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La evolución de los valores y la sensibilidad en Uruguay desde el siglo XIX hasta principios del siglo XX refleja un cambio profundo

en la sociedad y
sus normas culturales. En las décadas que rodean el año 1900, se observa una clara transición de una sensibilidad más "bárbara" a una más
"civilizada", marcada por la imposición de nuevos valores y normas sociales.
En el Uruguay de finales del siglo XIX, se manifiesta una nueva sensibilidad que contrasta con la anterior. Esta sensibilidad "civilizada" impone una
serie de cambios en la vida cotidiana y en las relaciones sociales. Se promueve la gravedad y el "empaque" en la conducta y la vestimenta, se restringe
la expresión sexual y se enfatiza el trabajo sobre el ocio. Además, se oculta la muerte y se reprime la violencia física, especialmente contra los niños y
los delincuentes. La intimidad se vuelve un valor importante, transformando la vida privada en un ámbito protegido de la intrusión externa.
Este cambio de sensibilidad se refleja en diversas medidas gubernamentales y en la evolución de las normas sociales. Entre 1860 y 1890, se destacan
varios hitos importantes, como la prohibición del juego de agua en Carnaval en 1873, la obligatoriedad de la asistencia escolar en 1877, y la abolición
de la pena de muerte en 1907. Estas medidas reflejan la creciente influencia de la sensibilidad "civilizada" en la sociedad uruguaya de la época.
Sin embargo, este cambio no fue uniforme ni instantáneo. Hubo resistencias y diferencias entre la elite y la mayoría de la población, así como entre
diferentes aspectos de la sensibilidad "bárbara" que tardaron en transformarse. La velocidad de adopción de los nuevos valores también estuvo
influenciada por el contexto económico y social de la época.
Hacia la década de 1920, la sensibilidad "civilizada" parece haberse consolidado, pero también comienzan a surgir cambios en esta nueva forma de
sentir y comportarse. Se observan modificaciones en las relaciones de género y en las prácticas sociales, como el baño de mar compartido y la
aceptación del aborto como método de control de la natalidad. Sin embargo, la investigación histórica aún no ha proporcionado una comprensión
completa de estos cambios y su impacto en la sociedad uruguaya.
En resumen, el período que abarca desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX en Uruguay se caracteriza por una transición de valores y
sensibilidades, marcada por la influencia de la sensibilidad "civilizada" y la adopción de nuevas normas sociales.

Este texto presenta una visión profunda de la transformación de la sociedad uruguaya durante el período crucial entre 1860 y 1890. Durante estas
décadas, Uruguay experimentó una modernización significativa en diversos aspectos, alineándose con los valores y tendencias de la Europa
capitalista. Desde la transformación del medio rural con la merinización y la ganadería ovina, hasta la industrialización y el crecimiento urbano en
Montevideo, el país se vio inmerso en un proceso de cambio que afectó tanto a la estructura social como a la sensibilidad colectiva.
La valorización de la carne, el surgimiento de frigoríficos y el alambramiento de las tierras rurales marcaron el declive del estilo de vida gaucho y la
consolidación del empresario estanciero. Al mismo tiempo, la revolución industrial, la llegada de inmigrantes europeos y la modernización de la
infraestructura urbana transformaron la sociedad y el paisaje urbano de Montevideo.
Sin embargo, este proceso de modernización no estuvo exento de tensiones sociales y conflictos. La creciente estratificación social y la aparición de
clases conservadoras llevaron a una mayor vigilancia y control sobre los sectores populares, marcando el inicio de conflictos laborales y movimientos
de protesta como las huelgas de 1884 en Montevideo.
Además de los cambios económicos y sociales, el texto destaca la evolución en la percepción y los valores culturales. La influencia de la Iglesia
Católica en la moralización de la sociedad, especialmente en la condena de la lujuria, refleja una lucha por imponer un nuevo orden moral en un
contexto de cambio y modernización.
En resumen, el texto ofrece una mirada detallada y reflexiva sobre la transformación de Uruguay en el siglo XIX, destacando los cambios
económicos, sociales y culturales, así como los conflictos y tensiones que acompañaron este proceso de modernización.

El pasaje que compartiste explora las complejidades de la moralidad y la sexualidad en la sociedad burguesa liberal, así como las tensiones entre los
ideales de pureza y el libertinaje. Es interesante cómo se cuestiona tanto el ascetismo católico como los excesos de la Venus, destacando la similitud
entre los principios morales de ambos grupos, a pesar de sus aparentes diferencias.
Se muestra cómo la burguesía liberal condena los excesos sexuales, adoptando un discurso puritano que refleja su preocupación por la virtud y la
contención. Aunque critican ciertas prácticas del catolicismo, como el celibato y la vida monástica, en realidad comparten muchos de sus principios
éticos, especialmente en lo que respecta a la represión de la sexualidad.
Es fascinante cómo se revela esta convergencia de discursos entre lo liberal y lo católico en torno a la necesidad de controlar la sexualidad, tanto en el
ámbito público como en el privado. La moralidad se convierte en un medio de control social, utilizada por ambos grupos para mantener el orden y la
estabilidad en la sociedad burguesa.
Este análisis profundo de las actitudes hacia la sexualidad en la burguesía liberal arroja luz sobre las contradicciones y complejidades de la moralidad
victoriana, revelando cómo las normas sociales y culturales moldean y restringen la expresión del deseo humano.

La descripción que haces es intensa y reveladora de las complejidades y tensiones que subyacen en las relaciones de poder y control en la sociedad,
especialmente en lo que respecta a la sexualidad. Es evidente cómo tanto la Iglesia Católica como la burguesía liberal encontraron motivos para
reforzar la represión sexual más allá de la simple culpabilidad que acompaña a los deseos humanos.
La sexualidad fue percibida como un peligro que amenazaba tanto el orden religioso como el económico. Para la Iglesia, el placer carnal era un
desafío directo a la autoridad de Dios y, por extensión, a la autoridad de la institución eclesiástica. Por otro lado, para la burguesía liberal, el control
de la sexualidad era fundamental para mantener la estabilidad familiar y asegurar la transmisión hereditaria de la riqueza.
La represión sexual se convirtió así en un instrumento de control social, destinado a mantener el orden establecido y a preservar los intereses de las
élites dominantes. Desde la perspectiva de la Iglesia, el control de la sexualidad garantizaba la sumisión del fiel y fortalecía su autoridad. Para la
burguesía, era una forma de asegurar la estabilidad familiar y proteger la propiedad privada.
En este contexto, la figura del padre adquirió un papel central como guardián del orden y la moralidad. Tanto en el ámbito religioso como en el
secular, se le otorgó al padre el poder de controlar y regular la sexualidad de sus hijos, especialmente de sus hijas, cuya "virtud" y "honor" estaban
estrechamente vinculados a la preservación de la familia y la transmisión de la herencia.
La represión sexual se convirtió así en una herramienta de poder, utilizada para mantener el statu quo y proteger los intereses de las élites dominantes.
Pero al mismo tiempo, también revela las contradicciones y los conflictos internos de una sociedad que, bajo la apariencia de civilización y progreso,
oculta una realidad marcada por la opresión y la injusticia.

El noviazgo controlado y el matrimonio tardío eran prácticas comunes en la sociedad de la época, especialmente entre las clases sociales más
conservadoras. Desde el inicio del noviazgo, cada paso estaba cuidadosamente regulado y vigilado por los padres, quienes supervisaban de cerca
cualquier interacción entre los jóvenes enamorados.
Las etapas del noviazgo estaban rígidamente establecidas, desde las miradas furtivas hasta las conversaciones vigiladas en el zaguán, y finalmente, el
"servicio de sala" bajo la atenta mirada de los padres. Este último paso, descrito con ironía por algunos escritores de la época, revela la tensión entre el
deseo de los jóvenes y la presión social por mantener la virtud y la decencia.
La sociedad y la Iglesia Católica condenaban los noviazgos prolongados, considerándolos peligrosos y expuestos al pecado. Se alentaba a los padres a
evitar que sus hijas estuvieran a solas con sus pretendientes, con el objetivo de preservar su pureza y evitar cualquier tentación sexual.
Las madres viudas, en su afán por "colocar" a sus hijas en matrimonios deseables, a veces tendían trampas a los pretendientes para acelerar el proceso
matrimonial. Estas trampas podían implicar situaciones embarazosas diseñadas para sorprender a los jóvenes en momentos comprometedores, lo que
a su vez alimentaba la demonización de la mujer y reforzaba las normas de moralidad y decencia.
La auto represión también era común en esta sociedad. Los jóvenes se veían obligados a reprimir sus deseos y emociones, sometidos a una vigilancia
tanto externa como interna. La vigilancia externa se ejercía a través de la supervisión de los padres y la sociedad, mientras que la auto represión
implicaba la inhibición de cualquier expresión de sensualidad o deseo, en aras de mantener la virtud y el decoro.
En resumen, el noviazgo controlado y el matrimonio tardío eran prácticas arraigadas en una sociedad conservadora que valoraba la moralidad, la
decencia y la preservación de la virtud femenina. Estas normas y prácticas reflejaban las tensiones y contradicciones de una época marcada por la
represión sexual y las expectativas sociales rígidas.

La misoginia arraigada en la sociedad de la época se manifestaba en múltiples ámbitos, desde la religión hasta la cultura popular. La mujer era vista
como un ser inferior, objeto de desconfianza y temor por parte de los hombres, quienes buscaban controlarla y dominarla en todos los aspectos de la
vida.
La Iglesia Católica, influenciada por la interpretación de la historia de Eva y el pecado original, consideraba a la mujer como un ser propenso al mal y
la tentación. Se le imponían normas estrictas de comportamiento, como la humildad y la sumisión, y se desconfiaba de sus capacidades intelectuales y
emocionales. Se la instaba a limitar su conocimiento y a someterse a la autoridad masculina en todos los aspectos de su vida.
El control sobre la mujer se extendía incluso a su vida económica, con leyes que otorgaban al marido el poder de administrar los bienes de su esposa y
evitar cualquier gasto considerado superfluo o derrochador. La identificación de la mujer con el lujo y el despilfarro la convertía en un objeto de
desprecio y reproche, especialmente por parte de la clase burguesa y religiosa.
La cultura popular también reflejaba esta misoginia, con chistes y bromas peyorativas sobre las mujeres que ocupaban un lugar destacado en los
periódicos y revistas de la época. Se las asociaba con la frivolidad, la vanidad y la falta de inteligencia, perpetuando estereotipos dañinos y
discriminatorios.
En resumen, la mujer era vista como un ser peligroso y problemático, cuya naturaleza supuestamente inferior y pecaminosa justificaba su control y
dominio por parte de los hombres. Esta visión misógina permeaba todos los aspectos de la sociedad, desde la religión hasta la cultura popular, y
contribuía a mantener a las mujeres en una posición de subordinación y opresión.

El texto que compartiste aborda de manera profunda y reflexiva la evolución de las actitudes hacia la muerte a lo largo del tiempo, especialmente en
el contexto uruguayo. Es fascinante cómo se observa una transformación desde una cultura "bárbara" que exhibía la muerte como parte de la vida
comunitaria, hasta una cultura "civilizada" que la ocultaba y asociaba con la pompa y la solemnidad.
La manera en que las clases altas y los dirigentes políticos elaboraron un nuevo código de conducta en relación con la muerte es reveladora. Se
esforzaron por disociarla del acompañamiento "bárbaro" y lúdico, buscando darle un sentido de dignidad y respeto. Es interesante notar cómo se
prohibieron ciertas prácticas que se consideraban indignas, como las fiestas alrededor de los cementerios.
El artículo también señala el papel del avance médico en la disminución de la mortalidad, lo que contribuyó a la consolidación de una sensibilidad
que rechazaba la muerte como parte cotidiana de la vida. Esta transformación cultural es un tema intrigante, ya que refleja cómo las sociedades
enfrentan y reinterpretan la experiencia de la muerte a lo largo del tiempo.
En definitiva, este texto invita a reflexionar sobre nuestras propias actitudes hacia la muerte y cómo han sido moldeadas por diferentes influencias
culturales y sociales a lo largo de la historia. ¿Qué aspectos de este análisis te llamaron más la atención?
proteger a los fieles de la angustia de la muerte inminente. Este cambio en las actitudes hacia la muerte refleja una transformación profunda en la
sensibilidad y las creencias de la sociedad.
Es notable cómo, a lo largo del tiempo, se pasó de una aceptación más directa y abierta de la muerte, incluso anunciándola con cierta
despreocupación, a una negación y ocultamiento de la misma, especialmente cuando se trataba de enfrentarla de manera personal. Los consejos dados
a los enfermos y sus familias revelan una evolución en la comprensión de la muerte y sus rituales asociados.
La resistencia inicial de los parientes del enfermo a llamar al sacerdote para los últimos sacramentos, basada en el temor a asustar al moribundo,
contrasta con la insistencia posterior de la Iglesia en la importancia de recibir estos sacramentos para asegurar la salvación. Este cambio refleja una
creciente preocupación por la vida espiritual y el destino eterno de los enfermos, así como una mayor conciencia de la seriedad de la muerte.
El ejemplo del Obispo Soler, quien recomendó ocultar su propia gravedad al solicitar los últimos sacramentos, muestra cómo incluso las figuras
religiosas influyentes se vieron afectadas por esta nueva sensibilidad hacia la muerte. Esta evolución refleja un cambio más amplio en la forma en que
la sociedad occidental comenzó a enfrentar y comprender la muerte en los siglos XIX y XX. ¿Qué opinas sobre esta transformación en las actitudes
hacia la muerte y los rituales asociados con ella?

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