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Binder
INTRODUCCION
AL DERECHO
PROCESAL
PENAL
Segunda edición actualizada y ampliada
S.R.L.
Buenos Aires
VI. CARACTERÍSTICAS BÁSICAS
DEL PROCESO PENAL
EN LA CONSTITUCIÓN NACIONAL
1. Introducción
Una lectura formal — y por eso mismo, necesariamente
superficial— de nuestro texto constitucional, puede llevar a
la falsa convicción de que cualquier juicio penal, por el solo
hecho de que esté establecido con anterioridad al hecho que
debe ser juzgado, cumple con las exigencias previstas en la
misma Constitución. El hecho de que no existan normas pre-
cisas sobre la estructuración del juicio penal ha servido de
fundamento a lecturas formales como las señaladas al prin-
cipio de este párrafo.
Pero si realizamos una interpretación dogmática de la
Constitución y, por sobre todo, si la ubicamos en su exacto
punto político institucional, advertiremos con facilidad que
no es cierto que cualquier juicio penal satisfaga las exigen-
cias constitucionales.
En primer lugar, debemos recordar que nuestra ley fun-
damental insiste por tres veces en que el juicio penal debe
ser un juicio que se realice con la participación de jurados
(arts. 24, 75, inc. 12, y 118). Además, en el único caso en el
cual diseña un juicio penal —el caso del juicio político que
tiene características especiales pero que, en esencia, sigue la
estructura de un juicio penal (art. 52)— la Constitución nos
habla de un juicio público y oral.
Por otra parte, por exigencia del sistema republicano (art. I o )
los juicios deben ser públicos, dado que la publicidad de los
actos de gobierno es una de las características básicas de una
República y la administración de justicia no sólo es uno de los
poderes que gobiernan el país, sino que es uno de los pilares
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2. El juicio oral
Como hemos visto en la Introducción a este capítulo, la
oralidad es un instrumento, un mecanismo previsto para
garantizar ciertos principios básicos del juicio penal. En es-
pecial, ella sirve para preservar el principio de inmediación,
la publicidad del juicio y la personalización de la función ju-
dicial. 1
En este sentido, se debe diferenciar muy bien lo que es
un instrumento de lo que es un principio. La oralidad es un
instrumento, un mecanismo; la inmediación o la publicidad
son principios políticos y garantías que estructuran al proce-
so penal.
De esto no se debe desprender que la oralidad es un asun-
to de menor importancia. Al contrario, hasta tal punto no es
1 Para ampliar ver A A . W . : "La oralidad como facilitadora de los fines, prin-
cipios y garantías del proceso penal", en La ímplementación de la reforma
procesal penal, C.D.J./CPU-N.CSC, Chile, 1996, p. 11.
BRRTQUNO, Pedro: "El proceso oral, sus metas esenciales" en Congreso
Internacional de Oralidad en Materia Penal, Buenos Aires, 1998, p. 130.
ISOVINO, Alberto: "El juicio oral", en Problemas del Derecho procesal
, iiiih ini,man,•(,, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1998. p. 235.
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3. El juicio público
Ya hemos visto que la oralidad es el mecanismo para
preservar la publicidad, que constituye uno de los grandes
principios que deben estructurar al juicio penal.
La publicidad del juicio, no sólo surge de la esencia del
juicio republicano asumida por nuestra Constitución Nacio-
nal, sino que es una de las garantías judiciales básicas pre-
vistas por los pactos internacionales de derechos humanos
(Convención Americana de Derechos Humanos, art. 8 o , por
ejemplo).
L a publicidad del juicio se relaciona, en primer lugar,
con una d e las funciones propias d e la justicia penal: la tras-
misión de mensajes a la sociedad, acerca de la vigencia de
los valores «ocíales q u e fundan la convivencia social. 2
Una de las» finalidades de la pena es la prevención gene-
ral. Por ella i® endeude la producción de efectos sociales a
través del easllgo. Esto» electos sociales se pueden producir
infundiendo miedo o intimidando a las personas, para que
no realicen las conductas prohibidas o mandadas, o pueden
ser producidos mediante la afirmación pública y constante
de que ciertos valorea q u e esa sociedad (o el grupo productor
de valores sociales) acepta como básicos y, de ese modo, ase-
gurar que las p e r s o n a s s e g u i r á n prestando su consenso para
autolimitarse según eiOi valores.
' i'tu'M taupllflr ver GORANSKY, Mirna: "Un juicio sin jurados", en A A . W . : El
Nunua CrVÍlf/o Procesal Penal de la Nación, Editores del Puerto, Buenos
Aire», ittts, p, ios.
MIHANT ( 'AMPOS, (¡ermán: "¿Hay omisión constitucional en la ausencia de
juicio pof jUfMdofj?", en No hay Derecho, s. ed., Buenos Aires, 1991, n° 5.
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L
TERCERA PARTE
GARANTÍAS
CONSTITUCIONALES
EN EL PROCESO P E N A L
GARANTÍAS BÁSICAS
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VII. EL JUICIO PREVIO
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•',, I | 1 1 V'.IIC lomando su despacho, etc. Incluso en muchas ocasio-
„, ni siquiera lee el expediente, sino que revisa un "Proyec-
y, , i de • .' i11encía"1, que le ha preparado su secretario. Por otra
lll( , i ,|i< 'a le, ni» exisle una verdadera controversia, ya que se trata
Y ,J1() ,,1 un |H oei di miento secuencial, en línea recta, que impide el
\'l/.il( li i' I. a leí o dialogo que permite la contradicción. El juicio es-
, ( ,li 'iln r . una falsificación de un verdadero juicio, crecida al
i.'V' u l i ',, 1 'u 11.11 o «le la desconfianza y la rutina,
id,, icV l'eio existe otra forma de desnaturalizar el juicio previo.
Y i' ,
1 hala de aquellos casos en los que la prueba no se produce
1 ' (l . |,|l|i i rl juicio, sino que se incorpora solamente por su lectura y,
i\ (|| i SK lias veces, ni siquiera por su lectura, sino por su simple
I taición. De este modo, el sumario se impone nuevamente al
'y, V Y desnaturaliza. Este efecto se produce, especialmen-
,V*. i ll."i. ,| ii
|
1 i, en ai lucilos sistemas que han conservado la estructura clá-
\ ( i. i del procedimiento mixto o, mejor dicho, el procedimiento
'y 1 piisilivo reformado, que triunfa en el siglo xix.
I'I'I l'ai ellos, el "juez de instrucción" convalida las pruebas
,n i,1 <• i r din ante el sumario y, al existir normas muy laxas
. ^| M i a la incorporación de las actas de la instrucción en el de-
,,Y |: le, :,<• produce una desnaturalización del juicio.
1 oí lal razón, los sistemas procesales y la jurispruden-
y, 1 * deliro ser muy cautos en permitir la incorporación de
( ' ,i iirh.i producida durante la instrucción. La investigación
i1' ' i 11111 i 11 a i i iene un carácter preparatorio (siempre proclama-
)' ' i , i peí o no siempre aceptado) y los elementos que se reúnen
y M\ i inle e.,a investigación no constituyen prueba sino hasta
^ i '<• sean producidas en el debate principal. Podrán existir
l ' .ir. excepcionales de anticipo de prueba, pero éste debe
,| a Iniiilado a verdaderos casos-límite, en los que la prue-
M por alguna imposibilidad, no se puede producir durante
( ' ' , 111 icio (un testigo que se está por morir o una pericia sobre
Y ' i i estancia perecedera, por ejemplo).
'•} " ' l '<-1 mismo modo, también afecta a la garantía del juicio
' " * vio la existencia de ficciones. Cuando se presume el dolo,
¡ ^ ''" 1 'i relación de causalidad (responsabilidad objetiva) o cuando
^¡l'" " i (J, invierte la carga de la prueba, se está violando la garantía
( "' 1 que la persona imputada debe ser "juzgada"; y "juzgar"
' j | " ' |.n¡ íiiliea analizar la existencia y el significado de una con
i ' ' la leniendo a la vista la prueba disponible sobre los he-
' '"' >H que Cundan la acusación. Juzgar significa analizar la
i
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IN TRODUCCIÓN AL DERECHO PROCESAL PENAL
Í iífc N-, IUÍA. Perorado: "Non bis in idem", en Proceso y Justicia, Lerner,
AI.. « 1880.
168 /M.I ÍERTO M. BINDER
ío,
Tnación que lo perjudica y, en consecuencia, él desee rete-
ner Ahora bien: en el caso, por ejemplo, del reconocimiento
de personas, la información no es ingresada por el propio
imputado, sino por un testigo que, viendo al imputado, lo
re Conoce; en el caso de la extracción de sangre, la informa-