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LITERATURA INCAICA Y VIRREINAL

La producción literaria del período prehispánico en el territorio centro-andino (que


abarca territorios de las actuales repúblicas de Perú, Ecuador, Bolivia y Chile), está
especialmente vinculada al Imperio de los Incas, siendo su principal vehículo de
transmisión el idioma quechua o runa simi, que los incas impusieron como lengua
oficial. Los cronistas de la conquista y de la colonia han dado fe de la existencia de
una literatura quechua, que se transmitió de manera oral y que se suele dividir en
cortesana y popular.

La literatura cortesana

Llamada así por haberse realizado en la corte de los incas, era la literatura oficial,
cuya ejecución estaba encargada a
los amautas o profesores y a los
quipucamayos o bibliotecarios, que
usaban el sistema mnemotécnico de
los quipus o cordones anudados.
Tres fueron los géneros principales
que cultivaron: el épico, el didáctico
y el dramático.

• Género épico: Está representado por los poemas que expresaban la cosmología
del mundo andino (mitos de la creación, el diluvio, etc.), así como las que
relataban el origen de los incas (leyendas de los hermanos Ayar, de Manco
Cápac y Mama Ocllo, etc.).
• Género didáctico: Abarcaba fábulas, apólogos, proverbios y cuentos,
ejemplares de los cuales han sido recogidos modernamente por diversos
estudiosos.
• Género dramático: A decir del Inca Garcilaso, abarcaba comedias y tragedias
(obviamente, buscando sus equivalentes en la cultura occidental). En realidad
eran representaciones teatrales en donde se mezclaban danza, canto y liturgia.
Se afirma que el famoso drama Ollantay, cuya versión escrita data de la época
colonial, tendría un núcleo fundamental de origen incaico y una serie de
interpolaciones posteriores enderezadas a amoldarla al teatro hispano.

Literatura popular

Surgió espontáneamente en el pueblo y en el campo. Abarca masivamente el


género lírico, es decir, composiciones poéticas que estaban unidas a la música y la
danza, y que por lo general eran entonadas en grandes masas corales, alternándose
hombres y mujeres. Estas manifestaciones formaban parte del quehacer cotidiano.
Funerales, fiestas, nupcias, peleas, guerras, etc. estaban enmarcados en una
ritualización expresada a través del arte. Son dos sus manifestaciones principales:

• El harawi, canción de diversos tipos (de amor, de arrepentimiento, de alegría,


etc.). Tenía un carácter intimista y estaba a cargo de un aeda, denominado
harawec o haravicu. En la época colonial derivó en el huayno y en el yaraví.
• El haylli, himno de alegría, se entonaba en las fiestas religiosas o en
celebraciones de triunfos.

Muchas de estas creaciones han llegado a nuestros


días de forma diferida, plasmadas en los trabajos de
los primeros cronistas (el Inca Garcilaso de la Vega
recupera poesía quechua, mientras que Felipe
Guaman Poma de Ayala relata el mito de las cinco
edades del mundo).

La literatura indígena fue desconocida o relegada


hasta el siglo XX. Su inclusión en el canon oficial fue lenta. Ya en su tesis El carácter
de la literatura del Perú Independiente (1905), José de la Riva Agüero y Osma
consideró "insuficiente" la tradición quechua como para considerarla un factor
predominante en la formación de la nueva tradición literaria nacional.
Posteriormente Luis Alberto Sánchez reconoció ciertos elementos de tradición y su
influencia en la tradición posterior (en autores como Melgar) para dar base a su
idea de literatura mestiza o criolla (hija de dos fuentes, una indígena y otra
española), para lo que consulta fuentes en las crónicas coloniales (Pedro Cieza de
León, Juan de Betanzos y Garcilaso).

La apertura real a la tradición prehispánica surge en las primeras décadas del siglo
XX gracias al trabajo de estudiosos literarios y antropólogos que recopilaron y
rescataron mitos y leyendas orales. Entre ellos se destacan Adolfo Vienrich con
Tarmap pacha huaray (Azucenas quechuas, 1905) y Tarmapap pachahuarainin (Fábulas
quechuas, 1906); Jorge Basadre en La literatura inca (1938) y En torno a la literatura
quechua (1939); y los estudios antropológicos y folclóricos de José María
Arguedas (en particular ,su traducción de Dioses y hombres de Huarochirí). Los
trabajos más contemporáneos incluyen a Martin Lienhard (La voz y su huella.
Escritura y conflicto étnico-cultural en América Latina. 1492-1988, 1992), Antonio
Cornejo Polar (Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las
literaturas andinas. 1994), Edmundo Bendezú (Literatura Quechua, 1980 y La otra
literatura, 1986) y Gerard Taylor (Ritos y tradiciones de Huarochirí. Manuscrito quechua
del siglo XVII, 1987; Relatos quechuas de la Jalca, 2003).

Bendezú afirma que la literatura quechua se constituye, desde la conquista, en un


sistema marginal opuesto al dominante (de vena hispánica) y postula la existencia
permanente y cubierta de una tradición de cuatro siglos. Habla de una gran
tradición ("enorme masa textual") marginada y dejada de lado por el sistema
escritural occidental, ya que esta "otra" literatura es, como el quechua, plenamente
oral.
LITERATURA COLONIAL

El término literatura colonial (o literatura de la Colonia) hace referencia al estado del


territorio del Perú del siglo XVI al siglo XIX, dependiente de la corona española y
políticamente organizado como un Virreinato, cuya extensión cubría toda
Sudamérica, con la excepción de Venezuela o Caracas (bajo la jurisdicción del
Virreinato de México y luego del de Nueva Granada) y la mitad del Brasil actual
(dominio de Portugal).

Es indispensable señalar que el virreinato de Nueva Granada (que abarcaba los


actuales países de Colombia, Venezuela, Ecuador) se instaló en 1740, y el virreinato
del Río de la Plata (Argentina, Paraguay, Uruguay y parte de Bolivia) lo fue en
1776. En suma, se podría decir que el virreinato de Nueva Granada duró 70 años,
el del Río de la Plata, 33 años y el del Perú, 300 años. El virreinato del Perú finaliza
oficialmente en 1824, aunque la independencia del Perú se proclama en 1821, año
que es considerado como el punto de partida de una nueva etapa histórica, la
República.

LITERATURA DE LA CONQUISTA

Con la conquista española llegó al Perú el idioma castellano (mal llamado español)
y las tendencias literarias europeas. Se inicia un proceso que con el tiempo dará
origen a una literatura mestiza o peruana, aunque inicialmente acuse de una
preeminencia hispánica.

Francisco Carrillo Espejo ha acuñado el término de literatura del descubrimiento y


conquista, con el que se designa al período que abarca todas las obras escritas
durante el proceso de descubrimiento y conquista del Perú, que se inicia en 1532 en
Cajamarca con la captura del último Inca, Atahualpa, y finaliza con la
desarticulación del Imperio Incaico. La literatura de este período, aunque no
necesariamente escrita durante este marco temporal, sí se vincula a los eventos
desarrollados antes o durante este.

Las primeras manifestaciones literarias fueron las coplas recitadas por los
conquistadores; un ejemplo es la célebre copla escrita por un soldado durante el
segundo viaje de Pizarro, quejándose ante el gobernador de Panamá de las
penalidades que padecían:

Pues, señor Gobernador, mírelo bien por entero, que allá va el recogedor y aquí queda el
carnicero.

Luego aparecieron las crónicas, cartas de descubrimiento y relaciones.


Particularmente, las crónicas constituyen un interesante género literario que
mezcla la historia, el ensayo literario y la novela. Las primeras crónicas, escritas
por los soldados y secretarios de las expediciones militares, tienen un estilo rudo y
seco. Luego aparecieron otras obras mejor trabajadas, como la de Pedro Cieza de
León (1518-1554), autor de la Crónica del Perú, dividida en cuatro partes, que
constituye el primer gran proyecto de una historia andina global. Debido a ello,
algunos consideran a Cieza como el primer historiador del Perú. Finalmente, el
Inca Garcilaso de la Vega, mestizo, hijo de un español y una noble inca, publicó a
principios del siglo XVII sus Comentarios reales de los incas, obra que supera las
exigencias de una simple crónica para convertirse en una obra maestra de la
literatura, la primera escrita por un mestizo hispanoamericano.

El crítico Augusto Tamayo Vargas ha dividido a los cronistas en españoles,


indígenas, mestizos y criollos.
Cronistas españoles

Estos se dividen en dos grupos: cronistas de la conquista y cronistas de la


colonización. Este último se subdivide a su vez en pre-toledanos, toledanos y post-
toledanos.

a) Cronistas de la Conquista

• Francisco de Jerez
• Pedro Sancho de la Hoz
• Miguel de Estete
• Pedro Pizarro
• Diego de Trujillo

b) Cronistas de la colonización

Pretoledanos

• Pedro Cieza de León


• Juan de Betanzos
• Agustín de Zárate
• Francisco López de Gómara
• Bartolomé de las Casas
• Cristóbal de Molina “el chileno”2
• Diego Fernández de Palencia “el Palentino”
• Fray Gaspar de Carvajal

Toledanos

• Juan Polo de Ondegardo


• Pedro Sarmiento de Gamboa
Postoledanos

• Miguel Cabello Valboa


• El padre Martín de Murúa
• Fernando de Montesinos
• El padre José de Acosta
• Fray Reginaldo de Lizárraga
• El padre Bernabé Cobo

Cronistas indígenas

Tres nombres se mencionan especialmente entre los cronistas indígenas, nativos o


indios:

• Titu Cusi Yupanqui, uno de los incas de Vilcabamba que en 1570 escribió una
Relación de cómo los españoles entraron en Perú y el subceso que tuvo Mango Inca en
el tiempo que entre ellos vivió.
• Felipe Guaman Poma de Ayala, autor de una original obra ilustrada: El primer
nueva crónica y buen gobierno (sic), escrito entre 1585 y 1615, y publicada recién
en 1936. En ella presenta el proceso de destrucción del mundo andino (debido a
soberbia de los incas o falla en la comunicación con los españoles), tratando de
explicar y presentar una alternativa a la realidad caótica de su tiempo.
• Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, perteneciente al linaje de
lo collaguas, es autor de una Relación de antigüedades de este reino del Piru, escrita
hacia 1620 ó 1630, y publicada en 1879. Usa para expresarse un rudimentario
español, fuertemente quechuizado.

Cronistas mestizos

Entre estos se menciona al padre jesuita Blas Valera (1545-1597), natural de


Chachapoyas, cuya Historia de los incas la usaron muchos cronistas españoles e
incluso el mismo Inca Garcilaso y que aparentemente se perdió en un incendio en
Cádiz, durante una guerra entre españoles e ingleses.

Durante mucho tiempo se creyó que el clérigo y cronista Cristóbal de Molina “el
cuzqueño” (1529-1585) era mestizo, pero en realidad fue un español natural de
Andalucía. Sin embargo, se compenetró tanto con la cultura andina que se le puede
considerar como un mestizo cultural. Su obra principal es una Relación de las fábulas
y ritos de los Incas.

Pero indudablemente el más importante


cronista mestizo es el Inca Garcilaso de la
Vega (1539-1616), considerado como
el "primer mestizo biológico y espiritual de
América", o en otras palabras, el primer
mestizo racial y cultural de América, pues
supo asumir y conciliar sus dos herencias
culturales: la indígena americana (inca o
quechua) y la europea (española-italiana), alcanzando al mismo tiempo gran
renombre intelectual. Se le conoce también como el "príncipe de los escritores del
Nuevo Mundo", pues su obra literaria se destaca por un gran dominio y manejo del
idioma castellano. El escritor Mario Vargas Llosa le reconoce también dotes de
consumado narrador, destacando su prosa bella y elegante. En su obra cumbre, los
Comentarios reales de los incas, publicada en Lisboa, en 1609, Garcilaso expuso la
historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú. Para
muchos críticos se trata del cantar de gesta de la nacionalidad peruana, que se forja
precisamente con la fusión de dos herencias, la nativa y la española. Garcilaso es
autor también de La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que es un relato de la conquista
española de Florida; y de la Segunda parte de los Comentarios reales, más conocida
como Historia General del Perú (Córdoba, 1617), publicada póstumamente, donde el
autor trata sobre la conquista y el inicio de la colonia. Con justicia se considera al
Inca Garcilaso como el primer literato del Perú.

Cronistas criollos

Entre los cronistas criollos o americanos (nacidos en América de padres españoles)


que escribieron sobre el Perú se debe destacar a Pedro Gutiérrez de Santa Clara,
natural de México, autor de una Historia de las guerras más que civiles que hubo en el
Reino del Perú. También merece mención el padre agustino Antonio de la Calancha
(1584-1654), natural de La Plata y autor de la Corónica moralizada del orden de San
Agustín en el Perú, que contiene valiosas información del pasado prehispánico.

Otros cronistas

Se debe mencionar también al padre jesuita italiano Giovanni Anello Oliva


(¿1572?-1642), que vivió más de 40 años en el Perú, y fue autor de una Historia del
reino y provincias del Perú y vidas de varones ilustres en la Compañía de Jesús de la
provincia del Perú, cuya primera parte es una introducción histórica titulada:
Historia del reino y provincias del Perú, de sus incas, reyes, descubrimiento y conquista por
los españoles de la corona de Castilla.

Literatura de los inicios del Virreinato

Hitos culturales importantes fueron la fundación de la Real y Pontificia


Universidad de San Marcos de Lima el 12 de mayo de 1551 por Real Provisión de
Carlos I de España y V de Alemania, la primera en América, y la instalación en
Lima de la primera imprenta de Sudamérica, la del turinés Antonio Ricardo en
1583, instituciones que impulsaron el temprano desarrollo intelectual de los
peruanos.

El primer libro publicado en la ciudad de Lima es la Doctrina Christiana y


Cathecismo para la Instrucción de los Indios (1584) del impresor Antonio Ricardo, con
lo que se inaugura propiamente la idea de literatura peruana. Este primer
catecismo es publicado en castellano, quechua y aymara. Durante las décadas
anteriores, ya se había establecido el sistema de reducciones producto de las
reformas del virrey Francisco de Toledo (1569-1581) que separaron la sociedad
colonial en dos repúblicas, república de Indios y república de Españoles (es el
período en el que se realizaron la mayor cantidad de extirpación de idolatrías).
También se promulgaron las Leyes de Indias que establecían lo siguiente:

“[q]ue no se imprima, ni vse Arte, ni Vocabulario de la lengua de los Indios, sin estar
aprobado conforma á esta ley”; “[q]ue no se consientan en las Indias libros profanos y
fabulosos. Porque de llevarse á las Indias libros de Romance, que traten de materias
profanas, y fabulosas y historias fingidas se siguen muchos inconvenientes (…) que ningun
Español, ni Indio los lea”; “[q]ue se recojan los libros de Hereges, y impida su
comunicación. Porqve los Hereges Piratas con ocasion de las presas y rescates han tenido
alguna comunicacion en los Puertos de Indias, y esta es muy dañosa á la pureza con que
nuestros vasallos creen y tienen a la Santa Fé Catolica por los libros hereticos y
proposiciones falsas, que esparcen y comunican á gente ignorante.”

Leyes de Indias, Libro I, título XXIV color

Estos dos factores determinan que la inicial producción literaria en la Colonia se


limite a círculos de influencia principalmente hispánica, producida en las grandes
ciudades por hijos de españoles (españoles americanos). La literatura se cultiva en
círculos ilustrados, estrechamente vinculados con la Iglesia (que imparte la
educación entre las élites sociales, ya que todos los colegios y convictorios estaban
dirigidos por órdenes religiosas). De la Iglesia es precisamente el padre José de
Acosta, quien presta mayor atención al mundo americano ya que, junto a sus
reflexiones religiosas y teológicas, encontramos una clara preocupación por la
geografía y fisiología de los pueblos naturales del Perú. Acosta representa un
momento en el que los estándares estéticos renacentistas están aún presentes en la
escena literaria. En 1586 publica Peregrinación de Bartolomé Lorenzo, en 1588 De
Natura Novi Orbis et De Promulgation Evangelii apud barbaros, sive de Procuranda
indorum salute (De la naturaleza del nuevo mundo...) y en 1590 su obra más
conocida: Historia natural y moral de las Indias.

Siglo XVII

Entre los escritores más relevantes que desarrollan su actividad en este siglo,
figuran los siguientes:

• Diego de Hojeda (¿1571?-1615), poeta sevillano, ordenado sacerdote en el Perú


en 1591, es autor de la Cristiada (1611), primer poema épico-místico escrito en
América, en octavas.
• Clarinda, seudónimo de la autora o autor del Discurso en loor de poesía, poema
en tercetos, que apareció en el Parnaso Antártico (1608) de Diego Mexía de
Fernangil.
• Amarilis, seudónimo de la autora o autor de la Epístola a Belardo, escrita en
silva, dirigida a Lope de Vega y que éste reprodujo en La Filomena (1621).
• Juan del Valle y Caviedes (1652 o 1654-después de 1696), poeta satírico y
costumbrista, autor del Diente del Parnaso (1689).
• Juan de Espinoza Medrano llamado "El Lunarejo" (hacia 1629-1688), estudioso
y dramaturgo mestizo, autor de piezas dramáticas religiosas, sermones y del
Apologético en favor de D. Luis de Góngora, príncipe de los poetas líricos de España
(1662) y La novena maravilla... (1695).
• Diego Mexía de Fernangil (¿1565?-1634), es autor de la primera parte del
Parnaso Antártico (1608). La segunda parte no llegó a publicarse y permaneció
inédita hasta el siglo XX.
• El padre Bernabé Cobo S.J. (1580-1657), escribió la crónica Historia del nuevo
mundo, en 4 volúmenes (1890-1893), y la Historia de la fundación de Lima (1882).
• Luis Antonio de Oviedo y Herrera, conde de la Granja (1636-1717), poeta y
autor teatral, miembro de la Academia Literaria fundada por el virrey Castell
dos Rius, autor de los libros poemáticos: La vida de Santa Rosa... (1711) y Poema
sacro de la pasión... (1717).

Podemos mencionar también a Lorenzo de las Llamosas (c.1665-c.1705), quien


después de unos pocos años de permanencia en el Virreinato del Perú, viaja a
España donde desarrolla actividades en la Corte del Rey, como militar y al mismo
tiempo como autor de obras de teatro y didácticas.

Siglo XVIII

Entre la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII desarrolla su
actividad el limeño José Bermúdez de la Torre y Solier (1661-1746) poeta, autor del
poema Telémaco en la isla de Calipso; fue además jurisconsulto, así como rector de la
Universidad de San Marcos de Lima.

En el siglo XVIII destaca el humanista limeño Pedro Peralta y Barnuevo (1664-


1743), con una obra que abarcó diversos campos del saber y siendo autor de
tragedias y sainetes que pueden considerarse precursores del costumbrismo, entre
ellas Lima fundada (1732), Lima triunfante (1728), El cielo en el Parnaso.

Fray Francisco del Castillo O. M. (1716-1770), conocido como "El ciego de La


Merced", fraile, dramaturgo y poeta, sin duda el mejor autor teatral de la colonia y
entre cuyas obras destacan La conquista del Perú, una de las primeras en ofrecer una
perspectiva crítica de la conquista del Perú; Todo el ingenio lo allana; Mitridates, rey
del Ponto; el entremés Del justicia y litigantes. Este fraile pertenecía a la Orden de la
Merced y no debe ser confundido con el sacerdote jesuita Francisco del Castillo S.J.
(1615-1673), quien vivió y trabajó también en Lima, pero un siglo antes.
Sobresale también Alonso Carrió de la Vandera (1714 o 1716-1783), que bajo el
seudónimo de Concolorcorvo, escribió el Lazarillo de ciegos caminantes, libro que
durante bastante tiempo fue erróneamente atribuido a Calixto Bustamante Carlos
Inca y que trata de un viaje realizado entre Lima y Buenos Aires.

A fines del siglo XVIII y coincidiendo con el fin del mandato del virrey Manuel
Amat y Juniet, se representó en las gradas de la catedral de Lima un drama, el
Drama de los palanganas: veterano y bisoño, que es una crítica despiadada contra el
gobierno y la persona de este virrey, en particular sus amoríos con La Perricholi. El
texto ha sido rescatado por el crítico literario Luis Alberto Sánchez.

Esteban Terralla y Landa, un poeta satírico, usó el seudónimo de Simón Ayanque


para publicar su libro Lima por dentro y fuera (1797).

La época colonial concluye con la obra poética del arequipeño Mariano Melgar
(1791-1815), en cuyos versos se prefigura el romanticismo y muestra un mestizaje
entre la poesía culta y las canciones populares indígenas. Aunque su obra se
enmarca más dentro de la época republicana, y consta de Carta a Silvia (1827) y
Poesías (1878).

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