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Lic.

Claudio Stepffer
Revisión a cargo de:
Dra. Marcia Arbusti

1. UNA CARACTERIZACIÓN DE PARATEXTO

Paratexto es un concepto formado por el prefijo para y el término texto1, significa “lo que
rodea al texto”, “lo que acompaña al texto”, y refiere a «todo un aparato de producción [de
sentido] destinado a guiar la recepción» (Bitonte & Lo Coco, 2013, pág. 107).
Si consideramos el texto como una composición con unidad de sentido coherente,
cohesionada, intertextual, adecuada, intencional y comprensible2 (Marín, 2004; de Beaugrande
& Dressler, 1997; Cassany, 1994), el paratexto constituye entonces un sistema de significación
que opera alrededor o junto a dicha unidad, interrelacionándose cooperativamente con ella, con
el fin de ofrecer anticipaciones, información complementaria, jerarquización y ordenamiento de
la información, y guía para la lectura.
Los elementos paratextuales cumplen una función de codependencia significativa profunda,
no son meros accesorios. Como bien señala Alvarado (2010), el paratexto es un «dispositivo
pragmático, que, por una parte, predispone -o condiciona- para la lectura y, por otra, acompaña
en el trayecto, cooperando con el lector en su trabajo de construcción -o reconstrucción- del
sentido». (pág. 3). Analicemos esta última definición relacionándola con otras voces autorales:
En primer lugar, el paratexto es designado como un dispositivo, lo que resulta comparable
con las designaciones de aparato de producción o sistema que mencionamos más arriba, y que
refieren todas ellas a un conjunto de elementos paratextuales que funcionan de manera solidaria
e inescindible con el texto y entre sí. Glozman y Savio (2019) lo mencionan como «mecanismo de
aproximación» o «andamiaje» (págs. 40-41).

1
Para es un prefijo proveniente del griego παρά, que significa “al margen de”, “junto a” o “contra”. Otros usos de
este prefijo se encuentran en términos como parapsicología (al margen de la ciencia de la psicología);
fenómenos paranormales (fenómenos que no se condicen con las leyes naturales); paradoja (“contra la doxa”,
es decir, en contra de lo que se considera verdadero según la opinión general); fuerzas paramilitares
(agrupaciones armadas que operan por fuera de las fuerzas militares estatales o legales). Por su parte, texto
proviene del latín textus, que significa “tejido, entrelazado”, en alusión a su conformación interna determinada
por las uniones de los diferentes signos que lo componen. Palabras como textura y tejido tienen el mismo origen.
2
La coherencia hace a la unidad temática del texto, a la relación coherente entre las ideas, y se relaciona
indisolublemente con la cohesión, esto es, las articulaciones gramaticales y lexicales del texto -conectores,
concordancia, etc.-. La cohesión es la que determina el carácter de “tejido” del texto.
Por su parte, la intertextualidad refiere a la relación entre textos; la inclusión de otras voces autorales mediante
citas y referencias es uno de los modos más característicos -no el único- de vinculación intertextual.
La adecuación refiere a la adaptación del texto a la situación comunicativa o contexto de interacción; en el caso
de los textos científico-académicos, la adecuación consiste en la correspondencia de sus características con lo
propio o esperable de los textos pertenecientes a los géneros discursivos académicos.
Íntimamente relacionado con lo anterior encontramos la aceptabilidad, es decir, la relevancia o la utilidad del
texto en el contexto de su tratamiento; y a su vez, con la intencionalidad, que refiere a los objetivos o metas
prefijados por los autores o autoras. En el caso de los textos científicos académicos, encontramos una
interesante perspectiva acerca de la intencionalidad autoral en «Sobre el nacimiento, el desarrollo y la
demolición de los papers» (Kreimer, 2005).

[1] [1]
Dicho dispositivo de elementos paratextuales es pragmático3, es decir que considera la
situación comunicativa concreta en que el texto es producido y abordado. En otras palabras,
contribuye «de manera efectiva al desarrollo del proceso de lectura […] para situar el texto en
sus condiciones de producción, para identificar datos relevantes sobre el autor y el campo
disciplinar en el cual el trabajo se inscribe» (Glozman & Savio, 2019, pág. 41).
El sistema paratextual predispone o condiciona la lectura. La predisposición, por un lado,
supone la posibilidad de anticipación o de inferencia por parte de quien lee; se lo considera, en
ese sentido, «el umbral del texto, una primera entrada que facilita la comprensión al permitir
hacer anticipaciones que luego son ratificadas o rectificadas con la lectura» (Grigüelo, Kallay, &
Mazza, 2010, pág. 98). El condicionamiento, por su parte, implica la guía de recepción ya
mencionada o, como apunta Genette (2001, pág. 25), «un aparato montado en función de la
recepción». Asimismo, García y Valente (2019) afirman que
leerlos [a los elementos paratextuales] antes de iniciar la lectura de un texto le
permite al estudiante hacer una lectura contextualizada, es decir, ubicar en un
tiempo y un espacio determinados los paradigmas teóricos y los debates científicos
en los cuales se inscriben las teorías que los autores plantean. (pág. 39)
El paratexto, como aparato de producción de sentido, acompaña en el trayecto de lectura y
coopera (es decir, “opera con”) quien lee para la interpretación. Alvarado (2010), citando a
Hébrard, lo explica como
una puesta en página, una división en párrafos y en capítulos, una sucesión de
subtítulos eventualmente jerarquizados […], un conjunto de letras separadas por
blancos […], un proceso multiforme de espacialización del mensaje que se propone a
la actividad de sus lectores. (pág. 3)
Calsamiglia Blancafort & Tusón Valls (2001) proponen una analogía entre el paratexto y los
elementos paralingüísticos y no verbales de la oralidad: «si el soporte de la comunicación oral
son principalmente los hablantes por sí mismos, sus expresiones faciales, movimientos y gestos,
el soporte de la comunicación escrita se materializa en objetos reales, autónomos, que aparecen
en contextos determinados». En otras palabras, si en la oralidad una persona es emisora de un
texto sonoro vocal acompañado de elementos como el cuerpo, la gestualidad, la postura, los
movimientos, el uso del espacio y del tiempo, junto a un texto escrito surgen también «objetos
materiales y formatos que condicionan la significación que se transmite», y «a ese conjunto de
códigos semióticos que pueden aparecer concomitantes con el texto escrito se le llama
paratexto» (pág. 86).

2. EL PARATEXTO ACADÉMICO
Los géneros discursivos son enunciados relativamente estables con ciertas características
comunes en cuanto al contenido, la forma y el estilo (Bajtin, 2009 [1982]), en los que, además,
entran en juego situaciones determinadas y determinantes propias de la enunciación, las
relaciones entre quienes producen el enunciado y quienes lo interpretan en la lectura, metas e
intenciones, entre otros factores (Bazerman, 2013). De este modo, es posible distinguir géneros

3
La pragmática refiere a «las condiciones que determinan tanto el empleo de un enunciado concreto por parte
de un hablante concreto en una situación comunicativa concreta como su interpretación por parte del
destinatario» (Escandell, 2006, pág. 16).

[2] [2]
discursivos literarios, periodísticos, religiosos, legales, etc.4; y también, los géneros discursivos
académicos, vinculados al conocimiento y desarrollo de las ciencias, que circulan en ámbitos
académicos como lo son las universidades, los centros de investigación, las bibliotecas, entre
otros.
Si bien los géneros discursivos académicos abarcan una amplia gama de contenidos, formas
y estilos determinados por las diferentes disciplinas y las infinitas intersubjetividades de quienes
los escriben o los leen, ostentan ciertas características que los hacen agrupables y que
propenden a otorgarles un aspecto de verosimilitud -un aspecto de credibilidad, de similitud
con lo que se acepta como verdadero- (Todorov, 1970). Asimismo, los elementos paratextuales
de los textos académicos no escapan a esas características comunes que operan a favor de su
comprensión:
El paratexto académico difiere del de los materiales literarios, periodísticos o
relativos al arte porque es menos lúdico y más formal, ya que, entre otros objetivos,
apunta a darles rigor y seriedad a los textos, señalando, por ejemplo, los datos de las
fuentes consultadas por un especialista para producir un texto destinado a sus pares
o para quienes se van incorporando a la comunidad de los estudios superiores.
(Grigüelo, Kallay & Mazza, 2010, pág. 102)
En el mismo sentido, Bitonte y Lo Coco señalan que el paratexto académico «se distingue
por mostrar los elementos que permiten reconocer un texto como perteneciente a la comunidad
discursiva del nivel de formación superior», y que «tiene como objetivo ofrecer un sesgo de
seriedad y formalidad al escrito» (2013, pág. 110).
Es posible, por lo tanto, determinar una especificidad propia paratextual presente en
artículos de investigación, papers, monografías, tesis. En otras palabras, el sistema paratextual
académico posee características comunes a los paratextos presentes en otros géneros
discursivos, pero a la vez ostenta rasgos que le son propios, característicos del discurso
científico-académico, o bien especialmente adaptados a las necesidades del género o las
particularidades del texto, que ayudan en la lectura, la legitiman y le aportan verosimilitud.

3. EL PARATEXTO ACADÉMICO Y LA VEROSIMILITUD


En las universidades, instituciones que forman parte de la comunidad discursiva académica,
los desarrollos teóricos abordados en las aulas se sustentan en los trabajos de autores y autoras
especialistas. Dichos trabajos se expresan en textos -libros, capítulos, artículos, papers,
informes, etc.- que se engloban en los mencionados géneros discursivos académicos,
constituyen las bibliografías de las asignaturas. Tal como afirma Pérez (2018), «a través de la
lectura de la bibliografía de una materia los estudiantes universitarios acceden al aprendizaje de
parte del conocimiento producido en una disciplina» (pág. 59).
Dichos textos cuentan con el aval académico dado por el equipo docente que los selecciona
cuidadosamente de acuerdo con diferentes criterios, a su vez enmarcados en los lineamientos
de la universidad y de las propuestas formativas en los que las distintas materias se desarrollan,
y suelen ostentar un reconocimiento dado por el campo disciplinar o esfera de la praxis humana
(Bajtin 2009 [1982]) a los que pertenecen, todo lo cual supone una garantía de pertinencia y de

4
Vale aclarar que los géneros discursivos no constituyen una suerte de compartimentos estancos, puesto que
las diferentes esferas de la praxis humana están en constante interrelación. Por ejemplo, la Ley de Contrato de
Trabajo pertenece a los géneros discursivos legales (como otras leyes, decretos, o la Constitución Nacional),
pero en el ámbito de la enseñanza universitaria, ese mismo texto asume también una finalidad académica.

[3] [3]
utilidad; en otras palabras, sabemos que estas lecturas nos servirán porque nos llegan ya
prescriptas, recomendadas o referenciadas.
Es probable que con el transcurrir de nuestros estudios nos encontremos, tarde o temprano,
ante la necesidad de acceder a textos que deberemos seleccionar de acuerdo con nuestro propio
criterio, según nuestro propio juicio y percepción, es decir, textos que no estarán garantizados
por su inclusión en la bibliografía de un programa ni por la indicación de profesores, profesoras
o colegas. Como señala Pérez (2018), «además de la lectura de material bibliográfico
proporcionado por los programas de las materias, los estudiantes deben realizar búsquedas de
información que sean temáticamente relevantes y que formen parte de la producción académica
de una disciplina» (pág. 60).
Ahora bien, ¿cómo determinamos si ese libro que queremos comprar en una librería o retirar
de una biblioteca, o el artículo que encontramos en internet, son los que necesitamos? Sin otra
guía más que nuestro propio discernimiento, ¿cómo sabemos si los contenidos de una obra
impresa nos servirán sin sumergirnos en una extensa lectura? ¿Cómo podemos determinar la
legitimidad académica de las y los autores del artículo académico que encontramos en internet?
¿Cómo podemos establecer que se trata realmente de un material académico? ¿Cómo podemos
anticipar si la perspectiva desde la que se aborda el tema, o su recorte es el que nos sirve para
nuestro estudio? Y una vez que hemos comenzado a leer el texto en casa o en el aula, ¿cómo
podemos prever qué información es central y cuál es auxiliar, qué capítulo nos conviene leer en
primer lugar y cuál podemos postergar para más adelante, qué fragmento debemos priorizar o a
qué conceptos debemos prestar especial atención para elaborar nuestros propios resúmenes?
Los recursos paratextuales son una ayuda para responder este tipo de preguntas, puesto que,
además de constituir un sistema de significación del texto en la lectura, también constituyen un
sistema de indicios que nos anticipan la posible pertinencia, utilidad o verosimilitud del texto, lo
que resulta sumamente útil para el estudio universitario.
Grigüelo, Kallay y Mazza (2010) sostienen que:
La lectura de textos académicos universitarios concede importante atención al
paratexto con muy diversos propósitos: muchos profesores les requieren a los
alumnos que sepan quién dijo qué, en qué texto, publicado dónde y cuándo y desde
qué perspectiva teórica; a los investigadores que quieren publicar artículos de
investigación los editores de revistas especializadas les imponen reescrituras que
ajusten sus textos y paratextos exactamente a sus normas de publicación;
instituciones académicas califican a sus miembros con series de parámetros entre los
que no falta un índice de citaciones”, en el que se registra cuánto y cómo los trabajos
de un investigador son citados por otros. (pág. 102)
Es decir que el paratexto es funcional a la lectura individual de los textos que acompaña y
también a la inclusión de dichos textos en la comunidad discursiva académica.
Seguidamente explicaremos y ejemplificaremos el paratexto académico, su función y
utilidad, a través del abordaje de los principales elementos rastreables en diferentes textos de
circulación habitual en el ámbito universitario. Para ello apelaremos a una clasificación
convencional que distingue rasgos paratextuales icónicos y verbales5, y nos aproximaremos,
además, a lo que damos en llamar paratexto digital.

5
Esta clasificación es propuesta por Alvarado (2010) y no es definitiva ni taxativa; se la retoma con fines
meramente organizativos de la explicación. La autora también plantea una diferenciación entre elementos
paratextuales directamente vinculados con la instancia autoral por un lado y con la instancia de edición por el
otro, aunque dicha frontera resulte en muchos casos difusa.

[4] [4]
4. PRINCIPALES ELEMENTOS PARATEXTUALES ACADÉMICOS
Knorr afirma que «una buena estrategia para mejorar la comprensión de ensayos, artículos
o capítulos de un libro es identificar, en primer lugar, el propósito central del texto», es decir,
determinar cuál es la finalidad: narrar, ordenar, explicar, argumentar, etc.6 Luego, el mismo
autor aclara que
es conveniente diferenciar las partes que componen el texto –en algunos casos,
separadas en apartados con subtítulos– a fin de identificar las funciones que
cumplen: introducir un tema o problema, presentar sus características, sus
antecedentes o historia, desarrollar o analizar las partes que lo componen […] De este
modo, es posible sistematizar la información relevante y reconstruir el proceso de
razonamiento que desarrolla el autor a lo largo del trabajo. (Knorr, 2012, pág. 17)
Los elementos paratextuales en los textos académicos son clave para establecer hacia dónde
apunta el texto, qué aspectos o qué recorte del tema emprende, en qué disciplina científico-
académica se circunscribe, cuáles son sus potenciales destinatarios y destinatarias. Asimismo,
«resulta clave conocer la fuente de la que se extrajo el texto: un libro, una revista especializada,
una página web, una enciclopedia» (Knorr, 2012, pág. 18).
Los elementos paratextuales propios de los textos académicos que se tratan a continuación
retoman los aportes de autores y autoras especializados en lectura y escritura académica
(Glozman & Savio, 2019; Bitonte & Lo Coco, 2013; Knorr, 2012; Grigüelo, Kallay & Mazza, 2010;
Alvarado, 2010), y se basan, asimismo, en la experiencia de la praxis del equipo docente del Taller
de Lectura y Escritura Académica del Ciclo de Formación General de la Universidad Nacional de
Rafaela.
Los elementos seleccionados son: título y subtítulos; resumen; palabras clave; nombres de
autores y autoras, sus referencias biográficas y filiaciones institucionales -universidades u
organismos en los que desarrollan su actividad-; institución en que se enmarca la publicación;
tipo de publicación, lugar y fecha; índices -general, temático, etc.-; notas; gráficos, cuadros,
tablas, ilustraciones, fotografías; anexos, apéndices, glosarios; listado bibliográfico -o bibliografía
y/o fuentes-; diseño gráfico -tipografía, distribución de texto y recursos paratextuales en la
página, etc.-.
Estos elementos son, como anticipamos, un recorte que, consideramos, brindan una
aproximación suficientemente detallada, aunque no concluyente, al paratexto7. En este sentido
es importante destacar que no todos los elementos paratextuales se presentan junto a todos los
textos, sino que cada texto está acompañado solo de aquellos recursos que se consideran
adecuados y pertinentes en las instancias de autoría como de edición. Y en relación con lo
anterior, resulta además necesario aclarar que junto a cada texto aparecen elementos

6
En la escolaridad secundaria se estudian simplificadamente las tipologías textuales clasificadas en narrativa,
explicativa, argumentativa, etc. Lo cierto es que no existen “tipos puros” de textos, sino que en cada uno de ellos
es posible encontrar diferentes «secuencias», «tramas», «bases» (Arnoux, 2010; Ciapuscio, 2010; Adam, 1992)
que se alternan en mayor o menor medida y en relaciones de dominancia y subordinación, por lo que podemos
referirnos a textos “predominantemente explicativos”, o “predominantemente argumentativos”, sin que ello
suponga una clasificación taxativa. En el ámbito académico, la identificación de tal predominio, vinculado con
la determinación de la intención autoral, es lo que nos puede ayudar a distinguir, por ejemplo, si un texto es un
ensayo (predominantemente argumentativo), un informe (predominantemente expositivo-explicativo), un texto
historiográfico (predominantemente narrativo), etc.
7
No se incluyen aquí elementos paratextuales cuyas funciones resultan demasiado evidentes y no demandan,
por lo tanto, mayores explicaciones, como por ejemplo la paginación.

[5] [5]
paratextuales comunes o recurrentes, por así llamarlos, como por ejemplo los títulos o la
bibliografía, pero, asimismo, pueden aparecer ilustraciones, anexos o glosarios que suelen tener
un uso más restringido, y hay casos muy específicos de algunos textos en particular que
conllevan paratextos exclusivos o ad hoc, que son muy infrecuentes o directamente inexistentes
en otros textos8.

Presentamos aquí algunas clasificaciones meramente orientativas9:

Elementos paratextuales de la edición autorales


Imágenes Gráficos
icónico-verbales Ilustraciones Tablas
Diseño gráfico Cuadros
Título y subtítulos
Resumen o abstract
Datos institucionales Palabras clave
Datos de publicación Datos de autores
Verbales
Índices Notas
Glosarios Anexos
Apéndices
Bibliografía y/o fuentes

También podemos proponer una clasificación de acuerdo con la ubicación de los diferentes
elementos en la publicación, que en el caso académico suele ser rigurosa:

En la tapa (y suelen extenderse a las primeras páginas):


• Título del trabajo.
• Datos institucionales y datos de publicación.
• Nombres de autores y datos biográficos académicos.
• Resumen.
• Palabras clave.
• Índices (también pueden aparecer -pero no reiterarse- en el final del documento).

A lo largo de toda la publicación:


• Subtítulos.
• Tablas, cuadros, gráficos, ilustraciones, fotografías.
• Notas.
• Recursos de diseño gráfico.

En el final del documento:


• Anexos y apéndices.
• Glosarios.
• Índices (también pueden aparecer en las primeras páginas del documento).
• Bibliografía y/o fuentes.

8
No se incluyen aquí recursos paratextuales de índole muy infrecuente o excepcional.
9
Es orientativa y no taxativa porque, por ejemplo, el resumen o los datos autorales pueden ser aportados por
quienes realizan la edición; de igual modo, los autores o las autoras pueden presentar glosarios. Lo mismo puede
acaecer con otros elementos paratextuales. Lo que el cuadro presenta es una división de trabajo más o menos
usual o esperable en un proceso que comienza con la escritura -o antes- y finaliza en la publicación.

[6] [6]
4.1. TÍTULO

− Elemento paratextual verbal.


− Aparece en la tapa y suele reiterarse en páginas subsiguientes, de diferentes formas.
− Suele estar resaltado por recursos paratextuales de diseño como diferentes colores,
tipografías, tamaños de letra, subrayados, ubicación (centrada, por ejemplo). Indica y
anticipa el tema general o tema global abordado en el texto. Puede adquirir un sentido más
explícito o bien más implícito -metafórico, irónico, etc. En este último caso, suele haber un
subtítulo general que amplía o explicita el sentido.

Ejemplo 1

Ejemplo 2

Ejemplo 3

[7] [7]
4.2. SUBTÍTULOS

− Elementos paratextuales verbales.


− Van apareciendo en la medida en que el tema progresa y se desarrolla en los diferentes
contenidos. Pueden estar acompañados de alguna forma de numeración.
− Suelen estar resaltados por recursos paratextuales de diseño como diferentes colores,
tipografías, tamaños de letra, subrayados, ubicación (centrada, por ejemplo).
− Refieren a los subtemas o aspectos del tema global desplegados en cada apartado o
parágrafo del texto. Anticipan contenidos particulares.
− En textos de considerable extensión, los índices generales se estructuran a partir de los
subtítulos.
− No deben confundirse con los nombres de capítulos -los capítulos son secciones de un libro,
mientras que los subtítulos suelen ser secciones dentro de un capítulo o bien secciones
dentro de un artículo académico o paper-.

Ejemplo 4

Ejemplo 5

Ejemplo 6

4.3. DATOS INSTITUCIONALES Y DATOS DE PUBLICACIÓN


− Abarcan un amplio espectro de elementos paratextuales, verbales e ícono-verbales.
− Suelen diferenciarse mediante otros recursos paratextuales como diferentes tamaños de
letra, tipografía, distribución espacial, etc.
− Suelen ubicarse en la tapa y/o primeras páginas.
− Algunos de ellos son:
▪ Información institucional: nombre de la institución (una universidad, por
ejemplo, en cuyo caso suele costar el logo o isologo -elemento icónico o
icónico-verbal-.
▪ Información sobre la edición: por ejemplo, el nombre de la revista y los datos
para su referenciación -volumen, número, año, lugar, etc.-.
▪ Datos legales.

[8] [8]
Ejemplo 7

Ejemplo 8

Ejemplo 9

[9]
4.4. NOMBRES DE AUTORES, COMPILADORES, COORDINADORES Y DATOS BIOGRÁFICOS ACADÉMICOS
− Elementos paratextuales verbales.
− Los nombres de los autores suelen presentarse en la tapa y reiterarse o complementarse en
páginas subsiguientes, destacados por recursos paratextuales de diseño. También suelen
aparecer como notas al pie.
− Junto con el nombre de autores y autoras, suelen brindan información indispensable que
contribuye a la verosimilitud del texto (trayectorias profesionales y académicas,
instituciones en las que desarrollan actividades de investigación y de docencia,
publicaciones, entre otros datos).
− La extensión de estos elementos paratextuales es variable. En algunas publicaciones se
limitan solo a los nombres y las instituciones de pertenencia, sin mayores especificaciones;
en otros, se llegan a sintetizar los CV.
− Ciertas publicaciones son colecciones de textos compiladas o coordinadas por otras y otros
académicos. No deben confundirse a autores y autoras con compiladores, compiladoras, o
coordinadores o coordinadoras, que son quienes seleccionan a los textos o bien quienes
organizan la publicación. En muchos casos, quienes compilan o coordinan escriben los
prólogos o introducciones generales en caso de tratarse de volúmenes de cierta extensión.

Ejemplo 10

Ejemplo 1 1

[10] [10]

Ejemplo 1 2

4.5. RESUMEN (O ABSTRACT)


− Elemento paratextual verbal.
− Es común que lo suceda una versión traducida al inglés (llamada abstract), y en algunos casos
en otros idiomas (resumo, en portugués, por ejemplo).
− Es una ampliación del título en la que se especifica aún más el tema, y además suelen
aportarse datos que permiten anticipar qué “recorte” de contenidos se hará, desde qué
perspectiva teórica o metodológica se abordará el problema, e incluso puede llegar a
preverse a qué conclusiones se arribará.
− No sebe ser confundido con la introducción, que es parte del texto y no un recurso
paratextual10.
− Suele emplearse en artículos académicos o papers de revistas científicas, como así también
en monografías y tesis.

4.6. PALABRAS CLAVE (O KEYWORDS)


− Elemento paratextual verbal.
− Suele ubicarse inmediatamente después del resumen, con algún recurso paratextual
iconográfico diferenciador.
− Al igual que el resumen, puede presentarse en otros idiomas como el inglés o el portugués.
− Es un listado de términos específicos cuyas definiciones resultan medulares para la
comprensión del texto, y es esperable que sus significados estén ampliamente desarrollados
en el trabajo.
− Sirven como guía para clasificadores de material académico, búsquedas en repositorios
digitales y motores de búsqueda on line.
− Al igual que el resumen o abstract, suelen emplearse en artículos académicos o papers de
revistas científicas, como así también en monografías y tesis.

10
Es posible encontrar bibliografía que señala que la introducción -y también la conclusión- son elementos
paratextuales. Desde esta cátedra consideramos que no lo son: la introducción (que no debe confundirse con
un prólogo o prefacio, ni con un resumen) y la conclusión (que no debe confundirse con un epílogo o colofón)
son partes constitutivas del cuerpo del texto, en el mismo nivel que los capítulos o apartados, en tanto no poseen
mera información ampliatoria o complementaria, sino que incorporan, definen y retoman conceptos
fundamentales para la comprensión global del texto.

[11] [11]

Ejemplo 13

Ejemplo 14

[12] [12]

Ejemplo 15

4.7. ÍNDICES
− Elementos paratextuales verbales.
− Aparecen en las primeras páginas del documento o al final, en documentos de cierta
extensión.
− Los hay de diferentes tipos. Algunos de ellos son:
▪ General: es el más común. Muestra la sucesión de los diferentes subtemas o
contenidos (capítulos o apartados o parágrafos -los subtítulos-) en el orden en
que aparecen en el documento o volumen. Da cuenta de la organización y
progresión temática de los contenidos. En textos de corta extensión, no es
necesario incluir un índice.

[13] [13]
▪ Temático: los temas se ordenan alfabéticamente. Facilita la búsqueda de
información puntual. Es propio de publicaciones de considerable extensión
(libros, no artículos académicos).
▪ De autores: especifica en qué páginas se citan o se referencian los autores y
las autoras. Al igual que el índice temático, se emplea en obras de gran
extensión. Es útil para encontrar rápidamente una cita o referencia. No debe
confundirse con la bibliografía o listado bibliográfico.
− Hay otros índices que pueden estar o no, de acuerdo con las características y necesidades
de la publicación: índice de tablas, de gráficos, de ilustraciones, etc. También se emplean en
obras de considerable extensión.

Ejemplo 16

[14] [14]

Ejemplo 17

[15] [15]

Ejemplo 18

4.8. TABLAS, CUADROS, GRÁFICOS, ILUSTRACIONES, FIGURAS, FOTOGRAFÍAS


− Recursos paratextuales icónico-verbales.
− Emplean elementos no lingüísticos (imágenes diversas que van desde líneas y figuras simples
hasta complicadas gráficas) y términos verbales, aunque estos muy intervenidos por diseño
gráfico y muy relacionados espacialmente con los elementos icónicos o no lingüísticos.
− Pueden aparecer a lo largo de todo el documento, incluso incluidos en otros paratextos
como los apéndices y los anexos.
− Organizan y sistematizan visualmente información diversa presentada en el texto, bajo la
forma de gráficos (tortas porcentuales, barras, gráficos de curvas), tablas (comparativas,
progresivas, etc.), cuadros (por ejemplo de doble entrada). También pueden incluirse mapas
y redes conceptuales, infografías, etc.

[16] [16]
− Es importante discernir entre las imágenes, ilustraciones o fotografías meramente
decorativas de aquellas que cumplen una función ampliatoria en un sentido explicativo. Por
lo general, en los textos científico académicos se encuentra minimizado el uso de elementos
icónicos o icónico-verbales con fines ornamentales o estéticos, puesto que su abuso atenta
contra la verosimilitud del texto.

Ejemplo 19

Ejemplo 20

[17] [17]

Ejemplo 21

4.9. NOTAS
− Recursos paratextuales verbales.
− Aparecen a lo largo de todo el texto, aunque son menos frecuentes en la introducción y la
conclusión.
− Suelen presentarse al pie de página (notas al pie), o bien hacia el final del texto (notas finales,
o simplemente notas), con el que se vinculan mediante llamadas que suelen ser números

[18] [18]
volados correlativos u otro signo (el asterisco, el doble asterisco, etc., es el más usual en caso
de que no se empleen números).
− Brindan datos adicionales, ampliatorios, complementarios o aclaratorios sobre información
y conceptos contenidos en el texto.
− En obras de larga extensión, las notas suelen ser ubicarse al pie, no al final; y en caso de ser
finales, suelen ubicarse al final de cada capítulo para facilitar su acceso.

Ejemplo 22

Ejemplo 23

[19] [19]

Ejemplo 24

4.10. ANEXOS Y APÉNDICES


− Recursos paratextuales verbales.
− Se ubican hacia el final del documento, y es común que lleven algún recurso paratextual de
diseño diferenciador (letra más pequeña).
− Los términos “anexo” y “apéndice” suelen emplearse indistintamente, como expresiones
sinónimas, pero a veces se establecen diferencias basadas en el uso. Por ejemplo:
▪ Los apéndices contienen información adicional, complementaria, ampliatoria
o aclaratoria, al modo de las notas, pero de alcance más general respecto del
tema del texto y de mucho mayor extensión.
▪ Los anexos suelen contener datos que apoyan, confirman o verifican
información desarrollada en el texto. Por ejemplo: en un informe de
investigación pueden adosarse a modo de anexos los resultados detallados de
todas las encuestas o experimentos que se realizaron y no fueron incluidos en
el texto -o fueron incluidos, pero de modo general. En los anexos es común
encontrar gráficos, tablas, etc.

[20] [20]
4.11. GLOSARIO
− Paratexto verbal.
− Se ubica hacia el final del documento, por lo general luego de los anexos y apéndices, en
caso de que los hubiere.
− En un listado con definiciones de terminología específica del texto. Pueden contener
términos en la propia lengua o en lengua extranjera.

Ejemplo 25

Ejemplo 26

[21] [21]
4.12. BIBLIOGRAFÍA Y/O FUENTES
− Paratextos verbales.
− Se ubican al final del documento, luego de los anexos, los apéndices y el glosario, en caso de
que los hubiere.
− Son listados en orden alfabético de las autoras, los autores y obras que se citan en el texto
directamente (citas textuales) o se refieren indirectamente (referencias semi-integradas o
citas de parafraseo, y referencias parcialmente integradas o citas de apoyo).
− El listado bibliográfico puede contener, además, autores y obras o artículos que no son
citados ni referidos en el texto, pero que han servido como material de consulta para la
elaboración del trabajo. En estos casos se suele distinguir la división entre bibliografía citada
y bibliografía general, o expresiones similares.
− A veces se emplea el término “fuentes” para explicitar que la información citada o referida
no concierne solamente a materiales escritos convencionales, sino que también se incluyen
páginas web, audiovisuales, música, posteos, etc.
− La bibliografía y/o fuentes son fundamentales para la verosimilitud del texto11.

Ejemplo 27

11
La bibliografía «muestra la ubicación del autor […] en una línea teórica o corriente de estudios», su
actualización profesional y su «reconocimiento de los aportes de otros especialistas [que lo] salvan de cualquier
acusación de plagio o descalificante ignorancia del “estado de la cuestión”» (Grigüelo, Kallay & Mazza, 2010,
pág. 102).

[22] [22]

Ejemplo 28

Ejemplo 29

[23] [23]
4.13. RECURSOS DE DISEÑO GRÁFICO
− Constituyen un paratexto ícono-verbal.
− En interacción, abarcan la totalidad del documento, desde la tapa hasta la última página.
− Involucran las diferentes tipografías, tamaños y estilos de letra; destacadores -cursiva,12
negrita, subrayado, colores; espaciados -interlineados, márgenes y sangrías, saltos de
página-; distribución del texto en la página -columnas, alineación-; elementos ordenadores
-ítems, etc.-.
− Ordenan y jerarquizan la información.
− Le otorgan formato al texto y a la vez sirven para definir visualmente elementos
paratextuales13.

Ejemplo 30

12
Ver en Anexo I usos frecuentes de las cursivas en los géneros científico-académicos.
13
Los recursos de diseño gráfico, en tanto le dan formato al texto, sirven también para diseñar los elementos
paratextuales mismos (un título, un subtítulo, el interlineado y la sangría que delimitan párrafos, etc.).

[24] [24]

Ejemplo 31

Ejemplo 32

Ejemplo 33

[25] [25]
5. PARATEXTO DIGITAL

En la web podemos encontrar diferentes formatos de textos y, por consiguiente, de


elementos paratextuales, que varían y evolucionan según aquellos. Si bien el paso del papel a la
pantalla ha sido y sigue siendo acelerado, pueden identificarse diferentes etapas en el proceso:
fueron las obras de referencia –las enciclopedias y diccionarios– las que iniciaron el
camino de la digitalización que hoy es predominante. Después le siguieron las revistas
científicas y los periódicos, hasta que esta revolución alcanzó a los libros. Tan sólo en
2012, grandes empresas como Amazon y Barnes & Noble informaron haber vendido
por primera vez más libros electrónicos que impresos (Cordón & Jarvio, 2015,
pág. 139).
A la cita, que resume sucintamente qué textos fueron concibiéndose en formato digital en
un orden temporal que abarca unas dos décadas, es necesario aportarle algunas aclaraciones
tendientes a no confundir los textos digitales -que son aquellos a los que la cita refiere- con los
textos digitalizados. Establecemos aquí esta sencilla clasificación para marcar algunas
diferencias que, consideramos, son fundamentales para abordar el paratexto digital:
a) Textos digitalizados: materiales originalmente producidos para la publicación en
papel y luego digitalizados para su difusión on line, que circulan principalmente en
formato PDF -aunque no es el único formato disponible-. Podemos encontrar libros
enteros, capítulos de libros, revistas científicas completas o artículos “sueltos”, entre
otros, que fueron en un principio impresos y luego escaneados y subidos a la web.
b) Textos digitales: materiales originalmente producidos para su difusión en línea, es
decir, concebidos desde el principio para la publicación e interacción mediante las
nuevas tecnologías.
En el caso de (a), en tanto copias digitalizadas de materiales impresos, los elementos
paratextuales incluidos en ellos coinciden con los ya tratados en las páginas precedentes. La
única diferencia entre un libro o una revista o un artículo impresos y otros escaneados y
compartidos en la red es el soporte, que deja de ser el papel y pasa a ser la pantalla, pero, excepto
este único rasgo, todos los demás elementos y recursos paratextuales se conservan sin
modificaciones.
En el caso de (b), al tratarse de materiales especialmente concebidos para la publicación en
línea y la interacción lectora, surgen nuevos elementos y herramientas paratextuales que
facilitan dichas acciones. Para esta clase de materiales han sido creados especialmente
dispositivos electrónicos que responden a nuevos alcances tecnológicos y experiencias de
lectura, como los e-reader, que pueden portar miles de textos y están equipados con
herramientas que permiten múltiples posibilidades de abordaje lector.
En virtud de lo dicho, no resulta necesario extenderse sobre los elementos paratextuales del
tipo (a), pero sí haremos algunas referencias a los del tipo (b).
Los textos digitales especialmente integrados a entornos en línea y multimediales, permiten
la convivencia con algunos elementos paratextuales inaccesibles al soporte de papel, como el
audio (música, voz, etc.), el video y las animaciones.
Asimismo, los links o enlaces (suelen aparecer subrayados y en color azul) permiten
establecer vínculos instantáneamente con otros textos o materiales relacionados.
Por otra parte, los textos digitales en línea suelen mostrar algunos datos estadísticos
dinámicos que representan cantidad de accesos, en qué meses se produjeron tales lecturas,
entre otra información que ayuda a determinar una posible utilidad.

[26] [26]

Ejemplo 34

[27] [27]

Ejemplo 35

[28] [28]

Ejemplo 36

[29] [29]
6. A MODO DE CIERRE
Consideramos oportuno retomar la analogía de Calsamiglia Blancafort & Tusón Valls (2001)
mencionada en páginas anteriores, entre los elementos paratextuales y los elementos
paralingüísticos y no verbales de la oralidad, para reflexionar acerca de la importancia del
paratexto.
Imaginemos una voz que suena en el aire proveniente de ninguna parte concreta, y nos
transmite información monocorde, en tono neutro, sin silencios, sin énfasis, sin variaciones en
la velocidad, el timbre o la altura, sin gestualidad, sin rasgos sonoros o visuales que nos permitan
discernir dónde concluye un tópico y comienza otro… imaginemos solo una sucesión de palabras
ininterrumpida, emitida robóticamente. Probablemente, al cabo de unos pocos minutos, se nos
disperse la atención y “perdiésemos el hilo”.
Del mismo modo, imaginemos ahora una sucesión de palabras y de oraciones escritas que,
a modo de banner, comienzan a pasar de pronto frente a nuestros ojos sin ningún rasgo que
diferencie o jerarquice contenidos. Solo letras, palabras, frases, oraciones, sin títulos, sin
subtítulos, sin aclaraciones, sin datos extra, ante nuestra mirada. Al igual que con la voz robótica,
no podríamos retener la atención, porque tanto en la escucha como en la lectura necesitamos
guías, señales, preavisos, refuerzos, matices, organización.
El paratexto es, como su mismo nombre lo indica, lo que rodea o acompaña al texto, pero no
es su accesorio, es su soporte, es su forma, es su aclaración, es su materialización misma.

7. BIBLIOGRAFÍA

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dialogue. París: Nathan.
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Bazerman, Ch. (2013). Rhetoric of: Literate Action (Vol. 1). Fort Collins, Colorado: The WAC
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Bitonte, Ma. E. y Lo Coco, M. (2013). Recorridos y actividades para la práctica de la lectura y la
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Cassany, D. (1994). Enseñar lengua. Barcelona: Graó.
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Ciapuscio, G. (2010). Tipos textuales. Buenos Aires: Eudeba.
Cordón, J. A. y Jarvio, A. O. (2015). ¿Se está transformando la lectura y la escritura en la era digital?
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De Beaugrande, R.-A. y Dressler, W. (1997). Introducción de la lingüística del texto.
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Genette, G. (2001). Umbrales. Buenos Aires: Siglo XXI.
Glozman, M. y Savio, K. (2019). Manual para estudiar textos académicos. Buenos Aires: Noveduc.

[30] [30]
Grigüelo, L., Kallay, E. & Mazza, C. (2010). La textura. Composición de paratexto y texto en
géneros referidos al arte y resúmenes. En S. Nogueira (comp.), Estrategias de lectura y
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Knorr, P. (2012). Estrategias para el abordaje de textos. En L. Natale (coord.), En carrera. Escritura
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Golombek (comp.), Demoliendo papers. La trastienda de las publicaciones
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Swales, J. (1990). Genre Analysis: English in Academic and Research Settings. New York:
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Todorov, T. (1970). Introducción. En Barthes, R., Boons, M.-C., Burgelin, O., Genette, G., Gritti, J.,
Kristeva, J., Metz, C., Morin, V., & Todorov, T., Lo verosímil (B. Dorriots, Trad). Buenos
Aires: Tiempo Contemporáneo.

CÓMO CITAR ESTE TRABAJO:


Stepffer, C. (2020). El paratexto académico [Ficha de cátedra]. Rafaela: Taller de Lectura y
Escritura Académica – Universidad Nacional de Rafaela.

[31] [31]
En los textos científico-académicos, la cursiva (también denominada itálica) suele emplearse
tanto para resaltar un término (en función similar a la de la negrita) como así también para
diferenciar términos especiales de otros. Tal como sucede con la negrita, suele combinarse con
otros recursos como las mayúsculas, la negrita, los tamaños de letra, los márgenes y la ubicación
en la página para demarcar títulos y subtítulos. Más allá de ello, algunos de sus principales usos
son los siguientes:

1. Señalar términos en otra lengua


Ejemplo 1.a.

En relación con lo anterior, el Diccionario de la Real Academia Española, indica que la palabra guacho
tiene como antecedente próximo una palabra del quechua wajcha, que en países de América del Sur,
entre ellos Argentina, define al indigente o huérfano. Como en el caso actual de los animales, en la
vida productiva rural. Por extensión, este vocablo habría derivado en aquel sujeto que se encuentra
en situación de desprotección. Y como agrega Raiquen, “sin madre ni padre”.
Lerchundi, M. y Bonvillani, A. (2018). Narrativas racistas y criterios de selectividad policial. Experiencias de
violentación policial de jóvenes de sectores populares (Río Cuarto, Argentina). Encrucijadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales, 16.

Ejemplo 1.b.

La separación entre la música independiente y mainstream se ha problematizado centralmente en la


relación entre sellos independientes o indies y transnacionales o majors, considerando que los
primeros se encargaron de desarrollar, explorar y diversificar la oferta musical, mientras los segundos
reproducían a gran escala los productos musicales ya consagrados (Peterson y Berger, 1975). […] De
Marchi (2006), para quien el fenómeno no sólo se localiza en el contexto de retracción de las ventas
de las majors hacia fines de la década de 1990, sino en una reestructuración del mercado fonográfico
en su conjunto que supone la desaparición de las “dicotomías de negación y cooptación” (2006: 139)
entre majors e indies, la consolidación de sus lazos comerciales y una tendencia a la profesionalización
de estas últimas apoyada sobre las posibilidades de acceso a las tecnologías digitales.
Quiña, G.; Moreno, F. (2016). Las músicas independientes en los suburbios. Clave para el abordaje de su dinámica
a partir del caso de Avellaneda, Argentina. Cartografías del Sur. Revista de ciencias, arte y tecnología, 3, 199-220.

2. Identificar nombres propios de agrupaciones, instituciones obras de arte o títulos de


textos, etc.

Ejemplo 2.a.

Dos trabajos de reciente factura, por otra parte, han mostrado interés por la música independiente
más allá de lo económico. Uno de ellos, el de Benedetti (2008), si bien se centra en la producción de
sentidos juveniles en el público de la banda de rock La Renga, advierte la importancia que lo
independiente ha asumido en el rock y, tal como veremos en el siguiente apartado, sitúa
históricamente sus inicios en la década de 1980, lo cual refleja un interés válido aunque no hace
justicia a su historia.
Quiña, G. y Moreno, F. (2016). Las músicas independientes en los suburbios. Clave para el abordaje de su dinámica
a partir del caso de Avellaneda, Argentina. Cartografías del Sur. Revista de ciencias, arte y tecnología, 3, 199-220.

[33] [33]
Ejemplo 2.b.

En Between Men, la teórica queer Eve Sedwick quién desea a quién en ese escenario.
Butler, J. (2019 [2004]). Deshacer el género. Buenos Aires: Paidós.

Ejemplo 2.c .

En la Historia de la locura, se trataba de una formación discursiva cuyos puntos de elección teóricos
eran bastante fáciles de fijar […] En El Nacimiento de la clínica, el punto esencial de la investigación
era la manera en la que se habían modificado, a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, las
formas de enunciación del discurso médico […] En Las palabras y las cosas, el objeto de estudio lo
constituían, en su parte principal, las redes de conceptos y sus reglas de formación (idénticas o
diferentes), tales como podían localizarse en la gramática general, la historia natural y el análisis de
las riquezas.
Foucault, M. (2018 [1969]). La arqueología del saber. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

3. Resaltar términos o expresiones clave que resultan relevantes para la comprensión del texto
Ejemplo 3.a.

Así, mientras necesitamos definir algunas relaciones relativamente estables de dominación y


subordinación, tenemos también que examinar muchas de estas relaciones en sus formas dinámicas.
Como vía para analizar esas formas dinámicas, debemos por tanto distinguir entre las residuales, las
dominantes y las emergentes.
Williams. R. (2015 [1981]). Sociología de la cultura. Buenos Aires: Paidós.

4. Demarcar palabras o expresiones que el autor o la autora proponen como categorías


conceptuales de significado específico para el texto, o bien para marcar diferencias o contrastes
especiales

Ejemplo 4.a.

El reto para la escuela y, en particular, para la educación física es si es posible trabajar en y con la
diferencia. Esto implicaría trabajar sobre la posibilidad de que el otro pueda expresarse en todo
momento tal cual es, en tanto cuerpo, en tanto identidad, en tanto diferente.
Beer, D. (2008). Visiones y discursos en la educación física de la escuela primaria. En G. Mongarde y
G. Alonso (comps.), Cuerpos y sexualidades en la escuela. Buenos Aires: Paidós.

Ejemplo 4.b.

Pero sociológicamente resulta crucial subrayar que en todos sus estadios ha estado radicalmente
separada de la burguesía como una clase en la sociedad.
Williams. R. (2015 [1981]). Sociología de la cultura. Buenos Aires: Paidós.

[34] [34]
5. En algunos textos, demarcar notas o ciertas formas de citas
Ejemplo 5.a.

La mención a la organización de las actividades de recolección de fondos, la venta de publicidades para


una revista que publican, el marketing de las campañas para obtener donaciones, la propia difusión
del proyecto Community Service, las decisiones en torno a las compras de objetos que realizarán para
llevar a la escuela, forman parte de las tareas y los aprendizajes que realizan:
Por ejemplo, nos vamos a ir ahora de viaje a Tucumán y nosotras estamos metidas en todo el
tema de la organización, las listas, las autorizaciones, todo lo que es la estructura
antes de ir.
En este sentido, más que una actividad que implique compasión o sensibilización, se trata (como su
nombre lo indica) de un servicio que porta una serie de competencias de gestión semejante a otros
emprendimientos.

Tiramonti, G. y Ziegler, S. (2008). La educación de las élites. Buenos Aires: Paidós.

[35] [35]
Lic. Claudio Stepffer
Revisión a cargo de:
Dra. Marcia Arbusti

Existen tres tipos de comillas: las comillas simples ( ‘ ’ ), las comillas inglesas o comillas ( “ ” )
y las comillas latinas, comillas españolas, comillas angulares o comillas bajas ( « » ). Son signos de
puntuación de tipo doble, es decir, de apertura y cierre.
No se emplean alternadamente, sino que se mantiene uniformidad en su uso (por ejemplo,
si en un artículo se opta por el uso de comillas bajas, estas se emplearán siempre a lo largo de
todo ese texto). No obstante, en determinadas producciones pueden coexistir dos o hasta tres
formas debido a circunstancias especiales, como por ejemplo las citas que contienen otras citas,
o bien cuando se quieren diferenciar usos (coexistencia de citas textuales con expresiones
propias del autor –ironías o expresiones no académicas–, por ejemplo).
Es importante tener en cuenta que las comillas no son un recurso de resalte o de
jerarquización de términos. Para ello se emplean la negrita, la cursiva, el subrayado o la
mayúscula. Aclarado esto, presentamos a continuación algunos de sus empleos más frecuentes
en los textos científico-académicos acompañados de ejemplos ilustrativos:

1. Inserción de citas textuales integradas. Se trata del uso más claro y frecuente (en algunos
textos también pueden aparecer entrecomilladas las citas destacadas, aunque ello se
desaconseja por redundante).

Ejemplo 1

Calsamiglia Blancafort & Tusón Valls (2001) proponen una analogía entre el paratexto y los elementos
paralingüísticos y no verbales de la oralidad: «si el soporte de la comunicación oral son principalmente
los hablantes por sí mismos, sus expresiones faciales, movimientos y gestos, el soporte de la
comunicación escrita se materializa en objetos reales, autónomos, que aparecen en contextos
determinados». En otras palabras, si en la oralidad una persona es emisora de un texto sonoro vocal
acompañado de elementos como el cuerpo, la gestualidad, la postura, los movimientos, el uso del
espacio y del tiempo, junto a un texto escrito surgen también «objetos materiales y formatos que
condicionan la significación que se transmite», y «a ese conjunto de códigos semióticos que pueden
aparecer concomitantes con el texto escrito se le llama paratexto» (pág. 86).
Stepffer, C. (2020). El paratexto académico [Ficha de cátedra]. Rafaela: Taller de Lectura y Escritura Académica –
Universidad Nacional de Rafaela.

2. Aclaración de significados de palabras.


Ejemplo 2

Por su parte, texto proviene del latín textus, que significa “tejido, entrelazado”, en alusión a su
conformación interna determinada por las uniones de los diferentes signos que lo componen.
Stepffer, C. (2020). El paratexto académico [Ficha de cátedra]. Rafaela: Taller de Lectura y Escritura Académica –
Universidad Nacional de Rafaela.

[37] [37]
3. Recurrencia a ironías, metáforas o sentidos figurados, las denominadas frases hechas, dichos
comunes, adjudicados al saber popular o no académico que el autor o autora deciden introducir
en su texto, como así también palabras o frases que pertenecen a determinada jerga o
determinado campo de conocimiento o esfera de la praxis, no necesariamente académicos. Del
mismo modo, palabras o frases con inadecuaciones ortográficas o sintácticas que se citan
textualmente (en este caso se coloca la expresión “sic” entre paréntesis –que significa “así” en
latín–, para indicar que la inadecuación es original del texto citado).

Ejemplo 3.a.

En un trabajo de investigación anterior (Lerchundi y Bonvillani, 2015) articulado con el que aquí se
reporta, en el cual estudiamos algunas dimensiones de la Marcha de la Gorra en Río Cuarto,
mostramos cómo en el marco de las reuniones previas a su organización, algunas militantes de
organizaciones sociales enlazaron la expresión “portación de lugar de residencia” con la de “portación
de apellido”.
Lerchundi, M. y Bonvillani, A. (2018). Narrativas racistas y criterios de selectividad policial. Experiencias de
violentación policial de jóvenes de sectores populares (Río Cuarto, Argentina). Encrucijadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales, 16, 1-21.

Ejemplo 3.b.

[…] indicando que la edad sospechosa, cuando se cruza con la condición despreciable de “negro”,
produce un efecto de sentido que ubica a quien porta estos atributos como necesariamente vinculado
con el delito.
Lerchundi, M. y Bonvillani, A. (2018). Narrativas racistas y criterios de selectividad policial. Experiencias de
violentación policial de jóvenes de sectores populares (Río Cuarto, Argentina). Encrucijadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales, 16, 1-21.

Ejemplo 3.c.

[Las prácticas de intercepcación policial] son acciones donde la policía “capta” a los jóvenes, les
obstruye el camino y no pueden llegar a sus destinos, tal es el caso de las detenciones y demoras.
Lerchundi, M. y Bonvillani, A. (2018). Narrativas racistas y criterios de selectividad policial. Experiencias de
violentación policial de jóvenes de sectores populares (Río Cuarto, Argentina). Encrucijadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales, 16, 1-21.

Ejemplo 3.d.

Las preferencias musicales de los jóvenes entrevistados corresponden predominantemente a lo que


podría denominarse “gustos desacreditados” desde una posición hegemónica, ya que se dirigen a la
música popular cordobesa.
Lerchundi, M. y Bonvillani, A. (2018). Narrativas racistas y criterios de selectividad policial. Experiencias de
violentación policial de jóvenes de sectores populares (Río Cuarto, Argentina). Encrucijadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales ,16, 1-21.

[38] [38]
Ejemplo 3.e.

Esto explica gran parte de las dificultades de crecimiento que muchos sellos discográficos “de nicho”,
es decir, especializados en algún subgénero musical específico, experimentan localmente, debiendo
recurrir al trabajo propio y la colaboración de amigos, familiares y conocidos para sobrevivir, cuando
en otros países, principalmente de Europa, han resultado empresas exitosas de gran facturación.
Quiña, G. y Moreno, F. (2016). Las músicas independientes en los suburbios. Clave para el abordaje de su dinámica
a partir del caso de Avellaneda, Argentina. Cartografías del Sur. Revista de ciencias, arte y tecnología, 3, 199-220.

[39] [39]

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