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El valor educativo de los juegos de mesa:

"Lo más difícil del parchís es controlar la


frustración de que no te salga un cinco"

 

Marta AguirregomezcortaMadrid
07/08/2022 15:34h.
Un jugador a punto de tirar los dados en el juego del Monopoly Empire.GETTY

 Al sentarse delante de un juego de mesa los niños


aprenden a manejar las emociones, a respetar las
opiniones de los demás, a desarrollar las
competencias lingüísticas, la memoria o la
atención
 "En los juegos de mesa los jugadores deben
someterse voluntariamente a unas reglas. Es una
enseñanza de lo que es la democracia y el
civismo", asegura Imma Marín
Cuando un niño se pone a jugar al parchís, lo más difícil que tienen por delante no es
contar 20 casillas de un tirón en el tablero sino el aprendizaje de ver como al resto le ha
salido cinco en el dado, tiene las fichas fuera, y él no. Los beneficios pedagógicos de
jugar a cualquier juego de mesa son evidentes. “El primero es que se juega normalmente
en grupo, por lo que es bueno para sociabilizar con los demás. Además, los jugadores
deben someterse a unas reglas a las que se someten voluntariamente, como esperar
turno o estar pendiente de lo que hace el otro para actuar en consecuencia. Es una
enseñanza de lo que es la democracia y el civismo. También las sociedades se
autoimponen unas reglas y nos esforzamos por cumplirlas como en un juego”, explica
Imma Marín, consultora pedagógica y educativa, presidenta de la Asociación por el
Derecho de los Niños y Niñas a Jugar y miembro del Observatorio del Juego Infantil de
la Fundación Crecer Jugando.

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Los primeros juegos de mesa se inventaron hace 5.000 años. Desde entonces, el
hombre no ha parado de jugar alrededor de un tablero, una mesa e, incluso, sobre
el mismo suelo. El parchís, el juego de la oca, serpientes y escaleras, tres en raya... son
infinidad los juegos que existen, todos ellos fundamentales para el desarrollo infantil.

Uno de los grandes teóricos del juego, el francés Roger Caillois (1913-1978),
aseguraba que si por algo tienen valor los juegos de mesa es porque son una
combinación de invención, límites y libertad. En ellos se cumplen dos principios: el
de la improvisación y la espontaneidad y el de la disciplina y el control (las reglas y el
manual).

Aprender a manejar las emociones

Al sentarse delante de un juego de mesa, los niños aprenden a manejar las emociones, a
respetar las opiniones de los demás, a desarrollar las competencias lingüísticas y la
memoria o la atención. “Cada tipo de juego -si es de estrategia, de cálculo mental, de
vocabulario, cooperativo o de deducción- cumple unas competencias concretas que
habremos de poner en marcha para conseguir el objetivo de la partida”, señala
Marín.

Es importante que los niños jueguen a juegos que se adapten a su edad. Si no se hace, se
corre el peligro de que pueda ser incluso contraproducente porque acaben aburriéndose.
“Si a un niño de cuatro años le pones a jugar al parchís, seguramente pueda mover
la pieza según marque el dado, pero va a tener difícil aguantar una partida entera
de al menos media hora”, señala. “Con cuatro años también es complicado aguantar
estoicamente que al resto de jugadores les salga cinco en el dado y tengan todas las
fichas abajo y a él no: va a llorar, patalear, tirar el tablero…”, añade.

Para pequeños, partidas muy cortitas

La primera recomendación es que si los niños son pequeños, los juegos que se elijan
sean de partidas muy cortitas. A partir de los ocho años, ya pueden empezar a jugar a
juegos de contar, de palabras, de mímica, de deducir, de estrategia. “Estamos en un
momento en el que hay muchísima creación de juegos de mesa. Hay una cantidad
efervescente de autores y autoras creando e ilustrando juegos. Cada semana, aparece
uno o dos juegos de mesa nuevos”, asegura esta experta.

Pero si hay un feroz competidor de los juegos de mesa, esos son los videojuegos.
Muchas veces es difícil que un niño deje una pantalla para ponerse a jugar a un juego de
mesa. El truco es hacerlo con él. “Para que un niño se enganche a un juego de mesa
has de jugar con él. Son juegos de familia, para sentarse en la mesa del comedor y
jugar todos juntos. Te pide que tú también quieras jugar y compartas tu tiempo para
divertirte con tus hijos”, señala Marín.

Pero no solo son juegos para jugar en familia, también los profesores los llevan cada vez
más a las aulas como herramienta educativa y para mejorar las competencias de sus
estudiants. Establecer metas, negociar, tomar decisiones, planificar, organizar. Todo ello
se aprende jugando sin que apenas los alumnos se den cuenta. La próxima vez que un
niño se ponga a llorar porque no le sale un cinco en el parchis, pensad: "No importa,
está aprendiendo un montón de cosas".
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