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Cuento 14: El Jardín de las Flores Mágicas

En el corazón del valle de Verdemar, donde los prados se extendían hasta donde
alcanzaba la vista y las montañas se alzaban majestuosas en el horizonte, había un
jardín secreto. Este jardín, conocido como el Jardín de las Flores Mágicas, era un
lugar de belleza y maravilla donde crecían flores con poderes extraordinarios.

El guardian del jardín era una anciana llamada Abigail, una mujer sabia con ojos que
brillaban con el conocimiento de los siglos. Abigail había sido la cuidadora del jardín
durante generaciones, protegiendo sus secretos y compartiendo sus dones con
aquellos que eran dignos.

Un día, una joven llamada Elara llegó al valle de Verdemar en busca de la legendaria
flor de la curación. Su madre estaba enferma y no había encontrado remedio en
ninguna parte. Elara había escuchado las historias sobre el Jardín de las Flores
Mágicas y decidió buscar la flor que podría salvar a su madre.

Con una determinación feroz, Elara buscó por el valle hasta que finalmente encontró
el camino secreto que conducía al Jardín de las Flores Mágicas. Allí, entre las flores
brillantes y los arroyos cristalinos, encontró a Abigail cuidando de las plantas con
amor y cuidado.

Abigail miró a Elara con bondad en sus ojos y le dijo que la flor de la curación se
encontraba en lo alto de la Montaña de los Sueños, un lugar peligroso y lleno de
desafíos. Pero si Elara demostraba su valentía y determinación, la flor revelaría su
poder sanador.

Sin vacilar, Elara aceptó el desafío y comenzó a escalar la Montaña de los Sueños. El
camino estaba lleno de obstáculos y peligros, pero con cada paso, Elara sentía una
fuerza nueva y un propósito renovado. Sabía que debía traer la flor de la curación a
su madre, sin importar los desafíos que enfrentara.

Finalmente, llegó a la cima de la montaña, donde encontró la flor de la curación


brillando con una luz dorada. Con cuidado y reverencia, Elara cortó la flor y la colocó
en su bolsa. Sabía que tenía poco tiempo antes de que la flor perdiera su poder, así
que comenzó el descenso de regreso al valle.

El camino de regreso fue aún más difícil que el ascenso, con rocas sueltas y
senderos resbaladizos. Pero Elara no se detuvo, sabiendo que la vida de su madre
dependía de ella. Con cada paso, sentía la fuerza de la flor de la curación llenándola
de energía y esperanza.
Finalmente, Elara regresó al valle de Verdemar y corrió hacia la cabaña donde su
madre yacía enferma. Con manos temblorosas, colocó la flor de la curación junto a
la cama de su madre y esperó con el corazón en la garganta.

Poco a poco, la habitación se llenó de una luz dorada y una fragancia dulce. La
madre de Elara abrió los ojos y la miró con asombro y alegría. La flor de la curación
había hecho su magia, sanando la enfermedad y devolviendo la vida a su madre.

Desde ese día en adelante, el Jardín de las Flores Mágicas y su guardian Abigail
fueron conocidos en todo el valle como protectores de la salud y la esperanza. Y
Elara, con el corazón lleno de gratitud, continuó visitando el jardín para honrar la flor
de la curación que había salvado a su madre.

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