás de Aquino

Biografía
Filósofo y teólogo italiano, nació en Roccasecca, aproximadamente en 1225 y
falleció en 1274. De los filósofos católicos fue tal vez el más importante, tanto por
sus aportes a la filosofía como a la teología. Estudió en el monasterio de
Montecassino, y luego se trasladó a Nápoles.
En 1244 ingresó en la Orden de Santo Domingo. En París y en Colonia, fue alumno
de Alberto Magno.
Más tarde se dedicó a la enseñanza en París y en otras ciudades.
Murió cuando viajaba para asistir por orden del Papa, al segundo Concilio de
Lyon.
Ha sido llamado Doctor Angélicus, fue canonizado en 1323 y desde 1567 fue
Doctor en la Iglesia.

Su filosofía

En la doctrina de Santo Tomás se encuentran dos elementos principales:


El cristianismo y la filosofía de Aristóteles, pero combate la interpretación que
Averroes da al pensamiento de Aristóteles, cuya interpretación es inaceptable
para la Iglesia Católica
Santo Tomás construye el sistema filosófico más importante de la Edad Media.
Las cuestiones filosóficas de su mayor interés eran la de la metafísica, la cual se
empeñaba en delimitarla de la teología.
“La teología se ocupa de aquellas cosas que por su altura sobrepasan la razón, se
llega a la creencia por medio de la fe. Las otras ciencias consideran las cosas en
cuanto se someten a la razón”.
Según Santo Tomás, la Fe y la Razón no se anteponen y han de someterse a la
autoridad de la Iglesia.

Además desarrolla su teoría del conocimiento, que tiene como primer principio:
“Natural para la iluminación que pasa a través de lo sensible a lo inteligible,
porque todos nuestros conocimientos se inician en los sentidos”.

Resultante de este principio es que Dios, siendo inaccesible a los sentidos, no


puede ser conocido directamente por el hombre ordinario. Hace falta para ello
una elevación sobrenatural, mediante la cual se obtiene la iluminación de la
gracia (Lumen Gratiae). Si bien no es dado al hombre común ver a Dios en forma
directa, puede llegar a conocerlo indirectamente a través de la creación, porque
la iluminación natural, que nos permite ver las cosas del mundo, se la debemos
también a Dios.
“Es por medio de Dios que conocemos todo, porque es debido a su influencia que
nos es producido todo conocimiento”.

Santo Tomás distingue el “Saber Natural” y el “Saber Revelado”, y considera a la


“luz Natural” del hombre, como elemento preparatorio para poder participar de
la revelación. Dios es invisible pero la razón puede demostrar su existencia, a
través de lo dado de la experiencia de los efectos visibles.

Partiendo del principio de causalidad da cinco pruebas para la existencia de Dios:

1. Del movimiento, deduce la existencia de su causa, un motor inmóvil.


2. De las cosas, que no son por sí mismas, su causa eficiente.
3. De lo meramente posible un ente necesario.
4. De los diferentes grados de perfección, un ente que es sumamente perfecto.
5. De la finalidad que advertimos en la naturaleza, un ser inteligente que dirige
al mundo hacia un fin (causa final).

También la libertad y la inmortalidad del alma pueden probarse mediante la


razón, pero además de las verdades conocidas por ésta, contenido de la filosofía
(la teología natural es una y son conocidas sólo por la fe, por la revelación como
la Trinidad y en general los misterios.

La ontología de Santo Tomás es comparable a la de Aristóteles.


La sustancia (objeto), la considera compuesta por materia y forma o, en el caso
de las sustancias inmateriales por “ser”, (esse) y “esencia) (essentia). En ambos
casos, en la materia, respectivamente el “ser” de una sustancia está presente en
su estado potencial, mientras la forma, respectivamente la esencia la actualiza
exactamente de la misma manera como en la metafísica de Aristóteles.

Así como en la metafísica de Aristóteles el “ser” es el asunto capital, en la de Santo


Tomás lo es Dios.
La ética

No se diferencia en demasía de la Ética de Aristóteles, es fundamentalmente


intelectualista. Cada persona persigue en la vida otro fin, pero cualquiera que sea
éste le parece bueno. Sin embargo, la verdadera felicidad no la alcanza nadie si
no llega a mirar a Dios.
Es este proceso esencialmente intelectivo y la voluntad no tiene otra función que
la de obedecer a los mandados de los intelectos.
Dios guía al hombre, para reconocer lo bueno de lo malo, y el intelecto, en
posesión de este conocimiento, encamina a la voluntad hacia el fin indicado. Pero
los actos humanos pueden ser juzgados desde dos puntos de vista, que son el de
la ética y el de las leyes del estado.

Se plantea si un acto inmoral puede ser conforme a las leyes o viceversa, llegando
en principio a la negación de esta posibilidad. El hombre vive naturalmente en
forma social, cuya expresión es el Estado y cuyas leyes derivan de la misma fuente
intelectual que las leyes morales. Por esta razón, en las leyes humanas, que son
las del Estado, lógicamente no puede haber contradicción.

En forma similar, Santo Tomás justifica su ideal político de un gobierno


unipersonal, pero electivo y democrático. Se deduce que de su posición
eclesiástica, subordina el estado secular, como expresión de las leyes humanas a
la iglesia, que considera como expresión de las leyes eternas de Dios.

3. El realismo político. Maquiavelo.


La figura de Maquiavelo es conocida popularmente en el ámbito político como
sinónimo de astucia, perfidia y falta de escrúpulo en los medios a emplear para la
consecución de un fin propuesto. En gran medida, esta interpretación negativa se
fundamenta en la crítica que la obra de este autor fue objeto, especialmente
desde el ámbito religioso, asimilándose el concepto maquiavélico al de lo maligno
y perverso.
Fue un pensador florentino del siglo XV activo en la vida política de su país,
considerado como el fundador de la ciencia política, contribuyó a la forja del
concepto moderno del estado. Fue un gran conocedor del pasado histórico de la
política y sometió a un minucioso análisis la realidad de la actividad política de su
momento.

Él parte de una visión negativa de la naturaleza humana en la que prima la


competición y la pugna por el poder, y según la cual, y a fin de conseguir sus
objetivos, el ser humano es capaz de cualquier acción, aunque ello conlleve infligir
daño o destruir al otro. Siendo que la política va unida inevitablemente al
conflicto, su recto ejercicio requeriría de la astucia por parte del que la ejercita, y
el empleo del instinto además de la racionalidad.

Maquiavelo es un autor que podemos situar dentro del realismo político, un


modelo que postula el principio de que los estados se conducen por el principio
de interés nacional. Lleva cabo un análisis de la dinámica política no subyugado a
principios de carácter moral o principios altruistas . El estado es el poder político
y las relaciones de poder juega un papel decisivo en la defensa de sus intereses.
Ocasionalmente, pueden provocarse y tensiones entre la moral y la política; en
estos casos, se da prioridad al éxito político de la decisión tomada.
Importante
Si un gobernante pretende hacer primar el interés y la defensa del estado, pueden
darse circunstancias en las que pudiera plantearse la conveniencia de unas
normas jurídicas, morales y económicas que en condiciones normales resultan de
utilidad. En estos casos, Maquiavelo tiende a justificar la búsqueda del éxito
político y el empleo de los métodos más realistas y eficaces para el logro y el
mantenimiento del poder, aun mediante el empleo de prácticas que pudieran
ser consideradas como contrarias a la ética, como son el engaño o la simulación.

Maquiavelo a través de los años ha conservado un poder intacto de fascinación,


una singularidad intempestiva e incómoda. Su realismo es el manifiesto de cuanta
diferencia hay entre cómo se vive y cómo se debería vivir; no se puede renunciar
a lo que se hace por aquello que se debería hacer. Tales son los postulados del
pensamiento político que Maquiavelo profirió en el capítulo quince de su
revolucionario libro viviente El Príncipe.
Racionalismo
Te explicamos qué es el racionalismo, sus características y representantes.
Además, diferencias con el empirismo y el humanismo.
Escuchar

3 min. de lectura

René Descartes dio inicio a la filosofía moderna.

¿Qué es el racionalismo?
El racionalismo es un movimiento filosófico que promueve a la razón como
principal facultad de conocimiento. Surgió en la Edad Moderna, específicamente
en la Europa de los siglos XVII y XVIII, y se lo suele considerar como el movimiento
contrario al empirismo, para el que la sensibilidad primaba por sobre la razón.
El racionalismo defiende la idea de que el conocimiento humano proviene de la
razón y de nuestra capacidad para razonar. Esto constituyó en sí mismo un cambio
de pensamiento sustancial respecto a la Edad Media, tiempo en el que la fe
religiosa cumplía ese rol.
Puede servirte: Conocimiento racional

Historia del racionalismo


El racionalismo surgió a partir de ciertos cambios culturales que se dieron en
Occidente durante el Renacimiento y el fin de la Edad Media.
Estos cambios tuvieron que ver con el surgimiento de distintas interpretaciones de
los libros sagrados de las religiones monoteístas, especialmente con
el cristianismo y el judaísmo. Comenzó a cuestionarse la idea de la verdad divina
como criterio de verdad para las ciencias. Sin embargo, es posible rastrear los
antecedentes del racionalismo en la Antigua Grecia, en las teorías de pensadores
como Platón y Aristóteles.
Tradicionalmente se considera a René Descartes (1596-1650) como fundador de
esta corriente. Su célebre expresión “pienso, luego existo”, conocida como
el cogito cartesiano, representa cabalmente los postulados metafísicos del
racionalismo.
Filósofo, matemático y físico, Descartes fue un gran admirador de la geometría y
las matemáticas, ciencias a las que consideraba modelos a seguir para toda forma
de filosofía. Aspiraba a convertir a la filosofía en una disciplina científica, provista
de un método, dado que, a su parecer, solo mediante la razón podían hallarse
ciertas verdades universales.
Es famoso el sueño que tuvo al respecto, según podemos saber gracias a sus diarios
y anotaciones. Soñó con un diccionario y una antología poética, el Corpus
Poetarum. Cuando despertó llegó a la conclusión de que el diccionario contenía
todas las ciencias juntas, incluso la poesía, que solo era posible combinando todas
las palabras habidas en el otro libro. De allí se desprende su idea de la unidad de la
ciencia, así como su universalidad y la idea de que en la base del árbol de las
ciencias está todo el conocimiento.
En su Discurso del método (1637), propuso cuatro reglas para toda investigación
filosófica:
Evidencia. Consiste en considerar como verdadero solo lo que es evidente por sí
mismo. Este será el germen de la duda hiperbólica como método para dar con la
verdad.
Análisis. Consiste en dividir cada uno de los temas en tantas partes como sea
posible hasta dar con los elementos más simples. Estos elementos serán
verdaderos si pueden ser captados por medio de una intuición inmediata y
evidente.
Síntesis. Consiste en encontrar las verdades complejas a partir de las verdades más
simples.
Enumeración. Consiste en revisar cada uno de los pasos realizados hasta
asegurarse de no haber omitido ninguno ni haber cometido algún error de
deducción.
Las Meditaciones metafísicas, cuyo título completo es Meditaciones metafísicas en
las que se demuestran la existencia de Dios y la inmortalidad del alma (1641), son
consideradas como la explicitación y justificación metafísica del método. En este
libro Descartes trató de dar con un garante (Dios) para el conocimiento racional,
primero, y para todo tipo de conocimiento, después. Escritas originalmente en
latín, en 1647 se imprimió una versión en francés bajo la supervisión del mismo
Descartes.
Otros filósofos, contemporáneos y posteriores a Descartes, son considerados
también representantes del racionalismo. Algunos de ellos fueron el neerlandés
Baruch Spinoza (1632-1677) y los alemanes Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716)
y Christian Wolff (1679-1754).

Características del racionalismo


El racionalismo se caracteriza por las siguientes ideas generales:
Sostener la razón y el pensamiento como la fuente de todo conocimiento humano.
Creer en el innatismo. En la mente o el espíritu humano existen ideas
preconcebidas, nacidas con él o puestas allí por Dios.
Usar métodos lógico-deductivos para explicar los razonamientos empíricos y
confirmarlos cuando sea posible.
Jugar un papel fundamental en el advenimiento del pensamiento laico (y
antirreligioso).
Sus principales defensores pensaron y vivieron en Francia, Alemania y otros países
de la Europa continental, opuestos al empirismo proveniente de Inglaterra.

Representantes del racionalismo


Baruch Spinoza es considerado un racionalista moderno.
Los principales representantes del racionalismo fueron:
René Descartes (1596-1650). Filósofo, matemático y físico de origen francés, padre
de la geometría analítica y de la filosofía moderna, fue uno de los grandes nombres
de la Revolución científica, cuya obra rompió con la escolástica que imperaba hasta
entonces. Junto a Spinoza y Leibniz, conforma el trío de los más grandes
racionalistas de la historia.
Blaise Pascal (1623-1662). Matemático, físico, teólogo, filósofo y escritor francés,
no solo contribuyó teóricamente con las ciencias naturales y la historia natural,
sino prácticamente con todas las ciencias. Es uno de los pioneros en la construcción
de las calculadoras mecánicas.
Baruch Spinoza (1632-1677). Filósofo judío neerlandés, es considerado uno de los
grandes racionalistas del siglo XVII. Su obra fue hostigada por el catolicismo y
olvidada hasta su redescubrimiento en el siglo XIX. Filósofos posteriores como
Hegel y Schelling lo proclaman como el padre del pensamiento moderno.
Gottlieb Leibniz (1646-1716). De origen alemán, este matemático, teólogo, jurista,
bibliotecario, político y filósofo fue uno de los grandes pensadores de su época, al
que se le confiere el título de “último genio universal”. Sus aportes en todas las
áreas anteriormente mencionadas son significativos, tanto que hasta sus
detractores lo admiraban profundamente.

Racionalismo y empirismo
Las dos vertientes filosóficas que siguieron al escepticismo fueron el racionalismo,
partidario de dar a la racionalidad humana un lugar central en el aprendizaje, y el
empirismo, que propuso dar ese lugar a la experiencia y al mundo de los sentidos.
Estos dos modelos se opusieron durante toda la Edad Moderna y constituyeron
los polos filosóficos de Occidente, padres de las escuelas filosóficas posteriores y
elementales en el desarrollo del pensamiento científico tal como hoy lo
entendemos.
Más en: Empirismo

Racionalismo y humanismo
El movimiento racionalista presenta similitudes con el humanismo, al menos en
su versión secular, porque considera a la razón humana como el único camino
cierto hacia la verdad de las cosas. Así, el racionalismo desplazó la fe religiosa que
había imperado en el pensamiento occidental durante el Medioevo.
Este desplazamiento permite el surgimiento de un pensamiento filosófico ajeno a
la religión, lo cual es también central en la doctrina del humanismo, cuyo objetivo
central fue colocar al ser humano, y no a Dios, en el centro del mundo. Esto no
significa que el racionalismo haya sido necesariamente ateo, ya que no descarta ni
afirma a priori la existencia de Dios. De hecho, muchos pensadores, como
Descartes o Leibniz, colocaron a Dios como garante de la razón a la hora de adquirir
conocimientos.
Por su parte, el humanismo secular propuso una visión revalorizante y digna del
ser humano, para la que es fundamental una visión racionalista, escéptica, aunque
en ella también tenga importancia la cuestión ética del ser humano. De ese modo,
no todo racionalista es, obligatoriamente, un humanista, aun cuando estas
corrientes tengan muchos puntos teóricos en común.
Más en: Humanismo
¿Qué significa el racionalismo hoy?
El término “racionalismo” en nuestros días ha adquirido otras connotaciones: se
utiliza para referir a cualquier postura filosófica que otorgue a la razón un lugar
central por encima de la fe, la superstición u otras formas de pensamiento.
El idealismo, la filosofía cognitiva, y el humanismo, son ejemplos de casos en los
que se aplica el uso del término racionalismo con esta connotación.
FORMALISMO DE KANT
Es opinión común que el sistema de Kant prefirió, en casi todas sus opciones, las
rutas del formalismo; una denominación que afectó en principio a la Ética y a la
Moral, pero también a la Música, a la Economía Política o la Democracia (cuando la
«democracia procedimental» y el «Estado de derecho» se interpretan como
formalismos).
Muchas veces el concepto de formalismo se considera opuesto al realismo o
al materialismo, cuando se identifica respectivamente con el idealismo o con
el espiritualismo.
Pero la idea misma del formalismo acusa su estirpe escolástica, vinculada sobre
todo al hilemorfismo aristotélico, en cuanto doctrina que enseña que toda
morfología presente en el Mundo está compuesta de materia y forma. La
«separación» de la forma respecto de la materia, conducirá al formalismo. Esta es la
razón por la cual los escolásticos llamaban «formas separadas» a los ángeles, a los
arcángeles, a los tronos, a las dominaciones, a los serafines o a los querubines,
precisamente porque, desde la doctrina hilemórfica, todos los seres vivientes se
consideran compuestos de cuerpo (materia) y de alma (forma).

El formalismo ético propuesto por Kant ha alcanzado en nuestros días un radio


todavía más amplio. Cuando, por ejemplo, se defiende hoy la necesidad de
«regenerar» la democracia, a través de la restauración de la conducta ética o moral
de los ciudadanos, se está manteniendo la perspectiva kantiana del formalismo
ético. Formalismo que fue ya sometido a crítica tanto por el marxismo como, poco
después, por el «max-weberismo».

El materialismo marxista acusó al formalismo kantiano de estar desconectado de


la realidad social y económica. Max Weber también levantó contra el formalismo
kantiano acusaciones análogas.

Max Scheler opuso al formalismo ético kantiano la ética material de los valores. La
reivindicación de la enseñanza «en valores» que hoy se proclama universalmente
suele mantenerse, ella misma, sin embargo, de un modo formalista, cuando olvida
que los valores no son separables de los contravalores, y que la «educación en
valores» implica necesariamente tomar partido ante los contravalores (es imposible
educar en los valores propios de la «música clásica» sin tomar partido contra los
contravalores encarnados por otras alternativas musicales).
El formalismo constituye el núcleo de la doctrinas kantianas expuestas en la Crítica
del Juicio, tanto del juicio estético como del juicio teleológico (cuestiones
actualizadas hoy a propósito del llamado «principio antrópico», de los físicos y
cosmólogos «de vanguardia»).
Pero las doctrinas expuestas en la Crítica del Juicio no son tan claras y distintas
como algunos intérpretes pretenden y, por supuesto, no son «creaciones ex nihilo»
del propio Kant. El mismo proyecto de una crítica del juicio presupone la doctrina
escolástica del «concepto, juicio y raciocinio», a través de la Psicología de Tetens. El
proyecto kantiano de una «estética trascendental» tiene mucho que ver con una
interpretación metafísica de la Estética de Baumgartem.

KARL MARX

¿Qué es el marxismo?
El marxismo es la doctrina de interpretación de la realidad propuesta en el siglo
XIX por Karl Marx (1818-1883), filósofo, sociólogo, economista y periodista alemán.
Este modelo de pensamiento revolucionó el modo de comprender la sociedad y
su historia, así como las fuerzas que se desarrollan en ella.
Además, fue la base teórica para posteriores aportaciones o reinterpretaciones de
parte de revolucionarios, pensadores y políticos como Vladimir Ilich Lenin (1870-
1924), León Trotski (1879-1940), Rosa Luxemburgo (1871-1919), Antonio Gramsci
(1891-1937), Georg Lukács (1885-1971) o Mao Zedong (1893-1976), entre otros.
El marxismo deriva su nombre del apellido de su creador, cuya obra conjunta con
Friedrich Engels (1820-1895) sirvió de inspiración para el surgimiento de diferentes
modelos políticos revolucionarios a lo largo del siglo XX, como fueron la Revolución
Rusa, la Revolución Comunista China y la Revolución Cubana.
Según su lectura de la historia, el destino de la humanidad era el advenimiento de
una sociedad sin clases, a lo que llamó finalmente comunismo. Por otro lado, la
crítica marxista del capitalismo y su modelo de interpretación de la historia forman
parte de las llamadas “escuelas de la sospecha”, filosofías centrales en
el pensamiento del siglo XX, junto al psicoanálisis freudiano.
Muchos de sus postulados aún se encuentran vigentes y mucho de su
pensamiento sobrevive en doctrinas posteriores, conocidas como post-marxistas.
Puede servirte: Movimiento obrero
Características del marxismo
El marxismo se puede caracterizar de la siguiente manera:
La doctrina del marxismo estaba compuesta, tal y como la formularon Marx y
Engels, por tres ideas principales: una antropología filosófica, una teoría de la
historia y un programa socioeconómico.
El marxismo propuso una metodología, llamada Materialismo histórico, para
comprender el desarrollo de las sociedades a lo largo de la historia. Según ella, la
historia es empujada hacia adelante por las tensiones entre las clases sociales, por
hacerse con el control de los medios de producción. Así, a cada cambio importante
del modo de producción, le correspondía un cambio sustancial en la historia.
Los antecedentes filosóficos del marxismo son las obras de Feuerbach y de Hegel:
del primero tomó la visión materialista de la historia y del segundo la aplicación de
una dialéctica del materialismo. Para la escritura de sus obras, Marx fue influenciado
también por el socialismo francés de Saint-Simon y de Babeuf.
El término “marxismo” fue popularizado por el teórico asutrohúngaro Karl
Kautzky (1854-1938), ya que ni Marx ni Engels hablaron nunca en esos términos.
El corpus del pensamiento de Marx se compone, principalmente de las siguientes
obras:
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 (1844).
El manifiesto comunista (1848).
Una contribución a la crítica de la economía política (1859).
El Capital. Crítica de la economía política (1867).
La ideología alemana (1932, póstuma).
Origen del marxismo

Friederich Engels desarrolló el materialismo histórico junto a Marx.


El marxismo como doctrina nació en el siglo XIX, a raíz de la popularización de las
ideas de Marx y Engels. Éstos se inspiraban en las distintas corrientes socialistas
anteriores, conocidas a partir de entonces como Socialismo Utópico, ya que Engels
acuñó para la perspectiva marxista el término Socialismo Científico.
Algo importante a tener en cuenta es que Marx no inventó el socialismo, que le
antecedía, sino que lo dotó de una perspectiva filosófica y antropológica propias.
Principales ideas del marxismo
Las principales ideas del marxismo pueden resumirse en sus cuatro postulados
fundamentales, que son:
El análisis materialista de la historia humana. Según el marxismo, la historia de
nuestra especie no es más que la proyección en el tiempo de una lucha de clases, es
decir, del enfrentamiento entre los distintos sectores sociales que han compuesto a
la sociedad, por hacerse con el control de los medios de producción. Estos últimos,
por lo tanto, son manejados por la clase dominante, que impone un modo de
producción a su conveniencia y posibilidades: el modo de producción esclavista,
típico de la Antigüedad; el modo de producción feudal, perteneciente al Medioevo;
el modo de producción industrial, propio de la sociedad industrial burguesa; y
finalmente, el proyectado por Marx, el modo de producción socialista.
La crítica a la economía capitalista. En su análisis del capitalismo, Marx emplea los
conceptos de su materialismo histórico para identificar el modo de producción
propio de la burguesía capitalista, el cual puede simplificarse en la reproducción
del capital y la explotación de la fuerza de trabajo de la clase trabajadora. Esta última,
al carecer de capitales y de la propiedad de los medios de producción, debe vender
a los capitalistas su capacidad de trabajo, con la que ellos producirán bienes
de consumo, a cambio de un salario. Dicho salario le sirve a la clase trabajadora para
consumir los bienes que necesita, entre los cuales están los mismos que ella produjo
mediante su esfuerzo. Luego, esos bienes son vendidos y el capitalista obtiene una
ganancia en capitales, que Marx llamó “plusvalía”, y por la cual no realizó ningún
trabajo. La plusvalía puede invertirse y generar más capital, enriqueciendo al
capitalista sin que la clase trabajadora participe de las ganancias de su propia labor.
La noción de “ideología”. Este concepto es propuesto por el marxismo para
explicar las formas de dominación mental que el sistema capitalista emplea para
sostener a las clases dominadas en su sitio. En El capital, Marx explica que opera
como un “fetichismo de la mercancía”, que mantiene a las clases trabajadoras
consumiendo.
El advenimiento del comunismo. Marx también proyectó su mirada hacia el futuro,
y predijo que el comunismo sería la sociedad futura al capitalismo: una sociedad sin
clases, en la que no fuera necesaria la “explotación del hombre por el hombre”,
como la llamaba él. Aunque no explicó ciertamente en qué consistiría ese
comunismo ni explicó cómo podría sostenerse, sí propuso una hoja de ruta que
partiendo del capitalismo tardío llevaría a la dictadura del proletariado y finalmente
a una sociedad sin clases.
Clases sociales según el marxismo
La visión del marxismo de la sociedad capitalista supo discernir entre tres clases
sociales, enfrascadas en una lucha constante por ascender hacia las pirámides del
poder socioeconómico y hacerse con los medios de producción. Estas clases son:
La burguesía. Que es la clase dominante en la sociedad capitalista. Se trata de los
dueños de los medios de producción: fábricas, tiendas, etc. Son los dueños
capitalistas, quienes se quedan con la plusvalía del trabajo de los obreros.
El proletariado. Conformado por las distintas clases trabajadoras, que no poseen
otra cosa que ofrecer al sistema que su capacidad de trabajo (especializada o no, con
distinto grado de preparación o formación profesional) a cambio de un salario. Se la
conoce también como la clase trabajadora.
El lumpenproletariado. O la clase improductiva, en donde se hallan los individuos
marginales que no contribuyen con la producción de ninguna manera.
Críticas al marxismo
No son pocos los críticos del marxismo, tanto desde un punto de vista académico
y filosófico, como político y práctico. Por un lado, su visión del capitalismo y su
profecía sobre la llegada del comunismo resultó ser mucho más cortoplacista de lo
inicialmente pensado, ya que el sistema capitalista se mantuvo en pie frente al
derrumbe de los regímenes comunistas del siglo XX, y continúa su marcha incierta,
pero continua.
Muchos incluso llegaron a acusar a El capital de ser un manual desfasado y
obsoleto, o también de haberse convertido, junto con mucha de la obra de Marx, en
un nuevo texto sagrado para sus militantes fanáticos. El mismo Sigmund Freud criticó
el lugar del marxismo en la cultura contemporánea comparándolo con el que
ocupaba el Corán en la sociedad fundamentalista islámica.
Por otro lado, los regímenes marxistas de diversa índole (marxistas-leninistas,
marxistas-maoístas, marxistas-juche, etc.) que surgieron en el siglo XX con el objetivo
de establecer una sociedad sin clases sociales, más igualitaria y más próspera, en
líneas generales, fracasaron en su intención de brindar a sus ciudadanos un mayor
nivel de felicidad y desarrollo.
No sólo porque sus prácticas económicas pueden haber sido cuestionables, aún a
pesar de sus relativos éxitos en materia social, sino porque sus modelos políticos
pasaron siempre por la dictadura y el totalitarismo. Además, tuvieron un altísimo
costo humano durante y después de la Revolución.
La URSS, la China maoísta, la Cuba de Fidel Castro, la Camboya de los Jemeres
Rojos son sólo algunas de las naciones que vivieron regímenes comunistas y
padecieron de pobreza, represión y genocidio. Estos ejemplos constituyen, para sus
detractores, el mayor argumento moral en contra de la aplicación de los llamados
“manuales marxistas”.

EL VITALISMO DE NIETZSCHE
Se puede entender por Vitalismo la filosofía que tiene como primera distinción de las
filosofías tradicionales entender la realidad como proceso. Sin hacer metafísica tratan del
ser en devenir, es decir, son herederos de Heráclito. En lo antropológico la libertad es no
sólo característica de la voluntad, sino esencia del ser hombre. Además se abandona el
concepto tradicional de razón (abstracta, especulativa o científica) para considerar la
razón como vital o histórica.
El Vitalismo marchará paralelo a otra corriente filosófica que coincide con él en estas
características y en la crítica a las filosofías predominantes del siglo XIX (Idealismo y
Positivismo). La corriente paralela al vitalismo y a la que nos estamos refiriendo es
Historicismo, cuyo principal representante es Dilthey.
El Vitalismo tiene dos principales manifestaciones. La primera de carácter científico cuyo
principal portavoz es Hans Driesch, según la cual es reacción contra el mecanicismo
materialista que propugna la reductibilidad de lo vivo a los procesos físico-químicos de la
materia inerte. Postula la existencia necesaria de un principio vital ajeno a la materia que
explica los complicados fenómenos de lo viviente. La segunda manifestación es de
carácter filosófico, y es la que propiamente se llama Vitalismo o filosofía de la vida. A ésta
se debe que la filosofía consiguiera alejarse de las “intromisiones científicas” sobre todo
de las físicas; precisamente por remarcar el carácter diferenciado de las realidades vitales
no susceptibles de un tratamiento sólo matemático. También se debe al Vitalismo la
reacción contra el racionalismo exagerado que supuso el idealismo alemán posterior a
Kant, sobre todo en las figuras de Fichte Schelling y, sobre todo, Hege. Por estas razones
los vitalistas exaltan lo siguiente:
1. La vida como realidad radical.
2. Ontológicamente, la vida es lo sustancial del hombre.
3. Gnoseológicamente, conocer la realidad prescindiendo del razonamiento y utilizando la
vivencia, la intuición que simpatiza con lo que quiere conocer (más que razonar sobre las
cosas hay que tener experiencias vitales de ellas o con ellas).
4. Axiológicamente (filosofía de los valores) no hay otro criterio para jerarquizar los
valores que determinan qué es lo bueno y lo malo más que la vida.
Sin embargo, no debemos entender el concepto vida únicamente como el proceso
biológico que se desarrolla durante un período de tiempo afectando a lo animal en el
hombre, sino más bien del modo más amplio posible.
Podemos considerar al filósofo alemán Arturo Schopenhauer como el precursor del
Vitalismo, aunque, en honor a la verdad, hay que decir que Schopenhauer no
fue propiamente un filósofo vitalista, sino un contemporáneo de Hegel, máximo
representante del Idealismo alemán, y al que él más radicalmente se opuso, hasta su
muerte (la de Schopenhauer), en 1861. Lo más espectacular de su filosofía es su radical
pesimismo: “La filosofía es un saber en cierto modo despiadado, no edificante; ha de
servir no para hacer más fácil nuestra angustiada vida sino para agravar esta
característica, porque exagerar que la vida es angustiosa, es lo único continuador de
Kant”. Afirma que la esencia más íntima del mundo, el auténtico noúmeno es la voluntad
de existir, que definimos como impulso de continuar en el ser sin finalidad, desde lo
inanimado hasta la inteligencia humana. Más importante fue su aportación a la que luego
será el vitalismo: tras la razón debemos concebir algo irracional, más importante, más
edificante, que constituirá una voluntad única, que se esfuerza en dar explicación al
mundo.
Sin embargo, Schopenhauer sí dejó su huella en el profeta por antonomasia del Vitalismo:
F. Nietzsche. En la figura de Nietzsche nos encontramos ante un autor de espíritu trágico,
que en alguna de sus obras da la impresión de asumir el papel de profeta de la destrucción
de la cultura europea. En el libro El nacimiento de la tragedia contrapone el mundo del
orden y la medida (encarnado por el dios Apolo), frente al mundo del caos, de la
embriaguez (encarnado por el dios Dionisos). Proclama Nietzsche la existencia de un
antagonismo irreductible, lo Apolíneo y lo Dionisíaco. Reconocer ese enfrentamiento es la
esencia del pensamiento trágico, aquel que se niega a someterse a cualquier justificación
de la vida y de lo real.
Ningún concepto metafísico o teológico puede explicar la realidad y su única
manifestación, la vida. Hay, por tanto, que afirmar sin condiciones la VIDA y el DEVENIR.
Pero eso sólo es posible gracias al gran acontecimiento de la modernidad: la muerte de
Dios.
Hay en Nietzsche una constante profesión de ateísmo, que publica reiteradamente con la
expresión: “Dios ha muerto”. Pero Dios no es sólo una tesis de algunos filósofos creyentes,
sino la condición última, definitiva de la existencia de todo lo sensible. Toda la cultura
occidental y la metafísica que la fundamenta se han construido sobre la distinción entre el
mundo espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de toda la
realidad. Para Nietzsche el ateísmo trágico debe suprimir esta metafísica, para que sólo
sobreviva el espíritu del hombre. Así reivindicamos a Dionisos, porque él simboliza la
afirmación de esta tierra como único mundo.
El problema de nuestro autor es pasar de lo negativo a lo positivo. Por un lado es
destructor de ídolos y por otro lado debe levantar nuevos ídolos. Hay que destruir
aquellos ideales que carecen de vida para identificar el nuevo lugar que ocupará el
hombre. En el aspecto negativo se encuentra el entendimiento humano que critica y en el
aspecto positivo la historicidad, que es la vida (por historicidad se entiende la conciencia
que posee el hombre de su propio transcurrir en el tiempo).
Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de
hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en
sí misma. Y este valor en sí misma hay que entenderlo fundamentalmente en su
dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como
ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche creyó posible medir el valor de la
metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a partir de su oposición o afirmación
respecto de la vida.
Por tanto, el Vitalismo de Nietzsche se presenta como una doctrina contraria al
racionalismo predominante mayoritariamente en toda la filosofía occidental anterior. Los
conceptos más importantes alrededor de los que gira esta filosofía vitalista de Nietzsche
son: la temporalidad, la historia, la vivencia, el fluir, el devenir, los instintos, la
irracionalidad, la corporeidad, la subjetividad, la perspectiva (que luego veremos en
nuestro Ortega y Gasset), el valor de lo individual, el cambio, la enfermedad, la muerte, la
finitud, etc.
Jeremy Bentham ha pasado a la historia del pensamiento, además de por sus revolucionarias
propuestas reformistas, por la filosofía en la que éstas estaban basadas y que él mismo fundó: el
utilitarismo.

Este término, que obviamente proviene de la palabra «útil», busca cumplir


precisamente el significado que le daba Bentham: aquello que resulta del
cálculo entre el placer que genera una acción menos el sufrimiento que dicha
acción produce en las personas involucradas en ella. Bentham quiso, ante todo,
crear una filosofía que fuera clarificadora y práctica, que pudiera delimitar sin
atisbo de duda las leyes, la psicología humana, los valores que la rigen o la
responsabilidad de nuestros actos.

La felicidad es identificada por Bentham con el placer y la ausencia de


dolor, algo defendido ya en Grecia por Epicuro. Bentham establece que, si
nuestras acciones promueven la felicidad de aquellas personas implicadas
directa o indirectamente, podremos concluir que son buenas acciones. El
utilitarismo, al identificar el bien con el resultado de una acción, es una ética
teleológica (del griego τέλεος: fin o finalidad) o consecuencialista.

EL ARGUMENTO CENTRAL DE LA ÉTICA DE BENTHAM. DEL PLACER INDIVIDUAL


AL INTERÉS COLECTIVO
Jeremy Bentham, a partir de su formación materialista y empirista en la filosofía de Hume y Helvetius,
considerará que toda acción individual y/o política puede ser examinada en términos de placer y dolor.
No hay más. Éste sería un análisis empírico de lo que de hecho hacen las personas, que es máximamente
relevante para la segunda parte del proyecto de Bentham, el análisis filosófico de lo que deberían hacer
esas mismas personas desde un punto de vista no sólo individual sino también colectivo y finalmente
político.
Cómo los seres humanos están conformados para buscar el placer y huir del dolor, deberían comportarse
de un modo que maximizara su utilidad, entendida ésta como la producción de la mayor felicidad para
el mayor número, lo que, volviendo de nuevo al principio, es para Bentham maximizar el placer y
minimizar el dolor.
De este esquema general hedonista y materialista, surge un proyecto filosófico perentorio para
Bentham, que es el de diseñar y construir un buen sistema de gobierno y de leyes, que no será otro que
aquél que, partiendo de cómo las personas son en realidad (buscadores de placer) contribuya a poner
los medios para que lleguen a ser cómo deberían ser (maximizadores de su utilidad).
Hasta aquí el resumen muy muy sintético, y seguramente injusto, de cómo Bentham partiendo de la ética
llega a la reforma política y legal de las instituciones. Esa es la parte más conocida y brillante. La parte
estrictamente ética del argumento de Bentham, sin embargo, no ha sido analizada con mucho detalle
hasta ahora.
Nosotros vamos a centrarnos precisamente en esa parte ética.
Para ello vamos a desarrollar con algo más de precisión sus tesis principales (algo ocultas en su conexión
directa con la política y el derecho) y los posibles problemas que implican, para acabar, en la conclusión,
proponiendo una alternativa para una de las principales dificultades que presenta la ética de Bentham y
en realidad cualquier ética utilitarista clásica.

5. LA DEFINICIÓN DE LOS CONCEPTOS BÁSICOS DE LA ÉTICA EN BENTHAM


Como no podemos hacer una presentación completa de la teoría ética formulada por Jeremy Bentham,
nos restringiremos, en aras de una mayor brevedad, a resumir y extractar la brillante presentación
benthamiana de los problemas y conceptos de la Ética contenida en el capítulo I de la IPML, lo que cómo
verán dará para mucho.
En los marginalia, Bentham comienza apuntando: “La humanidad está gobernada por el dolor y el
placer.” (Bentham et al., 1996, p. 11)
Desde ahí, Bentham comienza estableciendo lo que podríamos considerar su Hedonismo antropológico,
más que psicológico:
“La Naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos regidores
soberanos, dolor y placer. Sólo por ellos fijamos lo que debemos hacer, así como determinamos
lo que haremos. Por un lado, la norma de lo correcto y lo incorrecto; por el otro, la cadena de
causas y efectos, están atados a su trono.” (Bentham et al., 1996, p. 11)
Con vistas a la posterior valoración de Bentham como filósofo moral, es importante darse cuenta ya, lo
que es evidentemente criticable, de que tan sólo en un párrafo, y además el primero, Bentham mezcla y
parece confundir el hedonismo que podemos llamar antropológico (filogenético, de la especie y derivado
de estructuras instintivas; bonum faciendum, malum vitandum), el psicológico u ontogenético, del
individuo, y el ético o normativo. Esto no sería un problema insoluble si posteriormente explicara cómo
se transita de uno a otro. Pero, a mi juicio, no lo hace.
La ventaja del principio de utilidad frente a otros principios, es que reconoce su punto de partida en el
sometimiento al dolor y al placer, lo que hace que el resto de teorías3 sean erróneas desde su base:
“El principio de utilidad reconoce esta sujeción y la asume como fundamento de ese sistema cuyo objeto
es alcanzar la construcción de la felicidad por medio de la razón y de la ley.” (Bentham et al., 1996, p. 11)
En nota al pie Bentham señala que el Principio de Utilidad es un mero resumen sintético del Principio de
la mayor felicidad del mayor número.
El mero término “utilidad” reconoce que no hace referencia tan directa como la expresión “mayor
felicidad” a las ideas de placer y dolor, ni señala específicamente al número o cantidad de intereses
afectados, como elemento determinante para la formación del criterio de lo correcto e incorrecto.
Sentado esto, Bentham procede a definir el Principle of Utility:
“…ese principio que aprueba o desaprueba cada acción…de acuerdo con la tendencia que
parezca tener a aumentar o disminuir la felicidad de la parte cuyo interés está en juego; o lo que
es la misma cosa, en otras palabras, a promover u oponerse a esa felicidad. Digo de cada acción,
cualquiera que sea, y por consiguiente no sólo de cada acción de un individuo, sino de cada
medida de gobierno.” (Bentham et al., 1996, pp. 11-12; cursivas mías)
Si interpretamos los actos como acciones particulares o como tipos o clases de acción obtenemos la
clásica diferenciación entre Utilitarismo del acto y Utilitarismo de la regla: “La idea principal ha sido
aplicar el test de la utilidad, no a los efectos de un acto en sí mismo, sino a su tendencia, a la regla bajo
la cual ese acto cae.” (Farrell, 1983, p. 33)
Siendo así, cuando contemplamos una acción desde el punto de vista del utilitarismo del acto, "juzgamos
de la bondad de un acto en atención a que de él se derivan directamente determinadas ventajas o
beneficios." (Farrell, 1983, p. 33) Por el contrario, el utilitarismo de la regla corresponde a un segundo
nivel de consideración de los actos, "en el que juzgamos no ya la bondad que se derive directa o
inmediatamente de un acto, sino sus consecuencias indirectas y su valor contextual." (Farrell, 1983, p.
33)
Sin entrar en muchos detalles de esta polémica interna al Utilitarismo, diremos que el consecuencialismo
contemporáneo ha abandonado de modo preferente como mínimo dos rasgos del utilitarismo clásico
definido por Bentham: el hedonismo y la utilidad del acto. Mi opinión es que este abandono a veces ha
generado más problemas de los que resuelve, sobre todo en el caso del hedonismo. Prosigamos.
Junto a los problemas derivados directamente de la concentración del Principio de Utilidad en los actos,
Bentham se desliza en su definición de este principio fundamental sin mayor dificultad, ni explicación,
de la moral individual, que él llama “privada” (no siendo lo mismo, en un principio) a la moral “pública”,
o mejor colectiva, cuando ni los criterios ni las virtudes que soportan estos dos ámbitos tienen que ser
necesariamente los mismos, como supo ver muy bien Hume con su distinción entre virtudes naturales y
virtudes artificiales.4
Y por “utilidad” entiende Bentham lo siguiente:
“Por utilidad se entiende aquella propiedad en cualquier objeto por la que tiende a producir
beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad (…) o a evitar la ocurrencia de un perjuicio, dolor, mal
o infelicidad a la parte cuyo interés está en consideración; si esa parte es la comunidad en
general, entonces de la felicidad de la comunidad; si de un individuo en particular, entonces de
la felicidad de ese individuo.” (Bentham et al., 1996, p. 12)
Debe observarse otra vez aquí el tránsito “ingenuo” del individuo a la comunidad (mero
agregativismo),5 así como el objetivismo también ingenuo que fija la producción del beneficio en
ausencia del contexto. Contra esto, por ejemplo, Hume se dio cuenta de que la utilidad podía ir vinculada
al tamaño del grupo6 y al propio contexto social.
Benham, ahora sí sensatamente, define lo que entiende por “interés de la comunidad” y por la propia
noción de “comunidad”:
“La comunidad es un cuerpo ficticio, compuesto por las personas individuales que son
consideradas como constituyéndola en tanto que sus miembros. ¿El interés de la comunidad,
por tanto, es qué? —la suma de los intereses de los distintos miembros que la componen.”
(Bentham et al., 1996, p. 12)
Y continúa estableciendo el fundamento profundamente individualista, atomista, del utilitarismo:
“Resulta vano hablar del interés de la comunidad sin comprender cuál es el interés del individuo.
Se dice de una cosa que favorece el interés del individuo, o que va a favor de su interés, cuando
tiende a añadirse a la suma total de sus placeres; o lo que viene a ser lo mismo, disminuye la
suma total de sus dolores.” (Bentham et al., 1996, p. 12)
Aquí Bentham está suponiendo, pero tampoco lo explica con detalle el principio de uniformidad de
placeres y dolores y de comparabilidad de estos (Rationale of Reward, Book 3, Chapter 1: “Prejudice
apart, the game of push-pin is of equal value with the arts and sciences of music and poetry”), base de
los elementos hedonista y bienestarista dentro del Utilitarismo Clásico, que sin embargo, John Stuart
Mill cuestionará y que el consecuencialismo contemporáneo, como he dicho, también ha tendido a
evitar.
Por su parte, y por tanto, una acción que está de acuerdo o se produce de conformidad con el Principio
de Utilidad, o con la Utilidad, es definida del modo siguiente: “[dicha acción se produce, y está justificada
moral y políticamente, se entiende]…cuando la tendencia que tiene a aumentar la felicidad de la
comunidad es mayor que cualquiera que tenga a disminuirla.” (Bentham et al., 1996, pp. 12-13)
Esto una vez más se aplica tanto a acciones individuales como colectivas, o como Bentham las llama, “de
gobierno”. (Bentham et al., 1996, pp. 7-8)
Un partidario de la Utilidad o del Principio de Utilidad es alguien para quien:
“la aprobación o desaprobación que concede a cualquier acción, o a cualquier medida,
está determinada por la tendencia que conciba que tiene al aumento o disminución de la
felicidad de la comunidad, y proporcionada a ésta; o, en otras palabras, a su conformidad o falta
de conformidad con las leyes o dictados de la utilidad.” (Bentham et al., 1996, p. 13; cursivas
mías)
Obsérvese que Bentham usa “determinada”, esto es, no sólo va unida sino “exclusivamente unida a”, lo
que excluye planteamientos centrados en la utilidad pero pluralistas, como una vez más el de Hume.7
En todo caso, aquí debe señalarse como algo positivo que Bentham, a pesar de ser consciente de que
cualquier definición, en la medida en que aclara y expone los significados, explícitos e implícitos, está
expuesta a crítica y disputa, considera que es su obligación (de cualquier filósofo moral) esclarecer casi
nietzscheanamente, la denominada “fraseología moral”. En este sentido, e incluso aunque podamos
estar en contra del significado que da a algunos términos, su trabajo es impagable.
A continuación, lo que es crucial para la Ética, que recordemos es el campo acotado en el que estamos
intentado valorar al menos globalmente la aportación de Bentham, éste procede a definir no lo que es
una acción conforme a la utilidad, lo cual, a pesar de su complejidad, no deja de ser una cuestión de
hecho, sino lo que es una acción “debida”, “moralmente exigible”, o lo que es lo mismo, “un deber
moral”, lo que entraría ya de lleno en el ámbito del “deber ser”. Por su importancia cito este texto de
forma completa:
“10. De una acción que está de acuerdo con el principio de utilidad, puede decirse siempre que
es una acción que debe ser hecha, o al menos que no es una que no deba ser hecha. También
puede decirse que es correcto que fuese hecha; al menos, que no es incorrecto que no fuese
hecha; que es una acción correcta; al menos, que no es una acción incorrecta. Cuando son así
interpretadas las palabras debe, y correcto e incorrecto, y otras de este estilo, tienen un
significado; cuando ocurre otra cosa, no tienen ninguno.” (Bentham et al., 1996, p. 13)
Esta conclusión, junto a una demostración de la tendencia benthamiana a complicar lo que en sí ha sido
definido de modo brillante y simple, es una vez más una demostración de la influencia de la filosofía de
Hume en Bentham, y no sólo en filosofía moral y política sino epistemológicamente, ya que aplica el
esquema humeano de distinción entre impresiones e ideas, y la idea humeana del criterio empirista de
significado (referencia de las ideas a impresiones), a la Ética y sus conceptos básicos de acuerdo con el
esquema que Fred Rosen (Rosen, 2003) ha identificado con la tradición epicúrea dentro del pensamiento
anglosajón: o los conceptos remiten a la utilidad, o lo que es lo mismo, a la felicidad interpretada en
términos de dolor y placer, o no lo hacen. En el primer caso, tienen significado; en el segundo, no tienen
significado alguno, son, por extensión, “nonsenses upon stilts”. Y no hay más.
Así pues, Bentham procede a hacer con el lenguaje moral, y después con el legal, algo parecido a lo que
Hume hizo con el lenguaje de la metafísica. De ahí que ambos hayan sido considerados precedentes del
positivismo lógico y de la filosofía analítica. Los problemas filosóficos son en muy buena parte problemas
de lenguaje. En todo caso, para Hume al menos, los errores en Filosofía se asientan sobre problemas
lingüísticos, pero sólo en parte. Hay problemas filosóficos sustantivos y no sólo empíricos o lógico-
lingüísticos.
A partir, por tanto, de la aplicación de un criterio empirista de significado bastante radical, Bentham
remite el Principio de Utilidad, y el propio Utilitarismo Clásico, a un fundamento que podríamos
llamar naturalista (Hume, una vez más) o intuicionista (Sidgwick, perteneciente a la moral de sentido
común y por eso mismo no susceptible de prueba), por cuanto el esquema utilidad-felicidad-placer, y su
aceptabilidad básica no pueden ser demostrados, a lo que Bentham añade que dicha prueba es
innecesaria e imposible, en lo que demuestra estar de acuerdo con Hume (“hay que parar en algún sitio”)
(Hume, 2010) y en desacuerdo con Mill, quien lo intentó, y fracasó, en su Utilitarismo.(Mill, 1984) Dice
Bentham a este respecto:
“¿Ha sido contestada la rectitud de este principio? Podría parecer que lo ha sido por aquellos
que no han sabido lo que estaban queriendo decir. ¿Es susceptible de alguna prueba directa?
Debiera parecer que no; porque lo que se usa para probar cualquier otra cosa, no puede a su
vez ser probado; una cadena de pruebas debe tener un comienzo en algún sitio. Proporcionar
esa prueba es tan imposible como innecesario.” (Bentham et al., 1996, p. 13; I.11)
Este elemento naturalista procedente una vez más de Hume y de la tradición epicúrea se refleja en un
texto en el que Bentham, lejos de pretender ofrecer una prueba del principio de utilidad, apela sin más
a su evidencia empírica: “Por la constitución natural de la condición humana, los hombres, en la mayoría
de las ocasiones de su vida, en general, abrazan este principio sin pensar en él.” (Bentham et al., 1996,
p. 13; I.12)
En todo caso, y eso le preocupa, lo hacen sin consistencia ni coherencia, por lo que es necesaria su
explicitación y fundamentación, lo cual sería, para Bentham, la tarrea principal de la ética. Esto es, los
seres humanos en general (la neuroética (Greene, 2014) y antes la teoría del desarrollo moral de
Kohlberg (Jose L. Tasset, 1994) parecen haber probado empíricamente esto), funcionan según un modelo
de racionalidad utilitarista, aunque no tanto del acto (Bentham) como de la regla (Hume y Mill), pero la
filosofía moral, al explicitar y dar coherencia a este principio, le daría un estatuto normativo, por lo que
ya no sólo seríamos utilitaristas de facto, sino que también quedaría establecido normativamente
que debemos serlo.
Incluso la experiencia nos muestra que, cuando se combate este principio, se lo hace en el fondo “con
razones extraídas, sin ser consciente de ello, de este principio mismo”. (Bentham et al., 1996, p. 13; I.13)
Es ilustrativo el caso de John Rawls, quien en su crítica del Principio de Utilidad, formula unos principios
de Justicia que parecen asentarse, sobre todo en las excepciones (principio de la diferencia, por ejemplo),
en argumentos bienestaristas colectivos de índole utilitarista. Debemos recordar que, analógicamente,
lo mismo ocurre, según Bentham, con los derechos naturales y por eso es mejor fundar los derechos
humanos directamente en el Principio de Utilidad, por muchas salvedades y limitaciones prudenciales
que puedan establecerse en esta tarea.

6. EL RESTO DE LA TEORÍA ÉTICA DE BENTHAM


Bentham obviamente sigue exponiendo su compleja y muy detallada categorización de los conceptos
fundamentales de la Moral en el resto de la primera parte de la IPML, así como en la Deontología y en el
artículo sobre el Utilitarismo.8
Todos esos desarrollos merecerían un análisis detallado que aquí no pretendo acometer. Así que me voy
a centrar en dos asuntos muy concretos.
Como explica Bentham, el paso de lo descriptivo a lo normativo, del es al debe, la clave de la ética, se
resume en la cuestión de cómo pasamos de los móviles psicológicos individuales a los patrones
normativos de acción colectiva. Esto es cómo mínimo cuestionable, ya que la cuestión de la
fundamentación de la moral parece implicar algunos matices más allá del simple tránsito de lo individual
a lo colectivo, aunque para el individualismo radical de Bentham el problema se resuma en ese paso.
Más allá de este primer problema, y después de resumir brevemente las principales críticas
contemporáneas formuladas contra el modelo de racionalidad moral expuesto por Bentham
(bienestarista, individualista, maximizador, agregativista y consecuencialista), añadiré por mi parte, para
acabar, una crítica “post-humeana” que creo relevante y que incide en el hecho, precisamente, de que
Bentham unifica y a veces confunde las formas de la racionalidad y de la moralidad individual y colectiva,
al no atender a una evidente variable contextual que existe dentro de la moralidad.
Con esto, que creo que no es poco, habremos expuesto y valorado los elementos generales de la Ética
utilitarista de Jeremy Bentham, una teoría que transita siempre, no sin problemas, entre el es y el debe.

7. UNA CONCLUSIÓN CRÍTICA SOBRE LA ÉTICA DE JEREMY BENTHAM


Si como Henry Sidgwick (Sidgwick, 1907) señaló los métodos o procedimientos de justificación de la Ética
pueden ser organizados en tres grandes grupos: egoísmo o hedonismo egoísta, utilitarismo o hedonismo
universalista e intuicionismo o moral del sentido común, y sentado que la moral del sentido común es
contradictoria e inoperante en casos conflictivos o difíciles, ocurre que las razones egoístas serán sólidas
en el ámbito individual y las utilitaristas en el colectivo, pero será imposible lograr, como pretende
Bentham, una teoría omnicomprensiva que aúne ambos grupos de razones o formule un único modelo
de racionalidad moral y política, de donde se deduce que existe una insuperable dualidad de la razón
práctica, que estaría escindida entre lo individual y lo colectivo, entre la racionalidad egoísta y la
universalista, en suma, entre la moralidad y la racionalidad.
Se han formulado otras muchas objeciones relevantes intra y extrasistemáticas (desde dentro del
utilitarismo y desde fuera de él), contra el utilitarismo en general y específicamente contra la ética de
Bentham: las que inciden en el carácter auto-contradictorio del utilitarismo del acto benthamiano, que
siempre acaba disolviéndose en reglas, normas o patrones de acción; aquellas que inciden en el excesivo
individualismo de su utilitarismo; en su agregatividad simple; en su paradójica falta de atención a las
variables individuales; en su enfoque también simple de la maximización; en fin, incluso en su imposible
psicología de partida, demasiado reductiva.
Ninguna de estas objeciones me parece insuperable y, es más, todas han sido contestadas de un modo
u otro.
Otra cosa es lo que sucede con la objeción, o mejor con el problema, que Henry Sidgwick identificó
brillantemente, según el cual la racionalidad utilitarista aspira a una teoría unitaria y omnicomprensiva
que explique cómo se transita de lo individual a lo colectivo, o también de lo que es a lo que debe ser.
Bentham realmente no explica este tránsito, sino que en cierto sentido lo da por sentado y se entrega a
la tarea de la reforma social, política, jurídica, económica, sin haber resuelto adecuadamente en qué
forma de racionalidad moral se puede asentar la irrenunciable tarea normativa de la ética y de las otras
disciplinas normativas.9
En realidad, y aunque estuvo cerca de ver la solución cuando en su Deontología analiza lo que denomina
“La lista de virtudes de Hume”, no llegó a contemplar la posibilidad de que de que en la propia filosofía
moral y política de David Hume pudiese estar el germen de una hipótesis que permitiera superar la
escisión o dualidad de la razón de la que habla Henry Sidgwick y que caracterizaría al utilitarismo
especialmente en la versión benthamiana.
De un modo necesariamente muy breve, y para acabar, presentaré la estructura general de una
hipótesis, que denomino posthumeana, de explicación de la evolución de la racionalidad moral (cfr. un
desarrollo más amplio en José L. Tasset, 2018). Si ésta tiene algún viso de verosimilitud, ello significaría
que el propósito benthamiano de alcanzar un único principio moral (el de utilidad) y una única
racionalidad moral (la utilitarista del acto) estaría muerto y errado desde un principio. Vayamos con ello.

EXISTENCIALISMO DE JEAN PAUL SARTRE

El más genuino representante del existencialismo francés pensaba que no necesitaba a Dios para
amar a sus semejantes. En su obra filosófica se percibe la influencia de la fenomenología de
Husserl, la dialéctica de Hegel y el psicoanálisis de Freud. Sartre afirmaba que el hombre está
habitado desde el principio por la nada, de manera que la condición humana está compuesta, a la
vez, de ser y, sobre todo, de no-ser. “El hombre no es otra cosa que lo que él hace de sí mismo”. En
ese sentido, el ser humano está condenado a la libertad, piensa el filósofo francés.

La base del existencialismo. “El ser humano es el único que no sólo es tal como se concibe, sino tal
como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este
impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el principio del
existencialismo”, postula Sartre. El filósofo afirma que el hombre es el ser por el cual la nada llega
al mundo. Su pensamiento se configura en el reino de la conciencia soberana, de la libertad
irrenunciable, del sujeto que se sabe creador del sentido o del sinsentido de la existencia.

El ser humano, en esencia. Su gran obra filosófica, El ser y la nada, está dedicada a la construcción
de una teoría de ese sujeto individual. El pensador parisino cree que la nada está en el seno mismo
del ser, como un gusano, precisamente para que la conciencia libre pueda despegarse de sí. En esa
obra aparecen una serie de categorías, como la falta de algo, sin la cual el deseo resulta
inimaginable. También la angustia, que no es miedo a un objeto externo, sino conciencia de la
imprevisible conducta propia. Esas y otras categorías fueron utilizadas en el ejercicio de lo que el
propio Sartre denominó su “psicoanálisis existencial”, que no tiene nada que ver con el freudiano,
dado que el del filósofo es el de la vida del ser humano.

Pensador y militante. La existencia de un individuo es conciencia desgraciada, ya que no puede


soportar su estado de desgracia. Y no puede soportarlo porque jamás será dejado en paz por las
posibilidades que a un tiempo sabe suyas y no suyas. Son suyas porque rompiendo consigo mismo
las elige, y no son suyas porque nunca las podrá agotar en su total plenitud. Una vez expuesto su
existencialismo militante, el filósofo escribió la Crítica de la razón dialéctica, en la que afirmó que el
marxismo es la filosofía no superada de nuestro tiempo. En este período de su vida, Sartre se volcó
en un activismo político e intelectual que cristalizó en su libro Manos sucias, en el que analizó el
problema de ser un intelectual y participar en política. En las décadas de los años cuarenta y
cincuenta del siglo pasado, su pensamiento existencialista caló profundamente en la generación
beat estadounidense y europea. En el terreno literario, su novela La náusea fue un gran éxito
editorial.

El intelectual comprometido

Nacido en París en 1905, se puede decir que su hogar fue bastante acomodado. Estudió en la
elitista École Normale Supérieure, donde conoció a Simone de Beauvoire, que desde entonces fue
su compañera inseparable, aunque no mantuvo con ella una relación monógama. Años después,
estudió en Berlín y entró en contacto con la obra de Heidegger. Sartre publicó El ser y la nada en
1943. En 1950 rompió con Albert Camus, tras una dura polémica. Tomó partido por la Unión
Soviética afirmando que no hacerlo era darle alas al capitalismo. Pero condenó la invasión soviética
de Checoslovaquia y apoyó a los estudiantes franceses en mayo de 1968.

Cuatro años antes le concedieron el Premio Nobel de Literatura, que rechazó por su deseo de no
ser recuperado por la burguesía, aunque hizo constar su “alta estima” por la Academia Sueca.
Colaboró con Bertrand Russell en un tribunal internacional que juzgó los crímenes de guerra
estadounidenses en Vietnam. A su muerte en 1980, dejó una ingente obra filosófica y literaria.

Erich Fromm y su teoría sobre el psicoanálisis humanista


11 minutos

En proceso de revisión

Erich Fromm fue un psicoanalista que decidió desviarse del psicoanálisis, para hacer una teoría
más cultural y humanista. Veamos en qué consiste.

Erich Fromm y su teoría sobre el psicoanálisis humanista

Para Erich Fromm, la principal tarea del ser humano en la vida es darse a luz a sí mismo para poder
convertirse en lo que realmente es, en alguien más noble, más fuerte y más libre. Estas y otras
reflexiones demuestran esa perspectiva humanista, a la vez que revolucionaria, de una figura de
gran relevancia dentro de la psicología. Además, hablamos también del que algunos consideran el
filósofo del amor.

Cuando nos referimos a la teoría psicoanalista hay quien comete el error de verla como un todo,
como una misma entidad rígida y específica donde habitan conceptos, dinámicas y enfoques muy
claros enunciados por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Se nos olvida quizás que dentro
de esta corriente hay escuelas y formas de pensamiento que han enriquecido las bases del
psicoanálisis desviándose de la palabra y de las ideas de Freud.
“Solo la persona que tiene fe en sí misma es capaz de tener fe en los demás”.

-Erich Fromm-

Erich Fromm fue uno de estos “desviados”. Fue en los años 40 cuando este psicólogo social, de
origen judío-alemán, decidió romper con la doctrina psicoanalítica con la que trabajaban en el
“Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt” y renovar por completo la teoría y
la práctica, acercándolo a un enfoque mucho más cultural, humano.

Por ejemplo, reformuló la idea del desarrollo de la libido por otra más factible. Una nueva
concepción en la que enunciaba y articulaba los procesos de asimilación y socialización del
individuo.

Asimismo, podríamos decir sin equivocarnos que Fromm fue por encima de todo un pensador
fascinante, un filosofo y uno de los mejores representantes del humanismo del siglo XX.

En sus 3 libros más importantes: El miedo a la libertad, El arte de amar y El corazón del hombre nos
legó un universo de pensamientos, reflexiones y teorías donde la psicología va de la mano de la
antropología y la historia, y donde a su vez el legado de Sigmund Freud y Karen Horney seguían
también muy presentes.

Libro antiguo

Erich Fromm y la crisis sistémica de la sociedad occidental

Para entender la teoría del psicoanálisis humanista de Erich Fromm es necesario conocer al autor,
entender sus raíces, su contexto y ese mundo a la deriva que conformó su realidad más inmediata.
De esta manera, estaremos en disposición de comprender aquello que le sirvió de guía e
inspiración para sus teorías.

Cuando uno lee su autobiografía, Más allá de las cadenas de la ilusión, y se detiene ante todo en su
infancia y adolescencia percibe al instante que no fueron precisamente etapas felices para Erich.
El padre de Fromm era un hombre de negocios bastante agresivo, su madre padecía una depresión
crónica y además fue educado en un ambiente marcadamente estricto, bajo los esquemas judío
ortodoxos. Cuenta que durante esta época vivió dos momentos que lo marcaron.

“El nacionalismo es nuestra forma de incesto, es nuestra idolatría, es nuestra locura. El patriotismo
es su secta”

-Erich Fromm-

El primero fue el suicidio de una joven de 25 años de la que él estaba enamorado siendo un niño.
Ella era pintora y estaba muy unida a su única familia: su padre. Este falleció de forma repentina, y
unos pocos días después la joven artista decidió quitarse la vida. Su suicidio hizo que Fromm se
preguntara...¿por qué? ¿qué hace que las personas lleguen hasta tales extremos?

El segundo hecho que lo marcó fue el estallido de la Primera Guerra Mundial. A su vida llegó
entonces la sombra de los nacionalismos, la radicalización de las masas, los mensajes cargados de
odio y la eterna diferenciación entre “nosotros” y “ellos”, entre mi identidad y la tuya, tu religión y
la mía, mi visión del mundo y la “no aceptable” visión del tuyo.

El mundo se fragmentaba, y esas grietas no solo abrían distancias insalvables entre distintas
potencias, sino que además, se iniciaba un periodo de crisis sistémica en toda la sociedad. Todas
las teorías psicológicas, filosóficas y sociales enunciadas hasta el momento debían ser
reformuladas en busca de respuestas y explicaciones ante semejante caos…

También lee: La sociedad deshumanizada, según Erich Fromm

Una visión para la comprensión y la esperanza en el ser humano

Leer la obra de Erich Fromm es casi imprescindible para entender todo ese periodo de crisis de
valores, de principios y de políticas sociales que se abrió en esa primera mitad de nuestro siglo XX
donde las dos guerras mundiales, socavaron por así decirlo, nuestra fe en la humanidad.

Sin embargo, leer a Fromm es reconciliarte precisamente con la humanidad. Porque nos habla de
esperanza y, por encima de todo, nos aporta grandes recursos de las ciencias humanas y desde el
propio psicoanálisis para iniciar una transformación positiva y creadora.
Veamos ahora los principios básicos de su teoría.

Del hombre biológico-mecanicista al hombre biológico-social

Erich Fromm aceptaba gran parte de los conceptos desarrollados por Sigmund Freud: el
inconsciente, la represión, los mecanismos de defensa, la transferencia, el concepto de los los
sueños como expresión de lo inconsciente y cómo no, la relevancia de la infancia como raíz de
muchos trastornos psicológicos.

Ahora bien, algo con lo que no podía sintonizar Fromm era con esa visión del ser humano como
una entidad biológico-mecanicista, como un ser que responde de forma exclusiva la voluntad del
“Ello”, a esa entidad que busca satisfacer los impulsos básicos de agresividad, supervivencia y
reproducción.

Erich Fromm nos habló del hombre biológico-social para ensalzar esa “psicología del yo”, donde las
personas no nos limitamos únicamente a reaccionar o a defendernos de nuestros impulsos o
instintos. Es necesario ampliar cercos y tomar conciencia de lo social, y de cómo en ocasiones las
figuras más significativas para un niño pueden generarle procesos adversos y traumáticos.

Las relaciones interpersonales se sitúan ahora con Fromm como ejes vertebradores que sustituyen
por completo a la clásica teoría de la evolución de la libido, como concepto motivacional y
mecanicista, en la figura del ser humano.

El ser humano es libre

Las teorías de Fromm no solo están influenciadas por Freud y Karen Horney. Hablar de Erich
Fromm es también hablar de Marx. Debemos recordar una vez más ese contexto social de la
época, esa crisis de valores, esos vacíos de contenido a la hora de dar respuestas al por qué del
comportamiento humano, al por qué de las guerras, los nacionalismos, los odios, la diferencia de
clases…

Asumir la perspectiva biológico-mecanicista heredada de Freud, como ya sabemos, carecía de


sentido y utilidad, de ahí que los principios defendidos por Marx se ajustaran mucho mejor a las
premisas que Fromm buscaba. Para Marx, las personas estaban no solo determinadas por la
sociedad, lo estaban ante todo por sus sistemas económicos.

Así, en muchos de los textos de Fromm podemos aún ahora reconocernos a nosotros mismos en
sus líneas y en esos mensajes que no dejan indiferente a nadie.

“Nuestra economía de consumo y de mercado se basa en la idea de que se puede comprar la


felicidad. Pero cuidado, porque si no tienes dinero para pagar algo, entonces habrás perdido toda
oportunidad de ser feliz. Por ello, es necesario recordar que solo lo que llega desde nuestros
propios esfuerzos, desde el interior, no solo es lo “más barato” sino lo que más feliz puede
hacernos”.

Mujer con una mariposa en el hombro pensando que todo cambia

Ahora bien, algo realmente interesante dentro de la teoría de Fromm es que a pesar de que el ser
humano está influenciado por su cultura y por los sistemas económicos, hay un fin por el que
siempre debemos luchar y que podemos conseguir: la libertad.

Fromm, de hecho, animaba a las personas a ir más allá de los férreos determinismos de Freud y
Marx para desarrollar algo que es inmanente a la propia naturaleza humana: nuestra libertad.

Las personas, opina Fromm, estamos determinadas por algunos principios biológicos, al igual que
el resto de animales. Nacemos con un cuerpo, maduramos, envejecemos y luchamos por nuestra
supervivencia. Sin embargo, más allá de este límite, todo es posible.

Si pudimos, por ejemplo, avanzar desde esas sociedades tradicionales de la Edad Media hasta la
sociedad actual, no podemos rendirnos en este proceso en busca de más libertades, de más
derechos y de mayor bienestar.

La libertad es algo complejo de conseguir, pero para alcanzarla hay cultivar la responsabilidad
individual y el el respeto social. De lo contrario, en caso de no luchar o de escapar de la propia
libertad, corremos el riesgo de que en nuestras sociedades surja alguno de de estos escenarios que
sin duda, no nos son desconocidos:

El autoritarismo.

La destructividad (donde se incluye desde la agresión, la violencia o el suicidio).

La conformidad autómata, ahí donde la persona se vuelve un “camaleón social”, es decir, asume el
color de su ambiente sin protestar.

Estas tres ideas las desarrolló en un libro imprescindible al que vale la pena volver cada poco
tiempo: “El miedo a la libertad”.

Los fundamentos del psicoanálisis humanista


Algo que sin duda llama la atención de la trayectoria de Erich Fromm es que a diferencia de los
psicoanalistas más clásicos que todos conocemos, él no se inició en el ámbito médico o
psiquiátrico. Él de hecho no era médico, su base de trabajo era la sociología, de ahí que en
ocasiones no fuera muy aceptado ni bien visto.

Su relación con Karen Horney fue bastante compleja y fueron muchos los psicólogos que lo vieron
siempre como un teórico de campo más que como un psicólogo ortodoxo.

“El amor es la única respuesta cuerda y satisfactoria al problema de la existencia humana”.

-Erich Fromm-

Sin embargo, es ahí donde se halla la auténtica grandeza de Fromm, la de su visión más amplia e
integral del ser humano. Ahí donde no todo responde a una patología orgánica, a las fuerzas de la
biología, sino que son la cultura, la familia y en esencia la propia sociedad las que muchas veces
también nos ponen alambradas y vetos a la propia expresión del ser.

Descubre: Las 4 causas psicológicas de las guerras según Erich Fromm

Veamos a continuación los fundamentos básicos de su teoría sobre el psicoanálisis humanista.

Claves para comprender el enfoque psicológico de Erich Fromm

A continuación os dejamos algunas de las principales claves para entender la psicología de Fromm:

La impronta humanista de Fromm aporta un nuevo enfoque al concepto de la enfermedad,


entendido como enajenación de sí mismo, como un camino de no realización propia.

Por tanto, la finalidad del profesional no es otra que facilitar el encuentro de la persona consigo
misma. Enunciándolo en un lenguaje más actual: “favorecer el desarrollo personal para alcanzar la
felicidad”.

Algo así solo se consigue potenciando la responsabilidad y el amor propio.

A la hora de tratar un paciente, no es conveniente centrarse en exclusiva en lo patológico, en los


síntomas de la enfermedad o en sus condicionantes negativos. Es necesario ver las cualidades y
aspectos positivos de la persona para facilitar así la técnica terapéutica.
El único objetivo del psicoanálisis no debe ser sumar su granito de arena para que la persona
cambie. Además, hay que facilitarle estrategias para que se integre de nuevo en la sociedad, pero
sintiéndose más fuerte, más hábil y preparada para ser consciente de que también hay aspectos
“enfermos” en la interpretación de la realidad que la sociedad (o gran parte de ella) da por válida.

El psicoanálisis debe ser receptivo a los avances de la ciencia, a los cambios de la sociedad, debe
entender la cultura que nos envuelve, las condiciones económicas y políticas que nos rodean para
poder ayudar mucho mejor a la persona. Quedarse con una visión reduccionista sería un error.

El profesional debe hacer uso de un vocabulario comprensible, transparente y claro. Además, debe
procurar no proyectar una imagen de poder o superioridad.

Psicólogo con paciente

Aportes de Erich Fromm al psicoanálisis

José Luis Lobo, del Centro de Estudios y Aplicación del Psicoanálisis , resalta la incidencia que tiene
la teoría de Erich Fromm y su Psicoanálisis Humanista en el campo de la psicopatología y el
psicoanálisis.

Entre ellas, la terapia basada en el respeto por parte del profesional hacia el paciente/cliente o
tener en cuenta los aspectos positivos y cualidades del ser humano, y no solamente los
condicionantes negativos y la enfermedad.

Igualmente, ha pasado a la historia como uno de los psicólogos referentes y más reconocidos del
mundo también por su redefinición del psicoanálisis. Así, abandonó el estilo “arcaico” que le venía
precediendo y ofreció un “vocabulario comprensible, transparente y común” que acercó su
corriente de pensamiento al resto del mundo.

Para concluir, el legado que nos dejó Fromm supone un paso de gigante no solo en el campo de la
psicología, sino también en el de la filosofía. Así, aunque para muchos sus teorías pecaran en
ocasiones de utópicas, lo cierto es que dio forma a un tipo psicoanálisis más real, donde
desarrollar lo mejor de cada persona.

Teoría de Herbert Marcuse

En síntesis, la teoría social crítica de Marcuse propone considerar


a toda acción, sistema de acciones, o producto cultural de los
hombres, como una coyuntura pasajera, siempre en transición
hacia otra forma cualitativamente diferente a lo que es en la
actualidad.

Teoría crítica de Marcuse: ¿Qué es?


La teoría crítica de Herbert Marcuse es una corriente de pensamiento que se
enfoca en la liberación del individuo y la crítica a la sociedad tecnológica y
capitalista en la que vivimos. Marcuse fue uno de los principales representantes
de la Escuela de Frankfurt, un grupo de pensadores críticos que surgieron en la
década de 1930 en la Universidad de Frankfurt y que buscaron entender y
transformar la sociedad moderna.

Los fundamentos de la teoría crítica de


Marcuse
La teoría crítica de Marcuse se basa en algunos conceptos claves. Uno de ellos es
la idea de que la sociedad tecnológica y capitalista ha creado una cultura de la
satisfacción y la pasividad, en la que los individuos son alienados y despojados
de su capacidad de pensar críticamente y actuar de manera autónoma. Marcuse
argumenta que esta sociedad ha creado una falsa conciencia en los individuos,
haciéndolos creer que tienen libertad y elección cuando en realidad están
limitados por estructuras sociales y económicas que los oprimen.

Otro concepto importante es el de la represión. Marcuse sostiene que la sociedad


tecnológica y capitalista reprime nuestros deseos y necesidades más profundos, y
que esta represión es necesaria para mantener el sistema. Según Marcuse, el
objetivo de la teoría crítica es liberar al individuo de esta represión,
permitiéndole alcanzar una vida más plena y auténtica.

Las soluciones propuestas por Marcuse


Para Marcuse, la principal solución es la liberación de la conciencia. Es decir, la
teoría crítica busca que los individuos se den cuenta de su situación de alienación
y represión, y que luchen por su liberación. Para lograr esto, Marcuse propone la
creación de una cultura crítica, en la que los individuos puedan desarrollar una
conciencia crítica y una perspectiva más profunda sobre su situación.
Otra solución propuesta por Marcuse es la «gran negativa». Esta idea se refiere a
la necesidad de negar y resistir el sistema, en lugar de simplemente aceptarlo y
adaptarse a él. Marcuse argumenta que la sociedad tecnológica y capitalista es
demasiado poderosa y opresiva para ser reformada desde adentro, por lo que es
necesario negarla y resistirla desde fuera.

Conclusiones

Herbert Marcuse: Su Propuesta Filosófica

Herbert Marcuse fue un filósofo y teórico crítico de origen alemán que realizó
importantes contribuciones al campo de la teoría crítica y la filosofía política. Sus
ideas se enfocaron en la crítica de la sociedad industrial avanzada y la necesidad
de una revolución radical para crear una sociedad más libre y justa.

Teoría crítica de Marcuse


La teoría crítica de Marcuse se centra en la crítica de la sociedad industrial
avanzada, que él considera como una forma de dominación y control que impide
la realización de la libertad individual y la creatividad. Marcuse argumenta que la
sociedad industrial avanzada crea una falsa necesidad y un falso sentido de
libertad que en última instancia limita la capacidad de los individuos para
alcanzar la verdadera libertad.

Propuesta filosófica
La propuesta filosófica de Marcuse se centra en la necesidad de una revolución
radical para crear una sociedad más libre y justa. Para lograr esto, Marcuse
propone la creación de una nueva cultura que fomente la creatividad y la libertad
individual. Esta cultura estaría basada en la eliminación de los valores y las
normas de la sociedad industrial avanzada y la creación de una sociedad más
humanista y democrática.

Principales ideas de la propuesta filosófica de Marcuse:


 La sociedad industrial avanzada es una forma de dominación y
control que impide la realización de la libertad individual y la
creatividad.
 La creación de una nueva cultura basada en la eliminación de los
valores y las normas de la sociedad industrial avanzada es esencial
para la creación de una sociedad más libre y justa.
 La creatividad y la libertad individual son valores esenciales que
deben ser fomentados en una sociedad verdaderamente libre y
democrática.
 La revolución radical es necesaria para crear una sociedad más
libre y justa.
La propuesta filosófica de Herbert Marcuse se enfoca en la crítica de la
Teoría crítica: ¿Qué dice?
La Teoría Crítica es un enfoque filosófico que tiene sus raíces en la Escuela de
Frankfurt. Esta teoría se centra en la crítica a la sociedad moderna y en cómo la
cultura de masas y la industria cultural han afectado a las personas y a las
relaciones sociales.

Herbert Marcuse, uno de los integrantes de la Escuela de Frankfurt, es conocido


por su trabajo en la Teoría Crítica. Marcuse argumenta que la sociedad moderna
ha creado una falsa necesidad en las personas, una necesidad de consumo y
producción constante, que solo sirve para mantener el status quo y mantener a las
personas subyugadas a un sistema injusto.

Para Marcuse, la industria cultural es un medio de control social y de opresión.


Las personas son bombardeadas constantemente con mensajes publicitarios que
les dicen que necesitan comprar más cosas para ser felices. Estos mensajes son
parte de un sistema diseñado para mantener a las personas en un estado de
insatisfacción constante, lo que las hace más fáciles de controlar.

Marcuse cree que la única forma de escapar de este sistema es a través de una
revolución social. Esta revolución debe ser liderada por aquellos que han sido
marginados y oprimidos por el sistema, como los trabajadores y los grupos
minoritarios. Solo a través de la lucha contra el sistema pueden las personas
liberarse de su opresión.

Principales ideas de la Teoría Crítica de


Marcuse
 La sociedad moderna ha creado una falsa necesidad en las
personas, una necesidad de consumo y producción constante.
 La industria cultural es un medio de control social y de opresión.
 La única forma de escapar de este sistema es a través de una
revolución social liderada por aquellos marginados y oprimidos
por el sistema.
Marcuse argumenta que la sociedad ha creado una falsa necesidad en las
personas, una necesidad de consumo constante que solo sirve para mantener a las
personas subyugadas a un sistema injusto. La industria cultural es un medio de
control social y de opresión. La única forma de escapar de este sistema es a
través de una revolución social liderada por aquellos marginados y oprimidos por
el sistema.

Los aportes de Herbert Marcuse: un análisis imprescindible


Herbert Marcuse, filósofo y sociólogo alemán, es uno de los principales
exponentes de la Teoría Crítica, corriente de pensamiento que busca entender la
sociedad y la cultura desde una perspectiva crítica y emancipadora.

La crítica a la sociedad capitalista


Uno de los principales aportes de Marcuse es su crítica a la sociedad capitalista,
la cual considera como un sistema alienante que produce una sociedad
unidimensional y consumista, que limita la libertad y la creatividad de las
personas.

La importancia de la utopía
Para Marcuse, la utopía juega un papel fundamental en la lucha por la liberación
de la sociedad. Es necesario soñar con un mundo distinto al actual, donde la
libertad, la igualdad y la justicia sean valores fundamentales. Esta visión utópica
permite criticar la realidad y buscar alternativas.

El papel de la tecnología
Marcuse considera que la tecnología puede ser una herramienta liberadora,
siempre y cuando sea utilizada en pos de la emancipación humana y no en
función de los intereses del sistema. En este sentido, plantea la posibilidad de
una tecnología radical, que permita la liberación de las necesidades básicas y la
creatividad humana.

La lucha y la resistencia
Otro de los aportes de Marcuse es su defensa de la lucha y la resistencia como
herramientas para lograr la emancipación social. Para él, es necesario luchar
contra la dominación y la opresión, ya sea desde la política, la cultura o la
economía. La resistencia, por otro lado, permite mantener la esperanza y la
utopía en momentos de adversidad.

Conclusiones
Los aportes de Herbert Marcuse son fundamentales para entender la Teoría
Crítica y la lucha por la emancipación humana en la sociedad capitalista. Su
crítica a esta sociedad, su defensa de la utopía, la importancia de la tecnología y
la necesidad de la lucha y la resistencia

La teoría crítica de Marcuse busca la liberación del ser humano de la opresión y


la alienación a través de la promoción de la conciencia crítica y la búsqueda de la
utopía. Aunque puede ser considerada una teoría radical, su influencia y
relevancia continúan en la actualidad en la lucha por la justicia social y la
igualdad.

POSTMODERNIDAD DE LIPOVETSKY

Lipovetsky quiere demostrar a lo largo de sus trabajos que un nuevo individualismo,


llamado individualismo narcisista, es la clave para el entendimiento de la posmodernidad. “Esto
es, un nuevo estadio histórico en el que han entrado ya las sociedades democrático-capitalistas
avanzadas y que se caracteriza por el ´vaciamiento´ o pérdida de sustancia de los ideales
proyectados durante la época moderna”[2].

Esta nueva era, según el autor, se debe al surgimiento de un nuevo paradigma


antropológico y de una nueva moral en ruptura con los imperantes durante la Modernidad, en
que el capitalismo productivista le da su lugar al capitalismo consumista. Es un tránsito del
individualismo caracterizado por la competencia, búsqueda de la moral y revolucionaria, a un
individualismo hedonista, narcisista e intimista, por lo cual el autor llega a decir que “vivimos una
segunda revolución individualista”[3]. Aunque a esta sociedad lo que la rige no es tanto el placer,
sino la compulsión por la autorrealización que se desarrolla por estrategias cada vez más
flexibles y abiertas, pero no por eso menos efectivas.

Dice Lipovetsky que en esta cultura posmoderna se ve cierta apatía ideológica


provocada por la sobresaturación informativa, y por esto una dispersión de la conciencia. La
define como una sociedad “en que reina la indiferencia de masa, donde domina el sentimiento
de reiteración y estancamiento, en que la autonomía privada no se discute, donde lo nuevo se
acoge como lo antiguo, donde se banaliza la innovación, en la que el futuro no se asimila ya a
un progreso ineluctable,[…] la gente quiere vivir en seguida, aquí y ahora, conservarse joven y
no ya forjar el hombre nuevo, […] no tiene ni ídolo ni tabú”[4].

Lipovetsky dice que el proceso de personalización es una estrategia global en el que se


da una mutación en el hacer y querer de las sociedades, y éste se divide en dos caras: la primera
es llamada limpia u operativa, que “designa al conjunto de los dispositivos desestandarizados,
las formas de solicitación programada elaborada por los aparatos de poder y gestión que
provoca que los detractores de derecha y sobre todo los de izquierda, denuncien”[5]. La
segunda la denomina salvaje o paralela, y se caracteriza por la búsqueda de autonomía y
particularización de grupos de individuos que buscan su propia identidad separándose de la
identidad universal que motiva las acciones sociales. Estas dos poseen sus especificidades,
pero no por ello dejan de esforzarse en salir de una sociedad disciplinaria. Las costumbres ahora
se ven inclinadas una lógica de personalización, en la que predomina la diferencia, la fantasía,
el relajamiento, se estimula a ser más uno mismo y a liberarse de roles de lo estándar y rígido.
Las personas sólo viven para sí mismas olvidando el sentido histórico al igual que los valores.

Lo que provoca todo este proceso es una nuevo tipo de humano: el individuo narcisista,
que designa una nueva organización descentralizada, fragmentada y centrada en sí misma,
“hoy Narciso ya no se encuentra prendido y fijado ante el reflejo de su propia imagen; ahora ya
no hay propiamente imagen. Con el vaciamiento del universo social e ideológico y su sustitución
por un torrente acelerado y cambiante de imágenes e informaciones, Narciso no encuentra con
claridad un espejo donde mirarse y anda como ´flotante´ a la búsqueda de un sí-mismo o punto
de referencia en el cual poder reconocerse”[6]. Pero este narcisismo no lo ve como causa, más
bien lo ve como consecuencia del vaciamiento de la esfera pública.

Sin embargo da una esperanza, ya que menciona que no es cierto que estemos
sometidos a dicha carencia de sentido, a una deslegitimación total, ya que en esta era
posmoderna perdura un valor cardinal, intangible, indiscutido manifestado en “el individuo y su
cada vez más proclamado derecho de realizarse, de ser libre en la medida en que las técnicas
de control social despliegan dispositivos cada vez más sofisticados y humanos”[7].

Adela Cortina y su propuesta: la ‘ética de


los mínimos’

Martes 23 de septiembre 2014


Emilio Cerezo, catedrático, se refirió a la ‘ética de los mínimos’, en una
interesante entrevista realizada por Ivonne Guzmán, publicada por El
Comercio, el domingo 21. Cerezo mencionó a Adela Cortina Orts, una
filósofa española, que reflexiona sobre este tema tan actual como
complejo –la ética- que debe ser materia no solo de estudio sino de
práctica en la cotidianidad. ¿Es que hemos ‘domesticado’ a la ética?
Algunos aporte de Cortina.

Se dice que la ética no está en crisis sino la práctica de la ética. Pero ese no es el
problema de fondo: lo que preocupa es que el mundo gira –para ateos, cristianos o
agnósticos- hacia un relativismo moral o anarquismo ético, donde los referentes ya
no existen o no se practican.

Ética civil

Este supuesto ‘decaimiento’ de los valores que antes se consideraban inmutables es


el resultado de cambios planetarios, que son imperceptibles e impactan
progresivamente en los hábitos y comportamientos en todos los escenarios de la
vida humana.

En ese sentido, la importancia de la ética rebasó las fronteras del currículo o del
marco de la escuela, la familia y de los conventos. O como una cuestión exclusiva de
los profesores de filosofía o de los sacerdotes. La ética tiene ahora una fachada
y un contenido diferente, y a veces divergente de los cánones o normas
instaladas otrora por los dogmas. Está naciendo una ética civil como una
sólida propuesta desde los sujetos y no desde la autoridad religiosa, que luce
envejecida y, en ocasiones, de espaldas a los tiempos.

¿Qué es la ética’

‘La ética es una rama de la filosofía, que estudia las cosas por sus causas (universal
y necesario) y el comportamiento humano’. También es conocida como una
disciplina que se relaciona con la moral y las costumbres de una sociedad. Se
habla de ‘ethos’, es decir, de un contenido cultural que marca la
identidad y la diversidad de los pueblos y naciones: su ser y modo de
ser.

Para Aristóteles, la ética tiene un objetivo central: la búsqueda de la felicidad.


Epicuro, en cambio, sostenía: ‘comamos y bebamos que mañana moriremos’. De
todos modos, para los griegos lo más importante era la vida intelectual, antes que la
entrega a los placeres y la riqueza, ‘lo que no excluye el goce moderado de los
placeres sensibles y de los bienes en general, siempre y cuando no impida la
contemplación de la verdad’. De ahí nace en Aristóteles el concepto de
virtud, que consiste en la justa medida, para lo cual es necesaria la
prudencia. Por eso, la virtud más elevada es la justicia.

¿Existe un gen de la ética?

Adela Cortina, investigadora española, responde: ‘Existe una dimensión ética en el


ser humano, a la que ninguno puede renunciar. Esto es innegable. Pero algunos
neuro científicos aseguran que se puede fundamentar una ética universal desde el
cerebro. Eso es lo que está por ver’.

El pensamiento de Adela Cortina se inscribe dentro del denominado


‘procedimentalismo y la ética discursiva, que presenta como marco
teórico a Kant, Hegel, Habermas y Apel. Ella sostiene -junto con Apel y
Habermas- la racionalidad del ámbito práctico, el carácter necesariamente
universalista de la ética, la diferenciación entre lo justo y lo bueno, la presentación
de un procedimiento legitimador de las normas y la fundamentación de la
universalización de las normas correctas mediante el diálogo’.

¿Ética mínima?

Un punto de partida –según Cortina- serían los derechos humanos (el


ámbito ético de tales derechos), como marco de la promulgación de los
códigos jurídicos vigentes.

Un criterio válido para promulgar dichas normas sería contemplar la variedad de


creencias que se encuentran en las distintas culturas a las que los hombres
pertenecen. ‘Así –dice la escritora- los derechos humanos son un tipo de
exigencias cuya satisfacción debe ser obligada legalmente y por tanto
protegida por los organismos correspondientes, y el respeto por estos
derechos es la condición de posibilidad para poder hablar de hombres
con sentido’.

Dice Cortina ‘que en una sociedad democrática y pluralista tiene sentido no


inculcar en los jóvenes la imagen el hombre ideal, imagen solo admitida por
algunos grupos que la componen, pero que tampoco la sociedad debe renunciar a
transmitirle actitudes sin las que es imposible la convivencia democrática’.

‘De allí la importancia de explicitar los mínimos morales que una


sociedad democrática debe transmitir: que son principios, valores,
actitudes y hábitos a los que no se puede renunciar, pues hacerlo sería
renunciar a la vez a la propia humanidad. Tal vez no responde o no puede
responder a todas las aspiraciones que compondría una moral de máximos, pero es
el precio que hay que pagar por pretender ser transmitida a todos’.

Dos preguntas de la ética

Dice Adela Cortina: ‘El interés por el bien de los hombres concretos, el objetivo de
la ética, ha ido expresándose de modos diversos en el curso de la historia, pero son
dos las grandes preguntas que preocupan a la ética: 1) ¿Qué se puede hacer
para ser felices? Pregunta por el bien positivo. 2) ¿Qué se debe hacer para
que cada hombre se encuentre en situación de lograr su
felicidad? Pregunta por el sustento indispensable del bien positivo’.

Les recomiendo los siguientes libros de Adela Cortina Orts: ‘Ética de la razón
cordial’, ‘Ética mínima: Introducción a la filosofía práctica’, ‘Ética sin
moral’, ‘La moral del camaleón: ética política’ y ‘Ética aplicada y
democracia radical’, entre otras.

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