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clásica, es decir, a las tragedias griegas, así como su afinidad hacia los poetas latinos.
De hecho, este tipo de lecturas fueron, como bien lo señala Hernández Luna en su
prólogo a Las conferencias del Ateneo de la juventud (2000), una constante dentro del
grupo del Ateneo de la Juventud del que Reyes fue parte fundamental en su
comprendiendo una de las razones o motivos por los que el mismo Reyes llegaría a
crear un poema como La Ifigenia cruel, no es nada sutil o tenue; sino que como el
lectura de El banquete de Platón en que cada uno llevaba un personaje del diálogo,
primera vez en el año 1924, en Madrid, durante el autoexilio al cual se sometió Reyes,
pensadores a leer y discutir entre otras cosas a los clásicos, cuando Reyes hubiese
comenzado a maquinar una obra que posiblemente y con el paso de los años,
Arenas Monreal, nos indica que, en efecto, muy probablemente el libro donde salió
publicado por primera vez el poema, no fuera sino “el producto de un prolongado
tiempo de arduo trabajo y de reflexión sobre el mundo griego, el cual inició en 1098,
a las tragedias de los clásicos como Sófocles, Eurípides y compañía, es innegable. Por
tanto, no se puede desechar tal relación con lo griego, cuando se está buscando
indagar y echar luz sobre La Ifigenia cruel, so pena de caer en un profundo yerro
metodológico. Por ese motivo, hemos querido indagar más al respecto e ir a las propias
palabras del autor, para que así, de manera clara podamos establecer con razón, de
mito griegos.
La afición dirá Reyes, por Grecia, fue una realidad que se fue cultivando con el
paso de los días, meses y años, inició como hemos dicho hacia 1908; sin embargo
llegó el día en que “aquellas palabras tan lejanas se iban acercando e incorporando en
paulatina las letras griegas, los mitos, las emociones y demás realidades humanas que
griega –como seguramente pasó con otros ateneístas–, se terminó por configurar en
algo más que una mera lectura. El espíritu aguerrido y la idea que caracterizó al grupo
de los ateneístas: aprender bien las cosas y ser serios con sus trabajos y estudios,
como bien lo explica Hernández Luna en su prólogo a Las conferencias del Ateneo de
la Juventud (2000), fueron los elementos, sin duda, que propiciaron en Reyes una
conexión tan profunda con la tragedia que terminó siendo para él, no solo una lectura
de lo real.
Desde esta perspectiva podemos comprender, cómo Reyes llega a decir que “la
literatura, (…), se salía de los libros y, nutriendo la vida, cumplía sus verdaderos fines.
Y se operaba un modo de curación, de sutil mayéutica, sin la cual fácil fuera haber
naufragado en el vórtice de la primera juventud” (Reyes. 1996: 351). La unión del novel,
por aquellos años, escritor, con la tragedia y mito griego, le dieron, como él mismo lo
declara, los medios para continuar viviendo en una época crítica de su vida y de su
juventud. Claramente esta visión de Reyes, hacia lo griego, irá ampliándose con el
pasar del tiempo. Su ojo de poeta, sensible y preocupado por la existencia en su más
trágica versión, le facilitaría una visión del mito y tragedia griega, desde la cual
interpretaría aquellas antiguas obras y mitologías, como medios desde los cuales, la
existencia humana podría ir buscando y encontrando respuestas a sus problemas más
Una de las razones fundamentales por las que Reyes pudo sentir la necesidad de
componer una obra como La Ifigenia cruel, fue su interpretación del mito griego como
que “la tragedia griega es, desde luego, humana, pero universalmente humana, en
cuanto sumerge al hombre en el cuadro de las energías que desbordan su ser” (Reyes.
1996: 353). Teniendo como base esta interpretación del mito griego, no es difícil
comprender por qué Reyes tuvo la necesidad de indagar más en esa literatura clásica y
sobre todo, podemos comprender por qué, se decantó por un tema de la mitología
Reyes supo captar la profundidad y el alcance del mito griego, supo ver que en
él el hombre se encuentra como retratado, sus emociones, sus anhelos, sus miedos,
sus sollozos y quebrantos, todo lo humano yace en el mito. Así el mito se convierte en
un reflejo de lo humano. El mito como reflejo del acontecer humano alecciona, tiene
Aparece, pues, la tragedia antigua, como una completa representación del alma
Reyes? Sin duda se presenta como todo un reto encontrar respuestas puntuales,
paratextos relacionados, pueden ayudarnos a tener una idea más o menos clara de lo
que busca, así como de las implicaciones existenciales que conlleva en su interior el
poema.
recuerda perfectamente todo, no se da, como en Reyes, este olvido de su pasado, esta
existencias: “ay de mí, que nazco sin madre/ y ando recelosa de mí, acechando el ruido
de mis plantas/ por si adivino adónde voy” (Reyes.1996: 317), dice Ifigenia en la
primera estrofa de la primera parte del poema. Reyes, como buen lector y libre
el mismo mito, para así reflejar una realidad muy humana, que tal vez antes de Reyes
pasado, al grado, que la mejor manera que se tiene para sobre llevar tal fragmentación
del yo presente con el yo pasado, es el olvido de ese yo que habitó en un pasado del
de su padre y en el dolor que ello le género. Sin embargo saber con exactitud hasta
qué punto ese suceso influyó para la elaboración del poema, es un conocimiento difícil
de adquirir. Por otra parte, lo que resulta claro, es que Reyes, con La Ifigenia cruel,
pudo en cierta manera cerrar un tipo de ciclo, acaso amargo en su vida. Como si fuera
este poema una especia de terapia existencial. En este sentido, por lo menos una idea
mismo Reyes realizó para La Ifigenia, donde aduce: “antes de que mi Ifigenia pudiera
universal nos sitúa ante un acontecimiento que, como hemos mencionado, posee
ciertas características, que dotan a la obra, en este caso a La Ifigenia cruel de Reyes,
humanidad– pueden reconciliarse consigo mismos. No hay por qué negar que:
La Ifigenia, además, encubre una experiencia propia. Usando del escaso don
la angustia que tal experiencia nos dejó, proyectándola sobre el cielo artístico,
Si bien, la Ifigenia, como el mismo Reyes declara, está íntimamente ligada a una
que el poema puede estar íntimamente ligado a la muerte del padre del poeta, pero que
espacios, sino que más bien, es precisamente eso humano lo que nos conecta con
seres de siglos pasados y nos conectará con siglos futuros, porque lo humano siempre
permanece. De tal forma, que, con Arenas, afirmamos, que si bien el poema
radica en que no se agota ahí, en el entramado de máscaras y símbolos con los cuales
encubre su propia tragedia personal, signada por la muerte de su padre. Más bien su
La paz que busca Ifigenia, es la misma que buscamos todos, cuando, acosados
escapar de ese pasado que atormenta y amarga el presente, llegando algunas veces a
enterrar nuestra memoria y olvidarla. Esto es lo que pasa con Ifigenia, ella cree que no
tiene pasado, no recuerda nada, por ello se experimenta así misma “como un grito que
nadie lanzó” (Reyes. 1996: 317), como un ser sin origen, sin vínculos. No obstante, por
puede ser claramente apreciado, pero que irremediablemente subyace ahí: “y sin
embargo, siento que circula/ una fluida vida por mis venas: / algo blando que, a solas,
Así Ifigenia, en un momento de crisis y terror, increpa a su hermano menor, quien tiene
calla, por tus amuletos; calla, por tu cabellos/, en los que reclavo con ansia mis
dedos;/ calla, por tu mano derecha;/ calla, por tus cejas azules;/ y por ese lunar que hay
en tu cuello,/ gemelo –mira–,/ gemelo del lunar que hay en mi hombro./ Calla, porque
me aniquila el peso del nombre que espero;/ oh vencedor extraño, calla, porque, al fin,
no quiero/ saber –oh cobarde seno– quién soy yo (Reyes. 1996: 333-334).
poema juega, magistralmente con esta indeterminación de ánimo de Ifigenia, que por
momentos muestra destellos de una Ifigenia que quiere recordar, pero que cuando se
la conciliación con el ser de uno, con su pasado, con su historia, con su dolor,
precisamente, en:
El intelecto, la claridad, la luz a la cual (…) solamente puede llegarse después
vuelve a sí misma para ser mujer capaz de llevar un nuevo nombre, el nombre que su
padre!”; solo en ese momento es cuando ella puede ahora sí, de manera libre, puesto
que hay conciencia clara de sí, optar sobre sí misma. En el momento del perdón y la
conmiseración propios, que provienen de una luz inteligente que ilumina la existencia
Orestes “¡No quiero!” y con plena conciencia de lo que se es, opta por el oficio, ahora sí
Solo cuando aparece un viejo Toas en nuestra existencia, que nos ayuda, como
lo hizo con Ifigenia: “Todo lo sé: la onda cordial desata, / cólmate de perdón hasta que
sientas/ lo turbio de una lágrima en los ojos: / Mata el rencor, e incéndiate de gozo”
(Reyes. 1996: 349). Solo cuando nos colmamos del perdón que alegra la existencia y
es cuando la humanidad, que avanza y crece de la mano del mito, se reconcilia consigo
misma. Acaso algo así aconteció a Reyes. Acaso tuvo que deambular a tientas, en la
Ifigenia, puso luz en las sombras, esa luz que solo aparece cuando se esfuma la
ignorancia del ser propio y se asume una visión que integra los acontecimientos en un
Bibliografía
Caso, A., Luna, J. H., & Defossé, F. C. (2000). Conferencias del Ateneo de la
Juventud (Vol. 5). UNAM.