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Unidad 6: Rousseau.

El hombre a-moral y la voluntad general


“El hombre ha nacido libre, y por doquier está encadenado: El origen de la desigualdad: Rousseau desarrolló su
argumentación sobre la base de ciertas conjeturas respecto de la existencia en el estado de naturaleza. En este, los
hombres habían vivido en relativo aislamiento mutuo, sin que los turbaran posibilidades imaginarias, sin conocer las
distinciones sociales, la vida familiar e incluso el habla. Cada uno iba por su lado, sin tener en cuenta a los demás
porque no los necesitaba. Ser independiente de otros significaba ser libre de toda autoridad o poder personal.
Entonces Rousseau intenta comprender, ¿Cuál es la fuente de la desigualdad entre los hombres? Sostiene que en la
especie humana existen dos clases de desigualdades: la primera se la considera natural o física, porque es
establecida por la naturaleza y consiste en la diferencia de edades, de salud, de fuerzas corporales y de las
cualidades del espíritu o del alma, y la otra que puede llamarse desigualdad moral o política, porque depende de una
especie de convención, y porque está establecida o al menos autorizada por el consentimiento de los hombres. Esta
consiste en los diferentes privilegios que gozan unos en perjuicio de otros, como el de ser más ricos, más respetados,
más poderosos o de hacerse obedecer. No puede preguntarse cuál es el origen de la desigualdad natural, porque la
respuesta se encontraría enunciada en la simple definición de las palabras. Como animal el hombre es más fuerte
que unos y menos ágil que otros, pero en conjunto mejor organizado que todos. Es importante destacar que
Rousseau analiza al hombre tal cual es en su realidad y se aparta de hacerlo de acuerdo a sus cambios y de todas
aquellas teorías acerca de su existencia, como por ejemplo Adán y Eva, ya que considera que son solamente
hipótesis acerca del origen del hombre. Retomando al origen de la desigualdad moral, Rousseau nos dice: “No veo
en todo animal más que una maquina ingeniosa, a la cual la naturaleza ha dotado de sentidos para que se remonte
por sí misma y para que pueda garantizarse hasta cierto punto, contra todo lo que tienda a destruirla o a
descomponerla. Percibo precisamente las mismas cosas en la maquina humana, con la diferencia de que la
naturaleza por si sola ejecuta todo en las operaciones de la bestia, en tanto que el hombre concurre él mismo en las
suyas como agente libre. La primera escoge o rechaza por instinto y el hombre lo hace por un acto de libertad, lo que
hace que la bestia no pueda separarse de la regla que le está prescripta, aun cuando fuese ventajoso hacerlo,
mientras que el hombre se separa a menudo en perjuicio propio. La naturaleza ordena a todos los animales y la
bestia obedece. El hombre experimenta la misma impresión, pero se reconoce libre de ceder o de resistir, siendo
especialmente en la conciencia de esa libertad que se manifiesta la espiritualidad de su alma”. Otra cualidad muy
especial que los distingue es la facultad de perfeccionarse, es decir que la bestia es y va a seguir siendo lo mismo
toda su vida, en cambio el hombre va a evolucionar”. Ya vimos como el hombre es en su estado de naturaleza y las
dos desigualdades que tiene la “especie humana”, pero ahora vamos a ver como se genera la desigualdad entre
hombres y nos dice: “El hombre se encontraba en armonía con los de su especie en el estado natural, pero en cierto
momento alguien cerco un terreno y dijo: “esto me pertenece”, y halló gente bastante sencilla como para creerle,
entonces así se fundó la sociedad civil. Constituyo esa la época de una primera evolución que dio por resultado el
establecimiento y la distinción de las familias y que introdujo una especie de propiedad que dio origen a querellas y
luchas entre ellos. Sin embargo, como los más fuertes han debido ser, según todas las apariencias, los primeros en
construirse viviendas por sentirse capaces de defenderlas, es de creerse que los más débiles consideraron que el
camino más corto y el más seguro era el de imitarlos antes que intentar despojarlos. Cada familia quedó convertida
en una pequeña sociedad, tanto mejor establecida, cuanto que el afecto reciproco y la libertad eran los únicos lazos
de unión. Las mujeres se hicieron más sedentarias y se acostumbraron a guardar la cabaña mientras que el hombre
se dedicaba a conseguir alimentos para subsistir. Fue así como los hombres empezaron a gozar de más tiempo,
quedando desocupados y se dedicaron a crear comodidades para sí, degenerándose las verdaderas necesidades. Se
generaron inundaciones, catástrofes que obligo a determinadas aldeas a mudarse hacia otras, lo que generó que el
hombre así unido y obligado a vivir junto debió formarse un idioma propio. Como este hombre se empieza a
relacionar en una especie de vecindad, se establece la costumbre de reunirse delante de las cabañas o alrededor de
las arboles, a cantar y bailar, convirtiéndose en la diversión del hombre. Pero éste comienza a mirar a los demás y a
su vez a querer ser mirado y se genera una competencia entre ellos, generándose así un estímulo y una recompensa
a la estimación pública. Empieza la desigualdad, generando la vanidad y el desprecio por una parte y la vergüenza y
la envidia por otra parte. A su vez empezó a surgir deberes impuestos por estos hombres, y al incumplimiento de
estos, se los castigaba con desprecio, venganzas, etc. Convirtiéndose en crueles y sanguinarios. Luego este hombre
empezó a generar derechos sobre las cosas debido al producto de su trabajo, y también comenzó la repartición de
las tierras. Las cosas hubieran podido continuar de la mejor manera si no existiera la desigualdad en los talentos del
hombre, (unos producían cosas que otros no podían por distintos impedimentos), entonces se generó la necesidad
entre un hombre a otro para poder subsistir. La ambición devoradora, el deseo ardiente de aumentar su relativa
fortuna, no tanto por verdadera necesidad cuanto, por colocarse por encima de los otros, inspira a todos a una
perversa inclinación a perjudicarse mutuamente, una secreta envidia tanto más dañina, generándose los primeros
efectos de la propiedad y el cortejo de los males inseparables de la desigualdad naciente. Esta sociedad naciente dio
lugar al más horrible estado de guerra, y el género humano envilecido y desolado, no pudiendo volver sobre sus
pasos ni renunciar a las desgracias y adquisiciones hechas, y trabajando solamente en vergüenza suya, a causa del
abuso de las facultades que le honran, se colocó al borde de su propia ruina. Para finalizar como este hombre
necesitaba de los demás se genera la dependencia de las instituciones, por eso se dice que, si bien nace libre, queda
aferrado a la voluntad de los demás. Rousseau no atribuye esta desigualdad a principios inmanentes a la naturaleza
humana, sino a pautas seguidas por la evolución social. Y estas han confluido, en efecto, en una situación de
dependencia mutua generada por la división de trabajo y el asentamiento de la desigualdad en la propiedad y el
poder, que sitúa a los inferiores en una situación de subordinación personal arbitraria respecto de los superiores. El
resultado es la generalización de la desigualdad y la opresión, que se propagan a través de instituciones sociales
injustas, de convenciones no cuestionadas y mediante la opinión. La cuestión central de la obra rousseauniana, es
por lo tanto, la necesidad de un cambio social fundamental y la búsqueda del conocimiento preciso que nos
permita alcanzarlo dadas nuestras condiciones sociales e históricas actuales.

La primera solución al estado de naturaleza: Al principio el hombre era independiente respecto de otros, es decir
era libre de toda autoridad o poder personal. En la condición natural, autoridad y poder residían únicamente en la
naturaleza impersonal. Pero como bien sabemos este hombre empieza a ser dependiente. “Existen dos tipos de
dependencia: dependencia respecto de las cosas, que es obra de la naturaleza, y dependencia respecto a los
hombres, que es obra de la sociedad. La dependencia con respecto a las cosas es ajena a la moral, no perjudica la
libertad ni origina vicios; la dependencia respecto de los hombres, siendo ajena al orden natural, suscita todo tipo de
vicios, y a través de esto amo y esclavo se depravan mutuamente. Pero para solucionar esto, la receta para la
sociedad era aproximarse a la igualdad impersonal de la naturaleza creando una estrecha comunidad; situar la
interdependencia, de la dependencia mutua. Se podía lograr esto mediante el establecimiento de una sociedad
política en la cual cada uno prescribiera reglas para sí mismo. De modo similar, si los hombres no podían volver a una
condición en la cual todos se hallarán igualmente sometidos a la ley de la naturaleza, podían formar una sociedad en
que cada uno estuviera igualmente subordinado al conjunto. La total alienación de cada asociado, con todos sus
derechos, a la comunidad entera, establecía la condición igual para todos. La ley así, establece la sociedad civil, la
igualdad natural entre los hombres, funcionando como receptora del conjunto de voluntades asociadas.

La idea de sociedad: La más antigua de todas las asociaciones y la única natural es la familia. Sin embargo, los hijos
no permanecen unidos al padre sino el tiempo necesario para su conservación. Si continúan unidos ya no es de
manera natural sino voluntaria, y la familia misma solo se mantiene por convención. Esta libertad común es una
consecuencia de la naturaleza humana, cuya primera ley es velar por la propia conservación. La familia es, por tanto,
el primer modelo de sociedad política; el jefe es semejante al padre, y el pueblo a los hijos, y al ser todos, por
nacimiento, iguales y libres, sólo renuncian a su libertad a cambio de su utilidad. La única diferencia consiste en que,
en la familia, el amor del padre por sus hijos le compensa por todos los cuidados que les dispensa, mientras que, en
el Estado, el placer de mandar sustituye a ese amor que el jefe no siente por su pueblo.

La solución Rousseauniana: El contrato social: El contrato social simbolizaba el ordenamiento destinado a


proteger a cada miembro de la sociedad de toda dependencia personal. En lugar de depender de la naturaleza y de
individuos o clases, como en las sociedades pervertidas, cada hombre dependería del conjunto. “Dándose a todos,
cada uno no se dan a nadie”. La precondición de la perfecta dependencia exigía que cada individuo renunciara de ser
perfectamente independiente de los demás en cuanto individuos, pero cada uno debía estar ligado por una excesiva
dependencia hacia la comunidad. Las cláusulas de este contrato se encuentran determinadas por la naturaleza del
acto que la más mínima modificación las convertiría en vanas y de efecto nulo. Una vez violado el pacto social, cada
uno recobra sus derechos originarios y recupera su libertad natural, perdiendo la libertad convencional por la cual
renunció a aquella. Estas cláusulas bien entendidas se reducen todas a una sola: “La alienación total de cada
asociado con todos sus derechos a la comunidad”. Además, al hacerse la enajenación sin ningún tipo de reserva, la
unión es la más perfecta posible y ningún asociado tiene nada que reclamar, porque si los particulares conservasen
algunos derechos, al no haber ningún superior común que pudiese dictaminar entre ellos y el público, y al ser cada
uno su propio juez en algún punto pronto pretendería serlo en todos, por lo que el estado de naturaleza subsistiría y
la asociación se convertiría necesariamente en tiránica o vana. “Cada uno de nosotros pone en común su persona y
todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, recibiendo a cada miembro como parte indivisible
del todo”.

La voluntad general: la identidad entre gobernantes y gobernados: “Cada uno de nosotros pone en común su
persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, recibiendo a cada miembro como parte
indivisible del todo”. De inmediato este acto de asociación produce, en lugar de la persona particular de cada
contratante, un cuerpo moral colectivo compuesto de tantos miembros como votos tiene la asamblea, el cual recibe
por este mismo acto su unidad, su yo común, su vida y su voluntad. Esta persona pública, que se constituye
mediante la unión de todas las restantes, se llamaba en otro tiempo ciudad-estado, y toma ahora el nombre de
republica o de cuerpo político, que sus miembros denominan Estado cuando es pasivo, soberano cuando es activo, y
poder al compararlo con sus semejantes. En cuanto a los asociados, toman colectivamente el nombre de pueblo, y se
llaman más en concreto ciudadanos, en tanto son participes de la autoridad soberana, y súbditos, en cuanto están
sometidos a las leyes del estado. Rousseau generaba una analogía con la naturaleza, y señalaba que, como las
fuerzas naturales, la voluntad general desdeñaba ocuparse de objetos particulares, limitándose, en cambio, con
majestuosa impersonalidad, a fines generales compartidos por todos. Cuanto más general era su objeto, menor era
su particularidad y menos reflejaba su selección un juicio subjetivo, personal. De aquí que en la medida en que la
voluntad general buscaba intereses generales, con más fidelidad emulaba el reinado de la naturaleza. El interés
privado tiende siempre a preferencias; el interés público a la igualdad. Este razonamiento condujo al celebrado
aforismo de Rousseau que decía que “la voluntad general podía obligar a los hombres a ser libres”, esto significaba
que se podía emplear la compulsión para obligar a los hombres a depender de toda la comunidad, librándolos así de
la dependencia respecto de individuos particulares. Pero para Rousseau, no hay pueblo, y menos aún gobierno
republicano, sin grandes dosis de solidaridad entre las personas que los componen. De ahí que, se requiera de una
gran homogeneidad social entre la ciudadanía, en tanto en lo relativo a la distribución de riquezas como en lo
referente a su mismo espíritu patriótico o sentimiento de pertenencia nacional. Pero también la asunción de un
cambio en la cualidad moral de las personas: desde el momento de someterse al pacto o contrato social deben estar
dispuestos a arrinconar los dictados de su amor propio y dejarse llevar por la voluntad general. La cohesión social
requerida habría de revertir también en una mayor armonía interna dentro del espíritu de cada hombre. En tanto a
la relación que se establece entre gobernantes y gobernados, su nueva lectura se concretaría en el hecho de que el
soberano o los magistrados no se identificarían ya con la cabeza o el alma que gobierna al cuerpo, sino que se
reducirían a ser meros órganos de un cuerpo constituido por todos los ciudadanos. Por democracia entiende
Rousseau un sistema político en el que coinciden soberano y gobierno; o sea, un gobierno de democracia directa que
o bien ejerce el poder ejecutivo por sí mismo o bien se vale de magistrados elegidos por sorteo, que va a permitir
esquivar este problema de desigualdad entre soberano y gobierno.

Su aporte a la Revolución Francesa: La teoría de Rousseau constituye el más elaborado intento, antes de Marx,
por acercarse a la identidad entre sociedad civil y política; por tratar de configurar un concepto de comunidad que
trascienda los intereses particulares; por poner en marcha la teoría de la soberanía popular y los valores de la vida
pública; y, sin duda, por apuntar la tendencia hacia una sociedad igualitaria. Estas ideas se vieron reflejadas en la
Revolución Francesa, 1789, en tanto que la soberanía popular, la supremacía de la ley, la igualdad y lazos solidarios
de los hombres, moral colectiva sobre los intereses particulares, fueron ejes centrales de dicha revolución.

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