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COMPAÑÍA INDEPENDIENTE EXPRESIÓN ES TEATRO.

- 1 -

PACAMAMBO .

De: Wajdi Mouawad

Dirección y adaptación: Pete Rodríguez.

1. JULIA 1:
2. JULIA 2:
3. EL GORDO:
4. MARÍA-MARÍA.
5. EL PSIQUIATRA.
6. LA MUERTE:
7. LA LUNA:

PORQUE EL TEATRO ES COMO LA VIDA, ¡QUE LA GENTE VIVA EL TEATRO!


COMPAÑÍA INDEPENDIENTE EXPRESIÓN ES TEATRO. - 2 -

I. RABIA
JULIA 1: Así no fue como pasó. Nadie puede saber cómo pasó. Nadie
puede ni siquiera imaginar lo que pasó. En mi corazón, en mi
cabeza. ¡Sobre todo en mi cabeza! Nadie sabe nada. ¡Y ya no les
diré nada más!
PSIQUIATRA: Julia.
JULIA 1: ¿Qué? ¿Eh? ¿Qué de qué? Yo le pregunto a usted. ¿Y? ¿Qué
de qué? ¡Usted nada más se queda ahí, mirándome con sus ojos de
dinosaurio ¿Y qué?
PSIQUIATRA: ¡Julia, escucha!
JULIA 1: ¡No!
PSIQUIATRA: ¡Julia, escucha!
JULIA 1: ¿Qué? ¡Escucha! ¿Qué?
PSIQUIATRA: No es normal.
JULIA 1: ¿Qué es lo que no es normal? Ya no le diré nada, nada.
PSIQUIATRA: Quiero saber cómo es que tú…
JULIA 1: No diga nada, nada. Ni una palabra más. Ni una. Shhhh…
PSIQUIATRA: ¿Cómo fue que te encontraron?
JULIA 1: ¡No! ¡No! ¡No!
PSIQUIATRA: Julia, necesitamos hablar. Ayudarnos…
JULIA 1: Yo no quiero que me ayuden. Son ustedes los que quieren.
Yo no quiero nada. Les escupo en la cara. A todos, a todos.
¡Chinguen a su madre todos! ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?
¡Ustedes no saben nada! ¡No entienden nada!
PSIQUIATRA: ¡Exactamente por eso! Queremos entender, Julia.
Necesitamos entender. Necesitamos que nos cuentes. Tus padres
necesitan entender. Necesitan entender porque te quieren. Y para
seguirte queriendo, necesitan entender. Pero ellos solos, no
pueden. No saben cómo. Están perdidos, ya no entienden nada más.
No saben nada más. Y es por eso que estoy aquí. Para eso es que
me llamaron. Como cuando alguien que se está ahogando llama a un
salvavidas. Y tú y yo les podemos ayudar a salir a la superficie.
Porque tú no estás enferma, Julia, al contrario. Y es justo por
eso que necesitamos de ti. Tú y yo somos los mejores salvavidas.
JULIA 1: ¡Quiero irme!
PSIQUIATRA: ¡No! Hoy nadie se irá de aquí. ¡Ni tú, ni yo!
JULIA 1: Déjeme…
PSIQUIATRA: Escúchame bien, Julia. No saldrás de aquí sin que me
hayas contado. Simplemente cuéntame lo que pasó.
JULIA 1: No pasó nada.
PSIQUIATRA: No quiero excusas. No quiero que te pierdas en
explicaciones, ni en ninguna justificación. Julia. Lo único que
quiero es que me cuentes tu historia.
JULIA 1: Ya sabe todo lo que hay que saber.

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PSIQUIATRA: No, me falta tu propia historia. Con tus propias


palabras. Tu propia voz. Cuéntame tu historia, Julia. Solo
cuéntame. Como tú quieras, como a ti te guste. Todo lo que quieras
decir. Lo único que yo voy a hacer, es… escuchar.
JULIA 1: ¡Pero si usted ya lo sabe todo!
PSIQUIATRA: Te voy a decir lo que yo sé. Y luego me contarás tu
aventura. Hace exactamente tres meses tus padres denunciaron tu
desaparición. Una noche te dejaron en la casa de tu abuela. Tú
tenías que dormir en su casa y regresar a la tuya al día siguiente
después de la escuela. Pero al día siguiente no fuiste a la
escuela y en la noche no regresaste a tu casa. Tus padres llamaron
a tu abuela, pero nadie contestó. Durante la noche avisaron a la
policía. Tres días más tarde te declararon desaparecida. Eso duró
19 días más, hasta que te encontraron en el sótano del edificio
de tu abuela: Tú estabas dormida con tu perro junto al cadáver
de tu abuela, que estaba en un estado de descomposición muy
avanzado.
JULIA 1: Usted no sabe nada. Dice puras tonterías.
PSIQUIATRA: ¡Entonces corrígeme! ¡Hace dos meses que te lo estoy
pidiendo! Dos meses que he aceptado todo, tus excusas, tus miedos.
Respetado tus secretos. Pero hoy quiero que me cuentes una
historia. Tú historia. Que me digas qué fue lo que pasó.
JULIA 1: No pasó nada. ¡Era de noche!, ¡Y toda esa historia es
por culpa de la Luna!
PSIQUIATRA: ¿La Luna?
JULIA 1: La Luna, porque la Luna es la gran lámpara iluminada en
el cielo, para que aquellos que saben leer el cielo puedan
descubrir el camino que conduce a Pacamambo. Y Pacamambo es,
realmente, el lugar de todas las luces. Mi abuela me lo dijo y
juntas nos fuimos a Pacamambo. La ventana estaba abierta. Mi perro
dormía a mis pies.

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II. LA LUNA
La noche. Todo está oscuro. Se adivina a una mujer vieja acostada
en su cama. La Luna pasa por la ventana e ilumina un cuarto.
Muebles de la abuela. Un viejo reloj. Un fuerte “tic-tac”. La
Luna, a su paso, ilumina a un gran perro dormido. En un sillón
cercano, Julia está tumbada y duerme también. La Luna entra al
cuarto. La respiración de María-María se acelera. El Gordo gruñe.
El reloj hace su “tic” pero no su “tac”. Se detiene.

LUNA: María-María. María-María, despierta.


MARÍA-MARÍA: ¡La Luna!
LUNA: Vine a buscarte.
MARÍA-MARÍA: ¡Tengo miedo!
LUNA: Todo el mundo tiene miedo cuando se encuentra solo frente
a… la Luna.
MARÍA-MARÍA: Sabía que ibas a venir. Hace ya tres noches que te
veía pasar, dudando frente a mi ventana.
LUNA: Quería prevenirte, María-María.
MARÍA-MARÍA: ¿Entonces es ahora?
LUNA: Sí. Ahora.
MARÍA-MARÍA: Tengo miedo.
LUNA: No tiembles. Te llevaré hacia una luz más grande.
MARÍA-MARÍA: ¡Pacamambo! ¡Julia! ¡Julia! ¡Despiértate!
LUNA: Julia no te escuchará. Duerme.
MARÍA-MARÍA: ¡No quiero irme sin decirle adiós!
LUNA: Nos vamos, María-María, ¡nos vamos!
MARÍA-MARÍA: ¡Julia! ¡Julia! Despiértate. ¡Julia!

La ventana se abre. La Luna lleva a María-María hacia la ventana.

LUNA: ¡Nos vamos!


MARÍA-MARÍA: ¡Julia, Julia!

Los muebles del cuarto empiezan a moverse, a elevarse, a volar.


El reloj se eleva. Julia sigue dormida. El Gordo se despierta.
Se sobresalta. Gime. Se tapa las orejas, quiere esconderse bajo
un sillón, pero el sillón también se eleva.

MARÍA-MARÍA: ¡Gordo! ¡Gordo! ¡Despierta a Julia! ¡Despiértala! La


Luna vino por mí envuelta en su largo abrigo de plata. ¡Gordo!

El Gordo ladra.

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LUNA: María-María tu último suspiro, da tu último suspiro.


¡Suspira!
MARÍA-MARÍA: ¡Despierta a tu dueña, Gordo! ¡Despiértala!

El Gordo ladra, gruñe, avanza, retrocede, ladra. Va hacia Julia


y la jala del brazo. Primero suavemente y después cada vez más
fuerte. Cambia de lado. La jala de los pies. La jala de las manos,
le lame la cara y después le ladra fuerte.

GORDO: ¡Dios perruno…! ¡No se quiere despertar!

El Gordo sigue con sus esfuerzos mientras María-María le sigue


dando ánimos al borde de la ventana, a punto de elevarse. El Gordo
termina por subirse al sillón de Julia que se voltea y rueda.
Julia se despierta sobresaltada.

GORDO: ¡Wouf!
JULIA 2: ¡Qué tienes, Gordo! ¿Qué pasa?
GORDO: ¡Pasa que todo está mal!
MARÍA-MARÍA: ¡Julia!
JULIA 2: ¡María-María!
MARÍA-MARÍA: ¡La Luna! ¡Vino por mí!
JULIA 2: ¿La Luna?
MARÍA-MARÍA: ¡Cuélgate de mí! ¡Agárrame por los pies antes de que
me eleve!
LUNA: ¡Llegó el momento de partir, María-María! ¡Momento de que
pienses en tu último suspiro!

La Luna repetirá las palabras “Suspiro, suspiro tu último suspiro”


hasta el final de la escena.

GORDO: ¡Whooufff!
MARÍA-MARÍA: ¡Julia, escúchame, escúchame! ¡No me queda mucho
tiempo para hablarte!
JULIA 2: ¡Te escucho, abuela, te escucho!
MARÍA-MARÍA: Un muerto tendría tantas cosas qué decirle a los que
se quedan, a los que ha amado. Pero me queda tan poco tiempo. ¡La
Luna me jala de los brazos!
JULIA 2: ¡Abuela!
MARÍA-MARÍA: Julia, voy a irme. Ahora tendrás que crecer.
JULIA 2: ¡Ya soy grande, abuela!
MARÍA-MARÍA: Más grande aún. ¡Sujétame! ¡Julia, sujétame!
JULIA 2: ¡Te tengo, abuela, te tengo!

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MARÍA-MARÍA: Tengo tanto miedo. ¡Tengo miedo y tengo frío! ¡La


Luna está aquí con su gran capa de vértigo! ¡Voy a morir y tengo
miedo!
JULIA 2: ¡Te tengo, abuela, te tengo!
MARÍA-MARÍA: Julia, tengo que decirte…
JULIA 2: ¿Qué, abuela? ¿Qué?
LUNA: ¡Ya es hora, María-María!
MARÍA-MARÍA: Tengo que decirte. Existe un lugar donde nos
volveremos a encontrar. Existe un lugar. Un país donde todo nos
hace iguales. Un país donde estaremos todos. Los unos y los otros.
¡Unos y otros!
JULIA 2: Mi país eres tú, María-María. ¡Eres tú!!
MARÍA-MARÍA: ¡Pacamambo!
JULIA 2: ¡Pacamambo! ¡Llévame contigo!
MARÍA-MARÍA: No puedo. ¡Cada quien tiene su momento para encontrar
el camino a Pacamambo!
JULIA 2: ¿Cómo lo encuentro, María-María?
MARÍA-MARÍA: Todo está ahí…
JULIA 2: ¿Dónde?
MARÍA-MARÍA: Ahí…
JULIA 2: ¿Ahí dónde?
MARÍA-MARÍA: ¡Ahí! ¡En el fondo del tercer cajón!
JULIA 2: ¿Qué?
MARÍA-MARÍA: ¡El tercer cajón…! Pacamambo…
GORDO: ¡Se me hace que la viejita está alucinando…!
LUNA: ¡Nos vamos, María-María!

María-María empieza a despegarse del suelo.

JULIA 2: ¡Abuela! ¡Abuela! ¡No, quédate! ¡No te vayas! ¡No te


vayas, o llévame contigo! ¡Yo también quiero ir contigo María-
María! Sobre las alas de la muerte. Contigo. Lejos. Lejos. Lejos.
¡María-María, no me dejes! ¡Abrázame, María-María!
LUNA: Los muertos no abrazan, pequeña.
JULIA 2: ¡María-María!
MARÍA-MARÍA: No llores, Julia. Nos volveremos a ver pronto, en
el país prometido por la Luna. Nos volveremos a encontrar como
buenas amigas para hacer una fiesta. ¡En el país de Pacamambo!

María-María muere. Es decir que la Luna se la lleva con ella. El


cuarto se queda en calma.

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III. PLAN DE ATAQUE


JULIA 2: Creo que la muerte pasó, Gordo. ¡Creo que pasó la muerte,
con su cara enorme y redonda! ¡Con su cara de calabaza! ¡Pasó
Gordo! Creo que la muerte llegó con sus grandes pezuñas dejando
tras ella ese enorme ruido de galope. ¡Sin decir “uf” se llevó
María-María! ¡Se fue! La Muerte ganó. ¡Pero no la vamos a dejar
que gane! Ven conmigo, Gordo. Vamos a jugarle una broma a la
Muerte. Vamos a agarrarla del pescuezo. Vas a ver. Vamos a decirle
lo que pensamos. ¿Quieres? ¿Quieres decirle a la Muerte lo que
pensamos de esto? ¿Quieres?
GORDO: ¡Wouf!
JULIA 2: A mí me parece que tiene un modo de quitarnos a la gente
que amamos… ¡La Muerte, tiene una manera de dejarnos solos!
¡Completamente solos!
GORDO: ¡Wouf!
JULIA 2: ¡Sí, ya sé que tú estás aquí! ¡Y que no estoy sola! ¿Y
eso qué? Eso no prueba nada, no significa nada ¡Porque mañana te
puedes morir costal de pulgas! Y si soy yo la que se muere, si
mañana me muero, si mañana la Luna entrara por la ventana y me
dijera: Ándale, Julia, mueve la cola. Te toca irte por la ventana,
¿qué harías tú?, ¡eh? ¿Puedes decírmelo? No podrías hacer nada.
Sí, podrías bajar tus orejas de perro gordo, pero te quedarías
ahí, como un imbécil, esperando a que vinieran a buscarte en un
camión, para llevarte a la perrera. ¡Para picarte y matarte a ti
también! ¿Tú crees que eso es vida? ¿De verdad piensas que la
muerte tiene el derecho de envenenarnos así la existencia? ¿Lo
crees de verdad, Gordo? ¿Que la muerte tiene el derecho de
arrebatarnos a las personas que más queremos en el mundo? ¿Eh?
¡Responde, responde, Gordo!
GORDO 2: ¡Responde! ¡Responde…! A mí me gustaría responder, pero,
¿qué quieres que te diga…?
JULIA 2: ¡Responde!
GORDO: Y además no entiendes ninguno de mis ladridos.
JULIA 2: ¡Responde! Dime, ¿qué quiere decir esto? ¿Lo que acaba
de pasarnos? Mira, Mira a María-María, ya no se mueve. Ya no
respira. Ya no habla. Mira con qué nos quedamos. Mira con lo que
uno se topa: Un estorbo de cadáver tendido. Una cosa tremenda,
como un gran traje. Un gran traje. María-María se fue con su alma
desnuda, de verdad desnuda, porque no se llevó su traje. ¡Su único
y verdadero traje nos lo dejó! ¿Pero sabes qué? Vamos a hacerle
una maldad a la muerte. Vamos a obligarla a que nos venga a ver.
Vamos a obligarla a venir aquí y vamos a decirle lo que pensamos
de su manera de comportarse. Vamos a encontrar un modo para
obligarla a venir a sentarse con nosotros. ¡Imagínatelo, Gordo!

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¡Vamos a obligar a la Muerte a que venga a explicarse! Nos vamos


a sentar tú y yo. Esperaremos a que toque a la puerta y le diremos:
¡Entre! Ella abrirá la puerta suavemente. Y habrá perdido por
completo esa presencia orgullosa. ¿Si ves? Como cuando sabes que
te van a regañar. Le diremos: Acérquese, Señora Muerte. Mi amigo,
el Gordo y yo, tenemos un par de cosas que decirle. Se va a querer
sentar, ¡pero que se vaya al demonio! ¡Que se muera la Muerte!
Le vamos a decir: Quédese parada, Señora Muerte. No haga ningún
movimiento en falso, porque si no, disparamos. Es una buena idea,
¿no Gordo? Es una buena idea. Y para hacer que venga, no te
preocupes, tengo todo un plan en la cabeza que va a obligar a
nuestra amiga la Muerte a que venga a poner su colota frente a
nosotros.
MARÍA-MARÍA: ¡Pssst! ¡Pssst! ¡Oye! ¡Gordo, Gordo!
GORDO: ¿¡¡¡María-María!!!?
MARÍA-MARÍA: ¡Tengo que decirte algo!
GORDO: A ver, pero, ¿Estoy soñando?
MARÍA-MARÍA: ¡No! ¡No estás soñando!
GORDO: ¿Qué no estabas muerta?
MARÍA-MARÍA: ¿Y eso qué?
GORDO: Pues, nada, solo que… ¡no es normal!
MARÍA-MARÍA: Y tú qué, ¿es normal que me puedas hablar siendo un
perro?
GORDO: Es verdad, no lo había pensado…
MARÍA-MARÍA: ¡Suficiente! Ahora escúchame. Tienes que ayudar a
Julia a amar la vida. Si Julia quiere conocer a la Muerte,
entonces tiene que amar mucho la vida. Si no, la Muerte se vuelve
muy atractiva. ¡Cuídala!
GORDO: Pero, ¿cómo? Solo soy un perro.
MARÍA-MARÍA: No te queda de otra.

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IV. BLANCO Y NEGRO.


PSIQUIATRA: ¿Qué es Pacamambo?
JULIA 1: Pacamambo, es un país cerca del África Precolombina. Es
un país que está en el Continente Norte del Trópico Sur Japonés.
No muy lejos de Mississoga, donde hay un desierto de nieve al que
llamamos Arabia. Es el país donde todos los unos son los otros.
PSIQUIATRA: ¿Dónde todos los unos son los otros?
JULIA 1: Es el país de la empatía general. Es lo que siempre decía
mi abuela. Cada quien lo decide. Yo, por ejemplo, soy negra. Es
lo que decidí. De hecho, mi abuela decía muy seguido que les haría
muy bien a algunos blancos ser negros. Los negros que ella
respetaba tanto, por el blues, por el jazz y por todas las
desgracias de la tierra que han sufrido. Mi abuela le decía muy
seguido a los blancos que ella era negra. Así que yo también seré
como mi abuela. En Pacamambo tendré una piel profunda y viva,
hecha del color de mis deseos. Usted, por ejemplo, quizás es
negro, quizás es amarillo o rojo. Tendrá que elegir. Todavía no
lo sabe porque no ha encontrado el secreto de su vida. Y eso se
puede ver en la manera en que usted me mira. ¡Usted tiene la
mirada de alguien que piensa que es quien es! Pacamambo es una
palabra que hay que pronunciar cuando se sabe que la vida es la
muerte, que la muerte es la vida. Cuando se sabe que se puede ser
el otro. Cuando se es de ese modo, la empatía absoluta. Yo, por
ejemplo, decidí, desde que mi abuela murió, que no tengo el mismo
color de piel. Es una decisión importante.
PSIQUIATRA: Hay que ver la verdad de frente, Julia. Tú eres blanca
como tus padres, como tu abuela.
JULIA 1: Si miramos la verdad de frente, usted tiene razón. Pero
si la miramos de reojo, entonces todo cambia. Y para mí, solo
cuenta María-María que me decía que mirara de frente, de lado y
de reojo. Por arriba y por abajo. Solo mi abuela. Solo María-
María que me contaba cosas. Porque María-María sabía que todos
regresamos algún día a Pacamambo. Yo seré negra en Pacamambo.
Porque si nos fijamos bien, si miramos bajo la piel, nos podemos
dar cuenta de que todos nosotros somos negros, ¡También los
blancos! ¡Sobre todo los blancos! Es mi opinión y sé que es
discutible. Pero María-María me lo ha dicho ya, que no hay cosa
más negra que los blancos, pero que lo han olvidado. Y en
Pacamambo, cada quien podrá elegir ser el otro que quiere ser.
Ya lo verá.
PSIQUIATRA: Dime más de Pacamambo.
JULIA 1: Pacamambo es el lugar a donde no se llega jamás. Eso
también me lo decía María-María. ¡En la vida no se llega jamás,
se sueña! Pacamambo es el país donde se reconoce a la gente como

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gente. María-María me dijo que los hombres son los únicos que se
preguntan si los otros hombres son hombres. El gato sabe que un
gato es un gato. El perro sabe que el perro es perro. El pájaro
sabe que el pájaro es pájaro. Pero el hombre no sabe si el otro
hombre es hombre. Duda. No está seguro. Y entonces, como no está
seguro, tiene miedo. Avienta su cuchillo y lo entierra en el
cuerpo del otro. Y cuando el cuerpo del otro ya está en el suelo,
que ya no se mueve, entonces se toma el tiempo de verificar si
el otro hombre es hombre. María-María decía que muchos de los que
tienen el buen color, como usted, piensan que las personas que
no tiene el buen color, como Juan que está en mi salón, y que es
todo negro de pies a cabeza, tan negro que es hermoso por todas
partes, no son humanos. O que solo sirven para servirnos, como
ir a hacernos las compras, o hacer la limpieza. Hay todavía mucha
gente que piensa que las personas como Juan, que sonríen más
blanco que los blancos, son como perros. ¡A causa del color! ¡A
mí, eso me enfurece, porque para mí, no tienen nada que ver! ¡Y
sé de lo que estoy hablando! ¡Yo tengo un perro! Y no tiene nada
que ver con Juan, se parece más a mi profe de química, que más
que blanco es pálido, y que es tan gordo… ¡Que se parece al Gordo,
mi perro! Pacamambo es el lugar de todas las luces, donde el
hombre frente a otro hombre no se pregunta si es un hombre. Y eso
también me lo dijo María-María.
PSIQUIATRA: ¿No tuviste miedo cuando viste a tu abuela muerta?
JULIA 1: Yo jamás tengo miedo.
PSIQUIATRA: Sí, pero, ¿no tuviste miedo de estar completamente
sola?
JULIA 1: Tenía más miedo de que me encontraran.
PSIQUIATRA: ¿Por qué? ¿Por qué no tomaste el teléfono y llamaste?
¿Por qué no llamaste a la policía?
JULIA 1: Tenía otros planes en la cabeza. Ya se lo dije.
PSIQUIATRA: ¿Querías conocer a la Muerte?
JULIA 1: Y no sólo conocerla un poco. Conocerla mucho.
PSIQUIATRA: A ver Julia, tú eres lo suficientemente inteligente
para saber que eso era imposible. La muerte no es nadie. No es
una persona. Es un hecho, un acontecimiento.
JULIA 1: Eso es lo que usted dice.
PSIQUIATRA: ¿Cómo que es lo que yo digo?
JULIA 1: Sí, es usted quien lo dice. Y usted es quien me caga con
sus historias de “no es nadie” y “no es persona”, porque si para
usted es imposible encontrarse a la Muerte, para mí era todavía
más imposible, en ese momento, llamar a la policía o a quien
fuera.
PSIQUIATRA: ¿Pero por qué?

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JULIA 1: ¡Porque yo sabía que el mundo entero me iba a joder como


usted me está jodiendo! Yo sabía que el mundo entero iba a estar
convencido de que iba a necesitar ayuda. Y sabía que iba a
encontrarme a todos los psiquiatras del mundo. Que estarían
convencidos de que viví un gran trauma. Y por todo eso no me daba
la gana hablar. No me daba la gana de que hablaran. No me daba
la gana para nada. Yo solo quería estar cerca de mi abuela, porque
mi abuela es la persona que más quiero en el mundo. Y ahora está
muerta. Y yo decidí que eso no se iba a quedar así. Yo y mi perro
El Gordo, decidimos que íbamos a hacer algo. Que iba a ser algo
tremendo. Iríamos a buscar a la Muerte. Íbamos a romperle el
hocico a La Muerte, y punto.
PSIQUIATRA 1: ¿Y encontraste a la Muerte?
JULIA 1: Sí. Y no fue nada fácil.
PSIQUIATRA: ¿Y cómo hiciste para encontrarla?
JULIA 1: Busqué el camino que lleva a ella.
PSIQUIATRA: ¿Y dónde la encontraste?
JULIA 1: En el tercer cajón de la cómoda.

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V. EL TERCER CAJÓN
De regreso al cuarto de María-María. Su cadáver está en la cama.

GORDO: ¡Whouff!
JULIA 2: ¿Vienes, Gordo? Vamos a ver qué es lo que hay en el
tercer cajón.
GORDO: ¿Qué hago?
MARÍA-MARÍA: ¿Cómo que qué hago? ¿Pues qué quieres hacer? haz lo
que ella te dice.
JULIA 2: ¿Vienes?
GORDO: (A Julia) ¡Whouff! (A María-María) ¡Uyuyuyui!
MARÍA-MARÍA: ¡Deja de quejarte!
GORDO: ¿Y qué es lo que hay en el tercer cajón?

El Gordo olfatea con avidez el tercer cajón.

JULIA 2: ¿Hueles algo, Gordo?


GORDO: ¡Nada de nada! ¡Puro barniz! ¡¿Qué clase de barniz tiene
este mueble que hasta me pica la nariz?!
JULIA 2: ¿Pipí?
MARÍA-MARÍA: ¡Respóndele! Te preguntó, ¿pipí?
GORDO: Pipí… pipí… ¡pipí de vaca! Yo que sé, se me hace que ni
hay nada en el fondo del cajón.

Julia abre el cajón.

JULIA 2: ¡Perfumes! Mira, Gordo. Son frascos de perfume. ¡Los


frascos de perfume de María-María! ¡Está lleno! ¡Mira todos esos
frascos! Nunca había visto nada igual. ¡Mira qué bien huele! Jamás
había olido aromas como estos. Mira este frasco qué grande es.

Julia saca del cajón una gran cantidad de frascos de todas las
formas, tamaños y colores.

GORDO: ¡Whouf!
JULIA 2: Eso es lo que tú dices. María-María dice que para ir a
Pacamambo, hay que pasar por el tercer cajón. Lo que quiere decir
que estos perfumes conducen a Pacamambo. Quizá, Gordo, tenemos
que meternos, y entonces estaremos en otro país. Tal vez son
perfumes mágicos. ¿Lo intentamos?
GORDO: ¡Bwhouff!
JULIA 2: No estás muy seguro, ¿eh?
GORDO: ¡Para nada!
MARÍA-MARÍA: ¡Déjate, no la contradigas!

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GORDO: ¡Qué fácil es decirlo! Tú porque estás muerta, y pues qué


más da que te jodan. Pero yo estoy vivo, y soy un perro. Y no
quiero que me pongan perfume.
JULIA 2: Vamos a intentar con este.
GORDO: ¡Whouff!
JULIA 2: Ven acá, Gordo.
GORDO: ¡Whouff!
JULIA 2: ¡Gordo…!
MARÍA-MARÍA: ¡Obedécela, es tu dueña!
GORDO: ¡No!
JULIA 2: ¡Ven acá, a que te ponga perfume!
GORDO: ¡Wgrrrrrrrrr! ¡Hrwaffff! ¡GRRRRRRRRRRRRR!
JULIA 2: Si no te pongo perfume, no irás a Pacamambo, Y te llevarán
a la perrera. Te meterán en una jaula. Te pondrán una inyección
y te vas a morir.
GORDO: ¡Me vale!
MARÍA-MARÍA: ¡Ella no te entiende!
GORDO: ¡Si me toca, la muerdo!
MARÍA-MARÍA: Si la muerdes, ¡yo te jalaré las patas por el resto
de tus días! ¡No podrás dormir! ¡Ni comer! Y vendré en tus sueños
a jalarte las orejas, ¡hasta el final de los tiempos!
JULIA 2: ¡Quieto, Gordo!
GORDO: ¡Whouuuuu!
MARÍA-MARÍA: ¡Quieto, Gordo, quieto!
GORDO: ¡Quieto, quieto, ya quisiera verte en mi lugar!

Julia abre el frasco de perfume y se lo echa encima y sobre el


Gordo, que gime lastimosamente. Ella cierra los ojos. No pasa
nada.

JULIA 2: Quizá este no sea el frasco correcto.


GORDO: ¡Guácala! ¡Cómo apesta!
JULIA 2: Hmm, este, por ejemplo, huele bien. ¿Intentamos con otro?
GORDO: ¡Gniarrr! ¡Wharfff! ¡GRRRRRRR! ¡Harffff! ¡Harfffff!
JULIA 2: ¡Está bien, está bien, no dije nada!
PSIQUIATRA: ¿Cuánto tiempo te quedaste jugando así?
JULIA 1: ¿Hasta que empezó a amanecer?
PSIQUIATRA: ¿Y después?

Julia 1 y Julia 2 se irán acercando al borde de la escena para


intercambiar de escenario:

JULIA 1: Después la luz entró por la ventana e hizo estallar el


cuarto.

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JULIA 2: De pronto había sol por todas partes y mucho más sobre
la cara de María-María.
JULIA 1: El sol sobre su cara era horrible.
JULIA 2: Era verde y frío y solitario.
JULIA 1: Ella tenía el sol únicamente sobre la cara.
AMBAS: Era la Muerte que quería asustarme.
JULIA 1: Entonces dejé de jugar y bajo el color blanco de mi piel
blanca vi la piel negra de mi ira.
JULIA 2: Mi piel, de repente, era profundamente negra. Negra de
rabia, de furia.
JULIA 1: Ahí estaba mi mochila que también se despertó y se puso
a molestar: ¡Vas a llegar tarde, vas a llegar tarde!
JULIA 2: Pero a mí me parecía que la noche era mejor.
JULIA 1: Porque la noche era dulce sobre la cara de María-María.
JULIA 2: Entonces vacié mi mochila para que cerrara su hocico y
en lugar de mis cuadernos metí los frascos de perfume. Y también
metí los maquillajes.
JULIA 1: Después jalé a María-María con sus cobijas, hasta la
escalera. Tomé el elevador, porque en las escaleras no hubiera
podido.
JULIA 2: Estaba demasiado pesada. Bajé hasta el sótano del
edificio, donde María-María tenía un cuartito cerrado para
guardar sus maletas de viaje.
JULIA 1: Acomodé las maletas. Acosté encima a María-María. Cerré
la puerta. Encendí una velita y me puse a esperar.
JULIA 2: A esperar a que la Muerte viniera a tocar la puerta,
para decirle un par de cosas.
JULIA 1: El tiempo pasó, toda una velita se consumió. Después el
Gordo y yo nos dormimos.
JULIA 2: Creo que María-María no cerró los ojos.
JULIA 1: La Muerte la obligó a mantenerlos abiertos.
JULIA 2: También eso quería decirle, a la Muerte.
JULIA 1: Decirle que eso de no cerrar los ojos de aquellos a
quienes mata.
JULIA 2: Es como irse de su casa sin cerrar la puerta.
AMBAS: ¡Eso no se hace!

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VI. EL SÓTANO.
JULIA 1: ¿Ves, Gordo? Es como si no estuviera muerta. Y nosotros,
nos vamos a quedar con ella para siempre. Nunca nadie te refundirá
en la perrera y a mí nadie me refundirá en un manicomio, porque
nunca nadie nos encontrará. Jamás.
PSIQUIATRA: Alguien tendría que sospechar e irían a buscarte.
JULIA 2: ¡No te preocupes abuela, yo no te abandonaré jamás!
PSIQUIATRA: El cuerpo de un muerto debe descansar. Sabes, Julia,
vivir es agotador. Así que cuando uno muere debe tener la
necesidad de descansar. Mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo.
Tú no podías conservar a tu abuela contigo.
JULIA 2: Sin embargo, la conservé mucho tiempo.
PSIQUIATRA: ¿No saliste nunca?
JULIA 2: Para ir a buscar agua. Y después tuve que salir otras
veces a causa de…
PSIQUIATRA: ¿A causa de qué, Julia?
JULIA 2: ¡Del olor! María-María empezó a oler feo, peor cada día.
Pero yo tenía dentro de mi mochila más de una solución. ¡Tenía
los perfumes!
GORDO: ¡Whouf!
JULIA 1: No llores, Gordo. La Muerte no nos engañará. ¿Hueles?
¡Ella piensa que con eso nos va a dar miedo! Pero nosotros somos
más inteligentes que ella. Para probárselo, vas a ver lo que vamos
a hacer. Vamos a revivir a María-María.
GORDO: María-María, creo que Julia se está volviendo loca, quiere
maquillarte.
MARÍA-MARÍA: ¡Yo no puedo hacer nada, estoy muerta!
JULIA 1: (Maquillando a María-María) Mira, vamos a comenzar con
el rojo en los labios. Este era su lápiz de labios preferido.
¡Así! Está mucho mejor ¿No crees? ¿No? ¿No estás de acuerdo?
Espera, vamos a ponerle rosa en las mejillas y un poco de color
en los ojos. Así La Muerte se puede ir para siempre a la chingada.
Te digo, Gordo, la Muerte va a terminar por venir a vernos y
entonces ¡Le vamos a llenar de vida los ojos!
MARÍA-MARÍA: Julia, Julia, si pudieras escucharme, mi querida
nietecita, van a terminar por venir. Van a terminar por sospechar.
¡Y entonces sí será terrible! Los demás van a venir, ¿Entiendes?
Van a terminar por percibir el olor de la Muerte, entonces van a
tirar la puerta a martillazos y entonces, al fin, te llevarán
Julia. Julia, hay tantas y tantas cosas que quisiera decirte:
Regresa a la luz. Recupera tus juegos de niña. ¡Recupera tu
corazón de niña! Pero lo único que puedo hacer es seguirte
mirando, incapaz de hablarte. Pacamambo está en los ojos de cada
niño. Porque solo los niños conocen el camino de Pacamambo.

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Quisiera que supieras también cuantos pétalos fueron necesarios


para hacer los perfumes que hoy tienes entre las manos. Me miras
y lloras. Y es Pacamambo quien escurre por tus ojos. Y tú me
rocías con tu amor. Al menos así es como nombro tu generosidad.
Para ahogar el olor de la Muerte.
JULIA 1: ¿Sientes cómo de pronto huele bien, Gordo? ¿Ves?, no te
preocupes.
GORDO: Si no me preocupo, lo que pasa es que tengo tan atascada
la nariz de este olor, que lo único que quiero es aullarle a la
Muerte.
JULIA 1: ¿Ves, Gordo? Yo ya entendí. Déjame contarte la historia:
Hace mucho tiempo, todo mundo sabía dónde estaba Pacamambo y todo
mundo podía llegar ahí. Incluso debió haber habido una estación
de metro, una parada de autobús para llegar. Después, Cuando los
hombres empezaron a decir quién es hombre y quién no es, todo
Pacamambo tuvo miedo. Entonces todo Pacamambo se escondió en un
rincón, un rincón donde nadie pudiera encontrarlo. Y aquellos que
ya estaban ahí lograron, gracias a una gran ceremonia mágica, que
los hombres se acordaran del lugar de Pacamambo el día en que
murieran. Por eso, María-María, quiere ponerse guapa antes de
irse a Pacamambo. Así que tenemos que ponerle perfume. ¿Entiendes?
GORDO: ¡Pero yo soy un perro! Entiendo lo que quieres que
entienda. Solo que, me estoy empezando a sentir cada vez peor.
Ya no sé quién está muerto. ¿Quién está muerto? ¿Eh? María-María,
¿Quién está muerto, tú o nosotros? ¡Quizá eres tú quien está viva
y nosotros los que estamos muertos!

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VII. PRIMERA SEMANA


PSIQUIATRA: ¿Reconoces que lo que hiciste no es algo normal? Es
algo que no se hace.
JULIA 2: ¿Y por qué no se hace?
PSIQUIATRA: Porque los muertos son los muertos y los vivos son
los vivos, y alguien vivo que vive con un muerto no es algo
natural.
JULIA 2: Para usted es fácil hablar. Decir lo que es normal y lo
no normal. ¡Como los que dicen este es un hombre, este no es un
hombre! Pacamambo está en usted, pero usted dice que todos esos
son cuentos, puros cuentos y yo lo compadezco porque usted es
quien está muerto, señor. ¡Es usted!
PSIQUIATRA: ¿Qué hiciste durante la primera semana?
JULIA 2: Esperé a que La Muerte viniera.
PSIQUIATRA: ¿Pensaste en tus padres? ¿Pensaste hasta qué punto
tus padres estarían preocupados? ¿Pensaste que tu padre no pudo
vivir el duelo de su propia madre porque tú le impediste llorarle?
¿Te has dado cuenta que preferiste tranquilizar a un muerto en
lugar de preocuparte por los vivos?
JULIA 2: No es mi culpa si yo estaba mejor con ella muerta, que
con ustedes vivos.
PSIQUIATRA: Pero al término de una semana, te diste cuenta que
eso era imposible. Que la naturaleza sigue su curso y que tu
abuela empezaba a ponerse más y más fea.
JULIA 2: Cuando los colores se borraban, yo los volvía a poner.
Y cuando los olores volvían, yo vaciaba sobre su cara otra
botella.
PSIQUIATRA: Y cuando ya no te quedó ni otro color ni otro frasco,
¿qué hiciste?
JULIA 2: Nada. Dormí. Y cada vez que me despertaba, esperaba
encontrarme a la Muerte frente a mí, que me mirara. Como usted
que me mira enojado y harto, la Muerte estaría ahí, para decirme:
Bueno, ¡ya basta! Es suficiente. Dime lo que me quieres decir
para que terminemos con esto. Pero cada vez que me despertaba,
no estaba más que el olor y también la oscuridad. Ya no tenía más
velitas. A veces, en la noche, salía para buscar algo de beber.
De comer. Después regresaba. Me volvía a acostar y ahí soñaba.
Veía hombres negros enormes que reían: Pacamambo. Después me
despertaba. Sabía que ya no estaba en aquel mundo. De verdad creo
que sin mi perro yo también me habría muerto. Pero ahí estaba él.
El Gordo no me había abandonado ni un segundo. ¡Él estaba vivo!
Yo recostaba la cabeza sobre él para escuchar latir su corazón.
Yo me decía: La Vida. Me decía también que ya no tenía edad. Que
tenía cien años. Que tenía la edad de mi abuela. Que tenía la

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edad de la Tierra entera. Que yo era la tierra en la que habíamos


enterrado a mi abuela. Yo era la arena y la tierra. Yo era también
el ataúd. Y la gente que iba detrás. Yo era el cementerio. Era
el cielo y la lluvia y las lágrimas. Y después, de verdad, ya no
había más olor. Quiero decir que me había convertido también en
el olor. Y dentro de todo ese silencio, estaba el corazón de mi
perro. Era la única cosa que yo no era, había una vida a mi lado.
¿Puede entonces entender el por qué no pensé en mis padres, ni
en sus preocupaciones, ni en ninguna otra cosa? Yo esperaba a la
Muerte, porque tenía un par de cosas que decirle.
PSIQUIATRA: ¿Y durante los últimos cinco días no hiciste más que
dormir?
JULIA 2: No.
JULIA 1: los últimos cinco días, casi no dormí.
JULIA 2: Intenté hacer algo que no me había atrevido a hacer desde
el principio.
PSIQUIATRA: ¿Qué?
AMBAS: Cerrar los ojos de mi abuela.

Julia 1 y Julia 2 se acercan al borde de la escena para cambiar


de escenario.

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VIII. OJOS
JULIA 1: María-María.
JULIA 2: ¡No quiero lastimarte!
GORDO: ¡Whouf!
JULIA 1: María-María. Solo quiero que te acostumbres a tener los
ojos cerrados.
JULIA 2: La eternidad, es larga y vas a tener que acostumbrarte.
GORDO: María-María, creo que Julia sufre.
MARÍA-MARÍA: Si pudiera, le diría lo valiente que me parece.
JULIA 1: María-María, no me atrevo a tocar tus párpados.
JULIA 2: Tengo tanto miedo de que se caigan.
GORDO: ¡Whouf!
JULIA 1: No pienses que ya no te quiero, María-María.
JULIA 2: No pienses que ya no quiero verte.
JULIA 1: Pero ayer escuché ruido afuera.
JULIA 2: Perros que ladraban.
JULIA 1: Creo que pronto nos van a encontrar.
JULIA 2: Entonces debemos acostumbrarnos a no vernos más.
AMBAS: Por eso quiero cerrarte los ojos.
MARÍA-MARÍA: Si pudiera cerrarlos yo misma, lo haría. Pero Julia,
¡Escúchame! Que ese gesto que vas a hacer nos sirva de adiós.
JULIA 1: ¡No me atrevo!
MARÍA-MARÍA: No tiembles, Julia.
JULIA 2: ¡No me atrevo!
GORDO: ¡Whouf!
MARÍA-MARÍA: Me has preparado bien para la muerte, mi pequeña
Julia. Gracias a ti, mi cuerpo está lleno de los olores del amor,
que es el único perfume duradero. Eso que conduce a las almas
perdidas por el camino de Pacamambo.
AMBAS: Adiós, abuela.
MARÍA-MARÍA: ¡Adiós, Julia!

Julia cierra los ojos de su abuela. Golpean la puerta del sótano,


tres golpes secos pero sobrios. Ambas Julias Regresan a si
escenario.

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IX. MUERTE
GORDO: ¡Grrrrrrrr! ¡Hwarff! ¡GRRRRRRRRR!
JULIA 2: ¿Quién es?
MUERTE: ¡Es la muerte!
JULIA 2: ¿La Muerte?
MUERTE: Sí, claro, ¿quién más? ¡La Muerte!
JULIA 2: ¡Gordo, Gordo! ¡Es la Muerte! ¡Es la Muerte!
GORDO: ¡Grrwouf!
JULIA 2: Entre, Señora Muerte. Mi amigo, el Gordo, y yo, tenemos
un par de cosas que decirle.

Entra la Muerte. No es malévola

JULIA 2: ¿Así que es Usted?


MUERTE: Sí, soy yo. Escuché decir que querías verme.
JULIA 2: Sí, y es muy urgente por si quiere saberlo.
MUERTE: Sí, ya sé, tenía mucho trabajo, pero ya estoy aquí. ¡No
es muy prudente ponerse al tú por tú con La Muerte!
JULIA 2: ¡Deje de presumir!
MUERTE: ¡Es bueno hacerlo de vez en cuando!
JULIA 2: Pues por mí ni lo haga. ¡Y ocúpese de sus asuntos!
MUERTE: Al ver lo que has hecho con el cadáver de tu abuela, es
una quien se pregunta, quién se ocupa de los asuntos de quién…
JULIA 2: ¿Qué manía es esa que tiene de venir a la casa de la
gente a quitarles a un ser que aman? Así, sin un hola ni un adiós.
Irse como si nada hubiera pasado. ¿Cómo es posible que en algún
momento de nuestra vida tengamos, definitivamente, que toparnos
con usted? ¿Cómo es que usted siempre está ahí como un muro al
final del horizonte? ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? ¿Por qué
llevarse a mi abuela? Y, además, mire en qué estado deja usted a
los que se lleva. ¿Le parece que eso es bonito? ¿Le parece que
eso es como para presumir?
MUERTE: Evidentemente, visto desde ese ángulo tienes razón. Pero
qué quieres, soy la Muerte. Y no es un papel fácil de interpretar.
Pero es el mío. Estoy encargada de venir a decirles a algunos y
cada uno, a su turno, que es tiempo de partir.
JULIA 2: ¿Y también para mí es el momento de partir?
MUERTE: Eso depende de ti.
JULIA 2: Entonces, si de mí depende, ¡no nos volveremos a ver
jamás!
MUERTE: Por el momento, depende de ti. Pero llegará el día en que
dependerá de mí. Vendré y entonces será tu turno.
JULIA 2: ¿Pero de qué se trata? ¿Por qué tiene que volver? ¿Por
qué no se queda en su casa?

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COMPAÑÍA INDEPENDIENTE EXPRESIÓN ES TEATRO. - 21 -

MUERTE: Julia, un día todas las cosas me seguirán, Una tras otra.
Un día el Universo mismo me conocerá. Los planetas. Las estrellas.
la Tierra. Todos los animales. Cada hombre y cada mujer. Uno
después del otro me conocerán, así como tu abuela me conoció.
JULIA 2: Usted habla como mi profe de química, ¡y eso me enfurece!
¡Muerte, yo te mando a freír espárragos! y no te creo, si quieres
saber mi opinión.
MUERTE: ¿Y qué es lo que no me crees?
JULIA 2: ¡Que todas las cosas te seguirán! ¡Hay cosas que jamás
te seguirán! Por más Muerte que seas. Pacamambo nunca morirá,
porque Pacamambo no está en la vida. Pacamambo es un país donde
todo es semejante. Y por más que creas haberte llevado a mi
abuela, ¡no te la llevaste totalmente! ¡Ya que hoy yo te estoy
hablando de ella! ¡Ya que hoy decido que yo soy ella! Que soy su
cuerpo y su color. ¿Y qué es Pacamambo sino el país donde uno se
convierte en el cuerpo de los que ama? Entonces no hay olvido y
no hay muerte. Soy yo quien decide. Y sé que Pacamambo no es más
que una historia que mi abuela me contaba a la hora de dormir,
pero es bella, y es grandiosa, y contra eso tú no puedes hacer
nada. Porque está en mi mente, en mi corazón, en mis sueños. A
mi abuela, puedes llevarla contigo también, pero jamás podrás
tocar mi cabeza, ni todo lo que me pasa al interior. Y si un día,
mañana por la mañana, me despierto con ganas de pensar en ella,
tú no podrás hacer nada contra eso.
MUERTE: Sabes, Julia, mi objetivo no es hacer daño, ni poner
triste a nadie. Soy una prueba de la existencia de la vida. Si
aceptas vivir, aceptas, sobre todo, morir. Son las reglas del
juego… Y ahora, creo que te voy a dejar, Julia.
JULIA 2: ¿Ya?
MUERTE: Sí, ya me retrasé bastante.
JULIA 2: ¡Pero si acabas de llegar!
MUERTE: ¿Ves, pequeña Julia? Me desprecian mucho, pero se
acostumbran rápidamente a mi presencia. Voy a dejarte antes de
que te encariñes demasiado conmigo… y yo contigo. Me voy, me
despido, Julia. Hasta uno de estos días. No inmediatamente. Pero
un día, cuando sea tu turno, me verás llegar. Habrás vivido una
larga vida. Conocido alegrías y tristezas. Habrás amado. Habrás
tenido hijos. Nietos a los que tú también les hablarás de
Pacamambo. A quienes les dirás que los blancos son negros y que
los negros son blancos. Ellos también sentirán una gran tristeza
al verte partir conmigo. Como el tiempo habrá pasado, quizá
estarás un poco contenta de volverme a ver. Si es así, te
felicitaré, porque, Julia habrás comprendido tanto como tu
abuela, que hay cosas que yo, la Muerte, no podré llevarme jamás:
El recuerdo, el amor y la amistad. Solo los que entienden eso

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COMPAÑÍA INDEPENDIENTE EXPRESIÓN ES TEATRO. - 22 -

pueden aún tener la esperanza de encontrar nuevamente el camino


que conduce a Pacamambo. Hasta entonces, Julia. Te deseo una buena
vida.

La Muerte sale.
X. LUZ.
PSIQUIATRA: Cuando te encontraron te estabas asfixiando. Pasaste
muy cerca de la muerte.
JULIA 1: Puede ser. Pero hoy sé que hay una tierra que lleva el
nombre de Pacamambo y eso, usted jamás podrá entender lo que es.
JULIA 2: Escuché los golpes secos sobre la puerta.
JULIA 1: Escuché también cuando la puerta se cayó.
JULIA 2: Y después, de pronto, todos los gritos de los hombres.
JULIA 1: También escuché su horror cuando me vieron acostada al
lado de mi abuela.
JULIA 2: Escuché, sobre todo, gente que tenía verdaderamente miedo
de la Muerte.
JULIA 1: Pero hoy, yo, sé que estoy completamente sola en el
camino. Mi abuela se fue, y los demás piensan que estoy triste.
JULIA 2: Estoy triste, es verdad. Pero hoy, es otra cosa. Algo
que se parece más al amor.
JULIA 1: Usted me pidió que le contara una historia.
JULIA 2: No es fácil cuando una es joven.
JULIA 1: Pero lo que puedo decirle, es que amé a una mujer buena
a la que llamaba abuela.
JULIA 2: Una mujer que no era bella.
JULIA 1: Ni rica.
JULIA 2: Ni nada de nada.
JULIA 1: Pero que yo amaba porque me cuidaba. La amaba y
JULIA 2: Yo, tengo ganas de amar hasta la muerte.
JULIA 1: Es la única manera de encontrar el camino que conduce a
Pacamambo.
JULIA 2: No invento nada.
JULIA 1: fue La Muerte quien me lo dijo.
AMBAS: Se los juro.

¿Fin…?

Santiago de Querétaro, Qro., noviembre de 2023.

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