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by karlachamuyera
© 2017
1
Una vez Lauren llegó cuarenta minutos tarde a clases. Un cigarrillo posaba entre sus labios y
tenía unas profundas ojeras en el rostro.
Le dijeron que no le correspondía una tardanza sino una falta entera, así que rió
irónicamente y anunció que entonces se iría. Caminó hasta la puerta del salón
despreocupadamente y yo me reí por lo bajo. Ella se volteó en mi dirección con el ceño fruncido,
y cuando hicimos contacto visual elevó una ceja.
—¿Venís conmigo?
5
No salimos del instituto una vez que estuve a su lado. Recorrimos el lugar lentamente.
Me preguntó mi nombre, "Camila", sonrió al escucharlo. Lo prununció con una
sonrisa y soltó una risita de bebé al final. Entablamos una fluida conversación random sobre todo
y a la vez nada, conociéndonos mejor pero sin dejar de ser completas desconocidas. Se rió sin
parar de mis chistes malos, halagó mis gustos musicales y me dio su número.
Entendí que su fachada no pegaba para nada con su personalidad tierna, y que sus cachetes
eran la cosa más suave y hermosa que existía.
Mirándola a los ojos y sin resistirme a tomar su rostro entre una de mis manos, le
dije que tenía cara de budín.
6
—¿Budín? ¿Por qué un budín? No es normal que le veas cara de postre a la gente. ¿Pensas en
comida constantemente o algo?— Bromeó.
—Lo hago, pero además tu cara es muy tierna cuando agarran tus cachetes.—
Expliqué observándolos con fascinación.
—Sigo sin encontrarle el sentido a tu punto, Camila.
—No tenés que hacerlo. Te voy a decir Budín.
—Bueno.
7
Lauren usa jeans negros. Suétereres negros de tres tallas más grandes que su tamaño. Vans
negras. Sus uñas siempre están pintadas de negro.
Y un beanie rojo. Aunque se lo saca después de la primer clase.
Lauren nunca sonríe. Mira a todos con odio y vira los ojos más de lo que camina.
Es aplicada pero llega a clases siempre tarde. Tiene un cuerpo excelente pero lo único que come
es comida chatarra. Odia a los fumadores pero si le falta una caja de cigarrillos en la chaqueta, se
muere. Por ende, también se odia a ella misma.
Lauren no se peina porque piensa que es desperdiciar tiempo valioso. No se
maquilla porque una vez intentó hacerlo y se metió el eyeliner dentro de un ojo. A veces viene al
instituto con pantuflas, y si alguien la mira extraño por eso les escupe café.
Si le tocas su café te golpea.
Ayer sucedió. Golpeó a un estudiante y ahora está suspendida.
Pero esa es Lauren, no Budín.
8
Cuando caminamos juntas nuestras manos se rozan constantemente. Y lo que siento no es una
corriente eléctrica sino un jodido cortocircuito.
De momento Lauren quiere caminar por todo el instituto y saltearnos alguna clase
si es posible. ¿Cómo yo me podría negar a una chica que tiene cara de budín? Así que ahí
estamos nosotras; moviendo nuestros pies en direcciones que varían, conversando
tranquilamente sobre algo, sintiendo el roce de nuestra piel de vez en cuando.
Y es ahí cuando ocurre. Su piel contra la mía provoca un fallo en los conductores
aislantes de sentimientos de mi sistema, produciendo un cortocircuito. La instalación eléctrica,
que en este caso vendría a ser mi cuerpo, sufre de un leve incendio que me va quemando por
dentro. Pero por suerte cuento de un interruptor magnetotérmico que protege mi corazón.
Lástima que ni un interruptor de mierda sea capaz de soportar y sobrevivir
cuando mis ojos colisionan con los penetrantes orbes esmeraldas.
10
Cuando mis amigas incluyeron a Budín a nuestro grupo, fuimos al cine para celebrarlo.
La sala estaba prácticamente vacía y la película era bastante mala. Quince
minutos después de que empezara la función, Dinah inició una entretenida conversación sobre
romance. Les dije que a mi parecer el romance estaba en el olvido total. Normani me reprochó ser
demasiado exigente en el amor, y asintió cuando Dinah mencionó que mis ideales son muy altos.
"Pero es que Camila es una amante a la antigua" Bromeó Ally.
Budín, quien hasta el momento se había encontrado en silencio escuchándonos,
rió por lo bajo. Le sonreí y bajé la voz solo para que ella pudiera escucharme. "Entonces, ¿la
señorita encuentra graciosos mis ideales románticos?"
Lo que hizo fue bostezar para luego estirar los brazos en lo alto de su cabeza y
luego posicionar su brazo derecho sobre mis hombros, atrayéndome hacia su cuerpo. Me sostuvo
levemente frente a su fostro y sonrió con suficiencia para luego guiñarme.
—Wow, wow, wow. Quieta ahí Lauren. Primero invitala a salir.— Exigió Normani,
y el momento se rompió.
Y sí, la escena había sido un cliché completamente rechazado por mis ideales.
Pero me había ecantado.
11
—Le miraste el culo, lo hiciste. Maldita sea, incluso la piropeaste y fue tan desagradable.— Se
quejó Lauren sosteniendo bruscamente el cuello de la camiseta de un muchacho que
encontramos en la calle. —¿Qué es lo que te parece tan gracioso?
—Laur, vayamonos a otra parte, por favor.— Le supliqué.
—Pasá una noche conmigo, ojitos. O seguiras siendo lesbiana si no conoces a
un hombre de verd— El resto de las palabras fue interrumpida por el puño de Lauren.
Luego de aquello el chico la empujó con fuerza, ella chocó contra la pared de un
local. Lauren lo golpeó con fuerza en todo el rostro, provocando que un hilo de sangre cayera de
su nariz. Grité asustada cuando él la pateó sobre el abdomen y me metí entre la pelea. La dueña
del local salió y llamó a la policía, así que hice un esfuerzo descomunal para sostener al
muchacho por detrás sin que se escapara.
Antes de que llegara la policía vi como Lauren acomodaba algunas cosas que se
habían salido de su mochila durante el enfrentamiento. Un libro, dos botellas de agua, un frasco
de antipsicóticos...
Y habría sacado mis propias conclusiones pero terminamos los tres en la
comisaría.
12
Pasaron días hasta que me decidiera acerca de preguntarle a Budín sobre los antipsicóticos.
Mi madre era psicóloga, y muchas veces me había comentado que medicaciones
como esas se utilizan para medicar enfermedades mentales como por ejemplo, la esquizofrenia.
Eso no quería decir que Lauren fuera necesariamente esquizofrénica. Sabía que había cientos de
enfermedades mentales, y si ella tenía alguna no era nada de otro mundo. Así que le pregunté si
las pastillas le pertenecían con tranquilidad, pero al parecer no se lo tomó muy bien.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Me estás tratando de enferma mental?— Me
reprochó con enojo. —No soy una maldita loca, Camila.— Escupió.
—No, ni siquiera insinué que fueras algo de eso. Fue la mera curiosidad.
—¿Confias en mí o no?— Habló seriamente sosteniéndome de los hombros. Un
escalofrío recorrió mi cuerpo y me centré en sus fríos ojos.
—Lo hago.
—Entonces no vuelvas a tocar el tema porque no tengo ninguna puta enfermedad
mental, y esas pastillas no eran mías.
Y decidí creerle, sin entender que no siempre se cuenta toda la verdad.
13
Los viernes con la tarde iba con Budín a un parque que nos gustaba a ambas. Hablábamos
durante horas, leíamos, tomábamos fotos, o simplemente no hacíamos nada. El recorrido
finalizaba delante de una gran iglesia cristiana, solo porque amábamos la heladería que estaba al
lado.
Cuando queríamos llamar la atención nos parábamos delante de la entrada de la
iglesia y nos comportabamos muy cariñosas la una con la otra. Yo tomaba la mano de Lauren y
ella envolvía su brazo alrededor de mi cintura mientras me decía cosas ridículamente cursis en
voz alta y me abrazaba con fuerza. La última vez que sucedió, terminé besando suavemente su
cuello sin pudor alguno. Escuché a una anciana decir que éramos una ofensa para su Dios, para
el mundo entero, y quién sabe para quién más.
Me aparté, más ofendida que avergonzada. Era raro porque a mí nunca me
importaban esas cosas, pero ese día sí lo hizo. Miré a Budín apenada y me sonrió de lado.
—Tu belleza es una ofensa para todos, Camila.
14
Según Budín escribo mucho. Me dijo que cada vez que me mira para ver qué hago, estoy
escribiendo frenéticamente alguna historia improvisada. Señaló que si no estoy contenta con el
resultado, me frustro y empiezo de nuevo hasta que esté realmente a gusto. "Y si alguien dice
algo poético o inspirador, lo anotas también. Es raro, pero sucede al menos unas diez veces por
día." Yo me reí porque tenía razón. Y por la vehemencia al describir mis comportamientos.
Le conté que tenía insomnio porque las ideas a mí me llegaba a la madrugada.
Que los tiempos de más inspiración y voluntad al escribir se daban cuando estaba enamorada, o
cuando tenía el corazón roto. Budín reflexionó sobre aquello antes de preguntarme.
—¿Por cuál estás pasando, Camila?
15
Cuando teníamos muchos exámenes iba a casa de Budín a estudiar. Ella no estudiaba porque
odiaba hacerlo, así que tenía incontables métodos para copiarse.
Una sola vez vi a sus padres, el resto del tiempo estaban trabajando. Su hermano
no vivía en su casa, así que estábamos solas toda la tarde. Por cada resumen que terminaba de
hacer Lauren me preparaba un café. Me ofrecía snacks por cada tema que me aprendiera, y me
obligaba a descansar con ella cada media hora.
Si se me hacía tarde y tenía que volver de noche, a pedido suyo me quedaba a
dormir en su casa. La primera vez que sucedió me prestó uno de sus pijamas (cabe destacar que
al igual que toda su ropa, era únicamente negro). Una vez que me vestí y estuve dentro de la
cama que compartiría con Budín, la vi parada en el marco de la puerta con una expresión
avergonzada.
—Camila, es hora de que sepas algo de mi persona que no me enorgullece en lo
absoluto.
Pensé que me iba a decir que era pedófila, que practicaba la zoofilia pero se
inclinaba más por la necrofilia, que era una hacker profesional y vendería mis órganos por la deep
web. Que era heterosexual.
Pensé demasiadas cosas en esos momentos. Cosas horribles. Por ese motivo
me aterroricé cuando se subió rápidamente a la cama y se posicionó junto a mí.
Y esperé lo peor, pero me dijo que usaba calcetines de conejitos.
16
—Héctor no me deja tranquila.— Dijo Lauren entrando al baño de mujeres. Siempre nos
salteabamos alguna que otra clase.
—¿Lo trajiste?— Pregunté retocando mi maquillaje frente al espejo.
—No, está dentro de su frasco. En mi casa.— Explicó. —Le gusta jugar conmigo.
Creo que me prefiere a mí.
—No es cierto.— Murmuré dándome la vuelta y enfrentándola.
Me gustaba que tengamos tanta proximidad o mucho contacto físico sin que se
vuelva raro. Lauren sonrió de lado y tomó mi mano jugando con mis anillos.
—Sabes, no todos tienen mi suerte. Tengo una familia algo extraña. Mi hijo es un
insecto feo y su otra mamá también lo es.
—¿Es fea su otra mamá?— Pregunté interesada. Budín asintió.
—Aun así la quiero.— Sentenció mirándome fijamente. Tragué saliva con
dificultad y me concentré en sus orbes verdes.
—¿Lo haces?
—Te quiero, Camila.
18
Un domingo por la mañana Lauren dijo que necesitaba verme. Esas fueron sus únicas palabras.
Me encontré con ella en una cafetería. Ya había ordenado el desayuno para
ambas así que me senté a su lado. La noté más pálida de lo común, tensa y nerviosa. Tomé su
mano por debajo de la mesa y la acaricié suavemente a la espera sus palabras. Cuando la
primera lágrima cayó por sus ojos, la aparté y acuné su rostro entre mis manos.
Ví como sus labios temblaban y me permití abrazarla con fuerza, como había
querido hacerlo desde hace tiempo.
—¿Qué pasó, Budín? ¿Estás bien?— Susurré contra su cuello. La sentí
estremecerse bajo mis brazos y la atraje incluso más contra mi cuerpo.
—Héctor... yo...
—¿Sí?
—Lo pisé.
19
No le hablé a Lauren durante dos días. Cuando se me pasó el enojo, fui a su casa para enterrar el
cadáver de Héctor. Lloré mucho sobre su hombro y permití que me abrazara todo lo que quisiera
porque sentía comodidad en sus brazos.
Lauren estaba más callada de lo normal.
—¿Pasa algo, Budín?
Ella me miró a los ojos durante varios segundos. No supe descifrar cuál era su
expresión. Parecía asustada, y a la vez fascinada. Su agarre en mi cintura se desvaneció poco a
poco y apartó la mirada.
—¿Alguna vez te asustaron tus sentimientos?
Asentí.
20
Antes de que Budín cumpliera años le pregunté qué me gustaría que le regalase.
Me dijo que estaba obsesionada con los conejos desde que era una niña, que los
amaba con todo su ser y eran su animal favorito. Le prometí que le regalaría uno el día de su
cumpleaños.
Y así lo hice.
Lo que yo no sabía era que Lauren quería al conejito para comérselo.
25
Estaba sentada a horcajadas sobre Lauren, respirando erróneamente e intentando regular los
latidos de mi corazón.
Escondí mi rostro en el hueco de su cuello y ella me sujetó de la cintura con
fuerza, capturando mis labios nuevamente e iniciando un beso rítmico. Cuando volvimos a
separarnos me reí contra su boca y besé sus cachetes.
—Te dejé marcas muy notorias en todo el cuello—. La callé besándola en los
labios. —Tus padres van a matarte.— Volvi a besarla. —O matarme.
—Las cubro con maquillaje.
—¿Y si las ven de todos modos? Todo me sale mal—. Se quejó.
—Hacerte querer te sale muy bien.
29
Lauren me pidió que sea su novia. No fue tan romántico como probablemente quiso, pero para mi
sí lo fue.
Mentiría si dijera que no lo dudé al principio. ¿Valía la pena etiquetar a mi
follamiga como novia? ¿Cómo podría yo confiar en alguien perfecto que parecía inalcanzable?
Y terminé aceptando, porque, ¿cómo negarme a sus mejores sonrisas?
32
Un grupo de amigos me invitó a una fiesta. Fui con Budín, porque no nos perdíamos ni una.
Recuerdo que tomé mucho alcohol y que me sentí mal así que lo dejé. No accedí
a ningún tipo de droga, tampoco. En cambio Lauren se embriagó hasta donde su cuerpo pudo
soportarlo, pero a mí no me importó. No como debería.
Fui a la habitación de mi amiga en busca de una aspirina. Cuando regresé, vi a
mi novia besando a otra chica.
En realidad besó a tres chicas más. Y no sé qué pasó después, porque me fui
con el corazón destrozado.
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Así que intenté que se vaya, la golpee, le grité y terminé llorando sobre su hombro.
—¿Por qué?— Pregunté. —¿Por qué yo? Te amo, ¿no es suficiente?
Lauren me pidió perdón. No sé si lo hizo como debería, pero la perdoné. Me dio
excusas. ¿Estuvo bien que la haya escuchado?
Estoy segura de que la odié. Pero al final de la noche la seguía amando.
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Me alegra decir que hicimos las cosas bien durante un tiempo. Tres meses, para ser exactos.
Tres meses en los cuales acordamos intentar que nuestra relación funcione. En
donde fui reemplazando las drogas por besos, y el alcohol por canciones. Pasamos de estar semi
desnudas en la carretera a pasear en su auto por la ciudad. Le di todo de mí.
Pero no fue suficiente para Budín.
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Una tarde la vi con otra chica. Para se exactas, la primera que besó cuando me fue infiel.
Descubrí que Lauren tenía una amante. Y una novia, aunque esa tampoco era
yo.
Rompí con ella porque sentí que era lo correcto. Seguía sin entender por qué me
hacía eso. Yo la amaba. Cambie mis malos hábitos por el bien de nuestra relación. Daba todo por
ella. ¿Seguía sin ser suficiente?
38
¿Para qué dejar mis malos hábitos por alguien que no valía la pena? Fui una completa idiota.
Las drogas y el alcohol volvieron a mi vida en escalas grandes. A veces me
preocupaba llegar a tener una sobredosis, o caer en un coma alcohólico. Pero pensé que valdría
la pena si me hacían olvidar a Lauren.
Finalmente reemplace el amor por odio. Y fui llenándome de rencor.
41
Conforme llegaron las vacaciones, me cambié de instituto. No quería saber nada de Lauren, y eso
también involucraba verla.
Poco a poco me volví una chica solitaria que solo reía si estaba drogada. A
menudo despertaba en casas agenas, sin recordar con quién había tenido sexo. Cuando me
embriagaba y no soportaba más extrañar a mi ex novia, la llamaba. Pero ella nunca contestaba.
Así que me resigne a la idea de que la había perdido por completo.
En los tres meses que habían pasado desde que nuestra relación acabó, dejé de
darle tanta importancia a mi vida y pretendí estar excelente, cuando por dentro aun estaba
muriendo por amor.
42
Conocí a un chico muy agradable en una fiesta. Era atractivo, divertido y seductor. No me negué
cuando me invitó a su departamento.
Vaya sorpresa me llevé al ver una foto suya con Lauren en la nevera. Ethan ni
siquiera ocultó ser su novio.
¿Así que Budín estaba jugando al juego hetero?
43
Me divertí con el cuerpo de Ethan. Le dejé marcas por todo el cuerpo que difícilmente logrará
ocultar. Arañé su espalda cuando llegamos juntos al orgasmo, odiándolo por no ser Lauren.
¿Acaso ella también sentía lo mismo cuando tenía sexo con sus putas?
Supe que no fue suficiente para ella.
Tampoco lo fue para mí.
Porque yo estaba llena de dolor. Mis preguntas no tenían respuestas. El rencor
ya se sentía habitual en mí. Seguía amando a Lauren, pero no era suficiente.
Esa noche también busqué a Christopher, su hermano, y me acosté con él.
44
Supe que Lauren estaba buscando por cielo y tierra a la mujer que se acostó con su novio.
Me reí por dos razones. Primero, porque todavía me causaba gracia el hecho de
que salga con un hombre. Y segundo, porque si me encontraba; tal vez podríamos hacer un trío.
Fui amante de Ethan por mucho tiempo antes de que algo más pasara.
45
No volví a saber de Ethan cuando estuve en el hospital. El hermano de Lauren estuvo todo el
tiempo a mi lado oliendo mi cabello y aferrándose a mi débil cuerpo.
Me juró amor eterno, se negó a abandonarme. Incluso me propuso matrimonio
mientras dormía, o eso aseguró mi madre, quien estaba muy decepcionada y ya casi ni me dirigía
la palabra.
No esperaba que Christopher se obsesionara conmigo. Tal vez porque no sabía
que era esquizofrénico.
47
Mi madre realmente hizo todo lo que estuvo a su alcance para que no tuviera contacto con
Lauren.
El juicio se llevó a cabo por separado, terminaron determinando que el asesinato
estaba justificado por defensa personal.
No sé si fue a la cárcel o no luego de eso. No tengo idea de qué le sucedió,
porque me ocultan muchas cosas desde que descubrí un informe donde decía que es psicópata.
Creí que conociendo esa información, y habiendo sido testigo de una gran
atrocidad cometida por ella; en un año sería capaz de dejar de amarla.
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—Me enseñaste cosas. Me enseñaste a amarte y me enseñaste lo que es realmente una buena
relación con confianza más o menos duradera—. Susurró contra mi cuerpo desnudo.
Me incorporé y fruncí el ceño.
—¿Me amabas, Lauren?
Hasta haber dejado de llamarla Budín se sentía amargo.
—Lo hago, Camila.
Me amaba.
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Amar no era engañar, ni traicionar. Y a decir verdad si hay algo que más le faltó a nuestra ex
relación fue la confianza. Eso lo tenía claro.
Lauren no hacía más que lastimarme.
Pero sus mentiras me hacían feliz, y creí que tal vez eso podría ser suficiente.
53
Me aferré a una falsa felicidad que muy pronto terminaría por consumirnos a ambas.
—No me dejes, Lauren—. Le suplicaba constantemente.
—Nunca más, Camila—. Decía para luego abrazarme con fuerza.
Teníamos una relación tóxica, pero, ¿por qué me hacía sentir tan bien?
55
Me asustaba pensar que siguiera sin ser suficiente para Lauren. Que ni la relación sin etiquetar, ni
nuestros malos hábitos, ni mi amor hacia ella lograran hacerla feliz.
Estaba aterrada porque no quería perderla de nuevo. Y tuve que haber estado
muy ciega para no darme cuenta de la gravedad en nuestras acciones.
Tuve una sobredosis días después de que Lauren sufriera un coma etílico.
56
A veces me era inevitable no pensar en ella. Porque ni siquiera sabía si seguía viva. Ella se había
ido, de nuevo.
Retomé mi antigua vida. La que tenía justo antes de conocerla.
Hice amigos nuevos y perdí a la mayoría de los viejos. Viví aventuras increíbles,
me concentré en mis propias ambiciones. Estudié más de lo que necesitaba para terminar el
instituto con calificaciones excelentes e ir pensando en la universidad de mis sueños.
No logré ser feliz.
59
Entré en la universidad.
Fui incluso más sociable de lo que ya era, e hice amistades nuevas. Entre ellos,
Lucas.
Me hice muy amiga suya. Lo muy encontraba atractivo, cariñoso y amable. Mi
corazón volvía a acelerarse cada vez que lo veía. Me emocionaba cuando nuestras manos se
rozaban por accidente.
Me estaba enamorando de nuevo. Y yo no podía estar más feliz con este
conocimiento.
fin.
ahre no
61
Y honestamente me costó llegar a la conclusión de que tenía miedo de volver a estar lastimada.
Lauren me había roto el corazón más de una vez. Yo misma me lo había roto
también. No quería volver a sufrir así, por más que tuviera que correr el riesgo para ser feliz.
Así que entendí que mis heridas del pasado seguían intactas. Que mis preguntas
seguían sin ninguna maldita respuesta. Que el dolor nunca se fue por completo, sino que estuve
bloqueándolo hasta que olvidé que no era parte de mí.
Mi miedo era tan estúpido como yo.
Porque yo ya estaba lastimada.
64
Cuando empezamos una relación, ya no había miedos de por medio. Ni heridas sin sanar, o
preguntas sin responder.
Tampoco había drogas, y mucho menos infidelidades. Éramos solo nosotros,
haciéndonos felices mutuamente y amándonos sin límites.
Fui muy feliz a su lado.
66
Me resultaba injusto.
Ella ya había hecho su vida y yo todavía intentaba encarrilar la mía.
No me preocupaba precisamente por Lauren, sino por los sentimientos que generaba en mí.
Porque cuando falleció mi madre fue la primera en llegar al departamento que
compartía con Lucas. Me sostuvo contra sus brazos firmes durante toda la noche, me permitió
llorar contra su pecho. Me ofreció su consuelo. Estuvo ahí para mí en todo momento.
70
Lloré y lloré. Por la muerte de la persona que me había dado la vida, y por la persona que estaba
alborotando la mía.
Lloré porque la quería.
Cuando Lucas fue en busca de un vaso de agua para mí, la besé en los labios. Y
ella me besó a mí.
Volvíamos al doloroso comienzo.
71
Seguir con Lucas no era honesto. No cuando solo podía pensar en Lauren.
Terminé con el tres semanas después de la muerte de mi madre. No le mentí,
simplemente le dije toda la verdad.
Lo entendió, pero no merecía que le rompieran el corazón.
72
Por supuesto que ella seguía siendo la misma persona al fin y al cabo.
Había cambiado, pero no totalmente. No importaba lo que me dijera sino cómo
actuara, y lo que me demostrara.
Sabía perfectamente con quién me estaba involucrando, pero poco me
importaba.
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—No soy exclusiva, Camila—. Decía cuando le suplicaba que se quedase toda la noche conmigo.
La veía vestirse y me resignaba con todas mis fuerzas para no tirarle con algo.
—Aun no sabes amar, Lauren—. Escupí con rabia.
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Esa noche, rompí un plato. La sangre brotó de mis manos y me sorprendí cuando no sentí dolor.
Esa noche jugué a sentirme suicida por primera vez y tomé muchas pastillas.
Esa noche se prolongó hasta que desperté en un hospital.
79
Seguía viva.
Le dejé una nota a Lauren. Me fui de la ciudad e intenté adivinar si vendría por mí
o no. Era una especie de prueba de amor definitiva, aunque ella tuviera un concepto totalmente
erróneo de lo que era el amor.
No importaba en lo absoluto. Yo tenía que conseguir lo que quería y punto.
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n/a
no piensen que a mí no me frustra ver como se va todo a la mierda de nuevo ah
re
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Me sentía extasiada.
Con Budín viviendo conmigo creía que no necesitaba nada más en el mundo.
Aunque a decir verdad pasábamos más tiempo en la cama que conversando.
Pero el sexo era otra forma de demostrar amor, ¿no?
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Al día siguiente la visité en su amada oficina. Le llevé su postre favorito y la dejé trabajar
tranquila.
La recepcionista, quien tenía una sensual cabellera rojiza, casualmente tenía
impregnada en su cuerpo la misma fragancia.
Conversé con ella animadamente durante un par de minutos y luego me despedí.
La esperé fuera hasta que terminara su turno con unas grandes tijeras en las
manos.
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—Camila.
Lauren me enseñó en su celular una foto de Ann, la pelirroja de la fragancia
elegante.
Lucía exactamente igual que la última vez que la vi. Asustada, triste, y con un
corte de cabello cortísimo y espantoso.
Sonreí con simpleza hasta que ella lanzó el primer golpe.
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Una noche Lauren no llegó a casa. Rastreé su celular y llegué a una dirección.
Vi su silueta a través de las ventanas. Fui en busca de gasolina a una estación de
servicio y volví al lugar.
Las llamas ardieron tanto como ardía mi corazon por cada maldito error que
cometía Lauren.
Yo no incendie la casa. Yo hice justicia por amor.
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—No, no contestes.
Porque Camila no pudo terminar de escribir su historia.
epílogo
Corrí con el corazón en la boca por los alborotados pasillos del instituto junto a mis amigas.
Todas gritábamos, aterradas. Sostuve el suéter de Dinah entre mis manos con
fuerza, con el terror de perderla entre la multitud de estudiantes en la misma situación que
nosotras. Normani tomó lo mano de Ally y corrieron a mi lado, empujando a algunas personas. La
desesperación no nos dejaba pensar con coherencia, y en eso se escuchó un disparo.
Dos disparos. Tres. Cuatro.
Dinah lloraba. Yo temblaba de miedo mientras las conducía a la segunda planta
entre tropiezos. Cinco disparos. Alguien cayó muerto detrás mío.
Doblé a la izquierda y encontré la biblioteca. Abrí la puerta rápidamente y los
gritos de los que estaban dentro se hicieron presentes. Pararon cuando vieron que solo eramos
más estudiantes escapando del peligro. Cerré la puerta de nuevo y una profesora nos ayudó a
mover un escritorio contra ésta.
Los estudiantes estaban estrategicamente escondidos debajo de las mesas,
detras de estantes, debajo de escritorios y dentro de armarios. La biblioteca estaba practicamente
llena y todos buscaban algo en común: sobrevivir.
Ally fue la primera en correr debajo de un escritorio, junto a una profesora. Su
estatura permitió que entrase perfectamente en el espacio. Normani se quedó detrás de un
estante y se tiró al suelo. Dinah y yo nos quedamos de pie, debatiendo internamente qué hacer,
hasta que vi una silueta a través del cristal de la puerta.
—¡Agachate!— Le grité y tiré de ella bajo una mesa al fondo del lugar, delante del
escritorio donde estaba Ally.
Un disparo. El vidrio se rompió en pedazos y todos guardaron silencio. Escuché
mis propios latidos del corazón y sostuve la mano de Dinah con fuerza.
—Gracias por todos los años de amistad, por las aventuras que vivimos y por las
que nos hubiera gustado vivir. Te amo, y si puedo dar mi vida por vos lo voy a hacer—. Susurró
abrazándome protectoramente.
Disparos. Gritos. Llantos. Ella entró en la biblioteca con facilidad.
—No, no te despidas. Por favor, no lo hagas—. Supliqué llorando con fuerza.
—Vamos a vivir. Vamos a vivir y recordaremos esto como una experiencia traumática. Seremos
entrevistadas por los medios y saltaremos a la fama como "las trágicas amantes sobrevivientes
de la masacre."— Bromee.
Hablaba muy rápido y bajo para poder distraerla, aunque lo cierto es que
posiblemente yo estaba más aterrada que ella.
Disparo tras disparo, algunos estudiantes al azar abandonaron la vida.
Cuando ella llegó hasta Normani dejé de respirar. Vi desde mi posición como la
observó sin darle importancia y pasó a la siguiente víctima. Respiré con dificultad mientras más
personas morían.
Hasta que llegó el turno de Ally.
La enana maltida se creyó rebelde y salió de su escondite. La enfrentó con
confianza.
—Disparame, putita. Te seguiré jodiendo la vida en el infierno también—.
Canturreo por última vez antes de recibir una bala en el rostro.
Llevé ambas manos a mi boca y chillé al igual que Dinah. Ally era la única de
nuestro que le hacía bullying a Lauren. Pero muchos estudiantes de la escuela lo hacían. Y
nosotras estábamos sufriendo las consecuencias.
Mi grito desaforado capturó su atención y se giró en mi dirección. Odié a Dinah
con toda mi alma por ser más rápida que yo y pararse, lista para protegerme.
La vi morir delante de mis ojos.
Sentí que me estaba por desmayar mientras me deslizaba fuera de mi escondite
y salía a abrazar su cuerpo. Miré a su asesina con un nudo en la garganta y luego a mi mejor
amiga.
Ya no respiraba.
Mis manos, las cuales no paraban de temblar, se aferraron a ella con
desesperación. Su sangre me hizo volver a la realidad. La sacudí, le grité, la golpee. Lloré. Se
había ido. Estaba muerta.
Lauren parecía arrepentida.
Me puse de rodillas. Era mi final también.
Miré a los ojos a la chica que amaba. A la cual nunca me había atrevido a
hablarle, pero habría deseado hacerlo antes. Incluso había escrito una historia ficticia nuestra,
producto de mi aburrimiento en las clases de matemáticas.
Iba a morir.
Pero no podía hacerlo sin confesarle mis sentimientos.
Tragué saliva y me puse de pie.
—Te amo, Budín—. Confesé utilizando mi apodo secreto para ella.
Hubo un solo disparo más.
No estoy segura en qué dirección fue. Si en la mía, o en la suya.
Fin.