Está en la página 1de 114

No te vayas, amor

Lilian Peake

No te vayas, amor (1982)


Título Original: This moment in time (1972)
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Bianca 39
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Christopher York y Lynne Hewlett

Argumento:
Lynne era una joven ambiciosa con ideas modernas en
cuanto a su trabajo se refería.
Chistopher York no estaba de acuerdo con sus innovaciones
progresistas y, además, tenía el poder de impedirle que
llevara a cabo sus planes. Él era, en opinión de ella, un
conservador en extremo y… odioso.
No obstante, ello no impidió que Lynne se enamorara
locamente de él con resultados desastrosos, Chistopher,
aparte de demostrar antipatía por ella, no ocultaba su
interés por la hermosa cantante Angela Castella.
https://www.facebook.com/novelasgratis

Capítulo 1
Lynne Hewlett entró en el aparcamiento para el personal que poseía
el Colegio Masculino Mildenhead, bajó apresuradamente y después de
cerrarlo con llave se dirigió con paso acelerado hacia la entrada del
centro. Pasó las imponentes puertas forjadas de hierro y entró en el
edificio, perturbando la atmósfera académica de la vieja escuela con la
fuerza de un vendaval.
Cargando con una carpeta muy abultada se dirigió a las escaleras en
tanto trataba de alisarse el pelo alborotado por el viento. Con un gran
sentimiento de culpa miró los corredores vacíos y tuvo la impresión de que
con su silencio le reprochaban el haber cometido el imperdonable pecado
de llegar tarde en un día de inspección.
Tembló sin quererlo. Sentía a su alrededor la presencia muda y
amenazante de la autoridad, representada en un grupo de inspectores de
las escuelas de Su Majestad. Sabía perfectamente que venía con la
intención de observar los posibles fallos del personal docente.
Su fértil imaginación los visualizaba como una horda de vikingos
saqueadores que no quedarían satisfechos hasta ver la escuela limpia de
toda idea renovadora, y de todos los profesores de mente abierta y con
planteamientos modernos; lo que significaba por supuesto y en primer
lugar, deshacerse de Lynne Hewlett, profesora de inglés.
Esta profunda aversión por los inspectores de escuelas, que no tenía
fundamentos válidos, persistía en su mente a pesar de no haber conocido
nunca a ninguno. Tampoco estaba dispuesta a cambiar su opinión con
respecto a ellos, no importa cuántos llegara a conocer a lo largo de su
carrera.
Supo que habían llegado sin que nadie le dijera una palabra, por el
silencio que reinaba en todo el edificio. Normalmente, a esa hora los
corredores estaban llenos de muchachos, que se dirigían hacia el hall
principal en donde se realizaba la asamblea matutina.
Con movimientos muy poco femeninos y sin mirar por dónde iba,
comenzó a subir las escaleras de dos en dos hasta que de pronto se llevo
por delante a un grupo de hombres parados en semicírculo en el último
piso.
—¡Qué lugar más apropiado para pararse! —exclamó tratando de
liberarse de la persona con la cual inexplicablemente se había
enganchado, pero al levantar la cabeza se dio cuenta de que no eran
miembros del personal académico, como había supuesto, sino un grupo de
hombres muy bien vestidos, de rostro solemne, que reconoció como los
inspectores de enseñanza; no eran vikingos saqueadores, y en medio de
ellos estaba el director del colegio, Sr. Penstone, quien se mostró
sorprendido y molesto por la intempestiva aparición de Lynne.

Nº Páginas 2—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

Observó algo nerviosa los rasgos del hombre con el cual había
tropezado, y comprobó que era más joven que los demás, alto, de
hombros anchos, pelo castaño y cejas negras. Sus ojos grises la miraron
extrañados y fríos a la vez. Después le vio consultar su reloj de pulsera de
una forma muy especial, y haciendo un enorme esfuerzo por controlar la
rabia que sentía, Lynne murmuró:
—Lo siento, lo siento mucho.
El señor Penstone respondió con enojo:
—Buenos días, señorita Hewlett —y ella se dirigió rápidamente a la
sala de maestros que estaba a un lado del corredor.
—¡Esto sí que ha sido comenzar con desventaja respecto a todos
ustedes! —exclamó al grupo de profesores que se disponía a salir hacia
sus clases respectivas ya que la asamblea matutina había sido suspendida
en honor a los inspectores.
Se hundió en una silla y echándose hacia atrás su largo pelo negro,
les contó lo ocurrido. Todos rieron.
—No te preocupes, Lynne, los inspectores de Su Majestad no son
ogros —le dijo Mary Radcliff, quien al igual que Lynne era profesora de
inglés, además de su mejor amiga—. Como ésta es la primera inspección
por la que pasas, no exigirán mucho de ti.
—¿Eso crees? Pues no estoy tan segura. Tendrías que haber visto la
cara del hombre con el cual me topé, si él llega a inspeccionar mi clase te
aseguro que me hará echar a la primera oportunidad.
—No seas tonta, Lynne —intervino Ken Marshall, su joven novio,
tratando de infundirle confianza—. No suelen hacer ese tipo de cosa en
nuestra profesión, especialmente a una docente graduada con un
expediente como el tuyo.
Lynne se puso de pie y juntó sus cosas.
—Tú no tienes por qué preocuparte Ken, no te inspeccionarán esta
vez. Además, tu materia, educación física, tiene una serie de normas
establecidas que no suelen cuestionarse.
Ken sacudió la cabeza en señal de desacuerdo y añadió:
—Si tratas de presentar tu materia fuera del contexto del resto de la
escuela, y de una manera experimental…
Lynne estaba indignada.
—Mis métodos no son experimentales. Son métodos probados y
comprobados hace años en escuelas en donde tienen directores con una
visión mucho más amplia y moderna que el…
La puerta del salón estaba abierta de par en par y vio que Ken y Mary
le hacían señales desesperadas de que bajara la voz, indicando con un
dedo hacia fuera. Cerró la boca. El grupo de inspectores se había
dispersado pero se volvieron al escuchar su voz. Por lo tanto, tan rápido
como se lo permitió su dignidad, se dirigió a su clase.

Nº Páginas 3—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

Los muchachos, todos entre catorce y quince años, estaban muy


alborotados.
—Siéntense todos, por el amor de Dios, y guarden silencio, por favor.
Después desapareció dentro del pequeño cuarto de materiales para
buscar unas tizas, y desde allí les gritó:
—Deben portarse bien hoy, muchachos, o me pondrán en apuros. Un
grupo de inspectores de Su Majestad anda inspeccionando la escuela, y…
algún día les contaré cuánto los odio.
Después de sus palabras se hizo un silencio tan grande que se
alarmó, ya que no era lo habitual. Tomando un puñado de tizas de una
caja regresó a la clase, y por segunda vez esa mañana se quedó
boquiabierta.
Parado allí, alto y arrogante y con expresión de pocos amigos en sus
ojos gris acero, estaba la última persona a quien hubiera deseado ver en
ese momento. Una vez más el individuo estudió a Lynne de pies a cabeza.
«Estaba segura de que me tocaría el inspector con el que me
tropecé», se decía Lynne, sintiéndose sumamente molesta al darse cuenta
de que era obvio que el hombre había escuchado lo que ella había dicho a
los alumnos. Pero tratando de mantener la calma, preguntó:
—¿Puedo hacer algo por usted?
—Es usted la señorita Hewlett? Mi nombre es York, inspector de
inglés. ¿Le importa si me siento atrás a escuchar su clase?
«Como si pudiera negarme», pensó Lynne.
—No me tenga en cuenta. Trate de olvidarse de que estoy aquí.
«Como si fuera tan sencillo», pensó Lynne, «resultaría más fácil
ignorar a un tigre comiéndose a un hombre.
El individuo se sentó en un rincón al fondo de la clase, colocó sus
papeles sobre el pupitre y después, poniéndose las manos en los bolsillos
se apoyó en la pared a esperar. Su forma de mirar resultaba inquietante.
Tomando aliento Lynne decidió dar comienzo a la clase, diciendo:
—Bien, muchachos, a formar los grupos. En primer lugar, trasladen
las sillas a los lugares habituales, por favor.
Hubo un alboroto mientras los muchachos movían las sillas.
Entretanto, el inspector miraba sus papeles y garabateaba distraído.
«Tal vez se quede dormido», pensó Lynne con cierta falta de respeto,
y luego dijo a sus alumnos:
—Todos conocen sus temas específicos. El Grupo A continuará
realizando su composición, el Grupo B utilizará la grabadora para leer
poesías con fondo musical; recuerden que deben llevar la grabadora al
cuarto adjunto para no molestar al resto de sus compañeros. El Grupo C
trabajará con los libros de ejercicios y el Grupo D deberá escribir un
ensayo.

Nº Páginas 4—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

A esta altura, el observador del fondo parecía estar un poco más


atento, aunque un tanto confundido. A medida que cada grupo iba
ocupando su lugar, Lynne se acercaba a orientar a los muchachos, y en
algunos casos se quedaba un rato junto a un grupo discutiendo algún
tema controvertido, dándoles su propia opinión para que ellos después
formaran la suya, y si no estaban de acuerdo con ella les aconsejaba que
siguieran la discusión entre ellos y decidieran por sí mismos.
Mientras desarrollaba su trabajo era consciente de la vigilancia del
inspector. A pesar de que le preocupaba un poco saber que sus ojos
escrutadores seguían cada uno de sus movimientos, no permitió que esto
la desequilibrara. Trató de hacerlo lo mejor que pudo, para no darle lugar
a ningún tipo de crítica.
De pronto oyó risas procedentes del cuarto donde estaba el grupo
que manejaba la grabadora, y entró rápidamente para poner orden,
quedándose un momento para escuchar el trabajo que estaban haciendo.
Al entrar otra vez a la clase vio que el inspector se había puesto de pie y le
hablaba a un grupo a la vez que revisaba sus libros de ejercicios. Les hacía
preguntas, pasando las hojas una tras otra y observaba las notas. Lynne
pensaba que no se quedaría mucho más tiempo, pero estuvo allí hasta
que terminó la clase. Lynne nunca había tenido la sensación de que una
hora fuera tan larga.
—Muy bien, muchachos —dijo elevando un poco el tono de su voz—.
Coloquen los muebles en su sitio, recojan sus libros y váyanse.
En cuanto hubo salido el último alumno, Lynne se paró junto a su
escritorio, con la cabeza baja, tensa y expectante.
«¿Por qué no se va?», se preguntó nerviosa.
El hombre se acercó al escritorio, se detuvo como si quisiera decir
algo, y después cambiando de idea le dio las gracias y salió de la clase.
Lynne se dejó caer en la silla. La tensión la había dejado exhausta, y
ahora que ya se había ido el inspector, se daba cuenta de que no había
motivos para haberse puesto nerviosa. La clase no la había defraudado. La
inspección había terminado y no volvería a ver a ese hombre.

Terminaron por fin las clases de la mañana. Cuando se dirigía al


comedor, se encontró con Ken y Mary.
—¿Cómo fue todo? —preguntó Ken.
—Mejor de lo que esperaba —respondió Lynne—. Los muchachos se
portaron mejor que nunca…
—Eso es porque te quieren —interrumpió Ken.
—… y el inspector de Su Majestad se mantuvo impasible a lo largo de
la clase.
—¿Habló contigo después de la clase? —preguntó Mary.

Nº Páginas 5—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

—No. ¿Crees que debería haberlo hecho?


—Pues suelen hacerlo —contestó Mary confundida—. Pero no te
preocupes, es probable que ya hubiera obtenido toda la información que
necesitaba.
Lynne dudó, pero luego se encogió de hombros diciendo que en
realidad no le importaba lo que él pensara acerca de sus métodos de
enseñanza. Después de tomar su bandeja del mostrador, se sentó en una
mesa junto a Ken y a Mary.
Hablaron un rato y de pronto Ken exclamó:
—Mirad quiénes están entrando… esos importantes caballeros, y con
ellos el director, por supuesto.
—Como una gallina alrededor de sus polluelos —comentó Lynne—.
¡Mirad cómo va detrás de esos ilustres inspectores! Y parece que van a
tener servicio de camareros. Está haciendo las cosas a lo grande.
—¿Es ése tu adorado inspector de inglés? —pregunto Ken en voz baja
—. ¿El alto que va tan bien vestido?
—Tenía que entrar en este momento para estropearme la comida —
comentó Lynne disgustada.
—Pues a mí me parece un hombre bastante agradable —afirmo Mary
—. Guapo, nada arrogante…, ¿qué más puedes pedir? Calculo que debe
tener unos treinta y cinco años, igual que yo. Es un poco joven para ser
inspector de Su Majestad.
—Sabes una cosa, Lynne —dijo Ken después de un rato—, ese hombre
no te quita los ojos de encima. ¿Qué le has hecho al pobre? Te ha estado
observando desde que entró.
—¿Lo dices en serio? ¿Qué te parece si le damos motivos para que
mire, Ken? —repuso Lynne, inclinándose hacia él y mirándole embelesada.
Ken la miró sonriendo.
—Si sigues haciendo esto, te haré pasar vergüenza besándote delante
de todo el mundo.
—¿Lo harías, Ken? Por favor… —y acercó el rostro para que su boca
quedara al alcance de la de Ken.
—Ya es suficiente, Lynne —protestó él, sintiéndose molesto, y hasta
Mary pareció extrañada por su actitud provocativa.
Después de unos minutos, Ken dijo:
—Parece que el juego surtió efecto, nuestro hombre está haciendo
esfuerzos por concentrarse en la comida y en sus amigos. Si ya habéis
terminado de comer, volvamos a nuestro trabajo.
Se levantaron y se dirigieron hacia la puerta. Lynne dio un rodeo para
no pasar muy cerca de la mesa de los invitados, pero el director la vio y le
hizo señas de que se acercara.
«Oh, no, qué hice para merecer este castigo», se preguntó Lynne.

Nº Páginas 6—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Ésta es la señorita Hewlett —explicó el director a los invitados, y los


fue presentando uno a uno.
—Supongo que ya conoce al señor Christopher York, quien está a
cargo del departamento de inglés en ausencia del señor Blackman, jefe de
dicho departamento —el hombre hizo una reverencia con la cabeza sin
mirarla de frente—, y éstos son sus colegas —el señor Penstone fue dando
la vuelta a la mesa para darle los nombres de todos.
—Supongo, señorita Hewlett, que querrá usted saber por qué razón la
llamé a la mesa. Quisiera que hoy a las tres menos cuarto esté usted en
mi despacho junto con los jefes del resto de los departamentos que serán
inspeccionados esta semana, para que lleven a estos caballeros a recorrer
la escuela. Por lo tanto, le ruego que haga los arreglos necesarios para
tener libre el resto de la tarde.
Lynne no podía negarse, y hasta logró mostrar cierto entusiasmo. El
director estaba encantado y le sonrió mientras las gafas se le resbalaban
de la nariz. Después, agitando la mano le dio a entender que se podía
retirar. Mientras se alejaba, Lynne se lamentó del precioso tiempo que
perdería recorriendo la escuela con el grupo de inspectores de Su
Majestad, sin hablar del odioso señor York.

Como Mary tenía una hora libre, fue a la clase de Lynne a la hora
indicada para que ella pudiera asistir al despacho del director.
—Cómo quisiera que fueras tú la jefa del departamento —Comentó
Lynne en voz baja.
—Yo no tengo un diploma tan sobresaliente como el tuyo, Lynne, y no
creo que me consideren lo suficientemente buena como para hacer los
papeles de anfitriona.
Al salir del aula pasó por el tocador para arreglarse el maquillaje y
peinarse un poco. Se miró al espejo, lo bastante satisfecha de su aspecto,
a excepción de la expresión de sus ojos. «Debo sonreír dulcemente a
todos menos al señor York», pensó mientras ensayaba ante el espejo.
Después salió y al llegar delante de la puerta de la dirección, llamó
suavemente y entró. Era la última en llegar, y tuvo que soportar los
catorce ojos masculinos posados en ella. Era la única mujer entre tantos
hombres, y cuando se dio cuenta tuvo ganas de salir corriendo. Sin
embargo, todos parecieron encantados de verla, salvo uno.
El señor Penstone rió junto con los demás y le dio la bienvenida.
—Ahora que ya estamos todos, qué les parece si comenzamos el
recorrido —propuso al grupo en su conjunto, y después, dirigiéndose al
señor York le dijo—: La señorita Hewlett es toda suya, inspector.
El hombre se acercó a ella con una sonrisa levemente burlona:
—¿Vamos? —le dijo, abriendo la puerta para que ella pasara.

Nº Páginas 7—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Anduvieron por el corredor uno junto al otro en completo silencio.


Sintiéndose desesperada, Lynne se preguntó cómo podría comunicarse
con un individuo tan lejano e intratable. ¿De qué podían hablar… del
tiempo? Tuvo ganas de reír, pero se dio cuenta de que estaba histérica.
—¿Hace mucho que está usted en la escuela, señorita Hewlett? —
Lynne se asustó al escuchar la voz del inspector.
—Exactamente dieciocho meses.
—Entonces, suponiendo que hizo usted un año de capacitación para
el magisterio…, debe tener usted veintitrés años.
—Tengo veinticuatro —respondió molesta, preguntándose qué interés
podría tener su edad.
Él se mostró sorprendido por el enojo y dijo:
—Oh, lo siento, me olvidé de que no hay que preguntarle la edad a
las mujeres.
Lynne no logró encontrar una respuesta adecuada a la arrogancia del
individuo, y como ya estaban delante de la sala de juntas, abrió la puerta
para que pasara la comitiva que se reunió a su alrededor para escuchar
sus explicaciones respecto a la tabla de honor de la escuela. Después les
explicó de quién eran los retratos colgados de las paredes a intervalos
regulares, que representaban a antiguos directores y benefactores de la
escuela.
Mientras hablaba se dio cuenta de que el señor York se había
separado del grupo. Molesta consigo misma le buscó hasta encontrarlo al
otro extremo del salón. Estaba examinando cuidadosamente el órgano
que con sus enormes tubos apuntando hacia el techo abarcaba casi toda
la pared del fondo. Parecía sentirse muy atraído por el instrumento, y en
un momento dado hasta se sentó delante de él. Pero momentos más
tarde, con las manos en los bolsillos, se unió al resto del grupo.
Uno de sus colegas le dijo en son de broma:
—Pareces muerto de ganas de tocar ese órgano, Chris, por qué no lo
haces ahora que tienes una buena audiencia dispuesta a aplaudirte.
El señor York echó la cabeza hacia atrás y se rió junto con todos. Sus
dientes eran muy blancos, y Lynne se sorprendió al darse cuenta de lo
atractivo que era. De inmediato, se molestó por sus propios pensamientos,
diciéndose que aquel hombre no era su amigo, y que por el contrario, a
juzgar por la forma en que la miraba, parecía su enemigo.
Lynne se volvió hacia la comitiva y les habló de las comedias y
dramas históricos que se representaban allí, dirigidos por los
departamentos de inglés e historia. También les informó que la sección
musical había dado hermosos conciertos, y que la escuela valoraba mucho
su orquesta juvenil.
Más tarde visitaron el museo, el laboratorio de ciencias y la biblioteca,
hasta que el director, en tono divertido, les dijo que ya habían visto todo lo
que valía la pena.

Nº Páginas 8—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Y ahora —dijo frotándose las manos—, es horade tomar el té, así


que si les parece bien volveremos a mi despacho.
Regresaron todos en grupo. Cuando llegaron a la sala de personal, la
puerta se abrió y apareció Ken. Al ver a Lynne le guiñó el ojo en un gesto
de complicidad. Ella le contestó con una sonrisa, cruzando los dedos con la
esperanza de que nadie los hubiera visto. Sin embargo, estaba segura de
que su enemigo, como le gustaba llamar al inspector de inglés, los había
visto, porque su expresión se alteró por una fracción de segundo, ¿era
posible que estuviera sonriendo?, y de inmediato miró por las ventanas
hacia los jardines de la escuela. Pero cuando Lynne le miró unos segundos
después, estaba tan seno como antes, por lo que pensó que había
imaginado esa leve sonrisa en su rostro.
Sosteniendo la taza de té en una mano y un plato con pastas en la
otra, Lynne buscó infructuosamente un lugar donde sentarse. De pronto
se sintió agarrada por un brazo y conducida hasta un sillón que estaba en
una esquina. Le dio rabia tener que agradecerle algo a su enemigo, pero
lo tuvo que hacer, especialmente porque el individuo le había cogido la
taza y el plato de la mano.
Después sus ojos grises dirigieron una mirada escrutadora a Lynne, y
dijo:
—Dígame, señorita Hewlett, según su opinión, ¿qué papel tendría que
cumplir la tradición en la escuela, en la actualidad? Estaré muy interesado
en la respuesta que me dé —habló muy lentamente, pensando mucho sus
palabras.
Lynne frunció el ceño tratando de entender a qué venía esta especie
de examen, y desconfiando de su intención. Hizo un esfuerzo por decidir
qué era lo mejor, si ser sincera y decir lo que realmente pensaba, o
escaparse por las ramas. Optó por lo primero, arriesgándose a las
consecuencias, sobre todo porque sabía que eso era lo que el hombre
esperaba.
—Yo pienso que la tradición —también habló muy pausadamente—,
es para una escuela lo que una armadura para un ser humano.
—¿Eso piensa? ¿Y por qué?
—Porque la tradición oprime todas las nuevas ideas educativas. Si
uno las abandona —le miró con una sonrisa—, se obtiene una gran
libertad de movimiento. Lo que quiero decir es que en el caso de las
escuelas que no siguen las tradiciones a rajatabla, se logra una mayor
flexibilidad de ideas, lo que permite la aplicación de nuevos métodos de
enseñanza —le volvió a mirar, casi rogándole que tratara de comprender
lo que intentaba decir.
Él pareció momentáneamente confundido por la súplica de sus
grandes ojos castaños, pero se sobrepuso de inmediato y preguntó:
—¿Quiere usted decir que la tradición nos encadena al pasado?
En ese momento, Don Wilkins se paró junto a ellos y al escuchar la
conversación comentó:

Nº Páginas 9—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Otra vez está nuestra Lynne con sus desaforadas opiniones?


Siempre está con lo mismo.
Chris York ignoró el comentario y se volvió otra vez hacia Lynne.
—¿Decía?
—Sí, a eso me refiero. La tradición cierra todo posible cambio. Los
métodos antiguos estaban muy bien para su época, pero al tratar de
proyectarlos más allá de su particular momento histórico se vuelven
anacrónicos.
—¿Está usted tratando de decir que todo lo que es viejo debe ser
abandonado precisamente porque es viejo, es decir por el simple hecho de
que no es nuevo?
—Por supuesto que no. Lo que yo objeto es la adhesión a la tradición
por la tradición misma. Una escuela nueva no tiene tradición y puede por
ende experimentar otros métodos, sin sentirse culpable de ser infiel a las
tradiciones.
—Correcto. Ahora bien, teniendo eso perfectamente claro, dígame
otra cosa, algo que no puedo entender a la luz de sus comentarios —un
atisbo de triunfo asomó a los ojos del inspector, y su nueva pregunta llegó
como un golpe inesperado—: ¿Entonces, por qué diablos teniendo todo lo
que tiene usted en la cabeza, eligió trabajar en una escuela tan aferrada a
las tradiciones como ésta?
Lynne sintió que se bamboleaba como si le hubieran pegado un golpe
entre los ojos. ¿Esto era entonces a lo que había apuntado todo el tiempo?
No fue un interés amistoso el que lo llevó a conversar con ella, sino el
deseo de hacerla caer en la trampa.
En ese momento se unió a ellos el señor Spencer, jefe del
departamento de química.
—Eso es precisamente lo que siempre le estamos preguntando a la
señorita Hewlett. ¿Por qué no deja este viejo claustro como ella lo llama?
Sorprendida, Lynne respondió:
—Jamás lo he llamado así.
El señor Spencer se encogió de hombros.
—Pues me dijeron que lo había hecho. Tal vez no sea más que un
rumor —parecía bastante molesto.
Lynne se puso de pie, ya había sido suficiente.
—Trabajo aquí, señor York, porque para mí es un desafío. Una
atmósfera tan intelectualmente cargada de dióxido de carbono como la de
este centro educativo necesita una inyección de oxígeno puro.
Miró con furia a su interlocutor, y despidiéndose fríamente, se alejó,
encontrándose de frente con el director. En ese momento oyó que el señor
Wilkins comentaba:
—…fervor misionero totalmente fuera de lugar.

Nº Páginas 10—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Gracias por venir, querida —le dijo el señor Penstone, palmeándole


amistosamente el brazo. Era evidente que no había escuchado una sola
palabra del diálogo que había tenido lugar en el rincón de su despacho.
Sin siquiera mirar atrás, salió de la habitación y se dirigió a la sala de
personal, descubriendo que estaba vacía, por lo cual recogió sus cosas y
se fue a su casa de muy mal humor.
Durante el resto de la semana, los inspectores deambularon por el
establecimiento, entrando y saliendo de las clases. En varias
oportunidades, Lynne llegó a ver a su «enemigo» al fondo del corredor.
Una vez lo vio parado fuera del salón de música, hablando con un
miembro del personal. En otra ocasión estaba consultando a un colega, un
hombre de mediana edad, muy agradable, y Lynne tuvo que pasar junto a
ellos para entrar en su clase. El señor York apenas si se movió para dejarla
pasar; no sonrió, ni siquiera la miró, pero su colega le dedicó un caluroso
«Buenos días», y mientras seguía andando oyó que decía: «Encantadora
muchachita, y muy bonita, además de ser muy joven para ser jefa de
departamento. ¿No le parece?». A lo que la sarcástica respuesta fue: «Sí,
muy joven».
En ese momento, Lynne había dejado de sentirse tan molesta con el
inspector de inglés. Había estudiado cuidadosamente las preguntas que le
hiciera, decidiendo que habían sido bastante justas y razonables. Pensó
también que tal vez había dirigido injustamente su enojo hacia él, cuando
en realidad debía haberlo dirigido a sus propios colegas que le habían
hablado en términos tan poco amistosos a un inspector de Su Majestad al
referirse a ella. No lograba explicarse las cosas, pero se daba cuenta de
que hubiera preferido que ese hombre tuviera un buen concepto de ella.
Más tarde, cuando los tres amigos se sentaron a comer, Mary contó
que ella también había quedado impresionada por el inspector de Lynne.
—¿Te hizo algún comentario? —preguntó Lynne.
—Después de la clase se me acercó y hablamos bastante. Es un
hombre muy interesante, sabes, Lynne. No entiendo por qué tienes tantos
prejuicios en su contra. Tiene algunos puntos de vista bastante inusuales.
Lynne sintió un atisbo de celos profesionales, ya que había hablado
con Mary de igual a igual, y a ella la había tratado como a una criatura
irresponsable, a pesar de tener un diploma más brillante que el de su
amiga.
Estaba tan absorta en sus pensamientos que hasta que Ken le tocó el
brazo no se había dado cuenta de que Chris York venía con su bandeja de
comida directamente hacia la mesa que ellos ocupaban.
—Siéntese, por favor —dijo Mary ofreciéndole una silla—. ¿Qué le trae
por aquí?
—¿El hambre? —preguntó Ken con una sonrisa.
Lynne pensó que era una forma bastante familiar de dirigirse a un
inspector de Su Majestad, pero este inspector en particular no pareció
molestarse.

Nº Páginas 11—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Supongo que lo podríamos llamar así, después del tratamiento tan


especial que me dieron el lunes pasado.
Lynne creyó notar cierta crítica en su tono de voz, que le indujo a
pensar que él no estaba conforme con ese tipo de tratamiento. Esto
aumentó levemente su estimación por él.
Cuando se sentó frente a ella, Lynne que ya había terminado de
comer y estaba tomando un café, miró hacia abajo y comenzó a jugar con
una cuchara. No entendía por qué, pero se sentía sumamente incómoda
ante su presencia. Parecían no tener nada que decirse el uno al otro,
hecho al cual se estaba acostumbrando rápidamente, pero sin embargo,
mientras comía hablaba mucho con Mary y Ken. Les habló de su ciudad
natal, y de cómo adoraba la campiña del norte de Inglaterra.
—¿Ha estado usted alguna vez en esa parte de Inglaterra, señorita
Hewlett? —su voz la sacó de sus pensamientos.
—¿En Yorkshire? No, pero pronto habrá allá una conferencia a la cual
pienso asistir.
El inspector pareció interesado.
—Pues entonces tendrá que conseguir a alguien allí que la lleve a
recorrer el lugar. Tendría que ser alguien con un coche. ¿Así que nunca
estuvo en los páramos? Es algo que debe hacer. Descubrirá que allí hay un
silencio que jamás experimentó antes.
Mary estaba intrigada.
—Seguramente el silencio es siempre silencio. ¿De qué otra manera
lo puede describir?
—No, hay diferentes tipos de silencio. Éste es un silencio que casi se
puede sentir, casi escuchar. De hecho, es tan intenso que hasta da la
impresión de que se puede tocar. Saben, a veces cuando me quiero alejar
de todo o tengo un problema difícil de resolver, o me siento
particularmente melancólico, todos nos ponemos así alguna vez, aunque
no lo crea, yo también, señorita Hewlett, me voy con el coche y lo aparco.
Después bajo y ando kilómetros y kilómetros a través del páramo. El
silencio de ese lugar tiene un efecto balsámico sobre mi persona.
—Lo creo —señaló Mary—. Además hay varios conventos en ruinas en
ese lugar.
El señor York comenzó a nombrar las antiguas ruinas, dando los
nombres de las más conocidas, y de pronto mirando a Lynne con cierto
aire burlón, comentó:
—Pero a la señorita Hewlett no deben interesarle esas cosas, porque
para ella todo lo viejo es despreciable, y sólo lo nuevo tiene valor.
—Eso no es cierto, señor York, y usted lo sabe perfectamente —
respondió Lynne indignada.
Él se encogió de hombros y siguió bebiendo su café. Mary y Ken los
mimaron a ambos con gran asombro, intercambiando miradas de
confusión.

Nº Páginas 12—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

El inspector miró su reloj, tomó el resto del café de un trago y se puso


de pie.
—Les ruego me disculpen, pero debo apurarme. Muchas gracias por
su compañía —y levantando la mano en señal de saludo, se alejó.
—Es indudable que por alguna razón tiene algo en contra tuya, Lynne
comentó Mary—, pero aún así me sigue pareciendo un tipo agradable.
—A mí también —afirmó Ken. Lynne sacudió la cabeza. Se sentía muy
molesta por la injusta acusación.
—Creo que nunca nos pondremos de acuerdo respecto a él.

***
Al día siguiente era viernes, y el último de la larga semana de
inspección. Durante la tarde, las cosas le empezaron a salir mal a Lynne.
Inmediatamente después de comer, dejó el registro de asistencia en algún
lado y no lo encontró hasta después de una larga búsqueda, debajo de
una gran pila de papeles. Esto la hizo llegar tarde, pero como si no fuera
suficiente, descubrió que todos sus lápices no tenían punta, y ponerlos en
condiciones hizo que se retrasara aún más. Cuando ya tenía todo lo que
necesitaba, salió corriendo por el pasillo como un conejo perseguido por
un zorro, violando de esta forma el reglamento que prohíbe a los alumnos
correr por los pasillos.
Por fin llegó a la clase, tranquilizándose al darse cuenta de que los
muchachos estaban muy callados. Al llegar a su escritorio, dejó sus cosas
y levantó la vista. En ese instante casi se desmaya al comprobar que
sentado al fondo estaba el inspector de Su Majestad. Lynne palideció, se le
secó la boca y sintió que todo su cuerpo temblaba.
—Comience usted la clase, señorita Hewlett. Hágase a la idea de que
yo no estoy.
Eran las mismas palabras de la vez anterior, y sin embargo en esta
ocasión lograron alterarla. Mientras pasaba lista, miles de preguntas le
venían a la mente sin poder evitarlo. ¿Por qué ha venido otra vez? ¿Acaso
era normal que un inspector viniera por segunda vez? ¿Sería porque había
hecho algo mal? Debía preguntarle a Mary. Se sentía tan mal que se dio
cuenta de que tendría que hacer un esfuerzo sobrehumano para volver a
la normalidad.
Después de ordenar a los muchachos que formaran los grupos, les
dijo que movieran las sillas, pero era evidente que para ellos era
sumamente divertido cambiar todo de lugar, y una buena excusa para
hacer alboroto. Estos muchachos eran demasiado jóvenes para cooperar
con ella en esas circunstancias como lo habían hecho los mayores, y de
allí en adelante parecieron disfrutar mucho de hacerle bromas a cada rato.
Se percataron de que Lynne estaba nerviosa y de que no controlaba
la situación. Cuando se le cayó la tiza se rieron todos, lo mismo cuando
perdió la hoja de las notas, hasta que llegó un momento en que Lynne ya

Nº Páginas 13—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

no sabía cómo controlarlos. Hacia la mitad de la clase, el inspector se puso


de pie y salió de la clase, y Lynne tuvo ganas de ponerse a llorar.
Todo había salido tan mal, que seguramente ése sería el fin para ella.
Lo que más le dolía era que hubiera sido tan amable con sus amigos el día
anterior durante la comida, y que sin embargo no hubiera sido capaz de
avisarle de su segunda inspección. Tenía otra vez la impresión de que
quería sorprenderla en algún fallo, e indudablemente esta vez lo había
logrado.
Por fin terminaron las clases de la tarde. Después de abandonar el
aula, se dirigió a la sala de personal, y sentándose en su escritorio, puso la
cabeza entre las manos. Mary se le acercó.
—¿Pasa algo malo, Lynne?
—No, sólo que estoy muy cansada —respondió con desgana.
—Hay un recado para ti de la secretaria del director. Quiere verte en
su despacho después de la clase, deberías ir enseguida.
Para Lynne esto era el fin, y el temor de lo que pudiera decirle
aumentaba a cada momento. Lo que no había esperado ver al entrar en el
despacho del director, era la figura imponente del inspector de inglés,
esperando impaciente su llegada mientras miraba por la ventana.

Nº Páginas 14—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 2
—Pase usted, señorita Hewlett —le dijo el Sr. Penstone, haciéndole
una seña para que ocupara la silla frente a su escritorio. El inspector se
volvió apoyándose en la ventana con las manos en los bolsillos. Mientras
Lynne cruzaba la habitación, la miró frunciendo el ceño. Estaba pálida y
sumamente nerviosa, y al levantar la mano para arreglarse el pelo,
comprobó que temblaba. De pronto, él le dio la espalda, y eso no la hizo
sentirse mejor.
—Bien, señorita Hewlett —dijo el director aclarándose la garganta—.
Querríamos hablar dos o tres cosas con usted, no la detendremos mucho
tiempo, pues sé que desea retirarse pronto para jugar su partido de tenis
con el Sr. Marshall. ¿Lo hace casi todas las tardes después de las clases,
¿verdad?
Lynne asintió con la cabeza al tiempo que pensaba: «No se atreve a
decírmelo abiertamente, ojalá me dijera de una vez lo que piensa».
—Pues iré directamente al asunto. El señor York y yo —el inspector se
volvió al escuchar su nombre—, hemos estado analizando los resultados
de los exámenes de sus alumnos, y hemos descubierto que son levemente
más bajos que los del resto de los profesores de inglés. ¿Nos podría
explicar cuál es la razón de esto?
Lynne se humedeció los labios resecos.
—Sí, creo que sí. Como usted bien sabe, el sistema rotativo hace que
los exámenes sean preparados por diferentes profesores, por lo tanto mis
alumnos tienen que hacer exámenes puestos por maestros que utilizan
métodos de enseñanza diferentes de los míos, y que por lo tanto basan
sus preguntas en lo que ellos han enseñado en sus clases.
—Pero existe un programa. ¿Acaso usted no sigue dicho programa?
—Sí, por supuesto, pero no me ato a él estrictamente como lo hacen
ellos, y además, es posible que altere el orden de los temas.
En ese momento, el inspector se acercó al escritorio y ocupó la silla
junto al director. Lynne pensó que debía encontrar muy interesante la
madera del escritorio porque no le quitaba la vista.
—O sea que los resultados son los mismos —dijo sin mirarla—. Para
fin de año cubre usted la totalidad del programa.
—Sí, pero además me detengo en otras cosas.
—¿Tales cómo? —dijo el inspector levantando las cejas.
—Pues… verá usted… yo tengo mucha confianza en la investigación.
—¿Trabajo de investigación en inglés? —repitió el inspector
asombrado. La nota de escepticismo en su voz sacó a Lynne de sus
casillas.

Nº Páginas 15—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—El trabajo de investigación, señor York, incluye escritura,


resúmenes, y lectura de libros, novelas, obras de teatro, poesías, etc.
Lynne hizo una pausa para respirar y el inspector aprovechó para
interrumpirla.
—Hay otro punto que quisiera discutir con usted, señorita Hewlett.
Eso de grabar poesía con un fondo musical ¿qué lugar ocupa en la
enseñanza del inglés? El material que grababan no parecía tener nada que
ver con toda la poesía clásica mencionada en el programa, tal como
Shelley, Keats, Milton, y otros. Es más, parecía poesía absurda y sin
sentido sacada de sus cabezas.
—Señor York —dijo Lynne mirándole de frente—. Era efectivamente
sacada de sus cabezas y tenía mucho sentido —la furia enrojecía las
mejillas de Lynne—. Un día me gustaría enseñarle la poesía que hacen —el
inspector se encogió de hombros, dudando que eso le convenciera.
—La imaginación que demuestran sus poemas debería avergonzarnos
a los adultos. A la edad de ellos, la poesía les nace como el respirar.
—¿Pero por qué les pone música? Porque, señor York —sus ojos
echaban fuego—, si usted se hubiera tomado la molestia de escuchar el
otro día imparcialmente, se hubiera dado cuenta de cómo el fondo musical
les estimula la imaginación, añadiendo un aspecto dramático a toda la
actividad.
Era obvio que no estaba convencido de lo que ella decía, y el señor
Penstone estaba al margen de la discusión, jugueteando con un lápiz,
finalmente dijo:
—Pero hay algo más, señorita Hewlett. Lamento mucho tener que
decirle que hemos recibido quejas de numerosos padres por la forma en
que lleva sus clases. Ellos argumentan que han enviado a sus hijos a esta
escuela en particular para que se les impartiera un determinado tipo de
educación, especialmente académica, en donde los conocimientos les
lleguen a través de los métodos ortodoxos. Me han dicho que de haber
querido que sus hijos fueran educados con estos métodos modernos, los
hubieran inscrito en otro centro.
—Supongo que habla usted de los antiguos y estereotipados métodos
—intervino Lynne apretando los puños. El inspector se movió en la silla al
escuchar sus palabras pero no dijo nada.
—También me dicen que ellos no mandan a sus hijos aquí para que se
experimente con ellos —añadió el señor Penstone.
—Pero mis métodos no son experimentales, señor Penstone —
exclamó Lynne—. Son métodos que han sido puestos en práctica con
excelentes resultados en escuelas más mod… —un movimiento repentino
del inspector la hizo pensar mejor lo que iba a decir— en escuelas más
nuevas… me refiero a escuelas con edificios más nuevos que éste.
—Comprendo —dijo el señor Penstone con cierta amargura—. Como
todos los jóvenes, usted rechaza todo lo viejo… pero tiene que darse
cuenta de que no todos están de acuerdo con usted.

Nº Páginas 16—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Pero mis métodos sirven, señor Penstone…


En ese momento intervino el inspector.
—¿Está usted segura, señorita Hewlett? A juzgar por lo que presencié
esta tarde, yo aseguraría que no.
Estas palabras estaban muy bien calculadas para hacer hervir la
sangre de Lynne, que se volvió hacia él como un animal herido.
—Eso fue porque su presencia influía negativamente sobre los
alumnos y sobre mí…
El señor Penstone la miró molesto por su forma de expresarse.
—¡Señorita Hewlett! Por favor, ésa no es forma de dirigirse a un
inspector de Su Majestad, y yo no puedo permitirlo. Creo que debe usted
disculparse.
—Lo… lo siento, señor Penstone —dijo Lynne, negándose a pedir
disculpas a quien en verdad correspondía, limitándose a mirarle
indignada. Creía poder adivinar sus pensamientos: «¡Así que yo la pongo
nerviosa!»
Furiosa por haber hablado con tanta sinceridad, se volvió hacia el
director y continuó:
—Mis métodos funcionan, porque hacen que estos muchachos
piensen por sí mismos. Cada vez que se enfrentan a un proyecto de
investigación, se fomenta la participación en grupo a la vez que se tiene
en cuenta el desarrollo individual de cada uno; se les permite tener acceso
a libros enciclopédicos y una gran cantidad de material, y a veces los
resultados les llevan a comenzar otra investigación.
El señor Penstone pareció empezar a comprender un poco, pero era
tan ajeno a todo ello, que sacudió la cabeza.
—Y no sólo eso, señorita Hewlett. También he recibido quejas de
algunos miembros del personal.
—¿Profesores de inglés?
—Uno o dos, pero también de otros departamentos. Los alumnos les
han pedido que cambien sus métodos de enseñanza, pues dicen con toda
honestidad que disfrutan mucho de sus clases, por lo que molestan a sus
otros profesores para que adopten sus métodos.
Una sonrisa de triunfo iluminó el rostro de Lynne, pero se desvaneció
al ver que el director levantaba la mano en señal de protesta.
—Lo siento, señorita Hewlett, ese tipo de métodos pueden convertir el
aprendizaje en algo muy entretenido y sencillo, pero la enseñanza debe
ser prospectiva, tiene que perdurar en la mente, y eso es exactamente lo
que no sucede con sus métodos, a juzgar por los resultados del examen.
—Pero yo ya le expliqué el porqué de dichos resultados.
En ese momento Chris York regresó a la batalla con renovados bríos.

Nº Páginas 17—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Señorita Hewlett —dijo como si hablara con una niña obstinada—,


debe enfrentarse a la realidad. Los exámenes existen y hay que
aprobarlos. Y mientras sean un hecho en la vida educativa, aquellos que
han de pasarlos deben estar capacitados para hacerlo, y eso es «tarea»
del maestro.
Lynne ya no tenía fuerzas para seguir peleando contra ambos. Sentía
que sus reservas estaban agotadas, y que la derrota había sido total.
—¿Y qué desea que haga? —preguntó con voz temblorosa.
El director se echó hacia atrás en la silla, estaba complacido. Esas
últimas palabras parecían haberla convencido.
El inspector se puso de pie y caminó hasta la ventana, y al llegar a la
misma se volvió con las manos detrás del cuerpo.
—Como inspector de Su Majestad, yo no la puedo obligar a cambiar
sus métodos de enseñanza, no tenemos derecho a eso. Sólo podemos
sugerir y aconsejar, y mi consejo es que piense bien en este asunto, y creo
que después de eso se dará cuenta de que teniendo en cuenta el contexto
general de la escuela, su historia, su reputación académica y los hábitos
ortodoxos de enseñanza del resto del personal, tiene que cambiar o al
menos modificar sus ideas y poner estas modificaciones en práctica.
Además, quiero añadir que por más que admiremos su espíritu pionero, en
estas circunstancias está fuera de lugar.
—Por lo tanto, debo abandonar mis ideas para que concuerden con
las de los demás; debo perder mi individualidad como educadora y dejar
de creer en todo lo que creo hasta este momento.
—Mi querida señorita Hewlett —los ojos grises la perforaban—,
cuando sea usted un poco mayor se dará cuenta de que las revoluciones
no las realiza una sola persona, gritando sola en medio de la jungla. Debe,
en primer lugar, convencer a otros de que tiene razón, y una vez que haya
obtenido su apoyo, entonces podrá tener alguna esperanza de cambiar el
orden establecido. Lynne se puso de pie respirando agitada.
—¿Me puedo retirar, señor Penstone?
El director no cabía en sí de satisfacción. El inspector de Su Majestad
había sido de gran ayuda… y tan persuasivo.
—Sí, por supuesto, querida, y gracias por escucharnos. Con la cabeza
erguida se dirigió hacia la puerta, la cerró, y en lugar de dirigirse a la sala
del personal, se dirigió rápidamente a la oficina del jefe del departamento,
que estaba autorizada a utilizar en su ausencia. Se sentó en el escritorio,
puso la cabeza entre las manos y dejó que brotaran las lágrimas
largamente contenidas.
Pero de pronto miró a su alrededor desesperada. No podía quedarse
en aquel lugar, porque en cualquier momento podría entrar alguien. Cogió
la cartera, y limpiándose las lágrimas salió corriendo por el pasillo. De no
haber tenido los ojos tan nublados por las lágrimas, hubiera visto a alguien
que se le acercaba, pero estaba ciega a todo excepto al hecho de que
necesitaba estar sola.

Nº Páginas 18—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Cuando la persona estuvo casi, junto a ella abrió la puerta del


guardarropa y la cerró sollozando. Después, apoyada en la puerta, dio
rienda suelta al llanto. Cuando entró Mary a verla, la encontró sentada en
una silla sollozando como un niño.
—Lynne, querida. ¿Dime qué te sucede? —preguntó acariciándole el
pelo como una madre cariñosa con su hijo.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó Lynne.
—El señor York llamó a la puerta de la sala de personal. Parecía muy
agitado y nos dijo que estabas aquí, y que parecías trastornada por algo.
—Esa es una verdad a medias, teniendo en cuenta que él ha sido la
causa de todo.
Después explicó a Mary todo lo sucedido y cómo ambos se peleaban
con ella como perros detrás de un mismo hueso. Mary sonrió al escuchar
la comparación.
—Sí, entiendo lo que quieres decir.
—¿Se ha ido ya Ken a su casa? —preguntó Lynne mientras se miraba
al espejo observando que tendría que volver a maquillarse.
—No, Ken está todavía aquí. Cuando le dije que estabas con el
director, me dijo que trataría de encontrar otro compañero de juego, y que
pasaría a recogerte más tarde. Por lo tanto, vamos, querida, no le dejes
plantado.
Al llegar a la sala de personal encontraron a Ken en la puerta
esperándolas nervioso.
—¿Qué diablos ha sucedido? ¿Acaso el viejo tenía malas intenciones
contigo?
Todos rieron y cuando Lynne dijo que iba a por el equipo de tenis, Ken
le respondió que no era necesario y cogiéndola de la muñeca la sacó al
pasillo, con tanta fuerza que Lynne se golpeó el brazo contra la pared y
comenzó a rotarlo para que se le quitara el dolor. De pronto tuvo la
sensación de que la estaban observando y entonces le propuso a Ken:
—Si le das un besito se me quitará más rápido el dolor —y Ken
accedió gustoso a la petición, alejándose ambos cogidos de la mano.
—Buenas tardes —dijo la persona que había presenciado la «cura»,
dirigiéndose a Ken. Después miró a Lynne sin pestañear, y ella le devolvió
una sonrisa desafiante. «No me vas a vencer, maldito», pensó esperando
que hubiera entendido el mensaje.
En cuanto estuvieron un poco más lejos, Ken dijo:
—Ese individuo te odia.
—¿Él me odia a mí? —repitió Lynne indignada—. Si él me odia tanto
como yo a él, entonces te aseguro que nos detestamos mutuamente.
Al llegar a la cancha cambiaron de tema.
—¿Quién ha estado jugando contigo hasta ahora, Ken?

Nº Páginas 19—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Logré convencer a Deirdre Carson, la nueva profesora de Lengua,


pero no es tan buena como tú, y además no tiene un cuerpo tan bonito
murmuró esto último en voz baja y le apretó la mano. Después se
separaron para comenzar el juego.
Lynne jugó mejor que nunca, y Ken le dijo que seguramente estaba
imaginando que la pelota era una versión reducida de su amigo el
inspector.
—Hablando de él, tengo la sensación de que nos están observando.
Hace un momento me pareció ver a alguien que se le parecía en una de
las ventanas del piso superior —comentó Ken.
De inmediato, Lynne levantó la vista.
—Demasiado tarde, ya se ha ido.
—Supongo que ha estado observando cómo juego al tenis, para saber
si estoy a tono con lo que se pretende de una profesora de inglés —
respondió Lynne amargamente.
—Oh, quítate a ese hombre de la cabeza, y piensa en mí un poco
más. El ejercicio físico hace olvidar las preocupaciones, así que sigamos
jugando.
La semana siguiente la escuela volvió a estar tranquila y pacífica. De
vez en cuando Lynne creía ver a distancia a alguna persona que su
imaginación encontraba parecida a su odiado enemigo. «Debo estar
obsesionada con él», se dijo a sí misma.
Cada vez que entraba en la clase lo hacía con el temor de
encontrarlo; por supuesto que no sucedió, y a finales de la semana había
logrado relajarse, a pesar de que nunca volvió a sentir la confianza que
había tenido antes en sus métodos y en su capacidad de enseñanza, tal
había sido el impacto que le había producido.
Todas las tardes que podía jugaba al tenis con Ken, pero cuando sus
obligaciones como jefe suplente del departamento se lo impedían, Deirdre
Carson, la nueva profesora, ocupaba su lugar. A Lynne le caía muy bien
Deirdre y la consideraba una chica muy bonita y muy dulce, y Ken
también la apreciaba y valoraba su ayuda, ya que quería estar bien
entrenado para los próximos campeonatos de tenis.
A medida que las tardes de primavera se hacían más largas, Ken
empezó a llevar a Lynne al río. Ken era una persona sumamente activa, a
la que le molestaba quedarse quieto por mucho tiempo, razón por la cual
eran contadas las veces que iban al teatro o al cine.
Una hermosa tarde del mes de abril, como tres semanas después de
la inspección, tomaron té en un restaurante junto al río y después
alquilaron una barcaza. En dicha ocasión, Ken llevaba la embarcación, en
tanto Lynne, vestida con pantalones y jersey rojo se sentaba estirando las
piernas en el extremo opuesto.
De pronto oyó comentar a Ken:

Nº Páginas 20—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¡Mira quién está aquí! —al verle saludar con la mano, Lynne levantó
la cabeza, bajándola de inmediato totalmente confundida. Casi a la misma
altura que ellos, paseando por la orilla iba Chris York.
—¿No vas a saludarle? —preguntó Ken.
—Yo sólo saludo a los amigos.
—¿Aún te sientes herida? Eres demasiado dura con él. Después de
todo no te arruinó la carrera ni nada semejante.
Sólo Lynne sabía el horrible daño que le había causado en la
confianza en sí misma, en su entusiasmo y en sus ganas de luchar.
—¿De verdad crees que no? —respondió volviendo la cabeza hacia
otro lado.
—Parece un individuo muy solitario —reflexionó Ken en voz alta—.
¿Recuerdas cuando contó que si se sentía preocupado o angustiado se iba
al páramo? Me pregunto qué hará cuando está lejos de su casa.
—Es obvio que pasea por la orilla del río —respondió Lynne, sin darle
importancia al asunto. No deseaba hacer nada que destruyera la coraza
que usaba cuando de él se trataba. Si estaba muy solo, ése era asunto
suyo. Seguramente le gustaba la soledad. Siempre que hablaba con él era
para discutir y Lynne no estaba dispuesta a ser ella quien le dirigiera la
palabra.
Lynne se sentía contenta como suplente del jefe de departamento, y
lamentaba que el período ya estuviera llegando a su fin. El señor
Blackman estaba aún en el extranjero, pero circulaban rumores de que
regresaría pronto, además, se murmuraba que tal vez se jubilara a muy
corto plazo. Si esto llegaba a ser cierto, entonces se presentaría para el
puesto.

Una tarde, Lynne decidió ir a la lavandería de la ciudad, cosa que


hacía con frecuencia a pesar de que la señora Walters le había ofrecido en
reiteradas ocasiones lavarle la ropa, pero Lynne prefería ocuparse ella
misma de esta tarea.
Entró en el local, observando que estaba casi lleno, dejó su cartera
sobre la única silla vacía, y se dirigió hacia la única lavadora vacía. Colocó
la ropa en su interior, le puso la cantidad apropiada de jabón, y después
de ponerla en funcionamiento, se sentó. Había unas cuantas revistas
sobre la mesa, recogió una y comenzó a hojearla sin mucho interés. Se dio
cuenta de que a un lado suyo había un hombre sentado leyendo el
periódico, y al otro una señora hacía lo imposible por tranquilizar a una
niña muy revoltosa.
El hombre dejó el periódico y después de un momento se dirigió a
ella:
—Buenas tardes, señorita Hewlett.

Nº Páginas 21—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne se quedó de piedra, no era posible… pero era…


—Curioso lugar para encontramos —comentó él con una sonrisa.
—Oh, cómo está usted, señor York —al descubrir su identidad, había
sentido las más variadas emociones. Al principio, no podía creer lo que
veían sus ojos y estaba sumamente nerviosa. Cuando logró sobreponerse
mínimamente, dijo:
—Vengo a este lugar con mucha frecuencia, pero jamás lo había visto
antes —se dio cuenta de que parecía casi una acusación.
—Es la primera vez que vengo. Sucede que la muchacha que limpia la
casa ha estado enferma dos días. Suele venir de lunes a viernes, y en una
nota me sugirió que trajera mi ropa a lavar aquí.
—Me parece lógico —comentó Lynne.
Después abrió nuevamente la revista para ver si él se daba por
aludido y entendía, pero después de un momento le oyó decir:
—Tuve que preguntar a una de las empleadas cómo se utilizaba esto,
porque no tenía la más mínima idea de cómo funcionaba.
—Al principio es un poco complicado, pero con el tiempo se vuelve
muy sencillo —y se calló de nuevo, pero era evidente que él quería hablar.
—Este lugar queda a bastante distancia de donde vivo, por eso vine
en el autobús.
—¿No ha venido en su coche?
—No, lo tengo en el garaje para que le hagan una revisión. Por una
razón u otra parece que las cosas se me complican —y volvió a sonreírle.
Lynne no lograba sentir lástima por él, pero algo la obligó a decir:
—Yo tengo el coche muy cerca de aquí. ¿Puedo… quiere que le
acerque?
El respondió que su casa no le pillaba de camino a Lynne, y que
podría regresar fácilmente en autobús. Sintiéndose enfadada consigo
misma por insistir, Lynne le dijo que no era ninguna molestia, ante lo cual
el hombre aceptó.
Más tarde, cada uno con su bulto de ropa mojada en la mano, se
dirigieron al coche, y siguiendo las indicaciones de su acompañante, en
poco tiempo salían del centro y aparcaban delante de un conjunto de
edificios muy lujosos y modernos.
—¿Quiere usted pasar, señorita Hewlett? —Lynne estaba por decir
que no, pero él añadió—: Me temo que el apartamento esté un tanto
desordenado, y por supuesto si usted prefiere no entrar, yo lo
comprendería.
Esto puso a Lynne en una situación difícil, ya que si no aceptaba, él
pensaría que era a causa del desorden, por lo tanto dijo:
—Está bien, pero sólo unos minutos.
Mientras subían en el ascensor al primer piso, Chris dijo:

Nº Páginas 22—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Haré un poco de café. ¿Toma usted una taza?


—Pues… si piensa hacerlo…
El apartamento era muy bonito y estaba decorado y amueblado con
muy buen gusto. Lynne se preguntó quién lo habría hecho. ¿Su esposa?
—Por favor, tome asiento —gritó él desde la cocina, pero Lynne
prefirió deambular mirando los libros que había en un estante junto a la
chimenea, y observó el mueble-bar que estaba repleto de botellas. De
pronto le llamó la atención una fotografía de una mujer muy bella, joven y
de grandes ojos, con una sonrisa irresistible. La fotografía decía: «Para
Chris, con amor. Tu Ángel».
Lynne contuvo el aliento. ¿Sería su esposa? El solo hecho de pensar
que no era el hombre solitario que habían imaginado, le hacía parecer más
humano, y al verle entrar en la sala con una bandeja con café y galletas,
Lynne le dedicó la sonrisa más encantadora y más dulce que jamás le
había dirigido.
Al mirarla, Chris tropezó y Lynne corrió a coger la bandeja.
—Lo siento, fue un gran descuido por mi parte —dijo Chris—. Por
favor, ponga la bandeja sobre la mesa.
Lynne se sentó en un cómodo sillón y trató de relajarse todo lo que
pudo.
—Usted habló de desorden, pero en verdad no lo veo.
Él le alcanzó el café, después le ofreció una galleta y sentándose en
un sillón frente a ella, dijo:
—En realidad, esta parte no está tan mal, pero la cocina y mi
dormitorio… me da vergüenza decirlo pero la cama está sin hacer.
—No se preocupe, yo no pienso asomarme.
Hablaron largo rato. Él le contó que era nuevo en el barrio, y que
acababa de mudarse a aquel lugar debido a su trabajo. Habló de su pueblo
y de sus padres, que vivían en una hermosa casa rodeada de jardín.
—En algún sitio tengo un álbum de fotografías de los valles de
Yorkshire —mientras lo decía se puso de pie y comenzó a buscar—. Aquí
está —le puso el álbum abierto sobre la falda y volvió al sillón.
Mientras Lynne pasaba las hojas lanzando exclamaciones de
admiración ante la belleza de los paisajes, Chris la observaba con los ojos
entrecerrados. Ella no se había dado cuenta de que la miraba hasta que
levantó la vista para preguntarle algo. Pero se ruborizó y bajó los ojos. Al
pasar otra de las hojas, exclamó:
—¡Qué hermosa muchacha!
Era una mujer joven con bikini, paseando por la playa de la mano de
Chris York.
Él se levantó y se sentó en el brazo del sillón de Lynne.

Nº Páginas 23—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Cuál? Ah, ni siquiera recordaba que seguía teniendo esta


fotografía. Fue tomada hace casi dieciséis años, como se podrá dar cuenta
por lo joven que estoy. En esa época tenía apenas veinte años. Ahora
estoy mucho más viejo.
Lynne le miró y sus ojos se encontraron.
—No lo sé —dijo casi sin pensar, pero de inmediato volvió a
ruborizarse.
—Le aseguro que eso es un gran halago —comentó sonriendo.
—¿Es ésta la misma muchacha de la fotografía que hay sobre la
repisa?
—¿Ángel? Sí, es ella.
—¿Es… su esposa?
—¿Mi esposa? Desafortunadamente, no. Todavía soy soltero. Ella es
una gran amiga mía, la conozco desde hace años. Su nombre es Ángela
Castle, pero por razones profesionales se hace llamar Ángela Castella. Es
cantante, y suele dar recitales en el Festival Hall de Londres, y en otras
salas de conciertos de todo el país y del extranjero. Tiene una voz
maravillosa. Ella todavía vive cerca de mis padres.
Chris volvió a su sillón, seguramente incapaz de contarle más cosas, a
pesar de que a Lynne le hubiera encantado saber qué relación existía
entre ellos.
Cuando terminó de hojear el álbum lo cerró con un suspiro.
—¿Dónde vive usted, señorita Hewlett?
—Pues en un lugar muy civilizado y ruidoso, en el corazón de Kent,
donde no existen hermosos valles y colinas como en Yorkshire. Nuestra
casa es muy sencilla, y está bastante mal conservada. Fue construida en
los años treinta. Mis padres no salen de allí porque mi padre odia los
traslados.
—Entonces, es evidente que no se parece a él —dijo Chris York con
una sonrisa—. ¿Y cómo es su madre?
—Pues en realidad me parezco a ella. Está convencida de que los
cambios constantes son indispensables en la vida… me refiero a los
cambios de formas de pensar.
—Pues sí, es usted indudablemente hija de su madre —se hizo un
silencio después del cual Chris preguntó—: ¿Ha jugado al tenis
últimamente?
—¿Con Ken? Sí, con bastante regularidad. Él tiene puestas muchas
esperanzas en los campeonatos que hay a mediados de año.
—Juega usted muy bien. La estuve observando una tarde hace varias
semanas.
—¿Eso hizo? —preguntó Lynne, mostrándose sorprendida—. Es sólo
gracias a los esfuerzos de Ken. Me ha dicho que no le sirvo para

Nº Páginas 24—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

entrenarse si no soy una buena jugadora, y por esa razón se ha


preocupado de que yo mejore día a día.
—Supongo que se casará pronto con él.
—Oh, la verdad es que no lo sé. Hemos hablado de matrimonio, por
supuesto, pero ambos estamos demasiado ocupados como para dedicarle
mucho tiempo al asunto.
—Supe que están comprometidos.
—¿Comprometidos? Tal vez de una manera extraoficial.
—Es un tipo muy agradable.
—Sí, lo es.
El silencio se hizo más largo, pero él no dejaba de observarla, por lo
que Lynne se puso un tanto incómoda. Además había algo que deseaba
decirle, a pesar de que sabía que eso pondría fin al agradable ambiente
que se había creado en la última media hora.
—¿Señor York?
—¿Sí, señorita Hewlett?
—¿Recuerda usted nuestra conversación en el despacho del director?
—La recuerdo. ¿Me está usted hablando como al inspector de Su
Majestad o como a una persona conocida? Espero que sea esto último,
porque no me gusta mezclar el trabajo con la amistad.
—No lo sé… pero creo que como a un inspector de Su Majestad.
—Es una lástima, pero siga usted —se puso de pie con las manos en
los bolsillos, una de sus poses preferidas, pensó Lynne, y la miró.
—Quería decirle que teniendo en cuenta la sugerencia que me hizo —
se daba cuenta de que hablaba en un tono altanero, pero teniéndole a él
enfrente no podía hacerlo de otra forma—, he cambiado mis métodos de
enseñanza, volviéndome mucho más ortodoxa. Odio hacerlo, pero lo he
hecho.
Chris caminó hacia la ventana, y mientras miraba los hermosos
jardines que rodeaban los apartamentos, dijo:
—Muy bien.
—También quería decirle que si el rumor de que el actual jefe del
departamento de inglés piensa jubilarse pronto llega a ser cierto, me
presentaré para el puesto.
—Estaría perdiendo su tiempo —respondió él rápidamente. Ahora era
sólo el inspector de Su Majestad. Ya no había en él ni siquiera vestigios del
comportamiento amigable de hacía sólo un momento, a pesar de que ella
estaba sentada en su habitación y era su huésped.
—Quisiera señalarle que he estado haciendo el trabajo, ya que he
estado como jefe suplente durante varias semanas, y que no ha habido
quejas respecto a mi labor.

Nº Páginas 25—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Y cuál es la diferencia?


—Pues que eso prueba que puedo hacer ese trabajo. El departamento
ha funcionado muy bien desde que me hice cargo.
—No se engañe a sí misma. Usted no podrá figurar entre los posibles
candidatos.
Lynne se enfureció al escuchar su frío tono de voz. Y todo el
resentimiento que había sentido contra él regresó, y olvidando donde
estaba dijo:
—No, claro, no tengo la menor duda de que usted se encargará de
que eso suceda.
Chris se puso furioso también.
—¿Qué diablos tengo yo que ver con eso?
—Pues debería saberlo. Usted fue quien empezó todo este asunto —la
acusación era muy injusta y Lynne lo sabía.
—¿Yo lo comencé? No, claro que no, señorita Hewlett. Yo llegué
cuando todo estaba ya a mitad de camino. Pero seguramente no me
necesitan a mí para quitarle las posibilidades de conseguir ese puesto en
particular, aunque estuviera en mis manos hacerlo. Hay muchos que
estarían deseando obligarme a hacer algo de ese tipo. ¿No se da cuenta
de que muchos de los padres que han presentado quejas, y muchos de los
maestros que hicieron lo mismo tienen amigos entre los concejales? Una
vez se supiera que usted se presentaba para el puesto, usarían sus
influencias para que no saliera, todo en forma extraoficial, por supuesto. Y
serán como, es lógico los concejales miembros de la dirección de la
escuela los que hagan las entrevistas y den las citas.
Lynne se dio cuenta de que todo esto podía ser cierto, pero le daba
mucha rabia que hubiera sido él el que se lo dijera con tanta claridad y sin
miramientos. Sintió que las lágrimas asomaban a sus ojos, por lo que sólo
pudo decir:
—Lo siento, y gracias por el café, señor York —él inclino la cabeza y
después la acompañó hasta la puerta.
—Adiós, señorita Hewlett, y gracias por haberme traído a casa.
Mientras se alejaba en su coche, Lynne sintió algo así como tristeza.
«Esto ha sido el fin de una hermosa amistad de apenas una hora», pensó.
Y sabía que nadie más que ella tenía la culpa de lo sucedido.

Nº Páginas 26—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 3
Faltaban pocas semanas para el festival de música y teatro de la
escuela. Las autoridades decidieron que el moderno salón de conciertos
de Riverside Pavilion era el sitio más apropiado para el acontecimiento.
Era un lugar muy moderno en cuanto a su estilo y construcción. El
arquitecto a quien le dieron carta abierta, lo había diseñado en tres
niveles, en una zona poca urbanizada cerca del río. Todo el edificio estaba
rodeado de hermosos jardines llenos de flores y muy bien cuidados, en
medio de los cuales habían construido fuentes y terrazas.
Los contribuyentes del distrito estaban muy orgullosos del pabellón.
Lo consideraban un lugar apropiado para que los niños en edad escolar
pudieran desplegar su talento musical y sus dotes artísticas, ofreciéndolos
al resto de la comunidad.
Lynne había quedado con un grupo de alumnos de sexto en ir a la
escuela el sábado por la tarde para ensayar. Era de hecho una
continuación del trabajo en grupo que había hecho en clase antes de que
se viera obligada a modificar sus métodos de enseñanza.
Los muchachos estaban tratando de adaptar su propia poesía a un
fondo musical que ellos habían compuesto, y durante las primeras etapas,
la grabadora era un elemento indispensable.
Lynne llevaba unos pantalones rojos, con un jersey y un abrigo
haciendo juego. No solía llevar una ropa tan llamativa cuando daba clase,
pero como ésta era una actividad extraescolar, se decidió a ponérsela. Al
entrar en la escuela tuvo que ignorar la mirada que le dirigió el guarda y
se dirigió a su clase colocando la grabadora sobre el escritorio. Como era
bastante pesada, esperó a que los muchachos llegaran para que la
llevaran al salón de música. Un grupo de jóvenes de aproximadamente
dieciocho años apareció en la puerta de la clase y fueron entrando uno por
uno. Se detuvieron de pronto y miraron detenidamente a Lynne. Por fin,
uno lanzó un largo silbido de aprobación.
—¡Qué bien le queda esa ropa, señorita Hewlett! —dijo el que había
silbado; otro se acercó a ella con las manos extendidas como si se
estuviera calentando al fuego, luego se las frotó diciendo:
—Ahora está mejor.
Todos rieron, inclusive Lynne.
—¿Va a ver a su novio, señorita Hewlett?
—No, voy a ver a una amiga después del ensayo.
—¿Y por qué tanto para una amiga?
Eran todas bromas bien intencionadas y Lynne no se molestó porque
esto formaba parte de las relaciones cordiales que quería mantener con
sus alumnos.

Nº Páginas 27—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Está libre el salón de música? —dijo cambiando de tema—. Porque


si es así vayamos de una vez.
Los muchachos habían conseguido varios instrumentos musicales.
Además del violín y la guitarra que había traído uno de los muchachos,
habían pedido prestados del depósito de la escuela un xilófono, una
mandolina y platillos. En el salón de música los esperaban media docena
de miembros jóvenes del coro de la escuela, que se necesitaban para que
unieran sus voces dulces y jóvenes a los sonidos emitidos por los diversos
instrumentos. Con este fondo, los muchachos mayores leían una serie de
poemas muy originales, mientras la grabadora registraba todo para
comprobar si se lograban los efectos deseados.
Era tan grande el entusiasmo de todos, que dos horas después
cuando el guarda vino a preguntar si les faltaba mucho, porque quería
cerrar la escuela, aún seguían ensayando.
Los alumnos estaban poniendo todo de su parte y Lynne estaba feliz
con los resultados. Esto, dijo, haría que los viejos ortodoxos de la escuela
abrieran más los ojos. Los poemas producidos por estos jóvenes, a
quienes les faltaba muy poco para dejar la escuela e ingresar en la
universidad, eran maravillosos en cuanto al contenido y a la imaginación
desarrollada, y al ponerles un fondo musical, se realzaba el efecto
dramático.
Les agradeció a todos el haber venido, y después de que se hubieran
retirado ordenó el salón. Después se puso el abrigo sobre los hombros,
decidiendo ir andando a su cita con Mary en lugar de coger el autobús.
Había dejado el coche en su casa porque el día era muy hermoso. En el
bolsillo tenía un paquete de pan duro, y se dirigió al río para tirárselo a los
patos y cisnes.
Se agachó a la orilla del agua tratando de imitar el sonido de algún
pájaro, para que se acercaran a ella, pero los patos no se acercaban. Se
quedó allí largo rato con la mano extendida enseñándoles el pan.
Escuchó unos pasos que se acercaban, y de pronto una profunda voz
masculina que decía:
—¿Acaso no tienen hambre?
Lynne se puso de pie asombrada, y al hacerlo se le cayó el abrigo,
que rápidamente cogió, quedándose con él en la mano.
—Hola, Lynne —dijo Chris York con una sonrisa, y Lynne sintió que su
corazón daba un vuelco al escuchar que la llamaba por su nombre de pila.
Después se ruborizó al ver que él la miraba con el mismo interés
mostrado por los muchachos horas antes.
—¿Va a ver a su novio?
Lynne rió y le dijo que dos horas antes un grupo de estudiantes de
sexto le había preguntado lo mismo.
—No me asombra, con esa ropa tan llamativa —comentó en tono
cortante—. ¿Bueno, y lo va a ver?

Nº Páginas 28—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿A quién, a Ken? No, él va todos los sábados por la tarde a un club
masculino para jugar al cricket y al fútbol. Yo he quedado con Mary. Me
pidió que tomara el té con ella y que después le hiciera no sé qué cosa en
el pelo.
—Mire, allí hay un banco desocupado, por qué no nos sentamos. He
querido ponerme en contacto con usted toda la semana, pero el trabajo
me lo impidió. Déme ese pan —y cogiéndoselo de las manos lo esparció
por el agua, lejos de la orilla.
Mientras Lynne esperaba sentada a que él viniera, volvió a sentir
todas esas emociones contradictorias que solía sentir en presencia de
aquel hombre. Después se preguntó qué error habría cometido ésta vez
para que la estuviera buscando.
Pero no había cometido ningún error.
—Hace algún tiempo —comenzó a explicar Chris— le pregunté al
organizador musical del distrito si conocía alguna sociedad musical en la
zona a la cual pudiera unirme. Hizo algunas averiguaciones pertinentes, y
me dijo que existía una y que su secretaria es una tal señorita Lynne
Hewlett, que vive en el número 23 de la calle Farningham en el
apartamento 1 A de Cranleigh House —levantó una ceja y preguntó con
una sonrisa—: ¿Por casualidad ésa es usted?
Lynne también rió.
—Por supuesto, y estaríamos encantados de tener un nuevo miembro
en el grupo, señor York. Solemos reunimos una vez al mes en la casa del
coordinador, porque tiene un equipo estereofónico muy bueno.
—¿Cuándo es la próxima reunión? —preguntó Chris sacando una
libreta del bolsillo.
—El jueves de la semana que viene.
—Bien, lo tengo libre. ¿Cómo puedo llegar allí?
—Creo que lo mejor sería que viniera a mi apartamento, dejara su
coche allí y se viniera en el mío para que yo lo presente al resto del grupo.
¿Le parece bien?
Respondió que le parecía estupendo.
—Suelo llevar también a Mary, por lo tanto podemos ir los tres juntos.
Ken lleva su propio coche —le miró dubitativa y añadió—: Sólo espero…
—¿Qué es lo que espera?
—Espero que le guste el tipo de música que escuchamos. Es casi todo
clásico, Beethoven, Mozart, Brahms, etc. A ninguno de nosotros parece
gustarle la música ligera. Espero que no sea demasiado aburrido para
usted.
—Oh —exclamó Chris—. Creo que lo mejor será esperar al jueves para
escucharla y decidir entonces si me gusta. Después de todo, si no fuera
así, no me siento obligado a volver otra vez, ¿verdad?

Nº Páginas 29—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne le miró sintiéndose confundida por el extraño tono de voz, pero


su expresión era absolutamente seria.
Se hizo un largo silencio durante el cual Lynne podía oír el murmullo
del agua, el silbido del viento en las ramas de los árboles que colgaban
sobre el río y los gritos de los niños jugando a lo lejos. Sintió como si esa
paz le penetrara muy adentro, proporcionándole la tranquilidad que tanto
necesitaba cuando estaba junto a aquel hombre.
Se volvió para mirarle y se encontró con unos ojos inquisitivos.
—¿Va a ver a Ken mañana? —le preguntó con palabras.
¿Por qué diablos estaba tan interesado en Ken?
—Sí, iremos a pasear en barca. Eso espero.
—¿Le gusta el río, verdad? La vi hace aproximadamente una semana
—sonrió—. Al menos, vi algo rojo que se movía en el fondo del bote y
supuse que era usted.
Rieron juntos, y después él dijo:
—Estaré fuera de la ciudad desde esta noche hasta el lunes.
—¿Se va? —preguntó Lynne tratando de no mostrar interés.
—Me voy a Londres el fin de semana. Voy a ver a una amiga que hace
mucho no veo. Creo que ya le hablé de ella… es Ángela Castella… la
cantante.
—Sí, algo me dijo —así que se iba a encontrar con su Ángel en la
ciudad. Lynne sintió un fuerte dolor junto al corazón, pero se recuperó de
inmediato. Chris tenía el derecho de encontrarse con quien quisiera, y no
era algo que le incumbiera.
—Le veré entonces el jueves que viene, señor York, a eso de las siete
y cuarto en mi apartamento —dijo poniéndose de pie y ofreciéndole la
mano.
Él la cogió, y sin soltarla dijo:
—Mi nombre es Chris, Lynne.
—Adiós, Chris.
—Eso está mejor —respondió él y se alejaron cada uno por su lado.

Era una tarde maravillosa. Lynne y Ken habían amarrado el bote a un


árbol que colgaba sobre el río y se acercaron a la orilla en busca de un
lugar con sombra. Ya se habían comido la merienda y ahora Lynne estaba
echada en el césped, semidormida. Al menos, eso era lo que pensaba Ken.
Él estaba sentado fumando y el sol que se filtraba por entre las ramas
daba reflejos dorados a su pelo rubio. De vez en cuando miraba a Lynne
para ver si se movía. Pero ella no pensaba en él en ese momento. Se

Nº Páginas 30—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

preguntaba si Chris lo estaría pasando bien en Londres, si habría ido a


cenar y a bailar con su «amor» y qué estaría haciendo en ese instante.
Se preguntaba también si su Ángel, como él la llamaba habría perdido
algo de su fantástica belleza con el paso del tiempo. ¿Estarían realmente
comprometidos, y si era así, porqué no se habían casado años atrás?
Ken volvió a encender otro cigarrillo, lo cual no era habitual en él, y
dijo suavemente:
—Lynne…
—¿Sí, Ken? —respondió ella de inmediato.
—¿Cuál fue el resultado de tu discusión con el director y el inspector
de Su Majestad? ¿Quién ganó?
—Ellos —contestó dándose la vuelta y apoyando la mejilla sobre una
mano.
—¿Quieres decir que te diste por vencida? Jamás lo hubiera pensado
de ti.
—Bueno, pero no eran sólo dos contra uno, era una contra multitud, o
al menos eso me hicieron creer. Ken… ¿Sabes quiénes son los miembros
del personal que se quejaron de mí? Supongo que Mary no habrá sido una
de ellas.
—No sé quiénes fueron, pero sí estoy seguro de que Mary no estaba
entre ellos. Se ha hablado mucho en la sala de personal acerca de ti y de
tus métodos.
—Supongo que te refieres a aquellos demasiado viejos, para quienes
mis métodos constituyen un desafío.
—Pues digamos que sí —repuso Ken, encogiéndose de hombros.
Lynne se volvió a acostar y comentó:
—Tendrías que haber escuchado algunas de las cosas que me dijo el
inspector de Su Majestad. Apoyó al director todo el tiempo; jamás le
perdonaré por lo que me hizo ese día. Me quitó toda la confianza y el
respeto por mí misma.
Ken tiró el cigarrillo y acercándose a ella, le dijo:
—Oh, vamos Lynne, no puede haber sido tan grave como piensas. De
todas maneras, olvidémonos ya del trabajo y del inspector de Su Majestad
y pensemos en nosotros.
Le cogió la barbilla entre los dedos, obligándola a mirarle, y su boca
se posó sobre la de Lynne con dulzura y firmeza.
—Lynne, te amo. Cásate conmigo y así podrás dejar de enseñar y
olvidarte de toda esa gente estúpida —la atrajo hacia él, y sus labios la
buscaron nuevamente pero esta vez con pasión.
En un primer momento, ella aceptó el beso y lo estimuló, pero de
repente se le cruzó la imagen de un rostro viril, de ojos grises y boca
desafiante. La imagen la asustó mucho por el significado que encerraba, y

Nº Páginas 31—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

la obligó a luchar para deshacerse de los brazos de Ken hasta lograrlo. Él


estaba herido a la vez que confundido.
—¿Qué sucede? ¿A qué viene todo esto?
—Lo… lo siento, Ken. Sólo que no estaba de humor, supongo. No
puedo darte una respuesta ahora, Ken. Por favor, dame un poco más de
tiempo y ten paciencia.
—¿Paciencia? Lynne soy un hombre como cualquier otro, que tiene
las mismas necesidades que todos. Cuando estoy contigo como en este
momento no puedo pensar en tener paciencia. ¿Entiendes lo que quiero
decir?
Lynne se puso de pie y se alisó el pelo. Aún temblaba al recordar la
imagen que había aparecido en su mente.
—¿Vamos, Ken?
Mientras avanzaban por el agua rumbo al embarcadero, Ken estaba
silencioso, pero en cuanto estuvieron otra vez en tierra cogidos de la
mano recuperó su buen humor habitual. Cuando un rato después se
detuvieron a tomar un helado, ya hablaban y reían como si nada extraño
hubiera sucedido entre ellos. Pero por más que lo intentaba, Lynne no
lograba quitarse la imagen de la mente.

El martes por la mañana, todo el mundo hablaba en el salón de


profesores.
—Aquí viene —exclamó Bill Warne, otro de los maestros de inglés al
ver entrar a Lynne—. Mira, Lynne, aquí en el periódico está la fotografía
del inspector de Su Majestad a quien tanto amas. Muéstrasela, Mary.
Lynne miró el periódico. Chris estaba allí, paseando por una famosa
calle de Londres del brazo de una hermosa mujer.
Mary leyó el titular: «La señorita Ángela Castella, famosa cantante,
fotografiada en Londres con un amigo, el señor Christopher York. Al
preguntársele a la señorita Castella si era verdad que estaban
comprometidos, se rió y dijo: "somos solamente viejos amigos"».
Se escuchó una voz desde el fondo del salón que decía: «Ya conozco
esa historia…».
Todos rieron y Mary dobló el periódico cuidadosamente y lo puso
sobre su escritorio. Lynne rió junto con los demás, pero de inmediato miró
hacia otra parte, tratando de controlar sus emociones. No entendía por
qué se sentía tan perturbada. ¿Así que ésa era la relación de Chris York y
su Ángel? Se dio cuenta de que ahora más que nunca era indispensable
sacarse a aquel hombre de su cabeza para siempre.
A medida que avanzaba la semana, Lynne se dio cuenta de que cada
día estaba más deprimida. Y por otra parte, Mary parecía estar cada vez

Nº Páginas 32—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

más serena a medida que pasaba el tiempo. Lynne estaba contenta por
ello, porque la vida de Mary nunca había sido fácil.
Un día le había confiado a Lynne la triste historia de su matrimonio.
Ella tenía diecisiete años cuando se casó con un hombre un poco mayor
que ella. Dos meses después de la boda la dejó, diciendo que se iba para
darle tiempo a crecer y que después regresaría. Por supuesto, jamás lo
hizo y desde entonces ella vivió la vida de una mujer soltera. Hasta volvió
a utilizar su nombre de soltera.
Lynne acariciaba la esperanza de que el marido de Mary regresaría
alguna vez con ella, y al ver el rostro radiante de su amiga comenzó a
preguntarse si la secreta esperanza no se estaba convirtiendo en realidad.
Pero no quería forzar la confianza de Mary, ella ya se lo diría a su debido
tiempo.
Lynne por su parte estaba viviendo momentos muy difíciles. Le
costaba mucho reconciliarse con los métodos ortodoxos de enseñanza. Se
sentía entre la espada y la pared, luchando entre la obligación de volver a
los métodos antiguos y el deseo de continuar con los métodos nuevos que
ya había hecho suyos. Esto no sólo afectaba a su trabajo sino a toda su
visión de las cosas. El resentimiento que creía haber perdido por el
hombre que según ella era el causante de todos sus problemas, estaba
resurgiendo con una nueva y feroz intensidad. Sentía la necesidad de
lastimarle, por lo que decidió que debía hacer un esfuerzo sobrehumano
para contener sus emociones.
Cuando llegó la tarde de la reunión de la sociedad de música, Lynne
estaba muy tensa. Decidió estrenar un vestido para la ocasión. Era un
vestido de punto de color rosa fuerte; tenía cuello alto y mangas por
debajo del codo y le sentaba muy bien.
—Ese color te queda muy bien con tu pelo negro —comentó Mary
mientras Lynne buscaba los guantes—. Deberías usar el color rosa con
más frecuencia.
Ya se estaba haciendo tarde, y mientras bajaban las escaleras, Lynne
se preguntó si Chris se habría olvidado de la cita, pero al llegar a la puerta
de la calle, él se acercó a saludarlas. Parecía feliz y contento y las recibió
con una amplia sonrisa.
—Lo siento, llegué un poco tarde por culpa del trabajo, y apenas si
me ha dado tiempo de tomar una taza de té. ¿Nos vamos? —Fue al lado
de Lynne hasta el coche, mientras ésta hacía denodados esfuerzos por
controlar los latidos de su corazón.
—¿Cómo está, Lynne? Me alegro de volver a verla —la miró de frente
pero frunció el ceño al verla—. Parece que trabajando mucho.
—Antes de que Lynne pudiera responder, Mary le habló de la
fotografía que todos habían visto en el periódico.
Él rió como si se tratara de una trivialidad.

Nº Páginas 33—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Nunca crean todo lo que sale en los periódicos —les dijo a ambas—,
pero de todas formas pasé un estupendo fin de semana —después de esto
cambiaron de tema.
Llegaron por fin a una hermosa y moderna casa de campo, edificada
lejos del resto del vecindario y separada de la carretera por enormes
árboles.
Chris dijo muy serio que se sentía impresionado, y comentó que era
obvio que el propietario no debía tener problemas económicos.
—¿A qué se dedica el dueño para ganarse la vida?
—Está al frente de una conocida casa de música de la ciudad —
informó Lynne, añadiendo—: y su nombre es Michael Willis.
Los recibió la esposa de Michael que los hizo pasar a una gran
habitación alfombrada de pared a pared, con muebles muy lujosos y una
hermosa chimenea de ladrillo. Encima de la misma había un gran busto de
Beethoven. Dos enormes puertas francesas daban paso a un jardín repleto
de flores, y en el extremo opuesto de la habitación se podía ver a través
de las ventanas la avenida bordeada de árboles.
—Michael, llegó Lynne —le gritó su esposa.
Michael Willis la acaparó de inmediato, por lo cual, quedó aislada de
sus compañeros.
—Presenta a Chris al resto del grupo —le dijo a Mary por encima del
hombro mientras Michael la llevaba para presentarle a un extraño.
—Éste es un nuevo miembro, Lynne. Inscríbelo antes de que cambie
de idea —rió Michael y se alejó hacia los demás.
—Hola, Lynne —dijo el extraño—. Espero que no te moleste que te
llame por tu nombre de pila… pero como los demás lo hacen… El mío es
Tony Arnold, y soy reportero del Mildenhead Gazette, pero hoy no he
venido por motivos profesionales sino porque me gusta la música y
quisiera unirme a tu círculo. ¿Me lo permites?
—Estaremos encantados de tenerte entre nosotros, Tony —respondió
Lynne, y al mirarle comprobó que tenía ojos muy azules y que era muy
atractivo. La admiración debió ser mutua, porque a partir de ese momento
casi no se separó de Lynne. La habitación se iba llenando rápidamente, y
Lynne vio entrar a Ken junto con Deirdre Carson.
—Hola, Deirdre —saludó Lynne—. ¿Cómo tú por aquí? Tenía entendido
que no te gustaba la música.
—Pensó que le gustaría probar, por lo tanto pasé por su casa y la traje
conmigo —respondió Ken en lugar de la joven, pero se ruborizó un poco y
miró a Lynne tratando de entender su reacción. Pero ella pareció no
inmutarse.
—Busquemos un lugar para sentarnos —dijo Deirdre tomando
posesivamente el brazo de Ken —antes de que todos empiecen a
preguntarme.

Nº Páginas 34—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Mientras se sentaban, Lynne los observó frunciendo el ceño, tratando


de dejar a un lado una pequeña duda que la asaltó cuando los vio entrar
juntos.
Después le dijo a Tony que tomara asiento mientras ella informaba
del programa a una audiencia que ahora estaba reunida en semicírculo en
el otro extremo de la habitación. Mientras esperaba que se callaran
comprobó que Mary y Chris estaban conversando animadamente y que
parecían llevarse muy bien. Cuando todos estaban callados leyó en voz
alta el programa de la tarde y después añadió:
—Durante el intermedio, que será de quince minutos como siempre,
se servirán café y galletas.
Al terminar ocupó su lugar junto a Tony. Michael estaba de pie junto a
su equipo estereofónico. La audiencia guardó silencio y por fin puso la
aguja sobre el disco, comenzando la audición.
A medida que la música de su venerado Beethoven iba llenando la
habitación, Lynne se fue metiendo en un mundo privado de sensaciones,
que le permitió relajarse por primera vez en varias semanas. Cerró los
ojos, y con la música flotando en el aire tuvo la sensación de que se iba
aclarando el torbellino de sus ideas, y de pronto tuvo la sensación de que
todos sus problemas tenían solución.
Se pusieron varios discos, y segundos antes de que fuera el
intermedio logró volver a la realidad. Sintiéndose más segura de sí misma,
se puso de pie y pidió que alguien le ayudara a servir el té.
Tony se ofreció de inmediato, y mientras conversaban, Lynne se dio
cuenta de que Ken la observaba con mirada reprobatoria. Sintió que el
corazón le daba un pequeño vuelco y pensó: «¿Todo esto por Deirdre
Carson?»
Después de un momento, Lynne se disculpó con Tony y escurriéndose
entre las sillas se acercó a Mary y Chris.
—¿Qué tal lo está pasando, Chris? —le preguntó.
—Bien, gracias —respondió él en un tono despreocupado.
—Siento mucho si se ha aburrido —se defendió ella de inmediato—,
pero recuerdo haberle dicho que temía que no le gustara nuestra música.
Pero no importa, trataremos alguna tarde de hacer una audición de
música más ligera para satisfacer a gente que tenga sus mismos gustos,
podría ser Gillbert O'Sullivan o algo semejante.
Chris se limitó a reír y se alejó. Lynne se sintió molesta por la manera
en que la había ignorado, decidiendo hacer lo mismo con él, razón por la
cual se dirigió a Mary, explicándole que tenían un nuevo socio, que era
periodista.
Cuando regresó a su sitio encontró a Tony deseando continuar la
conversación que había quedado en el aire. No entendía por qué, pero le
halagaba mucho el interés del nuevo miembro del grupo, y por otra parte
parecía suavizar el enojo que le había producido la actitud de Chris.

Nº Páginas 35—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Dime quiénes son los presentes, Lynne —le dijo mirando a la


audiencia—. Por ejemplo, ¿quién es el dueño de esta lujosa mansión?
—El dueño es Michael Willis, supongo que sabes quién es. Es el
hombre alto de cara sonrojada que hablaba contigo cuando entré en la
habitación. Él es el que maneja ese fabuloso equipo de sonido, porque
obviamente es el dueño. Es el presidente de nuestro círculo musical, y es
dueño de una gran casa de música en el centro. Después… vengo yo, que
soy la secretaria del círculo, pero soy maestra de profesión.
—¡Maestra! No lo puedo creer. Con tu aspecto y figura deberías ser
modelo.
—No sigas, Tony, que me lo voy a creer.
Él la miró de tal forma que hizo que se ruborizara, y después de una
pequeña pausa le dijo:
—Continúa —y mirando a la gente a su alrededor, preguntó—: ¿Quién
es ese hombre del fondo… ése de pelo castaño que parece tener mucha
confianza en sí mismo… el que está conversando con una mujer?
El corazón de Lynne dio un vuelco. Al darse la vuelta comprobó que
Chris la había estado observando, y cuando le vio levantar una ceja en
señal de pregunta, volvió la mirada hacia otra parte.
—Ese es Chris York, es inspector de enseñanza.
—¿Lo es en la actualidad? Sabes… estoy seguro de conocerle de
algo…, pero no recuerdo en este momento de qué. Seguramente si hago
un esfuerzo lograré acordarme, y no sé por qué, pero creo que sería útil
saberlo.
De pronto, la conversación cesó, ya que la música llenaba otra vez el
recinto atrayendo la atención de los oyentes.
Cuando hubieron sonado los últimos acordes de la noche, el fuerte
aplauso dio cuenta de la conformidad de los presentes. Abriéndose paso
entre la gente, Ken se acercó a Lynne y le dijo:
—Voy a llevar a Deirdre a su casa.
A Lynne le pareció que lo había dicho con un tono desafiante y se
limitó a responder:
—Me parece una buena idea —después de lo cual se volvió hacia
Tony para seguir conversando. Ken se marchó rápidamente.
Momentos después se acercó Mary y tocándola suavemente en el
hombro le dijo a la vez que sonreía dulcemente a Tony:
—Lamento interrumpir, pero ya es hora de irnos. Lynne la miró y
preguntó:
—¿Dónde está Chris?
Lo encontraron charlando animadamente con Michael, que le estaba
explicando las maravillas de su equipo estereofónico, y diciéndole que no
se lo dejaba tocar a nadie, ni siquiera a su esposa.

Nº Páginas 36—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—No me sorprende —decía Chris—, el sonido que tiene es tan


perfecto que me imagino que le debe haber costado una fortuna.
Michael sonrió. Se saludaron efusivamente y los invitados se
marcharon.
—Te llevaré a ti —le dijo Lynne a Mary, que estaba sentada en el
asiento de atrás del coche.
Al llegar al final de la carretera, Mary le dijo a Lynne:
—Puedes dejarme aquí, mi casa está cerca y me gusta pasear.
Se bajó, y después de saludar a los otros, desapareció en la
oscuridad. Siguieron en silencio, y después de un rato Chris preguntó:
—¿Por qué tan callada? ¿Está molesta porque su novio acompañó a
otra muchacha a su casa? —parecía divertido.
Lynne se sorprendió. Por lo tanto lo había notado…
—En lo más mínimo —respondió tratando de parecer serena.
Pero Chris pareció darse cuenta del tono y añadió:
—Está bien, está bien, lo decía en broma —la observó de reojo—. De
todas maneras, no tiene mucho derecho a protestar, ya que no ha debido
de pasarlo tan mal. ¡Buen mozo ese periodista!
Lynne se negó a aceptar el desafío. Como era relativamente
temprano cuando llegaron al apartamento de Lynne, se sintió en la
obligación de invitarle a pasar como había hecho él con ella, y se sintió
confundida al oírle responder:
—Gracias, me encantaría pasar.
Cuando comenzaron a subir las escaleras, Lynne gritó:
—Ya estoy en casa, señora Walters.
—Ah, muy bien, querida —repuso la anciana de pelo gris que estaba
parada en el vestíbulo—. Buenas noches, señor Marshall —saludó mirando
a Chris con curiosidad y después añadió—: Oh, disculpe, lo siento, no es el
que viene siempre.
Lynne hizo las presentaciones del caso sintiéndose un tanto
incómoda. ¿Qué pensaría Chris del comentario?
Bastante nerviosa logró meter la llave en la cerradura y momentos
después ambos entraban en el apartamento. Chris miró todo a su
alrededor con sumo interés, tratando de que ningún detalle le pasara
desapercibido.
—Uno suele darse cuenta de las cosas que interesan a las personas al
entrar en sus casas. Muchas veces me he preguntado qué cosas interesan
a la señorita Hewlett.
Ella sonrió.
—No soy más que una mujer que trabaja.

Nº Páginas 37—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Está segura? —la examinó detenidamente—. Pues ésa no es mi


opinión —miró la habitación—. Esto es muy agradable para ser una
pensión. ¿Tiene cocina para usted sola? —se dirigió hasta la pequeña
habitación que servía de cocina—. Muy bien. ¿Y dónde duerme?
Un poco incómoda, Lynne le explicó que el sofá era un sofá-cama.
—¿Cómo consiguió el apartamento? ¿Por medio de algún anuncio?
—No, la oficina de vivienda me proporcionó los datos.
Le vio dirigirse hacia la ventana.
—La vista no es muy bonita. Pero no se puede tener todo —se volvió
hacia ella y le dirigió una sonrisa que llegó al corazón de Lynne—.
¿Verdad?
Ella se negó a mantener la mirada desafiante de él y preguntó:
—¿Café?
Él aceptó y comenzó a mirar la pequeña biblioteca.
—Qué libros tan eruditos para ser una mujer tan joven.
—Mentiría si le dijera que los he leído todos —exclamó desde la
cocina.
—Si no lo hace ahora, ya no lo hará después de casada.
—¿Casada? —el corazón de Lynne se estremeció.
—¿Qué piensa hacer, mudarse a la casa de Ken?
—Pues… aún no lo hemos discutido, pero lo dudo, ya que la casa de
Ken es sumamente pequeña.
Chris se apoyó en la puerta de la cocina, observándola. ¿Por qué
diablos tenía que ser tan increíblemente atractivo?, se preguntó Lynne
desesperada. Su presencia hacía que se pusiera muy nerviosa. ¿Por qué
ejercía siempre ese efecto sobre su persona? Por fin le oyó hablar:
—Lynne, ¿ya es definitivo que asistirá a la conferencia de Harrogate a
mediados del semestre?
—Sí, ya me inscribí y mi plaza está reservada.
—Yo también voy.
Por poco se le caen las tazas de la bandeja y él acudió rápidamente
en su ayuda. Sus manos se tocaron sin querer, y Lynne sintió como si un
calambre le subiera por el brazo.
—¿Lynne? —sus ojos buscaron los de ella—. Quisiera que viniera
conmigo —su mirada se volvió algo burlona al ver que los ojos de ella se
abrían desmesuradamente—. Lo que quiero decir es que como voy en el
coche, podría llevarte. Pienso aprovechar para visitar a mi familia que está
a sólo unos kilómetros del lugar donde se van a desarrollar las
conferencias. Sería un viaje agradable, estoy seguro.
En su fuero interno, a Lynne le aterraba la idea de estar tanto tiempo
sola con él. ¿De qué hablarían? ¿Pero cómo negarse?

Nº Páginas 38—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Finalmente dijo no muy convencida:


—Bueno, está bien, gracias; creo que podría ir con usted.
—Perfecto, entonces eso está arreglado —y levantando la bandeja la
llevó a la otra habitación.
—Póngalo sobre la mesa, Chris, y tome asiento. Lamento no tener un
sofá cómodo para ofrecerle, pero mi sueldo no alcanza para grandes lujos,
sino únicamente para lo necesario —le alcanzó la taza de café y le ofreció
una galleta.
—Mmm, qué rico café —dijo él sonriendo.
Lynne se quedó parada junto a la chimenea.
—¿Por qué va usted a la conferencia, Chris?
—Pues… me han pedido mi colaboración —buscó algo en los bolsillos
—. ¿Cómo se titula la conferencia? Si mal no recuerdo algo bastante raro.
Parece sumamente profundo, aquí tengo el programa, el título es…: «La
enseñanza del inglés en la era nuclear». Supongo que debe existir una
gran variedad de ideas al respecto.
Volvió a poner el papel en el bolsillo y la miró fijamente.
—Estás preciosa con ese vestido, Lynne. Por favor, no me atormentes
revoloteando así en mi presencia —y palmeando un cojín del sofá, añadió
—: ven, siéntate a mi lado, no hemos estado juntos en toda la tarde.
Ella se sonrojó al escuchar sus palabras. Éste era un Chris que ella
desconocía. De este humor era casi irresistible, y se sentó a su lado
tratando de controlar su pulso. La proximidad de este hombre la
embriagaba como el vino. Tenía que buscar alguna forma de romper las
barreras que existían entre ellos… y pronto.
—¿Le gustó la música de esta noche?
—Sí… —respondió titubeando—, pero me hubiera gustado que el
programa fuera un poco más variado. Se me hizo un tanto monótono
después de un rato. ¿Quién escogió las piezas?
Se hizo una pausa después de la cual Lynne repuso:
—Yo.
Chris se llevó la mano a la cabeza.
—¿Creo que metí la pata, verdad? —la sonrisa de disculpa no fue
captada por Lynne, que se puso tensa.
—¿Qué quiere decir con más variedad y con eso de monótono? Ya le
dije que en alguna otra ocasión pondríamos música ligera. Siento mucho
que se haya aburrido.
—Lynne —dijo él poniendo su mano sobre la de ella—. Es hora de que
aclaremos este asunto de una vez. Yo no me aburrí —cambió de posición
para poderla mirar a los ojos—. Debo decirte algo y probablemente me
odies por ello, pero tendré que correr el riesgo. Yo sé mucho acerca de
música. No soy el ignorante que tú crees. No te lo dije el otro día —

Nº Páginas 39—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

continuó Chris—, porque he de confesar que tu arrogancia me molestó —


Lynne trató de retirar la mano, pero apretándosela Chris prosiguió—:
Nunca seas despectiva con la música, Lynne, todo tipo de música merece
un respeto. Siento tener que darte esta lección, pero necesitaba hacerlo.
Por fin, ella logró zafarse y dijo no muy convencida:
—Lo siento, creo que tiene razón —pero insensible a las críticas, dijo
—: ¿Y cómo hubiera usted mejorado el programa de esta noche?
—Te diré… yo hubiera incluido mucho más material moderno, escrito
por compositores del siglo veinte, tales como Shostakovich, Berg y Bartok.
—Pero yo odio ese tipo de música. Para mí es sólo ruido. Toda la
música moderna es sólo ruido.
—No es posible que estés hablando en serio, Lynne —comentó
frunciendo el ceño—. Estoy seguro de que lo dices tan sólo por provocar.
—Estoy convencida de lo que digo. No existen ideas originales en la
música moderna. Los maestros clásicos han dicho todo antes que ellos, y
de una forma mucho más hermosa y perfecta.
—No sabes lo que estás diciendo —ahora se había puesto de pie y la
miraba de frente.
—De hecho —dijo poniendo fin a su desafío—, jamás escucho música
moderna porque mis oídos no lo soportan.
—¿No se ha te ocurrido pensar que lo que estás diciendo no es más
que puro prejuicio y demuestra una estrechez de pensamiento por tu
parte? ¿Cómo es posible que seas tú la que hable así, Lynne, cuando has
tenido que enfrentarte a los demás para poder poner en práctica tus
revolucionarias ideas con respecto a la educación?
—No existe comparación posible.
—Claro que sí, pero como es obvio no puedes admitirlo. Si eres tú la
que no tiene flexibilidad de criterio, ¿cómo puedes pretender que los
demás la tengan contigo?
Lynne estaba a punto de perder la paciencia y finalmente le gritó:
—Usted me está acusando de cosas que usted y los de su clase —al
decir esto notó que él daba un respingo y eso era exactamente lo que
había querido— no llegan a comprender en materia de educación, y por lo
cual se sienten muy culpables. Me está acusando de tener prejuicios y una
mentalidad cerrada cuando fue usted con sus prejuicios y su estrechez
mental el que me impidió aplicar mis nuevas ideas. Seguramente estará
encantado de saber que como resultado de todo eso logró que perdiera
toda la confianza en mí misma y hasta mi capacidad para enseñar.
Chris sacudió una mano.
—¿Es que siempre tienes que sacar a relucir ese odioso tema?
Lynne se puso de pie y le miró de frente.

Nº Páginas 40—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Es así como se refiere usted a la destrucción de todos mis


esfuerzos por intentar renovar la enseñanza? ¿Es acaso tan viejo y cerrado
que como los demás no es capaz de enfrentarse al desafío?
Le vio ponerse pálido, pero se recuperó de inmediato, y cuando habló
su voz era serena.
—No, no temo al desafío, pero… —sus ojos se achicaron—, dime una
sola cosa, por favor: ¿Qué tiene que ver este repentino brote de
compasión por ti misma con lo que hablábamos al principio, es decir la
música moderna? Te aseguro que no existe relación alguna, pero lo que
me demuestra es que las acusaciones e insultos que me estás lanzando
en este momento han estado tan latentes en ti que cualquier cosa te sirve
de pretexto. Has demostrado tu resentimiento hacia mí en cada uno de
nuestros encuentros, y cada vez que he tratado de romper las barreras
que has levantado entre nosotros, he tenido la sensación de toparme
contra un muro. Sé perfectamente bien que muy en el fondo me odias, te
lo oí decir alguna vez.
Lynne palideció al oír la acusación.
—Está bien, puesto que así lo quieres dejaremos las cosas como
están, pero antes de irme quiero aclarar las cosas —continuó él.
Lynne se tiró en el sofá, las lágrimas rodaban incontenibles por sus
mejillas, lágrimas de desesperación y tristeza.
—Lo que hice en el despacho del director de la escuela —prosiguió
Chris—, fue poner un espejo frente a tus ingenuos y jóvenes ojos, y
obligarte a mirar la realidad, y a darte cuenta de que tus esfuerzos en
solitario eran inútiles; pero por alguna razón, te niegas a aceptar la
realidad aún ahora. Prefieres echarme la culpa a mí, tal vez en parte para
tener la conciencia tranquila y en parte para poder sacar fuera la
amargura de una lucha estéril. Pues ésta será la última vez que acepto el
papel de verdugo. De ahora en adelante tendrás que dirigir tus quejas
hacia aquellos que son verdaderamente responsables, es decir a las
fuerzas de la reacción, lo que nos lleva exactamente al punto de partida.
Chris ya no estaba enfadado, pero la observaba fríamente, sin un
ápice de lástima por su congoja.
—Me queda una sola cosa por decir: como todos nuestros encuentros
se ven abocados a enfrentamientos verbales, me queda muy claro que
actuamos como abrasivos el uno para el otro, y en consecuencia, somos
absolutamente incompatibles. Sugiero que de ahora en adelante nos
veamos lo menos posible. Adiós, Lynne, y gracias por el café.
Ella se levantó para acompañarle a la puerta, pero él la detuvo
diciendo:
—No te molestes…
Bueno había querido hacerle daño y ahora lo había logrado, pero el
arma que había utilizado había rebotado produciéndole un dolor muy
profundo también a ella.

Nº Páginas 41—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Oyó los pasos de él bajando las escaleras y después el motor del


coche al alejarse, y de inmediato se tiró en el sofá sollozando
amargamente.

Nº Páginas 42—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 4
A medida que pasaban los días, Lynne fue consciente de la profunda
añoranza que sentía por aquel hombre, que había salido completamente
de su vida como si nunca hubiera existido.
Desesperada, trató de olvidarse de ello, pensando que debía recordar
el enorme daño que le había hecho haciéndole perder la confianza en sí
misma. Poco a poco estos mecanismos de defensa le hicieron ser menos
vulnerable en relación con él.
El señor Blackman, jefe del departamento, ya había regresado, con lo
cual Lynne ya estaba libre de las responsabilidades de suplente. Esto le
dejaba mucho más tiempo para dedicarse a ensayar con su grupo para el
festival de música y teatro que se avecinaba. El estar tan ocupada le
permitía olvidar las preguntas sin respuesta y los problemas irresolubles,
que de lo contrario la hubieran atormentado.
Ahora había gran actividad en la escuela. El salón de música estaba
ocupado todo el tiempo y se podían oír los sonidos más diversos a través
de la puerta cerrada.
Lynne estaba ocupada durante todo el día. Ahora jugaba al tenis casi
todas las tardes con Ken, ya que como se aproximaba el torneo, éste se
preparaba más que nunca.
Una tarde, mientras tomaban el consabido refresco después del
partido Lynne le contó a Ken que había quedado con Tony, el periodista
que se acababa de unir al grupo de música.
—He quedado con él mañana por la tarde. ¿Te molesta, Ken?
—¿Me preguntas si me importa? Mira, amor, aunque me importara, no
tendría derecho a decir una palabra, tú no me has otorgado ese derecho.
Ni siquiera me dejas comprarte un anillo —le cogió la mano—. ¿Cuándo
me darás una respuesta? Tú conoces muy bien mis sentimientos, cariño, y
no puedes esperar que te lo esté diciendo a cada momento.
—Te prometo, Ken, que te daré una respuesta dentro de dos o tres
semanas; cuando haya terminado el torneo y yo haya vuelto de la
conferencia del Norte.
—Está bien, supongo que tendré que conformarme con eso. Pero si
sales con ese periodista, ten cuidado, sabes como son.
—Claro que lo sé. No son personas serias, siempre están detrás de un
posible reportaje.
A la tarde siguiente, mientras ella y Tony estaban sentados en un
banco junto al río, Lynne pensó que Ken no tenía por qué preocuparse. Ni
siquiera estaban cogidos de la mano. Tony le hablaba de su trabajo, de lo
mucho que le gustaba y de sus proyectos.
Hablaron largo tiempo y Lynne le habló de su trabajo y también de
algunos de sus problemas. Después de escucharla un rato. Tony estaba

Nº Páginas 43—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

convencido de que sus métodos de enseñanza eran mejores que los


tradicionales.
—No entiendo demasiado de todo esto, pero tendré en mente todo lo
que me has dicho, y haré lo posible para que se conozcan tus ideas. Es
más, creo que puedo convencer al editor para que me permita hacer una
serie de artículos acerca de la educación tradicional en contraposición con
la actual. ¿Qué te parece?
Lynne pensó que era una excelente idea; después de todo, Chris York
le había dicho que intentara conseguir concienciar a la gente. ¿Qué mejor
manera que ésta? Estaban discutiendo los detalles cuando vieron
aproximarse una figura solitaria. Lynne le reconoció inmediatamente, a
pesar de que iba cabizbajo.
Empezó a sentirse inquieta a medida que el individuo se acercaba,
pero al pasar junto a ellos se limitó a hacer un saludo inclinando la cabeza,
pero sin siquiera sonreír.
—¿No es ése el tipo que estaba en la sociedad de música el día que
yo ingresé? Pensé que era amigo tuyo.
Lynne le explicó rápidamente que no era más que alguien a quien
había visto pocas veces y del cual sabía muy poco.
—¡Cómo me gustaría recordar quién es! Sé que lo he visto antes, y
jamás olvido una cara.
—El es del norte de Inglaterra. Sus padres viven en Yorkshire.
—Así que es del norte. Seguramente fue allí donde lo vi. Estudié allí
durante dos años, y después trabajé en un periódico local. Gracias por la
pista, Lynne, te aseguro que la seguiré.
Pasaron una tarde muy agradable y quedaron en verse a la semana
siguiente, para discutir los detalles de los artículos que Tony iba a escribir.
Al llegar a su casa, Lynne telefoneó a Ken para decirle que acababa
de descubrir que Tony era un periodista diferente a todos los demás.
—¡Qué bien! Trata de asegurarte que siga siendo así.

Unos pocos días después de su encuentro con Tony Arnold, Lynne


estaba corrigiendo exámenes, cuando la casera llamó a la puerta.
—Teléfono, querida —le dijo la señora Walters—, es uno de tus
galanes, pero no sé cuál; como tienes tantos.
Por un momento, Lynne pensó que tal vez fuera Chris quien parecía
haberse esfumado de su vida sin dejar rastro. Era evidente que estaba
cumpliendo con su palabra de alejarse de su vida y lo estaba haciendo
muy bien.
—Hola, Lynne, soy Tony. Lo lamento mucho pero no podré asistir
mañana a la cita que teníamos; quería que supieras de todas formas que

Nº Páginas 44—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

ocupas un lugar preponderante en el artículo que he escrito, y aparecerás


en la edición del viernes. ¿Estarás atenta, verdad?
—Pero, Tony, cómo podré saber qué es lo que has puesto. ¿Por qué
no me lo lees aunque sea por teléfono? Es posible que te hayas
equivocado en algún dato.
—Lo siento nuevamente, Lynne, pero estoy muy ocupado, y de todas
formas ya está todo impreso, por lo que ya no se podría hacer mucho al
respecto.
—Pero Tony —protestó Lynne—, ¿por qué no me haces al menos un
resumen…?
—Lynne, llevo un retraso de diez minutos, así que tendrás que confiar
en mí, te aseguro que no te defraudaré. Adiós, nos veremos pronto para
hablar del resto de la serie.
El viernes por la mañana, Lynne esperó ansiosa la llegada del
Mildenhead Gazette. En cuanto se levantó, se puso la bata y bajó a pedirle
a la señora Walters que le prestara el suyo. Fue pasando una tras otra las
hojas hasta que se detuvo con cierto miedo en la página central. El
enorme titular decía: «Los padres son una barrera para el progreso, dice la
maestra de escuela Lynne. Los llama ultraconservadores de la educación».
Leyó el artículo, sintiendo que el corazón le latía rápidamente, y que
su agitación aumentaba con cada frase calculadamente exagerada. Allí
impresas estaban muchas de las cosas que le había dicho a Tony, sin
siquiera sospechar que podría llegar a publicarlas. Estaban hasta los
comentarios hechos en torno a algunos colegas afortunadamente no había
dado sus nombres; también estaba impresa su insatisfacción por los
métodos anticuados que se utilizaban en la escuela, todo inteligentemente
manipulado para causar el mayor efecto posible en los lectores.
Las cosas no podían haberse puesto peor para ella, ni siquiera aunque
a Tony se le hubiera ocurrido acompañar el artículo con una fotografía de
ella en bikini. Seguramente que de habérsele ocurrido no hubiera dudado
en hacerlo con tal de dar mayor publicidad a su artículo.
Al entrar a la sala de profesores de la escuela, encontró media
docena de cabezas inclinadas sobre un ejemplar del periódico.
—Lynne, ¿qué has estado haciendo? —le preguntó Ken para suavizar
las cosas, aunque era evidente que él también estaba sorprendido y un
tanto molesto, pero a la vez en su mirada había cierta comprensión, que
no existía en la de los demás presentes.
—¿Tenías conocimiento de esto, Lynne? —preguntó Mary—. ¿Cuánto
es tuyo y cuánto imaginación del periodista?
—Gracias, Mary, por estas amables palabras —respondió Lynne—.
Sabes cómo son los periodistas. Yo estoy tan asombrada como tú, y hasta
los que parecen buenos tienen sus malos momentos, y éste ha sido un
mal momento de Tony. Sé que él piensa que me ha hecho un favor, pero
se ha equivocado.

Nº Páginas 45—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Supongo que te darás cuenta, Lynne, que esto te va a acarrear


problemas —dijo Mary frunciendo el ceño—. Esta vez has logrado
preocuparme, creo que has ido muy lejos.
—No me lo recuerdes, Mary, pues no hay nada que pueda hacer al
respecto, tendré que limitarme a sufrir las consecuencias. Aunque no me
creas, yo le pedí a Tony que me dejara ver una copia del artículo antes de
publicarlo, pero me respondió que no había tiempo, y ahora entiendo por
qué.
—Pues bien, querida —respondió Mary mientras salían de la sala de
profesores—, ahora tendrás que esperar la tormenta que no tardará en
estallar, seguramente antes de terminar el día.
Pero las horas pasaban y por más que Lynne esperaba que la
llamaran al despacho del director, no ocurrió nada de eso, y cuando por fin
llegó a su coche después de terminadas las tareas del día, lanzó un
suspiro de alivio.
El fin de semana transcurrió tranquilo. Como siempre, el domingo por
la tarde, salió con Ken y pasaron unas cuantas horas paseando en barca
por el río. Pero esta vez no había ninguna figura solitaria paseando por la
ribera, y Lynne extrañaba dicha figura más que nunca.
En esta ocasión era Lynne la que remaba mientras Ken contemplaba
el, paisaje.
—¿Ha habido alguna repercusión por ese artículo, cariño?
—Nada hasta el momento, pero sigo con los dedos cruzados, ya que
la tormenta puede comenzar el lunes, uno nunca sabe.
—No creo; las malas noticias llegan rápido. Estoy convencido de que
si no fue el viernes ya no pasará nada.
Lynne deseaba que tuviera razón.
El lunes por la mañana encontró una carta oficial sobre su escritorio
de la sala de profesores que decía «Privado y confidencial», dirigido a ella
personalmente. En cuanto la tuvo en las manos se le hizo un nudo en la
garganta. ¿Sería éste el comienzo de sus problemas?
«No habrá más remedio que enfrentarse con ellos», se dijo mientras
abría el sobre. La carta estaba escrita a máquina en papel con membrete.
Era oficial y absolutamente formal.

Querida señorita Hewlett:


Leí con asombro y una gran preocupación el artículo acerca de usted
en el Mildenhead Gazette. Dicho artículo pone de manifiesto y de una
manera poco profesional los argumentos que le he escuchado esgrimir en
defensa de sus métodos de enseñanza. Parece haber sido escrito por
alguien deseoso de explotar el aspecto sensacionalista de la situación, «se
refiere a Tony», pensó Lynne enfadada, y por otra parte por alguien que
deseaba aprovecharse demasiado del medio que le fue ofrecido para
expresar sus opiniones, «ahora se refiere a mí». En cualquiera de los

Nº Páginas 46—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

casos, el artículo en su conjunto es de tan mal gusto que no dice nada a


favor del que lo escribió ni de la persona de la cual se habla.
Como observador imparcial y experimentado, me permito decir que
en mi opinión, el mero entusiasmo, que no está respaldado por ningún
conocimiento real, de dos personas jóvenes, inexpertas pero optimistas no
resulta suficiente para desarraigar los fuertes prejuicios que existen en
torno a la educación en las mentes de grandes sectores de la población, y
en particular en las mentes de los padres en lo referente a la educación
de sus hijos.
El carácter sensacionalista del artículo no servirá más que para
confirmar los temores del público hacia sus métodos. Considero que ha
escogido un aliado equivocado. También soy consciente de que le instigué
a buscar apoyo a su causa, pero no me refería a ese tipo de apoyo.
He preferido comunicarme directamente con usted, cosa inusual en
estos casos, porque la conozco personalmente y porque deseo protegerla
de las posibles repercusiones desagradables que puedan surgir de este
desafortunado episodio, y que ya hubieran tenido lugar de haberme
dirigido a usted por los cauces habituales. Ya le he informado a su
director, el señor Penstone, que me he puesto en contacto con usted para
evitar cualquier acción que pudiera tomar al respecto.
Por último, le sugiero que trate de ponerse en contacto con el
periodista que escribió el artículo en cuanto le sea posible, para pedirle
que reconsidere todo el asunto, y persuadirle de que abandone, por su
propio bien, la publicación de los restantes artículos. Por supuesto, no está
usted obligada a seguir mi consejo, pero no me hago responsable de las
consecuencias en caso de no hacerlo.
Suyo sinceramente,
C.M.A. York
Inspector de Su Majestad

Cuando Lynne terminó de leer la última frase, estaba completamente


furiosa. Anduvo hasta donde estaba Mary y le tiró la carta con cierta
brusquedad.
—¡Lee esto! —le dijo casi gritando—. Léela de punta a punta, es
verdaderamente venenosa.
Mary mantuvo la calma, cogió la carta y lo primero de todo miró la
firma C.M.A. York.
—Me pregunto ¿qué significarán las iniciales «M. A.»? —después leyó
la carta.
Su reacción fue serena y razonable.
—¿Qué tiene de malo? Está en todo su derecho, y además te dice las
cosas de muy buena manera, lo que me parece muy amable por su parte.
Ahora comprendo por qué no tomaron represalias el viernes. Es obvio que

Nº Páginas 47—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

fue su intervención lo que evitó el escándalo. Al menos, deberías


agradecerle eso.
—Sí, ya lo creo que se lo agradeceré. Me divertiré mucho preparando
una respuesta adecuada.
—Pero Lynne —intervino Mary—, no debes permitir que esto te
desequilibre. Trata de ser razonable; el artículo estuvo muy mal escrito, tú
misma lo reconociste. ¿Por qué ahora adoptas un punto de vista diferente
sólo porque Chris te escribió oficialmente, cuando sabes que está en su
derecho? Podría no haberlo hecho y haberte dejado a la deriva.
En su fuero interno, Lynne sabía que Mary tenía razón, y que era ella
la que se estaba comportando de manera irrazonable, pero la necesidad
de vengarse de aquel hombre, que era como una espina clavada en su
corazón desde el día en que lo conoció, era demasiado fuerte.
Esa noche escribió la respuesta a la carta.

Querido señor York:


Le agradezco mucho su carta. Siento mucho que no le haya gustado
el artículo acerca de mí en el Mildenhead Gazette, y que no estuviera
usted de acuerdo con su estilo ni contenido. Sin embargo, se escribió
teniendo en cuenta al público en general y no a alguien tan hipercrítico y
de intelecto tan superior como usted. Por otra parte, fue escrito por un
periodista de mucha experiencia, y no un inexperto cuya edad según mi
criterio no tiene importancia, que había calculado de antemano el efecto
que tendría su forma de tratar el tema en los lectores y que por eso
mismo utilizó la herramienta del sensacionalismo para dar más fuerza a
su, e incidentalmente mi causa.
Yo no hubiera temido enfrentarme a las repercusiones de dicho
artículo que pudieran haber surgido si usted no hubiera intervenido, no
utilizaré el término «interferido», a pesar de que sí lo tuve en mente, y de
hecho las esperé durante todo el viernes.
En cuanto a su sugerencia de que me ponga en contacto con el
periodista que escribió el artículo con el objeto de persuadirle de que no
siga con la serie sobre la educación, me gustaría recordarle que aún
existe libertad de prensa en este país y que como es lógico es capaz de
resistir a cualquier tipo de persuasión o coacción. De todas maneras, en
vista de la velada amenaza que hace al finalizar su carta en el sentido de
que podría peligrar mi profesión, y como necesito el trabajo, me veré
obligada a seguir el consejo que nadie le pidió. Seguramente lograré
convencer al periodista de que no publique el resto de los artículos, a
pesar de que debo admitir que va contra mis principios hacerlo.
Suya sinceramente,
Lynne Hewlett

Nº Páginas 48—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne metió la carta dentro de un sobre, escribió la dirección, le puso


el sello, añadiendo después «privado y confidencial», como lo había hecho
él, y antes de cambiar de idea corrió hasta el primer buzón y la depositó.
Dos días después recibió la respuesta en su casa. Era breve, escrita a
mano e hiriente. Decía: «Querida señorita Hewlett. Recibí su carta. El
incidente ya quedó cerrado. C.M.A. York».
Se sintió insignificante. Se quedó largo tiempo sentada mirando las
pocas líneas, y con los ojos empañados de lágrimas. A través de las
mismas, el contenido de la carta se le hizo dulce y tierno, y cerró los ojos
en vano a las fantasías que pugnaban por ocupar su mente.
Faltaba sólo una semana para el festival en el Riverside Pavilion, y
Lynne se pasaba la mayor parte del tiempo libre en el salón de música,
ensayando con su grupo de muchachos. Una tarde se dio cuenta de que se
había dejado una de las listas de asistencia en el salón de música y
decidió ir a buscarla, ya que dichas listas eran consideradas casi sagradas
por las autoridades de la escuela.
Se quedó parada junto a la puerta del salón de música,
preguntándose si debía o no interrumpir al solista que estaba tocando una
hermosa pieza al piano, o esperar hasta que terminara la ejecución. Como
no tenía idea de cuánto tiempo podría tardar decidió entrar, y si era
necesario pedir disculpas al pianista.
Golpeó la puerta suavemente, entró en silencio y cerró con mucho
cuidado, y se quedó perpleja. Esa ancha espalda, esas manos de dedos
largos, esa cabeza de pelo castaño sólo podían pertenecer a una persona
en el mundo. ¿Era él quien había hecho que la gente se detuviera en el
pasillo durante las últimas semanas extasiada por la maravillosa música
del piano? Lynne no se hubiera podido mover aunque hubiera querido, y
por otra parte tampoco quería hacerlo. El magnífico sonido que le estaba
sacando a ese piano de escuela le llegaba al alma. Montones de preguntas
se agolparon en su mente. ¿Qué estaba haciendo allí, por qué razón había
estado practicando con tanto empeño, y por qué no le había hablado a
nadie acerca de su habilidad musical?
Lynne sabía que no podía romper el hechizo ni el fluir de la
maravillosa música, llegando hasta el piano e interrumpiendo al
ejecutante. Retrocedió lentamente hasta la puerta y estaba a punto de
girar el picaporte cuando cesó la música.
—¿Necesitas algo, Lynne?
El pianista no se había vuelto. ¿Cómo pudo saber que ella estaba allí?
Lynne estaba petrificada, incapaz de responder.
Chris giró sobre el taburete.
—¿Y bien? —su mirada era gélida.
—Sólo venía a por unos papeles que he olvidado, gracias. Lo… lo
dejaré por el momento —y se volvió hacia la puerta.

Nº Páginas 49—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Puedes cogerlos, por favor —le dijo dándole otra vez la espalda—.
Es mejor que lo hagas de una vez, ahora que ya me has descentrado.
Lynne jamás le había conocido así, lejano, inaccesible, casi grosero.
—Era muy bello lo que tocabas, Chris —las palabras no eran las
adecuadas, pero su mente casi había dejado de funcionar—. Jamás se me
ocurrió que supieras tocar el piano, y menos aún de esa forma.
—Son muchas las cosas que ignoras de mí.
En un intento de hacer las paces, le dijo:
—¿Era eso… de… alguno de tus compositores modernos?
Él se volvió indignado.
—¿Qué? —la miró serio, incrédulo y después pronunciando
lentamente cada palabra añadió—: Sí que eres bastante ignorante.
Lynne retrocedió como si la hubiera golpeado.
Hablando en voz baja, y con calculada frialdad, continuó:
—Tan ignorante en música como en otras cosas. Te haré una lista —y
contando con los dedos siguió—: En primer lugar, eres bastante ignorante
en lo que se refiere a relacionarte con la gente, sé perfectamente bien
cómo atropellas los sentimientos ajenos; en segundo, sueles ser arrogante
en tu actitud hacia los demás, cosa que también conozco por experiencia.
Tercero y más increíble —sus palabras salieron como un latigazo—,
pretendes poseer un conocimiento musical que en realidad no tienes. Me
acabas de preguntar si la música que acabas de escuchar era de un
compositor moderno, cuando fue escrita hace casi ciento setenta años por
el hombre cuya música, según afirmas, te gusta más que cualquiera:
Beethoven.
El desprecio en la voz de Chris provocó en ella una furia amarga. Esto
era una declaración de guerra, y Lynne se propuso aceptarla. «Ya verás
cuando llegue el momento», se dijo a sí misma.
Con la mayor dignidad posible se dirigió hacia el piano, cogió la lista
que estaba debajo de las partituras y se volvió hacia la puerta. No se
dijeron una sola palabra. Él se quedó parado junto al piano, esperando que
ella saliera. Lynne salió y después de cerrar la puerta se quedó parada un
momento tratando de tranquilizarse. Mientras lo hacía la música comenzó
a sonar otra vez más hermosa que antes.
Encontró a Mary en la sala de profesores.
—¿Mary, sabías que Chris York es pianista?
Levantando la cabeza, Mary respondió:
—Por supuesto. ¿Por qué?
—Acabo de verlo en el salón de música tocando el piano.
—No me sorprende. Aquella tarde en la audición musical me dijo que
el organizador musical le había solicitado que tocara junto con la orquesta
de la escuela en el concierto de la semana que viene. ¿No lo sabías?

Nº Páginas 50—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—No, no lo sabía —Lynne estaba enfadada.


—Tal vez nunca le diste la oportunidad de que te lo dijera. Él me dijo
que siempre estabas peleando con él.
—¿Ah, eso te dijo?
—Supongo que tampoco sabes que es un músico sumamente
capacitado y que posee varios diplomas. En realidad, es un profesional;
ésa fue la razón por la que le pidieron que tocara con la orquesta juvenil.
Lynne se sentía sumamente confusa ante toda esta información. El
gran error que había cometido la hacía sentirse muy humillada. Pero sólo
servía para afianzar su determinación de luchar contra él. Se daba cuenta
de que él no había hecho más que utilizar las mismas armas que ella
había utilizado en su contra, pero estaba tan obcecada que olvidó
rápidamente estos pensamientos.

***
Llegó el viernes, día del concierto. Lynne se vistió con sumo cuidado,
poniéndose un traje de lino de color crema y una blusa de encaje. Los
pendientes y el broche que llevaba hacían juego y eran muy vistosos. Al
mirarse en el espejo se sintió satisfecha de su aspecto, a pesar de la
palidez de su rostro y de la expresión un poco triste de sus ojos. Mientras
bajaba las escaleras dijo:
—Ya me voy, señora Walters.
—Estás muy elegante, Lynne. ¿Es esta noche el concierto?
—Sí, y regresaré bastante tarde. El concierto no durará mucho, pero
pensamos ir a cenar y a bailar después. No me espere levantada porque
llevo las llaves del portal.
—Está bien, querida. ¿Con quién vas a salir después? ¿Con el señor
Marshall o con ese caballero que te trajo hace unos días.
Lynne se sonrojó.
—Oh, ése no es más que un conocido. Saldré con el señor Marshall
esta noche.
—Bueno, que te diviertas, querida.
En cuanto llegó a la sala de conciertos, Lynne se dirigió a la parte de
atrás del escenario para darles las últimas indicaciones a los muchachos
de su; grupo. Estaban todos muy alegres y no parecían en absoluto
nerviosos.
El corazón le dio un vuelco al ver a un hombre alto vestido con traje
de etiqueta, hablando con el organizador. Pensó que el traje le favorecía y
aunque trató de olvidar el asunto de inmediato, no pudo evitar esa
añoranza ya conocida que la hizo suspirar.

Nº Páginas 51—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Desesperada, empezó a buscar a Ken. Estaba encargado de la


iluminación; y lo encontró encaramado a una escalera. En cuanto le llamó,
bajó de prisa limpiándose las manos en el mono de trabajo.
—Hola, cariño —le dijo observándola detenidamente—. Estás como
para: comerte.
Se escuchó un murmullo y al volverse Ken vio a uno de sus alumnos
estirando la mano como si pidiera limosna y con una mirada maliciosa.
—Nosotros también tenemos hambre, señor. Por favor, guarde algo
para nosotros —dijo riendo.
—Salgan de aquí —les respondió Ken de buen humor—. Aún son muy
jóvenes para saber de qué estoy hablando.
Los muchachos se carcajearon y Lynne se dio cuenta de que todos
los: ojos se volvían hacia ellos para saber qué estaba sucediendo.
—Adiós, cariño —le dijo Ken—, te veré después del concierto, y no te
olvides de nuestra cita —y diciendo esto le dio un beso en la mejilla.

***
Lynne miró a su alrededor y comprobó que Chris ya no estaba
hablando con el organizador.
Después de dar las últimas instrucciones a su grupo, Lynne se dirigió
al auditorio sentándose en la tercera fila casi junto al pasillo. Vio a Mary de
pie en la parte de atrás, charlando con un hombre a quien creyó identificar
como el director de una escuela secundaria. Era alto y atractivo, con el
pelo un poco canoso, pero no logró recordar su nombre.
Después vio al señor Blackman sentado junto a su esposa, y ambos al
verla levantaron la mano para saludarla. También estaban el señor
Penstone y su esposa y Deirdre Carson que llevaba un traje amarillo y
naranja que desentonaba con el color rojizo del pelo de su acompañante.
—Hola, Lynne —una voz la saludó en voz baja. Era Tony Arnold, que
estaba sentado en el espacio reservado a los periodistas junto a una mujer
joven y bonita.
Lynne se acercó a saludarle y él le presentó a su acompañante.
—Esta es Jill White, del Evening Herald. ¿Crees que estamos
demasiado cerca de la orquesta? ¿Lograrán nuestros oídos soportar el
ruido?
—Creo que te llevarás una gran sorpresa, Tony. Los muchachos son
bastante buenos para su edad.
Después volvió a su sitio y observó cómo los jóvenes músicos salían a
escena. La forma en que manejaban sus instrumentos revelaba una
extraña madurez que dejó a los espectadores que los observaban
convencidos de su habilidad musical. Y había sido la pericia, comprensión
e infinita paciencia del organizador, quien a su vez era el director de la

Nº Páginas 52—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

orquesta, la que había conseguido revelar las facultades musicales de


estos jóvenes.
En cuanto se apagaron las luces, un hombre se acercó a Lynne y
murmuró:
—¿Te molestaría que me sentara a tu lado?
Por segunda vez en la noche, el corazón de Lynne dio un vuelco.
Había muchos asientos libres. ¿Por qué razón elegía Chris York sentarse a
su lado? De todas maneras, no intercambiaron una sola palabra ni una
mirada, como si de dos desconocidos se tratara. Lynne se sentía tan
alterada en presencia de aquel hombre, que tuvo que hacer enormes
esfuerzos para dirigir su atención al espectáculo.
Después de la obertura que fue muy aplaudida, vinieron una serie de
cantos populares entonados por los alumnos más jóvenes de las escuelas
del centro de la ciudad. A esto le siguió una pequeña obra teatral, al
terminar la cual Chris se puso de pie silenciosamente y desapareció tras el
escenario. Lynne suspiró, pero no supo si de tranquilidad o de desilusión.
Tres muchachos mayores aparecieron moviendo el enorme piano
marrón hasta colocarlo delante de la orquesta.
Cuando por fin apareció el solista y se inclinó ante el público que lo
aplaudía con entusiasmo, Lynne experimentó una extraña sensación de
orgullo que la desconcertó. Chris no era nada para ella. ¿Por qué entonces
esta sensación de orgullo por él?
Se sentó al piano, la espalda muy derecha y todos sus pensamientos
concentrados exclusivamente en la música que iba a ejecutar. Miró a la
orquesta, y en cuanto el director levantó la batuta, Chris elevó sus manos
a la posición de tocar y se escucharon los primeros acordes del Concierto
N.° 1 de Tchaikovsky, que tanto había ensayado en el salón de música de
la escuela junto a los jóvenes músicos.
Los oyentes estaban extasiados. Era una actuación espléndida y la
orquesta logró elevarse al nivel dictado por el solista. El público aplaudió
clamorosamente, pidiendo otra interpretación.
Cuando todo estuvo en silencio, el pianista regresó a su taburete y
volvió a tocar solo esta vez. Lynne reconoció la pieza como la que él había
estado tocando en el salón de música aquel día que ella lo interrumpió.
Estaba ejecutada con tal sentimiento y maestría que cuando terminó,
Lynne estaba tan emocionada que no podía aplaudir junto con los demás.
Y sólo atinaba a apretarse las manos tratando de contener las lágrimas.
Chris se puso de pie e hizo una reverencia al público en señal de
agradecimiento, y por un momento sus ojos se encontraron con los de
Lynne.
Después del intermedio, durante el cual Lynne estuvo hablando con
los padres de algunos de los jóvenes intérpretes, Mary se sentó junto a
ella. Se veía radiante, y Lynne deseó poder descubrir la razón de tanta
felicidad.

Nº Páginas 53—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿No crees que Chris estuvo magnífico? Está estupendo sobre el


escenario.
Lynne sabía todo esto, pero lo aceptó de mala gana, razón por la cual
Mary se impacientó con ella. El concierto continuó. Los de sexto, junto con
los integrantes más jóvenes del coro de la escuela, con los que Lynne
había ensayado, dieron una excelente función que todos aplaudieron.
—Espero que con esto la gente comience a darse cuenta de lo que
quiero decir —le murmuró a Mary—. Pronto tendrán que comenzar a
admitir que los nuevos métodos dan resultados tan buenos como los
viejos y hasta mejores.
Mary estuvo de acuerdo con ella.
Una vez que hubo terminado el concierto y cesaron los aplausos,
Lynne y Mary se acercaron al pie del escenario en donde estaban
charlando Ken y Chris.
—Hola —las saludó Ken a ambas—. Chris y yo estamos de acuerdo en
que sería muy agradable que fuéramos los cuatro a alguna parte. ¿Alguna
objeción?
Antes de que Lynne pudiera responder Mary dijo que le parecía una
gran idea.
—¿Y tú qué dices, Lynne?
Después de la magnífica actuación de Chris, y sintiendo los ojos de él
fijos en ella no le quedaba más remedio que aceptar.
—Está bien…
Ken obviamente ni siquiera se percató de su falta de entusiasmo.
—Entonces está todo arreglado. Me cambio de inmediato y ahora
mismo estoy con vosotros.
Mientras esperaban Chris se vio obligado a atender a la gente que
venía a felicitarle, y Lynne aprovechó para ir a ver a sus muchachos y
felicitarlos por la espléndida actuación. Ellos se mostraron encantados por
los elogios y dijeron que se habían esmerado por ella.
Cuando Ken regresaba, Lynne se unió al grupo y en ese momento
Chris preguntaba:
—¿Alguno de vosotros trajo coche?
Ken sonrió y cogió a Lynne de la mano.
—No, decidimos que cogeríamos un taxi porque no estábamos
seguros de poder conducir a la vuelta.
—Bueno, como yo no tengo intenciones de emborracharme —
respondió Chris divertido—, tendréis que venir en mi coche, y garantizo
dejarlos en casa sanos y salvos.
—¿Dónde vamos? —preguntó Mary sentada en el asiento delantero
del coche, en tanto Lynne y Ken se acomodaban en el de atrás.

Nº Páginas 54—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Hay un lugar muy agradable a pocos kilómetros llamado Green


Goblet. Tienen buena comida y después se puede bailar. Los precios son
bastante razonables —dijo Ken.
—Muy bien, vayamos entonces. ¿Tú me guías, Ken? —preguntó Chris
mientras salía del aparcamiento.

Nº Páginas 55—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 5
El humor de Lynne no mejoraba a medida que se acercaban al Green
Goblet. Trató de parecer contenta, pero la presencia del hombre sentado
justo delante de ella la desequilibraba por completo. Miró a través de la
ventanilla, pero la oscuridad le devolvió su imagen, encontrándose con un
rostro huraño. Ken le apretó la mano en un gesto de cariño y ella haciendo
un esfuerzo supremo le devolvió una sonrisa.
—¿Contenta? —le preguntó besándole la oreja, y por no defraudarle,
Lynne no pudo hacer otra cosa que asentir.
El Green Goblet era un lugar muy alegre que hizo que Lynne se
sintiera mucho peor de lo que estaba. Mientras se sentaban en la mesa
para cuatro que les habían asignado, miraron a su alrededor encontrando
numerosos, rostros conocidos.
—No me van a creer —dijo Ken después de saludar a media docena
de; conocidos—, si les digo que pensé que esto estaría casi vacío. Debe
haber; sido por el festival. ¿Hemos estado antes aquí, verdad Lynne? Y
jamás había estado tan lleno.
—Seguramente los propietarios de este local darán las gracias a las
autoridades educativas por haber hecho posible el festival y les pedirán
que se repita —comentó Chris secamente.
Ken y Chris ya habían decidido de antemano compartir la cuenta.
Cuando llegó el camarero, fue Chris el que le fue diciendo lo que deseaba
cada uno, pero al llegar el turno de Lynne, ella lo dijo directamente sin
atreverse a mirar a Chris. Sabía que era una descortesía, pero en ese
momento nada le importaba.
Había sido obligada a venir a este lugar, y el sólo pensar que tenía
que soportar la presencia de Chris York toda la noche, la ponía de mal
humor. Después de todo lo que él la había dicho aquel día en el salón de
música de la escuela, ella no podía ser atenta con él. Si la guerra estaba
declarada entre ellos, Lynne estaba dispuesta a luchar a cara descubierta.
La comida fue excelente, a pesar de que Lynne la comió sin apetito, y
la conversación estuvo centrada casi todo el tiempo en el éxito del
festival.
Cada vez que Chris se dirigía a ella directamente, Lynne le respondía
lacónicamente, y a veces incluso hacía oídos sordos. Si se hubiera tomado
el trabajo de mirarlo aunque fuera una vez, se hubiera percatado de como
su gesto iba siendo cada vez más huraño.
Cuando la cena hubo concluido, Chris se volvió porque un hombre
joven acababa de tocarle el hombro:
—¿Señor York?
Chris asintió.

Nº Páginas 56—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Mi nombre es Arnold, Tony Arnold del Mildenhead Gazette. ¿Podría


conversas unas palabras con usted?
—Siempre que sea breve.
—Debo confesar, señor, que lo he visto alguna vez antes. ¿Tiene
usted conexiones con el norte de Inglaterra?
—Las tengo.
—¿Puedo preguntarle si de hecho es usted el conocido y célebre
pianista Marcus Alderman?
Lynne vio que Chris suspiraba y se reclinaba en el respaldo de la silla.
—Supongo que habrá tenido que hacer una verdadera labor
detectivesca para averiguar eso. ¿Quién lo puso sobre la pista?
—Para ser honesto, la señorita Hewlett, fue la que me dio la primera
pista.
Los ojos de Chris se posaron furiosos en los de Lynne.
—¿Así fue? Cómo me gustaría que algunas personas se metieran en
sus propios asuntos.
—No fue intencionado, sólo me dio una pequeña pista. De todas
formas ya hemos aclarado las cosas —Tony acercó una silla de otra mesa
—. ¿Podría decirme si hará más presentaciones en público?
—Ninguna.
—¿Ni siquiera dará algún concierto en Newcastle, Middlesbrough,
Sunderland o en el Festival Hall de Londres? Todos son lugares en donde
ya ha dado conciertos.
Chris sacudió la cabeza.
—Mi trabajo hoy en día está limitado estrictamente a la inspección.
Ése es mi trabajo ahora, y no la música.
—¿Es usted inspector de enseñanza?
—Soy miembro del Cuerpo de Inspección de Su Majestad,
efectivamente, y mi materia es el inglés. Obtuve mi diploma en esa
materia después de obtener el de música. Muy de vez en cuando hago
inspecciones de música.
—Entiendo. Señor, una sola cosa más, si no tiene inconveniente…
¿Podría usted confirmar que está comprometido con la conocida cantante
y Ángela Castella?
—Yo podría responder a eso, pero como suelen ser las mujeres las
que tienen el privilegio de confirmar sus cosas, le sugiero que se lo
pregunte a ella.
—¿Pero usted no lo niega?
Era evidente que Chris deseaba poner punto final a la entrevista.

Nº Páginas 57—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—No lo niego, pero como ya le dije, pregúnteselo a la señorita


Castella. Tony cerró la libreta y cuidadosamente volvió a llevar la silla a su
sitio.
—Muchas gracias, señor. Ah, y antes de irme quisiera saber si no
tiene inconveniente en que saquemos una fotografía de los cuatro
cenando juntos.
Nuestro fotógrafo está esperando.
Chris miró al resto de los integrantes de la mesa:
—¿Alguna objeción?
Todos dijeron que no, y sonrieron complacientes cuando les hicieron
la fotografía.
A esta altura habían atraído la atención de buen número de personas,
y a pesar de que Chris estaba como siempre inmutable, los demás se
sentían un tanto incómodos. Pero la situación pasó en cuanto la gente se
olvidó de ellos.
Mary preguntó con interés:
—¿Es esa la razón por la M. A. de tu firma, es decir Chris… Marcus
Alderman?
—Marcus es por mi abuelo, y me pusieron el Alderman que es el
nombre de soltera de mi madre.
Hubo una larga pausa después de la cual Lynne rompió el silencio
diciendo con cinismo:
—Así que tenemos una celebridad entre nosotros.
Chris la miró y comentó:
—Siento mucho si te molesta —Lynne se limitó a encoger los hombros
y mirar hacia otra parte.
—Hablando de eso —añadió Chris—, esta noche observé que no
aplaudiste mi actuación. ¿Acaso mi ejecución no fue lo suficientemente
buena como para merecer tu ovación?
Su expresión arrogante irritó aun más a Lynne. ¿Cuál sería su
reacción si ella le dijera que había estado demasiado emocionada para
aplaudir? ¿Se reiría del comentario? En su estado de ánimo seguramente
haría eso, pensó Lynne, y decidiendo ignorar la pregunta se volvió hacia
Ken diciendo:
—El baile ya ha comenzado, y me muero de ganas por bailar.
Ya en la pista Ken le preguntó:
—¿Qué os pasa a vosotros dos esta noche? Aunque os odiéis, no hay
ninguna necesidad de hacerlo manifiesto ante los demás. ¿No puedes
enterrar el hacha aunque sea por esta noche?
Lynne no respondió. Miraba como Chris bailaba con Mary.

Nº Páginas 58—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Hay que admitir que hacen una bonita pareja. A veces me pregunto
si no habrá nada entre ellos, ya que Mary parece muy feliz últimamente.
Además… tienen la misma edad… unos treinta y tantos.
Separando su mejilla de la de Lynne, Ken respondió:
—No lo creo… piensa que él está comprometido con esa tal Ángela.
—Pero no has notado que jamás lo confirma…
—Tampoco lo niega. Tú sabes cómo actúan estas celebridades. Les
encanta tener a la prensa y al público sobre ascuas. Dicen que sirve de
publicidad.
Cuando regresaron a la mesa Chris y Ken fueron al bar a tomar unas
copas.
—¡Qué noche tan agradable! —comentó Mary.
—Sí, en efecto.
—Pues podrías mostrarte un poco más entusiasmada. El concierto
tuvo mucho éxito y eso hay que celebrarlo.
Lynne asintió e hizo un esfuerzo por mostrarse más alegre y de esta
forma complacer a sus dos amigos. La música volvió a sonar, y esta vez
Ken le pidió a Mary que bailara con él.
Lynne se sintió morir ante la perspectiva de quedarse sola con Chris.
Miró desesperada a su alrededor en busca de algún conocido, alguien a
quien ir a saludar para escapar de ese hombre. Pero de pronto oyó que
Chris echaba hacia atrás su silla y decía:
—¿Lynne? ¿Bailas conmigo?
Sin titubeos Lynne se puso de pie y murmuró:
—Discúlpame —alejándose en dirección al lavabo. Cuando salió vio
que Chris se había acercado nuevamente al bar y estaba apoyado en la
barra. Sabía que lo que acababa de hacer era imperdonable, pero no podía
hacer otra cosa. No podía permitir que él la tuviera en sus brazos.
Cuando regresó a la mesa Chris aún estaba apoyado en el bar,
bebiendo. Cuando volvieron Mary y Ken preguntaron dónde estaba Chris, y
al apuntar Lynne a la solitaria figura, Ken fue a reunirse con él.
—Creí que vosotros dos estaríais bailando —comentó Mary.
Los dos hombres se acercaron juntos a la mesa, y cuando estaban los
cuatro sentados se les aproximó Tony Arnold que haciendo una exagerada
reverencia frente a Lynne le dijo:
—¿Me haría usted el honor de bailar conmigo?
—Por supuesto, Tony.
Ya en brazos de Tony se dio cuenta de que los otros dos hombres la
observaban fijamente. Ken parecía enojado, pero la expresión de Chris era
indescifrable.

Nº Páginas 59—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Sabes, Lynne —le dijo Tony—, esa entrevista a Marcus Alderman


será un bombazo y te la debo a ti.
—La próxima vez mantendré la boca cerrada para no meterme en líos
—respondió ella sonriendo.
—No te preocupes, esa gente es toda igual. Dicen que no quieren
publicidad, cuando en realidad la buscan constantemente.
Lynne tenía dudas de que en este caso fuera así, pero no dijo una
palabra. Charlaron acerca del concierto y se rieron bastante. Cuando cesó
la música Tony le dio las gracias y la acompañó gentilmente a la mesa.
Unos minutos después, Chris se inclinó sobre la mesa y con voz clara dijo:
—¿Bailas conmigo, Lynne?
—Lo siento, estoy muy cansada en este momento.
—¿Cansada? —repitió Ken un tanto molesto—. No parecías cansada
mientras bailabas con el periodista.
—Pero lo estoy ahora.
—No tiene ninguna importancia —dijo Chris con una extraña mirada
en los ojos, captando claramente el mensaje.
Lynne volvió a bailar con Ken, en tanto Mary dedicaba toda su
atención a Chris durante el resto de la noche. Estaba claro que trataba de
contrarrestar la evidente falta de modales de Lynne.

Poco después de medianoche decidieron regresar. Al llegar al coche


Mary volvió a ocupar el asiento delantero mientras Ken y Lynne ocupaban
el de atrás.
Ken atrajo a Lynne hacia sí, y ella apoyó su cabeza en el hombro
varonil, buscando protección más que amor, pero Ken malinterpreto el
gesto y le besó los labios. Lynne se separó de inmediato sin poder
soportar la caricia.
—Si no les importa, Mary y Ken, los dejaré a ustedes dos primero —
dijo Chris—, y después a Lynne, ya que tengo poca gasolina y existe una
estación de servicio en su zona. ¿No les molesta?
Ambos dijeron que no y Lynne tuvo ganas de gritar que no la dejaran
sola. Su corazón comenzó a latir rápidamente mientras un extraño
presentimiento la invadía. Mary fue la primera en bajar, agradeciendo a
todos la hermosa velada.
Cuando Ken fue a bajar, besó a Lynne en los labios diciendo:
—Nos vemos mañana, cariño.
Y siguieron camino hasta que Chris llegó a la estación de servicio.
Cuando llegaron a la altura de los surtidores dijo:
—En cuanto pare quiero que te sientes delante.

Nº Páginas 60—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Era una orden y no una invitación, y Lynne no podía hacer otra cosa
más que obedecer.
Después de llenar el depósito, Chris arrancó y siguieron en silencio
hasta llegar a la pensión de Lynne, donde frenó y apagó el motor. El
silencio se hizo más tenso y Lynne se dio cuenta de que tendría que hacer
frente a la situación.
Chris se sentó de costado y la miró de frente.
—Quizá ahora puedas hacer el favor de explicarme tu
comportamiento hacia mí esta noche.
Lynne se quedó callada un momento después del cual dijo:
—No creo que deba darte ningún tipo de explicación. No creo que
exista norma alguna acerca de cuál debe ser mi comportamiento hacia ti.
Debido a la oscuridad no lograba ver sus ojos, pero la voz de Chris
denotaba un gran enojo.
—Puedes evitar el sarcasmo. Me gustaría saber por qué razón, cada
vez que te invité a bailar te negaste, inventando excusas absurdas.
—No creo que haya ninguna razón por la que me vea obligada a
bailar contigo o con cualquier persona sólo porque me lo pida.
—Pero bailaste con todos menos conmigo.
Se daba cuenta de que no debía hablarle de esa forma, pero algo en
su interior la instigaba a hacerlo.
—Es cosa mía con quién bailo y no tuya. Ocurre que suelo ser tan
selectiva en la elección de las personas con quien bailo como lo soy en la
elección de mis amigos. Me gusta bailar, y me gusta hacerlo con las
personas con quien me llevo bien. Me temo que contigo no logro
congeniar.
Por el gesto de Chris, y por la forma en que lo vio apretar los puños,
se dio cuenta de que había llegado demasiado lejos. A la luz de la luna,
observó que los ojos de Chris tenían un extraño destello. El corazón le
comenzó a latir apresuradamente. Y de pronto las manos de él la cogieron
por los brazos con tanta fuerza que le hacía daño, obligándola a mirarlo de
frente. En ese momento lo oyó decir con voz llena de amargura:
—He tenido que escuchar de ti más insinuaciones, acusaciones,
groserías e insultos de los que le hubiera permitido a mi peor enemigo. Es
más, si mi peor enemigo me hubiera tratado como lo has hecho tú desde
que nos conocimos, hace tiempo que le hubiera roto la nariz. Como
contigo no puedo; hacer lo mismo —las manos de Chris le aprisionaron la
garganta—, y como tampoco puedo ponerte sobre mis rodillas y darte la
paliza que te mereces, voy a hacer lo único que me queda.
Lynne se asustó terriblemente. Trató de pensar qué podía hacer, y sin
darse cuenta dejó de hacer fuerza para soltarse, con lo cual Chris también
aflojó la tensión de sus manos. Aprovechando las circunstancias, Lynne
logró saltar del coche, pero en dos segundos él la había alcanzado y
tomándola bruscamente de las muñecas la atrajo hacia sí.

Nº Páginas 61—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Después, entre dientes dijo:


—No me importa que estés comprometida con otro hombre, éste es
sólo un momento en el tiempo y eres mía —los brazos de Chris la rodearon
apretándola tanto que Lynne creyó que le rompería los huesos. Momentos
después sus labios buscaron los de ella en un beso apasionado. Lynne
lucho como un animal enjaulado, pero con cada uno de sus movimientos
Chris no hacía más que abrazarla más fuerte. Poco a poco, y en contra de
su voluntad, dejó de resistirse y se entregaba con igual pasión que él.
Momentos después, Chris se separó, se quitó los brazos de Lynne de
alrededor de su cuello y le dirigió una mirada de triunfo sabiendo que la
había vencido por completo. Rápidamente se subió al coche y desapareció
a toda velocidad.
Lynne se tapó el rostro con ambas manos. Ya no tenía orgullo y su,
humillación era absoluta. En unos pocos minutos él había conseguido
destruir todas las barreras que ella había erigido con tanta determinación,
y se daba cuenta que en lo que a ella se refería, no podría volver a
levantarlas.
Y por fin supo que ya no podía seguir negando el hecho de que estaba
profundamente enamorada de Chris. También supo que no había nada
que hacer al respecto. El amor que sentía por él jamás sería
correspondido, seguramente nunca lo volvería a ver.

El fin de semana Lynne no salió con Ken, lo llamó para decirle que no
se sentía bien y que se quedaría descansando los dos días.
El lunes por la mañana Mary la miró preocupada al verla entrar a la
sala de personal.
—¿Qué pasa contigo, Lynne? Tienes muy mal aspecto, estás segura
de que no sucede nada.
—Claro que no, no te preocupes por mí, Mary.
El tono de su voz hizo que Mary añadiera:
—Sí te pasa algo, Lynne. A mí no me puedes engañar. ¿Hay algo en lo
que te pueda ayudar?
—Mary, nadie puede hacer nada, ni siquiera yo.
—¿Tan mal están las cosas? ¿Lynne, llegaste bien a casa el viernes
por la noche? Tuve la sensación de que Chris estaba de un humor muy
extraño mientras nos llevaba a casa.
—Sí, gracias —respondió mirando rápidamente a su amiga.
—Lynne, no te diré lo que pienso que te sucede, pero tengo una ligera
sospecha. Y, si no estoy equivocada, puedo imaginarme cómo te sientes.
No te olvides que en el pasado yo también amé y perdí.
La sala comenzó a llenarse y las dos amigas salieron cada una hacia
su clase.

Nº Páginas 62—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Después de comer, Mary le dijo a Lynne que deseaba hablar con ella,
y en cuanto Ken las dejó solas se fueron a pasear por los jardines de la
escuela.
—Lynne, recuerdas que alguna vez te hablé de mi matrimonio cuando
era apenas una niña y de cómo mi marido me dejó.
Lynne la miró con interés.
—¿Acaso ha vuelto, Mary? Últimamente me lo había estado
preguntando porque se te veía muy feliz.
—Pues, en realidad es todo lo contrario. Verás, he conocido a otro
hombre, nos amamos y queremos casarnos, pero como durante todos
estos años nunca me tomé el trabajo de divorciarme, he tenido bastantes
problemas para localizarlo y comenzar los trámites. Mis abogados se han
portado maravillosamente y por fin dieron con él, descubriendo que tiene
esposa y cuatro hijos desde hace muchos años. Por lo tanto ya no falta
mucho para que yo esté libre.
—¡Mary, eso es maravilloso! ¿Puedo saber quién ha sido el
afortunado?
—No me atrevo a decirlo con el divorcio pendiente. Ambos debemos
ser sumamente discretos, porque aunque no quedan dudas acerca de
quién es el culpable, es decir mi exmarido, no debo hacer o decir nada
que pueda poner en peligro la carrera de mi… amigo. No es que no confíe
en ti. Por favor créeme lo que te digo, pero él me ha hecho jurarle que no
diré una palabra hasta que sea una mujer libre.
Una pequeña duda se abrió paso en la mente de Lynne. ¿Habría
tenido razón el viernes cuando la vio bailando con Chris? No, no podía ser
verdad.
—¿Es… es alguien que yo conozco?
—Querida, ni siquiera puedo decirte eso.
Cuando regresaban a la sala de profesores, fueron abordadas por
otros dos maestros.
—Ahora sí se han hecho famosas —dijo Geoff Smith, profesor de
química, mientras blandía el periódico de la mañana—. Ya están en los
periódicos nacionales, y no en uno sino en tres.
Por encima del hombro de su colega vieron la fotografía de ellas
sentadas a la mesa junto a Ken y a Chris. Geoff leyó el titularen voz alta:
—«El señor Christopher York, quien es también el célebre pianista
Marcus Alderman, cenando con un grupo de amigos después de su
maravillosa presentación en el Festival de Música y Teatro de las escuelas
de Mildenhead, para el cual actuó gratuitamente. Como el señor York es
ahora miembro del Cuerpo de Inspección de Su Majestad ha relegado a un
segundo plano su faceta como pianista. Al preguntarle si de hecho estaba
comprometido con la famosa cantante Ángela Castella, el señor York no lo
negó».

Nº Páginas 63—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Cómo diablos llegó esto a los periódicos nacionales? —preguntó


Mary asombradísima—. Yo tenía entendido que Tony Arnold trabajaba en
un periódico local.
—Es cierto —repuso Geoff—, pero estos periodistas locales suelen
hacerse un dinerito extra vendiendo información valiosa a los periódicos
nacionales. Seguramente este artículo era considerado valioso.
—¡Qué bien has salido en la foto, Lynne! —comentó Mary—, hasta
estás sonriendo —y en voz baja añadió—: creo que fue la única vez en
toda la noche.
—Todos hemos salido bien. Te importa Geoff si recorto la foto, es que
no viene en mi periódico.
—Por supuesto, pídemelo más tarde cuando haya terminado de
leerlo. ¿Para qué lo quieres? ¿Piensas hacer de Marcus Alderman tu artista
favorito? Parece bastante guapo a juzgar por la foto.
Lynne miró hacia otra parte al darse cuenta de que Mary la observaba
atentamente.
—Sí, eso debe ser —respondió tratando de forzar una sonrisa—. La
tendré que colgar sobre mi cama —y eso será lo más cerca que llegaré a
tenerlo, pensó para sus adentros.

A medida que pasaban los días Lynne vivió momentos de terrible


añoranza que se alternaban con momentos de desesperación. Esperaba al
cartero con la ilusión de recibir una carta que nunca llegó, y sabiendo en
el fondo de su corazón que no llegaría. Pasaba horas delante del teléfono,
pero la mayor agonía era pasar delante del salón de música esperando oír
el piano. La tensión comenzó a hacerse evidente, y a pesar de lo ocupado
que estaba Ken con el tenis, él también la notó.
—Ya no juegas tan bien al tenis como antes, cariño. ¿Pasa algo?
—Lo siento, Ken, seguramente necesito unas vacaciones.
—Pero no las tendrás según tengo entendido. ¿Sigues pensando ir a
la conferencia de Yorkshire?
Lynne asintió.
—Ya tengo todo arreglado y el billete de tren. Comienza a finales de
la semana que viene. Tendrás que convencer a Deirdre Carson para que
juegue al tenis contigo hasta el campeonato.
—Si tú no estás, tendré que hacerlo. Afortunadamente está
mejorando bastante.
—Debe ser consecuencia de tus lecciones. A ella le gustas, debes
tener cuidado.
Ken se sonrojó un poco y Lynne pensó que era obvio que a él también
le gustaba ella, pero en realidad eso no le preocupaba lo más mínimo.

Nº Páginas 64—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

«Ojalá estuviera celosa, sería todo tan sencillo si Ken fuera el único
hombre de mi vida», pensó Lynne.
Al martes siguiente Lynne recibió una citación del director de la
escuela.
—Ah, pase usted, señorita Hewlett. ¿A ver… para qué deseaba verla?
Ah, sí, la conferencia a la que piensa asistir cerca de Harrogate.
Se quitó las gafas y las puso sobre el escritorio.
—Es posible que recuerde usted al señor York, el inspector de Su
Majestad que estuvo aquí tiempo atrás. Claro que debe recordarlo. Tocó el
piano maravillosamente el día del Festival.
Lynne sintió miedo. ¿Qué error habría cometido?
—Pues, me llamó por teléfono esta mañana para decirme que él
también irá a la conferencia esta semana, y sugirió que podría evitarle la
molestia de ir en tren, llevándola en su coche.
—Él no tiene por qué preocuparse —contestó Lynne rápidamente—.
Yo ya tengo el billete de tren y no me molesta viajar en ese medio de
transporte.
—Pues… mire, creo que debería usted pensar esto con mucho
cuidado. Es un inspector de Su Majestad, a quien ya hemos causado
bastantes problemas. Debe usted recordar la discusión que tuvo con él en
esta misma habitación, y no desearía contrariarlo. Estos inspectores
suelen decir que ellos actúan como supervisores y nada más, pero yo sé
que tienen grandes influencias en el mundo de la educación. Si ellos
decidieron digamos, ponerse un poco rígidos en cuanto a las
subvenciones, por ejemplo, esta escuela se vería con grandes problemas.
Siento presionarla de esta manera, pero todos le estaríamos muy
agradecidos si decidiera aceptar esta invitación. Le podemos devolver el
dinero de su billete, de tren, eso lo sabe.
Lynne sintió que no tenía escapatoria, porque si bien dudaba ahora
de que los inspectores fueran los ogros que el director pensaba que eran,
después de semejante discurso no tenía valor para negarse.
—En estas circunstancias, supongo que tendré que aceptar.
El señor Penstone le dedicó una amplia sonrisa.
—Excelente, señorita Hewlett. El señor York me pidió que le dijera
que lo llame a su oficina entre las tres y las cuatro de la tarde de hoy.
—Entonces iré a la sala de profesores y lo llamaré desde allí —dijo
Lynne poniéndose de pie, y pensando que siempre estaba la posibilidad de
decir que había olvidado llamarle.
—No, no querida. Ya son más de las tres. Puede usted pasar a la
oficina de mi secretaria que ha salido a tomar café y llamarle desde allí.
Le dio el número de teléfono y allí la dejó. Sintiéndose como si la
hubieran arrojado a los leones, miró hacia todos lados buscando una vía

Nº Páginas 65—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

de escape. Pero por fin derrotada se sentó y marcó el número sintiendo


que el corazón se le salía del pecho.
El teléfono comunicaba todo el tiempo, y cuando feliz pensó que no
había nadie, oyó que levantaban el receptor, aunque la persona seguía
hablando por otro aparato. Y de pronto:
—York al habla.
—Señor York, soy Lynne Hewlett.
—¿Sí, señorita Hewlett? —el tono era grave y distante.
—Pues… usted… usted pidió que yo lo llamara por lo de la
conferencia de Harrogate.
—Sí, quería quedar a una hora para pasar a recogerla.
—Pero… no tiene necesidad de molestarse, señor York. Tengo mi
billete de tren y no me importaría…
—Señorita Hewlett —interrumpió con brusquedad—, no sé si recuerda
que esto lo arreglamos hace ya bastante tiempo, y cuando doy mi palabra,
no acostumbro a retirarla.
—No, señor York —¿o tendría que haber dicho sí, señor York?
—Tengo una cita el jueves por la tarde, que comienza a las tres y que
durará hasta las cuatro y media. Pasaré a recogerla a la escuela a las
cinco menos cuarto.
—Es algo tarde para salir, señor York. Significaría conducir varias
horas de noche.
—Sí, en efecto, siempre que pensáramos hacer todo el viaje de una
vez, pero como es obvio, saliendo tan tarde tendremos que pasar la noche
en algún sitio y seguir por la mañana temprano. Esto no es problema ya
que su conferencia comienza el viernes por la tarde.
—Dormir en la carretera. Pero…
—Entonces está todo arreglado. Procure estar ya preparada cuando
pase a recogerla pasado mañana a las cinco menos cuarto.
Colgaron el teléfono al otro lado, y Lynne temblaba de pies a cabeza.
¿Cómo pasar tantas horas junto a Chris York, incluyendo una noche en un
hotel? El panorama no podía ser peor.
—¿Ya está todo arreglado, querida? —preguntó el señor Penstone
parado en la puerta—. Me parece bien, el señor York es una persona
sumamente responsable que tendrá cuidado de usted.
Como tenía una hora libre se fue a la sala de profesores esperando
poder estar sola y ordenar sus ideas. Se le pasaban mil excusas por la
cabeza, enfermedad, familia, exceso de trabajo, en fin cualquier cosa para
evitar ese viaje.
Mientras caminaba con Mary hacia el aparcamiento después del fin
de la jornada de trabajo, le contó toda la odisea.

Nº Páginas 66—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Crees que debes ir, Lynne?


—Me guste o no, el señor Penstone ha decretado que debo ir para no
despertar la ira del inspector de Su Majestad que según él puede ser peor
que el mismo diablo.
—No quisiera entrometerme, Lynne, pero ¿no crees que estás
metiendo la cabeza en un nudo corredizo?
—Mary, será un infierno, pero debo hacerlo —exclamó con la voz
quebrada.
—Bueno, no te pongas así, tal vez no resulte tan mal como te lo
imaginas. Chris es buen compañero cuando quiere.
—Sí, pero no querrá. Estoy convencida de que me odia, a veces tengo
la sensación de que no soporta mi presencia.
—¿Qué le dirás a Ken?
—Supongo que la verdad; seguramente no le va a gustar, pero
tampoco a mí.
Lynne pasó dos noches sin poder dormir, y cuando llegó el jueves se
sentía peor aún. Llamó a sus padres, y se mostraron bastante más
tranquilos cuando les dijo que su acompañante era un inspector de
enseñanza con ideas bastante anticuadas. Como se imaginó, sus padres
pensaron que era un hombre de mediana edad, con hijos ya mayores. Le
hizo gracia dejar que pensaran eso.
La señora Walters le sugirió a Lynne que dejara el coche en la parte
posterior del edificio y que lo cerrara cuidadosamente, por lo que el jueves
por la mañana, después de haber hecho su maleta sin ningún entusiasmo,
se fue a la escuela en autobús.
A medida que pasaban las horas su tensión aumentaba, y cuando por
fin le avisaron que el señor York la estaba esperando en el despacho del
director, tuvo ganas de salir corriendo.
Se abrochó los botones de la chaqueta con dedos temblorosos, cogió
su maleta y anduvo por el pasillo lo más despacio posible para demorar
aunque fuera unos minutos más el encuentro. Después, al llegar delante
de la puerta, llamó suavemente y entró.

Nº Páginas 67—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 6
El inspector estaba otra vez de pie junto a la ventana; tenía las manos
en los bolsillos y como siempre estaba mirando el paisaje. Cuando Lynne
entró, se volvió hacia ella y la examinó con ojos gélidos. El señor Penstone
rompió el hielo diciendo alegremente:
—Bueno, que esperan para partir, espero que lo pasen muy bien y
que el viaje sea agradable. La veremos a la vuelta de las vacaciones,
señorita Hewlett. Supongo que ya habrá hecho los arreglos pertinentes
para que alguien de su clase de mañana. Adiós entonces.
Chris cogió la maleta de Lynne y anduvo por el pasillo y por las
escaleras delante de ella. Después abrió el maletero, puso allí la maleta y
sin decir palabra abrió la puerta delantera para que Lynne pudiera entrar
en el coche. Después le insinuó que se pusiera el cinturón de seguridad y
a los pocos segundos salían del aparcamiento de la escuela hacia la
carretera principal. Había mucho tráfico y les costó bastante salir. Iban en
completo silencio, y Chris parecía no tener ganas de hablar. Lynne se
sentía totalmente dominada por este individuo. Estaba cansada, triste y no
se le ocurría comentar nada. Pensó que sólo hablaban cuando tenían algo
por lo qué discutir. Pero sabía que no deseaba volver a los continuos
malentendidos y altercados.
En un momento dado él la miró de reojo y le preguntó si se sentía
cómoda.
—Sí, gracias —fue la respuesta de ella y continuaron en silencio.
Cuando estaban a las afueras de la ciudad, Lynne tomó una decisión.
Había algo que debía hacer, y que quizá ayudara a aflojar la tensión. De
pronto dijo:
—Chris, creo que te debo una disculpa por la forma en que me
comporté contigo la noche del concierto. Al analizar las cosas me he dado
cuenta de que fueron imperdonables y sólo puedo decirte «lo siento».
Era la cosa más difícil que había tenido que decir en su vida y ya
estaba dicho. No pareció haber respuesta alguna por parte de Chris, y
Lynne pensó que la ignoraba por completo. Pero después asintió y dijo:
—Una disculpa con bastante retraso, pero de todas formas aceptada.
No se hable más del asunto.
Los ojos de Lynne se llenaron de lágrimas ante la fría aceptación de
sus disculpas, y miró por la ventanilla, dándose cuenta de que ya dejaban
Londres y de que los coches formaban caravana para entrar en la
autopista. Pronto estuvieron en ella y Chris aceleró para tomar el carril de
menor velocidad, y en cuanto el tráfico lo permitió pasó al otro carril.
«Conduce muy bien», pensó Lynne.
—¿Hasta dónde vamos a llegar esta noche, Chris? —le preguntó casi
en un murmullo.

Nº Páginas 68—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Trataré de llegar a Stamford. Hay un excelente hotel allí.


Comenzó a llover, y los limpiaparabrisas parecían no poder con el
caudal de agua que caía. La carretera estaba peligrosa, y Chris no habló
durante mucho tiempo. Era el silencio lo que más mortificaba a Lynne; el
viaje estaba resultando mucho más insoportable de lo que había
imaginado. ¿Seguirían así todo el tiempo que durara el viaje?
—Echaré gasolina en la próxima estación de servicio y tú podrás ir al
lavabo si lo deseas.
Se detuvo en la gasolinera, cogió el impermeable de Lynne que había
tirado sobre el asiento trasero y se lo dio.
—Lo necesitarás, está lloviendo mucho.
Lynne se dio prisa porque sabía que él no quería perder mucho
tiempo, por lo que volvió rápidamente al coche, encontrándose con la
mirada de aprobación de Chris por su rapidez. Se sentía mejor después de
haberse retocado el maquillaje y de haberse peinado.
—Nos detendremos en cuanto pueda, porque necesito descansar un
rato.
Se detuvieron al poco rato y Chris después de apagar el motor se
recostó en el asiento lanzando un suspiro profundo. Después de unos
instantes dijo:
—Como aún nos queda un largo camino, sugiero que comamos algo.
Mi asistenta me preparó unos bocadillos y café.
Se bajó rápidamente para sacar del maletero la bolsa de la comida. Al
volver puso todo en medio de los dos y le ofreció un bocadillo a Lynne.
—Creo que es de huevo. ¿Te gusta?
Lynne asintió y se lo agradeció. Cuando ya habían terminado todo,
Chris lo recogió y continuaron en silencio.
«Si esto dura mucho más, me bajaré y seguiré a pie», pensó Lynne.
Se quitó las migas de la falda y se sentó con las manos cruzadas. ¿Por qué
se portaba Chris de esta manera? Después de todo ella se había
disculpado con él. ¿Qué pretendía, que se pusiera de rodillas?
De pronto sintió el brazo de él en su espalda y lo oyó decir:
—¿Lynne, qué te parece una tregua? Porque nuestra larga e
interesante conversación me está ensordeciendo.
Ella se sintió tan contenta ante su cambio de actitud que se le
llenaron los ojos de lágrimas cuando le dirigió la mirada. Chris la observó,
y Lynne descubrió una extraña luz en sus ojos. Luego la acercó hacia sí y
le dio un beso en la mejilla.
—Como vamos a estar muchas horas uno en compañía del otro,
sugiero que comencemos desde el principio. Dejaremos el pasado atrás,
olvidaremos el futuro y trataremos de disfrutar el presente. ¿Qué dices?

Nº Páginas 69—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne asintió, y se ruborizó de placer; cuando él puso nuevamente el


motor en marcha, se recostó en el asiento y sintió que se estaba relajando
por primera vez en muchas semanas.
Finalmente comenzaron a hablar, acerca del tiempo, del tráfico y de
la conferencia, y aunque la charla fuera trivial, ayudó a disipar la tensión.

Cuando por fin llegaron a la ciudad de Stamford, se internaron por sus


viejas y tortuosas calles en su camino hacia el hotel. Este se llamaba
Elizabethan Arms.
—A ver si tenemos suerte —dijo Chris sonriéndole—. Éste es el hotel
del que te hablé.
Sacó las maletas del maletero y entraron al recibidor del hotel.
Tocaron el timbre y esperaron. Era un edificio de principios de siglo,
con sus alfombras rojas, sus candelabros y los adornos de cobre en la
repisa de las ventanas.
Salió a recibirlos una recepcionista de edad, y apoyándose en el
mostrador Chris le preguntó:
—¿Habrá dos habitaciones disponibles para una noche?
La mujer revisó el libro de reservas de plazas y comentó que en esa
época del año había mucho trabajo debido a las vacaciones, añadiendo:
—Todo lo que tenemos es una suite familiar… son dos habitaciones
con entradas independientes, comunicadas entre sí por una puerta. Me
temo que eso es todo…
—Oh —comentó Chris, y volviéndose hacia Lynne le cogió la mano y
mirándola de una manera muy especial añadió—: Después de todo
estamos comprometidos, y no creo que mi novia se oponga. ¿Verdad,
cariño?
Lynne se sobresaltó, pero de inmediato sintió la presión de los dedos
de Chris en los suyos demandando su aprobación.
—Eh, no sí, claro… —murmuró sonrojándose y tratando de evitar los
ojos de Chris.
Ambos firmaron el registro y siguieron a la recepcionista que los
condujo hasta el cuarto.
—Son las habitaciones 4 y 4A. Aquí tienen las llaves. La cena será
servida dentro de unos minutos.
Y respirando con dificultad después de haber subido los dos pisos, la
anciana se retiró.
—Chris… —intentó protestar Lynne, pero levantando la mano él la
interrumpió:

Nº Páginas 70—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Espera aunque sea hasta estar adentro —y cogiendo las maletas


entró en la habitación.
—¡Parece muy agradable! Esta supongo será tu habitación. Hay dos
camas, una grande supuestamente para los padres, y una individual para
el bebé. Y la mía será ésta —añadió dirigiéndose hacia la habitación
contigua—. Dos camas individuales, seguramente para los hijos mayores
—y sonriendo maliciosamente añadió—: ¿No crees que es un desperdicio
de espacio? ¿Es justo que dejemos a otros sin habitación pudiendo ocupar
nosotros una sola? Creo que podríamos economizar.
Lynne se puso nerviosa ante esa broma.
—Chris no podemos seguir fingiendo. Yo no soy tu novia.
—Calma, calma —dijo sentándose en la cama grande y palmeando el
colchón para que se sentara a su lado—. No te asustes. Sólo estoy
bromeando.
—Chris, todo está muy bien, pero yo no tengo anillo y…
—¿No tienes anillo? Cierto. ¿Cómo podemos remediarlo? Ya sé, yo
tengo un anillo —y quitándose el anillo de sello se lo ofreció á Lynne.
—Veo que lo llevas en el dedo de compromiso. ¿Significa algo?
—No —respondió él y trató de ponérselo pero ella quitó la mano.
—No puedo permitirlo, Chris, estaríamos mintiendo.
—¡Por qué tanto escándalo, sólo tendrá el significado que tú le
quieras dar! No te preocupes, yo arreglaré las cosas con Ken cuando
regresemos.
Esta vez le cogió la mano con firmeza y le colocó el anillo.
—Te queda perfecto, por lo tanto ahora estamos oficialmente
comprometidos y debemos celebrarlo según la tradición.
El beso tomó por sorpresa a Lynne, era dulce pero a la vez
apasionado, y en cuanto pudo se separó de él, ruborizada y despeinada.
¿De dónde había salido este Chris alegre y dicharachero que le
resultaba tan encantador?
—De hecho —comenzó a decir Chris muy serio—, yo te he dado ahora
más que Ken. ¿Dónde está su anillo?
—Oh, ha sido culpa mía si no me lo ha dado todavía… es que no
hemos tenido tiempo para salir a comprarlo. Hemos estado tan ocupados
que…
Todo sonaba absurdo hasta para Lynne.
—¿Ah, por eso? —comente Chris levantando una ceja en señal de
incredulidad.
Lynne se puso de pie.
—Bueno, tengo que bañarme y cambiarme para la cena, Chris.
Él sonrió burlonamente y se recostó cuan largo era en la cama.

Nº Páginas 71—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Acaso significa que debo irme a mi cuarto? Esta cama es


demasiado cómoda para abandonarla.
—Por supuesto que debes irte —se agachó y cogiéndolo de las manos
lo obligó a ponerse de pie, llevándolo hasta la puerta comunicante. El
sonrió y simuló resistirse, ante lo cual ella le dio un leve empujón. Este
Chris era casi tan difícil de manejar como el otro, el que había quedado
bajo llave en el coche.
Chris que se había percatado de su confusión, se volvió y le cogió el
rostro entre las manos.
—No te sientas tan aturdida, Lynne. Esto no es ni el pasado ni el
futuro. ¿Recuerdas lo que convinimos en el coche? Este es sólo un
momento en el tiempo sólo para los dos. Tratemos de disfrutarlo de esa
manera.
«Este es sólo un momento en el tiempo y tú eres mía», Lynne recordó
la última vez que dijera eso.
—Y dulce —añadió—, no cierres la puerta con llave porque no entraré
sin permiso.
Ella lo miró por un momento y murmuró:
—No la cerraré, Chris, confío en ti plenamente.
—Gracias por eso. Tal vez tengas que recordar las palabras que me
acabas de decir antes de que pase todo —y diciendo esto se metió en su
cuarto y cerró la puerta.
¿Qué habría querido decir con eso? Lynne se quedó parada un
momento con el rostro entre sus manos. Esto era una locura. No se estaba
quemando un dedo sino que los estaba poniendo todos en el fuego.
Señales de precaución nublaron un momento su mente. «Sólo se está
divirtiendo, después de todo es un hombre, un hombre maduro. Sólo está
jugando contigo». Pero Lynne decidió olvidar el mensaje. Este hermoso
sueño acabaría mañana. ¿Y qué pasaría después con Ken? Pues mañana
pensaría sobre eso, no esa noche.
Abrió la maleta, sacó la ropa, y suavemente cogió el vestido que
había metido por si se presentaba alguna ocasión especial. Colgó el traje
que llevaba puesto de una percha y lo guardó en el ropero. Después de
haberse dado un baño refrescante, se puso el vestido y se miró al espejo.
El vestido era blanco, sin mangas, de corte perfecto y le sentaba muy
bien. Mientras se maquillaba se preguntó cuántas horas habría tardado su
madre en tejer todo el vestido. Se cepilló el pelo hasta hacerlo brillar, se
puso un collar y pendientes y una vez que estuvo lista llamó:
—Chris estoy lista, cuando quieras.
—Muy bien, estaré contigo dentro de un minuto.
Apareció de inmediato y apoyándose en el marco de la puerta con las
manos en los bolsillos dijo:

Nº Páginas 72—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Estás tan hermosa que no encuentro palabras para calificarte —y


cogiéndole las manos añadió—: Si no bajamos a cenar de inmediato te
convertiré en mi cena.
Ella sonrió y levantó las manos para colocarle la corbata.
—Estaba torcida —dijo.
—No me sorprende en absoluto. Seguramente al verte con ese
vestido se fue hacia un lado de la emoción. ¿Dónde diablos lo compraste?
—Me lo hizo mi madre.
—¿Tu madre? Las madres no suelen hacer vestidos así para sus hijas.
Seguramente no se dio cuenta de que es muy provocativo. Vamos —dijo
cediéndole el paso.
Cogidos de la mano bajaron las escaleras hasta el comedor. Algunos
huéspedes les sonrieron con indulgencia al verlos pasar.
—Estoy convencido —comentó Chris mientras se sentaban en una
mesa para dos—, de que la mayoría de los presentes piensan que somos
una pareja en su luna de miel. Por cierto estás lo suficientemente radiante
como para ser una recién casada.
«¿Tanto se nota mi amor por él?», se preguntó Lynne asombrada.
Después de haber pedido lo que deseaban, Chris la miró detenidamente:
—Te aseguro que me resulta increíble pensar que esta mujer que
tengo frente a mí es la misma que esta tarde entró en el despacho del
director. Sabes, estabas tan pálida que me pregunté si estarías en
condiciones de hacer el viaje.
Lynne bajando la vista dijo.
—¿Eso pensaste? Seguramente necesitaba un cambio de aire.
—Por supuesto que sí. El otro día le decía a Mary…
Lynne levantó la vista de pronto.
—No sabía que habías visto a Mary.
—La encontré una tarde después de la escuela y tomamos el té
juntos. Me dijo que estaba preocupada por ti porque estabas muy
deprimida. ¿Es eso cierto?
—Necesitaba unas vacaciones —respondió y cambió de inmediato el
tema de la conversación—. ¿Sabías que Mary está enamorada?
—Pues sé que está tramitando su divorcio. Y también sé que ha
encontrado otro hombre con quien quiere casarse.
—¿Lo conoces?
—Sí, sé quién es. Le vi en una ocasión, pero me hicieron jurar que no
diría una sola palabra, por lo que no se lo puedo decir ni siquiera a su
mejor amiga —sonrió—, lo siento, querida.
—¿Por casualidad… —Lynne tragó saliva e hizo un esfuerzo para
terminar la pregunta.

Nº Páginas 73—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Sí? —apuró él, interesado.


—¿No eres tú por casualidad? Una sonrisa curiosa se reflejó en los
ojos de Chris.
—No, no soy el afortunado. Mis intereses van… en otra dirección.
Lynne pensó de inmediato que Ken había tenido razón la noche del
concierto, que no era Mary a quien amaba Chris, sino a la famosa Ángela.
Llegó la cena, y aunque Lynne no tenía mucho apetito, tenía un
aspecto tan delicioso que comió de buena gana.
Chris había pedido vino, y esto preocupó a Lynne.
—Me temo que mi presupuesto no alcance para tomar vino —
comentó sonriente Lynne.
—Esto corre de mi cuenta, Lynne —dijo Chris muy serio.
Mientras tomaban el café, Lynne preguntó:
—¿Por casualidad viste la fotografía que nos tomaron en el Green
Goblet el día del concierto?
—La vi. ¿Qué pasa con ella?
—No sé por qué pero espero que en cualquier momento aparezca un
periodista preguntando si el señor York, alias Marcus Alderman puede
confirmar su compromiso con la famosa cantante…
—Podrías cerrar la boca por favor —sus palabras, serenas pero
incisivas cortaron el aire como un cuchillo afilado. Cuando Lynne lo miró,
observó cierta expresión de disgusto en sus ojos.
—Lo siento… —Lynne tenía la sensación de haberse caído de cabeza
en una piscina de agua helada. ¿Por qué era tan sensible a esas cosas?
¿Acaso Ángela significaba tanto para él que no toleraba ninguna broma
que tuviera que ver con ella? Lo miró con una débil sonrisa—: Olvidé por
un momento que sufríamos de amnesia temporal.
Chris tardó unos minutos en recuperar el control y volver a relajarse,
pero en cuanto lo logró, la tensión entre ambos desapareció de inmediato.
De pronto se puso de pie y cogiéndola de la mano le dijo:
—Vayamos a la pista de baile.
—Está en el salón principal, señor —dijo un camarero que pasaba.
Cuando ya estaban en la pista Chris dijo:
—Esta vez no te pido que bailes, te obligo a hacerlo.
La tomó entre sus brazos y el tiempo se detuvo para Lynne.
—Sabes una cosa —le dijo mirándola a los ojos—, que cuando no
sacas las garras eres verdaderamente irresistible. Lo he sospechado con
frecuencia, pero ahora lo acabo de comprobar.
Lynne le sonrió por el cumplido, y mientras bailaban mirándose a los
ojos, sintió que él le decía algo que ella deseaba escuchar con palabras

Nº Páginas 74—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

pero que nunca podría y pensó que esa noche no era más que un sueño
que terminaría mañana.
—¿Quieres tomar algo, Lynne? —la cogió del brazo y se dirigieron al
bar. Allí la ayudó a sentarse en un taburete y apoyándose en el mostrador,
pidió unas copas para ambos. Después entregándole a Lynne su copa,
brindaron por ambos, después Chris bebió una segunda.
Mirando su copa Lynne dijo sin pensar:
—Cuando le dije a Ken que vendría al norte contigo, se mostró
bastante molesto y desconcertado. Creo que le preocupaba…
—¿Preocupado, en serio? —sus ojos recorrieron el cuerpo de Lynne
haciéndola ruborizar—. ¿Qué pensó que haría contigo? ¿Seducirte?
Lynne se quedó petrificada ante el amargo sarcasmo en la voz de
Chris, y le recordó:
—Amnesia, Chris, trata de tenerlo presente.
Pero él se limitó a darle la espalda y volvió a pedir otra copa.
Temerosa de la respuesta de Chris, le puso una mano sobre el brazo y
dijo:
—¿Chris? Lentamente él se volvió y la observó con mirada distante,
pero cuando Lynne le sonrió, él le devolvió la sonrisa.
—Siento haber dicho eso, no pensé que te iba a molestar.
—Olvídalo, Lynne —y tomándola de la cintura la bajó del taburete
añadiendo—: Estás muy lejos allí arriba, mejor bailamos otra vez, eso me
ayudará a poder seguir con la representación —ambos rieron y después él
le dijo—: Como se supone que somos una pareja de novios, será mejor que
representemos el papel hasta el final es decir que todo es verdad —e
inclinando la cabeza la besó en la boca.
—Chris —exclamó ella echándose hacia atrás—. No en público, por
favor.
—¿Por qué no? ¿No se supone que es el lugar más seguro? ¿O acaso
preferirías que —levantó una ceja y con gesto burlón continuó diciendo—:
lo hiciera en privado? Yo estoy totalmente dispuesto, nada más tienes que
decirme cuando.
—¡Chris! —exclamó sacudiéndole los hombros—. Espero que no
pienses que soy así.
—No, no lo creo, pero no me importaría tratar de averiguarlo.
Lynne se puso rígida y enmudeció. Chris la miró a los ojos
descubriendo que estaban llenos de lágrimas.
—Lo siento —murmuró—. No sé qué cosas andan rodando por esa
cabecita tuya, pero no temas hacerme volver a la realidad si voy
demasiado lejos. Soy humano, y no creo que te des cuenta de la tentación
que eres para un hombre, especialmente con ese vestido.
Lynne sonrió y volvió a relajarse.

Nº Páginas 75—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Así está mejor —le susurró al oído.


A medianoche dijo:
—Ya es hora de dormir, Cenicienta.
Los pasillos y las escaleras estaban oscuros y fríos, tanto que Lynne
tiritó. Poniéndole el brazo alrededor de la cintura, Chris le preguntó.
—¿Te pasa algo?
Ella sacudió la cabeza; no era nada que pudiera decirle.
Después de cerrar la puerta del cuarto y de encender la luz él la cogió
entre sus brazos.
—Estás radiante esta noche, me pregunto por qué —y después de
mirarla detenidamente añadió—: Tendrás que cerrar la puerta con llave
esta noche. No te olvides.
Y cuando sus labios estaban a escasos milímetros de los de ella, se
separó de repente y sonriéndole le dijo:
—Buenas noches, Lynne. Que tengas felices sueños —y se fue a su
cuarto.
Desconcertada por su repentina desaparición, Lynne preparó
lentamente la cama mientras pensaba en todo lo sucedido esa noche. Las
cosas que él le había dicho volvían una y otra vez a su mente, como una
señal luminosa que se encendía y apagaba. ¿Estaba… o simplemente
estaba jugando?
Se metió entre las sábanas y apagó la luz. Estaba colocando la
almohada cuando escuchó un suave golpe en la puerta comunicante.
—¿Lynne, estás dormida?
Encendió la luz, y poniéndose la bata abrió la puerta.
—No, no dormía.
Estaba de pie delante de ella, en pijama. Tenía la camisa abierta casi
hasta la cintura, y Lynne sintió una gran excitación.
—Lo siento, Lynne, pero no tengo vaso en mi cuarto. ¿No tendrás uno
que te sobre?
Descalza y con las piernas débiles por la emoción, se dirigió al lavabo.
—Hay dos aquí.
—Bueno, parece que alguien tuvo una buena idea —comentó Chris
sonriendo.
Mientras le entregaba el vaso, los ojos de él recorrieron la línea de su
cuello hasta el escote de su camisón.
«No me toques ahora», gritó Lynne para sus adentros, dándose
cuenta de que en esos momentos no podría resistirse. Pero al mirar sus
ojos, observó que estaban oscuros e inescrutables.
—Buenas noches otra vez, Lynne, y gracias por el vaso.

Nº Páginas 76—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne cerró la puerta con llave y se apoyó en la misma respirando,


agitadamente.
Tuvo un sueño intranquilo y una de las veces que se despertó vio que
la luz de la habitación de Chris aún estaba encendida. Miró el reloj, eran
las dos de la mañana. Y dándose la vuelta se volvió a dormir.

***
Cuando despertó ya era de día y el sol entraba por la ventana. Se
miró el anillo del dedo, había dormido con el dedo pegado a la mejilla.
Pronto estaría otra vez en su lugar y ése seguramente sería el final del
sueño.
Se aseó y se vistió rápidamente poniéndose el mismo traje azul claro
del día anterior. Se escuchó un golpecito en la puerta comunicante y una
voz que decía:
—¿Estás presentable?
—Un momento por favor —se puso la blusa blanca y se la abrochó—.
Ahora sí.
—Es una lástima —oyó decir y después el picaporte que se movía—.
Abre de una vez, señorita Hewlett. No creo que esté bien tener que tirar
abajo la puerta de la habitación de mi novia.
—Pero yo no soy tu novia, señor York —dijo ella sonriendo mientras
quitaba la llave.
—Por el momento lo eres, y ésta es la forma en que saludo a mi
futura esposa, aunque sea temporal.
La abrazó, pero antes de que pudiera besarla, Lynne se libró de él.
—Esto es una verdadera locura, señor York. Me deja usted sin aliento.
—Pues, ésa era mi intención, pero usted me lo impidió. ¿Vamos a
desayunar?
Lynne se dirigió al tocador.
—Tengo que maquillarme primero.
Él la observó fascinado.
—¿A quién quieres impresionar con todo eso? Y si me vuelve a mirar
así, señorita Hewlett, mandaré al diablo mi desayuno y buscaré satisfacer
mi apetito en otro sentido.
Una vez terminado el desayuno, Chris pagó la cuenta y se pusieron
de nuevo en camino sin detenerse nada más que para coger gasolina.
Lynne descubrió con cierta tristeza que el viaje estaba llegando a su fin.
Ella sabía que no podía demorar más la devolución del anillo, a pesar de
que él no se lo había pedido.
Se lo sacó del dedo diciendo:

Nº Páginas 77—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Un trozo de oro devuelto a su dueño. Toma, Chris.


—¿El anillo? Quédatelo para que te sirva de recuerdo de esta
reconciliación pasajera entre dos partes litigantes —la amargura en su voz
era evidente.
—Pero, Chris, es tuyo, no me lo puedo guardar —protestó Lynne.
—Está bien, mételo en mi bolsillo por favor.
El tono brusco la tomó de sorpresa como una ducha helada. ¿Era así
como iba a terminar el sueño? Miró las montañas distantes. Qué bellas
eran, pero tan remotas como su sueño.
—¿Te importaría conducir y así descanso un rato? —preguntó Chris
rompiendo el silencio.
—¿Me vas a dejar conducir tu coche? —dijo Lynne asombrada.
—Eso fue lo que dije. No son muchas las personas a quienes confiaría
mi coche, pero tú eres una de ellas. Me detendré en cuanto pueda para
que tomes mí lugar.
Mientras se sentaba en el asiento del conductor y se abrochaba el
cinturón de seguridad, se sentía terriblemente desconcertada.
—Lista. No le tengas miedo. Es una maravilla —dijo Chris, y después
murmuró—: Como tú —y Lynne sintió que el corazón le daba un vuelco.
Chris se recostó estirando las piernas y entrecerró los ojos.
—Es todo tuyo —le dijo.
A Lynne no le entusiasmaba mucho conducir en carretera, pero Chris
necesitaba un descanso. Estaba tan callado que pensó que dormía hasta
que lo oyó decir:
—Sabes, conduces muy bien —y mirándola con los ojos entrecerrados
continuó diciendo—: De hecho haces todo bien.
—Gracias nuevamente… todo menos enseñar —añadió con cierto
sarcasmo.
—Ya, ya, vuelves con el mismo tema. Y recuerda que tú lo dijiste, no
yo. Pensé que habíamos puesto fin a nuestros altercados.
—Lo siento, me olvidé.
—Un día —dijo Chris en tono muy bajo— te diré un secreto —después
suspiró y cerró los ojos—. Estas carreteras me aburren mucho. Parecen
tierras de nadie; kilómetros y kilómetros desiertos. Por el amor de Dios,
detente cuando puedas. Descansaremos un rato. Mira aquí mismo.
Lynne hizo las señales correspondientes, y luego se detuvo. Apagó el
motor y recostó la cabeza en el asiento. Chris se acercó y preguntó:
—¿Cansada?
Le pasó el brazo por el hombro y Lynne recostó su cabeza en el
hombro de él, esperando que no se diera cuenta de lo rápido que le latía
el corazón. Se quedaron así largo rato.

Nº Páginas 78—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Después fue él quien habló con voz serena y pensativa.


—Sabes, este pequeño viaje me ha dado la respuesta a tres
preguntas que me hacía constantemente. Me ha demostrado que
podemos hablar sin pelearnos; no siempre decimos cosas que al otro le
molestan y no somos enteramente incompatibles.
Hubo un momento de silencio después del cual ella lo miró con ojos
traviesos.
—Ahora me doy cuenta de que me has estado examinando todo el
tiempo, y seguramente ahora harás un informe completo al departamento
de educación.
Chris la miraba con fuego en los ojos.
—Por lo que acabas de decir, señorita Hewlett, te mereces una buena
paliza.
—Lo siento —respondió ella sonriendo.
—Es obvio que no lo sientes en absoluto.
Después de una pausa ella le preguntó:
—¿Chris, por qué no dormías a las dos y media de la mañana?
—Pues… por alguna razón… me sentía intranquilo y no lograba
conciliar el sueño. Estuve haciendo las notas para la conferencia; tendré
que exponer el martes por la mañana. No te preocupes, finalmente pude
dormir —y mirando el reloj añadió—: Creo que ya es hora de seguir viaje.
Pararemos más tarde a tomar café. Ahora conduzco yo otra vez.
Cuando estuvieron de nuevo en la carretera Chris dijo:
—Dime… ¿crees que tendrás algún rato libre durante los próximos
días? El domingo por la tarde supongo que sí. Si te parece bien, Lynne, me
gustaría llevarte a conocer el páramo. ¿Te gustaría ir?
—Oh, Chris, me encantará conocer esa zona —exclamó Lynne con un
entusiasmo juvenil.
—Bien, entonces le pediré a mi madre que nos prepare unos
bocadillos para tomar el té allí, y podemos regresar a casa a cenar. ¿Te
parece buena idea?
—Muy buena, en tanto tu madre no tenga objeciones al respecto.
—Todo lo contrario, estoy seguro de que estará encantada de tenerte
en casa.
«Estaré contando las horas», pensó Lynne alegremente. Aún seguía
dentro de su sueño, y según iban sucediendo las cosas, todavía tardaría
en despertarse.
Sus ojos miraron las manos de Chris en el volante… eran manos de
dedos largos, sensitivas, de pianista… pero de pronto se puso tensa y
contuvo el aliento. El anillo de sello ya no estaba en el bolsillo de Chris
sino otra vez en su lugar, en el dedo de compromiso. Cerró los ojos y trató
de borrar la nube que empañaba su corazón. Esto podía significar una sola

Nº Páginas 79—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

cosa, que a pesar de no querer admitir el hecho, estaba realmente


comprometido con su Ángel.
Lynne lo recorrió con la mirada. Parecía preocupado y mientras le
estudiaba secretamente el perfil, él comentó casi como si pensara en voz
alta:
—Debo ver a Ángel esta noche, sin falta.
—¿Ver a… Ángela? —repitió Lynne con voz temblorosa.
—¿Dijiste algo? —preguntó él, distraído—. Sí, debo verla, necesito
hablar con ella.
El corazón de Lynne se encogió, ahora sabía con certeza que su
sueño estaba a punto de acabar.

Nº Páginas 80—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 7
A mediodía llegaron frente al Dales Hall, la enorme mansión en donde
habría de tener lugar la conferencia. Era muy grande, construida de
piedra, con torres y arcos renacentistas que estaban completamente fuera
de tono con el resto de la arquitectura. Todo el edificio estaba rodeado de
hermosos jardines, y el camino que conducía a la entrada principal estaba
bordeado de gigantescos árboles.
—¡Qué escenario tan agradable para una conferencia! —comentó
Lynne sintiendo que se le levantaba un poco el ánimo.
Chris cogió la maleta y tocó el timbre de la puerta que decía
«Información». Apareció una mujer joven a quien preguntó por el número
de habitación de Lynne.
—¿Tiene usted reservada la comida de hoy? Sí, la tiene. Su habitación
es la número veintiséis. Aquí tiene la llave, señorita Hewlett. ¿Puede usted
con la maleta?
—Yo la llevaré, Lynne si me esperas un minuto —y volviéndose a la
mujer joven preguntó—: ¿Será posible ver al señor Young, organizador de
la conferencia? Mi nombre es York, Christopher York, debo exponer el
martes por la mañana, y quisiera hablar unas palabras con él si no
estuviera ocupado.
—Si me acompaña, señor York, trataré de localizarlo. La siguieron
hasta el vestíbulo donde la mujer exclamó:
—¡Vaya suerte la nuestra, aquí viene el señor Young!
Chris se presentó, y mientras conversaban Lynne se mantuvo
apartada para no entremeterse.
—¿Espera usted a alguien? —Lynne se volvió y encontró a un hombre
joven que observaba su maleta y después a ella con visible interés—. Yo le
puedo llevar la maleta. ¿Ya tiene el número de habitación?
—Es muy amable por su parte —repuso Lynne y cuando iban a subir
las escaleras oyó una voz que la nombraba.
—Adiós, Lynne.
—Oh, adiós, Chris —repuso ella como pidiendo disculpas.
Tenía una expresión indescifrable cuando los miró a ambos y el joven
que estaba junto a Lynne dijo:
—Oh, lo siento, no sabía que estaban juntos. ¿Es él su novio?
—Oh, no —afirmó Lynne—, él se ofreció amablemente a traerme
hasta aquí; claro que le conozco —se apresuró a explicar.
Mientras subían las escaleras su acompañante le dijo que él
representaba a una escuela secundaria de Midlands del sur. También dijo

Nº Páginas 81—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

que no había tenido muchas expectativas en la conferencia, pero que


ahora estaba comenzando a cambiar de idea y sonriéndole añadió:
—Espero que podamos vernos en los ratos libres. Lynne prometió
buscarlo, le agradeció la ayuda y cerró la puerta de la habitación. Fue
hasta la ventana para ver si el coche de Chris aún seguía aparcado y
suspiró. Sintió que la invadía una gran tristeza.
Se quedó allí semioculta por las cortinas hasta que Chris apareció por
la entrada principal. Le vio levantar la vista hacia las ventanas, pero ella
no se movió; después lo siguió con la mirada hasta que se metió en el
coche y desapareció.
Echó una mirada a su habitación. El mobiliario era muy moderno, y
había lámparas de pared por todas partes; sobre la cama, el tocador, el
lavabo y el enorme espejo. Había una pequeña radio sobre la cabecera de
la cama y ésta parecía muy cómoda. La colcha era de seda de color rojo.
Lynne pensó que no sabía cómo resultaría la conferencia, pero que en
cuanto a comodidades no había motivos de queja.
Deshizo su equipaje y guardó todo en el ropero y los cajones.
Después se cambió de ropa para comer.
Mientras bajaba por las escaleras comprobó que el joven que la
ayudara con la maleta estaba en el vestíbulo esperándola.
—Supongo que debo presentarme formalmente —le dijo tendiéndole
la mano—, me llamo John Holwick. ¿Y usted?
Lynne le dio el suyo y él la invitó a sentarse a su lado durante la
comida.
—Se lo agradezco mucho —repuso Lynne con entusiasmo—, porque al
igual que usted, no conozco a nadie. De hecho es la primera conferencia a
la que asisto. Para ser honesta, no sé muy bien qué hacer.
Rieron juntos.
—Pues ésta es la segunda a la que yo asisto, por lo tanto quédese a
mi lado y le iré indicando todo Charlaron durante toda la comida, y
después fueron juntos al recinto donde estaba a punto de comenzar la
conferencia.
Lynne estaba contenta de haber encontrado un compañero tan
agradable aunque un tanto formal, porque eso le evitaba sentirse tan
triste y sola. Las horas que le faltaban para volver a ver a Chris se le
hacían interminables y cualquier tipo de distracción la obligaban a pensar
en otra cosa.
John Holwick no sabía esto, y la imaginó tan libre y feliz como él.
Estuvieron sentados uno junto al otro durante la larga tarde de discursos y
debates, después cenaron juntos y más tarde pasearon por los hermosos
jardines comentando los acontecimientos de la tarde.
Lynne le contó algo acerca de sus problemas en la escuela; le explicó
el esfuerzo que había tenido que hacer para introducir sus nuevos
métodos de enseñanza, y cómo había sido rechazado todo tipo de cambio

Nº Páginas 82—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

tanto por los padres como por los maestros, y cómo finalmente, un
inspector de inglés de Su Majestad se había unido al director en una
conspiración en su contra, claro que no le dijo que el inspector era el
hombre con el cual había llegado a la conferencia. Lynne se dio cuenta de
que había dramatizado un tanto la situación, pero pensó que al fin y al
cabo no había mentido.
—Tus ideas me parecen muy correctas —le dijo John—, y creo que
está muy bien que trates de introducirlas en la escuela en la que trabajas,
pero debo admitir que es algo que jamás me hubiera atrevido a hacer —
sonrió con cierta timidez—, creo que no tengo tu valor.
Lynne sintió algo así como lástima por él, porque a pesar de ser un
poco mayor que ella, parecía muy inmaduro en sus acciones y en su forma
de pensar. Comparado con Chris, en ese momento se dio cuenta de que lo
utilizaba como vara para medir al resto de los hombres, John Holwick
parecía casi pueril. Hasta llegó a preguntarse si llegaría a madurar algún
día.

Al día siguiente, sábado, había más discursos y debates y por la


noche se organizó un baile informal.
—Nos servirá para relajamos —comentó Lynne a John con quien había
entablado una gran amistad.
—Y aunque te sorprenda —respondió John—, a pesar de aparentar ser
un academista, me gusta bailar.
Bailaron juntos la mayor parte de la noche, y todos parecían
considerarlos una pareja. «Sólo faltan unas horas», pensó Lynne mientras
recorría la pista en brazos de John. Se daba cuenta de que no hacía más
que esperar con anhelo la tarde del domingo.
—Descansemos un rato, Lynne —sugirió John y cogiéndola de la mano
la condujo hasta un sillón que estaba debajo de un gran ventanal. Mientras
estaban allí, observando el jardín semi iluminado, John le tenía la mano
demasiado apretada para el gusto de Lynne.
«Oh, Dios mío, espero que no se forme una idea equivocada de las
cosas. ¿Cómo saldré de ésta?», se dijo Lynne algo asustada.
De pronto vio a la secretaria haciéndose paso entre los que bailaban
y buscando a alguien. El corazón de Lynne dio un vuelco al ver que se
aproximaba a ella.
—Teléfono para usted, señorita Hewlett. Puede ir al teléfono de la
oficina, está desocupado en este momento.
Lynne quitó suavemente su mano de la de John y le pidió que la
disculpara. Llegó a la oficina sintiendo que el corazón se le salía del pecho
y levantó el auricular. Sabía perfectamente quién era aún antes de haber
oído su voz.
—Lynne Hewlett al habla —dijo un tanto temerosa.

Nº Páginas 83—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Ah, hola, Lynne —dijo risueño—. ¿Me recuerdas? Soy el tipo que
amablemente te trajo hasta la conferencia.
Lynne sonrió.
—Pensé que era mejor llamarte por si se te había olvidado que
tenemos una cita mañana. ¿No habrás hecho ningún otro programa?
—No, aún no —repuso Lynne sonriendo nuevamente.
—Eso espero. Y ahora dime, ¿cómo estás?
La forma de tratarla la cogió desprevenida y respondió tímidamente:
—Muy bien, gracias.
—¿Interesante la conferencia?
—No del todo mala, pero un poco deshilvanada —y en un intento de
mostrarse complaciente añadió—: Estamos esperando que vengas tú a
mejorarla.
—Por lo que dices estás aburrida.
—¿Eso parece? Pues no lo creas. He encontrado un buen amigo y eso
me ha ayudado bastante, ya que lo pasamos muy bien en los ratos libres.
—¡Ah! ¿Y quién es él? —no parecía muy contento.
—Es el joven que me llevó la maleta a mi cuarto…
—Sí, lo recuerdo. El que te siguió como un gatito a un ovillo de lana.
Lynne sonrió.
—Su nombre es John Holwick y es una persona muy agradable —
continuó desafiante—. Hemos tenido charlas muy interesantes. Es mi
compañero de esta noche pues hemos organizado un baile informal.
Silencio al otro extremo, y después la voz pareció ponerse más grave:
—¿Lynne, no tendrás puesto ese vestido…?
—No.
—Ah.
Después de una pausa Lynne preguntó:
—¿Estás solo, Chris?
—Sí, mi madre salió y mi padre está de viaje. Me siento terriblemente
solo, Lynne.
Ella sintió que su corazón clamaba por él. Tenía ganas de decirle:
«Chris, yo también. Cómo quisiera estar a tu lado», pero todo lo que dijo
fue:
—¿Has visto a… a la señorita Castella?
—Desafortunadamente no, porque está de viaje. Según mi madre
regresa mañana, por lo que espero verla entonces.
—Chris, me tengo que ir, John ha venido a buscarme.

Nº Páginas 84—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Comprendo —la voz era de hielo—. Pasaré a recogerte mañana a


las dos y cuarto. Hasta mañana.
Colgó rápidamente antes de que ella pudiera responder. Lentamente
colocó el auricular en su lugar y se quedó mirando el aparato. «Si al
menos pudiera devolverle la llamada, si pudiera decirle aunque fuera una
vez lo mucho que le quiero…»

***
Por fin concluyó la sesión del domingo por la mañana.
Inmediatamente después de la comida Lynne subió a cambiarse. Se puso
un pantalón azul y un jersey blanco de cuello alto, y encima el anorak
azul.
Bajó al vestíbulo con un pequeño bolso de viaje. A las dos y cuarto
exactamente vio que Chris aparcaba a la entrada. Se acercó a ella con
paso firme y tomándola por sorpresa le puso las manos en la cintura y la
atrajo hacia sí.
Después, sonriéndole dijo en voz alta:
—Hola, querida —después levantó la vista por encima de la cabeza de
Lynne y saludó a alguien—. Buenas tardes —dijo con una sonrisa que era
casi una mueca, y mirando tiernamente a Lynne añadió—: ¿Lista, tesoro?
Cogió el bolso de Lynne y la condujo hacia la puerta. Al llegar ella se
volvió y vio a John Holwick parado observándolos con ojos incrédulos y
tristes a la vez.
—¡Dios mío! —exclamó Lynne mientras bajaban los escalones cogidos
de la mano—. Yo le dije el otro día que no eras mi novio.
—Sé que lo hiciste, te oí —Chris sonreía feliz.
—Pero es cierto.
—De acuerdo, es cierto.
Lynne se soltó de su mano y él no intentó retenerla, tenía los ojos
llenos de lágrimas. Después la ayudó a subir al coche, puso el bolso en el
asiento de atrás, y cuando pasaban delante de la puerta Lynne vio a John
Holwick parado observándolos desconcertado.
—¡Pobre John! Le he dejado plantado.
—Mi corazón llora por él —el sarcasmo irritó a Lynne sobremanera—.
Pronto descubrirá que hay muchos más peces en el agua.
Mientras se dirigían hacia el campo abierto Chris volvió a referirse al
tema con un dejo burlón en la voz:
—Hay una sola forma de salir de tu dilema. Cuando regreses le dices
que no soy tu novio, que soy tu esposo.
Furiosa Lynne se volvió hacia él.
—Si no estuvieras conduciendo te arreglaría las cuentas.
Chris se carcajeó.

Nº Páginas 85—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Eso es una propuesta tan interesante que tengo ganas de parar el


coche para ver qué sucede.
Lynne se enojó más aún y en silencio se puso a mirar por la
ventanilla. Estaba tratando de analizar su violenta reacción a las palabras
de Chris. No le llevó mucho tiempo descubrir que la sola idea de que él se
convirtiera en su esposo despertaba en ella tantos deseos que se asustó.
—¿Lynne?
—¿Sí?
—Pon tu mano en la mía.
Obedeció sin muchas ganas, y él la levantó hasta sus labios y la besó.
—¿Amigos?
—Amigos.
Pronto dejaron atrás las blancas cabañas de tejados rojos. A medida
que seguían subiendo el terreno se fue haciendo más abrupto y el camino
se tornó sinuoso al ir atravesando el páramo. Cuando estuvieron a una
gran altura, Lynne experimentó una increíble sensación de regocijo y
felicidad.
—¡Esto es maravilloso! —comentó sonriente y Chris parecía contento
de que ella compartiera su amor por la naturaleza. Hasta ese momento no
habían encontrado un sólo coche, ni un ser viviente que no fueran las
ovejas que salían corriendo en todas direcciones al escuchar el ruido del
motor.
Chris conducía con sumo cuidado para evitar atropellar alguna, ya
que no era siempre previsible el lugar hacia donde escaparían. En
ocasiones algún borrego descubría que su madre se había alejado y
decidido a seguirla, prácticamente se tiraba debajo de las ruedas del
coche.
—Pronto me detendré. Creo que cerca hay un lugar llano.
El camino se estrechaba tanto que asustada Lynne se dio cuenta de
que no cabían dos coches. Pero jamás encontraron un coche de frente. En
todo el camino sólo encontraron tres automóviles, y uno era una furgoneta
que llevaba provisiones a las granjas más alejadas.
De vez en cuando atravesaban algún arroyuelo que corría entre
piedras, pasando por puentes naturales y descendiendo grandes laderas.
Chris se detuvo junto a uno de estos arroyuelos, y en cuanto bajaron del
coche Lynne dijo:
—Me encantaría chapotear en esa agua tan clara.
—Adelante, no te preocupes por mí —fue la respuesta, pero Lynne
decidió no hacerlo, conformándose con mojarse las manos como un niño,
en tanto Chris sacaba del coche las provisiones. Después le tendió la
mano y juntos comenzaron a caminar.
—Vamos, chiquita —invitó sonriente.

Nº Páginas 86—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Llegaron a la cima de la colina y se detuvieron a contemplar el


maravilloso paisaje delante de ellos. Era un día claro sin nada de neblina,
y pudieron ver con claridad las montañas que se levantaban ante ellos
imponentes y los valles que se perdían en la lejanía.
—Jamás hubiera imaginado que en Inglaterra se pudieran encontrar
estos paisajes. ¿No se dan cuenta los ingleses de que no hace falta salir al
extranjero para poder ver paisajes maravillosos?
Chris estaba sacando la bolsa de la comida.
—No digas eso, Lynne. Sería difícil que permaneciera así si mucha
gente viniera a verlo. Es posible que parezca un tanto egoísta, pero gran
parte de su belleza estriba precisamente en que no venga mucha gente
por aquí. Tratemos de mantenerlo de esta manera todo el tiempo que
podamos.
Compartieron los bocadillos y el pastel, además del té que había
preparado la madre de Chris; después guardaron los restos en la bolsa y
se tumbaron de espalda en el césped.
Chris cogió su chaqueta y la dobló para que Lynne pudiera apoyar la
cabeza. Como hacía mucho calor, Chris se quitó el jersey de cuello alto y
se lo puso debajo de la cabeza.
—Quédate muy quieta y escucha, Lynne. Escucha el silencio. Te lo
dije una vez, ¿recuerdas? Es tan intenso que da la sensación de que se
puede tocar. Sólo encontrarás este silencio en páramos como éste.
Lynne cerró los ojos y se quedó quieta. A pesar de sentir la presencia
del hombre que tenía a su lado y de que escuchara su respiración
profunda, comenzó a sentir que la paz de ese lugar le penetraba los
huesos, y que la tranquilidad se apoderaba de su corazón. Así se quedaron
por largo rato.
Chris fue el primero en moverse. Cuando Lynne abrió los ojos estaba
acostado a su lado y apoyado sobre un codo la observaba.
—¿Te sientes mejor?
—Me siento feliz —afirmó ella como entre sueños.
—Lynne, dime una cosa —con un dedo recorría el negro arco de sus
cejas y el contorno de su boca—, algo que me ha estado torturando desde
la noche del concierto. Ya te lo pregunté una vez pero no me respondiste.
Cuando yo terminé de tocar la sonata de Beethoven, tú no aplaudiste
junto con los demás. ¿Por qué, Lynne?
Ella se puso de costado y jugueteando con el césped murmuró:
—Estaba tan conmovida que lloré en lugar de aplaudir. Me parecía un
sacrilegio aplaudir tanta belleza.
Chris la obligó a mirarlo a los ojos.
—¿Es cierto eso? —ella asintió—. ¿Entonces por qué no me lo dijiste
antes?
—¿Eso habría cambiado algo?

Nº Páginas 87—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Querida, habría cambiado todo. Sabes, yo toqué esa música para ti,
una especie de disculpa por la manera imperdonable en que te traté aquel
día en la sala de música. Y cuando ni siquiera aplaudiste yo lo tomé como
una manera de rechazar mi disculpa.
—Pues, te aseguro que esa no fue mi intención, Chris.
Él rozó los labios de ella con los suyos y después se sentó.
—Cuando lleguemos a casa, no te sorprendas de la reacción de mi
madre al verte. Yo le dije que eras una maestra de escuela tan dedicada a
tu trabajo que deseabas pasar la mitad de tus vacaciones asistiendo a una
conferencia. Seguramente ella espera encontrarse con una mujer de
mediana edad, que lleva faldas muy largas y que no sepa hablar de otra
cosa que de educación. Será interesante ver su reacción cuando
aparezcas.
A Lynne le resultó graciosa la broma.
—Yo les dije a mis padres que tú eras un inspector de Su Majestad, lo
que te pone de inmediato en edad de jubilarte y con ideas muy atrasadas.
Les alegró mucho la idea de que yo viajara tantas millas con un hombre
que podría ser mi abuelo —ambos rieron largo rato y después Lynne
preguntó—: ¿De qué hablarás en la conferencia, Chris?
—Es un secreto. Tendrás que esperar hasta el martes.
—Está muy bien eso de realizar conferencias en lugares tan
maravillosos —murmuró Lynne—, cada vez que uno se siente aburrido
puede mirar por la ventana y disfrutar del paisaje. Ya conozco la vista
bastante bien en el tiempo que llevo.
—No se te ocurra hacer eso el martes cuando yo esté presentando mi
ponencia, señorita, porque si descubro que tienes los ojos perdidos
mientras yo hablo, tomaré medidas punitivas más tarde. Recuerda que
soy yo el que te llevará de regreso al sur el martes.
Lynne sonrió y su voz era provocativa.
—¿De veras? La verdad es que no he pensado sobre ese asunto.
—¿No me digas? Pues has de saber que te llevaré conmigo aun en
contra de tu opinión. ¿Comprendes? Tendré que comer con el resto de los
conferenciantes, lamentablemente no podré comer contigo, pero me
reuniré contigo inmediatamente después. Esta vez haremos el viaje
directamente sin necesidad de parar a dormir.
Ella volvió a sonreír.
—Tengo que pensar la propuesta, y le haré saber mi decisión a su
debido tiempo. Quién sabe, a lo mejor prefiero regresar sola en tren.
Él se inclinó sobre Lynne y con labios apretados dijo:
—Si estás tratando de provocarme, he de decirte que lo has logrado.
Moviéndose con toda rapidez, la cogió de las manos y la besó
apasionadamente, después levantó la cabeza y la miró a los ojos hasta
que sus miradas parecieron fundirse, después de lo cual volvió a besarla.

Nº Páginas 88—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Ella le colocó los brazos alrededor del cuello y así se quedaron largo
tiempo.
A medida que pasaba el tiempo una vocecita en el interior de Lynne
le decía: «No es tuyo, nunca podrá serlo. Acaba todo esto antes de que te
lastime demasiado.»
Chris, percatándose de su alejamiento, levantó la cabeza. Parecía
mareado, y se tiró de espaldas sobre el césped con la mano sobre los ojos.
Después de un largo silencio murmuró:
—Perdóname, Lynne. Lo siento, por favor perdóname.
Repetía las palabras como si estuviera delirando. ¿Perdonarlo por
esos momentos de éxtasis, por ese beso que estuvo a punto de destruir
para siempre la barrera que los separaba?
A medida que pasaban los minutos y Lynne lo veía tirado junto a ella,
sintió que la desesperación se apoderaba de su ser. Él la había dejado a
un lado, la barrera entre ambos parecía más infranqueable que nunca.
¿Qué había hecho ahora?
Lo miró, y supo que ese tiempo pasado junto a él en el páramo la
había decidido por completo respecto a Ken. Sabía ahora que no
importaba lo que sucediera con la amistad de Chris, jamás podría casarse
con Ken. Y como éste era un momento de enfrentarse a realidades,
también tuvo que aceptar que se había enamorado de un hombre que sólo
la consideraba un «bocado tentador».
Chris se sentó, y sonriendo se llevó la mano de ella a los labios y la
besó.
—Ya nos vamos.
Mientras se ponía otra vez el jersey y se colgaba la bolsa de la comida
al hombro, parecía preocupado.
—Debo ver a Ángel esta misma noche —murmuró como para sí
mismo.
Y allí estaba otra vez esa mujer. Después de todo lo sucedido entre
ellos sus pensamientos y esperanzas estaban con Ángel.
Lynne se desesperó y se maldijo por haber aceptado salir con él,
sabiendo cuáles serían las consecuencias.
Descendieron la colina caminando a cierta distancia el uno del otro, y
cuando estaban llegando al coche Lynne preguntó algo avergonzada:
—¿Te importa, Chris, si me cambio en el coche antes de que nos
vayamos? No puedo llegar a la casa de tu madre con estas fachas.
Chris la miró y sonrió.
—Estás perfectamente bien para mí, pero si prefieres cambiarte hazlo
con toda tranquilidad. Yo me iré a dar una vuelta hasta que estés lista.
En cuanto se hubo alejado Lynne se volvió a poner el traje azul claro,
se cambió los zapatos y se retocó el maquillaje, además de arreglarse el

Nº Páginas 89—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

pelo enmarañado. Cuando Chris regresó, Lynne puso su bolso de viaje en


el maletero y emprendieron el viaje rumbo a la ciudad.
Hablaron muy poco mientras abandonaban el páramo y se internaban
lentamente en los valles. Cuando ya estaban cerca de la casa Chris dijo:
—Arriba el ánimo, Lynne. Ya te dije que siento lo sucedido. Ella
sacudió la cabeza.
—Es que no es eso.
—¿Y qué es entonces, querida? ¿No me lo puedes decir?
Otra vez no podía decir una palabra, y conteniéndose se mordió el
labio. Finalmente llegaron a la casa de los padres de Chris. Los
maravillosos jardines que la rodeaban estaban llenos de flores.
Lynne observó la casa mientras esperaba que Chris cerrara el coche.
—¿Es de piedra y sin embargo es nueva, no es algo poco común?
—No en estos lugares, ya que los constructores utilizan material de la
zona. Un edificio de piedra aísla perfectamente del viento y del frío.
La cogió de la mano.
—Ven, te voy a presentar a mi familia.
Abrió la puerta y una vez en el vestíbulo gritó:
—Aquí estamos, mamá.
Su madre apareció de inmediato. Era una mujer pequeña de rostro
redondeado con los mismos ojos de Chris, cabellos, grises y vestida con un
traje oscuro de excelente corte que ocultaba perfectamente su tendencia
a la obesidad. Se quedaron helados al ver a Lynne.
—¿Ésta es entonces la señorita Hewlett? —y al darse cuenta de que
estaban cogidos de la mano, añadió—: Tu descripción fue un tanto
imprecisa, querido.
Chris le apretó los dedos a Lynne y ambos se miraron divertidos. La
señora York extendió la mano.
—Me alegro de conocerla, señorita Hewlett. Pase por favor. ¿Puedo
llamarla Lynne? Es mucho más familiar.
—¡Qué lugar más agradable! —comentó Lynne al pasar por la sala.
—Sí, lo es. Sabes, las ventanas dan al sur, con lo cual tenemos sol la
mayor parte del día. Pero siéntate, querida. ¿Lo pasaron bien en el
páramo? Chris se sentó en un sillón frente al de Lynne con las piernas
cruzadas.
—Muy bien, gracias. El té estaba excelente, mamá.
Lynne se sentó en el borde de la silla un poco nerviosa ante la
presencia de aquella mujer tan agradable.
—Fue muy amable por su parte al invitarme a cenar, señora York.

Nº Páginas 90—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—No tiene importancia, querida —y volviéndose hacia su hijo añadió


—: Chris, he logrado ponerme en contacto con Ángela mientras estabas
fuera, y la invité a cenar esta noche. Sé lo mucho que has esperado verla
desde que llegaste a casa. ¿Te alegra que venga? —y le dedicó una
sonrisa picaresca como si supiera cuál sería la respuesta. Chris se mostró
encantado.
—No sabes cuánto te lo agradezco, madre. ¿Y por cuánto tiempo se
quedará?
—Según tengo entendido cogerá unas semanas de descanso antes de
viajar nuevamente. Tendrás muchas oportunidades de verla esta vez,
antes de que regreses al sur.
—Regreso el martes, madre. No me quedaré mucho esta vez, y Lynne
regresará conmigo —miró a Lynne que en esos momentos sólo era capaz
de asentir con la cabeza. Ángela vendría a cenar esa noche, y Chris tenía
tantas ganas de verla que su rostro había recobrado vida ante la noticia.
En un esfuerzo por recuperar la tranquilidad, recorrió con la mirada la
habitación, y Chris al observarla preguntó:
—¿Quieres ver mi piano? Estoy orgulloso de él.
Se levantó y se dirigió hacia el instrumento, un magnífico piano
blanco de una famosa marca, y Chris suavemente hizo sonar algunas
teclas.
—Suena muy bien —comentó Lynne.
—Cuando tenga una casa mía, lo haré llevar al sur.
—Quiere decir cuando se case —aclaró la madre indulgente—. Y es
posible que no falte mucho, ¿verdad, Chris?
—No, mamá —su voz era serena, pero daba la impresión de que no
deseaba tratar el tema.
Cuando Lynne se alejó un poco para que no se dieran cuenta de la
tristeza de su mirada, se encontró con una enorme fotografía de Ángela.
—Una chica tan… —comentó la señora York tomándola en sus manos
—. Conocemos a ella y a sus padres desde hace años —era obvio que la
madre de Chris aprobaba por completo a Ángela como su futura nuera.
Después mirando el reloj comentó—: Si me disculpáis un momento, iré a la
cocina a ver cómo anda la cena.
En cuanto se hubo ido, Chris se sentó en el taburete del piano.
—Ven aquí, Lynne —Lynne se puso a su lado y él le sonrió con dulzura
al decir—: Escucha esta pieza.
Ella observó cómo deslizaba las manos por las teclas, robándoles un
sonido tan maravilloso que se sintió emocionada.
Cuando hubo terminado Chris le dijo:
—Siéntate a mi lado que te contaré de qué se trata.
Le hizo sitio en el mismo taburete y le cogió las manos.

Nº Páginas 91—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Es una canción de un compositor del siglo veinte llamado Richard


Hageman, y quiero que conozcas la hermosa letra escrita por un conocido
poeta hindú. Su nombre es Rabindranath Tagore… ¿lo has oído nombrar?
—Lynne asintió—. Entonces escucha cuidadosamente, Lynne. Estas
palabras han estado acechando mi mente en los últimos días.

No te vayas mi amor, sin pedirme que vaya contigo.


No he dormido en toda la noche,
y ahora mis ojos están cargados de sueño.
Pero temo perderte mientras duermo.
No te vayas mi amor, sin pedirme que vaya contigo.

Me despierto y trato de alcanzarte.


Me pregunto si todo no será más que un sueño.
Quisiera enlazar tus manos a mi corazón y así
tenerlos aprisionados junto a mi pecho.
No te vayas mi amor, sin pedirme que vaya contigo.

La obligó a mirarlo a los ojos y repitió tiernamente:


—No te vayas mi amor, sin pedirme que vaya contigo.
Al mirarse uno al otro, Lynne volvió a sentir que se le hacía un nudo
en la garganta, y haciendo un gran esfuerzo se deshizo de las manos que
le sostenían la barbilla y se dirigió hacia la ventana:
—¿Lynne? ¿Quieres que te enseñe la casa?
Diciendo esto estiró sus manos hacia ella, pero Lynne las mantuvo
apretando la bolsa.
—Si tienes ganas.
Mientras subían las escaleras él dijo:
—Primero te llevaré a conocer mis dominios. Me temo que no sean un
modelo de orden.
Cuando entraron en el cuarto Lynne tuvo la extraña sensación de
haber entrado en parte de la vida privada de Chris. Había libros por todas
partes, algunos de música, otros de inglés, papeles relacionados con su
trabajo, y partituras llenaban literalmente los estantes, escritorios y sillas.
De pronto ella vio sobre la mesilla, en un lugar privilegiado junto a su
cama una foto de Chris sentado al piano y apoyada en el mismo estaba
Ángela con un hermoso traje de noche:
—Esa foto fue sacada hace años. Ambos somos más mayores ahora.

Nº Páginas 92—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Eso fue en la época en que actuaba como su acompañante.


Estudiamos los dos en la misma academia.
Lynne tenía la sensación de que donde fuera la perseguía la imagen
de esa mujer que jugaba un papel tan importante en la vida de Chris.
Estaban ahora en la agradable habitación para huéspedes, y Lynne
estaba comentando acerca del maravilloso paisaje que se veía por la
ventana cuando se oyó el ruido de un coche que se dirigía hacia la casa:
—¡Ésa es Ángela! Por fin ha llegado.
Chris bajó rápidamente las escaleras dejando a Lynne sola arriba.

Nº Páginas 93—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 8
—Lynne, baja a conocer a Ángel —gritó Chris mientras abría la puerta
y salía a buscarla. Cuando ella comenzó a bajar las escaleras lo oyó decir:
—Ángel, por fin. He hecho lo imposible para ponerme en contacto
contigo desde el jueves. ¿Cómo estás, querida?
Le rodeó la cintura con los brazos al inclinarse a besarle la mejilla, y
ella levantó las manos y se las puso sobre los hombros.
—Chris, querido —y una sonrisa encantadora se dibujó en sus labios
al mirarlo. Ángel tenía el pelo rubio y lo llevaba suelto sobre sus hombros.
Estaba mucho más bonita ahora que en las fotografías de su juventud. Los
ojos le brillaban ante el efusivo recibimiento de Chris.
—Gracias por tu carta, querido. Debemos hablar muy pronto.
—Ésta es Lynne —y cogiéndole la mano la colocó en la de Ángela—.
Ésta es Ángel, Lynne. ¿No crees que le hace honor a su nombre?
—Así que ésta es Lynne —sus ojos la observaron cariñosamente—. No
hagas caso de sus piropos, Lynne. Son muy efusivos pero sin importancia.
Al fin te conozco… he sabido de ti de una forma… o de otra.
«¡Qué bonita es!», pensó Lynne mientras la saludaba, «tan
encantadora y llena de gracia. ¿Cómo puedo odiarla a pesar de que me
está quitando la alegría de vivir?»
En ese momento apareció la señora York y Ángela la abrazó
afectuosamente. Luego todos pasaron a la sala y Ángela le dijo a Chris:
—Querido, ¿puedo pedirte un favor? Después de la cena, ¿podrías
venir conmigo a ver un piano que está en venta y que interesa mucho a la
hermana de Francis? —volviéndose hacia Lynne dijo—: Francis Boulton es
mi administrador, él cuida de todas mis cosas. Creo haberte contado,
Chris, lo mucho que ansia Marianne un piano en su nueva casa. Éste
parece tan bueno que sería una lástima dejar pasar la oportunidad —y
poniéndole una mano sobre el brazo añadió—: ¿Serías tan amable de
darnos tu opinión? Si dejamos pasar mucho tiempo lo perderemos. Esta
tarde encontramos la casa y quedamos en ver el piano esta noche. Es una
gran casa de campo a unos diez kilómetros de aquí.
Chris la miró indulgente y repuso:
—Sabes que nunca podría negarme a un ruego así —y mirando a
Lynne preguntó—: ¿Te molestaría que te dejara un rato después de la
cena? Estaré de vuelta para llevarte al salón de conferencias, ya que la
exposición no comienza hasta las ocho y media.
—Por favor, ve y no te preocupes por mí.
Después charlaron un rato hasta que la señora York los invitó a
ocupar sus lugares en la mesa. La gran mesa estaba puesta con todo lujo.

Nº Páginas 94—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Había manteles individuales, los cubiertos relucían al igual que los vasos y
candelabros de cristal.
Lynne se preguntó si Chris y sus padres habían vivido siempre con
tanta elegancia. Y si ésta era la forma en que él deseaba tener su casa,
entonces Ángela estaba hecha a la medida para él.
«Somos tan informales en casa», pensaba Lynne, «que no veo de qué
manera podría Chris sentirse bien entre nosotros.» Pero sabía que jamás
vería la vieja casona de Kent.
De pronto oyó que la señora York se dirigía a ella.
—¿Eres maestra, querida? ¿Y te gusta enseñar?
—Me encanta, señora York. Es algo que quise hacer desde pequeña.
—Es muy poco común que desde una temprana edad uno pueda
saber qué es lo que realmente quiere ser de adulto. Yo creo que lo tuyo se
llama vocación congénita.
Lynne era consciente de que Chris escuchaba con atención.
—De alguna forma supongo que lo es. Cuando tenía seis años tenía
una escuela propia. Solía sentar a mis muñecas, unas veinte en
semicírculo, y con una pizarra y tiza les «enseñaba» lo que yo estaba
aprendiendo en la escuela.
—Empezaste de joven —comentó Chris observándola detenidamente
—, con razón eres una maestra nata.
Lynne lo miró perpleja.
—¿Tú eres el que dice eso a pesar de todo lo que ha sucedido? Debes
estar bromeando.
—Lo afirmo, y te aseguro que no estoy bromeando.
La señora York y Ángela los miraban con tanto interés que Lynne se
ruborizó y miró hacia otra parte. Esa conversación tenía que terminar
antes de que se pusieran de manifiesto demasiadas cosas. Presintiendo el
peligro, la señora York salió en su auxilio.
—Tu anécdota me recuerda tanto a Chris, porque él también comenzó
temprano. Empezó a estudiar piano a los siete años; a los doce ya tocaba
en conciertos en las escuelas, y a los dieciocho era solista de numerosas
orquestas. Durante años no hizo otra cosa que dedicarse a la música.
Ganó numerosas copas, trofeos y premios, pero después renunció a todo.
—Y si buscas mis trofeos —le murmuró a Lynne—, no los encontrarás.
Están guardados bajo llave en el armario. ¿Y sabes por qué?, porque nadie
quiere limpiarlos.
Todos rieron y la señora York negó que eso fuera cierto.
—¿Y por qué renunciaste a todo, Chris?
—¿Me preguntas porqué, Lynne? —y se puso a juguetear con el vaso
—. Pensé, que era un trabajo demasiado azaroso para un hombre que un
día tendría esposa y hogar propios; por eso quise buscar un trabajo más

Nº Páginas 95—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

estable, sin la inseguridad que va paralela a la vida de un músico


profesional. Entonces estudié inglés y obtuve el diploma, eso me costó
bastante esfuerzo, y me convertí en maestro de inglés de una escuela
secundaria durante varios años. Después surgió la oportunidad de ser
inspector. No me preguntes por qué elegí eso. Creo que simplemente
deseaba hacerlo.
—Y ahora, Lynne —comentó Ángela—, te darás cuenta de la pérdida
que ha sufrido el mundo de la música. ¿Lo has oído tocar?
Lynne asintió y apretándose las manos dijo:
—Creo que toca maravillosamente.
Escuchó un leve silbido de la persona en cuestión, pero no se atrevió
a mirarlo.
Ángela estaba feliz.
—Mira, Chris, tienes una fanática en tu propia casa. ¿Quieres un
autógrafo, Lynne, o prefieres un retrato firmado?
Chris rió con ganas y después dijo significativamente:
—Tendré que ver qué puedo hacer al respecto, ¿verdad, Lynne?
Sus ojos se encontraron con los de ella y Lynne quedó muy
confundida ante la expresión enigmática de él, por lo que fue la primera
en desviar la vista.
Ángela consultó el reloj.
—Chris, ¿crees que podríamos…?
—Sí, por supuesto, Ángel —echando hacia atrás la silla dijo—: Madre,
nos disculpas a ambos —y cogiendo la mano de Lynne añadió—: Lynne, no
creo que tarde mucho. Estaré de vuelta para recogerte y llevarte a la
conferencia.
Angela también se acercó a Lynne y dijo:
—Por fin te he conocido, querida, y sé que todo lo que he sabido de ti
es cierto. Adiós y que seas muy feliz.
—Ha sido un placer conocerla, señorita Castella.
—Llámame Ángela, por favor, no seas tan formal. Estoy segura de
que algún día nos volveremos a encontrar —acercándose a la puerta instó
—: Vamos, Chris, querido.
Cuando la señora York salió a despedirlos, Lynne se acercó a la
ventana y los vio alejarse riéndose felices.
Al volver la señora York al comedor, Lynne trató de dedicarle una
sonrisa, desesperada por ocultar su tristeza a la madre de Chris.
—Señora York, ¿puedo ayudarla a recoger las cosas de la mesa y
fregarlas?

Nº Páginas 96—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Oh, no, querida, no, no hay ninguna necesidad, para eso está la
asistenta. ¿Te gustaría ver los jardines? Están muy hermosos en esta
época del año.
Los jardines eran muy grandes y en cuanto salieron Lynne se sintió
inundada por el perfume de las diferentes flores. También había árboles
frutales, enormes arcos cubiertos de rosas trepadoras además de una
fuente cuyo agua salía de una figura que representaba a un niño. En el
fondo había una huerta y más atrás un invernadero.
—No vayas a creer que yo cuido todas estas plantas. Es un hobby de
mi marido; su trabajo lo pone tan tenso que parece encontrar en esto una
forma de relajarse tanto física como mentalmente. Cuando él no está,
como ahora que ha tenido que viajar a América del Sur, yo quito las
hierbas y lo limpio un poco, pero en realidad es sólo un trabajo simbólico.
—Mi padre no suele tener tiempo para el jardín, él es maestro al igual
que yo, y es mi madre la que se dedica a la jardinería.
—Ah, es maestro, entonces tú le sigues los pasos.
—Tal vez, aunque la materia de él es completamente diferente a la
mía. Es profesor de matemáticas, materia en la que soy bastante negada.
De pronto el sonido del teléfono irrumpió en la paz y tranquilidad, y la
señora York corrió a contestar.
—¿No podrás estar de vuelta a tiempo? ¿Por qué? —Lynne se puso
tensa—. Entiendo, se lo diré. ¿Es bueno el piano? Entonces valió la pena el
viaje. Dale mis recuerdos a Ángela y dile que estaré encantada de tenerla
en casa en cualquier momento durante sus horas libres. Sí, no te
preocupes, le diré a Lynne que lo sientes. Yo misma la llevaré a la
conferencia.
Una ola de desesperación invadió a Lynne, pero trató de disimular
frente a la señora York.
—Llamó Chris para decir que han tardado más de lo previsto en la
casa en donde tienen el piano en venta. Parece que lo han comprado y
que de allí se van a casa de Ángela. Me pidió que te llevara de vuelta, lo
que haré con sumo placer.
—Por favor no se moleste, señora York. Seguramente debe haber un
autobús que pueda coger.
—Querida, tengo mi propio coche y no será molestia alguna; dime, a
qué hora quieres salir.
Lynne miró el reloj.
—¿Podríamos salir ahora? Quisiera escribir algunas notas antes de
que comience el debate.
—Perfecto. Sacaré el coche del garaje.
Cuando ya salían a la angosta carretera la señora York dijo:
—Espero que algún día me perdones por lo que te voy a decir,
querida, pero en estas circunstancias creo que debo hacerlo —mientras

Nº Páginas 97—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

hablaba mantenía la vista fijamente en la carretera, a pesar de que no


había tráfico—. Es posible que me haya equivocado, pero cuando entraste
esta tarde con Chris, parecías tan feliz que comencé a preocuparme. Yo no
sé lo que te habrá dicho mi hijo, pero él y Ángela se casarán a corto plazo.
—No, no me lo había dicho —Lynne lo dijo en un hilo de voz.
—Eso ha estado muy mal por su parte, porque han estado
comprometidos unos cuantos años, en secreto, por supuesto, debido a la
carrera de Ángela. Hace ya unos años Chris le pidió que se casara con él,
pero Ángela no deseaba tener ataduras de ningún tipo hasta que su
carrera estuviera bien afianzada. Ahora ha llegado a la cumbre y ya no
hay necesidad de que esperen más tiempo. De hecho, estos días que
estuvo en casa hemos estado discutiendo la posibilidad de que su
matrimonio se realice muy pronto. Por supuesto que no podemos hacer
más arreglos hasta que llegue su padre dentro de una semana.
Miró a Lynne, pero se encontró con una máscara que no delataba
ningún tipo de emoción.
—Espero que comprendas lo que trato de decirte, Lynne, y que esto
no te haya hecho mucho daño. Considero que es sumamente importante
que conozcas la verdad.
—Señora York, no tiene por qué preocuparse por mí en lo que a Chris
se refiere. Lo nuestro no ha sido más que una amistad pura y simple. He
sabido desde un principio que Ángela y Chris estaban comprometidos y no
he dudado de él en un solo momento. De hecho yo también estoy
comprometida con uno de los maestros de mi escuela y pensamos
casarnos pronto.
—Ah, entonces no tengo nada por qué preocuparme, no sabes cómo
me alegro, querida. Eres una mujer encantadora y si mi hijo no hubiera
encontrado primero a Angela sólo hubiera deseado que se enamorara de
una muchacha como tú.
Lynne nunca supo cómo pudo contener las lágrimas. Le agradeció a la
señora York el haberla llevado y se despidió de ella dándole las gracias por
su invitación.

Cuando llegó al Dales Hall, Lynne no pudo dar rienda suelta a sus
lágrimas. John Holwick la estaba esperando en el salón de entrada y
tragándose la tristeza lo saludó con una sonrisa.
—¿Pasaste una tarde agradable? —su trato era un poco más distante
de lo que había sido los días anteriores.
Mientras se dirigían a la sala de conferencias, la tristeza de Lynne se
convirtió en rabia al recordar la forma en que Chris se había comportado
frente a John, y fue la rabia lo que la hizo mantenerse en pie los dos días
siguientes.

Nº Páginas 98—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

El martes por la mañana había logrado dejar cualquier sentimiento a


un lado, excepto la determinación de evitar a Chris por cualquier medio a
su alcance.
Ya había averiguado los horarios de los trenes que iban a Londres y
supo que había un tren rápido justo después de mediodía, por lo que
decidió que partiría cuando todos los demás estuvieran en el comedor.
Alquilaría un taxi y saldría mientras Chris estuviera comiendo, y cuando la
esperara después, lo haría en vano. Para aquel entonces ella ya estaría
rumbo a Londres y desde allí iría a la casa de sus padres en Kent.
Se regocijó al recordar que nunca le había dado su dirección, eso
significaba que no podría buscarla, porque muy poca gente la conocía
además de Ken. Por otra parte a esa altura él ya estaría oficialmente
comprometido con Ángela, por lo que nunca se volverían a ver.
El lunes por la noche le escribió una nota que decidió dejar a la
secretaria de turno pidiéndole que se la entregara al señor York antes de
que se fuera.
«Chris», escribió, «como siento que es inútil seguir adelante con
nuestra amistad, y como pienso que no vale la pena volver a vemos, he
decidido regresar a Londres en tren, y cuando tú recibas esta nota yo ya
estaré muy lejos. Gracias por tu amistad, Chris. Tú te casas con tu Ángel, y
yo probablemente me case con Ken. Te deseo toda la felicidad del mundo.
Lynne. PD. ¿Serías tan amable de enviar por correo la ropa que dejé
olvidada en tu coche? Perdona las molestias.»
El martes por la mañana después del desayuno preparó su maleta y
la escondió entre los abrigos del vestuario, esperando que no fuera
descubierta antes de que terminara la conferencia. Después regresó a su
habitación, se aseguró de no haberse dejado nada y cerró la puerta con
llave por última vez. Cuando bajaba las escaleras escuchó voces en el
vestíbulo. Chris estaba conversando con un grupo de personas, tenía las
manos en los bolsillos y parecía relajado y feliz. Por alguna razón se debió
dar cuenta de que ella estaba allí. Levantó la vista y al verla la saludó con
la mano y comenzó a alejarse de los demás dirigiéndose hacia la escalera.
Lynne se dio la vuelta y salió corriendo como una criatura a quien
acaban de descubrir con las manos en el pastel. Llegó a su habitación y
agradeció tener todavía la llave en la mano, una vez dentro se arrojó a la
cama sintiendo que le faltaba el aire, y esto no sólo era por haber subido
las escaleras muy rápido, sino porque aun ahora, la presencia de Chris le
alteraba totalmente el pulso.
No podía hacer nada sino quedarse allí hasta que la sesión de la
mañana estuviera a punto de comenzar, y bajar después para sentarse en
el salón con la mayor discreción posible.
Eso hizo y se sentó junto a John Holwick cuando el director anunciaba
al primer ponente. John al verlo preguntó:
—Ése es tu amigo, ¿no es verdad?

Nº Páginas 99—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne no sabía si Chris había notado o no su retraso, porque trató de


no mirar directamente a los conferenciantes. El primer ponente no dijo
nada nuevo, y cuando se sentó después de los aplausos, Lynne se atrevió
a echar una mirada rápida a la mesa de los conferenciantes. En ese
momento Chris la miró y antes de bajar los ojos, notó una expresión
confundida en los ojos de él, que le hizo sobresaltarse.
Por fin fue anunciado el último ponente de la conferencia, Chris se
puso de pie y comenzó a hablar. Al mirarlo todas sus decisiones de
ignorarlo se desvanecieron, y descubrió que se sentía muy orgullosa ante
el dominio absoluto que tenía Chris de la situación, y en el interés que
despertaba en todos los que lo escuchaban.
De pronto las palabras de Chris comenzaron a penetrar en su mente y
ella apenas podía creer lo que estaba escuchando, lo miró como para
asegurarse de que era él quien estaba hablando.
Todo lo que decía apoyaba las ideas de Lynne, el esfuerzo que habría
que hacer por extender las corrientes renovadoras al mayor número de
profesores y hasta su ruego de mayor tolerancia hacia aquellos maestros
jóvenes que luchaban por poner en práctica conceptos renovadores en
contra de toda la enseñanza tradicional. Habló de los temores de los
padres y de los profesores más viejos, la intolerancia de aquellos maestros
que aunque jóvenes se les hacía difícil adaptarse a los métodos
modernos… es decir todo lo que ella había dicho en el pasado y que
siempre había creído que él consideraba tonterías de juventud. La
conferencia que estaba ofreciendo se llamaba «Traer el inglés a la vida», y
por cierto que había logrado traer la conferencia a la vida.
Como miembro del Cuerpo de Inspección de Su Majestad dijo que él
trataba de analizar todos los aspectos como un árbitro. Les dijo cuáles,
según su punto de vista, eran los principios sobre los cuales debía basarse
la enseñanza del inglés. Éstos comprendían una ruptura con los principios
ortodoxos que ya resultaban obsoletos debido a los nuevos métodos e
investigaciones.
Dejó sus papeles sobre la mesa y mirando al público dijo:
—Seguramente muchos de ustedes se estarán preguntando en este
momento qué papel le asignaría yo a un profesor de esta materia.
Obviamente ya no podrá ser digamos… un robot, con cierta información
programada en la cabeza, un trozo de tiza en la mano, una voz fuerte y
poco o nada de iniciativa. Al utilizar los métodos modernos, los profesores
se verían obligados a dejar atrás su papel informativo, y tomar el lugar de
consejeros, guías y observadores. Tendrían que aprender a despertar
interés y a utilizar todos los medios posibles para conseguir este fin. Y
sobre todo los profesores tendrían que lograr convencer a sus compañeros
de la necesidad de abandonar los viejos métodos y de aceptar sin temores
las nuevas ideas.
«Debemos remodelar la enseñanza del inglés, debemos sacarlo de los
viejos moldes y redefinirlo para que se adapte mejor a las necesidades
actuales.»

Nº Páginas 100—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Se sentó después de un fuerte y sostenido aplauso. Algunos de los


profesores y profesoras más jóvenes hasta gritaron de alegría al escuchar
que por fin alguna autoridad había elevado la voz para hablar en nombre
de ellos admitiendo que estaba de su parte.
Mientras Lynne aplaudía con el resto, observó que los ojos de Chris la
buscaban y ella le devolvió una amplia sonrisa. «Ésta será la última forma
en que te diga gracias por este maravilloso apoyo», se dijo a sí misma.
Una vez que hubieron cesado los aplausos el director de la
conferencia dijo que ésta había llegado a su fin, que pensaba que el
resultado había sido positivo y que esperaba que todos se hubieran
beneficiado con todo lo dicho durante los últimos cinco días.
Lynne dejó su asiento y se dirigió al vestíbulo junto con los demás. Le
dijo a John que tenía que irse de inmediato para poder tomar el tren
rápido, y el muchacho se mostró muy desilusionado de que no comiera
con él.
—¿Por qué no me das tu dirección, Lynne? Así algún día nos
podríamos volver a ver. Aunque supongo que te casarás pronto, tu novio
piensa exactamente igual que tú en materia de enseñanza.
La ironía de esta última afirmación puso a Lynne al borde de la
histeria. Que dijera que las ideas de Chris y las suyas eran las mismas era
bastante lógico, pero oír que lo llamaba su novio le hacía tener ganas de
reír y llorar al mismo tiempo.
—Pues, no estoy segura de eso, pero te daré mi dirección de todas
maneras —y garabateó la dirección de la pensión de Londres en la parte
de atrás del programa de la conferencia, después le dio la mano a John y
salió corriendo rumbo al vestuario para buscar la maleta. Sabía que el taxi
la estaría esperando, y que antes de partir tenía que entregar las llaves y
la carta a la recepcionista. Cuando salía del vestuario con la maleta en la
mano echó una mirada a su alrededor para asegurarse de que Chris no
estaba en las inmediaciones, se dirigió con paso rápido hasta la recepción
y después de entregar todo bajó casi corriendo los escalones, se subió al
taxi, le dijo a dónde iba y se acomodó en el asiento de atrás. Por fin ya
estaba en camino.
Sentada por fin en el asiento del tren rumbo al sur, le vino a la mente
todo lo ocurrido en los últimos dos días. La desesperación comenzaba a
hacer presa en ella. «No te vayas mi amor, sin pedirme que vaya contigo»
al recuerdo de estas palabras se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Acaso
no había hecho exactamente eso?
Se hacía miles de preguntas, preguntas que nunca tendrían
respuesta. ¿Por qué nunca le había hablado con sinceridad acerca de su
compromiso con Ángela? ¿Por qué razón había evitado la pregunta cada
vez que se la había hecho? ¿Por qué había negado que el anillo de sello
que usaba tenía algún significado?
Seguramente a esta altura Chris ya habría terminado de comer y la
estaría esperando en el vestíbulo. ¿Cuál sería su reacción al ver que ella

Nº Páginas 101—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

no aparecía? ¿Enojo, irritación o tal vez un cierto placer al darse cuenta de


que no tendría que sufrir su compañía todas esas horas otra vez?
Se dio cuenta de que como no había comido, ahora tenía un hambre
terrible. Encontró media barra de chocolate en el fondo de su bolso y
empezó a comerlo, ya que encontrar el vagón-restaurante le significaba
demasiado esfuerzo. Después, se durmió y no despertó hasta que el tren
estaba ya en las afueras de Londres.
Se fue al lavabo para refrescarse un poco, se volvió a maquillar, se
peinó, y sintiéndose un poco mejor volvió a su sitio. Pocos minutos
después ya estaba andando por el andén de la ruidosa estación, y
buscaba un teléfono público para hablarle a sus padres y avisarles que
llegaría antes de lo previsto.
Con una tristeza indescriptible entró por fin en la casa de sus padres
y en cuanto vio a su madre se arrojó a sus brazos llorando.
—¿Qué te ocurre, Lynne? —fue el comentario de su madre al ver las
lágrimas de su hija—. Parece que las vacaciones no te han sentado muy
bien.
Apareció su padre.
—Hola, querida, estoy corrigiendo exámenes como siempre. ¿Estuvo
bien la conferencia?
Lynne se sonó la nariz, se enjugó las lágrimas y respondió:
—Sí, gracias, la conferencia fue interesante —se dio la vuelta para
colgar la chaqueta esperando que su padre no se diera cuenta de que
había llorado.
—Pareces totalmente agotada —insistió su madre—. ¿Qué sucede?
—Me encantaría tomar una taza de té, madre —y comenzando a subir
las escaleras añadió—: Comenzaré a deshacer el equipaje mientras tú lo
preparas.
—Por supuesto, querida, te lo subiré a tu cuarto.
Su padre la encontró en el rellano de la escalera y le hizo más
preguntas acerca del contenido de la conferencia. Lynne se sintió contenta
de poder hablar de algo en donde no estuvieran entremezcladas sus
emociones. Le servía de alguna manera para recuperar el sentido común y
el equilibrio.
Estaba sentada sobre la cama ordenando la ropa cuando entró su
madre. Puso la taza de té sobre la mesilla y tomando una silla se sentó
frente a su hija diciendo:
—A ver, cuéntame qué pasa.
Lynne levantó hacia su madre un rostro inundado de tristeza y
repuso:
—Supongo que a ti no te puedo ocultar nada.
—Cuando pasa algo malo no. ¿Qué sucede, querida?

Nº Páginas 102—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lentamente y con mucho dolor, la historia fue saliendo, no toda, pero


sí lo que se podía contar. Resultaba un rompecabezas en donde faltaban
las partes más importantes. La madre se mostró confundida entre la
historia a medias, pero al ver que su hija no deseaba hablar más, no la
quiso presionar. Lo único que podía hacer era desearle que todo se
solucionara finalmente. Ante esto Lynne sacudió la cabeza. En lo que a
ella se refería, la historia ya había llegado a su fin. El libro estaba cerrado.
Sintiéndose mejor por haber podido sacar afuera toda su angustia,
juntó fuerzas y dijo que tenía muchísimo hambre, lo que puso muy
contenta a su madre y calmó de alguna manera sus temores.
—No te preocupes, pequeña, con el tiempo olvidarás a ese hombre
por completo, no importa quién sea, y en unos años te preguntarás cómo
pudiste llegar a amarlo. No merece que sufras por él, después de haberse
comportado así contigo.
Lynne sonrió ante esta muestra de parcialidad maternal. Esa noche
logró dormir mejor que en los últimos días. Como era de esperarse soñó
todo el tiempo con Chris, ya que la herida aún estaba muy abierta como
para olvidarse de ella; probablemente dentro de unos días comenzaría a
cicatrizar. Pero la marca quedaría toda la vida.

Nº Páginas 103—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Capítulo 9
Pero el tiempo demostró ser una cura muy lenta. A finales de esa
semana comenzó a experimentar una desesperada añoranza por aquel
hombre a quien trataba por todos los medios de olvidar. El dolor de pensar
que no lo volvería a ver o que aunque lo viera no había ninguna
posibilidad de relación entre ellos, la consumía totalmente.
Para estar ocupada se dedicaba a cuidar las plantas. Era sábado y
faltaba poco tiempo para la hora del té; Lynne estaba de rodillas quitando
hierbas que crecían entre las flores. Tenía puestos los pantalones rojos y
el jersey del mismo color, a pesar de que cuando se vistió pensó que tal
vez se ensuciaría, pero los otros pantalones aún no le habían llegado,
porque Chris los iba a enviar a la pensión de Mildenhead.
Se sentó en cuclillas observando la zona que ya había limpiado de
hierbas y lo que aún le faltaba. En algún lugar cercano se oyó que se
detenía un coche. Lynne suspiró contenta por su trabajo, y poniéndose de
pie se quitó los guantes que usaba para trabajar. Mientras lo hacía
escuchó pasos que se dirigían hacia la puerta de entrada. No se dio la
vuelta para ver quién era porque sabía que su madre esperaba a alguien.
De pronto los pasos cesaron, y los oyó como si alguien se estuviera
acercando. Se quedó quieta, los nervios tensos, diciéndose a sí misma que
era otra ilusión, que hasta en ese momento estaba tratando de creer que
lo imposible podía llegar a suceder, y que él de alguna manera había
descubierto su dirección y la había venido a buscar.
Un hombre estaba parado junto a ella, y cuando levantó la vista para
ver quién era se quedó perpleja. Se hubiera caído si dos brazos fuertes no
la hubieran sostenido. Se puso de pie y lo contempló transfigurada.
—¡Chris! —lo dijo en un hilo de voz, y Lynne no podía dar crédito a
sus ojos.
—Lynne, siento haberte asustado.
Los ojos de él estaban posados en el rostro de ella como si trataran
de memorizar cada uno de sus rasgos. Pero la realidad se interpuso. Lynne
recordó que Chris jamás sería para ella, y corriendo la cortina sobre sus
ojos, levantó una enorme barrera de indiferencia.
—¿Cómo diablos conseguiste mi dirección? —preguntó tratando de
mostrarse indiferente.
—A través de métodos tortuosos —hablaba casi como un extraño—.
Como es lógico, comencé con la señora de la pensión, pero ella no supo
decirme nada. Sabía que vivías en Kent, en algún lugar que comenzaba
con « S ». Después llamé a Mary, pero me dijo la dueña de la casa que no
estaba.
Además me dio una excelente noticia. ¿Sabías que Mary está de luna
de miel?

Nº Páginas 104—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Luna de miel? —esto sacó a Lynne momentáneamente de su


impuesta indiferencia—. ¿Ya se ha casado? No tenía ni idea. ¿Y ahora me
puedes decir el nombre de su marido?
—Puedo, y es posible que lo hayas visto alguna vez. Es director de la
escuela nueva que está en las afueras de Mildenhead. Es un tipo muy
agradable, su nombre es Tom Farrow, es viudo. Es muy eficiente en su
trabajo. Yo estaba un día en su despacho después de las clases cuando
llegó Mary a verlo, y allí supe la historia.
Lynne recordó que la noche del festival de música de la escuela,
había visto Mary conversando con un hombre de pelo gris al fondo del
salón, sin saber quién era.
—Estoy tan contenta de que al fin las cosas le hayan salido bien.
—Yo también. Es una persona encantadora y se lo merece. Y
volviendo al tema, al no obtener información allí estaba empezando a
desesperarme cuando tuve lo que demostró ser una excelente idea. Me
puse en contacto con tu amigo el periodista, Tony Arnold. Se portó muy
bien y me dijo que aunque no conocía tu dirección, tenía un amigo en un
periódico local de Kent, y lo que él no supiera de la gente de ese lugar
nadie lo sabría. Me pidió que le diera un par de días hasta que por fin
consiguió la dirección de seis posibles Hewlett.
La expresión de Chris cambió de repente.
—Gracias Lynne, por llevar esa ropa tan llamativa, porque habiendo
sido rechazado por tres de seis Hewlett, imagina mi alegría al ver ese
despliegue de color en el jardín de la casa a la cual me dirigía —le sonrió
dulcemente y el corazón de Lynne dio un vuelco.
En ese momento Lynne se dio cuenta de que su madre estaba de pie
observando con gran interés al nuevo visitante.
—¿Por qué no pasas, Chris? Ésta es mi madre. Madre, éste es Chris
York.
Chris contempló a la mujer delgada de pelo grisáceo y ojos
vivarachos, y pensó que era aproximadamente de la misma edad que su
madre. La mujer lo miraba incrédula.
—¿Usted es el señor York? Señor York, tiene usted unos veinte años
menos de lo que mi hija me hizo creer.
Chris y Lynne se miraron y comenzaron a reír.
—Yo no te dije nada parecido, madre. Debe haber sido tu imaginación
la que hizo todo.
—Mi querida hija, era obvio que no dijiste lo que importaba
realmente. Pero pase usted, señor York, no creo que mi hija lo esperara.
Volvieron a mirarse.
—No —dijo Chris.

Nº Páginas 105—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—Quédese a tomar el té con nosotros. Pase a la sala por favor, Lynne


llama a tu padre para que charle con el señor York mientras tú y yo
preparamos todo.
—Mi nombre es Chris, señora Hewlett.
—Muy bien, Chris, si así lo prefiere. Éste es mi marido, Norman. Éste
es Chris York, aunque no lo creas.
El señor Hewlett lo miró sorprendido.
—Pues no lo parece —comentó y todos rieron.
El padre de Lynne se asomó a la ventana.
—¿Es ése su coche, señor York… eh… Chris? Tiene usted suerte.
—Es un coche que se conduce maravillosamente, papá —le dijo
Lynne.
—¿Lo has conducido? Ha sido un gesto por su parte confiarle el coche
a nuestra hija.
La voz de Chris se hizo más grave.
—Lo que sucede es que en esa época yo confiaba en ella.
Los ojos de Lynne buscaron los de él y se encontró con la frialdad del
granito, lo que la hizo temblar y preguntarse si su padre se habría dado
cuenta de que la situación era muy tensa.
—Pues vayamos a buscar su coche —sugirió el señor Hewlett sin
darse cuenta de nada—, como mi esposa y yo vamos a salir más tarde,
sacaré el mío del garaje y así usted podrá aparcar el suyo.
Chris se detuvo un minuto antes de seguir al padre de Lynne, y
dirigiéndose a ella que iba hacia la cocina dijo:
—Te he traído la ropa —sus ojos adquirieron una expresión burlona—,
aunque he de decirte que jugué con la idea de guardarla como recuerdo
de un interludio romántico —bajó aún más la voz y añadió—: Pero decidí lo
contrario, porque supongo que estarás de acuerdo en que hay recuerdos
que es preferible olvidar.
Y antes de que pudiera preguntarle qué había querido decir, él había
desaparecido. Los ojos de Lynne se llenaron de lágrimas ante las palabras
de Chris. ¿Qué había hecho para ponerlo en ese estado de ánimo?
Después de todo, él tenía su Ángel, pero ella, Lynne no tenía a nadie.
Lentamente se dirigió hacia la cocina para ayudar a su madre. Después de
unos instantes de titubeo ésta le preguntó:
—¿Es éste el hombre por quién estás sufriendo tanto?
Lynne asintió sin levantar la vista del pan al que estaba poniendo
mantequilla.
—¿Y qué fue lo que sucedió?
—Ya te lo dije, mamá, está comprometido con otra —respondió
impaciente—, es una mujer llamada Ángela Castella.

Nº Páginas 106—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿De veras? ¿No te estarás refiriendo a la famosa cantante?


—Exactamente. Hace años que se conocen, estudiaban música
juntos. Chris es un famoso músico, y ha sido concertista profesional
durante mucho tiempo. Es posible que hayas oído hablar de él, aunque en
realidad se le conoce más en el norte de Inglaterra… se hacía llamar
Marcus Alderman.
—Ya lo creo que lo conozco, era excelente, al menos hace unos años.
Hasta he escuchado algunos de sus discos.
—¿Discos? Nunca me habló de ellos.
—Eso demuestra su gran modestia. ¿Estás segura de que eso de su
compromiso es cierto?
—Su madre me dijo que había discutido con ella sus planes para la
boda durante estas vacaciones. Según me dijo, sólo esperan el regreso del
padre para ultimar los detalles.
—Te aseguro que me dejas perpleja, porque para ser un hombre a
punto de casarse, mira con demasiado interés a mi hija. O es el Don Juan
más grande sobre la tierra o… algo anda mal por alguna parte.
Durante el té, Lynne se autoexcluyó de la conversación, perdida en
sus pensamientos, tratando de olvidar esos instantes desagradables entre
ellos.
Estaba dispuesta a saborear cada instante de la compañía de Chris,
aunque no lo manifestara delante de él.
—¿Recuerdas, querida, que tu padre y yo vamos a casa de los Brown
esta noche? ¿Qué haréis vosotros? —preguntó la señora Hewlett. Lynne
miró a Chris, y éste la miró fríamente diciendo:
—Pues si tú no vas a salir, Lynne, quisiera hablar unas palabras
contigo antes de partir. No te robaré demasiado tiempo —había cierto
tono autoritario en su voz.
—Por supuesto —respondió ella, pero teniendo la sensación de que
nuevamente se le había ordenado ir al despacho del director porque había
disgustado al inspector de Su Majestad.
Recogieron la mesa entre todos, y mientras estaban en la cocina
secando los platos entre risas y bromas, Lynne tuvo la extraña sensación
de que todo había vuelto a estar bien entre ellos, y que nada se volvería a
interponer entre ellos y su merecida felicidad. Pero por supuesto, no era
más que una ilusión, un espejismo que se diluyó en cuanto el trabajo se
terminó y Chris volvió a la sala.
Mientras el padre de Lynne esperaba a que su esposa se arreglara
para salir, se quedó conversando con Chris. Le dijo lo importante que
resultaba para él tener una discusión técnica con un inspector de Su
Majestad, porque a pesar de haberse encontrado con varios en su propia
escuela, nunca había tenido oportunidad de saber cómo funcionaban los
inspectores de escuelas, y cuáles eran sus verdaderos poderes y
limitaciones.

Nº Páginas 107—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

Lynne los observaba sintiéndose orgullosa de ambos, y a la vez


fantaseó que Chris tenía todo el derecho de estar en su casa,
perteneciéndoles como yerno…
Pero trató de reaccionar, alejando todos esos absurdos pensamientos
de su mente. Chris estaba sentado de espaldas a ella, pero el radar que
parecía tener en lo que a ella se refería comenzó a funcionar, y se volvió
captando la expresión del rostro de Lynne, pero ésta, sintiéndose molesta
por la extraña luz burlona de sus ojos, desvió la mirada.
Por fin sus padres estuvieron a punto de marcharse.
—Adiós, Chris, me alegro de haberlo conocido —dijo la señora Hewlett
—, tal vez nos volvamos a ver.
Los ojos de Chris parecían estar luchando por transmitir algún
mensaje, pero de inmediato bajó los ojos renunciando a ello.
—Adiós, Chris —dijo el padre de Lynne y ella observó su rostro
mientras saludaba a Chris. «Querido padre», pensó, «eres tan honesto que
nunca te das cuenta de las tensiones que hay a tu alrededor». Después
subieron al coche y ambos los saludaron con la mano hasta que se
perdieron en la distancia.
Chris se quedó junto a la ventana con las manos en los bolsillos:
Lynne se sentó y de nuevo el silencio se levantó entre ambos, como una
barrera de hielo, que le hacía sentir frío hasta en los huesos.
Cuando el silencio llegó a ser insoportable para Lynne, preguntó:
—¿Recibiste mi carta, Chris?
—Sí, la recibí. Supongo que no esperabas respuesta.
—¿Por qué viniste, Chris? ¿Para decirme la fecha de tu boda, o a
invitarme a la ceremonia tal vez?
Él se volvió furioso.
—Tu sarcasmo no tiene justificación, Lynne. Es posible que sientas
que tú eres la parte lastimada, pero lo siento, esta vez soy yo.
—¿Tú? ¿Cómo puedes decir eso cuando fue a mí a quien se le
informó… tu madre con más exactitud, y por favor toma nota, no fuiste
tú… de tu inminente matrimonio?
—Yo recuerdo cierta… digamos… grata ocasión en la que afirmaste
que confiabas en mí sin reservas. También recuerdo lo que te dije después
de haber escuchado tan admirable aseveración… que tendrías que
recordar esas palabras en el futuro. Según parece, cuando tuviste que
ponerme a prueba, no confiaste en mí —sus ojos parecían de hielo—. ¿Y
dime otra cosa… por qué saliste corriendo de la conferencia sin siquiera
darme una disculpa o una explicación? Jamás sospeché que fueras
cobarde. ¿No podías esperar un poco más para regresar junto a tu novio?
—esto último lo dijo con toda la rabia del mundo.
—¿Mi novio, a quién te refieres?

Nº Páginas 108—114
Lilian Peake – No te vayas, amor

—¿Acaso tienes más de uno? Al que yo me estoy refiriendo es a Ken


Marshall, el maestro de tu escuela con el cual estás comprometida.
¿Recuerdas que se lo dijiste a mi madre?
—Pero yo se lo dije sólo porque… —se detuvo. ¿Qué sentido tenía
decirle que lo había hecho para que la olvidara y fuera a su boda con la
conciencia tranquila? No podía esperar que él le creyera, por lo que
guardó silencio.
—¿Has visto a Ken después de tu llegada?
—No, lo llamaré en cuanto llegue a Mildenhead —trató de aclarar el
nudo que tenía en la garganta pero le fue imposible. ¿Cuánto tiempo más
tendría que soportar ese interrogatorio?—. Es probable que lo vea mañana
mismo para darle su respuesta.
—Pensé que ya lo habías hecho.
—Todavía no me había decidido.
—¿Y ahora sí has podido?
—Sí.
—Entonces parece que llegué justo a tiempo.
—¿A tiempo para qué, para felicitarme?
—Por supuesto, qué otra cosa podría ser —miró el reloj—. No tiene
sentido que me quede más tiempo, me voy.
—¿Te vas? —las palabras salían con dificultad de su boca.
—Sí, agradécele a tu madre el té, y la hermosa tarde que he pasado
junto a vosotros. Adiós, Lynne. Dudo mucho que nos volvamos a ver —su
tono era áspero y su mirada fría mientras se dirigía hacia la puerta. Lynne
no hizo esfuerzo alguno para acompañarlo. Pensó que si trataba de
ponerse de pie, las piernas no la sostendrían.
Se puso blanca como el papel, y cuando él le dirigió la mirada, lo
contempló sin poder creer que la dejaba para siempre. Se cubrió el rostro
con las manos exclamando:
—Nos hemos peleado otra vez, Chris, las barreras existen
nuevamente —cuando se quitó las manos de la cara tenía los ojos líenos
de lágrimas y dijo—: Espero que tengas una vida de casado muy feliz junto
a Ángela. Adiós, Chris.
El se detuvo, y con voz cansada dijo:
—No me caso con Ángela, Lynne.
Ella tenía los ojos fijos en los de él como si la tuviera hipnotizada.
—Y mi respuesta a Ken será NO.
Él se quedó petrificado. Lynne tuvo la sensación de que Chris se
acercaba andando muy lentamente. Ahora estaba parado frente a ella con
una sonrisa en los labios y una invitación en la mirada.
—¿Qué estamos esperando entonces, mi querida muchachita?

Nº Páginas 109—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

Abrió los brazos, y como atraída por un poderoso imán, Lynne se puso
de pie y se arrojó a sus brazos. Se miraron a los ojos sintiendo una alegría
imposible de poner en palabras. Los labios de él le acariciaron las mejillas,
los ojos y el cuello.
—Tesoro. Te amo, te deseo apasionadamente, y pase lo que pase me
casaré contigo —y apretándola contra su cuerpo la besó hasta dejarla casi
sin aliento—. Dime que me quieres y que te casarás conmigo —y ella
murmuró las palabras que él quería escuchar. Después Chris la sentó junto
a él en el sillón y volvió a besarla.
Minutos después, cuando Lynne logró hablar con cierta coherencia,
aún no estaba completamente convencida.
—Pero Chris, tu madre me dijo que te ibas a casar con Ángela.
—Cariño, mi madre estaba equivocada. No tenía ningún derecho a
decirte las cosas que te dijo. Yo no supe qué había sucedido contigo hasta
que llegué a casa furioso después de recibir tu nota. Yo estaba muy
enfadado y me descargué con ella, especialmente después de escuchar lo
que ambas os habíais dicho. Después la tuve que perdonar, y en un
minuto te diré por qué. Los planes de boda que discutí con ella no se
referían a Ángela sino a ti, pero yo no podía nombrarte, sobre todo porque
aún no te había pedido matrimonio —sonrió indulgente—, pensaba hacerlo
durante el viaje de regreso, ahora comprenderás porqué estaba tan
ansioso de que vinieras conmigo… Por otra parte, Ángela ya está casada.
—¿Ángela casada?
—Sí, se casó con su administrador, Francis Boulton hace dos
semanas. Yo lo conocí el domingo pasado, y esa fue la razón por la cual
me demoré y no te pude llevar a la conferencia. Se casaron en secreto y
decidieron no anunciarlo públicamente hasta no hablar conmigo. Esto nos
lleva a muchos años atrás —le alisó los cabellos y le dio un beso en la
frente—, éramos muy buenos amigos, y muy jóvenes. Ángela tenía toda la
carrera por delante y por eso no deseaba comprometerse en asuntos
amorosos, y sugirió que si decíamos que estábamos «comprometidos», la
prensa dejaría en paz su vida privada. Pero como ya sabes, no la dejaron
en paz, y cuando descubrimos este hecho, Ángela descubrió que era
bueno tener a la prensa y al público pendientes de ella, y como yo no
tenía ningún compromiso emocional, decidí seguirle el juego. Yo estaba
solo y sin compromiso hasta que conocí a una maestrita de inglés, no hace
mucho tiempo en la escuela que yo estaba inspeccionando. Era bonita, e
inteligente, y supe desde el primer momento que era la chica con quien
quería casarme —la levantó en brazos y la puso sobre sus piernas, los
brazos de Lynne lo rodearon y hubo silencio por un largo rato.
Cuando por fin se separaron, ella lo miró con ojos soñadores y dijo:
—Cuéntame más. Dime por qué estabas tan contento de ver a Ángela
el domingo pasado.
—Porque, amor mío, sabía que eso significaría verme libre de nuestro
trato. Ya le había contado en una carta acerca de la muchacha a la que
amaba, pero lo que yo no sabía era que debido a su boda, nuestro pacto

Nº Páginas 110—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

ya había terminado. Mi madre no tenía idea de la falsedad de nuestro


compromiso, y esa fue la razón por la que la tuve que disculpar por
haberte dicho eso el domingo pasado. No podíamos permitir que ni
siquiera ella conociera el secreto, y esa era la razón de la gran cantidad de
fotografías de Angela en toda la casa. Eso le añadía autenticidad a la
historia. ¿Me crees?
—Sí, te creo —y después añadió—: Aún no te he agradecido el
magnífico apoyo que me brindaste en la conferencia del martes. Te
aseguro que me costaba creer lo que estaba escuchando.
—Ya era hora de que lo mencionaras, muchachita —le dio una
palmadita—. Sabes que cuando me senté en tu clase la primera vez que te
conocí, y te vi trabajar, pensé que eras una de las profesoras más
brillantes que había conocido. Estabas llena de nuevas ideas, de
entusiasmo y dedicación.
—¡Pero el dolor de cabeza que me causaste, Chris! Casi tiras por la
borda la confianza que tenía en mi capacidad para enseñar.
—¿Crees que yo no me daba cuenta de eso? Cariño, durante la
entrevista con el director yo me sentía morir, obligándome a derrotarte.
Tú peleaste como una tigresa cuando protege a sus cachorros, en defensa
de tus principios. Cuanto más luchabas, mayor debía ser mi contraataque
hasta que finalmente tuve que ser brutal para que te rindieras. Pero
después, cuando vi tus lágrimas, mi desventura no tuvo límites.
—¿Pero Chris, por qué, por qué si estabas de acuerdo conmigo tuviste
que hacerlo?
—Las circunstancias me obligaron a ello, amor mío. Lo que te dije fue
lo que cualquier inspector de Su Majestad te hubiera dicho en mi lugar. No
es que estuvieras fuera de tiempo, sino que estabas en el lugar
inadecuado. Eras una maestra joven con visión y con métodos
ultramodernos de enseñanza.
¿Qué podías hacer en una escuela tan antigua y tradicional como
ésa? Los padres se quejaban porque tenían miedo de esas nuevas ideas,
tus colegas también, porque muy en el fondo se sentían amenazados por
tus nuevos métodos. No los comprendían, menos aún el señor Penstone, y
además no tenían la capacidad que tú tienes para adaptarte a los mismos.
Como te pregunté el día del té en el despacho del director… ¿Por qué no
elegiste una escuela más aperturista? Como te darás cuenta, había un
propósito detrás de mi pregunta. Y no te creas que pasé por alto la
hostilidad de tus colegas.
—Es que hubo momentos en que pensé que me odiabas, Chris.
—¿Odiarte a ti, cariño? ¿Crees que te habría hablado con tanto cariño
y que te hubiera besado con tanta pasión si no hubiera pensado en ti muy
seriamente? ¿Tanto llegaste a dudar de mi sinceridad?
—No sabía qué pensar, Chris.
—Pues, te he amado casi desde el momento en que te conocí,
también te amaba cuando te oí decirle a Ken que me odiabas, y hasta te

Nº Páginas 111—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

amé cuando te comportaste tan groseramente conmigo. ¿No es eso


suficiente?
Lynne lo miró por el rabillo del ojo.
—¿Y esa noche después del concierto?
—Esa fue la noche que comencé a sospechar que me amabas, pero
tenía que tenerte en mis brazos para comprobar que era cierto. Para
poder viajar contigo al norte después de ese episodio, utilicé las ventajas
de mi puesto, hablándole directamente al director para que la cuestión
fuera oficial. ¿De qué otra forma hubiera conseguido que vinieras? Fue
casi un secuestro. ¿Recuerdas nuestra conversación telefónica?
—¿Cómo iba a olvidarla? Estaba muerta de miedo.
—¿En serio, amor mío? —la besó apasionadamente, y cuando
volvieron a la realidad él prosiguió—: Cuando fui a la escuela a buscarte
antes del viaje, y vi cómo estabas, no podía creer que tuviera el poder de
hacer tan infeliz a una persona como a ti. Pero cuando esa misma noche
viví tu transformación, ésa fue la mayor prueba de tu amor, que era visible
a todo el mundo y también para mí —se puso serio—, fueron las
consecuencias las que comenzaron a preocuparme. ¿Qué pasará con Ken?
Es un muchacho muy bueno y se lo va a tomar muy mal.
—¿Y qué puedo hacer, Chris? —repuso ella con mirada alarmada.
—Tendrás que llamarlo, y decirle la verdad. Hubo una cosa que me
atormentó durante todo mi solitario viaje de vuelta, y era que cuando te
encontrara ya fuera demasiado tarde. Después de todo ya te habían
robado delante de mis narices una vez. ¿Recuerdas a tu amigo John
Holwick?
—Era muy joven y muy inmaduro —respondió Lynne sonriendo.
Aún estaban charlando cuando regresaron los padres de Lynne.
Al verlos ponerse de pie abrazados la señora Hewlett comentó:
—Creo que ya era hora de que los dos se entendieran. No podría
haber soportado mucho tiempo más la tristeza de mi querida hija. Chris,
me alegro tanto de que haya venido. Norman, parece que pronto vamos a
tener boda.
Se besaron y abrazaron de alegría e invitaron a Chris a quedarse a
dormir, cosa que aceptó rápidamente. Le hicieron la cama y le
encontraron un pijama, y juntos tomaron chocolate caliente en la sala.
Chris les contó cómo había llegado hasta la casa, y después, acercando a
Lynne comentó:
—Mucho se lo debo a que su hija coleccione admiradores como los
niños juguetes. Uno de, ellos, un joven periodista que trabajaba en un
diario local… —se interrumpió y mirando a Lynne con ojos expresivos
añadió—: ¿Saben ustedes que su hija escribe cartas muy impertinentes a
los inspectores de Su Majestad?
El padre de Lynne sonrió.

Nº Páginas 112—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Podría creer cualquier cosa de ella, hasta de pequeña fue muy


rebelde.
—Pues, existe en mi poder una carta muy grosera firmada por una tal
L. B. Hewlett —y tomó la barbilla de Lynne para obligarla a que lo mirara
—, que en este momento debe estar enterrada en algún lugar de mi
apartamento.
—¿Te la llevaste a casa, Chris? —preguntó Lynne con ojos
desorbitados.
—Por supuesto que sí. No me podía arriesgar a dejar una carta así en
la oficina donde pudiera leerla mi secretaria —y mirándola con ternura
añadió—: Ahora quizá comprendas por qué estaba tan enfadado contigo.
Ella ocultó su rostro en el pecho de él y dijo:
—Lo siento, Chris, de verdad lo siento.
—Está bien, cariño. Te perdoné hace mucho tiempo —y después de
acariciarle el pelo prosiguió—: Sin la ayuda de este periodista llamado
Tony Arnold, no me hubiera encontrado en la envidiable situación en que
me encuentro ahora, por lo que creo que deberíamos recompensarlo.
—¿Y cómo sugieres que lo hagamos, Chris? —preguntó la señora
Hewlett mientras llevaba unas tazas a la cocina—. ¿Enviarle unos
cigarrillos de regalo?
—No, se me ocurre algo mucho mejor —y poniéndose de pie tomó a
Lynne de las manos y preguntó—: ¿Qué te parece, querida, si le ofrecemos
una primicia? Que sea él, el primero en anunciar la respuesta a la tan
repetida pregunta: ¿Está o no el célebre pianista Marcus Alderman
comprometido con la cantante Ángela Castella? Llamaré primero a Ángela
para asegurarme de que ella y su marido no tienen inconveniente alguno,
y después Tony podría hacer un doble anuncio, nuestro compromiso y la
boda de Angela; esto le significará un buen dinero extra ya que podrá
enviar la noticia a cuantos periódicos quiera… locales, nacionales,
internacionales, a todos. ¿Qué te parece la idea?
—Cariño, me parece maravillosa —y lo miró a los ojos.
—Norman, me parece que nosotros dos estamos sobrando. Buenas
noches a los dos. Que duermas bien, Chris.
Cuando estuvieron solos Chris la atrajo hacia sí, y quitándose el anillo
de sello se lo colocó con firmeza en el dedo de Lynne.
—Ahora me perteneces de verdad. Ese anillo quedará en tu dedo
hasta que te regale otro más bello que lo reemplace. Y además, cariño, te
llevaré de vuelta conmigo a Mildenhead mañana.
Más tarde subieron las escaleras abrazados y se detuvieron en el
rellano.
—No te vuelvas a escapar de mí, Lynne, no podría soportarlo por
segunda vez —su voz se volvió casi un susurro—: No te vayas, mi amor,
sin pedirme que vaya contigo —y después añadió—: Casémonos pronto,
por favor.

Nº Páginas 113—114
https://www.facebook.com/novelasgratis

El beso de buenas noches fue largo y apasionado.


—Dime una sola cosa más, mi querida señorita Hewlett: ¿Todavía
odias a los inspectores de Su Majestad?
—Pues mire usted, mi adorado señor York —respondió ella
acariciándole la cabeza—, tal vez existan excepciones.

Fin

https://www.facebook.com/novelasgratis

Nº Páginas 114—114

También podría gustarte