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Esto influye sobre los enfermos que también reclaman exámenes complejos y drogas
novedosas.
La primera manifestación que se observó de este abandono por el
médico de su dialogar con sus presuntos interlocutores fue la práctica de considerar que
esta tarea de educar en sus entrevistas debía ser delegada a la enfermera. Se aprecia
mucho las habilidades de la enferme-
ra para esta tarea, suelen en general hacerlo mejor que los médicos,
pero cada uno y siempre ambos deben cumplir la tarea. Para muchas
personas el hecho de que sea la enfermera la que aborde ciertos temas
y sugiera ciertas conductas, sin que lo haga el médico, es motivo para
no tomar en cuenta el asunto, pues juzga a través de su concepción
sobre la jerarquía de ambos profesionales, donde se supone siempre al
médico en un nivel más alto.
Se impone rescatar el valor y necesidad del diálogo entre el personal
de los servicios de salud y la población. Su importancia no es inferior a la
de incorporar una nueva tecnología diagnóstica o terapéutica de alta com-
plejidad. Esta es una tarea central para los educadores médicos
formadores de técnicos y profesionales, y de los educadores para la sa-
lud. Y no olvidar que este diálogo también es ocasión oportuna para
educar a los miembros de la comunidad en promoción de salud orientada
a mover las conductas de defensa en ciertas circunstancias, por ejemplo
de un acueducto que provea agua de buena calidad sanitaria en lugar de
un nuevo hospital.
Otro de los métodos o vías de la educación sanitaria es la televisión. Se le considera el
medio de comunicación de masas de mayor potencial para la educación sanitaria. 25
Por otra parte, abundan los críticos de este medio, que aseguran es mayor el daño a la
salud que lo positivo que se obtiene por esta vía. La promoción que la televisión hace de la
violencia, la velocidad, el machis-
mo y otras formas de conducta individual pueden conducir a estilos de vida
autodestructivos. A pesar de ciertos esfuerzos organizados, la ima-
gen del fumador o bebedor feliz y exitoso sigue dominando sobre los mensajes contra el
tabaco o el alcohol.
Un buen objetivo para la promoción de salud es la lucha específica
contra estos contenidos de la televisión. Por supuesto que es una lucha
difícil, opuesta a muchos intereses económicos y políticos, pero es nece-
saria y ética.
Los programas dedicados a la educación sanitaria merecen un comen-
tario. Son una constante en la programación que se ofrece a la población,
generalmente en horario de alta audiencia y gozan de la aceptación del
público. Pero se ven afectados por más de un inconveniente o deficiencia.
En otro programa se pidió a un médico que enumerara los síntomas de la litiasis renal para
que la población pudiera identificarla. Se aconse-
jaron cuatro conductas ante la sospecha por el paciente, todas de conte-
nido asistencial curativo. Se despidió el tema asegurando que finalmente los médicos
podían “devolverle” su salud. Estos mensajes configuran un genuino proceso de
medicalización de la sociedad.
En contraste con estos ejemplos, también los hay muy positivos, como
el espacio dedicado en otro programa a los problemas del primer molar
en los niños, con enfoque absolutamente preventivista, sin atemorizar al
que escucha, con gran claridad de lenguaje y economía de medios.
Amenazar con la muerte a los que fuman, los obesos, a los sedenta-
rios u otros sujetos sometidos a ciertos riesgos, surte el mismo efecto
que el miedo que puede sentir la luna cuando los perros le ladran. La
televisión cubana ha abusado del tipo de mensaje atemorizador.
Por otra parte, no parece que explicaciones exhaustivas técnicamen-
te argumentadas sean muy útiles como instrumento para obtener cam-
bios masivos de conducta. Mensajes simples y directos, con base científica, pero lenguaje
claro, se imponen. Los fabricantes de cigarrillos no expli-
can las ventajas y beneficios de su producto, pero su propaganda logra millones de nuevos
consumidores cada año.
La televisión, junto con la radio y la prensa plana realizan la más
extendida labor de educación sanitaria en la población. Los periodistas
devienen, junto a los maestros, en los mejores aliados de la salud pública.
Esta alianza debe fortalecerse. Pero es necesario para la prensa, analizar
con profundidad la orientación de su trabajo en este contenido. Un buen
ejemplo para discusión es lo referente a la valoración de las nuevas tec-
nologías en salud.
Lo deslumbrante de las conquistas tecnológicas conduce a veces a la
exaltación de medios o técnicas de diagnóstico y tratamiento de escaso
valor en su impacto sobre la salud colectiva.
“Creemos que la alta tecnología es conveniente cuando
los problemas de salud que se puedan resolver con
tecnología más asequible a las grandes masas, de
menor costo y
mayor impacto social estén resueltos. Si el acceso a
la alta tecnología
solo es factible para grupos privilegiados, no es
defendible. Las priorida-
des tecnológicas deben venir dadas por la demanda
social…”26
Esta exposición resulta ya extensa, pero no se debe omitir un asunto muy pertinente a la
educación para la salud y a la educación médica: la epidemia de consumo de
medicamentos.
Según Manuel González y otros, tomando un ejemplo de Cuba, don-
de la oferta de fármacos no se rige por relaciones de mercado, se encon-
tró que al 65 % de los pacientes que acuden a consultas de atención
primaria se les recetaba al menos un medicamento (2,3 como media); el 10 % de ellos
recibía la prescripción de cuatro o más fármacos simultá-
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neamente.
No es desconocido que numerosas prescripciones son enérgicamen-
te reclamadas por los pacientes, como también que la línea de menor esfuerzo genera en
el médico la prescripción fácil, evitando el diálogo del que ya se habló, en que debía explicar
y persuadir, entre otras cosas, por qué no son necesarias muchas veces las recetas.
Si a esto se añade la automedicación, que se conoce como hecho frecuente, se tiene el
panorama de la epidemia del consumo de medica-
mento. Silva cita al respecto un estudio que encontró que el 25 % de personas
encuestadas habían consumido medicamentos no prescritos por facultativos en las 48 h
previas a la encuesta.35
Este es asunto de gran trascendencia para la salud de las personas y
su economía. El consumo exagerado de medicamentos aumenta la
iatrogenia, potencia los efectos adversos y aumenta el riesgo de
intoxicaciones que todo fármaco posee, aumenta el costo para el com-
prador o el proveedor si es el seguro de salud o el sistema de salud.
Impide una conducta más racional y correcta en beneficio de la salud.
Este es otro de los retos trascendentes de la educación para la salud, que en este caso
deberá asociarse íntimamente con los esfuerzos de la educación médica en este sentido.
Esta última, al formar las nuevas ge-
neraciones de profesionales y técnicos de la salud, deberá dotarlos de los conocimientos y
habilidades para sus tareas de educación sanitaria e igual-
mente en relación con el último aspecto referido, los educará como opo-
sitores consecuentes de la polifarmacia.
Referencias
Burgos;1992.
32. Ob. cit.31:21.
33. Ob. cit.31:25.
34. González M, Laborde R, Pino A, Silva Ayçager LC. Hábitos de prescripción en los
médicos del programa de atención primaria del adulto. Rev Cubana Salud Públi-
ca.1991;17(2):68-73.
35. Kohn R, White KL. Health care: an international study. Londres: Oxford University