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LA

PLASTICIDAD
CEREBRAL
¿Somos arquitectos de
nuestro propio cerebro?
SUMARIO

Introducción 7

01 El cerebro cambiante 13

02 Del cerebro estático al plástico 43

03 Las edades de la plasticidad 73

04 Moldear el cerebro 105

Lecturas recomendadas 135

Índice 137
INTRODUCCIÓN

e uando se dice que «no usamos dos veces el mismo cerebro», se


está expresando una realidad constatada científicamente. Y es
que el cerebro está en continuo cambio desde la gestación hasta
la muerte, es plástico, lo que le permite adaptarse a los cambios y
los estímulos ambientales. El alcance de esta capacidad lo intuía
ya Santiago Ramón y Caja! cuando afirmaba: «Todo hombre puede
ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro». Ciertamente,
se trata de una labor continua de moldeado de los componentes
cerebrales, las neuronas, responsables del procesamiento de infor-
mación y del almacenamiento de las memorias y las vivencias.
Las neuronas, que constituyen microcircuitos, son el reducto úl-
timo de la razón, las emociones, las pasiones, la inteligencia y cual-
quier otra función cerebral. Pero para ser efectivas no pueden ser
quiescentes y estáticas como si se organizaran según un diseño fijo
preconcebido, sino que han de cambiar continuamente su conexio-
nado para responder a los desafíos que los individuos encuentran
en la vida. Cuando condiciones anormales desencadenan procesos
patológicos, las neuronas también actúan reactivamente intentan-

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do compensar la lesión. Nos encontramos, pues. ante un conjunto
de mecanismos claves para entender nuestra constitución, inclu-
yendo nuestra individualidad y las barreras que la naturaleza ha
dispuesto para luchar contra la enfermedad, que solo se manifesta-
rá si estos mecanismos son sobrepasados.
Por lo tanto. el conocimiento de la plasticidad constituye un
reto de primer orden cuya consecución se espera que ayude tanto a
enfrentarse a las enfermedades como a incrementar las capacida-
des normales de los sujetos. Y para ello, sería de vital importancia
descubrir si existe neurogénesis en el adulto, es decir, si se pueden
producir neuronas nuevas, jóvenes, que pudieran sustituir a otras
viejas y dañadas o aumentar el número de las existentes. La neu-
rogénesis posnatal se ha observado en algunas especies, pero en
los seres humanos los resultados de las investigaciones son con-
tradictorios. Se trata de un debate trascendental porque implica
determinar si existe o no una frontera que la plasticidad no puede
traspasar en los seres humanos, es decir, si en el adulto solo cabe
esperar cambios en las sinapsis o si es posible reponer neuronas y
circuitos enteros.
Independientemente de los mecanismos implicados, resulta
cierto que no utilizamos nunca el mismo cerebro dos veces porque
en cada ventana temporal de nuestras vidas nos exponemos a cam-
bios que son procesados por el cerebro y que, a su vez, desencade-
nan modificaciones en las neuronas. Después de cada experiencia,
el cerebro no volverá a ser igual que antes. Pero llegar a estas con-
clusiones no ha sido fácil. Esta visión actual del cerebro cambiante
es reciente ya que anteriormente prevalecía la concepción de un
cerebro inmutable.
Además, el progreso de los conocimientos sobre el cerebro se
produjo en interacción con otro debate fundamental, el de nature-
nurlure (innato-adquirido), que enfrentó, cuando se aplicó a este
órgano, dos posiciones netamente influidas por prejuicios. Los
puntos de vista que defendían el peso de lo adquirido postulaban

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que el cerebro se comporta como una tabla rasa donde el compo-
nente educacional-social determina la conducta. Por consiguiente,
el órgano responsable, el cerebro, sería completamente moldeable
por las influencias del ecosistema. Por el contrario, los defensores
del peso del componente innato recogían los espectaculares avan-
ces de la genética cuando se descubrió la doble hélice del ADN
como la guía determinante de la composición de nuestro cuerpo e
igualmente, y como no puede ser de otra manera. de nuestro cere-
bro, concluyendo que nuestra conducta estaría circunscrita al de-
terminismo genético.
Ninguna de las posiciones extremas parecía concordar bien con
la realidad, ya que se observaban rasgos de la conducta normal y
patológica netamente determinados, mientras que otros estaban
claramente influidos por la experiencia. En el fragor de la batalla
surgió la revolución epigenética planteando que la hélice del ADN
no es una guía estricta, sino que se ha de entender más bien como
una partitura o un guion que pueden ser interpretados de distintas
maneras, lo que significa en la práctica que hay instrucciones gené-
ticas que pueden leerse de distintas formas o incluso no hacerlo, en
función de las influencias ambientales.
Con este bagaje nos encontramos con que, en efecto, la plastici-
dad no se encuentra únicamente dirigida por los genes, sino tam-
bién por la experiencia y el aprendizaje que la orientan para que el
funcionamiento cerebral y la conducta se adapten de manera óp-
tima a las exigencias del mundo exterior, lo que incluye también
nuestra conducta social.
En la investigación de este fenómeno se han conseguido enor-
mes progresos estudiando modelos animales, en los que se ha
podido observar cómo, durante el desarrollo embrionario y fetal,
el despliegue de las células implica no solo el crecimiento de las
neuronas, sino también la producción, en lugares y tiempos preci-
sos, de factores quimiotrópicos que guían su desarrollo y posicio-
namiento para acercar sus prolongaciones a las dianas, es decir, a

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otras neuronas, con las que constituirán microcircuitos funciona-
les. Estos factores serán, además, responsables de la supervivencia
de las neuronas, de modo que el excedente que se produzca en el
embrión estará condenado a morir por no disponer de un medio
con los factores apropiados para su supervivencia y por no esta-
blecer conexiones exitosamente funcionales. De esta manera, se
puede decir que la plasticidad es dirigida por millones de dedos de
artesanos invisibles para moldear la disposición de las neuronas,
tantear las conexiones que produzcan conductas útiles y eliminar
los restos que sean inútiles. En el adulto se mantendrán estructu-
ras consolidadas que solo necesitarán ser remodeladas si se produ-
ce una enfermedad o lesión. Sin embargo, la plasticidad continuará
hasta el final de la vida para recoger el efecto de la experiencia que
la guía. Desde los órganos de los sentidos, la experiencia aporta al
cerebro señales que informan del mundo exterior. Continuamente
estamos expuestos a situaciones nuevas que nos llevan a aprender
y a reconstruir conexiones neuronales que almacenan las nuevas
memorias que serán la base de nuestras acciones.
La extrema precisión con la que se desarrolla la plasticidad puede
hacer posible la adquisición de habilidades tan sorprendentes como
tocar el piano o más corrientes, pero no menos complejas, como leer.
No es extraño, por lo tanto, que se proponga utilizar la plasticidad
para potenciar las capacidades naturales de las personas y también
para enfrentarse a las enfermedades neuropsiquiátricas. Este últi-
mo aspecto es crucial por cuanto los avances en la investigación
están obligando a volver a analizar estas patologías a la luz de los
nuevos conocimientos que se adquieren sobre la neuroplasticidad.
Dada la precisión que se necesita para que se establezcan cone-
xiones correctas y funcionales, y la multiplicidad de factores que se
requieren para ello, el fallo en cualquier etapa constitutiva o la dis-
rupción del conexionado darán lugar a conexiones anómalas que
se expresarán como enfermedades. Otro tanto sucede en el caso de
las lesiones producidas por tumores, traumatismos o accidentes

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cerebrovasculares donde se deterioran partes más o menos gran-
des del cerebro por la muerte de grupos de neuronas y el fallo en las
funciones que desempeñan en condiciones normales.
Los espectaculares progresos que se han conseguido en este
campo han venido de la mano de importantes avances metodológi-
cos, especialmente en las técnicas de neuroimagen. pero también
en los estudios genéticos y epigenéticos que muestran cómo las en-
fermedades neuropsiquiátricas son altamente poligénicas, es de-
cir, no dependen generalmente de un único gen sino de una cons-
telación causal que se enlaza con desencadenantes ambientales. El
conjunto activa procesos plásticos, anómalos en las enfermedades,
que afectan el nacimiento de nuevas neuronas, y a sus formas y
conexiones. Tal espectro de posibilidades explica que entender la
neuroplasticidad en toda su dimensión constituya uno de los retos
fundamentales de la neurociencia del siglo XXI.

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01 EL CEREBRO CAMBIANTE

El funcionamiento y la estructura del


cerebro pueden cambiar a lo largo de
la vida como respuesta a su entorno,
gracias a la capacidad de las neuronas
para regenerarse y constituir nuevas
conexiones sinápticas. Como consecuencia
de ello, el cerebro puede reponerse de
trastornos o lesiones, y limitar los efectos
de alteraciones estructurales provocadas
por determinadas patologías.
os seres vivos se caracterizan por su capacidad de cambiar y
L adaptarse, una cualidad que les permitirá sobrevivir en un me-
dio que es, igualmente, cambiante. Cuando los cambios son dura-
deros y afectan a la estructura y la función de los sistemas corpo-
rales, de manera que no se vuelve a recuperar la realidad anterior
sino que llevan a otra nueva, hablamos de plasticidad.
Este concepto se ha tomado de la observación de la naturaleza
donde algunos sólidos tienen la capacidad de modificar su forma
y mantener este cambio cuando las fuerzas que han conducido a él
dejan de ejercerse. El ejemplo más obvio es la plastilina con la que
juegan los niños: cambia de forma por la presión de los dedos. Sin
embargo, a diferencia de los seres inertes que reaccionan ante los
estímulos mediante respuestas pasivas, en los sistemas vivos los es-
tímulos provocan respuestas activas que conducen al cambio.
Con certeza, el sistema del organismo con mayor capacidad
plástica es el nervioso, que exhibe una extraordinaria potenciali-
dad para cambiar su estructura y su funcionamiento a lo largo de
la vida como reacción a su entorno. En este caso, la plasticidad ce-

El cerebro cambiante 1 15
rebral hace referencia a la facultad del cerebro para reestructurarse
y recuperarse.
Numerosas evidencias han confirmado la existencia de la plasti-
cidad neuronal y han venido a demostrar su papel clave en la aper-
tura de campos de investigación inesperados como el desarrollo
de una teoría general de la memoria, resultante de la plasticidad
como consecuencia de la experiencia, gracias a los experimentos
del neurocientífico estadounidense Eric Kandel, premio Nobel de
Fisiología en 2000, y de Daniel Alkon, director del Instituto de Neu-
rociencia Blanchette Rockefeller (BRNI) en Estados Unidos, que
emplearon moluscos como modelos y aprovecharon el gran tama-
ño de sus neuronas para desarrollar investigaciones impensables
en vertebrados superiores. con neuronas mucho mas pequeñas.
La lista de las investigaciones que han consolidado la concep-
ción de la plasticidad como un elemento clave en el funcionamien -
to cerebral sería interminable. Destacan los experimentos realiza-
dos por Eleanor Maguire en 1997. Esta neurocientífica irlandesa
exploró el cerebro de los taxistas londinenses obligados a superar
un examen que requería memorizar 25 000 calles y que solo era
aprobado por la mitad de los candidatos al cabo de un período
de aprendizaje que duraba tres a cuatro años. Los experimentos de
Maguire demostraron que el hipocampo (región del cerebro involu-
crada en nuestra orientación espacial) de los taxistas que pasaron
la prueba era mayor que el de los candidatos que no la superaron.
Por consiguiente, la experiencia conducía a cambios que no solo
afectaban a los detalles neuronales, sino que llegaban a repercutir
en el tamaño de una parte del cerebro.
Igualmente llamativos y contundentes fueron los resultados ob-
tenidos por el neurocientífico alemán Thomas Weiss, que observó
cómo. tras la amputación del dedo índice de la mano derecha de
un paciente, se reorganizaban los circuitos neuronales de la región
cerebral que recibe información de ese dedo de tal modo que resul-
taba invadida por estructuras vecinas, concretamente por circuitos

16 1 El cere bro cambiante


>CÓMO CAMBIA EL CEREBRO DE LOS INVIDENTES
Tradicionalmente se ha considerado que las regiones de la corteza cerebral
especializadas en el procesamiento de la información visual estaban deter-
minadas de por vida y solo procesarían información visual. Lo mismo podía
decirse de la información auditiva. táctil, olfativa o gust.:it1va. Se sabe que la
información visual se procesa en la corteza occ1p1tal, y las funciones inte-
lectuales. en la corteza prefrontal. Sin embargo. las zonas cerebrales que se
encargan de la vista en los videntes se quedan sin función en los ciegos. Los
estudios en invidentes han demostrado que la ejecución de determinadas
tareas cognitivas relacionadas con el lenguaJe y la memoria verbal activan
los centros occipitales. Y según las investigaciones llevadas a cabo por el
neuroc1entífico de origen argentino Leonardo Cohen, la corteza cerebral
visual de las personas ciegas de nacimiento también acaba encargándose
de procesar la información táctil, auditiva y propioceptiva. Así pues, según
el descubrimiento de Cohen, en el cerebro de un ciego la información táctil
que proporciona la escritura braille podrá activar las regiones que, normal-
mente. procesarían información visual.

- Zonas del ce rebro activas mientras se lee escritu ra braille, e n una image n obte nida
a través de una PET.

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relacionados con los dedos medio y pulgar de la misma mano. Por
su parte, el neurocientífico de origen argentino Leonardo Cohen y
su equipo observaron, con técnicas de neuroimagen, que la corteza
cerebral visual de algunas personas ciegas de nacimiento se acti-
vaba con la lectura del lenguaje braille.
El cerebro adulto De todas estas observaciones se de-
de los mamíferos duce que el cerebro cambia constante-
tiene la habilidad mente por efecto del entrenamiento y
de reorganizarse la experiencia, y que esta plasticidad
y adaptarse para continúa produciéndose a lo largo de
compensar lesiones o toda la vida, aunque con menor inten-
cambios que pueden sidad que en los primeros años.
ocurrir en el medio. No es extraño que estas investiga-
LEONARDO CoHEN ciones hayan suscitado el interés por
y PABLO CELNIK
analizar la potencialidad de la plasti-
cidad para ampliar las capacidades del
cerebro y reducir los efectos de alteraciones producidas por pato-
logías como las enfermedades neurodegenerativas, los accidentes
cerebrovasculares o el ictus. En principio, si la plasticidad se mani-
fiesta como una capacidad natural para compensar pérdidas, debe-
ría esperarse que se pudiera activar cuando se produce una enfer-
medad o lesión. En tal caso, los síntomas solo aparecerían cuando
la capacidad plástica se viera superada. Se abren así perspectivas
esperanzadoras para enfermedades como el alzhéimer, el párkin-
son, el deterioro cognitivo, la esclerosis múltiple, la dislexia, el tras-
torno por déficit de atención con hiperactividad (TDJ\H), el insom-
nio, etc., en la medida en que se pueda intervenir para potenciar
la acción de los mecanismos plásticos compensatorios y retrasar e
incluso evitar la emergencia de la patología abierta.
También, al menos en teoría, podría manipularse la plasticidad
para potenciar capacidades humanas normales teniendo en cuenta
que el proceso evolutivo de los organismos es lento en comparación
con el desarrollo cultural. Vemos, pues, la enorme potencialidad de

18 1 El cerebro cam biante


la plasticidad, que en realidad reside en los actores principales de
este proceso: las neuronas.

LAS NEURONAS: PROTAGONISTAS DE ALTA


COMPLEJIDAD

La unidad básica del cerebro es la neurona, responsable de constituir


circuitos y de procesar la información, aunque adicionaJmente con-
tiene otras células muy imponantes para el funcionamiento del ce-
rebro, las gliales, las cuales constituyen el sopone físico y nutricional
de aquellas. A algunas de estas células no neuronales se les atribuyen
últimamente también papeles de colaboración con las neuronas en la
función de procesar señales. No obstante, las neuronas son las princi-
pales responsables del procesamiento de información. Las neuronas
maduras se caracterizan por su arborización, consistente en que de
ellas emergen prolongaciones con frecuencia múltiples, y por su co-
nectividad, que les permite establecer contactos con otras formando
lo que, en principio, parecen cadenas.
Analizadas con detalle, las neuronas muestran polarización diná-
mica. esto es, en su región central o soma se proyectan dos tipos de
prolongaciones de manera que parece que tengan «polos». En las ca-
denas de neuronas, el denominado polo dendrítico, que visto en el mi-
croscopio recuerda las ramas de un árbol, establece conexiones con
neuronas precedentes, que le envían información. El otro polo es el
axónico, que en su inicio tiene frecuentemente la forma de cono (cono
axónico) desde el que se extienden los axones, prolongaciones que se
dirigen a otras neuronas a veces situadas a largas distancias. Entre
los dos polos se ubica el soma, que contiene el núcleo neuronal que
almacena el material genético. El resto del soma o cuerpo contiene
la maquinaria bioquímica que permite subsistir a la neurona (fig. 1).
La polarización es mucho más que un detalle estructural: deter-
mina la dirección del procesamiento de información por la neuro-

El cerebro cambiante 1 19
Í FtG. 1

~
Axón

~ Dendritas

La neurona presenta un aspecto arborescente caractenst1co formado por las


prolongaciones de las dendritas y del axón .

na. Y este es el punto clave: las neuronas procesan la información


que reciben en su polo dendrítico, la elaboran y envían el resultado
a través del polo axónico a las siguientes neuronas de la cadena.
No obstante. el término «cadena» puede simplificar excesivamente
el funcionamiento de las neuronas. En realidad, el polo dendrítico
puede recibir miles de contactos desde otras neuronas y estable-
cer microcircuitos locales con otras de forma que la información
que sale por el polo axónico sea netamente diferente de la entrante.
Esta es la clave del procesamiento neuronal.
Esquemáticamente, lo que hace la neurona es sumar el conjun-
to de entradas y solo propagara información a la siguie nte si esta
suma alcanza un valor suficiente, llamado umbral. Si no se alcanza
ese valor, las entradas no producirán ningún resultado. Basándose

20 1 El cerebro cambiante
en esta idea, durante años se ha concebido la neurona como un aná-
logo de los sistemas artificiales digitales (metáfora computacional).
La neurona puede propagar un impulso a la siguiente o no hacerlo,
lo que recuerda a los sistemas computacionales que se rigen por un
código Oo 1. En la actualidad, esta metáfora parece demasiado sim-
plista, al menos como fórmula para entender el funcionamiento
cerebral porque, si bien es cierto que las neuronas pueden o no pro-
pagar impulsos en una cadena, el proceso de integración presenta
una riqueza de procesamiento que excede al de un sistema digital.
Podemos discriminar dos tipos de procesos en este funciona-
miento: los contactos entre neuronas y los procesos que tienen Ju-
gar para que las señales avancen por una neurona desde un polo al
otro. Los primeros se conocen globalmente con el nombre de trans-
misión sináptica desde que se diera el nombre de sinapsis a tales
contactos, mientras que los que aluden al discurrir de las señales
por la neurona se les conoce con el nombre genérico de conducción.
En la transmisión sináptica, como se ha visto, los contactos
se producen entre las prolongaciones del polo dendrítico de una
neurona con las procedentes de neuronas previas en la cadena.
Igualmente, estos contactos tienen lugar entre las terminales de las
prolongaciones axónicas y las neuronas siguientes. Habrá, por lo
tanto, contactos sinápticos, o simplemente sinapsis, en el polo den-
drítico de una neurona y en su polo axónico. Estos contactos entre
neuronas son cruciales tanto en la función básica de estas células
como en el desarrollo de enfermedades cuando alguno de sus com-
ponentes actúa irregularmente.
Puede deducirse fácilmente que los contactos sinápticos no son
propios de una neurona sino compartidos entre las neuronas que
contactan. Este carácter compartido permite decir que las sinap-
sis son microórganos compartidos entre neuronas, con una parte
presináptica (de la neurona que envía información) y otra postsi-
náptica (de la neurona que la recibe). Pre y postsinapsis están muy
especializadas y contienen elementos de carácter químico que

El cerebro cambiante 1 21
posibilitan su funcionamiento. En las presinapsis se encuentra
el aparato bioquímico que sintetiza moléculas que actúan como
mensajeros y que se liberarán al espacio sináptico (entre la pre y la
postsinapsis) cuando llega una señal. Estos mensajeros se denomi-
nan neurotrallsmisores. Hace unos años se consideraba que había
alrededor de seis (acetilcolina, noradrenalina, serotonina, GABA,
glutamato, glicina), de modo que cada neurona se caracterizaba
por el neurotransmisor que producía. Actualmente, el número de
neurotransmisores se ha ampliado con las investigaciones y se ci-
fra como mínimo en alrededor de cien.
Los neurotransmisores se sintetizan en las presinapsis y se al-
macenan en vesículas que siguen un proceso de maduración al
mismo tiempo que se aproximan a la membrana presináptica don-
de se acumulan a la espera de la orden de liberar su contenido al
espacio sináptico. Esta orden se produce cuando llega un impulso
nervioso a través del axón y da lugar a la apertura de canales de
calcio. El calcio es un regulador fundamental de la liberación de
neurotransmisores que requiere de la activación de diferentes pro-
cesos bioquímicos en la terminal presináptica. En condiciones de
reposo, la concenrración de calcio en la presinapsis es muy baja.
Pero al llegar un impulso y producirse la apertura de canales de cal-
cio, este entra en la terminal, se eleva su concentración y se abren
las vesículas hacia el exterior volcando su contenido. El conjunto
de mecanismos implicados permite regular exquisitamente la ac-
ción del neurotransmisor cuya cantidad en el espacio sináptico de-
penderá del número de impulsos nerviosos que se haya producido,
en última instancia, del número de vesículas que hayan volcado el
neurotransmisor al espacio sináptico. Una vez en el espacio sináp-
tico, las moléculas del neurotransmisor se unirán a las moléculas
del receptor que se encuentran en la parte postsináptica y activa-
rán cadenas de acciones que modificarán el estado de activación
de la neurona postsináptica. Es fundamental que el neurotransmi-
sor se encuentre en el espacio sináptico solo el tiempo preciso para

22 1 El cerebro camb1antP
ejercer su acción, lo que requiere que sea eliminado rápidamente,
algo que no sería posible simplemente si se difundiera fuera del es-
pacio sináptico. Por ello, en este espacio existen moléculas catalí-
ticas (enzimas) que lo descomponen y mecanismos de recaptación
(uptake) que permiten reintroducir los componentes químicos en
la presinapsis para incorporarlos nuevamente a la síntesis de neu-
rotransmisor. Esta secuencia nos conduce a la pregunta de qué sig-
nifica activación o excitación para una neurona (fig. 2).

r F,c. 2
NEURONA
PRESINÁPTICA

[D vesiculas
sinápticu con
[!] Entrada de iones de neurotransmisores
Ca2• provocada por un
potencial de acción

(]] Liberación de
neurotransmisores

HENDIDURA . ...• ... ........•·..


PRESINÁPTICA
• •
• • ••
•• .· @] Receptores de
neurotransmisores

NEURONA
POSTSINÁPTICA
[!] Los neurotransmisores se unen
a los receptores especlficos y se
genera un potencial de acción

Mecanismos implicados en la sinapsis. Los neurotransmisores sintetizados en la


neurona presináptica se liberan al espacio sinápt,co al recibir esta una señal y son
detectados por los receptores de la neurona postsinática a los que se unen para
cambiar el estado de activación de esta última célula.

El cerebro cambiante 1 23
La excitabilidad de las neuronas hace referencia a su capacidad
para responder eléctricamente a estímulos. Las neuronas envían
señales desde los órganos de los sentidos al cerebro, dentro de
este y desde él hasta los músculos y las vísceras para ordenarles
que se activen. Para poder desempeñar este papel, las neuronas
tienen la propiedad de comportarse como baterías o pilas con
la particularidad de que su funcionamiento está implementado
con moléculas celulares. La comprensión de las bases de la exci-
tabilidad y la conducción neuronal ha supuesto un hito clave en
biología resuelto en la segunda mitad del siglo xx. Actualmente,
sabemos que las neuronas pueden encontrarse en dos estados:
reposo, cuando están polarizadas, y excitadas, cuando pierden la
polaridad. En condiciones de reposo, las neuronas se cargan in-
ternamente de electricidad negativa, con lo que se establece una
asimetría en la composición de los líquidos intra y extracelulares.
Esta carga, como en cualquier pila o batería, es capaz de realizar
un trabajo que consistirá precisamente en conducir señales a lo
largo de las neuronas.
El mecanismo molecular que posibilita el paso del reposo a la
excitación se basa en la existencia de unas proteínas en las mem-
branas, con forma de poros o canales que permiten el paso de es-
pecies iónicas cargadas (iones en general, aniones si tienen carga
negativa y cationes si la tienen positiva). En el caso mejor estudia-
do, el de la excitabilidad en el axón gigante del calamar, la elec-
tronegatividad en reposo se disrumpe si se abren canales de Na·
que permiten la entrada de este catión, y se recuperan subsecuen-
temente al abrirse canales de K que posibilitan la salida de cargas
positivas. El mecanismo consistente en la entrada de Na' y la salida
inmediata de K da lugar a un conjunto de cambios que globalmen-
te se denominan potencial de acción, donde la electronegatividad
intracelular es reemplazada transitoriamente por una electroposi-
tividad y a continuación se restaura la electronegatividad. El dis-
parador de este proceso es un cambio inicial en la polaridad de la

24 1 El cerebro Cilmb1ante
membrana provocado por las señales entrantes proporcionadas
por los neurotransmisores liberados por la prt!sinapsis y c.leLPcta-
dos en la postsinapsis.
De esta forma se conecta la transmisión sináptica con la con-
ducción neuronal: la liberación de un neurotranmisor en el espacio
sináptico activa los receptores postsinápticos que dan lugar a una
pérdida de la electronegatividad de la célula en reposo tal que si
alcanza un determinado valor, se abren los canales de Na' y se pro-
duce el potencial de acción. La célula se habrá excitado. Esta pérdi-
da de la polaridad en el segmento inicial de la neurona es suficien-
te para excitar el segmento adyacente, en el que se producirá otro
potencial de acción. La secuencia se repite segmento a segmento
determinando la propagación-conducción del potencial de acción
hasta la terminal presináptica de esta neurona excitada. El acceso
de la excitación a la terminal prcsináptica será el inductor de la li-
beración de neurotransmisor al espacio sináptico que excitará a la
siguiente neurona y así sucesivamente a lo largo de una cadena de
neuronas (fig. 3).
Este esquema es extremadamente general pero en realidad el
proceso resulta más complicado cuando se profundiza y se descu-
bre la diversidad de posibilidades que existen en el procesamiento
neuronal de las señales. Con la descripción anterior podría inter-
pretarse que la función de los neurotransmisores es, simplemente,
hacer que las sefi.ales salten al espacio que separa a las neuronas. La
realidad es más compleja al presentar las sinapsis una gran varie-
dad de posibilidades.
En primer lugar, la liberación de un neurotransmisor por la pre-
sinapsis no es constante sino variable en función de los impulsos
que lleguen a la neurona presináptica. Se entiende este aspecto con
facilidad si se considera la contracción de un músculo: el cerebro
envía impulsos a los músculos a través de neuronas que liberarán
mayor o menor cantidad de neurotransmisor según la contracción
tenga que ser más débil o más intensa.

El cerebro cambiante 1 25
r FIG. 3
Canal Canal Canal Canal
de Na• de K• de Na• de K+

o o
o

Membrana

Medio
intracelular

C) Iones Na• {:t) Iones K• E) Iones de carga negativa

Excita ción de la neurona. Los canales iónicos se abren ante la diferencia


de potencial a uno y ot ro lado de la membrana, Al a brirse, los canales de
Na· perm ite n la entrada de este ion de carga positiva, lo que modifica la
e leclronega tividad de la neurona e n repos o. Este estado se ve compensado por la
salida de iones K·.

Tampoco las señales que los neurotransmisores producen en


las células postsinápticas son unívocas. De hecho, hay neurotrans-
misores excitadores que reducen la polaridad intra-extracelular y
acercan a la neurona a su punto umbral para disparar potenciales
de acción, pero también hay neurotransmisores inhibidores que
hacen lo contrarío: aumentan la polaridad de las neuronas aleján-
dolas del valor de disparo.
Por último, una neurona dada puede tener incluso miles de con-
tactos sinápticos con otras. en cada uno de los cuales se producen
esas interacciones excitadoras e inhibidoras de distintas intensida-
des lo que configura un cuadro global en el que las sinapsis son algo
más que puentes entre neuronas, constituyen los mecanismos que
permiten que una neurona integre toda la información entrante.
Solo si se alcanza el valor umbral de disparo, tendrá lugar la genera-

26 1 El cerebro cambiante
ción de un potencial de acción propagado que alcanzará la siguien-
te neurona.
Desde este punto de vista, se puede considerar la neurona como
la unidad biológica en la que, al nivel elemental, se toman decisio-
nes. Cuando el conjunto de entradas no alcance el umbral no se
producirá señal propagada y las entradas simplemente se extingui-
rán sin consecuencias. Si el conjunto de entradas alcanza el um-
bral, la señal se propagará a los microcircuitos concatenados. Por
todo lo cual se considera que las neuronas constituyen elementos
de procesamiento de información.

Tipos de plasticidad

La conexión entre las neuronas alcanza una precisión muy alta


como se pone de manifiesto al analizar cualquier circuito neuronal
y sus funciones. Incluso procesos aparentemente simples, como el
cierre del párpado, están exquisitamente controlados. En el esta-
blecimiento de las conexiones, la plasticidad es fundamental por
cuanto no existen órdenes genéticas que dicten la posición que
cada contacto sináptico ha de ocupar, al contrario de lo que suce-
dería si nuestro cerebro fuera como la maquinaria de un reloj en
el que cada engranaje estuviera prediseñado. Ciertamente, nuestra
dotación genética desempeña un papel fundamental en la confi-
guración de nuestro sistema nervioso como lo hace con cualquier
otra parte del cuerpo. Siguiendo estas órdenes, los seres humanos
disponemos de cerebros macroscópicamente similares al igual que
el resto de los órganos y otros caracteres. Sin embargo, de la confi-
guración macroscópica del cerebro y el resto del sistema nervioso
a las precisas microconexiones sinápticas hay un salto enorme que
es cubierto por la plasticidad y que se establece en función de la
actividad, en otras palabras, del uso de las neuronas en las distintas
etapas de la vida.

El cerebro cambiante 1 27
En estas etapas prevalecen distintas características que nos con-
ducen a considerar varios tipos de plasticidad, que, no obstante,
forman parte de un tronco común que se expresa diferencialmen-
te según los requerimientos de cada momento: la neurogénesis, la
plasticidad dependiente de la experiencia, la plasticidad reactiva y
la plasticidad anómala o patológica.
La neurogénesis comporta no solo conexiones sinápticas sino
también la evolución de las neuronas y sus terminaciones. Preva-
lece en etapas tempranas del desarrollo. La plasticidad dependien-
te de la experiencia conlleva escasos cambios en la neurona y sus
arborizaciones, pero puede suponer cambios espectaculares en las
conexiones que una neurona tiene con sus vecinas. La situación
más corriente es la plasticidad asociada al aprendizaje y a la memo-
ria. La plasticidad reactiva tiene lugar cuando se producen lesiones
con pérdida de tejido neuronal y otras neuronas intentan cubrir la
función perdida. La plasticidad anómala o patológica se produce
ante estímulos lesivos o en la ausencia de factores que condicionan
la plasticidad normal, por lo que se producen enfermedades.
No se trata de categorías estancas ni delimitadas estrictamente
en el tiempo, como veremos a continuación. Es más, podemos en-
contrarnos con situaciones en las que esta clasificación presenta sus
limitaciones como sucede en el caso mencionado de los invidentes
que desarrollan respuestas a estímulos táctiles por el aprendizaje
del braille. ¿Se trataría de plasticidad asociada a la experiencia por
la práctica del braille o de una plasticidad reactiva ante la falta de
estímulos visuales en la región del cerebro encargada de esta in-
formación? Igualmente es objeto de discusión si el incremento en
la prevalencia de enfermedades neurodegenerativas con la edad
es consecuencia de una plasticidad anómala o de la reducción de
la capacidad neurogenética y de la plasticidad reactiva incapaces
para compensar lesiones. En realidad, la plasticidad neuronal es
un continuo permanentemente activado en nuestro cerebro, aun-
que se reduce en el envejecimiento, pero la clasificación de los cua-

28 1 El cerebro cambiante
>NO TODOS LOS CAMBIOS SON PLÁSTICOS
No todos los cambios que se producen en las neuronas como consecuencia
de la actuación de un agente se pueden considerar plásticos. Así, los cam-
bios reflejos se dan cuando inciden sobre las neuronas estímulos puntua-
les. Es lo que sucede cuando el neurólogo golpea con un martillo el tendón
de la rótula . En estos casos se producen respuestas que no cambian ni al
sujeto ni a sus neuronas. Por su parte, los cambios homeostáticos. como la
bajada de la presión arterial. se producen para mantener la estabilidad del
medio interno en los seres vivos. Cualquier parámetro orgánico es variable,
pero esta variabilidad tiene límites que pueden causar enfermedades s1 se
sobrepasan . Para evitarlo, los sistemas vivos están dotados de sensores
que detectan el estado de las variables relevantes de forma que si estos
valores se mueven por encima o por debajo de Los deseables se activan
mecanismos compensadores que inducen el retorno a niveles óptimos. Los
cambios homeostát1cos son reversibles retornando la célula o sistema al
estado inicial una vez compensada la acción del agente estresante.
Incre me nto de la
presion a rterial Médula espinal

. . . .Q. . . c~~!~d~l~a
presión arterial
!
1

{
, ....
:···
l •••
~
1
Nervio
motor
(afarantal

~ \... I
· ·;;...__·

.
Efector
Aumento del

Sensor ~ ... Mov1m1ento
de la pierna al
ritmo cardiaco Respuesta de ser golpeado
los receptores de el te ndón

i la presión a rterial , rotulia no

Fibras
nerviosas
motoras

Fibras
nerviosas
s ensoriales
Nervio
sensor
(aferente) Cuádriceps

Rótula
·1
t
......... Centro integrador ._ !
'
I_~
Bulbo raquídeo ........

- Cambios no plásticos: cambio homeos tático por la ba¡ada de la presión a rterial y a


la derecha, ca mbio rea ctivo por el qu e !a pierna se extie nde al golpear la rótula .

29
tro tipos mencionados se ha revelado de gran utilidad para avanzar
en las investigaciones.

Las etapas de la plasticidad

Aunque hemos indicado que la plasticidad es un proceso que no se


puede delimitar en el tiempo, en cada momento de la vida predo-
mina una u otra tipología. La neurogénesis prevalece prenatalmen-
te y se inicia cuando a partir de la división del óvulo fecundado em-
piezan a diferenciarse los tejidos que darán lugar al adulto. Uno de
los tejidos primigenios, el ectodermo, dará lugar a protoneuronas
que en estos momentos todavía no tienen ninguna prolongación.
Durante el desarrollo, estas neuronas primigenias se multiplican,
comienzan a emitir prolongaciones y a desplazarse (migrar) desde
sus lugares de origen para buscar su destino final. Este proceso es
estimulado por una multiplicidad de factores que se producen por
mandato genético al ser estimuladas a su vez las células que los se-
gregan. Una vez las neuronas han madurado, dejan de dividirse, a
pesar de lo cual la neurogénesis se mantiene en torno a un par de
años tras el nacimiento, aunque su intensidad se reduce.
Durante la neurogénesis se producen más neuronas de las que
tendrá el cerebro incluso en etapas juveniles. Asimismo, las neuro-
nas ya maduras disponen de un excedente de conexiones sinápticas.
Estos excedentes se ajustan a los niveles normales por la vía de la
apoptosis o muerte celular programada, en el caso de las neuronas,
y por la vía de la poda sináptica, en el caso de las conexiones. Par-
te de estos procesos de reducción tienen lugar al limitarse los fac-
tores que estimulaban la división y la formación de prolongaciones
neuronales. Otra parte es debida a que muchas conexiones e incluso
neuronas enteras no resultan funcionales y son eliminadas. Hay que
destacar que este último proceso constituye la base de la plasticidad
en el adulto.

30 1 El cerebro ca mbiante
La plasticidad dependiente de la actividad se mantiene du-
rante toda la vida, declinando con el envejecimiento. El ejemplo
mejor estudiado es el de la plasticidad en la memoria y el apren-
dizaje. Cuando acontece una nueva experiencia, esta se procesa
a través de conexiones sinápticas que incrementan su actividad.
Tal activación produce cambios moleculares que pueden incluso
afectar a la morfología de la conexión para facilitar el paso de los
impulsos a través de ella (ftg. 4). Como se advertía anteriormen-
te, este proceso es reminiscencia del que tiene lugar en las fases
avanzadas del desarrollo cuando la estabilización depende del es-
tablecimiento de conexiones funcionales.
La plasticidad dependiente de la actividad es un proceso diná-
mico y continuo que da como resultado un cerebro en continua
mutación según el sujeto se vea expuesto a las circunstancias a
lo largo de su vida para garantizar la adaptación a los contextos
cambiantes.
La plasticidad reactiva se da también a lo largo de toda la vida
del sujeto. Se ha comprobado que se activa incluso en el período

Í FIG. 4
Antes de una experiencia Después de una experiencia
inductora de plasticidad Inductora de plasticidad

Cambios en una neurona antes y después de experimentar la plast1c1dad.

El cerebro cambiante 1 31
embrionario y fetal a través de experimentos en los que se extir-
paba un fragmento del sistema nervioso en desarrollo que venía a
ser reemplazado por neuronas de nue-
Es este potencial va formación. En el adulto se man-
para la plasticidad tiene con diferentes características e
de las unidades intensidades. Es particularmente lla-
relativamente mativo la diferencia entre el sistema
estereotipadas del nervioso periférico y el central. En el
sistema nervioso sistema nervioso periférico (la parte
lo que nos dota que se encuentra fuera de la protec-
a cada uno de ción ósea que proporciona el cráneo
nosotros de nuestra y la columna vertebral) se mantie-
individualidad. ne en la vida adulta un alto grado de
ERIC !<ANDEL plasticidad que hace posible, en con-
diciones propicias, la regeneración
nerviosa tras, por ejemplo, la sección de un nervio. En el sistema
nervioso central (médula espinal, tronco de encéfalo y encéfa-
lo, contenidos en el esqueleto óseo), la capacidad de plasticidad
reactiva es escasa, aunque se está investigando la posibilidad de
recuperarla para tratar de restaurar la disrupción que suponen las
lesiones medulares traumáticas.
La plasticidad anómala o patológica puede darse en cualquier
momento de la vida. Mientras que en las etapas embrionaria y fe-
tal conduce a enfermedades congénitas, en la vida adulta se co-
rresponde con enfermedades adquiridas. No siempre se puede
verificar una clara correspondencia entre la acción de un agente
patógeno y la expresión de la enfermedad que podrá manifestarse
de forma dilatada en el tiempo probablemente porque en algunos
casos el efecto de un daño que cause plasticidad patológica puede
compensarse tanto con la reserva funcional de neuronas como con
la activación de la plasticidad reactiva.
Probablemente, la mayor prevalencia de enfermedades neuro-
degenerativas en la vejez sea consecuencia de la menor disponibili-

32 1 El cerebro cambiante
dad de reserva funcional, así como de la reducción de la plasticidad
reactiva por la edad.

EL GRAN DESAFÍO: LA NEUROGÉNESIS EN EL ADULTO

Ya hemos visto que la plasticidad cerebral es un proceso continuo y


dinámico que puede producirse de distintas formas. Sin embargo,
hay una de ellas que destaca por su gran potencialidad: la neuro-
génesis en el adulto, que supondrá una verdadera revolución pues
podría dar lugar a nuevas neuronas capaces de potenciar las capa-
cidades normales o de restaurar los efectos de lesiones provocadas
por enfermedades como el párkinson, el alzhéimer, el ictus o los
traumatismos. Sin embargo, esta posibilidad ha estado tradicional-
mente ignorada, dado que las neuronas son células maduras, post-
mitóticas. incapaces de reproducirse.
Algunas observaciones iniciales llevaron a pensar que este
dogma podría quebrarse. Así, el neurohistólogo español Carlos
López García comprobó que el cerebro de algunas especies infe-
riores, y más concretamente los lagartos, producía sus propias
neuronas jóvenes por duplicación de neuroblastos inmaduros.
Este descubrimiento indicaba que podía darse neurogénesis en
el adulto frente a la visión tradicional que la negaba. Este hallaz-
go fue ulteriormente demostrado en otras especies, filogenética-
mente más avanzadas, incluso en ratas. A finales del siglo xx. el
neurocientífico estadounidense Fred Gage demostró la existencia
de neurogénesis posnatal en el cerebro humano. Su aproximación
fue tan atrevida como original. Consciente de las dificultades
para investigar con tejido humano, aprovechó los casos de pa-
cientes a los que se había administrado un marcador del ADN, la
bromodesoxiuridina, en tumores de garganta (no cerebrales) para
estudiar la proliferación de células tumorales. El mismo marca-
dor debería permitir observar nuevas neuronas en las muestras

El cerebro cambiante 1 33
>NUEVAS NEURONAS EN EL ADULTO
La formación de nuevas neuronas no se detiene en el nacimiento, aun-
que se enlentece significativamente. La posibilidad de que se mantenga
la neurogénesis posnatal depende de la persistencia de nichos de células
madre que se replican. como en el período prenatal, y dan lugar a neuronas
jóvenes !neuroblastosl que migran hacia sus destinos finales generando en

En el cerebro de los roedores adultos


En el cerebro adulto de los roedores. hay dos poblaciones de
células madre neurales. La mayoría de las nuevas neuronas
nacen en la zona subventncular a lo largo de la pared del
ventriculo lateral y migran a través de la comente migratoria
rostral [RMSl hacia el bulbo olfatorio. Aproximadamente. una
décima parte de las neuronas nuevas se producen en la zona
subgranular del giro dentado del hipocampo.
Bulbo olfatorio

Precursor CélJla N~urona del


netJral mac!rr h•pocampo adulta

Giro denta do
del hipocampo
En ~l giro dentado de los
roedores. as célula,; madre
neurales se d1ferenc1an en
neuroblastos antes de madurar
e integrarse con los circuitos
del hipocampo importantes en
el aprend1zaie y la memoria .

34
su camino prolongaciones que contactarán con neuronas preexistentes. La
potencialidad de la neurogénesis posnatal para incorporar nuevas neuro-
nas en la vida adulta parece depender de la complejidad de los circuitos
neuronales. Es mayor en las especies inferiores. se reduce a medida que
se avanza en la escala filogenética, y en el hombre resulta muy limitada.

En el cerebro humano adulto


Se ha demostrado que tamb1en
se produce neurogénes1s en
el cerebro humano adulto,
aunque las u b1cac1ones y el
grado de proliferación celular
parecen diferir un poco de los
roedores. Las neuronas nuevas
se generan en la c1rcunvoluc1ón
dentada del hipocampo. donde
se integran en los circuitos
existentes. Pero hasta ahora,
no se ha podido probar la
migración de nuevas neuronas
desde la zona subventricular
(SVZI del ventriculo lateral al
bulbo olfatorio. Sin embargo. un
estudio ha detectado signos de
neurogénes1s en un area próxima
a la SVZ. el cuerpo estriado, que
es importante para la función
cognitiva y el control motor.

Células madre Neuroblas.to~

De la zona subventricular
al bulbo olfatorio
En la zona subventncular de los
roedores. las células madre neurales
se diferencian en neuroblastos, que
completan su desarrollo en el bulbo
Madurac1on neuronal olfatorio

35
autópsicas. Y así comprobó que se producían neuronas nuevas en
una región del hipocampo, el giro dentado, lo que indicaba que
al menos esta parte del cerebro mantiene su capacidad neuroge-
nética a lo largo de la vida. Este descubrimiento abrió una puerta
a la esperanza. Si la neurogénesis se mantiene en el ser humano
adulto, se trataría de estimularla positivamente para compensar
déficits.
A este hallazgo le siguieron otros estudios, entre ellos el de Jo nas
Frisén, del Instituto Karolinska en Estocolmo. Este biólogo molecu-
lar sueco analizó los cerebros de personas que habían sido expues-
tas a los efectos de la radiactividad de bombas nucleares durante la
Guerra Fría y cuyas células podrían haber incorporado un isótopo
radiactivo del carbono que permitía su datación. También los re-
sultados de las investigaciones de Frisén respaldaron la existencia
de neurogénesis en el adulto humano, aunque en un número poco
relevante (unas 1400 neuronas diarias).
Estos resultados fueron muy discutidos por los especialistas.
sobre todo por uno de los más acreditados neurohistólogos del
mundo, el serbio Pasko Rakic, de la Universidad de Yale, quien
argumentó que en los primates, incluidos los seres humanos, se
producen muchas menos neuronas nuevas que en los roedores,
para prevenir la disrupción de los circuitos neuronales comple-
jos. También mostró su escepticismo Steven Goldman, neurólogo
estadounidense de la Universidad de Rochester, que aisló neuro-
nas precursoras del ser humano adulto con propiedades neuroge-
néticas in vitro, pero muy raras en el cerebro. Sin embargo, en 2016
un estudio en el que participaron científicos de distintas nacio-
nalidades, entre ellos el neurobiólogo mexicano Arturo Álva-
rez-Buylla, de la Universidad de California en San Francisco, y el
biólogo españ.ol José Manuel García Verdugo, de la Universidad
de Valencia, mostró que se produce una migración posnatal de
neuronas que pueden desempeñar un papel fundamental en la
conformación del cerebro maduro. Los remanentes, que decre-

36 1 El cerebro cambiante
>ÁLVAREZ-BUYLLA Y LA NEUROGÉNESIS
EN LOS ADULTOS

Existe hoy un amplio consenso


mundial sobre la importancia
de los trabajos del neurobiólogo
mexicano Arturo Álvarez-Buylla
en relación con la neurociencia
del desarrollo y el papel de las
células madre en este campo.
Nieto de Arturo Álvarez-Buylla
Godino, oficial de la aviación
republicana y alto comisario
de España en Marruecos fu-
silado durante la guerra c1v1l
española, e hijo de Ramón
Álvarez-Buylla, uno de los lla-
mados ninos de Rusia exiliado
en México en 1947, este profe-
sor de Anatomía y Neurociru- - El neurobiólogo mexicano Arturo Álvarez-
gía en la Universidad de Cali- Buylla en 2011
fornia en San Francisco [UCSF]
recibió en 2011 el premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica
y Técnica. A través de sus trabajos de investigación ha tratado de avanzar
en la comprensión de la neurogénesis en el cerebro adulto. el ensamblaje
de las neuronas, la reparación de lesiones y, en un sentido más amplio,
la ontogenia y la filogenia de la conducta. Utilizando métodos inmunoci-
toquímicos y microscopía óptica y electrónica, ha estudiado el origen de
la neurogénes1s de células olfativas en el adulto y la migración de estas
células para alcanzar el bulbo olfativo. Se le considera el descubridor de
los mecanismos fundamentales de la neurogénesis y del papel de las
células gliales como precursoras de nuevas neuronas.

37
cenen el tiempo, constituyen la reserva funcional de la neurogé-
nesis en el adulto.
No obstante, a principios de 2018 el mismo grupo de científi-
cos formado por Álvarez-Buylla, García Verdugo y otros colabo-
radores, tras analizar muestras autópsicas u obtenidas durante
cirugía cerebral utilizando marcadores moleculares avanzados,
no encontró rastro alguno de neurogénesis en los seres adultos
más allá de los primeros años de vida. En cambio, tan solo unas
semanas después se publicaba un estudio de la neurocientífica
italiana Maura Boldrini, de la Universidad de Columbia, que afir-
maba que la neurogénesis persiste en el envejecimiento, en clara
contradicción con los resultados anteriores. Así pues, hoy todavía
no se puede obtener una conclusión clara de estos resultados pen-
dulares, pero eso no implica que no se mantengan otras líneas de
investigación que centran sus esfuerzos en encontrar soluciones
para algunas patologías.

Nuevos horizontes para la investigación

A lo largo de la vida, el organismo sufre lesiones derivadas de tu-


mores, traumatismos o ictus, que provocan la pérdida de un deter-
minado número de células. La experiencia clínica demuestra que a
veces otras células pueden asumir su función utilizando su capaci-
dad plástica para restaurar en lo posible la función global. En este
ámbito se encuentran depositadas grandes esperanzas derivadas
de la creciente capacidad de manipulación que proporciona la in-
geniería celular para tratar de potenciar la plasticidad y contribuir
a restablecer la función perdida. Se han realizado grandes avances
en el ámbito de la patología neurovascular con la aplicación de tra-
tamientos (trombolíticos) en el ictus que reducen la extensión del
daño y dan la oportunidad a las neuronas remanentes de activar su
capacidad plástica compensatoria.

38 1 El cer ebro cambiante


Las líneas más activas de investigación se centran en intentar
restituir la capacidad regenerativa del sistema nervioso central,
que prácticamente la tiene anulada, como se analizó en aparta-
dos anteriores. Estas aproximaciones
permitirían restituir la función en le- Algunos de nuestros
siones medulares. hábitos y trastornos
A día de hoy, y a pesar de los gran- más obstinados son
des esfuerzos que se han hecho, los productos de nuestra
resultados de las investigaciones son plasticidad.
exiguos hasta el extremo de que se NoRMAN DoioGE

plantea como alternativa viable el de-


sarrollo de exoesqueletos conectados al cerebro para devolver a
los afectados una mayor autonomía en la vida cotidiana.
Sin embargo, las observaciones realizadas con la proyección de
información entrante a áreas visuales de la corteza cerebral des-
de vías táctiles como consecuencia del aprendizaje de braille en
ciegos permite plantearse que la plasticidad en el cerebro pueda
tener menos limitaciones que en la médula. Se han desarrollado
tecnologías como la aportada por el fisiólogo español José Luis
González Mora que permiten la formación de imágenes en el cere-
bro de personas invidentes a partir de estímulos auditivos. Igual-
mente son interesantes los resultados obtenidos por el neurólogo
español afincado en Harvard, Álvaro Pascual-Leone, estimulando
magnéticamente las regiones visuales del cerebro.
En las etapas postreras de la vida, las capacidades plásticas se
reducen, lo que provoca la vulnerabilidad y la fragilidad propias
del anciano. Hasta no hace mucho tiempo se había prestado esca-
sa atención a este campo, pero hoy asistimos a un cambio demo-
gráfico consistente en el incremento de la esperanza de vida que
no necesariamente viene acompañado del mantenimiento de su
calidad, dado que el envejecimiento es un factor de riesgo de en-
fermedades, fundamentalmente neurodegenerativas. Por ello, en
los últimos años se ha producido una efervescencia del estudio del

El cerebro cambiante 1 39
envejecimiento orientado a conocer la plasticidad que se conserva
en estas edades y las opciones de restituir la funcionalidad perdida
con el propósito no tanto de alargar la vida como de hacerla más
autónoma.
Hoy no parece haber herramientas que permitan cambiar el
curso temporal de un proceso genéticamente programado como
el del envejecimiento, pero se están aportando conocimientos sig-
nificativos para contener sus consecuencias y mantener activa la
capacidad plástica, aunque esté reducida en comparación con eta-
pas anteriores de la vida. El repertorio de investigaciones en cur-
so que permitirían frenar el avance de la fragilidad en el anciano,
consecuencia de la reducción de la plasticidad, es muy amplio.
Destacan los estudios del investigador español, Carlos López-Otín,
catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad
de Oviedo, y sus colaboradores, y los avances que los fisiólogos José
Viña Jr. y el autor que suscribe este texto han realizado en relación
con factores metabólicos capaces de contener los efectos de los
agentes oxidantes intracelulares.
Estos escenarios amplían profundamente la visión sobre la plas-
ticidad neuronal que en sus orígenes tuvo un carácter fragmentario:
desde los progresos en la biología del desarrollo a su extrapolación a
la interpretación del efecto de la experiencia en nuestros cerebros, el
aprendizaje y la memoria.
En el momento actual se trata de comprender el alcance de la
plasticidad en la aparición de enfermedades mentales y en la posibi-
lidad de restaurar las funciones perdidas ante las lesiones. También
se plantea la posibilidad de instrumentalizar los avances en el de-
sarrollo de las capacidades cerebrales en sujetos normales y pro-
longar su vigencia con la edad. Nos encontramos en un momento
crucial de la investigación cuyas conclusiones serán determinantes
para la aplicación de los avances.
Es pertinente preguntarse por qué la plasticidad cerebral está
presente a lo largo de la vida de las personas, por qué desempeña

40 1 El cerebro cambiante
un papel tan relevante en el origen y desarrollo de las enfermeda-
des y por su potencial terapéutico. Responder a estas preguntas
implica profundizar en el concepto de plasticidad cerebral y en su
desarrollo lo que, como veremos, supone adentrarse en el progreso
científico. Esto nos permitirá comprobar que la plasticidad cere-
bral se ha estudiado desde los albores de la neurociencia moderna,
con metodologías inicialmente poco precisas, y que los avances en
su investigación han dado lugar a algunos de los debates más in-
tensos de la ciencia.

El cerebro cambiante 1 41
02 DEL CEREBRO
, ESTATICO
,

AL PLASTICO

La plasticidad cerebral no fue aceptada


hasta finales del siglo x1x, pues anteriormente
no se creía que este órgano pudiera cambiar.
En el siglo xx se puso de relieve su papel
central en la constitución del cerebro desde la
concepción hasta la muerte del sujeto. En los
últimos tiempos, la revolución epigenética,
que ha puesto de manifiesto la influencia del
ambiente, ha permitido conocerla mejor, las
opciones de intervenir en ella y sus límites.
a plasticidad neuronal ha dado lugar a grandes debates, sor-
L prendentemente incluso bastante antes de que se acuñara esta
denominación. En la tradición clásica prevaleció la visión de que
la masa cerebral no desempeñaba ningún papel en la generación
de la conducta, sino que se limitaba a actuar como un refrigera-
dor de la sangre y como un productor de secreciones, concepción
que fue recogida por personajes tan notables y visionarios como
Descartes y Leonardo da Vinci. Estas visiones equivocadas, que ne-
gaban cualquier función superior del cerebro, tienen un exponente
ilustrativo en el clásico dibujo Copulatio de Leonardo, según el cual
el esperma se producía en el cerebro y viajaba al pene a través de la
médula, relegando a los testículos a una función que podría califi-
carse de ornamental.
Esta concepción ya había comenzado a ser cuestionada en el si-
glo xn por el médico musulmán andaluz Averroes, que deslizaba
dudas sobre ella en su Kitab al-kulliyyat al-Tibb (El libro de las Ge-
neralidades de la medicina, 1162-1169). Sin embargo, hubo que es-
perar hasta finales del siglo xvmpara que el fisiólogo alemán Franz

Del cerebro estático al plástico 1 45


Joseph Gall, fundador de la frenología, sentara las bases de las mo-
dernas neurología y neurociencia y otros dos siglos más para que
el concepto de plasticidad fu era aceptado plenamente y encajado
en los ámbitos más amplios del desarrollo prenatal y posnatal, de
la conducta, de la capacidad de responder a la interacción con el
entorno, del aprendizaje y de la memoria, así como de la generación
de enfermedades neuropsiquiátricas y de su posible recuperación.
Tan amplio espectro de aplicaciones explica la complejidad y las di-
ficultades a las que han tenido que hacer frente las investigaciones
sobre la plasticidad cerebral, y las polémicas que con frecuencia
han suscitado. Si las últimas aportaciones del siglo xx permitieron
desarrollar un marco conceptual para investigar la plasticidad, en
el siglo XXI, la revolución epigenética ha impregnado la investiga-
ción de este fenómeno hasta formularlo de nuevo, aprovechando
el mejor conocimiento de las bases de la organización cerebral y el
papel de los genes y el ambiente.

NATURALEZA Y CEREBRO CAMBIAN DE LA MANO

La visión tradicional del cerebro no contemplaba que pudiera cam-


biar, pero hubiera dado igual porque no se le consideraba el sus-
trato de las func.:iunes superiores. Esta visión fue radicalmente de-
safiada por Gal! que sostuvo tesis sorprendentemente modernas,
aunque algunas han perdido vigencia y han dado lugar a visiones
distorsionadas por la exageración de su pensamiento. Según él, las
facultades intelectuales y morales son innatas; su ejercicio y sus
manifestaciones dependen de la organización del cerebro, que es
el órgano de todas las inclinaciones, instintos y facultades. El ce-
rebro está hecho de muchos órganos particulares, tantos como in-
clinaciones, instintos y facultades, que difieren unos de otros. El
cráneo refleja el crecimiento de las zonas cerebrales, y midiéndolo
se pueden conocer datos mentales. Gall apunta inequívocamente

46 1 Del cerebro estático al plás tico


al cerebro como el órgano encargado de las funciones superiores y
especula con que puede crecer (cambiar) al extremo de que su cre-
cimiento puede repercutir en el cráneo.
En el siglo XIX, a la estela de Gall, el neurólogo francés Paul Bro-
ca creó el localizacionismo, doctrina que postula que cada función
cerebral está asentada en una región o zona particular del órgano.
Midió y pesó multitud de cerebros y determinó que sus magnitu-
des no eran estáticas sino variables con la edad, alcanzándose un
máximo en el adulto, como veremos después, y luego reduciéndose
a medida que avanza la edad.
En la segunda mitad del siglo XIX, en medio de una gran efer-
vescencia de ideas innovadoras, se abrió camino el evolucionismo
y con él dos debates que siguen manteniendo su vigencia al calor
de los avances científicos: el de la evolución darwiniana frente a la
lamarckiana y el de la contraposición innato versus adquirido (na-
ture versus nurwre). Se trata de dos debates estrechamente relacio-
nados que tienen su origen en la propuesta rupturista del natura-
lista francés Jean-Baptiste Lamarck, autor de la primera teoría de
la evolución conocida con el nombre de la teoría de la herencia de
los caracteres adquiridos o por el lema, más corto y popular, de que
«la necesidad crea al órgano». Lamarck consideraba que a lo largo
de su vida, los individuos tienen que hacer frente a una serie de
desafíos que les llevan a ejercitar y desarrollar determinadas partes
de su cuerpo. Este desarrollo supondría una mayor capacidad que
se transmitiría a generaciones posteriores. Por su parte. el británico
Charles Darwin, considerado el padre del evolucionismo, a pesar
de haber sido antecedido por Lamarck, observó que las especies,
a lo largo de generaciones, respondían a las presiones ambienta-
les evolucionando y dando lugar a caracteres que permitían la su-
pervivencia de algunos especímenes. Solo se heredarían aquellos
caracteres que posibilitaran la supervivencia porque los sujetos no
portadores de ellos encontrarían dificultades para reproducirse
(fig. 1). Con el tiempo y la exposición a factores del ecosistema, se

Del cerebro estático al plástico 1 47


r Fm. 1
TEORÍA DE LAMARCK

TEORÍA DE DARWIN

llustrae1ón de las teorías de Lamarck y Darwin Según Lamarck, el alargamiento


del cuello de las jirafas era una adaptación para comer las hojas altas de los
árboles que se heredaba Darw1n creía que las watas con cuello más largo tenían
mác; posibilidades de sobrevivir y, por lo tanto, de reproducirse.

produciría la diversificación de una especie que estuviera presente


en diferentes ecosistemas e incluso la aparición de nuevas espe-
cies a partir de otras precedentes extinguidas por ser incapaces de
adaptarse.
Ambas concepciones encontraron fuertes resistencias por plan-
tear que las especies no eran estáticas, sino que podían cambiar, y
que los seres humanos no eran una excepción. Naturalmente cho-
caron con la perspectiva denominada actualmente creacionista,
que entiende que es Dios quien crea las especies inmutables y que
no puede producirse cambios que alteren el disefto divino.

48 1 Del cerebro estat1co al plast,co


! .as diferencias entre lamarckianismo y darwinismo son sutiles,
de manera que no se puede decir que existiera un conflicto entre
ambas concepciones. sino simplemente diferencias. Al final preva-
leció la visión darwiniana al aceptarse
que las capacidades desarrolladas a lo Este principio, por
largo de la vida de un sujeto, como pro- el cual toda ligera
ponía Lamarck, no se heredan. ya que variación, si es útil,
la herencia viene determinada por el se conserva, lo he
contenido genético de las células ger- denominado yo con el
minales residentes en las gónadas, los término de selección
ovarios y los testículos, que no tienen natural.
por qué verse afectadas por el desarro- CHARLES DARWIN

llo de otros sistemas corporales. Des-


de esta perspectiva, la teoría darwiniana recoge una explicación
más verosímil de la realidad: cambios (mutaciones) producidos
por azar en el contenido genético de los sujetos dan lugar a indi-
viduos con caracteres diferentes. de modo que aquellos que me-
jor se adapten al ambiente serán más aptos para sobrevivir y los
transmitirán a generaciones sucesivas. Estos cambios se encuen-
tran en todas las células del sujeto, incluidas las germinales, y por
lo tanto, se pueden transmitir. Sin embargo, el lamarckianismo
ha experimentado cierto resurgir con los progresos de la genética,
que han venido demostrando que el código genético lejos de ser
un programa fijo puede experimentar modificaciones asociadas a
la experiencia vital.
En este período se formuló también el debate nature-nurture.
A mediados del siglo XIX el polifacético científico británico Fran-
cis Galton lo planteó de forma pionera siguiendo la estela de los
trabajos de su primo Charles Darwin: se trataba de saber cuántas
características de nuestra constitución (a diferentes niveles, des-
de el físico-corporal al mental) se pueden atribuir a nuestra base
genética y cuántas a las influencias del entorno, sean de naturale-
za puramente física o de más difícil definición, como educaciona-

Del cerebro estático al plástico 1 49


les. También en este caso el debate sigue abierto principalmente a
causa de la reciente revolución epigenética que ha venido a plan-
tear que la frontera no es fija o aJ menos no conocemos sus límites
precisos.
Estos debates, que afectaban al con1unto del organismo, supo-
nían un reconocimiento de su capacidad de cambiar frente a la idea
tradicional de inmutabilidad. En este marco se abordaba el estudio
del cerebro y la conducta dando lugar al desarrollo del concepto de
plasticidad cerebral.

NACIMIENTO DEL CONCEPTO DE PLASTICIDAD


CEREBRAL

Aunque en el siglo XIX se acabó con la concepción de la naturaleza


como inmutable, todavía no se disponía de las bases mecanicistas
que aportó el siglo xx. La observación de la naturaleza permitió
conjeturar que la nueva concepcion recibiría soporte experimental
en los siguientes años. ¿Cómo se concretó este proceso en el caso
específico del cerebro? Se atribuye al psicólogo estadounidense
William James la utilización del término «plasticidad» por primera
vez en 1890 para referirse a los cambios en las vías nerviosas asocia-
dos al establecimiento de nuevos habitas. Ciertamente, James tuvo
la gran intuición de aproximarse a conceptos que consideraríamos
«modernos» en un momento en que no solo se desconocía la exis-
tencia de la sinapsis, sino que estaba comenzándose a conocer bien
la estructura del sistema nervioso. Prácticamente al mismo tiem-
po, en 1894, el neuroanatómico español Santiago Ramón y Cajal
especuló con la idea de que el aprendizaje requería la formación de
nuevas conexiones entre las neuronas. Aunque Caja! descubrió que
estas no constituían una red continua, sino que estaban conecta-
das por extensiones, no les puso nombre, mérito que correspondió
al neurofisiologo británico Charles Sherrington (premio Nobel en

~.o I ílel cerPbro estat,co ;il plast,co


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