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Moderadoras
Naiu Lawrence & Aria

Traductoras Correctoras
Aria
Nelly Vanessa
Molly Bloom Nanis
Axcia Agustina
ChiviSil Mimi
Kath Maria_clio88 3
Steffanie
Kyda
GigiDreamer
Vero Morrinson
Maria_clio88
Blonchick
Mimi

Revisión final
Nanis

Diseño
Aria
Sinopsis Capítulo 13

Prólogo Capítulo 14

Capítulo 1 Capítulo 15

Capítulo 2 Capítulo 16

Capítulo 3 Capítulo 17

Capítulo 4 Capítulo 18 4

Capítulo 5 Capítulo 19

Capítulo 6 Capítulo 20

Capítulo 7 Capítulo 21

Capítulo 8 Capítulo 22

Capítulo 9 Capítulo 23

Capítulo 10 Capítulo 24

Capítulo 11 Epílogo

Capítulo 12 Sobre la autora


¿Q uién es Audrey Byrd?
Pregúntale a su ex mejor amigo, Cline Sommers, y te dirá que
es la chica que inexplicablemente dejó de hablarle cuando tenían
quince años, dejándole con nada más que preguntas y amargura
durante la mayor parte de los siguientes seis años.
Pregúntale a su compañero de habitación, Elliot Clark, y te dirá que Audrey
es la chica enigmática que apareció de repente afuera de una ventana un día y volvió
todo su mundo patas arriba en cuestión de momentos.
Pregúntale a la misma Audrey y te dirá que no tiene ni idea de quién es, porque
toda su vida es una mentira. Sin embargo, a medida que se hace más mayor, más 5
necesita respuestas sobre quién es realmente.
Lo que descubre es una maraña de secretos que están mejor en la oscuridad.
Algunas verdades hacen más daño que bien.

*** Recomendado para lectores 18+ debido al delicado tema, el


lenguaje y las situaciones.
Estoy inquieta. Las cosas me están llamando desde lejos.
Mi cabello está siendo arrastrado por las estrellas otra vez.
—Anais Nin

6
O dio esa falda.
He odiado esa falda desde el primer día que nos conocimos.
Ella la llevaba puesta y juro que ahí es donde estaba mirando y no
a su rostro. Pero me atrapó mirando y en vez de decirle lo fea que
era, terminé invitándole a una copa y luego parcialmente llevándola a mi habitación
en la residencia donde ella procedió a desmayarse. Yo, siendo el caballero que soy,
le quité la horrible cosa a cuadros y la metí en la cama. Le dejé una nota,
asegurándole que no la había tocado y que era más que bienvenida a tomar el
Gatorade que mi compañero de cuarto y yo teníamos en la nevera.
Luego me quedé dormido en mi desgastada silla de escritorio, y supongo, tal
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vez, pensé que me despertaría con ella gritando por estar en la cama de un
desconocido solo medio vestida. Pero en su lugar, me desperté con un sobresalto
porque ella me estaba tocando la frente. Me había quitado unos pantalones y estaba
sosteniendo la atrocidad a cuadros en su mano mientras me entregaba su número
y me pedía que la llamase alguna vez.
Y ahora que ha roto conmigo, está bailando en el medio de un círculo de
chicos. Con esa feísima falda.
Es una afrenta al año que estuvimos juntos.
Es el dedo medio final; el último que te den a nuestra relación muerta.
Me gustaría haberla quemado.
—Perdona.
Estoy tan atrapado en mi odio de cuadros amarillos y naranjas que no oigo la
voz a tiempo para hacerme a un lado de quien quiera que está intentando pasar
entre yo y el bar pegajoso contra el que estoy apoyado. Cuando me doy la vuelta
demasiado rápido, todo lo que veo es un destello de cabello rosa y dos brazos
volando hacia mi rostro. Soy rápido, sin embargo, y antes de que esta persona
agresiva pueda caer al suelo, la tomo por la cintura y la pongo derecha, aplastada
contra mi pecho, cara a cara con su rostro lleno de cabello.
Los mechones empiezan a caer y emergen unos ojos oscuros, entrecerrados
y lascivos mientras suelta un apenas audible “gracias”.
—No pasa nada. —Empiezo a dejar ir a la desconocida, pero ella se presiona
más cerca, su boca inclinada hacia mi oreja izquierda.
—No puedo sentir mis labios. ¿Tú puedes?
Me echo un poco atrás, con mi atención en su boca mientras junta los labios
y los separa un par de veces, como si estuviera probando su teoría.
—No estoy borracho, así que puedo sentir mis labios perfectamente.
Ella sonríe, y de repente sus manos están a cada lado de mi rostro, y sus ojos
están directamente alineados con los míos.
—No he preguntado eso. He preguntado si tú puedes sentir mis labios. —
Antes de que siquiera pueda pensar una respuesta, me está besando tan fuerte
como puede, agarrando la parte posterior de mi cuello. Su lengua sabe a fruta y
roza mi labio inferior con sus dientes cuando me deja ir. Poniéndose de puntillas,
me habla al oído otra vez—. Vamos a huir.
Me atrapó con la guardia tan baja que las palabras están atrapadas en mi
garganta y suavemente la empujo hacia atrás para evaluar lo borracha que está esta
chica. Pero por la forma que su ceja está levantada y sus labios fruncidos me lleva
a creer que no están ni la mitad de mal de lo que estaba pretendiendo estar. Su 8
nariz se arruga un poco mientras inclina la cabeza y suspira.
—Me acabas de costar cinco dólares.
—¿Qué?
—Cinco dólares si me besas. Diez, si dices que te irás conmigo. ¿Ahora cómo
voy a pagar la próxima ronda? —Se encoge de hombros y me palmea la mejilla
antes de agacharse por debajo de mi codo y desaparecer en la multitud.
Me quedo mirando demasiado tiempo, intentando calcular dónde va a
emerger en el mar de cuerpos. Pero nunca lo hace. Y por un breve momento,
olvido que acaban de dejarme.
E sto apesta.
Mis planes para el verano no habían incluido sentarme en el
auto de mi compañero de piso para un viaje de cuatro horas para
podernos quedar en la casa de su madre durante un par de días.
Pensaba lavar su ropa y quedarse con un poco de muebles viejos que se ofreció a
darnos para nuestro apartamento. Nuestro sofá tenía un olor característico y ella
no iba de visita a causa de él. No me importaba el olor en absoluto. Probablemente 9
por esa misma razón.
Era un plan mucho peor que ir a Irlanda con mi novia durante cuatro
semanas.
Ex novia, quiero decir.
—No ayudes ni nada. Sólo debes mantenerte sentado allí llorando y mirando
por la ventana como una perra. Es realmente útil —gruñó Cline, mientras tiraba
de su ropa a través de la alfombra y se daba por vencido con ella a medio camino
a la puerta.
—No arrastraré tus bóxers sucios por dos tramos de escaleras. Puede que
seamos amigos, pero no me gustas tanto. —Es una mentira, pero hace que me
mire. Tiene razón, sin embargo. He estado mirando por la ventana a la casa al otro
lado de la calle durante unos veinte minutos, mientras sacó el resto de sus cosas
del auto. No estoy devastado ni nada. ¿Molesto acerca de los planes? Sí.
Él se queda de pie en medio de la habitación y se rasca el cuello,
probablemente porque está tratando de dejarse crecer la barba, pero es irregular,
como si incluso su cuerpo pensara que es una mala idea. No tengo idea de cómo
vivió en esta pequeña habitación durante tanto tiempo antes de la universidad. No
es un hombre pequeño y su cabeza casi toca el globo del ventilador de techo. Es
como si su cuerpo ocupara dos tercios del espacio disponible.
—Mamá no regresará hasta más tarde esta noche de su turno. ¿Qué quieres
hacer?
Estoy mirando por la ventana, viendo que un Honda negro se detiene en el
camino de entrada a través de la calle. Cline cruza la habitación en dos segundos y
tira hacia abajo de las polvorientas persianas.
—En serio, Elliot. ¿Puedes recuperarte el tiempo suficiente para sobrevivir a
este fin de semana? Ella era horrible. Siempre la odié. Se reía como un burro y su
Keds olía en tu habitación todo el tiempo. ¿Además? Vi su sujetador en el suelo
una vez y ni siquiera estaba tratando, si sabes lo que estoy diciendo.
Eso era cierto. Odiaba su sujetador de color beige claro. Y su risa. Me
gustaban otras cosas, sin embargo.
—Ni siquiera es acerca de ella. Se trata de Irlanda.
Él levanta una mano hacia la ventana y me lanza una mirada.
—¿Ves eso? Eso se llama sol. Es obligatorio para una buena salud o algo así.
Estar en un lugar donde llueve todo el tiempo con una chica que huele a Fritos no
es mi idea de un verano fantástico. Entiéndelo. —Se inclina contra la pared y
murmura en voz baja antes de hablar más alto—. Iré por una cerveza. Vas a dejar 10
de deprimirme, incluso si tengo que dejarte negro de borracho para hacerlo.
—No llueve todo el tiempo allí —murmuro en respuesta. Veo de nuevo su
cama y pongo una almohada sobre mi cara hasta que el olor me golpea y la tiro por
la habitación tratando de no vomitar. Cerveza estaría bien. Cerveza y juegos de
vídeo, tal vez un poco de piratería informática en la página de Facebook de Chelsea
etiquetándola en algunas fotos muy poco favorecedoras de sus amigas de
hermandad de las que siempre fue tan rápida para eliminarse. Realmente sólo es
fotogénica por la izquierda, de todos modos.
Debo haberme dormido, porque el sonido de algo en la ventana hace que me
levante en estado de pánico. Escucho, la tranquilidad de la casa haciendo que mi
latido suene una y mil veces más fuerte en mis oídos. Pensando que es un golpe de
suerte, me doy la vuelta cuando escucho el ruido otra vez. Hay un golpe contra el
cristal y me deslizo fuera del colchón, moviéndome a través de las cortinas de
rodillas, tirando de dos de las persianas abriéndolas con los dedos. No puedo ver
a nadie desde mi lugar, pero cuando la roca siguiente conecta con el vidrio, es justo
enfrente de mi cara. Salto un poco y mis dedos se quedan atorados en los listones,
haciendo que tire de ellos de la pared y se vengan abajo sobre mis rodillas mientras
trato de escabullirme.
El silencio llena mis oídos y me congelo, con vergüenza y desorientado hasta
que otra piedra hace contacto. No hay manera de que la persona abajo no escuchara
o viera eso. El cristal de la ventana se ha quedado atascado y tengo que empujarlo
tan duro como puedo antes de que ceda y esté mirando hacia abajo al césped,
donde una chica está mirando hacia mí, su mano derecha llena de guijarros.
—No eres Cline. —Su cabeza se inclina hacia un lado y entrecierra los ojos
hacia mí—. ¿Se mudó?
—No.
—Eh. ¿Eres... un amigo?
La forma en que lo dice me hace mover la cabeza para ver la suya.
—Sí. Espera, ¿qué clase de amigo? Soy su compañero de piso.
Sus cejas se levantan.
—Así que viven juntos.
—Lo siento. ¿Había una razón por la que estabas tirando piedras a la ventana?
Ella asiente, la masa de cabello que se sienta en la parte superior de su cabeza
rebota en el proceso.
—Iba a preguntarle a Cline si quería salir a una fiesta en la casa del lago esta
noche. Pero si tiene otros planes... —Comienza a retroceder y deja caer las rocas 11
en el suelo a sus pies.
—Yo no tengo ningún plan. —Me inclino más en la ventana y pongo mis
brazos en el alféizar—. Mi ex novia se fue a Irlanda sin mí durante las vacaciones,
por lo que estoy totalmente sin planes. —Realmente soy muy malo en aparentar
ser genial o relajado.
Ella se queda en su lugar por un segundo y luego se encoge de hombros.
—Entonces pregúntale a Cline si quiere venir. Estaremos allí a las siete.
—Bien. ¿Pero quién eres?
La forma en que sonríe la hace parecer como si tuviera un secreto.
—Soy Audrey.
Está a medio camino a la entrada a través de la calle cuando le grito.
—¡Soy Elliot, por cierto!
La única respuesta que da es una mano levantada en mi dirección.
—No. —Cline coloca la bolsa sobre el mostrador y niega—. No.
Simplemente no.
—¿Qué más tenemos que hacer?
—Hay un montón de cosas que hacer. Podemos jugar videojuegos. O...
Comer. O jugar juegos de vídeo y comer. Podemos hacer otra cosa que ir a pasar
el rato en el lago con Audrey Byrd.
—¿Qué pasa si encuentras una chica?
—No. —Saca la cerveza de la bolsa y pone dos en el congelador.
—¿Qué pasa si me encuentro con una?
Hace una pausa, con los dedos envueltos alrededor de la manija de la puerta.
—Tal vez. Sin duda, podría ayudar a tu estado perpetuo de tristeza.
Ignoro su intento de meterse bajo mi piel y contraatacar.
—¿Qué pasa si te acuestas con alguien?
Él baja la cabeza y aprieta la cara hacia la puerta cuando se cierra.
—Bien.
Las botellas suenan en la bolsa y los dos entramos en el automóvil. Una breve
parada en una tienda para comprar más cerveza y estamos en camino para el viaje 12
de una hora hasta el lago.
—¿Cómo la conociste? —Me vuelvo para mirar su perfil en la cabina oscura
de la camioneta. La obvia respuesta es que eran vecinos, pero está actuando como
que hay más en la historia.
Juro que lo veo apretar la mandíbula antes de responder.
—Esa es la cosa. No la conozco ya.
—Está bien, pero lo hiciste, ¿verdad? ¿Solían ser amigos?
Sus ojos se estrechan y se mueve en el asiento, sin mirar lejos de la carretera.
—Audrey Byrd y yo fuimos mejores amigos desde que teníamos cuatro años
hasta que tuvimos quince. Y entonces un día ella se transformó en una perra
psicópata que pensaba que era mejor que todos y comenzó a tratar a las personas
como una mierda. —Asiente una vez—. Eso me incluye a mí. Por lo tanto, ¿éramos
amigos? Sí. ¿Somos amigos ahora? No. Y no tengo ni idea de porqué incluso fue a
solicitar que viniera a esta cosa de todos modos.
Todo el asunto de Audrey parece un tema bastante doloroso, así que lo dejo.
Él se queda callado el resto camino, y no lo molesto. Cuando el lago está a la vista,
me estiro y apago la radio.
—Hay un montón de gente aquí. —Tengo temor. Esperaba algo pequeño. Tal
vez diez personas como máximo.
—Síp. Al parecer, tiene un montón de amigos ahora. —El sarcasmo está
goteando de su tono.
Al menos cuarenta están fuera de la casa, bebiendo, hablando junto a la fogata
o en el muelle, sus cuerpos subiendo y bajando con el dominio del agua. Veo a
Audrey con un puñado de personas, con la cabeza inclinada hacia atrás con risa
mientras acuna una botella de vino en su pecho. Hay un momento en que sus ojos
están cerrados y hago una pausa para estudiar la forma en que su rostro se ablanda
antes de que sus párpados se abran de nuevo y ponga su atención en nosotros.
Cline hace un sonido que es una mezcla entre un suspiro y un gemido, girando
hacia la casa con la cerveza bajo el brazo. Espero, mirando a Audrey cruzar el
césped de nuevo para ir hacia la casa, donde viene a detenerse a unos metros de
distancia de mí. La botella de vino está vacía a un tercio y sus mejillas son de color
rosa brillante, que me lleva a creer que tuvo toda la botella para sí misma.
—Lo hiciste.
Me encojo de hombros, inclinando la barbilla a la casa.
—Fue una venta difícil, pero lo convencí.
Sus ojos se arrastran a donde la puerta está abierta y suspira, curvando la 13
botella en su pecho.
En un movimiento para evitar la casa, o a Cline, no estoy seguro, empezamos
a caminar en dirección del fuego, y mis palmas comienzan a sudar por lo que las
empujo hacia la parte delantera de mi sudadera. Me entrega una cerveza de la
nevera y la lata fría quita todo el calor.
—¿Él te odia o algo? —Tomo un pequeño sorbo y espero a que responda.
Ella sonríe y luego arregla su cara en un gesto serio.
—Es probable que todavía esté enojado por ese momento en que tomé su
virginidad cuando teníamos doce años.
La bebida se atora en mi garganta y vuelvo la cabeza para escupir en el suelo
en lugar de en su cara. No puedo evitar toser y ella sólo se queda allí, sonriéndome,
mientras lucho por respirar.
—Sólo bromeo. Es probable que todavía sea virgen.
Niego con la mano para conseguir que la cerveza salga y me aclaro la garganta.
—Puedo atestiguar el hecho de que definitivamente no es virgen.
Su mandíbula se afloja y sus ojos oscuros se ensanchan.
—Lo viste.
—El calcetín se cayó de la puerta. Realmente no es mi culpa.
Audrey mantiene el contacto visual mientras inclina la botella para tomar otro
trago.
—Él es sorprendentemente ágil para un hombre de su tamaño.
Esta vez, ella se ahoga con su bebida.
—Oh no. Esa historia es horrible. Dado el tipo de chicas en Brixton, sólo
puedo imaginar a quién trajo de vuelta con él.
—¿Sabes sobre Brixton?
Sus cejas se levantan y se ríe.
—Sí. Fui allí también.
—Nunca te vi. —La cerveza está bajando más fácil que antes y sin tener que
preguntar, me entrega otra.
Sus dedos se sienten calientes contra los míos cuando se rozan. Ella mira
directamente mis ojos cuando responde.
—Es un gran campus.
A pesar de que hay un montón de gente rodeándonos, se siente como si 14
fuéramos los únicos dos en la fiesta. Tan cerca, al lado de la fogata, que puedo ver
cada uno de sus rasgos. Tiene largas pestañas negras y esas pecas en la nariz que la
hacen lucir muy joven. Su cara es redonda y es más baja de lo que pensé que sería
de cerca. Pero su cabello llama la atención de la mayoría. Los extremos son de
color rubio y la parte superior de color marrón oscuro. No puedo saber si es
demasiado perezosa para cuidar de él o si le paga a alguien para que se vea de esa
manera.
—Deberías ir a mezclarte. —Comienza a caminar hacia atrás en dirección del
muelle y levanta su empobrecida botella de vino como si estuviera haciendo un
brindis conmigo—. ¡Eres agente libre, Elliot! Hay un montón de señoritas aquí con
las que podrías rebotar.
Está en lo correcto. Soy un hombre soltero y hay un montón de alcohol a mi
alcance. Hay un montón de chicas aquí. Y una vez que tengo más cerveza, mi
confianza crece y, de repente, todas las chicas a mi alrededor parecen cien veces
más de lo que hacían la primera vez que salí del auto.
El resto de la noche como que se va en un borrón, pero una cosa de la que sí
estoy seguro es que estoy jugando al enojado con una pelirroja en el sofá que tiene
profundamente tres vodkas de coco con cola. Sus párpados son pesados, tiene
mala cara y casi constantemente, abre un ojo mientras hablamos, como si estuviera
tratando de asegurarse de que soy sólo una persona porque piensa que puedo tener
un gemelo.
Parece estar interesada, pero luego se levanta para ir al baño y no la veo de
nuevo por el resto de la noche.
Cline, sin embargo. Cline es un tipo enorme y no sería lo que las chicas
considerarían convencionalmente atractivo. Pero su personalidad lo compensa. En
algún momento, lo veo con una chica al otro lado de la habitación y trato de
avanzar sin tropezar con ningún mueble. Llego a él justo a tiempo para verlo
apoyarse en la chica frente a él y dar un tirón del extremo de su cabello blanco-
rubio antes de que pregunte:
—Bonitos zapatos. ¿Quieres un acostón?
La parte más graciosa de esa línea es que la chica ni siquiera lleva zapatos.
Pero se ríe con tanta fuerza que cae sobre él y en cuestión de minutos, están
caminando por el pasillo para encontrar una habitación vacía.
No soy suave, por ningún medio. Chelsea es única en su tipo, si soy
completamente honesto. Nunca en un millón de años me habría imaginado con
una amiga tan atractiva como ella.
Soy demasiado torpe. Demasiado tonto con las chicas. No lo sé. Me han
dicho que soy muchas cosas. Buen ligador no es una de ellas. 15
No puedo recordar lo que le dije a la chica con el cabello negro junto a la
fogata, pero termina con nosotros corriendo hacia el lago para saltar borrachos en
el muelle y conmigo siendo sacado del agua por alguien que se parece un poco a
Cline. Tal vez fue mi vieja línea de “me gusta esa camisa, pero me gusta más en mi
piso”.
Estoy bastante seguro de eso cuando me desmayé. Lo cual es una lástima,
porque la chica con la que quería ir a nadar en realidad se había quitado la parte
superior.
—E mejilla.
lliot.
Me muevo y presiono el rostro en la tela bajo mi

—Elliot. Elllll-iiiii-ottttttt. —Quienquiera que


hace la voz de E.T. va a recibir mi completa ira. Tan pronto como la habitación
deje de girar, por supuesto.
Esta vez se trata de un susurro junto a mi oído.
16
—Elliottttt.
Me sobresalta y salto un poco, mis ojos se abren con el sonido de algo
metálico esparciéndose por el suelo.
Audrey. Audrey está a mi lado, riendo histéricamente mientras me siento
completamente vertical y veo un centenar de Reese’s Pieces1 caer alrededor de mis
pies.
—Original. ¿Dónde demonios conseguiste tantos Reese’s?
Parpadea y se inclina hacia atrás, con la boca abierta con falsa sorpresa.
—¿Qué más se puede comer mientras estás borracho?
La casa está inquietantemente silenciosa y entrecierro los ojos bajo el terrible
resplandor de aquel idiota al que nos referimos como sol.
Ella se pone de pie e inclina la cabeza para mirarme por encima.
—Eres muy malo en esto de beber.

1
Reese’s Pieces: Dulces de mantequilla de cacahuete de colores.
—No lo hago muy a menudo pero, cuando lo hago, me comprometo. —La
sonrisa que le doy es fugaz antes de que el fondo de mi garganta hormiguee y me
levante y vaya tropezando hacia el baño para probar que está en lo correcto.
Se encuentra de pie fuera de la puerta cuando termino de vomitar y la
diversión en su rostro no puede ser ignorada.
—Cline te dejó. Dijo que yo podría llevarte de vuelta a su casa.
—¿Por qué? —Soy solo vagamente consciente de que mis piernas están muy
frías.
—Dijo algo sobre desear estrangularte, pero luego te desmayaste en el sofá y
volvió a entrar en una habitación con esa chica. La llevó a casa esta mañana. Dijo
que no había suficiente espacio en la camioneta.
—Realmente es el mejor amigo de mierda en el planeta.
Sonríe.
—Absolutamente. El. Peor. Una vez le hice una camiseta que decía
exactamente eso.
—¿Eres la que le compró esa? La lleva todo el tiempo. —Solo reír hace que
me duela la cabeza y se aparta de la pared chasqueando la lengua mientras se aleja—
. ¿Por qué estoy usando solamente bóxers? ¿Dónde está mi ropa? —Estaría 17
avergonzado si no me sintiera tan mal.
—Alguien los trajo. No llevabas mucho cuando fuiste arrastrado aquí.
Cuando regresa, tiene una taza llena de cosas que burbujean como un Alka-
Seltzer, pero sabe a un Gatorade muy malo. Supongo que voy a vomitar esto en
unos cinco minutos pero, milagrosamente, después de que aguanta por otros
quince, estoy perfectamente bien y pregunto por el desayuno.
En el tiempo que me ha llevado recuperarme, ha limpiado lo que no hizo
antes de despertarme. Si no tuviera tanto dolor, estaría impresionado con cuán
impoluto se ve el lugar antes de que salgamos. Cuando cierra la puerta detrás de
nosotros, puedo ver esta mirada cruzar su rostro, como si estuviera decepcionada
de que nos fuéramos ya. Sus ojos se fijan por un instante en el felpudo de
bienvenida y, después, como un interruptor de luz, se vuelve para mirarme con una
sonrisa.
—Eres hombre, así que supongo que el desayuno significa tocino. Con un
poco de tocino. ¿Estoy en lo cierto?
Estoy rodeado de envolturas de galletas de comida rápida y el sabor a grasa
se asienta pesado en mi lengua mientras dejo que el viento me golpeé en el rostro
a cien kilómetros por hora. Audrey amablemente no ha hablado hasta este
momento. Y entonces…
—¿Cómo se llamaba ella?
Abro un ojo y giro mi cabeza en su dirección, con la esperanza de que la
mirada que le estoy dando sea de desdén y no una en la que parezca un paciente
de lobotomía.
—¿Quién?
—La chica. —Sus ojos se deslizan hacia mí y de nuevo a la carretera—. Sobre
la que estabas gritando por la ventana. La que te hizo que intentaras ligar con cada
chica en la fiesta de anoche. —Sonríe un poco—. Sin éxito. Pero aun así.
Gimo y apoyo la cabeza contra el asiento del auto.
—Chelsea.
—Lo siento. ¿Kelsey?
—Chelsea —digo más fuerte. El sonido de mi propia voz hace palpitar mi
cabeza, mientras la resaca está a la espera de volver con venganza y mi cuerpo está
listo. 18
—La llamaremos Kelsey. Odié a una chica con ese nombre una vez.
Mis ojos están lechosos cuando parpadeo, entonces los abro para ver el placer
en su rostro.
—Igual que un nombre en clave. Esa perra Kelsey. Uf. Esa tal Kelsey.
—Estás loca. —Me rió y cierro los ojos de nuevo.
Responde casi demasiado bajo para que la oiga:
—Sí. Tal vez. —Entonces me da un codazo. Duro. El auto gira un poco en
el otro carril y agarro el oh mierda mango y presiono el pie en el tablero.
—Eres una pésima conductora.
—Eres un mal artista para ligar.
—¿Qué? —Me enderezo y enfrento su perfil—. Tengo unas líneas increíbles
para ligar.
Hace una mueca.
—¿Es por eso por lo que muchas chicas estuvieron sobre ti anoche? Porque
todo lo que oí fue un montón de cosas sobre tetas y dragones.
—“¿Te gustan los dragones?”, es una de las líneas más fáciles para ligar en el
planeta.
—Deliras. Hay un millón mejores que esa. —Pone los ojos en blanco y
enciende el intermitente para tomar la salida de la autopista.
—Claro, las hay. Como la semana pasada cuando una chica dijo que no podía
sentir sus labios y luego me preguntó si yo podía hacerlo. Entonces me dio un
beso.
El auto se sacude mientras pone el pie en el freno y se vuelve para mirarme
mientras desacelera hasta detenerse en un semáforo en rojo.
—De ninguna manera.
—Horrible, ¿verdad? Por lo que la línea del dragón es mil veces mejor que
esa.
Las mejillas de Audrey se cubren de rosa pálido y aparta los ojos.
—Oh, sí. Contarle a una chica que podrías restregar tus bolas en su rostro
más tarde es probablemente la mejor de las dos. Pero sugiero que tal vez trabajes
en tu juego un poco más duro si deseas superar a Kelsey.

19

Cline está actuando como si hubiera matado a su mascota de la infancia y le


hubiera enviado la cabeza. Casi no ha dicho una palabra desde que Audrey me dejó
en la casa. Solo gruñe y dice un comentario sarcástico de vez en cuando cada vez
que trato de entablar conversación con él.
El viaje de regreso a la escuela debería ser divertido.
Tenemos todo empacado y listo para irnos cuando finalmente se dirige a mí.
—Vamos a salir de aquí. —Se pone su feo sombrero y abre la puerta delantera
como si hubiera ofendido a su madre y estuviera exigiendo su venganza.
Supongo que es mejor no sacar a relucir a Audrey hasta que pueda averiguar
exactamente cuál demonios es su problema. Pero no tengo que mencionarla en
absoluto.
Ella está de pie afuera, apoyada en su auto con un enorme par de gafas de sol
en su rostro. En su mano izquierda se encuentra una paleta de color púrpura y la
tiene presionada entre sus labios mientras nos mira cargar el auto.
—¡Oye, Cline!
Él se vuelve y la mira con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—¡Me gusta tu sombrero!
Inclina su cuello como si no estuviera muy seguro de si le está ofreciendo un
cumplido, pero levanta la mano y pasa los dedos a lo largo del borde de la cosa en
su cabeza.
—¿En serio? —Es triste que dude un poco de que lo dice en serio.
Ella se ríe y niega.
—No, es horrible. Te ves como un idiota.
Él abre ampliamente sus ojos y su boca mientras pretende alcanzar el bolsillo
de su camisa. Subiendo la mano, levanta su dedo medio, parece sorprendido por
lo que ha encontrado.
—Eres una idiota —murmura y se da vuelta.
Puedo oír su risa claramente al otro lado de la calle. Hace un gesto para que
cruce hacia ella, así que lo hago con las manos metidas en los bolsillos ya que me
pone un poco nervioso.
Audrey mueve el postre derritiéndose en mi dirección.
—Dile que su sombrero de fieltro no está funcionando. Ahórrale un poco de
vergüenza. 20
—Lo he intentado.
—Es una pena. Todo ese ego masculino... Tú, por otra parte. —Ladea su
cabeza y me gustaría poder ver sus ojos mientras me mira de arriba abajo—. Me
gusta cómo te quedan esas gafas.
—Mis lentes de contacto están arruinadas. No llevo mucho estas gafas. —Su
peso en el puente de mi nariz hace que ésta se me inflame.
—Deberías. Pero el agua del lago le hace eso a las lentes de contacto. Debería
habértelo advertido. Es decir, lo habría hecho si hubiera sabido que ibas a
emborracharte y a tratar de nadar a las dos de la mañana. Pero no soy adivina ni
nada.
De alguna manera arruinar mis lentes de contacto mereció la pena por su
cumplido, pero no le digo eso.
Extiende la paleta en oferta.
—¿Quieres un poco? —Si me lo pide, entonces no voy a decir que no, así
que bajo la cabeza y muerdo, alejándome para sonreír, recubriendo de azúcar de
uva mi lengua.
Presiono mi pulgar a un lado de mi boca y limpio la pizca que se ha escapado.
Sus ojos me observan mientras lo hago y estoy callado por un momento, perdido
en mis pensamientos antes de que se ría y se termine el resto de la paleta.
—¿En qué estás pensando?
Sonrío y soy valiente al mirarla.
—Pienso que ahora mismo, en este mismo momento, sé a lo que sabe tu
boca.
Si la electricidad pudiera crepitar entre dos personas, podría haber habido un
sonido. Pero todo lo que escucho es el silencio de su suave exhalación seguida de
un silbido de labios pegajosos.
—Mejor, sin embargo, Elliot. Deberías inventar algo que llevar contigo para
poder tener éstos a mano en todo momento solo para poder utilizar esa línea.
Como una especie de riñonera aislada para alimentos congelados. —Hace señas al
palo de colores enfrente de mi cara.
El momento pierde su magia y me encuentro riéndome de la idea de su
invención.
—Sí, quizás. Eso definitivamente me haría dejar de pensar en Kelsey —digo
solo para ver su sonrisa. No me defrauda.
21
—Nos vemos, Elliot. —Las mejillas de Audrey empujan sus gafas de sol más
arriba en su rostro cuando sonríe y luego se da la vuelta para volver dentro de su
casa.
El sabor a uva permanece en mi boca durante todo el viaje de vuelta a la
universidad.
—E ntonces, ¿estás bien?
Mi llamada semanal con Cara por lo general
incluye esa frase y ha pasado un tiempo desde que le
respondí con honestidad. Sabe cuando miento de
todos modos, pero cuando le digo que de verdad estoy bien hoy, puedo oír el toque
de sorpresa en su tono de otra manera plano. Tengo ganas de colgar el teléfono en
el momento en que hace la pregunta siguiente. Hay música que sale de una puerta
abierta cuando paso y sé que puede decir que no estoy en casa. 22
—¿A dónde vas?
—A la locura. ¿Quieres venir?
No se ríe de la broma. No espero que lo haga. Solo continúa con su resumen.
—¿Cómo están tus impulsos?
Me estremezco y pongo el teléfono entre mi mejilla y hombro para poder
limpiar mis manos en mis bolsillos traseros.
—Estupendo. Todo está bien. En realidad, tengo que irme, así que...
¿hablamos el próximo martes? —Está de acuerdo y cuelga, pero me estoy sintiendo
ansiosa mientras observo el edificio de ladrillo frente a mí y trato de conseguir el
valor para marcar otro número. Solo suena una vez antes de que respondan.
—¿Audrey?
—Hola. Sí. Quiero decir, sí, es Audrey. Hola. ¿Qué estás haciendo?
Hay un poco de movimiento detrás de la cortina mientras estoy mirando hacia
ella y puedo ver su sombra levantarse de lo que supongo que es una silla junto a la
ventana.
—Reuniendo algunas cosas para un proyecto. ¿Qué estás haciendo tú?
Respiro profundamente y exhalo una risa.
—Creo que estoy de pie fuera de tu casa. Saluda por la ventana. —La sombra
se mueve más cerca de la cortina y puedo ver cinco dedos separarla mientras
saluda—. Síp. Definitivamente eres tú. Salvo que la llamada esté siendo intervenida,
entonces no está bien en absoluto, y así es como una película de terror empezaría.
Elliot mueve la tela a un lado y abre la ventana, mirando hacia mí desde arriba.
—¿Siempre te comunicas a través de las ventanas?
La sonrisa en mi rostro podría romper mis labios.
—No siempre. Solo en ocasiones especiales. Huyamos. Vamos.
Se apoya en los codos y acuna su rostro en sus manos, sus adorables ojos
marrones mirándome.
—Tengo un proyecto.
—No eres divertido, Elliot Clark.
Con labios apretados y ojos entrecerrados, asiente.
—¿En dónde estabas pensando?
Me encojo de hombros y mantengo los brazos hacia fuera como si tuviera el
mundo entero en mis manos. 23
—Honestamente, solo quiero unas tortitas. Y eso es tal vez un paseo de cinco
minutos. Me conformaría con eso.
Ni una sola vez me ha preguntado cómo sabía dónde vivía. O cómo me enteré
de cuál era su apellido. No sé si eso debería aliviarme o ponerme más nerviosa, así
que trato de detener los pensamientos por completo. Lo cual es difícil, porque a
veces pienso que todo lo que soy se compone de un tren constante de
pensamientos.
No hablamos mucho durante el camino y me parece bien. Él es un
observador y miro su perfil mientras contempla al resto de los estudiantes que
caminan junto a nosotros o que andan en grupos. Están bebiendo o fumando o
hablando en voz muy alta. Su rostro es un libro abierto y es como si pudiera ver
dentro de su cabeza exactamente lo que está pensando acerca de todos a medida
que pasan. Sus ojos recorren a algunos de ellos, de arriba abajo, y me pregunto si
estará poniendo sus atributos físicos en algún lugar de un archivo en su cerebro
para su uso posterior.
Cuando llegamos a la cafetería, parece salir de su pequeño trance de observar
a la gente y, finalmente, reconoce que estoy a su lado. La sonrisa de Elliot es
entrañable y un poco tímida mientras sostiene la puerta abierta para mí, su altura
es mucho mayor que la mía así que no tengo ni siquiera que agacharme debajo de
su brazo para entrar. No es que sea una gran hazaña. Mido un metro y sesenta
centímetros, así que puedo caminar bajo los brazos de la mayoría de chicos.
Apostaría a que Elliot se encuentra justo por debajo del metro ochenta, sin
embargo. Es mucho más bajo que su compañero de cuarto.
Sus dedos se mueven inquietos mientras escanea la multitud antes de poner
su mano suavemente en mi espalda baja y llevarnos a una mesa en medio del
restaurante. Está pegajosa con sirope y el aire está cargado con el olor a tocino y
huevos. Sus labios se presionan en una fina línea mientras pretende leer el menú,
pero sus ojos se pasean a otro lugar y me recuesto para observarlo un poco más.
Está usando las lentes de contacto de nuevo, sus ojos marrones oscuros mirando
la parte superior del menú y más allá de mi hombro.
—¿Tienes una enorme erección por tocino en este momento o hay alguien
detrás de mí que te asusta? No puedo decir si estás asustado o cachondo.
Sus ojos se mueven a los míos y una mirada de terror cruza su rostro.
—Te aseguro que los dos no son mutuamente excluyentes. A veces van de la
mano, pero en este momento, mi ex está sentada a dos mesas a la izquierda, frente
a mí. —Levanta el menú un poco más alto y trata de moverse hacia abajo en su
asiento.
—Eh. —Intento ser indiferente, pero fallo en ese tipo de cosas, por lo que 24
solo acabo dándome la vuelta y buscando a quien debe ser esta chica. Hay tres, y
dos son excepcionalmente bonitas. Una es de la media. Asumo, por la forma en
que él está a punto de perder su mierda, que salía con una de las más atractivas. Me
volteo de nuevo y su cara está completamente oculta por el menú ahora—. ¿Rubia
o súper rubia?
—¿Qué? —Sus ojos reaparecen y parpadea un montón de veces.
—¿Es la sexy rubia o la súper sexy rubia? Porque estoy suponiendo que la
tercera rubia solo está allí para hacer que las otras dos se sientan seguras de sí
mismas, ¿verdad? Y esa no puede posiblemente ser tu Kelsey-Chelsea.
Todo su rostro es visible ahora y su boca está medio abierta.
—¿Eres bruja?
Me rió y niego antes de recostarme en el asiento.
—¿Cuál?
—La súper rubia —dice en voz baja y desvía la mirada como si de repente
realmente tuviera la intención de averiguar qué tipo de relleno quiere en sus
panqueques.
Tiene sentido, sin embargo. Elliot estaría totalmente deprimido por ser
abandonado por una chica de ese calibre. Tiene que ser un duro golpe para el ego.
Y es un buen tipo. Ni siquiera conozco a la chica y ya la odio.
A decir verdad, tampoco conozco muy bien a Elliot.
Salgo de mi asiento, voy al suyo y me presiono contra él, cadera con cadera.
Se queda inmóvil como una piedra, mirando al frente como si tuviera miedo de
que si se mueve voy a atacarlo. Sus ojos miran en mi dirección, sus largas pestañas
alzándose más mientras se amplían, y lo oigo susurrar débilmente:
—¿Qué haces?
Me aclaro la garganta y me vuelvo un poco antes de descansar mi mano sobre
la suya.
—Solo quiero decir una cosa antes de que hagamos esto, ¿de acuerdo? —
Asiente solo lo más mínimo antes de que continúe—. De ninguna manera me
siento atraída por ti. Y esto no quiere decir nada. Ahora di algo gracioso.
Vuelve su rostro hacia mí tan rápido que nuestras narices casi se rozan.
—Gracioso.
—Suficientemente bien. —Aprieto su mano y dejo escapar la carcajada más
alta que posiblemente puedo soltar. Me toco el cabello y rió con más fuerza, 25
agarrando su brazo más duro e inclinándome contra él hasta que estoy casi en su
regazo. Buen señor, sus bíceps son mucho más grandes de lo que recordaba en la casa del lago.
O tal vez no estaba prestando atención. Necesito concentrarme—. Oh, Dios mío, Elliot.
Tienes que ser el tipo más gracioso que he conocido. —Dejo caer mi voz y me
quedo mirando sus labios que se han quedado secos. No son labios malos. Más
llenos en la parte inferior, pero amplios... Concéntrate, Audrey—. Los chicos
divertidos son tan sexys —digo tan fuerte como puedo. Y entonces estoy sobre él.
A horcajadas sobre él en ese asqueroso asiento de la cafetería, mi culo está apretado
contra la mesa mientras presiono todo mi cuerpo contra el suyo y llevo mis labios
sobre los suyos.
Está enloqueciendo y puedo decir que su respuesta de luchar o huir está
empezando a hacer efecto, así que me presiono incluso más fuerte contra su regazo
para mantenerlo ahí. Y luego lo beso. Mi corazón se acelera, asciende y se aloja en
algún lugar de mi garganta. Sé que le he besado antes, pero hubo bebidas
involucradas. Y dinero. Esto es solo bondad, o algo así, de mi parte, pero no me
da nada con lo cual trabajar, lo cual hace mil veces más difícil sacar esto adelante.
Me aparto y me inclino en su oído, mordisqueo su lóbulo y susurro:
—Bésame también o no se lo creerá.
—Ohhhh. —Es una exhalación y luego sus manos están en mi espalda
presionándome más cerca, sus labios encuentran los míos. No sé lo que quiere,
pero sus caderas se levantan un poco y tengo que empujarme contra él porque
puedo sentir la mesa levantarse una pizca. Se estabiliza con un chirrido audible,
pero no está prestando atención, porque ha descubierto que voy a dejarlo poner
su lengua en mi boca y está real, realmente en ello.
Muerdo la punta de su lengua suavemente y se aleja un poco para hacer
contacto con los ojos. Sus mejillas son de color rojo y su respiración jadeante, y
mis labios se sienten cinco veces más grandes que antes. Fijo la mirada en las bellas
marcas en el lado de su rostro mientras encuentro mi sentido de gravedad de
nuevo. Tengo las manos en su cabello oscuro y estoy... sí... estoy bastante segura
de que sus manos encontraron su camino hasta la parte de atrás de mi camisa. Sus
manos son grandes. Mierda.
—Entonces... ¿necesitan más tiempo para ver el menú? O...
Me vuelvo para mirar por encima del hombro a la camarera que tiene los
brazos cruzados y una ceja levantada. No es que no haya visto peores cosas. Pero
tengo una breve idea de que tal vez hemos dado un espectáculo malditamente
bueno. Y eso significa que hicimos el trabajo. Mi pelvis se frota contra los vaqueros
de Elliot y lo escucho hacer un ruido ahogado.
Pretendo estar incómoda. 26
—Lo siento. Creo que tal vez solo nos iremos. —Me bajo de su regazo y hago
contacto visual con la súper rubia que está definitivamente mirando. Sin pensar,
recito de un tirón una orden como si supiera lo que quiere mi hombre.
La camarera sonríe y se lleva los menús, pero Elliot duda. Su menú está ahora
en su regazo y niega rápidamente.
—Voy a mantener esto por un minuto, si no le importa. Hay un
rompecabezas en la parte posterior que quiero mirar.

Hemos estado en su apartamento durante diez minutos y todavía no ha


hablado. Se comió todo y se niega a mirarme directamente.
—Estaba tratando de ayudarte, ¿de acuerdo? No tenía idea de que te pondrías
raro por ello. —Tengo que romper el silencio o de lo contrario voy a enloquecer.
Debería tener en cuenta que yo tampoco sabía que conseguiría una erección
terrible. Diría que no fue mi culpa, pero seamos realistas—. ¿En realidad estás tan
molesto porque rompiera contigo? ¿La amabas o algo? ¿Planeabas hacerle la
pregunta?
—No. —Finalmente se las arregla para mirarme, aunque solamente perdura
brevemente. Se aclara la garganta y lo veo apretar la mandíbula una vez antes de
dejar caer su tenedor y empujar su plato con un suspiro—. No es así. Estoy enojado
porque rompió conmigo antes de irnos a Irlanda, ya que se supone que era parte
de este proyecto en el que voy a trabajar en el verano. Es la razón por la que Cline
y yo nos quedamos en el apartamento en vez de volver a casa. Así que, sí, quería
irme de vacaciones y quería conseguir las cosas para mi proyecto. No estoy colgado
de ella.
Señalo la parte delantera de su pantalón y sonrío.
—Bueno, eso era evidente.
—¡Cállate! —Es el primer indicio de sonrisa que he visto en él desde el
restaurante—. Estuviste, como, sobre eso. Te ofenderías si no hubiera tenido una
reacción. Sé honesta.
—Quiero decir, ¿supongo que sí? —Esta vez ambos reímos y siento que la
tensión finalmente abandona la habitación. El peso en mi pecho está empezando
a disolverse un poco. Siempre tengo tan buenas intenciones.
Me tomo un momento para mirar alrededor de su casa. El apartamento es 27
pequeño. Es de dos dormitorios y la sala es tal vez de un total de sesenta y cinco
metros cuadrados. Conté doce pasos para cruzar el umbral hacia la cocina y otros
tres para llegar al sofá. No he tenido una visión completa de su habitación, pero la
puerta está abierta y puedo ver un par de pilas de ropa en el suelo y un montón de
cables saliendo de todas partes.
Mi instinto de inmediato es preguntar si puedo ayudarle a limpiar su mierda,
pero lo reprimo. Demasiado pronto.
En su lugar, deambulo hacia la cocina y empiezo a abrir armarios. Tres están
llenos de nada más que cereales. Unos pocos tipos diferentes, pero hay por lo
menos tres cajas de Lucky Charms frente a mí y eso me hace sonreír.
—Soy la razón por la que Cline engordó, sabes —digo con una risa.
Elliot se vuelve y me mira con recelo, su mirada desconfiada.
—Es verdad. Su madre solía ser una nazi psicópata aficionada a la comida
orgánica, holística y sin azúcar. Así que cada vez que venía a mi casa, le permitía
comer lo que quisiera. Deberías haber visto su rostro la primera vez que comió
pastel de crema de avena. Era como si hubiera encontrado la religión. Y luego le
di un refresco... lo cual no terminó bien. No puedo entrar en muchos detalles, pero
parece ser que fue a su casa y destrozó su habitación. Escribió por todas sus
paredes. Saltó en su cama hasta que se rompió.
—¿Qué diablos? —Elliot parece estar verdaderamente preocupado.
—¡Lo sé! La cafeína, hombre. Le dije que debió tener una reacción alérgica a
una de sus magdalenas. —Una risa sube por mi garganta al recordar a su madre
tirando tres bandejas de magdalenas a la basura mientras mirábamos desde el otro
lado de la calle—. Nunca hizo productos horneados sin gluten con semillas de
granada de nuevo.
Se pone de pie y se inclina sobre el respaldo del sofá para inspeccionarme.
Como realmente inspeccionarme. De la forma en que estaba haciendo con las
personas en la calle.
—Estás un poco loca, ¿sabes?
Mi corazón se acelera con sus palabras y fuerzo una sonrisa.
—Es probablemente por eso que soy estudiante de Psicología. Tengo la teoría
de que la gente va a Psicología o para averiguar qué le pasa a un ser querido o a
ellos mismos. Así que… —La confesión hace que mis mejillas ardan y me muevo
para cambiar de tema—. ¿Cuál es la tuya?
—Diseño de juegos. Es por eso que estoy enojado con Kelsey-Chelsea por
hacer lo que hizo. Tengo la oportunidad de presentarle una maqueta de juego a 28
esta empresa después del verano. Uno de los personajes iba a basarse en ella e iría
a Irlanda para conseguir la historia de fondo de su familia para ayudar a darle
cuerpo a su papel.
Me apoyo en la encimera de la cocina y aprieto mis labios.
—¿Es alguna secundaria que escribiste como interés amoroso o algo así?
Porque Dios prohíbe que la hagas la heroína principal de tu juego. ¿No tiene una
historia de fondo bastante trágica?
En el momento en que las palabras salen de mi boca, la puerta de la habitación
de Cline se abre y camina en la habitación, mirándome, pero hablando con Elliot.
Siento como si fuera la primera vez que mira —realmente me mira y me ve— por
años. Y mi estómago al instante comienza a apretarse y amargarse.
—¿Necesitas un trasfondo trágico, Elliot? No busques más. Nadie tiene una
historia más triste que esta chica aquí. ¿No es así, Byrdie?
Estoy pegada al lugar, silenciada bajo sus palabras.
Elliot se mueve más cerca, pero no lo reconozco.
—Amigo. Pensé que no estabas—dice.
Cline niega y se inclina contra la encimera, mirándome a pocos centímetros
de distancia.
—Olvídate de tu ex y sus historias falsas acerca de tener un tío que fue conde
en una ciudad de la que nadie ha oído hablar. Esta es tu verdadera historia.
Elliot hace un movimiento como que va a decir algo, pero levanto una mano
para detenerlo. Sabía que en algún momento tendría que hablar con Cline sobre
todo. No creía que fuera a ser así. Pero si necesita audiencia para sentirse mejor,
puedo darle la satisfacción.
—Tiene razón. —Aparto mis ojos del rostro de Cline y miro directamente al
chico que hace poco que conozco y me gusta una pizca. Tal vez confío en él. Tal
vez he perdido por completo mi mente. De cualquier manera…—. ¿Quieres una
historia trágica para tu juego? Soy totalmente tu chica. Cline sabe todo al respecto.
Estuvo allí durante casi todo lo que pasó.
Es la parte del casi la que Cline nunca entendió. Son las partes de las que no
es consciente porque nunca he sido capaz de contárselas. ¿Cómo le explicas a la
persona que has conocido durante más tiempo que no sabe absolutamente nada
sobre ti? Que solo sabe lo mismo que todo el mundo y que es totalmente mentira.
Solo la superficie.
Sostengo la mirada de Elliot mientras digo lo que Cline quiere oír. Lo que ha 29
sabido toda su vida que es verdad. Me presento como la chica que conoció hace
todos esos años.
—Mi nombre es Audrey Byrd. Más conocida alrededor de mi ciudad natal
como el Bebé Coma de 1994. La que mató a su madre al nacer. —Extiendo una
mano temblorosa mientras mi corazón comienza a latir sin piedad dentro de mi
pecho—. Encantada de conocerte.
D icen que se necesita de un pueblo para criar a un niño. En mi caso,
se necesitó a toda la ciudad de Bertram Falls para que ayudaran a mi
padre, perdón, a rescatar a Patrick y a criar a la niña que nació de una
madre muerta y un padre de duelo que no tenía idea de qué estaba haciendo.
Asumo, por lo que me han dicho, que apenas estaba soportándolo. Como no tuve
ese vínculo maternal que la mayoría de los bebés gozan al nacer, la transición en
casa fue menos que ideal.
Las mujeres del pueblo se hicieron cargo de nuestra casa, casi cuidándonos 30
las veinticuatro horas, mientras mi padre sufría y trataba de procesar su nuevo
papel en la vida. A medida que fui creciendo, comencé a preguntarme por qué,
sencillamente, no me abandonaba. No lo habría culpado. Sobre todo, sabiendo lo
que sé ahora. Pero, quizás, cuando la puerta de tu casa está llena de cámaras de
noticias locales y de las buenas intenciones de las mujeres de la iglesia local,
cocinando comidas caseras al horno, no puedes revelar la verdad.
No puedes admitir que no quieres a este bebé que te ha arruinado toda la
vida.
Hizo un muy buen trabajo fingiéndolo. Eso se lo concede.
Siempre que pienso en mi infancia, mi casa, recuerdo que siempre estaba llena
de gente y ocupada. Nunca hubo un momento tranquilo, a menos que fuera por la
noche e incluso entonces, generalmente trataba de escaparme por la ventana y
cruzar el jardín para llegar a casa de Cline y meterlo en algún problema.
Los fines de semana, solíamos acampar en el patio trasero o nadar en la casa
del lago, si nuestros padres nos dejaban. Fue mi mejor amigo, mi socio en el
crimen, desde el momento en que pude robar sus juguetes en el cajón de arena. Lo
sabía todo de él y lo mismo podría decirse al revés. No teníamos secretos.
Incluso hubo un momento en el que habíamos planeado una especie de
trampa para padres, donde trataríamos de juntar a su madre con mi padre, así
podríamos ser hermano y hermana. Pero no funcionó.
Nunca solía creer en los cuentos de hadas o en las madrastras malvadas, hasta
que Patrick conoció a la mía, Miranda. Le dije a Cline lo extraño que me resultaba
que empezaran a salir. Sabía exactamente lo incómodo que se volvió mi casa
cuando Miranda se mudó. Nuestra pequeña burbuja, este mundo que había
conocido en el que todos en el pueblo eran recibidos con los brazos abiertos en
nuestra casa, de repente, se convirtió en un lugar donde no se le permitió entrar a
nadie.
Tenía once años cuando apareció por primera vez, con las faldas ajustadas y
un moño alto, que hacía que sus pequeños ojos parecieran aún más pequeños. Sus
rasgos, aunque pequeños, eran duros y sus ojos parecían juzgarme todo el tiempo.
Nunca me miró con nada más que desprecio, como si fuera una mancha en su
carísima chaqueta que no podía sacar.
El rostro de Patrick, aunque largo y delgado, una vez había mostrado
franqueza bajo su cabello rubio claro y lentes de montura fina. Si los ojos pudieran
ser amables, los suyos lo eran. Al menos durante un tiempo. Es realmente
sorprendente cómo el estrés puede cambiar todo el panorama de un rostro. Cómo
la preocupación puede enterrarse en las esquinas de la boca o los ojos de una 31
persona y grabar su camino en su piel hasta que sus líneas suaves se vuelven duras
y dejan de verse accesibles.
Tal vez supuse que es ahí cuando comenzaron los cambios dentro de mí. Una
vez que se casaron, fue difícil incluso acercarme al hombre que una vez llamé papá.
Miranda y viajes de pareja. Miranda y su yoga para dos. Cenas con los clientes y
cruceros que no me incluían.
Creo que fue entonces cuando empezó todo. Una vez, mi terapeuta me pidió
que tratara de ubicar cuándo fue la primera vez que recordaba haber hecho algo
que consideraría “raro”. Siempre había tenido una cosa por los números. Contar
los pasos. Contar las letras en las palabras. Nunca pensé excesivamente en ello.
Cuando eres joven, crees que es algo ingenioso saber exactamente cuántos
pasos hay desde tu puerta al césped de tu mejor amigo. Casi como si fueses un
espía. O una especie de genio de las matemáticas. Por lo menos así era para mí. Así
era como era.
Como soy.
Pero después de que Patrick se casase con Miranda, algo cambió y todo se
hizo muy intenso. Creo que todos les echaron la culpa a las hormonas. Es decir,
¿cuán jodido es que una chica tenga su período y, de repente, todos la miren como
si fuera perfectamente normal que presentase estos comportamientos que, si los
hiciera cualquier otra persona, podrían estar preocupados? Pero en cambio,
Miranda decía:
—No. Solo necesita un poco de ibuprofeno.
El Midol no trata a la tristeza tan grande que empecé a experimentar. No
elimina los pensamientos que comenzaron a surgir en mi mente cada vez que me
alejaba más y más de la vida de Patrick. Sé lo que le dijo. Aseguraba que era una
adolescente y que me estaba alejando, pero no era cierto.
Lo intenté. Realmente lo hice. Me preguntaba si las cosas que sentía eran las
mismas que mi madre había sentido. Y deseé que hubiese estado allí para hablar.
No sabía nada de ella. Mi abuela tenía poco o nada que ver con nosotros. No era
ningún secreto que me culpaba por la muerte de su hija. Con el tiempo, yo también
me culpé. ¿Por qué no lo haría? ¿Qué otra cosa podría haber causado a una mujer
perfectamente sana a solo… entrar en coma y morir así?
Yo era veneno.
Miranda ni siquiera tuvo que decir nada después de un tiempo. Simplemente
lo supe. Era la razón de todas las cosas malas en la vida de mi familia. Diablos, por
lo que sabía, era la razón de todas las cosas malas del mundo. Llegó hasta mi
cerebro y traté de luchar contra eso. Contra la creciente oscuridad que comenzó a 32
rodearme. Se lo debía a todo el pueblo que había intentado tan duro mantenerme
con vida durante tantos años.
Y entonces sucedió. Lo recuerdo, claro como el día, no importa cuántas veces
haya intentado alejarlo o cuántas veces lo haya hablado con un especialista; el
recuerdo es tan fresco que hace que me duela el pecho físicamente.
Yo, a los quince años, sentada a la mesa del almuerzo, sosteniendo una bebida
en la mano derecha y apretando la izquierda. No recuerdo exactamente qué estaba
mirando, probablemente a nada, porque todo lo que podía pensar era en lo que
Miranda había dicho sobre mi cabello antes de haber salido de casa. Era una
presión, como de costumbre. Mi autoestima estaba por los suelos y había
empezado a contar cuánto tiempo podría clavarme las uñas en la palma de la mano
antes de que se hiciera insoportable, cuando oí su voz a través de la bruma que
rodeaba mis pensamientos.
—Dios, Byrdie. ¿No tienes punto medio?
Cline estaba inclinado sobre la mesa, con los brazos, cada vez más gruesos,
apoyados sobre la mesa tambaleante. Recuerdo que estaba comiendo una barra de
chocolate y que su diente delantero izquierdo estaba cubierto de chocolate.
La espesa niebla alrededor de mi cabeza parecía asentarse sobre mis ojos por
un segundo y parpadeé para quitarla, la lata de gaseosa se sacudió un poco cuando
me di la vuelta para mirarlo directamente a los ojos.
—¿Qué?
Se lamió para sacarse la comida de los dientes e hizo un movimiento hacia
mí, haciendo que el resto de la gente en nuestra mesa se diera vuelta.
—O estás aquí arriba —levantó la mano por encima de la cabeza—, o aquí
abajo. —Fingió agacharse y colocar su mano en el suelo—. ¿Nunca eres… normal?
¿Qué demonios te pasa?
No sé si es porque por fin se dio cuenta y me lo dijo, o qué pasó; pero tener
todos esos ojos sobre mí mientras lo decía, sentí pánico, algo diferente de todo lo
que había experimentado en mi vida alguna vez, primero por el esternón y luego
en el esófago. Las lágrimas cayeron de mis ojos y empezó a contraérseme la
garganta. Lo juro, hasta el día de hoy, puedo oír cómo me latía el corazón en los
oídos y en lugar de responder sarcásticamente, en vez de decirle que se fuera al
infierno y lanzarle la comida, me levanté muy rápido y salí corriendo de la cafetería,
llorando.
Durante todo el camino a casa, practiqué qué le iba a decir. Tenía preguntas
que necesitaba hacerle a mi padre. Quería sentarme frente a frente y preguntarle 33
todo lo que siempre había querido saber. Ya no me importaba si le dolía responder.
Los recuerdos de mi madre no deberían haberse mantenido ocultos y guardados
en cajas oscuras en la casa de mi abuela. Debería haber sido capaz de conocerla.
Pero no sabía nada. Era amable, dulce y había muerto demasiado pronto. Estas
son las únicas cosas que me habían dicho y que, en su mayoría, sabía porque la
mamá de Cline me contestaba cada vez que me animaba a preguntarle.
Ya había tenido una conversación entera con mi padre en mi cabeza para
cuando llegué a la puerta, sudando y temblando por la anticipación de lo que estaba
por venir. Patrick Byrd trabajaba desde casa, pero Miranda no, así que imagina mi
sorpresa cuando los oí discutiendo en la sala de estar mientras entraba al vestíbulo.
Quería gritar y hacerles saber que estaba en casa. Quería anunciar mi presencia de
alguna manera. Pero los gritos me dejaron muda.
—No puedo tener esta conversación otra vez, Miranda. Sabías cuando
entraste a este matrimonio que no habría niños.
Su voz era aguda y aborrecible cuando respondió.
—Nadie en esta ciudad sabe que eres estéril. Podemos utilizar un sustituto.
—No.
Hubo un sonido como si estuvieran empujando algo. Quizás el sofá. Quizás
a Patrick. No puedo estar segura, porque cerré los ojos con fuerza.
—No has tenido problemas en educar a la hija de otro hombre durante los
últimos quince años. ¿Por qué sería un problema ahora?
Esa oscuridad, esa sensación de desesperación contra la que había estado
luchando durante tanto tiempo, me golpeó en el pecho como un golpe físico y me
obligó a usar hasta la última gota de fuerza de mi cuerpo para no caer al suelo
deshecha.
No estoy orgullosa de lo que sucedió después, pero ese fue el día que Byrdie
dejó de existir.
O, al menos, ese fue el día en que traté de hacerla desaparecer.

34
S e siente como si todo el aire de la habitación ha sido succionado con
una aspiradora. Cline está mirando a Audrey con la más intensa
expresión, y estoy tratando de descifrar si es traición o decepción. Como
si lo que ha divulgado saliera de ella tan fácilmente. Ella sólo ha admitido haber
tenido uno de los orígenes más tristes de los que he escuchado en mi vida, y sin
embargo, está de pie aquí, sosteniendo mi mano y sacudiéndola como si
estuviéramos haciendo una apuesta de negocio de algún tipo.
—¿Eso no es lo suficientemente trágico para ti? —Su cabeza se inclina un 35
poco hacia la izquierda mientras deja ir la palma de mi mano—. Hay más, si lo
necesitas. Pero me gustaría hacer una petición para mi personaje.
—Claro. —Realmente es todo lo que puedo ofrecer en este momento.
—Quiero que mi chica monte un unicornio. Y quiero que el unicornio cague
galletas de arcoíris como una defensa.
La imagen mental de Audrey encima de un unicornio mientras este suelta
bombas de galletas color arcoíris rompe cualquier pesadumbre que había en la
habitación hace unos pocos segundos, y dejo escapar una risa incomoda que es un
cruce entre ahogada y el ladrido de una hiena.
—Lo digo en serio. Mierda en forma de galleta o nada, Elliot. —Su sonrisa
es temblorosa, pero su voz es fuerte, y eso no pasa desapercibido por Cline.
—¿Estás hablando en serio en este momento? —Él se está apoyando contra
el mostrador, toda su atención sobre la chica que lo está mirando con una
expresión en blanco.
—Sí. Si voy a estar en un vídeo juego, quiero alguna licencia artística. No
tengo ni idea de lo que estaba planeando hacer con el personaje de la ex, pero estoy
segura de que no era ni la mitad de rudo como…
—Cállate. —Él golpea su puño y da unos pasos hacia ella, haciéndola tomar
unos hacia atrás—. Solo cállate. ¿Por qué sigues aquí? Ha pasado, como, seis años
desde que me jalaste después de que huiste, o lo que sea, y ahora estás en mi casa
y sales con mi mejor amigo. ¿Vas a montar un unicornio en su juego?
—Si puedo interrumpir, realmente no hay un propósito de un unicornio en
el juego en absoluto. Es un juego militar basado en los diarios viejos de mi padre.
—Levanto mi dedo para impedir que vayan más lejos, pero eso pasa desapercibido.
—¿Tú qué parte vas a interpretar? ¿Eres el mejor amigo en el juego? —Está
preguntando en serio, y el rostro de Cline se pone de un rojo brillante—. Eres un
excelente mejor amigo hasta que ya no lo eres.
—Eso se llama proyectar, ¿verdad? Tomé una clase de psicología, también
—escupe a su vez.
La confrontación en mi cocina no tiene ningún sentido para mí en este
momento. Me doy cuenta de que la mano izquierda de Audrey se sacude, y sus
dedos empiezan a golpear contra la palma uno tras otro mientras mira directamente
a Cline. Es un patrón, pero no puedo descifrarlo. De repente, se detiene y se gira
hacia mí.
—No tengo mucha información sobre mi mamá. Mi abuela mantiene todas
sus cosas en su casa en Carolina del Norte, y ella no tiene nada que ver conmigo 36
ya que soy el engendro del demonio que mató a su única hija. Y si quieres saber
acerca de mi papá, tampoco tengo ninguna información sobre él.
—Pura mierda. ¿De qué estás hablando? Tu papá te dio todo lo que siempre
quisiste. Lo sé. Estuve ahí. Has estado tan arruinada desde que huiste cuando
teníamos quince años. —Cline estira el brazo y empuja su hombro solo lo más
mínimo para hacer que ella lo reconozca de nuevo.
Ella se prepara antes de dar la vuelta y enfrentarlo una vez más, con una
especie de impotencia en sus ojos cuando responde:
—En primer lugar, estoy contenta de que la historia sobre mí escapando de
casa se haya quedado después de todos estos años. Patrick y Miranda hicieron un
gran trabajo vendiendo esa historia. Pero ya que finalmente estás interesado en la
verdad, mi padre no me dio absolutamente nada, Cline. Patrick Byrd cuido al bebé
de otro hombre porque su esposa lo dio a luz. Puso su nombre en ella. No tengo
ni idea de quién es mi verdadero padre.
»No sé nada de mi madre. No tengo ni idea de quién es mi padre. Y todo lo
que pensabas que sabías sobre mí era una completa mentira. ¿Cómo está eso para
alguna mierda? —Se dirige a mí de nuevo—. Lo siento. ¿Es eso suficiente para que
me pongas sobre un unicornio en tu juego o no?
Mi habitación es un desastre, y estoy tratando de arrojar montones de ropa
en la esquina para que Audrey pueda sentarse en mi escritorio. Sus dedos están
haciendo esa cosa de nuevo mientras espera pero ignoro eso mientras empujo el
último calcetín debajo de la cama con el pie y me doy la vuelta para mirarla. Con
las dos manos extendidas, me encojo de hombros.
—Toma asiento.
Ella está mirando alrededor de mi habitación, mis esculturas y mi trabajo con
alambres, su mirada prolongándose en bocetos de caras y algunas representaciones
que he impreso para trabajar durante las vacaciones.
—Sabes, no apestas en esto.
Me rasco la parte posterior de mi cuello y me siento pesadamente sobre la
cama. Ya ha sido una noche loca, y ni siquiera es medianoche. Cline se fue del
apartamento, por lo que solo somos Audrey y yo en mi pocilga de habitación llena
de cosas que solo mi compañero de piso y mi exnovia han visto de cerca. Se siente
raro. Como si estuviera desnudo, y no en el buen sentido.
37
—Voy a tomar eso como un cumplido, considerando todas las cosas.
Ella sonríe y sigue mirando alrededor antes de reclinarse en la silla y cruzar
los brazos sobre su pecho.
—Un juego militar, ¿eh? ¿Basado en los diarios de tu padre?
—No pensé que le pusieras atención a eso con todo el intercambio entre
ustedes dos —admito.
—Le puse atención. ¿Por qué lo haces de sus diarios en lugar de preguntarle
directamente?
Mi piel hormiguea, y enderezó los hombros, porque algunas veces tienes
cosas en común con las personas en las formas más extrañas.
—Porque él murió en combate y los diarios y las cartas para mi mamá son
todo lo que tengo. Una vez escribió que estaba justo en medio del infierno, y solo
tuve esta idea de que haría un juego de guerra donde el campamento base estuviera
directamente sobre la entrada del infierno.
—¿Crees en esas cosas? ¿El cielo y el infierno y lo que sea?
Asiento y bajo la mirada hacia mis manos antes de hablar.
—Sí, sí creo.
—Eso es simplemente espantoso, ¿no crees? Quiero decir… si realmente hay
un cielo y un infierno, y la Biblia dice que después de que morimos, se supone que
vamos a seguir existiendo para siempre, entonces… eso es aterrador. Nunca vamos
a dejar de existir. Al final del día, por lo menos sé que voy a ir a dormir. ¿Pero la
idea de que voy a tener que estar despierto y seguir haciendo este tipo de cosas
siempre? Yo…
Levanto la mirada a tiempo para verla parpadear y limpiarse las mejillas
mientras gira lejos en la silla. La luz de mi ordenador hace que el lado de su rostro
brille con la tenue iluminación de mi habitación.
—De todas formas. Siento tu pérdida. Eso es lo que se supone que debemos
decir, ¿verdad? ¿Cuántos años tenías?
—Ocho.
—Así que, ¿tienes algunos recuerdos de él, entonces?
—Sí. Por supuesto. Son pocos y breves, pero son suficientes para mantener
una imagen de él en mi mente. Supongo que debe ser difícil para ti, ¿verdad? No
tienes ningún recuerdo de tu mamá o… el hombre.
Se encoge de hombros.
—Tengo lo que tengo.
38
—¿Alguna vez has hablado con tu padre al respecto? Es decir, Patrick. ¿Lo
has confrontado sobre todo?
Audrey sacude la cabeza y se concentra en el cartel de Fallout encima de mi
cama antes de que responda.
— He hecho suficiente daño. Para ser honesta, no puedo ni siquiera hablar
con él sobre ella. No puedes decir el nombre de Wendy sin que él se encoja de
dolor físicamente. Si sacara el tema del otro hombre, ¿quién sabe lo que pasaría?
No tenemos nada de mi mamá en nuestra casa. Todo está en la casa de mi abuela,
y ni siquiera soy bienvenida por allá.
Me recuesto y cruzo los brazos detrás de la cabeza, mirando hacia el techo
mientras digo lo primero que se me viene a la mente.
—Deberías ir de todos modos. No tengo nada que hacer durante las
vacaciones. Puedo ir contigo.
No tengo idea de cómo mi cama doble resiste el peso cuando ella salta sobre
mí desde el otro lado de la habitación y me hace decir cinco veces seguidas que lo
digo en serio.
¿C ómo, exactamente, haces para empacar para un viaje que puede
cambiar el curso de tu vida? Estoy de pie en mi habitación, mirando
fijamente a la bolsa vacía sobre la cama, distraída por la constelación
azul impresa de mi edredón, debajo de ella. Puedo cerrar los ojos y saber dónde
está cada cosa en este lugar. El escritorio amarillo debajo de la ventana, las cortinas
completamente abiertas y las persianas cerradas. El ordenador portátil, libros de
texto del semestre pasado a la espera de ser vendidos, viejos papeles y lápices, todos
en el lado izquierdo. El lado derecho permanecer limpio. La silla de escritorio de 39
color plateado colocada hasta que el metal toca la madera.
La mesilla de noche a la derecha de la cama con un cargador, una pequeña
lámpara y un lugar para dejar mis joyas por la noche. Una cómoda detrás de mí
con una televisión. El pequeño armario que contiene solo la suficiente ropa para
pasar el semestre, debido a que en la otra mitad he metido un mueble para libros
lleno de ficción.
Abro los ojos y ociosamente me pregunto si debería llevar algo para leer. La
casa de Elliot está a seis horas en auto, donde vamos a conseguir su equipo de
camping para el resto del viaje. Otras ocho horas hacia la abuela Ruth. El plan está
abierto a partir de ahí y hace que me pique la piel, por no tener algo de orden a
seguir. Necesito orden.
Los pensamientos de lo que podría ir mal, comienzan a acumularse en mi
cabeza y puedo sentir que se me tensa la mandíbula, así que cierro los ojos e inhalo
y exhalo tan profundamente como puedo, en cuentas de siete.
Tarda unos pocos minutos, pero consigo manejarlo y mi ritmo cardiaco se
ralentiza lo suficiente para enfocarme y, silenciosamente, comenzar a llenar la bolsa
con las cosas que tengo que llevar conmigo. No menos importante es que es una
bolsa de flores impresa llena de botellas de color naranja.
Elliot tiene un Xterra y, por alguna razón, eso es inesperado.
—¿Conduces mucho por caminos de tierra? —pregunto, cambiando la bolsa
de un hombro al otro, mientras él comprueba la presión del neumático delantero
del lado del conductor.
Levanta la mirada y me entrecierra la mirada, un ojo más pequeño que el otro
mientras la lengua se asoma entre sus labios.
—No. ¿Por qué?
Me resisto a la tentación de poner los ojos en blanco. En su lugar, me pongo
de puntillas y doy vistazo dentro, para ver si el auto esta tan sucio como su
habitación. No lo está y eso, también, es sorprendente.
Se pone de pie y endereza su camiseta, el material pegándose a sus anchos
hombros.
—Lo limpié. Lo aspiré y otras cosas. Pensé que no te gustaría montar durante
tanto tiempo con envolturas de Taco Bell bajo tus pies.
Finjo desmayarme, poniéndome las manos sobre el pecho. 40
—Y en este momento, juro que caí enamorada de ti, Elliot.
Lanza el medidor de presión al aire y lo atrapa antes de lanzarme una mirada
asesina.
—Un agradecimiento hubiera funcionado bien, listilla.
—Gracias —concedo.
De repente, la puerta del apartamento se abre de par en par y Cline, en toda
su desaliñada gloria, avanza hacia la acera, a medio vestir y enojado. Los ojos color
avellana son apenas visibles mientras nos mira, apuntando con un brazo grueso y
un largo dedo a Elliot.
—¿Dónde demonios vas?
Elliot endereza los hombros y se enfrenta a su mejor amigo, con el cuello un
poco inclinado mientras se ponen frente a frente. Cline es cinco centímetros más
alto, que apenas se notan cuando Elliot toma el control de la situación. Ser testigo
de esto me revuelve un poco el estómago.
—Voy a llevar a Audrey a Carolina del Norte, a casa de su abuela para ver si
puede obtener información sobre su madre.
Cline abre los ojos como plato y gira la cabeza bruscamente en mi dirección.
—¿La abuelita Ruth? ¿La psicópata? Ni siquiera te dejara aproximarte a su
casa. ¿Cómo se supone que incluso…? —Levanta las manos y pone una mueca
sarcástica—. ¿Sabes qué? Me dije que esto no era de mi incumbencia. Lo hice. Dije:
Cline, hombre, esto no es de tu incumbencia. Sin embargo, ahora has embaucado a mi
compañero de cuarto para conducir para ti, como, unas veinte horas para ir a ver
a alguien que ni siquiera va a hablar contigo. —Hace un poco de hincapié en la
palabra “hablar”, poniendo los puños contra el pecho mientras eleva la voz—. Por
tanto, ahora, es mi asunto. Te está utilizando, amigo. Al igual que hace con todos
los demás.
—En realidad, son catorce horas de Tennessee a Carolina del Norte —lo
corrijo.
—Y me ofrecí. —Elliot pone el manómetro de presión en su bolsillo y se
cruza de brazos, como si así tuviese que ser. Final. Terminado.
Pero lo sé mejor.
Cline se inclina, con los brazos cruzados y las rodillas dobladas otra vez, antes
de que se enderece y grite:
—¡Oh! Ha sido voluntario. A conducir catorce horas. Bueno. Eso lo hace
mejor. Lo entiendo. Bueno, espera aquí mientras voy a buscar mis cosas, porque
yo también voy. 41
Creo que, en el fondo, muy en el fondo, en alguna parte de mi subconsciente,
sabía que esto iba a suceder. Por eso no estoy para nada sorprendida por el
estallido. En realidad, me divierte un poco.
Con la tranquilidad que puedo, me traslado a la parte trasera del vehículo y
abro la puerta trasera para poder meter mi bolsa. Ojeando a escondidas alrededor
del lado del auto, hago un movimiento de “¡fuera!” con la mano.
—Entonces, date prisa. No tenemos todo el día. Estamos perdiendo la luz
del día.
La ira de Cline es evidente por sus fosas nasales.
—Lo digo en serio.
—De verdad, no me importa.
—Voy.
—Ya lo has dicho. —Rodeo el auto, hasta donde aún está de pie con un
pantalón de pijama—. ¿Recuerdas cuando eras pequeño y tu madre no te permitía
ver más que las películas de los años ochenta o anteriores? —Entrecierra los ojos
y vuelve a ensanchar las fosas nasales—. En este momento, eres como ese chico
imbécil en el asiento trasero de Canguro en apuros.
—Ahora veo lo que quiero. —Lo afirma como si estuviese muy orgulloso.
Casi me hace reír.
—Gran hombre.
—Voy a ir a este viaje.
Suspiro y agito una mano hacia el auto.
—Eso está bien, porque no tenía suficiente espacio en esa bolsa para mi caja
llena de que te den. ¿Así que, te gustaría ir hacer las maletas para que podamos
irnos? Estás empezando a molestarme.
Elliot ha estado de pie en silencio a un lado durante todo el intercambio, y,
finalmente, se interpone entre nosotros, colocando una mano en mi hombro y otra
en el pecho de Cline.
—No puedo hacer esto si van a actuar como un par de niños de ocho años.
Ambos necesitan callarse. Y quiero decir eso, del mejor modo posible. —Me
mira—. Por favor, entra al auto. —Mira a Cline—. Tienes cinco minutos para
empacar o nos vamos. Le dije a mi madre que estaría en casa para la cena. —Se
aleja un paso, con cautela, luego saca las llaves del auto del bolsillo—. Si los dos
comienzan a pelear, voy a parar y a dejar a uno de ustedes a un lado de la carretera.
Lo juro por Dios.
42

El auto está en silencio absoluto durante la primera hora del viaje. Cada vez
que Elliot intenta encender cualquier tipo de música, Cline lo veta, por lo que
finalmente solo abandona. De todos modos, todo el asunto ha empezado a darme
dolor de cabeza, así que he optado por mirar por la ventana y contar los números
de las matrículas.
Todo debe sumar hasta siete. Cualquier forma que pueda obligar a los
números para secuenciar, lo hago.
HBC6033
6y3+3=6
6x6 = 36
3x6 = 18
8-1 = 7
Un viejo camión oxidado tirando de un remolque, acelera junto a nosotros
antes de coger suficiente velocidad, donde puedo ver la matrícula y empezar todo
de nuevo. Ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado a medida que continúo haciendo
esto, pero cuando Elliot se acerca y coloca su mano sobre la mía, me doy cuenta
de que mis dedos han estado ocupados trabajando en mi pantalón corto. He
arrancado una gran cantidad de algodón del vaquero deshilachado, que ahora se
encuentra en una mata en su asiento.
Me acaricia la mano y mantiene la vista en la carretera mientras pone el
intermitente a la derecha y se detiene en una gasolinera.
—Tengo que llenarlo.
Tan discretamente como es posible, tomo los restos de mi destrucción y los
guardo en la mano para poder tirarlo, cuando paso cerca del cubo basura en mi
camino a la tienda de artículos. En el interior del cuarto de baño, bajo la luz
fluorescente poco favorecedora y en medio del olor de la orina de años sin limpiar,
me quedo observando mi reflejo. Hay una gran posibilidad de que vaya a averiguar
quién soy. Que por fin vaya a saber de quién son estos ojos marrones. De quién
proviene esta nariz redonda. ¿Los labios de quién, en algún linaje causaron un arco
de cupido tan profundo?
Hay una posibilidad de que me entere de que las cosas dentro de mi cabeza
no son únicamente mías.
Podría encontrar respuestas. La idea me asusta tanto, que tengo que apoyarme
en el lavabo por un momento antes de que recuerde cuán asqueroso está y luego 43
me lavo las manos un par de veces para no correr riesgos, solo por si acaso.
El cajero me mira con recelo mientras camino por los pasillos en busca de
bocadillos para el camino. Me pregunto si Cline todavía come Snickers King Size
seguido con un Dr. Pepper como lo hacía en la escuela. En cuanto a Elliot, me doy
cuenta de que no sé qué tipo de bocadillos le gusta, pero algunos Reese’s Pieces
podría hacerlo reír. Por lo que reúno un puñado de artículos y los llevo a la caja,
con una pequeña sonrisa en los labios mientras el cajero asimila todos los palos de
azúcar y carne que he acumulado.
—Viaje por carretera —indico.
Sus mejillas gruesas se inflan mientras registra cada artículo, uno por uno.
—Buenas elecciones.
Solo una afirmación de que tal vez he hecho algo bien, me hace sentir un
poco más ligera, mientras camino de vuelta hacia el surtidor.
—¿Estás enamorado de ella o algo así? Porque nunca te he visto actuar así
antes.
Sé que Elliot está tratando de ser silencioso, pero estoy lo suficientemente
cerca como para oírle hacer la pregunta...
—No. —Cline es firme y todavía inmóvil, de pie tras la división, a la espera
de escuchar el resto de la conversación—. No la quiero. Ni siquiera me gusta. Como
persona o cualquier cosa. Eso es lo que estoy tratando de decirte. Va a arruinarte
la vida, amigo. Un minuto éramos los mejores amigos y al minuto siguiente, podría
haber sido un árbol en su patio por todo lo que le importaba. Actuó como si
ninguno de nosotros existiésemos. Sus amigos. Incluso su familia. Tiene un
historial, que es lo que estoy tratando de decirte.
Elliot vuelve a poner la tapa de la gasolina y la cierra. Puedo ver sus manos
desde donde me estoy escondiendo y desaparecen a medida que las mete en los
bolsillos y se reclina contra el auto. Me acerco más a la división para escuchar.
—Permíteme recordarte que arrojó una piedra a la ventana de tu habitación
ese día, pidiéndote ir a su fiesta, no a mí. Solo resulté estar allí. Vino a buscarte a
ti. Tal vez te sobrepondrás pronto y averiguarás por qué estaba tratando de
encontrarte en lugar de ser tan idiota todo el tiempo.
Cierro los ojos y tomo gran bocanada de aire.
La doctora Stark me está mirando desde su silla, el lápiz colocado sobre el
cuaderno mientras espera a que le responda. Preguntó cuál es el siguiente paso
hacia el perdón.
—Preguntar —contesto. 44
Ahora abro los ojos, hago un gran espectáculo al agitar la bolsa y hacer todo
el ruido que puedo, mientras llego a la esquina. Meto la mano en la bolsa y sin ni
siquiera mirarlo a los ojos, presiono la barra de dulces y refrescos en el pecho de
Cline y continúo caminando alrededor del auto para volver a entrar.
E l viaje de seis horas termina siendo casi siete, porque la vejiga de
Audrey es del tamaño de un cacahuete. Tal vez de una de castaña.
También, en algún momento, una vez que cruzamos la frontera hacia
Alabama, tuve que detener el auto y salir sólo para distanciarme de sus constantes
peleas. Mientras estaba parado y miraba el tráfico pasar, tomé la decisión de hacer
el personaje de Cline mudo en mi juego. Quizás coserle los labios yo mismo. Tal
vez simplemente le borraría la boca totalmente.
Ese pensamiento es la única cosa que me ayuda a superar el resto del viaje 45
hasta mi casa. Nos detenemos frente a mi pequeña casa de una sola planta, y me
tomo un segundo para mirarla con ojos frescos. Trato de verlo como Audrey lo
haría. Es pequeña, seguro. Pero el césped está bien cuidado y el jardín de flores de
mi madre está en plena floración. Ella mantiene las plantas colgantes a lo largo del
porche, y acaba de repintar de color rojo carmesí la puerta principal. Puede que no
sea el lugar más glamoroso, pero es nuestro.
El olor de pollo frito me golpea tan pronto como abro la puerta, y casi me
caigo de rodillas. Estoy hambriento, y no hay nada mejor que la comida de mi
madre. Excepto tal vez la de mi abuela, pero ella murió hace un par de años.
—¡Ma! ¡Estamos aquí! —Sin siquiera pensar en ello, me dirijo por el pasillo
hacia la cocina, beso dos dedos y los presiono contra la foto de mi padre mientras
paso—. ¿Estás ahí?
Ella está de pie sobre una olla en la estufa, con el cabello recogido hacia arriba
con un broche, el vapor de la olla haciendo su cabello rizado aún más alrededor de
sus orejas. Hay música, y está haciendo esto con sus pies que estoy seguro que en
algún momento pensó que era bailar pero ahora sólo se ve como un inseguro
arrastre de pies. Me agacho y me escondo detrás de ella, y luego agarro sus tobillos
y grito tan fuerte como puedo.
Su grito es aún más fuerte, y juro que salta un metro en el aire, con los brazos
agitándose hacia fuera, y la cuchara de madera en su mano sale volando a través de
la cocina antes de que entre en contacto con la pared y rebote en el suelo. Roseanne
Clark, con sus pocos uno sesenta y cinco centímetros, me clava con sus fríos ojos
azules, sus manos en su pecho y respiración entrecortada.
—Hola, ma. —Voy por un abrazo, pero ella abofetea mi pecho en cambio.
Luego me tira en un abrazo y me empuja lejos para abofetearme de nuevo.
—Eres el peor. —Audrey habla desde detrás de mí. Señala con el pulgar a
Cline y niega con la cabeza—. Debería haber hecho una camiseta para ti en su
lugar. Hiciste que tu madre tire puré de patatas en la pared, Elliot.
Madre empuja un trapo de cocina en mi mano y luego se recompone.
—Limpia eso. Pon la mesa. Voy a cambiar mi ropa, y luego puedes
presentarme a tus amigos. Además, estoy de acuerdo. Eres el peor. —Me abraza
de nuevo, se da la vuelta y deja la habitación.
Cline deambula hacia la estufa y comienza a tocar las cacerolas.
—Creo que hiciste que se hiciera pis encima.
—Cállate. —Empiezo a reírme y luego me detengo. ¿Y si lo hice?
—La declaración anterior es retractada. Cline todavía lleva el título de El 46
Peor. —Audrey se dirige hacia los armarios.
Acabo de terminar de limpiar la pared cuando miro y veo que Audrey ha
puesto la mesa para los cuatro. Me ve mirando y se encoge de hombros.
—Tengo hambre y eres lento. No quiero esperar más tiempo debido a que
eso huele increíble. Supuse que podría ayudar. No es gran cosa —dice.
Mi madre vuelve a aparecer con diferente ropa, poniendo una excusa de no
querer oler a aceite o grasa, pero ahora me preocupa si en verdad la hice hacerse
pis encima, y eso sólo significa que Cline es un imbécil, porque asustarnos es una
cosa conmigo y con mi mamá. Ella me despertó para el primer día de la escuela
secundaria disfrazada de Freddy Krueger con uno de los dedos de cuchillo
presionado en mi garganta, y me dijo que si no me levantaba ella me iba a convertir
en una motocicleta.
Cline apesta.
Audrey y mi madre han hecho clic y están hablando hasta por los codos
mientras yo como tanta buena comida como sea posible. Cline está observando el
intercambio con los ojos entrecerrados, y estoy empezando a tener la sensación de
que tal vez él es el problema en todo esto. No ella.
Mi mamá es un libro bastante abierto. Ella habla con todos y cada uno, y su
lenguaje corporal es siempre muy acogedor. Audrey está respondiendo a ello,
inclinándose como si estuviera atrapada en su rayo abductor. Hay un pensamiento
fugaz en mi cabeza que debe ser agradable para ella hablar con una figura maternal.
No es de extrañar que se sienta tan cómoda.
—¿Cómo está progresando tu juego? —La atención de mamá está en mí, y
mastico lo que está en mi boca rápidamente para responderle.
—Está todavía en las primeras etapas, pero una vez que tenga todo lo que
necesito, debería ser bastante fácil desde allí.
—Es por eso que estoy aquí. Elliot necesitaba otro personaje para el juego,
así que dije que me podía usar. —Audrey sonríe y es genuina.
—¿De qué trata una vez más? —pregunta mamá antes de tomar otro bocado
de comida.
Audrey abre la boca para hablar, pero la interrumpo para hablar sobre ella,
porque no le he dicho a mi madre nada sobre el proyecto real. No tengo ni idea de
cómo responderá al usar los viejos diarios y cartas de mi padre. No sé cómo eso le
afectará. Por eso digo:
—Es un juego de fantasía como si Game of Thrones se cruzara con Candy
Crush, y el personaje de Audrey monta por ahí en un unicornio y mata a personas 47
con caca de unicornio en forma de galletas y de color del arcoíris.
Hay casi un ahogado “Jesús” desde donde Cline tiene su cara enterrada entre
sus manos.
Mi mamá apenas mueve una pestaña.
—Conviértelo en una aplicación, y apuesto a que harás un millón de dólares.

Acostado en mi vieja cama se siente familiar y extraño al mismo tiempo. Ha


sido de esta forma cada vez que he vuelto a casa durante los últimos tres años. A
veces me pregunto si a mi mamá le gustaría el espacio extra para una cinta de correr
o una oficina, pero por otra parte yo tendría que dormir en el sofá, y ya no se
sentiría como si fuera mi casa, así que dejo todo de la forma en que es. A veces
necesitamos un poco de constante en nuestras cambiantes vidas.
Mi puerta de la habitación cruje, y me giro para ver a Audrey deslizarse a
través de la grieta y cerrar la puerta de nuevo con el menor ruido posible.
—Lo siento —susurra—. ¿Te desperté?
Me incorporo y trato de alcanzar la luz, pero ella agita su mano para
detenerme.
—No estaba dormido. ¿Estás bien?
Ella está flotando en el borde de mi cama, en estos pequeños shorts y una
camiseta sin mangas, el cabello recogido hacia arriba en ese lío en su cabeza de
nuevo.
—No te pongas raro, ¿pero puedo meterme contigo? ¿Es contra las reglas de
la casa tener una chica en tu habitación?
—¿No es todo tu “asunto”, toda tu existencia, sobre romper las reglas? —
pregunto y tiro hacia atrás las sábanas para invitarla.
Ella se desliza entre las sábanas y apoya su mejilla en mi almohada, así que
me giro y reflejo su posición, mirando su cara a la luz de la luna en el silencio de
mi habitación pre-adolescente. Esta chica es muy bonita, pero está llena de tantos
secretos. Sus ojos buscan en los míos por un momento antes de que inhale
profundamente.
—Estoy trabajando en eso. Lo prometo.
—Está bien.
El calor de su cuerpo rápidamente calienta el espacio entre nosotros, y la cama 48
se pone calentita bajo las sábanas. Doblo el edredón hacia abajo unos centímetros,
y ella me sonríe mientras ajusta sus manos debajo de la almohada.
—¿Cuántas has dejado dormir en tu cama contigo?
Los ojos muy abiertos, me inclino hacia atrás y finjo estar insultado.
—Ninguna. Yo nunca lo haría.
—Mentiroso.
—Bien —admito en un susurro—. He tenido exactamente noventa y nueve,
así que estaba realmente esperando que vendrías aquí esta noche para que pudiera
redondear mi número.
—Eres un idiota —logra decir a través de su risa. La cama se sacude y cruje
un poco, así que presiono mi mano en su cadera para lograr que deje de sacudirse.
—Shh. Las paredes son delgadas, de verdad. No quiero que mi mamá crea
que estamos aquí haciendo nada.
—Por supuesto que no. —Audrey se recuesta en su espalda y mira hacia
arriba en mi techo por unos silenciosos minutos—. Me gusta mucho tu mamá. Te
pareces mucho a ella. Gestos y esas cosas. Ella es buena.
—Gracias.
—¿Por qué mentiste sobre el juego?
Cierro los ojos y trato de pensar en la mejor manera de decirlo, pero es difícil
de explicar sin entrar en demasiado detalle, así que decido ir con:
—No sé cómo reaccionará a tener un juego hecho con algo que es tan cerca
a nuestra vida real. Si sabes a lo que me refiero.
—Seguro. Lo entiendo. Y estoy de acuerdo que el juego unicornio haría un
millón de dólares en la tienda de aplicaciones.
Ahora es mi turno de reír, y ella tiene que colocar su mano sobre mi boca
para mantenerme callado. Se cierne sobre mí, nuestras narices casi tocándose
mientras habla en voz baja.
—Gracias por hacer esto. Por llevarme con Ruth. Significa mucho para mí.
Saco sus dedos de mi boca y asiento, curvando su puño en la mía y lo apoyo
en mi pecho.
—Me estás haciendo un favor, también.
—¿Es seguro decir que somos amigos, entonces? Tengo gente que me cae
bien o que conozco, pero no suelo decir que tengo muchos a los que considero
amigos. Pero creo que tú y yo lo somos, ¿no?
Arrugando mis labios, frunzo mis cejas. 49
—No sé, hombre. Metiste tu lengua en mi garganta y todo.
—¡Como amiga! —susurra-grita y pellizca mi lado, haciéndome jadear y
alejarme, y luego reír antes de volverme hombre y detener esa mierda.
—¡Bien! Metiste tu lengua en mi garganta como amiga. Bien. Ahora, ¿estás
durmiendo en mi cama como amiga? ¿Es esto un acurrucarse de amigos aquí? —
Hago un movimiento entre nosotros.
—Sí. Ahora date la vuelta de esa manera para que pueda acurrucarte bien. Es
más seguro así. Además, puedo fingir que soy una mochila propulsora mientras
dormimos. Tal vez soñarás que estás en el espacio exterior.
Hago lo que dice, y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, pero tiro de
sus manos más arriba.
—Esta es la zona segura —le digo lo más seriamente posible—. No puedo
ser responsable de las cosas que mi cuerpo hace en la noche o por la mañana si tus
manos vagan fuera de la zona segura. Amigos o no.
—Jesús toma el volante. Esto va a ser una larga noche. —Finge llorar en mi
espalda.
Luego empieza a hacer sonidos de mochila propulsora, y eso combinado con
el calor de su abrazo me ayuda a adormecer mucho más rápido de lo que me
gustaría admitir.

50
M e había escabullido fuera de la habitación de Elliot cerca de una
hora antes de la que se suponía que nos levantáramos y sólo me
recosté en el sofá con los ojos abiertos, preguntándome qué iba a
traer el día. Tres estados era todo lo que me separaba de algo que cambiaría mi
vida. Puedo sentirlo en la boca de mi estómago mientras el resto de las personas
de la casa comienzan a despertar. Un rápido desayuno, una sentida despedida, y
estamos en el camino con el sol de la mañana.
Decirle adiós a su madre fue difícil por alguna razón. Su abrazo fue cálido y 51
acogedor, y tal vez fue la forma en que me abrazó y me sostuvo como si de verdad
lo sintiera, pero no quería dejarla ir hasta que tuve que hacerlo.
Los ánimos en el auto son mucho más ligeros hoy, y se siente como si
pasáramos por Georgia rápidamente. Tal vez es porque escuchamos música y no
peleamos. Estoy perdida en los pensamientos por un rato, añadiendo placas de
autos. En algún punto entre la frontera en el Estado de los Melocotones y Carolina
del Sur, Cline y yo nos quedamos dormidos, y Elliot tuvo que valerse por su cuenta.
Me despierto un par de veces cuando golpeamos algún bache extraño, y alzo la
mirada para verlo concentrado en el camino, así que vuelvo a dormirme.
No muy lejos de la casa de mi abuela, estamos todos despiertos, comiendo
algo de azúcar y manís calientes mientras nos turnamos en un imposible juego de
Tener sexo, casarse y matar.
—Cline, eres el siguiente, ¿estás listo? —Me giro en mi asiento y observo su
cara mientras gruño y frunce el ceño.
—Tus opciones apestan —se queja.
—Son científicamente elegidas. No sólo lanzando nombres al azar para que
elijas. Estas son mis opciones: Matt Dylan, Dylan McDermott, Dermot Muroney
y Rooney Mara.
—Púdrete —se queja.
Elliot me dispara una sonrisa y se ríe en silencio mientras agarra el volante
con más fuerza.
—¡Bien! Bien. Hagamos esto. Anna Kendrick… —ofrezco.
Cline se anima.
—¿Sí?
—Kendrick Lamar. Lamar Odom.
—Te odio con la fuerza de mil soles —dice Cline.
—Me halagas, Cline Somers. De verdad que sí. —Le lanzo un beso. Él, en
cambio, pretende atraparlo y bajar la ventanilla para botarlo.
El carro comienza a desacelerar, y toda la alegría lentamente empieza a
desvanecerse de mi cuerpo como si pudiera sentirla filtrándose de mis venas a
través de las puntas de mis dedos hacia el aire. La mini mansión de Ruth Dewitt
aparece a la vista, y Elliot casi detiene el auto por completo cuando me mira.
Muevo mi mano para decirle que siga.
—No te veas tan sorprendido. Esta es. Estás en la entrada correcta. Sigue y
estaciona y luego da la vuelta y estaciona a la izquierda donde ves los otros autos.
Creo que es ahí donde las sirvientas y otras personas estacionan. —No sé esto con 52
certeza, pero parece la explicación más lógica, porque hay viejos Hondas y un
Toyota Tercel estacionado ahí hoy.
Sé que eso no es lo que conduciría Ruth. Si es que conduce en absoluto.
—Debimos vestirnos mejor —dice Cline desde el asiento de atrás.
—No nos dejará entrar. No creo que importe —le digo en voz baja.
Elliot estaciona como le dije y se gira para mirarme.
—¿Siquiera tienes un plan? ¿Qué vas a hacer si no te deja entrar?
Paso mis dedos por mi cabello y limpio el rímel bajo mis ojos, esperando no
haber refregado nada.
—Es una dama. Lo menos que puede hacer es dejarme usar el baño.
—El tocador. Di el tocador. Sé elegante. —Cline está inclinado hacia la consola
ahora para poder mirar hacia la casa a través del parabrisas—. Santa mierda. Que
mal que te odie a muerte.
—Síp. —Agarre mi bolso y salí del auto. Una vez fuera, rebusco dentro y
encuentro el pequeño bolso de flores, localizo la botella naranja correcta, quito la
tapa y deslizo una pastilla amarrilla sobre mi lengua, luego trago. Debí haberlo
hecho al menos hace veinte minuto, pero no estaba esperando estar así de
abrumada.
Demasiado tarde ahora.
El lugar es enorme. Una fuente frente al camino de entrada en forma circular.
Una escalera completa que lleva a una terraza envolvente. Dos pisos con pilares
recorriendo la longitud de ambos. Es básicamente la portada de uno de los libros
de V.C. Andrews sin el primo seductor mirando por la ventana de arriba en un día
de tormenta.
Cuento mis pasos en la entrada y luego cuento los escalones hacia la puerta,
me detengo. No puedo creer que de hecho haya llegado tan lejos. Sé que estoy
loca, pero esto es legítimamente loco. Debí haber llamado a Cara primero. Hay un
momento de duda en el que pienso que debería irme, pero antes de que mi cerebro
pueda detener a mi mano; está levantada, y mi dedo está presionando el timbre.
Hay un sonoro timbre repicando a través de la extensión de la casa.
Mi instinto es correr, pero mis pies están firmemente plantados como si
estuvieran pegadas a estas tablas de madera pintadas de blanco.
Una voz dentro de mi cabeza está tranquilizándome con que ella no será
quien abra la puerta. Seguramente tiene a una persona que hace esas cosas. Sería
poco digno de ella abrir la puerta para… 53
—¿Puedo ayudarle?
Doy un paso atrás ante su escrutinio. Es más pequeña de lo que imaginé, ya
que la había imaginado siendo una villana malvada más grande que la vida en mi
cabeza. Somos casi de la misma estatura, ponle o quítale unos tres centímetros de
cabello gris que tiene apilados en la cabeza. Está vestida formalmente como si
estuviera por ir a una cena temprana.
Mi voz se pierde.
Sus ojos se entrecierran, y da un paso atrás, sus pies cubiertos con pantuflas
no hacen un sonido ya que la falda de flores de su vestido llega alrededor de sus
tobillos. Lo único que veo es un montón de verde.
—¿Ruth Dewitt? —Es lo único que puedo decir antes de que me cierre la
puerta en la cara.
Vuelve a abrirse de nuevo, y arruga los labios.
—Sí. De nuevo, ¿puedo ayudarle?
—Lo siento. Estoy muy abrumada. No puedo recordar la última vez que la
vi. Soy yo. Audrey. —Hay un extraño silbido en mis orejas y las puntas de estas
están calientes. Puedo sentir las puntas de mis dedos.
Su postura se pone rígida, y su rostro pálido mientras me observar largamente.
—Por favor váyase de mi propiedad.
—Abuela…
—No.
—Lo siento. Me disculpo. Mire, sé que no quiere nada que ver conmigo, y
puedo vivir con eso. De verdad. Pero tengo veintiuno ahora, y sólo quiero saber
sobre mi mamá. Patrick nunca habla de ella, y yo no sé nada. Usted es la única
persona que pienso que podría posiblemente darme información sobre ella. Cómo
era. Quién era. —Mi voz se entrecorta y trato de alejar la desesperación que estoy
comenzando a mostrar.
—Ella era una hija maravillosa hasta que conoció a su padre. Y después
murió.
Cierro los ojos cuando dice eso, porque sé lo que está insinuando.
—Lo siento. ¿Podría darme solo cinco minutos de su tiempo?
Ruth mira rápidamente el enorme reloj de pared ubicado en el pasillo a mi
derecha, justo en mi línea de visión.
—Tengo una cena. Hoy no es un buen día.
Asiento. 54
—Entiendo. Sin embargo, hice un viaje demasiado largo. ¿Le importaría si
uso su tocador?
La mirada de desconfianza en sus ojos destruiría a cualquier otra persona,
pero he experimentado muchas peores. Y simplemente estoy simulando una
escena para lograr entrar en esta casa. Rebajarme para vencer, por así decirlo. Ella
solo asiente en lo más mínimo y luego se retira del camino para dejarme pasar.
—Va a tener que utilizar el de arriba. El de aquí abajo está siendo renovado.
Tomo las escaleras de dos en dos y encuentro el que ella ha mencionado,
enciendo la luz y me abanico, cierro la puerta, y doy un paso de regreso al pasillo.
Hay varias puertas a cada lado del vestíbulo. Y tentativamente abro cada una,
esperando no hacer ningún ruido mientras intento descubrir cuál habitación solía
ser la de mi madre. Es estresante intentar estar en silencio, manteniendo mis pasos
ligeros, aguzando el oído por si ella viene a toda prisa por el pasillo, llamándome
una pagana y arrojándome agua bendita.
Me siento desanimada cada vez que una puerta revela otra habitación que no
es más que un cuarto de invitados, una oficina, o un almacén. Y luego la veo, la
última habitación al final del pasillo. Al abrirla es como retroceder en el tiempo.
Las paredes son un empapelado de un desvanecido color amarillo con pequeños
estampados de canarios por todas partes. La colcha tiene enormes flores bordadas
por doquier, y una manta de crochet de colores contrastantes cuelga a un lado de
la cama con dosel. Afiches de conciertos enmarcados adornan la pared, y las fotos
están sujetas con tachuelas en una pizarra que está envejeciendo y perdiendo
trozos.
Hay un bolso de gamuza con flecos colgando de la parte trasera de su armario,
una guirnalda de flores sobresaliendo de su bolsillo. Estiro el brazo para bajarlo, y
la puerta del armario se afloja hasta abrirse lo suficiente para que yo vea
contenedores de plástico, apilados dentro del armario, organizados uno encima del
otro. Todos ellos etiquetados con: Wendy.

Fotos de Wendy.
Dibujos de Wendy.
Papeles de la escuela de Wendy.
Libros de Wendy.
Registros médicos de Wendy.

No tengo ni idea de cuánto tiempo he estado aquí dentro. No sé cuánto 55


tiempo más Ruth va a creer que estoy en ese baño. Pero me acaban de entregar
una llave de toda la existencia de mi madre, y no voy a dejarlo pasar. Rápidamente
abro la primera que tiene las fotos y agarro un montón sin pensar, metiéndolas
dentro del bolso que ahora he reclamado como propio. Ignoro los dibujos y los
documentos, y estoy a punto de pasar por encima de los libros hacia los registros
médicos cuando noto que los libros en cuestión no son libros de lectura, son diarios.
Son diarios. Con una velocidad que sólo puedo suponer es alimentada por la
adrenalina, abro ese cajón y tomo todo, empujándolo también dentro del bolso.
Estoy a punto de abrir el contenedor que tiene los registros médicos cuando
escucho mi nombre siendo llamado. Mi corazón se atasca en mi garganta, dándome
cuenta de que he sido atrapada. Ruth está hablando en la puerta del baño, y me
pongo de pie de un salto, derribando uno de los contenedores en el proceso,
dispersando una caja completa de informes sobre el suelo de la antigua habitación
de mi madre.
La conmoción envía a Ruth corriendo en dirección de la habitación, y en un
momento de pánico, me lanzo hacia las ventanas dobles y las abro de un tirón.
Corriendo por el balcón sobre el que mi madre probablemente estuvo alguna vez,
me debato entre si correr o quedarme. Me arrojo su bolso sobre un hombro luego
el mío sobre el otro y trepo sobre la barandilla.
Es una caída corta, pero de todos modos mi vida pasa rápidamente ante mis
ojos, y pierdo el aliento tras el impacto. Cuando vuelvo en mí unos momentos
después, estoy en el suelo mirando hacia Ruth Dewitt gritándome desde el balcón
que soy del diablo, y que necesito ser limpiada de mis pecados. Está pidiendo un
exorcismo. Prácticamente está gritando por una curación de mis caminos
retorcidos.
Todo en lo que me puedo concentrar es en los bolsos rebotando a mis lados
mientras doblo la esquina de su casa y agito las manos frenéticamente mientras le
grito a Elliot que encienda el coche, porque estoy un cien por ciento segura de que
ella está a punto de llamar a la policía.

56
L a playa de Nags Head aparece a mi derecha y el largo muelle sobre las
olas a mi izquierda. Cline está en alguna parte de la ciudad comprando
comida, y Audrey se sienta entre un par de dunas mientras el sol
comienza a ponerse en el cielo. El viento carga agua salada y puedo sentir que
empieza a acumularse en mi cabello mientras camino por la orilla, esperando.
Sólo que no tengo ni idea de lo que estoy esperando.
Ella vino corriendo del patio trasero de Ruth, gritándonos para que
condujéramos como si estuviera en algún tipo de robo de banco y tuviera joyas 57
valuadas en medio millón de dólares en su poder. La pura emoción y el miedo en
su cara hacía mi corazón acelerarse contra mi esternón, Cline comenzó a jurar, y
luego, de repente, se metió en el coche y la puerta principal estaba abierta, ella
estaba gritando y yo conduciendo. Los neumáticos chillaban. Me golpeé la cabeza
contra el techo del auto. Cline voló por el asiento de atrás y casi terminó en la parte
posterior del Xterra. Pero durante todo ese tiempo, Audrey seguía agarrando ese
mango de mierda, con una enorme sonrisa en su rostro, y su otro brazo agarrando
una vieja bolsa llena de lo que ahora sé que es un montón de diarios y fotos de su
madre.
Ella ha estado en las dunas durante más de una hora mirándolas, y mientras
se tranquilizaba, no hablaba; y no estoy seguro de si se supone que debo acercarme
o no. Esto es lo que vinimos a buscar. Pensamos que la playa era el mejor lugar
para venir, así que vinimos hasta acá y me he quedado en la orilla desde entonces,
esperando que los policías no aparezcan. Todavía no lo han hecho.
La cara de Audrey está mirando hacia abajo, en parte oculta detrás de los
pastos, las dunas y las sombras que están empezando a formarse a medida que el
sol se pone. Su piel se ilumina de color naranja por los últimos rayos del sol, y la
miro mientras se sienta con las piernas cruzadas y descalza en la arena. Su larga
falda negro se levanta sobre sus rodillas y está cubierta de arena blanca y suave; su
camisa verde azulada con cuello en V, está abierta mientras hojea los libros
esparcidos a su alrededor. Me acerco y me quedo mirando fijo, típico de mí. Es
algo que mi madre dice que siempre he hecho: observo a la gente.
Probablemente sea por eso que soy bueno fabricando moldes y criaturas,
personajes y perfiles para juegos. Veo las cosas sutiles de las personas que otros
simplemente pueden pasar por alto o desestimar. Las recuerdo, porque son las
pequeñas cosas las que definen a las personas.
Esta chica tironea de la ropa inconscientemente, sobre todo alrededor de su
estómago, como si nunca estuviera cómoda en su propia piel. Está usando una
pulsera hecha de tapas de latas de refrescos y elástico, y mientras lee, alterna entre
meterse el cabello detrás de las orejas y jugar con el aluminio contra su piel. Siempre
está moviéndose.
—Oye, niña —le digo mientras me acerco y la veo saltar un poco, su cabeza
se levanta para mirarme—. ¿Eres de Tennessee?
Se ríe y niega, moviendo la cabeza, y luego cierra el diario en su regazo y estira
las piernas, dejando que su falda se pliegue un poco mientras estira los dedos de
los pies. Acaricia la arena junto a ella y luego se limpia las manos en las rodillas.
—¿Soy la única de Tennessee que ves, Elliot?
—Maldita sea, ahí me tiene. —Me siento a su lado y me llevo las rodillas 58
contra el pecho, los brazos descansando sobre ellas mientras miro hacia el océano
y los últimos restos del atardecer.
—No hay tantas chicas en la playa esta noche, así que no tienes mucha
competencia de todos modos —dice con una risa. Se incorpora y levanta el libro—
. Mi madre era dura, Elliot. Estos primeros diarios, o lo que sea, eran de cuando
ella era muy joven, más o menos en la escuela primaria y secundaria. Por lo que
son en su mayoría sobre amigos y estupideces. Menciona un par de veces Ruth y
cómo era demasiado estricta. Nada demasiado importante. Pero en estos…
Me vuelvo para mirar a los que está señalando, y pasa la mano sobre la parte
superior de la pila. Hay cuatro diarios completos en la arena y otro en su mano.
Sus ojos son grandes, y la brisa del mar le levanta el cabello de detrás de las orejas,
lo que hace que vuele con el viento. Extiendo la mano y lo vuelvo a meter y ella
no se inmuta, simplemente me mira fijamente desde esos pocos centímetros que
nos separan.
—Estas son de cuando estaba en la escuela secundaria y las cosas se pusieron
difíciles en casa, supongo. Quiero decir, no los he leído todos, y Ruth dijo que mi
madre era una buena hija antes de conocer a mi padre, pero esto dice lo contrario.
Mi madre se escapó y e hizo autostop a través de un puñado de estados antes de
conocer a Patrick. Así se conocieron. Ella estaba yendo a un concierto. —Su
sonrisa en tan grande, y puedo ver sus ojos llenarse de agua antes de girar la cabeza
y trata de ser discreta al secárselos. Se aclara la garganta y mira hacia atrás, al agua—
. En fin, Se fue de aquí a Tennessee según esto. Pero nada menciona a otro tipo.
Además, todos estos están fechados en el momento en que conoció a Patrick, y yo
no había nacido hasta dentro de otros quince años.
—Esto se trata de saber quién era tu madre, ¿verdad? No el tipo.
Ella no me mira, sólo juguetea con su brazalete de nuevo y asiente.
—Sí. Quería conocer a mi madre. Eso es todo. Y esto es perfecto. Podemos
regresar cuando quieras. Ya conseguí lo que necesitaba.
Hay algo en la forma en que lo dice que me hace dudar.
—¿A dónde fue primero?
Audrey se vuelve hacia mí, con la parte superior del cuerpo inclinado hacia
mí y el ceño fruncido, la boca con un mohín.
—No muy lejos. Pasó la primera noche aquí, en realidad. En la playa. Durmió
bajo las estrellas. Se quejó de los piojos de la arena y otras cosas por la mañana. —
Se ríe y pone el libro sobre la arena—. Obviamente, dormir en la playa es ilegal y
puedes ser arrestado por eso, por lo que es una buena cosa que no tratara de
hacerlo ahora.
59
Me encojo de hombros.
—O… podríamos hacerlo. Nosotros podríamos dormir aquí esta noche. Y
mañana ir hacia donde ella fue después.
—¿Quieres seguir el rastro de mi madre? No tienes que hacer eso. Eso sería
raro.
—¿Por qué? —Extiendo la mano y le impidió tocar el metal alrededor de su
muñeca, sosteniendo sus dedos entre los míos. Se queda helada mientras vemos
donde nos estamos tocando, y levanto la mirada justo cuando el sol desaparece
más allá del horizonte—. Cuando llamaste esa noche y fuimos a la cafetería, dijiste
que querías huir. Tal vez esté en tu ADN. Tal vez lo necesites. Como tu mamá.
—Hay un montón de cosas en mi ADN. Eso no significa que sólo deba irme
y hacer cualquier cosa. —Ella saca su mano de la mía y se para rápidamente,
recogiendo los libros y agarrando sus zapatos—. Está todo bien en teoría, pero...
Me paro también y me alejo un poco mientras la veo librar una batalla interna
mientras sopesa las opciones que he presentado.
—¿Pero qué? Vamos. Huye conmigo, Audrey.
Su mirada es firme mientras se muerde el labio.
—Y Cline. A menos que pienses dejarlo aquí.
Aplaca un poco la situación, pero no me importa.
—Y Cline. Será divertido. Vamos a donde fue tu madre. Vamos a empezar
esta noche. ¿De acuerdo?
Su mano se desliza en la mía, y es la única respuesta que necesito.

—Nos van a atrapar, y nos van a llevar a la cárcel, y nos vamos a morir —
susurra Cline desde el asiento de atrás como si estuviéramos de guardia.
—Puedes hablar en un tono de voz normal. Estamos dentro del coche. —
Audrey finge no estar nerviosa, pero el titubeo en su voz no refleja su falsa
valentía—. Además, no es así como funciona. No es que vas a la cárcel y
directamente mueres. En todo caso, te meterían en una celda de detención y tu
madre tendría que venir a pagar la fianza. Te orinarías delante de un par de tipos.
Como en la televisión.
—Así es como moriría. Aguantaría el pis hasta que lo absorba mi cuerpo y
me muera de sepsis. —Cline chilla la última s.
Es casi medianoche, y hemos visto un par coches patrulla pasar, así como un 60
local con una linterna buscando basura olvidada en la playa. Pero estoy seguro y
decidido a hacer esto, porque casi se siente como que no podemos parar ahora.
No conduje todo el camino a Alabama para agarrar el equipo de camping de mi
padre y luego a Carolina del Norte para robar los libros de la casa de una anciana
sólo para detenerme ahora.
Esperamos otros quince minutos, y una vez que estamos seguros de que todo
está despejado, hago un gesto con los dedos en la oscuridad. Audrey se inclina
sobre la consola y golpea mi mano.
—¿Qué demonios estás haciendo? Esta no es una especie de misión de
Operaciones Negro. Además, los sacos de dormir están en la parte de atrás, así que
tenemos que abrir las puertas del coche y otras cosas.
—Por primera vez estoy de acuerdo con ella. No seas tonto. —Cline se estira
detrás de él y lucha con un saco de dormir antes de deslizarse hacia adelante y
empujarse entre los asientos—. Ten. Espera. ¿Hay sólo dos sacos?
Lo miro por encima de mi hombro y levanto mis manos, incrédulo.
—¿No trajiste uno? ¿Qué empacaste?
—¡Empaqué ropa! Y aperitivos. Un cargador de teléfono. Mi almohada.
Pensé que dormiríamos en el coche o un hotel o algo así. No me mires así, Elliot.
No es como si me hubieran invitado exactamente.
—Entonces no tienes saco de dormir —contesto.
Audrey suspira y se frota la cara con las manos.
—Se puede quedar con el mío.
—¿Dónde vas a dormir? —Soy un caballero, pero realmente contaba con
dormir en un saco esta noche, y estoy seguro de que Cline no rechazará su oferta
lo que significa que voy a tener que darle el mío y quedarme sin nada.
Ella sonríe en la oscuridad.
—¿Tiempo de Jet Pack en un saco de dormir?
Me quedo boquiabierto, y me alejo hacia la puerta del auto.
—¿Qué clase de persona crees que soy?
—Trajimos una manta extra. Relájate. Te voy a dar espacio. Por Dios. —La
mirada en sus ojos me dice que está mintiendo.
Cline abre la puerta y comienza a salir.
—Ni siquiera quiero saber qué clase de código más extraño es ese. 61
Nos encontramos adelante del auto y esperamos para ver si había alguien
alrededor. Cuando estoy seguro de que la costa está despejada, les susurro que
corran y lo hacemos todos al mismo tiempo, dirigiéndonos directamente hacia las
dunas, la arena blanca se arremolina en nuestros pies mientras corremos para
meternos en la playa. La luz no es tan brillante allí, y hay una valla bloqueando el
área lo suficiente como para que nadie nos vea si dormimos en el suelo.
Respirando hondo y riéndonos en voz baja, nos sacamos los zapatos y
desenrollamos los sacos de dormir. Cline se mete rápido, mientras Audrey y yo
abrimos el nuestro y lo aplanamos contra la arena iluminada por la luna. Desenrolla
la manta y el viento del océano la hace volar de su mano, por lo que la atrapo y la
traigo de vuelta, colocándola por encima de nosotros, mientras nos tumbamos de
espaldas bajo las estrellas.
Ella mira hacia el cielo, su barbilla sobresaliendo del borde de la manta y sus
ojos reflejando claramente las constelaciones. Me pregunto por un momento lo
que está pensando. Si está contenta de estar aquí. Si he tomado la decisión correcta.
Cuando su mano encuentra la mía entre nosotros y sonríe mientras cierra los ojos,
debo creer que está pensando en su madre y que hice lo correcto después de todo.
N o puedo dormir en absoluto entre Elliot y Cline en la playa bajo las
mismas estrellas que mi mamá una vez durmió. Mi mente corre, y
mi pecho está pesado con tantas preguntas que no puedo calmarme
lo suficiente para siquiera permitir unos minutos de descanso. Al momento en que
cierro mis ojos, soy asaltada con cosas que he hecho o algo que he dicho que no
debí hacer. Años de ansiedad me plagan en la oscuridad. El rostro de Miranda
destella entre recuerdos de la infancia que alguna vez guardé como sagrados, y
luego se arruinan con su presencia incluso aunque no estuviera ahí. 62
Mis pensamientos van a ella y su creciente odio por mí durante los años. Me
pregunto exactamente cuándo se le dijo que Patrick no era mi padre. Me pregunto
cuál fue el preciso momento en que dejó de odiarme por tener su atención y
comenzó a detestarme por haber nacido. Su transición de madrastra fría a
alcohólica funcional, adicta a las píldoras y antagónica no sucedió de la noche a la
mañana. Fue gradual.
Sus noches de chicas se hicieron más frecuentes, pasando a entre semana.
Encontraba cualquier excusa para tomarse una píldora. ¿Quemar su dedo en la
estufa? Se tomaba una OxyContin. ¿Dolor de cabeza por la noche anterior? Se
toman un Vicodin. Tenía varios doctores y varias prescripciones, una pequeña
farmacia en su baño que Patrick pasaba por alto por una razón u otra. Lorcet,
Percocet, Demerol y creo que una vez encontré una botella de Adderall
almacenada ahí. Cuando se le prescribió Xanax por sobre todo es cuando las cosas
comenzaron a salir bastante mal.
Mi incidente ya había sucedido, y ella sabía que estaba en terapia. Había sido
quien me encontrara, y algunas noches cuando no pude dormir me pregunté por
qué simplemente no me dejó allí. Su vida habría sido mucho más sencilla si lo
hubiera hecho. Pero un diagnóstico de depresión y ansiedad a una edad joven
teñirá la percepción de una persona sobre ti. Ella no me eludió y me trató como si
fuera frágil. No, pareció ir contra mí con más fuerza, como si tal vez estuviera un
poco rota y pudiera romperme completamente.
Patrick se movía con cuidado a mi alrededor, siempre vigilante cuando estaba
en el cuarto. Pero no le dije nada sobre lo que estaba sucediendo a sus espaldas en
su propia casa. ¿Me hubiera creído? ¿O habría dicho que estaba loca y se hubiera
puesta del lado de ella de todos modos? No valía la pena el riesgo.
El aumento de peso por los medicamente llegó rápidamente e igualmente el
ridículo de Miranda. Había dejado de hablarle a todo el mundo después de lo que
había hecho. La doctora Stark una vez me preguntó si me avergonzaba de eso,
pero me mantuve firme en que no. Nadie sabe con excepción de nosotros tres y
los doctores. Dejé de hablar porque todos los que conocía en toda mi vida
conocían a Byrdie y técnicamente ella no existía. ¿Cómo le hablas a personas que
ni siquiera conocen el verdadero tú… cuándo ni tú sabes quién eres en verdad?
El silencio fue primero. Luego el peso. Mirando me puso en esta dieta
vegetariana verdaderamente estricta que preparaba. Luego ella iba a la dieta Atkins
y se sentaba frente a mí, comiendo un kilo de tocino en la mañana, riéndose
mientras se lo metía en la boca. Patrick jamás vio.
Las festividades no significaban nada para mí. Las ultimas que pasaron
mientras vivía en esa casa, ellos viajaron por su cuenta, diciendo que necesitaban
más tiempo juntos. Pretendí entender. Actué como si no me importara. Era una 63
adolescente, no quería estar alrededor de ellos de todos modos.
La madre de Miranda llamaba a menudo y enviaba regalos, pero no tenía nada
que ver conmigo. Una vez, justo antes de Navidad, mientras Patrick estaba en la
cocina preparando café, Miranda sostuvo un par de pendientes de diamante que
su madre le compró y suspiró.
—¿Cuando ves cosas como estas, te hace extrañar a tu mamá? —preguntó,
las luces del árbol de Navidad se reflejaron en sus pequeños ojos, como si estuviera
inocentemente planteando una pregunta que no iba a darme un ataque de ansiedad
justo en el momento.
Pasé el resto del día metida entre mi cama y mi armario buscando por una
razón para vivir.
El pánico aumenta en mi pecho mientras los recuerdos comienzan a
bombardearme, así que me salgo de la manta y avanzó hacia la orillas mientras el
cielo comienza a ponerse más brillante. Nunca he visto un amanecer junto al
océano antes, así que fijo mis ojos en eso mientras cuento mis respiraciones y tragó
el nudo en mi garganta. Con los dedos presionados en el punto del pulso, estiró la
otra mano para marcar un ritmo de tres y cuatro hasta que me he tranquilizado lo
suficiente para comenzar a tomar aire. Las lágrimas que se habían reunido en mis
ojos comienzan a caer por mis mejillas y rápidamente son limpiadas por la brisa
que viene de las olas.
Son momentos como estos los que me recuerdan que sin importar qué tanto
lo intente o cuántas cosas haga, mi vida nunca será fácil o lo que otras personas
consideran convencionales. Tal vez luche con cosas hasta el día que me muera. Pero
al menos lucharé.
La cosa que está comenzando a preocuparme es que los diarios de mi madre
no muestran señal de que esto sea hereditario.
Ideas persistentes de esto me invaden mientras me arrastro de regreso a
donde están los chicos todavía durmiendo en la arena. El ronquido de Cline es tan
fuerte que me temo que podría disparar la alarma de un auto. Pero Elliot está sobre
su costado, con el brazo estirado hacia mi almohada como si me buscara en su
sueño. Mi pecho duele ante la visión, así que miro a otro lado, recordándome que
todos estamos aquí como amigos, en una misión por encontrar respuesta por la
simple razón de conseguir información de mí para el juego de Elliot. Y en el
camino, encontraré el valor para hablarle a Cline. Luego puedo seguir con mi vida,
y la doctora Stark puede dejarme tranquila con esa tontería de los Ocho Pasos a la
Felicidad con la que ha estado presionado el último año.
Elliot se mueve y sus ojos parpadean una vez, luego dos, antes de sentarse y
poner una mano sobre su frente para escudar su cara del amanecer. 64
—Hola.
—¿Puedo tomar tus llaves? —Estiro mi mano como si hubiera estado
esperando casualmente a que despertara.
Busca en su bolsillo, las extiende hacia mí y las tomo rápidamente.
—Puede que quieras despertar a La Bestia de ahí. Estoy seguro de que
comenzarán a patrullar cuando el sol salga. Debemos largarnos de aquí. —Asiento
rápidamente y corro tan rápido como puedo a través de la arena hacia su auto.
Dada la poca cantidad de tiempo que tengo, abro la puerta del pasajero y lucho por
sacar mi bolso debajo del asiento donde lo había metido sólo en caso de que alguien
mirara por las ventanas en la noche.
Con los dedos temblando, encuentro la bolsa de flores y sacó mi colección
de botellas. Con una precisión que he perfeccionado durante los años, quito la tapa
de ellas una a la vez y la vuelvo a poner rápidamente antes de ir a la siguiente. Cinco
botellas todas en la mañana. Las píldoras están todas alineadas a lo largo del asiento
del auto mientras doy vuelta para tomar una botella de agua del maletero, y cuando
me doy vuelta para regresar a la puerta del pasajero abierta, Elliot está ahí de pie,
mirando mí fila de prescripciones.
Sus ojos no tienen juicio cuando miran los míos.
—¿Cuántas de esas tomas?
Aparto el miedo de lo que podría estar posiblemente pensando sobre mí
mientras me muevo a su lado y luego me muevo hacia el frente para tomar las
pastillas en mi mano. Todas van a mi boca a la vez, y me las trago con un sorbo de
agua de la botella. Mirándolo, le sonrío de la mejor forma que puedo.
—No las suficientes para llenarme. Deberíamos ir por desayuno. ¿Cline está
despierto?

—Conseguí un lugar para nosotros para acampar en Devil’s Fork, pero


debemos quedarnos por mínimo dos noches. Les dije que dos estaba bien. —Elliot
mete su teléfono en el bolsillo mientras vuelve al auto. La parada no está llena,
pero hay suficientes personas alrededor que sentarme en el auto me ha mantenido
entretenida mientras los chicos hacen sus asuntos.
—Te pagaré por lo del campamento —digo, y lo digo de verdad. Nunca he
esperado nada de nadie.
Elliot sonríe y enciende el auto, el lunar cerca de su oreja levantándose un
65
poco en el proceso.
—Sólo llena el siguiente tanque y estaremos a mano.
Cline corre a través del estacionamiento, todavía subiéndose el cierre de su
pantalón, prácticamente tropezando consigo mismo antes de lanzar su gran cuerpo
en el auto.
—Fui manoseado.
—¿Qué? —Me giro en mi asiento para mirar su cara y él se ha quedado
completamente pálido, perlas de sudor cayendo bajo su estúpido sombrero.
—Estaba haciendo caca y el tipo al lado me tocó el pie. ME TOCÓ EL PIE.
—Tal vez simplemente se sienta ampliamente —dice Elliot mientras
comienza a ir en reversa en el estacionamiento.
—Tal vez había un agujero divino en la pared del que no me di cuenta. No
actúen como si no supieran sobre los toqueteos en las paradas. —Se desliza de
costado y descansa su cabeza en la almohada que tiene en el asiento trasero,
inclinando su sombrero hacia adelante en el proceso. Está respirando
pesadamente, y sus mejillas están rojas, pero después de un minuto de silencio se
encoge de hombros y saca su teléfono—. La verdad no lo culpo, sin embargo.
Quiero decir… mírame. Soy ridículamente apuesto.
Comienzo a decir algo, pero la mano de Elliot en mi rodilla me detiene. Tiene
una sonrisa irónica en su rostro y cierra sus ojos por un segundo mientras sacude
su cabeza como si debería dejarlo así. Eso hago. Porque confío en este chico y no
tengo idea de porqué.

Devil’s Fork es, en una palabra, precioso. El lugar de campamento es pequeño


y cerca al agua, lo suficientemente cerca de los baños que podría encontrarlos sin
una linterna, pero lo suficientemente lejos que nos los olería estando con viento en
contra. El lago Jacosse se extiende ante nosotros, pacífico y asombrosamente claro.
Estoy al borde del agua, observando lo diferente que esto es del océano que
estábamos mirando hace unas seis horas. Los chicos están armando la carpa para
ocho detrás de mí, y hay una pequeña tienda armada a mi izquierda que se ve vacía
por el momento, haciéndome preguntar por sus habitantes.
—¿Dónde está la roca de la que tu mamá saltó? —pregunta Cline desde su
postura perezosa, sosteniendo una de las varas mientras Elliot la enhebra a través
de los agujeros en la base de la tienda.
Me encojo de hombros y apunto a la distancia. 66
—Necesitamos una forma de llegar allá a la cascada. —El diario de Wendy
dice que se escabulló en el parque después de horas y encontró a un grupo de
personas de su edad sentados en círculo bebiendo y sólo les preguntó si podía
quedarse con ellos. Ellos eran los del bote. Toda su rebelión dependía del hecho
de que las personas no fueran a asesinarla.
Mi alguna vez mejor amigo viene a mi lado y se cruza de brazos, con su gran
cuerpo bloqueando la luz del sol que pasa por los árboles.
—¿Tenemos un bote?
—No.
—¿Planeabas conseguir uno?
—Siempre hay formas.
Asiente hacia la periferia y suspira como si estuviera por decir algo de verdad
horrible cuando el agua a nuestros pies comienza a agitarse y ondular, saliendo a
intervalos más fuertes, y entonces escuchamos el sonido de un bote bajando a una
velocidad inferior. Creo que ambos la vemos a la misma vez. Ella tiene un
bronceado dorado, cabello azabache, y está usando uno de esos pequeños bikinis
que he visto en mucho tiempo. Eso es decir algo, porque mi habitación tiene vistas
a una de las piscinas de los apartamentos de estudiantes del campus.
El viento está haciendo que su cabello vuele en todas las direcciones, y se
levanta las gafas de sol a su cabeza para asegurar su cabello en una banda y luego
ofrece una amistosa sonrisa y nos saluda con la mano mientras va hacia el muelle
a nuestra izquierda.
Cline está sin palabra cuando lo miro a la cara, suprimiendo la urgencia de
estirar la mano y cerrar su boca por él.
—¿Toda su vida entera acaba de pasar frente a tus ojos? ¿La boda, bebés, la
cerca blanca? —pregunto y contengo una sonrisa mientras él parpadea de nuevo a
la realidad.
—¿Qué? No. Fue más como desnuda, en una tienda, sobre su espalda.
—Eres asqueroso.
Sus ojos encuentran los míos y sostiene mi mirada mientras dice las siguientes
palabras para que me lleguen directo a las entrañas.
—Todo chico lo hace. Pregúntale a Elliot cuántas veces ha cerrado sus ojos
y te ha imaginado desnuda recientemente.
Me doy vuelta y camino antes de que diga algo más, mi garganta de repente
se tensa y mi estómago da una vuelta de preocupación. Es posible que tenga razón,
pero eso no significa nada. No tiene que significar nada.
67
El baño se encuentra delante de mí, y me apresuro a entrar como si fuera mi
único lugar seguro, alguna clase de sucia salvación en los bosques donde puedo
tener algo de paz y quietud. Pero ahora sé mejor que sin importar lo lejos que corra,
jamás puedo huir de mí misma. Tengo la voz más fuerte que conozco, incluso
cuando estoy en completo silencio.
La sal del océano todavía está pegada a mí, y hay arena entre mis dedos
cuando entro en uno de los cubículos. Me quedo ahí por un minuto, tratando de
respirar a través de la nariz y formar un plan sobre cómo vamos a llegar a las rocas
para que pueda saltar como Wendy lo hizo. Así puedo sentir la euforia de la caída
en el agua. Ella habló sobre la libertad de la caída, e incluso aunque me aterran las
alturas, haría esto en su honor. Sólo para sentir un poco lo que ella pudo haber
experimentado.
Hay un crujido y el sonido de una puerta siendo cerrada de golpe. El
movimiento de pies en el agua en el suelo me alerta de que alguien más está en el
baño, y justo cuando comienzo a contener el aliento y el ritmo de mi corazón se
hace más fuerte en mis oídos, escucho el click clack de sandalias sobre el suelo, y
sé que no es uno de los chicos quien vino a buscarme. Es otro campista.
Por supuesto que lo es.
Exhalo y me doy vuelta, levantando mi pie para tirar de la cadena del baño
para no verme como una extraña, y dejo que el ruido del inodoro se apague antes
de tomar la manija de la puerta. Había una gran y colorida escultura de mariposa
pegada atada a las tejas amarillentas de las ventanas con pantalla, y me detengo por
un momento, preguntándome quién pondría tanto esfuerzo en decorar un baño
antes de que el sonido de la otra persona lavándose las manos me regrese a la
realidad.
Recobrando la compostura, salgo y me dirijo a los lavabos cuando me doy
cuenta que el otro ocupante del baño es la chica del bote. Tiene una toalla envuelta
alrededor de su pecho, su cabeza sujeto en una coleta y sus lentes de sol subidos
sobre su cabeza otra vez. Me sonríe por el reflejo del espejo.
—Hola.
—Hola —digo y abro la llave del agua para lavar nada de mis manos. Cuando
termino, me estiro por una toalla de papel, pero ella me pasa una.
—September.
—¿Qué? —pregunto, inclinándome para mirarla. Sus mejillas están quemadas
por el sol, y sus brillantes ojos verdes están un poco rojos así que me pregunto si
esta drogada o si es por el agua del lago.
—Soy September. ¿Cuál es tu nombre? —Extiende una delgada mano en mi 68
dirección, y me sonrojo cuando me doy cuenta que sólo está siendo amable y que
es probablemente como mi mamá hizo las cosas ese día. Sólo habló con personas.
Se necesitan unos tragos para volverme así de amigable. Esta chica está ofreciendo
su mano y es como si estuviera lista para ser mejores amigas.
—Audrey. Te vi pasar en tu bote.
Sonríe.
—Es alquilado. Sólo lo tengo por otro día. ¿Estás en el lote de al lado de la
pequeña tienda roja?
—Sí, ¿cómo lo sabes?
—Somos vecinas por un par de noches. —Gira a su reflejo al espejo otra vez
y presiona los puntos rosas bajo sus ojos—. Estas van a doler como una perra
cuando el sol baje. Probablemente no duerma para nada.
—Uno de los chicos con los que estoy ronca como un viejo de ochenta años
que olvidó conectarse a su tanque de oxígeno, así que probablemente no dormirás
de todos modos. Mis disculpas de antemano.
Su risa es fuerte y genuina, y se refleja en sus ojos. Pero el sonido también
rebota en las paredes, a lo largo del baldosín, y con él viene el sonido del aleteo.
—¿Qué demonios? —Sus cejas se fruncen mientras mira alrededor—.
¿Escuchaste eso?
—¿Tal vez hay aves en el techo? —Me estiro para mirar el oscuro techo.
—No. Eso no fue un ave. —Da un paso al frente y empuja la puerta de uno
de los cubículos y ambas nos asomamos para ver si hay algo ahí.
—Eso es raro —digo mientras la puerta se cierra, haciendo temblar los otros
cubículos.
Ella se gira hacia mí con los ojos abiertos.
—¿Qué es raro?
—No había una estatua de mariposa en ese.
—Qué. Demonios...
El movimiento de las puertas llega al último cubículo donde estaba yo y
escuchamos el sonido de nuevo, está vez más urgente que antes, y más rápido de
lo que un grito puede salir de mi boca, esa cosa que estaba en el cubículo conmigo
se levanta y toma vuelo sobre nuestras cabezas.
—¡Es un maldita polilla, Audrey! —September está gritando y está haciendo
que la cosa enloquezca. Mide como noventa centímetros, lo juro, y no tiene sentido
del espacio personal, porque está volando hacia nosotros de forma intermitente 69
mientras gritamos y cubrimos nuestras cabezas.
—¡Pensé que era una escultura! —Estoy agachando la cabeza y moviendo las
manos, tratando de llegar a la puerta y ella está justo detrás de mí, deslizándose a
través del agua sucia, y Mothra2 está cada vez más agitada. Llego a la puerta, la abro
y ambas corremos gritando afuera al aire libre, agachadas mientras la bestia con
alas nos sigue afuera y da una vuelta hacia arriba y sobre la caseta de baños.
Cline y Elliot están corriendo a toda velocidad hacia nosotras, y jamás había
esto tan feliz de ver a alguien en toda mi vida. Elliot tiene sus brazos extendidos y
lo agarro con fuerza, prácticamente saltando a sus brazos y me envuelvo como un
perezoso alrededor de su cuerpo.
September está limpiando tierra de sus rodillas y su toalla se ha caído, y
observo cuando Cline se detiene y la toma por ella. De reojo los observo haciendo
contacto visual por primera vez y algo se revuelve dentro de mí. La cuerda
alrededor de mi corazón se desenreda. Un hilo que estaba anudado comienza a
soltarse y liberarse.
Presiono mi cara contra el cuello de Elliot y sonrío, apretándolo un poco más
fuerte.

2
Mothra: Es un personaje ficticio descrito como un monstruo gigante parecido a una polilla.
—Ella es September. Es nuestra vecina. Tiene un bote.

70
M i portátil está conectado en un cargador dentro del auto y estoy
tratando de recuperar algo del tiempo que debería haber estado
dedicando al juego en lugar de a este viaje por carretera
improvisado. Soy fácilmente distraído por el fuego del campamento y la nueva
fascinación de Cline por September. Mi atención también va hacia los intentos de
Audrey por mantenerse lejos de su camino mientras organizan cosas para la cena.
Ella se cierne por sus alrededores, cerca de la tienda hasta que alguno se acerca
para buscar algo de la hielera, entonces voltea rápidamente y encuentra algo más 71
que hacer. Es un baile incómodo que evita que me concentre de la tarea en mi
laptop.
—Audrey —la llamo y se detiene en seco, girándose para mirarme como un
ciervo atrapado por las luces de un auto—. Ven aquí. —Le hago señas para que se
siente a mi lado en la camioneta y noto cuando sus hombros se relajan visiblemente
mientras camina a través de la grava hacia el auto. Los neumáticos rebotan un poco
cuando se sube y dobla sus piernas debajo de ella, pegando una sonrisa a su cara
para esconder cualquier tensión que se había mostrado ahí.
—¿Estás en la fecha límite? —pregunta, doblando su cuello para mirar mi
pantalla.
—Un poco. Quieren mi primer bosquejo dentro de poco, así que debo tener
algo para ellos o de lo contrario voy a echarlo todo a perder incluso antes de que
pueda mostrarles toda mi idea.
Su concentración se mueve a lo largo de la hoguera hacia Cline y September,
así que cierro mi laptop y me muevo para mirarla mejor.
—Nunca lo he visto antes así. Quiero decir, lo he visto coquetear con chicas
y llevarla a nuestro apartamento o lo que sea; como lo que sucedió en tu fiesta,
pero él de verdad está hablando con ella. Escuchando y prestando atención.
Supongo que hay una primera vez para todo. —Mantengo el tono ligero,
esperando hacerla hablar, porque está tan callada.
—No es la primera vez —dice suavemente, con su mirada decidida.
—¿No?
—No. Jamás creí en el amor a primera vista hasta el sexto grado. Recibimos
a esta nueva estudiante en el primer día de clases y Cline tenía esta mirada en su
rostro como si todo el mundo de repente hubiera cambiado en un abrir y cerrar de
ojos. Ella fue de todo lo que habló por una semana antes de tener las agallas de
invitarla a salir en el almuerzo. Lo hizo con una nota, porque no quería
avergonzarse si decía que no. Lo cual hizo.
Sus ojos encontraron los míos y hay tristeza en la forma en que su boca está
tan tensa y sus ojos están entrecerrados.
—Ella no tenía que ser una completa perra sobre eso, sin embargo. Les
mostró a todos la nota. Lo hizo sentir como un imbécil por eso. Como si fuera
mejor que él.
—Oh. —Es todo lo que puedo decir, porque tenemos veintiuno ahora y esa
clase de cosas no importan en el gran esquema de las cosas. Dudo que Cline incluso
lo recuerde. Pero está sentada aquí y es como si estuviera reviviéndolo todo de
nuevo por primera vez. 72
—Te dije que odié a una chica llamada Kelsey una vez. —Sonríe y sacude mi
hombro fuertemente—. Le robé su sostén en Educación Física. Tuvo que correr
un kilómetro sosteniendo sus senos. ¿Una pequeña venganza por mi mejor amigo?
Valió la pena.
Hay de repente tantas preguntas que quiero hacer. Por ejemplo, cómo las
cosas podían ser tan cercanas entre ellos dos y de repente un día fueron extraños
que se odiaron el uno al otro sin ningún motivo. ¿Fue un malentendido? ¿Por qué
había huido Audrey en primer lugar?
Antes de que pudiera hablar, Cline gritó que la cena estaba lista y Audrey está
afuera del auto tendiéndome la mano para que la siga. Eso hago. Los cuatro nos
sentamos frente a la fogata con salchichas en palos, tratando de cocinarlas y no
quemarlas, pero Cline sigue poniendo la suya demasiado cerca del fuego, y ha
quemado tres salchichas consecutivas en el fuego.
—No la pongas tanto —lo regaña September y él hace contacto visual
conmigo, con sus ojos amplios y la boca abierta como si quisiera hacer un chiste
sucio y está matándolo no hacerlo.
Trago mi bocado rápidamente para interrumpirlo antes de que pueda hacer
algo estúpido y decir:
—September es un nombre muy único. ¿Tus padres te nombraron como el
mes en que naciste?
La bonita morena pone los ojos en blanco como si hubiera escuchado eso
cien veces y sacude su cabeza. Su cabello está recogido en una coleta desordenada
y el fuego hace que el costado de su cara brille de color naranja mientras las llamas
estallan y crepitan.
—Nací en julio. Y no, no fui concebida en el mes de septiembre, tampoco.
No hay lógica en eso.
Hay un sonido ahogado a mi izquierda y Audrey gira la cabeza cuando miro
en su dirección. Está limpiándose la boca y cubriéndosela con su mano mientras
sus hombros empiezan a temblar. Girándome para mirar a September, noto que
sus ojos están entrecerrados con diversión.
—El nombre de mi hermana es Thursday3. ¿Adivinas cuando nació? —
pregunta, apuntando su salchicha en mi dirección.
—¿En un jueves? —supuse.
—Un lunes —responde con una risa.
Cline de verdad está intentando controlarse porque le gusta esta chica, pero
puedo escuchar su voz romperse cuando hace la siguiente pregunta.
73
—¿Entonces sólo tienes una hermana?
—No, tengo un hermano, también. —Su rostro está sin expresión mientras
espera a que uno de nosotros haga la pregunta que todos queremos saber.
—¿Cómo cual mes o día fue nombrado? —Cline apenas y puede hacer la
pregunta.
—Lo llamaron Anderson. Se libró fácil. —Toma un bocado de su comida y
sonríe—. Traté de usar mi segundo nombre por un tiempo, Jocelyn. Pero entonces
las personas quisieron darme un apodo y era Jocie, pero eso terminó en Jockey,
eventualmente fue más fácil volver a September Worley. Nadie quiere abreviar ese
nombre. E incluso si tengo que explicar que a mis padres sólo les gusta jugar con
las personas llamándonos como cosas raras, todavía es mío, ¿saben?
—¿Entonces, por qué solo te vas a quedar hasta mañana en la noche? ¿Y por
qué estás sola? —Audrey se acerca más a mí para que la otra chica pueda
escucharla.
September es muy seria cuando responde.

3 Thursday: Jueves.
—He llegado al final de mi viaje. Mi tiempo de Rumspringa4 ha terminado y
debo regresar a casa.
Todo el palo de Cline, con salchicha y todo, va directamente al fuego.
—Oh, Dios mío… Lo siento, lo siento. ¿Eres Amish? ¿Cómo? ¿Y sólo te
quedan unos días? ¿Vas a volver? Yo… tú… esto…
September se rompe y comienza a reírse, doblándose, con su mano levantada
hacia él mientras la mueve frenéticamente para que deje de tartamudear.
—¡Basta! Basta. Estoy bromeando. Santa mierda, tu cara. Desearía que
hubieras podido verte la cara. ¿Estás bien? Oh, vaya. ¿Esto te hizo enloquecer?
Está abatido mientras trata de recomponerse y busca alrededor por otra
salchicha y pan.
—No, no me hizo enloquecer. —Sé cómo un hecho que no. Él mira esos
programas Amish en la televisión todo el tiempo, y estoy un cien por ciento seguro
de que tiene una cosa por una de las chicas ahí.
—Estoy terminando mi año sabático y vuelvo a casa. Me tomé el tiempo libre
para decidir si quiero hacer la maestría o no. —Su voz es suave ahora mientras se
estira y le da un golpecito en la rodilla. Él alza la mirada y sus ojos se abren
ampliamente cuando su mano hace contacto.
74
—¿Qué estás estudiando? —pregunta Audrey.
September mira más allá de mí para responder.
—Psicología clínica.
Los dedos de Audrey se deslizan alrededor de mi bíceps y aprieta con más
fuerza de la que creo que nota cuando responde en ese tono falso que reserva para
Cline.
—Eso es maravilloso.

La tienda de campaña está silenciosa mientras el sol empieza a asomarse a


través del mosquitero hacia el este. El cuerpo de Audrey está presionado contra el
mío, su rostro escondido en mi pecho, sólo la parte superior de su cabeza visible
debajo de la manta. La sacudo suavemente y se acurruca aún más.
—Hoy es el gran día. Vas a saltar de un acantilado. ¿Estás lista?

4 Rumspringa: Es un periodo de adolescencia de algunos miembros de la comunidad Amish, al final de este deciden
si quieren dejar la comunidad o vivir para siempre en esta.
Su cabeza se levanta lentamente y aparecen sus ojos, somnolientos y medio
abiertos.
—¿Te dije que le tengo miedo a las alturas? —Me muevo para sentarme, pero
ella me empuja hacia abajo con su mano en mi rostro—. No te muevas aún. Tengo
que poner mi cabeza en su sitio. Solo quédate aquí conmigo por un minuto, ¿de
acuerdo?
—Sí, está bien, puedo hacer eso. —Envolviendo un brazo alrededor de ella,
la acerco más y me quedo mirando la parte superior de la tienda de campaña. El
olor a humedad me transporta a un recuerdo de mi papá y lo alejo antes de que el
sentimiento me pueda abrumar. Trato de no pensar mucho en él de ninguna otra
manera que no sea con un ojo objetivo haciendo mi juego. O hablar de él
limitadamente con mi mamá. De lo contrario, el dolor llega a ser algo que no puedo
evitar.
—¿Cline se quedó con September anoche?
—Sí. —Me río y eso hace que su cabeza rebote sobre mi pecho—. Te dije
que él se mueve rápido.
—Bueno, si te sirve de consuelo, ella preguntó si estabas soltero.
Me siento y ella hace lo mismo, el cabello pegándose a un lado de su rostro
mientras acomoda la ropa en su lugar. 75
—¿Le dijiste que sí?
—¿Estabas interesado? —Sus ojos están buscando los míos y por un
momento mi corazón late fuera de ritmo bajo su mirada. ¿Habría estado interesado
en otra chica en este momento? ¿Enrollarme con September en su tienda con
Audrey y Cline en la otra que había traído para todos nosotros en este viaje? El
pensamiento de Audrey sola en el saco de dormir mientras…
Luego hubiera estado la ira de Cline.
—No. No le haría eso a Cline. —O a ti, pienso, pero no lo digo en voz alta.
Su comportamiento se ha enfriado y se aleja para ponerse de pie.
—La próxima vez que una chica pregunte si estás disponible, le dejaré saber
que lo estás. Tengo que ir a cambiarme. —Con eso, sale de la tienda y me quedo
preguntándome exactamente en qué demonios me he metido.
Los sonidos del otro campamento me dejan saber que nuestros amigos están
despiertos, así que me levanto y me pongo mi bañador y agarro una toalla, saliendo
de la tienda a tiempo para ver a Cline saliendo de la de September. Ella está
arrodillada, su cabeza asomándose en la tapa y él se inclina para darle un beso antes
de girarse y medio correr medio saltar por la gravilla hasta llegar a mí.
—¿Tomo eso como que anoche te fue bien?
La sonrisa en su rostro es más que suficiente para responder a mi pregunta,
pero lo hace de todos modos.
—Quiero quedarme con ella. ¿Podemos quedarnos con ella? ¿Puede venir
con nosotros?
—Ella no es un cachorro, amigo. Es una persona.
Toda su cara se ilumina.
—Creo que ella podría ser mi persona. —No espera una respuesta de mí antes
de desaparecer en la tienda y hacer un montón de ruido mientras se cambia en su
bañador.
Empiezo a pensar en lo que ha dicho. ¿Es así de fácil? ¿Puedes simplemente
conocer a alguien así de rápido y saberlo? ¿No debería tomar más tiempo?
Mientras estoy reflexionando sobre estas preguntas, Audrey aparece
regresando de los baños. Se ha cambiado a un traje de baño, pero está usando algún
tipo de chal encima de eso. Su cabello está recogido lejos de su rostro, ningún
rastro de maquillaje y está haciendo esa cosa con los dedos otra vez.
—Cline está ahí dentro —grito en advertencia antes de que entre en la carpa
y lo encuentre con la polla colgando. 76
—Mierda. Necesito mi bolsa ahí adentro. —Ahora sus dedos están
golpeando más rápido y hay una mirada de pánico que cruza por sus rasgos
momentáneamente antes de que los suavice de nuevo.
—¿Cuál? —pregunto, aunque creo que ya sé.
—El pequeño con las flores. Lo guardo en la cartera.
—Conozco ese. Iré a tomarlo. —Ella no tiene tiempo para discutir conmigo
antes de que abra la carpa y me agache para entrar, haciendo caso omiso de mi
amigo y su culo medio desnudo. La bolsa está exactamente donde ella dijo que
estará, y hace un sonido de traqueteo cuando la agarro, por lo que la sostengo más
cerca de mi estómago para que no haga ruido. Tomando otra toalla, la envuelvo
dentro y también meto una botella de agua, antes de salir nuevamente sin decir una
palabra. Le paso todo, discretamente envuelto, porque sé. Y a diferencia de lo que
pueda estar acostumbrada, no la estoy juzgando.
Sus labios están presionados, y sus mejillas están de un rosa brillante mientras
lo toma de mí con un bajo gracias. Cuando se da la vuelta para irse, la detengo y
deslizo una barra de granola encima de la toalla.
—Déjame saber si necesitas algo más.
S e ha ido durante veinte minutos y, en ese tiempo, September se ha
cambiado, tomado algo para comer y se ha ido con Cline por el bote.
Cuando Audrey regresa, solo estamos nosotros dos y se encuentra un
poco más relajada, un poco menos tensa.
—Han ido al muelle para preparar el bote. Les dije que nos encontraríamos
con ellos en un rato —le cuento cuando se detiene justo fuera de la hoguera
apagada—. Podemos ir cuando sea que estés lista. No hay prisa.
Me mira fijamente, sosteniendo todas sus cosas, quieta y decidida. Estamos 77
en un silencioso punto muerto, ninguno de los dos moviéndose.
—¿Por qué eres tan agradable conmigo, Elliot?
—¿Qué quieres decir? —pregunto, tomando un paso adelante. Se mueve con
lentitud hacia atrás un paso y se detiene, mirándome con curiosidad.
—Que desde el momento en que nos conocimos has sido nada más que
agradable conmigo. No has dicho nada malo ni una vez. No me has hecho sentir
mal sobre mí misma. No dices nada sobre éstas. —Levanta su bolsa en el aire y la
agita, haciendo que los botes en su interior repiqueteen—. Estás dispuesto a
llevarme a lugares y dejarme dormir a tu lado. Vienes corriendo cuando soy atacada
por polillas del tamaño de una persona. Haces mierda realmente linda por mí por
ninguna razón en absoluto. ¿Por qué?
—No lo sé. ¿Tal vez mi mamá me educó bien? —Estoy luchando por
averiguar por qué me está preguntando la razón por la que simplemente soy un ser
humano decente.
—Ni siquiera sabes realmente nada sobre mí. Somos prácticamente extraños.
—Eso no es verdad —argumento y tomo otro paso hacia delante—. Creo
que sé mucho sobre ti. Lo bastante para saber que me gustas. Que me haces reír y
me gusta estar a tu alrededor.
Su cuerpo se tensa y resopla, caminando hacia delante para pasarme y meterse
en la tienda de campaña para dejar sus cosas. La sigo, inseguro de exactamente qué
está pasando o qué se supone que diga en este momento.
—¿Estás enloqueciendo por el salto o algo? Estás actuando raro.
—¿Lo estoy? De nuevo, no me conoces realmente, así que no tienes mucho
para estropear, ¿cierto? —Está empujando sus bolsas a la esquina de la tienda junto
a su almohada y puedo ver sus manos temblando mientras se levanta.
—Si no sé nada sobre ti, entonces enséñame. Porque en caso de que no te
hayas dado cuenta, quiero conocerte, Audrey. Si no lo hiciera, no estaría aquí. No
me hubiese tomado tiempo para llevar tu culo todo el camino hasta aquí y alentarte
a hacer la mierda que tu madre hizo, así podrías averiguar lo que sea que es esto
que pareces haberte perdido. Si no estoy siendo claro, no hago esto por mí. ¡Hago
esto por ti!
Elimina el espacio entre nosotros más rápido de lo que puedo parpadear,
antes de que pueda respirar, y tiene sus brazos alrededor de mi cuello, atrayendo
mi rostro al suyo, presionando su boca contra la mía. Estoy perplejo por un
momento y mi reacción es lenta, porque, solo un instante antes, estaba lleno de ira,
pero ahora Audrey tiene su cuerpo presionado contra el mío y su lengua está
trazando mi labio inferior. He olvidado lo que me hizo enfadar en primer lugar.
78
La atraigo con fuerza, envolviendo un brazo alrededor de su espalda e
inclinándome para levantarla por el trasero. Envuelve sus piernas alrededor de mi
cintura y me besa más profundo, un pequeño gemido escapa cuando la aprieto más
cerca. Se ciñe contra mi pecho con su pequeño vestido amontonado sobre sus
muslos, cuando doy un paso adelante y me arrodillo para tumbarla sobre su espalda
encima del saco de dormir que hemos hecho nuestro durante las pasadas dos
noches. Tirando por mi espalda, me quita la camiseta por la cabeza y la lanza a un
lado en un instante. Sus manos vagan por mi piel mientras me besa de nuevo y me
presiono en su toque, dejando a sus dedos rozar y apretar, sus uñas arañan mis
costados ligeramente.
—Mentí —dice sin respiración, apartándose para mirar entre nosotros y
luego inclinándose para presionar un húmedo beso en mi cuello.
—¿Qué? —Apenas me aguanto sobre ella y cuanto más me toca, más duro
se pone. Juego de palabras intencionado.
—Cuando te dije en la cena que no te encontraba atractivo. Mentí. Jesús,
Elliot… —El dorso de sus dedos roza mi estómago y baja hasta que acaricia la
cima de mi traje de baño y estoy perdido en mi intento de control. Mis caderas
caen hacia delante y se frotan contra ella, mis dientes mordisquean la suave piel de
su hombro. La fricción del deslizamiento contra ella me hace cerrar los ojos con
fuerza y exhalo junto a su oreja, agarrando el saco de dormir por los lados.
Poniéndome de rodillas, tengo mejor equilibrio y encuentro su boca de
nuevo. Mis manos vagan por sus costados y subo la tela que la cubre más alto hasta
que empuja bajo sus pechos, y dejo de besarla solo el tiempo suficiente para
ayudarla a levantarla y arrojarla junto a mi camiseta. La sensación de su piel contra
la mía, incluso con la tela de su traje de baño entre nosotros, me hace sentir
descentrado de la mejor de las maneras.
Miro su rostro y sus mejillas se sonrojan, sus ojos medio cerrados, sus labios
entreabiertos e hinchados. Audrey es una chica hermosa, pero ahora mismo es
totalmente erótica. Estira su cuello más alto cuando me inclino para besarla ahí, su
espalda se arquea y sus pechos se presionan contra el mío mientras se retuerce
debajo de mí. Sus manos están en mi cabello, en mi cuello, tirando mientras
desciendo sobre su pecho. Empieza a sacudirse cuando mi boca se cierne sobre el
bulto de su pecho izquierdo.
—Espera —dice en voz baja y su agarre en mi cabello se aprieta.
Me quedo quieto y cierro mis ojos, exhalando por mi nariz, dejando caer mi
frente en su pecho.
—Lo siento. Realmente solo estoy… 79
—¿Qué? —pregunto, alzando la cabeza para mirarla a los ojos. Aparta la
mirada y luego cierra los ojos con fuerza.
—Dijiste que querías saber algo sobre mí, ¿verdad? Bueno… Realmente no
me gusta cómo me veo en este momento, así que estoy un poco cohibida acerca
de estar desnuda alrededor de la gente.
Apoyo mi barbilla contra su pecho y sonrío, esperando a que abra los ojos.
—¿No te gusta tu cuerpo? ¿Eso es que lo quieres que sepa? —Encuentra mi
mirada y frunce el ceño—. ¿Este cuerpo? —Paso mi mano derecha por su costado
y su cadera, poniendo su pierna alrededor de mi cintura de nuevo mientras me
presiono contra ella una vez más—. Eso es una vergüenza, porque me gusta
muchísimo. En caso de que no pudieras decirlo.
Aprieta sus labios para no sonreír y sus mejillas arden más brillantes.
Le doy un empujoncito a su pecho con mi nariz y beso la piel de debajo,
moviendo mi lengua para saborear mi camino hacia el otro lado. Ella es suave y
tiembla debajo de mí mientras dejo un rastro de besos por su costado y luego a
través de su estómago, deteniéndome para mirarla desde su ombligo.
—Mira esto —digo y paso mi dedo alrededor de su ombligo hacia adentro—
. ¿Cómo podrías odiar esto? —Sus manos cubren su rostro mientras se ríe y sonrío
ante el sonido, moviéndome más abajo y besando justo debajo del lugar que acabo
de tocar. Mi lengua traza la cima de sus bragas del bikini y sus manos se apartan de
su rostro, encontrando la parte de atrás de mi cabeza de nuevo.
Presiono mis labios en el interior de su muslo y acaricio con un beso con la
boca abierta donde el calor sale de ella. Yendo de vuelta hacia arriba, beso sus
labios de nuevo, trazando su lengua con la mía. Con la palma plana, deslizo mi
mano por su estómago y mis dedos se detienen justo encima del elástico de sus
bragas de baño. Sus ojos se abren y hacen contacto con los míos mientras me
muevo lentamente hacia abajo la más pequeña pizca. Contiene el aliento y la tienda
está silenciosa cuando sus rodillas se abren y permite a mi mano deslizarse bajo la
tela.
—Eres hermosa, Audrey —susurro, esperando que me crea mientras mis
dedos buscan y exploran. La sostengo cerca y la beso más, incluso cuando empieza
a agitarse y gemir. Incluso cuando sus piernas tiemblan y clava sus cortas uñas en
mi hombro. Incluso cuando se aferra a mí y grita mi nombre y el nombre de Dios
y algo más que no puede ser una palabra de verdad, pero que me hace sentir como
un hombre de todos modos.
Su cuerpo se queda flojo y acuna mi rostro en sus manos mientras me mira
fijamente, jadeando y estremeciéndose.
—Voy a arruinar el estado de ánimo diciendo esto, pero si alguna vez haces 80
un vídeo juego y tu personaje necesita un súper poder… Lo que acabas de hacer
debería serlo.
—Nop. El estado de ánimo no se ha arruinado en absoluto. La erección sigue
intacta. Y el ego se ha levantado un mil por ciento —digo, riendo, luego
tumbándome de espaldas y flexionando mis dedos.
Audrey se apoya sobre sus rodillas temblorosas y se inclina para darme otro
beso.
—Dame un segundo para recuperarme y voy devolverte por eso.
—Está bien…
—¿Qué mierda les está tomando tanto tiempo? —interrumpe la voz de Cline
a través del aire como una bomba explotando y Audrey retrocede como si hubiese
sido golpeada físicamente, aterrizando en su culo. Está cubierta de marcas rojas,
su pecho es rosa brillante y su cabello es un desastre enredado. Estoy tumbado de
espaldas con una rabiosa erección, marcas de uñas por toda mi espalda y mi mano
curvada en un puño.
Nos han atrapado.
Cline no nos habla a ninguno. La mirada en su rostro cuando salimos de la
tienda fue suficiente para hacer que mi polla se pusiera blanda en un instante. No
creyó ni por un momento que no hubiéramos tenido sexo. No importaba que me
hubiera dicho que September era su alma gemela. No importaba que odiara a
Audrey. No.
—Traición. —Es todo lo que dijo antes de volverse e ir hacia el bote.
Lo seguimos en silencio como dos niños atrapados en el acto por sus padres.
Quería extenderme y tomar la mano de ella, tomarla por el lado y decirle que estaba
bien. En su lugar, estamos en mortal silencio mientras caminamos.
September permite que Cline dirija el bote, guiándolo hacia la cascada y el
peñasco sobre el que la madre de Audrey escribió en su diario. Observé desde la
distancia cuando Audrey se sentó al frente de bote, su atención en el horizonte, su
postura rígida, esperando a que las cascadas aparecieran a la vista. Tan pronto
como lo hicieron, empezó a moverse nerviosamente. Tiró de su cabello y su ropa.
Dio golpecitos con sus dedos.
Cruzo el bote cuando vamos a menos velocidad y me siento a su lado. 81
—Oye, ¿vas a estar bien?
Sonríe como si todo estuviese bien.
—Por supuesto. Es por esto que vinimos aquí. —Sus dedos trazan las marcas
en mi hombro y hace una mueca—. Lo siento mucho por eso.
—Yo no —respondo, poniendo un mechón de extraviado cabello detrás de
su oreja.
September salta desde el lado del bote y lo lleva a la orilla con una cuerda y
lo ata. Las olas de nuestra estela causan que el bote se balancee bruscamente y
Audrey se desliza hacia mí con sus brazos agitándose. La atrapo y, desde la esquina
de mi ojo, puedo ver a Cline dispararme una mirada. Le saco el dedo medio en
respuesta.
La mirada de sorpresa en su rostro casi vale la pena por no haberme corrido
media hora antes. Casi.
Las chicas ya están fuera del bote y dirigiéndose al acantilado, pero me quedo
detrás y espero a mi mejor amigo, porque incluso aunque está siendo un idiota,
todavía es mi idiota.
Cline se toma su tiempo tranquilamente haciendo absolutamente nada en el
bote hasta que ya no tiene otra cosa más que no puede no hacer y está obligado a
bajarse. Todavía no hace contacto visual conmigo, pero es su problema. No es la
primera vez que he experimentado una de sus rabietas. Es solo la primera vez que
una está dirigida a mí.
—¿Exactamente cuánto tiempo vas a darme el Tratamiento de Silencio
Somers? —pregunto, manteniéndome a su paso por el camino.
Gruñe en lugar de responder.
—Todavía estás atascado en el auto con nosotros por otra semana. Sabes eso,
¿verdad?
—Es curioso que lo menciones. September me dijo que podía desviarse a
Tennessee en su camino a casa. Supongo que, ya que este viaje se está volviendo
más el Espectáculo de Audrey y Elliot, podría volver con ella. Dejarlos a ustedes
para lo que sea que es esto que estás haciendo.
Llegamos a un claro y puedo ver el lugar de salto donde las chicas se
encuentran. Audrey está agachada, abrazando sus rodillas y September está
inclinada sobre ella, frotando su espalda. Mi primer instinto es correr hacia ella,
pero me quedo firmemente en el sitio, observando a otra persona hablar con
Audrey y calmarla. Claramente está enloqueciendo sobre saltar. 82
Cline se cruza de brazos y suspira.
—Esto es tal espectáculo de mierda, Elliot. ¿Por qué te implicas en esto?
—¿Por qué escapas de ello? Ustedes dos ni siquiera han hablado… Realmente
hablado. ¿Y ahora simplemente vas a meterte en el auto con alguien más y
abandonar? ¿Volver?
—Ella tiene problemas, hombre. No puedes solucionarlos. No puedo
solucionarlos. Ni siquiera sabemos cuáles son. Pero mírala. No puede ni siquiera
hacer la cosa que vino a hacer. Esto no es nada más que una pérdida de tiempo
y…
El silencio sigue mientras ambos miramos con asombro a September guiar a
Audrey al borde del acantilado y sostener su mano. La mira a los ojos, dándole a
Audrey su completa atención y Audrey asiente como si estuviera de acuerdo
mientras mira hacia abajo al agua a más de nueve metros de distancia. Es un gran
salto y no la culpo ni un poco por su aprensión. September apunta al agua y luego
presiona un dedo en la frente de Audrey. Desearía poder escuchar qué le está
diciendo, pero de todas las cosas que hemos hecho en este viaje, esta parece como
la más privada de la que he sido testigo.
September toma un paso atrás y miro con mis manos hechas puños mientras
Audrey camina hasta el borde de la roca y extiende sus brazos a sus lados. Mira al
cielo una vez y, entonces, un instante antes de que se mueva, mira sobre su hombro
a donde estamos de pie y juro que puedo ver su sonrisa. Al momento siguiente,
está en el aire, cayendo de cabeza en el agua, cortando la superficie y hundiéndose,
dejando nada más que un anillo blanco de agua en su estela.
September grita de emoción y entonces Audrey también cuando vuelve a la
superficie, tomando aire y gritando que lo ha hecho. Sus brazos se levantan por
encima de su cabeza y nos está diciendo que vayamos, preguntándonos a qué
estamos esperando.
Cline se vuelve para mirarme, su rostro está pálido y sus ojos amplios por la
sorpresa.
—¿Qué infiernos acabo de ver?
Palmeó una mano en su hombro mientras paso a su lado.
—Acabas de ver a Byrdie volar.

83
M e siento invencible. Soy invencible. Esa es una forma espeluznante
para sentirse cuando te has considerado como nada durante tanto
tiempo.
September está sonriéndome al otro lado de la mesa en el pequeño
restaurante donde decidimos almorzar. Los chicos juegan vídeo juegos en la
trastienda de la pizzería mientras nosotras esperamos nuestra orden y bebo a
sorbos un poco de agua, tratando de controlar el torrente de emociones por el que
he pasado en tan poco tiempo. 84
—¿Cuándo fuiste diagnosticada? —pregunta. No hay malicia o crítica en su
tono.
Miro alrededor asegurándome de que Elliot y Cline no estén cerca antes de
responder.
—A los quince. Algunas cosas parece que han mejorado, pero
recientemente…
—Obviamente no estoy tratando de darte algún tratamiento o consejo. No
soy doctora. Aún. —Sonríe, y es tan autentica—. Aunque, ¿estás viendo alguien?
—Sí. —La condensación en mi vaso de repente se ha vuelto muy interesante.
—Sé que nos acabamos de conocer y eso, pero si sientes que necesitas hablar
de algo y no puedes con ninguno de esos dos —señala a la sala de juegos—, estaré
más que feliz de poder escucharte. Lo que hiciste hoy fue importante. Ni siquiera
sé cuál es tu problema, pero puedo decir que fue un paso gigantesco para lo que
sea que estás pasando. Y deberías sentirte orgullosa.
—Bueno, tal vez algún día te diga por qué era importante. Porque tienes
razón. Lo era. Es muy importante. Solo tenemos un par de lugares más a los que
ir antes de que este viaje termine y, una vez que lo haga, no creo que Cline me
hable de nuevo. Y si Elliot descubre la verdad sobre mí… sobre todo… tampoco
tengo ni idea de si se quedará. Así que puede que seas la única que quede para
llamar. —La idea me llega de repente incluso mientras lo digo en voz alta. Esto es
por lo que no me involucro con nadie. Es por lo que no me abro a las personas.
Es por lo que todo se mantiene superficialmente así nadie sale herido.
Especialmente yo. Pero elegí a Elliot. Lo busqué. Todavía no entiendo el porqué.
Inclina la cabeza, pensativa.
—Creo que no hay nada, excepto decirle que eres una asesina, que haría que
Elliot te dejara. Incluso entonces, apuesto a que intentaría encontrar pruebas
contra eso. ¿Has visto la forma en que te mira?
—No —miento y cruzo las piernas cuando el recuerdo de cómo me tocó
hace un rato resurge.
—Tal vez deberías abrir los ojos un poco más —dice en voz baja y toma un
sorbo de su bebida antes que la pizza que ordenamos sea servida en la mesa.

Elliot está sentado en la parte trasera del auto de nuevo, con su ordenador
portátil encendido mientras intenta trabajar en su juego. Un familiar tirón de
85
responsabilidad se instala en mi estómago y me castigo por probablemente costarle
esta oportunidad.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? —pregunto, mirando alrededor
para ver su pantalla.
Una página web desaparece y su trabajo vuelve a aparecer rápidamente con
un clic de sus dedos. Parpadea un par de veces y me sonríe con un movimiento
negativo de cabeza.
—Estoy bien. Es aburrido.
—¿Qué estabas mirando? —inquiero, poniéndome en la parte trasera del auto
junto a él.
—Cosas para el proyecto. Manuales y cosas así. No tengo mi título todavía,
ya sabes. Soy un novato.
—¿Un manual de qué? —No creo que Elliot me haya mentido antes y ahora
sé que es malo en eso.
—Manuales… —Se calla y casi puedo ver a su cerebro encendiéndose en
busca de algo—, para hacer realista la arena.
—Tonterías. He visto tu arena realista. ¿Qué veías? ¿Es porno o algo?
¡Déjame ver! —Estoy prácticamente subiéndome sobre él para llegar al ordenador
portátil y encender la pantalla para poder ver qué es lo que tan desesperadamente
intenta ocultarme.
—¡En serio, no es nada! Vamos, Audrey, no jodas con el portátil…
Sin embargo, no pelea duro y soy muy rápida. En un instante, desearía no
haber preguntado.

SEIS TIPOS DE ATAQUES DE ANSIEDAD

Mis ojos revisan el artículo y puedo sentir mi garganta tensarse.

Furia e irritabilidad
Comportamiento obsesivo
Tartamudeo
Mutismo
Desconcentración
Hiperventilación/balancearse hacia delante y hacia atrás.
86

La presión en mi pecho se vuelve más pesada a cada momento e intento


combatirlo, pero sé cuándo es demasiado tarde. Esta es una de esas veces.
—Podrías haber preguntado —susurro antes de salir del auto e ir lo más
rápido que puedo a la tienda de campaña. Sé exactamente a dónde voy y lo que
quiero y, tan pronto como lo tengo, estoy de nuevo fuera y en la noche, alejándome
hacia el bosque. Necesito un árbol. Necesito un espacio seguro. Un lugar apartado
de cualquiera y todos donde pueda suceder y pueda dejar que se apodere de mí
hasta que termine y entonces pueda seguir adelante.
El Klonopin no hace efecto inmediatamente, pero al menos tengo esa
esperanza a la que aferrarme mientras trastabillo en el bosque y lejos de las voces
de las personas que conozco. Estoy caminando a ciegas en la oscuridad, tratando
de alejarme de toda la luz que no sea la de la luna, así no puedo ser vista. Los únicos
sonidos que me rodean son los de las cigarras, el agua del lago a mi izquierda y mi
respiración irregular.
Se vuelve más difícil ver a causa de las lágrimas que se acumulan y me ciegan,
mi garganta está tan oprimida que apenas puedo respirar a través de la boca. Pero
si trato de respirar por la nariz, siento que me ahogo. Hay un enorme árbol justo
enfrente de mí y me apoyo contra él, con los brazos rectos y las piernas extendidas,
mi rostro apuntando hacia el suelo mientras intento respirar profundamente.
Pero no funciona.
Los sonidos que salen de mi boca harían que cualquier transeúnte crea que
estoy teniendo un ataque de asma y necesito un inhalador. El temblor en mis
manos y brazos entumece mis dedos y mi rostro comienza a hormiguear, los labios
perdiendo sensibilidad mientras jadeo por una simple bocanada de aire.
El mundo se derrumba a mi alrededor y estoy viva y despierta para verlo
suceder, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Las lágrimas fluyen más
rápido y mi corazón late salvajemente hasta que caigo de rodillas y presiono mi
rostro entre ellas y empiezo a contar en silencio, con la esperanza de que cuando
llegue a diez tendré algo de control.
Llego a trescientos y siento una cálida mano en mi espalda. Llego a trescientos
cincuenta cuando escucho la voz de September. Llego a cuatrocientos cuando
Cline me carga y me lleva de nuevo a la tienda de campaña.
Pierdo la cuenta cuando Elliot envuelve su cuerpo alrededor del mío en el
saco de dormir y susurra que lo siente mientras aparta mi cabello sudoroso de mi
frente.
Su toque es lo que permite que entre la primera ráfaga real de aire en mis 87
pulmones y la aspiro con tal fuerza que casi me ahogo; respiro con silbidos y jadeos
al inhalar y lloro al exhalar. Pero me sostiene hasta que el dolor en mi pecho
empieza a desaparecer. Hasta que la presión en mi garganta disminuye y puedo
tragar y hablar. Hasta que el daño en mi cabeza se afloja y los borrosos patrones
grises detrás de mis párpados dan lugar a formas reales de nuevo.
El campamento está silencioso en el momento en que mi mente y cuerpo
entran en reposo y sostengo la mano de Elliot contra mi pecho mientras caigo en
un sueño profundo.

Sus voces son bajas, pero puedo escucharlos discutir sobre mí junto al
pequeño fuego que hicieron cuando me quedé dormida. En algún momento de la
noche, se levantaron para hablar y me dejaron sola, pensando probablemente que
el episodio me habría noqueado. Pero no me tomé mis pastillas de todas las noches,
por lo que el insomnio que me causan las de por la mañana ha hecho que me
despierte de repente, muy alerta.
—Ella tuvo un gran día. Con el salto y todo. —La voz de September es
tranquila.
—Por no olvidar que montó la polla de Elliot antes. —La voz de Cline no es
tranquila en absoluto.
—No voy a decirte de nuevo que no tuvimos sexo. No lo hicimos. No es que
deba importarte o ser de tu incumbencia, pero no lo hicimos. E incluso si lo
hubiésemos hecho, no sería parte de esta ecuación de cualquier manera. —Mi
corazón salta ante el sonido de la voz de Elliot y el pensamiento de que sienta que
estar conmigo podría haber tenido algo que ver con esto.
—Podría ser por varias cosas o por nada en absoluto. Estas cosas no se siguen
a rajatabla. Ataques de pánico, ataques de ansiedad… pasan por un montón de
razones y de muchas maneras. Pero si van a estar viajando con ella durante la
próxima semana más o menos, van a tener que saber cómo manejarlo si tiene otro
—resume September.
—Es lo que intentaba buscar cuando vio mi ordenador portátil. Es por lo que
enloqueció. —La explicación de Elliot hace que mi corazón se acelere.
—Deberías venir con nosotros. Solo por si acaso. —Cline le pide a
September que se quede por sus propias razones, pero usándome como excusa.
Debería estar molesta, pero no lo hago. Ella me gusta. Y me gusta él cuando está 88
con ella.
—Lo pensaré. Tienen solo un par de paradas más que hacer antes de volver
a Tennessee, ¿verdad? Si ese es el caso, puedo posponer mi regreso a casa un poco
más de tiempo.
La charla comienza a disminuir y los escucho decir buenas noches. Se abre la
cremallera y Elliot entra tan silenciosamente como es posible. Se mete de nuevo
en la improvisada cama conmigo y me atrae contra su pecho, asegurándome con
su brazo sobre mi estómago.
Lo escucho dormir durante las siguientes seis horas hasta que el sol sale y
tengo una excusa para levantarme e ir a tomar una ducha. Mi reflejo se burla de mí
con los ojos hinchados y el cabello enredado. Esta persistente voz en mi cabeza
que suena muy irritante como la de Miranda, me dice que no soy lo suficientemente
buena de todos modos y que debería dejar a Elliot. Estoy sucia, dañada y rota y él
no puede arreglarme. Este viaje es una pérdida de tiempo. Soy un caso perdido.
Y por primera vez en mucho tiempo, asiento al espejo y pienso que tal vez
soy una causa perdida. Tal vez por fin lo acepto.
Simplemente no dejaré que lo sepan todavía.
Me he duchado, tomado mis pastillas y bebido una taza de café. Todos esos
pensamientos de antes se han dispersado, estoy centrada en cocinar nuestro último
desayuno en el campamento. Tocino y huevos hechos en una vieja sartén del padre
de Elliot, junto con una bolsa de galletas. No soy una cocinera gourmet, pero
puedo trabajar con lo que tengo.
Estoy cortando algunas manzanas cuando Cline sale de la tienda de
September.
—Vaya, ¿quieres un poco de ayuda con eso? —pregunta, con las manos
levantadas y sus cejas fruncidas con preocupación.
Frunzo el ceño.
—¿Tienes miedo de que tenga un cuchillo? ¿En serio, Cline? Era un ataque
de pánico. Debería patearte por ser un imbécil.
Asiente y encoge un hombro.
—Así que estás bien, entonces. Es bueno ver que has vuelto a la normalidad,
Byrdie. 89
Ni siquiera me inmuto ante el uso de mi viejo apodo. Le paso una taza de
café y apunto al tocino.
—Guarda un poco para Elliot. Ese hombre ama su tocino.
—¿Desde cuándo Elliot es un hombre? —pregunta Cline mientras come un
poco de carne de cerdo.
—Desde que hizo que me corriera en menos de un minuto.
—¡Maldición, Audrey, estoy intentando comer! —Cline golpea la mesa de
picnic y me lanza una mirada de asco.
—¿Que está pasando? —Elliot sale de la tienda de campaña, su cabello
oscuro se extiende en todas las direcciones, sus ojos siguen medio cerrados por el
sueño.
—Le hablaba a Cline sobre tus súper poderes y está todo celoso y eso.
—¡Cállate, mujer! —Cline hace un gesto de levantarse.
—¡Capaz de tocar el punto G en tres coma cinco segundos! —grito solo para
molestarlo. Tengo éxito y toma su plato de tocino, pisoteando de vuelta a la otra
tienda de campaña. Sonrío a Elliot y le ofrezco un plato—. ¿Hambriento?
Lo toma y se sienta frente a mí, mirándome con cautela.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, me siento genial. Lo siento por lo de ayer. Creo que fue por toda la
excitación y emoción. Todo va a estar bien de ahora en adelante. Lo prometo. —
Mentir a la gente sobre estar bien se ha convertido en tal segunda naturaleza que
ni siquiera sé que lo estoy haciendo la mayor parte del tiempo. Sin embargo, lo
hago en este momento. Elliot no merece que le mientan. Simplemente no puedo
sacar las voces de mi cabeza y los pensamientos que plantaron, incluso si están más
calladas ahora.
—Si fue por mi culpa…
—No. No fue de nadie. Eres genial. Has sido genial y eres increíble. Vamos
a ir Alabama. Luego a Mississippi. Entonces volveremos a Tennessee. Después de
eso, tienes todo el verano para hacer lo que quieras. Y con suerte, tendrás todo lo
que necesitas para hacer tu asombroso juego y convertirte en billonario. Voy a
comprar una revista con tu rostro y decirles a todos mis amigos que una vez tu
mano estuvo bajo mis pantalones. Me haré famosa.
—Audrey… —Sus labios están apretados en una fina línea.
—¿Qué? —Me río y me levanto, alejándome de la mesa—. Aparte de algún
producto de mi unicornio cagando galletas…
—Alto. —También se pone de pie y rodea la mesa para estar frente a mí. Con 90
un suave tirón, me lleva dentro de la tienda. Empieza a sentirse como en casa y es
exactamente por eso que tenemos que desmontarla y volver al auto para ir a
nuestro próximo destino—. Cuando este viaje termine, no planeo pasar de largo
de esto. Sea lo que sea.
—¿Esto? —pregunto—. Nos manoseamos. Se volvió raro. Dormimos juntos
en un saco de dormir un par de veces. Podemos volver a ser amigos y eso.
—Sin embargo, no quiero hacerlo. —Sus manos están en mis caderas y no
puedo mirarlo a los ojos.
—Pero yo sí.
—Eres una terrible mentirosa. ¿Esto es por lo que pasó anoche? Puedo
manejar lo de anoche. Si hablas conmigo acerca de lo que te sucede… de todo lo
que te pasa, entonces…
—Ni siquiera sé qué pasa conmigo, Elliot. ¿De acuerdo? Esa es la verdad.
¿Toda esta mierda aquí arriba? No sé de dónde procede. No sé la causa, así que no
sé cómo arreglarlo. Si puedo arreglarlo, si puedes arreglarlo. Así que todo lo que
haré es joder tu vida y la de todos los demás, justo como hice con la de mi madre
y la de Patrick y Miranda. La abuela Ruth. ¿Y este otro chico? ¿Quién es? Quién
diablos sabe lo que pasó con él. Soy una mancha humana. Cline tiene razón.
Deberías huir lo más lejos que puedas, porque voy a joder todo para ti.
—Mierda. ¿Es eso lo que piensas? ¿Piensas que porque estás triste a veces o
haces cosas extrañas cuando te sientes abrumada, o tienes ataques de pánico,
arruinas la vida de las personas?
Estoy callada, porque sé la respuesta y él también. Espero que este sea el
momento en que tome sus cosas y se aleje. O me diga que busque a alguien que
me lleve a casa. En su lugar, se ríe.
—Esto realmente va a apestar para ti.
—¿El qué? —pregunto.
Se inclina cerca de mí, por lo que sus labios están justo al lado de mi oído y
susurra, poniéndome la carne de gallina desde el cuello al brazo:
—Vas a descubrir que no voy a renunciar a ti por algo tan estúpido como
eso. Entonces te vas a dar cuenta de que merece la pena que luchen por ti. Y voy
a ser el que te lo pruebe.

91
S altar del acantilado me quita el aliento, una oleada de emoción fluye a través de mis
brazos, alrededor de mi esternón y en mi cavidad torácica, donde puedo sentir mi
corazón casi salirse de mi pecho. El agua está fría cuando aterrizo y rompo la
superficie, con los brazos y los ojos abiertos, y conteniendo la respiración. Todo es verde y blanco,
salen burbujas de mis labios y nariz hacia la superficie cuando comienzo a exhalar.
Mi madre está mirándome bajo el agua, sonriente, con el cabello largo y arremolinándose
entre las dos.
Me sorprende e inhalo, de repente consciente de que debería estar ahogándome, pero que no 92
lo estoy. Puedo respirar. ¿Puedo respirar bajo el agua?
Lo intento de nuevo y, una vez más, respiro, pero aún sumergida. Ella todavía está allí,
junto a mí, sonriendo, estimulándome; estiro el brazo para tocarla, pero tengo las manos cerradas
en puños. No puedo abrirlas y veo, presa del pánico, cómo comienzo a hundirme, incapaz de
extender una mano para pedir ayuda, pero todavía estoy respirando, viéndola desaparecer mientras
me hundo más en la oscuridad.

—Audrey, vamos a detenernos.


La voz de Elliot me saca del sueño y me despierto con un sobresalto en el
asiento delantero de su auto, cubierta de sudor por la tarde de verano. Mis pies
están descalzos contra su tablero y me duele el cuello, lo que me recuerda que estoy
muy viva y que, seguramente, no soy una sirena que puede respirar bajo el agua.
Esto es una buena revelación y, al mismo tiempo, algo que me pone triste.
Nunca antes he soñado con mi madre y me ha dejado un poco alterada.
La estación de servicio no está muy concurrida y después de haber ido al
baño, paso un par de minutos caminando por los pasillos para ver si hay algo que
me gustaría comer. Tal vez un regalo que me gustaría darle a Elliot que dijera
gracias por… ser tú mismo. Hay una gran pila de bocadillos Rice Krispy tamaño
grande en una góndola y tomo uno, me llevo el envoltorio a la nariz e inhalo para
ver si puedo olerlo.
Es débil, pero el aroma está allí y por un momento, se me encoje el corazón
cuando recuerdo a Patrick trayendo platos llenos de ellos a nuestro pequeño
escondite en el patio trasero. Cline nunca podía contentarse con uno solo. Siempre
tenía uno en cada mano, como si su madre pudiera atraparlo en cualquier momento
y tendría que meterse ambos en la boca, en un intento desesperado por tener un
último dulce antes de volver a la tierra de los jugos y frutas deshidratadas.
Ni siquiera lo oigo acercarse. Puedo sentirlo ponerse tras de mí antes de abrir
los ojos para reconocer que está allí.
—¿Recuerdas la última vez que comimos estos? —pregunto.
Cline pasa un brazo sobre mi hombro y toma uno de los paquetes en su mano,
girando el envoltorio azul brillante.
—Probablemente cuando teníamos doce años. Mi mamá se dio cuenta de que
tu padre me los había estado dando, ya que se me quedaron pegados en el cabello. 93
Me vuelvo y lo miro riendo.
—¿Estabas tratando de guardar un par para comerlos más adelante?
La mirada en sus ojos es todo menos divertida. Me está midiendo, como si
estuviese decidiendo sobre preguntarme algo o no. Soy muy consciente de todo en
este espacio de tiempo. El olor de la tienda. La arruga de la envoltura en la mano.
El zumbido de las luces fluorescentes. Lo desenfocada que tengo la vista cuando
me mareo esperando que hable.
Se aclara la garganta y baja la mirada a sus manos y luego de vuelta hacia mí,
un tic en su mandíbula me alerta de la gravedad de la situación.
—¿Huiste por mi culpa? ¿Fue mi culpa, Byrdie?
Hasta la última cosa que siempre he querido decirle se acumula en el interior
de mi garganta y la presión en el pecho se expande, hasta que estoy segura que voy
a perder el conocimiento. Sin embargo, este no es el momento ni el lugar para ello.
Tengo un plan y no se llevará a cabo de pie delante del refrigerador de cerveza en
una gasolinera Chevron.
Espero unos segundos y me recompongo antes de hablar, aunque puedo
sentir que mi silencio está dándole Cline más de una respuesta que un simple sí o
no.
—No huí. Por lo tanto, no.
Me mantiene la mirada, los ojos fijos en el otro y los cuerpos a solo
centímetros por primera vez en lo que se sienten millones de años. Es tan familiar
y, sin embargo, la cosa más extraña de toda mi vida ahora mismo.
—¿Por qué mentiría tu padre sobre eso? ¿Les diría a todos que huiste si no
fue así? —cuestiona, en voz baja y un poco temblorosa.
Me encojo de hombros y aparto la mirada, tomado otro caramelo antes de
moverme.
—Algunas mentiras son más fáciles de decir en voz alta que la verdad.
No hay razón para que me gire y le mire al rostro mientras me alejo. Hay
confusión y dolor, algo que ya he visto muchas veces antes, más de las que puedo
contar. Parte de este viaje está enmendando esas cosas, pero me estoy esforzando
a seguir el consejo de mi terapeuta y seguir con el plan que tengo en mente. Ignorar
el impulso de decirle todo aquí y ahora, es abrumador. Y es por eso exactamente,
por lo que sé que no está bien.
No es el momento.

94

El primer día que conocí a la doctora Stark. No me miró con lástima o como
si fuera una especie de milagro. No me trató como si fuese una especie de cosa sin
solución que no podía ser curada. Me trató como a una persona y no sabía cómo
responder a eso.
La primera sesión empezó con la pregunta ¿Qué te trae por aquí? Y respondí
con un nombre, por lo que me interrumpió. No fue quién me llevó allí. No hubo
una sola persona que me hizo terminar en su oficina. Sino dos personas fueron
responsables del tiempo que pasé en el hospital mientras Patrick y Miranda hacían
control de daños y mentían diciendo que me había escapado. Casi esperaba oír a
la terapeuta diciéndome que nadie podía hacerme sentir inferior sin
consentimiento, pero se detuvo.
Me pidió que le contara la historia completa. Un resumen completo. Así que
le hablé de todo, hasta el último momento que podía recordar, y ella escribía todo
el tiempo. Cruzaba y descruzaba las piernas, movía la cabeza y dejaba de escribir a
intervalos determinados, si algo importante salía de mi boca. De lo contrario, era
únicamente profesional y para el final de la primera sesión, creo que había dicho
todo lo que podía pensar, a partir del momento en que nací hasta ese mismo
instante que estaba en su oficina.
Había culpa y remordimiento por todos lados, casi como si la pudiese ver
acumulándose a mi alrededor. Cuanto más hablaba, cuanto más mataba, cuantos
más cuerpos había, más culpa había. Todo el mundo había aportado a mi
sufrimiento y eran un poco la razón por la que estaba sentada delante de esta mujer
delgada, con el cabello de color miel y una expresión en blanco, a la que le estaba
desnudando mi alma de quince años.
Para cuando había terminado, era un desastre, tanto emocional como
físicamente. Había llorado hasta que quedé seca y me dolía el cuerpo por eso. Pero
lo único que hizo fue ofrecerme un pañuelo de papel y luego un pequeño consejo
que cambió el curso de mi vida para siempre.
—Ahora que ya dejaste de culpar a los demás por tus temas, podemos
empezar a trabajar en la raíz de los problemas en tu interior, Audrey. Vamos a
averiguar de dónde proceden.
Fue la incapacidad de comprender su origen, de dónde surgían esos
problemas, lo que me había confundido tan profundamente. No tenía idea de quién
era realmente, o de dónde había venido realmente. Ahora, las únicas personas que
sabían la verdad eran unos adultos a quienes se les pagaba por conocer mis secretos
o estaban tratando de fingir que no existían.
Entonces me asignaron a Cara, la voz al otro lado del teléfono. Mi registro
semanal para asegurarse de que todo estuviera bien. Una especie de amiga por 95
correspondencia o por internet, pero habíamos sido relegadas a hablar solamente
por teléfono y con el propósito expreso de mi bienestar mental.
Sentada en el auto con Elliot mientras volvíamos a Alabama, me pregunto si
va a llegar un momento en el que pueda contarle a alguien cómo me siento en lugar
de depender de una llamada los martes por la noche. Me pregunto si este plan que
mi terapeuta puso en movimiento, donde me despojo de esas nociones
preconcebidas acerca de la culpa que asociaba a cada persona por haber
contribuido a lo que pasó hace tantos años, realmente hará una diferencia. Me
pregunto si voy a salir de esto como una especie de mariposa monarca. Tal vez
vaya a terminar como la polilla confundida en el baño, tropezando con todo y
tratando de escapar de un baño.
Me pregunto cómo será September como psicóloga cuando finalmente
establezca su propio consultorio. Cuando estábamos en el acantilado y me estaba
desmoronando, fue muy amable y tranquilizadora. Lo supo antes de que le dijese
algo. Debe haber sido el miedo en mis ojos. O la forma en que me hice un ovillo
y empecé a volverme loca acerca de cómo no había forma de que fuese a atravesar
esa plataforma. Me dijo que todo estaba en mi cabeza. Su toque fue muy tierno y
tranquilizador. Su voz fue muy tranquila y relajante. Sostuvo mi mirada mientras
hablamos y me animó a enfrentar mis temores.
Sonrío cuando un pensamiento me golpea de repente. Por la forma en que
Cline se ha interesado en ella tan rápidamente, ¿terminaría siendo September
Worley? ¿O September Somers?
—¿De qué te estás riendo? —pregunta Elliot mientras se detiene en un
semáforo en rojo.
Cline y September paran al lado y los miro para verlos hablando con las
ventanillas bajadas. Unas sonrisas enormes y tontas en sus rostros. Se gustan tanto
que es ridículo.
—Si esos dos se casan, entonces, su nombre será September Somers —indico
sin ningún tipo de sarcasmo.
—Se conocen desde hace solo tres días. Creo que todavía no puedes empezar
a planificar una boda para ellos —comenta Elliot cuando la luz cambia a verde.
Avanzamos por lo menos treinta segundos antes de que September se dé
cuenta de que la señal ha cambiado y me giro para mirar al chico sentado a mi
izquierda.
—Tengo un presentimiento acerca de esto. Sé que ya no estamos cerca, pero
es bastante fácil de leer cuando se trata de chicas. No lo he visto interesado en
alguien antes. Ni siquiera Kelsey. Y estoy bastante segura de que su cerebro de
doce años de edad, pensó que iba a casarse con ella algún día. 96
Los hombros de Elliot se elevan un poco y agarra firmemente el volante, los
ojos todavía en el camino.
—¿Crees que alguna vez vas a confiar en mí lo suficiente como para decirme
lo que realmente pasó entre ustedes dos?
Me encojo de hombros y miro por la ventana, sin saber mi respuesta.
—No lo sé. Porque la respuesta es que no pasó nada entre nosotros. Ese es
el problema. Todavía no está claro cómo se supone que debo disculparme por salir
de una amistad sin ninguna explicación, porque era mejor para mí en ese momento
y lo mejor para él a largo plazo.
Sin embargo, tengo tres días para encontrar las palabras para decírselo.
H ay una parte de mí que ha querido mirar los diarios de Wendy
cuando Audrey los ha dejado sin supervisión para poder ver lo que
lee mientras conduzco o cuando tiene uno de sus momentos de
tranquilidad. Sé cuán molesto estaría si encontrara a alguien revisando las cosas de
mi padre, así que no lo hago.
Las primeras cartas que envió no eran mucho, solo páginas azules diciendo
lo mucho que extrañaba a mi mamá. Siempre comenzaban con “Roseanna, nena”
y siempre terminaban con “Todo mi amor, Pete”. Ese primer despliegue fue 97
directamente después del once de septiembre y su unidad fue una de las primeras
en ir —con movilidad y sin establecerse—, así que no podíamos llamar. Ni
podíamos enviar correo. Solo podíamos recibirlo. Había enviado pequeñas cartas
para mí también, pero no eran mucho, solo lo suficiente para que leyera que me
extrañaba.
Los despliegues no eran largos, pero eran uno tras otro y en un lapso de dos
años hizo tres despliegues a Irak y Afganistán. Mi madre había estado pegada a la
televisión, viendo reportajes cuando rehenes eran rescatados y bombas detonadas.
Cada vez que sonaba el timbre de la puerta, ella palidecía, y ahora sé lo que
esperaba, pero en ese momento, era común que mis amigos vinieran a jugar. No
entendía su ansiedad hasta que crecí.
Estaba en su último despliegue cuando sucedió. Fue un auto bomba en un
punto de control. No te dan mucha información y guardan secretos sobre un
montón de cosas que suceden en el extranjero, pero la forma en que mi padre
murió fue heroica y se aseguraron de decirme eso en su funeral. Que había muerto
corriendo hacia los otros hombres de su unidad, tratando de salvar sus vidas. Su
nombre sigue vivo, impreso en las pulseras de plata que sus amigos usan en su
memoria, junto con los otros cinco hombres que murieron ese día.
Dejó atrás a una esposa en duelo, un confuso hijo de ocho años, una caja de
cartas y un álbum lleno de fotos de él en Afganistán con personas que consideraba
sus hermanos. Con su rostro cubierto de tierra y el sol cayendo con fuerza por
todas partes. Él estaba orgulloso. Estaba haciendo algo.
Una parte de mí espera que, al hacer esto por Audrey, tal vez estoy haciendo
algo también. Algo de lo que mi padre estaría orgulloso. Siempre había apoyado
mucho mis intereses y cómo funcionaba mi cerebro, mi amor por la construcción
y la forma en que quería saber exactamente cómo funcionaba todo. Me pasaba
horas construyendo Legos y esperaba hasta que apenas podía mantener mis ojos
abiertos solo para escucharlo pasar por la puerta y decirme que era el mejor
constructor que había visto nunca.
Mi juego no es en su memoria. Es en su honor.
Sentado en el pequeño escritorio en un hotel barato a las afueras de Mobile,
Alabama, me recuerdo eso cuando pongo los toques finales a un personaje que
luce exactamente igual que mi padre. Sus ojos miran hacia mí desde la pantalla,
inquietantemente realista. No sé si reír o apagar mi ordenador portátil y dar un
paseo alrededor de la piscina para aclarar mi cabeza.
Audrey aparece en ese momento exacto, abriendo la puerta del baño, usando
un vestido de verano rojo. Los tirantes son finos y hacia arriba y cruzados en su
espalda en un interesante patrón que me llama la atención cuando se da la vuelta 98
para mirar su reflejo en el espejo de cuerpo entero. Pidió que nos detuviésemos en
la tienda de camino a la ciudad y la vi tomar el vestido junto con algunos otros
artículos, casi como si no quisiera hacerlo pero no pudiera evitar comprarlo.
—No sabía si encajarían mis tetas —dice en voz alta y luego se vuelve hacia
mí con los ojos amplios—. Probablemente no es algo que estás acostumbrado a
escuchar. Lo siento por eso. —Sus mejillas casi coinciden con el color del vestido
que lleva puesto. Por si sirve de algo, sus pechos encajan. Muy bien, si soy honesto.
Tal vez un poco demasiado bien, de acuerdo con lo rápido que tengo que apartar
la mirada.
—Te ves linda —digo mientras guardo mi trabajo y cierro mi ordenador
portátil. Está quieta y observándome cuando me doy la vuelta para mirarla de
nuevo—. ¿Qué? Lo haces. Te queda bien ese color. También me gusta el cabello.
—Compró una caja de tinte y eligió un color marrón oscuro, casi negro, por todas
partes, cubriendo las puntas más claras. Hace que sus ojos destaquen más.
—Por favor, deja de decirme cosas bonitas. No sé cómo recibir cumplidos.
Me hacen sentir incómoda —dice y comienza a tirar el vestido.
Me levanto y camino hacia ella, tomando sus manos con las mías.
—Solo di gracias y continúa. Inténtalo.
Su pecho se pone rosa brillante y respira con dificultad mientras mantenemos
el contacto visual. Juro que puedo ver lágrimas acumulándose en sus ojos antes de
que aleje la mirada.
—Gracias. —Da un paso atrás y aparta sus manos de las mías, alcanza la bolsa
de plástico sobre su cama y saca dos gorras—. Compré una de cada una. No estaba
segura de a quién querrías representar por estos lares. Somos una casa dividida hoy,
señor Clark. ¿Vas a gritar Roll Tide5? —Extiende la gorra de color borgoña hacia
mí y luego arruga su rostro y niega—. Haz esa cosa donde la visera queda menos
plana. Esa cosa que hacen los chicos. Es un poder mágico que no poseo. —Se
queda parada allí, observando la gorra con una mirada dudosa en su rostro, luego
me la tira con una demanda silenciosa para que la arregle.
Me río mientras doblo el borde y espero a que reúna el resto de sus cosas
antes de salir. Por el rabillo de mi ojo puedo verla hurgando dentro de un par de
botes de color naranja y luego toma un trago rápido de agua antes de girarse hacia
mí como si nada acabara de ocurrir.
—Los tortolitos deberían estar esperándonos abajo. ¿Estás listo para
experimentar la mantequilla frita? —pregunta, extendiendo su mano por la mía.
—Voy a pasar —digo sosteniendo la puerta de la habitación abierta para ella
y permitiéndole pasar delante de mí—. Quiero vivir más de veintidós años. La
muerte por calorías no sería mi elección de suicidio. 99
Su mano se ha ido de la mía en un instante, de repente jugando con un
pasador en su cabello.
—Lo siento —murmura—. Se estaba cayendo. —Pero no me vuelve a dar la
mano mientras bajamos en el ascensor.
Cline y September nos están esperando en las puertas y Audrey tiene una
sonrisa estampada en su rostro en el momento en que los alcanzamos. Extiende su
mano para darle a Cline la gorra de los Auburn Tigers6 como un regalo. Él parece
sorprendido por un instante antes de recomponerse y tomarla. La visera está rota
para el momento en que llegamos a la feria y el momento incómodo en el pasillo
del hotel se encuentra en el olvido bajo los sonidos de niños gritando y chillando
en las atracciones. El olor a comida frita llena el aire y mi estómago retumba con
deseo.
El cielo ha estado gris claro durante todo el día, pero cuando la noche
comienza a caer, las nubes se acercan y se profundizan en un tono más oscuro. El
aire se siente espeso con la humedad y mis brazos están sudando momentos
después de no estar en el auto con el aire acondicionado.
5
Alabama Crimson Tide: equipo deportivo de la Universidad de Alabama, situada en Tuscaloosa, Alabama.
6
Auburn Tigers: equipo deportivo de la Universidad de Auburn.
September ha recogido su cabello en un moño, algunos mechones caen
alrededor de su rostro y se pegan a su frente cuando alza la mirada hacia la gigante
Rueda de la Fortuna, mientras Cline y yo compramos las entradas. Su vestido es
sin tirantes y lleva botas, está bonita sin esfuerzo y cómoda en su propia piel junto
a Audrey, que tuerce su cabello en un nudo y lo suelta una y otra vez. La diferencia
entre ambas salta a la vista mientras están paradas una al lado de la otra.
Me acerco poniéndome detrás de Audrey y me inclino sobre su oído.
—¿Quieres que recoja tu cabello por ti? —Incluso bajo el calor de un verano
de Alabama, la sensación de mi respiración contra su cuello hace que la piel de
gallina se levante y, en vez de contestarme, quita una goma de su muñeca y me la
ofrece. Su atención se dirige a la pulsera de aluminio alrededor de su muñeca otra
vez y desearía que, por una vez, pudiera encontrar una cierta apariencia de calma
durante más de treinta segundos.
Aseguro su cola de caballo y la giro para que me enfrente con una sonrisa y
un guiño.
—Perfecto. ¿Vamos a la Rueda de la Fortuna?
—Ni en sueños, Elliot. Pero voy a dejar que me lleves a esa atracción de
gravedad cero de allí. —Apunta a una atracción circular donde las personas están
de pie, pero la máquina se está moviendo tan rápido que son forzadas contra la 100
pared deslizante, paralizadas. Cada pasajero está gritando como loco y riendo al
mismo tiempo.
—Me apunto —dice September y toma un puñado de entradas de Cline en
una mano y la palma de Audrey en la otra. Las chicas se van y me quedo con Cline,
observándolas.
—Ella me la chupó en la ducha —deja escapar.
—¿Qué demonios, hombre? No necesito saber eso. —Le lanzo una mirada
de asco y empiezo a caminar detrás de las chicas.
Trota un momento para alcanzarme con sus ojos amplios.
—Podrías. ¿Ves cuán cercanas son? Mi chica podría estar, como, oye, Audrey,
¿quieres compartir un refresco? Y ella estaría todo, como, oh, sí, vamos a hacer eso, pero solo
un popote porque somos chicas y hacemos mierda rara como esa. Y entonces estarás besando
a Audrey más tarde esta noche y…
Lo golpeo justo en su brazo para que se calle.
—¡Ay! —grita.
Un hombre que pasa con una gorra de Alabama igual a la mía, apunta hacia
mí y se jacta:
—¡Eso es! ¡Roll Tide!
—Estás usando la gorra incorrecta esta noche —digo y golpeo a Cline de
nuevo. Se encoge y finge que me va a devolver el golpe, pero no lo hace. En
cambio, me pone bajo su brazo y me quita la gorra, huyendo con ella sobre su
cabeza mientras se encuentra con las chicas esperando por la atracción.

Ha empezado a lloviznar y hemos montado cinco atracciones hasta el


momento, recorrido toda la feria y vimos a un grupo de niños de nueve años bailar
tap con faldas más grandes que mi habitación. La sonrisa en el rostro de Audrey
es enorme y no puedo dejar de mirarla.
Está sosteniendo un pastelito en una mano y un flan en la otra, mientras
equilibro un hot dog en pan de maíz y una enorme soda. Cline y September se han
subido a la Rueda de la Fortuna y tardará al menos otros diez minutos en llegar a
la parte superior y hacer todo el camino de regreso. Nos dirigimos lejos de las luces
y los sonidos hacia la hierba y las rocas de un campo más allá de los parámetros de
la feria. Hay una ligera brisa a medida que avanzamos para sentarnos y la falda de
Audrey vuela hacia arriba, haciéndola reír y tratar de sujetarla con sus dos manos 101
ocupadas. No tiene éxito y acaba aterrizando de culo sin gracia, azúcar en polvo
deslizándose del plato a su regazo en el proceso.
—Imagínate. Estoy aquí intentando actuar como una dama y todos los
elementos están en contra de mí. —Agita su puño al cielo con falso enojo.
—No tienes que actuar como una dama —le digo justo cuando me giro para
mirarla y ver que ha dado un gran bocado al pastelito y tiene polvo blanco sobre
sus mejillas y bajo su nariz—. Me retracto de esa declaración. Tal vez tratar un
poquito sería útil.
Su risa provoca que más azúcar en polvo vuele en el aire. Me pasa la comida
y la compartimos hasta que todo se acaba y limpiamos lo mejor que podemos,
aunque su vestido rojo tiene manchas que no van a salir sin un buen lavado. La
llovizna hace muy poco para ayudar a la situación. Simplemente desaparece en el
tejido tan pronto como se pone en contacto.
Contemplamos las luces de la feria más allá de nosotros, un fuerte contraste
con el oscuro cielo nocturno, borrando cualquier estrella que está brillando por
encima de ella. Me recuerda cómo me siento cuando estoy cerca de Audrey. Cuán
ruidosa y brillante y caótica puede ser. Cómo puede absorber todo el entorno a su
alrededor hasta que es el único punto focal. Podría atenuar incluso la más brillante
de las estrellas si solamente saliera de su cabeza.
Mi atención está en ella de nuevo mientras mis pensamientos giran en mi
cabeza y puedo verla observándome, las luces intermitentes en la distancia
reflejadas en sus ojos oscuros. Me inclino hacia delante y no se mueve, solo sigue
mirando mientras avanzo.
—Quieres que te bese tanto en este momento —digo.
Sus cejas se juntan y resopla, sus ojos alejándose en lugar de mantenerse
firmes en los míos.
—No, no lo hago.
—Sí, lo haces. Puedo verlo. Pero no voy a hacerlo. No hasta que me lo pidas.
Porque creo que significa algo para ti, pedirle a la gente que haga cosas. Pedir cosas.
Así que, cuando finalmente decidas que estás lista para ese beso, solo házmelo
saber.
Se apoya sobre sus codos y mira hacia el cielo, su cola de caballo pasando a
lo largo de la hierba mientras sus ojos se cierran y la lluvia golpea su rostro
ligeramente.
—No. Estarás esperando para siempre y un día, Elliot. No voy a pedirte que
me beses. Deberíamos mantenerlo de esta forma. Todo este anhelo. Esta
acumulación a la nada. ¿Lo harán? ¿No lo harán? —Sus ojos se abren y mira por
encima de su hombro hacia mí, bromeando, pero su rostro es serio—. Vamos a 102
ser la más grande historia de amor jamás contada.
E n algún lugar a lo largo de este viaje, se suponía que tenía que
encontrar a mi madre. Algunos pedazos de cercanía con ella, o una
idea de quién era, que me ayudaría a sentirme, de alguna manera,
unida a ella. Pero me siento más distante a medida que pasan los días. No siento
que estoy aprendiendo más acerca de Wendy.
Tal vez, estoy descubriéndome a mí misma en su lugar.
Hay una sensación de pesadez que se está estableciendo en mis hombros
mientras viajamos a Mississippi, porque es nuestra última parada y la que he estado 103
deseando tanto y temiendo más. En primer lugar, este es el estado natal de
September, así que una vez que hayamos terminado aquí, se quedará, y no tengo
ni idea de cómo impactará esto a Cline. En segundo lugar, este es el lugar donde le
contaré todo y después, creo que tal vez quiera quedarse con ella y yo podría ser
un completo desastre. El peso de lo que está por venir me carcome en el interior
y hace que me duela el estómago, hace que sienta la cabeza pesada, los
medicamentos pasando a través de mis venas protestan contra la inminente caída
de la serotonina.
Mi instinto es hacerme un ovillo y dormir. Tal vez esto era una mala idea. Tal
vez todo lo que creo que va a salir bien, en realidad, va a estallarme en el rostro y
terminará mil veces peor de lo que pudiera imaginar. Con dedos temblorosos,
alcanzo debajo de mi asiento y ciegamente sujeto mi bolsa. Me he acostumbrado
tanto a tenerla allí, en mi momento de necesidad que es una segunda naturaleza
sacarla ahora. Hubo un tiempo en que pensé que tal vez sentir demasiado era mejor
que no sentir nada en absoluto, pero aprendí rápidamente que estaba muy, muy
equivocada.
La voz de Elliot rompe a través de la charla en mi mente que suena tan fuerte
que es como si hubiese tenido una conversación completa en voz alta en la cabina
del auto por mí misma. Y, sin embargo, hemos estado conduciendo en silencio,
solo el sonido bajo de la radio sonando como ruido de fondo.
—Vamos a tomar el almuerzo en este lugar aquí mismo. ¿Tienes hambre?
La preocupación en sus ojos hace que se me agite un poco el corazón,
abriéndose paso bajo la niebla construyéndose alrededor de mi cerebro. Pongo una
sonrisa en mi rostro, como de costumbre y asiento.
—Estoy hambrienta. —Quiero pan. Carbohidratos. Azúcar. De repente,
tengo antojo de lo que sea que pueda poner mis manos que podría hacer que me
sienta un poco mejor acerca de mí misma. Miranda llamaría a esto “comer mis
sentimientos”.
Cline y September están esperando en el estacionamiento, apoyados en la
parte de atrás de su auto, chupándose el rostro el uno al otro, cuando nos
acercamos.
—Busquen una habitación —bromea Elliot, golpeando a Cline en el cuello,
sabiendo muy bien que ese es su punto más delicado.
El gigante se ríe como una niña y se dobla por la mitad, luego se levanta y se
endereza como si fuera un hombre y entrecierra los ojos a su compañero de
habitación.
—Teníamos un trato, hombre. Eso era un secreto que llevarte a la tumba. 104
Elliot se encoge de hombros.
—No le dije a nadie que tenías cosquillas. Técnicamente, solo lo mostré. Es
más bien una laguna legal.
Todavía están discutiendo sobre semántica, mientras nos dan una mesa y nos
entregan los menús. Estoy sentada frente a September, que, claramente, está
disfrutando de la majestuosa exhibición de ego masculino. Su camiseta sin mangas
tiene una impresión azteca naranja y marrón brillante y está usando joyería de
turquesa, que resalta su color oscuro y bronceado. No puedo dejar de mirar lo
increíblemente bonita que es y maravillarme de lo inferior que me siento en su
presencia, sin embargo, lo mucho que me hace sentirme a gusto.
Sus ojos verdes se encuentran con los míos a través de la mesa y sonríe, toda
con dientes blancos y pecas.
—¿Estás bien?
—Si estoy bien. ¿Por qué? ¿Me veo como si no estuviera bien? Porque lo
estoy. —Estoy destrozando el borde del menú con los dedos y no puedo
acomodarme en el asiento ni para salvar mi vida.
Su rostro se pone serio y extiende su mano como si fuera a consolarme, pero
aparto las manos de su alcance. No necesito llamar la atención sobre lo que está
pasando en este momento.
—¿Estás molesta por algo? ¿Necesitas hablar? —Está preguntando y el hecho
de que parece que le importa y su voz suene como que es así, también, está
haciendo que en mis ojos empiecen a formarse las lágrimas y parpadeo
furiosamente para mantenerlas a raya.
—He dicho que estoy bien. De verdad. Solo quiero conseguir algo de comer.
Y no sé exactamente dónde está ese árbol al que se supone que debemos ir esta
noche, así que me estoy estresando un poco. Y bueno, ya sabes, este es tu último
día con nosotros… pero por lo demás, estoy bien. —No me di cuenta que toda la
mesa se ha quedado en silencio y todos tienen la mirada puesta en mí. De alguna
manera, durante mi discurso, he diezmado dos servilletas y yacen en una pila
rasgada delante de mí.
—Parece como si estuvieras llevando las cosas como una campeona —
murmura Cline, mirando los restos sobre la mesa.
—¿Piensas que esto es estar estresada? —cuestiono—. ¿Sabías que un pulpo
se come a sí mismo cuando se estresa? Eso es no manejar las cosas bien. Eso es
demasiado dramático. Diría que estoy muy bien. —Asiento, con los ojos muy
abiertos, tratando de convencerlos de mi cordura, pero temo que estoy fallando 105
estrepitosamente.
Cline entrecierra los ojos.
—Teniendo en cuenta el hecho de que hay ciertas especies de pulpo macho
que se desprenden de su propio pene, se lo tiran a una hembra para que se
embarace a sí misma y luego les crece un nuevo pene, no creo que ese sea el animal
con el que estaría comparándome si quisiera mantener cualquier nivel de
normalidad.
La risa de Elliot corta a través de la tensión, haciendo que me estremezca.
—Espera… ¿El pulpo simplemente se lo lanza? ¿Al igual que, jabalinas a
través del agua?
Ahora September también está riendo, haciendo un movimiento con su brazo
como si estuviera lanzando una polla.
—¡Aquí, tómalo, pedazo de culo caliente de ocho brazos! Te lo has ganado.
Solo haré que me crezca otro, ¿ves?
Cline se apoya cerca del lado de su rostro y le da besos junto a su oído.
—Eres tan sexy. ¿Realmente tienes que quedarte aquí? ¿No puedes venir
conmigo por el resto del verano?
Cuando ella gira la cabeza, están a solo un centímetro de distancia y no puedo
apartar los ojos de ellos.
—Estamos a solo un estado de distancia. Tengo cosas que hacer aquí. Voy a
visitarte antes de regresar a la escuela, lo prometo —murmura.
—Iré a donde quieras que vaya —susurra él en respuesta.
—Oh, asco. Paren. Suenan como esas canciones de amor de mierda en la
radio y está haciendo que me den ganas de vomitar. —Sostengo mi menú frente al
rostro para bloquearlos.
—¿Qué tienes en contra de las canciones de amor en la radio? —me pregunta
Elliot a mi derecha mientras mira por encima de su menú, sin hacer contacto visual.
—No me digas que crees en esas cosas. Vamos. Todo eso de “si el mundo se
viene abajo, estaría sosteniéndote, viendo el cielo caer sobre nosotros, esperando
que la tierra explotara…”. Eso ni siquiera es factible. Y déjame decirte algo, ¿de
acuerdo? Si el mundo diera vueltas hacia otro planeta y el cielo se estuviera cayendo
o el núcleo de la tierra estuviera a punto de explotar, estaría corriendo. Y es mejor
que estés corriendo, también. —Miro a de Elliot y está sonriendo hacia el menú—
. ¿Qué? —pregunto, bajando el mío hacia mi regazo.
—Quiero decir, entiendo lo que estás diciendo. Realmente, tampoco creo en
las canciones de amor. Y eso fue un gran discurso el que acabas de hacer. Pero 106
creo que puedes cambiar de opinión algún día.
—¿Y por qué es eso? —interrogo, el corazón me late saltándose con ansiedad
un latido en mi pecho.
Su sonrisa se ensancha, pero aún no me mira.
—Debido a que acabas de decir que yo también debería estar corriendo. Era
parte del “nosotros” en ese escenario que acabas de inventar.

La casa de September es más grande de lo esperado y su familia no está en


ninguna parte.
—Están de vacaciones hasta la próxima semana, por lo que tenemos el lugar
para nosotros. Son bienvenidos a quedarse todo el tiempo que deseen. No tienen
que irse a menos que realmente necesiten hacerlo. Tengo suficiente espacio para
todos.
Nos guía por el gran vestíbulo y nos muestra la planta baja, señalando la
cocina completamente equipada, impecable. El salón tiene un televisor de setenta
pulgadas colgado encima de una chimenea falsa y su patio trasero tiene una piscina
de gran tamaño, con un trampolín. Arriba, hay cinco dormitorios e invita
inmediatamente a Cline a quedarse con ella, quien no se opone. Nos ofrece la
habitación de invitados a Elliot y a mí, pero también señala que soy más que
bienvenida a quedarme en la habitación de Thursday si así lo prefiero.
El rostro de Elliot es completamente plano y sin expresión cuando coloco mi
bolsa en la habitación de invitados con la suya.
—El árbol está a unos cuarenta kilómetros de aquí, así que deberíamos
cambiarnos y salir alrededor de las nueve, de acuerdo con lo que mi madre escribió
sobre el lugar —explico mientras comienzo a sacar cosas de la bolsa de viaje.
—De nuevo, ¿qué es esto exactamente? —pregunta Elliot, sentado en la gran
la cama de matrimonio y dejándose caer de espaldas, gira la cabeza hacia un lado
para poder mirarme a medida que continúo sacando ropa para la noche.
—Se llama El árbol de la Confesión. Está en el bosque, a un lado de estos
vecindarios que se cruzan, detrás de un cementerio. El árbol en sí está muerto y la
parte superior está podrida, pero la base es muy alta. Es hueca y alguien excavó un
agujero, como una puerta, donde la gente puede entrar. El diario de Wendy dice
que fue allí con un grupo de personas con las que viajaba justo antes de conocer a
Patrick y se turnaron para ir de dos en dos y confesarse cosas el uno al otro. No sé
exactamente qué. —Recojo mis artículos y me giro para enfrentarme a su mirada 107
curiosa.
—Ya sabes lo que vas a decir, ¿no? —No es una pregunta. Elliot es demasiado
inteligente para eso.
—Tengo cosas que necesito decirle, Elliot. Y esta podría ser la única manera
que pueda conseguir que me escuche, sin que me juzgue, grite o huya. Vale la pena
intentarlo. Y si sale mal, entonces por lo menos lo habré intentado. —Me tiemblan
las manos y mantengo todo más cerca de mi cuerpo para detenerlo.
Se sienta y me mira, sus oscuros ojos buscando.
—¿Y yo? ¿Entraré contigo?
Sonrío.
—Depende de si tienes algo que decirme, supongo.
No espero su respuesta antes de salir de la habitación para tomar una ducha
y prepararme para lo que vendrá después.
La camioneta de Anderson está hecha para el tipo de viaje que estamos a
punto de comenzar y September nos asegura que no iba a tener un problema con
que la tomáramos. Cline está entusiasmado de la emoción, subiendo detrás del
asiento del conductor de la cabina extendida del Chevy, ajustando los espejos,
deslizando a su chica más cerca de su lado antes de salir del camino de entrada y
hacia la cálida noche de Mississippi.
Viajamos con las ventanillas bajadas, un tenue conocimiento de dónde
debería estar nuestro destino y nada más que los faros enfrente de nosotros y la
radio subida a niveles casi ensordecedores. Cline tiene la cabeza fuera por la
ventana, el cabello soplando en el viento, gritando en la noche como si hubiese
perdido la maldita cabeza. Entonces me doy cuenta de que está feliz. He olvidado
cómo se ve la felicidad en él, ha pasado mucho tiempo.
Sujeto instintivamente la mano de Elliot en el asiento y la toma, entrelazando
nuestros dedos y colocando las manos sobre su muslo izquierdo. Se mueve más
cerca, solo unos centímetros más o menos, pero es suficiente para hacer que la
tensión en mis hombros se relaje. Miro su perfil en la oscuridad del asiento trasero
y tiene los ojos cerrados, mientras que el aire de las ventanas le golpea el rostro, el
viento agitando su cabello oscuro hacia atrás y haciendo que sus pestañas se
muevan con la brisa. He peleado contra la atracción que crece dentro de mí con
cada gramo de fuerza de voluntad que tengo, pero en este preciso momento, sé 108
que no puedo más.
Tengo sentimientos por él y estoy muerta de miedo por lo que eso significa.
Después de unos minutos de mirarlo fijamente, abre los ojos y miro hacia
otro lado, por la ventana, tratando de colocarme el cabello detrás de la oreja, como
si hubiese estado disfrutando del paisaje afuera en lugar de dentro de la cabina de
camioneta. Un pulso de su mano contra la mía me alerta de la contracción de mis
dedos, respiro profundamente y me giro para mirarlo de nuevo. Se lame los labios
y se inclina hacia adelante, pero esta vez no retrocedo o me quedo quieta, también
me muevo hacia él. Su mejilla roza la mía y coloca un beso suave en mi oído.
—Ya casi estamos allí —indica, bajo y profundo, haciendo que me
estremezca.
Asiento en respuesta y se retira para darme una sonrisa de aliento.
Me concentro en sus palabras y su boca. Cómo pronuncia las eses. La forma
en que salen diferente y más gruesas que cualquier otra cosa que dice. Pienso en
sus ojos, en lo amables que son o lo preocupado que pueden ser. Cómo lucían al
saltar desde el acantilado y salir del agua, su cabeza emergiendo y sus ojos
buscándome para sujetarme y abrazarme a él mientras gritaba de emoción.
Pienso en su promesa y espero que después de esta noche, todavía se sienta
de la misma manera.
Cline frena la camioneta, pero la deja encendida y September se aparta del
asiento delantero para mirar atrás, hacia mí, lanzando su mirada a mi mano en la
de Elliot por un mínimo segundo antes de hablar:
—¿Estacionamos aquí? Cuando lo busqué, todos los sitios que vi decían que,
si la gente en el vecindario te atrapa, llamarán a la policía.
Miro a mi alrededor, a nuestro entorno y al punto más allá de una señal de
detenerse.
—Dirígete a ese estacionamiento de la iglesia. Parece un buen lugar para estar
si vamos a traspasar un cementerio, ¿verdad?
Cline murmura algo, se pone en marcha, luego estaciona la camioneta y
espera.
Miro el mapa que encontré y respiro profundamente antes de soltar la mano
de Elliot y salir. Iluminada solo por una luz de la calle, el mapa está dibujado a la
ligera y tengo que entrecerrar los ojos para ver en qué dirección nos está señalando.
Con un movimiento rápido de la muñeca, tengo las calles alineadas y cada nervio
de mi cuerpo está en alerta máxima.
—Es por este camino —informo, girándome hacia el grupo, ya que están 109
detrás, esperando instrucciones—. Estoy lista cuando ustedes lo estén.
L a noche está extrañamente calmada mientras caminamos la longitud
de las calles oscuras del vecindario de una señal de pare a la otra. El
sonido de nuestros pasos es casi ensordecedor, y casi quiero decirle a
todos que caminen en puntitas sólo por sí alguien está afuera de su porche a esta
hora de la noche con una escopeta. No soy una corredora, pero correría de armas,
fantasmas y zombis.
—¿Es este cruce… o este? —pregunta Cline, sosteniendo el mapa e
iluminándolo con la linterna de su teléfono. Hay dos caminos en la carretera 110
principal del vecindario, y el mapa no diferencia exactamente entre los dos.
September habla, apuntando con un dedo a la izquierda.
—Voy a asumir que es el camino con toda la niebla tenebrosa y sin
iluminación viniendo de este, y no en el que puedes ver casas y cosas.
—Mierda. Probablemente tiene razón. —Cline resopla y la atrae a su lado—
. No puedo creer que ninguno de nosotros traje un arma. O un cuchillo. O chacos.
—¿Qué habrías hecho con chacos? —sisea Elliot en la oscuridad.
—Golpearlos en los testículos —susurra Cline en voz baja.
Ya casi estamos en la ubicación, y cuando nos acercamos al final del camino,
una valla metálica aparece a la vista.
—Maldición. Hay una cerca. Supongo que tendremos que darnos vuelta e
irnos ahora… —Cline comienza a darse vuelta justo mientras Elliot levanta su
teléfono de nuevo, usando como linterna hacia el frente. Como alguna clase de
chiste enfermizo, hay un gran agujero cortado en medio de las uniones de la valla.
La niebla todavía sale de esta, y justo cuando paso del asfalto hacia el césped en
frente de la abertura, la temperatura cae algunos grados.
—Nop. No vale la pena. Esta es una mierda vudú o algo, Byrdie. ¿De verdad
se supone que tenemos que cruzar un cementerio? —Los ojos de Cline muestran
los reflejos plateados de la luna mientras paso hacia el cementerio.
—Debemos también cruzar un puente —digo sobre mi hombro.
—Mierda. No. —Puedo escucharle decirlo, pero está justo detrás de mí,
siguiéndome y tirando a September junto con él. Ella está susurrando algo para sí
misma, y después de un segundo, Elliot está directamente a mi lado.
—¿Qué está diciendo? —le pregunto cuando está lo suficientemente cerca.
—Está recitando el padre nuestro —responde antes de tropezarse un poco y
detenerse en seco—. Lo siento. Eso fue una tumba. Me paré sobre una tumba.
Arréglala. —Sus ojos son enormes.
Empujó el pequeño pedazo de cemento de nuevo en su sitio y hago una
reverencia.
—Nuestras disculpas.
—¡Así no es como esto funciona! —Cline está enloqueciendo detrás de
nosotros, y de repente siento su mano en mi hombro, empujándome hacia adelante
mientras jala a September detrás, y Elliot está corriendo al lado de nosotros. Hay
un sonido en los árboles a nuestra derecha, y él aumenta su paso antes de mover a
su chica frente a mí y empujarnos a ambas adelante. Con un último empujón 111
estamos en los árboles, Y Cline está buscando la linterna en el llavero de Anderson.
—Tenemos que venir preparados a la próxima —dije a través de su
respiración entrecortada. La luz de la pequeña linterna golpea el pequeño puente
curvado del que mi mamá escribió y él murmura que nos sigamos moviendo, así
que eso hacemos. En minutos, los árboles de repente se hacen más escasos, y el
cielo nocturno aparece una vez más, la luna llena sobre nuestras cabezas.
Ahí, justo frente a nosotros, rodeado por nada más que alto y espeso pasto,
está el árbol más grande que jamás he visto en mi vida. Al menos, lo que queda de
este. Las raíces son enormes, expuestas y expandiéndose cuatro metros o más en
cada dirección. Es justo como mi mamá lo había descrito, aunque más viejo. La
parte superior se ha ido, pero todavía se alza a cuatro metros de altura. La base se
ve como si pudieras meter muebles dentro y colgar una televisión… hacerlo una
sala de estar. Al menos la clase de sala de estar que estamos acostumbrados a ver
en universidades.
Damos vuelta desde el frente al costado, y ahí, como se prometió, hay tallada
una abertura. La puerta al Árbol de la Confesión.
—¿Qué hora es? —pregunto, mirando hacia atrás para ver a Elliot
observando una de las raíces más grandes expuestas.
Mira su teléfono.
—Son casi las diez.
—Perfecto. ¿Quién quiere ir primero? —pregunto, sabiendo que sin importar
quién responda, tendré la última palabra. Mi mente está corriendo y cada nervio
está alerta. Esto es.
—Iré primero con Cline —ofrece September. Su sonrisa es taimada, y mis
manos comienzan a sudar, preguntándome qué tiene que decir, pero feliz de que
él tenga algo dulce que recordar sobre esta noche si termino arruinando todo.
—Genial. Adelante —digo y apunto a la entrada. Hemos revisado para qué
es el árbol. Las reglas han sido establecidas. Una vez que han desaparecido, me
alejo para no escuchar lo que está sucediendo. Necesito concentrarme de todos
modos. Además, lo que digan no es mi asunto.
Elliot suena tan distante, pero cuando me doy vuelta para buscarlos, apenas
está a treinta centímetros a mi derecha.
—¿Qué dijiste? —pregunto.
Sus ojos están mirando a la luna, y su mandíbula se tensa antes de hablar para
que pueda escucharlo.
—¿Vamos a entrar? Los dos, quiero decir. ¿Decidiste que tienes algo que 112
confesarme?
—Dije que íbamos a entrar si tú tenías algo que decirme.
Una sonrisa juguetea en sus labios y asiente.
—Entonces supongo que somos los siguientes.
Si el tiempo puede congelarse, lo hace en esos minutos que estamos afuera
del árbol, y aun así, una vez que los otros dos salen y es mi hora de entrar con
Elliot, de repente me siento como si necesitara más de este. Hay un brillo en
September, y la sonrisa de Cline es de un kilómetro de amplio, pero estoy siendo
ponderada con cada segundo que pasa, incluso mientras pasamos a través de la
puerta y me paro dentro del dilapidado árbol para mirar al otro, cara a cara.
Mi corazón está latiendo muy rápido, pero me obligo a alzar la mirada a la
cara de Elliot mientras él la inclina a la mía. Sus hombros se ven tan amplios de
repente en este espacio íntimo. Estudio la curva de su nariz, el grosor de sus labios,
esos lunares en el costado de su cara. Luego cierro los ojos y tomo la respiración
más profunda que puedo reunir.
—No te traje en este viaje para poder usar tu historia en mi juego. —Su
confesión sale más rápido de lo que mi cerebro puede procesarla.
Con los ojos abiertos de nuevo, estoy mirándolo, tan tranquila como puedo,
su verdad dicha en voz alta entre nosotros. Estoy un poco sorprendida por sus
palabras.
—Sí, lo hiciste. ¿Por qué más sería? —pregunto.
Se encoge de hombros, alzándolos mientras mete las manos en los bolsillos.
—Mi papá hizo un montón de cosas grandes cuando estaba vivo. Yo no he
hecho nada. Creo, que en el momento, supuse que ayudándote a saber sobre tu
mamá, estaría haciendo algo bueno por alguien más. Pero si te decía eso, no lo
habrías aceptado. Quería hacer algo desinteresado, supongo.
—¿Y? —pregunto, con la garganta cerrada. Quiero estar agradecida. Quiero
estar enojada. Quiero estar tantas cosas, pero mirando a su cara, todo lo que estoy
es asustada.
Su boca sube por un costado.
—No fue desinteresado para nada. Porque llegué a estar contigo. Llegué a
conocerte… y eso fue inesperado.
Asiento y me aclaro la garganta.
—¿Entonces, estoy fuera del juego? ¿Nada de unicornio?
Se ríe, y el sonido rompe la tensión en mi pecho. Sus dedos apartan con 113
suavidad el cabello de mi hombro derecho y suspira.
—Trataré de que encaje.
—Bien. De verdad estaba contando con tener una figura de acción y esas
cosas. —Sonrío cuando su pulgar acaricia mi mejilla, y cierro mis ojos bajo su
toque. Un paso hacia el frente y estoy lo suficientemente cerca para agarrar los
ojales de su cinturón, anclando nuestros cuerpos más cerca. Descanso mi frente
sobre su pecho por un segundo, dejando que sus dedos se muevan sobre mi cuello
antes de hablar de nuevo.
—¿Recuerdas que te dije que no iba a pedirte por ese próximo beso?
—Sí. —Su voz resuena a través de su esternón, y alzó la mirada con una
sonrisa.
—No necesitaba pedirlo. Ya te he besado antes. ¿La chica con el cabello rosa
en el bar… de la que me contaste con la terrible frase de ligue sobre que no podía
sentir sus labios? Esa era yo. Con una peluca… obviamente.
Todo su cuerpo se relaja y alza la mirada al techo, soltando el aire.
—Oh, gracias a Dios.
—¿Qué? —Estoy riéndome por su reacción.
Da un paso hacia mí y me envuelve en sus brazos, su rostro cerniéndose sobre
el mío mientras mantenemos el contacto visual.
—Ahora no tengo que sentirme mal por fantasear con dos chicas diferentes.
Ustedes son la misma. Esto hace las cosas mucho más fácil.
Presiono un dedo en sus labios y pregunto en voz baja.
—¿Tienes fantasías conmigo?
—No tienes ni idea —dice contra mi índice.
Lentamente, aparto mi dedo de sus labios y trazo su mandíbula hasta su oreja.
—Quiero ese beso ahora —le digo. Y antes de que pueda terminar la frase,
sus labios están sobre los míos, su cuerpo presionado cerca. Cuando se mueve para
apartarse, un gemido susurrado sale de mi boca, y él vuelve por otro beso, con los
labios abiertos y su lengua buscando. Es eufórico, estar en este lugar, en sus brazos.
Tengo que dar un paso atrás y recordarme dónde estamos. Cada parte de mi cuerpo
cosquillea y pulsa, duele y desea. Me siento deseada.
Él se endereza su camisa negra y se aparta de mí para acomodarme dentro de
su pantalón. Girándose tímidamente, sonríe y se acerca como si fuera a venir por
otro beso, pero alzo una mano para detenerlo.
—Lo siento. Tengo que hablar con Cline aquí. Luego podemos ir a hacer esto 114
un poco más. ¿Está bien?
La lengua de Elliot moja su labio superior, y sus pestañas bajan mientras
respira.
—Sí, sí, por supuesto. Iré por él.
Lo juro, parpadeo y se ha ido. Las emociones represadas dentro de mí están
amenazando con estallar bajo la felicidad que estoy sintiendo, y me siento mareada
bajo el ataque de la misma. Alegría. Soy deseada. Él piensa en mí. Estar a mi alrededor
no es algo que le moleste o que encuentre como una carga; es algo que busca.
No sé qué mariposas se supone que sientas en tu estómago, pero estoy
bastante segura que esto es lo más cercano para una persona como yo.
Y entonces la cabeza de Cline aparece en la entrada, y esas mariposas
comienzan a caer muertas, una por una.
—¿Vamos a hacer una de estas también? —pregunta, y se ve genuinamente
perplejo.
—Sí. Honestamente, la razón principal por la quise hacer esto. Lo cual es
exactamente por lo que estamos aquí: honestidad. —Todo está saliendo muy
rápido. No puedo calmarme o controlarme como había esperado estar. El espacio
en mi cabeza en que había querido estar ha sido borrado—. Necesito decirte todo
lo que sucedió cuando teníamos quince, para que puedas entender la situación. Y
si todavía quieres odiarme cuando termine, entonces está bien, pero tienes que
escucharme esta vez, ¿bien?
Está quieto como una piedra, mirándome como si fuera a explotar si se
mueve.
—Bien.
Comienzo a caminar alrededor del área entre nosotros para poder
concentrarme.
—Fuiste mi mejor amigo en todo el mundo. Confiaba en ti más de lo que
confié en nadie. Sabias todo sobre mi, y jamás sentí que me juzgaras por algo. Hasta
ese día en la cafetería. ¿Recuerdas ese día? ¿El día que Patrick y Miranda dijeron
que huí?
—Estabas actuando distraída y extraño y luego huiste de la mesa de la
cafetería y no regresaste como en una semana. —Cline está de pie en su sitio, sus
ojos siguiéndome mientras me muevo.
—Me llamaste en el almuerzo, preguntándome que estaba mal conmigo.
—Mierda, Audrey. Te pregunté si era mi culpa.
—¡No lo era! —Me detengo y alzo ambas manos para hacerlo callar—. Esta 115
es la parte que necesito que entiendas. Me preguntaste qué estaba mal conmigo, y
Cline, sabía que había algo sucediendo conmigo por un tiempo antes de eso. Sólo
pensé que lo estaba manteniendo en secreto. Pero si tú lo viste, entonces no era
tan buena fingiendo como creí. Estaba sentada ahí sintiéndome sola en medio de
una cafetería llena de trecientos estudiantes y mi mejor amigo en todo el mundo.
»Así que fui a casa para preguntarle a mi papá por eso, y fue entonces cuando
escuché a Miranda hablando con él sobre tener más hijos. Pero él dijo que no,
porque no puede tener niños. No por una vasectomía. Porque jamás pudo tener hijos.
Ella está gritándole que está educando a la hija de otro hombre entonces por qué
no puede hacerlo de nuevo. —Mis pies dejan de moverse, y tomo aire
profundamente, girándome para ver la reacción de Cline. Su boca está ligeramente
abierta y sus ojos abiertos ampliamente—. Sabes cómo me trataba Miranda. Lo
recuerdas. Entonces me enteré que no sólo maté a mi madre durante el parto, sino
que el tipo que todo el mundo cree que es mi papá, no lo es. Con todo eso, estoy…
ahogándome. Sólo ahogándome. No tengo a nadie con quien ir, porque resulta que
todo el mundo creer que soy esta persona… esta bebé a la que ayudaron a salvar y
a educar, pero resulta que ni siquiera estoy relacionado con Patrick Byrd en
absoluto. Mi abuela me odia. Miranda me odia. Y la única persona que me conoce
no tiene ni idea de quién soy en verdad, porque yo no tengo idea de quién soy en verdad.
—Así que huiste —declara y aprieta sus puños, queriendo demasiado que
fuera verdad.
Sacudí la cabeza.
—Intenté desaparecer.
—¿Qué significa siquiera eso? —Su voz apenas y está por encima de un
susurro y no puedo mirarlo mientras continúo.
—Había estado sintiéndome de esa forma por meses. Tal vez más. No lo sé.
Como, si tal vez desapareciera, la vida de todo el mundo sería mejor. Pensaba un
escenario donde nunca existí primero. Mi mamá todavía estaría viva; todo eso. Y
entonces se hizo más claro que el problema era yo. Miranda había estado
diciéndomelo… pero por primera vez, de verdad entendí que si no estaba ahí,
entonces las cosas podrían ser mejor para todos. Así que después de que salió con
sus amigas y Patrick se fue a dormir… ¿Recuerdas ese garaje donde poníamos los
autos?
—No, Audrey. —Da un paso al frente y se para firme.
—Lo ves en las películas. Es como irse a dormir, supongo. Simplemente no
conté con que Miranda llegara pronto a casa y me encontrara. Ella estaba tan
enojada. Pensó que estaba intentando conseguir la atención de Patrick. Me llevaron
a un hospital fuera de la ciudad donde nadie supiera y luego inventaron la historia 116
sobre que escapé. Conseguí un loquero. Estas medicinas. Conseguí una chica que
me llama todos los martes y se asegura de que todavía esté viva. Engordé. Y perdí
todo lo que alguna vez conocí… incluyéndote. Porque no pude enfrentar la
realidad. Y no quería que pensaras que era tu culpa. —Finalmente, con las manos
sudorosas y un corazón que está latiendo demasiado fuerte en mi tenso pecho,
permito que las emociones salgan.
Lágrimas comienzan a picar en mi nariz, y mi garganta se cierra un poco
mientras miro la cara de la persona que significó más para mí que nadie en el
mundo entero.
—No fue tu culpa, y ahora que te lo he dicho, sé que me vas a mirar diferente
de nuevo. Más de lo que lo hiciste antes. Y está bien, porque lo que se suponía que
iba a hacer aquí era pedirte persona por no decirte la verdad antes. Lamento por
dejar de hablarte y no creer que todavía serías mi amigo si lo hubieras sabido. Tal
vez no lo hubieras sido, pero ni siquiera te di la oportunidad de ninguna de las dos.
Así que, lo siento. Esto no es tu culpa… —No puedo formar palabras porque
estoy llorando demasiado.
Contar la verdad se supone que te hará libre. Se supone que te dará un nuevo
comienzo. Pero para mí, simplemente se siente como si cada última cosa que pensé
sobre mí fuera verdad, y ahora que lo he dicho en voz alta, estoy dándole vida. Lo
he revivido y he hecho real en lugar de dejarlo quedarse en un rollo de película
dentro de mi cabeza.
Mis rodillas comienzan a temblar, y estiro la mano buscando apoyo en el
interior del árbol hueco, pero me encuentro con los fuertes brazos de mi antiguo
mejor amigo mientras me tira contra su pecho por primera vez en seis años. Hay
una comodidad ahí que he buscado por tanto tiempo que me saca el aire.
Encuentro la fuerza para envolver mis brazos alrededor de él, también, cuando me
dice:
—No es tu culpa, tampoco, Byrdie. Lamento mucho mi parte en ello. No
tenía ni idea.
Suelta un sonido estrangulado, y me aparto para mirarlo a través de mis
lágrimas.
—¿También estás llorando? —pregunto, limpiando la humedad de mi cara.
Las cejas de Cline se juntas, y su rostro está sudoroso mientras sacude de un
lado a otro.
—No. Hay un bicho subiendo por mi pierna, está acercándose demasiado a
mi bóxer. No quiero arruinar el momento, pero otros seis centímetros y va a estar
en mis bolas.
Lo empujo lejos y me agacho, doblándome mientras me río y lloro a la vez, 117
escuchando a Cline gritar como una niñita mientras se suelta el cinturón y me da
la espalda para correr fuera del árbol y dejar caer su pantalón. No me importa que
haya bichos en mis pies y piernas. No me importa que esté sola riéndome entre
lágrimas. Ni siquiera me importa que este cubierta de sudor por decirle todo lo que
he guardado dentro por seis años.
Lo hice.
Hice la cosa más aterradora en todo el mundo: conté mi verdad.
H ay algo que decir acerca de ver a tu compañero de cuarto salir
corriendo de un viejo árbol con aspecto embrujado, dejando caer su
pantalón y gritando como una mujer mientras un escarabajo camina
por su escroto. En mi lista de “Mierda Graciosas que he visto”, esta está en las
primeras cinco. Ver a September correr a rescatarlo, tomar el escarabajo de su
virilidad y apartarlo. Completamente no tiene precio.
Cline está sudando, subiéndose el pantalón, respirando con dificultad y
mirando sobre el hombro de ella mientras camino junto a él, incapaz de ocultar mi 118
risa.
—¿Qué? ¿No estabas cubierto de bichos ahí? ¿Soy el único porque soy más
alto que tú? ¿Es mi perfume almizclado?
—No creo que la altura tenga algo que ver con eso si esas cositas vienen del
suelo, entonces, no. Y tuve unas cuantas hormigas, pero valieron la pena. —Le doy
una palmada en su hombro mientras vemos al escarabajo liberarse a metros de
distancia.
—Voy a casarme con esa chica. Sacó el escarabajo directo de mis pelotas
como si no fuera nada. Tengo la erección más extraña en este momento. —Su
rostro se retorció en confusión mientras pasa la mano por su cremallera.
En ese momento me doy cuenta que Audrey está todavía dentro del árbol.
—¿Sigue ahí? Mierda.
Agita su otra mano hacia mí.
—Tuvimos una buena conversación. Ella está recomponiéndose. Saldrá en
un minuto.
El hecho que diga que fue una buena charla me hace creerle, porque si hubiese
dado rodeos, su comportamiento habría sido muy diferente estando de pie aquí
fuera. Mi instinto me dice que vaya a verla de todos modos, por lo que me acerco
a la puerta artesanal y meto la cabeza, esperando que no esté cubierta de insectos
y demasiado aterrada para moverse.
Audrey está agachada, sosteniendo sus rodillas y saltando, con los dedos
cepillando a las hormigas fuera de sus zapatos. Escucha mis pasos y mira hacia
arriba, sus ojos brillando por la limitada luz de luna. Sin decir una palabra, se pone
de pie y va hacia mis brazos, abrazándome más fuerte de lo que jamás me había
abrazado antes. Sus manos tiran de mi cara hacia la de ella, y me besa con tanta
fuerza, que casi caigo, pero encuentro mi equilibrio justo a tiempo.
Cuando ella se aleja, puedo ver que ha estado llorando, pero está sonriendo
mientras sorbe por la nariz.
—Así que, ¿salió bien? ¿Pudiste hablar con él de todo lo que querías?
Asiente y aprieta su mejilla contra mi pecho, apretándome una vez más.
—Sí. Creo que vamos a estar bien. Creo que todo está bien otra vez.

Ella está tranquila en el camino de regreso a la casa, mirando por la ventana 119
hacia el cielo, pero agarrando mi mano tan fuerte como puede. Sus dedos no dan
golpecitos, y no tiemblan en mi agarre. Levanto su puño y beso sus nudillos,
observo que su boca se jala hacia arriba en una sonrisa a pesar de que no se vuelve
para verme en el asiento trasero de la camioneta.
Dentro de la casa Worley, Cline lleva a Audrey a la sala de estar, y hablan en
voz baja durante unos minutos. Mantengo mi distancia, porque no es asunto mío,
pero mi amigo tiene una boca grande, así que, de todos modos voy a averiguar lo
suficientemente pronto exactamente lo que están hablando. Tendré paciencia. Él
sostiene las manos de Audrey entre ellos dos, y después de que ella asiente un par
de veces, él la jala y ella cae sobre él por un abrazo en la que casi desaparece dentro
de sus brazos.
Es difícil para mí imaginarlos como niños, pero viéndolos así ahora, es obvio
cómo podrían haber sido mejores amigos todos estos años. Ellos sólo encajan
entre sí. Cuando la deja ir, sus ojos me encuentran y ella me da una sonrisa,
inclinando la cabeza en dirección a la habitación que vamos a compartir. Sigo su
invitación silenciosa, y nos encontramos en la escalera, dejo que pase adelante y así
tener una vista fantástica de su culo todo el camino.
—Voy a tomar una ducha —dice, y empieza a sacar un poco de ropa de su
bolso. Tengo una sensación de deja vu de sólo unas pocas horas antes—. Siento
asco después de estar allí. ¿Tú no? —Hay sugerencia en su pregunta y tono—.
Además… no deberíamos ensuciar todas esas sábanas. Sería muy desagradable. —
Antes de que pueda responder, desapareció en el cuarto de baño y cerró la puerta.
Estoy atascado en uno de esos momentos en los que no sé si se supone que
debo seguirla a la ducha, o si se supone que debo esperar mi turno. Hay una
posibilidad de poder usar el baño del pasillo, y sólo ducharnos al mismo tiempo.
¿Por qué demonios hay tantas posibilidades? ¿Las chicas no pueden sólo decir a lo
que se refieren? Elliot, ven a la ducha conmigo. Así de fácil. Maldición. Mierda críptica
de chica.
Voy a ir por la tercera opción de ducharme al mismo tiempo, de modo que
no parecería demasiado ansioso, pero también quiero estar limpio, de esa manera
si ella está lista para ir a dormir, podemos hacer eso. O si ella quiere otra cosa…
Estoy listo para eso, también. Mi mochila está apoyado contra la mesa de noche
donde su teléfono se está cargando y lo empujo, causando que su celular caiga al
piso. Vibra por lo que está desenchufado, y llego a agarrarlo para poder conectarlo
de nuevo, cuando noto textos verdes y notificaciones a lo largo de la pantalla.
Veinticinco llamadas pérdidas y algunos textos de aspecto bastante enojados
de todos los ángulos de su madrastra, Miranda. Es como si Audrey ni siquiera haya
tocado su teléfono, o revisarlo, desde que dejamos la escuela. No recuerdo oírlo
sonar ni una vez, y ella no ha hecho o atendido ninguna llamada telefónica, por lo 120
que puedo recordar. He hablado con mi madre al menos dos veces. Cline había
hablado con algunos amigos y habló con su madre más de una vez. Pero Audrey
no ha utilizado su teléfono para nada. Me pregunto si esta es la primera vez que
siquiera lo encendió.
Pienso sobre eso en la ducha, si debo o no mencionarle sobre eso. Si eso es
una invasión de la privacidad o no. Tengo una excusa legítima para ver las llamadas,
pero ella podría leer demasiado entre líneas, como es conocida en hacer, y el fin de
un buen día, podría dar convertirse en uno malo. Todavía está en el fondo de mi
mente mientras termino de vestirme para la noche y abro la puerta de la habitación.
Tan pronto en cuanto la veo sentada en la cama con ropa interior y una camiseta
sin mangas, casi olvido mi propio nombre.
Sonríe, y puedo ver que está nerviosa a través de su bravuconería, mientras
se voltea y se arrastra hacia la parte superior de la cama para tirar de las sábanas
hacia abajo. Su trasero está levantado en el aire, y la camiseta se levanta por sus
costados, permanezco en mi lugar cuando ella se endereza y me mira por encima
del hombro.
—¿Estás listo para la cama?
Mi boca se secó, y estoy preparándome para que esto sea simplemente otra
noche de solo mimos a pesar de que me está lanzando señales locas en este
momento. Es mejor no asumir.
—Síp. —Es todo lo que puedo decir. Apago la luz y paso debajo de las mantas
junto a ella, tumbado de espaldas, mi cuerpo en estado de alerta debido a su
cercanía.
Ninguno de los dos se mueve durante unos minutos, y luego, ella se voltea
hacia mi lado y coloca un brazo por encima de mi estómago. Sus dedos bajan un
centímetro hacia abajo hasta que están debajo de mi camisa y acaricia mi lado,
dejando un rastro de piel erizada debajo de cada pasada. El simple toque ya está
teniendo un efecto sobre mí, algo que se da cuenta cuando su codo roza un poco
demasiado bajo. Su respiración cambia solo un poco, profunda y pesada contra mi
oído. Solo necesito girar mi cabeza para encontrarla ahí, nuestros labios tocándose
en un beso suave.
Su lengua se desliza por mi labio inferior y dentro de mi boca, y me giro sobre
mi lado, haciéndola tumbarse sobre su espalda para darle un beso más profundo.
Hay muchas cosas que me gusta hacer, pasatiempos favoritos con los que me he
encariñado en los últimos años, y besar a Audrey se está convirtiendo rápidamente
en el primero de ellos. Agarra la parte posterior de mi cabeza, sus dedos
deslizándose por mi cabello todavía húmedo, mientras muerde suavemente mi 121
lengua. Me hago hacia atrás para moverme más abajo, mi boca por su cuello y
lengua en su clavícula, mis manos agarrando sus pechos sobre su camiseta mientras
ella se arquea debajo de mí.
La cama no emite ni un sonido cuando tiro las sábanas y voy más abajo,
subiendo su camiseta y pasando mi nariz por su estómago y a través de su cadera
para marcar un sendero de besos sobre el elástico de su ropa interior. Estoy a punto
de preguntas si puedo quitárselas cuando ella engancha los pulgares por los lados,
se levanta un poco y se las quita para mí. Son descartadas por la habitación, y la
miro fijamente entre sus piernas mientras mantiene contacto visual desde arriba,
sosteniéndose sobre sus codos.
El primer beso la hace exhalar, y cierro mis ojos, centrándome en su sabor y
sonidos, la forma en que su cuerpo reacciona a lo que le estoy haciendo. Sus piernas
se tensan y tiemblan mientras sus manos jalan mi cabello para apartarme por un
segundo antes de que sus caderas se eleven hacia mi boca de nuevo. Ella es sensible
y responde a las cosas que le hago al punto de que sus sonidos se amortiguan, y
miro hacia arriba para ver que tiene una almohada sobre su rostro para evitar que
la escuchen.
Me estiro y aparto la almohada, mi cara a centímetros de la suya mientras
reemplazo mi boca por mis dedos y se aferra a mí al igual que hizo en la tienda la
primera vez. Sus gemidos son cortos y agudos, y muerde su labio para detenerse,
pero es inútil, porque sus caderas se mueven contra mis dedos y sus piernas
empiezan a temblar.
—Elliot —jadea, empujando hacia abajo y moviendo su pelvis en círculos
contra mi estómago. Me besa, sus labios secos y respiración entrecortada antes de
volver a hablar—. Realmente me gustas.
—Oh, Dios, tú también me gustas —susurro y deslizo mi pulgar hacia arriba.
—¡Oh! Oh, Dios. Oh… Ummm. Yo… —Sus ojos están cerrados con fuerza
y su cuerpo empieza a ondear un poco de nuevo.
Trato de mantener mi tono convencional.
—¿Sí? ¿Hay algo que quieras?
—Jesús, Elliot. Por favor, dime que tienes algo o sino…
—¿O sino tendré que seguir haciendo esto? —pregunto y doy círculos con
mi pulgar rápidamente antes de deslizar dos dedos—. Sería una pena.
Sus ojos encuentran los míos y está temblando mientras se aferra a mí.
—Vas a hacer que lo diga.
—Te dije que tendrías que pedírmelo.
122
—Dijiste un beso. No esto.
Me inclino y le doy un rápido beso.
—Tienes el beso. ¿Ahora qué?
—Mierda. —Todo su cuerpo está tenso, mientras presiona sus labios en señal
de protesta, pero sigo con dos dedos clavados profundos. Serpentea su mano entre
nosotros y envuelve sus dedos alrededor de mi eje—. Te quiero —susurra.
Su cara está enterrada en la almohada cuando lo dice, así que la giro de manera
que estamos frente a frente cuando respondo.
—También te deseo.
Salgo de la cama y tengo mi billetera en menos de treinta segundos después.
Otros treinta segundos y estoy cubierto, subiendo a la cama de nuevo con ella,
completamente desnudo mientras que ella todavía tiene esa camiseta sin mangas.
Levantando sus brazos, me permite quitársela, y luego está tan desnuda como yo,
en la oscuridad de la habitación de huéspedes de September.
Es hermosa, no importa lo que su cerebro pueda decirle. Sin importar la falla
que pueda encontrarse en sí misma cuando se mira en el espejo. Todo lo que puedo
ver son curvas, pechos y un rostro hermoso esperando ansiosamente por mí.
Colocándome entre sus piernas, me posiciono y me inclino para besarla una vez
más. Sus ojos están cerrados con fuerza, y me coloco encima de ella sobre mi codo,
utilizando la otra mano para guiar mi camino dentro de ella.
Audrey se tensa por un corto tiempo, luego sus ojos se abren y me está
mirando mientras me hundo en ella lentamente. Está conteniendo la respiración, y
en el segundo que me detengo, exhala y se levanta para envolver sus brazos
alrededor de mis hombros y besarme una vez más. Trato de hacer que dure,
tratando de mantener un ritmo constante, pero la manera en que está
completamente envuelta alrededor de mi cuerpo y los sonidos que hace con cada
uno de mis empujes, me lleva al borde mucho más rápido de lo que estaba
preparado.
Con una maniobra que sólo había visto en películas, trato de girarnos para
que ella esté arriba, pero no funciona, y hay un segundo de confusión cuando
somos una masa enmarañada de extremidad y de “lo siento” antes de estar situados
nuevamente y la tengo encima de mí. Con sus manos sobre mi pecho, se hunde
hacia abajo hasta que estoy completamente en su interior, y mis dedos agarrando
sus muslos cuando se levanta por primera vez. No me doy cuenta al principio, pero
sus propias manos estaban cubriendo su estómago, y tiene sus ojos apretados con
fuerza.
Eso no servirá.
Le hablo, y cuando me mira, la acerco, recostándola así sus pechos están 123
moviéndose contra el mío con cada uno de sus movimientos. Sus manos ahuecan
mis mejillas y aquí, sin visión más que su rostro, sus suaves gemidos se vuelven
más fuertes, y sus movimientos tímidos se convierten en un frenesí, como si
alguien en algún lugar le dijo que así es como se supone que debe ser. Si pudiera
pensar en cualquier otra cosa que en cuán bien se siente en este momento, trataría
de detenerla, pero mi cerebro está enfocado en una cosa. En cuestión de minutos,
estoy agarrando su cabello y diciéndole que hará que me corra, y luego lo hago, mi
cuerpo entero tensándose y mis dedos doblándose en el proceso. Ella se relaja en
mis brazos y apoya la cara en el hueco de mi cuello, todavía a horcajadas,
respirando con dificultad como si hubiésemos corrido medio maratón.
Finalmente, se levanta y cambia de lado, de manera que su cabello es una
cortina sobre mi estómago. Puedo sentir sus manos alrededor de, mi ahora, flácida
polla mientras saca el condón y luego se escabulle de la cama.
—Yo me encargo de esto —dice y luego desaparece en el baño. Escucho el
agua correr y una bolsa de basura arrugarse. Abre la puerta de nuevo y aparece con
una toallita. Está caliente, y ella me besa mientras me limpia.
Es una de las cosas más extrañas que he experimentado
—Tengo que hacer pis —digo y salgo de la cama para ir al baño. La cruda luz
hiere mis ojos y mi reflejo se ve loco. Hay marcas rojas por todo mi cuello y pecho,
mi cabello esta levantado, y cuando miro hacia abajo, noto que la bolsa de basura
está atada en un nudo. Termino y vuelvo a la habitación para ver que la cama estaba
sin las sábanas y Audrey no estaba a la vista. Rápidamente me visto, abro la puerta
de la habitación y miro hacia abajo al pasillo, y la veo hablando con September
frente a la lavadora. Están lo suficientemente lejos y tan absortas en su
conversación que estoy seguro de que no me oyeron llegar, así que camino lo más
silencioso que puedo hacia el lavadero.
—¿Qué pasó ahora? —pregunta September, sacando el jabón para la ropa del
estante superior.
Audrey se sonroja y mira hacia el suelo.
—Lo siento. Es realmente embarazoso. Te puedo conseguir un nuevo
conjunto.
—Tenemos un montón de juegos. —September añade el jabón y voltea para
mirar a Audrey mientras se apoya contra la lavadora, una pierna cruzada frente a la
otra, los brazos cruzados sobre el pecho—. No me importa que tengan relaciones
sexuales. Era inevitable. Sólo que… ¿eras virgen? —September aprieta los labios y
levanta las cejas—. ¿Acabas de perder tu virginidad?
124
—¿Qué? No. Mi periodo debe haber empezado antes o algo así. Todo el
estrés de las últimas dos semanas… —Ella apunta a la lavadora.
Me giro de inmediato y regreso a la habitación, en el baño, me siento en el
inodoro a la espera de que venga de nuevo a la habitación. Lo hace, y puedo oírla
moverse, poniendo nuevas sábanas sobre el colchón. Una vez que apaga las luces
de vuelta, apago las del baño y vuelvo a caer en la cama como si nada.
Como si no hubiese escuchado nada.
Como si después de sólo un par de semanas, no supiera cuando Audrey está
mintiendo.

Ella se despierta antes que yo, y para el momento en que voy a la planta baja,
todo el mundo está alrededor de la mesa comiendo el desayuno. Ella tiene esa
sonrisa en su cara, que ahora sé, que no es real y oculta toda la mierda que guarda
en su interior, y odio el hecho de que la está usando en mí este momento. Sobre
todo después anoche.
—Estábamos hablando acerca de que deberían quedarse un día más. No
tienes ningún plan, ¿verdad? Sin presión. Puedes trabajar en tu juego aquí. —
September hace señas a la silla vacía al lado de Cline, y tomo la invitación,
sentándome y tomando algo de zumo de naranja.
—Estoy de acuerdo si todo el mundo también lo está —digo sin levantar la
mirada. Es aparente que la decisión ya fue tomada sin mi opinión.
Hay una conversación acerca de qué podemos hacer el resto del día entre
Cline y su chica, pero Audrey y yo estamos en silencio. Está distante, casi sin tocar
su comida, y estoy pretendiendo no mirarla a pesar de que lo hago. No tengo
preferencias en qué haremos. En lo que a mí respecta, el punto de nuestro viaje ha
terminado. Sólo estamos en vacaciones de verano ahora.
Audrey empuja su plato y arruga la frente.
—¿Sabes qué? Tengo un dolor de cabeza muy fuerte y me siento cansada.
Creo que voy a ir recostarme un rato si eso está bien.
—¿No dormiste bien? —Nuestra anfitriona se inclina sobre la mesa, muy
preocupada.
—Tu cama es la más cómoda en la que he dormido en un tiempo muy largo.
Acabo de tener unas semanas bastante agotadoras, y creo tengo que ponerme al
día, eso es todo. —Esa sonrisa de nuevo, pero sus dedos están dando golpecitos, 125
y quiero inclinarme, agarrarla y detenerla.
Se disculpa, y me deja en la mesa con los otros, preguntándome si tendría que
ir tras de ella o no.
E n la tranquilidad de la habitación de invitados, me doy cuenta de que
es la primera vez que he estado solo en casi dos semanas. Además de
usar el baño o en algún corto tiempo aquí o allí, sentada en esta cama,
por fin estoy sola con mis pensamientos y las ramificaciones de todo lo que ha
ocurrido desde que dejamos Brixton.
Casi no puedo convencer a mi mente de cuán lejos hemos ido y vuelto en ese
pequeño periodo de tiempo. La Dra. Stark estaría orgullosa… va a estar orgullosa…
una vez que le diga lo que he logrado. A excepción de la parte en que he cometido 126
allanamiento de morada en la propiedad de mi abuela materna, pero tal vez lo
dejara pasar desde que eso abrió tantas puertas.
Estoy agotada, mi cuerpo completamente desganado después de hacer tanto
en tan poco tiempo, he estado buscando felicidad por tanto tiempo, y ahora, la he
experimentado, la realidad de eso se siente como una explosión debajo de mi piel.
Una chispa que se enciende y quema con tanta rapidez. Siento mucho pero nada
en absoluto, o quizás la nada no es en realidad nada, solo es una versión diluida de
lo que otras personas tienen que experimentar. Un eco de una experiencia.
La ansiedad se precipita a través de mis venas mientras los recuerdos de
anoche salen a la superficie y me hago un ovillo en la cama, cerrando los ojos
mientras las imágenes vienen. Follé a Elliot. No en el tipo de películas de
Hollywood. Fue más como de una manera agresiva de necesito sentir esto, por qué
no puedo sentir esto. Me hizo una mentirosa, porque no le dije de antemano que
él era mi primero. Me hizo una mentirosa porque no le dije a September la verdad.
Toda la cosa se sumerge en engaño, y por el amor de Dios, ni siquiera sé si él piensa
que fue bueno de todos modos.
Rodando en mi espalda, Aprieto los dientes y aspiro, estirándome de manera
que el nudo en mi estómago puede tener algo de espacio. ¿Qué pasa si soy la peor
de la historia? ¿Qué pasaría si todo en lo que él pensaba todo el tiempo era en el
cuerpo de Chelsea en lugar del mío? ¿O los sonidos extraños que hice? ¿O lo
incómodo que fue cuando tomé el condón, lo limpie y quité las sábanas de la cama?
Mis manos están sudando ahora, y puedo sentir la ola de pánico corriendo
por mí como un tsunami. No lo suficientemente bueno. No lo suficientemente
bueno. No lo suficientemente bueno.
Este viaje se ha terminado. He hecho lo que vine a hacer. Elliot no me
necesita para su juego. No encontré nada hacer del historial mental de mi madre.
Estoy en paz con Cline. ¿Ahora qué? ¿Hay algo que se supone debo estar haciendo
ahora? Me doy cuenta que la respuesta es no, y me golpea más fuerte de lo
esperado, y me doy la vuelta, presionando mi cara contra la almohada y colocando
mis rodillas contra mi pecho de nuevo.
Estoy tan cansada.

Está lloviendo, un aguacero torrencial fuera de la escuela, pero Elliot me está llevando fuera
de todos modos.
—No tengo un abrigo —digo, pero no le importa. Siempre está un paso adelante, con la
127
mano jalándome hacia adelante, y lo sigo porque es Elliot. ¿Por qué no lo haría?
No lleva un abrigo, tampoco, simplemente una franela azul, y nos está llevando
directamente a la tormenta. Todo lo que puedo ver son las gotas de agua que caen del cielo, cubos
de agua que caen justo más allá del toldo. Me preparo para el ataque de humedad y cubos helados
de hielo, pero nada llega.
Estamos de pie perfectamente inmóviles en la hierba del patio, mirando del uno al otro,
tomados de la mano en medio de la lluvia, pero las gotas no están cayendo. Estén detenidas en el
aire, congeladas en el tiempo, brillando como diamantes suspendidos de cuerdas invisibles que nos
rodean.
Elliot me sonríe desde detrás de un par de gotas de lluvia, y me acerco para moverlos,
enviándolas flotando en la distancia con el toque más sutil de mis dedos. Su rostro es totalmente
visible de nuevo mientras se acerca y aparta unas gotas para poder verme claramente también.
—¿Qué diablos, Elliot? —No se mueve nada. No hay ruido, no hay viento, nada está
haciendo ni un sonido, excepto nosotros. Todo el mundo que nos rodea está congelado.
—Es un problema técnico —explica como si fuera la respuesta más obvia en todo el
mundo—. Un maravilloso y precioso fallo en un sistema perfecto. Todo está en pausa, excepto
por nosotros. Podemos ir a cualquier parte. Hacer cualquier cosa. ¿Por dónde empezar? —Está
lleno de curiosidad mientras sus dedos se estiran a tocar una gota más reluciente.
¿Por dónde empezar? Mi mente corre con las posibilidades.
—¿Podemos volver el tiempo, o simplemente quedarnos aquí?
—Todo lo que quieras.
Hay tantas opciones. El día que mi padre conoció a Miranda. Sólo una elección diferente
y ella no habría estado en nuestras vidas en absoluto. O el día que huí de casa. Tal vez lanzarle
una bebida a Cline habría cambiado todo y nada de esto habría ocurrido jamás.
Mi ritmo cardíaco se acelera. Llévame de vuelta al día que mi madre se quedó embarazada
de mí. No voy a dejar que vuelva a suceder.
Sin embargo, mirándolo a los ojos, supe mi respuesta real. Sé dónde iría si tuviera que
elegir.
—Llévame de vuelta al día en que te conocí —susurro—. Vamos a huir. —Extiende su
mano y lo tomo, viendo que se da la vuelta y comienza a caminar. Mi cabeza y mi corazón están
en guerra mientras las palabras se forman y se presentan en mi subconsciente.
Lo podría amar. Esto podría ser lo que es el amor.
Pero este amor podría ser mi perdición.

128
Me despierto con un sobresalto, cubierta de sudor, los brazos de Elliot
envueltos alrededor de mi cintura. Es de noche y la casa está en silencio. De alguna
manera, dormí todo el día, y mi boca está pegajosa, mientras que mi cabeza está
palpitando sin control. Ojos llorosos, me desenvuelvo de su agarre y voy a tientas
de camino hacia el baño. La luz es tan brillante que hace que mi cabeza lata con
más fuerza, y gimo en protesta. Me siento muy mal, como si tuviera gripe. Mi
cabeza da vueltas y mis pensamientos están dispersos, pero trato de centrarme en
una cosa simple: una ducha.
Tan silenciosamente como puedo, me arrastro de vuelta a la habitación y
agarro algunas cosas para cambiarme de modo que pueda limpiar, y luego tal vez
pueda conseguir algo de comer o beber. He perdido un día entero de medicaciones,
pero el tiempo está apagado, así que si tomo algo ahora voy a estar despierta todo
el día, y ni siquiera sé qué tipo de efecto que tendrá en mí porque nunca olvidé una
dosis. Ni una sola vez.
Decido que quizá Cara o la Dra. Stark tendrán una respuesta, así que, tomo
mi teléfono para llevarlo conmigo con la esperanza de que atiendan una llamada
nocturna. Cuando cierro la puerta del baño, puedo revisar la pantalla de inicio del
teléfono y me doy cuenta de todas las llamadas perdidas y textos que he estado
evitando desde que salí de la escuela.
Los textos de Miranda son los que más se destacan, así que empiezo a leer.

129
H ay un ruido que me saca de mi sueño. Es apenas perceptible, pero
fuera de lugar, por lo que me despierta gradualmente y luego con un
sobresalto. La habitación está completamente a oscuras, salvo por
la luz que se filtra por debajo de la puerta del baño. Estiro la mano para comprobar
la hora en mi teléfono y son apenas las dos de la mañana. Audrey debe haberse
levantado después de dormir todo el día y fue a tomar un baño. Tal vez ese es el
ruido que escuché.
Me levanto de la cama y me detengo delante de la puerta para tratar de 130
escuchar algún sonido de ella en la bañera, pero no hay nada. Ningún chapoteo de
agua, ni goteos, ni movimientos de alguna clase. Con vacilación, golpeo la puerta
y espero por una respuesta, pero todo lo que consigo es más silencio. Pensando en
que quizás estoy equivocado y no está ahí dentro, intento abrir la puerta solo para
descubrir que ha sido bloqueada.
—Audrey —llamo y golpeo de nuevo, la preocupación comienza a arrastrarse
por mi columna y me eriza el vello de los brazos. Hay una posibilidad de que se
haya despertado y, accidentalmente, bloqueó la puerta cuando salió de la
habitación. Tal vez esté abajo con los otros. Podrían estar mirando una película o
bebiendo. Tal vez están recordando los viejos tiempos cuando ella y Cline eran
inseparables.
Esos escenarios se desarrollan mientras bajo las escaleras de dos en dos y
entro en la sala de estar donde Cline y September están dormidos en el sofá. La
película que estaban mirando terminó hace rato y el DVD está continuamente
reproduciendo la música del menú una y otra vez, cuyo sonido me está poniendo
los nervios de punta. Audrey no se encuentra por ningún lado.
—Oye —grito un poco fuerte y los veo despertarse sobresaltados—. No
puedo encontrar a Audrey. La puerta del baño del cuarto de huéspedes está
bloqueada. La luz está encendida, pero parece como si no hubiera nadie ahí dentro.
¿Vino aquí abajo con ustedes?
—No. Miramos la película después de que se fueron a la cama y nos
quedamos dormidos hace solo un rato. No vi ni escuché nada. —September se
levanta y revisa todas las puertas, luego regresa con la preocupación plasmada en
el rostro—. Todo está cerrado. ¿Estás seguro de que no está en el baño?
—¿Tienes una llave? —pregunto, me están sudando las manos y tengo el
estómago revuelto.
Toma una de las llaves maestras de encima del marco de la puerta y todos nos
dirigimos arriba.
Cline le está murmurando algo a September y estiro el cuello para escuchar
lo que está diciendo.
—¿Qué? —cuestiono, girándome hacia él antes de llegar a la puerta del cuarto
de huéspedes.
Tiene el rostro pálido y los ojos muy abiertos mientras mira más allá de mí,
hacia la oscuridad.
—Estaba contándole acerca de la confesión de Audrey en el árbol. Me dijo
que la razón por la que dejó de hablarme fue porque intentó suicidarse cuando
tenía quince años. Sin embargo, ahora está en terapia. Y ha estado muy feliz durante 131
todo este viaje.
—Te sorprendería lo fácil que la gente puede fingirlo —interviene September
de manera casual mientras mete la llave en la cerradura.
Cuando la puerta se abre, se lleva una mano a la boca y se vuelve directamente
hacia Cline.
—Llama una ambulancia. Elliot, te necesito aquí ahora.
La visión de Audrey tendida en el suelo del baño rodeada de frascos de
pastillas, con espuma blanca acumulándose en la esquina de su boca y los labios
poniéndose grises, es una imagen que me perseguirá durante el resto de mi vida.
—Levántala —ordena September.
Tomo a esta chica sin vida en mis brazos, presionando una palma abierta
contra su pecho para sentir un débil latido del corazón bajo mi mano. September
alza la tapa del inodoro y sin dudarlo en ningún momento, le abre la boca a Audrey
y mete dos dedos en su garganta.
No hay nada al principio y luego, todo el cuerpo de Audrey comienza a
convulsionar de repente y tiene arcadas, vomitando en el inodoro. Su corazón late
repetidamente contra mi mano y me araña la mano con la que la sujeto, sin
embargo, no voy a soltarla. September no va a dejar de intentar vaciar su estómago.
No vamos a parar de intentar salvarla de sí misma.
—¿Cuántas, Audrey? —le pregunta.
Solo hay un sonido de ahogo y un gemido en respuesta antes de tener arcadas
de nuevo.
Cline está en la entrada, con el teléfono en la mano, blanco como un fantasma.
—Cinco minutos. Estarán aquí en cinco minutos.
—Recoge todo esto y ponlo en una bolsa. Querrán saber lo que tomó. Ve a
por su cartera. Y toma… —Desliza el teléfono de Audrey en mi dirección—.
Necesitaremos ponernos en contacto con sus contactos de emergencia.
September se encarga por mí y dejo ir a Audrey, observándola apoyar su
cabeza en el regazo de la otra chica. Tiene los ojos abiertos, solo lo suficiente para
fijar la mirada en mí mientras presiono el botón de inicio de su teléfono. Me agacho
y uso su pulgar para que me conceda el acceso a sus contactos y susurra:
—Sé sobre mi padre. Miranda me lo contó todo.
Los paramédicos llegan más rápido de lo que puedo comprender y en
cuestión de minutos, está sobre una camilla y siendo llevada hacia la ambulancia.
September entra con ella y me quedo sosteniendo el teléfono de Audrey de pie en 132
el acceso de entrada, con un Cline sobresaltado y el estómago lleno de bilis que
vacío sobre el césped tan pronto como las sirenas se encienden y la ambulancia se
aleja.
No quiero mirar, pero tengo que hacerlo, así que una vez que me he calmado,
comienzo a desplazarme a través de los mensajes de texto entre Audrey y Miranda.
Los que había visto antes eran de Miranda diciéndole que era una irresponsable
por estar en la casa del lago y que ya no era su propiedad para usarla. El siguiente
llegó para decir que era una desagradecida por la cantidad de dinero que habían
establecido para el mantenimiento que se le estaba proporcionando. Sin mencionar
el dinero para la escuela. Había uno para que llamara a su padre. Luego, cuando no
recibió ninguna respuesta, Miranda había dicho que estaba rastreando el teléfono
y que sabía dónde se encontraba Audrey. Si no llamaba a casa de inmediato habría
consecuencias.
Audrey respondió que había estado en un viaje. Dijo que llamaría a su padre
por la mañana.
Miranda exigió saber dónde había estado y, no estoy muy seguro de porqué,
lo hizo, por qué sintió ganas de decir la verdad, pero el mensaje de Audrey fue
honesto. Dijo que se había ido de viaje para averiguar más sobre su madre. Y al
hacer eso, pensó que tal vez sabría sobre su padre.
Es entonces cuando la ira de Miranda llega al máximo. Me resulta difícil leer
las palabras. No soy capaz de entender el nivel de dolor que debe haberle causado
a Audrey en ese momento.

¿TU PADRE? ¿QUIERES SABER ACERCA DE TU PADRE? ¿POR


QUÉ DEMONIOS QUERRÍAS SABER SOBRE EL HOMBRE QUE
VIOLÓ A TU MADRE Y ARRUINÓ LA VIDA DE TODOS AL DEJARLA
EMBARAZADA?

No hay ninguna respuesta de Audrey después de eso. Reviso el registro de


llamadas para ver si intentó contactar con su padre, su terapeuta o con alguien,
para el caso. Nada. ¿Por qué no me despertó? Cuán sola debe haberse sentido después
de leer eso.
La parte más difícil de entender es que si creía lo que Miranda le había dicho,
en términos nada simples, todo lo que había esperado que no fuera verdad, lo era.
Su enfermedad mental es hereditaria. De un hombre que hizo algo tan malvado
que arruinó tres generaciones con un acto horrible.
Cline tiene la camioneta en marcha y todavía estoy revisando el teléfono
cuando me subo en el asiento del pasajero, poniéndome el cinturón de seguridad 133
mientras trato de encontrar el número que estoy buscando. Responde al segundo
timbre. Patrick Byrd no debe estar acostumbrado a recibir llamadas a las tres de la
mañana del teléfono de su hija.
Estará aún más sorprendido con las capturas de pantalla que estoy enviándole
de la conversación entre su hija y su esposa.

—Le hicieron un lavado de estómago. Creo que la encontramos justo a


tiempo. —September tiene una taza de café en una mano y apoya la frente sobre
la otra.
Audrey está en la unidad de cuidados intensivos y todos estamos en una
especie de limbo, porque no somos familiares cercanos, por lo que no tenemos
permiso para entrar.
—No tendremos la oportunidad de verla. Sabes eso, ¿verdad?
Niego. Eso no puede ser cierto. No creo que pueda soportar irme de este
estado sin verla y asegurarme que está bien.
—Es verdad. Una vez que consigan estabilizarla, va a estar aquí por un par
de días. Luego van a ponerla en observación durante setenta y dos horas. No nos
permitirán verla. —Lo dice tranquilamente como si solamente tuviésemos que
aceptarlo, asumirlo pronto, para que ninguno se sorprenda cuando eso suceda y
nos echen.
Esperamos hasta que el sol comienza a salir y justo cuando empiezan a
cerrárseme los ojos y la cabeza cae hacia delante, escucho a un hombre
preguntando por Audrey. Está exigiendo verla. Mi atención, inmediatamente, está
en el hombre alto y delgado, con cabello claro y lentes de montura metálica parado
ante el mostrador. Dada la cantidad de tiempo que le tomó llegar hasta aquí, el
padre de Audrey debe haber llegado en avión desde Tennessee.
Le entregan unos formularios y le habla con aspereza a la enfermera detrás
del mostrador antes de darse la vuelta y desplomarse en una silla para completar el
papeleo del seguro del que ninguno de nosotros tenía información.
Cline es el primero en levantarse e ir a sentarse a su lado. La mirada de alivio
que cruza por el rostro de Patrick Byrd cuando ve a su vecino hace que me duela
el pecho. Cuando mi amigo señala hacia mí y la mirada del hombre mayor aterriza
en mi rostro, me quedo inmóvil hasta que asiente y me hace señas para que me
acerque.
—Señor Byrd, soy Elliot Clark. Es un placer conocerlo. 134
Extiendo la mano y la toma, dándole un apretón una vez antes de soltarla.
—Desearía que fuera bajo diferentes circunstancias. —Le echa un vistazo al
papeleo en su regazo—. ¿Eres el que me envió los mensajes de Miranda?
—Sí, señor. Pediría disculpas, pero…
—No tienes que disculparte por nada. Si hubiera sabido lo que estaba
pasando, le habría puesto fin mucho antes. Tal como está la situación, está
empacando sus cosas y mudándose de mi casa en este momento, con la orden de
que debe irse antes de que lleve a mi hija de vuelta a casa. —Escribe furiosamente
en el formulario, concentrado para poder sacárselo de encima lo más rápido
posible. Hace una pausa por un momento y mira por encima de su hombro a
Cline—. ¿Cómo se enteró de que no es mi hija? Nunca se lo dije.
—Esa es una buena pregunta. En realidad, me confesó la respuesta ayer. Se
supone que no sabía sobre la última vez que esto sucedió… con el auto… —Se
miran fijamente con un silencioso entendimiento—. Ese día llegó de la escuela
temprano para preguntarte acerca de su madre, porque se había estado sintiendo
deprimida, supongo. Pero cuando entró, escuchó a Miranda hablando contigo
acerca de tener niños y estaban discutiendo sobre como nunca podrías tener hijos,
luego Miranda dijo que Audrey no era tu hija de todos modos, entonces que qué
importaba.
El silencio se prolonga durante demasiado tiempo, haciéndome sentir
incómodo, como si me estuviera entrometiendo en un momento íntimo entre ellos
del que no debería ser parte. Los ojos del señor Byrd están fijos en el otro lado de
la sala mientras asimila lo que le acaban de contar y Cline está mirando el lado de
su rostro, aterrorizado.
—Seis años de terapia y nunca obtuvimos una respuesta por ese día. Dos
semanas con ustedes y es un libro abierto. —Asiente y presiona el bolígrafo sobre
el papel de nuevo.
—Cree que fue un error —murmuro.
Se ríe entre dientes y se pasa una mano por el rostro, claramente exhausto.
—Es un milagro, eso es lo que es. ¿Sabes?, Wendy siempre quiso un bebé y
yo no podía darle uno. Después de que fue atacada, me culpé. Debería haber estado
allí. Debería haberla protegido. Y entonces, descubrió que estaba embarazada y
solo sonrió y dijo: Mira lo bueno que puede surgir de algo tan terrible. Como si esta
tragedia hubiera sido una respuesta a nuestras plegarias. Cuando entró en coma,
pensé que ambas morirían, pero Audrey no iba a rendirse sin luchar. Cuando nació
y Wendy murió, no había forma de que pudiera dejarla ir. Nunca creí que las cosas 135
serían de este modo. La genética es cruel en muchas maneras. Pero increíble en
muchas otras.
—¿En qué sentido? —pregunta Cline, inclinándose para apoyar los codos
sobre las rodillas.
—Se parece mucho a su madre. A las mejores partes de ella. Lo único que me
ha quedado para recordarla. Que me condenen si le permito arrebatarme eso con
sus propias manos por algo que podemos solucionar, a partir de hoy. —Pone el
bolígrafo en la carpeta y se levanta—. Ha sido un placer conocerte, Elliot. Fue un
gusto verte, Cline. Si me disculpan, tengo que ir a ver a mi hija.
Mientras le permiten entrar a visitarla, sé en ese momento que pasará mucho
tiempo antes de volver a ver a Audrey de nuevo.
Quiero escribirle una carta a mi padre, diciéndole que creo en Dios. Creo en
el cielo. Y ahora creo que el infierno existe en más de un lugar. No es solo el que
leemos en la biblia, o el que está debajo de un campamento base en un país
extranjero. El infierno puede existir en tu propia mente.
Lo he visto de primera mano.
¿Q ué tipo de hombre criaba el niño de otro hombre como suyo?
Me había hecho esta pregunta más veces de las que ya me
puedo permitir contar. Cada vez, la razón detrás de eso era egoísta
o alguna razón retorcida que él debe haber sentido. Pero mientras
Patrick Byrd sentado al lado de mi cama, leyendo El árbol generoso, su voz, un poco
más alta que el pitido constante de mi monitor cardíaco, ahora sé que todos esos
pensamientos son mentiras.
Un bebé hecho de la violencia, nacido en la desesperación pero criado con 136
esperanza, no soy el bebé que siempre había pensado que había sido. Mi padre
biológico puede haberme dado su ADN, pero mi padre me mantuvo viva todos
estos años. Alejándolo y dándole la espalda para distanciarme de lo que pensé que
estaba pasando solo sirvió para hacerme débil, amargada mientras pasaban los
años. Pensé que no me quería, pero estaba equivocada. Me quiere más de lo que
puedo explicar amarme a mí misma ahora.
Si hubiese creído en mi propio valor y hablado antes, a Miranda no le habrían
permitido tratarme del modo en que lo había hecho. Pero el odio a mí misma y la
creencia de que lo merecía o de que ella tenía razón, me evitó el decir nada. Esas
cosas en mi cabeza eran una batalla constante y la mayoría del tiempo perdía,
aunque es normal en el silencio de mi cabeza, detrás de las puertas cerradas.
Sé que mantengo a la gente alejada, porque no quiero que se acerquen
demasiado. La mayoría de mis relaciones desde el instituto han sido superficiales,
solo por una noche de diversión o dos y luego las inseguridades se cuelan y
recuerdo lo difícil que es ser amigo de alguien como yo y, al final, sería mejor
dejarlos ir antes de que tengan que enfrentarse a mi carga. Es más fácil mantenerlo
de esa manera, así no consigo ser herida. Así no siento el dolor de perder a alguien.
No hay una gran ansiedad que preguntarse exactamente por qué no eres lo
suficientemente buena para estar en la vida de alguien. Que lo que has dicho o
hecho está mal. Exactamente lo que pasó, tratando desesperadamente de
determinar el minuto en el que cruzaste la línea he hiciste que alguien se vuelva
contra ti. Y no hay mayor tristeza que tener a tu depresión escuchando tus
pensamientos de ansiedad sobre por qué no eres lo suficientemente buena y luego
estando de acuerdo con todo ello, porque en el fondo, crees que al fin y al cabo no
vales la pena.
Mi padre cree que valgo la pena. Se sienta en esa silla mientras comprueban
mis fluidos y las enfermeras entran y salen para cambiar sus nombres en la pizarra,
sostenida por la pintura de flores genérica que ha sido pegada en la pared.
Me lee o simplemente mira la televisión. Pero mayormente, habla. Finalmente
discutimos sobre todo lo que siempre he querido saber, escucharle decir que no
soy un error y que fui querida, a pesar de las circunstancias, hace que todos esos
recuerdos en mi mente cambien y adquieran un matiz diferente.
Dice que lo siente y yo también lo digo, preguntándome cuál de nosotros lo
dice más en serio. No hay lágrimas en sus ojos cuando me asegura que Miranda no
estará en casa cuando me lleve de vuelta a casa una vez que me suelten. Ya ha
hablado con la doctora Stark, estaremos en terapia juntos una vez que esté
instalada. Mi padre y yo tenemos mucho trabajo por hacer.
—¿Qué hay de la escuela? —pregunto, mi mente vagando hasta los dos
chicos con los que he cruzado tantos estados en tan poco tiempo. 137
A mi padre se le deslizan las gafas por el puente de la nariz mientras cierra el
libro y lo pone en la mesita al lado de la cama.
—Iré a conseguir tus cosas del apartamento. Te llevaremos a casa por el resto
del verano y una vez que te sientas mejor, haremos que vuelvas a las clases. Pero
tomémoslo paso a paso. Tenemos un poco de tiempo.
Una enfermera joven aparece en la puerta, abriendo la cortina y comprobando
la carpeta antes de escribir su nombre y la hora en la pizarra. ANGELA está
disperso sobre la pizarra antes de que empiece a hablarnos a ambos sobre los
siguientes pasos. La espera de setenta y dos horas y la evaluación siquiátrica.
Conozco esta parte, aunque esta vez estoy asustada, porque ahora he llegado a
darme cuenta lo mucho que mi padre significa para mí y lo sola que estaré los
siguientes tres días mientras él espera por mí en algún hotel mientras intenta
trabajar algo. Mientras intenta hacer algunos planes para mí una vez que me den el
alta.
Ella tiene una sonrisa suave y unos grandes ojos azules y el cabello castaño
claro está echado hacia atrás en una coleta baja. Su delgada muñeca parece muy
delicada en comparación con la mía mientras pasa sus helados dedos por mis
brazos y manos.
—¿Cómo está tu garganta? —cuestiona, sin apenas levantar la mirada.
—Dolorida. Duele. —El tubo y lo que después me dijeron que fueron los
dedos de September habían hecho difícil tragar saliva sin un recuerdo constante de
la decisión de esa noche.
Angela asiente y se aleja de mi cama para añadir más notas en mi gráfico.
—El doctor llegará dentro de poco para hablar sobre el traslado. ¿Lo estás
haciendo bien, Audrey? —Hay una mirada conocedora en sus ojos, como si
hubiese visto antes mi clase y no fuese una falsa alarma. Cuando se acerca a la
puerta puedo escucharla hablar con otra enfermera justo al otro lado del pasillo y
lo dice lo suficientemente alto como para que yo lo entienda—: Si hubiese tomado
las otras, no estaría aquí. Es algo bueno que alcanzase el bote que tomó. Ese es un
cóctel ridículo para una chica de su edad. ¿Pero qué sé yo? No soy médico, ¿cierto?
La piel de gallina surge por todo mi cuerpo en el silencio que sigue después
de sus palabras. Si hubiese lanzado un manojo de otras pastillas prescritas por mi
garganta no habría estado aquí para saber la verdad sobre mi madre. Mi padre.
Sobre toda mi vida.

138

Llevó dos semanas cambiar toda mi vida. Así que no es ninguna sorpresa que
tomaría dos semanas para incluso volver a juntar las cosas. Después del hospital
me quedo en Mississippi, hubo un vuelo a casa al lado de mi padre. Instalada de
nuevo en mi vieja habitación en el sótano de la casa de mi infancia era agridulce en
muchas maneras. Cada vez que miraba al patio trasero por la ventana me acordaba
de un recuerdo con Cline.
Cada vez que miraba por la ventana podía ver su casa y todo lo que podía
recordad era la noche que estaba de pie en el césped y le pedí a Elliot que viniese
conmigo a la fiesta de la casa del lago.
Volvimos ahí un fin de semana, Patrick y yo. Aseguró que era para descansar
un poco y relajarse, pero era lo suficientemente lista para saber que cuando tu
terapeuta ajusta tu medicación, puede llevar un poco que llegue a tu sistema, y está
preocupada, así que debes estar vigilada de cerca, un viaje al lago es la forma fácil
para un padre de mantenerte a menos de quince metros de distancia de ellos todo
el tiempo.
Nadamos y pescamos, aunque no pude soportar el pensamiento de mantener
todo lo que atrapé. Patrick sonrió con una mirada nostálgica.
—Tu madre era del mismo modo —explicó mientras desenganchaba un pez
y lo liberaba. —Las palabras no escocieron en lo más mínimo. Solamente éramos
un trabajo en proceso. Un día a la vez.
Mi contacto con Cline fue mínimo, pero estaba ahí. Después de todo lo que
había hecho para intentar y corregir las cosas, no podía permitirme dejarle ir de
nuevo. Sobre todo nos mandamos mensajes y son breves, solo comprobaciones
para estar seguro de que todo está bien. Él es la dosis de realidad que necesito y
estoy un poco mejor cada vez que consigo hablar con él.
Hablo con Elliot incluso menos, porque la culpa me carcome, cada vez que
pienso en él es demasiado abrumadora para mí. No sé lo profundo que fue afectado
por mis acciones porque nunca lo abordamos. Tampoco hay una forma fácil para
sacarlo a relucir. No parecer ser algo sobre lo que le envías un mensaje a alguien.
Hola, sobre esa noche que tomaste mi virginidad… no traté de suicidarme
por ello. Fuiste una buena primera vez.
Puede que ni siquiera sepa que fue mi primera vez, aunque no fui muy
convincente en mi mentira a September, así que ella bien pudo hablarle a él sobre
la conversación con respecto a las sábanas. De todas formas, menos de veinticuatro
horas de dormir juntos, estaba ayudando a salvarme la vida. Le he fastidiado para
el resto de la eternidad. No hay cestas de regalo o tarjetas de Hallmark para ese
tipo de cosas. 139
Tres semanas después de mi vuelta a casa, mi padre fue a Brixton con una
camioneta para recoger mis pertenencias. Era la primera vez que me dejaba sola,
pero tenía la ligera sospecha de que le había dado instrucciones a la pobre madre
de Cline para que vigilase si pasaba algo raro en su ausencia. Esto se confirmó
cuando llamé a mi viejo amigo de la infancia y le pregunté directamente si su madre
me estaba espiando desde el otro lado de la calle.
—Mira, tu padre le contó a mi madre que era la primera vez que te quedabas
sola en casa desde, ya sabes… la cosa. —Su respiración es pesada en el teléfono y
puedo escuchar la tensión en su voz.
—¿Quiero saber qué estás haciendo ahora? Rápido: ¿implica un baño a
September o ambos? —pregunto, presionando el rostro contra el cristal de la pared
de mi puerta frontal para mirar al otro lado de la calle mientras su madre está
espiando a través de las cortinas.
Cline farfulla y algo cae con un golpe sordo al otro lado de la línea.
—Para tu información, estoy ayudando a tu padre a cargar las cosas de tu
habitación, porque soy un maldito excelente caballero del sur, muchas gracias. Pero
esta estantería atestada que tienes en el armario es increíblemente pesada.
—No si primero quitas los libros. Es de IKEA. Legítimamente pesa menos
de dos kilos.
—Oh, cállate —protesta en el teléfono y entonces puedo escuchar a mis
libros siendo tomados y lanzados al suelo.
—¡Oye! Esos son mis favoritos. Algunos están firmados. Sé cuidadoso con
ellos.
—Oh Dios mío, Elliot, ven, quítame el teléfono ante de que pierda la
paciencia. —Hay un sonido, como si estuviesen moviendo el teléfono de adelante
atrás, algunos susurros y un ¡joder! final antes de que la voz de Elliot esté al otro
lado de la línea. Es la primera vez que le he escuchado desde la noche que me
sostuvo en sus brazos y ayudó a salvarme la vida.
—Hola —saluda, sin aliento y un poco distante, extraño, inseguro de qué
decir a continuación.
—Hola. ¿También estás ayudando a mi padre? —Una rápida mirada por la
ventana revela que la señora Somers ha vuelto a esconderse, así que vuelvo a la sala
y me tumbo en el sofá, tratando de imaginar a Elliot, Cline y mi padre trabajando
diligentemente para sacar mis cosas y empacarlas para traerlas aquí.
—Por supuesto. Como si fuese a dejar el estado de tus posesiones en manos
de Hulk aquí. Hoy solo tuvo dos desayunos, así que está empezando a enfadarse. 140
Estoy asustado de que empiece a tirar las cosas en las cajas solo para acabar antes.
Ni siquiera me doy cuenta que estoy sonriendo hasta que vuelvo a hablar:
—Aprecio tu dedicación. Si actualmente ya ha causado daños a mi colección
de libros, voy a cruzar la calle y contarle a su madre sobre aquella vez que le atrapé
robando la subscripción de Maxin de nuestro vecino cuando teníamos siete.
Elliot se ríe y repite la amenaza.
—Está siendo muy, muy cuidadoso con tus libros ahora. Tengo que decírtelo,
es una colección interesante.
—¿Por qué?
—No sé. Supongo que tiene más Young Adult de lo que había imaginado
para ti. Romance. Cosas que te hacen llorar. Libros de los que hacen películas. Y,
por lo que parece, tienes predilección por chicos de libro con una pierna.
Cierro los ojos y me río, evocando la mejor imagen del rostro de Elliot que
puedo antes de responder:
—Nah. En la vida real los chicos con dos piernas superan eso cualquier día.
D e mayo pasa a junio y junio se desvanece en julio. El calor de julio
oscila fuera en las carreteras, haciendo que el calor reluzca en el
asfalto. Incluso aunque somos unos cuantos los que hemos decidido
quedarnos alrededor de la ciudad universitaria durante el verano, que no están
directamente relacionados con las clases de verano, hay muchos de nosotros con
los que hablar o tropezarse cuando decidimos salir del apartamento. No tengo
mucho tiempo para hacer eso mientras preparo mi presentación para Ten2One.
Me he roto el trasero, pasando casi todo momento disponible que tengo 141
perfeccionando el concepto de este juego esperando que me llevara a la posición
de presentar la maqueta y obtener la oportunidad de ganar una beca con ellos.
Si eso sucede, muy bien podría estar en el camino de hacer este juego por mí
mismo en solo unos pocos años.
Cline insiste en que me tome un poco de tiempo para ver los fuegos
artificiales del Cuatro de Julio desde nuestro edificio y lo hago, pero mi mente está
en un lugar diferente, pensando en Audrey a cuatro horas de distancia, en el mismo
estado, preguntándome qué está haciendo en este mismo momento.
Se reiría ante pensamientos así. Yo aquí sentado preguntándome qué tipo de
fuegos artificiales está mirando. O con quién.
Aunque esos pensamientos se abren paso y la imagino en la casa del lago con
alguien. Los imagino viendo explosiones púrpuras y amarillas en el cielo, puedo
ver el rostro de ella claramente, imaginando la forma en que caen las ascuas y se
reflejan en sus ojos. Cuando pestañeo, la persona con la que está es conmigo.
Es exactamente del modo en que lo quiero.
Cline está sentado en nuestro pequeño mostrador, comiendo cereales, cuando
atravieso la puerta, sosteniendo mi portafolio en una mano y una corbata aflojada
en la otra. Apenas levanta la mirada antes de meterse otra cucharada de los
azucarados cereales con colores del arcoíris en la boca.
—¿Cómo fue? —pregunta, cayéndole leche por la barbilla.
—Los mató. —Lanzo el portafolio en el mostrador y me deslizo en el
taburete a su lado, agotado. Nunca en toda mi vida había estado bajo tanta presión,
pero de pie frente a esa habitación llena de tipos, gente que algún día podré llamar
colegas, mis iguales, estuve firme y tranquilo. Fui bien informado y seguro de mí
mismo como esa primera vez que tomé un bocado de la paleta de Audrey.
Lo juro, si Dios hizo a la gente para que hiciese videojuegos, entonces Él tenía
eso en mente cuando me puso en el útero de mi madre.
—Quieren que empiece la beca a mitad de semestre. Va a matarme, pero
tengo que hacer que funcione.
—Lo harás. —Cline levanta el cuenco, toma lo que queda de leche y deja salir
un nefasto eructo—. Eres casi un genio. Justo debajo de un genio. Solo a unos
puntos de distancia. Puedes hacer que funcione. Además, es tu trabajo soñado. Y
seamos realistas, ¿qué otra cosa vas a hacer?
—Sí, tienes razón. —Mi madre me había dicho que este año me centrase en 142
la escuela y si tengo la beca, no tendré que conseguir un trabajo, lo que era el plan
para este semestre. Odio ponerla en esta posición, pero algo así podría
legítimamente conseguirme un trabajo inmediatamente después de la graduación.
—Deberíamos celebrarlo. Sep va a venir este fin de semana. Vayamos a
beber… A divertirnos. La escuela empieza pronto, hombre y has estado encerrado
en tu habitación como un ermitaño el último mes. —Está cerniéndose sobre el
frigorífico, con la mano apoyada en la manilla. Ambos nos quedamos callados
durante un minuto antes de volver a hablar, esta vez un poco más tranquilo que
antes—: ¿Crees que Audrey va a volver a la escuela como dijo que haría?
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Habla contigo más de lo que hace conmigo. Ni siquiera sé si
debería mandarle un mensaje para hablarle sobre lo de hoy.
—Deberías. Querría saberlo. Tal vez puedas incluir alguna pregunta sobre
cuándo va a volver. Pregúntale si necesita ayuda para mudarse. Eso estaría bien.
—Pensemos esto con lógica. Ya se inscribió en las clases. Tiene que estar de
vuelta. Solo es una cuestión de dónde se quedará… —Le estoy mirando y juro que
ambos tenemos la misma mirada en nuestros rostros, porque ambos esperamos
que vuelva, pero ninguno está seguro. Nada con ella está garantizado.
Una idea empieza a formarse en mi mente y me dirijo a mi habitación para
cambiarme de ropa, tomar una libreta y unirme a Cline en la sala de estar. Antes
de que él pueda encender la televisión, robo el mando a distancia y lo lanzo al otro
lado de la habitación.
—Un simple "no estoy de humor" habría sido suficiente —protesta con una
mirada sorprendida.
Me reclino en nuestro cuanto menos pestilente sofá y pongo los pies sobre la
mesita de café, haciendo que algunas botellas traqueteen mientras las mando hacia
atrás.
—Cuéntame alguna historia sobre Audrey cuando eran jóvenes. No te dejes
nada.
Tan pronto como abre la boca, empiezo a escribir.

El semestre está a punto de comenzar y, de repente, el campus está plagado


de gente otra vez. Es inquietante lo rápido que estos estudiantes, nuevos y viejos,
se están mudando y siguen con sus asuntos como si no hubiese pasado nada que
143
les cambiase las vidas durante el verano. Y supongo que no fue así. No para ellos,
al menos.
No se encontraron con Audrey y empezaron a conocerla del modo en que
hice yo. No pasaron días y noches en autos y playas, habitaciones de hoteles y casas
con ella. No vieron su caída en espiral hasta su punto más bajo y ser dejado atrás
después de todo lo dicho y hecho. Probablemente fueron a Florida, se
emborracharon, se acostaron y se pusieron morenos.
El pasado fin de semana, viajé a casa a ver a mi madre y la primera cosa que
me preguntó fue sobre Audrey. Le conté todo y escuchó con ojos abiertos y una
mano sobre el corazón. Después de eso me sostuvo, como si tuviese miedo de que
me fuese a romper o algo. Como si ya hubiese experimentado demasiada pérdida
en mi vida y lo que pasó un par de meses antes solo podría empeorar eso. Desde
mi perspectiva, me hizo más fuerte. Miré a la muerte a la cara. Solo servía para
hacerme ver las cosas más claras.
Le conté la verdad.
—Te mentí sobre el juego que estoy haciendo. Por el que conseguí la beca
está basado en esas cartas que papá te escribió cuando estuvo desplegado. —Mi
explicación fue tan detallada como pude sin llegar a meterme en su cabeza. Cuando
mencioné que el protagonista estaba basado en él, se apartó los rizos del rostro y
tomó una gran bocanada de aire, extendiendo la palma.
—Déjame verlo.
No lo dudé. Había una parte de mí que sabía que me lo pediría, así que estaba
preparado para mostrárselo. Cuando saqué una imagen, exhaló y estrechó los ojos,
esforzándose mientras miró fijamente la pantalla de mi ordenador portátil.
—Increíble —comentó, sacudiendo la cabeza, asombrada—. Es igual que él.
Esto le habría encantado.
—¿Sí? —Cerré el ordenador y lo dejé sobre la mesa, luego me sequé las
manos sudorosas en el pantalón.
Me pegó en el brazo.
—Eso es por mentirme. —Luego se inclinó y me dio un beso en la mejilla—
. Eso es por ser un chico increíble. —Cuando puso ambas manos sobre mis mejillas
y me miró fijamente a los ojos casi me estremecí—. ¿Eso significa que no estás
haciendo el juego por Audrey? Te lo digo, te dará una fortuna, hijo.
No le di una respuesta directa a esa pregunta. Ella no le había dado
consentimiento al tema de mi proyecto más reciente, o había visto el resultado
final, así que me ahorro dejarlo al descubierto públicamente hasta que ella dé el
apropiado consentimiento para hacerlo. 144
Ahora tengo que esperar hasta que esté preparada para verlo.

Estoy pensando en ella mientras Cline y yo tomamos una cabina en


McNaught's en la plaza. Está lleno hasta arriba de cuerpos. Tres semanas en el
primer trimestre, nuestros compañeros estudiantes ya estás clamando por cualquier
oportunidad para emborracharse. No puedo escucharle mientras me está gritando
desde el otro lado de la mesa y es terrible formando las palabras, así que leerle los
labios es casi imposible. Hay música en directo y estamos justo al lado tanto de los
altavoces como del bar, así que estoy casi sordo a los cinco minutos de estar en el
local. También hace un calor incómodo, causando que cada pieza de ropa que llevo
se me pegue al cuerpo. Lo que una vez fue una camiseta azul claro ahora tiene un
borde azul oscuro alrededor del cuello y apostaría dinero a que también hay una
linda línea sobre mi espalda.
Cline está vistiendo de negro, pero tampoco esconde el problema. Estoy a
punto de decirle que deberíamos marcharnos cuando las chicas aparecen y se
sientan en la cabina con nosotros. Son listas, vistiendo vestidos de verano, el
cabello recogido en una cola de caballo y moño, respectivamente. September se
sienta junto a Cline y le da un rápido beso en la mejilla mientras Tee sonríe a mi
lado y estira la mano por un menú. Tiene los ojos azul claro y el cabello rubio
oscuro, todo lo contrario a la chica sentada frente a ella.
No puedo escuchar una mierda y Tee está diciendo algo, señalando el menú.
Me encojo de hombros y me señalo las orejas, el signo universal de "Hay
demasiado ruido" y se acerca, así puede hablarme lo suficientemente alto en la
oreja.
—Tengo que hacer una llamada. ¿Me pedirías uno de esto? —Señala el menú
y noto el tipo de cerveza que está eligiendo. Le levanto el pulgar y sonríe, casi
haciendo desaparecer sus ojos y sus pecas caen en las arrugas alrededor de su nariz
y se levanta del asiento y camina entre la multitud. Frente a mí, September y Cline
están en una conversación profunda. ¿A quién quiero engañar? Están tratando de
quitarse el rostro en uno al otro a base de lametones. He empezado a
acostumbrarme, pero ahora está empezando a molestarme.
Hay un destello de verde azulado justo al lado de sus cabezas juntas y giro la
cabeza estirando el cuello para seguirlo a través del montón de cuerpos que se han
acumulado en el pequeño espacio a nuestro alrededor, pero se ha ido tan pronto
como apareció. Se me forma un extraño nudo en el intestino, y me alejo de la mesa,
escaneado sobre las cabezas que puedo mientras me abro camino a empujones 145
hasta la salida. Está fuera en la acera, puedo verla claro como el día.
—¡Audrey! —grito y la miro mientras desacelera un poco hasta reanudar su
paso como si no me escuchase. Grito su nombre de nuevo y empiezo a correr para
alcanzarla.
Tiene las mejillas sonrojadas cuando logro llegar a su lado y suspira,
deteniéndose para girarse y mirarme con exasperación.
—Maldita sea, Elliot. Sabes que no corro. Es una de mis grandes debilidades.
—¿Por qué no paraste? Te estaba llamando. —Estiro el brazo para apartarle
el cabello del rostro y se aleja un paso, pasándose la mejilla contra el hombro
rápidamente.
—Te vi, pero parecías ocupado, así que pensé en enviarte un mensaje más
tarde.
—¿Desde cuándo has vuelto? —La incomodidad entre nosotros es
injustificada. No debería ser así.
—Desde justo antes de que la escuela empezase. Mi padre vendió la casa. Fue
un trato con Miranda por el divorcio. Lo que sea. De todos modos, se mudó cerca
del campus y tengo un nuevo lugar, así que las cosas han estado muy ocupadas.
Siento no haberte llamado, pero parecía que tú también estabas ocupado. —Inclina
la cabeza hacia el bar y justo al lado de las puertas puedo ver a Tee haciendo su
llamada de teléfono, apoyada contra el muro, fumando un cigarro. Y todo se
asienta en su sitio en ese momento cuando vuelvo mi atención a Audrey y ella
centra su mirada en la mía. Colocándose el cabello tras la oreja y me da una sonrisa.
—Parece agradable.
—Es agradable.
—Te mereces algo agradable, Elliot.
Te merezco a ti, es todo lo que pienso, pero las palabras no me salen. En cambio,
comento:
—Pareces feliz. ¿Eres feliz?
Se encoje de hombros y asiente, solo una vez.
—No tengo nada por lo que quejarme. Ajustaron mis medicinas. Las cosas
están yendo bien con mi padre. Voy a terapia y estoy trabajando en cosas que antes
nunca tomé en serio. —Se detiene y se queda callada, pensativa, antes de
continuar—: Gracias, por cierto, por esa noche. Por salvarme la vida. La doctora
Stark comentó que debería decírtelo, en persona. —Sonríe de nuevo—. Aunque
lo habría hecho sin que me lo dijese. Solo para que quede claro. —Está tocando
un ritmo de tres cuartos con los dedos en el muslo mientras lo dice, lo que hace
que se me tensen los músculos. 146
—Hice algo para ti. Debería venir a mi apartamento pronto y verlo.
Audrey hace una mueca como si estuviese insegura de si es una buena idea o
no, vuelve a poner su atención en la puerta de McNaught's.
—Tal vez. Simplemente mándame un mensaje y veremos si nuestros horarios
encajan. Aún sigo teniendo el mismo número. —Se gira para marcharse, pero antes
de que pueda hacerlo, estiro el brazo y la sujeto de la muñeca, acercándola a mí así
podemos estar enfrentados, solo separados unos centímetros.
Me aseguro de que me está mirando directamente a los ojos cuando
pronuncio las siguientes palabras, porque necesita escucharlas y necesita
escucharlo de mí. Sé de lo que se enteró de su padre y cómo fue concebida. Soy
totalmente consciente de su culpa por haber nacido. He visto de primera mano
cómo desea simplemente dejar de existir. Con su mano en la mía entre nosotros,
doblo un poco las rodillas y bajo la voz, solo para que ella pueda escucharlo:
—Antes de que te alejes, necesito que lo sepas… Quiero que sepas que estoy
contento de que nacieses. Estoy contento de que estés viva. Y estoy muy contento
de que aún estés aquí. —Sin esperar a que responda, me inclino y le doy un beso
en la mejilla, luego me giro y la dejo ir.
Me alejo caminando y la dejo detrás. Le he dado una invitación para venir a
mi apartamento cuando esté preparada, así puedo enseñarle lo que hice para ella.
Si no quiere venir a mí, averiguaré dónde se está quedando y lo dejaré en su casa.
De un modo u otro, lo conseguirá.
Aunque, por ahora, tengo una cena con September y su hermana, Thursday.

147
H an pasado tres semanas y no ha habido ningún contacto en absoluto
con Audrey. No la he visto en el campus, y no me ha llamado o
enviado un mensaje de texto desde que hablé con ella fuera del bar
ese día. Su comunicación con Cline se está volviendo más forzada y llega en
pequeñas cantidades mientras las semanas pasan, y en lo que a mí respecta, es ahora
o nunca.
No puedo esperar a que venga a mí por más tiempo.
—¿Le pediste a su padre la dirección? —Pongo el pequeño disco en su caja 148
de plástico y lo guardo dentro de un sobre laminado con aire encapsulado.
Cline asiente y rápidamente escribe un mensaje que vibra en mi teléfono
segundos más tarde. Su dirección aparece como un destino en mi GPS. Sobre la
mesa de nuestra estancia está ese horrible sombrero de fieltro que él solía usar
junto con una nota: “Compre tres más. Juega esto, o voy a empezar a usarlos fuera
de tu edificio y a decirle a todo el mundo que soy tu primo”.
—No es exactamente una amenaza, ¿verdad? —pregunto, tomándolo en mis
manos y dándole vuelta para poner todo en su interior.
—No estoy seguro de la legalidad de todo lo que estás a punto de hacer, Elliot
Clark. Pero buena suerte, mi buen amigo. —Mi compañero de piso me hace un
saludo mal hecho, y evito corregirlo porque sé que mi padre está reprendiéndolo
desde su lugar de descanso, de todos modos.
Me deslizo en la noche y hacia mi auto, conduciendo los ocho kilómetros a
través de la ciudad donde está el nuevo apartamento de Audrey. Sé cuál es el suyo,
y una vez que llego al estacionamiento, apago las luces y estaciono en un espacio
vacío que da a su puerta principal desde varios lugares atrás, bajo el manto de
algunos árboles. Son después de las 11 p.m., y las luces de la estancia están
encendidas. Puedo ver dos sombras caminando de un lado a otro detrás de las
cortinas, sus movimientos son ligeramente erráticos. Hace que mi piel pique, y
antes de que pueda detenerme, estoy fuera del auto y corriendo hacia la escalera de
entrada para oír señales de Audrey en peligro.
Mi oreja está presionada contra la puerta para escuchar, y puedo oír dos voces
femeninas, subiendo y bajando a un ritmo irregular. Una definitivamente es Audrey
y la otra no me parece conocida. Pero ambas están hablando, una detrás de la otra,
repitiendo la misma cosa. Como si estuvieran practicando una obra de alguna clase.
Sin embargo, las únicas palabras que puedo entender son acerca de vaginas y de
inundación.
El siseo y el chasquido de un encendedor, y luego el olor de un cigarrillo me
toman por sorpresa. Me vuelvo en dirección al sonido y olor para ver a una chica
de una de mis clases apoyada contra la puerta de la izquierda. Ella tiene cabello
corto de color rojo y un flequillo que es de alrededor de tres centímetros de largo
sobre su frente. Es la única razón por la que recordaría haberla visto alguna vez en
primer lugar. Ese cabello.
Tiene un brazo cruzado por debajo de sus pechos y sostiene el cigarrillo con
la otra mano, mirándome con curiosidad.
—Es ruidoso, ¿verdad? Nicki va a hacer una audición para Los Monólogos
de la Vagina, y esto es incesante por aquí. Si escucho la palabra vagina una vez
más… 149
La voz que supongo le pertenece a Nicki grita de nuevo, y la chica del cabello
rojo pone los ojos en blanco y luego le da una profunda calada a su cigarrillo antes
de tirarlo y pisarlo con la punta de su zapato.
—¿Quieres que golpee la puerta y les diga que se callen?
La miro fijamente durante un momento y luego le paso el sombrero junto
con la nota y el sobre en su interior.
—Sí, pero, ¿puedes esperar hasta que me vaya? Y asegúrate de que esto llegue
a la compañera de piso, Audrey. Ella sabrá de quién es.
La pelirroja sonríe y chasquea la lengua.
—Eres un poco raro. Pero está bien. Me aseguraré de que lo reciba.
Debería sentirme avergonzado por su declaración, pero no soy capaz de hacer
que me importe. En su lugar, corro de vuelta a través del estacionamiento y entro
en mi auto justo cuando ella empieza a golpear la puerta del apartamento y Audrey
asoma la cabeza. Intercambian unas palabras y le entrega el sombrero de fieltro
lleno de cosas. Con vacilación, sale y abre la carta. Una risa hace que su cuerpo
entero se sacuda mientras la lee. Sujetando el sobre en la mano, le echa un vistazo
y luego mira hacia el estacionamiento, pero dado que estoy estacionado unas
cuantas filas atrás y debajo de estos árboles, no puede verme en la oscuridad.
Cuando vuelve a entrar, tomo una profunda respiración y enciendo el auto
para conducir de vuelta a casa. Ahora solo es cuestión de esperar.

Cuéntame sobre Audrey. No te guardes nada.


Los recuerdos de Cline acerca de Audrey son los que le dieron forma al juego
que creé para ella. Haciéndola su protagonista. No es nada espectacular con
respecto a los gráficos. Después de hablar con él y enterarme de que los dos solían
jugar juegos en el viejo Atari de su padre (“Lo único que dejó atrás antes de fugarse
con esa perra, Kendra”), decidí mantenerlo básico. Es la única clase de juegos que
ella sabe jugar, así que es como un retroceso a los 8 bits. Al igual que Minecraft o
algunos otros juegos que están volviendo a sus raíces, el juego de Audrey es simple.
Cuando lo ponga en su computadora, se cargará, y en su pantalla va a aparecer
el nombre “She Dims the Stars” con la música que Cline reunió, que suena como a
la caja de música que ella solía tener en su habitación cuando era más joven. No
tengo idea de cómo él recuerda esta canción, pero dice que es una de esas cosas 150
que se incrustan en tu mente y nunca se van en realidad… solo se quedan ahí y
repentinamente aparecen de la nada.
En el juego, Audrey es una princesa que nació en un país donde todo el
mundo la ama. La tragedia cae sobre su nacimiento y su madre muere, pero ella es
tan adorada que el pueblo ayuda a criarla. Ella es una pequeña cosa salvaje con un
mejor amigo regordete que siembra el caos dondequiera que vayan. Ellos pasan la
mayor parte del tiempo junto a la orilla del agua, jugando en los bosques y
acampando bajo las estrellas. Es ahí que la joven Audrey descubre que tiene alas y
es muy diferente de todos los demás a su alrededor, por lo que trata de mantener
sus alas en secreto.
Una madrastra malvada entra en escena, y con ella aparecen nubes de
oscuridad sobre la tierra en la que Audrey alguna vez se divirtió y donde encontró
tanta felicidad. Esta mujer descubre acerca de las alas y las roba, dejando a Audrey
indefensa y atrapada. Desesperada y confundida. Su mejor amigo ha desaparecido
también.
Este es el comienzo de su travesía.
En el nivel 1, ella procurará buscar el modo de salir del pueblo. Por supuesto,
le he proporcionado exactamente lo que pidió: un unicornio. Sin embargo, a decir
verdad, es un alicornio porque tiene alas para volar como Pegaso, pero es un
unicornio también. Cline y yo acordamos que si un unicornio iba a cagar galletas
como defensa, entonces debería ser desde grandes alturas para que pudiera causar
el mayor daño, de ahí la incorporación de las alas.
No sé cuánto tiempo le va a llevar encontrar su alicornio, pero una vez que
lo haga, tendrá que ganarse su confianza, y únicamente después de que formen un
vínculo, ella podrá avanzar al siguiente nivel.
En el nivel 2, deberá encontrar a su mejor amigo. Como prometí, hice a Cline
completamente mudo. No tiene boca, lo cual creo que ella va a apreciar en muchos
sentidos. Él, desde luego, ha sido deportado a otra tierra por la malvada madrastra
y está siendo mantenido prisionero por “esa perra, Kelsey”, a quien Audrey tendrá
que derrotar para salvarlo. He incluido la opción para que le devuelva la capacidad
de hablar o no, sin embargo, supongo que optará por mantenerlo mudo. ¿No lo
haríamos todos?
Una vez que Kelsey sea derrotada, en cualquier forma que Audrey elija
cargársela, y Cline sea liberado, él la llevará a una cueva donde está escondida su
arma: un dragón con un sombrero de fieltro. Ahora, no es mi culpa que este dragón
exista. Tampoco es mi culpa que el dragón pueda hablar en lugar de Cline. Lo que
sí es mi culpa, es que el dragón hable en su mayoría con insinuaciones y frases
malas para conquistar. Así que cuando se conocen por primera vez, él 151
definitivamente le pregunta: “¿Te gustan los dragones?”
Ella puede elegir matarlo o dejar que Cline tenga algo para montar. Una vez
más, supongo que le permitirá conservar a su dragón, aunque sea un gran imbécil.
Los dos, en este punto, pueden avanzar al siguiente nivel.
El nivel 3, involucra a los dos trabajando juntos para vencer a la malvada
madrastra. Esta parte del juego es un poco más difícil que las otras porque Audrey
enfrentará al personaje de Miranda, que tiene un ejército de seguidores locos como
cabras, obedeciendo sus órdenes. La siguen alrededor y cumplen todas sus órdenes,
atacando a Audrey desde todos los frentes. El pueblo entero parece volverse en
contra de ella, pero es simplemente un espejismo creado por Miranda, y si Audrey
logra descubrir eso, podrá vencerla. Al hacer eso, liberará al pueblo, liberará a su
padre del hechizo bajo el que había estado, y recuperará sus alas.
Finalmente, el nivel 4 aparecerá en su pantalla, y Audrey estará sola en una
habitación oscura, parada frente a un espejo.
Todos los juegos tienen una batalla final, un último monstruo que derrotar
para ganar el juego completo. El Gran Jefe es el villano más grande y más difícil de
vencer y es el que generalmente lleva varios intentos para ganar antes de que puedas
llamarte ganador.
Es posible que Audrey se sienta confundida cuando se vea a sí misma pasar
a través del otro lado del espejo y esté mirando en la pantalla a dos del mismo
personaje uno frente al otro, idénticos en todos los sentidos.
Creé una escena para que su doble le hablara a Audrey, diciéndole que no
importa que haya llegado tan lejos. Nada importa. Nunca lo hará. Ella no puede
ganar esta batalla.
Cuando estaba codificándolo, Cline estaba sentado a mi lado, sudando y
hablando con September en FaceTime.
—¿Y si esto es un detonante para ella y recae? ¿Qué pasa si haces algo
seriamente malo y provocas que pierda la cabeza?
—September, ¿crees que Audrey sea lo suficientemente fuerte para distinguir
la realidad de la mentira cuando vea esto? —pregunté, levantando la vista y
mirando los ojos de la bonita morena a través de la pantalla.
Se pasó los dedos por el cabello y exhaló lentamente.
—Eso espero.
En cualquier otro juego, este intercambio continuaría por un largo rato. El
Gran Jefe se volvería más fuerte con la debilidad del jugador principal. Ellos
volarían por lo alto y mostrarían su punto débil en su vientre o algo en ese sentido.
Pero esta escena es silenciosa con solo ellos dos mirándose fijamente el uno al otro. 152
Después de que la falsa Audrey deja de hablar, una pregunta aparece en la pantalla.
Simple. Un solo clic.
¿Estás de acuerdo? Sí. No.
Solo eso. Es todo lo que tiene que hacer. Para matar a su monstruo,
simplemente tiene que decir que no cree en las cosas malas en su propia mente.
En las cosas que escucha con su propia voz.
Si ella elige que no, lo cual espero que haga, sus alas crecerán, y se elevará
hacia el cielo nocturno, brillando tan intensamente que todas las estrellas a su
alrededor se atenuarán. Y con un solo golpe con la mano, la otra Audrey va a ser
completamente borrada, arrasada hasta quedar nada más que cenizas.
Ella es la ganadora.
No estoy en ninguna parte en este juego. Hay una razón por la que no me
puse allí para ayudarla o para ser un compinche o el personaje principal que la
salvara. Ella no necesita ser salvada. Nunca lo necesitó.
Le di el héroe que se merecía: ella misma.
S
on las tres de la mañana y no puedo dejar de temblar.
La música sonando en mi ordenador me está acelerando el pulso
y los recuerdos de mi niñez me inundan tiempo después de que haya
retirado el juego que Elliot hizo para mí. Esta canción la puso mi padre
en una caja de música para mí cuando tenía tres años. Fue una canción que un
amigo había escrito para mi madre años antes de que yo naciese. Solo
recientemente había recuperado la canción de mi habitación y preguntado a Patrick
sobre ella. 153
Me explicó que Wendy estaba atravesando un momento difícil al no ser capaz
de tener hijos y su mejor amiga, Delilah, tocaba la guitarra y escribía canciones. Un
día se pasó y la tocó para mi madre, diciéndole que sin importar qué, ella estaba allí
para ella para cualquier cosa. Él me dio la letra la semana pasada y la pegué en mi
pared, porque le hablaba muy profundamente a mi alma.
—Está bien no estar bien —le cantó a mi madre, mientras se lamentaba ante
la idea de no poder tener un bebé.
Busqué con la mirada los papeles con la letra en ellos y la leí una y otra vez,
permitiendo que se me encogiese el corazón mientras imaginaba a Elliot poniendo
todo su esfuerzo en el regalo que dejó ante mi puerta. Sin siquiera saber que lo
había hecho, había entrelazado una canción de esperanza en su juego.

El miedo mira atrás


La duda mira abajo
La esperanza mira arriba
Así que, querida, ahora mantén la cabeza alta
Está bien sentir que nunca amanecerá
Está bien no sentirse bien
Simplemente recuérdame, amiga, cuando seas dura contigo misma
Estaré allí con la mano extendida
No te preocupes, amiga mía, si oscureces mi puerta
Porque estaré allí para encender la luz
Y llevaré el peso de tu querido corazón apesadumbrado
Y secaré las lágrimas de tus ojos

Me pesan los párpados y estoy agotada por acabar los niveles que creó para
mí. El último, eligiendo no creer las horribles cosas dichas sobre mí, por el reflejo
de mí misma… fue el más duro de todos. Sicológicamente, quería estar de acuerdo,
pero en el momento, apartándome y aterrizando en la realidad escuchar las palabras
de sabiduría que había recogido de la doctora Stark, mi padre, Cline y Elliot, lo sé
mejor. Llevará un momento a la vez y, tal vez, tendré que quitarme a mí misma de
la situación para estar clara, pero avanzaré cada día. Juro que lo haré.
Justo ahora, voy a ponerme los zapatos e ir al apartamento donde tengo la
ligera duda donde la luz estará encendida fuera.
154

Abre la puerta al segundo que llamo, con el cabello completamente


despeinado como si hubiese estado durmiendo, pero está completamente vestido.
En la sala la televisión está encendida y mi primer pensamiento es que ha estado
esperando por mí. Sabía que vendría.
Elliot se aparta, entro en su apartamento y miro alrededor, encontrando que
todo está exactamente que la última vez que estuve aquí. No ha ocurrido nada
drástico desde el verano.
Me giro para mirarle, notando sus lentes mientras se los recoloca y pestañea
un par de veces, como si estuviese tratando de asegurarse de que soy real y no
algún sueño extraño que está teniendo.
—Cuéntate los dedos —indico—. Si tienes cinco es la vida real. Si tienes seis
es un sueño. Lo prometo, ahora mismo tienes cinco.
Hace lo que digo y en su rostro aparece una sonrisa en lugar del ceño de
confusión que estaba ante ahí.
—Entonces tomaste el juego.
—Por supuesto que lo hice. Se lo dejaste a Tessa. No había manera de que
no llegase a mí. De todos modos, buen trabajo con la amenaza del sombrero.
Estaba totalmente intrigada y asustada. Puse el juego inmediatamente por miedo a
que Cline apareciese en menos de una hora.
—Está dormido —asegura Elliot, reclinado sobre la barra, aún con la mirada
sobre mí en busca de signos de… algo. ¿Angustia?, no estoy muy segura.
Sin pedir permiso me adentro en la sala de estar y me dejo caer sobre el sofá,
me quito los zapatos a patadas y me giro para mirarle al otro lado de la habitación.
—¿Cuándo tuviste tiempo de hacerlo?
—Después de que obtuve la beca. Contigo desaparecida, tuve tiempo entre
manos. —No está muy nervioso cuando se acerca para sentarse al lado de mis
piernas. Me hago a un lado para darle espacio y la comodidad de su cercanía se
asienta sobre mí inmediatamente.
Soy sensata y me centro cuando vuelvo a hablar:
—¿Crees que me amas, Elliot?
Apoya su mano en mi pantorrilla y baja la mirada a sus dedos mientras piensa
sobre ello.
—¿Creo que te amo? ¿O sé que te amo? Supongo que son dos preguntas muy 155
diferentes, ¿no? Pensar que amas a alguien significa que no estás realmente seguro
y quieres probar las aguas. Sabiendo que lo estás pasarías tiempo con ellos,
atravesarías un montón de estados para que puedan averiguar cosas de su madre.
Estarías en un árbol muerto cubierto de bichos y atravesarías cementerios. Saltarías
por un acantilado. Te arriesgarías a ser arrestado por dormir en la playa. Le
sostendrías hasta que apareciesen los paramédicos así no moriría. —Entonces me
mira, con la boca apretada y el rostro mortalmente serio—. ¿Creo que te amo? No.
No, no lo creo. Es bastante obvio para todo el mundo que lo sé.
Me siento y encojo las piernas debajo de mí, nunca apartando la mirada de él
mientras lo hago.
—Mi terapeuta me preguntó cómo era. Mi depresión. La ansiedad. Me pidió
una descripción exacta sobre los sentimientos en mi interior cuando estaba
sucediendo. Hay muchas maneras de explicarlo, pero la mejor manera que pude
describirle fue como estar bajo el agua. Me estoy hundiendo constantemente, sin
importar lo fuerte que pataleo, lo duro que lucho para llegar a la superficie, siempre
estoy bajo el agua, intentando respirar. Puedo ver a la gente de pie en la orilla con
las manos extendidas para intentar ayudarme, pero no puedo llegar hasta ellos. Soy
una especie de mapache con algo brillante en el puño. Está cerrado y no puedo
abrirlo, no importa lo fuerte que luche para abrir la palma, no puedo. Ambos puños
están cerrados tan apretadamente que no puedo llegar a la superficie y tomar una
mano por la ayuda que necesito. Sé que si lo hiciese alcanzaría la superficie y
respiraría. Sé que ahí hay aire.
Me está mirando las manos mientras le muestro lo apretadamente que pueden
estar mis puños. Tengo los nudillos blancos y los tendones tensos mientras tomo
una bocanada de aire y la exhalo, abriéndolos e inclinándome para tocar la punta
de sus dedos con los míos.
—Eres eso para mí, Elliot. Me ayudas a respirar y me asusta muchísimo.
Abres mis puños. Detienes la pulsación al tomarme la mano. Me aprietas los dedos
cuando están ocupados, y me ves… Me ves hacer esas cosas cuando el resto de la
gente lo ignoraría o pensaría que simplemente soy rara. Tienes ese modo de ser
que notas las pequeñas cosas y te hace increíble, pero también me asusta. Si ves
demasiado…
—Probablemente no haya nada más que pueda ver que me haga huir. —
Ahora me sostiene la mano con la suya y su agarre es fuerte, una promesa sin
palabras.
—Así que supongo que también estoy diciendo que te amo.
Su sonrisa se hace tan grande que parece que pueda estar chocando la mano
consigo mismo internamente o algo.
—Deberías saber que no quiero niños —digo de repente. 156
Se reclina y hace una mueca.
—Tal vez, simplemente quiera empezar a llamarte mi novia, si eso está bien.
—Sí. —Me río y con eso llegan a mis ojos un par de lágrimas, levanto la mano
y las seco rápidamente—. De acuerdo. Si necesitas etiquetas y esas cosas, podemos
hacerlo.
—Definitivamente necesito etiquetar esto. —Se acerca hasta que estamos de
frente y nuestras narices se rozan—. Por otro lado, tengo que seguir usando
piropos como "Oye nena. Acabo de sacar un sencillo. Soy yo. Soy soltero". —Alza
las cejas y hace una mueca con la boca, como para preguntar si estoy impresionada.
—Entonces, definitivamente necesito que me llames tu novia. Por el bien de la
humanidad. —No espero a que haga el movimiento. Lo hago yo misma.
Sujetándole el rostro entre las manos, lo acerco para un beso, suave y ligero,
pasando los dedos por su rebelde cabello. Sus lentes me golpean el rostro cuando
giro la cabeza y ambos no reímos cuando se aparta y se los quita.
—¿Te gusta el juego? —pregunta, vagando las manos por mis piernas hacia
arriba, haciéndome retorcerme.
—Claro que sí. Aunque el título necesita un poco de trabajo.
Elliot se aparta, fingiendo ofenderse.
—¿Qué?
Me encojo de hombros.
—El acrónimo es SDtS, lo que se parece mucho a STDs7, lo que no es
divertido. Tendrás un montón de gente diciéndote mierda una vez que salga a la
luz. ¿Tal vez acortarlo a Dims the Stars? no soy experta en comercialización.
—¿Quieres que lo publique? —cuestiona, acercándose de nuevo,
arrastrándose por mi cuerpo en el sofá, sujetándome por ambos lados, mientras se
monta a horcajadas sobre mi estómago y desliza los dedos entre los míos.
—Estaría ofendida si no lo hicieses. Nos va a hacer multimillonarios.
—¡Billonarios! —Viene de la voz de Cline tras su puerta de la habitación—.
Además, ¿pueden mover esto a la habitación? Estoy tratando de obtener mi sueño
de belleza.
—¡Tanto dormir se le llama coma! —grito y observo que abre lentamente la
puerta de su habitación y saca la cabeza.
Elliot está completamente quieto sobre mí y Cline camina hacia nosotros con
pasos vacilantes, con mirada sorprendida y las manos levantadas frente a él.
—Recordemos todos que la broma sobre el coma fue hecha por Audrey. No 157
fui el que lo instigó. No estoy relacionado con ello…
Con un codazo, aparto a Elliot de encima de mí y me siento a su lado en el
sofá, mirándolos a ambos.
—¿Así es como va a ser? ¿Con mucho cuidado? Porque si es así, tienen que
parar esta mierda ahora mismo. No soy una maldita florecilla frágil. Paseo en un
maldito unicornio alado. —Asiento para darle énfasis—. Mato dragones con
sombreros.
—No, no lo haces. Es tu amigo —interrumpe Cline, señalándome con un
dedo.
—Soy la heroína de este juego, chicos. No lo olviden. —Me levanto y camino
hacia Cline, me pongo de puntillas para llegar a él y le abrazo—. Te quiero, idiota
—susurro cuando me devuelve el abrazo.
—Tengo una novia —comenta justo cuando le hago cosquillas en el cuello y
le hago doblarse, haciéndole reír como un tonto.
Empujándole, extiendo la mano hacia Elliot y la toma, siguiéndome hacia su
habitación.

7 STDS: Enfermedades de transmisión sexual.


—También la tiene Elliot —digo mientras cierro la puerta.
Estamos solos en su habitación, su montón de ropa aún disperso y los
alambres en cualquier lugar imaginable. Se sienta en la cama y me mira mientras
me siento en la silla del escritorio y giro de lado a lado.
—¿Estás cansado? —pregunto.
Niega y giro un poco más, inclinando la cabeza para mirar al techo.
—Yo tampoco. Eso es un dilema.
—Puedo imaginar un par de cosas que podemos hacer —indica y yo giro la
cabeza para mirarle con una ceja levantada.
—¿Alguna de ellas incluye usar tu superpoder?
Hace un gesto de "ven aquí" con dos dedos y yo asiento.
—Sí. Ese es uno.
—Ya que estamos en el tema… —Baja la mirada a la colcha y se lame los
labios antes de volver a hablar, más tranquilo esta vez—. Esa noche. ¿Fue tu
primera vez?
—¿Sería súper sorprendente si dijese que lo fue? Te dije antes que no estoy
cómoda con mi cuerpo.
158
—¿Por qué no dijiste nada? —La mirada en su rostro es casi adorable, pero
tengo las mejillas enrojecidas y me sudan las manos, así que es un poco difícil de
apreciar.
Me encojo de hombros.
—Estabas incómodo y me dan ataques de pánico. ¿Realmente crees que eso
iría bien?
Asiente un par de veces y pestañea con rapidez.
—Bastante justo.
—La verdad es que eres la primera persona con la que me siento a salvo. Y si
te estás preguntando si tuvo algo o no que ver con lo que pasó después…
—Vi los mensajes de texto. Sé que no es así.
—Tan seguro de ti mismo —bromeo, girando en la silla una vez más.
—Quiero decir, si no estás segura si fue bueno o no, siempre podemos volver
a intentarlo. Ya sabes. Por la ciencia. —Está sonriendo y eso hace que se me tense
tanto el pecho que soy incapaz de respirar, pero esta vez de una forma muy buena.
—Nunca puedo negarme a la ciencia. —Me levanto, me acerco a la cama y
me tumbo en el colchón con él, tumbándose a mi lado así imita mi postura.
Encontramos la mano del otro y entrelazamos nuestros dedos mientras nos
miramos bajo su habitación iluminada por una lámpara. Me está mirando con
mucha admiración, pero hay algo más suspendido, preocupación, que está tratando
de esconder de este momento entre nosotros.
—Estoy bien. No puedo prometerte que todos los días van a ser perfectos,
pero lo que puedo prometerte es que lo estoy intentando con fuerza. Será
asombroso y, a veces, será terrible, pero estoy aquí luchando para permanecer a
flote. Por primera vez en años, tengo gente en la que confiar para hablar de ello.
Además de una doctora, quiero decir. Me ves y por ello ya no quiero volver a
desaparecer.
Me toca la nariz con la suya y me acaricia suavemente la barbilla con los labios.
—¿Y si alguna vez vuelves a ese lugar?
Me hecho hacia atrás y levanto nuestras manos entre nosotros, mi palma
abierta con la suya, con el puño abierto.
—Tengo una mano que alcanzar.

159
N o puedo encontrar a Audrey en esta multitud de gente y está
empezando a ponerme nervioso.
—¡Elliot! ¡Ellioooottttt! —Cline me está saludando con la
mano frenéticamente desde uno de los puestos de venta, su cerveza derramándose
por el borde de la copa que está sosteniendo en la mano. Sigo donde está señalando
y no puedo evitar reír sobre lo que está enloqueciendo. Un grupo de chicas están
esperando al siguiente número para subir a escena y todas están llevando camisetas
de Dims. Las han cortado, así que básicamente son camisetas sin mangas hechas
jirones, pero si quieren destrozar una camiseta de treinta dólares, no es mi
problema.
160
Aunque ver a un grupo de chicas llevando nuestras camisetas con galletas de
caca arcoíris en ellas en el cuarto día del festival de música en Memphis es un poco
surrealista. Incluso después de todos estos meses.
Una cabeza con cabello rosa se detiene frente a mí y los ojos de Audrey
aparecen bajo su flequillo perfectamente cortado. Está sosteniendo pases VIP en
una mano y botellas de agua fría en la otra.
—¿Las viste? ¿Las chicas de las camisetas?
—Por supuesto que lo hice. Cline estaba enloqueciendo y sin ser para nada
sutil sobre ello —respondo mientras tomo un pase VIP y una botella de agua.
September y Thursday llegan justo segundos después, ambas llevando
pelucas, una azul brillante y la otra verde chillón. Fue un acto de solidaridad cuando
Audrey se dio cuenta de que no iba a poder ir al festival sin ser reconocida como
el rostro del tremendamente popular juego y aplicación Dims the Stars.
Cuando un chico de universidad hace ese montón de dinero en tan poco
tiempo, la prensa se entera de ello y, entonces, hay canales de noticias involucrados
y llamadas de revistas. No iba a mentir y decir que lo había creado yo solo. Audrey
y Cline eran accionistas por lo que a mí concierne.
Saldé la hipoteca de mi madre. Aparté un poco de dinero para tiempos
difíciles. Aún tomé la beca de Ten2One, pero básicamente me ofrecieron un
puesto fijo y no pude manejar la carga con el trabajo en la escuela, así que lo están
manteniendo para mí después de que me gradúe. Si aún lo quiero.
Aunque, ¿quién sabe? Puede que sea capaz de empezar mi propia compañía
después de esto.
A Audrey le llevó un periodo de ajuste aceptar que la gente la relaciona con
el juego. Cuando hizo una entrevista y compartió su batalla con la depresión y la
ansiedad, el torrente de apoyo y la gente compartiendo sus historias con ella fue
abrumador, hasta el punto que realmente tuvo que desconectarse durante una
semana.
—No puedo ser el modelo a imitar de nadie —aseguró. Pálida y temblando,
alejó el ordenador portátil y negó una y otra vez—. No me ofrecí para esto.
—¿Y si salvas una vida? Solo una porque fuiste lo suficientemente honesta
como para decirles a otras personas que no están solas y alguien ahí fuera lo
entiende, aunque solo sea un poco, lo que ellos están atravesando… ¿No merecería
la pena? —Esa fue September, a quien tuvimos que llamar, porque fue en uno de
esos momentos débiles que Audrey había comentado que podían suceder, pero
aún no estábamos preparados para ellos.
161
Creo que le llevó dos días comprender que con lo que ella había atravesado
podía terminar ayudando a alguien más. Lo discutimos. Creé una página web y ella
escribió un blog. Entonces añadió una pestaña para hacer preguntas anónimas para
quien quisiese hacerle alguna pregunta. Algunas cosas eran fáciles y las respondía
con elegancia. Otras eran duras y necesitó algo de ayuda que las soportase.
Aunque toda la experiencia la ayudó a encontrarse a sí misma y a su propósito.
Trabaja estrechamente con algunas organizaciones, como Project Punto y coma,
para difundir esperanza donde la gente pueda pensar que no hay nada por lo que
tenerla. Incluso tiene un pequeño tatuaje de un punto y coma entre el dedo y el
índice. Afirma que es un recordatorio, una promesa. Cada vez que nos tomamos
de las manos y nuestra piel se toca en ese lugar exacto, Audrey sabe que tiene más
vida que vivir. Hay más de su historia que contar.
—Thursday, ¿dónde está Micah? —pregunta Audrey y la chica de peluca
verde señala hacia donde está Cline, al lado del alto pelirrojo que recientemente
hemos llegado a conocer como su novio—. Oh, no. Tiene esa mirada en el rostro,
Sep. Va a hacer algo estúpido. Será mejor que intervengas.
Las hermanas toman su advertencia y se apresuran a detener cualquier
ridiculez que nuestro mejor amigo está a punto de hacer y tomo a Audrey entre mis
brazos, acercándola mientras la multitud empieza a moverse hacia delante para la
siguiente banda.
Un año es todo lo que llevó cambiar mi vida completamente.
Un momento para llevarla en otra dirección.
Un segundo del beso de una extraña, una piedra en una ventana, una llamada
de la nada.
Todo comenzó con una chica y una pregunta.
Audrey está apoyada en mi pecho mientras la música comienza a sonar más
alto y la multitud empieza a estar más exaltada. Sin que ella tenga que preguntarlo,
nos llevo hacia atrás hasta que estamos alejados del centro de la locura,
manteniéndola en el sitio contra mi cuerpo. Está a salvo aquí conmigo. Siempre lo
ha estado y siempre lo estará.
Se gira y me mira detrás de unas lentes de sol amarillo chillón, luego se los
quita e inclina la cabeza a un lado para darme una sonrisa melancólica.
—¿Qué?
Aparto un mechón rosa de su frente y me inclino para besarla en la boca,
acunando la parte posterior de su cabeza, así puedo mirarla a los ojos cuando me
aparto. 162
—Huye conmigo —pido y le doy otro suave beso en sus labios separados.
Sonríe, con la mirada llena de vida y travesura, mientras se pone los lentes
sobre la cabeza.
—Di hora y lugar, Elliot Clark. Soy toda tuya.
Sé que esas palabras son verdad.
De algún modo, sé que siempre lo serán.
Planeo ver volar a Byrdie el resto de mi vida.
¡Hola, querido lector! Gracias por darme una oportunidad. A este libro. A
Audrey, Elliot y Cline.
Cabe señalar que Bertram Falls, Tennessee, no existe. Tampoco la
universidad ficticia Brixton (solo fue mi homenaje al difunto Sr. Bowie). El Árbol
de Confesiones no es real, de todas formas, el
cementerio y el puente descritos, son lugares que
se pueden visitar, pero no te lo recomendaría.
Sin embargo, Audrey… Audrey existe de
una forma u otra. Es alguien a quien conoces,
conociste o, posiblemente, es una parte de ti.
Escribí este libro por una razón en
particular, y era mostrar el otro lado de la 163
ansiedad y la depresión, que no se muestra
mucho. El lado oculto. El lado que está detrás
de un asentimiento y una sonrisa, de una broma
o una risa, una noche entera con amigos que deja
a esa persona agotada por días para poder
recargarse, porque estar “encendida” todo el
tiempo nos exhausta.
La depresión es un tema difícil del cual
discutir. Es difícil de entender. ¿Y además? Si lo has padecido, tu depresión puede
no ser la misma que la de otra persona. Puede que no sea la misma que la mía.
Puedes preguntarle a un millón de personas cómo fue su experiencia, y puede que
escuches que el 90% de lo que han padecido es igual al tuyo, ¿pero el otro 10%?
La mía y la tuya son diferentes.
La depresión es una cosa muy, muy horrible. Empieza como algo pequeño, y
crece hasta que parece una de esas enredaderas alrededor de los árboles, que
envuelven toda la planta hasta que la sofocan, y el intruso está satisfecho y
complacido porque ha tomado su vida. Incluso cuando estás dando todo de ti para
combatirlo, la depresión y ansiedad, de algún modo, van de la mano contigo y
surgen cada tanto, como ese molesto vecino que intentas disuadir al apagar la luz
de tu porche. Sin embargo, saben que estás en casa. Ellos persisten. Eso persiste.
Incluso con la medicación que se supone que te ayuda con tu caos, la
depresión sigue allí. Se asoma, se filtra y te asfixia. Pero yo lucho. Tú luchas. Ellos
luchan. Cada día nos enfrentamos a la batalla de ir de la mano de aquello que nos
hunde, o levantamos la mirada y esperamos poder decir que hoy fue un buen día.
Así que, confía en mí cuando digo que sé el 90% de lo que estás pasando. Y
debido a eso, NO estás solo. Algunos callamos nuestro sufrimiento, u otros te
miran fijamente a los ojos y dicen que están sufriendo. Sé, sin duda alguna, que no
importa de qué lado estés, necesitas escuchar algo que te iluminará, y la única cosa
que puedo decir es esto:
Me alegro que estés vivo. Me alegro que hayas nacido. Me alegro que todavía
estés aquí.
Continúa con la batalla, ¿de acuerdo?
Eres el héroe en este juego. Nunca lo olvides.
Xoxox.
Amber L. Johnson
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