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EL BAUTISMO_ santidad en la vida matrimonial

1. El Papa Francisco dedicó una


catequesis en la Audiencia
General al sacramento del
Bautismo. “El bautismo
enciende la vocación personal
de vivir como cristianos, que se
desarrollará a lo largo de la
vida. E implica una respuesta personal y no prestada, con
un ‘copiar y pegar’ “. (Audiencia del 18 de abril 2018).
“Se ha perdido el concepto de vida divina. Es una pena
sea para nosotros tan desconocida la gracia depositada
en nuestra alma por el santo bautismo. No se profundiza en
estas verdades: vida divina, participación de la vida de
Dios. Sta. Teresa dirá que “a bulto sabemos que tenemos
almas”. Es ahondar en que es una vida y debe desarrollarse
como toda vida. (José Soto Chuliá. Vivir en plenitud el
Bautismo. Pág. 32).
“Es necesario volver a dar toda su importancia al hecho de
haber recibido el santo bautismo, es decir, de haber sido
insertados, mediante el sacramento, en el Cuerpo Místico
de Cristo, que es la Iglesia” (Ecclesiam suam 27).
“Es preciso, ante todo, recordar que el concepto de
“perfección”, en sentido estricto, no se identifica con el de
“estado de perfección “, y que, incluso, le desborda
ampliamente… Todo cristiano está invitado a tender con
todas sus fuerzas a ese ideal. (Pío XII, discurso 12 diciembre
1957, José Soto Chuliá. Vivir en plenitud el Bautismo. Pág.
58).

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2. La vida espiritual es aquella en que Cristo es mi vida, vivo
con Él y vivo en Él, y en Él encuentro mi descanso. “Venid a
mí todos los que estáis agobiados, cansados, que yo os
aliviaré”.
3. El cristiano, por el hecho de su consagración bautismal tiene
una llamada interior. Jesús habló a la mujer Samaritana: “el
agua que Yo le daré se hará dentro un surtidor que salta
hasta la vida eterna”, es decir, que nunca se contenta, que
quiere más, que quiere crecer.
En sus parábolas dice el Señor cómo la semilla empieza a
crecer, pero los abrojos, los espinos, las ocupaciones y
preocupaciones de la tierra le ahogan. Le ahogan y no
llega a dar fruto, el fruto que podría dar. Es decir, el peligro
de adocenarnos en la materialidad que nos rodea, como
quien se adormece, es la ruina de nuestra vida cristiana de
santidad. No hay vitalidad de la gracia, no hay ya empuje
interior. Y esto debe preocuparnos mucho.
4. Con el cumplimiento de los propios deberes es como iremos
elevando nuestra vida espiritual. Pero cuidado, tenemos
que poner más cuidado en el corazón y en la transparencia
de ese corazón a la mirada del Señor, que en la mera
acumulación de observancias exteriores. Muchas veces
podemos contentarnos con el cumplimiento de ciertas
obligaciones o deberes que tenemos, y podemos decir: yo
no he faltado en esto, he cumplido con el tiempo que debo
dedicar a mi oficio, a mi profesión. He participado de la
Eucaristía, he observado también el descanso dominical.
Pero el Señor no solo ha venido a darnos normas de ciertos
comportamientos, sino que el Señor ha venido para
introducirnos en Su amistad y para que vivamos en Su amor.

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5. Por eso hemos de llegar a tener un corazón ilimitadamente
bueno, del corazón brotan nuestros comportamientos, de
ahí la importancia de formar el corazón, las actitudes, el
corazón del cristiano.
San Pablo dice: “Hay una tendencia en mis miembros que
no corresponde a la ley de mi mente. La carne tiene
apetencias contrarias al espíritu, el espíritu tiene apetencias
contrarias a la carne”. El evangelio nos lleva a eso, no solo
a no pecar en nuestros comportamientos exteriores, sino a
cuidar el corazón misericordioso, el corazón puro, el
corazón deseoso de santidad, el corazón paciente, el
corazón lleno de paz, y radiador de paz. Eso es el corazón
del Nuevo Testamento, el corazón ilimitadamente bueno,
que es bueno siempre con todos. Es ese corazón el que
tenemos que buscar, el que tenemos que ir formando en
nosotros, es fruto de estar con Él, de contemplarle, por la
acción del Espíritu Santo que lo va modelando y lo va
formando. Un corazón del que se siente pequeño, que se
siente en las manos de Dios, que se deja conducir por Dios,
que se siente siempre en camino de aprendizaje, que tiene
necesidad de ayuda, de aprender bondad y santidad, de
buscar agradar más a Dios, de tener una gran comprensión
de los demás, paciente, que mantiene en las adversidades
mansedumbre y humildad. “Aprender de mí que soy manso
y humilde de corazón”.

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APLICACIONES EN LA VIDA MATRIMONIAL

6. La familia tiene que ser el objeto de nuestro cuidado


constante. A veces nuestra preocupación mayor está en la
profesión que ejercemos, en los trabajos que se nos
encomiendan, en los oficios que tenemos que desarrollar
en la sociedad.
Y ya cuando uno llega cansado a casa se pone cómodo.
Y vamos a la familia ya como un lugar secundario: venimos
aquí a descansar, a ver, que nos den de comer, y lo
importante es el oficio, el trabajo, la profesión. Esto está
equivocado.
La familia es lo más importante. Lo que más hay que cuidar.
Y pasa que cuando uno está en su profesión sonríe a todo
el que llega, y llega a casa y pone una cara seria, y está
cansado y no está para que le molesten. No. ¡La familia es
donde más cuidado tenemos que tener de complacer, de
sonreír, de amar!
7. Lo que hace una casa acogedora es la sonrisa verdadera
de las personas que viven en ella, en esa entrega pronta,
generosa, gozosa. El lema de Nazaret era ese: trabajar yo
para que los demás puedan descansar; privarme yo para
que los demás puedan tener; velar yo, madrugar yo, para
que los demás puedan descansar. Para mí lo peor, para
ellos lo mejor. En lo agradable, primero ellos, luego yo; en lo
desagradable, primero yo, después ellos.
8. Una de las fuentes de distanciamiento en el amor
matrimonial suele ser nuestra soberbia o nuestro egoísmo. El
gran camino es la humildad, hay que fomentarlo mucho.
Una de las formas de la soberbia es querer terminar siempre
teniendo la razón, y no solo teniendo la razón, sino que la
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otra persona reconozca que yo tengo la razón. Tiene que
reconocerlo, y si no lo reconoce yo no puedo seguir
adelante: tiene que reconocer que eso ha estado mal.
Nunca nos empeñemos en esto, es una forma cruel de
soberbia. Muchas veces se reconoce en el fondo del
corazón, pero nos cuesta mucho dar la razón al otro. Porque
cuando hemos discutido es una humillación el decir: “tú
tenías la razón, yo me equivoqué”. Eso cuesta mucho. No
hay que hacer las cosas aún más difíciles. Si yo puedo
hacerlo es bueno, pero no hay que imponer al otro que lo
haga.
9. Y muy importante también en esta línea del egoísmo es el
no imponer a otro lo que debe ser. En la vida de amor,
evidentemente, hay que ayudar a la otra persona. El
camino de la ayuda mutua raras veces es la denuncia clara
del fallo y la exigencia de la corrección, porque eso suele ir
con un tono de imposición, de superioridad, y eso hace muy
difícil la corrección de la persona, porque nosotros
difícilmente aceptamos nada de quien se quiere imponer.
El amor no domina nunca. El amor no lleva nunca a dominar
al otro, sino lleva a someterse a él, a servirle a él, porque le
respeta, porque le admira, porque le reverencia, y tiende a
servirle a él, no a dominar al otro.

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10. Esto es el combate diario del amor, es un arte, en el cual
hay que irse educando poco a poco, que es el arte de
mostrar que se cree en las posibilidades que tiene el otro. Es
el arte de alabar los progresos que se hacen, sin acordarse
solo de los fallos. Por eso en el matrimonio, o con los hijos,
cuando se deja escapar un cierto desprecio hacia la otra
persona, o la impresión que uno tiene de que nunca se
corregirá de esto, esto lleva a dificultar la corrección. No
puede corregirse porque la persona que le estima la juzga
como que nunca se corregirá de eso. Esto le hace mucho
daño. Mientras que si yo lo que sugiero es que va
corrigiéndose de esto, que eso va muy bien, que eso se
superará, todo esto alienta mucho.
No existe ningún amor que no tenga sus pruebas, ni en el
orden matrimonial ni en el orden religioso. Es propio del
amor humano esas vicisitudes, esos periodos, esos
momentos en los cuales el egoísmo de alguna manera
rebrota, y exige. Entonces se convierte en amor en un
choque de egoísmos. Estas crisis del amor no son signos de
que no haya amor, sino que son ocasión de la maduración
del amor. El amor no puede madurar sin pasar pruebas.

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APOSTOLADO EN LA FAMILIA

11.“Todo bautizado tiene que ser santo y apóstol. Por apóstol


entiendo el que pueda decir: Ya no yo... (Ga 2, 20). A esto
no se llega sin reflexión, oración y ejercicio de virtudes: vida
contemplativa, principio de la vida apostólica”. (José Soto
Chuliá, Vivir en plenitud el bautismo. Pág. 73).
El matrimonio y la familia cristiana tiene que tener
conciencia de ser una célula viva de la iglesia. Entre las
paredes domésticas hay una misión eclesial, la educación
de los hijos es una misión eclesial. No se puede reducir ni a
la santidad individual ni a la santidad de los dos, como
aislados, sino que tiene que ocuparse de ese horizonte
universal de la salvación del mundo y contribuir a él, al
menos con esa oblación de la vida. Esto se hace con el
consejo que doy, con la propuesta que hago, con la
conversación que tengo, con la catequesis, con la
formación de los hijos, etc. Siempre hemos de tener la
preocupación de hacer todo el bien de que somos
capaces, y hacerlo discretamente, pero hacer bien,
evangelizar.
No anquilosarse egoístamente. Hay un egoísmo de la
pareja, existe, tenerlo presente. Egoísmo de la familia: que
nosotros vivimos, que nosotros seamos, y nada más. Eso es
un cierto egoísmo ya; si no está uno disponible, no está
abierto para hacer el bien que el matrimonio pueda hacer.
Pero sería desordenado si por hacer la acción apostólica se
descuida lo que son los deberes del matrimonio, eso está
claro. Por eso es que tiene que ir de común acuerdo, el
matrimonio es el que traza los planes y da su visto bueno, y
así queda a salvo el matrimonio, la unión matrimonial y las
exigencias que lleva.
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Fuentes:
+Papa Francisco
+ José Soto Chuliá. Vivir en plenitud el bautismo.
+ Luis Mª Mendizábal. Vivir de veras con Cristo
vivo. Ed. Voz de papel.

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