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ISBN 978-970-9715-52-1
LETICIA LOZANO
Para Gerardo Cantú el arte es una pasión. Algo que jala mucho más pro-
fundo. No es un pasatiempo. Con más de cuarenta años de carrera, este
artista ligado a la Universidad Autónoma de Nuevo León es dueño de una
obra personal e inconfundible, cargada de sensualidad, sentimiento, belle-
za y color. Críticos como Raquel Tibol le reconocen la audacia de seguir
creyendo en el amor, y el sitio que se ha ganado en la historia de la plás-
tica mexicana. “No soy famoso –dice–. En general nunca pasaré de ser
conocido, nada más”.
UN MUCHACHO EN EL TRANVÍA
Muy lejos de los días en que sus pies descalzos de niño corrían sobre la tierra
de Nueva Rosita, Coahuila, Gerardo Cantú y un pequeño grupo salían de
La Esmeralda para tomar el tranvía que los llevaría a conocer al hombre má-
gico, al maestro: Diego Rivera.
Gerardo tenía dieciocho años y, acompañado de su amigo y colega Ignacio
Ortiz, había dejado Monterrey –ciudad en la que nació su trazo y de la que
se considera originario– becado por la Universidad Autónoma de Nuevo León
para estudiar en esa escuela con nombre de joya, la de Pintura y Escultura del
Instituto Nacional de Bellas Artes.
En la capital, Cantú estudiaba con maestros entrañables, Pablo O’Higgins
y Nacho Aguirre. Dibujaba y se dejaba dibujar por ese imperio cultural que
era la Ciudad de México de los cincuenta.
Desde el vagón que se bamboleaba, tal vez debido al nerviosismo de los
jóvenes sumado a la naturaleza de las vías, se observaba el paisaje de los mer-
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cados que entonces nutrían la capital con un aire pueblerino, el paisaje que
fascinaba a Edgard Weston y a Tina Modottti, Trotsky y tantos otros. Eran
los primeros meses de Cantú lejos de Monterrey, donde había vivido desde
los ocho años de edad (un Monterrey muy distinto del actual, de apenas
cerca de 350 mil habitantes, donde la cultura y el arte vivían un florecimien-
to encabezado por figuras como Alfonso Reyes Aurrecoechea, Raúl Rangel
Frías y Pedro Garfias). Por primera vez el joven se hallaba lejos del olor a na-
ranja y carbón humeante que lo había impregnado desde que llegara a la
capital nuevoleonesa con su madre viuda y sus nueve hermanos mayores.
Sus ojos comenzaban a adaptarse a la nueva luz, y por su mente ni de le-
jos pasaba la idea de que ahora habrían de referirse a él con palabras como
las del crítico de arte Xavier Moyssén: “En la plástica local, Gerardo Cantú
tiene un papel central. No se puede hablar de la pintura en nuestra ciudad
sin hacer mención de su nombre y de su obra; pero no sólo por eso, sino
por haber sido el ejemplo para muchos otros que se iniciaban en este cami-
no cuando él ya empezaba a destacar. Nacionalmente, Cantú es represen-
tante de todo un grupo de pintores que optaron por una nueva figuración
de corte humanista que, aun hoy día, no ha sido plenamente estudiada y
aceptada.”
El joven Cantú tenía entonces la posibilidad de estudiar gracias a sus her-
manos mineros y obreros, y no pensaba que después se utilizaría la palabra
“maestro” para dirigirse a él con el mismo respeto con el que entonces la
gente se refería a Rivera. Y es que así lo considera ahora toda una genera-
ción de artistas plásticos regiomontanos, como Guillermo Ceniceros, quien
también goza de prestigio a nivel nacional: “Es un poco nuestro compañero,
pero es mucho más nuestro maestro. Gerardo ha sido el gran dibujante, sin
duda de los mejores. El dibujo se aprende viendo a otros dibujar, y él ha
ejercido esa labor de maestro hacia nosotros sin necesidad de estar en el
aula, porque donde quiera que se encuentre, en el taller o en el café, siem-
pre está dibujando.”
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Palabras como éstas vendrían décadas después, luego de un largo viaje
con estancias en varias ciudades del mundo (Praga, París, Madrid, La Ha-
bana) durante las diversas etapas de su desarrollo artístico.
Aquel trayecto en tranvía rumbo a casa de Diego Rivera era apenas el
comienzo del verdadero viaje de Cantú: el de su propio arte. Faltaba poco para
llegar al estudio del gran muralista. El grupo era reducido. Invitados por un
joven maestro de La Esmeralda, iban Ignacio Ortiz, Cantú y dos jovencitas que
todo el camino se esmeraron en aclarar su desdén hacia Rivera, que les pare-
cía “un hombre horroroso” a quien sólo valía la pena conocer por su gran
fama. Durante la visita, el maestro les habló del socialismo, jugó con un chi-
quillo, recibió al general Lázaro Cárdenas y les dio consejos. A Cantú le dijo
que estaba “meando fuera del bacín”, cuando éste confesó que había deja-
do truncos sus estudios de arquitectura. El joven quedó cautivado por la per-
sonalidad de Diego, y no fue el único. Antes de partir, una de las jovencitas le
acercó, altanera, una libretita tipo italiano a Diego Rivera y, sin más, le dijo:
Hágame un retrato. Los presentes se estremecieron ante el atrevimiento.
“Pensábamos que Diego la iba a rechazar, pero no. Ni tardo ni perezoso, cogió
la libretita, el lápiz y empezó a hacer el óvalo de su cara, después la línea de
sus cabellos, su cuello, sus hombros, las facciones de su cara. Ella traía en la
blusa un prendedorcito que era una mariposa. Le dibujó la mariposa y des-
pués, en las alas, le puso Diego Rivera, y se lo dio. La muchacha estaba fasci-
nada, salió como pisando algodones y diciendo: ¡Ay, qué hombre maravilloso!
¡Yo pensé que era feo, pero no!”, recuerda Cantú con una sonrisa amplia en
su estudio de la colonia María Luisa.
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Carrera de obstáculos • CAT 1
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¿En qué momento se encuentra?
Ahora estoy pintando más que nunca. Mi producción nunca ha sido muy
abundante, pero ahora pinto mucho. Muchas veces he estado haciendo
dibujo. Me he pasado muchos meses y hasta años haciendo dibujo, grabado.
Ahora pinto. Todo se lo dedico a la pintura.
¿De las formas de expresión plástica que ha abordado, con cuál con-
sidera que se ha desarrollado mejor?
Todo es cuestión de dibujar. Yo nací con el gusto por el dibujo. Cuando dejé
de andar corriendo descalzo por ahí, en el mineral de Coahuila, fue porque me
pusieron en una banca a escuchar a un señor que decía que había cuatro esta-
ciones al año y que había que contar del uno al diez. ¡Me aburría! Entonces,
como tenía un lápiz en la mano, me puse a rayar. Me nació dibujar. Del abu-
rrimiento fue surgiendo un deseo que ahora me persigue: el de dibujar.
¿Por eso la mujer y el amor han sido siempre sus grandes temas?
No solamente la mujer como algo sensual, sino la mujer dentro de un espa-
cio poético. Igualmente la fruta, igualmente el paisaje; pero todo envuelto
en una sensualidad. El sexo es la creación. La mujer es algo que nunca lle-
gamos a entender, pero que existe, afortunadamente.
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un concepto muy duro, pero siempre he sentido la necesidad de ser figura-
tivo porque creo que esa es la forma en que le llego a un mayor número de
gente. Si fuera abstracto, estaría constreñido a un grupo bastante limitado,
y el gran público siempre me vería con indiferencia.
Los guardias a la puerta del 434 de la calle Bravo son de piedra. Algunos son
regalos, como la mujer desnuda y de anchas caderas que sonríe. Otros son pro-
ducto de un Gerardo Cantú que nunca deja de jugar ni de crear: una serie de
rocas apiladas en grupos de tres, una grande y una mediana, coronadas por
una chiquita. “Estética, esculturas”, dice su travieso padre, capaz de cargar una
piedra por la calle hasta traerla a casa si es lo suficientemente bonita.
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Problemas de amor • CAT 2
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“Cuando el hombre cogió una piedra para sentarse, encontró que era algo
bueno. Pero cuando se le ocurrió poner una encima de la otra, descubrió que
siempre será bella, por las formas; y, si son redondas, más. Ahora, cuando
el hombre puso encima una tercera piedra, una chiquita que se sostuviera
sola ¡eso ya fue estética! ¡Refinamiento estético!”, dice el artista y suelta una
carcajada franca.
“El arte es para todos. Todos lo podemos hacer. Yo a veces me voy al río
[Santa Catarina] y ahí les dejo montones de esculturas”, agrega entre la risa
que no se apaga y tal vez llega hasta los oídos de otros tímidos ensayos de
escultura suyos, que secretamente pueblan el patio trasero.
De 1958 a 1961 Cantú vivió en la añeja ciudad de Praga. Gracias a una beca
estudió en la Academia Nacional de Artes Plásticas de la Universidad de Caro-
lina. Más tarde pasó un año en la sofisticada París, otro en la temperamental
Madrid y uno más en la revolucionaria Cuba, de donde es originaria su
esposa, María Inés. Luego vivió dieciocho años en la Ciudad de México, pero
al final quiso regresar a curtirse con los calorones y las heladas de su Mon-
terrey, de donde ya no piensa irse.
“Yo siempre fui por el mundo como regiomontano. Ésta es mi tierra, aquí
ingresé al partido comunista, es el lugar donde me formé. Podría estar en cual-
quier lado, en Europa, pero no me atrae porque a mí no me interesan los pro-
blemas de los europeos. Me interesan los problemas del mundo, muy especial-
mente los de México y los de Monterrey.”
Es aquí donde Gerardo Cantú aprendió a crear a partir de la sencillez de las
piedras que plasmaba en sus primeros lienzos: unas piedras monumentales
que, filosas o suntuosas, rasgaban el cielo detrás de otras piedras, geométri-
cas éstas, pequeñas casas de adobe.
Así recuerda Cantú el paisaje de los domingos, cuando Manuel de la Garza
(a quien siguieron otros maestros, como Guadalupe Guadiana y Guadalupe
Ramírez) acostumbraba llevar a sus alumnos a pintar a Villa de Santiago, a
García, a Icamole.
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Fue aquí donde, un buen día, el pintor Marcos Cuéllar lo invitó a sus prime-
ras clases de pintura, que Cantú término tomando con Humberto Ramos
Lozano. Ya había hecho un mural en su propia secundaria, la número 1. Luego
fue este maestro quien lo llevó a la universidad y, dirigiéndose a Alfonso Reyes
Aurrecoechea, dijo: “Oye, Poncho, aquí te traigo a este muchacho. A ver qué
haces con él. Parece que le gusta dibujar.”
Cursó la preparatoria en el Colegio Civil, trabajó como ilustrador de artícu-
los en la revista Vida Universitaria y fundó el Taller de Experimentación Plástica.
Cantú es una piedra fundamental en la historia de la plástica del estado,
pero también tiene un deseo insatisfecho: la fama. “Soy reconocido, sobre
todo aquí en Nuevo León, pero no soy famoso. Ya no lo voy a ser. En general
nunca pasaré de ser conocido, nada más.”
Raquel Tibol, quien frecuentaba el estudio de Cantú en los años setenta y solía
sorprenderse de su talento y su espíritu experimental, comenta: “Creo que el
problema de Cantú es haber repetido sus temas y su estilo. No tuvo la auda-
cia de los cambios, como otros colegas de su generación.”
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¿Tal vez creyó demasiado y por eso llegó a repetirlo demasiado?
Picasso también creyó. Realmente su tema fundamental es el amor.
Lo que pasa es que Picasso inventa y saca a la luz situaciones muy de la sicolo-
gía humana, y del elemento animal humano.
Por su parte, Moyssén, especialista en arte de la Universidad de Monterrey,
destaca en el pintor la solidez de su estilo a través del tiempo: “Me parece
que su obra se caracteriza por el feliz encuentro de una temática propia,
expresada a través de un lenguaje que al paso del tiempo se ha ido haciendo
cada vez más personal e inconfundible.”
Para Ceniceros, compañero y alumno, Cantú es uno de los mejores dibu-
jantes del país y su obra tiene una cualidad inconfundible: “Es uno de los
mejores pintores, no de Monterrey, sino de la República Mexicana, porque
es un gran dibujante, es un gran colorista y posee un gran equilibrio para
seleccionar tanto sus temas como sus composiciones; tiene una extraordi-
naria intuición para la composición.”
Más allá de las opiniones que puedan existir sobre su obra, Cantú tiene
la última palabra, una que cada día es pronunciada por su pincel. A sus
espaldas, bajo la luz de la mañana, una naturaleza muerta comienza a colo-
rearse, deletrea la palabra de hoy: la de una obra viva.
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Autorretrato • CAT 3
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El poeta y la musa • CAT 4
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Autorretrato • CAT 5
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Niña fotogénica • CAT 6
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Susana y los viejos • CAT 7
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La Celestina pequeña • CAT 8
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La Celestina grande • CAT 9
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Celestina en rojo • CAT 10
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Celestina de dos perfiles • CAT 11
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El carrusel • CAT 12
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Beso robado en primavera • CAT 13
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La Giocondita • CAT 14
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Mujer de perfil • CAT 15
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Giraluna • CAT 16
32
Estela matutina • CAT 17
33
Mujer con lámpara • CAT 18
34
Mujer desnuda con manzana • CAT 19
35
Mujer con lámpara • CAT 20
36
Beso robado en primavera • CAT 21
37
Rosas blancas • CAT 22
38
Flores amarillas • CAT 23
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Plátanos y flores secas • CAT 24
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CURRICULUM
El besito • CAT 25
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Gerardo Cantú
Nueva Rosita, Coahuila, México, 1934.
1950
Ingresa a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León.
1953-1955
Recibe una beca para proseguir sus estudios en la Escuela de Pintura
y Escultura La Esmeralda, del Instituto Nacional de Bellas Artes, en la
Ciudad de México.
1958
Recibe una beca por parte de la Universidad de Nuevo León para realizar
estudios en Praga, Checoslovaquia. Reside alrededor de cuatro años en
Europa.
1962
A su regreso a México, ejerce como maestro en el Taller de Artes
Plásticas de la Universidad de Nuevo León, en Monterrey. Se traslada
a la capital, donde participa como pintor en la realización de obras
de carácter didáctico para el Museo de Antropología y el Museo de
la Ciudad de México (antiguo Condes de Calimaya).
1975
Obtiene el premio de grabado en el Salón de la Estampa y el Dibujo
en la Ciudad de México.
1977
Trabaja litografía en el taller Clot Bramsen et Georges y grabado
en metal en el taller Lacourire-Prelaut, ambos en París.
1979-80
Trabaja como profesor de dibujo y pintura en la Escuela de Pintura
y Escultura La Esmeralda.
1980
Realiza la exposición individual La mujer y los pájaros, de dibujo,
en la Galería Francisca Díaz de la Ciudad de México.
1982
Presenta la exposición individual de dibujo De amores y tentaciones,
en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México.
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1986
Es nombrado director de Artes Plásticas del recién creado Instituto
de Cultura de Nuevo León.
1987
Lo nombran director del Taller de Experimentación Plástica del Instituto
de Cultura de Nuevo León.
1990
En abril, el Museo Nacional de la Estampa presentó la exposición Luz del
tiempo. 30 años de grabador, compuesta por 104 piezas de litografía
y grabado en metal.
1991
Reside alternadamente en la Ciudad de México y en Monterrey.
2001
Realiza la exposición retrospectiva Sueños y Raíces en el Museo
Metropolitano de Monterrey.
2002
Presenta la exposición Gerardo Cantú... Pintura de gran formato en la
Biblioteca Universitaria Raúl Rangel Frías de la UANL, en el marco del
Festival Alfonsino.
2006
El Gobierno del Estado de Chihuahua a través de su Instituto de Cultura
le rindió un homenaje por su destacada trayectoria
2007
Realiza la exposición individual Variaciones sobre un mismo amor
en el XXXV Festival Internacional Cervantino y se encarga de la creación
de pinturas murales en vidrio y cerámica para el Paseo de Santa Lucía, en
Monterrey, México.
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CATÁLOGO
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17. Estela matutina 23. Flores amarillas
2005 • óleo sobre tela 2006 • óleo sobre tela
95 x 120 cm 80 x 90 cm
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Leticia Lozano
Periodista especializada en Artes Visuales.
Colaboró en distintos periódicos del Grupo Reforma.
COORDINACIÓN EDITORIAL
FORMACIÓN TIPOGRÁFICA
FOTOGRAFÍA DE LA OBRA
Pablo Cuéllar
Pablo Cuéllar