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Literatura Peruana Quinto
Literatura Peruana Quinto
de dicha nacionalidad, desde las tradiciones prehispánicas hasta el presente, lo que engloba
la literatura cuzqueña, arequipeña, puneña, amazónica y de otras regiones del territorio
del Perú, y que ha alcanzado mayor brillo en el siglo xx con nombres indispensables para
la literatura universal, como el poeta César Vallejo o el novelista Mario Vargas Llosa. La
pertenencia al canon de los cronistas de Indias es comúnmente más aceptada que otras
manifestaciones paraliterarias, como la literatura infantil peruana o la literatura peruana de
ciencia ficción.
Índice
2Colonia
2.1.1Cronistas españoles
2.1.1.1Cronistas de la Conquista
2.1.1.2Cronistas de la colonización
2.1.2Cronistas indígenas
2.1.3Cronistas mestizos
2.1.4Cronistas criollos
2.1.5Otros cronistas
3República
o 3.1Siglo XIX
3.1.1Costumbrismo
3.1.2Romanticismo
3.1.3Realismo y naturalismo
o 3.2Siglo XX
3.2.1Modernismo
3.2.2Vanguardismo
3.2.3Indigenismo
3.2.4Generación del 50
3.2.5Generación del 60
3.2.6Generación del 70
o 3.3Siglo XXI
4Premios Nobel
5Referencias
6Véase también
7Enlaces externos
La literatura cortesana, llamada así por haberse realizado en la corte de los incas, era
la literatura oficial, cuya ejecución estaba encargada a los amautas o profesores y a los
quipucamayos o bibliotecarios, que usaban el sistema nemotécnico de los quipus o
cordones anudados. Tres fueron los géneros principales que cultivaron: el épico, el
didáctico y el dramático.
Muchas de estas creaciones han llegado a nuestros días de forma diferida, plasmadas en los
trabajos de los primeros cronistas (el Inca Garcilaso de la Vega recupera poesía quechua,
mientras que Felipe Guaman Poma de Ayala relata el mito de las cinco edades del mundo).
La literatura indígena fue desconocida o relegada hasta el siglo xx. Su inclusión en el canon
oficial fue lenta. Ya en su tesis El carácter de la literatura del Perú Independiente (1905), José
de la Riva Agüero y Osma consideró "insuficiente" la tradición quechua como para considerarla
un factor predominante en la formación de la nueva tradición literaria nacional.
Posteriormente Luis Alberto Sánchez reconoció ciertos elementos de tradición y su influencia
en la tradición posterior (en autores como Melgar) para dar base a su idea de
literatura mestiza o criolla (hija de dos fuentes, una indígena y otra española), para lo que
consulta fuentes en las crónicas coloniales (Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos y Garcilaso).
La apertura real a la tradición prehispánica surge en las primeras décadas del siglo xx gracias al
trabajo de estudiosos literarios y antropólogos que recopilaron y rescataron mitos y leyendas
orales. Entre ellos se destacan Adolfo Vienrich con Tarmap pacha huaray (Azucenas quechuas,
1905) y Tarmapap pachahuarainin (Fábulas quechuas, 1906); Jorge Basadre en La literatura
inca (1938) y En torno a la literatura quechua (1939); y los estudios antropológicos y folclóricos
de José María Arguedas (en particular, su traducción de Dioses y hombres de Huarochirí). Los
trabajos más contemporáneos incluyen a Martín Lienhard (La voz y su huella. Escritura y
conflicto étnico-cultural en América Latina. 1492-1988, 1992), Antonio Cornejo Polar (Escribir
en el aire. Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas
andinas. 1994), Edmundo Bendezú (Literatura Quechua, 1980 y La otra literatura, 1986) y
Gerard Taylor (Ritos y tradiciones de Huarochirí. Manuscrito quechua del siglo xvii,
1987; Relatos quechuas de la Jalca, 2003).
Colonia[editar]
El término literatura colonial (o literatura de la Colonia) hace referencia al estado del territorio
del Perú del siglo xvi al siglo xix, dependiente de la corona española y políticamente organizado
como un Virreinato.
Con la conquista española llegó al Perú el idioma castellano (mal llamado español) y las
tendencias literarias europeas. Se inicia un proceso que con el tiempo dará origen a una
literatura mestiza o peruana, aunque inicialmente acuse de una preeminencia hispánica.
Las primeras manifestaciones literarias fueron las coplas recitadas por los conquistadores; un
ejemplo es la célebre copla escrita por un soldado durante el segundo viaje de Pizarro,
quejándose ante el gobernador de Panamá de las penalidades que padecían:
El crítico Augusto Tamayo Vargas ha dividido a los cronistas en españoles, indígenas, mestizos y
criollos.
Cronistas españoles[editar]
Cronistas de la Conquista[editar]
Cristóbal de Mena
Francisco de Jerez
Miguel de Estete
Pedro Pizarro
Diego de Trujillo
Alonso Borregán
Cronistas de la colonización[editar]
Pretoledanos
Juan de Betanzos
Agustín de Zárate
Toledanos
Postoledanos
Fernando de Montesinos
Cronistas indígenas[editar]
Autorretrato de Felipe Guamán Poma de Ayala, que aparece en su Nueva Crónica y Buen
Gobierno.
Tres nombres se mencionan especialmente entre los cronistas indígenas, nativos o indios:
Titu Cusi Yupanqui, uno de los incas de Vilcabamba que en 1570 escribió una Relación
de cómo los españoles entraron en Perú y el subceso que tuvo Manco Inca en el tiempo
que entre ellos vivió.
Felipe Guaman Poma de Ayala, autor de una original obra ilustrada: El primer nueva
corónica y buen gobierno (sic), escrito entre 1585 y 1615, y publicada recién en 1936.
En ella presenta el proceso de destrucción del mundo andino (debido a soberbia de los
incas o falla en la comunicación con los españoles), tratando de explicar y presentar
una alternativa a la realidad caótica de su tiempo.
Cronistas mestizos[editar]
Blas Valera (1545-1597), religioso jesuita natural de Chachapoyas, cuya Historia de los
incas la usaron muchos cronistas españoles e incluso el mismo Inca Garcilaso y que
aparentemente se perdió en un incendio en Cádiz, durante una guerra entre españoles
e ingleses.
Cristóbal de Molina “el cuzqueño” (1529-1585) clérigo y cronista que durante mucho
tiempo se creyó que era mestizo, pero en realidad fue un español natural
de Andalucía,4 Sin embargo, se compenetró tanto con la cultura andina que se le puede
considerar como un mestizo cultural. Su obra principal es una Relación de las fábulas y
ritos de los Incas.
Pero indudablemente el más importante cronista mestizo es el Inca Garcilaso de la Vega (1539-
1616), considerado como el "primer mestizo biológico y espiritual de América", o en otras
palabras, el primer mestizo racial y cultural de América, pues supo asumir y conciliar sus dos
herencias culturales: la indígena americana (inca o quechua) y la europea (española),
alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual.5 Se le conoce también como
el "príncipe de los escritores del Nuevo Mundo", pues su obra literaria se destaca por un gran
dominio y manejo del idioma castellano. En su obra cumbre, los Comentarios reales de los
incas, publicada en Lisboa, en 1609, Garcilaso expuso la historia, cultura y costumbres de los
Incas y otros pueblos del antiguo Perú. Para muchos críticos se trata del cantar de gesta de la
nacionalidad peruana, que se forja precisamente con la fusión de dos herencias, la nativa y la
española. Garcilaso es autor también de La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que es un relato de
la conquista española de Florida; y de la Segunda parte de los Comentarios reales, más
conocida como Historia General del Perú (Córdoba, 1617), publicada póstumamente, donde el
autor trata sobre la conquista y el inicio de la colonia. Con justicia se considera al Inca Garcilaso
como el primer literato del Perú.
Cronistas criollos[editar]
Entre los cronistas criollos o americanos (nacidos en América de padres españoles) que
escribieron sobre el Perú destacan:
Pedro Gutiérrez de Santa Clara, natural de México, autor de una Historia de las guerras
más que civiles que hubo en el Reino del Perú.
Otros cronistas[editar]
Se debe mencionar también al padre jesuita italiano Giovanni Anello Oliva (¿1572?-1642), que
vivió más de 40 años en el Perú, y fue autor de una Historia del reino y provincias del Perú y
vidas de varones ilustres en la Compañía de Jesús de la provincia del Perú, cuya primera parte
es una introducción histórica titulada: Historia del reino y provincias del Perú, de sus incas,
reyes, descubrimiento y conquista por los españoles de la corona de Castilla.
“que no se imprima, ni vse Arte, ni Vocabulario de la lengua de los Indios, sin estar aprobado
conforma á esta ley”; “que no se consientan en las Indias libros profanos y fabulosos. Porque
de llevarse á las Indias libros de Romance, que traten de materias profanas, y fabulosas y
historias fingidas se siguen muchos inconvenientes (…) que ningun Español, ni Indio los lea”;
“que se recojan los libros de Hereges, y impida su comunicación. Porqve los Hereges Piratas
con ocasion de las presas y rescates han tenido alguna comunicacion en los Puertos de Indias, y
esta es muy dañosa á la pureza con que nuestros vasallos creen y tienen a la Santa Fé Catolica
por los libros hereticos y proposiciones falsas, que esparcen y comunican á gente ignorante.”
Primera página de la Historia natural y moral de las Indias del padre jesuita José de Acosta.
Estos dos factores determinan que la inicial producción literaria en la Colonia se limite a
círculos de influencia principalmente hispánica, producida en las grandes ciudades por hijos de
españoles (españoles americanos). La literatura se cultiva en círculos ilustrados, estrechamente
vinculados con la Iglesia (que imparte la educación entre las élites sociales, ya que todos los
colegios y convictorios estaban dirigidos por órdenes religiosas). De la Iglesia es precisamente
el padre José de Acosta, quien presta mayor atención al mundo americano ya que, junto a sus
reflexiones religiosas y teológicas, encontramos una clara preocupación por la geografía y
fisiología de los pueblos naturales del Perú. Acosta representa un momento en el que los
estándares estéticos renacentistas están aún presentes en la escena literaria. En 1586
publica Peregrinación de Bartolomé Lorenzo, en 1588 De Natura Novi Orbis et De Promulgation
Evangelii apud barbaros, sive de Procuranda indorum salute (De la naturaleza del nuevo
mundo...) y en 1590 su obra más conocida: Historia natural y moral de las Indias.
La literatura del llamado Siglo de oro español, se refleja también en la América española,
especialmente en el campo de la poesía lírica y épica. Se trata de una literatura erudita, de
refinadas formas, ceñida a los moldes clásicos (clasicismo). Los autores más relevantes que se
desenvolvieron en el Perú bajo esta tendencia, son los siguientes:
Siguiendo la tendencia dictada desde Europa, la literatura peruana adopta el estilo del barroco
(conceptismo y culteranismo). Se tiende a recargar el lenguaje literario con muchos recursos
estilísticos y se hace gala de erudición. La figura cumbre del barroquismo peruano fue El
Lunarejo.
Pedro Peralta y Barnuevo, poeta, erudito y científico limeño; por su vasto saber ha merecido el
apelativo de Doctor Océano.
En la segunda mitad del siglo xvii, la literatura en Europa, bajo influjo de las letras francesas,
tendió a volver a los moldes clásicos, aunque en las colonias españolas siguió preponderando
el barroquismo. No obstante, a comienzos del siglo xviii, coincidiendo con la instauración de la
dinastía borbónica en España, los escritores de habla hispana tienden a “afrancesarse”. Surgen
las Academias literarias, a imitación de las de Francia, como la llamada Academia de
Palacio fundada por el virrey del Perú Marqués de Castell dos Rius (1707-1710). Entre los
académicos de Palacio destacan los siguientes:
El Neoclasicismo irrumpe en la segunda mitad del siglo xviii y fue desplazando progresivamente
al barroquismo. Se trata de una vuelta a las normas del clasicismo, en oposición al estilo
recargado del barroquismo, así como una tendencia a la actitud pedagógica. Este movimiento
se desarrolló juntamente con la expansión de las ideas liberales surgidas en Francia, que tanto
habrían de influir en el desarrollo de la revolución separatista de Hispanoamérica.
Mientras que en el Perú se desenvuelven por esa época poetas y escritores satíricos criollos,
cercanos al costumbrismo:
Fray Francisco del Castillo Andraca (1716-1770), conocido como "El ciego de La
Merced", fraile, dramaturgo y poeta, sin duda el mejor autor teatral de la colonia y
entre cuyas obras destacan La conquista del Perú, una de las primeras en ofrecer una
perspectiva crítica de la conquista del Perú; Todo el ingenio lo allana; Mitridates, rey
del Ponto; el entremés Del justicia y litigantes. Este fraile pertenecía a la Orden de la
Merced y no debe ser confundido con el sacerdote jesuita Francisco del Castillo
S.J. (1615-1673), quien vivió y trabajó también en Lima, pero un siglo antes.
A fines del siglo xviii y coincidiendo con el fin del mandato del virrey Manuel Amat y Juniet, se
representó en las gradas de la catedral de Lima un drama, el Drama de los palanganas:
veterano y bisoño, que es una crítica despiadada contra el gobierno y la persona de este virrey,
en particular sus amoríos con La Perricholi. El texto ha sido rescatado por el crítico literario Luis
Alberto Sánchez.
Mariano Melgar.
El último periodo de la literatura colonial abarca desde fines del siglo xviii hasta comienzos del
siglo xix, en esta época surgió la idea de la libertad y los hechos que marcaron una influencia
son: La Revolución Francesa que ocurrió en 1789 además de la Independencia de EE. UU. en
1776. Se desarrolló en un contexto de la Revolución de Túpac Amaru II en 1780 y concluirá este
movimiento con el levantamiento del pueblo peruano debido a la dictadura de Simón Bolívar; y
la Proclamación de la Independencia el 28 de julio de 1821.
Sobresalen, al estilo de los enciclopedistas franceses, los redactores del Mercurio Peruano, la
primera gran revista americana, quienes se agrupan en la llamada Sociedad de Amantes del
País. Entre ellos destacan Hipólito Unanue, Toribio Rodríguez de Mendoza, José Baquíjano y
Carrillo, entre otros.
Los temas que se utilizaron en esta literatura fueron: la libertad, objetivo de todos los
indígenas; la patria, antiespañola y separatista; y el sentimiento indígena.
En el campo de la literatura política descuella el tribuno José Faustino Sánchez Carrión (1787-
1825), defensor del sistema de gobierno republicano y autor de la Carta del Solitario de Sayán.
Es necesario también mencionar al clérigo limeño José Joaquín de Larriva (1780-1832) poeta,
escritor y periodista, apodado el “cojo Larriva”. Escritor satírico y muy mordaz, según Porras
Barrenechea fue el “primer poeta cómico” del Perú. Actualmente se le recuerda más por las
letrillas que escribiera contra el Libertador Bolívar, aunque en su tiempo fue muy popular y
celebrado por sus oraciones fúnebres y laudatorias, y sus artículos periodísticos, además de sus
improvisaciones poéticas. Es considerado precursor del costumbrismo literario peruano.
República[editar]
Siglo xix[editar]
Costumbrismo[editar]
Felipe Pardo y Aliaga (1806-1868). Examinó y juzgó con severidad la realidad peruana
a través de sus comedias y artículos costumbristas; entre estos últimos es más
celebrado y recordado el titulado Un viaje, más conocido como El viaje del niño Goyito.
En poesía destacan sus letrillas y epigramas, siendo las más reproducidas: "La jeta del
guerrero" y "A mi hijo en sus días". En el campo dramático solo escribió tres
comedias: Frutos de la educación, Una huérfana en Chorrillos y Don Leocadio y el
aniversario de Ayacucho. Fue severo crítico de las costumbres populares que
consideraba bárbaras y repelentes. También orientó sus críticas hacia los hábitos de los
políticos, la falta de civismo y la ambición personalista de los gobernantes.
Cercana al costumbrismo está la obra de Ricardo Palma (1833-1919), escritor limeño, autor de
las célebres Tradiciones peruanas, la obra más conocida del siglo, en la que a través de una
serie de tradiciones —género inventado por él, que combina elementos de historia con
fabulaciones propias—, narra la historia de Lima y del Perú durante las épocas incaica, colonial
y republicana. Escritas entre 1860 y 1914, una edición definitiva fue compilada por Angélica
Palma, la hija del tradicionista, en seis volúmenes (1923-1925).
Romanticismo[editar]
El romanticismo, proveniente de Europa, llegó al Perú con retraso, hacia los años 1840, y se
prolongó por el resto del siglo, aunque decayó tras la Guerra del Pacífico, para dar pase al
Realismo. Los textos de los románticos peruanos fueron, por lo general, artificiales y abusaron
del sentimentalismo. Las obras de teatro frecuentemente cultivaron el mismo sentimiento y
exageraron los enredos de modo inverosímil; si bien algunas tuvieron éxito en su momento,
hoy están olvidadas. Dos representantes del romanticismo peruano, sin embargo, han
sobrevivido literariamente, por la calidad de sus obras: Ricardo Palma y Carlos Augusto
Salaverry, pertenecientes a la llamada generación de la bohemia.
Carlos Augusto Salaverry (1830-1891), considerado el mejor poeta lírico peruano del
siglo xix, era hijo de Felipe Santiago Salaverry, el caudillo de los primeros años de la
República que muriera fusilado en 1836. Su obra poética se reúne en cuatro
libros: Diamantes y perlas, Albores y destellos, Cartas a un ángel y Misterios de la
tumba. Su poesía se singulariza por la dulzura melancólica de su alma apasionada, por
el elegante pesimismo de su actitud ante la vida y por la emoción colorista que anima
su intimidad desgarrada. Su poema “Acuérdate de mi” (inserto en Cartas a un ángel) es
infaltable en toda antología poética.
Manuel Nicolás Corpancho (1830-1863), limeño, autor del drama El poeta cruzado,
alabado en su tiempo y olvidado actualmente. Murió durante un incendio ocurrido en
la nave en que viaja en el golfo de México, cuando regresaba de una misión
diplomática.
Luis Benjamín Cisneros (1837-1894), limeño, autor del drama Alfredo el Sevillano; las
novelas: Amor de niño: juguete romántico, Julia o escenas de la vida en Lima y Edgardo
o un joven de mi generación; y de las obras líricas: A la muerte del rey don Alfonso
XII, Aurora y amor y De libres alas (esta última compilación póstuma).
Acisclo Villarán (1841-1927), escritor limeño, fundador del Club Literario (1875) que
luego se convirtió en el Ateneo de Lima. Autor de una obra fecunda y versátil, de la que
destacamos: El triunfo del Perú, La corona de laureles, El cura de Locumba, El guerrero
del siglo, Nieblas y auroras, Siluetas republicanas, La poesía en el imperio de los incas,
etc.
Pedro Paz Soldán y Unanue (1839-1895), escritor limeño, conocido por su seudónimo
de Juan de Arona. Autor de poesías y comedias, fue también ensayista, traductor y
filólogo, siendo su obra más notable el Diccionario de peruanismos (1883-1884).
Realismo y naturalismo[editar]
Tras la guerra del Pacífico (1879-1883) hay una reacción contra el romanticismo, liderada por el
intelectual Manuel González Prada (1844-1918), quien cultivó una poesía que por su temática
estetizante y la introducción de nuevas formas métricas fue un claro precursor
del modernismo. De entre sus obras en prosa se deben mencionar: Pájinas libres y Horas de
lucha, libros en las que hace una furibunda crítica a la clase política, responsable, según él, de
la catástrofe bélica. No se salvan tampoco de sus dardos las instituciones religiosas y los
literatos de su tiempo. Su postura hipercrítica en el terreno de las ideas y de la literatura le
granjeó no pocos enemigos y le metió en variopintas polémicas periodísticas.
Se desarrolló también, de un modo bastante tenue, el realismo en la novela, que toma vuelo a
partir de entonces en el Perú.
Siglo xx[editar]
Modernismo[editar]
El modernismo se desarrolló en el Perú a partir del poema «Al amor» de Manuel González
Prada, publicado en el diario El Comercio en 1867, donde el autor fusiona un conjunto de
géneros poéticos provenientes de Europa, dando como resultado el triolet. Esta tendencia,
resultado del cosmopolitismo que vivía el Perú, pronto se desarrolló en otras partes
de América Latina: en Cuba con José Martí; en Nicaragua con Rubén Darío; en Argentina con
Leopoldo Lugones; en Uruguay con Julio Herrera y Reissig; en México con Manuel Gutiérrez
Nájera.
A pesar de sus tempranos antecedentes con González Prada, el modernismo alcanzó en el Perú
un pleno desarrollo tardíamente, a inicios del siglo xx. De entre todos sus representantes
descuella el poeta limeño José Santos Chocano (1875-1934), conocido como «El Cantor de
América», considerado uno de los poetas hispanoamericanos más importantes, por su poesía
épica de tono grandilocuente, que gusta de la retórica y de la descripción de paisajes, con gran
sonoridad y colorido, estando más próxima a Walt Whitman y al romanticismo. También
produjo poesía lírica de singular intimismo. Todas sus creaciones poéticas están trabajadas con
depurado formalismo y se inspira mayormente en los temas, los paisajes y la gente de su país y
de América en general. Principales obras: Iras santas (1895), En la aldea (1895), Selva
virgen (1896?), La epopeya del morro (1899), El canto del siglo (1901), Alma
América (1906), Fiat Lux (1908), Primicias de oro de Indias (1934), Oro de Indias (1940-1941).
Su vida fue muy novelesca y aventurera, ligada a la de los dictadores y caudillos
latinoamericanos de su tiempo. Durante el Oncenio de Leguía sostuvo una polémica pública
con el joven escritor Edwin Elmore, a quien en un arranque de ira asesinó disparándole a
quemarropa. Tras sufrir un breve encierro, partió hacia Chile, donde murió asesinado a manos
de un esquizofrénico.
Leonidas Yerovi.
Dentro del modernismo peruano también debemos destacar a los siguientes poetas:
Enrique Bustamante y Ballivián (1883-1937), poeta limeño, uno de los más finos e
intelectuales del Perú, a decir de Luis Alberto Sánchez. Fue amigo y compañero de
Abraham Valdelomar, sobre quien ejerció gran influencia. Aunque se formó bajo el
modernismo, mantuvo sin embargo una personalidad poética alejada de compromisos
colectivos. Su poemario Antipoemas (1926) constituye una transición hacia el
vanguardismo.
Felipe Sassone (1884-1959), poeta limeño, autor de una poesía hedonista, musical y
plástica. Obras principales: La canción del bohemio, La espuma de Afrodita, Vórtice de
amor. También se dedicó al teatro, y entre las muchas piezas que escribió, figuran las
siguientes: A campo traviesa, La señorita está loca y Volver a vivir.
José Fiansón (1870-1952), poeta limeño, que, a decir del crítico Manuel Beltroy, fue el
exponente más avanzado del modernismo en el Perú. Su poema Foederis Arca es
considerado como uno de los mejores, sino el mejor, del modernismo peruano. En sus
últimos años se estableció en Chosica, a la que cantó en versos eglógicos. Su fecunda
obra se halla dispersa.
Una importante rama del modernismo peruano fue la llamada Generación del 900, conocida
también como la generación “arielista” (llamada así por inspirarse en las ideas del escritor
uruguayo Enrique Rodó, el autor de Ariel, que abogaba por la europeización de
Hispanoamérica y la formación de elites intelectuales que se encargaran de su dirección). Sus
miembros manejaban una prosa elegante y ahondaban particularmente en las raíces de la
historia nacional, con tendencias hacia el idealismo (Tamayo Vargas). Fueron sus principales
representantes:
En ese ambiente impregnado de modernismo surgió una figura insular: José María
Eguren (1872-1942), poeta limeño que abrió el camino de la innovación en la poesía peruana
con sus libros La canción de las figuras (1916) y Simbólicas (1911), próximos al simbolismo y
que reflejaban su mundo interior mediante imágenes oníricas, con las que reacciona contra la
retórica y el formalismo modernistas.
Vanguardismo[editar]
Vallejo, modernista en Los Heraldos Negros y vanguardista en Trilce.
Hasta 1920 el modernismo era la tendencia dominante en el cuento y la poesía, pero desde
1915 la vanguardia literaria hizo tímidamente su entrada en la musa nacional. César Vallejo,
con sus obras fuertemente innovadoras en el lenguaje centradas en la angustia y en la
condición humana, pertenece a este período, en el que también aparecieron los poetas Alberto
Hidalgo, Alberto Guillén, Xavier Abril, Carlos Oquendo de Amat, Luis Valle Goicochea, Martín
Adán, Magda Portal y los surrealistas César Moro y Emilio Adolfo Westphalen.
El escritor más importante del momento es Abraham Valdelomar, quien en su breve vida
cultivó el cuento, la novela, el teatro, la poesía, el periodismo y el ensayo. Sobresalen sobre
todo sus relatos, que narran con bastante ternura historias de las ciudades provincianas y, en
menor medida, de Lima o cosmopolitas. En 1916 fundó la revista Colónida que agrupó a varios
jóvenes escritores y que, a pesar de su breve existencia (se publicaron solo cuatro números),
abrió el camino para la entrada de nuevos movimientos como la vanguardia en la literatura
peruana.
Otros autores, que junto con Valdelomar inauguran el cuento en el Perú fueron Clemente
Palma, que escribió relatos decadentes, psicológicos y de terror, influido por el realismo ruso y
por Edgar Allan Poe; y Ventura García Calderón, quien mayormente escribió cuentos exóticos
sobre el Perú. También se encuentran Manuel Beingolea, Manuel Moncloa y
Covarrubias, Cloamón, y Fausto Gastañeta.
En el teatro, con escasas obras de valor en este período, figuran las comedias del poeta
festivo Leonidas Yerovi y, posteriormente, las obras de denuncia social y cariz político de César
Vallejo, que pasaron mucho tiempo antes de ser publicadas o representadas. Ya en los años
1940 la influencia tardía del modernismo y del teatro poético se reflejará en las obras de Juan
Ríos, a las que se les ha criticado su excesiva retórica poética, generalmente ambientadas en
tiempos remotos o en leyendas y que buscan ser un referente general del hombre.
Indigenismo[editar]
La Generación del 50 es un momento en el que la narrativa se vincula de forma muy fuerte con
el tema del desarrollo urbano, la experiencia de la migración andina hacia Lima (un incremento
drástico de la población a partir de finales de la década del 40). Muy relacionada con el
cine neorrealista italiano, retrata la urbe cambiante, la aparición de personajes marginales y
problemáticos. Entre los narradores más representativos resaltan Ribeyro con Los gallinazos
sin plumas (1955); Enrique Congrains con las novelas Lima, hora cero (1954) y No una, sino
muchas muertes (1957); Luis Loayza, cuya obra es obra es breve y poco conocida; y Vargas
Llosa, quien a fines de la década del 50 empezó a publicar sus cuentos, aunque sus magistrales
novelas aparecerán a partir de la década de 1960.
Junto a los narradores, surge un grupo de poetas entre los que se destacan Alejandro
Romualdo, Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Francisco Bendezú, Juan Gonzalo
Rose, Pablo Guevara. Estos poetas comenzaron a publicar su obra a partir de fines del 40, tal es
el caso de Romualdo, luego lo harían Rose, Delgado, Bendezú, Belli. Guevara. Además, a este
grupo lo unían no solo las relaciones personales, sino también la ideología, el marxismo y
el existencialismo. Los poemas que escribieron adoptaron, desde una visión general, un tono
protestatario y de compromiso social. Por ello, se reconoce al poema A otra cosa de Romualdo
en el arte poética de la generación del cincuenta.
Esta generación reivindicó a César Vallejo como paradigma estético y asumió el pensamiento
de José Carlos Mariátegui en calidad de guía intelectual. Los poetas Javier Sologuren, Sebastián
Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Antenor Samaniego, Blanca Varela, fueron conocidos
como el grupo neovanguardista, que comenzó a publicar a fines de los años treinta (tal es el
caso de Sologuren, luego vendrían los poemas de Salazar Bondy, Samaniego, Eielson, Varela).
Mantuvieron relaciones personales en la revista Mar del Sur, dirigida por Aurelio Miró
Quesada, de clara tendencia conservadora; y designaron a Emilio Adolfo Westphalen como
guía poético. A esta situación histórico - literaria, habría que añadir el grupo de los
llamados Poetas del pueblo, vinculados al partido aprista fundado por Víctor Raúl Haya de la
Torre, integrado por Gustavo Valcárcel, Manuel Scorza, Mario Florián, Luis Carnero
Checa, Guillermo Carnero Hoke, Ignacio Campos, Ricardo Tello, Julio Garrido Malaver, quienes
reivindicaron como paradigma poético a Vallejo.
La Generación del 60 en poesía tuvo a representantes del calibre de Luis Hernández, Javier
Heraud y Antonio Cisneros, Premio Casa de las Américas. Merecen citarse también César
Calvo, Rodolfo Hinostroza y Marco Martos. Cabe señalar que Heraud fue el verdadero
paradigma generacional, vinculado a la doctrina marxista y a la militancia política, mientras que
Hernández y Cisneros, no. Como es fácil advertir, los coetáneos no constituyen movimiento
generacional.
A esta generación pertenecen los narradores Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Eduardo
González Viaña, Jorge Díaz Herrera, Alfredo Bryce Echenique y Edgardo Rivera Martínez.
Una de las primeras revistas que acogerá a las nuevas voces será Estación Reunida, en la que
publican José Rosas Ribeyro, Patrick Rosas, Elqui Burgos, Tulio Mora, Óscar Málaga y otros. En
1963 irrumpió al escenario poético el movimiento de ruptura Gleba Literaria en los claustros de
letras de la Universidad Federico Villarreal, siendo una voz contestataria del momento político
que vivía el país, teniendo como fundador a Jorge O. Vega (1940-2017), albergando a otros
poetas insurgentes como Manuel Morales, Carlos Bravo E, entre otros. Con la aparición
del movimiento Hora Zero y su revista homónima, en 1970, que esta generación sentará
presencia en la escena cultural peruana. Lo fundaron Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel,
estudiantes de la Universidad Nacional Federico Villarreal, y a sus filas también
pertenecieron Enrique Verástegui, Carmen Ollé, Jorge Nájar, Mario Luna y Feliciano Mejía. Este
último se alejaría definitivamente de Hora Zero en 1972.
Los primeros escritores galardonados con el importante premio Poeta Joven del Perú
fueron José Watanabe (1945-2007), (Álbum de familia) y Antonio Cillóniz (Después de caminar
cierto tiempo hacia el Este), que lo compartieron en 1970.7
Además del coloquialismo popular como expresión poética, a la Generación del 70 también le
caracterizará por su ruptura con la tradición literaria peruana anterior a ella y su radicalismo
ideológico de izquierda, como prueba de lo citado, se halla la ratificación por mayoría
generacional a tal compromiso literario, en el Congreso de Poetas celebrado en la ciudad de
Jauja en abril de 1970. Otra expresión importante de esta generación es el surgimiento de
los poetas mágicos, neovanguardistas que retoman los experimentos dadaístas con César Toro
Montalvo, Omar Aramayo, José Luis Ayala. La poesía de protesta social tendrá un destacado
cultor en Cesareo Martínez. Fuera de los grupos destacan otras voces como la de Vladimir
Herrera.
De otro lado, con la publicación póstuma de un puñado de poemas de María Emilia Cornejo en
la revista Eros, la poesía escrita por mujeres en el Perú inaugura un nuevo lenguaje, una nueva
expresión de la problemática femenina. Destacarán la ya citada Carmen Ollé, Sonia Luz Carrillo,
Rosina Valcárcel, Rosa Natalia Carbonell, entre otras.
En el teatro hace irrupción la creación colectiva frente a las obras de autor. El movimiento fue
liderado por varios grupos teatrales surgidos en estos años, entre los que descuellan
Cuatrotablas, encabezado por Mario Delgado, y Yuyachkani, por Miguel Rubio Zapata, ambos
creados en 1971.
Merece destacarse la labor poética y la perseverancia, desde las provincias, de Alberto Alarcón,
Houdini Guerrero, Emilio Saldarriaga, Segundo Cansino, Carmen Arrese, entre otros. En
Arequipa, las revistas Ómnibus y Macho Cabrío marcaron una época. El grupo de poetas
vinculado a la Universidad San Agustín (Oswaldo Chanove, Alonso Ruiz Rosas, entre otros) fue
muy activo.
Hacia el 2000, como señala Vigil en el tomo 14, Literatura, de la a Enciclopedia Temática del
Perú de El Comercio, muestran un trabajo poético importante Lorenzo Helguero, Miguel
Ildefonso, Selenco Vega, José Carlos Yrigoyen, Alberto Valdivia Baselli, entre otros. En el campo
dramático descuellan Enrique Mávila y Mariana de Althaus, que se han caracterizado por la
asimilación de diferentes tendencias teatrales contemporáneas. Y en el campo de la narrativa
breve es singular la obra Fábulas y antifábulas, de César Silva Santisteban.
Simultáneamente, dos escritores del grupo Narración alcanzan su madurez durante este
decenio: Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez, quienes regresan al Perú luego de una larga
estadía en la China comunista, que los desengaña de sus aventuras políticas juveniles. Reynoso,
autor del memorable libro de cuentos Los inocentes, pública sucesivamente la nouvelle En
busca de Aladino y la novela Los eunucos inmortales, obras de prosa musical en las que se
descarta el ideal de la lucha social de clase por la búsqueda de una utopía de belleza juvenil
que resulte, no obstante, justiciera con los humildes. Gutiérrez, por su lado, sorprende a los
lectores con una novela de más de mil páginas, La violencia del tiempo, saga familiar de la
familia Villar, que se inicia con el primer Villar, desertor del ejército español que combatió
contra los patriotas en la guerra de independencia, y termina con Martín Villar, narrador de la
novela, que en los años sesenta ha optado por ser un profesor rural, tras estudiar en la
oligárquica Universidad Católica. Novela histórica, de crecimiento, ensayo de crítica social y de
interpretación histórica, La violencia del tiempo acusa el influjo de los grandes narradores
latinoamericanos del siglo xx (Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Mario
Vargas Llosa), así como de los maestros de la novela del siglo xix, en especial de Balzac, cuyo
intenso y torvo cronicón de familia, La comedia humana, evoca con maestría singular.
Siglo xxi[editar]
Aunque el fenómeno dio una nueva visibilidad relativa en el mundo de habla hispana a las
letras nacionales, también es cierto que la internacionalización de estos escritores y su
premiación significó el auge de una nueva literatura peruana limitada a determinados patrones
reconocibles que favorecían la industria editorial globalizada. Desde esta perspectiva, las
transnacionales de la literatura, que en los primeros años del siglo xxi asentaron sus filiales en
Lima, exigieron a los escritores mejor conectados con el mercado editorial una mayor
profesionalización que satisficiera los estándares de formatos básicos de escritura
preestablecidos, en detrimento de una producción original. En este nuevo perfil profesional se
pueden entender las novela de Jeremías Gamboa, Contarlo todo, y Renato Cisneros, La
distancia que nos separa. No obstante, dentro de una escena literaria animada por el
crecimiento del mercado limeño del libro, las transnacionales también promovieron, de modo
complementario, propuestas artísticamente innovadoras e incluso experimentales orientadas a
públicos menos fascinados por los éxitos de best-sellers y afines a la discusión intelectual.
En 2017 el Ministerio de Cultura del Perú retomó la convocatoria al Premio Nacional con el
objetivo tanto de reconocer y posicionar en el mercado las obras de los autores nacionales,
como de estimular la labor de la industria editorial del país.89
Premios Nobel[editar]
Premios Nobel
Referencias[editar]
Bibliografía
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Falla Barreda, Ricardo: Curso de realidad: proceso poético 1945-1980, Ed. CONCYTEC,
Lima, 1980 (dos tomos); Fondo de fuego: la generación del 70, CONCYTEC, Lima,
1990; Lo peruano en la literatura virreinal; el caso de Lima fundada de Pedro de
Peralta, Ed. San Marcos, Lima, 1999; El goce de la razón: el Perú del XVII, Ed. San
Marcos, Lima, 2000; Sobre lo bello y sus formas del Reino del Perú indiano: la voz
testimonial del XVII, Ed. San Marcos, Lima, 2004.
Guamán Poma de Ayala, Felipe de. El primer nueva corónica y buen gobierno.
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autógrafo, transcripción anotada, documentos y otros recursos digitales.
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González Vigil, Ricardo (1999). Poesía peruana siglo XX. Petroperú. ISBN 9972-606-11-
2. OCLC 43757707. Consultado el 31 de octubre de 2022.
Véase también[editar]
Literatura en español
Literatura hispanoamericana
Literatura latinoamericana
Teatro en Perú
Enlaces externos[editar]
32 Imágenes de Escritores Peruanos. Breve Repaso fotográfico por los autores más
destacados de Perú - Blanca Varela, Ciro Alegría, José María Arguedas, Hora Zero, entre
otros.
Literatura Peruana del Siglo XX-XXI - Portal de Escritores y Poetas del Perú.
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