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Teoría de las inteligencias múltiples de

Gadner

1. Análisis de caso
Josefina está cursando el primer año de la carrera en Administración. Cada vez se da más cuenta
de la importancia de sobreponerse a las exigencias que la nueva vida universitaria le demanda.
Es realmente importante organizar su vida en función de las nuevas demandas. Incorporar los
aportes de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional para la vida diaria, sería clave
para mejorar sus prácticas diarias.

Para comprender cómo Josefina podría organizarse, en esta lectura trataremos los aportes de la
teoría de inteligencia múltiple de Gardner y la teoría de inteligencia emocional de Goleman.
Finalizaremos con el estudio de la importancia de la emoción en el aprendizaje, un aspecto clave
que todo estudiante universitario debe conocer.

La teoría de las inteligencias múltiples de Gardner, y el desarrollo posterior que tuvo


particularmente la inteligencia emocional, es una nueva forma de entender la inteligencia, que
tradicionalmente estaba asociada a la capacidad lógica de los alumnos. Después de Gardner y su
teoría de las inteligencias múltiples (1983), los pensadores del ámbito educativo empezaron a
cuestionar la idea de una única forma de entender la inteligencia, visión que era dominante hasta
ese momento.

En el caso de la inteligencia emocional, el desarrollo del concepto posibilitó nuevas formas de


abordar problemáticas educativas, muy interesantes, que junto con el desarrollo
neuropedagógico, brindan aportes claves al rol que cumplen las emociones positivas y negativas
en el aprendizaje. Se ha podido comprobar que las emociones positivas tienen impacto medible
en el cerebro, al igual que las negativas. De allí su rol fundamental para asegurar más y mejores
aprendizajes. De igual manera ocurre con la motivación, otro de los elementos centrales para las
teorías pedagógicas.

Volviendo al caso de Josefina, ella debería ir desarrollando a lo largo de su cursada un liderazgo


personal, que le permita autorregularse, ser responsable de sus propios procesos y desempeños,
aumentar sus niveles de motivación, gestionar tanto sus emociones propias como ajenas y, de
este modo, asegurar un tránsito exitoso en su vida universitaria

Teoría de las inteligencias múltiples de Gardner


Howard Gardner (nacido en 1943) es un científico de la Universidad de Harvard, miembro del
proyecto Zero de Superior de Educación de Harvard, donde trabajó con David Perkins. Gardner
ha dedicado toda su vida a investigar temas relacionados con la inteligencia. Es conocido
mundialmente por su teoría sobre las inteligencias múltiples (1983). Dicha teoría plantea la
existencia de ocho tipos de inteligencias que cada persona posee en mayor o menor medida, y
cuyo desarrollo depende tanto de factores genéticos como culturales.

El desarrollo teórico de Gardner fue en contra de la forma tradicional de medir la inteligencia que
existía en ese momento, la cual consistía en medir el coeficiente intelectual, basado
fundamentalmente en la capacidad de deducción lógica de las personas. Gardner se opuso a
este paradigma: planteó que la inteligencia matemática o lógica no explicaba la totalidad de la
inteligencia humana. Él observaba que había personas que eran inteligentes, es decir, capaces
de resolver problemas de manera creativa en distintos ámbitos o con distintas capacidades.
Pensemos, por ejemplo, en un deportista, un piloto de avión o un enfermero.

Gardner escribió su libro en 1983, donde explicaba su planteo teórico. El libro se llamó
Estructuras de la mente: la teoría de las inteligencias múltiples y tuvo gran éxito a nivel mundial.
Allí, el autor plantea ocho tipos de inteligencia. Cada persona posee, en potencia, cada una de las
ocho inteligencias y las desarrolla a lo largo del tiempo, de acuerdo con la estimulación que le
brinde a lo largo de la vida a las distintas redes neuronales que configuran su mente.

Los ocho tipos de inteligencias son las siguientes: 1) lingüística; 2) lógico-matemática; 3)


espacial; 4) musical; 5) corporal-kinestésica; 6) intrapersonal; 7) interpersonal, y 8)
naturalista.

Figura 1: Las inteligencias múltiples


Fuente: Actualidad Plus, 2021, https://bit.ly/3iFF18f

1. Inteligencia lingüística: capacidad de utilizar correctamente el lenguaje, comunicarnos de


manera correcta y eficaz. Es una habilidad muy importante para nuestra vida social. Algunos
profesionales que desarrollan esta inteligencia son periodistas, docentes, vendedores. La
inteligencia lingüística verbal está ubicada en el hemisferio izquierdo, mientras que la
lingüística no verbal, en el derecho.
2. Inteligencia lógico-matemática: relacionada con la capacidad de razonar lógica y
deductivamente, es muy importante para el ámbito matemático, las ingenierías, etc. Algunos
ejemplos de profesionales que poseen esta inteligencia son ingenieros, programadores,
matemáticos, físicos. Estas personas hacen uso del hemisferio lógico del cerebro y pueden
dedicarse a las ciencias exactas. Es el concepto más cercano al concepto tradicional de
inteligencia.
3. Inteligencia espacial: es la habilidad para moverse en el ambiente de manera fluida,
ubicarse en este. Las personas que tienen desarrollada esta inteligencia son capaces de
ubicarse en mapas o planificar diseños en el espacio en tres dimensiones; por ejemplo,
arquitectos e ingenieros civiles.
4. Inteligencia musical: habilidad para el arte musical. Son ejemplo los cantores y bailarines
profesionales.
5. Inteligencia corporal-kinestésica: se trata de la habilidad con el uso del cuerpo. Los
deportistas son personas que desarrollan esta inteligencia; pero también, por ejemplo, un
mecánico o un panadero, que tienen muy buena capacidad de conocer su cuerpo y
manejarlo de manera correcta.
6. Inteligencia intrapersonal: es la habilidad de reconocer emociones propias. Cada uno es
capaz de ser consciente de las emociones propias y gestionarlas, para lo cual es muy
importante el autoconocimiento y autogestión.
7. Inteligencia interpersonal: es la capacidad de identificar y gestionar emociones ajenas, de
otras personas. Se trata también de una habilidad clave para el buen desempeño social.
8. Inteligencia naturalista: es la habilidad de entender los aspectos relacionados con la
naturaleza y el sistema ecológico. Esta inteligencia fue agregada posteriormente, en el año
1995. Es clave ser conscientes del todo y entender que somos parte de un sistema más
amplio, para vivir en armonía con el entorno y no dañarlo.

Inteligencia emocional
El concepto de inteligencia emocional tiene entre sus principales precursores a Peter Salovey y
John D. Mayer, autores del artículo Inteligencia Emocional (1997). Ambos fueron los principales
investigadores de la inteligencia emocional durante la década de 1990.

Daniel Goleman, psicólogo estadounidense y con un doctorado en Harvard, toma los elementos
de la época —el planteo de Gardner (1984) y los trabajos de Salovey y Mayer (1997)— y
populariza el concepto de inteligencia emocional con la publicación de su libro Inteligencia
emocional, en 1995; libro que se convirtió en best seller rápidamente.

Desde una perspectiva psicocognitiva, Goleman define la inteligencia emocional como la


capacidad de reconocer y gestionar emociones propias y ajenas, lo cual es una competencia
clave para desempeñarse con éxito en cualquier ámbito de la vida de las personas. También,
plantea que la inteligencia emocional es la inteligencia de mayor importancia para el futuro éxito
profesional, en contra de la corriente dominante del momento que planteaba el coeficiente
intelectual (CI) de las personas como el elemento más importante.
Empatía: definición y tipos
Las personas emocionalmente inteligentes son conscientes no solamente de sus propias
emociones, sino también de las emociones ajenas. Son capaces de ponerse en el lugar del otro,
en un proceso que se denomina empatía. Existen cuatro tipos de empatía.

a) Empatía cognitiva: es la primera parte del proceso, que es la capacidad de entender al otro
como un otro, distinto de uno mismo. Se trata de la teoría de la mente, denominada ToM. La
teoría de la mente consiste en la capacidad de darse cuenta de lo que piensa el otro. Es una
competencia que desarrollan los seres humanos de manera intuitiva, a partir aproximadamente
de los cinco años. En esta edad, las personas ya pueden ponerse en el lugar del otro, inferir que
puede estar pensando al identificar el estado mental del interlocutor. No hay que confundir
empatía cognitiva con la lectura de mente.

Para la teoría de la mente, es importante entender mensajes verbales y no verbales, al igual que
diferenciarlos de lo que uno mismo está pensando. Como dijimos, esta empatía «se activa» a los
cinco años, aproximadamente. Antes de los tres o cuatro años, el niño no se puede dar cuenta,
no tiene teoría de la mente; sino que piensa que al otro le pasa lo mismo que le pasa a él.

La teoría de la mente no significa que adivinar lo que piensa el otro, pero sí significa tener la
capacidad de darse cuenta qué le pasa (más allá que luego la suposición pueda ser errada).
Entonces, la teoría de la mente es la capacidad de distinguir pensamientos e intenciones de otras
personas.

b) Empatía emocional: tiene que ver con las neuronas espejo (sistema neuronal especular) que
poseen las personas. El sistema neuronal es clave para el aprendizaje por imitación y para saber
qué siente la otra persona. Las neuronas espejo se activan cuando observamos acción,
reconocemos intención y se simula un acto. Fueron descubiertas por Rizzolatti, en el año 1996,
en un experimento con monos. El neurobiólogo pudo observar que a los monos se les activan las
neuronas como si ellos mismos hicieran la actividad que veían. Las neuronas espejos se
encuentran sobre todo en la corteza motora y cumplen un papel fundamental en los procesos de
aprendizaje.

c) Empatía compasiva o preocupación empática: este tipo de empatía pasa por la acción. O
sea, no solo somos capaces de entender qué piensan y sienten las otras personas, sino que
además se pasa a la acción.

d) Ecpatía: en este caso, si bien reconocemos las emociones y pensamientos de las otras
personas, nos desvinculamos, no permitimos el contagio emocional dañino. Ecpatía es ponerse
en el propio lugar. Es importante ponerse en el lugar del otro, pero también es importante ponerse
en el propio lugar. Es importante evitar el exceso de empatía. Un ejemplo son los psicólogos,
respecto de la distancia que deben tomar sí o sí con sus pacientes.

Desde una perspectiva psicocognitiva, la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer e


interpretar emociones propias y ajenas y gestionar sus reacciones. Desde la perspectiva cognitivo
cerebral, en cambio, se define como la capacidad de los lóbulos prefrontales de gestionar el
sistema límbico, tal como lo plantea Goleman: “como veremos, el funcionamiento de la amígdala
y su interrelación con el neocórtex constituyen el núcleo mismo de la inteligencia emocional”
(1995, p. 26).
La inteligencia emocional está íntimamente ligada con el proceso de percepción de estímulos, su
procesamiento y la respuesta del cuerpo humano. Este proceso de percepción, procesamiento y
respuesta puede tomar dos caminos posibles: a) un camino corto (talámico amigdalino) o b) uno
largo (lóbulos prefrontales).

a) Camino corto: en este caso, un estímulo activa el cerebro emocional (150 milisegundos) y da
una respuesta de inmediato, sin ser pensada, denominada reacción. El camino corto es más
rápido y fácil de ser transitado que el camino largo, por eso muchas veces cuesta tanto dar
respuestas procesadas racionalmente. El camino corto es muy útil, por ejemplo, cuando tocamos
una pava con agua hirviendo, ya que se genera una reacción automática a un estímulo dado.

El problema ocurre cuando el cerebro emocional toma el control de las respuestas allí donde
necesitamos elaborarlas de manera racional. Este proceso llevado al extremo, Goleman lo
denomina «secuestro emocional». Para el autor, “el secuestro emocional parece implicar dos
dinámicas distintas: la activación de la amígdala y el fracaso en activar los procesos neocorticales
que suelen mantener equilibradas nuestras respuestas emocionales” (1995, p. 37). Es decir, el
cerebro emocional toma el control, anulando el cerebro racional.

Cuando ocurre un secuestro emocional, la duración de las hormonas segregadas en sangre


puede durar horas. En este caso, es importante tener en cuenta el denominado «periodo
refractario», que es el periodo durante el cual, después de experimentar una emoción fuerte, todo
lo que percibimos está distorsionado por la presencia de estas sustancias químicas en el cuerpo,
por lo cual se distorsiona nuestras interpretaciones.

b) Camino largo: en este caso, se activa el cerebro racional y la capacidad de dar una respuesta
racional, en vez de una reacción puramente emocional. El camino largo es más difícil de ser
transitado, ya que demora 500 milisegundos, es decir, tres veces más que el camino corto. Por
eso, muchas veces, cuesta tanto dar respuestas elaboradas racionalmente. Para lograrlo, la clave
está en aumentar el tiempo de procesamiento entre un estímulo y una respuesta, para dar tiempo
a que intervenga la capacidad racional de las personas.

Volviendo al caso de Josefina, en su vida universitaria, muchas veces, ha pasado por situaciones
donde se ha manejado de manera impulsiva, influida de manera negativa por las emociones. Es
importante que ella aprenda a reconocer esta situación para evitar decisiones apresuradas. Esta
capacidad se puede desarrollar, por ejemplo, con técnicas de meditación, yoga o respiración
consciente, como ya veremos en lecturas posteriores.

Tipos de emociones
Paul Ekman (1979), un estudioso de las emociones, es considerado uno de los psicólogos más
influyentes del siglo XX. Hizo investigaciones transculturales en tribus muy alejadas (Nueva
Guinea), buscando las emociones universales y comunes a toda la humanidad. Hizo un trabajo
de campo realmente impresionante. Él distingue entre emociones primarias (o básicas) y
emociones secundarias.

a) Emociones básicas: se corresponden con expresiones faciales que son de origen biológico y,
por lo tanto, son universales y no dependen de las variaciones culturales, tal como ya lo había
dicho Darwin. Existen seis emociones básicas o primarias, que son similares para todos los seres
humanos: sorpresa, miedo, aversión (o asco), ira, tristeza y alegría (Matías= miedo, aversión
(asco), tristeza, ira, alegría, sorpresa). La sorpresa está mezclada con el miedo o la alegría. Las
emociones primarias son inconscientes, efímeras y biológicas.

b) Emociones secundarias: se enseñan y aprenden según la cultura. Estas son una mezcla de
genética más cultura. Las emociones secundarias son aprendidas. Según Ekman (1979), son
producto de nuestro crecimiento, la interacción con los demás y la combinación de varias
emociones primarias. Entre ellas, encontramos culpa, bochorno, desprecio, complacencia,
entusiasmo, orgullo, placer, satisfacción y vergüenza.

Las emociones son inevitables, inconscientes, universales y efímeras. Tal como advertimos antes,
lo que sí se puede manejar es que hacemos con esa emoción, o sea, esta se puede gestionar. La
inteligencia emocional posibilita manejar la reacción frente a una emoción, es la madre de todas
las inteligencias, por lo cual es muy importante trabajar desde chicos cómo gestionar las
relaciones. Las emociones surgen en las estructuras cerebrales subcorticales, también llamadas
cerebro emocional o sistema límbico. Si bien las emociones surgen del sistema límbico, la gestión
de las estas nace en los lóbulos prefrontales (funciones ejecutivas) con la intervención del camino
largo anteriormente explicado. La inteligencia emocional, desde el punto de vista neurobiológico,
equivale a entrenar a los lóbulos prefrontales para gestionar las reacciones límbicas; por eso, el
aprendizaje emocional es cognitivo.
La emoción en el aprendizaje
Numerosas investigaciones han demostrado la importancia de las emociones en los procesos de
aprendizaje de las personas. El impacto emocional puede ser de dos tipos: positivo o negativo.

a) Emociones positivas: en este caso, favorece el estrés positivo o eustrés; por lo tanto, los
procesos de aprendizaje. Esto ocurre ya que la actividad realizada por el alumno le genera
curiosidad, por ejemplo, por medio de un desafío. El alumno focaliza la atención selectiva, hay
gran activación de la dopamina, la hormona del placer. Esta, a su vez, activa el núcleo
accumbens (centro del placer) y el circuito de recompensa cerebral. La acción, a su vez, genera
noradrenalina. Finalmente, cuando se resuelve el desafío y se termina, se libera serotonina.

b) Emociones negativas: cuando la actividad no es placentera —por ejemplo, por cargas


académicas demasiado altas—, se produce adrenalina y luego se libera cortisol, que afecta a la
salud. Se genera distrés (estrés negativo o crónico) y se activan emociones como el miedo. Esta
situación no es recomendada, ya que, como explica Moreno et al. (2018):
Situaciones de estrés intenso (en las que se liberan niveles altos de cortisol) tienen un
efecto nocivo sobre el aprendizaje y la memoria, bloqueando el proceso cognitivo, y
pudiendo suponer, si el estrés se prolonga en el tiempo, incluso el deterioro de las
neuronas del hipocampo, estructura que resulta esencial para adquirir conocimiento.
(p.38)

El cortisol afecta la salud. La primera estructura cerebral que afecta es el hipocampo y la


memoria episódica, por lo cual empezamos a olvidar las cosas. Por lo tanto, es perjudicial al
momento de estudiar y afrontar con éxito los estudios universitarios.

Para gestionar las emociones positivas o negativas, es necesario que los alumnos tengan
desarrollada su inteligencia emocional, que sepan gestionar sus propias emociones, como
también las emociones de sus compañeros de aula y del docente. De esta manera, se contribuye
a crear un clima áulico favorable al aprendizaje, minimizando las distintas situaciones conflictivas
áulicas.

Para aprender, es necesario un clima de mucha confianza, con actividades desafiantes, pero no
amenazantes. Es clave que exista libertad para equivocarse, donde el error no se vea como un
fracaso, sino como un elemento más de los aprendizajes. También es muy importante el grupo de
compañeros, que sean posibilitadores de aprendizajes compartidos y de mutua construcción de
conocimientos. De esta manera, el aula se convierte en un entorno eustresante, es decir,
favorecedor de estrés positivo, lleno de verdaderos desafíos cognitivos. En cambio, cuando se
configuran aulas amenazantes, se llenan de estrés negativo, tan perjudicial para el aprendizaje de
los alumnos.

Cuando el alumno se enfrenta al desafío planteado por el docente, se genera adrenalina. Hay
sustancias que funcionan como neurotransmisores y hormonas, por ejemplo, la noradrenalina.
Cuando el desafío planteado por el docente realmente motiva al alumno, el organismo produce
eustrés (positivo). En cambio, cuando el desafío supera al alumno, este produce cortisol, que es
la denominada «mala sangre», y se genera distrés (negativo), el cual afecta tanto el aprendizaje
como la salud. El distrés, en el ámbito de la educación, puede tener muchos motivos, entre los
que aparecen carga académica, relaciones interpersonales, demanda de padres, competencia
entre pares, bullying, etc.

Recordemos también la importancia de la motivación, ya que es un elemento básico para el


aprendizaje. La motivación puede ser de dos tipos: interna o externa. Las propuestas
pedagógicas tradicionales se han focalizado principalmente en fuentes de motivación externa. En
cambio, es necesario activar procesos de motivación interna, generando las condiciones áulicas
que posibiliten conectar con los gustos, demandas y necesidades de los alumnos. La motivación
interna está “basada en la indescriptible emoción que se da al comprender algo (una suerte de
iluminación); se manifiesta como un poderoso recurso a favor de la búsqueda del aprendizaje”
(Moreno et al., 2018, p. 41).

Referencias
Actualidad Plus, (2021). Las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.

https://actualidadplus.com/psicologia/las-inteligencias-multiples-de-howard-garner/

Ekman, P. (1979). Expresiones faciales de la emoción. Anual Review of Psychology, 30,

pp. 527-554.

Gardner, H. (1984). Estructura de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples. Fondo

de Cultura Económica

Goleman, D. (1995). La inteligencia emocional. Porque es más importante que el

coeficiente intelectual. B de bolsillo


Moreno, A.; Rodríguez Rodríguez, J.; Rodríguez Rodríguez, I. (2018). La importancia
de la emoción en el aprendizaje. Revista de Didácticas Específicas, 19, pp. 37-42.

https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/686559/DE_19_3.pdf?sequence=1

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