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REALIDAD NACIONAL

Visita al Lar de Ancianos San Agustín – CDE

Experiencia de: Milenny Mendoza

Santa Rita - Alto Paraná - Paraguay


Hace unos días, tuve la oportunidad de visitar un hogar de ancianos en CDE. Esta
experiencia dejó una profunda impresión en mí y me hizo reflexionar sobre la
importancia de cuidar y valorar a nuestros mayores. Y más aún a valorar el vínculo
familiar que tengo. El día domingo 17/09/23 nos fuimos al Hogar de Ancianos San
Agustín, mi visita comenzó con un poco de nerviosismo, ya que nunca había estado en
un lugar como ese antes. Sin embargo, en cuanto entré al hogar de ancianos, fui
recibido con sonrisas cálidas y miradas amables por parte de los residentes y el
personal. La energía era un tanto pesada por el clima que sentía de abandono familiar
a esos ancianos, pero con una sensación de comunidad que llenaba el lugar.

Me asignaron la tarea de cortar los tomates y ayudar a preparar las ensaladas para el
almuerzo luego nos derivaban a pasar un tiempo con los ancianos, pero no conseguía
conectarme con nadie. Entonces con los otros visitantes del lugar me junte a elaborar
danzas y cantos para presentar a los ancianos. No conseguí hablar con ninguno anciano
directamente, pero escuchaba las historias que les contaban a mis compañeros. La
primera persona con la que me puse a escuchar su historia se llamaba Don Manuel, un
hombre de cabello blanco y arrugas profundas en el rostro. Estaba sentado en una silla
de ruedas junto a una ventana, mirando hacia afuera con nostalgia. Cuando me
acerqué a escuchar con un grupo de compañeros el señor compartiendo sobre, sus
historias de juventud. Nos contó sobre sus viajes, su familia y las experiencias que
había vivido a lo largo de los años. Escuchar sus relatos fue como abrir un libro de
historia viviente.

Durante el almuerzo, compartí la mesa con un grupo de mujeres mayores. Sus


conversaciones eran una mezcla de anécdotas divertidas y consejos de vida sabios.
Hablaban sobre la importancia de la familia, la amistad y la gratitud por las pequeñas
cosas de la vida. Me sorprendió lo generosas que eran al compartir sus experiencias y
sabiduría conmigo.
A medida que pasaba el día en el hogar de ancianos, me di cuenta de que estos
residentes eran mucho más que personas mayores que necesitaban cuidados. Eran
individuos con historias ricas y valiosas, con un deseo sincero de conectarse con los
demás. Sus risas, sus lágrimas y sus sonrisas me recordaron la belleza de la vida en
todas sus etapas.

Al final de mi visita, me sentí agradecido por la oportunidad de haber compartido


tiempo con estas personas increíbles. Aprendí que la vejez es una etapa de la vida que
merece respeto y aprecio, y que cada persona tiene una historia única que contar.
Desde entonces, he regresado al hogar de ancianos varias veces, sabiendo que mi
presencia y mi interacción pueden alegrar el día de alguien y, al mismo tiempo,
enriquecer el mío.

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