Está en la página 1de 9

Estrés y crecimiento

La metáfora del Rabino Abraham J. Twerski nos enseña que la adversidad puede ayudarnos a
crecer como personas y la necesitamos para ser más resilientes y afrontar los sucesos de la
vida:

‘La langosta azul es un animal suave y pulposo que vive dentro de un caparazón rígido. Este
caparazón rígido no se expande. Entonces, ¿cómo puede crecer la langosta?

Mientras la langosta crece, el caparazón la limita, y la langosta se siente incómoda y bajo


presión.

Entonces, la langosta se esconde debajo de una formación de piedras para protegerse de los
depredadores, deja su caparazón, y produce un caparazón nuevo.

Con el tiempo, este caparazón también acaba siendo incomodo porque la langosta sigue
creciendo. La langosta regresa entonces a las piedras y repite el proceso varias veces. El
estímulo que permite a la langosta crecer es sentirse incómoda.

Pero si las langostas tuviesen doctor, nunca crecerían. Porque, en el momento en que la
langosta se sintiese incómoda, iría al doctor y conseguiría un válium , se sentiría bien y nunca se
quitaría el caparazón.

Los tiempos de estrés, tan indeseados, pero que forman parte de la vida, también son tiempos
de oportunidades para el crecimiento. La adversidad como abono de crecimiento. Piénsalo,
siéntelo.

Cualquier momento es un estímulo para dar rienda suelta a la reactividad, a la insatisfacción y a


un cúmulo de emociones que pugnan por manifestarse de la manera más visible posible.

No sé si a ti te pasa lo mismo, pero a veces me ocurre que vivo una situación adversa
(inesperada, incómoda y totalmente no deseada) y me enredo en el mundo del pensamiento:
fuerzo soluciones, nado contracorriente y termino agotada.Con mi pensamiento he convertido
en antagonistas de mis pensamientos ,decisiones ,metas o personas que me rodean. Y así
terminamos atrapados en un círculo vicioso del que no sabemos cómo salir.

La reactividad psicológica es un fenómeno por el cual los individuos alteran su comportamiento


o conducta cuando sospechan que están siendo observados. Los cambios que se producen
pueden ser positivos o negativos, y dependen de la situación.

La reactividad no es un fenómeno que se limite únicamente a los cambios derivados del mero
hecho de estar siendo observado; también puede hacer referencia a todas aquellas situaciones
en las que se produce un cambio en el comportamiento para satisfacer las expectativas de un
observador

La reactividad emocional define un modo de responder ante casi cualquier situación de manera
desajustada y hasta descontrolada. Es una característica que vemos a menudo en esas personas
a las que todo les molesta, las que interpretan las palabras como amenazas y que rara vez
logran regular sus sentimientos. Esa susceptibilidad casi constante les aboca a situaciones
claramente desgastantes, tanto para ellas como para su entorno.

La susceptibilidad es una herida que siempre está abierta y que hace que casi todo escueza. La
reactividad emocional está detrás de esos comportamientos de quien está pendiente (y casi
obsesionado) por imaginar lo que se dice de ellos, lo que otros puedan pensar sobre su propia
persona.

Estar supeditados a cada segundo al qué dirán de mí, al qué opinarán los demás “sobre cómo
soy o lo que hago“, les aboca a un sufrimiento casi constante.

Más allá de ese comportamiento impulsivo, de esas reacciones a menudo llenas de ira, orgullo y
frustración, se esconde un ser frágil e inseguro. La falta de autocontrol, la nula gestión
emocional, la baja autoestima y un autoconcepto poco definido. conforman esa inseguridad
psicológica tan común pero peligrosa a la vez.

Las personas inseguras suelen desarrollar una clara rigidez psicológica. Sus patrones mentales
les aferran a unas mismas ideas, a un mismo enfoque inflexible. Este recurso actúa como
mecanismo de defensa para proteger su vulnerabilidad interna. Sin embargo, esa rigidez
psicológica les impide empatizar, comprender al otro, abrirse a nuevas perspectivas.

La reactividad emocional que no se maneja, que acompaña a la persona de manera constante


en su interacción cotidiana deriva a menudo en trastornos mentales.

No nos olvidemos que la mala gestión emocional dificulta la calidad de las relaciones. También,
que tras este perfil existe además un vacío existencial, sentimientos de soledad y la idea
constante de que nadie les entiende. Todo ello es un claro caldo de cultivo para los trastornos
del estado de ánimo.

Las personas reactivas son aquellas que al detectar un problema o reto, permanecen a la
espera para ver si otros eventos del entorno dan pistas acerca de lo que hay que hacer,
mientras que las personas proactivas se lanzan desde un principio a la tarea de intentar
resolver ese problema con los medios en los que disponen en ese momento.
Así pues, la proactividad se relaciona con la voluntad de tomar el control de la situación,
mientras que la reactividad implica un componente de evitación, es decir, intentar crear una
situación en la que no sea necesario enfrentarse a cierto hecho, o en la que sea posible
enfrentarse a este solo parcialmente, facilitando que otras personas u eventos intermedien.

Esto es así porque ven el entorno como un medio en el que la única manera de evitar que las
cosas malas ocurran consiste en adoptar una actitud pasiva; en ese sentido “reaccionan” al ver
problemas, pero no intentan alterar activamente el entorno, solo se reacomodan ellas como
personas individuales para que el riesgo de que las cosas salgan mal pase de largo. Dicho en
una palabra, en las personas reactivas hay falta de iniciativa, mientras que ocurre lo contrario
en el caso de las proactivas.

¿Qué características tiene una persona reactiva?

Estos son los principales rasgos de las personas reactivas y que pueden ser observadas tanto en
el ámbito profesional como en las relaciones personales y otros aspectos privados de su vida.

1. No piensan más allá de la meta

Las personas reactivas pueden ser muy creativas en otros aspectos de la vida, pero en aquellos
en los que ellas no controlan aquello que hay que hacer (por ejemplo, en un puesto de trabajo
como asalariado), no piensan más allá de lo que técnicamente deben hacer.

Esto hace que, aunque tengan la inteligencia para hallar nuevas soluciones a un problema, no
realicen propuestas a sus superiores para cambiar determinadas cosas acerca de la manera de
enfocar el problema a resolver.

2. Las personas reactivas tienen menos asertividad

En comparación con las personas proactivas, las personas reactivas muestran una cierta falta de
asertividad. Esto significa que tienen más problemas para atreverse a decir lo que piensan en
algunas situaciones en las que hacerlo sería pertinente o incluso necesario, simplemente
porque hacer eso conlleva el riesgo de incomodar al interlocutor.

Así pues, ante la duda, prefieren no crear situaciones que puedan salirse de lo protocolario y no
causar estridencias.

3. Tienden a la falta de comunicación al detectar problemas

Es muy típico que una persona reactiva detecte que algo no va bien y que sin embargo no lo
comuniquen hasta que el problema ha crecido mucho y resulta muy evidente. Esto se debe a
que a la hora de valorar si algo va bien o no, dan mucha importancia a las normas y a las
instrucciones formales, y no tanto a sus propias ideas e impresiones acerca de lo que está
ocurriendo.

Por ejemplo, si una persona reactiva tiene instrucciones de repartir comida y a la vez se da
cuenta de que otra parte del equipo empieza a retirar poco a poco los alimentos para
almacenarlos en otra habitación, será menos probable que informen de este problema de
coordinación.

4. No muestran predisposición al liderazgo

Como consecuencia de lo anterior, las personas reactivas no tienen una predisposición natural
a liderar grupos de trabajo y coordinación, a no ser que estos tengan que ver con áreas que
dominan muy bien y en las que se sienten sobradamente capacitadas.

5. Tienden a la evitación del conflicto en las relaciones

Al detectar posibles fuentes de conflicto, las personas reactivas reacomodan su actitud y su


manera de expresar sus ideas, para no generar discusiones o enfrentamientos directos. Dicho
de otro modo, dan por supuesto que si no ocultan lo que piensan, el choque de trenes ocurrirá.
Esto se nota en las relaciones amorosas, en las que los problemas no resueltos pueden llegar a
cronificarse por no haber sido atendidos a tiempo.
El ser humano va desarrollando, en interacción con su medio, un crecimiento personal. Siempre
y cuando se den las condiciones para ello. No obstante, en las personas muchas veces habitan
un exceso de miedos, que tienden a frenarnos y a congelar nuestros avances. Y terminan
estancando nuestra evolución personal. Aspirar a alcanzar nuestros sueños y a facilitar nuestro
avance debería ser una prioridad.

Seguro que has oído hablar de la zona de confort. Es un territorio seguro, en el que la persona
está cómoda, porque conoce el terreno y no suele tener que afrontar situaciones novedosas o
inesperadas. Estar en esos rincones confiere cierta tranquilidad y hasta bienestar determinados
momentos. Ahora bien, a medida que pasa el tiempo y la vida discurre, pueden ir apareciendo
ciertas frustraciones derivadas de los “me arrepiento de no haber hecho X” o “de no haber
intentado X”… Y la sensación de haber tenido que arriesgar más para obtener cosas que
desearían y no poseen en el presente.

Si nos limitamos a quedarnos siempre de la misma manera, seremos como esa agua estancada
que poco a poco se va volviendo turbia e insalubre. Promover el movimiento y el crecimiento
personal es clave de salud y bienestar.

“Cualquier largo viaje empieza con un pequeño paso "

lao tse

Las personas que nos rodean están acostumbradas a tratar siempre con un modelo fijo de
persona. Es decir, siempre que hablan con otro se esperan una forma de ser. La que conocen y
a la que se han ido acostumbrando con el paso del tiempo. Pero cuando alguien está
evolucionando y sufre cambios, los demás sentirán cierta incertidumbre. Y, normalmente, esta
última se suele materializar en críticas y desaprobaciones. Vemos con ello que los cambios son,
en ocasiones, difíciles de aceptar.

Los tres pilares del crecimiento personal


John Whitmore fue durante mucho tiempo el padre del proceso del cambio, del crecimiento
personal y sobre todo del coaching. Dentro de sus premisas se encontraba la necesidad de
“desaprender”. Esto es, de dejar a un lado parte de esos modelos que habitan en nuestros
entornos y que hemos interiorizado para crear algo nuevo. Para romper moldes y poder
avanzar en plenitud.

Los tres pilares de ese movimiento que puede acercarnos a ese modelo de bienestar, son los
siguientes.

• Conciencia, la que nos facilitan los propios sentidos, valores, experiencias y emociones.

• Autocreencia, el valor de creer en nosotros mismos y en el cambio.

• Responsabilidad para promover ese avance personal.

¿Cómo podemos enfrentarnos a los reproches?

Los reproches y críticas que podemos recibir cuando estamos evolucionando no son más que
miedos por parte de otra/s persona/s. Miedo a perder la estabilidad que tenían antes. Quieren
mantener a toda costa esa rutina que tenían con la persona querida y esos cambios que ven en
el otro les aterrorizan.

Lo más importante es no meterse en discusiones ni peleas. Debemos comprender que el otro


siente miedo de perder algo que hasta ahora le gustaba cómo funcionaba. Si respondemos
enfadados y entramos en discusiones acaloradas, no conseguiremos nada positivo.

Lo mejor es mantenerse en calma y explicar de una manera segura y madura las nuevas
necesidades que tenemos ahora. Hacer ver que con los años las personas cambiamos y ahora
tenemos otros deseos. Digan lo que digan, hay que seguir hacia adelante con lo que queremos,
sin que nada nos estanque.

Para que el entorno tome en serio los cambios, hay que dar una opinión madura desde la
calma, para que vean el cambio racional que estamos haciendo.

No se trata de convencer, ni de enfadarse, simplemente de informar de lo que deseamos y lo


que vamos a hacer porque somos seres libres para decidir sobre nuestra vida.

1) Elegí cometer errores. Elegí el rechazo.


Dicen que un niño que está aprendiendo a caminar se cae en promedio 7.000 veces antes de
aprender a hacerlo. “¿Cuántas veces has elegido últimamente equivocarte?”. La manera más
directa y profunda en la que aprendemos e integramos algo en la vida es a través de la
experiencia y del error. Pensá un momento sobre las lecciones más importantes que has tenido
en tu vida. Y ahora reflexioná si éstas han llegado a vos como resultado de un suceso agradable
y exitoso o si, por el contrario, fueron a través del desacierto, el dolor o el rechazo. Tomar una
posición consciente y activa en relación a predisponernos a cometer errores o a encontrar
rechazos en nuestras vidas es una gran manera de comenzar a erradicar la mirada crítica y
limitante de los demás.

Ejercicio: Llevá el siguiente registro en un anotador, tu celular o donde puedas visualizarlo


fácilmente: contá la cantidad de veces que intencionalmente realizaste alguna actividad en la
cual sabés que hay altas chances de que te equivoques pero lo hiciste de todos modos. El
objetivo de este ejercicio es que dupliques la cantidad de intentos entre la semana 1 y la
semana 2.

2) Dime con quién andas y te diré…

A mí me gusta completar esta popular frase diferente a la frase original. Yo digo “dime con
quién andas y te diré cómo piensas”. Si te rodeás de gente cuya opinión es negativa, prejuiciosa
y pesimista, muy probablemente así también será tu forma de ver el mundo. Pero peor aún, así
será el modo en el que experimentarás tu vida. Antes de nuestras acciones y comportamientos
están nuestros pensamientos. Hacemos como pensamos. Y si bien los pensamientos no se
pueden ver o tocar, te garantizo que son tan reales como tus comportamientos, acciones y los
resultados que obtienes en tu vida cotidiana. Por eso, tomar consciencia respecto a qué tipo de
personas elegís hoy para compartir tu vida es un punto crucial para salir de este circuito vicioso.

Ejercicio: Hacé una evaluación a conciencia de quiénes son hoy tus círculos de amigos o de
pertenencia. Y ahora pensá cuánto realmente sentís que aportan o no con tu crecimiento
personal y proceso de toma de consciencia. ¿Sentís que te enriquecen o no? Podrías comenzar
lentamente a cuestionarte con mayor grado de conciencia cuánto de estas relaciones son
profundas y voluntarias y cuánto pertenecen a viejos modelos mentales y/o simplemente
"automatización".

3) Sé tu propio fan.

No hay otro camino más directo para abandonar la opinión de los demás que el de ser vos
mismo. Escuchar y honrar tu voz interior auténtica. Dejar conscientemente de querer parecerte
o imitar a otros. Tenés que desarrollar tu propia identidad basada en tus gustos, deseos y
opiniones auténticas, sin filtros. Pero sobre todo tenés que amarte y respetarte tanto al punto
de prometerte a vos mismo que nunca traicionarás a la persona más importante del mundo:
vos.

Ejercicio: Eliminá de tus redes sociales a todas las cuentas de personalidades a las que percibas
estás queriendo imitar. No a las personalidades que te inspiren a ser mejor o te desafíen a
crecer, pero sí a las que solo traten de inspirarte por aspiración a que quieras parecerte a ellos.
Lo que ellos visten, hacen, consumen, etc. Evaluá cómo te sentís luego de dos semanas de no
estar pendiente de estas personas.

4) Acción y disciplina.

Si hay una cualidad que entre las más importantes tienen todas las personas de éxito que yo he
conocido es la toma de acción y la disciplina. Hay una frase que dice: “Cuando golpeás a la
puerta de las oportunidades es el trabajo duro quien atiende”. Preguntate qué nuevos hábitos
podés integrar con mayor disciplina en tu vida hoy. La disciplina y la perseverancia son las
madres del éxito. Ya lo decía el mayor inventor de todos los tiempos, Tomas A. Edison: “El 1%
del éxito es suerte o inspiración, el 99% restante es transpiración”.

Ejercicio: Comenzá cada mañana tomando un trozo de papel y dividiéndolo en tres secciones
(no importa la forma, solo que sean tres campos). Escribí en cada una de las áreas las tres cosas
más importantes que deberás hacer en este día. Puede ser cualquier cosa en cualquier área de
tu vida, pero deben resistir a esta pregunta: "¿Cuáles son las tres cosas que no puede de
ninguna manera terminar mi día de hoy sin que yo realice?". Esa será tu "hoja de ruta" para el
día en cuestión. Cambiá todos los días esta hoja y repetí el ejercicio día a día. Si lo hacés con
constancia durante 15 días no podrás creer la eficiencia que obtendrás.

5) El deseo como motor de la vida.

El primer punto se puede resumir en la siguiente expresión coloquial: “Tenés que tener
hambre”. El paso número uno es que tengas un profundo y genuino deseo por aquello que
querés alcanzar. Conectar con tu pasión requiere claridad sobre cuál es tu causa, tus sueños, tu
propósito. Algo en lo que profundamente creas, algo que te genere pasión. Y aquí tengo una
noticia para aquellos que dicen cosas como “yo no sé lo que quiero” o “yo no tengo pasión por
nada”: esto no va a ocurrir por arte de magia ni por casualidad, tendrás que salir a buscarlo. No
va a aparecer sentado en tu sofá, mirando la tele ni navegando en Facebook. Para tener una
visión tenés que salir al mundo. El deseo se construye ante la exposición con experiencias,
vivencias. Interactuar con otros seres humanos. Reflexionar sobre qué cosas “del afuera” te han
impactado o hecho más sentido hacia tus “adentros” para luego ponerte en marcha. Probá,
jugá, intentá cosas distintas. Y si no te gusta lo que hacés, cambiá hasta encontrar aquello que
sí te guste. Deseá recorrer el camino, deseá el crecimiento, explorar el mundo, vivir aventuras,
trabajar en algo que te genere pasión y sientas que haces una diferencia en el mundo. Una
aclaración importante en este punto: hay una gran diferencia entre el deseo y la codicia. El
deseo del que estoy hablando aquí es el motor que nos da vida. Es el deseo de crecer, de
contribuir, de servir a tu propósito para servir a otros.

Ejercicio: Recortá el 30% de la interacción en redes sociales y proponete usar ese tiempo para
realmente salir afuera y realizar alguna actividad que sientas que conecte con un deseo
profundo tuyo. Puede ser un hobbie, una actividad recreativa, o cualquier cosa, pero que
necesariamente sea fuera del mundo digital. Cambiá el 30% de tiempo frente al celular o la PC y
dedicalo a hacer algo "físico".

“Quien tiene un por qué para vivir soporta casi cualquier cómo”

Friedrich Nietzsche

También podría gustarte