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Cuento 9: El Dragón y el Viajero

En las tierras del este, donde los valles verdes se extendían hasta el horizonte y los
ríos fluían como serpientes de plata, había un dragón temido y respetado. Este
dragón, conocido como Dracor, era una criatura majestuosa con escamas de oro y
ojos que brillaban como gemas.

Sin embargo, a pesar de su poder y su imponente figura, Dracor era solitario y


anhelaba compañía. Durante años, había vivido en lo alto de una montaña, alejado
de los humanos y los viajeros que temían su presencia. Pero un día, todo cambió
cuando un valiente viajero llamado Alden llegó a las tierras del este.

Alden era un hombre de corazón noble y valiente, cuya curiosidad lo había llevado a
explorar las tierras desconocidas. Cuando escuchó las historias sobre Dracor,
decidió emprender un viaje para conocer al dragón y descubrir la verdad detrás de
las leyendas.

Con una determinación inquebrantable, Alden escaló la montaña donde Dracor


residía. Cuando llegó a la cima, se encontró cara a cara con el majestuoso dragón,
cuyas llamas ardientes iluminaban el cielo. Dracor lo miró con curiosidad y sorpresa,
sin entender por qué este hombre había venido a su guarida.

Alden se acercó al dragón con respeto y le habló con palabras de amistad y


comprensión. Le contó sobre su viaje y su deseo de conocer al dragón, no como un
enemigo, sino como un ser vivo con sus propios anhelos y deseos. Dracor,
impresionado por la valentía y la bondad de Alden, decidió escucharlo.

Durante horas, Alden y Dracor hablaron sobre sus vidas y sus sueños. Dracor reveló
que, a pesar de su poder, se sentía solo y aislado en su montaña. Alden le contó
sobre las maravillas del mundo exterior y la belleza que se encontraba más allá de
las montañas.

Movido por la compasión y la amistad, Alden propuso una idea: unirse en un viaje
juntos, explorando las tierras del este y descubriendo nuevas maravillas. Dracor,
emocionado por la perspectiva de una nueva aventura y una compañía, aceptó.

Así, Alden montó en el lomo de Dracor y juntos volaron sobre los valles verdes y los
ríos plateados. Descubrieron cascadas escondidas y cuevas llenas de cristales
brillantes. Se encontraron con criaturas mágicas y seres misteriosos que habían
permanecido ocultos durante siglos.

Con cada día que pasaban juntos, Alden y Dracor se volvían más cercanos. La
amistad entre el hombre y el dragón era algo que nadie en las tierras del este había
visto antes. La gente del pueblo, que una vez temía a Dracor, ahora lo admiraba por
su valentía y su corazón bondadoso.

Finalmente, cuando el viaje llegó a su fin, Alden y Dracor regresaron a la montaña


donde se habían conocido. Se despidieron con tristeza pero con gratitud en sus
corazones. Dracor había encontrado la amistad y la compañía que tanto anhelaba, y
Alden había descubierto un mundo de magia y maravillas.

Desde ese día en adelante, Dracor continuó volando por los cielos de las tierras del
este, recordando su viaje con Alden y la amistad que habían compartido. Y en el
pueblo, las historias sobre el valiente viajero y el amigable dragón se contaban una y
otra vez, recordando a todos que la amistad puede nacer en los lugares más
inesperados.

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