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Agencia en lenguaje – Alessandro Duranti

Introducción
El objetivo del siguiente trabajo es definir como se representa la agencia y cómo
está definida la agencia en y a través del lenguaje.
El autor parte de una definición de trabajo de la agencia y, a partir de ella,
reconsidera dos dimensiones relacionadas, y sin embargo, distintas de la agencia:
su realización lingüística (performance) y su representación lingüística
(grammatical encoding, codificación gramatical).
Cualquier acto de habla implica algún tipo de agencia, a menudo independiente de
las intenciones del hablante y del interés o colaboración del oyente. Esto se debe al
hecho de que, al hablar, establecemos una realidad que tiene al menos el potencial
de afectar a quienquiera que nos esté escuchando, independientemente de la
audiencia originalmente prevista. No sólo afectamos a la mente y a las acciones
futuras de nuestros oyentes al proporcionarles nueva información sobre el mundo,
sino que también les afectamos cuando repetimos lo que nuestros oyentes ya saben.
[…] A través de la comunicación lingüística, mostramos nuestras actitudes,
sentimientos, creencias y deseos. Una vez expresada, este tipo de información tiene
un impacto tanto en los demás como en nosotros (por ejemplo, reafirmamos con
orgullo nuestras convicciones o, por el contrario, nos demostramos a nosotros
mismos que podemos adoptar nuevas ideas y actitudes).
Otro reto en la discusión de la agencia se debe a los problemas asociados con la
combinación de las intuiciones expresadas en los estudios lingüísticos con las
expresadas por los teóricos sociales que tratan de la acción humana abstraída de la
interacción verbal. […] El término “agencia” propiamente dicho solo ha sido
introducido recientemente en las ciencias sociales por teóricos sociales
posestructuralistas como Antona Giddens (1979, 1984) y Pierre Bordieu (1977,
1990, 2000), que intentaron definir una teoría de la acción social que reconociera el
papel desempeñado por los actores sociales, es decir, los agentes en la producción
y reproducción de los sistemas sociales, superando así la tendencia estructuralista y
marxista a considerar la acción humana como producida por una lógica (en el
estructuralismo) o unas leyes históricas (en el marxismo) que los sujetos humanos
no pueden controlar ni comprender. Los teóricos sociales, sin embargo, no han
profundizado en las implicaciones lingüísticas de sus teorías más allá de una serie
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de afirmaciones provocadoras pero genéricas sobre las implicaciones sociales del


uso del lenguaje (Bourdieu 1982). Los lingüistas, por su parte, han tratado la
agencia como una noción semántica desde mediados de los años setenta, pero han
mantenido sus modelos en gran medidas desprovistos de implicaciones sociales.
Esto no es sorprendente, dado que el interés por las funciones semánticas (o
temáticas) como el agente surgió del paradigma generativo establecido por
Chomsky a finales de los años cincuenta y principios de los sesentas y ha seguido
influido por su visión de la teoría lingüística como algo separado y separable de la
teoría social. A pesar de los éxitos limitados, el autor en el presente artículo va a
argumentar que hay una serie de afirmaciones sobre la agencia basadas en el uso y
la estructura del lenguaje que pueden integrase en una teoría social de la agencia.

2. Hacia una definición de agencia


Cualquier intento de llegar a una definición de agencia es una tarea difícil porque
nos obliga a adoptar una postura con respecto a una serie de cuestiones espinosas,
incluido el papel de la intencionalidad y el estatus ontológico del papel semántico
(o temático) del agente y otras nociones relacionadas (por ejemplo, paciente,
instrumento).
[…] Otro obstáculo al que se enfrenta cualquier intento de definición general de la
agencia es la dificultad de combinar la s intuiciones expresadas en teorías
estrictamente semánticas (que tratan de estructuras lingüísticas, abstraídas de los
procesos sociales) con las expresadas en teorías sociales (que tratan de progresos
sociales, abstraídos de la interacción verbal) o con las expresadas en teorías
filosóficas (basadas en situaciones ideales y a menudo desprovistas a propósito de
cualquier compresión antropológica). No obstante, a pesar de estas cuestiones sin
resolver, el autor intentará dar una definición de trabajo de la agencia que intente
tener en cuenta tanto las intuiciones como las definiciones explícitas
proporcionadas por autores de distintos campos.

2.1 Una definición práctica de agencia


El autor propone la siguiente definición práctica de agencia:
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(1) La agencia se entiende aquí como la propiedad de aquellas entidades (i) que
tienen cierto grado de control sobre su propio comportamiento, (ii) cuyas
acciones en el mundo afectan a las de otras entidades (y a veces a las suyas
propias), y (iii) cuyas acciones son objeto de estudio de evaluación (por
ejemplo, e términos de su responsabilidad en un resultado determinado).

Las tres propiedades de la agencia incluida sen (1) están obviamente


interconectadas. Por ejemplo, la primera propiedad de la agencia (grado de control
sobre el propio comportamiento) está estrechamente relacionada, aunque no es
idéntica, con la noción de intencionalidad, un término que se evoca a menudo en el
debate sobre la agencia. Sin embargo, suele haber confusión o, al menos, falta de
claridad respecto a lo que significa intencionalidad para cada autor.
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Un aspecto crucial de (1.ii) es que los agentes son entidades cuyas acciones tienen
consecuencias para ellos mismos o para otros. En otras palabras, se “afectan” a sí
mismos o a otras entidades. El grado en que estas acciones se realizan
voluntariamente y con objetivos específicos en mente varía. Dicha variación es
responsable del grado de agencia que se atribuye a una entidad determinada y
también del tipo de evaluación que puede recibir.
Para apreciar plenamente la importancia de la evaluación en la construcción de la
agencia, debemos relacionarla no sólo con la moralidad, sino también con el
rendimiento, en sus diversos significados y connotaciones. En primer lugar, existe
una evaluación de las palabras de alguien en la medida en que contribuyen a la
presentación y realización de un yo (el hablante) que siempre es también un sujeto
moral. En segundo lugar, está la evaluación de las palabras de alguien en la medida
en que contribuyen a la constitución de actos y actividades específicos de una
cultura. En tercer lugar, está la evaluación de las palabras de alguien en la medida
en que muestran su conocimiento (competencia lingüística), las fuentes de dicho
conocimiento (evidencialidad, modalidad) y su uso para fines específicos, incluidos
los estéticos. En los tres tipos de evaluación – acumulación de conocimiento,
fuentes de conocimiento y exhibición artística del conocimiento – los hablantes se
relacionan con un público (real o imaginario) sin el cual la noción misma de
evaluación perdería su significado.

3. Dos dimensiones de la agencia


Teniendo en cuenta la definición en (1), el autor propone que hay dos dimensiones
básicas de la agencia en el lenguaje: la actuación (performance) y la codificación
(encoding). Las dos dimensiones son mutuamente constitutivas, es decir, suele
ocurrir que la actuación – la puesta en práctica de la agencia, su nacimiento – se
basa en la codificación – cómo se representa la acción humana a través de medios
lingüísticos – y al mismo tiempo la afecta. A la inversa, la codificación siempre
cumple funciones performativas, aunque de diferentes maneras y con distintos
grados de eficacia. Al describir las relaciones agentivas entre distintas entidades
(por ejemplo, los participantes en un acto de habla, los personajes de una historia)
y las posturas afectivas y epistémicas hacia individuos y eventos, los hablantes
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participan de forma rutinaria en la construcción de ciertos tipos de seres, incluidos


los tipos morales, y ciertos ti piso de realidades sociales en las que esos seres pueden
existir y dar sentido a las acciones de los demás.

3.1 La performance de la agencia


La agencia se realiza a varios niveles. El primer nivel es lo que el autor llama (a
falta de un término mejor) “afirmación del ego”. Un segundo nivel es la
“constitución del acto”.

3.1.1 Agencia de afirmación del ego


Un tipo básico y recurrente de agencia expresada y realizada por el lenguaje es lo
que podríamos llamar “autoafirmación” o “afirmación del ego”. Este tipo de
agencia se consigue normalmente, aunque en diferente grados, cada vez que se
utiliza el lenguaje. El mero hecho de hablar ante otras personas que pueden
percibirlo convierte al hablante en un ser cuya existencia debe tenerse en cuenta en
función de sus objetivos y capacidades comunicativas. Como la forma más
sofisticada de expresión humana, el uso del lenguaje implica que sus usuarios son
entidades que también deben poseer otras cualidades humanas, incluida la
capacidad de afectar a su propia forma de ser y a la de los demás. Por lo tanto, este
nivel más básico de agencia – una agencia de tipo existencial que, sin embargo,
necesita a los demás (ya sea como audiencia real o imaginaria) - no necesita
depender del significado referencial o denotativo. Es el lenguaje en sí, como
facultad humana, y no el significado de sus palabras, lo que basta para que funcione
la agencia como afirmación del yo. […] Aunque no podamos interpretar de qué se
está hablando, concedemos al hablante la realización de un tipo especial de
autoafirmación, que va incluso más allá del eslogan loquor ergo sus (Lyons 1982)
hasta algo que se representa mejor como loquor, ergo agens sum.
Se podría argumentar que el uso del lenguaje no es necesario para que los seres
humanos afirmen su existencia como agentes. […] Así pues, se podría objetar que
este primer tipo de agencia a través del lenguaje no es diferente de cualquier otro
acto humano, incluidos aquellos que no dependen del lenguaje, como caminar etc.
La mera existencia humana, o mejor dicho, la presencia humana es algo con lo que
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los demás deben contar y, por tanto, implica el poder de afectar a los demás. […]
Cuando entramos en un espacio social ocupado por otros, no hace falta que hagan
o digan nada para que actuemos de acuerdo con las expectativas que tienen en
cuenta su presencia (y, por tanto, que nos miren, que vigilen nuestras acciones).
Aunque el autor está de acuerdo con estas observaciones, sigue sosteniendo que el
tipo de autoafirmación que se realiza a través del lenguaje - incluso cuando no se
comprende (plenamente) el significado de lo que se dice – es de naturaleza diferente
a la mera presencia física o incluso a los actos físicos distintos de los gestos (que
son, por supuesto, un tipo de lenguaje: Kendon 1997). La diferencia radica en las
cualidades más básicas del lenguaje como facultad humana y como potencial
humano (performance).

3.1.1.1 Saludo como reconocimiento de otro como agente potencial


Aunque este tipo de agencia existencial a través del lenguaje siempre funciona
cuando se utiliza el lenguaje, hay actividades del habla concretas que, al estar
dedicadas a establecer la presencia de una persona y su reconocimiento por parte
de los demás, ponen en primer plano este primer tipo de agencia de afirmación del
ego. Es el caso, por ejemplo, de los saludos. Al identificar al interlocutor como un
ser distinto que vale la pena reconocer (Duranti 1997a: 71), los saludos también
reconocen al Otro como un posible agente, es decir, alguien cuyas acciones tienen
consecuencias potenciales para las nuestras. Que los saludos constituyen un tipo de
reconocimiento de agencia se hace especialmente evidente por su ausencia, que
puede interpretarse en ciertos contextos no tanto como una negación de la presencia
del Otro, sino como una negación del poder real o potencial del Otro para afectarnos
o ser relevante para nuestras formas de ser.

3.1.2 Acto constitutivo de la agencia


La idea de que el lenguaje no sólo describe un mundo ya hecho, sino que constituye
mundos reales e imaginario a través de actos específicos de una cultura y diseñados
contextualmente (en su mayoría, pero no necesariamente, apropiados) es la base de
una serie de teorías filosóficas, lingüísticas y antropológicas contemporáneas, con
raíces en la tradición intelectual europea representada por autores diferentes.
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Sin embargo, fue el filósofo británico John L. Austin quie, a finales de la década de
1940 y principios de la de 1950, articuló de manera más sistemática un aparato
formal para una teoría de los actos a través del lenguaje (Austin 1962, 1975), que
sentó las bases de lo que llegó a conocerse como Teoría de los Actos del Habla
(Searle 1965, 1969).
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El análisis de Austin sobre lo que pueden hacer las palabras se complementó con la
teoría de Grice (1975) sobre el significado de lo no dicho (Levinson 1983). Grice
propuso cuatro máximas universales que pretenden guiar nuestra interpretación de
lo que se dice:

Según Grice, ciertos fenómenos sociales (por ejemplo, la cortesía) se expresarían


precisamente por la violación de una o varias de estas máximas. Para ser educados,
podríamos no decir la verdad (cualidad), tardar mucho en decir algo (cantidad),
sacar a colación información aparentemente irrelevante (relevancia) e introducir
algunas expresiones ambiguas u oscuras (manera) (Brown y Levinson 1987).
Austin, Searle y Grice hicieron una serie de suposiciones sobre la verdad, las
intenciones y las convenciones que han sido criticadas por varios autores.
Dentro de la antropología lingüística, Michelle Rosaldo (1982) criticó la
universalidad de la noción de persona presupuesta por la Teoría del Acto de Habla,
incluid su fuerte compromiso con la sinceridad. Michael Silverstein (1977) sugirió
que la noción de Austin de lo que el lenguaje puede hacer se basa demasiado en la
capacidad que tienen los hablantes de identificar ciertos actos mediante verbos que
describen esos actos. Silverstein señaló acertadamente que la fuerza ilocutiva del
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habla es sólo un tipo de acción social. Hay otros tipos de acciones realizadas por
signos lingüísticos que no se conciben como verbos performativos ni se representan
mediante ellos. Una gran categoría de tales actos incluye los índices (término
tomado de los escritos del filósofo Charles Peirce), es decir, expresiones a través de
las cuales se presupone o incluso se crea algún aspecto de la situación en cuestión
(Silverstein 1976b). Por ejemplo, ciertos rasgos lingüísticos (como la pronunciación
o el uso de expresiones lingüísticas) presuponen una conexión existencial entre el
hablante y un lugar concreto (por ejemplo, la gente del norte reconoce rápidamente
“mi” italiano como “de Roma”), aunque a veces la inferencia puede ser
objetivamente errónea, estableciendo así una identidad ficticia temporal. El uso de
un título concreto puede presuponer el estatus del destinatario en una determinada
profesión o cargo público. Otras veces, las expresiones indéxicas pueden contribuir
de facto a crear una identidad o una posición. […] El autor pone diferentes ejemplos
en que los hablantes están haciendo cosas con el lenguaje (por ejemplo, evocando
identidades sociales, invocando la solidaridad, elevando el estatus de alguien en un
intento de crear un sentido de obligación) aunque no haya verbos performativos
específicos que identifiquen tales actos. De hecho, cuando observamos la
interacción espontánea, nos damos cuenta de que hay muchas cosas que se logran
(o al menos se intentan) con el lenguaje más allá de la fuerza ilocutiva identificada
mediante verbos performativos explícitos o implícitos.
Hay otras dimensiones importantes de la actuación de la agencia que a menudo
quedan fuera de la literatura lingüística y filosófica (Duranti 1997b: 14-17). Una de
ellas es el poder creativo del lenguaje tal y como se manifiesta en la poesía, las
canciones, el teatro, el humor cotidiano y la narración de historias (véase Banti y
Giannattasio). Se trata de una dimensión en la que los
oradores/cantantes/actores/cuentistas explotan algunas propiedades del lenguaje
que se dan por sentadas o que están ocultas, trasformando nuestra comprensión
ordinaria del lenguaje y su relación con la realidad. También es una dimensión en
la que predomina la función estética del lenguaje (Jakobson, 1960), lo que hace que
los usuarios de la lengua sean responsables de la forma de sus expresiones y del
estilo con que las pronuncian. En este ámbito, una amplia gama de propiedades o
configuraciones del lenguaje, normalmente ignoradas, adquieren gran relevancia,
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entre ellas la voz humana (De Dominicis 2002), que afirma al hablante como
hablante y revela cualidades y emociones humanas que pueden ser tanto o más
poderosas que el contenido proposicional o los verbos performativos explícitos (por
ej. Prometer, etc.) analizados por los teóricos de los actos de habla.

4. Codificación de la agencia
Basándonos en la bibliografía existente sobre cómo se representa la agencia a través
de dispositivos gramaticales y discursivos, podemos extraer las siguientes
generalizaciones (que deben entenderse como universales putativos de la estructura
y el uso de la lengua):

(2a) Centralidad de la agencia en las lenguas: Todas las lenguas tienen formas de
representar la agencia.
(2b) Diversidad de codificación de la agencia: Hay variaciones tanto entre lenguas
como dentro de una misma lengua en la forma en que se representa la agencia.
(2c) Mitigación de la agencia: Todas las lenguas tienen formas de mitigar, es decir,
modular algunas de las propiedades de la agencia definidas en (1) por medio de una
serie de estrategias gramaticales y discursivas, incluida la omisión (es decir, la no
mención del agente en absoluto) y marcos gramaticales alternativos (por ejemplo,
la variación en la conexión expresada entre un acontecimiento y la entidad que
podría haberlo causado).

4.1 Agencia y transitividad


Hay pruebas sustanciales de que la agencia desempeña un papel importante en la
organización gramatical de las lenguas del mundo, y las lenguas se clasifican a
menudo en función de cómo codifican la agencia. Por ejemplo, los gramáticos
distinguen entre los tres tipos de lenguas siguientes:

(3a) nominativo-acusativo
(3b) ergativo-absolutivo
(3c) estativo-activo
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La agencia desempeña un papel crucial en esta clasificación porque la diferencia


entre los tres tipos se basa en las formas en que una lengua codifica la NP Agente
(frase nominal) (es decir, el niño en el niño rompió la ventana) frente a otros tipos
de NP argumentos del verbo.
En las lenguas nominativo-acusativas lo que llamamos “sujeto” puede representar
una serie de participantes en el evento (Keenan 1984). Por ejemplo, en inglés el
sujeto de oraciones transitivas como (4) se trata de la misma manera (por ejemplo,
ocupa la misma posición, rige reglas como la concordancia sujeto-verbo) que el
sujeto de oraciones como (5)-(8), independientemente de las diferencias entre los
tipos de participantes que representa. Los gramáticos han utilizado una serie de
nombres para tales roles de participante, incluyendo: Caso (Fillmore 1968), rol
temático (Jeckendoff 1972) y rol theta (Chomsky 1982). Los nombres más
utilizados para estos roles son: Agente, Actor, Objeto (o Paciente, o Tema, o
Sujeto), Instrumento, Experimentador, Meta y Fuente.

(4) The boy broke the window. (The boy = Agent)


(5) The window broke. (The window = Object)
(6) The rock broke the window. (The rock = Instrument)
(7) The boy walks to the house. (The boy = Actor)
(8) The boy is happy. (The boy = Experiencer)

En inglés, cuando está presente, el NP con el rol de Agente es típicamente elegido


para ser el Sujeto, a menos que el verbo esté en voz pasiva (ej. The window was
broken by the boy) mientras que el NP instrumento puede ser el sujeto de una
oración activa sólo si el Agente no está presente, como se muestra en el ejemplo (6)
anterior (Fillmore 1968: 33; Jackendoff 1990).

[…]

Por último, es importante recordar que tanto las lenguas ergativo-absolutivas como
las estativo-activas tienden a tener “sistemas divididos” en los que una distinción
que se hace en una parte del sistema gramatical (por ejemplo, entre agente y actor)
no se hace en otra (por ejemplo, los sustantivos completos pueden requerir una
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marca ergativa mientras que los pronombres pueden funcionar como si la lengua
fuera nominativo-acusativa) (Dixon 1994; Mithun 1991). Esto significa, por tanto,
que dentro de la misma lengua, la agencia desempeña diferentes papeles,
dependiendo del tipo de referente y del tipo de forma gramatical disponible para un
referente concreto. De hecho, existe una cantidad considerable de literatura sobre
lenguas ergativas y lenguas nominativo-acusativas sobre varias “jerarquías” que
intentan captar precisamente este tipo de fenómenos, mostrando un continuo
recurrente de “animacidad” desde pronombres de primera y segunda persona (alta
animacidad) hasta referentes inanimados expresados a través de PN indefinidos
(baja animacidad). Una de las consecuencias de estos estudios es que hay una serie
de factores (a veces contradictorios) que conspiran para que ningún sistema
gramatical sea perfectamente coherente desde el punto de vista de codificación de
la agencia. La cuestión es dónde buscar una teoría general que pueda dar cuenta de
estas aparentes incoherencias.
Gran parte del debate sobre la codificación de la agencia y otras nociones
semánticas y pragmáticas tiende a basarse en ejemplos inventados e intuiciones más
que en el uso real del lenguaje. Cuando examinamos lo que la gente dice en realidad,
obtenemos una imagen distinta de la que se obtiene a partir de intuiciones
lingüísticas.
Por ejemplo, es cierto que, cuando se expresan, los agentes tienden a aparecer como
sujetos en inglés; sin embargo, también es cierto que a menudo no aparecen en
absoluto. Es decir, contrariamente a lo que se suele argumentar o insinuar en la
literatura sobre agencia y roles temáticos, no es cierto que “[e]n la mayoría de las
oraciones en ingles el sujeto sea el agente” (Bates y MacWhinney 1982). Al
contrario, la mayoría de las cláusulas en ingles hablado son intransitivas y, por lo
tanto, no expresan ningún papel de agente. Además, el hecho de que el inglés
permita representar una amplia gama de referentes además de los agentes en la
posición de sujeto de las cláusulas transitivas crea agentes a partir de entidades
humanas como plantas y procesos burocráticos. Por ejemplo, los artículos de los
periódicos de EE.UU. están llenos de frases en las que un participante no humano
se coloca en la posición de sujeto de una cláusula transitiva con un predicado que
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implica propiedades (de acción, actitudes, sentimientos) que normalmente


asociamos con las personas.

(20) A huge falling tree injured 20 people at Disneyland’s Frontierland on Friday


[...]
(21) Rents jumped to record highs in Southland [...]
(22) Arbitration claims against brokerage firms jumped sharply in April [...]
(23) Tight security will keep the insects in.
(24) Those funds helped support party activities [...]
(25) The decision dealt another blow to claims by former senior TRW engineer
Nina Schwartz [...]

Hay al menos dos observaciones que pueden hacerse a partir de estos ejemplos. La
primera es que a los hablantes/escritores ingleses se les permite tratar ciertos
acontecimientos que en algunos casos pueden (ejemplo (20) ) y en otros casos deben
(ejemplos (21) – (25) ) implicar la intervención humana como si no hubiera
personas implicadas. Las frases (20) – (25) ilustran el fenómeno de “mitigación” de
la agencia. La segunda observación es de tipo whorfiano (débil), en el sentido de
que se centra en la analogía implícita que se establece en tales construcciones entre
referentes no humanos y humanos (Whorf 1941, 1956). Deberíamos tener en cuenta
la posibilidad de que, al representar acciones y acontecimientos típicamente
generados por seres humanos como si fueran generados por objetos inanimados o
fuentes abstractas, los angloparlantes podrían estar otorgando a estas entidades no
humanas un estatus casi agentivo. En términos de Lakoff y Johnson (1980),
podríamos decir que en estos ejemplos, los hablantes están extendiendo el prototipo
de “casualidad” (aproximadamente equivalente a mi definición de “agencia”) a
situaciones menos prototípicas, es decir, están usando la agencia humana para
pensar sobre el papel de las entidades no humanas en afectar al mundo. Esta
segunda observación (que necesita ser corroborada por análisis más sólidos) abre la
posibilidad de replantearse una de las teorías cognitivas predominantes de nuestro
tiempo, denominada “la postura intencional” por Daniel Dennett, como corolario
del uso gramatical inglés: “la postura intencional consiste en tratar el objeto cuyo
comportamiento se quiere predecir como un agente racional con creencias y deseos
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y otros estados mentales que muestran lo que Brentano y otros llaman


intencionalidad”. (Dennett 1987: 15)

5. Mitigación de la agencia
Cualquier intento de comprender plenamente cómo se representa la agencia en una
lengua determinada no puede detenerse en los ejemplos y tipos de frases en los que
se expresan los agentes. También necesitamos hacernos una idea de aquellos casos
en los que los agentes podrían haberse expresado como tales pero no lo fueron. La
necesidad de un enfoque de este tipo está implícita en varias propuestas de
lingüistas formales. Por ejemplo, Fillmore (1977) y Talmy (1976, 2000), entre
otros, intentaron dar cuenta del hecho de que un mismo acontecimiento puede
representarse mediante diferentes marcos gramaticales y con el sujeto en una serie
de papeles (roles) temáticos distintos. Otros lingüistas se han ocupado de diferentes
encuadres gramaticales a través de la noción de empatía (Kuno y Kaburaki 1977;
Kuroda 1974) y punto de vista (DeLancey 1982). Todas estas contribuciones tienen
que ver con el poder expresivo del lenguaje, incluida la capacidad que tienen los
hablantes de presentar el mismo acontecimiento o serie de acontecimientos desde
una perspectiva diferente, desde una postura distinta y con un énfasis diferente en
los distintos participantes. En términos de agencia, esto significa que, además de
una serie de opciones para su representación, las lenguas también ofrecen una serie
de opciones para su ausencia, es decir, para la ofuscación o mitigación de la agencia.
Independientemente de que los hablantes sean o no conscientes de cómo están
enmarcando un determinado acontecimiento, sabemos que todas las lenguas
permiten elegir entre mencionar o no quién es el responsable de un determinado
acontecimiento o de una cadena causal de acontecimientos. […] Parece haber
algunas pruebas lingüísticas cruzadas del uso de construcciones impersonales como
medio de mitigación (Berk-Seligson 1990: 99-100) y del uso de construcciones
pasivas o de tipo pasivo para evitar asignar la culpa a partes específicas (Costa 1975;
Kirsner 1976). Sabemos, por ejemplo, que las construcciones de tipo pasivo en
michas lenguas no tienen agente (por ejemplo, Schlesinger 1989; Shibatani 1985)
y que la mayoría de los ejemplos de pasivas en el discurso inglés tampoco tienen
agente (Stubbs 1994).
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Estas observaciones no deben entenderse en el sentido de que las pasivas sean la


mejor solución al problema de evitar mencionar al Agente (y evitar así la cuestión
de asignar la responsabilidad a una parte) o que la evitación del PN Agente sea la
única función de la pasiva (Stubbs 1994: 204). Hay una serie de otros recursos
gramaticales que aumentan o reducen la agencia de un hablante o de un referente,
incluida la modalidad deóntica, es decir, la codificación de la posibilidad o
necesidad de actos realizados por agentes moralmente responsables (Bybee y
Fleischman 1995b; Lyons 1977: 823) y expresiones alternativas del papel de
Agente.
Bybee, Perkins y Pagliuca (1994) identifican cuatro tipos de “modalidades
orientadas al agente”1 expresada en las lenguas: (i) obligación, (ii) necesidad, (iii)
capacidad y (iv) deseo. Los autores analizan una serie de recursos para representar
el conocimiento de los hablantes, así como su postura con respecto a los
acontecimientos y los estados de cosas. Por ejemplo, el uso de verbos modales como
los ingleses must, should, may proporciona a los oyentes una idea de cómo los
hablantes representan sus propias obligaciones y las de los demás en un mundo
moral construido principalmente por la lengua (en realidad, construido por el
discurso). El uso de predicados volitivos como want, would, would like, wish pone
ciertos estados psicológicos internos a disposición de los demás para su
comprensión y evaluación.
[…] Una posible dirección para la investigación futura es ampliar nuestro horizonte
de investigación teórica y empírica para incluir una comprensión de estos
fenómenos no sólo desde el punto de vista del tipo de información que se está
codificando, sino también desde el punto de vista del tipo de personas y el tipo de
mundo que los hablantes construyen a través de su elección de palabras, típicamente
inconsciente pero, no obstante, cuidadosa. En este sentido, la noción de
representación de la agencia está íntimamente ligada a la noción de actuación. Al
utilizar el lenguaje controlamos constantemente el tipo de persona que queremos
ser (yo) para los demás y el tipo de Otros que queremos que estén ahí para nosotros.

1
La modalidad orientada al agente informa la existencia de condiciones internas y externas sobre
un agente con respecto a la realización de la acción expresada en el predicado principal. Como
informe, la modalidad orientada al agente es parte del contenido proposicional de la cláusula y, por
lo tanto, no se consideraría una modalidad en la mayoría de los marcos.
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La forma en que manejamos la expresión de la agencia desempeña un papel


importante en esta empresa rutinaria y a la vez compleja. Al construir nuestro
discurso diario, estamos constantemente controlando varios tipos de "flujos",
incluido el flujo de información (Chafe 1987) y el flujo de posturas morales y
posturas morales que establecemos implícitamente usando cualquier tipo de marco
gramatical (Duranti 1994).

6. Conclusiones
He propuesto una definición de trabajo de la agencia que debería aplicarse en todo
el especto, es decir, que debería satisfacer a los interesados en la estructura social y
a los interesados en el encuadre lingüístico.
Partiendo de la definición de agencia dada en (1), he identificado dos tipos de
agencia, que he denominado de actuación y codificación. He sugerido que, aunque
es importante separar estos dos tipos con fines analíticos, en realidad son
mutuamente dependientes, ya que la codificación es un elemento importante de la
actuación y viceversa. Dentro del tipo de actuación, he identificado dos subtipos:
agencia de afirmación del ego y agencia de constitución del acto. Dentro de la
codificación de la agencia, me he centrado en el papel de la agencia en la definición
de distintos tipos de patrones gramaticales (por ejemplo, nominativo-acusativo
frente a ergativo-absolutivo) que ofrecen lenguas tipológicamente diferentes. He
utilizad el inglés como ejemplo de una lengua en la que la posición del sujeto está
bastante abierta a una variedad de papeles semánticos y en la que, por tanto, la
agencia puede extenderse metafóricamente a roles semánticos y situaciones de
formas que no sería posible concebir en otras lenguas. […]
Por último, basándome en la tipología existente de sistemas gramaticales, he
propuesto dos generalizaciones (universales potenciales de la estructura
lingüística): (i) la centralidad de la agencia en las lenguas todas las lenguas tienen
estructuras gramaticales que parecen diseñadas para representar la agencia) y (ii) la
diversidad de la codificación de la agencia (existen formas alternativas de marca la
agencia tanto entre lenguas como dentro de una misma lengua). A partir de los datos
existentes sobre el uso real que hacen los hablantes de los sistemas gramaticales en
el discurso hablado y escrito, se pueden añadir dos generalizaciones más: (iii) la
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universalidad de la mitigación de la agencia (todas las lenguas tienen formas de


reducir o “modular” el nivel de agencia de determinados participantes) y (iv) la
universalidad de la omisión de la agencia (todas las lenguas tienen formas de omitir
por completo las fuentes de agencia).
En conjunto, estas cuatro generalizaciones sugieren que la codificación de la
agencia es un acto importante y potencialmente problemático para los hablantes.
Estas dos cualidades están ligadas a lo que llamaría la inevitabilidad de la agencia
para los humanos. Hay inevitabilidad en el nivel existencial (afirmación del ego),
en el nivel performativo (constitución del acto) y en el nivel gramatical
(codificación). En cada uno de estos tres niveles, la agencia es el objetivo o el
resultado del ser de una persona en el mundo.

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