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CATEDRAL E IDENTIDAD

UNA LECTURA DESDE LA PERSPECTIVA DEL PATRIMONIO

Una vez se ha contextualizado la concepción de la urbe indiana y el papel de la iglesia mayor en Tunja,
cabe examinar la importancia de esta última como patrimonio cultural de la ciudad y de Colombia.

La Catedral Basílica Metropolitana, en sus más de cuatro siglos de existencia, ha sido escenario de
acontecimientos cruciales de la época colonial, la independentista y la republicana de la actual
Colombia. Por lo tanto, no es aventurado ver en ella una “muestra viva” (Ruskin, 1994) del devenir
histórico de una región y representativa de la nación. Así, una aproximación a su historia arquitectónica
desde un enfoque americanista, es decir, mediante el empleo de una perspectiva analítica cuyo acento
recaiga en la especificidad y originalidad del patrimonio americano, puede develar elementos aun no
vislumbrados por los historiadores del arte y la Arquitectura acerca de la evolución del templo más
importante de la capital boyacense y uno de los de mayor riqueza del país.

Se propone entonces revisar su historia desde el patrimonio ambiental. En este enfoque teórico, lo
patrimonial “constituye un conjunto de manifestaciones diversas que se encuentran asociadas a la
identidad de una comunidad” (Kobal, 2012, p. 21). Según explica el arquitecto Roberto Fernández, en
esta mirada la visión eurocéntrica del territorio como depósito de signos venidos del trabajo humano
es confrontada con otra de índole “americocéntrica”, en la cual el territorio es una naturaleza venerable
y articulada en la interacción mitológica entre sujeto y objeto. A su vez, la perspectiva ambiental se
decanta por esta última interpretación, pues para avanzar en la identificación de lo inmaterial, es decir,
lo trascendente de la identidad de pueblos y personas, busca alcanzar una comprensión integral cuyo
límite no sea el reconocimiento de aquello con existencia y valor exclusivamente formal o material1.

En consonancia con tal dirección, se apunta aquí a poner de manifiesto la apropiación que de la
Catedral, esto es, de aquello convertido en patrimonio social, ha hecho la población tunjana en distintos
momentos históricos. Se parte de esta hipótesis: una interpretación alternativa de la historia del templo,
que tenga en cuenta la especificidad del devenir histórico americano, plantea la existencia de una
relación directa entre sus transformaciones artísticas y arquitectónicas, la evolución político-
económica de la ciudad y las prácticas de habitación del territorio desarrolladas por la población.

LA CATEDRAL COMO PATRIMONIO AMBIENTAL

Es indispensable resaltar que la Catedral ha experimentado sucesivas intervenciones arquitectónicas,


lo cual ha transformado significativamente su aspecto físico a través del tiempo. Las renovaciones o
remodelaciones de varias de sus secciones han respondido a demandas sociales o bien a impulsos
artístico-culturales propios de momentos históricos específicos. En consecuencia, para dar cuenta de
cómo el templo ha sido objeto y testigo de las transformaciones de la sociedad y el paisaje tunjanos,
es necesario abordar su historia mediante una división por etapas. Para este propósito se sigue la
periodización planteada por el arquitecto Leopoldo Combariza Díaz, director de la más reciente
restauración realizada en los años ochenta del siglo XX y un asiduo estudioso de la materia.

En el Archivo General de la Nación en Bogotá se conserva el acta de la fundación, el 6 de agosto de


1539 por Gonzalo Suárez Rendón, de la “población de Tunja”. Al año siguiente (Monastoque, 1984)
se levantó, según refiere Ulises Rojas en su obra Don Juan de Castellanos, en “un lugar preponderante
dentro del marco de la plaza mayor la iglesia que ha de ser la principal de la nueva ciudad” (citado por

1
Esta conceptualización de Roberto Fernández en torno a las concepciones y los fundamentos del patrimonio, como
también los planteamientos de este arquitecto que se mencionen en lo sucesivo, hicieron parte en 2012 del seminario de
la Maestría en Patrimonio Artístico y Cultura en Sudamérica Colonial de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Combariza, 2008, p. 35). Aquel templo inicial se concibió a imagen y semejanza de las tradicionales
construcciones indígenas, “con materiales bastante endebles, madera para los muros y paja para la
cubierta” (Monastoque, p. 26). Desde la visión teórica del patrimonio ambiental, este hecho se explica
por la experiencia histórica americana del sometimiento de sus poblaciones nativas y la refundación
colonial de la cultura y la sociedad europeas. En dicho proceso, según Roberto Fernández, puede verse
una vía peculiar de modernidad con las consecuentes cuestiones del mestizaje y la hibridación.

Tunja cobró importancia administrativa, cultural y religiosa, de modo que “Diole el Rey título de
ciudad a 9 de marzo del año 1541” (Corradaine, 2008, p. 43). Fray Vicente de Requexada se posesionó
entonces como cura y en consonancia con los cambios en marcha, empezó un proceso –dilatado y
largo− de solicitudes ante la Corona “a fin de garantizar los fondos necesarios para la nueva
construcción” (Combariza, 2008, p. 36), cuyo tamaño y calidad debían ser acordes con la dimensión
de la urbe donde se levantaría. En 1542, a pesar de su sencillez y mal estado, la primigenia iglesia
cumplía con la función de culto religioso y servía al cabildo para eventos como posesiones de alcaldes.

En 1554 empezó a edificarse un templo rectangular de una sola nave, en piedra, ladrillos y con entrada
única por el costado occidental, gracias a los recursos recogidos por medio de diezmos (Monastoque,
1989, p. 26). Se concluyó así una primera etapa que se había iniciado un par de años después de la
fundación con la capilla de madera y paja a manera de bohío indígena. Esta, a la postre, fue destruida
por un incendio, sin que quedaran imágenes ni planos de su estructura. La nueva iglesia mayor fue
construyéndose paulatinamente y si bien recibió influencia europea, incorporó también características
asociadas con tradiciones de los habitantes nativos. Esta segunda etapa se extendió hasta 1561.

En aquel año arribó Juan de Castellanos a ocupar la posición de párroco. Sin terminar aún la obra
empezada antes de su llegada, pidió autorización para cambiar los planos. Su intención era conferirle
a la edificación el aspecto de una gran basílica al estilo de las europeas, lo cual podía desear alguien
como él, de origen sevillano. Propuso hacer la nave central de mayor altura en relación con otras dos
laterales que serían añadidas. Solo hasta 1574 se obtuvieron los fondos para este proyecto2.

Así, hasta 1598 se verificó una tercera etapa consistente en la ampliación a tres naves del edificio y
la adición del artesonado mudéjar en su techumbre, para convertirse en un templo basilical, “el más
valioso monumento gótico-mudéjar, arcos apuntados que aparecen en la ornamentación interna de la
edificación, muestra de nuestra arquitectura virreinal, que recogió el espíritu del llamado estilo
isabelino, predominante en los finales del siglo XV” (Monastoque, 1984, p. 26).

Acerca del mudéjar, heredado del legado musulmán en España, cabe destacar su capacidad para
integrar elementos foráneos y nuevos aportes formales en un mismo estilo artístico. Sobre este
particular es pertinente mencionar a Owen Jones, quien en The Grammar or Ornament (1856) destaca
como los moros tuvieron siempre en cuenta lo que puede considerarse el primer principio de la
arquitectura, esto es, decorar la construcción en lugar de construir la decoración. De tal modo, la idea
constructiva es realizada en los detalles ornamentales. El mudéjar, efectivamente, presenta una
geometría flexible pero esta no es superpuesta hasta tornarse inútil sino elaborada a la par con el
edificio. Resulta entonces muy decorativa y, a la vez, parte superlativa y estructural del conjunto.

2
Según se registra en un documento conservado en el Archivo Regional de Boyacá (MFN 0626, legajo 5, número de
orden 061, folios 114-115):

El 28 de julio de 1574 se leyó por el escribano una petición firmada por Diego Paredes Calderón procurador general
de la ciudad en la cual dice ser informado que se han querido juntar en este cabildo vecinos, habitantes e indios,
que la Santa Iglesia Mayor quiere convertir a la madre religión en esta ciudad por lo cual se les exige pagar un
tributo, una parte para la Iglesia Mayor y otra para su majestad.
En 1569 se agregó a la iglesia la capilla de los Mancipe, iniciativa del recién ascendido encomendero
don Pedro Ruiz García, alcalde de Tunja. Tras su muerte, la obra fue terminada por su hijo, Antonio
Ruíz Mancipe (Monastoque, 1984). De esta se conserva el artesonado, también de estilo mudéjar.

El nuevo templo fue dado al servicio el 29 de junio de 1574 en solemne ceremonia inaugural con el
traslado hasta allí del Santísimo Sacramento desde lo que había quedado de la primera capilla.

En la cuarta etapa, hasta 1650, se construyó la sacristía, la capilla de la Hermandad del Clero o de la
Niña María, la primera parte de la torre del campanario, la atarazana o casa cural y la portada en
piedra, realizada por el maestro Bartolomé Carrión entre 1598 y 1600 y considerada “la más bella
obra que el Renacimiento produjo en Colombia” (Monastoque, 1989, p. 16). Una última fase abarca
hasta 1819 y comprende trabajos en la torre, la capilla de Domínguez Camargo y el expositorio.

Las capellanías, establecidas “mediante legados exprofesamente otorgados por destacados personajes
y familias de la ciudad” (Combariza, 2008, p. 37), fueron lo más significativo de la tercera, cuarta y
quinta etapas, es decir, de 1561 a 1819. En términos estrictamente arquitectónicos, esto se tradujo en la
aparición sucesiva de capillas y tumbas, fijadas en las respectivas capellanías en alrededor de 250 años.

ÉPOCA COLONIAL
(1539-1819)
Espacios y elementos que se

1554-1561 1561-1598 1598-1650 1650-1819


Etapa 2 Etapa 3 Etapa 4 Etapa 5
Nave única 1. Nave central 7. Capilla del Evangelio 14. Torre (2ª etapa)
2. Nave del Evangelio 8. Capilla de la Epístola 15. Capilla de Domínguez
3. Nave de la Epístola 9. Sacristía Camargo
adicionaron

4. Presbiterio 10. Capilla de la Hermandad 16. Expositorio o


5. Capilla de los Mancipe del Clero o de la Niña María Tabernáculo
6. Capilla Santiago 11. Torre (1ª etapa)
12. Portada en piedra
13. Atarazana (casa cural)
Planta
Fachada
longitudinal
Corte
Corte

Corte A-A´ Corte B-B´ Corte C-C´


Tabla 1. Historia de la construcción de la Catedral en la época colonial
Fuente: elaboración propia a partir de Combariza (2008, p.51), con dibujos de Irma Ernestina Pérez Rodríguez

Tras la Independencia se dio paso a la historia republicana de la Catedral. Por fortuna para la
conservación del patrimonio nacional, el edificio permaneció casi inalterado hasta 1889, cuando se
comenzó la drástica remodelación −no restauración− cuyo resultado fue la total transformación de su
apariencia, tanto en el interior como en el exterior. Entre los cambios que hicieron casi irreconocible
el templo prexistente se cuentan: adición de la cúpula sobre el presbiterio; desaparición de la fachada
blanca, característica del estilo colonial y que mostraba la cubierta a dos aguas; construcción de una
nueva fachada superpuesta en piedra tallada, con corte basilical y sendas puertas en cada nave lateral,
en tanto la puerta central acogió el pórtico pétreo renacentista elaborado por Carrión; reemplazo de la
cubierta a cuatro aguas de la torre mudéjar por una cúpula apuntada, de influencia estilística europea.

Estas intervenciones que afectaron notoriamente la forma original de varias secciones representativas
del edificio fueron motivadas, principalmente, por la declaración de Tunja como diócesis el 29 de julio
de 1880, pues cuando esta condición entró a regir de forma efectiva en 1881, “la iglesia parroquial de
Santiago el Mayor adquiere un rango eclesiástico superior” (Combariza, 2008, p. 41), el cual debía ser
materializado en la estructura física. Bajo la influencia del eclecticismo europeo, el obispo Benigno
Perilla gestionó entonces en 1889 la remodelación con el propósito de tapar las huellas primitivas.

En definitiva, esta terminó siendo una destrucción generalizada del legado de la Colonia, expresada en
la pérdida de la fachada antigua para poner en su lugar la superpuesta, la introducción de materiales
decorativos de estilo republicano como el mármol, la modificación del campanario con la pretensión
de darle una imagen de basílica italiana. El deseo de los jerarcas clericales, sumado a cierta presión de
sectores de la ciudadanía estéticamente desorientados por “la influencia eclectizante, en especial del
neoclasicismo tardío que por esos años se expande profusamente por el país” (Combariza, 2008, p.
41), condujo al proceso de deterioro que malogró la Catedral, asumida como un componente clave del
paisaje urbano-territorial tunjano del momento. La metamorfosis no se detuvo, en medio del
convencimiento de actuar en consecuencia con la alta categoría eclesiástica adquirida por la ciudad.
Así, en 1913 se contrató la ornamentación interior con la finalidad de borrar los elementos aún
sobrevivientes cuya presencia podía transmitir algún aire colonial. Estos fueron sustituidos por
decoraciones excesivas semejantes al barroco, en un intento de apropiación de estilismos extranjeros.

Las intervenciones empezadas en 1889 y continuadas hasta 1931 llevaron –sin proponérselo– a
“destruir, falsear y ocultar” (Combariza, 2008, p. 89) las características arquitectónicas y artísticas del
edificio. La colocación del cielorraso falso en las tres naves para encubrir el artesonado mudéjar de la
central, el recubrimiento de las columnas toscanas con ornamentación permeada de tendencias
foráneas a imitación del estilo barroco, la decoración exuberante del arco toral y los arcos ojivales o
apuntados delimitantes de las naves, el embellecimiento a manera de cornisas labradas en yeso; todas
estas fueron consecuencias de las transformaciones antrópico-productivas de la población local entre
finales del siglo XIX y comienzos del XX. Tal falseamiento no debe interpretarse como las mentiras
arquitectónicas referidas por Ruskin (1994). Entre estas, el crítico de arte británico identifica la
insinuación de un tipo de estructura que no es el verdadero, la representación engañosa con pintura u
ornamentos esculpidos, y el empleo de adiciones decorativas hechas a máquina o moldeadas.

En 1939, al conmemorarse el cuarto centenario de la fundación de Tunja, la Catedral presentaba la


fachada observable hasta el presente, con su estilo ecléctico y la portada renacentista de Bartolomé
Carrión, como se aprecia en la figura 2, en tanto en el interior se veían recubrimientos, decoraciones y
rosetones que querían imitar el barroco, lo cual se reconoce en la figura 3. Por su parte, la Capilla de
los Domínguez Camargo (figura 4) mantenía las manifestaciones del estilo propio del tiempo colonial.
Figura 1. Catedral de Santiago de Tunja
Fuente: Junta del IV Centenario de Tunja (1939, numeral II)

Figura 2. Nave central y altar mayor Figura 3. Mausoleo del Fundador Suárez Rendón en la
Fuente: Junta del IV Centenario de Tunja (1939, numeral Capilla Domínguez Camargo
V) Fuente: Junta del IV Centenario de Tunja (1939, numeral VI)

ÉPOCA REPUBLICANA
(desde 1819)
1819-1889 1889-1982
elementos que se

Etapa 1 Etapa 2
adicionaron
Espacios y

17. Atrio 18. Puertas laterales


19. Casa capitular
Planta
Fachada
longitudinal
Corte
Corte

Corte D-D´ Corte E-E´

Tabla 2. Historia de la construcción de la Catedral en la época republicana


Fuente: elaboración propia a partir de Combariza (2008, p. 85), con dibujos de Irma Ernestina Pérez Rodríguez

En 1984 Leopoldo Combariza proyectó una restauración de la Catedral con el fin de devolverle, en lo
posible, “su fisionomía primitiva, respetando aquellos aspectos introducidos en épocas posteriores,
que, por su señalada importancia, han entrado a hacer parte ya inseparable del edificio.” (Combariza,
2008, p. 44). Al concentrar su labor en rescatar el espíritu histórico más que el arqueológico, esta labor
puede considerarse un esfuerzo desde la perspectiva americanista del patrimonio ambiental, pues como
explica Roberto Fernández, a partir de tal enfoque la gestión patrimonial se aborda de forma integral
para alcanzar lo inmaterial, lo sustancial de la identidad de pueblos y personas, aunque casi no tenga
existencia y valor formal, físico o material. En efecto, por sobre cualquier referencia a un ideal de
Arquitectura honesta, con la aplicación de técnicas y materiales Combariza remite al respeto, a volver
a la forma y al lenguaje originales del templo erigido en la Colonia, para lo cual se dejó a la vista el
artesonado en la cubierta de las naves y la piedra en columnas y arcos, entre otras adecuaciones.

Buena parte de los trabajos se realizaron en 1986 y consistieron, justamente, en el desmonte de los
ornamentos sobrepuestos al artesonado mudéjar y del recubrimiento de las columnas toscanas. Con
estos cambios incorporados a la centenaria historia del edificio, Tunja celebró en 1989 sus 450 años.
Hoy en día quedan componentes de distintos estilos que se adicionaron a la construcción colonial, tales
como la fachada en piedra, la torre del campanario y la cúpula. Considerar la historia del templo desde
la visión teórica del patrimonio ambiental posibilita la identificación de esa serie de transformaciones.

Tal análisis permite ver que las múltiples modificaciones artísticas y arquitectónicas experimentadas
por la Catedral han sido, en gran medida, respuestas a condiciones vividas por la sociedad tunjana en
distintos momentos. En la Colonia, el encuentro de dos culturas y el desarrollo político y económico
de Tunja. En las décadas siguientes a su fundación, la villa inicial ganó preponderancia administrativa
en la región cundiboyacense y llegó a ser su capital, con mayor tamaño, más habitantes e importancia
en relación con Santafé. Su iglesia, desde la visión española, además de “ser símbolo religioso debía
estar a la altura de una fundación hispanoamericana” (Monastoque, 1984, p. 17) que expresara la
grandeza del rey. En la República, fueron factores determinantes la elevación de la ciudad de parroquia
a diócesis y las influencias recibidas por quienes estuvieron al frente del destino de la edificación.

Las complejidades observadas en los casi cinco siglos de existencia del hoy monumento nacional
llevan a coincidir con Monastoque (1984) en cuanto a que la conservación del patrimonio ambiental,
más que del patrimonio histórico, representa un desafío para la ciudad. Esta es una inquietud vigente
ante las inquietudes planteadas por los impulsos a procesos de modernización y desarrollo sostenible.

REFERENCIAS

Combariza, L. (2008). La Catedral Metropolitana de Tunja. Historia - Espacios - Formas. Tunja,


Colombia: Academia Boyacense de Historia.

Corradaine, M. (2008). Los fundadores de Tunja. Genealogía, Tomo I. Tunja, Colombia: Academia
Boyacense de Historia.

Jones, O. (1856). The Grammar or Ornament. Londres, Inglaterra: Day and Son. Disponible en
archive.org/details/grammarornament00Jone

Junta del IV Centenario de Tunja. (1939). Tunja IV Centenario 1539 - 1939. Novara, Italia: Instituto
Geográfico de Agustini.

Kobal, E. (2012). Patrimonio ambiental y desarrollo sostenible. En Centro de Investigación y Estudios


Turísticos (Ed.). Compilación Patrimonio (pp. 21-29). Buenos Aires, Argentina: Centro de
Investigación y Estudios Turísticos.

Monastoque, M. J. (1989). Historia de la Basílica Metropolitana de Santiago el Mayor de Tunja.


Tunja, Colombia: Caja Popular Cooperativa.

Monastoque, M. J. (1984). La iglesia mayor de Santiago de Tunja 1539-1984. Tunja, Colombia: Caja
Popular Cooperativa.

Ruskin, J. (1994). Las siete lámparas de la Arquitectura. México: Coyoacán.

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