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Gadner
1. Análisis de caso
Josefina está cursando el primer año de la carrera en Administración. Cada vez se da más cuenta
de la importancia de sobreponerse a las exigencias que la nueva vida universitaria le demanda.
Es realmente importante organizar su vida en función de las nuevas demandas. Incorporar los
aportes de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional para la vida diaria, sería clave
para mejorar sus prácticas diarias.
Para comprender cómo Josefina podría organizarse, en esta lectura trataremos los aportes de la
teoría de inteligencia múltiple de Gardner y la teoría de inteligencia emocional de Goleman.
Finalizaremos con el estudio de la importancia de la emoción en el aprendizaje, un aspecto clave
que todo estudiante universitario debe conocer.
El desarrollo teórico de Gardner fue en contra de la forma tradicional de medir la inteligencia que
existía en ese momento, la cual consistía en medir el coeficiente intelectual, basado
fundamentalmente en la capacidad de deducción lógica de las personas. Gardner se opuso a
este paradigma: planteó que la inteligencia matemática o lógica no explicaba la totalidad de la
inteligencia humana. Él observaba que había personas que eran inteligentes, es decir, capaces
de resolver problemas de manera creativa en distintos ámbitos o con distintas capacidades.
Pensemos, por ejemplo, en un deportista, un piloto de avión o un enfermero.
Gardner escribió su libro en 1983, donde explicaba su planteo teórico. El libro se llamó
Estructuras de la mente: la teoría de las inteligencias múltiples y tuvo gran éxito a nivel mundial.
Allí, el autor plantea ocho tipos de inteligencia. Cada persona posee, en potencia, cada una de las
ocho inteligencias y las desarrolla a lo largo del tiempo, de acuerdo con la estimulación que le
brinde a lo largo de la vida a las distintas redes neuronales que configuran su mente.
Inteligencia emocional
El concepto de inteligencia emocional tiene entre sus principales precursores a Peter Salovey y
John D. Mayer, autores del artículo Inteligencia Emocional (1997). Ambos fueron los principales
investigadores de la inteligencia emocional durante la década de 1990.
Daniel Goleman, psicólogo estadounidense y con un doctorado en Harvard, toma los elementos
de la época —el planteo de Gardner (1984) y los trabajos de Salovey y Mayer (1997)— y
populariza el concepto de inteligencia emocional con la publicación de su libro Inteligencia
emocional, en 1995; libro que se convirtió en best seller rápidamente.
a) Empatía cognitiva: es la primera parte del proceso, que es la capacidad de entender al otro
como un otro, distinto de uno mismo. Se trata de la teoría de la mente, denominada ToM. La
teoría de la mente consiste en la capacidad de darse cuenta de lo que piensa el otro. Es una
competencia que desarrollan los seres humanos de manera intuitiva, a partir aproximadamente
de los cinco años. En esta edad, las personas ya pueden ponerse en el lugar del otro, inferir que
puede estar pensando al identificar el estado mental del interlocutor. No hay que confundir
empatía cognitiva con la lectura de mente.
Para la teoría de la mente, es importante entender mensajes verbales y no verbales, al igual que
diferenciarlos de lo que uno mismo está pensando. Como dijimos, esta empatía «se activa» a los
cinco años, aproximadamente. Antes de los tres o cuatro años, el niño no se puede dar cuenta,
no tiene teoría de la mente; sino que piensa que al otro le pasa lo mismo que le pasa a él.
La teoría de la mente no significa que adivinar lo que piensa el otro, pero sí significa tener la
capacidad de darse cuenta qué le pasa (más allá que luego la suposición pueda ser errada).
Entonces, la teoría de la mente es la capacidad de distinguir pensamientos e intenciones de otras
personas.
b) Empatía emocional: tiene que ver con las neuronas espejo (sistema neuronal especular) que
poseen las personas. El sistema neuronal es clave para el aprendizaje por imitación y para saber
qué siente la otra persona. Las neuronas espejo se activan cuando observamos acción,
reconocemos intención y se simula un acto. Fueron descubiertas por Rizzolatti, en el año 1996,
en un experimento con monos. El neurobiólogo pudo observar que a los monos se les activan las
neuronas como si ellos mismos hicieran la actividad que veían. Las neuronas espejos se
encuentran sobre todo en la corteza motora y cumplen un papel fundamental en los procesos de
aprendizaje.
c) Empatía compasiva o preocupación empática: este tipo de empatía pasa por la acción. O
sea, no solo somos capaces de entender qué piensan y sienten las otras personas, sino que
además se pasa a la acción.
d) Ecpatía: en este caso, si bien reconocemos las emociones y pensamientos de las otras
personas, nos desvinculamos, no permitimos el contagio emocional dañino. Ecpatía es ponerse
en el propio lugar. Es importante ponerse en el lugar del otro, pero también es importante ponerse
en el propio lugar. Es importante evitar el exceso de empatía. Un ejemplo son los psicólogos,
respecto de la distancia que deben tomar sí o sí con sus pacientes.
a) Camino corto: en este caso, un estímulo activa el cerebro emocional (150 milisegundos) y da
una respuesta de inmediato, sin ser pensada, denominada reacción. El camino corto es más
rápido y fácil de ser transitado que el camino largo, por eso muchas veces cuesta tanto dar
respuestas procesadas racionalmente. El camino corto es muy útil, por ejemplo, cuando tocamos
una pava con agua hirviendo, ya que se genera una reacción automática a un estímulo dado.
El problema ocurre cuando el cerebro emocional toma el control de las respuestas allí donde
necesitamos elaborarlas de manera racional. Este proceso llevado al extremo, Goleman lo
denomina «secuestro emocional». Para el autor, “el secuestro emocional parece implicar dos
dinámicas distintas: la activación de la amígdala y el fracaso en activar los procesos neocorticales
que suelen mantener equilibradas nuestras respuestas emocionales” (1995, p. 37). Es decir, el
cerebro emocional toma el control, anulando el cerebro racional.
b) Camino largo: en este caso, se activa el cerebro racional y la capacidad de dar una respuesta
racional, en vez de una reacción puramente emocional. El camino largo es más difícil de ser
transitado, ya que demora 500 milisegundos, es decir, tres veces más que el camino corto. Por
eso, muchas veces, cuesta tanto dar respuestas elaboradas racionalmente. Para lograrlo, la clave
está en aumentar el tiempo de procesamiento entre un estímulo y una respuesta, para dar tiempo
a que intervenga la capacidad racional de las personas.
Volviendo al caso de Josefina, en su vida universitaria, muchas veces, ha pasado por situaciones
donde se ha manejado de manera impulsiva, influida de manera negativa por las emociones. Es
importante que ella aprenda a reconocer esta situación para evitar decisiones apresuradas. Esta
capacidad se puede desarrollar, por ejemplo, con técnicas de meditación, yoga o respiración
consciente, como ya veremos en lecturas posteriores.
Tipos de emociones
Paul Ekman (1979), un estudioso de las emociones, es considerado uno de los psicólogos más
influyentes del siglo XX. Hizo investigaciones transculturales en tribus muy alejadas (Nueva
Guinea), buscando las emociones universales y comunes a toda la humanidad. Hizo un trabajo
de campo realmente impresionante. Él distingue entre emociones primarias (o básicas) y
emociones secundarias.
a) Emociones básicas: se corresponden con expresiones faciales que son de origen biológico y,
por lo tanto, son universales y no dependen de las variaciones culturales, tal como ya lo había
dicho Darwin. Existen seis emociones básicas o primarias, que son similares para todos los seres
humanos: sorpresa, miedo, aversión (o asco), ira, tristeza y alegría (Matías= miedo, aversión
(asco), tristeza, ira, alegría, sorpresa). La sorpresa está mezclada con el miedo o la alegría. Las
emociones primarias son inconscientes, efímeras y biológicas.
b) Emociones secundarias: se enseñan y aprenden según la cultura. Estas son una mezcla de
genética más cultura. Las emociones secundarias son aprendidas. Según Ekman (1979), son
producto de nuestro crecimiento, la interacción con los demás y la combinación de varias
emociones primarias. Entre ellas, encontramos culpa, bochorno, desprecio, complacencia,
entusiasmo, orgullo, placer, satisfacción y vergüenza.
Las emociones son inevitables, inconscientes, universales y efímeras. Tal como advertimos antes,
lo que sí se puede manejar es que hacemos con esa emoción, o sea, esta se puede gestionar. La
inteligencia emocional posibilita manejar la reacción frente a una emoción, es la madre de todas
las inteligencias, por lo cual es muy importante trabajar desde chicos cómo gestionar las
relaciones. Las emociones surgen en las estructuras cerebrales subcorticales, también llamadas
cerebro emocional o sistema límbico. Si bien las emociones surgen del sistema límbico, la gestión
de las estas nace en los lóbulos prefrontales (funciones ejecutivas) con la intervención del camino
largo anteriormente explicado. La inteligencia emocional, desde el punto de vista neurobiológico,
equivale a entrenar a los lóbulos prefrontales para gestionar las reacciones límbicas; por eso, el
aprendizaje emocional es cognitivo.
La emoción en el aprendizaje
Numerosas investigaciones han demostrado la importancia de las emociones en los procesos de
aprendizaje de las personas. El impacto emocional puede ser de dos tipos: positivo o negativo.
a) Emociones positivas: en este caso, favorece el estrés positivo o eustrés; por lo tanto, los
procesos de aprendizaje. Esto ocurre ya que la actividad realizada por el alumno le genera
curiosidad, por ejemplo, por medio de un desafío. El alumno focaliza la atención selectiva, hay
gran activación de la dopamina, la hormona del placer. Esta, a su vez, activa el núcleo
accumbens (centro del placer) y el circuito de recompensa cerebral. La acción, a su vez, genera
noradrenalina. Finalmente, cuando se resuelve el desafío y se termina, se libera serotonina.
Para gestionar las emociones positivas o negativas, es necesario que los alumnos tengan
desarrollada su inteligencia emocional, que sepan gestionar sus propias emociones, como
también las emociones de sus compañeros de aula y del docente. De esta manera, se contribuye
a crear un clima áulico favorable al aprendizaje, minimizando las distintas situaciones conflictivas
áulicas.
Para aprender, es necesario un clima de mucha confianza, con actividades desafiantes, pero no
amenazantes. Es clave que exista libertad para equivocarse, donde el error no se vea como un
fracaso, sino como un elemento más de los aprendizajes. También es muy importante el grupo de
compañeros, que sean posibilitadores de aprendizajes compartidos y de mutua construcción de
conocimientos. De esta manera, el aula se convierte en un entorno eustresante, es decir,
favorecedor de estrés positivo, lleno de verdaderos desafíos cognitivos. En cambio, cuando se
configuran aulas amenazantes, se llenan de estrés negativo, tan perjudicial para el aprendizaje de
los alumnos.
Cuando el alumno se enfrenta al desafío planteado por el docente, se genera adrenalina. Hay
sustancias que funcionan como neurotransmisores y hormonas, por ejemplo, la noradrenalina.
Cuando el desafío planteado por el docente realmente motiva al alumno, el organismo produce
eustrés (positivo). En cambio, cuando el desafío supera al alumno, este produce cortisol, que es
la denominada «mala sangre», y se genera distrés (negativo), el cual afecta tanto el aprendizaje
como la salud. El distrés, en el ámbito de la educación, puede tener muchos motivos, entre los
que aparecen carga académica, relaciones interpersonales, demanda de padres, competencia
entre pares, bullying, etc.
Referencias
Actualidad Plus, (2021). Las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.
https://actualidadplus.com/psicologia/las-inteligencias-multiples-de-howard-garner/
pp. 527-554.
de Cultura Económica
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/686559/DE_19_3.pdf?sequence=1