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Durante la Revolución Industrial, se desarrollaron varios modelos económicos que

influyeron en la forma en que se organizaba la producción y se distribuían los recursos.


Aquí hay algunos de los modelos económicos más destacados:

1. Capitalismo Industrial: El capitalismo industrial surgió como el sistema económico


dominante durante la Revolución Industrial. Se caracterizaba por la propiedad privada
de los medios de producción y la búsqueda del beneficio como principal motor
económico. Las fábricas y las empresas se organizaron en torno a la maximización de la
eficiencia y la producción en masa.
2. Liberalismo Económico: El liberalismo económico, promovido por pensadores como
Adam Smith, abogaba por la no intervención del gobierno en los asuntos económicos y
defendía la libertad de mercado y el libre comercio. Según esta ideología, la
competencia entre empresas y la búsqueda del interés propio llevarían a un
crecimiento económico y a una distribución más eficiente de los recursos.
3. Economía de Mercado: La Revolución Industrial vio el surgimiento de una economía
de mercado cada vez más globalizada, donde los bienes y servicios se intercambiaban
en un sistema de precios determinado por la oferta y la demanda. Esto facilitó el
comercio internacional y la especialización de la producción.
4. Mano de obra asalariada: La Revolución Industrial también marcó el surgimiento de la
mano de obra asalariada, donde los trabajadores vendían su fuerza laboral a los
empleadores a cambio de un salario, en lugar de ser propietarios de sus propios
medios de producción como en la economía agraria preindustrial.
5. Imperialismo y Colonialismo Económico: El crecimiento económico impulsado por la
Revolución Industrial también contribuyó al surgimiento del imperialismo y el
colonialismo, donde las potencias europeas buscaban recursos naturales y mercados en
otras partes del mundo para sostener su crecimiento económico.

Estos modelos económicos influyeron en la forma en que se desarrolló la Revolución


Industrial y sentaron las bases para el sistema económico global que conocemos en la
actualidad. Sin embargo, también generaron desafíos sociales y económicos, como la
desigualdad de ingresos y las condiciones laborales precarias, que llevaron a la
aparición de movimientos obreros y a la regulación gubernamental de la economía.
El Taylorismo es un enfoque de gestión científica desarrollado por Frederick Winslow
Taylor a fines del siglo XIX y principios del XX durante la época de la Revolución
Industrial. Este enfoque se centraba en la aplicación de métodos científicos para
aumentar la eficiencia en el trabajo y la productividad en las fábricas. Algunos de los
principios fundamentales del Taylorismo incluyen:

1. División del trabajo: Taylor abogaba por una división clara y detallada del trabajo,
descomponiendo las tareas en pequeñas unidades que podían ser realizadas por
trabajadores especializados.
2. Estudio de tiempos y movimientos: Taylor y sus seguidores llevaron a cabo estudios
exhaustivos para analizar y estandarizar los tiempos y movimientos necesarios para
completar cada tarea. Esto permitía determinar el método más eficiente para realizar el
trabajo.
3. Incentivos salariales: Taylor propuso un sistema de incentivos salariales que
recompensaba a los trabajadores por su rendimiento y productividad. Esto contrastaba
con el sistema de pago por jornada que era común en ese momento.
4. Supervisión y control: El Taylorismo implicaba una supervisión cercana y un control
estricto sobre el trabajo de los empleados para garantizar que se siguieran los métodos y
procedimientos establecidos.
5. Formación y selección de trabajadores: Se enfatizaba la selección cuidadosa y la
formación de los trabajadores para asegurar que tuvieran las habilidades necesarias para
realizar su trabajo de manera eficiente.

El Taylorismo tuvo un impacto significativo en la industria, ya que ayudó a aumentar la


eficiencia y la productividad en las fábricas. Sin embargo, también fue objeto de críticas
por parte de los trabajadores y algunos académicos debido a sus efectos en las
condiciones laborales y la alienación de los trabajadores. En muchos casos, el
Taylorismo llevó a una intensificación del trabajo y a una deshumanización de los
procesos laborales. A pesar de esto, su influencia en la gestión empresarial y la
organización del trabajo perdura hasta hoy.
Las revoluciones burguesas de los siglos xvii-xix
Las revoluciones burguesas de los siglos xvii a xix, son llamadas así porque fue la burguesía
(clase social económicamente próspera integrada por comerciantes, artesanos y profesionistas
liberales) la que definió el espíritu de dichos procesos revolucionarios, y son importantes en la
historia económica porque con su triunfo se crearon las nuevas instituciones de la sociedad
que resultaron propicias para el desarrollo del modo de producción capitalista en sustitución
del orden social y modo de producción feudal.

En el caso concreto de Europa, los procesos revolucionarios de carácter burgués se inician en


Inglaterra en 1642, y tuvieron un gran auge entre 18I5 y 1848 con los cuales se consolidó el
poder económico y político de la burguesía en buena parte del continente durante el siglo xix1
El espíritu de las revoluciones burguesas se extendió a las colonias inglesas en Norteamérica,
Francia y América Latina, lugares donde se consolidó un nuevo orden social que resultó
propicio para el ulterior desarrollo del capitalismo.

La revolución inglesa del siglo xvii (1642-1689) significó el triunfo de la propiedad burguesa
sobre la propiedad feudal, de la competencia sobre la estructura artesanal, del derecho
burgués sobre los privilegios medievales, y fue una herencia ideológica para otros
movimientos revolucionarios de tipo burgués contrarios al moribundo Medievo y el
absolutismo.2 Hay que precisar que la burguesía inglesa era una clase social muy heterogénea,
cuya masa fundamental la integraban comerciantes de medio pelo, la capa superior de los
maestros artesanos, y empresarios de tipo no gremial organizadores de manufacturas e
iniciadores de empresas coloniales. También integraba la burguesía mercaderes adinerados
que se habían enriquecido por la protección del comercio interno (mercantilismo) y que
estaban estrechamente ligados con la Corona en calidad de rentistas y financistas. Finalmente,
una parte de la aristocracia feudal también estaba ligada con la burguesía en calidad de
acreedores y participantes de las privilegiadas compañías mercantiles.3

La burguesía y la nueva nobleza (nobles de categoría inferior y personas que habían comprado
algún título de nobleza) compartían un interés en común: querían convertir todas sus
crecientes posesiones de tierra en propiedad libre de tipo burgués, libre de todas las trabas
feudales. A esta pretensión se oponía el régimen absolutista que imponía el sistema de control
feudal sobre la propiedad de la tierra, y los derechos feudales (renta feudal) que recibía la
Corona sobre sus tierras (que era de lo que vivía la vieja nobleza).4 Este es el origen económico
del conflicto entre, por un lado, la burguesía y la nueva nobleza, y por el otro, los
terratenientes feudales y los maestros artesanos, que desembocó en el enfrentamiento entre
el Parlamento y la Corona que llevaría a la guerra civil.

La mayor parte de la población del país eran pequeños artesanos en la ciudad, campesinos en
la aldea y algunos trabajadores asalariados de la ciudad y del campo, pero sus intereses no
estaban representados ni en el parlamento ni en la administración local, por lo que este
descontento fue aprovechado por la nueva nobleza y la burguesía para derrocar el viejo
orden.5

En las colonias inglesas en Norteamérica, la causa principal de la revolución de independencia


de 1776 consistió en la confluencia de dos tipos de desarrollo que se excluían mutuamente: la
creciente autonomía económica y política de la sociedad colonial y la política colonial
imperialista que se implantó a partir de 1763.6

La lucha por la autodeterminación respecto a la Corona inglesa fue la decisión de una amplia y
próspera clase media nativa para defender el libre desarrollo ulterior de su prosperidad, y para
no someterse por más tiempo a los intereses económicos de la metrópoli.7 Fue el primer acto
de defensa de las posibilidades de desarrollo de una nueva economía nacional, en la que si
bien las diferencias en la distribución y la jerarquía social existían, no eran tan crasas como en
Europa y había una amplia clase media que, tanto en las ciudades como en el campo,
participaba de un bienestar en aumento.8

En Francia, la revolución de 1789 hizo posible la implantación de un estado moderno que


respondía a los intereses y a las exigencias de la burguesía, y proclamó sin ninguna restricción
la libertad de empresa y de beneficios, despejando así el camino hacia el capitalismo. La
burguesía revolucionaria logró destruir el viejo orden aliándose con las masas rurales y
urbanas a las que hubo que dar satisfacción a través de la democracia, de modo que el
instrumento de cambio fue la dictadura jacobina de la pequeña y mediana burguesía apoyada
en las masas populares.9

Las revoluciones de independencia de las colonias españolas en América Latina entre 1790 y
1824 tuvieron su inspiración directa en la Revolución Francesa, y al igual que en los tres casos
revidados, lograron concretar la eliminación de las formas precapitalistas de producción,
explotación y dependencia.10 Como resultado de los movimientos libertarios en la América
hispánica se formaron estados nacionales como una expresión de la tendencia ineludible hacia
a la formación de estados potencialmente burgueses, no obstante que como “revolución
anticolonial” clases y estratos sociales divergentes, e incluso antagónicos, fueron aglutinados
en el mismo grupo de “oposición colonial”.11

Procesos de industrialización siglos xviii-xix

Una vez consolidado el orden burgués producto de los procesos revolucionarios, quedó la
mesa puesta para el despegue y consolidación del capitalismo, teniendo como su episodio
emblemático la Revolución Industrial en Inglaterra iniciada alrededor de 1780. Después,
durante la segunda mitad del siglo xix la industrialización se extendió a un ritmo impresionante
en Estados Unidos, Alemania y Japón consolidándose así el modo de producción capitalista en
el mundo económicamente desarrollado.

Revolución industrial en inglaterra

La revolución industrial inglesa no sólo transformó económica, social y demográficamente a las


Islas Británicas, sino a muchos países en toda la faz de la tierra, y lo hizo de forma más
profunda que cualquier otro cambio en la historia de las sociedades conocedoras de la
escritura. Por primera vez en la historia de la humanidad, el ingreso real per capita pudo
aumentar sustancial y progresivamente en todas las clases de la sociedad, la producción pudo
sobrepasar a la población, y la pobreza dejó de ser una característica necesaria de la condición
humana para el grueso de la población, y existía la capacidad productiva para cubrir todas las
necesidades humanas básicas con un importante margen para el ahorro, gracias a que el
sistema económico pudo liberarse de los límites impuestos por las materias primas orgánicas
al basarse ahora en la energía de origen mineral.12

El proceso de industrialización inglés, a diferencia de los procesos posteriores, necesitó de


pocos refinamientos intelectuales, “en ciencias naturales seguramente los franceses eran muy
superiores y al lado de la Escuela Politécnica la educación inglesa era una broma de dudoso
gusto.”13 Mucho más importante fueron las condiciones legales en un país donde el beneficio
privado y el desarrollo económico habían sido aceptados como los objetivos supremos de la
política gubernamental; y que en el campo existía un puñado de terratenientes de mentalidad
comercial que casi monopolizaba la tierra que era cultivada por arrendatarios quienes a su vez
empleaban a gentes sin tierras o propietarios de pequeñísimas parcelas.14

La industria textil británica tuvo su origen como un subproducto del comercio ultramarino, en
el cual las colonias proporcionaban la materia prima y la metrópoli los esclavos y los productos
manufacturados de algodón. Entre 1750 y 1769, la exportación de algodones británicos
aumentó más de diez veces, y las ganancias eran tan enormes que compensaban los riesgos
inherentes a las aventuras de innovaciones técnicas; la expansión de la industria algodonera
fue tan grande y su peso en el comercio exterior británico tan decisivo, que dominó los
movimientos de la economía total del país: las manufacturas de algodón representaron 40 a
50% del valor total de las exportaciones inglesas entre 1816 y 1848; para I833, la industria del
algodón empleaba a un millón y medio de personas.15

La segunda fase de la revolución industrial inglesa estuvo sustentada en la producción de


carbón, hierro y acero que hicieron posible la construcción de ferrocarriles. Las minas
requerían máquinas de vapor en grandes cantidades y de gran potencia para su explotación y
de medios eficientes de transporte para trasladar las grandes cantidades de carbón hasta el
punto de embarque: el tranvía o ferrocarril fue la respuesta, el ferrocarril es hijo de la mina de
carbón; la construcción de ferrocarriles tuvo importantes efectos multiplicadores al demandar
grandes cantidades de hierro, acero, carbón, maquinaria pesada, trabajo e inversión de capital,
tan solo durante las dos primeras décadas del ferrocarril la producción de carbón y de hierro
se triplicó.16 Las cuantiosas inversiones que demandó la construcción de ferrocarriles fueron
posibles gracias a que en las dos primeras generaciones de la revolución industrial las clases
ricas acumularon grandes rentas que invirtieron en préstamos en el extranjero y en los
ferrocarriles.I7

A) El caso de Estados Unidos

En 1776 los establecimientos coloniales en Norteamérica seguían desperdigados por la


periferia del continente como prolongaciones marítimas de la expansión europea, pero 140
años después, al comienzo de la primera guerra mundial, Estados Unidos se había convertido
en la mayor potencia industrial del mundo; esta notable expansión fue resultado no sólo de la
simple adición de producción industrial, población y territorio, sino también de
transformaciones fundamentales de todas las relaciones económicas y sociales y la creación de
una sociedad nueva.18 En 1850, las industrias más importantes eran las del calzado, el algodón
y las maderas, y si se clasifican por el valor del producto, la industria principal era la molienda,
pero después de 1850, la revolución industrial, por completo floreciente en Estados Unidos,
convirtió a esa nación en el país industrial más poderoso del mundo.19

Hubo varios elementos que contribuyeron al sorprendente proceso de industrialización de


Estados Unidos. El primero que podemos mencionar es el notable aumento de la población
que pasó de 23.2 a 105.7 millones de habitantes entre 1850 y 1920, producto de la alta
fecundidad de la población en un país nuevo y la gran ola inmigratoria. Esta población se
constituyó en el mayor mercado libre del mundo, mercado que se hizo accesible a escala
nacional para los industriales gracias a medios de trasporte como el ferrocarril, y en un ejército
de trabajadores para las fábricas y las oficinas.20

Un segundo elemento es la generosa dotación de recursos naturales cuya explotación dio


origen a ramos industriales muy productivos: carbón, petróleo, gas natural, potencia
hidráulica, y sobre todo, hierro y acero.21 Este país tenía los mayores depósitos del mundo de
distintas variedades de carbón bituminoso que se empleaba en establecimientos industriales,
ferrocarriles y para la obtención de gas para alumbrado y calefacción, y convertido en coque
resultó esencial en el nuevo método de fundición de hierro.22

Un tercer elemento es el surgimiento de la dirección científica (taylorismo) en las empresas,


pero esto sólo fue un ejemplo aislado de una causa mucho más profunda del desarrollo
industrial norteamericano: el creciente conocimiento de la ciencia pura y su aplicación a los
asuntos materiales. Desde 1862 la Ley Morril dio un gran impulso a la instrucción ingenieril
mediante la donación de terrenos públicos a cada Estado para que costease una o varias
escuelas cuyos objetivos principales eran enseñar las ramas del saber relacionadas con la
agricultura y las artes mecánicas para fomentar la educación práctica y liberal de las clases
industriales en las diferentes carreras y profesiones de la vida. Las escuelas y universidades
técnicas pronto ampliaron su plan de estudios incluyendo ramas de ingeniería no civil y cursos
más completos sobre la enseñanza de la ciencia teórica.23

Un cuarto elemento fue la política en materia de aranceles protectores. La era de la protección


moderna empezó con la Guerra Civil, cuando se elevaron grandemente los aranceles como
medio para conseguir recursos con los cuales atender a las necesidades del conflicto; pero el
sistema protector se estabilizó cuando los republicanos aprobaron la Ley Dingley de 1897. Sin
embargo, “es dudoso… que las tarifas influyeran mucho sobre el curso general del desarrollo
industrial norteamericano”.24

Finalmente, no debemos omitir el “espíritu nacional” formado y forjado en el valor de la


libertad y del progreso material: “las inquietudes y el continuo cambio de esta vida de
exploraciones, originó una libertad con respecto a lo convencional, un enérgico interés por lo
nuevo, una devoción a los fines materiales y una creencia en el valor y seguridad del progreso.
Todas estas cualidades se adaptaban admirablemente al estímulo del desarrollo industrial, una
vez encaminadas en tal dirección”.25

Entre las actividades económicas que fueron líderes en el proceso de industrialización se


encuentran la producción de petróleo, de hierro y acero, de energía eléctrica, de automóviles,
y los servicios de telecomunicaciones. A continuación se presenta una breve descripción de las
principales características del sorprendente desarrollo industrial de Estados Unidos.

En 1859 la Seneca Oil Company perforó el primer pozo de petróleo comercial, cerca de
Titusville, Pennsylvania, empezando una nueva era en el mundo moderno; los granjeros se
hicieron ricos como productores o como sorprendidos propietarios de tal tesoro, se abrieron
pozos sin descanso y el petróleo corría desperdiciándose por falta de transporte; los productos
derivados del petróleo como la gasolina y el diesel comenzaron a ser fuertemente
demandados por ferrocarriles, buques mercantes, plantas industriales y calefacción
doméstica.26 John D. Rockefeller fue el magnate del negocio petrolero y modelo de muchos
hombres de negocios de Estados Unidos. En 1870 varias sociedades en las que él y otros
estaban interesados, fueron incorporadas en la Standard Oil Company (soc) de Ohio, y durante
los 30 años siguientes la soc perfeccionó su técnica de competencia destructora, siendo una de
sus armas el control monopólico del transporte, primero de los ferrocarriles y luego de
oleoductos. Las figuras jurídicas del trust y de la empresa tenedora permitió el control
centralizado de varias compañías y la formación de gigantes industriales, con lo que la soc de
New Jersey aumentó su capital de 10 a 110 millones de dólares en 1899, gozando de una
época de oro que terminó en 1911 cuando un decreto de los tribunales dispuso la disolución
del grupo.27

El desarrollo de la industria del hierro y del acero se basó en la construcción de altos hornos.
En 1850 un alto horno producía 45 toneladas al día, y para 1931 un horno de la Jones and
Laughlin Steel Corporation tenía una capacidad diaria de 1100 toneladas. En 1894 los Estados
Unidos sobrepasaban a Gran Bretaña en la producción de hierro en barras, en 1906 igualaba la
producción combinada de Gran Bretaña y Alemania, y para 1925 ya arrojaban casi la mitad de
la producción mundial.28 La industria del ferrocarril demandó grandes cantidades de hierro
para la producción de rieles, y de acero laminado para la construcción de locomotoras, y más
tarde el acero se utilizó prácticamente en la producción de todas las industrias: buques,
barcos, conservas, clavos, alambres, puentes, rascacielos.29 En esta rama industrial destaca el
nombre de Andrew Carnegie. Las compañías de Carnegie mostraron pocas diferencias con la
soc en cuanto al monopolio del transporte de sus productos, pero después de 1880 intentaron
poseer el control de sus propias materias primas para así integrar la industria, primero fue el
coque y luego los minerales de hierro. En 1901, la fusión de las empresas Carnegie con las de
otros potentados del acero dieron por resultado la United States Steel Corporation como
empresa tenedora en New Jersey, con un capital de 1 400 millones de dólares.30

La generación de energía eléctrica contribuyó al desarrollo de industrias como la del telégrafo


y el teléfono. La primera estación telefónica se inauguró en 1878, en 1892 la American
Telephon and Telegraph Company (at&t) inauguró una línea de larga distancia entre Chicago y
Nueva York, y en 1917 ya había 11.7 millones de teléfonos en uso.31 Hasta 1880 la industria
eléctrica sólo estaba relacionada con la comunicación, pero con el surgimiento del alumbrado
público incandescente y del transporte eléctrico la industria eléctrica inició una nueva
época.32 También en la industria de las telecomunicaciones existió un alto grado de
concentración, pues aunque en 1916 existían 26 empresas en los negocios telegráficos,
prácticamente 98% del servicio comercial estaba en manos de compañías afiliadas ya fuera a la
Western Union o a la Postal Telegraph. Durante cierto tiempo el teléfono y el telégrafo
estuvieron en íntima unión, pues la Postal Telegraph era el accionista más fuerte de la at&t y
ésta última controló durante unos años, después de 1909, la Western Union.33 En 1878
Thomas A. Edison organizó la Edison Electric Ligth Company y varios financieros, incluyendo a
J. P Morgan, se asociaron con él, en 1892 se estableció la General Electric Company y pocos
años después ésta y la Westinghouse entraron en un acuerdo por medio del cual las dos
dominaron durante décadas la producción de generadores, transformadores, motores y
aparatos de control.34
En la industria automotriz, el proyecto de fusión entre la Ford, la Buick, la Maxwell y la Reo
fracasó, y en su lugar surgió la General Motors Corporation (gmc) bajo la dirección de William
C. Durant quien logró rescatar a la Buick que pasó a ser el núcleo de la gmc, pero en 1910
Durant tuvo que ser rescatado de la quiebra por un grupo de banqueros tras una fallida
expansión; de ese mal momento Durant salió gracias a la fabricación del Chevrolet y
asegurándose la alianza del fabricante de productos químicos Du Pont, pero en 1921, tras una
pésima racha, la gmc y la Du Pont fueron puestas en manos de administradores a las órdenes
de la casa Morgan. Pese a su importancia, la Ford todavía fabricaba casi cuatro veces más
automóviles que la gmc en 1917.35

El caso de Alemania

En el curso de una sola generación, Alemania pasó de ser una colección de estados
económicamente desiguales y atrasados —en la que aún después de 1815 existían más de
treinta administraciones políticas separadas, con sus propios sistemas legales, monetarios, de
pesos y medidas, con sus propias fronteras aduaneras, y con un dominio abrumador de una
economía campesina y de pequeños artesanos—, a un imperio unificado de rápido avance
gracias a una industria en acelerada expansión y fundada sobre una adelantada base
tecnológica.36

El inicio de este exitoso proceso de industrialización puede identificarse con la puesta en vigor
del Zollverein (unión aduanera) en 1834, que unificó la mayor parte de Alemania en una única
zona de libre comercio. Esta medida demostró ser un factor capital en la promoción del
desarrollo económico alemán al ampliar los límites legales del mercado y al hacer posible la
libre circulación de mercancías, además de que impulsó el nacionalismo económico que
inspiraba a los crecientes grupos comerciales.37

A partir de 1838 el gobierno jugó un papel fundamental en la construcción de toda una red de
líneas ferroviarias básicas y con ello empezó el despertar económico de Alemania. El
financiamiento para la construcción de los ferrocarriles provenía del extranjero y contaban con
la protección estatal, pero la influencia extranjera en la industria alemana se derrumbó tan
pronto como empezó a avanzar la industrialización y las fuentes nativas pudieron proporcionar
el capital, dirección y técnicas empresariales adecuadas.38 El estímulo proporcionado por la
construcción del ferrocarril, así como la ampliación del mercado que los medios de transporte
hicieron posible, alentaron la inversión en las minas de carbón y en las industrias metalúrgicas
que iban a constituir la base de la industrialización alemana.39

Los gobiernos alemanes comprendieron enseguida que la inferioridad económica podía ser
contrarrestada mediante un esfuerzo en el campo de la educación. En un corto periodo la
educación secundaria y la educación técnica fueron llevadas a un nivel sin parangón en Europa,
y surgió un caudal de hombres científica y técnicamente cualificados que iban a hacer posible
que Alemania venciera con gran celeridad su inferioridad inicial en la industria, y que Alemania
tomará la iniciativa en algunas de las industrias basadas directamente en la investigación
científica que iban teniendo cada vez mayor importancia, como la farmacéutica.40 El énfasis
puesto en la educación, el conocimiento científico y la organización dio sus frutos en el
desarrollo de nuevas ramas de la producción, entre las que sobresalieron la industria química y
la electricidad, y que contribuyeron a dar a su estructura industrial un aspecto altamente
moderno; el laboratorio se convirtió en parte integrante del gran complejo industrial, la
invención pasó a ser una actividad organizada y la patentización de nuevos métodos se hizo
parte de la actividad empresarial.41
Un elemento central de la industrialización alemana, a diferencia de los casos de Estados
Unidos e Inglaterra, fue el estímulo poderoso que provino de su peculiar sistema bancario, en
el cual el ‘banco’ es una combinación de banco comercial, banco de inversión y banco de
fideicomiso. Los bancos invertían sólo una pequeña parte de los fondos en valores del
gobierno, el grueso era invertido en papel comercial que podía ser redescontado en el
Reichsbank (banco central) por lo que contaban con una gran reserva líquida; éstos fondos se
empleaban principalmente para préstamos directos, la mayoría a largo plazo, a empresas
industriales y comerciales, con garantías o sin ellas, y para promociones industriales.42 Sólo los
bancos podían asumir el riesgo y aportar las grandes sumas de capital líquido necesarias para
construir ferrocarriles, abrir minas de carbón, y montar plantas de industrias pesadas.43

Finalmente, el Estado alemán fue un pionero en la promoción de la seguridad social obligatoria


para la población obrera. En 1883 empezó a regir la primera ley de seguro social que creó un
seguro obligatorio de enfermedad para los trabajadores, al año siguiente vino el seguro de
accidentes de trabajo, seguido en 1889 por el seguro de vejez y de enfermedad; así, los
trabajadores alemanes, entre los de todos los países, fueron los primeros en estar protegidos
contra los peores peligros sociales a que estaban expuestos, mientras seguía el espectacular
progreso económico de la nación.44

El caso de Japón

Antes de 1853 Japón no tenía comercio exterior y su principal producción eran textiles,
cerámica, lacas, cobre, papel, cera, té, tinta, abanicos, paraguas, velas, carbón, sake, frijol,
bambú, algas marinas y medicinas tradicionales; la mayoría de los edificios eran de madera y
los vehículos de ruedas eran poco comunes, había impuestos locales de peaje y cada feudo
tenía su propia moneda (en 1867 había 1694 tipos de billetes de banco).45

El proceso de industrialización de Japón inició en 1868 con la restauración de la dinastía Meiji.


Entre las reformas económicas más notables que se impulsaron se encuentran: la libertad que
se otorgó a las personas para escoger su propio negocio u ocupación; la propiedad privada de
la tierra que permitió cultivar cualquier cosa o vender la tierra libremente; el cobro de
impuestos en dinero que remplazó el pago en especie, con una tasa impositiva homologada en
todo el país, y la abolición de los impuestos de peaje de mercancías y personas; el levamiento
de las prohibiciones para exportar arroz, trigo, cobre y seda; y el establecimiento de un
sistema monetario y bancario nacional junto con la adopción del patrón oro.46 Con las
reformas institucionales a fondo de la administración Meiji se puso a Japón en el camino del
desarrollo económico moderno con una “versión último modelo, para aquel entonces, de las
instituciones capitalistas de Occidente”.47

Los líderes de esta revolución fueron los samuráis de más baja categoría que habían sido
administradores, particularmente aquellos que habían sido más hostiles al antiguo régimen.
Los samuráis estaban financiados por los comerciantes ricos y aunque algunas antiguas casas
mercantiles no se podían adaptar bien a la economía capitalista, otros lo hicieron muy bien
como los Mitsui y Sumitomo. Los gobiernos imperial, prefectural y municipal estaban llenos de
samuráis, así como la policía y las fuerzas armadas.48

En el plano social las reformas del periodo Meiji “establecieron la igualdad legal de las
diferentes clases sociales y las antiguas distinciones en vestido y derechos de guerreros,
campesinos, artesanos y comerciantes fueron abolidas… [al tiempo que] la occidentalización
del vestido y de los hábitos sociales fue promovida. La selecta clase de los guerreros fue
reemplazada por fuerzas armadas modernas; el calendario fue cambiado y se introdujo la
vacunación masiva”.49 El nuevo lema del imperio fue: “una nación rica, un ejército
poderoso”.50

En este proceso de industrialización el gobierno jugó un papel mucho más importante que en
la mayoría de los países europeos y Estados Unidos, pues financió de manera directa la
extensión de los servicios ferrocarrileros, telegráficos, telefónicos y la siderúrgica de Yawata,
aportando con ello 40% de la formación de capital de toda la economía.51 Además, como los
capitalistas comerciantes no tenían experiencia en la administración de modernos
establecimientos industriales, el gobierno estableció empresas estatales en varios campos:
ferrocarriles, bancos, compañías aseguradoras, armerías, astilleros navales, teléfonos,
telégrafos, servicios de agua, trasporte urbano, gas y electricidad; empresas que luego fueron
vendidas a muy bajos precios a unas cuantas familias que se convirtieron en dinastías
financieras (Asano, Mitsubishi, Kawasaki, Mitsui, Furukawa), y una vez en manos privadas
continuaron recibiendo cuantiosos subsidios en forma discriminatoria.52

En el campo de la educación Japón tomó decisiones importantes: la educación primaria de


cuatro años se hizo obligatoria en 1886 con un currículum occidental y en 1907 se hizo
extensiva a seis años; el alfabeto fue simplificado para impulsar la alfabetización; la educación
masiva ayudó a difundir las nuevas técnicas principalmente en la agricultura en donde se
insistió en la educación vocacional y se establecieron universidades y escuelas técnicas
agrícolas; también se establecieron escuelas técnicas de medicina, ciencia militar, navegación,
comercio y pesca; e incluso la Universidad imperial de Tokyo se estableció para entrenar a los
empleados públicos.53

El gobierno envió personas a estudiar a diversos países europeos y trajo a técnicos y


profesionales extranjeros que ayudaron a modernizar el ejército, la armada, el sistema legal, el
servicio de salud pública, la policía, la administración pública, la agricultura y la industria. Se
usaron educadores extranjeros a todos los niveles como asesores del Ministerio de Educación
y ayudaron a crear nuevas instituciones de investigación. Entre 1868 y 1872 el costo total de
los técnicos extranjeros y de los estudios en el exterior ascendió a casi 6% del presupuesto
central del gobierno entre 1868 y 1872.54

En el ámbito del desarrollo de la ciencia y de la tecnología, Japón fue expuesto súbitamente a


la tecnología occidental en una etapa en que la superioridad de ésta era avasalladora, pero
estuvo “más dispuesto a absorber las ideas y las técnicas extranjeras de lo que muchos países
en desarrollo lo están ahora”.55 En 1893 se crearon en cada prefectura instituciones de
investigación y estaciones experimentales agrícolas. Después de abandonar las técnicas
británicas y estadounidenses, se llevaron científicos alemanes para adaptar los nuevos
hallazgos en materia de productos químicos y fertilizantes a las condiciones japonesas y se
usaron ingenieros agrónomos holandeses para la recuperación de tierras inútiles y para su
drenaje. Entre las innovaciones técnicas destaca la incubación artificial que hizo posible la
producción de gusanos de seda y el cultivo de variedades de arroz, y el uso de la trilladora
rotatoria de pedales inventada en 1910 que permitió usar el trigo y la cebada como una
segunda cosecha.56

Finalmente, no podemos soslayar que Japón “.tenía una homogeneidad de raza, lenguaje,
derecho y, firmemente arraigado el hábito de la obediencia en la gran masa de la población, en
tal forma que disponía de un sentido y una meta nacional que frecuentemente no existía en
otras partes”,57 todo lo cual contribuyó notablemente al éxito de su proceso de
industrialización.
Conclusión

Los procesos revolucionarios de los siglos xvn a xix en Europa y Norteamérica tuvieron un
carácter eminentemente burgués, y con su triunfo lograron establecer las nuevas instituciones
que resultaron propicias para el desarrollo del modo de producción capitalista, quedando así el
terreno listo para el despegue del capitalismo con la Revolución Industrial en Inglaterra y con
los procesos de industrialización de Estados Unidos, Alemania y Japón durante la segunda
mitad del siglo xix. Con el estudio de estos temas ha quedado agotado el programa del primer
curso de la asignatura Historia Económica General que se imparte en la Facultad de Economía
de la unam conforme al Plan de Estudios vigente (1994).

Imperialismo

Imperialismo es cuando un país extiende su influencia y control sobre otros países o territorios,
a menudo a través de la conquista militar, la colonización o la dominación económica. Es un
fenómeno histórico que ha tenido un impacto significativo en la política mundial y en las
relaciones internacionales. ¿Quieres saber más sobre algún aspecto específico del
imperialismo?

Imperialismo en la revolución industrial

Durante la Revolución Industrial, las potencias europeas como Gran Bretaña, Francia y
Alemania buscaron expandir su influencia y control sobre territorios en otras partes del mundo
para asegurar recursos naturales, mercados para sus productos manufacturados y rutas
comerciales estratégicas. Este período vio un aumento significativo en la colonización y la
dominación imperialista en regiones de África, Asia y América Latina. Las potencias
imperialistas establecieron colonias, protectorados y esferas de influencia, explotando los
recursos locales y estableciendo sistemas económicos y políticos que beneficiaban a sus
propios intereses. Esta expansión imperialista también tuvo impactos socioeconómicos y
culturales profundos en las sociedades colonizadas, incluida la desposesión de tierras, la
imposición de sistemas laborales coercitivos y la supresión de culturas locales.

El liberalismo económico es una ideología que defiende la libre competencia y la mínima


intervención del gobierno en los asuntos económicos. Se basa en principios como la propiedad
privada, la libre empresa, el mercado libre y la libertad de comercio. Los liberales económicos
creen en la capacidad del mercado para autorregularse y asignar recursos de manera eficiente
a través de la oferta y la demanda. Se oponen a la intervención excesiva del Estado en la
economía, como regulaciones comerciales, subsidios y controles de precios, argumentando
que estas medidas distorsionan el funcionamiento natural del mercado. El liberalismo
económico ha influido en la formulación de políticas económicas en muchos países y ha sido
una fuerza impulsora detrás de la globalización y el libre comercio en la era moderna.
El capitalismo desempeñó un papel fundamental en la Revolución Industrial, un período de
transformación económica, social y tecnológica que tuvo lugar principalmente en Gran Bretaña entre
finales del siglo XVIII y principios del XIX, aunque se extendió posteriormente a otras partes del mundo.
Aquí hay algunos aspectos clave del papel del capitalismo en la Revolución Industrial:

Acumulación de capital: El capitalismo proporcionó el entorno económico propicio para la acumulación


de capital necesario para financiar la expansión industrial. La burguesía empresarial, compuesta por
empresarios y comerciantes, pudo invertir capital en nuevas empresas y tecnologías gracias a la
estabilidad política y legal proporcionada por el sistema capitalista. Innovación y tecnología: El
capitalismo fomentó la innovación y el desarrollo tecnológico al ofrecer incentivos para mejorar la
eficiencia y reducir los costos de producción. Los empresarios buscaron constantemente nuevas formas
de aumentar la productividad y maximizar las ganancias, lo que llevó a avances significativos en la
maquinaria, la producción en masa y los métodos de transporte.

División del trabajo y especialización: El capitalismo fomentó la división del trabajo y la especialización,
lo que aumentó la eficiencia en la producción. Las fábricas empleaban a trabajadores especializados en
tareas específicas, lo que permitía una mayor producción y una reducción de los costos.

Mercados globales: El capitalismo facilitó la expansión de los mercados globales, ya que las economías
capitalistas buscaban tanto materias primas baratas como nuevos mercados para sus productos
manufacturados. Esto llevó a la globalización del comercio y a la creación de redes comerciales
internacionales.

Transformación social: Si bien la Revolución Industrial trajo consigo avances tecnológicos y económicos,
también provocó cambios sociales significativos. La industrialización condujo a la migración masiva de
personas del campo a las ciudades en busca de empleo en las fábricas. Esto dio lugar a la aparición de
una clase trabajadora industrial y al surgimiento de problemas sociales como la pobreza, la
superpoblación y las condiciones laborales injustas.

En resumen, el capitalismo proporcionó el marco económico y social que permitió el surgimiento y la


expansión de la Revolución Industrial, impulsando el crecimiento económico, la innovación tecnológica y
la transformación de las estructuras sociales y económicas.

El socialismo en la Revolución Industrial fue una respuesta a las condiciones laborales extremadamente
duras y las desigualdades económicas que surgieron durante ese período. La Revolución Industrial, que
tuvo lugar en Europa y América del Norte aproximadamente entre finales del siglo XVIII y mediados del
siglo XIX, marcó un cambio significativo en la forma en que se producían los bienes, pasando de
métodos de producción artesanales a la producción mecanizada en fábricas.

Durante esta época, las condiciones de trabajo en las fábricas eran notoriamente malas. Los
trabajadores, incluidos hombres, mujeres y niños, a menudo trabajaban largas horas en ambientes
peligrosos y sucios, con salarios bajos y sin derechos laborales básicos. Esto condujo al surgimiento de
movimientos socialistas que buscaban abordar estas injusticias.

Los primeros pensadores socialistas, como Robert Owen y Karl Marx, criticaron el capitalismo industrial
y propusieron alternativas. Owen, por ejemplo, abogaba por la creación de comunidades cooperativas
donde los trabajadores compartieran los frutos de su trabajo de manera más equitativa. Marx, por otro
lado, desarrolló una crítica más amplia del capitalismo en su obra "El Manifiesto Comunista",
argumentando que el sistema capitalista inevitablemente conduciría a la explotación de la clase
trabajadora por parte de la clase capitalista.

El socialismo en la Revolución Industrial también se manifestó a través de movimientos laborales y


sindicales que luchaban por mejores condiciones laborales, salarios justos y derechos de los
trabajadores. Estos movimientos desempeñaron un papel importante en la promoción de reformas
laborales y en la creación de leyes que regulaban las condiciones de trabajo y protegían los derechos de
los trabajadores.

En resumen, el socialismo en la Revolución Industrial surgió como una respuesta a las injusticias y
desigualdades provocadas por el capitalismo industrial emergente, y buscaba abordar estas cuestiones
mediante la promoción de una distribución más equitativa de la riqueza y el poder económico.

El keynesianismo no fue un fenómeno presente durante la Revolución Industrial, ya que se desarrolló


más tarde, durante el siglo XX. La Revolución Industrial tuvo lugar principalmente durante los siglos XVIII
y XIX, mientras que las ideas económicas asociadas con John Maynard Keynes surgieron en el siglo XX,
específicamente en respuesta a la Gran Depresión de la década de 1930. El keynesianismo es una teoría
económica que aboga por la intervención activa del gobierno en la economía para estimular la demanda
agregada y así combatir el desempleo y la recesión. Keynes argumentó que durante las recesiones, el
sector privado a menudo no era capaz de generar suficiente demanda para mantener pleno empleo, por
lo que el gobierno debía intervenir mediante políticas fiscales y monetarias para impulsar la demanda y
estimular la actividad económica.

Durante la Revolución Industrial, las ideas económicas dominantes estaban más orientadas hacia el
laissez-faire y el liberalismo económico, que defendían la mínima intervención del gobierno en los
asuntos económicos. Esta mentalidad se reflejaba en las políticas económicas de la época, que tendían a
favorecer la libre competencia y la no interferencia gubernamental en los mercados.

En resumen, el keynesianismo como teoría económica y política no estuvo presente durante la


Revolución Industrial, ya que se desarrolló mucho más tarde en respuesta a las condiciones económicas
del siglo XX, específicamente a la Gran Depresión.

El liberalismo clásico, en términos económicos y políticos, tuvo una influencia significativa durante la
Revolución Industrial. Este enfoque se basaba en la creencia en la libre competencia, la propiedad
privada, los derechos individuales y la mínima intervención del gobierno en los asuntos económicos.
Durante la Revolución Industrial, estas ideas se reflejaron en las políticas económicas y sociales
predominantes en muchas de las potencias industriales de Europa y América del Norte.

En el ámbito económico, el liberalismo clásico defendía la libre empresa y la libertad de comercio. Se


creía que permitir que los mercados operaran sin restricciones gubernamentales fomentaría la eficiencia
económica y el crecimiento. En este contexto, las leyes y regulaciones que restringían la competencia,
como los monopolios y los gremios, fueron objeto de críticas y, en muchos casos, se derogaron para
permitir una mayor libertad de empresa.

Además, el liberalismo clásico defendía la propiedad privada como un derecho fundamental y esencial
para el funcionamiento eficiente de la economía. Durante la Revolución Industrial, esto se tradujo en un
sistema económico en el que las fábricas y los medios de producción estaban en manos privadas, lo que
permitía a los empresarios tomar decisiones sobre la producción, la inversión y la distribución de bienes.

Políticamente, el liberalismo clásico abogaba por la protección de los derechos individuales y las
libertades civiles, como la libertad de expresión, la libertad de asociación y la libertad de religión. Estos
principios fueron fundamentales para el surgimiento de movimientos que buscaban reformas
democráticas y la ampliación de la participación política.

Sin embargo, es importante destacar que el liberalismo clásico también enfrentó críticas durante la
Revolución Industrial, especialmente por parte de aquellos que argumentaban que no era suficiente
para abordar las injusticias y desigualdades sociales generadas por el rápido cambio económico. Estas
críticas llevaron al surgimiento de movimientos socialistas y laborales que buscaban reformas más
radicales para proteger los derechos de los trabajadores y promover una distribución más equitativa de
la riqueza.

Durante la Revolución Industrial, el concepto de laissez-faire influyó en gran medida en las políticas
económicas de muchos países, especialmente en el Reino Unido, donde se originó gran parte de la
revolución. La doctrina del laissez-faire estaba estrechamente asociada con las ideas económicas de
Adam Smith y otros economistas clásicos de la época.

En el contexto de la Revolución Industrial, el laissez-faire implicaba que el gobierno adoptara una


postura de no intervención en los asuntos económicos y permitiera que las fuerzas del mercado
operaran sin restricciones significativas. Esta filosofía económica se reflejaba en varias áreas:

Regulación mínima: El gobierno británico adoptó una política de mínima regulación sobre la industria y
el comercio durante gran parte del siglo XIX. Las leyes laborales eran laxas, lo que permitía largas
jornadas de trabajo, condiciones de trabajo peligrosas y salarios bajos en muchas fábricas. Libre
comercio: El Reino Unido fue un defensor destacado del libre comercio durante este período. La
derogación de las Leyes de Granos en 1846 eliminó las restricciones a la importación de granos, lo que
permitió una mayor competencia y reducción de precios. Esta política también se extendió a otros
productos, fomentando el comercio internacional.

Propiedad privada y capitalismo: Se promovió la propiedad privada y el capitalismo como motores del
crecimiento económico. Los empresarios tenían libertad para iniciar y operar empresas, y se fomentaba
la acumulación de capital y la inversión en nuevas tecnologías.

Mínima intervención en los salarios y los precios: El gobierno no intervenía en la fijación de salarios y
precios, dejando que la oferta y la demanda determinaran estos aspectos.

Sin embargo, vale la pena señalar que el laissez-faire no significaba ausencia total de regulación o
intervención en la economía. El gobierno británico, por ejemplo, todavía intervenía en ciertas áreas,
como la protección de la propiedad privada y la aplicación de leyes de quiebra. Además, hubo reformas
sociales y laborales a lo largo del siglo XIX en respuesta a los problemas generados por el rápido
desarrollo industrial, como la aprobación de leyes que regulaban las condiciones laborales y establecían
estándares mínimos de seguridad.

En resumen, durante la Revolución Industrial, el laissez-faire influyó en la política económica británica al


fomentar la libertad empresarial y el libre comercio, aunque con ciertos límites y regulaciones que se
implementaron gradualmente en respuesta a las demandas sociales y laborales.

Laissez faire

El siglo XVIII es el siglo de las revoluciones, de la Ilustración y del nacimiento de nuevos


sistemas políticos, sociales y económicos que se oponen diametralmente al Antiguo Régimen.
Quizá la teoría que más destaque de esta época es el liberalismo, defendido por grandes
pensadores como Adam Smith o John Locke, quienes defendían la libertad individual y la
defensa de la propiedad privada como cimientos de cualquier sociedad justa y próspera. En
Francia, sin embargo, esta corriente de pensamiento se llevó al extremo, expresándose a
través del Laissez faire.

¿Qué es y cómo surgió el término Laissez faire?

El Laissez faire es una teoría económica que significa ‘’dejen hacer, dejen pasar’’ que defiende
la libertad individual a través de la no intervención gubernamental en los asuntos económicos
de un país, consiguiendo una libertad absoluta en la economía y una economía de mercado sin
obstáculos. Así pues, esta teoría defiende que la única intervención del Estado ha de ser para
proteger los derechos individuales de los ciudadanos y el derecho a la propiedad privada.

Esta teoría surgió en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII al calor de la Revolución
Industrial y la Ilustración y durante la monarquía absoluta de Luis XIV. Adam Smith y Vicent de
Gournay son considerados como padres de estas teorías, quienes defendieron que el Estado es
un mal administrador económico y que el mercado no necesita de regulación gubernamental,
ya que existe una mano invisible que guía al mercado y lo regula.

La aplicación del Laissez faire en economía

La aplicación de esta teoría tiene una serie de implicaciones en la economía. Son las siguientes:

Defensa de la libertad: se defiende la libertad económica a través de la oposición del


intervencionismo estatal. Así pues, se considera que el exceso de medidas y controles en
economía por parte del Estado sofoca la actividad económica y no promueve ni facilita la libre
competencia. Se considera, pues, que todo esto desincentiva la actividad y conlleva un bajo
crecimiento económico y un peor nivel de vida para las personas.
Promoción del libre mercado: esta teoría defiende la autorregulación del mercado, lo que
conlleva una economía de mercado sin obstáculos. Se considera, por tanto, que una economía
de libre mercado con mínima intervención estatal consigue mejores resultados debido a la
mayor competitividad que habrá.

¿Qué beneficios promueve el Laissez faire?

Los beneficios que conlleva la aplicación de la teoría económica de Laissez faire tiene una serie
de ventajas y beneficios. Son los siguientes:

Menor intervención del Estado en economía: esto conlleva una reducción importante en los
impuestos y una liberación del potencial humano. Así pues, gracias a este sistema, las personas
más preparadas, con más habilidades y con más talento pueden usar de mejor manera los
recursos de que disponen y conseguir llegar más alto en la sociedad.

Interés individual prevalente sobre las políticas centralizadas del Estado: como ya dijo Adam
Smith, el mercado se regula solo, de forma que no es necesaria la regulación gubernamental.
Esto es así porque, en su opinión, la administración económica no del Estado no es deseable,
ya que el Estado no está interesado en una buena administración por no utilizar fondos
propios.

Libertad para elegir: todos los que participen en el mercado y los diferentes agentes
económicos podrán elegir cómo y en qué medida quieren participar o cooperar en el mercado.
Esto les da poder a los consumidores, quienes a través de sus acciones deciden qué empresas y
empresarios han de permanecer en el mercado.

Oposición a la protección estatal a empresas ineficientes: la no intervención del Estado en


economía conlleva que aquellas empresas que no sean eficientes o que no estén a la altura de
su competencia, acaben por desaparecer del mercado. Como hemos dicho en el punto
anterior: los consumidores mandan. Así pues, se establece un sistema en el que sobreviven los
mejores.

La fisiocracia, Turgot y Adam Smith

En 1766, el teórico François Quesnay publicó su teoría sobre la fisiocracia en el diagrama


circular Tableau économique. En él sostenía que la única riqueza real de un país era la
obtenida a través de la naturaleza y la agricultura, considerando al resto de actividades
económicas “estériles” en un momento en el que la revolución industrial tomaba más
importancia cada día. Esta sería más tarde extrapolada y reinterpretada para defender que la
economía seguía un proceso natural y que, por lo tanto, no era necesaria la intervención por
parte del estado.

Esta idea sería desarrollada por dos fuentes principalmente. Una de ellas fue Anne Robert
Jacques Turgot, ministro del rey Luis XVI de Francia. Discípulo de Quesnay, tomó su teoría y
planteó ese orden natural por el que se regía la autonomía y que hacía innecesaria cualquier
intervención del estado en el desarrollo de los mercados, salvo cuando sea para defender la
propiedad privada e individual. Con esta idea en la cabeza surgió la doctrina del laissez faire,
materializada a través de la frase “laissez-faire, laissez passer, le monde va lui même” (“dejad
hacer, dejad pasar, el mundo va solo”). Turgot creía que el libre mercado y las leyes de oferta y
demanda eran mecanismos suficientes para regular la economía y, buscando el beneficio
individual, maximizar la riqueza de las personas y de la sociedad en conjunto.
El otro intérprete de esta teoría fue Adam Smith, economista escocés considerado padre del
sistema capitalista y que plasmó sus teorías en La riqueza de las naciones (1776). Smith creía
que el hombre era un ser social que vivía en conjunto con sus semejantes y necesitaba de su
ayuda para sobrevivir, siendo movido por intereses personales y por un sentimiento de
empatía hacia sus semejantes. Este delicado equilibrio hacía que, al buscar el beneficio
individual, se consiguiese también el beneficio colectivo y, por lo tanto, la sociedad avanzase y
la economía creciese. Para Adam Smith, los mercados se autorregulaban gracias a una fuerza
que compensaba las leyes del mercado y que bautizó como la ‘mano invisible’.

La teórica empatía humana

Este tipo de teorías tenían como elemento clave la creencia de que lo que beneficiaba a una
parte de la sociedad acabaría beneficiando al resto, y que unos y otros acabarían por buscar el
bien común. Sin embargo, en el siglo XVIII seguían viviéndose grandes diferencias y
discriminaciones según los niveles económicos, los bienes de producción y las tierras seguían
acumulándose en manos de unas clases privilegiadas y precisamente sería esta diferencia lo
que llevaría a la burguesía y las clases bajas a rebelarse contra el orden establecido,
acercándose un poco más al modelo liberal pero sin llegar a cumplir la situación ideal que
Turgot y Adam Smith proponían.

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