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De la secreta obscenidad de los relatos: disparen, apunten fuego.

A estas alturas el modernismo para el mundo occidental es como el canto del cisne de generaciones que
coleccionan vinilos en estantes marchitos de costosas nostalgias. Cuando en 1984 se estrenó La secreta
obscenidad de cada día del dramaturgo Marco Antonio De la Parra, causó revuelo inusitado en la escena
latinoamericana porque acaso fuimos nosotros quienes mejor acuñamos aquel circuito de ideas y
consignas que un estructuralismo arropado en el positivismo nos implantó sine qua non desde los
altares académicos. Lo cierto es que a pesar del tiempo transcurrido y los espacios interrelaciónales de
lo que la academia hoy se empecina en llamar sistema-mundo, la obra del dramaturgo chileno, todavía
pisa fondo; todavía se puede ver por los pasillos latinoamericanos los desquicios subversivos del Marx y
Freud, esos dos maestros de la sospecha que Paul Ricoeur (1990) adjetivaba como desestabilizadores de
la crítica racional burguesa del siglo XIX, aupando al capitalismo. Pero ¿Por qué la permanencia de estos
sistemas de ideas en tiempos donde las categorías epistemológicas se han vuelto un mosaico inter
subjetivo que las academias aparentemente cansadas no pueden o no deben servir de fuentes para
afianzar la independencia de sociedades todavía dependientes? El posestructuralismo había ensayado
algunas respuestas. Y la secreta obscenidad de cada día, parece hablarnos en tiempo presente.

Sobre Marx y Freud, queda poco por decir, tanto se ha escudriñado a estos viejos barbones, que nada en
común tendrían si acaso hubieran coincidido generacionalmente, me refiero a las ideas, que si Freud era
un crítico rapaz de los principios socialistas que todo para este iconoclasta principiaba y terminaba en el
más elemental deseo; tanto como para el honorable economista de Tréveris, apenas si llegó a auscultar
el Escrito sobre la Histeria del psicoanalista, según refiere la historiografía. ¿Qué de común había en
estos voluminosos seres para qué de pronto aparezcan en una banca cualquiera de un parque en cuyas
latitudes no tendrían por qué coincidir físicamente? Pues desde las biografías y las formas en que se
impusieron cada cual, en su tiempo, diría que mucho: hijos soberanos de la Europa del statu quo de las
“inteligencias”, judíos de ascendencia, liberales, nada aristócratas menos obreros, no ejercieron la
docencia universitaria formal, ateos hasta la coronilla, anti nacionalistas, iconoclastas de cierta moral
decimonónica; sin embargo, en ambos se yergue la fundación de tradiciones unívocas en el
pensamiento racional social por un lado y de la comprensión de pensamiento en función a las
represiones del individuo y el inconsciente. Ambos repudiados por dictaduras y seguidos
incondicionalmente por intelectuales y las masas.

Es así que, situándolos como fundadores de paradigmas del siglo XX: el marxismo y el psicoanálisis, estos
personajes se encuentran en medio de un país asolado por una dictadura fascista. Escenarios social y
represivo para desarticular o reivindicar los sistemas en cuestión. Pero en la obra sucede todo lo
contrario, hay como refiere Gómez y Véjar (2012) un “estar desde dentro” de otro contexto para
emplear el uso polifónico de voces que se mutan en estos personajes tan parapetados desde sus
concepciones, para erigir nuevos entes inconscientes o consientes desde el emisor, para caricaturizar la
estructura histórica - psicológica de todo lo que denota para connotar con agudeza irónica el pasado, el
presente y el futuro de sus meta-narrativas. Con una inquina que se afianza en el post-estructuralismo
la obra del chileno apunta directo a las bases más cuestionadas y perennes de estas meta-narrativas. La
imagen de reconocer a tan insignes y estructurales personajes sin pantalones y demostrando la cualidad
simbólica de sus penes, sugiere quizá cierto carácter anárquico de la negación misma, que si estuviera el
tal Bakunin (dilecto amigo toxico de Marx) como espectador se hubiera puesto de pie a aplaudir feliz
como una perdiz; o a esconderse allí mismo porque el próximo tenía que ser él.

Finalmente, tal como sostiene Derrida (1989), cuando afirma que para una lograr una certera cognición
de los sistemas cerrados se precisa “desestructurar o desmontar” no con mala estopa esos
predicamentos, la Secreta obscenidad de cada día pone de manifiesto que las ideologías entrañan una
madeja de hilos que, si bien se sostienen desde bases inamovibles, es a través de los presupuestos del
arte desmitificador, ridiculizándolos, poniéndolos en aprietos verosímiles, que se puede dar este ajuste
de cuentas con esos “padres” que acunaron el pensamiento y movilizaron las intenciones y el
comportamiento político y social del mundo occidental. Desde una escenografía mínima, cuestionando
también a un naturalismo pomposo, discurre un humor subversivo, caustico y afilado. Unos
entrecruzamientos entre estéticas quizá señeras se disuelven y se corresponden como el juego de roles,
el absurdo, la tragedia, la comedia, en una recreación dialéctica entre el Chile asolado por la dictadura
pinochetista donde el desopilante Freud increpando al Marx de ese instante, le cuestiona el dilema del
nuevo hombre latinoamericano, “hay que decir o no hay que decir lo que se piensa”.

Referencias.

Ducrot, Oswald, 1986. El Decir y lo Dicho, polifonía de la enunciación. Barcelona, Paidós

De la Parra, Marco A. 1984. La Secreta Obscenidad de Cada día. Chile, Planeta Biblioteca del Sur.

Derrida, J. (1989) La desconstrucción en las fronteras de la filosofía. Barcelona: Editorial Paidós.

Ricoeur, P. (1990) Freud: una interpretación de la cultura. México: Siglo XXI Edit.

Gómez, L & Véjar, A. (2012) Una lectura de la secreta obscenidad de cada día de marco antonio de la
parra: los códigos discursivos que enmascaran la crítica al régimen dictatorial chileno. Tesis de grado.
Universidad del Bío-Bío Facultad de Educación y Humanidades departamento de Artes y Letras

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