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Las dos escenas del cuerno en la Chanson de Roland ∗

Por André Burger

Hace ya tiempo se ha señalado que la Chanson de Roland se distingue del resto de los
cantares de gesta por la excelencia de su composición. La obra reciente de Jean
Rychner1 puso en evidencia la habilidad incomparable del poeta en el manejo de una
técnica compleja fundada esencialmente en el empleo del verso y de la serie similares
para construir las escenas sucesivas a partir de las cuales se compone su relato. A partir
de la observación atenta de esta técnica, tal vez resulte posible profundizar la
comprensión del pensamiento íntimo del poeta. Esto es lo que nos proponemos hacer
para las dos escenas del cuerno, escenas capitales, que dan la impresión de ser el punto
central de toda la concepción del poema2 pero cuya significación exacta no parece haber
sido completamente elucidada. En la introducción a su edición del Poema de Mio Cid, R.
Menéndez Pidal escribe: “por un pundonor tan sutil que es incomprensible hasta para el
mismo Olivier, Roland se condena con 20.000 franceses a morir sin pedir el necesario
auxilio.” ¿Cuál es la naturaleza exacta de ese sutil pundonor? A los ojos del poeta ¿es
loable o condenable? Esto aún se sigue discutiendo y Bédier termina su brillante
comentario de la segunda escena con estas palabras, que dan toda la impresión de ser
una confesión de fracaso: “pero, a decir verdad, no se comprende, no se explica, no se
justifica a un héroe, no más que a un santo”.3
Antes de intentar interpretar estas dos escenas, conviene preguntarse qué confianza
podemos otorgarle a los textos que nos las han transmitido. En su conjunto, las diferentes
versiones concuerdan con una exactitud suficiente como para que el texto de O esté al
abrigo de toda sospecha (más allá de pequeñas faltas de copista, sin importancia para
nuestro propósito). Las versiones divergen en un solo punto, pero un punto sensible, las
tres series similares de la primera escena, y a veces se ha preferido el texto representado
por V4, por C (que sigue aquí una versión asonante cercana a V4) y por la Karlamagnús
Saga.
En O tenemos tres series en ọ, en e y en ā respectivamente; en V4 y en C, tres series
en o, en ā y en e-e. J. Horrent4 asimila la serie en e-e de V4 a la serie en e de O, donde el
copista habría invertido las dos últimas series similares, destruyendo la progresión mi
fama : mis parientes : Francia. El texto de V4 y de C además está apoyado por el de la
Saga. P. Aebischer,5 por el contrario, estima que aquí “una vez más la saga sigue al
manuscrito Digby y se opone al grupo V4, CV7”. En realidad las cosas son un poco más
complicadas. No sería posible identificar la serie en e de O con aquella en e-e de V4
porque la Saga traduce ambas. He aquí el segundo pedido de Olivier (texto de a,
traducido por Aebischer):
Y Oliveros volvió a hablar: “Compañero, ¡tañed tu cuerno que se llama Olivant, y el rey
Carlomagno enviará su hueste y nos proporcionará tropas!” Roland responde: “¡Jamás mis
parientes deberán sufrir afrenta por mí, ni ningún hombre de Francia” ¡Prefiero dar y recibir
fuertes golpes, porque aquellos están todos condenados a muerte!”

Aquí se pueden reconocer fácilmente varios versos de la serie en e de O:


1060 cuando Carlos lo oiga, con la hueste vendrá
y del rey y de sus nobles seremos socorridos
1063 que toda mi familia sufra afrenta por mí
ni que la dulce Francia caiga en el deshonor
6
1069 os juro yo que a todos la muerte les espera

También es evidente que el tercer pedido de Olivier en la Saga traduce la serie en e-e
de V4:
Oliveros volvió a hablar por tercera vez: “Roland, ¡tañed tu cuerno y Carlomagno enviará su
hueste y se unirá en el país extranjero!” Pero Roland responde: “¡No quiera Dios ni santa
María su madre que yo deba temer tanto a los paganos que Francia pierda su renombre por
vuestra causa [por mi causa, B]!

Compárese con V4:


1008 La hueste de los franceses retornará
Nos socorrerán en el país extranjero
Dice Roland: No quiera Dios mi padre
Ni santa María, su dulce madre,
1015 Prefiero morir a que Francia sea afrentada

Tenemos pues la siguiente tabla:


4
serie en ọ: O 83 = V 81= C 92 = Saga, primer discurso
serie en e: O 84 = Saga, segundo discurso
4
serie en ā: O 85 = V 82 = C 93 =
4
serie en e-e: V 83 = C 94 = Saga, tercer discurso

Cada texto tiene tres series similares pero la coincidencia de la Saga con O 84, por un
lado, con V4 83 y C 94, por el otro, muestra que la redacción (literalmente, remodelación,
remaniement, N. de T.) tenía cuatro, las tres de O más la serie en e-e de V4 y C; esta
última remite sin ninguna duda al refundidor: la expresión tan desplazada sonez la menee
(C; la meslee V4) basta para probarlo. Por lo demás, el último verso, que cierra la serie
con un nuevo motivo de la negativa de Roland, rompe la simetría con las precedentes.
Los refundidores posteriores volvieron a llevar a tres el número de series similares, pero
conservaron la serie apócrifa. Una vez más O nos transmite el texto original.
La primera escena del cuerno comprende las series 79 a 92, desde el acercamiento de
los sarracenos hasta el inicio de la batalla. La estructura se puede representar a partir del
siguiente esquema, para el cual nos inspiramos en el de Rychner (op. cit., p. 119)
modificándolo un poco:

En el centro se ubica el debate de Roland y Olivier que comprende las tres series
similares y las tres series de diálogo que prolongan el debate, sin hacer avanzar el relato
de los eventos externos; las dos primeras, 86 y 87, están ligadas a las series similares por
la fórmula: Dice Olivier / Responde Roland; la tercera, 88, está ligada a la segunda por el
verso de remisión:
1106 ¡No digáis tal locura!
¡Mal haya todo aquel de corazón cobarde!
por un lado, y por el otro:
1113 Señores, compañeros, amigos, ¡basta ya!
1116 sabiendo que entre ellos no había ningún cobarde

Las tres están ligadas por su conclusión:


1092 Cuanto más golpeemos, más Carlos nos querrá
1109 todos aguantaremos los ataques y golpes
1120 Con tu lanza has de herir, y yo con Durandarte,
esta mi buena espada que el rey me regaló.
Si yo llego a morir, dirá quien la posea:
perteneció esta espada a un muy noble vasallo.

Estos versos las vinculan además con las tres series similares:
1055 Con Durandarte ahora yo daré grandes golpes
1065 Haré que Durandarte hiera continuamente
1078 en ella asestaré mil setecientos golpes

Este segmento central está encuadrado por dos narraciones de cuatro series cada una.
En la primera la serie 79 relata el acercamiento de los sarracenos y la reacción de los
franceses. Las tres siguientes refieren el rol de Olivier y forman un grupo estrechamente
ligado por los versos de inicio:
1017 Ha subido Oliveros a lo alto de un monte
1028 Ha subido Oliveros a lo alto de un monte
1039 Allí dice Oliveros

y por los versos interiores de remisión:


1022 muchas lorigas blancas, muchos yelmos brillantes
1031 Relucían los yelmos engastados en oro
relucen los escudos y las lorigas gualdas
y veía las lanzas con sendos gonfalones
1042 los yelmos bien sujetos y las lorigas blancas
las astas bien erguidas, las picas como ascuas

que recuerdan los de la serie 79:


996 yelmos se ajustan
998 Sus escudos son buenos; sus picas, valencianas
los pendones son blancos, azules y bermejos
1003 todas las guarniciones flameaban con él

En la narración final la serie 89 muestra a Turpin arengando a los franceses y la serie


90, a los franceses listos para el combate; estas se vinculan por una reiteración elaborada
a partir de versos similares; serie 89:
1133 tendréis mi absolución y salvaréis el alma
1137 y les da el arzobispo la bendición de Dios

serie 90:
1140 bien absueltos están, libres de sus pecados
por Turpín bendecidos en el nombre de Dios

Las dos últimas series, que muestran a los franceses marchando hacia el enemigo, están
ligadas por su verso final:
1169 Ante tales palabras se reúnen las huestes
1187 paganos y franceses, helos aquí ya juntos

El poeta además ha dispuesto tres ligazones a distancia, caso raro en una misma escena,
y por ende particularmente significativo. La serie 79 está ligada a la 88 por el discurso de
Roland sobre los deberes del vasallo, que se retoman con otra asonancia y un verso
similar:
1010 por el señor se deben sufrir todas las pruebas
7
1117 Por el señor se deben sufrir grandes males

La serie 80 está ligada a la 90, en este caso no por versos similares sino por una alusión
explícita. En la primera, Olivier hace alusión a la traición de Ganelon y Roland lo calla:
1024 Ganelón lo sabía, el pérfido, el traidor
aquel que nos nombró ante el emperador
Le responde Roldán: No sigas, Oliveros;
hablas de mi padrastro, no quiero que se cite.

En la segunda es Roland quien recuerda estas palabras a Olivier, dándole la razón:


1146 Vos, señor compañero, lo sabíais muy bien
que Ganelón a todos nosotros ha vendido
por ello recibió oro, haberes y dinero

Por último, la serie 87 está ligada a la 92 por las palabras de Olivier, que contienen un
verso exactamente similar:
1099 Allí dice Oliveros: Roldán, pensad un poco:
ellos están muy cerca, Carlos está muy lejos,
y no os habéis dignado tañer el olifante.
Si el rey aquí estuviera, no sufriríamos daño.

1170 Allí dijo Oliveros: No me interesa hablar.


8
No os habéis dignado tañer el olifante
y por eso de Carlos no tendremos ayuda:
él de esto nada sabe, ni tiene culpa el noble
ni los que aquí se encuentran ninguno es de culpar.

Estamos aquí frente a una composición de una arquitectura compleja y hábilmente


dispuesta donde todo ha sido meditado y pesado. A nosotros corresponde ahora
interrogarla para intentar comprender las intenciones secretas del poeta, que están
sugeridas más que explicitadas.
El comportamiento de Olivier es claro y no parece requerir largas explicaciones. De
todas formas, volvamos a las series 87 y 92, ligadas, como acabamos de ver, por el
propósito de Olivier. En la primera, lamenta la ausencia de Carlomagno y presagia la
masacre de la retaguardia:
1105 Los que ahora están en ella en otra no estarán.

En la última, justo antes de dar la señal de combate, vuelve sobre la negativa de Roland,
pero agrega:
1173 él de esto nada sabe, ni tiene culpa el noble
ni los que aquí se encuentran, ninguno es de culpar

Antes de iniciar una batalla que prevé funesta, Olivier procura entonces asignarle toda la
responsabilidad por ella a Roland y dispensar a Carlomagno y a los barones que lo
acompañan. Esto podría sorprender; es evidente que Carlomagno no es responsable por
nada, incluso ha ofrecido la mitad de su hueste a su sobrino, quien orgullosamente la
rechazó. Pero recordemos que el lazo del homenaje feudal es recíproco: si el vasallo jura
fidelidad a su señor, este a cambio le debe protección. Carlomagno tiene el deber de
proteger a sus vasallos y podría reprochársele haber faltado a su deber al dejar morir a su
retaguardia. Los versos 1191 ss muestran que la preocupación de Olivier por el honor de
su señor no es vana. “Felones franceses” dice Aelroth
os ha traicionado quien debiera guardaros.
Rey loco debe ser el que os dejó en los puertos.
La dulce Francia ahora perderá su renombre

La respuesta de Roland deja fuera de duda que es a Carlomagno a quien los paganos
acusan de traición:
1207 ¡Atrás, hijo de sierva; Carlomagno no es loco,
ni jamás ha querido traición alguna hacer;
obró como hombre noble dejándonos aquí

y Carlomagno mismo dirá en su planto por Roland:


2900 ¡Cuando viniste a España, traías mal señor!

Olivier pues se preocupa con razón por el honor de su soberano. Se preocupa también,
como verdadero jefe, por la seguridad de sus hombres:
1023 Causarán gran quebranto entre nuestros franceses
1050 y de nuestros franceses me parece haber pocos
1104 muy fácil podéis ver la pobre retaguardia

Frente a la insistencia de su amigo, Roland replica:


1106 ¡No digáis tal locura!
¡Mal haya todo aquel de corazón cobarde!
aparentando poner en cuestión el coraje de Olivier, por lo cual este se calla. Nadie duda,
por cierto, de que Olivier no actúa movido por la cobardía. Pero es notorio que el poeta,
que no tiene el hábito de intervenir para glosar su relato, haya procurado aclararlo aquí en
forma explícita:
1093 Roldán es valeroso y Oliveros prudente.
Ellos son, uno y otro, de temible bravura:
cuando están a caballo y vestidas sus armas,
por miedo de la muerte no esquivarán batalla.
Muy buenos son los condes y bravas sus palabras.

Y es Olivier quien, después de una última exhortación a pelear bien, lleva a los franceses
a proferir el grito de la victoria:
1176 “Vos, señores barones, ¡mantened bien el campo!
¡Yo os suplico por Dios que estéis muy bien dispuestos
para tomar los golpes, darlos y recibirlos!
Mas la enseña de Carlos no vamos a olvidar”
Ante esta exhortación los franceses se animan:
quien les hubiese oído cuando gritan “¡Munjoie!”,
hubiese comprendido lo que era valentía.

La actitud de Olivier es irreprochable. No piensa en sí mismo, sino solo en el honor de su


señor y en la seguridad de sus hombres. Dado que no ha podido convencer a Roland, se
somete con disciplina a la voluntad del jefe y solo se preocupa por pelear bien.
La sabiduría se encuentra del lado de Olivier. Él es “prudente”, dice el poeta… “¿Qué
significa, pues, ser prudente y qué hay en esa palabra?” se pregunta Bédier (LE, p. 433).
El poeta ha respondido a esta pregunta de manera magnífica: la proeza de Roland es su
alegría frente a la batalla:
1008 ¡Que Dios nos la conceda!

exclama al oír los clarines sarracenos, y más adelante:


1110 Desde que ve Roldán que hará la batalla
se vuelve más feroz que un león o un leopardo

Es su confianza intrépida en la fuerza de su brazo, armado con su buena espada:


1055 Con Durandarte ahora yo daré fuertes golpes
1065 Haré que Durandarte hiera continuamente
1078 En ella asestaré mil setecientos golpes
1092 Cuanto más golpeemos más Carlos nos querrá
1109 Todos aguantaremos los ataques y golpes
1120 Con tu lanza has de herir y yo con Durandarte

Es, por último, su desprecio del adversario:


1058 Os juro yo que todos tienen la muerte cierta.
1069 Os juro yo que a todos la muerte les espera.
1081 Y de esos españoles ninguno escapará.
Y cuando Olivier le señala la desproporción de las fuerzas
1088 Responde Roldán: Mi valor se acrecienta.

La verdadera cuestión es otra porque a fin de cuentas ¿quién le impediría mostrar su


proeza, dar grandes golpes, hasta que llegue el emperador y luego a su lado? Está claro
que Roland quiere vencer solo, piensa en su gloria personal, en su fama. Por eso no nos
convence la explicación de Bédier: “Roland por ser Roland, por ser aquel que se yergue
no frente a la concepción sino a la pasión de su deber, no podía llamar” (LE, p. 140). Su
verdadero deber de jefe es advertir al emperador de la situación peligrosa en la que se
encuentra. Desde el punto de vista militar comete una falta. ¿Por qué Turoldo se la hace
cometer? El poeta también ha respondido a esta cuestión, si es cierto que no es casual
que haya encuadrado el debate con dos alusiones a la traición de Ganelon. En la primera,
sin duda, la exclamación de Olivier al ver los innumerables caballeros sarracenos es muy
natural, pero la actitud de Roland es más enigmática: ¿por qué calla a Olivier? Está claro
que le da a entender que no quiere que se exponga la vergüenza de su padrastro, pero
este súbito pudor parece extraño al recordar que hace poco lo insultaba de arriba abajo:
763 ¡Ah, mal hombre —le dice—, de una puta familia!

¿Podría decirse que se había dejado llevar por la cólera y ahora lo lamenta? Pero
entonces ¿por qué después del debate vuelve sobre la traición justamente para recalcar
la infamia de su padrastro? Olivier simplemente había constatado: “Ganelon lo sabía”.
Roland va más allá, acusa a su padrastro de haberse vendido a Marsil:
1148 por ello recibió oro, haberes y dinero
1150 El rey Marsil ha hecho mercado de nosotros

No se trata aquí de “una concesión amistosa” como dice Rychner (op. cit., p. 119) sino,
evidentemente, del sentimiento íntimo de Roland y el gesto de pudor precedente no
parece ser sino un pretexto para ocultar su motivo más profundo para hacer callar a su
amigo. Nótese que estas palabras se encuentran inmediatamente después del sermón de
Turpin y la absolución otorgada a los franceses, como si Roland, antes de la batalla,
quisiera descargar su conciencia.
En mi opinión, si el poeta ha hecho planear la sombra de Ganelon sobre el debate de
esta manera es para indicar que está dominado por la presencia invisible del traidor. El
comportamiento de Roland está determinado por su problema interior, por su conflicto de
orgullo que no lo deja libre para juzgar objetivamente la situación. Se comprende
entonces por qué antes del debate hace callar a Olivier: él sabe tan bien como su amigo
que Ganelon le ha tendido una trampa, él sabe tan bien como Olivier que podría y debería
desbaratarla advirtiéndole a Carlomagno, pero después de las soberbias palabras de la
escena de la investidura:
790 vos pasaréis los puertos sin ninguna inquietud
¡a nadie tengáis miedo mientras que yo esté vivo!

está decidido de antemano a resolver la situación por su propia fuerza, a probar a


Ganelon que su cálculo fue vano. Se trata de una suerte de desafío tácito del que no va a
desdecirse. No es la pasión por el deber lo que lo empuja sino el orgullo y eso no lo puede
decir, por eso calla a Olivier. Pero después del debate, ahora que ha tomado la decisión,
que la batalla es inminente, puede expresar sus verdaderos sentimientos:
1150 El rey Marsil ha hecho mercado de nosotros
pero habrá de adquirirlo con la espada en la mano.

El poeta mismo nos sugiere esta interpretación a partir de este último verso que es una
alusión evidente a la escena de la investidura de Roland:
755 No perderá allí Carlos, el rey que a Francia tiene,
corcel ni palafrén, si yo no me equivoco,
ni una mula ni un mulo que esté de cabalgar
ni la menor acémila, ni un rocín perderá
que, la espada en la mano, no se hayan disputado.

A estas orgullosas palabras Ganelon responde solo con una pequeña frase, “Sé que lo
haréis así”, que bajo su apariencia banal está cargada de un sentido terrible: en realidad
significa que Ganelon, para cumplir con su venganza, apunta precisamente al orgullo de
Roland que le impedirá pedir ayuda. Esta amenaza inasible y que sin embargo todos
adivinan hace perder a Roland el dominio de sí que hasta ese momento había
conservado:
763 ¡Ah, mal hombre —le dice—, de una puta familia!,
¿creísteis por azar que mi guante caería
como el bastón a ti delante del rey Carlos?

Al desafío audaz de Ganelon, Roland responde con otro desafío al rechazar las fuerzas
que le ofrece Carlomagno:
788 ¡que me confunda Dios si desmiento mi estirpe!
Con veinte mil franceses ya tendré suficiente;
vos pasaréis los puertos sin ninguna inquietud:
¡a nadie tengáis miedo mientras que yo esté vivo!”

Después de esto ¿cómo podría Roland tañer el cuerno? Nadie, que yo sepa, ha hecho la
muy simple observación de que al llamar a Carlomagno Roland estaría al mismo tiempo
llamando a Ganelon para que lo ayude.
Por consiguiente las tres series similares de O presentan un crescendo tan significativo
como el de V4, C y la Saga:
1054 pues en la dulce Francia perdería mi fama
1062 ¡No lo permita Dios
que toda mi familia sufra afrenta por mí
ni que la dulce Francia caiga en deshonor!

La segunda respuesta acentúa la primera, pero ni una ni otra expresa el motivo


profundo de la negativa de Roland; recién en la tercera deja escapar de forma velada su
verdadero pensamiento que no puede confesar explícitamente:
1073 ¡No lo permita Dios —le responde Roldán—
que haya un hombre en el mundo que pudiera decir
que a causa de paganos haya tañido el cuerno!

Hay un hombre en el mundo, uno solo, que Roland no quisiera por nada que le reprochara
haber pedido ayuda, Ganelon.
Se entiendo mejor, por último, por qué el poeta también encuadró el debate con los dos
discursos similares sobre los deberes del buen vasallo que pone en boca de Roland. El
primero responde a las primeras palabras de Olivier:
1006 Allí dijo Oliveros: Señor y compañero:
con sarracenos, creo, tendremos que luchar.
Le responde Roldán: ¡Que Dios nos lo conceda!
Debemos mantenernos por nuestro rey aquí
por el señor se deben sufrir todas las pruebas,
aguantar los calores, aguantar grandes fríos,
por él se ha de jugar el pellejo y el pelo.

como si Roland de antemano quisiera ahorrarse cualquier discusión. El segundo cierra


el debate, como si Roland quisiera una vez más justificar su decisión frente a su amigo,
que se ha callado sin estar convencido. Estas son sin duda “palabras elevadas”, pero
también podría decirlas Olivier, cuyo sabio consejo resulta más útil a su señor que la
“ligereza” de Roland. Estas palabras no justifican realmente la negativa de Roland, solo
sustituyen un móvil secreto por un pretexto honorable.
La Chanson de Roland, escribe Bédier, “no es un drama de la fatalidad, sino de la
voluntad. En este poema, Roland y sus compañeros, lejos de sufrir su destino son, en
cambio, los artesanos y los dueños de su destino. Sus caracteres engendran los hechos y
los determinan” (LE, p. 411). Esta afirmación es muy correcta si por fatalidad se entiende
solo un fatum exterior. Pero existe la fatalidad interior de las pasiones humanas. La
voluntad de Roland decide pero esta voluntad no es libre, está prisionera de su orgullo.
Desde la entrada en escena de Ganelon, el comportamiento de Roland está dominado por
el conflicto con su padrastro. Su risa despectiva (v. 202) desencadena el engranaje fatal y
si bien Ganelon tiende la trampa, el orgullo de Roland permite que se deje atrapar. Olivier
ve correctamente porque su corazón está libre de todo problema personal.

De la segunda escena del cuerno, que comprende las series 128 a 139, estudiaremos
solo el inicio, las cinco series que vuelven a enfrentar a Roland y Olivier en un debate en
el que los roles están invertidos. En este grupo la técnica del verso similar está menos
subrayada que en la primera escena: las tres series 129 a 131 están unidas por su
comienzo (“Esto dice Roland”) pero solo las dos primeras son similares. Estas tres series
están precedidas por una serie de introducción y seguidas por la intervención de Turpin,
es decir:

128
129 = 130 — 131
132
El poeta ha utilizado ampliamente su técnica para vincular este fragmento con la
primera escena. Estas referencias nos ayudarán a penetrar mejor en su pensamiento y
confirmarán, según creo, la interpretación propuesta más arriba.
Este segundo debate es más breve que el primero; estamos en plena batalla, no es el
momento de dar largos discursos. Las tres series similares de la primera escena se
reducen aquí a dos, pero como allí Roland, aquí Olivier ofrece sucesivamente tres motivos
para su negativa. A las tres series de diálogo 86 a 88 corresponde solo la serie 131,
colmada de los reproches de Olivier tras una breve pregunta de Roland. Luego, a un lado
y a otro interviene Turpin, primero para exhortar a los franceses y luego para apaciguar el
debate.
Desde la serie de introducción —sin utilizar, sin embargo, el verso similar— Turoldo
pone en boca de Roland una clara alusión a la primera escena: después de deplorar las
grandes pérdidas de los franceses, Roland se lamenta:
1697 ¡Ay, mi rey y mi amigo!, ¿por qué no estáis aquí!

Este verso recuerda la advertencia de Olivier:


1102 Si el rey aquí estuviera no sufriríamos daño.
Con una delicadeza admirable, el poeta otorga a Roland una actitud que implica la
confesión implícita de que lamenta su negativa. La serie finaliza con un verso
exactamente similar en la respuesta de Olivier:
1701 Mas quiero morir antes que deshonrarnos

que recuerda las palabras de Roland:


9
1091 Más quiero morir antes que deshonor me venga

A continuación se encuentran las dos series similares que remiten aún más claramente a
la primera escena:
1702 Esto dice Roldán: Sonaré el olifante
1705 Le responde Oliveros: Gran deshonor sería

etc… Se ha visto ironía en las palabras de Olivier. Bédier señala: “Olivier irónico, cruel,
hace suyos, contra Roland, los argumentos del propio Roland” (LE, p. 438). Según Littré
la ironía es “una broma particular por la cual se dice lo contrario de lo que se quiere dar a
entender”. Nada de eso en Olivier: él no bromea, es tan serio como Roland y dice
exactamente lo que piensa:
1708 Cuando yo os lo pedí, no quisisteis hacerlo:
mas no lo haréis ahora con mi consentimiento

Su pensamiento es claro: antes de la batalla pedir ayuda era pertinente, ahora es


demasiado tarde y sería una vergüenza. ¿Pero por qué una vergüenza? Horrent ha visto
en la actitud de Olivier una manifestación de rencor: “Ahora que los hechos le han dado la
razón, que Roland lo reconoce implícitamente, le recuerda a este con acritud, con dureza
su error pasado, se empeña en ponerlo en contradicción consigo mismo, se obstina en
contrariarlo, encuentra y utiliza las palabras más hirientes. Entregado a su resentimiento
se niega a ver la pertinencia de las súplicas de Roland” (op. cit., p. 275). Me parece que
esta explicación se encuentra en contradicción con todo lo que en otros pasajes el poeta
nos revela sobre el carácter de Olivier. Observemos pues con más detenimiento las
razones que brinda para su negativa. Comenzaremos por la segunda, a la que dos versos
de remisión vinculan claramente con dos pasajes de la primera escena:
1715 Le responde Oliveros: ¡No es digno de valientes!
Cuando yo os lo pedí, amigo, no quisisteis:
si hubiera estado el rey, no tendríamos daño.
Los que están con nosotros no deben ser culpados.

En la primera escena, Olivier ya había dicho:


1101 Y no os habéis dignado tañer el olifante.
Si el rey aquí estuviera, no sufriríamos daño

Y más adelante:
1170 Allí dijo Oliveros: “No me interesa hablar.
No os habéis dignado tañer el olifante
y por eso de Carlos no tendremos ayuda:
él de esto nada sabe, ni tiene culpa el noble,
ni los que aquí se encuentran ninguno es de culpar.

Estos pasajes están estrechamente ligados entre sí. Ahora bien, hemos visto que los
versos 1170 ss. significaban que Olivier, previendo el desastre, procuraba desligar al
emperador de toda responsabilidad. Está claro que aquí sucede lo mismo:
Los que están con nosotros no deben ser culpados

Se trata entonces de un argumento personal de Olivier, que no retoma irónicamente un


argumento de Roland. Por lo tanto, en el verso 1715, Ne sereit vasselage no debe
entenderse “no sería propio de valientes”, como lo traduce Bédier,10 sino “no sería propio
de un buen vasallo”. En efecto, si Roland hubiera sonado el cuerno antes de la batalla
Carlomagno habría llegado a tiempo para proteger a sus hombres. Ahora llegaría
demasiado tarde y podría reprochársele ese retraso; por su honor conviene no advertirle:
él de esto nada sabe, ni tiene culpa el noble

De manera que es altamente probable que en su primer argumento:


1710 Si lo sonáis ahora no es cosa de valientes
¡Pero cómo chorrea la sangre en vuestros brazos!

Olivier hable en serio, sin rastros de ironía. Este argumento, me parece, tampoco ha sido
exactamente comprendido por Bédier, que traduce: “¡Sonar vuestro cuerno no sería casa
de valientes! ¡Pero cómo chorrea la sangre en vuestros brazos!”11 Nada en el texto
justifica el “pero”, el “como” ni el giro exclamativo. La línea argumental es extraña y Bédier
lo ha percibido, puesto que en sus Légendes épiques (p. 438) antes del verso 1711
incluye esta glosa, “Como si a su pesar se enterneciera”, que nada ni en el texto ni en el
contexto vuelve necesaria.
En mi opinión el verso 1711 está ligado al 1710; juntos constituyen el argumento que
debe justificar la afirmación precedente:
1709 mas no lo haréis ahora con mi consentimiento
Entiendo entonces: “Si sonáis el cuerno no habrá una pizca de valentía”, es decir, los
últimos combatientes perderán su coraje. Al verlo sonar con sus brazos ensangrentados
comprenderán que Roland mismo perdió toda esperanza de victoria, que “Roland se
desespera” como dirá el duque de Naimes (v. 1795) y que existe el riesgo de que la
batalla termine con un “sálvese quien pueda”: “¡Gran deshonor sería!” (v. 1705). Roland
no se estremece:
1712 El conde responde: ¡He dado grandes golpes!

Su sangre da muestras de su proeza y él sabe bien que puede contar hasta el final con
sus últimos compañeros:
1849 ¡Dios, qué grandes hombres los sesenta que tiene!

Sabe también que nadie podrá acusar a Carlomagno de no haber haberse apurado tanto
como fuera posible. Los dos primeros argumentos de Olivier son inoperantes, por eso, sin
esperar la respuesta de Roland, agrega un tercero que, aunque de manera más indirecta,
expresa su pensamiento íntimo exactamente de la misma manera —y el paralelismo es
impresionante— que lo había hecho Roland en la primera escena:
1720 si yo volviera a ver a Alda, mi bella hermana,
no yaceríais jamás en lecho entre sus brazos.

¿Qué significa esto? Para volver a ver a Aude los dos amigos deberían salir vivos de la
batalla. El pensamiento de Olivier no es ambiguo: si salimos vivos de aquí, yo rompo
nuestra amistad. Pero Roland no lo entiende:
1722 ¿Por qué me tenéis ira?

pregunta, entonces Olivier, por fin, se decide a hablar claramente. Por culpa de Roland,
de su locura, de su insensatez se ha producido el desastre:
1726 Los franceses han muerto por vuestra ligereza

Y un jefe responsable de tal falta no puede sobrevivir sin deshonor a los hombres que ha
llevado a la muerte:
1734 Vos moriréis y Francia quedará deshonrada
y hoy se terminará nuestra fiel compañía:
será antes de la noche la cruel separación.

Estas no son palabras de rencor; lejos de buscar palabras hirientes, Olivier las ha evitado
tanto como pudo; solo frente a la incomprensión de su amigo se decide a decir sin tapujos
la dura verdad. Pero Olivier piensa tan poco en sí mismo que no separa su suerte de la de
Roland y aunque no haya cometido ninguna falta se solidariza enteramente con su jefe y
compañero: solo la muerte podrá separarlos. Su única preocupación es evitar que Roland
cometa otra falta que mancharía su honor.
Olivier supone pues que al proponer sonar el cuerno Roland todavía espera que
Carlomagno llegue a tiempo para salvarlos. Cuando Turpin interviene y asegura que la
llamada del olifante tampoco los salvará
1742 Aunque sonar el cuerno no servirá de nada
12
1747 muertos nos encontrarán, o bien descuartizados

pero al menos le permitirá a Carlomagno vengarlos y darles una sepultura honorable,


Olivier ya no se opone.
¿Ha entendido claramente el pensamiento de su amigo? No podemos dudarlo. Roland
se refiere a la venganza que debe recaer sobre el traidor en dos ocasiones, antes de la
primera batalla:
1149 ¡Pueda el emperador vengarse por nosotros!

e igualmente antes de la segunda:


1459 y una muy gran venganza tomará Carlomagno

Roland esperaba entonces vencer y ver con sus propios ojos el castigo del traidor. Ahora
que ve que la victoria se le escapa, que parece que en ese conflicto de orgullo Ganelon
tendrá la última palabra, no puede resignarse a morir sin venganza. Ya no teme hacer
volver a Ganelon porque ahora, frente a los innumerables cadáveres que cubren la
llanura, el traidor ya no podrá reírse de él, es él quien podrá expresar su desprecio y
reclamar el castigo. Ganelon sigue presente en el corazón de Roland y todavía pesa en
su decisión; en las dos escenas Olivier es el que ve claro, el que por así decirlo, es la
conciencia de Roland. La primera vez prima la voz del orgullo, ahora su orgullo por fin
cede: “se calla y ese silencio es la cosa más sublime de la Chanson de Roland”, dice
Bédier (LE, p. 439). En efecto, ese silencio es más elocuente que cualquier palabra,
significa que Roland, frente a los reproches de su amigo, reconoce su falta y acepta la
expiación.
Si bien Turpin todavía habla de venganza:
1744 si nuestro rey viniera, aún podría vengarnos

ya no se trata de Ganelon sino solamente del enemigo común de la cristiandad:


1745 y así los españoles no volverían contentos.
No se trata sino del honor de Dios, de la gran idea de la cruzada, frente a la cual todo
conflicto personal debe desaparecer:
1752 Dice Roldán: Señor, habéis hablado bien

Roland se ha callado frente a los reproches de su amigo pero después de haber


sonado, antes de retomar el combate, hablará. Al despedirse de su amigos muertos, les
dirá:
1863 Barones, estoy viendo que por mí dais la vida,
pero yo no os podré defender ni salvar.
¡Pues que Dios os proteja, Él, que nunca falló!

“os veo morir por mi culpa, sin poder defenderos”, clara confesión de su falta, y los
encomienda a Dios “que nunca falló”, en tanto que la derrota ha desmentido sus propias
promesas de victoria:
1167 y hoy mismo cogeremos muy rico y gran botín

Luego se dirige a Olivier:


1866 Oliveros, hermano, no debo abandonaros

Le será fiel hasta el final y, dado que Olivier ha elegido morir con los veinte mil, Roland
compartirá su destino:
1867 Moriré de dolor si nadie me matase

Por lo tanto, la última vez que emprende la batalla, frente al asalto de los negros de
Marganice, Roland ya no hablará más de Ganelon ni de la “mala canción”, sino solamente
de venderse caro, de morir bien para salvar el honor de Francia y merecer la bendición de
Carlomagno:
1922 Allí dice Roldán: Sufriremos martirio,
ahora estoy muy seguro que vamos a morir.
Pero pérfido sea quien no se venda caro.
¡Señores, combatid con la bruñida espada
y disputad con furia vuestros cuerpos y vidas
porque a la dulce Francia no cubramos de oprobio!
Cuando llegue a este campo mi señor, el rey Carlos,
verá que a sarracenos les dimos buen castigo;
verá por un francés quince paganos muertos
y no podría ser que no nos bendijese.

Olivier, por su parte, frente a la inminente derrota había dicho:


1734 Vos moriréis y Francia quedará deshornada
y desde el inicio de la batalla, Aelroth se lamentaba:
1194 La dulce Francia ahora perderá su renombre

y Falsarón a su vez:
1223 La dulce Francia hoy perderá su renombre

Si la derrota, a pesar del valor del vencido, es una vergüenza, es porque los hombres de
aquel tiempo están convencidos de que Dios otorga la victoria al que tiene el derecho de
su parte, que el error está del lado del vencido; los paganos piensan lo mismo:
1940 Cuando ven los paganos que ya hay pocos franceses,
todos experimentan gran vanidad y alivio.
Se dicen: La razón ya ha abandonado a Carlos.

El pecado de orgullo de su jefe ha llevado a la derrota de la retaguardia al impedir que


Dios intervenga.13 Pero Roland lo ha reconocido y ha renunciado, acepta la expiación.
Morirá pero de tal forma que el honor sea salvado: no volverá a ver al emperador, pero
frente al sonido de los clarines y el grito de “Monjoie” proclamado por sus tropas, el
enemigo huirá espantado. Roland dominará el campo de batalla y morirá vencedor (v.
2363). Dios ha perdonado el pecado tan duramente expiado, acepta el guante que le
tiende el héroe moribundo, envía sus ángeles a asistirlo en su agonía y lo recibe entre sus
mártires:
2396 y el alma del buen conde llevan al paraíso.

Discusión
LE GENTIL está particularmente impresionado por la fineza del análisis de Burger. Está de
acuerdo en que el recuerdo de Ganelon domina la primera escena del cuerno: se trata del
problema del orgullo. A este respecto, debería investigarse una correspondencia en la
escena en la que Ganelon desafía a Marsil. Hace alusión a la nueva interpretación de las
palabras vasselage y hardement en la segunda escena del cuerno e indica que es
ingeniosa pero discutible. De todas formas, el análisis de la segunda escena del cuerno
es interesante: Roland solo se reconoce el derecho de sonar cuando sabe que no sacará
ninguna ventaja de la llamada a Carlomagno, debe morir junto a los que ha llevado a la
muerte. No puede sonar sino en ese momento y, en efecto, Olivier lo dice de manera
suficientemente explícita. Le Gentil también subraya el interés de la observación final
sobre Montjoie.
FARAL, después de felicitar a Burger por su análisis fino, penetrante y hábilmente
conducido señala que está de acuerdo en la interpretación de la primera escena, pero
muestra más reservas con respecto a la segunda. ¿Cómo se explica que Olivier cambie
de opinión en el momento en que Roland acepta sonar?

BURGER responde que todo depende del sentido que se le otorgue a vasselage
(comportamiento del vasallo): Roland no actuaría como vasallo si llamara a Carlomagno
ahora que es demasiado tarde, porque el rey correría el riesgo de que se le reproche
haber tardado.

FARAL no está convencido y se atiene a la explicación tradicional de Bédier: Olivier retoma


con una ironía amarga y patética, también un poco rencorosa, los argumentos de Roland.

BURGER responde que ha buscado mostrar que Olivier proporciona inicialmente


argumentos que sabe que son insuficientes, antes de expresar su pensamiento profundo,
el cual es hiriente para Roland.

LEJEUNE señala que el fino análisis de Burger no consigue suprimir los disparates. Nos
estamos manejando, dice, con lógicas literarias: es necesario que Carlomagno llegue,
pero debe llegar demasiado tarde, la tradición histórica lo exige.

HORRENT no cree que el poeta esté constreñido por una tradición histórica. Admite la
interpretación de Burger para la primera escena, pero para la segunda mantiene la idea
de que Olivier habla con rencor e ironía.


Burger, A. “Les deux scènes du cor dans la Chanson de Roland” en La technique littéraire des
chansons de geste. Actes du colloque de Liège (septembre 1957), París, Belles Lettres, 1959.
Traducción de María Dumas para uso de los alumnos de la cátedra de Literatura Europea
Medieval. [N. de T.]
1
Jean Rychner, La Chanson de geste, Ginebra y Lille, Droz, 1955, capítulo 4.
2
“Su esencia misma”, dice Pauphilet, Romania LIX, p. 176.
3
Légendes épiques, III, París, Champion, 1921, p. 441 (N. de T.: en adelante se utilizará la sigla
LE para hacer referencia a esta obra). En un artículo reciente de Romance Philology, X, 1957, pp.
145 ss., Alfred Foulet ha intentado por su parte justificar la actitud de Roland: su sacrificio sería la
condición de la victoria final de los cristianos. No nos parece que esta idea encuentre apoyo en el
texto.
4
Jules Horrent, La Chanson de Roland, París, 1951, p. 168.
5
Paul Aebischer, Rolandiana Borealia, Lausanne, 1954, p. 159.
6
Cito por El cantar de Roldán, trad. Juan Victorio, Madrid, Cátedra, 1997. [N. de T.]
7
Me aparto en este punto de la traducción de Victorio, puesto que no reproduce suficientemente la
similitud que guardan estos dos versos en el original:
1010 Pur sun seignor deit hom susfrir destreiz
1117 Pur sun seignor deit hom susfrir granz mals
[N. de T.]
8
Me aparto en este punto de la traducción de Victorio, puesto que no reproduce suficientemente la
similitud que guardan los siguientes versos en el original:
1101 Vostre olifan suner vos nel deignastes
1171 Vostre olifan ne deignastes suner
[N. de T.]
9
Me aparto en este punto de la traducción de Victorio, puesto que no reproduce suficientemente la
similitud que guardan los siguientes versos en el original:
1701 Mielz voeill murir que hunte nus seit retraite
1091 Mielz voeill murir que huntage me venget
[N. de T.]
10
Como se evidencia en el texto en castellano, Victorio sigue la interpretación de Bédier para su
traducción. [N. de T.]
11
Evidentemente Victorio también sigue a Bédier en este punto. [N. de T.]
12
Me aparto en este punto de la traducción de Victorio, que considero inadecuada. [N. de T.]
13
En un artículo reciente de Romance philology X (1957), pp. 168 ss., Julian Harris ha observado
que Roland, contrariamente a Olivier, Turpín y Carlomagno, no profiere nunca el grito de “Monjoie”:
ver en particular el inicio de la primera batalla. También ha señalado el valor religioso de ese grito,
indicado, por lo demás, muy claramente por el poeta, vv. 2501 ss. (ver también a este respecto L.
H. Loomis, “The passion lance relic and the war cry Montjoie in the Chanson de Roland and related
texts”, Romanic Revue, XL, 1950, pp. 241 ss). Munjoie demander significa invocar la asistencia
divina (Harris, p. 170). Se entiende que el poeta se haya abstenido de colocar ese grito en la boca
de Roland, si es cierto que su héroe, por orgullo, quiere vencer por su propia fuerza.

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