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Staff

Traducción
Lectura Final
Anaile Soraya
Mrs Vitalle
Lia Belo Mrs

Vitalle

Diseño
Corrección
LiaBelo
Mata Ilusiones

Miss Library
Contenido
Sinopsis Caleb Jordyn

1 7 13

Jordyn Jordyn Jordyn

2 8 14

Caleb Jordyn Caleb

3 9 15

Jordyn Caleb Jordyn

4 10 16

Jordyn Jordyn Jordyn

5 11 17

Jordyn Caleb Jordyn

6 12 18
Jordyn Jordyn Jordyn

19 26 33

Caleb Jordyn Caleb

20 27 34

Jordyn Jordyn Jordyn

21 28 35

Caleb Jordyn Caleb

22 29 36

Jordyn Caleb Jordyn

23 30 37

Caleb Jordyn Caleb

24 31 Epílogo

Jordyn Jordyn Jordyn

25 32
Sinopsis

Jordyn Davis
Experimenté mucho dolor de niña.
Fue tan duro afrontarlo que lo reprimí todo.
Lo último que necesito es que la estrella de fútbol de mi universidad
me
persiga para cumplir una fantasía.

Caleb insiste en que nos conocimos hace años.


Le digo que se equivoca.
Sin embargo, cuanto más me persigue, empiezo a darme cuenta de
que había suprimido al chico de cabello rubio arenoso y penetrantes
ojos grises entre los horribles recuerdos.
Pero a medida que los muros se desentrañan, queda claro
que ambos recordamos las cosas de forma diferente.

Caleb Rosmond
Te conozco, Jordyn.
Mi pequeña Dove.
Te he buscado todos estos años, y no retrocederé hasta que te rindas
ante
mí. Hasta que tu piel arda al tocarme y me desees tanto como yo a ti.
Sé que eres la chica que me robó el corazón de niño, y tengo toda la
intención de robarte el tuyo ahora.

*ADVERTENCIA: El lenguaje y las escenas subidas de tono, así como la


mención de malos tratos, pueden ser desencadenantes para algunas
personas.
1

Jordyn
Hoy ocurrirá algo excepcional.
Sentí una oleada de expectación cuando me desperté, así que apuesto a
que vienen buenas vibraciones.
—¡Ugh! —Esa emoción se evapora al chocar contra un cuerpo nada más
doblar la esquina.
Mi bolsa se cae. El contenido se derrama.
—Lo siento. —Me agacho para recogerlo todo.
—Es culpa mía —dice la voz suave por encima de mí—. No estaba
prestando atención.
Se agacha para ayudarme, pero le hago un gesto para que se vaya.
—Gracias. Yo me encargo.
Me enderezo y me encuentro con unos cálidos y brillantes ojos azules.
Su piel de marfil tiene un bronceado de verano como la mía. Es alto.
Delgado en camisa y jeans relajados. Cabello castaño oscuro desgreñado,
mandíbula afilada. Un tipo atractivo. Tendrá dieciocho o diecinueve años,
como yo.
Una sonrisa amistosa se dibuja en sus labios mientras extiende la
mano.
—Aaron Taylor.
Me acomodo el bolso al hombro y le doy la mano.
—Jordyn Davis.
—Encantado de conocerte, Jordyn. —Me hace un gesto para que entre
en el aula—. Después de ti.
El profesor señala el programa que tiene sobre la mesa. Agarro uno de
la pila y subo los escalones hasta un asiento de pasillo.
Hay bastantes estudiantes en la clase de economía, y muchos parecen
ser ya amigos.
Aaron fija los ojos en mi fila y señala el asiento de mi izquierda.
—¿Te importa si me siento ahí?
—No, adelante.
Deslizándose detrás de mí, cuelga su mochila en la silla y se acomoda.
—¿Tú también eres de primer año?
—Estudiante de segundo año. Delham tiene una gran comunidad
universitaria y está cerca de casa.
—Genial, así que eres de Hartford —dice asintiendo lentamente—. ¿Qué
hay de divertido aquí además de los clubes y los deportes?
Me lo pienso un momento.
—Bueno, siempre pasa algo. Yo miraría en el tablón de anuncios del
centro de estudiantes. Además, estamos en el centro.
—Sí, estoy deseando explorar la ciudad. Nunca he estado en Hartford, y
mucho menos en Connecticut.
—¿De dónde eres? —Le pregunto.
—Vermont.
—Muy bien, todo el mundo —el profesor Wilcox llama la atención de la
sala. Discute el esquema del curso y pide que formemos grupos de dos
o tres para las tareas.
—¿Quieres que trabajemos juntos? —Le pregunto a Aaron.
—Sin duda. —Un evidente alivio brilla en su rostro de aspecto terso—.
Gracias por ofrecerte.
—Claro que sí.
Con su amplia sonrisa, exhibe unos impecables dientes perlados.
El profesor empieza su clase y, al final de la hora, explica la primera
tarea para la semana que viene.
—¿A dónde te diriges ahora? —Aaron pregunta mientras salimos del
aula.
—Mi próxima clase no es hasta dentro de una hora. He quedado con mi
mejor amiga, Scarlett.
—Debe ser un alivio ir a la universidad con tu amiga.
Me encojo de hombros.
—Planeamos ir juntas a Delham. Somos amigas desde el instituto.
—Eso es genial.
Se detiene en las escaleras y hace un gesto para que suba.
—Por aquí.
—Oh hey, intercambiemos números. Planearemos cuándo trabajar en la
tarea.
—Claro —Me pasa su teléfono y yo llamo al mío.
—Nos vemos luego —le digo después.
—Esa colisión no fue tan mala, ¿eh? —dice Aaron cuando estoy a punto
de irme—. Espero que no te importe que me alegre de que pasara.
Gracias a ti, ya no estoy nervioso.
Le devuelvo la sonrisa.
—Bueno, supongo que fue algo bueno entonces. —Saludo con la mano y
continúo hacia la salida.
Al entrar en el cálido día de principios de septiembre, encuentro a
Scarlett esperándome.
—Hola, JD.
Va muy bien vestida con un top vaporoso, jeans y unas sandalias.
Cabello oscuro recogido en una coleta.
—¿Qué haces aquí? —pregunto.
—Quería echar un vistazo a la tienda de la universidad. Vamos.
Enganchando su brazo al mío, avanzamos por el sendero en dirección a
la cafetería.
—¿Qué tal tu primera clase? Todavía me estoy pellizcando de que ya
estemos en nuestro segundo año.
Suelto una risita.
—Una locura, ¿verdad? La clase estuvo bien. Conocí a un chico
simpático.
Sus ojos verdes brillan de pura curiosidad.
—¿Un chico?
—No te hagas ilusiones. Énfasis en recién conocido.
Ella resopla.
—De todos modos, ¿qué tal una fiesta más tarde?
Me detengo fuera de la cafetería y me vuelvo hacia ella.
—Scar, tengo trabajo. Además, ¿no estuviste fuera toda la noche?
Todavía no habías vuelto cuando me fui antes.
—No estaba de fiesta, JD —argumenta—. Estaba con Logan. Nos vamos
después de que salgas del trabajo. La fraternidad de Logan da una fiesta
para inaugurar el semestre. Será divertido.
—Veré como me siento más tarde. —Giro demasiado rápido y choco
contra una especie de pared sólida.
¿Por qué sigue ocurriendo esto?
—Guau. —La voz grave provoca un escalofrío y me toca el brazo para
tranquilizarme.
Con ganas de disculparme, me aparto de su pecho y miro a su
imponente figura. Las palabras se me congelan en la lengua en cuanto
me fijo en sus hipnóticos ojos grises. Siento una extraña atracción
inmediata, familiaridad, pero dudo que nos conozcamos. Me acordaría
de este tipo.
Es tan impecablemente guapo. Podría pasar por el hermano pequeño de
Chris Pine, con el cabello rubio arenoso despeinado y la cara bien
afeitada.
Frunce el ceño lentamente mientras busca mis rasgos intensamente.
—Dios... eres tú.
Mis cejas se levantan.
—¿Yo? —balbuceo en mi confusión.
Su expresión es de absoluto placer mientras me agarra con más fuerza.
—¡Eres tú!
—Bueno, no sé quién...
—¿Has estado aquí todo este tiempo? —suelta feliz—. ¿En Hartford?
¿En Delham?
Se me acelera el pulso. ¿Qué demonios le pasa a este tipo?
Su excitación me está poniendo ansiosa.
—Creo que me has confundido con otra persona.
—No, eres tú —insiste—. Sé que lo eres. —Se ríe por lo bajo—. ¿No te
acuerdas de mí? Caleb.
Ese nombre me provoca una sensación de calor. Lucho contra ella.
—No me suena. —Me retuerzo de su agarre y vuelvo hacia Scarlett.
Ella está más que confundida, rebotando sus ojos de él a mí.
—¿Qué está pasando, JD?
—No tengo ni idea.
Caleb endurece su musculosa mandíbula.
—No puedo creer que te olvidaras de mí. Éramos niños, pero no lo
bastante jóvenes como para no acordarte. ¿Me buscaste siquiera?
—Lo siento, Caleb. —decir el nombre me produce un sabor dulce en la
boca—. No soy quien crees que soy.
—Una puta mentira —gruñe—. Conozco esos ojos. Tu cabello… —Hace
una pausa, con adoración en su mirada mientras disfruta de mi aspecto
—. Dove.
El repentino golpe en el pecho me pilla desprevenido.
Dove. Es como si el nombre debiera significar algo. Pero no le
encuentro sentido.
—Persona equivocada —afirma Scarlett con firmeza, lo que me hace
retroceder.
Me lo sacudo.
—Me llamo Jordyn, no Dove.
Caleb palmea el aire.
—Espera. Ese es tu verdadero nombre o... —Corta a Scarlett
brevemente—. Dijiste que querías que todo el mundo te llamara Dove.
Nunca me dijiste tu verdadero nombre.
—Claro. —Me chupo los dientes y me inclino hacia un lado—. Mira,
Caleb, no sé si esto es un juego al que juegas para ligar, pero no
funciona. Es espeluznante.
Gruñe.
—No estoy jugando. ¿No te acuerdas de nada? —Agacha la cabeza y me
mira como esperando que lo abrace y le diga que estoy bromeando.
Miro a Scarlett.
Levanta sus impecables cejas.
Volviendo a centrarme en Caleb, pregunto:
—¿Dónde nos hemos conocido exactamente?
—Estuviste allí un mes —dice, con voz suave—. Conectamos.
Un mes.
¿Es ese el tiempo que estuve en la casa de acogida antes de la
adopción?
Esa época de mi vida sigue siendo un borrón. He reprimido mi doloroso
pasado y no tengo ningún deseo de recordar nada.
—Te has equivocado —reitero, agarrando con fuerza la correa del bolso
—. Yo no soy ella.
Sus ojos grises como el acero se entornan y una inconfundible
frustración envuelve sus rasgos.
—No. Eres tú.
—Buena suerte con eso. —Paso a su lado.
—Te haré recordar —declara, haciendo que un escalofrío se deslice por
mi espalda—. Te perdí una vez. Ahora que te he encontrado, no te
dejaré marchar.
Lo miro de reojo. El calor sumerge mi cuerpo al distinguir la
determinación en sus ojos.
—Escucha, amigo —advierte Scarlett—. Mi amiga no es Dove. Ve a
buscar a la persona real y deja en paz a Jordyn. —Chasquea la lengua,
me toma de la mano y me arrastra a la cafetería.
Miro por la ventana mientras caminamos hacia el mostrador. Caleb
sigue fuera, con los puños cerrados.
—Cielos. —Trago saliva y me doy la vuelta.
Pero hay algo en él que me inquieta.
Cuando estamos a punto de pedir, vuelvo a mirar por la ventanilla.
Caleb se ha ido.
—¿De verdad no lo conoces? —Scarlett confirma con un toque en mi
brazo—. Dijo que era un alias. ¿Y si...?
—No. —Sacudo la cabeza—. Siempre he sido Jordyn. Me ha confundido
con otra.
Al menos, eso creo.
¿Es éste el significado de la inmensa expectación que me embargó al
despertar? Si es así, no sé muy bien cómo sentirme.
¡Qué demonios, universo!
2

Caleb
Ella olvidó.
Se olvidó de mí.
Pero sé que es ella. Dove. Mi símbolo de esperanza cuando parecía que
no había ninguna.
¿Jordyn es su verdadero nombre o el que usa ahora?
De cualquier forma, le sienta bien.
Pensaba que era la chica más bonita cuando la vi por primera vez a los
doce años, pero Dios, ahora es aún más bonita. Su cabello castaño es
mucho más largo. Sus ojos siguen siendo como el atardecer, llenos de
motas doradas entre el tono miel oscuro.
Me contó lo de sus abusos, así que entiendo por qué querría bloquear el
dolor. Pero me niego a dejar que me bloquee porque esas semanas son
mis mejores recuerdos.
Como un raro, acecho en la esquina del edificio, observando cómo
Jordyn y su amiga desayunan fuera de la cafetería, junto a los cerezos
en flor.
Mencionan Fine Eats en su conversación. Parece que Jordyn trabaja
allí. Y entonces su amiga menciona una fiesta kappa que se celebra
esta noche.
Jordyn parece indecisa sobre ir. Debe ser el alcohol porque también me
provoca sentimientos horribles.
No revelan mucho más. Usaré lo poco que escuché. Haré lo que sea para
acercarme a Jordyn porque me niego a perderla de nuevo. No lo haré.
Me doy la vuelta, saco el teléfono y llamo a la única persona que ha
estado utilizando sus recursos para encontrarla por mí sin éxito todos
estos años.
—Hola, hijo. ¿Qué tal...?
—Papá. Termina la búsqueda. Dove está aquí.
3

Jordyn
Me desvío hacia un baño después de mi última clase, ya que no hay
tiempo para parar en la residencia antes del trabajo.
Mientras rebusco en el bolso mi estuche de maquillaje, Caleb vuelve a
entrar en mi mente. He intentado olvidar el tenso encuentro sin
suerte.
La certeza que emiten sus intrigantes ojos grises me hace tantear el
terreno ahora. Mientras me concentro en mi reflejo en el espejo,
intento echar un vistazo a los recuerdos encerrados.
Mis manos empiezan a temblar, aunque no recibo nada.
Me agarro al borde de la encimera e intento calmarme, inhalando y
exhalando profundamente.
Es una señal.
La Dr. Sharma hizo un trabajo impresionante ayudándome a crear los
muros.
Es mejor no meterse con ellos y arriesgarse a deshacer nada.
Déjalo estar.
Me encojo de hombros, me pongo brillo de labios, saco el cepillo del
bolso y me hago un moño con mis largos mechones castaños. Luego me
arreglo la camiseta sobre los jeans.
Con la espalda recta y la barbilla alta, recupero la energía y me dirijo al
trabajo.
Fine Eats permanece ocupado casi toda la noche.
Estoy limpiando una mesa cuando entran dos chicos. Uno es moreno
claro, con un suave polvo de pecas en la cara y una cabeza llena de
cabello oscuro ondulado. El otro, con un bronceado veraniego y una
sonrisa arrogante, es la razón de la tirantez de mi estómago.
Caleb.
—Pero qué...
¿Me ha seguido hoy? Tal vez sea una coincidencia. Nunca lo había
visto en el bistró hasta ahora. Por otra parte, empecé aquí hace dos
meses.
Siendo profesional, me acerco a su mesa una vez que se han sentado.
—Bienvenidos a Fine Eats.
Los ojos desencajados de Caleb se clavan en mí.
—Hola, Jordyn.
Se me corta la respiración. Hago un gesto a su amigo para que
funcione.
—Um, ¿quieres algo de beber aparte de agua?
—Bud Light —responde con una sonrisa socarrona.
—Necesitaré ver una identificación, por favor —le informo.
Mientras rebusca en su bolsillo, Caleb reclama mi atención con un —
Coca-Cola está bien para mí.
—De acuerdo. —Mi voz suena pequeña, nerviosa.
¿Qué mierda me pasa?
Trago saliva cuando aparta la boca, como una deidad de los deseos más
inmorales enviada para seducirme.
—Aquí tienes. —Su amigo me hace volver en mí y me entrega su carnet
de conducir—. Soy más legal que tú. —Mueve sus gruesas cejas.
Dante Guerra. Un estudiante de último año. Acaba de cumplir veintiún
años.
—De acuerdo. —Le devuelvo su licencia y les digo—: Enseguida vuelvo
con sus bebidas. —Luego me apresuro hacia el camarero.
Los nervios se apoderan de mí. Siento hormigueos bajo la piel y no
tengo ni idea de por qué.
Recojo las bebidas y vuelvo a la mesa, diciéndome a mí misma que
Caleb es otro cliente.
Resulta ridículo, porque sigo esforzándome por establecer contacto,
desviando la mirada entre su amigo -que es igual de atractivo, pero no
influye en absoluto en mi compostura- y mi pequeño bloc de notas.
—¿Están listos para ordenar?
Dante opta por costillas a la barbacoa y patatas fritas a la cerveza,
mientras Caleb pregunta por mi plato de pasta favorito del menú.
—Eso suena bien —dice.
Nuestras miradas se cruzan por fin, y el calor del café reaparece,
lavando mi piel en pequeñas dosis calmantes.
Me aclaro la garganta para hablar.
—Así es. Lo he tenido al menos una vez a la semana desde que empecé
a trabajar aquí.
—Genial. —Sus hoyuelos se hacen más notorios con su sonrisa que
agita la barriga—. Lo intentaré entonces.
—Ya los traigo —me apresuro a decir.
Dante reanuda su conversación en cuanto me giro.
Marco sus pedidos y echo un vistazo por encima del hombro a pesar de
que me esfuerzo por no hacerlo.
Aunque está hablando con su amigo, Caleb me mira constantemente.
Está tan seguro de que soy la chica de su pasado. Estoy demasiado
asustada para recordar. El apodo que mencionó no se parece al mío.
Aunque, me roza de una manera extraña.
Giro y entro rápidamente en la cocina. Necesito un momento para
calmarme y me apoyo en la encimera.
—¿Lo conoces? —pregunta Yuri, dejando una bandeja con copas de
vino vacías. Se sienta a mi lado y se limpia las manos en el delantal.
Arrugo las cejas.
—¿Conocer a quién?
—Vamos. —Ella frunce sus labios carmesí—. Los chicos que acaban de
entrar. El rubio tiene tu atención, y tú pareces tener la suya.
Bajo la cabeza y me masajeo la nuca.
—Me lo encontré en el campus esta mañana. —Y dice que fuimos
íntimos hace años.
—Ah. Parece que el destino está trabajando.
La insinuación de su voz sensual hace que levante la vista
rápidamente.
—No tiene nada que ver con el destino. Se enteró de que trabajaba aquí
y decidió pasarse.
Ella resopla.
—Te está persiguiendo.
—No soy quien él cree que soy —me digo más a mí misma.
Yuri ladea la cabeza, con la coleta azabache colgando del hombro.
—Bueno, por la forma en que te mira, estoy segura de que no va a
echarse atrás.
Pongo los ojos en blanco.
—Más le vale.
Me golpea juguetonamente el brazo con el suyo.
—Volvamos al trabajo. No quiero subirle la presión a Bennett.
—Ya lo he oído. —Bennett entra en la cocina desde su despacho.
Levanta las manos, con la barriga asomando por la camisa—. ¿Se han
olvidado de que tenemos clientes? No les pago para pasar el rato.
—Sí, lo haces —bromea Yuri, sacudiendo el hombro del anciano antes
de pasar junto a él.
Bennett lanza un suspiro exasperado y se pone las manos en las
caderas.
—Ella es otra cosa.
Señala con la cabeza la zona principal antes de desviarse en esa
dirección para saludar a los comensales.
Hago un pedido y recojo la comida de Caleb junto con la de su amigo
una vez que los platos están listos.
Bennett está terminando una charla con ellos. Menciona el fútbol y que
solía jugar cuando estudiaba en el Delham College.
—Disfruten de su comida, chicos. Buena suerte con su próximo partido.
—Gracias —responden sincronizados.
Mi jefe se aleja, volviendo a su despacho, seguramente.
—¿Algo más? —pregunto después de ponerles los platos delante.
—Ahora mismo no —responde Caleb, punzando mis defensas con esa
sonrisa que me derrite el corazón—. Pero pronto.
—Ugh. —Frunzo los labios y me dirijo a su amigo.
—Estoy bien. Gracias. —Dante se ríe antes de cavar en su comida.
Salgo a grandes zancadas y examino la sala. Solo hay otras dos mesas
ocupadas, atendidas por Matt y Yuri, así que me dirijo al puesto de
agua y me sirvo un vaso.
Después, me relajo en la zona privada y bromeo con Yuri entre revisión
y revisión de las mesas.
Mientras pasa el tiempo, me acerco a Caleb. Es sólo él sentado allí.
—¿Todo listo? —pregunto educadamente, evitando el contacto visual.
—Sí. —Se retira para dejarme recoger la mesa.
Hay dinero en efectivo junto al plato vacío de Dante, suficiente para
cubrir su comida.
—¿Cómo fue todo?
—Estupendo. Tenías razón. Estaba delicioso. Lo pediré la próxima vez.
¿La próxima vez? Por supuesto, tiene la intención de convertirse en un
habitual. Pero, ¿por qué me da eso apuro?
Conteniendo la extraña sensación, digo con serenidad:
—Me alegro de que te haya gustado.
—Mi amigo tuvo que irse —explica—. Así que no te preocupes. No fue
por la comida. Él también disfrutó de la suya.
—Eso es bueno. Me aseguraré de decírselo a nuestro chef.
Levanto la cabeza y me encuentro con su mirada cautivadora, y se
produce una larga pausa antes de que me recupere.
—¿Quieres algo más? ¿Café, té o postre?
Una mirada sugerente enmascara su
rostro.
—El postre suena tentador. Pero es demasiado pronto para eso.
¿Verdad? Chupándome los dientes, recojo todo para marcharme.
—Está bien, Jordyn. Estoy bien. —Mi nombre suena sensual en su voz,
suave como la miel.
Incontrolablemente, miro sus labios y me pregunto si se sentirán y
sabrán igual de dulces.
Mierda.
Me espabilo y digo:
—Voy por la cuenta.
Descarto la bandeja, agarro la cuenta y la traigo.
—Cuando quieras.
—¿Qué tal un nuevo comienzo? —Eso me detiene antes de que me
despegue de nuevo.
Miro hacia atrás de reojo.
—¿Qué?
—Ahora soy Caleb Rosmond —dice tendiéndome la mano.
Dudo al principio, pero decido que es inofensivo y le doy la mano.
—Jordyn Davis. —Emociones sin sentido se encienden y circulan por
todo mi cuerpo.
Es difícil calmar el revoloteo de mi estómago. Mirando hacia abajo, me
doy cuenta de por qué.
Nuestras manos siguen tocándose.
Intento apartarme, pero Caleb refuerza su agarre.
—¿Por qué finges no conocerme?
—No estoy fingiendo. —Hago otro intento de liberar mi mano—. Basta.
—No sé qué ha pasado, pero no dejaré que me olvides, Dove. —Se
asoma con expresión seria—. No a mí.
Me tambaleo cuando por fin me suelta. Aunque me estaba apartando,
mi mano vuelve a temblar por su contacto.
Parpadeando para salir de la extraña sensación, gruño:
—Paga y vete, o llamaré a mi jefe.
Caleb resopla y se inclina hacia delante para sacar el teléfono del
bolsillo, sacando una tarjeta de crédito del estuche en forma de
cartera.
Lo mete dentro del billete y yo lo recojo rápidamente.
Nunca he apresurado a alguien para que pague. Lo quiero lejos de mí.
Es como una aguja afilada que me pincha peligrosamente la piel. La
reacción de mi cuerpo me asusta.
Al volver a la mesa, le entrego a Caleb su tarjeta y el recibo, y le digo:
—Gracias por cenar con nosotros. Disfruta del resto de la noche.
—En realidad —Vuelve a colocar la tarjeta en la funda de cuero del
teléfono y se la guarda en el bolsillo—. ¿Quieres que quedemos cuando
salgas del trabajo?
—No —respondo rápido, aunque una parte de mí quiere hacerlo.
Caleb inhala, toma el bolígrafo y firma el recibo.
—No me voy a ir, Jordyn. No sabes cuánto te he echado de menos. —
Desliza su mirada sobre mí y se lame los labios, descarado deseo en sus
ojos gris
ceniza—. Verte ahora, ya crecidita… —Le sigue un gruñido bajo y sucio
—. Voy a hacerte mía.
Suelto un grito ahogado. Mantengo la compostura y digo con firmeza:
—No me interesa.
—Te haré cambiar de opinión.
—Lo dudo. Además, no eres mi tipo.
Sonríe.
—¿Qué te hace decir eso?
—Pareces irritantemente persistente. —Me cruzo de brazos y me inclino
hacia un lado—. Eso no me gusta1. —Secretamente, me da un subidón
retorcido.
—Hm. —Estrecha la mirada—. No te preocupes. Encontraré la manera
de excitarte.
Me estremezco ante su grosería y señalo la puerta.
—Vete. Ahora mismo.
Aparentemente divertido, recupera su sonrisa arrogante.
—He dicho que no me voy a echar atrás, Dove.
—Cristo. —Saco aire entre los dientes—. Mira, te lo dije, yo no...
—Lo eres —me interrumpe y se endereza de la silla. Mira el dinero de
su amigo sobre la mesa—. Es para ti.
—No lo hagas —discuto—. Es demasiado.
—Es por la buena comida y el buen servicio. —Le sigue un guiño
coqueto.
—Pfft. No me des un trato especial. No hará que me acerque a ti.
Caleb se alisa la camisa por encima de los jeans.
—Te haré recordar y crear nuevos recuerdos. —Sus atrevidas palabras
me dejan sin palabras—. Eso es una promesa.
Tras otra sonrisa, se dirige a la salida, deteniéndose para mirarme.
1 Turn-off que significa excitar
—Me alegro mucho de volver a verte, Dove.
Sale y mira hacia atrás una vez antes de desaparecer por la acera.
Dove. Ese nombre me envuelve en una niebla de tristeza.
Mis ojos se cierran solos, queriendo que vuelva atrás. Echar un vistazo.
Pero los muros se fortalecen y me empujan hacia afuera. Las defensas
hacen su trabajo y me protegen del dolor.
Déjalo estar.
No importa si nos conocíamos entonces. Caleb tiene que permanecer
en la caja sellada. No dejaré que me devuelva a esa época horrible y que
destruya los bloques que he construido con éxito a lo largo de los años.
4

Jordyn
—¿Se presentó en tu trabajo? —Comenta Scarlett después de que
termine de detallar lo que había pasado—. Maldita sea.
—Sí, no sé cómo se enteró. Debe haberme seguido desde la universidad.
—Suspiro pesadamente—. No puede ser una coincidencia.
—JD, ¿estás segura de que no conoces al tipo? Este Caleb parece
seguro. —Me da un codazo en el brazo—. Me dijiste que olvidaste
muchas cosas en terapia.
Mi cabello baila sobre mis hombros con el vaivén de mi cabeza.
—No quiero revolver la olla. Es mejor no recordar nada.
Tras un largo suspiro, me rodea con el brazo.
—Bueno. Intenta divertirte esta noche. —Me sacude juguetonamente—.
Por favor.
Consigo sonreír.
—Lo intentaré.
Giramos por la entrada de la fraternidad, pasando junto a varias
personas en el césped.
Los cuerpos se alinean en el pasillo y las escaleras, y está lleno en la
sala de estar.
La canción Uptempo de pop-rock alternativo, Half, de PVRIS, está que
arde, me cala hasta los huesos.
Extrañamente me encuentro buscando a Caleb, pensando que apareció
aquí como en el bistró.
—Ahí está Nichole —grita Scarlett por encima de la música, saludando
a su amiga de tercer curso. Está tan bella como siempre, con un
minivestido amarillo sin hombros que abraza sus curvas y resalta su
preciosa piel morena, con brillos bronceados en brazos y piernas.
—¡Hola, nenas! —Nichole levanta su vaso rojo de solo, sus rizos oscuros
rebotan mientras balancea su cuerpo al ritmo de la música. El tipo que
baila con ella le retira la atención para devorar su boca. Ella se agarra a
su cuello, disfrutando.
Me encantaría que alguien me besara así.
Caleb...
¿Por qué? ¿Por qué demonios estoy pensando en besarlo?
Scarlett me saca de mis pensamientos cuando me agarra de la mano y
me lleva a través de la multitud hacia la puerta abierta del patio.
—¡Scar! —Logan la llama desde el patio.
Nos acercamos y ella le saluda con un beso.
Cuando terminan de besarse, me reconoce.
—¿Cómo te va, Jordyn?
—Bien.
—Chicas, ¿quieren algo de beber? —Señala el barril que hay sobre la
mesa.
—Claro —responde Scarlett enseguida—. Lo que sea que estés bebiendo.
Rechazo el alcohol.
—Tomaré refresco. Gracias.
Logan me tiende una lata de coca-cola y luego llena un vaso para
Scarlett.
Entablamos conversación con sus amigos, y yo me relajo y aparto de
mi mente a Caleb y todo lo que ha dicho.
Todos se dispersan poco después, volviendo a entrar en la casa.
Logan arrastra a Scarlett hacia la multitud, y bailan muy cerca el uno
del otro.
No diría que soy un alhelí, pero no me importa quedarme sola en un
rincón, moviendo la cabeza al ritmo de la música mientras me acabo el
refresco.
Un chico guapo me mira a unos metros de distancia. No pierde ni un
segundo y se acerca.
—¿Qué tal? —Su aliento huele a alcohol y hierba, y sus ojos oscuros
parecen nublados.
—Hola —digo en tono educado.
Se moja los labios mientras lleva su mirada sobre mí.
—Estás buena. —Entrecierra los ojos ante mi refresco—. ¿Quieres un
trago de verdad?
—No, gracias.
Él resopla.
—Vamos, sexy. Incluso tengo algo más que te ayudará a relajarte. —
Desliza una bolsa de hierba y pastillas azules de su bolsillo.
—Mira, estoy bien —Me giro para alejarme, pero él estira la mano para
detenerme.
—¿Qué tal un baile entonces?
—Yo no… —Alguien se acerca en un santiamén, impidiéndome
terminar la frase.
Un escalofrío sacude mi cuerpo cuando me doy cuenta de que es Caleb.
—¿Cuál es tu problema? —El tipo cierra la boca cuando Caleb se le
acerca a la cara. Las venas de su cuello se abultan. Es al menos cinco
centímetros más alto y más intimidante.
—Mía —gruñe, y eso me da escalofríos sucios cuando probablemente
debería huir.
No culpo al tipo cuando empieza a acobardarse.
—Sí, claro. Lo siento, hombre. —Vuelve hacia su amigo.
Caleb se gira hacia mí, como un depredador que se fija en su presa y
espera su momento antes de atacar. El duro ritmo de la canción
aumenta la intensidad.
—¿Estás bien? —comprueba, aun respirando profundamente.
—Estoy bien —grito—. ¿Me has seguido hasta aquí?
Sonríe.
—Lo haré a partir de ahora. Te seguiré hasta el fin del mundo.
—Ugh. —Intento alejarme de él.
Caleb me agarra la mano.
—Qué demonios —gruño.
—¿JD? —Scarlett me llama, con el ceño fruncido.
Caleb se inclina y le grita:
—Privacidad, por favor. —Luego empieza a apartarme.
Miro a Scarlett. Se encoge de hombros y vuelve a bailar con Logan.
Cielos, mejor amiga.
Pero su toque... ¿Por qué se siente tan bien? Como una descarga
eléctrica.
Santo cielo.
Caleb deja mi lata de refresco en la encimera de la cocina antes de
arrastrarme fuera y cruzar el patio, dejándome en el banco.
Es un lugar tranquilo, con luces de alambre que crean un ambiente
tenue.
No hay aglomeraciones.
Estoy a punto de levantarme, pero él se sienta a mi lado y me sujeta
del brazo, manteniéndome en mi sitio.
—Sólo quiero hablar.
—Deberías haber preguntado porque no quiero hablar contigo.
Su mirada se ensombrece.
—Recuerdas el nombre. ¿Verdad, Dove?
Corto la mirada hacia la hierba.
—No. No tengo ni idea...
—Deja de apartarme —me sujeta, quedándose callado después. Sé que
me está mirando porque mi cuerpo se siente acorralado en una sauna.
¿Cómo puede tener tanto impacto en mí si no lo conozco?
—¿Dónde has ido? —Caleb pregunta—. La gente que te adoptó, ¿son
amables? —Tiene razón sobre la adopción. Quizá también tenga razón
sobre nosotros—. Dime que lo son porque si te hacen daño, los haré
sufrir.
Levanto la cabeza y me encuentro con sus ojos penetrantes.
Algo me dice que no miente.
—Mis padres me quieren —es todo lo que digo casi susurrando.
Sus hombros se relajan y mira las luces de los arbustos.
—¿No vas a preguntar por mí? O quizá yo no era tan importante para
ti. —Me mira de nuevo—. ¿Por eso me olvidaste?
—Yo… —Mis labios tiemblan mientras busco las palabras. Algo se agita
en mis entrañas, una parte que no quiere que sufra.
Con la cabeza inclinada, Caleb me estudia con profunda concentración
durante un rato.
—De verdad que no... Joder. Tenías once años. ¿Cómo es que no te
acuerdas?
—Terapia —exclamo—. De cualquier manera, estoy segura de que te
equivocas. Esa persona que te importa no soy yo.
Endurece la mandíbula.
—No me lo creo. Sé que eres tú.
Un zumbido en el bolsillo de mis jeans me saca de su agarre invisible.
Agarro el móvil y desbloqueo la pantalla para leer el mensaje de Aaron.
Hola. ¿Estás ocupada?
—¿Quién es? —Caleb exige.
Me estremezco ante su tono.
—¿Disculpa? Es mi teléfono. No es asunto tuyo.
—Tú eres mi asunto.
Me quedo boquiabierta cuando agarra el teléfono y salta del banco.
—¡Qué demonios! —Intento agarrarlo, pero él lo mantiene fuera de mi
alcance mientras lee el texto—. ¡Devuélvemelo!
—¿Quién es Aaron? —pregunta con puro desagrado—. ¿Estás saliendo
con este tipo?
—¡Dame mi maldito teléfono!
Caleb lo mueve antes de que lo agarre.
—No vas a salir con él ni con nadie. —Escribe algo y pulsa más teclas.
—¿Qué estás haciendo?
Oigo un timbre en su bolsillo y me doy cuenta de que ha llamado a su
teléfono.
—Aquí tienes —dice, devolviéndomelo por fin.
Le arrebato el teléfono de la mano y miro el mensaje que tuvo la osadía
de enviar a Aaron.
Estoy saliendo con alguien.
Levanto la cabeza.
—¿Qué mierda? Has cruzado una línea. Te estoy bloqueando.
Bufa.
—No importará porque ahora que te he encontrado, no te dejaré sola,
Dove.
—¡Deja de llamarme así! —Me sobresalto por el estallido de odio
inesperado que me provoca el nombre.
Caleb se sobresalta y me mira con los ojos muy abiertos.
—¿Qué mierda? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué te enfadas cuando te llamo
así?
—Porque no soy ella —argumento mientras lucho internamente contra
el extraño caos de emociones—. Me frustra que no te entre en la
cabeza. —Empiezo a caminar a su lado. Me agarra del brazo y me atrae
hacia sí.
El calor de su cuerpo y su embriagador aroma estimulan mis sentidos.
Casi quiero quedarme allí.
—Creo que es otra cosa —gruñe Caleb a un lado de mi cabeza—. Es por
lo que te niegas a recordarme.
Su aliento caliente me hace cosquillas en la piel, provocando
pulsaciones entre mis muslos.
Luchando contra las emociones, gruño con dureza:
—No te conozco. No hay nada que recordar. —Me alejo de él y vuelvo a
cruzar el patio, viendo a Scarlett sentada en el regazo de Logan en una
tumbona. Supongo que se cansaron de bailar.
Ambos se ríen y hablan en voz baja.
Me acerco y gruño para llamar la atención de Scarlett, luego me cruzo
de brazos.
—JD, hola. ¿Qué pasó con...?
—Nada. Es... un bicho raro. —Sin embargo, no puedo detener este
zumbido en mi cuerpo que Caleb causó al tocarme.
—¿Hizo algo? —Logan comprueba, expresión seria.
—No, es sólo…. —Sacudo la cabeza—. Scar, ¿podemos irnos?
Arruga el rostro y mira a Logan. Él levanta sus gruesas cejas, el hambre
evidente en sus rasgos.
—Quería pasar un rato. ¿Quieres irte ahora mismo?
—Scar...
—Te acompaño al dormitorio. —dice Caleb, viniendo a mi lado.
Me chupo los dientes.
—En realidad...
—Sí, eso funciona —me corta Scarlett, lanzándome una mirada
inocente—. Está bien, ¿verdad? Quiero decir, tal vez deberías volver a
conectar. —Está un poco demasiado contenta con eso.
Resoplo y apoyo las manos en las caderas.
—No se puede reconectar porque nunca nos hemos visto.
—Estoy cansado —dice Logan como si estuviera aburrido de nuestro
drama—. Me voy a mi habitación.
Scarlett se endereza de su regazo para que pueda ponerse de pie.
Me saluda con la mano antes de marcharse.
—No estaré fuera hasta muy tarde —dice, con las mejillas sonrosadas.
Me da una palmadita en el brazo y susurra—: Se supone que la
universidad es divertida, JD. —Luego señala a Caleb con el índice y le
advierte—: Hazle daño y te mato.
—Nunca le haré daño —jura—. Es la persona más importante de mi
mundo, junto a mi familia.
Sus apasionadas palabras nos hacen reflexionar a ambos.
—Mierda —jadea Scarlett—. Bueno, eso es bueno para mí. Hasta luego,
JD.
Sacudo la cabeza cuando se apresura tras Logan.
—Vamos, Dove —dice Caleb.
—¿Quieres dejar de llamarme así? —Paso junto a él, saludando a
Nichole y a otras caras conocidas mientras avanzo por la casa hacia la
salida.
Caleb me sigue fuera, manteniéndose a mi paso mientras camino en
dirección a mi dormitorio.
Nos quedamos callados hasta que él habla.
—Estás en segundo año, ¿verdad?
—Sí —refunfuño—. ¿Tú?
—Junior. —Se mete las manos en los bolsillos.
Lo observo por el rabillo del ojo, incapaz de contener las ganas de
hablar con él.
—¿Cuál es tu especialidad?
—Arquitectura —responde.
—Bien por ti.
—Gracias —dice en voz baja—. ¿Cuál es la tuya?
—Marketing.
Asiente con la cabeza.
—Eso también está bien.
Resoplo.
—Gracias.
Emite una risita profunda. Es difícil ignorar lo sexy que suena.
—¿Ves? Hablar conmigo no es tan malo.
Pongo los ojos en blanco y me abrazo al aire fresco de la noche.
Pero tiene razón. Quiero seguir hablando.
—En fin. He oído a mi jefe mencionar el fútbol. ¿Estás en el equipo?
—Sí. —Hay orgullo evidente en su voz—. Delantero. ¿Sabes mucho de
fútbol?
—Sólo que se supone que tienes que marcar goles.
Eso lo hace reír, y los sonidos provocan hormigueos en mi cuerpo.
Uf.
—Bueno, mi trabajo consiste en marcar muchos goles. Deberías ver los
partidos —sugiere—. El próximo sábado es nuestro primer partido de
clasificación. Me haría feliz que vinieras.
Me burlo.
—Hacerte feliz no está en mi lista de cosas por hacer. Ni siquiera te
conozco.
—Lo harás —declara—. Pronto nos haremos felices el uno al otro de
todas las formas posibles.
Chasqueo la lengua.
—Eso nunca pasará. Tienes que dejarlo ir, amigo.
—Solía soñar con encontrarte —dice, ignorando mis palabras—.
Reproducía las conversaciones en mi cabeza. Me preguntabas cómo he
estado, cómo me tratan mis padres adoptivos, si soy feliz y qué me
gusta.
Me detengo lentamente y lo miro.
Caleb deja de caminar también, mirándome fijamente.
Aunque no me acuerde de él, en mi corazón siento que lo necesita, así
que se lo permito.
Mirándole de frente, empiezo:
—¿Creciste en un hogar feliz? ¿Tienes hermanos? No los tengo. Mis
padres me mimaron. Hemos ido de viaje y hemos hecho muchas cosas
en familia. Me encantan las novelas románticas y las películas. El
terror es mi género favorito. ¿Y a ti? ¿Qué te gusta ahora? —Respiro—.
Ya está.
Su cabeza sube y baja lentamente.
—Una pareja increíble me adoptó. Tengo un hermano de dieciséis años.
También es adoptado. Me alegro de que ahora puedas ver lo que
quieras. Me dijiste que tu madre no te dejaba ver la tele.
Me acobardo.
—Eso no es verdad. Vivía con mi... abuela. —Se me corta la respiración
—. Más pruebas de que no nos conocemos.
—O quizá me equivoqué —argumenta—. Han pasado ocho años.
Dudoso, me chupo los dientes.
—Claro.
—El terror también es mi favorito —continúa—. Aparte del fútbol, me
gusta salir con los amigos. —Se adelanta un poco—. Quiero hablar así
todos los días. Quiero saberlo todo, Jordyn. Quiero saber quién eres
ahora, y quiero que me recuerdes.
Caleb levanta la mano para alcanzarme el cabello.
Me tambaleo hacia atrás.
—¿Por qué no lo entiendes? Yo no soy ella.
—Dijiste que no te acordabas —señala—. Intenta volver a esa época. Me
encontrarás allí.
—Joder, no. —Extiendo las manos—. Bloqueé todo en terapia, y no
quiero volver.
Resopla.
—Pero podrías bloquear el resto y dejarme las partes a mí. ¿No?
—No es tan fácil como crees —replico—. Hoy lo he intentado y he
acabado empujándome antes de rozar la superficie. —Muevo la cabeza,
afirmando con firmeza—: No merece la pena alterar la paz.
—¿No merece la pena? —Caleb aprieta los dientes y se lleva la mano al
pecho—. ¿No valgo la pena? —Vuelve a acercarse—. Era a mí a quien te
aferrabas cada vez que te dolía algo. Durante un mes entero, te
apoyaste en mí. Te di la última pizca de luz que me quedaba después de
mis abusos y la utilicé para consolarte.
Bueno, maldición. ¿Su conexión con Dove es tan profunda?
Me tiemblan los labios.
—Yo no....
—Cierto. —Lanza un bufido sarcástico—. No te acuerdas. Bueno, quiero
recuperar lo que teníamos y más. —Me recorre con la mirada—. Como
somos mayores, podemos aferrarnos el uno al otro de formas más
placenteras.
Me alejo de él.
—Así que es eso. Quieres cumplir alguna enfermiza fantasía
preadolescente.
Se me escapa un grito ahogado cuando cierra el espacio y me agarra de
los brazos.
—No tiene nada de enfermizo, Jordyn.
Debería soltarme y salir corriendo, pero una fuerza retorcida me
retiene en mi sitio, provocándome escalofríos cuando Caleb desliza su
mano derecha por mi brazo hasta el cuello, rozándome con el pulgar el
punto del pulso.
—Pero tú has sido la protagonista de mis fantasías. Quiero compartirlas
contigo.
—¡Uf! —Retrocedo tambaleándome y me abrazo a mí misma,
sintiéndome expuesta bajo su inquietante mirada—. Pervertido.
Su pecho retumba con una risita burlona.
—A su tiempo. —Me mira por encima del hombro—. Gracias por
enseñarme tu dormitorio.
Giro para mirar el edificio.
—Mierda.
—Nos vemos mañana. Buenas noches, Jordyn. —Se aleja, ocultándose
en las sombras.
¿Quién es este tipo y cómo es capaz de provocar en mí emociones tan
intensas?
5

Jordyn
Las vibraciones me arrastran desde el sueño sexual más salvaje.
Saco el móvil de debajo de la almohada y miro el mensaje de Caleb.
¿Película de terror favorita?
Es como si tuviera poderes sobrenaturales y supiera que sueño con él.
Ni siquiera tengo una explicación para no bloquear su número como
dije que haría.
Me doy la vuelta y miro a Scarlett, profundamente dormida y roncando.
Seguro que necesita unas horas más, teniendo en cuenta que ha vuelto
tarde.
Mi teléfono vuelve a vibrar. Esta vez es un mensaje de
Aaron. ¿Podemos empezar la tarea de economía?
Frunzo el ceño ante la respuesta que Caleb le dio la noche anterior.
Aaron nunca me preguntó si salía con alguien. Pero ahora cree que sí.
La intensa mirada de Caleb se filtra en mi cabeza.
Maldita sea.
Parpadeando, le digo a Aaron que estoy libre hasta el mediodía y me
sugiere que nos veamos en la biblioteca dentro de una hora.
Salgo de la cama, me ducho y me pongo un vestido de flores hasta la
rodilla, unas Converse bajas y me dejo el cabello suelto.
Minutos después salgo del edificio y veo a Aaron de camino a la
cafetería.
—¡Aaron! —Me apresuro hacia él cuando se asoma.
—Hola. Quería desayunar antes de ir a la biblioteca.
—Lo mismo. —Me encojo de hombros.
Se le forma un incómodo pellizco entre las cejas y se aclara la garganta
antes de hablar.
—Escucha, siento que mi mensaje te diera una idea equivocada anoche.
Sólo quería hacer tiempo para el trabajo de clase.
Lo ignoro.
—No pasa nada. Esa respuesta era de un tipo raro de la fiesta a la que
fui.
—Huh. —Se arregla la mochila en el hombro—. Entonces, ¿no estás
viendo a nadie?
Sacudo la cabeza.
—No por el momento.
—De acuerdo. —Agacha la cabeza un momento—. ¿Qué tal si salimos
alguna vez? ¿Quizá podrías enseñarme sitios divertidos de la ciudad?
Una sonrisa curva mis labios.
—Sí. Eso suena bien.
—Genial —balbucea, eufórico. Hace un gesto hacia la cafetería.
Entramos en el edificio, pedimos el desayuno y nos sentamos a charlar
mientras comemos.
—¿Cuál es tu especialidad? —pregunto tras un sorbo de café.
—Indeciso por el momento. Estoy considerando Economía o
Empresariales.
—Yo también estaba indecisa el primer semestre. Luego me decanté
por marketing. No me he arrepentido.
—Genial. —Se detiene en mí como si estudiara cada detalle de mi
aspecto.
Resoplo.
—¿Qué?
—Tu cabello es bonito —dice—. Tiene un rico tinte dorado. Brilla al sol,
como tus ojos marrones.
—Gracias. —Suelto una risita tímida—. Nadie ha descrito nunca mi
cabello y mis ojos de esa manera.
—Bueno, eres preciosa. —Suelta un fuerte suspiro y mira su sándwich a
medio comer—. Vaya. Debo parecerte muy cursi.
—Para nada. Es dulce.
Levanta la vista con una chispa en los ojos.
—Hm.
Terminamos de comer y nos dirigimos a la biblioteca, compartiendo
intereses mientras trabajamos en la tarea.
Cuando se acerca la hora de mi clase, me levanto de la mesa para
buscar un libro. Estoy a punto de girar por un pasillo cuando alguien
me agarra del brazo y me arrastra a un rincón tranquilo.
Caleb.
—Hola, Jordyn. —Sus hoyuelos se despliegan con su sonrisa, y flashes
de mi sueño caliente inundan mi mente.
—Me has asustado —grito e intento marcharme, pero él me empuja de
nuevo a la esquina.
—Ignoraste mi mensaje. No está bien. —Mete las manos en los bolsillos
de sus joggers. Miro su camiseta de fútbol y la bolsa de deporte que le
cubre el cuerpo, acentuando su firmeza.
Caramba.
Parpadeo y lucho por mantener la compostura.
—No me mandes mensajes y deja de seguirme. Ya te lo he dicho. No
voy a desenterrar el pasado sólo para demostrar tu error.
—No tenía ni idea de que estabas en la biblioteca. Estaba tomando
prestado un libro. Y no es un error, Jordyn. —Suspira—. Pero tienes
razón. No quiero causarte ningún daño. Así que no le demos más
vueltas a lo de entonces. Avancemos.
—¿Avanzar con quién? —Me burlo, actuando imperturbable—. No,
gracias.
—Sal conmigo. —Baja la mirada hacia mis labios y no puedo evitar
humedecerlos.
—No —sale en un susurro cercano—. Ya estoy considerando a alguien.
Tuerce las facciones con aparente enfado.
—¿Es el tipo que te envió el mensaje? ¿Aaron?
—No es asunto tuyo. —Intento de nuevo marcharme.
Caleb me agarra por los brazos y me atrapa en una esquina. Aunque
deja unos centímetros entre nosotros, el calor de su cuerpo me
estimula.
—Te recogeré después del trabajo —declara—. Al único que deberías
tener en cuenta es a mí. No me importa si no me recuerdas, Jordyn. Me
niego a perderte.
—Estás fuera de tus malditos cabales. —Consigo levantar las manos y
empujarle el pecho, sólo para sentir un cosquilleo ante la dureza bajo
mis dedos.
—Lo estoy —acepta con una sonrisa escalofriante—. Perdí la cabeza con
mi obsesión por ti. Fui el único que te hizo sonreír, el único que
consiguió que bajaras la guardia. Ahora voy a hacer más. Serás mía. —
Tiemblo cuando acerca la cabeza. Tan cerca que me basta con
inclinarme un poco para alcanzar sus labios. Inhala profundamente y
gime—. Hueles tan bien.
Tú también, grita una voz sucia.
—Aléjate de mí. —Vuelvo a empujarle el pecho. Joder, es fuerte. O
quizás en el fondo, no quiero que retroceda—. Voy a gritar.
Caleb tensa la boca en una media sonrisa diabólica.
—Me encantaría oírte gritar mientras yo...
—¿Jordyn? —Ambos miramos en la dirección.
Aaron está de pie cerca con preocupación en su rostro.
—¿Todo bien?
—¿Quién mierda eres? —Caleb gruñe—. Estás interrumpiendo. —
Bueno, eso no ayuda.
—Idiota. —Lo empujo hacia atrás al fin—. Es mi compañero de clase.
Estamos trabajando en una tarea. —¿Por qué estoy explicando como una
idiota?
Aaron mira fijamente a Caleb.
—¿Quién eres tú?
—Soy su novio —afirma Caleb, muy seguro de sí mismo.
—No, estás delirando. —Empiezo a alejarme de él.
Me agarra de la mano, manteniéndome en el sitio.
—¿Eres tú el que le mandó un mensaje a mi chica anoche?
—No soy tu chica —argumento en medio de la lucha contra las
sensaciones provocadas por su tacto.
—Lo eres —afirma en tono firme, y luego lanza a Aaron una mirada
aterradora—. Sólo asignaciones. ¿Entendido? Si intentas algo con
Jordyn, te destrozaré pieza por pieza. —Se dirige a mí—. Estaré en el
bistró más tarde. —Se marcha, en dirección a la salida lateral.
—Joder. Es tan intenso. —Pero, ¿por qué se me acelera el corazón?
—Así que tienes novio —comenta Aaron, interrumpiendo mis
pensamientos.
—No tengo —disipo con un apretón de manos.
Frunce el ceño como confundido.
—Ese tipo actuó como si le pertenecieras.
—Tiene problemas. Realmente no estoy viendo a nadie.
—¿Entonces por qué se lo aclaraste? —Baja la mirada un segundo—. No
tenías que decirle que estamos trabajando en la tarea de economía.
Pero se lo dijiste. —Sus ojos azules me observan con atención.
¿Por qué importaba que Caleb supiera la razón?
Aaron suspira mientras se pasa la mano por el
cabello. —¿Estás en una situación complicada?
—No hay ninguna situación —me apresuro a decir—. Caleb sólo... Está
seguro de que soy alguien de su pasado. Pero no lo soy.
Se acerca un poco más.
—Jordyn, si te está acosando, deberías denunciarlo a la universidad.
—Está bien. Puedo manejarlo.
Sus hombros se relajan al fin.
—Bien. Ya he juntado los papeles. Me voy a clase.
—De acuerdo.
—Hasta luego. —Se aleja.
Me demoro en el sitio, preguntándome por qué tengo la sensación de
estar forzándome hacia Aaron cuando la intensa persecución de Caleb
me da una carga eléctrica que no sabía que quería.
Hay un anhelo indefinible que surge siempre que está cerca, y empiezo
a pensar que quizá no se equivocó con mi identidad.
6

Caleb
La forma en que ese imbécil miró a Jordyn me tiene jodido en el
entrenamiento. Tuve el impulso de sacarle los ojos.
Me doy cuenta de que la desea y la idea de que estén juntos me irrita.
Casi quiero volver corriendo a la biblioteca y asegurarme de que no
está intentando nada.
Mierda.
Han pasado ocho años. Jordyn probablemente ha tenido citas hasta
ahora y saber eso me enfada, aunque sea injusto ya que yo también he
tenido citas. Y follado.
Necesito ganármela. Me excita que se resista, pero puede que nunca
baje la guardia.
—¡Rosmond! —El entrenador Walters chasquea cuando fallo otro pase
—. Tómate un segundo y pon tus cosas en orden.
—Lo siento, entrenador. —Salgo corriendo del campo hacia la banda,
me tumbo en el banquillo y bebo Gatorade.
Dante se sienta a mi lado.
—¿Todo bien, hombre?
—No. —Me arqueo y trato de recuperar el aliento.
Bebe agua antes de preguntar:
—¿Es por esa chica?
—Jordyn. —Engullo y escupo a un lado—. Todavía me sorprende que
esté en Delham. Pensé que sería fácil. Que nos volveríamos a ver, y que
ella estaría conmigo. Nunca pensé que me alejaría.
—Bueno, ha pasado mucho tiempo —señala—. No quiero ser un idiota,
pero a lo mejor no quiere volver a conectar.
Gruño y me repaso los mechones sudorosos.
—No puedo renunciar a ella. La he buscado durante ocho años. Me
niego a rendirme, hombre.
Dante suelta un suspiro agudo.
—Bien. Tenías una conexión. Tal vez ella lo vea eventualmente.
Reproduzco sus palabras en mi cabeza.
Se levanta, hace un rápido estiramiento y me da una palmada en el
hombro.
—Espero que salga bien, pero no dejes que te joda la cabeza. Te
necesitamos, hombre. Queremos ganar el campeonato. Es mi último
año, como algunos de los chicos.
Asiento con la cabeza.
—No te preocupes. Conseguiremos ese trofeo.
Sonríe.
—A eso me refiero, Rosmond. ¡Ahora vamos!
Trotamos de vuelta al campo y vuelvo a pensar en sus palabras. Estoy
seguro de que la conexión que tuvimos Jordyn y yo sigue ahí. Pero ella
se empeña demasiado en no recordar. Ahora tengo que aprenderlo todo
sobre ella y encontrar la forma de meterme en su piel.
7

Jordyn
—Esto llegó para ti.
Me quedo paralizada en el sitio, mirando fijamente la cajita circular de
rosas eternas que Yuri tiene en las manos.
—¿De quién? —pregunto.
—No lo dice. —Me entrega la caja—. Un repartidor la dejó hace unos
minutos. —Menea las cejas—. ¿Es el tipo de anoche?
Frunzo el ceño mientras miro las bonitas rosas.
—No lo creo. —¿Esta es la idea de Caleb de conquistarme?
Dejo la caja sobre la encimera, agarro el delantal y empiezo a trabajar.
Las rosas de la eternidad permanecen en mi mente durante toda la
velada, y una sensación de ansiedad se apodera de mí cuando se acerca
el cierre porque Caleb dijo que se reuniría conmigo.
Recojo la caja y mi bolso cuando llega la hora de irme. Mi teléfono
vibra con un mensaje mientras me dirijo a la entrada.
Estoy aquí.
Miro por la puerta de cristal y veo a Caleb acercándose a la entrada.
Muestra esa sonrisa arrogante.
Pongo los ojos en blanco, pero por dentro estoy hecha un lío.
Dejo el teléfono en el bolso y salgo del bar.
Caleb me sonríe.
—¿Lista para irnos?
Le alcanzo la caja de rosas.
—No, gracias.
La expresión de desconcierto de su cara hace pensar que me equivoco.
—¿Qué demonios es esto? ¿Quién te ha regalado rosas?
—Basta de juegos. Esto es demasiado.
—No te he comprado flores. —Me quita la caja de la mano—. Apuesto a
que fue ese idiota.
—Cielos. —Suelto un fuerte suspiro—. No fue Aaron. Dudo que me
comprara rosas.
Caleb pivota y, antes de que pueda preguntarle qué está haciendo, tira
la caja a la papelera de la farola.
—¡Qué demonios!
—Soy el único que te regalará flores. —Me toma de la mano y empieza
a tirar de mí hacia su sedán azul oscuro.
—No voy a ninguna parte contigo —protesto, intentando plantar los
pies.
—Sí, lo harás. —Me mete en el asiento del copiloto y cierra la puerta,
encerrándome en el auto hasta que él se pone al volante.
—Ugh. —Me hundo en el asiento, odiando que sea tan cómodo—. Bruto.
Esto es un secuestro.
—Entonces, ¿por qué no gritas pidiendo ayuda? —lanza burlonamente
antes de incorporarse al tráfico.
Enfurruñada, miro por la ventana, preguntándome por qué no puedo
luchar más.
—¿Qué tal el trabajo? —Caleb pregunta como si todo fuera bien.
Muevo la cabeza hacia él.
—No puedes obligar a alguien a que te guste. Tienes que dejar que la
persona se acerque a ti por sí misma. Se llama paciencia.
—¿Es eso lo que crees que está haciendo Aaron? —se burla—. No seas
ingenua, Jordyn. Es amable hasta que consigue lo que quiere, que es
follarte y seguir adelante.
Jadeo.
—Parece que hablas por experiencia. ¿No es eso lo que haces?
—Para nada. He tenido tres novias y las he tratado bien.
La idea de que salga con alguien me irrita. No debería.
No soporto estas emociones raras.
—Aun así, las dejaste —refunfuño—. Así que de todas formas
conseguiste lo que querías. No me pareces virgen.
Caleb se queda callado un momento y luego dice:
—Rompieron conmigo porque no dejaba de buscarte.
Eso me hace estremecer.
Combato la sensación diciéndole:
—No soy Dove. Soy Jordyn.
—Eres la misma persona —replica—. Voy a asegurarme de que todos los
chicos del campus se mantengan alejados de ti.
Me acobardo.
—No tienes derecho. No estamos juntos.
—Me diste el derecho hace ocho años. Sigue vigente.
La intensidad es tan fuerte que me muevo en el asiento y agarro con
fuerza mi bolso.
—Estás loco. Seguro que la pobre se esconde de ti.
Eso provoca una risita baja.
—Me dijiste que te gustaba mi locura. Dijiste que estaríamos locos
juntos. Y no te escondías; simplemente lo olvidaste.
—Dios. Tienes una fijación con una chica que no soy yo. —Resoplo—.
¿No has considerado que estás equivocado?
—No me equivoco. —Se detiene en los semáforos y mira hacia delante
—. No lo entiendes, pero lo harás. Eres todo lo que siempre he querido.
Me diste tanto en un momento en que sentía que no tenía nada. Eres
mi esperanza. Siempre lo serás para mí.
Dicen que el corazón puede ser insensato, lo que explica por qué sus
palabras hacen correr las mías.
He leído libros románticos con personajes como Caleb, y por muy
tóxico que sea, antes quería que un chico me deseara de una forma tan
extrema.
Con él, es como si hubiera anhelado significar algo, ser el único
objetivo de su atención.
—No soy yo —murmuro, luchando por mantenerme firme.
Caleb gime.
—Estoy seguro de que lo eres. Lo siento en mi corazón.
Me duele todo, especialmente entre los muslos. Dios mío. Debo estar
increíblemente cachonda.
Alguien toca el claxon y me devuelve a la realidad. El semáforo cambia
a verde.
Caleb lanza una mirada de muerte detrás de él antes de seguir
conduciendo.
Doy una doble vuelta cuando pasa por la salida que lleva al campus.
—¿Adónde vas? Mejor dicho, ¿adónde me llevas?
—A ningún sitio en particular. Quiero hablar contigo.
—Estoy cansada de moverme tanto en el bistro. Quiero relajarme.
—Por eso estamos dando una vuelta —dice escurridizo.
—Tú… —Me tapo la boca, incapaz de encontrar una respuesta.
Caleb se ríe.
—¿Por qué te resistes tanto? ¿De qué tienes miedo, Dove? —Ese
nombre me agita hasta la médula.
—No me llames...
—Bien. Lo siento. Jordyn. Ahora es Jordyn.
—Siempre ha sido Jordyn. —Miro por la ventana todos los lugares y
personas por los que pasamos.
La ciudad es muy animada, más aún por la noche.
—¿Has vivido en Hartford todo este tiempo? —pregunta.
—Sí. —El tratamiento silencioso sólo aumenta la intensidad, y requiere
más energía para permanecer frío. Así que bajo el escudo
temporalmente—. ¿Tú?
—Nos mudamos a New Hampshire tras mi adopción y vivimos allí tres
años.
Mis padres adoptaron a Noah. Luego volvimos a Hartford.
—¿Has...? —Miro mi regazo, preguntándome por qué de repente tengo
ganas de hablar con él de eso.
—¿Qué? —Caleb insta—. Pregúntame cualquier cosa.
Le dirijo una mirada.
—¿Alguna vez te has sentido triste por ser adoptado? Quiero decir,
estoy agradecida con mis padres. Pero había momentos en los que
envidiaba a otros niños que se parecían a sus padres. Yo era la única
entre mis amigos, así que me sentía como… —Sacudo la cabeza—. No
sé.
—No podías relacionarte —discierne con precisión—. No importaba que
fueran amables. Siempre estaba esa cosa, ¿verdad? Sí, Jordyn. Sé
exactamente lo que quieres decir. —Respira hondo—. Fui a un colegio
privado con niños ricos principalmente esnobs. Tenía buenos amigos,
pero había algunos idiotas que decían estupideces. —Se asoma
brevemente—. Lo superé con mi gran aspecto, mi increíble
personalidad y mis inigualables habilidades futbolísticas.
No puedo evitar resoplar.
—Tan malditamente engreído.
—Oye, solías mirarme con ojos brillantes en aquel entonces. Estabas
bajo mi hechizo.
Su recuerdo me tranquiliza, y lo estudio en las sombras, observando los
lunares de su cuello cada vez que los faros se encienden en el auto.
Surge una sensación extraña. Algo parecido a la distancia. Anhelo, pero
incapaz de tocar.
¿Qué es esta emoción?
—Mis ojos de doce años también brillaban por ti. —Me da un vuelco el
corazón y la barriga cuando me echa un vistazo.
—Oye —corto, fingiendo indiferencia—. Mira la maldita carretera. No te
distraigas.
Se ríe entre dientes.
—No deberías haber crecido para ser tan preciosa entonces. Es difícil
no quedarse mirando.
Oírle decir que soy preciosa me calienta el cuerpo comparado con
cuando lo dijo Aaron.
—Háblame —dice con voz rasposa—. Sé que tienes preguntas.
Listillo.
Me resulta difícil no conceder.
—Bien. ¿Cómo acabaste en la casa de acogida?
La luz de un auto que pasa le ilumina la cara y percibo dolor. Su nuez
de Adán se tambalea al tragar saliva.
—No importa —murmuro.
—Mi verdadero padre murió cuando yo tenía cinco años. Mi madre
tenía problemas con las drogas y a menudo se liaba con imbéciles. Se
enamoró del más grande cuando yo tenía siete años. Se mudó a nuestra
caravana. —Hace una pausa—. Bebía mucho y la golpeaba. A veces
venía por mí.
Sería una perra fría si eso no me golpeara el corazón. En lugar de decir
nada, me quedo callada para que siga hablando.
—Un profesor de mi colegio me vio moratones en el brazo y llamó a los
servicios de protección de menores. Me separaron de mi madre. Tenía
diez
años cuando fui a la casa de acogida de la señora Anders. Poco después
me dijo que mi madre había muerto de sobredosis.
Jesús.
Sin dudarlo, paso la mano por encima de la consola central para tocarle
el brazo.
—Siento mucho que hayas pasado por eso —digo suavemente.
—Ambos pasamos por una mierda. —Suelta un suspiro afilado—.
Algunos chicos tienen vidas de mierda y están esperando ser salvados.
—Sí.
Se hace un suave silencio hasta que sonríe y mira mi mano, que sigue
tocándolo.
—Qué interesante.
Lo retiro rápidamente y me aclaro la garganta. Recuerdo lo que dijo la
noche anterior fuera de mi dormitorio.
—Me dijiste que me diste... quiero decir, a Dove, la última pizca de luz
que tenías para consolarla.
Caleb suspira.
—Necesitabas una persona en tu vida que no te defraudara. Juré ser esa
persona. Me convertí en tu leal mejor amigo y, durante un mes,
permanecimos en el mundo del otro. Incluso prometimos crecer juntos.
—¿Prometió seguir en contacto cuando la adoptaran? —Le pregunto.
Se demora antes de contestar.
—Sí, dijimos que siempre estaríamos en contacto. Pero nunca supe
nada de ti después de que te fueras. La Sra. Anders dijo que tus padres
no querían tener ningún contacto con la casa de acogida.
—Mis padres no habrían dicho eso —espeto incrédula—. Si te hubiera
mencionado, nos habrían ayudado a mantener el contacto.
—Entonces quizás no se lo contaste —se pregunta—. O tal vez una vez
que reprimiste tus recuerdos, pensaron que era mejor no mencionar
nada, incluyéndome a mí. —Mira a su alrededor.
—Los ojos en la carretera —vuelvo a decir y giro la cabeza para mirar
por la ventanilla.
—¿Sabes qué? Ya no importa. El universo nos reunió.
—Unió a las personas equivocadas —murmuro—. Apuesto a que cuando
te des cuenta, me apartarás inmediatamente y reanudarás la búsqueda.
—Nunca te apartaré, Jordyn —dice con seguridad—. Sé que eres la
misma persona.
Chasqueo la lengua y lo miro.
—Te equivocas.
—Vamos a probarlo — dice con voz ronca—. Intenta recordar algo.
Cualquier cosa.
—Jesús, te dije que no puedo. Estoy… —Se me corta la respiración
antes de admitir en voz baja—: Tengo miedo.
Él asiente.
—Está bien. Lo siento.
Caleb pasea por la ciudad, atrayéndome a conversaciones sobre la
universidad, las cosas que nos gustan y otras cosas que salen de mí sin
freno.
En algún momento, regresa al campus y se detiene en el
estacionamiento para estudiantes cercano a los dormitorios. No puedo
creer lo decepcionada que me siento de que el viaje haya terminado.
—Mira qué fácil puede ser —me dice antes de que salga del auto—. Tú y
yo.
—Mira...
—No me centraré en el pasado —jura—. Si te duele demasiado
recordarlo, entonces no lo mencionaré. No te haré daño.
Sus palabras me conmueven. Me resisto.
—El hecho es que no soy la chica que crees que soy, y siempre la
buscarás en mí.
—Ya sé que eres tú. Lo que quiero es que me dejes entrar como estás
ahora.
Una parte de mí quiere eso, y otra me advierte que no cruce la línea.
Como si estuviera tomando lo que no es mío. Pero eso también me
produce un deseo oscuro y emocionante.
Empujándolo hacia atrás, le digo:
—No. Tengo la sensación de que vas a hacer que me desmorone con tu
obsesión por esa chica.
Caleb agarra con fuerza el volante.
—No voy a echarme atrás, Jordyn. —Su voz es un gruñido que me cala
hasta los huesos—. Serás mía.
Tomo aire entre los dientes.
—De nuevo, no puedes obligarme a estar contigo. Tengo que tomar esa
decisión por mí misma.
—Ya has tomado una decisión —me aclara—. Mientras conducías
conmigo. Atónita, mis ojos se agitan profusamente. —¿De qué
demonios estás hablando?
—Te abriste conmigo, Jordyn. Apuesto a que nunca has hablado con
nadie de tus sentimientos. Ni siquiera con tus padres o amigos.
Tuerzo los labios, incapaz de discutir porque tiene razón.
Caleb resopla.
—Sabes que soy el único que lo entiende. Tu corazón lo recuerda,
aunque tu mente me bloquee.
Ese podría ser el caso. Fue fácil hablar con él esta noche.
—Da igual —resoplo, decidiendo ignorarlo—. Te sugiero que hables con
un consejero por la mañana sobre tu obsesión enfermiza. —Me giro
para abrir la puerta.
—No dejaré de perseguirte. Al final te atraparé.
Ese estúpido fuego arde bajo mi piel: la emoción de que Caleb me
persiga.
Me resisto, salgo corriendo del auto y me apresuro a entrar en mi
dormitorio. Correr es la única forma de apagar el infierno. Algo me dice
que, si no lo hago, capturará cada parte de mí, especialmente mi
corazón.
8

Jordyn
Caleb volvió a habitar mis sueños, dejándome en vilo durante toda la
mañana.
Tengo esta furiosa llama dentro. Una necesidad que no se calma.
—¡Ay! —grito mientras Scarlett me da una palmada en el brazo.
—Ni siquiera estás escuchando.
Dejo el resto del bocadillo y me apoyo en la silla.
—Lo siento.
Ella arruga la frente.
—Apenas has dicho una palabra. ¿Qué pasa? ¿Es Caleb?
Miro hacia la mesa mientras le doy vueltas a mi café.
—Um, él sigue insistiendo en que soy esta chica Dove, y...
—¿Y? —insiste.
—Es como si quisiera serlo, Scar. Tener su atención es satisfactorio, y
no se trata de sentirme atraída por un chico guapo. Se siente más. Eso
sólo sería posible si nos conociéramos, ¿verdad?
—Hm —tararea pensativa—. Sabes, en la fiesta, miraste a Caleb de una
manera extraña. Aunque estabas actuando molesta, tus ojos brillaban.
Tal vez tenga razón. Tal vez eres Dove.
—Ese nombre… —Gimo—. La verdad es que me suena, pero no lo siento
como mío.
—¿Cuánto tiempo atrás recuerdas? —pregunta.
Pico una servilleta mientras hablo.
—Después de esa sesión de terapia, el recuerdo más antiguo que tengo
es estar en casa con mis padres.
—¿No recuerdas cuándo los conociste?
—No. Todo lo anterior está bloqueado.
Scarlett parpadea asombrada y se echa hacia atrás.
—¿Qué tal si les preguntas por la casa de acogida? Quizá pueda
encontrar información sobre tu estancia allí.
—Tengo miedo de que, si empiezo a buscar, todo se haga añicos y caiga
en un profundo pozo de dolor. Sólo que tal vez no pueda salir la
próxima vez.
Se acerca y me sujeta la mano sobre la mesa.
—Entonces no lo hagas. Si te sientes más segura no dejando que Caleb
entre en tu vida, no lo hagas. Pero si tienes el deseo de abrirte a él,
céntrate en el presente. Sal con él como si no se conocieran.
—Eso es lo que dijo Caleb. Pero lo veo en sus ojos. Quiere a esa chica,
Scar.
Ella significaba mucho para él, y yo no seré una sustituta.
Me mira entrecerrando los ojos.
—Sabes, suenas resentida con Dove. ¿Y si estás resentida contigo
misma?
Me burlo.
—Eso sería muy jodido. Pero sé lo que quieres decir. Me altero al
mencionar el nombre, y no tiene ningún sentido.
Scarlett me da un cariñoso apretón en la mano.
—Sólo tu mente tiene las respuestas. Has decidido que no volverás, así
que déjalo ir.
Levanto los hombros en un exagerado encogimiento de hombros.
—Haré como si el lunes nunca hubiera pasado y como si nunca hubiera
conocido a Caleb.
Tras mi afirmación, Scarlett levanta las cejas, carraspea y agarra su
café, bebiendo sin decir ni una palabra más.
No lo necesita. Incluso yo sé que estoy llena de mierda. No hay forma
de que olvide a un tipo como Caleb.

Mi teléfono empieza a vibrar de camino a mi última clase del día. Soy


incapaz de resistirme a la oleada de calor provocada por la retahíla de
mensajes de Caleb.
¿Película de terror favorita?
¿Helado favorito?
¿Libro favorito?
Seguiré mandando mensajes hasta que respondas.
Bloquéame y usaré otro número.
Cielos.
Considero ignorarlo, pero honestamente, es difícil negar el lado de mí
que quiere esto.
—De acuerdo. —Me siento en un banco junto a los árboles y le envío un
mensaje con mis respuestas.
El conjuro. Caramelo salado. Por el momento, Brutal Prince.
Es una novela romántica de la mafia.
Aparecen burbujas que indican que está escribiendo. Su texto llega
pronto y me imagino su sonrisa de satisfacción mientras lo lee.
El conjuro también es mi favorita. El caramelo salado me parece
abrumador. Me encanta el chocolate en todo. Tu elección de libro me
sorprende. No porque sea romántico, así que no te sientas ofendida.
¿Por qué?
Resoplo, cruzo una pierna sobre la otra, tecleo mi respuesta y pulso
enviar.
El protagonista actúa como una bestia. Pero en el fondo es un blando.
Es protector y hará cualquier cosa por la heroína. Ella finge que lo odia,
pero... está secretamente enamorada de él.
Caleb me responde en breve.
Ahora tengo curiosidad. Envíame el enlace del libro. La heroína suena
como tú.
Arrugo la frente y vuelvo a leer su mensaje antes de responder.
No nos parecemos en nada. No estoy enamorada de nadie.
Muestra que ha visto mi mensaje, pero no responde, lo que
inesperadamente me molesta.
—Todavía no —me sorprende Caleb. Giro sobre el banco, el pulso se
acelera cuando él se desvía por detrás del árbol—. Pero lo estarás.
—Pfft. —Pongo mi teléfono en la bolsa—. ¿Estuviste observándome
todo el tiempo?
—Tal vez. —Mi corazón da un vuelco cuando se forma esa sonrisa
coqueta. Seguro que hace que las chicas caigan de rodillas, sobre todo
esos malditos hoyuelos tan sexys.
La imagen de las chicas dobladas ante Caleb me molesta. No puedo
creer que se me pase por la cabeza. Peor aún, mis ojos bajan hasta la
entrepierna de sus jeans.
—¿En qué estás pensando, Jordyn? —me pregunta en tono burlón,
como si oyera mis sucios pensamientos.
Levanto la cabeza, con las mejillas encendidas por la vergüenza.
—Nada. —Me enderezo del banco y empiezo a andar.
Caleb me alcanza.
—¿Cuál es tu horario de clases?
—¿Por qué? ¿Para que puedas mejorar tu juego de acecho?
—Para que podamos pasar más tiempo juntos. Quiero verte todos los
días, y no sólo quiero recogerte después del trabajo. Quiero más de ti.
Ocho años son suficientes.
Una repentina sacudida sacude mi cuerpo al rozar su mano. No la
sostiene, lo que hace que la decepción burbujee en mi interior.
También hay una voz que me advierte que no me entretenga con esto.
Caleb pertenece a Dove. Él la quiere.
Pero me gusta la persecución.
En medio de mis contemplaciones, me doy cuenta de que Caleb se
queda mirando mi bolso mientras paseamos. Antes de que pueda
moverlo, saca el único papel suelto: mi horario de clase.
—¡Eh! —Intento recuperarlo.
Me quita el papel de las manos y saca una foto con el móvil. Luego me
lo devuelve con una sonrisa socarrona.
—Gracias.
—Cielos. —Le quito el horario y lo meto furiosamente en mi bolso—. Un
grano en el culo.
—Tu clase más temprana es los lunes —dice mientras mira fijamente el
cuadro—. Terminas a las tres todos los días y estás completamente
libre los viernes. Hm. —Tuerce la boca—. Supongo que es difícil para
nosotros, entre el fútbol y el trabajo. Pero ya lo solucionaremos.
—Qué presuntuoso. —Pongo los ojos en blanco y reanudo la marcha.
—Te llevaré al trabajo —dice.
—No trabajo los miércoles —se me escapa solo—. Ugh. Mierda.
Caleb me agarra de la mano y me detiene.
Su tacto es estimulante.
El órgano de mi pecho empieza a latir más deprisa. Una niebla de
inmenso deseo envuelve mi cuerpo y crece.
Lo miro a sus seductores ojos grises, tan brillantes de satisfacción.
—Perfecto —dice—. Vamos.
Caleb me arrastra con él. No encuentro fuerzas para protestar. Este
tipo está haciendo cosas extrañas en mi cuerpo, incluso me impide
pensar con claridad.
Llegamos a su auto y me abre la puerta.
—¿Adónde me llevas? —Exijo, con voz débil.
—Para comer algo y lo que sea después.
Me lleva al sedán y arranca en cuanto se pone al volante.
Me limpio la mano en los jeans, aún aturdida por el impacto de su
contacto.
No se puede negar el placer. He deseado que ocurriera.
Mierda.
¿Soy Dove?
—¿Qué pasa? —Caleb pregunta—. De repente estás callada. Ni siquiera
estás discutiendo.
Trago saliva y lo miro.
—Estoy cansada.
—Hm.
En seguida para en una charcutería y pide burritos. Comemos en una
de las mesas al aire libre.
—¿Has empezado a celebrar tu cumpleaños? —Caleb pregunta antes de
un gran bocado.
Hago una pausa con mi bebida, incapaz de recordar si entonces evité
reconocer el día.
—No... sé si antes. Pero mis padres me hacen una cena de cumpleaños
todos los años. —Se me ocurre una idea. Esto podría demostrar si soy
Dove o no—. ¿Cuándo es el cumpleaños de Dove?
Termina lo que tiene en la boca para responder.
—Nunca me lo dijiste. Dijiste que no querías celebrarlo. La Sra. Anders
respetó tus deseos y nos lo ocultó. Fue considerada con todos los
niños.
Inclino la cabeza hacia un lado.
—La Sra. Anders. La mencionaste anoche.
Una mirada triste llena su mirada.
—Sí. Llevaba ella sola la casa de acogida. ¿No te acuerdas de ella?
—No —murmuro—. Hablas de ella con respeto.
—La Sra. Anders era estupenda. ¿Recuerdas algo de la casa?
—Nada ante mis padres. —Bajo los ojos para evitar su expresión
preocupada y la culpa que despierta.
Después de un momento, pregunta:
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Cinco de marzo.
—Lo compensaré con los siguientes.
Levanto la cabeza.
—No necesitas hacer eso. Además, para entonces, te darás cuenta de
que no soy...
—Mantengámonos en el presente —insiste, agarrando su bebida—.
Sigue hablándome.
Saco aire entre los dientes.
—Bien. ¿Cuándo es tu cumpleaños, Caleb?
—Cumpliré veinte el dos de noviembre. —Sonríe—. Tienes tiempo para
decidir qué me regalas.
Eso da lugar a una mirada de soslayo.
—¿Quién ha dicho que te voy a regalar algo?
—No tienes que hacerlo. Tu presencia es todo lo que necesito. Eres el
mejor regalo de cumpleaños. —Me guiña un ojo.
Me muevo en la silla y refunfuño:
—Da igual.
Mi teléfono empieza a sonar. Lo saco del bolso y miro la pantalla antes
de contestar.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. Acabo de hablar con tu abuela. Resulta que se ha ido
de compras por internet y ha pedido un montón de cosas para
nosotros.
Resoplo.
—¿Otra vez?
—Sí. —Se ríe entre dientes—. Ella dijo que había rosas entregadas al
bistró, pero se olvidó de incluir una tarjeta. ¿Las recibiste?
Me dirijo a Caleb mientras se me cae la sonrisa del rostro.
Frunce el ceño.
—¿La abuela me envió las rosas de la eternidad? —repito para que me
oiga.
Caleb se encoge y traga lo que tiene en la boca.
—Mmhm —tararea mamá—. Ella es fanática de esos últimamente.
—Me confundí porque no había tarjeta. —Aprieto los ojos a Caleb—. Me
aseguraré de llamar y darle las gracias.
—De acuerdo. Bueno, aparte de eso, ¿todo bien?
—Todo va bien. —Mantengo la calma—. Los veré el domingo.
—Nos vemos, cariño. Te quiero.
—Yo también te quiero, mamá. —Desconecto la llamada y vuelvo a
dejar el teléfono en el bolso, mientras miro furiosa a Caleb.
Se limpia la boca con la servilleta y se aclara la garganta.
—Uh, eso fue dulce de tu abuela.
—Increíblemente dulce.
El remordimiento tiñe su cara.
—Lo siento. Te prometo que compraré los mismos. Incluso le enviaré
algunas a ella.
—Olvídalo. —Arrugo mi envoltorio vacío y recojo mis cosas—. Me ha
devuelto la cordura. No sé por qué salgo contigo. —Me enderezo de la
silla.
Se levanta.
—Jordyn, espera...
—No —grito—. Gracias por la comida. Pero de nuevo, es mejor que me
dejes en paz. No soy tu amor de la infancia.
Hay una frustración palpable en sus facciones. Resopla, cierra los ojos
un momento y luego dice:
—Te llevaré de vuelta.
—No, gracias. Tomaré un Uber o el autobús. —Me doy la vuelta para
irme.
—¡Jordyn! —grita, y la fuerza me atrapa en el acto—. No me rendiré.
Tal vez no quiero que lo hagas, susurra una voz astuta en mi interior
justo cuando el calor baila a lo largo de mi columna.
Salgo del lugar y me apresuro a bajar a la calle.

Todavía siento el impacto de esa oleada estimulante cuando llego al


campus.

Estoy a punto de tomar el camino que lleva a los dormitorios cuando


una voz familiar me llama por mi nombre.
Aaron Taylor.
No provoca el mismo efecto que Caleb es capaz de causar.
Espero a que me alcance.
—Hola —dice con una suave sonrisa, colocándose la mochila al hombro.
—¿Cómo va tu primera semana?
Se encoge de hombros.
—No está mal. ¿Vas a trabajar pronto?
Sacudo la cabeza.
—Me voy esta noche.
—Oh. —Una chispa suplicante consume su mirada azul mientras
pregunta—: ¿Quieres ir a un local social? Si no estás ocupada.
Seguro que con él será más fácil. Él ciertamente no provocará ninguna
emoción extraña atándome a mi pasado.
El caso es que él no me da el subidón que me da Caleb, y una parte
enorme de mí quiere experimentar esa satisfacción. La persecución.
También hay una parte de mí que necesita calma. Así que le digo a
Aaron:
—Claro.
—Genial. —Él asiente en la dirección, y caminamos hacia allí juntos.
La vida social no está tan mal. Me suelto enseguida, me relaciono y
mantengo conversaciones interesantes. Eso es hasta que Caleb vuelve a
clavarse en mi cerebro, devolviéndome al subidón cuando me llama por mi
nombre.
Mi cuerpo tiembla incluso ahora.
Acalorada, salgo de la sala de estudiantes y miro el cielo oscuro
mientras me refresco.
Aaron se pone a mi lado.
—¿Aburrida?
—No —respondo y esbozo una sonrisa—. Sólo tomando un momento.
—De acuerdo. —Se queda callado unos instantes—. Entonces, ¿trabajas
el sábado?
Me vuelvo completamente hacia él.
—Estoy libre.
Con las manos en los bolsillos, se balancea en sus zapatillas.
—¿Qué tal si salimos esa noche? Podríamos comer algo en la ciudad y
ver una película.
—Suena bien. ¿Tienes clases los sábados?
—No, estoy buscando trabajo. Si encuentras algo, por favor házmelo
saber.
—Oh, puedo preguntarle a mi jefe en el bistró si quieres.
—No. —Rechaza la oferta con una breve carcajada—. No es una buena
idea. Metería la pata constantemente con las órdenes y acabaría
despedido enseguida.
Arrugo las cejas.
—¿Y eso por qué?
—Bueno... —Se queda mirándome un momento y se humedece los
labios—. Es difícil no mirarte.
Me siento incómoda, miro hacia abajo y me acomodo el cabello detrás
de las orejas.
—¿Te sigue molestando ese tipo? —pregunta.
Me muevo en el sitio. Caleb no se siente como una molestia. Perseguir
es la mejor palabra, y lo disfruto. No importa cómo trato de luchar.
—Um, Caleb todavía cree que soy la chica de su pasado —digo.
—¿Lo eres? Pareces más insegura ahora que el lunes.
Levanto los hombros en un exagerado encogimiento de hombros.
—Sinceramente, empiezo a preguntármelo.
Su cabeza sube y baja lentamente.
—Sabes, aunque lo seas, no significa que tengas que estar con él.
—Lo sé —digo en un susurro cercano, chasqueándome las uñas.
—Y tampoco tiene derecho a decirte con quién tienes que salir —añade.
—También lo sé.
Suelta un largo suspiro.
—Supongo que lo que quiero decir es que quiero llegar a conocerte,
Jordyn. Depende de ti. —Me está dando la opción de elegir. Caleb no
hace eso. Es todo intensidad. Es evidente que toma lo que quiere, y
algo dentro de mí le gusta eso.
Pateo el pavimento mientras jugueteo con las trabillas de mis jeans.
—Veamos qué tal.
Aaron se queda callado unos segundos antes de decir en tono suave:
—Por mí está bien.
9

Caleb
Había captado la pausa instantánea y la forma en que Jordyn se
estremeció cuando la llamé. Es suficiente para convencerme de que no
quiere que la deje en paz. Mi hambre le produce algún tipo de placer.
Eso no es propio de Dove. Ganar su atención nunca costó tanto trabajo.
Supongo que todo el mundo cambia con el tiempo y la edad, y Jordyn
es diferente. No es sólo el nombre.
Ella es más fuerte. No se rendirá fácilmente.
Tengo que desgastar sus defensas hasta que ya no pueda resistirse a
mí.
—Hola, hombre. —Dante se deja caer en la silla a mi lado.
El entrenador Walters está esperando a los demás para empezar a
discutir las tácticas para nuestra próxima eliminatoria.
—¿Cómo te va con Jordyn? —pregunta.
—Tiré las rosas de su abuela, pensando que las enviaba un tipo.
—Maldición. —Arruga la cara—. ¿Es por eso que ella estaba hablando
con otro tipo ayer?
La furia aumenta al instante y rechino entre dientes apretados:
—¿Qué otro tipo?
Él carraspea, pareciendo incómodo ahora.
—Iba camino del gimnasio cuando la vi a ella y a este tipo de cabello
castaño.
“Aaron”. Estaban saliendo de la sala de estudiantes. —Esa maldita
molestia.
Sin pensar con claridad, me levanto para perseguirlo, pero el
entrenador me lanza una mirada severa que me hace volver al asiento.
Encontraré a Jordyn cuando esto termine. Para entonces, estará
saliendo de su clase de la una.
Voy a darle una lección.

Llego unos minutos antes, así que espero a Jordyn fuera del aula.
Sale detrás de otros estudiantes y mi corazón da un vuelco. Siempre
experimentaré euforia cuando vea a la chica que más deseo.
Jordyn agacha la cabeza, mirando un papel.
Jadea cuando de repente la agarro de la mano y tiro de ella por la
salida lateral del edificio.
—Qué mierda —echa humo—. Suéltame.
La arrastro entre los árboles, atrapándola contra la pared, donde nadie
puede vernos.
La cercanía hace que mi polla se retuerza, así que lucho por mantener
el espacio entre nosotros. No quiero asustarla demasiado.
De sus labios rezuma una respiración nerviosa mientras aprieto mis
manos a ambos lados de su cabeza. Ella mira de uno a otro.
—¿Qué estás haciendo?
—Sólo diré esto una vez —gruño—. Si le das tu tiempo a otro tipo,
terminará horriblemente para él.
—Estás loco —dice—. Un psicópata certificado.
Sonrío.
—Así es. Pero está claro que te gusta.
—No —replica ella débilmente, levantando las manos para acomodarse
el cabello detrás de la oreja mientras mueve las pestañas: pésima
mentirosa.
—¿De qué hablaron? —Exijo—. Oí que estabas en la sala de estudiantes
con Aaron.
—Métete en tus asuntos. —Me empuja el pecho y algo me hace gemir.
—Sigue haciendo eso, nena, y sacaré mi polla y dispararé mi semen sobre
ti.
Ella jadea.
—Pervertido. —Pero noto la vacilación antes de que suelte las manos
de mi pecho.
—La conversación —vuelvo a exigir—. ¿Sobre qué fue?
—Voy a salir con Aaron —suelta, con una mirada tortuosa en sus ojos
marrones—. El sábado. Me lo pidió y le dije que sí. —Espera mi
reacción y se humedece los labios. Quiero pasar la lengua por ellos,
morder y chupar, devorar esa boca, sobre todo por intentar darme
celos.
Su intención es tan clara como el cristal.
Aprieto la mandíbula y casi le gruño en el rostro: —No vas a tener una
puta cita con otro hombre.
Jordyn levanta la barbilla con valentía.
—Sí, lo haré. Aaron es un buen chico. Voy a salir con él.
—Tú... —Retumbo y me muevo en el sitio—. Haces todo lo posible para
alejarme cuando en realidad no quieres. Puedo ver en tus ojos que no
quieres.
Se cruza de brazos con fuerza.
—No sé lo que crees ver, Caleb. Pero te equivocas. —Me mira fijamente
al pecho mientras añade—: No quiero tener nada que ver contigo, sea
Dove o no. El pasado es el pasado por una razón, y tienes que dejarlo ir.
Sus palabras escuecen. Dove nunca me haría daño.
Esta versión parece disfrutar con mi tormento.
—¿Lo dices en serio? ¿Tanto te molesta mi presencia? —Observo la
verdad mientras añado—: ¿De verdad quieres que te deje en paz,
Jordyn?
Respira hondo y desvía la mirada.
—Es mejor que lo hagas. Me pones ansiosa. Cada vez que estás cerca,
temo que las paredes se derrumben y experimente una agonía total. No
quiero sufrir, y eso es lo que me harás.
Pensar en ella sufriendo me produce un dolor en el pecho. Pero estoy
convencido de que no quiere decir nada de eso, no cuando esquiva mis
ojos.
—De acuerdo —gruño—. Como quieras.
Jordyn gira la cabeza hacia mí, con sorpresa en sus ojos abiertos.
Retrocedo, me meto las manos en los bolsillos y me alejo.
Emite un suave sonido a mi espalda como queriendo detenerme.
Sonrío. Funciona.
Dejaré que piense que me rindo para que aumente su deseo de
persecución.
Vamos a ver cuánto tiempo puede aguantar antes de que se rompa.
10

Jordyn
Me siento estúpida.
Las palabras que había pronunciado eran todo lo contrario de la verdad,
y me arrepentí de ellas en el instante en que salieron de mi boca.
No pensé que Caleb se iría sin más. Quiero decir, lo empujé, pero
esperaba que volviera con más fuerza.
Ahora me molesta que no me haya prestado atención en dos días.
Joder. ¿Qué me pasa?
Debería alegrarme que por fin se aleje. Sin embargo, me siento tan
frustrada.
Estoy hecha un lío por dentro después de una semana, y no puedo
dejar de repetir lo que dijo sobre descargar su semen sobre mí. Eso fue
una provocación de una de mis muchas fantasías.
—Hay una fiesta sigma más tarde —nos informa Nichole.
Vuelvo a la realidad, deslizo mi teléfono en la bolsa y lo coloco en el
estante antes de seguirlos a la colchoneta de entrenamiento.
Todo el mundo está estirando para la clase de Zumba de la mañana. Me
gusta dormir hasta tarde los sábados, pero Scarlett me arrastró para
esto.
—Será divertido —dice—. Aunque JD tiene una cita.
—Ooh —Nichole mueve las cejas, la piel morena brilla bajo la luz del sol
que entra por las ventanas—. ¿Es Caleb Rosmond? Los vi a ti y a él en
la fiesta kappa y he oído rumores.
—¿Qué rumores? —pregunto, frunciendo el ceño—. ¿Por qué alguien
está hablando de nosotros de todos modos?
Sus ojos rojizos se dilatan como si estuviera asombrada.
—Chica, Caleb Rosmond es un jugador estrella del equipo de fútbol.
¿No has visto sus mejores reels? Está buenísimo. Muchas chicas lo
desean.
Eso me molesta.
Me burlo y me hago la desentendida.
—No sabía que tenía seguidoras.
—Seguro que sí, pero no te preocupes. Aparentemente, no es un puto
como la mayoría de los chicos de aquí.
—Ejem. —Scarlett ladea la cabeza y mira seriamente a su amiga—.
Logan no es un puto.
Nichole resopla.
—He dicho la mayoría, no todos. Relájate. —Se quita la banda de la
muñeca y se hace un moño con los rizos.
—De todas formas, no me importa.
Las dos chicas me miran.
—No es con él con quien voy a salir más tarde —añado.
Nichole asiente incómoda.
—Seguro que tu chico también es un buen partido. —Ella dirige su
atención hacia el frente de la sala mientras nuestro instructor de
fitness comienza a hablar.
Scarlett me da un golpe en el brazo y me pregunta en tono
bajo: —Quieres salir con Aaron, ¿verdad? No lo estás
forzando, ¿verdad? —No —respondo, intentando parecer
segura—. Quiero hacerlo.
Me mira durante un segundo y luego se une a mí cuando el instructor
comienza el calentamiento.
Las preguntas de Scarlett suenan en mi cabeza durante toda la clase de
Zumba.
Estoy sudando la gota gorda y agotada, pero mi mente sigue pensando
en Caleb y en cómo mantiene las distancias.
Maldita sea.
Nos relajamos un poco más al final del entrenamiento, hablando
mientras nos enfriamos.
Al salir del gimnasio, Nichole gira en dirección contraria, y Scarlett y
yo nos desviamos por el camino hacia nuestro dormitorio.
Estamos en medio de una conversación cuando el tipo que no deja mi
mente se desvía en la curva de la zona de estacionamiento, caminando
hacia aquí.
Mi ritmo cardíaco se dispara como si todavía estuviera haciendo
Zumba.
La voz de Scarlett se desvanece con todo lo demás.
Caleb está tan guapo como siempre con su camiseta informal y sus
joggers, el cabello rubio despeinado y las manos en los bolsillos. Da
pasos largos y seguros como si fuera el rey del campus y nosotros sus
secuaces.
Scarlett deja de hablar cuando se da cuenta de que estoy distraída y
por quién.
—Oh...
El tiempo parece ralentizarse cuando Caleb nos alcanza.
Me detengo, con el corazón latiéndome erráticamente.
Me dedica una mirada rápida y desinteresada al pasar. Mientras tanto,
todo mi cuerpo arde, necesitado de su atención.
Ese cabrón.
—Respira —se burla Scarlett dándome un codazo en el brazo.
Resoplo y pongo los ojos en blanco.
—Lo que sea.
—¿Quieres alcanzarlo? —comprueba.
—No. —Inclino la barbilla y me mantengo firme—. Por fin me deja en
paz. Eso está bien.
Ella suspira.
—No parece que te parezca bien.
—Estoy bien. Es mejor así. Dudo que yo sea su amor de la infancia, y es
demasiado arriesgado para mí pisar esas aguas. —Me quito la toalla del
cuello—. No puedo.
Me adelanto hasta la residencia y Scarlett me sigue. Después de
ducharnos, nos relajamos en la habitación.
Pasan las horas y no puedo concentrarme en nada. Esa sensación
punzante no se calma.
Cierro el libro que estoy leyendo y me siento en la cama, abriendo el
portátil para buscar esos reels que mencionó Nichole.
Al abrir la página web de la universidad, encuentro la sección dedicada
al equipo de fútbol y hago clic en la foto de Caleb en la alineación.
Tiene cuatro vídeos de momentos estelares. Salvo su video del
instituto, los demás se centran principalmente en momentos en los
que celebra una victoria e intercambia camisetas con los molestos
gritos de las chicas cada vez que muestra la parte superior de su
cuerpo.
Debo admitir que parece estar muy en forma. La idea de trazar cada
músculo cruza mi mente. Que se aleja ante los estúpidos gritos.
Que se jodan esas chicas, y que se joda la sonrisa chulesca de su cara.
Cierro el portátil de golpe y agarro el libro, que vuelvo a tirar a un lado.
Mi mente está atascada en Caleb. Ansío su persecución.
Odio cómo pasó a mi lado sin decir una palabra, como si yo ya no
existiera en su mundo. Era tan fácil para él.
—Ese imbécil —echo humo y salto de la cama, dando vueltas por la
habitación.
Scarlett deja lo que está haciendo en su portátil.
—Bien. ¿Qué te pasa?
—Al menos podría haber saludado —me quejo.
—Oh, se trata de Caleb —comenta con un tinte sarcástico cómplice.
—Quiero decir, no hay nada malo en reconocerse mutuamente. Eso fue
jodidamente grosero.
—Bueno, dijiste que era mejor si mantenías las distancias —señala—.
Caleb está haciendo lo que tú quieres.
Levanto las manos y me detengo en su cama.
—Sé lo que está haciendo, Scar. Es sólo....
Ella frunce el ceño.
—¿Qué?
Me muevo de una pierna a otra, bajo la cabeza y me quito el esmalte de
uñas.
—No puedo dejar de pensar en él. Caleb removió algo dentro de mí el
lunes, y no puedo deshacerme de ello. —Resoplo con fuerza—. Una
parte de mí está asustada, y otra lo anhela desesperadamente.
Acabamos de conocernos. Estas emociones son confusas.
Scarlett me lanza una mirada comprensiva cuando levanto la vista de
la alfombra.
—Quizá porque se conocían.
Me paso los dedos por el cabello.
—Empiezo a pensar que sí.
Una sonrisa estira sus labios rosados.
—¿Qué te dice tu instinto que hagas ahora mismo?
—Mandarle un mensaje —respondo rápido.
Chasquea la lengua.
—Entonces hazlo, JD. Sólo hazlo.
—Mierda. —Cedo y saco mi teléfono, enviando un mensaje a Caleb sin
dudarlo.
Pensé que habías dicho que no me dejarías en paz.
Cambiaste de opinión muy rápido.
Nerviosa, me muerdo el labio inferior mientras me remuevo inquieta en
el sitio. Salto cuando el teléfono vibra en mi mano.
—¿Respondió? —Scarlett suelta, sonando tan excitada como me siento
yo.
—Qué demonios —jadeo tras leer el mensaje de Caleb.
Tardaste dos días en ceder.
Eso sí que es rápido.
Echas de menos la persecución, ¿verdad?
—Mierda. —Era un juego.
Caleb no se había rendido. Estaba jugando conmigo.
Tan aliviada como estoy, también estoy furiosa porque me dejó tan
mal.
—¿Qué pasa? —Scarlett pregunta.
—Caí en su retorcido juego —gruño.
Llega otro texto y aumenta mi ritmo cardíaco.
Nos vemos en mi auto en 10.
Molesta porque estaba jugando conmigo, le envió un mensaje de
respuesta breve e impactante.
¡NO!
Pero el deseo es demasiado fuerte.
El deseo de estar cerca de él es como un campo de fuerza que me atrae
a kilómetros de distancia.
Maldición.
Con los brazos fuertemente cruzados sobre el estómago, camino hacia el
estacionamiento de estudiantes, estremeciéndome cuando vislumbro a
Caleb.
El corazón me da un vuelco y me enfado conmigo misma por no tener
control.
Caleb se levanta del auto al verme y esboza una media sonrisa de
satisfacción.
Deteniéndome a unos centímetros de él, le pregunto en tono molesto:
—¿Qué quieres?
Sonríe, mete la mano en el auto y saca una caja de rosas eternas
rosadas.
—Siento haber tirado el regalo de tu abuela —dice sinceramente.
Su disculpa me da un dulce subidón, pero le quito importancia y acepto
las rosas con un seco:
—Bien.
—Oh. —Saca del bolsillo dos barritas de maní con caramelo salado—. Vi
de este tipo en tu bolso el miércoles.
Mierda. Soy una adicta cuando se trata de cualquier cosa con caramelo
salado.
Caleb se está dando cuenta de mis debilidades.
Casi gimo de frustración mientras le arranco el bocadillo de la mano.
—Gracias.
Señala el auto con la cabeza.
—Vamos a dar una vuelta.
—No. Voy a volver a... ¡ugh! —Caleb me agarra del brazo, abre la puerta
del pasajero y me empuja dentro.
Este tipo...
Concedo, lo dejo todo sobre mi regazo y me reclino en el asiento.
Se pone al volante y abandona el campus.
Mi teléfono vibra poco después. Justo cuando lo saco, Caleb me lo
arrebata de la mano y lo apaga, guardándoselo después en el bolsillo.
—Nada de distracciones. Te quiero para mí.
—Tan posesivo. —Cualquier intento de tomar mi teléfono podría
provocar un accidente, así que me toco los dientes y miro por la
ventana.
—¿A qué hora empieza hoy tu turno? —pregunta.
—No trabajo los sábados. —Me muerdo el labio y me regaño
internamente.
Caleb se ríe entre dientes.
—Vamos a ver una película en mi habitación más tarde.
—Sí, claro —digo—. Sólo intentas llevarme a tu cama. Ya revelaste que
quieres rociarme de semen.
Se burla.
—No te preocupes, Jordyn. Eso ocurrirá cuando tú lo decidas. Pero que
sepas que prefiero rociarlo dentro de ti.
La saliva me resbala por la garganta y tardo un segundo en
contrarrestar.
—Nunca sucederá. De ninguna manera dejaré de buena gana que me
metas esa cosa.
—Ah —zumba—. Todavía eres virgen.
—Mira cómo te excitas —me burlo—. Me alegro de reventar tu burbuja
de fantasía. Ya me he follado a alguien. Sigo sin dejar que me toques.
Me mira brevemente y resopla.
—Mientes muy mal.
Resoplo.
—¿Qué te hace estar tan seguro de que estoy mintiendo?
—Estás jugando con tu cabello y parpadeando mucho. Haces eso
cuando mientes, Jordyn.
Su certero discernimiento me deja boquiabierta. Sólo han pasado unos
días y ya se da cuenta de detalles sobre mí. Y no puedo evitar
alegrarme de que no se refiriera a Dove haciendo las mismas cosas.
—¿Lugar favorito en Hartford? —Caleb corta mis

pensamientos. Le miro con los ojos entrecerrados. —¿Por

qué?
—Quiero ir allí contigo. Probar tu comida favorita. Escuchar la música
que te gusta. Quiero conocerte. Entender lo que pasa por tu mente.
—¿Para que puedas jugar más conmigo? —refunfuño.
Sonríe.
—Qué chica tan interesante. Estás enfadada porque te hice creer que
me había rendido, y aun así actúas como si no te gustara la
persecución.
—No me gusta —murmuro, y luego me muerdo el labio.
Caleb se detiene en un semáforo, respira hondo y mira a su alrededor.
—Ya te he dicho que sé cuándo mientes. No me habrías mandado un
mensaje si no te gustara esto. Querías esto. —Señala mi regazo—. No
estarías en mi auto ahora mismo, apretando los muslos.
—Uhh... —Separo las piernas y me muevo torpemente.
Un rumor bajo le abandona antes de añadir:
—Podrías haber luchado contra esto. Huir. Sin embargo, aquí estás.
Porque sienta bien, ¿verdad, Jordyn? —Su voz profunda y coqueta está
llena de certeza. Me mira con ojos hambrientos, y mi maldita lengua
sale para lamerme los labios cuando él humedece los suyos—. No pasa
nada, nena. Me gusta perseguirte. —Sus labios se separan en una
sonrisa siniestra—. Me la pone dura.
Gulp.
La temperatura sube entre mis muslos y mi coño sigue palpitando.
Luchando contra la necesidad de explotar, dirijo mis ojos hacia las
luces.
—Está en verde, pervertido.
Caleb se ríe, bajo y burlón.
—¿Lugar favorito?
Suspirando, le digo:
—Museo de arte Wadsworth.
—Muy bueno.
Llegamos pronto y dejo la caja de rosas en el auto, excepto las barritas
de maní con caramelo salado. Esas me las meto en el bolsillo para
mordisquearlas.
Mientras recorro el museo, siento el calor de Caleb a mi espalda,
burlándose de mí.
No es fácil concentrarse con él tan cerca, incitando un intenso deseo, y
estoy segura de que me está envolviendo a propósito ahora que es muy
consciente de su impacto.
Sin poder contenerme, le miro por encima del hombro.
Caleb sonríe satisfecho. Giro hacia un cuadro francés contemporáneo y
me detengo allí.
—¿Lugar favorito para comer? —me susurra cerca del oído, con su
aliento haciéndome cosquillas en la piel.
—Por Dios. —Me tambaleo a un lado y trato de calmar mi corazón
acelerado—. ¿Has oído hablar del espacio personal?
Resopla.
—¿Lugar favorito para comer? No digas el bistró.
Chasqueo la lengua.
—Bien. Smashburger.
—¿Ya tienes hambre?
Por ti, mi cuerpo grita.
Reprimo el gemido y libero la rigidez de mi garganta.
—Supongo. —Me giro para dirigirme a la salida.
Caleb me agarra de la mano y me estremezco ante el repentino destello
de la imagen de dos pequeñas manos tocándose en lo que parece ser un
banco.
Sobresaltada, me alejo de él a trompicones, tocándome la garganta al
toser.
Arruga la cara con preocupación.
—¿Jordyn? —Sus ojos grises se abren de par en par—. ¿Acabas de tener
un recuerdo?
Muevo la cabeza y me doy la vuelta.
Caleb me toma del brazo y me detiene antes de que me aleje.
—¿Qué has visto? Dímelo.
Recupero el aliento y le miro con una mezcla de sorpresa e innegable
emoción.
—Creo... que fue en la casa de acogida... Una mano agarrando la mía.
Los hoyuelos se hacen más evidentes con su encantadora sonrisa.
—Te has acordado de mí.
Me alejo de él.
—Podría haber sido cualquiera. No vi ninguna cara.
Resopla.
—Fui yo. Ahí tienes la prueba, Jordyn. Tú...
—No —le detengo—. No digas el nombre.
—Bien. —Se detiene en mí un momento—. ¿Estás bien?
Inhalo y exhalo profundamente antes de responder:
—Sí. —Mi voz sale baja—. Estoy bien.
Hace un gesto hacia la salida.
—Vámonos.
Es un viaje rápido por la avenida hasta Smashburger. Mientras Caleb
pide, yo me concentro en aliviar las emociones que siguen desbocadas
tras aquel sorprendente recuerdo.
No puedo creer que haya recordado algo.
Caleb.
¿Tiene razón después de todo?
Sugiere comer en el campo de prácticas que utiliza el club de fútbol de
Hartford.
Tras estacionar, entramos por las puertas abiertas y subimos las
escaleras hasta las gradas.
Otras personas están alrededor, observando el entrenamiento mientras
disfrutan de la soleada tarde.
—¿Estás bien? —Caleb comprueba de nuevo cuando nos sentamos.
Asiento con la cabeza.
Da un gran bocado y me dice después de tragar:
—No está mal.
—Hacen buenas hamburguesas.
Se encoge de hombros y bebe un poco de su refresco, con los ojos fijos
en el campo.
—¿No tuviste práctica hoy? —le pregunto.
—Temprano. —Me mira—. ¿Sueles entrenar los sábados por la mañana?
Muevo la cabeza.
—Una amiga de Scarlett la convenció para que se apuntara a Zumba. A
su vez, me pidió que la acompañara. Fue divertido. Agotador, pero
divertido.
—Eso está bien. Te ves muy bien de cualquier manera.
El calor me inunda las mejillas. Agacho la cabeza y sigo comiendo, pero
me cuesta no mirar a Caleb. Es tan seductor, y Dios, huele increíble:
una colonia creada con el propósito de seducir al instante.
Apartando las ganas, observo la concentración en su rostro mientras
mira a los jugadores. Parece un apasionado del fútbol.
—¿Te pones nervioso antes de los partidos? —pregunto después de
beber.
Me mira mientras responde.
—A veces. Pero no me dejo llevar por los nervios. El equipo cuenta
conmigo para que haga mi parte. Cuando salgo del campo, gane o
pierda, sé que lo he dado todo.
Inclino la cabeza, dándome cuenta de algo.
—Se te iluminan los ojos cuando hablas de fútbol.
—¿Lo hacen? —Me toma de la mano cuando dejo la bebida—. Es porque
estoy hablando contigo.
Por supuesto, el órgano de mi pecho aumenta el ritmo.
—Qué cursi. —Finjo que no me molesta e intento alejarme.
Caleb refuerza su agarre.
—Algo dentro de ti te hace sentir cómoda conmigo. Por eso no huyes.
—No. —No hay firmeza en mi tono—. Es que no quería dejar pasar el
Smashburger, sobre todo porque tú invitas y puedo ahorrarme el
dinero.
Resopla, y es una batalla reprimir un gemido mientras me acaricia los
dedos con el pulgar.
—¿Sabes lo que veo en tus ojos, Jordyn? Rastros de la confianza que
tenías en mí. Por eso no puedo echarme atrás. Ya ha quedado
demostrado que no quieres que lo haga.
Nuestro entorno se desvanece mientras él me atrapa con su mirada
fascinante. El deseo de quedarme resuena hasta que una voz se abre
paso.
Ella no.
Retiro la mano y miro hacia otro lado.
Caleb sólo se ríe por lo bajo.
—Cuéntame más —dice, a punto de terminar su hamburguesa—.
Momentos favoritos del instituto.
Hablar con él sienta bien. Así que por qué no.
—Hay muchos. Viajes de campamento. Bromas. Bailes. Obras de teatro.
—¿Estuviste en obras escolares? —confirma, arrugando su envoltorio
vacío.
—Sí. Bueno, todos mis papeles eran pequeños, pero me aseguraba de
brillar, aunque mi tiempo en el escenario fuera siempre de diez segundos
o menos.
Caleb estalla en carcajadas, solo para sofocarlas rápidamente cuando le
fulmino con la mirada.
—Seguro que eres una gran actriz.
Resoplo.
—Honestamente, no sé actuar para salvar una vida. Creo que el
director de nuestra obra sintió pena por mí y me hizo extra cada vez.
—Míralo por el lado bueno. Al menos tu nombre estaba en los créditos.
—Cierto.
No puedo creer que me haya hecho reír.
La idea me tranquiliza y vuelvo a romper el contacto visual.
—Sigue hablando —dice Caleb en tono suave—. Pregúntame cualquier
cosa.
—¿Por qué arquitectura? —Me giro hacia él—. ¿Es algo que te gusta
desde niño?
Frunce las cejas como si yo ya lo supiera. Luego pestañea y me dice:
—De niño sólo pensaba en el fútbol. Mi padre adoptivo es arquitecto y
tiene su propia empresa. Él me inspiró para intentarlo. Pero... —El
suspiro que sigue me inquieta.
—¿Pero? —repito. Ahora me pica la curiosidad.
No tarda en volver a hablar.
—He estado pensando más en hacerme profesional después de la
universidad en vez de trabajar con mi padre como dije que haría.
—Parece que te encanta el fútbol. A veces tenemos que confiar en
nuestro instinto e ir tras lo que realmente queremos.
—Hmm. —Se retuerce las manos.
Recordando los vídeos de la página web de la universidad, refunfuño:
—Probablemente deberías conseguir mejores reels si quieres que los
clubes profesionales te tengan en cuenta seriamente.
Caleb gira la cabeza para mirarme.
—¿Mejores reels?
Levanto el envoltorio vacío.
—Bueno, los actuales parecen como si los hubieran grabado las
groupies. Todo lo que oigo son chicas gritando, y apenas muestran tus
habilidades. Eso si tienes algunas.
Entrecierra los ojos y se me corta la respiración. Su mirada es siempre
tan intensa. Es como si yo fuera la única en su mundo, y eso me da una
gran sensación de poder.
—Aunque me gusta que hayas comprobado mis reels, no puedo evitar
darme cuenta de que pareces molesta por los gritos de las chicas. —Ladea
una ceja.
—Como quieras. —Me muevo en el banco—. No lo estoy.
Casi gimo por la lenta y deliberada lamida de sus labios. La acción me
excita.
—¿Ya regalaste tu primer beso?
Soy incapaz de combatir la oleada de electricidad que recorre mis
venas.
Me aclaro la garganta y me paso el cabello por detrás de las orejas.
—No me estás besando.
—¿Eso es un reto? Me encantan. Y no has respondido a mi pregunta.
—He besado a varios chicos —miento.
Una sombra oscura le cubre la cara, y Caleb inclina la cabeza y advierte:
—Sigue mintiéndome, y te inclinaré sobre mi regazo y te azotaré el
culo hasta dejártelo rojo. En público.
Tiemblo.
—No lo harías.
Esa sonrisa diabólica hace su aparición.
—¿Quieres retarme, nena?
Pongo los ojos en blanco.
—Deja de llamarme nena. Mi primer beso no será contigo.
Un calor líquido destroza mi cuerpo cuando Caleb me toca el cuello de
repente.
—Voy a besarte, Jordyn. Por todas partes.
—Eso no sucederá. —Le quito la mano de un manotazo—. Se acabó.
Llévame de vuelta. —Me enderezo para bajar los escalones.
Caleb se levanta de un salto y me agarra del brazo, estrechando su
agarre cuando intento zafarme.
Me atrae hacia él, esta vez sin dejar espacio. Respiro
entrecortadamente al sentir su bulto en mi pelvis.
—Nadie más tendrá la oportunidad —gruñe, con su aliento caliente
provocando cosquilleos entre mis muslos—. Nadie más. Tú eres mía.
—Suéltame —gruño, aunque no quiero que lo haga.
Caleb acerca sus labios a los míos.
—Ya estás cediendo, Dove. Deja que suceda. No te resistas.
Casi había dejado que me besara hasta que mencionó el nombre. Me
enfurece porque es a ella a quien quiere. No a mí.
—Me llamo Jordyn. —Lo empujo hacia atrás.
Respira con dificultad, el remordimiento es evidente en sus rasgos.
—Jordyn...
—Llévame de vuelta. —Salgo de las gradas y tiro la basura en la
papelera de la salida.
Si soy Dove, ¿por qué me enfurece que Caleb esté tan obsesionado con
esa versión mía del pasado?
Se reúne conmigo en su auto y salimos del campo de prácticas.
Con los brazos cruzados, miro por la ventanilla y evito dirigirle la
palabra.
Eso hasta que pasa volando la curva que lleva a nuestra universidad.
—¿Adónde vas? He dicho que me lleves de vuelta.
—Te vi mirando la heladería después de que salimos de Smashburger.
Resoplo y me hundo contra el asiento, enfadada conmigo misma por
sentirme excitada.
Caleb llega al lugar minutos después.
Sin esperarle como él quiere, salgo del auto. Sigue dándome la mano y
se niega a soltarme hasta que entramos en el edificio. Quizá espera que
tenga otro flashback.
Compra caramelo salado en taza para mí y chocolate para él.
Nunca puedo rechazar mi helado favorito, y casi me dan ganas de
abofetearme por ello.
Independientemente de cómo luche, estar con Caleb despierta un
maremoto de excitación que me golpea una y otra vez. Es una locura
que no quiera escapar.
Mi corazón arde de dulce fuego y, en algún lugar de mi interior, bailo
de placer porque por fin se fija en mí.
Estas emociones son tan desconcertantes.
La única forma de darles sentido es recordar, y no puedo arriesgarme.
Puede que aquel flashback en el museo no fuera aterrador, pero quién
sabe lo que ocurrirá si me pongo a espiar voluntariamente.
Terminamos nuestros helados antes de volver al auto, y Caleb
finalmente regresa al campus, llegando a tiempo para la puesta de sol.
He visto muchos, pero nunca me he detenido. Tal vez sea porque Caleb
también se demora en el auto.
Le miro a hurtadillas. Está mirando por el parabrisas el conjunto de
naranjas ardientes y amarillos vibrantes.
¿Cuántas miradas he robado cuando éramos niños? ¿Por qué me parece
que sólo miraba de lejos?
Bajo la mirada cuando me mira.
—Las puestas de sol siempre me recuerdan a ti —dice. Sus palabras
calman cada fibra de mi ser hasta que me doy cuenta de que se refería
a Dove.
Molesta, busco detrás la caja de rosas y salgo del auto.
Caleb me sigue desde el estacionamiento hacia mi dormitorio. Me
detengo cuando veo a Aaron fuera del edificio, con el teléfono en la
mano.
Arruga las cejas como confundido, rebota su mirada de mí a Caleb y
luego a las rosas.
—Supongo que has cambiado de opinión.
Me doy cuenta.
—Mierda... Hicimos planes. Lo siento. Lo olvidé.
—Eso parece. Intenté llamar, pero tu teléfono está apagado.
—Está en mi bolsillo —dice Caleb a mi espalda.
Giro, recordando que antes me ha tomado el teléfono.
—Creí haberte dicho que te alejaras de ella —gruñe—. Ella es mía.
Búscate a otra.
—Tú... —Me muerdo el labio, incapaz de discutir porque algo en mi
interior no quiere que lo haga.
Aaron resopla y me giro hacia él.
—Obviamente ha hecho su elección.
—Aaron...
Se marcha, desviándose por el camino.
Miro a Caleb.
—Te dije que iba a salir con él. Por eso apagaste mi teléfono.
Resopla.
—Me mandaste un mensaje, Jordyn. ¿Te acuerdas? Si de verdad
quisieras salir con ese tipo, no habrías estado pensando en mí.
—Es porque sigues acosándome —grité—. Quieres que sea esa chica.
En un instante, cierra la brecha y se aferra a mi garganta.
—Ese recuerdo demuestra que lo eres. No hay necesidad de seguir
luchando contra mí. Pero por todos los medios, nena, deja que el fuego
aumente. Será aún más emocionante cuando por fin te rindas y
ardamos juntos.
Se me calienta la piel cuando me presiona el pulgar en el punto del
pulso.
Tragándome las ganas, exijo:
—Mi teléfono.
Caleb sonríe.
—Está en mi bolsillo izquierdo. Siéntete libre de dejar vagar tus dedos.
—Ugh. —Hurgo en su bolsillo lo más rápido posible, saco mi teléfono y
me alejo de él—. Pervertido.
Sólo sonríe.
Me doy la vuelta, aseguro la caja de rosas a un lado y compruebo mi
teléfono. La pantalla de bloqueo se ilumina y me doy cuenta de que lo
ha vuelto a encender en algún momento.
Abro mis mensajes, jadeando ante el intercambio entre mi madre y
Caleb.
Haré pancakes cuando vengas al mediodía a lavar la ropa.
Se me cae la boca al leer la respuesta de
Caleb.
Gracias, mamá.
¿Está bien si llevo al chico con el que salgo?
Sólo ha pasado una semana, pero quiero que ambos lo conozcan.
Mamá envía emojis felices para enfatizar su emoción porque nunca he
llevado un chico a casa.
¡Claro que sí!
Estoy impaciente.
—¡Qué demonios! —Me doy la vuelta—. No puedes invitarte así a mi
casa. No estamos saliendo. ¿Cuándo has hecho esto?
—En el museo, mientras luchabas por evitarme. —Se mete las manos
en los bolsillos—. Lo apagué después y lo encendí hace un momento.
Deberías cambiar el código de tu cumpleaños. Ha sido demasiado fácil.
—Tú... —Me revuelvo el cabello, perdida—. ¿Es esa la verdadera razón
por la que preguntaste por mi cumpleaños el miércoles?
—Parcialmente. —Se forma una sonrisa socarrona—. Es lindo con qué
facilidad me revelas cosas.
—Ugh. —Me giro para entrar en el edificio.
—Te veo mañana, Jordyn. —Eso me hace mirar hacia atrás—. Estoy
deseando conocer a tus padres. —Me guiña un ojo y se marcha silbando
alegremente.
Maldito Caleb Rosmond.
11

Caleb
Le dije a Jordyn que debíamos centrarnos en el presente. Pero no
puedo evitar la emoción que aún se hincha en mi pecho después de que
ella recordara algo.
—¿Qué pasa, hermano? —Noah me da una palmada en el hombro antes
de sentarse frente a mí en la mesa—. ¿Por qué sonríes?
—Todavía está emocionado por haber encontrado a su amiga, seguro. —
Mamá pone la cazuela de pollo al horno en el centro y se sienta al final
de la mesa—. Estoy deseando conocerla.
—Um... —Eso será difícil.
Papá entra desde el patio antes de que le explique.
—Lo veremos mejor el lunes. —Termina la llamada, se mete el teléfono
en el bolsillo y se acerca a la mesa—. Este maldito proyecto es un dolor
en el culo. —Una sonrisa suaviza sus líneas de tensión cuando se queda
mirando la comida—. Oh, amor. Has hecho mi favorito.
Mamá se ríe y se quedan mirándose.
—Ew —Noah se queja—. Caleb y yo estamos tratando de comer.
Papá lo olfatea y apila pollo y verduras en su plato.
—Así que, es una locura que te encontraras con Dove en el campus,
¿eh?
—Lo sé, verdad —añade mamá feliz—. Me alegro mucho de que la
encontraras. La has buscado tanto.
—¿Está buena? —pregunta Noah antes de
atiborrarse. —Hey. —Le dirijo una mirada severa.
—Sólo bromeaba, hermano. Me tranquilizo y les
digo:

—Ahora se llama Jordyn. No creo que se sienta cómoda conociéndolos


todavía. Ni siquiera se acuerda de mí.
—¿Qué quieres decir? —pregunta papá, con los ojos azules llenos de
confusión—. ¿Cómo es que no se acuerda?
—Quizá la molestaste tanto que quiso olvidarte —bromea Noah.
—Cállate —le respondí—. Jordyn pasó por algo en terapia que bloqueó
sus recuerdos.
Mamá tararea, el verde de sus ojos se oscurece mientras entrecierra los
ojos profundamente pensativa.
—¿Quieres decir que los suprimió mediante hipnosis?
—No sé cómo, pero Jordyn dice que no recuerda su estancia en la casa
de acogida.
—Eso es un poco triste —compadece Noah—. ¿Ella literalmente no
puede recordarte? ¿En absoluto?
—Es una pizarra en blanco total. Jordyn me trata como si acabáramos
de conocernos.
La confusión cubre sus rostros y ya no comen.
—Terapia de memoria represiva —explica mamá—. Se utiliza sobre todo
en personas con TEPT. Aunque muchos individuos crean los muros por
su cuenta como forma de mecanismo de defensa, otros lo hacen con
terapia.
—Jordyn sufrió mucho —digo en un susurro cercano—. Había noches
que no podía dormir. Tal vez sus padres adoptivos pensaron que eso la
ayudaría. ¿Pero hay alguna forma de recordar algunas cosas, mamá?
Suspira.
—No es algo que conozca bien, teniendo en cuenta que no es mi
especialidad.
Aunque conozco terapeutas que están en contra de ese método.
Miro hacia la mesa y juego con el tenedor.
—¿Estás seguro de que Jordyn es tu amiga de la casa de acogida, hijo?
—pregunta papá—. Se quemaron muchas cosas en el incendio, y
acceder a los archivos no es fácil. Pero quizá debería seguir
intentándolo.
Sacudo la cabeza.
—Está bien, papá. Seguro que es ella.
—Puede que su corazón lo recuerde —dice Noah, agarrando de nuevo el
tenedor—. Si se preocupaba por ti, lo hará.
—Estoy de acuerdo —añade mamá en tono esperanzado—. Dale un poco
de tiempo. —Me señala el plato.
Relajo la tensión de mis hombros y continúo comiendo.
Al menos Jordyn se está acercando a mí. Seguiré trabajando con ella
hasta que me deje entrar del todo.
12

Jordyn
De alguna manera pensé que salir un poco antes me ayudaría a evitar a
Caleb. Sin embargo, ahí está, sentado en su auto con una sonrisa
socarrona en la cara.
Sale mientras entro en el aparcamiento con Scarlett.
—Buenos días. —Su tono y comportamiento son tan fríos como
siempre.
—¿Dormiste aquí? —Me burlo.
—Soy una persona madrugadora. Me levanté al amanecer para mi
carrera del domingo. Llevo esperando una hora más o menos.
Scarlett pasa una mirada curiosa entre nosotros y pregunta:
—¿Vas a casa con él?
—No, se invitó a sí mismo a mi casa.
Ella resopla.
—Un tipo ansioso por conocer a los padres. Eso es buena señal.
—Sí, una señal de que es intrusivo. —Hago un gesto hacia su auto—.
¡Vamos-ugh!
Caleb me arrebata la bolsa de la colada antes de que me aleje, la coloca
en el asiento trasero y cierra la puerta.
—¿Todo listo, Scarlett? —le pregunta a mi mejor amiga.
—Sí. —Me dedica una sonrisa y empieza a alejarse—. Hasta luego, JD.
—Scarlett...
Se acerca a su Honda plateado, aparcado dos autos más allá, y se va.
Caleb me abre la puerta del pasajero.
—Vamos. No quiero hacer esperar a tus padres. Además, me apetece
comer pancakes.
Extiendo las manos.
—¿Por qué no vas a tu casa y preparas algo?
—Porque quiero ver dónde creciste y conocer a la gente que te crió.
Ahora deja de hacerte la molesta y ven. —Me empuja al auto.
Sin energía para luchar contra mi atracción en ese momento, me relajo
en el asiento y me abrocho el cinturón.
Caleb abandona el campus enseguida.
Llegamos a West Hartford y a mi pintoresco barrio minutos después. Le
dirijo a mi casa.
Salgo del auto y me dispongo a agarrar la bolsa de la colada del asiento
trasero, pero Caleb se me adelanta.
Resoplando, sacudo la cabeza y subo por la entrada.
Se abre la puerta principal y mamá nos saluda con un gesto de la mano
y su cálida sonrisa.
—Hola.
—Hola, mamá. —Subo corriendo los escalones delanteros del lugar más
amoroso y me inclino para abrazarla, disfrutando un poco de sus brazos
maternales antes de retirarme.
Sus ojos azules brillan mientras mira a Caleb.
—Bueno, hola.
—Mamá, este es...
—Caleb Rosmond —se presenta, más encantador que nunca mientras le
estrecha la mano—. Encantado de conocerla, Sra. Davis.
Ella le devuelve la sonrisa, cayendo bajo su hechizo.
—Lo mismo, Caleb. Entra.
Papá sale del salón cuando entramos.
—Cariño, este es Caleb —dice mamá con una amplia sonrisa.
Caleb aparta mi bolsa de la ropa sucia para estrecharle la mano.
—Sr. Davis. Encantado de conocerle, señor.
—Lo mismo. —Papá lo mira a él y luego a mí—. ¿Tú también vas a
Delham?
—Sí, señor. Nos encontramos el lunes. —Me mira y sé lo que va a decir
mientras vuelve a centrarse en mis padres. No me molesto en
detenerlo. A estas alturas, necesito saberlo.
—En realidad, Jordyn y yo nos conocimos hace ocho años. Los dos
estábamos en la casa de acogida.
—Vaya —comenta mamá, ambos con cara de asombro—. Qué
casualidad.
—En efecto. —Papá se fija en mí, una línea de preocupación en su
frente.
Me encojo de hombros.
—No me acuerdo.
Fruncen el ceño.
—La lavadora está libre, cariño —me dice mamá—. Pon la carga. Yo
prepararé la masa. —Vuelve a centrarse en Caleb, con los ojos brillantes
mientras pregunta—: ¿Quieres pancakes de arándanos o de chocolate?
—Chocolate, por favor —responde amablemente.
Papá se ríe entre dientes.
—Genial. Algo que tenemos en común. Yo era el único hasta ahora.
—Ugh. —Arrugo el rostro—. Sobrecarga de dulzura.
—Calla ya. —Papá me da unas palmaditas juguetonas en el brazo—.
Mira quien habla, adicta al caramelo salado.
Caleb se ríe en voz baja y yo le siseo.
Mis padres lo conducen a la cocina mientras yo me desvío por el
pasillo. Nerviosa por dejarlo demasiado tiempo a solas con ellos, me
apresuro a meter la ropa en la lavadora y vuelvo rápidamente.
Están hablando de su especialidad.
Papá sirve zumo de naranja para todos antes de sentarse en un
taburete junto a Caleb.
Me siento a la derecha de papá y bebo un poco.
—¿Así que Jordyn y tú eran amigos en la casa de acogida? —Mamá
confirma, inclinándose desde la estufa.
—Mejores amigos —enfatiza Caleb mientras me mira fijamente—. He
estado intentando encontrarla todo este tiempo.
El calor me hace cosquillas en la barriga y agacho la mirada para
asentar la sensación.
—Oh —zumba mamá en un tono bajo—. No teníamos ni idea.
—¿No mencioné tener un amigo? —Les pregunto.
Mueven la cabeza.
—No lo hiciste —dice papá, suspirando después—. Supusimos que tú
también querías dejar la casa de acogida de la Sra. Anders en el pasado.
—Sra. Anders —repito y miro a Caleb.
Me mira por encima de su vaso mientras bebe.
Así que en eso tenía razón. Nos quedamos en la misma casa de acogida.
El estómago se me revuelve de esperanza.
Además del breve flashback del día anterior, cada vez más, empieza a
parecer que soy su amor de la infancia.
Es hora de hacer a mis padres la pregunta candente.
—¿Les he dicho un apodo? —Trago saliva antes de decirlo—. ¿Dove?
—No que yo recuerde —responde papá—. No me suena.
—No, no lo creo, cariño. —Mamá se acerca con los dos primeros
pancakes de chocolate, poniéndolas en los platos de Caleb y papá—. La
Sra. Anders tampoco lo mencionó.
—Sí —murmura papá, con tristeza en su mirada azul oscuro. A veces
me gustaría que tuviéramos rasgos parecidos. Me habría encantado ser
de su sangre.
—Quizá Jordyn quería empezar de cero —supone Caleb—. Quería que
usaras su verdadero nombre ya que la ibas a adoptar.
Mis padres parecen estar de acuerdo, moviendo la cabeza.
Podría haber sido el caso. Aun así, hay un nivel de incertidumbre.
—Es una pena lo del incendio —le dice papá a Caleb—. Se perdieron
fotos y documentos de los niños. Hace un poco más difícil encontrar a
otros, sobre todo después del fallecimiento de la señora Anders.
Caleb se aclara la garganta.
—¿Fuego? —Hago eco—. ¿Qué incendio? ¿La Sra. Anders murió?
Todo el mundo se vuelve sombrío.
—Oh —murmura papá—. Pensé que Caleb lo habría mencionado.
—No quería disgustarte —me dice Caleb.
Mamá recupera los otros pancakes y vuelve a la isla con la bandeja.
—¿Cómo murió la Sra. Anders? —Les pregunto.
—Ataque al corazón —dice mamá, con la cabeza ladeada—. Luego, un
niño problemático prendió fuego a la cortina de su habitación. Desde
entonces han reformado la casa, y creo que ahora viven allí la hija y el
yerno de la señora Anders. —Mira a Caleb.
—Ya no es un hogar de acogida —dice en tono triste.
Frunzo el ceño.
—Todo eso es horrible.
—Hmmm. —Papá me da una cariñosa palmada en la espalda.
Me lo pienso un momento.
—¿Hay alguna otra forma de contactar con los chicos de nuestro
tiempo allí? Ambos dejan escapar suspiros de pesar.
—Mi padre dice que es difícil —explica Caleb—. Esos documentos están
sellados. Nadie va a compartir archivos personales con nosotros. La
señora Anders guardaba fotos de todos los niños a los que ayudó
durante años, pero el fuego las destruyó.
Mamá se sienta al final de la isla, más cerca de Caleb.
—Bueno, está bien que el destino los haya vuelto a juntar. —Menea sus
finas cejas hacia mí mientras bebe.
Gruño y señalo el plato.
—Deberíamos comer. Los pancakes calientes son mejores.
Se ríen entre dientes.
Después de unos bocados, Caleb le dice a papá:
—¿Ha jugado al fútbol, señor Davis? Vi una foto en la entrada.
Papá se endereza con orgullo.
—Lo hice en el instituto. Delantero central.
—Eso es genial —se ríe Caleb—. Actualmente estoy en el equipo de la
universidad. También delantero.
—Mira eso. —Papá le da un golpe en el hombro—. Vamos atrás cuando
termines. A ver si este viejo todavía lo tiene.
Pensé que mis padres serían cautelosos con Caleb. Pero parece que se
han derretido con él. No importa cómo intente negarlo, eso me relaja.
13

Jordyn
La culpa me invade en cuanto entro en clase de economía y veo a
Aaron.
Dejo la tarea completa sobre la mesa del profesor y subo por el pasillo
hasta mi asiento.
—Buenos días —le digo en voz baja, sentándome a su lado.
—Hola —No hace contacto visual.
—Me sorprende que no te hayas cambiado de asiento —intento
bromear.
Se burla.
—Bueno, somos compañeros. Es más fácil trabajar juntos en clase
cuando estamos sentados uno al lado del otro.
Frunzo el ceño.
—Siento que estés atascado conmigo.
Aaron levanta entonces la mirada.
—No lo considero atascado, Jordyn. No quería que sonara así.
—No, está bien. Me lo merezco por lo que pasó el sábado. Perdí todo el
pensamiento con...
—Entiendo —murmura—. Caleb te atrapo.
Me meto un mechón suelto detrás de la oreja y me muevo un poco
hacia él.
—Lo siento, Aaron. Pensé que salir contigo me distraería de él. Pero no
podía dejarlo pasar. Siento... algo con Caleb. No es justo para ti.
Pasa el dedo por el borde de su escritorio.
—Un tipo así te hará daño, Jordyn. No se lo permitas.
Inclino la cabeza hacia un lado.
—¿Qué pasa con un tipo como tú?
—Nunca te haría daño —dice con expresión seria—. Siempre te haría
sonreír.
No me diste la oportunidad de demostrártelo.
Miro hacia abajo.
—No estemos incómodos —implora—. Sigo queriendo que seamos
amigos. ¿Y tú?
Eso me hace sonreír, levanto la cabeza y le digo:
—Claro, me gustaría.
Sonríe.
Se hace el silencio entre nosotros mientras esperamos a que empiece la
clase.
—Tengo trabajo —me informa.
—Estupendo. ¿Dónde?
Duda un momento antes de contestar.
—Uh, asistente del equipo de fútbol.
Trago saliva.
—¿De verdad? Aaron, sabes....
—Lo sé —dice y se encoge de hombros—. Es todo lo que puedo
encontrar por el momento. Si surge algo mejor, seguiré adelante.
—Bien —murmuro, preocupada por cómo reaccionará Caleb cuando vea
a Aaron en el campo.
—Hay una fiesta esta noche en el bosque —dice Scarlett mientras se
agacha frente a mí. Nichole se acomoda a su lado.
Arrugo la frente.
—¿El bosque? Eso suena dudoso.
—Las fraternidades hacen fiestas allí todo el tiempo —explica Nichole
—. Será divertido.
—Sí, ¿quieres comprobarlo, JD? —Scarlett pregunta, recuperando su
sándwich de la bolsa de papel.
—Um, claro. —Vuelvo al libro que estoy leyendo en el kindle.
Nichole jadea de repente.
Cuando estoy a punto de volver la vista hacia lo que llamó su atención,
Caleb baja a mi lado, con la habitual sonrisa de satisfacción en la cara.
Mi maldito corazón aumenta el ritmo.
—Hola —Se aparta para saludar a mis amigas—. ¿Cómo te va, Scarlett?

eres...
—Nichole —se presenta, con ojos marrones canela brillantes—.
Encantada de conocerte.
Volviendo a centrarse en mí, Caleb echa un vistazo al kindle y
pregunta:
—¿Qué estás leyendo?
Tardo un momento en escapar de su hechizo vampírico.
—Comedia romántica. No te gustaría.
—Seguro que sí —me responde en voz baja y coqueta—. Disfruté con el
otro, el Brutal Prince.
—¿Lees? —Me burlo.
Se ríe entre dientes.
—Sí, leo, y a menudo.
Pierdo la compostura y caigo en las profundidades de su tono gris,
notando cómo la luz del sol acentúa su presencia, haciéndole parecer
casi angelical.
Pero este tipo no tiene nada de inocente. Estoy convencida de que
salió de las tinieblas para ser mi perdición, y yo soy un recipiente
abierto, deshaciéndose bajo su poder y dejándole entrar sin control.
Nuestros ojos permanecen fijos durante lo que parece un siglo, hasta
que alguien tose.
Rompo la conexión y miro a mis amigas.
—Eh, nos vamos a clase —dice Scarlett, con una sonrisa cómplice en el
rostro.
Frunzo el ceño y miro la hora en el celular.
—Pero tienes hasta...
—Empiezo temprano —añade.
—Sí. —Nichole rebota su mirada entre Caleb y yo—. Ustedes dos son
lindos.
Ambas se enderezan lo más rápido posible y aceleran.
El repentino contacto de Caleb hace que vuelva a centrarme en él. Me
roza el brazo desnudo con el dorso de la mano y empieza a subir.
—Eres la mitad que falta en mi alma 2. —La forma en que cada palabra
sale de su lengua enciende un infierno en mi cuerpo.
Casi quiero atacarle como un felino hambriento y hundirme en su...
—Ugh. —Rompo el hechizo y le doy un manotazo—. ¿Qué ha sido eso?
Resopla.
—Una línea de una novela española.
Tuerzo los labios.
—¿Novela española?
—Sí. Te lo dije. He leído. —Tira de su boca en una media sonrisa—.
¿Quieres saber lo que dije?
—No. Eres tú, así que seguro que es algo pervertido.
Caleb agacha la cabeza y resopla.
2 Dice la frase en español
Me meto el kindle en el bolso, me levanto de la hierba y me arreglo el
vestido.
Él también se endereza.
—Vamos a hacer algo más tarde.
—Tengo planes más tarde.
El disgusto se apodera de su rostro.
—Los tienes, conmigo.
—Ja. —Chasqueo la lengua y me doy la vuelta para marcharme, solo
para detenerme al recordar que Aaron empieza hoy como ayudante del
equipo de fútbol. Mirando hacia atrás de reojo, le digo a Caleb—:
Tómatelo con calma en el entrenamiento. No hagas ninguna locura.
Sonríe.
—¿Preocupada por mí, cariño?
Pongo los ojos en blanco.
—Sólo tus reacciones. —Me cuelgo el bolso al hombro y me pavoneo
por el camino, esperando que Aaron no acabe con un hueso roto más
tarde.
14

Caleb
El equipo está a punto de calentar, pero yo estoy congelado en mi sitio,
confundido sobre por qué Aaron está aquí.
—¿Te has perdido o algo? —grité.
Me lanza una mirada fulminante.
—Soy el nuevo asistente.
—Genial. —Resoplo molesto—. ¿En serio no pudiste encontrar otra
cosa? O quizás tomaste el sitio para molestarme.
Sonríe.
—Es gracioso lo inseguro que eres a pesar de tener a Jordyn.
—Así que es para molestarme —decido—. Jordyn es mía. Sigue
adelante.
Una mirada arrogante cubre su rostro e inclina la barbilla hacia arriba.
—No pasa nada. Al final meterás la pata, y yo estaré ahí para
consolarla.
—Tú...
Dante me detiene antes de que cargue contra él.
Aaron se ríe entre dientes y sacude la cabeza mientras se aleja,
uniéndose al entrenador y a nuestro preparador físico en la línea de
banda.
—Relájate, hombre. Te está provocando.
—Sí, lo está. De ninguna manera dejaré que Jordyn siga siendo amiga
de ese imbécil. —Un pensamiento me golpea. ¿Es eso lo que me estaba
advirtiendo antes?
Aaron se mantiene a distancia durante todo el entrenamiento,
disparándome láseres invisibles cada vez que nos cruzamos.
Lo que sea. Tengo cosas más importantes. No puedo dejar que me
afecte.
Al final del entrenamiento, todos nos tiramos al césped.
Todo el mundo está agotado.
Estamos trabajando duro para preparar la eliminatoria del sábado. El
Alston College es duro, y tenemos una cuenta pendiente después de
que nos eliminaran en la segunda ronda el año pasado.
—Se dice que los representantes estarán en los próximos partidos —
dice Dante con voz rasposa entre su respiración entrecortada—. Esta es
tu oportunidad, hombre. Puede que haya alguien de los Revs.
—Lo dudo.
Se burla.
—Deja de actuar como si no fueras el más destacado de este equipo. Si se
fijan en alguien, serás tú. Probablemente ya han visto tus mejores
momentos.
Eso me recuerda algo.
Me siento para masajearme la parte posterior de las piernas.
—Esos clips no son los mejores. Necesito que una persona imparcial
filme uno.
La risa cansada estalla en Dante.
—¿Quieres decir que quieres a alguien que no se pase la mayor parte
del tiempo gritando mientras te graba quitándote la camiseta?
—Vete a la mierda —gruño.
Se incorpora.
—Mi prima Vicky estudia cine. Le mandaré un mensaje a ver si puede
grabarte.
—Genial.
—¿Qué vas a hacer luego? —pregunta mientras envía un mensaje a su
prima.
—Jordyn —es todo lo que digo.
Resopla. —Me lo imaginaba.
Recuperamos nuestras bolsas de deporte y toallas.
Aaron y yo hacemos contacto visual mientras él recoge los balones de
fútbol.
Le lanzo otra mirada de advertencia antes de abandonar el campo.

Llego a Fine Eats cerca de las nueve, estaciono en la acera y salgo.


Jordyn sale y se dirige a la puerta del acompañante de un Honda.
Creo que es el auto de Scarlett. Más vale que sea ella y no un tipo.
—¿Adónde vas? —grito, haciendo que Jordyn se detenga y mire.
Su cuerpo se estremece. Luego, una expresión desafiante nubla su
rostro.
—No lo hagas —advierto.
Se me escapa un suspiro mientras ella esboza una sonrisa antes de
subir al auto.
—Conduce —la oigo gritar a la persona.
¡Qué mierda!
Lo único que puedo hacer es reírme de mi enfado porque está claro que
me está enfadando a propósito.
Bien, de acuerdo entonces.
Me subo al auto y voy tras ellas, llamando al teléfono de Jordyn
mientras me enfurezco. Si es un hombre el que va al volante, esta
noche voy a perder los estribos.
—¿Hola? —responde inocentemente—. ¿Quién es?
—Basta. Pregunto: ¿a dónde vas? ¿Y quién demonios conduce?
Las risitas de una mujer resuenan de fondo y mi furia se alivia.
—¿Es Scarlett?
Jordyn se burla.
—Sí, y piensa que eres un psicópata.
—Como quieras. Responde a mi pregunta.
—No —se burla de mí y desconecta la llamada.
Bien entonces.
Sigo el auto de Scarlett fuera de la ciudad, desviándome de la carretera
principal cuando ella lo hace.
Continúa unos minutos más hasta llegar a una zona boscosa. Debe ser
donde los chicos de la fraternidad hacen fiestas.
Scarlett se detiene en el estacionamiento de grava donde están los
otros autos, y ambas salen.
Deteniéndome junto al Honda, observo cómo se abren paso entre los
árboles antes de dejar el auto y caminar en la misma dirección.
La música rap sube de volumen cuanto más me acerco, junto con voces
y vítores.
Llego a un claro con una hoguera en el centro.
Permaneciendo en las sombras, busco a Jordyn entre la multitud. Hay
un montón de chicos aquí.
Localizo a mi pequeña obsesión, charlando y riendo con Nichole.
Scarlett se está besando con su novio a unos metros.
Un chico que reconozco de la clase de diseño se acerca a Nichole, y se
desvían para bailar.
Estoy a punto de acercarme a Jordyn cuando una pelirroja surge de la
nada, bloqueando mi camino.
—Caleb Rosmond. —Su aliento huele como si se hubiera lavado los
dientes con licor, e incluso en este resplandor bajo, veo una chispa de
éxtasis en sus ojos medio cerrados—. Me encanta verte jugar al fútbol.
Eres tan sexy. Me excita. —Me pasa el dedo por el pecho—. ¿Quieres ir
a un sitio privado?
Le agarro la mano y miro a Jordyn.
Nos está observando con unos celos descarados deformando sus
facciones.
Un chico se le acerca y le dice algo. Ella me lanza una mirada atrevida
antes de empujarlo un poco hacia atrás, con una expresión coqueta en
el rostro mientras le rodea el cuello con los brazos y empieza a bailar
con él.
¡Joder, no!
—¿Caleb? —murmura la pelirroja, interponiéndose en mi camino.
—No me interesa —gruño sin apartar los ojos de Jordyn.
Empujo a la chica.
La furia se dispara cuando Jordyn sonríe, mierda. Es una de esas
educadas que usa con los clientes. Pero me importa un bledo. Todo lo
que veo es rojo. Casi me quemo cuando paso furioso por delante del
fuego hacia ellos.
15

Jordyn
—¿Quieres salir alguna vez? —Me pregunta Levi. Dice que tenemos la
misma clase de marketing estratégico, pero no reconozco su cara, que
el psicópata que marcha hacia nosotros probablemente reorganizará.
Grito cuando Caleb agarra el hombro de Levi y me arranca al aturdido
chico de encima, alzándose sobre él como una bestia.
—Mía —gruñe, atrayendo miradas curiosas.
Levi extiende las manos como si estuviera listo para pelear.
—Hombre, ¿cuál es tu puto problema?
Caleb está a punto de embestir cuando me esquivo y me interpongo
entre ellos.
—Sólo aléjate —le imploro a Levi—. Es un lunático.
Como si se diera cuenta de mi juego, me lanza una mirada de
desagrado antes de marcharse, agarrando una cerveza de una de las
neveras.
Me vuelvo hacia Caleb, con el corazón latiéndome deprisa. Sabía que
me seguiría hasta aquí. Lo esperaba. Lo que no esperaba era que dejara
que una zorra lo tocara como si tuviera derecho cuando él es... ¿Mío?
Él es mi cazador, y yo soy la presa adicta siempre hambrienta de
persecución.
Caleb llena el hueco, consumiendo todo mi espacio personal.
—Te lo dije. No entretengas a otros tipos. Sólo a mí.
Debo de ser tan retorcida como él porque el gruñido de su voz me
estremece hasta la médula.
—No soy de tu propiedad —grité, luchando por serenarme—. ¿Y no
estabas entreteniendo a una chica? Vi lo cerca que estabas. Incluso
dejaste que te tocara.
Entorna la mirada y esboza una sonrisa burlona.
—Estabas celosa. Bailar con ese tipo era tu forma de vengarte de mí.
—¿Celosa? —Suelto una carcajada—. Una mierda. Me da igual lo que
hagas o con quién te acuestes. —Mentira. La sola idea de que esté con
otra me provoca pura rabia—. Además, Levi era agradable. Quizá hable
con él en clase.
Caleb aprieta la mandíbula.
—Sigue provocándome, joder.
—¿Qué vas a hacer? —Me burlo.
Siento un hormigueo de calor en la piel cuando me agarra la mano.
—Deja que te enseñe. —Mirando por encima de mi hombro, grita—:
Scarlett, Jordyn y yo vamos a dar un paseo.
—Eh, está bien —responde ella y se encoge de hombros.
Jadeo mientras Caleb me arrastra entre los árboles.
—Suéltame —resoplo, retorciéndome para liberarme, pero me resulta
tan excitante.
Se detiene ante un árbol y me pone contra él. Se me escapa un chillido
cuando me aprieta la espalda, y me muerdo el labio para tragarme el
gemido al sentir su abultada polla en mi trasero.
—¿Sientes eso, Jordyn? —me raspa la oreja y me pasa la lengua
caliente por el lóbulo—. Así de duro me pongo cuando me provocas. Sé
que a ti también te excita. Por eso lo haces.
—No, no lo hago —argumento débilmente, agarrando el árbol mientras
el deseo me quema por todas partes—. Maldito pervertido.
Me estremezco cuando gime en mi nuca mientras me aprieta.
—Tengo tantas ganas de follarte. Quiero ver cómo te corres con mi
polla dentro de ti. Quiero que grites mi nombre. Dime que soy el único.
Quiero que me sientas en tu alma, Jordyn. Lo quiero todo.
—Estás loco —casi gimo. Mi coño está tan resbaladizo—. Obsesionado.
—Una parte de mí desea que me baje los pantalones y me folle aquí
mismo, contra este árbol, con todo el mundo cerca. Otra parte lucha
contra la lujuria y pierde.
Caleb respira profundamente en mi cuello antes de lamerme la piel.
—Sabes muy bien. Apuesto a que el resto de ti sabe igual de dulce.
—Uhh. —El gemido se me escapa.
Gruñe, con las manos recorriendo mis costados.
—Empecemos con tu primer beso.
—No te lo daré.
Su risa gutural me llena los oídos y me estimula aún más.
—¿Qué tal un reto, ya que a los dos nos gustan? Un gol por tu primer
beso.
—Que sean tres —suelto con una respiración entrecortada.
—Trato hecho. —Caleb vuelve a reír y yo aprieto los ojos, dándome
cuenta de que me he debilitado por completo.
Le doy un codazo en el estómago y por fin retrocede. Cuando me giro,
veo que se está ajustando la entrepierna.
—Tres goles para tu primer beso —declara.
—No marcarás tres goles.
—Oh, Jordyn. No has visto mis habilidades. Voy a volarte la cabeza el
sábado, nena. Prepara esos labios sexys para mí.
16

Jordyn
Las gradas son ruidosas, abarrotadas de hinchas ansiosos de ambas
universidades. El borgoña es el tono dominante, ya que estamos en
casa.
—Vaya —se maravilla Scarlett, observando a la multitud—. No sabía
que a la gente le gustara tanto el fútbol. Creía que sólo nuestro equipo
de fútbol recibía tanto apoyo.
—Eso está bien. —Echo un vistazo al campo mientras caminamos por
la banda. Los equipos están calentando.
Las mariposas empiezan una fiesta en mi barriga cuando hallo a Caleb.
Subimos y una amiga de Scarlett nos señala su banco. Se acerca para
que podamos sentarnos.
Poco después, suena el silbato que indica el comienzo del partido.
La gente se pone en pie de un salto y comienza a vitorear.
Nosotros hacemos lo mismo.
Las chicas levantan pancartas y gritan los nombres de los jugadores.
Muchos gritan por Caleb, teléfonos fuera para grabarlo.
Eso me recuerda a sus mejores momentos y lo poco profesionales que
parecen. Apenas captan su amor por el fútbol.
Me da una idea.
—Voy a hacer un highlight para Caleb —le digo a Scarlett y saco mi
teléfono.
Sus ojos verdes se dilatan. —Bueno, eso es un gesto considerado para
tu novio.
—No lo es —refunfuño y me dirijo al campo de fútbol antes de que diga
nada más, gritando junto con la multitud—. ¡Vamos, Ravens! ¡Woop!
Woop!
El partido arranca con mucho ímpetu. Pero a medida que pasa el
tiempo, empieza a parecer que será una primera parte sin goles.
Entonces Caleb se hace con el balón. Pulso el botón de grabación,
admirando lo bien que mantiene el control, abriéndose paso por el
campo. Dejo de respirar cuando lanza el balón con tanta fuerza que
vuela más allá de la cabeza del portero y cae dentro de la red.
—¡Gol! —gritan todos los aficionados a la vez.
La emoción me impulsa desde el banquillo.
Animamos a Caleb y al equipo.
Entonces me doy cuenta.
Ese fue el primer gol.
Tres goles por mi primer beso.
Oh, mierda.
Me hundo en el banco, con el corazón galopando con una forma
diferente de excitación. Se me eriza la piel al recordarlo apretado
contra mí en el bosque el lunes por la noche.
Scarlett me golpea el brazo.
—¿Estás bien?
Trago con fuerza y tarareo:
—Mmhm.
—¿En serio vas a hacerle un reel a tu novio? —se burla.
—No lo es... De todos modos, no debería ser difícil. Reuniré imágenes
de algunos partidos.
Entrecierra los ojos juguetonamente.
—No te culpo. Caleb es un gran jugador. Está trabajando duro.
Para besarme.
—Sí.
—Es el mejor del equipo —brama una chica detrás de nosotros—.
¡Vamos, Caleb! —Me entran unas ganas posesivas de abofetearla.
—Supongo que sí —se ríe Scarlett, devolviéndome la cordura.
Volviendo a centrarme en el partido, me maravillo ante las impecables
habilidades de Caleb.
Sin duda logrará esos tres goles.
¿Quiero que me bese? Es como preguntarse si el hielo está frío. La
respuesta es obvia, y me estremezco ante la idea de hacer algo más que
besarme.
El árbitro hace sonar el silbato para el descanso.
Los jugadores abandonan el campo y los espectadores se dirigen a la
zona de comidas y bebidas.
Scarlett me da una botella de agua y patatas fritas de su bolsa.
—Oh, espera, olvidé que conoció a tus padres. ¿Cómo fue? No me lo
dijiste.
Bebo un poco más y miro fijamente al campo mientras hablo.
—Confirmaron algunas cosas. Estuvimos en la misma casa de acogida.
Pero mis padres dijeron que nunca me llamé Dove. Sólo Jordyn.
Scarlett permanece callada, dejando que el ruido a nuestro alrededor
llene el fondo.
—Sin embargo, tuviste ese flashback. Lo recordaste agarrándote de la
mano.
—Si era él. Que estuviéramos en esa casa de acogida no significa que yo
sea Dove.
—Oye. Recuerda lo que dije, JD. No tienes que ser ella para salir con él.
Te gusta Caleb. Así que inténtalo.
Giro la cabeza para encontrarme con su mirada. Ella golpea mi rodilla
con la suya y sonríe.
—Es jodidamente obvio que te gusta el chico.
—Hm. Veremos cómo se desarrolla. ¿Quién sabe? Quizá vuelva algo
más.
Terminamos de comer los bocadillos.
Los vítores se reanudan cuando los jugadores salen para la segunda
parte del partido.
Es mucho más emocionante que el primero. Alston College sale súper
agresivo, marcando a los pocos minutos para empatar el partido.
—¡No! —Todos gimen en las gradas.
Cada jugador parece amplificado, ambos equipos tienen el control del
balón más o menos el mismo porcentaje del tiempo. Hay varios
intentos, pero ningún tiro a puerta.
Nos sentamos al borde del banquillo, ansiosos de que nuestra
universidad anote.
Los oficiales añaden tres minutos extra de juego.
La tanda parece inminente hasta que Caleb se escapa con el balón,
conduciéndolo hacia el lado contrario.
Los jerseys verdes le persiguen. Elude un placaje cercano y rodea a
toda velocidad al jugador, lanzando un potente disparo por el centro.
Aprieto la mano de Scarlett.
El balón vuela por encima de la cabeza del guardameta, no llega por
centímetros a la punta de sus dedos y se cuela en la red.
La euforia se apodera de las gradas como un maremoto.
—¡Gol! —Todos se ponen en pie de un salto y agitan pancartas, toallas y
cualquier cosa que tengan que represente a nuestra universidad.
Scarlett me choca los cinco dos veces.
La multitud permanece de pie durante el minuto restante. El órgano de
mi pecho late con fuerza por la expectación.
Quizás Caleb no consiga el tercer gol.
Pero justo en los segundos finales, prepara un potente tiro, enviando el
balón a través del grupo y dentro de la red.
Estallan los rugidos.
Suena el pitido final.
Dios mío. Tres goles para mi primer beso.
Lo hizo, mierda.
El equipo lo celebra en el centro del campo. Su entrenador y otros
oficiales se unen a ellos.
Todavía gritando de alegría, los aficionados bajan a toda prisa por los
banquillos hasta la línea de banda.
Los seguidores del Alston College se dirigen a la salida tras el apretón
de manos, con aspecto abatido por la derrota. Los jugadores agachan la
cabeza en señal de derrota mientras se marchan con su entrenador.
Llegamos al fondo de las gradas y nos quedamos en el sitio. Estoy
nerviosa por ver a Caleb. ¿Va a besarme aquí?
Le veo con un hombre y una mujer de la edad de mis padres y un chico
que parece unos años más joven que nosotros.
Su familia adoptiva. Están visiblemente orgullosos mientras lo celebran
con él.
—¿Quieres felicitarlo? —Scarlett comprueba.
Me toco el short, un desastre borroso por dentro.
—Le mandaré un mensaje más tarde.
—¿Segura? —confirma.
—Sí. Vámonos. —Una parte de mí corre antes de que me encuentre.
Scarlett sale para reunirse con Logan poco después de volver a la
habitación.
Poco después, recibo un mensaje de Caleb. Saber que estoy en su
mente en medio del caos de la celebración incita una dulce sensación.
¿Dónde estás?
Me tumbo en la cama, con el corazón acelerado mientras le contesto.
Ya me fui.
Enhorabuena por la victoria.
Su siguiente texto me hace palpitar entre los muslos.
Tres goles por tu primer beso.
Tendré mi recompensa.
Me muerdo el labio mientras paso los dedos por encima de las teclas,
demasiado nerviosa para responder.
Caleb manda otro mensaje.
Nos vemos a las 8 fuera de tu dormitorio.
Al menos me da unas horas para pensarlo detenidamente. Por otra
parte, ¿qué hay que pensar cuando anhelo sentir sus labios en los
míos?
De acuerdo.
Miro fijamente al techo, contemplativa.
¿En serio voy a encontrarme con él más tarde?
Sí. Lo hare.
17

Jordyn
Nunca había puesto tanto empeño en mi aspecto para un chico, ni
siquiera con el que salí durante una semana en el instituto. Sin
embargo, aquí estoy, cambiando de un atuendo a otro.
¿Es siquiera una cita?
No puedo creer que Caleb me tenga tan nerviosa después de jurar que
no le dejaría entrar en mi vida. Ahora no tengo ningún deseo de estar
lejos de él.
Me decido por un vestido de flores hasta la rodilla y unas bailarinas, me
dejo el cabello suelto y me maquillo con un poco de bálsamo en los
labios.
Compruebo mi teléfono cuando estoy lista. Son casi las ocho. Tomo mi
chaqueta de jean y bajo, temblando al salir del ascensor.
Caleb está fuera del edificio.
Me mantiene la mirada mientras me pavoneo por el vestíbulo y salgo
por la puerta de cristal. La intensidad con que me mira aumenta el
ritmo de mi corazón, que se convierte en un festival de mariposas en el
estómago.
—Estas preciosa. —Su cumplido recorre mi piel como una pluma—.
Como siempre.
Me aclaro la garganta para responder.
—Gracias. ¿No querías celebrarlo más tiempo con tu equipo?
—Ya lo he hecho. Ahora quiero celebrarlo contigo.
—Hm. —Me muevo de una pierna a otra mientras jugueteo con mi
chaqueta.
Caleb entrecierra los ojos y esboza una media sonrisa socarrona.
—No estés tan nerviosa.
—No lo estoy. —Pero está en mi voz—. Sólo voy contigo porque tengo
hambre y se me antoja una hamburguesa.
Carraspea.
—Claro.
Se me escapa un suspiro tembloroso cuando me agarra de la mano y me
lleva hasta su auto.
Miro su mano y luego a él, humedeciéndome los labios ante la fantasía
de tocar su piel, rastrear los lunares de su cuello y peina con los dedos
su cabello.
Tal vez sea yo la obsesionada. No hay otra explicación para las intensas
emociones y el caótico deseo que me queman por todas partes.
Caleb se va del campus en cuanto estamos en el auto.
Minutos después, entra en un restaurante y centro de juegos que abre
hasta tarde.
Salimos del auto al mismo tiempo.
—¿No estás cansado después del partido? —le pregunto.
Sonríe.
—Nunca estoy demasiado cansado para ti. Me quedaría despierto toda
la noche contigo si me lo pidieras.
El calor inunda mis mejillas y ni siquiera puedo responder.
—Vamos a divertirnos.
Entramos en el animado edificio y nos detenemos en la entrada,
mirando a nuestro alrededor. Hay bastante gente pasándoselo bien.
—Tú eliges primero —declara Caleb.
—Esa. —Señalo la mesa de air hockey vacía.
Nos acercamos, y él pone dinero en efectivo en el lado para iniciar el
juego.
Los dos somos grandes jugadores, pero Caleb no es rival para mí. Se ríe
a carcajadas cada vez que marco. Su reacción lo hace aún más
divertido.
Aplaude cuando gano, parece impresionado.
—Bien.
Levanto los hombros y me encojo de hombros.
—Mis padres me enviaron a un campamento de verano durante la
secundaria para ayudarme a hacer amigos. Tenían hockey de aire. Al
día de hoy sigo siendo campeona.
—Ja. —Mira alrededor del lugar—. ¿Qué tal baloncesto?
—Claro.
Nos acercamos a los aros vacíos. Caleb pone en marcha la máquina y
empezamos a encestar de inmediato, intentando batirnos unos a otros
antes de que se acabe el tiempo.
—¡Uf! —Gruño cuando fallo un tiro.
Caleb se ríe.
—Puede que no tenga suerte con esta.
—Eso ya lo veremos —bromeo, riéndome cuando él también falla
algunos tiros.
Llega a los últimos segundos y aumentamos la velocidad de
lanzamiento, riéndonos de nuestros intentos fallidos.
La máquina emite un zumbido cuando se acaba el tiempo.
Caleb comprueba el marcador y resopla al darse cuenta de que le he
vuelto a ganar.
—¡Sí! —Suelto una risita excitada.
Me observa con deleite.
—Sabes que te dejo ganar.
—Excusas, excusas —me burlo y continúo con mis risitas.
Caleb resopla y mira a su alrededor hasta que se decide por otro juego.
Jugamos a ese y pasamos al siguiente. Antes de que nos demos cuenta,
ya hemos jugado a varios, y me duele la barriga de tanto reír.
Al tener suficiente, comemos hamburguesas y helado, y volvemos al
campus.
No hace falta ser muy convincente para pasear con Caleb y hablar de
todo.
Cuando llegamos a la parte del campus donde están la mayoría de los
árboles, me tira a la hierba con él.
Suelto una risita mientras me caigo un poco.
Me observa con asombro.
—He echado de menos oírte reír. Ahora suena diferente porque eres
mayor, pero sigue sonando igual.
Me invade un sentimiento de tristeza, me meto el cabello detrás de las
orejas y miro hacia abajo.
—¿Recuerdas a alguien más de la casa de acogida?
Suspira.
—Honestamente, apenas presté atención a nadie más aparte de ti.
—Hm. —Si no soy Dove, podría ser uno de los chicos en los que no se
fijó.
Tiemblo cuando Caleb me toma de la mano en la hierba y me acaricia
suavemente los dedos.
No me quedan fuerzas para negar mis sentimientos, así que permito
que me toque.
Hay sombra donde estamos junto a los árboles. La gente podría no
vernos. Pensar en eso me acelera el pulso porque me da la sensación de
que podríamos salirnos con la nuestra en ese lugar.
Aparto el pensamiento y sigo hablando.
—Hoy has jugado muy bien. Me impresionaste de verdad.
—Gracias. Hice lo que pude.
—He visto a tu familia. Parecen apoyarte mucho. Después de lo que me
contaste, me alegro de que tengas gente que se preocupe por ti.
—Quería que los conocieras. —Me aprieta la mano—. Están aliviados de
que te haya encontrado. Aún no puedo creerlo.
Quiero ser ella. Quiero ser la chica que ve cuando me mira con tanta
hambre.
—¿Te has divertido esta noche conmigo? —me pregunta, su voz grave
provoca un zumbido por todo mi cuerpo.
—Sí —se filtra casi en un susurro—. Lo hice.
—Bien. Ahora sabes que no hay nada que temer de mí.
Me humedezco los labios y levanto la barbilla.
—¿Quién dice que tengo miedo?
—Cierto. No se trata de miedo. Te encanta la persecución. Aguantarás
todo lo posible antes de admitir finalmente que me deseas.
—¿Qué te hace pensar que te deseo? —digo en un tono cercano al
coqueteo.
—Tu cuerpo te traiciona, Jordyn.
Caleb se aferra a mi cuello y, antes de que pueda pronunciar palabra,
me aplasta la boca, besándome vigorosamente.
Tira de mi cuerpo hacia él mientras enreda su lengua mentolada con la
mía, y no puedo evitar gemir por la oleada de excitación.
La forma en que devora mi boca es abrasadora, una llamarada
imparable que se abre camino hasta cada parte de mi cuerpo.
Me duele entre las piernas y me estoy empapando.
Nos besamos en público, pero no me irrita en absoluto, ni siquiera
cuando me aplasta en la hierba.
Caleb me aprieta la cintura, gime y me besa con inmensa pasión, como
si no fuera a tener otra oportunidad.
—Mierda —gruñe en mis labios—. Quiero más. Te quiero toda.
Sólo puedo gemir en respuesta.
Caleb rechina contra mí mientras vuelve a besarme.
Siento la tensión de su polla en mi pelvis, y eso me impulsa a separar
las piernas.
Envuelta en una necesidad carnal, arrastro las manos por su firme
espalda, arqueando y meciendo las caderas bajo él.
Mueve las manos por mi cuerpo, y no lo detengo cuando las desliza por
debajo del vestido, acariciándome los muslos.
Su tacto en mi piel podría volverme loca. Eso y su beso podrían
empujarme al orgasmo.
Esto es tan salvaje.
Estamos follando en seco en público.
Las ganas de ir a su dormitorio y dejar que me tenga son muy intensas.
Quizás podría...
Algo cambia en mi cabeza y se abre un recuerdo. Está borroso, pero
distingo a un chico de pie junto a una puerta mirando hacia fuera. Sus
mechones rubios y arenosos brillan con los rayos del sol, que lo perfilan a
la perfección.
Hay tanta adoración mientras le observo.
Tanto anhelo. Ojalá se girara y me mirara.
Una vez.
—Caleb... —Llamo al recuerdo, dándome cuenta de que es el tipo que
está tumbado encima de mí ahora—. Caleb.
Se levanta para mirarme.
—¿Qué pasa, cariño?
Me zafo de él y me levanto, llevándome la mano al pecho mientras
intento calmarme.
—¿Jordyn? —Se endereza a su altura—. ¿Qué ha pasado? ¿He hecho
algo? —No —exhalo—. Creo... que me acordé de ti. —¿Qué? —Parece
emocionado.
—Estaba borroso, pero estoy segura de que eras tú. —Alargo la mano
para deslizar mis dedos por su sedoso cabello, diciendo suavemente—:
Eras tú.
Caleb ríe bajito y me agarra la mano.
—¿Estás bien?
—Sí. —Me alejo para alisarme el vestido y arreglarme la chaqueta—.
Um, no puedo creer que nos estuviéramos besando justo aquí.
Se burla.
Nos quedamos callados un rato hasta que cierra el pequeño espacio que
nos separa y me toca el brazo.
—¿Segura que estás bien?
Asiento con la cabeza.
—Debería volver al dormitorio.
Me agarra de la mano mientras empezamos a caminar en esa dirección. Al
llegar al edificio poco después, Caleb me gira para que le mire antes de
entrar.
—Llámame cuando te levantes. ¿Te vas a casa?
—Um, no. Tengo algo que hacer. Te llamo después.
—Claro. —Me atrae hacia su pecho para darme un sensual beso. Cuando
termina, me dice—: Buenas noches, Jordyn.
—Buenas noches, Caleb.
Le regalo una dulce sonrisa por primera vez antes de separarnos.
Es tan emocionante y aterrador haber recordado algo.
Tal vez soy Dove, después de todo.
Pero como mis padres no tienen ni idea. Sólo hay otra persona que
puede darme las respuestas.
18

Jordyn
La Dra. Sharma abre la puerta con una cálida sonrisa.
—Hola, Jordyn. Pasa, por favor. —Hacía años que no la veía. Aún
parece joven, sin apenas arrugas en su rostro marrón sepia.
—Siento molestarla un domingo —le digo al entrar en su casa de
campo.
—No es ninguna molestia. Siempre estoy aquí cuando necesites hablar.
—Me hace un gesto con la mano y entro en la acogedora sala donde se
reúne con los clientes.
—¿Café o té? —me ofrece mientras me siento en el familiar sofá gris.
—No, gracias.
Sentada en el sillón frente a mí, junta las manos sobre el regazo
mientras me observa.
—Entonces, ¿qué está pasando?
Me toco el pantalón mientras hablo.
—Hace poco conocí a un chico, pero no a uno cualquiera. Caleb es de
mi pasado, y anoche, mientras nos besábamos, se disparó un recuerdo
de la casa de acogida. No es la primera vez que me provoca un
flashback.
—Ya veo. Los sentimientos intensos pueden traer recuerdos positivos.
Yo no me preocuparía demasiado.
—No es por eso que pedí verte.
Ladea la cabeza.
—¿Qué pasa?
Me tomo un momento antes de explicarme.
—Bueno, pensé que tal vez podrías ayudarme a retroceder.
Sus cejas se levantan sorprendidas.
—¿Retroceder?
—No por completo —añado rápidamente—. Hasta el tiempo en la casa
de acogida. Necesito pruebas de algo.
—¿Pruebas de qué?
—Que soy quien Caleb cree que soy.
La Dra. Sharma se lo piensa un momento y suelta una larga exhalación.
—Jordyn, eso es arriesgado. Existe la posibilidad de que abras las
compuertas, y ese torrente de recuerdos traumáticos podría causar
graves daños.
Dejo que sus palabras calen hondo.
—Podrías sacarme en cuanto notaras que estoy en apuros. Es sólo el
hogar de acogida. En el momento en que encuentre la respuesta eso
será todo.
Ella suspira.
—¿Tus padres apoyan esto?
—No saben que estoy aquí —admito—. Prefiero no preocuparles. Doc,
por favor. Necesito saber si soy la chica de Caleb.
El silencio se prolonga hasta que me dice:
—De acuerdo. Si es lo que quieres. —Mientras abre el cajón de la mesita
auxiliar para sacar su objeto pendular, me tumbo en el sofá e intento
relajarme.
El tic-tac llena la habitación.
—Cierra los ojos y respira hondo. Inspira por la nariz y espira por la
boca.
Hago lo que me dice y repito la técnica varias veces.
—Déjate llevar —aconseja—. No luches contra ello.
Mi cuerpo empieza a hundirse más y más. Fluyo por la nada, buscando.
Se me escapa un suspiro cuando mis pies tocan el suelo. Me estabilizo
y miro a mi alrededor. Me rodea un mar de árboles. Ya había estado
aquí de niña. Es una sensación de paz familiar.
—¿Estás en el bosque, Jordyn? —La voz de la Dra. Sharma resuena,
junto con el tic-tac del péndulo.
—Sí —murmuro.
—¿Ves el rastro?
Me doy la vuelta y veo un camino entre los árboles.
—Sí.
—Bien. Síguelo hasta que llegues a la puerta.
Manteniendo la calma, empiezo a caminar, reduciendo la velocidad
hasta detenerme cuando la puerta de madera se hace visible.
—La veo.
—Ahora, concéntrate en la casa de acogida, y sólo en ese momento.
Abre la puerta cuando estés lista.
Respiro profundamente, pienso en Caleb y en aquella época de mi vida,
giro el pomo y entro.
Una luz cegadora me envuelve.
Levanto las manos para protegerme los ojos.
Cuando por fin se aclara la luz, observo mi entorno.
Estoy en un pasillo. Oigo voces de niños en el piso de abajo. Parecen
felices.
Hay tanta amabilidad en este lugar.
Algo me trajo hasta aquí.
Me dirijo hacia una puerta abierta y me asomo a la habitación.
Un chico con el cabello rubio arenoso está en el suelo, y una chica
está a su lado. Su cabello es castaño suave como el mío y le cuelga de
los hombros.
Están jugando a las cartas y riendo.
¿Me estoy mirando a mí misma? ¿Es un recuerdo con Caleb?
¿Por qué siento celos? Tengo la sensación de estar escondiéndome,
espiándoles.
—He ganado —grita emocionada.
—Te dejé ganar —refunfuña Caleb. Veo que no ha cambiado mucho.
Ella hace un mohín y él le toma la mano. El resentimiento cubre mi
cuerpo al instante.
—Está bien. Sólo estoy bromeando. —La choca y se ríen.
La tristeza estalla en mi pecho.
Ojalá se riera por mí.
—No más —dice—. Me muero de hambre.
—De acuerdo. Vamos a comer. ¡Ah! —Sus ojos marrones se expanden
—. Casi lo olvido. La Sra. Anders va a hacer albóndigas esta noche.
Se levantan del suelo de un salto, y yo me escabullo rápidamente y
me meto en otra habitación, espiándoles mientras corren por el
pasillo.
Un pensamiento llena mi cabeza. Si ella no estuviera aquí, él se
fijaría en mí.
Sería mi amigo.
Nunca tuve a alguien como Caleb. Es tan amable. Tan bueno.
Dove. Desearía ser ella y, al mismo tiempo, desearía que no estuviera
aquí.
Grito cuando la oscuridad se cierne de repente y lo sumerge todo. El
pasillo retrocede junto con las habitaciones.
—¡Pequeña mierda! —resuena a mi alrededor—. ¡Eres igual que tu
madre! —La voz es cada vez más fuerte. Oigo gritar a un niño.
Hago una mueca de dolor de cabeza y caigo de rodillas.
Los gritos continúan.
Me tapo los oídos. Me duele todo.
—¡Jordyn! ¡Abre los ojos! ¡Jordyn!
—¡Uf! —Salto hacia adelante, jadeando mientras miro a mí alrededor.
Estoy de vuelta en el sofá con la Dra. Sharma agachada a mi lado, la
preocupación velando sus rasgos.
Siento las mejillas húmedas. Me las limpio con las palmas de las
manos.
La Dra. Sharma se endereza para detener el tic-tac.
—¿Estás bien? Estabas empezando a ir a más.
Trago saliva con dificultad para hablar.
—He oído algo. Sólo un poco. Pero estoy bien.
Se sienta en su sillón.
—¿Encontraste la respuesta que buscabas?
Resoplo y me siento en el sofá.
—No estoy segura. Al principio, pensé que me estaba viendo a mí
misma a los once. Pero las emociones... Estaba llena de celos.
Simplemente... no lo sé. Tendré que intentarlo de nuevo.
Suspira. Es obvio que está aprensiva.
—Es tu decisión. Tómate tu tiempo para pensarlo detenidamente. No
dejes que nadie te influya.
Asiento con la cabeza.
—No lo haré. Esto es por mí. —Y Caleb.

Estoy un poco agitada después de la sesión con la Dra. Sharma, tanto


que llamo para faltar al trabajo. Los domingos son opcionales, de todos
modos.
Scarlett va a un sitio universitario con Logan y sus amigos. Le envío un
mensaje a Caleb y le acompaño para relajarme.
Mientras Logan juega al billar con los chicos, Scarlett y yo nos
sentamos en una mesa alta.
—¿Qué pasa, JD? Pareces preocupada. ¿Dónde has ido hoy?
Bebo un poco de refresco antes de hablar.
—Quería saberlo con seguridad. Fui a ver a mi terapeuta.
La preocupación llena sus ojos verdes.
—¿Estás bien?
—Sí. Un poco abrumada, pero no fue tan malo. Desbloqueé un recuerdo
de Caleb y Dove, o de mí. No puedo decirlo con seguridad. Pero los dos
niños que vi parecían tan unidos. Realmente tenían un vínculo
especial.
—Estás celosa —afirma con precisión, siempre buena leyéndome.
Mis hombros caen.
—Eso es lo que sentí cuando los vi. Tal vez sea la razón por la que
estoy tan emocionada ahora. Como si estuviera feliz de tenerlo por fin.
Sus ojos se dilatan.
—Espera. Hay algo diferente en ti. ¿Se besaron?
Echo un vistazo a mi bebida, volviéndome tímida.
—Sí.
—¡Oh, Dios mío! —Me da una palmada en el brazo—. ¿Por qué estás
siendo tan reservada? ¿Cuándo ocurrió?
—Anoche. Caleb me sacó un rato. Caminamos por el campus y luego
sucedió. —Me abstendré de compartir que nos dimos un revolcón en
público—. También desencadenó un recuerdo de él. Por eso fui a ver a
la Dra. Sharma hoy.
Scarlett exhala un largo suspiro.
—Ya veo. Entonces, ¿vas a volver a verla?
Me encojo de hombros.
—Me lo estoy pensando.
Una expresión socarrona disipa su preocupación cuando vislumbra algo
por encima de mi hombro. Mueve las cejas.
—Tu primer beso está aquí.
Giro, mi ritmo cardíaco ya está subiendo.
Caleb nos sigue mientras sus amigos se detienen en una mesa. Él
reconoce Scarlett con un movimiento de cabeza.
Me lanza una mirada socarrona antes de pavonearse hacia Logan.
Caleb me mira un momento sin hablar y luego dice:
—Me has ignorado todo el día. No está bien.
Me burlo.
—Te mandé un mensaje para avisarte de que estaba aquí.
—Esperaba una llamada antes. ¿Qué ha pasado?
Recordando la visita con la Dra. Sharma y aquel recuerdo de la casa de
acogida, bajo la cabeza.
Caleb engancha su dedo bajo mi barbilla, haciéndome levantar la vista
de nuevo.
—Puedes hablar conmigo de cualquier cosa. No importa de qué.
Quiero borrar el sentimiento de celos. Anhelo que me encienda como lo
hizo la noche anterior.
Le toco el brazo, le miro a los ojos y le digo con valentía:
—Necesito algo.
Su mirada se vuelve intensa, la comprensión evidente.
Agarrándome de la mano, Caleb me conduce hacia la salida y rodea el
edificio por una zona sombría.
Me aprieta contra la pared y conquista mi boca con un beso codicioso,
empujando dentro de mi cuerpo.
Acaricio su espalda erráticamente, sumergida en la embriagadora
ráfaga de lujuria.
Más que nada, quiero a este chico. Lo necesito. La atención que me da.
Su pasión. La forma en que me atrae con su fuerza impecable. Lo
quiero todo.
Es una fijación. Ambos la tenemos por el otro.
—¿Es esto lo que quieres, nena? —me gruñe en los labios.
—Sí —se filtra.
Me estremezco cuando desliza sus manos por mi falda de jean y
empieza a levantármela.
—¿Recuerdas cuando te dije que te iba a besar por todas
partes? —Sí —vuelvo a decir, dando mi consentimiento para
más.
Un suspiro tembloroso sale de mis labios cuando Caleb desliza su mano
dentro de mi ropa interior y me toca el coño.
Gime mientras pasa sus dedos por mi excitación.
—Mierda. Estás empapada.
Caleb me besa salvajemente un poco más y luego aparta la boca.
—Te haré sentir bien. —Se agacha ante mí.
Mis ojos se abren de par en par cuando levanta mi pierna y la coloca
sobre su hombro. Me aparta la ropa interior.
—¡Uf! —grito y aprieto la cabeza contra la pared mientras él planta su
boca en mi calor—. Oh... Dios.
Me agarro a su cabello, tirando de él mientras gira su lengua en la
entrada.
El placer aumenta cuando empieza a frotarme el clítoris.
—Tan jodidamente dulce —gruñe—. Y es mío.
La presión se acumula en mi interior y recorre todo mi cuerpo como un
rayo azul.
Se me ponen los ojos en blanco y empiezo a temblar. El nombre de
Caleb cae de mis labios repetidamente mientras alcanzo el clímax sobre
su cara, aún enterrado entre mis muslos.
Mientras desciendo del subidón, me coloca la ropa interior en su sitio y
baja la pierna. Se endereza y se limpia la boca con la palma de la mano.
Me bajo la falda y nos miramos en silencio durante unos segundos
antes de que me dé otro beso salvaje, dejándome saborear.
Caleb se echa hacia atrás y apoya la frente en la mía mientras me
agarra el cuello con las dos manos.
—Hay tanto que quiero compartir contigo. Tanto que quiero hacer
contigo.
Tenemos ocho años de distancia que compensar, y estoy deseando
empezar.
Oír mencionar el tiempo transcurrido tras la pérdida de Dove me
produce una sensación de tristeza en el estómago.
Me aparto de él y miro las luces de la ciudad a lo lejos. Estamos en una
pequeña colina que ofrece una bonita vista.
Caleb me toca el hombro y me pregunta:
—¿Qué pasa?
—Me duele la cabeza de repente. Necesito recostarme.
—Te llevaré de vuelta.
Salimos de las sombras y nos dirigimos a su auto. Le envío un mensaje
a Scarlett diciéndole que me voy con Caleb mientras él se marcha y
llega al campus minutos después.
Me quedo en el auto incluso después de que apague el motor.
Caleb me agarra la mano en el regazo.
—¿Qué pasó entre anoche y hoy, Jordyn? Pareces apagada.
Le miro, distinguiendo sus rasgos en la penumbra del auto.
—He visitado a mi terapeuta.
Él aprieta su agarre.
—Jordyn...
—Desbloqueé un recuerdo de la casa de acogida. Estabas sentado en
una habitación de arriba, jugando a algún juego de cartas con Dove o
conmigo.
—Tú. La misma persona. —Resopla—. Siempre jugábamos a las cartas.
Te enseñé todos los juegos que aprendí de mi madre. En sus días
buenos, y cuando su novio no estaba, me enseñaba cartas.
Le rozo cariñosamente la mandíbula con el pulgar.
—Me contarás sobre...
—Todavía no —dice seriamente—. Algunas partes son demasiado
oscuras.
Todavía nos estamos acercando.
—Está bien —digo en un susurro.
Caleb frota su pulgar sobre el pulso de mi cuello.
—No busques los recuerdos. —Eso me sorprende.
—¿No quieres que recuerde?
Sacude la cabeza.
—Lo recordaré por los dos. Te lo dije, Jordyn. Si meterte con el pasado
te hace daño, no quiero que lo hagas. Me doy cuenta de que estás
abrumada. No quiero que sufras porque intentas recordarme.
Centrémonos en el presente. Crearemos nuevos recuerdos. ¿Trato
hecho?
No puedo evitar sonreír y ceder.
—Trato hecho.
Caleb se inclina para darme un beso ardiente que me deja sin aliento.
—¿Vas a admitir por fin que me deseas? —me raspa los labios.
Sonrío.
—¿Dónde está la diversión en eso?
Su pecho retumba con un gruñido sexy.
—Entonces parece que sigo persiguiéndote. No pasa nada, nena. Te
perseguiré para siempre.
19

Caleb
La adrenalina me acelera el corazón.
Respiro con dificultad, empapado en sudor y gotas de lluvia. La
llovizna sólo hace que sea más difícil cuando todos nos deslizamos por
la hierba mojada.
Vamos perdiendo por un gol. No tengo ni idea de cuánto tiempo queda,
pero tenemos que marcar rápido.
Al igual que Alston, la Universidad de San Andrés es uno de nuestros
mayores rivales. Será una inyección de confianza lograr la victoria sobre
ellos.
Observo a Bobby en la banda. Nuestro centrocampista se esfuerza por
mantener el balón dentro mientras evita una entrada.
Mi oponente apenas me deja espacio para respirar. Lo esquivo y lo
rodeo, creando un pequeño espacio para mí.
Es el momento.
Es arriesgado, pero aprovecho la oportunidad y le hago una señal a
Bobby de que estoy abierto.
Nuestro centrocampista pasa el balón sin problemas y oigo al defensa
gruñir a mi espalda mientras me dirijo hacia su área.
—Maldita sea —gruñe, luchando por arrebatarme el balón.
Me lo quito de encima sin hacer falta y disparo.
Su portero se echa a un lado, gritando mientras intenta bloquear mi
intento.
El balón pasa entre sus dedos y entra en la portería, provocando los
rugidos de nuestros seguidores.
—¡Sí! —grito, levantando los puños y celebrándolo con mis
compañeros.
Somos breves y volvemos a meternos en el partido.
A los pocos segundos, Dante se hace con el balón y corre por el centro.
Mi respiración se detiene cuando va por él.
Lo observo con ansiedad.
El balón pasa por encima del portero.
Más vítores estallan en el aire cuando golpea la red.
—¡Claro que sí! —grita Dante.
Volvemos a estar por delante. Todo lo que queda es mantenerlos a raya.
Nuestras defensas permanecen inquebrantables hasta el sonido del
pitido final.
La euforia estalla en mi pecho.
Otra victoria en los libros.
La celebración continúa incluso cuando la llovizna se convierte en
aguacero.
Mantenemos la deportividad y estrechamos las manos de los jugadores de
St.
—Oye, gran partido, hombre —le digo mientras le tiendo la mano a mi
rival.
Él ignora mi mano, con cara de disgusto.
—No eres tan grande como crees, Rosmond. No ganarás la próxima. No
llegarás a la final.
—Como el infierno, que no —le respondo ya que quiere ser jodidamente
desagradable—. Mira mis estadísticas. Soy así de bueno. Te enseñaré un
par de cosas en el próximo partido.
—¡Que te jodan! —Se acerca como si quisiera pelear.
Me mantengo firme, listo para cuadrarme con el idiota.
Su compañero le agarra del hombro al mismo tiempo que Dante se
acerca a mi lado para retenerme.
—No lo hagas —me advierte en contra.
El idiota me lanza una mirada amenazadora por encima del hombro
mientras se alejan.
—¿Qué mierda le pasa? —gruño.
—Escuché que lo pasaron por alto para una oportunidad en el club
Hartford. Probablemente esté amargado ya que se dice que están
comprobando tu actuación.
Peino mis mechones mojados.
—Aunque sea así, el tipo tiene que controlarse.
Dante se ríe entre dientes y me empuja juguetonamente.
—Venga, hermano. Hemos ganado. Vamos a celebrarlo.

Jordyn me dedica una dulce sonrisa cuando abro la puerta.


—Hola. Felicidades por otra victoria. Siento no haber podido quedarme
todo el partido.
—No pasa nada. Tenías que trabajar.
Echa un vistazo a mi habitación como una gata curiosa, fijándose en
mis pósters de fútbol y en los objetos bien ordenados de mi cómoda.
Cierro la puerta, la recorro con la mirada y me muerdo el labio. Sus
piernas delgadas y suaves están a la vista gracias a los pantalones
cortos, y su camiseta de tirantes deja al descubierto su vientre plano.
Joder. Me muero de ganas de recorrer su cuerpo con los dedos.
Esta debe ser la razón por la que fue a la residencia después del trabajo.
Sé muy bien que no se paseó por el restaurante con esa ropa. Su jefe no
lo habría permitido.
—No mencionaste el género —dice, tomando más de mi espacio.
—Terror, por supuesto. —Despejo los pensamientos sucios y agarro
agua de mi mini-nevera— ¿Quieres beber algo? También tengo
aperitivos.
—¿Palomitas? —Se vuelve hacia mí después de ojear los modelos de
diseño de mi mesa de estudio.
—Sí, e incluso son de caramelo salado.
—Ooh. El camino a mi corazón. —Me las quita de la mano y abre la
bolsa.
Suspiro.
—Ojalá fuera tan fácil.
Jordyn resopla y se mete las palomitas en la boca.
Dejo dos botellas de agua en la mesilla, me siento en la cama y preparo
el portátil.
Sin dudarlo, ella camina hacia el otro lado, se quita las zapatillas y
baja, con las piernas estiradas, de espaldas contra la pared.
Apoyo el portátil sobre mí y le pregunto:
—¿Puedes ver bien la pantalla?
—Mmhm. —Pone las palomitas en la mesilla de su lado— ¿Qué tal el
partido? Tuviste que jugar bajo la lluvia.
—Sí, fue duro. Pero jugamos bien. —Entrecierro los ojos para mirarla—.
He anotado dos goles. ¿Cuál es mi recompensa?
Ella frunce los labios.
—¿Cuándo se decidió que tendrías una recompensa por anotar?
Sonrío.
—En el bosque, cuando me dejaste que te diera por el culo.
Sus ojos aletean y sus mejillas se enrojecen. Levanta la barbilla hacia el
portátil.
—La película.
—Bien, bien. —Me río entre dientes.
Apago la lámpara, pulso el play y me relajo a su lado mientras empieza
The Night House.
La película mantiene su factor espeluznante desde el principio,
haciendo que nos estremezcamos en los momentos de miedo. Me gusta
que Jordyn me agarre del brazo varias veces y se apoye en mi costado.
Me gusta que encuentre consuelo en mí.
Cuando termina la película, los dos gemimos.
Me acerco para volver a encender la lámpara.
—¿Qué tal estuvo?
—Tuvo sus momentos. Estuve confuso durante la primera mitad y me
sentí triste cuando las cosas se aclararon. Gran actuación.
—Sí, no estuvo mal. —Dejo el portátil sobre la mesa y me tumbo con la
cabeza en la almohada.
—¿No quieres ver otra? —pregunta.
La miro.
—No. Estoy cansado. Túmbate conmigo.
Se pasa un mechón de cabello por detrás de la oreja antes de tumbarse.
Estamos tan cerca que nuestros brazos se tocan, pero no lo suficiente.
Mira al techo, se pone las manos en el estómago y respira suavemente.
—¿Qué te preocupa? —le pregunto.
Mi corazón empieza a latir más rápido en cuanto me mira.
—Supongo que cada vez me doy más cuenta de que estar contigo me
hace sentir bien.
Me pongo de lado y le paso el dorso de la mano por el rostro.
—Quédate esta noche.
Se le escapa un jadeo nervioso.
—No estoy segura de si...
—Sólo quiero dormir a tu lado. —Me acerco para darle un beso
apasionado, con la polla endureciéndose mientras juego mi lengua con
la suya. Su boca sabe tan jodidamente bien. Y es aún mejor que gima.
Cuando termina, Jordyn asiente y me dice:
—Bien. Me quedo.
Me acerco a la lámpara y apago la luz. Jordyn se gira para que la abrace
por detrás. Cuando lo hago, apoya sus manos sobre las mías. Es como
si temiera perderme.
Bajo la cabeza y le doy un beso suave en el hombro, como
prometiéndole que seré suyo para siempre, y luego le dibujo un corazón
en la espalda con el dedo.
20

Jordyn
Es difícil no estremecerse cada vez que pienso en Caleb. Despertarme
con sus brazos a mi alrededor me hace sonreír incluso ahora.
—¿Qué haces?
Grito y me doy la vuelta, casi dejando caer la cámara de mi padre.
Aaron levanta las manos con cara de disculpa.
—Lo siento. No quería asustarte.
—No pasa nada. —Me calmo—. Descifrando esta cámara. —Meto la
GoPro en mi bolsa.
Él observa mi ubicación.
—Estás bastante escondida aquí entre los árboles. Sólo te he visto un
poco.
—Es tranquilo. —Pero lo es más porque aquí fue donde me di mi primer
beso con Caleb, y me gusta revivir el momento.
Aaron se detiene en mí un momento y luego pregunta:
—¿Cuánto falta para tu próxima clase? ¿Quieres comer algo en la
cafetería?
—Bien.
Sonríe y me tiende la mano.
—Vamos.
Le tiendo la mano y dejo que me ayude a levantarme del suelo.
Estamos a punto de empezar a andar cuando un mareo cae sobre mí y
me tambaleo un poco.
—Eh. —Aaron me mantiene firme—. ¿Estás bien?
—Estoy... —Las voces llenan mis oídos, y un recuerdo se desata en mi
mente.
Hay sol. Mi cabello ondea al viento.
Las olas rompen en la orilla y siento el olor salado del océano.
Los demás juegan en el agua, pero yo estoy sentada sola más lejos.
Rebusco en la arena con un palo hasta encontrar una pequeña
concha.
Me la pongo en la palma de la mano. Es de color pálido, con motas
marrones y amarillas.
—¿Qué tienes en la mano? —pregunta.
Levanto la cabeza.
Su cabello y su bañador gotean agua. Sus ojos marrones están llenos
de curiosidad.
—Una concha marina. —La vocecita que sale de mi cuerpo suena
débil.
Ella me tiende la mano.
—Déjame ver.
Se la doy, pensando que quizá ahora podamos ser amigos, y quizá
Caleb se fije en mí.
—¿Puedo quedármelo? —Ella pregunta sonriendo.
Algo dentro de mí quiere que me niegue.
—Bien —digo en su lugar.
Vuelve corriendo por la playa hasta donde están Caleb y los otros
niños.
—Mira lo que he encontrado —la oigo mentir, y me invade el odio.
¿Por qué ha hecho eso? ¿Por qué no puedo decírselo?
—Genial. Busquemos otras más grandes.
Mientras peinan juntos la arena, las lágrimas arden en mis ojos.
—¡Jordyn!
Aaron me aprieta hasta que el recuerdo pasa como una página. Justo
después empieza un dolor de cabeza y me masajeo las sienes para
aliviarlo.
—Jesús, ¿estás bien? —Me mira con los ojos muy abiertos por la
preocupación—. Te has desmayado por completo. Te llevaré a la
enfermera. No tienes buen aspecto.
No le hago caso.
—Estoy bien. Sólo necesito recostarme.
—Jordyn.
—No pasa nada. —Me apresuro a salir antes de que pueda detenerme y
llego al dormitorio en un santiamén.
Me tiembla la mano al abrir la puerta de la habitación. Al entrar, la
cierro de golpe y me dirijo a la cama, hundiéndome en ella.
El órgano de mi pecho me azota detrás de la caja torácica y todavía me
duele la maldita cabeza.
Ese recuerdo es una prueba significativa. Aclara el sentimiento de celos
y el alivio de tener por fin a Caleb. Pero no quiero creerlo.
Simplemente no puedo.
No cuando me estoy enamorando tan profundamente.

No es propio de mí faltar a clase, pero no podría soportar estar sentada


durante una lección después de lo que ha pasado.
Visitar a la Dr. Sharma y enviar mi mente atrás en el tiempo debe
haber empujado la bóveda. Con suerte, sólo se activarán los recuerdos
de la casa de acogida y no saldrá nada más.
Al saltarme las clases tengo dos horas antes de ir a trabajar, así que
cruzo el campus hasta el campo de fútbol.
Caleb está calentando con sus compañeros, pero parece que aún no han
empezado el entrenamiento.
Saludo a Aaron con la mano cuando mira hacia aquí. Me devuelve el
saludo y se demora un momento antes de que un hombre en chándal
llame su atención.
La chica con curvas que está en la banda me llama la atención. Está
grabando a los jugadores.
—¿Jordyn? —La voz de Caleb me enciende el cuerpo. El hecho de que
tenga tal efecto en mí es salvaje.
Me doy cuenta de que la chica está centrada en él mientras se acerca
trotando.
—Hola.
—¿Se enfadará tu entrenador? No quiero molestarte.
—Nunca podrías ser una molestia. —Se acerca para acariciarme la
mejilla—. Todavía tenemos unos minutos. Espero a los otros chicos.
¿Qué pasa?
Vuelvo a mirar a la chica.
—¿Quién es? ¿Por qué te está mirando?
Sonríe satisfecho.
—Alguien está celosa. Es Vicky. La prima de Dante. Me está haciendo
un reel. ¿No dijiste que necesitaba uno mejor sin chicas gritonas?
—¿Así que se lo pediste a otra fanática? —gruño, aún agitada por las
emociones de aquel recuerdo.
Caleb frunce el ceño.
—Vicky estudia cine. Hace cosas así todo el tiempo.
—Sí, claro. —Resoplo—. ¿Cómo le vas a agradecer su servicio? ¿Te la
follarás? Apuesto a que te follaste a las otras. He oído que tienes muchas
groupies.
—¿Qué demonios? —La confusión tuerce sus facciones y se mueve en
el sitio—. ¿Por qué actúas así?
—Olvídalo. Me voy a trabajar.
Me doy la vuelta para irme.
Caleb me agarra de la mano.
—No te vayas. Háblame. ¿Qué ha provocado esto?
—Nada —gruño y me suelto la mano.
—Jordyn...
—¡Rosmond! —Le grita su entrenador—. Por favor, no queremos
interrumpirte.
Mira hacia atrás y resopla.
—Mierda. —Volviéndose hacia mí, me dice—: Te recogeré más tarde.
Hablaremos de esto.
—No lo hagas. No quiero que me recojas. Me llevará Yuri, como anoche.
—No —gruñe—. Te veré a las nueve y hablaremos.
Caleb se apresura a volver con los demás, y proceden a un ligero trote
alrededor del campo.
Miro fijamente a la rubia de la banda antes de marcharme. Resulta que no
he cambiado mucho. Sigo sintiendo celos de las chicas que están cerca de
Caleb.
Uf. Ese maldito recuerdo se metió con mis emociones y me hizo actuar
como una imbécil cuando debería hacer lo contrario.
Es mejor centrarse en fortalecer mi relación con Caleb. Dejaremos
atrás el pasado y quizá eso borre a Dove y le permita verme.
21

Caleb
Estoy jodidamente desconcertado con Jordyn.
Es un milagro que haya pasado el entrenamiento sin meter la pata. En
cuanto terminamos, me apresuro a ducharme en mi dormitorio y
conduzco hasta el bistró.
Veo a ese pesado, Aaron, esperando en la
entrada. No me extraña que saliera del campo un
poco antes. ¿Qué demonios hace aquí? No deja
en paz a mi chica.
Salgo corriendo del auto. Mientras me acerco, Jordyn sale del
restaurante.
Ninguno de los dos se da cuenta de que me acerco.
—Hola —dice Jordyn amablemente.
—Pasaba por aquí y quería ver cómo estabas —le dice Aaron.
—Qué amable —me burlo—. Te gusta comprobar lo que no te pertenece,
¿eh?
Suelta un suspiro cortante.
—Menudo idiota.
—¿Qué has dicho?
—Para ya. —Jordyn se interpone entre nosotros antes de que lo agarre.
Me dirijo a ella, casi gruñendo:
—¿Es él la razón por la que estabas actuando raro antes?
Ella suspira.
—No. Aaron no hizo nada. Estaba frustrada. La tomé contigo.
Aprieto la mandíbula.
—¿Frustrada por qué?
Baja la mirada.
—Quizá seas tú —me lanza Aaron.
Eso me molesta.
—Parece que te cuesta entender. Te lo diré de otra manera.
—Caleb, no lo hagas. —Jordyn me presiona el pecho con las manos,
impidiendo que cargue contra él.
Miro al idiota que está detrás de ella.
—¿Por qué sigues aquí?
Levanta las manos como si estuviera exasperado.
—Nos vemos, Jordyn. Espero que te encuentres mejor.
—Lo hará —aprieto con dureza. —Me aseguraré de ello.
—Caray —murmura Jordyn, viéndole marcharse—. No tienes por qué
ser malo. Es mi amigo. Somos compañeros de clase.
Me acerco un poco más.
—No puedes ser su amiga. Le gustas.
Se burla.
—Tan posesivo.
—Lo soy. Estoy loco por ti, Jordyn. Eso es lo que me han hecho ocho
años de anhelo. Mis emociones se han intensificado. No hay razón para
preocuparse por otras chicas porque sólo te veo a ti. Sólo te deseo a ti.
Sus ojos se agitan ante mis palabras. Baja la cabeza y se muerde la
comisura del labio inferior.
Engancho un dedo bajo su barbilla y hago que vuelva a mirarme.
—Cuéntame qué ha pasado.
—Nada. —Aparta la barbilla—. No pasa nada.
Saco una barrita de cacahuete con caramelo salado del bolsillo de mis
jeans y se la enseño.
Cuando la acepta, esboza una sonrisa.
—¿Las llevas siempre encima?
—Sí. Sabiendo lo mucho que te gustan, siempre lo haré.
Chasquea la lengua, pero aun así me dice:
—Gracias.
—Vamos a dar una vuelta para que puedas hablar conmigo. —La tomo
de la mano y la arrastro hasta el auto.
Jordyn no protesta. Se mete en el asiento del copiloto cuando abro la
puerta.
Subo y arranco.
—Habla —le insisto, girando por la calle más transitada.
Tararea.
—¿Sobre qué? ¿Tu obvia locura?
—No hagas eso. No lo evadas. Ha pasado algo. Cuéntamelo.
—Tenía un mal día —dice tras un largo suspiro—. Cuando vi a esa chica
grabándote, me puse celosa —dice la última parte en tono bajo—.
Empecé a hacerte un Reel.
Me quedo atónito y agradecido a la vez.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Quería que fuera una sorpresa —refunfuña.
—Le diré a la prima de Dante que no se preocupe y que comparta
contigo lo que ya tiene.
—No lo hagas —implora ella—. Si es profesional como dices, será un
gran reel.
—Pero ahora tengo curiosidad por el tuyo.
Se queda callada un momento.
—Aun así, haré uno.
Eso me hace sonreír.
—Estoy deseando verlo. —Me acerco a la consola central para sujetarle
la mano en el muslo— ¿Esa es la única razón por la que estabas
enfadada?
La miro a tiempo para ver cómo entreabre los labios, pero no se atreve
a hablar.
Jordyn coloca su otra mano sobre la mía y hace suaves trazos en mis
nudillos.
—Creo que estoy lista para admitirlo —murmura.
—¿Admitir qué?
—Que te deseo.
Se me para la polla.
—Lo mejor que he oído hoy. Sigue.
—Me gusta cómo me persigues. Lo obsesionado que estás. —Se
estremece cuando deslizo más mi mano entre sus muslos—. Es una
locura —gime mientras la aprieto—. Tu fijación me excita. Quizá yo
también esté un poco obsesionada.
El deseo sube a un nivel increíble, haciéndome salir de la carretera
principal como un loco.
—¿A dónde... a dónde vas? —La lujuria puntúa su voz. Al igual que yo,
parece ansiosa por liberarse.
Giro hacia un lugar apartado, oculto por los árboles, y apago las luces.
—Sube atrás —gruño.
Jordyn exhala un suspiro tembloroso antes de subir al asiento trasero.
Salgo y me uno a ella.
Nos miramos en las sombras, respirando agitadamente.
Ella se apoya en la puerta.
—Caleb...— Su impaciencia va en aumento. Sé lo que quiere.
—Dije que te haría sentir bien, ¿no?
Sólo un gemido sale de ella.
Como un depredador jugueteando con su presa antes de devorarla,
deslizo mis manos por sus muslos con movimientos lentos y tortuosos
hasta llegar al botón de sus jeans.
Jordyn tiembla cuando empiezo a bajárselos junto con la ropa interior.
—Alguien podría vernos —murmura con la voz entrecortada por la
lujuria—. Nos meteremos en problemas.
—El riesgo aumenta la emoción. —Le tiro los jeans y las bragas a un
lado—. Pararé si me lo dices.
No me detiene.
Separo sus piernas en el asiento y ella se acomoda mientras yo bajo la
cabeza.
Se oyen jadeos dispersos mientras le doy besos en el interior de los
muslos.
Gime cuando la muerdo.
—¿Te gusta, nena?
—Sí. —Me peina el cabello con los dedos—. Hazlo otra vez.
—Lo que tú quieras. —Le doy un mordisco en el muslo, haciéndola
gemir y tirarme del cabello. Hago lo mismo en el otro muslo y me
zambullo en su empapado centro.
—¡Ah! —Jordyn se dispara hacia adelante en dulce agonía— ¡Joder!
Me doy un festín con ella como un animal hambriento, lamiendo,
sorbiendo y deslizando mi lengua vigorosamente en la entrada.
—Qué delicioso. Sabes tan condenadamente bien, Jordyn.
Arrastrando la mano por su cuerpo, rozo su pezón hinchado a través de
la tela antes de poner el dedo en sus labios.
—Chupa, nena —le digo con la voz ronca.
Jordyn abre la boca para que le meta el dedo. Me endurezco aún más
cuando ella lo rodea con su lengua caliente y empuja como si fuera mi
polla.
—Uno más —le pido, y ella acepta otro dedo, haciendo los mismos
movimientos sensuales con la boca.
Los retiro, dejo de devorar su coño y la miro.
—Dime si te duele.
Se estremece cuando le meto los dedos.
—Oh... Dios...
—Estás jodidamente apretada —tarareo su clítoris, lamiéndolo y
mordisqueándolo mientras entro y salgo de ella.
—Ca-Caleb —hipa, contrayendo los músculos alrededor de mis dedos.
—Córrete por mí, nena. Grita.
Los sonidos salvajes salen de ella mientras su cuerpo empieza a
temblar sin cesar.
—¡Ugh! —Se agarra a mis hombros mientras se desmorona por el
orgasmo, gritando mi nombre una y otra vez.
Cuando empieza a recuperarse, saco mis dedos de ella y los lamo.
Vuelvo a recostarme en el asiento y la miro mientras me ajusto la polla
en los jeans.
Ansío que llegue el día en que me deje metérsela hasta el fondo.
Jordyn se arrastra lentamente y me toca el bulto.
Me estremezco, anhelándola tanto.
La presión aumenta cuando me desabrocha los jeans y me baja la
cremallera.
—Jordyn... —gimo—. Tócala solo si lo deseas.
—Lo deseo —dice con confianza, y aprieto los dientes cuando mete la
mano en mis bóxers para agarrarme el pene.
—Es tan... —Sus ojos brillan en las sombras mientras examina la
longitud y el grosor—. Es enorme.
—Mm. Sigue haciéndolo con la mano.
—No. Quiero probar otra cosa.
Me baja los bóxers y los jeans, haciéndome levantarme del asiento para
bajármelos hasta los tobillos.
Levanto las cejas sorprendido cuando se coloca delante de mí, con el
rostro cerca de mi dolorida polla.
—Jordyn... cariño, no tienes que hacer eso.
Me hace callar y me agarra por la base.
—Deja que me ocupe de ti.
—¡Ah! —Mi cabeza cae hacia atrás cuando ella baja la boca hasta la
punta y hace girar su lengua—. Joder. Qué bien se siente.
Le aparté el cabello mientras ella aumentaba los movimientos. Me lleva
hasta el fondo de la garganta, con arcadas, antes de volver a subir.
—¿Lo estoy haciendo bien? —comprueba, retorciéndome con la mano.
—Eres increíble, nena.
Vuelve a dejar caer su boca sobre mí, yendo aún más rápido.
—Mierda —gruño, sintiendo el torrente de placer—. Jordyn, estoy
cerca.
Empiezo a sentir un cosquilleo mientras ella juega con mis huevos
hinchados.
Eso me lleva al límite.
—Joder, Jordyn —gruño—. Aquí viene....
No se mueve. Sigue chupándome hasta que la euforia me recorre el
cuerpo.
Bombeo con fuerza, gruñendo y temblando.
—¡Mierda!
Mi polla se descarga dentro de su preciosa boca hasta que no queda
más.
Jordyn gime y se traga hasta la última gota.
Se retira, se limpia los labios con la mano y se relaja a mi lado en el
asiento.
—Lo siento —exhalo—. No sabía si...
—Quería que lo hicieras —confirma—. Era una fantasía.
Me agarro a su cuello y la beso con voracidad, volviendo entre sus
muslos para arrancarle otro orgasmo.
22

Jordyn
Me corrí tres veces en el asiento trasero del sedán de Caleb.
Recordar el momento salvaje de hace dos noches me sube la
temperatura incluso ahora. Me muerdo el labio y agacho la cabeza un
poco más para ocultar la sonrisa, para que mis amigas no piensen que
estoy perdiendo la cabeza.
—He conseguido unas prácticas remuneradas —dice Nichole
entusiasmada—. Me voy a Los Ángeles en primavera a trabajar para una
marca de moda.
—Eso es increíble. —Scarlett la choca los cinco—. Felicidades, amiga.
—Sí, enhorabuena. —Cierro el libro que estoy leyendo—. Yo también
debería empezar a buscar prácticas.
—Pero no en primavera —implora Scarlett—. Nos vamos a las Bahamas
de vacaciones de primavera. Un regalo de mi padre.
—¿A las Bahamas? —Logan hace eco, levantándose de su regazo—. Me
vas a llevar contigo. ¿Verdad, nena?
Scarlett se chupa los dientes.
—Es un viaje para mi mejor amiga y para mí. Nada de chicos.
Se queja.
—Bien. De todos modos, tengo que ir a clase. —Agarra su mochila y le
da un dulce beso antes de enderezarse del césped.
—¿Zumba el sábado? —Confirma Nichole mientras recoge sus cosas.
—Claro —chirría Scarlett—. Me encantó. Gracias por convencernos.
—¿A nosotras? —murmuro.
Nichole chasquea la lengua y se pone en pie.
—No está tan mal. Es genial para tu cuerpo.
—Está bien. Lo intentaré otra vez.
—Genial. Nos vemos luego.
Scarlett se despide.
—Nos vemos, Nichole —le digo con una sonrisa.
Se desvía por el camino, atrayendo las miradas de los chicos con sus
voluptuosas curvas en jeans ajustados.
Scarlett vuelve a centrarse en mí.
—¿Cómo van las cosas con Caleb?
—Interesantes. —Dejo caer los ojos y pico la hierba.
—¿Qué pasa?
—Um... tuve otro flashback de Caleb.
Levanto la vista para ver su reacción.
Arruga las cejas.
—¿No es algo bueno?
—Sí, excepto que demostró que no soy Dove. Ella estaba allí en mi
memoria.
Hablé con ella.
Scarlett frunce el ceño.
—¿Se lo vas a decir a Caleb?
—Tengo miedo. —Se me caen los hombros de pensarlo.
La simpatía tiñe su rostro.
—JD, tienes que ser sincera con él. Además, han estado muy unidos.
Dudo que rompa contigo.
—Sigo recordando lo que me contó de sus relaciones anteriores. Dijo
que no podía dejar de buscar a Dove, y que por eso las cosas
terminaron. Temo que ocurra lo mismo si sabe que no soy ella.
Sus ojos verdes brillan de comprensión. Se acerca para darme un suave
apretón en el hombro.
—Mira a mi mejor amiga —murmura—. Estás enamorada.
Jadeo.
—Estoy...
Ella asiente lentamente.
—Sí. Ha sucedido.
Escupo una breve carcajada.
—Puede ser.
—Bueno, que sepas que no puedes ocultárselo. No te preocupes, JD. Por
la forma en que Caleb te mira, estoy segura de que nunca te dejará ir.
Pero yo no soy ella, me repito en mi cabeza.
¿Perderé a Caleb cuando se dé cuenta?
23

Caleb
El árbitro pita el final del partido.
—¡Sí! —grita Dante mientras nos chocamos los cinco y el equipo se
agrupa para celebrar otra victoria.
Estamos cada vez más cerca de la final.
Después de dar la mano al otro equipo, me reúno con mi familia en la
línea de banda.
—Has estado fantástico, hijo —me elogia papá dándome palmaditas en
el hombro—. Fuera de serie.
Mamá se ríe.
—La verdad es que sí. Enhorabuena, cariño.
Noah me devuelve el empujón juguetonamente.
—Nunca lo dudé.
—Gracias, familia —suelto una carcajada y me peino el cabello
sudoroso.
Busco a Jordyn.
Mi corazón da un vuelco cuando la veo venir entre la multitud.
—Un momento. —Me alejo de mi familia para encontrarme con ella.
—Enhorabuena. Has estado increíble. —Sus ojos brillan con la gran
sonrisa de su precioso rostro.
—¿Qué tal un beso sudoroso? —coqueteo.
Jordyn me mira por encima del hombro.
—Tus padres son... mmm... ....
Silencio sus palabras con un pequeño beso.
Sus mejillas se tiñen de rosa cuando le devuelvo el beso y se coloca el
cabello detrás de las orejas como si le diera vergüenza.
—¿Es Jordyn? —balbucea mamá, acercándose a papá y Noah.
—Oh, vaya —Noah mira embobado a mi novia—. Estás buenísima.
Le doy una palmada en la nuca, y papá suspira y le lanza una mirada
mordaz.
Jordyn resopla.
—Perdona. Ese es el idiota de mi hermano, Noah. Mis padres, Gavin y
Deanna.
—Encantada de conocerlos —dice Jordyn mientras les estrecha la
mano.
—Me alegro de conocerte por fin —dice mamá efusivamente—. Hemos
oído muchas cosas.
—Ah. —Me mira con expresión modesta.
—Deberías venir a cenar con nosotros —me ofrece papá—. Para celebrar
otra victoria.
Busco en su aspecto alguna incomodidad.
Pero Jordyn sólo sonríe y dice:
—Me encantaría. Gracias.
—Perfecto. —Mamá da una palmada—. Nos vemos en un rato entonces.
Se van.
Me vuelvo a centrar en Jordyn.
—No tienes que hacerlo si no quieres.
—Quiero —asegura—. Quiero saber más, ver dónde creciste. —Me clava
el índice en el hombro—. He visto a la prima de tu amigo grabando.
Debe de ser un material estupendo. Tocabas muy bien.
—Pfff. —No puedo evitar sonreír ante sus elogios—. Veo que también
has traído una cámara. —Señalo la GoPro que lleva en la mano
izquierda.
Mueve las cejas.
—Estas fotos son para mi colección personal.
Me río entre dientes.
—¿Ah, sí? Sabes que podría darte un mejor espectáculo en mi
habitación más tarde.
Jordyn pone los ojos en blanco.
—Bueno, me voy a duchar. Nos vemos en mi auto, digamos en unos
cuarenta minutos o así. Antes voy a salir con el equipo.
Se ríe. —Por supuesto. Felicidades de nuevo.
—Gracias, cariño. He jugado incluso mejor porque me estabas mirando.
—Le guiño un ojo.
Eso la hace reír.
—Oh, no. Creo que te iría bien, aunque yo no estuviera aquí.
—Me va mejor porque estás tú.
Sus cautivadores ojos marrones brillan con un afecto palpable y se
inclina para darme un sensual beso, sin importarle mi sudor.
Al apartarse, Jordyn me regala la sonrisa sexy que últimamente me
dedica y se da la vuelta para marcharse.
Estoy a punto de irme cuando veo la parte posterior de su oreja
derecha y me detengo.
Espera. ¿No tenía Dove una pequeña marca de nacimiento ahí?
Es extraño que me dé cuenta ahora. Debo estar recordando mal. Han
pasado ocho años.
Algunos detalles son confusos.
Me sacudo el pedazo de duda y continúo con mi equipo. Dove es
Jordyn. La he encontrado.
24

Jordyn
Ya había recibido pistas mientras conducía por el barrio acomodado,
sobre todo en este lado de Hartford. Pero cuando Caleb entra por las
puertas abiertas de su casa, me doy cuenta de que creció siendo rico.
Me dijo que había ido a un colegio privado con niños ricos, pero hasta
ahora no había pensado mucho en ello.
La casa de piedra de dos plantas es el doble de grande que el bungalow
de mis padres, con un garaje para tres autos al lado.
Hermosas flores y arbustos afeitados adornan el exterior, junto con un
cuidado césped y un camino de piedra que conduce a la puerta
principal.
Aparcamos en la entrada, Caleb me agarra de la mano cuando salimos
del auto y me lleva dentro.
Disfruto del aroma que me envuelve en la gran entrada. Se oyen voces
en el salón.
Cuando atravesamos el alto arco, me maravilla el amplio espacio
abierto que conecta el salón con el comedor y la gran cocina de chef.
—Aquí están —dice la Sra. Rosmond, colocando una cazuela en la mesa
rectangular—. Justo a tiempo.
El Sr. Rosmond y Noah están terminando una discusión juguetona
sobre algún programa de televisión. Ayudan a llevar la comida a la
mesa y Caleb me acerca la silla y se sienta a mi lado.
Cenar con la familia Rosmond es agradable. Son tan divertidos y
cariñosos.
En esta casa se vive la felicidad.
—¿Tienes una hermana hermosa de mi edad? —pregunta Noah cuando
la señora Rosmond termina de contar una historia sobre Caleb.
—No tiene hermanos —gruñe Caleb.
Noah frunce el ceño.
—Qué pena.
Me gusta cómo le da igual que sea adoptado y que mis hermanos no se
parezcan a mí.
El señor Rosmond carraspea antes de hablar.
—Entonces, Jordyn. Caleb dice que creciste en West Hartford.
—Así es.
—Qué cosas, ¿eh? —comenta la señora Rosmond después de dar un
sorbo a su vino—. Gavin buscó tanto, y pensar que estabas a sólo
quince minutos en auto.
—Es difícil hacer público esos documentos —añade el señor Rosmond
—. Por eso nos encontrábamos con obstáculos. Quizá a ti también te
hubiera resultado difícil si también hubieras estado buscando. Pero no
te acordabas.
—Hm. —Ahora recuerdo algunas cosas, y eso me corroe.
Caleb me aprieta el muslo por debajo de la mesa.
—Chicos. No hablemos de eso.
—Debes tener un gran corazón —bromea Noah—. Es decir, mi hermano
no es gran cosa y, sin embargo, te cae bien
—¡Oye! —Caleb le lanza un guisante al otro lado de la mesa.
Me río mientras discuten. Es bastante entretenido de ver.
—Dios mío —gime la señora Rosmond y sacude la cabeza.
Después de cenar, Caleb me enseña su dormitorio. Es grande. Como en
la residencia, tiene pósters de fútbol. Pero me asombra la cantidad de
trofeos que ha ganado.
—Joder. —Me dirijo rápidamente a la estantería, con los ojos muy
abiertos mientras lo miro todo—. Está lleno.
Aparte del fútbol, Caleb tiene premios de primer puesto en otros
deportes y en los estudios.
Le devuelvo la mirada.
—No eres humano.
Se encoge de hombros con indiferencia.
—Era un niño pobre. Quería conseguir lo máximo posible. Demostrar
que tenía talento. Que podía hacer cualquier cosa.
Frunzo el ceño, comprendiendo.
—Porque el novio de tu madre biológica te hizo sentir lo contrario.
Caleb baja la cabeza y mira hacia otro lado.
—No sé si debería enseñarte algo. Acordamos que nos quedaríamos en
el presente.
—Enséñamelo —le insisto, la curiosidad me puede.
Entra en su amplio armario, vuelve con una pequeña caja de metal y la
abre delante de mí.
—Son cosas que me diste entonces. —Yo no. Dove.
Trago saliva y acepto la caja, sentándome en su cama para examinarla.
Caleb se sienta a mi lado.
Lo primero que me llama la atención es una piedra lisa y oscura con las
iniciales C y D.
Probablemente todo me hará sentir triste.
Quizá no debería hacer esto. Me parece injusto para Caleb. Pero intuyo
que tiene esperanzas, así que continúo.
Tomo su tarjeta de cumpleaños y le doy la vuelta, leyendo el mensaje
para mí misma.
Feliz cumpleaños a mi mejor amigo del
mundo.
Seguiremos así por los siglos de los siglos.

Se me revuelve el estómago. Aparto la tarjeta, reprimo el sentimiento y


hojeo los dibujos.
Al apartar la última ilustración, veo algo que me resulta familiar.
Se me corta la respiración.
En el fondo de la caja está la concha pálida con manchas marrones y
amarillas. Es la misma concha de aquel día. Todavía la conserva.
La saco y trazo la textura con los dedos.
—¿Te acuerdas de eso? —pregunta Caleb sorprendido.
Me giro hacia él y asiento con la cabeza.
—El día de la playa.
Se le escapa una carcajada.
—Sí. No volvimos a meternos en el agua porque nos entretuvimos
buscando conchas. Esta es la más bonita que has encontrado.
Cree que es la concha de Dove cuando es la mía.
Se me humedecen los ojos y me aprieto la cosita contra el pecho.
Caleb frunce el ceño.
—Mierda. —Me limpia la mejilla mientras me cae una lágrima—. Lo
siento. Ha sido una mala idea. Dije que no debíamos volver al pasado y
te enseñé la caja. —Tal vez porque en su corazón, realmente quiere que
recuerde. Quiere a Dove.
Resoplo y sacudo la cabeza.
—No pasa nada. Estoy bien.
Me sereno, vuelvo a meter la concha en la caja y la cierro.
Caleb se endereza a mi lado para guardarla en el armario. Cuando sale,
me acerco y me inclino hacia su cuerpo, rodeándolo con los brazos.
Él me abraza a su vez. —¿Estás bien?
—Sí. Estoy bien contigo.
Quiero quedarme en sus brazos para siempre. Ahogarme en su aroma
embriagador y en la intensidad de su existencia.
Caleb no dice nada más. Apoya la barbilla en mi hombro y sigue
abrazándome con fuerza.

Al llegar de nuevo al campus, paseamos hasta llegar al campo de fútbol


y nos sentamos en las gradas.
—Mi próximo partido es en Nueva York —me dice—. Así que no podrás
verlo.
—Estoy segura de que lo harás muy bien. Espero otra victoria.
Sonríe.
—Eso espero.
Noto que se retuerce las manos mientras mira fijamente al campo. Algo
le preocupa.
—¿Va todo bien? Me dijiste que no te ponías nervioso antes de los
partidos, así que hay algo que te preocupa. Me doy cuenta.
Baja la mirada un momento antes de hablar.
—Los representantes están echando un vistazo a los partidos. Se
rumorea que están interesados en mí.
—Eso es importante, Caleb. —Le doy un codazo juguetón en el
brazo. —Sí. —Se endereza del banco y se pasa ambas manos por
la cabeza. —¿Qué pasa?
—No lo sé. Supongo que tengo miedo de dar el salto y que las cosas me
exploten en la cara.
Se me ocurre una idea. Me enderezo, saco el teléfono del bolsillo y
pulso grabar.
—Caleb Rosmond, ¿Por qué juegas al fútbol?
Me mira, y se le dibuja una sonrisa cuando se da cuenta de que le estoy
grabando.
—Eh... —Agacha la cabeza. Cuando vuelve a levantar la vista, hay
mucha alegría en su mirada—. Es liberador, una de las mejores
sensaciones del mundo. Cuando estoy en el campo, todo se desvanece.
Todo el dolor y las decepciones que sufrí desaparecen, y soy
completamente libre. Tengo ganas de llegar tan lejos como me lleven.
Termino ahí la grabación. Mi amor por él ha crecido mucho más en
cuestión de minutos.
—Entonces, ¿de qué tienes miedo? No dejes que nada te detenga.
Demuéstrales a todos que mereces estar en un club profesional.
Vuélales la cabeza como sigues impresionándome a mí.
Caleb gira lentamente la cabeza de un lado a otro, los ojos brillan bajo
el resplandor de los focos.
—Eres una buena animadora. ¿Lo sabías?
Extiendo las manos.
—Bueno, aparentemente, soy tu novia. ¿No es eso lo que se supone que
debo hacer?
Resopla y me estrecha en sus brazos.
—Pasa la noche conmigo otra vez. —Me da un ardiente beso en la boca
antes de que responda. Aunque no importa. Me he zambullido tanto
que siempre va a ser que sí.
Cuando el beso termina, Caleb presiona su frente contra la mía
mientras me acuna el rostro con ambas manos.
—Cuéntame más —le digo casi susurrando—. Dime algo que no hayas
compartido con nadie.
Se aparta y me toma de la mano.
—Quieres mis secretos, ¿eh?
—Sólo quiero conocer todas tus facetas.
Me guía hacia el campo, se detiene y se gira para mirarme.
—Sólo te conté una cosa en la casa de acogida. El resto son las partes
más oscuras de mí.
Paso los dedos por su cabello sedoso y le aseguro:
—Yo también quiero esas partes.
Sus ojos se llenan de vacilación. Respira hondo y empieza.
—¿Recuerdas que te dije que el novio de mi madre era un borracho
maltratador? Bueno, una noche se desmayó en nuestro viejo sillón
después de pegarme. Recuerdo esta abrumadora sensación de rabia
mientras lo observaba. —Hace una pausa y traga saliva—. Agarré un
cuchillo de la cocina y le apuñalé en el hombro por detrás.
Se me escapa un grito ahogado.
—No era profunda. Mi madre lo llevó al hospital y mintió diciendo que
se había caído mientras cortaba algo; he olvidado lo que dijo que era.
De todos modos, el muy cabrón no recordaba lo que había pasado. Pero
eso no le impidió acusarla, y... la golpeó cuando volvimos a la caravana.
Empieza a temblar. Le presiono el pecho con la mano, sintiendo el
rápido latido de su corazón.
—No fue culpa tuya. Sólo eras un niño en una situación horrible.
Caleb mira hacia la hierba.
—Hubo tantas veces que matarle se me pasó por la cabeza que empecé
a preguntarme si yo era malo.
—Tú no eres así. Yo te veo. Eres una buena persona.
Levanta la cabeza, con una expresión sombría en el rostro.
—No has oído el resto.
Trago saliva.
—Qué más pasó. Puedes contármelo. No te juzgaré.
Me da un vuelco el corazón cuando me aparta el cabello y me acaricia
la mejilla.
—No quiero alejarte de mí, Jordyn.
Sacudo la cabeza.
—No lo harás. Dímelo.
Suelta la mano, se pasa los dedos por el cabello y suelta un suspiro
agudo. —A los quince años, mi novia y yo tuvimos una discusión. Yo...
me enfadé por algo que ella dijo y la empujé. Nos sorprendió a los dos.
Como era de esperar, ella empezó a tenerme miedo. —Aparta la mirada
de mis ojos como avergonzado—. Se lo conté a mis padres y me
llevaron a terapia. Sigo yendo. Pero desde entonces no he vuelto a
tener esa sensación. —Me mira de nuevo— ¿Eso te asusta?
—No —le digo sinceramente—. Reconociste el problema y buscaste
ayuda. No lo estás ignorando.
Me agarra la mano.
—Te prometo que nunca te haré daño. Lo juro por mi vida. ¿Me crees?
—Sí. —Le toco la cara cariñosamente—. Gracias por compartir esas
cosas conmigo. Sé que fue difícil.
Me rodea con sus brazos.
—No lo fue. Es fácil hablar contigo, Jordyn.
Lo miro, preguntándome qué le dijo a Dove en la casa de acogida.
—¿Qué secreto compartieron entonces?
Resopla.
—Robaba ciruelas del jardín de alguien para comer cuando mi madre
me dejaba solo durante días.
—Caleb... —Me duele el corazón por él, sabiendo que tuvo que pasar por
eso.
Pero algo me dice que me identifico. Sólo que no lo recuerdo.
Se lo quita de encima y me abraza con más fuerza.
—Tu turno, Jordyn. ¿Qué secretos guardas en tu corazón?
Siento una punzada en la nuca. Lo único que le oculto es la verdad.
—Nada. Al menos, nada desde que me adoptaron. Y sabes que no
recuerdo mi vida antes de eso.
—Sí. —Entrecierra los ojos—. ¿No hay nada de nada?
Me humedezco los labios, jugueteando un poco con mi cabello antes de
decirle:
—No.
Caleb se da cuenta, pero no señala la acción.
Sonríe satisfecho.
—Mi cama nos está llamando.
—Supongo que deberíamos ir a ella entonces —coqueteo.
Con su brazo alrededor de mí, empezamos a caminar de vuelta por el
campus.
Hay una masa culpable en mi interior, y no hace más que crecer cada
día que pasa sin que admita ante Caleb que no soy Dove.
25

Jordyn
—¿Qué tienes en mente? —pregunta la Dr. Sharma.
Dejo de mirar el árbol que hay junto a su casa. Las hojas son de un
naranja crujiente, lo que indica que ha llegado el otoño, mi estación
favorita.
—No soy Dove, así que ¿por qué siento estas emociones tan intensas
cuando él está cerca? Las he sentido desde el día en que me topé con
él.
Arruga las cejas.
—Es posible que también conectaras con él en la casa de acogida.
—Entonces, ¿por qué no se acuerda de mí? —Me llevo las manos al
pecho—. Lo único que recuerda es a ella.
—¿Qué quieres de Caleb? Me dijiste que quiere seguir adelante.
Entonces, ¿por qué te centras en el pasado?
—Porque su corazón sigue ahí. —Me froto las sienes—. Dios. Me siento
tan culpable porque él cree que soy alguien que no soy. —Me dejo caer
contra el cojín—. Estoy hecha un lío por él.
—Lo quieres —discierne, con una pequeña sonrisa en los labios—.
Profundamente.
Una lágrima se escapa y resbala por mi mejilla.
—Pero Caleb ama a otra persona.
—No puedo abordar su lado porque no lo conozco. Solo evalúo lo que
has compartido y lo que veo ante mí ahora. Lo que me parece evidente
es que quieres a Caleb y tienes miedo.
Me lo pienso un momento y luego le digo:
—Ayúdame a intentarlo de nuevo. Si hubo un momento entre nosotros,
quiero encontrarlo.
La Dra. Sharma se echa hacia atrás en su sillón.
—¿Segura que quieres hacerlo? Me dijiste que algunos recuerdos te
tomaron
desprevenida después de la última sesión. Jordyn, podrías...
—Puedo manejarlo, doctora —le aseguro—. Por favor. Es la última vez.
La Dr. Sharma reflexiona un poco más antes de conceder.
—De acuerdo. Te guiaré. —Coloca el péndulo sobre la mesa y
empezamos con la técnica de respiración profunda.
Pronto estoy de vuelta en el reino de la vegetación, caminando hacia
la puerta de madera.
Recojo fuerzas, cierro el puño y entro.
Una luz brillante me envuelve como la última vez. Una vez que se
aclara, me doy cuenta de que estoy sentada sola en una terraza
acristalada. Siento las mejillas húmedas de llorar y tiemblo como si
acabara de tener un arrebato.
—¿Estás bien?
Me giro en el banco.
El chico de cabello rubio está de pie en la puerta. Caleb. Hay bondad
en sus ojos grises.
—La señora Anders me dijo que te dejara en paz, pero quería ver cómo
estabas.
Estoy un poco sorprendida.
Nadie me ha hablado desde que llegué a la casa de acogida hace unos
días. Mis gritos por la noche y mis desvaríos aleatorios les asustan.
Así que mantienen las distancias con la chica psicópata.
¿Por qué me habla?
Caleb se acerca y se sienta a mi lado.
—Lo entiendo. Un monstruo también me hizo daño. Pero ya no pueden
hacernos daño. —Me da un suave apretón en el hombro antes de
sujetarme la mano en el banco. No me aparto—. Te pondrás bien.
Ahora estás a salvo.
Caen más lágrimas. Nunca nadie me había dicho eso. Esas palabras
llenan mi corazón con más alegría de la que he sentido nunca.
—Gracias —digo en voz baja y ronca.
Caleb sonríe y se encoge de hombros.
Me golpea el brazo juguetonamente antes de salir de la habitación.
Permanezco en mi sitio, pensando en su amabilidad y en lo mucho
que me gustaría ser su amiga.
Todo empieza a desvanecerse. Cierro las manos en puños, preparada
para que la oscuridad se filtre de nuevo.
—Jordyn —la voz de la Dr. Sharma me saca de mis pensamientos.
El tic-tac me llena los oídos.
Mis ojos se abren y poco a poco voy soltando los dedos, dejándome
marcas en las palmas.
Suspira profundamente.
—¿Estás bien?
—Sí —respondo tras tragar saliva con dificultad—. Vi a Caleb y el
momento en que creo que empezó.
La doctora aprieta las cejas.
—¿Qué empezó?
—Mi fijación con él.
Acomodándose de nuevo en su silla, detiene el objeto del péndulo y lo
coloca en el cajón.
—¿Crees que tenías una fijación?
Me limpio las mejillas y libero la opresión de mi garganta.
—Eso explica esa sensación de anhelo y alivio. Antes no lo entendía,
pero al ver el recuerdo... Ahora lo entiendo, la razón por la que me
emociona tanto tener su atención. No creo que Caleb se molestara
conmigo después de ese día. Me convertí en una sombra para él y Dove.
La simpatía vela su aspecto.
—¿Le dirás la verdad a Caleb?
Caen más lágrimas de miedo.
—No puedo. No quiero perderlo. Lo quiero.
Amaré al chico de cabello rubio y amables ojos grises para siempre.
26

Jordyn
Un tipo me rodea con el brazo justo cuando salgo del edificio.
—¡Qué demonios!
El olor familiar me calma antes de que Caleb me susurre al oído.
—Hola, nena.
—Joder. —Chasqueo la lengua— ¿Nunca vas a clase? Tengo la
sensación de que siempre estás merodeando por la mía.
Sonríe.
—Intento pillarte entre medias.
Empezamos a caminar juntos.
—Mis padres van a hacer una escapada rápida este fin de semana —dice
—Vamos a ver películas y pasar el rato con amigos en mi casa.
—Claro. Se lo comentaré a las chicas.
Arrugo las cejas cuando levanta la otra mano que sujeta una bolsa de
papel.
—¿Qué es eso? ¿Algo de caramelo salado?
—No. —Resopla—. Pero es para ti.
Ansiosa por ver qué es, recojo la bolsa y la abro, con los labios curvados
ante la magdalena de arándanos y naranja que hay dentro.
—Me encantan. Agarro uno cada vez que voy a la cafetería. —
Entrecierro los ojos— ¿Cómo lo sabes?
Una expresión disimulada enmascara su atractivo rostro.
—Creía que ya sabías que era tu acosador. A mí también me gustan.
Esta ha sido la última. Que lo disfrutes.
—Aw. —Le sonrío—. Toma. —Lo parto y le ofrezco la otra mitad.
Caleb me sonríe. Me pasa el brazo por la espalda y nos comemos la
magdalena mientras paseamos.

—Tu novio es rico —exclama Scarlett mientras echa un vistazo a la


casa de los Rosmond.
—Creía que ya lo sabías —dice Nichole encogiéndose de hombros—.
Todas las aficionadas al fútbol de la universidad lo saben. Es otro nivel
de calentura para él.
Resoplo y niego con la cabeza.
Entramos en la sala de estar. Sólo están Dante y su otro compañero de
equipo, Bobby.
Después de las presentaciones, Logan y los chicos charlan con cerveza.
Caleb no bebe, como era de esperar.
El alcoholismo es un demonio en el pasado de ambos. Aunque no
recuerdo mi experiencia, un sentimiento innato me hace evitarlo.
—¿Dónde está Noah? —pregunto antes de morder un trozo de pizza.
—Se fue a una fiesta en casa de su amigo. Debería volver a medianoche.
—Voy a preparar el cine —ofrece Dante, alejándose.
—¿Está soltero? —le susurra Nichole a Caleb, apartándose los rizos
sueltos de la frente.
Él resopla.
—Sí. Pero ten cuidado. Dante es mi colega, pero nunca va en serio con
nadie.
Sus ojos marrones brillan un poco más y una sonrisa ladina inclina sus
labios regordetes y manchados de rojo.
—Yo tampoco. —Cuadra los hombros y se pavonea tras Dante.
Logan y Scarlett agarran las cajas de pizza y Bobby lleva las bebidas.
Caleb recoge la bandeja de palomitas y otros aperitivos antes de que yo
la tome. Me da un beso rápido en los labios, arrancándome una dulce
sonrisa.
Entramos en la sala multimedia y lo deja todo sobre la gran mesa de
centro.
—No —le advierte a Bobby cuando su amigo agarra las palomitas de
caramelo salado—. Son para Jordyn. Sólo para Jordyn.
Chasqueo la lengua.
—Caramba. Hay de sobra. Podemos compartir.
—No, estoy bien —bromea Bobby—. Me encanta mi vida. —Vierte un
poco de las palomitas normales en un recipiente individual y se relaja
en la silla.
Dante se ríe por lo bajo, agarra un trozo de pizza y come mientras mira
fijamente a Nichole a su lado en el sofá.
Scarlett y Logan se acurrucan en el otro extremo.
—No sé si seré capaz de ver la película entera —dice Scarlett—. El
terror me da escalofríos. —Ya tiene el miedo dibujado en la cara.
—He oído que esta no da mucho miedo —le dice Dante.
—¿Te importa si me acurruco si tengo miedo? —le pregunta Nichole,
con una voz más sensual que nunca.
—En absoluto, preciosa. —Él coloca el brazo detrás de ella, sobre el
respaldo del sofá—. Acurrúcate todo lo que quieras.
Todos resoplan.
Caleb apaga la luz y me agarra de la mano, tirando de mí hacia su
regazo mientras se sienta en el sillón del rincón.
El fuego prende por todas partes.
Dante pone la película, pero es difícil concentrarse con Caleb haciendo
movimientos circulares en mi muslo con los dedos. Además, su polla se
sacude en mi culo unas cuantas veces.
Dios mío. Estoy deseando sentirla en otros sitios.
—Quédate esta noche —susurra fuera del alcance del oído de todos.
—Me lo pensaré —bromeo, metiéndome palomitas en la boca.
Caleb gruñe por lo bajo y me atrae hacia sí para rodearme el estómago
con el brazo.
—Quédate —insiste con un gruñido bajo en mi oído.
Me estremezco por la sacudida de necesidad carnal. Tranquilizándome,
murmuro:
—Ruégame.
Me aprieta el muslo y gruñe:
—Por favor.
—Ya veremos.
Y vuelve a gruñir.
Sonrío satisfecha y presto atención a lo que ocurre en la película.
Dante estaba equivocado. Da miedo de cojones, nos hace saltar un
montón de veces, y Scarlett parece a punto de echar a correr.
Vemos una comedia cuando termina para dar un respiro a nuestros
nervios y luego jugamos hasta que Noah aparece hacia medianoche.
Se detiene en la puerta.
—Hola, chicos.
—Llegas cinco minutos tarde —dice Caleb.
—Demándame —responde Noah—. De todos modos, papá se reportó
conmigo. ¿Hablaste con ellos?
—Sí, mamá me mandó un mensaje. Volverán mañana por la tarde.
Noto que Noah mira a Scarlett con curiosidad en su mirada marrón, sin
importarle que esté con Logan.
—Hay más pizza si quieres, Noah —le ofrezco.
Me sonríe.
—Gracias, Jordyn. Voy a comerme las sobras de mamá y a bajar a jugar
a la videoconsola. —Se acerca al salón.
Son casi las dos de la madrugada cuando todos están cansados y
deciden irse a dormir.
Nichole y Dante parecen más cercanos y hablan en voz baja mientras se
dirigen a la puerta principal.
—Nos vemos, chicos —dice Dante mientras la abre.
—Vuelvo con él —nos dice Nichole a Scarlett y a mí, guiñándonos un
ojo antes de salir.
Bobby sonríe con complicidad. Saluda con la mano y se marcha
también.
Me detengo en el vestíbulo con mi mejor amiga. Caleb se queda en el
arco del salón.
—¿Vienes, JD? —pregunta Scarlett mientras Logan espera fuera.
—Um. —Me muerdo el labio y miro a Caleb.
—Se queda —responde él por mí porque me he vuelto demasiado
tímida.
Cuando vuelvo a mirar a Scarlett, ella agacha la cabeza y me mira.
—¿Estás segura?
Asiento con la cabeza.
—Sí. Nos vemos mañana.
—Bien. Nos vemos. —Saluda a Caleb con la mano y cierro la puerta
cuando se va.
Respiro hondo y me inclino para mirar a mi novio, con el hambre
palpable en sus cautivadores ojos grises.
Mi deseo crece.
—Uh, limpiaré contigo. —Cuanto antes acabemos, antes nos iremos a la
cama.
—Claro.
Le sigo a la cocina y le ayudo a limpiar las brillantes encimeras de
cuarzo.
Después, Caleb saca la basura del cubo y ata la bolsa.
Mi corazón aumenta la velocidad cuando nuestras miradas se cruzan.
—¿Tienes sueño? —pregunta.
Asiento con la cabeza.
—Sube. Sacaré la basura y apagaré las luces. Creo que Noah se ha
quedado dormido en el sótano. Dejémosle allí. —Así no nos oirá
follando.
—Bien.
Subo las escaleras de madera oscura y entro en su dormitorio.
Agarro una camiseta del cajón de su cómoda y me la pongo por encima
después de quitarme la ropa. Me queda un poco grande, por encima de
las rodillas.
Curiosa, echo un vistazo al vestidor y deslizo los dedos por el traje
pantalón y la ropa informal de Caleb antes de detenerme en el cajón
con los perfumes. Rocío unas cuantas en sus tapones, explorando los
distintos aromas que usa mi novio.
—¿Qué haces?
Giro, escondiendo las manos detrás de mí.
—Eh... —Sonrío inocentemente—. No te he oído subir.
Caleb arquea una ceja.
—¿Estabas oliendo mis perfumes?
Muevo la cabeza e intento volver a dejar el frasco en el cajón con sigilo.
Con la cabeza inclinada, mira su camiseta sobre mí.
—Qué linda. ¿Pero por qué llevas eso?
—Oh, perdona. Pensé que no te importaría.
—A mí sí. —Traga saliva—. Quiero verte. Quítatelo.
La intensidad me da escalofríos, pero me gusta no ponérselo fácil.
—Ruégame —me burlo con voz coqueta.
Caleb cambia su peso a la otra pierna, la nuez de Adán se menea al
tragar con fuerza.
—Deja de jugar conmigo.
—Ruégame —repito.
Él ruge.
—Bien. Por favor, quítate la camiseta antes de que te la arranque.
Me río suavemente. Aunque estoy nerviosa, quiero mostrarle mi
cuerpo.
Quiero que tenga cada parte de mí.
Lentamente, bajo la mano hasta el dobladillo de la camisa y la levanto
por encima de mi cabeza, revelando mi ropa interior de encaje negro a
juego.
—¿Es esto lo que quieres?
—Sí. —La respiración de Caleb se vuelve pesada mientras lleva sus ojos
hambrientos sobre mí—. Eres lo que quiero.
Suelto un grito ahogado cuando se abalanza sobre mis labios y me besa
con fuerza.
Un calor líquido fluye por mis venas, haciéndome acariciarle
erráticamente.
El corazón me late con más fuerza cuando Caleb me saca del armario y
me lleva a la enorme cama. Caigo sobre él. Me aprieta el culo mientras
seguimos besándonos.
Estoy resbaladiza de excitación y palpitando por más.
Deseando hacerle saber que estoy lista, deslizo la mano dentro de sus
bóxers, pasando por alto los pantalones de chándal para poder sentir su
polla tiesa.
—Ohh —gime Caleb en mis labios—. ¿Quieres eso,
nena? —Lo quiero —digo con valentía—. Dentro de
mí. —¿Estás segura? —comprueba.
—Sí —susurro—. Sí.
Gruñendo, Caleb me tumba en la cama y se levanta para quitarse la
camiseta por la cabeza, mostrando su cuerpo musculoso.
Joder, es tan atractivo. Cincelado a la perfección. Podría correrme de
tanto mirarlo.
Me da más besos calientes, me muerde el labio y me chupa la lengua.
Gimo por el dulce dolor cuando baja la mano entre mis muslos y me
frota el coño empapado a través de la tela, acariciando la entrada con
los dedos.
Caleb vuelve a apartar la boca, me arranca las bragas y mete la mano
por debajo de la espalda para desabrocharme el sujetador. Lo tira a la
alfombra y se detiene a contemplar mis modestos pechos y mi cuerpo a
la luz de la lámpara.
—Joder, eres preciosa. Muy sexy.
Aparentemente asombrado por mí, desliza sus dedos por todo mi
cuerpo como un viajero que sigue un mapa detallado. Luego me pasa la
lengua por el cuello, provocando jadeos y gemidos cuando me roza los
pezones.
Caleb desciende hasta mi ombligo.
Empieza a devorarme el coño, estimulándome al máximo.
Arqueo la espalda, retorciéndome por la fuerza atormentadora del
placer.
—Caleb...
—Pronto, nena —me raspa el clítoris y mete los dedos dentro de mí.
Inclino la cabeza sobre la almohada y me agarro a sus sábanas.
—Por favor... necesito sentirte.
—Está bien. —Se echa hacia atrás y se quita a toda prisa los bóxers y el
chándal.
La excitación me invade cuando su polla se libera. Ya la he visto y
sentido en el fondo de mi garganta. Pero su grosor me hace dudar.
—Puedes con ella —asegura Caleb.
—Puedo —digo con confianza.
Mi corazón palpita como un animal enloquecido mientras él sube por
mi cuerpo y se coloca entre mis muslos.
—Mmm... —Gimo y me chupo los labios mientras él vuelve a chuparme
los pechos mientras recorre con su polla mi excitación.
—¿Todavía lo quieres?
—Sí —me apresuro a responder, ansiosa por que me llene.
Mirándome intensamente a los ojos, Caleb me peina el cabello con los
dedos y ronronea:
—Lo eres todo para mí. —Rompe la barrera de un solo
empujón. —¡Uf! —Grito y le clavo las uñas en la espalda—
¡Joder! Se me saltan las lágrimas de la ardiente
incomodidad.
Caleb me tranquiliza con sus besos eróticos y, al cabo de un momento,
empieza a machacarme.
Mis músculos se relajan por fin para acomodarse a él, y me aferro a su
cuerpo con fuerza mientras el torrente de placer me sumerge.
—Todo —gruñe—. Lo mío. Mi corazón. Mi alma. Te amo, Jordyn.
Ninguna otra palabra podría envolverme en una felicidad tan
indescriptible.
—Te amo, Caleb. Te amo.
Mi cuerpo está ardiendo, y la presión aumenta en mi núcleo, desatando
hormigueos desde la cabeza hasta los dedos de los pies.
Antes de darme cuenta, empiezo a temblar y a gemir sin cesar por la
épica explosión de un orgasmo.
Caleb me observa, satisfecho, mientras me penetra profundamente.
—Tan jodidamente sexy.
Sus músculos se tensan al contacto conmigo y sus gruñidos se vuelven
más intensos. Siento su esperma caliente derramándose dentro de mí
junto con el temblor de su cuerpo.
Se abaja sobre mí mientras se reduce, y se acerca para darme más
besos sensuales mientras ambos nos calmamos.
Me estremezco un poco cuando sale de mis doloridas paredes y se
tumba a mi lado.
—¿Estás bien? —pregunta con tono suave.
—Estoy... —Me giro para mirarle. Mi corazón rebosa de emoción. Es el
sentimiento más hermoso del mundo—. Feliz. Te amo.
—Yo también te amo —exhala y vuelve a aplastar mis labios.
27

Jordyn
Incapaces de saciarnos, buscamos la boca del otro en cuanto nos
despertamos.
Si no estuviera dolorida, dejaría que Caleb se hundiera en mí otra vez.
Salimos de la cama para ducharnos juntos, y después me visto con sus
pantalones de chándal y su camiseta.
Mientras recojo mis cosas, Caleb hace la cama. Veo manchas de mi
sangre en sus sábanas blancas del cesto.
Siempre tendremos esa conexión entre nosotros.
Tira las sábanas a la lavadora al salir.
Noah sube del sótano mientras bajamos las escaleras.
Espero que no haya oído nada.
Se restriega el sueño de los ojos y saluda ligeramente.
—Buenos días.
—Hola. Volveré para cuando lleguen mamá y papá.
—Genial —dice Noah con indiferencia—. Nos vemos, Jordyn.
Sube las escaleras.
Quizá esté acostumbrado a que su hermano mayor haga pasar la noche
a las chicas cuando sus padres no están.
—Para —implora Caleb como si oyera mis pensamientos—. Estás
creando escenarios. Se nota.
Resoplo.
Entrelaza nuestros dedos.
—No dejes que nada arruine lo que ha pasado.
Eso me hace sonreír.
—No lo haré.
Me estrecha contra su pecho para darme un beso antes de que
salgamos de su casa.
Cuando llegamos al campus, invito a Caleb a la habitación porque
Scarlett ya se ha ido. Espera en mi cama mientras me pongo unos
pantalones cortos y una blusa vaporosa y agarro la bolsa de la colada.
Caleb llega a mi casa varios minutos después.
—Eh, ¿hay panqueques para comer? —pregunta, mostrando una bonita
sonrisa cuando le miro—. Además, me gustaría volver a jugar al fútbol
con tu padre.
—Caramba —resoplo—. Vamos.
Me toma la bolsa de la colada y me la lleva hasta la puerta principal.
—¡Soy yo! —grito—. Caleb también está aquí.
Mis padres salen del salón con cara rara.
—Hola, cariño —dice mamá, abrazándome—. Me alegro de volver a
verte, Caleb.
—¿Qué tal, señora Davis? ¿Sr. Davis?
Hacen rebotar sus miradas entre nosotros.
Frunzo el ceño.
—¿Pasa algo?
Mamá hace un gesto hacia el salón.
—Caleb, ¿te importaría esperar ahí, por favor? Queremos hablar con
Jordyn en privado.
—Por supuesto. —Me mira con el ceño fruncido mientras pasa y entra
en el salón.
—¿Por qué no nos dijiste que habías vuelto a ver a la doctora Sharma?
—pregunta mamá en voz baja.
Mis hombros flaquean.
Papá apoya las manos en las caderas.
Miro de uno a otro mientras pregunto:
—¿Cómo te has enterado?
—La factura —responde papá—. Nosotros cubrimos tu seguro médico,
¿recuerdas?
—Claro.
Mamá me toca el brazo.
—¿Estás bien, cariño?
Los dos parecen preocupados.
—Estoy bien. Quería comprobar algo, así que le pedí a la Dr. Sharma
que me ayudara a volver a mi época en la casa de acogida. —Miro a
Caleb a través de la puerta. Está de espaldas, observando fotos
familiares—. Te prometo que estoy bien. No lo volveré a hacer.
—¿Es por Caleb? —murmura papá, mirando brevemente a mi novio—.
Me cae bien el chico, pero espero que no te esté presionando para que
lo recuerdes. ¿Lo hace?
—No, no lo hace. —Me muevo en el sitio—. Se trata de mí.
Suelta un suspiro pesado.
—Estoy bien —insisto—. No se preocupen. Por favor, dejen esto.
Mamá me frota el brazo.
—Mientras estés bien.
Papá sigue con cara de preocupación.
—Nos dirías si tuvieras algún flash traumático, ¿verdad? La Dr. Sharma
dijo que podría abrumarte si todo vuelve corriendo.
—No he tenido ninguno. Se lo diría si lo tuviera. —Después de otra
mirada al chico que mantiene un fuego ardiendo en mi corazón, digo en
un tono más suave—: Caleb está aquí para comer con ustedes. No lo
asustes, por favor. Me cae muy bien.
Enamorado es más bien.
Suavizan sus facciones.
Mamá me besa la mejilla.
—A nosotros también nos agrada.
—Es un buen chico. —Papá se gira y le llama—. Caleb, ¿te apetece la
revancha?
Caleb se ríe mientras se aparta de la estantería.
—Por supuesto, señor. Tómatelo con calma esta vez.
Papá suelta una carcajada ronca.
—Ni lo sueñes.

—¿Todo bien? —pregunta Caleb en el trayecto de vuelta al campus—.


Has estado muy callada desde que saliste de casa.
Desvío la mirada de la ventana y le miro.
Me mira durante un segundo.
—Tus padres parecían preocupados cuando llegamos.
—Se enteraron de que fui a ver a mi terapeuta —admito—. Temen que
vuelvan mis horribles recuerdos.
Se acerca para tomarme la mano.
—Mientras seas feliz y no estés estresada, no deberían, ¿verdad?
—Algo así.
—Entonces siempre te haré feliz. —Sonrío ante la dulce promesa—.
Como juré entonces.
Joder.
El dolor me punza el pecho.
Me tiene tan perdida en él que casi olvido la verdad. No soy Dove.
Le aprieto la mano.
—Caleb...
—¿Sí? —Me mira brevemente y vuelve a fijar la vista en la carretera—
¿Qué te pasa?
Separo los labios, pero dudo en decirlo.
¿Cómo? Se lo di todo, mi cuerpo y mi alma, y acepté su corazón
cuando me lo puso en bandeja de oro.
—Te amo —digo en su lugar—. De verdad.
Sonríe.
—Yo también te amo, Jordyn. —Se lleva la mano a la boca y la besa—.
De verdad.
Lo amaré, aunque se entere de la verdad y acabe odiándome por
ocultarla.
28

Jordyn
Estoy casi en la clase de estadística cuando mi teléfono vibra dentro de
la mochila. Me detengo en el pasillo y lo saco para comprobar la
pantalla, estremeciéndome ante el mensaje urgente de Caleb.
NOS VEMOS AHORA
Parte trasera del edificio Shannon.
Debería estar saliendo hacia Nueva York con su equipo.
¿Ha pasado algo?
Todo se desvanece. Lo único que queda es la necesidad de encontrar a
Caleb. Me precipito hacia la salida, alternando entre una carrera y una
caminata rápida hacia donde me pidió que nos encontráramos.
Mi corazón late muy fuerte. Siento que está a punto de desgarrarme el
pecho.
Al llegar al edificio, me desvío hacia la parte trasera y me detengo
bruscamente.
Caleb está apoyado en la pared con una sonrisa de satisfacción.
—¿Va todo bien? —balbuceo.
—No. —Se desliza sobre mí—. Perfecto. Llevas un vestido. —
Agarrándose la entrepierna, hace un gesto a través de los arbustos y me
dice—: Ven aquí.
Mis cejas se levantan.
—¿Hablas en serio? ¿Tu mensaje urgente es porque quieres un
rapidito? La lujuria se intensifica y oscurece sus orbes grises.
—Han pasado unos días. Necesito estar dentro de ti otra vez.
Lo mismo.
Me sacudo y hago un gesto detrás de mí.
—Caleb, ¿el autobús?
—Si no te das prisa, lo perderé. Estoy hecho un lío. Te necesito, cariño.
El anhelo en su voz me excita más.
—Dios, estás loco.
—Por ti. —Me toma de la mano y tira de mí entre los arbustos hasta la
vieja estructura de piedra. Aquí nadie puede vernos.
Caleb deja caer mi bolso a la hierba, me apoya contra la estructura y
me sube el vestido hasta la cintura.
Jadeo cuando se desplaza por mi ropa interior y me acaricia.
Se le dibuja una sonrisa sucia.
—Ya estás mojada. —Me besa con fuerza y me raspa los labios—:
Quieres más. ¿Verdad, nena?
—Mmm... sí. —Me sostengo el vestido.
—Vamos a ver si sigues dolorida. —Me mete un dedo, me estremezco y
me muerdo el labio para contener el llanto.
—¿Te duele? —me pregunta mientras me penetra.
—No —exhalo, ansiosa por sentirle—. Fóllame.
Después suelta una risita arrogante.
—¿No decías que nunca me dejarías meterte mi cosa? Ahora te mueres
por ello.
—Fóllame, Caleb —grito, impaciente.
Se baja los joggers, me quita las bragas y le rodeo con la pierna.
—Aquí está. —Me ahoga el grito con su beso codicioso mientras
introduce su gruesa polla en mi coño empapado, empujando fuerte y
rápido.
—¿Cuántos goles tengo que marcarte, nena?
—Muchos —gimo, tirando de su labio inferior con los dientes.
Le rodeo con la otra pierna y uso la estructura de piedra para mantener
el equilibrio.
—¡Oh, Dios! —Le rodeo el cuello con los brazos—. Mierda. Qué bien se
siente.
—Soy el único que te follará —declara, mirándome fijamente a los ojos
mientras me penetra—. El único. Eres la última chica con la que
estaré, Jordyn.
—Caleb... —Aprieto el agarre mientras el placer fundido se apodera de
mí.
—Ahh —gime en mi boca, empezando a estremecerse conmigo.
Ambos estallamos al mismo tiempo, besándonos como criaturas
salvajes mientras él dispara su semen dentro de mí.
El subidón de euforia se calma lentamente y nos quedamos sin aliento.
Caleb me pone de pie con cuidado y vuelve a besarme. Después, agarro
servilletas de mi bolso para limpiarnos.
Él se arregla los joggers y yo me aliso el vestido, mirando su semen en
el suelo que gotea de mí.
Estoy a punto de recoger mi ropa interior, pero Caleb la agarra y se la
mete en el bolsillo.
Me burlo.
—¿Qué haces?
—Lo necesito para pasar las horas hasta que te vea más tarde. Porque
créeme que más tarde volveré a follarte.
Esbozo una sonrisa coqueta. —Cuento con ello. —Asiento por encima
de sus hombros—. Date prisa. Tres goles y te montaré toda la noche.
Sus ojos grises como la ceniza se empañan de hambre.
—Joder, Jordyn. —Me da un beso rápido pero sensual—. Te amo. Nos
vemos luego para ese paseo.
—Yo también te amo. Vete.
Sonriendo, se apresura a tomar el autobús a Nueva York. Me demoro en
el lugar para acomodar mi cuerpo aún excitado.
Tengo que ir a la residencia por ropa interior porque de ninguna
manera voy a quedarme sentada en clase con rastros de Caleb saliendo
de mí.
29

Caleb
Otra victoria me impulsa en una nube de emoción. El equipo ahora está
en una racha ganadora de cinco juegos, la primera para nosotros.
Estoy seguro de que le agradará a Jordyn que anoté cuatro goles en ese
viaje que se ofreció a darme más tarde.
Tras el partido, volvemos al hotel para ducharnos y comer para
emprender el camino de vuelta a casa.
Mientras abordamos el autobús, el entrenador Walters me llama. Un
hombre mayor, alto y de aspecto atlético con piel de color ámbar
oscuro está de pie junto a él.
—Caleb, este es Ron Adamu —presenta el entrenador—. Es el
representante del club de fútbol de Hartford.
Estrecho su mano.
—¿Cómo le va, señor?
—Fantástico —dice felizmente el Sr. Adamu—. Estoy muy impresionado
con tus habilidades, Caleb.
—Gracias Señor.
—Ahora, no quiero desviar tu atención del campeonato. Pero espero
que consideres venir a la oficina en unas pocas semanas para hablar
con el
entrenador en jefe y la gerencia. Hijo, creo que hay un lugar para ti en
el equipo.
—¿En serio? —Farfullo en mi aprecio—. Eso es... No sé qué decir. —No
son los Revs, pero sigue siendo un gran club.
El entrenador se ríe.
—Le he estado contando a Ron sobre tu desempeño en el equipo
universitario en los últimos dos años. Ya estuviste genial al entrar,
pero ciertamente has superado todas las expectativas.
—Así es —interviene el Sr. Adamu, asintiendo lentamente—. Tienes lo
que se necesita para llegar lejos en el deporte. Sé que el club de fútbol
de Hartford puede ayudarte a llegar allí.
Sus elogios me dejan en un abrumador aire de modestia.
—Gracias. —Es todo lo que puedo decir.
—Aquí está mi tarjeta. Comenzaremos las discusiones importantes
cuando pases por aquí. —Me entrega su tarjeta de visita y me estrecha
la mano de nuevo—. Como he dicho, un juego impecable. Suerte con el
campeonato.
—Gracias Señor. Espero verlo.
El Sr. Adamu le da una palmadita en el hombro al entrenador Walters
antes de caminar hacia su auto y despegar poco después.
—Espero que lo pienses seriamente —aconseja el entrenador—. Sé lo
que sientes por los Revs, pero esta también es una gran oportunidad.
—La es. Pondré mucha consideración en ello.
El asiente.
—Está bien. Buen juego, hijo.
Hace señas al autobús.
Meto la tarjeta en mis jeans y corro, sentándome al lado de Dante
después de abordar.
—¿Eso fue un representante? —pregunta.
—Sí. Club de fútbol de Hartford. —Saco la tarjeta para mirarla de
nuevo.
—No necesito preguntar qué dijo porque sé que quiere que juegues para
su club. La pregunta es, ¿qué vas a hacer?
Apoyo la cabeza contra el asiento.
—No lo sé, hombre. The Revs es mi club de ensueño. ¿Qué pasa
contigo?
¿Alguna palabra todavía?
Él frunce el ceño.
—Uh, nada de Revs. LA Galaxy dijo que me agregarán a la lista para
considerarme.
—Eso es bueno.
La duda tuerce sus facciones.
—Si me quisieran, no habrían dicho que me agregarían a una larga lista
de imbéciles.
—Solo dale tiempo. No te estreses por eso. Concéntrate en el
campeonato y lidia con eso después.
—Tienes razón. — Acerca su barbilla a la tarjeta en mi mano— ¿Que
hay de ellos?
—Voy a pensar en ello.
No puedo esperar para volver a Hartford para discutirlo con Jordyn.
Ella es la primera que me vino a la cabeza después del interés del Sr.
Adamu. Una vez que hable con ella y mi familia, siento que podré tomar
una mejor decisión.
El autobús llega a Hartford dos horas después.
Se detiene en el estacionamiento de visitantes en el campus, y hablo
con los muchachos un poco antes de dar por terminada la noche, ya
que todos estamos exhaustos.
Sin embargo, no estoy demasiado cansado para ese viaje.
Mientras camino hacia mi dormitorio, saco mi teléfono para llamar a
Jordyn y encuentro un mensaje de texto de papá.
Ven a casa cuando vuelvas.
Hay algo importante que tengo que decirte.
Disminuyo la velocidad hasta detenerme después de leer el mensaje.
¿Qué tiene que decirme?
En lugar del dormitorio, me dirijo directamente a mi auto en el
estacionamiento de estudiantes y conduzco a casa.
Una extraña sensación se está gestando en mi estómago.
Es como si algo estuviera mal, y me pone nervioso.
Al llegar a casa minutos después, entro a la casa y encuentro a mis
padres sentados en la sala de estar.
Una carpeta en la mesa de café me llama la atención cuando
entro. —¿Qué está sucediendo? ¿Dónde está Noah?
—Patinaje con amigos —responde mamá en voz baja. No son los
mismos optimistas habituales.
Papá asiente hacia el sofá frente a ellos.
—Siéntate, hijo.
Eso aumenta la sensación de ansiedad.
—¿Qué ocurre?
Mamá suspira.
—Cariño, creo que es mejor que te sientes a escuchar esto.
Me recuesto en el sofá, juntando mis manos con nerviosismo.
—Bueno
Papá se aclara la garganta antes de hablar.
—Um, sé que me pediste que me detuviera, pero continué mi búsqueda.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué? La encontré.
Él niega con la cabeza.
—Encontraste a alguien del hogar de acogida.
—No a Dove —agrega mamá en voz baja, con simpatía en su dulce
mirada azul.
Me burlo.
—¿Qué quieres decir? Es la misma persona. Jordyn es Dove.
—No, Caleb. —Papá toma la carpeta y se acerca, abriéndola delante de
mí.
Las dos fotografías me dan escalofríos. Ambas niñas tienen cabello
castaño rojizo similar y ojos marrones.
—Esa es Dove —dice papá mientras señala la foto de la izquierda. Pero
ya la reconozco.
Se mueve a la otra foto.
—Esa es Jordyn. Llegó al hogar de acogida unos días antes que Dove.
Ella también fue adoptada más o menos al mismo tiempo. —Apenas
recuerdo a esa niña y sus ojos hundidos llenos de dolor. No debimos ser
amigos, y muchos niños iban y venían. Por otra parte, apenas presté
atención a nadie aparte de Dove.
Mi garganta comienza a apretarse mientras paso de una foto a la
siguiente. Excepto por el mismo color de cabello y ojos, no se parecen.
Pero parece que mi desesperación por encontrar a Dove me cegó.
Me doy cuenta como un relámpago y me limpio la boca con la palma de
la mano.
—Yo... yo no la encontré...
Durante casi dos meses, creí que estaba con Dove. Amarla y fantasear
con estar para siempre con ella. Todo el tiempo fue otra persona.
—Olivia Dove Michaelson —murmura papá—. Ese es el apellido de sus
padres adoptivos.
—¿Dónde está ella? —gruño, mirándolo—. ¿Está en Connecticut?
Quiero verla.
El arrepentimiento vela su rostro, cierra la carpeta y suelta un pesado
suspiro.
Miro a mamá. Ella parece igual de triste.
—¿Qué? Sólo dime.
—Tengo malas noticias, hijo —dice papá—. Dove... ella murió.
El shock desmantela cualquier control restante que tenía sobre mis
emociones. Una ola de dolor me traga y succiona el aire de mis
pulmones.
—¿Qué... —me ahogo mientras las lágrimas caen por mi rostro—. Ella
no puede estar... No digas eso...
—Lo siento mucho, hijo. —Papá se sienta a mi lado y me agarra del
hombro—. Ella falleció.
Mamá se apresura a abrazarme.
—Cariño.
Dejo caer la cabeza, sollozando por la chica con la que me uní a los
doce. Por los recuerdos felices que hicimos en poco más de un mes. Por
las promesas que nunca llegamos a cumplir.
Nunca llegué a verla de nuevo. Para mostrarle lo mucho que he logrado.
No tuve la oportunidad de demostrarle mi amor como es ahora. En
cambio, se lo di todo a otra persona, alguien que descubrió la verdad y
mintió.
30

Jordyn
Caleb no responde a mis mensajes de texto y su teléfono ha estado
apagado desde el día anterior.
Escuché que el equipo de fútbol ganó otro partido y quiero felicitarlo.
Pero tal vez esté exhausto. Él podría estar durmiendo durante el día.
Sin embargo, es extraño que no me haya llamado. Desde nuestro
primer encuentro, no hemos pasado un día sin hablar.
Algo se siente mal.
—¿Jordyn? —Aaron me saca de mis pensamientos.
Me reenfoco.
—¿Sí?
—Eh, ¿estás bien? Pareces… —Probablemente piensa que estoy
teniendo un episodio como la última vez.
—Estoy bien. — Logro una sonrisa—. Um, ¿viste a Caleb hoy en el
campo?
Frunce el ceño cuando responde:
—No. No practican el día después de un partido. ¿Paso algo?
—No. —Me pongo el cabello detrás de las orejas y miro el libro de texto.
Se supone que debemos estudiar para el próximo examen, pero mi
mente sigue pensando en Caleb.
Aaron se queda en silencio por un momento, luego pregunta:
—¿Quién es Dove?
Mi cabeza vuela hacia arriba.
—¿Dónde escuchaste ese nombre?
—Lo murmuraste junto a los árboles ese día. Parecías molesta.
Miro al espacio.
—Lo siento —dice—. No debería entrometerme.
—Está bien. Es alguien de mi pasado. Alguien de quien estaba celosa y
todavía lo estoy ahora.
Él frunce el ceño.
—Me parece difícil de creer. No tienes por qué estar celosa de nadie.
Me encojo de hombros.
—No me agradaba Dove, porque ella retenía toda la atención de Caleb.
Al menos, eso es lo que recuerdo.
—¿Así que no eres la chica que él cree que eres? —Escuchar a otra
persona decirlo en voz alta me hace sentir aún más culpable.
Mastico la comisura de mi labio inferior mientras niego con la cabeza.
—No lo soy.
—¿Lo sabe él? —él pregunta.
—No. —Muevo mis uñas—. Debería decírselo, pero es muy difícil
admitirlo ante Caleb.
—Porque lo amas —discierne en voz baja—. ¿Qué crees que pasará
cuando él se dé cuenta de que no eres ella?
Mi cabello baila sobre mis hombros con el balanceo de mi cabeza.
—No estoy segura. Todo lo que sé es que no quiero perderlo. Caleb me
robó el corazón. Él hace que todo se sienta mejor. Lo amo tanto, y su
felicidad significa el mundo para mí. Solo quiero tenerlo conmigo.
Su nuez de Adán se balancea.
—Eres una persona tan hermosa por dentro y por fuera, Jordyn. La chica
más dulce que he conocido. Si Caleb te deja ir por un recuerdo, no te
merece.
Bajo la cabeza, esperando que eso no suceda.
—Si te deja ir —agrega Aaron—, no me detendré hasta hacerte mía.
Su declaración me hace levantar la cabeza de golpe.
—Aarón…
Muestra una media sonrisa y cierra sus libros.
—Tengo que llegar a una reunión.
—Oh. —Lo veo recoger sus cosas—. Bueno. Te veré en clase el lunes.
—Sí. —Se levanta de la silla—. Nos vemos.
Cuando sale de la biblioteca, me desplomo sobre mis libros sobre la
mesa, preguntándome si el universo me castigará por no decirle la
verdad a Caleb.
El zumbido de mi teléfono acelera mi pulso.
Me siento rápido y miro la pantalla.
Mi corazón comienza a acelerarse cuando veo el mensaje de Caleb.
Mi habitación.
31

Jordyn
Mi corazón acelerado no se calma cuando llego a la habitación de
Caleb. Siento que algo anda mal, y ese sentimiento se intensifica
cuando abre la puerta.
Sus ojos grises no tienen el brillo habitual cuando me mira. Solo la
duda y la angustia yacen dentro.
—Oye —digo en un susurro.
Sin una palabra o un beso, Caleb retrocede para que yo entre.
Necesitando el afecto al que me he vuelto adicta, me muevo hacia él.
Pero levanta la mano para detenerme.
Caleb me mira intensamente como si estuviera desgarrando mis rasgos.
Me muevo en el lugar, confundida.
Con una respiración aguda como una navaja, se pasa los dedos por el
cabello y gira.
—¿Caleb? —murmuro— ¿Qué ocurre?
Me mira de nuevo.
—Día de playa. —La frustración ata su voz—. ¿Qué es exactamente lo
que recuerdas?
El miedo se apodera de todo mi cuerpo.
Él sabe. Él sabe la verdad.
Cierro los ojos con fuerza, respiro hondo y los abro de nuevo.
—Recuerdo estar sentada sola, como siempre lo hago, cavando en la
arena.
Recuerdo haber encontrado la concha marina.
Caleb se limpia la cara con dureza.
—No, no lo hiciste, Jordyn. Dove lo encontró. Ella me lo dio.
—Ella mintió.
Aprieta la mandíbula.
—Dove no era una mentirosa.
—Bueno, ella mintió sobre eso. —Presiono mi mano en mi pecho
mientras le digo—: Le di la concha, Caleb. Ella me lo pidió, y pensé que
si…
—¿Pensaste qué? —él grita.
Mis ojos comienzan a lagrimear.
—Pensé que, si ella se convertía en mi amiga, tú también lo harías.
Él resopla y baja la mirada, en voz baja cuando dice:
—No te recuerdo.
Mierda. Eso apesta.
Que ridículo revés. Apuesto a que se sintió igual de dolido ese lunes
cuando dije lo mismo.
Una lágrima se desliza por mi mejilla. Sollozo y le digo lo que recuerdo.
—Unos días después de llegar al hogar de acogida, tuve un arrebato y
me peleé con un niño. Supongo que la Sra. Anders me puso en tiempo
muerto en el solarium. Viniste y te sentaste a mi lado. Me tomaste de
la mano y dijiste que lo entendías. Que un monstruo también te
lastimó, y que yo estaba bien ahora. Estaba a salvo.
Su cabeza vuela hacia arriba, la realización palpable.
—Esa fuiste tú... Eso es lo que recordaste en el museo.
Asiento con la cabeza.
—Esas palabras significaron mucho para mí. Fuiste tan amable e
hiciste que mi corazón doliera menos. Luego apareció Dove y me
trataste como si fuera invisible, como todos los demás.
—Eso no es cierto —argumenta—. Te aislaste.
—Mantuviste la mirada al frente cada vez que nos cruzamos. Si
nuestras miradas alguna vez se encontraran, mirarías directamente a
través de mí. Me olvidaste tan fácilmente, Caleb. Me olvidaste.
—Podrías haber hablado conmigo si hubieras querido que fuéramos
amigos.
Deberías haberlo hecho.
Levanto mi mano.
—Dove lo hizo difícil. Eras devoto a ella y no tenías lugar para nadie
más.
Él inhala.
—Estábamos unidos desde el día que nos conocimos. Teníamos una
conexión. Por eso pasé ocho años buscándola. Pero en lugar…
Se siente como si un objeto afilado acabara de atravesar mi corazón.
—Pero en cambio, me encontraste. La chica que no querías recordar. —
Mi voz se quiebra—. Te dije desde el principio que no creía que yo fuera
ella.
—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste cuando tu memoria lo confirmó?
—Lanza un gruñido áspero—. ¿Por qué no dijiste algo cuando te mostré
la caja en mi casa?
Mis labios tiemblan mientras las lágrimas fluyen aún más.
—Porque… tenía miedo. Me había enamorado de ti y tenía miedo de
que me alejaras.
Como si luchara contra el impulso de abrazarme, Caleb rompe el
contacto visual y se inclina hacia mí.
—¿Supongo que la encontraste entonces? —Me atraganto, aterrorizada
de que cambie a la cosa real ahora y me descarte— ¿Ya se reunieron?
Vas a…
—Dove está muerta —gruñe, con lágrimas cayendo por su rostro.
Jadeo en estado de shock.
—¿Ella murió?
—El día anterior al que nos encontramos. ¿Qué tan jodido es eso?
—Caleb…—Me acerco para tocar su brazo—. Lo siento mucho. Sé
cuánto significaba ella para ti.
Se tambalea alejándose de mí, dejando caer mi mano.
—Pensé que estaba con ella todo este tiempo. Pensé que tenía a la
chica que había querido todos estos años, y te di mi corazón. Te di
todo el amor que estaba guardando para ella.
Sus palabras me hirieron hasta la médula.
—¿Estás diciendo que las últimas semanas son un error?
—No. —Él niega con la cabeza—. No estoy diciendo eso. Yo solo...
necesito algo de tiempo.
—Así que me estás alejando —murmuro.
—¡Maldita sea, Jordyn! —Estalla. Incluso su mirada es perturbadora
cuando me mira—. Me enteré de que Dove murió. Necesito espacio.
Emociones dolorosas me sumergen y retrocedo hasta la puerta.
—Siento no haberte dicho nada en cuanto me di cuenta de que no
éramos la misma persona. Tienes todo el derecho a estar molesto. —
Abro la puerta—. Es comprensible por qué es difícil estar conmigo
ahora, sabiendo que no soy quien querías. Por otra parte, nunca lo fui.
Sus ojos se marchitan de arrepentimiento.
—Jordyn…
Salgo y cierro la puerta, acelerando por el pasillo hacia el ascensor.
Mis lágrimas son imparables. Me duele tanto que Caleb no me persiga
como lo haría normalmente.
Los tipos que salen del ascensor me miran con pena cuando pasan
junto a mí.
Me apresuro y presiono el botón para bajar.
Mi corazón está rompiéndose. Existe la posibilidad de que Caleb no
pueda seguir adelante conmigo.
¡Eres un maldito error!
—¡Ah! —Agarro mi cabeza mientras una avalancha de recuerdos me
bombardea.
¡No llores! ¡No llores, carajo!
Me apresuro a salir del edificio cuando llego al nivel principal,
golpeando a la gente mientras me apresuro hacia mi dormitorio.
El grito de un niño hace eco en mis oídos, haciendo que los cubra. Me
estremezco por las bofetadas dolorosas y el escozor en mi cuero
cabelludo por el tirón de mi cabello.
Me palpita la cabeza y empiezo a sentir náuseas.
Estoy hecha un desastre cuando llego a mi dormitorio. Tomo el
ascensor hacia arriba, arqueándome por encima del tsunami de
recuerdos. Todos son de ella, mi abuela.
Oh, no. Dios, por favor no.
Trato de concentrarme en recuerdos más felices a lo largo de los años.
Pero eso es inútil. Los muros se han derrumbado y no puedo volver a
ponerlos en su lugar.
Mi visión comienza a nublarse. Cuando se abre el ascensor, me arrastro
por el pasillo y llamo a Scarlett mientras lucho por llegar a la
habitación.
Apenas estoy dentro antes de que mi cuerpo se desplome.
—¿Hola? ¿JD? ¿Qué ocurre? — La voz de Scarlett se desvanece en el
teléfono mientras me hundo en un pozo de oscuridad.
Mi corazón está latiendo con anticipación.
La escucho pisando fuerte, cerrando las puertas de los armarios y
maldiciendo.
Pronto vendrá a buscarme.
Estoy apretando a Taffy con fuerza en el pecho, deseando que no
fuera solo un animal de peluche y tuviera el poder de salvarme.
—¡Ah! —grito cuando empuja la puerta para abrirla y entra al
dormitorio, resoplando como la bestia que es.
Me entierro más en la esquina, llorando.
Sus ojos oscuros me miran.
—¿Dónde está, pequeña mierda? ¿Dónde está la botella que compré
anoche?
—La terminaste, abuela —sollozo—. Te la bebiste toda.
Ella arruga su rostro, luciendo mayor y más aterradora.
—¿Qué dijiste, perra? ¡Estás mintiendo! Sé que la escondiste.
Muevo la cabeza.
—No, abuela. Lo juro.
—¡Ven aquí!
Grito cuando me tira del cabello y me saca de detrás de la cama.
—Necesitas otra lección.
—¡No! ¡Por favor, abuela! —Lloro y suplico una y otra vez mientras ella
agarra el cinturón— ¡Por favor! ¡No!
—Te enseñaré a no mentirme. —Me baja los pantalones cortos y la
ropa interior— ¡Las chicas malas deberían ser castigadas!
Pateo y me retuerzo en mi intento de liberarme, pero ella es
demasiado fuerte, me coloca sobre su regazo y me mantiene en mi
lugar.
—¡Maldita mentirosa!
Un grito gutural arranca de mis pulmones ante el primer pinchazo
doloroso del cinturón golpeando mi carne.
—¡Mamá!
No importa cuánto llore y cuánto le suplique, ella sigue golpeándome.
La abuela me deja en el suelo cuando ella misma está exhausta.
Pasan las horas hasta que la habitación comienza a oscurecerse. Me
duele demasiado moverme, así que sigo tirada ahí.
La escucho gemir y tropezar más tarde. Parece que salió y compró
más alcohol. Ella lo terminará, se desmayará borracha, se despertará
y me atormentará de otra manera.
Esta es mi vida, y nadie me salvará.
32

Jordyn
Todavía estoy llorando mientras la niebla oscura se despeja y me siento
emocionalmente exhausta cuando abro los ojos.
La Dr. Sharma está sentado a mi lado, tomándome la mano.
—Ahí estas. —Relaja los hombros y se endereza.
Mamá y papá se apresuran. Ambos me miran horrorizados.
—¿Qué pasó? —Mi voz sale ronca.
—Te encontré aturdida en la habitación —dice Scarlett desde la puerta
—. Estabas murmurando. Llamé a tus padres.
Miro a mí alrededor, reconociendo la cálida pintura púrpura y mi
guardarropa con el collage de fotos de momentos de la escuela
secundaria.
Estoy en casa.
—¿Cómo te sientes, cariño? —pregunta mamá, apartándome el cabello
a un lado.
—Todavía me duele la cabeza.
—Aquí. — Papá toma un vaso de agua y una aspirina de mi mesita de
noche—. Toma esto.
Me siento para tragar la pastilla y tragarla. Después les digo:
—Todo se aceleró. Me sentí abrumada.
—Experimentó un resurgimiento masivo de recuerdos —afirma la Dr.
Sharma—. ¿Pasó algo antes? —El posible fin de mi relación.
Pensar en ello trae nuevas lágrimas a mis ojos.
—¿Cariño? —Papá aprieta mi mano— ¿Qué es?
Niego con la cabeza.
—No quiero hablar de ello.
Mamá limpia mi mejilla.
—Oh, cariño, tú…
—Por favor. Estoy agotada. Solo quiero dormir un rato.
Ellos fruncen el ceño.
Papá aprieta el hombro de mamá.
—Vamos, querida. Dejémosla descansar.
Mamá todavía parece vacilante, pero le permite sacarla de la
habitación.
—Llámeme cuando esté lista para hablar —dice la Dr. Sharma—. Y
tenemos que hacerlo, Jordyn. Es imperativo que lo abordes ahora que
todos los recuerdos están de vuelta. —Ella me deja con esas palabras.
Scarlett suelta un suspiro triste.
—¿Quieres que me vaya también?
—No. Espera.
Cerrando la puerta, se acerca y se sienta en la cama.
—¿Qué pasó, JD?
—Caleb lo sabe —me atraganto—. Sabe que no soy Dove. Peor aún,
Dove murió.
Sus hombros caen.
—Ay dios mío.
—Nunca la volverá a ver, Scar. Creo que se siente culpable de haber
pasado todo este tiempo conmigo pensando que yo era ella.
—JD…—Ella envuelve sus brazos alrededor de mí.
—Él nunca me vio —susurro sobre su hombro—. Ni entonces, ni ahora.
Siempre fue Dove. —Me alejo de ella—. Ni siquiera estoy molesta con
él. Estoy triste por ambos.
Sus ojos verdes brillan con empatía mientras limpia mis lágrimas con
sus dedos.
—Estoy segura de que Caleb lo solucionará y seguirá adelante contigo.
Él te ama.
—Mmm. —Me acuesto en la cama—. Necesito sanar. Tal vez una
relación no sea una buena idea después de todo.
Scarlett frunce el ceño.
—Trata de dormir. Yo me quedaré contigo.
—Gracias, Scar.
—Por supuesto, JD. Siempre estoy aquí para ti.
Ella se relaja al otro lado de la cama y yo cierro los ojos, con la
esperanza de que cuando me despierte, los horribles recuerdos estén de
vuelta en la bóveda por algún milagro.
Tal vez el universo cambiará las cosas y Dove estará viva, incluso si eso
significa que Caleb me dejará e irá con ella. Mientras él sea feliz,
intentaré estar de acuerdo con eso.
Lo intentare.
33

Caleb
No he visto ni hablado con Jordyn en dos días. Cada vez que estoy a
punto de llamarla, cambio de opinión. Mi cabeza está en un espacio
extraño, y no sé qué decir.
—Tu mamá dijo que has estado sentado aquí desde que llegaste a casa
—comenta papá. Se hunde en la silla del rincón. Tiene las mangas
arremangadas, parece cansado de trabajar todo el día—. ¿Cómo estás,
hijo?
Miro todos los trofeos en el estante mientras me retuerzo las manos.
—No estoy seguro de cómo responder a eso, papá.
—No puedo imaginar cómo te sientes. Quiero que sepas que estamos
aquí para ti.
—Lo sé —murmuro.
—Tienes un partido mañana. Estoy seguro de que el estrés del
campeonato debe estar aumentando las cosas.
Lo miro.
—Papá, un representante del club de fútbol de Hartford se me acercó
para que me uniera al equipo.
Se sienta más derecho.
—Eso es genial, hijo.
—¿Lo es? Quiero decir, dije que trabajaría contigo después de la
universidad, pero jugar al fútbol es... —Trago saliva—. Es mi sueño. Sin
embargo, todavía me siento mal por cambiar nuestros planes.
La comprensión cubre su rostro.
—No, hijo. Ve tras tus sueños.
Frunzo el ceño.
—Pensé que querías que me hiciera cargo algún día.
Papá niega.
—Te quiero feliz. Eso significa más para mí que cualquier otra cosa.
—Pero... ¿no es por eso que adoptaste hijos? —pregunto suavemente.
—Solo queríamos hijos. Tú y tu hermano son grandes niños. Robaste
nuestros corazones en el momento en que nos conocimos.
Eso me hace sonreír, y creo que es la primera vez desde que me enteré
de la muerte de Dove.
Miro la alfombra.
—No sé qué hacer, papá. Amo a Jordyn. Nunca he amado tanto a nadie.
Pero tengo esta culpa como si traicionara a Dove entregando mi
corazón. Sé que es injusto, pero no cambia la forma en que me siento.
—Parece que necesitas un cierre —dice—. Tal vez encontrar una
manera de despedirse de Dove te ayude a seguir adelante.
—No sé cómo hacer eso. —Mi voz se quiebra.
Se acerca para tocar mi hombro.
—Hablé con sus padres. Están abiertos para que los visites. Están en
Coventry.
Sollozo y empujo hacia abajo el dolor.
—Lo consideraré.
Después de un empujón consolador, sale de la habitación y yo vuelvo a
caer en un pensamiento profundo.
No hay duda de que amo a Jordyn y la extraño como loco cuando no
estamos juntos. Estoy molesto porque ella ocultó la verdad por tanto
tiempo, y me pregunto si nos habría puesto en pausa si lo hubiera sabido
antes.
Aparte de eso, quiero estar con ella. Pero algo me corroe y tiene que
ver con Dove.
Papá tiene razón. Tengo que encontrar una manera de dejar ir mi
pasado.

Perder nuestro sexto partido es un poco desalentador. No cambia


nuestra posición en la clasificación, pero el requisito de ganar los dos
siguientes aumenta la presión.
Aunque es un esfuerzo de equipo, es difícil no preguntarse si los
eventos recientes afectaron mi desempeño.
Nervioso por la derrota y todo eso, me dirijo al campo de la universidad
más tarde esa noche para patear la pelota.
Con cada intento fallido de anotar, lanzo gruñidos de enojo. Algunas
son tiros que normalmente no me perdería. Soy mejor que eso.
El cielo se oscurece y los reflectores se encienden.
Sigo practicando, a pesar de que mis piernas están más que agotadas
por el partido de ese día.
El entrenador Walters se pondría furioso si me viera.
—¿No se supone que debes descansar después de los partidos?
Giro ante la voz de Aaron y lo miro.
—¿No se supone que deberías estar ocupándote de tus asuntos?
Se burla y cambia su peso a la otra pierna. El círculo de sudor en su
camisa indica que debe haber estado haciendo jogging.
—Estoy seguro de que una pérdida afecta a alguien con tu ego.
Simplemente no te lastimes.
—¿No sabía que te importaba? —Lo ignoro y giro de nuevo hacia la
pelota, tratando de volver a concentrarme.
—Ella lo admitió, ¿no?
Desconcertado, me acerco a él.
—Jordyn te dijo la verdad. ¿Pero a mí no?
Aaron sopla un corto suspiro.
—Porque temía que la alejaras.
Lanzo una risa sarcástica y levanto las manos.
—No puedo creer esto. Entonces todos sabían que ella no era Dove
excepto yo.
—¿Es eso cierto? —se burla, acercándose más—. ¿Honestamente no lo
sabías? ¿O estabas usando a Jordyn como un jodido sustituto?
Golpeo su mandíbula.
—¡Ugh! —Se arquea y agarra su rostro—. Imbécil…
Enojado, ignoro el escozor de mi mano.
—Te dije que te metieras en tus malditos asuntos y te mantuvieras
alejado de ella.
Aaron escupe sangre en la hierba y se lanza hacia mí.
Intenta darme un puñetazo, pero lo esquivo y solo me roza la
mandíbula. Le intento dar un golpe en el estómago y fallo.
Luchamos hasta que rápidamente se vuelve ridículo y agotador, así que
nos empujamos y nos hundimos en la hierba, respirando con dificultad.
—Ella te ama —gruñe y se limpia la boca con el dorso de la mano—. Si
tú no lo haces, déjala ir. Estaré feliz de reemplazarte. —Con eso,
empuja toda su altura y se arrastra fuera del campo, arqueando un poco
la espalda.
Como el infierno que lo harás, Aaron.
Ningún otro maldito chico tomará mi lugar al lado de Jordyn. No la dejaré
ir.
Arreglaré mi mierda y arreglaré las cosas con mi chica.
34

Jordyn
—Respira —me recuerda la Dra. Sharma cuando empiezo a
derrumbarme de nuevo. Hace la técnica conmigo hasta que me calmo
—. Bien. Lo estás haciendo bien.
Agarro una servilleta para secarme los ojos.
—Um, ¿vas a ayudarme a crear los muros de nuevo?
Cierra el libro en su regazo y lo coloca sobre la mesa con su bolígrafo.
—Temo que reconstruir muros y reprimir los recuerdos traumáticos sea
peligroso. Si vuelve a desmoronarse, podrías sufrir un quiebre mental.
Espero que consideres otra opción, especialmente ahora que eres
mayor.
Arrugo mi frente.
—¿Qué otra opción?
—¿Qué tal si enfrentas tus traumas? Podría darte herramientas para
sobrellevar la situación. Abordar el dolor te ayudará a sanar finalmente.
—No sé si puedo. —resoplo—. No soy fuerte.
—Ninguno de nosotros se da cuenta de lo verdaderamente fuertes que
somos —dice, con una sonrisa amable en su rostro moreno—. Pasos
pequeños. Y Jordyn, espero que también abordes esa pérdida.
Esa pérdida, la que nunca discutimos: la muerte de mi mamá.
Mi ritmo cardíaco aumenta con solo pensarlo, y mi cuerpo se pone
rígido.
—Lo pensaré —le digo y miro el reloj cercano—. Se acabó el tiempo.
Ella tararea.
—En efecto. Te veré la próxima semana. —Se endereza cuando me
levanto del sofá y camina conmigo hasta la puerta principal.
Papá acaba de detenerse en la acera. Él saluda.
La Dr. Sharma le devuelve el saludo.
—Si sientes que no puede administrar tus clases, te animo a que te
tomes un tiempo libre y no te esfuerces.
Formo una sonrisa y le aseguro:
—Estaré bien.
Ella asiente.
—Bueno. Nos vemos la próxima semana, Jordyn.
Camino hacia el auto y me subo.
—Hola, papá.
—¿Cómo estás, cariño?
—Estoy bien. —Me pongo el cabello detrás de las orejas y me inclino
hacia atrás mientras él se aleja.
El silencio persiste en el automóvil durante uno o dos minutos hasta
que pregunto:
—Papá, ¿guardaste mis cosas del hogar de acogida?
—Oh, no se sentía bien deshacernos de ellos, así que guardamos tu
pequeño equipaje en el sótano.
—¿Lo hiciste? —murmuro—. Gracias.
Él mira brevemente, aclarándose la garganta un par de veces antes de
hablar.
—Ojalá pudiera quitarte todo el dolor. —Su voz se quiebra—. Cuando tu
mamá y yo te vimos sola en esa habitación en el hogar de acogida,
estabas dibujando y murmurando para ti misma. Seguías diciendo ya no
me haría
daño. —Él solloza—. Dios. Queríamos darte todo el amor del mundo y
mostrarte cómo se supone que debe ser un padre.
—Papá…—Me estiro y toco su brazo—. Tú y mamá son padres
increíbles. Me dan todo el amor del mundo.
Suelta un pesado suspiro.
—Sé que estás sufriendo, y desearía poder detenerlo. Solo quiero que
seas feliz y no tengas esos horribles recuerdos. Por eso le pedimos a la
Dr. Sharma que los reprimiera antes.
—Lo sé. — Miro hacia abajo en mi regazo—. Pero la única forma de
lidiar con eso es enfrentarlo. Tengo que empezar a hacer eso ahora.
—Tu mamá y yo estamos aquí para ti, Jordyn —me recuerda—.
Siempre.
—Te amo, papá.
—Te amo, panqueque.
Ambos nos reímos.
Al llegar a casa minutos después, papá se estaciona al costado de la
casa y entramos con el sonido de la voz de mamá. Ella está hablando
con alguien en la sala de estar.
—¿Quién está aquí, amor? —Papá grita, caminando delante de mí. Hace
una pausa—. Oh.
Me muevo a su alrededor, solo para congelarme en el lugar.
Mi cuerpo comienza a hormiguear como si cobrara vida.
Caleb se endereza del sofá, sus ojos grises intensos mientras me mira.
Tiene un leve moretón en la mandíbula.
—Te daremos un poco de privacidad —dice mamá mientras se levanta
del sillón. Engancha su brazo alrededor del de papá y lo arrastra fuera
de la sala de estar.
No sé qué decir
Mi corazón está latiendo salvajemente.
Dios, lo he extrañado. Todo lo que quiero es correr a sus brazos y
disfrutar de su calor.
—Tu teléfono está apagado —dice, y me estremezco por el sonido
profundo.
Echo de menos su voz.
Me toma un segundo responder.
—Lo apagué para mi sesión.
Él frunce el ceño.
—Tu mamá no lo diría. Pero puedo decir que algo sucedió. ¿Entonces
qué pasó?
Arranco mi esmalte de uñas que ya se está desvaneciendo.
—Todo volvió. —Un grito ahogado sale cuando se acerca.
—¿Todo? —Se ve y suena preocupado.
—Todos los recuerdos del abuso. Fue bastante impactante. —Invento
una risa falsa para jugar—. Deberías haberme visto. Estaba corriendo
por el campus como una lunática.
Caleb me tira hacia su pecho, con los brazos apretados mientras me
sostiene.
—No hagas eso. No actúes dura conmigo.
Inhalo su aroma embriagador y exhalo aliviada, levantando mis manos
para abrazarlo.
—Fue demasiado, tanto así que me desmayé en mi
habitación. Sin soltarme, se echa hacia atrás para
mirarme. —¿Por qué no me llamaste?
—¿Llamarte? —Me retuerzo fuera de su agarre y me alejo—. Me dijiste
que necesitabas espacio. ¿Entonces por qué estás aquí? ¿Y qué le pasó
a tu mandíbula? ¿Sabes qué? Ni siquiera me lo digas. —Paso junto a él
y salgo al patio, masajeándome las sienes.
—Tuve una pelea con Aaron —dice Caleb a mi espalda—. Él declaró que
tomaría mi lugar en tu vida.
Giro hacia él.
—¿Se necesitó la amenaza de Aaron para que vinieras a verme?
Aprieta la mandíbula.
—Quería. Pero… seguía pensando en Dove.
—Entonces, ¿por qué estás aquí, Caleb? —grito—. No soy ella. Nunca
seré ella. Entonces, si ella es todo lo que quieres, ¿por qué estás aquí?
—Porque te amo —gruñe—. Te amo, Jordyn. Me enamoré de ti. — Se
pasa la mano por el cabello alborotado—. No es fácil aceptar el hecho
de que Dove está muerta cuando pensé que la tenía todo este tiempo.
Necesito que entiendas eso.
—Sí. Todavía duele.
Llena el espacio entre nosotros y toca mi cintura.
—Lo resolveremos. Voy a ver a sus padres el miércoles.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué?
—Para encontrar el cierre. Para decir adiós. —Roza mi mejilla con el
dorso de su mano—. Así puedo concentrarme en nosotros sin esa culpa.
—¿Eso significa que me perdonas por no decírtelo?
Él suspira.
—Hasta cierto punto.
Cuando baja la mano, la levanto de nuevo a mi corazón.
—Dove era importante para ti. Tómate el tiempo que necesites. No es
justo de mi parte esperar que la dejes ir así de fácil.
—Jordyn…
—Está bien. Entiendo. —Suelto su mano—. Puede que yo también
necesite algo de tiempo. Para hacer frente a todo.
Sus ojos grises se marchitan.
—¿Estás diciendo que quieres un descanso de nuestra relación?
—Creo que es lo mejor por ahora. Ambos tenemos mucho que hacer.
Tal vez por el resto del semestre, deberíamos…
—No —me detiene, con una expresión severa.
Mis cejas vuelan hacia arriba.
—¿No?
—Me escuchaste. No nos vamos a tomar un maldito descanso.
Conduciré a Coventry el miércoles. Cuando regrese, te llevaré a mi
cama y pasaré toda la noche haciéndote el amor y mostrándote cuánto
te deseo.
Trago.
—Caleb…
—Shh. —Me envuelve en sus brazos de nuevo— ¿Cómo estás? Siento
que hayas tenido ese terrible momento y que lo hayas pasado sola.
Lamento no haber estado allí los últimos días para sostener tu mano y
apoyarte.
—Um…—No sé qué decir. Estoy asombrada de él. Así que hago lo
siguiente mejor. Acuno su rostro y lo beso apasionadamente.

—¿JD? —Scarlett llama mientras baja las escaleras hacia el sótano, donde
estoy revolviendo en una esquina, buscando mi equipaje del hogar de
acogida.
—Aqui.
Ella camina a mi lado.
—¿No estás lista para regresar a la universidad?
—En un momento.
—¿Qué estás buscando?
Me detengo justo después de su pregunta, vislumbrando el desgastado
equipaje marrón.
—Mis cosas de ese entonces —digo casi en un susurro.
Me acerco, lo saco de al lado de una pila de cajas y lo llevo al viejo sofá.
Scarlett se sienta a mi lado después de que dejo el equipaje sobre la
alfombra, en silencio mientras lo abro conteniendo la respiración.
Los recuerdos inundan mi cabeza en el momento en que veo mi ropa.
Recuerdo doblarlos cuidadosamente la víspera de dejar la casa de
acogida, mientras me invadía una mezcla de alegría y nerviosismo.
Mis manos tiemblan mientras reviso cada artículo. No es mucho ya que
la abuela nunca gastó dinero en mí y yo me negué a aceptar nada de la
Sra. Anders. Estos pertenecían a mi madre, y recordar eso hace que
mis ojos se llenen de lágrimas.
—¿Todo bien? —Scarlett comprueba, tocándome el brazo.
—Mmhm —Parpadeo para contener las lágrimas y vuelvo a mirar. Mi
estómago se hunde al darme cuenta de que falta algo—. No…
—¿Qué es? —pregunta Scarlett.
—Taffy no está aquí. —Hago un lío con la ropa, revisando
minuciosamente el equipaje.
—¿Taffy? —ella repite.
—Mi oso de peluche. Es pequeño. Recuerdo haberlo metido adentro
antes de salir de la casa de mi abuela. Debería estar aquí. Estoy segura
de que… —Mi cuerpo se pone rígido ante el recuerdo, e inclino la
cabeza hacia atrás y suspiro profundamente—. No lo empaqué porque
se perdió.
—¿Qué? ¿Sabes dónde está?
—No. Pero sé quién se lo llevó. —Saco mi teléfono de mi bolsillo—. Voy
a Coventry con Caleb.
Ella arruga sus rasgos.
—¿Por qué? ¿Qué hay en Coventry?
—El cierre.
35

Caleb
Me sorprendí cuando Jordyn pidió conducir conmigo el miércoles. Pero
me alegro de que lo haya hecho porque la necesito a mi lado para hacer
esto.
—¿Crees que Dove se lo llevó? —preguntó después de que termina de
contarme sobre su osito de peluche desaparecido.
—Preguntó si podía tenerlo un par de veces —dice—. Sé que existe la
posibilidad de que lo haya tirado, pero todavía tengo algo que hacer.
Necesito liberar mi resentimiento hacia ella. —Ella toma un respiro—.
Vi a Dove como una niña feliz que no había sufrido. En mi mente, ella
era perfecta. Todo porque ella no mostró dolor en el exterior.
—Dove estaba sufriendo, Jordyn.
—Ahora me doy cuenta de que todos los niños de nuestro hogar de
crianza llegaron rotos y habiendo experimentado alguna mierda. Mi
dolor no era mayor que el de los demás.
Me acerco para tomar su mano.
Después de uno o dos minutos, dice:
—Sé por qué me gusta tanto el caramelo salado.
—¿Por qué? —La miro por un segundo.
—Um, mi mamá me traía a comprar helado los domingos. El caramelo
salado era su favorito. Sus ojos simplemente brillarían. —Ella suelta un
suspiro
tembloroso—. Después de que ella se fue, la abuela nunca me dejó
comer helado ni nada dulce. Apenas me dio comida. A veces, me
obligaba a sentarme y verla comer mientras yo lloraba porque tenía
mucha hambre. —Su voz se hace más suave—. Mierda. Cada día era una
tortura. Odié a mamá por dejarme, y hubo momentos en los que
desearía no haber nacido.
Escuchar el dolor en su voz y esas tristes palabras me hace doler por
ella. Le doy a su mano un apretón amoroso.
—Estás aquí ahora, cariño. Sobreviviste. Lo superarás. Sé que lo harás.
Miro a tiempo para atraparla sonriéndome a través de las lágrimas.
—Gracias —dice ella en un susurro cercano.
Siguiendo la ruta del GPS, giro por un largo camino con casas y árboles
a ambos lados. El área luce pacífica, y me pregunto si Dove fue feliz
creciendo aquí.
Mi corazón aumenta la velocidad cuando el GPS anuncia que la
dirección está a mi derecha.
Disminuyo la velocidad fuera del rancho de un nivel. Es una casa
modesta y bien cuidada con rosales en la entrada.
Hay un todoterreno en la entrada.
—Es aquí —dice Jordyn y se vuelve hacia mí—. ¿Estás listo?
—No estoy seguro. —Aprieto el volante—. Estoy nervioso. Casi espero
ver a Dove.
Ella frota mi brazo.
—Si es demasiado difícil, podríamos intentarlo en otro momento.
Niego con la cabeza y apago el motor.
—No. Tengo que hacer esto hoy. Vamos.
Salimos del auto al mismo tiempo, y tomo la mano de Jordyn mientras
caminamos hacia la puerta principal.
Un hombre con cabello canoso y barba baja abre antes de que
llamemos, empujando la puerta mosquitera. Ahora es mayor, pero lo
recuerdo un poco, mucho más de lo que recuerdo a los padres de
Jordyn.
—¿Caleb? —El Sr. Michaelson confirma.
—Sí, señor. — Estrecho su mano—. Gracias por permitirme venir. Esta
es mi novia, Jordyn. Ella también estaba en el hogar de acogida.
—Lamento su pérdida —dice con sinceridad.
Sus ojos azulados envejecidos se suavizan cuando estrecha su mano a
continuación.
—Jordyn. Dove también habló de ti.
Ella parpadea con asombro.
—¿De verdad?
—Sí. Por favor entren. —Nos deja entrar a la casa y nos lleva a la sala
de estar.
La Sra. Michaelson se levanta de su silla.
—Hola.
—Cariño, estos son Caleb y Jordyn.
—Es bueno conocerlos a ambos. —Ella nos da la mano, una cálida
sonrisa en su rostro. Su cabello castaño ondulado y sus ojos color
canela me recuerdan la declaración de Dove en ese entonces. Que al
menos compartían algo, para que ella pudiera fingir que era su madre
biológica.
—Igualmente. Sé que es un momento difícil para ambos —observo.
Ella se retuerce las manos delante de ella.
—Estamos felices de tener la visita de sus amigos, especialmente
porque la conociste en casa de la Sra. Anders.
—¿Algo de beber? —El Sr. Michaelson ofrece.
—No gracias. —Miro a Jordyn.
Su cabello se balancea con el movimiento de su cabeza.
—Estoy bien. Gracias.
La señora Michaelson señala el sofá.
—Por favor. Tomen asiento.
Se acomodan en los sillones.
Estoy a punto de sentarme cuando veo fotos familiares en la pared y
me detengo. Nervioso, me acerco para mirarlos.
Mi corazón se acelera cuando distingo a la chica que una vez conocí.
Dove. Ella es hermosa, con una sonrisa brillante y llena de dientes en
cada foto. Su cabello largo cortado hasta los hombros, parece más
atlética, y mientras observo, veo por qué. Jugaba voleibol y lacrosse.
Trazo mis dedos sobre una de sus fotos.
Sintiendo una oleada de arrepentimiento, me alejo y me siento al lado
de Jordyn. Mis emociones se calman al sentir su mano en mi espalda.
La miro y logro esbozar una media sonrisa.
La Sra. Michaelson se aclara la garganta antes de hablar.
—Dove dijo que eras el más amable con ella. La ayudaste a sentirse
cómoda.
—Hice mi mejor esfuerzo. Um, ¿trató de ponerse en contacto conmigo?
Ellos niegan con la cabeza.
—Ella quería un nuevo comienzo —explica el Sr. Michaelson—. Ella dijo
que estaba dejando atrás el pasado.
Eso jodidamente duele.
—¿Entonces ella no tenía ningún deseo de comunicarse? —Confirmo.
La Sra. Michaelson frunce el ceño.
—Dijo que era mejor así para los dos.
Dejo caer la cabeza, sintiéndome como un idiota por cumplir mi
promesa y pasar tanto tiempo buscando a alguien que no tenía interés
en volver a conectarme. Ahora se ha ido para siempre.
—Ella dijo que sabía que estarías bien —agrega el Sr. Michaelson como
si escuchara mis pensamientos.
La Sra. Michaelson asiente.
—Sí. Pero tú, Jordyn. A menudo se preguntaba por ti. Te llamó la chica
que nunca sonreía.
Miro a Jordyn. Hay una evidente incredulidad en sus ojos.
—Eso es sorprendente. Apenas me habló.
—Dove sintió pena por ti —dice la Sra. Michaelson—. Ella nunca nos
dijo por qué.
—¿Cómo murió ella? —pregunto, y ambos toman un aliento
tembloroso.
—Tenía una rara enfermedad autoinmune. —La Sra. Michaelson se
ahoga un poco y su esposo le toma la mano—. Se fue en sueños. Los
médicos dijeron que no sentía ningún dolor. Que fue pacífico.
Jordyn aprieta mi mano mientras una lágrima cae por mi mejilla.
—Um, ¿estaría bien ver su habitación? —pregunto.
El Sr. Michaelson asiente.
—Está bien —asiente la Sra. Michaelson—. Por aquí.
Enderezamos al mismo tiempo. Jordyn y yo la seguimos por el pasillo
hasta un dormitorio ordenado con pintura azul suave, muebles blancos
y una cama tamaño queen. Hay tanta luz solar que se filtra a través de
las cortinas transparentes.
El Sr. Michaelson se demora afuera en el pasillo. Se ahoga y se aleja.
La señora Michaelson se abraza a sí misma.
—Es difícil para él entrar aquí.
Asiento y miro alrededor de la habitación. Hay un estante
cuidadosamente apilado con libros, un palo de lacrosse gastado en la
esquina, carteles de músicos y atletas de renombre en la pared.
Jordyn permanece cerca mientras camino hacia la cómoda, observo los
frascos de perfume, las joyas, los accesorios para el cabello y luego las
fotos pegadas alrededor del espejo. La gente rara vez hace eso en estos
días, dejando momentos capturados en sus teléfonos o redes sociales.
—Ella se ve feliz en cada foto —comento.
—Dove era una niña feliz. Una gran inspiración. A pesar de que tenía la
condición, nunca la detuvo. Tenía tantos amigos y era excelente para
hacer
reír a la gente. Todos la amaban. —Sus ojos brillan cuando habla de su hija
—. Ella fue a la universidad comunitaria cercana para quedarse en casa.
—¿Qué quería hacer después de la universidad? — pregunta Jordyn.
—Trabajadora social. Ayudar a los niños de hogares rotos.
Yo sonrío.
—No me sorprende. Ella decía cosas como esa.
—Mmm. Oh. —La Sra. Michaelson entra en el armario y alcanza algo,
saliendo con un osito de peluche marrón pequeño y desgastado al que
le falta un ojo—. Esto es tuyo, ¿verdad?
Jordyn jadea al verlo.
—Sí —murmura, aceptando el animal de peluche—. Gracias.
La Sra. Michaelson suspira.
—Dove dijo que se sentía mal por tomarlo, pero le recordaba a ti. Así
que ella se aferró a eso.
Jordyn sostiene al oso en su pecho cómodamente.
—Me alegro de que no lo haya tirado.
—No lo entiendo —digo con voz áspera—. ¿Por qué lo tomó?
La Sra. Michaelson se encoge de hombros.
—Ella nunca lo dijo.
—Creo que sé por qué. —Jordyn solloza—. Lo traté como mi único
amigo, siempre lo mantuve cerca. Dove me dijo una vez que nunca me
abriría con nadie si no dejaba de aferrarme a un osito de peluche. —Ella
se burla—. Ella tenía razón.
No debería estar molesto con Dove, considerando que murió. Pero estoy
enojado porque ella se olvidó de mí y siguió adelante como si no
hubiera significado nada para ella. Y no entiendo por qué se preguntaba
por Jordyn cuando nunca me habló de ella. Supongo que nunca
sabremos las respuestas.
Después de hablar un poco más con los Michaelson, nos dieron la
ubicación de donde enterraron a Dove.
Conduzco hasta el cementerio, y Jordyn y yo caminamos a través de
las hileras de piedras hacia el lugar.
Siento una oleada de dolor en el momento en que encuentro su lápida.
Es mucho más real ahora. Dove realmente se ha ido.
—Tal vez deberías hacer esto solo —dice Jordyn.
Agarro su mano antes de que se vaya y le digo:
—Quédate.
Tomando una respiración larga y profunda, me lanzo directamente a
ella.
—Qué mierda, Dove. Juraste que siempre estaríamos cerca. Luego
cambiaste en el momento en que te adoptaron. Pero no cambié.
Mantuve mi parte del trato y te busqué. —Mi cuerpo comienza a
temblar y las lágrimas caen por mi rostro—. Ahora te has ido a algún
lugar donde no puedo alcanzarte. Me dejaste para siempre.
Cierro mis ojos.
Jordyn se inclina a mi lado y frota mi pecho.
Calmándome, abro los ojos de nuevo y digo las cosas que vine a decir
aquí.
—Lo hice. Estoy jugando fútbol tal como dije que lo haría, y planeo
convertirme en profesional. Estoy feliz. Tengo una familia solidaria. Y
estoy enamorado. —Miro a Jordyn y le digo—: Tal vez debería
agradecer a Dove. Mi obsesión por encontrarla me trajo a ti. Debe ser el
destino porque estoy seguro de que tú y yo debemos estar juntos. Mi
corazón está tranquilo, e incluso después de darme cuenta de que no
estuve con Dove todo el tiempo, todavía me siento en paz.
Sus ojos marrones comienzan a lagrimear, y presiona su palma en mi
pecho.
—Caleb...
Me vuelvo hacia la tumba de Dove.
—Creo que incluso si estuvieras viva, aún me reuniría contigo para
despedirme. Finalmente te dejo ir y sigo adelante con mi vida.
Permanezco en el lugar para liberar la energía, luego me giro para irme.
—Lamento haberte juzgado —le dice Jordyn a la piedra—. Lamento
haber pensado que no habías sufrido, y por los momentos en que deseé
que no estuvieras cerca por mis celos. Además... te perdono por tomar
a Taffy. Entiendo por qué lo hiciste. —Ella traga profundamente—.
Adiós, Dove. Espero que estés en paz. —Toca ligeramente la piedra
antes de tomar mi mano y caminamos de regreso al auto.
Al entrar, pregunto:
—¿Hay algo especial en Taffy?
Jordyn se queda en silencio por un segundo, luego se mueve en el
asiento para mirarme.
—Era de mi mamá. Cuando se fue, lo sostuve como si fuera ella. Me dio
algún tipo de consuelo a través del abuso de mi abuela.
—Sigues diciendo que ella se fue —señalo.
Ella mira hacia abajo.
Toco su rostro, haciendo que levante sus ojos hacia mí de nuevo.
—Ella murió. —Su voz es baja e inestable—. Recuerdo el secreto más
oscuro en mi corazón ahora, Caleb. La abuela dijo que mi mamá se
ahogó en la bañera, pero era mentira.
—Jordyn...—La abrazo, escuchando mientras sigue hablando.
—Yo tenía seis. Nunca le dije a nadie. —Ella se aferra a mí—. Recuerdo
esa noche tan claramente ahora. Escuché ruidos, sonidos de forcejeo.
Salí de la cama y llamé a mamá mientras caminaba por el pasillo. —Se
le entrecorta la respiración—. Recuerdo salpicaduras de agua. Entonces
todo se detuvo. La abuela salió del baño. Su ropa estaba mojada. Sus
ojos se abrieron como platos cuando me vio. Me arrastró de vuelta a la
cama y me encerró en la habitación. Esperé toda la noche a mamá,
pero nunca llegó. Por la mañana, la abuela me dijo que se había
ahogado.
Gemidos dolorosos se filtran de ella mientras llora.
—Oh dios… Ella la mató… Ella mató a mamá…
Caleb… La abrazo con más fuerza, susurrando una y
otra vez: —Estoy aquí, cariño. Siempre estaré aquí.
—Tal vez el espíritu de mamá finalmente la recuperó —dice con voz
áspera en mi hombro—. El día que la policía me llevó, la abuela estaba a
punto de golpearme con un atizador de chimenea cuando tuvo un
infarto y murió. Probablemente me habría matado. —Ella llora aún más.
Mis lágrimas caen mientras escucho a Jordyn. Su dolor está sangrando
fuera de su cuerpo. No importa si sus dedos se clavan en mi espalda.
Ella necesita mi consuelo, y pasaré cada segundo de mi vida dándoselo.

Regresamos a Hartford una vez que Jordyn se calmó.


Se queda dormida y se despierta cuando llegamos al campus. Mantengo
mi brazo alrededor de ella hasta que llegamos a mi habitación, y nos
desnudamos antes de meternos en la cama, uno frente al otro.
—Hoy estuvo pesado. —Paso mi pulgar a lo largo de su mandíbula—
¿Estás bien?
—Mmmm. ¿Tú?
—Sí.
Ella libera una larga exhalación.
—Estaba pensando en lo que dije sobre tomar un descanso.
Mi estómago se contrae ante la idea.
—Jordyn.
—Tienes razón —me tranquiliza—. No hay nada de malo en trabajar en
nosotros mismos individualmente y seguir teniendo una relación. Creo
que hará que nuestro vínculo sea más fuerte. Eso es si no te importa
todo mi desorden mientras me las arreglo.
—Mientras no te importe el mío, ya que yo hago lo mismo. Quiero
apoyarte en todo lo que pueda.
—Yo también. —Distingo su sonrisa y sus ojos chispeantes en las
sombras—. Te amo, Caleb. Con todo mi corazón.
—Te amo, Jordyn. Tú eres mía y yo soy tuyo. No importa lo que
quieras, solo di la palabra, nena, y lo entregaré con mucho cuidado.
Ella se ríe suavemente, y el dulce sonido alivia mi pecho.
—Hay algo que prometiste hacer esta noche después de regresar de
Coventry.
—Pensé que todo lo que necesitas en este momento es que te abrace.
Jordyn acerca sus labios a los míos y susurra:
—Necesito que me abraces y me hagas el amor.
—Bueno, como te he dicho, nena, lo que quieras.
Ella separa sus piernas para mí mientras me deslizo y la beso
sensualmente mientras muevo su cintura.
Jordyn gime y acaricia mi espalda cuando entro en ella, llenándola
hasta la base.
Nos aferramos el uno al otro por nuestra vida mientras hacemos el
amor lento y constante en la noche.
36

Jordyn
Sólo quedan tres minutos.
Delham está empatado con St. Andrew en tres goles, los dos primeros
de Caleb.
Nuestra universidad no ha estado en la final en dos años. Este es el
partido decisivo, y todos están de pie, esperando la victoria.
Scarlett y yo nos tomamos de las manos y la familia de Caleb se ve
igual de ansiosa a nuestro lado.
—Minuto final —grita alguien.
Yo miro el reloj.
—Obtendrán la victoria —murmuro para mí misma—. Sé que lo harán.
Rugidos emocionados retumban en el aire cuando Caleb derriba el
balón de su oponente y acelera por el campo.
—Vamos, vamos. —El Sr. Rosmond está saltando en el lugar con su
esposa y Noah.
Mi corazón late más rápido con anticipación.
Caleb prepara su tiro, trayendo su pierna hacia atrás.
Pero justo cuando lo arroja hacia adelante, el oponente lo hace
tropezar con fuerza en la línea de penalti.
Su rostro se retuerce con flagrante agonía mientras se sumerge en la
hierba.
Gemidos horrorizados estallan en el aire.
El árbitro hace sonar el silbato para detener el partido y muestra una
tarjeta roja para el oponente indiferente.
Maldito bastardo.
Caleb no se levanta.
Ahora no hay nada más que silencio.
—Oh Dios. —Observo con horror cómo Caleb se sujeta el tobillo
mientras se retuerce de dolor.
Salgo corriendo de las gradas con su familia y Scarlett.
—¡Caleb! —grita la Sra. Rosmond.
Los funcionarios nos detienen en la línea de banda mientras los
médicos lo atienden.
Me estoy moviendo ansiosamente en el lugar, queriendo más que nada
estar a su lado.
El miedo aumenta cuando lo colocan en una camilla y lo sacan del
campo.
Nos permiten entrar al vestuario, donde alguien nos informa que Caleb
necesita ir al hospital.
El Sr. Rosmond habla brevemente con el entrenador Walters y luego
todos nos vamos del partido.
No puedo imaginar la decepción de Caleb por no poder terminar. Pero
lo más importante ahora mismo es su lesión, y tengo miedo de que su
peor pesadilla se haya hecho realidad.

Peroné fracturado.
Mientras el Uber entra en el barrio próspero en la brillante y fresca
tarde de sábado, recuerdo el momento en el hospital hace dos semanas
cuando el médico le dio la noticia a Caleb.
Todos habían saltado cuando golpeó una jarra de agua de la mesa, y sus
gruñidos frustrados me causan dolor en el pecho incluso ahora.
La lesión lo deja fuera del campo durante meses, pero al menos podrá
volver a jugar una vez que esté completamente curado. Por ahora, tiene
que usar muletas y descansar.
—Hola, Jordyn —me saluda la Sra. Rosmond con una cálida sonrisa
cuando llego a su casa. Me hace señas para que suba a su dormitorio.
Llamo y entro.
—Eh, tú.
—Oye —dice Caleb en voz baja, empujándose un poco en la cama. Él
silencia la televisión. Me doy cuenta de que está viendo la cobertura
local del partido por el campeonato. Dante y otros jugadores bailan con
el trofeo después de su gran victoria.
Suspirando, me agacho junto a Caleb y me acurruco contra él.
—Veo que torturarte a ti mismo está en el menú de hoy.
Baja la mirada a su tobillo vendado.
—¿Fuiste al partido?
Me chupo los dientes.
—No. Solo veo fútbol cuando estás jugando.
Eso resulta en una risa suave. Extraño su risa. Pasará un tiempo antes
de que escuche su genuino estallido de alegría, pero por ahora, estoy
feliz por todo lo que da.
—Bueno, al menos el equipo llegó a la final, gracias al tiro penal que les
conseguí.
—Mmm. Ese tipo de St. Andrew fue suspendido.
—Es un jugador sucio —gruñe.
—Le patearé el trasero si alguna vez me lo encuentro
Él me aprieta.
—Gracias nena. —Hace una pausa por un momento—. Dante llamó
antes del partido. Recibió noticias de LA Galaxy. Se dirige allí en
primavera.
—Genial. —Miro su rostro. Parece sombrío mientras mira la pantalla del
televisor.
—Hablé con el entrenador —agrega—. El club de Hartford no quiere
arriesgarse. Con mi lesión, quién sabe si volveré a dar lo mejor de mí.
—Lo harás —le digo con confianza—. Te conozco. Eres un hijo de puta
decidido.
Se ríe suavemente de nuevo y me mira con los ojos entrecerrados. Se
inclina para presionar un dulce beso en mis labios.
—Me temo que mis posibilidades de llegar a los Revs son aún menores
ahora.
Frunzo el ceño y froto su pecho, repitiendo en un susurro:
—Lo harás.
Descansando la cabeza en la almohada, Caleb respira hondo y
largamente y cierra los ojos.
Una idea aparece en mi cabeza mientras lo veo quedarse dormido. Tal
vez pueda ayudar a esos clubes a ver que su inversión vale la pena.

Encuentro a la prima de Dante trabajando en una computadora de


pantalla grande en la parte trasera del laboratorio de medios.
Me alegro de que haya agregado el correo electrónico de su escuela al final
del excelente video destacado que hizo para Caleb. Ella respondió de
inmediato cuando le envié un mensaje después de salir de la casa de
Rosmond.
—Hola, Vicky —le digo con un movimiento de la mano.
Ella se relaja en la silla.
—¿Así que querías que te ayudara con algo?
—Sí. Tengo imágenes de Caleb, y me preguntaba si podrías hacer una
edición para enviarla directamente a un club.
El interés llena su mirada azul pálido.
—Estoy disponible ahora. Vamos a verlo.
Saco la GoPro de mi papá y mi teléfono.
—Tengo imágenes de ambos. ¿Podrías usar el de mi teléfono como
introducción?
—Seguro. —Ella recupera los enchufes para conectar los dispositivos a
su computadora y procedemos a trabajar en el video.
No estoy segura de qué tan útil será o si el club siquiera echará un
vistazo, pero aún quiero intentarlo por Caleb.
37

Caleb
A pesar de lo mal que estoy por mi lesión, lo dejo a un lado para mi
familia y amigos. No quiero ser un imbécil mientras hacen todo lo
posible para que mi cumpleaños sea feliz.
—¿Quieres pasar el rato alguna vez? —Noah le pregunta a Scarlett una
vez que terminamos nuestra conversación.
Ella chasquea la lengua.
—Eh, tengo novio.
Él se acerca sigilosamente a ella y le pregunta con un tono coqueto:
—¿Sin embargo, eres feliz? El hecho de que yo tenga dieciséis años y
tú diecinueve no significa que no pueda hacerte feliz.
Ella resopla y se vuelve hacia Jordyn.
—Estoy yéndome ya que esto ya está acabando.
—Está bien —le dice Jordyn—. Hasta luego.
Scarlett me sonríe.
—Nos vemos, Caleb. Feliz cumpleaños.
—Gracias por venir.
Ella pone los ojos en blanco cuando Noah le muestra una sonrisa
astuta.
Como un perro babeando por un hueso jugoso, la persigue desde el
patio.
—Espera. ¿Quieres ver mis trucos de skate antes de irte?
Sacudo la cabeza con asombro.
—Sabes —Jordyn amortigua después de terminar la rebanada de pastel
—, no soy fanática del chocolate, pero esto es delicioso.
—Tengo algo más que será delicioso —coqueteo.
Sus ojos marrones brillan.
—¿Oh sí?
—Mmhm. —La miro de reojo—. Te lo daré cuando volvamos al campus.
Se lame el chocolate de la comisura de la boca y me dice:
—Lo espero con ansias.
—Mmm. —Al sentarme, observo a nuestras madres, bromeando
alegremente, y luego a mi padre, mostrándole al Sr. Davis el diseño de
metal que hizo—. Parece que nuestros padres se llevan bien.
—Sí. —Jordyn los mira y dirige su hermosa mirada hacia mí—. Es como
si fueran amigos desde hace mucho tiempo.
—Eso es bueno. Hará las cosas más fáciles en el futuro. ¿No crees?
Inclina la cabeza, mechones castaños colgando de su espalda.
—¿Qué quieres decir?
Sonrío y me inclino para darle un beso en la mejilla.
—Lo sabrás con el tiempo.
—Hola, chicos —interviene Dante, con Nichole a su lado—. Es bueno
ver que le están dando una oportunidad a una relación. Parece que van
bien. ¿Quieres jugar al billar más tarde?
Gruño por lo bajo y me muevo con las muletas.
—Déjame adivinar. El equipo me está organizando una segunda fiesta.
Nichole carraspea y le lanza una mirada de te lo dije.
Él tararea con arrepentimiento.
—Maldición. Soy malo escondiendo cosas. Sí, todos irán al campo esta
noche. ¿Qué dices?
—Uh… —Miro a Jordyn.
Sus labios se curvan en una suave sonrisa.
—¿Preparado para eso?
—Seguro.
—Todo bien hombre. —Dante me da una palmadita en el hombro—. Los
veré a los dos en un rato.
Chocamos los puños y sale con Nichole después de que ella nos saluda
con la mano a Jordyn y a mí.
Noah regresa al patio y se acerca y le pregunta a Jordyn:
—¿Cuál es el número de Scarlett?
—No —dice ella con firmeza—. Ayudemos a limpiar. —Se queja de
Scarlett mientras la sigue.
Empiezo a sentir molestias en el tobillo, cojeo hasta el banco del jardín
y me relajo, dejando a un lado las muletas.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mis jeans poco después. Sacándolo,
frunzo el ceño ante el número desconocido.
Considero ignorar la llamada, pero mi instinto me convence de lo
contrario.
Es mi cumpleaños, así que tal vez alguien me llame para desearme lo
mejor.
—¿Hola? —respondo en una pregunta.
—¿Caleb Rosmond? —pregunta una voz áspera.
—Sí. ¿Quién es?
—Jeff Leslie. Soy el gerente de New England Revs. Vi el clip enviado a
mi correo electrónico.
Oh, mierda.
Mi corazón comienza a acelerarse.
Espera.
—¿Tu correo electrónico? —El único reel destacado que tengo está en
el sitio web de la universidad.
—Sí. —Él se ríe—. La joven me pidió que, si estaba impresionado,
entonces debería llamarte hoy. Es tu cumpleaños, ¿verdad?
—Lo es, señor. —Miro a Jordyn, riéndose de lo que sea que Noah le esté
diciendo.
—Ella mencionó tu lesión —continúa el Sr. Leslie—. Lo lamento. Pero
tu actuación habla por sí sola. El video fue bastante convincente,
tanto que contacté a tu entrenador en Delham para obtener más
información.
Estoy dejando que todo se hunda mientras trato de mantener la calma.
Pero santa mierda. ¿Está diciendo lo que creo que está diciendo?
—Escucha, chico. Reconozco el talento cuando lo veo, y tus
habilidades son inmaculadas. ¿Qué tal si nos vemos la próxima
semana? Discutiremos la duración de la recuperación de tu lesión y
lo llevaremos al campo de entrenamiento el próximo verano.
El shock se apodera de mi cuerpo.
—Lo siento, ¿me quieres en el campo de entrenamiento de los Revs?
El Sr. Leslie se ríe.
—Sí, Caleb. Todos aquí están de acuerdo en que no podemos dejar
pasar a un jugador como tú. Te queremos en el club.
—Oh, mierda, quiero decir, gracias, señor. —Me peino el cabello, más
allá del éxtasis—. No puedo creer esto.
—Bueno, créelo, chico. Establece un horario conveniente con Rose.
Ella es la secretaria. Te veo la próxima semana. Feliz cumpleaños
muchacho.
—Gracias Señor. Muchas gracias.
Termina la llamada y yo me enderezo demasiado rápido del banco y
casi tropiezo.
—Guau. —Papá se apresura. El Sr. Davis está detrás de él— ¿Qué pasa,
hijo? —Papá, los Revs me quieren —me río.
Sus ojos brillan mientras agarra mi brazo.
—¿Ellos llamaron?
—¡Ellos llamaron! Me quieren en el club.
—¡Felicidades, hijo! —Me abraza, riendo mientras me da palmaditas en
la espalda—. Esa es una noticia maravillosa.
—En efecto —agrega el Sr. Davis, estrechándome la mano una vez que
papá se aleja.
—¿Qué está sucediendo? —Mamá grita.
Todos empiezan de nuevo.
Muevo a Jordyn y digo con entusiasmo:
—Los Revs llamaron.
—¡Sí! —grita de alegría y corre hacia mí, con cuidado de no hacer que
me caiga mientras me rodea el cuello con los brazos—. Lo sabía. Sabía
que lo harían.
La muevo hacia atrás para besarla fuerte y sin cuidado.
—¿Enviaste un clip? —Confirmo después.
Ella asiente.
—¿Recuerdas cuando grabé por qué amas el fútbol?
—Sí. —Chasqueo mi lengua—. Jesús. Eso es tan cursi.
—Eso fue genuino. —Presiona su mano en mi pecho—. Vino de aquí.
Eso fue lo que los convenció.
Cubro su mano con la mía, sonriéndole con pura adoración.
—Te amo, Jordyn.
Todos exclaman y se ríen.
—Ustedes son tan cursis —bromea Noah—. Pero es lindo.
—Cállate —le digo sin apartar los ojos de Jordyn.
Ella se ríe.
—Te amo, Caleb.
La tiro a mis brazos para un fuerte abrazo.
Aunque nunca volví a ver a Dove, estoy agradecido de que mi fijación
me haya traído a Jordyn, y puedo moverme hacia el futuro con ella. No
me arrepiento de eso.
Epílogo

Jordyn
Ocho años después…

Escucho la puerta de entrada mientras estoy terminando un correo


electrónico para mi jefe para un esquema de marketing.
—¿Nena? —Caleb grita, sonando eufórico.
—Aquí dentro. —Miro por encima del hombro y veo un ramo de flores
en su mano y una gran sonrisa en su rostro.
—¿Dónde está Casey? — él dice.
—Con nuestras mamás. Se lo está pasando genial con sus dos abuelas.
—Qué lindo. —Se mece de un lado a otro en sus zapatillas de deporte—.
¿Cómo estuvo tú día?
—Bien. —Esperaré un poco para compartir la noticia—. Pareces más feliz
que nunca. —Mis ojos se expanden cuando me doy cuenta—. ¿Lo
conseguiste?
—Sí. Conseguí el acuerdo de patrocinio.
—¡Eso es genial! —Salto del sofá para darle un beso y un abrazo de
celebración—. Felicidades.
—Gracias, mi amor. —Me ofrece las rosas—. Es una gran oferta. Tres
años.
Ropa deportiva, tenis, bandas de fitness.
—Mmm. —Lo beso de nuevo—. Eso es realmente emocionante. Pero,
¿por qué estoy recibiendo rosas cuando tú eres el que consiguió el
trato?
—Porque me encanta comprar flores para mi increíble esposa. —Él
mueve las cejas.
Me río y lo empujó hacia atrás juguetonamente.
—El acuerdo de marca no es lo único que sucedió hoy.
Me congelo en medio del olor de las rosas y pregunto:
—¿Qué más?
—Bueno, mi agente deportivo está hablando con los directivos de la
selección nacional de fútbol. Dice que las cosas parecen
esperanzadoras. Que debería estar disponible para una reunión la
próxima semana.
—¿En serio? —Balbuceo, siempre feliz de que esté logrando sus
objetivos, al igual que él comparte mi entusiasmo cuando logro los
míos—. Oh Dios mío. ¡Es una noticia maravillosa! —Me pongo de
puntillas para darle un gran beso—. Estoy tan emocionada por ti.
—Sin embargo, no empieces a celebrar todavía. En este momento, todo
son conversaciones. Así que cualquier cosa podría pasar.
—Formarás parte del equipo —le aseguro con firmeza—. Lo sé.
Sacude la cabeza con asombro.
—Mi eterna porrista.
Me río.
—Malditamente cierto.
Tomando las rosas de mi mano, las deja en el sofá y me agarra por la
cintura.

—Entonces, practiqué esta mañana, lo que me dejó exhausto, y luego


recibí las buenas noticias sobre el trato de la marca. —Se forma una
expresión astuta—. ¿Qué tal si llevas a tu esposo en un paseo lento y
agradable?
Muerdo mi labio y paso mi dedo por su firme pecho.
—Ruégame.
—¿Te lo ruego? —gruñe y entrecierra los ojos hasta convertirse en
rendijas oscuras—. Voy a poner otro bebé en ti, eso es lo que voy a
hacer. Nuestra hija necesita un hermano.
—Tal vez hay uno en camino.
Mi declaración le da una pausa, y sus ojos grises brillan con alegría.
—¿En serio? Estás…
Asiento con la cabeza.
—Hice una prueba antes de que vinieras.
—Jordyn —murmura y aplasta mi boca para un beso hambriento.
Las risitas estallaron en mí cuando me levantó del suelo y me lanzó
sobre su hombro, dándome una palmada firme en mi trasero.
—Celebremos. —Nuestra emoción resuena por toda la casa cuando él se
acerca rápidamente a nuestro dormitorio.
Seguro que la vida es una locura. Pensar que me confundió con otra
persona, solo para que termináramos enamorándonos, casándonos
después de la universidad y teniendo hijos.
El error de Caleb resultó ser el mejor regalo que nos dio el universo.

Fin

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