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LA PASIÓN

La Nueva Alianza

La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo son históricamente únicos e


irrepetibles. Se realizaron en la ciudad de Jerusalén y sus alrededores,
en tiempos de Tiberio, emperador romano, bajo Poncio Pilatos,
gobernador de Judea, siendo Caifás sumo sacerdote. Tales eventos
constituyen el único Evangelio de la Pasión del Señor, es decir, la única
Buena Nueva de nuestra salvación, manantial de alegría y salvación
para todos nosotros pecadores.

Desde el principio de nuestra creación en la caída del pecado de


Adán y Eva tuvo una gran consecuencia para la humanidad. A partir
de ese momento, el pecado y la muerte se convirtieron en una parte
fundamental de la vida humana. El pecado de Adán y Eva afecto la
perfecta relación entre Dios y la humanidad y eso nos llevó a la
necesidad de la redención a través del perdón.

Jesús vino a reestablecer esa Alianza de Dios con el hombre,


ofreciendo su vida para la salvación por nuestros pecados.

San Marcos nos narra, cuando Jesús celebró una cena con sus
discípulos la víspera de su muerte. Y en esa cena pronunció unas
palabras significativas sobre la copa de bendición. Mc 14,24 cita las
siguientes palabras de Jesús en la última cena: «Esta es mi sangre de
la alianza que es derramada por muchos». Mateo contiene unas
palabras similares a las que añade la frase «para el perdón de los
pecados», sin duda para destacar que la muerte de Jesús fue un
sacrificio redentor que buscaba la reconciliación.
En estos pasajes de la Biblia omiten la palabra «nueva» para describir
esa alianza, y ambos conectan la alianza con el derramamiento de
sangre. Estas alianzas en el tiempo de Moises se sellaban con sangre,
en recuerdo de las importantes obligaciones que se contenían en
ellas, así también esta alianza se recuerda en las palabras de Jesús
confirmado por Su sangre. Como ejemplo podemos ver la expresión
marcana que significa «sangre de la alianza» es una alusión a Ex 24,8,
donde la sangre fue rociada sobre el pueblo en el Sinaí para confirmar
la alianza. Jesús mismo lleva a cabo ese sacrificio que sella la alianza
y la salvación de «muchos», una expresión típica hebrea para hablar
de todos.

761 La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el


pecado destruye la comunión de los hombres con Dios y la de los
hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así decirlo la reacción
de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza
secretamente en el seno de todos los pueblos: "En cualquier nación el
que le teme [a Dios] y practica la justicia le es grato" (Hch 10, 35;
cf LG 9; 13; 16).

Diario de Santa Faustina 369

“Una hora de meditación de Mi dolorosa Pasión tiene mayor mérito


que un año entero de flagelaciones a sangre; la meditación de Mis
dolorosas llagas es de gran provecho para ti y a Mí Me da una gran
alegría. ¡Me extraña que no hayas renunciado todavía
completamente a tu propia voluntad, pero Me alegro enormemente
de que este cambio se produzca durante los ejercicios espirituales! (D.
369)
Diario de Santa Faustina 1320

A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y


aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión,
especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Ésta es
la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré
penetrar en Mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al
alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión…. (1320)

Diario de Santa Faustina 1512

Hija Mía, medita frecuentemente sobre Mis sufrimientos que padecí


por ti y nada de lo que tu sufres por Mi te parecerá grande. Me agrada
más cuando contemplas Mi dolorosa Pasión; une tus pequeños
sufrimientos a Mi dolorosa Pasión para que adquieran un valor infinito
ante Mi Majestad. (D.1320)

Diario de Santa Faustina 1761

Hija Mía, hoy considera Mi dolorosa Pasión, toda su inmensidad;


medítala como si hubiera sido emprendida exclusivamente por ti. (D.
1761)

En los evangelios de Pablo contiene una tradición algo más matizada


de las palabras de Jesús en la última cena: «Este cáliz es la nueva
alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis en memoria
mía» (1 Cor 11,25; ver Lc 22,20). Pablo destaca en esta nueva alianza,
caracterizada por el cumplimiento de las promesas, el Espíritu, el
corazón y la libertad, y las antiguas alianzas que se caracterizaban
por la Ley, la carne, la piedra y la esclavitud.
Pablo añade también la importancia del recuerdo permanente de la
acción de Jesús: «Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis
de este cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva»
(1 Cor 11,26).

Pablo es plenamente consciente del significado escatológico del


entorno en el que se celebró la última cena. Es la base para la espera
confiada en la parusía, el retorno de Cristo, que sería además la
plenitud última de la nueva alianza.

Pero además el contexto en el que aparece este memorial de la


última cena en Pablo nos indica también el sentido profundo de las
exigencias éticas que surgen de la nueva alianza en este tiempo de
espera. Se quiere destacar así el significado de la celebración
eucarística. Comunión al don total que Jesús ha hecho de sí mismo a
su Padre y a los hombres.

«Por esta razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido


una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la
primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la
herencia eterna» (Heb. 9,15). Así, pues, sólo la muerte de Cristo
asegura la eficacia de esta nueva alianza.

Recordemos que Jesús murió por nuestros pecados

La pasión y muerte de Jesús es uno de los momentos más


importantes de la historia de la humanidad. A través de su sacrificio,
Jesús demostró su amor incondicional hacia nosotros, dispuesto a dar
su vida para salvarnos de nuestros pecados.
Es importante reflexionar sobre esta verdad fundamental de nuestra
fe, para comprender el significado profundo de la pasión y muerte de
Jesús. En la cruz, Jesús llevó sobre sí todos nuestros pecados,
pasados, presentes y futuros. Su muerte fue el precio que pagó por
nuestra redención, por la posibilidad de obtener el perdón de Dios y la
vida eterna.

Durante su pasión, Jesús sufrió intensamente, tanto física como


emocionalmente. Fue azotado, coronado de espinas, escupido,
insultado y finalmente crucificado. Todo esto lo hizo por amor a
nosotros, para abrirnos las puertas del cielo y reconciliarnos con Dios.
Al contemplar la pasión y muerte de Jesús, nos damos cuenta del
alcance de su amor y misericordia. Jesús no tuvo que someterse a
tanto sufrimiento, pero lo hizo por nosotros, por cada uno de nosotros,
porque cada alma es valiosa a sus ojos.

Esta reflexión nos invita a valorar el inmenso sacrificio de Jesús y a


vivir de acuerdo, a su enseñanza. Nos recuerda que debemos
arrepentirnos de nuestros pecados, confesarlos y pedir perdón a Dios.
También nos anima a imitar la entrega total de Jesús, a vivir en amor
y servicio hacia los demás.

La pasión y muerte de Jesús es un recordatorio de su amor infinito por


nosotros. Nos desafía a vivir de acuerdo, a su ejemplo y a buscar la
reconciliación con Dios. Que esta reflexión nos lleve a valorar el
sacrificio de Jesús y a vivir de acuerdo, a su voluntad, y siempre
recordar en cada momento de nuestra vida:

¡JESÚS, EN TI CONFÍO!

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