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GUION DE LA ADORACION 06/07/2023

ALABADO SEA EL SANTISIMO SACRAMENTO DEL ALTAR…

1° INVOCACION AL ESPIRITU SANTO

Tú nos sostienes

¡Cómo revive el ánimo cuando Tú, Espíritu Santo, nos consuelas, nos alientas, e infundes en el
corazón el hálito de vida y nos dejas oír tu insinuación confortadora!

Somos testigos de quienes se derrumban ante el dolor, pero también de quienes en la prueba
no se arredran y son capaces de alentar a otros de manera magnánima, gracias a que Tú los
sostienes. ¡Cómo ayuda el testimonio valiente de los mártires, la fuerza de los que superan las
razones de venganza, o los motivos de hundimiento del ánimo, ante la quiebra y la pérdida de
seres queridos!

¡Ven, Espíritu Santo, Consolador! Sé Tú nuestro compañero de camino en estos tiempos tan
recios, y haznos mediación de tu misericordia consoladora.

Ven Espíritu Divino,


manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,


descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,


divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,


sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones


según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

CANTO ESPIRITU SANTO

2° PEDIDO DE PERDÓN

Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,


por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.
Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado sin cesar está ante mí;
contra Ti, contra Ti solo he pecado,
lo malo a tus ojos cometí.
Por que aparezca tu justicia cuando hablas
y tu victoria cuando juzgas.
Mira que en la culpa ya nací,
pecador me concibió mi madre.
Mas Tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo, y seré limpio,
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Devuélveme el son del gozo y la algría,
exulten los huesos que machacaste Tú.
Retira tu faz de mis pecados,
borra todas mis culpas.
Crea en mí, oh Dios, un puro corazón,
un espíritu dentro de mí renueva;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.
Vuélveme la alegría de tu salvación,
y en espíritu generoso afiánzame;
enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y los pecadores volverán a Ti.
Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación,
y aclamará mi lengua tu justicia;
abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza.
Pues no te agrada el sacrificio,
si ofrezco un holocausto no lo aceptas.
El sacrificio a Dios es un espíritu contrito;
un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
¡Favorece a Sión en tu benevolencia,
reconstruye las murallas de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios justos,
--holocausto y oblación entera--
se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.

CANTO DE PEDIDO DE PERDON

3° INTENCIONES

TE PRESENTAMOS SEÑOR A LA IGLESIA, AL PAPA

A NUESTRA PATRIA Y GOBERNANTES

A LOS ENFERMOS Y DIFUNTOS

A LA COMUNIDAD PARROQUIAL Y A LA RENOVACION CARISMATICA CATOLICA

CANTO

4° MEDITACION

Dios proveerá el cordero para el holocausto

Así lo expresa el cántico del siervo de Yahvé, un cordero manso que


carga con el peso del pecado de toda la humanidad: «Todos
errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor
cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente
se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin
defensa, sin justicia, se lo llevaron» (Is 53,6-8). En la escena de la
primera lectura comienzan los preparativos para el sacrificio: Altar,
leña, fuego, cuchillo, sin embargo, falta lo esencial, el cordero para el
sacrificio. ¿Dónde está la víctima? El diálogo que mantiene Abrahán
con su hijo Isaac, cuando van de camino al monte Moria, unos
versículos antes, es lo que centra el sentido del texto de hoy: «Dios
proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Confianza total y
plena en Dios providente.

El ángel del Señor, manifiesta que Abrahán, teme a Dios, sin


embargo, no es miedo. Es que nuestro padre en la fe, ha hecho un
camino, ha madurado su visión de Dios. Reconoce el poder y la
santidad de ese Dios que llama a la vida, al seguimiento. Es capaz de
acoger a ese Dios creador que te invita a salir de tu zona de confort
para ponerte en camino, que dibuja y propone sendas nuevas. Un
Dios que se manifiesta como pastor que te alimenta y se da como
alimento. Este Dios «celoso» que no quiere que le des tu corazón a
cosas vacías, muertas. Acoger a un Dios que en muchas ocasiones
desconcierta nuestras vidas porque nos pide que soltemos muchas
cosas. Escuchar cuál es su voluntad en un mundo tan revuelto y
herido.

Es muy difícil entrar en ese proceso de maduración en la fe o de


resurrección, como se quiera decir. Vaciarse, de todo aquello que no
es de Dios, ni Dios. Ver la voluntad de Dios y comprender que este
Dios es también el que provee el cordero del sacrificio. Así da la
pincelada la experiencia del salmista: «No quieres sacrificios ni
ofrendas». Quieres abrirme el oído, para que te escuche, te conozca y
te ame. «Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te
acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti…» (Mt
5,23). La ofrenda del sacrificio del cordero sin mancha, es que te
reconcilies con tu hermano. Abrázalo, perdónalo y entra en la
dinámica de la entrega de tu vida por amor como lo hizo el mismo
Jesucristo.

Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú: hágase tu


voluntad

En estas especies sagradas –el pan y el vino– queda manifiesto cómo


Dios, en su omnipotencia, se entrega por siempre y del todo a los
hombres. Su Pascua –el misterio de su pasión, muerte y resurrección– no
terminó, sino que «participa de la eternidad divina y domina así todos los
tiempos y en ellos se mantiene presente» . El Señor se vale de esos dones
2

sencillos, del trigo y de la vid, para que podamos venerar en ellos al


mismo Cristo. San Josemaría explicaba la Eucaristía como un milagro del
amor que dura para siempre: «Este es verdaderamente el pan de los hijos:
Jesús, el Primogénito del Eterno Padre, se nos ofrece como alimento. Y el
mismo Jesucristo, que aquí nos robustece, nos espera en el cielo como
comensales, coherederos y socios, porque quienes se nutren de Cristo
morirán con la muerte terrena y temporal, pero vivirán eternamente,
porque Cristo es la vida imperecedera» . 3

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«DADLES VOSOTROS de comer» (Lc 9,13), había dicho Jesús a sus


discípulos al ver hambrientos a quienes le seguían. Solo tienen cinco
panes y dos peces y, sin embargo, «comieron hasta que todos quedaron
satisfechos. De los trozos que sobraron, ellos recogieron doce cestos» (Lc
9,17). Este milagro es una imagen de la sobreabundancia que supone la
Eucaristía en nuestra vida, y también nos muestra una tarea de los
apóstoles: ser administradores de aquella gracia. Jesús «confía a la Iglesia
el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de
unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo» . 4

San Pablo, por su parte, recuerda aquella tradición que él mismo había
recibido y que procede de Cristo: «Que el Señor Jesús, en la noche en que
iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo
partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros» (1 Cor 11,23-
24). En estas palabras resuenan los antiguos símbolos del sacrificio del
Cordero por el que eran perdonados los pecados, y el maná con que Dios
alimentó al pueblo de Israel en su peregrinar por el desierto. Aunque se
trata de un sacrificio, se celebra en acción de gracias debido a los frutos
que se obtienen de él.

Sin embargo, el primer anuncio que había hecho el Señor de este milagro
no tuvo una buena acogida. «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51), había dicho en
aquella ocasión. Su discurso supuso un escándalo para muchos y hoy
también puede ser motivo de sorpresa. «La Eucaristía y la cruz son
piedras de escándalo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de
división. “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67): esta
pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su
amor a descubrir que sólo Él tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6,68), y
que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él mismo» 5

Finalmente el Señor, en la Eucaristía, nos reúne a todos en su cuerpo, y


por eso la comunión nos consolida con nuestros hermanos. «El don de
Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma
con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el
corazón humano y, al mismo tiempo, eleva la experiencia de fraternidad,
propia de la participación común en la misma mesa eucarística, a niveles
que están muy por encima de la simple experiencia convival humana» . 6

EN NUMEROSAS ocasiones, Jesús, el hijo de María, sale al encuentro de


los hombres. En el Evangelio vemos, por ejemplo, cómo el Señor se hace
el encontradizo con la samaritana en el pozo de Sicar, cómo se encuentra
con Zaqueo cuando entraba en Jericó, o lo mismo con Bartimeo, que de
pronto oye que Jesús pasa por allí. De modo similar, , hoy Jesús sale a
nuestro encuentro como lo hizo cuando habitó esta tierra nuestra.

Cristo viva cada vez más intensamente en nosotros: «Si hemos sido
renovados con la recepción del Cuerpo del Señor, hemos de manifestarlo
con obras . Que nuestros pensamientos sean sinceros: de paz, de entrega,
de servicio. Que nuestras palabras sean verdaderas, claras, oportunas; que
sepan consolar y ayudar, que sepan, sobre todo, llevar a otros la luz de
Dios. Que nuestras acciones sean coherentes, eficaces, acertadas: que
tengan ese buen olor de Cristo, porque recuerden su modo de
comportarse y de vivir» . 7

«¡Oh Buen Pastor, Pan verdadero, oh Jesús nuestro, ten misericordia de


nosotros!: apaciéntanos y cuídanos; y haznos contemplar los bienes
verdaderos en la tierra de los vivientes» . En la Eucaristía saboreamos un
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poco del cielo ya en esta tierra; por eso nos impulsa a saludar a santa
María, de quien Cristo tomó carne: ¡Salve!, verdadero Cuerpo, nacido de
la Virgen María» . 9

5° CANTOS DE ADORACION

6° DESPEDIDA Y ACCION DE GRACIAS

Gracias Señor por este momento de adoración, porque pudimos estar con vos. Gracias Señor
por tu amor, por tu misericordia, porque gracias a tu preciosísima Sangre hemos sido sanados
y salvados.

Que podamos junto a Jesús renovarnos y así renovar cada lugar. Haciéndonos eco de las
palabras del Cardenal Pironio, “Quien vive la sinceridad del amor irradia necesariamente la
alegría de la esperanza”, podamos nosotros también vivir el amor y la esperanza.

[Canción]

Se reserva el Santísimo Sacramento con la aclamación eucarística

Canto Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar…

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