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Kevin Steven Castañeda Casallas, Cód.

202321910

Competencias Comunicativas, Grupo 12

DESDE LÍNEAS Y CÍRCULOS


Cuando llegue a la escuela en el año 2009 a la edad de 6 años, fue como estrellarme
con una pared, un entorno completamente diferente al que estaba acostumbrado, un
nuevo ambiente donde todos hablaban entre ellos mantenían conversaciones sin que
les costara un poco, pero a mí, me resultaba un tanto extraño. Era de esperarse, no
era un ser sociable y se me dificultaba mucho entablar una conversación con
alguien, o simplemente, no me interesaba conocer su día o menos sobre su vida.
Vivía en mi mundo, en mi mente, con mis pensamientos, lo cual no lo veía tan malo
pues lograba concentrarme fácilmente en elaborar cualquier tarea lo consideraba una
ventaja que me ayudaría a entender mejor los temas, facilitarme la concentración en
clase y empezar a cosechar mejores notas que mis demás compañeros.

En el momento que íbamos camino al salón, en fila india como se suele realizar
normalmente, justo antes de entrar a la aula de clase, note desde el final de la cola
que unos compañeros observaban algunas carteleras que estaban al lado de la puerta.
Uno leyó como se dice coloquialmente “a tranconasos” que apenas sabia pronunciar
algunas silabas y el otro que simplemente no sabía lo que estaba haciendo. Cuando
llego mi turno de pasar por el frente de los afiches, en el poco tiempo, logre leer
gran parte de la información y no solo eso, si no entenderla de manera clara, hasta el
día de hoy recuerdo perfectamente lo que decía: una invitación a una especie de
curso extra clase los sábados y domingos, o de vez en cuando, entre semana en las
tardes después de la jornada escolar, se llama el EPC, nunca supe que significaban
las siglas pero allí se hacían diferentes dinámicas, distintas a las típicas y aburridas
clases de la escuela moderna. Disfrutaba mucho ir, me ayudaba a salir de la rutina y
despejar la mente, aprendíamos jugando, en compartires e incluso en salidas
recreativas a diferentes partes del pueblo.

No fue una clase diferente a las comunes de primer día, donde todos se presentan
cuentan que hicieron en sus vacaciones y se van dando a conocer, también se da la
lista de útiles escolares con varios libros sobre el lenguaje y todo lo que abarcaban
desde la parte del abecedario, reconocer los signos de puntuación, hasta, dividir
palabras en silabas y rellenar fragmentos breves. Había uno muy reconocido por
ayudar y facilitar los procesos de aprendizaje sobre la lectura a los estudiantes, la
famosa cartilla nacho, con ella todos aprendimos (o en gran parte) a leer y escribir
de forma didáctica y divertida, me resultaba muy familiar por ende los textos
“simples” que a la mayoría se le dificultaban, a mí me parecían sencillos de
entender.

Mi profesora en ese año fue la señora Elva María Torres Marín, la típica docente
creyente, que siempre vestía falda y no faltaba a la iglesia. Tenía una mirada grande
y saltona como los ojos de una rana, y con un tono de voz muy particular, suave
pero a la vez chillón bastante pausado entre palabras y a su vez alargando las
mismas al final, lo cual combinado con su apariencia física me hacía mucha gracia.
Sin embargo no le quitaba el conocimiento y sabiduría que tenía a la hora de
explicarnos. Fueron pasando los días de clase en donde empecé a destacar por tener
dominada casi al 100% la lectura básica, sabía perfectamente en que parte establecer
las pausas en los signos de puntuación, pero esta habilidad la había adquirido tiempo
atrás.

Mis padres siempre se preocuparon de que tuviera una muy buena educación, y
desde que nací un 9 de junio del 2002, se dieron a la tarea de orientarme con
distintas maneras, Músicas infantiles, comidas y suplementos de la mejor calidad sin
dejar aparte la nutritiva leche materna, juegos didácticos y demás formas de
garantizar un adecuado desarrollo tanto cognitivo como físico. Pasado un tiempo y
al tener la edad de 4 años entre al Gimnasio Pedagógico Comfenalco en donde haría
2 años de estudio en los grados jardín y transición, allí se priorizaba mucho el
desarrollo de la creatividad y la imaginación con dibujos, juegos de mesa,
manualidades con arcilla, plastilina y porcelanicron e infinitas formas didácticas de
trabajar la motricidad fina que es la que necesitamos soltar a la hora de escribir,
también actividades pedagógicas como excursiones y trabajos en libros para
reconocer vocales y letras del abecedario. Las maestras que me acompañarían en
este proceso fueron la señora Amparito y la bella señorita Jenny, a quien aprecio
mucho por su paciencia y forma de enseñar con mucho amor. Recuerdo también las
tan odiadas y a la vez queridas por muchos, las famosas planas, en donde repetías de
forma monótona pero a su vez efectiva, líneas y círculos en todas las direcciones
para soltar la mano, una y otra vez hasta hacerlas de manera correcta para volver a
empezar otra plana.
En estas etapas de iniciación a lectura, la cartilla Nacho, este indispensable libro que
ya había mencionado párrafos atrás y dicho la manera en como ayudaba a los niños
a empezar en todo este proceso de alfabetización, se complementaría con la ayuda
de los padres en casa. Recuerdo bien a mi madre Lina y mi padre Fredy
enseñándome las silabas, con chancla en mano fueron tantos los regaños
acompañados de llantos de mi parte que nunca lo olvidare, decía mi mama: La v con
la a ¿cómo suena?, ¡VA! y ¿la s con la o? ¡SO! y ¿cómo suena todo junto?, en ese
instante sientes un escalofrió que recorre todo tu cuerpo que aun así sabiendo como
se dice la palabra que forman las 2 silabas, entras en un estado de bloqueo y
terminas diciendo otra estupidez que no tiene nada que ver, en ese momento vez
como la chancla viene hacia ti a una velocidad que supera literalmente la de la luz.
En el local donde tenían la “tienda de la décima”, mi papá me compro un tablero, no
era muy grande, pero tenía el suficiente tamaño para hacer cualquier tipo de
“mamarracho”, en la parte superior venía con decoración de diferentes animales y
en la inferior las vocales, en el no solo practique aún más esa coordinación que se
requiere al escribir, si no también, descubrir y explotar la facilidad que tengo para
dibujar.

Fue así, como después de tantas y variadas formas de como aprender algo tan básico
pero a la vez muy complejo sistema de símbolos, que al día de hoy nos resulte tan
fácil y cotidiano leer y escribir, como desde líneas y círculos puedes aprender a
darles sentido y componer silabas que forman palabras, y que a su vez se convierten
en oraciones para comunicarte el resto de la vida.

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