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“Líbreme Dios de las definiciones. En cuanto me defino, no soy un ser vivo, soy el insecto disecado
con un alfiler clavado entre las alas” Marco Denevi
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El diseño de este dispositivo grupal (todo este escrito apunta a esto) posee
resguardo en antecedentes y referentes. Este diseñ o que va siendo diseñ ado puede
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figurarse de manera supuesta y desarrollarse desde la espontaneidad. Sin embargo,
este diseñ o que va siendo diseñ ado, puede demandar al grupo la amabilidad de
incluirse en una doble invitació n reflexiva hacia la tarea. 1- La de valorizar la oferta
grupal que presupone la organizació n del grupo de coordinació n. 2- La del necesario
montaje sobre las diversas implicancias que sugiere “lo institucional” del á mbito
educativo y de salud.
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No es fá cil estar con otros. Tejer tramas en comú n. “Hablar un mismo idioma”
es el nivel manifiesto. Compartir objetivos, sentirme parte, que hacer, para qué, con
quién, para quienes. Se avecina má s concretamente el estorbo y el malestar. Malestar
en la cultura. Veamos qué pasa, no como pasa… el susurro de la inmediatez que no
soporta silencios, paradojas y acertijos. ¿Qué comanda el tiempo? ¡Cuá nta frustració n,
cuá nto silencio, cuá nta espera! ¿Será que no coincide lo buscado con lo obtenido? El
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de al lado no para de hablar, el de má s allá no dijo ni una palabra y la de en frente mío
tiene pinta de mentirosa.
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¿Entonces qué? ¿No hacer nada? No obstante se trata de un trabajo. Es necesario
pensar lo político. Entonces decidimos que sea reflexivo, analizado, dialogado.
Soltamos las banderas del fanatismo que nos obligan a cumplir objetivos ajenos.
Establecemos una tá ctica como forma de direcció n propositiva. Parece una locura en
el tiempo de locos por un lado reflexionar acerca de la articulació n del campo
profesional con las instituciones del Estado y la comunidad, por otro el de una especie
de planificació n y diseñ o de intervenció n educativa y sanitaria. Por ú ltimo la vertiente
ética de su quehacer .
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El tema de la cura para el psiconá lisis es apasionante. Empecemos por eso que
se ha dicho en alguna parte: “No todo es salud”. No estamos aquí para asistir. Estamos
para que nos elijas. Estamos para provocar algo que para alguien pueda llegar a ser
inolvidable (Laurent Eric, 2000) Desde su memoria. No desde lo universal.
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Gabriel Lombardi nos ilumina en cuanto a esto. En el libro sobre el síntoma y el
acto menciona que Heidegger retoma el doble sentido del término cura, esfuerzo
angustioso pero también solicitud y entrega. Con posterioridad concluye: “El analista
no debería hesitar en defender el alcance terapéutico del análisis. Él ya sabe que en el
seno de la cháchara mortificante de las palabras, en sus intervalos, resiste esa dimensión
silenciosa y olvidada del ser que se abre en la cura analítica. Él ya sabe depurar de las
súplicas, de los conjuros, de las directivas, las resonancias del deseo y de su causa, hasta
hacer escuchar su silencio”.
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El lector poco entiende el sentido de lo que hasta aquí está escrito. Justamente
las palabras no tienen el mismo valor. Una palabra, la misma palabra no tiene el
mismo valor en cuanto es nombrada aquí, allá ó má s allá . Arriba, abajo ó en ninguno
de esos lugares, adentro de un jarró n, o cuando se sirven acompañ adas con café con
leche. Para constatar ello, el valor de las palabras, só lo basta reencontrarse con el
pró logo del libro de Foucault “Las palabras y las cosas”. Allí el filó sofo francés retoma
al gran escritor de nuestras tierras, a Jorge Luis Borges. Las palabras no tienen un
valor en sí mismo. La cura vía la palabra.
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En la reunió n del día de hoy del grupo GIA (Grupo Institucional Alcoholismo)
les propongo que retiren de una bolsa un objeto que resultaba ser un juguete. Se los
invita a caminar. Al tiempo de haber transcurrido por un ejercicio físico y de cierta
meditació n se reú nen de a dos, es decir, en parejas, con el fin de interactuar sin
palabras e intentar armar un juego con sus juguetes. Al cierre, uno de los integrantes
manifestó la importancia de “salir de la silla e imaginar”. “A mí hace bien mover el
cuerpo como si volviera a jugar desde la infancia, pero me costó , al principio no me
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animaba a hacerlo” dijo otro. Un muchacho joven con gorra de visera expresó : “yo era
el chofer de un camió n, me sentí muy bien…” sonrió con entusiasmo. Hizo silencio,
repentinamente su rostro adquirió seriedad y agregó : “yo sé que por ahora no puedo
manejar, pero espero con el tiempo poder hacerlo” A la fecha asistió a dos encuentros
grupales por orden del juzgado de faltas. La causa: conducir un vehículo en estado de
ebriedad en repetidas oportunidades.
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Por allí, uno queda capturado por este tema de los personajes, los actores en
cuestió n, los sujetos. Sin embargo, ellos también hacen al paisaje. Entonces esta frase
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de Denevi a mi entender condensa en su totalidad la idea de escenografía, como
antesala de la puesta en escena ¿Acaso no tiene efectos recibir a la prometida a la luz
de las velas, en un restaurant lujoso ubicado en las cercanías del mar, imbuidos del
aroma de una cena sabrosa? ó ¿los papeles que vuelan sobre el verde césped, las
banderas y los cantos de las hinchadas no constituyen un folklore necesario y propicio
para comenzar el partido de fú tbol? La forma imaginaria que sugiere la realidad, sus
detalles y particularidades adquieren relevancia en la medida que producen efectos,
por supuesto, articulada con el registro simbó lico y real. Se puede captar e intervenir
sobre la predisposició n, fundamentalmente en las entrevistas o encuentros iniciales.
Por esto advertimos la importancia del espacio físico en un Centro Municipal de
Educació n para el Arte y festejamos la posibilidad de utilizar un verdadero escenario
que tiene luces y que tiene un teló n.
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El conflicto. Iniciamos desde allí. Buscamos problemas y se arma una escena.
Se presta la escena. Existe una que es la inicial a partir de lo relatado por un
participante que de ahora en má s es el autor. Esa escena inaugura la multiplicació n
dramá tica. Es psicodrama, es teatro y es psicoaná lisis.
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en las entrevistas preliminares de un espacio terapéutico grupal o individual, las
historias personales suelen ser de difícil reconstrucció n. En ocasiones aparece lo que
me gustaría llamar como las “mil mascaras”, aventuras repletas de riesgos y pérdidas,
lagunas de sentido, soliloquios, repeticiones traumá ticas, vivencias familiares
desafectivizadas, entre otras.
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Es que nombrar lo que sucede también tiene sus límites. No se puede decir
todo. Ni hay que intentar hacerlo. Nostalgia por los orígenes que mantiene implícita la
promesa de abolició n del tiempo. Mircea Eliade afirma que la noció n del tiempo
histó rico es una conquista reciente de la humanidad y que el hombre primitivo la
rechaza. Retoma a Nietzsche ya que él sostiene que lo que distingue al hombre en
cuanto tal es la memoria.
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A veces las ansias de intentar decir y dar sentido nos conduce a calles sin
salida. Muchas veces la renuncia, la síntesis y los límites, permiten acercarnos má s
francamente al desfiladero de sentido, por ende al deseo. Amplitud de palabra
desgastada por la experiencia de quien se sabe bajo qué circunstancias retorna
nuevamente a lo mismo. Aperturas y cierres. Destello que distrae y conmueve. Aunque
también es comú n en el hospital la carencia del plano simbó lico. Casos en los que
pareciera se han borrado las palabras del vocabulario. Frases atornilladas. Siluetas
enmudecidas. Siluetas ensombrecidas. Só lo siluetas. Personas con nombre, apellido e
historia. Habitantes de nuestra comunidad. Recuperamos el nombre aunque
observemos un cuerpo petrificado en la silla. Con el gesto desahuciado que apenas
asoma una mueca avergonzada e incó moda, una mirada desatinada. “Siempre fui un
desastre, estoy arruinado” expone al recinto, como si desde el piso saliera la voz del
pibe de 17 añ os que a los segundos, quieto, desvaría nuevamente. Porque en
apariencia no logra retener lo dicho. Existe una tensió n entre soportar lo imposible y
recuperarse en la desgracia ó la pérdida. Es necesario recuperar esa tensió n.
Sensació n de que algo pasa. Entre decir y no decir. Abandonamos por supuesto la
ilusió n de nombrar un saber sobre el amor. Pero sí, en la enunciació n hay una
demanda de amor. Porque ese cuerpo llegó a esa silla. Hay una experiencia, todavía
no hay saber. No sabemos de qué se trata todavía. Todavía lo estamos recibiendo,
brindá ndole un hospedaje. Habrá que esperar.
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“Cuando nos sumergimos en el mundo del mito basta una palabra para
desencadenar los mecanismos del terror, y hay por eso seres que jamás deben ser
nombrados” Es la fuerza del sentido y no la mera existencia física de algo la que
determina lo real.
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“El hombre más que un ser racional es un ser simbólico, tal cual lo afirmaba Ernst
Cassirer… y el mito, el nivel más hondo y cargado de sentido de este tipo de pensamiento,
constituye para quienes lo vivencian una vera narratio, como ya lo advirtiera Vico en
1725. Relato que al igual que el arte, apela a la máscara y la polisemia para iluminar los
flancos ocultos de las cosas, que es donde suelen residir las claves de la realidad”. “(…)
se podría decir que el mito má s que fruto de los sueñ os y deseos, es hijo del horror al
vacío y al sentimiento de intrascendencia y fugacidad que rodea a todo lo humano. Al
recurrir a él la existencia deja el orden de lo cotidiano y se remonta a lo sagrado, al
espacio y al tiempo de los orígenes, para descubrir los secretos de las cosas y
controlar sus explosiones… (…) Hegel: formas de la conciencia má s ligada a las
pulsiones, tal como el arte y la literatura, sus hermanas…
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El Coqueñ o: "Deidad diaguita-calchaquí protectora de las vicuñ as, llamas y
guanacos. Se lo describe como un hombre pequeñ o, lampiñ o y con rasgos indígenas,
que viste pantaló n de barracá n, camisa de lienzo, ojotas y poncho de vicuñ a. Se cubre
la cabeza con un sombrero ovejó n (hecho de lana, con una tela muy primitiva
moldeada en el mortero) o con un simple chujllo o gorra indígena. A veces se aparece
también con la forma de un guanaco. Camina ligero y no deja rastros. Anda silbando
por los cerros y masca coca continuamente."
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“El lugar de la coordinación se instituye desde la renuncia al liderazgo y al saber-
certeza de lo que en un grupo acontece. Implica, por ende, crear condiciones para
superar los efectos de sugestión y el tipo de violencia simbólica que caracteriza a sus
mecanismos de inducción. Sus intervenciones puntúan insistencias, interrogan rarezas,
resaltan sinsentidos y paradojas de manera tal que al interrogar el universo de
significaciones circulantes, crea condiciones de acceso a la singularidad del sentido.”
(Ana María Fernandez, 1989)
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Algunos datos considero que deben quedar por escrito a modo de sello ya que
son elementales para dar cuenta del desenvolvimiento del taller. Día y horario.
Espacio físico donde se realiza. Asistencia de los coordinadores. Asistencia de los
participantes. Propuesta ó actividad de ese día. Materiales necesarios. Registro de la
actividad. Evaluació n y aná lisis de la actividad. Seguimiento y desarrollo de la
propuesta en conjunto contemplando los puntos anteriores.
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