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NATIVO DURMIENTE

Cuenta la leyenda que en una comunidad cafetalera y ganadera de Chanchamayo, vivió


un joven esclavo llamado Shirampari que se escapó de su amo y se perdió entre los
bosques, para alimentarse pescaba en el río Chanchamayo y un día, diviso a una hija de
español, que caminaba lentamente (parecía cansada) al borde del río, cuando desfallecía.
Shirampari la salvó y la llevó a su comunidad.
El curaca desterró a Shirampari y a la joven bella de ojos azules y cabellera de oro la
consideraban una diosa y abominación la mezcla de su raza con la blanca. Sin embargo
Shirampari se había enamorado de la joven y de su destierro en los frondosos bosques
demoraron cerca de tres años en salir.

Fue así que esta joven pareja se enamoró perdidamente, El joven nativo se convirtió en
el protector de la muchacha y se prometieron casarse ante los ojos de la diosa Selva
Madre. La diosa dijo: “antes de la noche de luna llena encontrarme, en este cerro por
cuanto me habéis invocado, debéis cumplir vuestra promesa”.

La prematura pareja se alejó por un tiempo pues la española deseaba ver a su familia de
nuevo, así pues, pasó una noche, luego dos, y la última noche, de luna llena, Sharampari
esperaba a su amada pero no llegaba. La doncella, por su parte había sido retenida por
su familia en cuanto supo que quería casarse con un pobre indígena. Cuando la noche se
aproximaba la luna llena, al fin logró escapar, pero nunca llegó a tiempo, la pareja no
cumplió la promesa con la diosa de la selva, Aquella no imponía castigos, pero era
solemne en sus decisiones y mandatos.

Shirampari se volvió a escapar de su comunidad nativa, recorrió las colinas llorando la


pérdida de su amada. Sucedió que el cuerpo de Shirampari se petrificó y hoy
observamos su perfil en las colinas en forma de un “nativo dormido” en Chanchamayo,
sector de Vaquería es el ángulo perfecto de vista, el cuerpo de la muchacha española
hoy se dice que es la “Bella durmiente”.

El Cerro Encantado
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, un señor llamado Crispín cuidaba sus
animales cerca de un cerro todos los días, un día el señor se fue con sus animales,
cuando llego al cerro se sentó a cuidar, entonces empezó a llover, el señor vio que
había una cueva cerca de donde estaba, se metió a la cueva, cuando entro se dio
cuenta de que había muchas flores, al señor le dio curiosidad, entonces comenzó a
cortarlas para llevárselas a su esposa, mientras mas avanzaba mas flores encontraba,
cuando se dio cuenta no encontraba la salida por mas que buscaba, su esposa muy
preocupada por que no llegaba su esposo, decidió ir a decirle al sacerdote que su
esposo no había llegado desde que se fue a cuidar a sus animales, entonces el
sacerdote y la señora se dirigieron al cerro, cuando llegaron vieron huellas de su
huarache siguieron las huellas hasta la cueva, cuando llegaron a la cueva el sacerdote
le dijo a la mujer que se quedara afuera, el se metió y cuando entro se dio cuenta de
que esas flores eran muy encantadoras, paso mucho tiempo y la señora se preocupo,
regreso al pueblo a pedir ayuda a los vecinos, ellos decidieron ayudarla, cuando
llegaron al cerro se metieron todos también la señora, y vieron las flores tan hermosas
pero ellos empezaron a buscar y no encontraban nada, cuando se disponían a
regresar no sabían por donde, el sacerdote que seguía buscando por fin encontró la
salida pero salio al otro lado del cerro y se cerro aquella cueva, el sacerdote regreso al
pueblo y empezó a contar lo que había pasado, por eso todos los que cuidan sus
animales cuando empieza a llover mejor deciden regresar a casa por el temor de
perderse en aquella cueva.

Adaptación de una antigua fábula de China


Había una vez dos culebras que vivían tranquilas y felices en las aguas estancadas de
Manankiari. En este lugar tenía todo loque necesitaban para sobrevivir : insectos y pequeños
peces para poner alimentarse, un lugar de sobrar para moverse y humedad suficiente para
mantener brillantes y en buenas condiciones sus escamas.

Todo era perfecto, pero sucedió qye llegó una estación maas calurosa de lo normal y el
pantano comenzó a secarse. Las dos culebras intentaron permanecer allí a pesar de que cada
día la tierra se resquebrajaban y se iba agontando el agua para beber. Les producía mucha
tristeza comprobar que su enorme y querido pantano de aguas calentitas se estaba cnvirtiendo
en una mísera charca, pero era el único hogar que conocían y no querían abandonarlo.

Esperaron y esperaron las deseadas lluvias, pero éstas no llegaron. Con mucho dolor de
corazón, tuvieron que tomar la dura decisión de buscar otro laugar para vivir.

Unas de ellas, la culebra de manchas oscuras, le dijo a la culebra de manchas claras:

- Aquí solo ya solo quedan piedras y barro. Creo. Amiga mía, que debemos irnos ya o
moriremos deshidratadas.

- Tienes toda la razón, vayámonos ahora mismo. Tú ve delante, hacia el norte, que yo te
sigo.

Entonces, la culebra de manchas oscuras, que era muy inteligente y cautelosa, le advirtió:

- ¡No, eso es peligroso!

Su compañera dio un respingo.

- ¿Peligroso? ¿Por qué lo dices?

La sabia culebra se lo explicó de manera muy sencilla:

- Si vamos en fila india los humanos nos verán y nos cazarán sin compasión

¡Tenemos que demostrar que somos más listas que ellos!


- ¿Más listas que los humanos? ¡Eso es imposible!

- Bueno, eso ya lo veremos. Escúchame atentamente: tú te subirás sobre mi lomo

pero con el cuerpo al revés y así yo meteré mi cola en tu boca y tú tu cola en la mía.

En vez de dos serpientes pareceremos un ser extraño, y como los seres humanos

siempre tienen miedo a lo desconocido, no nos harán nada.

- ¡Buena idea, intentémoslo!

La culebra de manchas claras se encaramó sobre la culebra de manchas oscuras y cada

una sujetó con la boca la cola de la otra. Unidas de esa forma tan rara, comenzaron a

reptar. Al moverse sus cuerpos se bamboleaban cada uno para un lado formando una

especie de ocho que se desplazaba sobre la hierba.

Como habían sospechado, en el camino se cruzaron con varios campesinos y cazadores,

pero todos, al ver a un animal tan enigmático, tan misterioso, echaron a correr muertos

de miedo, pensando que se trataba de un demonio o un ser de otro planeta.

El inteligente plan funcionó, y al cabo de varias horas, las culebras consiguieron su

objetivo: muy agarraditas, sin soltarse ni un solo momento, llegaron a tierras lluviosas y

fértiles donde había agua y comida en abundancia. Contentísimas, continuaron

tranquilas con su vida en este nuevo y acogedor lugar.

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