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La Jornada Semanal, domingo 31 de agosto. 07 núm.

443
Filosofía del relajo y relajo de la filosofía
(Jorge Portilla y Abel Quezada)

FILOSOFÍA DEL RELAJO

A mediados del siglo xx, algunos intelectuales mexicanos, o radicados en México, se


dedican a estudiar ese fenómeno extrañísimo que es el ser mexicano y escriben ensayos
fundamentales para la cultura y el debate nacionales; así, en 1934, Samuel Ramos
publica El perfil del hombre y la cultura en México y en 1950, Octavio Paz El laberinto
de la soledad. La reflexión mexicanista rebasa los círculos filosóficos y académicos y, al
cabo de un tiempo, se convierte en tema de moda para la clase política priísta (en ese
momento no hay otra) y en motivo de relajo y cultura popular a través de los "monos"
de Abel Quezada y Rius.

A fines de los cuarenta, un puñado de jóvenes pensadores


nacionales influidos por las filosofías de compromiso (sobre
todo por el existencialismo de Sartre) forman el grupo
Hiperión, que se preocupa por esclarecer la propia realidad y
se propone dilucidar racionalmente al mexicano y lo
mexicano. Una de las mentes más lúcidas de esta agrupación
es Jorge Portilla y su obra más conocida, Fenomenología del
relajo,* es un breve tratado sobre una de las formas de humor que practica el mexicano.

En su introducción, Portilla plantea que su ensayo es un intento de "comprender el


relajo, esa forma de burla colectiva, reiterada y a veces estruendosa que surge
esporádicamente en la vida diaria de nuestro país" y asienta que la importancia de este
objeto de estudio reside en que "una forma de conciencia tan incidental y pasajera como
la burla o la risa puede servir de clave para comprender los rasgos esenciales de la
condición humana o para penetrar en la estructura espiritual de un pueblo". El escritor
confiesa que este tema le interesa porque los mejores representantes de su generación
"vivieron en un ambiente de la más insoportable.
y ruidosa irresponsabilidad que pueda imaginarse" y "todos parecían incapaces de
resistir la menor ocasión de iniciar una corriente de chocarrería que una vez desatada
resultaba incontrolable y frustraba continuamente la aparición de sus mejores
cualidades".

Al profundizar en el tema, Portilla plantea que


para el mexicano, el relajo es esencialmente
una conducta cuyo sentido es "suspender la
seriedad", y define al relajo como "la
suspensión de la seriedad frente a un valor
propuesto a un grupo de personas". (O como
escribió Rogelio Naranjo en términos menos
filosóficos: "Me vale madre.") En su tratado,
tras revisar las diferencias que existen en las actitudes del humorista, el ironista y el
relajiento, Portilla concluye que "el hombre del relajo simplemente niega el valor en su
interior y con ello se libera de toda tensión interna" y agrega que la "unidad del relajo"
es "sólo la unidad abstracta y estática de una negación pura y simple, sin salidas, sin
movilidad, sin perspectivas al futuro" (o como quien dice, vale madre). Sin embargo,
son pocos los ejemplos que usa el filósofo para sustentar su hipótesis y es necesario
revisar algunos modelos clásicos de relajo para corroborar si tiene razón o si, de plano,
también vale madre.

SER O NO HAY QUE SER

Para Portilla, Cantinflas es un modelo del relajo y en su Fenomenología afirma que "la
acción constitutiva del relajo puede ser una serie de meras actitudes ‘cantinflescas’, por
así decirlo". Es innegable que en México se cultivan formas de humor típicas del relajo
y en nuestro país han florecido lenguajes humorísticos colectivos tales como la
cantinflada y el albur, dos idiomas relajientos.
En su famoso ensayo titulado La risa, el filósofo francés Henri Bergson analiza los
orígenes mecánicos de las situaciones cómicas y hace un claro distingo entre lo
ingenioso y lo cómico. Podríamos decir, en términos generales, que para Bergson lo
ingenioso suele estar vinculado al manejo del lenguaje, es decir que es lo propio del
humorista, mientras que lo cómico está ligado a procedimientos mecánicos y sería lo
propio del oficio del mimo o del clown. Los escritores satíricos, los stand up
comedians, son fundamentalmente humoristas, mientras que los actores de cine mudo
son, esencialmente, cómicos y son pocos los actores que se desenvuelven a la vez como
humoristas y cómicos.

El gran hallazgo de Cantinflas fue usar el lenguaje de una manera mecánica,


desproveyéndolo de todo sentido; al hacer esto, el mimo mexicano hace del discurso
la herramienta básica del humorista, un elemento cómico. Esto lo logra gracias a que
le quita al lenguaje todo su valor, todo su sentido, es decir, echando relajo con el
lenguaje. Mientras Shakespeare diserta sobre el suicidio con su "ser o no ser", el mimo
mexicano se pregunta "ser, o no hay que ser, mano, porque esa es la cosa..."

La suspensión de la seriedad en el idioma de Cantinflas es con frecuencia una negación


pura y simple de valores, sin salidas, sin movilidad, sin perspectivas al futuro... pero no
siempre. La cantinflada también le sirve al lépero para burlarse de la pedantería, la
grandilocuencia y la solemnidad de las clases altas heredadas del porfiriato.

EL CASO DE ABEL QUEZADA

A mediados del siglo xx, el régimen de la Revolución mexicana se consolida, al igual


que las mañas de los priístas. La clase política cultiva una picaresca llena de cinismo y
acuña frases como "Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error", "yo estoy con el
Candidato porque le debo muchos favores... y pienso deberle más", etcétera... Pero no
hay que confundirse. El régimen es solemne al extremo y exige respeto absoluto. Por
esas fechas criticar al presidente puede ser causal de encarcelamiento (ver el caso de
Siqueiros con López Mateos), burlarse de él es un insulto de lesa Patria y hacerle una
caricatura agresiva es punto menos que imposible.

En este panorama esquizofrénico que oscila entre la grandilocuencia y la picaresca, los


caricaturistas más apreciados por el régimen son aquellos que hacen gala de un dibujo
fino, académico y de un humor cauteloso. A contracorriente, Abel Quezada desarrolla
nuevas formas de hacer caricatura y para ello se inspira en los lenguajes de la historieta
y la fábula ilustrada (inspirada en el escritor y dibujante norteamericano James
Thurber). El exceso y el barullo son recursos del relajo y los cartones de Abel son
desbordados, ruidosos; antisolemnes como festejo de priístas entre discursos patrios.
Carlos Monsiváis ha señalado que "el humor a puerta cerrada de los priístas es sólo uno
de los recursos de Quezada", pero sin duda es uno de sus recursos más eficaces. Para
la clase política, son obra de un enterado los cartones en los que Abel habla de los
desayunos, las antesalas, las modas de los políticos, los sílogos (los que dicen sí a todo),
el adulómetro, las frases y el tapado, para enterados. Para el gran público el dibujante
acaba con la solemnidad oficial y burla la rígida censura del régimen al hacer pública la
picaresca tricolor. Al descubrir la picaresca de los poderosos suspende sus pretendidos
valores y pone en jaque su pretendida seriedad; esto entra en lo que Portilla define
como la conducta típica del relajo.

Sus imágenes del tapado rebasan el ámbito periodístico y se convierten en campaña de


publicidad, en icono transexenal, en chiste de moda; por la calle, el cómico Palillo se
hace seguir por un tipo disfrazado de tapado.

En su fenomenología, Portilla se plantea "sacar la filosofía a la calle (que es su lugar


natural) despojándola en lo posible de la cáscara ‘técnica’ que a veces la encubre".
Quezada consigue sacar a la calle el debate mexicanista y lo populariza como nadie.

En sus caricaturas, este dibujante se desempeña como sociólogo, cuentista, fabulista,


creador de personajes, entomólogo de tipos nacionales, y hasta en el más populachero
de los filósofos mexicanistas. Con desenfado, el escritor y dibujante aborda temas como
el indio, el taco, el mal gusto en el vestir, el cine nacional, etcétera...

Los monos de Quezada abordan diversos temas y en todos suele plantear, de un modo
erudito, problemas profundos. Cuando habla de economía recuerda a los keynesianos
latinoamericanos: "El sueño dorado de nuestros economistas es que los mexicanos
pudiéramos vivir sin comer. Así nos alcanzaría con lo que ganamos y sus cuentas
saldrían bien. No existiría problema económico en México."

Cuando aborda los problemas educativos hace planteamientos que recuerdan a


Malthus y a Swift: "El problema de la falta de escuelas [en México] es más bien un
problema de sobra de niños."

Finalmente, el filósofo dibujante sostiene tesis tan arriesgadas como aquella que plantea
que sus compatriotas arruinaron la luna, que la única forma de resolver el problema
del estado de Tlaxcala es hundiéndolo y llega a afirmar que, de todos los problemas
del mexicano, el peor es... el propio mexicano (ver al respecto el libro El mexicano y
otros problemas).

Un breve estudio comparativo de los planteamientos filosóficos de Jorge Portilla y Abel


Quezada obliga a concluir que en un pueblo propenso al relajo, la filosofía tiende a ser
tomada a relajo.

CONCLUSIONES

En los casos que hemos revisado no se verifica la


hipótesis de Portilla de que el relajo es una
negación pura y simple de valores, sin salidas, sin
movilidad, sin perspectivas al futuro; en estos
casos específicos, el relajo –entendido como la suspensión de la seriedad y de todo
valor– obra en contra de una jerarquía de valores represiva o de dudosa calidad ética.
En especial, en Quezada el relajo no es la negación pura y simple de valores, sin salidas,
sin movilidad, sin perspectivas al futuro, sino la crítica a un sistema de valores hipócrita
y escindido y la invitación popular a la reflexión divertida.

Es claro que muchas de las observaciones que hace Portilla sobre el relajo están
tomadas de sus vivencias directas, del relajo que echaban sus amigos. Sin embargo, el
relajo utilizado como una herramienta humorística, puede ser un arma espléndida para
contrarrestar valores de dudosa calidad como la mojigatería sexual, el cinismo de los
políticos pícaros, los discursos hipócritas y la pedantería

clasista. Finalmente, el relajo tiene el valor de ser un acto liberador en sí, y por lo tanto,
es muy disfrutable como acto de libertad.

* Jorge Portilla muere en 1963, a los 45 años de edad. Son sus colegas Víctor Flores Olea, Alejandro
Rossi y Luis Villoro quienes recopilan, le dan forma y editan algunos ensayos de Portilla bajo el
título Fenomenología del relajo. Este libro es publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1966.

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