Tomás de Aquino comienza en La Suma Teológica su discurso sobre el problema teológico de la existencia de Dios. Para explicar la necesidad de Dios y la contingencia del mundo, Aquino se aleja de la metafísica aristotélica. Recurre a la esencia y a la existencia. La esencia de algo es independiente de su existencia, algo puede ser, sin necesidad de existir, es inalterable. Para que la esencia exista, necesita de otra entidad que le diese existencia porque nada puede existir y no ser, aquí la existencia depende de la esencia. Por lo tanto, todo lo que existe es un compuesto de esencia y existencia. Esas cosas son contingentes, pueden existir o no existir, no tienen en sí mismas la necesidad de existir. Aquí es donde entra el Dios tomista, que sí que tiene necesidad en sí mismo de existir. En él coinciden esencia y existencia. La Cinco Vías son pruebas de la existencia de Dios, que constituyen el núcleo de la filosofía tomista. Estas son el movimiento, la eficiencia, la contingencia, los grados de perfección y la finalidad. La primera vía es el movimiento, que evidencia la existencia de Dios por su significado. Todo móvil es movido por otro, así se produce el movimiento. Si así se explica, debe de haber un primer motor que sea inmóvil que haya iniciado el movimiento. Ese motor inmóvil es Dios. Como segunda vía se encuentra la eficiencia. Existen causas eficientes que no son causa de sí mismas, pues tendrían que haber existido antes de existir, algo imposible. Como tampoco se puede admitir una serie de causas que sea eficiente, por eso tiene que existir una primera causa eficiente incausada, la cual es Dios. La contingencia es la tercera vía que explica que, al haber seres que existen y luego perecen, son contingentes, significa que no son necesarios. Salvo que, si todos fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen, con que deben de ser causados por un ser necesario, el cual es Dios. La siguiente vía son los grados de perfección. Estos grados, como la belleza, califican a los seres de este mundo. Los grados se basan en un modelo supremo, con el que comparamos lo que vemos, que alberga la perfección absoluta, un modelo de un ser verdadero y supremo. Este ser es Dios. La última vía es la finalidad, donde se observa que los bienes inorgánicos, que carecen de inteligencia y conocimiento, son destinados a un fin. Esto necesita ser realizado y organizado por un ser inteligente: Dios.