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TEMA 22:
NECESIDADES EDUCATIVAS
ESPECIALES
• Propio chico; pues no es un ser pasivo, tiene sus propias capacidades, sus
estilos de aprendizaje, sus motivaciones, intereses, prioridades y ne-
cesidades, posee un sistema propio de atribución y cognición ... Al margen
del grado de su discapacidad y potencialidad, siempre estará esforzándose,
a su modo, por comprender e interactuar con el mundo que le rodea.
rosas excepciones.
Tomkiewicz (1979, citado por Molina, 1994: 347), agrupa los factores
que intervienen en:
Ríos (1984) propone una serie de indicadores para conocer el grado y cali-
dad de la interacción familiar como guía para comprender la potencialidad
del entorno familiar como grupo de apoyo psicológico y social. De este
modo habla de la (a) claridad y comprensibidad de los intercambios de
comunicación entre los miembros; (b) la continuidad en los argumentos; (c)
la entrega o compromiso ante un tema; (d) el grado de acuerdo, desacuerdo
y capacidad de consenso y diálogo; y (e) la intensidad afectiva en términos
de empatía o de agresividad.
Tabla 3. Dimensiones para obtener una imagen mental de una familia (Ríos,
1994).
- Cohesión familiar.
- Afecto primario.
Ríos (1994) señala que los padres pasan por una serie de fases de
reacción al choque, defensa ante el mismo y de desmoronamiento.
Reaccionando de forma inmediata (alarma y defensa) y mediata
(agotamiento o descubrimiento y utilización de capacidades latentes).
Flórez y Valdés (1987) describen un ciclo de reacción de la familia que pasa
por tres fases: 1) Incredulidad o negación de la misma; 2) Miedo o
frustración, en los que se desarrollan crisis y períodos crónicos de
- Fase de crisis
el chico, pero necesaria para los padres. En ella, éstos, los hermanos, el
chico y todo el entorno familiar necesitan urgentemente de comprensión y
ser oídos, apoyados y aglutinados, para poder adquirir un nuevo equilibrio
y armonía. Es una fase de necesaria catarsis, de buscar en el interior, de
expresión y de hacer aflorar, en la que la actuación profesional ha de ser de
«saber oír» y generar confianza y empatía.
- Fase de cambio
• Una vez instalados en este momento del ciclo de vida de los sentimientos
y reacciones paternas, se pueden apuntar otros períodos críticos en el chico
y en el actuar de los padres, dentro de la normal dinámica de su vida. Con
el reconocimiento del chico y de sus necesidades y empezar a abordarlas
adecuadamente, no se cierra el proceso. La propia dificultad presenta
también un ciclo de desarrollo, en función de los distintos contextos en los
que tiene que ir interactuando el chico: familia, círculo de amigos y vecinos,
su escolarización y los cambios de curso o centro, inicio de una relación
social con iguales, las pandillas, la preparación para la integración en el
mundo productivo... Cada vez que los padres o los hijos se enfrenten a
nuevas situaciones, se vuelve a los sentimientos de aquellos momentos
iniciales.
ignorancia o la lástima de los otros o por creer cosas fantasiosas que los
demás están pensando. Aquellos otros que en su escala de valores colocan
«por encima de todo» a su hijo y el desarrollo integral del mismo en un
ambiente cotidiano y normalizado, pese a quien pese y muchas veces,
frente a lo que ellos mismos sienten y necesitan hacer, los sentirán también
así, pero, de todos modos, seguirán allí «educando y queriendo a sus hijos
y cambiando la realidad que los envuelve».
Tabla 4. Roles y desafíos a los que se enfrentan estos padres con hijos
“excepcionales”.
Roles y desafíos a los que se enfrentan estos padres con hijos “excepcionales”.
METÁFORA DESCRIPCIÓN
No sólo se han de formar y aprender, muchas veces han
Enseñanza de enseñar a sus hijos el uso de dispositivos especiales,
lenguaje de signos, etc.
Asesoramiento Han de potenciar la tutorización y cercanía a sus hijos,
Salvo casos extremos, todos los padres terminan por adaptarse a las
dificultades de sus hijos, porque «son padres» y fundamentalmente los
quieren. Lo que ocurre es que como humanos, también pueden haber
desarrollado conductas y actitudes que objetivamente no sean las más
oportunas para el chico y la propia familia. Los padres suelen ser
interlocutores permanentes y espontáneos del niño. Esta situación, que en
un primer momento es básica para asegurar la empatía y la comunicación
de su vástago con el entorno, se torna en una sobreprotección del mismo
que termina por ahogar muchas de sus posibilidades de desarrollo y
comunicación. Es esta situación de estrés y miedo por la nubosa posibilidad
de la «temida, ansiada y cuestionada» autosuficiencia de su hijo
minusválido, la que les lleva con frecuencia a sobrecargarlos de tareas,
• Tiempo de espera y estímulo. Los chicos con este tipo de dificultades pre-
sentan una importante discapacidad y disfuncionalidad de movimientos,
reacciones y trabas a la comunicación, que van a arrastrar una serie de ne-
cesidades educativas y de atención especial.
• Conocer a otros iguales. Los chicos y los padres han de conocer y tomar
contacto con otros discapacitados adultos o no y familias, con los que
identificarse, compartir sus sentimientos e ideas, etc.; pero esta situación
que es lógica y conveniente es evitada por algunos padres que quieren que
su hijo sea cuanto menos minusválido y lo menos aparente posible mejor,
Este aprendizaje ha de venir del análisis con otros (en especial con su
pareja y familia) de su vida y su práctica como padres. Ser padres es una
actitud que se consigue siguiendo un largo y dinámico proceso de
desarrollo, por ensayo y error, con reflexión autocrítica y mucho diálogo...
Y al que ayuda bastante el compartir dudas, experiencias, conocimientos,
realidades y retos con otros «padres». Pues de este modo se aprende de
otros, se contrastan modelos y se ve la “normalidad y cotidianeidad” de sus
situaciones.
• Ofrecer ayuda realista. Por obvio que nos parezca, no podemos prometer
ni comprometer acciones a las que no llegaremos. Es más honesto y eficaz
actuar dentro de nuestras posibilidades, en los límites que nos permita
nuestra implicación profesional y nuestra salud mental; pero dando a
conocer la verdad de hasta dónde podemos llegar nosotros y hasta dónde
ellos con nuestro estímulo, con los recursos con los que disponemos aquí y
ahora. El ir más lejos de estos límites, termina por frustrar posibles acciones
y comprometer seriamente otras futuras.
• Apoyar. Los padres necesitan también a alguien que les oriente y ayude a
hacer frente a los numerosos problemas que se les vienen encima y que les
anticipen posibles pautas de acción o estrategias útiles; al tiempo que se les
mantiene informados e integrados en los programas de desarrollo en los
que participen sus pupilos. De ahí la importancia de los programas de
asesoramiento y el destacado papel de aquellas técnicas centradas en los
grupos de encuentro de padres que comparten el «tener un hijo/a di-
ferente» (YAI, 1990) o de escuelas de padres integradoras de «todas» las
familias (Domingo, 1998b).
• Implicar (se) desde la perspectiva de ver qué se puede hacer, para enseñar
y facilitar pautas de acción normalizada, estrategias de análisis del contexto
y situaciones en las que van a tener que dejar actuar a su hijo/a (que se
equivoque, que se caiga, que disfrute y disfrutar con él/ella...), al tiempo
que comprometerse profesionalmente en hacer crecer en los padres la
participación activa, la ilusión y la implicación necesaria.
• Guardar el equilibrio. Dentro del ser y actuar de forma realista, habría que
guardar un sabio equilibrio entre: enseñanza y experiencia (manipular,
ensayar, equivocarse... ); exigir y comprender-ayudar; maternidad/pa-
ternidad y ejercer como coterapeuta; emplear técnica y sentido común;
informar y hacer participar; implicación del terapeuta pero con un
adecuado distanciamiento afectivo; cercanía y relaciones de proximidad y
disponibilidad, al tiempo que se es profesional que no puede ni debe llegar
a situaciones de compadreo...
3. Otras recomendaciones:
A ellos habría que sumar la perspicacia del asesor familiar, puesto que
como denuncia Vega (1999: 319), no se puede olvidar que en no pocos casos
la satisfacción de los padres, puede responder a la falta de expectativas de
los mismos, tanto por la falta de inquietudes como por la carencia de
formación, valorando sobre todo el que su hijo está atendido y con ello se
cubren sus necesidades. El asentir y seguir la corriente al asesor no es
sinónimo de estar de acuerdo, entender o ser capaces de comprometerse.
http://www.promi.es
http://www.cnice.mecd.es/enlaces/necesidadeseduc.htm