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Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

LA NUEVA OLA DE LA CIENCIA ECONOMICA


Author(s): JOAN ROBINSON
Source: Investigación Económica, Vol. 26, No. 101/102 (Enero-Junio de 1966), pp. 49-60
Published by: Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/42776893
Accessed: 28-03-2023 14:06 UTC

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LA NUEVA OIA
DE LA CIENCIA ECONOMICA*

JOAN ROBINSON

Hoy quiero referirme a la teoría económica básica que fundamen


algunas de las exposiciones hechas por el profesor Kalecki y por
misma.

Frecuentemente he escuchado, de alguien que defiende el punto de


vista del estructuralismo latinoamericano, que la teoría marginal es
idónea para los países desarrollados, pero que América Latina necesita
una teoría diferente. Pienso que esto es incorrecto, porque no creo que
la teoría marginal sea válida en ningún género de argumentación eco-
nómica básica.
La teoría marginal se derrumba espectacularmente en la Gran De-
presión; la base intelectual de esta teoría queda socavada, más bien po-
dríamos decir despedazada, por la teoría keynesiana. Por cierto que, la
teoría keynesiana también fue incorporada al plan formulado por mis-
ter Kalecki, quien aportó su propia versión, pero todas las ideas prin-
cipales eran las del citado economista.
La base de la teoría keynesiana era muy específica. Se trataba igual-
mente de una teoría estructuralista, aunque aplicada a un problema
muy peculiar, el de un país altamente desarrollado que ha acumulado
ya un gran acervo de medios de producción, pero no logra emplear
su fuerza de trabajo y su capacidad productiva. Es la teoría del colapso
de la demanda efectiva. En la exploración de esta teoría el primer acto
de Keynes, se planteaba la vieja teoría ortodoxa, de acuerdo con la cual
existe una tendencia natural hacia el equilibrio en una economía de
empresa privada. Aunque su teoría era "a largo plazo", sólo elaboraba
en detalle este problema muy específico, limitándolo al período corto
de análisis. Es decir: el análisis de la situación en donde se encuentra
una existencia dada de medios de producción, de equipo de capital, de

* Conferencia sustentada en la Escuela Nacional de Economía (UNAM), el


día 15 de junio de 1965.

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conocimientos, de ha
de empresa. El eleme
demanda del mercad
recursos dados.
Así, se refería esencialmente al período corto; pero Keynes algunas
veces pasa al futuro, en una teoría de largo plazo de un tipo harto
casual; no la desarrolla de una manera analítica estricta, pero sus ideas
al respecto eran muy optimistas. Según dicha teoría, con una población
estable ^-pues en ese tiempo no se preveía que la población creciese
en los países desarrollados casi tan rápidamente como en los países
subdesarrollados^, con una población estable '-decimos^-, y con una
elevada tasa de inversión que llevaría a una utilización máxima de los
recursos, quizá en treinta años se lograría tal saturación de capital, que
permitiría empezar a vivir una vida civilizada, resolviéndose los proble-
mas económicos, e incidentalmente los problemas sociales, porque cuan-
do el capital deje de escasear no puede demandar un ingreso; así, el
ingreso o renta de la propiedad desaparecería. Esta era la ilusionada
visión de Keynes.
Ahora bien, no podemos decir que estaba equivocado respecto a sus
propios fundamentos, porque, como señaló el señor Kalecki en una de
sus conferencias, en realidad hemos tenido capitalismo sin desempleo,
más o menos desde la guerra, pero ello no se ha logrado mediante una
tasa elevada de inversión útil. Se ha mantenido principalmente median-
te el artilugio de cavar hoyos en el suelo y llenarlos otra vez de tierra,
o en peor forma que la de cavar hoyos en el suelo, propiciando la des-
trucción del mundo. Este uso de los recursos ha logrado realmente
mantener la demanda efectiva en el mundo capitalista. Y no podríamos
pretender que las cosas no están bien, si se usase de una manera siste-
mática el excedente de que dispone una economía capitalista, para in-
versiones útiles y para elevar el nivel de vida del pueblo, hasta acer-
carnos, tras de estos treinta años, a la saturación. En cualquier caso,
era el punto de vista de Keynes, que la inversión puede conducir por sí
misma, a su fin, con lo que el futuro registraría una productividad de-
cadente del capital, una disminución de la eficiencia del capital, mien-
tras las disponibilidades del capital crecían.
Ahora bien, esta teoría según la cual la inversión, necesariamente,
por sí misma, conduce a su fin, que la tasa de la renta se contraería, y
desaparecería la demanda de recursos de inversión, fue rebatida por
Harrod. La famosa fórmula de Harrod para el crecimiento perpetuo
se pregunta: ¿por qué se acabaría la inversión?
Escribiré la siguiente fórmula.

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SY, „
~~ G

C indica los cambios en el producto, 5 denota la proporción aho-


rrada del ingreso nacional, y G es la relación capital-producto en un
año.

Esta fórmula tan sencilla pone en tela de juicio la concepción según


la cual la inversión necesariamente llega a su fin. En efecto, si se pue-
de conservar constante la proporción capital-producto, no hay razón
para que no se pueda acumular indefinidamente, y para que el ingreso
nacional no crezca indefinidamente. Para que la proporción capital-
producto permanezca constante, es necesario que la fuerza efectiva de
trabajo crezca de tal modo que la inversión no eleve el capital per
cápita en el sentido dé reducir la productividad del capital.
Como observó Harrod, si el progreso técnico puede acaecer de ma-
nera continua de tal suerte que la fuerza de trabajo bruta, compuesta
con el producto bruto per cápita, resultante de mejoramientos continuos
que acompañan a la inversión bruta, y que siempre se incorpore en
forma de medios superiores de producción-, el producto per cápita
crecerá continuamente. Al mismo tiempo, necesitamos la preparación
educacional, y el desarrollo de técnicas es un elemento importante en
la corriente de progreso técnico que posibilita el desarrollo sostenido.
Ahora bien, ésta es, naturalmente, una teoría para países desarro-
llados. Para los países subdesarrollados, la tarea principal consiste en
acumular medios de producción, y la ratio capital-trabajo debe elevarse
continuamente, a medida que se van acumulando los medios de pro-
ducción. Pero esta teoría corresponde a una economía capitalista prós-
pera, efectiva y eficiente, que progresa continuamente en el desarrollo.
Ahora, esta idea muy sencilla de Harrod, como digo, era un reto a la
noción precedente, según la cual la inversión progresa continuamente, y
genera recursos para futuras inversiones.
Aunque la fórmula de Harrod dice por qué debemos creer que el
sistema decaerá necesariamente, del mismo modo expresa por qué de-
beríamos creer que, en realidad, el desarrollo se mantiene. La impor-
tancia de este argumento es que no se trata de una tendencia necesaria
e inevitable, según la cual el equilibrio habrá de subsistir para que el
crecimiento continuo se mantenga. Al contrario, es necesario que se
den ciertas condiciones muy específicas.
Ahora bien, la teoría, tal como Harrod nos la ofrece, es muy ele-
mental, y pienso que la primera crítica que debemos hacerle es acerca

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de su concepción del
dicho ingreso.
A mi juicio debemos
turalista, y preguntar
ría elevado o reducido.
La modificación importante de la teoría de Harrod estriba en la
concepción según la cual el ahorro es, esencialmente, una parte de la
ganancia. Puede haber, naturalmente, algún ahorro procedente de sala-
rios, pero la parte sustancial del ahorro siempre provendrá de las uti-
lidades, característica esencial, ésta, de un sistema capitalista. No se
trata, simplemente, de que las personas que viven de rentas, general-
mente tengan un ingreso superior a las que viven de salarios. Esto pue-
de ser cierto, pero no es la única razón según la cual esperamos que el
ahorro salga de las rentas. Las rentas son un tipo específico de ingreso
que acumulan, en primera instancia, las empresas; las personas que di-
rigen las empresas están interesadas en aumentar su capital, y la con-
secuencia que quiere derivarse es que existe una diferencia cualitativa
entre renta y salario.
El ahorro generado por el salario podría ser, principalmente, el de-
dicado a ahorrar para la vejez, y destinarse, en la edad evanzada, para
la educación de los hijos. En este caso se ahorra esencialmente para
luego gastar, mientras que el ahorro que proviene de ganancias es aho-
rro para acumular.
A mi juicio, esto es tan cierto para los empresarios anticuados como
para las empresas modernas.
Siempre estamos hablando, en nuestros días, del cambio y la refor-
ma del capitalismo, acaecido con la revolución gerencial. Pero las em-
presas capitalistas generalmente están regidas por empleados asalaria-
dos, que no tienen un interés muy directo en las ganancias. Tienen, en
cambio, un interés indirecto muy fuerte en ellas, porque las utilidades
les permiten desarrollar sus empresas; hablando en general, consideran
a los accionistas, a quienes tienen que pagar dividendos, como si fuesen
acreedores. Tienen la sensación de que no están trabajando para los
accionistas. A su juicio trabajan para la empresa, y el hecho de que
tengan que mantener contentos a los accionistas, pagándoles algo, es
para ellos, en cierto modo, un desperdicio del dinero de la empresa.
Están obligados a hacerlo, pero su actitud les lleva a considerar que el
dinero debería pertenecer a la empresa. Así, tienen una fuerte propen-
sión a acumular, y los ahorros de utilidades que resultan de obtener
ganancias para la empresa, es un elemento muy importante en todos
los países capitalistas.

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A mi entender, el empresario anticuado realmen


mentalidad. Su mujer era como una sombra, y su
"Mira, ahora que todo va tan bien, ¿no podrías co
de pieles?" La respuesta de él sería: "No, el negoc
Todavía no alcanza para un abrigo de pieles." Así,
mitivos tenían la misma mentalidad según la cual
para ser acumuladas. En consecuencia, incorpora
ingrediente de sociología, llegamos al simple sup
todos los salarios se gastaban, y las utilidades parc
y parciamente se ahorraban»
En mi modelo de la acumulación del capital, fui
Partí de la hipótesis austera, según la cual todas l
rradas en consideración a la primera parte del mo
dificultades para llegar a esa fórmula. Todos ust
muy difícil de entender, y por eso tuve que hacer s
ticas. Una vez acostumbrados a ello, es mucho más fácil introducir el
gasto de utilidades, pero lo interesante es que este modelo, por mí adop-
tado, es el mismo famoso modelo de Harrod. En ese modelo, todas
las utilidades se ahorraban, lográndose, así, la máxima acumulación
posible. Los salarios reales son necesarios, y todo el excedente se rein-
vierte, y genera la acumulación máxima. Pero ni Harrod ni yo quere-
mos alejarnos de la teoría de Keynes, y retornar a una teoría en la cual
el ahorro gobierne la acumulación. Harrod quiso patentizar con su mo-
delo que es necesario tener suficiente inversión para absorber el aho-
rro. Su X representa la abstención de consumir, por parte de la población
que recibe el ingreso nacional. Entonces, para que el crecimiento se
realice, es necesario que haya suficiente inversión para absorber el
ahorro y mantener la economía en marcha. Pero en esta fórmula no hay
nada que nos diga algo acerca de qué es lo que determina la inversión.
Pienso que esto es un eslabón perdido, en la teoría de Harrod, y en
muchas de las elaboraciones que se han hecho en la teoría de Harrod,
desde entonces.
Necesitamos manejar tres elementos: la propensión al ahorro, las
condiciones técnicas, y el estímulo a la inversión. Estos tres elementos
combinados son los que gobiernan la tasa de crecimiento en una eco-
nomía capitalista desarrollada. Así, no sólo necesitamos una aproxi-
mación estructuralista hacia el ahorro, sino también una aproximación
estructuralista hacia la inversión. Este problema de lo que gobierna la
inversión, nos sitúa al borde de la teoría económica pura, punto en don-
de tenemos que considerar los problemas en términos de historia y de
psicología: es decir, historia natural de la sociedad. Odio la palabra

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"sociología", porque tie


sidero muy satisfacto
tamente es un tema m
que podríamos introdu
Así, la cuestión de
acumulación en una e
dial importancia. A m
si no hubiesen existid
acumulación, y el hec
producido. El capitali
vida económica, que ha
capital y desarrollar t
pero sus peores enem
ductivo para el crecim
el mundo ha cambiad
requisitos para el des
desarrollo de una man
ficación inteligente.
económico muy pecul
recibió un golpe muy f
ta, y como ya he dic
ortodoxa. Sin embarg
truyó el sistema capit
perado desde la últim
razón que aducía el señ
tener el empleo a un n
ner el crecimiento co
muy simple, me incl
como un elemento ind
falta en la formulación de Harrod.
Así, retornaré en mi discusión del tema a la teoría de Keynes acerca
de los instintos animales. Necesitamos apelar al deseo de acción, en
vez de inacción, para podernos explicar el hecho de que la inversión
física continúa.
Pienso que esto se ha evidenciado en el mundo moderno, donde
tanto se han desarrollado las instituciones financieras. Si nada más se
interesasen por ganar dinero, siempre sería preferible para ellas com-
prar participaciones de alguna industria ya existente. El hecho de que
cierta inversión continúe, de que cierta inversión física prosiga, de-
muestra que existe una propensión al crecimiento duradero, aunque po-
siblemente con menor fuerza que en los primeros días del capital. Así,

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podemos decir que la propension a acumular, la


es nota característica de una economia capitalista, y
unos que en otros.
A mi juicio, surge principalmente de la competencia entre empresas.
Donde la competencia es vigorosa, cada empresa trata de crecer, y su
crecimiento rápido resulta cohibido por la presión de otras, que tam-
bién presionan para crecer. Así, cada uno trata de crecer a una tasa
que depende de su propia situación particular. De esta manera se acumu-
la, para la economía en su totalidad, una cierta tasa de crecimiento
característica de una particular tendencia. Me atrevo a decir que se han
percatado que el Reino Unido, en el presente, adolece de una cierta
inercia. Está creciendo a un ritmo mucho menor que algunos de los
países de Europa Occidental, por no referirnos al Japón. Pero existen
en varios países características de la situación política, histórica y psi-
cológica que pueden ser o no ser propicias para una tasa rápida de
acumulación.
El siguiente punto que debemos traer a colación para elaborar una
teoría del crecimiento, es el relativo a la teoría de la tasa de ganancias.
Ahora bien, yo, no sé si ustedes creen que en la teoría ortodoxa, e in-
clusive en la de Keynes, exista una teoría determinante de la tasa de ga-
nancias. Lo cierto es que no existe ninguna. Si escarban su mente, para
encontrar cuál es la teoría que determina la tasa del crecimiento de
las utilidades, en la economía ortodoxa, ciertamente no llegarán a en-
contrarla. Existe, ciertamente una teoría según la cual el producto mar-
ginal del capital determina la tasa de ganancias. Si observamos de cerca
esta teoría se nos despedaza en las manos, porque no existe posibili-
dad de precisar cuál es el monto del capital hasta definir la tasa de
utilidades.
Cosa extraña: en un mundo en el cual vemos a veces modelos
avanzados por el M.I.T.; en un mundo en el cual todo está hecho de
mantequilla, el capital está hecho de mantequilla, y el producto tam-
bién es mantequilla. En ese caso se puede definir el monto del capital,
como la cantidad de mantequilla. Pero naturalmente esto no nos pro-
cura ayuda alguna para el examen de las economías reales.
Hace como veinte años tuve una experiencia interesante: escribía
yo un pequeño libro sobre la economía marxista, y en él figuraba un
capítulo sobre la teoría de las utilidades, de Marx; luego empecé un ca-
pítulo sobre la teoría ortodoxa de las utilidades con el propósito de
establecer una comparación entre ambas. Empecé a buscar una teoría
ortodoxa de las utilidades y no pude encontrarla en ninguna parte.
Simplemente no existe. Ahora bien, esa carencia de una teoría de las

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utilidades puede estab


de la teoría keynesian
pectiva de utilidades
Keynes, y centrásem
concentran inversion
esperar de una invers
nera si solamente pos
la eficiencia marginal
la tasa prospectiva de
invierten.

Si la búsqueda se hace en el ámbito de una teoría de largo plazo,


en la cual toda la utilidad del capital está en equilibrio con las condi-
ciones del mercado, y, mejor aún, en el ámbito de un sistema que ha
registrado una fuerte sacudida -como ocurría con el sistema contem-
plado por Keynes, un país cuyo nivel había quedado por debajo de su
capacidad productiva, pero que se desarrolla uniformemente, acumu-
lando continuamente y usando la capacidad productiva-, entonces se
necesita una teoría que nos indique cuál es el factor que determina la
tasa de utilidades en esas condiciones de equilibrio.
Ahora bien, esto se puede hacer en términos de un modelo muy sen-
cillo, en el cual todo el producto, y el ingreso nacional, está dividido
entre utilidades y salarios, cuyo ahorro proviene enteramente de las
utilidades, y no de los salarios. Así llegaríamos a una fórmula para la
tasa de utilidades. Ahora bien, esta teoría que determina la tasa de uti-
lidades ¿es sólo una ficción, como ocurre con tantas fórmulas económi-
cas, o de veras posee un significado real? A mi juicio tiene un signifi-
cado real, porque corresponde a la manera conforme a la cual opera
realmente una economía de mercado.
Si consideramos una economía de mercado como una corriente de
producción, como una corriente de gastos en salarios y una corriente
de ingresos, constará de costos más un margen bruto: ¿cómo es posible,
entonces, vender el conjunto fluyente de los productos producidos, por
más de lo que cuestan?
La razón se encuentra en el hecho de que una parte de la demanda
de productos de consumo no proviene de sus propios costos, sino de
los gastos para crear un producto no disponible, con destino a su in-
versión; porque los trabajadores que reciben sus salarios con respecto
a la inversión, no producen nada disponible para ser vendido, pues só-
lo en el mercado, y en el gran mercado, surge el exceso de los cobros,
en papel, sobre sus propios costos, parcialmente compensados por los

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costos de la inversión en otro producto no dispon


compensado por los gastos provenientes de las uti
Esta fórmula no nos dice otra cosa sino que cu
es la tasa de acumulación, cuanto más elevada es la vatio de inversión
a stock de capital, más elevada esperamos que sea la tasa de utilidades;
también nos dice que cuanto más frugales son los capitalistas, y tanto
más reducida es su propensión al ahorro, tanto más elevada será la
tasa de utilidades. Esto se halla en perfecto acuerdo con el sentido
común, respecto al modo en que opera una economía de mercado. Cuan-
to más gastan los capitalistas, más elevada será la demanda de los
productos, y, por consiguiente, más elevado el margen bruto. Análo-
gamente, cuanto más rápida sea la tasa de inversión, más cuantiosa
será la fuerza de trabajo que no produce productos disponibles para
absorber su ingreso; cuanto más se dirija el poder de compra hacia los
productos disponibles para la venta, más elevadas serán las utilidades.
Naturalmente, esta manera de presentar una fórmula, tan clara y
simple sí corresponde a la manera en que realmente opera un sistema
capitalista. Esta fórmula, propuesta para definir tasa de utilidad en
un sistema de crecimiento en equilibrio, inmediatamente supera la difi-
cultad ya aludida, acerca del producto marginal del capital, porque tan
pronto como tenemos un sistema en el cual la tasa de utilidades está
determinada, resultan determinados, también, los precios de equilibrio
de toda la mercancía. Contamos, así, con la tasa de salarios en dinero,
y la tasa de utilidades: eso es el proceso capitalista, y es tal, que esa
tasa de utilidades se hace patente respecto a todo el capital y a todas
las posibles posiciones de equilibrio. Inmediatamente nos da una serie
de precios, y, como consecuencia, el valor de los bienes de capital, y
así podemos concebir el valor del capital.
El valor del capital se hace patente desde que encontramos la tasa
de utilidades: en cambio, no puede usarse para determinar la tasa de
utilidades. Ese es el tipo de concepción que necesitamos.
Nos ayuda, también, a la hora de disipar buen número de insensa-
teces acerca de la función-producto. Si tenemos una opción entre varias
técnicas, tendremos también, más o menos, el método de producción
capitalista para productos conocidos en un momento particular de tiem-
po, y la opción se decidirá -como en la teoría neoclásica- de acuerdo
con las técnicas de más rendimiento. Este es, por lo menos, un punto
de partida útil para una teoría, en la vida real, en que existen tantas
incertidumbres, en que deben ponderarse otras muchas consideraciones;
pero la teoría no opera exactamente, en modo alguno. En sentido lato,
probablemente encontraríamos una tasa elevada de salarios en las téc-

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nicas más capitalistas,


salario se decantaría a
ducto per cápita -ele
al sentido común.
Así, se advierte cómo la opción, respecto a las técnicas, se mueve
de acuerdo a la tasa de utilidades, y consecuentemente determina esa
tasa de ganancias. La tasa de utilidades es dada por estas condiciones;
es decir, por la acumulación de utilidades; ésta les procura lo que de-
terminará la tasa de utilidades en un tramo particular del desarrollo, y
en consecuencia la tasa se guiará por la opción de técnicas para la em-
presa individual. De esta manera, podemos incorporar, de hecho, todo
cuanto hay de sentido común en el mero esquema clásico de las ideas,
y podemos ver que en ella hay cierto sentido, y por tanto nos conviene
definirlo cuidadosamente.
Es correcto afirmar que el margen del capital es igual a la tasa de
utilidades. En cambio, nunca es correcto afirmar que el capital margi-
nal determina la tasa de utilidades.
Por otro lado, la tasa de utilidades, en este sentido estricto, deter-
mina la productividad marginal del capital. Procedamos, ahora, a co-
mentar uno de los experimentos de la nueva manera que el señor Smit-
hies ha desarrollado. Se muestra tan nervioso, con la teoría neoclásica,
que incluso afirma ignorar dónde interviene la productividad marginal.
Pero yo tengo una mente más amplia. He encontrado un lugar en este
esquema, donde entra la productividad marginal aunque solamente en
un sentido muy limitado. Procedamos a inquirir algo respecto a la apli-
cación de esta teoría de lo que determina la tasa de utilidades. En mi
opinión, y en cierto sentido, se trata de una teoría limitada.
Si comparásemos los diferentes países industriales del mundo, en-
contraríamos muy distintas tasas de utilidades; el cálculo técnico utili-
zado para comparar una industria con otra, en diferentes países, en los
que el producto es lo suficientemente similar para hacer posible una
comparación en términos sensatos, revela grandes diferencias en la
participación de los salarios en el valor del producto. Esto corresponde
a la concepción marxista del grado de explotación, tan diferente en
diversos países que usan técnicas más o menos similares.
Esto es algo que no se puede explicar claramente en términos de
este tipo de teoría. Dicho enfoque teórico se aplica al mundo capita-
lista, considerado en su totalidad. Pero si miramos adentro del mundo
capitalista, dividido en toda una serie de economías separadas, con
historias diferentes y diferentes relaciones sociales, encontramos gran-
des diferencias en la participación de utilidades, y ello nos induce a

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pensar que quizá la participación de utilidades, la


entre salarios y utilidades, es algo más fundam
utilidades sobre capital.
A mi entender, si contemplamos el caso desde
histórico, dicha afirmación puede conciliarse perfec
ría de la tasa de utilidades que acabo de exponerl
Importa considerar lo que determina, precisame
la frugalidad de los capitalistas. Si se observa un
lista, tal como primariamente empieza a desarrollar
su ambiente es el de una economía precapitalist
precapitalista impera un nivel de vida que determ
el nivel de salarios que ofrecerán los capitalistas.
incipiente se desarrolla en un ambiente de economía
sana, el capitalista puede ofrecer un salario que e
bueno como el nivel de vida que ofrece la econo
vender su producto a un precio inferior al del prod
y todavía lograr una ganancia.
Ocurre así, porque el capitalismo introduce un
de organizar la tarea, empezando por la división d
luego al desarrollo de técnicas industriales elevad
ces parte de la producción para que el producto p
por el método capitalista de producción. Esta es
capitalismo logró desquiciar la economía artesana,
dualmente y devorándola. Dicha tendencia se ha
países desarrollados, y altamente industrializados
ellos tengan todavía una agricultura campesina; p
capitalismo, de engullirse la economía precapitali
su fin en la mayoría de los casos. En los países de
do, todavía queda un largo camino por recorrer.
Ahora bien, si para el capitalista, el precio al cual
productos es fijado por los precios prevalecientes
capitalista o por los precios prevalecientes en los
ros, entonces el valor de su producto será fijado,
que pagar dependerá del nivel de vida que es nece
las personas que emplea; si viven en un país sobr
nivel de vida del trabajo precapitalista, podrá tener
salario bajo. Así, el salario está fijado, el precio e
ducto per cápita está determinado por la tecnolog
Nos hallamos, al respecto, en una situación en
ción de utilidades en la tasa de explotación está
situación económica; la tasa de utilidades deriva,

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60 JOAN ROBINSON

hecho de que la part


a su vez, fija el valor
para que la tasa de ut
Este punto de la teo
los capitalistas, de he
no recibirán esa tasa.
efectiva juega su part
ven más frugales y n
realizarse las utilidad
la situación por comp
sultará determinada p
determinada por sus
las oportunidades de
pueden permitirse ga
lidades absorba la dife
ingreso, y la particip
manera, me considero
tación es, históricamen
desarrollo de una eco
vemos que nuestro m
vez más, a Ricardo y

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