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COMPARACIÓN DESCARTES-ORTEGA Y GASSET

Para realizar la comparación de Descartes con Ortega y Gasset, me basaré en la síntesis que realiza
Ortega en su obra “El tema de nuestro tiempo”, capítulo “La doctrina del punto de vista”, donde
reconoce la contribución del racionalismo, así como del vitalismo, pero rechazando sus cegueras
complementarias, sus exclusivismos, pues cultura y vida se necesitan mutuamente, llegando así al
perspectivismo ontológico y epistemológico.
En el siglo XVII, el racionalismo de Descartes inicia la modernidad. En el siglo XX, el
raciovitalismo de Ortega es el intento de superar la crisis en la que la modernidad se encuentra.
La filosofía de Descartes acabó con la ingenuidad del realismo al poner de relieve la subjetividad.
En este sentido, Ortega reconocerá el papel de Descartes en la historia del pensamiento occidental:
al fundamentar el conocimiento en la duda metódica, Descartes ponía de relieve un elemento
olvidado en la filosofía anterior: la subjetividad.
Sin embargo, el filósofo español añade que lo problemático en Descartes fue dar al pensamiento un
grado de radicalidad del que carece, pues antes que pensar, dice Ortega, hay que vivir. La vida es
un nivel más profundo y radical que el pensamiento, y por eso la razón ha de estar enraizada en la
vida, ha de ser vital.
Es por ello por lo que Ortega propone la perspectiva y la circunstancia como elementos
fundamentales para crear un modelo distinto de racionalidad a la moderna, que se opone a la
sustancialidad del yo, a la posición esencialista de la metafísica cartesiana.
Por otra parte, también observará Ortega que el racionalismo cartesiano al tratar de reducir la
racionalidad a racionalidad matemática, impide entender la vida humana. La razón no puede ser una
razón ahistórica, atemporal, pura, como la cartesiana, sino que tiene que ser una razón vital.
Por eso mismo, la verdad no puede consistir en la evidencia racional, la claridad y distinción de las
ideas ante la intuición de la razón desencarnada, sino que la verdad es perspectiva, el punto de vista
del sujeto individual, fiel a su circunstancia. Un punto de vista “bajo la especie de la eternidad de la
luz racional pura” sería un punto de vista imposible para el ser humano: nuestra racionalidad está
siempre inmersa en unas circunstancias personales, sociales y culturales. Se trata de ver la realidad
“bajo la especie de las circunstancias”. Una verdad absoluta, fuera de toda perspectiva, es algo
imposible. Para Ortega lo real es perspectiva, la perspectiva es una condición ontológica de lo real y
lo que la hace cognoscible, y esta perspectiva es a la vez individual y colectiva, en cuanto incluye la
biografía, la cultura, la época y las generaciones dentro de las cuales el sujeto vive.
Por otro lado, en Descartes se perfila el idealismo epistemológico propio de la modernidad, el cual
hace que la realidad se convierta en un contenido de la mente y la mente sea concebida como un
continente. El idealismo cartesiano, pues, hace pasar la realidad por una construcción del sujeto, y
el sujeto, a su vez, pasa a ser la realidad sustancial independiente desde la que toma asiento el
mundo. En Descartes, la ontología descansa en el análisis del yo y de sus ideas, de las ideas claras y
distintas que éste descubre en el ejercicio de la duda, y que supone “perder la realidad”.
Para Ortega es necesaria una nueva metáfora, la de los dioses conjuntos, para superar la metáfora
idealista de la mente como continente y del mundo como contenido: ni el mundo es una
construcción del sujeto (el mundo es lo dado para el sujeto, aquello de lo que éste se ocupa, y al
cual da sentido el sujeto), ni el sujeto es independiente del mundo (no se da el solipsismo
cartesiano), sino que el sujeto se constituye en su ocuparse del mundo, en actuar en él y con él. La
vida humana muestra que el yo no es sólo autoconciencia. Si entendemos al sujeto solo como el
cogito cartesiano, dejando de lado toda la biografía, la historia personal, el cuerpo, la época con sus
creencias, ideas, valores, usos, costumbres, es decir la circunstancia, perdemos el yo. De ahí la
importancia de la frase orteguiana como superación del idealismo: “yo soy yo y mi circunstancia, y
si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
La ontología que se deriva de la epistemología cartesiana es coherente con su visión estática y pura
de la razón: la realidad es realidad sustancial, estática. Ser es ser sustancia. En cambio, la ontología
que se relaciona con la epistemología en Ortega es coherente con su visión actuante, relacional,
temporal e histórica de la realidad radical y fundamental: la vida humana (y no el cogito cartesiano).
Esto hace que el ser fundamental no sea la sustancia: ser es vivir. El yo no es una sustancia, una res
cogitans, sino un proyecto, es destino, una realidad que se tiene que hacer y que está sometida al
devenir. La vida humana es la verdad indubitable y fundamental sobre la cual toman asiento otras
realidades. No es una sustancia reducible a una idea analizable con las reglas del método cartesiano,
no es reducible a ninguna categoría metafísica como la res cogitans o la res extensa cartesianas. Por
tanto, no puede ser objeto de una explicación metafísica tradicional. Comprender la vida humana es
entender el sentido que el ser humano da a las cosas (el ser de las cosas) y a su propia vida. Ciertos
objetos de la vida humana podrían ser matematizables, como aspiraba a conseguir Descartes (las
cualidades primarias de la realidad extensa), pero ese tratamiento de la realidad desde la razón
físico-matemática no nos informa del sentido de esos objetos para la vida humana. Sólo una razón
vital e histórica es capaz de dar cuenta de ello.

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