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Comparativa Platón-Ortega

La relación de Ortega y Gasset con Platón puede establecerse tanto desde planteamientos
ontológicos y epistemológicos, como desde sus consecuencias antropológicas y políticas. En la propia
formulación orteguiana del racionalismo como solución a la crisis de la modernidad encontramos
elementos críticos con las tesis realistas y racionalistas presentes en Platón.

El realismo, dice Ortega, es la doctrina que ha dominado hasta la Edad Moderna, una doctrina
con tesis ontológicas y epistemológicas que podemos observar en Platón, y a las cuales se
contraponen las tesis del circunstancialismo y del perspectivismo orteguianas:

- La realidad es independiente de la conciencia. El dualismo ontológico de Platón asegura que


en el mundo inteligible se halla la realidad auténtica e independiente, una realidad estática, eterna,
inmaterial, fuera de toda dimensión temporal y cambiante. Es el mundo de los objetos matemáticos y
de las Ideas, en cuya cúspide está la Idea de Bien. En oposición a este mundo está el mundo sensible,
material, cambiante, donde transcurre la vida humana. Este mundo no tiene entidad en sí mismo, es
una copia imperfecta del inteligible. Este dualismo platónico resulta ser una metafísica insuficiente
para entender la complejidad de la realidad radical, la vida humana, pues separa elementos que de por
sí son indisolubles y de carácter histórico, cambiante (Ortega se inspira en Heráclito, no en
Parménides, en su ontología): el mundo y el sujeto.

La antropología platónica afirma que el ser humano es el resultado de la unión accidental de


dos entidades distintas: un alma inmortal y un cuerpo material. Ortega considera que cuerpo y alma
son insuficientes para comprender el vivir humano concreto, es decir, el yo y sus circunstancias. La
vida humana no es reducible a ninguna categoría, sea alma o cuerpo, sino que tanto el alma como el
cuerpo deberían entenderse a partir de la vida humana.

- El sujeto que conoce es una mente pasiva, un espejo fiel de la realidad. La realidad
impresiona nuestra mente como un sello deja su huella en la cera. Para Platón el alma del ser humano
ha contemplado el mundo inteligible antes de caer al mundo sensible. En ella queda el recuerdo de lo
inteligible, que debe ser despertado. El ejercicio de la dianoia (conocimiento discursivo, matemático)
y de la noesis (conocimiento intuitivo, dialéctico) permiten a la razón recuperar esa “impresión” de la
verdad. Ortega considera que ni el sujeto es una tablilla sobre la cual la realidad deje su sello, ni la
realidad una entidad independiente del sujeto que impresiona a la mente (razón): el mundo es lo
vivido como tal por el sujeto, y el sujeto es el que “ve” la realidad. La metáfora de los dioses
conjuntos (sujeto indisociable del mundo, el yo y su circunstancia) es para Ortega su aportación más
importante para superar el Realismo anterior, que como una filosofía ingenua, es llamada por Ortega
“primitiva” (haciendo referencia al primitivismo de los pintores del Quatroccento , que pintaban el
mundo desde su punto de vista, pero creyendo que lo que pintaban era el mundo tal como es).

- Todo elemento subjetivo en el conocimiento enmascara la realidad. Para Platón, los sentidos
y las pasiones actúan como cadenas que impiden el ejercicio de la razón en el recuerdo de la verdad.
Los sentidos, que nos presentan la realidad sensible desde diferentes puntos de vista, nos alejan de la
verdad, que es única y absoluta. Con ellos solo elaboramos conjeturas y creencias, es decir, opinión
(doxa) siempre relativa, subjetiva, que carece de validez. En Platón hay una aspiración constante a
eliminar lo subjetivo y a conseguir la objetividad pura. Para Ortega, todo conocimiento es
interpretación, y el punto de vista subjetivo es el único punto de vista posible, pues es el sujeto, desde
sus circunstancias, el que adopta un punto de vista sobre la realidad, y porque la realidad misma tiene
como condición constitutiva la perspectiva (la realidad misma es perspectiva). El punto de vista
abstracto sólo proporciona abstracciones, pero desde él no se ve lo real.

Estas tesis realistas en relación a la realidad y al conocimiento se ven apoyadas en Platón por
su racionalismo epistemológico, al cual se contrapone el perspectivismo y la razón vital e histórica de
Ortega y Gasset:

- La razón es la facultad del alma separada del cuerpo, que nos pone en contacto con las
verdades absolutas: la realidad inteligible. Además, para ejercer su función, según Platón, deberían
eliminarse las pasiones, el deseo. El resultado sería un intelectualismo en el que sólo los pensamientos
conscientes son la base del pensamiento y de la acción. Ortega plantea su raciovitalismo como una
superación de esta razón ahistórica, de espaldas a la vida humana, La razón vital e histórica ayuda a
comprender la vida humana, a comprender sus valores intrínsecos, vitales (deleite, impetuosidad,
sinceridad) y no sólo a construir valores racionales (Belleza, Bien, Verdad).

- La razón nos pone en contacto con verdades absolutas, abstractas. Para Platón la verdad es
única, y el método para conquistarla es el racional dialéctico, lejos de las creencias. En este camino no
hay posibilidad de puntos de vista subjetivos o relativos. Para Ortega, desde su perspectivismo
epistemológico, todo conocimiento es interpretación subjetiva. Toda verdad es una perspectiva
necesaria para comprender la realidad pespectivística. La doctrina del punto de vista y la verdad como
perspectiva suponen un gran distanciamiento del racionalismo platónico. Desde la consideración de
Ortega, la perspectiva platónica de una única verdad absoluta posible sería falsa, en cuanto se
considera la única posible.

Las teorías platónicas sobre la realidad, el conocimiento y el ser humano son aplicadas a la
creación de un Estado justo, en el cual la élite de los filósofos, conocedores de la verdad absoluta (el
Bien) pueden gobernar y dirigir al resto de la sociedad. Se trata de una sociedad estática, cerrada, en la
cual sólo cabe como régimen justo la aristocracia o la monarquía de los sabios (un régimen
democrático, para Platón, sería un régimen degenerado), donde la determinación de las posibilidades
humanas es absoluta, no hay espacio para la libertad, la creación del propio proyecto vital. Aunque la
consideración de Ortega sobre la sociedad también contempla la necesidad de que las élites dirijan y
orienten a las masas, ello no supone una visión estática y determinista de la sociedad. Más bien al
contrario: para Ortega, la historia muestra el carácter dialéctico que se da entre las generaciones que
componen una sociedad. La civilización es la voluntad de convivencia que toma como principio,
derivado del perspectivismo, la tolerancia con los distintos puntos de vista. Por ello, la democracia
representa la mejor manifestación de esa voluntad de convivencia en la que la mayoría otorga el
reconocimiento y los derechos a las minorías.

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