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¿Qué ponemos en juego al instituir un grupo?

“Líbreme Dios de las definiciones. En cuanto me defino, no soy un ser vivo, soy el insecto disecado
con un alfiler clavado entre las alas” Marco Denevi

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Ante la idea -por momentos abrumadora- de comenzar una nueva experiencia


de trabajo vinculada al servicio de Salud Mental del Hospital Zonal junto al Centro de
Educació n Municipal por las Artes, encuentro en la escritura la posibilidad de una
pausa. Es decir, casi de un obstá culo, que permite detenerme para conocer. Palabras
que funcionan como obstá culo, como inconveniente ó como estorbo, que desde ya,
implica una forma, una definició n, sin perseguir la certeza del acto. Descansemos,
entonces, en una especie de falsa y curiosa antinomia: la palabra y el acto.

Como afirmaba al inicio, de repente se tornó abrumador comenzar con una


experiencia grupal en la cual quienes nos postulá bamos como equipo de coordinació n
no establecimos claramente un acuerdo en cuanto a la tarea. Por lo tanto, a nivel
manifiesto, la consideració n de entrecruzar la palabra, anudar sentido comú n,
implicaría la posibilidad de conformarnos como un equipo, que aparentemente no
existe aú n.

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Probablemente el tiempo. Un encuentro entre personas que se repite, que abre


preguntas y que permite “calmar ansiedades” desde una perspectiva reflexiva; con el
objetivo de generar una propuesta terapéutica para otro grupo, da lugar a lo latente.
Los rituales hacen a la forma y se desenvuelven en la cronología. Temporalidad
imaginaria, temporalidad real. Repasar cuidadosamente lo que se pone en juego hacia
la construcció n de un diseñ o entre dos organizaciones pú blicas de la comunidad de
Caleta Olivia.
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Dos aspectos me detienen en el derrotero de significados… Cierta exhortació n


que retengo en la memoria desde la reunió n que realizamos la semana pasada. “No
todo es salud” ¿Qué clase de misteriosa entidad acusadora y abusiva puede circular
ante el diseñ o de una nueva propuesta? ¿Tal vez, ansiedades propias a modo de
exigencia que se ubican hacia el ideal de eficacia? “No todo es salud”. “Esto lo hacemos
de propia voluntad” es la otra. Prefiero pensar que estas definiciones intentan
establecer las coordenadas imaginarias en las cuales se ubica el grupo de coordinació n
y a su vez marcan la distancia necesaria entre la organizació n del Hospital y del
Cemepa, como también de los futuros asistentes. El grupo está inmerso en las
instituciones. El grupo está inmerso en el á mbito pú blico, lo cual no impide que
preserve su intimidad. Pasan los segundos… “No todo es teatro”. No todo.

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Debates actuales colocan y denuncian –má s lo segundo que lo primero- el


desenvolvimiento de una perspectiva psicoanalítica que se olvida del inconsciente.
Aquellas que no dan lugar a lo que irrumpe y corta el sentido corriente y esperable del
discurso. El inconsciente es lo que no se sabe de antemano, ni de memoria, ni desde
la razó n. Só lo puede captarse a posteriori. Si bien está presente en todos los actos,
puede advertirse má s claramente mediante formaciones específicas y cotidianas como
los sueñ os, los lapsus, el chiste, los equívocos, neologismos, el síntoma.

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Freud nos enseñ a: “Las palabras primitivamente formaban parte de la magia y


conservan en la actualidad algo de su poder” El psicoaná lisis a diferencia de otras
alternativas terapéuticas le otorga un lugar de privilegio a la palabra y a la escucha.

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El diseño de este dispositivo grupal (todo este escrito apunta a esto) posee
resguardo en antecedentes y referentes. Este diseñ o que va siendo diseñ ado puede

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figurarse de manera supuesta y desarrollarse desde la espontaneidad. Sin embargo,
este diseñ o que va siendo diseñ ado, puede demandar al grupo la amabilidad de
incluirse en una doble invitació n reflexiva hacia la tarea. 1- La de valorizar la oferta
grupal que presupone la organizació n del grupo de coordinació n. 2- La del necesario
montaje sobre las diversas implicancias que sugiere “lo institucional” del á mbito
educativo y de salud.

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La época actual esta signada por el ideal de productividad. El individuo, no


dividido, no portador de lo que no sabe, tiene la exigencia de maximizar sus
está ndares de vida. El mercado abriga para cada quién la posibilidad de no fallar, de
reconocer y vender lo que particularmente necesita, de ofrecerle exactamente aquello
que lo satisface. El tiempo y el lazo social se deshilachan. Al situarnos en el campo de
lo sabido, el terreno de la respuesta a todo, del riesgo de la identidad de lo idéntico,
hipervalorizando el yo y el consumo masivo como plus de goce, el sujeto pareciera
amenazado hacia su desaparició n. Sujeto productivo, productor, producto, producido.
En la prá ctica y en la teoría acerca de los grupos suelen ser recurrentes dos ficciones
que es necesario conmover porque fuerzan a la unicidad: la del individuo y la del
grupo.

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Pero ¿qué invento es el sujeto?

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No es fá cil estar con otros. Tejer tramas en comú n. “Hablar un mismo idioma”
es el nivel manifiesto. Compartir objetivos, sentirme parte, que hacer, para qué, con
quién, para quienes. Se avecina má s concretamente el estorbo y el malestar. Malestar
en la cultura. Veamos qué pasa, no como pasa… el susurro de la inmediatez que no
soporta silencios, paradojas y acertijos. ¿Qué comanda el tiempo? ¡Cuá nta frustració n,
cuá nto silencio, cuá nta espera! ¿Será que no coincide lo buscado con lo obtenido? El

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de al lado no para de hablar, el de má s allá no dijo ni una palabra y la de en frente mío
tiene pinta de mentirosa.

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En cuanto a los dispositivos grupales, uno de los ordenamientos que se pueden


establecer son aquellos que los diferencian en tanto constituidos vía la identificació n y
los grupos constituidos vía el síntoma. Complejo debate que abre la pregunta sobre la
posibilidad de acceder a uno y otro.

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Ana María Ferná ndez es concluyente cuando siguiendo a Cornelius Castoriadis


expresa que la sociedad se mantiene unida por el imaginario social. Só lo que ese
término no proviene del á mbito psi, sino de la historia y las ciencias sociales. Pero
probablemente nos ayude a pensar có mo es que sociedades, grupos y colectivos se
instituyen como tales e inventan sus relaciones sociales, sus normas, sus contratos y
sus figuraciones subjetivas. Mediante mitos, rituales y emblemas tienden a reproducir
lo instituido, anudando el deseo al poder. Lejos de explicar este só lo movimiento, todo
instituido convoca su instituyente como posibilidad de cambio y transformació n,
como desanudamiento de aquel poder, forzando lo establecido. He allí una tensió n
contradictora que nos permite pensar a los grupos como una invenció n.

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¿El grupo de coordinació n es sinó nimo de equipo de profesional? ¿Podrá ser


equipo de coordinació n profesional? Aun manteniendo el interrogante abierto, el
conjunto de profesionales que deciden llevar adelante una oferta grupal requiere de
temporalidades ló gicas como aquella que acontece en la creació n artística: el acto
creativo. Quizá s atribuyan y testimonien que se trata de inspiració n. Pero no. Me
refiero a la elaboració n que se atraviesa vía la repetició n. ¡Por supuesto que se repite!
Al cansancio de la repetició n, trabajamos desde el hueso roído del penoso y devaluado
interés de suficiencia y optimizació n. Está la irrenunciable ambigü edad de las
palabras, má s las que se repiten. El estorbo. ¡Hagamos algo! ¡Esto no me entusiasma!

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¿Entonces qué? ¿No hacer nada? No obstante se trata de un trabajo. Es necesario
pensar lo político. Entonces decidimos que sea reflexivo, analizado, dialogado.
Soltamos las banderas del fanatismo que nos obligan a cumplir objetivos ajenos.
Establecemos una tá ctica como forma de direcció n propositiva. Parece una locura en
el tiempo de locos por un lado reflexionar acerca de la articulació n del campo
profesional con las instituciones del Estado y la comunidad, por otro el de una especie
de planificació n y diseñ o de intervenció n educativa y sanitaria. Por ú ltimo la vertiente
ética de su quehacer .

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A esta altura puedo confesar aquí la dificultad de resolver el título. No es lo que


tú sabes, se trata de lo que no sabes. ¿Qué es lo que se pone en juego ante el umbral de
una experiencia grupal? ¿Cuá l es el entramado que se teje y deja conforme a las
partes? Para al fin salir del escollo se bordea el objeto misterioso que genera malestar.
No se salta el vallado y se sale corriendo. Obstá culos: creatividad, psicoaná lisis y salud
mental, sería otro título de acuerdo a mi estilo pomposo. Cada cual va reconociendo la
experiencia que lo trae aquí. ¿Cuá l es el lugar que usted ocupa en este asunto? O bien:
¿Có mo conmover la certeza del adicto que se identifica con su adicció n? Auguramos la
responsabilidad. Mis sinceras disculpas por el debate pero no só lo observo el
territorio de la voluntad, prefiero mencionarlo como decisió n. ¿Y por qué no?
¿Estamos hablando de un acto ético? Aunque suene elocuente, só lo se trata de captar
la funció n de algo que no siga siendo idéntico de lo que era, en el universo de lo
conocido. Dar cuenta de ello. “Mirá , te propongo esto: No se salta el vallado y se sale
corriendo”. No sé qué se hace. ¿Usted sabe?

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El tema de la cura para el psiconá lisis es apasionante. Empecemos por eso que
se ha dicho en alguna parte: “No todo es salud”. No estamos aquí para asistir. Estamos
para que nos elijas. Estamos para provocar algo que para alguien pueda llegar a ser
inolvidable (Laurent Eric, 2000) Desde su memoria. No desde lo universal.

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Gabriel Lombardi nos ilumina en cuanto a esto. En el libro sobre el síntoma y el
acto menciona que Heidegger retoma el doble sentido del término cura, esfuerzo
angustioso pero también solicitud y entrega. Con posterioridad concluye: “El analista
no debería hesitar en defender el alcance terapéutico del análisis. Él ya sabe que en el
seno de la cháchara mortificante de las palabras, en sus intervalos, resiste esa dimensión
silenciosa y olvidada del ser que se abre en la cura analítica. Él ya sabe depurar de las
súplicas, de los conjuros, de las directivas, las resonancias del deseo y de su causa, hasta
hacer escuchar su silencio”.

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El lector poco entiende el sentido de lo que hasta aquí está escrito. Justamente
las palabras no tienen el mismo valor. Una palabra, la misma palabra no tiene el
mismo valor en cuanto es nombrada aquí, allá ó má s allá . Arriba, abajo ó en ninguno
de esos lugares, adentro de un jarró n, o cuando se sirven acompañ adas con café con
leche. Para constatar ello, el valor de las palabras, só lo basta reencontrarse con el
pró logo del libro de Foucault “Las palabras y las cosas”. Allí el filó sofo francés retoma
al gran escritor de nuestras tierras, a Jorge Luis Borges. Las palabras no tienen un
valor en sí mismo. La cura vía la palabra.

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Estamos hablando de un intento por inaugurar la construcció n de un grupo


terapéutico a través del arte dramático.

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En la reunió n del día de hoy del grupo GIA (Grupo Institucional Alcoholismo)
les propongo que retiren de una bolsa un objeto que resultaba ser un juguete. Se los
invita a caminar. Al tiempo de haber transcurrido por un ejercicio físico y de cierta
meditació n se reú nen de a dos, es decir, en parejas, con el fin de interactuar sin
palabras e intentar armar un juego con sus juguetes. Al cierre, uno de los integrantes
manifestó la importancia de “salir de la silla e imaginar”. “A mí hace bien mover el
cuerpo como si volviera a jugar desde la infancia, pero me costó , al principio no me

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animaba a hacerlo” dijo otro. Un muchacho joven con gorra de visera expresó : “yo era
el chofer de un camió n, me sentí muy bien…” sonrió con entusiasmo. Hizo silencio,
repentinamente su rostro adquirió seriedad y agregó : “yo sé que por ahora no puedo
manejar, pero espero con el tiempo poder hacerlo” A la fecha asistió a dos encuentros
grupales por orden del juzgado de faltas. La causa: conducir un vehículo en estado de
ebriedad en repetidas oportunidades.

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El coordinador intenta propiciar cierta singularidad del sentido, no busca


verdades ocultas, sino que cuestiona la obviedad e interroga sobre aquello que en
apariencia todos coincidimos y entendemos. No es lo lindo y lo feo, lo ordenado y lo
homogéneo, es ponerse a trabajar en los bordes del malestar para compartir el
costado de la pregunta que se vuelve novedoso.

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Afirma Jacques Lacan en “Funció n y campo de la palabra…”:

“Capta entonces la diferencia entre el espejismo de monólogo cuyas fantasías


acomodaticias animaban su jactancia, y el trabajo forzado de ese discurso sin
escapatoria que el psicólogo, no sin humorismo, y el terapeuta, no sin astucia, decoraron
con el nombre de "asociación libre".

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Má s adelante en la entrevista Marco Denevi comenta: “Claro que mis historias


transcurren en la ciudad, pero no me he ocupado sino someramente de la escenografía.
Me atraen los personajes. A ellos me dedico. Me gusta hacerlos hablar, pensar, moverse,
ir y venir. Les descubro dudas, fobias, temores, vanidades, orgullos, tontería e
inteligencia. Una vez que los veo vivitos y coleando, me parece que arrastran consigo el
diálogo, el paisaje, la psicología y la sociología, todo junto.”

Por allí, uno queda capturado por este tema de los personajes, los actores en
cuestió n, los sujetos. Sin embargo, ellos también hacen al paisaje. Entonces esta frase

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de Denevi a mi entender condensa en su totalidad la idea de escenografía, como
antesala de la puesta en escena ¿Acaso no tiene efectos recibir a la prometida a la luz
de las velas, en un restaurant lujoso ubicado en las cercanías del mar, imbuidos del
aroma de una cena sabrosa? ó ¿los papeles que vuelan sobre el verde césped, las
banderas y los cantos de las hinchadas no constituyen un folklore necesario y propicio
para comenzar el partido de fú tbol? La forma imaginaria que sugiere la realidad, sus
detalles y particularidades adquieren relevancia en la medida que producen efectos,
por supuesto, articulada con el registro simbó lico y real. Se puede captar e intervenir
sobre la predisposició n, fundamentalmente en las entrevistas o encuentros iniciales.
Por esto advertimos la importancia del espacio físico en un Centro Municipal de
Educació n para el Arte y festejamos la posibilidad de utilizar un verdadero escenario
que tiene luces y que tiene un teló n.

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-¡Sí! Categó ricamente es eso. Ensayemos los lineamientos. Pongá monos de


acuerdo. Como si fuera fá cil. Esperá , esperá a ver si vos me entendes a mí. “Los
lineamientos papá ”. Se olvidó el libreto. Habíamos dicho que me iba a decir “chabó n”.
Pensemos la escena nuevamente. ¿De qué nos sirve pensar escenas? Lo describen con
elocuencia en “Las escenas temidas del coordinador de grupos”. Primero que lo
dramá tico incluye los espacios transicionales de los juegos infantiles. “Los entre”
diríamos hoy en día. Son matrices primitivas que generan el proceso creador
posterior. Segundo que hablamos del campo de la investigació n, la docencia ó
psicoterapia. Tercero que las escenas dramá ticas se utilizan para sentir y compartir
emociones, para actuar juegos y corporizar palabras y pensamientos.

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“Sentimos, actuamos, pensamos y hablamos en escenas, es un modo de trabajar


y hasta de vivir y comunicarse.”

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El conflicto. Iniciamos desde allí. Buscamos problemas y se arma una escena.
Se presta la escena. Existe una que es la inicial a partir de lo relatado por un
participante que de ahora en má s es el autor. Esa escena inaugura la multiplicació n
dramá tica. Es psicodrama, es teatro y es psicoaná lisis.

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Las actividades lú dicas, el entusiasmo de lo que va a ocurrir, la sonrisa y la


curiosidad. El movimiento del cuerpo y la cercanía del otro que forma parte del grupo
produce efectos. Pichó n Riviere explica claramente lo que hace a la tarea de direcció n
de la cura: “lo siniestro al ser elaborado como vivencia estética se ha transformado en
maravilloso” .

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La máscara. Ó las má scaras. Ocultan y develan. Hacen de semblante. Habilitan


la expresió n cuando advertimos la carencia de la palabra. No de lenguaje. Me refiero
aquí al enunciado y a la enunciació n. Lo que digo y lo que quiero decir. Lo hablado y lo
hablante. Mis palabras y lo que escapa a mis palabras ¿Hablan las má scaras? ¿Algo
detrá s de la má scara habla por nosotros? Tapujo, disfraz, careta ó antifaz. La má scara
nos puede acercar a la novedad por déficit, por exceso, por identificació n. Así los que
no consumen “son caretas”. Y los que “tienen la onda” y de repente aparecen
intoxicados a la madrugada en la guardia del hospital necesitan ser evaluados desde lo
que llamamos el principio de realidad. Se les pregunta si sabe dó nde está , que día es,
con quien está , que hizo, etc. Con el tiempo, disminuidos los efectos de la abstinencia,

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en las entrevistas preliminares de un espacio terapéutico grupal o individual, las
historias personales suelen ser de difícil reconstrucció n. En ocasiones aparece lo que
me gustaría llamar como las “mil mascaras”, aventuras repletas de riesgos y pérdidas,
lagunas de sentido, soliloquios, repeticiones traumá ticas, vivencias familiares
desafectivizadas, entre otras.

Las má scaras convocan al juego y a los rituales. Definen claramente un misterio


que desde el sentido comú n puede ser entendido como desconfianza, engañ o o
mentira. Sin embargo albergo la idea de que la má scara invoca una verdad.

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Es que nombrar lo que sucede también tiene sus límites. No se puede decir
todo. Ni hay que intentar hacerlo. Nostalgia por los orígenes que mantiene implícita la
promesa de abolició n del tiempo. Mircea Eliade afirma que la noció n del tiempo
histó rico es una conquista reciente de la humanidad y que el hombre primitivo la
rechaza. Retoma a Nietzsche ya que él sostiene que lo que distingue al hombre en
cuanto tal es la memoria.

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En 1989 nace el primer GIA en la provincia de Santa Cruz, en nuestra ciudad, en


el viejo Hospital Zonal de Caleta Olivia. En ese momento, el fundador de los GIA, el Dr.
Jorge Luis Pellegrini era Director de Salud Mental de la Provincia del Chubut. De esto
ya pasaron unos cuantos añ os y pudiera pensarse que no quedan registros, ya que
nuestro quehacer cotidiano suele ser en la urgencia y en la inmediatez de aquí y ahora.
¿Quién sería tan osado de pensar que la intervención de hoy seguirá teniendo efectos
durante má s de un cuarto de siglo, má s de 25 añ os? Sin embargo un hombre a quien
cada tanto intentamos realizar visitas a domicilio nos cuenta de esos tiempos, nos
orienta en cuanto a las tareas que tenemos por delante, a como acompañ ar. Siendo a
su vez que él, de tanto en tanto, continú a asistiendo y mantiene con el correr de los
añ os una pregunta a la que evidentemente accede a través del grupo.

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A veces las ansias de intentar decir y dar sentido nos conduce a calles sin
salida. Muchas veces la renuncia, la síntesis y los límites, permiten acercarnos má s
francamente al desfiladero de sentido, por ende al deseo. Amplitud de palabra
desgastada por la experiencia de quien se sabe bajo qué circunstancias retorna
nuevamente a lo mismo. Aperturas y cierres. Destello que distrae y conmueve. Aunque
también es comú n en el hospital la carencia del plano simbó lico. Casos en los que
pareciera se han borrado las palabras del vocabulario. Frases atornilladas. Siluetas
enmudecidas. Siluetas ensombrecidas. Só lo siluetas. Personas con nombre, apellido e
historia. Habitantes de nuestra comunidad. Recuperamos el nombre aunque
observemos un cuerpo petrificado en la silla. Con el gesto desahuciado que apenas
asoma una mueca avergonzada e incó moda, una mirada desatinada. “Siempre fui un
desastre, estoy arruinado” expone al recinto, como si desde el piso saliera la voz del
pibe de 17 añ os que a los segundos, quieto, desvaría nuevamente. Porque en
apariencia no logra retener lo dicho. Existe una tensió n entre soportar lo imposible y
recuperarse en la desgracia ó la pérdida. Es necesario recuperar esa tensió n.
Sensació n de que algo pasa. Entre decir y no decir. Abandonamos por supuesto la
ilusió n de nombrar un saber sobre el amor. Pero sí, en la enunciació n hay una
demanda de amor. Porque ese cuerpo llegó a esa silla. Hay una experiencia, todavía
no hay saber. No sabemos de qué se trata todavía. Todavía lo estamos recibiendo,
brindá ndole un hospedaje. Habrá que esperar.

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Unmoglich es lo que no se puede nombrar. Lo siniestro es lo familiar extraño.


Lo que se acercó tanto en su obscenidad exagerada que personifica la absorció n del
ser.

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“… dejar a la cultura sin huesos…” quitarles su religió n. Georges Balandier


introduce los signos descartables. Podríamos decir el mercado y los espejitos de
colores. El fetichismo de la mercancía. Puede que ese objeto no sea ese, sino otra cosa.

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“Cuando nos sumergimos en el mundo del mito basta una palabra para
desencadenar los mecanismos del terror, y hay por eso seres que jamás deben ser
nombrados” Es la fuerza del sentido y no la mera existencia física de algo la que
determina lo real.

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“El hombre más que un ser racional es un ser simbólico, tal cual lo afirmaba Ernst
Cassirer… y el mito, el nivel más hondo y cargado de sentido de este tipo de pensamiento,
constituye para quienes lo vivencian una vera narratio, como ya lo advirtiera Vico en
1725. Relato que al igual que el arte, apela a la máscara y la polisemia para iluminar los
flancos ocultos de las cosas, que es donde suelen residir las claves de la realidad”. “(…)
se podría decir que el mito má s que fruto de los sueñ os y deseos, es hijo del horror al
vacío y al sentimiento de intrascendencia y fugacidad que rodea a todo lo humano. Al
recurrir a él la existencia deja el orden de lo cotidiano y se remonta a lo sagrado, al
espacio y al tiempo de los orígenes, para descubrir los secretos de las cosas y
controlar sus explosiones… (…) Hegel: formas de la conciencia má s ligada a las
pulsiones, tal como el arte y la literatura, sus hermanas…

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El Coqueñ o: "Deidad diaguita-calchaquí protectora de las vicuñ as, llamas y
guanacos. Se lo describe como un hombre pequeñ o, lampiñ o y con rasgos indígenas,
que viste pantaló n de barracá n, camisa de lienzo, ojotas y poncho de vicuñ a. Se cubre
la cabeza con un sombrero ovejó n (hecho de lana, con una tela muy primitiva
moldeada en el mortero) o con un simple chujllo o gorra indígena. A veces se aparece
también con la forma de un guanaco. Camina ligero y no deja rastros. Anda silbando
por los cerros y masca coca continuamente."

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“El lugar de la coordinación se instituye desde la renuncia al liderazgo y al saber-
certeza de lo que en un grupo acontece. Implica, por ende, crear condiciones para
superar los efectos de sugestión y el tipo de violencia simbólica que caracteriza a sus
mecanismos de inducción. Sus intervenciones puntúan insistencias, interrogan rarezas,
resaltan sinsentidos y paradojas de manera tal que al interrogar el universo de
significaciones circulantes, crea condiciones de acceso a la singularidad del sentido.”
(Ana María Fernandez, 1989)

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Se presenta un nuevo integrante para el grupo GIA. Viene acompañ ado de su


mujer. ¿Qué se pone en juego ante una nueva experiencia grupal?

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De principio a fin, el presente escrito se organiza a modo de una trama. La


numeració n que precede a cada apartado es absolutamente arbitraria. No resguarda
un ordenamiento fijo. El rasgo intercambiable de una idea hace a la singularidad de la
forma, el color, la textura y la situació n. Puesta en escena, su diferencia y articulació n
con las otras conforman al grupo, que pareciera integrarse tá citamente en una sola
tela.

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Algunos datos considero que deben quedar por escrito a modo de sello ya que
son elementales para dar cuenta del desenvolvimiento del taller. Día y horario.
Espacio físico donde se realiza. Asistencia de los coordinadores. Asistencia de los
participantes. Propuesta ó actividad de ese día. Materiales necesarios. Registro de la
actividad. Evaluació n y aná lisis de la actividad. Seguimiento y desarrollo de la
propuesta en conjunto contemplando los puntos anteriores.

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