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ÍNDICE
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I. INTRODUCCIÓN (Lucía Araujo Serrano)
Para poder entender este trabajo en su totalidad, resulta necesario comenzar haciendo
hincapié en ciertos conceptos básicos que nos permitirán comprender los matices que
caracterizan esta materia. Focalizándose nuestro proyecto en la delincuencia juvenil en redes
sociales y tics, debemos plantearnos cuestiones como, ¿qué es la delincuencia juvenil? ¿Qué
entendemos por la misma dentro del ámbito digital?
Podemos definir delincuencia juvenil, desde un punto de vista legal, como el conjunto de
hechos tipificados como delitos en el Código Penal o las leyes penales especiales que hayan
sido cometidos por personas mayores de catorce años y menores de dieciocho. Farrington
señala que la delincuencia alcanza su cota máxima entre los 14 y los 20 años, y que después
de esa edad los deseos se atenúan o se vuelven más realistas.
Los jóvenes, nativos digitales, encuentran en las plataformas en línea un medio para
expresarse, socializar y explorar nuevas identidades. No obstante, la facilidad de acceso y la
conectividad han generado nuevos tipos de delitos, muchos de los cuales se han manifestado
a través de plataformas como Instagram, Whatsapp, Twitter, Facebook, Tiktok, etc. Este
novedoso tipo de delincuencia presenta desafíos significativos para las autoridades y la
sociedad en general, ya que muchas veces los jóvenes no son plenamente conscientes de las
consecuencias legales y emocionales de sus acciones en línea.
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busca comprender la dinámica de la delincuencia juvenil en este ámbito, así como identificar
estrategias efectivas para prevenir y abordar este fenómeno creciente.
Es innegable que la delincuencia juvenil es un fenómeno social de gran relevancia, por lo que
es crucial investigar los factores de riesgo que influyen en su crecimiento. Con la aparición de
las nuevas tecnologías, los jóvenes se han visto gradualmente expuestos a estos avances a una
edad más temprana. Esta exposición ha dado lugar a que los jóvenes con conocimientos de
informática e Internet sean más capaces de realizar actos delictivos a través de las redes
sociales y la World Wide Web (SelaShayovitz, 2012).
El aumento de la exposición de los jóvenes a internet y las redes sociales, así como la
facilidad con la que pueden acceder a herramientas de hacking y otros recursos en línea,
pueden contribuir a un mayor involucramiento en actividades delictivas. Además, debido a la
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falta de denuncias y a la complejidad de rastrear y cuantificar estos delitos, la
ciberdelincuencia juvenil puede ser subestimada.
Hemos extraído datos de diversos estudios realizados de forma empírica a lo largo de los
años, que nos permiten conocer la cifra exacta de menores y jóvenes que cometen delitos de
diversos tipos de forma cibernética. En estos casos, debido a la separación entre edades que
establece el ministerio del interior, nos centraremos en los menores victimarios.
● ESTUDIO 2020:
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En esta tabla encontramos desglosados los delitos cometidos de forma cibernética.
Destacamos en los menores de 14 a 17 años, los delitos de amenazas y coacciones,
cometido en 2020 por 177 menores, mientras que en los jóvenes de 18 a 25 años
destacamos el fraude informático, cometido por 1.879 jóvenes.
● ESTUDIO 2021:
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los jóvenes de 18 a 25 años seguimos destacamos el fraude informático, cometido por
2470 jóvenes, aumentando la cifra en 591 detenidos/investigados respecto al 2020.
El auge de las nuevas tecnologías ha provocado el traslado de las relaciones al mundo digital,
lo que ha dado lugar a que la violencia también se traslade a este ámbito online. “En realidad
los datos de prevalencia que dan los estudios que se hacen sobre cibervictimización o
cibercriminalidad, es decir, cuando se les pregunta directamente a los jóvenes si han sido
víctimas de algún forma de ciberdelincuencia o si han perpetrado alguna de estas situaciones,
el porcentaje no tiene nada que ver, es muchísimo mayor.” (Montiel, 2020)
Según un estudio realizado por Save the Children los ciberdelitos más comunes son los
siguientes que procedemos a explicar.
2.1 Ciberbullying
La naturaleza móvil de las nuevas tecnologías hace que la víctima no tenga un respiro,
convirtiendo el ciberbullying en una forma de violencia invasora que hostiga a los estudiantes
incluso cuando no se encuentran dentro de la escuela. A diferencia de lo que ocurría con el
bullying tradicional, el hogar ha dejado de ser un refugio para este tipo de víctimas. (Slonje y
Smith, 2008; Li, 2008; Masón, 2008) Se trata de una violencia omnipresente, que persiste las
24 horas del día y en cualquier momento o lugar. (Guardiola, 2016)
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Comparándolo con el bullying tradicional podemos observar una gran variedad de diferencias
entre las que destacaría (Heirman y Walrave, 2009; Solanges y Smith, 2008; Li, 2006; Li,
2008; Ybarrra y Mitchell, 2004):
- Permanente: todo los contenidos que se suben con esta finalidad se almacenan en el
sistema y no se pierden. Convirtiéndose en una constante en la vida de la víctima.
- Rapidez: las TIC´s hacen posible que el ciberbullying se expanda con mucha más
rapidez, con los simples pasos de cortar y pegar mensajes, reenviar SMS a grupos…
El periódico El Español pone de relieve que las estadísticas sobre el ciberbullying en España
son preocupantes, durante el último año se ha producido un preocupante aumento del 37% en
el número de casos ciberbullying denunciados en España.
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El III Estudio sobre acoso escolar y ciberbullying según los afectados proporcionado por la
Fundación ANAR, nos releva datos como que el número de varones agresores ha aumentado
hasta un 76,7%, representando las mujeres un 23,3%. La edad media a la que suelen empezar
a acosar oscila entre los 13,9 años, siendo por lo general la víctima 5 meses menor que el
agresor. Dicho estudio también nos revela que un 24,7% del acoso escolar es ciberbullying,
destacando dentro de este fenómeno con un 67,9% los insultos y palabras ofensivas, seguido
de las amenazas con un 35,7%. Con menor trascendencia destaca la no inclusión en redes
sociales con un 17,9%.
Este término, en español conocido como “bofetada feliz”, nació en Reino Unido en el año
2005. Tras él se esconde un fenómeno que se ha ido extendiendo cada vez más en España en
los últimos años, y se trata de la acción de grabar una agresión y colgarla en la red.
Consiste en la grabación de una agresión física, verbal o sexual y su difusión online mediante
las diferentes tecnologías, destacando las diversas redes sociales, con el objetivo de que se
hagan virales. Según Save the Children en un 61% de estos casos los agresores son amigos o
compañeros de las víctimas. Por dicha razón, tiene una especial relación con el
ciberbullying, ya comentado anteriormente. Establece una conexión directa entre tres tipos de
violencia diferente: el acoso escolar puede llevar a ciberbullying y, si este es grabado y
publicado en internet nos encontraríamos ante el fenómeno de happy slapping.
Los jóvenes que participan, tanto directa como indirectamente, en este suceso no siempre
creen que se esté haciendo daño a la víctima, muchas veces dicha violencia es vista como un
medio para generar contenido gracioso o entretenido.
Save the Children ha desarrollado una serie de patrones y fases comunes que suelen darse en
este fenómeno, no quiere decir que siempre se sigan estas normas: la primera fase se
compone de un acuerdo previo, donde dos o más personas se ponen de acuerdo para saber
cómo y cuándo poner en marcha la agresión; seguida de la búsqueda de una excusa para
aislar a dicha persona y en algún lugar donde no puedan ser interrumpidos; finalmente
culmina en la agresión física. La segunda fase consiste en compartir dichos vídeos e
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imágenes en las diferentes redes sociales, provocando un daño constante a la víctima que ve
cómo se reproduce su agresión.
Según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, las diferentes formas
de violencia de género en las relaciones de pareja se han proyectado también a las redes
sociales, muy especialmente entre los jóvenes, al ser el colectivo de la sociedad que mayor
vínculo mantiene con estas nuevas formas de comunicación e información. Save the Children
la define como el conjunto de comportamientos repetidos que pretenden controlar,
menoscabar o causar daño a la pareja o expareja.
Se suele llevar a cabo mediante mensajes, control de las redes sociales, apropiación de las
contraseñas, difusión de secretos o información comprometida, amenazas e insultos. Se vigila
a la pareja controlando su ubicación, conversiones, comentarios online, enviando correos,
mensajes o comentarios humillantes, groseros o degradantes, o publicando fotos con la
misma intención.
Dentro de este fenómeno vamos a destacar dos prácticas que pueden llegar a darse en el
ámbito de las relaciones de pareja o expareja, esto no implica que solo se tengan que dar
dentro del ámbito sentimental, pero hemos visto conveniente desarrollarlo dentro de este
apartado.
Se trata del intercambio de mensajes con contenido erotico entre dos o más personas, pueden
llegar a incluir imágenes y vídeos, o únicamente texto. (Jiménez, 2023)
Según Save the Children, casi un 20% de jóvenes han participado alguna vez en el sexting, y
la media de edad en la que se hace por primera vez se encuentra entre los 14 y 16 años. El
sexting en sí mismo no es una forma de violencia, y muchos de los adolescentes lo han
incorporado como una forma de relacionarse. El problema viene cuando en multitud de casos
no son conscientes de que esta conducta conlleva altos riesgos. En el momento en el que
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enviamos ese mensaje, escapa totalmente de nuestro control, puede ser compartido con otras
personas sin tener conciencia de lo que está pasando con ese contenido que enviaron. Se
convierte en sexting sin consentimiento y es una de las formas de violencia más común entre
los adolescentes. Se estima que 50.000 jóvenes sufrieron este tipo de violencia durante su
adolescencia. Un estudio realizado por Common Sense Media en 2021, expuso que un 14,5%
de adolescentes habían reenviado un mensaje erótico sin consentimiento.
2.2.2 Sextorsión
Este término define una tipo de explotación y chantaje sexual donde una persona es
extorsionada por otra que tiene en su poder imágenes suyas de carácter sexual. El agresor
amenaza a la persona con hacer públicas sus imágenes a menos que esta cumpla alguna
condición determinada que haya impuesto. Suelen oscilar entre solicitar sumas de dinero,
favores de carácter sexual o la dominación de la voluntad de la víctima; en otros casos deriva
en un acoso constante a dicha persona. Otra forma de chantajear a la víctima es exigirle que
le envíe más imágenes sexuales con la condición de no publicar sus fotos, lo que lo convierte
en un bucle constante del que es difícil salir.
Saprea, organización benéfica pública sin fines de lucro, nos explica este tipo de violencia
como una de las muchas formas de abuso sexual que facilita la tecnología. Dicha distribución
se comete con la intención de dañar, humillar, explotar u obtener beneficios; con el objetivo
de obtener el control sobre la víctima a través de amenazas. La sensación de poder y los
sentimientos de impotencia infundidos en la víctima, son los dos principales impulsores de
este fenómeno.
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2.3. Distribución de contenido ilegal
Consiste, tal y como nos dice el título, en la distribución de contenido ilegal, tales como
imágenes y vídeo de carácter sexual que involucren a menores de edad. Es lo que se conoce
como pornografía infantil, y es cada vez más común entre gente joven. Según Agapito
Hermes De Dios, comisario jefe de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Comisaría
General de la Policía Judicial de la Policía Nacional, “el delito más preocupante contra las
personas en la red es el de la pornografía infantil. Desde el inicio del confinamiento se ha
constatado un aumento enorme en la distribución de material de pornografía infantil.”
El fácil acceso a las redes sociales, el poco conocimiento, escaso control parental y la
influencia de amistades facilita que los casos de adolescentes que envían contenido
pornográfico sea cada vez mayor. (Scaliter, 2022)
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2.4. Suplantación de identidad
Consiste en hacerse pasar por otra persona de forma malintencionada, para obtener beneficios
económicos, información privada o para dañar a esa u otra persona, como por ejemplo
insultos, burlas, chantajes o amenazas. En este caso vamos a centrarnos en la suplantación de
identidad que suele darse entre iguales, como son el robo de cuenta a un compañero o la
creación de un perfil falso.
Este fenómeno llevado a cabo entre adolescentes puede tomar diferentes formas, entre ellas
podemos destacar la utilización de la cuenta de otra persona o la creación de un perfil falso
para burlarse, fastidiar. También podemos encontrar que este daño no se realiza directamente,
sino que se realiza a través de información privada obtenida del perfil de la víctima, y por
último destacar la técnicas de robo de cuentas donde los jóvenes suelen aprovechar un
descuido, como una sesión iniciada en el ordenador, para acceder luego a esa cuenta.
“Se dan muchos casos de usurpación de identidad entre adolescentes cuando uno de ellos crea
un perfil falso en redes sociales simulando ser alguno de sus compañeros de clase.” (Andrés,
2023) Dicha creación de perfiles falsos, algo que puede comenzar como algún tipo de broma,
puede llegar a escalar y considerarse un delito si el perfil falso llega a provocar un acoso
constante que afecte gravemente a la vida de la víctima.
Todas y cada una de las conductas mencionadas en el apartado anterior son debido a una serie
de diferentes factores de riesgo que podemos clasificar según sean generales o específicos;
además del estudio de estos trabajaremos también las consecuencias que pudieran presentar
en los menores infractores.
Los factores de riesgo generales podemos definirlos como aquellos que podrían aplicarse a
todos aquellos jóvenes que cometieran una conducta delictiva de cualquier tipo, estos factores
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de riesgo se contemplan desde un paradigma bio-psico-social para después establecerse una
clasificación mucho más concreta en función de tres grandes bloques (Sanabria y Uribe,
2010):
- Factores de riesgo individuales tales como: una baja autoestima, la falta de ciertas
habilidades sociales y/o comunicativas, la carencia de empatía, la impulsividad, el
consumo de alcohol u otras drogas, la falta de control de sus conductas, un
desequilibrio emocional diagnosticado o antecedentes del mismo, la búsqueda de
sensaciones y/o emociones….
- Factores de riesgo contextuales como: una relación con un grupo de iguales de alto
riesgo y/o con antecedentes delictivos, poco compromiso con el colegio y como
consecuencia un mal rendimiento académico o también existe la posibilidad de poco
compromiso por parte del centro escolar al no tener políticas claras ni metodologías
de tipo punitivo contra ciertos abusos o problemas, falta de participación en
actividades cotidianas y/o tradicionales, rechazo social por parte de otros jóvenes o de
personas de su entorno….
Cabe destacar que a pesar de que podamos observar numerosos factores de riesgo que pueden
manifestar una conducta antisocial y/o delictiva en los jóvenes nunca existe una sola causa o
factor sino que la conducta es debido a la interacción de varios de estos; igualmente debemos
hacer hincapié en que no todos los factores de riesgo son válidos para cualquier época o
contexto y ni siquiera para todos los tipos de delito, motivo por el que a continuación se
dedicará un apartado a explicar los factores de riesgo específicos de la delincuencia que
estamos trabajando.
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3.2 Factores de riesgo específicos
Cuando hablamos de factores de riesgo específicos nos referimos a aquellos que están
relacionados exclusivamente con el delito concreto que estamos trabajando, en este caso las
causas relacionadas directamente con la delincuencia que es ejercida a través de las redes
sociales y las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Además cabe destacar que es un recurso cada vez más utilizado para distraer a los niños
pequeños por la comodidad que ello supone en ciertas ocasiones, lo que supone que cada vez
sea menor la edad media en que estos menores reclaman un dispositivo con conexión a
internet (9 años de media) y que sobre los 11 años los padres ya les proporcionan un móvil
personal lo que supone que desde esa edad estos tengan un acceso total a la red y también a
las diferentes plataformas y redes sociales a las que se pueden acceder mediante esta. Cabe
destacar que desde entonces se realiza un uso constante de las redes sociales el cual se
mantiene hasta los 24 años de edad tras los cuales comienza a disminuir el uso de las mismas
(Santos, 2021).
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A pesar de que para acceder a las redes sociales se necesite del consentimiento de los tutores
legales si se trata de menores de 14 años, son mucho los chicos y chicas que falsean los datos
para hacer uso de estas pues no hay un control previo ni por parte de los padres ni por las
propias redes sociales; así nos encontramos con el dato de que casi el 70% de los menores de
entre 10 y 12 años (edad que coincide con el primer móvil personal de estos menores)
reconocen tener al menos una red social (Palacios, 2023).
Si bien es sencillo hacer uso de las redes sociales sin tener la edad legal o la recomendada,
más lo es crearse un perfil falso y/o de manera completamente anónima por la falta de
verificación de las distintas redes y plataformas. Ha quedado comprobado que la causa más
frecuente de los numerosos ciberproblemas que existen hoy en día son causados por ese
anonimato sumado a la posibilidad de navegar en internet sin dejar ningún rastro que pudiera
permitir la identificación del lugar desde el que se accede o quién se encuentra tras el
dispositivo (Écija, 2018).
Este anonimato en internet permite que la gente se comporte de una manera completamente
irresponsable pues las personas, en este caso las más jóvenes, se sienten protegidas y tengan
una sensación de impunidad por el mismo además de la falta de responsabilización de sus
acciones lo que propicia la falta de empatía y de consideración hacia los demás y por ello la
comisión de distintas actividades ilegales que pudieran suponer una violacion de las normas
comunitarias como son el acoso, ciberbullying, la difusión de contenido ilegal o no
autorizado, la comisión de distintos delitos de odio….
La presión de grupo consiste en la influencia que es ejercida por una mayoría y que es capaz
de modificar nuestros pensamientos, sentimientos y/o nuestra conducta; aunque esta presión
de grupo también puede ser positiva nos centraremos en la parte negativa de la misma la cual
funciona generalmente con la existencia de un líder que rige las propias normas sociales y de
uno o varios seguidores que se amoldan a él (Aitta, 2021b).
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La adolescencia es una etapa en la que se le da excesiva importancia al grupo de amigos y a
las relaciones sociales y ello lleva en muchas ocasiones a querer adaptarse al entorno por
cualquier medio aunque suponga la realización o comisión de ciertas actividades ilícitas o
delictivas como podría ser la difusión de ciertos mensajes de odio sobre ciertas personas o
colectivos, participar en ciberbullying u otros ciberdelitos. El problema de esto es que la
actuación puede ser alabada por el resto de los pertenecientes al grupo lo que podría suponer
un refuerzo del comportamiento delictivo del joven y motivarlo a continuar participando en
tales acciones lo que a su vez puede provocar que estas vayan incrementando en peligrosidad
y que incluso se puedan trasladar a una esfera física.
La cultura es aquel conjunto de modos de vida y costumbres que es adoptado por distintos
grupos sociales; en los últimos tiempos estamos viendo una cultura mucho más enfocada en
la violencia y la delincuencia, cultura que ha sido acogida por muchos jóvenes como estilo de
vida el cual se ha trasladado también al ámbito de internet y las redes pues ambos son
mecanismos muy populares en estos tiempos.
Esta cultura on-line no solo tolera muchas actividades negativas sino que supone el ejercicio
y la promoción de distintos comportamientos delictivos que ya hemos venido mencionando
con anterioridad a los largo del trabajo como bien pueden ser los discursos de odio, la
discriminación o violencia que influyen directamente en la prevalencia de los delitos
realizados a traves de las redes sociales y de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación; de hecho cabe mencionar que esta cultura on-line ha contribuido en gran
parte al aumento de la cultura del odio sobre todo hacia ciertos colectivos considerados
vulnerables.
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- Consecuencias legales que bien pueden consistir en internamiento en sus diferentes
regímenes, en asistencia a centros de día, en la realización de tareas socio-educativas
o en la convivencia con otra persona, familia o grupo educativo, entre otras; cabe
mencionar que si fuera mayor de edad no respondería según la LO 5/2000 sino ante
las medidas mencionadas en el Código Penal.
- Alteración del desarrollo personal y social del delincuente pudiendo afectar de forma
negativa en su autoconcepto, autoestima y en sus habilidades de relación con los
demás bien centrándose exclusivamente en sí mismo o en su grupo de iguales pero sin
tener en cuenta nada más a su alrededor; esta alteración puede suponer una
disminución en la capacidad para funcionar de manera correcta y efectiva en la
sociedad.
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IV. VÍCTIMAS (Lucía Araujo Serrano)
Las víctimas de la delincuencia juvenil en las redes sociales y las TIC no tienen un perfil
único, ya que las circunstancias pueden variar ampliamente según el tipo de delito y el
contexto cultural y social. Pueden ser personas de todas las edades y perfiles, pero
generalmente incluyen a aquellos que son más activos en línea, menos conscientes de los
riesgos cibernéticos o más susceptibles a la manipulación y el engaño en internet.
Como víctimas principales tenemos a los niños y adolescentes, ya que son más propensos a
utilizar activamente las redes sociales y las TICs (el ciberbullying, el grooming, el sexting y
otras formas de acoso en línea son comunes entre los adolescentes). También suelen ser
víctimas las personas con menor conocimiento de las TICs (mayores y personas con
discapacidades cognitivas), aquellos que confían fácilmente en los demás online (pueden
convertirse en víctimas de estafas, phishing y otros tipos de fraudes en línea), los jóvenes que
comparten contenido sensible como imágenes, videos o información personal,
voluntariamente o bajo presión (pueden convertirse en víctimas de explotación, acoso y
extorsión), los individuos con perfiles públicos o visibles como famosos o influencers
(pueden ser víctimas de robo de información o suplantación de identidad) y las empresas y
organizaciones (víctimas de ataques de phishing dirigidos y robo de datos sensibles)
Para poder ser más específicos y dar un perfil concreto de víctimas de la delincuencia juvenil
a través de redes sociales y TICs, vamos a centrarnos en uno de los delitos más usuales entre
los jóvenes.
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El ciberacoso.
La víctima del acoso puede ser cualquier persona, independientemente de donde nos
encontremos, edad, género, orientación sexual, estatus social y/o cultura. El proceso de
"victimización" es gradual, silencioso y sutil. En la mayoría de los casos, la persona que está
experimentando acoso no es consciente del comportamiento, lo que la deja completamente
indefensa.
Existe relación entre la edad de los menores y la frecuencia de víctimas de ciberacoso. La
mayoría de las víctimas tienen entre los 13 y los 15 años, probablemente debido a que es la
edad en la que las TIC se usan con más frecuencia y menos supervisión (Ballesteros et al.,
2017; Dalla Pozza et al., 2016). Casi el 40% de los jóvenes encuestados por Save the
Children dijeron que habían sido víctimas de acoso cibernético cuando eran niños, resultando
las mujeres las más afectadas (Garaigordobil & Aliri, 2013; Sanjuán, 2019).
Cada víctima de acoso tiene unos rasgos de personalidad diferentes, sin embargo, hay algunas
características comunes que “favorecen” el proceso de victimización en situaciones de acoso:
- Personas muy optimistas y con facilidad para relacionarse. Suelen ser extrovertidas y
carismáticas. Es común que generen celos en personas inseguras en una relación
amorosa.
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- Por último, es frecuente que los niños que se convierten en víctimas sean diferentes en
alguna característica (ya sea física, psicológica, de rendimiento, familiar, social, etc.).
En ocasiones puede haber también una falta de competencia social.
Como rasgos generales, cabe destacar que, normalmente, las víctimas del ciberacoso suelen
presentar una actitud pasiva, miedo ante la violencia y manifestación de vulnerabilidad, que
cabe relacionar con la tendencia a culpabilizarse de su situación y a negarla.
Ciberbullying:
Los menores que son víctimas de ciberacoso muestran un mayor estrés percibido y una
mayor propensión al absentismo escolar, sufrir intimidación en persona, recibir calificaciones
bajas, tener menor autoestima y autoconcepto, más problemas de salud, menos satisfacción
con la vida, menor inteligencia emocional e incluso comportamientos o pensamientos
suicidas como resultado de la situación (Cañas et al., 2019; UNICEF, 2017). También,
parecen más propensos a experimentar comportamientos infantiles y dependientes, como
preferir relacionarse con niños de menor edad y problemas de pensamiento.
Sexting:
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un grave daño moral y psicológico que, en muchas ocasiones, deriva en ciberbullying porque
esas imágenes son utilizadas para denostarla y humillarla.
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● Formación en Derechos y Responsabilidad Digital: Se garantizará la formación del
alumnado en el uso seguro y respetuoso de medios digitales, incluyendo el respeto a
la intimidad y protección de datos personales.
Para las políticas de privacidad mencionamos la Ley Orgánica 3/2018, haciendo especial
mención a los siguientes artículos:
● Garantiza la protección del interés superior del menor y sus derechos fundamentales,
especialmente el derecho a la protección de datos personales, en la publicación o
difusión de sus datos personales a través de servicios en línea.
La AEPD tiene un papel muy relevante, pues ha desarrollado una Estrategia Global sobre
Menores, Salud Digital y Privacidad en respuesta a las necesidades emergentes en el entorno
digital. En la guía “menores, salud digital y privacidad” distinguimos apartados relacionados
con la privacidad y seguridad como:
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La protección Integral:
La AEPD destaca la importancia de una estrategia reforzada para abordar los riesgos que
enfrentan los menores en el entorno digital. Para ello, propone la siguiente línea estratégica:
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● Este artículo señala que padres, madres, tutores, o representantes legales procurarán
que los menores hagan un uso equilibrado y responsable de dispositivos digitales y
servicios en línea.
● Se destaca la importancia de la formación especializada en derechos fundamentales de
la infancia, incluyendo seguridad y uso seguro de Internet.
Obligatoriedad y Supervisión: Todos los centros educativos con menores de edad deben
contar con un Coordinador/a de bienestar y protección, supervisado por la dirección o
titularidad del centro, independientemente de su titularidad.
Coordinación con Servicios Sociales: Coordinará, según los protocolos aprobados por las
administraciones educativas, los casos que requieran intervención de los servicios sociales,
informando a las autoridades correspondientes.
Información sobre Protocolos: Informará al personal del centro sobre los protocolos de
prevención y protección de cualquier forma de violencia.
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Comunicación a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad: Promoverá la comunicación inmediata
por parte del centro a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en situaciones de riesgo
para la seguridad de los menores.
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3. Habilidades sociales en el tratamiento de la delincuencia: El entrenamiento en
habilidades sociales es esencial para mejorar las relaciones interpersonales y abordar
déficits cognitivos y atribucionales desadaptativos en jóvenes delincuentes. Se busca
mejorar la capacidad de interactuar, comunicarse, aumentar la autoestima y responder
flexiblemente a situaciones.
4. Programa ART (Entrenamiento para Reemplazar la Agresión): Este programa
aborda la carencia de habilidades, el déficit en el control de la ira y el mal desarrollo
moral. Tiene tres componentes: habilidades sociales, control de la ira y razonamiento
moral. Se busca reducir la actividad delictiva y mejorar las relaciones familiares.
5. Terapia multisistémica (TMS): La TMS es una terapia centrada en la familia que
modifica factores de riesgo clave. Se aplica en el entorno natural de la familia y se
basa en nueve principios básicos, incluyendo la evaluación comprensiva, el enfoque
positivo y la intervención secuencial en diferentes sistemas.
De entre estos modelos se deberá aplicar el más adecuado considerando el entorno del
menor, el tipo de delito que haya cometido, etc. Además, consideramos que se le debe
añadir tratamientos para la adicción al móvil, a las redes sociales, videojuegos… Ya
que es un problema que afecta a un número elevado de adolescentes.
El análisis realizado sobre la delincuencia juvenil en redes sociales y TICs destaca la variedad
de amenazas que enfrentan los jóvenes en el mundo digital, revelando la complejidad y
gravedad de este fenómeno en la sociedad contemporánea pues se ha demostrado que los
problemas en internet y los ciberdelitos han fomentado aún más la cultura del odio y la
violencia.
Es esencial que la sociedad, los educadores, los padres y las autoridades trabajen juntos para
crear un entorno digital seguro y educativo, fomentando la responsabilidad y la conciencia en
los jóvenes y reduciendo los efectos negativos de la delincuencia juvenil en las redes sociales
y TICs.
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