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GERARDO CANTÚ

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

José Antonio González Treviño


RECTOR

Jesús Áncer Rodríguez


SECRETARIO GENERAL

Rogelio Villarreal Elizondo


SECRETARIO DE EXTENSIÓN Y CULTURA

Celso José Garza Acuña


DIRECTOR DE PUBLICACIONES

FONDO EDITORIAL DE NUEVO LEÓN

Carolina Farías Campero


DIRECTORA GENERAL

Dominica Martínez Ajuria


DIRECTORA EDITORIAL

Primera edición, 2008


D.R. Universidad Autónoma de Nuevo León
D.R. Fondo Editorial de Nuevo León
D.R. Obra Gerardo Cantú
D.R. Texto Leticia Lozano

ISBN 978-970-9715-52-1

Impreso en Monterrey, México


Printed in Monterrey, Mexico
GERARDO
CANTÚ

LECTURAS UNIVERSITARIAS NUESTRO ARTE


COLECCIÓN 75 ANIVERSARIO
PRESENTACIÓN

L a serie Nuestro Arte se presenta como un museo de papel


abierto y accesible, donde se hallan representados artistas plásticos
notables de diversas generaciones, tanto figurativos como abstrac-
tos, de entre los más significativos y reconocidos de Nuevo León.
Concebida como parte de las celebraciones de nuestro 75 aniver-
sario, la colección se inscribe en Lecturas Universitarias y busca propi-
ciar un acercamiento a la obra de los investigadores y creadores
imprescindibles para entender la historia y la cultura de nuestro esta-
do, que se ampara en la doble certeza de que el libro es un instru-
mento privilegiado de divulgación, y la lectura un modo de seducción.
La obra de Gerardo Cantú reproducida en estas páginas nos per-
mite identificar su estilo, por demás inconfundible, donde conjuga
una excelente factura en el trazo del dibujo y un armonioso colorido
con el sereno equilibrio de un maestro de la composición.
La Universidad Autónoma de Nuevo León y el Fondo Editorial
invitan a los lectores a disfrutar de estos recorridos a través de la
creación artística de nuestra época.

José Antonio González Treviño


RECTOR
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN
Gerardo Cantú: el pintor enamorado

LETICIA LOZANO

Para Gerardo Cantú el arte es una pasión. Algo que jala mucho más pro-
fundo. No es un pasatiempo. Con más de cuarenta años de carrera, este
artista ligado a la Universidad Autónoma de Nuevo León es dueño de una
obra personal e inconfundible, cargada de sensualidad, sentimiento, belle-
za y color. Críticos como Raquel Tibol le reconocen la audacia de seguir
creyendo en el amor, y el sitio que se ha ganado en la historia de la plás-
tica mexicana. “No soy famoso –dice–. En general nunca pasaré de ser
conocido, nada más”.

UN MUCHACHO EN EL TRANVÍA

Muy lejos de los días en que sus pies descalzos de niño corrían sobre la tierra
de Nueva Rosita, Coahuila, Gerardo Cantú y un pequeño grupo salían de
La Esmeralda para tomar el tranvía que los llevaría a conocer al hombre má-
gico, al maestro: Diego Rivera.
Gerardo tenía dieciocho años y, acompañado de su amigo y colega Ignacio
Ortiz, había dejado Monterrey –ciudad en la que nació su trazo y de la que
se considera originario– becado por la Universidad Autónoma de Nuevo León
para estudiar en esa escuela con nombre de joya, la de Pintura y Escultura del
Instituto Nacional de Bellas Artes.
En la capital, Cantú estudiaba con maestros entrañables, Pablo O’Higgins
y Nacho Aguirre. Dibujaba y se dejaba dibujar por ese imperio cultural que
era la Ciudad de México de los cincuenta.
Desde el vagón que se bamboleaba, tal vez debido al nerviosismo de los
jóvenes sumado a la naturaleza de las vías, se observaba el paisaje de los mer-

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cados que entonces nutrían la capital con un aire pueblerino, el paisaje que
fascinaba a Edgard Weston y a Tina Modottti, Trotsky y tantos otros. Eran
los primeros meses de Cantú lejos de Monterrey, donde había vivido desde
los ocho años de edad (un Monterrey muy distinto del actual, de apenas
cerca de 350 mil habitantes, donde la cultura y el arte vivían un florecimien-
to encabezado por figuras como Alfonso Reyes Aurrecoechea, Raúl Rangel
Frías y Pedro Garfias). Por primera vez el joven se hallaba lejos del olor a na-
ranja y carbón humeante que lo había impregnado desde que llegara a la
capital nuevoleonesa con su madre viuda y sus nueve hermanos mayores.
Sus ojos comenzaban a adaptarse a la nueva luz, y por su mente ni de le-
jos pasaba la idea de que ahora habrían de referirse a él con palabras como
las del crítico de arte Xavier Moyssén: “En la plástica local, Gerardo Cantú
tiene un papel central. No se puede hablar de la pintura en nuestra ciudad
sin hacer mención de su nombre y de su obra; pero no sólo por eso, sino
por haber sido el ejemplo para muchos otros que se iniciaban en este cami-
no cuando él ya empezaba a destacar. Nacionalmente, Cantú es represen-
tante de todo un grupo de pintores que optaron por una nueva figuración
de corte humanista que, aun hoy día, no ha sido plenamente estudiada y
aceptada.”
El joven Cantú tenía entonces la posibilidad de estudiar gracias a sus her-
manos mineros y obreros, y no pensaba que después se utilizaría la palabra
“maestro” para dirigirse a él con el mismo respeto con el que entonces la
gente se refería a Rivera. Y es que así lo considera ahora toda una genera-
ción de artistas plásticos regiomontanos, como Guillermo Ceniceros, quien
también goza de prestigio a nivel nacional: “Es un poco nuestro compañero,
pero es mucho más nuestro maestro. Gerardo ha sido el gran dibujante, sin
duda de los mejores. El dibujo se aprende viendo a otros dibujar, y él ha
ejercido esa labor de maestro hacia nosotros sin necesidad de estar en el
aula, porque donde quiera que se encuentre, en el taller o en el café, siem-
pre está dibujando.”

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Palabras como éstas vendrían décadas después, luego de un largo viaje
con estancias en varias ciudades del mundo (Praga, París, Madrid, La Ha-
bana) durante las diversas etapas de su desarrollo artístico.
Aquel trayecto en tranvía rumbo a casa de Diego Rivera era apenas el
comienzo del verdadero viaje de Cantú: el de su propio arte. Faltaba poco para
llegar al estudio del gran muralista. El grupo era reducido. Invitados por un
joven maestro de La Esmeralda, iban Ignacio Ortiz, Cantú y dos jovencitas que
todo el camino se esmeraron en aclarar su desdén hacia Rivera, que les pare-
cía “un hombre horroroso” a quien sólo valía la pena conocer por su gran
fama. Durante la visita, el maestro les habló del socialismo, jugó con un chi-
quillo, recibió al general Lázaro Cárdenas y les dio consejos. A Cantú le dijo
que estaba “meando fuera del bacín”, cuando éste confesó que había deja-
do truncos sus estudios de arquitectura. El joven quedó cautivado por la per-
sonalidad de Diego, y no fue el único. Antes de partir, una de las jovencitas le
acercó, altanera, una libretita tipo italiano a Diego Rivera y, sin más, le dijo:
Hágame un retrato. Los presentes se estremecieron ante el atrevimiento.
“Pensábamos que Diego la iba a rechazar, pero no. Ni tardo ni perezoso, cogió
la libretita, el lápiz y empezó a hacer el óvalo de su cara, después la línea de
sus cabellos, su cuello, sus hombros, las facciones de su cara. Ella traía en la
blusa un prendedorcito que era una mariposa. Le dibujó la mariposa y des-
pués, en las alas, le puso Diego Rivera, y se lo dio. La muchacha estaba fasci-
nada, salió como pisando algodones y diciendo: ¡Ay, qué hombre maravilloso!
¡Yo pensé que era feo, pero no!”, recuerda Cantú con una sonrisa amplia en
su estudio de la colonia María Luisa.

BAJO LA MIRADA DE LAS INDISCRETAS

Dos ventiladores se mecen sobre nuestras cabezas, mientras un puñado de


mujeres recién nacidas, con los ojos rodeados de manchones azules, obser-
van, indiscretas, desde los lienzos.

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Carrera de obstáculos • CAT 1

Tendidas en el suelo y recargadas en los muros, las nostalgias amorosas


podrían responder a las preguntas que se le harán a su creador. Tienen el
año 2000 plasmado a sus pies, y saben que concentran la trayectoria de un
pintor en plena madurez.
En 1994 Cantú tuvo su tercera exposición individual en el Palacio Na-
cional de Bellas Artes. En ocho ocasiones ha obtenido premios en el Salón
de la Plástica Mexicana, y una de sus aportaciones principales al arte mexi-
cano fue haber sido probablemente el primero en experimentar con el gra-
bado en placas de acrílico en México, allá por los años sesenta.
En esa misma época sorprendió en la Ciudad de México con sus series
amatorias, recuerda la crítica de arte Raquel Tibol. Ahora, instalado nueva-
mente en Monterrey desde 1986, es cuando se siente más pleno.

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¿En qué momento se encuentra?
Ahora estoy pintando más que nunca. Mi producción nunca ha sido muy
abundante, pero ahora pinto mucho. Muchas veces he estado haciendo
dibujo. Me he pasado muchos meses y hasta años haciendo dibujo, grabado.
Ahora pinto. Todo se lo dedico a la pintura.

¿De las formas de expresión plástica que ha abordado, con cuál con-
sidera que se ha desarrollado mejor?
Todo es cuestión de dibujar. Yo nací con el gusto por el dibujo. Cuando dejé
de andar corriendo descalzo por ahí, en el mineral de Coahuila, fue porque me
pusieron en una banca a escuchar a un señor que decía que había cuatro esta-
ciones al año y que había que contar del uno al diez. ¡Me aburría! Entonces,
como tenía un lápiz en la mano, me puse a rayar. Me nació dibujar. Del abu-
rrimiento fue surgiendo un deseo que ahora me persigue: el de dibujar.

¿Y qué cree usted que es lo que lo impulsa a seguir creando?


Siempre he tenido algo que me dio la naturaleza: poderla ver y poderme
emocionar ante ella. Hablo de la vegetación, de las frutas y de las mujeres.
Soy definitivamente cachondo y en todo lo demuestro.

¿Por eso la mujer y el amor han sido siempre sus grandes temas?
No solamente la mujer como algo sensual, sino la mujer dentro de un espa-
cio poético. Igualmente la fruta, igualmente el paisaje; pero todo envuelto
en una sensualidad. El sexo es la creación. La mujer es algo que nunca lle-
gamos a entender, pero que existe, afortunadamente.

¿Cuál es su objetivo como artista?


Los pintores, como los poetas, estamos obligados a ser cronistas de lo que
hemos vivido. A través de los años, en una carrera como la mía, siempre
hay contradicciones: de pronto abordo un concepto muy abstracto, y luego

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un concepto muy duro, pero siempre he sentido la necesidad de ser figura-
tivo porque creo que esa es la forma en que le llego a un mayor número de
gente. Si fuera abstracto, estaría constreñido a un grupo bastante limitado,
y el gran público siempre me vería con indiferencia.

Militante del Partido Comunista desde joven, Cantú formaba parte, en La


Esmeralda, de un grupo de jóvenes conocidos como “Los Críticos”, por la agu-
deza y severidad de sus juicios. Este adjetivo lo sigue describiendo, además de
considerarse un feminista, y de vez en cuando dedicar alguno de sus cua-
dros al que llama el primer comunista de la historia: Jesucristo.
Su espíritu crítico no ha mermado. Incluso, entre sus planes a mediano
plazo, está establecer en su propio estudio una sala permanente de expo-
sición tanto para su obra como para la de sus contemporáneos, esto ante
una pinacoteca que considera insuficiente y ante la falta de espacios para
el arte en la ciudad.
“Los que antes sólo poseían el poder económico ahora también tienen el
poder político. Y hasta hoy no se les han visto cosas muy positivas en el terre-
no de la cultura. Lo que pasa es que aún no se ha entendido que el arte y la
cultura son siempre prioridad, porque con eso se combate la mendicidad, el
vandalismo. El arte no es un pasatiempo. El arte jala mucho más profundo a
los ciudadanos, los supera, y eso es lo que un político debería entender.”

LA SENCILLEZ DE LAS PIEDRAS

Los guardias a la puerta del 434 de la calle Bravo son de piedra. Algunos son
regalos, como la mujer desnuda y de anchas caderas que sonríe. Otros son pro-
ducto de un Gerardo Cantú que nunca deja de jugar ni de crear: una serie de
rocas apiladas en grupos de tres, una grande y una mediana, coronadas por
una chiquita. “Estética, esculturas”, dice su travieso padre, capaz de cargar una
piedra por la calle hasta traerla a casa si es lo suficientemente bonita.

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Problemas de amor • CAT 2

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“Cuando el hombre cogió una piedra para sentarse, encontró que era algo
bueno. Pero cuando se le ocurrió poner una encima de la otra, descubrió que
siempre será bella, por las formas; y, si son redondas, más. Ahora, cuando
el hombre puso encima una tercera piedra, una chiquita que se sostuviera
sola ¡eso ya fue estética! ¡Refinamiento estético!”, dice el artista y suelta una
carcajada franca.
“El arte es para todos. Todos lo podemos hacer. Yo a veces me voy al río
[Santa Catarina] y ahí les dejo montones de esculturas”, agrega entre la risa
que no se apaga y tal vez llega hasta los oídos de otros tímidos ensayos de
escultura suyos, que secretamente pueblan el patio trasero.
De 1958 a 1961 Cantú vivió en la añeja ciudad de Praga. Gracias a una beca
estudió en la Academia Nacional de Artes Plásticas de la Universidad de Caro-
lina. Más tarde pasó un año en la sofisticada París, otro en la temperamental
Madrid y uno más en la revolucionaria Cuba, de donde es originaria su
esposa, María Inés. Luego vivió dieciocho años en la Ciudad de México, pero
al final quiso regresar a curtirse con los calorones y las heladas de su Mon-
terrey, de donde ya no piensa irse.
“Yo siempre fui por el mundo como regiomontano. Ésta es mi tierra, aquí
ingresé al partido comunista, es el lugar donde me formé. Podría estar en cual-
quier lado, en Europa, pero no me atrae porque a mí no me interesan los pro-
blemas de los europeos. Me interesan los problemas del mundo, muy especial-
mente los de México y los de Monterrey.”
Es aquí donde Gerardo Cantú aprendió a crear a partir de la sencillez de las
piedras que plasmaba en sus primeros lienzos: unas piedras monumentales
que, filosas o suntuosas, rasgaban el cielo detrás de otras piedras, geométri-
cas éstas, pequeñas casas de adobe.
Así recuerda Cantú el paisaje de los domingos, cuando Manuel de la Garza
(a quien siguieron otros maestros, como Guadalupe Guadiana y Guadalupe
Ramírez) acostumbraba llevar a sus alumnos a pintar a Villa de Santiago, a
García, a Icamole.

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Fue aquí donde, un buen día, el pintor Marcos Cuéllar lo invitó a sus prime-
ras clases de pintura, que Cantú término tomando con Humberto Ramos
Lozano. Ya había hecho un mural en su propia secundaria, la número 1. Luego
fue este maestro quien lo llevó a la universidad y, dirigiéndose a Alfonso Reyes
Aurrecoechea, dijo: “Oye, Poncho, aquí te traigo a este muchacho. A ver qué
haces con él. Parece que le gusta dibujar.”
Cursó la preparatoria en el Colegio Civil, trabajó como ilustrador de artícu-
los en la revista Vida Universitaria y fundó el Taller de Experimentación Plástica.
Cantú es una piedra fundamental en la historia de la plástica del estado,
pero también tiene un deseo insatisfecho: la fama. “Soy reconocido, sobre
todo aquí en Nuevo León, pero no soy famoso. Ya no lo voy a ser. En general
nunca pasaré de ser conocido, nada más.”

¿A usted le gustaría ser famoso como quién? ¿Como Toledo?


¡Como Picasso!

Raquel Tibol, quien frecuentaba el estudio de Cantú en los años setenta y solía
sorprenderse de su talento y su espíritu experimental, comenta: “Creo que el
problema de Cantú es haber repetido sus temas y su estilo. No tuvo la auda-
cia de los cambios, como otros colegas de su generación.”

¿Cuál cree usted que habrá sido su aportación a la


plástica mexicana?
Fui de los primeros –si no el primero– en hacer grabado en placas de acríli-
co en México.

Tibol nos dice: “Gerardo Cantú pertenece a la generación de los testigos


de la amargura de dictaduras en América Latina, de guerras imperialistas,
atómicas y, sin embargo, se refiere al amor, tiene la audacia de seguir cre-
yendo en el amor”.

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¿Tal vez creyó demasiado y por eso llegó a repetirlo demasiado?
Picasso también creyó. Realmente su tema fundamental es el amor.

Lo que pasa es que Picasso inventa y saca a la luz situaciones muy de la sicolo-
gía humana, y del elemento animal humano.
Por su parte, Moyssén, especialista en arte de la Universidad de Monterrey,
destaca en el pintor la solidez de su estilo a través del tiempo: “Me parece
que su obra se caracteriza por el feliz encuentro de una temática propia,
expresada a través de un lenguaje que al paso del tiempo se ha ido haciendo
cada vez más personal e inconfundible.”
Para Ceniceros, compañero y alumno, Cantú es uno de los mejores dibu-
jantes del país y su obra tiene una cualidad inconfundible: “Es uno de los
mejores pintores, no de Monterrey, sino de la República Mexicana, porque
es un gran dibujante, es un gran colorista y posee un gran equilibrio para
seleccionar tanto sus temas como sus composiciones; tiene una extraordi-
naria intuición para la composición.”
Más allá de las opiniones que puedan existir sobre su obra, Cantú tiene
la última palabra, una que cada día es pronunciada por su pincel. A sus
espaldas, bajo la luz de la mañana, una naturaleza muerta comienza a colo-
rearse, deletrea la palabra de hoy: la de una obra viva.

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Autorretrato • CAT 3

17
El poeta y la musa • CAT 4

18
Autorretrato • CAT 5

19
Niña fotogénica • CAT 6

20
Susana y los viejos • CAT 7

21
La Celestina pequeña • CAT 8

22
La Celestina grande • CAT 9

23
Celestina en rojo • CAT 10

24
Celestina de dos perfiles • CAT 11

25
El carrusel • CAT 12

27
Beso robado en primavera • CAT 13

28
La Giocondita • CAT 14

30
Mujer de perfil • CAT 15

31
Giraluna • CAT 16

32
Estela matutina • CAT 17

33
Mujer con lámpara • CAT 18

34
Mujer desnuda con manzana • CAT 19

35
Mujer con lámpara • CAT 20

36
Beso robado en primavera • CAT 21

37
Rosas blancas • CAT 22

38
Flores amarillas • CAT 23

39
Plátanos y flores secas • CAT 24

40
CURRICULUM
El besito • CAT 25

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Gerardo Cantú
Nueva Rosita, Coahuila, México, 1934.

1950
Ingresa a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León.
1953-1955
Recibe una beca para proseguir sus estudios en la Escuela de Pintura
y Escultura La Esmeralda, del Instituto Nacional de Bellas Artes, en la
Ciudad de México.
1958
Recibe una beca por parte de la Universidad de Nuevo León para realizar
estudios en Praga, Checoslovaquia. Reside alrededor de cuatro años en
Europa.
1962
A su regreso a México, ejerce como maestro en el Taller de Artes
Plásticas de la Universidad de Nuevo León, en Monterrey. Se traslada
a la capital, donde participa como pintor en la realización de obras
de carácter didáctico para el Museo de Antropología y el Museo de
la Ciudad de México (antiguo Condes de Calimaya).
1975
Obtiene el premio de grabado en el Salón de la Estampa y el Dibujo
en la Ciudad de México.
1977
Trabaja litografía en el taller Clot Bramsen et Georges y grabado
en metal en el taller Lacourire-Prelaut, ambos en París.
1979-80
Trabaja como profesor de dibujo y pintura en la Escuela de Pintura
y Escultura La Esmeralda.
1980
Realiza la exposición individual La mujer y los pájaros, de dibujo,
en la Galería Francisca Díaz de la Ciudad de México.
1982
Presenta la exposición individual de dibujo De amores y tentaciones,
en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México.

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1986
Es nombrado director de Artes Plásticas del recién creado Instituto
de Cultura de Nuevo León.
1987
Lo nombran director del Taller de Experimentación Plástica del Instituto
de Cultura de Nuevo León.
1990
En abril, el Museo Nacional de la Estampa presentó la exposición Luz del
tiempo. 30 años de grabador, compuesta por 104 piezas de litografía
y grabado en metal.
1991
Reside alternadamente en la Ciudad de México y en Monterrey.
2001
Realiza la exposición retrospectiva Sueños y Raíces en el Museo
Metropolitano de Monterrey.
2002
Presenta la exposición Gerardo Cantú... Pintura de gran formato en la
Biblioteca Universitaria Raúl Rangel Frías de la UANL, en el marco del
Festival Alfonsino.
2006
El Gobierno del Estado de Chihuahua a través de su Instituto de Cultura
le rindió un homenaje por su destacada trayectoria
2007
Realiza la exposición individual Variaciones sobre un mismo amor
en el XXXV Festival Internacional Cervantino y se encarga de la creación
de pinturas murales en vidrio y cerámica para el Paseo de Santa Lucía, en
Monterrey, México.

Pintor, dibujante, muralista, grabador; cuenta con más de trescientas


exposiciones a nivel nacional e internacional, entre las cuales destacan
tres individuales en el Palacio Nacional de Bellas Artes. En colectivas ha
participado en Checoslovaquia, Francia, España, India, Cuba y Estados
Unidos, entre otros países.

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CATÁLOGO

1. Carrera de obstáculos 9. La Celestina grande


2005 • buril 1995 • acrílico sobre tela
25 x 30 cm 180 x 220 cm

2. Problemas de amor 10. Celestina en rojo


2003 • buril 1999 • óleo sobre tela
20 x 25 cm 150 x 180 cm

3. Autorretrato 11. Celestina de dos perfiles


1956 • óleo sobre tela 2004 • óleo sobre tela
45 x 60 cm 150 x 180 cm

4. El poeta y la musa 12. El carrusel


2006 • óleo sobre tela 2007 • mosaico bizantino sobre mármol
120 x 150 cm 4 x 3 m (detalle)

5. Autorretrato 13. Beso robado en primavera


1984 • óleo sobre tela 2007 • mosaico bizantino sobre mármol
70 x 80 cm 4 x 3 m (detalle)

6. Niña fotogénica 14. La Giocondita


1992 • acrílico sobre tela 2003 • óleo sobre tela
120 x 90 cm 80 x 90 cm

7. Susana y los viejos 15. Mujer de perfil


1993 • acrílico sobre tela 2003 • óleo sobre tela
150 x 180 cm 75 x 80 cm

8. La Celestina pequeña 16. Giraluna


1996 • acrílico sobre tela 2003 • óleo sobre tela
150 x 180 cm 120 x 95 cm

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17. Estela matutina 23. Flores amarillas
2005 • óleo sobre tela 2006 • óleo sobre tela
95 x 120 cm 80 x 90 cm

18. Mujer con lámpara 24. Plátanos y flores secas


2006 • óleo sobre tela 2007 • óleo sobre tela
80 x 90 cm 80 x 70 cm

19. Mujer desnuda con manzana 25. El besito


2006 • buril y punta seca
2007 • óleo sobre tela
20 x 22 cm
90 x 80 cm

20. Mujer con lámpara


2003 • buril y aguafuerte
20 x 25 cm

21. Beso robado en primavera


2004 • buril
25 x 30 cm

22. Rosas blancas


2002 • óleo sobre tela
60 x 50 cm

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Leticia Lozano
Periodista especializada en Artes Visuales.
Colaboró en distintos periódicos del Grupo Reforma.

COORDINACIÓN EDITORIAL

Carolina Farías Campero y Celso José Garza Acuña

DISEÑO GRÁFICO DE LA COLECCIÓN NUESTRO ARTE

Vicente Rojo Cama

FORMACIÓN TIPOGRÁFICA

Guadalupe Silva Sámano • La Pleca

FOTOGRAFÍA DE LA OBRA

Pablo Cuéllar

FOTOGRAFÍA DE GERARDO CANTÚ

Pablo Cuéllar

Se imprimieron 1500 ejemplares, en los talleres de Gráfica,


Creatividad y Diseño, S.A. de C V., durante marzo de 2008, México, D.F.

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