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DE SEGURIDAD”
Fundación
Konrad
Adenauer
Equipo de T rabajo:
Trabajo:
Sergio Eissa
Leandro Gorgal
Karina Tedeschi
© De esta edición, Prometeo Libros, 2006
Av. Corrientes 1916 (C1045AAO), Buenos Aires
Tel.: (54-11) 4952-4486/8923 / Fax: (54-11) 4953-1165
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Prohibida su reproducción total o parcial
Derechos reservados
Índice
Introducción ............................................................................................... 9
Primera parte: Marco teórico ............................................................. 13
La seguridad como política pública ................................................... 13
La problematización del concepto seguridad .................................... 14
Hacia una poítica integral ................................................................. 23
Segunda parte: Bases y consensos para una política de estado .............. 29
Capítulo I: La producción académica ................................................ 31
Capítulo II: Los actores sociales y políticos ...................................... 101
Capítulo III: Los planes, programas y proyectos .............................. 127
Tercera par
ercera te: Conclusiones ............................................................ 151
parte:
Bibliografía del marco teórico .................................................................. 163
Anexo I: Metodología .............................................................................. 165
Anexo II: Entrevistas a actores políticos y sociales .................................... 169
Anexo III: Libros, papers, ponencias y artículos ....................................... 170
Anexo IV: Planes de seguridad pública ..................................................... 175
“(...) Las inseguridades por las que los hombres y
mujeres pasamos por estos días no tienen que ver
exclusivamente con la posibilidad de ser víctima
de un delito (...) La inseguridad pasa por no saber
qué vamos a hacer mañana. Inseguridad es no te-
ner horizonte a la vista, y por lo tanto, correr el
riesgo de naufragar sin más (...)”
(Conte, 2002)
Introducción
En los últimos años la Argentina se vio inmersa en un proceso de
deterioro de sus estándares de seguridad fruto de transformaciones en la
Sociedad y en el Estado que impactaron de manera negativa en el univer-
so del delito y la violencia.
Dichas transformaciones en el universo del delito y la violencia se
producen a partir de la convergencia de una serie de fenómenos suma-
mente significativos, entre los que se encuentran:
1) Incr emento en el nivel del delito
Incremento delito: la Tasa del Delito se ha incremen-
tado en nuestro país desde los años noventa. Dicho incremento fue
mayor al crecimiento poblacional, con lo cual el riesgo de victimiza-
ción en Argentina es 109% superior al de 10 años atrás.
2) Incremento en el nivel de violencia
violencia: también han aumentado los de-
litos contra las personas, en general, y la violencia social y criminal,
en particular. Por ejemplo, en los grandes centros urbanos la posibi-
lidad de victimización violenta se duplicó.
3) Complejización del universo del delito
delito: el problema criminal no puede
definirse de manera unívoca, con lo cual no puede pensarse en un
único tipo de intervención. No hay un problema de seguridad, sino
más bien muchos (robos a mano armada, secuestros, abigeato, desar-
maderos, piratas del asfalto, etc.) y de distinta intensidad, entidad y
modalidad, de ahí la complejidad del problema.
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PRIMERA PARTE: MARCO TEÓRICO
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Específicamente, Sozzo, en este punto llama recursos a la “conjugación compleja de
dispositivos institucionales, tecnologías de poder, técnicas de intervención, racionalidades
y programas políticos [...]”, que si bien no dista de la terminología utilizada por nosotros,
hemos optado por la que se explicita, en razón de responder mejor a las exigencias del
presente trabajo (Ver Sozzo, 1999).
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Hobbes, Thomas (1992). El Leviatán o la materia , forma y poder de una república
eclesiástica y civil, Fondo de Cultura Económica, México.
5
Locke, John (1990), Segundo Contrato sobre el Gobierno Civil, Alianza, Madrid.
6
Analizando la temática de la Seguridad, Martín Gras (1998) sostiene: “Pensemos en el
Leviatán de Hobbes y en el Segundo Tratado de Gobierno Civil de Locke. El Estado que
ambos definen se basa en una doble tarea: la producción de seguridad y la reducción de
incertidumbres. El Contrato Social asegura la interacción entre esos dos momentos posibi-
litando ‘defender a la gente de los ataques los extranjeros y de las molestias que se pudieran
hacer mutuamente’.
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Ver también Abramovich (2005).
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(1998), citado por Sozzo (2004) sostiene: “la pena como instrumental
principal de este sistema falla en lo que respecta a la función de preven-
ción de la criminalidad (...) y (...) la prevención negativa espacial, es
decir, la neutralización o la intimidación específica del criminal y la
prevención general positiva, es decir, la eliminación simbólica de la vali-
dez de las normas que favorecen el proceso de integración social, son en
realidad inadecuadas respecto de los criterios de valor que preceden a
nuestras constituciones, a saber, las constituciones del estado social y
democrático de derecho”.
Efectivamente, las formas de intervención según Saín (2003) pueden
ser: a) la legislativa, mediante la amenaza de sanción penal o la promul-
gación de leyes penales especiales destinadas a impedir el surgimiento de
determinadas ilicitudes (Criminalización primaria); b) judicial, a través
de la aplicación efectiva de las sanciones penales legalmente establecidas
y la individualización de penas destinadas a evitar la reincidencia (Cri-
minalización secundaria); y c) administrativa, a través de medidas de
protección y ayuda social a grupos de riesgo o por medio de intervencio-
nes relacionadas son el sistema penal y policial.9
En cambio, para Van Dijk (Sozzo, 2004) la prevención del delito “son
todas las políticas, medidas y técnicas, fuera de los límites de sistema de
justicia penal
penal, dirigidos a la reducción de las diversas clases de daños
producidos por actos definidos como delitos por el Estado.” Sin embar-
go, coincidiendo con Sozzo (2004), en vez de tomar como criterio de
definición de la prevención las fronteras del sistema de justicia penal,
apuntaremos a la cuestión de quién interviene, “porque muchos actores
del sistema de justicia penal pueden, sin embargo, actuar a través de
recursos extra penales”.*
Esta necesidad de intervención multidimensional y multidiscipli-
naria se debe fundamentalmente a que el delito es un fenómeno social
multicausal que no puede ser explicado a partir de una única variable,
“y que todos los análisis que parten de reduccionismos y/o simplifica-
ciones sólo llevan a la aplicación de políticas erróneas”* (Burzaco et al,
2004).
Durante la década de los ’90, frente al incremento del delito y la
violencia en los países centrales, se produce un punto de inflexión y se
conforma un paradigma que Burzaco et al (2004) denominan integral.
Según estos autores, “esta visión se orienta a identificar los factores con-
9
La intervención administrativa tal como la define Saín puede ser clasificada tanto como un
recurso penal como así también un recurso extra penal.
* NdA: La negrita es nuestra.
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Factores
de riesgo
Socio- Grupos
Institucionales
económicos vulnerables
Socio-
demográficos
y culturales
Ministerio Justicia
Público penal Justicia de
ejecución penal
Policía
Represión Investigación
Servicio
del delito criminal Penitenciario
Agencias
sociales Prevención Sanción Patronato de
Comunidad policial Penal liberados
Reclusión
Prevención
social Delitos y tratamiento
criminológico
y
Prevención Vigilancia y Asistencia
situacional violencias post-
penitenciaria
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SEGUNDA PARTE: BASES Y CONSENSOS PARA UNA
POLÍTICA DE ESTADO
ESTADO
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CAPÍTULO I
La producción académica
Los autores coinciden en señalar que se produjo un aumento cualita-
tivo y cuantitativo del delito con mayor complejidad y dinámica (factor
objetivo) que ha impactado negativamente en la percepción de inseguri-
dad (factor subjetivo) (Ovalles, 2005).
Un sondeo realizado en marzo de 2004 por el Centro de Estudios
Nueva Mayoría mostraba que 35% de la población manifestaba haber
sido víctima de algún delito durante 2003; mientras que sólo llegaba a
25% en 2001. El impacto de esa cifra puede considerarse mayor porque
54% manifestaba tener algún familiar directo que había sido víctima de
algún hecho delictivo. Según la misma fuente, 85% manifestaba que la
situación no había cambiado luego del 2003 (Fraga, 2005).
Para Eduardo Ovalles (2005) el delito entre 2000 y 2003 se incremen-
tó 75% con respecto a 10 años atrás. Por su parte Burzaco, Gorgal y
Garavano (2004) sostienen al respecto:
“la Argentina se encuentra inmersa en una perceptible situación de
inseguridad a partir de la creciente ola de delitos que amenaza la
vida, la libertad y el patrimonio de los ciudadanos, y genera niveles
de sensación de inseguridad y de miedo a ser víctima de un crimen
nunca antes vistos en la Argentina (…). La situación de inseguridad
de nuestro país es sumamente heterogénea, dado que la magnitud,
las tendencias y las características de los niveles de delito y violencia
son diferentes en distintos puntos del país, grupos sociales y hasta
segmentos etarios.”*
Además, se pueden observar tendencias nacionales, que son parte de
un fenómeno global (Spátola, 2005) y regional (Fraga, 2005), que pue-
den resumirse (Burzaco et al, 2004) en:
• un incremento del delito y la violencia;
• la complejización de las modalidades delictivas;
* NdA: La negrita es nuestra.
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Se denuncian 200...
De los cuales se
arrestan a 40...
De los arrestados,
reciben sentencia 20...
De los sentenciados,
sólo cumplen prisión efectiva 4
Agradecemos el gráfico a Diego Gorgal.
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I) Recursos penales
A) Agencias policiales
Tanto Marcelo Saín (2003), Palmieri et al (circa 2001) como Eduardo
Estévez (1998) señalan a 1997 como punto de inflexión en el abordaje de
las políticas de seguridad en nuestro país. El asesinato de José Luis Cabe-
zas puso sobre el tapete que “la mejor policía del mundo”, la Bonaerense
según palabras del por entonces Gobernador Eduardo Duhalde, no era
tal. En este contexto, el debate en las ciencias sociales sobre esta proble-
mática no tenía (ni tiene) muchos años (Saín, 2003 y Gorgal, 2002). Las
primeras publicaciones estuvieron destinadas a la cuestión de qué hacer
y cómo controlara la policía (Agregú et al, 1998)10, en tanto institución
10
Otros autores que podemos mencionar son: Binder, Alberto (1998), “Informe regional:
mecanismos de control democrático en el mantenimiento de la seguridad interior”, en
Fruhling, Hugo (Ed.), Control democrático en el mantenimiento de la seguridad interior,
CED, Santiago de Chile; CELS, “Informe sobre la situación de los derechos humanos en la
Argentina de los años 1995, 1996, 1997 y 1998”; Neild, rachel (1999), “Controles internos
y órganos disciplinarios policiales”, en Temas y debates en la reforma de la seguridad
pública, WOLA, Washington DC; Palmieri, Gustavo (1997), “Normativa y estructuras de
los organismos de seguridad pública interior”, en CELS, Control democrático de los orga-
nismos de seguridad interior en la República Argentina, CELS, Buenos Aires; Sozzo, Máxi-
mo, González, Gustavo, Corti, Leandro, Montero, Augusto, Tavella, Ramiro, Aimar, Veró-
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nica, Taleb, Gamal, Ferreccio, Vanina, Palmieri, Gustavo y Pochak, Andrea (1999), “La
reforma de los mecanismos de control interno de la actividad policial en la Provincia de
Santa Fe, Argentina”, en CED – CELS, Violencia policial y mecanismos de control interno.
Dos estudios sobre las policías argentinas, CED – CELS, Buenos Aires.
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Ver también Máximo Sozzo, s/f. Este autor se pregunta porque esta facultad se sostiene en
el tiempo. A lo cual responde que la política de seguridad se reduce a las prácticas de
prevención que puede realizar la policía.
* NdA: La negrita es nuestra.
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c) Tácticas efectivas.
d) Seguimiento y evaluación implacable: revisión de la eficacia y
el éxito de las diferentes tácticas empeladas para combatir los dife-
rentes delitos.
Y como ejes estratégicos plantean (Burzaco et al, 2004):
I) “Rediseño y fortalecimiento institucional”
a) “Descentralización del comando operativo que permita el em-
powerment de los mandos medios, especialmente de los oficiales
jefes al frente de las comisarías.”
b) “Reducción de los niveles de dirección de la organización (acha-
tamiento de la estructura).”
c) “Mejora ostensible de la comunicación interna y de la coopera-
ción horizontal.”
d) “Implementación de mecanismos claros de control de gestión y
auditoría interna.”
II) “Reingeniería y marco de incentivos”
Debe entenderse como el “conjunto de factores materiales e inma-
teriales que promueven las conductas de los individuos y de las
unidades integrantes de esa organización (...). En función de ello,
la principales modificaciones en el marco de incentivos deben ser
las nuevas pautas de ascenso y el nuevo plan de carreras (...). El
plan de carrera deriva del nuevo modelo policial (...): una institu-
ción que se organizaría en torno a las grandes estructuras, la ope-
rativa y la estructura de apoyo (...). También debe procederse a
una descentralización del poder dentro de la institución, refor-
zando la importancia de los mandos medios y colocando en ellos
el centro real de poder dentro de la policía (...). El nuevo plan de
carrera debe pensarse privilegiando la función sustantiva de la ins-
titución, basándose en ciclos que habiliten y promuevan la espe-
cialización”. En cuanto al régimen de ascenso, “éste combinará el
criterio de antigüedad con el de performance individual del efec-
tivo”, medida por un Programa de Evaluación de Desempeño, “y
el puntaje obtenido en los distintos cursos de capacitación y en-
trenamiento laboral”. Además, “el principal incentivo material –el
salario– también debe contemplar los atributos del nuevo modelo
de policía, por lo cual al régimen salarial ordinario debería sumár-
sele un régimen salarial especial para aquellos que ejerzan cargos
con funciones ejecutivas dentro de la institución o funciones de
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B) Justicia
Las agencias policiales no son el único expediente clave de una polí-
tica para afrontar el problema del delito y la violencia. El aumento del
delito y la violencia tiene un origen multicausal y uno de esos factores,
compete básicamente al funcionamiento del sistema de seguridad, inte-
grado también por la justicia y el sistema penitenciario (Garavano et al, s/
f y Ovalles, 2003).
En efecto, “existe una clara competencia concurrente en la primera
etapa de la investigación entre la policía y la justicia especialmente en la
investigación de hechos de autores no identificados y en la segunda entre
la justicia y el servicio penitenciario”. Con el agravante que si bien la
policía y el servicio penitenciario son instituciones independientes, am-
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lizado.. Todo esto provoca una acumulación de las causas en los juzgados
(Ovalles, 2005). Al respecto, Elena Highton de Nolasco sostiene: “un
juez que tiene 4.000, 10.000, 50.000 casos ante sí para considerar, es
muy difícil que pueda imprimir a las soluciones la velocidad que sería de
desear”. Para la integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
los jueces tienen que resolver menos causas, pero “crear más y más
tribunales de ninguna manera es la solución. Hay que poner menos
casos en consideración de cada juez y liberalizar los procedimientos,
flexibilizar el acceso” (Highton, 2005).*
También los autores destacan que las fiscalías no tienen recursos hu-
manos ni tecnológicos para agilizar las tareas. Más de 30% del personal
administrativo no es idóneo y no se cumplen las mínimas normas de
gestión de la calidad. Asimismo, los fiscales que atienden los delitos com-
plejos, no tienen equipos de investigación propios. No hay fiscalías de
delitos complejos, ni siquiera en el lugar más complicado del país como
es la Provincia de Buenos Aires. En algunas provincias los delitos com-
plejos reciben el mismo tratamiento que los delitos comunes (Ovalles,
2005 y Burzaco et al, 2004).
normas pro-
Marcelo Saín (2003) también sostiene que se requieren “normas
cesales dinámicas y actualizadas, y de un sistema de investigación cri-
minal eficiente, asignando a los fiscales la responsabilidad exclusiva de
dichas labores y dotando al Ministerio Público de una organización flexi-
ble y eficiente.” También es importante la “jerarquización de la policía
abocada a asistir a los fiscales en la investigación criminal, a través de la
conformación de un cuerpo funcionalmente dependiente del Ministerio
Público” (Saín, 2003).*
Este autor agrega que es necesario crear un cuerpo de fiscales e inves-
tigadores dedicados a la persecución de los delitos complejos, como el
narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción. También debe crearse
un cuerpo de asistencia, protección y patrocinio de las víctimas de los
delitos. Además hay que crear mecanismos de mediación, compensación
y reparación del damnificado en el proceso penal destinado a aquellos
delitos de menor gravedad.
Uno de los temas que contribuyen a la sensación de impunidad y de
inefectividad de la justicia, que para algunos autores afecta su rol disua-
sivo, es la impunidad frente a los delitos de corrupción: los casos pres-
criben por errores o deficiencias de toda índole (Ovalles, 2005). Al res-
pecto, el ex integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Dr.
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Participaron Cecilia Ales, CELS; Alberto Binder, Instituto de Estudios Comparados en
Ciencias Penales y Sociales – INECIP; Amilton Bueno de Carvalho, Desembargador do
Tribunal do Justicia do Estado do Rio Grande do Sul; Jorge Casanovas, Diputado Nacional
del Partido Justicialista; Carlos Alberto Chiara Díaz, Vocal del Superior Tribunal de Justicia
de la Provincia de Entre Ríos; Gerardo Conte-Grand, Diputado Nacional del Partido Justi-
cialista; Marcelo Dragui, Fiscal General del Departamento Judicial de Quilmes, Provincia
de Buenos Aires; Roberto Durrieu, Presidente del Colegio de Abogados de la Ciudad de
Buenos Aires; Jorge Enríquez, Legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Partido
Juntos por Buenos Aires; María del Carmen Falbo, Diputada Nacional del Partido Justicia-
lista; German Garavano, Juez, miembro del Consejo de la magistratura de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires, Investigador de Unidos por la Justicia; Nilda garré, Diputada Nacio-
nal por el FREPASO; Ricardo Gil Lavedra, Coordinador de la Mesa de Seguridad Interior del
Diálogo Argentino; Diego Gorgal, Secretario de Seguridad Urbana de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires; Gustavo Letner, Subsecretario de Justicia de la Intervención Federal de la
Provincia de Santiago del Estero; Carlos Alberto Mahiques, Juez de Casación Penal de la
Provincia de Buenos Aires y los Coordinadores de Unidos por la Justicia, Adrián Marchisio
y Mariano Scotto.
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“Por otra parte, se observa que para llegar a una sentencia penal se
demora en promedio un año y medio, y si hay vía recursiva, ese plazo
se duplica o triplica.
En este camino, el cambio a un sistema acusatorio es una tarea
ineludible, y dentro de éste, la implementación de audiencias orales
para la resolución de todas las instancias del proceso es de fundamen-
tal importancia. Junto a estos cambios, debe reglarse el principio de
oportunidad para que tenga en cuenta la opinión de la víctima, puesto
que es una herramienta imprescindible para manejar el volumen de ex-
pedientes y adjudicar los escasos medios existentes a la investigación de
casos complejos, que es el ámbito en que se advierte la mayor falencia del
sistema penal actual.”
En síntesis, se propone:
• “Se debe salir del sistema mixto y establecer definitivamente
el sistema acusatorio,
• Deben implementarse procesos oralizados y permeables en cuan-
to a su forma, que garanticen una justa y efectiva solución de los
conflictos, en un tiempo razonable y a un mínimo costo (...).
• Hay que evitar la burocratización del sistema de investigación del
delito,
• Es necesario que el proceso penal no se mueva solamente bajo la
órbita del imputado, sino también bajo la eficiencia en la tutela
de los derechos de las víctimas, que permita dar una respuesta a
los ciudadanos en razón del conflicto generado por el delito,
• Las plantas funcionales de los juzgados y sus presupuestos deben
ser reasignadas bajo criterios razonables,
• Debe trabajarse en la capacitación de los operadores judiciales y
la formación de investigadores con capacidad de monitorear ade-
cuadamente el funcionamiento del sistema penal en su conjun-
to,
• Resulta necesario un fuerte impulso político para hacer reali-
dad los cambios propuestos (...).”
Por su par te el T
parte aller de Justicia y Víctima17, concluyó:
Taller
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Participaron Guillermo Benetti, Coordinador del Centro de Asistencia a la víctima de
Rosario; Alberto Luis Carballo, Comisario Jefe de la División Centro de Orientación de la
Víctima; Jorge Ulises Carmona Tinoco, Instituto de Investigaciones Jurídicas Universidad
Nacional Autónoma de México; Eugenio Pablo Fleixas, Director General de la Oficina de
Asistencia a la Víctima de la Procuración General de la Nación; Paula Litvachky, Investiga-
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C) Servicio Penitenciario
En lo que respecta a la otra parte del sistema de seguridad es inte-
resante rescatar para empezar las palabras de Alejandro Slokar (2005)
cuando afirma:
“contra lo que usualmente se sostiene, el número de detenidos guarda
escasa relación con la frecuencia de los delitos, y esto cada país lo decide
* NdA: La negrita es nuestra.
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políticamente
políticamente, por lo que cabe preguntarse y definir si queremos más
cárceles o menos presos. Eso se debe a que en la cultura dominante
nadie duda que la criminalidad grave debe apelarse a la prisionización y
que para la leve debe evitarse; pero en la criminalidad de mediana grave-
dad cualquier criterio parece sostenible. Sobre esa anchísima faja se
toman las decisiones, lo que explica las diferencias –de otro modo
incompresibles– entre índices de países vecinos con similares culturas y
problemáticas”.*
En Argentina se observa que la cárcel: a) “traduce y reproduce un
código hegemónico de delincuencia, que se identifica sólo con una par-
cial criminalidad visible”; b) “la mayoría de los presos están por efecto de
una selección conforme a estereotipo, y se los atrapa en relación directa
con su vulnerabilidad”; y c) “el grueso de los presos es inocente, ya que
es innegable el fenómeno de la inversión del sistema penitenciario, que
lleva a que predomine el número de presos preventivos sobre el de con-
denados” (Slokar, 2005).
La mayoría de estas cuestiones planteadas por Slokar no son reto-
madas por el resto de los autores. Salvo el hecho de que la mayoría de
los detenidos no tiene sentencia firme y que el servicio penitenciario
no cumple solamente con su rol de resocializar a los detenidos, sino que
los derechos humanos de los mismos son violados sistemáticamente.
Eduardo Ovalles (2005) señala que en el Servicio Penitenciario Fede-
ral (SPF) existe hacinamiento, falta de recursos humanos y el predomi-
nio de construcciones obsoletas: no ha habido inversión genuina desde
los noventa. Más de 50% de los establecimientos ha superado su vida útil
y 40% de cárceles del país se encuentran superpobladas. En la Argentina
hay 63 mil detenidos, 52 mil en establecimientos penitenciarios y 11 mil en
comisarías, dependencias de Prefectura y Gendarmería. De ese total 40% no
tienen condena firme, encontrándose alojados junto a los que sí la tienen.
De acuerdo al CELS (s/f), “gran porcentaje de las personas privadas
de su libertad hoy son sometidas a condiciones infrahumanas de encie-
rro, hechos de violencia, torturas, homicidios y negaciones absolutas de
derechos básicos de alimentación”.
En el mismo sentido, Burzaco, Gorgal y Garavano (2004) sostienen:
“el sistema penitenciario presenta un déficit operativo tan grande en lo
que respecta al trato de los internos, a la administración de recursos y al
seguimiento de la resocialización real de los presos, que requiere un
cambio radical, tan vital como la construcción de cárceles y alcaldías que
termine con el problema estructural de superpoblación carcelaria y de
presos en las comisarías.”
* NdA: La negrita es nuestra.
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Participaron Amilton Bueno de Carvalho, Desembargador del Tribunal de Justicia del
Estado de Río Grande do Sul; Dr. Sergio Delgado, Juez nacional de Ejecución Penal; Dra.
Zulita Fellini, Juez nacional del Tribunal de Menores y Profesora de Derecho Penal de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires; Dr. Eduardo Roberto Madar,
Asesor en materia Penitenciaria del Interventor Federal en la provincia de Santiago del
Estero; Dr. Francisco Mugnolo, Procurador Penitenciario de la Nación; Dr. Carlos Parma,
Juez de Tribunal Oral de Menores de la Provincia de Mendoza; Lic. Ana María Ramponi,
Directora del Patronato de Liberados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; y Francisco
Villamayor, Asesor en el Programa Nacional de Trabajo en Cárceles Ministerio de Justicia,
Seguridad y Derechos Humanos. El trabajo fue coordinado por los Doctores Daniel Petro-
ne y Martín Nessi, investigadores de Unidos por la Justicia.
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a esa edad, pueda ser rescatado a tiempo”. En este punto, como vere-
mos más adelante, no todos los autores coinciden con esta postura.
Burzaco et al (2003) propone modernizar la legislación nacional, de
manera tal de “incrementar los costos del accionar criminal, agilizar los
procesos judiciales y dotar de marcos jurídicos adecuados para las dis-
tintas actividades por las cuales se ejerce el poder de policía”.
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E) Factores Socioeconómicos
Los temas hasta aquí vistos no pueden ser analizados en forma aislada
de la crisis económica que vivió Argentina entre 1998 y 2002, y así lo ha
entendido la literatura sobre este tema (Dialogo Argentino, 2003).
Gorri, Lecaro y Repetto (2003), al hacer un análisis de la inseguridad
en la Provincia de Mendoza, critican profundamente las políticas imple-
mentadas durante la década de los noventa porque entienden que han
tenido tres grandes consecuencias: el desempleo, la exclusión y la inse-
guridad. Para ellos el creciente nivel de desempleo y la desigual distribu-
ción del ingreso, profundizó el deterioro de “las posibilidades, oportu-
nidades y capacidades” de las personas en su desarrollo humano, conlle-
vando a altos niveles de exclusión social y de inclusión de la población
en la inseguridad urbana, acentuando también el conflicto social entre
los diversos actores y el Estado. En el mismo sentido Juan Pegoraro (2001)
sostiene:
“la situación social de pobr eza o indigencia a la que el modelo neoliberal de
pobreza
capitalismo salvaje está sometiendo a vastas poblaciones urbanas es un
factor determinante en la ruptura de los lazos sociales y de un imaginario
colectivo que supone la existencia de una sociedad y esto sin duda facilita y
hasta promueva actos delictivos (...). En este marco es necesario incorporar
otros problemas sociales que someten a la ciudadanía a un estado de inde-
fensión, como el desempleo, la desigualdad cr eciente, la desatención por
creciente,
parte del Estado de la salud pública, las demandas de consumo compulsivo
para tener una identidad rreconocible,
econocible, los fenómenos de discriminación, etc.,
cuyo cor olario es una cr
corolario eciente pér
creciente dida de expectativas de integración y de
pérdida
movilidad social, elementos necesarios para ejercer la ciudadanía y para
legitimar la democracia y sus instituciones”.21*
21
Ver también Pegoraro, 1998.
* NdA: La negrita es nuestra.
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Con algún matiz Emilio Ordóñez y Mario Baizán (s/f) afirman: “la
crisis social ha generado un sistema social de marginales que están sobre-
viviendo a través del delito sistemático y organizado. El crecimiento de la
pobreza, sobre todo en las franjas juveniles, está creando un formidable
ejército de reserva para la delincuencia”. En esta línea, Rosendo Fraga
(2005) piensa que la mejora de las condiciones sociales impactaría sobre
la inseguridad.
Ahora bien, el CELS (s/f) relativiza el impacto de la situación so-
cioeconómica sobre el delito. Cuando analizan los principales enfoques
que existen en el debate público y académico encuentran que la discu-
sión puede organizarse en tres líneas de pensamiento: a) la demagogia
punitiva que busca poner orden en las calles ignorando los derechos y
garantías constitucionales; b) el “Estado de derechos sin derechos” que
pide también el establecimiento del orden, pero respetando los derechos
de determinados sectores; y c) la “seguridad por añadidura” que piensa
que las instituciones estatales son parte del problema y la desigualdad
social es la fuente de la violencia. El documento intenta superar estas tres
corrientes de pensamiento y sostiene que si bien la situación socioeconó-
mica es un factor importante a tener en cuenta al momento de formular
las políticas públicas, éstas deben tener carácter inclusivo, evitando adoptar
líneas de acción que incrementen la conflictividad social, la violación de
los derechos humanos y la distorsión de las instituciones de seguridad.
En cambio la otra corriente destaca la importancia del factor so-
cioeconómico como condicionante de la producción de violencia y de-
lito en una sociedad, aunque los autores debaten acerca de cuáles son
las variables que inciden en esa problemática.
La primera variable que se puede señalar es el crecimiento económi-
co
co. Si se lo analiza en una serie larga tiende a disminuir el delito, aunque
dependiendo del impacto de otras variables. Por otro lado, las recesio-
nes generan efectos socioeconómicos que obran como incentivos a la ac-
tividad criminal al incrementar el desempleo y al deteriorar la distribu-
ción del ingreso. Pero la salida de la recesión no implica una mejora
automática en las tasas del delito, ya que las personas que ingresan a la
actividad criminal adoptan hábitos que tienden a mantener pese a que se
hayan solucionado las causas que las empujaron al delito. Es decir, el
delito crece más rápido con la recesión y disminuye lentamente con el
crecimiento económico (Efecto de Histeresis) (Burzaco et al, 2004).
Por su parte, Leonardo Gasparini (1999) señala: “existe un debate en
la literatura acerca de cuál es la variable de inequidad más relevante
como determinante del delito: pobreza o desigualdad
desigualdad. Si bien ambas
72
Hacia una política integral de seguridad
22
Uno de los índices que se utilizan para medir la desigualdad en la distribución del
ingreso.
23
“El aumento de la desigualdad (que aumenta la pobreza) incrementa el delito” (Gaspa-
rini, 1999).
24
“Las conclusiones son bastante desoladoras: en el ámbito local, se calcula que la evolu-
ción de los robos contra propiedades en todo el país está explicada en más de un 78% por
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Hacia una política integral de seguridad
Por su parte Eric Neumayer (2004) sostiene: “el vínculo entre la des-
igualdad en la distribución del ingreso y el crimen contra la propiedad
violento puede ser espurio (...)”. En contraste, Fajnzylber, Lederman y
Loayza (2001) proveen aparentemente una evidencia robusta y fuerte de
que la desigualdad en la distribución del ingreso causa una tasa elevada
de homicidio y robo/asalto.
Como podemos observar, existen al menos dos corrientes en la acade-
mia en cuanto a la relación entre desigualdad y Tasa de Delito. ¿Cómo
seguir avanzando entonces en nuestro análisis?
Eric Neumayer (2004) sugiere: “la desigualdad no es un determinante
significante estadísticamente, al menos si los efectos específicos de cada
país no son controlados o si la muestra es artificialmente restringida a
un número pequeño de paísespaíses”.* Según el autor (2004), “la
la razón de por
qué el vínculo entre desigualdad y crimen contra la propiedad violento
puede ser espurio es porque la desigualdad en el ingreso está fuerte-
mente correlacionada con efectos específicos de cada país, como ser las
culturales”.26
diferencias culturales
También Gasparini (1999) nos dice: “la distribución del ingreso suele
moverse con mucha lentitud. Los cambios entre dos años próximos sue-
len no ser significativos. Las diferencias provienen en general de proble-
mas de variabilidad muestral. En cambio, las diferencias entre aglome-
pronunciadas”.*
rados suelen ser mucho más pronunciadas”
Gabriel Kessler insiste en cuestionar
“una idea del sentido común bastante difundida acerca de la visión de
una riqueza creciente y ostentosa en los grupos más favorecidos, suma-
da al bloqueo de posibilidades, podría ser una incitación para los jóve-
nes (…) para la obtención de bienes en forma violenta” (Kessler, 2004).
En la investigación sobre la “Sociología del Delito Amateur”, Ga-
briel Kessler (2004) intenta demostrar que no hay un efecto mecánico
entre desigualdad y delito. En cambio, deben rastrearse otros modos
menos evidentes en donde es posible encontrar los efectos de la desigual-
dad y su vinculación con el delito. La explicación del impacto de la
desigualdad no alcanza por si sola para analizar el fenómeno, hay ejem-
plos en el resto de las sociedades latinoamericanas con mayores brechas
socioeconómicas que no tienen necesariamente altas tasas de delitos. El
autor se inclina a pensar en que la crisis del mundo del trabajo quiebra
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F) El rol de la comunidad
La comunidad actúa como contención del individuo. Por un lado, lo
alberga y lo hace sentir protegido y, por el otro, le pauta las conductas al
impulsarlo a realizar ciertas prácticas y no otras. Por ello, cuando los
lazos sociales se debilitan y el individualismo se vuelve exacerbado, las
personas se desinteresan de sus semejantes y las normas pierden su capa-
cidad reguladora.
Según Diego Gorgal (2005), “el carácter también es formado por la
opinión general, las expectativas de la vecindad, el sentido de pertenen-
cia a una comunidad, el control social informal, en definitiva por el
ethos de una comunidad. El deterioro de estas variables genera compor-
tamientos que pueden tender al delito y a la violencia”.
En Argentina se observan esos síntomas de debilitamiento del tejido
social y una suerte de pérdida de cultura de respeto a la ley, ya señalada
76
Hacia una política integral de seguridad
por Carlos Nino en los años ochenta27 y que Ordóñez (s/f) señala como la
persistencia de una cultura de la ilegalidad. Asimismo, la ausencia de
reprobación y castigo también va minando la convivencia y generando la
supervivencia del más fuerte (Burzaco et al, 2004). En este sentido, Ro-
sendo Fraga (2005) sostiene: “la clave es la relación entre la sociedad y la
norma. El creciente incumplimiento o falta de aplicación de las normas,
es lo que más incrementa el delito. Seguridad y derechos humanos son
presentados como valores antagónicos. Esto ideologiza la discusión de
los problemas concretos a resolver. La sociedad argentina tiene una doble
vara para medirse a sí misma y a los demás”.
Para Gorri, Lecaro y Repetto (2003) ante el retiro del Estado, surge y
se fortalece una sociedad civil heterogénea que resiste ya sea reacomo-
dando sus prácticas, o en algunos casos afianzando una relación cliente-
lar con el Estado y, en otros, obteniendo recursos y subsidios por vía de la
agudización del conflicto (corte de rutas, piquetes, movilizaciones, pue-
bladas). Por su parte, Pegoraro (2004) sostiene que hay que atender las
“situaciones de violencia recíproca, ruptura de relaciones fraternales,
degradación de las relaciones solidarias y también el hostigamiento por
parte de las estructuras y punteros políticos”.
Gabriel Conte (2002), citando a Anthony Giddens, dice: “prevenir la
delincuencia y reducir el miedo al crimen, están ambos estrechamente
ligados a la regeneración comunitaria”.
La participación de los vecinos en las diversas iniciativas es una de las
herramientas que asegura el éxito (Ordóñez et al, s/f). En el mismo sen-
tido Gorri, Lecaro y Repetto (2003) señalan que se requiere de una mayor
participación de la comunidad en denunciar los hechos, en cooperar, en
informar las conductas impropias de los agentes, en definitiva que la
comunidad sea parte de las propuestas y soluciones de la seguridad pú-
blica. En relación con esta visión, la normativa que acompañó todo el
proceso de reforma institucionalizó la participación comunitaria a través
de los Foros Vecinales y los Consejos de Seguridad Departamentales en
la Provincia de Buenos Aires y también en Mendoza.
Efectivamente en la Provincia de Mendoza a partir de la reforma, se
crearon los Consejos Departamentales de Seguridad en los cuales tienen
participación los Municipios, los Consejos Deliberantes y los represen-
tantes de los Foros Vecinales. Estos consejos a su vez están integrados por
entidades intermedias (Conte, 2002).
27
Nino, Carlos (2005), Un país al margen de la ley, Ariel, Buenos Aires.
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Por último, hay que tener en cuenta la influencia que tienen los me-
dios de comunicación en la difusión de la cultura de la violencia (Burza-
co et al, 2004) y del temor. En efecto, según Salinas Escobar (2005), “los
conflictos que afectan la seguridad suponen ciertos modos de resolución
o de control acorde a normas cuya aceptación y legitimidad está estrecha-
mente vinculada y condicionada por los modos de reproducción simbó-
lica de la sociedad. Reproducción simbólica que, en la situación actual,
se da preferentemente a través de los medios de comunicación, en espe-
cial la TV. Ello revela el poder constituyente de los medios de comunica-
ción en el desarrollo de climas de confianza o inseguridad”. En efecto,
según Bartoletti et al (2004), la emergencia de la seguridad como proble-
ma en el caso Blumberg revela “el el enorme peso que el encuadre mediá-
tico de los acontecimientos provoca en la población. Al ubicar un tema
en la agenda pública, su dimensión real se magnifica al instalarse como
problema de todos, en una resignificación socio trópica de sus dimen-
siones”.*
* La negrita es nuestra.
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I) El papel de la familia
Según Rolf y Magda Loeber, los padr
padres
es influyen en el futuro compor-
tamiento delictivo de sus hijos a través del abandono, los conflictos con
los niños, conflictos matrimoniales y situaciones de abuso y violencia por
parte de los padres o de los familiares cercanos. Asimismo, según el Ban-
co Mundial, el número de familias mono parentales se ha incrementado
en América Latina, como así también las presiones para que trabajen y
contribuyan al ingreso familiar, lo que provoca un temprano abandono
del sistema educativo (Burzaco et al, 2004).
Paola Spatola (2005c) también sostiene que uno de los ejes funda-
mentales es “la prevención como pilar fundamental de las políticas de
seguridad identificando claramente las poblaciones en riesgo, en parti-
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28
Agradecemos la observaciones en este apartado de la Lic. Cecilia Andina.
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Por ser legislación de fondo o substancial, rige para todo el país.
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de habérselas visto por última vez al ser detenidas por agentes policiales,
terceros muertos en tiroteos innecesarios o supuestos delincuentes que
caen abatidos en dudosos enfrentamientos”, los derechos de los niños,
niñas y jóvenes “se encuentran seriamente comprometidos por confor-
mar un grupo especialmente vulnerable”. Por ejemplo, durante 2001,
27% de los civiles muertos en enfrentamientos en la Provincia de Buenos
Aires eran menores, mientras que en la Capital Federal esa cifra alcanzó
21 %. De ahí que un primer paso sea adecuar la legislación a la Conven-
ción.
En lo que respecta a la Provincia de Buenos Aires los derechos del
niño y la acción del Estado frente a ellos se encuentran regulados por el
Decreto/Ley Nº 10.067, “que establece un sistema complejo de Patronato
compartido entre los jueces de menores, asesores (...) y el Poder Ejecuti-
vo”. Pese a que en 2000 la Legislatura provincial sancionó la Ley Nº 12.607
de Protección Integral del Niño y el Joven, sucesivas resoluciones de la
Corte Suprema de la Provincia y un pedido de inconstitucionalidad,
pusieron en vigencia nuevamente el Decreto/Ley citado ut supra.
Según Guemureman (2002), “la normativa permite la restricción de
la libertad de aquellos chicos que aparecieren como autores o participes
de un hecho calificado por la ley como delito, falta o contravención (...).
El artículo 2 otorga al Juez de Menores la competencia exclusiva para decidir
sobre la situación del menor en estado de abandono o peligro moral o material,
debiendo adoptar todas las medidas tutelares necesarias para dispensarle amparo”.
Asimismo, se afecta la garantía del debido proceso, porque esta norma “no
prevé como entidades diferentes al defensor oficial y al asesor de menores”.
Según los datos reconstruidos por esta autora (Guemureman, 2002),
el número de niños, niñas y adolescentes privados de su libertad era en
octubre de 2001 de 8.195. De este total, sólo 853 lo habían hecho por
motivos penales y otros 100 estaban alojados en Comisarías31 “por sospe-
char que cometieron algún delito o falta”. Sin embargo, según estimacio-
nes del Consejo Provincial del Menor, otros 8.000 menores estarían alo-
jados en instituciones no vinculadas directamente al Consejo.32 En la
31
Mediante la Resolución Nº 51.249 del 26 de junio de 1985 se crearon las comisarías del
menor. Esta resolución se vio complementada en el año 1997 por la Resolución Nº 102.369,
que tenía por objetivo adecuar la anterior a la Convención de Naciones Unidas, aunque
sólo implicó una adecuación formal, “que no evidencia cambios sustanciales en los usos y
prácticas”.
32
“El 90% de los chicos institucionalizados –recordó la fuente– no están allí porque
cometieron un delito sino porque son pobres. Los jueces se arrogan la facultad de “tutela”
sobre ellos: los levantan y los encierran porque están solos, porque son víctimas de un
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abuso o por tentativa de robo, una figura por la que ni siquiera se detiene a un adulto”.
Página 12, sin fecha.
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Menores; Mónica Rodríguez Eiriz, Jueza del Tribunal Oral Nacional de Menores; Cecilia
Maiza, Jueza Nacional de 1º Instancia de Menores; Stella Maris Martínez, Defensora ante la
Corte Suprema de Justicia de la Nación; Gustavo Palmieri, Centro de Estudios Legales y
Sociales (CELS); Carlos Parma, Juez del Tribunal Oral de Menores de la Provincia de
Mendoza; Fernando Pisano, Fiscal Nacional de Menores; Lucrecia Rebori, Delegada Ins-
pectora de Menores; Liliana Rivas, Secretaria de la Cámara de Casación Penal y profesora de
Sociología Jurídica en la Universidad de Buenos Aires (UBA); Silvia Sassano, Jueza de
Menores Nº 2; Elvira Tobar, Delegada Inspectora de Menores; Marcela Velurtas, Directora
de Equipos de Servicio Social en Centros de Gestión y Participación (CGP); y los coordina-
dores Gustavo González, Investigador de Unidos por la Justicia; María Fernanda Rodríguez,
responsable del Área Técnico-Legislativa de Unidos por la Justicia.
* La negrita es nuestra.
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sistémica del Estado y la violencia extrema como modo de vida son com-
ponentes esenciales del narcotráfico (Burzaco et al, 2004).
En Argentina ha habido un incremento en el consumo de drogas
pesadas y demás sustancias psicotrópicas lícitas, como el alcohol, el taba-
co, los psicofármacos y los inhalantes (Diálogo Argentino, 2003). Para
Rosendo Fraga (2005), “tanto desde la posición garantista como desde
aquellos que sostienen que hay que mejorar el desempeño judicial y
policial, le dan poca relevancia al problema de la droga, no sólo como
causa del delito, sino también de la violencia empleada cuando este se
comete”.
Según el SEDRONAR el incremento del tráfico de drogas hacia nues-
tro país ha provocado un aumento en el consumo interno de drogas que
alcanzaría a 3% de la población, y esto impacta sobre todo en el consumo
de los jóvenes. Según un informe de la ONU de 2005, Argentina sería el
quinto consumidor de cocaína en el mundo. Por ejemplo, las cifras del
primer semestre de 2005 estarían por encima de las de 2004: 3.048 Kg en
este último año y 2.794 en el primer semestre del 2005. Pero más grave
aún, es que esa cifra sólo representaría entre 10 y 30% del total de la
droga que circula en el país. El número de detenidos por transportar
cocaína aumentó 90% durante el primer trimestre en comparación con el
mismo período del año anterior. Según el Ministerio de Seguridad de la
Provincia de Buenos Aires, la incautación de cocaína en el último año
(2005) había aumentado en 90,9% (Eissa, 2005).
Para hacer frente a este problema Burzaco, Garavano y Gorgal (2004)
proponen la implementación de programas de “rehabilitación de drogo-
dependientes, para evitar que los adictos caigan en el delito a fin de
solventar sus adicciones, y programas de prevención de la drogadicción
para que los jóvenes no ingresen en el mundo violento y alienante de la
dependencia de la droga”.
Por su parte Sergio Eissa (2005) propone:
a) “Cambiar el enfoque unilateral por uno multilateral; en donde tanto
los países productores como los consumidores se sienten a discutir una
nueva política en la lucha contra el narcotráfico. Se debe tener presente
al hombre y que en un adicto, su conducta es la adictiva, más allá de una
droga en particular (alcohol, marihuana, cocaína, tabaco, etc.). Por tal
motivo no es suficiente sancionar leyes severas contra el lavado de dine-
ro, contra los narcotraficantes o un mayor control de los productos
químicos necesarios para producir la droga, sino que por el contrario, el
enfoque debe ser multidisciplinario, atendiendo al adicto como un en-
fermo y no como un delincuente. Por otro lado, en tanto Europa y
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c) “El rol de las Fuerzas Armadas debe limitarse a prestar apoyo logístico
a las fuerzas policiales y de seguridad, tal como prevén las leyes de
Defensa y Seguridad Interior. Asimismo, debe avanzarse con el proyecto
de radarización del país para la detección de vuelos ilegales, no sólo del
narcotráfico, sino también del contrabando, y en la mejora de la capaci-
dad de la Armada para la detección de buques ilegales en nuestros ma-
res”.
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CAPÍTULO II
Los actores sociales y políticos
Intentaremos en este capítulo encontrar los puntos de consenso y no-
consenso teniendo en cuenta el paradigma o el marco analítico con el
que el actor entrevistado elabora la percepción del fenómeno. Tal como
fue planteado en el marco teórico, existiría una interdependencia con-
ceptual entre la definición otorgada por los actores y la solución plantea-
da por ellos.
De acuerdo a las entrevistas realizadas, existiría cierto nivel de acuer-
do en considerar la seguridad como un problema complejo, multicausal,
originado para algunos de los entrevistados principalmente por fenóme-
nos económico-sociales.
“La literatura coincide en señalar que son fenómenos multicausales
pero la brecha social tiene un impacto directo tanto (en) los niveles de
inseguridad como (en) los niveles de violencia.” (Silvia La Ruffa, agosto
2005)
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“Vos hablas con cualquier chico hoy en día (...), viven el ya, el ahora (...)
es como que no lo pueden proyectar. No es esa proyección que tenía
otra generación (...), te recibías, trabajabas, sabías que si conseguías un
trabajo tenías casa propia. Toda esa falta de proyección a niveles muy
bajos, donde ni siquiera hay perspectivas de estudiar, o donde la desin-
tegración de la familia (...). Por eso te digo no es solamente un factor, la
inseguridad es un factor que no se si es una sola cosa. La desintegración
de la familia, el estado en que viven.” (Gloria Lafita, agosto 2005)
Ambos foristas incluyen en su percepción y análisis de la problemáti-
ca el tema de minoridad y drogadicción, otorgándoles un lugar central
en el diagnóstico elaborado por ellos. Visualizan ausencia y/o desarticu-
102
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“Hoy un chico roba una bicicleta o a otro chico le roba las zapatillas para
comprarse una sustancia prohibida (...) Ellos tienen que salir a conseguir
ese dinero, o sea, sino tiene la plata o no consiguen trabajo porque no
tienen tampoco estudios, entonces salen a conseguirla a través del robo,
empiezan con la droga entonces se transforman en ladrones en potencia
y en asesinos en potencia, a edades muy tempranas.” (Osvaldo Atínense,
agosto 2005)
Los entrevistados, hasta ahora, ubicaron el origen del fenómeno en lo
que Gorgal define como factores condicionantes. Estos operarían como
generadores de incentivos o barreras de ingreso para cometer o no actos
delictivos. Los entrevistados reconocen la fuerte incidencia con la que
operan estos factores como la pobreza, la desocupación, la droga, la des-
integración familiar, la desigual distribución del ingreso etc., en la gene-
ración de terrenos propicios para el avance de conductas delictivas. Si
bien en el discurso inicial los actores exponen, la cuestión de seguridad-
inseguridad como un fenómeno multicausal atravesado y originado por
fenómenos sociales, a medida que avanzamos en el análisis de las entre-
vistas observamos que sitúan el origen del problema en la sensación de
impunidad.
Por ejemplo, los foristas, a pesar de realizar un diagnóstico con com-
ponentes vinculados a una problemática social, demandan una dismi-
nución de la sensación de impunidad.
“Es tan contradictorio lo que uno va palpando en el tema de seguridad,
a nivel justicia por ejemplo, los chicos que roban, entran y al otro día
están sueltos. En la propia justicia se está generando una distorsión en la
cabeza de los pobres pibes, está tan permitido todo que la verdad te da
vergüenza que la sociedad argentina actual (esté) en esta situación.”
(Roberto Orellano, 2005)
“Uno observa que hay un conjunto muy grande de ilícitos que no son
castigados como la ley corresponde, eso aparte del desorden que provo-
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“El tema de los dos elementos que a mi juicio son básicos hoy (…) son la
prevención y cumplimiento efectivo de la ley. La prevención implica
tomar aquellas medidas tendientes a evitar la comisión de hechos
delictivos, actuando en el terreno frente al delito con una actitud proactiva
y no con una actitud reactiva como está sucediendo actualmente. El
segundo son las acciones, que cuando me refiero al segundo me refiero
al cumplimiento efectivo de la ley, las acciones que apuntan a disminuir
la sensación de impunidad que siente la delincuencia.” (Jorge Enríquez,
agosto 2005)
El marco de análisis con el cual este grupo de entrevistados aborda el
problema es pensar al acto delictivo como una acción voluntaria y racio-
35
Durante el 2004 un grupo de manifestantes tomaron y saquearon la Comisaría 24 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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“Hay que extender otras formas de trabajo. Tienen que tener otro tipo
de agencias. Y esto no significa correr a la agencia de seguridad, sino que
se debe tener la capacidad de trabajar en este tipo de problemas con
otras agencias, porque hay muchos riesgos en trabajar solamente con
las agencias de seguridad, debido a la enorme capacidad de extorsión
que (estas) agencias tienen (...). Es muy difícil utilizar un instrumento
alternativo, entonces uno debe tener una pluralidad de instrumentos
para trabajar estas cuestiones de conflicto.” (Gustavo Palmieri, agosto
2005)
Palmieri en su exposición sostiene que no existiría una relación di-
recta entre pobreza y delito, entiende a este nivel de análisis como reduc-
cionista e intenta comprender cómo opera este fenómeno en la cuestión
de la seguridad, tratando de develar elementos que son negados.
“Es una interpretación, pero esto es común a otros lugares de la región,
una interpretación “naif” de la relación entre pobreza y delito (...) o sea
(decir que) la causa de esto es la pobreza (...). Hay un error de interpre-
tación muy fuerte en esa línea, que tiene que ver con, sobre todo las
perspectivas más democráticas, entender que no porque yo garantice
ciertos niveles de igualdad y garantice ciertos niveles de acceso a otros
derechos, puedo garantizar que va a haber mayor seguridad.” (Gustavo
Palmieri, agosto 2005)
Objeta las políticas de seguridad hasta ahora implementadas debido a
que reproducen las relaciones de sometimiento de la estructura social:
reclusión de los sujetos débiles y tolerancia con los sujetos poderosos y
dicha reproducción aparece como negada.
“La política de seguridad es un área más que puedo articularla, puedo
articularla de modo redistributivo, puedo articularla protegiendo secto-
res, puedo articularla protegiendo a otros, o puedo articularla jorobando
a algunos sectores que por ahí son los más jorobados. Es una manera de
articularla, y creo que eso no está negado. Está vista como ajena al resto
de las políticas, con códigos muy propios en esa línea, y con muy poca
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“Las leyes tienen que cumplir con el afán disuasivo, no tienen que ser
una declaración lírica. El código contravencional de Buenos Aires, que
tanto se discutió con la venta ambulante, con la prostitución callejera,
con los piquetes, también eso forma parte, son manifestaciones violen-
tas. Por esto yo creo que el código contravencional era mucho más rico
en figuras que tenían que actuar en la antesala del que hacer delictivos y
no se puso hincapié en ellas, por eso para nosotros es importante actuar
en la etapa pretérita, porque uno quizás en la etapa pretérita del queha-
cer delictivo puede evitar el robo, el secuestro, la violación y el homici-
dio.” (Jorge Enríquez, agosto 2005)
El planteo de ambos entrevistados se erige a partir de una matriz
teórica conservadora en donde se tiende a confundir la idea de seguri-
dad con la de orden. Un sistema punitivo adecuado a la realidad actual
es una herramienta jurídica para sancionar el desorden. El efectivo cum-
plimiento de la ley para mantener el orden indicaría un descenso de los
niveles de la sensación de impunidad.
Los INTEGRALISTAS conceptualizan a la seguridad como la protec-
ción y efectivización de los derechos y las libertades y, por lo tanto, estas
reformas no se vinculan directamente con una mejora concreta en los
indicadores de inseguridad.
Para Silvia La Ruffa, la reforma del código penal no es el eje de reso-
lución del problema, el ineficaz funcionamiento judicial, la lentitud de
la justicia es atribuida a la forma de estructuración y organización; con-
cretamente al código procesal penal.
“Siempre planteo que como marco está el código penal, (y) que (en)
verdad la modificación al código no es ni necesaria ni inmediata. Sí, que
alguien se ponga estudiar para que vuelva a tener el sentido sistémico,
pero no tiene nada que ver con la política real de seguridad.” (Silvia La
Ruffa, agosto 2005)
“Creo que hay que darle sistematicidad (y) hay que ver (si) después de
todas las reformas que (le) hicieron, (...) tiene sentido. (Silvia La Ruffa,
agosto 2005)
Palmieri considera que el sistema punitivo tal como está estructurado
es fuertemente represivo. El nivel de represión del Estado argentino no
está develado y, por lo tanto, no está siendo controlado. La sensación de
impunidad, entonces, queda más expuesta y ciertos “aparatos ideológi-
cos” como los medios de comunicación, realizan un recorte de la reali-
dad contribuyendo a realizar percepciones subjetivas: sensación de im-
punidad y sensación de inseguridad.
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B) El Sistema Judicial
El endurecimiento o no de las penas fue centro de debate años ante-
riores, sectores políticos más conservadores apoyaron el discurso más
represivo y autoritario (“mano dura”) e implementaron políticas pensan-
do que la inseguridad debía ser combatida por la fuerza de un “aparato
represivo estatal”, la postura es netamente belicista y se requiere un per-
manentemente incremento cuantitativo de los dispositivos de seguridad.
Se espera que el recurso penal, aparte de su función específica en la
represión del delito, cumpla con la misión de prevención. La premisa
teórica que está por detrás de estas concepciones es la visualización del
delincuente como un actor racional que evalúa las ventajas y las desven-
tajas para cometer o no un delito.
Los hechos demostraron que el agravamiento de las penas no operó
como un efecto disuasivo para evitar que se cometan delitos. Transcurri-
da esta etapa de debate y de evaluación concreta de la eficacia de estas
medidas, encontramos cierto acuerdo entre los entrevistados en pensar
que el endurecimiento de las penas no conduce a una mejora en las
condiciones de seguridad.
“Y hace falta que los jueces pongan no mano dura; energía jurisdiccional
que es distinto, (...) los jueces tienen que poner mucha atención y mucha
energía jurisdiccional, es decir, no pueden delegar cualquier cosa, tie-
nen que asumir ellos la responsabilidad y tienen que poner energía juris-
diccional que quiere decir, no sobrepasar la ley sino aplicar realmente la
ley en todo lo que la ley prevé, contempla y permite.” (Jorge Vanossi,
julio 2005)
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todo termina archivado, a las dos semanas están archivadas las causas.
Eso también existe, (...) está colapsado todo el sistema y que hay que
rever todo ese tipo de cosas.” (Gloria Lafita, agosto 2005)
Gustavo Palmieri rastrea el origen del colapso del sistema y entiende
que la ineficacia del Sistema Judicial es producto de la ausencia de gra-
duaciones en el sistema punitivo:
“En términos judiciales, más que plantearlo en términos de respuesta,
uno tendría que ver los problemas que tiene hoy. Básicamente es un
sistema excesivamente punitivo para pequeños delitos. El sistema va a
estar desbordado siempre. Si uno no gradúa a qué cosas se va a dedicar
el sistema penal, es imposible que funcione.” (Gustavo Palmieri, agosto
de 2005)
En correspondencia con su percepción plantea como solución re-
pensar algunas figuras delictivas y ubicarlas bajo la orbita de otros siste-
mas:
“Algunas cosas hay que descomprimirlas. Está bien con respecto a los
delitos graves, pero yo no puedo tener un proceso en prisión preventiva
a una señora que fue al supermercado con un hijo. Eso no puede ser
parte del sistema penal, porque un hurto en un supermercado no puede
estar en el sistema penal (...) .Tienen que haber otros sistemas de acuer-
dos, sistemas de sanciones, otros sistemas de puniciones. Por otro lado,
tiene que haber otro sistema de prevención preventiva.” (Gustavo
Palmieri, agosto de 2005)
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Hacia una política integral de seguridad
dice el precepto constitucional del artículo 18, ser sanas y limpias para
reinserción, resocialización de los presos.” (Jorge Enríquez, agosto 2005)
“Las cárceles que tenemos, las cárceles son escuelas, es la facultad, uno
va a aprender como seguir delinquiendo, con los menores que ingresan,
se hacen expertos ahí adentro (...) van a los juzgados de menores, se
escapan, no hay vigilancia.” (Osvaldo Atínense, agosto 2005)
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Hacia una política integral de seguridad
“Dicen que se están haciendo nuevas cárceles, pero bueno nunca termi-
namos, porque además en la hora de sacar, por más que se saca, hay un
montón que siguen entrando. La rehabilitación de lo que es Patronato
de Liberados y rehabilitación, lo que es rehabilitación de detenidos, que
después vuelven para reinsertarse en la sociedad, en eso no se ha hecho
nada. Hay que trabajar, por más que (...) es difícil conseguir trabajo para
alguien que no tiene antecedentes, el que tiene antecedentes esta mu-
cho peor. La reincidencia es muy grande.” (Gloria Lafita, agosto 2005)
Los integralistas buscan la solución pensando en el origen de la so-
bre-población carcelaria, en consecuencia, las propuestas giran en torno
a disminuir la cantidad de detenidos.
“Tiene que haber otro sistema de prevención (...). No puede aplicarse
como se aplica ahora. Si yo estoy sospechado de algún cargo que tiene
algún grado de violencia, adentro. No puede ser que todos los casos de
violencia, el tipo esté preso hasta que se le demuestre lo contrario.”
(Gustavo Palmieri, agosto 2005)
“Hay que buscar un mecanismo que (no tengo en claro cuál) pero que
hay que buscarlo con relación a que haya menos procesados detenidos
y creo que hay que pensar medidas alternativas a la prisión y hay que
estudiar la posibilidad de tener mediación en materia penal, si esto se
logra vamos bajar lo que es la población carcelaria con menos delitos.”
(Silvia La Ruffa, agosto 2005)
Nicolás Da Penna además introduce en su análisis una reforma legis-
lativa que le otorgaría al sistema penitenciario facultades para desarrollar
un sistema de inteligencia, la información generada sería de utilidad
para desbaratar bandas y efectuar un seguimiento del liberado.
“El Servicio Penitenciario, por definición, no puede tener inteligencia,
porque inteligencia solamente hacen los que pertenecen al Sistema de
Inteligencia Nacional (...). Pero la tiene, y tiene muy buena inteligencia.
Tiene mucha información, y esa información es la que permite, luego,
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D) Agencias policiales
Las reformas llevadas a cabo por la gestión de Arslanián tuvieron un
primer intento inconcluso, se generaron a partir de ellas debates y en-
frentamientos entre diversos actores políticos y sociales. Con posteriori-
dad a este debate y con la problemática instalada en la agenda política
demandando una resolución inmediata es posible encontrar algunos
puntos de acuerdo entre los entrevistados frente las fuerzas policiales.
Actualmente se evalúan como acertados, para ambos sectores, los cam-
bios introducidos por la gestión de Arslanián, sobre todo aquellos vincu-
lados con políticas de depuración, con políticas orientadas a la capacita-
ción y con aquellos que apuntaron a la descentralización de la fuerza.
“Lentamente se ha empezado a hablar más de seguridad ciudadana (...)
Yo diría desde el año 1998. Impactó en esto la Reforma Arslanián del año
1998/1999, porque puso al descubierto si se quiere las falencias de la
policía y la necesidad de trabajar (...) a través de la planificación.” (Eduar-
do Estévez, agosto 2005)
“Arslanián empieza a tener (...) algunas políticas donde creo que la está
pegando. Ha sido muy fuerte (...) en el tema de secuestro, y lo que
también es cierto que la Secretaria de Inteligencia a partir de la nueva ley
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Hacia una política integral de seguridad
“El responsable político de la policía de esta ciudad (tiene que ser) el Jefe
de Gobierno. La ciudad tiene que ver al policía. Pueden coexistir como
en todas las ciudades con una fuerza federal y una fuerza de la ciudad
(...) (que) me parece que tiene que ser mucho más cercana (...). Porque
sino le falta una pata al gobierno de la ciudad, mas allá de quien sea el
Jefe de Gobierno, para (la) ejecución de política. Una situación de emer-
gencia vos podes poner un ente coordinador pero la verdad es que
deben tener un mismo jefe y un mismo responsable.” (Cristian Ritondo,
julio de 2005)
Existen otras propuestas y en estos puntos ya no jugaría la separación
analítica propuesta al principio del análisis. Tácita o explícitamente se
pronunciaron a favor de cuestiones vinculadas a mejor y mayor capacita-
ción, mejores salarios, armamento adecuado, etc. Estas problemáticas están
instaladas desde hace unos años en el debate político y público y pro-
ducto de esto, se han logrado ciertos consensos.
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“Yo creo que hay que actuar en el campo de la prevención y del cumpli-
miento efectivo de la ley. La policía debe encargarse de prevenir el delito
y colaborar con la justicia luego de cometido, pero para ello debe estar
capacitada técnicamente, bien equipada, mejor remunerada.” (Jorge
Enríquez, agosto 2005)
“La policía, los magros sueldos, debe ser una alternativa laboral, más
que una cuestión vocacional. Hay que pensar que por ejemplo la
Gendarmería tiene el cincuenta por ciento de sus hombres debajo la
línea de pobreza, con lo cual, digamos hay que hacer una inversión muy
grande. Pensar que estas personas están por debajo de la línea de pobre-
za, con lo cual salen a la calle: sin poder pagar tal vez el colegio a sus
chicos!! y son unos de los que deben garantizar las tres fuerzas federales
la seguridad. Es el que cuida la frontera que no pase droga. Todo esto es
permeable, la pobreza de algunas personas de seguridad es permeable al
dinero que circula de una venta, de delincuentes o de esquemas ya
armados como pueden ser el narcotráfico como puede ser una banda de
secuestradores.” (Cristian Ritondo, Julio de 2005)
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“Yo creo que hay cosas positivas y negativas. Una de las cosas positivas
que se ha hecho es la participación comunitaria (...) Para mí es un eje
fundamental, no porque lo diga yo, sino porque lo he visto en el mundo
(...). La sociedad (...) es el órgano de control externo de la fuerza de
seguridad, de la política de seguridad, de la institución, de todo.” (Gloria
Lafita, agosto 2005)
“Hay una ley que exige que en cada jurisdicción policial debe haber un
Foro (...). Vamos unos diez en permanente reunión con los jefes distritales,
con los comisarios. Es el control permanente, donde vemos algo, en las
reuniones lo hablamos (...). Hemos tenido la visita de fiscales (que) han
participado en las reuniones. (...) El vínculo, a través de lo que vamos
manifestando como necesidad, a través de lo que vemos desde afuera,
creo que es útil porque ellos se sienten también controlados.” (Roberto
Orellano, 2005)
Los foristas tienen un discurso atravesado por diversos componentes.
Si bien no podríamos afirmar que tienen una visión integral de la proble-
mática, creemos que ubican a las principales causas de la inseguridad en
cuestiones sociales. Sin embargo, dentro de sus propuestas y sus análisis
encontramos importantes elementos que se encuadran dentro a la táctica
comunitaria.
En sus percepciones consideran a los jóvenes como grupo de riesgo
riesgo,
reclaman, por un lado, la erradicación de la pobreza, de la desocupa-
ción, atender la problemática de las adicciones; plantean como necesi-
dad la educación, la contención familiar y cultural-deportiva.
“Por nuestros ojos pasan aproximadamente 6.000 chicos por año, vos
sabes que feo. Vos por ahí agarras a los delegados de los clubes o presi-
dentes de las instituciones, chicos que hacen 4 ó 5 años que no juegan
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Hacia una política integral de seguridad
más y le devolvés la credencial que quedó acá (...) ¿Y éste? Está muerto.
¿Y éste? Esta preso. ¿Y este?.” (Osvaldo Atínense, agosto 2005)
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CAPÍTULO III
Los planes, programas y proyectos
La finalidad de esta sección es evaluar cuáles han sido los principales
planes de seguridad y justicia que se han diseñado a partir de 1998,
cuando la cuestión criminal pasó a ser uno de los principales temas a resol-
ver para todos los argentinos.
En capítulos anteriores, hemos explicado ya qué entendemos por re-
cursos penales y recursos extra-penales. A los efectos del presente capí-
tulo, utilizaremos esta distinción para situar los diferentes planes o pro-
yectos de seguridad y justicia desarrollados en la Argentina, a fin de
observar los posibles consensos o “puntos de contacto”.
La exposición se dividirá de acuerdo a la estructura del Estado argen-
tino, en donde, al ser un Estado Federal, se puede distinguir un Gobier-
no Nacional, Gobiernos Provinciales y Gobiernos Locales o Municipales.
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I) Recursos extra-penales
El plan paradigmático que ha utilizado estos recursos ha sido el Plan
de Pr evención del Delito Urbano
Prevención Urbano. Como ya hemos dicho anteriormente,
se focaliza básicamente en la prevención situacional, la prevención social
y la prevención comunitaria del delito. También encontramos acciones
similares en el Plan Nacional de Seguridad y JusticiaJusticia, donde se hace
hincapié tanto en la variable “educación”, en el marco de la prevención
social, como en el esfuerzo por coordinar los diversos foros de seguridad.
Las estrategias de prevención situacional las encontramos dentro del Plan
Nacional de Prevención del Delito Urbano, cuyas acciones principales son: la
utilización de circuitos cerrados de televisión, la vigilancia personal por
parte de efectivos policiales y el rediseño del espacio urbano. Sin embar-
go, este plan contempla los efectos negativos de estas estrategias, a saber:
el surgimiento de una “mentalidad de fortaleza”, el reforzamiento de la
dinámica de exclusión social y el desplazamiento geográfico del delito.
Pero estos efectos, sin embargo, pueden ser neutralizados mediante la
integración de las estrategias de prevención situacional con las estrategias
de prevención social.
Entre las estrategias de prevención social, encontramos en este plan,
acciones tendientes a la generación de facilidades para el goce del tiempo
libre por parte de jóvenes en áreas urbanas degradadas y el reforzamiento
de las capacidades de escuelas medias para retener su población escolar.
Sobre este último punto, cabe señalar también que el Plan Nacional de
Seguridad y Justicia diseñó un programa para atender este problema, el
Pr ograma V
Programa uelta a la Escuela
Vuelta Escuela.
En cuanto a las políticas implementadas en el ámbito de la minori-
dad, en el marco del Plan Nacional de Prevención del Delito, se imple-
mentó una experiencia piloto en la ciudad de Buenos Aires, cuyo objeti-
vo fue cooperar con proyectos efectivos para los jóvenes que se encuen-
tran entre catorce y veintiuno años. Se trabajó con jóvenes de una zona
marginal cercana, que no tuvieran un lugar donde encontrarse y recrear-
se, echo que provocaba que muchos de ellos vagaran por la calle y se
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Hacia una política integral de seguridad
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ción de la evolución del crimen. Por otro lado, el SURC había sido pen-
sado para ser un “nodo” argentino para el MERCOSUR.
Por su parte, la Agencia Federal de Investigaciones y Seguridad Inte-
rior tenía la misión de cumplir dos roles principales: el de investigación
federal y el de seguridad interior. En su rol de investigación federal de-
bía: agrupar y coordinar todas las áreas de investigaciones de las fuerzas
federales sobre el crimen organizado; articular su acción con todas las
fuerzas provinciales del país; administrar un “nodo” informático central
conectado en red; y elaborar un mapa delictivo referido a secuestros
extorsivos y bandas delictivas en general, con especial énfasis en el nar-
cotráfico, tráfico de armas, desarmaderos, contrabando y lavado de dine-
ro. En su rol de seguridad interior debía: dirigir un Cuerpo Nacional de
Paz, integrado por 5.000 hombres de la Policía Federal, Gendarmería
Nacional y Prefectura Naval Argentina, que actuaría como asistencia fe-
deral y policía de seguridad en las zonas más críticas, cuando su presen-
cia fuera requerida en el marco de la ley de seguridad interior.
En cuanto a las refor mas legales sobr
eformas sobree la lucha contra el crimen orga-
orga-
nizado
nizado, se anunciaba la modificación del artículo 210 del Código Penal
sobre la “asociación ilícita”, donde se pretendía eliminar aquellos térmi-
nos confusos que dan pie a la interpretación que lleva a la impunidad de
las organizaciones delictivas. Por otro lado, se preveía la protección de
testigos e imputados; la creación de un Fondo Especial de Recompensas;
la transferencia de competencias a la Justicia Provincial y a la Ciudad de
Buenos Aires en materia de narcotráfico; y otras tantas acciones tendien-
tes a erradicar los desarmaderos, el lavado de dinero y financiamiento
del terrorismo, abigeato, entre otros.
Para el caso de la investigación criminal y la sanción penal, este mismo
plan tenía previstas las siguientes medidas:
• Reor denamiento General de la Justicia Nacional Penal con asiento
Reordenamiento
en la Capital Federal: se elimina la distinción entre Justicia Na-
cional u Ordinaria Penal y Justicia Federal Penal de la Capital
Federal; se unifican las tres cámaras de apelaciones en una Cáma-
ra Criminal y Correccional, se unifican los Juzgados Federales Cri-
minales y Correccionales, Penal Económico, de Instrucción y Co-
rreccional en una única especie de Juzgados de primera instan-
cia: los Juzgados de Instrucción; se unifican los Tribunales Orales
Federales, Criminales y Penal Económico en una sola categoría de
Tribunales Orales Criminales.
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I) Recursos extra-penales
En la Provincia de Buenos Aires, a partir de 1997, se han implemen-
tado diversas políticas de seguridad, en las que se destacan tres planes
que dan un lugar fundamental en la formulación de dichos proyectos, a
la prevención del delito. Es así como tenemos el Plan de Reor ganización
Reorganización
General del Sistema Integral de Seguridad e Investigación de los Delitos
de la Pr ovincia de Buenos Air
Provincia es (1997), el Plan Dir
Aires ector de Seguridad
Director
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Artículo 20º Ley de la Provincia de Buenos Aires Nº 12.154.
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39
Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, “La infancia en situación de
calle: una problemática social”, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Buenos
Aires.
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TERCERA PARTE: CONCLUSIONES
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* La negrita es nuestra.
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“(…) Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de
los reos detenidos en ellas, y toda medida que con el pretexto de precaución conduzca a
modificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que lo autorice”.
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Bibliografía
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ANEXO II
Entrevistas a actores políticos y sociales
Diputado Nacional Cristian Ritondo 28 de julio
Diputado Nacional Dr. Jorge Vanossi 29 de julio
Legisladora Lic. Silvia La Ruffa 10 de agosto
Dr. Gustavo Palmieri (CELS) 11 de agosto
Dr. Nicolás D´Apenna asesor de la Senadora Nacional
Dra. Sonia Escudero 12 de agosto
Legislador Dr. Jorge Enríquez 16 de agosto
Sr. Eduardo Estévez ex asesor parlamentario de la UCR 31 de agosto
Sr. Osvaldo Atinense (Foro de Tres de Febrero) 2 de septiembre
Sr. Roberto Orellano (Foro de Tres de Febrero) 2 de septiembre
Dra. Gloria Lafita (Foro de San Isidro) 5 de septiembre
169
Fundación Grupo Sophia y Konrad Adenauer Stiftung
ANEXO III
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Hacia una política integral de seguridad
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Hacia una política integral de seguridad
ANEXO IV
Planes de seguridad pública
Álvarez, Juan José (1998), Plan Municipal de Seguridad
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