Está en la página 1de 2

Zona de Incertidumbre

Siempre me ha resultado sugerente la idea de una “zona de incertidumbre” que rodea a los
peatones. Es una forma de decir que no sabemos qué va a hacer el caminante, que debemos
extremar la precaución.
Y es cierto que a cada uno nos rodea esta “zona” y somos imprevisibles para los demás,
porque podemos tener una reacción que no esperan y que, quizá, nosotros tampoco
esperamos. Por ejemplo, ante un fracaso en un examen, siempre nos deprimimos, pero esta
vez nos da por reírnos. Hemos usado nuestra zona de incertidumbre y no hemos reaccionado
como se esperaba.
Reconocemos nuestra propia zona inadvertida, cuando observamos en nosotros reacciones
no habituales. Y lo que es mejor, reconocemos en los demás el derecho a reaccionar como
quieran, puedan o lo apetezcan. Y valoramos y celebramos lo que en el otro rompe nuestras
expectativas. Resulta más fácil decirlo que hacerlo, pero es necesario contar con lo
imprevisto del ser humano. Incluso en el ambiente oprimido del campo de concentración,
algunos prisioneros y “capos” de un modo que no se esperaba de ellos: El mismo Frankl
cuenta que un militar compró de su bolsillo medicinas necesarias, reaccionando desde esa
zona de incertidumbre que lleva a todo lo contrario de lo que esperaríamos.
Cada uno de nosotros tenemos una zona privada, que pedimos y queremos que los demás
respeten: esa zona personal en la que no dejamos entrar a nadie y que, a veces, ni nosotros
mismos conocemos. La “zona de incertidumbre” nos protege de las rutinas y de los
estereotipos de reacción que solemos mantener.
Respetar esta zona nos hacer ver al otro siempre como un misterio y renunciar a nuestras
expectativas sobre cada cual, porque la persona es más que lo que suele hacer y más que la
forma en que suele reaccionar. Conocemos experiencias de personas que han reaccionado
con fuerza inesperada ante un revés de la vida y nos damos cuenta de que han roto nuestros
esquemas. Y reconocemos que todo el mundo tiene derecho a reaccionar de modo
impensado. Esto aporta una duda y nos puede resultar incómodo en la relación… pero
ganamos en humanidad porque nos acercamos a la persona tal como es.
Frankl habla de la individualidad. Cuando hace un elenco de las bases de su antropología,
habla de que cada ser humano es único y diferente –y en eso consiste su gran grandeza- y
nuestra obligación es tratar a cada ser humano de forma distinta. Y no reducir al hombre a
una sola característica. Y creer siempre, que el ser humano es más que lo que hace o lo que
le ocurre.
Y que tenemos libertad (zona de incertidumbre) para elegir cómo queremos reaccionar ante
lo que nos sucede. Esta idea de que somos libres para elegir cómo queremos afrontar lo que
nos ocurre es una de las aportaciones más enriquecedoras, desde mi punto de vista, de
Frankl. Conocemos situaciones en las que personas han sido probadas hasta el límite, han
sufrido mucho y, sin embargo, han reaccionado positivamente.
Incluso nosotros mismos, cuando algo nos ha ocurrido, reconocemos que hemos “sacado
fuerzas de flaqueza” para superarlo… Esa es la zona de incertidumbre, donde ni siquiera
nosotros sospechábamos que podíamos reaccionar de un modo determinado.
Cuando Vìktor Frankl se refiere, claro que, con otros términos, a esta idea, habla de los
“valores de actitud”: ante cualquier circunstancia en la vida, podemos elegir la actitud con la
que queremos vivirla. Esto supone reconocer esa zona de incertidumbre o “capacidad de
oposición del espíritu” gracias a la cual, aunque esté en un campo de concentración, haya
sufrido una pérdida o me enfrente al peor momento de mi vida, desde mi libertad (que
siempre existe) puedo elegir con que actitud vivirlo.
____
Conesa, M. (2017) Hacia el Sentido. Metáforas, reflexiones y pinceladas
educativas. Ed. Mensajero. España.

También podría gustarte