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Vaso ático con bajorelieve (450 a.C.). Museo Arqueológico Nacional, Atenas.
2013
ÍNDICE
13* PRÓLOGO
18 CAPÍTULO I
El "objeto" de estudio de los primeros filósofos: la phúsis
(a) El problema de los documentos s a estudiar
(b) La presentación por parte de Aristóteles
(c) La interpretación de Aristóteles: Phusiológoi y phusikoí.
(d) La utilización de phúsis por los primeros que filosofaron
29 CAPÍTULO II
La significación de phúsis
(a) Phúsis en Homero
(b) Phúsis y vida
(c) ¿Por qué los primeros filósofos llamaron (quizá) phúsis al
ser de los entes?
41 CAPÍTULO III
Heráclito
(a) La crítica de los filósofos anteriores
(b) Phúsis y "ser".
(c) La phúsis "tiene" un lógos
(d) La armonía entre las tensiones opuestas
(e) La concepción dinámica del ser
(f) La significación de lógos
(g) Conclusión
53 CAPÍTULO IV
Parménides
(a) La originalidad de Parménides y la estructura del Poema
(b) El camino a seguir
(c) Ser en el fragmento 2
(d) La fórmula tò ón ("El Ser") después de Parménides
(e) "Ser" (y no "El Ser") en Parménides
(f) Del "es" al "siendo"
(g) El participio eón con o sin artículo
(h) El único camino que queda: "es".
Apéndice: La platonización de Parménides por Simplicio
_______________________________________
79 CAPÍTULO V
La realidad dinámica de Empédocles, Anaxágoras, Diógenes de
Apolonia y los pitagóricos
(a) Las "raíces" (rhizómata) de Empédocles
(b) Las "semillas" (spérmata) y la fuerza (bíe) productora de
Anaxágoras.
(c) El universo viviente de Diógenes de Apolonia
(d) El universo armonioso de los pitagóricos.
89 CAPÍTULO VI
Los átomos palpitantes de Leucipo y Demócrito
(a) Lo pleno y lo vacío.
(b) El movimiento
(c) La palpitación (palmós)
99 SEGUNDO INTERLUDIO
El relativismo sofístico
(a) El rechazo de Protágoras de la pretensión del lógos de
reproducir la realidad
(b) La inexistencia de la realidad en Gorgias.
140 CAPÍTULO IX
Las etapas previas al Sofista:
(a) Un diálogo extraño, el Parménides.
(b) El Teeteto, complemento del Parménides.
149 CAPÍTULO X
Platón II. El carácter dinámico de las Formas en El Sofista
(a) La "historia de la filosofía antigua" del Sofista.
(b) Ni una noción ni la otra: las dos.
(c) El ser, "tercera cosa"
(d) La noción de dúnamis.
(e) Las Formas platónicas, "son vivas, poderosas y orgánicas"
(J.L.Borges)
(f) La Forma del Ser
(g) El conocimiento supone cambio y quietud al mismo tiempo.
(h) Conclusión
166 CAPÍTULO XI
Aristóteles
(a) Dos palabras sobre el Aristóteles que no examinaremos
(b) La explicación aristotélica de la realidad de las cosas: la "física".
(c) Las condiciones del devenir de las cosas naturales (tà phusiká)
(d) Materia (húle), forma (eídos), potencia (dúnamis), actividad
(enérgeia), privación (stéresis).
(e) Conclusión (impertinente)
197 EPÍLOGO
La frase del poeta Celedonio Flores bajo cuya advocación iniciamos este trabajo
bien pudo ser la respuesta que un filósofo de la antigüedad hubiese dado, en un diálogo
imaginario, a algún colega que se habría puesto a filosofar varios siglos después. En
efecto, durante los seis siglos en que la filosofía fue exclusivamente una ocupación de
personajes un tanto extraños que pensaban, hablaban y escribían en griego (fines del
s.VII-s.I a.C.), e incluso en los seis siglos posteriores (hasta el año 529 2) en que la
filosofía fue predominantemente3 "griega", se filosofó de cierta manera. Pero, como en
cada etapa de su historia, la filosofía no fue sino el filosofar de quienes filosofaban,
otras maneras de filosofar se fueron sucediendo y fueron constituyendo, como
ladrillos, el edificio que hoy denominamos "filosofía".
1
C.E.Flores, Cuando me entrés a fallar (tango)
2
Esta fecha corresponde al cierre de la Academia platónica de Atenas en virtud de un decreto del
emperador romano Justiniano, y se toma arbitrariamente como el fin de la filosofía "antigua".
3
Decimos "predominantemente" porque desde comienzos del siglo I a.C. Lucrecio y Cicerón
comienzan a filosofar en latín, si bien por lo general respetan las grandes orientaciones de los
filósofos griegos. Lucrecio, con suma modestia (porque era un poeta exquisito) escribió que "no
ignoro que es difícil iluminar (= "traducir") en versos latinos los oscuros descubrimientos de los
griegos, especialmente porque se requieren neologismos y nuestra lengua es pobre y los temas,
novedosos" (De la naturaleza de las cosas, I.136)
Así y todo, como ya confesamos en otro trabajo4, no dudamos en privilegiar
esta primera etapa, ya que ella corresponde no sólo a la invención de la filosofía sino
también a la creación de la terminología filosófica y al planteo de problemas
fundamentales que, siglos antes del surgimiento de las religiones reveladas, sólo
podían ser resueltos con el esfuerzo tenaz de la argumentación y del raciocinio
humanos. La filosofía es fundamentalmente una mirada (que, en griego se dice
theoría) sobre la realidad. En este trabajo nos ocuparemos de esta "mirada" griega
sobre la realidad, filosofar que es diferente de otro "modo de ver" las cosas, como dice
Flores, que corresponde a otros períodos.
Invención 100% griega, la filosofía se constituyó sobre categorías de
pensamiento propias del pueblo griego5. La realidad que los filósofos intentaron
explicar fue la misma realidad en la que vivía el pueblo griego desde la noche de los
tiempos; lo único que cambió fue la manera de observar dicha realidad. En el Capítulo
I veremos que para esto que nosotros llamamos "realidad" (palabra de origen latino,
ergo, inadecuada para la época de la que vamos a ocuparnos) los primeros filósofos
utilizaban el término phúsis, cuyo significado, como ya analizaremos, no se encuentra
reproducido exactamente en su traducción clásica por "naturaleza". Dado que la phúsis
es eterna (la noción de creación ex nihilo es incomprensible para la mentalidad griega,
incluso antes de la invención de la filosofía), ella posee en sí misma la fuerza vital que
la organiza, que la mantiene "rozagante"6, e innumerables son los mitos que aluden a
la fecundidad de la tierra, al carácter productor del rayo divino, a la "respiración" del
kósmos.
Cuando la filosofía se pone en marcha, la nueva mirada pretende "radiografiar"
(valga el anacronismo) la phúsis para detectar sus componentes esenciales, su
fundamento, las razones que explican su ritmo, todo eso que hoy llamamos "el ser" de
algo, en este caso, de la realidad. Es así como todas las respuestas de quienes se
propusieron realmente explicar la realidad de las cosas (decimos "realmente" porque
hubo el caso de magníficos excéntricos que se dedicaron ya sea a forjar inquietantes y
amenazadoras paradojas, ya sea a sostener que nada real existe) concibieron "el ser"
4
N.L.CORDERO (2008), passim.
5
Sobre este tema, ver "Catégories de pensée, catégories de langue" en E.BENVENISTE (1966).
6
Adjetivo éste que encontraremos incluso en Aristóteles (Met. I.3.983b9)
como algo dinámico, viviente, palpitante. Siglos después, cuando el filosofar siguió
otros caminos (es decir, cuando se filosofó en función de otras categorías mentales), la
realidad se encaró de otra manera, y las esencias estáticas reemplazaron a la existencia
dinámica de los primeros filósofos.
En realidad, la idea de escribir este pequeño libro surgió casi espontáneamente,
cuando, después de prlongados años de docencia universitaria en los cuales -al menos
para los estudiantes de los primeros años- era inevitable (si bien siempre relativizamos
el tema) ubicar a los pensadores aislados y a las escuelas en periodizaciones que
derivaban ostensiblemente de Hegel pero que en realidad comenzaban con Diógenes
Laercio, e incluso antes7. A fuerza de repetir estos esquemas8, su relatividad, su
inadecuación al "objeto" tratado y, en especial, su inutilidad se hicieron cada vez más
evidentes, hasta que decidimos eliminarlos de nuestros programas de estudio. Captar el
pensamiento de los filósofos de la antigüedad es ya bastante difícil y agregar una
nueva dificultad a las ya existentes podría atribuirse a un cierto sadismo.
Pero dejar de lado dichos esquemas no significa considerar que los filósofos que
se sucedieron entre fines del siglo VII a.C y el año 529 de nuestra era fueron
personalidades aisladas, especies de meteoritos en el universo del pensamiento. En
absoluto; desde un comienzo la filosofía fue "diálogo", es decir, intercambio (diá) de
argumentos (lógoi) entre filósofos y escuelas, todos a la búsqueda de certezas (hablar
de "verdades" sería un tanto pretencioso) que permitieran justificar modelos de
conducta, tipos de vida, es decir, ubicar al ser humano dentro del kósmos en que vive;
y, para ello, se impone intentar saber qué son las cosas y su conjunto, ese kósmos que,
como dirán los estoicos, debe ser como una casa familiar9 para los hombres.
Y, paulatinamente, una certeza fue tomando forma, también para nosotros
Dado que el carácter dinámico de la realidad que se percibe ya en los primeros intentos
por descifrar qué es la phúsis está presente también en Plotino, que define al ser como
7
Sobre este punto, ver el trabajo decisivo de J.Mansfeld, "Plato and Preplatonic Doxography and
Chronography", en G.Cambiano (ed.) Storiografia e dossografia nella filosofia antica, Turín, 1986,
pp. 1-59.
8
Según los cuales habría en el pensamiento griego una etapa cosmológica, otra ontológica, otra
antropológica, etc.
9
Ver la noción estoica de oikeíosis.
acto10, en el siglo III, casi un milenio después, no pudimos entonces evitar la tentación
de intentar aproximarnos a las explicaciones del ser de la realidad11 propuestas entre
ambos extremos para poner a prueba una hipótesis según la cual todos los filósofos
"griegos" compartieron dicha concepción dinámica de la realidad. Es verdad que, a
priori, dos verdaderos gigantes parecían quedar fuera de la lista: Parménides y su "Ser
Uno e Inmóvil" y Platón, con sus Formas, "estáticas y solemnes", como estatuas
(Sofista, 249a). En los Capítulos IV y X creemos haber demostrado que ambos clichés
son fantasmas que no resisten un análisis basado en los textos.
Los trece Capítulos de nuestro estudio culminan con Plotino, ya en el siglo III
de nuestra era, y en ellos nos ocupamos sólo de aquellos filósofos que presentaron, de
maneras muy diversas, una explicación sobre la realidad de las cosas. Pero ocurre que,
a veces, las soluciones propuestas fueron respuestas polémicas a autores que negaron
la posibilidad de explicar la realidad, o que se refugiaron en brillantes juegos
dialécticos. También de ellos nos ocupamos, pero muy brevemente, en tres secciones a
las que decidimos llamar Interludios.
Nos detendremos en Plotino porque, como dijimos más arriba, ya a fines del
período que nos ocupa (la mal llamada "filosofía antigua"), filósofos no-griegos siguen
otro camino y, a partir del siglo II, la tarea titánica de los padres de la iglesia para
sentar las bases doctrinarias de una religión, el cristianismo, influye y modifica, dos o
tres siglos después, tanto la temática como la perspectiva desde la cual se observa la
realidad (y, como veremos en el Capítulo I, la filosofía es una cuestión de
"perspectiva", de "mirada"). Cuando se vive en una ambiente cultural que interioriza
hasta en el subconsciente la noción de un dios creador, forzosamente se filosofa de
"otra manera", como leemos en el verso de Celedonio Flores que abre este Prólogo.
Las religiones reveladas contienen ya respuestas a problemas fundamentales (origen de
las cosas, del ser humano de la conducta a seguir) y los filósofos o las aceptan, o las
ponen entre paréntesis o las critican; pero no pueden prescindir de ellas. De esa "otra"
manera de filosofar, no nos ocuparemos.
10
"El ser es acto (enérgeia)", Plotino, V.9.8.15.
11
Acerca de la vaguedad de estas fórmulas, ver el Capítulo I.
*****************
Desde que Platón descubrió la alteridad en el Sofista, sabemos que todo otro es
otro de otro, respecto del cual toma posición para considerarse "diferente de...". Platón
lo dice claramente: "otro" (héteron) es una noción relativa (Sofista, 255d) Solo J.Lacan
pudo imaginar un Gran Otro, que sería el Otro en Sí12. Es decir que respecto de algo,
que se toma como punto de partida, se llama "otro" a algo que no es idéntico a él
porque es "diferente de" él. Este esquema es engañosamente objetivo, ya que hay una
tendencia a privilegiar el término que se toma como referencia. Para un griego de la
antigüedad, el bárbaro es el otro, porque es diferente del griego...pero es inferior.
"Mismo" y "Otro" no están en el mismo nivel. ¿Supone esta manera de concebir la
alteridad que el modo de filosofar diferente del que exponemos en este pequeño libro,
es inferior? El autor de estas líneas no quiere influir en la decisión del lector, si bien ya
tiene su propia respuesta.
NLC
12
G.Lacan, "El Gran Otro", lección del 25 de mayo de 1955.
omega = o / eta = e / theta = th / i griega o ye = u / phi = ph / ji
= kh / psi = ps.
19
CAPÍTULO I
El "objeto" de estudio de los primeros filósofos: la phúsis.
Desde que esa nueva manera de mirar la realidad que luego se llamó "filosofía"
se puso en marcha, a fines del silo VII a.C., quienes la practicaron por primera vez
fueron precisando progresivamente (a) el objeto que encaraba la nueva mirada, así
como (b) las diferentes maneras de captar dicho objeto; y, poco a poco, se fueron
precisando los procedimientos adecuados para exponer las certezas que quienes
inventaron la filosofía creyeron encontrar, eso que luego se llamó "demostración", y
que, en un primer momento, no pasó de ser un conjunto de frases sentenciosas que,
desde un comienzo, pretendieron diferenciarse de las respuestas tradicionales, como
corresponde a toda nueva perspectiva.
Muchos trabajos han sido consagrados por los historiadores de la filosofía a esta
primera etapa, a estos primeros pasos de este fenómeno que vio la luz en ciudades
griegas de Jonia y que fue un producto exclusivamente griego hasta que, recién a
comienzos del siglo I a.C., pensadores romanos como Lucrecio o Cicerón filosofaron
a su vez (es decir, no sólo se expresaron -tanto oralmente como por escrito- sino que
también pensaron) en latín.
Si hemos distinguido más arriba un punto (a) y un punto (b) es porque la mayor
parte de los estudios consagrados a este período, entre ellos, trabajos esenciales como
los de Überweg, Zeller, Nestle, Guthrie, etc., privilegiaron el estudio del punto (b) y
estudiaron en detalle los eventuales orígenes orientales del pensamiento griego, sus
diferencias con la tradición mítica, o la utilización -o no- de métodos experimentales.
No obstante, es el punto (a) el que caracteriza el surgimiento de un nuevo pretendido
saber, o, al menos, de un nuevo centro de interés, inédito -en la forma en que la nueva
mirada lo encara- hasta entonces. Otros saberes (o, si se prefiere, técnicas o "ciencias")
ya elaborados, o en vías de elaboración, poseen ya un objeto preciso de búsqueda o de
reflexión. Cifras, astros, notas musicales, salud humana, son dominios ya estudiados
en otras civilizaciones, y sabios griegos retoman las investigaciones y colaboran al
progreso y a veces al establecimiento de la astronomía, las matemáticas, la música, la
medicina.
20
1
Expresión de Aristóteles en Met. I.3. 983b6.
2
Primera edición, Berlín, 1903
3
Ver G.NADDAF (1992), p. 18.
4
M.L.West, Early Greek Philosophy and the Orient, Oxford, 1971, p.9
21
piensan que ya el libro de Heráclito tenía un título). Es posible, en cambio que las
cosas hayan cambiado a mediados del siglo V, pues es muy probable que el tratado de
Meliso se haya titulado ya Perì phúseos è Perì toû óntos ( Sobre la Phúsis o Sobre el
ser) puesto que poco después Gorgias, quien, sin nombrarlos, va a criticar a Meliso y
a Parménides5, pondrá irónicamente como título a su tratado Perì toû mè óntos è Perì
phúseos (Sobre el no-ser o Sobre la Phúsis), según Sexto Empírico (Adv.Math.
VII.65). De todos modos, como estos títulos, en caso de no ser auténticos, fueron
atribuidos ya en la antigüedad a los escritos de los primeros filósofos, parece un dato
seguro que, al menos para sus comentadores, ellos se ocuparon de la phúsis. En cuanto
al título del tratado de Meliso (y de su parodia por parte de Gorgias), la equivalencia
entre phúsis y "el ser" será decisiva para nuestra interpretación, como se verá más
adelante.
5
Curiosamente, en su refutación de Parmenides y de Meliso, Gorgias utiliza argumentos que están
evidentemente inspirados en las paradojas de Zenón de Elea, otro "eleático".
22
mayor parte de los clichés utilizados en los manuales sólo tiene valor pedagógico (en
caso de que lo tenga).
¿Qué información podemos extraer en forma directa de estos autores,
mencionados por Aristóteles, acerca de su objeto de estudio? Nada concreto; pero ello
se debe a la ausencia casi total de citas textuales. Nada queda de Tales; de
Anaximandro, sólo unas palabras aisladas6 y cuatro líneas (que los eruditos van
reduciendo periódicamente), citadas por Teofrasto y recogidas por Simplicio7; y, de
Anaxímenes, una palabra encontrada en Plutarco8, otra palabra citada por Aecio 9, y
dos líneas transcriptas también por Aecio10. No obstante, a pesar de esta ausencia casi
total de textos auténticos, hay dos palabras en las cuatro líneas textuales de
Anaximandro que van a permitirnos llevar a cabo una búsqueda más fructífera en una
segunda etapa de nuestro trabajo, cuando nos ocupemos de los comentarios que
autores de la antigüedad hicieron sobre estos primeros filósofos. Las dos palabras a
que aludimos parecen ser auténticas, pues figuran en el pasaje que Teofrasto atribuye
efectivamente a Anaximandro y que luego nos transmitió Simplicio. Se trata nada
menos que de tà ónta (en el texto, en dativo, toîs oûsi). El texto -del cual volveremos a
ocuparnos, dado su valor excepcional- dice que tà ónta regresan ahí donde nacieron, y
que esto ocurre necesariamente. Y luego describe qué tipo de relación mantienen tà
ónta una vez que se separaron del elemento original, y antes de corromperse.
Literalmente, tà ónta son "los entes", "las [cosas] que existen"11, y la cita de
Anaximandro no restringe su alcance, de lo cual podemos deducir que él pretende
ofrecer una explicación del ritmo cósmico en general. En efecto, al no tener
restricciones, tà ónta puede interpretarse como pánta tà ónta, en el sentido de "todo
lo que existe". Pero ya la fórmula, en griego, dada su generalidad y dada la etimología
de las palabras, sugiere que todo lo que existe está encarado exclusivamente en tanto
entidades existentes, no en tanto esto o aquello, por ejemplo, seres humanos, astros,
6
Una de las cuales, agéro, citada por Hipólito, Ref. I, 6, 1, nos va a interesar en especial.
7
En Fís., 24.13.
8
En De prim.frig. 7.947 F
9
En II.22.1.
10
En I.3, 4.
11
Cuando nos ocupemos de Parménides intentaremos profundizar el sentido de esta fórmula
23
12
Según KIRK-RAVEN-SCHOFIELD (1983), es improbable que Anaxímenes haya utilizado el
término kósmon. El sentido de la frase "es tà pánta, all things" (p. 159)
24
13
Ver Fís. II.2.194a20.
14
Ver Met. I.5.986b21
15
Esta fórmula tuvo larga vida, ya que se la encuentra en la época helenística en Epicuro, Sent.Vat. 16:
"prefiero hablar claramente, como los phusiológoi...".
16
En su obra Doxographi Graeci, Berlín, 1879.
17
Veamos otros ejemplos. Aristóteles dice que dado que los principios de los pitagóricos no son
sensibles, ellos se diferencian de aquéllos de "los otros phusiológoi" (Met. I.8.989b30). "Lo grande y
lo pequeño corresponden a aquello que los phusiológoi llaman lo raro y lo denso" (Met. I.9.992b4).
"De lo cual se deduce que cuando los phusiológoi afirman que todo lo sensible está en movimiento, se
25
No caben dudas de que para Aristóteles los filósofos que hoy llamamos
"presocráticos" (grosso modo, de Tales a Demócrito), que son los primeros que
filosofaron (próton philosophésanton), son también "los primeros que fisiologizaron"
(hoi prótoi phusiologésantes) (De caelo, III.1.298b29). El significado tanto del
sustantivo phusiólogos como del verbo phusiologeîn es claro y distinto: un
phusiólogos es alguien que posee un conocimiento y que elabora un discurso, un
lógos (oral o escrito) sobre la phúsis; y, en consecuencia, phusiologeîn consiste en
ocuparse sistemáticamente (mediante el lógos, ni intuitiva ni míticamente) de la
phúsis, y en exponer en palabras (o sea, en un discurso, otro de los significados de
lógos) sus investigaciones. En Las partes de los animales Aristóteles habla
directamente de "los antiguos y primeros que filosofaron (philosophésantes) sobre la
phúsis...(640b4). La tarea que estos filósofos desarrollaron supone la puesta en marcha
de una manera inédita de observar la physis, que no es ni mítica, ni científica, y que
surge en determinado momento (por circunstancias histórico-económico-sociales que
no es no es el caso de estudiar en esta ocasión18) y que forman parte de la esencia del
ser humano, ya que "todos los hombres, por naturaleza, desean saber"19
equivocan" (Fís. VIII.8.265a3). "Si la tierra nació, como dicen algunos de los phusiológoi..." (De
caelo, II.14.297a13).
18
Ver detalles en N.L.CORDERO (2008), capítulo I;
19
Aristóteles, Met. I.1.980a1.
20
Ver N.L.CORDERO (2008), pp. 21-24.
26
21
Surge de estos capítulos que las significaciones de phúsis son múltiples. H. Bonitz en su Index
Aristotelicus (1870), había escrito ya: "physis : posakhôs légetai" ( p. 835).
22
Si bien nunca podremos estar seguros de que no los "contamina" con sus propias ideas.
27
estudio de los primeros filósofos (si bien interpreta en forma restringida el valor de lo
que él llama "el principio", como señalara Burnet en su crítica, ver infra, nota 24),
Aristóteles lleva a cabo esta asimilación. Después de afirmar que para los primeros
filósofos hay "una sustancia que subsiste, si bien cambian sus accidentes [=todas las
cosas]", agrega que "ésta es el elemento y principio de todas las cosas, y a partir de
ello piensan que no existe ni la generación ni la corrupción, ya que esta phúsis se
conserva (sozoménes) siempre" (Met. I.3.983b9) Esto es así porque "debe existir
siempre una determinada phúsis (una, o más de una) de la que surge todo el resto,
mientras que ella se conserva (sozoménes).Y para Tales esta phúsis era el agua, pues
"todas las semillas tienen una phúsis húmeda, y el agua es la fuente de lo húmedo
(b25).
De la descripción aristotélica del tipo de investigación que llevaban a cabo los
primeros filósofos podemos extraer los siguientes datos concretos: (a) el objeto de
estudio era la phúsis; (b) la phúsis es el elemento primordial del cual surge la totalidad
de las cosas, las cuales están en perpetuo devenir ya que heredan de la phúsis el
principio del movimiento; (c) la phúsis se "conserva sana y salva, rozagante" (sentido
éste del verbo sózo, participio, sozoméne); (d) la ph usis es la ousía de los seres
naturales, que están caracterizados por el cambio, y, en este sentido; (e) razonar sobre
la phúsis en general es razonar sobre "el ser" (como surgía, antes de Aristóteles, del
título del tratado de Meliso) interpretado como la fuente siempre activa de un proceso
dinámico.
29
CAPÍTULO II
La significación de phúsis
En el Capítulo anterior llegamos a la conclusión de que los primeros filósofos
se interesaban en el ser de las cosas, interpretado como la fuente siempre activa de un
proceso dinámico. Pero ¿por qué llamaban precisamente "phúsis" a este ser dinámico
de la realidad? ¿Tiene acaso la palabra "phúsis" esta significación, que permite
aplicarla a esta manera de concebir la totalidad de las cosas? En los textos filosóficos
conservados, la palabra aparece recién en Heráclito, pero cuando nos ocupemos de este
filósofo veremos que la familiaridad con la que el autor se vale del término sugiere que
el mismo formaba parte ya del arsenal filosófico (si bien Heráclito le dará un nuevo
matiz). Lamentablemente, no quedan textos filosóficos anteriores para justificar esta
hipótesis, pero la palabra phúsis estaba ya presente en Homero (aunque en una sola
ocasión) antes ya de la invención de la filosofía. Heráclito, o algún desconocido antes
que él, tomó el término de la lengua corriente, como suelen hacer todos los filósofos
griegos, que muy excepcionalmente inventan alguna palabra1. Como en todos los otros
casos (por ejemplo, eídos, ousía, pneûma, sêma, etc.), la perspicacia del filósofo
encuentra en el habla cotidiana una palabra que puede ser utilizada quizá
metafóricamente en otro contexto, y no duda en utilizarla. Muy probablemente alguno
de los primeros filósofos, ya antes de Heráclito, encaró las cosas de tal modo que vio
en la palabra phúsis un término adecuado para expresar cómo podía concebirse la
realidad de tà ónta. Es verdad que phúsis no era una palabra de uso común, ya que,
como veremos, su significado, contrariamente a lo que suele decirse, va más allá de la
percepción visual, y quizá por esta razón aparece una sola vez en los poemas
homéricos2.
resistir a los hechizos de Circe y escapar así al trágico destino de sus compañeros,
transformados en cerditos. Con este fin, Hermes "arrancó de la tierra un phármakon,
cuya (autoû) phúsis me reveló [o "mostró": édeixe]: la raíz es negra y su flor, blanca
como la leche. Los dioses la llaman môlu. Para los hombres mortales, es difícil de
arrancar, pero los dioses todo lo pueden" (302-306).
Antes de analizar el significado de phúsis que puede extraerse de este texto,
debemos reparar en dos detalles: la phúsis pertenece a la hierba en cuestión. Dicho de
otro modo, el phármakon "tiene", "posee" (autoû) una phúsis. La segunda observación
concierne el verbo que Hermes utiliza para describir la phúsis en cuestión, édeixe, del
verbo deíknumi, que significa literalmente "enseñar", con la doble significación que
este verbo tiene también en castellano: (a) instruir acerca de algo (por ejemplo, "me
enseño buenas costumbres") y (b) mostrar (por ejemplo, "me enseño su casa"). Dada
nuestra interpretación del sentido de phúsis en este pasaje, preferimos la significación
(a), con el valor de "revelar", "informar" e incluso "definir".
Ahora bien, Hermes, después de arrancar y, suponemos, de ofrecer a Ulises el
phármakon, édeixe su phúsis. Podemos preguntarnos: ¿por qué Hermes lo hace? La
única respuesta que se nos ocurre es la siguiente: en el caso en que Ulises necesite
procurarse una vez más este antídoto contra el poder embrujador de Circe, debe saber
cómo encontrar el phármakon en cuestión, y para eso debe saber reconocerlo. Por esta
razón, no basta saber que tiene flores blancas y raíz negra (ya que quizá otras hierbas
comparten esta descripción), .sino que debe saber que ella se llama môlu (lo cual le
permitirá preguntar a algún habitante del lugar "¿Usted sabe dónde hay una môlu?), y
que, una vez encontrada una hierba que parece responder a esta descripción, deberá
comprobar si ella es difícil de arrancar. Es por ello que no dudamos en considerar que
todo cuanto Hermes dice a propósito de la phúsis del phármakon es una verdadera
definición del mismo, que incluye elementos "visibles", que forman parte de su
aspecto (el color de las flores), pero también componentes no visibles, como su raíz
(que no se ve antes de arrancarla), su nombre y la dificultad de arrancarla. Todas estas
razones nos invitan a sostener que la phúsis del phármakon va más allá de su aspecto y
que se acerca a eso que hoy llamamos una definición, y una definición no se muestra,
sino que se aprende. Hay varios ejemplos en Homero del uso de deíknumi con este
31
sentido3. Tiempo después Esquilo dirá que hay que explicar (édeixa) en qué consiste
la salida y el ocaso del sol (Prom. encad. 458)].
Se nos ocurre que ésta es la única razón que pudo haber llevado a un poeta, que
no es filósofo, a utilizar una palabra que, si bien ya formaba parte de la lengua, era un
vocablo "raro", phúsis (recordemos que este término aparece sólo una vez en los
poemas homéricos, lo cual ocurre con muy pocas palabras). Si phúsis se hubiese
referido al aspecto del phármakon, como cree la mayor parte de los estudiosos4 (en
cuyo caso se hubiese justificado la traducción de édeixe por "mostró), el poeta podría
haber utilizado otros términos habituales en Homero, por ejemplo, morphé5 o, más
probablemente eídos6. G.Naddaf observa que estos términos son improcedentes porque
"no designan el proceso gracias al cual una cosa llegó a ser lo que es, proceso
inherente a la noción de phúsis"7. La elección de phúsis sólo puede explicarse por el
deseo de conferir a las palabras de Hermes el sentido de una verdadera definición (y
no sólo de una descripción, de la cual estaría ausente el nombre y la dificultad de
arrancarla, y, antes de arrancarla...¡la raíz!) del objeto en cuestión. La phúsis que
Hermes define no es válida solo para el phármakon que acaba de arrancar, sino para
todo phármakon similar. Es por ello que no dudamos en asimilar la phúsis de la môlu
a su ser propio, a su esencia, válida para toda otra môlu que Ulises tendría que
procurarse si Circe persistiese en su deseo de embrujarlo.
3
Il. XIX.332, donde Aquiles pide que se le informe (deíxeias) en detalle de sus bienes a su hijo
Neptolemo, y Od. XII.25, donde se trata de enseñar (deíxo) con palabras un camino.
4
Por ejemplo, J.W. Beardslee jr. comparte la interpretación de Galeno, para quien phúsis significa "el
carácter visible de la môlu" (The use of physis in fifth-century greek litterature, Chicago,1918, p. 6);
para F.Heinimann, phúsis acá significa "apariencia", "estatura" (Nomos und Physis, Basilea., 1945, p.
92); para J.Clay, "phúsis here denotes visible form of appareance" ("The Planktai and Moly: divine
naming and knowledge in Homer", Hermes 100. (972, p. 130). En función de esta interpretación
restringida, esta autora no se explica el resto del discurso de Hermes, que, para ella, es "a non
sequitur" .
5
Ver Il. VIII.170, donde se habla de la morphé del discurso.
6
Ver Od. XVII.308, done se hace alusión al eídos de un perro.
7
G.NADDAF (1992), p.16.
32
una planta. ¿Significa esto que sólo los vegetales, o, quizá por extensión, sólo los seres
vivos, posen una phúsis, al menos en tiempos de Homero? Pareciera que sí, dada la
etimología de la palabra. Veamos este punto en detalle. Phúsis deriva del verbo phúo,
que, en función de su raíz, significa "crecer", brotar". Y como nada hay más natural
para una planta que brotar (el crecimiento forma parte de su "plantidad', de su ser
planta), es normal que Hermes defina un phármakon como algo que crece, que brota.
Pero el término phúsis encara este crecimiento como una actividad, denotada por el
sufijo -sis (equivalente del español "-ción", que es difícil de reproducir en
traducciones, salvo raras excepciones: póie-sis es la "produc-ción", nóesis es la
"intelec-ción", anámnesis es la "rememora-ción", kátharsis es la "purifica-ción", etc.)
Pero, como es sabido, la lengua, cuando determina con precisión el concepto de
algo dinámico, está obligada a fijar un proceso, como una fotografía instantánea que
detiene el devenir, por un instante, de una realidad en movimiento. Es así como la
phúsis de algo dinámico reproduce el estado actual de un devenir, de un crecimiento.
La descripción de la phúsis de la môlu revelada por Hermes no será válida cuando la
môlu ya no tenga flores, porque en ese caso seguramente no será útil para fabricar un
brebaje eficiente. Como leemos en E.Benveniste, phúsis significa "'la realización
(accomplisssment) ya efectuada (effectué) de un devenir' y, por consiguiente, la
'naturaleza' en tanto ella está realizada, con todas sus propiedades"8. Dadas estas
características, pareciera que sólo tienen phúsis (no olvidemos que en ejemplo
homérico la phúsis es "phúsis de...") entidades susceptibles de crecer, de brotar, de
desarrollarse, todo lo cual supone movimiento. Es ésta la diferencia fundamental que
existe entre la manera "griega" de observar la realidad (pues la lengua es un reflejo del
pensamiento) y la manera "romana", ya que natura no reproduce el carácter dinámico
de phúsis. E.Benveniste afirma que el equivalente griego de natura no es phúsis sino el
término no atestado phútús9 .
Más de dos siglos después de los primeros que filosofaron, Aristóteles
escribirá que "la phúsis primera, en sentido propio, es la ousía [= sustancia, esencia] de
las cosas que poseen en sí mismas el principio del movimiento en tanto tales" (Met.
8
E.BENVENISTE (1948), p. 78.
9
E.BENVENISTE (1948), p. 79.
33
(c) ¿Por qué los primeros filósofos llamaron (quizá) phúsis al ser de los entes?
Llegados a este punto, nos falta explicarnos por qué esta significación pre-
filosófica de phúsis llevó a los primeros filósofos a adoptar12 el término para
caracterizar el "objeto" al cual consagraron sus investigaciones13: el elemento o
principio o sustancia que explica la realidad de las cosas en general y, en una segunda
etapa, de cada cosa en particular.
Se nos ocurre que, como será el caso después con la terminología filosófica en
general, alguno de "los primeros que filosofaron" (como ya dijimos, seguramente antes
de Heráclito, que ya utiliza phúsis con una soltura que supone que no se trata de una
invención suya) llevó a cabo una analogía. Tiempo después, cuando Aristóteles
buscará un término para reproducir la "riqueza" de una entidad, aquello que la hace
ser, encontrará en el lenguaje económico corriente el término ousía, que,
analógicamente, aplicará a un ámbito ontológico. Algo similar pudio haber ocurrido
10
Il. VII.149: "el hombre se genera (phuei)"; Il. XIV.347: "de la tierra nace (phúen) una tierna hierba";
Il.IV.483: "como un álamo crecido (pephúkei) en un pantano"; Od. V.63: "una espesa selva había
crecido...(pephúkei)".
11
A.BURGER explica este matiz de la manera siguiente: "me plantó la mano en la mano" (1925, p.3).
12
Como hemos ya dicho en varias ocasiones, si bien el término aparece por primera vez en Heráclito,
es probable que formara ya parte del vocabulario filosófico con anterioridad.
13
G.NADDAF (2008) dice que entre Homero y los primeros filósofos hay, respecto del término
phúsis, "verdaderamente una continuidad semántica" (p. 28).
34
analógicamente el término de "raíces" a sus elementos, Tales suponía ya que todas las
cosas provenían de "semillas" fecundadas en la phúsis, o sea, en lo húmedo? Un
comentario doxográfico recogido con cautela (éoike, "parece...") por Aristóteles,
parecería confirmar esta hipótesis, ya que Tales habría afirmado que también la piedra
imantada tiene psukhé, ya que es capaz de mover al hierro (y sólo la psukhé es
principio de movimiento). (De anima, I..2.404a19). Diógenes Laercio retoma esta
opinión sobre Tales y la atribuye no sólo a Aristóteles sino también a Hippias, según
quien Tales "otorgaba una psukhé también a las [cosas] inanimadas, apoyándose como
testigos en la piedra imantada y en el ámbar" (I.24).
Recuérdese además que Aristóteles había escrito que, para Tales, "todo está
lleno de dioses (theôn) (De anima I.5.411a7) y que tiempo después Diógenes Laercio
repetirá la fórmula (con la sustitución de theôn por daimónon) y la atribuirá al hecho
de que, para el filósofo, "el universo (kósmon) estaba animado" (émpsukhon) (I.27).
Basándonos en todo cuanto se dice de Tales, no dudamos en afirmar que su
concepción del principio o elemento primero, así como de todo cuanto surge de él,
tiene carácter dinámico, incluso ahí donde menos se lo percibe, en un mineral (roca
imantada, ámbar), y no sería extraño que él mismo hubiese utilizado ya el término
phúsis tanto para referirse al principio como al ser particular de cada cosa.
Recordemos que Aristóteles comentaba que los primeros filósofos "razonaban sobre la
naturaleza en su totalidad (perì tês hóles phúseos); y sobre el ser (kaì perì toû óntos)"
(Met. IV.3.1005a31). Como leemos en G.Naddaf, en los primeros filósofos "la palabra
phúsis, empleada en el contexto de una investigación perì phúseos, significa el origen
y el crecimiento del universo concebido como un todo" 14. Los ejemplos concretos que
veremos a continuación nos mostrarán que, además, ese todo se concibe como algo
dinámico, incluso viviente.
En el caso de Anaximandro tenemos ya un texto, brevísimo, pero auténtico,
citado por Teofrasto y transmitido por Simplicio en su Comentario a la Física de
Aristóteles, p. 24.1315. El valor de estas pocas líneas es inestimable, entre otras cosas
porque ya en el primer texto filosófico conocido aparece el "objeto" de estudio de la
14
G.NADDAF (2008), p. 10.
15
Ver en N.L.CORDERO (2008) la historia de la transmisión de este texto (pp. 47-50)
36
el mundo había surgido de una masa homogénea que estaba en perpetuo movimiento
[...] Dicho en forma más directa, pensaban que la materia primera era algo viviente
(was alive)"20. Para ilustrar esta posición se forjó en determinado momento 21 el
término desafortunado22 de "hylozoismo", literalmente, "materia viviente", derivado
de una interpretación superficial del comentario de Aristóteles según el cual los
primeros filósofos encaraban la realidad "en forma de materia (en húles eidei)" (Met.
I.3.983b7). En realidad, al mismo Aristóteles le hubiera costado demostrar que su
noción de materia puede aplicarse a la phúsis ápeiron de Anaximandro23. Como si
hubiese querido confirmar por anticipado la sentencia de Heráclito (fr. 123 DK), a la
palabra phúsis le agradó permanecer oculta, al menos para nosotros, durante varios
siglos, a partir de Homero. Seguramente tuvo apariciones en escritos perdidos,
filosóficos o no, pero no es útil practicar la filología-ficción. Lo cierto es que va a
mostrarse, y con lujo de detalles, en Heráclito, que será el objeto del capítulo siguiente.
20
W.K.C.GUTHRIE (1957), p. 47.
21
La invención se atribuye a R.Cudworth en el siglo XVII.
22
"Rather forbbiding" según GUTHRIE (1957), p. 47. Años después el mismo Guthrie fue menos
severo y dijo que "lo más importante es evitar el término materialistas", (1962), I, p. 64)
23
Otro tanto le ocurre a Aecio: Anaximandro "se equivoca cuando no dice si tò ápeiron es aire, agua,
tierra u otro cuerpo por el estilo", I.3.3. Y también Anaxímenes se equivoca al proponer el aire como
principio, pues "es imposible que la materia sea el único principio de las cosas", I.3.4. Ver, contra,
W.A.HEIDEL (1910), p. 101, "no hay razones para dudar de que los presocráticos utilizaron phúsis en
este sentido [es decir, en el de "causa material", como decía Aristóteles] .
40
41
CAPÍTULO III
Heráclito
En la Introducción de un trabajo consagrado a la noción latina de "natura",
A.Pellicer escribió que "la historia de phúsis es antes que nada la de una serie de
conquistas que conduce a la construcción de un término general" 1. Se debe reconocer
que una etapa decisiva en esta serie de conquistas se encuentra en Heráclito. Hasta
hoy, en las citas textuales de Heráclito que se han podido recuperar, la palabra phúsis
aparece en cuatro ocasiones (fr. 1, 106, 112 y 123 DK). Por tratarse de la primera vez
que el término figura en un texto filosófico (casi al mismo tiempo aparecerá también
en Píndaro), cuatro ejemplos en un mismo autor son más que suficientes para
comprender el significado de la palabra un siglo después de su posible utilización por
parte de los primeros que filosofaron, máxime cuando en dos de los cuatro casos (fr.
112 y 123) Heráclito parece introducir una novedad importante.
En nuestro primer Capítulo nos habíamos preguntado acerca del "objeto" de
estudio de los primeros filósofos. Inesperadamente (e indirectamente) Heráclito
confirma nuestras conclusiones. Nuestra hipótesis acerca de la concepción dinámica
del ser, que es un rasgo común a toda la filosofía griega, encontrará en Heráclito uno
de sus máximos exponentes. La realidad palpitante es en él el núcleo de su filosofía ya
que, si algo no palpita, se descompone y muere2.
1
A.Pellicer, Natura. Étude sémantique et historique du mot latin, París, 1966, p. 18.
2
Heráclito ilustrará esta concepción con lo que ocurre con un extraño brebaje, el "ciceón". Ver más
adelante.
42
evidentemente de una crítica, ya que "lo sabio" consiste en conocer una sola cosa (hèn,
tó sóphon, fr. 41 DK). En eso consiste la diferencia entre el sabio y el filósofo. El
filósofo peca por exceso de información. Heráclito menciona a Pitágoras 3 como un
ejemplo que no debe seguirse: fue él quien acumuló más información (historíe) "que
todos los hombres [...]; elaboró [así] una sabiduría (sophía) para él solo; el exceso de
conocimientos (polumathía) es una mala técnica" (kakotekhnía) (fr. 129 DK). Y, en
efecto, Heráclito tiene razón respecto de la actividad múltiple de Pitágoras, ya que se
sabe que fue matemático, músico, curandero y otras cosas más.
Dados los escasos materiales que poseemos de los filósofos que Heráclito
critica (en la lista están también Hecateo y Jenófanes) no podemos pronunciarnos
sobre la pertinencia de sus apreciaciones, pero como sabemos que estos primeros
filósofos explicaban la totalidad de las cosas (pánta tà ónta) como derivaciones de un
primer principio, no es de extrañar que hayan querido ilustrar el orden que se percibe
en el universo (frase ésta redundante en griego, ya que tanto "universo" como "orden"
son significaciones de la palabra kósmos) gracias a un componente originario único, a
pesar de las diferencias que se observan en las realidades que de él provienen. El caso
de Anaximandro es paradigmático, pues consiguió explicar que incluso el acuerdo
final al que deben llegar las fuerzas opuestas se debe a que, en su origen, los contrarios
compartían el mismo germen. Y no es de extrañar que para justificar esta posición, los
primeros filósofos hayan ofrecido ejemplos cuantitativamente muy abundantes
(recuérdese que Tales hasta hace referencia a la "naturaleza" aparentemente "muerta",
las piedras), lo cual justificaría el diagnóstico de Heráclito.
Pero si Heráclito critica este cúmulo de informaciones es porque, según él, para
explicar el orden armonioso que se observa en la realidad, no es necesario remitirse a
un principio, sustancia o fuente común de todas las cosas, cuya presencia habría que
detectar en pánta tà ónta, lo cual obligaría a reunir gran cantidad de información. Hay
otra manera de explicar el equilibrio que hace que la totalidad de las cosas sea,
precisamente, un kósmos, un orden, que es el problema prioritario que el "sabio" debe
3
¿Sabía acaso Heráclito que la tradición -que, en su tiempo, era muy reciente- atribuye a Pitágoras la
invención del término "filósofo"? Como es sabido, Diógenes Laercio (I.12) cuenta que cuando el
tirano León trato de "sabio" (sophós) a Pitágoras, éste le respondió que era apenas un "filó-sofo",
alguien que es simplemente amigo de la sabiduría.
43
resolver. En efecto, ¿de qué sirve demostrar -en caso de que se lo demuestra- que hay
confraternidad entre tà ónta (ya que tienen una misma sustancia, transformada) si no
se explica por qué tà ónta no coexisten caóticamente (lo cal les aseguraría un tiempo
de existencia muy limitado), sino armónicamente, como es el caso, lo cual podría
suponer incluso un proceso eterno.
4
A.BURGER (1925), p. 1.
44
pues poseemos sus textos- podemos decir que Heráclito utiliza la palabra phúsis para
referirse al ser de la realidad en su totalidad y de cada cosa en particular. Cuando
dijimos que en Heráclito asistiríamos a una etapa decisiva en la conquista del
significado total de phúsis es porque por primera vez en su caso el término no está
asociado a una determinada sustancia (no decimos "materia": los principios de los
primeros filósofos no eran "materiales").
Heráclitio es ciertamente consciente de su novedad. El ser de la realidad que él
propone no es fácil de captar, y por eso escribirá que "la phúsis prefiere5 ocultarse" (fr.
123 DK). Este brevísimo texto es también fundamental para la historia de phúsis
porque el término aparece aislado. No se trata ya de la phúsis "de", sino de la phúsis
ella misma, que, como veremos, dará su ser a todo lo que existe y entonces sí podrá
hablarse de "la phúsis de esto" o "de aquello".
conocerlo. En ello consistirá "lo sabio": un solo conocimiento que vale por "diez mil":
"uno es para mi como diez mil, si es el mejor" (fr. 49 DK).
En una civilización que no concibe la noción de creación a partir de la nada (ya
que, simplemente, la nada no existe), la phúsis no tuvo comienzo; si se quiere, es
eterna. Esta característica de la sustancia elemental primera figura en todos los
comentadores (a falta de textos auténticos) de los primeros filósofos. Vimos ya que,
respecto de Tales, Aristóteles había escrito que "debe existir siempre una determinada
phúsis (una, o más de una) de la que surge todo el resto, mientras que ella se conserva"
(sozoménes) (Met. I.3.983b9). En el caso de Anaximandro, la única palabra que
constituye su fr. 2, "agéro", "que no envejece", y que es una propiedad del principio,
tò ápeiron, está acompañada en el contexto por "aídion", "eterno" (Hipólito, Ref.
I.6.1), y Aristóteles dice que ese principio es "inmortal e incorruptible (athánaton kaì
anólethron) (Phys. III.4.203b13), mientras que, para Hermias, dicho principio es un
"movimiento eterno" (aídion) (Irris. 10). Y otro tanto se afirma del aire de
Anaxímenes, que, para transformarse en los otros elementos, está eternamente en
movimiento7.
En forma consecuente, Heráclito afirma también que el núcleo de la phúsis, el
lógos, es eterno: "si bien este lógos existe siempre...." (eóntos aeì) (fr. 1 DK). Como
todas las cosas tienen su "ser", el lógos que Heráclito expone en su discurso
(volveremos sobre este tema) es común: "por eso es necesario seguir <lo común, es
decir, lo compartido>8; pero, aunque el lógos es común..." (fr. 2 DK). Una ley no
admite excepciones. Como el lógos, en tanto núcleo de la phúsis, asegura la cohesión
del kósmos, si algo quedara fuera de la norma que él representa, se caería en el caos,
caracterizado por la desmesura, pero "hay que extinguir la desmesura más que un
incendio" (fr. 43 DK). La gente ignorante no se da cuenta de que, aunque no lo sepa,
está regida por el lógos, que vale para todo (individuo, sociedad, kósmos): "quienes,
habiendo escuchado9 , permanecen sin inteligencia, están sordos. Son una prueba del
7
Ver Simplicio, Phys. 24.30, y Pseudo-Plutarco, Strom. 3.
8
Conjetura introducida por I.Bekker y aceptada por DK.
9
Ya nos ocuparemos del verbo "escuchar". En este texto la proximidad de "escuchar" y de "sin
inteligencia", recuerda el fr. 1 DK: "Sin bien este lógos existe siempre, los hombres se muestran
siempre ignorantes (=sin inteligencia), tanto antes de haberlo escuchado como después de haberlo
46
dicho: 'presentes, están ausentes'" (fr. 34 DK). Esta sordera intelectual tiene
consecuencias trágicas: "se diferencian del lógos, con el cual están permanentemente
en contacto, y les parece extraño (xéna, "extranjero") lo que encuentran todos los días"
(fr. 72 DK). Hoy diríamos que viven alienados.
escuchado por primera vez". Resulta evidente entonces que también en el fr. 34 se trata de escuchar al
lógos;
10
Traducimos literalmente el texto transmitido por la tradición manuscrita. Un filólogo, Miller,
propuso en el siglo XIX cambiar eidénai por eînai ("es"), en lo cual fue inexplicablemente seguido por
la mayor parte de los estudiosos. La conjetura es injustificable, al menos por dos razones: (a) nunca
debe suprimirse un término que figura en la totalidad de los manuscritos, salvo que el mismo sea
incongruente, lo que no ocurre, ni remotamente, en este caso; (b) con eidénai la frase significa "saber
(eidénai) que uno <es> todo", lo cual es coherente con los múltiples llamados de Heráclito a "conocer"
el lógos. Si se reemplaza eidénai por einai la frase diría entonces que "es sabio ponerse de acuerdo en
que uno es todo", con el verbo "es" (en el texto eînai) explícito, con sentido copulativo, lo cual es
imposible en Heráclito. Heráclito, fiel al griego de su época, dijo sólo "uno, todo".
47
11
Si bien la traducción literal de "pólemos", el término usado por Heráclito, es "guerra", en castellano
la guerra no puede ser un padre, y si en vez de "padre" se coloca "madre", se traiciona el espíritu de
Heráclito, que evidentemente se opone una vez más a Homero, quien había dicho que Océano es padre
de todas las cosas (Il. XIV.245). Un sustantivo de género masculino, "combate" es una solución de
compromiso.
12
Recuérdese que en el fr. 2 el lógos era xunós,"común"..
49
una unidad. Pero los elementos que se combinan o que se reúnen están pre-
seleccionados: son tensiones opuestas, contradictorias. La significación tradicional de
lógos, "reunión de elementos en función de un criterio" (ya sean historias para
construir un relato, o simples palabras para elaborar un discurso), cuya raíz es "-leg",
"unir"16, reproduce por analogía el sentido que Heráclito detecta en la realidad. Es por
ello que no duda en sostener que la phúsis tiene también ella su "discurso", que la
representa, incluso en un pasaje clave del fr. 1, en el cual phúsis y lógos son
prácticamente sinónimos: "si bien todo se produce según (katà) este lógos [...] yo
distingo cada cosa según (katà) la phúsis y digo cómo es". Más claro, imposible: para
saber qué es una cosa hay que estudiarla en función de la phúsis, ya que todo se
produce según la ley de la phúsis, el, lógos.
En esta etapa de su crecimiento lógos no adquirió aún el carácter activo y
productor que tendrá en los estoicos y, en grado sumo, en el Evangelio de Juan.
Heráclito dice claramente que "todo se produce según (katà) este lógos, que es el lógos
que él legó a descubrir (de ahí la insistencia en el demostrativo "este"). El lógos que él
descubrió, suponemos que escuchándolo, constata un estado de cosas; es un simple
testigo que formula, en una fórmula, en qué estado "están" las cosas (hókos ékhei, fr. 1
DK). Del mismo modo la ley de gravedad explica por qué "cae" una manzana librada a
sí misma, pero no la hace caer. Es en este sentido que debe interpretarse el fr. 41 DK,
en el cual el término gnóme (difícil de traducir, pero cuya raíz significa
"conocimiento") podría significar el criterio representado por el lógos: "lo sabio es una
sola cosa: conocer el criterio (gnóme) que guía (kubernêsai) todo a través de todo". El
uso de gnóme muestra con claridad que la estructura detectada por el lógos es, como se
dirá un siglo después, "racional" (ergo, cognoscible) y el verbo kubernêsai 17, de la
misma familia que el sustantivo kubernêtes, "piloto de un barco", sugiere que el
criterio se limita a conducir la realidad para que ella se armonice, pero sin agregar
ningún agente exterior: "todo a través de todo". Un buen capitán tiene cuenta de las
olas, los vientos, les estrellas, para hacer avanzar su navío.
16
Recién hemos detectado esta raíz cuando dijimos que los elementos están "e-leg-idos", "prese-lec-
cionados". Ver también el latín "leg-is", "leg-io"; el italiano "leg-ame"; el castellano "e-leg-ancia",
"inte-lig-encia", "sacri-leg-io", "lec-ción", "lec-tura", etc.
17
De este verbo, pero con un sentido mas activo, deriva "gobernar".
51
Cada cosa tiene su lugar dentro de esta multiplicidad organizada. Esta manera
de ser se encuentra lógicamente en cada cosa (o, si se prefiere, en cada "ente"), y,
como se lee en el fr. 1 DK, para saber cómo es cada cosa, hay que explicarla según
(katà) la phúsis, ya que "todo se produce según (katà) este lógos".
(g) Conclusión
Como conclusión de nuestro somero análisis de la filosofía de Heráclito
podemos concluir que, lejos del anacrónico cliché que hace de su concepción del
mundo un "todo fluye"18, su visión de la realidad no es "fluyente" sino dinámica. La
phúsis está constituida por la unión armoniosa de tensiones opuestas, relación que se
expresa por un lógos, y es este intercambio entre tensiones el que asegura la
permanencia del kósmos, que palpita continuamente. Un lacónico texto conservado por
Plotino resume esta situación: "cambiando (metabállon), se reposa (anapauetai)" (fr.
84a DK).
18
Se habla siempre del "río" de Heráclito, pero en realidad Heráclito se refiere al río en tres citas
textuales, de las cuales suele privilegiarse solo una: “no es posible entrar dos veces en el mismo río”
(fr. 91 DK). Pero hay otras dos: “Aguas diferentes y diferentes corren sobre quienes entran en el
mismo río” (fr. 12 DK), y “entramos y no entramos en el mismo río; existimos y no existimos” (fr. 49a
DK). El significado de los tres textos es claro y distinto. El río es el mismo aunque sus aguas sean
diversas. Es la diversidad de las aguas la que garantiza la unidad del río (de otro modo, si el agua fuese
siempre la misma, sería un estanque). Es el nadador quien dice que no entra dos veces en el mismo río,
si bien el río es el mismo (pues fluye sobre su lecho, que no cambia). Podemos exagerar nuestra
interpretación y decir que, en caso de privilegiar un componente del río, debe privilegiarse el lecho, ya
que en verano, en Éfeso, el río está seco. Séneca, siglos después, asimiló la unidad del río y su
nombre: “las aguas pasan, el nombre del río queda” (Epístola a Lucilio, 58). Los dos primeros
fragmentos (91 y 12) presentan dos maneras de encarar el río, que es siempre el mismo (expresión ésta
que figura en los tres textos): si el río es el agua (y lo es… pero para quien nada), no se puede entrar
dos veces en el mismo río, pero cuando se entra en él, son las aguas las que son diferentes. Por eso el
tercer texto expone ambas posibilidades a la vez: se entra y no se entra en el mismo río. Y el
enigmático final de este breve texto tiende un paralelo entre el río y la existencia humana: el mismo
"ser", quizá un individuo, existe (ahora) y no existe (en tanto muerto en potencia); existe como joven y
como no-joven (=como viejo); existe como uno y como múltiple (como no uno). Jorge Luis Borges,
que captó a la perfección el sentido de esta frase de Heráclito, escribió: “yo soy ese río” (“Heráclito”,
en Elogio de la sombra). La fórmula “todo fluye” (pánta rhéi) es una modificación ulterior de la
expresión “pánta khoréi” que Platón atribuye a Crátilo, un seguidor de Heráclito (Crát. 402a).
52
53
CAPÍTULO IV
Parménides
Prácticamente al mismo tiempo que Heráclito1, pero en una pólis griega ubicada
en el sur de la Italia actual (Elea, hoy Ascea, a pocos kilómetros al sur de Salerno), es
decir, bastante lejos de Éfeso (que se encuentra en la costa occidental de la actual
Turquía) Parménides escribió un Poema que ha llegado hasta nosotros de manera muy
fragmentaria, pero que tuvo una influencia enorme en el panorama filosófico de
entonces al punto que Platón no dudó en conferir a su autor los calificativos de
"venerable y temible"2. Esta referencia a Platón nos invita a presentar algo así como
una declaración de principios previa a nuestro análisis de la concepción del ser en
Parménides, que, a pesar de cuanto suele decirse, es eminentemente dinámica.
Las dificultades que encuentra el investigador para comprender el pensamiento
de Parménides no se originan solamente en la distancia que, en el tiempo, nos separa
del autor, ya que esta situación es compartida por todos los pensadores de la
antigüedad. La dificultad pareciera ser inherente al pensamiento del filósofo, y la
prueba más fehaciente la tenemos en estas palabras de Platón, separado "apenas" por
menos de un siglo de Parménides: "Me parece que [Parménides] alcanzó una
profundidad de una calidad desconocida, pero temo que no comprendamos sus
palabras y, más aún, que no seamos capaces de captar el pensamiento que ellas
expresan" (Teeteto, 183e-184a). ¿Puede un intérprete actual triunfar ahí donde Platón
confiesa su fracaso? Evidentemente, no. Pero téngase e cuenta que, a pesar de su temor
y de sus dudas, Platón intentó no sólo comprender el pensamiento de Parménides, sino
que hasta quiso incluso suprimirlo del ámbito de la filosofía3. Es verdad que, en cierto
sentido, estamos en peores condiciones que Platón para descifrar el pensamiento de
Parménides, ya que suponemos que él poseía el texto completo del Poema y nosotros
1
Sólo K.REINHARDT (1916), p. 156 ubica la actividad de Heráclito después de la de Parménides.
Quienes confían en Platón como "historiador de la filosofía" (si bien él mismo hizo esfuerzos titánicos
para evitar que se lo considere así), basándose en la ficción relatada en las primeras páginas del
Parménides, deducen una fecha que habría hecho nacer a Parménides unos treinta y cinco años
después que Heráclito. Una cronología más rigurosa, que se puede extraer de Apolodoro, citado por
Diógenes Laercio, ubicaría el nacimiento de ambos filósofos entre 450 y 445 a.C.
2
Teeteto, 183e. En realidad, Platón se inspira en una cita homérica de la Ilíada (III.172) que hace
referencia a Príamo en las palabras de su hija Helena, y en un verso de la Odisea (VIII.22), en el cual,
disfrazada de heraldo, Palas Atenea hace el elogio de Ulises.
3
Cuando nos ocupemos del Sofista profundizaremos este deseo insatisfecho de Platón.
54
estamos condenados a estudiar diecinueve citas (¡una de ellas en latín!). Pero también
es verdad que (a) las escasas cinco páginas (en un libro impreso actual) que
constituyen, para nosotros, las obras completas de Parméndes nos ofrecen un material
de estudio inagotable, ya que, si fueron conservadas es -suponemos- porque reflejaban
puntos centrales de su Poema4, y (b) ajenos a toda recuperación o a críticas más o
menos virulentas, estamos hoy en condiciones más "objetivas" -si la objetividad
existe- que los pensadores de entonces para intentar comprender a un filósofo del
pasado.
Hecha esta salvedad, que apenas oculta el carácter forzosamente personal que se
podrá deducir de nuestro tratamiento de la filosofía de Parménides, podemos afirmar
desde ya que (a) Parménides se inscribe en esta serie de filósofos que intentan explicar
la realidad de todas las cosas (para lo cual, como vimos, algunos respondieron con el
privilegio acordado a un elemento o sustancia, y otro, por el momento, sólo Heráclito,
con la ley o fórmula que sustenta la totalidad de todo cuanto existe), y, al mismo
tiempo (b) introduce una novedad que seguramente desorientó a sus contemporáneos
(y, de ahí, la dificultad para clasificarlo, ya incluso a partir de Platón, especialmente en
el caso de Aristóteles y, en grado sumo, por los comentadores neoplatónicos, en
especial, Simplicio). La novedad consistió en interesarse no en un principio o
sustancia, ni en una norma o fórmula, sino en aquello que hace posible que todo ello
exista, es decir, en el hecho de ser. Si no hubiera ser, nada sería, y del mismo modo en
que Heráclito criticaba a quienes pretendían explicar la realidad mediante un exceso de
información, Parménides podría criticarlos (el modo potencial del verbo se impone, ya
que él no lo dice explícitamente) por suponer que la realidad puede explicarse cuando
en realidad el filósofo debe afirmar, en primer lugar, que hay realidad, y, en esta
fórmula, es el "hay" que debe privilegiarse.
4
Las citas de los filósofos llamados "presocráticos" suelen llamarse "fragmentos"; sería preferible
hablar de "morceaux choisis", ya que, si alguien eligió esos pasajes y no otros para citar, suponemos
que el citador (llamado "fuente") los consideró esenciales.
55
5
Nuestra interpretación de la filosofía de Parménides se encuentra en Les deux chemins de Parménide,
2a ed., Vrin/Ousia, París/Bruselas , 1997 y en Siendo, se es. La tesis de Parménides, Biblos, Buenos
Aires, 2005 (trad. inglesa, By Being, It Is, Parmenides Publishing, Las Vegas, 2004). Para una versión
abreviada ver La invención de la filosofía, Biblos, Buenos Aires, 2a ed. 2011, pp. 77-88.
6
Cuando la diosa finaliza de exponer una parte de su mûthos, dice que acaba de exponer un lógos
confiable. Como se puede apreciar, la distinción temprana entre mito y lógos es un invento de los
historiadores de la filosofía.
7
Una excepción sería el llamado fr. 44 de Antifonte, conocido gracias a papiros que lo reproducen
parcialmente, y los discursos de Gorgias.
8
En el caso de Heráclito, por ejemplo, cada uno de los estudiosos organizó las citas según su propio
criterio, y sólo recientemente S.Mouraviev intntó reproducir el orden originario del tratado.
9
G.G.Fülleborn, Die Fragmente des Parmenides, Zullichau, 1795.
10
Op.cit en la nota anterior, p. 54.
11
H.Diels, Parmenides Lehrgedicht, Berlín, 1987.
56
12
La consecuencia principal de esta interpretación es la constitución de una parte del Poema llamada
"Doxa" dentro de la cual se colocaron citas que nada tienen que ver con aquello que Parménides llama
"dóxa".
13
Nosotros hemos propuesto, provisoriamente, un nuevo criterio en N.L.Cordero et al., Parmenide
scienziato?, L.Rossetti-F.Marcacci (ed.,), Akademia Verlag, Sank Augustin, 2008, pp. 79-80.
14
A pesar de esta frase de Parménides, y de la descripción negativa que luego hace de quienes
sostienen estas opiniones, inexplicablemente hay autores (la inmensa mayoría) que todavía consideran
que en las "opiniones" de los mortales se encentra una teoría de Parménides y no dudan en hablar de la
"física" parmenídea contenida en la Dóxa ...¡de Parménides!
57
15
Recuérdese que "método" deriva de "camino", hodós.
58
caminos en tanto "encaminadores" de una tesis eventual: "Uno, por un lado, [sostiene]
que 'es' [o que "hay"] y que no es posible no ser [...]. El otro, por otro lado, [sostiene]
que 'no es' y que es necesario no ser" (2.3-5). Estas dos formulas contenidas en cuatro
frases coordinadas por "y", son, en griego, un verdadero despliegue del verbo "ser",
que aparece seis veces, siempre conjugado ("es", y "no es" = ésti, tercera persona
singular del presente) o en infinitivo ("[no] ser" = eînai), nunca sustantivado, nunca
como "El Ser". Cuando la tradición resume la tesis de Parménides con la afirmación
"el ser es y el no-ser no es" se refiere a este texto, pero cualquier semejanza con el
original griego es pura coincidencia.
Estos dos axiomas postulan, el primero, la imposibilidad de no ser y, el
segundo, la necesidad de no ser. Por esa razón, cuando la diosa los evalúa, retiene sólo
el primero, que "acompaña la verdad" (2.4), mientras que rechaza el segundo, por ser
totalmente "inconvincente" (panapeuthéa) (2.6). Como nos propusimos dejar de lado
la enseñanza negativa de Parménides y concentrarnos sólo en el núcleo de la verdad,
de acá en adelante analizaremos sólo el premier postulado: ésti ("es") y ouk esti mè
eînai ("no es posible no ser"). El segundo, que dejaremos de lado, es, palabra por
palabra, la negación del primero.
16
J.BURNET (1892), p. 178, n. 4.
60
los "viejos sofistas", es decir, a los filósofos del pasado, dice que "algunos decían que
los seres (tà ónta) eran infinitos en cantidad, Empédocles, que eran cuatro... etc."
(XV.268).
A pesar de la unanimidad con la que los filósofos utilizaron la fórmula tò ón, y
de su indudable utilidad, dada su etimología, para toda búsqueda sobre "el ser" de las
cosas, Platón, con su sagacidad reconocida, en la última etapa de su producción, no
puede evitar preguntar a los filósofos anteriores (y a sí mismo): "cuando ustedes dicen
que todo son dos [principios], como lo caliente y lo frío, ¿que entienden ustedes por
ese 'son'?" (Sofista, 243d). La pregunta es retórica, pues él conoce ya la respuesta...y
ella se encontraba ya en Parménides.
19
De diecinueve utilizaciones del participio, sólo en cuatro ocasiones aparece con artículo, en catorce
sin artículo, y hay un caso dudoso, que depende de la fuente manuscrita que se adopte.
20
Ver G.Curtius, Grundzuge der griechischen Etymologie, Leipzig, 1858-62, p. 350. Este valor se
encuentra en la fórmula habitual utilizada por Homero para referirse a los dioses, aeì eóntes, que no
significa, como suele creerse, "que existen siempre", sino "que están siempre vivos".
21
"Avoir existence, se trouver en réalité", E.BENVENISTE (1966), p. 188.
62
22
R.J.Cunnlife, A Lexicon of the homeric Dialect, Londres, 1924, pp. 111-112. El Lexicon Homericum
dirigido por E.Ebeling a partir de 1880 (Leipzig) había reconocido diecinueve usos diferentes, vol I,
pp. 359-365.
23
F.Passow propone en ese caso las siguientes significaciones: "ich bin wirklich oder vohanden, ich
habe Besdtand oder Dasein, ich existiren" (Handwörterbuch des griechischeb Sprache, Leipzig, II,
1847, p. 792.
24
"Hay" deriva de "ha" + "i" (heredero de "ibi"), "allí".
25
Una fórmula similar se encuentra en el fr. 1 DK de Protágoras, "que es" (hos éstin), pero en la frase
anterior estaba el sujeto, "de lo que es" (tôn ónton), con lo cual la frase completa es: [el individuo es
criterio] "de lo que es, que es".
63
26
Como vimos en la nota 22, R.J.Cunnlife encontraba esta posibilidad ya en Homero. Ver Il. XII.327,
ouk ésti phugeîn) [ phugeîn infinitivo]: "no es posible huir".
27
Y no en un pasaje anterior, como era el caso del texto de Potágoras citado en la nota 24.
64
persona, ya sea con valor impersonal, se puede agregar el infinitivo que posibilita ese
presente, ya que sin "ser", no hay "es".
Habíamos dicho que no nos ocuparíamos de la tesis negativa, que Parménides
expone sólo como posibilidad a priori, pero que, una vez puesta a prueba, debe ser
rechazada. Sólo diremos que ella es la negación contradictoria de la tesis positiva: "no
es posible (ouk ésti) [ser] y es necesario (khreon esti) no ser" (2.5). Este camino es
impracticable. ¿Por qué? Porque "no conocerás ni mencionarás algo28 que no sea (tò ge
mé eón) (2.7-8). En el resto del Poema se justificará esta afirmación cuando
Parménides llegue a la conclusión de que "no hay entes que no sean" ([ouk] eînai mè
eónta) (7.1).
El resto del Poema desarrolla los elementos contenidos en las dos tesis (una
positiva, otra negativa) que la diosa, portavoz de Parménides, formula de manera
solemne al comenzar su curso de filosofía. La tesis negativa será abandonada porque
es auto-contradictoria (afirma y niega a la vez la existencia del hecho de ser: ver fr.
6.7-8), y quienes la sostuvieron (los "mortales") la tomaron como base para elaborar
una física dualista que es "engañadora" (8.52) y que se anula a sí misma.
28
La separación entre tò y mé eón llevada a cabo por ge muestra con claridad que tò no es el artículo
de mé eón (lo cual permitiría la traducción "lo que no es"), sino un demostrativo, "algo" que no es.
65
de este capítulo, para que la realidad pueda explicarse (que es la tarea propia del
filósofo) debe admitirse, previamente, que hay realidad, y, en esta fórmula, es el "hay"
que debe privilegiarse. Parménides agrega esta "novedad". En realidad, Parménides
comprueba que las cosas, tà ónta, incluso literalmente, "están siendo" (participio
presente del verbo "ser", con valor de gerundivo29), ya que cada cosa "es", y toda su
filosofía es una analítica de la significación de "es" como fundamento de todo lo que
"está siendo".
La unión entre "es" (esti) y "siendo" ("eón") se lleva a cabo en el primer verso
del fr. 6, que, según nuestro orden de lectura, tendría que ubicarse después del fr. 2, ya
que extrae la única conclusión posible de la imposibilidad de conocer y de mencionar
algo que no sea (2.7-8): "es necesario decir y pensar que siendo, se es" (eón émmenai
[=ésti]) (6.1) ¿Por qué? Las últimas palabras del verso 1 y las primeras del verso 2,
siempre del fr. 6, nos ofrecen la respuesta: porque "es posible ser" (ésti gàr eînai),
mientras que "la nada no existe" (medén ouk éstin). La existencia del hecho de ser
fundamenta que, a partir del mismo, se pueda forjar un participio presente, eón, que
hace las veces de sujeto gramatical del "es", como vimos en la fórmula que resume en
dos palabras la filosofía de Parménides: "siendo, se es" (eón émmenai [=ésti]). Hasta
acá, la expresión "El Ser" brilló por su ausencia.
Como dijimos en varias ocasiones, si hay entes, "cosas" que son, es porque hay
ser. Recién vimos la frase "es posible ser" (6.1), pero, dado que no es posible no ser
(como se dijo en el fr. 2.3), la posibilidad de ser deviene necesidad. Y por esa razón su
opuesto, "es necesario no ser", ya fue considerado como inconcebible en 2.5. La
necesidad de ser deriva de la imposibilidad de no reconocer que "se es" (éstin). En los
pasajes fundamentales del Poema Parménides recurre a la forma conjugada, éstin, y al
infinitivo, eînai. El participio eón es una consecuencia de la conjunción de "es" y de
"ser", es la forma verbal que permite que un "objeto" pueda ser descrito, como se ve en
el extenso fragmento 8, lo cual no significa que el carácter activo del participio se
pierda.
Volvamos a la preeminencia del infinitivo en Parménides. El fundamento del
error de los mortales, denunciado en los versos 8 y 9 del fragmento 6, consiste en que
29
Volveremos a ocuparnos de este tema más adelante.
66
son incapaces de distinguir entre "ser y no ser" (pélein te kaì ouk eînai), o sea, dos
infinitivos, que, para ellos "son lo mismo y no lo mismo". K.Reinhardt propuso en
1916 una interpretación errónea de este texto, que se adoptó desde entonces en forma
casi unánime30, según la cual los mortales sostienen que "tanto el ser como el no-ser
existen" (kaì tò ón kaì tò mè ón éstin)31. Los mortales confunden el hecho de ser
(pélein) con su negación, y no dos "objetos". El uso del verbo pélein en este pasaje
como sinónimo de eînai es muy interesante porque confirma que eînai tiene para
Parmenides valor existencial-locativo (como ya vimos), que es precisamente el sentido
originario de pélein; encontrarse en un lugar, estar, como consecuencia de una
actividad previa32. Digamos finalmente que en los dos pasajes en los que Parménides
expone la alternativa fundamental de su filosofía, recurre ya sea a la forma verbal
conjugada ("se es, o no se es", éstin è ouk éstin, 8.16) o al infinitivo ("existir en forma
absoluta, o no", pámpan pelénai è oukhí, 8.11)33.
.
(g) El participio eón con o sin artículo.
El participio presente eón, sin artículo, suele acompañar a un sustantivo o
adjetivo y tener valor de aposición, en cuyo caso hasta puede traducirse por una frase
completiva. Dicho uso es muy frecuente y ya se encontraba en Heráclito, "la guerra
eónta (acusativo de eón) común" (fr. 80 DK), que significa tanto "la guerra, siendo
común", como "la guerra es común". Parménides, en cambio, independiza el participio
y lo convierte término de referencia "objetivo" del dinámico "es", que, gracias a él, se
despliega en diversas maneras de "estar siendo".
Antes de ocuparnos de este tema, debemos aclarar por qué en varias ocasiones
usamos el término "siendo". En castellano, se trata de un gerundio34, pero esta forma
verbal no existe en griego. No obstante, tanto en griego clásico como en griego
moderno, cuando se trata de traducir a otra lengua el sentido del participio presente
activo (ya sea eón, del verbo "ser", en la jerga de los filósofos, como lúon, del verbo
30
El discípulo más imaginativo y poético de Reinhardt, Martín Heidegger, contribuyó notablemente a
esta tarea de desinformación.
31
K.REINHARDT (1916), p. 36.
32
P.Chantraine dice que la significación más corriente de pélein es "producirse, existir" (Dictionnaire
étymologique de la langue grecque, París, 1974, vol.III, p.877).
33
Sobre esta distinción, ver nuestro trabajo citado en la nota 17.
34
Así hemos traducido también el texto de Heráclito citado más arriba.
67
"desatar" o titheís, del verbo "colocar", etc.) suele recurrirse al gerundio: "siendo",
"desatando", "colocando", salvo cuando se impone una concordancia con un sujeto
eventual, y en ese caso se traduce "el, la, lo, que es", "el, la lo que desata", "el, la lo
que coloca", pero en ese caso se le agrega el artículo, ya en griego. Como, según
nuestra interpretación del valor de eón en Parménides, el uso del artículo es accesorio
en griego, y en traducciones (ver más abajo) es fuente de confusión, sólo la traducción
de eón por "ente" sería aceptable. Pero es verdad que traducir 6.1, eón émmenai, por
"ente es", o 8.32, ateleúteton t'eón...eînai, por "[no es lícito que] ente sea imperfecto",
sería improcedente. Además, el castellano "ente" no tiene sentido dinámico, como eón
e incluso el latín "ens". Por todas estas razones preferimos traducir eón por el gerundio
castellano "siendo", que, según la gramática, es un modo que expresa acción
simultánea o duración. Otra ventaja del gerundio es que conserva este valor incluso
cuando se le agrega el artículo, lo cual nos permite superar el inconveniente de las
traducciones, que deben agregarlo, incluso cuando no está en el texto griego. Por
ejemplo, el verso 8.32, recién citado, conserva la significación dinámica de eón, sin
artículo, incluso si lo traducimos con artículo en castellano: "[no es lícito que] lo que
está siendo sea imperfecto".
Volvamos al uso parmenídeo del participio, que es fundamental, ya que en la
historia de la filosofía, a partir de una interpretación (a juicio nuestro) tergiversada de
este participio, se forjó la fórmula "tò eón", que caracterizará a "El Ser", ya desde
Meliso. Dijimos que el participio eón aparece en diecinueve ocasiones en Parménides
(ver nota 19): catorce veces sin artículo y cuatro con artículo (hay un caso dudoso,
8.32, que depende de la fuerte manuscrita que se siga). Lamentablemente, salvo que
se recurra a argucias tipográficas, esta diferencia no se puede conservar en las
traducciones. Tomemos un pasaje al azar: 8.25, eón gàr eónti pelázei. Los participios
eón y eónti no tienen artículo, a pesar de lo cual las únicas traducciones posibles deben
agregarlo: "lo que es se aproxima a lo que es", "el ente se aproxima al ente". Las
traducciones cosifican una actividad dinámica: dos "siendo" que se aproximan. El
recurso a los corchetes no soluciona el problema: "[lo] que es..." o "[lo que] es...". No
se puede elegir...
68
forma gramatical, es apto para recibir atributos, lo cual le está vedado a éstin. Es del
eón, del "siendo", o, para habar en castellano, es "de lo que está siendo", que se va a
afirmar que no proviene de la nada, que es único, que es homogéneo, etc. Y en dos
ocasiones, en este extenso fragmento, Parménides sustantiviza el participio.
No es nuestro propósito exponer en detalle los caracteres de "lo que está
siendo" para Parménides. Como ejemplo, veamos sólo los primeros versos del fr. 8:
"como lo que está siendo (eón) es inengendrado, es también incorruptible, total, único,
inconmovible y acabado" (8.3-4). Y la serie continúa: "ni existió ni existirá, sino que
existe ahora35 (nûn), completamente homogéneo, uno, continuo" (8.5-6). Lo que está
siendo es así porque está presente en todo lo que es. La pretendida "unidad" del ser no
significa que exista una sola cosa, ni que sólo Lo Uno exista, aberración que suele
leerse en ciertos lugares, cuando en realidad esta teoría, como veremos, pertenece a
Meliso36. Así como un físico no dudaría en afirmar que el agua es una, o que la energía
es una, ya que con el singular está refiriéndose al ser del agua, que no cambia (H²O), o
al ser de la energía (MC²), Parménides dice que el hecho de ser es único. ¿Cómo
podría haber dos o más hechos de ser? ¿En qué se diferenciarían? ya que, si hay
diferencias, uno no es el otro, y el no-ser se mezclaría con el ser. Vimos que los
primeros filósofos utilizaban la expresión "tá ónta" (plural) para referirse a todas las
cosas; Parménides, en cambio, introduce una revolución que va a quedar en la
terminología de la filosofía: utiliza el singular, tó ón, ya que todas las cosas comparten
el hecho de ser, que es único.
Como no hay más o menos ser (pues "se es, o no se es", 8.15), el hecho de ser
es homogéneo, inalterable, y esto es así "necesariamente". Para aludir a la noción de
necesidad Parménides recurre a imágenes poéticas, como en la descripción del viaje
del fr.1, y hace alusión a los límites que imponen las cadenas de Ananke (la
35
Ya la tercera persona del presente, éstin, lo había indicado.
36
"Cuando Platón y Aristóteles presentan el monismo como la tesis principal de los eléatas [...] están
interpretando Parménides a través de los anteojos de Meliso" (KIRK-RAVEN- SCHOFIELD, [1983],
p. 395).
70
Necesidad) (8.30), y al poder de Moira (el Destino) (8.37), que lo obliga a permanecer
total e inmóvil37.
Este hecho de ser único, homogéneo38, "da" ser a todas las cosas, que por eso se
llaman, en griego, entes, ónta, ya que "participan" (ónta es participio del verbo ser) del
ser. No se puede "obligar a lo que está siendo a no estar conectado con lo que está
siendo" (fr. 4.2), porque "lo que está siendo está próximo de lo que está siendo" (8.25).
Si Parménides llegó a la conclusión de que "siendo, se es", fue para justificar la
existencia real de las cosas, que "asumen" el hecho de ser, en tanto ónta, y que por eso
son. Un Ser Uno que no explica nada y que se regodea consigo mismo será patrimonio
de Meliso; Parménides es inocente.
Parménides se ocupa del hecho de ser, que se capta en lo que está siendo ahora,
dinámicamente, porque ni fue ni será, sino que es ahora (fr. 8.5).
37
Que lo que está siendo permanezca "inmóvil" no significa que no sea dinámico. Al respecto
podemos invertir el texto ya citado de Heráclito, "cambiando, se reposa" (fr. 84a DK) y decir que, en
Parménides, "está en reposo, agitándose", o sea, "siendo".
38
Parménides dice que es homogéneo como la masa de una esfera perfecta (8.43). De ahí a hablar del
"Ser esférico" de Parménides hay un abismo insondable. Si una esfera es perfecta es porque su masa es
homogénea. Lo mismo le ocurre al hecho de ser, que no tiene mayor intensidad en un "ente" que en
otro: o se es, o no se es.
39
Lo cual no significa que estos pensadores no hayan recocido otro tipo de oposiciones, por ejemplo,
visible e invisible. La conocida tabla de los opuestos de los pitagóricos es una prueba fehaciente.
71
PRIMER INTERLUDIO1
Las excentricidades de Zenón y de Meliso.
En el campo de la filosofía la evidencia no es una prueba de la verdad de una
teoría (y tampoco en la ciencia: es evidente que el sol transita por el cielo de este a
oeste...pero es falso). No obstante, hay casos en que la evidencia se acerca a la verdad.
En efecto, basta leer los textos auténticos de Jenófanes, Parmenides, Zenón de Elea y
Meliso para darse cuenta de que es evidente que la llamada "Escuela Eleática", a la
cual, según se dice, pertenecieron, jamás existió2. Platón, en el Sofista (242d), y por
razones didácticas, sostuvo que Jenófanes (que es de Colofón, no de Elea) fue el
iniciador de un grupo de filósofos que afirmaron que el Ser es Uno, y la tradición
constituyó la escuela eleática a partir de dicha frase. El único de los cuatro filósofos
que sostuvo la tesis que Platón les atribuye fue Meliso. Para Jenófanes hay "un" dios
único; Parménides, como vimos, afirmó que el hecho de ser (no El Ser) es único y
total; y Zenón no afirmó nada. En los capítulos anteriores no nos ocupamos de
Jenófanes, ya que de sus poesías nada concreto puede extraerse sobre una eventual
explicación de la realidad de tà ónta; otorgamos un lugar eminente a Parménides en el
Capítulo IV, y en este Interludio explicaremos por qué no tendremos en cuenta ni a
Zenón de Elea ni a Meliso de Samos.
1
Llamamos "Interludio" a esta sección de nuestro trabajo porque, como afirmamos en la Introducción,
sólo decidimos tener en cuenta a aquellos filósofos (que son la mayor parte) que propusieron una
explicación sobre la realidad de las cosas, y que dejaríamos de lado a quienes se consagraron a
"deconstruir" toda explicación argumentada de realidad (como Zenón de Elea y los sofistas) o
elaboraron un sistema que impide explicarla (como Meliso). En este Interludio intentaremos justificar
nuestro juicio negativo.
2
Hace años dedicamos dos trabajos a confirmar esta severa apreciación: N.L.Cordero, “Simplicius et
l’école éléate”, en Simplicius. Sa vie, son oeuvre, sa survie, ed. Ilsetraut Hadot, Berlín-New York,
1987, y N.L.Cordero, “L’invention de l’école éléatique (Platon, Soph. 242d)” en Études sur le
“Sophiste” de Platon, ed. Pierre Aubenque, Nápoles, Bibliopolis, 1991.
3
Definición ofrecida en un curso sobre Zenón en el encuentro "ELEATICA" en enero de 2009,
llevado a cabo en Elea (hoy, Ascea, Italia).
73
5
Ver Simplicio, Fis. 141.2-8 (pasaje que parece contener una cita textual de Zenón, el fr. 2): "En cada
una de sus argumentaciones [...] muestra que quien afirma que existe la multiplicidad incurre en
contradicciones".
6
Ver Simplicio, Fís. 99.7-18: "[Zenón], como dice Eudemo, también elimina lo uno (pues llama "lo
uno" al punto) y acepta la existencia de la multiplicidad", y Séneca, Epístola 88.45: "Si creo a Zenón,
ni siquiera existe lo uno".
7
Al respecto, ver N.L.Cordero, "Zénon d'Élée, moniste ou nihiliste?", en La Parola del Passato, vol.
XLIII, 1988, pp. 100-126.
75
8
Curiosamente, en las citas textuales de Meliso recuperadas hasta hoy la palabra phúsis no aparece
76
9
Ver M.Untersteiner, "Un aspetto dell'essere melissiano [Melisso 30 B 9 DK]", Rivista critica di
storia della filosofia, 8, 1953, pp. 597-606.
10
Ver Aristóteles, Física I.3.186a10: el razonamiento de Meliso es un "paralogismo".
11
Por ejemplo, KIRK-RAVEN-SCHOFIELD (1983) encuentran que el fragmento 9 "is a deeply
puzzling text" (p. 400). W.K.C.GUTHRIE (II, 1965) escribe que, después de haber expuesto los
atributos del Ser, "Meliso agrega sorprendentemente (surprisingly) que él no siente penas ni dolores"
(p. 113).
12
La versión de la filosofía de Meliso presentada por el escrito anónimo (atribuido en su momento a
Aristóteles) De Melisso, Xenophane et Gorgia, insiste en este punto: "ei ti estin...", "si algo existe..."
(974a1).
77
curiosos, ya que para afirmar que es ilimitado Meliso dice que tiene un "tamaño"
(mégethos) ilimitado (ápeiron) (fr. 5 DK), si bien no es corpóreo (sôma mè ékhei) (fr.
9 DK). Los autores que buscan a todo precio otorgar coherencia a Meliso hacen
esfuerzos titánicos para explicar cómo algo que tiene tamaño puede no tener cuerpo.
No obstante, aunque se consiga esfumar el término "cuerpo", es la espacialidad
del Ser la que determina su Unidad, ya que, como el vacío no existe, el Ser ocupa todo
el espacio y no limita con nada (fr. 5 y 6 DK).Y la inexistencia del vacío es también la
causa de la inmovilidad, ya que, como el vacío no existe, el Ser no tiene donde
moverse (fr. 7.7 DK). E, insólitamente, en el fr. 7.2, se le atribuyen al Ser, aunque
negativamente, actitudes humanas: "no sufre ni se apena".
Como ya adelantamos, Aristóteles pierde su calma habitual cuando se refiere a
Meliso y lo trata de "rústico" (agroikóteros: en realidad "rustiquísimo") (Met.
I.5.986b27) y de "grosero" (phortikós) (Fís. I.3.186a8), ya que no respeta las reglas
elementales del razonamiento e incurre en paralogismos13. Según nuestra opinión,
aunque quizá Aristóteles esté en lo cierto, los defectos principales de ese "algo" que
Meliso llama ser Ser son (a) la aplicación de cualidades "concretas" (que no son sólo
imágenes, lo cual podría tolerarse) como la noción de "tamaño" o de espacialidad para
una realidad que él mismo define como eterna, una, ilimitada y total, ya que sólo ella
existe, y, en consecuencia (b) la imposibilidad de justificar las realidades concretas,
que, según se deduce de los atributos del Ser Uno, no existirían. Como bien expresó
Jaap Mansfeld en un curso sobre Meliso, su sistema "no deja lugar para una filosofía
de la naturaleza"14. Es por esa razón que no lo incluimos en nuestra serie de los
filósofos que sostuvieron una concepción dinámica del ser.
No podemos abandonar a Meliso sin mencionar una consecuencia secundaria de
su filosofía, de la cual él no es culpable, pero que tuvo un efecto nefasto para los
estudios filosóficos. Dada las similitudes formales que se pueden constatar entre su
tratado y el Poema de Parménides, y dada la dificultad de comprensión intrínseca a la
filosofía de Parménides, ya desde Platón hubo una tendencia a leer a Parménides con
13
Ver nota 9.
14
Conferencia llevada a cabo en el ámbito del encuentro ELEATICA en mayo de 2012 (en Elea, hoy
Ascea, Italia).
78
15
Ver Capítulo IV, nota 36.
79
CAPÍTULO V
La realidad dinámica de Empédocles, Anaxágoras, Diógenes de Apolonia y los
pitagóricos
Si bien es difícil apoyarse sobre datos más o menos precisos, la mayor parte de
los historiadores de la filosofía concuerdan en que, año más, año menos, Empédocles
de Agrigento, Anaxágoras de Clazomene y el primer atomista, Leucipo, son casi
contemporáneos: todos habrían nacido al comienzo del siglo V. Y, pocos años
después, se ubica el nacimiento de Diógenes de Apolonia. Respecto de los pitagóricos,
ya hablaremos de los problemas de cronología. Como tenemos la intención de
privilegiar la filosofía de los atomistas, haremos una breve presentación de los otros
pensadores, y ella será forzosamente breve ya que los pasajes de los textos que han
llegado hasta nosotros evidencian de modo claro y distinto que concibieron el ser de
las cosas de manera activa y dinámica, y nuestra tarea se limitará a exponer sus
argumentos. Los atomistas, por su parte, serán objeto de nuestro Capítulo VI.
1
Las anécdotas que lo muestran paseándose con una túnica roja y sandalias de bronce, rodeado de
servidores, son innumerables (Ver Diógenes Laercio, Libro VIII). La tradición relata que se zambulló
al interior del cráter del Etna para demostrar que era un dios. Ver fr. 112.5 DK: "Yo soy, entre ustedes,
un dios inmortal". Dado que todos los hombres son mortales, no hay testigos de si realmente pasó de
su zambullida a la inmortalidad, aunque, si tuvo éxito, lo hizo semi-descalzo, ya que el Etna devolvió
una de sus sandalias (D.L.VIII.69).
2
"[Empédocles] es el personaje más colorido de toda la filosofía antigua" (F.Nietzsche, Les
philosopohes préplatoniciens, trad. francesa, París, 1994, p. 214).
80
hereda y completa con nuevos elementos -especialmente con dos "fuerzas" motrices-
la búsqueda de los antiguos phusikoí3.
Empédocles conocía sin duda alguna el Poema de Parménides (del cual tomó
expresiones e incluso imágenes), y, a su vez, también él se expresó por medio de la
poesía. Pero ahí terminan las semejanzas. Quizá porque después del descubrimiento
parmenídeo ("si hay cosas es porque hay ser") su observación fue aceptada como algo
obvio por parte de los filósofos posteriores, Empédocles concretiza el hecho de ser en
elementos, a los que llama "raíces". En tres ocasiones, en las citas recuperadas, dice
que "estos mismos [=los elementos] existen, y luego, por cambios recíprocos, devienen
todas las cosas" (fr. 17.34, 21.13 y 26.3 DK). Además, en la cita conservada hoy como
fr. 12 DK Empédocles dice que "es imposible que algo surja de lo que no es en
absoluto", lo cual podría ser una admisión del axioma básico de Parménides. En
realidad, puede decirse que Empédocles vuelve al pasado y propone una explicación
total de la realidad a partir de su fundamento. Vimos en el Capítulo II que los primeros
phusiologoí hacían derivar la realidad de un principio vital y que Anaximadro había
sostenido que dicho principio, para él, indefinido, estaba preñado con gérmenes que
luego originarían en primer lugar los opuestos y luego todas las cosas.
Empédocles se aproxima a esa idea y utiliza el término "raíces" (rhizómata)
para referirse a los opuestos, que, por primera vez, según Aristóteles 4, son reducidos a
sólo cuatro "elementos"; aire (o éter), agua, tierra y fuego. Se recordará que en la
etimología de la palabra "phúsis" la raíz -phu significaba "crecer, brotar", y que por
ello en su origen (en Homero, por ejemplo), sólo en un vegetal se podía detectar el
resultado de un crecimiento. El uso de la palabra "raíz" por parte de Empédocles pone
en evidencia que encara la realidad como el resultado de un "crecimiento" a partir de
los elementos, que son en realidad "raíces" de algo que surgirá después, que se
combinan para dar forma a las cosas, que no nacen ni perecen (ver fr. 8 DK), sino que
son sólo resultado de mezclas y separaciones de los mismos.
Pero tanto el crecimiento de los elementos (=de las "raíces") como sus mezclas
y separaciones no se llevan a cabo al azar, sino dirigidos por dos fuerzas antitéticas, el
3
Recordemos la frase de Aristóteles ya citada en el Capítulo I: "Convendría considerar que más que
un poeta Empédocles es un phusiólogos" (Poética, I.1447b19).
4
Aristóteles, Metafísica, I.4.985a31.
81
5
Aristóteles encuentra por primera vez en Empédocles una causa eficiente o agente (Metafísica,
I.4.985a29).
82
separados. Pocos especialistas votan por la etapa que va del predominio del odio a la
supremacía del amor, porque algunas de las descripciones de seres vivos que podrían
corresponder a este período tienen un aspecto más bien monstruoso, como si la mezcla
se llevase a cabo sin medidas (ver fr. 61 DK). La etapa que va del monopolio del amor
al predominio de la discordia, en cambio, podría corresponder a nuestro universo
actual (si bien Empédocles no lo dice), es decir, una existencia donde cohabitan el
amor y la discordia, pero que en realidad se dirige hacia el predominio de esta última,
lo cual se correspondería también con relatos míticos, como el de Hesíodo, que
describen una degradación progresiva de la humanidad.
. Todo este proceso, demás está decir, supone un dinamismo evidente. La
aplicación de esta manera dinámica de concebir la realidad respecto de la purificación
y de la transmigración, que es el objetivo fundamental de Empédocles, no nos interesa
en este momento.
6
Ya en 1897 E.Dentler había afirmado que khrêma debe entenderse como el componente primario, o
sea, las "semillas" (Die Grundprincipien der Philosophie des Anaxagoras, Fulda, 1897, p. 17).
83
es siempre menor, existe, "pues no es posible que lo que es, no sea" (loc.cit.). Esta
frase, de acentos parmenídeos, pone en evidencia que Anaxágoras da por supuesto, sin
cuestionarlo, que sus semillas "poseen" ser y que la realidad compleja que "brotará" de
ellas también lo tendrá.
Como son infinitas, las semillas son semillas de todo: carne, huesos, pelo, y
ninguna predomina sobre las otras. Es así como en cada cosa hay semillas de todo, de
tal modo que "todo está en todo" (en pantì, pánta) (fr. 6 DK). En cada cosa hay una
mezcla de "semillas" de todo, y cada cosa determina su identidad en función de la
semilla que predomina en ella. Gracias a esta concepción, Anaxágoras es un exponente
evidente de la inexistencia, en esta etapa del pensamiento, de dicotomías que verán la
luz sólo con la sofística. Ya veremos el caso de los atomistas, pero en Anaxágoras no
hay diferencia entre lo "sensible" y lo "inteligible". Las "semillas" (a las cuales
Aristóteles llama "homeomerías", literalmente, "de partes semejantes"),
cualitativamente, sólo pueden ser pensadas, pero son "extensas", pues constituyen as
cosas reales. Como escribió Léon Robin, "Es así como la extensión, que no está nunca
separada de la cualidad, deja de ser una noción abstracta, mientras que, por su parte, la
cualidad, por estar unida a la extensión, deviene inteligible. Se superan así, como la
verdad científica invita a hacerlo, las apariencias sensibles, porque se encuentra
entonces la visión de las cosas ocultas"7
Para llevarse a cabo la individuación, las semillas debieron separarse del
conjunto total en que estaban reunidas al comienzo. Esta separación se produjo cuando
el Nous, que es una suerte de causa eficiente exterior al conjunto de las semillas,
impuso un movimiento de rotación a la totalidad originaria. La fuerza (bíe) se este
movimiento giratorio (hoy hablaríamos de fuerza centrífuga) hizo que de la totalidad
originaria se fuesen separando conjuntos de semillas (fr. 12 DK): "mientras las cosas
se movían y se diferenciaban, la rotación hacía que mucho más se diferenciaran" 8 (fr.
13 DK). De ahí surgieron todas las cosas: "todo cuanto el Nous movió, se diferenció"
(loc.cit.). Pero la actividad del Nous queda resumida a este impulso originario, y es
7
L.Robin, La pensée grecque et les origines de l'esprit scientifique, Paris, 1928, p.149.
8
Traducción de Ángel J. Cappelletti en La filosofía de Anaxágoras, Caracas, 1984, p. 152.
84
conocida la crítica de Platón acerca del papel inexistente del Nous después de haber
puesto en marcha el proceso giratorio del todo (Fedón, 97d)
Otros aspectos de la filosofía de Anaxágoras9 no son pertinentes para nuestro
tema. Nos limitaremos a decir que su concepción dinámica de la realidad, encarada
como la "germinación" de una serie de semillas puestas en movimiento por una causa
eficiente que él llaman Nous, coincide con la posición de los filósofos que vimos en
Capítulos anteriores (menos en nuestro Primer Interludio).
9
En la actualidad, el trabajo más completo sobre este filósofo es el de Patricia Curd, Anaxagoras of
Clazomenae. Fragments and Testimonia. A Text and Translation with Notes and Essays. The Phoenix
Presocratics, 6. Phoenix Supplementary Volumes, 44. Toronto: University of Toronto Press, 2007,
pp. xiv, 279.
10
Por ejemplo, T.Gomperz, Griechische Denker, Leipzig, 1896, vol I, p. 299 (En la p. 301 Diógenes
es tratado de "enciclopédico"). Ver también KIRK-RAVEN- SCHOFIELD (1983), p. 436: "eclectic,
but not valueless". W.K.C.GUTHRIE (II,1965) dice que "hizo un uso considerable de teorías
anteriores" (p. 362), pero que la palabra "eclecticismo" no reproduce la admiración que merece la
ingenuidad con la que adaptó las ideas de los otros (p. 371). Siglos después, el ejemplo paradigmático
de un pensador ecléctico será Cicerón. Ver E.Zeller, Die Philosophie der Griechen, 4a ed.,
Leipzig,1909, vol. III (1), p. 678.
.
85
las cosas son en el fondo lo mismo. El devenir cósmico, el ritmo de las estaciones, el
día y la noche, no podrían tener lugar si no hubiera un pensamiento (nóesis, fr. 3 DK).
"Según mi opinión, eso que tiene pensamiento (nóesis) es lo que los hombres llaman
aire. Es por él que todos los hombres son gobernados y es él que gobierna todas las
cosas" (fr. 5 DK). El aire es multiforme, está en todos lados, en todas las cosas, y
porque el aire es multiforme, las cosas son multiformes (loc.cit.).
¿Por qué el aire? "Porque los hombres y las otras criaturas vivientes viven
gracias al aire, respirando. Éste es para ellos a la vez el alma (psuché) y la inteligencia
(nóesis)" (fr. 4 DK). No obstante, como el aire tiene varias formas (=es multiforme), es
especialmente el aire caliente el que es inteligente, e incluso divino (loc.cit.). Es ésta la
única diferencia entre el mundo animado y el inanimado: el mayor o menor calor que
posee el aire.
De las escasas diez citas textuales de Diógenes de Apolonia que han llegado
hasta nosotros se deduce que, para él, "la vida del mundo se concibe según el modelo
de la vida orgánica"11. J.Burnet había ya afirmado que "el interés principal de
Diógenes fue la fisiología"12, y su universo viviente -eco, quizá, de las ideas de
Anaxímenes, que también había privilegiado el aire- refleja la misma concepción
dinámica de la realidad que acabamos de encontrar en Empédocles y en Anaxágoras.
14
En este análisis retomamos algunos puntos expuestos en N.L.CORDERO (2008), Cap. III.
15
Según Aecio, "Pitágoras fue el primero llamar 'kósmos' a todas las cosas, dado su orden (táxis)"
(II.1.1)
87
Filolao, fr. 8 DK), la serie de los números, que van a constituir, siempre según un
modelo genético, todas mas cosas, que son, como vimos en el texto de Aecio, el
resultado del crecimiento de una "fuente" y de una "raíz".
89
CAPÍTULO VI
Los átomos palpitantes de Leucipo y Demócrito
Si hay una escuela filosófica de la antigüedad que sostuvo una concepción
dinámica de la realidad, esa escuela es el atomismo. En los Capítulos precedentes
hemos evitado utilizar el término "escuela". Cuando nos ocupamos de los primeros
filósofos hablamos de "los ciudadanos de Mileto", no dijimos nada de los pitagóricos
del tiempo de Pitágoras, ya que nada seguro se sabe ellos, y negamos que se pueda
hablar de una "escuela eleática"1. En el caso de los atomistas, en cambio, la noción de
escuela se impone, ya que se trata de un movimiento iniciado por Leucipo (de quien
poco o nada se sabe), y continuado y consolidado por Demócrito, al cual se sumaron
luego autores menores como Metrodoro, Anaxarco, Diógenes de Esmirna, Hecateo de
Abdera, Nausífanes (aparentemente, el primer "maestro" de Epicuro, que adoptó la
física atomista), Bolos, etc.
La cronología de los atomistas es difícil de establecer. En el Primer Interludio
sugerimos que, si bien la diferencia en años ha de haber sido mínima, al menos el
primer atomista, Leucipo, fue anterior a Meliso, ya que, según nuestra interpretación,
la extraña filosofía de Meliso puede explicarse como una crítica al atomismo. Como
nos han llegado gran número de referencias respecto de Demócrito (que pudo haber
nacido en Abdera, Tracia, alrededor del año 4942), es de suponer que su maestro
Leucipo nació algunos años antes, a fines del siglo VI, quizá en la misma pólis (si bien
otras fuentes proponen Mileto o Elea3). Cuando un autor antiguo hace alusión a los
atomistas suele mencionar, en la inmensa mayoría de las referencias, únicamente a
Demócrito. Sólo excepcionalmente se habla de "Leucipo y Demócrito". Esto puede
deberse a dos razones: (a) porque no se detectan diferencias entre la filosofía de
ambos autores, y, especialmente, (b) porque la cantidad de citas textuales de
Demócrito, conservadas quizá ya en la antigüedad, es abrumadoramente mayor que las
1
Mencionamos incluso dos artículos en los cuales demostramos nuestra posición: ver Primer
Interludio, nota 2.
2
Ver M.I.Santa Cruz -N.L.Cordero, "Leucipo y Demócrito" en Los Filósofos Presocráticos, vol. III,
Madrid, 1980, p. 156, n. 6.
3
Ver Diógenes Laercio, IX.30.
90
escasísimas frases literales atribuidas a Leucipo: sólo dos, frente a los doscientos
noventa y ocho textos4 de Demócrito repertoriados en 1903 por H.Diels5.
El estudio del atomismo tiene para el investigador actual una ventaja
considerable, que estaba ausente de los sistemas anteriores. Hay, por un lado, una gran
cantidad de citas auténticas, lo cual permite llevar a cabo una investigación en
condiciones óptimas, es decir, partir de los textos auténticos y apreciar luego la
pertinencia o no de los comentarios. En el caso de otros "presocráticos",
lamentablemente, suele seguirse el camino inverso: se parte de las interpretaciones y
se intenta encontrar en los textos el fundamento de las mismas. Parménides y
Heráclito, entre otros, son las principales víctimas de esta kakotekhnía ("mala
técnica"), como había ya profetizado Heráclito en el fragmento 129. Y, por otro lado -
lo cual es también excepcional- en el caso de los atomistas, los abundantes
comentarios, tanto de Aristóteles6 como de Simplicio, Plutarco y otros, coinciden con
las citas textuales. No dudamos en afirmar, entonces, que pocos son los puntos oscuros
que presenta el atomismo al estudioso actual y que de la colaboración entre las citas
literales de Leucipo y de Demócito, y los comentarios de la antigüedad surge una
concepción del ser de las cosas que coloca como punto central del mismo el carácter
dinámico y -como veremos- "palpitante" de la realidad.
4
No obstante, casi les tres cuartas partes de los mismos (cerca de doscientas veinte citas) llegaron
hasta nosotros transmitidos casi todos por Estobeo bajo el nombre de "Demókrates" y se ocupan de
consejos o de máximas morales. Dada la lamentable superficialidad de estas citas, indignas del genio
de Demócrito, es probable que no sean auténticas. Gregory Vlastos llevó a cabo esfuerzos titánicos
para intentar justificar la coherencia entre estos textos y la física de Demócrito: "Ethics and Physics in
Democritus", Philosophical Review, 1945, pp. 578-592 y 1946, pp. 53-64.
5
Ver H.Diels-W.Kranz, Die Fragmente der Vorsokratiker, 1a. ed., Berlín, 1903.
6
Como es sabido, Platón, que menciona prácticamente a todos los filósofos anteriores e incluso a
algunos contemporáneos, no dice ni una palabra sobre los atomistas. Es curioso. Nosotros intentamos
explicar este silencio en N.L.Cordero, "Los Atomistas y los celos de Platón", Méthexis, XIII, 2000,
p.7-16.
91
atomistas, afirma que "Leucipo y su compañero Demócrito decían que los elementos
(stoikheía) son lo pleno (tò plêres) y lo vacío (tò kenón), a los cuales llamaron,
respectivamente 'el ser ' (o "lo que es": tò on) y 'el no-ser' (o "lo que no es", tò mé ón").
El ser era lo pleno y lo voluminoso (stereón), y el no-ser lo vacío y lo raro" (Met.
I.4.985b4). Este comentario de Aristóteles se apoya en una cita textual, transmitida por
Plutarco (Adv. Colot. 4 p.1108 F), considerada hoy "fragmento 156", en la cual se dice
que Demócrito llamaba "tò dèn" al cuerpo (sóma) y " tò medèn" al vacío. En este cita
Demócrito recurre a un término ya arcaico en su tiempo, dèn7 (que significa en
realidad "algo que es") como sinónimo de tò ón, sin duda para demostrar que los
elementos que toma como principios son diametralmente opuestos, ya que
precisamente la negación de dèn, me-dèn (me significa "no"; medèn es el término
ortodoxo para referirse a la nada8), que literalmente significa "no algo", caracteriza al
vacío. De la terminología elegida por Demócrito se deduce con claridad que, par él,
uno de los elementos, "el ser" (tò ón), es concebido como "algo" que es, y que el otro
elemento, que también existe, es concebido como un "no-algo", es decir, como la
negación polar del primero.
Esta negación polar merece una explicación. Como Demócrito asimila el ser al
cuerpo (o, como veremos, a corpúsculos), cuando se refiere a la nada (que es "algo"
que no es), "nada" debe entenderse como "un no-cuerpo", lo cual no significa que no
exista en absoluto. Para Demócrito, la nada así entendida no tiene menos existencia
que el ser; existe, pero como incorpórea, que es precisamente la característica del
vacío, lo cual le permite decir a Aristóteles que "el ser no tiene más existencia que el
no-ser, porque el vació no existe en menor grado que el cuerpo" (Met. I.4.985b7).
Simplicio comenta esta frase de Aristóteles y atribuye tanto al "ser" como al "no-ser"
el verbo hupárkho que, especialmente a partir de Aristóteles (y fundamentalmente en
los estoicos), posee el valor fuerte de "existir" (Fís. 28).
Ahora bien: ¿que características, propiedades o caracteres poseen tanto el vacío
como "lo pleno"? Los caracteres del vacío son, si puede decirse, negativos: son la
negación de las características definitorias de "lo pleno". Sólo puede decirse de él que
7
En realidad, dèn es el neutro de deís, que, antes de Demócrito, se encuentra sólo en el fr. 76 de
Alceo, poeta lírico del siglo VII a.C.
8
Ver Parménides, fr. 6.2 DK: "medèn ouk éstin", "la nada no existe".
92
es "infinito" (Simplicio, De Caelo, 294; Plutarco, Adv. Colot. 8 p. 110 F). Pero, a pesar
de esta casi indefinición, el (o "lo") vacío juegan el papel que se espera de un elemento
o de un principio ya que, como veremos, es la condición de posibilidad de las tres
características principales de los "cuerpos" plenos: la multiplicidad, la figura y el
movimiento.
Veamos estas tres características. Como ahí donde hay vacío no hay pleno, y
viceversa (que los cuerpos plenos estén en el vacío no supone que haya cohabitación
entre ambos: donde hay un cuerpo es porque el vacío le dejó "sitio"), no hay vacío en
el interior de los plenos, gracias a lo cual éstos no pueden dividirse. La división, en
efecto, supone un vacío interno que permite que una parte de algo se separe de la otra,
pero como no hay vacío en el interior de los plenos, éstos "no están divididos", y esto
es así porque ellos son compactos, voluminosos, y, en consecuencia, son "in-
divisibles". La indivisibilidad es el atributo principal de los cuerpos plenos y por esa
razón Leucipo y Demócito utilizan un adjetivo, "a-tomos ", literalmente, "no-
dividido". En sus textos originales siempre a-tomos es un adjetivo, atributo de un
sustantivo, ya sea de "naturaleza" (physis), de "realidad" (ousía) o de "figura" (idéa), y
la traducción literal de estas fórmulas tendría que ser "naturaleza, realidad o figura
átoma". Los comentadores sustantivaron el adjetivo y es así como se forjó la fórmula
"lo indivisible", literalmente, "lo átomo", en español; "el átomo", si bien en griego,
como las tres nociones que acabamos de mencionar son de género femenino, el cliché
es "la átoma", hè átomos. Demás está decir que nosotros también, por comodidad,
hablaremos de "los átomos".
Entramos ahora en un terreno resbaladizo, ya sea por naturaleza, ya sea porque
Zenón de Elea -contemporáneo por lo menos de Leucipo- lo enjabonó para
desestabilizar al atomismo. El problema reside en la tesis básica de los atomistas que
acabamos de presentar. Si el átomo es indivisible es porque posee cierta dimensión,
cierto tamaño. El vacío no es ni divisible ni indivisible, ya que nada puede decirse
sobre él9. En el caso del átomo, en lo que se refiere a su grandeza, no hay límite
9
Años después Epicuro, que adoptará la física atomista, escribirá que "no se puede decir [siquiera] que
en el infinito haya un 'arriba' o un 'abajo'" (Carta a Herodoto, 60).
93
10
Un testimonio de Aecio dice que nada impide que haya un átomo del tamaño del kosmos (I.12.6).
94
(b) El movimiento
Llegamos ahora el punto central del atomismo: el movimiento. Habíamos
avanzado que, en tanto no-átomo, el vacío es, paradójicamente, la condición de
posibilidad de las características del átomo. Si el espacio no existiera, el átomo (como
el Uno de Meliso) sería ilimitado y único. Gracias al vacío, que les fija límites, son
posibles las figuras de los átomos (en efecto, éstas "limitan" con el vacío que las
rodea) y como hay separaciones entre un átomo y otro, los átomos pueden ser
múltiples. Pero el papel fundamental del vacío es el siguiente: porque hay vacío
(recuérdese que para los atomistas, vacío, lugar y espacio son sinónimos) los átomos
tienen donde moverse. El movimiento (ya veremos cómo se lleva a cabo) es esencial,
ya que, como dijimos, es gracias a los encuentros entre los átomos que hay eso que en
otros sistemas se llama "generación".
Ahora bien: ¿cuál es la causa del movimiento de los átomos? Los atomistas no
lo dicen, y Aristóteles los critica por ello (De Caelo, III.2.300b8). La respuesta que los
atomistas no dieron y que difícilmente hubiese sido aceptada por Aristóteles, se
encuentra en el siguiente pasaje de W.K.C.Guthrie: "No es razonable preguntar por
qué se mueven. Habría que preguntarse ¿por qué tendrían que estar quietos?" 11. Como
el vacío no los presiona, los átomos se mueven naturalmente. A los caracteres
distintivos del átomo (figura, tamaño) debe agregarse el movimiento. Y esa necesidad
de moverse es tan imperiosa que incluso cuando se encuentran reunidos e integran ya
"objetos", continúan "palpitando", como se verá.
Como el átomo se encuentra completamente libre, se mueve al azar en "el vacío
infinito, que no tiene ni arriba ni abajo, ni medio, ni extremidades, ni límites"
(Cicerón, De finibus, I.6.17). Lucrecio, que asume con entusiasmo12 la herencia
epicúrea (y, con ello, la física atomista), escribió que "si tú crees que las partículas
elementales pueden estar en reposo, y, estando en reposo, engendrar nuevos
movimientos en las cosas, te alejas considerablemente de la verdad" (II.80-83). Hay un
11
W.K.C.GUTHRIE (II, 1965), p. 398.
12
Ver III.1-5: "A ti, [Epicuro], que fuiste el primero en hacer surgir la luz desde el fondo de las
tinieblas, y que iluminaste los bienes de la existencia, a ti, honor de la Grecia, yo te sigo e imprimo
mis pasos en los tuyos".
95
movimiento originario de los átomos, que tiene dos consecuencias: (a) cuando, al
desplazarse, algunos átomos encuentran afinidades con otros, como dijimos, se
aglomeran "para formare todo lo que discernimos. Hay que admitir que este
movimiento de los átomos (atomorum) no tiene inicio, sino que es eterno" (Cicerón,
loc.cit.). Pero (b) hay átomos que, al no reunirse, rebotan y toman una nueva dirección.
Se puede hablar en este caso de un "segundo movimiento", que ya no es originario,
sino que está determinado o al menos orientado por la fuerza del choque, por la masa
(grande o pequeña) del átomo, etc. Este doble tipo de movimiento explica el
desconcierto de los comentadores, que a veces atribuyen el movimiento al azar y otras
veces a la necesidad.
Si nuestra interpretación es válida, el fr. 2 de Leucipo puede referirse a esta
segunda etapa: "Nada se produce porque si (máten), sino que todas las cosas provienen
del lógos y de la necesidad". Otros testimonios, que hablan de una suerte de torbellino
cósmico13, en el cual los átomos son atraídos en función de sus masas respectivas,
pueden referirse también a la fuerza que implica la necesidad en este segundo tipo de
movimiento. Respecto del movimiento originario, Cicerón escribió que se llevaba a
cabo "sin una presión natural" (nulla cogente natura)", sino en función de un
encuentro fortuito (o sea, debido a la fortuna, el azar) (sed concursu quadam fortuito)
(De nat. deorum, I.24.66).
13
Ver, por ejemplo, Diógenes Laercio (IX.44).y Simplicio (Fís. 327.24). h
96
17
Ver el caso de Anaxágoras, supra ,Capítulo V, nota 7.
98
99
SEGUNDO INTERLUDIO
El relativismo sofístico
Este Segundo Interludio pudo haberse omitido, pero su presencia se justifica por
las consecuencias que el relativismo sofístico tendrá respecto de un tipo de filosofía
que se pondrá en marcha con Platón, que, en un primer momento, y como reacción a
la sofística, propondrá una teoría sobre la realidad basada en principios opuestos a los
que hemos encontrado hasta acá: inmutabilidad, quietud, inalterabilidad del "ser".
La filosofía fue siempre un testigo de su tiempo, y ello se evidencia en la
manera de filosofar. Los pensadores que hemos estudiado en Capítulos anteriores eran
personalidades destacadas en sus ciudades de origen, a veces incluso legisladores, y
suponemos que el aspecto de sus actividades que hoy llamamos su "filosofía" consistía
en exponer ante sus conciudadanos las certezas o teorías que había encontrado en sus
búsquedas acerca de la realidad, sobre la conducta humana, en una palabra, sobre el
ser de las cosas. Sin llegar a proponer un determinismo geográfico, estamos seguros de
que el hecho de ser pensadores cada uno de su pólis creó lazos de sim-patía
(etimológicamente, el hecho de compartir cierto páthos, estado de ánimo o de espíritu)
entre el filósofo y su público, interesado en conocer el pensamiento del conciudadano,
su manera de argumentar para defender sus ideas, en una palabra, su visión del mundo,
ya sea para compartirla o para criticarla.
Pero una novedad se produce en la estructura de la sociedad griega poco antes
de mediados del siglo V a.C. Eso que llamamos "Grecia" no existía: era un
conglomerado de ciudades (póleis, plural de pólis) en las que se pensaba en griego, se
hablaba griego, y, a partir de fines del siglo IX, se escribía en griego. Algunas póleis
eran más florecientes económicamente que otras, otras más evolucionadas en lo que se
refiere a la "democratización" de sus leyes, accidentalmente algunas sojuzgaban
temporariamente a otras, pero un cierto equilibrio se observaba entre los componentes
del llamado mundo griego.
La novedad que anunciamos es conocida: a raíz del papel preponderante que
tuvieron los atenienses en el rechazo de las invasiones de los persas, Atenas, una pólis
como las demás, se transforma paulatinamente, entre 470 y 460 en una auténtica
metró-polis, ciudad madre, que encabeza una alianza de ciudades en prevención de
100
nuevas invasiones. Una legislación que dio progresivamente voz y voto en la asamblea
a un número mayor de ciudadanos, una eminencia gris que orientó el progreso y la
cultura de la ciudad sin tener ningún cargo público importante (salvo el de "general"),
Pericles, y un auge económico resultante de los impuestos "impuestos" a las ciudades
que formaban parte de la alianza, modificaron el equilibrio que mencionamos y
trasformaron a Atenas, por poco tiempo, en una City, en el sentido actual de la palabra.
Y como las luces de la ciudad suelen atraer a los intelectuales, en pocos años
(grosso modo, entre 450 y 410) varios pensadores, reconocidos ya en sus ciudades de
origen, se desplazaron a Atenas, ya sea como embajadores (para solicitar alianzas), ya
sea simplemente como curiosos. Algunos hicieron estadías prolongadas, otros apenas
una simple visita, pero todos influyeron en la cultura ateniense del momento, no sólo
respecto de otros filósofos, sino también en los autores trágicos, en los autores de
comedias y en los poetas en general. La mayor parte de estos intelectuales se
destacaron como oradores e incluso como maestros de retórica. Quizá alentados por el
auge económico de Atenas, y por el nivel social de quienes se les acercaron para
solicitar su enseñanza, introdujeron la costumbre de hacerse pagar por sus servicios.
Pronto se los llamó "sofistas", término que, en sí, no tiene nada de peyorativo (un
sophistés es alguien que tiene aspecto de sophós, "sabio"), pero que gracias al prestigio
de Platón, que tanto los criticó, quedó rodeado de un hálito de mala fama. Recuérdese
de qué manera Platón explica la semejanza que hay entre un sofista y un filósofo: se
parecen, sí, como el lobo se parece al perro (Sofista, 231a6).
Este fenómeno duró poco tiempo1 y tuvo pocos representantes2. Diels-Kranz
citan sólo nueve autores, de dos de los cuales, Licofrón y Xeníades 3 no se sabe
prácticamente nada, mientras que los siete restantes o fueron atenienses (Antifonte,
Critias) o efectuaron varias visitas a Atenas (Protágoras, Gorgias, Pródicos, Trasímaco
e Hippias). Es curioso, pero todos ellos se interesaron en el lenguaje, ya sea
directamente en el lógos (Protágoras y Gorgias), ya sea en el valor de expresiones o
1
Hubo luego una "segunda sofística", a comienzos de nuestra era (algunos de sus representantes:
Filóstrato, Elio Arístides, Dión Chrysóstomo, Favorino, etc.) pero de ella no nos ocuparemos.
2
Su herencia, en cambio, llega hasta hoy: los profesores de filosofía siguen el ejemplo, incluso en lo
que concierne al salario...
3
Si bien Xeníades era de Corinto, no debe confundirse con otro Xeníades, también de Corinto, ese
simpático personaje que compró a Diógenes el Cínico cuando lo vendieron como esclavo, más de un
siglo después.
101
4
Figura literaria en la cual las cláusulas tienen extensión similar, medida en sílabas.
5
En Les grands sophistes dans l'Athènes de Périclès, París, Ed.de Fallois, 1988, p. 19
102
6
Ver Diógenes Laercio, IX.55.
7
Ya veremos que, como reacción, Antístenes reivindicará el lógos "propio" de cada cosa.
103
tiene ninguno. Y como el lógos reproduce el ser algo, la tesis de Protágoras niega
concretamente que cada cosa posea un ser propio, sea éste cual fuere. Su famosa teoría
de la "homo-mensura", que habría figurado en otro tratado, titulado La Verdad8,
conocido también como Los [Discursos] Destructores (Katabállontes), provee, en
cierto modo, el fundamento "ontológico" (et término apropiado sería "medenológico")
de la imposibilidad de proponer un único lógos como explicación de cada cosa. Como
cada hombre (ánthropos, no entendido como "el" hombre sino como "cada" hombre:
ver Platón, Teeteto, 152a y Cratilo, 385e) es el criterio de la existencia o de la
inexistencia de cada cosa, no hay una realidad de la cosa misma a descubrir mediante
el lógos. Cada cosa, como el título de la obra de Pirandello, Así es, si le parece (Cosi è,
se vi pare).
Como el sujeto individual capta la realidad por medio de la sensación, sólo
capta fenómenos, cosas aparentes, pero no hay que confundir lo aparente con lo que
"aparece", ya que esta noción supondría que hay un ser oculto, del cual sólo una parte
"aparece". No: lo aparente es "lo que parece" a cada uno. A quien "le parece" que hay
dioses, los hay, a quien "le parece" que el viento es frío, es frío. No hay ninguna
realidad oculta que sería el criterio que permitiría afirmar que, como en este instante el
viento no es frío, a quien le parece frío se equivoca. No hay un viento en sí, ni frío ni
cálido. Esta posición, coherente pero peligrosa, deviene trágica cuando el objeto
respecto del cual el individuo es la "medida", son los valores: lo bello, lo bueno, lo
piadoso. Toda la filosofía de Platón puede interpretarse como un anti-protagorismo
radical.
8
Sexto Empírico, Adv.Mat., VII.60.
104
elaborada) por Sexto Empírico, en el siglo III, y otra más antigua, un tanto confusa,
pero con una terminología más adecuada a su tiempo, atribuida en una época a
Aristóteles, y que se encuentra en el escrito anónimo De Melisso, Xenophane et
Gorgia. Si bien el tratado de Gorgias es autónomo, su título da a entender que el
extremismo gorgiano se opone en realidad a otro extremismo: el melisiano. En efecto,
el título del tratado de Meliso era Sobre la Phúsis o sea Sobre el Ser, y el de Gorgias
se intitula Sobre el No-Ser o sea Sobre la Phúsis, Esta oposición justifica que tratemos
a estos dos filósofos no en Capítulos sino en Interludios, ya que son las dos caras de la
misma moneda: dos sistemas coherentes, argumentados, pero incapaces de explicar la
realidad, uno por exceso (sólo existe el Ser Uno) y el otro por defecto (Nada existe).
No obstante, es evidente que el blanco principal de los ataques de Gorgias es en
realidad Parménides, ya que las otras dos tesis de su trilogía son, palabra por palabra,
la refutación de sendas tesis parmenídeas (como ya lo era la primera: "nada es", que se
opone polarmente al "hay ser" de Parménides): "si algo existe, es impensable" (ver
Parménides: "ser y pensar son lo mismo", fr. 3 DK); y "si algo es pensable, es
inexpresable" (ver Parménides: "hay que pensar y decir que siendo, se es", fr. 6.1).
Cuando un filósofo quiere demostrar algo, lo demuestra. Si hay fallas en la
demostración, ya se encargarán los críticos de encontrarlas. Es el caso de Gorgias. En
los §§ 66 a 76 del fr. 3 de su tratado demuestra que nada existe, y lo hace con
argumentos que, curiosamente, recuerdan a los de Zenón de Elea. No caben dudas de
que apoyarse en un "eleático" para criticar a otros dos (Parménides y Meliso) es una
prueba más de la ironía9 gorgiana. Después de haber demostrado que nada existe (en
realidad, su tratado podría haber terminado con esa conclusión), Gorgias demuestra
que nada es pensable, para lo cual, proféticamente, parece apoyarse en la frase de
Hegel: si todo lo real es racional (o sea, pensable), todo lo racional es real. Si es así, si
pienso que un carro se desplaza sobre las aguas del mar, eso es real (fr. 3 § 79). Pero
sabemos que no es así. Ergo, como no hay relación entre realidad y pensamiento, nada
es pensable.
9
Recuérdese que su discurso La defensa de Elena termina con estas palabras: "Si quise escribir este
discurso fue como una defensa para Elena y como un juego para mi" (fr. 11 § 21)
105
durante los últimos nueve años de su vida, Platón, tendrá que llevar a cabo esta tarea
imperiosa y colosal de poner las cosas en su lugar, de explicar qué son realmente las
cosas, es decir, de re-fundar la filosofía.
107
CAPÍTULO VII
Introducción a Platón
(a) Auge y decadencia de la sofística
Quienes inventaron la filosofía se propusieron encontrar una explicación
posible (en el mejor los casos, cierta, y, excepcionalmente, "verdadera") sobre la
realidad de las cosas, o, si se prefiere, sobre el ser de la totalidad de los entes. Al
mismo tiempo fueron adaptando el instrumento por excelencia que el ser humano usa
para comunicarse, el lenguaje (oral o escrito: lógos), con el objeto de que sea capaz de
reproducir en palabras tanto la búsqueda como las soluciones encontradas. Esta idea se
convirtió en una certeza. Antes de la sofística, ningún filósofo puso en duda que
"había" una realidad, en vez de nada, y que el lógos era capaz de transcribir y de
justificar, con argumentos, las explicaciones posibles de dicha realidad.
Vimos en nuestro Segundo Interludio que la sofística, con matices diferentes,
pero de manera muy eficaz, negó ambas posibilidades. Ello no significaba la muerte de
la filosofía, pero la condenaba a ser una ciencia de la subjetividad esclava de la
retórica. Un manejo hábil del lógos puede universalizar el punto de vista personal
(que, para la "antigua" filosofía, era sólo una opinión, dóxa) y el "parecer" será así
tomado por el "ser". ¿Por qué no? Eminentes filósofos, especialmente después de la
antigüedad, se sintieron cómodos en el cálido amparo de un empirismo subjetivista
que les evitaba sentirse acosados por cuestiones terriblemente angustiantes, cuya
respuesta derivaron a los textos sagrados de las religiones en boga.
E incluso en la antigüedad el impacto de la sofística se hizo sentir, ya que,
aunque no se compartiera el extremo subjetivismo -e incluso el nihilismo- de estos
grandes pensadores, de ahí en adelante no se pudo seguir filosofando como antes.
Veremos que hay ya en Antístenes una crítica implícita de Gorgias, mientras que
Platón y Aristóteles debieron poner en juego un verdadero arsenal de argumentos para
refutar a estos terribles enemigos, y la lucha duró varios años. La sociedad ateniense,
fue más pragmática que la filosofía, pues no tardó en desilusionarse: el globo sofístico
se desinfló rápidamente por razones que tuvieron que ver más con el "orden social"
que con la filosofía. Respecto de Protágoras se sabe que por haber escrito que
"respecto de los dioses, ni siquiera estoy en condiciones de afirmar si existen o si no
108
7
La cuestión merece un tratamiento en profundidad, pero creemos que "la filosofía" de un autor se
encuentra en sus obras, y "el filosofar" es la actividad que luego concreta en sus obras...cuando las
escribe. El caso típico es el de Sócrates, que "vivió filosofando" (Platón, Aplogía, 28e) y nunca
escribió.
8
Referencia a la orden que los Treinta dieron a Sócrates para que trajera como prisionero al
"subversivo" León de Salamina, orden que Sócrates, a riesgo de su vida, desobedeció; por suerte para
él la tiranía cayó pocos meses después. Platón relata este episodio en la Apologia, 32c.
9
El traductor de las Cartas al francés, Luc Brisson, que es partidario de la autenticidad de la Carta
VII, sitúa su escritura cuando Platón tiene alrededor de setenta y cinco años.
110
1
No es el momento de analizar las relaciones entre Sócrates y Platón, pero, desde el punto de vista de
la forma, nunca hubo en la historia de la filosofía otro caso similar de un autor que hizo exponer sus
ideas por otro filósofo que realmente existió.
2
Ver Diógenes Laercio, III.6. Alrededor de 408. Sócrates tendría entonces poco más de sesenta años,
ya que durante su proceso, en 399, confiesa tener setenta años (Platón, Apología, 17d).
3
Así lo dice él mismo en Fedón, 59b.
111
Cuatrocientos en 411 y luego por los Treinta en 404, breves paréntesis democráticos, y
finalmente, en 403, el período de los "nuevos demócratas" que, como observara una
experta en la cuestión, Claude Mossé, querían evitar que "la restauración no adquiriese
un carácter demasiado revolucionario [...y que quedara] en los límite tradicionales y
conformistas"4.
¿Qué se puede hacer ante este estado de cosas en el cual parece haber, por un
lado, los hechos, y, por el otro las leyes que pretenden ser objetivas? Escuchemos a
Platón:"A medida que yo observaba estos hechos y a los hombres que dirigían los
asuntos públicos (tà politiká), más me interesaba profundizar el estudio de las leyes y
de las costumbres". El interés de Platón se justifica ampliamente, ya que en el origen
de la legislación positiva, el papel de las "costumbres" (éthe, plural de éthos, de donde
deriva "ética"), está íntimamente asociado a la noción de "ley" (nómos): la ley, en
tanto ley, nómos, propuesta por el poder y votada en la asamblea, tendría en realidad
que dar fuerza legal a las costumbres, que son maneras comportarse, éthe,
tradicionales. Pero el examen platónico concluye con una nota de profundo
pesimismo: "Tanto en las leyes escritas como en las costumbres había una corrupción
asombrosamente enorme y yo, que había comenzado por estar tan entusiasmado por
los asuntos públicos, desde entonces no pude dejar de examinar de qué manera podría
producirse un día un mejoramiento de la situación" (Carta VII, 325d-e).
La acusación completamente legal contra Sócrates, su juicio y su condena
completamente legal a muerte fueron sin duda la gota que hizo desbordar el vaso. Este
hecho abominable fue la consecuencia de una legislación arbitraria y de un jurado
constituido legalmente por ciudadanos voluntarios, es decir, por el pueblo, elegidos
luego por sorteo. Los ecos de este fait divers se escuchan aun hoy, veinticinco siglos
después...porque la víctima fue Sócrates. Y porque la víctima fue Sócrates, Platón, fiel
a su "compañero" (como vimos que lo llama medio siglo después), decidió poner en
marcha un proyecto ético-político gigantesco al cual aludimos con la fórmula "el
filosofar" de Platón.
Ante este estado de cosas, las leyes mismas habían propuesto ya a Sócrates el
camino a seguir. En el diálogo entre Sócrates y las leyes de la pólis relatado por Platón
4
Claude Mossé, Histoire d'une démocratie: Athènes, Paris, ed. du Seuil, 1971, p. 109.
112
en el Critón, las leyes dicen: "Si ocurre que no actuamos como se debe [queda siempre
la posibilidad de] convencernos" (52a). Pero ocurre que sólo la filosofía puede saber
"en qué consiste la justicia, tanto en los asuntos públicos como en lo que concierne a
los particulares" (Carta VII, 326a), y recién cuando la filosofía se ocupe del asunto se
podrá "convencer" a las leyes. Como Platón, antes que un politólogo o un sociólogo,
es un filósofo, para él la base de la filosofía es el conocimiento. Quienes votaron
contra Sócrates no tenían la más mínima idea de la significación de ciertos valores;
actuaron mal "por ignorancia", según la máxima atribuida a Sócrates. Sólo un
conocimiento de lo justo y de lo injusto, de la piedad y de la impiedad, y, en líneas
generales, de la naturaleza humana, podrá fundamentar leyes coherentes y provechosas
para quienes deben aceptarlas. Y, al mismo tiempo, seres humanos conocedores de
valores que no cambian según los criterios individuales y los intereses del momento,
podrán juzgar como se debe. Si estas dos situaciones pudiesen concretarse, un nuevo
Sócrates no sería jamás condenado.
En consecuencia, "el género humano no verá desaparecer los males que lo
aquejan hasta que, quienes filosofan (philosophoúnton) correcta y verdaderamente, no
tengan acceso a los asuntos del Estado" (Carta VII, 326a). La injusticia cósmica de la
muerte de Sócrates, para alguien que, como Platón, filosofa "verdadera y
correctamente" es el síntoma del fracaso de un modelo ético-político y el punto de
partida de un filosofar que tendrá la pretensión de fundamentar la esencia humana -eso
que hace que el ser humano sea lo que es- sobre el conocimiento5. Veamos cómo
Platón integra este desideratum en el panorama filosófico de su tiempo.
5
Se trata, evidentemente, de una concepción del "conocimiento" que no es la habitual, pero el
tratamiento de este tema supera los objetivos de este trabajo.
113
CAPÍTULO VIII
Platón I. El carácter estático de las Formas.
Hemos adelantado ya que el proyecto platónico, que pretende sentar las bases
de un hombre nuevo, capaz de organizar la sociedad sobre la base del conocimiento,
supone nada menos que una re-fundación de la filosofía. Un regreso al pasado era
imposible ya que una vez retiradas las aguas del verdadero tsunami que representó la
sofística resultó evidente que era necesario fundamentar el filosofar sobre bases más
firmes y seguras. Vimos que hasta la sofística los filósofos (salvo los casos extremos
tratados en nuestro Primer Interludio) habían encontrado una explicación del "ser" de
las cosas, y que cada uno la había expresado a su manera. Los sofistas, sutilmente,
apoyaron su tarea de desmantelamiento de la filosofía anterior precisamente en una
crítica del instrumento utilizado por los filósofos tradicionales para exponer su
filosofía: el discurso, lógos. Es verdad que antes de la sofística no se encuentran en los
primeros filósofos reflexiones sobre el discurso. Heráclito había afirmado que su
discurso (lógos) coincidía con el lógos (= fórmula) de la phúsis y Parménides había
calificado de "confiable" (pistón) el lógos "acerca de la verdad", que, en realidad,
exponía los sémata del ésti. Podríamos decir que estos filósofos habían hecho uso del
discurso sin reflexionar sobre el mismo.
Pero desde poco antes de mediados del siglo V se produce una verdadera
promoción del lógos, al menos en los documentos, cada vez más abundantes, que
podemos consultar en la actualidad. Autores de tragedias y de comedias, historiadores,
médicos y filósofos hacen uso y abuso de la noción: la palabra lógos, que había
aparecido dos veces en Homero, cinco veces en Hesíodo, diez veces en los textos que
quedan de Heráclito, y tres veces en Parménides, es utilizado en dos mil cuatrocientas
ochenta y tres ocasiones por Platón. Los sofistas, casi todos profesores de retórica, no
son extraños a este auge. Vimos que Protágoras y especialmente Gorgias 1 fueron
expertos en la cuestión. Y es a partir del análisis del discurso que los sofistas se
interrogan sobre su contenido, y deducen que no hay una realidad a explicar por el
lógos. No caben dudas de que hay estímulos sensibles que son reales, que vienen del
1
Barbara Cassin se refiere a la "logología" de Gorgias (L'effet sophistique, París, Gallimard, 1995,
Primera Parte, "De l'ontologie à la logologie").
114
eminentemente "pragmático". Digan lo que digan los sofistas, hay leyes justas, hay
mujeres bellas, hay números pares. Es a partir de esta certeza que Platón se pregunta:
¿qué es lo que impide conocer esos valores o propiedades? Y su respuesta parecerá
paradojal: el impedimento es la concretización de esas nociones o valores en entidades
individuales. Si queremos saber qué es la belleza no podemos apoyarnos en la belleza
de un atardecer, porque entonces nada nos va a asegurar que una sinfonía sea también
bella. Hay leyes justas, pero si pretendemos conocer la justicia gracias a una ley, no
estaremos nunca seguros de si la decisión que mañana yo debo tomar es justa.
La solución que Platón propone consiste en considerar cada realidad, y, en
especial, los valores, las cualidades, separadas de las instancias individuales sensibles
en las que se encuentran, y en postular que ellas existen "en sí" (kat' autó). Esto
significa que no están comprometidas con ningún tipo de materialidad, gracias a lo
cual escapan a todos los condicionamientos a los que está sometido el devenir. Es en
función de esta noción de "cosa en sí" que Platón va a introducir en la historia de la
filosofía, como ya anunciamos, una dicotomía entre dos tipos de "realidades", una, el
devenir de lo sensible, otra, la realidad real de lo "en sí". Esta última frase merece una
explicación. Si Platón dice -con otras palabras- que el ser de lo sensible es, como
dijimos, "de segunda mano", "de ocasión", es porque hay otro tipo de ser,
jerárquicamente superior, que está representado por "realidades (ousía) realmente
reales" (Platón, Fedro, 247c7), las "cosas en sí", que sería un ser de "primera mano".
La lógica de Platón es implacable: si podemos decir que X' es defectuoso o imperfecto
es porque tenemos la noción de X y no la vemos representada tal cual en X'. Veremos
que Platón dirá que X' es una copia de X, y la copia nunca es tal real como el modelo
(ya que una copia supone un modelo, y no viceversa). El hecho de que Platón atribuya
a las "cosas en sí" la categoría de "realidad" (ousía) no debe extrañarnos. La
asimilación de la "realidad" a lo sensible no es un axioma universal. La causa es más
real que el efecto (ya que sin causa no hay efecto), y sin "lo justo en sí", que es una
causa, no habría "algo justo", que es una consecuencia. .
La hipótesis (ya veremos por qué usamos este término) según la cual el ser se
asimila a las "cosas en sí", le permite a Platón asentar los dos pilares de su filosofía:
(a) justificar lo sensible (que, después de la sofística, tenía ya su lugar ganado en el
119
2
En griego se utiliza el término ousía, que hemos traducido hasta acá por "realidad". En Aristóteles
hay autores que prefieren la traducción de "sustancia".
120
3
En francés se puede hacer un juego de palabras entre "voir" (ver) y "savoir' (saber). En español
habría que violentar a la ortografía y hablar de "saver".
4
La función del intelecto (noûs) es la nóesis, que suele traducirse por "visión intelectual" o
directamente por "intuición", término que deriva del latín intuere, "ver".
5
La reflexión de Descartes sobre las ideas, especialmente sobre las idas innatas, contribuyó a la
empresa de desinformación
121
aspecto" (eídos) (III.39), lo cual llevó a su hermana Helena a dejarse raptar. Respecto
de idéa, el término se encontraba ya en textos de Jenófanes (fr. 15.4 DK), Anaxágoras
(fr. 4 DK) y Demócrito (fr. 1667 DK), siempre con la significación de "figura". La
originalidad de Platón consiste en afirmar que se trata de figuras o formas "vistas" por
el intelecto. De acá en adelante utilizaremos la palabra Forma tanto para eídos como
para idéa, que es la que menos equívocos origina.
6
J.L.Borges, Obras Completas, Emecé, Buenos Aires, vol. 1, 1996, p. 351.
122
Como el ser las Formas es la cognoscibilidad (ya que son "inteligibles"), ellas
poseen los requisitos que estaban ausentes de las realidades individuales sensibles
para asegurar un conocimiento: la permanencia, la inalterabilidad, la homogeneidad.
Como sin estas tres propiedades ningún objeto puede ser conocido, sólo las Formas
son cognoscibles, es decir, las esencias, y, una vez obtenido, a ese conocimiento se lo
reconoce en lo sensible: una vez que se conoce la Forma de la justicia y se sabe
entonces qué es la justicia (o sea, su esencia), si se reconoce esa esencia en una ley,
ésta es justa; si no se lo reconoce, no lo es.
Intentemos completar la descripción de las Formas platónicas y, para no
introducir elementos extraños, nos apoyaremos en breves pasajes de los diálogos. Se
sabe que Platón (a) nunca escribió un tratado y (b) que nunca "definió" la noción de
Forma. Por esa razón en nuestra presentación no podremos dejar de lado cierta
subjetividad, la mínima indispensable, especialmente en lo que concierne la elección
de los textos. Los pasajes que veremos dependen de un contexto, y es habitual en
Platón adaptar las réplicas de Sócrates, en las cuales debemos forzosamente
apoyarnos, a la personalidad o las ideas filosóficas de los interlocutores. Así y todo, en
los tres pasajes que veremos Sócrates -es decir, Platón- hace una descripción lo más
objetiva posible de su posición.
El primer pasaje se encuentra en el Fedón, donde Sócrates expone su manera
"actual"7 de acceder a la verdad de las cosas (tôn ónton tèn alétheian). Ella consiste en
proponer como hipótesis (hypothémenos), en cada caso, un razonamiento (lógos) que
le parece ser el más sólido, por ejemplo, "suponer (hypothéménos) que existe (eînai)
algo bello en sí y por sí (ti kalòn aytò kath' haytò) [y afirmar que] si hay otra cosa
bella, la única razón de su belleza es su participación en aquél bello [en sí]" (100a-c).
En un pasaje precedente Sócrates había ya explicado cómo es ese "algo en sí": "Esta
esencia (o "realidad": ousía), de cuyo ser proponemos una definición, tanto en nuestras
preguntas como en nuestras respuestas, ¿no se encuentra acaso siempre en el mismo
7
En este pasaje Platón hace exponer a Sócrates su autobiografía espiritual, que comienza con el
estudio de la phusis, prosigue con ejercicios de tipo sofístico, etc. Casi nadie cree en la realidad
histórica del relato, pero como hay que explicar por qué Platón lo expone, nuestra interpretación es la
siguiente: Platón aprovecha la muerte de "el filósofo", Sócrates, para tomarlo como símbolo de "la
filosofía", y las etapas de su pretendida autobiografía no son sino las etapas por las que atravesó la
filosofía hasta el momento "actual", en que Platón retoma la posta con su teoría de las Formas.
123
estado (hosautos), ella misma en sí misma? ¿O es a veces de una manera y otras veces
de otra? Lo igual en sí (autò tò íson), lo bello en sí, todo aquello que es lo que es, el
ser, ¿podría acaso estar sujeto al cambio, sea cual fuere este cambio? O, por el
contrario, como cada uno de estos seres es siempre uniforme (monoeidés = posee una
sola Forma), en sí y de por sí, ¿no debe acaso ser siempre igual a sí mismo, sin estar
sujeto a ningún tipo de cambio, sea éste cual fuere, ni experimentar ningún tipo de
alteración?" (78d). A estas realidades "que permanecen siempre inalterables (katà
tautà ékhonton), es imposible captarlas por otro medio que no sea el razonamiento (tôi
logismôi) de la reflexión (diánoia), ya que son invisibles y no se dejan ver" (79a).
En un pasaje del Crátilo Sócrates confirma esta posición: "¿Afirmamos acaso
que existe lo bello en sí, lo bueno en sí, y otros seres de este tipo? [...]. No se trata de
saber si un rostro, por ejemplo, o algo por el estilo, es bello, pues parece que todo eso
es transitorio; hablemos de lo bello en sí, aquello que es siempre como es. [En efecto,]
¿cómo aquello que nunca permanece en el mismo estado, podría ser algo (ti)? Si
permanece en el mismo estado, en cambio, es evidente que, al menos en ese momento,
ni cambia ni se mueve, ni se aparta de su Forma (idéa) (439c-e).
El tercer pasaje pertenece a un diálogo del cual nos ocuparemos in extenso en el
Capítulo siguiente. Veremos entonces que Platón, en un momento dado, se refiere a su
propia filosofía, y habla, en plural, de los "amigos de las Formas" (248a4), para
quienes "el devenir (génesin) está separado de la esencia (ousía) [...], que permanece
siempre idéntica e inmutable (aèi katà tautà hosautos) (loc.cit.), mientras que el
devenir cambia constantemente (loc.cit.)". "Ellos sostienen que la verdadera realidad
(ousía) reside en ciertas Formas (eíde, plural de eídos) inteligibles e incorpóreas".
(246b7). Y en otro pasaje, antes de criticar esta posición, el protagonista del Sofista,
que no es Sócrates, como se sabe, se pregunta si realmente "el ser total (pantelôs ón),
solemne y majestuoso [...] está quieto y estático" (248e8).
Los tres pasajes que vimos y, especialmente, el que acabamos de citar justifican
sin duda el severo juicio de J.L. Borges, quien no dudó en calificar de "inmóviles
piezas de museo" a las Formas platónicas, y que, como expresión del ser de las cosas,
refutan nuestra hipótesis de trabajo ya que, evidentemente, para Platón, el ser no es
dinámico.
124
8
"Las cosas semejantes ¿no son acaso semejantes porque participan de la forma misma [de la
semejanza]?" (Parménides 132e2).
9
"Cuando dices que alguien es bello, ¿no es acaso por la belleza que está presente en él?" (Gorgias,
497e3)
125
Habría que inventar un adverbio correspondiente a "ser", que sería algo así como
"seramente". En esta etapa de su producción10, Platón, cuando habla de niveles de ser,
sólo utiliza óntos para referirse a las Formas. Lo sensible, por ejemplo, existe, pero no
óntos, sino "provisoriamente", "aleatoriamente", "accidentalmente". Así y todo, la
poca existencia que le corresponde le fue transmitida, por participación y presencia,
por las Formas, que, en tanto modelos, poseen el ser de X (de lo bueno, de lo grande,
de lo piadoso) en estado puro y por eso lo comunican a sus imágenes, lo sensible.
Llegados a este punto, debemos completar la descripción de las Formas
platónicas, ya que hasta acá nada hemos dicho sobre un aspecto de las mismas que
suele soslayarse en la mayor parte de los estudios consagrados a Platón. Así como para
los filósofos anteriores "el ser" era un elemento, o los cuatro, o los átomos y el vacío,
o un equilibrio entre tensiones opuestas, para Platón "el ser" son las Formas, que son
realidades que existen realmente. Pero al mismo tiempo son esencias, es decir, poseen
caracteres propios, como los átomos de Demócrito poseían figuras particulares: una
Forma, por ejemplo, Lo Bello, que es una esencia, posee la belleza como carácter
propio. Dicho de otro modo, las Formas son esencias existentes, o, mejor aún,
existencias esenciales, entidades existentes (de otro modo no serían "entidades", es
decir, "entes") que poseen una phúsis (como dirá Platón en el Sofista, 256c2), un
carácter propio. O sea que al establecerse su relación con lo sensible, las Formas son
responsables tanto de la existencia de lo individual como de sus características, que
son una imagen de la phúsis de la Forma. Si hay una ley justa, la Forma de Lo Justo es
su causa. Y si decimos que esa ley es justa es porque logramos "reconocer" la Forma
presente en ella, la Forma de Lo Justo.
La presentación, lamentablemente somera, de la noción platónica de "Forma" es
válida, tal como la expusimos, hasta cierta etapa del itinerario filosófico de Platón.
Pero un pensador extremadamente lúcido, como era Platón, no pudo dejar de percibir
que ciertos detalles de la estructura de las Formas podrían perturbar el buen
funcionamiento de las mismas. Platón señala con insistencia que las Formas están
"separadas" de lo sensible, como el modelo de su imagen, y que es esta inmaterialidad
10
Cuando nos ocupemos del Sofista veremos que una verdadera revolución se producirá en la página
240b.
126
afirmaciones (no cosas) falsas11. Ya Ulises era famoso por sus mentiras, pero no hay
ningún ejemplo en Homero de una "cosa" verdadera o falsa 12: siempre los adjetivos
aléthés o pseudés se refieren a discursos, pensamientos, opiniones, ya que las cosas no
son ni verdaderas ni falsas.
Si bien Platón, hasta el Sofista, acepta implícitamente esta concepción
"ontológica" (término que ahora sí tiene sentido, ya que es una creación de los
filósofos que se aparta del "sentido común") de la verdad, cuando trata explícitamente
la cuestión parece no estar demasiado convencido, ya que para él es esencial demostrar
que los sofistas mienten, pero para ello debe justificar antes que es posible mentir.
Pero n ada claro surge de los diálogos anteriores al Sofista. En el Eutidemo, por
ejemplo, Platón hace decir al sofista Ctesipo que "nadie puede decir una mentira y si
Dionisodoro dice algo, dice la verdad y dice cosas que son" (384c). Sócrates, que está
presente, dice que este argumento, que ya ha escuchado muchas veces, según el cual
"es imposible decir lo falso" (286c) no deja de asombrarlo...pero no lo critica ni lo
apoya. En el próximo Interludio veremos que la frase es una cita textual de
Antístenes....
En el Crátilo, quien da título al diálogo dice que ni siquiera se puede decir que
sea falso que Hermógenes se llame "Hermógenes" (ya que, en realidad, no es
descendiente de Hermes, como indicaría su nombre), porque es imposible decir
falsedades. Y Sócrates, como en caso anterior, dice que muchos son quienes sostienen
este punto de vista, "tanto ahora como antes" (429d), pero agrega luego que el
argumento es "demasiado sutil" para alguien de su edad. Una vez más, la alusión a
Antístenes es evidente, y Sócrates, portavoz de Platón, se limita a escucharlo.
En el próximo Capítulo analizaremos la primera parte del Parménides, pero
podemos adelantar desde ya que el joven Sócrates, al cual nos permitimos llamar
"Platón I" -ya se verá por qué-, contrariamente a los dos casos anteriores, hará suya
esta posición, alentado, quizá con malas intenciones, por Parménides, quien tiene
11
Una moneda falsa no es falsa: es una moneda real que no se adapta al tipo de moneda que se
considera legal. En ese caso si alguien dice "esta moneda es verdadera ", su discurso es falso, no la
moneda.
12
M.Heidegger, que es partidario de encontrar ya antes de la filosofía una concepción "ontológica"
originaria de la verdad no pudo ofrecer ningún ejemplo de textos pre-filosóficos (Homero, Hesíodo,
poetas líricos).
129
TERCER INTERLUDIO
La crítica de Antístenes a la teoría de las Formas de Platón
En el próximo Capítulo veremos que en determinado momento, por razones que
ignoramos -si bien emitiremos algunas hipótesis- Platón modificó ciertos aspectos del
status ontológico de las Formas. Nunca sabremos si el cambio se debió a que él mismo
fue consciente de la existencia de algunas debilidades, o si las novedades fueron el
fruto de un diálogo con estudiantes avanzados de la Academia o con algunos colegas.
Pero no puede descartarse otra posibilidad: que haya sido la crítica virulenta de un
enemigo declarado de su filosofía que lo haya hecho reflexionar y lo haya invitado a
corregir algunos puntos de su teoría. Para que esta hipótesis sea por lo menos
verosímil, ese enemigo tuvo que haber existido. Y bien: el enemigo existió y se llamó
Antístenes.
Antes de justificar la frase lapidaria que acabamos de escribir digamos que
consagrar este Tercer Interludio a Antístenes se justifica porque, aunque este extraño
personaje no haya influido en absoluto en la decisión de Platón de modificar algunos
puntos de su teoría -si bien nosotros creemos que sí- es sumamente interesante
investigar cómo comentó un contemporáneo el núcleo central de la filosofía platónica,
y cómo su interpretación lo llevó a convertirse en el primer filósofo antiplatónico,
máxime cuando -según nuestra interpretación- las críticas de Antístenes se refieren al
Platón anterior al Parménides y al Sofista. Como en el próximo Capítulo nos
ocuparemos de este último período de la filosofía de Platón, hemos decidido insertar
este Tercer Interludio entre el tratamiento de "Platón I" y el de "Platón II".
1
Sobre este tema ver A.Brancacci, Oikeios Logos. La filosofia del linguaggio di Antistene, Biliopolis,
Nápoles, 1990.
2
J.L. Borges, El golem.
3
Ver el trabajo clásico y excelente de G.Zuccante, "Antistene nei deialoghi di Platone", Rivista di
Filosofia, 19, 1916, p. 551-581.
4
El título del diálogo es una alusión sexual bastante irrespetuosa. Como se sabe, "Platón" significa,
según la mayor parte de los estudiosos, "ancho de hombros"; el título de Antístenes ubica la "anchura"
en otra parte de la anatomía de Platón. Sobre traducciones posibles de "sáthon" ver A.Braancacci,
"Antisthène et la tradition antiplatonicienne au IVe siècle", en M.Dixsaut (ed.) Contre Platon I. Le
platoinisme dévoilé, París, 1993, p.32, n.2.
133
ojos con que se ve el caballo, pero no posees aquellos con los que se ve la caballidad".
Este agregado es extraño, pues, si lo escribió alguien para defender a Platón, se admite
que éste pudo utilizar términos como "caballidad". Volveremos sobre este tema en el §
(d).
En otro testimonio importante, el comentario de Elías al mismo pasaje de las
Categorías de Arist, p. 220, 28-30, se dice lo siguiente: "A propósito de la cualidad, es
el caso de tratar brevemente la posición de Antístenes y sus seguidores, quienes
decían: 'Veo el hombre, pero no veo la 'hominidad' (anthropótes) y, de este modo,
suprimían totalmente la cualidad". Amonio, en el comentario a la Isagogé de Porfirio
(40, 6-10) no habla de la cualidad, sino de géneros y de formas. Veamos el texto:
"Antístenes sostenía que los géneros (géne) y las formas (eidê) son nociones desnudas
(psilaîs epinoíais). Él decía, en efecto: 'Veo el caballo pero no veo la caballidad', y
también 'veo el hombre, pero no veo la hominidad'. Decía esto basándose en la
sensación porque no era capaz de llegar, por medio del logos, a una búsqueda más
elevada". Y finalmente otra versión, esta vez del gramático bizantino Juan Tzetzes, en
Chiliades, (VII, 605) habla directamente de "ideas": "Ellos tienen tres opiniones sobre
las ideas (ideôn): Antístenes dice que son nociones desnudas (psilàs ennoías) cuando
afirma: 'Veo al hombre y también al caballo, pero no veo ni la caballidad ni la
hominidad'".
5
Sobre este tema ver N.L.Cordero, "Linterprétation d'Antisthène de la notion platonicienne de 'forme'
(eídos, idéa)", en M.Fattal (ed.) La philosophie de Platon, I, París, 2001, pp.323-344.
6
Sobre la invención del término por Platón ver P.Chantraine, Dictionnaite étymologique de la langue
grecque, París, 1974, vol. III, p. 921.
135
7
Ver el § (e) "El funcionamiento de las Formas" del Capítulo anterior.
136
8
Sobre este punto ver N.L.Cordero, ""Le problème des Formes des substances chez Platon" en
M.Broze, B.Decharneux, y S.Delcomminette (ed.), "Mais raconte-moi en détail..". Mélanges offerts à
Lambros Couloubaritsis, Ousia-Vrin, Paris-Bruxelles, 2009, pp.323-334.
137
Diógenes dijo: 'Oh, Platón, veo la mesa y la cuchara, pero no veo en absoluto la
'mesidad' y la 'cucharidad’. A lo cual Platón replicó, como en el texto que vimos
referido a Antístenes, pero con más ironía: "Es lógico (katà lógon): tienes los ojos con
los que se ve la cuchara y la mesa, pero no tienes la inteligencia (noûs) con la que se
ve la 'mesidad' y la 'cucharidad'". (VI,53). Evidentemente, ninguno de estos
neologismos se encuentra en los diálogos de Platón, pero es curioso que en todos los
casos Platón replica tanto a Antístenes como a Diógenes reprochándoles su
incapacidad para captar algo que él, Platón, sostiene, que hay caballidad, hominidad,
mesidad y cucharidad.
Hablamos de un "olvido" de Platón, quizá detectado por Antístenes, porque en
todos los casos que hemos enumerado se trata de la incapacidad de la teoría de las
Formas para justificar entidades sustanciales, salvo que se creen Formas pertinentes a
partir de sustantivos: caballo, hombre, mesa, cuchara. Pareciera que respecto de las
cualidades, las propiedades y los valores, Antístenes no tiene nada que objetar;
simplemente, no comparte la teoría.
En el próximo capítulo veremos que una de las dificultades respecto de su teoría
que encuentra Platón en el Parménides consiste precisamente en precisar cuál es la
"población" del universo de las Formas, es decir, "de qué" hay Formas. Y el primer
problema va a consistir en admitir que hay, precisamente, Formas de entidades
sustanciales. Interrogado por Parménides, Sócrates (o sea, Platón I) duda...Parménides
le pregunta: "¿Y qué? ¿[Hay acaso una Forma] del hombre, separada de nosotros y de
cuantos son como nosotros, o del fuego, o del agua?" (130c). La pregunta se refiere a
tres "sustancias". Y la respuesta de Sócrates es la siguiente: "A propósito de estas
cosas, Parménides, muchas veces me vi en la dificultad (aporía) de decidir si se debe
decir lo mismo que en el caso de las otras Formas, o algo diferente" (loc. cit.). Y en la
réplica siguiente Sócrates va a negar que haya Formas del pelo, del barro y de la
basura, otras tres "sustancias". Y Parménides, a quien llamaremos Platón II en el
próximo Capítulo, y que atribuye esta actitud a la inexperiencia de Sócrates, unas
páginas más adelante le aconseja: "Haz un esfuerzo y ejercítate mediante la práctica de
eso que la gente llama charlatanería" (135d). ¿Reprocha acaso el Platón de la vejez al
138
9
Literalmente, "es mostrador": estin delôn.
10
Siempre se ha señalado la curiosa semejanza entre esta definición y la fórmula aristotélica de la
esencia, quidditas, que también utiliza inexplicablemente el imperfecto: tò tí ên eînai. Pierre
AUBENQUE (1962), pp. 466-7, analiza en detalle esta semejanza.
139
Aristóteles: "Es ingenua la creencia de Antístenes según la cual sólo es posible afirmar
el lógos propio (tôi oikeíoi lógoi), uno (hén) para cada cosa" (Met. V.29.1024b-30). Si
tenemos en cuenta los estudios de Antístenes sobre los nombres, así como el papel
principal que los nombres tienen para la educación, no nos caben dudas de que el lógos
propio de cada cosa es su nombre (ónoma). Un argumento gramatical nos lleva a esta
conclusión: después de sostener que cada cosa tiene su lógos propio, el texto de
Aristóteles -que quizá contiene una cita parcial de Antístenes- aclara que hay "uno"
(hén, neutro) para cada cosa, pero ese "uno" no puede tratarse otra vez de lógos, que
es masculino; ónoma, en cambio, que es neutro, es el candidato ideal; el lógos propio
no es otro que el "nombre": un nombre para cada cosa.
Dijimos que esta tesis de Antístenes tuvo consecuencias secundarias terribles,
ya que entonces todo lógos es verdadero. En efecto, Antístenes es el primer filósofo
que afirma explícitamente la asimilación del ser a la verdad, posición que estaba quizá
latente en Parménides y que Platón reivindica antes de escribir El Sofista , no sabemos
si influido por su enemigo declarado. Lo cierto es que, para Antístenes, no hay un
lógos falso. Si el lógos no muestra lo que algo es o era, no es falso, simplemente, no
es el lógos adecuado. Por esa razón dice Antístenes que la contradicción no existe 11:
cuando no hay acuerdo entre dos interlocutores es porque hablan de cosas diferentes.
"Antístenes decía que es imposible contradecir, pues, decía, todo lógos es veradero12.
En efecto, quien habla, dice algo (ti), y quien dice algo, dice lo que es (tò ón), y quien
dice lo que es, dice la verdad" (Proclo, Comentario al Crátilo de Platón, 37).
Ya vimos que en Platón hay varias referencias a esta tesis (Eutidemo, 283e,
Crátilo 385b), pero nunca se la refuta, y, como veremos, los intentos por justificar una
opinión falsa en la segunda parte del Teeteto, fracasan. Recién en el Sofista se encara
directamente la refutación de esta posición, pero Platón admite que la empresa no será
fácil pues "es una tarea extremadamente difícil [demostrar que] se puede decir algo,
sin decir la verdad" (236d).
11
Sobre este tema ver H.D.Rankin, "Ouk esti antilégein", en B.Kerferd (ed.) The Sophists and Their
Legacy, Wiesbaden, 1981, pp. 25-33.
12
Literalmente, todo lógos "veridiza", aletheúei.
140
CAPÍTULO IX
Las etapas previas al Sofista
La noción de evolución es, sin lugar a dudas, una categoría que, en la historia de
la filosofía, debe utilizarse con moderación, o no utilizarse en absoluto. Desde que
W.Jaeger la propuso para el estudio de Aristóteles, es inevitable aceptarla o refutarla
en cada trabajo consagrado a dicho autor, cuando en realidad esos esfuerzos podían
haberse usado para causas más nobles. El caso de Platón es menos grave, quizá porque
nunca escribió tratados, pero desde que se conoce con precisión casi absoluta la
cronología de la escritura (la "divulgación" es otra cuestión) de sus diálogos, la
tentación del evolucionismo está latente. En el presente Capítulo nosotros
intentaremos demostrar que en cierto momento hubo en Platón un cambio de
perspectiva respecto de la estructura de las Formas, posición que nada tiene de
original, pero -lo decimos desde ya- no la encararemos en función de la categoría de
"evolución".
Por razones que quizá se expliquen en función de la biografía de Platón,
pareciera que en determinado momento el filósofo hace una pausa en su producción y
se transforma en un testigo lúcido de sus obras anteriores. Esto es lo que ocurre cuando
escribe un diálogo extraño, el Parménides, aparentemente apenas regresa de su
segundo viaje a Sicilia, alrededor del año 366 y cuenta, por entonces, entre sesenta y
dos y sesenta y cuatro años. La experiencia siciliana fue negativa (su amigo Dión, que
lo había invitado viajar para intentar poner en práctica un proyecto filosófico, cae en
desgracia y, con él, Platón). Como no pretendemos hacer psicología-ficción,
preferimos atribuir esta nueva actitud de Platón, que consiste en observar el núcleo de
su filosofía, las Formas, con una mirada exterior, como si no le perteneciera, a que se
hace eco, después de más de veinte años de la apertura de su Academia, de
observaciones y comentarios críticos de colegas y estudiantes, y, seguramente a una
reflexión personal (si bien en nuestro Tercer Interludio no excluimos la posible
influencia de las críticas de su enemigo declarado, Antístenes)
1
Sócrates es presentado como alguien "extremadamente joven", sphódra néon (127c5). El término
néon significa también "inexperimentado", pero es difícil creer que Platón se refiera de entrada de esta
manera a Sócrates, si bien Parménides lo criticará más adelante por su "inexperiencia".
142
2
¿Acaso el falso Parménides del Parménides sugiere que Sócates podría formar parte de los mortales
bicéfalos, víctimas de las opiniones, que el verdadero Parménides criticó en su Poema?
143
particulares (131b8). Sócrates acepta la imagen, pero pronto se da cuenta de que esta
espacialidad de la Forma la condena a comunicar a cada individuo sólo la parte del
velo (la parte que se encuentra sobre su cabeza), es decir, se trataría de una presencia
parcial y, por parte del individuo, de una participación también parcial. Para acentuar
la inadecuación de la imagen propuesta Parménides, con cierta dosis de sadismo,
muestra a Sócrates que, si el velo es, por ejemplo, la Forma de lo Grande, como sólo
una parte pequeña de lo Grande estaría sobre el individuo X, éste sería "grande" en
virtud de algo pequeño...
Una solución desesperada consiste en suponer un intermediario entre la Forma
(inteligible) y lo sensible, pero el remedio es peor que la enfermedad, ya que ese
intermediario debe estar separado de lo inteligible por otro intermediario, y también, a
su vez, por otro intermediario, de lo sensible. Se crearía así una suerte de gradación
hasta el infinito de intermediarios que iría de la Forma a lo sensible3 (132e8).
Y finalmente se llega a una crítica que concierne el núcleo de la filosofía de
Platón, la cognoscibilidad de las Formas. Parménides vuelve a preguntar a Sócrates si
las Formas están en este mundo, o separadas, y su respuesta es siempre la misma: ¿En
nuestro mundo? "Evidentemente, no" (134b5). Esta respuesta, esperada, por otra parte,
da pie a Parménides para hacer una descripción somera de dos mundos diferentes, cada
uno con sus relaciones4 y sus reglas. En el mundo de las Formas se encuentra la Forma
de la Ciencia (epistéme), que conoce las Formas. Pero, si es así, la Ciencia está ausente
de nuestro mundo, en el cual viven los filósofos. O sea que -consecuencia terrible-
"de ello se deduce que son incognoscibles lo Bello en sí, eso que es sólo Bello, el Bien
y todo lo que consideramos como Formas en sí" (134b14).
Una observación de Parménides resume la situación: "¿Ves, entonces, Sócrates,
cuán grande es la dificultad (aporía) si alguien separa las Formas, [sosteniendo] que
son en sí y de por sí? (autà kath' hautá)" "Enorme" [responde Sócrates] (133a8).
3
Este regressus ad infinitum se conoce como "argumento del tercer hombre", ya que entre la Forma de
Hombre y un hombre concreto habría que suponer un tercer hombre, mitad inteligible, mitad sensible,
y así al infinito. Aristóteles utilizará el argumento que Platón propone en este pasaje ...contra Platón.
4
Curiosamente, en la descripción del universo de las Formas, Platón adelanta ya una innovación que
presentará en el Sofista: las Formas encuentran su razón de ser en sus comunicaciones recíprocas; En
el Sofista se verá que la comunicación con la Forma del Ser las hará existir.
145
Si al llegar a este punto el lector comienza a dudar de que haya sido Platón
quien escribió tanto la reflexión de Parménides como la respuesta de Sócrates, la
extensa frase que transcribiremos a continuación terminará de desorientarlo: "Estas
[dificultades] y muchas otras además de éstas, es necesario que pertenezcan a las
Formas (eíde), si existen Formas (idéai) de las cosas, y si se define cada Forma como
una cosa en sí. [...] Sólo a un hombre naturalmente bien dotado se le podría hacer
entender que existe un género (génos) en sí y por sí de cada cosa, pero sería más
asombroso aún que hubiese un hombre que, después de haber descubierto y examinado
rigurosamente estas cosas, fuese capaz de enseñarlas (didáxai) a otro" (135a-b).
¿Invita acaso Platón, que ha escrito este texto, a dejar de lado su teoría, dadas
las dificultades que ella presenta? En absoluto. La última frase es una expresión de
deseos: se necesita alguien que, consciente de las dificultades, sea capaz de superarlas
y, fundamentalmente, de exponer la teoría de manera .didáctica, lo cual no fue
evidente el caso de la intervención precedente de Sócrates, que reproducía cuanto
Platón dijo en los diálogos anteriores, y que, por acercarse peligrosamente al
dogmatismo, fue fácilmente criticado.
Si el lector desorientado continuó la lectura del diálogo, se sentirá sin duda
aliviado y reconfortado con las siguientes palabras, que Parménides dice como
conclusión de esta primera parte. A pesar de todo, "si alguien, por tener en cuenta las
dificultades que hemos planteado e incluso otras semejantes, no admite que hay
Formas de las cosas y se rehúsa a distinguir una Forma para cada cosa5, no tendrá
adónde dirigir su pensamiento si no admite que la Forma de cada una de las cosas que
son es siempre la misma, y, en ese caso, destruirá totalmente el poder de razonar"
(dialégesthai) (135b-c)6.
O sea que la crítica de la versión tradicional (valga la expresión) de la teoría de
las Formas termina con una verdadera apología de las mismas. Así y todo, dos puntos
esenciales deben ser modificados, no para abandonar la teoría, sino para reforzarla: (a)
la separación entre las Formas y el universo sensible debe relativizarse, y, de ser
posible, debe suprimirse. De ellos se encargará el Sofista; (b) la teoría debe surgir
5
Alusión evidente al carácter universal que debe tener la teoría, válida incluso para entidades
sustanciales.
6
Hay autores que traducen esta fórmula por "la capacidad de llevar a cabo la dialéctica".
146
7
Por razones didácticas, que ya justificaremos, aceptamos la secuencia Parménides - Teeteto - Sofista
147
del Sofista, Teodoro confirma: "Aquí estamos, Sócrates, tal como corresponde, según
habíamos acordado ayer" (216a). Pero, según los temas tratados, el Parmenides era
forzosamente anterior al Sofista, ergo, también al Teeteto, y por eso lo estudiamos
antes.
Volvamos al Parménides. Vimos que, a pesar del severo test a que fueron
sometidas las Formas, sin ellas -dijo Parménides- es imposible razonar (dialégesthai),
o sea, llegar a conocer con precisión, que es la meta de la filosofía de Platón. No
obstante, el diagnóstico expresado por Parménides podría parecer dogmático, y es
precisamente el dogmatismo del joven Sócrates que el venerable Parménides critica.
Platón, que quiere dar el ejemplo, parece preguntarse: ¿será verdad que sin las Formas
el conocimiento preciso, "científico" (epistéme) es imposible? Veamos. Y decide
escribir un diálogo cuyo tema es, precisamente, "¿Qué es la epistéme?" Este diálogo es
el Teeteto.
En realidad, Platón ya había respondido a la cuestión del origen del
conocimiento, especialmente en la República, donde se encentra incluso una suerte de
plan de estudios a seguir por parte de quien desee diplomarse de "dialéctico". Y
extensos pasajes del Fedón, del Fedro y del Banquete están consagrados a la cuestión.
Pero en todos los casos la garantía del conocimiento preciso, epistémico, eran las
Formas, captadas por la reminiscencia, por la ascensión dialéctica o como fuere. En el
Teeteto Platón hace de cuenta de que las Formas no existen e intenta explicar el
conocimiento sin ellas...y no lo consigue.
Sócrates pregunta a su interlocutor: "Trata de explicar, Teeteto, ¿qué es la
epistéme?" (151d4). Y las respuestas posibles se suceden: el conocimiento riguroso es
la sensación, la opinión, sólo la opinión verdadera, la opinión acompañada por
argumentos (lógos). Se nos ocurre que Platón puso en práctica el consejo dado por
Parménides al joven Platón: hay que ejercitar el pensamiento, poner a prueba las
posibles soluciones, examinar un argumento y su contrario.
Pero no sólo la ausencia -didáctica- de las Formas es una prueba del lugar
intermedio que este diálogo ocupa entre el Parménides y El Sofista. Hay otro tema que
Platón no intentó solucionar en diálogos anteriores y que recién encontrará su
explicación en El Sofista. Se trata de la justificación de la falsedad, que se intenta
148
llevar a cabo por primera vez en el Teeteto, pero que no llega a concretarse. El punto
de partida de la discusión es pragmático: hay opiniones falsas, pero ¿cómo se
explican? Quien opina algo, opina algo que es y entonces ¿cómo su opinión puede ser
falsa? Como se ve, la posición tradicional que vimos expuesta literalmente por
Antístenes reaparece, pero ahora se trata de hacerla coincidir con la existencia posible
de la falsedad, lo cual no es tarea fácil.
Platón intenta entonces explicar la posibilidad de la existencia de lo pseûdos.
Una primera explicación es la siguiente: imaginemos que se tienen dos nociones en el
espíritu, las dos reales, pero cuando llega el momento de opinar se toma una en vez de
la otra. Lo pseûdos consiste en equivocarse de noción (189c): se piensa que algo es
bello cuando en realidad es feo. Pero una vez más el pragmatismo se impone: nadie, en
su sano juicio, toma una cosa por otra (191b), concluye Sócrates.
Una segunda explicación es posible. Sócrates imagina que en el alma hay una
especie de bloque de cera maleable en el cual se imprimen recuerdos que dejan huellas
y puede ocurrir que a una sensación presente se asocie una huella de una sensación
pasada, porque, con el paso del tiempo, la cera ya no es pura y deviene rugosa y poco
maleable (1894d); pero, poco después, Sócrates dice que cuando propuso esta
explicación se dejó llevar por la charlatanería (!).
El tercero y último intento de explicación de la falsedad es el más pintoresco.
Sócrates imagina que nuestra memoria es una suerte de pajarera en la cual cohabitan
pájaros de diversas especies. Cuando se nos pregunta nuestra opinión sobre algo,
cazamos uno de los pájaros y lo exponemos como legítimo. Pero pudimos
equivocarnos de pájaro...(197c): nuestra opinión es entonces falsa. La siguiente
reflexión de Sócrates es una auténtica confesión: "Después de haber recorrido una
larga ruta, henos aquí en un callejón sin salida" (200a).
Dadas las dificultades para justificar la opinión falsa, la discusión de centra
entonces en la opinión verdadera como causa posible de la ciencia. Pero el Teeteto no
llega a ninguna conclusión. Cuando el lector cree que ésta se avecina, Sócrates
pronuncia la frase ya citada y fija una cita para el día siguiente a la mañana. El
mensaje es claro: hoy nos hemos entrenado, mañana llegará la solución. Y lo que
ocurrirá "mañana" será narrado en el Sofista.
149
CAPÍTULO X
Platón II. El carácter dinámico de las Formas en El Sofista
No sólo el Parménides era un diálogo extraño; el Sofista también lo es.
También el Sofista nos presenta un Sócrates extraño, no por su juventud -puesto que si
la acción del diálogo continúa la del Teeteto, Sócrates está ya en pleno proceso-, sino
por su actitud: abre el debate, presenta a los personajes, y no habla más; se limita a
escuchar. Y otro tanto hará en los diálogos siguientes (a excepción del Filebo),
Político, Critias, Timeo, hasta que desaparecerá por completo en Las Leyes. La
ausencia de Sócrates como meneur du jeu obliga a Platón a cambiar de portavoz, lo
cual se justifica sobradamente ya que, como adelantamos más arriba, a los lectores u
oyentes consecuentes de Platón les hubiese sin duda chocado que Sócrates,
súbitamente, presentara caracteres de las Formas diferentes de los habituales.
Pero no sólo el eclipse de Sócrates hace del Sofista un diálogo extraño. El
diálogo es insólito también porque Platón aprovecha el cambio de portavoz para poner
en juego un nuevo método, muy diferente del que se podría deducir1 del accionar de
Sócrates en diálogos anteriores. Esta afirmación nos obliga a hacer una presentación
general del diálogo, lo más breve posible.
Sin llegar al extremo de Aristóteles que, el menos en lo que concierne la noción
de causalidad, interpreta que los filósofos anteriores fueron en cierto modo
"preparando" su sistema, el protagonista del Sofista propone una concepción de la
realidad de las cosas que es, o que permite presentarse como, una verdadera síntesis de
la historia de la filosofía, hasta entonces. En ningún otro diálogo Sócrates había
procedido de esta manera, y por esa razón el cambio de portavoz se impone. No es
extraño entonces que en dos pasajes centrales del Sofista Platón lleve a cabo una
"historia de la filosofía antigua", hasta Platón I incluido. Y, de la misma manera que
sólo el "gran" Parménides podía, en la ficción, criticar al joven Sócrates, sólo alguien
que pertenece a esa verdadera Ontópolis que es Elea puede llevar a cabo dicha síntesis.
Es por esta razón que no dudamos en afirmar que aprovechar el paso por Atenas de un
1
No dudamos en utilizar el verbo "deducir" ya que, a pesar de los numerosos trabajos consagrados al
"método socrático", éste se encuentra más en las historias de la filosofía que en los diálogos de Platón.
150
extranjero que viene de Elea para introducirlo en su universo es uno de los rasgos del
genio de Platón.
2
Si bien no se sabe en qué fecha los diálogos de Platón fueron conocidos también por un subtítulo,
debe tenerse en cuenta que el del Sofista es Sobre el Ser (Perì toû óntos).
3
"Me da la impresión de que cada uno de ellos [sc., los filósofos del pasado] nos narra una especie de
mito, como si fuésemos niños" (242c8).
151
que tiene la forma de una dicotomía, entre los sistemas anteriores. Respecto de la
cantidad de los entes considerados como principios o elementos, los filósofos se
dividen, en la sistematización que hace el Extranjero, en monistas y pluralistas, y,
dentro de los pluralistas, en el caso de quienes que se redujeron a sostener dos
principios, también los eligieron en función de su oposición ("lo cálido y lo frío, u otra
pareja de este tipo", 249d10). Y, finalmente, respecto de la "calidad" de los entes
privilegiados, la dicotomía se establece entre quienes son partidarios de asimilar lo
"real" (la ousía), por un lado, a los cuerpos, y, por el otro, a Formas inteligibles.
monopoliza el hecho de ser, no "queda ser" para el otro. Ambos tienen que ser, pero
para justificarlo Platón debe llevar a cabo una revolución que no ha sido percibida
como se merece por los estudiosos del platonismo. Cuando Platón interroga en forma
imaginaria a un dualista que sostiene que tanto lo cálido como lo frío existen, le
pregunta: "¿qué suponemos que es este 'ser'? ¿Es algo tercero (trítos), además de
aquellos dos?" (243e2). Y, para ser coherente, el dualista debe admitirlo, porque,
como dijimos, si asimila "ser" a lo frío, lo cálido no es, y viceversa.
4
"Títhemai", del verbo "títhemi", de donde proviene "tesis".
5
"¿Establecimos una definición (hóron) adecuada de las cosas (tôn ónton) cuando dijimos que en todo
está presente la potencialidad (dúnamis) de padecer o de actuar, incluso en mínima medida?". "Sí"
(248c4).
154
6
Una excepción notable es el artículo de Francisco J. González, "Being as Power in Plato's Sophist
and Beyond", en A.Havlicek-F.Karfik (ed.) Plato's Sophist. Proceedings of the Seventh Symposium
Platonicum Pragense, Praga, 2011, pp.63-95
7
El trabajo más completo consagrado a la cuestión sigue siendo el libro clásico de J.Souilhé, Étude sur
le terme Dynamis dans les dialogues de Platon, París, 1919.
155
8
Hay estudiosos que llevaron a cabo esfuerzos desmesurados y surrealistas para demostrar que estos
"amigos de las Formas" no son los platónicos. El único filósofo de la antigüedad que colocó el ser en
las Formas, fue Platón. Otros autores utilizaron apenas una vez la palabra "idea", como vimos, sin
mayores consecuencias. Detrás de la resistencia a considerar que Platón pueda referirse a sí mismo se
esconde el prejuicio, evidente en los grandes filólogos alemanes de los siglos XVIII y XIX
(Schleiermacher, Hermann, etc.) de resistirse a admitir que un gran filósofo como Platón pueda
examinar críticamente sus ideas.
156
"Ustedes dicen que el devenir (génesin) [o sea, lo sensible] está separado (khorís)9 de
la esencia (ousía) [o sea, la Forma10], ¿no es así?" (248a7). Evidentemente, la
respuesta es positiva. Dada esta separación, la definición del ser como dúnamis puede
ser aceptada sin objeciones por los amigos de las Formas, pero sólo para el ámbito
sensible, caracterizado por entidades que actúan y que padecen y que, además, son
captadas por la sensación, que comunica con ellas (248a10). Pero, para estos amigos
de las Formas, el ser en estado puro y real corresponde sólo a las Formas, que son
"siempre idénticamente inmutables (aeì katà tautà hosautós)" (248a12), y algo
inmutable, como vimos en el Capítulo Platón I, no puede ni sufrir, ni actuar, ni
comunicar.
La respuesta que el Extranjero da a los Amigos de las Formas es lapidaria. Si
las Formas son conocidas (lo cual es el axioma básico de la filosofía platónica),
padecen. Incluso la gramática está de acuerdo con el Extranjero, ya que casi todos los
verbos tienen una voz "pasiva", que transforma en "paciente" el sujeto al cual se le
aplica el verbo, sujeto que, en otras ocasiones, puede, bien entendido, ser "agente". Las
Formas platónicas, para estar presentes en lo sensible, deben actuar, pero al
considerarlas inmutables y estáticas, este desideratum causaba los problemas
presentados en el Parménides, que pusieron a Platón ante una alternativa básica: o las
Formas son inmutables y estáticas y entonces no pueden cumplir con su tarea de
justificar ontológicamente lo sensible con su presencia, o las Formas, para cumplir con
su misión, deben forzosamente ser dinámicas y pasibles de soportar acciones. El
imaginario interlocutor platónico del Sofista no responde a la pregunta del Extranjero
porque éste, que se pone en su lugar, parece perder la paciencia y exclama: "¡Y qué,
por Zeus!, ¿nos dejaremos convencer con tanta facilidad de que el movimiento, la
vida, el alma y el pensamiento no están verdaderamente presentes en lo que es por
completo (tôi pantelôs11 ónti) y que esto ni vive, ni piensa y que, solemne y
majestuoso, carente de intelecto, permanece inmóvil y estático?" (248e7). La respuesta
9
Recuérdese que cuando Parménides comienza a interrogar al joven Sócrates en el Parménides este
adverbio se repite ocho veces en menos de una página.
10
Recuérdese que la Forma es una "realidad" o "esencia" (ousía) que existe realmente.
11
En este contexto, pantelôs es sinónimo de óntos.
157
12
J.L.Borges, Obras Completas, Emecé, Buenos Aires, vol. 1, 1996, p. 351.
13
Cornelia De Vogel, por ejemplo, escribió un trabajo, ya clásico, titulado "Platon a-t-il ou n'a-t-il pas
introduit le mouvement dans le monde intelligible?", en Actes du XIe Congrès International de
Philosophie, XII, Bruselas, 1953, pp. 61-7.
158
tuvieron en cuenta el carácter alegórico del pasaje. Nosotros pensamos que el verbo
debe interpretarse en el sentido de "alterarse", o, a lo sumo, "agitarse", sin referencia
alguna a una posible traslación. También un trompo que gira se mueve sin trasladarse.
Platón quiere resaltar la oposición entre algo que permanece quieto y estático, lo cual,
para él es sinónimo de solemnidad14, y algo opuesto, que al ser forzosamente
dinámico, se agita.
Platón no prosigue su interrogatorio de las escuelas del pasado ya que su
propósito era el de presentar una definición del ser que suprimiera las diferencias entre
sistemas opuestos y que le permitiera a él superar, relativizándola (ya justificaremos
este verbo) la separación entre dos universos. Ahora sabemos que el ser es esa "tercera
cosa" que aparece cuando hay oposiciones radicales, pero, como él no se confunde con
los principios, sean éstos cuáles fueren, puede justificar la existencia de los opuestos.
El ser es "dador" de existencia, existencia que es la posibilidad de comunicar. Es así
como esta definición confiere ser real tanto a lo sensible (que se comunica con la
sensación) como a lo inteligible (que comunica con lo sensible mediante la
participación y a la presencia).
Gracias a esta solución, tanto lo sensible como lo inteligible existen realmente.
El adverbio óntos, "realmente", ya no es patrimonio de las Formas. En este sentido es
sumamente esclarecedor un pasaje fundamental del diálogo del cual lamentablemente,
no podemos ocuparnos porque nos llevaría demasiado lejos: el pasaje que se refiere al
status de la imagen (240a-c). Este pasaje adelanta y esclarece el sentido de la
relativización de la tan criticada "separación". En la línea 240b11 Platón dice
claramente que "la imagen existe óntos, (realmente)"15, si bien sabemos que las
imágenes son copias de las Formas y que por ello pertenecen al universo sensible. A
partir de ese momento, la única diferencia que existe entre lo sensible (copias,
imágenes) y sus modelos (las Formas) es una relación de dependencia entre dos
realidades: las imágenes dependen de los modelos y no son verdaderas: son
verosímiles; los modelos son autónomos y son verdaderos.
14
J.L.Borges, en El gólem, hará un paralelismo entre "la inacción" y la "cordura".
15
Sobre este discutido pasaje, ver N.L.Cordero, "Il faut rétablir la version originale de Sophiste 240b7-
9", Elenchos, XXVIII, 2007.2
159
de una Forma que les "da" este ser y, a su vez, están "presentes" en ella16. Es así como
Platón da nacimiento a una nueva Forma, la Forma de Ser (idéa toû óntos, 254a8) En
esta Forma su phúsis y su ser coinciden: es pura potencia de comunicación. Todo
sugiere que esta nueva Forma es más importante que la otras, y Platón lo confirma
cuando, a partir de la página 254b, propone una cierta jerarquía entre las Formas y
muestra que todas necesitan participar de ella, ya que todas existen17, y gracias a esa
participación pueden asumir, a su vez, su papel de dadoras de existencia y de esencia a
lo individual.
Este nuevo esquema supone una novedad que los estudiosos consideran como
la principal innovación del Sofista, la combinación (incluso la mezcla) entre las
Formas: sumplokè tôn eidôn, 259e6. Esto es verdad, pero no suele deducirse de esta
innovación que ello significa un cambio radical en la estructura de las Formas, que ya
no son "en sí", sino que se comunican, con todas con consecuencias que ello implica.
Precisamente la complejidad de esta inter-comunicación (ya que hay Formas
incompatibles entre sí, otras que sólo pueden comunicar con unas pocas, otras de
comunicación universal) hace necesario que haya un "experto en comunicaciones", y
esta tarea Platón II la confiere al dialéctico, que agrega una nueva prerrogativa a las ya
pesadas tareas que se le habían atribuido en la República.
Nada hemos dicho hasta acá sobre un punto doctrinario fundamental del Sofista,
la justificación del no-ser, porque ello nos alejaría de nuestro tema, pero, en realidad,
es a la búsqueda de la justificación del no-ser que Platón descubre, primero, (a) que la
historia de la filosofía muestra que "el ser", inconscientemente, fue siempre atribuido a
algún principio, con lo cual era automáticamente diferente del mismo (era algo
"tercero" cuando se sostenían dos principios), y luego (b) que , en su filosofía, ese ser
debe adquirir el status de "Forma". Como es sabido que la nada, concebida como no-
ser absoluto, no existe (Platón rinde homenaje a Parménides, aunque sin decirlo), el
pasado muestra que las escuelas que sostuvieron principios diferentes, e incluso
16
Como el ser de la Forma es su poder de comunicación, la phúsis de cada Forma no se agota jamás.
En el Parménides, cuando Sócrates trataba de eludir las críticas de Parménides acerca de la
participación, propuso en un determinado momento el ejemplo del sol, que, sin tener partes y sin
cambiar, da lo que posee al mundo sensible. (131b). Curiosamente, Parménides parece no haber
escuchado este argumento y pasa otra cosa. Ahora vemos que la solución que acabamos de encontrar
en el Sofista es un perfeccionamiento de dicha idea.
17
Veamos un solo ejemplo: "[El movimiento] existe a causa (diá) de participar del ser" (256a1)
161
opuestos, no son en realidad "contrarias" sino "diferentes". Platón pone como ejemplos
los colores: el rojo no es lo blanco, pero ello no significa que no exista; es
simplemente lo otro de lo blanco, es lo no-blanco, o sea, es diferente de lo blanco
Platón dice claramente que "diferente" es un término relativo. Nada es sólo
"diferente". Es decir que la noción de diferencia que él va a proponer para justificar el
no-ser no tiene valor ontológico. El lugar propio del no-ser será el discurso, la
predicación. Recién dimos el ejemplo del rojo. Ontológicamente el rojo es rojo, punto.
En sí, el rojo no es no-blanco; en su ser no se detecta la no-blancura; sólo el discurso
dice que algo rojo no es blanco. La no-blancura del rojo es la "alteridad" del rojo con
respecto del blanco, y sólo tiene valor predicativo.
Ésta es la solución que Platón propone al problema del no-ser: "hay" un no-ser
relativo que permite formular juicios negativos y justificar así la falsedad, ya que los
hechos no son ni verdaderos ni falsos.
belleza), y en ello consiste su identidad. Para justificar esta identidad, Platón introduce
en su universo inteligible, una nueva Forma, la Forma de Lo Mismo (o Lo Idéntico:
t'autón), que es también una Forma se comunicación universal, ya que todo lo que
existe es idéntico a si mismo Pero la identidad se define por sus límites ("de-finir"
quiere decir colocar algo en el interior de límites, finis, en latín), y lo que queda fuera
de los límites es "diferente" de lo definido: es su "otro", que constituye su alteridad. Y,
para justificar la alteridad, Platón propone la Forma de Lo Otro (o Lo Diferentre:
héteros): "cada cosa es diferente (héteron) de las otras [o sea, no es las otras], no por
su propia phúsis, sino porque participa de la Idea de Lo Otro (idéa toû héteron)"
(255e4). Como vimos, es esta Forma la que va a justificar que pueda hablarse de un
cierto no-ser.
Para completar su jerarquía Platón recuerda que enfocó la historia de la filosofía
en función de pensadores que sostuvieron que el principio elegido era ya sea
inalterable y estático, o dinámico y viviente, y es en función de esta concepción de la
realidad que, junto con las Formas ya mencionadas (Ser, Identidad, Diferencia)
privilegia también las Formas de Reposo y de Quietud, que ya no son de comunicación
universal, sino que están presentes cada una sólo en la "mitad" del conjunto del
universo, pues una cosa o participa del Reposo o participa del Movimiento, del
Cambio. He aquí un ejemplo de Formas que no pueden comunicar mutuamente, como
ya habrá detectado el dialéctico.
Con estas cinco formas (Ser, Mismo, Otro, Reposo, Movimiento) Platón
establece una jerarquía que coloca en la cima del universo de las Formas, y limita a
ellas su análisis "para no marearse en medio de esa multitud" (254c2) Haberse
limitado a cinco es el mejor homenaje que Platón pudo rendir a Parménides, a quien,
sin embargo, pretendió suprimir. Las Formas están agrupadas por pares de opuestos:
Reposo se opone a Cambio o Movimiento, si bien ambas Formas existen; Identidad se
opone a Diferencia, y, una vez más, ambas existen. Pero la Forma de Ser no puede
tener una Forma opuesta, que sería la Nada (que no existe) Y la Forma opuesta a la
Forma de Ser tampoco puede ser la Forma que justifica el único no-ser concebible,
porque Platón ya confirió esta tarea a la Forma a lo Diferente, opuesta a la de
Identidad.
163
Es decir que, respecto de algo que es (o sea que su contenido no es un no-ser, sino
cosas que son), dice algo diferente.
Platón instaura así una noción predicativa de la verdad (y de la falsedad), que
sólo tiene valor en el discurso (o en el discurso silencioso que es el pensamiento). Ello
no significa que haya abandonado la verdad ontológica, que sigue siendo prerrogativa
de las Formas. En el pasaje consagrado a la definición del status de la imagen, Platón
no olvida que siempre sostuvo que el universo sensible es una imagen del paradigma
que son las Formas, y define a la imagen como "algo parecido, pero diferente,
elaborado como semejante a lo que es verdadero" (24a7). Y ante la pregunta de
Teeteto: "Esa otra cosa semejante ¿es también ella verdadera?" el Extranjero responde
drásticamente: "De ningún modo (oudamôs) es verdadera".
(h) Conclusión
Nuestra hipótesis de trabajo según la cual todos los filósofos de la antigüedad
que se propusieron realmente descubrir la realidad de las cosas18 la explicaron en
función de un ser dinámico, palpitante, alegóricamente "viviente", encontró una
culminación en Platón con su definición del ser como dúnamis. En este sentido, el caso
de Platón es ejemplar porque él mismo fue consciente, paulatinamente, de que debía
adoptar esta posición. Dado su proyecto de re-fundar la filosofía sobre la base del
conocimiento, nada más normal que comenzar con una hipótesis según la cual sólo
objetos inalterables y autónomos pueden producir un conocimiento objetivo. Pero ya
desde sus primeros diálogos Platón otorga a esos objetos a conocer, las Formas, una
misión esencial en un plano ontológico: garantizar la existencia de lo sensible. Para
ello las Formas deben comunicar con lo sensible y viceversa, lo cual impone
relativizar la separación entre ambos universos. El Parménides expone directamente (y
hasta cruelmente) este problema, que podría solucionarse con el abandono de las
Formas como hipótesis de trabajo, pero Platón está decidido a conservarlas. Sin ellas,
el conocimiento es imposible, como demuestra el Teeteto.
La solución se propone en el Sofista con una definición del ser, y esto, por
primera vez (ya que antes las Formas eran el ser, sin aclaración alguna respecto de qué
18
Hasta acá hemos consagrado dos Interludios a quienes procedieron de otro modo.
165
CAPÍTULO XI
Aristóteles
Después de tres Capítulos consagrados a Platón, el eventual lector de este
trabajo no podrá dejar de preguntarse por qué el otro gigante del pensamiento de la
antigüedad, Aristóteles, será sólo objeto de un breve Capítulo. No se trata -no hace
siquiera falta decirlo- de una preferencia personal del autor; es una consecuencia del
tema general de nuestro libro, que no es ni pretende ser una historia de la filosofía
griega, sino sólo la descripción de un hilo conductor respecto de la noción dinámica de
"ser" que va de Tales a Plotino. En ese panorama hubo autores en los cuales esta
concepción estaba latente, y tuvimos que ponerla en evidencia, hubo otros pensadores
que la manifestaron de una manera más clara y distinta, y hubo el caso excepcional de
Platón, quien, en determinado momento, se vio obligado a introducir ciertas
modificaciones en su teoría, lo cual nos obligó a estudiar su pensamiento con especial
dedicación.
El caso de Aristóteles es, junto con los atomistas, el que menos esfuerzos
requiere por parte del autor de estas líneas para justificar su hipótesis de trabajo.
Ningún estudioso dejó de subrayar el carácter eminentemente dinámico del
pensamiento de Aristóteles1, su concepción teleológica de la realidad, su explicación
de la generación como el paso de la dúnamis al acto, la marcha del universo hacia un
primer motor que lo atrae, etc. Pero, como es sabido, todos estos puntos que
enumeramos, son un aspecto (¿esencial?, ¿accesorio?, ¿secundario?) de la filosofía de
Aristóteles. De esta cuestión nos ocuparemos en primer lugar, en el § (a).
En las páginas precedentes hemos repetido hasta el cansancio una expresión
que, quizá leída en inglés, parecerá más solemne: "The philosopher's object is to
explain reality". Si hemos decidido repetir esta frase tal como la formuló un gran
especialista, W.K.C.Guthrie2, es porque este autor afirmó a continuación que, si hay un
autor en la antigüedad que representó este desideratum en grado sumo, fue Aristóteles.
Los casi treinta tratados de Aristóteles que han llegado hasta nosotros (muchos otros se
perdieron), ya sea organizados por él mismo, ya sea por sus discípulos o editores de la
1
Uno de los estudios más importantes de los últimos años consagrado a Aristóteles, escrito por Pierre-
Marie Morel, tiene como título Aristote. Une philosophie de l'activité (París, GF-Flammarion, 2003)
2
W.K.C.GUTHRIE (VI, 1981), p. 101.
167
3
Según Diógenes Laercio, V.6.
4
La autenticidad del Libro K es fuertemente contestada, y se piensa que el libro Δ pudo haber sido
escrito por un discípulo de Aristóteles.
168
diferentes del autor, Aristóteles se interroga en ellos sobre cuestiones que van más
allá5 del universo "físico".
Aristóteles, en esos cuadernos, no pretende ser un innovador. Él mismo lo dice:
como el conocimiento verdadero resulta de conocer las causas, "tengamos en cuenta
cuanto dijeron quienes antes que nosotros se dedicaron al estudio de las cosas (tôn
ónton) y filosofaron acerca de la verdad" (Met. I.3.983b1). Y en otro pasaje agrega:
"Puesto que buscamos los principios y las causas supremas, es evidente que es
necesario que éstas lo sean de algo que es de por sí una cierta phúsis. Si quienes
buscaron los elementos de las cosas (tôn ónton) buscaban estos principios, es
necesario que éstos sean elementos de lo que es (toû óntos), no accidentalmente, sino
en tanto ente. Es por eso que debemos aprehender las causas primeras de lo que es
(toû óntos) en tanto es (ón)" (Met. IV.1.1003a26-32).
O sea que Aristóteles podría ocupar un lugar en la serie de los filósofos que
vimos en los capítulos precedentes, si bien su enfoque es original (como lo fue el de
Parménides, en su momento): en vez de buscar las causas primeras de las cosas en
tanto tales, es decir, en tanto son esto o aquello, él pretende buscar las causas de las
cosas, simplemente, en tanto que son, es decir, si se permite la expresión, él busca la
causa del ser de las cosas, de aquello que hay en las cosas que las hace ser, sin tener en
cuenta el tipo de cosas que ellas son. El lector habrá observado que hasta acá hemos
utilizado, por un lado, el modo condicional ("podría...") y, por otro lado, el verbo
"pretender". Ello se debe a que Aristóteles fracasa en su búsqueda. Ello no es grave, al
contrario. "Hoy sabemos que es porque el filósofo no encuentra lo que busca, que
encuentra, en su búsqueda, lo que no buscaba"6. En el caso de Aristóteles, al buscar la
metafísica, encontró la física. Esta afirmación un tanto dogmática merece explicarse.
Aristóteles, como todos los filósofos anteriores, se interesó en el "ser" de las
cosas. En uno de los libros más apasionantes de la Metafísica, el libro Z, escribió que
"la dificultad eterna (aeí), de quienes tanto ayer, como hoy, como siempre, llevan a
5
La tradición narra que Andrónico de Rodas, director del Liceo, la escuela de Aristóteles, en el siglo I
a.C., y organizador de una "edición" de las obras recuperadas del maestro, no supo donde poner esos
catorce cuadernos y los colocó después de la Física (Phusiká) o sea, Metà tà Phusiká. Otra versión
dice que el título estaba ya en Nicolás de Damasco, unos pocos años antes. Sea como fuere, si el título
obedeció a razones exteriores al contenido, el contenido se adaptó milagrosamente al título, ya que los
enfoques de la Metafísica van más allá del contenido de la Física.
6
P.AUBENQUE, (1962,), p. 508
169
cabo una búsqueda (zetoúmenon) consiste en saber '¿qué es el ser?' (tí tò ón)" (Met.
VII.1.1028b2). Y la originalidad aristotélica consistió en haber captado que la
dificultad se debe a que "ser" tiene una gran cantidad de significaciones. No se trata
sólo del verbo "ser", cuya utilización Aristóteles analiza especialmente en su manera
de unir un sujeto a un predicado (lo cual le permite establecer una serie de
"categorías", de predicaciones), sino también en lo que concierne al participio, "tò ón",
que alude a "lo que está siendo".
Como para Aristóteles cada "objeto" es estudiado por una ciencia especial, para
caracterizar el tipo de ciencia que se ocuparía del ser en tanto ser utiliza el nombre de
"filosofía primera" (en los manuales, "metafísica"), que es una de las "ciencias
teoréticas". Estas ciencias se ocupan de entidades que subsisten con independencia del
quehacer humano y que, entonces, no pueden ser sino como son. Se trata de las
matemáticas, cuyos objetos necesitan apoyarse en ciertos esquemas abstractos, de la
física, que se ocupa de entidades sujetas al cambio, y, finalmente, de la filosofía
primera, cuyos objetos de estudio no cambian y están separados de la materia (y
cuando entre estos objetos el filósofo se interesa en la divinidad, la disciplina se llama
también "teología").
Hemos recurrido en varias ocasiones al término "entidades". En realidad,
Aristóteles utiliza la palabra ousía, derivada del verbo "ser" y que significa
literalmente, en el ámbito de la filosofía7, aquello en que reside el ser de algo. Pero
como la noción de "ser" es múltiple, la de ousía también lo es. La mayor parte de los
estudiosos traduce la palabra por "sustancia", otros por "esencia" y el eminente
especialista greco-belga Lambros Couloubaritsis -en quien nos inspiraremos más de
una vez- prefirió en francés el neologismo "étance" (que sería la cualidad esencial,
"essence", que posee un "étant", un ente). La investigación de la ousía es el verdadero
objeto de la filosofía primera. La frase que citamos más arriba, que atribuía como tarea
eterna a los filósofos el estudio de "¿qué es el ser? (tí tò ón)" (Met. VII.1.1028b2),
continuaba de esta manera: "es decir, ¿qué es la ousía? (tís hé ousía)" (b3-4).
7
Hacemos esta salvedad porque el término pertenece al habla corriente y significa "patrimonio",
"riqueza". Fue seguramente por su relación con la "propiedad" que el término fue adoptado por los
filósofos, ya que la propiedad principal de un ente es el hecho de ser.
170
8
M.Heidegger, que no se caracteriza por la mesura de sus apreciaciones, no está lejos de la verdad
cuando escribió que "la Física de Aristóteles es [...] el libro fundamental de la filosofía occidental"
(Questions II, trad. francesa, Gallimard, París, 1968, p. 489).
172
(c) Las condiciones del devenir de las cosas naturales (tà phusiká)
Como dijimos, Aristóteles, en la Física, se ocupa de los principios generales
que rigen el movimiento, que es la phúsis de las cosas naturales (tà phusiká). Este
estudio es previo a todo cuanto dirá en los otros tratados sobre las condiciones del
devenir y, en ese sentido, si bien no podemos considerarlo "metafísico", ya que
Aristóteles reserva este adjetivo para otro tipo de búsqueda, podríamos hablar de un
9
En su búsqueda del "ser en tanto ser", en cambio, tuvo menos éxito, pero ello no deja huérfana a la
física, que se sostiene por sí sola
10
P. AUBENQUE (1962), p. 422.
11
P. AUBENQUE (1962), loc.cit.
173
12
Hemos utilizado con insistencia el término "movimiento" porque en el original griego Aristóteles
habla de kínesis, pero esta insistencia podría hacer creer al lector que Aristóteles propone una suerte
de movilismo universal en el ámbito de la naturaleza. Nada más alejado de la realidad. El texto de la
Física que acabamos de citar (III.1.200b12-15) asocia kínesis, "movimiento", a metabolé, "cambio".
D.J.Allan escribió al respecto un comentario muy sutil, que nos permitimos citar in extenso: "El
término kínesis tiene una significación más amplia que la de 'movimiento', y muy a menudo equivale a
'cambio'. [...] En la Física, por ejemplo, kínesis es concebido en general como un cambio cualitativo.
Incluso cuando, en una etapa tardía, [Aristóteles] se representa a la totalidad del universo dependiente
de un motor inmóvil, seguramente esta idea estaría mejor representada por traducción cambiador
incambiado (changeless changer)" (The Philosophy of Aristotle, Oxford, 1952, p. 35).
174
el cambio tiene así lugar desde lo que está en potencia (dúnamis) a lo que está en acto
(enérgeia)"13.
Veamos cómo explica Aristóteles esta dinámica de la naturaleza, o sea, el
devenir, resultado de su concepción dinámica del ser. Todo devenir supone un cambio,
es decir, como vimos en la frase de Robin, el paso de una situación en la que algo está
a un estado en el cual aún no está. Aristóteles interpreta este proceso como si se
llevara a cabo entre estados contrarios, es decir, como un paso del ser (de una manera)
al no-ser. Por ejemplo, si algo deviene blanco es porque antes no era blanco, y el
devenir es en ese caso el paso de algo no-blanco al blanco. Pero si algo deviene blanco
es porque tenía la posibilidad, el poder, la capacidad (dúnamis) de devenir blanco
(posibilidad que, por ejemplo, el agua no tendría, ya que, por definición, es incolora) y
porque lo blanco era una forma que le faltaba a lo no-blanco. Aristóteles habla en ese
caso de "privación" (stéresis): X estaba privado de ser blanco, y cuando deviene
blanco, "actualiza" la blancura que tenía en potencia. Lo mismo ocurre con todo
aquello que está en movimiento: si algo ahora se mueve es porque antes estaba en
reposo, que es lo contrario del movimiento.
Este tipo de cambio sólo tiene lugar en todo aquello cuyo ser es dinámico (o
porque puede ser "dinamizado" por un agente), y que se presenta como un complejo
de una materia y de una forma. Para concretar esta explicación del devenir, se impone
hacer una somera referencia a las cinco nociones que este proceso pone en juego:
materia, forma, potencia, acto y privación.
13
L. ROBIN (1928), p. 334.
175
viene "materia"), húle, que en griego tiene también el sentido del "material" con que se
construye algo.
Es precisamente la materia la que tiene la "posibilidad" de cambiar, pero cada
tipo de materia tiene sus propias "posibilidades". El mármol no tiene la posibilidad de
devenir inteligente; entre las posibilidades de un ser humano no figura la de devenir, él
mismo, estatua. Para esta noción de "posibilidad" Aristóteles utiliza el mismo término
que Platón había privilegiado en el Sofista, dúnamis, traducido en general, en
Aristóteles, por "potencia" (si bien "potencialidad" e incluso "posibilidad" serían más
adecuados), pero la significación del mismo es muy diferente. En Aristóteles la
potencia es una etapa previa a la verdadera existencia de algo, que es la "actualización"
de dicha potencia. Es decir que la dúnamis de la materia se "activa" (o sea, deviene
acto, enérgeia) y ello es posible gracias a la forma (eídos). El bloque de mármol, que
tenía la dúnamis de devenir estatua, recibe la forma (eídos) que lo convierte en estatua
en acto. Pero ello significa que, hasta que la estatua no se actualice, el bloque de
mármol estaba "privado" de la forma, que era su no-ser14: no era...una estatua.
Vimos que para la noción de forma Aristóteles utiliza, como Platón, la palabra
eídos, pero el contenido del término es completamente diferente. La forma aristotélica
es inmanente a la entidad concreta (que es, como dijimos, un conjunto de materia y de
forma), y es gracias a ella que lo individual es cognoscible. La forma es la manera en
que el ser se manifiesta en una cosa y, en este sentido, es sinónimo de "esencia" 15, que
suele expresarse en los estudios aristotélicos mediante el término escolástico quidditas:
el "qué" de cada cosa, que es además la razón de ser de cada cosa.
En Platón, la dúnamis era la potencialidad de comunicar, y desde el momento
en que una entidad poseía esta posibilidad, existía realmente. En la pareja dúnamis-
enérgeia Aristóteles, como ya vimos, privilegia el acto, la actividad. Si bien en el
orden cronológico la potencia es anterior al acto, curiosamente, desde el punto de vista
de la inteligibilidad, el acto es previo a la potencia, ya que la forma (que es la que
actualiza) debe estar ya presente en la materia como causa final, es decir, como télos
14
Con esta concepción del no-ser como privación Aristóteles pretende corregir la noción platónica del
no-ser como alteridad, que critica severamente. No obstante sus críticas, también en Aristóteles la
negación es relativa; en Platón era "lo otro de X"; en Aristóteles, "lo que aun no es X".
15
Hay autores, como L.Couloubaritsis, que prefieren hablar de "especificidad" (Aux origines de la
philosophie européenne, Bruselas, 3a. ed., 2000, p.463)
176
del devenir, para que se potencie esa actualización específica y no a otra. Si cierta
materia posee la potencia de producir, esta potencia, y no otra, está ya definida por la
forma: la forma del producir. O sea que la actualización de algo en potencia es
imposible sin la preexistencia de la forma.
En el caso de la serie total de los movimientos, tanto cósmicos como
"sublunares", parecería que este esquema que acabamos de ver conduce a un callejón
sin salida, ya que para que algo se ponga en movimiento tiene que tener el movimiento
en potencia, pero debe haber un acto previo para actualizarlo, acto que, a su vez,
tendría que estar actualizado por una forma que tendría que estar en potencia en una
materia, y así hasta el infinito. Para quebrar el círculo vicioso, Aristóteles imagina la
existencia de un acto puro, es decir, de algo que sea capaz de hacer cambiar, sin
cambiar él mismo, que permanecería incambiado, o sea, inmóvil. A ese "cambiador
incambiado" (como proponía traducir D.J.Allan, ver nota 12) Aristóteles lo llama
"primer motor". No tiene materia: es acto puro.
La noción de primer motor es sintomática del fracaso aristotélico16 en su
búsqueda de un "ser en tanto ser". Después de haber descubierto "el surgimiento
(avènement) de la ciencia física"17, y a la búsqueda del fundamento de tà phusikà, no
encuentra un ser en tanto ser, sino a dios, y por esa razón en varios pasajes de sus
tratados la filosofía primera (que nosotros llamamos "metafísica") se denomina
"teología". Léon Robin había escrito al respecto: "Se ve desde ya, y sin necesidad de
esperar a la filosofía primera, que el principio de la naturaleza y de su movimiento, la
física misma está obligada a buscarlo en una forma suprasensible, extraña a su
dominio"18. M.Crubellier y P.Pellegrin, por su parte, ven en la concepcón del primer
motor "el resultado de un conflicto, de una tensión infranqueable entre dos tentativas:
la de una ontología elaborada sobre los seres sensibles a partir de las estructuras del
discurso humano, y la de una teología que, por principio, es inaccesible al hombre"19.
El hecho de que la primera presentación del motor inmóvil tenga lugar en el
último libro de la Física, el Libro VIII, muestra claramente que Aristóteles le otorga
16
P.AUBENQUE (1962), p. 487.
17
Así se titula el trabajo fundamental de L.Couloubaritsis, L'avènement de la science physique. Essai
sur la Physique d'Aristote, Bruselas, 1980.
18
L.ROBIN (1928), p. 346.
19
M.Crubellier-P.Pellegrin, Aristote. Le philosophe et les savoirs, Paris, 2002.
177
20
Sobre este punto, ver N.L.Cordero, "Aristotele, critico spietato ma erede furtivo del Sofista di
Platone", en Gigantomachia, ed. M.Migliori, Brescia, 2002.
179
CAPÍTULO XII
Estoicos y epicúreos
Entre los años 310 y 306 a.C. llegan a Atenas Zenón de Cytium, originario de
Chipre, y Epicuro, proveniente de Samos. La situación de los recién llegados es un
tanto diferente: Epicuro había nacido en Samos en el seno de una familia ateniense y al
llegar a Atenas goza de los derechos de todo ciudadano, lo cual le permitirá, años
después, adquirir un terreno en el cual abrirá una escuela filosófica, el Jardín. Zenón, si
bien es originario de una ciudad griega de Chipre, y, en consecuencia, habla griego1, es
considerado un extranjero en Atenas y cuando decide consagrarse a la filosofía deberá
reunirse con sus seguidores en una de las recovas que rodeaban al ágora, cerca de uno
de los pórticos por los cuales se accedía a la plaza, y como "pórtico" de dice en griego
"stoá", tanto él como sus seguidores fueron conocidos como "los del pórtico", o sea
"los estoicos". Por ellos comenzaremos
1
Esta observación no es superflua. Es conocido el racismo lingüístico de los griegos según el cual,
quien no habla griego, directamente no habla, sino que balbucea, dice "bla, bla", en griego, bar, bar:
es un bárbaro. Un griego de otra ciudad, en cambio, es sólo un extranjero.
180
Dado el objeto de este trabajo, tendremos que dejar de lado la ética y la lógica y sólo
veremos cuáles son los principios según los cuales se estructura la phúsis, principios
que son esenciales para alcanzar la felicidad.
En las historias de la filosofía suele decirse que Aristóteles fue un autor más
"pragmático" que Platón (al cual se lo trata de "idealista" porque privilegió las Ideas,
lo cual es una aberración, como dijimos en su momento). Si la filosofía de este período
se interpreta en función de un avance progresivo del privilegio que ocupan en los
sistemas "realidades reales" cada vez más alejadas de conceptos puros, el estoicismo
ocupa un lugar de preferencia. En efecto, para el estoicismo, todo es cuerpo (sôma).
"Zenón decía que las nociones (ennoémata) no son ni 'algos' ni 'cualificaciones' sino
imágenes (phantásmata) del alma [...] Son las cosas que los antiguos llamaban Ideas
(idéas)" (Estobeo, I.136.21). Y precisamente para justificar que todo es cuerpo, los
estoicos inventaron la noción de "incorpóreo", que sólo corresponde a todo aquello que
no tiene materia (volveremos sobre esta noción): lo que "se dice" (tò lektón), el vacío,
el espacio y el tiempo. Como dice D.N.Sedley, "al hacer de la corporeidad la garantía
de la existencia, los estoicos regresaron, en cierto modo, a la ontología popular"2.
Los estoicos retoman la definición de la existencia de Platón II, pero de ella
deducen que sólo existe lo corpóreo, ya que sólo los cuerpos actúan o padecen. Pero la
novedad que introducen va a revolucionar el panorama de la filosofía y va a influir
radicalmente en los primeros pasos del cristianismo (que comienza a estructurarse
como sistema de pensamiento, además de una religión, cuando el estoicismo es la
filosofía adoptada por el imperio romano). La novedad es la siguiente: como el
universo es eterno, y la eternidad es el atributo de la divinidad, el mundo es divino. Y
como dios es racionalidad pura, el mundo está penetrado por el lógos divino.
Esta novedad otorga un matiz diferente a la pareja "pasión" y "acción", que se
encontraba ya en Platón, y que es encarada según un esquema genético que recuerda
al de Anaximandro3, ya que dicha pareja deviene en el estoicismo productora de todo
cuanto es real. Es así como "la phúsis es un estado habitual (héxis) que se mueve a sí
misma en función de las razones seminales (lógoi spermatikoí)" (Diógenes Laercio,
2
D.N.Sedley en LONG-SEDLEY (II, 1987), p. 163.
3
Siempre se han señalado los elementos presocráticos que hereda el estoicismo, especialmente de
Heráclito: la noción de lógos, la idea de una conflagración universal, etc.
181
4
Recuérdese que en la presentación aristotélica de los primeros filósofos ambas nociones eran
equivalentes.
5
Recuérdese que uno de los principios es dios.
182
6
Esta noción pasará al cristianismo como Espíritu, que sopla "donde quiere" (Juan, III.7).
7
Proclo se refiere a la cosmología del Timeo.
183
8
P.Sambursky, Physics of the Stoics, Londres, 1959, p. 41.
184
mujeres, que, por el solo hecho de querer educarse, eran mal vistas y se las trataba de
cortesanas.
Diógenes Laercio dice que Epicuro había escrito más de trescientos libros. Es
verdad que en la antigüedad un libro era un rollo de papiro de dimensiones reducidas,
pero de todos modos la cantidad es impresionante si tenemos en cuenta que Platón, por
ejemplo, escribió "apenas" poco más de treinta obras. No obstante, a pesar de ese
número considerable, sólo han llegado hasta nosotros unas pocas páginas de Epicuro:
tres cartas (de poco más de cinco páginas cada una), dirigidas a amigos o discípulos,
en las cuales se encuentra un resumen de sus ideas; y dos colecciones de máximas o
sentencias, conocidas también tardíamente (las Máximas capitales y las llamadas
Sentencias vaticanas, que fueron descubiertas en un manuscrito medieval depositado
en la biblioteca del Vaticano). Así y todo, este material fue más que suficiente para
asegurar la posteridad de un sistema apasionante como el de Epicuro. Pero la fama de
que gozó en la antigüedad se debió sin duda a trabajos que hoy desconocemos y que
paulatinamente se están descifrando ya que una bien nutrida biblioteca epicúrea quedó
sepultada bajo las cenizas en la ciudad de Herculano, al sur de Nápoles (destruida en el
año 79 de nuestra era debido a la erupción del Vesubio). Desde hace poco más de un
siglo eruditos italianos han comenzado la tarea titánica de desenrollar y descifrar los
"libros" de Epicuro, y es así como hoy ya se conocen varios capítulos, fragmentarios,
de su Física.
El epicureismo sobrevivió a la muerte de su iniciador. A mediados del siglo II
a.C. se instaló sólidamente en Roma, y el primer filósofo que escribió en una lengua
no griega fue un epicúreo, Lucrecio. Este primer trabajo escrito en latín pocos años
antes de nuestra era clausuró un largo período de casi seis siglos en los cuales el griego
fue la única lengua en la cual se había filosofado. De ahí en adelante, griego y latín
cohabitaron aun durante otro largo período, hasta que el griego perdió su vigencia.
Para Epicuro, como para los estoicos y los cínicos, la filosofía es una actividad,
pero una actividad urgente. En la Sentencia Vaticana 14 se lee: "Tú no existes para
mañana: no postergues tu alegría". Fiel a su deseo de evitar investigaciones
prolongadas, Epicuro adoptó la física de los atomistas, y, por consiguiente, remitimos
al lector al capítulo correspondiente de este libro. Como los atomistas, Epicuro coloca
185
9
El movimiento originario sería libre, pero los movimientos derivados dependerían de la fuerza de los
impactos recíprocos.
186
siglo de búsquedas10 en un terreno de muy difícil acceso, se han podido reunir hoy casi
doscientos "fragmentos" (o sea, piedras con inscripciones) que se encuentran en
institutos o museos de cuatro países diferentes, y se ha podido así reconstruir en gran
parte el tratado de Diógenes, en el cual, como vimos, no duda en atribuir ya a Epicuro
la doctrina de la "desviación".
Dada la importancia de esta teoría, que relaciona, por primera vez en los autores
vistos hasta acá, la conducta autónoma o libre con un tipo de movimiento propio del
"ser" de as cosas (recuérdese que los atomistas llamaban "ser" al átomo y "no ser " al
vacío), debemos intentar explicar su origen. Si en cierta ocasión algún átomo se
"inclina" o "desvía" es porque cae, y si cae, es porque pesa. Esto, respecto de
Demócrito, es una novedad. Ningún texto de Demócrito habla del peso del átomo,
pero, si quien agregó esta cualidad a las únicas reconocidas por el atomismo
originario, la figura y el movimiento, fue Epicuro, en realidad no hizo sino extraer una
consecuencia que lógicamente se imponía a partir de la definición del átomo: si éste
tiene cierta figura debe poseer cierta dimensión, incluso infinitesimal (conclusión ésta
que habría desencadenado las paradojas de Zenón de Elea, pues toda dimensión es…
divisible, y, por definición, el átomo es indivisible), o sea, cierta masa, o sea, cierto
peso. Es por esta razón que en el caso de Epicuro, al menos en los textos conocidos
hasta hoy, hay ya una frase en la que se habla, en forma muy general, del "movimiento
hacia abajo, en virtud de su peso" de los átomos (Carta a Herodoto, § 61). Es
interesante señalar que Epicuro afirma en ese pasaje que todos los átomos (livianos o
pesados) caen a la misma velocidad, lo cual llevó a C.Bailey a decir que "es así como
Epicuro llegó mediante una 'aprehensión mental' (mental apprehension) al resultado
que la ciencia moderna confirma de manera experimental a saber, que en el vacío
todos los cuerpos, sea cual fuere su eso, caen a la misma velocidad"11. O sea que
encontramos en Epicuro referencias al peso del átomo, a la caída ("movimiento hacia
abajo"), pero no a la desviación.
No obstante, todos los comentadores de la antigüedad (y no sólo los epicúreos)
atribuyen la novedad de la desviaión a Epicuro, y, si nos remitimos a los adeptos a la
10
Quien escribe estas líneas intentó encontrar al menos un fragmento, pero en vano: los
investigadores ingleses habían pasado antes...
11
C.BAILEY (1928), p. 314.
187
12
G.Rodis-Lewis califica de "saltarín" a este átomo rebelde (Épicure et son école, Gallimard, París,
1975, p. 77).
13
Karl Marx, "Sobre la diferencia entre la física democrítea y la epicúrea en particular", en Escritos
sobre Epicuro (1839-1841), trad. esp., Ed. Crítica, Barcelona, 1988, p. 53.
188
14
Plutarco (De sollertia anim. 7, p.964e) se burla ostensiblemente de esta teoría. Para Cicerón (De
finibus I.6.19) se trata de una "invención pueril".
15
C.BAILEY (1928), p. 320.
16
D.Fowler, "Lucretius and the clinamen an,d 'free will' (II.251-93)", en ΖΥΖΗΤΗΣΙΣ. Studi
sull'epicureismo greco e latino offerti a M. Gigante, Nápoles, vol. 1, 1983, p. 338.
17
D.SEDLEY (1983), p. 14.
18
D.SEDLEY (1983), p. 16 y siguientes.
189
CAPÍTULO XIII
Plotino
La concepción dinámica del ser que encontramos hasta este momento tendrá un
último gran exponente en Plotino, si bien continuará en otros neoplatónicos de los
cuales no nos ocuparemos ya que tendríamos que hacer grandes esfuerzos exegéticos
para extraer esta concepción del interior de una masa impresionante de comentarios
ya sea de Platón (es el caso de Proclo), ya sea de Aristóteles (es el caso de Simplicio).
Ello no significa que nuestra tarea será simple en el caso de Plotino, pero la dificultad
obedece a otras razones. Como en el caso de Aristóteles, en Plotino, todo está en todo.
Es imposible tratar un tema, en nuestro caso, la concepción dinámica de ser, sin tener
una idea de su sistema en general, y, por razones didácticas, deberemos comenzar
entonces por una presentación de este filósofo que se considera a sí mismo un
discípulo fiel de Platón1, pero que filosofa siete siglos después de su maestro y que no
puede desprenderse de los esquemas de pensamiento de su tiempo, influidos en gran
medida ya por el cristianismo, el gnosticismo, los ritos orientales y las prácticas
mágicas de origen persa o hindú.
Este trasfondo ideológico se justifica además porque Plotino nace en el seno de
la comunidad griega de Egipto, no lejos de Alejandría, en 204, y, según cuenta su
discípulo y biógrafo Porfirio, interesado en el pensamiento "oriental", el filósofo siguió
a las tropas del emperador Gordiano III en su avance hacia el este por lo menos hasta
Antioquía. No hay una certeza absoluta respecto del año en que regresó a Egipto pero
se sabe que cuando tenía poco más de cuarenta años se instaló en Roma, donde sus
cursos de filosofía, en griego, parecen haber interesado a la nobleza romana, incluso a
las esposas de cónsules y de personajes importantes, hasta que, enfermo, pasados los
sesenta años, se recluyó en la villa de un amigo y allí murió. Escribió cincuenta y
cuatro tratados que Porfirio ordenó en grupos de seis. Los nueve libros que resultaron
de esta clasificación son conocidos como Enéadas (en griego enéa es "nueve") y tratan
de temas muy variados, pero todos relacionados entre sí: lo bello, el amor, la virtud, el
alma, contra los gnósticos, etc.
1
"Nuestras teorías no son en absoluto novedosas, y no datan de hoy; fueron enunciadas hace mucho
tiempo, pero no fueron desarrolladas y hoy nosotros somos sólo los comentadores de esas viejas
teorías, cuya antigüedad está demostrada por los escritos de Platón" (Plotino, V.1.8.10).
191
Como se recordará, "los primeros que filosofaron" habían encarado el ser de las
cosas, al cual llamaban phúsis, como una sustancia dinámica y viviente. El último
filósofo del cual nos ocuparemos, Plotino, dirá exactamente lo mismo: "vida y ser son
una y la misma cosa" (sunámpho hèn tò eînai kaì tèn zoén) (VI.2.6.8). Veamos de qué
manera Plotino demuestra esta identidad.
Como se reivindica como platónico, Plotino no comparte la divinización del
kósmos llevada a cabo por los estoicos, ya que éstos son totalmente materialistas y
para Plotino la materia es una realidad secundaria. Es por esta razón que su concepción
dinámica del ser se acerca, aunque él no lo diga, a la de Platón, que hizo del hecho de
ser la esencia de una Forma inteligible, la Forma del Ser, que es dúnamis pura. Dicha
Forma, como vimos, "confiere" su ser dinámico a todo lo que existe. También Plotino
coloca este dinamismo esencial en realidades inteligibles, que son "potencias
pensables" (noeraì dunámeis) (IV.8.3.9), y, especialmente, en Lo Uno, que expande su
actividad y que tiene la forma de una vida luminosa que transmite su dinamismo a los
otros niveles de realidad. Esta concepción tan particular merece una explicación.
Plotino concibe la realidad como vida -volveremos sobre este punto-, como
actividad y como energía, regida por dos movimientos, uno de concentración y otro de
expansión, como el corazón. La realidad palpita. Plotino lleva a cabo una analogía
entre el ser vivo y el kósmos. Cuando un ser vivo llega a la edad adulta, desea
procrear. Lo mismo ocurre con lo Uno, que es perfecto: dada su superabundancia, debe
producir, y el resultado de su producción es la realidad, el kósmos, que, como quiere
estar lo más cerca posible del productor, desea, a su vez regresar a él.
Así como en los atomistas habíamos asistido por primera vez a una concepción
dinámica materialista del ser, y luego, en los estoicos, a una concepción semejante,
pero en la cual la materia era divina, encontramos ahora en Plotino un dinamismo
total, pero inmaterial, espiritual. Los tiempos han cambiado, la materia se devalúa
paulatinamente para permitir que entidades inteligibles ocupen el rol preponderante,
pero el dinamismo persiste.
Plotino privilegia Lo Uno a tal punto que lo coloca incluso por encima del ser, y
fuera de toda posible definición. Es inefable: nada se puede decir sobre él. En una
fórmula sin duda poética, Plotino lo llama "el gran solitario". Sólo puede afirmarse de
él que es la potencia que se encuentra en todas las cosas, que están como programadas
para volver hacia él. Y, de forma más bien inesperada en un filósofo como él, que se
expresa en general mediante imágenes y analogías, Plotino justifica la preeminencia de
Lo Uno de una manera totalmente pragmática: si una cosa no es "una", no existe.
Ergo, ella debe tener a Lo Uno como garantía.
De este primer principio emana el noûs, el intelecto o espíritu. Plotino dice que
el noûs procede de Lo Uno como una especie de irradiación luminosa, que se va
constituyendo progresivamente. Apenas salido de Lo Uno, el noûs se detiene y mira
hacia atrás, y, como él ve, la visión de Lo Uno lo transforma en un noûs perfecto. En
realidad, el rol del noûs es eminentemente activo, ya que en realidad él no ve a Lo Uno
tal como éste es, sino como un conjunto de esencias, de Formas, que le entran por los
"ojos" y que lo saturan. Desde ese momento, el intelecto (noûs) y lo inteligible, que él
asimiló, son lo mismo.
El noûs, a su vez origina una tercera realidad (junto a Lo Uno y a él mismo): el
alma, la psykhé. Plotino habla en primer lugar de un alma superior; que emana
193
directamente del noûs. También el alma mira hacia atrás, hacia su origen, y gracias a
esa visión del noûs deviene materia estructurada en esencias (que estaban contenidas
en el noûs), y, una vez colmada, ella engendra (porque ha sido "fecundada", V.2.1.19)
a su vez un alma inferior, la phúsis. El esquema genético y dinámico que queremos
subrayar se encuentra expresado en estos términos por Plotino: el alma, al producir, no
permanece inmóvil, sino que se mueve para engendrar una imagen de ella misma, pues
está fecundada por el ser que la origina [es decir, el noûs]. Es así como ella engendra
la imagen de ella misma que [en el hombre] es la sensación, y, en las plantas, la
phúsis.(V.2.1.18). El alma superior ilumina y modela a la naturaleza, y le transmite la
inteligencia que ella posee. O sea que, como en los estoicos, pero por un camino
diferente, la phúsis es racional. Si el alma puede organizar la phúsis sensible es porque
contempla lo inteligible. Y, a diferencia de Platón2, esta relación del alma con lo
sensible no la corrompe. "El cuerpo no es algo molesto para el alma que lo dirige, ya
que ella permanece en las alturas de lo inteligible, administrándolo. El universo
animado está en el alma que lo contiene" (IV.3.9.36).
2
Ver Fedón, 82e.
3
"Pues la naturaleza del ser consiste en producir seres (ontos phúsis <eis> tà ónta poieîn)"
(III.6.14.19).
4
Jean-Yves BLANDIN (1998), p. 240. La excelente tesis de J.-Y.Blandin, Dynamisme et ontologie.
Plotin, philosophe de la vie, 1286 p. (director: N.L.Cordero), sostenida en Rennes (Francia) el 2 de
abril de 1998 permanece lamentablemente inédita.
5
Esta pregunta retórica de Plotino recuerda el pasaje del Sofista de Platón en el cual el extranjero
exclama: "¿Y qué? ¡por Zeus!, ¿nos dejaremos convencer con tanta facilidad de que el movimiento, la
194
vida, el alma y el pensamiento no están verdaderamente presentes en lo que es por completo (tôi
pantelôs5 ónti) y que esto ni vive, ni piensa y que, solemne y majestuoso, carente de intelecto,
permanece inmóvil y estático?" (248e7).
6
Ver nota anterior.
7
"Pues el acto es suyo [es decir, del ser] (enérgeia gàr autoû)" (VI.2.7.18)
8
"El acto es la esencia que pertenece al ser (enérgeia kaì tês ousías kaì autoû toû eînai)" (VI.2.7.36)
9
"El movimiento es [...] un cierto tipo de vida de él [sc., del ser] (he dè kínesis [...] zoé tis autoû)
(VI.2.7.35).
10
J.-Y.BLANDIN (1998), p. 330.
195
inteligibles y confina con las naturalezas sensibles, les da algo de ella misma"
(IV.8.7.8). En todo este proceso se comprueba que el movimiento no hace sino
transmitir la potencia (dúnamis) de Lo Uno, que caracteriza a toda la realidad emanada
del mismo.
Cuando nos ocupamos de Platón y de su definición del ser como dúnamis de
comunicación (es decir, de actuar y de padecer), dijimos que era difícil proponer una
traducción unívoca del término. En Plotino, dúnamis retoma el sentido que la palabra
tenía en Platón es decir, sinónimo de poder, de actividad, y se aparta radicalmente del
esquema aristotélico que resumimos en el Capítulo 9, § (d), en el cual dúnamis es la
capacidad de devenir algo. En el mundo inteligible plotiniano, nada está "en potencia",
en sentido aristotélico; todo está en acto. Y el "ser en acto", para Plotino, es pura
dúnamis, o sea que, a la diferencia de Aristóteles11, actividad o acto, y potencia,
coinciden12, y hasta se puede hablar de una "potencia del acto". Pierre Hadot, uno de
los más eminentes conocedores de la filosofía de Plotino, escribió que en Plotino "la
noción de 'potencia' (dúnamis) es muy difícil de distinguir de la noción de 'energía'
(enérgeia) y de 'acto'; todas implican un flujo, una irradiación que se difunde 'hacia lo
exterior'"13, y por lo general este autor traduce enérgeia por "puissance", "potencia".
Por esta razón cuando sostenemos que en Plotino hay una concepción dinámica del
ser, encontramos esta noción representada no sólo por dúnamis, sino por una serie de
términos relacionados con actividades (movimiento, energía, y, especialmente, vida)
que se oponen polarmente a una visión estática e inerte de la realidad.
J.Y.Blandin confirma esta analogía entre energía y potencia, y agrega a la
pareja la noción de "vida", que es esencial en el sistema de Plotino: "La energía,
entendida como actividad interior del cuerpo, inmanente al mismo, puede ser llamada
adecuadamente 'potencia', y, en este sentido, se comprende por qué, para Plotino, se
identifica prácticamente con la vida"14. En efecto, al igual que en el caso de los
primeros filósofos, para Plotino también la realidad se caracteriza por la vida, y el
universo entero es asimilado a un "ser viviente": "Hay que sostener como principio
11
Sobre este tema ver la Enéada II. 5 "Sobre lo que está en potencia y lo que está en acto".
12
Mientras que en Aristóteles hay un paso de la potencia al acto, en Plotino por lo general ambas
nociones están coordinadas: "La psúkhé es potencia y acto (dúnamis kaì enérgeia)" (IV.4.16.17).
13
Plotin. Traité 38 (VI.7), trad. y comentrario por Pierre Hadot, Ed.du Cerf, París, 1988, p. 394.
14
J.-Y.BLANDIN (1998), p. 129.
196
que este universo es un viviente único (zôion hén) que comprende en su interior a
todos los seres vivos" (Plotino, IV.4.32.4). La vida es propia de lo que es, y el ser es
vida: "Vida y ser son una y la misma cosa (hèn tò eînai kaì tèn zoén)" (VI.2.6.8), ya
que "toda vida es actividad (pâsa dè zoè, enérgeia)" (III.2.16.17). Por "vida" Plotino
entiende la actividad de ser, y como el universo es un viviente total, está siendo
permanentemente, está siempre en acto. "El ser verdadero es una potencia (dúnamis)
que se funda en sí misma, pero no cualquier potencia, sino la más viviente y la más
inteligente" (VI.6.8.10). Hay en el todo una continuidad dinámica que va de Lo Uno a
lo sensible (gracias a la "procesión") y que regresa de lo sensible a Lo Uno (mediante
la "conversión").
El ser inteligible es para Plotino una potencia incorpórea que dinamiza el
mundo supra-sensible y que, por intermedio de la psukhé, transmite ese dinamismo al
mundo sensible. "La acción productiva depende el noûs, pero no debe atribuirse al
noûs mismo [...] Esta función corresponde a la psukhé, que es el lógos del noûs
trascendente y que se aplica, como el demiurgo del Timeo, [...] a elaborar una imagen
sensible"15.
La frase siguiente resume de manera total y definitiva la concepción dinámica
del ser en Plotino: "Todo ser es acto y todo ser está en acto; todo ser es vida (enérgeiai
kaì enérgeia tà pánta, kaì zoaì tà pánta)" (II.53.38).
15
J.Moreau, Plotin ou la gloire de la philosophie antique, París, 1970, p. 35.
197
EPÍLOGO
A lo largo de los trece Capítulos de este pequeño libro hemos realizado un viaje
que se inició con "los primeros que filosofaron" y que llegó hasta Plotino, en el cual
fuimos guiados por un hilo conductor (que nos obligó a dejar de lado gran número de
temas colaterales, importantes pero que nos hubiesen apartado de nuestra senda): la
concepción dinámica del ser las cosas. Esta manera de observar la realidad fue
compartida por todos quienes privilegiaron una explicación basada en principios o
elementos que hoy llamaríamos "corpóreos" (y que por entonces se consideraban
"físicos", es decir, propios de la phúsis), prosiguió en quienes, como los estoicos,
fueron partidarios de un kósmos a la vez material y divino, y culminó en alguien que,
como Plotino, colocó el nivel máximo de la realidad en principios espirituales siempre
en actividad, nunca en potencia.
Este carácter dinámico apareció como esencial en todo momento para algunos
pensadores, por ejemplo, los atomistas, cuyos átomos están siempre "palpitando"; en
otros filósofos tomó la forma de un esquema genético según el cual la realidad, como
un ser vivo, surge de gérmenes (Anaximandro), de raíces (Empédocles), de "semillas"
(Anaxágoras), de un lógos seminal (los estoicos) o de un intelecto que "fecunda"
(Plotino). Y vimos también que en la última versión de la ontología platónica, el ser es
asimilado directamente a un "poder" (dúnamis) de relacionarse, lo cual justifica la
coherencia de la realidad, tanto de lo sensible como de sus paradigmas inteligibles.
En el Prólogo dijimos que nos detendríamos en Plotino porque, ya antes de
finalizar el período que nos ocupa, otros filósofos, casi todos no-griegos, comienzan a
interesarse en sentar las bases doctrinarias de una religión, el cristianismo, y filosofan
en un ambiente que supone como irrefutable la noción de un dios creador. En ese caso,
forzosamente, se filosofa de "otra manera". Al llegar al final de nuestro recorrido
podemos afirmar con certeza que el adverbio "cuando" del título de este trabajo se
refiere al período en que la filosofía fue -valga la expresión- sólo "griega", es decir
cuando fue una manera de observar la realidad llevada a cabo por individuos que
pensaban en griego, hablaban griego y, cuando escribieron -los que escribieron- lo
hicieron en griego. Y que, conceptualmente, ignoraban la noción de creación y las
verdades reveladas.
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Se buscarán en vano mitos en los poemas homéricos, y los que aparecen en Hesíodo están ya
"racionalizados" por un autor, Hesíodo, cuando en realidad el mito es una creación oral. Sobre esta
cuestión y una crítica del pretendido paso del mito al lógos, ver N.L.Cordero (2008), pp. 21-4.
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BIBLIOGRAFÍA
(citada en forma abreviada en el texto)