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CAPÍTULO SEGUNDO
LA COMUNIDAD HUMANA
Artículo 1: La persona y la sociedad
La persona humana necesita la vida social. Esta no constituye para ella algo
sobreañadido sino una exigencia de su naturaleza.
La sociedad debe favorecer el ejercicio de las virtudes, no ser obstáculo para
ellas. Debe inspirarse en una justa jerarquía de valores.
Artículo 2: La participación en la vida social
Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investido de
legítima autoridad y que consagren su actividad y sus desvelos al provecho
común del país.
El bien común es el conjunto de condiciones que permiten a los grupos y a cada
uno de sus miembros conseguir la propia perfección
La participación es el compromiso voluntario y generoso de la persona en los
intercambios sociales.
Artículo 3: La justicia social
La justicia social solo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la
dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la
sociedad.
La igual dignidad de las personas exige que se llegue a una situación de vida más
humana y más justa.
CAPÍTULO TERCERO
Artículo 1: La ley moral
La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir
mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira.
La ley antigua es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones morales
están resumidas en los diez mandamientos.
Artículo 2: Gracia y justificación
La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo; libera al hombre del
pecado que contradice al amor de Dios, y purifica su corazón.
El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha
dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de la gracia, la plenitud
cristiana.
Artículo 3: La Iglesia, Madre, Maestra
El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los
bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios, que contiene las enseñanzas.
El magisterio ordinario y universal del Papa y de los obispos en comunión con él
enseña la verdad que dan de creer y la caridad que han de prácticar.
La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del
Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. La Iglesia aumenta, crece y
se desarrolla por la santidad de sus fieles.