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El pensamiento económico

de Hugo Chávez
Alfredo Serrano Mancilla

Prólogo de Juan Carlos Junio y Pablo Imen

Ediciones del CCC


Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

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Título: El pensamiento económico de Hugo Chávez
Autor: Alfredo Serrano Mancilla
Prólogo: Juan Carlos Junio y Pablo Imen

© Ediciones del CCC - Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini


Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos C. L. Av. Corrientes 1543
(C1042AAB) - Buenos Aires - Argentina. Tel.: (54-011) 5077-8000
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© Del autor

Director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini: Juan Carlos Junio

Edición a cargo de Javier Marín.


Adaptación del original y Diseño de tapa: DCV. Claudio Medin.

Agradecimiento especial por haber autorizado esta publicación


a la Editorial Hermanos Vadell y a la Fundación GISXXI.

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Hecho el depósito Ley 11.723


I.S.B.N: 978-987-1650-88-0

Serrano Mancilla, Alfredo


El pensamiento económico de Hugo Chávez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de
Buenos Aires : Ediciones del CCC Centro Cultural de la Cooperación Floreal
Gorini, 2015.
578 p. ; 23x15 cm.
ISBN 978-987-1650-88-0
1. Economía. I. Título
CDD 330

Fecha de catalogación: 11/02/2015

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Indice
Prólogo a la edición argentina
Juan Carlos Junio y Pablo Imen ................................................................. 7

Agradeciendo ................................................................................................ 11

Capítulo 1. Hugo Chávez, el de los inicios


1.1. El mundo después de la Segunda Guerra Mundial ............................. 15
1.2. La Venezuela (y América Latina) de la época .................................... 24
1.3. Primeras huellas en el pensamiento económico
de Hugo Chávez ........................................................................................ 34
Por ahora, resumiendo: Hugo Chávez, el de los inicios ............................ 67

Capítulo 2. Hugo Chávez, a contracorriente


del capitalismo neoliberal
2.1. La utopía neoliberal en el capitalismo mundial .................................. 71
2.2. La llegada del neoliberalismo a América Latina ................................ 94
2.3. El rechazo al neoliberalismo en Venezuela:
el Caracazo (1989) ..................................................................................... 99
2.4. Las razones económicas del 4F (1992) ............................................ 117
2.5. Hugo Chávez, estudiante de economía
en la escuela de Yare (1992-1994) ........................................................... 124
2.6. Construyendo la Agenda Alternativa
Bolivariana (1994-1996) ......................................................................... 137
Por ahora, resumiendo: Hugo Chávez, a contracorriente
del capitalismo neoliberal ........................................................................ 156

Capítulo 3. La génesis del paradigma económico


de Hugo Chávez
3.1. La mayoría de edad del neoliberalismo mundial .............................. 161
3.2. La larga precampaña económica de Chávez
(1996-1998) ............................................................................................. 170
3.3. De candidato a Presidente: el programa económico
electoral (1998) ........................................................................................ 185
3.4. La economía desde primera hora: Discurso
de asunción como Presidente (1999) ....................................................... 211
3.5. La Constitución del nuevo paradigma económico ........................... 232
Por ahora, resumiendo: la génesis del paradigma
económico de Hugo Chávez .................................................................... 249

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Capítulo 4. La época ganada en la economía
de Hugo Chávez
4.1. El capitalismo del siglo XXI en el mundo ........................................ 257
4.2. Los primeros pasos económicos como Presidente
(1999-2001) ............................................................................................. 273
4.3. ¿Por qué el golpe a la democratización
económica? (2002) .................................................................................. 294
4.4. Paradigma económico en movimiento
en la época ganada (2003-2012) .............................................................. 315
4.5. El Estado de las Misiones; una década ganada
en economía social-popular-humanista ................................................... 397
4.6. La época ganada desde la economía bolivariana .............................. 428
Por ahora, resumiendo: la época ganada en la economía
de Hugo Chávez ...................................................................................... 471

Capítulo 5. El chavismo como identidad económica


5.1. El mañana del chavismo económico
según Hugo Chávez ................................................................................. 489
5.2. El chavismo como identidad económica........................................... 530
Sin intención de cierre ............................................................................. 566

Referencias bibliográficas .......................................................................... 569

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Prólogo a la Edición Argentina

El pensamiento económico
de Hugo Chávez

El trabajo que el lector tiene en sus manos es un texto de notoria ori-


ginalidad, y expresa un proceso de maduración intelectual teórico y meto-
dológico, que permite interpretar una de las aristas clave del “chavismo”
como corriente de pensamiento y acción que abrió una nueva época en
Nuestra América.

Nuestra publicación es un justo e impostergable reconocimiento a la


labor crucial desplegada por Hugo Rafael Chávez Frías; particularmente
su original aporte a la reflexión y escritura sobre la economía; su valiosa
contribución metodológica sobre la construcción de teoría para la acción;
y una significativa herramienta pedagógica, todo lo cual habilita nuevas
proyecciones políticas y organizativas.

Alfredo Serrano Mancilla, autor de la obra, es un intelectual y luchador


político comprometido con la transformación emancipadora nuestroameri-
cana. Desde nuestro Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini lo
conocemos pues hemos compartido proyectos, reflexiones y sentimientos
sobre los desafíos de este esperanzador tiempo para nuestro continente.
Tenemos noticias, por otro lado, de sus aportes a la labor de los nuevos
gobiernos populares del continente cuyos pueblos están siendo protago-
nistas centrales de esta historia.

El Pensamiento Económico de Hugo Chávez evidencia cuánto ha calado


en la propia humanidad del autor el camino iniciado por el Comandante
en la Patria de Bolívar y Sucre. La convicción y el afecto brotan de sus
páginas apasionadas y fundamentadas.

Como proceso histórico y como producto cultural apreciamos una


descripción que condensa la prosa del intelectual que emerge a partir de
la valoración que Alfredo hace del legado del gran líder bolivariano. Si
la dimensión ético-política resulta un elemento fundamental del análisis
económico, la propia construcción teórica presenta valiosas novedades
epistemológicas y un enfoque que aporta a la superación de la fragmenta-

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ción en la ciencia económica. En el trabajo convergen la verdad, la belleza
y la eficiencia como expresión de un concepto del conocimiento capaz de
sintetizar la creación intelectual y el compromiso militante.

Se trata de un libro de economía con un enfoque novedoso que lo


distancia tanto de los textos ortodoxos como de los heterodoxos. Aquellos,
de una tediosa aridez, sustentados en fórmulas matemáticas inaplicables a
la realidad social, que van constituyendo andamiajes propagandísticos de
un proyecto político y, más aún, civilizatorio, del sistema capitalista en su
actual fase neoliberal.

En nuestros países, las visiones de inspiración keynesianas combinadas


con enfoques distribucionistas y de reapropiación de riquezas que habían
sido privatizadas vienen desafiando a las corrientes principales del esta-
blishment, controvirtiendo con éxito los argumentos monetaristas que dan
sustento conceptual al dogma de los derechos “modernos” neoliberales.
Estas disputas se revelan en pronunciamientos, documentos, manifiestos,
entrevistas, acerca del modelo económico de la actual fase del capitalismo,
pero con un marco restringido del proceso histórico, que es la gran vía por
donde transita la economía y todos los otros elementos constitutivos de la
realidad social, cultural y política. Se trata de argumentos y contraargu-
mentos centrados en el campo de la economía entendida como disciplina
o como política pública.

El abordaje que propone nuestro autor logra el equilibrio entre la


descripción y el análisis de distintos niveles de la totalidad social con una
claridad expositiva que hace comprensibles los conceptos más intrincados.
Este logro resume una gran conquista pedagógica: hacer comprensible lo
difícil sin renunciar a su complejidad.

En el imprescindible homenaje al presidente bolivariano, el texto


va tendiendo puentes desde la economía hacia las sucesivas coyunturas
históricas y políticas y, en ese marco, descubre la propia evolución del
pensamiento chavista.

El Comandante va siendo despojado de los simplismos maniqueos,


que lo presentan con una aureola demoníaca o celestial. También de los
que lo colocan en un lugar mítico, una suerte de bronce que vino pre-
destinado desde su nacimiento a recrear un proyecto económico y polí-
tico socialista. Por el contrario, el texto revela el enorme esfuerzo de un
Chávez haciéndose y rehaciéndose a sí mismo, demostrando no sólo una

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inesperada capacidad de enseñar, sino una notable capacidad de aprender
y crear para transformar la realidad.

Ya como Presidente, avanzó venciendo las desesperadas resistencias


de una clase dominante rentística y parasitaria, portadora de conductas
políticas con claros rasgos fascistas. Resistió también los embates del
imperialismo e intentó dar repuestas superadoras de la actual división
internacional del trabajo, hoy bajo la hegemonía del capital financiero
especulativo. Chávez promovió un nuevo proyecto productivo del siglo
XXI que debe construir una alternativa propia, a la vez americanista, para
salir del laberinto de la desigualdad y la pobreza a partir de la invención
de un proyecto de desarrollo autónomo y soberano que desemboque en el
socialismo del siglo XXI.

De la combinatoria de las lecturas, de su experiencia vital e incluso de


muchas de sus medidas de gobierno surgen pistas para la búsqueda de una
economía socializada basada en la solidaridad, tendiente a la satisfacción
de las necesidades actuales de cada ser humano y con la mirada puesta en
los derechos de las futuras generaciones.

El recorrido del texto elige una trayectoria temporal, desde la infancia


atravesada por las duras condiciones de existencia de las mayorías popu-
lares en Venezuela, que van generando en el futuro líder bolivariano una
rebeldía un cuestionamiento a la injusticia del orden capitalista, a la par
que va sedimentando una concepción humanista profunda que no se ciñe
a priori a determinados marcos teóricos.

En su andar político, Chávez aplica de manera sostenida el principio


rodrigueano de inventar (o errar) en un ejercicio muy eficaz de creatividad.
Esta inclinación se combina con una voluntad política inquebrantable, enri-
quecida con procesos de formación teórica y alimentada por su inagotable
deseo de leer. De la original confianza en un Estado garante de derechos
y un mercado controlado pero dinámico, va pasando a la convicción del
socialismo como único proyecto capaz de terminar con la injusticia social
y promover relaciones basadas en la igualdad.

A la vez que comprende la necesidad de atender con total prioridad


las urgencias del hambre, se va constituyendo un Estado de las Misiones
que prefigura los contornos del socialismo bolivariano. “El humanismo se
convirtió en política de Estado. (…) El pueblo, acreedor perpetuo de la
deuda social, se había ganado el derecho a no tener más paciencia.”

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Comprender a Chávez –y al chavismo como expresión de un movi-
miento histórico– tiene, además, un aspecto pedagógico fundamental para
la formación de intelectuales críticos y de militantes idealistas. El texto
resulta educativo a partir de un meduloso abordaje de la realidad cambiante,
y consecuentemente de los arduos procesos de construcción de lo nuevo en
contextos adversos y en lucha con lo viejo, que como siempre reacciona
con furor frente a la senda de los cambios radicales.

En suma, el libro, es el fruto de una profunda labor investigativa y


analítica, de allí que resulta lógico asumir que tal esfuerzo integral derive
en páginas que no serán sencillas y acotadas. Aprender y aprehender el
proceso que culminó en un inédito y creativo proyecto civilizatorio en el
que la economía tenía su palabra –ni exclusiva ni excluyente–, requerirá
también para los lectores un esfuerzo que bien merece la pena encararse.

El libro constituye un notable aporte para comprender el acervo cha-


vista entendido como una corriente histórica que tallará en el escenario
nuestroamericano y mundial.

Nuestro libro es un material indispensable para la batalla de ideas y a


la vez un acto de justicia a una herencia que sigue viviendo en el pulso del
pueblo venezolano.

El trabajo de Alfredo Serrano Mancilla hace justicia a la gigantesca


labor de Hugo Rafael Chávez Frías, tal vez una síntesis única de Simón
Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora en este siglo XXI, en el cual
la definitiva independencia de nuestro continente es tan distinta y tan simi-
lar a la que signó las heroicas luchas independientistas que culminaron en
Ayacucho, poniéndole fin a tres siglos de brutal colonialismo.

Del sueño y la tarea pendiente de construir la Patria Grande, prioridad


central de la reflexión y la acción chavista, emergen en este escrito las fas-
cinantes invenciones del Comandante cuya obra y pensamiento iluminarán
sin dudas el camino hacia nuestra emancipación.

Juan Carlos Junio y Pablo Imen

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Agradeciendo

(Mi padre siempre me dice que “es de bien nacido, ser agradecido”.)

Un libro como éste ni se hace solo ni se piensa en soledad. Aunque el


guión obligue a que el nombre del autor resalte en solitario, este trabajo
realmente tiene mucho de colectivo. Cada frase es fruto de un proceso
social, intenso y apasionado, que abarca discusiones políticas, emociones
y sentimientos, encuentros y desencuentros, dudas y certezas, travesías y
militancias, informales e institucionales, y un sinfín de anécdotas, vivencias
y experiencias que se van amontonando en esa mochila que llaman vida.
Porque es obligación casi ética, y porque me apetece, es turno de dar las
gracias, pero sin protocolo.

Comienzo por Gisela: gracias por ser la persona con quien comparto mi
vida, la vivida y aquella que queremos seguir viviendo. Gracias Gise por
todo; gracias por llenarme de ganas para afrontar este desafío; gracias por
estar siempre a mi vera, empatizando con el libro, escuchando cada detalle
que necesité compartir; gracias por tus valiosas opiniones para discutir cada
idea, en cada asunto complejo; gracias por compartir también tu amor irra-
cional y racional a Chávez; gracias por ser como sos, por ser mi compañera
de viaje. (Gracias también a su familia, a Jose, Nilda, Ena, Bren y Stephi).

Gracias a mi padre y mi madre porque son parte de lo que soy, de lo que


pienso. Mi papá siempre me contó desde niño todas aquellas historias que
me llevaron, sin darme cuenta, a tener conciencia de clase, a amar cualquier
rincón del mundo pero con una mirada desde el Sur, y especialmente, a
grabarme en mi retina una idea básica para vivir dignamente: al que no sabe
cualquiera lo engaña. A mi mamá le doy las gracias por enseñarme que una
sonrisa significa estar contento, y que se llora al estar triste o emocionado;
gracias mamá por hacerme entender cuán importante es la comunicación,
hablar y hablar, aunque muchos intelectuales se empeñen en posar abusan-
do del silencio. Esto siempre me ayudó a entender mejor a Chávez, y la
importancia del relato en la política.

También quiero dar gracias a los abuelos que ya no están, pero siguen
estando; gracias a ellos por todo lo que me dieron, y por todo lo que empu-
jaron para que yo rellenara sus vacíos del pasado, estudiando y estudiando

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y estudiando. Gracias Mami por esa infancia tan feliz que me incita a querer
seguir escribiendo con un cierto tono Peter Pan.

Gracias a Zoe y a Oliver, mis dos sobrinitos, porque su alegría es también


mi alegría; y sus sonrisas, también las mías. Extrañarlos es lo único nega-
tivo que tiene estar tan cerca de acá para poder escribir un texto como éste.

Por otro lado, están esos amigos, que por estar donde están, forman parte
sustanciosa de la personalidad de este libro. Son los amigos de siempre, los
de pupitre, aquellos que llegaron luego; todos se quedaron para conformar
ese universo tangible que uno desea tener a su alrededor. Ellos lo saben,
pero siempre es hermoso volver a decirles gracias, a Rubén, Paco, José
Daniel, Pablo, Javi, Sergio, Manolo y Juan Jesús; a Jorge, Gaby y Guille; a
Arnau y Montse; a Rafa, Chus y Esther; a mi hermana Susana, a mi primo
Óscar. ¡Gracias amigos!

Hay otros que, además de ser amigos, son amigos en la vida política,
con quienes he compartido innumerables discusiones sobre la democracia,
el Estado, la hegemonía, la disputa por el poder económico, la justicia so-
cial, el realismo político, qué es táctico y qué estratégico; sobre América
Latina, sobre Venezuela, y cómo no, sobre Chávez. Con ellos he aprendido
y compartido, he amanecido y madrugado, he festejado (elecciones ganadas)
y llorado (por ejemplo, en Caracas, la muerte de Chávez). Son ellos los
responsables de que en el libro se perciba un lindo mosaico de influencias
que van más allá de aquellas que proceden de la literatura consultada; son
ellos, desde la lealtad y la confianza, desde el respeto y la admiración, los
que me facilitaron mayor amplitud de perspectivas, nuevas complejidades,
replanteamientos. Gracias a Íñigo Errejón, Sergio Pascual, Auxi Honorato,
Esteban De Gori, René Ramírez, Alberto Montero. ¡Gracias! (Cada uno
sabrá descubrir en qué párrafo o idea está presente.)

Siempre están esas personas a las que agradecer por sus acertados co-
mentarios acerca de algún tema en especial o sobre la economía-política en
general; son esas personas de las que te acuerdas cuando vas escribiendo,
acudiendo a ellos, a veces con una llamada, e-mail, café, o rememorando
alguna charla, o alguno de sus escritos o intervenciones, o simplemente
por estar ahí. Gracias a Manolo Monereo, Juan Carlos Monedero, Teresa
Morales, Roberto Aguilar, Manuel Canelas, Emir Sader, Nicolás Oliva,
Mauro Andino, Javier Jiménez, Amilcar Salas, Carlos Marx Carrasco, Txema
Guijarro, Jacques Ramírez, Franklin Ramírez, Ximena Amoroso, Alejandro
Fierro, Angela Ballester, Sergio Martín, Pablo Imen, Ricardo Aronskind,

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Kris González, Solka Agudelo, Elías Jaua, Mark Weisbrot, Atilio Boron,
Jorge Giordani, Pedro Brieger, José Félix Rivas Alvarado, Manuel Cerezal,
Modesto Emilio Guerrero.

No me quiero olvidar de CEPS, que me dio la posibilidad de participar en


primera línea de su valioso quehacer político cotidiano en muchos países de
América Latina. Gracias CEPS por enseñarme el realismo político tan de cerca.

Gracias a Telesur (y muy especialmente a Patricia Villegas) que, siguien-


do la idea de Chávez, sigue mostrando que hay otra forma más soberana de
contar las cosas desde el Sur.

Agradecer a GISXXI, especialmente a Jesse Chacón y Kory Colmenares,


por el interés mostrado hacia este proyecto, que solo constituye el primer
paso de un proceso de investigación más amplio. Gracias por todo el soporte
dado para que este trabajo llegue a buen puerto. Particularmente, gracias por
haberme permitido contar con dos asistentes de primera categoría: Juan Gui-
jarro con su virtuosa ayuda en la edición, y Agustín Lewit como ayudante de
investigación en la ardua tarea de acompañarme en la exploración analítica
en cada rincón del pensamiento económico de Chávez.

El cierre, a modo de colofón, es para el alma máter de este libro, Hugo


Rafael Chávez Frías, a quien agradezco en mayúsculas por ser un personaje
histórico, capaz de ser el motor fundamental de un cambio de época a favor
de la mayoría social, disputando el sentido común a favor del pueblo. Gra-
cias Comandante por haber originado un pensamiento económico propio
llevado a la praxis para transformar Venezuela (y América Latina). Gracias
Hugo Chávez por permitirnos creer que otra economía más justa es posible.

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CCapítulo
apítulo11

Hugo Chávez, el de los inicios


Hugo Chávez, el de los inicios
“Soy lo que dejaron,
soy toda la sobra de lo que se robaron […]
Soy América Latina,
un pueblo sin piernas pero que camina”.
Latinoamérica, Calle 13

1.1. El mundo después de la Segunda Guerra Mundial

Hugo Chávez no había nacido todavía cuando el francés Alfred Sauvy acuñó
el concepto de Tercer Mundo en 1952,1 para referirse a aquellos países que no
pertenecían al bloque capitalista ni al socialista en plena Guerra Fría. Chávez
aún no había cumplido un año cuando, en abril de 1955 en la Conferencia
de Bandung en Indonesia, los países asiáticos y africanos se reunían en pleno
proceso de independencia con el objetivo de reforzar sus propios lazos eco-
nómicos y superar los neocolonialismos del siglo XX. A partir de entonces, el
Tercer Mundo dejaba de ser un mero término para cobrar mayor fuerza como
bloque político en aquellos tiempos en que Estados Unidos pretendía reorga-
nizar el mundo bajo su mirada capitalista, aprovechándose de su posición vic-
toriosa en la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo organizar el mundo? ¿Bajó qué criterios? ¿Con qué objetivos? ¿En
base a qué intereses? ¿A favor de quiénes? ¿En busca de qué? He aquí muchas
de las preguntas inevitables a las que obligatoriamente ha de responder la eco-
nomía como ciencia social. El término “economía”, en su origen etimológico
griego proviene de oikonomia: oikos, “hogar”, y nemein, “administración”. La
economía, desde esta premisa básica, ha de responder precisamente a esa esen-
cia, cómo “organizar la casa”. Esa “casa” no sólo hace referencia al hogar do-

1 Muchos años después, cuando le preguntaron por este término, Chávez contestó con
una curiosa comparación histórica: “Quinientos años antes, ya nos habían llamado el
Nuevo Mundo” (Ramonet, 2013).

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méstico, sino que también puede ser una casa más grande, una comunidad de
vecinos, una organización comunitaria, un municipio, una región, un país,
un continente, y por qué no, el mismísimo mundo. Así que la economía, co-
mo tal, no debe ni puede estar exenta de la disputa, de las tensiones, de la po-
lítica, porque esa casa-mundo siempre puede ser organizada desde infinitos
criterios, de múltiples maneras, dando lugar a innumerables escenarios diver-
sos, respondiendo a inimaginables pugnas de intereses. Este campo contro-
versial es propio de la discusión económica; porque la economía jamás podrá
ser aquello que muchas veces nos presentan como aquel idílico y paradisiaco
paisaje, siempre neutral, en el que no cabe la lucha ni la disputa, y donde todo
se resuelve desde un mero debate técnico.
La Segunda Guerra Mundial supuso un punto de inflexión en el tablero
internacional que recolocaba muchas fichas de manera diferente, abriéndose
así un nuevo momento histórico para definir cómo organizar la casa llamada
mapamundi. Los ganadores querían aprovechar tal condición en contra de
aquellos que fueron proclamados como perdedores. Estados Unidos estaba
dispuesto a todo lo que fuese necesario para organizar la casa-mundo en busca
de ser el único país sobre el cual el mundo capitalista debería gravitar, y desde
esa posición dominante, lograr alcanzar una hegemonía unipolar que termi-
nara de una vez por todas con el bloque socialista.
Acabada la guerra, las nuevas formas de dominio debían de producirse en
paz. ¿Cómo? No hay nada mejor que acudir a las reglas del juego propias del
ámbito internacional para iniciar un periodo de organización que permitiera
consolidar su bloque histórico hegemónico capitalista. Sin tiempo que perder,
Estados Unidos se revestía de comunidad internacional autoproclamándose
como representante y portavoz de todo el mundo capitalista.2 A partir de ahí,
se iniciaba un periodo acelerado de arquitectura internacional ordenadora de
la casa-mundo, al calor de los intereses de su proyecto político-económico.
Disfrazados como comunidad internacional, los acuerdos y los consensos no
tardaron en llegar porque aquello era tan fácil como acordar o consensuar
consigo mismo, es decir, sólo se necesitaba la firma y la iniciativa del Presi-
dente estadounidense de turno, sin tener que negociar con ningún otro país.
El objetivo de este nuevo orden mundial era obvio: la nueva geopolítica debía

2 Así dice Galeano (2009) al respecto: “la llamada comunidad internacional, ¿existe?
[…] ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen
teatro?”.

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pivotar alrededor de los Estados Unidos de América por ser el país más rico
del mundo3. Así, desde esta posición privilegiada, en 1944, durante la confe-
rencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, se firmaba los Acuer-
dos de Bretton Woods, que iban a constituirse como la superestructura del
mundo capitalista desde ese momento en adelante. Era el momento de camu-
flar como debate técnico todo lo que concernía a la política en una discusión
de economía mundial. ¿Cómo organizar la casa-mundo? Estados Unidos co-
menzaba desde ese entonces, en una senda imparable, a edificar la casa-mun-
do en su forma ideal para que el sistema capitalista se expandiera, se re-
produjera, y acabara fagocitando hasta el mínimo retal de cualquier otra alter-
nativa que le contradijera. Se comenzaba a lo grande para no dejar opción
alguna a que otro mundo fuera posible. En esa mencionada reunión, se crea-
ba el Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI); y se
proclamaba el dólar como “la moneda de referencia mundial”. (La hegemo-
nía se construye con herramientas hegemónicas.) Algo más tarde, se creaba el
Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus
siglas en inglés)4 con el objetivo de hacer creer al mundo que un acuerdo de
libre comercio era el único camino propicio para la paz y el desarrollo de los
pueblos del mundo. ¿Era justo hablar de libre comercio entre dos países cuan-
do éstos partían de condiciones absolutamente asimétricas? No, rotunda-
mente no, porque es injusto poner en libertad a dos contrincantes, y echarlos
a pelear cuando uno tiene infinitas ventajas sobre el otro. “Es mentira la ver-
dad” como diría Manu Chao. Es mentira que haya justicia cuando la libertad
se puede practicar a partir de una desigualdad previa, históricamente deter-
minada por el poder (económico, militar, tecnológico) de uno sobre el otro.
¿Es justo el trato igualitario frente a personas desiguales? ¿Puede hablarse de
justicia cuando se aplica la misma medicina a dos personas con enfermedades
diferentes? Sin atender a estas cuestiones claves, el renovado orden económi-
co mundial impulsado por Estados Unidos propugnaba el mito del libre
comercio para que así el mundo siguiera repartiéndose aún más desigual-
mente de lo que ya se venía haciendo.
¿Qué faltaba para que dicho plan fuese creíble, aceptado y perfecto? Esta-
dos Unidos necesitaba de la legitimidad que sólo puede proceder de un acto

3 Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos concentraba


cerca del 50% del PIB mundial con menos del 7% de la población global.
4 Firmado en 1948 por 23 países, todos del campo capitalista.

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de caridad, de salvador, de ayuda al prójimo. Esto se iba a concretar en el año
1948 con el Programa de Reconstrucción de Europa, más conocido como
Plan Marshall5, que inundaba de dólares la economía mundial, circunstancia
determinante para que la moneda estadounidense se consolidara como la
moneda internacional de reserva. Este plan era gestionado por la Administra-
ción para la Cooperación Económica, de tal manera que un representante de
este organismo se instalaba en cada capital de los países europeos beneficia-
dos, para asesorar y controlar las inversiones; de esa manera, los dólares siem-
pre llegaban acompañados de compromisos, escritos en la letra pequeña al
reverso de cada acuerdo. Poco a poco se comenzaba a forjar la dependencia
ideal de la zona europea hacia Estados Unidos, y desde ahí, la conquista del
resto del mundo.
De esta forma, y sumando progresivamente nuevas instituciones,6 Estados
Unidos lograba así que en la década posterior a la Segunda Guerra Mundial
la casa capitalista fuera ordenada a su antojo, con su moneda como patrón de
referencia mundial, con las reglas financieras internacionales a su favor, con
opciones de generar una deuda externa/eterna, con la apertura comercial que
facilitaba el acceso ilimitado a las materias primas necesarias para su creci-
miento económico. Así la casa estaba bien equipada para que Estados Unidos
acometiera apresuradamente el siguiente objetivo: insertar al Tercer Mundo
en el patrón de acumulación capitalista a nivel mundial bajo su tutela.
Una de las fórmulas-bandera para tal reto fue indudablemente la Alianza
para el Progreso, desde la que se pensaba construir hegemónicamente el sen-
tido común en torno al único Norte posible. Así fue como el Presidente John
F. Kennedy7 anunciaba la Alianza para el Progreso durante una recepción en
la Casa Blanca para los embajadores latinoamericanos, con el objetivo de
“mejorar la vida de todos los habitantes del continente”. Como era de espe-
rar, las promesas de justicia social –educación, sanidad, vivienda– no venían

5 Por George Catlett Marshall, jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense en la
Segunda Guerra Mundial y luego Secretario de Estado. En 1953 obtuvo el Premio Nobel
de la Paz por su plan de ayuda a Europa.
6 En este sentido, se debe destacar la creación de la alianza militar en el Tratado de
Washington, basado en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que establecía la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en abril de 1969.
7 Kennedy gana frente a Nixon en noviembre de 1960, marcando el retorno del Parti-
do Demócrata. Buena parte del continente latinoamericano veía con buenos ojos la llegada
Kennedy porque éste aparecía después de la restrictiva política de Dwight D. Eisenhower
de apoyo abierto a las dictaduras en la región.

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solas, sino que éstas venían acompañadas por un conjunto de medidas políti-
cas y económicas. Los mandamientos económicos de la Alianza para el Pro-
greso se enfocaban en el control de la inflación por la vía monetarista,8 y la
mejora de la balanza de pagos por la vía exportadora en base a la iniciativa pri-
vada;9 nada se decía acerca de los salarios ni del empleo ni de la productivi-
dad; ni mucho menos del reparto de la riqueza, ni de la distribución de los
medios de producción, ni de la redistribución de los excedentes económicos
mediante políticas de gasto público.
Cuando Chávez había cumplido apenas tres años, en agosto de 1961, Es-
tados Unidos, usando esta Alianza para el Progreso como excusa, se compro-
metía a cooperar en aspectos técnicos y financieros con los países de la OEA
(Organización de Estados Americanos),10 en la reunión del Consejo Intera-
mericano Económico y Social, llamada Conferencia de Punta del Este. Se
buscaba lleva a cabo una intervención política pero siempre disfrazada como
herramienta técnica-financiera, como si ésta no tuviera nada que ver con la
discusión ideológica. Una suerte de política sin política se constituía a partir
de un espacio en que la tecnocracia tomaba decisiones sin tener que dar expli-
caciones a los pueblos. El objetivo era ir induciendo, con estas sutilezas, la ilu-
sión de disponer de un estadio postpolítico, en el que aparentemente estaban

8 La teoría monetarista, predominante por entonces en la academia estadounidense, ya


comenzaba una estrategia de rechazo al keynesianismo prevaleciente en décadas anteriores.
La Escuela de Economía de Chicago (los “Chicago Boys”) empezaba a imponerse. Los
monetaristas –con economistas como Milton Friedman y Georges Stigler– difundieron una
tesis falsa: la inflación es siempre un fenómeno monetario, y por tanto, comenzaba el fana-
tismo por el control inflacionario a través de políticas monetarias, sin atender a las políticas
de economía real –la política laboral, productiva, fiscal, tributaria, comercial, distributiva–.
9 Este requisito condujo a que las economías periféricas prolongaran la secular obsesión
por exportar materias primas, según se venía haciendo desde siglos atrás a partir de la mun-
dialización de la economía (proceso iniciado en el año 1492). Se suponía que solo expor-
tando materia prima se podría mantener la nueva exigencia de saldo positivo en la balanza
comercial. Exportar era más bien una obligación inmediata e inaplazable del proyecto eco-
nómico del progreso, que conducía a extraer y enviar al extranjero lo más apresuradamente
posible las materias primas. El rol subordinado de América Latina era objetivo para el pro-
greso, pero no para el progreso de los pueblos latinoamericanos, sino para impulsar la edad
de oro del capitalismo de Estados Unidos que necesitaba más que nunca que el american
way of life fuera sostenible gracias al latin-american export of life.
10 Organismo de ámbito regional y continental creado el 8 de mayo de 1948, por ini-
ciativa de Estados Unidos en el momento de reorganización mundial luego de la Segunda
Guerra Mundial.

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prohibidas las controversias, la disputa de ideas, sin opciones enfrentadas y,
finalmente, sin pasiones de masas, reduciendo así todo el debate a una mera
actividad de administración técnica en manos de expertos, que ponían las
ideas dominantes a buen recaudo de la discusión política y por tanto del al-
cance popular (Mouffe, 2007).
La Alianza para el Progreso, dedicada sin descanso a seguir organizando la
casa-mundo, y más concretamente la casa-Latinoamérica, proseguía reco-
mendando medidas que cada vez más se convertían en acciones de obligado
cumplimiento para recibir la preciada ayuda. Desde Estados Unidos, se recla-
maba una reforma agraria que tenía como único objetivo la mejora de la pro-
ductividad, sin tomar en cuenta la distribución de la tierra; se pedía nueva-
mente el libre (e injusto) comercio entre los países de América; se solicitaba la
modernización de la infraestructura de comunicaciones como subterfugio
para privatizar ciertos sectores estratégicos; se requería la reforma de los siste-
mas de impuestos para que predominase la doctrina liberal del dejar hacer11
siempre a favor de los que más tienen perjudicando a los que seguían empo-
breciéndose. Estas exigencias no podían venir sin zanahoria. ¿Qué podían
ofrecer desde los Estados Unidos para que todos acabasen obedeciendo? Co-
mo hemos dicho, la contrapartida es la ayuda en materia de educación, la
salud y la vivienda, como programa de desarrollo económico y social para evi-
tar cualquier revolución o proceso de cambio que quisiera discutir o cuestio-
nar el orden establecido mundialmente desde la hegemonía capitalista.12
A pesar que la Alianza para el Progreso tuvo éxito para el Norte en cuanto
a ir acomodando los destinos del Sur latinoamericano según ordenaba el orden
capitalista, este programa no fue respaldado en su totalidad por los sucesores

11 Se trata del principio liberal clave, en francés laissez faire. Fue usado por primera vez
por Vincent de Gournay, fisiócrata del siglo XVIII, contra el intervencionismo de la monar-
quía absoluta en la economía.
12 En 1961, Ernesto “Che” Guevara, como ministro de Industria de Cuba, avizoraba
esto cuando previno en su famoso discurso en la reunión del Consejo Interamericano Eco-
nómico y Social: “Ya sabemos todos el íntimo sentir del Departamento de Estado Norte-
americano […]. Es que hay que hacer que los países de Latinoamérica crezcan, porque si
no, viene un fenómeno que se llama castrismo que es tremendo para Estados Unidos” (Gue-
vara, 1961). Sería imposible explicar las claves de esta iniciativa continental norteamerica-
na, sin entender el telón de fondo de la Guerra Fría. En efecto, Cuba suponía un nuevo refe-
rente en la región, que comenzaba a afianzar sus lazos comerciales en el campo socialista y
mostraba en América Latina que, frente al capitalismo made in USA, había “otro mundo
posible”.

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de Kennedy tras su asesinato en 1963 en Dallas. Los siguientes años, con Lyn-
don B. Johnson como Presidente de los Estados Unidos, fueron de desman-
telamiento parcial de dicha Alianza para el Progreso;13 el nuevo Presidente se
mostraba progresista hacia adentro de los Estados Unidos, presentándose
como el nuevo fundador del New Deal –a la manera de Roosevelt–, al mismo
tiempo que encabezaba una política exterior muy conservadora hacia Améri-
ca Latina. La razón principal de este viraje se explica fundamentalmente por-
que los gobiernos latinoamericanos no habían realizado todos los cambios
estructurales comprometidos. Era necesario ir a por mas, e incluso sin zana-
horia, porque el garrote económico también se podría imponer por la fuerza.
Desde ahí en adelante, Estados Unidos iba a redefinir el sentido de la Alian-
za para el Progreso, convirtiéndola en un programa de cooperación económi-
ca centrado exclusivamente en materia financiera y monetaria, sin política
social y sin preocuparse por los principios democráticos.

¿Pero qué más se necesitaba para que esta hegemonía organizativa se fuese
consolidando (irreversiblemente) en materia económica? Para convencer efi-
cazmente de cuál es la mejor forma de organizar la casa, primero, entonces,
habría que convencer de cuál es la mejor manera de vivir. Por tanto, el poder
capitalista mundial tenía que apresurarse a fijar el rumbo/horizonte en modo
de pensamiento único, en modo de sentido común de época en lo económi-
co. ¿Cómo? La respuesta reside en la construcción hegemónica del mito del
desarrollo para aquellos países que son previamente diagnosticados como sub-
desarrollados. En este sentido, Walter W. Rostow14 es uno de los grandes
impulsores de esta idea. Como padre de la teoría de la modernización, se pro-
puso dar soporte y continuidad a lo pronunciado en el discurso de investidu-
ra de Truman en el año 1949 acerca de la búsqueda del desarrollo para los sub-
desarrollados como mecanismo de crear una neo-dependencia en la nueva
configuración mundial capitalista. Desde entonces, el concepto de “desarro-

13 El Presidente Johnson no creía en este proyecto desde su inicio. Así dijo una vez:
“Esos latinoamericanos, descalzos y hambrientos, toman todo hasta que alguien los detie-
ne” (cit. por Schlesinger, 1968).
14 Rostow, militar de carrera, trabajó en la Casa Blanca como redactor de discursos de
Eisenhower; luego, en 1960, estuvo con Kennedy en su campaña presidencial; más tarde fue
número dos del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca; y poco después, Presi-
dente del Consejo de Planificación Política; entre 1964 y 1966, fue parte del Comité Intera-
mericano de la Alianza para el Progreso.

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llo” cobró protagonismo en las agendas políticas y económicas, iniciando así
la Era del Desarrollo como objetivo central del proyecto hegemónico que bus-
caba una nueva reconfiguración del poder capitalista mundial (Quijano,
2000). Al releer el discurso de Truman, se observa que el centro de atención
no recae en el desarrollo, sino precisamente en su opuesto: el subdesarrollo.15
La propuesta hegemónica partía de un diagnóstico en que los estándares com-
parativos eran los de la realidad estadounidense, con el objetivo a posteriori de
proponer una hoja de ruta para realidades diferentes que llevaran a una reali-
dad común. Resultaba más rentable definir en negativo –sub-desarrollo como
ausencia de desarrollo–, que preguntar a la población por unos objetivos en
clave positiva y propositiva. Es como definir a alguien que es negro como no-
rubio; y así, a posteriori, enseñarle el camino para llegar al estándar rubio, aun-
que no sea éste su objetivo propio, sino más bien una imposición externa. La
base sobre la que se cimienta esta estructura teórica y política tiene, en resu-
men, dos componentes: primero, los países centrales –que se autodenominan
“desarrollados”– realizan un diagnóstico para los países periféricos –denomi-
nados “subdesarrollados”–; y segundo, les indican el camino y la receta para
llegar al “desarrollo”.
El paradigma desarrollista servía como base para exportar una manera de
entender el progreso y, por ende, influir en el diseño de las políticas econó-
micas para lograrlo.16 Esta propuesta neocolonizadora del Norte consideraba

15 Truman no inventó el término derivado “subdesarrollo” (que se atribuye a Wilfred


Benson en 1942). Pero este segundo término solo fue empleado discretamente en el mundo
académico y las instituciones internacionales, hasta que Truman también lo puso en circu-
lación: “Debemos lanzarnos a un nuevo y audaz programa que permita poner nuestros
avances científicos y nuestros progresos industriales a disposición de las regiones insuficien-
temente desarrolladas para su mejoramiento y crecimiento económico […]. El antiguo
imperialismo –la explotación al servicio del beneficio exterior– no tiene nada que ver con
nuestras intenciones. Los que pretendemos es un programa de desarrollo basado en las ideas
de una negociación equitativa y democrática. […] Todos los países, incluido el nuestro,
podrán beneficiarse ampliamente de un programa positivo que permitirá utilizar mejor los
recursos humanos y naturales del mundo”.
16 Georgescu-Roegen (1994) denomina esta estrategia “imperialismo exosomático
occidental”; Latouche (2004) demuestra que el término “desarrollo” no se encuentra en el
vocabulario de la mayoría de civilizaciones; simplemente no existe, y sin embargo, desde
hace años, forma parte de un paradigma civilizatorio hegemónico; Escobar (1998) sostiene
que el desarrollo es un proyecto tanto económico (capitalista) como cultural, en dos senti-
dos: surge de la experiencia particular de la modernidad europea; y subordina a las demás
culturas y conocimientos, las cuales pretende transformar bajo principios occidentales.

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que: 1) el desarrollo es el destino final de un proceso evolutivo, simple, uni-
direccional y lineal; 2) el subdesarrollo es una etapa intermedia de conver-
gencia hacia el grado aceptable de desarrollo; 3) la falta de capital es lo que
impide materializar la transición desde la etapa tradicional hacia la industrial;
y 4) la única forma de aumentar los ingresos de una zona –evitando la depen-
dencia de créditos concedidos por países extranjeros– es aumentar la explota-
ción de los recursos naturales (Rostow, 1963). Se proponía, además, un rece-
tario por etapas que culminaría en una suerte de momento culminante del
consumo –una quinta etapa de “consumo en masas”–. El crecimiento econó-
mico equivale así a desarrollo. El emparejamiento de ambos términos condu-
jo a que el concepto de desarrollo se circunscribiera a la cuestión económica,
a la valoración monetaria (a precios de mercado), a lo crematístico. El Pro-
ducto Interior Bruto (PIB) se convierte, desde este momento, en el principal
indicador de desarrollo en el mundo capitalista.
Esta teoría dominante del desarrollo ignora adrede muchos elementos fun-
damentales y determinantes para las sociedades consideradas subdesarro-
lladas, tales como los siguientes aspectos: 1) la estrecha y vinculante relación
institucional/económica/comercial/política/cultural entre los países desarro-
llados y los subdesarrollados; 2) la imposición de las élites políticas en los paí-
ses subdesarrollados por parte de los poderes económicos del primer mundo
capitalista; 3) los efectos sobre los patrones de consumo del Sur por parte de
una hegemonía cultural del Norte (lo que el escritor Monsiváis denominaba
“los Nortes del Sur”); 4) la soberanía truncada de la región, país o comunidad,
que no pueden elegir cuál es el horizonte de “desarrollo” que desean; 5) la
matriz productiva de los países subdesarrollados, que no se puede transformar
si los países enriquecidos imponen las reglas del comercio internacional; 6) la
cuestión distributiva, que nunca interesó a la teoría económico dominante.
De esta forma, este mito –solo hay un único desarrollo posible para cualquier
país subdesarrollado– se constituía realmente en uno de los principales pilares
sobre el que se podría seguir construyendo un sentido común de época, en lo
económico, desde el bloque histórico hegemónico. Gracias a ello, unido a
toda la arquitectura política-social-cultural-económica-institucional-comuni-
cacional venida del Norte, y acompañado por su propio paradigma económi-
co teórico dominante, Estados Unidos y sus satélites iniciaban –luego de la
Segunda Guerra Mundial– la conformación de un bloque histórico hegemó-
nico que iría organizando la casa-mundo al servicio del patrón de acumula-
ción capitalista, y que además buscaba derrumbar al campo socialista –o a
cualquier otra alternativa que interpelara el orden establecido–. Así este blo-

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que histórico hegemónico iría adecuando, gracias a su estructura y superes-
tructura y gracias a su sólido cuerpo orgánico e ideológico, una sociedad polí-
tica y una sociedad civil a su justa medida, que se fuera adhiriendo cada vez
más naturalmente al sentido común de época que más interesaba para la re-
producción irreversible del sistema capitalista
En esos años, Hugo Chávez todavía era muy niño para darse cuenta que
la casa donde había nacido pertenecía a otra gran casa, llamada mundo,
que venía siendo organizada desde muy lejos.

1.2. La Venezuela (y la América Latina) de la época

Chávez nació un 28 de julio de 1954, el mismo año del golpe de Estado a Ja-
cobo Arbenz en Guatemala. Conocido como el “soldado del pueblo”, Arbenz
fue un militar que protagonizó la revolución de 1944, comandando una alian-
za cívico-militar que promovió por primera vez en el país elecciones libres. Y
a partir de este momento comenzaron “diez años de primavera” a favor de la
clase trabajadora. Ese mismo año, 1954, Alfredo Stroessner comandaba un
sangriento golpe en Paraguay, para instalar una dictadura que se prolongó
durante treinta y cinco años. También en 1954 se produjo el golpe de Estado
en Brasil contra Getulio Vargas, el padre del Estado Novo que transformó al
país y terminó suicidándose. En Argentina, el Presidente Perón también sufrió
un golpe de Estado en 1955, que comenzó una dictadura militar autodeno-
minada Revolución Libertadora. Definitivamente, Chávez nació en una Amé-
rica Latina de dictaduras: Trujillo en República Dominicana, Somoza en Ni-
caragua, Batista en Cuba. La doctrina Eisenhower,17 como estrategia de re-
presalia masiva de la Guerra Fría, servía para poner en orden a los países no
alineados en América Latina mediante un adoctrinamiento forzoso vía golpe
de Estado. Se prolongaba así la inserción subordinada de la región latinoame-
ricana en el mundo, desde el período protocapitalista en los inicios de la mun-
dialización de la economía a inicios del siglo XVI hasta la mitad de siglo XX.
Mientras tanto, el rol económico de la región se mantenía: proveer de ma -
terias primas a los países centrales con concesiones ventajosas, también en
términos laborales, financieros, impositivos y comerciales. Para ello, se nece-
sitaba una sintonía absoluta entre los gobiernos de los países centrales y los

17 En alusión al Presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, en el período


1953-1961.

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mandatarios de los países latinoamericanos. En caso de no haberla, era preci-
so imponerla con dictaduras aliadas, que permitieran fácilmente extraer todos
los recursos necesarios para el desarrollo del Norte. La ecuación de economía
política precisaba en todo momento que, por una u otra vía –democracia
cuando el resultado electoral era favorable a sus intereses o dictadura si era de
otro signo político–, siempre hubiesen unas “élites gobernantes” serviles a los
intereses de afuera, parcialmente ajenas a las dinámicas locales.
El sector privado primario-exportador se incorporaba al sistema-mundo
con escasa dependencia de la economía local, pues solo requería legislaciones
laborales y tributarias favorables de un Estado que, además, le brindara con-
diciones ventajosas para exportar –con políticas cambiarias y arancelarias a su
conveniencia–. El rentismo privado primario-exportador en los países periféri-
cos latinoamericanos fue condición sine qua non para la dinámica de acumu-
lación de los países centrales. Por un lado, estaban aquellas pocas empresas
dedicadas a la exportación de bienes agrícolas sin valor añadido (como cacao,
café, bananos, cereales, etc.) que conformaban mercados oligopólicos; a veces,
eran firmas nacionales con fuerte alianza internacional, y otras veces, directa-
mente empresas de capital extranjero. Este sector primario exportador re-
quiere atención mínima desde afuera siempre y cuando esté suficientemente
concentrado como para no permitir emerger nuevos poderes nacionales que
pongan en duda el pacto externo; además no requiere grandes inversiones tec-
nológicas. Sin embargo, había otro sector primario exportador, no del agro,
que sí exigía otra forma de relacionamiento internacional. Concretamente,
cuando se trataba de la gestión de recursos naturales que sirven como fuente
energética –estaño, gas, petróleo, carbón, cobre, etc.–, que requieren de gran-
des inversiones y ciertos niveles de desarrollo tecnológico para su extracción,
y que además garantizan siempre una tasa de ganancia superior al agro, éstos
se convertían en objeto de explotación transnacional sin participación de la
élite local.
Así, ordenadamente, se repartía la riqueza local entre el poder central
extranjero y una minoría local extranjerizada, produciendo una suerte de
alianza imperial que dejaba fuera de todo beneficio a las mayorías subalternas.
Para que funcionara eficaz y sosteniblemente este pacto sin que la mayoría
desfavorecida se inmiscuyera –en forma de conflictos sociales– era necesario
contar con un Estado que mantuviera el orden requerido, la organización de
la casa adecuada para el capital extranjero. Si esto se lograba a través de las
reglas de la democracia liberal que permitían elegir a representantes de las éli-
tes, perfecto. Pero en el caso que no fuera así, es decir, si llegaban al poder

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representantes elegidos democráticamente que usaban el respaldo mayoritario
para (re)distribuir el poder económico –por la vía de reapropiación de los
recursos naturales y el reparto del excedente con distribución de los beneficios
sociales–, entonces el poder extranjero imponía formas dictatoriales para con-
centrar las decisiones políticas que garantizasen la concentración del poder
económico. La dictadura fue históricamente la base de la doctrina Eisenho-
wer, funcional para que la soberanía del Sur estuviera en el Norte. Así que por
una vía u otra, democracia aparente o dictaduras, se instalaban Estados cor-
porativos que operaban funcionalmente para mantener la tasa mundial de
ganancia del capital.
Chávez no pudo desconocer esos tejemanejes que se urdían en el Norte
pensados para América Latina. Había nacido en medio de la dictadura de
Marcos Evangelista Pérez Jiménez –impuesta desde fines de 1952, cuando
Pérez Jiménez se autoproclamó Presidente provisional de Venezuela, luego de
rechazar los resultados electorales adversos a su partido en las elecciones para
Asamblea Nacional Constituyente–.18 La provisionalidad se convirtió en per-
manencia, y el dictador se prolongó por los siguientes cuatro años, hasta ser
derrocado por las fuerzas revolucionarias de Venezuela dirigidas por una Junta
Patriótica. La cual instala una Junta de Gobierno que convoca elecciones a
fines de 1958, ganadas por Rómulo Betancourt, cuándo Chávez solamente
tenía cuatro años.
El nuevo Presidente ya había ejercido el gobierno interino años antes
(1945-1948), y durante los años de la dictadura residía, en su tercer exilio, en
Nueva York. Fue allá, en el centro económico de Estados Unidos, donde se
fraguó el porvenir de los siguientes 40 años de la política venezolana. A fines
de 1957, aún con el dictador Pérez Jiménez en el poder, tiene lugar en Nueva
York una reunión a la que asistieron Rómulo Betancourt, en representación
de AD (Acción Democrática; partido que en ese momento estaba más cerca
de la socialdemocracia) y los representantes de otros dos partidos venezolanos:
Rafael Caldera por COPEI (Comité de Organización Política Electoral In-
dependiente; partido conservador socialcristiano) y Jóvito Villalba por URD
(Unión Republicana Democrática; partido de centro). También asistió el
multimillonario empresario petrolero Nelson Rockefeller.19 En esta reunión,

18 La Junta de Gobierno había convocado, en noviembre del 1952, a elecciones para


Asamblea Nacional Constituyente.
19 Quien además era miembro del Partido Republicano y luego llegó a ser vicepresi-
dente en el período 1974-1977.

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luego conocida como Pacto de Nueva York, se definieron las bases del Pacto
del Punto Fijo a partir del cual se instaló en Venezuela una democracia con-
trolada por las élites y encorsetada en el bipartidismo –un sistema falso de
alternancia, porque las coincidencias siempre eran excesivas–.
En enero de 1958, como ya se dijo, el dictador Pérez Jiménez fue derroca-
do. Se celebraron elecciones bajo los acuerdos del puntofijismo y ganó Be-
tancourt. El nuevo Presidente comenzó su gestión con un gabinete en el que
se encontraban todos los suscriptores del Pacto, destacando Carlos Andrés
Pérez. Años después, Chávez recordaría que “con la caída de la dictadura
había comenzado una esperanza de cambio” (Ramonet, 2013: 173). No obs-
tante, estas expectativas desaparecerían rápidamente cuando Betancourt
orientó su política de acuerdo a las exigencias del pacto neoyorquino. Se ilega-
lizó el Partido Comunista bajo el supuesto de que su exclusión era impres-
cindible para lograr gobernabilidad, por ser considerado un adversario de la
democracia. Es decir, la gobernabilidad en aras de la estabilidad del mundo
capitalista se anteponía a cualquier democracia que diera cabida electoral a
opciones que estuvieran cerca del campo socialista.
Luego, en 1961 se aprobó una nueva Constitución –que durará hasta
1999–, muy parecida a la de 1947, derogada en su momento por el dictador
Pérez Jiménez. Así comienza en Venezuela la IV República. En materia econó-
mica, Betancourt aplicó medidas de reducción de gasto público, reduciendo el
sueldo y salario a los empleados públicos en un 10%, y también introdujo la
obsesión –anticipo neoliberal– con el control del equilibrio presupuestario
–sin alcanzarlo–. Como diría Chávez muchos años después, “Betancourt rá-
pidamente traiciona, revela que no es un izquierdista; la oligarquía y la burgue-
sía criollas lo envuelven y el imperio penetra su gobierno” (Ramonet, 2013:
173).
La izquierda se refugió en la montaña, en la guerrilla, huyendo de la repre-
sión cada vez más cruel de parte del gobierno. Alguien como Ernesto Gueva-
ra, que se había encontrado con Betancourt en 1953-1954 en Costa Rica, se -
ñaló que había “conocido a un venezolano que dice ser un revolucionario
pero estoy convencido de que no es ningún revolucionario”. Más tarde, en
1959, el Che sostuvo que “ya está firmemente con Estados Unidos”, afirma-
ción que puede comprobarse en el discurso encomiástico que Reagan le dedi-
cara a Betancourt en su funeral en 1981.20 Curiosamente, este discurso se

20 Este fue su discurso: “Hablo en nombre de todos los americanos al expresar nuestra
tristeza por la muerte de Rómulo Betancourt. Más que cualquier otra cosa, él fue un patrio-

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pronunció en la misma ciudad donde se había gestado el Pacto del Punto Fijo.
No es de extrañar que Betancourt, al poco tiempo de ser electo Presiden-
te, recibiera al Presidente Kennedy, en 1961. Como era de esperar, Venezue-
la firmó el acuerdo de la Alianza para el Progreso, lo que obligaba al país a
asumir las políticas propias de un país periférico insertado sin soberanía en el
sistema capitalista, a partir de compromisos como: 1) tomar medidas a favor
del libre comercio para permitir a los países centrales disponer de un nuevo
mercado –en lo comercial, en lo financiero, en inversiones extranjeras direc-
tas–; 2) controlar la inflación como gran objetivo macroeconómico, que se
prioriza por encima de cualquier otro aspecto de la economía real –empleo,
distribución de recursos, productividad–; y 3) promover la cooperación
monetaria con Estados Unidos: esto es, supeditar la política monetaria vene-
zolana a la hegemonía de la divisa de Estados Unidos. Todo ello codujo a una
creciente extranjerización de la economía venezolana, lo que provocó que el
abastecimiento de insumos y bienes locales fuera reemplazado por importa-
ciones, impactando en forma negativa en la capacidad productiva doméstica.
Además, con estas políticas económicas, Venezuela daba la espalda a Cuba,
rechazando al campo socialista o a cualquier iniciativa que se le pareciera. El
puntofijismo incluía el compromiso de ubicar al país en los engranajes que el
modelo hegemónico capitalista mundial del desarrollismo imponía a cada
país. La estrategia para alcanzar la edad de oro del capitalismo necesitaba dis-
poner de países dóciles que asumieran el rol exclusivo de oferentes de mate-
rias primas sin valor agregado, y que para ello mantuvieran condiciones esta-
bles de gobernabilidad aunque estas implicasen dejar fuera de la democracia
a todo aquel que se opusiera.
Esta inserción sumisa hacia afuera, de máxima dependencia, tenía su con-
traparte hacia adentro con una política social amortiguadora de demandas
insatisfechas, para reducir potenciales revueltas populares. El modelo keyne-
siano para gestionar el capitalismo fue la opción elegida por la Alianza del
Progreso en aras de combatir el emergente campo socialista, con Cuba como

ta venezolano; un amigo cercano y especial de los Estados Unidos. Durante los años cin-
cuenta, consideró a los Estados Unidos como un refugio mientras estaba en el exilio, y nos
sentimos orgullosos de haberlo recibido. Nos sentimos honrados que este valiente, cuya vida
la dedicó a los principios de libertad y justicia –un hombre que luchó contra dictadores de
izquierda y derecha– pasó los últimos días de su vida en nuestras playas. Nos unimos al pue-
blo venezolano y a aquellos que aman la libertad alrededor del mundo, al luto por su muer-
te” (Reagan, 1981).

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gran símbolo para América Latina desde el año 1959. Se trataba de imponer
internamente una política económica basada en un Estado de Bienestar en
Miniatura, dedicado a repartir el mínimo necesario del excedente económico,
por goteo, hacia las mayorías. Esta redistribución de mínimos hacia la mayo-
ría del pueblo venezolano no se parecía en nada al Welfare State que comen-
zaba a conformarse en Europa en el proceso de reconstrucción luego de la
Segunda Guerra Mundial, ni a las políticas del New Deal que se venían apli-
cando bajo el keynesianismo estadounidense. En Venezuela, el formato era
completamente distinto porque el Estado se iría conformando no en concor-
dancia con un espacio público representativo del interés colectivo, sino más
bien en espacio privados corporativos –anclado en el Pacto de Nueva York–.
Lo colectivo no era más que una sumatoria de intereses privados y particula-
res, con peso desigual a favor de los intereses de las élites. Bajo esta premisa,
el Estado debía tener una política no integral, sino por el contrario, de accio-
nes fragmentadas, a modo de compartimentos estancos que beneficiaran, so-
bre todo, a los organismos representantes de los sectores empresariales y a
aquellos sectores laborales que daban el apoyo necesario para la estabilidad ne-
cesaria al sistema capitalista mundial.
Las primeras señales de este corporativismo pueden atisbarse en el perío-
do 1960-1964, cuando durante el gobierno de Rómulo Betancourt se inclu-
yeron representantes de Fedecámaras (Federación de Cámaras y Asociaciones
de Comercio y Producción de Venezuela; el gremio empresarial más impor-
tante del país) en el Directorio de Cordiplán (Oficina Central de Coordina-
ción y Planificación de la Presidencia de la República); como así también en
la constitución de la Comisión de Planificación Agrícola con representantes
del sector privado.

Sobre la Venezuela petrolera

Chávez no inventó el petróleo, sino que nació en una Venezuela que desde
hacía décadas ya era un país eminentemente petrolero. La historia de Vene-
zuela durante el siglo XX está íntimamente relacionada con la historia del
petróleo. Desde la segunda revolución industrial, en el último cuarto del siglo
XIX, acompañando al carbón, el petróleo cobró máxima importancia como
fuente energética en los nuevos procesos productivos industriales que tuvie-
ron lugar en los países centrales. En 1859, en Pensilvania, Estados Unidos, se
descubrió el primer yacimiento petrolero en Titusville. Desde entonces, los
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países industrializados pusieron todo su empeño en controlar fuentes petrole-
ras para garantizar la energía suficiente para el nuevo patrón de crecimiento
económico. Así comenzó una peregrinación por todo el mundo en busca del
oro negro.
Con la Primera Guerra Mundial, la importancia del petróleo creció no
solo por ser un negocio en alza, sino también por tratarse de un asunto estra-
tégico en la geopolítica mundial (Rodríguez, 2007). En ese contexto interna-
cional, Venezuela se convirtió en un enclave central. En 1873, el gobierno de
Antonio Guzmán Blanco concesionó la explotación del lago de asfalto natu-
ral, conocido como Guanaco, con reservas estimadas en 75 millones de barri-
les petroleros. En 1885 esta misma concesión fue traspasada a la New York
and Bermúdez Company. A fines del siglo XIX y principios del XX, el peso
de la explotación petrolera en la economía venezolana era todavía insignifi-
cante y todavía no era parte de la matriz cultural dominante en el imaginario
colectivo. En 1905, el Presidente venezolano Cipriano Castro dictó una ley
que permitía el acceso de compañías petroleras a los yacimientos nacionales,
con concesiones hasta por 50 años. Así se implementaba un sistema institu-
cional que legalizaba la expropiación a favor de unas pocas empresas privadas,
que solo pagaban un impuesto anual y una regalía por el usufructo. Más tarde,
con el dictador Juan Vicente Gómez se volvió a regular para que fueran los
grandes consorcios petroleros angloholandeses y norteamericanos los que con-
trolaran absolutamente toda la actividad petrolera. Continuamente, se seguía
buscando nuevos yacimientos petrolíferos. El descubrimiento en 1922 del
yacimiento Los Barrosos 2 en el Campo La Rosa, con provisión para 100.000
barriles diarios, marcó un punto de inflexión en la historia de Venezuela.
Desde entonces en adelante, el petróleo se convertiría en la base de la econo-
mía y sería el principal factor para traer renta del exterior. Hasta 1920, Vene-
zuela era un país eminentemente rural, con tan solo un 27% de su población
en asentamientos de más de 2.500 habitantes; su renta per cápita en ese año
apenas alcanzaba los 435 dólares –frente a la media de 1.042 dólares del resto
de las economías latinoamericanas, o los 2.675 dólares de las economías
industrializadas (Montero, 2006)–. Con la importancia que cobró el petróleo,
se imprimió un cambio social y económico notable, aunque ello no significó
que la redistribución de la renta petrolera hacia abajo fuera en la misma pro-
porción de aquella que se hacía por arriba.
La producción petrolera venezolana fue adquiriendo cada vez mayor im-
portancia. De unos 20 millones de toneladas equivalentes de petróleo (TEP)
que se producían en 1937, ascendieron a 30 millones de TEP en 1941 y se

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dispararon por encima de 90 millones de TEP en 1946 (Rodríguez, 2007).
La Segunda Guerra Mundial es un hecho que explica este aumento exponen-
cial. En esos años, el Presidente venezolano Isaías Angarita cambió las leyes
para aumentar la participación estatal mediante una Ley de Hidrocarburos y
una Ley de Impuesto sobre la Renta. Estas medidas permitieron aumentar la
capacidad impositiva del Estado venezolano sobre la industria petrolera. Pero
esto no puede confundirse con una reivindicación de soberanía sobre este
importante sector estratégico, cuando la exploración, explotación, produc-
ción, refinación, transporte y comercialización seguía en posesión de consor-
cios privados extranjeros. Una cosa es la capacidad tributaria que permite ge-
nerar ingresos públicos a partir de la renta petrolera comercializada en el exte-
rior y algo muy distinto es una política de soberanía sobre un recurso natural
que permita disponer de todo el ingreso público de esa renta petrolera y, lo
que es aún más importante, que el Estado determine la política de este sector
estratégico. Si el Estado es propietario en toda la cadena de producción, la
renta obtenida es ganancia pública, una vez descontados los costos para obte-
nerla. Si, por el contrario, el Estado solo establece un impuesto sobre la explo-
tación privada, el resto del beneficio no gravado es un excedente económico
que queda en manos del capitalista. Es entonces cuando la disputa se cir-
cunscribe a la renta diferencial, que se puede explicar por la alta productivi-
dad de los yacimientos petroleros venezolanos en comparación con los yaci-
mientos estadounidenses. No confundir lo uno con lo otro es muy impor-
tante si nos proponemos caracterizar con rigor qué significa la dependencia
del petróleo. En efecto, no hay una única manera de depender del petróleo.
El petróleo, así, fue constituyéndose en el centro de la economía venezo-
lana. En 1926, los ingresos derivados de la exportación de hidrocarburos
superaron por primera vez a los generados por la exportación de productos
agrícolas tradicionales (café y cacao). En 1928 Venezuela produjo más de
290.000 barriles diarios de petróleo de los cuales exportó alrededor de 275.000,
situándose como el segundo productor y el primer exportador de petróleo en
el mundo. La renta petrolera se convertía desde ese año en la principal fuen-
te de ingreso para la economía venezolana. Se originaba así una estructura
económica muy desequilibrada en términos macroeconómicos, debido a los
grandes desfases entre la capacidad productiva y la entrada de renta externa.
El ingreso generado en la economía venezolana ya no se podía explicar a par-
tir del desarrollo de las fuerzas productivas nacionales. Y, en consecuencia,
gracias a la transferencia internacional de renta hacia Venezuela por el pago
de impuestos y regalías por el uso del petróleo, había ingresos extra que im -

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pulsaban una capacidad de consumo desconectada de la capacidad producti-
va nacional. Es decir, el ingreso generado para la economía venezolana dejó
de tener equivalente en una base de economía real productiva.
El capitalismo rentista se impuso así como modo dominante para ordenar
las relaciones económicas en Venezuela desde principios de siglo XX. Sin
comprender este hecho, no solo por su relevancia en el cuadro macroeconó-
mico sino también por los desfases entre productividad y renta exterior gene-
rada, sería imposible comprender la dinámica económica en Venezuela desde
entonces. Pero no se trata exclusivamente de una relación macroeconómica
entre variables de productividad y renta generada, sino que hay que conside-
rar un aspecto central de economía política: los nuevos actores externos en la
política económica interna. La distribución de la renta diferencial es objeto
de una disputa de economía política, en la que intervienen desde entonces:
las empresas transnacionales petroleras, que buscaban quedarse con el mayor
porcentaje en términos de ganancia extraordinaria; el Estado, que optaba por
disponer de una porción concreta de la renta a través del impuesto y regalía;
y por último, la población que se beneficiaba de la política pública derivado
de este ingreso petrolero. Como dice Montero (2007), la historia del petróleo
en Venezuela es la historia del conflicto entre el Estado, propietario del recur-
so, y los inversores, tanto nacionales como internacionales, dedicados a su
explotación. Esa ecuación de economía política, de reparto del ingreso del
petróleo, es la que determina la historia económica, política y social de Vene-
zuela. El conflicto distributivo nació en el mismo momento en que el petró-
leo se convirtió en centro de la economía generando un significativo volumen
de renta. Y, por tanto, política y economía están tan estrechamente relacio-
nadas que es imposible hablar de la una sin la otra, y viceversa.
Durante el gobierno democrático del escritor Rómulo Gallegos se estable-
cieron las bases para una política de “No más concesiones petroleras”. Para
ello se impulsó una reforma legal, adoptada el 12 de noviembre de 1948, que
definió la fórmula conocida mundialmente como fifty-fifty (50-50), de repar-
to del excedente petrolero entre el Estado y las compañías concesionarias
extranjeras.21 Estas nuevas condiciones de reparto, que perduraron una déca-

21 Gracias fundamentalmente al Ministro de Fomento Juan Pablo Pérez Alfonzo, res-


ponsable entonces de todo lo relacionado con minas e hidrocarburos. Luego de la caída de
Gallegos, el 24 de noviembre de 1948, Pérez Alfonzo pasó siete meses en la cárcel de Pro-
patria (Caracas). Posteriormente fue expulsado del país. Vivió con su familia en el exilio
hasta la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958.

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da –incluso durante la dictadura de Pérez Jiménez–, redujeron los beneficios
de las empresas extranjeras. Este marco regulatorio fue luego modificado por
Rómulo Betancourt en 1959, cuando se incrementó la participación del Esta-
do al 60% como mínimo, reduciendo aún más el porcentaje de beneficios de
las empresas extranjeras. Este hecho se dio en un contexto en el que, desde
finales de la década de los cuarenta, la importancia del petróleo del Golfo Pér-
sico en el mercado mundial estaba en ascenso.
No obstante, el petróleo seguía siendo el cordón umbilical entre Venezue-
la y Estados Unidos. No se puede analizar un escenario sin el otro: no se
puede entender la política económica en Venezuela sin saber cómo procedía
el gran vecino del Norte en esta materia. Desde 1947 en adelante, Estados
Unidos deja de ser exportador neto de petróleo y se convierte en importador
neto. La producción fuera de Estados Unidos creció desde esa fecha. Ante tal
circunstancia, en 1958 el Presidente Eisenhower impuso una política de cuo-
tas de importación petrolera, limitando lo que se importaba de cada país para
proteger a la industria estadounidense ante los crecientes suministros de pe-
tróleo barato proveniente de Arabia Saudita y otros países del Medio Orien-
te. El resultado inmediato fue una sobreoferta de petróleo fuera de los Esta-
dos Unidos, que redujo los precios y provocó descontento creciente entre los
países exportadores, especialmente en Venezuela y Arabia Saudita. Para el Pre-
sidente Betancourt esto tenía un efecto desfavorable en el presupuesto públi-
co por la reducción de exportaciones, lo que introducía un problema funda-
mental para la política interna desde el inicio de su gobierno en 1959. Esto
condujo a Venezuela a impulsar la creación de una Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), para tener mayor capacidad de estabilizar
la caída de los precios a partir de controles de producción.22 La OPEP era, sin
duda, un gran contrapeso a un mercado dominado por siete grandes empre-
sas, conocidas como las Siete Hermanas.23 Además, había otra razón adicio-
nal para que Betancourt apostara por la OPEP: Estados Unidos rechazó su
pedido de trato preferencial, un Trato Hemisférico. Esto, unido a la deman-

22 Se funda la OPEP en Bagdad el 14 de Septiembre de 1960. En ese momento estu-


vo conformada por Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait y Venezuela.
23 Estas eran: 1) Standard Oil of New Jersey (Esso), 2) Royal Dutch Shell, 3) Anglo-
Iranian Oil Company (luego conocida como British Petroleum), 4) Standard Oil of New
York (luego conocida como Mobil), 5) Standard Oil of California (Chevron), 6) Gulf Oil
Corporation (luego adquirida por Chevron), y 7) Texaco (que luego se fusionó con Chev -
ron).

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da interna de un pueblo agotado de sufrir políticas represivas e injustas, ha-
cían que el Presidente Betancourt se inclinara por una nueva política petrole-
ra en alianza con los Estados productores, asegurando así una renta petrolera
que era la condición para mantener la estabilidad económica y social, y la go-
bernabilidad comprometida en el Pacto de Punto Fijo.
La tensión distributiva adquiría, desde entonces, una dimensión interna-
cional en la que se puede distinguir, por un lado, la disputa entre Estados pe-
troleros y empresas explotadoras del petróleo, y por otro lado, la presión deri-
vada de la demanda del recurso natural para abastecer energéticamente el ele-
vado patrón de consumo de las economías desarrolladas. Venezuela era sin
duda –y sigue siendo– centro de gravitación de esta gran disputa geoeconó-
mica, clave en términos estratégicos. Un dato refleja con claridad la impor-
tancia del país caribeño en este mundo capitalista: entre 1917 y 1960, se
exportaron más de 18.000 millones de barriles de petróleo, cantidad que
representó el 53% del total de recursos petroleros certificados en todo el terri-
torio venezolano.

1.3. Primeras huellas en el pensamiento económico de Hugo Chávez

Decía uno de los primeros grandes economistas que influyó a Chávez, John
Kenneth Galbraith, que “las ideas económicas siempre son producto de su
época y lugar; nunca pueden verse al margen de la realidad que interpretan”
(1991: 11). Para entender el pensamiento económico de Chávez resulta fun-
damental conocer con profundidad quién fue de niño, dónde nació, bajo qué
circunstancias creció, cómo fue su entorno familiar en lo económico, políti-
co y social; y cómo interactuó y se relacionó con el contexto histórico que vi-
vió en sus primeros años, antes de llegar a ser el Chávez Revolucionario, el
Chávez Político.
Hugo Rafael Chávez Frías nació en un pequeño pueblo, Sabaneta, en el
estado llanero de Barinas, durante la era de la Alianza del Progreso para Amé-
rica Latina, en la edad de oro del capitalismo mundial. Sin embargo, nació en
una casa de paja que nada tenía que ver con esta “década de oro”. Por casua-
lidad –o no– el apellido Chávez proviene del vasco etxabe, que quiere decir
“casa de abajo”. Precisamente Chávez nació en una casita de abajo, de los de
abajo, de las mayorías que no eran parte del Progreso ni del Desarrollo pre-
gonado por el Norte para atraer al capitalismo a los países del Sur.
El pequeño Hugo creció ajeno a la década dorada del capitalismo caracte-

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rizada por una elevada tasa de ganancia para el capital privado y por la con-
centración de la riqueza sin parangón en los últimos siglos. La familia Chá-
vez, sin embargo, no pertenecía a ninguna clase privilegiada, ni a aquella elite
local extranjerizada, ni al poder económico central del capitalismo, ni a la
clase trabajadora de los países centrales El establishment dominante aludía al
término de década dorada porque la tasa de crecimiento de los países centra-
les capitalistas, fundamentalmente Estados Unidos, había crecido a un ritmo
lo suficientemente elevado como para aumentar, en términos absolutos, tanto
la gran porción de ganancias de los capitalistas, como la mínima porción de
la clase trabajadora, sin que el valor relativo de participación del sector capi-
talista se viera afectado, sino todo lo contrario. Se trataba evidentemente de
un pacto desigual entre clase capitalista y clase trabajadora, que sin embargo
proporcionaba la estabilidad social y política adecuada para la reproducción
del sistema dominante. Así, el capitalismo volvía a reorganizar el mundo, per-
mitiendo que unos estuvieran muy satisfechos, y otros no demasiado insatis-
fechos para querer cambiar el orden económico imperante. Pero este Pacto de
Bienestar era cuestión exclusiva de los países centrales como mecanismo para
gestionar las relaciones sociales de producción, asegurando su reproducción.
La periferia latinoamericana era necesaria en tanto se incorporara para garan-
tizar la provisión de recursos naturales, y en tanto se incorporara paulatina-
mente a las pautas de consumo del Norte para asegurar una gran demanda
mundial. Así, de esta forma, es como ha de ser insertada la periferia latinoa-
mericana al centro capitalista, en modo subordinado y dócil socialmente,
siendo para ello necesario un Pacto de Bienestar en Miniatura que distribuya
lo mínimo para que no hubiera ningún tipo de revuelta social ni protesta.
Con ello, era prioridad garantizar que el topo siguiera bajo tierra, sin motivos
materiales para exigir un cambio de las reglas del juego.
En el caso venezolano, esto era aún más sencillo por la elevada renta petro-
lera internacional que se podría captar para asegurar una redistribución inter-
na de mínimos. En ese ambiente, nació Hugo Chávez, en un lugar lejano del
círculo por el que transitaba la tasa de ganancia del capital, pero paradójica-
mente con suficiente capacidad de fijar las condiciones de trabajo de sus
padres, en qué circunstancias podía acudir a la escuela, o si podría o no llegar
a la universidad.
Hugo Chávez fue un niño pobre pero no pasó hambre. Vivió sus prime-
ros años en una casa de paredes de bahareque y techo de palma, con suelo de
tierra. Fue a la escuela, aunque el primer día no lo dejaron entrar porque lle-
vaba unas alpargatas que no eran admitidas en la escuela pública del pueblo.

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Su papá fue vendedor ambulante de carne, e iba por los pueblos con un burro
que cargaba su mercancía; luego consiguió trabajo como maestro de un case-
río llamado San Hipólito, alejado de donde residía la familia. Por eso fue
sobre todo la abuela, Rosa Inés, quien crio y educó al pequeño Hugo, mien-
tras se ganaba la vida vendiendo frutas a una heladería de migrantes italianos.
También preparaba dulces en forma de arañas que el propio niño vendía en
las calles y en su escuela.24 Estudió sus primeros años al mismo tiempo que
trabajaba con la abuela en esa “microempresa”.25 También se dedicó por un
tiempo a hacer y vender cometas –o papagayos como se llaman en Venezue-
la–. En fin, era todo un pequeño hombre de negocios, como confesaría más
tarde: “tuve un pasado capitalista del que a veces me avergüenzo (con risas)”.
Sabaneta era un pueblo pequeño, en el que la mayoría eran pequeños agri-
cultores, dedicados también a la economía forestal y vinculados a grandes
aserraderos que solían ser propiedad de migrantes italianos. Había muchos in-
migrantes debido a que el dictador Pérez Jiménez favoreció la venida de espa-
ñoles –particularmente canarios–, italianos y portugueses, que llegaban en ma-
sa después de la Segunda Guerra Mundial. Sabaneta era también un punto
estratégico de paso hacia Colombia, y tenía una importante actividad comer-
cial que atrajo a buena parte de la migración árabe. Como el mismo Chávez
dijo más tarde, Sabaneta es un pueblo pequeño pero muy cosmopolita.
Solo hay dos acontecimientos que pueden relacionar la infancia de Chávez
con la gran política económica de Estados Unidos para América Latina –la
Alianza para el Progreso–. El primero es un recuerdo que el pequeño Hugo,
de 6 o 7 años, tiene de dos niños estadounidenses, John y David, que llega-
ron a su pueblo para repartir comidas, alimentos, avena de marca Quaker.26
Llevaban guantes de béisbol y enseñaban inglés en la escuela. Estos niños eran
miembro de los Peace Corps (Cuerpos de Paz), creados por el Presidente Ken-
nedy para difundir la defensa de la paz y de la amistad por el mundo, como
parte de la Alianza para el Progreso. De hecho, el propio Kennedy visitó por
primera vez Venezuela en diciembre de 1961. En aquella ocasión, su mujer,

24 De ahí vienen sus cuentos del Arañero; y su recuerdo de cómo atraía a los clientes:
“arañas calientes, pa’ las viejas que no tienen dientes”.
25 Ese fue el término que el Chávez adulto dijera en broma sobre esa situación en com-
paración con lo trabajado por algunos teóricos del desarrollismo capitalista (Ramonet,
2013: 139).
26 Quaker Oats Company es una corporación estadounidense de alimentos con sede en
Illinois, Chicago, que data de 1901.

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Jacqueline, hizo entrega en Maracay de títulos de propiedad a campesinos en
el marco del acuerdo con Betancourt para la reforma agraria. No hubo mejo-
ra en materia de inversiones, ni maquinaria ni tecnología para que los cam-
pesinos incrementaran el rendimiento de las tierras. Después de pocos años,
la reforma agraria acabó de hecho facilitando una mayor concentración de la
tierra. Los latifundistas compraron a precio bajísimo las tierras a aquellos
campesinos empobrecidos que no sabían qué hacer con ellas, ni tenían incen-
tivos para la producción en un momento en que el petróleo se volvía omni-
presente en el imaginario económico de la sociedad venezolana. Como refle-
xionó Chávez años después, la “Venezuela petrolera” no tenía ningún interés
en producir alimentos.
El segundo hecho que liga la infancia de Chávez con la Alianza para el Pro-
greso es la campaña alfabetizadora que llegó a Venezuela como parte de este
acuerdo. Hugo Chávez participó como alfabetizador de dos campesinos usan-
do un libro que se llamaba Abajo cadenas, aludiendo al inicio de una estrofa
del himno venezolano. Ese manual proponía el método más pasivo posible de
aprender, copiando y repitiendo –todo lo contrario de lo propuesto en una
pedagogía transformadora como, por ejemplo, la de Paulo Freire–. Se elimi-
naba así toda posibilidad de que el proceso educativo fuera percibido como
una política de emancipación. En su época madura, Chávez también fue muy
crítico con esa manera que tenía la Alianza para el Progreso de “alfabetizar”
–políticamente– a los campesinos en Venezuela.
Estos fueron los dos únicos contactos que tuvo Chávez con la Alianza para
el Progreso. Por lo demás, seguía estudiando como un niño pobre en una es-
cuela cualquiera de un pueblo cualquiera, mientras los años sesenta se iban
convirtiendo en la década de oro para el capitalismo. Durante ese período, se -
guía gobernando Rómulo Betancourt en Venezuela, y el interés por el país era
cada vez mayor en el resto del mundo. Una muestra de ello fue cuando en
1964 el general De Gaulle visitó Caracas como Presidente de Francia, con el
claro objetivo de contrarrestar la presencia de Estados Unidos en América
Latina. Chávez solo tenía 10 años cuando De Gaulle dio un discurso en el
Congreso Nacional denunciando todas las hegemonías, en clara alusión al pa -
pel de Estados Unidos en la región, instando a construir Estados a partir de
verdaderas independencias nacionales. Procuraba así presentar una vía distin-
ta de relación con los países de América Latina, en un momento de máxima
importancia geopolítica en que se disputaba buena parte del tablero econó-
mico mundial con muchos recursos naturales en juego.
En el año 1966, con 12 años, Hugo Chávez cambió el pueblo por la pe -

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queña ciudad al trasladarse a Barinas, capital del estado, para continuar estu-
diando tras haber terminado la primaria. Cursó sus estudios secundarios en el
Liceo O`Leary, una escuela pública de bajos recursos. En esos años, el Chávez
adolescente quería ser pintor y en segundo lugar anhelaba ser beisbolista; en
todo caso, permanecía alejado de la política aunque ésta determinara su vida,
como la de todos los chicos venezolanos. Hubo entonces dos sobresaltos polí-
ticos de importancia: uno, el asesinato del Che Guevara en Bolivia, bajo la
dictadura de Barrientos, el 9 de octubre de 1967. Y otro, el asesinato de Mar-
tin Luther King en Memphis, un año después. De lo primero, Chávez guardó
recuerdo, porque el asesinato del Che fue un notorio aviso al campo socialista,
concretamente al cubano, de que no se podrían propagar las ideas socialistas
por el resto de América Latina. El testimonio de ese momento queda en un
dibujo que hizo de la cara del Che para unos amigos en Barinas, reflejando un
golpe emocional por la pérdida de un gran líder político regional y mundial.
En cambio, Chávez no recuerda el asesinato de Martin Luther King porque,
según él mismo, los medios de comunicación de entonces en Venezuela no le
dedicaron mucho espacio al atentado sobre este gran hombre que defendía a
los negros en un país que seguía practicando políticas sociales y económicas de
discriminación sobre ellos. No obstante, luego también reconocería en Martin
Luther King a un héroe americano, a un revolucionario inspirador.
Mientras en Barinas el adolescente Chávez continuaba sus estudios secun-
darios, en el mundo seguían sucediendo acontecimientos que parecían leja-
nos, en lo inmediato, para su formación. Ni el mayo francés de 1968 ni la
guerra de Estados Unidos en Vietnam son parte de sus recuerdos de esta épo-
ca.27 Más bien el adolescente Chávez estaba en ese momento más atento a sus
estudios y a su afición al béisbol. Tanta fue su pasión por este deporte, que
estableció su única fugaz relación con el mundo petrolero cuando pidió a la
compañía privada Mobil que “patrocinara” con unas camisetas a su equipo
amateur.

27Las rebeliones de mayo en Francia iniciaron con la protesta de un grupo de estu-


diantes universitarios que acaba contagiando a muchos obreros, y desemboca en la mayor
huelga general de la historia francesa, que forzó a elecciones anticipadas. Un año antes,
comenzaron los primeros síntomas de agotamiento de los años de oro del capitalismo, con
despidos y reducción de salarios para compensar rápidamente la caída de la tasa de ganan-
cia. Por otra parte, la guerra de Vietnam comenzó en 1959 y duró hasta 1975, emprendi-
da por Estados Unidos con el único objetivo de impedir la reunificación de ese país bajo un
gobierno comunista en plena Guerra Fría, con el resultado desastroso de cientos de miles
de muertos.

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Será precisamente el béisbol la vía de entrada del adolescente Chávez a
la Academia Militar en Caracas. En el año 1970, ya con dieciséis años,
conoció a José Rafael Angarita, quien le cuenta que se incorporaría a la Aca-
demia Militar de Caracas después de haber asistido a una conferencia de re-
clutamiento en Barinas. Precisamente fue en 1970 cuando la Escuela Mili-
tar se transformó en Academia Militar gracias al Plan Andrés Bello, que
incluía un período de formación universitaria previo a ser militar. El adoles-
cente Hugo Chávez deseaba ir a Caracas, atraído por ser esta ciudad el cen-
tro del béisbol venezolano; y también porque ahí tendría la oportunidad
para continuar sus estudios universitarios; todavía sin prestar excesiva aten-
ción a lo que venía sucediéndose en el plano político en el país. Tal como el
mismo Chávez atestiguó más tarde, “a mi edad, ni siquiera había empezado
a sentir con fuerza el llamado de la historia […]. No hubo nunca profun-
dización ni siquiera en el estudio de las grandes personalidades históricas,
Bolívar, Zamora”. En marzo de 1971, el adolescente Chávez se inclinó por
inscribirse en la Academia Militar, y apenas cumplidos los diecisiete años
comenzó una carrera que marcaría para siempre su pensamiento político y,
por tanto, económico.
Esta etapa, desde su niñez hasta el inicio de su juventud en la Academia
Militar, contiene una serie de influencias, aparentemente no ordenadas ni es-
tructuradas. Sin embargo, todo lo vivido cotidianamente en Sabaneta, y luego
en Barinas, será parte del Chávez más adulto. Chávez había nacido como pue-
blo, y esto siempre sería de gran ayuda para su futuro político. Como diría
Gramsci: “no hay que ir al pueblo, hay que ser el pueblo”. Y Chávez nació y
creció como pueblo.
Los primeros años de Chávez fueron claves en su manera de razonar, expli-
car y pensar los hechos; de adquirir, como diría Marx, conciencia de clase, que
a la postre será determinante para su acción política. Esto explica que Chávez
haya desarrollado a la larga un pensamiento económico original y sólido, ali-
mentado por las experiencias de la vida cotidiana así como por nuevas
influencias procedente de los textos leídos y discutidos en la Academia Mili-
tar y fuera de ella. Estas influencias de juventud fueron interpretadas en sinto -
nía con las primeras de la infancia: la dialéctica de las unas con las otras
permitieron que Chávez desarrollara una matriz propia de pensamiento eco-
nómico difícil de encajar en paradigmas predefinidos. Esto nos obliga a estu-
diarlo como creador de un pensamiento económico propio, con un sincretis-
mo tan amplio, diverso y complejo que constituye un paradigma particular.
Chávez entró en la Academia Militar en el mismo año en que Nixon,

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como Presidente de Estados Unidos,28 decidió desligar el dólar del patrón oro.
Se terminó así la convertibilidad dólar-oro, facilitando aún más la hegemonía
de la moneda estadounidense, ya sin necesidad de respaldo, y con un único
proveedor. Este hecho fue un revés para los bancos centrales extranjeros, que
en adelante no pudieron convertir dólares en oro de forma automática. En
cambio, no era una medida con impacto interno en Estados Unidos porque
sus ciudadanos no estaban autorizados a tener oro desde 1933. Esto marcó un
antes y un después en la historia económica mundial: el envoltorio moneta-
rio pasaba a ser la “mercancía” y la mercancía “dejaba de tener valor” porque
un gobierno así lo decretaba. La excusa principal para esta decisión unilateral
fue la desmonetización del oro. Esto es, se suponía que era necesario dejar que
el oro tuviera valor propio y no como moneda de cambio.29 Sin embargo, esta
versión oficial de la historia, contada desde la teoría económica dominante,
esconde muchas razones políticas que explican realmente por qué se produjo
este cambio en la política económica mundial. En realidad el gobierno esta-
dounidense eludía con esta maniobra la responsabilidad de disponer de oro
suficiente para respaldar los dólares emitidos en las últimas décadas. El dólar
se constituyó así en un patrón de dominación mundial sin requerimientos ni
respaldo material exigido. Este resultado no se consiguió de un minuto a otro,
sino que se requirió tiempo para que la fe en el oro se trasladara a la fe en un
papel sin valor en sí mismo. De hecho, Nixon reivindicó la hegemonía de
Estados Unidos para que varios países firmaran el Smithsonian Agreement,
según el cual se comprometían a mantener un cambio fijo con el dólar.30 Se
generaba así una “serpiente monetaria” que permitía que todas las monedas
estuvieran en relación directa con el dólar en oscilaciones de bandas estrechas.
Gracias a esto, algunas monedas se convirtieron en polos de atracción para
otras. Sin embargo, en 1973 algunos países rompieron este acuerdo, y sus
bancos centrales dejaron de adquirir reservas en dólares, abandonando el tipo
de cambio fijo.
Esta es solamente una de las circunstancias que ayudan a entender riguro-
samente lo que sucedió durante las sucesivas crisis económicas en la década de

28 Ganó en las elecciones primarias del Partido Republicano a Reagan con una pro-
puesta más conservadora. Fue elegido Presidente en 1968.
29 Detrás de esta teoría está el economista neoliberal Milton Friedman, quien ya dijo
en 1960 que “el oro actualmente es más una mercancía cuyo precio está legalmente garan-
tizado que la base de nuestro sistema monetario” (Friedman y Schwartz, 1963).
30 Incluso firmaron países con importantes monedas propias, como Alemania y Suiza.

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los setenta en el campo capitalista. Nuevamente el modelo capitalista revela-
ba su falla orgánica, que derivó en una crisis sistémica cristalizada en múlti-
ples aristas económicas. Hay mucho que explicar para entender con precisión
qué sucedió en esos años para que el capitalismo agotara una etapa y transi-
tara a la siguiente con un nuevo modelo organizacional (neoliberal), que dejó
atrás el keynesianismo imperante en los años previos.
La guerra de Vietnam, junto a otros gastos de guerra –muchos armamen-
tísticos– había supuesto para Estados Unidos un alto costo para las arcas pú-
blicas. A ello hay que sumar el –cada vez más– elevado desequilibrio en la ba-
lanza comercial. La situación macroeconómica en Estados Unidos presentaba
un galopante déficit gemelo –déficit comercial y déficit presupuestario–, que
instó a replantear cómo instrumentalizar mejor –para sus intereses– la hege-
monía militar y económica que tenía en el mundo. Pero esta situación inter-
na venía acompañada de dos cuestiones complejas que permiten pensar real-
mente los múltiples factores que confluyeron en este momento histórico. Las
crisis de 1973, o la de 1979, ¿fueron exclusivamente crisis petroleras como
muchos economistas no se han cansado de repetir? No. Pero no hay duda de
que este recurso natural, por su papel protagónico, también tuvo mucha
repercusión en la economía mundial en esa década. En 1973 la oferta del pe-
tróleo se vio gravemente reducida debido, en un primer momento, a la gue-
rra de Yom Kipur de Israel contra dos países petroleros, Egipto y Siria. Esto
elevó el precio del petróleo en tiempo récord, lo que benefició significativa-
mente a aquellos países no afectados por esta guerra. En los tres meses finales
del año el precio del petróleo se cuadruplicó, y Venezuela resultó beneficiada.
La demanda de este recurso natural seguía siendo muy alta en los países más
industrializados. Por ejemplo, en 1974 Estados Unidos, con apenas el 6% de
la población mundial, llegó a consumir el 33% de la energía generada en el
mundo. Frente a la subida de precios del petróleo, esta dependencia esta -
dounidense de la importación petrolera generó aún mayor desequilibrio co -
mercial, y además un encarecimiento de los productos que dependen de este
recurso natural. Esta combinación, unida a las causas previamente citadas,
condujo a que Estados Unidos entrara en un período de estanflación, es decir,
estancamiento económico e inflación.
La nueva preocupación en el sistema capitalista por el petróleo se refleja
fehacientemente en la teoría económica dominante, la neoclásica, que desde
estos años en adelante modifica el tratamiento analítico de los recursos natu-
rales en sus modelos de crecimiento económico. Hasta el momento, la teoría
neoclásica –como mencionamos en apartados anteriores– había decidido que

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el desarrollo no era más que el crecimiento económico, sin importar el repar-
to de los beneficios, y procurando desviar la atención de cómo se concentra-
ban las ganancias en pocas manos. Hasta este momento el modelo matemáti-
co más utilizado de crecimiento económico era el realizado por Solow (1957,
1974). Este modelo no contabiliza de ninguna manera los recursos naturales
como factor productivo necesario para el crecimiento económico. Esto es así
porque confía en la paradoja tecno-optimista de Jevons: no es necesario tener
en cuenta ningún recurso natural para producir bienes y servicios.31
Frente a esto, emergía un nuevo paradigma crítico, aún en construcción:
la economía ecológica.32 Uno sus máximos exponentes, Georgescu-Roegen,
sostiene que “mantener que el mundo puede, de hecho, pasar sin recursos na-
turales, es ignorar la diferencia entre el mundo y el jardín del Edén” (1975).
Esta polémica continuó hasta que la teoría económica neoclásica dominante
tuvo que plegarse a incorporar los recursos naturales en la función de pro-
ducción, aunque lo hiciera bajo condiciones incongruentes.33 Una muestra
clara de este repliegue de la teoría conservadora es el informe encargado por
el Club de Roma en 1972, Los límites al crecimiento, más conocido como In-
forme Meadows, que cuestiona el uso de los recursos naturales en la forma
que se venía haciendo; aunque sin decir nada en contra del sistema capitalis-
ta que lo generaba. De alguna manera, se podría afirmar que desde este mo-
mento comienza a gestarse el concepto de “desarrollo sostenible” en el marco
del sistema capitalista mundial, que tendrá posteriormente una gran influen-
cia en todos los países y en sus políticas económicas. Una vez más, el capita-
lismo reconocía errores pero sin cuestionar las estructuras que los causaban.

31 Solow había escrito: “Si resulta muy sencillo sustituir otros factores por recursos
naturales, entonces en principio no hay problema. El mundo puede, de hecho, pasar sin
recursos naturales” (1974: 11).
32 Esta corriente teórica supera el marco neoclásico, y abandona también la visión
antropocéntrica, mecanicista, crematística y parcelaria de la economía convencional. Este
nuevo paradigma teórico comienza a consolidarse entre los años setenta y ochenta del siglo
XX. Los fundamentos de la economía ecológica están gobernados por las leyes de la termo-
dinámica, permitiendo un análisis cointegrador (Naredo, 2001), holístico, transdisciplina-
rio, abierto y coevolutivo en la relación entre la economía, la sociedad y el medio ambiente
(Norgaard, 1984), sin descuidar el marco de la economía institucional y el estudio del poder
relacional y estructural (Strange, 1988).
33 Esta incorporación se hizo mediante el modelo de Solow-Stiglitz (referenciando por
Daly, 1997). Sin embargo, Georgescu-Roegen (1979) crítica el supuesto de la existencia de
sustitución perfecta entre el factor capital y el factor de los recursos naturales.

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Por otro lado, también se debe tomar en cuenta el comportamiento de la
tasa de ganancia del capital a fines de los sesenta para esclarecer las raíces de
la crisis del sistema capitalista. Este comportamiento se puede explicar a par-
tir de las contradicciones sistémicas: desde un enfoque endógeno, entre la
producción y la acumulación capitalista (Mandel, 1979, 1986, y Brenner,
1998); y desde un enfoque exógeno, entre consumo y producción capitalis-
ta. Ambos enfoques no son excluyentes, sino que se interrelacionan. De he-
cho, cabría añadir algunas contradicciones más: la existente entre la produc-
ción y las finanzas –aunque no fuera característica de esta época, sino más
bien de la situación al final del siglo XX y a inicios del siglo XXI–, y entre
fuerzas productivas y fronteras nacionales. Sea por una o por la suma de
todas esas contradicciones, la caída tendencial de la tasa de ganancia frena la
acumulación del capital que venía caracterizando la edad de oro del capitalis-
mo, del progreso y del desarrollo (desigual). Como diría Arrighi, “la tenden-
cia a la crisis está indisolublemente unida a la existencia misma del capitalis-
mo” (1976).
El desequilibrio en la concentración de la riqueza había sido sostenible
gracias a la redistribución parcial del excedente económico para las mayorías,
aunque insuficiente para mantener un patrón de consumo creciente y soste-
nido en el tiempo, que asegurara la demanda necesaria para que las ventas se
mantuvieran a buen precio, y por ende asegurando una tasa de ganancia ele-
vada. Se volvía a demostrar la incapacidad del capitalismo para mantener un
pacto entre una acumulación capitalista basada en el incremento elevado de
la tasa de ganancia y los beneficios sociales y económicos para una mayoría
ciudadana. Al analizar los datos, esto se constata en el estancamiento de la
masa de ganancia hacia fines de los sesenta y principios de los setenta.
A partir de ahí, el círculo se vuelve vicioso porque se impone la visión más
conservadora que procura explicar la crisis como consecuencia de los altos
salarios de los trabajadores, que supuestamente ocasionan inflación debido a
la mayor demanda por el alto poder adquisitivo. Según esta tesis, el principal
ajuste para corregir la caída de la tasa de ganancia habría que realizarlo sobre
la fuerza de trabajo, reduciendo costos de producción, sea por la vía de empo-
brecimiento salarial de una clase trabajadora o por el despido. Aunque ello
conllevara indiscutiblemente a que el consumo se redujera por un efecto
negativo de la renta disponible. A menos salario, menos consumo, y por tan-
to, a la larga, menos ventas que permitieran amortiguar la caída de los bene -
ficios empresariales.
Este círculo vicioso se explica justamente por la incapacidad del capitalis-

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mo para resolver las contradicciones entre producción, consumo y patrón de
acumulación concentrador de la riqueza. Así, para la mayoría de la población
siempre queda destinado el porcentaje menor del pastel, que solo permite
mantener el sistema –por la vía del consumo– durante unos años. El declive
de la época dorada del capitalismo comenzó con la disolución de ciertas pre-
misas básicas para la reproducción del sistema. Se terminó el crecimiento
sostenido: mientras el PIB de los dieciséis países más ricos del mundo aumen-
tó a una tasa media del 4,9% anual en términos reales durante el período
1950-1973, esta cifra se redujo drásticamente en el período posterior. Lo
mismo pasó con la tasa de productividad: que había pasado del 1,9% como
promedio anual del período 1913-1950 al 4,5% a partir de los cincuenta,
hasta un 3-7% anual en los sesenta.
Entonces se comenzaron a cuestionar las famosas teorías del “capital
humano” propuesta por Schultz (1959) y Becker (1964), que en plena Gue-
rra Fría pretendían aliviar la presión ideológica sobre el capitalismo (Arenas
Posadas, 2003). Las protestas de los trabajadores frente a despidos y reduc-
ciones salariales aumentaban en número e intensidad en los países centrales,
y esto hacía que el desequilibrio estable entre trabajadores y capitalistas co-
menzara a romperse, sin que ninguna teoría del capital humano fuera capaz
de evitarlo. A partir de 1973, el sector industrial, que había crecido mucho en
años anteriores, comenzaba poco a poco a contraerse.
Pero este escenario de crisis mundial del sistema capitalista tenía un im-
pacto diferente sobre los diversos países periféricos (en América Latina). En el
caso venezolano, todo dependía de su inserción petrolera en el mundo
capitalista. Debido al creciente desbalance entre oferta y demanda de petró-
leo, el precio del petróleo acabó multiplicándose. Para el petróleo venezolano,
el precio por barril que en 1970 era de 1,76 dólares, en 1973 llegó a 3,56 dó-
lares, y en 1974 alcanzó 10,31 dólares. Los ingresos se multiplicaron por más
de seis en ese corto lapso: si dichos ingresos eran de 1,4 mil millones de dóla-
res en 1970 (equivalentes al 10% del PIB) en 1974 ascendieron a 9 mil millo-
nes de dólares (40% del PIB; ver Montero, 2006).
Durante estos años, la democracia venezolana continuó anclada en el
Pacto de Punto Fijo, que defendía un modelo económico no democratizador,
ni respecto a las fuentes de ingreso y distribución de la renta petrolera, ni tam-
poco en cuanto al poder económico privado emergente. Por un lado, el mo -
nopolio que ejercía el sector petrolero sobre el resto de la economía era un
hecho muy notorio, impidiendo cualquier intento de reorientar la economía
al sector productivo real no petrolero. No había incentivos para producir bie-

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nes alimenticios ni manufacturas, ni otros bienes con valor agregado, porque
la economía de estrecha base petrolera bastaba para tener una renta cómoda
internacional que afluía a Venezuela casi sin mayor esfuerzo. El sector pro-
ductivo era desplazado por la renta petrolera que generaba un cómodo creci-
miento económico. Por esas fechas, la teoría dominante interpretaba el caso
venezolano como el de un país “en vías de desarrollo”.
Por otro lado, tampoco existía una distribución justa y equitativa de los
recursos públicos recaudados gracias a la política económica petrolera. El
modelo venezolano de entonces no tenía soberanía integral sobre este recurso
natural, sino que aplicaba solo una política de mayor capacidad recaudatoria:
a cambio de permitir el control estratégico a las grandes transnacionales
mediante concesiones privilegiadas, cobraba un peaje tributario. Esta política
económica petrolera era descaradamente regresiva, con una redistribución
injusta, de repartir mucho para una minoría transnacional y el resto, mucho
menor, para las mayorías venezolanas. No obstante, esta distribución de míni-
mos era considerada como un gran avance cualitativo y cuantitativo con res-
pecto a los años anteriores. Era tanto el ingreso que entraba en la economía
venezolana que el ínfimo derrame que alcanzaba a la población parecía un ali-
vio, a pesar de no existir ningún proceso real de democratización de la eco-
nomía.
Es innegable que la renta petrolera indujo nuevos patrones de consumo
–lejos aún del consumo de los países industrializados–. Comenzó a observar-
se un aumento del consumo privado de las familias, pero esto no fue una
variable democratizada, sino que se concentró de manera significativa en una
clase social muy reducida, y dejando un mínimo (insuficiente) para la mayo-
ría social. Este aumento de consumo solo podría ser satisfecho, por un lado,
por un emergente y creciente sector importador privado; y por otro lado, por
un reducidísimo sector productivo enfocado en algunos bienes de escaso valor
agregado –que más que producir, lo que hacía realmente era “ensamblar” el
producto final para que pareciera venezolano, aunque importara la mayoría
de insumos intermedios del extranjero–.
La dependencia importadora fue otro rasgo característico y distintivo de
muchas economías periféricas, especialmente de aquellas que tenían un nivel
de ingreso importante por la exportación de materias primas sin valor agrega-
do. Venezuela y otros países de América Latina (Argentina, Brasil y México)
tenían esas propiedades: rentismo exportador, creciente consumo concentra-
do y dependencia importadora cada vez mayor. En este escenario, la corriente
ideológica contrahegemónica más notable que apareció en América Latina

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luego de la Segunda Guerra Mundial es la teoría de la dependencia.34 Esta teo-
ría defiende una tesis sencilla, pero que parecía revolucionaria por cuestionar
la teoría ortodoxa del desarrollo de Rostow. La tesis consistía en afirmar la
estrecha dependencia entre las economías centrales y periféricas, esto es, entre
el crecimiento económico de Estados Unidos, Europa y América Latina. El
subdesarrollo de América Latina está encadenado al desarrollo de los países
centrales del sistema capitalista. Por ello, los países subdesarrollados no pue-
den alcanzar el desarrollo de manera aislada, sin cambiar el patrón de la eco-
nomía dependiente del resto de países centrales que han construido una hege-
monía mundial de dominación en las relaciones económicas internacionales.
El régimen de acumulación global ordena los roles para los diferentes paí-
ses: aquellos que son centro de gravitación del capitalismo, y otros que se ubi-
can en la periferia, más bien como territorios disponibles para los centros de
poder, tanto en provisión de materia prima sin valor agregado como para con-
sumir los productos del centro. La teoría de la dependencia utiliza esta duali-
dad centro-periferia para explicar la economía mundial. La dependencia es el
rasgo distintivo de los países capitalistas subdesarrollados, y tiene su origen en
el carácter de las relaciones económicas internacionales, convirtiéndose en un
freno para el desarrollo.35 La periferia y el centro realizan tareas distintas y
complementarias en función de la reproducción del sistema mundial capita-
lista. La periferia se ocupa de la primera fase de producción y exportación de
materias primas mientras que el centro se encarga de la segunda fase de trans-
formación y exportación de bienes manufacturados con valores añadidos.
Con lo cual, la periferia exporta sus materias a bajo costo, recibiendo a cam-
bio escasos beneficios, mientras que el centro exporta materias a alto costo, lo
que le reporta enormes beneficios; proceso que Baran denomina la economía
política del atraso (1957). Este tipo de relación condena a un desarrollo desi-
gual (Amin, 1973), que se concreta en muchos indicadores económicos y
sociales, dando lugar a una pobreza sistémica debida a un reparto desigual
(Escobar, 1998).
En el seno de la teoría de la dependencia se puede observar dos corrientes,
que parten del principio común antes explicado pero que se diferencian en un

34 Con referentes como Prebisch (1949), Furtado (1964), Dos Santos (1970), Sunkel
y Paz (1970), Cardoso (1973), Faletto (1976).
35 A partir del trabajo de Baran (1959) se desarrollarán tres vertientes de teoría de la
dependencia: 1) el desarrollo del subdesarrollo, 2) los dependentistas de la CEPAL y 3) el
desarrollo dependiente.

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punto central: qué hacer para superar la dependencia. Por una parte, la teoría
neomarxista de la dependencia –encabezada por Paul Baran (1959), Gunder
Frank (1967) y Samir Amin (1973)– defendió la salida del capitalismo como
única vía para evitar esta eterna dependencia. Por otra parte, la teoría estruc-
turalista de la dependencia, afincada en la Comisión Económica para Améri-
ca Latina y el Caribe (CEPAL), organización dependiente de Naciones Uni-
das, postuló un capitalismo nacional para reducir el grado de dependencia, y
así transitar hacia una mayor independencia económica.36
En relación a la primera corriente, cabe particularmente destacar a Wa-
llerstein (2005), quien sostiene que el sistema-mundo contemporáneo es una
economía-mundo capitalista, cuyo desarrollo ha de ser estudiado a partir de
esta categoría analítica. El desarrollo no es cuestión de países, sino del sistema
de la economía-mundo-capitalista, que establece una división internacional
del trabajo entre procesos centrales y periféricos. En este escenario los inter-
cambios se caracterizan por su desigualdad, con la consecuencia de beneficiar
a los países involucrados en los procesos centrales. La característica esencial de
esta economía-mundo capitalista sería “la producción de mercancías destina-
das a la venta en un mercado con el objetivo de obtener máximo beneficio;
en tal sistema la producción se amplía constantemente mientras se pueda
obtener un beneficio, y los individuos inventan constantemente nuevas for-
mas de producir cosas que amplíen el margen de beneficio”. Esto conduce a
una lógica de intercambios entre puntos del sistema-mundo, dentro del cual
“solo uno de ellos obtiene el máximo beneficio, ya que el intercambio de plus-
valor dentro de un sistema es un juego de suma cero” (Wallerstein, 2005: 97),
pues los beneficios de una parte del intercambio equivaldrán a las pérdidas del
otro extremo. Es decir, la economía-mundo capitalista se caracteriza por el
intercambio desigual al someter áreas periféricas a los países centrales, para así
expropiar el plusvalor producido por los trabajadores, y también apropiarse
del excedente de toda la economía-mundo (Wallerstein, 2005). Pero para
Wallerstein, el sistema-mundo capitalista también tiene contradicciones: la
búsqueda del incremento de los beneficios a corto plazo requiere que se dis-
minuya la cantidad de excedente que consume la mayoría de los miembros
del sistema y se aumente el de la minoría. Sin embargo, en el largo plazo para
que el excedente siga creciendo es necesario un consumo de masas, en que la

36 Sin embargo, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile produjo un


quiebre en el pensamiento de la CEPAL.

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mayoría sea parte de la distribución del excedente producido, cosa que no
ocurre en la mayoría de los casos.
Por otro lado, el enfoque estructuralista cepalino fue el de mayor influen-
cia en la región latinoamericana. Sin duda, tuvo un impacto muy notable en
las nuevas políticas económicas en América Latina, de nacionalismo desarro-
llista, en los años sesenta y setenta. Se constituyó en lugar común de todos los
proyectos políticos en América Latina sustentados en el nacionalismo, la sobe-
ranía y el anti-imperialismo. Muchas nuevas iniciativas políticas en América
Latina brotaron a partir de un discurso de rechazo a la injerencia extranjera,
de recuperación de “lo nacional” en base al imaginario de una verdadera inde-
pendencia, de emancipación absoluta de la dominación exterior. Se trataba de
proyectos encaminados a des-extranjerizar las economías, y a nacionalizarlas
en la medida de lo posible –por la vía privada o mediante el sector público–.
Con este objetivo, las teorías cepalinas de la dependencia en América Latina
abogan por una nueva política económica basada en la Industrialización por
Sustitución de Importaciones (ISI). Esta propuesta cobra fuerza a partir de los
años cincuenta, cuando aumenta la relación de dependencia periferia-centro.
Este ideario tenía una gran influencia del pensamiento keynesiano porque no
cuestiona el modelo capitalista y valora, en cambio, al Estado como motor de
un proceso de industrialización que disminuye la relación de dependencia.
Fueron muchos los proyectos con impronta nacionalista que comenzaron a
emerger en América Latina; muchos no cuestionaban el modelo capitalistas,
pero otros sí.
Entre las iniciativas más innovadoras, junto con la revolución castrista en
Cuba, se encuentran los proyectos de Salvador Allende en 1970 en Chile, que
con sus ideas socialistas emprendió una transformación económica nacional,
con ambiciosas políticas de bienestar social y de recuperación de muchos sec-
tores estratégicos.37 El triunfo de la Unidad Popular de Allende trajo consigo
políticas a favor de la independencia mediante el modelo ISI en que el Esta-
do asumía un papel principal. En poco tiempo, se vieron resultados promete-
dores, interrumpidos por el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973. Pe-
ro no solo el modelo socialista chileno abogó por una nueva vía, sino que
muchos otros países con gobiernos nacionalistas también se propusieron recu-
perar soberanía con nuevas políticas económicas en busca de independencia.
Casi todos los países en América Latina, en algún momento de este período,

37 Recordemos que Allende ganó las elecciones de 1970 con el lema de aplicar la “vía
chilena al socialismo”.

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intentaron recuperar lo nacional como Leitmotiv de programas políticos. En
todo caso, el recurso de lo nacional para legitimar el modelo ISI podía apos-
tar por el Estado nacional como centro económico del proceso de transfor-
mación estructural, o confiar al sector privado nacional esa función. Ambas
estrategias son absolutamente diferentes entre sí por muchas razones, pero
fundamentalmente porque los actores en la ecuación de economía política
eran radicalmente diferentes en cada caso. Aunque el Estado debía ser el
garante público del interés colectivo en contra de los intereses particulares, en
América Latina muchas veces era heredero de una fuerte tradición corporati-
vista, que entendía lo colectivo como la suma ponderada de algunos intereses
privados. En este caso, Estado corporativo y sectores privados coincidían en
sus grandes objetivos. Eran dos caras de una misma moneda. Pero no siempre
sucedía esto, porque en algunas circunstancias también existieron en Améri-
ca Latina gobiernos representativos de las mayorías, que entendían lo nacio-
nal como un proceso de soberanía, de emancipación y de democratización del
poder económico a favor de toda la población. Por estas circunstancias, his-
tóricamente el Estado fue en América Latina un lugar de disputa, en el que
competían los intereses de las mayorías empobrecidas con los intereses de
minorías enriquecidas. La correlación de fuerzas sociales-políticas-económi-
cas-culturales-electorales, era la clave para dilucidar el futuro de esta disputa
que, a la postre, era determinante para interpretar el sentido de lo nacional.
Cuando, como solía suceder, los poderes privados imponían condiciones a su
favor para ganar electoralmente –o en su defecto, mediante el golpe de Esta-
do– entonces, sea usando el Estado como intermediario o sin necesidad de
ello, el modelo ISI venía a implementarse con un sentido corporativista de lo
nacional. En este caso, común en América Latina en esos años, el modelo ISI
podía ser simplemente interpretado como un cambio de dueños del país,
pasando de una burguesía imperial a otra burguesía nacional, sin que ello pro-
dujese un cambio en el régimen de acumulación. En otras palabras, un mode-
lo ISI podía, en casos de éxito, permitir una mayor independencia del poder
económico de los países centrales a cambio de una mayor dependencia del
poder económico local, que pasaría de ser sujeto económico agroexportador
–de materia prima sin valor agregado– a convertirse en burguesía industrial
productora de valor agregado. Este cambio cualitativo es significativo estruc-
turalmente y también en términos macroeconómicos, porque mejora los tér-
minos de intercambio con el exterior. De esta forma, se pueden exportar con
valor agregado los nuevos productos y, lo que es más importante, se reduce la
dependencia importadora, que es sustituida por producción nacional. Ahora

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bien, este hecho no altera la matriz distributiva haciéndola más justa. Porque
en los casos en que el modelo ISI tenía éxito gracias a un sector privado que
asumía el rol histórico de burguesía nacional productora, la nueva renta endó-
gena se concentraba en pocas manos, repitiendo la lógica sistémica del capi-
talismo en la que unos pocos producen y se quedan con casi toda la plusvalía,
aprovechando estructuras desiguales en las relaciones sociales y económicas de
producción. Es decir, se podía cambiar la matriz productiva por cambios en
los productos obtenidos, y también por cambios en los productores –nacio-
nales en vez de extranjeros–, pero sin democratizar el poder económico que
constituirá la oferta nacional para la nueva demanda interna. Así, la depen-
dencia externa se reducía al mismo tiempo que aumentaba la dependencia
interna; se cambia la restricción externa por la interna.
De cualquier manera, el modelo ISI fracasó en muchos países de América
Latina por ésta y otras razones que condujeron a que, más adelante, se vol-
viera a justificar el bobo aperturismo de las economías periféricas para seguir
importando bienes con valor agregado y exportando materias primas sin valor
agregado. Esto es, se reforzaron los lazos de dependencia en las relaciones
capitalistas entre periferia y países centrales. De hecho, el llamado “fracaso” de
los modelos ISI en América Latina, además de resultar de la falta de cuestio-
namiento –en la mayoría de los casos– de las raíces estructurales del sistema
capitalista, se puede aducir a otros desequilibrios como:
1) La tecnología era capital acumulado originariamente en los países cen-
trales que no había sido jamás compartida, y además estaba sometida a
estrictas reglas de propiedad intelectual privada.
2) El capital financiero también pertenecía monopolísticamente a unas
pocas empresas transnacionales, que solo hacían préstamos a condición
de una deuda eterna, bajo condiciones de máximo control estratégico.
3) La escuela cepalina no puso tanto énfasis en la distribución primaria
del ingreso, esto es, de los medios de producción, ni en una redistribu-
ción de la renta en el proceso de industrialización, que asegurara un con-
sumo democratizado gracias a un mejor salario para las mayorías.
4) Otro aspecto descuidado fue cómo la fuerza de trabajo podía insertar-
se virtuosamente en el modelo ISI: como no era una fuerza laboral con
una cualificación democratizada, esto ocasionó también poca democrati-
zación salarial, medida en función de la productividad laboral.
5) No hubo una política cambiaria acertada que ordenara el tipo de cam-
bio para que se produjera exitosamente el proceso de industrialización.
Puesto que los países periféricos tenían aún una política económica que

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protegía a los agentes económicos agroexportadores, se abogaba más por
tener políticas de devaluación de la moneda para favorecer precisamente
la venta al exterior de estos bienes a precios más competitivos. Pero esto
perjudicaba, y mucho, a las importaciones de insumos intermedios nece-
sarios para el proceso de industrialización.

Estas son algunas de las razones que condujeron al fracaso de los modelos
ISI en buena parte de América Latina, sin que ello quiera decir que no hubie-
ra resultados positivos en algunos países en los que el Estado sí era suficiente-
mente fuerte para planificar y ordenar la economía en dirección al cambio de
matriz de producción. Incluso, en algunos casos hubo una burguesía nacional
dispuesta a cambiar de estatus como agente económico, dejando sus objetivos
agroexportadores para convertirse en una burguesía más industrializada. A
veces, no era necesario dejar lo uno para transitar a lo otro, sino que se
ampliaba el negocio, teniendo así un poder económico privado mucho más
concentrado.
Resulta preciso insistir en que en el modelo ISI la superación del rentismo
exportador era respaldada por la intervención del Estado para compensar
aquel potencial riesgo en caso de pérdidas económicas. Para dar incentivos al
tránsito del sector privado agroexportador a la industria también se estable-
cieron incentivos en materia de préstamos en condiciones más que ventajo-
sas: costo cero para la empresa privada, a pesar que el Estado sí debía pagar
un alto costo por una elevada tasa de interés contraída con los organismos
internacionales de crédito. De esta forma, se producía un trasvase de fondos
–derivado de la deuda pública que pagaban todos– hacia el sector privado.
Hubo además subvenciones para reducir los precios de los insumos interme-
dios necesarios para la industrialización. Y puesto que las nacientes industrias
privadas aún no disponían de economías de escala creciente para abaratar los
costos unitarios de producción, establecían precios elevados para el mercado
nacional. ¿Cómo hacer esto competitivo con los productos más baratos del
exterior? El Estado protegía la oferta nacional con altos aranceles a lo que lle-
gara de afuera, desalentando la compra de producto extranjero, a favor de lo
nacional, pero siempre a costa de precios más altos, sufrido por la mayoría
social de bajo poder adquisitivo.
Todos estos factores condujeron a que, en los casos en los que hubo un
éxito parcial de algunas industrias nacientes –como en Brasil, México y Ar -
gentina–, la economía se caracterizó por grandes desequilibrios estructurales
en materia macroeconómica, pero también en términos de economía política

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porque se amplió la base productiva de la economía a costa de un estrecha-
miento de la base productora. O, dicho de otro modo, a costa de la demo-
cratización del poder económico.
Chávez no era ajeno a estos debates teóricos, porque tenían muchas con-
secuencias prácticas en la política latinoamericana y también en la venezola-
na. Los conceptos de progreso y desarrollo exportados por los países del Norte
ya estaban instalados en el Sur. La Academia Militar no era una institución
aislada del debate nacionalista, de cómo recuperar soberanía, a favor de quién,
qué rol tenía el nuevo Estado. Por el contrario, esta institución siempre pre-
sumió constantemente de una retórica nacionalista, de patriotismo, de defen-
sa del territorio nacional y sus intereses. Chávez era parte de este ambiente,
aunque fuera aún un recién llegado para cursar sus estudios de Licenciatura
de Ciencias y Artes Militares, iniciados el 8 de agosto de 1971.
Mientras tanto, el puntofijismo se prolongaba entonces como guardián de
la estabilidad necesaria para que Venezuela siguiera dócil los mandatos de los
poderes económicos de los países centrales en el sistema capitalista mundial.
Al inicio de la década de los setenta, la noria electoral de ese sistema cerrado
marcaba el turno de Rafael Caldera (fundador de COPEI) para ocupar la silla
presidencial.38 Eran años en que dominaba una conciencia nacionalista, como
ya se comentó, de proyectos nacionales para recuperar parte de la soberanía
en materia económica. En este sentido, durante el mandato de Caldera, se
denunció el Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos
(1972), poniendo punto final al falaz trato igualitario de economías asimétri-
cas, es decir, se rompía el viejo acuerdo del injusto “libre” comercio favorable
para el país del Norte.
Ese fue un importante cambio en la política económica exterior venezola-
na, pero no el único porque en ese período Caldera firmó el ingreso del país
al Acuerdo de Cartagena o Pacto Andino, en febrero de 1973. Este hecho se
explica debido a que las emergentes visiones nacionalistas en la región se con-
ciliaban con una perspectiva latinoamericanista. Gracias, entre otros aspectos,
a las corrientes desarrollistas cepalinas, que sí planteaban la necesidad de refor-
zar los lazos comerciales regionalmente. Sin embargo, este hecho no logró de
ninguna manera revertir el patrón de relación comercial con el exterior, ya que
se seguía dependiendo de las mismas potencias económicas, con poco inter-

38 Ganó por un estrecho margen de 30.000 votos al candidato de Acción Democráti-


ca, Gonzalo Barrios.

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cambio con los países de América Latina. Las modificaciones en la política
económica exterior se quedaron más bien en una declaración de intenciones
sin efectos verdaderos para diversificar socios comerciales.
No obstante, Caldera era muy consciente de lo esencial que resultaba para
mantener el puntofijismo una redistribución de mínimos hacia abajo, para que
el derrame llegara a las mayorías, y que así se lograran condiciones sociales de
gobernabilidad para consolidar el pacto de las élites partidarias. En este con-
texto se llevó a cabo la nacionalización de la explotación del gas (1971), se
expidió la Ley de Reversión Petrolera (1971) y se aumentó el impuesto petro-
lero a las compañías privadas trasnacionales. Gracias a estas medidas se hacía
posible “engordar mejor al Estado”; pero lo que no cambió demasiado fue su
espíritu corporativista, como así también la política económica, que continuó
sin muchos cambios a nivel productivo, financiero, ni tampoco en el terreno
laboral.
A pesar que hubo muchos analistas cercanos al puntofijismo que aplaudie-
ron los resultados económicos y sociales de este mandato, hay dos datos que
los cuestionan: 1) un informe elaborado por expertos de las Naciones Unidas
en 1972 indica que en Venezuela se retrocedió o hubo estancamiento en
todos los objetivos sociales, justicia distributiva y diversificación productiva;
y 2) en el año 1973 la evaluación de los venezolanos sobre los políticos era
claramente negativa: el 80% de la población pensaba que los políticos habla-
ban mucho y no hacían nada; el 70% consideraba que no se preocupaban por
los problemas de la gente; el 47%, que no se preocupaban por los problemas
del país; y cerca del 60% opinaba que el gobierno funcionaría mejor sin los
políticos (Torres, 1985). Son cifras que muestran el descontento popular con
un sistema de estabilidad que a pesar de llamarse “democrático” no democra-
tizaba mejores condiciones sociales, ni las posibilidades de consumo, ni el
salario.
Chávez sentía de cerca ese contraste de múltiples aristas: un pacto demo-
crático sin democratización económica, un Estado con muchos ingresos
públicos (petroleros) pero no redistribuidos justamente, una economía cre-
ciente sin base productiva real. Permanentemente en la formación académica
y militar del joven Chávez, el término de conciencia nacional era tan amplia-
mente usado que llegaba a significar cualquier cosa. Podía referirse simple-
mente al capital privado nacionalmente concentrado en pocas manos; a eso
hasta se le podía denominar una política de soberanía nacional. Ese era, junto
a otros temas, el gran debate que había en la Academia Militar con las lectu-
ras en torno a la conciencia nacional, a través de próceres nacionales. Simón

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Bolívar y Ezequiel Zamora eran consultados, pero no eran el centro de inte-
rés de los programas académicos militares de este momento. Pasaban más bien
desapercibidos, salvo para contadas excepciones, como es el caso del profesor
Pérez Arcay. Pero la mayoría de profesores no se interesaban por el sentido
emancipador del término “nacional”, sino que parecían circunscribirlo al con-
cepto de “patria”, de defensa territorial, sin tomar en cuenta los intereses de
las mayorías. De hecho, Chávez se refirió luego críticamente a su educación
de las Fuerzas Armadas señalando que no podía aceptarse que “la clase rica
[utilice] a los pobres para frenar a los mismos pobres usando las armas” (Ra-
monet, 2013: 371). Tampoco había una discusión sobre cuán democrática era
la democracia pactada desde arriba, sin contar con los de abajo.
El joven Chávez comenzaba a ver de cerca cómo vivían los de abajo, por-
que su primer contacto con Caracas fuera de la Academia Militar fue en
Catia, uno de los barrios más populosos y empobrecidos de Venezuela. Llegó
ahí buscando al único contacto familiar en Caracas, Chicho Romero, el ex
marido de una hermana de su madre, quien vivía en una casa de escasos recur-
sos. Como el mismo Chávez dijo sobre ese primer contacto con la realidad,
citando al cantante Alí Primera: “la verdad de Venezuela no se ve en el country
club; la verdad de Venezuela se ve en los cerros; con su gente y su inquietud”.
La puja distributiva constituye un aspecto central en la primera etapa
embrionaria del pensamiento económico del joven Chávez. Pero no exclusi-
vamente por los contrastes entre los barrios empobrecidos de Caracas y lo que
sucedía en el rico Este de la ciudad, sino también porque estas diferencias fue-
ron parte de su infancia en Sabaneta y Barinas. La justicia social y la equidad
se constituyen así en pilar fundamental de todo el pensamiento económico
que va desarrollando Chávez, poco a poco, con una voluntad por mejorar la
distribución de los recursos, para evitar que la equidad pasara a un segundo
plano en los objetivos de cómo organizar la gran casa venezolana.
Al mismo tiempo, el joven cadete seguía atendiendo a la importancia de la
teoría de la dependencia en América Latina, que se concretaba en la emer-
gencia de algunos proyectos políticos fuertemente nacionalistas, en muchas
ocasiones guiados por presidentes militares. El joven Chávez asistía a una
escuela militar en la que ineludiblemente estas discusiones estaban presentes.
Los militares latinoamericanos nunca estuvieron alejados del poder, sino todo
lo contrario. Muchas veces se habían producido golpes de Estado militares en
la región a favor de unos intereses privados; otras veces estas insurrecciones
militares tenían como objetivo llevar a cabo políticas democratizadoras en
todos los niveles de la vida social y económica. Y también se podía observar

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en América Latina otra tendencia de presencia militar, por la vía electoral.
Pero más allá de la discusión de las vías de acceso al poder, es importante
resaltar las diferencias políticas en la gestión nacionalista una vez que se alcan-
za el poder. El joven Chávez se formaba exactamente en un lugar de gran
debate acerca de esas estas polémicas y controversias.39 A pesar de que Vene-
zuela había optado por otra modalidad de democracia aparente, restringida
por el puntofijismo, la cuestión del rol militar en la búsqueda de proyectos
nacionalistas era de máxima trascendencia. El debate del desarrollismo nacio-
nal y las políticas de independencia económica eran lugares comunes habi-
tuales en la Academia Militar. Tanto así que Chávez ha señalado posterior-
mente que cuando era cadete estaba muy influido por tres proyectos políticos
fuera de las fronteras venezolanas, con un claro punto de encuentro: los go-
biernos de Juan Velasco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia –a pesar
de su corta duración–, y Omar Torrijos en Panamá. Los tres eran proyectos
económicos fuertemente nacionalistas, a favor de las mayorías. Estos tres Pre-
sidentes fueron parte de las influencias de esta primera etapa de formación del
pensamiento económico del joven Chávez, marcando en él la impronta de
proyectos fuertemente nacionalistas, de distribución de recursos, de absoluta
soberanía sobre los sectores estratégicos, con un modelo que apostaba al cam-
bio de la matriz productiva por la vía de las políticas de Industrialización de
Sustitución por Importaciones (ISI) y con una mayor democratización eco-
nómica en acceso a servicios básicos, a satisfacer todas las necesidades socia-
les, a mejorar el consumo de las clases populares.
El joven Chávez comenzó así a recibir influencias nacionalistas, pero veni-
das desde afuera de las fronteras de Venezuela. Chávez muestra así una parti-
cular visión bolivariana que le permitía considerar que no es posible hablar de
Patria sin atender a la relación de ésta con el afuera. Esa vista más allá de la
frontera venezolana es un fiel reflejo de la influencia de Bolívar en el pensa-
miento económico de Chávez desde sus inicios; Chávez rescata de Bolívar que
la Patria Grande se construye a partir de muchas Patrias, y viceversa; no podía
haber revolución nacional sin revolución de Nuestra América, como la lla-
maba José Martí. Es importante notar que desde el principio Chávez asumió
esa dimensión del pensamiento bolivariano no como una tradición canónica
definida en el pasado, sino como motor generador de una episteme propia que

39 Es importante recordar que en Venezuela tuvo lugar en 1962 el Carupanazo, una


insurrección militar de ideología de izquierda.

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permitiera: 1) nutrir de contenido político los conceptos actuales de sobera-
nía y patria, y 2) reconocer que la frontera no es un límite para no ver lo que
sucede afuera. Este segundo aspecto es esencial para comprender cómo el
joven Chávez irá edificando su propio pensamiento económico, todavía poco
estructurado, pero que tiene una primera base que se va consolidando a medi-
da que pasan los años, a partir de sus experiencias, vivencias, discusiones,
influencias y lecturas.
Por ello, durante esta etapa como cadete en la Academia Militar, en un
momento de progresivos nacionalismos económicos, el joven Chávez puso su
mirada atenta en esos tres presidentes que serían fundamentales para su por-
venir. La importancia de Velasco Alvarado era significativa en América Latina
desde que en 1968 había llegado a ser Presidente comandando un golpe mili-
tar que instaló lo que él mismo denominó Revolución de la Fuerza Armada.
Un militar fuertemente nacionalista y presidente de un gran país, forzosa-
mente era objeto de estudio y atención dentro de la Academia Militar en
Caracas. El joven Chávez prestó más atención a este personaje cuando lo vio
en una foto de prensa en el año 1971, junto con Fidel Castro, que venía a
Perú luego de visitar a Salvador Allende en Chile. Chávez veía en Alvarado
“un general progresista y nacionalista que está a la cabeza de un gran país her-
mano llevando a cabo cosas importantes” (Ramonet, 2013: 315). A partir de
entonces, Chávez comenzó a leer con mucho interés el Plan Inca como pro-
yecto revolucionario peruano.40 Se trataba de un plan nacional de desarrollo
para alcanzar la independencia económica plena, y fue clave para Chávez por-
que encontró aquí una propuesta humanista, alejada del capitalismo aunque
tuviera que coexistir con él y con un acercamiento prudente a los países socia-
listas de la época. Había, sin duda, ciertos aspectos de la política económica
de Alvarado que atrajeron la atención de Chávez, como por ejemplo: 1) nacio-
nalización de la banca nacional desde el inicio del gobierno; 2) nacionaliza-
ción de los recursos mineros del país, reapropiándose el Estado de su control
estratégico; 3) reforma agraria que terminó con el monopolio de la tierra, y
creación de muchas cooperativas agrarias de producción; 4) nacionalización
de la industria pesquera orientándola hacia el consumo humano; 5) reforma
del sector industrial para instaurar el modelo ISI; 6) control directo del Esta-
do sobre las telecomunicaciones; y 7) mejora de las Fuerzas Armadas en cuan-
to a equipamientos.

40 El Plan Inca se oficializó el 28 de julio de 1974 con ocasión del 153 aniversario de
la Independencia Nacional del Perú.

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Chávez tomaba nota de lo que consideraba una propuesta económica
nacionalista de cambio, anclado vigorosamente en los postulados de la teoría
de la dependencia; encontró en el proyecto de Alvarado una propuesta eco-
nómica de mucho interés para pensar con sentido práctico las formas de
industrializar el país para un nuevo desarrollo, alejado del desarrollismo de la
teoría modernizadora de Rostow, que se ocupaba solo del crecimiento econó-
mico sin cuestionar la relación de dependencia de las economías subdesarro-
lladas con las ya desarrolladas. Chávez sentía que Alvarado acertaba al identi-
ficar el rol del sector privado en el cambio de la matriz productiva en busca
de la industrialización. Una muestra de este acierto son estas palabras de Alva-
rado, que fueron destacadas posteriormente por Chávez: “Cuando hablamos
de oligarquía no nos referimos en absoluto a los industriales ni a los empre-
sarios que contribuyen a forjar la riqueza de este país, y que comprenden la
necesidad de que el capital cumpla su responsabilidad social en el Perú… El
pequeño y mediano industrial, y aun el gran empresario moderno, no inte-
gran esa oligarquía contra la cual estamos luchando… son oligarcas los gran-
des propietarios del dinero y las finanzas que utilizan su poder económico
para comprar su poder político que sirven a sus intereses económicos. Son oli-
garcas los que monopolizan la riqueza y forman verdaderas argollas financie-
ras para su solo beneficio, para aplastar a los pequeños y medianos industria-
les” (cit. en Ramonet, 2013: 317-318). Además, Chávez consideraba que el
gobierno de Alvarado había demostrado que las Fuerzas Armadas podían ser
un motor de desarrollo y de cambios sociales. Sin embargo, discrepaba del
general peruano en que él había optado por un gobierno exclusivo de milita-
res, y Chávez defendía una unión cívico-militar, en la línea del pensamiento
de Fabricio Ojeda (1966) en la Guerra del Pueblo. Chávez pudo saludar per-
sonalmente al Presidente Alvarado en Perú en 1974, cuando viajó a ese país
para la conmemoración del 150° aniversario de la batalla de Ayacucho. En ese
acto, el joven militar venezolano recibió de Alvarado un libro de regalo, Revo-
lución nacional peruana, en el que se explica con detalle el proyecto resumido
en líneas anteriores. (Curiosamente ese libro, tan influyente en Chávez, tiene
una tapa de color azul similar a la de la Constitución Bolivariana de Venezuela
de 1999.)41

41 Así lo relata Chávez en entrevista con Harnecker (2002: 10) “Luego también influ-
yó en mi la visita que hice a Perú en 1974, cuando todavía yo era cadete. Me seleccionan
para ir a Ayacucho para el 160° aniversario de la batalla de Ayacucho. Tenía 21 años, esta-
ba en el último año de Academia y ya andaba con una clara motivación política. Para mí

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Otro Presidente de origen militar, fuertemente nacionalista, fue Juan José
Torres en Bolivia. A pesar de su corto período en la presidencia –menos de un
año, entre octubre de 1970 y agosto de 1971–, tuvo un pensamiento propio
en materia económica muy sugerente para la época, e influyó también en el
joven Chávez. Torres era mestizo y venía de una familia empobrecida. Había
llegado a ser ministro de trabajo e impulsó una política laboral a favor de las
mayorías, con una gran sensibilidad para elevar el salario y las condiciones de
trabajo. Más tarde, junto a otros intelectuales progresistas, Torres elaboró un
Mandato Revolucionario de las Fuerzas Armadas, y definió un programa que
denominó Estrategia Socio-Económica del Desarrollo Nacional. Ambos textos
constituyeron la base programática en materia económica para poder gober-
nar a Bolivia, que venía del desencanto tras el corto período de políticas de
cambio que proclamara el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR)
desde la Revolución de 1952.42 Torres puso en el centro de su propuesta de
política económica la soberanía y recuperación de las riquezas nacionales. En
su breve período logró: 1) nacionalizar las minas; 2) expulsar de Bolivia a los
Cuerpos de Paz estadounidenses; 3) crear una Corporación de Desarrollo, que
fue una suerte de incubadora de las empresas estatales en Bolivia; 4) fundar el
Banco del Estado como banco de desarrollo; 5) aumentar sustancialmente el
salario de los mineros; y 6) aplicar políticas públicas para mejorar la educa-
ción pública (incluso la universitaria). De lo mucho de lo que logró Torres en
su breve paso por el gobierno, como pensamiento económico y como praxis,
a Chávez le atrajo un concepto sumamente interesante: el de “frontera inte-
rior”, con el que Torres se refiere al pueblo y la necesidad de igualdad social,
justicia económica y desarrollo. Torres siempre afirmaba que “hay que cuidar
la frontera exterior pero sin olvidar la frontera interior, que hay que cuidarla
más todavía”. Chávez se sintió atraído por una propuesta militar que no solo

fue una experiencia emocionante vivir como muchacho militar la revolución nacional
peruana. Conocí personalmente a Juan Velasco Alvarado. Una noche nos recibió en el Pala-
cio a los militares de la delegación venezolana y nos regaló un librito del mismo tamaño de
éste de nuestra Constitución (saca el librito y lo muestra), yo lo guardé toda la vida hasta el
día de la rebelión del 4 de febrero cuando me quitaron todo. El manifiesto revolucionario,
los discursos de aquel hombre, El Plan Inca, me los leí durante años”.
42 Que trajo consigo importantes cambios que transformaron la sociedad, con medidas
como el sufragio universal, una sustancial reforma agraria, la creación de la Central Obrera
Boliviana, la nacionalización de las minas, y la educación pública gratuita y obligatoria
(Serrano, 2008).

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pensaba en las fronteras hacia fuera, en las presiones de afuera, en la relaciones
de dependencia con el exterior, en los desfavorables términos de intercambio
con el afuera por una mala propuesta de política económica comercial; sino
que todo ello ha de estar íntimamente ligado con lo que pasa adentro, en el
seno del pueblo, de sus necesidades. La frontera interior es un concepto que
influyó mucho en Chávez porque, si bien ya estaba en su conciencia de clase,
le permitió ver de manera conceptualmente más elaborada que no solo es
importante la defensa de la justicia social por sí misma, sino que ésta consti-
tuye una variable clave de táctica política para poder avanzar en los cambios
estratégicos deseados. Si no se toma en cuenta la inminente presión ejercida
por la frontera interior, no será posible jamás llevar a cabo cambios estructu-
rales que sean sostenibles. Con Torres, Chávez contaminó la visión tradicio-
nal cepalina que no había puesto tanta atención en la distribución justa para
adentro. En otras palabras, Chávez, quien no es influenciado directamente
por la visión neomarxista de la dependencia, gracias a su lectura de Torres, y
su concepto de frontera interior, sí toma conciencia de lo importante de ese
cambio de matriz distributiva al igual que lo pueda ser el cambio de matriz
productiva.
Torres no pudo permanecer mucho tiempo como Presidente porque sus
políticas iban claramente en contra de la oligarquía nacional y de los intereses
del modelo desarrollista hegemónico impuesto desde el Norte. Por eso, fue
derrocado por militares –con Hugo Banzer a la cabeza–, se exilió y fue asesi-
nado en Buenos Aires por los operativos del Plan Cóndor.43 Pero Torres no
pasó desapercibido para Chávez ni para la historia boliviana a pesar de su
fugaz presidencia. De hecho, Evo Morales, en el homenaje al 188° aniversario
de las Fuerzas Armadas el 21 de agosto de 2013, mencionó expresamente a
Torres como un militar que sirvió al pueblo boliviano en contra del imperio.
El tercer político que influyó por entonces en el pensamiento económico
de Chávez fue el Presidente de Panamá, Omar Torrijos, quien también fue
hijo de maestros rurales y provenía de familia humilde. La relación de Chávez
con Panamá comienza por su cercanía con algunos cadetes panameños en la
Academia Militar.44 Torrijos fue Presidente desde 1969 a 1981, y basó su polí-

43 Plan coordinado por las dictaduras represoras del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile,
Paraguay y Uruguay), y tutelado por Estados Unidos.
44 Hubo un convenio entre Venezuela y Panamá que facilitó la participación de un
grupo de soldados panameños en la Academia Militar entre 1971 y 1974; entre ellos vino
un hijo del general Omar Torrijos (ver Guerrero, 2012: 222).

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tica en un rechazo rotundo a la injerencia de Estados Unidos. Dijo en innu-
merables ocasiones que Panamá no debía convertirse jamás en “Estado aso-
ciado, colonia o protectorado”. Declaraba que los panameños no podían
“aceptar el sometimiento económico de una país sobre otro, ni la penetración
política, cultural, y económica”. Torrijos llamó neocolonialismo a esta forma
de dominio, a la que se refiere como “un colonialismo disimulado” que se pre-
senta “a través de la ayuda económica condicionada”, orientada al control de
los pueblos. El “General de la Dignidad”, como llamaban al Presidente Torri-
jos, también llevó a cabo un proyecto económico nacionalista caracterizado
por: 1) asentar la hoja de ruta para recuperar el control del Canal de Panamá
(mediante acuerdos con Presidente de Estados Unidos James Carter, en
1977); 2) promover una reforma agraria que distribuyó en gran medida las
tierras desplazando a la vieja oligarquía terrateniente; 3) asegurar la provisión
de servicios básicos para las mayorías a través del Estado; 4) luchar contra el
analfabetismo y a favor de democratizar la educación; 5) promover la pro-
ducción nacional, industrial y agraria, como medio para acabar con la depen-
dencia y el subdesarrollo; 6) crear muchas empresas mixtas para gestionar
algunos sectores estratégicos; y 7) construir importantes oleoductos vitales
para el país. Aunque Torrijos no pudo nunca salirse del todo del sistema capi-
talista dominante en Panamá, siempre tuvo una política más apegada a los
procesos revolucionarios socialistas. Fue quien, junto a otros, impulsó con
mucho ahínco el tercermundista Movimiento de Países no Alineados, aunque
esto fuera compatible con una relación estrecha con buena parte de la social-
democracia mundial a partir de la segunda mitad de la década de los setenta.
Chávez reconoció luego que había leído varias de sus biografías: Descubriendo
al General Torrijos de Graham Greene (1985), y Mi General Torrijos de José de
Jesús Martínez (1987). De Torrijos recuperó Chávez luego muchos aspectos
de desarrollo nacionalista sin dependencia, y fundamentalmente se inspiró en
su impugnación constante a las imposiciones venidas del Norte, resumida en
una cita suya: “No hay colonialismo que dure cien años ni latinoamericano
que lo resista”.
Esos tres presidentes influyeron duraderamente en la formación del pen-
samiento económico de Chávez, en su posición como militar en construc-
ción, muy atraído por los conceptos de patria y soberanía, en la línea de las
miradas nacionalistas más próximas a las teorías económicas de la dependen-
cia, que refutaban los postulados de la teoría ortodoxa hegemónica del desa-
rrollismo venida del Norte. Pero estas influencias de afuera de Venezuela tam-
bién tenían un efecto directo sobre la propia política venezolana gobernada

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bajo el puntofijismo. En Venezuela, por esos años también corrían tiempos de
nacionalismo, venido de América Latina y de buena parte del mundo no ali-
neado. El puntofijismo volvía a rotar presidencia dando el relevo a Carlos
Andrés Pérez, candidato de Acción Democrática.45 Y Pérez continuaba la
política de nacionalizaciones, que también se realizaba en la industria petro-
lera a nivel mundial.46 En el año 1976, se creó Petróleos de Venezuela, Socie-
dad Anónima (PDVSA) como casa matriz de un conjunto de operadoras sub-
sidiarias de las transnacionales extranjeras. El cambio radicó en que las polí-
ticas generales para el sector fueron definidos por el Poder Ejecutivo, a través
del entonces Ministerio de Minas e Hidrocarburos. Ya no solo se trataba,
como sucedía hasta entonces, de aplicar tributos y regalías sobre la explota-
ción petrolera, sino que a partir de ahora había un mayor control estratégico
para el Estado gracias a la competencia de definir la nueva política hidrocar-
burífera. Se instauró realmente la responsabilidad del Estado en la gestión de
la política petrolera, aunque éste seguía operando como si solo tuviera que
obtener rentas de la explotación. En otras palabras, el Estado venezolano no
asumió de hecho la competencia adquirida como titular jurídico para gestio-
nar una nueva política petrolera. Esto se explica fundamentalmente porque el
Estado era aún fiel reflejo de un corporativismo rentista que prefería “alquilar
el negocio en vez de dirigirlo”. En cualquier caso, la decisión generó más
ingresos públicos derivados de la venta de petróleo. En esos años, los ingresos
petroleros siguieron creciendo; entre 1973 y 1974 se triplicaron. Uslar Pietri
(1984) afirma que entre 1973 y 1984 entró en Venezuela un volumen de in-
gresos por petróleo equivalente a 20 planes Marshall. Chávez, más tarde, afir-
mó que “esa decisión [de una política petrolera nacionalista] siempre me pare-
ció muy acertada porque permitía obtener más soberanía y más ingreso”; pe -
ro, al mismo tiempo que aplaudía esa decisión, reconoció su contrariedad
porque los nuevos ingresos no tenían una redistribución justa, sino que se-
guían llegando en mayor proporción a aquellos que menos los necesitaban.
Por otra parte, tampoco existía un proceso de producción capaz de con-
vertirse en el soporte real del consumo creciente (no democratizado) provo-
cando así una estructura económica desequilibrada. Además, desaparecieron

45 Carlos Andrés Pérez recibía el relevo de Rafael Caldera, declarando en ese momen-
to: “hoy me entrega (el gobierno) con sus manos limpias el ilustre venezolano Rafael Cal-
dera”.
46 Iniciado por Argelia en 1971 y seguido por Libia en 1973.

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los incentivos para la búsqueda de ingresos a partir de la tributación sobre la
riqueza interna, porque los ingresos venían principalmente de la renta petro-
lera. La mala utilización de esa renta, a través de un gasto público no distribui-
do con justicia social, ni empleado productivamente para salir de la “Venezue-
la Saudí” –como se empezaba a conocer al país–, generó fuertes desbalances
que serían fundamentales para explicar la evolución de la economía venezola-
na desde entonces hasta la llegada de Chávez a la presidencia. La concentra-
ción de los recursos públicos fue un proceso por el cual se enriquecía un sec-
tor privado que no invertía en producción ni se incorporaba a la economía
como burguesía industrial. Esto provocaba que buena parte de la renta petro-
lera que llegaba a ese sector privado se convirtiera en: 1) ahorro del sector pri-
vado, que fue transferido al exterior, o 2) consumo suntuario, gastado tam-
bién en su mayoría fuera de Venezuela. Tal como explica Asdrúbal Baptista, la
economía venezolana “había adoptado los peores vicios de las economías ren-
tísticas y, en su afán por la opulencia, había olvidado estimular la actividad
productiva interna y confiado su destino a la renta petrolera” (Baptista, 2004).
Chávez era consciente de todo ello, y sabía que estaba en una institución
(Academia Militar) que tenía la misión de garantizar que el puntofijismo
pudiera continuar con su política económica para construir la Gran Venezue-
la –como decía Carlos Andrés Pérez–. La nueva política económica venía
acompañada de una gran retórica acerca del proyecto de desarrollo nacional,
aunque éste no tenía nada que ver con los proyectos de otros países donde sí
se intentaba aplicar el modelo ISI. En cambio, lo que se aplicaba en Venezuela
era un modelo sui generis, que nacionalizaba recursos estratégicos, pero donde
lo “nacional” era interpretado a favor de ciertos sectores privilegiados en detri-
mento de una mayoría social condenada a conformarse con el mínimo goteo
procedente de un cuantioso excedente económico. Realmente, se llevaba a
cabo una cuantiosa redistribución a favor de una minoría, y por el contrario,
una mínima redistribución para la mayoría social.
Venezuela, a pesar de estar en el grupo de países no alineados, del Tercer
Mundo, era un país atípico. Tal como dijo el mismo Carlos Andrés Pérez, “el
nuestro es un subdesarrollo en un país riquísimo, en un país millonario”. En
esos años, la política económica se centraba en el impulso al sector de las
empresas privadas mediante la concesión de sustanciosos y fáciles créditos
gubernamentales y el proteccionismo arancelario. Esta política no compro-
metía con ningún control a estas empresas privadas, que solían emplear los
recursos en otros menesteres, como: 1) ahorro interno, en forma de depósitos
bancarios, que permitía ir engordando un sistema financiero no productivo;

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2) ahorro externo depositado en cuentas de bancos extranjeros que proveían
capital a Estados Unidos (Wilkins, 1981: 156-165); 3) importación de bienes
de consumo, que comenzaban a conformar una nueva burguesía importado-
ra; y 4) construcción de casas de lujo y también residencias de clase media en
Caracas.
No obstante, los altos ingresos públicos no parecieron suficientes para que
el Estado no se endeudara para favorecer a este sector privado. La deuda
pública (externa e interna) se duplicó entre 1974 y 1975. Los elevados ingre-
sos públicos tampoco bastaron para producir los alimentos básicos para la
economía doméstica venezolana, a pesar de que hubiese el Fondo de Inver-
siones Agrícolas, creado por el Estado para canalizar grandes sumas en inver-
siones en las zonas rurales, que dirigió la mayor cantidad de créditos hacia los
grandes ganaderos y oligarcas del agro. Por el contrario, buena parte de los
créditos agrícolas y ganaderos fueron reciclados hacia inversiones de alta ren-
tabilidad a corto plazo, colocadas en depósitos en bancos extranjeros. Y los
resultados fueron los siguientes (Romero, 1994): 1) el valor de las importa-
ciones de alimentos creció de 2.021 millones de bolívares en 1973 a 3.500
millones en 1976; 2) entre 1974 y 1976, las importaciones de alimentos cre-
cieron del 11% al 20%; 3) en 1976, se compraba en el exterior el 20% de la
carne, 24% de la leche, 49% del maíz, 68% del sorgo, y 100% del trigo y soya
consumidos en el país; 4) en parte como efecto de este aumento importador,
entre 1974 y 1977, el costo de la vida creció del 15% al 18%, mientras que
los salarios reales descendieron del 17,8% al 9,3%.
Todos estos datos llegaban a los ojos del joven Chávez, tanto en la Acade-
mia Militar como fuera de ella, cuando visitaba los barrios de Caracas en los
que no se vivía como en la falsa Gran Venezuela. Especialmente debió notar
los efectos cuando salió de la Academia Militar en el año 1975 y regresó a
Barinas, ya con el rango de subteniente, pudiendo constatar con experiencias
cotidianas cómo el nacionalismo propuesto era excluyente, solo para unos
pocos; cómo el desarrollismo era desarrollo de una minoría; cómo el progre-
so constituía no un derecho sino un privilegio de una élite muy reducida.
En la formación ecléctica de Chávez, con múltiples influencias, hay que
añadir un elemento que puede parecer casual, pero que luego se constituirá
en una causa explicativa de su pensamiento económico. El joven Chávez no
solo leía todo lo que tenía que leer en su formación formal en el seno de la
Academia Militar, sino que además tenía una relación diferente con la políti-
ca cuando regresaba a Barinas y tenía reuniones y conversaciones con amigos
y con su hermano Adán (quien venía militando en el Movimiento de Izquier-

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da Revolucionario, MIR). Gracias a eso, y sin asumir consignas políticas ni
ningún postulado de la izquierda del momento, comenzaba a leer otra litera-
tura, que le llegaba en esos encuentros. Eran lecturas no de la Academia sino
más cercanas a la izquierda existente en el país, que no aceptaba el puntofijis-
mo como pacto social porque se había firmado en Nueva York sin contar con
el consenso de la mayoría de los venezolanos.
Así le habían llegado al joven Chávez, por ejemplo, los libros de Lenin El
Estado y la Revolución, y ¿Qué hacer? También le recomendaron Mariátegui,
uno de los pensadores más interesantes en América Latina, que combinó mar-
xismo e indigenismo. Se trata de lecturas más o menos previsibles en la biblio-
grafía de la izquierda latinoamericana de la época. Pero la casualidad a la que
nos referíamos no son estas lecturas; la verdadera casualidad es que un día en
que el joven Chávez paseaba por el centro de Caracas, en el elevado de la
Nueva Granada, buscando libros de sociología, política y economía, encontró
Economía y subversión, de John Kenneth Galbraith (1972).47 Chávez siempre
reconoció que este autor le permitió entender la otra economía, la economía
más cercana a la gente y alejada de falsos tecnicismos que solo ayudaban a que
esta nueva ciencia fuera monopolio de unos pocos expertos, que así podían
sentenciar sin necesidad de explicar por qué se concluía de una u otra forma.
Galbraith no era un economista convencional, pues no respondía a la teo-
ría dominante, la neoclásica, que solo explica la realidad a partir de modelos
matemáticos ininteligibles y totalmente ficticios.48 En cambio, Galbraith se
acercaba más bien a la sociedad desde la economía política. La economía para
él no era meramente ciencia matemática, ni física ni mecánica cuántica; por
el contrario, se trataba de una ciencia social, humana y política. En el libro
mencionado, y muchas veces referenciado por Chávez, Economía y subversión,
Galbraith explica que “durante el siglo pasado la economía fue acusada de no
ser utilizada como ciencia, sino como un credo que no permitía la compren-
sión del fenómeno económico, sino más bien para la eliminación de líneas de
pensamiento contrarias a la disciplina de una influyente comunidad econó-
mica o política, entendiendo comunidad como países desarrollados y sus res-
pectivas transnacionales” (Galbraith, 1972b). En el primer capítulo de esa

47 En noviembre de 2011, Chávez contará que por culpa de este libro “un día durmió
en el calabozo” porque un teniente en la Academia Militar lo encontró leyéndolo y pensó
que era un libro subversivo.
48 Galbraith fue profesor de la Universidad de Harvard desde 1949. Su primera obra
fue Capitalismo americano (1952). También trabajó como asesor del Presidente Kennedy.

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obra, Galbraith aborda la situación condicionante de las sociedades pobres:
“En una sociedad pobre, las consideraciones económicas no solo dominan las
actitudes sociales, sino que determinan rígidamente los problemas a los que
habrá que otorgar prioridad... Así, los dos problemas clásicos de la economía
normativa –cómo aumentar la eficacia productora y cómo conciliarla con la
justicia distributiva– son consecuencias naturales de la pobreza general”
(ibid.). Leyendo esto, Chávez siempre tuvo muy claro que antes de preparar
el largo plazo, era más que necesario atender la pobreza en el corto plazo. Es
un aspecto que la economía dominante siempre prefirió eludir, no prestando
atención a los problemas “coyunturales” que había que enfrentar dado que
realmente no se heredaban sociedades modélicas con una dotación justa de
los recursos. En Galbraith, el joven Chávez percibió otra forma de afrontar
estas situaciones económicas complejas caracterizadas por paupérrimas con-
diciones de vida para las mayorías. Había que resolver pronto, inmediata-
mente, cuanto antes, la situación de pobreza de muchos venezolanos, pero no
exclusivamente por una fundamental cuestión de ética, sino también porque
solo así se podía pensar en transformaciones en el mediano y largo plazo.
Otro aporte de Galbraith al pensamiento económico de Chávez fue su
cuestionamiento a un concepto del que mucho se ha abusado desde que el
liberalismo lo consagró como un mandato casi religioso: la “economía de
mercado”. Según Galbraith, la economía de mercado no existe, porque “hacía
mucho tiempo que dejó nuestro planeta; son las grandes corporaciones las
que dominan y manipulan al mercado y a los Estados. Estas corporaciones no
están al servicio del mercado, ni del consumidor, sino que los organizan para
crecer más y más, persiguiendo sus propios objetivos de desarrollo. Objetivos
plutocráticos y políticos, aunque en ellas lo político no es esencial, sino solo
una forma más de intervenir y dominar el mercado” (Galbraith, 1984). Sobre
este aspecto, añade Galbraith en su libro La economía del fraude inocente que
“la creencia en una economía de mercado en la que el consumidor es sobera-
no es uno de los mayores fraudes de nuestra época. La verdad es que nadie
intenta vender nada sin procurar también dirigir y controlar su respuesta”
(Galbraith, 1984). Son reflexiones que permitían al joven Chávez una visión
crítica del marco conceptual dominante en la economía de esos tiempos. El
joven Chávez, al no ser economista ni estar secuestrado por los manuales del
paradigma hegemónico neoclásico, tenía mucha más facilidad para leer sin
prejuicios los textos de Galbraith como alguien que quería aprender y apre-
hender de la economía, para entender mejor lo que sucedía a su alrededor,
fuera y dentro de la Academia Militar. Siempre recordará Chávez una frase de

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Galbraith que le pareció esencial para entender la economía como una cien-
cia para organizar la casa, la comunidad, la sociedad, el Estado: “la prueba de
un éxito económico no es la cantidad que producimos, sino lo que hacemos
para que la vida sea tolerable o agradable”. Esta cita tan sencilla como elo-
cuente muestra la inclinación de Chávez a entender que el crecimiento eco-
nómico, a diferencia de lo que decía la teoría preponderante del desarrollismo
de Rostow, no era el fin en sí mismo sino un medio para realmente tener una
vida feliz. Justamente sobre este punto, Galbraith era crítico de la medición
del Producto Interior Bruto (PIB) como muestra de desarrollo, porque consi-
dera que “el progreso económico y, en general, social, se miden hoy por el
aumento de la producción total de bienes y servicios, lo que denominamos
Producto Interior Bruto (PIB). [...] Lo que cuenta [en el PIB] no es la educa-
ción, la literatura o el arte, sino la producción de automóviles, incluidos los
todoterreno: he aquí la moderna medida del éxito económico y social” (Gal-
braith, 1984). Aunque Galbraith se refería a Estados Unidos, el joven Chávez
podía traducir contemporáneamente según lo que iba aconteciendo en Vene-
zuela, en esa relación siempre ambigua entre lo público y lo privado, entre el
Estado y las empresas. El economista de origen canadiense escribió: “En Esta-
dos Unidos, al igual que en los demás países económicamente desarrollados,
ninguna idea es tan común y tan aceptada como la de los dos sectores del
mundo económico y político, el sector privado y el sector público. [...] Tras
haber conquistado plena autoridad en la gran corporación moderna, era natu-
ral que la dirección ejecutiva extendiese sus tentáculos al ámbito político y
gubernamental. [...] En el momento que escribo esto, los directivos de dife-
rentes corporaciones están en estrecha alianza con el Presidente, el vicepresi-
dente y el secretario de Defensa de Estados Unidos. Destacadas figuras del
mundo empresarial ocupan, además, altos cargos en distintos sectores del
Gobierno Federal; uno de ellos procede de la quebrada y ladrona Enron y
tiene a su cargo el ejército. Así como la defensa y el desarrollo armamentísti-
co son fuerzas decisivas en nuestra política exterior, durante años se ha reco-
nocido que las corporaciones controlan el Tesoro. Y también la política
medioambiental. [...] Escritores con inteligencia y valor han identificado el
poder privado que desde hace tiempo controla el diseño de armas, el desarro-
llo de una defensa antimisiles y el presupuesto militar. [...] Esta es la realidad.
Tanto en la guerra como en la paz, el sector privado se convierte en el sector
público” ((Galbraith, 1972b). Leyendo esto el joven Chávez podía hacer un
paralelismo entre lo que pasaba en Estados Unidos y lo que sucedía en los
sesenta-setenta en Venezuela, donde lo público cobraba una elevada impor-

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tancia económica, pero siempre al servicio de un capital privado, tanto nacio-
nal como internacional.
Chávez siempre reconoció en Galbraith a uno de los mejores ensayistas
sobre economía y sociedad en el siglo XX.49 Y además, si bien tenía claro que
no era un socialista, sí lo consideraba un progresista y un humanista profun-
do. Muy cercano a estos principios se sentía el propio Chávez en su juventud,
todavía no socialista a pesar de ciertas lecturas de Lenin o Mariátegui. Se iden-
tificaba más bien como un humanista en formación, que abordaba la econo-
mía de la preocupación por la pobreza y los problemas sociales existentes en
Venezuela debido a la regresiva redistribución de los ingresos petroleros. El
joven Chávez fue galbraithiano, como él mismo reconoció, en este período de
su vida; pero sobre todo por cómo esta lectura le permitió comenzar a enten-
der cómo sucedían las cosas; los porqués políticos de los acontecimientos eco-
nómicos; la base histórica de cualquier proceso económico.

Por ahora, resumiendo: Hugo Chávez, el de los inicios

El pensamiento económico de Chávez en esta primera etapa, en sus primeros


veintitrés años, hasta aproximadamente el año 1977, es una amalgama de
hechos y experiencias de una vida poliédrica. Todo suma y cuenta en esta pri-
mera fase de formación del pensamiento económico de Chávez, no solo aque-
llo que aprende formalmente en la Academia Militar o lo que lee por su cuen-
ta por mero interés, sino que también hay que considerar su infancia, su casa
y entorno familiar, su pobreza originaria que conforma una latente concien-
cia de clase, clase en sí. “Ser pueblo o pertenecer a esa clase de pobres”, como
el propio Chávez decía, es algo con lo que se nace, una circunstancia diferen-
te de tantos otros pensadores y políticos que quisieron aprender después lo
que significa ser pobre de verdad. Pero en esa amalgama no falta tampoco el
entorno más allá de lo inmediato, el contexto político y económico de Vene-
zuela, de América Latina y el mundo. Nada está demasiado lejos cuando el
mundo contemporáneo es tan interdependiente, cuando existe un sistema
global de ordenamiento económico mundial que busca siempre disponer de
dispositivos eficaces que sintonicen –a veces sin interferencias– lo local con lo

49 También leyó otras obras de Galbraith, como El nuevo Estado industrial (1980) y La
economía del fraude inocente (1984).

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global. El pensamiento económico de Chávez es fruto y resultado de su inte-
racción con ese gran escenario económico mundial que se instala luego de la
Segunda Guerra Mundial, de las tensiones de la Guerra Fría, de la afirmación
del Tercer Mundo, de la era del desarrollo y el progreso, de los modelos expor-
tados del Norte para implementar en el Sur, de las respuestas teóricas de buena
parte de América Latina gracias a la teoría de la dependencia, apostando por
otro desarrollismo nacional en la línea de los modelos ISI, en los que se dis-
cutía el rol del Estado, el papel del sector privado, de la matriz productiva y
distributiva.
Chávez vivió durante todos esos años bajo el régimen del puntofijismo,
como pacto para garantizar una democracia aparente y limitada para unos
pocos, pero que no democratizaba los beneficios económicos para las mayorí-
as. Iniciaba la era del petróleo, de la Venezuela Saudí, de la cultura rentista.
Todo eso fue, innegablemente, integrándose en el naciente pensamiento eco-
nómico de Hugo Chávez, sin estar necesariamente estructurado ni ordenado.
En ese momento no había paradigma propio en el pensamiento de Hugo
Chávez, ni anticapitalista ni socialista, y mucho menos antineoliberal; eso lle-
garía años más tarde. Chávez no fue durante esos años económicamente mar-
xista aunque hubiese leído a Lenin, al Che Guevara o a Mariátegui. Más bien
Chávez era como una esponja, buscando absorber todo aquello que le parecía
interesante para conformar una visión comprehensiva de lo económico, más
integral que cualquier mirada parcelaria proveniente del modelo hegemónico
de la teoría económica neoclásica. Estuvo, eso sí, tan cercano siempre al espí-
ritu latinoamericanista de Bolívar que fue capaz de levantar su mirada para
dejarse orientar por propuestas económicas de desarrollo nacional proceden-
tes de líderes militares que eran Presidentes, como en los casos de Alvarado en
Perú, Torres en Bolivia y Torrijos en Panamá.
Desde el primer minuto de juego, Chávez constató que no hay pensa-
miento económico sin política. Del brillante economista Galbraith supo
aprender de economía política y cuestionar el marco conceptual dominante al
servicio del sistema capitalista. En esos años, y hasta la llegada del neolibera-
lismo, Chávez comenzó a tejer un pensamiento económico muy ecléctico y
heterogéneo, en el que la justicia social y la equidad tenían un papel protagó-
nico; la Patria tenía que estar nutrida de soberanía; lo nacional no podía ser
compatible con la exclusión; y la economía debía ser una ciencia al servicio
del ser humano. Chávez aún no poseía un pensamiento económico revolu-
cionario pero, como buen arquitecto, ponía los cimientos para ir edificándo-
lo. Chávez fue en este primer período muy sensible a los problemas de su pue-

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blo por la pobreza y la desigualdad, por la exclusión, y por todo aquello que
supusiera una injusticia social. No era aún un latinoamericanista, aunque
comenzaba a sentir la pasión por el pensamiento de Bolívar y la Gran Nación
Latinoamericana. Por ello, Chávez creía ya entonces en los proyectos desarro-
llista nacional-populares que venían reclamando más soberanía y más inde-
pendencia. Si tuviera que atreverme a proponer una tríada que definiera su
pensamiento de esa época inicial, diría que Chávez era humanista, naciona-
lista y desarrollista, y con un fuerte tinte popular.

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CCapítulo
apítulo2 2
Capítulo 2
Hugo Chávez,
Hugo Chávez, a contracorriente
a contracorriente del capitalismo neoliberal
Hugo Chávez, a contracorriente del capitalismo neoliberal
del capitalismo neoliberal “Si no creyera en la esperanza […]
Si“Sinonocreyera
creyeraenenquien me escucha
la esperanza […]
Si no creyera en
Si no creyera en quien me lo que duele
escucha
SiSinonocreyera
creyeraen
enloloque
quequeda
duele
SiSino
nocreyera
creyeraen
en lo
lo que
que lucha”
queda
Si La creyeraSilvio
no maza, en lo Rodríguez
que lucha”
La maza, Silvio Rodríguez

2.1. La utopía neoliberal en el capitalismo mundial


2.1. La utopía neoliberal en el capitalismo mundial
Los años setenta no habían acabado todavía. La tasa de ganancia del capital
en Los años setenta
los países centrales no seguía
habían estancada.
acabado todavía.
Mientras La eltasaproceso
de ganancia del capital
de acumulación
en los países
capitalista centrales
mostraba seguíadeestancada.
síntomas agotamiento,Mientras el proceso de
el establishment acumulación
dominante res-
capitalista mostraba síntomas de agotamiento, el establishment
pondía buscando a los culpables, con un único objetivo: encontrar el nuevo dominante res-
pondía
orden buscandopara
económico a los
losculpables,
próximoscon añosuny único
ponerobjetivo:
punto final encontrar
al modeloel nuevo
key-
orden económico para los próximos años y poner punto
nesiano como fórmula para gestionar el capitalismo de forma global. Con- final al modelo key-
nesiano como fórmula para gestionar el capitalismo de forma global. Con-
juntamente y sin fisuras, la política en los países centrales, los organismos
juntamente y sin fisuras, la política en los países centrales, los organismos
internacionales y la corriente teórica hegemónica alertaban sobre la necesidad
internacionales y la corriente teórica hegemónica alertaban sobre la necesidad
de otro orden, que debía diseñarse para el renacimiento del capitalismo y un
de otro orden, que debía diseñarse para el renacimiento del capitalismo y un
nuevo impulso para la tasa de ganancia. Esto exigía una nueva reconfigura-
nuevo impulso para la tasa de ganancia. Esto exigía una nueva reconfigura-
ción deldel
ción capital mundial,
capital mundial,asignando
asignandorenovadas
renovadasfunciones
funciones utilitarias
utilitarias para cada
para cada
unounode de
loslos
actores
actoresque queparticiparan
participaraneneneleljuego.
juego.Como
Como sucedía
sucedía cada
cada vez que
vez que
se avizoraba una crisis, el sistema capitalista se reinventaba
se avizoraba una crisis, el sistema capitalista se reinventaba a sí mismo para a sí mismo para
continuar
continuar reproduciéndose.
reproduciéndose.LaLaúltima últimavezvezhabía
habíasido
sido después
después de de la
la Segunda
Segunda
Guerra Mundial, cuando el capitalismo “ordenó la casa”
Guerra Mundial, cuando el capitalismo “ordenó la casa” abruptamente para abruptamente para
disfrutar
disfrutaralgunos
algunos años añosdederelativa
relativatranquilidad
tranquilidadaumentando
aumentando lala tasa tasa de
de ganan-
ganan-
ciacia
parapara el capital privado. Durante ese tiempo se había logrado incorporar aa
el capital privado. Durante ese tiempo se había logrado incorporar
gran parte
gran dede
parte la la
periferia
periferiaa la a lasenda
sendadel
delsistema
sistemacapitalista.
capitalista. América
América Latina era
buena
buena prueba de ello. Muchos países de la región cumplieron fielmente
prueba de ello. Muchos países de la región cumplieron fielmente el rol
impuesto
impuesto desde
desde el elcentro
centrodeldelcapitalismo
capitalismoglobal
globalcomo
como proveedores
proveedores de mate-
rias primas sin valor agregado y como consumidores de productos
rias primas sin valor agregado y como consumidores de productos del centro,
incapacitándoseasíasípara
incapacitándose paraalcanzar
alcanzarloslosniveles
nivelesdededesarrollo
desarrollo de de las
las economías
desarrolladas.
desarrolladas.
TalTal
comocomo estabaplanificado,
estaba planificado,buena
buenaparte
partede deAmérica
América Latina
Latina se insertaba

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así en el capitalismo por la vía fallida del modelo de Industrialización por Sus-
titución de Importaciones (ISI). Dicho de otro modo, el capitalismo central
sabía a ciencia cierta que los países subdesarrollados nunca podrían ser tan
desarrollados como el centro, aunque cumplieran los pasos trazados desde el
plano teórico. Esto era imposible, porque como ya vimos el desarrollo del
centro estaba imbricado con el subdesarrollo de la periferia. Este patrón de
dependencia, intencionadamente invisibilizado como si se tratara de una caja
negra de un avión, era sin lugar a dudas la razón determinante para explicar
por qué nunca había convergencia de niveles de vida y de desarrollo en el sis-
tema capitalista.
Sucede que el sistema capitalista requiere per se estructuras desiguales de
acumulación, que permitan la concentración en manos de unos pocos, que
son los mismos rectores del sistema. En la mayoría de las ocasiones, en Amé-
rica Latina las estrategias no podían aplicarse tal como estaban redactadas en
el papel, en los postulados de la ciencia económica dominante. No se podía
sencillamente porque muchas de las premisas sobre las que asentaba la futura
eficacia de las políticas públicas aconsejadas eran absolutamente falsas. Supo-
ner hipótesis irreales permitía demostrar casi cualquier cosa.
Como se describió en el capítulo anterior, el modelo ISI partía de una rea-
lidad que no poseía las condiciones objetivas para su éxito. Se presumía de
situaciones de partida que distaban enormemente de aquello que presentaba
la realidad. Por ejemplo, no había un sector empresarial privado con deseos
de alterar su rentable actividad económica derivada de las exportaciones de
materias primas sin valor agregado. La naciente burguesía importadora tam-
poco deseaba asumir riesgo alguno en actividades industriales, pues tenía
garantizado su nicho de mercado para comprar en el exterior aquel bien que
era consumido internamente, con una tasa de ganancia asegurada. En mu -
chos países pequeños de América Latina, los mercados internos no eran atrac-
tivos para que la oligarquía agroexportadora optara por dedicarse a producir
para esa demanda nacional; por el contrario, se prefería seguir vendiendo
afuera bienes sin valor agregado. Y en los países más grandes, solo había un
éxito moderado con los modelos ISI centrados en bienes con escaso valor
agregado, muy lejanos todavía del proceso de industrialización, cada vez más
complejo y tecnologizado, existente en los países desarrollados. Como se ex -
plicó previamente, otros países como Venezuela tenían tal cultura rentista
petrolera –impuesta desde el Norte– que nunca hubo intención real de salir
de ese patrón primario exportador.
En todos los casos, fueran países pequeños (por ejemplo, Bolivia y Ecua-

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dor), países grandes (como Argentina, México y Brasil), y también en el caso
particular venezolano, todos continuaban insertados en el sistema capitalista
de manera subordinada: 1) dependientes porque sus exportaciones eran sobre
materias primas demandadas por los países centrales, 2) dependientes por la
vía importadora; 3) dependientes en materias tecnológicas; y 4) dependientes
financieramente, debido a los préstamos que venían de los organismos fi-
nancieros internacionales (del sistema capitalista) para la implementación de
políticas económicas que proponían el modelo ISI –conociendo su previsible
fallo–. Esto último generó una deuda financiera que profundizó la depen-
dencia con los países centrales, que a la postre, fue utilizada en el futuro como
un mecanismo de presión y chantaje económico. En la mayoría de casos, se
incurría en esta deuda externa pública porque un Estado Aparente, controlado
por las élites y poco democratizador, prestaba a su vez al sector privado canti-
dades ingentes para que éste se dedicara a aquello que no quería, es decir, a
industrializarse. Esta transferencia de recursos del sector público al sector pri-
vado, sin contraprestación alguna, fue la causa central de un endeudamiento
público del Sur con el Norte en el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial. Este era el camino trazado desde el Norte, y eran pocos los casos en
América Latina que buscaban salirse del mismo. Y aquel que lo intentara,
siempre podía esperar una réplica vehemente por parte del sistema capitalis-
ta. El caso de Cuba es el más destacado, pero también se podría citar el golpe
a Allende, y todos los golpes a los gobiernos que intentaron democratizar el
poder económico.
La Guerra Fría era aún el telón de fondo a fines de la década de los seten-
ta, aunque se había atenuado en comparación con los años cincuenta. Todo
parecía indicar que la guerra entre ambos bloques se decantaba progresiva-
mente a favor del capitalismo y en detrimento del campo socialista, que perdía
fuerza y aliados. Esto no significa que la tensión terminara, porque aún había
situaciones de conflicto como en el caso de Afganistán cuando Estados Unidos
no aceptó que el comunista Partido Democrático Popular ganara las elecciones
en 1978, y forzaron que se produjera una guerra civil. La disputa geopolítica
estaba vigente, pero el capitalismo central estaba más preocupado, en primera
instancia, por reorganizar su propio campo, y luego, comenzar la ofensiva para
volcar a su favor a todos los países no alineados. Y, en último término, des-
membrar al campo socialista, hasta acabar con la Unión Soviética, que no pasa-
ba económicamente por su mejor momento. El capitalismo sabía que requería
reinventarse hacia adentro para acabar ganando, como ya había adelantado
Ronald Reagan en 1977 –antes de ser Presidente de Estados Unidos–.

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La coalición capitalista buscaba un viraje del modelo de acumulación,
abandonando el rol protagónico que había tenido el Estado en las políticas
keynesianas, para transitar hacia un modelo en que el (mal) llamado merca-
do jugara un papel central. Así, muchos autores defendían entonces que el
Estado de Bienestar había llegado a su estadio de agotamiento (por ejemplo,
Tanzi, 2000). Pero no solo era necesario reacomodar al Estado en la nueva
organización del mundo, sino que eran muchos los requisitos para que la tasa
de ganancia del capital pudiera repuntar sosteniblemente, lo que suponía
también redefinir los roles y tareas para todos los países insertados en el siste-
ma capitalista. Para que se entienda esto en términos más simples: los países
centrales precisaban que a partir de entonces la periferia fuera dependiente no
solo en la dimensión comercial y financiera, sino también en múltiples
dimensiones por la vía productiva y tecnológica. Todo ello, sin olvidar la ne-
cesidad de seguir forjando la dependencia epistemológica que facilitara con-
solidar una verdadera hegemonía cultural y académica.
De esta forma, volvieron muchas de las ideas del liberalismo, pero rejuve-
necidas y actualizadas, y con tantos matices que incluso constituirán un
nuevo paradigma. En efecto, el “neoliberalismo” no es una nueva versión del
liberalismo, sino que tiene una ecuación económica y política propia, con
características únicas, que se ha convertido en la nueva fórmula hegemónica
de gestionar el capitalismo. Muchos autores siguen empecinados en hablar de
neoliberalismo como una corriente política del liberalismo, y esto podría ser
aceptado en el momento de su nacimiento; pero después de haberlo visto en
acción, se puede afirmar rotundamente que es un paradigma económico que
se asienta sobre bases políticas y concepciones filosóficas. El neoliberalismo
fue –y sigue siendo– la llave mágica para ordenar el mundo capitalista subor-
dinando al ser humano y la naturaleza a la tasa de ganancia del capital priva-
do. Con este desafío, se diseñó un plan estratégico de largo aliento estable-
ciendo nuevos meta-objetivos y objetivos específicos, acompañados de un
nuevo lenguaje para un renovado y moderno relato que facilitara la imple-
mentación de las medidas necesarias en materia de políticas económicas. Así,
táctica y estrategia se fundían en un tándem virtuoso, acompañadas por una
arquitectura institucional internacional apropiada para garantizar este nuevo
proyecto. Es por ello que en los siguientes años aparecerán nuevas institucio-
nes y, en otros casos, se afianzarán las instituciones existentes pero encami-
nándolas hacia nuevos retos y desafíos.
Mucho se hablado de neoliberalismo desde un punto de vista político y
académico, a favor y en contra de sus principios y sus políticas económicas,

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sus diagnósticos y sus recetas. Pero una gran victoria de este paradigma domi-
nante ha sido precisamente entrar en los debates desde su propio plano, desde
su propia episteme, invalidando el resto, impidiendo alternativas de relato, del
lenguaje, de marcos teóricos, de otros instrumentos. El neoliberalismo utilizó
un abordaje aparentemente maniqueo, como si el análisis solo se pudiera rea-
lizar con variables dicotómicas, de sí o no, mutuamente excluyentes, donde
mucho vale la visión propia y nada la visión opuesta. Como si todo fuese muy
sencillo, sin matices. El neoliberalismo buscó fabricar un sentido común de
época a partir de lo cual se crearan las legitimidades, lo que es bueno y lo que
no, lo válido y lo erróneo. Para ello, puso a toda la maquinaria, a los cuerpos
orgánicos propios del bloque histórico hegemónico (a la academia, al resto del
sistema escolar, a los medios de comunicación, a la iglesia) a difundir el cuer-
po ideológico dominante para que llegara a todos los niveles de la sociedad
civil. Nada fue casual, ni neutral, ni estrictamente técnico; todo fue político,
en la búsqueda de la construcción de una hegemonía que lograse tal avance
que hiciera imposible salir de un laberinto irreversible.
Muchos autores han acudido al denominado de Decálogo de Washington
para describir cuáles son las bases del neoliberalismo. Según las propias pala-
bras de Williamson (1980), aquel decálogo se resume en: 1) disciplina presu-
puestaria, 2) racionalidad en el gastos público, 3) reforma impositiva, 4) libe-
ralización financiera, 5) política cambiaria competitiva, 6) liberalización del
comercio internacional, 7) eliminación de las barreras a las inversiones extran-
jeras directas, 8) modernización del Estado, 9) desregulación de los mercados,
y 10) protección de la propiedad privada. Sin embargo, para evitar justamen-
te caer en esta trampa del neoliberalismo, que comienza marcando sobre qué
discutir y cómo, y en qué orden, en las próximas líneas, se presentan en forma
resumida, pero rigurosa, las otras diez principales bases estructurales del neo-
liberalismo que realmente explican cómo actúa y en qué descansa esa cons-
trucción hegemónica a nivel mundial.

I. Ancla en la económica neoclásica

El neoliberalismo se ancla en el paradigma de la economía neoclásica, con-


formado a fines del siglo XIX50 y principios del XX, y basado fundamental-

50 Esta teoría surge en respuesta a la gran crisis de sobreproducción del sistema capita-
lista, y centró su atención en primer lugar en crear un modelo abstracto de bienestar/utili-
dad a partir del consumo.

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mente en: 1) extrema abstracción de los comportamientos y los problemas
sociales en modelos matemáticos; 2) aplicación de un enfoque mecanicista
para explicar absolutamente cualquier relación entre variables; 3) compren-
sión del todo desde las partes –nunca se busca un enfoque integral u holísti-
co–; 4) asunción de hipótesis para todo lo que no se conoce en aras de una
híper precisión frente a la excesiva incertidumbre del mundo; y 5) homoge-
neización de los sujetos de análisis. Se trata de cinco principios sencillos, pero
inapropiados por su misma sencillez frente a la complejidad del fenómeno
social a estudiar, que sin embargo proliferaron en estudios teóricos y empíri-
cos que preferían la simplicidad procedimental frente a las dificultades plan-
teadas por la realidad. Partiendo de este marco teórico-metodológico, el neo-
liberalismo demuestra, explica, convence y diseña las políticas económicas
que convienen al capitalismo para revitalizar el proceso de acumulación y
concentración anhelado, virtuoso para el capital privado y vicioso para las ma -
yorías populares. Hay que tener meridianamente claro este punto: no es que
la economía neoclásica sugiere tal o cual cosa, sino que es al revés, es la polí-
tica quien fija los objetivos políticos que se ponen encima de la mesa, y luego,
es la economía neoclásica quien logra sustentarlo en base a hipótesis marcia-
nas, que nada tienen que ver con la realidad. La esencia neoclásica facilita esta
secuencia –esta forma de actuar– porque siempre parte de reducir la realidad
a los supuestos que le interesan para demostrar el resultado que se ha pro-
puesto demostrar. Todo ello es posible porque realmente sí hay una sintonía
absoluta entre la teoría económica neoclásica y el neoliberalismo al partir
(ambos) de un mismo contenido en términos de filosofía política que se pue-
de observar en cómo coinciden en: 1) considerar al individuo como sujeto de
estudio y política, y donde lo colectivo queda reducido a una suma de indi-
viduos (no sirve como sujeto propio), 2) la existencia de una visión coloniza-
dora de la racionalidad suprema que permitirá homogeneizar cualquier hete-
rogeneidad subjetiva y cultural, 3) la mercantilización del objeto para que sea
susceptible de entender como económico, 4) la superioridad del valor de cam-
bio en el mercado por encima del valor de uso. Son éstas y otras coinciden-
cias las que explican por qué hay que entender el neoliberalismo entendien-
do la economía neoclásica.
La economía neoclásica no sirve ni es válida porque inventa un objeto de
investigación; porque implica una irreal reducción del objeto a estudiar en la
ciencia económica. Son muchos los ejemplos que pueden mostrar cómo se
trata de una economía del fraude –como diría Galbraith (1984)– en que se
engaña desde las hipótesis, pero que además abusa de un aparataje instru-

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mental metodológico, siempre cuantitativo, para presentarse como estudio
técnico, y por tanto, neutral. Ahí está el otro punto fuerte del neoliberalismo:
siempre auto presentar los análisis para lograr un objetivo disfrazado como
algo de índole técnico, y neutral, es decir, pos político. La economía neoclá-
sica se sirve para ello de presentar a la ciencia económica como una ciencia
fuera de los confines políticos. Algo realmente ridículo pero que es impuesto
con una estrategia de repetición, de repetirlo hasta la saciedad, aprovechando
ser el bloque histórico hegemónico que se siente capaz de todo. Así, el neoli-
beralismo logró desde sus albores posicionarse como una propuesta tecnocrá-
tica, siempre objetivando a su manera cualquier subjetividad posible, y tra-
tando de situarse imparcialmente mostrándose indiferente frente a las impar-
cialidades de la historia. De esta manera, el neoliberalismo con su economía
neoclásica por bandera pretendía desplazar la disputa política por una dispu-
ta entre expertos, en la que el pueblo no tuviera nada que decir, acallándolo
mediante sentencias dogmáticas de un grupo de técnicos muy cualificados
que siempre tienen la respuesta perfecta aunque sea para un escenario de men-
tira. Lo que no decían es que esa técnica estaba al servicio de un interés polí-
tico determinado que respondía a la desigual correlación de fuerzas económi-
cas imperante en el mundo capitalista. El neoliberalismo usa a la economía
neoclásica para conseguir un desplazamiento del eje político por uno exclusi-
vamente técnico permitiendo así excluir a las mayorías del debate político.

II. Con relato y lenguaje

Aunque la economía dominante lo trata formalmente con desprecio, el len-


guaje es parte de la economía, porque la economía, desde su etimología
–organizar la casa– es política, y la política es relato y lenguaje. Gracias preci-
samente al lenguaje, las políticas económicas se justifican, y también se hacen
más atractivas y digeribles. Para ello, el neoliberalismo usó una batería de tér-
minos, casi todos en tono muy positivo, buscando que no generaran rechazo.
Fueron muchas las expresiones que permitieron al neoliberalismo un lengua-
je propio, embaucador, capaz de enredarse en una narrativa muy sagaz y con-
vincente, fundamental para servir como intermediario entre los técnicos y el
pueblo, y para ir construyendo su particular sentido común de época.
La ecuación perfecta: la política quedaba relegada a un plano invisible por-
que era este lenguaje, de publicidad (puro marketing) el que se ocuparía de
narrar aquello que las mayorías deseaban escuchar, y luego, eran otros, los
expertos tecnocráticos, quienes se dedicarían a escribir la letra pequeña de

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cada una de las políticas económicas a implementar. El éxito de esta ecuación
depende en gran medida de los miles de eufemismos que usan los unos para
hacer una cosa diciendo la contraria. El neoliberalismo se doctoró en esta
materia habiendo obtenido la máxima nota en identificar el uso más efectivo
de los mismos, cómo se emplean, a quiénes van dirigidos, cuándo, en qué cir-
cunstancias, etc. Por ejemplo, en el neoliberalismo, el término “modernidad”
se utilizó como pretexto para “norteñizar” a todo el Sur. Porque, ¿a quién no
convence la idea de ser más moderno? Sí, seguramente algunos eruditos res-
ponderían que no a tal cuestión, pero, por el contrario, la mayoría popular
estaría seguramente dispuesta a aceptar cualquier cosa por ser más moderno
después de años y siglos en lo que lo moderno venía inoculado desde el Norte
por un patrón de dominación económico y cultural. Así, con este término se
permitieron modificar por ejemplo buena parte del Estado en los países de la
región.
Otros eufemismos son los de “Ajuste y Estabilización”. De hecho, las polí-
ticas económicas venían bajo la proclama de Programas de Ajustes y Planes de
Estabilización. Comenzar por ajustar es aceptar una etapa previa: que existe
desajuste. Y nuevamente, ¿a quién le gusta estar desajustado? Lo mismo si
hablamos del vocablo “estabilidad”, que también subyace de una condición
previa aceptada, lo inestable, y entonces, la estabilidad implica supuestamen-
te la calma y el sosiego. Lo que no se llegaba nunca a decir en un primer
momento es qué se ajustaría y a qué se quería dar estabilidad. De hecho, nun-
ca se estabilizaron unas condiciones salariales favorables ni se ajustó la tasa de
ganancia, sino que lo que sucedió fue todo lo contrario. El ajuste era sobre el
ser humano y la estabilidad para el capital, o dicho de otro modo, lo que vino
con el neoliberalismo fueron programas de desajuste y desestabilización para
los seres humanos.
Otra palabra bien empleada por el neoliberalismo fue el consenso, más
concretamente en referencia al Consenso de Washington, como receta de las
políticas económicas fundamentales del neoliberalismo para la mayoría de
países de América Latina. Realmente este llamado Consenso fue el mayor de los
Disensos porque nunca estuvieron de acuerdo con él la mayoría de los pue-
blos, sino que fue un pacto entre muy pocos, bajo el paraguas de algunos
organismos internacionales pero bajo el auspicio de Estados Unidos.
Otro término muy recurrente para el neoliberalismo, y para la economía
neoclásica, es el de libertad económica. Este sí que viene del liberalismo y su
revolución liberal burguesa en Francia. La libertad fue la palabra que condi-
cionaba a cada una de las políticas económicas: libre comercio, liberalización

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financiera, libre mercado, etc. ¿Quién podría cuestionar que algo fuera libre?
Lo particular es cuando el concepto libre es acuñado y circunscrito a una con-
dición previa inexistente. En otras palabras: ¿de qué sirve ser libre para comer
si no tienes qué comer? Sí es muy importante ser libre para elegir qué comer,
siempre y cuando previamente se haya solventado el problema de disponer de
los recursos para poder elegir. Por ello, el neoliberalismo manipuló constante-
mente el sentido de la libertad para llegar a una situación solo deseada para
aquellos que han resuelto la etapa previa, es decir, disponer de las condiciones
materiales para ejercer esa libertad en lo económico.
Estos son solamente algunos ejemplos de eufemismos utilizados por el
neoliberalismo para no decir lo que realmente hacen. Con ellos, y con una
estrategia mediática afinadísima, el neoliberalismo fue construyendo su pro-
pio idioma con capacidad de ir creando un sentido común de época.

III. Economía de (libre) mercado

Conviene aclarar desde un inicio que el término mercado, desde el neolibera-


lismo, es también utilizado como eufemismo para no decir verdaderamente
que esa institución de intercambio de bienes y servicios se caracteriza por una
estructura donde solo hay muy pocas empresas que poseen realmente un gran
poder económico.51 No es por tanto acertado hablar de mercado si éste pre-
tende esconder la estructura económica detrás de cada lugar de intercambio.
La llamada economía de mercado es una suerte de adaptación del darwinis-
mo en materia económica y social, un sálvese quien pueda, una suerte de ley
del más fuerte pero donde unos pudieron entrenar en las mejores condiciones
y otros no tuvieron ni para comer. La economía de mercado, como el mismo
Chávez dijo, es una selva, donde el más débil es liquidado.
Cuando se habla de economía de mercado se pretende mostrar una foto-
grafía de un instante determinado, estático, a partir del cual, sin historia ni
pasado, se determinan las condiciones de precio del bien en cuestión. Pero
esto es válido para comprar cualquier bien suntuario, como para los bienes
más básicos para ser humano, y también para aquellos derechos sociales. Todo
se mercantiliza, incluso la fuerza de trabajo. La Economía de Mercado es una
apuesta por la mercantilización de todo lo que es intercambiable, sea básico o
no, sea objeto de derecho social o humano o no. Con esta apuesta, el neoli-

51 Para un amplio debate en torno al concepto de mercado, ver Polanyi (1989). Para
una discusión desde la teoría de Polanyi sobre la economía de mercado, ver Prieto (1996).

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beralismo pretendía ampliar el abanico de negocios posibles para que el capi-
tal privado pudiera participar lucrando a partir de transacciones en cualquier
materia, sea en vivienda, salud, educación, acceso al agua, etc.
Realmente, el mercado en el sentido neoliberal es la antítesis del verdade-
ro mercado en el que concurren muchas empresas que dan como resultado un
precio a partir de una competencia infinita. La economía de (libre) mercado,
del neoliberalismo, es sencillamente la forma encubierta de ejercer un poder
económico determinante para establecer condiciones de intercambio favora-
bles para el capital concentrado en pocas corporaciones. El mercado es la más
ingeniosa manera de hacernos creer que hay una mano invisible que regula las
condiciones finales de precio en cualquier intercambio económico de bien o
servicio. Aunque parezca mentira, esto aún se explica en las aulas de muchas
universidades que se reputan muy prestigiosas. Así el neoliberalismo desper-
sonalizó la gran disputa de economía política existente en cada intercambio.
La economía de (libre) mercado pretendió siempre apartar la puja distributi-
va de la controversia económica.
¿Y por qué el mercado ha de ser libre? Porque gracias a esa condición de
“libertad” se evita cualquier intervención que procurara nivelar situaciones
asimétricas; la libertad se traduce como la no injerencia de cualquier actor
político que quiera reponer injusticias sociales. Es una libertad condicionada
a favor de quienes no han sufrido ninguna injusticia a lo largo de la historia.

IV. El papel del Estado

La discusión acerca del rol del Estado es el centro de gravitación del neolibe-
ralismo, y por ende, de los abordajes teóricos y metodológicos de la economía
neoclásica. El neoliberalismo logró instalar un falso debate entre Estado sí, o
Estado no; y dejar de lado el verdadero debate en torno a qué Estado se quie-
re, al servicio de quién, en beneficio de qué modelo económico, favoreciendo
qué patrón de acumulación. El neoliberalismo retomó decididamente el tópi-
co del liberalismo clásico: laissez faire, laissez passer (dejen hacer, dejen pasar)
para hacer especial referencia a la desaparición del Estado en la economía.
Pero esta dicotomía es falsa, porque el neoliberalismo jamás se planteó la desa-
parición del Estado porque éste era necesario como guardián de la nueva polí-
tica económica y sus consiguientes firmas de adhesión a tratados internacio-
nales en materia comercial, financiera y de inversiones. Se necesitaba, además,
un Estado asegurador ante cualquier riesgo de impago de la deuda pública a
los acreedores internacionales –aunque esta deuda pública fuese ocasionada a

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partir de transferencias de recursos hacia sectores privados que nunca asumie-
ron responsabilidad económica en materia de desarrollo industrial–. Así que
el Estado con el neoliberalismo no debía evaporarse sino reducirse pero sin
perder la autoridad para poder comenzar controladamente un periodo de pri-
vatizaciones de derechos sociales básicos (educación, sanidad, vivienda, pen-
siones, etc.) y de sectores estratégicos (petróleo, otros sectores energéticos,
electricidad, etc.). Así, el capitalismo podría gozar entonces de nuevos secto-
res económicos en los que imponer su lógica mercantilista y comercial pu-
diendo obtener adicionales tasas de ganancia. Se abrían nuevas posibilidades
que ampliaban mercados para que el capital pudiera diversificar sus negocios
y seguir acumulando a una mayor velocidad. Todo ello se haría bajo el nom-
bre de la Modernización del Estado como eufemismo para ocultar que co-
menzaría un largo camino de privatizaciones de sectores económicos muy
rentables porque son pieza fundamental en la economía, con una demanda
cautiva asegurada. Hay que aclarar esto: no se trató de privatizar lo que no
funcionaba, sino que en la mayoría de las ocasiones, se realizó una privatiza-
ción de muchos sectores con alto nivel de rentabilidad económica. A veces,
para “convencer” a la mayoría social que era preciso privatizar, el primer paso
comenzaba por dejar de invertir en lo público, y así, luego, se podría justifi-
car que lo público funcional mal para instalarlo como sentido común, lo cual
ayudaría a tomar decisiones mermando la oposición popular. Este proceso de
privatización condujo en realidad al vaciamiento de los sectores estratégicos
en la mayoría de países de América Latina que comenzaban a transitar por la
larga noche neoliberal. En los casos de la mercantilización de derechos socia-
les, esto suponía conceder al capitalismo la posibilidad de subordinarlos a la
tasa de ganancia; la prioridad era el beneficio empresarial frente a ese derecho
social.
La otra gran disputa del neoliberalismo, respecto al Estado, fue la nueva
política fiscal. La nueva corriente política y económica deseaba poner punto
y final al modelo keynesiano, y también a ciertas teorías de Hacienda Públi-
ca (neoclásica, no marxistas, ni institucionalista) que entendían que el Estado
había de participar siempre y cuando existieran “fallos del mercado”.52 Se
habló de ajuste para implementar una política de reducción de inversión so-
cial e inversión pública; se habló de ajuste para privatización los derechos socia -

52 Para mayor detalle sobre los fallos de mercado (como externalidades, bienes comu-
nes, etc.), ver manuales de hacienda pública como Stiglitz (1999), Musgrave y Musgrave
(1986).

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les y los sectores estratégicos. Sin embargo, lo que no se decía es que se deseaba
una despatrimonialización pública, por venta de activos públicos importantes
vinculados a sectores energéticos y estratégicos, que generaba un ingreso a
corto plazo (por los ingresos de la venta) mejorando así las cuentas públicas
en lo inmediato, pero una pérdida de ingresos públicos en el largo plazo por-
que en el futuro las empresas estratégicas dejarían de ser públicas. Dicho sen-
cillamente: pan para hoy, hambre para mañana. Esta política de reducción de
gasto público perjudicaba claramente a aquellos que necesitaban de políticas
que compensaran las injusticias heredadas de décadas y siglos pasados. Más
que una política de ajuste, fue una política de exclusión y desajuste y desesta-
bilización debido a una deuda social que iría creciendo. El neoliberalismo im-
puso que las políticas del Estado en educación, sanidad, vivienda fuera consi-
deradas como gasto público, y no como inversión social, clara muestra de su
concepción política a la hora de afrontar los derechos sociales.
El otro lado de la política fiscal son los impuestos que permiten precisa-
mente disponer de los ingresos públicos necesarios a partir de la propia rique-
za de un país para luego llevar a cabo políticas sociales y de inversión en sec-
tores estratégicos. En este punto, el neoliberalismo lo tenía fácil porque siem-
pre es más cómodo de convencer a las mayorías para no pagar impuestos, pero
esta “comodidad” lleva aparejado la incomodidad de no disfrutar en muchos
casos de los bienes básicos y tener garantizado el acceso a todos los derechos
sociales. El neoliberalismo se encargó de hacer propaganda en contra de los
impuestos presentándolos como una carga fiscal, como una privación de li-
bertad.53
En otros casos de política fiscal neoliberal, como la de Reagan en Estados
Unidos, se apelaba a la curva de Laffer,54 un modelo matemático abstracto
que servía para demostrar que los impuestos altos eran perjudiciales para la
recaudación, porque impuesto implica reducir crecimiento económico, y ello,
recaudar menos. Con esta explicación de mínimos (desde la economía neo-
clásica), se defendía lo que realmente interesaba a las grandes fortunas, esto
es, no pagar impuestos por ser los creadores de riqueza (aunque fuese para
ellos mismos).
El superávit o equilibrio presupuestario fue el otro gran dogma neoliberal
en política fiscal. Era la mejor forma de amputar al Estado la capacidad de ser

53 Así lo juzgaban los ultraneoliberales, como Hayek (1968).


54 Para más detalle se puede consultar cualquier manual básico de microeconomía de
la teoría neoclásica (por ejemplo, Varian, 2001).

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rector de la planificación económica, o de intervenir y reaccionar frente a
situaciones desfavorables. Además, este dogma tenía que aplicarse año a año,
en cada ejercicio fiscal sin considerar que el horizonte temporal podría ser
superior a esa visión tan limitada. En oposición al modelo keynesiano de con-
trolar las cuentas presupuestarias de forma plurianual, el neoliberalismo exi-
gía que cada año, las cuentas públicas siempre fueran “equilibradas” conta-
blemente, aunque esto ocasionara desequilibrios sociales. Con esta maniobra
se discriminaba al sector público en comparación de cómo operan la mayoría
de familias o incluso el sector empresarial que puede asumir un nivel de
endeudamiento anual siempre y cuando haya capacidad para generar ingresos
en los siguientes años. El neoliberalismo puso su atención en el déficit cuan-
do realmente éste no es el problema; la clave siempre está en saber si hay capa-
cidad de generar riqueza suficiente para ir obteniendo ingresos públicos que
sigan pagando los desfases presupuestarios necesarios para realizar la inversión
estratégica que sea necesaria según la deuda social y económica heredada. El
neoliberalismo así lograba hablar de austeridad fiscal para conseguir su obje-
tivo real; no permitir que el Estado participara en la economía salvo en aque-
llos temas que sí requería el capital privado; garantizar pago de deuda públi-
ca, firmar tratados internacionales, ejecutar privatizaciones de sectores estra-
tégicos, y garantizar las regulaciones pertinentes a favor del capitalismo cor-
porativo. Este último punto ha sido muy confundido cuando se ha enumera-
do los principios del neoliberalismo, porque muchas veces se dice que neoli-
beralismo es sinónimo de desregulación, y eso no es cierto de ningún modo.
El neoliberalismo apostó a que el Estado siguiera siendo un ente regulador
que permitiera justamente que los capitales tuvieran seguridad jurídica para
asegurarse una fructífera tasa de ganancia.

V. Sobre el comercio internacional

La nueva era neoliberal requería, para el capital privado, un mayor expansio-


nismo hacia nuevos mercados sin barreras arancelarias ni para-arancelarias. El
capital necesitaba más territorio. La mundialización de la economía deseaba
acelerarse para transitar hacia una mayor globalización económica capitalista.
El modo de acumulación capitalista tenía que resolver una de sus contradic-
ciones sistémicas mediante la ampliación de las fronteras de posibilidades de
consumo. Se necesitaban consumidores por todo el mundo; se requería patro-
nes de consumo del Norte por todos los Sures. América Latina, con una im -
portante población, y después de la significativa colonización cultural, era el

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lugar ideal para expandir mercados en la búsqueda del nuevo dorado de con-
sumidores. El reducido proteccionismo habría de ser sustituido por los trata-
dos de libre comercio que evitaran regulaciones para corregir asimetrías entre
los países firmantes. Los acuerdos de libre comercio son la mejor forma de
abusar del poder monopolista de unos países frente a otros, o mejor dicho, de
algunas transnacionales sobre algunos países periféricos. La defensa neoliberal
de los acuerdos de libre comercio centra toda su atención pretendidamente en
la discusión sobre aranceles de uno y otro lado, sin atender fundamentales a
los verdaderos factores económicos que determinan los efectos sociales sobre
la población.
Las políticas comerciales han evolucionado mucho desde su etapa inicial.
Las políticas comerciales en los países centrales del sistema capitalista habían
optado desde hacía tiempo por concentrarse en otras modalidades de protec-
cionismo abusando de su posición dominante respecto a la periferia. Este pro-
teccionismo no requería de aranceles sino de ingeniería comercial en otros
ámbitos. Fueron muchas las políticas comerciales en ese camino pero se
podrían destacar dos grandes grupos: 1) barreras para-arancelarias hacia afue-
ra; y 2) políticas proteccionistas hacia dentro. Sobre el primer punto, hay que
destacar que desde ese momento, el neoliberalismo comenzó a desarrollar un
conjunto de normas sanitarias y fitosanitarias que funcionan a partir de un
trajinado principio precautorio, certificados de calidad exigidos a los produc-
tos externos a partir de laberínticas metodologías unilaterales por parte de los
países centrales. Estas barreras no arancelarias, desde hace años, son políticas
mucho más efectivas para obstaculizar el ingreso de productos periféricos sin
la necesidad de tener que aumentar aranceles. Sobre el segundo punto, tam-
bién la posición dominante de los países centrales sobre la periferia se comen-
zó a ejercer –con mucha fuerza después de la Segunda Guerra Mundial– con
una intensa política de subsidios a la producción y a sus exportaciones de pro-
ductos primarios. El mejor ejemplo de esto es lo que sucedía en Europa, cuan-
do surgió la Política Agrícola Común, en 1962, con la excusa de la soberanía
alimentaria, y comenzó a subsidiar a los productores de alimentos haciendo
así que su costo real de producción se redujera mucho, lo que le permitía
competir afuera en condiciones más favorables que los costos de producción
de los países periféricos a pesar de que éstos tenían bajos salarios. Esta políti-
ca, en muchas ocasiones, llega hasta el punto perverso de otorgar subsidios
por encima incluso del costo de producción permitiendo así establecer pre-
cios predatorios (el denominado dumping) poniendo así un gran obstáculo a
la entrada competitiva de los productos latinoamericanos al territorio euro-

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peo, o ayudando la entrada de productos europeos a América Latina.
El neoliberalismo, en materia de comercio internacional, mostraba su tras-
torno bipolar y su hipocresía, exigiendo libre comercio afuera al mismo tiem-
po que protegía adentro a sus capitales privados nacionales mediante políticas
económicas que usaba precisamente al sector público como actor central para
regular vía medidas para arancelarias o subsidiar producción nacional. Para
asegurarse que el mundo capitalista asumiera las reglas y las trampas del libre
comercio, se necesitaba de la nueva arquitectura institucional. Por ello, en
1986, en una reunión del GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comer-
cio), se aprobó el comienzo de la creación de un nuevo organismo interna-
cional sincronizado con la nueva era neoliberal del comercio mundial capita-
lista. El GATT quedaba viejo para las nuevas pretensiones.55 Las negociacio-
nes para disponer de este organismo, conocidas como la Ronda de Uruguay,
tardaron ocho años, hasta consolidarse la Organización Mundial del Comer-
cio (OMC) que desde entonces se convertiría en el ente regulador a favor del
libre comercio, asegurándose primordialmente que la periferia tenía que estar
insertada a los países centrales mediante esos candados.

VI. El fenómeno de la financiarización

El neoliberalismo rápidamente entendió que el comercio no podría ser cir-


cunscrito al intercambio material de bienes y servicios, sino que había posibi-
lidades que iban más allá. El capitalismo mercantil en su primera etapa, y el
industrial durante el último siglo, habían sido generosos con el proceso de
acumulación pero eran insuficientes en la nueva era para la reproducción del
capitalismo con independencia de una base material. Como siempre, tan
ingenioso, el capitalismo en su etapa neoliberal se reinventa también en cuan-
to al objeto de transacción. El capitalismo industrial cedía el protagonismo a
la emergencia de la financiarización de la economía.56 Según Medialdea, “la
financiarización es el aumento de la importancia del capital financiero, que se
traduce en el creciente protagonismo económico y político de los agentes que

55 Por ejemplo, el GATT era incompetente para el libre comercio porque su artículo
XIX del GATI permitía que un país miembro impusiera medidas para proteger sus indus-
trias siempre y cuando haya comprobado que las importaciones causan daño a una indus-
tria específica (Del Castillo, 1987).
56 Como expresan Duménil y Lévy (2005), “el neoliberalismo es la expresión de la
nueva hegemonía de las finanzas”.

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lo representan y, por tanto, en el incremento de su capacidad para imponer
sus intereses” (2010: 119). Así que la base de intercambio podría ser a partir
del mundo financiero sin necesidad de seguir imbricada por una base mate-
rial equivalente.
Así, con esta nueva estrategia de largo plazo, el capitalismo neoliberal se
garantizaba el destino del exceso de liquidez de los petrodólares, al mismo
tiempo que lograba: 1) no padecer más la crisis del fordismo; 2) sortear la baja
de productividad del capitalismo industrial (en parte por agotamiento tecno-
lógico); y 3) no tener que “pelear” la puja distributiva con los trabajadores
porque el nuevo sector, el financiero, no es precisamente intensivo en mano
de obra. Esto último suponía una gran ventaja a favor del capitalismo neoli-
beral financiarizado en relación con el resto de modalidades de acumulación
capitalista.
No es posible mencionar neoliberalismo sin relacionarlo estrechamente
con este fenómeno de la financiarización. A partir de esta máxima, el progra-
ma económico neoliberal comenzó a diseñar un nuevo marco macroeconó-
mico para que el capital financiero sea más protagónico que el Estado y que
el capital industrial. La nueva arquitectura institucional será elaborada a favor
del mundo financiero, de los accionistas y acreedores de la deuda financiera,
y también en búsqueda del control de la inflación para que ésta no mermara
al capital financiero.
El neoliberalismo además se caracterizó desde su inicio por el fomento de
la apertura financiera para desconectar la relación entre ahorro e inversión
nacional, porque a partir de ese momento, el capital podría volar de un lugar
a otro como quisiera, sin pagar peaje alguno, y con viento a favor gracias a re-
gulaciones a su medida. No es cierto que se desreguló el mercado financiero;
por el contrario, lo que se hizo fue regular para garantizar la máxima seguri-
dad jurídica para su tasa de ganancia.

VII. El mito de la inversión extranjera directa

La inversión extranjera directa (IED) es una vía mediante la cual se abren las
barreras para que el capital extranjero se introduzca en otro país, y pueda que-
darse el tiempo que estime rentable, sin ningún tipo de compromiso en la
reinversión de utilidades netas. En este sentido, hay una definición suma-
mente interesante del organismo internacional hegemónico, la Agencia Mul-
tilateral de Garantías para la Inversión del Banco Mundial, que sostiene que
la inversión extranjera directa es el mecanismo para adquirir intereses de largo

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plazo en una empresa que esté operando en otra nación diferente a la del in-
versor, con el propósito de tener una voz participativa en el manejo de dicha
compañía. Más claro, imposible. Se trata en definitiva de una buena manera
de extranjerizar el control de empresas de capital nacional, esto es, un trasva-
se de poder hacia el extranjero ocasionando una pérdida de importancia del
capital nacional en detrimento del transnacional.
Esta IED no siempre es productiva ni está asociada con el ámbito indus-
trial; no siempre va en sintonía con la planificación estratégica del desarrollo
nacional ni con los objetivos económicos de un país; no siempre es regulada
por la legislación nacional de acogida, sino que trae consigo su propia juris-
dicción. Este aspecto es realmente la gran trampa de esta inversión venida de
afuera porque el país receptor no solo importa capital, sino que acaba impor-
tando legislación extranjera, con la consiguiente pérdida de soberanía que
esto conlleva. Para esto, el neoliberalismo empleó otro eufemismo, el de la
seguridad jurídica, que es sencillamente que las leyes nacionales de acogida no
sirven para el tratamiento jurídico de la inversión extranjera. Para el neolibe-
ralismo, solo hay seguridad jurídica cuando: 1) la legislación nacional se
reforma para acomodarse a los principios internacionales de regulación jurí-
dica de inversiones; o 2) directamente se acepta la legislación de afuera como
propia a partir de tratados internacionales. Justamente para asegurar que la
inversión extranjera directa tenga trato extranjero y no nacional, el neolibe-
ralismo trajo consigo dos artilugios, nuevamente presentados como técnicos
pero que tienen un gran trasfondo político. El primero es el Centro Interna-
cional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), que es una
institución del Banco Mundial, con sede en Washington (Estados Unidos),
que a pesar de que tenía vigencia desde 1966, en los años del neoliberalismo
se convirtió en el árbitro internacional que dirime cada vez que hay un con-
flicto entre la inversión extranjera y la legislación nacional. El segundo son los
Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) que constituyen el centro nodal de la
seguridad jurídica. Un TBI es un contrato entre países que permite regular las
inversiones extranjeras entre esos países de forma aislada respecto a la legisla-
ción nacional. Con esto, la inversión extranjera se asegura tener un limbo jurí-
dico propio, que nada tiene que ver con la legislación nacional. Estos TBI se
centraron en establecer regulaciones impositivas favorables, con exención de
muchos impuestos, sin ningún tipo de obstáculo para su entrada y salida, y
especialmente, permitieron que hubiese la máxima facilidad para el envío de
utilidades netas (obtenidas a partir de la inversión) como remesas a su casa
matriz. Así, la inversión extranjera directa pasaba de ser una fórmula para atra-

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er inversiones a considerarse un mecanismo de fuga de capitales. Con el paso
del tiempo, y dado el escaso compromiso de reinvertir utilidades en la empre-
sa adquirida y participada, la transnacional iba remitiendo las utilidades a su
casa matriz, en su país de origen, y por lo tanto, en términos netos, la salida de
capital con el paso del tiempo era superior a la entrada en calidad de IED.

VIII. Fragmentación geográfica de la producción mundial

El neoliberalismo también modificó la planificación productiva a escala mun-


dial para transitar hacia un régimen más cómodo y rentable para el capital
industrial en esta nueva era de la financiarización. El sistema fordista comen-
zó a ser desplazado por un régimen de acumulación flexible, asentado en un
nuevo paradigma tecnológico –dominado por la electrónica, la biotecnología,
la informática y las comunicaciones–. La liberalización comercial y financie-
ra facilitó una mayor deslocalización productiva para cambiar geográfica-
mente la forma de producir en el mundo. El neoliberalismo propuso que la
producción industrial no tenía por qué estar concentrada en un país, sino que
se podía “ocupar” todo el mundo capitalista para producir a escala global. Lo
importante era que la transnacional controlara todo el proceso productivo,
aunque no estuviera en un mismo territorio. Así, los capitales empezaron a
migrar desde las naciones centrales hacia aquellas zonas que ofrecían mano de
obra barata y/o diversos incentivos económicos –subsidios a la exportación,
exenciones impositivas, zonas francas–. Los países centrales se quedarían con
las actividades de mayor valor agregado, las más intensivas en conocimiento.
Y, por el contario, las intensivas en mano de obra migrarían a los países peri-
féricos. Esta nueva etapa de encadenamientos productivos mundiales también
se explica por la reducción de los impuestos aduaneros, la disminución del
costo de los transportes y de las telecomunicaciones, el auge de tecnologías, la
movilidad del capital y de los factores de producción, junto con la prolifera-
ción de los acuerdos bilaterales y multilaterales de libre comercio.
De esta forma los encadenamientos productivos ya no eran nacionales,
sino que tenían dimensión transnacional. A partir de este momento se puede
hablar de la importancia en la era neoliberal de las Cadenas Globales de Valor
(CGV) como concepto asociado a transformaciones productivas de la épo -
ca.57 La nueva configuración se caracteriza por una fragmentación geográfica

57 Los neoschumpeterianos Kaplinsky (1998) y Gereffi, Humphrey y Sturgeon (2005)

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de la producción mundial. Ahora la fábrica no estaba en un país, sino que
existían infinitas fábricas desagregadas, para una o más fases de la cadena de
producción, repartidas por el mundo. El imperialismo capitalista ya no se cir-
cunscribía al comercio, las finanzas o inversiones, sino que también el ámbi-
to productivo se volvía rehén de ese expansionismo sin fronteras para que la
acumulación capitalista pudiera optimizar todo el territorio mundial. Se pasó
así de la mercadería made in USA a la mercadería made in the World.58
Con este reordenamiento productivo a escala mundial, también se modi-
ficaron las relaciones geopolíticas y geoeconómicas. Los patrones de depen-
dencia tampoco se circunscriben a lo comercial y financiero, sino que también
incluyen lo productivo. Así quedó todo condicionado para que el principal
desafío para los países en desarrollo fuese insertarse en los eslabones más avan-
zados de esas cadenas para poder apropiarse del mayor valor agregado. Pero
esto no será nunca posible porque es el capital privado transnacional el que
controla toda la CVG, con independencia del lugar donde se produzca cada
parte del producto final.
Los países del centro apostaban por el capitalismo financiero y tecnológi-
co, delegando la producción industrial de escaso valor agregado a la periferia,
pero siempre bajo control transnacional. El neoliberalismo concedía así un
nuevo rol a la periferia para que pueda, sin industrializarse plenamente, par-
ticipar en el proceso mundial de industrialización. Esto cambia significativa-
mente el modo de acumulación capitalista en cuanto a la producción indus-
trial porque permite a una determinada periferia que se inserte en la CVG,
pero siempre permitiéndole apropiarse del menor valor agregado posible. Sin
embargo, esto, por muy poco que fuese, ha modificado el mapamundi eco-
nómico en materia productiva, con la aparición de nuevos capitales privados
productivos que han emergido desde zonas periféricas.

fueron pioneros en la utilización del andamiaje teórico de las CGV para el análisis de las
transformaciones productivas y comerciales.
58 El ejemplo más citado en manuales de economía es el de la muñeca Barbie, un pro-
ducto diseñado por Mattel en California, con una estructura plástica elaborada en Taiwán,
un cabello de nylon producido en Japón, vestidos de algodón originarios de China, moldes
y pigmentos fabricados en Estados Unidos, ensamblada en Indonesia y Malasia, sometida
en California a control de calidad y distribuida y comerciada por diversas empresas en todos
los rincones del mundo (Alonso Rodríguez, 2007).

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IX. Flexibilización laboral

La fuerza de trabajo es otro factor clave que debe afrontar el capitalismo en


su nueva tarea de “organización de su casa” bajo la hegemonía neoliberal.
Siempre que hubo una reducción en la tasa de ganancia, la respuesta del capi-
tal fue compensarlo de forma inminente por la vía laboral, con reducción de
salarios o por despido. El neoliberalismo no iba a cambiar esa forma de resol-
ver la puja distributiva, pero sí lo iba a realizar de otra forma. El neoliberalis-
mo comenzó hablando de “flexplotación” con el objetivo de disponer de la
máxima flexibilidad59 en la gestión de las condiciones laborales para lograr
una sostenible rigidez de los beneficios empresariales. Jamás se habló de flexi-
bilidad en relación con la tasa de ganancia; ésta solo era circunscrita a la fuer-
za laboral, que sí debía ser elástica para que la acumulación capitalista siguie-
ra su ritmo.
La financiarización y la reconfiguración productiva permitían que el neo-
liberalismo diseñara nuevas formas de reorganizar el trabajo. Los métodos
tayloristas o fordistas seguían sobreviviendo pero bajo una modalidad frag-
mentada de la producción industrial, a partir de entonces, cada vez más con-
centrada en algunas zonas periféricas. El deseo neoliberal era acelerar el pro-
ceso de segmentación del mercado laboral; cuanto más dividido fuera el co-
lectivo laboral gracias a individualizadas condiciones contractuales pactadas
con los trabajadores, menos opciones había para que éstos se unieran en
demandas comunes, porque sencillamente no las había. Esta suerte de balca-
nización en lo laboral permitía una negociación asimétrica desfavorable para
el trabajador teniendo así menos poder para negociar las condiciones labora-
les frente a la empresa. La flexibilización fue el proceso por el cual los salarios
se tenían que ajustar a cualquier antojo de la tasa de ganancia. La subordina-
ción del salario a la acumulación capitalista es lo que el neoliberalismo llama-
ba flexibilizar. Se tenía que preparar las legislaciones para evitar nuevamente
una confrontación entre la fuerza trabajadora y el capital que pusiera en ries-
go la salud de la tasa de ganancia.
En la nueva periferia industrializada el trabajador se insertaba en una divi-
sión internacional del trabajo en sectores económicos de bajo valor agregado,

59 Como afirma Ulrich Beck (2006), “la movilidad vertiginosa del dinero entre distin-
tos puntos del planeta puede haber instaurado la economía política de la inseguridad o la
sociedad del riesgo; una sociedad instalada en la incertidumbre y en la indefensión frente a
las iniciativas de fuerzas económicas poderosas e incontrolables”.

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y por tanto, la productividad laboral era baja, y así, su salario. Desde ese
momento, el capitalismo en su versión neoliberal diseñó una gran cantidad de
nuevas modalidades de contratos que precarizan a la fuerza de trabajo; apare-
cen los contratos por horas,60 según la necesidad volátil del capital; se refor-
ma la legislación laboral abriendo nuevas posibilidades en la que el despido es
procedente. La Organización Internacional de Trabajo,61 en el año 1982, hace
una especie de malabarismo jurídico y permite que se considere “ocupado”
aquella persona que trabaje al menos una hora en su última semana de refe-
rencia. Así se contabilizan cifras macroeconómicas muy saludables para la
economía dominante, pero que desvirtúan la esencia básica de la fuerza de tra-
bajo. Ese nuevo mercado laboral, digno para unos pocos, y empobrecedor pa-
ra la mayoría, se exporta –con particularidades– también desde los países cen-
trales hacia la periferia.

X. Desarrollo humano y sostenible

El neoliberalismo afrontó la dificultad de tener que revivir un paradigma muy


criticado después de su fracaso en el ámbito social y ambiental. El Desarrollo,
a secas, no podía seguir erigiéndose en la bandera de las décadas pasadas pues-
to que los resultados en materia social y ambiental no eran aceptados ni desde
adentro del propio sistema. Para ello, las organizaciones internacionales de-
bían proponer alguna reforma (invisible) del paradigma desarrollista, que sin
acabar con él, pudiera seguir nucleando a todas las expectativas para las mayo-
rías. Era inadmisible defender que el desarrollismo había triunfado en pleni-
tud porque éste siempre había sido desigual y nunca pudo evitar las cifras pau-
pérrimas en cuestiones sociales. Incluso en los países centrales, comenzaron
desde el propio seno de la corriente principal (economía neoclásica) a cues-
tionar las tasas de pobreza y desigualdad –por ejemplo con los trabajos de
Atkinson (1970a, 1970b), Sen (1973, 1976, 1979), y Townsend (1971) en el
Reino Unido, y luego, replicados para el resto de países de Europa y Estados
Unidos–. Suponía una gran dificultad seguir hablando de desarrollo en medio
de crecientes protestas al mismo tiempo que muchos estudios iban aparecien-
do para llamar la atención sobre las cifras de empobrecimiento salarial y de
desigualdad del ingreso. Dentro siempre del mainstream de la economía, esta
nueva corriente teórica y metodológica, que pasó a llamarse Economía de la

60 Aparecen los contratos parciales, los contratos temporales.


61 Es una organización dependiente de Naciones Unidas, creada en el año 1919.

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Desigualdad y de la Pobreza (EDP), comandada entre otros por Amartya
Sen,62 ponía en jaque al propio sistema mostrando empíricamente que había
pobreza y desigualdad en los países centrales, y no desde teorías marxistas o
contrahegemónicas. Este corriente EDP tenía serias limitaciones: 1) el carác-
ter negativo de los objetivos estudiados: desigualdad y pobreza en vez de
igualdad y riqueza; 2) el uso de la igualdad en lugar de la equidad; 3) el orden
de dicho sintagma nominal de tal manera que se relega a un segundo térmi-
no a la desigualdad –en vez de decir la equidad de la economía–; y 4) dejaba
fuera del análisis la acumulación originaria y todo aquello que fuera riqueza;
solo se centra en el ingreso salarial cuando eso hace que se deje de considerar
toda la desigualdad existente en términos de riqueza y patrimonio que no
necesariamente es renta salarial. Sin embargo, a pesar de las infinitas limita-
ciones que tiene este nuevo tópico económico (en la economía neoclásica),
era capaz de interpelar al proclamado éxito del desarrollo en cuanto a su insu-
ficiencia para garantizar sosteniblemente niveles bajos de desigualdad y
pobreza ni en los mismos países centrales.
Frente a esto, el paradigma desarrollista hegemónico tenía también que
reinventarse para evitar cualquier reconocimiento expreso de su fracaso. Lo
más fácil era la adjetivación del término; pasar de desarrollo a desarrollo
humano. Con esta etiqueta, se pretendía humanizar al desarrollo; ponerle ros-
tro humano a un paradigma que hasta el momento solo se había dedicado al
crecimiento económico para que la acumulación capitalista siguiera siendo
sostenible en el tiempo. Entonces, desde los primeros años del neoliberalis-
mo, se comienza a correr en la dirección de la búsqueda de un nuevo desa-
rrollo pero sin salirse en lo esencial de lo viejo. La solución fue, y sigue sien-
do, el término de Desarrollo Humano como nueva meta social. Así el neoli-
beralismo favorecía la creación de una suerte de capitalismo bueno, que busca
resolver el conflicto de justicia social, de equidad, de tensión distributiva,
mediante el logro del Desarrollo Humano. Este nuevo término es coetáneo
con el neoliberalismo, y nace de la mano de justamente el hombre que había
denunciado los elevados índices de desigualdad y pobreza en los países centra -
les, de Amartya Sen, quien comenzó a trabajar en la línea del concepto de
Desarrollo Humano a inicios de los ochenta. Luego, a partir del año 1990, el
término tomó especial relevancia debido al Informe de Desarrollo Humano
redactado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

62 Quien recibió el premio Nobel de Economía en 1998.

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A partir de entonces, abusando del reduccionismo cuantitativo –derivado de
la economía neoclásica–, nació el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que
se calcula a partir de PIB, esperanza de vida y tasa de alfabetismo. Se calcula
a partir del valor promedio (en PIB per cápita, en esperanza de vida) denos-
tando así cualquier perspectiva distributiva.63
Pero el problema no solo fue de índole humana y social en las décadas
pasadas, sino que también hubo una gran preocupación ambiental –siempre
desde la óptica de la dependencia del capitalismo por el medio ambiente
como insumo productivo–. Esa crisis medioambiental era la crisis del capita-
lismo dependiente de recursos naturales en manos de otros países periféricos
más soberanos, que se reapropiaban de los mismos, y los vendían pero con
nuevas condiciones a precios más elevados. La guerra de Yom Kipur de 1973
entre Israel contra algunos países petroleros árabes, en un primer momento,
y luego la denominada crisis del petróleo de 1979 por la guerra entre Irán e
Irak,64 volvió a generar incertidumbre en la provisión del petróleo, y una con-
siguiente subida de los precios del mismo.
El orden neoliberal buscaba la respuesta frente a este tema; se requería
“vender” la importancia de un capitalismo verde que compensara y eclipsara en
la medida de lo posible su propia voracidad por consumir naturaleza. Por to-
do ello, el concepto de desarrollo se acomodó sobre el término de sostenibili-
dad. En 1987, la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo se
apresuró en publicar el Informe Brundtland, nuestro futuro común, que define
el desarrollo sostenible como el que asegura “las necesidades del presente sin
comprometer la capacidad de las futuras generaciones para enfrentarse a sus
propias necesidades”. A partir de entonces, el Desarrollo iba a poseer otro cali-
ficativo, el de Sostenible. Una nueva adjetivación que permitía justamente res-
ponder desde el sistema capitalista a otra demanda importante, la medioam-
biental. El desarrollo sostenible incorporaba el aspecto intergeneracional a tra-
vés de la cuestión ambiental pero siempre vinculante a la mirada del consu-
mo bajo un modelo capitalista; poner en peligro a generaciones futuras por
consumir muchos recursos naturales hoy podría poner en peligro al consumo

63 Para un análisis crítico detallado del IDH, ver Tapia Granados (1995).
64 Esa guerra tiene lugar en el momento en el que la revolución islámica iraní acaba con
el régimen del Sha, y desea acabar también con la relación imperialista de los Estados Uni-
dos. Esto no gustó nada a los estadounidenses, y menos porque aún había como telón de
fondo una guerra fría en la que la Unión Soviética se veía como el principal aliado del nuevo
Irán.

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de mañana. Con este término, el neoliberalismo resolvió el problema de jus-
ticia ambiental a partir de programas de responsabilidad ambiental, del reci-
claje, de los mercados de emisión, de mejoras tecnológicas, pero nunca po-
niendo al medio ambiente como parte de un sistema holístico, integral, que
coevoluciona con el resto de sistemas (económicos, culturales, políticos), o
más allá del sentido crematístico (monetario), ni considerándolo un recurso
estratégico y no una simple mercancía (commodity).
Así, con ese híbrido, de “desarrollo humano” y “desarrollo sostenible”, el
neoliberalismo sortea la decadencia del paradigma desarrollista, y lo reinven-
ta a partir de dos nuevos adjetivos que responden a la justicia social y ambien-
tal, pero siempre interpretado desde la estructura de acumulación capitalista.

2.2. La llegada del neoliberalismo a América Latina

Decálogo Neoliberal en mano, solo faltaba la implementación del mismo. A


mediados de los setenta, se realizaron continuas reuniones entre el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Reserva Fede-
ral estadounidense, para resolver la caída de la tasa de ganancia que ponía en
peligro el ritmo de acumulación capitalista. En ellas, el principal reto era
identificar las coartadas que permitieran “crear la necesidad” para luego inter-
venir con medidas concretas, y así, nuevamente disponer de la legitimidad
auto concedida para “organizar la casa” capitalista. Las dos excusas elegidas,
por encima del resto, fueron la lucha contra la (hiper)inflación y la atención
a la crisis de la deuda. Respecto a lo primero, el discurso centrado en la impor-
tancia de reducir los precios siempre tuvo buena aceptación en términos polí-
ticos. La hegemonía neoliberal encontró en este problema un asunto adecua-
do para convencer a la mayoría social de las bondades de su política econó-
mica para afrontar tal reto.
Pero el neoliberalismo traía su propia receta de lucha contra la inflación
con un remedio peor que la propia enfermedad. El nuevo orden económico
hegemónico prefería soslayar el debate acerca de los verdaderos formadores de
precios, y por el contrario, defendía que todo podría ser resuelto por la vía de
la demanda, esto es: 1) con menos gasto público, 2) evitando aumentos salaria-
les, y 3) con restricción monetarista, aumentando la tasa de interés con el afán
de reducir el dinero circulante haciéndolo más costoso. Las dos primeras
medidas tenían efectos desfavorables sobre la clase trabajadora; y la tercera
medida buscaba verdaderamente otro objetivo: beneficiar al capital financie-

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ro gracias a una subida de la tasa de interés. La nueva forma de luchar contra
los precios fue la excusa perfecta para hacer política nuevamente a favor del
capital financiero y en contra de la economía real. La teoría económica hege-
mónica no quiso en ningún momento discutir la inflación desde la responsa-
bilidad de aquellos capitales privados que poseían una posición dominante de
poder de mercado para fijar precios abusivos –que les aseguraban la tasa de ga-
nancia–. No, ni mucho menos. La inflación, para el paradigma hegemónico,
sólo podría tratarse a partir del sacrificio de la mayoría social, sin tocar ni un
pelo los privilegios de un capital privado muy concentrado, y con capacidad
de seguir fijando precios. De esta forma, la lucha contra la inflación se con-
virtió en el gran pretexto para llevar a cabo una política económica de recor-
tes y empobrecimiento social (en políticas públicas y salarios), acompañada de
una política de retribución desmesurada del capital financiero; se priorizaba
más el instrumental elegido para combatir la inflación desde la corriente
dominante –al servicio del capital financiero– que el verdadero problema
visto desde una perspectiva social
La otra gran coartada fue la deuda que se había venido generando en
buena parte del mundo a favor de la banca privada mundial. Como vimos
anteriormente, la verdadera razón de esta deuda financiera –en la mayoría de
países de la periferia, y muy especialmente, en América Latina– se puede sin-
tetizar en el mecanismo era el siguiente: el Estado asumía préstamos financie-
ros procedentes del exterior, con alto costo, para llevar a cabo un proceso de
industrialización, que ni era planificado ni contaba con las condiciones de
partida adecuadas para ello; luego, el Estado delegaba en cierto sector priva-
do esta tarea, y entonces, volvía a prestar los recursos financieros a favor de
dicho sector privado pero a coste cero, o a muy bajo coste, o incluso sin obli-
gación de retorno; en la mayoría de los casos, estas empresas privadas ni tení-
an incentivos ni interés, ni el know-how suficiente, para acometer tal labor, y
por tanto, nunca se llevaba a cabo la industrialización prevista, pero en cam-
bio, sí se había producido una transferencia de recursos a favor de cierta élite
privada nacional, generándose así un endeudamiento público externo innece-
sario e improductivo. Esta política suponía un negocio perfecto a favor de
unos pocos que recibían préstamos sin necesidad de devolverlos, debido a que
la obligación quedaba en forma de deuda pública.
Este sistema de endeudamiento ilegítimo, en forma de deuda externa, fue
definitivamente usado como chantaje para la implementación de políticas
económicas venidas como salvadoras. “O pagas o te explicamos cómo puedes
pagar”. Algo así era el lema llegado desde afuera a muchos países de América

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Latina. En este sentido, el Plan Brady fue una de las principales propuesta
para reestructurar la deuda de la periferia contraída con los bancos comercia-
les.65 Este plan se basaba en permitir que la deuda vencida fuera pagada sus-
tituyéndose por otra deuda futura, siempre a mayor tasa de interés, sujeta a
nuevos compromisos de política económica impuestos desde afuera. Un
esquema que permitía una renegociación de la deuda trasladándola hacia el
futuro, pero con un gran aumento del costo (por los nuevos intereses). Se
constituía así una suerte de deuda eterna que acababa atrapando al país bajo
el mandato de los organismos internacionales, que desde entonces podían
imponer la política económica por control remoto.
La nueva política económica “aconsejada” –de facto de obligado cumpli-
miento– se enfocaba en vender todas las empresas públicas para pagar la
deuda pasada a la mayor velocidad posible. Además, era “aconsejado” perse-
verar con la estructura primario-exportadora porque así se podrían obtener
ingresos suficientes que permitirían el pago de dicha deuda con los acreedo-
res privados internacionales. Las justificaciones económicas estaban prepara-
das pero faltaban los líderes políticos y tomadores de decisión que imple-
mentasen todas las recetas “aconsejadas”.
Sin embargo, esta vez, las políticas neoliberales no solo fueron “aconseja-
das” para la periferia, sino que en el epicentro de los países centrales del siste-
ma capitalista mundial también se venía desarrollando una nueva forma de
hacer política económica, acabando definitivamente con el modelo keynesia-
no que proponía al Estado como agente contra-cíclico. Las victorias de Mar-
garet Thatcher en 1979 en el Reino Unido, y de Ronald Reagan en 1980 en
Estados Unidos son hechos clave en este sentido.66 El triunfo de coaliciones
de ultraderecha en los países capitalistas centrales marcó un punto de infle-
xión irreversible en el futuro de la economía en el mundo capitalista. Los dos
líderes de partidos ultraconservadores pusieron en práctica una versión sui
generis del modelo liberal, el neoliberalismo. Paradojas de la historia, dos con-
servadores se convirtieron en adalides del neoliberalismo, coincidiendo en
casi todo: oposición férrea contra la Unión Soviética hasta acabar con el
campo socialista, reordenamiento mundial para que el neoliberalismo sea el

65 El Plan Brady comenzó oficialmente en 1989, pero ya llevaba años poniéndose en


práctica. Se llama así por el nombre de su creador, secretario del Tesoro de Estados Unidos.
66 Thatcher ganó al desgastado Partido Laborista con el 43,9% de los votos, y estuvo
en el cargo durante tres mandatos hasta 1990. Reagan fue Presidente entre 1981 y 1989 por
el partido Republicano, ganando las elecciones a fines de 1980 a Jimmy Carter.

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modo de gestionar global y hegemónicamente el capitalismo, y puesta en
práctica de los pilares del modelo neoliberal usando los organismos interna-
cionales para disciplinar a los países periféricos.
El capitalismo neoliberal se aplicó primero en estos países centrales, y
luego rápidamente se fue propagando por casi todo el mundo, como un arma
de destrucción masiva. Lo que muchos llamaban la era de la información, de
las tecnologías, de la globalización, del período posfordista, de la financiari-
zación, del libre mercado, era solamente una forma de llamar eufemística-
mente al capitalismo en su nueva forma, la hegemonía neoliberal. En línea
con esto, Chávez decía que “el capitalismo llegó a tal grado de desprestigio,
que de manera muy hábil, le cambiaron el nombre al sistema capitalista; y le
pusieron el nombre de sistema de libre mercado, pero que es el mismo del
capitalismo; y hoy, le dicen neoliberalismo, que en el fondo es una sobredo-
sis del capitalismo”.67
Pero a pesar de que los portavoces de la ortodoxia dominante siguen afir-
mando que Reagan y Thatcher fueron los pioneros del neoliberalismo, el
nuevo capitalismo neoliberal ya había sido ensayado antes en algunos países
de América Latina, y no precisamente por la vía de la democracia liberal, sino
que había sido inoculado forzosamente mediante dictaduras, como fue suce-
dió en varios países del Cono Sur. Las experiencias del neoliberalismo vía dic-
tadura en América Latina antes de los ochenta son manifestaciones muy evi-
dentes de que el sistema también buscaba por la vía no electoral probar estas
recetas en países importantes de la región. Los casos de Chile con Pinochet y
Argentina con Videla son pruebas de dictaduras cívico-militares que impu-
sieron los postulados neoliberales para cambiar el modo de acumulación capi-
talista en esos países. El primer experimento neoliberal fue en Chile. El golpe
militar contra Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, pretendía evi-
tar la emergencia de un nuevo campo socialista en la región.68 Luego, la dic-
tadura de Pinochet fue el laboratorio perfecto para que los países centrales
ensayaran cómo implementar el neoliberalismo. Paradoja: los Chicago Boys
decidían el destino del pueblo chileno.69 Milton Friedman, padre de la escue-

67 Ver video: www.youtube.com/watch?v=DX4GdF5WP3k


68 El golpe militar fue precedido por una planificada guerra económica contra Salvador
Allende: se cortaron préstamos del exterior, se indujo una inflación acelerada y galopante,
acompañada de desabastecimiento empresarial para sembrar malestar, etc.
69 La Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chicago firmaron
un convenio en 1956 para que estudiantes chilenos hicieran posgrados en esa universidad

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la de Chicago y gurú en la gestación del neoliberalismo, acuñó el término el
“milagro chileno” para referirse a la disciplina ejemplar de la política econó-
mica en ese país, que se sintetizaba en un documento clave en la historia eco-
nómica del neoliberalismo en América Latina, curiosamente llamado El ladri-
llo.70 El texto base de la revolución neoliberal en América Latina recogía los
postulados básicos del nuevo sistema, aún no hegemónico en la región, pero
con pretensión de serlo en las décadas siguientes.
En Argentina, bajo la dictadura cívico-militar comandada por el general
Videla, y con Martínez de Hoz71 como ministro de economía, se inició apre-
suradamente el camino hacia el neoliberalismo, favoreciendo al concentradí-
simo sector agroexportador mediante políticas de (mega) devaluación del tipo
de cambio, y en contra de cualquier burguesía industrial que optara por el
desarrollismo nacional. Además, se practicó una reforma financiera que pre-
paró al país para su inserción neoliberal en el mundo financiarizado. La desin-
dustrialización y el sobreendeudamiento estaban asegurados. Como diría el
economista Aronskind, “Martínez de Hoz fue exitoso en subdesarrollar al
país” (2010).
Estos son solo dos ejemplos –porque también hubo dictadura en Uruguay
y Paraguay– que se adelantaron a los tiempos neoliberales. En ambos países
se aplicaron algunas políticas económicas neoliberales, pero aún parcialmen-
te, porque el paquete integral neoliberal vino con el mal llamado Consenso
de Washington, en “auxilio” de la hiperinflación y la crisis de la deuda exter-
na de la mayoría de los países de América Latina, ya en la década del ochen-
ta. El truco era infalible: primero se inducía a la hiperinflación y se generaba
deuda externa, y luego, se acudía a solucionarla, fundamentalmente para que
el neoliberalismo se impusiera hegemónicamente dentro de cada país.
Ya se ha explicado antes cuál es la verdad de las políticas de (des)ajuste y
programas de (des)estabilización que llegaron a América Latina. En cada país,
con sus particularidades y especificidades, se fueron aplicando idénticas rece-
tas de una misma base epistemológica, siempre desde la misma dirección de

de Estados Unidos, en donde Milton Friedman era profesor. De ahí viene la vinculación de
los Chicago Boys con Chile.
70 Escrito, entre otros, por Álvaro Bardón Muñoz, Presidente del Banco Central en la
época de Pinochet (1977-1981), y Sergio de Castro, ministro de Economía (1973-1976) y
ministro de Hacienda (1976-1982), doctor en economía por la Universidad de Chicago.
71 Hijo de la oligarquía agroexportadora, ex Presidente de una petrolera (Petrosur) y
una importante cementera, Acindar, con vínculos con Rockefeller, y muy relacionado con
los organismos internacionales.

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mando: desde el Norte para el Sur –como así lo explica Quijano (2000), desde
su tesis de la colonialidad del poder–.

2.3. El rechazo al neoliberalismo en Venezuela: el Caracazo (1989)

Chávez salió de la Academia Militar en 1975 como subteniente y su primer


destino fue Barinas, su estado natal. Se venían los años neoliberales en el
mundo, en América Latina y en Venezuela, y el joven militar coqueteaba con
la política pero mediante acercamientos esporádicos con los amigos de su
infancia, que estaban más vinculados a los sectores de izquierda en Venezue-
la. En el bar Noches de Hungría, Chávez solía reunirse informalmente para
conversar con su amigo Vladimir Ruiz, quien ya era dirigente de la Causa
Radical (Causa R).72 También participaba en algunas reuniones políticas con
su hermano Adán en la ciudad donde aquel estudiaba, Mérida.73
En 1977, Chávez fue trasladado de Barinas a Cumaná para participar en
las labores del ejército para contrarrestar un rebrote guerrillero que se estaba
produciendo en el oriente venezolano. La misión en esa ciudad del Caribe, en
el estado Sucre, era clara: luchar contra la insurgencia. Chávez llegó allí sin
conocer a nadie y sin tener ningún tipo de contacto político, pero cada vez
más interesado por la política, por todo lo que sucedía en su país, y procu-
rando entender por qué había una guerrilla cuando Venezuela se reputaba, so-
bre todo en el Norte, como la mejor democracia en América Latina.
El Presidente Carlos Andrés Pérez entraba en ese momento en la recta
final de su primer mandato garantizando la democracia aparente pactada por
el puntofijismo, que seguía sin democratizar los poderes económicos ni redis-
tribuir la renta petrolera a favor de las mayorías. La Gran Venezuela era la Ve-
nezuela de unos pocos que seguían lucrándose de la explosión de renta petro-
lera. No había ningún tipo de viraje hacia una Venezuela productiva. La polí-
tica social se reducía a un Estado de Bienestar en Miniatura, suficiente solo
para amortiguar el descontento creciente de la población, que veía pasar de
lejos las grandes transferencias de recursos públicos que se realizaban a favor
de un sector reducido de la sociedad venezolana.

72 Grupo fundado por un grupo de disidentes del Partido Comunista de Venezuela en


1971.
73 Acudía a la Hechicera, uno de los núcleos de la Universidad de los Andes en Méri-
da (Ramonet, 2013: 332).

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Pero aún a pesar de la alta recaudación de renta petrolera, el Estado co-
menzaba a endeudarse sin base de equivalencia industrializadora. El dinero
solo llegaba a las manos de una pequeña élite económica dominante que no
lo usaba para invertir adentro, sino para ahorrar afuera lo que les sobraba de
sus consumos suntuarios. La nueva actividad económica, fuera de la esfera
petrolera, consistía en la importación de todo aquello que comenzaba a de-
mandarse internamente, obteniendo una tasa de ganancia fácil y sin necesi-
dad de emprender ningún camino riesgoso.
La ubicación remota de Chávez en Cumaná no le impedía conocer de cer-
ca todo lo que venía aconteciendo en su país. El joven subteniente estaba en
una institución gendarme del puntofijismo, y comenzaba a incubar sus pri-
meras dudas. Eran años de incertidumbre, como él siempre confesó, en los
que tenía además que enfrentar a una guerrilla que demandaba objetivos
sociales más próximos a lo que él mismo pensaba. Pero Chávez seguía sin per-
tenecer a ninguna organización fuera del ejército. Sus lecturas, en cambio,
comenzaban a encaminarse hacia otros enfoques no estudiados en la Acade-
mia Militar. Dicen que la casualidad ayuda cuando hay base causal para un
suceso. Así se podría entender cómo el joven Chávez acabó leyendo unos li-
bros que encontró “en un puesto militar anti guerrillero, en el maletero de un
viejo Mercedes negro tiroteado, que llevaba años olvidado y cubierto de polvo
en medio de las matas, y que había pertenecido a unos enlaces de la guerrilla”
(Ramonet, 2013: 343). Eran libros marxistas, tales como El imperialismo, fase
superior del capitalismo (1961a) de Lenin y La estructura económica de la Vene-
zuela colonial (1978) de Federico Brito Figueroa. Más tarde, leyó El diario del
Che en Bolivia (1968). Esas lecturas, su pasado, sus inquietudes, sus amigos
vinculados a la política de izquierda en otros Estados, las injusticias sociales,
la Gran Venezuela que repartía poco para muchos, todo ello hacía que la in-
certidumbre del joven Chávez siguiera creciendo.
Luego, el joven militar fue enviado a Cutufi, muy cerca de Colombia.
Años más tarde reconoció que en esas circunstancias, “se pensaba más como
guerrillero en vez de anti guerrillero, porque entendía mejor las motivaciones
de la guerrilla y no de los militares que luchaban contra ella” (Ramonet, 2013:
353). De todas maneras, hubo un hecho que le provocó un claro rechazo a la
posibilidad de unirse a la guerrilla; según el propio Chávez un día presenció
una emboscada sin sentido, alejada de los verdaderos objetivos de la guerra,
que acabó con muchas muertes. Ese hecho desalentó a Chávez a dar ese salto
(a ser parte de la guerrilla) que venía rumiando desde hacía unos meses.
La siguiente estación, marcada por el carrusel de traslados de cualquier

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militar de la época, fue Maracay. Allá el joven Chávez seguiría haciendo su
tarea de militar sin que ello mermara el interés político por conocer todo lo
que pasaba a su alrededor. En el año 1978, su hermano Adán le reveló que
militaba en el partido de la Revolución Democrática-Ruptura,74 muy influ-
yente en los círculos de la intelectualidad de izquierda del país. Y esto acercó
a Chávez cada vez más al espacio político progresista, nunca militando a tiem-
po completo pero sí con una mayor vinculación a través de discusiones y refle-
xiones. Chávez comenzó desde entonces a preparar informes políticos y
ponencias sobre temas militares para algunas reuniones.75 Por esos días, el
joven Chávez inició la escritura de un diario en el que reflexionaba sobre la
situación del país: “la realidad de ese entonces, en Venezuela, seguía siendo la
pobreza extendida a pesar de los altísimos precios del petróleo” (Ramonet,
2013: 388).
En el año 1979, se produjo el triunfo de la Revolución Sandinista en Nica-
ragua, y ese acontecimiento tuvo un fuerte impacto sobre el joven subtenien-
te. Su atención y la de América Latina se centró en ese pequeñito país que,
frente a los vientos de la llegada del neoliberalismo a la región y al mundo, se
reapropiaba de su historia a favor de su pueblo. La victoria de la Revolución
Sandinista también fue influyente para que Chávez entendiera la importancia
de la unión entre el pueblo y las fuerzas armadas.76
Mientras tanto, en Venezuela se volvía a cambiar de Presidente pero sin
que el puntofijismo permitiera cambios de gobierno. Luis Herrera Campins,
del Partido Socialcristiano, por COPEI, fue el siguiente Presidente de Vene-
zuela desde 1979, gobernando en el momento de los más elevados precios del
petróleo, entre 1980 y 1981, que llegó en ocasiones a 30 dólares por barril.77
Este incremento de ingresos públicos no tuvo equivalencia en ningún cambio
de política económica para salir del patrón primario exportador. La renta
petrolera solo hacía aumentar la dependencia y la subordinación del país en
el mundo capitalista, pero sin mejorar ni siquiera la capacidad productiva en

74 Dependiente del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), Fuerzas Armadas de


Liberación Nacional (PRV-FALN).
75 Comienzan las reuniones con Douglas Bravo del PRV, y también con Alfredo Manei-
ro de Causa R.
76 Chávez siempre recordará la frase de Mao: “el pueblo es al ejército como el agua al
pez”.
77 En gran medida esto se explica por la política de bloqueo que realizaron los países
árabes contra los Estados Unidos y otros países occidentales.

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el petróleo ni industrias afines. Tampoco hubo una política de bienestar social
democratizadora a favor de las mayorías; seguía el esquema del puntofijismo
que establecía un Estado de Bienestar en Miniatura para evitar potenciales
protestas o demandas de las clases empobrecidas exigiendo algo más. Pero el
reparto cada vez era más desigual, y la redistribución era descaradamente
asimétrica a favor de los de arriba y en detrimento de los de abajo. La políti-
ca pública seguía contratando deuda externa alegremente, pensando que las
reservas petroleras eran infinitas para poder pagarla. La deuda externa no era
el problema per se; el desacierto era que la misma no tenía ni destino social ni
productivo: solo tenía un objetivo ocioso a favor de una minoría que la trans-
fería al exterior. La deuda externa venezolana era realmente utilizada como
ahorro externo de la élite económica dominante del país que la depositaba
fuera de Venezuela, aunque la deuda a futuro se quedaba internamente en
manos del Estado venezolano. Comenzó entonces un período de externaliza-
ción de la renta petrolera. A todo ese período, Chávez lo denominó “el enfria-
miento de la economía decidido por Luis Herrera Campins” (Ramonet,
2013: 426).
En el transcurso de ese período convulso de la vida social, política y eco-
nómica en Venezuela, Chávez había hecho un viaje corto, de ida y vuelta, a
Caracas. Regresó a la Academia Militar en Caracas en marzo de 1981, dejan-
do por unos meses Maracay. Retornaba ahora en calidad de instructor, para
dar clases de táctica, de estrategia y de Historia. Con esas clases, el instructor
Chávez también volvería a sus estudios, a impartir cursos y a recibirlos. Sacó
el máximo jugo a cada lección: nada pasaba desapercibido ante él, y seguía
adquiriendo conocimientos. Por ejemplo algo que aprendió, y que luego fue
muy útil en su análisis político, y también en su pensamiento económico, fue
una metodología que, aunque venía de otro lugar, supo acomodar a sus pro-
pios intereses: la herramienta se llamaba CTF, Considerar Todos los Factores,
del creador del pensamiento lateral, Edward Bono.78 Se trata de una meto-
dología opuesta a lo que enseña la economía neoclásica, como base teórica y
metodológica del neoliberalismo. A partir del método CTF –aplicado por
Chávez en el análisis de táctica y estrategia en juegos de guerra– incorporó un
valioso marco analítico que permitía estudiar problemas complejos sin parce-

78 Bono fue fundador y director del Cognitive Research Trust (1969) y del Centre for
the Pranational Independent Thinking Organization. Sus libros más famosos son The Use
of Lateral Thinking (1967) y Seis sombreros para pensar (1985). Llegó a ser asesor de Coca-
Cola.

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larlos.79 Chávez interiorizó desde entonces que siempre que se quisiera dar la
mejor solución a cada problema, habría que tener en cuenta siempre todos los
factores. Algo que podría parecer elemental, pero que es olvidado en los aná-
lisis económicos de la academia dominante y más prestigiosa aplicados por
todos los organismos internacionales. (Al menos, eso es lo que muestran hacia
fuera; porque para adentro es muy probable que sí consideren todos los fac-
tores necesarios para seguir manteniendo eficazmente un modelo económico
hegemónico.)
Chávez volvió a Maracay nuevamente en julio de 1982, cuando fue ascen-
dido a capitán. Mientras tanto, el país tenía una deuda galopante a pesar de
la renta petrolera, y con un destino puramente ocioso. Frente a ello, se
comenzaron a reducir drásticamente los gastos públicos por la vía de la eli-
minación de subsidios. La eliminación de subsidios alcanzó un 50,9%, afec-
tando principalmente al azúcar, al café y a otros alimentos básicos. También
se quitaron los controles, y así se permitió que los precios fuesen fijados por
el libre mercado, esto es, según los grandes capitales privados formadores de
precios.
El puntofijismo comenzó a resquebrajarse porque la estabilidad de míni-
mos se fue desvaneciendo. Todo esto desencadenó en el binomio “deuda más
inflación”, ideal para que se introdujeran de forma apresurada las ideas neoli-
berales como salvadoras de la economía. Hubo un punto de inflexión en la
historia de Venezuela a partir del Viernes Negro, el 18 de febrero de 1983,
cuando el gobierno devaluó estrepitosamente el bolívar –el dólar pasó de valer
4,3 a 15 bolívares– y desde entonces, como diría Chávez: “cambió la historia
económica de Venezuela. La crisis estalló brutalmente ese día pero venía
madurándose como un volcán. Ahí afloró la pobreza, el desempleo, el subem-
pleo, la corrupción. Es lo que, en alguna ocasión, he calificado de teoría de
las crisis, esa acumulación de crisis unas sobre otras. Venezuela entró en situa-
ción de entropía, un grado de desorden y de caos que tiende a escapar a todo
control. El país se convirtió en un sistema totalmente entrópico, sin capaci-
dad para detener el desorden en todos los sectores. La crisis moral vino a aña-
dirse a la crisis económica, y ambas se unieron, siguieron degradando el siste-
ma, y aquello se fue convirtiendo en una crisis política; tocó la médula social
y la médula política” (Ramonet, 2013: 427). Realmente, ese Viernes Negro

79 Hasta llegó a aplicar este método en ejercicios en la Academia Militar, por ejemplo
para el estudio del caso de Nicaragua en 1982.

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terminó de romper el pacto del puntofijismo, desde varios sectores. El Estado
veía caer su castillo de naipes por no haber sido capaz de usar productiva-
mente ni socialmente la renta petrolera y además haber originado un sobreen-
deudamiento innecesario. La mayoría del pueblo venezolano estaba cansada
del reparto desigual de la renta petrolera desde hacía décadas sin una verda-
dera política de bienestar social, ni de creación de empleo, ni de mejora sala-
rial para los trabajadores. Frente a esa demanda de cambio, el capital privado
nacional veía la posibilidad de “neoliberalizar” definitivamente la economía
venezolana y hacer desaparecer al Estado como intermediario de sus intereses,
para auto-representarse como nuevo agente económico protagónico en nom-
bre del libre mercado.
El capitán Chávez leía la coyuntura en clave económica y política. Era ple-
namente consciente de que Venezuela entraba en una fase de ruptura demo-
crática, de descomposición del pacto del punto puntofijismo. La cuerda co-
menzaba a tensarse desde muchos lados. Todos querían más, a sabiendas de
que Venezuela podría ser aún explotada por su alta renta petrolera. La puja
distributiva por el pastel se anunciaba ya entre el capital privado, nacional e
internacional, y las mayorías populares empobrecidas y excluidas; y el Estado
constituía un lugar determinante de batalla para dirimir esa pugna económi-
ca y política, que siempre había acabado favoreciendo a los primeros en detri-
mento de los últimos.
En ese momento, Chávez no era ya un cadete, había ascendido a capitán.
Lo más relevante por entonces es que ya llevaba años de estrecha relación con
grupos políticos progresistas, tanto por fuera de los círculos de la Academia
Militar, como con las corrientes internas que había en el ejército. Chávez
tenía entonces una conciencia clara del momento histórico que estaba vivien-
do Venezuela; para él, el Viernes Negro no era la causa de la crisis, sino más
bien una consecuencia de problemas acumulados de años anteriores. Una
muestra irrefutable de esa anticipación de Chávez fue un hecho clave en su
vida política: el juramento a fines de 1982 en el Samán de Güere.80 Cerca del
monumento a Bolívar en las afueras de la ciudad de Maracay, junto con tres
compañeros más (Felipe Acosta Carlez, Jesús Urdaneta y Raúl Isaías Baduel)
pronunció Chávez su juramento: “Juro por el Dios de mis padres; juro por mi
Patria; juro por mi honor que no daré tranquilidad a mi alma ni descanso a

80 Es un lugar emblemático porque Simón Bolívar había descansado a la sombra de ese


Samán de Güere durante la campaña de 1813.

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mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen a mi pueblo por volun-
tad de los poderosos. Elección popular, tierras y hombres libres, horror a la
oligarquía”.81 Chávez siempre consideró que en ese instante, en ese momen-
to, había germinado simbólicamente la Revolución Bolivariana que vendría
después. Con ese acontecimiento, se creó formalmente el Ejército Bolivariano
Revolucionario (EBR), que luego pasará a llamarse Movimiento Bolivaria-
no Revolucionario 200 (MBR-200).82 Nace el bolivarianismo de Chávez, se-
gún él mismo reconocía (Ramonet, 2013: 455).
La devaluación del Viernes Negro a principios de 1983 tuvo un efecto pre-
visible: la venta de petróleo, en dólares, pasó a generar más bolívares, permi-
tiendo aliviar las finanzas internas. Pero este efecto positivo de la devaluación,
que siempre favorece al exportador –en el caso venezolano, el sector público
exportador de petróleo–, tenía grandes inconvenientes. En primer lugar, la
devaluación que hizo pasar al dólar de 4,3 a 15 bolívares encareció las impor-
taciones, y por tanto tuvo un fuerte efecto inflacionario. En segundo lugar, la
devaluación provocó una gran fuga de capitales. Y además, esa devaluación no
resolvió de ninguna manera el grave problema de la deuda externa en dólares,
contraída por todos los gobiernos del puntofijismo para contentar a una bur-
guesía privada que no llegó nunca a producir nada porque se especializó cada
vez más en dedicarse al sector importador. Un cuadro macroeconómico vul-
nerable que se sumaba a un descontento social cada vez más intenso.
En ese escenario se convocaron las elecciones de diciembre de 1983, en las
que ganó Jaime Lusinchi. La alternancia bipartidista seguía funcionando mili-
métricamente. Lusinchi, líder de Acción Democrática, resultó vencedor de las
elecciones con un lema incongruente: “gobierno de austeridad y sensibilidad
social”. Comenzaba así la larga noche neoliberal en Venezuela. La austeridad
se convirtió en eslogan para responsabilizar a los programas sociales (de míni-
mos) del gran desajuste económico. El puntofijismo buscaba culpables en el
pueblo venezolano por haber recibido muchos beneficios sociales, en lugar de
aceptar las verdaderas razones del desvío de renta petrolera internacional a
favor de una pequeña y reducida élite económica dominante. Con una deuda
externa sin base productiva, unida a una emergente estructura oligopólica en
las importaciones, la economía venezolana estaba absolutamente desequili-

81Se trata de una paráfrasis en relación al juramento que pronuncia Bolívar en el Monte
Sacro de Roma en 1805, junto a Simón Rodríguez.
82 Se llamó 200 porque comenzaba en esas fechas la conmemoración del doscientos
aniversario del nacimiento de Simón Bolívar (24 de julio de 1783).

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brada. Pero el pacto del puntofijismo –llamado “democrático”– escogió la vía
de la no democratización económica, y entonces los recortes y las sanciones
tenían como destino la mayoría popular empobrecida, dejando indemnes a
los verdaderos responsables del desequilibrio económico, tanto en lo macroe-
conómico como desde la perspectiva de la economía política.
El Viernes Negro y la ulterior política económica bajo la presidencia de
Lusinchi no se pueden entender fuera del marco de la primera ola neoliberal
que llegó a América Latina a inicios de los ochenta. El neoliberalismo se apre-
suraba a acudir a Venezuela para “ordenar la casa venezolana” tal como la acu-
mulación capitalista exigía en este nuevo cambio de época. Además, la situa-
ción venezolana se tornaba cada vez delicada porque los precios del petróleo
comenzaron a bajar en el momento en que el capital logró controlar la polí-
tica de ciertos países árabes. Los ingresos públicos venezolanos se veían así
nuevamente afectados. Esta situación era de máxima gravedad porque el país
tenía dependencia exclusivamente de los ingresos petroleros, pues en los años
precedentes el Estado no había planteado ninguna reforma tributaria para
recaudar ingresos públicos a partir de la generación de riqueza interna. Los ve-
nezolanos más enriquecidos en esas décadas pasadas apenas pagaban im-
puestos a pesar de ser los mayores beneficiarios de la deuda, a través de subsi-
dios y subvenciones y créditos blandos o no reembolsables. A ello hay que
sumar que la gestión de PDVSA –siempre en manos estatales, pero liderada
por directivos de Exxon, Shell y Mobil, que impregnaban una lógica privatis-
ta– se estaba encaminando de acuerdo a una visión neoliberal que contem-
plaba al Estado como un contrincante en lugar de como su propietario. A
medida que se profundizaba el neoliberalismo, el pulso interno en PDVSA se
fue decantando claramente a favor del interés privado hasta acabar desenca -
denando, con Carlos Andrés Pérez en 1990, lo que luego se llamara la Políti-
ca Petrolera de Apertura, que no era más que una política de reversión al capi-
tal privado transnacional de parte de la actividad productiva petrolera (Mon-
tero, 2006). No obstante, ya desde el año 1983 se inició esta política privati-
zadora de PDVSA en la gestión, afectando también negativamente a la trans-
ferencia de rentas petroleras que acababan realmente en manos del Estado.
Seguidamente, tal como el neoliberalismo se proponía, y como antesala
del mencionado Plan Brady que vendría después, se renegoció la deuda exter-
na venezolana para evitar el impago en el corto plazo a cambio de pasarla a
deuda de largo plazo, incrementándola en base a la mayor amortización de
intereses. Así se pasaba de la deuda externa a una deuda eterna a favor de los
acreedores internacionales –la banca privada, en su mayoría–, y bajo el con-

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trol de organismos internacionales afines y protectores de esos intereses. Por
ejemplo, el 24 de febrero de 1986 la República de Venezuela y otros 13 entes
públicos firmaron convenios de reestructuración con 452 bancos de 50 paí-
ses, por un monto de 20.944 millones de dólares.83 La deuda se reestructuró
pero agravando el problema, porque las fórmulas neoliberales aliviaban par-
cialmente el corto plazo para hipotecar el mediano y el largo plazo. Las con-
diciones pactadas en esos contratos de renegociación de la deuda no eran
ingenuas. Se obligaba a aplicar las políticas económicas neoliberales en todos
los niveles –financiero, comercial, laboral, inversiones, despatrimonialización
del sector público– para que Venezuela se fuese constituyendo en un actor
capaz de seguir el guion establecido a la perfección, tal como ordenaba la reor-
ganización mundial para que la acumulación capitalista continuara en el
tiempo.
Durante ese período Chávez siguió construyendo el MBR-200, que alcan-
zó su momento de mayor expansión entre 1983-1985, proporcional al
descontento y a la primera fase de putrefacción del puntofijismo. El capitán
del ejército venezolano seguía, a la par, leyendo mucho y observando crítica-
mente lo que acontecía en el país, en consonancia con la política mundial
neoliberal que comenzaba a llegar a cada rincón de América Latina –salvo
contadas excepciones, como por ejemplo Nicaragua y Cuba–. Chávez consi-
deraba por ese entonces esencial volver a estudiar y profundizar más en un
prócer nacional y regional, Bolívar. Y por tanto, demandaba en el seno del
MBR-200 profundizar en el pensamiento bolivariano.84
A partir de la reflexión sobre Bolívar, Chávez comenzó a prestar mayor
atención a la visión integracionista latinoamericana como una forma de con-
formar alianzas supranacionales de los Estados y los pueblos frente a la trans-
nacionalización del capital. Aunque las recetas se aplicaban en modo nacio-
nal, el neoliberalismo presentaba una ofensiva transnacional económica. El
pensamiento bolivariano brindaba justamente una de las claves para una pro-
puesta contrahegemónica, apuntando hacia una visión gran-nacional. La
interpretación chavista de Bolívar a fines de siglo XX resulta vital para enfati-

83 Todos los detalles se pueden ver en el documento Deuda externa venezolana y coyun-
tura político-económica, informe elaborado por la Asociación Nacional de Consumidores de
Venezuela (ANC) en 2002.
84 Esos días, Chávez lee la Introducción a Simón Bolívar, de Miguel Acosta Saignes
(1983), el Bolívar de Indalecio Liévano (1983), Bolívar, de carne y hueso de Francisco Herre-
ra Luque (1983), Bolívar, pensamiento precursor del antiimperialismo, de Francisco Pividal
(1983), y El culto a Bolívar, de Germán Carrera Damas (1969).

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zar la necesidad –en la actualidad– de considerar un polo (continental) más
grande que la nación para conformar un nuevo bloque histórico que disputa-
ra la hegemonía contra los poderes económicos transnacionales. Bolívar había
escrito en contra de la mundialización económica entre los siglos XVI-XIX, y
Chávez entendía que muchas de esas ideas eran valiosas para el presente por-
que el neoliberalismo precisamente había buscado anclarse en un proceso ace-
lerador mundializador; la globalización neoliberal no distaba mucho, en cier-
to sentido, de la mundialización del pasado. El quid era leer la historia de
Bolívar para proyectarla hacia el futuro. El capitán Chávez comenzaba, por
tanto, a nutrir su pensamiento político y económico a partir de una combi-
nación virtuosa entre un fuerte componente nacional y una visión suprana-
cional latinoamericanista. Así, su visión de desarrollismo nacionalista se fue
impregnando de la necesidad de mayor integracionismo económico latinoa-
mericano. Comenzó a entender que no era posible lo uno sin lo otro para
luchar contra la estrategia transnacional del capitalismo neoliberal.
Además de la dimensión geopolítica de Bolívar, Chávez tomó de él otras
importantes propuestas y reflexiones económicas. Para Bolívar, la libertad de
los esclavos y la emancipación de los sumisos, no solo constituían deberes
morales de todo humanista, sino también palancas fundamentales para pro-
mover el desarrollo económico, en base a una democracia participativa y di-
recta que permitiera que las ciudadanas y los ciudadanos interviniesen activa-
mente en el manejo de la cosa pública. En su viaje de estudios por Europa,
Bolívar fue testigo del proceso ascendente del capitalismo; junto a su maestro
Simón Rodríguez presenció la agonía de las relaciones de servidumbre. Esta
percepción del fenómeno de extinción de las supervivencias feudales y su
reemplazo por las relaciones de producción capitalistas, será decisiva para la
praxis socioeconómica del futuro libertador. La Carta de Jamaica constituye
uno de los primeros análisis económico-sociales más importantes hechos por
Bolívar. En Venezuela, y en el resto de los países que estuvieron bajo su in -
fluencia política y militar, Bolívar impulsó una política económica que desta-
ca por85: 1) estar dirigida a recuperar la agricultura de los efectos devastado-
res que tuvo la lucha emancipadora sobre los campos; en la agricultura, fue
además innovador con una Ley de Tierras que distribuía las propiedades entre
los nativos, para acabar con el latifundio, política que se vio acompañada por

85 El economista Fred Kaim Torres, en el prólogo al libro de Luis Vitale La contribu-


ción de Bolívar a la economía política de América Latina, resume con acierto la importancia
que Bolívar ha tenido constantemente en el pensamiento económico latinoamericano.

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la promulgación de distintas leyes para incentivar la producción nacional; 2)
con respecto a la minería, decretó la propiedad del Estado sobre todas las mi-
nas, lo que constituyó la base legal para el proceso posterior de naciona-
lización de los recursos minerales del suelo y el subsuelo, como el hierro y el
petróleo; 3) en cuanto a la industria y el comercio, el libertador legisló en
función de romper las viejas y atrasadas estructuras coloniales, promoviendo
a la instalación de talleres de manufacturas y abriendo el comercio exterior a
todas las naciones del mundo; 4) en el tema laboral, Bolívar creó un prece-
dente histórico al regular el trabajo con normas rigurosas y proyectivas del
Estado, estableciendo el pago del salario en dinero y no en especies, dádivas
o trueques, como se acostumbraba en la colonia. Así, propició grandes y
contundentes avances en pos de la estabilidad de los trabajadores; y 5) repen-
só fuertemente la administración del Estado; por ejemplo, fue el precursor de
la Ley de Carrera Administrativa, la cual garantizó la estabilidad de los em-
pleados públicos. Además estableció la Contratación Colectiva como meca-
nismo de protección de los empleados, incitando a su vez a la creación de los
Sindicatos.
Además de Bolívar, Chávez se interesó mucho por Simón Rodríguez86 y
Ezequiel Zamora87 para ir conformando el “Árbol de las Tres Raíces”, que se
constituyó en la base ideológica fundamental sobre la que edificar un nuevo
proyecto político. De Simón Rodríguez, Chávez siempre dijo que era un gran
maestro, más allá de ser el tutor de Bolívar. Aprendió de Rodríguez que cual-
quier colonialismo es una atadura desde la cual no se puede proponer sobe-
ranía. Se quedó siempre con una frase suya que le sirvió como principio bási-
co de acción: “o inventamos o erramos”.88 Esa consigna la hizo suya; es uno
de los aspectos más determinantes para entender cómo el pensamiento de
Chávez, en su próxima etapa, se atrevería a inventar un paradigma económi-
co propio. No eran momento de propuestas simplistas haciendo un “copiar-
pegar” de otros modelos, de otros tiempos; se trataba de inventar, de crear.
También de Simón Rodríguez heredó Chávez los planteamientos acerca de

86 Filósofo y educador venezolano (1769-1854); fue el gran tutor y mentor de Bolívar.


87 Fue militar y político venezolano (1817-1860). El 7 de septiembre de 1846, Zamo-
ra se alza en favor de los campesinos, exigiendo la desaparición de los latifundios. Por esta
razón se ganó el sobrenombre de “General del Pueblo”. Participó notablemente en la Gue-
rra Federal (1859-1863).
88 En Sociedades Americanas (1842) escribió Simón Rodríguez: “¿Dónde iremos a bus-
car modelos? La América española es original. Originales han de ser sus instituciones y su
gobierno. Y originales, los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos“.

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un nuevo Estado realmente democratizado, que no diera limosnas focalizadas.
Esto suponía cuestionar lo que el neoliberalismo propugnaba a través de sus
instituciones –por ejemplo con el Banco Mundial–, sobre políticas de trans-
ferencias asistencialistas y focalizadas, no integrales, que solo ayudarían a los
pobres a seguir siendo cómodamente pobres, pero nunca serían incluidos en
el régimen de acumulación del sistema capitalista. Chávez aprendió de Simón
Rodríguez que el Estado ha de ser todos y para todos; sin copia ni calco ni
siquiera del mejor de los Estados de Bienestar del extranjero, porque era el
momento para pensar en un nuevo Estado para una nueva república.
Chávez aprendió además de Simón Rodríguez la importancia de la dimen-
sión económica en cualquier propuesta política. En su libro El árbol de las tres
raíces, rescatará estas palabras de Simón Rodríguez: “La América española
pedía dos revoluciones a un tiempo, la pública y la económica. Las dificulta-
des que presentaba la primera eran grandes, el general Bolívar los ha vencido,
ha enseñado o excitado a otros a vencerla. Los obstáculos que oponen las pre-
ocupaciones a la segunda, son enormes. El general Bolívar emprende remo-
verlos, y algunos sujetos, a nombre de los pueblos, les hacen resistencia en
lugar de ayudarlo” (cit. en Chávez, 2007a: 56). Más adelante, Chávez recuer-
da que: “No hay otra vía, sostiene El Maestro [Simón Rodríguez], para cons-
truir repúblicas y sociedades, que llevar adelante un amplio y avanzado proce-
so revolucionario; una revolución política pide una revolución económica. Si
los americanos quieren que la revolución política, que el peso de las cosas ha
hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga bienes, hagan una
revolución económica y empiécenla por los campos” (ibid.).
Por otro lado, en Ezequiel Zamora siempre encontró Chávez a un gran
líder a favor de los campesinos, quien demandara en el pasado una reforma
agraria para acabar con los latifundios. Zamora fue un continuador de la obra
de Bolívar para que la independencia fuera verdadera. Chávez rescataba de
Zamora esta lucha por la justicia e igualdad social para que las tierras no se
concentraran en manos de una nueva oligarquía criolla, dejando nuevamente
a las mayorías excluidas como en los tiempos del coloniaje.89
Este triángulo de referencias iba dando contenido nacional, de patria y
soberanía, a un proyecto político y económico que comenzaba a trazarse.

89 Zamora dijo literalmente en 1846: “Seguir adelante con una imperiosa necesidad,
para quitarnos el yugo de la oprobiosa oligarquía y para que opóngase quien se opusiere, y
cueste lo que costare, lleguemos por fin a conseguir las grandes conquistas que fueron el
lema de la independencia”.

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Chávez resumía la trascendencia de esta base trilateral, de tres raíces, sobre el
proyecto bolivariano de la siguiente forma: “la idea geopolítica de Bolívar; la
idea filosófica de Simón Rodríguez; y la idea social de Ezequiel Zamora; eso
es lo que el mundo desideologizado venezolano y latinoamericano necesitaría,
para irrumpir con un planteamiento serio, original y propio de nuestra idio-
sincrasia; esto es una bandera ideológica para la lucha ideológica” (Rangel;
2013; 91).
En Chávez, se comenzaba a percibir un planteamiento que contradecía
todo aquello que proclamaba el neoliberalismo. El árbol de las tres raíces
representaba claramente un paradigma incompatible con los postulados neo-
liberales porque recuperaba una fuerte defensa de la soberanía y una patria
para todos; porque ponía lo social y lo humano como centralidad del para-
digma económico; y porque además reclamaba un relacionamiento fuertemen-
te latinoamericano sin necesidad de pasar por el Norte. Estos planteamientos
constituyeron una notable base del pensamiento económico de Chávez en
dirección completamente opuesta al dictado neoliberal.
Chávez, aunque seguía muy próximo a algunas tesis de los partidos de
izquierda, conservaba autonomía suficiente para no caer en dogmas marxistas
cuando el contexto histórico y cultural no era el de Marx. Era, sobre todo,
antineoliberal, y para reivindicarse como tal, Chávez rescataba de cada co-
rriente aquello que le parecía relevante y útil, como siempre había hecho en
su propia vida hasta el momento. Traía en su morral todo lo vivido en sus ini-
cios, como niño en Sabaneta, luego como joven en Barinas, como cadete en
la Academia, como subteniente nuevamente en Barinas, su paso por Cuma-
ná, por Maracay, etc. Chávez, a mitad de los ochenta, en pleno apogeo neoli -
beral, ya había decidido remar a contracorriente.
En el año 1985, el capitán Chávez fue trasladado a otra ciudad, Elorza
(Estado Apure), en el Oeste del país, cerca de Colombia, donde permanece-
ría casi tres años. Desde allí, seguía formándose y organizando ese grupo de
trabajo del MBR-200, cada vez más decidido a ser una alternativa real a la
democracia aparente, aunque aún eso se veía muy lejos en el horizonte. El
MBR-200 comenzaba a realizar congresos en los que se estudiaba y discutía
sobre política y economía.
En esos años, Chávez también se dedicaba con mucho empeño a conocer
profundamente la estructura económica vigente en Venezuela, con nombres
y apellidos. Gracias al texto Los huevos de la serpiente (1985), de Samuel Mon-
cada, aprendió acerca de la economía política detrás de la macroeconomía de
las cifras. Dicho libro hace un detallado recorrido de la historia de Fedecá-
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maras –patronal venezolana de grandes empresarios–. Detrás de esa macroe-
conomía en caída libre, había responsables históricos, con rostro humano.
Chávez, alejado de la economía ortodoxa dominante –dedicada a esconder
siempre los nombres detrás de las cifras–, prestaba especial atención a cómo
se había conformado un poder dominante concentrado como núcleo de la
estrecha relación entre la “política real” y la “economía real”. No había opción
alguna de explicar la economía sin conocer el poder de ciertas corporaciones
privadas en connivencia con el puntofijismo.
Chávez fue ascendido a mayor en 1986, pero continuó en la pequeña ciu-
dad de Elorza hasta el año 1988, cuando volvió a Caracas. Había aprovecha-
do esos años para complementar su formación teórica en el ámbito económi-
co con un trabajo cotidiano muy cercano a las penurias de la mayoría empo-
brecida. Elorza, como el mismo Chávez diría más tarde, era “el característico
drama de la miseria de los pueblos llaneros abandonados; un pueblo sin pro-
gramas sociales, con escuelas sin agua, sin pizarrón, sin pupitres, sin baños,
sin comida; un hospitalito sin médicos, sin medicinas; un pueblo sin gobier-
no; un pueblo ignorado, sin agua potable y con carreteras destrozadas; y todo
ello en un país rico” (Ramonet, 2013: 474). Volvía a vivir de cerca las peque-
ñas Venezuelas existentes en la Gran Venezuela.
Mientras tanto el neoliberalismo continuaba su penetración en Venezuela.
La atención de las políticas macroeconómicas se centraba en el pago de la
deuda externa, en el control del déficit público, en reducir la calificación de
“riesgo país”,90 y en aumentar la tasa de interés para supuestamente bajar los
niveles de inflación –beneficiando a la retribución del capital–. Se dejaba de
lado cualquier aproximación a todo lo que tuviera que ver con la economía
real. No se tomaba en cuenta ni salarios, ni producción, ni productividad, ni
pagos de impuesto, ni políticas de inversión social en educación o sanidad,
ni inversión en materia de vivienda o infraestructuras; nada de la economía

90 El riesgo país es una medida del precio de los bonos de la deuda externa, que data
de principios del siglo XX. Fue creado a raíz de una iniciativa privada asociada a la emisión
de reportes sobre las compañías ferroviarias que en los Estados Unidos eran emisoras de
bonos. Años más tarde Surgen organizaciones especializadas en estas mediciones, Poor’s
Publishing Co. y Standard Statistics Bureau. La importancia de los informes sobre califica-
ción de riesgo fue en aumento luego de la Gran Depresión en 1929 por los múltiples in -
cumplimientos en que se había incurrido. Finalmente en la década de los setenta se fundó
la primera empresa calificadora de riesgo fuera de Estados Unidos, en Canadá; en América
Latina sucedió lo mismo a mediados de la década del ochenta (Gorfinkiel y Lapitz, 2003).

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real parecía ser de incumbencia del neoliberalismo, que poco a poco iba apun-
talando el modelo de país, de economía, de política, y de sociedad, al que
había que aspirar.
En cambio, el mayor Chávez percibía en Elorza día a día la necesidad de
fijarse en la economía real, y no podía aceptar que las ideas neoliberales des-
plazaran ese eje a favor de la discusión de las variables nominales, no como
instrumentos, sino como fines en sí mismos. Chávez no había estudiado en la
Escuela de Chicago, y por tanto, no estaba contaminado por una economía
instrumental neoclásica que atendía a las herramientas como si fueran objeti-
vos en sí mismos, dando la espalda a los aspectos reales sobre los que gravita
la economía de los pueblos. Con sus años de experiencia en Apure, de mucho
trabajo real, de resolver problemas concretos en la cotidianidad de los pue-
blos, el joven Chávez añadía una nueva arista a su ecléctico pensamiento eco-
nómico: sin praxis, no hay pensamiento válido, no hay teoría sin base real. La
realidad manda e impone sus condiciones como resultado de muchos intere-
ses en disputa; y es esa realidad la que hay que cambiar y no inventarla o supo-
nerla para que la teoría económica sea más sencilla y creíble. Como dice Frei-
re: “La realidad no es así, la realidad está así. Y está así no porque ella quiera,
ninguna realidad es dueña de sí misma; esta realidad está así porque estando
así sirve a determinados intereses de poder. Nuestra lucha es por cambiar esta
realidad y no acomodarnos a ella” (Freire, 2003: 63).
El mayor Chávez regresó a Caracas con esa nueva lección aprendida a
mediados de 1988, justo al final de la presidencia de Jaime Lusinchi. Volvía a
Caracas para trabajar en la Secretaría Nacional de Seguridad y Defensa, en
momentos muy conflictivos en algunos países de la región.91 Las elecciones en
diciembre en Venezuela volvieron a designar a Carlos Andrés Pérez como Pre-
sidente.92 La Acción Democrática repetía así encargado al frente del gobierno
venezolano para culminar lo que se había empezado en la etapa anterior: una

91 En esos años, el joven Chávez hizo un viaje corto a Guatemala enviado por las Fue-
zas Armadas en un momento de máxima tensión en ese país. Los Estados Unidos tenían
como objetivo acabar con el sandinismo en Nicaragua, y lograron que el año 1989 el Fren-
te Sandinista pierda las elecciones. También está la guerrilla activa en el Salvador, con el
Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Además, por entonces se produ-
ce el bombardeo de Estados Unidos en Panamá y su posterior invasión (en diciembre de
1989).
92 Resulta electo con 3.879.024 votos (52, 91% de los votantes); el mayor número de
votos en términos absolutos hasta entonces.

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Venezuela neoliberal en el sentido más integral posible. No obstante, Chávez
era plenamente consciente en ese momento de que esta elección no significa-
ba que el pueblo venezolano estuviera contento con lo realizado por su pre-
decesor, perteneciente al mismo partido. Por el contrario, la tensión en el país
era cada vez mayor porque las políticas económicas no lograban atender a las
necesidades sociales ni a las demandas básicas de la mayoría del pueblo cada
vez más empobrecido y excluido.
En su discurso inaugural, Carlos Andrés Pérez hizo hincapié en la necesi-
dad de transformaciones importantes y radicales. La traducción de estas pala-
bras se concretó en el programa neoliberal de moda por esos años en Améri-
ca Latina, tutelado por Washington. Pocos días después de asumir, el 16 de
febrero de 1989 el Presidente electo anunció que el gobierno había firmado
un acuerdo con el FMI aceptando el programa neoliberal como mandato de
obligado cumplimiento. Habló de la terapia de choque neoliberal exigida por
el FMI apoyándose en su Ministro de Fomento, Moisés Naím, y aconsejado
por el economista Jeffrey Sachs.93 Esto implicaba una absoluta pérdida de
soberanía, porque el pueblo no había votado al FMI ni éste se había presen-
tado a las elecciones. Carlos Andrés Pérez explicó que el “paquete” –tal como
se conocía a ese conjunto de medidas neoliberales– “constituía una necesidad
impostergable para facilitar la inserción del país en el sistema mundial”. Lo
que no quería reconocer es que se trataba de una inserción dependiente y su-
bordinada al sistema capitalista mundial y a su tasa de ganancia. Se trataba de
incorporar a Venezuela obedientemente al patrón de acumulación capitalista
mundial con una absoluta pérdida de soberanía. Carlos Andrés Pérez señaló
que era momento del “sacrificio para todos”, aunque ese “todos” solo hiciera
referencia a la mayoría empobrecida y excluida, sin afectar a los intereses de la
élite dominante nacional y al nuevo capital privado internacional que llegaba
a asentarse en Venezuela.
De todas las medidas que el FMI –en sintonía con el Banco Mundial– pre-
veía implementar, hubo dos que fueron ejecutadas de inmediato: 1) aumento
de precios internos de venta de combustible, y 2) eliminación del cambio dife-
rencial. Cuando dicho incremento de precios del combustible –especialmen-
te de la gasolina– entró en vigencia el 26 de febrero de 1989, los precios de
los pasajes urbanos de los transportes se incrementaron en forma exorbitante,

93 Economista estadounidense, fue uno de los más importantes ideólogos del decálogo
neoliberal de Washington: se dedicó a asesorar para su implementación a los gobiernos en
Bolivia, Polonia, Rusia y también en Venezuela.

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y la respuesta del pueblo no tardó en producirse.94 Al día siguiente, 27 de
febrero, las ciudades-dormitorio de Caracas, como Guarenas –municipio de
la periferia caraqueña–, amanecieron con manifestaciones de protesta, que
fueron convirtiéndose en una ola de movilizaciones a lo largo de todo el país,
especialmente la capital. Así inició lo que todos conocen como el Caracazo,
que bien podría haberse llamado el “Venezolanazo” tal como el propio Chá-
vez dijera –por el carácter nacional de las protestas–.
Fue una protesta masiva y no casual. Había causas de fondo, que venían
desde el pasado. El Pacto de Punto Fijo había sostenido con alfileres un pro-
grama de mínimos en el bienestar social, que no resolvía problemas estructu-
rales ni coyunturales de la economía, ni garantizaba la inclusión social de las
clases más empobrecidas. La ecuación puntofijista, de hecho, resolvía la puja
distributiva en base a una distribución desigual (mucho para la minoría enri-
quecida y poco para la mayoría social). El Caracazo cristalizaba la creciente
protesta popular frente a la reciente historia económica y política de Vene-
zuela. El pueblo venezolano mostraba así el rechazo por otro nuevo pacto sin
pueblo, sin consenso popular, y firmado con Estados Unidos –de igual mane-
ra que había sucedido con el pacto puntofijista firmado en Nueva York hacía
décadas–. A pesar que los detonantes fueron medidas concretas, éstas estaban
insertas en una línea estratégica y estructural neoliberal. La subida de precios
en combustible, en un escenario progresivo de empobrecimiento de las mayo-
rías, era un golpe social duro que se traducía en la pérdida de poder adquisi-
tivo.
La otra medida aplicada de inmediato fue la unificación de un tipo de
cambio flotante fijado sin control alguno, o mejor dicho, solo controlado por
aquellos con poder de mercado suficiente para hacerlo. Se eliminaba así el
tipo de cambio preferencial para algunos bienes y servicios que requerían im-
portarse por necesidad. Esto condujo inexorablemente a un incremento de
precios en bienes básicos, que afectó negativamente a la población de bajos
recursos. Ambas medidas, que condujeron al Caracazo, solo eran una parte
marginal de lo que debía venir con todos los programas de (des)ajuste estruc-
tural y planes de (des)estabilización en los próximos años.
Chávez consideró que el Caracazo era fruto de una atmósfera política, eco-
nómica y social muy degradada en los últimos años. Para él las razones del

94 Se aumentó el precio de la gasolina y otros derivados del petróleo en el mercado


nacional durante 3 años, con un primer aumento del 100% (cinco centavos de dólar) en el
precio de la gasolina y un 30% en el del transporte.

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Caracazo se resumen así: “El país avanzaba sin rumbo ni timonel. El sistema
político se hallaba en estado de putrefacción. El discurso político de la clase
política del Pacto de Punto Fijo se desgastó por completo, su liderazgo y su
demagógico populismo se agotaron… Después del derrocamiento de Pérez
Jiménez [el 23 enero de 1958], Venezuela cayó en manos de una clase políti-
ca que, sencillamente, se arrodilló ante la burguesía y el imperialismo. Los
Presidentes Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez… Los
partidos del Pacto de Punto Fijo, Acción democrática y COPEI, traicionaron
a la ciudadanía. En cuanto a la izquierda revolucionaria se había ido a las
guerrillas en la década de 1960, fue golpeada muy duro. La izquierda política
también cometió graves errores, por sus divisiones, sus viejos rencores, sus
rencillas… Las organizaciones de izquierda no se ponían de acuerdo, no con-
seguían unirse… La clase política, en su conjunto, no estaba a la altura de lo
que el país necesitaba. Algo olía a podrido en aquella Venezuela… Y todo se
deterioró más en la década de 1980. Primero se produjo, al final de la presi-
dencia de Luis Herrera Campins, de COPEI, en el Viernes Negro [el 18 de
febrero de 1983]. Una brutal devaluación de la moneda y una gravísima cri-
sis financiera y económica. La gente se asustó. La tasa de crecimiento se des-
plomó. La deuda pública se disparó a pesar de los importantes ingresos de la
exportación del petróleo. Venezuela tuvo que declarar insolvente y someterse
a la tutela y a los dictados del FMI. Ya era un país dependiente, con sobera-
nía limitada, pero a partir de entonces, lo fue mucho más. Durante el perío-
do presidencial de Jaime Lusinchi, de Acción Democrática, la crisis económi-
ca siguió agravándose. Hubo nuevas devaluaciones de la moneda nacional, el
bolívar. La incapacidad del gobierno para atenuar los efectos de la crisis sobre
el pueblo disparó la insatisfacción de la sociedad… La legitimidad del Pacto
de Punto Fijo se derrumbó. Los ciudadanos fueron tomando conciencia del
clientelismo, del favoritismo y de la corrupción generalizada. Aumentó mu -
cho el malestar social, el hambre, la prostitución, la mendicidad, la inseguri-
dad, la criminalidad… Todos los signos de una crisis social extrema. Se mul-
tiplicaron las huelgas y las manifestaciones. […] Se produjo en Mérida una
verdadera insurrección popular, conocida como el ‘Meridazo’ que el régimen
tardó una semana en aplastar” (Ramonet, 2013: 488-489).
Las protestas del Caracazo continuaron. El Presidente Carlos Andrés Pérez
declaró suspendidas las garantías constitucionales decretando el toque de
queda, bajo el Plan Ávila, y ordenando la represión de los desórdenes a modo
de advertencia de que el gobierno no toleraría estas acciones. Mucha gente
murió por la represión. El Caracazo, como interpretaría el mismo Chávez, era

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una muestra inequívoca del apetito por lo imposible en plena utopía neoli-
beral. El pueblo venezolano decía “no” por adelantado a las décadas pérdidas
que estaban por venir. No esperó a que ninguna organización partidaria polí-
tica le dijera qué, cuándo y cómo protestar frente a la llegada del neolibera-
lismo; como diría Chávez, “el pueblo se nos adelantó; salió primero” (Ramo-
net, 2013: 494).
El Caracazo fue una clara demostración de un pueblo a contracorriente de
lo que sucedía a nivel mundial, cuando el neoliberalismo avanzaba por el
territorio capitalista e iba conquistando buena parte del campo socialista,
hasta llegar a conseguir el derrumbe del muro de Berlín.95 El Caracazo fue un
símbolo que refleja cómo el pueblo decidió ir en sentido contrario a lo que
dictaba el capital. Venezuela se levantaba contra el FMI, contra el capitalismo
neoliberal, y eso marcó profundamente el pensamiento económico de Hugo
Chávez, quien sentía la responsabilidad de interpretar el movimiento antine-
oliberal que surgió en el pueblo venezolano. Para Chávez, el Caracazo fue el
hecho político de mayor trascendencia del siglo XX venezolano: una insu-
rrección de las victimas seculares de la desigualdad y de la exclusión.

2.4. Las razones económicas del 4F (1992)

A medida que Venezuela progresivamente se neoliberalizaba, Chávez tenía


más claro que su camino era el antineoliberalismo. El pueblo venezolano se
había pronunciado rotundamente rechazando el neoliberalismo y Chávez no
tuvo dificultad para leer ese mensaje popular porque su sintonía con ese sen-
timiento venía desde tiempo atrás. A la sensibilidad de Chávez por la justicia
social y la equidad, a la influencia recibida del desarrollismo nacionalista, a su
visión latinoamericanista bolivariana, añadía luego del Caracazo un compro-
miso para enfrentar al neoliberalismo. Que no solamente era un problema
venezolano, sino que se trataba de una ofensiva hegemónica mundial y con
un gran actor como gerente: el capital internacional.
Por su parte, Carlos Andrés Pérez se había ya comprometido para ser el
representante de la filial venezolana del neoliberalismo y anunciaba el Gran
Viraje en la misma línea de las medidas que habían detonado el Caracazo, las
cuales se traducían en estas siguientes políticas económicas: 1) aceptar per-

95 Hecho que sucedería unos meses después del Caracazo, pero en ese mismo año 1989,
del 9 al 10 de noviembre.

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manente supervisión del FMI con el objetivo de volver a endeudarse (4.500
millones de dólares en los 3 años siguientes); 2) fijación de la tasa de interés
bajo los poderes del mercado (hasta un tope temporal fijado en alrededor del
30%); 3) no control sobre los precios de todos los productos a excepción de
18 renglones de la cesta básica, permitiendo así que los grandes oligopolios
fijaran su tasa de ganancia mediante el precio que quisieran; 4) incremento
gradual de las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua potable, elec-
tricidad y gas doméstico, y aumento inicial de las tarifas del transporte públi-
co en un 30%; 5) reducción del déficit fiscal –no podía superar nunca el 4%
del PIB–, mermando aún más el raquítico Estado de Bienestar en Miniatura;
6) privatización de las empresas públicas estratégicas, tales como la Compa-
ñía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV); y 7) eliminación
de aranceles de importación, provocando así una alta dependencia importa-
dora. Este último aspecto era vital para dejar atrás los viejos sueños del desa-
rrollismo nacional, basados en el modelo de ISI –de la teoría de la depen-
dencia–, e ir transitando hacia su opuesto: subdesarrollo mediante otro mode-
lo, que podríamos denominar de ISP (Importación por Sustitución de Pro-
ducción). Así el neoliberalismo consolidaba la inserción dependiente del
patrón primario exportador de Venezuela como periferia del sistema-mundo
capitalista.
A estas medidas, conocidas como el Gran Viraje, hay que sumar la rene-
gociación absoluta de la deuda mediante los planes de reestructuración (Plan
Brady) y la continuación del plan privatizador del sector petrolero. Respecto
al primer tema, como ya se apuntó, Venezuela seguía intercambiando deuda
presente por deuda futura, a costa de aumentar el capital adeudado y sus ser-
vicios de amortización mediante artilugios muy creativos e ingeniosos. La
deuda externa era cada vez más eterna. Venezuela fue el primer país en apli-
car el Plan Brady, según anunciaba el Presidente Carlos Andrés Pérez después
de un viaje a Estados Unidos donde lo había acordado con el Presidente
George Bush. La fórmula era como un juego de magia para niños ingenuos:
se prometía un gran descuento en el corto plazo (entre 20-50%), para que
luego, gracias a la obligatoriedad de asumir ciertas medidas en política eco-
nómica, el acreedor se asegurara una mayor deuda pública por otras vías y
transferencias de recursos a su favor, derivadas de políticas de privatización,
etc. Dentro del Plan Brady había infinitas formas de garantizar que el acree-
dor cobrara a futuro todo lo que se descontaba en el presente. Por ejemplo
mediante la concesión de preferencias vía instrumentos financieros como los
swaps, que facilitaban el intercambio de deuda por inversiones. De esta forma,

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el Plan Brady fue una herramienta muy útil en términos de geopolítica por-
que permitía controlar a países periféricos según las necesidades económicas
de los países centrales; más específicamente, Estados Unidos. Así, países como
Venezuela cedían soberanía popular a cambio de este nuevo plan de reestruc-
turación de la deuda.
Respecto a la segunda cuestión, Venezuela dejaba atrás mucho de lo con-
quistado cuando había estado alineada con la política de la OPEP. Iniciaba, a
partir de entonces, un período de acercamiento a lo que determinaban los paí-
ses consumidores (países industrializados), coordinados en torno a la Agencia
Internacional de Energía (AIE). PDVSA abandonaba la política de maximi-
zación de beneficios –por la vía de un equilibrio entre precios y cantidades–,
para pasar a una política de maximización de volúmenes de producción para
satisfacer las exigencias de los países rectores del neoliberalismo.96 Además,
aprovechando el artículo quinto de la vieja “Ley Orgánica que Reserva al Esta-
do la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos” –que el mismo Carlos
Andrés Pérez había dispuesto cuando fue Presidente en los años setenta–, se
permitía que el capital privado invirtiera en este sector en “casos especiales”.
Esto permitía la entrada masiva del capital privado a la industria petrolera
venezolana para expropiar la máxima cantidad posible de renta petrolera al
Estado y transferirla a favor de la acumulación capitalista mundial. Así co-
menzaba un proceso de internacionalización de la industria petrolera venezo-
lana, con una expansión hacia el exterior, adquiriendo 19 refinerías en todo el
mundo. Esto permitió que PDVSA pudiera transferir fuera del alcance del
fisco un importante volumen de sus ganancias utilizando el mecanismo de los
precios de transferencia.97 El efecto inmediato de esta apertura petrolera fue
la reducción de ingresos públicos no solo por la caída del precio del petróleo,
sino también por la fuga de ingresos gracias a la privatización. Sucedió lo pre-
visible: la llegada de inversión extranjera directa se convirtió en fuga de rique-
za en el menor tiempo posible.
El Gran Viraje (neoliberal) de Carlos Andrés Pérez desde 1989 en adelan-
te constituía la principal motivación para que Chávez se reafirmase en un pro-

96 Según Montero (2006), esta expansión de la producción se trató de justificar en base


a proyecciones de la demanda de hidrocarburos exageradamente optimistas para el medio
plazo, y acabó desembocando en un conflicto continuado con la OPEP.
97 Según Mommer (2003), en la segunda mitad de los noventa PDVSA transfirió fuera
de Venezuela en torno a 500 millones de dólares anuales en beneficios; y durante los 18 años
que duró la apertura petrolera, las filiales extranjeras de PDVSA nunca pagaron beneficios
a la compañía matriz en Caracas.

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ceso ya iniciado anteriormente en su formación económica: oposición a la
corriente hegemónica neoliberal. Chávez sabía que el Pacto de Punto Fijo se
había roto; y el rechazo popular al programa neoliberal era absoluto. Por lo
tanto, las condiciones subjetivas y objetivas comenzaban a abonar el terreno
para proponer una alternativa, no del todo definida en cuanto al rumbo estra-
tégico que se debía tomar en materia económica, pero sí con un principio
absolutamente claro: oposición al neoliberalismo.
Chávez reconocía las demandas del pueblo en términos coyunturales, pero
sin olvidar que había un horizonte estratégico de ese Gran Viraje. Ayudado
por su formación militar, traducía continuamente el análisis del neoliberalis-
mo desde el doble plano: acciones tácticas para alcanzar objetivos estratégicos.
Este marco analítico le servía para no concentrar demasiado la mirada en cada
política económica por separado, sino que era absolutamente pertinente iden-
tificar hacia dónde quería transitar el neoliberalismo, qué sentido común de
época quería construir, cuál era el bloque histórico hegemónico que se iba a
ir conformando, quiénes eran sus principales cuerpos orgánicos, su ideario,
etc. Para Chávez, el Gran Viraje perseguía, en lo estratégico, disputar el sen-
tido común venezolano; quería “norteñizarlo”. Así, Chávez descifró al neoli-
beralismo, considerando que éste nunca llevaba a cabo una medida coyuntu-
ral sin atender a una pretendida transformación estructural. Para él, el neoli-
beralismo siempre atendía a una conjunción virtuosa de lo táctico con lo
estratégico, y en consecuencia, su pensamiento económico anti-neoliberal se
iba forjando a partir de esa matriz analítica, compleja e integral.
Con 36 años, Chávez ascendió a teniente coronel en julio de 1990, sien-
do el número uno de su promoción y ya disponiendo de mando de tropa
–que hasta el momento no tenía–. Poco después, Chávez comenzó a estudiar
una maestría en Ciencias Políticas en la Universidad Simón Bolívar. En el
transcurso de esa maestría, también abordaría aspectos económicos empíricos
del caso venezolano. Por ejemplo, se estudiaba el caso de la Siderúrgica del
Orinoco (SIDOR) de Ciudad Guayana (estado Bolívar), una siderúrgica
pública que se venía desmantelando, y se privatizó en 1997. Así pudo confir-
mar cómo el neoliberalismo intervenía quirúrgicamente mediante privatiza-
ciones y cuál era la reacción de los trabajadores, la lucha obrera.
Otra materia importante para su formación fue “Proyectos Nacionales,
Planificación y Desarrollo”. Para aprobarla, eligió hacer un trabajo sobre el
Gran Viraje implementado por Carlos Andrés Pérez y analizar cómo las inter-
venciones del capitalismo hegemónico mundial y el FMI, mediante un seve-
ro plan de ajuste estructural, acababan provocando la protesta popular. Lue -

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go, Chávez decidió hacer una tesis acerca de la transición para culminar su
maestría, porque era su máxima preocupación política y económica en ese
momento: ¿cómo transitar de esta Gran Venezuela para unos pocos a una Gran
Venezuela para todos? ¿Cómo transitar de un modelo neoliberal a otro no neo-
liberal? ¿Cómo transitar de una economía de “libre” mercado a una economía
del pueblo? Chávez quería abordar en su tesis algo que los economistas neo-
clásicos habían eludido: cómo pasar de una situación a otra. La economía
dominante, intencionadamente, ponía poco o escaso interés en la dinámica
de cambio entre una situación y otra. La transición aparecía como una suer-
te de caja negra de un avión en el que nadie conoce con exactitud las interac-
ciones que conducen a un resultado final. Así, el proceso de cambio quedaba
excluido del análisis, de la discusión. Pero Chávez sabía que no había forma
de peregrinar a otro escenario si no se conocía y estudiaba cómo y qué teclas
había que tocar para ir conformando una cadena secuencial virtuosa para lle-
gar al resultado esperado. El neoliberalismo sí había sabido transitar desde la
crisis del capitalismo (década de los setenta) hacia un nuevo estadio hegemó-
nico en el patrón de acumulación. Chávez también quería conocer las etapas
para la construcción efectiva hegemónica neoliberal. No solo bastaba con
oponerse al neoliberalismo, sino había que conocer bien sus estructuras y su-
perestructuras, su forma de construcción, sus puntos débiles, en qué mo-
mento podría haber un hecho detonador, etc.
Chávez había escrito, con esta intención, el trabajo El Gran Viraje en medio
de la tormenta, en donde analizó también la viabilidad de los proyectos nacio-
nales, apoyándose en los análisis cuantitativos de Varsavsky.98 En este trabajo
se nota que Chávez acudía también al aspecto cuantitativo para complemen-
tar su enfoque cualitativo de economía política. En este sentido, hacía nume-
rosas referencias a Calcagno, Sánz y De Barbieri, tres economistas argentinos
ubicados en la teoría de la dependencia, de desarrollismo nacionalista, y que
eran muy conocidos en la academia por su método Calcagno-Sánz-De Bar-
bieri (CDS). El método CDS se empleaba para analizar la viabilidad de un
proyecto nacional considerando aspectos como el marco institucional, la fac-
tibilidad de los hechos, la relación de los actores con los hechos, el valor social,
la estabilidad y la solidez.99 Este método le proporcionó a Chávez herramien-

98 Un autor que volvería a estudiar Chávez durante su prisión en Yare, que se analiza
en el siguiente apartado.
99 Ver el libro Estudios políticos latinoamericanos de Calcagno, Sáinz y De Barbieri,
publicado en 1974.

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tas que hacen operativo un enfoque muy valioso para él: la consideración de
todos los factores para analizar un hecho histórico, político y económico. El
cual comenzaría a usar en la búsqueda de su fórmula de transición, de salida
de aquel laberinto neoliberal.
El contexto político neoliberal aceleraba el deterioro económico y social.
El rápido impacto en el crecimiento económico –la tasa de crecimiento de
1991 es del 9,2%– no se traducía en mejoras para las mayorías. Al contrario,
era un crecimiento empobrecedor de mayorías, con exclusión creciente, con
más informalidad –41,3% de la población económicamente activa estaba ubi-
cada en el sector informal de la economía–. En palabras de Chávez, “eso con-
tribuía a crear las condiciones objetivas favorables a una acción como la nues-
tra” (Ramonet, 2013: 513). Se refería así a su acción del 4 de febrero de 1992,
de insurrección militar frente al neoliberalismo. La motivación era obvia: la
pobreza del pueblo en los barrios, en los cerros, en los campos; una democra-
cia que no democratizaba la riqueza, que más bien excluía; la pérdida de sobe-
ranía e independencia, las privatizaciones a favor de unos pocos.
La búsqueda de emancipación de la hegemonía neoliberal era la gran
razón estructural de esta difícil decisión de rebelarse frente al orden servil al
capital transnacional. La democracia había sido reducida al mínimo formal y
liberal. No había democracia sustantiva en ningún aspecto de la vida social,
política y económica del país. El Norte imponía las políticas económicas para
que Venezuela se acomodara a la nueva configuración mundial capitalista, en
un momento donde quedaba cada vez menos del bloque socialista. Con la
Unión Soviética desarticulada,100 el socialismo parecía morir y Chávez no
miraba hacia ese destino. Más bien el único objetivo concreto que se fijaba era
salir de las redes del neoliberalismo antes de que fuese demasiado tarde. Chá-
vez consideraba que la hegemonía neoliberal iba tan en aumento, siendo cada
vez más vigorosa e indestructible, que podría alcanzar un punto de no retor-
no (irreversible) en el que no hubiese vuelta atrás. Chávez tenía prisas en tanto
consideraba que la hegemonía neoliberal podría alcanzar las legitimidades y
lealtades necesarias para impedir cuestionar su sentido común, y para obstruir
la posibilidad de que siquiera hubiese ansias y esperanzas de cambio.
Chávez creía que tenía que obedecer el mandato del pueblo como solda-
do y no seguir siendo cancerbero de la oligarquía ni de los Estados Unidos.

100 La Unión Soviética deja de existir en 1991. El líder soviético Mijaíl Gorbachov ini-
cia el proceso de apertura política (glásnost) y reestructuración económica (perestroika),
comenzando así la incorporación, lenta pero segura, hacia el capitalismo.

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Sabía que esto era nadar a contracorriente en plena dominación de las ideas
neoliberales. Pero también sospechaba que el neoliberalismo realmente llega-
ría a imponer un sistema antitético de la democracia en el plano económico.
Por ello, Chávez consideraba que no había más tiempo que esperar para bus-
car el detonante que viabilizara la transición. Trazó su plan eligiendo el 2 de
febrero como la fecha ideal para dar este salto adelante, porque el Presidente
Carlos Andrés Pérez no se encontraría en el país, dado que asistiría al Foro
Económico Mundial de Davos (Suiza), para reunirse con los principales líde-
res empresariales del mundo.
Aprovechando esa situación, Chávez emprendió, con apoyo del MBR-
200, una acción muy arriesgada pero que creía necesaria para el cambio de la
historia en Venezuela. Se aferró a una pregunta estratégica: “¿cuál es la razón
de que estemos, aquí y ahora, anunciando y promoviendo cambios profundos
al comenzar la última década de este siglo perdido?”. No había entonces aún
ninguna alusión al socialismo, porque Chávez no tenía ese pensamiento eco-
nómico por el momento. Más bien se proponía salir como fuera del neolibe-
ralismo para precautelar y garantizar la satisfacción de las necesidades huma-
nas y colectivas, en la línea de pensamiento del profesor argentino Varsavsky.
Como el mismo Chávez reconoció más tarde, el impulso político que motivó
el levantamiento militar se explicaba por la urgencia de satisfacer las necesi-
dades [sociales]; y todos los demás objetivos y metas temporales y secuencia-
les se debían subordinar a aquello. Si Chávez salía victorioso en ese 4 febrero
de 1992, el 4F, el objetivo era una Asamblea Constituyente que le diera todo
el protagonismo al poder constituyente como sujeto legítimo para refundar la
V República en Venezuela.101
Pero la insurrección militar del 4F no alcanzó sus objetivos. Fallaron
demasiadas circunstancias, previsiones y cálculos en una operación de por sí
más que arriesgada. Chávez fue enseguida apresado y trasladado a Fuerte
Tiuna, desde donde dio un mensaje de orden para deponer las armas, evitan-
do así más muertes. Cuando era conducido prisionero, en una alocución his-
tórica de un poco más de un minuto, Chávez proclamó un “por ahora” que
abrió el futuro en Venezuela.102 No daba por terminada su lucha para ente-

101 Chávez recibió también la influencia del reciente proceso constituyente que había
tenido lugar en Colombia en el año 1991.
102 El mensaje literal de esa intervención de Chávez, aún uniformado, fue el siguiente:
“Primero de nada quiero dar buenos días a todo el pueblo de Venezuela, y este mensaje boli-
variano va a dirigido a los valientes soldados que se encuentran en el Regimiento de Para-

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rrar al neoliberalismo; dejaba las puertas abiertas para lo que aún quedaba por
venir. Ese 4F, con ese “por ahora”, no quedaría en un hecho del pasado, sino
que sería una pieza clave para el futuro. Ese 4F condensa el rechazo de Chá-
vez al neoliberalismo.

2.5. Hugo Chávez, estudiante de economía en la escuela de Yare


(1992-1994)

Después del 4F, Chávez fue a la cárcel. Pero sus sueños antineoliberales no ter-
minaron con la privación de libertad física, sino que en este periodo se con-
solidó aún más su libertad de pensamiento político-económico. Fue traslada-
do primero a la cárcel de San Carlos, en Caracas, y luego a la cárcel de Yare,
en las afuera de la capital, donde permaneció hasta 1994. Desde los primeros
días, Chávez supo que afuera de la cárcel el pueblo se había identificado con
la insurrección militar;103 sentía que ese hecho había provocado efervescencia
y ansias de despertar. Al mes del 4F, siguieron masivos cacerolazos en el país
como muestra de la continuidad de las protestas del pueblo venezolano fren-
te al neoliberalismo. Chávez se hizo muy popular a partir de entonces, sin
necesidad de reaparecer en público. Su “por ahora” estaba latente, y comen-
zaba a instalarse como inquilino permanente en el imaginario popular, pasan-
do progresivamente a transformarse en un “para siempre”. Chávez no anali-
zaba el 4F como un golpe militar sino que lo consideraba una insurrección
para colocarse al lado del pueblo venezolano, como militares transformado-
res.
Los dos años en la cárcel fueron muy prolíficos para su formación econó-

caidista de Aragua y en la Brigada Blindada de Valencia. Compañeros: lamentablemente,


por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es
decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy
bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene
que enrumbarse hacia un destino mejor. Así que oigan mi palabra, oigan al Comandante
Chávez quien les lanza este mensaje para que reflexionen y depongan las armas porque ya,
en verdad, los objetivos, que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logre-
mos. Compañeros, oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les agradezco su
valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de
este movimiento militar bolivariano. Muchas gracias” (énfasis añadido).
103 Una encuesta el día después del 4F dio como resultado que el 90% simpatizaba con
la insurrección.

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mica, porque Chávez, además de seguir haciendo política, se dedicó con ahín-
co a leer y estudiar. Tenía el tiempo suficiente para empeñarse en ello, procu-
rando entender mejor cómo funcionaba el neoliberalismo, y qué había que
proponer y hacer para romper esa hegemonía. Continuaba con sus estudios
acerca de la transición que había comenzado en su maestría de Ciencias Polí-
ticas años atrás. El concepto de transición era central en el pensamiento eco-
nómico de Chávez en ese momento porque su principal objetivo era salir de
una situación dada, caracterizada por la penetración neoliberal del Norte, que
podría apropiarse definitivamente de la política del Sur logrando que el pue-
blo venezolano pensara y actuara bajo ese mandato. Ese fue siempre el gran
miedo de Chávez desde que se produjo el Gran Viraje en adelante: el neoli-
beralismo no solo es un programa de medidas económicas sino que se trata de
un proyecto de vida, un pacto de convivencia desigual que exige una hege-
monía también cultural y social. Si bien el pueblo venezolano había sufrido
más de treinta años de puntofijismo –una “democracia” que no democratizó
los poderes económicos– Chávez estaba preocupado porque llegara a Vene-
zuela un nuevo pacto, esta vez firmado a la vera de donde se firmara el del
Punto Fijo, en Washington en vez de Nueva York, y que perdurara otros cua-
renta años más. Por todo ello, a Chávez le apremiaba la necesidad de buscar
el método para salir, para transitar rápidamente hacia otro destino que no
fuera el que el neoliberalismo había decidido. La transición es, por todo esto,
un concepto fundamental en este momento de la formación del pensamien-
to económico de Hugo Chávez. Una transición, claro está, antineoliberal.
Durante los años 1992-1993, Chávez siguió su período de formación en
la cárcel, además de estudiar economía y otras materias, mediante contactos
con intelectuales que comenzarían a ver en él a alguien importante para la fu -
tura historia del país. Una de las personas más influyentes en materia económica
en ese período fue indudablemente Jorge Giordani, quien había estudiado pri-
mero ingeniería electrónica, pero que luego se especializó en materia económi-
ca y en planificación.104 Giordani visitó a Chávez por primera vez el 26 de mar -
zo de 1993, con una comisión universitaria que se proponía compartir ideas
y debatir acerca de la situación actual del país. Giordani, junto a otros, habían
ya publicado un documento llamado “La UCV al país”, con propuestas cer-
canas a las de Chávez. Se puede decir que se presentaba como un economis-

104 Hizo su doctorado en Planificación en la Universidad de Sussex, Reino Unido.


Luego ocupó el cargo de Director de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

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ta con amplia formación, con influencias de los estructuralistas –de la teoría
de la dependencia–, cercano al marxismo y ávido lector de Gramsci. De
hecho, Giordani reconocería luego que ese mismo día “habló por primera vez
con Hugo Chávez acerca de la vida y el pensamiento de Gramsci. Fue un
hecho importante” (Giordani, 2009: 13). Más tarde Chávez admitiría que fue
más adelante cuando se dedicó a una lectura más profunda del autor, aunque
en ese momento se quedó con la idea de Gramsci sobre “lo viejo que no acaba
de morir y lo nuevo que no acaba de nacer”. Idea que utilizaría desde enton-
ces para complejizar y problematizar el proceso de transición de un estadio a
otro, en que lo viejo no desaparece en un santiamén sino que, por el contra-
rio, sigue estando presente en la forma de un bloque histórico hegemónico,
que dispone de una influencia privilegiada en la mayoría popular gracias a sus
estructuras y superestructuras, gracias a sus cuerpos orgánicos y su cuerpo ide-
ológico, que van haciendo cada vez más sólido y omnipresente el sentido
común que interesa a esa minoría enriquecida.105
Chávez había leído los libros de Giordani antes de conocerlo en la cárcel.
Posteriormente destacó siempre un libro suyo que consideraba muy impor-
tante en su formación económica: Planificación, ideología y Estado. El caso
venezolano (1986). El texto combina táctica y estrategia para la planificación
estatal desde una visión claramente cercana al marxismo, pero sin dejar de
lado la situación particular del Estado venezolano. Chávez siguió trabajando
con Giordani desde ese encuentro en la cárcel, y gracias a esta estrecha rela-
ción llegó a otros autores de suma importancia para la construcción de un
pensamiento económico propio. Entre ellos, cabe destacar dos, que el propio
Chávez reconoció que fueron de gran influencia para él: Carlos Matus y Ós -
car Varsavsky.
Carlos Matus fue un economista socialista, ex ministro de Economía,
Fomento y Reconstrucción en el gobierno de Salvador Allende, que se exilió
en Venezuela hasta su muerte. Chávez destacó su libro Planificación de situa-
ciones (1980), que complejiza la planificación económica en base a una teoría
general de la acción política de clases. Este enfoque critica el paradigma domi-
nante sobre planificación económica en base a que no la considera solo como
un conjunto de técnicas aisladas de las relaciones de poder propias de la dis-
puta en economía política. La planificación económica y la planificación polí-

105 En el capítulo siguiente, dedicaremos más espacio a esta cuestión, incluso con
declaraciones de Chávez (en 2007) que realiza un discurso explícitamente apoyado en
Gramsci.

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tica son dos caras de la misma moneda que no pueden separarse. A partir del
estudio de este libro, Chávez consideró siempre que la planificación econó-
mica no podía realizarse desde una concepción puramente normativa, sino
que era fundamental tener en cuenta la estrategia y tácticas en la elaboración
de un plan de acción. Según Matus (1980), cada transformación social exige
un análisis y planificación de cambio estructural, en el cual el Estado tiene un
papel protagónico como rector para conseguir las metas fijadas. Otro aspecto
fundamental que incide notablemente en la formación económica de Chávez
es la importancia constante que concede Matus a las situaciones en las que se
planifica y se toman decisiones. La economía dominante, la neoclásica, tan
útil para el neoliberalismo, había puesto todo su empeño en hacer desapare-
cer del mapa cualquier situación que no fuera posible resolverla bajo modelos
matemáticos. Por eso, la economía neoclásica usa escalofriantemente una
cláusula clave para sus estudios, ceteris paribus, es decir, “todo lo demás cons-
tante”, presuponiendo que alrededor del objeto de estudio no existe ninguna
situación que pueda perturbar el análisis. Los ejemplos de los manuales neo-
clásicos siempre realizan cualquier ejercicio social a partir de una hipótesis
básica expresada así: “Sea una variable X o Y en una Isla Robinson Crusoe”.106
Es decir, aislado del mundo, donde nada interactúa con nada, y suponiendo
un territorio sin acumulación originaria desigual, sin instituciones heredadas,
sin influencias externas, sin imperialismo ni dominación, sin nada de nada.
Chávez sabía bien que el mundo no es así, y que la economía no podría basar-
se en un mundo irreal. Por ello, prestó especial atención a la propuesta de
Matus acerca del concepto de “situación”, que hacía notable hincapié en la
importancia de las fuerzas sociales para la construcción de esa situación –lo
que denomina “fenosituación”–. Para Matus se vuelve prioritario alcanzar, en
el corto plazo, el denominado “equilibrio fenoménico”, para que luego se
pueda transitar evolutivamente hacia posteriores fases de transformación es-
tructural. En otras palabras, Chávez confirma aquí que primero urge resolver
el corto plazo, garantizando una situación equilibrada entre todas las fuerzas
sociales, y solo después es factible una transición hacia una transformación
estructural a favor de las mayorías. Para Chávez, el análisis económico requie-

106 La Isla Robinson Crusoe es una pequeña isla de Chile; pero además Robinson Cru-
soe es la obra más famosa de Daniel Defoe, publicada en 1719, que trata sobre un náufrago
inglés que pasa 28 años en una remota isla tropical. En la economía neoclásica, Robinson
Crusoe es frecuentemente usado como ejemplo para ilustrar diferentes teorías económicas
(de producción y consumo) a partir de supuestos de aislamiento para la toma de decisiones.

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re conciliar el nivel fenoménico, que se centra en todos los hechos que carac-
terizan un escenario concreto, con el nivel genosituacional, “en el cual existen
las estructuras ocultas de la situación, y precisamente es allí, en ese nivel pro-
fundo, donde se gestan los verdaderos cambios de cualquier situación”107.
La otra obra que influye a Chávez en ese período en la cárcel es la de Var-
savsky, un gran pensador socialista argentino, que tiene ideas de mucho peso
para el pensamiento económico chavista, sobre todo con su texto Proyectos
nacionales. Planteos y estudios de viabilidad (1971). El principio central pro-
puesto ahí es que un diseño socialista debe elaborarse en base a las necesida-
des reales de la población. Según Varsavsky, “en la satisfacción de tales nece-
sidades se ubican los fines últimos. Todos los demás objetivos y metas tem-
porales y secuenciales se subordinan a aquello”. Por ello, los objetivos de cual-
quier proyecto nacional deben “expresar con toda claridad una ideología;
deben redefinirla en términos concretos”. El gran problema que define Var-
savsky es entonces la búsqueda de criterios (generales) para definir cuáles son
las verdaderas necesidades sociales, como: alimentos, vestimenta, vivienda,
salud, etc. En este sentido, en opinión de Varsavsky, las economías en Améri-
ca Latina son subdesarrolladas porque han sido incapaces de construir una
sociedad o estilos de desarrollo “pueblocéntricos”. Ahí se podrían encontrar
diversas variantes del socialismo, que debieran tener como principios funda-
mentales, además de eliminar la miseria y toda forma de explotación y opre-
sión, lograr una participación intensa, así como la solidaridad social y creati-
vidad popular. De alguna manera, Varsavsky cuestiona frontalmente la teoría
hegemónica del desarrollo –de Rostow, del crecimiento económico orientado
a conseguir el consumo de masas–, cuando propone que América Latina no
debería aceptar que el subdesarrollo sea identificado con el hecho de que los
países latinoamericanos no hayan alcanzado el american way of life. Esta tesis
de Varsavsky muestra la necesidad de crear propuestas de desarrollo propias,
que no plagien lo impuesto por el Norte como pretendía el proyecto neo -
liberal. Chávez tomó buena nota de la necesidad de venezolanizar cualquier
propuesta económica, cualquier proyecto de desarrollo, toda propuesta de
transición antineoliberal. Años después, Chávez se referiría a los modelos de de -
sarrollo de Varsavsky señalando: “Uno, el modelo desarrollista del Norte, es un
modelo de desarrollo destructivo, así lo llamaba Varsavsky, ¡y tiene razón! Ese

107 Chávez explicaría esto en una entrevista con Rangel en 1992, publicada en Rangel
(2013).

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modelo de desarrollo infinito, está destrozando al planeta y, amenaza… ya lo
hemos dicho, la misma sobrevivencia de la especie humana, el equilibrio de
la vida. Otro modelo, es el que él llama el sultanato petrolero; un país produc-
tor de petróleo, Venezuela, ¡fue Venezuela ese modelo! Produce, exporta,
petróleo o materias primas, en el caso nuestro petróleo; pero él lo llama tipo
sultanato petrolero… un país rico en materia prima, exportador masivo de
materia prima, e importador de todo lo demás… la colonia, el modelo co-
lonial. Y el tercero, lo que él llama el modelo socialista nacional creativo.
Modelo adecuado a las necesidades, un socialismo nacional; en Venezuela
estamos dando pasos en esa dirección, estamos articulando y creando un mo-
delo socialista nacional, creativo”.108
Influido por estas lecturas, Chávez centraba su atención en la elaboración
de proyectos nacionales de transición, en los objetivos sociales, y la pertinen-
te planificación estratégica. Estas preocupaciones se cristalizaron en un pri-
mer documento escrito en la cárcel, en julio de 1992: ¿Cómo salir de este labe-
rinto? Se trataba de una propuesta surgida al calor del debate nacional, pero
que arrastraba las sensibilidades e inquietudes que el joven militar traía desde
niño, adolescente, y luego a lo largo de su carrera castrense; joven que ahora,
veía con preocupación el apogeo del neoliberalismo como hegemonía mun-
dial que invadía Venezuela sin pedir permiso a su pueblo. El objetivo de este
documento fundacional se puede resumir en este párrafo: “Solo una situación
de transición en equilibrio permitirá la selección y siembra de un modelo de
desarrollo hacia una nueva sociedad, creativa y solidaria. El MBR-200 propo-
ne para ello la discusión del Proyecto Nacional Simón Bolívar, estructurado
en torno a un elemento estabilizador en alto grado y con grandes perspecti-
vas de viabilidad: la fusión cívico-militar. El objetivo estratégico del Proyecto
Nacional Simón Bolívar se ubica en un horizonte lejano de 20 años, a partir
del escenario inicial” (Chávez, 1992).
En ese documento político, además de destacar la exigencia de un proce-
so constituyente, hay que mencionar las principales tesis económicas que
caracterizaron al pensamiento económico en formación de Chávez frente al
neoliberalismo, con el fin de echar las bases y poner en marcha un nuevo
modelo de desarrollo que superase el vigente esquema de dominación econó-
mica y social. Se planteaba allí “la necesidad de revisar a fondo el paquete eco-

108 Chávez pronunció este discurso cuando lo nombraron doctor honoris causa en la
Universidad Nacional de Ingeniería en Trípoli, en el año 2007. Ver Montes de Oca y Pérez
(2012).

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nómico y adoptar un conjunto de medidas cuyo objetivo vital sea reducir
drásticamente los niveles de pobreza de la gran mayoría de la población; para
ello, se requiere poner en marcha una serie de proyectos sencillos, viables y
coherentes en dirección a los siguientes objetivos sectoriales: a) reducir el
costo de la vida hasta un umbral mínimo tolerable; b) incrementar el empleo
productivo mediante la autoconstrucción de vivienda, planes de saneamiento
ambiental, reforestación, suministro de servicios básicos, agricultura, etc.; c)
lograr un adecuado nivel de auto abastecimiento y seguridad alimentaria,
mediante la creación a escala nacional y regional de un sistema simplificado y
funcional de producción, circulación, distribución y consumo de los bienes y
artículos básicos de primera necesidad; d) desarrollar un proyecto nacional de
cooperativas y autogestión dentro de un subsistema de nuevas formas econó-
micas, específicas que se orienten definitivamente hacia un modelo de eco-
nomía solidaria” (Chávez, 1992).
A estas medidas, añadía Chávez un aspecto tan de moda en el neolibe-
ralismo que había calado incluso en visiones antineoliberales: “Reducir signi-
ficativamente el inmenso déficit fiscal, mediante una profunda reforma im-
positiva que tienda al logro de una justa redistribución del ingreso y una ra-
cional reducción del gasto público” (Chávez, 1992). Este hecho muestra
cómo el neoliberalismo se infiltraba incluso en el pensamiento económico de
aquellos que lo cuestionaban, y cuán difícil resultaba salir del colonialismo
epistemológico frente a su capacidad hegemónica, mediática y académica.
Años después, el propio Chávez reconocería el error de ese momento en que
“se dejó influir por la visión de reducción del gasto público”, porque el neo-
liberalismo presentaba esto como una necesidad imperiosa luego de que el
sector público hubiera despilfarrado tanto en las décadas anteriores. Obvia-
mente, el neoliberalismo jugaba con ventaja porque cuestionaba a un Estado
con un pasado ocioso, no productivo, corrupto, a favor de una minoría enri-
quecida. Por tanto, era fácil presentarlo como Estado fallido y sostener que,
en consecuencia, había que reducirlo a su mínima expresión. Era sencillo con-
vencer a las mayorías que no se debía seguir gastando de la manera en que el
Estado lo había hecho en años anteriores. Y Chávez, aunque sí destacaba la im-
portancia de luchar contra la pobreza como eje central, de redistribuir la rique-
za y aplicar una política de impuestos que hiciera pagar más a los que más
tienen, no vivía en ninguna Isla Robinson Crusoe y también estaba contami-
nado por el dogma neoliberal repetido hasta la saciedad de reducir el gasto
público para controlar el déficit fiscal. Pero el propio Chávez, con su pensa-
miento económico en evolución constante y no atado a dogmas preestableci-

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dos, se dio cuenta de este error rápidamente, asumiendo que también otros
“se dejaron atrapar por lo que era una corriente dominante incluso en el seno
de la izquierda” (Ramonet, 2013: 586).
Otro gran economista al que le dedicaba mucha atención en este período
en la cárcel es Istvan Mészáros, a quién llegó por medio de su director de tesis,
Jorge Giordani. Mészáros es un filósofo marxista de origen húngaro.109 A
pesar que la influencia de Mészáros en Chávez se observa más nítidamente en
la siguiente etapa de conformación de su pensamiento económico –ver capí-
tulos siguientes–, en la búsqueda de la transición hacia el socialismo, en estos
años de cárcel sí se pueden subrayar algunos aspectos que inciden en esta
etapa:
1) La importancia de la transición para abandonar el actual sistema
capitalista neoliberal, aún sin destino final de llegada. Chávez leía a Mészáros
en clave de salida, de transición del sistema actual, sin aún cuestionarse el
rumbo de la próxima etapa. Mészáros plantea la transición de largo respiro,
la necesidad de un cambio hacia una sociedad basada en una nueva lógica del
trabajo, diferente a la del capitalismo. Chávez se apropió de esta premisa de
transitar para abandonar el sistema actual, porque sin renunciar a esa estruc-
tura no era posible un cambio profundo del modelo económico a favor de las
mayorías, hasta ese momento excluidas y empobrecidas. Desde ese momento
en adelante, en los próximos años, Chávez antepuso siempre la prioridad de
buscar la manera de transitar, por fases, para superar el actual proceso de acu-
mulación capitalista.
2) El conocimiento detallado del funcionamiento estructural del pro-
ceso de acumulación capitalista. Mészáros considera que existen cuatro con-
tradicciones en el proceso de acumulación capitalista: la primera entre el capi-
tal trasnacional y los Estados nacionales, la segunda en los límites de una
reproducción que terminaría por destruir la base planetaria, la tercera plantea
el reto de la liberación de la mujer, y la cuarta señala el irresoluble desempleo
crónico del metabolismo social en el capitalismo. Chávez prestó atención a las
cuatro contradicciones pero se detuvo más en la primera, porque pensaba que
el capitalismo estaba logrando resolver al menos parcialmente la tensión entre

109 Profesor emérito en la Universidad de Sussex, antes había sido profesor de Filoso-
fía y Ciencias Sociales durante cuatro años en la Universidad de York. En el año 2009, Més-
záros ganó el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2008, que otorga el Gobierno de la
República Bolivariana de Venezuela, por su obra El desafío y la carga del tiempo histórico: el
socialismo del siglo XXI.

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capital transnacional y Estado nación, gracias fundamentalmente al papel
decisivo de las organizaciones económicas internacionales (como FMI, BM,
OMC, BID, etc.). La nueva arquitectura transnacional pretendía precisamen-
te vaciar de competencias a los Estados nacionales, mermando su soberanía
en política económica. Por ejemplo, un Tratado Bilateral de Inversión, para-
petado en el CIADI (dependiente del BM), sustituye al Estado en regulación
de una inversión, y por tanto, reduce en gran medida la tensión producida
entre el capital transnacional y el proyecto de Estado (siempre y cuando éste
se dedique a satisfacer a una minoría). La evolución del capital transnacional
desde el inicio del neoliberalismo parecía imparable; Chávez notaba cómo
este fenómeno era eficazmente vehiculado gracias a las viejas organizaciones
internacionales que tenían nuevas funciones supranacionales, relegando a un
segundo lugar cualquier intento de legislación nacional para proteger a la ciu-
dadanía. Para Chávez, el capital transnacional solo podría ser combatido con
Estados nacionales que tuvieran alianzas supranacionales ajenas a las lógicas
del capital, con otros intereses, capaces de conformar un bloque histórico
contrahegemónico. Solo así se podría disponer de un muro de contención
evitando que se siguiera reproduciendo el metabolismo social capitalista.

Chávez aprendió de Mészáros la permanente fijación en la necesidad im-


periosa de romper la subordinación de las necesidades básicas a la reproduc-
ción del valor de cambio, como rasgo distintivo del sistema del capital desde
sus inicios. Mészáros además refuerza permanentemente una dimensión afín
al pensamiento económico de Chávez, el humanismo. Desde la oposición
total al sistema capitalista, siempre aconsejaba situar al ser humano en el cen-
tro del modelo productivo, haciendo prevalecer el valor de uso sobre el pre -
ponderante valor de cambio, de mercado. De hecho, Chávez incorporó el tér-
mino de Mészáros de lo “humanamente gratificante” como objetivo básico de
un sistema económico. El capitalismo no podía satisfacer esa condición irre-
nunciable. Este razonamiento vincula el proceso de cambio con la satisfacción
de las necesidades que son básicas para la vida.
Para Chávez, el humanismo es seguramente uno de los rasgos más distin-
tivos de su pensamiento económico. Desde niño, desde joven, desde casi
siempre, lo trajo consigo, llevándolo a todos los órdenes de la vida. En su aná-
lisis económico, aparecía constantemente esa visión humanista que le hacía
ver la economía como una ciencia social al servicio del ser humano. El Huma-
nismo, en sus múltiples versiones, coloca al ser humano como valor central:
“Nada por encima del ser humano, y ningún ser humano por encima de

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otro”. La economía humanista parte del supuesto inicial de que el fin de todo
trabajo o servicio es aportar al bienestar material y espiritual de la sociedad.
Esto significa que el motivo para realizar cualquier proyecto sería contribuir
al bienestar de la comunidad humana. Es precisamente desde la asunción de
este principio humanista que Chávez no considera que su proyecto encaje con
la propuesta neoliberal que apenas concibe al humano en sus políticas macro-
económicas, sino que entiende que es vital humanizar la economía, y no
seguir mercantilizando justamente la satisfacción de las necesidades básicas
humanas. En esta línea, Sampedro (2009) considera que la raíz del fenóme-
no de la “deshumanización” actual se encuentra en la racionalidad del merca-
do, que confía a la brújula del beneficio la orientación de las decisiones tras-
cendentales que definen a la sociedad. Esta premisa es básica para la econo-
mía humanista contemporánea, con la que Chávez concordaba plenamente.
Otro aspecto que marcó definitivamente el período de formación de Chá-
vez en su período en la cárcel es el concepto de Sur, del que se apropió a par-
tir de la lectura de Desafíos para el Sur. Informe de la Comisión del Sur, del im-
portante líder africano Julius K. Nyerere, publicado en 1991.110 Nyerere, pa-
dre del “socialismo a la africana”, fue Presidente de la histórica Comisión del
Sur, creada por el Movimiento de Países No Alineados, que operó desde 1987
hasta 1990. El texto al que nos referimos pasó desapercibido en los ámbitos
conservadores académicos y políticos. Después de la caída del campo socialis-
ta, este tipo de propuestas quedaron absolutamente eclipsadas por la hege-
monía neoliberal. Pero para Chávez no pasaría inadvertido, porque presenta-
ba una mirada desde otro lugar que no correspondía al centro de gravitación
del capitalismo neoliberal mundial. En ese momento, Chávez tenía una alta
permeabilidad a todo lo que proviniera de ángulos diferentes al discurso neo-
liberal. La utilización del “Sur” como norte, como horizonte, fue lo que más
le llamó la atención a Chávez, porque consideraba que en ese término había
un potencial símbolo –a modo de significante flotante–, que por no estar
anclado a ningún sentido concreto era capaz de servir como estandarte de un
nuevo proyecto político. El Sur le permitía a Chávez plantear un nuevo des-
tino, aún inconcluso, sin materialidad económica ni política, pero necesario
para postular una alternativa por fuera del neoliberalismo venido del Norte.
Chávez rápidamente incorporó este nuevo concepto en su paradigma econó-

110 Presidente de la Tanganica independiente (1962-1964), y después de Tanzania


(1964-1985).

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mico en construcción. El Sur le ayudaba a presentar una salida política y eco-
nómica posible distinta a la del Norte.
Además de esa importancia simbólica del Sur como lugar de destino, Chá-
vez usaba el término en clave geoeconómica para combatir al mundo unipo-
lar que el capitalismo había constituido. En un momento histórico en el que
pocos hablaban de transición geoeconómica hacia un mundo multipolar,
Chávez descifraba en el texto de la Comisión del Sur la necesidad de dirigir-
se hacia un escenario global de mayor cooperación, relación y alianzas entre
los países periféricos, sin tener que pasar siempre por el Norte. Señalaba el
informe que el sistema internacional imperante había conseguido, por ejem-
plo, que cualquier viaje de avión entre dos países del Sur tuviera que pasar por
una terminal del Norte. También se apuntaba que cualquier transacción
comercial entre un país de América Latina y un país africano se hacía en dóla-
res, es decir, una moneda del Norte. Precisamente, la reconfiguración de las
relaciones Sur-Sur, en lo concreto, era evitar el intercambio en moneda vía
Norte. Era eso justamente lo que Chávez detectaba en esta lectura: necesidad
de otra arquitectura internacional que permitiera la emancipación de los pue-
blos del Sur respecto al Norte.
El informe Desafíos para el Sur señalaba claramente: “los esfuerzos por
ampliar los vínculos Sur-Sur –tanto mundiales como regionales– tropezaron
inevitablemente con las rigideces de una economía mundial organizada con-
forme a un eje Norte-Sur”. El neoliberalismo quiso erradicar rápidamente los
intentos de cooperación económica entre los países no alineados, que venían
desde la década de los setenta.111 El mencionado informe “muestra cómo los
arreglos mundiales –para el comercio, las finanzas, la tecnología– entorpecen
los esfuerzos de desarrollo. EI desarrollo en el Sur necesita una reestructura-
ción del sistema económico internacional. La reforma tiene que cubrir las
finanzas internacionales, y los sistemas monetarios y comerciales. La reforma
del sistema comercial internacional debería dar prioridad a la mejora del acce-
so de países en desarrollo a los mercados de los países desarrollados. El nuevo
sistema global requiere también regímenes internacionales para la ciencia y la
tecnología y la administración de los bienes comunes” (Nyerere, 1991).
Estas son solo algunas de las recomendaciones realizadas en este texto que
a Chávez le permitieron reflexionar, a contracorriente, y que Venezuela preci-

111 Un ejemplo de esto es el Programa de Acción de Caracas sobre cooperación eco-


nómica entre los países en desarrollo, aprobado por el Grupo de los 77 en 1981.

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saba estratégicamente del Sur como lugar geopolítico contrahegemónico para
superar el neoliberalismo. Así, Chávez suma a su visión bolivariana –de inte-
gración latinoamericana– este nuevo enfoque más amplio, más allá de los con-
fines del continente americano, disponiendo de una nueva categoría para la
guerra de posiciones que habría de acometerse para vencer al neoliberalismo.
Sin vencer en la disputa global, no habría revolución nacional.
En los Desafíos para el Sur, Chávez además prestó atención a la propuesta
de una visión del Sur en contraposición al desarrollo del Norte. Según el infor-
me, el desarrollo es “un proceso que permite a los seres humanos utilizar su
potencial, adquirir confianza en sí mismos y llevar una vida de dignidad y rea-
lización. Es un proceso que libra a la gente del temor a las carencias y a la ex-
plotación. Es una evolución que trae consigo la desaparición de la opresión
política, económica y social, es un proceso de crecimiento, un movimiento
que surge desde la sociedad que se está desarrollando”. El mensaje es aún más
contundente en el comunicado final de la Comisión del Sur: “el desarrollo
tiene que estar centrado en los pueblos, ser autosuficiente, igualitario y tener
en cuenta al medio ambiente. Esto requiere no solamente un mejor resultado
económico sino también una acción sistemática para extender los beneficios
del crecimiento económico más ampliamente entre la gente. El desarrollo
centrado en los pueblos requiere también estructuras e instituciones demo-
cráticas, apropiadas a la cultura y la historia de cada país. Sin un marco de-
mocrático, las tensiones sociales y los conflictos no pueden resolverse pacífi-
camente, y pueden incluso negar aquellas ganancias que se hayan realizado. El
desarrollo está unido a la participación popular, la democracia, la responsa-
bilidad pública, y el respeto por los derechos humanos”.
Tal como afirmó Simón Rodríguez, se trata de inventar desde la propia
cosmovisión. Chávez comenzaba ya en esta etapa a ser muy consciente de que
solo desde su propia episteme, desde la propia historia venezolana, la propia
cultura y saberes populares, solo desde ese enclave se podrían plantear las pro-
puestas para salir del laberinto neoliberal. No obstante, esta propuesta vene-
zolana no podía estar ciega hacia el resto mundo ni ensimismarse, porque des-
conocer la superestructura global neoliberal podría ser un error para pensar un
proceso de transformación nacional que llegase a buen puerto. Chávez afir-
maba desde el principio que la estrategia requería una sintonía virtuosa, com-
pleja y dialéctica, entre lo nacional y lo supranacional, entendida esta segun-
da dimensión como América Latina o como el Sur en un sentido más amplio.
Luego reconocería que posteriormente leyó y releyó el informe de los Desafí-
os para el Sur muchas veces, y que siempre lo llevaba consigo, tomando notas

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que le fueron permitiendo a la postre ir diseñando otra arquitectura del
Sur.112
Los autores que hemos revisado –Varsavsky, Matus, Mészáros, Nyerere–113
son contribuciones a la heterogeneidad formativa del pensamiento económi-
co de Hugo Chávez en ese período en prisión.114
Mientras tanto, Carlos Andrés Pérez tenía cada vez más problemas para
continuar gobernando, porque los apoyos habían empezado a desaparecer. A
fines de 1993 tuvo lugar un hecho que mostró que el Pacto de Punto Fijo
estaba llegando más bien a su punto final: Carlos Andrés Pérez abandonó el
gobierno después de haber sido acusado de graves prácticas de corrupción.115
En diciembre de ese mismo año hubo elecciones, ganadas por Rafael Calde-
ra.116 Esta vez no fue encabezando el partido COPEI con el que fuera Presi-
dente en 1969-1973, sino que ahora se había postulado con una coalición lla-
mada Convergencia Nacional.117
La llegada de Rafael Caldera al poder con una coalición de izquierda quería
aparentar un cambio, pero acabó siendo más de lo mismo. Lo que sí cumplió
Caldera fue una deuda política que había reconocido públicamente tiempo
atrás. Frente a las presiones en la calle, el recién electo Presidente dio instruc-
ciones para que los militares implicados en las rebeliones de 1992 fueran libe-

112 De aquí se desprenden ideas que luego Chávez pondrá en la práctica en institucio-
nes tales como el Banco del Sur, Telesur, etc.
113 Aquí solo mencionamos los texto más relacionados con la economía, pero Chávez
leyó también entonces El poder constituyente de Negri (1994), América Latina marca regis-
trada de Sergio Marras, (1992), Así hablo Zaratustra de Nietzsche (1883), La historia me
absolverá de Fidel Castro (1953), Fuego bajo el agua. La invención de utopía, de Isaac. J.
Pardo (1990), etc.
114 A Chávez le dejan leer en la cárcel desde que entra, pero con una interrupción entre
el 27 de noviembre de 1992, cuando se produce un golpe militar en el que lo involucran
sin pruebas, hasta enero de 1993.
115 El Fiscal General de la República introdujo una solicitud de antejuicio de mérito en
su contra por el delito de peculado doloso y malversación de 250 millones de bolívares (17
millones de dólares en esa época) de una partida secreta por cuyo manejo era responsable.
116 Estas elecciones nacionales se destacan por el desgaste y ocaso político de los parti-
dos tradicionales AD y COPEI, que reducen un porcentaje de votos que fluctuaba entre el
25% y 53%, hasta menos del 24%. Se empezaba a derrumbar el bipartidismo de alternan-
cia de poder que habían configurado ambas fuerzas políticas desde las elecciones de 1958.
Caldera gana con apenas el 30,46% de votos, y la abstención fue muy alta, casi del 40%.
117 Era una coalición muy heterogénea, conocida como “El Chiripero”, donde había
una tendencia izquierdista mayoritaria; incluso participó el MAS, con personalidades con
pasado de izquierda como Teodoro Petkoff.

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rados. Chávez salió de prisión la víspera de un domingo de ramos, el 26 de
marzo de 1994, a cambio de darse de baja del ejército. Entonces solicitó vol-
ver a sus estudios de la maestría de Ciencias Políticas en la Universidad Simón
Bolívar, para acabar la tesis de investigación sobre la transición que ya había
empezado en 1990.118 En la prisión Chávez había tenido mucho tiempo para
estudiar, analizar, discutir, reflexionar sobre economía. Esta etapa fue funda-
mental en su formación, porque, según él, en esos años “aprendí en la cárcel
mucho más de lo había aprendido en toda mi vida anterior, no solo desde el
punto de vista científico sino también sobre mis propias capacidades para
enfrentar lo que venía”.
La popularidad de Chávez era cada vez más creciente, inversamente pro-
porcional a la del puntofijismo, y las necesidades del momento le impidieron
continuar sus estudios para entregarse de lleno a tareas políticas urgentes.

2.6. Construyendo la Agenda Alternativa Bolivariana (1996-1998)

Fuera de la cárcel, Chávez continuó con las tareas de conformación del Movi-
miento Bolivariano Revolucionario MBR-200, trabajando en los contenidos
y la organización territorial. No se puede afirmar que Chávez tuviera en su
mente entonces presentarse como candidato presidencial por la vía electoral.
Más bien regresaba al terreno público cuestionando la democracia aparente de
un decadente puntofijismo. Durante 1994 Chávez continuó trabajando en su
proyecto de tesis de la mano de Giordani, mientras Venezuela padecía una
grave crisis bancaria que afectaba a los bancos privados y públicos más emble-
máticos y poderosos.119
La crisis bancaria se debió a la existencia de una imposición neoliberal que
permitía que el capital tuviera “libertad” absoluta para huir del país cuando lo
considerara oportuno. Esto facilitó que en febrero de 1994 hubiese una corri-
da bancaria que no pudo ser resuelta por la debilidad del Estado en ese

118 Chávez elige al profesor Jorge Giordani como director de tesis para abordar el
problema de las transiciones políticas. La tesis nunca fue presentada finalmente. Según el
propio Chávez por unas declaraciones suyas le prohibieron a Giordani seguir yendo a la cár-
cel, y no pudo concluir.
119 Entre los más destacados, desaparecieron el Banco Latino, Banco Consolidado y el
Banco de Venezuela, Banco Progreso, Banco Principal, Banco Ítalo-Venezolano, Banco Pro-
fesional, Banco Amazonas y Bancor.

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momento. Este suceso explica cómo el neoliberalismo constituía un terreno
fértil y abonado para que cualquier crisis fuese factible. En primer lugar, el
neoliberalismo había reducido al Estado a su mínima expresión, impidiéndo-
le disponer de la fuerza necesaria para controlar cualquier crisis, a pesar de que
desembolsaba mucha cantidad de dinero público para este fin. El gobierno de
Caldera gastó una cantidad aproximada de 6.600 millones de dólares, equi-
valentes a una décima parte del PIB venezolano, solo en la primera mitad del
año 1994, sin poder revertir la situación. En segundo lugar, el neoliberalismo
había impuesto las reglas ideales para que el capital saliera y entrara del país
sin ninguna atadura a un proyecto nacional de desarrollo. Y esta proclamada
“libertad financiera” se convertiría en un arma de doble filo en el momento
en que el capital deseara salir del país tal como había llegado. Además este
riesgo era mayor porque afectaba a bancos en los que estaba la mitad de las
cuentas bancarias del país, de manera que la crisis bancaria no era ajena a la
mayoría del pueblo venezolano.
Finalmente, la crisis, como casi siempre, fue aprovechada por el capital
extranjero que llegó al auxilio de bancos que tenían una importante posición
dominante en Venezuela. Así se privatizaron por ejemplo, el Banco de Vene-
zuela y el Banco Consolidado, que fueron adquiridos por grupos financieros
extranjeros como el Grupo Santander de España y Corp Group de Chile. Se
extranjerizó aún más la economía venezolana. Este escenario era aprovechado
por Chávez para acusar a Caldera de seguir haciendo lo mismo que había
hecho Carlos Andrés Pérez. Aunque Caldera intentó en sus inicios alejarse del
neoliberalismo (e incluso lo había criticado tibiamente), la crisis bancaria lo
ponía a prueba; y demostraba que no iba a romper con el puntofijismo a pesar
de haber dicho lo contrario en su campaña electoral. Chávez reclamaba por
entonces: “¡Caldera tiene que disolver el Congreso y llamar a una Constitu-
yente!”. Así, insistía en una línea de oposición frente a cada medida econó-
mica que proviniera del neoliberalismo. Sabía que la banca era un tema rele-
vante para el pueblo venezolano porque era el máximo exponente de poder
económico. Sin hablar de nacionalización, ni del rol público, social y pro-
ductivo del sistema bancario, optaba por oponerse a las políticas neoliberales
que habían creado mercados financieros alejados de la economía real.
Ese mismo año, 1994, Chávez comenzó una gira por Latinoamérica con
la intención de tejer alianzas en una región plenamente inmersa en el capita-
lismo mundial, con la excepción de Cuba. En la mayoría de los países de
América Latina, la utopía neoliberal constituía la base elemental de las políti-
cas económicas. El decálogo de Washington era el Manifiesto capitalista que

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cada país cumplía a rajatabla, bajo la atenta mirada sancionadora de los orga-
nismos internacionales. Incluso el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
había elaborado un Índice de Avance en Reformas Estructurales que medía,
entre 0 y 1, un valor promedio de los avances en políticas comerciales, finan-
cieras, inversiones, laborales, etc. Cada país del Sur se sometía de esta forma
a un examen definido por el Norte.
Chávez quería conocer más de cerca qué venía pergeñándose en América
Latina como propuestas no neoliberales. Hizo una gira que no dio muy bue-
nos resultados, porque su condición de militar no era bien recibida a la luz de
una historia latinoamericana que estaba llena de “gorilas golpistas”, que siem-
pre habían practicado golpes a favor de la oligarquía económica nacional e
internacional. Primero, Chávez llegó a Colombia, con mucho interés por se-
guir conociendo acerca del proceso constituyente que había tenido lugar en
ese país.120 Luego fue a Panamá.121 Después pasó por Argentina, sin pena ni
gloria.122 Posteriormente, con menos rédito aún, pasó por Chile y Uru-
guay.123 Finalmente, la visita a La Habana resultó la más trascendental de
toda la gira.
En diciembre de 1994, Chávez fue invitado a la capital cubana por el his-
toriador Eusebio Leal, después de un encuentro entre ambos en el Ateneo de
Caracas. Cuando Chávez llegó a La Habana, no imaginaba que Fidel lo esta-
ría esperando en el aeropuerto. No había tenido ningún contacto con él hasta
entonces. No eran amigos, ni aliados, ni tenían –hasta el momento– proyec-
tos económicos compartidos. No había relación alguna entre ambos. Chávez
creía, no obstante, que Fidel Castro le había mandado una señal cuando él
estaba en la cárcel, porque había declarado en una entrevista que la insurrec-
ción del 4F en Venezuela se debía explicar en base a las circunstancias socia-
les, a la pobreza y desigualdad.124 Chávez también consideró que la invitación

120 Visitó a Navarro Wolf quien había presidido la Asamblea Constituyente, y también
a Gustavo Petro. Ambos eran ex miembros de la guerrilla Movimiento 19, M19.
121 Fue a Panamá fundamentalmente por su admiración a Torrijos. Pasó allá días muy
emotivos, y también polémicos por algunas declaraciones que hizo cuestionando el papel del
ejército en el gobierno panameño, al servicio de intereses del Norte.
122 Llega el 20 de septiembre de 1994, y le dijeron: “llegó el carapintada venezolano”,
en alusión a los militares de extrema derecha que se alzaron contra Alfonsín en 1987 y con-
tra Menem en 1990.
123 También ahí dijeron que “llegó el golpista venezolano a asesorar a Seregni”, que era
candidato presidencial por el Frente Amplio.
124 Fidel Castro en una entrevista con Tomás Borge, en Un grano de maíz, Conversa-

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y la recepción en el aeropuerto se debían a que Fidel quería mandar algunas
señales más: una, a Caldera que días antes había recibido en el Palacio Presi-
dencial a algunos líderes anti castristas de Miami; y dos, a la izquierda latino-
americana que aún desconfiaba plenamente del militar Chávez y de su rumbo
ideológico. La reunión entre Fidel y Chávez se produjo además pocos días
después de que en Miami tuviese lugar la Primera Cumbre de las Américas
con la intención de crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)
a lo largo de todo el continente americano. La declaración de principios de
esa cumbre abusaba de los tópicos dominantes bajo la hegemonía neoliberal:
desarrollo, desarrollo sostenible, libre comercio, sector privado dinámico,
inversión extranjera, crecimiento económico. En esa reunión, liderada por el
Presidente estadounidense Clinton, y a la que también acudiera el Presidente
venezolano Caldera, se sentaron las bases económicas para un proceso de inte-
gración neoliberal orientado por el Norte, al que debían sumarse todos los paí-
ses del Sur para continuar cumpliendo su rol en el sistema-mundo capitalista.
En el plano simbólico, no era un asunto menor que Fidel y Chávez se reu-
nieran paralelamente en La Habana, la antítesis de Miami, para hablar de
“latinoamericanía”, como dijera Fidel para referirse a la necesidad de emanci-
par al pueblo latinoamericano del capitalismo, del neoliberalismo, a partir de
la búsqueda de un rumbo propio. Chávez, por su parte, ya había proclamado
“la necesidad de la segunda independencia anclada en un continente latino-
americano y caribeño, integrado en una sola nación” (Chávez, 1994).
En una conferencia en la Universidad de La Habana, Chávez puso de ma-
nifiesto que pensaba en grande, actualizando el pensamiento de Bolívar, abo-
gando por una Gran Nación, Nuestra América, como única fórmula para

ciones con Fidel Castro (1992), dice en relación al 4F: “Es muy lamentable todo lo ocurrido
en Venezuela, pero prueba precisamente la crisis que van a desatar en América latina la polí-
tica de shock y las imposiciones de Estados Unidos y del Fondo Monetario. Lo que ocurre
en Venezuela es consecuencia evidente de la política económica del shock, de las imposi-
ciones, de las medidas y de los principios impuestos por Estados Unidos y el Fondo Mone-
tario. Ahí tienes un clarísimo ejemplo: Venezuela es el país más rico de América latina, Vene-
zuela no es un país que vive del azúcar, Venezuela es un país que vive del petróleo, que reci-
be más de 12 mil millones de dólares por petróleo cada año. Venezuela es un país de enor-
mes recursos energéticos como la energía hidráulica además del petróleo. Venezuela es un
país de enormes recursos minerales. ¿Qué explicación pueden tener las explosiones sociales
en Venezuela como no sea la comprobación de lo que hemos venido diciendo sobre las con-
secuencias que trae para América Latina esa política y que la situación en América Latina se
hace insostenible?”.

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contrarrestar al capital transnacional, y demostrando sin titubeos que él era
un claro opositor a la nueva integración económica orquestada por el Norte
en forma del ALCA, en la que bajo el dogma del libre comercio se suprimi-
rían las verdaderas libertades de la humanidad y de los pueblos latinoameri-
canos de acceder a servicios básicos, es decir a la satisfacción de las necesidades
más elementales de alimentación, salud, educación y vivienda. A diferencia de
lo que se discutía en la cumbre de Miami, Chávez ponía el acento en un
modelo económico en el que la prioridad era la recuperación de la soberanía,
como se puede observar en estas palabras: “La tercera vertiente en la que esta-
mos trabajando, para ir concluyendo estas palabras, es un proyecto estratégi-
co de largo plazo, en el cual los cubanos tienen y tendrían mucho que apor-
tar, mucho que discutir con nosotros, es un proyecto de un horizonte de 20
a 40 años, un modelo económico soberano, no queremos seguir siendo una
economía colonial; un modelo económico complementario” (Chávez, 1994).
Con esta frase, Chávez mostraba que su propuesta económica no podía ser de
subordinación al incremento de la tasa de ganancia del capital.
Chávez consideraba vital la integración, pero no la integración asimétrica,
ni aquella venida desde el Norte, desde Estados Unidos, tutelando y dirigien-
do el patrón de acumulación desigual. En esta visita a Cuba, Chávez estaba ya
sentando los cimientos de una integración propia, sui generis, alternativa a la
neoliberal, bolivariana en vez de estadounidense, con identidad del Sur, con
los pueblos en el centro de la nueva arquitectura supranacional. Esa nueva
propuesta, que comenzaba a gestarse en esa primera reunión entre Chávez y
Fidel, era producto de la conciencia de que solo se podría alcanzar el éxito en
materia de justicia social si el mundo no era gestionado desde la hegemonía
de Estados Unidos. Precisamente en esos días, Chávez ya había anunciado en
una entrevista que “el mundo bipolar no resultó; en el unipolar, Estados Uni-
dos quiere imponer su hegemonía. Propongo el pluripolarismo” (Elizalde y
Báez, 2005: 98). América Latina tenía que ser un nuevo polo, independien-
te, porque como analiza prospectivamente Chávez, apelando a Bolívar, “el
proyecto de independencia latinoamericano es necesario porque el equilibrio
del mundo así lo exige” (Chávez, 1994).
Gracias a esta visita a Cuba, Chávez reforzó su planteamiento latinoameri-
canista, que comenzaría a convertirse en un eje fundamental en su pensa-
miento económico (y político). A la visión nacional-desarrollista que traía
consigo de décadas anteriores –los setenta, y parte de los ochenta–, se suma-
ba una interpretación bolivariana, de fines de siglo XX, para luchar contra el
capital transnacional en pleno auge neoliberal. Esta perspectiva no significa-

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ba que Chávez considerara la integración a partir de una eliminación de los
Estados-nación. Por el contrario, sabía que requería de una complementarie-
dad, una dimensión doble para llevar a cabo eficazmente la deseada transición
que permitiera salir del neoliberalismo: por un lado, el fuerte componente
patriótico, de soberanía nacional, de apelar a un sentimiento de país, para re-
chazar la extranjerización y transnacionalización de la economía nacional; y
por otro lado, el éxito de lo primero requería disponer de alianzas suprana-
cionales para elaborar políticas armonizadas que detuvieran al neoliberalismo.
Se trataba de instaurar instituciones propias que frenaran la dominación des-
de el Norte con su gran entramado institucional; se trataba de buscar la con-
formación de un bloque histórico contrahegemónico a nivel regional. Por to-
do ello, Chávez conjugaba las alusiones a próceres nacionales con aquellas a
personajes de proyección regional e integracionista.
Además, en materia de política económica, Chávez planteaba una alterna-
tiva al “libre comercio” cuando afirmaba que “necesitamos una integración
basada en la colaboración y no en la competencia, que además tome en cuen-
ta los sectores sociales más desprotegidos” (Chávez, 1994). De esta forma,
cuestionaba uno de los mandamientos esenciales del neoliberalismo (y del ca-
pitalismo): la economía no se trata de que unos compitan contra otros, sino
de que unos colaboren con otros. Chávez cada vez tenía más claro que el co-
mercio no podía ser un fin en sí mismo, y que la competencia no podía ser el
principio rector que determinara el futuro de los pueblos latinoamericanos.
No todos partían de las mismas condiciones: unos habían impuesto la hege-
monía de un modelo de acumulación capitalista desde el centro, y otros, en
la periferia, habían sido insertados forzosamente en ese sistema, padeciendo
un intercambio y desarrollo desigual. Las asimetrías no pueden ser invisibles
a la luz del libre comercio.
Solo fueron dos días de visita a Cuba, del 13 al 15 de diciembre de 1994,
pero significaron mucho más para Chávez porque, desde ese momento, co -
menzó a ser considerado de manera diferente por buena parte de la izquierda
latinoamericana. Pero además porque volvía reforzado en su visión latinoa-
mericanista, como así lo demostraba premonitoriamente con sus palabras de
despedida al pueblo cubano: “Algún día esperamos venir a Cuba en condi-
ciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos
en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos como estamos
desde siglos en la idea de un nuevo continente latinoamericano integrado, co-
mo una sola nación” (Chávez, 1994).
A la vuelta de Cuba, Chávez regresó a la misma Venezuela que había deja-

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do, cada vez más neoliberalizada, con Caldera sometido a los dictámenes del
capital. La crisis bancaria de todo el año 1994 puso a prueba a Caldera, y él
mostró ser uno más del montón de presidentes venezolanos y latinoamerica-
nos que se encontraban absolutamente atrapados por las políticas neolibera-
les del FMI. En 1995, Caldera hizo oficial el IX Plan de Desarrollo de la Na-
ción 1995-1999, bautizado por sus autores como “un proyecto de país”, que
constituía la Agenda Venezuela dictaminada por el FMI para los próximos
años. El Plan se centraba literalmente en cinco puntos: 1) la inserción es-
tratégica del país en el contexto internacional, con el proyecto estratégico:
“Venezuela en la sociedad global del siglo XXI”; 2) la transformación del
aparato productivo: una estrategia macroeconómica para el desarrollo con
equidad; 3) la construcción de una economía competitiva con equidad,
ambiente y ordenamiento del territorio para sustentar el nuevo desarrollo; 4)
el proyecto de solidaridad social: calidad de vida y solidaridad social; y 5) la
transformación de la educación y el conocimiento, y la reforma del Estado
para el nuevo proyecto de país. Toda esta retórica escondía que la propuesta
era más neoliberalismo. Cuando se decía “inserción estratégica en el contex-
to internacional”, significaba apostar por la recién nacida ALCA en Miami,
en la Cumbre de las Américas, para que el país fuera una pieza subordinada
definitivamente en su rol primario exportador e importador de valor agrega-
do dependiente de los países centrales. Cuando se hablaba de “estrategia
macroeconómica”, significaba que se debían asumir todos los programas de
ajuste y planes estructurales macroeconómicos del neoliberalismo. La “refor-
ma del Estado” se usaba para evitar afirmar que se debía privatizar lo públi-
co, dejando siempre un resto mínimo estatal que garantizara la seguridad jurí-
dica a favor de los capitales. Se aludía a la “solidaridad social” sin decir que
ésta estaba condicionada a la evolución de la tasa de ganancia. Este era el ver-
dadero significado del “proyecto de país” de Caldera para Venezuela.
Frente a este dèjá vu, Chávez tenía clarísimo que debía oponerse, y apro-
vechar la coyuntura para marcar un nuevo rumbo estratégico. El fruto que
venía madurando desde su período en la cárcel, cayó el 22 de julio de 1996,
cuando el Comandante Hugo Chávez dio a conocer al país un documento de
enorme importancia política y económica, la Agenda Alternativa Bolivariana
(AAB) (Chávez, 2007a). Se trataba, en sus propias palabras, de “un arma para
la contraofensiva total” elaborada desde “un enfoque humanístico, integral,
holístico y ecológico”. Además añadía: “Nosotros no venimos de la nada. No -
sotros sí tenemos un proyecto [...]. Nosotros habíamos elaborado antes del 4
de febrero un muy modesto documento, lo llamamos el Libro azul. Soñado-

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res, éramos soñadores. Muy varsavskyano. Y ahí colocamos, primero la satis-
facción de las necesidades sociales, humanas, para definir el objetivo nacional,
el Proyecto Nacional. Esto es un Proyecto Nacional” (Chávez, 2012).
La AAB fue la piedra fundacional de una nueva propuesta de política eco-
nómica, camino de las elecciones de 1998, que cristalizaba toda la heteroge-
neidad constitutiva del pensamiento económico de Chávez hasta entonces.
Era innegablemente una propuesta alternativa, que se diferenciaba claramen-
te de lo que había sido el Pacto del Punto Fijo en materia económica. Rom-
pía con los viejos paradigmas de una democracia aparente y exclusivamente
representativa para proponer una efectiva democratización económica en una
democracia protagónica. Era un punto de inflexión contra la hegemonía neo-
liberal que se venía proyectando en los últimos planes de desarrollo de los
gobiernos de Carlos Andrés Pérez y luego de Rafael Caldera. Ponía fin al en-
foque academicista y economicista dominante que circunscribía lo económi-
co a una cuestión para expertos, alejado de las opiniones del pueblo. Alteraba
el orden de los fines y de los medios, de los objetivos y de las herramientas,
de la táctica y de la estrategia, de lo que es coyuntural y estructural, de lo na-
cional y regional.
La AAB era estrictamente una propuesta de camino, de tránsito, de las eta-
pas que había que ir transitando, a contracorriente, para salir del neolibera-
lismo. Era tan importante el lugar de destino como el camino que se habría
de recorrer, sin atajos, con paso firme, para que cada avance fuera un punto
de no retorno. En sus poco más de cinco mil palabras, recogidas en apenas
veintitrés páginas, Hugo Chávez supo plasmar la hoja de ruta que proponía
seguir al país para el siguiente cuarto de siglo: un plan a largo plazo. La Agen-
da mostraba en un mismo plano a un Chávez humanista, popular, desarro-
llista, nacionalista, latinoamericanista, antineoliberal.
En su análisis sobre la AAB, afirma Biardeau (2009) que la pretensión del
proyecto emergente era ubicarse en el escenario de la táctica electoral para
transformar desde una revolución democrática y pacífica las tendencias histó-
rico-estructurales de subordinación, exclusión, explotación y coloniaje que
marcaban la inserción de Venezuela en el sistema internacional; y en particu-
lar, el carácter de las relaciones asimétricas del país con Estados Unidos. En
este sentido, la AAB decía lo siguiente: “La AAB rompe con el fundamento
neoliberal, se rebela contra él; derriba los estrechos y negros muros de la visión
unilateral, fragmentaria y reduccionista; para mirar en derredor y percibir la
realidad en toda su magnitud, a través de un enfoque humanístico, integral,
holístico y ecológico. Por ello, la AAB comienza diciendo que el problema a

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solucionar no es meramente económico ni político ni social. Los abarca a to-
dos ellos, es verdad. Pero va más allá de su conjunto. La forma de enfrentar-
lo, entonces, es a través de un poderoso ataque coordinado a lo largo de todo
el frente. Atacar por partes implicaría la derrota, parte por parte. Así, la estra-
tegia bolivariana se plantea no solamente la reestructuración del Estado, sino
de todo el sistema político, desde sus fundamentos filosóficos mismos hasta
sus componentes y las relaciones que los regulan. Por esa razón, hablamos del
proceso necesario de reconstitución o refundación del Poder Nacional en
todas sus facetas, basado en la legitimidad y en la soberanía. El poder consti-
tuido no tiene, a estas alturas, la más mínima capacidad para hacerlo, por lo
que habremos, necesariamente, de recurrir al Poder Constituyente, para ir
hacia la instauración de la Quinta República: la República Bolivariana. Sin-
crónicamente (y solo sincrónicamente, si se quiere viabilidad), se plantea en-
frentar lo social y lo económico. Sin embargo, la AAB coloca los desequili-
brios macrosociales en el primer rango de importancia y prioridad, para dejar
en segundo plano a los desequilibrios macroeconómicos; ¿cómo puede pen-
sarse, por ejemplo, que solucionar el déficit fiscal pueda ser más urgente e im-
portante que acabar con el hambre de millones de seres humanos? Ante la
ofensiva neoliberal, entonces, surge aquí y ahora un arma para la contraofen-
siva total. Se comprenderá que nuestra agenda es alternativa porque presenta
no solo una opción opuesta a la del actual gobierno transnacionalizado; sino
que va mucho más allá, pues pretende constituirse en el puente por donde
transitaremos hacia el territorio de la utopía concreta, el sueño posible. Es
decir, la AAB ofrece una salida y echa las bases del Proyecto de Transición Bo-
livariana. Aquella, en el corto plazo; y este, en el mediano, serán los motores
para el despegue hacia el Proyecto Nacional Simón Bolívar, cuyos objetivos se
ubican a largo plazo. Y es bolivariana no solamente por ubicarse en esta pers-
pectiva del futuro nacional a construir, porque también enfoca la realidad inter-
nacional y se inscribe en el nuevo despertar continental que levanta esperanzas
de justicia, igualdad y libertad desde México hasta Argentina. Al decir de Simón
Bolívar: ‘Para nosotros, la Patria es América’” (Chávez, 2007a: 12-14).
En dicho documento se planteaba un nuevo orden económico frente a la
preeminencia que el neoliberalismo otorga al mercado, a su mercado. La prio-
ridad estaba puesta en que la economía tuviera un sentido humanista, que
situara al pueblo en el centro de la economía, siendo quien nucleara al resto
de objetivos macroeconómicos. Lo primero siempre ha de ser la economía
por la vida. Chávez ponía de manifiesto en la AAB que la economía no debía
estar supeditada a las variables instrumentales nominales, sino por el contra-

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rio, la economía real que afecta a los ciudadanos en su día a día debía ser la
única centralidad de su propuesta económica. Eso es ir a contracorriente del
modelo neoliberal, que seguía –aparentemente– fijando sus objetivos en va-
riables nominales como el valor de la relación entre el déficit público y el PIB,
o la tasa de interés, o el valor del incremento de precios a través de algún índi-
ce. En este sentido, el ejemplo perfecto es el Tratado de Maastricht, de di-
ciembre de 1991, que marca unos “criterios de convergencia” nominales para
que los países de Europa puedan ser parte de la Unión Económica y Moneta-
ria, sin prestar atención en las variables propias de la economía real del pue-
blo europeo –como empleo, salarios, desigualdad, pobreza, educación, sani-
dad, vivienda, producción, necesidades básicas, sectores estratégicos, etc.–.
Esa integración de moda, la de Europa, solo consideraba que los objetivos pa-
ra integrar una zona económica común eran la tasa de interés, el déficit públi-
co, la deuda pública y la inflación. Por ello, las políticas económicas, desde ese
preciso instante, solo tendrían como objetivo cuidar los equilibrios macroe-
conómicos, descuidando cualquier desequilibrio social y humano. La AAB
proponía todo lo contrario a esta corriente dominante en pleno apogeo neo-
liberal. Consideraba que las necesidades básicas que afectaban a la mayoría del
pueblo son urgencias del corto plazo para el nuevo modelo económico, que
no pueden ni deben subordinarse a metas macroeconómicas instrumentales.
La justicia social y la inclusión social no pueden esperar, deben ser resueltas
ahora, si se desea luego seguir transitando a una etapa superior, de largo plazo,
con grandes transformaciones estructurales.
Chávez mostraba en la AAB que no es factible asumir un paradigma teó-
rico económico basado en reduccionismos, ni de análisis parcial. El todo no
es la suma de las partes, y por ello, no se puede atacar ni entender al neolibe-
ralismo parte por parte, como lo propone la economía dominante, la neoclá-
sica, sobre la que reside la mayoría de diagnósticos y propuestas del propio
neoliberalismo. Sin referirse directamente a la economía neoclásica, Chávez
evitaba su trampa al afrontar los problemas desde una perspectiva holística e
integral. El neoliberalismo impidió siempre cualquier análisis del metabolis-
mo social porque de esta forma se descubriría a sí mismo como una forma de
“ordenar la casa” deliberadamente en contra del trabajo, de los trabajadores,
del pueblo y sus necesidades, y a favor de las grandes corporaciones, del capi-
tal transnacional, de la tasa de ganancia, de la perpetuidad del proceso de acu-
mulación capitalista. Por ello, la AAB, aunque no es un documento de análi-
sis estructural, sino más bien una agenda de transición, sí dedicaba algunas
líneas a dejar en evidencia las raíces de un sistema capitalista neoliberal que

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opta por la mirada reducida, parcial e instrumental, para dejar de atender a
los verdaderos problemas de la economía que afectan a las sociedades. De he-
cho, en un punto desafiante, la AAB presenta a la economía y a la política
como un todo indivisible; no se puede hablar de economía sin política, y vice-
versa. La economía no debe ser presentada en forma de postpolítica; no es al-
go técnico ni de expertos; la economía nos atañe a todos, y como tal, ha de
ser entendida por todos y para todos. Este enfoque, que Chávez trasladaba a
la AAB, es absolutamente opuesto y crítico del paradigma dominante. El des-
creimiento en la partidocracia no podía ser excusa para no creer en la políti-
ca, porque otra política, disfrazada de tecnocracia, se aprestaba a salvar el
mundo a partir de juegos malabares con instrumental económico complejo.
Chávez mostraba así un pensamiento económico politizado.
Otro punto que llama poderosamente la atención es que Chávez identifi-
caba todos los eufemismos que usa el neoliberalismo para seguir aplicando po-
líticas económicas en otra dirección. Ni estabilización, ni ajuste, ni libertad,
ni reforma de Estado; ninguno de esos términos indica claramente el sentido
real de la matriz dominante neoliberal. Chávez realiza un exhaustivo diagnós-
tico, desde una crítica a estos eufemismos del modelo neoliberal que no deja
lugar a dudas de su posición antineoliberal sólida. La AAB diagnosticaba: “El
viejo modelo, sin embargo, se resiste a morir. A través de sus pensadores, escri-
tores y argumentadores de todo género, trata desde hace varios años de esconder
su realidad, elaborando y presentando planes o proyectos de ‘estabilización’ y de
‘ajustes’, según los cuales bastarían unas cuantas medidas monetaristas y fisca-
listas, además de las ‘incómodas pero necesarias políticas sociales’, para ‘superar’
la crisis. Claro que aquel viejo modelo y estos nuevos planes se inscriben dentro
de todo un proyecto político transnacional que, en alianza con poderosos sec-
tores nacionales, arrecia su ofensiva en todo el continente con un discurso feti-
chista de libre mercado, libertad individualista y competencia, tras el cual se
esconde la pretensión de recuperar y consolidar “por los siglos de los siglos” la
hegemonía de un modelo de acumulación, amenazado desde hace varias déca-
das por una descendiente rata de utilización y beneficio. Todos estos planes
–ayer, “El Gran Viraje”; hoy, “La Agenda Venezuela”– se basan en la tradicio-
nal visión fragmentaria y simplificadora que pretende dividir en partes una
realidad que ha demostrado con creces no tolerar tal descuartizamiento. Así,
en un país como Venezuela, donde se han dilapidado cerca de 300 mil millo-
nes de dólares en los últimos veinte años, ahora se quiere convencer a los vene-
zolanos de que esta crisis dantesca se solucionará con nuevos créditos del
Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, además de los dineros

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provenientes de las privatizaciones y la desnacionalización petrolera y minera.
Con esto se quiere reducir la magnitud de la crisis al ámbito meramente eco-
nómico. Como también intentan los defensores del viejo modelo presentar
soluciones políticas basadas en el simplismo de una “Reforma del Estado”, lle-
vada al extremo del reduccionismo en la llamada “Agenda Venezuela”, según
la cual bastaría con despedir unos cien mil empleados públicos para que ya el
putrefacto Estado venezolano comience a funcionar. De la misma forma,
según esta visión, “la democracia” es perfectible y puede madurar con solo
reformar algunas leyes y mejorar unas pocas instituciones. Realmente, podría
madurar algo que esté verde; pero, una vez podrido, como lo está este sistema
político, solo le resta su final desintegración. Con el mismo enfoque frag-
mentario, aspiran los ahora flamantes neoliberales enfrentar la espeluznante
situación social, agravada precisamente a raíz de la aplicación del “Shock Pé-
rez” y del “Ultrashock Caldera”. Con los degradantes programas de ayuda
social como artificio, estos engendros prometen ir atenuando las tremendas
convulsiones que azotan a la población venezolana. Es una nueva “Alianza
para el Progreso”, en su momento, igualmente fracasada; pero ahora en ver-
sión calderiana. Claro, que el esfuerzo reduccionista les lleva a ignorar la fan-
tástica desigualdad en la distribución del ingreso, cuya brecha se ensanchó en
un 30% durante los tres años del primer shock. Para los cultores del capita-
lismo salvaje, estos indicadores no tienen la mayor importancia. Como
tampoco les dice nada en sus tableros el hecho criminal de que entre 1988 y
1991, el número de venezolanos por debajo de la línea de pobreza crítica se
incrementó de 45% a 60%, y ahora, con el ultrashock, se acerca a 90%; mien-
tras que la pobreza extrema saltó sus barreras históricas desde un 25% hasta
la descomunal cifra de 50%, en mayo de 1996, nivel de cuyo registro no hay
precedentes en la memoria histórica venezolana, ni siquiera en los años pos-
teriores a la larga y dolorosa Guerra de Independencia, que a su vez precedió
a la Revolución Federal. Por encima de todo esto, avanza la Agenda Venezue-
la, aplaudida en los lujosos salones de Washington y Caracas, con el mismo
rigor con que es sufrida por millones de hogares de la clase pobre venezolana”
(Chávez, 2007a: 9-12).
El párrafo anterior es significativo para identificar la línea dominante en el
pensamiento económico de Chávez en esta etapa, a contracorriente del neo-
liberalismo. No cuestionaba aún al capitalismo, pero sí la gestión neoliberal
del mismo, al servicio de una minoría enriquecida a costa de una mayoría que
sigue empobreciéndose. La equidad y la justicia social se convierten en una
característica diferenciadora del pensamiento económico de Chávez, que no

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evalúa la política económica según aumente el PIB o las exportaciones. Ante
todo, la distribución de la riqueza es un principio ineludible que no puede
dejar de satisfacerse. Chávez además no perdía la dimensión histórica del pro-
ceso económico, y por ello, era capaz de entender que el neoliberalismo no
era una catástrofe natural ineludible ni una idea que se le había ocurrido a
algún gurú de las finanzas. Chávez, en un plano temporal largo, ubicaba a las
medidas neoliberales que azotaban a Venezuela, y a casi toda América Latina,
en una continuidad histórica según la cartografía del capital transnacional.
Por eso, aludía a la Alianza para el Progreso de los años sesenta en conexión
con este nuevo paquete neoliberal: porque son todas formas diferentes de or-
ganizar una misma casa, la del capitalismo.
Además, Chávez identificaba los siguientes ejes problemáticos nacionales
en la AAB: 1) pobreza: crisis social, seguridad y servicios sociales; umbral de
vida infrahumano; distribución regresiva del ingreso; y 2) desnacionalización:
deuda externa, apertura petrolera y privatizaciones (Chávez, 2007a: 15). De
esta forma, combina un aspecto íntimamente relacionado con lo social, con
la justicia social, y por otro lado, la visión más nacionalista, de soberanía de
los recursos, que constituyen el elemento indispensable para solventar lo pri-
mero. Es por eso que Chávez se proponía como objetivo fundamental, desde
un enfoque de economía humanista, “elevar en el corto plazo el nivel y cali-
dad de vida de la población venezolana, por encima del umbral básico, consti-
tuido por el conjunto de sus necesidades físicas (alimentación, salud, vivienda),
necesidades sociales (seguridad, integración, igualdad, libertad), necesidades
culturales (educación, deporte, recreación, creatividad), necesidades políticas
(participación, protagonismo), y contribuir a la reivindicación de nuestra inde-
pendencia nacional y a la reafirmación de nuestra soberanía” (Chávez, 2007a:
17).
La centralidad de la satisfacción de las necesidades humanas es notoria en
el pensamiento económico humanista de Chávez. No entendía otra economía
que no fuese aquella que lograra satisfacer la vida del pueblo venezolano, que
padecía una deuda social heredada de años. En esta inclinación, se observan
en Chávez las influencias de Varsavsky, Matus o Mészáros –y de Torres, Torri-
jos y Alvarado, que venían de su etapa anterior–, quienes habían escrito siem-
pre a favor de esta prioridad fundamental: resolver las necesidades básicas.
Esto era vital desde el punto de vista más humanizante, tal como afirma Més-
záros, o desde el equilibrio fenoménico de Matus, o considerando la viabili-
dad de un proyecto nacional, tal como propone Varsavsky. Esta urgencia hu -
manista era a la vez requisito para construir una base sólida que sirviera como

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puente para seguir transitando hacia un futuro más emancipador. Sin ese hu-
manismo, sin esa satisfacción de las necesidades básicas, no habría puente que
sostuviera la transición.
Pero Chávez no quería quedarse solamente con un buen diagnóstico, sino
que buscaba también encontrar un acertado remedio: transitar hacia un nue-
vo modelo. Por ello, la prioridad táctica era diseñar la transición; el rumbo
estratégico aún estaría por definir. Se preguntaba Chávez: ¿cómo lograrlo? Y
respondía con los siguientes ocho lineamientos, en materia económica:
1) Papel del Estado: propietario, promotor, regulador. La AAB asu-
mía que no se puede transformar hacia adelante con el viejo Estado corpora-
tivo, al servicio de intereses privados. Pero esta crítica al Estado heredado no
habría de ser la excusa para eliminarlo o reducirlo, porque el nuevo proyecto
necesitaba del Estado, de un nuevo Estado, absolutamente reestructurado y
cambiado, más democrático y democratizado, más protagónico en algunas
áreas tácticas y estratégicas, que se pudiera agrupar, tal como citaba literal-
mente la AAB en dos funciones: “funciones elementales, y funciones comple-
mentarias”. Las funciones elementales se refieren fundamentalmente a la pre-
cautela de la soberanía y la defensa nacional, así como a los equilibrios macro-
sociales y macroeconómicos. En este punto, también el Estado tenía para la
AAB la obligación de ser proveedor de servicios públicos como vivienda, sa-
lud, educación e infraestructura. En cuanto a las funciones complementarias,
éstas se centran más en aspectos productivos, creando mercados intermedios
de capital y otros mercados en áreas y zonas de alto riesgo. También, según
este enfoque, es responsabilidad del Estado todo lo relacionado con la políti-
ca de comunicación ciencia y tecnología. Algo más novedoso en estas funcio-
nes complementarias es que se contemplaba la importancia de intervenir en
mercados para regular precios, pero prestando especial atención a las estruc-
turas de mercado en las que hay una gran concentración de propiedad priva-
da. No se plantea en ningún momento en la AAB un Estado comunal, ni ne-
tamente productor; pero sí garante de los servicios públicos y regulador fren-
te al poder del mercado. Era una propuesta más orientada hacia un Estado no
neoliberal que hacia un Estado socialista.
2) Política petrolera: internalización. En este punto, no debe haber
ninguna duda del realismo de la propuesta cuando se afirmaba: “La AAB
parte de la premisa de que la base productiva fundamental del modelo de acu-
mulación y desarrollo de Venezuela seguirá siendo, al menos para las prime-
ras décadas del próximo siglo, el petróleo”. Los recursos petroleros eran fun-
damentales para la primera etapa de construcción de un puente sólido para

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transitar posteriormente a otro modelo; solo con los ingresos petroleros, con
más soberanía y con una mejor gestión y redistribución de los mismos se po-
dría sostener un proyecto de cambio que nade a contracorriente del tsunami
neoliberal. Es fácil decir que no hay que depender de los ingresos del petró-
leo, pero esto no es viable de inmediato para ningún proyecto nacional de
cambio que busque resolver la deuda social heredada. La política de satisfac-
ción de necesidades humanas solo se podría lograr desde los ingresos petrole-
ros, pero no bastaba con disponerlos como ya demostrara el puntofijismo en
décadas pasadas, sino que habría que gestionar más eficazmente esa renta pe-
trolera y sobre todo emplearla bajo verdaderos principios de justicia social. En
política petrolera, la AAB sostenía que tampoco se debía continuar con la
política petrolera al servicio del capitalismo mundial. Por ello, “la AAB se pro-
pone en un corto plazo, transformar esas bases coloniales en verdaderos ejes
de industrialización, desarrollo e independencia. Es necesario, entonces, re-
vertir el proceso de desnacionalización de la industria petrolera, impulsado
vigorosamente por las cúpulas políticas y económicas aliadas con las empresas
transnacionales, a través de la mal llamada ‘apertura petrolera’”. Chávez ya
marcaba el rumbo de reapropiación nacional de PDVSA frente al proceso
reciente de extranjerización privatizador. La nueva política energética que
proponía la AAB se centraba en la denominada “internalización petrolera”,
que se basaba en: “propiedad y control de la industria en manos del Estado y
la Nación venezolana, con una industrialización ‘hacia abajo’, en materia de
gasificación y petroquímica, y tecnificación ‘desde adentro’ con ciencia y tec-
nología propia”. Además consideraba que PDVSA debía de aportar más al
fisco (incremento del 10%) porque se requerían más ingresos públicos. Sin
embargo, la AAB seguía arrastrando una leve influencia del neoliberalismo
cuando se hablaba de la “racionalización del gasto” en materia petrolera. Es
cierto que se aclaraba que esto no debía repercutir en el nivel de producción,
pero sí se aludía a reducir los costos de PDVSA. Sucedía que el neoliberalis-
mo se había infiltrado incluso en aquellas visiones no neoliberales, y por eso
aparecían estas frases hechas que se había propagado por todos los rincones de
la tierra. Se puede criticar este hecho, pero lo más importante es entenderlo
como parte de una problemática amplia, en la que el neoliberalismo es hege-
mónico. Y ello se demuestra cada vez que su ideología se filtra, incluso en los
poros de los que buscan el cambio. No obstante, lo principal es que la AAB
proponía recuperar soberanamente este sector estratégico, el petróleo, sin el
cual sería imposible transitar hacia otro lugar más allá del statu quo. Chávez
volvía sobre este punto su mirada desarrollista de años anteriores, y por tanto

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se refería a la necesidad de industrializar, de menos a más, para que no solo se
pudiera disponer de los ingresos públicos del petróleo, sino que además se ela-
borasen productos derivados del petróleo, que también eran consumidos por
los venezolanos, evitando así importar más valor agregado del exterior. Ese era
el camino a seguir en esta fase de transición que señalaba la AAB.
3) Democracia económica: propiedad y gestión del aparato produc-
tivo. La gran novedad de la AAB era el planteamiento que se hacía en base a
un modelo socioeconómico denominado “humanista y autogestionario”, en
busca de minimizar la utilización del excedente económico. Este modelo se
basaba en un esquema pentasectorial de la siguiente forma: 1) empresas bási-
cas y estratégicas (sector petrolero, minería, alta tecnología militar) en régi-
men de propiedad estatal; 2) bienes de consumo esenciales (industria de la
construcción, agroindustria, turismo) en régimen mixto; 3) servicios esencia-
les y Gobierno (educación y salud, y sector no productivo del Gobierno) en
régimen mixto; 4) banca y finanzas, en régimen mixto pero reguladas y con-
troladas por el Estado; y 5) la gran industria conformada fundamentalmente
por la gran industria importadora, generadora de bienes y servicios no esen-
ciales, que ha de ser fundamentalmente privada. La AAB señalaba un sistema
productivo intermedio que habría de construirse para dar base material que
sirviera de contrapeso a la renta petrolera. Este lineamiento denotaba la visión
mixta de Chávez hasta el momento, en cuanto a una organización económi-
ca que permitiera diferentes tipologías de propiedad, desde la estatal a la pri-
vada, pasando por algunas alianzas mixtas en determinados sectores. Chávez
cedía la propiedad privada solo para los bienes no básicos, en producción e
importación, porque en ese momento en que se postulaba la transición –en
el contexto de la década de los noventa–, este sector no era prioritario ni se
avizoraba que lo fuera en el corto plazo, porque aún había mucho que resol-
ver respecto a necesidades humanas básicas, que sí quedarían bajo la respon-
sabilidad del sector público.
4) Educación, cultura, ciencia y tecnología: proyecto autónomo e
independiente. Chávez plasmaba en la AAB toda la influencia de Simón
Rodríguez en cuanto a educar con una orientación latinoamericana. Según la
propuesta: “La educación, cultura, ciencia y tecnología son imprescindibles
para alcanzar la meta de satisfacer las necesidades básicas de la población. Ellas
son, por tanto, esenciales; pero, al mismo tiempo, costosas, y corresponde al
Estado la responsabilidad fundamental de garantizar los recursos necesarios
para su adecuado funcionamiento”. Además, se establecía que la educación
habría de ser democratizada; no puede haber democracia si ésta no se refleja

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en la educación. El objetivo central era acabar con los altos niveles de analfa-
betismo que afectaba a la mayoría de la población venezolana excluyéndola de
cualquier proyecto económico y político. En este sentido, nuevamente bajo
un principio de justicia social, la secuencia de la política educativa debía de
comenzar por la base, por la educación más básica, y moverse hacia arriba, lle-
gar al nivel superior, y no al revés.
5) Deuda externa. Frente a este acuciante problema de los últimos
años, Chávez planteaba diferentes opciones que coincidían en la necesidad de
una moratoria, con renegociación de la deuda, reestructuración y solicitudes
de condonación en algunos casos. Chávez consideraba prioritario recuperar
soberanía reduciendo esa deuda externa que hacía que el país siguiera desan-
grándose. En este punto, aún no había una idea clara de cuál era el mejor
camino; aunque sí había claridad en cuanto a la importancia de acabar con la
dependencia de la deuda financiera en modalidad eterna; cuanto antes, era
necesario replantearse alcanzar un cierto grado de independencia efectiva para
evitar una deuda externa determinante para la política económica interna.
6) Equilibrios macroeconómicos: políticas mixtas, expansivas y selec-
tivas. Parece una obviedad, pero en tiempos de auge neoliberal, la AAB recor-
daba que la política macroeconómica habría de estar al servicio de los objeti-
vos del Plan Nacional de Desarrollo, y no a la inversa. En cuanto a la políti-
ca cambiaria, Chávez en la AAB todavía no determinaba claramente el siste-
ma cambiario porque optaba por un híbrido que resulta poco claro. Se pro-
ponía que el sistema cambiario fuese regulado, único y flexible, de lo que se
deduce un régimen de flotación administrado que permitiese que el tipo de
cambio se moviera según el mercado, pero con un Estado regulador que
pudiera establecer límites e intervenir para fijar un tipo de cambio acorde al
modelo de desarrollo. Pero a pesar que la AAB defendía un sistema flexible
administrado, y no fijo, se destacaban explícitamente los riesgos y desventa-
jas de este modelo, y por ello se añade que “hay que tomar las medidas polí-
ticas, jurídicas y sociales para minimizar y neutralizar estas desventajas”. En
otras palabras, nuevamente bajo la corriente neoliberal, no se proponía salir
radicalmente del dominante sistema flexible de cambio, aunque sí se obser-
vaba la desconfianza de Chávez que anticipaba los posibles inconvenientes, y
por ello no dejaba que el Estado tuviese un rol secundario. Al contrario, el
Estado debía ser el responsable en última instancia de fijar la tasa de cambio
–participando en mercado, con regulación o con intervención–.
En cuanto a política fiscal, el mensaje económico es contundente: “se trata
de optimizar las cuentas del gobierno por la vía del ingresos públicos y no por

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la reducción del gasto público”. Es cierto que se asumía otra prioridad neoli-
beral, la reducción del déficit público, pero la AAB planteaba alcanzarla por
una vía diferente, mediante una política de impuestos progresivos –“quien
más gana, más paga”–, junto con una reducción del gasto derivado del pago
de los servicios de la deuda interna y externa. Chávez comenzaba a plantear
así variantes para ir saliendo del neoliberalismo, aunque no fuera fácil ente-
rrarlo del todo porque su hegemonía era tan manifiesta que algunos dogmas
ya se habían instalado en el imaginario de algunos procesos de cambio anti-
neoliberal.
En cuanto a política monetaria, la AAB presentaba un claro punto de
quiebre con los mandamientos de Washington, porque establecía que esta
política no es autónoma sino que depende de una visión estructural de la eco-
nomía. Esto no era un aspecto menor en momentos de predominio absoluto
de la corriente monetarista, que había consagrado a los Bancos Centrales
como instituciones independientes, por encima del bien y del mal, alejados
de las sociedades y de la política. Chávez daba una gran vuelta de tuerca en
este punto, y proclamaba la necesidad de una política monetaria al servicio de
las necesidades de algunos sectores de la economía. Y señalaba que si fuese
necesario, la política monetaria sería expansiva aunque los dogmas neolibera-
les dijeran lo contrario.
En una visión no monetarista, Chávez planteaba claramente que la políti-
ca monetaria podía oscilar de lo expansivo a lo restrictivo, según conviniera a
la estructura económica. No siempre habrían de eliminarse los estímulos
monetarios porque éstos, a veces, podrían ser más que necesarios para reacti-
var aparatos productivos, o para llevar a cabo políticas fiscales expansivas. En
el mismo sentido, la tasa de interés debía ser equilibrada: por debajo de un
nivel que facilitara la dinamización del aparato productivo, y que además evi-
tara la espiral especulativa. Con esta visión macroeconómica, Chávez no plan-
teaba una propuesta anti capitalista, ni tan rupturista como en otros aspectos;
pero sí se observaban grandes diferencias con lo que pregonaba el neolibera-
lismo en política fiscal, monetaria y cambiaria.
7) Equilibrios macrosociales: satisfacción de las necesidades básicas.
Chávez mostraba su lado más humanista a favor de la justicia social con una
AAB que “asigna prioridad a los profundos desequilibrios macrosociales gene-
rados por la aplicación del actual modelo capitalista salvaje. Mientras los pla-
nes neoliberales se fundamentaban en aquella máxima inhumana de que “la
mejor política social es una buena política económica”, la AAB partía del
principio de que la mejor política social era la que satisfacía las necesidades de

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la población. En la Agenda Venezuela neoliberal, la política social es com-
pensatoria, pues los “programas sociales” estaban destinados a aminorar el
impacto del shock sobre los más necesitados. Por el contrario, en la AAB, “la
política social es macro, por la magnitud de sus objetivos, y es prioritaria por-
que antecede a la política económica, es causa y no efecto” (Chávez, 2007a:
36). En este punto, Chávez recorría cada una de las aristas más sustanciales de
una economía humana, por la vida, por el pueblo, que son las siguientes: em-
pleo, seguridad social, salud, vivienda, distribución del ingreso, sistema de in-
tegración social –juventud, mujer, ancianos, aborígenes, militares–, seguridad
pública. Para Chávez, para la AAB, la política social debía estar íntimamente
imbricada con la política económica. La política social es parte de la política
económica, y no pueden contemplarse en forma separada. Esta visión econó-
mica de Chávez tampoco coincidía con la política asistencialista neoliberal
difundida por el FMI o el BM.
8) Dinamización de la producción: modelo productivo intermedio.
La AAB apostaba visiblemente por un modelo de desarrollo endógeno. Chá-
vez, como vimos en el capítulo anterior, había estudiado la corriente econó-
mica de la teoría de la dependencia, del desarrollismo más nacionalista, bajo
los modelos ISI. Había observado ahí los intentos y fracasos de independizar-
se económicamente en América Latina mediante estas políticas industrializa-
doras. Por ello, nuevamente, Chávez ponía de manifiesto la importancia de
un modelo de desarrollo “desde adentro y por adentro”, mediante un mode-
lo productivo intermedio, más centrado en la industria de la construcción, la
agroindustria, la pequeña y mediana industria y el turismo, en el que deben
participar los siguiente actores económicos: empresas familiares, microempre-
sas, unidades cooperativas. Esta propuesta obedecía a un planteamiento muy
diferente al cambio de matriz productiva divulgado desde cierta economía
heterodoxa, porque no solo se debía cambiar la matriz de productos sino tam-
bién la matriz de productores. El cambio del régimen de acumulación exigía
que fuesen nuevos productores los que se incorporaran al cambio de matriz
productiva, para producir nuevos bienes y servicios. Si solamente se cambian
los productos pero no los productores, el modelo de acumulación puede ser
finalmente el mismo. Solo con la inserción de nuevos agentes económicos se
podría realmente disfrutar de un cambio de la matriz productiva capaz de
revertir el régimen de acumulación heredado. Con las cooperativas, con las
empresas familiares, y con las pequeñas empresas, como nuevos sujetos pro-
ductivos, se lograría una distribución primaria del ingreso más justa y soste-
nible en el tiempo. Chávez apostaba claramente por otro enfoque diferente al

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desarrollismo endógeno tradicional, que había fracasado en el pasado en
muchos países de América Latina.

Esta Agenda Alternativa Bolivariana, que se publica en el año 1996, con-


tiene los principales rasgos del pensamiento económico de Hugo Chávez, que
añadían a su visión humanista y defensora a ultranza de la justicia social, una
posición nítidamente antineoliberal, que comenzaba a cuestionar el capitalis-
mo, aunque sin ser todavía un proyecto socialista. Chávez se encontraba in-
merso en un escenario de acción y reacción, frente a la Agenda Venezuela que
Caldera publicaba para dar forma y contenido a su proyecto de país. Chávez
y el MBR-200 contraponían a la agenda oficial esta Agenda Alternativa Boli-
variana que indicaba la salida del neoliberalismo al mismo tiempo que pro-
curaba la viabilidad económica de una transición orientada desde y hacia el
Sur. Hasta entonces Chávez no había decidido ser candidato presidencial en
las elecciones del año 1998. Pero ya estaba en el camino.

Por ahora, resumiendo: Hugo Chávez, a contracorriente del capitalismo


neoliberal

El pensamiento económico de Chávez en esta segunda etapa, que comprende


desde finales de los setenta hasta antes de ser candidato presidencial, vuelve a
nutrirse de una multiplicidad heterogénea de experiencias vitales, anécdotas
menores, lecturas superficiales, estudios rigurosos y otras muchas influencias.
La conformación ecléctica de su pensamiento económico sigue in crescendo
porque su vida se mueve apresuradamente desde su salida de la Academia
Militar por el año 1975, hasta llegar al año 1996 en el que se perfila un Chá-
vez en camino de ser candidato presidencial en Venezuela. En ese período,
Chávez atravesó geográficamente media Venezuela, de ascenso en ascenso en
su carrera militar, de traslado en traslado por muchos estados del país. En
cada lugar, aprendió y aprehendió de cada detalle cotidiano de un pueblo que
estaba cada vez más distanciado de la democracia aparente que pregonaba el
Pacto de Punto Fijo. Chávez no se dejó atrapar en exclusividad jamás en la
esfera militar, sino que conoció de cerca las calles del pueblo empobrecido y
excluido de una democracia solo válida para los de arriba. Los de abajo ape-
nas tenían derecho a las migajas de un Estado de Bienestar en Miniatura, en
pleno boom petrolero desde fines de los años setenta. La renta petrolera inter-
nacional captada por Venezuela crecía gracias al incremento de los precios del

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petróleo, pero era mayoritariamente transferida a favor de las élites dominan-
tes, que consumían suntuariamente, y ahorraban en el extranjero, en vez de
utilizar la renta para su verdadero cometido, industrializar.
Pero a pesar del gran aumento de la renta petrolera, ésta no era suficiente
para la infinita voracidad de esa minoría enriquecida que pedía al Estado más
dinero; que a su vez éste tenía que pedir prestado a los acreedores internacio-
nales. El destino de la elevada renta petrolera era para una minoría que ade-
más generaba una deuda improductiva. Al otro lado, Chávez veía cómo la
mayoría se empobrecía cada vez más. La democracia venezolana no era demo-
cratizadora del excedente económico. Chávez advertía con asombro cómo la
redistribución era mayoritariamente hacia arriba, y solo el sobrante, hacia
abajo. Esta injusticia constituye la gran preocupación que moldea constante-
mente su pensamiento económico. Solo con un sistema económico humanis-
ta, que satisfaga por encima de cualquier otro aspecto las necesidades huma-
nas del pueblo, desde un sentido popular, la economía tiene razón de ser.
Mientras eso ocurría en Venezuela, el orden económico internacional cam-
biaba nuevamente para responder a la caída de la tasa de ganancia del capital
privado. El capitalismo mudaba de traje para organizar mejor la casa-mundo.
El neoliberalismo era la fórmula del Norte para asegurar un patrón hegemó-
nico de acumulación capitalista y sostenible en el tiempo y el espacio. Chávez
reflexionaba sobre cómo el mundo cambiaba sin que, en el fondo, nada cam-
biase: las reglas básicas del capitalismo preexistían aunque desde los inicios de
los ochenta iban a ser gestionadas, más salvajemente, desde el neoliberalismo.
Chávez identificó muy rápidamente que el Pacto de Punto Fijo, firmado en
Nueva York, se estaba sustituyendo por otro Pacto, el Consenso de Washing-
ton, delimitando la vida política y económica a diez mandamientos neolibe-
rales que venían a ocultar las verdaderas disputas, los intereses de unos y otros,
y en consecuencia, los privilegios a favor de unos pocos en detrimento de la
mayoría social.
El pensamiento económico de Hugo Chávez se anclaba en algo básico:
cualquier pacto firmado en el Norte no puede ser proyecto para el Sur. Chá-
vez identificaba que el neoliberalismo implicaba pérdida de soberanía, supre-
macía de la tasa de ganancia del capital sobre la fuerza de trabajo, inserción
mundial subordinada al capital transnacional y sus organismos internaciona-
les. Cada año trascurrido de la década de los ochenta, Chávez se vuelve más
consciente de que el neoliberalismo había venido para quedarse y construir
para el Sur un callejón sin salida eterno. La fundación del Movimiento Boli-
variano Revolucionario 200, y su juramento de Samán de Güere en 1982, son

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la muestra inequívoca de que Chávez, a partir de ese momento, comienza una
larga caminata contra la corriente del mundo capitalista neoliberal, desde su
árbol de las tres raíces: Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora.
Se fragua, entonces, una nueva etapa del pensamiento económico de
Hugo Chávez, atravesado transversalmente por su antineoliberalismo. Sin
renunciar a lo acumulado hasta entonces, Chávez procura entender qué es
realmente el neoliberalismo, sus eufemismos, su táctica y su estrategia, hacia
dónde va, por qué caminos, a favor de quiénes, en contra de cuáles, en qué
tiempo histórico. El Caracazo del 27 de febrero de 1989 es la gran señal para
que Chávez constatara que no estaba solo él, el MBR-200 y otras fuerzas
minoritarias. El pueblo había rechazado las políticas del decálogo de Was-
hington. Y Chávez hacía la siguiente lectura: el pueblo tiene apetito por lo
imposible en plena utopía neoliberal. Por eso el 4 de febrero de 1992, cuan-
do el Presidente Caldera asistía al Foro de Davos, Chávez inició una insu-
rrección fallida –“por ahora”– para ponerse al lado de su pueblo, en contra de
ese gobierno no democratizador. Ese “por ahora” acabó siendo clave en la dis-
puta contra el sentido común construido por el bloque histórico hegemóni-
co neoliberal.
Prisionero en la cárcel de Yare, aprovecha el tiempo para lecturas de polí-
tica y de economía, intentando responder a la pregunta: “¿cómo salir de este
laberinto?”. Acabó construyendo un pensamiento económico enriquecido
por Giordani, Matus, Varsavsky, Mészáros, Nyerere, Gramsci. Todo ello su-
maba para que su pensamiento económico comenzara a abrirse más y más,
abarcando desde el humanismo que siempre arrastró consigo y el desarrollis-
mo nacional de la década de los setenta, hasta nuevas lecturas que: 1) inter-
pelaban el capitalismo desde sus raíces; 2) alertaban de la importancia del
ahora social para pensar en el mañana económico; 3) señalaban la necesidad de
construir puentes viables para que la transición sirviera como una salida del
neoliberalismo sin retorno –la transformación estructural es solo válida si hay
soluciones coyunturales, y al revés, sin perspectiva estructural no pueden ser
efectivas las políticas coyunturales–; y 4) marcaban cartografías geopolíticas
que exigían un Sur y una América Latina emancipada para que fueran verda-
deros contrapesos a la ofensiva transnacional neoliberal.
Esta composición heterogénea de ideas, relatos, escritos, propuestas y
prácticas confluyen en la Agenda Alternativa Bolivariana de 1996, que es una
“agenda” en tanto que presenta un camino; es “alternativa” porque se trata de
una propuesta estratégica contrahegemónica y diferente a la Agenda Venezue -
la que proponía el neoliberalismo; y es “bolivariana” porque partiendo de una

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mirada nacionalista de “patria para todos con soberanía”, añade una visión lati-
noamericanista, que se había consolidado desde que Chávez visitara Cuba en
1994 –al mismo tiempo que el Norte planteara el Área de Libre Comercio
para las Américas (ALCA)–. Chávez plasmaba buena parte de su pensamien-
to económico humanista, popular, desarrollista, nacionalista y antineoliberal
en esa Agenda Alternativa Bolivariana. Un proyecto, por el momento, no
socialista pero que sí trazaba una hoja de ruta para la transición desde el neo-
liberalismo hacia a otra etapa superior, que habría que definirse dentro de
poco.
El pensamiento económico de Hugo Chávez, en esta segunda etapa, se
caracteriza por una compleja combinación de doble nivel: por un lado, está
el vector de las propuestas nuevas, de acciones y medidas positivas, más pro-
pias del carácter creador de Chávez, de una economía humanista, en la línea
de la búsqueda de mejores condiciones económicas y sociales para una vida
digna del pueblo; y por otro lado, en un plano más reactivo, más de rechazo,
de estar “a la defensiva”, una suerte reacción (alérgica) al neoliberalismo, a sus
décadas pérdidas en Venezuela y en América Latina. Ambos impulsos están
unidos, sin ser contradictorios, sino que funcionan como fuerzas conectadas
entre sí, que tienen puentes comunicantes sólidos en el pensamiento econó-
mico de Hugo Chávez porque son caras de una misma moneda. La oposición
al neoliberalismo es la garantía para una economía humanista que busca si-
tuar al pueblo venezolano en el centro de la organización económica. La opo-
sición al neoliberalismo es la garantía para acabar con la expropiación de
riqueza y soberanía que este ha ocasionado en contra del pueblo, y comenzar
un período de reapropiación justa de la patria venezolana.
En esas décadas neoliberales pérdidas, Chávez habla de economía de pos-
guerra para sacar a Venezuela de la catástrofe económica y social a la que se
ha visto condenada. Por eso, en su pensamiento económico destaca, por enci-
ma de cualquier otro aspecto, el plano dinámico, cristalizado en su propues-
ta de transición con una economía de emergencia, para salir del laberinto
cuanto antes buscando las condiciones sociales y económicas que permitieran
un cambio. Es un pensamiento económico estructurado en etapas estratégi-
cas. Solo así otra economía es posible, abandonando el neoliberalismo al mis-
mo tiempo que se resuelven urgencias económicas y sociales del pueblo.

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CCapítulo
apítulo33

La génesis del paradigma Capítulo


La génesis del paradigma 3
económico de Hugo Chávez

económico de Hugo Chávez


La génesis del paradigma económico de Hugo Chávez
“Aquí pensaban seguir ganando el ciento por ciento
con casas de apartamentos y echar al pueblo sufrir”
“Aquí pensaban seguir ganando el ciento por ciento
Y en eso llegó Fidel, Carlos Puebla
con casas de apartamentos y echar al pueblo sufrir”
Y en eso llegó Fidel, Carlos Puebla

3.1. La mayoría de edad del neoliberalismo mundial (1996-1998)


3.1. La mayoría de edad del neoliberalismo mundial (1996-1998)
Con propuesta en mano –la Agenda Alternativa Bolivariana (AAB), escrita en
el Con
año propuesta
1996–, Hugo Chávez
en mano –la exponía y anunciabaBolivariana
Agenda Alternativa la necesidad de unescrita
(AAB), cambio en
deelépoca en Venezuela, a contracorriente del consenso
año 1996–, Hugo Chávez exponía y anunciaba la necesidad de un cambio neoliberal en casi todo
el de
mundo.
época en SinVenezuela,
muro de Berlín ni Unión Soviética,
a contracorriente del consensoel neoliberalismo
neoliberal en casise cons-
todo
tituyó
el mundo. Sin muro de Berlín ni Unión Soviética, el neoliberalismo se todos
en la mejor arma de propagación masiva del capitalismo por casi cons-
lostituyó
rinconesen ladel mundo.
mejor arma Pocos lugares tomaron
de propagación un capitalismo
masiva del camino diferente
por casi a aquel
todos
quelosserincones
proponía deldesde
mundo.el centro
Pocos de gravitación
lugares tomaron delunnuevo
caminopatrón de acumula-
diferente a aquel
ción
quecapitalista
se proponía mundial.
desde elElcentro
neoliberalismo
de gravitación era la
delreligión económica
nuevo patrón en ma-
de acumula-
yúsculas, por elección
ción capitalista u obligación;
mundial. y cualquiera
El neoliberalismo era laque se saliera
religión de ella,en
económica o pre
ma--
ten diera cuestionarla, tendría un castigo inminente, económico
yúsculas, por elección u obligación; y cualquiera que se saliera de ella, o pre y político. El-
costo era demasiado
tendiera cuestionarla,altotendría
para desafiar
un castigo al gigante
inminente,neoliberal.
económico y político. El
El imperialismo estadounidense encontraba
costo era demasiado alto para desafiar al gigante neoliberal. así su receta perfecta para
transitar hacia el capitalismo
El imperialismo del siglo XXI.
estadounidense El sistema-mundo
encontraba así su recetahacía que todo
perfecta para
–absolutamente
transitar hacia eltodo– girara en
capitalismo deltorno a la acumulación
siglo XXI. El sistema-mundo capitalista
hacía gracias
que todoa
unos mandamientos
–absolutamente neoliberales
todo– girara en resumidos eufemísticamente
torno a la acumulación en programas
capitalista gracias a
deunos
“ajuste y estabilidad”.
mandamientos Sin embargo,
neoliberales lo que eufemísticamente
resumidos realmente sucedía en –y programas
siguió su-
cediendo– con la aplicación de dichos programas era
de “ajuste y estabilidad”. Sin embargo, lo que realmente sucedía –y siguió lo contrario a lo que su-
prometía
cediendo– el eslogan neoliberal:deundichos
con la aplicación gran desajuste
programasy era desestabilización
lo contrario a para lo quela
mayoría de los ciudadanos. Todos los indicadores de endeudamiento
prometía el eslogan neoliberal: un gran desajuste y desestabilización para la social
crecían
mayoría sinde queloslaciudadanos.
economía neoclásica
Todos los les concedieradelaendeudamiento
indicadores menor importancia. social
Lacrecían
economía sin que
real la economía
quedó neoclásicadesplazada
absolutamente les concediera la menornominales;
por variables importancia. la
La economía
economía real quedó absolutamente
financiarizada adquirió el máximo desplazada por variablesennominales;
protagonismo esta nueva la
economía
idea lización financiarizada
neoliberal. adquirió el máximo protagonismo en esta nueva
idea
Loslización
organismosneoliberal.
internacionales hegemónicos seguían construyendo su
nuevoLos organismos
orden económico internacionales
mundial en hegemónicos
formato neoliberal seguíancerrando
construyendo
cualquier su
nuevo orden económico mundial en formato neoliberal cerrando cualquier
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grieta posible. Y para que si ésta se producía, el orden imperante siempre
supiera cómo reaccionar para evitar que las estructuras sistémicas del modelo
neoliberal se resquebrajaran. El mundo capitalista había sorteado el bache
económico de principios de los años noventa,125 y a partir de entonces el obje-
tivo era impedir cualquier nuevo revés. El neoliberalismo se radicalizó para
alcanzar su punto de no retorno. Esto es, se buscaron las estructuras necesa-
rias, políticas-económicas-sociales-culturales-institucionales, para consolidar
el proyecto neoliberal e impedir cualquier marcha atrás. La irreversibilidad del
proyecto hegemónico era condición necesaria y suficiente para su sostenibili-
dad. El proyecto neoliberal no solo se enfocaba en el presente, sino también
en el futuro. Las políticas económicas neoliberales procuraban edificar una
hegemonía irreversible en la que no existiera ninguna alternativa capaz de des-
mantelar su estructura orgánica. Todas las reglas políticas, económicas y cul-
turales buscaban arraigar la creencia de que el mundo neoliberal era el único
mundo posible. Así, las nuevas instituciones dominantes centraban su máxi-
ma atención en que todo el mundo se insertara en esa nueva lógica económi-
ca mundial, presentando como muy costoso quedarse al margen. A medida
que la expansión del capitalismo aumentaba, era más difícil esquivar sus
redes. Las nuevas reglas mundiales procuraban además que la hegemonía
fuera duradera, y para ello había que asegurar que frente a cualquier potencial
crisis/tambaleo del sistema capitalista, las soluciones solo debían venir desde
adentro del propio sistema capitalista. La propaganda vendía la receta neoli-
beral como la única solución para salir de la potencial crisis. El remedio para
el síndrome neoliberal era más neoliberalismo. Instalar esta convicción fue
quizás la mayor victoria neoliberal de la segunda mitad de la década de los
noventa, asegurando así que las alternativas solo pudieran considerarse facti-

125 A principios de los años noventa, el mundo capitalista volvía a tener una recesión
económica mundial. No fue tan abrupta como en otros momentos históricos, pero sí tenía
efectos negativos en términos de crecimiento económico, empleo y productividad. Algunos
datos que dejaron constancia de aquello: Estados Unidos con una tasa negativa de creci-
miento económico en 1991 (-0,8%); Gran Bretaña y Suecia sufrían la recesión más fuerte
desde 1945; en Alemania y en los demás países de Europa occidental, estallaba la recesión a
mediados de 1992 y se prolonga durante 1993-1994: en 1993 la producción industrial ale-
mana caía un 8,3%, y en el conjunto de países de la Unión Europea, la reducción era del
1%; desde 1990 Japón entraba en recesión. El desempleo a nivel mundial batía nuevos
récords históricos: en 1991, los 24 países de la OCDE eliminaron 6.000.000 de puestos de
trabajo; entre 1991-1993, se destruyeron 8.000.000 de empleos en los doce países de la
Unión Europea.

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bles y adecuadas si no cuestionaban el orden hegemónico imperante. El blo-
que histórico hegemónico había logrado construir su sentido común, y salir
de él no iba a ser tarea sencilla ni inmediata.
El neoliberalismo realmente construyó un laberinto perfecto para que
nadie pudiera escapar. Lo político era presentado como un campo alejado de
las discusiones económicas. La economía se presentaba como una cuestión
postpolítica, que solo podían discutir tecnócratas “objetivos”, que se suponía
tomaban decisiones “técnicas” alejadas de la política. Pero la neutralidad y la
objetividad eran dogmas solo aplicables para aquellos que provenían del
orden hegemónico neoliberal; cualquier propuesta ajena era tildada de “co-
munista” –o anti sistema–, en unos años en los que la publicidad mundial de
este calificativo era notablemente negativa luego del derrumbe del campo
socialista.
Además, la gran interdependencia económica (comercial-productiva-fi-
nanciera) lograda por el neoliberalismo desde sus inicios a nivel mundial su -
ponía un obstáculo prácticamente insalvable para cualquier opción diferente.
Las relaciones de dependencia en este período de hipermundialización neoli-
beral, también llamada globalización, dificultaban que cualquier país rom-
piera las correas de transmisión del orden establecido.
No era fácil, por tanto, que apareciese entonces una alternativa a –la que
parecía– la única economía posible. Todas las circunstancias estaban contra la
emergencia de otra economía alternativa. Así era en los países centrales, y más
aún en lugares periféricos ampliamente conquistados por la doctrina neolibe-
ral del consenso de Washington. En el país capitalista central por excelencia,
Estados Unidos, el gobierno de Bill Clinton126 intentaba poner punto final a
los años de recesión de la era Bush, en 1991-1992. Con su eslogan de campa-
ña, “es la economía, idiota”, Clinton concentraba su atención en subrayar la
importancia de la economía en las discusiones políticas. El nuevo modelo
económico para Estados Unidos navegaba en la ortodoxia neoliberal, inten-
tando rescatar los roles del Estado corporativo, tan necesario para que muchas
empresas estadounidenses pudieran volver a crecer y disponer de todas las
ventajas dentro y fuera del país en su actividad económica transnacional.
Clinton decía hacer una cosa, pero hacía la contraria; decía que era impor-
tante recuperar cierto papel del Estado, pero éste se limitaba exclusivamente

126 Bill Clinton, en representación del Partido Demócrata, venció a George H. W.


Bush en las elecciones de 1992, con el 43,01% de los sufragios. Clinton retuvo el mandato
en las elecciones de noviembre de 1996.

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a ayudar al capital transnacional, sin dedicarse a mejorar las condiciones de
vida de la mayoría social. Los principales objetivos de la política económica
de Clinton fueron el crecimiento económico con estabilidad presupuestaria
–incluso la obtención del máximo superávit fiscal posible– y el control infla-
cionario, sin cuestionar el creciente proceso de financiarización en la econo-
mía estadounidense.
A nivel internacional, Clinton tampoco rechazaba una tendencia que
venía de antes: una política de producción industrial afuera del país, pero con-
trolada por el capital privado estadounidense. Esto es, se seguía imponiendo
la fragmentación geográfica de la producción mundial a favor del capital tras-
nacional con el objetivo de aprovechar los bajos costos salariales de la perife-
ria y las ventajas institucionales en materia de inversión y comercialización.
En otras palabras, Clinton continuaba la política desindustrializadora al inte-
rior del país confiando en que era posible tener el control absoluto desde Esta-
dos Unidos de la nueva gran fábrica-mundo. Así, se descentralizaba la pro-
ducción mundial pero centralizando los beneficios empresariales en manos de
las transnacionales, que tenían en la mayoría de los casos su casa matriz en
suelo estadounidense. Esta nueva economía, por tanto, estaba basada en un
creciente endeudamiento comercial externo, que solo podía ser sostenido por
la gran expansión monetaria –que era posible gracias a la hegemonía mundial
de la moneda estadounidense–.
Clinton no alteró nada fundamental del patrón de acumulación heredado
de Bush, modificando solo algunas herramientas de política económica para
asegurar el crecimiento económico con estabilidad inflacionaria, de manera
que el capital financiero no sufriera ningún tipo de depreciación. Clinton
ordenó las cuentas públicas sobre la base de una privatización del sistema sani-
tario, de educación, de ciencia y tecnología, etc., reduciendo así el gasto públi-
co, al mismo tiempo que mantenía un alto desempeño de su política pública
de defensa. De este modo Clinton trazó una propuesta económica de Tercera
Vía.127 Procuraba así alejarse del “neoliberalismo salvaje donde todo era cues-
tión del mercado” y también del exceso de Estado amparado por la teorías
más keynesianas. En definitiva, Clinton buscaba diferenciarse disputando el

127 Como explicó Joseph E. Stiglitz cuando era el jefe del Consejo de Asesores Eco-
nómicos presidenciales, y responsable técnico del Reporte de Bill Clinton. Uno de los
máximos exponentes teóricos de la Tercera Vía fue Anthony Giddens, quien procuró reno-
var la socialdemocracia europea. Ver su libro de 1998, La Tercera Vía: la renovación de la
socialdemocracia.

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sentido más superficial del neoliberalismo, pero sin cuestionar su esencia ni
sus objetivos. Y acabó, más allá de sus discursos, aplicando la misma política
económica que se venía imponiendo en el país, con un Estado de Bienestar
en decadencia, con derechos sociales cada vez más mercantilizados y más pro-
tección para el gran capital; buscando sostener la misma economía global que
reprodujera las relaciones sociales y económicas del capitalismo en el mundo,
e impidiendo toda alternativa distinta a la defendida en la Casa Blanca.
Al mismo tiempo que esto sucedía, en el otro gran polo económico del
capitalismo, Europa, se avanzaba en el proceso de (des)integración neoliberal.
Los criterios de Maastricht dejaban claro que la convergencia entre los países
de Europa estaba marcada por variables nominales, sin mencionar nada acer-
ca del empleo, desigualdad o pobreza, salarios ni productividad.128 Todo era
cuestión de crear un gran mercado para que el capital europeo y mundial dis-
pusiera de todas las ventajas para negocios más rentables. Con una ordena-
ción dentro de Europa parecida a la que disponía el sistema-mundo capitalis-
ta, se distinguía entre países centrales (Alemania y Francia) y periferia euro-
pea (España, Portugal, Grecia, y también, quizás, Italia), cada uno con roles
diferentes, con patrones de inserción distintos, con reparto de valor agregado
desigual. Así Europa se fue reconfigurando internamente a una doble veloci-
dad, con centro y periferia, para seguir siendo considerada como un bloque
central en el sistema capitalista mundial. Sin acabar del todo con el Estado de
Bienestar, se comenzaron a desarrollar políticas públicas enfocadas hacia el
control del déficit público, que tenían como efecto la ola de privatizaciones
de muchos países periféricos que fueron desmantelaron todo el sector públi-
co. Era la forma más sencilla de disponer de recursos públicos en el presente,
solventando la exigencia del déficit fiscal en el corto plazo, aunque esto impli-
cara perder capacidad futura de generar ingresos públicos en el mediano
plazo. Como había sucedido en América Latina, en Europa también se ven-
dieron las empresas públicas más rentables; se cedió soberanía con la expro-
piación al Estado de los sectores estratégicos; se perdió además soberanía con
la amputación de la política monetaria mediante la creación de un Banco
Central Europeo129 que solo priorizaba la estabilidad monetaria y el control

128 Los criterios de convergencia o criterios de Maastricht son los requisitos que deben
cumplir los Estados pertenecientes a la Unión Europea para ser admitidos. Los criterios vie-
nen establecidos en el artículo 121 del tratado de la Comunidad Europea.
129 El Banco Central Europeo (BCE) fue establecido por el Tratado de Ámsterdam en
1998. Fue el sucesor de Instituto Monetario Europeo, creado en 1994 con el objetivo de

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inflacionario. La moneda única, el euro, era la meta de la paulatina pérdida
de soberanía monetaria y cambiaria.130 Como ha explicado Jacques Sapir
(2010), la moneda única era la mejor forma de evitar políticas económicas
alternativas, a pesar de las diferentes estructuras económicas heredadas en ca-
da país. Europa optaba, entonces, por convertirse en un gran mercado, don-
de cualquier derecho social podría ser mercantilizado, en busca de una suerte
de Unión del capital europeo, que obedecía a patrones neoliberales en todas las
relaciones económicas, políticas y sociales. Europa buscaba cumplir los requi-
sitos para conformar un nuevo polo económico, con diferente rol del que
había tenido en el pasado, para subordinarse plenamente a la configuración
económica mundial diseñada desde Estados Unidos.
Observando el mapamundi, junto a los países capitalistas centrales se en-
contraba una extensa periferia, que a pesar de presentarse como un todo
monolítico no lo era de ninguna manera. No toda la periferia asiática se inser-
tó con la misma velocidad en el sistema capitalista, ni con las mismas caracte-
rísticas de vinculación. En esos años, se sucedía la crisis financiera asiática, que
se explicaba en gran medida por una política de atracción de capital a cualquier
precio, caiga quien caiga.131 Tal como recomendaban los organismos interna-
cionales, la alta retribución del capital financiero fue la política económica de
incentivos de buena parte de los países asiáticos. Esto permitió que hasta 1997
Asia atrajera casi la mitad del total de capital llegado a los países en desarrollo.
Este hecho, unido a la inexistencia de una política de economía real a favor de
incrementar la productividad, hizo que la burbuja financiera asiática estallara.

manejar los problemas de transición a la nueva moneda común y preparar la creación del
propio BCE.
130 El nombre de “euro” fue adoptado oficialmente el 16 de diciembre de 1995. El euro
se introdujo en los mercados financieros mundiales como una moneda de cuenta a inicios
de 1999; las monedas y billetes del euro entraron en circulación el 1 de enero de 2002 en
los doce Estados de la Unión Europea.
131 La crisis financiera asiática fue un fenómeno de máxima complejidad financiera en
la mayoría de países de Asia en 1997, que ocasionó un gran temor mundial por contagio
financiero. También fue conocida como la crisis del Fondo Monetario Internacional.
Muchos autores consideran que comenzó el 2 de julio de 1997 con la devaluación de la
moneda tailandesa, y que luego, por efecto dominó, le sucedieron otras devaluaciones en
Malasia, Indonesia y Filipinas, repercutiendo también en Taiwán, Hong Kong y Corea del
Sur. Sin embargo, la devaluación no fue la razón, sino el efecto de causas estructurales, como
por ejemplo la fuerte dependencia del capital financiero extranjero. Krugman en 1994 ya
había afirmado que el milagro económico asiático solo sería sostenible si venía acompañado
de un aumento sostenido de productividad de los diferentes factores productivos.

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Desde otro lugar del mapamundi, América Latina ya había padecido antes
su “crisis”: la de la hiperinflación y la deuda externa, y desde entonces se había
convertido en una región plenamente encauzada en la senda neoliberal. Los
problemas que América Latina presentaba para el capitalismo ya habían sido
solventados. Sin embargo, esos problemas habían sido cargados sobre las es-
paldas de la mayoría de la población latinoamericana. La deuda financiera
externa comenzaba a ser sustituida por una galopante deuda social. Cada go-
bierno latinoamericano seguía obedeciendo lo que se determinaba en el cen-
tro capitalista en materia de política económica. No se consideraban nacio-
nalidades, ni la historia propia, ni condicionantes culturales; las recetas se
adoptaban independientemente de qué país se tratara. El pretexto para ho-
mogeneizar radicaba en la necesidad de igualar los diagnósticos –“países en
desarrollo”– así como los objetivos a alcanzar por las diferentes sociedades
–“progreso”, “bienestar”, “crecimiento”, “desarrollo”; ahora “desarrollo huma-
no” y “desarrollo sostenible”–. Una vez establecido este patrón de igualación,
el camino a seguir supuestamente debería ser el mismo. Y nadie podía salirse
del camino marcado porque, con una actitud dictatorial-paternalista, los
organismos internacionales amenazaban con reducir los préstamos y aumen-
tar los costos, con restringir oportunidades de inversión, con establecer polí-
ticas comerciales en contra, etc. La gran dependencia neoliberal se fue conso-
lidando así en la región.
No obstante, el “nuevo topo” latinoamericano no estaba tan controlado
como presuponía el capitalismo neoliberal, tal como afirma Emir Sader
(2009). América Latina era justamente el eslabón más débil de la cadena neo-
liberal a nivel mundial porque era la región más inequitativa del planeta, y la
gran mayoría del pueblo seguía padeciendo en lo económico, político y social.
Esos años, de larga noche neoliberal en América Latina, supusieron décadas
ganadas para el capitalismo mundial al mismo tiempo que décadas perdidas
para las mayorías populares. A fines de los noventa el neoliberalismo navega-
ba con viento a favor a nivel mundial, y América Latina era una región-pieza
bien encajada en el rompecabezas del capitalismo global. Cada país desem-
peñaba a raja tabla las políticas económicas neoliberales. Por ejemplo, en Bo -
livia durante la década de los noventa se sancionaron muchos decretos que
permitieron privatizaciones y capitalizaciones, adhesiones a los tratados bila-
terales de inversión, sometimientos a los árbitros internacionales como el
CIADI, de seguridad jurídica para el capital extranjero, etc. Según el BID,
Bolivia disponía del mejor índice en avances de reformas estructurales (Lora,
2001). Durante esos años, también se cambió el sistema de reparto por el de

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capitalización individual, liberalización de inversión extranjera y la contra-
nacionalización de los hidrocarburos. El neoliberalismo boliviano comenzó
en el año 1984 con la presidencia de Paz Estenssoro,132 y tuvo luego una rigu-
rosa continuidad con todos los presidentes que le siguieron –como Jaime Paz
Zamora, Gonzalo Sánchez de Lozada, Hugo Banzer, etc.–. Todos, con eslóga-
nes distintos, practicaban la misma política económica impuesta desde el
Norte.
Otro ejemplo de neoliberalismo latinoamericano es el caso ecuatoriano,
que inició con el gobierno de corte empresarial de León Febres Cordero en
1984. Entonces se implementaron las políticas económicas recetadas: libera-
lización del tipo de cambio y de las tasas de interés, desregulación del merca-
do laboral y del sistema financiero –o mejor dicho, regulándolos a la medida
del capital privado–. La economía se centró en la búsqueda del crecimiento
acelerado basado en las exportaciones de materias primas. Entre 1997 y 2000
se sucedieron cinco gobiernos en plena ola de protestas y movilizaciones. La
crisis política acompañó la más profunda crisis socio-económica del país, que
terminó en la amputación de la política monetaria mediante la dolarización
de la economía, gracias a acuerdos con el FMI y la quiebra del sistema ban-
cario.
Otro ejemplo muy representativo del neoliberalismo latinoamericano ocu-
rrió en Argentina. La década neoliberal argentina (1989-2001) constituye una
línea de continuidad respecto a los cambios introducidos por la última dicta-
dura militar (1976-1983) en el plano económico, cuyo elemento central con-
sistió en un repliegue sistemático del Estado respecto a la planificación y ges-
tión directa de la economía. Esto se justificaba desde la posición ortodoxa
neoliberal que planteaba una ineficiencia intrínseca de lo estatal, que solo
podía resolverse trasladando sus funciones al sector privado, teniendo como
efecto la reducción del gasto público. La política económica durante los no-
venta se enfocó desde la política cambiaria, que se rigió a partir de 1991 por
la Ley de Convertibilidad con la que se adoptó un tipo de cambio fijo que es -
tableció la paridad cambiaria respecto al dólar con nefastas consecuencias
sociales. Los sectores productivos fueron desplazados a favor del agro, de las
exportaciones de materias primas, y de la ficticia economía financiarizada.

132 Como ya se dijo en un capítulo anterior, Paz Estenssoro fue el mismo Presidente
elegido en 1952 con el Movimiento Nacional Revolucionario, que acometió algunas refor-
mas muy importantes en reforma agraria, educación pública, etc. En contraste radical, en
1985 fue quien inició el neoliberalismo en Bolivia.

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Estos países son tres ejemplos, entre los tantos que se pueden presentar,
que permiten constatar que el neoliberalismo fue un fenómeno persistente en
la mayoría de los países de América Latina, y que se implantó con la anuen-
cia de los poderes locales, en alianza con los poderes transnacionales y con los
organismos internacionales como garantes. De ninguna manera esta coalición
permitiría alternativas –ni bolivarianas ni de cualquier otro color– que for-
mularan la necesidad imperiosa y urgente de un cambio de época, posneoli-
beral.
Todo parecía estar bajo control para el orden económico implementado
en América Latina a mediados de la década de los noventa. El neoliberalis-
mo, en esos años, ya era mayor de edad. Había conseguido el monopolio de
la verdad, de su verdad, de la verdad económica. Las democracias aparentes
vigentes en la región se caracterizaban por una combinación de democracia
procedimental sin democratización económica. Este era el modelo que
garantizaba políticamente la penetración de un modelo económico a favor
de unos pocos y a costa del bienestar de las mayorías. Pero esta política, basa-
da en una supuesta ecuación matemática-económica siempre en equilibrio,
prefería mirar para otro lado cuando tenía que afrontar cualquier potencial
reacción popular. Creían que los consensos forzosos para los de abajo podrían
ser eternos, podrían estar siempre bajo control. Sin embargo, el pueblo no
vive así; es más impredecible de lo que cualquier software informático puede
predecir.
La gran mayoría del pueblo, como si fuese un topo latinoamericano, se-
guía vivo y se iría convirtiendo progresivamente en un sujeto social y político
de rechazo al modelo económico neoliberal; el topo cada vez tenía más ganas
de salir afuera, de ver la luz, y dejar de seguir viviendo enterrado abajo, gober-
nado por una minoría enriquecida. En Venezuela, el Caracazo fue una mues-
tra de ese topo saliendo afuera; en muchos lugares de América Latina se fue-
ron sucediendo ejemplos de ese topo irreverente, no dispuesto a seguir abajo
padeciendo más décadas pérdidas. Chávez no era economista de carrera, pero
en su visión de la economía sí tenía claro que el pueblo tenía un lugar privi-
legiado; su propuesta era la búsqueda de una economía humanista y popular:
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Esto es lo que realmente diferen-
ciaba a Chávez de la economía dominante; capaz siempre de olfatear la irrup-
ción de este topo, y de ponerse a su lado.

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3.2. La larga precampaña económica de Hugo Chávez (1996-1998)

Mientras en casi toda América Latina la troika neoliberal (FMI, BM y BID)


continuaba imponiendo políticas de seguridad jurídica para garantizar la tasa
de ganancia del capital a costa de un creciente endeudamiento social, Chávez
desafiaba el orden hegemónico económico con una oferta que no encajaba en
ningún manual de economía ortodoxa.
La Agenda Alternativa Bolivariana (AAB) condensaba en un único docu-
mento una serie de propuestas, variopintas y heterogéneas, que buscaban otra
economía posible, a pesar de que esto era cuestión prohibida en los tiempos
que corrían. La AAB suponía una suerte de cartografía económica hacia don-
de transitar; una hoja de ruta económica para salir del laberinto neoliberal,
más clara en aquello que impugnaba que en el destino final deseado. No obs-
tante, plantear salir del neoliberalismo en tiempos de hegemonía neoliberal
marcaba ya un rumbo claro, una propuesta radical. Con ese documento polí-
tico y económico bajo el brazo, Chávez inició el año 1997 pensando por
primera vez que sí era necesario acudir a las elecciones para llegar a ser Presi-
dente. El puntofijismo parecía agotado después de haber mantenido por largo
tiempo la soberanía venezolana en el Norte, en sus organismos económicos
internacionales. La democracia aparente parecía tener los días contados para
seguir aparentando que el pacto de unos pocos era realmente un pacto de la
mayoría. Se habían sucedido muchos conflictos desde el Caracazo del 27 de
febrero de 1989: la sublevación militar del 4 de febrero de 1992, con Chávez
a la cabeza; la gran crisis bancaria; varios notorios casos de corrupción; un au-
mento de deuda externa, acompañado de una creciente deuda social; la ex -
tranjerización de la empresa pública más importante del país, PDVSA.
Estas circunstancias abrían paso a una renovada expectativa acerca del mo-
mento para acudir a una contienda electoral, a pesar de las dificultades es -
tructurales que el propio sistema democrático establecía para vencer a la vieja
partidocracia. Era un momento clave para decidir si acudir a la cita electoral
en 1998, o seguir construyendo el Movimiento Bolivariano Revolucionario
(MBR) por fuera del sistema. Hasta entonces Chávez siempre había sostenido
que solo podría encontrarse una salida o cambio a partir de una nueva Consti-
tución, realizada por una Asamblea representativa de un pueblo-poder consti-
tuyente.133 Este había sido uno de los ejes discursivos principales de Chávez

133 El pedido de Constituyente lo hizo incluso en pleno congreso, cuando fue invita-
do en abril de 1997 por un grupo de parlamentarios (Rangel, 2013: 165).

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desde el levantamiento del 4 de febrero. Desde entonces hasta 1997 no se ha-
bía cansado de repetir que solo mediante una Constituyente se podría transi-
tar hacia otro mundo posible, hacia otro paradigma económico posneoliberal.
Con la vieja Constitución puntofijista cualquier intento de cambio/transfor-
mación/revolución estaría limitado por blindajes institucionales, candados
jurídicos o pactos económicos firmados a favor de la tasa de ganancia del capi-
tal transnacional. Por ello, acudir a la vía electoral era una decisión muy com-
pleja.
Chávez, como reconocería años más tarde, tenía claro que en 1997 “se
hundió Caldera” (Ramonet, 2013: 684). Pero además sabía que no existía
otra manera de cambiar a un gobierno en decadencia, y menos aún quebrar
el Pacto de Punto Fijo, sin respaldo por abajo. Al mismo tiempo, Chávez era
consciente de que la vía militar no era una opción, y así lo constataba la opi-
nión mayoritaria del momento.134 En ese momento Chávez era un personaje
público muy conocido, con presencia en los medios de comunicación. Había
tenido oportunidad de explicar en público, y fuera de la cárcel, los motivos
del 4F. Por ejemplo, en una entrevista con Rangel (2013) en televisión, Chá-
vez afirmó: “nosotros salimos, insurgimos para ubicarnos históricamente al
lado del pueblo venezolano”. En esos momentos Chávez también recorría el
país sin descanso para explicar aquello que un pueblo con apetito de utopía
tenía ganas de escuchar. Y seguía alzando la voz frente a todo lo que sucedía
desde la mitad de la década de los noventa; y cada vez era más escuchado por

134 Esto lo reconoció en una entrevista con Marta Harnecker, al ser preguntado por las
posibilidades de la vía militar o acudir a las urnas: “Al analizar la situación nos dimos cuen-
ta que una nueva insurrección hubiese sido una locura. Desde el punto de vista militar,
nuestro movimiento tenía la mayor parte de sus líderes militares que gozaban de un gran
apoyo y habían generado una gran expectativa popular fuera de la institución y el movi-
miento militar interno quedó muy debilitado, muy descuadernado, con poca capacidad
para organizar un nuevo levantamiento armado porque la mayoría de sus líderes ya estaban
detectados. A eso hay que agregar que el sistema había tomado medidas internas para evi-
tar una nueva sublevación: fortalecimiento de sus cuadros, ubicación de su gente en los
sitios claves, etc. Y desde el punto de vista social, nos dedicamos a investigar qué pensaba la
gente. Y si bien aquí siempre ha habido corrientes populares partidarias de un movimiento
armado, en esos recorridos que hicimos por el país, y en los sondeos de opinión que efec-
tuamos, nos dimos cuenta que buena parte de nuestro pueblo no quería movimientos vio-
lentos sino que tenía la expectativa de que organizáramos un movimiento político, estruc-
turado, para optar por una vía pacífica. Decidimos entonces avanzar por la vía electoral”
(Harnecker, 2002: 19-20).

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la gente a la par que temido por la vieja partidocracia –último sostén del deca-
dente puntofijismo–.
A medida que pasaba el tiempo desde el “por ahora” del 4F, la opción cha-
vista se constituía en una vía de escape de un sistema cada vez más caduco. La
Agenda Venezuela, que bien podría haberse llamado Agenda Washington por
su respeto al decálogo neoliberal, se aplicaba en un momento en que la mayo-
ría del pueblo venezolano había rechazado explícitamente cualquier propues-
ta neoliberal. Chávez supo interpretar virtuosamente el verdadero gran viraje
que venía ocurriendo en el país, y asumía hacerse eco de esos reclamos y crear
las sinergias sostenibles para una comunión entre pueblo y liderazgo. Chávez
tenía una agenda programática económica, plasmada en la AAB, con la que
salir del enredo neoliberal. La AAB era una propuesta dirigida a las mayorías,
tan fácil de comprender como compleja de implementar. Pero en democracia
no solo basta disponer del proyecto, en lo táctico y en lo estratégico, sino que
se requiere apoyo popular masivo que, bajo reglas procedimentales, se mide en
una contienda electoral. Se avecinaban las elecciones presidenciales, pero ni
Chávez estaba aún decidido, ni era fácil convencer al MBR de por qué debía
renunciar, en lo táctico, a algunos principios básicos característicos en el mo-
mento del nacimiento del movimiento –como no acudir a elecciones si éstas
estaban reguladas por un sistema caduco– para lograr objetivos estratégicos.
Chávez siempre afirmó que él no era tan irracional o improvisado como la
mayoría de medios hegemónicos se habían empeñado en presentarlo. Más allá
del ingenio, de un tono comunicacional menos “marketinero”, alejado del
estilo de vendedor profesional de promesas enlatadas a cambio de votos, el
discurso de Chávez entronca con una narrativa popular, de “echa cuentos”.135
Por otra parte, Chávez hizo sus cálculos antes de la elección. Aunque su
impresión en la calle era favorable, buscó datos que confirmaran sus percep-
ciones. Así que impulsó una gran encuesta a lo largo del país para conocer si
tenía respaldo popular amplio para iniciar una campaña electoral –aunque
esto contradijera lo que él mismo había dicho antes acerca de no presentarse
a elecciones sin Asamblea Constituyente–.136 En todo caso, Chávez mostraba
una ductilidad estratégica, sosteniendo en tono coloquial: “oigan, presentarse
ahora a las elecciones es un paso para llamar a una Asamblea Constituyente”.
Por ello, si las encuestas daban mucho apoyo, habría que revisar las consignas

135 Así se dice en Venezuela a aquel que cuentas historias, que inventa a veces, que rela-
ta con detalles, que se atreve a novelar cualquier realidad.
136 Una encuesta de más de 100.000 consultas a lo largo de todo el país.

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del pasado. Los resultados de la encuesta fueron reveladores. Entre las muchas
preguntas que se hicieron, destacan dos: 1) ¿Está usted de acuerdo en el que
comandante Hugo Chávez sea candidato a la Presidencia de la República?; y
2) ¿Votaría usted por él? A la primera pregunta, dijeron sí más del 70% de los
entrevistados; a la segunda, el 55%.
Eran cifras que despejaban cualquier duda acerca del apoyo a Chávez si
decidía presentarse a las elecciones en 1998. Pero convencer al MBR no era
tarea fácil, y en medio de esas discusiones, ante la negativa de algunos cuadros
importantes regionales del movimiento, Chávez pensó hasta en retirarse de la
batalla (Ramonet, 2013: 687). De hecho, en un momento dado, se marchó a
la finca de su padre, en Barinas, porque creía que no podría convencer a sus
propios compañeros de que el camino era electoral. Chávez estaba convenci-
do de que el Pacto de Punto Fijo había alcanzado su máximo grado de des-
composición, y la única fórmula para llegar a la Presidencia de Venezuela era
por la vía electoral, con un respaldo masivo del pueblo venezolano. Pasó una
semana meditando en Barinas, solo, hasta que una comisión del MBR llegó
a buscarlo. El movimiento había aceptado la vía electoral para convalidar el
respaldo con votos que auparan la opción antineoliberal.137
El movimiento debía convertirse en un instrumento político-electoral. Por
ello, el MBR se transformó en el MVR (Movimiento Quinta República).
Debido a que la Ley de Partidos Políticos prohibía el uso del nombre de Bolí-
var en un partido, había que cambiar la B por la V, y se reemplazó el nombre
de Movimiento Bolivariano Revolucionario por el de Movimiento V Repúbli-
ca, como muestra inequívoca de que esta candidatura asumía el reto de supe-
rar la vieja república, la IV República del Punto Fijo, que Chávez tildaba de
anti bolivariana y oligárquica, que se había mantenido durante los siglos XIX
y XX.138 A partir de ahí todos los esfuerzos se orientaron hacia las elecciones
del 6 de diciembre de 1998. Chávez, con el recién creado instrumento polí-

137 Después de una asamblea plenaria complicadísima del MBR-200, se decidió por
ajustada mayoría “salir del camino de la insurrección y presentarse a las elecciones”. Manuel
Vadell, quien ocupaba un lugar destacado en la jefatura del MBR-200, cuenta que “aquello
fue un loquero, por momentos parecía que todo se iba al diablo y que Chávez no ganaría la
asamblea. Eran muchos los que se resistían a dejar el camino revolucionario” (Guerrero,
2012: 318).
138 Chávez explica que “algunos historiadores dicen que no es así porque hubo una
Asamblea Constituyente en 1947, y muchas otras constituciones. Pero realmente el hecho
de cambiar una Constitución no implica necesariamente cambiar de República” (Ramonet,
2013: 691).

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tico-electoral MVR, presentaba una oferta antagónica al neoliberalismo rei-
nante en Venezuela y en casi toda América Latina. No era una propuesta de
pequeños matices de cambio en relación al sistema económico imperante; era
un proyecto alternativo, completamente diferente al vigente, que entendía la
economía como una cuestión consustancial a la política; lo uno sin lo otro,
para Chávez, no tenía sentido; solo se podía hablar de economía, de verdad,
cuando se hablaba de política.
Chávez logró nuclear una gran Alianza Patriótica desde el MVR, con la
coalición de otros partidos de izquierda (MAS y La Causa R), pero siempre
con un mensaje muy consistente: se trataba de un proyecto incompatible con
el patrón de acumulación capitalista neoliberal. No existía aún claridad sobre
si el programa era socialista, comunista, o anticapitalista; pero sí era evidente
la propuesta de transición hacia una etapa posneoliberal, asumiendo la res-
ponsabilidad de resolver los problemas sociales del legado neoliberal. La idea
era priorizar la transición comenzando por solventar la gran deuda social oca-
sionada durante las décadas perdidas neoliberales. En todo momento, Chávez
tenía la convicción de que lo prioritario era buscar la forma de solventar el
presente tan desfavorable para la mayoría social; y luego, habría tiempo de
mirar al futuro. Por ello, antes de colocar etiquetas o categorías de largo plazo,
Chávez centraba su propuesta económica en el presente, en un ahora-adverso,
que había que superar a la mayor brevedad posible. La transición hacia otro
estadio económico solo sería posible si se atendían con urgencia y determina-
ción los problemas que acuciaban a la mayoría del pueblo venezolano.
En este sentido, Chávez planteó durante toda la campaña electoral que la
base de su programa estaba ya escrita en la AAB y en todos los textos trabaja-
dos en los días de la cárcel de Yare, en donde mostraba una visión humanista
de la economía, alejada de los paradigmas neoclásicos, cercana al pueblo,
nacional-popular-desarrollista, muy planificada, coyuntural en cuanto a aten-
ción de necesidades básicas y estructural en la búsqueda de salidas al laberin-
to neoliberal.
En síntesis, durante la precampaña electoral, Chávez resumía su proyecto
político en estas cinco grandes líneas: 1) la línea macropolítica constituyente:
transformación del Estado, una democracia verdadera; 2) la línea macrosocial:
atender a las necesidades básicas de la población para atender la deuda social;
3) la línea económica: transformar el modelo monoproductor en un modelo
productivo; 4) una nueva visión de desarrollo equilibrado del país; y 5) la
incorporación de Venezuela con soberanía y competitividad en el mundo glo-
balizado del siglo XXI. En todo momento, Chávez recurría al “cambio de

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modelo económico”; lo repetía una y otra vez para aclarar que esos ejes pro-
gramáticos no eran factibles si se continuaba con un modelo económico neo-
liberal (Rangel, 2013: 193).
Además de la propuesta en sí misma, Chávez tenía la complicada tarea de
responder en contra del sentido común neoliberal, ampliamente aceptado por
arriba, y suficientemente poderoso como para penetrar también en el imagi-
nario de las capas populares. Chávez debía explicar y explicar cuestiones que
eran aceptadas como verdades irrefutables avaladas por el sólido cuerpo orgá-
nico del bloque histórico hegemónico. Chávez afrontaba este desafío con el
objetivo de seguir conformando una mayoría social que supusiera un nuevo
consenso, más real, donde estuvieran todos los que están por abajo. Pero todo
ello sin olvidar que había que ganar las elecciones.
¿Cómo cuestionar la seguridad jurídica como principio de garantía para el
capital internacional si se quería que este capital interfiriera lo menos posible
en plena campaña electoral? ¿Cómo decirle al capitalismo internacional
–atento a lo que sucedía en el país periférico con más petróleo del mundo–
que se cambiarían las reglas para limitar su tasa de ganancia en Venezuela?
Chávez tenía claro que debía guiñar un ojo al inversionista extranjero, a pesar
de que siempre cuestionara la extranjerización de la economía venezolana y la
pérdida de soberanía paulatina en las últimas décadas en el país. En este sen-
tido, es fácil caer en la trampa de interpretar a Chávez como uno más, que se-
guía sin romper con el viejo paradigma neoliberal de la inversión extranjera.
Pero no, el asunto es mucho más complejo que esa lectura maniquea. Por un
lado, sí es cierto que Chávez no era ni socialista ni comunista, y además, tam-
poco estaba ajeno, ni mucho menos, al intenso proceso de colonización epis-
temológica venido del orden hegemónico neoliberal. La inversión extranjera
había sido presentada como un mito al que no se podía renunciar; Chávez no
rompía del todo con ese mito, pero sí lo cuestionaba y lo condicionaba cons-
tantemente para que no pusiera en riesgo la soberanía ni los principios más
básicos de su propuesta de economía social-popular-humanista. Pero además
de esto, por otro lado, Chávez tenía el olfato táctico electoral que le faltaba a
tantos teóricos brillantes que nunca ganaron elecciones, y en consecuencia,
sabía que era necesario mostrarse con cautela frente a este tema, para evitar
una arremetida previa por parte del capital internacional a través de todo el
aparato mediático que controlaban o, incluso, para evitar cualquier tipo de
fraude electoral ordenado desde el Norte. Quizás por esto, tanto por una
razón como otra, Chávez afirmó muchas veces durante la campaña electoral
que la inversión extranjera era siempre bienvenida; pero añadiendo, “siempre

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y cuando contribuya al proyecto nacional”. Y el proyecto nacional para Vene-
zuela propuesto por Chávez era de corte antineoliberal.
¿Era incompatible un modelo económico antineoliberal y con la inversión
extranjera tal como la recetaba el neoliberalismo? Sí, absolutamente inconci-
liable. Es por ello que Chávez, a veces criticado por los enfoques más puristas
en economía desde la izquierda, siempre optaba por hacer malabarismos para
lograr un equilibrio entre el horizonte estratégico antineoliberal y la táctica
discursiva de aceptación de la inversión extranjera con el objetivo de ganar las
elecciones. Pero agregando: “siempre y cuando sea para impulsar el nuevo
modelo económico”; es decir, para ir contra el neoliberalismo.
Son muchas las intervenciones de Chávez en esa etapa preelectoral que
constatan esa manera de conciliar la propuesta anti-neoliberal con la presión
ejercida por el tsunami neoliberal de moda. Por ejemplo, en una entrevista
con Rangel en Veneven, en donde afirma que “por supuesto que hay que ha-
cer un llamado a los inversionistas privados, nacionales e internacionales, que
en un contexto de un gobierno serio, inyecten esos recursos para impulsar el
modelo económico” (2013: 195). En otras palabras, nunca renunciaba a apos-
tillar el “modelo económico” que estaba imaginando. La inversión extranjera,
para Chávez, debía estar subordinada a un proyecto o modelo, y no “libre” en
el sentido de tener licencia para cometer cualquier injusticia contra la mayo-
ría social.
Otro ejemplo para mostrar esta habilidad discursiva de Hugo Chávez fren-
te a las cámaras es la entrevista en plena etapa electoral (1998) con el perio-
dista ultra neoliberal, y opositor, Jaime Bayly en Mega TV, desde Miami.139
Bayly bombardeó a Chávez con preguntas económicas, de las que se puede
destacar los siguientes puntos:
1) Sobre los impuestos: Chávez respondió que “algunos habría que
bajarlos, como aquellos como el impuesto sobre las ventas”, que son real-
mente injustos (regresivos), “pero otros han de aumentarse, y crearse, para
poder realmente financiar las políticas sociales, la construcción de escuelas, la
construcción de hospitales, etc.”. Esta declaración, sin especificar qué impues-
tos incrementar, sí resultaba atrevida en una época en la que se suponía que
el Estado debía ser reducido a su mínima expresión, y un impuesto era con-
cebido, por los neoliberales, como una especie de “trabajo forzoso”. La cues-
tión impositiva, según la hegemonía neoliberal –anclada en la teoría domi-

139 Se puede ver la entrevista completa en internet.

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nante neoclásica–, se resolvía en forma sencilla: a menos impuestos, más cre-
cimiento, y por tanto más desarrollo. Cualquier interferencia en la economía
del supuesto libre mercado, como es el caso de un impuesto, es interpretada
como un peso muerto que implica una pérdida irreversible de eficiencia eco-
nómica.140 Esta eficiencia económica es una eficiencia medida en términos
privados. Se basa en el traslado de las metodologías y paradigmas teóricos de
la maximización de beneficios del capital privado al análisis de lo público,
dejando fuera del análisis que el Estado, el sector público, tiene otras pro-
piedades y persigue otro tipo de beneficios económicos y sociales. Por eso,
Chávez contradecía esa ortodoxia al vincular impuestos y bienes públicos fun-
damentales. No todo en la economía es el beneficio empresarial privado; tam-
bién existe el beneficio económico y social de las mayorías populares venezo-
lanas, que llevaban décadas de exclusión. En esta declaración de Chávez se vis-
lumbraba una propuesta tributaria progresiva con justicia social. Esto es, un
esfuerzo tributario en consonancia con los ingresos obtenidos; y por ello, la
propuesta se centraba en la reducción de impuestos regresivos, los indirectos
–como el Impuesto sobre el Valor Añadido–, y el aumento de otros impues-
tos –implícitamente se podía entrever que era importante generar más im-
puestos directos para que aquellos que más tienen, paguen más–.
2) Sobre la política cambiaria: la respuesta de Chávez no fue taxativa,
sino más bien evasiva. Pero sí dejaba entrever que no se inclinaría por ningún
dogma ni política económica de liberalización cambiaria; dejaba la política
cambiaria en manos de la coyuntura. De esta forma tan esquiva, sorteaba la
obligación de tener que pronunciarse sobre una de las principales premisas del
neoliberalismo, es decir, el libre mercado para la política de tipo de cambio.
Es complicado “jugar” a interpretar su respuesta, pero hay algo que sí se pue-
de afirmar: Chávez no se casaba con ningún mandato neoliberal en materia
cambiaria, y prefería dejar en el aíre la política de tipo de cambio en Vene-
zuela, que resultaba vital para: a) controlar la salida y entrada de divisas en

140 En economía neoclásica se emplea el concepto de deadweight loss para explicar en


la economía pública la pérdida –supuestamente– irreversible de eficiencia que se genera al
existir un incremento de precio ocasionado por el establecimiento de cualquier tipo de
impuesto. Estos análisis de economía parcial, tan halagados por el establishment académico
dominante, no observan todo lo que sucede en un marco económico más integral, donde
hay ciudadanos, seres humanos que sufren injusticias acumuladas por una estructura desi-
gual, etc. Ver cualquier manual de hacienda pública para confirmar lo dicho; por ejemplo,
Musgrave y Musgrave (1986).

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una economía fuertemente dolarizada debido a la importancia de las exporta-
ciones de petróleo, y b) para el manejo de la política comercial, siendo ésta
determinante en la inflación. El hecho de no aceptar el credo neoliberal era
algo notorio de por sí en tiempos de hegemonía del Consenso de Washing-
ton. De hecho, Chávez no tenía aún definidos algunos aspectos macroeconó-
micos en esta primera fase de búsqueda de la presidencia venezolana. Estas
indefiniciones, muchas veces criticadas por aquellos que consideran que todo
ha de estar determinado teóricamente a priori, constituían espacios de debate
para ir planificando el proyecto económico hacia futuro. Para Chávez, cual-
quier discusión de futuro debía estar subordinada a metas sociales fundamen-
tales; cualquier discusión de herramientas económicas también debía estar
subordinada a aquellos objetivos sociales en el corto plazo. Esta propuesta
estaba en oposición a aquellos postulados de la moda neoliberal, que propug-
naban rigidez en los instrumentos de política económica permitiendo flexibi-
lidad en el logro de objetivos económicos y sociales básicos para las mayorías
populares.
3) En relación con las privatizaciones: Chávez no cuestionó las priva-
tizaciones realizadas en algunos sectores, pero fue contundente al referirse a
PDVSA, dejando claro que debía estar en manos del Estado –sin ser esto
incompatible con inversiones extranjeras en el sector petrolero–. Se ratificaba
así que la reapropiación de los sectores estratégicos habría de ser cuestión de
Estado para recuperar la soberanía nacional. Después de años de extranjeriza-
ción creciente de la empresa pública más importante del país, Chávez quería
frenar esta hemorragia de recursos, que tenía un efecto significativo sobre la
población venezolana. PDVSA había cambiado mucho desde que se fundó
como gran empresa nacional. En los primeros años del neoliberalismo,
PDVSA comenzó a perder soberanía, no debido a la privatización de su capi-
tal, sino más bien por una gestión con fines privados a pesar de tener objeti-
vos públicos. Esto provocó que se convirtiera en un ejemplo característico de
estatismo corporativo, que usa al Estado solo a favor de ciertas corporaciones
privadas. Pero luego, con el avance neoliberal en el mundo y en Venezuela,
PDVSA directamente se comenzó a despatrimonializar y se vendió al capital
extranjero, lo que afectó negativamente a las cuentas de la empresa, y por con-
siguiente, a los ingresos públicos. Esa merma de los recursos públicos genera-
dos por la empresa petrolera provocó de inmediato que el Estado de Bienestar
en Miniatura, propio del Pacto de Punto Fijo, se convirtiera en una suerte de
Estado de Malestar, con ausencia plena de políticas sociales para la mayoría del
pueblo venezolano. Por ello, Chávez rescataba la importancia de una PDVSA

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de propiedad estatal, porque de esta política de soberanía dependería el resto
de las políticas públicas. Sin PDVSA pública, no se podría resolver el endeu-
damiento social acumulado de décadas pasadas. Pero además de esta conexión
estrecha entre una PDVSA pública y la política de inversión social, Chávez,
por su mirada nacionalista y de fuerte arraigo patriótico, consideraba desde
un primer momento que la principal fuente de riqueza de Venezuela no podía
depender de las maniobras extranjeras. Solo podría recuperarse la soberanía si
los estratégicos recursos naturales estuvieran en manos del pueblo venezola-
no, bajo control estatal. En este momento histórico neoliberal, de fase expan-
siva de privatización de todos los sectores estratégicos tanto en muchos países
centrales como en los periféricos, afirmar que PDVSA debía ser pública era
un punto clave de distinción de Chávez en materia económica y política.
4) Respecto a la banca: Chávez volvió a mostrarse a la defensiva, sin
querer casi ni pronunciarse, y sólo afirmando: “puede estar en manos priva-
das”. Eludía así uno de los temas más comprometedores en la política econó-
mica: ¿qué hacer con el poder económico más importante en la nueva era
neoliberal del capitalismo, el poder financiero? La financiarización de la eco-
nomía y su (mala) influencia sobre la economía real era un hecho consolida-
do en esos años de sueño neoliberal. Chávez sabía que esta cuestión econó-
mica, esencial, requería una respuesta ulterior. Precipitarse en plena campaña
electoral con la banca podía ser un error táctico imperdonable, que le podría
costar las elecciones de 1998. Por ello, prefería mirar para otro lado; ni defen-
día la banca privada, ni tampoco anunciaba nada en torno a la creación de
una nueva banca pública. En todo caso, en la AAB se denunciaba la estafa de
la banca extranjera contra Venezuela. Pero el tema financiero y el bancario
tampoco ocupaban mucho espacio en el documento programático. Con ese
“puede estar en manos privadas”, Chávez prácticamente no se pronunciaba
sobre ese pilar económico del nuevo orden neoliberal del capitalismo. Ni
mostraba cercanía, ni tampoco confrontaba.
5) Sobre la deuda externa: Chávez confirmó aquello que venía pro-
clamando en todos sus documentos económicos escritos desde hacía años,
incluyendo la AAB: lo primordial era renegociar la deuda externa porque
resultaba inaceptable que la mitad del presupuesto público se destinara a
pagar deuda del pasado. En este sentido, planteaba la moratoria de la deuda.
No cabe duda de que en este punto Chávez no quería más sometimiento ni
chantajes por el pago de la deuda externa-eterna. Había prioridades, vincula-
das con el pago de la deuda social antes que con la deuda financiera hereda-
da de políticas económicas erróneas desde los años setenta en Venezuela. ¿Se

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tenía que pagar la deuda financiera a acreedores internacionales? Para Chávez
la respuesta era afirmativa, pero siempre que el pago se supeditara a erradicar
la deuda social que afectaba más directamente a la mayoría del pueblo vene-
zolano. Así Chávez esquivaba una pregunta incómoda enfocándose en otra
deuda económica, la social y política, que los economistas neoclásicos preten-
dían invisibilizar. De hecho, el Plan Brady, aceptado por el puntofijismo, no
era bien visto por el proyecto del MVR: los condicionantes para una supues-
ta rebaja de la deuda externa podrían crear una eterna dependencia. Era peor
el remedio que la enfermedad. Por ello, Chávez no negaba el pago a los acree-
dores, pero sí exponía que “lo que vamos a pagar es la deuda social”.
6) ¿Vas a tratar mal a los empresarios privados? ¿Crees que la creación
de la riqueza debe estar en manos de los empresarios o del Estado? Frente a
estas preguntas de acorralamiento –desde el poder mediático–, Chávez se
mantuvo en respuestas calculadas para no ahuyentar al empresariado privado,
y/o evitar oposiciones contra su candidatura antes de tiempo. Con esta inten-
ción, Chávez explicó que había espacio para todos, empresas pequeñas y
medianas, pero también para otros grandes empresarios privados, nacionales
y extranjeros, porque el proyecto económico estaba encaminado hacia el desa-
rrollo endógeno, y buscaba revitalizar la economía nacional. El desarrollismo
nacional siempre estuvo presente en el pensamiento económico de Hugo
Chávez desde sus inicios, y ahora en campaña electoral, también. Era un
motivo recurrente apelar a los modelos de Industrialización por Sustitución
de Importaciones (ISI) de los años sesenta y setenta, que defendían muchos
teóricos de la dependencia que se oponían en cierta medida a la ideología
desarrollista que venía del Norte –de Rostow y otros autores de la economía
neoclásica, hegemónica y dominante–. Chávez, con una trayectoria militar y
un fuerte espíritu nacionalista, apostaba a un desarrollismo nacional, y a la
creación de un tejido empresarial privado que se sumara al proyecto de desa-
rrollo venezolano, con intenciones de contribuir a la industrialización del
país. No quería una burguesía importadora, ni especializada en sacar el capi-
tal al extranjero sin ningún tipo de interés en la inversión productiva en el
país. Por ello, cuando Chávez era interpelado por entrevistadores defensores
del empresariado privado, habitualmente su respuesta se anclaba en la noción
de un “nuevo modelo económico”, que matizaba como “no neoliberal”.
7) Respecto a los precios, Chávez no cayó en ciertos tópicos neolibe-
rales que explicaban la inflación por un exceso de gasto público, o de oferta
monetaria; o por una demanda excesiva por parte de la población venezolana.
Aunque sin hablar explícitamente de conformación de precios, Chávez bus-

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caba identificar, también con intención pedagógica, a los responsables del
incremento de precios a lo largo de toda la cadena de valor (de cambio). Sabía
que detrás del incremento de precios no residía la explicación dominante de
la demanda, porque en esos años el pueblo venezolano no consumía masiva-
mente. El problema venía más bien por el lado de la oferta, por los propios
límites en la oferta y, fundamentalmente, por la estructura concentrada de
oferta privada, muy oligopólica, que aprovechaba una posición dominante de
mercado para fijar precios abusivos. Pero además, cada vez que podía, Chávez
vinculaba los incrementos de precios con prácticas especulativas (Rangel,
2013). El precio no se establecía como una entelequia macroeconómica, a
partir de una simple carambola técnica, sino que Chávez prefería acudir a
explicaciones de economía política: los precios dependen de una puja distri-
butiva en que se disputa la apropiación de la riqueza del país. Si el capital pri-
vado estaba concentrado en pocas manos, esa posición privilegiada, sin Esta-
do regulador ni competencia, podía ser utilizada para captar la máxima renta
posible a partir de un precio más elevado. El valor de las elasticidades-precio
de la demanda141 depende de múltiples factores: patrones culturales instala-
dos –por el propio capital privado en décadas anteriores, que podían llegar a
hacer que una marca sustituya a un producto–, o por el sistema crediticio tan -
to formal como informal, o de la dimensión básica del bien en cuestión. Claro
que el efecto renta impedía que hubiera gran consumo, pero sí que había bie-
nes básicos que eran fundamentales para la subsistencia de la población. En
una economía donde las necesidades básicas se mercantilizan, todo, sin excep-
ciones, tiene que ser comprado, y esto ocasiona una demanda cautiva, y por
tanto “inelástica” para algunos bienes que pueden incrementar los precios sin
riesgo para la tasa de ganancia. A este debate sobre la inflación, Chávez tam-
bién incorporaba una crítica a aquello que los neoliberales habían denomina-
do la “mano invisible del mercado”, al aludir a lo que sucede en la cadena de
distribución desde que se produce un bien hasta que llega al consumidor
final. Señalaba el candidato del MVR que era imprescindible acortar y con-
trolar la cadena de distribución porque ahí se encontraba una explicación visi-
ble del incremento de precios (Rangel, 2013). Chávez explicaba la inflación
desde la economía política, como cuando le respondió a Blanco Muñoz en
una entrevista: “Inflación, hambre, inseguridad, educación, pobreza, todo eso

141 O lo que es lo mismo, cómo cambia la cantidad demandada de un bien si el pre-


cio varía.

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forma una masa problemática, cuya causa es la misma. Porque esos son efec-
tos de qué, del desgaste del modelo político, que no tiene capacidad para re-
gular las perturbaciones que se le fueron de las manos. Es la teoría de las catás-
trofes. Una perturbación que no es regulada, y otra y otra hasta que viene la
ruptura. ¿Qué pasó aquí? El modelo político no tiene capacidad para regular
las perturbaciones como las de la inseguridad pública. Ni siquiera para enten-
der el problema. Estoy seguro de que ellos no entienden la dimensión del
problema. Pretenden curar un cáncer con un vasito de agua con hielo y unas
góticas de cualquier cosa. Entonces cuando nosotros decimos que hay que
transformar el modelo político es porque estamos atacando la raíz. Decía
Montesquieu: toda causa particular tiene una causa general, la causa madre.
Igual en el modelo económico. ¿Por qué la inflación? Porque no hay un
modelo económico productivo” (1998: 625).

La economía era central en todas las intervenciones públicas de Chávez


porque había sido precisamente la economía el principal foco de atención de
las políticas neoliberales. Desde el poder mediático se le aplicaron varias eti-
quetas ideológicas buscando mermar su alta popularidad entre el pueblo
venezolano, repitiendo la cantinela que lo acusaba de “comunista” o “socialis-
ta”. Pero él prefirió siempre rehuir las categorías del siglo XX para dar un salto
adelante, con la creación de categorías propias, nuevas, no leídas en ningún
manual, con una prospectiva hacia el siglo XXI. En la misma entrevista antes
mencionada con Blanco Muñoz, Chávez afirmó –como hacía constantemen-
te– que su modelo económico no era socialista ni comunista, pero tampoco
ese que pregonaba el capitalismo salvaje. El candidato del MVR criticaba al
neoliberalismo salvaje como responsable de la generación de desempleo e
inestabilidad social, de pobreza, exclusión y desigualdades. En cambio, reafir-
maba un proyecto económico humanista, del y por el ser humano. Así, con
esta categoría algo menos conocida para los economistas neoliberales, cerraba
cualquier tipo de especulación. Y además, siempre añadía: “y bolivariano”.
Dos nuevos conceptos que permitían al MVR escapar de una propuesta eco-
nómica que encajara en uno u otro bando.
En honor a la verdad, Chávez no era equidistante –ni buscaba ubicarse en
el centro ideológico– en cuanto a la distancia marcada respecto al neolibera-
lismo y al socialismo/comunismo. Venezuela estaba inmersa en una ola neo-
liberal de máxima intensidad y Chávez había decidido que su proyecto eco-
nómico debía transitar hacia una economía posneoliberal. A veces, el propio
Chávez utilizaba el símil de la Tercera Vía europea, en esos años liderada por

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el partido laborista británico de Tony Blair.142 Pero siempre lo matizaba segui-
damente afirmando que su propuesta era antineoliberal: no anti capitalista,
pero tampoco anti socialista ni anti comunista. En este sentido, en otra entre-
vista con Blanco Muñoz, Chávez rechazó varias veces que se le catalogara
como marxista: “el comunismo no es la ideología para conducir el futuro
venezolano”; “no soy marxista, pero no soy antimarxista... no es él [el marxis-
mo] la solución, especialmente para nuestros países, para estas condiciones,
donde yo creo que no hay vestigio de clase obrera” (1998: 69, 392). Chávez
no rechazaba el marxismo ni el comunismo como sí lo hacía el pensamiento
hegemónico dominante; más bien razonaba que no había una Venezuela de
una clase obrera monolítica que conformase el único sujeto de cambio. Según
Chávez, no se podía trasladar la obra marxista a su país porque la realidad
venezolana era otra; solo era posible cambiar la realidad cuando se asumiera
como es y no si se presuponía otra.
Con todo, los intentos de etiquetar a Chávez como marxista eran cons-
tantes.143 Pero el candidato del MVR prefería discutir sobre los contenidos de
su visión y propuesta, aunque ésta fuera inspirada en parte –a veces sin saber-
lo– por un alto componente marxista, tal como se puede observar en el diá-
logo mantenido con Blanco Muñoz.144 Por el contrario, Chávez prefería otro

142 Así lo dice en la entrevista con Rangel de octubre de 1998 (Rangel, 2013: 195).
También lo manifiesta en entrevista con El Universal, publicada el 28 de septiembre del
mismo año 1998, cuando sostiene: “mi planteamiento es similar al del primer ministro bri-
tánico Tony Blair, cuando habla de la Tercera Vía. En esa misma dirección, avanza también
el Presidente Clinton, me inscribo en ella y seguiremos estudiándola. Capitalismo, sí, pero
que se aleje de los extremos” (1998: 1-2).
143 Ver por ejemplo la biografía de Barrera y Marcano (2006), que pretende demoni-
zar a Chávez como comunista desde su cuna.
144 El dialogo puede verse resumido en Francisco Rodríguez (2003):
Blanco Muñoz (BM): ¿Es decir que nuestra realidad no tiene nada que ver con la lucha
de clases y la explotación, que son las tesis básicas del marxismo?
Hugo Chávez (HC): ¿Cuáles clases, preguntaría yo, hay en Venezuela? ¿Dónde está
la separación de clases? ¿La clase obrera? Creo que Marx decía que para que hubie-
se clase obrera, ella debe tener conciencia de ella misma.
BM: Marx establece el cuadro de clases de la sociedad capitalista y los bloques funda-
mentales de la misma: explotados y explotadores.
HC: La clase media hoy día está pasando a ser clase explotada. Entonces aquí hay
dos polos: una minoría explotadora y una gran mayoría explotada. Si eso es lucha
de clases, ahí hay un elemento explosivo hoy en Venezuela.
BM: Esa es una visión marxista...

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tipo de categoría, como la de “humanista”, que verdaderamente caracterizaba
mucho mejor su pensamiento económico confirmado hasta ese momento. La
economía humanista y popular, según Chávez, no podía convivir con el neo-
liberalismo de ninguna manera.
La AAB fue cambiada de nombre por el de Proyecto de Transición: para
salir del statu quo económico (efecto) había que romper con sus raíces políti-
cas y económicas (causas) propias del capitalismo neoliberal. Chávez elegía,
entonces, otro tipo de categorías para referirse al proyecto de transición, como:
“revolucionario”, “popular”, “nacionalista” o “bolivariano”, en vez de “comu-
nista” o “socialista”. Pero tampoco mostraba ningún encono hacia estas cate-
gorías, ni ninguna crítica enfurecida como sí hacía el resto de políticos con los
que tenía que competir electoralmente.
A decir verdad, con Chávez no servían las categorías estáticas porque era
un torbellino continuo que absorbía de muchas fuentes teóricas y prácticas
para ir construyendo un pensamiento propio, en lo político y en lo económi-
co. La construcción del pensamiento económico de Chávez era tan cambian-
te que ninguna etiqueta serviría de mucho para entender a qué escuela eco-
nómica pertenecía. Como afirma Modesto Guerrero, “Chávez ha tenido la
virtud de mutar con la realidad y transformarse; esa dialéctica es incompren-
sible para mentalidades conservadoras educadas en la inmutabilidad de las
cosas” (Guerrero, 2012:142). Para muchos académicos, en la economía así
como en otras ciencias sociales, el hecho de cambiar, mutar o transformarse,
es penalizado como falta de coherencia o impureza teórica. Para la hegemo-
nía científica, la pureza ha de estar por encima de todo, aunque para mante-
nerla sea necesario asumir hipótesis que se alejan de la realidad. Chávez tenía,

HC: Será marxismo, pero yo no conozco el marxismo.


BM: ¿Tú crees que la salida aquí será violenta o pacífica?
HC: Yo creo que va a ser violenta.
BM: Esa también es una visión marxista.
HC: Eres tú quien la califica de marxista.
BM: El planteamiento marxista afirma que los cambios radicales se realizan por la vía
violenta, porque la burguesía no se resigna a perder el poder.
HC: Tú dices que esa es una visión marxista, pero es obvio además.
BM: Sí, pero justamente el marxismo es una teoría que permite captar la esencia clasis-
ta del proceso.
HC: Yo no puedo adueñarme ahora del pensamiento marxista y declararme como
tal, porque no conozco. Yo nunca leí El capital. He leído elementos del marxismo,
pero de forma superficial”.

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en cambio, la gran ventaja de no ser economista de nacimiento ni de forma-
ción, ni estar ligado por un contrato de exclusividad con ninguna teoría hege-
mónica y ni siquiera heterodoxa. Por ello, el pensamiento económico de
Hugo Chávez es pura dialéctica, inteligencia en situación, en donde se enfren-
tan los planos empírico y teórico, político, social, histórico y cultural. Los
intentos de clasificar a Chávez en un catálogo preestablecido son infructuo-
sos. En todo caso, la mayoría del electorado supo identificar, más allá de cual-
quier categoría estática para adjetivar la propuesta económica chavista, un
dibujo creativo, complejo y heterogéneo, pero potente y esperanzador, que
Chávez trazaba cada vez que explicaba la economía del pasado proponiendo
la economía del futuro. Solo el sectarismo dominante de la época no enten-
dió –o no quiso entender– jamás que Chávez no pertenecía a ningún credo
preexistente. Chávez había comenzado desde entonces a iniciar un proceso
para ir construyendo un nuevo sentido común de época en materia econó-
mica.
No faltaban tampoco aquellos que se dedicaban también a presentar una
imagen mesiánica de Chávez, como un hombre de milagros. Pero el mismo
Chávez era quien se alejaba continuamente de esta etiqueta. “Que nadie le
pida a Hugo Chávez milagros”, era su frase preferida cuando era cuestionado
por la solución inminente de los problemas económicos del país. Para Chávez
era importante resaltar la importancia que él daba a la necesidad de resolver
las urgencias sociales en el menor tiempo posible, pero esto no podría ser con-
cebido como ningún milagro económico, sino que se requería voluntad polí-
tica, y mucho esfuerzo, e infinitos aciertos y atrevimiento para salir del para-
digma económico dominante. Chávez siempre recordaba que “la imaginación
ha de servir a nuestros cálculos”. Su propuesta económica estaba impregnada
de imaginación, junto con la influencia recibida de una economía planifica-
da heredera del pensamiento socialista latinoamericano. El mensaje electoral
chavista, sin necesidad de hacer referencias explicitas al socialismo, calaba
favorablemente en la mayoría del pueblo venezolano aunque los medios hege-
mónicos pretendieran solo presentarlo como oportunista y superficial, con
imagen de líder milagrero y transitorio. Pero esto no iba a ser así.

3.3. De candidato a Presidente: el programa económico electoral

Chávez tenía un gran reto en la campaña electoral: resignificar un concepto


intocable desde el mainstream, la democracia. Precisamente, el puntofijismo

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había decidido llamar “polo democrático” a su vieja coalición de COPEI-AD,
con la intención de crear la apariencia de que el contrincante, Chávez, era
autoritario. Sin embargo, durante toda la campaña, Chávez se dedicó a cues-
tionar el vacío de la democracia puntofijista, y en contraposición, explicaba su
propuesta en base a una democracia protagónica, participativa, viva. Además,
a eso le sumaba la acertada dimensión económica como exigencia necesaria
para que la democracia fuera real e integral.
Hasta ese momento, la democracia era un tema para los politólogos y un
campo desligado de la economía. Distribución económica y democracia for-
maban un tándem olvidado en los paradigmas económicos hegemónicos,
pero Chávez sabía cómo conectar ambos términos, de tal manera que lo uno
sin lo otro no se pudiera explicar. La relación democracia-distribución apun-
taba hacia una línea estratégica clave en su nueva propuesta económica. Rela-
cionar democracia con distribución económica, de ingresos, de derechos
sociales, de riqueza, de capacidades, fue una fórmula adecuada para dotar de
contenidos y significados a una democracia que en el pasado se reducía a un
pacto formal, que excluía a la mayoría del pueblo venezolano. Democratizar
el poder económico suponía constituir una base económica opuesta al patrón
de acumulación concentrador del capitalismo neoliberal. La democratización
económica se presentaba como una significativa característica del nuevo pro-
yecto, de tal manera que Chávez se reapropiaba así, y resignificaba, el térmi-
no democracia. Tal como afirma Francisco Rodríguez: “¿Cómo puede la re-
forma política ayudar a cambiar el modelo económico? La visión política fun-
damental del planteamiento chavista es que el sistema democrático se encuen-
tra en cierta manera ‘secuestrado’ por pequeños grupos o ‘cúpulas’ y que esa
concentración de poder es la que lleva a que se tomen decisiones de política
que no representan los verdaderos intereses o voluntad popular” (Rodríguez,
2003: 3).
La economía neoclásica no usaba bajo ningún formato la palabra “demo-
cracia” para abordar los problemas económicos: siempre se centraba en el con-
cepto de eficiencia y, en menor medida, la asignación de los recursos. La
democracia era un término para otras ciencias sociales, de lo cual la economía
hegemónica pretendió aislarse. Sin embargo, la economía humanista propug-
nada por Chávez sabía identificar las carencias democratizadoras de la pro-
puesta económica neoliberal dominante a nivel mundial. Si desde Washing-
ton o Bruselas, el centro de todas las batallas era, por entonces, el déficit pre-
supuestario, la tasa de interés, el pago de la deuda, o la inversión extranjera
directa, Chávez centraba toda su atención en una propuesta real de democra-

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cia económica, basada en la distribución de la riqueza, en el acceso democra-
tizado a los derechos sociales, en la satisfacción de las necesidades básicas. En
otras palabras, la democracia exigía una plena democratización económica y
ésta solo podía tener lugar cuando se llevara a cabo una política económica
para todos, que distribuyera y redistribuyese la riqueza de Venezuela a favor
de todo el pueblo venezolano. Mencionar la palabra distribución, o reparto,
era una forma diferente de interpretar la justicia social, muy distinta de los
términos más cercanos a la caridad económica empleados por los organismos
internacionales –la troika neoliberal: FMI, BM y BID–. Por esos años, los
programas de “justicia social” del neoliberalismo entendían a la política públi-
ca desde programas asistencialistas estigmatizadores, no inclusivos; más bien
todo lo contrario, excluyentes. Esas ayudas asistencialistas solo hablaban, en
voz baja, de la lucha contra la pobreza, pero nunca abordando los problemas
desde sus causas estructurales. Consistían más bien en políticas económicas
basada en la pobretología.145 Esto es, de ayuda mínima e insuficiente para los
pobres, pero sin cambiar el sistema para que dejaran de ser pobres; y obvian-
do cualquier discusión acerca del reparto de riqueza, de la distribución pri-
maria o redistribución secundaria del ingreso.
Chávez no participaba de esos postulados neoliberales y siempre que dis-
cutía la justicia social lo hacía desde un enfoque integral, desde una visión
democratizadora de la economía, desde un horizonte de economía humanis-
ta en donde la justicia social no podía ser simplemente subsidiaria de progra-
mas económicos de caridad. Así, Chávez, sabía empapar su proyecto econó-
mico de condiciones democráticas. O, dicho de otra manera, promulgaba una
democracia de contenido económico. Chávez sabía que erradicar la pobreza
no podía ser un objetivo de segundo o tercer orden a resolver después de
alcanzar el equilibrio macroeconómico. Es por eso que anteponía el equilibrio
macrosocial como prioridad frente a cualquier cuadro macroeconómico,
siguiendo los axiomas de su visión humanista –e inspirándose, como hemos
visto, en las sugerencias y principios de académicos como Varsavsky, Matus,
Mészáros, y de políticos como Torres, Torrijos y Alvarado–. La transición solo
era posible con una política de democratización económica para mitigar el
empobrecimiento de las mayorías. Todo lo demás quedaba supeditado a este
propósito.

145 René Ramírez (2012) utiliza este término, criticando cómo la ciencia económica
dominante aborda la cuestión de la pobreza: siempre como un tema de segundo orden,
dejando de discutir la distribución de riqueza.

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En plena contienda electoral, Chávez también optó por introducir otro
debate –hasta entonces ausente por fuerza mayor–: la relación entre medios
nominales y fines reales. Chávez dejó de hablar de economía para expertos y
técnicos; evitando en todo momento apelar a la economía como una ciencia
paranormal entendida solo por eruditos de universidades supuestamente pres-
tigiosas a nivel mundial; evadía la aparente neutralidad y objetividad que
debía tener cualquier comentario o análisis económico para que se reputara
como riguroso. En el camino de las elecciones presidenciales, Chávez, sin for-
zar el discurso, procuró hacer de la economía algo cercano y próximo, tan
cotidiano como su efecto en la vida de los ciudadanos. Para él no podía per-
sistir la disociación entre el impacto económico en las condiciones sociales del
pueblo venezolano y la competencia (exclusiva) para discutir sobre temas eco-
nómicos. Solo rompiendo esta disociación, cerrando esta distancia entre esos
campos paralelos y aparentemente incomunicados, solo así podía pensarse en
otra economía posible. La economía, según el discurso del candidato del
MVR, no podía restringirse a una discusión procedimental, como había suce-
dido con la democracia ilusoria del puntofijismo. La economía era una preo-
cupación del pueblo, y como tal debía ser concebida; se trataba de una cien-
cia social que requería la opinión de la sociedad. Por eso, cada vez que tenía
ocasión, Chávez manifestaba que contaba con el apoyo de técnicos en mate-
ria económica, pero que a fin de cuentas la economía es política, y solo con
voluntad y determinación política se podía transformar económicamente un
país. La economía política para Chávez siempre era el lugar desde donde se
postulaban objetivos, se hacían interpretaciones y análisis, se problematizaban
situaciones complejas y muchas veces contradictorias.
Al empeño de Chávez por buscar sencillez y claridad en su pedagogía eco-
nómica, muchos opositores le llamaron “populismo”, aprovechando la co-
rriente de opinión peyorativa existente sobre este término en muchos lugares
del mundo.146 Sin embargo, nada decían estas matrices de opinión, hegemó-
nicas en la academia y en los medios de comunicación, acerca de la economía
del fraude que ejercían aquellos que alejaban al pueblo venezolano de cual-
quier discusión de la economía. Chávez quiso poner al derecho esa corriente
dominante de economía al revés. “Al pan, pan, y al vino, vino”: esa era segura-
mente la consigna de Chávez en materia económica. Si había que afirmar que

146 Para entender mejor el concepto de “populismo” desde el sentido de construcción


de hegemonía, sin caer en la connotación peyorativa procedente del mainstream, leer a
Laclau (2005) y Errejón (2012).

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el objetivo principal estaba por encima de cualquier otro, lo decía sin buscar
subterfugios técnicos. En contraste, desde el neoliberalismo siempre se hacía
hasta lo imposible por esconder tras discusiones técnicas las verdaderas inten-
ciones políticas. Por ello, el debate se centraba en los medios y no en los fines,
hasta tal punto que los propios medios acababan convirtiéndose en fines.
Alcanzar una determinada cifra del déficit público, o de tasa de interés o
deuda pública, se convertía en objetivo sin discusión, a pesar de que real-
mente estas variables nominales eran partes de un cuadro situacional macro-
económico-macrosocial más complicado.
A contracorriente, Chávez dio la vuelta a esta discusión, e invirtió el
orden: primero, presentar con nitidez cuáles eran los verdaderos objetivos en
la economía real, la economía tangible que afecta a los ciudadanos; y luego,
en segundo orden, discutir acerca de los mecanismos, viejos y nuevos, que se
pueden emplear para alcanzar los objetivos trazados. Jamás, según la pro-
puesta económica de Chávez, podía subordinarse lo primero a lo segundo.
Esto es, no se podía perseguir el control del déficit presupuestario sin antes
resolver el déficit social. No era justo controlar antes la inflación si previa-
mente no se había mejorado la capacidad para aumentar los ingresos. ¿De qué
podría servir una situación de inflación controlada si los salarios eran bajísi-
mos e insuficientes para comprar? ¿Para qué pagar la deuda con acreedores
internacionales si el endeudamiento social seguía creciendo? ¿Para qué au-
mentar las exportaciones de petróleo si su ingreso retornaba al exterior en
forma de remesas de utilidades netas a favor de empresas privadas? ¿Por qué
decir que se debían bajar los impuestos si son necesarios esos ingresos públi-
cos obtenidos mediante pagos de los que más tienen a favor de los que menos
tienen? ¿Qué sentido tenía discutir la tasa de interés antes de buscar la mane-
ra de satisfacer las necesidades básicas de las mayorías de los venezolanos?
Todas estas preguntas perturbaban las reglas de juego del debate económico
impuestas en pleno apogeo neoliberal. Chávez era muy ágil en identificar los
objetivos políticos verdaderos de su proyecto económico. En vez de entrar en
el debate de los mandamientos neoliberales, sacralizados por todos los orga-
nismos internacionales y los poderes económicos privados, prefería decantar
la disputa económica a partir de preguntas inteligibles para todos. No solo era
mera táctica electoral, sino que se marcaba así el rumbo estratégico asumido
en todos los documentos programáticos del MVR, en materia política y eco-
nómica.
Esta nueva forma de presentar la economía, haciendo continuamente
pedagogía, era tildada de populismo económico por quienes no consideraban

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el derecho del pueblo venezolano a entender cuestiones económicas. Chávez,
durante todo ese período electoral, hablaba directamente con su pueblo desde
su condición de pueblo, y así lo tradujo también en la arena económica aun-
que esto no estuviera recogido en ningún manual de campaña política con-
vencional. Solo con un relato directo y claro en lo económico, identificando
las grandes metas, se podía comunicar con el pueblo sin necesidad de pasar
por códigos ilegibles propios de la economía postpolítica neoliberal.
Chávez fue venciendo políticamente el pulso a consultoras, institutos eco-
nómicos, expertos en la materia venidos de universidades extranjeras, directo-
res de organismos económicos internacionales. El candidato presidencial del
MVR comenzó a entenderse con su pueblo sorteando toda suerte de incesan-
tes interferencias. Por eso, aunque Chávez durante esta primera campaña no
hablaba de socialismo económico, ni de comunismo ni Estado comunal –sal-
vo alguna pequeña referencia en la AAB, pero en tono menor–, todos se per-
cataban de que su propuesta económica era distinta a la hegemónica.
Sin plantear un proyecto rupturista con el capitalismo, Chávez proponía
una salida de la economía neoliberal. Rechazar al neoliberalismo era, en parte,
rechazar al capitalismo, aunque Chávez no se declarara socialista, ni comu-
nista. Seguramente en esos años el pensamiento económico de Chávez aún no
transitaba hacia ese estadio, porque su mirada, como se ha dicho anterior-
mente, estaba más encaminada en una economía humanista, nacional, popu-
lar, desarrollista, bolivariana, y vigorosamente antineoliberal; y se hallaba en
plena construcción de un paradigma económico propio, sui generis, sin ata-
duras, ni etiquetas, ni recetas. La propuesta económica de Chávez se iba a ir
escribiendo con sus influencias y vivencias, pero sin esquemas predefinidos.
El pensamiento económico de Hugo Chávez en la temporada electoral seguía
en formación.
Nunca caía en la tentación de profundizar o extenderse demasiado en
explicaciones técnicas en debates pretendidos por los medios hegemónicos
con el objetivo de presentarlo como el demonio que ahuyentaría al capital
extranjero. Pero Chávez no era un hombre del sistema, y su propuesta econo-
mía tampoco había sido copiada de la biblia neoliberal. No tenía asesores pro-
venientes de las instituciones dominantes. A veces, frente a continuos ataques,
el candidato del MVR optaba por regates zigzagueante frente a cuestiones
delicadas, pero sin renunciar jamás a resaltar sus grandes objetivos histórico-
estratégicos. Era cuestión de desempeñarse con flexibilidad táctica (electoral)
para no echar por tierra todo lo acumulado en apoyo popular hasta entonces.
Por ello, Chávez impulsó su campaña electoral de manera diferente a

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como lo había hecho la izquierda hasta el momento, con un discurso ruptu-
rista pero buscando el apoyo de la mayoría social, introduciendo un mensaje
de cuestionamiento frontal al sistema constituido, al orden económico esta-
blecido. Para Chávez la construcción de mayorías tenía que estar basada en un
relato de mayorías, aunque esto no quisiera decir que no supiera manejar los
debates técnicos también para una minoría especializada. Esta fue la confu-
sión habitual para quienes suponían que Chávez era solo un showman o algún
gracioso que se atrevía a hacer o decir en una tarima lo mismo que hacía o
decía el pueblo. Pero Chávez no fue jamás ignorante en materia económica;
como hemos revisado en capítulos anteriores, había leído mucho sobre el
asunto en la academia militar, durante sus estudios de maestría en políticas
públicas, y como autodidacta en los años de nomadismo militar, en la cárcel
de Yare y fuera de ella. Había aprendido y aprehendido de muchos autores,
había profundizado en aquellos que más le interesaban, y había logrado rode-
arse de economistas brillantes de la izquierda venezolana, y también de Amé-
rica Latina y el mundo. Chávez conocía los entresijos de las ciencias econó-
micas: había aprendido a interpretar correctamente el funcionamiento meta-
bólico del modelo capitalista neoliberal, identificando sus causas sistémicas y
sus efectos coyunturales y estructurales. Sin embargo, consideraba vital que su
discurso económico se fundamentara sobre la base cultural de las mayorías,
sin renunciar en ningún momento –menos durante la campaña, a pesar de
que los tiempos apremiaban– a enseñar pedagógicamente las dificultades de
muchos problemas económicos. Así iba avanzando en campaña el candidato
del MVR, con un fresco y renovado discurso económico dirigido a las mayo-
rías, sin carecer de rigurosidad en cada propuesta.
Chávez sabía conducir el debate desde su terreno económico: escogía las
respuestas evitando introducirse en bucles tecnocráticos, y pasaba continua-
mente a la discusión de horizontes estratégicos, cuestionando el método o
modelo en su totalidad. El no al neoliberalismo era una apuesta atrevida en
una era neoliberal a nivel regional y mundial. Pero Chávez sabía demonizar
simbólicamente al neoliberalismo como el responsable de todos los males que
acontecían en Venezuela en ese momento histórico. Lo asociaba con la falta
de democracia en ese período decadente del puntofijismo.
No era fácil hacer este salto mortal a partir de una narrativa económica
recién inventada, a partir del caudal acumulado en su cada vez más consis-
tente pensamiento económico. Esto no quiere decir que Chávez fuera unifor-
me y homogéneo, todo lo contrario. Su pensamiento económico era muy
heterogéneo y variado, valiosamente impuro por no adoptar en exclusividad

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ninguna fuente teórica del pasado. Venezuela, la región latinoamericana y el
mundo tenían características únicas en ese momento histórico, y por tanto la
respuesta o propuesta económica para salir de ese laberinto también debía ser
propia. Las condiciones objetivas y subjetivas, en lo económico, parecían estar
maduras para el cambio. Chávez supo interpretarlas, y no descansaba ni un
segundo para repetir que su propuesta consistía en una alternativa al pasado
reciente.
La situación económica de Venezuela en el momento de la cita electoral
de diciembre de 1998 era calamitosa, después de décadas de política econó-
mica neoliberal. Eran años en los que uno u otro partido, se llamara su líder
Rafael Caldera o Carlos Andrés Pérez o cualquier otro, aplicaban la misma
política económica, sin distinciones. Por debajo de nombres rimbombantes,
como El Gran Viraje (VIII Plan de la Nación, 1990-1994, propuesto por el
gobierno de Pérez) o Agenda Venezuela (programa económico 1996-1998
emprendido por el gobierno de Caldera), la política económica seguía la
secuencia marcada por el neoliberalismo mundial. Sin embargo, los cambios
prometidos no se hicieron realidad, y las políticas económicas presentaban
paupérrimas cifras, tanto en materia económica como social:147

a) Solo el 25% de los trabajadores cotizaban a la seguridad social.


b) El salario medio era solo un 20% mayor que el reducido salario míni-
mo.
c) Los salarios reales en 1998 eran el 56,8% respecto a los de 1990.
d) El 20% de los hogares no tenían ingresos fijos.
e) Entre 1990-1998, el 70% de los puestos de trabajo creados fueron en el
sector informal.
f) El desempleo femenino era del 25%, con un empleo informal del 50%.
g) En promedio, el PIB per cápita se había mantenido constante (creci-
miento 0%) durante los años noventa (y un 75% por debajo del PIB per
cápita de 1977).
h) El 50% de los hogares no recibía agua potable diariamente.
i) El 89% de los niños entre 4 y 15 años estaban en situación de pobreza.
j) La tasa de pobreza en 1980 era del 22%, mientras que a fines de los
noventa ya estaba entre el 54% y 70%. La pobreza extrema en 1998
estaba próxima al 40%.148

147 En los artículos de Torres y Montero (2004) y Torres (2006) se puede observar el
complejo escenario justo antes que llegara Chávez a ser Presidente.

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k) Venezuela era en ese momento el tercer país más desigual del mundo; en
el año 1997, el 30% de los hogares más ricos disfrutaban del 61,3% de
la riqueza; entre 1975 y 1997 la clase media venezolana se redujo del
56,9% al 31,3% (Márquez y Piñango, 2003).
l) La recaudación del impuesto sobre la renta era solo del 0,2% del PIB.
m) La formación bruta de capital privado, que en 1978 representaba el 24%
del PIB, bajó al 8% en 1998; y la pública pasó del 18% al 9% en el
mismo período.
n) En 1998 la dependencia importadora era de tal magnitud que se com-
praba afuera de Venezuela el 70% del consumo de alimentos del país.
o) Se calcula que entre 1974 y 1998 las empresas y las personas más ricas
de Venezuela evadieron entre 80.000 y 100.000 millones de dólares.
p) La renta de los trabajadores solo representaban el 35% del total de renta
declarada del país.149
q) El consumo real per cápita había bajado un 25% en los últimos veinte
años.150
r) Los ingresos petroleros pasaron de un 18,3% del PIB en 1991, al 3,9%
en 1999, lo cual colocó a Venezuela como el octavo país productor de
petróleo. El ingreso petrolero por persona cayó de 310 dólares en 1994
a 225 dólares en 1998; en el período 1990-1998, la producción petro-
lera aumentó en 50%, mientras sus costos de producción lo hicieron en
un 175%.
s) El 30% del gasto del Gobierno Central se destinaba al pago de la deuda
pública.
t) Los precios seguían aumentando de manera sostenida. La inflación pro-
medio en los últimos veinte años fue del 44% anual; en el período 1989-
1998, los precios crecieron a una tasa promedio anual del 53%.
u) Uno de cada tres niños escolarizados dejaba la escuela antes de terminar
y la mortalidad infantil era de las más elevadas de la región.

148 Por ejemplo, en el año 1994 la pobreza en Venezuela afectaba al 60% de la pobla-
ción.
149 Este dato siempre tiene que estar atenuado por el comportamiento evasivo del capi-
tal de las grandes empresas.
150 Este dato es siempre un valor promedio, que esconde la distribución desigual del
consumo, de tal manera que el consumo de las clases empobrecidas bajó mucho más que
ese porcentaje –porque este promedio se explica por el consumo de la población más enri-
quecida–.

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v) El 5% de los propietarios de la tierra eran dueños del 75% de la misma;
por el contrario, el 75% de los propietarios más pequeños eran dueños
únicamente del 6% de las tierras.
w) En el período 1983-1998, la devaluación promedio anual fue del 795%.
x) En 1995 el gasto social en relación con el PIB se situó alrededor del
7,6%.
y) El gasto público en salud había bajado a mediados de la década en rela-
ción con 1990. En 1999 había 194 médicos por cada 100.000 habitan-
tes, y existía un 20% de enfermedades crónicas sin control.
z) El presupuesto dedicado a la educación en 1999 fue el 2,9% del PIB

Este abecedario de efectos del neoliberalismo era más evidente que cual-
quier intento tecnocrático neoliberal por buscar llevar la discusión económi-
ca a una esfera paranormal. El mayor endeudamiento social venía acompaña-
do de un cuadro macroeconómico paupérrimo en términos cuantitativos. Ni
un economista ortodoxo daría por bueno el análisis de coyuntura económica
de Venezuela en 1998, que se podía sintetizar en: 1) baja sustancial del ingre-
so petrolero de exportación; 2) fracaso del modelo sustitutivo de importacio-
nes; 3) desequilibrio en la balanza de pagos; 4) incremento de la deuda exter-
na y agotamiento de las reservas internacionales; 5) aceleración inflacionaria
y encarecimiento desmedido del costo de vida; 6) devaluación continua del
bolívar, con la concomitante dolarización de la economía; 7) decrecimiento
de la actividad productiva de la nación; 8) desajuste del Producto Interno
Bruto y disparidad intersectorial de productividad; 9) crisis de financiamien-
to de la gestión económica y social del Estado; y 10) liberación de precios y
eliminación de subsidios (Atehortúa Cruz y Rojas Rivera, 2005).
Este era el verdadero decálogo económico llegado de Washington. Esta
situación explica por qué Chávez se oponía en todo al modelo neoliberal exis-
tente en Venezuela, sin excepciones. No tenía necesidad de buscar ninguna
enmienda parcial, sino que optaba por cuestionar en su totalidad a un mode-
lo que tenía resultados negativos en lo social, lo económico, lo político. Pero
para que esta oposición fuese creíble resultaba vital que su discurso económi-
co se centrara en responsabilizar al capitalismo salvaje, esto es, al neoliberalis-
mo; y además, ratificase que con este diagnóstico, de enfermedad social y eco-
nómica en fase terminal, no podría haber una democracia real.
Pero Chávez también conocía que si bien esta situación tan alarmante
derivada del modelo neoliberal le era favorable para presentar una alternativa
por fuera del orden establecido y conseguir un amplio apoyo popular, a la vez,

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este mismo escenario adverso podía tener un efecto boomerang inmediato en
el corto plazo. Porque pagar la deuda social no iba a ser una operación senci-
lla. Las expectativas en Chávez crecían al mismo tiempo que alzaba su voz
contra ese modelo económico neoliberal no democrático. Sin embargo, el
aumento del respaldo y la esperanza podía convertirse en un círculo vicioso si
no se resolvía lo antes posible la situación social tan desfavorable para la
mayoría del pueblo venezolano.
Considerando estas contradicciones intertemporales, Chávez presentaba
una propuesta económica de transición, en fases, para salir de la situación
catastrófica por la acumulación de crisis no resueltas en las últimas décadas en
la política y en la economía en el país. El candidato del MVR seguía insis-
tiendo en que no podía haber respuestas parciales a un problema de calado
estructural. La transición era indispensable en la propuesta económica de
Chávez, presentada como un proceso planificado por etapas para que el pro-
ceso de transición se convirtiera en un proyecto de transición. Dentro del siste-
ma vigente no cabía ninguna posibilidad de absorber reformas que modifica-
ran el injusto patrón de acumulación, y por tanto, frente a ello, solo debería
pensarse en una ambiciosa transición a partir de grandes decisiones secuen-
ciales, que siempre habrían de mutar en el tiempo y en el espacio (por ello se
llama de transición). Desde ese momento, Chávez adoptó una estrategia eta-
pista porque tal como había sucedido con otros procesos revolucionarios exi-
tosos, todos nacieron de necesidades concretas, y desde esa base fueron pro-
gresivamente tomando sus propios rumbos. Para Chávez, cualquier proceso
revolucionario, per se, solo podría existir si se iba construyendo por etapas, en
dinámica transición, sin ser doctrinario desde su nacimiento evitando así
tener límites desde su fundación.
Para la campaña de 1998, se había conformado el Polo Patriótico como
frente/alianza de distintos partidos de izquierda, con el MVR a la cabeza y
con Chávez como candidato presidencial. El Polo presentaba un programa
electoral de gobierno denominado La propuesta de Hugo Chávez para trans-
formar Venezuela: Una revolución democrática (Ministerio Planificación y
Desarrollo, 1999). Se trataba de una revolución democrática basada en los
siguientes pilares: 1) polo macropolítico, orientado a la reforma constituyen-
te; 2) polo de desconcentración territorial; 3) polo del desarrollo humano
para lograr el equilibrio social; 4) polo de la transformación productiva para
el equilibrio económico, haciendo énfasis en la disciplina macroeconómica; y
5) polo de la visión internacional y geopolítica del proyecto. Estos cinco polos
eran la base sobre la que cimentar el nuevo proyecto de transición. Resulta

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fácil criticar, como hizo buena parte de la academia, la ausencia de un hori-
zonte específico luego de la transición. La economía, que es pensada desde la
política, exige un tempo virtuoso para ir eligiendo cada objetivo en cada etapa.
Tal era la envergadura y magnitud del desastre del que se quería resurgir y
emerger, que el proyecto de transición era un proyecto estratégico en sí
mismo. En consecuencia, el planteamiento obedecía a la necesidad imperiosa
de una profunda transformación estructural de la economía venezolana, “la
cual se desarrollará en el marco de la V República emanada del proceso cons-
tituyente”. El escenario económico caracterizado por la concentración y la
monoproducción debía ceder el paso a una economía humanista, autogestio-
naria y competitiva, desarrollista en una fase básica, y con estrategia regional
de inserción internacional.
Con el objetivo de seguir profundizando en la conformación dinámica del
pensamiento económico de Chávez, es fundamental dedicar las próximas
páginas al análisis pormenorizado del programa electoral en materia econó-
mica. A pesar de que este documento recoge los planteamientos programáti-
cos de un movimiento político, se puede identificar la redacción de Chávez
en cada propuesta, porque era él quien venía desde hace años trabajando en
este gran proyecto económico y político. Tal como afirma Francisco Rodrí-
guez, “a diferencia del caso de partidos políticos establecidos, la rápida cons-
titución del Movimiento V República en un momento electoral hizo relativa-
mente difícil que existiera dentro de este partido una discusión programática
profunda de la cual emergiera una doctrina del partido. Adicionalmente,
tanto en el caso del MVR como en el caso de otros partidos políticos que inte-
graron el Polo Patriótico, su fuerza para imponer un planteamiento progra-
mático por encima del planteamiento del mismo Chávez era relativamente
baja. En otras palabras, es relativamente fácil argumentar que, dada la natu-
raleza de la relación entre estos movimientos políticos y su candidato presi-
dencial, lo relevante no es el pensamiento económico del chavismo sino el
pensamiento económico del mismo Chávez” (Rodríguez, 2003). Esto no
quiere decir que el documento programático electoral estuviera redactado
exclusivamente por Chávez. Más bien se trata de entender cómo su pensa-
miento, con su peso propio, se estaba conformando dinámicamente a partir
de ideas, experiencias, lecturas, análisis y muchas influencias a lo largo del
camino hasta llegar a la presidencia. La interacción constante de Chávez con
su entorno, con el pueblo, con muchas personas que pasaron y/o se quedaron
junto a él, todo ello tiene como fruto, en este momento previo a las eleccio-
nes, un documento programático que mostraba notoriamente aquellas ideas

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que Chávez había ido construyendo hasta el momento como proyecto eco-
nómico de transición. De hecho, esta propuesta económica fue elaborada por
Chávez acompañado por su equipo económico, que estaba conformado, entre
otros, por el conocido Jorge Giordani, por Francisco Mieres,151 Aldina Basti-
das,152 J. J. Montilla,153 Jorge Pérez Mancebo.154
Esta propuesta de cambio de modelo económico, preparada para la con-
tienda electoral, ha de ser analizada en este contexto. Esto es, desde la bús-
queda armoniosa para proponer un nuevo rumbo estratégico al mismo tiem-
po que suficientemente inteligente para que en lo táctico también obtuviera
apoyo mayoritario. La táctica, en esos momentos, no era una cuestión de
segundo orden. La disputa primera era electoral, para luego seguir disputan-
do desde el gobierno la política y la economía. La propuesta electoral que se
analiza a continuación parte de esta premisa táctica, sin perder de vista el

151 Francisco Mieres es un economista venezolano experto en temas petroleros, que


había tenido mucha influencia en la elaboración del programa económico de Chávez de cara
a las elecciones. Mieres estuvo viviendo en Polonia, donde entra en contacto con maestros
de la talla de Oskar Lange y Kalecki. Recibió influencias del pensamiento marxista crítico,
que le permiten ir madurando su visión propia del socialismo, crítica tanto de la socialde-
mocracia reformista como de la hipertrofia burocrática en el socialismo “realmente existen-
te”. Planteará una crítica de lo que denomina el “socialismo desarrollista” y una revisión del
concepto de subdesarrollo desde una perspectiva ecológica. Siempre tuvo presente una pers-
pectiva geoestratégica latinoamericanista y defensora del protagonismo emancipador de los
pueblos del Sur.
152 Economista egresada de la UCV. Desde su juventud fue militante del Partido
Comunista de Venezuela, integrando una Unidad Táctica de Combate del grupo guerrille-
ro Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, que desató la lucha armada en Venezuela entre
1960 y 1969. Posteriormente, fue nombrada vicepresidenta ejecutiva de la República desde
el 24 de diciembre de 2000 hasta el 13 de enero de 2002. Ese año le fue encargada la car-
tera de Producción y Comercio, y a principios de 2003 asumió como uno de los cinco
miembros de la Comisión de Administración de Divisas. A finales del 2004 regresa al Banco
Interamericano de Desarrollo, a la silla de Panamá y Venezuela, como Directora Ejecutiva.
153 Profesor titular de veterinaria en la UCV. Entre 1999 y 2000 fue ministro de Agri-
cultura y luego de Producción y Comercio. El año 2000 es enviado a Beijing para estar al
frente de la delegación diplomática venezolana en territorio asiático, donde permaneció
como embajador hasta el 2002. Antes había ejercido con gran éxito la gerencia del Conse-
jo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV. Falleció en el 2011.
154 Economista de la UCV, ex director de su Escuela de Economía. También fue pre-
sidente del Banco Nacional de Desarrollo de Venezuela, y vicepresidente de PDVSA Argen-
tina –estuvo enredado en el célebre caso “Antonini Wilson”–. Representante de PDVSA
ante Asociación Latinoamericana de Empresas de Petróleo y Gas. Asesor del ministro del
Poder Popular para el Comercio (2009).

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horizonte estratégico, y sin olvidar que eran años en que el neoliberalismo no
permitía tan pacíficamente que fuese elegida cualquier alternativa opuesta a
los intereses del gran capital privado. En este sentido, la propuesta también ha
de ser estudiada desde otra dimensión táctica: evitar una arremetida del capi-
tal internacional que frenase anti democráticamente cualquier victoria electo-
ral de Chávez, ahora que comenzaba a aparecer como candidato favorito. Así
ha de ser examinado este programa electoral económico, que muchos econo-
mistas han tildado de ambiguo porque no han considerado la correlación de
fuerzas políticas existente en Venezuela y a nivel mundial, y la presión que
ejercieron a la hora de la cita electoral.
La propuesta electoral de Chávez para transformar Venezuela mediante
una revolución democrática resaltaba en lo económico la importancia del
desarrollo endógeno frente a una economía crecientemente extranjerizada e
insertada internacionalmente con un fuerte grado de dependencia hacia las
exigencias del capitalismo de los países centrales. Se consideraba que existían
sectores en la economía venezolana que eran potencialmente oportunos para
forjar un modelo de desarrollo endógeno con capacidad de crear riqueza
interna, “creciendo hacia adentro” (Blanco Muñoz, 2013: 609). Esto podría
fomentar la demanda interna y así se haría más sostenible el patrón de creci-
miento, reduciendo la dependencia del exterior. Se destacaba también la nece-
sidad de impulsar “el sector de bienes de consumo esenciales, el de servicios
esenciales, y de bienes y servicios públicos”, porque estos sectores se caracte-
rizan “por una alta contribución al empleo nacional, aproximadamente un
80% de la población, y por una significativa contribución al Producto Inter-
no Bruto, mayor del 50% del total”. Estos sectores no tenían un objetivo
exportador sino más bien todo lo contrario, pues el propósito era retomar el
viejo proyecto de sustituir las importaciones, sobre todo en materia de bienes
básicos que aumentaban el grado de dependencia.
El programa electoral, que combinaba diagnóstico y propuesta, especifica-
ba que “de las necesidades alimentarias totales de Venezuela, aproximada-
mente un tercio es de producción local, un tercio se importa y el otro tercio
debe contabilizarse como hambre, desnutrición y necesidades básicas insatis-
fechas, a pesar de que somos un país con tierras de primera, recursos hídricos
y capacidad técnica y laboral, que bien pudiera satisfacer sus requerimientos
alimentarios y de producción de materias primas” (Chávez, 1998). Esta pro-
puesta económica de Chávez no ponía tanto énfasis en una etapa posterior de
industrialización, sino que se concentraba en algo más básico, en la oferta
insuficiente de los bienes básicos de consumo alimenticio de la mayoría de la

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población. El desfase productivo de orden primario cobraba mucho protago-
nismo en la propuesta económica de transición. Se razonaba que si no se resol-
vía esta fase productiva no se podía ni pensar en bienes industriales, ni tam-
poco en insertarse a nivel mundial con exportaciones de valor agregado. El
programa económico electoral presentaba claramente un orden secuencial de
prioridades que señalaban por dónde transitar hacia otro modelo económico
menos dependiente, y con menos desequilibrio de la estructura productiva en
aquello que suponía una necesidad básica para la población venezolana.
La propuesta económica de Chávez no era exactamente aquella de los teó-
ricos admiradores de los modelos de Industrialización por Sustitución de
Importaciones (ISI), de cambio de matriz productiva para crear más valor
agregado, e incluso poder destinar la nueva producción a la exportación para
mejorar los términos de intercambio. Aunque Chávez se inspiraba evidente-
mente en ese desarrollismo nacionalista, propio de la teoría de la dependen-
cia, su proyecto económico de transición buscaba adaptarse desde el primer
momento a la situación de partida de la economía venezolana y las necesida-
des básicas insatisfechas de la mayoría de su pueblo. Evitar los dogmas eco-
nómicos suponía también no copiar los principios de paradigmas teóricos que
habían tenido influencia positiva en el pensamiento económico de Chávez. El
programa electoral no quería convertirse en un nuevo intento fallido por apli-
car un modelo de sustitución de importaciones obsesionado por la industria-
lización, cuando aún no se había resuelto la base económica de consumo más
primario, en temas fundamentales de alimentación y otros servicios básicos.
Comenzar a planificar un patrón económico en busca de un cambio de matriz
productiva para generar valor agregado podía ser un gran error táctico. Iniciar
la construcción de la casa por el tejado no tenía sentido sin haber edificado
los cimientos. Chávez, de pensamiento económico autodidacta, sin ataduras
ni anclajes dogmáticos, sabía interpretar bien el orden de necesidades del
nuevo modelo económico, y por eso centraba toda su atención en el desfase
productivo relacionado con las condiciones básicas de la población. En el pro-
grama electoral económico se manifestaba que el modelo que hasta el mo-
mento existía “se orientó por un privilegio al lucro y al enriquecimiento en un
primer momento y posteriormente al mantenimiento y desarrollo de indica-
dores macroeconómicos. Todo ello en desmedro de las condiciones de vida
del venezolano, en perjuicio de las condiciones ambientales y la calidad de
vida de las comunidades que integran el país”. De esta manera, la oferta elec-
toral de Chávez en materia económica invertía la jerarquía de objetivos, y
aclaraba que todo el empeño del nuevo proyecto económico se orientaba a

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políticas sociales, pero también a políticas económicas productivas para pro-
veer bienes y servicios básicos que evitaran la dependencia importadora –que
además obligaba a una salida continua de dólares– debido a la insuficiente
oferta vigente. Esta característica distintiva del modelo económico de Chávez
de cara a las elecciones lo diferenciaba de los viejos modelos ISI de los sesen-
ta y setenta. Chávez se había inspirado en experiencias previas, pero reaco-
modaba esa política económica a la actual situación venezolana más carente
de oferta básica de bienes. Así, con propuesta propia, usaba mucho de los
planteamientos de los teóricos críticos del intercambio desigual (más concen-
trados en mejorar los patrones de intercambio a partir de exportar con mayor
valor agregado) pero con los matices necesarios para el caso venezolano. La
industrialización, para Chávez, debía venir después de la producción de ali-
mentos y servicios básicos, que constituían la gran demanda de la mayoría del
pueblo venezolano.
Una vez aclarado el orden de las cosas, Chávez defendía plenamente la
necesidad de “un sistema económico humanista que ubique al hombre como
centro de su atención y razón de ser y que permita condiciones dignas de vida,
posibilitando a los venezolanos la satisfacción de sus necesidades en corres-
pondencia con su capacidad y esfuerzo. En un modelo económico humanis-
ta, la preservación del medio ambiente en condiciones sustentables para la
biodiversidad, la garantía de condiciones de trabajo seguras, son aspectos vita-
les para la vida en comunidad. Para que esto sea posible es necesario asegurar
un nivel adecuado de ingreso real para la familia venezolana” (Chávez, 1998).
Era innegable la pugna entre una economía humanista y una economía capi-
talista por ocupar la centralidad de la política económica. Y en ella, Chávez
siempre tomaba posición a favor del humanismo.
No se puede saber con certeza si entonces Chávez tenía claro el objetivo
de superar el capitalismo. Pareciera que no, por sus documentos y alocucio-
nes. Pero en cambio resulta indudable que quería salir del laberinto neolibe-
ral, que era la instancia gestora del orden capitalista. Chávez, desde su mira-
da humanista, dio la vuelta a la matriz económica del capitalismo neoliberal
–explicada por la teoría neoclásica–, y sustituyó al capital como núcleo de la
economía concediendo la máxima importancia a las condiciones humanas del
ser humano.
Esta mirada resonaba con algunas teorías económicas contemporáneas,
como la “economía por la vida” de Hinkelammert.155 Esta vertiente teórica

155 En Hinkelammert y Mora Jiménez (2003) se puede leer una síntesis de las princi-

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considera que “la vida humana no es un proyecto específico más, sino el pro-
yecto fundamental, que hace posible todos los proyectos humanos específicos
[…]. Los problemas concretos de la exclusión de la población son vistos como
resultado de las distorsiones que sufre el Mercado; la totalización del merca-
do implica una completa subordinación de todas las dimensiones de la vida
humana al mercado, transformando la totalización del mercado en totaliza-
ción de todo el sistema social por el mercado. Todo el sistema se enfrenta
ahora a las condiciones de posibilidad de la vida humana, consideradas como
una simple ‘distorsión’. La misma libertad del hombre se transforma en una
imperfección del Mercado”. Esta visión, sin que Chávez hubiese leído a Hin-
kelammert o Max Neef,156 estaba impresa en el programa económico electo-
ral del candidato del MVR, que decidía acudir a la arista humanista para cues-
tionar el capitalismo sin necesidad de tener que rechazarlo a gritos, aunque se
oponía a lo que él denominó permanentemente “el capitalismo salvaje” o neo-
liberalismo.
El otro aspecto central del polo económico del programa electoral era la
búsqueda de un orden económico más democrático, menos concentrado e
injusto, desde la distribución primaria del ingreso. Es decir, desde el reparto
de los medios de producción, desde la matriz de agentes productores. Por ello,
el programa expresaba la necesidad de “un sistema económico autogestiona-
rio que estimule la democratización económica y las formas organizativas
alternas, como cooperativas y otros tipos de asociación, que complete el dise-
ño de una dinámica productiva interna basada en la diversificación de la pro-
ducción y que permita agregar valor a las mercancías, ahorrando divisas y
generando fuentes de empleo”. No hay duda que detrás de esta propuesta
existía el anhelo por un profundo proceso de cambio de la estructura pro-
ductiva, a favor de la creación de un nuevo sujeto económico, diferente a la
gran transnacional que representaba al capital privado internacional. No se
decía absolutamente nada acerca del Estado comunal, pero sí se avizoraba la
importancia que Chávez concedía a la incorporación del pueblo, a través de
cooperativas y otro tipo de asociaciones, en el desarrollo productivo del país.
En este punto se demostraba que el modelo económico propuesto, desde su
raíz estructural, habría de estar sustentado en una matriz democratizada de

pales características de la “economía por la vida”, que se opone a la economía mercantiliza-


da propia del modelo capitalista.
156 Otro de los autores que abordan la dimensión humanista de la economía es Man-
fred Max-Neef. Ver Max-Neef y otros (1998).

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agentes productivos. Para Chávez, importaba quién era quién en la nueva es-
tructura productiva.
Pronunciar el término “autogestionario” no era nuevo para Chávez por-
que aparecía en todos los textos en los que se abordaba cualquier cuestión
que tuviera que ver con el campo económico. De todas formas, aunque
muchos analistas hayan manifestado que Chávez se echaba atrás en el
momento electoral, hablar de sistema autogestionario en la economía era ir
mucho más allá de cualquier discusión reformista. La incorporación del
principio de la autogestión suponía ir en una dirección muy diferente al
modelo neoliberal de la defensa de las grandes fábricas mundiales de pro-
ducción controladas por el capital transnacional. El sistema económico auto-
gestionario propuesto para Venezuela, basado en pequeñas unidades produc-
tivas, era una forma de resistir a la ofensiva transnacional en el nuevo orden
productivo mundial.
Sin embargo, la propuesta económica no estaba exenta de contradicciones
ni de influencias propias de una época en pleno auge neoliberal. Chávez no
rehuía en ningún momento a la inversión extranjera como mecanismo para
aumentar el ahorro interno.157 Esta máxima neoliberal era recogida en el pro-
grama económico de Chávez, pero siempre matizada por la “subordinación al
proyecto nacional y al aumento de la productividad”, y bajo el control estric-
to público mediante “políticas y medidas restrictivas y limitadoras de la acti-
vidad de los capitales especulativos”. Chávez consideraba en ese momento la
complementariedad virtuosa entre Estado y sociedad, entre estado y mercado,
y así lo deja ver en los siguientes párrafos del programa:

1) “En los proyectos políticos de los dos últimos siglos, en procura de la


seguridad y la justicia social, las vertientes utilizadas para distribuir el pro-
ducto social han sido las autoridades centrales o el mercado. La experiencia

157 Según el texto programático electoral, “la inversión extranjera directa tendrá segu-
ridades suficientes y complementará el uso del ahorro interno. Es necesario crear un clima
jurídico y también psicológico que ofrezca confianza a los inversionistas extranjeros, desa-
rrollando la producción interna que el país no esté en condiciones de realizar por cuenta
propia, dándole prioridad al aporte tecnológico, la gerencia, la creación de empleo y el acce-
so a mercados externos. Para la diversificación del ingreso de divisas se promoverá el desa-
rrollo de los sectores con potencial competitivo. La identificación de las ventajas competiti-
vas dinámicas y su instrumentación requiere de una participación activa del Estado, crean-
do facilidades, identificando potencialidades e incluso, participando parcialmente”.

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secular indica altos grados de ineficiencia en la utilización separada o aislada
de esas vertientes. La acción complementaria del mercado y del Estado es
indispensable para el funcionamiento eficaz y progresivo de la economía. Es
lo que entendemos como la fórmula de las dos manos, donde interactúan la
mano invisible del mercado y la mano visible del Estado”.
2) “El reto del desarrollo debe ser fundamental para el Estado, especial-
mente en las circunstancias de un país donde este es poseedor de las princi-
pales riquezas, cuya distribución desigual entre la población produce depau-
peración en amplios sectores de la sociedad”.
3) “Con el objeto de garantizar el interés general de la población, el
Estado deberá cumplir su rol promotor de las actividades económicas”.
4) “Para ejercer un control democrático eficaz y transparente de la fun-
ción pública, se requiere la participación de todos los sectores de la sociedad.
Esto comprende un proceso de descentralización del Estado y de desconcen-
tración territorial a fin de acercar la función nacional, estadal y municipal a
los ciudadanos, todo lo cual se expresa en una transformación integral de la
administración, a fin de establecer mecanismos que les garanticen sus dere-
chos frente a la gestión pública”.
5) “Se promocionarán todas aquellas actividades productivas que, por
un lado, propendan a satisfacer las necesidades básicas de la población y por
el otro, permitan aumentar de manera autónoma y soberana, el grado de coo-
peración necesario de la economía nacional con la internacional”.
6) “El Estado deberá fortalecer el desempeño de la acumulación del
capital social, físico y humano del país. Para ello deberá tutelar el desarrollo
armónico de la infraestructura, vigilando sus impactos territoriales y sobre el
medio ambiente. Deberá igualmente realizar un formidable esfuerzo para
establecer sistemas de prestación de servicios públicos eficientes y de la máxi-
ma calidad posible”.
7) “Se conformará un Sistema Nacional de Planificación participativo y
democrático. Esto significa la coordinación igualitaria de los distintos secto-
res sociales, así como también la participación productiva y distributiva de los
mismos”.

De todos estos puntos, un tema central era la mencionada “fórmula de las


dos manos”, como mecanismo de complementariedad entre Estado y merca-
do. En la letra pequeña del programa Chávez dejaba claro, en sintonía con
Polanyi (1944), que el mercado podría ser útil pero siempre y cuando estu-
viese al servicio del Estado y la sociedad. Y por ende, el mercado habría de ser

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rechazado cuando se convirtiese en el amo y tuviera al hombre como sier-
vo.158
Chávez otorgaba un protagonismo al Estado muy heterodoxo respecto a
lo que venía imponiendo el neoliberalismo. No solo refutaba muchos de los
postulados del decálogo de Washington, sino que daba un paso más allá de
cualquier postura keynesiana o proveniente de la socialdemocracia europea, o
incluso de la emergente Tercera Vía de Reino Unido y de otros países en Euro-
pa. Chávez confería al Estado un rol fundamental, multifacético, en el nuevo
proyecto de transición económica: la función de planificar y ejercer la recto-
ría del modelo de desarrollo mediante la elaboración de un Plan Nacional de
Desarrollo, y además ser un ente regulador –una crítica tácita al supuesto de
que el mercado se autorregula–. Según el programa, por ejemplo en la comer-
cialización de los productos alimenticios, también debía participar el Estado
“para monitorear a fin de evitar la especulación”. Pero no solo era una cues-
tión de regular, sino que además se definía un papel productor “para las uni-
dades estatales de producción en bienes y prestación de servicios, en sus nive-
les nacionales, regionales y locales, que debían funcionar con autonomía de
gestión y eficiencia, enmarcadas en los planes y políticas del Estado”.
El Estado también tendría una importancia privilegiada en la política
energética, y más concretamente en la petrolera. Los retos más significativos
eran: conformar al “petróleo como una industria industrializadora” y diversi-
ficar las fuentes energéticas (biomasa, solar y eólica). Para ello, PDVSA debe-
ría ser el centro neurálgico del proyecto de transición económica. El primer
paso propuesto era poner punto final a la política extranjerizante de PDVSA.
La apuesta era contundente, sin lugar a dudas: “El Estado mantendrá la pro-
piedad de sus dos más importantes empresas energéticas, Petróleos de Vene-
zuela y Electrificación del Caroní, y privilegiará la estabilidad y formación de
sus trabajadores, profesionales y gerentes, cuidando que exista un adecuado
orden interno corporativo y estimulando actividades en investigación y desa-

158 Así lo ratifica en esta declaración: “El proyecto que nosotros estamos diseñando,
inventando, seguramente tiene elementos del socialismo, del capitalismo, del ser humano.
Desde ese punto de vista, por ejemplo, el modelo económico lo hemos llamado humanista,
como yo lo he explicado en diversos escenarios. Y está compuesto por tres gruesos factores:
uno es el Estado, y la necesidad de un Estado eficaz, que regule, impulse, promueva, etc. el
proceso económico; la necesidad de un mercado, pero que sea sano, donde de verdad se
cumplan relativamente las leyes de oferta y demanda, no un mercado monopolizado ni oli-
gopolizado. Y el tercer factor: el hombre, el ser humano. Por eso es que hemos hablado de
un proyecto humanista” (Blanco Muñoz, 2013: 612).

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rrollo con miras a que dichas empresas tengan una mayor y efectiva vincula-
ción con la ingeniería y las industrias venezolanas de bienes y servicios”. El
espacio para la inversión extranjera en esta materia estaba restringido a la so-
beranía nacional, por tratarse de un sector estratégico.
En la línea de lo planteado en la AAB, el modelo económico de la pro-
puesta electoral era pentasectorial: Sector I. Empresas básicas y estratégicas:
energía, empresas básicas, minería, hidroelectricidad y alta tecnología militar;
Sector II. Bienes de consumo esenciales: se compone de la industria de la
construcción, producción agrícola primaria y agroindustrial, y pequeña y
mediana industria, turismo y electricidad; Sector III. Servicios esenciales y go-
bierno: educación, salud, seguridad, recreación, etc.; Sector IV. Banca y finan-
zas: intermediación financiera, supervisada por los organismos reguladores de
esta actividad; Sector V. La gran industria: conformada fundamentalmente
por la industria exportadora, se regirá por los criterios de la demanda y ofer-
tas nacional e internacional.
Esos son los cincos sectores en orden de jerarquía, que conformaban la
base planificada para la transición estructural económica que tanto demanda-
ba Chávez en esos días antes de las elecciones.
Chávez nunca se separaba de aspectos básicos en su programa económico;
por ejemplo, la seguridad alimentaria se tornaba en un asunto de interés na-
cional. Ya se adelantaba que “se impulsará la inclusión de este principio como
norma constitucional en la nueva Carta Magna de la República de Venezue-
la y en la Ley Orgánica de Desarrollo Agrícola y Seguridad Alimentaria”. En
ese sentido, para la propuesta económica, “la agroproducción es una actividad
de primerísima importancia por su carácter de proveedora de alimentos y
materias primas, altamente empleadora y descentralizadora en términos terri-
toriales. El Estado privilegiará la agroproducción y la agroindustria, para lo
cual aplicará diversas políticas y medidas, entre las que se cuentan: preservar
las mejores tierras de vocación agrícola para el solo propósito de agroproduc-
ción; velar por el mejoramiento de las condiciones de vida y producción del
campesinado, con énfasis en la labranza conservacionista; apoyar con finan-
ciamiento adecuado a los productores y estudiar la aplicación de incentivos y
medidas de protección”.
Por otro lado, a la hora de presentar el programa económico electoral, ya
no había opción alguna de eludir la cuestión del sistema financiero, que era
la joya de la corona del capitalismo neoliberal. Chávez siempre pensó que el
sistema financiero no podía estar desconectado de la economía real, tal como
venía sucediendo en el mundo neoliberal debido a un proceso creciente de

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financiarización –de hegemonía del capital ficticio financiero–. Por ello, se-
gún el programa, “el sistema financiero debe cumplir la función de interme-
diación, transformando el ahorro en inversión productiva”. Nuevamente, la
rectoría y supervisión debía ser una función del Estado, mediante el Banco
Central, el Ministerio de Hacienda y la Superintendencia de Bancos.
En la línea que venía trazando en entrevistas y discursos públicos, Chá-
vez propugnaba una política fiscal diferente, que velara por cuidar el déficit,
pero sin obsesiones que lo concibieran como una prioridad irrenunciable; y
siempre bajo una planificación plurianual que permitiera disponer de un
horizonte temporal amplio para compensar situaciones estacionales adversas.
Este enfoque también era contrario a la meta neoliberal de superávit presu-
puestario anual, sin atender la deuda social. La política fiscal para Chávez
debía “redimensionar la política de gasto público que incluye gastos regio-
nales y municipales para atender las necesidades del desarrollo social, de
infraestructura y servicios”. Esta nueva política de inversión social se debía
financiar con una “reforma tributaria integral de carácter progresivo y orien-
tada hacia el logro del objetivo productivo nacional; los impuestos al consu-
mo serán objeto de un continuo seguimiento, procurando que en medio del
relanzamiento económico sean revisados adecuándolos a las metas distribu-
tivas del Estado”. La política impositiva propuesta buscaba ser socialmente
eficiente, esto es, combinar virtuosamente capacidad recaudatoria con justi-
cia social en el pago de impuestos. Equidad con eficacia recaudatoria como
combinación perfecta para un diseño justo para implementar impuestos en
un futuro.
Solo el hecho de “poner impuestos” resultaba revolucionario en lo econó-
mico en esos años, aunque lo más notable de la propuesta es que todo se tra-
zaba bajo criterios redistributivos tanto en la forma de obtenerlos –respetan-
do que pague más quien más tiene–, como en el destino final de esos ingre-
sos públicos –en materia de inversión social–. Por eso, a esas alturas Chávez
combinaba un cierto grado de respeto a la ortodoxia económica al garantizar
un control del déficit público –pero siempre con un horizonte plurianual–
conjuntamente con una propuesta heterodoxa acerca del rol del Estado bajo
la necesidad de una política tributaria más protagónica, más progresiva, y que
respetara los principios de justicia social. Este híbrido en lo fiscal, por un lado
ortodoxo en estabilidad del saldo presupuestario y, por otro lado, heterodoxo
por reconocer que era necesario establecer más impuestos, demuestra cómo
Chávez seguía conformando un pensamiento económico en construcción
continua, en interacción inevitable con la hegemonía dominante pero con

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personalidad propia para seguir consolidando un proyecto que, a la postre,
adquirirá progresivamente rasgos propios.
Otra preocupación de la propuesta económica electoral era cómo afrontar
monetariamente una economía venezolana que, de hecho, estaba más y más
bimonetizada; el bolívar cedía cada vez más terreno a la divisa estadouniden-
se. Por ello, Chávez defendía la necesidad de “hacer esfuerzos por reconstruir
el valor de la moneda nacional; el bolívar debe expresar en forma concreta los
recursos y potencialidades del país”. Respecto a uno de los temas más polé-
micos en política monetaria, la independencia o no del Banco Central, Chá-
vez aún cedía ante la influencia de la corriente dominante, al sostener que
había que “reforzar al Banco Central de Venezuela en su autonomía funcio-
nal, financiera y administrativa”. No obstante, a reglón seguido, esto era mati-
zado porque se consideraba imprescindible una coordinación permanente
entre la política fiscal y la monetaria, pero bajo el máximo nivel de dirección
del Estado. Así que no se puede sostener que Chávez defendía un rol autó-
nomo del Banco Central, determinado por los poderes fácticos del capitalis-
mo mundial –como sostuvieron muchos críticos–, porque justamente des-
pués de hablar de “autonomía” de dicha institución, se especificaba que ésta
estaba sujeta a la coordinación con otras políticas económicas, y siempre bajo
la tutela del Estado Central.
En cuanto a la política cambiaria, después de las múltiples devaluaciones de
las últimas décadas neoliberales, el propósito era “la estabilidad cambiaria, ya
que las fluctuaciones de nuestra moneda afectan negativamente a la población,
lo que significa una confiscación de recursos a los sectores más vulnerables”. No
se aclaraba si esto se conseguiría con tipo de cambio flexible o fijo. Aunque al
mencionar “estabilidad cambiaria”, se podría interpretar como un sistema fijo,
o en su defecto, flexible pero de flotación administrada para evitar que la
moneda fluctúe en función de operaciones de compra y venta de divisas bajo
supuestos de libre mercado.
En la misma línea de lo que ya se proponía en la AAB, la política para
afrontar la deuda pública, interna y externa, se mantuvo en este momento
electoral. De hecho, Chávez volvió a dejar claro que la política de amortiza-
ción de deuda con acreedores financieros internacionales se subordinaría a la
política de desendeudamiento social. Por ello, era requisito clave “examinar la
reestructuración de los pagos” y presentar opciones de moratoria y renegocia-
ción para evitar tener hipotecado el corto y mediano plazo por deudas del
pasado. No era el momento de decir al mundo que la deuda ilegítima no se
pagaría, pero sí se dejaba claro que los pagos se supeditarían a la gran deuda

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social que afectaba directamente a la población venezolana.
Es importante resaltar que en la propuesta electoral del MVR uno de los
rasgos más adelantados a su época era la visión bolivariana de Chávez en
materia económica, que entendía que cualquier transformación nacional
exigía una reinserción internacional diferente. La relación revolución inter-
na-revolución externa siempre fue un tándem en el pensamiento económi-
co chavista. La propuesta económica vislumbraba una política comercial
bajo principios diferentes a los establecidos por los organismos multilatera-
les de comercio (como la OMC). Para Chávez, las nuevas relaciones comer-
ciales debían regirse por el principio de reciprocidad, equidad y justicia
social internacionales. El objetivo final de esa política económica exterior
era ganar soberanía, reduciendo paulatinamente las cadenas de dependencia
y, en consecuencia, protegerse de vulnerabilidades externas. Sin embargo,
siempre se dejaba claro que “en ningún momento hay un planteamiento de
separación de la economía global; el proyecto nuestro no es autárquico”.
El guiño de Chávez a la región latinoamericana era constante, a pesar de
que en esos años imperaba una lógica económica internacional dominante
basada en que un país periférico debe ser dependiente de la dinámica de los
países centrales, sin apenas relacionarse con el resto de países periféricos. Por
el contrario, Chávez, con fuerte sesgo bolivariano, manifestaba ya desde su
programa electoral que la política económica exterior había de tener “en cuen-
ta igualmente la vocación histórica de Venezuela hacia América Latina y el
Caribe. Los esfuerzos de integración que se cumplen en América Latina con-
tarán con nuestro firme apoyo, por cuanto es imprescindible que en el actual
escenario mundial, los países con menor grado de desarrollo hagamos causa
común. El ideal de integración bolivariana tiene en el mundo contemporáneo
su máxima vigencia. Venezuela tiene una posición geoestratégica privilegiada
como punto de encuentro entre el Pacto Andino, Mercosur y el Caricom, lo
cual determina nuestra fortaleza como centro de una dinámica integradora y
de complementación económica en el ámbito regional”. Esta propuesta eco-
nómica de Chávez situaba a América Latina en el epicentro de la reinserción
económica internacional. El bolivarianismo económico iba a constituirse en
un rasgo de identidad característico del proyecto de Chávez.
Chávez se anticipó a los tiempos actuales, de transición geoeconómica
hacia un mundo multipolar, al sugerir desde su propuesta económica boli-
variana que Venezuela únicamente podría salir del laberinto neoliberal en
alianza y máxima sintonía con un nuevo polo económico y político localiza-
do en la región latinoamericana. La reivindicación de la soberanía venezola-

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na frente al asalto de las transnacionales solo podría conseguirse con alianzas
transnacionales de otra índole. Es decir, mediante la creación de un nuevo
polo económico regional, sólido y vigoroso, que permitiese acuerdos más allá
del interés privado de la tasa de ganancia del capital. La clave de este boliva-
rianismo económico es que actualiza a Bolívar para entrar en el siglo XXI, rea-
comodando el espíritu del libertador a las complejidades de nuevos tiempos.

Con ese programa en mano, Chávez afrontó las elecciones de 1998. Había
logrado aglutinar en torno suyo no solo al MVR, sino también a un grupo de
partidos de izquierda que solo habían obtenido una votación marginal en
elecciones pasadas. Algunos por simpatía sincera, y otros, por calcular que
podrían intercambiar el apoyo del momento por cuotas de poder si salían vic-
toriosos en el futuro próximo, se habían decidido a conformar el Polo Patrió-
tico que había diseñado Chávez como instrumento político electoral.
Por otra parte, los representantes del puntofijismo, conociendo las encues-
tas que confirmaban a Chávez como virtual ganador, buscaron la fórmula par-
tidocrática para remediar lo que parecía el fin del Pacto. COPEI y AD bus-
caron una alianza de candidato único para no dividir votos frente al caudal
chavista. El candidato acordado por el bipartidismo era Henrique Salas
Römer, que había sido propuesto por un partido regional y ya había anun-
ciado antes su candidatura independiente a la presidencia.159 El decadente
puntofijismo jugaba así una última carta desesperada para mantener una rea-
lidad que se caía por su propio peso.
Mientras tanto, Chávez parecía dirigirse a una victoria segura. Desde que
salió de la cárcel no había parado de recibir apoyos de gran parte del pueblo
venezolano. Llegó a recorrer cinco veces el país para explicar con sencillez qué
era aquello que no quería nunca jamás para Venezuela, al mismo tiempo que
ponía encima de la mesa nuevas preguntas con nuevas respuestas, nuevos
horizontes, nuevas categorías.160 Su discurso adquiría un poder de convoca-

159 Henrique Salas Römer ingresó a la vida política en las elecciones de 1983, al ser ele-
gido como congresista independiente, cargo para el cual es reelecto cinco años después. A
inicios de 1998 es elegido presidente de la Comisión Permanente de Asuntos Vecinales. Fue
propuesto como presidente para las elecciones 1998 en el contexto de los procesos de des-
centralización que se habían producido en el país en los últimos años.
160 Así lo explica Chávez en la entrevista concedida a Rangel 48 horas antes de la cita
electoral del 6 diciembre de 1998: “Le di cinco vueltas a Venezuela, en vehículo, a pie, cami-
nando por los barrios, y lo recuerdo el país, vigilado, perseguido, vilipendiado, pero con una
visión estratégica” (Rangel, 2013: 220).

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toria inusitado. Hacía intervenciones, con infinitos cambios de ritmo, con un
manejo perspicaz del lenguaje, capaz de introducir citas expertas al mismo
tiempo que se refería a la vida cotidiana de esa mayoría popular excluida hasta
entonces.
Chávez hablaba como político en mayúsculas; como si se hubiese entrena-
do toda la vida para este momento de máxima exposición pública, en entre-
vistas o en contacto directo con el público en los infinitos mítines a lo largo
de todo el territorio venezolano. Chávez hablaba como pueblo, sin necesidad
de fingir; conocía por experiencia propia la retórica popular, y sabía qué pue-
blo lo acompañaba. No necesitaba disfraz ni caretas, ni ninguna performance
electoral. Parloteaba ininterrumpidamente, sin que nadie pestañease. Siempre
lograba traducir con la mayor simpleza cualquier aspecto complejo de la vida
política y económica. Por ejemplo, cuando tenía que abordar la complejidad
del término “transición”, entonces, lo explicaba así: “tenemos que alcanzar
transición de ese fin a este inicio”. Buscaba resaltar la urgencia de otra pro-
puesta económica que pusiera punto final a las décadas pérdidas neoliberales,
que solo habían traído endeudamiento social y menoscabo de la soberanía del
país. Chávez sabía que su propuesta política era también una propuesta eco-
nómica, y como tal la explicaba, haciendo entender que Venezuela no tenía
que seguir obedeciendo al capital transnacional. La única obligación del
gobierno venezolano era obedecer a las necesidades de su pueblo, y por eso
hablaba del proyecto económico de transición, para ir rápidamente hacia otro
estadio económico, político y social, que cerrara las puertas a las recetas neo-
liberales, que habían llevado a la situación catastrófica que padecía el país.
Chávez proponía salir del laberinto neoliberal, como dijera desde la prisión en
Yare. Para ello planteaba democratizar la economía, en vez de seguir apunta-
lando un modelo de acumulación que concentra la riqueza en muy pocas
manos a costa de la mayoría. La patria solo podría renacer cuando recupera-
ra su soberanía; la economía solo es economía cuando es economía política;
el humanismo habría de constituir la piedra angular de cualquier propuesta
económica; lo urgente era la deuda social en vez de la deuda financiera con
los acreedores internacionales; el bolivarianismo era la mejor forma de rela-
cionarse económicamente a nivel internacional.
El candidato del MVR no creía en milagros.161 Solo confiaba en la nece-

161 “No hay milagros posibles, el pueblo lo sabe; el pueblo tiene conciencia” (Rangel,
2013: 228).

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sidad de tener el máximo respaldo para comenzar a implementar un proyec-
to político y económico de transición en el corto plazo, capaz de resolver los
problemas sociales y económicos de la mayoría. Para luego, en fases posterio-
res, impulsar una transformación estructural en continuo movimiento hasta
alcanzar un punto de no retorno.
Chávez consideraba también que las elecciones de 1998 eran la única
oportunidad real para ser Presidente; de no ganar esa batalla electoral el ries-
go era convertirse en una pieza más del viejo sistema. “Si no logramos trans-
formar el cuadro de fuerzas que compone el sistema y en consecuencia el sis-
tema mismo, yo terminaré siendo una frustración más. Quedaré encadenado
por el sistema. Este es un riesgo que hemos aceptado” (Blanco Muñoz, 1998:
603). Esta declaración, de todo o nada, es como Chávez siempre afrontó la
vida y la política: con cálculos y planificación, pero asumiendo el riesgo de
perder cuando se apuesta a ganar. Con un mensaje presidencialista, pero sin
parecerse a ningún presidente del pasado, se iba acercando al momento final
de enterrar el puntofijismo, para dar a luz a una Venezuela que llevaba años
preñada –tal como Chávez gritaba en sus mítines aludiendo a las canciones de
Alí Primera–.
El 6 de diciembre el Polo Patriótico ganó las elecciones con el 56,20% de
los votos, dieciséis puntos por encima del candidato opositor, que no llegaba
al 40%. La democracia aparente del puntofijismo daba paso, después de casi
medio siglo, a una democracia real: representativa, participativa, económica,
social y protagónica. Los rectores de una economía de los de arriba cedían el
turno a otra economía posible, la economía humanista, popular, nacional y
desarrollista, antineoliberal y bolivariana, propuesta por el presidente Chávez.
Su por ahora se convertía en ahora es cuando.

3.4. La economía desde primera hora: Discurso de asunción como


Presidente (1999)

La oposición contaba con el vigente sistema institucional constituido, con la


maquinaria de votos de la partidocracia (COPEI y AD), con la prensa con-
servadora hegemónica en Venezuela y en el mundo, con encuestas falseadas,
con una campaña electoral basada en el miedo,162 y con su modelo capitalis-

162 Se llegaba a decir que si Chávez era Presidente te “iban a robar tu casa”.

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ta neoliberal a su favor; pero con todo eso, no pudieron ganar las elecciones
de 1998. A pesar de todos esos contras, fue Chávez quien las ganó porque te-
nía algo más importante a su favor: el pueblo. La sintonía Chávez-pueblo era
más sólida que cualquiera de los elementos en su contra. El Pacto del Punto
Fijo llegaba a su fin. Era el turno de lo nuevo, de un movimiento liderado por
un político diferente, que había prometido transitar cuanto antes desde la
situación actual hacia una nueva sociedad, con otra base política-económica.
El tiempo apremiaba porque Chávez había proclamado en la campaña
electoral que convocaría desde el primero momento una Asamblea Constitu-
yente para cambiar la arquitectura sobre la cual proyectar la nueva Venezuela.
La convocatoria no se hizo esperar. En el mismo momento de la posesión pre-
sidencial, el 2 de febrero de 1999, Chávez realizó un juramento histórico so-
bre una “moribunda Constitución”.163 Luego, en el discurso de investidura,
Chávez anunció que su primera medida era el adelanto de la firma del decre-
to que permitía convocar el referéndum para la Asamblea Constituyente: “No
voy a esperar el 15 de febrero como había dicho. No, ese es un clamor que
anda por las calles, es un clamor del pueblo. Así, dentro de pocos minutos en
el Palacio de Gobierno de Caracas, de Miraflores, juramentaré al próximo
Gabinete e inmediatamente convocaré al primer Consejo de Ministros Extra-
ordinario. Y hoy mismo, antes de salir de Palacio, al encuentro popular en Los
Próceres firmaré el decreto presidencial llamando a referéndum al pueblo
venezolano”. Chávez quería que la Constitución actual muriese al mismo
tiempo que se daba paso al nacimiento de un nuevo pacto social. Solo así, con
una renovación del pacto político, plasmada en la nueva Constitución, se
podía comenzar a transitar hacia otra economía. Chávez era plenamente cons-
ciente de que si por el contrario se proseguía bajo el amparo de la vieja Cons-
titución del puntofijismo, y su derivado entramado institucional, entonces,
cualquier política económica de cambio siempre iba a estar condenada al con-
dicionamiento de los viejos obstáculos, de las viejas reglas de juego.
Todas las miradas estaban puestas en Venezuela, con muchos interrogan-
tes acerca del destino económico del país. En la campaña, Chávez había decla-
rado la necesidad de otra economía en la que el problema humano fuese una
cuestión de Estado. Desde que se convirtió en un personaje público, desde ese

163 Sus palabras textuales fueron: “Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro
delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformacio-
nes democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada
a los nuevos tiempos. Lo juro”.

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“por ahora” del 4 de febrero de 1992, hasta el momento de recibir la banda
presidencial, Chávez había insistido en la urgencia de una nueva economía en
contra del modelo hegemónico dominante. Por eso había expectativas por ver
si las promesas del pasado no eran más que eslóganes de campaña, como así
había sucedido con tantos otros presidentes de la historia venezolana. Tam-
bién existían aquellos que tenían miedo de lo contrario, es decir, de que Chá-
vez realmente diera los decididos y valientes pasos para alterar el patrón de
acumulación, afectando sustancialmente a la tasa de ganancia privilegiada de
un reducido número de personas, que representaban al capital nacional y
transnacional en el negocio venezolano. Todas las incógnitas estaban encima
de la mesa a la hora de la verdad. Se venía el complicado arte de gobernar con
mayoría absoluta electoral pero sin mayoría en la correlación de fuerzas eco-
nómicas, y aún con fuerte preeminencia del bloque histórico hegemónico
presente en la sociedad civil, en los omnipresentes cuerpos orgánicos e ideoló-
gicos. La mayoría de votos es una condición necesaria pero no suficiente si lo
que se quiere es alcanzar una democracia real, integral, de verdad, que demo-
cratice efectivamente las relaciones sociales y económicas.
Por eso, Chávez tenía la difícil tarea de iniciar su mandato satisfaciendo las
expectativas de transformación puestas en él, en busca de un cambio radical
en el pacto político-económico-social que debería plasmarse en la nueva
Constitución; pero a la vez, procurando evitar que esta nueva propuesta pro-
vocase una sacudida por parte del poder económico que le impidiera real-
mente llevar a cabo la transición económica deseada. El nuevo orden econó-
mico tenía que ir construyéndose en fases acumulativas, planificadas, con la
secuencia virtuosa que no pusiera en riesgo el apoyo obtenido en las urnas, al
mismo tiempo que evitara el jaque mate del capital privado. Eran tiempos
para buscar, con paciencia y sosiego, y con realismo político, las formas más
eficaces para anunciar y emprender cualquier acción económica de cambio, a
favor de las mayorías, pero intentando esquivar cualquier golpe prematuro de
la minoría enriquecida que tenía en su contra.
El cuadro heredado, en la economía real, era terminal. El diagnóstico ma-
croeconómico nominal tampoco era positivo en ninguna variable. La modi-
ficación del ADN estructural de la economía venezolana del siglo XX reque-
ría una intervención quirúrgica integral, que podía ser riesgosa si se hacía a
vida o muerte. Más bien cabía la posibilidad de hacer la intervención de a
poco, priorizando aquello que era remediable en una coyuntura inmediata. La
situación resultaba tan complicada porque hasta el músculo petrolero estaba
enfermo y no soportaba ningún sobre esfuerzo. Además, la liberación de cual-

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quier cadena de dependencia con los países centrales del mundo capitalista
–forjadas desde hacía siglos– requería la búsqueda, lenta pero segura, de otra
cartografía económica en otro sistema-mundo. Dicho así, podía parecer fácil,
pero no. El mundo de 1999 aún no salía de su letargo neoliberal, y cualquier
otra forma de economía había sido enterrada con la caída del campo socialis-
ta. Chávez no poseía aliados en América Latina: todos los gobernantes en la
región eran buenos alumnos sureños de las lecciones del Norte. Las alianzas
con países en América Latina, que Chávez había sugerido en campaña como
cuestión fundamental para contrarrestar la estrategia imparable del capital
transnacional, eran una tarea pendiente a futuro para que la revolución eco-
nómica bolivariana y venezolana fuera exitosa. Chávez había anunciado que
competir en minoría contra el capitalismo transnacional suponía una derrota
segura.
Una vez ganadas las elecciones, Chávez no se podía permitir ceder terreno
ni dar un paso en falso en la búsqueda de la mejor manera de implementar su
propuesta económica. Así que se planteaba, desde el primer momento de su
presidencia, no solo tener propuestas acertadas, sino que éstas debían imple-
mentarse en el momento justo y en forma adecuada. El pensamiento econó-
mico de Hugo Chávez comenzaba a transitar una nueva etapa desde una
nueva condición, como gobernante, con la obligación de transformar desde el
poder político, teniendo la competencia legítima para tomar decisiones en
materia de política económica. No considerar esto es no considerar la realidad
ni comprender los cambios en el contexto institucional/político que realmen-
te son claves en la dinámica conformadora del pensamiento económico de
Hugo Chávez.
Es por ello que de aquí en adelante hay que considerar que Chávez no solo
debía acertar en la elección de la política económica, sino que además tenía
que considerar su temporalidad, la presión interna y externa, y el proceso
pedagógico adecuado para legitimarla desde el nuevo poder político. Se debía
afrontar las nuevas tensiones propias de la nueva condición presidencial: el
pueblo tenía todo el derecho de no tener paciencia en la resolución de sus
(siempre) postergados problemas; era necesario acertar en la táctica para sor-
tear situaciones adversas coyunturales, pero sin perder la oportuna dirección
estratégica; también se requería la priorización de la política pública a favor
de unos sectores excluidos frente a la presión de otros sectores históricamen-
te privilegiados; y jerarquizar la reapropiación soberana de sectores estratégi-
cos en contra de aquellos que habían sido expropiadores seriales de riqueza a
los pueblos; así como humanizar la economía a pesar de que se había here-

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dado una economía integralmente capitalista y deshumanizada; y además
identificar renovados desafíos a partir de nuevas preguntas con nuevas res-
puestas, sin que ello implicase dejar de responder a las viejas demandas. La
gestión virtuosa de estas múltiples tensiones sería la clave en esta nueva etapa
del Presidente Hugo Chávez. Desde este complejo escenario es como se ha
de analizar, discutir y problematizar su pensamiento económico en movi-
miento.
Desde su primer discurso como Presidente, Chávez explicaba cuál era la
nueva economía para Venezuela.164 Lo hacía con una prudencia inteligente,
sin caer en promesas falsas, ni anticipar cuál sería el modelo económico en el
futuro si no se resolvía primero el presente. Pero sí alertaba a todos: “Esta
transmisión de mando presidencial no es una transmisión de mando presi-
dencial más. No, es la primera transmisión de mando de una época nueva”
(Chávez, 1999). El cambio de época solo podía estar basado en un cambio
hacia una propuesta posneoliberal. Para Chávez, apelar a un cambio de época
significaba además proclamar el entierro de la vieja época política y económi-
ca, que según el propio discurso de investidura, había estado caracterizada
por: “La crisis moral de los años setenta carcomió instituciones, [que] carco-
mió el modelo económico y la crisis se hizo económica y comenzamos a oír
en Venezuela a hablar de devaluación, de inflación, términos que habían que-
dado durante muchos años al recinto de los estudiosos de la economía. Pero
tampoco se reguló esa crisis, ni la moral ni la económica y la acumulación de
estas dos crisis originó una tercera espantosa, espantosa porque es visible, la
crisis social; porque las otras, la moral y la económica son así como los volca-
nes que por debajo van madurando hasta que explotan y revientan y se hacen
visibles y arrasan pueblos, vidas y ciudades” (ibid.).
El diagnóstico económico siempre estaba vinculado con la moral, la polí-
tica, las instituciones. Chávez no concebía a la economía como una fase téc-
nica postpolítica, ni mucho menos. Por eso, en el discurso de posesión Chá-
vez procuraba que todos entendieran que solo desde ese análisis amplio se
podía resolver el problema económico abigarrado política y societalmente:
“Llamo a todos que esa sea la norma de trabajo a partir de este mismo ins-
tante. Para que podamos polemizar, a regular las perturbaciones compatriotas
todos, porque ustedes lo saben, la crisis moral está allí; la crisis económica está

164 El discurso completo se puede leer en la Selección de discursos del Presidente de la


Republica Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, Año 1 (1999).

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aquí. Salgamos a la esquina y la vemos y la sentiremos que nos golpea el ros-
tro y el alma; la crisis social, está allí, palpitando amenazante. La crisis políti-
ca que se sumó a todo esto, por supuesto, está aquí, aquí la tenemos repre-
sentada. Este recinto es una caja donde se encierra la crisis política. Abrámos-
lo” (ibid.).
Aún en plena fase de diagnóstico en su discurso de asunción como Presi-
dente, Chávez explicaba otra característica fundamental de la economía ve-
nezolana, que bien podía denominarse la “paradoja de la abundancia empo-
brecedora”. El Presidente demostraba que la distribución de riqueza no era
un resultado natural de la abundancia económica, por disponer de muchos
recursos naturales. A principios de los años ochenta, el neoliberalismo impu-
so un orden que subordinó la distribución al crecimiento: primero había que
crecer, y luego, si acaso distribuir riqueza. Siempre se ubicaba la justicia
social por debajo de los objetivos verdaderos del capitalismo; esto es, acu-
mular y crecer. La denominada teoría del “derrame” o del “goteo” era una
máxima en la época neoliberal. El crecimiento económico tenía que ser el
primer objetivo, y luego, como por arte de magia, vendría la distribución de
dicho crecimiento. Pero esta teoría era realmente un dogma solo para unos
acérrimos creyentes en ecuaciones matemáticas de difícil cumplimiento, que
creían en que una mano invisible, llamada mercado, repartiría para todos,
aunque no fuera por igual; para unos más, y para otros menos, pero para
todos lo suficiente para que nadie protestara. Sin embargo, nunca se cumplió
todo lo que estuvo previsto en el papel, porque los modelos matemáticos no
contemplaron la mayoría de situaciones sociales que existen en la realidad
económica y política. La realidad siempre era más compleja que el estudio o
paper mejor argumentado y publicado en cualquier revista económica de
máximo prestigio. Como afirma Dinatale, “la teoría del derrame en la actua-
lidad venía nuevamente a creer en la idea de que el crecimiento automática-
mente fluiría desde la cima de la pirámide social hacia abajo, sin necesidad
de una intervención estatal a favor de una mejor distribución del ingreso;
lamentablemente, la historia demostró que el crecimiento económico obte-
nido no se transformó automáticamente en desarrollo social” (Dinatale,
2004: 26). Incluso, uno de los padres teóricos del decálogo de Washington,
John Williamson, reconocerá años más tarde que los mandamientos neoli-
berales fallaron porque uno de sus postulados fue la prioridad del creci-
miento sobre la distribución (Williamson, 2002), y esto iba a ir en contra de
lo que la mayoría social reclamaba.
En su discurso de posesión Chávez alertaba sobre este hecho: la abundan-

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cia podía ser empobrecedora si no se alteraba el orden de los objetivos.165 En
este sentido, Chávez declaraba tener la siguiente prioridad: lo primero era
atender la deuda social. En su discurso, Chávez quería demostrar a los pre-
sentes –y a los que seguían el discurso por radio y televisión– que tal históri-
ca abundancia económica de Venezuela se había fugado, empobreciendo a las
mayorías excluidas por un modelo pactado.166 Chávez decía que el maná neo-
liberal de la inversión extranjera directa desembarcó en Venezuela solo en
busca de un mayor botín, para luego sacarlo del país con el único objetivo de
que dicho capital durmiera plácidamente en la cuenta de ahorros de cualquier
banco extranjero. Cada frase económica de Chávez tenía un notable signifi-
cado, hacia dentro y hacia fuera.
Muchos pensaban que el mensaje presidencial se quedaría simplemente en
retórica, lejos de cualquier intento de cambio real en materia económica. El
costo de cambiar el modelo de desarrollo, o mejor dicho, de subdesarrollo, era
demasiado elevado. Ensayar cualquier política económica que se saliera del
guión neoliberal podía tener graves consecuencias. Pero Chávez se mostraba
atrevido, con poco miedo, y alertaba en su posesión que el mercado no podía
ser el regulador del modelo económico, porque justamente había sido éste el
corresponsable de la actual catástrofe.
También Chávez interpretaba lo económico desde su background en cien-
cias militares y políticas. Según él, la catástrofe no era casual, sino resultado
de perturbaciones sucesivas en materia política y económica, sin que nadie
hiciera algo para remediarlas; o tal vez, facilitando que éstas se produjeran. El
Presidente dejaba así entrever que las perturbaciones no eran derivadas de la

165 Chávez dijo lo siguiente: “es muy difícil creer que en una suma de factores, todos
positivos, el resultado sea negativo. ¡Tanta riqueza!, se preguntarán ustedes; la reserva de
petróleo más grande del mundo, la quinta reserva más grande del mundo en gas, oro, un
inmenso Mar Caribe rico y hermoso que nos une con tantos hermanos de ese mare nostrum,
ríos inmensos, caudalosos, hay pueblos que han tenido que hacer ríos debajo del desierto,
han tenido que construir ríos debajo de la arena para llevarle agua a sus pueblos. Nosotros
somos uno de los países con mayor reserva de agua dulce del mundo entero, millones de
hectáreas de tierra fértil, inmenso territorio propicio para el turismo, un pueblo joven, ale-
gre, dicharachero, caribeño y pare ahí de contar, con una suma, todo eso igual 80% de
pobreza” (Chávez, 1999).
166 “Decía el doctor Uslar hace unos días atrás, hace unos meses atrás, hace unos años
atrás que aquí en Venezuela se evaporaron 15 Planes Marshall con los cuales se hubiesen
reconstruido 15 Europas, incluyendo todas las bombas que lanzaron y todas las invasiones
y los muertos y las bombas atómicas. 15 Planes Marshall, aquí se evaporaron, 15 Planes
Marshall, ¿dónde están?”.

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acción del Estado, sino al contrario, por la inacción del Estado, o por una
acción corporativista de éste a favor de intereses de un reducido sector priva-
do. Incluso daba un paso más allá, cuando explicaba que se podía llegar a un
punto de no retorno si la catástrofe alcanzaba su límite, porque entonces desa-
parecería la capacidad de regulación debido a que el escenario se volvería
demasiado adverso.167
Para Chávez, la nueva economía no podía estar desligada de la cuestión
social y política. Economía y sociedad son conceptos irrenunciablemente
imbricados, que jamás pueden separarse. El discurso presidencial centraba la
atención en el empobrecimiento de la mayoría del pueblo venezolano, pero
en forma muy diferente a como lo venían haciendo la mayoría de organismos
internacionales.168 Para Chávez, una persona empobrecida no era un número
a contabilizar en un índice de pobreza; un hambriento no podía ser abstraído
en una cifra macroeconómica. Humanizar la economía para Chávez era jus-
tamente eso: evitar que detrás del pertinente estudio agregado, de datos y

167 Sobre esto, Chávez afirma: “Tenemos que buscar la manera de regular estas crisis”.
Y luego: “Venezuela pareciera que fue escogida por algún investigador especial para estudiar
y aplicar un caso que es estudiado en la teoría política y social con aquel nombre de la teo-
ría de las catástrofes. Aquí en Venezuela se ha cumplido cabalmente la teoría de las catás-
trofes. Esta teoría la conocemos, voy solamente a refrescarla un poco, de aquellos días de los
estudios de ciencia política y de ciencia militar que en el fondo es lo mismo, decía Clause-
witz, uno de los grandes estudiosos de la ciencia miliar: la teoría de las catástrofes ocurre de
manera progresiva. Cuando sucede alguna pequeña perturbación en un entorno, en un sis-
tema determinado y no hay capacidad para regular esa pequeña perturbación; una pequeña
perturbación que pudiera regularse a través de una pequeña acción. Pero cuando no hay
capacidad o no hay voluntad para regular una pequeña perturbación, más adelante viene
otra pequeña perturbación que tampoco fue regulada, y se van acumulando pequeñas per-
turbaciones, una sobre la otra y una sobre la otra; y el sistema y el contorno va perdiendo la
capacidad para regularlas, hasta que llega la catástrofe, la catástrofe es así la sumatoria de un
conjunto de crisis o de perturbaciones” (ibid.).
168 “Por todas partes hay niños hambrientos, índices macroeconómicos sí –aquí tengo
algunos, no los voy a leer, los sabemos, los conocemos en libros, en estudios y ya me suenan
fríos a mí, prefiero ir por las calles a ver, a sentir, a llorar como uno llora cuando consigue
los niños limpiando las tumbas de los cementerios, porque de eso viven, como vi en Bari-
nas el 2 de enero cuando fui al cementerio a ponerle una corona a mi abuela Rosa Inés y
salieron unos niños a decirle a Chávez: ‘Chávez, no hay tumbas para limpiar, tenemos ham-
bre’. Son niños de Venezuela y son también nuestros hijos. Yo tengo cinco, allá están, pero
no tengo cinco, todos los niños que me consiga a mi paso, aunque sean los hijos de mis más
duros adversarios, también yo los considero mis hijos porque ellos son inocentes de las
pasiones que a nosotros nos impulsan”.

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cifras, se escondiera la crueldad de la situación social que la mayoría del pue-
blo venezolano padecía.
La narrativa económica de Chávez, aunque algunos la tilden de populis-
mo, debe ser concebida como una nueva pedagogía popular de la economía,
cuyo objetivo consiste en que todos deben entender cuál es el propósito ver-
dadero de la propuesta económica en curso. El Presidente quería en todo
momento, y así lo mostraba desde este discurso inaugural, que se entendiera
claramente que el centro de su propuesta económica era solventar de raíz el
endeudamiento social que sufría la mayoría venezolana. La médula económi-
ca era lo social: era lo realmente urgente a resolver en el corto plazo. Y para
esta tarea, no había tiempo que perder. Es algo que Chávez había aprendido
de sus influencias del pasado: si no se consideraba la frontera interna, social,
no sería posible ni pensar en recuperar la soberanía ni tampoco planificar un
equilibrio macroeconómico (incluso heterodoxo) que hiciera sostenible el
modelo desarrollista, nacionalista. La durabilidad del proyecto económico
dependía del ahora, del ya social, de la urgente situación social adversa para
gran parte del pueblo, que no tenía suficientes recursos económicos para satis-
facer las necesidades más básicas del ser humano: ni educación, ni sanidad, ni
vivienda, ni servicios básicos en la vivienda, y menos pensar en un mínimo de
ocio para disfrutar.
Estos problemas sociales acuciaban sin importar la edad: las dificultades
eran para niños, mujeres, jóvenes, adultos, ancianos. El desempleo estaba bien
distribuido.169 La problemática infantil era otra herencia maldita, a la que
había que poner remedio de la forma más inmediata posible.170 El proyecto
de transición de Chávez comenzaba por este núcleo social, y solo después de
resolverlo, se podía pensar en etapas superiores de cambios estructurales. A
pesar de que esto parece evidente, todavía hay algunos economistas que con-
funden o reducen la coyuntura a un tema de menor relevancia. Sin embargo,

169 Así decía Chávez sobre este tema en el discurso: “tenemos un desempleo, las cifras
oficiales hablan del 11-12%, pero hay otras cifras por allí que apuntan al 20%; y un subem-
pleo rondando el 50% de la fuerza económicamente activa”.
170 Dice Chávez sobre este tema: “casi un millón de niños en estado de sobrevivencia,
casi un millón de niños, niños como mi hija Rosa Inés, de un año y cuatro meses, en esta-
do de sobrevivencia. Veintisiete, casi veintiocho por mil nacidos vivos es la mortalidad
infantil de Venezuela, de las más altas de todo el Continente. La incidencia de la mortali-
dad infantil o la incidencia de la desnutrición en la mortalidad infantil está llegando al 15%
de niños que mueren y la causa de su muerte: desnutrición”.

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para Chávez la suma acumulativa y permanente de situaciones coyunturales
tenía como resultado una característica estructural. El nuevo Presidente asu-
mía de esta forma una dialéctica interactiva entre coyuntura y estructura. En
consecuencia, garantizar la mejora del cuadro situacional coyuntural en el
momento presente debía interpretarse como un cambio de estructura econó-
mica y social a favor de un futuro posible (y digno), sobre el cual se pudieran
planificar las transformaciones a más largo plazo. La condición sine qua non
para transformar estructuralmente la economía venezolana consistía primero
en una solución económica urgente, no de un año, sino de una década, para
establecer mecanismos distributivos para un enriquecimiento social capaz de
enterrar definitivamente el endeudamiento social neoliberal. La nueva econo-
mía, según Chávez, debía ser socialmente eficiente. Esto es, eficaz pero urgen-
te, poniendo todo su interés en la problemática social vigente a fines del siglo
XX en Venezuela.
¿Y cómo quería el economista Hugo Chávez abordar este nuevo objetivo
como corazón del proyecto económico de transición? Mucho se ha dicho y
escrito acerca del retroceso, o la timidez –se llegó a mencionar hasta la “trai-
ción”– de Chávez, desde sus inicios hasta la etapa final de campaña electoral
y en sus primeros años como Presidente, respecto a su posición en materia de
política económica. Al igual que algunos autores se empeñaban en magnificar
a un Chávez comunista y socialista que no existía, para otros la crítica venía
por el lado contrario –argumentaban que Chávez no era el mismo del 4 febre-
ro de 1992, ni aquel que había estado en la cárcel, ni el que fue a La Habana
en 1994–. Estas críticas, a pesar de venir de posiciones contrapuestas, adole-
cían del mismo déficit analítico: no ver a Chávez como un ser humano, una
persona de carne y hueso, normal y corriente, a pesar de su trayectoria, y que
iba conformando dinámicamente su pensamiento económico. La construc-
ción en movimiento de sus ideas económicas, en interacción continua con el
contexto vigente, en el sentido más amplio del término, no es adecuadamen-
te interpretada por paradigmas estáticos de análisis. Estos olvidan la propia
transición del pensamiento económico chavista, que fue mutando según las
circunstancias y reformulándose en base a tensiones dialécticas (táctica-estra-
tegia). Por eso, a la hora de estudiar el pensamiento económico de Hugo Chá-
vez resulta preciso analizarlo desde una amplia perspectiva histórica, en tiem-
po y espacio, que considere todo lo vivido por Chávez hasta el momento, por
sus múltiples etapas, por sus infinitas experiencias, y por sus continuas rela-
ciones con personas de todo tipo de pensamiento político y económico. Por
el hecho de no pronunciar la palabra “socialista”, ni “comunista”, durante

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aquel primer discurso como Presidente, muchos críticos superficiales lo tilda-
ron de contrarrevolucionario. Pero Chávez jamás se había proclamado ni
socialista ni comunista; ¿por qué lo iba a hacer en ese momento, cuando todos
los focos estaban puestos sobre él? ¿Cómo se puede esperar que un Presiden-
te con una personalidad tan propia, detrás de una trayectoria forjada, dijera
que todo iba a pasar a manos del Estado si nunca había propuesto eso en nin-
gún documento ni discurso de campaña? ¿Quién podía imaginar que de
repente Chávez iba a comunicar que realmente él siempre fue socialista aun-
que nunca lo hubiese reconocido? Estas aseveraciones solo podían proceder
de aquellos que simplemente tenían el vicioso arte de criticar por criticar, o
en su defecto, de algunos otros que seguían exigiendo un mayor radicalismo
sin atender a nada de lo que es el realismo político precisamente en el arte de
la política. Era habitual escuchar algunas críticas venidas de aquellos que lo
querían acusar desde la extrema izquierda, porque nunca entendieron ni acep-
taron la importancia de este emergente liderazgo popular, de pasado militar,
y que a su vez, tenía un grandísimo respaldo del pueblo a pesar de no usar
vocablos como el de clase obrera ni la jerga de tradición socialista del siglo
XIX (sino que por el contrario, Chávez prefería emplear el término pueblo
desde su sentido más plebeyo). Solo así, desde esta variedad tan variopinta, se
puede explicar ese aluvión de críticas venidas en muchos casos desde los aca-
démicos/intelectuales de la propia izquierda occidental, que descuidaban al
mismo tiempo criticar su propia epistemología europea o estadounidense
usada para analizar lo que sucedía en otro escenario completamente diferen-
te. Otros representantes de una izquierda marginal tampoco entendían que
Chávez pretendiera construir un proyecto de todos, para todos, hablando a
todos, con respaldo de todos; y que para ello, Chávez había decidido cambiar
el viejo relato de la izquierda minoritaria, que aunque podía tener razón,
pocas veces ésta había sido capaz de conectar con una mayoría social. Por el
contrario, Chávez había construido su propia narrativa en materia económi-
ca, y como él mismo se cansaba de proclamar, hasta el momento no era socia-
lista ni comunista, pero sí claramente antineoliberal, bolivariano, humanista,
popular, desarrollista, nacionalista; y además, muy ecléctico, heterodoxo den-
tro de la heterodoxia.
Aclarado esto, ¿cómo quería el economista Chávez erradicar el endeuda-
miento social según el nuevo proyecto económico de transición? Con mucho
más Estado, sin que ello implicara eliminar al mercado sino más bien subor-
dinarlo a otros objetivos, a otros intereses. Al mercado no se lo podía dejar
“libre”, porque esto podía acarrear injusticias sociales que hasta el momento

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se habían acumulado en el país. Chávez no creyó jamás en la mano invisible
que regula los mercados en base a la competencia de los capitales privados.
Por el contrario, sabía que no había libre competencia porque el punto de
partida heredado era siempre desigual e injusto, y por lo tanto, la libertad era
una libertad condicionada a una situación injusta heredada originariamente.
Pero también el nuevo Presidente venezolano sabía que no era posible de
una sola decisión hacer desaparecer al mercado –y probablemente tampoco
consideraba esto como una premisa básica para sus objetivos iniciales–. Para
Chávez, la desaparición del mercado (neoliberalizado) no se podía hacer por
la incapacidad de sustitución inmediata de un aparato estatal muy debilitado
y golpeada por el viejo modelo. El neoliberalismo había sido estratégico para
dejar un Estado heredado raquítico, desquebrajado, inútil, de tal forma que
cualquier intento de recuperación de éste era una tarea altamente complica-
da, y difícil, en el que dar vuelta atrás se convertía en un ejercicio muy costo-
so y complejo. El Estado heredado neoliberal había sido construido justa-
mente para evitar que fuera fácil deshacerlo, o reformarlo para que tuviera
otro rol a favor de la mayoría social. El neoliberalismo siempre había sido
meticuloso en pensar el diseño del Estado para que hiciera realmente titánico
cualquier intento de lograr cierta reversibilidad del mismo; cuanto más irre-
versibilidad, mejor.
Es por ello que Chávez no creía en dogmas, y no quería caer en la trampa
dicotómica de tener que elegir entre Estado y mercado en ese momento ini-
cial. Sabía que la economía requería matices, y por eso consideraba que ni
había un único Estado posible, ni un solo mercado válido. Chávez replantea-
ba esta relación Estado-mercado con el fin de abandonar drásticamente con
aquello que venía como mandamiento neoliberal. En su discurso presidencial,
dedicaba más de un párrafo a esta explicación, propugnando una relación de
connivencia entre Estado-mercado, que muchos críticos se apresuraron a cla-
sificar como Tercera Vía latinoamericana, inspirada en Bill Clinton y Tony
Blair. Pero si bien es cierto que Chávez se había reunido con Clinton, siem-
pre mantuvo que su modelo era nacionalista y bolivariano, considerando fiel-
mente las particularidades propias de su país en materia de historia, necesida-
des, situación actual política, etc.171 El Presidente venezolano ya había dado

171 El evento más significativo de esta supuesta nueva relación entre Hugo Chávez y los
Estados Unidos fue su visita al presidente Clinton el 27 de enero, días antes de su asunción
presidencial, a pesar de que unos meses antes este país le había negado la visa. Este viaje se
había interpretado como una posible alianza con el Norte.

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un sinfín de muestras de no ser un imitador cualquiera; y así lo volvía a
demostrar en su investidura: “yo más bien creo que tengo un poquito de cada
cosa que uno va recogiendo en los caminos” (ibid.). Chávez estuvo a las puer-
tas de la Tercera Vía sin adentrarse en ella; no hay que olvidar que en esos mo-
mentos esta opción política pretendía aparecer como aquel capitalismo bueno
que se oponía al capitalismo malo como única alternativa posible (pos
caída/derrumbe del bloque socialista).172 Eso es lo que muchos analistas no
acabaron de entender nunca de Chávez, porque éste venía recogiendo un po-
quito de cada cosa para ir construyendo su propuesta heterogénea y comple-
ja, propia.
En cuanto a la discusión del Estado y el mercado, Chávez manifestaba lo
siguiente: “el proyecto nuestro no es un proyecto estatista. No, tampoco es
extremo al neoliberalismo. No, estamos buscando un punto intermedio,
tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible. La mano
invisible del mercado y la mano visible del Estado” (ibid.). Estas frases, cortas
y directas, eran sacadas de contexto. Si alguien se detiene –con calma y sin
malas intenciones– a estudiar y/o escuchar el discurso completo de ese día, no
cabe duda de que su mensaje, en su conjunto, perseguía otro objetivo. La
nueva economía estaba por llegar; y verdaderamente, para Chávez, esa otra
economía no podía clasificarse como socialista ni comunista; principalmente
tenía un gran reto: acabar con el neoliberalismo.
Acabar con el neoliberalismo en este momento significaba exactamente lo
mismo que rechazar al capitalismo, porque las raíces de éste se hundían en el
modelo de gestión neoliberal. Chávez era elocuente en cuanto a sus criterios
para matizar el protagonismo del Estado y del mercado: lo uno, el Estado, era
una cuestión de necesidad; lo otro, el mercado, de posibilidad. El Estado,
según el recién electo Presidente, era necesario porque sin su participación –o
con una participación a favor de intereses corporativos– continuaría agravan-

172 Así explicó Chávez (Cabieses, 2005) este pasaje unos años más tarde, “En una época
llegué a pensar en la Tercera Vía. Andaba en problemas para interpretar el mundo. Estaba
confundido, hacía lecturas equivocadas, tenía unos asesores que me confundían todavía
más. Llegué a proponer un foro en Venezuela sobre la Tercera Vía de Tony Blair. Hablé y
escribí mucho sobre un ‘capitalismo humano’. Hoy estoy convencido que es imposible. Pero
esto ha sido producto de seis años de dura brega y de aprender de mucha gente. Me con-
vencí de que el socialismo es el camino y así lo dije en Porto Alegre y después aquí, ante la
Asamblea Nacional. He invitado al país a un debate. Creo que debe ser un socialismo
nuevo, con planteamientos frescos, acoplado con una nueva era que apenas está comenzan-
do. Por eso me atreví a llamarlo ‘socialismo del siglo XXI‘, como proyecto”.

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do la catástrofe neoliberal ya conocida por todos. Por ello, Chávez requería y
exigía la participación del Estado, con un rol activo, no secundario sino pro-
tagónico. Colocar el criterio de necesidad para explicar por qué el Estado tenía
que permanecer con una presencia activa no era una cuestión baladí ni inge-
nua, porque realmente significaba darle un rol primordial en el nuevo régi-
men económico, en la nueva tarea de acabar con el endeudamiento social;
pero también se le concedía un papel como rector y planificador del nuevo
modelo de desarrollo económico bolivariano.
Esta carta de navegación para la construcción del nuevo Estado suponía ir
a contracorriente de las directrices venidas del Norte para los países del Sur.
Pero la excusa para tergiversar a Chávez se centraba en la frase “tanto merca-
do como fuera posible”. Esto era interpretado como un discurso más próxi-
mo a la teoría de la Tercera Vía, de moda en la Europa de entonces, que defen-
día un sistema económico mixto, pero sin salir del capitalismo –e incluso a
veces como un neoliberalismo light, a fuego lento, más dedicado a reformar
algunos aspectos para garantizar unos derechos básicos, pero permitiendo que
el mercado fuera el principal medio de asignación y distribución de riqueza,
y de beneficios económicos y sociales–. Sin embargo, Chávez no aceptaba
contemporizar con el modelo económico neoliberal; siempre cuestionaba los
principios de las estructuras de acumulación del sistema capitalista neoliberal.
No hablaba de reforma, como sí hicieron los propulsores de la Tercera Vía;
Chávez hablaba de revolución económica, de la necesidad imperiosa de un
nuevo Estado que participara activamente en la economía.
Pero también era plenamente consciente de que la economía venezolana
estaba mercantilizada en la mayoría de sus dimensiones. Las relaciones mer-
cantiles capitalistas habían penetrado por todas las venas de la estructura eco-
nómica venezolana, tanto en la producción, distribución y comercialización,
como también en el control de los recursos estratégicos y en el plano finan-
ciero. Negar esa realidad habría sido el primer error de la era de Hugo Chá-
vez en materia económica. No asumir esa realidad hubiese impedido acertar
en las políticas económicas para transformarla. Un viejo error que habían
cometido muchos intentos fallidos del reformismo de la izquierda tradicional
era considerar realidades del Norte para aplicarlas en escenarios del Sur. En
cambio la transición económica propuesta por Chávez partía de aceptar la rea-
lidad heredada, tal como fuese, y no inventarla. Lo que había que inventar
eran los mecanismos y las políticas económicas para salir de esa injusta reali-
dad.
¿Era factible que las relaciones mercantiles que marcaban el destino eco-

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nómico y social del pueblo venezolano, de repente, de un día a otro, pudie-
ran desaparecer? No. El tempo político es una variable clave para las decisio-
nes en materia económica. La viabilidad y factibilidad de una acción econó -
mica siempre fue una premisa básica en la formación económica de Chávez.
Se puede desear que todo cambie de un día para otro, pero con eso no basta.
Los sueños y deseos de un mundo justo, basado en otra economía, eran nece-
sarios pero no suficientes para que realmente se produjera el cambio anhelado.
No tener en cuenta toda la complejidad situacional es realmente obviar
gran parte del problema que tenía que resolver Chávez desde que asumiera la
presidencia; pensar que vale proponer “cualquier cosa” sin considerar verda-
deramente aquello que es factible es una gran irresponsabilidad histórica. Por
ello el nuevo Presidente venezolano no daba ningún portazo al mercado, y
más bien dejaba las opciones abiertas para que siguiera actuando, porque de
hecho las puertas ya estaban abiertas de par en par desde hacía décadas. La
diferencia es que a partir de ese momento, Chávez se proponía regular cómo
las puertas se deberían abrir y cerrar, cuán veloz sería ese movimiento de aper-
tura y cierre, quién podría entrar y salir en cada momento, con qué intencio-
nes, para qué objetivos, al servicio de qué régimen de acumulación.
Esta complejidad no era del todo considerada por aquellos que se empe-
ñaban en interpretar el mensaje de asunción presidencial de Chávez como un
guiño claro hacia la postura de la Tercera Vía. De esa misma trampa, precisa-
mente también participaban todos aquellos que esperaban un nuevo Cas-
tro/Lenin de América Latina. Y no, Chávez tenía agenda propia: la Agenda
Alternativa Bolivariana que había venido pregonando en los últimos años, y
que a partir de entonces, tenía que convertirla en plan de gobierno.
Desde su nueva condición de Presidente, Chávez no rendía pleitesía al
mercado, ni al capital privado, nacional e internacional, como muchos auto-
res se dedicaron a criticar. Sin embargo, sí aceptaba de partida que no se podía
deshacer del mercado a la velocidad de un rayo. Chávez ni sacralizaba al mer-
cado, ni pensaba en desterrarlo de inmediato. Chávez nunca proclamaba el
amor al mercado; ni antes en campaña electoral, ni tampoco en ese momen-
to como Presidente. Pero en cambio sí era prudente y realista porque hereda-
ba una sociedad fuertemente mercantilizada, y la lucha contra ese sentido
común de época pasada requería de más tiempo. Chávez sabía que no podía
cambiar esto a la velocidad que lo deseara, sino que necesitaba de un periodo
de transición suficiente para ir disputando el nuevo sentido común de época.
No habría revolución permanente si no se hacía despacio y con buena letra.
Chávez conocía a su pueblo, y es por eso que había llegado con tanto apoyo

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a la presidencia; conocía también que ciertas ideas habían sido instaladas con
mucha fuerza en el imaginario de la mayoría popular, y extirparlas o cam-
biarlas no era cuestión de un día. No basta con ser Presidente para legitimar
cualquier decisión para alterar el rumbo de un país desde el primer día; se
requiere tiempo y tempo para ejercer el poder político a favor de todos, para
que a medida que pasen los días, los meses y los años, se pueda transformar
incluso las preferencias en el imaginario popular acerca del modelo económi-
co a seguir, o lo que es lo mismo, ir construyendo otro sentido común de
época.
La economía neoclásica poca o ninguna atención dedica al tempo político
de las decisiones económicas. Por el contrario, buena parte de la teoría eco-
nomía contrahegemónica sí tiene más claridad sobre la importancia de las
correlaciones de fuerzas políticas y económicas como freno o espaldarazo para
un cambio en el régimen económico. Por eso, nunca hay que olvidar cuál es
la realidad a cambiar, con sus complejidades y contradicciones, y a partir de
ello, es cuando se debe realizar la planificación milimétrica, en el tempo comu-
nicacional y decisional más adecuado posible.
El Presidente Chávez había decidido comenzar su proyecto económico
solventando a la mayor brevedad posible el endeudamiento social que afecta-
ba a la mayoría después de las décadas pérdidas neoliberales, y para ello, había
decidido convivir, de la forma más pacífica posible durante los primeros años,
con las relaciones mercantiles existentes. La premisa asumida fue: o el capital
privado se suma al nuevo proyecto o, al menos, que no interfiera, o si acaso
interfiera lo menos posible, para comenzar a resolver aquello que urgía, y que
debía constituir la base para transitar hacia otro estadio económico.
El cordón de seguridad del proceso de transición de Chávez era siempre
una revolución económica centrada en la revolución social, que garantizara la
satisfacción de todas las necesidades básicas del pueblo venezolano; este prin-
cipio no debía ser puesto en peligro en esos primeros días/meses/años de pre-
sidencia. Por eso, el Presidente Chávez no comenzaba provocando al capital
privado para que éste intentara derrumbar el proyecto a las primeras de cam-
bio. Aplicando gran dosis de inteligencia táctica en lo económico, Chávez
adoptaba un discurso no confrontacional, sino más bien amigable, pero siem-
pre sin moverse un ápice de los postulados de la nueva era económica.
El cambio de época económica estaba por venir, y así lo anunciaba Chá-
vez en su discurso presidencial. La transición para un cambio de época eco-
nómica debía atravesar por una primera etapa de convivencia con el capital
privado, que ya residía en condiciones de privilegio y dominación en suelo

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venezolano, y/o que todavía, hasta ese entonces, seguía gozando de todas las
ventajas neoliberales para aterrizar en el país –usualmente como capital golon-
drina, esto es, entrando como inversión extranjera directa pero saliendo como
remesas de dividendos sin dar explicaciones a nadie, y mucho menos, al pue-
blo venezolano–. Esa era la realidad neoliberal de la Venezuela del siglo XX, y
con este telón de fondo era con el que Chávez debía comenzar a gobernar.
El recién electo Presidente tenía la mayoría electoral, pero aún ésta no se
había transformado en una mayoría popular politizada a favor de un proyec-
to político completamente definido. Además, carecía del respaldo mayoritario
del poder económico privado, nacional y transnacional. Es por eso que Chá-
vez al principio no se enfrentaba, a pesar de las crítica de los miopes de la tác-
tica, al poder económico internacional; y en una parte de su inaugural alocu-
ción presidencial, se dedicaba a hacer un llamamiento a la inversión privada
nacional e internacional, siempre y cuando fuese en son de paz económica, y
bajo un nuevo modelo económico que no respondiera a los intereses del pasa-
do.173 Sin embargo, Chávez siempre criticaba a los capitales que habían prac-

173 Sobre esta cuestión, Chávez sostuvo: “Y también le hacemos un llamado a los inver-
sionistas nacionales con los que hemos tenido fecundas, amplias y diversas conversaciones
aclarando, explicando, preguntándoles también; recibiendo sus opiniones a la inversión pri-
vada nacional. Le hago un llamado a todos los venezolanos que tienen capitales en el exte-
rior. ¡Piénsenlo! El país necesita capitales. ¡Vengan aquí! Claro, me refiero a los capitales bien
habidos. Los otros difícilmente vendrán, a menos que de verdad hagan un mea culpa. Ojalá
lo hagan, también los llamo: vengan, entreguen lo que se llevaron y asuman su responsabi-
lidad. Yo creo que tengo algo de moral para pedirlo. Yo un día hice algo, entregué lo que
me llevé: mi fusil, y aquí estoy. ‘Asumo mi responsabilidad, hagan conmigo lo que quieran’.
Cada quien asuma su responsabilidad. Necesitamos un proceso económico urgente de acu-
mulación de capital nacional. Estamos descapitalizados, señores. Honorables dignatarios del
mundo, del continente, de Europa, del Asia, del Caribe, de dondequiera que hayan venido,
este es un mensaje a los inversionistas como se los he dado en Santo Domingo, en La Haba-
na, en Buenos Aires. No he ido aún por la Cordillera de los Andes, pero pronto iré; a Guya-
na, a Centroamérica, en Colombia, en todas partes, en Madrid, en París, Islas Canarias. Al
Perú espero ir pronto, igual a Nicaragua, a la hermana; a todos los inversionistas, los petro-
leros en Canadá. Me sentí muy complacido después de una reunión en Canadá con empre-
sarios del gas y del petróleo, y llegaron casi con nosotros. Se vinieron a Venezuela y están
haciendo planes para invertir en gas, en petroquímica, en turismo. En Europa se están pre-
parando varias misiones, en España, en Francia, en Alemania. Hemos tratado de motivar-
los, de llamarlos, de atraerlos. Venezuela puede ser un emporio gigantesco de riqueza, ya lo
es, pero en potencia. Vamos todos a desarrollar […]. Igual es urgente para nosotros, y esa es
la otra dirección estratégica para transformar el modelo económico en el corto, en el media-
no y en el largo plazo, es necesario –porque de esto se ha hablado mucho en Venezuela, pero

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ticado un salvaje capitalismo “por desposesión”, llevándose todo lo que pudie-
ron de un país soberano que había vendido su soberanía al Norte.174 El recién
electo Presidente convocaba en primer lugar, con un orden premeditado, al
capital nacional porque aún mantenía el viejo ideal del desarrollismo nacio-
nalista, característico de décadas previas a los ochenta.
Hasta ese momento, el neoliberalismo había descuartizado al Estado
social, y solo había permitido la existencia de un Estado burgués y corporati-
vo; reconstruirlo y reinventarlo requería tiempo. En este lapso, Chávez consi-
deraba que podía atraer al capital nacional a favor del nuevo proyecto econó-
mico, de tal manera que pudiera hacerse compatible la tasa de ganancia del
capital privado y la ganancia socialmente distribuida a favor del pueblo. Este
riesgoso equilibrio, en que debían vivir armoniosamente intereses irreconci-
liables, constituía parte de la propuesta económica chavista en su primera fase.
En todo caso, no se trataba jamás de un equilibrio de partes iguales, porque
desde el principio Chávez había anunciado la necesidad de cambiar el statu
quo económico. No quería ni mucho menos imponer de nuevo el principio
lampedusiano de que “todo cambie para que nada cambie”. Chávez deseaba
alterar el statu quo, y esto implicaba reabrir un debate hasta entonces soterra-
do: la puja distributiva. Cambiar el statu quo suponía poner en peligro la pri-
vilegiada distribución de riqueza a favor de unos pocos. En esta ardua tarea,
el Estado debía convertirse en un actor principal. De ahí la convocatoria al
capital nacional, a una renegociada inserción del empresariado privado vene-
zolano en el nuevo proyecto de desarrollo. Era el primer punto de la pro-
puesta económica de Chávez: había espacio para el capital privado pero bajo

no se ha hecho casi nada– diversificar la economía, impulsar el aparato productivo. Para ello,
también en estos viajes que hicimos a Sur América, a Norteamérica, a Europa y al Caribe,
hemos llamando a los inversionistas del mundo entero. Nosotros somos gente seria, el
gobierno que yo empiezo a dirigir hoy es un gobierno serio que respetará los acuerdos que
se firmen y las inversiones internacionales que vengan aquí de cualquier parte del mundo,
especialmente dirigidas al sector productivo, que genere empleo, valor agregado a la pro-
ducción, tecnología propia para impulsar el desarrollo del país. No podemos seguir depen-
diendo únicamente de esa variable exógena que es el precio del barril de petróleo, que se
vino abajo como todos sabemos, y todas las perspectivas indican que va a seguir allí entre 8
y 9, si acaso tocando algún día el 10 durante a lo mejor, no un año, sino dos o tres años”
(Chávez 1999).
174 La calificación del capitalismo “por desposesión” no es de Chávez, pero sintoniza a
sus argumentos críticos. Alude a los estudios el geógrafo marxista David Harvey, que ha
caracterizado los procesos de “acumulación por desposesión” para explicar cómo el capital
acumula a partir de prácticas de expropiación (Harvey, 2003).

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nuevas reglas. Por ello, invitar al capital nacional no implicaba de ninguna
manera aceptar sus condiciones, sino todo lo contrario. Era una invitación
con nuevas reglas impuestas por un nuevo Estado, en busca de una nueva eco-
nomía. Más allá del primer discurso presidencial, la integralidad de la pro-
puesta chavista no dejaba lugar a dudas de que el capital nacional, en prime-
ra instancia, y también el internacional, serían bienvenidos pero bajo nuevas
normas, enmarcadas en una nueva Constitución. La convocatoria al capital
privado se hacía con este presupuesto de un nuevo paradigma constitucional,
y por consiguiente ya no podían seguir rigiendo aquellas reformas jurídicas
que habían permitido el desembarco de las políticas económicas neoliberales
camufladas en planes de estabilización y programas de ajuste.
En materia de política económica, Chávez apenas sorprendía a su audito-
rio, porque seguía la línea de su campaña electoral. Hacía mucho hincapié en
la imposibilidad de pagar la deuda en las condiciones pactadas hasta el mo-
mento.175 El deseo era pagar, pero no bajo esquemas imposibles de cumplir,
y mucho menos pagar a cualquier precio. Para Chávez no era justo ni podía
aceptarse, económica ni socialmente, destinar tantos recursos públicos a pagar
a los acreedores financieros internacionales (o nacionales). El pago de la
deuda social tenía prioridad pero de ninguna manera podía estar subordina-
do a otra deuda, la financiera, importante siempre pero de segundo orden. En
ese momento, Chávez no cuestionaba la deuda ilegítima, algo que sí había
hecho en la campaña electoral y también en la Agenda Alternativa Bolivaria-
na. En el discurso presidencia, prefería centrarse en que la deuda se pagaría,
pero no bajo la imposición de las reglas neoliberales.
Pero además del pago de la deuda, Chávez ponía máxima atención en la
política fiscal.176 No solo en un mayor control de déficit, como dijera duran-

175 Esto dijo sobre el asunto: “La deuda externa nosotros queremos pagarla, sencilla-
mente no podemos pagarla según la manera como se ha diseñado y como yo estoy reci-
biendo, con un perfil de deuda que se lleva una tajada grandísima del Presupuesto Nacio-
nal, más del 30%, que es la acumulación de intereses y capital. Así que tenemos la esperan-
za firme y así lo digo al mundo, y vamos a seguir trabajando con mucha intensidad ahora
mucho más que antes, para lograr en el más corto plazo posible un refinanciamiento de
nuestra deuda externa, de forma tal que podamos este mismo año 99, reducir al menos en
dos puntos, 1,5 o 2 puntos el peso terrible de la deuda sobre el golpeado presupuesto vene-
zolano” (Chávez, 1999).
176 Sobre este tema dijo: “El gobierno que yo hoy comenzaré a dirigir y he comenza-
do ya, tiene que enfrentar una situación heredada, terrible, un déficit de casi 9 puntos del
Producto Interno. Solamente para el gasto de Caja, solamente para el pago para que no se

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te la campaña, sino que también apuntaba la necesidad de cambiar urgente-
mente la estructura recaudatoria. Chávez se encontraba con un Estado fiscal
mínimo; y sin ingresos públicos no había capacidad real de afrontar la deuda
social. La política tributaria se tornaba desde el primer momento en cuestión
trascendental para que el Estado pudiera apropiarse de un mayor porcentaje
de toda la renta interna –y externa–. Esta búsqueda de soberanía tributaria era
fundamental en la política económica de Chávez, pero siempre con el máxi-
mo respeto a la justicia recaudatoria: que paguen más los que más tienen. La
presión tributaria debía crecer a medida que aumentase el nivel de riqueza dis-
ponible.
Otro tema principal del discurso presidencial era la insistencia en la visión
bolivariana de la economía. Chávez anunciaba la continuación de las nego-
ciaciones que venían desde el pasado más reciente para ser parte de la Comu-
nidad Andina de Naciones (CAN) y del Mercado Común del Sur (Mercosur)
(que tenía en ese momento un marcado origen neoliberal). Pero además ponía
el enfoque geoeconómico en Centroamérica y el Caribe, una región que siem-
pre había pasado a interés secundario en la política económica exterior de
gobiernos anteriores. La visión geoestratégica de Chávez se hizo notar en el
marcado interés hacia esta región, tan cercana en el espacio pero tan lejana

apague la luz y la gente no se vaya, hacen falta para el primer trimestre del año, casi 800.000
millones de bolívares, solamente para eso, solamente para el pago, para no irnos de aquí,
pues. Mi sugerencia al Congreso, dedíquense a estudiar la posibilidad de darle al gobierno
que hoy comienza, una Ley Habilitante, dirigida especialmente a la materia económica, por-
que en lo económico es urgente solucionar el déficit que ustedes lo saben y para ello noso-
tros necesitamos una profunda reforma fiscal, que ya se ha anunciado en algunos escenarios
de manera fragmentaria, la Ministra de Hacienda Maritza Izaguirre ha estado explicando de
alguna manera a los venezolanos las medidas que en ese orden fiscal estamos ya preparan-
do, la reducción del impuesto al consumo suntuario y ventas al mayor, por ejemplo, que es
de los más altos en el continente, pero su transformación en un impuesto al Valor Agrega-
do y la ampliación de la base de recaudación es algo urgente; según nuestros cálculos, ahí
pudiéramos recabar o incrementar la recaudación casi en un punto del Producto Interno
Bruto, para ir haciendo manejable ese inmenso hueco fiscal que estamos heredando. Por
otra parte, es necesario que hagamos reformas –así lo creemos necesario– al Impuesto sobre
la Renta para adelantar los pagos de las personas jurídicas y no esperar hasta el fin de año,
sino que se vayan cancelando los pagos a medida que vayan pasando los meses. Igualmen-
te, tenemos listo el esquema para volver a aplicar de manera temporal el Impuesto al Débi-
to Bancario, con ellos según nuestros cálculos, podemos recabar un 1,5 aproximadamente
por ciento del Producto Interno Bruto para reducir el déficit fiscal en este primer año de
gobierno, al menos a la mitad” (ibid.).

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políticamente para Venezuela, quizás porque Estados Unidos siempre la trató
como zona de influencia, o “patio trasero”.
Por su parte, en ese entonces, Chávez por el momento eludía cualquier
alusión anti imperialista ni de competencia contra Estados Unidos.
En Chávez se notaba la influencia de Bolívar por la importancia dada al
proyecto de integración regional, concebido éste como una forma de unir a
sus pueblos. Además, esto serviría como base para crear un bloque histórico
contrahegemónico a partir de futuras alianzas grannacionales, que pudiera
hacer frente contra el capital transnacional.177
En el discurso, Chávez daba muestras inequívocas de avizorar precozmen-
te que el mundo del siglo XXI no sería aquel de la hegemonía unipolar (de
los Estados Unidos), y anunciaba, a contracorriente, que la transición geopo-
lítica y geoeconómica hacia el mundo multipolar estaba en curso. Frente a ese
escenario dinámico y complejo, de múltiples polos, Chávez anunciaba cuáles
tenían que ser las nuevas relaciones económicas venezolanas, a favor de una
inserción regional en un sistema-mundo multipolar. Venezuela tenía una raíz
regional, y desde ahí había que enfrentar a un mundo donde mandaba el capi-
tal transnacional, construyendo alternativas con una visión regional y supra-
nacional. La soberanía económica nacional estaba condicionada por la inte-
gración soberana supranacional y regional. La visión bolivariana comenzaba a
introducirse en el discurso oficial venezolano.178

177 Esta es una parte del discurso de posesión que sirve como ejemplo de esta influen-
cia bolivariana: “No es entonces mera retórica nuestra bolivarianidad. No. Es una necesidad
imperiosa para todos los venezolanos, para todos los latinoamericanos y los caribeños fun-
damentalmente, rebuscar atrás, rebuscar en las llaves o en las raíces de nuestra propia exis-
tencia, la fórmula para salir de este laberinto, terrible laberinto en que estamos todos, de una
o de otra manera” (ibid.).
178 Durante el discurso Chávez expresó: “El tratamiento prioritario y urgente de nues-
tra política exterior estará orientada en primera instancia hacia la fachada caribeña, hacia la
fachada andina y hacia la fachada amazónica, es el viejo sueño de Bolívar y de Martí y de
Sandino y de O’Higgins y de Artigas, es la unión, es la unión de todos, la unión en lo inter-
no de cada país, la consolidación de todos nosotros uno a uno, pero al mismo tiempo la
consolidación de un gran bloque de fuerza en esta parte del mundo, gracias a Dios y a la
historia ya el mundo del siglo XXI no será bipolar ni unipolar será multipolar y así como la
Europa unida da ejemplo al mundo, demos ejemplo nosotros también al mundo, marche-
mos hacia un proceso unitario y es mi llamado y es mi pregón y será así por los pueblos y
los países y los amigos y hermanos a quienes visite y a quienes conozca. […] Yo seré un pre-
gonero y un acelerador, hasta donde pueda, de los procesos de integración. Lo decía el Sena-
dor Luis Alfonso Dávila en sus palabras: es el sueño del Congreso de Panamá, de esa Pana-

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3.5. La Constitución de un nuevo paradigma económico

Chávez lo venía anunciando desde hacía años: no era posible el cambio sin
antes cambiar el marco constitucional, del que se derivan las leyes que regu-
lan la vida económica del país. La Constitución vigente cristalizaba un pacto
político caduco; un pacto de élites dominantes que había excluido a la mayo-
ría venezolana del contrato social; un pacto puntofijista que había defendido
a cualquier precio una democracia aparente, sin democratización real en el
terreno económico. Chávez siempre se expresaba claramente sobre este punto,
sin engañar a nadie ni jugar a dobles sentidos. Desde el comienzo de su tra-
yectoria política consideró que las transformaciones no podían estar ancladas
en viejas y caducas estructuras legales del pasado. La vieja Constitución indu-
dablemente condenaría al fracaso cualquier intento de una nueva política con
diferentes objetivos sociales y económicos. Sin una estructura legal nueva, sin
una nueva ley de leyes, sin una nueva Constitución, no era posible transitar
muy lejos del punto de partida. La fuerza centrípeta de una Constitución es
de tal magnitud que resulta imposible permitir que una fuerza popular en
forma política pueda caminar hacia otro lugar.
La fuerza popular emergente y revitalizada, canalizada en la propuesta
política y económica de Chávez, estaba deseando tener rienda suelta para fijar
su nuevo pacto, su nuevo contrato social, su nueva Constitución para una
nueva Venezuela. El nuevo movimiento popular había alterado la vieja y
anquilosada correlación de fuerzas políticas del pasado; la Constitución no
podía seguir respondiendo a una realidad del pasado. Por eso, Chávez habla-
ba siempre de la necesidad innegociable de abrir un proceso constituyente
para devolver al pueblo la potestad de discutir sobre democracia, sobre el
deseo de otra Venezuela, sobre la necesidad de otra economía. La Asamblea
Constituyente era la medida urgente principal explicitada en todos los textos
redactados por Chávez. Por lo tanto, como era de esperar, durante su pose-

má que Bolívar veía como los griegos veían al Istmo de Corinto; el Istmo de Panamá para
nosotros como el Corinto para los griegos. Es momento de retomar aquello, es momento
de retomar el sueño de unión entre nosotros, de plantearnos una moneda para la América
Latina y el Caribe para la próxima década y busquemos y luchemos por ella; de plantearnos
una confederación de naciones de esta parte del mundo, de plantearnos una unidad que
vaya mucho más allá del intercambio comercial, porque algunos pareciera que tienden o
tendemos a quedarnos a veces en el ese visor nada más del intercambio comercial; no, la uni-
dad es mucho más allá, mucho más completa, mucho más profunda. Es la unidad de lo que
estuvo unido una vez” (ibid.).

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sión presidencial, Chávez aclaraba que juraba sobre una Constitución que
debía morir al mismo tiempo que se aceleraba el proceso de nacimiento de
una nueva, entendida como un renovado pacto político, social y económico
para convivir en la Venezuela del siglo XXI. No había tiempo que perder ni
calma que gestionar.179 El por ahora tenía su tiempo contado, y debía pasar al
ahora. Por eso, Chávez en su posesión invocaba a la Asamblea Constituyente
para dar la respuesta formal al proceso constituyente ya abierto en el país. El
nuevo Presidente no quería reformas marginales para seguir navegando en la
corriente de la hegemonía neoliberal. Solo con una nueva embarcación cons-
truida a medida del pueblo, según las nuevas necesidades, según los nuevos
desafíos, solo así se podía navegar a contracorriente.
A pesar de que muchos autores han empleado ríos de tintas para afirmar
que Chávez había caído en las redes de la Tercera Vía o de la socialdemocra-
cia, es fácil refutar esta crítica al considerar su discurso revolucionario y no
reformista.180 ¿Qué socialdemócrata en Europa o Estados Unidos en esos años
comenzaba a cambiar las cosas desde abajo, con una nueva Constitución?
Ninguno. Por ello, ciertas comparaciones eran inútiles, y odiosas cuando se
trataba de encorsetar a Chávez en una corriente política y económica a la que
no pertenecía. El hecho de convocar la Asamblea Constituyente, jurar sobre
una moribunda Constitución y exigir cuanto antes que lo nuevo no tardase
en nacer en forma de un nuevo texto constitucional, eran claras muestras de
la diferencia radical entre Chávez y la Tercera Vía. Chávez ponía en marcha
todo el dispositivo legal y jurídico para que la Asamblea Constituyente co-
menzara su proceso de formación a través de elecciones democráticas, y a par-
tir de ahí, que trabajara lo más eficaz posible para presentar una propuesta

179 Esto fue lo que en su posesión dijo Chávez al respecto: “Bolívar, que era uno de los
líderes de la Sociedad Patriótica, dio aquel memorable discurso: ‘Piden calma, ¿acaso 300
años de calma no bastan?, que hay que esperar a ver qué decisión toma España, que nos
importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o los conserve, si nosotros estamos dis-
puestos a ser libres’, hoy es el mismo dilema, estamos entre el mismo dilema” (ibid.).
180 La posición de Chávez es clara en este aspecto: “Esa resurrección a la que me refe-
ría, tiene una fuerte carga moral, social, es un pueblo que recuperó por su propia acción,
por sus propios dolores, por sus propios amores, recuperó la conciencia de sí mismo y allí
está clamando, en las afueras del Capitolio y por donde quiera que vayamos. Eso no tiene
otro nombre que una revolución. Terminando el siglo XX y comenzando el siglo XXI vene-
zolano aquí se desató una verdadera revolución, señores y yo tengo la certeza de que noso-
tros le vamos a dar cauce pacífico, que nosotros le vamos a dar cauce democrático a esa revo-
lución que anda desatada por todas partes” (ibid.).

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constitucional que luego tendría que ser refrendada por el pueblo venezolano,
y después, se debería convocar una nueva elección para elegir al Presidente
con nueva Constitución en mano. Así se impuso un triple soporte democrá-
tico para avanzar en la revolución. Aún a pesar de que Chávez hubiera podi-
do disfrutar legal y legítimamente de un tiempo de calma y sosiego –según
marcaba la vieja Constitución–, él no quería acomodarse en esa vieja demo-
cracia representativa, y prefería desde el primer día someter el poder a nuevas
reglas, para que la nueva democracia protagónica naciera con buena salud y
sin vicios originarios, superando aquel pasado tan adverso para la mayoría del
pueblo venezolano. Por ello, decidía que se iniciara la Constituyente, pero
siempre avalada por elecciones democráticas en todas sus fases.
Desde la interpretación económica, la búsqueda de una nueva Constitu-
ción era una forma robusta y sostenible de afrontar la transición deseada por
Chávez. El nuevo pacto económico plasmado en el documento jurídico-polí-
tico más relevante del país debía ser la base sobre la que construir la econo-
mía que Chávez defendía: nacionalista, desarrollista, humanista, popular,
bolivariana y antineoliberal. El nuevo Presidente decidía no comenzar con
parches legales. No quería quedar ligado a un obsoleto marco constitucional
que privilegiaba y permitía la venta de la soberanía, o la importación de leyes
del exterior a través de Tratados Bilaterales de Inversión, o la aceptación de
arbitrajes impuestos desde afuera por el CIADI (dependiente del Banco Mun-
dial), y facilidades para que la inversión extranjera. Mantener la vieja Cons-
titución –aún vigente por entonces– era dar demasiada ventaja al neolibera-
lismo para que éste dispusiera de demasiados candados con los que poder
encarcelar cualquier deseo de cambio de la nueva política económica. La vic-
toria neoliberal consistió siempre en no solo pensar en el presente, en el hoy,
sino también en el mañana, y pasado mañana, y por ello se había dedicado
a establecer una mega estructura jurídica –también social y cultural– que hi -
ciera difícilmente reversible su hegemonía. Frente a ello, Chávez consideraba
que, en lo económico, lo más idóneo era combinar una doble velocidad entre
dos aspectos esenciales: urgencia en resolver el endeudamiento social, sin
tiempo que perder; y urgencia para cambiar la base legal, desde su raíz cons-
titucional, para edificar una nueva estructura económica, que requería a futu-
ro otro tempo político y tiempo económico.
Lo primero estaba fijado en el programa electoral. La intención era dedi-
car el mayor esfuerzo a satisfacer necesidades básicas, en calidad de derechos,
como una cuestión de Estado, para que la nueva Venezuela empezara a cons-
truirse a partir de tener la barriga llena, y educación y salud satisfechas. Esta

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prioridad de la economía real-popular-humana era el postulado básico en la
propuesta económica chavista, sobre lo cual se debería pensar el largo plazo.
Por ello, Chávez apostaba por una humanización integral de la política eco-
nómica, algo que aunque pueda parecer obvio a ojos de no economistas, la
teoría económica neoclásica hegemónica, sostén del proyecto imperialista del
neoliberalismo, no consideraba como prioritario en ninguno de sus modelos
matemáticos para estudiar la economía.
En ese momento, ya no en el plano estrictamente de las ideas, sino en el
de la praxis económica, Chávez comenzaba a diseñar políticas para humani-
zar la economía; para forjar una economía real centrada en el pueblo, y no un
pueblo al servicio de una economía irreal. Esta política económica no venía
impuesta por ningún pacto comandado por la clase capitalista enriquecida
excesivamente en los últimos años, como así sucede en cualquier Estado de
Bienestar a lo europeo. No. Este pacto era de Hugo Chávez con el pueblo. Era
un pacto no negociado ni condicionado a ningún privilegio del capital priva-
do. Por eso el humanismo proclamado iba a ponerse en práctica con la mayor
premura posible, sin esperar ni siquiera al cambio de la matriz constitucional.
Pero donde sí había que definir nuevas reglas era en el pacto económico
de la nueva Constitución, para instaurar un paradigma económico propio.
Este paradigma debía ser alternativo en cuanto a marcar un rumbo comple-
tamente distinto a aquel derivado de las políticas económicas emanadas del
decálogo neoliberal venido del Norte. Además, la nueva propuesta económica
debía tener características propias a partir de una arquitectura sintonizada con
las demandas del pueblo venezolano. Porque las propuestas exosomáticas
(venidas de afuera) habían fracasado en toda América Latina; cada propuesta
venida desde el exterior, desde una episteme diferente, sin contemplar las par-
ticularidades específicas de cada país latinoamericano, siempre llevaron a
resultados desastrosos. Desde la época de las teorías del desarrollo, y desde
mucho antes, y hasta fines del siglo XX, los paradigmas económicos se impor-
taban, y eran elaborados por miembros de cualquier universidad extranjera.
Salir de este tejido tupido, de colonialismo epistemológico, no siempre fue
fácil. Por eso en el momento de asumir la presidencia, el pensamiento econó-
mico de Hugo Chávez, basado en una alquimia de múltiples elementos de
teorías diferentes pero también basada en la variada cotidianidad empírica,
buscaba cristalizarse en una nueva constitución económica propia.
Esto no significa que Chávez no bebiera de muchas fuentes y de miscelá-
neos influjos; la identidad no se pierde por la heterogeneidad, como muchos
dogmáticos del purismo pregonan. Chávez impulsaba en ese momento una

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nueva Constitución, pensando también en la nueva constitución económica,
con la capacidad real de reflejar todo aquello que venía desarrollando en su
pensamiento económico, dando respuestas reales y urgentes a las necesidades
que mataban en el corto plazo, a la vez que estableciendo los pilares sobera-
nos para cimentar una nueva estructura económica a largo plazo, antineolibe-
ral, bolivariana, humanista, popular, nacionalista y desarrollista.
En ese momento aún Chávez no proclamaba un estadio poscapitalista o
socialista, ni el comunismo, pero esto no resta valor contrahegemónico a su
propuesta económica. Querer evaluar a Chávez en lo económico desde una
condición “socialista” o “anti capitalista” es ignorar todo el proceso de con-
formación dinámica e interactiva de su pensamiento económico. Es ignorar
que el pensamiento de Chávez, como el de cualquier otro líder histórico, no
nació en la cuna, ni se fue modificado milagrosamente. Por el contrario, Chá-
vez iba construyendo su pensamiento económico progresivamente según una
constante dialéctica situacional, que reacomodaba el paradigma en construc-
ción según nuevas demandas y desafíos que la mayoría popular proponía
Cuando Chávez comenzó a gobernar, la prioridad era salir del neolibera-
lismo antes que buscar el camino socialista. Ni el pueblo lo pedía ni él lo había
promulgado. El cambio de época partía de la época que se quería dejar atrás;
y ésta era la época neoliberal a nivel mundial, lo que justifica por qué la Cons-
titución pretendía, por encima de cualquier otro objetivo, poner punto final
a ese modelo y no a cualquier otro. Son muchos los intentos baladíes de jugar
con el mito de Chávez sin profundizar ni saber qué sucedió con el ser huma-
no Hugo Chávez en cada etapa de su vida. Solo si observamos cómo Chávez
evolucionó hasta el año 1999 podemos entender y analizar la propuesta
económica que surgía en la Constitución. En cambio, querer poner el faro en
aquello que ni Chávez ni el pueblo buscaron es forzar demasiado cualquier
análisis. Es usar un criterio equivocado para evaluar la propuesta económica
que estaba por nacer. De este desacierto analítico y metodológico se deriva
que muchas veces se aluda a un Chávez mítico, que como un saltamontes fue
saltando en el tiempo pero sin continuidad temporal. Que si es un marxista,
socialista, comunista, un socialdemócrata de la Tercera Vía, siervo de Castro
o amigo de Clinton. Todo se dijo en los primeros días del nuevo Presidente.
Todo se dijo, pero en base a fotografías parciales, instantáneas, que eclipsan
la marcha dinámica de Hugo Chávez, y por ende, de su pensamiento econó-
mico.
Solo dos meses después de asumir la presidencia, el 25 de abril de 1999, el
pueblo ya votó el referéndum para la convocatoria de una Asamblea Nacional

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Constituyente.181 La papeleta constó de dos preguntas acerca de la sustitución
o no de la Constitución de 1961, y por consiguiente, la aprobación de las
bases de funcionamiento de la Asamblea Nacional Constituyente.182 La
mayoría del pueblo venezolano dio un respaldo absoluto a esta ruptura para
democratizar realmente la vida política del país.183 Luego, se convocaron elec-
ciones para los asambleístas constituyentes, en julio de 1999. No fue nada
fácil elegir a los candidatos en las filas del Polo Patriótico por la gran variedad
del movimiento y la multiplicidad de alianzas con otros partidos pequeños.184
Finalmente, las elecciones democráticas para instalar la Asamblea Constitu-
yente daban una nueva mayoría a favor de Chávez, obteniendo 125 asientos
de 131 (95% del total).185 La Asamblea Constituyente se instaló el 3 de agos-
to de 1999, con un período de seis meses para redactar la nueva Carta
Magna.186 El nuevo poder constituyente asumía legítima y legalmente todo el
poder político, dando por terminados los poderes concedidos a las institu-
ciones constituidas derivadas del prescrito puntofijismo. La Constitución se
elaboraba en un proceso dinámico, con mucha participación popular en pre-
sentación y discusión de todo tipo de propuestas.187 Finalmente se tuvo la

181 Se realizó mediante un decreto ejecutivo y después de la aprobación de la Corte


Suprema de justicia y revisión del Consejo Nacional Electoral.
182 Las preguntas fueron: Pregunta 1: ¿Convoca usted una Asamblea Nacional Consti-
tuyente con el propósito de transformar el Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico
que permita el funcionamiento de una Democracia Social y Participativa? Pregunta 2: ¿Está
usted de acuerdo con las bases propuestas por el Ejecutivo Nacional para la Convocatoria a
la Asamblea Nacional Constituyente, examinadas y modificadas por el Consejo Nacional
Electoral en sesión de fecha marzo 24 de 1999 y publicada en su texto integro, en la Gace-
ta Oficial de la República de Venezuela No. 36.669 de fecha marzo 25 de 1999?
183 En la pregunta 1, el sí obtuvo el 87,75%; en la pregunta 2, el sí obtuvo el 81,74%.
184 Chávez ha reconocido que: “Durante el proceso de conformación de las candida-
turas a diputados, gobernadores y alcaldes surgieron problemas por disputa de cargos den-
tro de la coalición política electoral que se había creado: el Polo Patriótico, que reunía al
Movimiento V República (MVR); al Partido Patria Para Todos (PPT), al Partido Comunista
(PCV), sectores del Movimiento al Socialismo (MAS), el Movimiento Electoral del Pueblo
(MEP)” (Harnecker, 2002).
185 En este porcentaje se incluyen los asambleístas de los grupos tribales indígenas, con-
siderando que la oposición obtuvo solo seis asambleístas.
186 Fue presidida por Luis Miquilena. La relación de Chávez con Miquilena la explica
en entrevista con Harnecker (2002: 28-29).
187 Así lo atestiguan personas que participaron como asesores técnicos en ese período,
como Rubén Martínez: “Por el palacio legislativo, lugar en que sesionó la Constituyente
entre agosto y noviembre de 1999, pasaron todo tipo de operadores políticos y sociales: par-

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propuesta el 17 de noviembre de ese mismo año, que luego se sometió a refe-
rendo popular el 15 de diciembre de 1999. El apoyo nuevamente fue mayo-
ritario: el 71,78% de votos a favor. La nueva Constitución se promulgó defi-
nitivamente por la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de diciembre de
1999, y entró en plena vigencia el 1 de enero del año 2000.
El siglo XXI iniciaba para la República Bolivariana de Venezuela –tal
como se rebautiza al país– con un nuevo contrato social, político y económi-
co. La nueva Constitución era afín al pueblo, con espíritu de pueblo, redac-
tada por el pueblo, inspirada en el pueblo, y votada mayoritariamente por el
pueblo. Pero también se trataba de una Constitución encabezada por Chávez,
sin ser una Constitución de Chávez. En este sentido, Rubén Martínez lo
explica de la siguiente manera: “Chávez presentó su propio proyecto de Cons-
titución; algunas cuestiones de la propuesta del presidente fueron tenidas en
cuenta, otras no” (Martínez, 2006). Por los contenidos propios de la Consti-
tución, así como por la forma en que fue elaborada, muchos teóricos consti-
tucionalistas han afirmado que esta nueva propuesta constitucional introdujo
una corriente alternativa al constitucionalismo tradicional y hegemónico.188
Desde una perspectiva teórica también es posible considerar el punto de infle-
xión de un nuevo paradigma constitucional.
En lo económico, la Constitución Bolivariana de Venezuela recogía la
mayoría de las demandas reclamadas por el pueblo venezolano en general, y
por Chávez en particular como líder político. Era el fruto de un largo proce-
so constituyente que había tenido lugar en Venezuela desde hacía décadas
–con hechos significativos como el Caracazo de 1989, la insurgencia militar
de Chávez en 1992, los años de rechazo al Gran Viraje o a la Agenda Vene-
zuela, el emergente movimiento bolivariano del último tramo del siglo XX–.
En la nueva Carta Magna, refundadora del país, también emergía un nuevo

tidos políticos, asociaciones vecinales, ecologistas, organizaciones de derechos humanos, etc.


Los debates constituyentes eran transmitidos en directo por la televisión” (Martínez, 2006:
30). Lo que confirma Chávez: “creo que no hay precedentes en la historia reciente del país
de un proceso tan abierto y de tan amplio debate. ¿cómo se hizo, por ejemplo, con la Cons-
titución del 61? El pueblo eligió un Congreso y ese Congreso se atribuyó facultades consti-
tuyentes cuando no las tenía de origen; fue elegido para hacer leyes y, sin embargo, se dedi-
có a hacer una Constitución que fue aprobada por ese mismo Congreso. Esa sí fue una
Constitución hecha en forma cerrada” (Harnecker, 2002).
188 Ver el artículo de Roberto Viciano (2006) resaltando la relevancia de la propuesta
en cuanto a la democracia participativa; y también el artículo de Antonio de Cabo (2006)
respecto a la originalidad de la nueva arquitectura institucional venezolana.

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paradigma económico sui generis que recogía hasta finales de siglo XX gran
parte de la complejidad heterogénea del pensamiento económico de Hugo
Chávez. No obstante, el pensamiento económico chavista seguiría en pleno
movimiento a pesar de que el texto constitucional, una vez aprobado, se con-
virtiese en algo estático, y seguramente desfasado a medida que la realidad
social-económica-política venezolana siguiera cambiando.
La cuestión económica en la nueva Constitución no debe ser tratada con
la miopía parcial propia de otros paradigmas teóricos –como el neoclásico,
por ejemplo–, sino que debe ser considerada, discutida, examinada e inter-
pretada integralmente, en su conjunto, desde el dinámico proceso constitu-
yente. La constitución económica, analizada como la propuesta económica
reflejada en la Constitución, respondía a preguntas de fines del siglo XX con
respuesta del siglo XX, y/o con respuestas anticipatorias a situaciones del siglo
XXI. Pero hay que considerar que, a medida que se siguieran produciendo
otras transformaciones, seguramente irían apareciendo nuevas preguntas que
han de ser respondidas desde otras respuestas, aún inciertas e imprevisibles.
Era imposible prever, en ese entonces, hacia futuro cuáles serían los desafíos
del mañana cuando el presente demandaba tantas cuestiones a resolver. Fren-
te a esa complejidad temporal, Chávez siempre había apelado a Simón Rodrí-
guez, a su “o inventamos o erramos”; pero para él, esta premisa, como tal, solo
podría existir realmente en forma dinámica, en continua revisión. Por ello,
para Chávez, había una máxima: el pueblo soberano tenía derecho a seguir
inventando en el futuro tantas nuevas preguntas como considerase pertinen-
te. Y frente a ello, Chávez consideraba vital que debía acomodar constante-
mente su propuesta económica ante las nuevas demandas populares. Sin
embargo, esta tensión temporal no restaba importancia a la necesidad de un
nuevo texto económico constitucional que debía inaugurar un nuevo cambio
de época respecto al orden económico vigente hasta entonces.
Chávez concebía la economía, como un todo interactuando con todo, a
modo de un metabolismo societal en el que nada podía separarse de nadie;
solo se puede hablar de economía desde la política; entendiendo que lo social
no es un capítulo aparte de la discusión económica; imbricando la dimensión
interna y externa, sin aislar lo uno de lo otro. Por ello, no se tratará aquí de
analizar artículo tras artículo en tal capítulo o título.189 El propósito de las

189 Los aspectos económicos de la Constitución de 1999 están presentes en el Capítu-


lo VII del Título III (De los derechos económicos) y en los Capítulos I y II del Título IV.

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siguientes líneas es más bien observar, desde una visión holística e integral, la
propuesta constitucional económica que abría el cambio de época, siguiendo
la línea de la dinámica formativa del pensamiento económico de Hugo Chá-
vez desde sus orígenes. El resaltar algunos artículos constitucionales solo tiene
como objetivo servir como base argumentativa para el hilo conductor de este
libro que pretende ayudar a conocer mejor el pensamiento económico de
Hugo Chávez en su conjunto, desde su complejidad del todo, y no tanto
desde una mirada parcial. Cada artículo aludido tiene como interés facilitar la
discusión desde la integralidad del pensamiento económico de Hugo Chávez,
y no para hacer un debate en sí mismo (que confunda más que ayude en el
verdadero reto de comprensión de una conformación dinámica y progresiva
de esta propuesta económica en movimiento).
Con el deseo de no ser demasiado repetitivo con todo lo escrito hasta
ahora, a continuación se resaltan, de forma más sintética, los puntos centra-
les de esta propuesta constitucional económica, y algunos detalles comple-
mentarios que merecen ser comentados para enriquecer lo que se viene expo-
niendo, a fin de seguir conociendo mejor la evolución del pensamiento eco-
nómico de Chávez, ahora reflejado en el texto constitucional.
La constitución económica refleja una fuerte visión humanista de la eco-
nomía en la que el endeudamiento social –tanto la pobreza como la inequi-
dad– se considera un problema político, social y económico. El centro de la
propuesta económica estaba en la urgencia por resolver los problemas sociales
a partir de una justa práctica de la política económica. Prevalece un espíritu
de recuperación de la justicia social, después de haber sido expropiada en la
época neoliberal. La pobreza no era considerada un tema marginal o secun-
dario; no se asumía la posición hegemónica a favor de los programas clásicos
de los organismos internacionales que trataban la pobreza como una cuestión
menor, de caridad, con transferencias focalizadas que más que ayudar a salir
de la pobreza la perpetuaban en condición de exclusión estructural no resuel-
ta. La constitución económica no quería abordar los “programas para luchar
contra la pobreza” desde una óptica estrictamente coyuntural y de segundo
orden. Por el contrario, la propuesta constitucional centraba su atención en la
reapropiación de la justicia social, la soberanía, la verdadera independencia
económica, para que el bienestar social y la mejora de la calidad de vida de los
venezolanos fuese un derecho y no una mercancía que se tuviera que comprar
o vender. Desde el preámbulo, el derecho a la vida, al trabajo, a la justicia
social, están contemplados como máximas irrenunciables sobre las que se ha
de construir el resto de políticas económicas. No hay una visión pro-poor (pro-

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pobres), como defienden muchos autores afines a la teoría de la economía de
la desigualdad y pobreza.190 Tampoco se observa ninguna afinidad con la teo-
ría del derrame o del goteo.
La nueva constitución económica no está caracterizada por una visión
pobretológica. De hecho no aparece la palabra pobreza a lo largo de toda la
Carta Magna. Esto da muestra de que la pobreza, para Chávez, era algo de lo
que ocuparse transversalmente en el plano económico, y con la que solo se
podía acabar cambiado integralmente el modelo económico. La justicia social
y la equidad y distribución de riqueza son términos constantes a lo largo del
texto como principios rectores del nuevo orden económico venezolano para
el cambio de época. La condición de equidad prevalece ante cualquier enfo-
que pobretológico; se antepone la distribución de la riqueza como criterio básico
para erradicar más radical y sosteniblemente la pobreza. Tal es la importancia
concedida a la cuestión distributiva que a la hora de establecer el objetivo del
crecimiento, éste queda subordinado a la equidad. Es algo novedoso que se pro-
clame la “equidad del crecimiento”, porque esto es realmente una forma de
definir un orden fundamental de prioridades diferente al neoliberal. La pro-
puesta constitucional no permitía la reproducción del viejo modelo de creci-
miento empobrecedor de la mayoría social, que había sido una de las formas
de crecer del capitalismo en las décadas pasadas en muchos países de Améri-
ca Latina.191 Manifestar el máximo interés por la equidad del crecimiento es
dejar completamente claro que, aunque es importante crecer, la premisa bási-
ca es que se crezca orgánica y metabólicamente con equidad, con distribución
justa.
Ello permite afirmar que esta constitución económica recogía específica-
mente la tradición equitativa que impregnaba el pensamiento económico de
Hugo Chávez hasta entonces. La pobreza económica, para Chávez, se expli-
caba estructuralmente desde la concentración del régimen de acumulación.
Preocuparse por la pobreza sin observar la distribución global de la riqueza es
seguir pensando que la pobreza se puede curar solo con un parche, sin alterar
el régimen de acumular riqueza vigente en el sistema capitalista neoliberal. La

190 Buena parte de la bibliografía de los últimos años sobre la economía de la desi-
gualdad y pobreza ha trabajado mucho en la línea de políticas económicas pro-poor median-
te análisis teóricos, metodológicos y empíricos centrados en estudiar los impactos de algu-
nas políticas públicas o del crecimiento económico sobre la pobreza, pero casi nunca cues-
tionando sus causas estructurales. Ver por ejemplo Duclos (2009) y Ravallion (2004).
191 Ver artículo 299 de la Constitución.

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propuesta constitucional buscaba un camino más largo, más sistémico, pero
también más seguro para acabar con la pobreza en forma central y no parcial;
y lo más relevante, siendo sostenible en el tiempo.
El carácter humanista de la propuesta económica es omnipresente. La
apuesta es buscar la senda hacia una economía de la vida, por la vida, fuerte-
mente comprometida socialmente, con preeminencia de un contrato popular,
y con obligación de delegar en el Estado la garantía de todo lo relacionado
con los aspectos básicos de la vida cotidiana de la mayoría del pueblo vene-
zolano: educación, salud, vivienda, trabajo, seguridad social.192 Son todos
aspectos que se inscriben como derechos sociales, pero que además se entien-
den como objetivos prioritarios del modelo económico; no es posible desligar
lo uno de lo otro, como si fueran compartimentos estancos. El humanismo
de Chávez se reflejaba también en las continuas y explícitas menciones al
desarrollo humano y a los derechos humanos en materia económica. La
humanización de la economía era, si cabe, el principal objetivo en que Chá-
vez había insistido desde que comenzó la larga carrera hacia la presidencia. No
estaba dispuesto a aceptar la financiarización de la economía, rezagando su
dimensión humana a un segundo lugar, dejándola a la deriva de la tasa de
ganancia del capital financiero. Frente a la financiarización creciente de la eco-
nomía mundial a fines de siglo XX, la constitución económica venezolana mar-
caba otra ruta en busca de la humanización de la economía. Esto, que puede ser
catalogado como algo elemental por muchos autores, en esos momentos era un
hecho revolucionario porque significaba distanciarse de la economía hegemóni-
ca y dominante para transitar hacia una nueva línea estratégica, basada en la
economía del ser humano, de la vida, una economía social y popular.
En este sentido, la propuesta económica constitucional es expeditiva en
cuanto a la prohibición de cualquier intento de practicar una economía que
no sea la economía real. Esto es, se prohíbe taxativamente cualquier orden
económico ficticio basado en la especulación ni en el acaparamiento ni en la
usura.193 La economía de casino que comenzaba a instalarse en el mundo ca-
pitalista neoliberal, que seguía forjando la financiarización mundial, era abso-
lutamente rechazada en la Constitución venezolana. Chávez era rotundo al
rechazar una economía de mentira, de papel, de apuestas sobre el incremen-
to de precios de un bien o servicio, de apuestas sobre apuestas que se alejan
de la economía real. Ese nuevo capitalismo ficticio, inmaterial, no tenía cabi-

192 Ver artículos 82, 83, 86, 87 y 102.


193 Ver artículo 114.

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da en el pensamiento económico de Hugo Chávez, y tampoco lo tenía en ese
texto constitucional fundacional. La economía no es un juego, ni una ruleta
rusa, ni puede basarse en loterías en las que unos tienen más probabilidades
de ganar que otros. Para Chávez la economía era algo muy serio para el buen
vivir del pueblo venezolano, que no debía supeditarse a prácticas inhumanas
–especulativas, de acaparamiento, de usura–, con repercusiones nocivas sobre
variables de la economía real. Es por ello que la economía real debía estar pro-
tegida y salvaguardada de cualquier ataque especulativo que pudiera arriesgar
la vida cotidiana, económica y social, del único sujeto válido en la nueva
época económica: el ser humano, el pueblo venezolano.
La democratización de los poderes económicos es una característica clave
para entender la nueva constitución económica. Chávez, desde hacía años,
propugnaba que solo podría haber democracia cuando ésta fuese integral, y
por tanto, también económica. La búsqueda de una democracia que demo-
cratizara económicamente era algo muy notorio en la hoja de ruta marcada
en el texto constitucional. Se prohíben los monopolios.194 No se permite
posición dominante por disponer de un poder económico exclusivo que
pueda tener efectos desfavorables sobre la economía real de los ciudadanos; no
se permite el abuso de una estructura económica muy concentrada. Dicho en
otras palabras, el objetivo es propender a una estructura más democratizada,
en la que no exista la posibilidad de disponer del poder de mercado. Sin
embargo, el monopolio es permitido en el caso de los recursos naturales; pero
este es un monopolio de carácter público. Esto evidencia aquello que Chávez
ya dijera por activa y por pasiva: “los recursos naturales pertenecen al pueblo
venezolano en su totalidad, y como tal, han de ser tratados política y econó-
micamente” (Chávez, 1999). En la Constitución, estas convicciones volvían
a circular en dirección opuesta a los mandamientos neoliberales que hablaban
–usando algún eufemismo– de liberalización económica de ciertos sectores
fundamentales. La Constitución ponía candado a cualquier intento de priva-
tizar; y permitía reapropiarse de aquello que el neoliberalismo había venido
expropiando en cuanto a los sectores estratégicos más importantes para el
país. De hecho, la soberanía constituye, desde ese momento, el principio bási-
co en la gestión para dichos sectores. Concretamente, en el caso petrolero, no
se deja lugar a dudas, ni grieta alguna: PDVSA debe ser plenamente estatal.195

194 Ver artículo 113.


195 Ver artículo 303.

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En esta misma línea de condición democratizadora, y en relación con la
distribución de las tierras, la propuesta constitucional también es categórica:
se declara el régimen latifundista como contrario al interés social.196 No se
acepta la concentración de la tierra vigente en el país a inicios del siglo XXI.
Porque además la concepción constitucional relaciona distribución de tierra
con soberanía alimentario. En Venezuela, había hasta ese año 1999 un eleva-
do saldo negativo en cuanto a su capacidad productiva agroalimentaria: la
mayoría del pueblo tenía bajos niveles de consumo alimenticio, y además casi
todos los alimentos se importaban. El problema a solucionar, por tanto, era
de doble índole: mejorar la seguridad alimentaria y conseguirlo mediante
soberanía alimentaria. En otras palabras: garantizar que la población coma
más y mejor, pero que además se produzcan alimentos en Venezuela. Para
ello, Chávez había demandado la democratización de este medio básico de
producción, la tierra, para que emergiera un nuevo espacio productivo de
carácter más social, con pequeños y medianos productores, que pudieran dis-
poner de tierra disponible para producir bienes básicos en materia alimenta-
ria. Para este desafío se concedía el máximo protagonismo al Estado para
garantizar la seguridad alimentaria, que en la Constitución se entiende como
“soberanía alimentaria”.197 Pero la forma pensada por Chávez para abordar
este gran reto era también democratizando y transformando las relaciones so-
ciales de producción, facilitando una nueva estructura con una masiva parti-
cipación de cooperativas y asociaciones productivas.198
Como era previsible, la nueva Constitución recogía el debate acerca de la
relación entre Estado y mercado en la nueva organización económica. Era
uno de los temas de mayor interés para el capital privado, nacional e interna-
cional, del que se hacían eco todos los medios de comunicación. ¿Cuánto
Estado, cuánto mercado? He aquí una cuestión que Chávez ya había aclara-
do antes varias veces. Nadie podía esperar una sorpresa en esta materia cuan-
do el proyecto del Polo Patriótico, del MVR, y el discurso de Chávez en par-
ticular, habían despejado desde hacía años esta duda: “tanto Estado como fue-
se necesario, tanto mercado como sea posible”. No vamos a repetir aquí toda
la argumentación analizada en apartados anteriores, para evitar redundar en
la cuestión. Valga solo reiterar que el Estado, para Chávez, no era un actor
pasivo, mero corrector de fallos de mercado, ni subsidiario ni accesorio; el

196 Ver artículo 307.


197 Ver artículo 305.
198 Ver artículo 118.

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Estado para Chávez era un nuevo agente activo económico, que habría de
estar presente en la mayoría de relaciones sociales y económicas que existiesen
en la sociedad venezolana. No solo garantizando todo lo relacionado con lo
humano –tal como se explicó en los párrafos precedentes–, sino también co-
mo rector y controlador de los sectores estratégicos claves para recuperar sobe-
ranía.
Por otra parte, la propiedad privada también tenía cabida en ese proyecto
económico de Chávez, sin ambigüedades, y así se ratificaba en la Constitu-
ción.199 Nadie iba a expropiar ninguna propiedad privada al pueblo venezo-
lano por antojo o arbitrariamente. No era un proyecto nacionalizador en su
totalidad, tal como Chávez había repetido en infinitas ocasiones. Pero tam-
poco se trataba de un proyecto condescendiente en su totalidad con la propie-
dad privada, porque no se le permitía tener intereses contrarios a los intereses
sociales del nuevo proyecto económico. Este as bajo la manga en la propuesta
constitucional económica era la forma de condicionar siempre la propiedad
privada a cualquier intento de desestabilizar el verdadero objetivo de la nueva
economía.200 La libertad para la propiedad privada estaba así condicionada por
la utilidad pública o el interés general. Los intereses privados particulares eran
respetados, siempre y cuando no colisionaran con los intereses colectivos de la
sociedad. Este fue uno de los puntos que desató más polémica, porque el sec-
tor empresarial nacional y transnacional creía que Chávez daría un paso atrás,
aceptando la libertad plena del capital privado aunque fuera incompatible con
la plena libertad de los seres humanos. En esta disputa de la propiedad priva-
da por gozar de privilegios en la organización económica, resulta fundamental
considerar que la propuesta económica constitucional abría las puertas para
que la propiedad tuviera otras fórmulas. Las asociaciones de carácter social y
participativo y las cooperativas eran concebidas como otras formas de organi-
zación para desempeñar cualquier tipo de actividad económica.201 Con esta
protección y promoción por parte del Estado a favor de estas nuevas organi-
zativas, se lograba una estructura económica más heterogénea, compleja, en
la que se rompía la dicotomía clásica, público-privado, en la concepción de
los agentes e instituciones económicas, permitiendo que el siglo XXI iniciara
un cambio de época con más peso de la economía popular y alternativa. La

199 Chávez solía decir una frase que evidencia su posición al respecto: “Si hay algún sis-
tema que le niegue a las mayorías la propiedad privada, ése es el capitalismo”.
200 Ver artículo 115.
201 Ver artículo 118.

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idea era disputar el sentido de la propiedad privada que había monopolizado
el modelo capitalista neoliberal; la creación de empresas comunitarias apare-
cía como otra forma de proponer alternativas no estatales, pero tampoco pri-
vadas en el sentido neoliberal del término.
Articular una economía desarticulada es otro objetivo característico del
texto constitucional, que responde a la necesidad de atajar progresivamente el
desequilibrio estructural que había tenido fuertes consecuencias coyunturales
en el plano macroeconómico. Son muchos los propósitos macroeconómicos
instrumentales expuestos en la constitución económica, y que responden
fehacientemente a todo aquello recogido en la Agenda Alternativa Bolivaria-
na y en el programa electoral: evitar vulnerabilidad o volatilidad frente a cual-
quier shock interno y/o externo, frenar la descapitalización creciente, detener
la inflación galopante de las últimas décadas, contener la paulatina desboliva-
rianización de la economía, controlar el regresivo gasto público, mejorar las
sostenibilidad fiscal del sector público. Se trataba de orquestar virtuosamente
una economía creadora de riqueza, socialmente distribuida, para acabar con
la economía neoliberal rentista y desigual, y desvinculada de la sociedad. No
había casi nada nuevo bajo el sol en esta constitución económica que no se
hubiera expresado antes en los discursos y textos de Hugo Chávez, porque no
había ningún cambio sustantivo en el texto constitucional respecto a lo que el
actual Presidente venía desde tiempo atrás demandado, discutiendo y propo-
niendo en materia económica.
En este sentido, en las políticas económicas se volvía a resaltar la impor-
tancia de una política fiscal de control de las cuentas públicas, con sostenibi-
lidad y equilibrio, pero bajo un enfoque plurianual, a partir de una estructu-
ra tributaria justa y progresiva con capacidad recaudatoria.202 La deuda públi-
ca quedaba restringida al tamaño de la economía, es decir, se limitaba según
la capacidad de generar ingresos para ir amortizándola en un futuro, sin poner
en riesgo los verdaderos objetivos de la política pública.203
En política monetaria sí se percibía cierto rodeo.204 Se seguía una postura
más de corte neoliberal en cuanto a la independencia del Banco Central de
Venezuela, respetando así la doctrina hegemónica en esta materia, aplicada
tanto por la Reserva Federal de Estados Unidos como por el Banco Central
Europeo. Pero al mismo tiempo, la política de esta institución debía estar

202 Ver artículo 316.


203 Ver artículo 312.
204 Ver artículo 318.

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sometida a una acción coordinada con el Poder Ejecutivo para perseguir los
objetivos marcados en la planificación estratégica a partir de un acuerdo anual
de definición de políticas, y mediante una articulación entre política fiscal y
monetaria. Si alguien quisiera buscar el punto más contaminado por la hege-
monía neoliberal del momento en la propuesta constitucional, sí es acertado
referirse a esta proclamada autonomía del Banco Central. Sin embargo, es
también acertado considerar que este hecho era matizado en el mismo texto
por un candado: el Banco Central es autónomo pero ha de estar en concor-
dancia con las definiciones políticas del Poder Ejecutivo.
Por otra parte, se señalaba que en política financiera el Poder Público
nacional es competente para regular la banca, así como el sistema financiero;
pero no está especificado cómo. Tal como había sucedido antes, la gestión del
sector bancario quedaba afuera de las discusiones económicas, y en el texto
constitucional se ratificaba este hecho. No había una posición clara en este
tema, y solo se aludía genéricamente a la competencia reguladora del Estado,
sin aclarar nada más sobre el sentido de esta competencia. Esta interpretación
se dejaba para una batalla posterior en el desarrollo legislativo postconstitu-
cional.
Las políticas económicas sectoriales también resaltaban en la nueva Carta
Magna, donde se establecía una jerarquía de la actividad agropecuaria y del
turismo sobre lo demás, como opciones para transformar la matriz producti-
va y salir del patrón primario exportador petrolero. Pero el gran objetivo pro-
ductivo, más que salir del patrón primario exportador, era generar producción
nacional de bienes que satisficieran eficazmente las necesidades básicas. Sobre
este punto, aparecía con mucha fuerza la necesidad de cambiar la matriz pro-
ductiva con la incorporación de las pequeñas y medianas empresas. Se corro-
boraba así la voluntad democratizadora de las relaciones económicas.
El trato de la inversión extranjera constituía otro foco de atención para el
capital privado transnacional y para sus organismos internacionales. Sobre
este aspecto, la Constitución demuestra aquello que Chávez venía procla-
mando durante años: la soberanía económica venezolana ha de ser inque-
brantable. No puede haber legislación internacional económica que invada el
orden económico interno. Por ello, la inversión extranjera quedaba sujeta a
trato nacional, impidiendo en consecuencia que se pudiera acudir a jueces y
árbitros internacionales con legislación propia no venezolana.205 Se cerraba así

205 Ver artículo 301.

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una puerta para los planes neoliberales de tener un centro de gravitación que
regulase y gestionase cualquier inversión, sin importar la legislación nacional
del lugar del mundo en que se invirtiera. En la nueva República Bolivariana
de Venezuela la soberanía nacional no concedía oportunidades a estos deseos
del capital transnacional.
Otro buque insignia que se inscribía en la Constitución es la visión boli-
variana desde el plano económico. Para Chávez el orden económico interno
debía estar ligado sistémicamente a las relaciones económicas externas. Es in-
disoluble esa pareja, de lo interno y lo externo; no hay transición interna si no
es también externa, y viceversa. Venezuela no era refundada como República
Bolivariana de Venezuela en la Constitución solo desde una perspectiva inter-
na, sino que el bolivarianismo económico, en el plano de la inserción econó-
mica en el sistema-mundo, era una premisa de cumplimiento obligado para
transitar hacia el cambio de época anunciado por Chávez. El bolivarianismo
económico ejercía una gran influencia en el texto constitucional en un doble
sentido. Por un lado, se establece un principio fundamental que regula las
relaciones internacionales económicas, siempre en sintonía y respetando la
soberanía y los intereses del pueblo venezolano.206 El planteamiento no es
autárquico ni de aislamiento mundial. La propuesta buscaba consolidar una
nueva matriz de relaciones económicas con el mundo, pero sin ceder un ápice
de soberanía, lo cual significaba rediscutir y cuestionar la dirección unilateral
de mando de los poderes económicos mundiales –y sus respectivas organiza-
ciones internacionales– hacia Venezuela. La soberanía era innegociable en la
visión bolivariana de Hugo Chávez, porque a partir de ella Venezuela debía
construir un proyecto económico de transición sin interferencias ajenas, en el
que el buen vivir del pueblo venezolano no se sometiera a condiciones im-
puestas por la tasa de ganancia del capital privado transnacional. No se acep-
taba trato ni pacto que pusiera en peligro el nuevo contrato social con el pue-
blo venezolano.
Por otro lado, Chávez ponía en el primer lugar de importancia para Vene-
zuela a la región latinoamericana y caribeña como polo político y económico
para relacionarse con el mundo, en una suerte de inserción regional en el sis-
tema-mundo.207 La resistencia para luchar contra el capital transnacional, ca-
racterístico del apogeo neoliberal, se proponía a través de una alianza granna-

206 Ver artículo 152.


207 Ver artículo 153.

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cional en América Latina y el Caribe. Chávez recogía así el viejo sueño de
Bolívar en la Constitución, al establecer como objetivo la creación de una
comunidad de naciones en la región. Pero esto no solo era una visión nostál-
gica, sino que se postulaba como una estrategia para afrontar el nuevo mundo
multipolar que Chávez había previsto para el siglo XXI. Hasta este momen-
to, América Latina era un conjunto de naciones desperdigadas, unidas fun-
damentalmente bajo los dictados del FMI, BM o BID, y de las políticas neo-
liberales del decálogo de Washington; el Sur latinoamericano era mancomu-
nado por las imposiciones del Norte. Frente a ello, la constitución económica
planteaba la actualización del pensamiento de Bolívar para el siglo XXI para
cambiar ese orden desde el Norte impuestos para unir al Sur. Desde este mo-
mento en adelante, el bolivarianismo económico sería un rasgo central del
pensamiento económico de Hugo Chávez que comenzaría a recorrer toda
América Latina proponiendo y conformando un nuevo plano de integración,
basado en principios alternativos a los que imponía el neoliberalismo por esos
años.

Por ahora, resumiendo: la génesis del paradigma económico


de Hugo Chávez

Desde 1996 comienza una nueva etapa en el pensamiento económico de Hu-


go Chávez. Un pensamiento que alcanza su mayoría de edad desde el momen-
to en que define la conveniencia de buscar en una cita electoral el apoyo
mayoritario del pueblo para llegar a la presidencia. Lo que pasaba por arriba,
en el pacto político de la élite no representativa, nada tenía que ver con lo que
pasaba por abajo, con la mayoría del pueblo venezolano que padecía los efec-
tos de la larga noche neoliberal. El descontento social frente a la estafa demo-
crática crecía sin límites, mientras los gobernantes venezolanos solo atendían
a las órdenes de los poderes económicos internacionales y sus mentores en
forma de organismos mundiales –el Fondo Monetario Internacional o Banco
Mundial, o cualquier otro–. Se agotaba el tiempo de la democracia aparente
del puntofijismo, porque la marea popular quería una democracia real, de ver-
dad, que democratizara también el ámbito económico. El régimen de acu-
mulación que el neoliberalismo había impuesto para Venezuela solo permitía
la concentración de riqueza a costa del vivir bien de las mayorías. Y las mayo-
rías dijeron: ¡basta ya!, en el Caracazo, y siguieron protestando y reclamando
por un injusto modelo económico que vendía barato la soberanía, que perdía

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el control de los sectores estratégicos, que expropiaba riqueza al pueblo vene-
zolano, que carcomía progresivamente lo poco que quedaba del poder adqui-
sitivo, que descapitalizaba al país, que mercantilizaba todos los derechos
humanos sin posibilidades de satisfacer a las mayorías. La teoría del derrame
solo derramaba pobreza hacia abajo. El empobrecimiento mayoritario era
inversamente proporcional a la gran riqueza de Venezuela. La deuda social no
era una variable económica de interés en los documentos que discutían los
tecnócratas preocupados por la deuda financiera, o por la tasa de retribución
del capital privado trasnacional. El malestar popular se multiplicaba en indig-
nación a medida que los programas de (des)ajuste y planes de (des)estabiliza-
ción seguían cayendo como meteoritos venidos de algún centro de comando
neoliberal, afectando a las condiciones económicas cotidianas de la gente en
la calle.
Frente a este escenario, dos años después de salir de la cárcel, Chávez reco-
rría el país mirando con sus propios ojos aquello que el pueblo padecía y recla-
maba. La acumulación de crisis, política-económica-social-institucional, abría
un escenario apropiado para acudir a la cita electoral que se avecinaba en un
par de años, en 1998, a sabiendas de que el puntofijismo parecía tener los días
contados. Chávez estaba acumulando fuerza política en el seno del Movi-
miento Bolivariano, estructurándolo como instrumento electoral y articulan-
do alianzas. Acopiaba respaldo popular de cada rincón del país.
La propuesta política de Hugo Chávez se tornaba fuertemente económica
en tanto que asumía el desafío de salir urgentemente del laberinto neoliberal.
Así se hacía eco de los reclamos por las consecuencias inadmisibles de un
modelo económico importado desde afuera, sin considerar al pueblo venezo-
lano ni las particularidades del país en su conjunto. Chávez se centraba con-
tinuamente en identificar las raíces de los problemas. Quejarse de la lluvia era
importante, pero más importante era entender por qué llovía, quiénes eran los
responsables de esa lluvia, cuánto tiempo seguiría lloviendo si no se hacía
nada.
En 1996, cuando el Presidente de turno firmaba una nueva sentencia con
la Agenda Venezuela –que bien se pudo haber llamado Agenda Washington–,
Chávez presentaba su propuesta económica preelectoral, la Agenda Alternati-
va Bolivariana (AAB), como documento programático que marcaba un pro-
yecto de transición para salir del secuestro neoliberal hacia un nuevo modelo
económico humanista, popular, desarrollista, bolivariano y antineoliberal. La
AAB marcaba, en primer lugar, la urgente necesidad de recuperar la demo-
cracia vía una Asamblea Constituyente para sellar un nuevo pacto social y

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popular, en el que participara el pueblo venezolano. Sin nueva Constitución,
para Chávez no podía haber transición hacia otro destino. El anclaje econó-
mico del obsoleto pero vigente orden constitucional impedía cualquier polí-
tica económica que pretendiera soltar amarras en dirección hacia otra econo-
mía alternativa. La AAB fijaba entonces una hoja de ruta económica para
superar el entrampamiento neoliberal. Esta propuesta preelectoral permitía a
Chávez explicar, matizar, profundizar y problematizar aquello que estaba con-
formándose en su pensamiento económico, dinámico y en movimiento, cada
vez más ecléctico y de gran complejidad. En su dimensión económica la AAB
demuestra el enfoque humanista que Chávez seguía construyendo. Esta
humanización de la economía se traduce en la prioridad atribuida a los aspec-
tos de la vida cotidiana de la mayoría del pueblo venezolano, a las necesida-
des básicas, a los derechos humanos. La economía real propuesta por Chávez
era aquella que se alejaba del fenómeno creciente de la financiarización de la
economía. Frente a una deuda financiera ilegítima, con acreedores interna-
cionales y heredada del pasado, Chávez priorizaba la solución al endeuda-
miento social y humano que padecía su pueblo. Esta ética es vista como una
anomalía según los cánones económicos neoliberales. Chávez, de nuevo a
contracorriente, manifestaba aquello que el capital privado transnacional no
quería oír.
La AAB cristaliza buena parte del pensamiento económico de Hugo Chá-
vez hasta el momento, pero en una clave que muchos analistas no han queri-
do considerar. Se trata de la construcción de un pensamiento económico en
constante dialéctica situacional, con su entorno, con su pueblo, con sus
influencias, con lo que pasaba en el mundo. La AAB refleja la búsqueda, tác-
tica y estratégica, de otra economía para escapar de la economía hegemónica
con una combinación de medidas propuestas para erradicar las urgencias
coyunturales y construir las bases estructurales para las transformaciones a
mediano y largo plazo. Chávez explicaba, frente al acoso mediático, en entre-
vistas y más entrevistas, aquello que el poder económico no quería escuchar
pero que el pueblo recibía con mucha esperanza. Chávez se había decidido
definitivamente a disputar el sentido común de época.
A medida que se acercaba el momento de la verdad, en la cita electoral de
diciembre de 1998, el pensamiento económico de Hugo Chávez solo debe ser
analizado en estas circunstancias de táctica electoral, sin abandonar el objeti-
vo de largo aliento: salir del neoliberalismo como horizonte estratégico. Algu-
nos analistas pretendieron encorsetar a Chávez en el comunismo, en el socia-
lismo, en el capitalismo; en cualquier molde que pudiera mermar sus posibi-

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lidades de victoria electoral. Chávez siempre decía por ese entonces que no era
ni lo uno ni lo otro, sino que era un humanista bolivariano que buscaba por
encima de todo democratizar las relaciones sociales y económicas para que la
democracia fuera real, y no aparente.
La alquimia del pensamiento económico de Hugo Chávez no es entendi-
da por aquellos que creen que la ciencia es una colección de categorías cerra-
das, excluyentes, como si se tratara de compartimentos estancos incomunica-
dos. Concebir estáticamente el pensamiento económico de Hugo Chávez es
un error porque ninguna idea puede permanecer intacta frente al movimien-
to constante del entorno que le rodea. Chávez tenía que ganar unas eleccio-
nes con una propuesta económica real, plasmada en su Programa de Transi-
ción, recogiendo todo lo que venía proclamando en sus años precedentes,
pero también respondiendo virtuosamente a una coyuntura electoral sui gene-
ris y a contracorriente de casi todos los poderes instituidos en Venezuela y en
el mundo. Los ojos del Gran Hermano capitalista estaban puestos en Vene-
zuela a fines de 1998, y especialmente sobre lo que Chávez prometía hacer si
ganaba las elecciones. Las preguntas asediaban desde el periodismo depen-
diente acerca de la propiedad privada, el rol del Estado, la relación con la
inversión privada extranjera, las funciones de la banca privada. Chávez debía
sortear esta ofensiva en su contra mediante un equilibrio virtuoso entre: 1)
destacar que el nuevo proyecto que debía nacer nada tenía que ver con el viejo
sistema condenado a morir; y b) evitar una agresión –del capital transnacio-
nal– antes de tiempo, antes de llegar al lugar que le permitiría cambiar el
orden económico de la condiciones de vida de la mayoría venezolana.
Esta destreza discursiva y comunicacional no impidió que Chávez inclu-
yera en su nuevo programa electoral económico aquello que consideraba prio-
ritario para dejar atrás el régimen de acumulación concentrador de riqueza a
costa del empobrecimiento de la mayoría. El cuestionamiento al statu quo
heredado era directo, y esto implicaba afectar al patrón distributivo que venía
repartiendo desigualmente desde su funcionamiento orgánico. La equidad y
la justicia social cada vez cobraban más protagonismo en el pensamiento de
Chávez como condición sine qua non para erradicar la pobreza. La pobreza no
se podía resolver con parches, como proponían los programas caritativos y
asistencialistas de moda en el capitalismo neoliberal. Chávez cada vez tenía
más certeza de que el crecimiento empobrecedor se debía a estructuras distri-
butivas injustas, amparadas en la confianza en una mano invisible que supues-
tamente tenía el mercado para asignar la riqueza. Pero cambiar las estructuras
lleva tiempo, y Chávez no estaba dispuesto a esperar a cambiar en el largo

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plazo los padecimientos de la población venezolana en el presente. Esa suerte
de predilección por el ahora en la economía es un rasgo distintivo del pensa-
miento de Chávez. Lo inmediato, lo urgente era la prioridad. Esa base apre-
miante era parte novedosa de lo que Chávez propugnaba para salir del labe-
rinto neoliberal, porque pensaba esta salida como una cuestión de Estado, sin
que ello fuera contradictorio o contraproducente con la rearticulación estruc-
tural económica para que el cambio de época económica fuese sostenible en
el tiempo.
Chávez pensaba en la importancia que tenía la producción para salir de la
economía rentista petrolera, pero siempre teniendo en cuenta los errores de
los modelos de sustitución de importaciones por haberse centrado solo en
generar valor agregado, sin pensar si las condiciones materiales eran adecua-
das, ni tampoco haberse fijado en quiénes iban a ser los nuevos agentes eco-
nómicos de ese cambio de matriz productiva. El líder del Movimiento Boli-
variano quería una economía productiva básica, que sustituyera la importa-
ción de los bienes básicos. El valor agregado era cuestión de segundo orden
porque antes la prioridad residía en producir todo aquello que la mayor parte
de la población venezolana consumía o necesitaba consumir. Además, Chávez
consideraba fundamental atender a la matriz distributiva de cualquier cambio
potencial del cambio de matriz productiva. Era necesario cambiar lo que se
producía pero también quién lo producía, para no seguir dependiendo de las
grandes empresas privadas.
El pensamiento económico de Hugo Chávez se enriquecía a medida que
se acercaba la gran batalla electoral, porque las explicaciones debían ser más y
más elocuentes para todo aquello que preocupaba a la mayoría del pueblo.
¿Qué hacer con la deuda? La deuda financiera externa se pagaría, pero des-
pués de saldar la deuda social interna. ¿Se acabaría con la economía de mer-
cado? La respuesta parecía un trabalenguas pero no lo era: “tanto Estado
como fuera necesario, y tanto mercado como fuese posible”. El Estado tenía
la obligación de ser rector de la otra economía posible; asumiendo las necesi-
dades básicas desde una política de Estado; de regular cada vez que fuera nece-
sario en pro del interés colectivo; de producir; de controlar los sectores estra-
tégicos; de redistribuir el excedente económico; de no dejar la soberanía en
manos de intereses privado. Y, por otro lado, el mercado podía seguir estan-
do presente, podía ser útil pero siempre y cuando estuviese al servicio de la
sociedad.
¿Podía venir el capital extranjero? Sí, siempre que se acomodara al nuevo
patrón económico de desarrollo, más endógeno, y sin entrar en colisión con

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los objetivos humanos marcados por el nuevo programa económico. ¿Es la
Tercera Vía la forma más adecuada de ubicar la propuesta económica de Chá-
vez? Chávez tenía su propia vía, la “vía bolivariana” que él mismo indicaba en
innumerables ocasiones. Querer catalogarlo con clichés preestablecidos es no
entender quién era, ni qué pensaba Chávez de la economía, porque estaba
modelando un paradigma propio.
¿Cómo se relacionaría Venezuela con el mundo? Chávez quería una rein-
serción regional en el sistema-mundo en que la alianza grannacional fuera la
forma de resistir las embestidas del capital transnacional. El vaticinio de la
transición geoeconómica hacia un mundo multipolar para el siglo XXI era un
mensaje recurrente de Chávez a la hora de defender otra forma de relacionar-
se económicamente fuera del país para refundar un nuevo orden económico
interno. No era posible otra política económica interna si ésta no estaba en
sintonía fina con aquello que se realizaba más allá de las fronteras nacionales.
El tándem interno-externo era indisoluble para Chávez. La soberanía es una
cuestión de combinación perfecta en ese doble nivel.
Con este discurso Chávez ganó las elecciones, con una propuesta econó-
mica que era el fiel reflejo de lo que contenía su complejo pensamiento.
Tomaba posesión unos meses después, jurando sobre una moribunda Cons-
titución, y convocaba de inmediato a una Asamblea Constituyente, para ela-
borar una nueva Carta Magna que refundaría a la República Bolivariana de
Venezuela. Todo lo prometido se hizo realidad en esos primeros días, semanas
y meses. Elecciones y más elecciones se sucedían, dando ejemplo de buena
salud democrática. La propuesta constitucional también fue sometida a refe-
réndum democrático, y resultó aprobada por la gran mayoría del pueblo
venezolano. El espíritu económico de la nueva Constitución respondía feha-
cientemente a todo aquello que se estaba desarrollando en su pensamiento
económico en estos años decisivos. No hubo sorpresas ni cambios respecto a
lo anunciado en la AAB o en el Programa Electoral Económico. La nueva
constitución económica constituía un rejuvenecido pacto económico, respe-
tuoso con las demandas de los de abajo, con la mayoría del pueblo, sin nada
que negociar con los de arriba. El nuevo contrato económico era de fuerte
compromiso social y popular asentando en la base sobre la que cimentar la
búsqueda de una época ganada en Venezuela, enterrando de una vez por todas
la época perdida de la larga noche neoliberal.
El pensamiento económico de Hugo Chávez se inscribía en un documen-
to constitucional que se convertiría en la carta de navegación para salir del
neoliberalismo, con todos los candados posibles para evitar cualquier intento

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de revertir el cambio –por arremetidas del capital privado transnacional–.
Pero el pensamiento económico de Hugo Chávez no se detendrá con la Cons-
titución, porque ésta es un texto estático, y en cambio, el pensamiento ha de
ser siempre visto en perspectiva dinámica, que seguirá en movimiento, en dia-
léctica según sean las circunstancias históricas, del pueblo, de los avances, de
los próximos desafíos, de las nuevas demandas.
Así acababa una nueva etapa en la conformación del pensamiento econó-
mico de Hugo Chávez, que se cerraba a final del siglo XX después de haber
sorteado, transitado, recorrido, y respondido a múltiples vicisitudes en los
cuatro años transcurridos desde 1996, que son como cuatrocientos años por
su intensa vida política. El pensamiento económico de Hugo Chávez en este
punto es más antineoliberal que en su etapa anterior, más bolivariano, más
desarrollista, más nacional-popular, y fundamentalmente humanista, más vir-
tuoso en la gestión dialéctica entre lo táctico y lo estratégico, entre lo teórico
y lo práctico.

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CCapítulo
apítulo4 4

La época ganada en la
La época ganada en la economía de Hugo Chávez

economía de Hugo Chávez


“Gloria al Bravo Pueblo
que el yugo lanzó”
Himno de Venezuela (entonado por Chávez)

4.1. El capitalismo del siglo XXI en el mundo

El siglo XX terminó con el nacimiento de otra Venezuela, de ahora en ade-


lante República Bolivariana, presidida por Hugo Rafael Chávez Frías. Un país
refundado con un nuevo texto constitucional, que proclamaba que otra eco-
nomía es posible y que quería dejar atrás las encrucijadas propias del laberinto
neoliberal. El largo siglo XX208 llegaba a su fin todavía bajo la hegemonía
económica, política y militar de los Estados Unidos, aunque comenzaba a
mostrar algún síntoma de cierto agotamiento y de dificultad frente a nuevas
situaciones que venían sucediéndose. Aunque era prematuro proclamar el des-
moronamiento de esa hegemonía, algún atrevido autor ya manifestaba por
entonces que el siglo XXI comenzaba con una “dominación sin hegemo-
nía”.209 Estados Unidos afrontaba un nuevo siglo a sabiendas de que el mun-
do comenzaba a dejar de ser monolítico, para transitar hacia una creciente
fragmentación multipolar, de nuevas alianzas –que, en algunas situaciones,
eludían el visto bueno de los órganos de control de los países centrales y sus
respectivos organismos transnacionales–. No obstante, este lento pero progre-
sivo reordenamiento geopolítico a nivel mundial no impedía la vigencia de la
hegemonía neoliberal en cualquier rincón del planeta, con contadísimas
excepciones.
El neoliberalismo había madurado lo suficiente durante las dos últimas
décadas del siglo XX; e iniciaba el siglo XXI con mayoría de edad a todos sus
efectos. La hegemonía neoliberal contaba con la conducción de una estricta

208 Expresión tomada de Giovanni Arrighi (1999), indispensable para entender qué
sucedió a lo largo del siglo XX.
209 El propio Giovanni Arrighi (2007) se manifiesta en esos términos.

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política económica liderada por los Estados Unidos, con la compañía inesti-
mable –aunque siempre subordinada– del poder económico de la Unión
Europea y algún que otro aliado, como Japón. La caída de la Unión Soviéti-
ca, y del campo socialista, eliminó al competidor político-económico, y fun-
damentalmente militar, que disputaba a los Estados Unidos el papel de único
y cómodo dominador del planeta. El mal denominado Consenso de Was-
hington había facilitado la aceleración del proceso de globalización neoliberal
del capitalismo para seguir ordenando la casa llamada mundo. El neolibera-
lismo contaba con casi todo a favor para iniciar el siglo XXI, haciendo del
proceso de acumulación del sistema capitalista una religión económica y polí-
tica sin discusión. Todas las piezas del puzle se habían acomodado para que la
tasa de ganancia del capital privado siguiera disfrutando cada vez más de
mejor salud, gracias a un sistema-mundo en el que cada país tenía un rol bien
definido. Cada uno se especializaba en aquello que determinaba el capital pri-
vado transnacional; varios países periféricos estaban condenados a empobre-
cerse mucho, otros un poco, y otros algo menos. También había países peri-
féricos en polos geográfico-económicos centrales del sistema capitalista
–como por ejemplo en la Unión Europea– donde se podía disfrutar de unos
mínimos de bienestar y de desarrollo, pero siempre bajo un esquema de repar-
to desigual.
En cambio, América Latina cumplía las funciones de periferia del sistema
capitalista, impuestas desde el período colonial, como una región condenada
a permanecer subordinada al patrón de acumulación concentrado en muy
pocas manos. Este era el verdadero resultado del reparto propuesto en La
investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) de
Adam Smith, o de los criterios de especialización comercial a partir de las
“ventajas comparativas” teorizadas por David Ricardo (1817): la división
internacional de las injusticias era condición necesaria para el funcionamien-
to orgánico del modelo capitalista, elegido desde hacía siglos. El neoliberalis-
mo había llegado para gestionar ese reparto, para hacerlo sostenible en el
tiempo, para apuntalar, consolidar y vigorizar ese modelo, y volverlo irrever-
sible contra cualquier intento de reforma o de derrumbe.
Las décadas del neoliberalismo permitieron que sus diez mandamientos
básicos fueran aprendidos como si se tratara del estribillo de cualquier can-
ción de verano que se tararea a pesar de que no tenga ningún sentido. La he -
gemonía económica neoliberal vino de la mano de una gran hegemonía polí-
tica, social y cultural. Solo así, con esta conexión de diferentes planos de una
misma hegemonía, es posible explicar por qué el neoliberalismo llegó a pene-

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trar hasta los huesos de cualquier ciudadano, sin importar que éste se encon-
trara en Málaga, Caracas, Barcelona, Bolonia, Quebec, Oaxaca, La Paz, La
Línea de la Concepción, Quito o Buenos Aires. La condición de irreversibili-
dad siempre fue el objetivo perseguido por el neoliberalismo; convencer de
que no había opción real de dar marcha atrás a pesar de un cambio de gobier-
no, de otro color político e ideológico, era la forma de asegurar el plan de
acción del capitalismo neoliberal. Evitar el éxito de cualquier intento contra-
hegemónico sería desde el principio uno de los grandes desafíos para el pro-
ceso neoliberal como mecanismo expansivo y calibrador del patrón de acu-
mulación capitalista. Para ello, el sistema, con sus infinitas extremidades, lo-
gró tejer un laberinto del cual era muy difícil salir. El decálogo neoliberal, que
se impuso a fines de los setenta e inicios de los ochenta, había tenido tiempo
suficiente para desarrollarse y constituirse, a principios del siglo XXI, como
una matriz dominante en materia de política económica. La mayoría de las
universidades consideradas como las mejores –en rankings auto elaborados–
habían trabajado con mucho empeño y ahínco para dar un sostén teórico y
metodológico a esta batería de órdenes políticas.
La economía neoclásica conseguía así un matrimonio perfecto con la eco-
nomía neoliberal: la primera se encargaba de enseñar en el sacrosanto mundo
académico toda la teoría e instrumentos metodológicos, mientras la segunda
se dedicaba a mostrar que hay un único camino posible, una única economía
posible, una única forma de ordenar la vida económica de todos, aunque fuera
solo a favor de unos pocos. La estrategia elegida fue presentar lo uno disocia-
do de lo otro; esto es, la economía neoclásica expresada como un asunto téc-
nico absolutamente desvinculado de la economía neoliberal como proyecto
político. Así, con esta falsa desvinculación, se indujo la convergencia hacia el
pensamiento único210 económico, donde todo lo que se decía en contra era
rápidamente desacreditado por los técnicos que actuaban como escudo de la
política, tornando cualquier crítica como inválida.
La economía política quedó cada vez más relegada a un lugar marginal

210 Este término está tomado de Herbert Marcuse (1965: 44) que considera el pensa-
miento único (unidimensional) como resultado del cierre del universo del discurso impues-
to por la clase política dominante y los medios. Dice sobre ello: “su universo del discurso
está poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas incesante y monopolística-
mente, se tornan en definiciones hipnóticas o dictados”. Muchos atribuyen la reintroduc-
ción de esta expresión a Ignacio Ramonet en 1995 en un editorial de Le Monde Diplomati-
que.

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para unos pocos académicos “anti sistema”; para unos políticos “poco prag-
máticos”; para unos ciudadanos que no aceptaban que la economía fuese una
cuestión para expertos, sin derecho de admisión para las mayorías populares.
Esta economía, presentada en forma de postpolítica, era el atajo propicio para
evitar el debate sobre los objetivos políticos, tanto en lo táctico como lo estra-
tégico, que ayudaran a decidir democráticamente qué hacer en materia de
economía. La escuela del pensamiento único neoliberal fue desplazando a
todas aquellas otras escuelas que se oponían o cuestionaban muchos de los
aspectos asumidos como verdades por los modelos matemáticos característi-
cos de la economía dominante; sólo era aceptado explicar a las sociedades caó-
ticas y con incertidumbre desde el análisis basado en el comportamiento
matemático, siempre modelizable. Todas las corrientes económicas quedaron
así relegadas a la mínima expresión por la hegemonía de la economía neoclá-
sica, que rechazaba cualquier intento de trabajar o avanzar en la línea de algu-
na escuela del pasado; o peor aún, mayor era el rechazo si alguien se atrevía a
inventar nuevas categorías económicas. Aquello que decía Simón Rodríguez,
de “o inventamos o erramos”, era blasfemar para ese nuevo monopolio deno-
minado economía neoclásica. La hegemonía neoliberal no quería que otro sen-
tido común fuera posible.
Aquella serie de postulados y planteamientos proclamados en forma de
decálogo neoliberal en la sede del gobierno estadounidense, a inicios del siglo
XXI ya se habían traducido en hechos consumados, gracias al desembarco de
todas las políticas económicas en forma de Programas de (des)Ajuste Estruc-
tural o Planes de (des)Estabilización. Se había avanzado mucho en lo que
había propuesto el neoliberalismo para implementar una nueva estructura
económica mundial, “ordenada” solo para el capital y desajustada y desesta-
bilizada para las mayorías de los pueblos en zonas periféricas.
Los objetivos fijados por el orden hegemónico se estaban cumpliendo. El
comercio mundial había repuntado. En todos los años del período 1985-
2000 el comercio internacional alcanzó tasas de crecimiento claramente supe-
riores a la dinámica del PIB mundial. A lo largo de toda la década del noven-
ta, el intercambio comercial global creció en forma constante, a una tasa
superior al 6% anual. Pero ese comercio se sostuvo gracias a una base de
intercambio desigual que tenía como efecto inequidades mundiales en nive-
les de desarrollo, favoreciendo el enriquecimiento de unos pocos a costa del
empobrecimiento de las mayorías.
Las transnacionales habían incrementado su protagonismo en las transac-
ciones comerciales, mejorando así su tasa de ganancia a costa de muchas

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pequeñas y medianas empresas, que eran fagocitadas en medio de la compe-
tencia desigual. Se dejaba para los países centrales el privilegio de comerciar
con aquellos bienes de mayor valor agregado, resultando así ganadores en la
puja por el excedente económico generado en el nuevo modelo de crecimien-
to económico mundial. A los países periféricos se les seguía condenando a su
modelo primario exportador de materias primas sin valor agregado, generan-
do una renta primaria concentrada en manos de muchas transnacionales que
ahora sí habían podido llegar a controlar muchos sectores estratégicos. Y, en
el mejor de los casos, desde la versión más defensora del capitalismo indus-
trializador, el orden hegemónico concedía la oportunidad a una emergente
semiperiferia para que pudiera elaborar manufacturas y bienes de escaso valor
agregado, pero siempre impidiéndole que pudiera insertarse en sectores pro-
ductivos más intensivos en tecnología, de gran valor agregado. Así, las desi-
gualdades en el reparto del excedente económico siempre estaban aseguradas,
entre países centrales y el resto.
El objetivo siempre fue el crecimiento exponencial de los intercambios
comerciales, a diferentes velocidades, para asegurar una apropiación desigual
del valor agregado. Esto se logró a fines de siglo XX gracias a las políticas de
la Organización Mundial del Comercio, gracias a los tratados de libre comer-
cio (TLC), al Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Inte-
lectual relacionados con el comercio (ADPIC),211 a los Tratados Bilaterales de
Inversión (TBI), y gracias a un árbitro mundial, que es a la vez juez y parte,
como es el caso del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas
a Inversiones (CIADI). Así, el libre comercio pudo sostener el injusto y
desigual comercio. Un trato igual para desiguales siempre es una manera
injusta de ordenar económicamente la casa-mundial.
Además, se impusieron muchas otras políticas económicas en el seno de los
países centrales, que eran determinantes para hacer prevalecer las ventajas ori-
ginarias acumuladas, no comparativas, de unos sobre otros. Las políticas de
subvenciones y ayudas públicas –por ejemplo en Estados Unidos o en la
Unión Europea mediante la Política Agrícola Común (PAC)– fueron clave en
estas décadas neoliberales para abaratar los costos de producción de los pro-
ductores privados de los países centrales, protegiéndolos e incluso impulsán-

211 El ADPIC (en inglés, TRIPS) se instaura en el Anexo 1C del Convenio por el que
se crea la OMC, firmado en 1994.Establece la privatización del conocimiento sobre la base
de un complejo régimen de la propiedad intelectual. Para una visión no mercantilista véase
Ramírez (2012b).

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dolos a conquistar el Sur en cuanto a bienes agroalimentarios, gracias a políti-
cas de discriminación de precios favorables vía dumping.212 Los instrumentos
de política comercial del neoliberalismo también se orientaron hacia la elab-
oración de barreras infranqueables para-arancelarias, que evitaban la entrada
de cualquier producto externo a territorios de influencia de los poderes eco-
nómicos. Los países enriquecidos no permitían que ningún producto externo
entrara a sus fronteras si no lo hacía bajo condiciones preestablecidas por
ellos. Esta relación carecía de reciprocidad alguna; la seguridad jurídica en la
periferia era, por el contrario, la imposición por parte de los inversores extran-
jeros de condiciones en la legislación nacional.
Pero no son solo estas medidas comerciales citadas las que permitieron
incrementar neoliberalmente el comercio, sino que además los países centrales
fueron desarrollando múltiples alternativas para mantener el control de la
dirección de las transacciones comerciales. La política de cooperación es un
buen ejemplo de ello; los fondos destinados a la llamada “cooperación al de-
arrollo” en muchos casos solo podían ser gestionados por las propias empre-
sas de los países cooperantes.
La brecha tecnológica es otro ejemplo de obstáculo para evitar la conver-
gencia en los términos de intercambio, y por ende en los niveles de desarrol-
lo, entre aquellos Estados que exportaban bienes de mucho valor agregado
tecnológico y aquellos que seguían bajo una eterna dependencia importado-
ra. Los bienes intensivos en tecnología estuvieron desde su concepción articu-
lados bajo estructuras oligopólicas, en manos de pocas firmas privadas; cir-
culan transnacionalmente en el plano comercial, pero el control se mantiene
en la casa matriz y las sedes en los centros de gravitación del capitalismo mun -
dial. La “era del conocimiento”, tan aplaudida por el neoliberalismo, escondía
realmente la desigualdad del conocimiento. El conocimiento no era (ni es) un
bien común para el orden hegemónico, sino que se sometía a las reglas mer-
cantiles marcadas por la propuesta neoliberal. El conocimiento ha sido obje-
to de propiedad privada de unos pocos, y por tanto, se ha convertido en un
nuevo patrón de dominación para el siglo XXI. Cualquier intento de indus-

212 En este sentido, pueden entenderse los problemas del dumping derivados de
muchas ayudas públicas en países centrales que superan los costes de producción de bienes,
permitiendo que estos bienes salgan a competir afuera a precios más que competitivos; es
decir, a cualquier precio posible, porque siempre hay una ganancia garantizada por la polí-
tica de subsidios de los países centrales. Ver por ejemplo el artículo de Crespo (1997) para
analizar la discusión en esa época, desde los aspectos teórico, económico y jurídico.

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trialización de países periféricos, habitualmente teledirigido por los organis-
mos internacionales, está sujeto a insumos intermedios de alto componente
tecnológico, que son propiedad de los países centrales. Esta nueva dependen-
cia tecnológica era otro pilar más para edificar el nuevo orden económico
mundial, dificultando cualquier salida del laberinto globalizado de orden
neoliberal. El proceso de fragmentación geográfica de la producción mundial
descansa en esa nueva estructura. Es conveniente –en términos de rentabili-
dad para la tasa de ganancia del capital privado– dispersar los procesos pro-
ductivos a nivel mundial, con fábricas en cada lugar del mundo. Todas par-
ticipando parcialmente según los cometidos prefijados, y encadenadas bajo el
control de la propiedad privada del capital transnacional. El neoliberalismo
planificó así un modelo de producción posfordista, supranacional, que delegó
en cada lugar aquello que se podía realizar con el menor costo posible, para
apropiarse del máximo valor agregado disponible. Las transnacionales capta-
ban de esta forma el máximo valor de la renta generada en muchos países, y
aprovechaban justamente su hegemonía tecnológica para asegurarse de que
nadie pudiera copiar este proceso productivo de generación de mucho valor
agregado, que requería un alto volumen de recursos. El neoliberalismo tam-
bién negó la transferencia tecnológica; el saber hacer, el llamado know-how
tecnológico, era solo para unos pocos porque así se aseguraba la concentración
del conocimiento y se aprovechaba deslealmente esa ventaja comparativa.
Sin embargo, en el nuevo siglo surgieron con mucha fuerza algunos país-
es que comenzaron a participar del proceso tecnológico sin tanta obsesión por
innovar, sino más bien reproduciendo lo que otros ya hacían, aprovechando
que antes habían sido lugares de destino de muchas empresas transnacionales,
y/o que simplemente sabían “copiar bien”, llevando así a cabo políticas acer-
tadas en ciencia y tecnología. De esta manera, China e India irrumpieron con
fuerza como nuevos centros tecnológicos, junto con otros países asiáticos.
Todo esto sucedía también porque si bien el capitalismo neoliberal había cal-
ibrado las ventajas de la expansión imperial del sistema de producción, esto a
la vez podía comenzar a tener efectos contraproducentes (no del todo valo-
rados ni previstos). Dicho de otro modo, aunque por un lado había grandes
beneficios para las empresas transnacionales al ordenar la producción a partir
del sistema-mundo, aprovechando el empobrecimiento salarial de la periferia
–y deslocalizando cualquier potencial conflicto laboral–, por otro lado esta
transnacionalización de la producción condujo a que los países centrales
tuvieran una nueva dependencia de la periferia, porque era allí donde se
comenzaba a llevar a cabo gran parte de la producción mundial. Este fenó-

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meno generó que Estados Unidos, como motor central del modelo, comen-
zase un proceso de endeudamiento externo elevado (ahorro externo) que
comenzaba a poner en riesgo su economía, porque su consumo interno deja-
ba de estar sostenido por su ahorro interno (por la vía de incrementos salaria-
les), y frente a ello, esta debilidad la pretendía resolver con un sistema credi-
ticio ficticio, sin ninguna base material (precisamente sin ese ahorro interno).
El capital transnacional productivo migró a mucha velocidad a los nuevos
centros de producción que se instalaban en el mundo, para dar viabilidad al
nuevo proceso de segmentación geográfica de la producción mundial. Tam-
bién comenzaba así a generarse un nuevo patrón de concentración, en menor
escala, del capital privado que se situaba en nuevos enclaves. Esto dio lugar,
progresivamente, a otro mapamundi económico: se desencadenaron nuevo
polos económicos emergentes, que se habían ido conformando desde finales
de siglo XX e inicios del XXI. A principios del siglo XXI aún no se hablaba
del grupo de los BRICS213 (Brasil-Rusia-India-India-China-Sudáfrica), ni los
BRIC (sin Sudáfrica), pero comenzaba a aparecer un grupo de países con
mucho potencial de crecimiento, con una nueva posición en el sistema-mun-
do, y con oportunidades de relacionamiento entre ellos muy fuerte como para
que en un futuro muy próximo se pudiera considerar una transición geoeco-
nómica. Probablemente era China, por su historia, sus dimensiones geográ-
ficas, su potencial económico, su planificación y su estrategia, el país que atis-
baba como la cabeza de dragón del grupo de países emergentes.214
Esta transición geoeconómica en curso era aún muy incipiente. Las tesis
conservadoras explicaban este hecho siempre por la vía que más les interesa-
ba: según el orden dominante, todo se debía a una cuestión de transición

213 Este acrónimo fue empleado por primera vez en 2001, fundamentalmente por el
economista Jim O’Neill, quien acuñó el término para agrupar a los principales mercados
emergentes, aunque los países no asumieron esta noción oficialmente hasta 2008.
214 El desafío que China se plantea para el medio plazo es político y económico, no
militar, esfera que quedaría reducida a la autoprotección. En esta línea se sitúan las declara-
ciones del presidente Hu Jintao en 2004 al defender un surgimiento rápido y pacífico, refle-
jado en la doctrina de los Cuatro No –a la hegemonía, a la fuerza, a los bloques y a la carre-
ra de armamentos– y los Cuatro Sí –a generar confianza, reducir las dificultades, desarrollar
la cooperación y evitar la confrontación–. De hecho, a lo largo de la historia, China no ha
llevado a cabo una política expansiva y agresiva con sus vecinos, y poco han cambiado sus
fronteras. Ello está acorde con la falta de interés de los Estados de Asia oriental desde el siglo
XVI por construir imperios extensos, en competencia mutua y con una carrera de arma-
mentos comparable a la europea.

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hacia el capitalismo global.215 El objetivo de esta tesis era seguir sirviendo
como ordenador de la futura transición geoeconómica que se pudiera venir,
sin salirse, del patrón de acumulación capitalista neoliberal. Sin embargo, el
siglo XXI comenzaba con esta incertidumbre –cada vez más defendida por
autores heterodoxos–216 acerca de la posible transición geoeconómica hacia
un mundo multipolar, en donde los países emergentes podrían tener un rol
fundamental en el nuevo orden económico mundial. No es éste el lugar para
desarrollar una tesis que explique el debate acerca de estos países emergentes,
pero sí es importante resaltar la importancia de éstos para caracterizar esta
transición naciente en el periodo objeto de análisis.
Otro hecho indudable, característico del comienzo del siglo XXI, fue la
consolidación de la financiarización de la economía capitalista mundial. El
capitalismo neoliberal había desestimado a la economía real, industrial, como
la primera fuente de creación de riqueza, y por ende, de obtención de renta-
bilidad económica. El sector financiero era considerado ahora como aquel
que tenía más ventajas para crear riqueza monetaria, no necesariamente real,
logrando el máximo valor de capital ficticio en el más corto tiempo posible.
El costo laboral del sector financiero era mínimo; los conflictos laborales prác-
ticamente inexistentes; no requería de recursos naturales; podía ser consider-
ado como una especie de dimensión extraterrestre, y por tanto, podía escapar
a cualquier control ciudadano; crecía a velocidad exponencial porque no tenía
necesidad de determinar ninguna función de producción temporal; era con-
siderado como una fórmula mágica para crear rentabilidad infinita, sin estar
sometido a ninguna restricción de un mundo finito. Estas eran todas pre-
rrogativas determinantes para fomentar una economía especulativa, de casi-
no, en que se podía crear valor ficticio a partir de apuestas y expectativas, con
multitud de operaciones infinitesimales.
Es importante considerar que este auge de las finanzas se explicaba, en un
primer momento, porque “una parte considerable de la riqueza acumulada
por las familias de los países centrales, en particular el grueso del patrimonio

215 La idea más importante del establishment económico consiste en la tesis BRIC,
defendida en el artículo de Wilson y Purushothaman, “Dreaming with BRICs: The Path to
2050” (2003), donde se sostiene que Brasil, Rusia, India y China han cambiado sus siste-
mas políticos para abrazar el capitalismo global –se trata de un estudio auspiciado por Gold-
man Sachs–.
216 Wallerstein (2003) es uno de los que se manifiesta anticipadamente sobre la pro-
gresiva decadencia de la hegemonía económica de los Estados Unidos y la apertura a una
nueva situación geopolítica con la emergencia de nuevos polos.

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de las grandes fortunas, salvo una pequeña parte invertida en activos físicos,
se ha colocado en los mercados financieros. Y lo mismo sucede con una nota-
ble proporción de los flujos de ahorro, tanto de las familias como de las em -
presas y de los gobiernos, invertidos en esos mercados financieros” (Medial-
dea, 2010: 123). La financiarización galopante, un fenómeno consolidado a
inicios del nuevo siglo, generó nuevos rentistas: rentistas del siglo XXI que
justificaban en una gestión virtuosa del riesgo su mayor virtud. Nada decían
acerca de su posición dominante, en poder económico e informativo, para
acertar en esa gestión oportuna del riesgo. El riesgo es menor cuando más in-
formación y poder económico se tiene. Además, el riesgo es compensado –y
mucho– por aquello que los organismos internacionales dominantes denom-
inan seguridad jurídica; que, en la mayoría de ocasiones, no es más que una
forma legal que ata, mediante la letra pequeña, cualquier contingencia deriva-
da de la incertidumbre. La financiarización nunca tenía un riesgo consider-
able que asumir porque todos remaban a su favor, tanto leyes como organis-
mos y estructuras, junto con gran parte de la política económica que permitía
que las finanzas no estuvieran al servicio de la economía real y productiva.217
El rentismo financiero se convirtió así en esencia constituyente del neolibera-
lismo, que además forjó un entramado interdependiente de relaciones entre
países, entre los capitales privados transnacionales, que entraban y salían de los
países sin control alguno, sin tener que dar explicaciones, sin necesidad de ren-
dir cuentas.
Los intentos de democratización de la economía, en el mejor de los casos
de algunas políticas económicas, se centraron en la economía real, dejando de
lado el nuevo poder económico financiarizado consolidado, el poder
financiero, lo que tuvo como consecuencia que la democracia adoleciera de
un significativo déficit sistémico y orgánico. La imposibilidad propia del
neoliberalismo para democratizar el poder económico reside en la imposibil-
idad de controlar una valorización ficticia proveniente del nuevo mundo
económico financiarizado. El neoliberalismo creaba así una condición más de
irreversibilidad que dificultaba volver atrás –incluso a un capitalismo indus-
trial desfinanciarizado–, o salir hacia delante por afuera del laberinto finan-
ciarizado. Esta era otra manera en que el capitalismo neoliberal construía
nuevas cadenas de dependencia: el mundo de las finanzas era más interde-
pendiente que cualquier otro, porque los capitales se entrelazaban en dimen-

217 El 90% de los movimientos de los capitales a inicios de siglo XXI (calculados en 2
billones de dólares) son no productivos.

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siones virtuales con una complejidad máxima que impedía su identificación
desagregada. Así, la dependencia económica no era exclusivamente aquella
que se explicaba por las relaciones comerciales, ni productivas, sino que, de
ahora en adelante, era preciso contemplar también la cuestión financiera. Un
dato habla por sí solo en este sentido: “entre 1986 y 2004 el PIB mundial se
multiplica por tres, y las exportaciones de bienes y servicios por cinco, mien-
tras que el crecimiento de los mercados financieros es muy superior: el inter-
cambio medio de divisas se multiplica por nueve, las emisiones internaciona-
les de títulos por siete, los préstamos bancarios internacionales en términos
netos por ocho, y el mercado de productos derivados (contando solo los bur-
sátiles) por noventa y ocho; entre 1980 y 2001, la capitalización bursátil sobre
el PIB pasa del 50% al 152% en EEUU, sube del 8% al 103% en Francia y
del 9% al 61% en Alemania; los beneficios obtenidos por las empresas finan-
cieras sobre los del sector no financiero saltan desde aproximadamente el 15%
en la década de los cincuenta a casi el 50% en 2001” (Medialdea, 2010: 123).
En este escenario, pensar que otra economía es posible obligaba necesaria-
mente a afrontar la economía dominante, considerando su preeminencia en
todos los países y su contaminación de manera determinante en el comporta-
miento de la economía real. De hecho, el siglo nuevo llegaba en medio de la
una gran tormenta financiera, la denominada burbuja “punto com”, que se
refería al período de crecimiento en los valores económicos de empresas vin-
culadas a internet gracias a un bucle especulativo entre 1997 y 2001. Este
fenómeno económico impulsó la creación acelerada de compañías basadas en
internet, designadas comúnmente “empresas punto com”, que buscaban
máxima rentabilidad no tanto por su actividad económica, sino a partir de
prácticas especulativas que revalorizaran su capital ficticio. Todo ello acabó en
el estallido de la burbuja.com,218 que tuvo un efecto notable sobre muchas
economías occidentales donde el capital se había intoxicado por acudir en
masa a una actividad de economía que no tenía base real que la sostuviera.
Rápidamente, como golondrinas financieras, los capitales se marcharon a
otros lugares que les permitieran seguir lucrando.
La estructura económica capitalista que heredaba el siglo XXI era alta-
mente concentradora. La reconfiguración del capital privado luego de las cri-

218 El índice Nasdaq (bolsa electrónica de Nueva York) cayó estrepitosamente de estar
cotizando por encima de 5.000 puntos (año 2000) a estar por debajo de 1.000 en un perío -
do menor de dos años.

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sis de finales de los setenta evolucionaba hacia una mayor concentración: más
capital pero en menos manos. Por ejemplo, en 1998 las diez principales em-
presas, según su sector, controlaban el 35% de la industria de productos far-
macéutico, el 70% en materia informática y el 86% en las telecomunicacio-
nes; los países desarrollados controlaban el 97% de todas las patentes del
mundo.219 No solo el mundo financiarizado se construía a base de máxima
concentración, sino que todos los sectores de la economía real caminaban en
dirección contraria a una progresiva democratización. El poder económico se
reorganizó en una gran red pero con pocos nodos, que son los verdaderos
controladores del resto de movimientos. Basta mencionar un dato elocuente:
“El conjunto de las 500 mayores empresas multinacionales tenían ingresos
conjuntos superiores al PIB de todo el conjunto de la UE o de los Estados
Unidos; estas 500 multinacionales habían pasado de representar el equiva-
lente del 38% al 43% entre 1996 y 2006” (Sánchez, 2008).
Además, esta concentración se caracterizaba por otro rasgo distintivo: el
capital era cada vez más trans-sectorial. Apenas quedaban pocos grandes capi-
tales especializados en un determinado sector económico. El gran capital iba
fagocitando a los pequeños capitales, controlando así desde los grandes sec-
tores estratégicos –como petróleo, telecomunicaciones, eléctrico, otros– hasta
aquellos sectores también estratégicos de bienes agroalimentarios, manufac-
tureros, y otros del cada vez más emergente sector servicios. Se produjo así un
proceso acelerado de fusiones entre empresas, que reflejaba una nueva foto-
grafía de la dispersión del capital privado. La economía capitalista que se ha-
bía desarrollado en el siglo pasado transitaba hacia una nueva matriz estruc-
tural, que tenía como pilares a pocas pero grandes transnacionales, que se
denominan “empresas sistémicas”. Esto es, aquellas que sostienen el nuevo
sistema.220
El mapa económico a inicios de siglo XXI en el mundo capitalista se expli-
ca sustancialmente por la gran hegemonía lograda en el período anterior gra-
cias a la revolución neoliberal. Un orden geoeconómico complejo y hetero-

219 Para más detalles, remitirse al texto de Susana Mas Mok (2004).
220 De hecho, años después, surgió un impactante estudio acerca de la red mundial del
capital que es controlado por muy pocas manos. Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Ste-
fano Battiston, investigadores de la Universidad de Zúrich (Suiza), publicaron su trabajo el
26 de octubre 2011, bajo el título “La red de control corporativo global” (“The Network of
Global Corporate Control”) en la revista científica PlosOne.org –estudio que había sido cen-
surado años antes por la Universidad del Estado de Sonoma de California–.

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géneo se había ido gestando en los últimos años. El neoliberalismo requería
de un capitalismo globalizador que intensificara el carácter imperial en las
relaciones sociales económicas –que ya no eran exclusivamente de índole co-
mercial y productiva, sino que ahora también las finanzas tenían un papel pri-
mordial–.
Este nuevo orden interdependiente abría a la vez un volcán incontrolado
de nuevas relaciones, de reacomodo de otras economías en el nuevo mapa-
mundi económico. No todo estaba bajo control, aunque el capitalismo neo-
liberal pretendiera mantener el orden mediante su hegemonía cultural, polí-
tica, social, comunicacional y económica.
Por un lado, la Unión Europea continuaba su proceso de integración neo-
liberal ordenando a su periferia –España, Portugal221 y Grecia– al servicio de
los intereses de los países centrales. A inicios del siglo XXI, el proyecto inte-
grador europeo establecía el Tratado de Niza, que tenía como objetivo dise-
ñar la estructura institucional para la nueva ampliación y los nuevos retos a
futuro. Europa decidía seguir dando pasos agigantados en la dirección marca-
da por el nuevo orden económico neoliberal mundial. Su papel era conver-
tirse en polo económico central, pero como un actor secundario que cedía a
Estados Unidos la manija para ordenar el mapamundi. El gran objetivo de la
nueva Unión Europea era constituir un gran espacio donde el capital tuviese
mejores opciones para hacer negocios. La reconfiguración europea daba
prioridad absoluta a las políticas económicas nominales a favor de: 1) la finan-
ciarización; 2) un ritmo de crecimiento de doble velocidad basado en una de-
pendencia del sur respecto al norte europeo; y 3) la distribución geográfica de
funciones económicas que conllevaban un patrón de intercambio desigual
intrarregional. Pero el reto principal para Europa estaba por llegar en 2002
con la entrada en vigencia de la moneda única, el euro, que amputaba la
diversidad de políticas monetarias nacionales, y por ende, extirpaba la sobe-
ranía cambiaria y monetaria a cualquier país que se atreviera a cuestionar lo
determinado por los poderes económicos y financieros europeos y en el
mundo. El bienestar social pasó a ser una cuestión de segundo orden porque
los temas salariales, de derechos básicos, de distribución de la riqueza, de inclu-
sión, no eran objeto prioritario de ninguno de los acuerdos. Europa había deci-
dido ser una pieza más del nuevo orden global del capitalismo neoliberal.

221 Curiosamente es Portugal, el 1 de enero del año 2000, el país que asume simbóli-
camente la Presidencia del Consejo de la Unión Europea, aunque las decisiones son marca-
das por otras reglas.

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Por otra parte, Estados Unidos iniciaba el siglo XXI con cambio de gobier-
no: el candidato republicano George W. Bush222 venció en noviembre del año
2000 al candidato demócrata Al Gore por la mínima diferencia en el voto
electoral,223 y con muchas sospechas de fraude electoral.224 La llegada de Bush
al gobierno supuso la profundización del modelo neoliberal ya vigente en el
capitalismo mundial. Su propuesta era aún más radical en materia económi-
ca, a favor de la reducción de impuestos y privatización de la salud –eufemís-
ticamente llamada “modernización de la salud”–; aunque con algunas salve-
dades en materia de política pública, con alto gasto público a favor de deter-
minadas corporaciones. En este punto, su propuesta era menos ortodoxa pero
siempre se justificaba por la necesidad de ayudar al capital privado sistémico,
garante del sistema capitalista en Estados Unidos. Bush defendió desde el pri-
mer momento que su modelo no podía ser tan regulador e intervencionista
como el de Clinton. La discusión se centraba más en la disputa entre una ver-
sión light y una versión hard del neoliberalismo, pero sin salir del consenso
neoliberal de fondo.225 Bush planteaba la necesidad de un conjunto de medi-
das económicas de corte liberalizador, como la privatización de algunos sec-
tores rentables y estratégicos al servicio de los grandes intereses corporativos e
industriales. Con este discurso, Bush asumió como presidente el 20 de enero
de 2001. A pesar de que el poder económico contaba con tener todo bajo
control, sucedió un hecho inesperado para buena parte del mundo: el atenta-
do del 11 de septiembre en Estados Unidos, que ocasionó la muerte a cerca
de 3.000 personas más 6.000 heridos por la destrucción del entorno del
World Trade Center en Nueva York, así como graves daños en el Pentágono.
Desde ese momento en adelante todo cambiaría en el mundo en materia de

222 El candidato era en ese momento el gobernador de Texas, e hijo del ex presidente
George H. W. Bush (1989-1993).
223 En el sistema estadounidense de elecciones presidenciales, el voto electoral deter-
mina el ganador, y Bush ganó esta cuenta, aunque Gore recibió el mayor número de votos
–la llamada “votación popular”–. Bush ganó con 271 votos electorales, contra los 266 de
Gore, venciendo el Partido Republicano en 31 de los 50 estados. De los aproximadamente
105 millones de votos emitidos, Bush recibió 50.456.002 (47,9%) y Gore 50.999.979
(48,4%).
224 Se hallaron irregularidades en las papeletas que se usaron en ciertas zonas de Flori-
da, que era entonces el estado que decidiría las elecciones. Tras varios recuentos el Tribunal
Supremo dictaminó que el vencedor había sido Bush.
225 Para más detalles en torno al consenso neoliberal entre Bush y Clinton, ver Pollin
(2005).

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“seguridad nacional y seguridad democrática”, como anunciara el propio pre-
sidente Bush, desencadenando una serie de guerras e invasiones en todo el
mundo y cometiendo un sinfín de injusticias y atrocidades absolutamente
contrarias a cualquier espíritu democrático.
Desde entonces, Estados Unidos concentró la atención de su política exte-
rior en la política de guerras, de invasiones, de gasto público a favor del rear-
me armamentístico, propiciando un sostenido déficit público, a pesar de ser
un insistente defensor en el mundo del control del presupuesto público. A
Bush le es achacable mucho de lo que sucedió desde 2001 en adelante en
materia económica y política, pero esto no puede permitirnos olvidar que
Clinton también fue igualmente responsable de una economía con grandes
casos de corrupción, y de recesión neoliberal.226 Todo esto sucedía con gran-
des desequilibrios macroeconómicos, derivados de un modelo que solo dese-
aba sostener el consumo interno a partir de una política crediticia sin gran
capacidad de ahorro interno, teniendo luego que apropiarse –a toda costa– de
buena parte del ahorro externo mundial aprovechando las ventajas de un
mundo financiarizado que tenía su epicentro en los mercados bursátiles de los
Estados Unidos.
Pero Bush también tomó decisiones que aceleraron el proceso de neolibe-
ralización interno y externo en lo económico, y sometieron al mundo a una
política de guerras que comenzó en el año 2003 en Irak, y continuó en Afga-
nistán, Líbano, etc. La política de reducción de impuestos a los ricos redujo
también las posibilidades de financiar programas sociales, porque además se
impuso como prioridad financiar la nueva industria de la guerra, que exigía
muchos dólares para seguir matando a inocentes en cualquier rincón del
mundo.
Bush no quería más política de relacionamiento económico con América
Latina –como Clinton, que había buscado “ayudar” a cambio de seguir ase-
gurándose una deuda externa y un sometimiento extremo de la soberanía de
los países en la región a los dictados venidos del norte, abriendo posibilidades

226 Así lo manifiesta Pollin: “La Administraci6n de Clinton se caracterizaba por las
reducciones en todos los terrenos del gasto público en relación con el gasto total de la eco-
nomía, por un entusiasmo prácticamente sin matices por el libre comercio, por esfuerzos
muy tibios e incoherentes para ayudar a los trabajadores en el mercado laboral, y por la des-
regulaci6n de los mercados financieros –para lo que contó con la ayuda inestimable de Alan
Greenspan– con el fin de garantizar a los intermediarios financieros la libertad de acción que
deseaban desde hacía tiempo a fin de especular a sus anchas con el dinero de otros” (Pollin,
2005: 15).

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de seguir transnacionalizando el capital privado, privatizando sectores estraté-
gicos y teniendo acceso privilegiado a los recursos naturales–.
A fin de cuentas, Bush no modificó el enfoque de la política económica
respecto a Clinton; tenían ambos un centro de gravedad común y muy sóli-
do. Pero había algo que los distinguía: Bush puso su principal foco de aten-
ción en otro enclave del mundo después de haber sido golpeado en su propia
casa en septiembre de 2001. Ello no quiere decir que los ojos de la hegemo-
nía estadounidense no estuvieran también atentos a América Latina.227 Pero
sí era cierto que la intensidad de esa atención, antes mayor, había decaído
cuando los estadounidenses concentraron la mayoría de su artillería pesada en
otros lugares del planeta, claves por su papel geoestratégico militar y también
por el petróleo y recursos naturales disponibles.
De todas maneras, Estados Unidos creía y confiaba en que había impues-
to un orden suficiente en materia económica para toda América Latina, y que
era imprevisible un giro adverso a tal situación. En efecto, las políticas econó-
micas neoliberales habían dado su fruto para la tasa de ganancia del capital.
Esta sensación de satisfacción por los “deberes hechos en las décadas pasadas”
hacía que, aunque la política beligerante contra la región latinoamericana no
cesara ni un segundo, el siglo XXI iniciara con calma para los Estados Uni-
dos, pensando que toda la economía, y también la política instituida, estaban
bajo control.
La campaña de liberalización múltiple –en el comercio, en las inversiones,
en las finanzas– consiguió que la soberanía del Sur residiera en muchos con-
sejos de administración de las grandes transnacionales con sede en algún país
del Norte. Los Estados-nación en América Latina se habían convertido en
células interconectadas e interdependientes por políticas económicas del capi-
tal transnacional. La deuda externa se convirtió paulatinamente en deuda
eterna. Los sectores estratégicos en la región pasaban a manos ajenas, con ob-
jetivos que nada tenían que ver con lo que era beneficioso para la mayoría de

227 Nunca dejó de existir una estrategia de Estados para Unidos contra América Lati-
na. Según una entrevista a Burbach (Burch, 2007), hay dos fases en la política de la admi-
nistración de Bush hacia el hemisferio: inicialmente, fue controlada principalmente por los
neoconservadores, bajo la figura dominante de Otto Reich, nominado en 2002 como Sub-
secretario del Departamento de Estado para Asuntos Hemisféricos. En 2003 se produjo un
cambio cuando Thomas Shannon asumió la conducción de los asuntos hemisféricos. La lle-
gada de Negroponte como Secretario de Estado Adjunto tiende a consolidar esas posiciones,
y con el rango de segundo a bordo de Condoleezza Rice, él tuvo el poder para imponer su
perspectiva por sobre la de Shannon en la política hacia América Latina.

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los ciudadanos en cada país. El neoliberalismo logró reducir el sector públi-
co, pero manteniendo una consistencia suficiente para poder brindar seguri-
dad jurídica a los beneficios empresariales, e ir así cediendo soberanía. Las
Políticas de Ajuste y los Programas de Estabilización para América Latina
habían ordenado la casa latinoamericana de acuerdo a los objetivos del neoli-
beralismo global, tal como se necesitaba para seguir manteniendo su inser-
ción subordinada en el sistema-mundo capitalista, al servicio de las transna-
cionales. Todo estaba en calma, salvo un pequeño detalle: el pueblo latino-
americano.

4.2. Los primeros pasos económicos como Presidente (1999-2001)

Aquello que la economía dominante no contemplaba como clave transfor-


madora del orden establecido, Chávez ya lo había descubierto hacía años, y
había trabajado sin descanso para recibir su apoyo. La mayoría del pueblo, en
este caso el venezolano –pero algo similar pasaba en buena parte de América
Latina–, no estaba satisfecha con las políticas económicas que se habían
implementando durante décadas, pues solo beneficiaban a las grandes corpo-
raciones económicas y financieras de capital privado transnacional. Lo que
fueron décadas ganadas para los agentes privilegiados por el neoliberalismo,
fueron también décadas perdidas para la mayoría del pueblo.
Hugo Chávez fue el primero que ganó unas elecciones con un signo políti-
co disonante respecto de la homogeneidad ideológica neoliberal de los go-
bernantes de la región. La mayoría de América Latina tenía presidentes muy
obedientes a las imposiciones de los países del Norte. Confiaban en que la
década ganada del capital era suficiente para que, por goteo o por derrame,
pudiera también generar una década de bienestar mínimo para las mayorías
populares. Pero no fue así. Las décadas perdidas en toda América Latina pro-
vocaron el mayor endeudamiento social de su historia: empobrecimiento de
las mayorías, exclusión social-económica-política, desempleo, precarización
salarial, necesidades básicas insatisfechas, concentración de la riqueza en po-
cas manos, pérdida de soberanía, desposesión de la naturaleza.
La reacción del pueblo latinoamericano, que sufría las consecuencias
directas de esta gran deuda social, no era una variable bajo control del neoli-
beralismo, que siempre pensó que se trataba de un mal menor que podía
amortiguarse con algunos programas asistenciales de mínimos, de transferen-
cias focalizadas, pero sin alterar las estructuras de reparto.

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Con este telón de fondo, Chávez fue elegido Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela. El orden mundial no admitía ningún país desobe-
diente de los dictados neoliberales en materia de política económica. Nadie
podía eludir del guión preestablecido. Y la llegada de Chávez, en absoluta sin-
tonía con un pueblo cansado de tanto malestar impuesto, preocupaba y
mucho, porque Venezuela era uno de los grandes proveedores de petróleo pa-
ra Estados Unidos y de otros países centrales. Y además porque América Lati-
na estaba tan en calma para el capital transnacional que los inversionistas no
querían que ningún topo latinoamericano despertara en ninguna latitud
regional.
Pero Chávez había ganado las elecciones, y asumía la presidencia procu-
rando navegar a contracorriente y poner en práctica todo aquello que era
parte de su pensamiento económico. El primer ofrecimiento de campaña se
cumplió de inmediato: el cambio de Constitución no tardó en llegar, y desde
el primer minuto se puso manos a la obra para cambiar las reglas del juego
desde la base, para que la nueva pirámide económica tuviera sostén seguro y
garantías. La propuesta constitucional económica recogió mucho de lo que el
pueblo venezolano reclamaba a la economía hegemónica neoliberal. Como
Presidente, Chávez se encargó de que ésta fuera una convocatoria democráti-
ca para que el poder constituyente participara protagónicamente en la elabo-
ración de otra economía, que tenía como gran reto salir del laberinto neoli-
beral y abordar la transición hacia una economía más humanista, popular,
desarrollista, nacionalista, soberana, bolivariana, y no neoliberal. ¿Capitalista
o socialista? Por ahora, esa cuestión quedaba subordinada a la urgencia de
resolver a la mayor brevedad posible toda la deuda social heredada de las déca-
das perdidas.
El pueblo venezolano había elegido a Chávez porque, entre otras razones,
siempre decía que el ya economicus era primordial. Con Constitución nueva
en mano, Chávez inició su periplo por el siglo XXI con demasiados ojos pues-
tos sobre su desempeño: desde el Norte, unos querían saber si Chávez sería
uno más que decía una cosa en época electoral para ganar las elecciones, pero
que iría cediendo y cediendo hasta firmar cualquier acuerdo de libre comer-
cio o cualquier contrato jugoso a favor del capital transnacional. Otros (una
izquierda minoritaria) en cambio exigían a Chávez que fuera el auténtico re-
volucionario (marxista) que nunca había prometido ser. Desde el Sur también
miraban con expectativas e incertidumbre a Chávez, de quien se rechazaba en
cierto sector su arista militar. Había quienes pensaban que todo podía ser un
bluf, porque creían que Chávez solo era alguien con capacidad oratoria y

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mucho gracejo discursivo embaucador. Desde la economía dominante –desde
la academia, desde las consultoras privadas, desde los medios de comunica-
ción desde la opinión de “expertos”, desde los organismos internacionales–, se
suponía que Chávez solo sabía cantar y reír, pero que de economía, de políti-
ca económica, no tenía ni idea, y que apenas haría cambios rigurosos ni prag-
máticos en este terreno.
Esta última creencia fue constituyéndose en credo desde los portavoces y
representantes de los poderes económicos y financieros, quienes ponían en
duda, muchas veces con desprecio, que Chávez pudiera tener un pensamien-
to económico formado, propio –desconocían la trayectoria, revisada en pági-
nas anteriores, que Chávez había ido construyendo en el tiempo, en incesante
dialéctica situacional, considerando la epistemología de Venezuela y América
Latina, con conocimiento histórico local, regional y global, con una lectura
sistemática sobre cómo venía el mundo preparando la contrarrevolución neo-
liberal, con influencias de muchos pensadores y economistas–.
Era éste un nuevo momento histórico; el pensamiento económico de Chá-
vez tenía por delante un nuevo escenario en el que cual su acción y su praxis
se iban a constituir en un plano central, absolutamente determinante. Se ini-
ciaba en este siglo XXI una nueva etapa sui generis en la que el pensamiento
económico de Chávez no podía seguir anclado sobre una única y exclusiva
dimensión teórica o proposicional, sino que desde entonces en adelante, en-
traría en contacto diario con la práctica, con la acción, con la toma de decisio-
nes en materia de política económica. Esta simbiosis tensionó la dinámica
conformadora del pensamiento económico; obligando a dejar atrás un pensa-
miento económico basado en el estudio teórico, en la lectura, en la lucha y la
crítica pero sin estar expuesto a la responsabilidad de tener que tomar deci-
siones. Desde entonces en adelante, asumir la competencia presidencial le
obligaba a afrontar otro ángulo derivado de la acción y la praxis política. Así,
cada uno de los elementos, pensamiento y praxis, se iban a entrelazar estre-
chamente conformando un nuevo todo, en el que a medida que pasaba el
tiempo se volvía más difícil separar lo uno de lo otro. En otras palabras, el
pensamiento económico del presidente Chávez ya no era fruto solo de una
contemplación reflexiva, proactiva, crítica y militante, sino que a partir de ese
momento se volvió acción económica. Su pensamiento económico se iría
generando desde la propia praxis; la acción económica sería parte del mismo
desde 1999 hasta su último día de vida. Por ello, podemos considerar la nueva
praxis política diaria de Chávez en materia económica como parte viva de su
pensamiento económico.

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Ciertamente, Chávez siempre fue como hombre un ser fundamentalmen-
te social, y desde esa condición todo su pensamiento económico estuvo en re-
lación constante con una filosofía de la praxis.228 A partir de ahora, su nueva
condición de Presidente, como máximo responsable para llevar a cabo diaria-
mente las políticas económicas a contracorriente del orden mundial, marca-
ría inexorablemente una etapa distinta de las anteriores. Como dijo Marx en
la undécima tesis sobre Feuerbach, “los filósofos se han limitado a interpretar
el mundo, de lo que se trata ahora es de transformarlo”; como sostuvo más
tarde Lenin a este respecto: “No hay teoría revolucionaria sin práctica revolu-
cionaria, y viceversa”. Estas citas resultan muy apropiadas para explicar desde
un primer momento cómo el pensamiento económico de Chávez fue transi-
tando hacia una nueva condición, desde la cual debe ser analizado y estudia-
do. Teoría y práctica del pensamiento económico se conectan ahora dialécti-
camente, suponiendo ambas la existencia de la otra; se trataba de transformar
el mundo (proyecto o fin) con base en una crítica y un conocimiento de lo
existente.
Hugo Chávez comenzó su presidencia el 2 de febrero de 1999 jurando so-
bre una “moribunda y vieja Constitución”, para seguidamente convocar una
Asamblea Constituyente que alumbraría una nueva Constitución. Pero mien-
tras tanto no podía estar de brazos cruzados, esperando a tener el nuevo texto
para iniciar la tarea de gobernar. Los desafíos y las urgencias no podían pospo-
nerse; era necesario emprender las primeras acciones lo antes posible, porque
el pueblo padecía todos los efectos adversos de las décadas perdidas en su eco-
nomía del día a día. La herencia del déficit social estaba acompañada por otra
más complicada de resolver: el Estado desmantelado, con pocas competencias
efectivas, y controlado por intereses corporativistas, burocratizado al servicio
de propósitos particulares, poco democratizado en su funcionamiento y en
sus objetivos trazados. En pocas palabras, un Estado burgués útil para el mo -

228 El planteamiento marxista se contrapone abiertamente a la línea de pensamiento


idealista y contemplativo que había dominado el pensamiento occidental desde Platón, y
especialmente la filosofía alemana. La praxis –del griego, “práctica” o “acción”– se refiere ori-
ginalmente a la dimensión ética del ser humano. La filosofía de la praxis se contrapone a la
filosofía teórica –la epistemología, la relativa al conocimiento–. Marx propuso en primer
plano la dimensión práctica del hombre, pero no reduciéndola al estudio de los valores
morales (ética) sino extendiéndola al resultado de la acción humana sobre la naturaleza; esto
es, al resultado objetivo del trabajo de los seres humanos. El cambio fundamental que Marx
impulsó con respecto a la filosofía de la praxis consistió en entender la acción humana como
una acción transformadora.

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delo neoliberal, con condiciones sólidas para hacer irreversible cualquier cam-
bio del orden económico establecido.
Cambiar aquello suponía uno de los primeros retos de Chávez como Pre-
sidente, como el máximo responsable de la nueva política económica. La tran-
sición hacia un cambio de época económica, hacia una época ganada para la
mayoría social, exigía la reconstrucción del Estado. La primera acción en
materia de política económica de Chávez con el fin de afrontar el ya econo-
micus, la urgencia impostergable, fue el Plan Bolívar 2000, lanzado a los po-
cos días de ser elegido presidente, el 27 de febrero de 1999 – simbólicamen-
te en la fecha de conmemoración del Caracazo de 1989–. Era un decisivo
mensaje al pueblo venezolano. El Plan Bolívar 2000 fue concebido como la
primera pieza del complejo entramado futuro que constituirían las Misiones
Bolivarianas. Se trataba de un plan cívico-militar de orientación cortoplacis-
ta, que utilizaba medios y recursos de la institución militar para dar respues-
ta a las necesidades sociales de la población en situación de máxima exclusión
social. Este Plan fue la plataforma de relanzamiento de la política social del
Gobierno, buscando poner a las fuerzas armadas en contacto directo con las
comunidades más necesitadas, modificando el papel del ejército para que
fuese no solo un garante de la defensa del Estado y de las fronteras venezola-
nas, sino también que asumiera un rol activo como agente social en la pro-
blemática propia de la “frontera interior” –como diría el Presidente boliviano
Torres en el año 1970–.
La intención por parte del Ejecutivo era fortalecer los programas de desa-
rrollo social y garantizar que los recursos destinados al sector social llegasen
efectivamente a la población más empobrecida y excluida, con la mayor cele-
ridad posible, evitando las trampas burocráticas del Estado caduco, sin tener
que pasar por los miles de vericuetos remanentes de un Estado de Bienestar
fallido. El Plan Bolívar 2000 comprendía un conjunto de actividades defini-
das como de asistencia pública, en las que se incluían acciones de mejora-
miento, recuperación y/o construcción de viviendas, de infraestructura edu-
cativa, de atención ambulatoria en salud, reorganización del sistema de salud
pública con énfasis en la atención primaria, apoyada en la organización comu-
nitaria de la población, y un programa de empleo rápido, así como acciones
de beneficencia en las comunidades de pobreza crítica y extrema, que incluí-
an suministros gratuitos de alimentos y de implementos básicos, entre otras
acciones similares. La coordinación del Plan la ejerció directamente el Presi-
dente Chávez, y su ejecución estuvo en manos de las Fuerzas Armadas, con
gran participación cívica. Era un plan cívico-militar que utilizaba todos los

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recursos disponibles en ese momento para responder a las necesidades socia-
les y atender a la población en máxima exclusión social. En principio se defi-
nieron tres etapas con tiempos de duración específicos: el Proyecto País (asis-
tencia urgente a la población en pobreza crítica), el Proyecto Patria (atención
a los desempleados y organización de comunidades) y el Proyecto Nación
(desarrollo de planes industriales de largo plazo).
En ese mismo marco, tuvo lugar la implementación de otra acción funda-
mental, la creación de un Fondo Único Social (FUS), desde fines de 1999 y
que duró hasta fines de 2001. El FUS fue definido como un macro-organis-
mo autónomo para unificar y centralizar el financiamiento de los programas
sociales destinados a atender a los excluidos. En esta misma línea, se aprobó
como un complemento la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del
Adolescente, creando el Sistema Nacional de Protección, integrado por todos
los organismos estratégicos en materia de infancia.229 Se activaba así una red
nacional en los 24 estados y los 334 municipios, con un equipo humano dedi-
cado a crear las bases para territorializar la acción estatal a favor del fortaleci-
miento y consolidación de la protección integral de los niños, niñas y adoles-
centes del país. Con esta acción, más la creación del FUS, en el marco del Plan
Bolívar 2000, el gran desafío era que el nuevo Estado se ubicase en un contac-
to directo con aquellos que estuviesen al margen de los programas asistencia-
listas –de moda en el período neoliberal como políticas pro-poor–.
La idea era sencilla, pero su complejidad radicaba en comenzar a edificar
una suerte de para-Estado, que pudiera humanizar la economía por fuera de
las viejas estructuras estatales, buscando la máxima efectividad social, priori-
zando el destino de fondos públicos para los niños en situación de riesgo fuera
del sistema escolar, y a favor de todos aquellos que estaban al margen del
modelo social neoliberal. Esta propuesta tuvo una marca registrada caracterís-
tica de la economía tal como la concebía Chávez: se trata de una nueva eco-
nomía en la que el Estado no estaba disociado de la participación popular. Por
ello, el FUS concedió una especial importancia a la promoción de la partici-
pación popular en la nueva política social.
En definitiva, el Plan Bolívar 2000 marcó una nueva tendencia en la cons-
trucción de un renovado Estado, no burgués, no pasivo ni distante del poder

229 Es decir, los tribunales de protección del niño y del adolescente, los consejos de
derechos, las defensorías de niños y adolescentes, los consejos de protección, los fiscales
especializados en niños y adolescentes, el sistema de seguimiento y monitoreo de las políti-
cas públicas dirigidas a la infancia, los fondos de protección y las entidades de atención.

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popular. Con todo, se trataba de un embrión, aún insignificante, como para
sacar conclusiones apresuradas sobre el nuevo Estado que el pensamiento eco-
nómico y su praxis buscaban desarrollar para la Venezuela del siglo XXI. Sin
embargo, una primera interpretación de esta acción en materia de política
económica es que Chávez no venía a reformar el viejo Estado de Bienestar en
Miniatura, ni a aplicar ninguna teoría del derrame o del goteo. No era una
cuestión de remiendos ni de retoques marginales.
El Presidente Chávez, en esta primera gran acción económica, ratificó que
la economía humanista no debía basarse exclusivamente en reflexiones propias
de una dimensión contemplativa. Más bien creyó, desde el primer momento,
que la unión de su pensamiento económico con la praxis debía ser la forma
virtuosa para lograr una economía humanizada a partir de un nuevo Estado,
un Estado de las Misiones. Esto, sin copiar ningún Estado de Bienestar de las
terceras vías de Europa, porque Venezuela no partía de las condiciones del
pasado histórico de otras latitudes.
El Plan Bolívar 2000 fue una primera piedra del todavía incipiente Estado
de las Misiones, con el objetivo prioritario que Chávez buscaba cumplir: sin
satisfacer las necesidades humanas más básicas, rápida e integralmente, no se
podía pensar en etapas posteriores. Para ello, lo mejor era inventar un nuevo
Estado a la venezolana, que no atendiera a las reformas ortodoxas-dominan-
tes sobre el viejo Estado de Bienestar –diseñado desde su nacimiento para que,
en el mejor de los casos, fuera un Estado de Bienestar en Miniatura, que no
había alcanzado a resolver la gran deuda social heredada por el neoliberalis-
mo–. Ese primer paso hacia un Estado de las Misiones constituía uno de los
cimientos primordiales para la búsqueda de una época ganada para la econo-
mía humanista y popular que Chávez siempre propugnó.
En este mismo sentido, otro déficit social era la educación. Para muchos
economistas anti sociales, hablar de educación o salud era un aspecto para
soñadores. No. La economía como ciencia social es ciencia que ha de pensar
cómo afrontar todos los aspectos sociales que son parte de la vida de los seres
humanos. De hecho, cuando la economía neoliberal mercantilizó estas nece-
sidades básicas, la economía teórica (neoclásica) sí consideró que el tema edu-
cacional o de salud debían ser objeto de análisis econométrico. Sin embargo,
cuando la educación era concebida como bien público, como derecho funda-
mental, como proyecto de vida, entonces se prefería mirar para otro lado.
Chávez decía siempre que la economía estaba al servicio de estas necesida-
des básicas, por encima de cualquier preocupación nominal estadística y de la
tasa de retribución del capital financiero especulativo. Por ello, otro paso que

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dio en ese camino fue la implementación del Proyecto Educativo Nacional
–también en el año 2000– como plan orientado a construir cultura de parti-
cipación ciudadana y solidaridad social a través de la vinculación de los con-
tenidos programáticos con la vida cotidiana. Una de sus herramientas funda-
mentales para estar en condiciones de alcanzar ese objetivo, pero no la única,
fue la creación de las Escuelas Bolivarianas, que constituía un instrumento de
transformación social sustentada en principios y valores de cooperación, reci-
procidad, comunidad y solidaridad a contraposición de la enseñanza compe-
titiva tradicional. Este Proyecto contenía otros programas o Misiones que
tenían como objetivo general democratizar la educación, proporcionando a la
población venezolana acceso y participación a un sistema educativo sin exclu-
sión y de calidad, que facilitase su incorporación al trabajo productivo nacio-
nal. El fin de estas acciones era saldar la deuda educativa con las mayorías,
pero además se buscaba impregnar en el imaginario popular que solo habría
un nuevo Estado siempre y cuando hubiera participación popular, y que la
política social solo sería efectiva si era emprendida desde dicha participación.
Esta política requería además fondos públicos suficientes para que el cam-
bio de paradigma educativo fuera sostenible en el tiempo. Por ello Chávez
rápidamente propuso incrementar el presupuesto destinado a la educación a
un porcentaje mínimo del 10% del Producto Interno Bruto, como medida
garante de la economía humanista que él pretendía. Con esta decisión, junto
al desembolso presupuestario del resto de acciones con carácter urgente diri-
gidas a paliar el endeudamiento social, Chávez dio señales de que su política
fiscal tenía otros derroteros distintos a los marcados por el (des)ajuste neoli-
beral, de recortes y más recortes.
El objetivo no era gastar, sino invertir socialmente todo lo suficiente para
reducir las necesidades básicas insatisfechas en la mayoría social venezolana.
Desde el minuto uno de juego Chávez tuvo en cuenta todo aquello que le
había influenciado de los textos de Varsavsky respecto a la viabilidad de un
proyecto económico. (“En la satisfacción de tales necesidades se ubican los
fines últimos. Todos los demás objetivos y metas temporales y secuenciales se
subordinan a aquello”.)
En forma complementaria, el 23 de marzo de 1999 se aprobó la primera
Ley Habilitante, que otorgaba el poder suficiente al Presidente Chávez para
que en el plazo de seis meses dictase medidas extraordinarias en el ámbito de
la administración pública nacional, en el financiero, en el tributario y en el
económico sectorial. La cuestión económica para Chávez era urgente, y con
esta habilitación se pudieron ejecutar las políticas económicas inmediatas

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para conformar una estructura económica de base para hacer viable un pro-
yecto de transición, como se había fijado en la etapa preelectoral. En este fin
de siglo XX, Chávez aprobó 63 leyes en el período habilitante.230 Muchas de
ellas fueron del ámbito económico, con el reto fundamental de ir implemen-
tando aquello que estaba marcado en el Programa Económico de Transición
1999-2000,231 que suponía la guía prioritaria en esta primera fase para ir
construyendo puentes sólidos para salir del laberinto neoliberal, al mismo
tiempo que permitiría transitar hacia delante, hacia otra economía. En ese
Programa Económico de Transición 1999-2000 no hay ninguna gran nove-
dad en relación con lo establecido en campaña electoral (en la Propuesta de
Hugo Chávez para transformar a Venezuela: una revolución democrática), cuya
arista económica se denominó “El proyecto de transición: cinco polos para
una nueva república”.232 El proyecto de transición se centraba fundamental-
mente en atender urgentemente todas las deudas sociales heredadas del neo-
liberalismo, como se ha descrito anteriormente, a la par que se planteaba una
suerte de muro de contención para lograr una estabilidad económica que per-
mitiera seguir con el proyecto de cambio en el corto plazo.
No hay en ese documento esbozos del largo plazo salvo algún pequeño
guiño, porque el máximo interés se centra en la política económica de corto
plazo para lograr un cierto equilibrio macroeconómico, sin que éste sea el eje
que subordina a las políticas económicas sociales; el orden es a la inversa.
Con este fin, se creó de inmediato el Ministerio de Planificación y Desa-
rrollo (MPD), que era el órgano competente para esbozar precisamente ese
Programa Económico de Transición. Con la creación del nuevo Ministerio se
fortalecía el Sistema Nacional de Planificación y el proceso de formulación,
ejecución, seguimiento, control y evaluación de los diferentes planes de
acción. Se constituía así un órgano rector de la política económica. Y se envia-
ba también un claro mensaje sobre el hecho de que la economía de mercado
no podía marcar arbitrariamente los objetivos de la economía. La regulación
y la fijación de objetivos se coordinaron desde este nuevo Ministerio. Se rati-
ficó: 1) la importancia de ir moldeando otra economía más humanizada; 2)
la política económica en pro del crecimiento sostenido y diversificado, pero

230 Ver el listado completo en línea:


www.pgr.gob.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=2961.
231 El Programa Económico de Transición 1999-2000 fue publicado tanto por el
Ministerio de Planificación y Desarrollo (2000) como por Cordiplan (1999).
232 Comentado en el capítulo anterior.

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bajo criterios de equidad, esto es, un crecimiento distribuidor y no empobre-
cedor para la mayoría social; 3) la necesidad de buscar nuevos ingresos públi-
cos no petroleros para obtener un mayor grado de soberanía tributaria, pero
siempre respetando los principios de justicia social; 4) el control de la infla-
ción para evitar que siguiese la merma del poder adquisitivo de la clase tra-
bajadora.
En política tributaria, a muchos les llamó la atención la propuesta de re-
ducción del Impuesto sobre el Valor Agregado (IVA) del 15,5% al 14,5%.233
Esto no se hacía en sintonía con el principio neoliberal que ordenaba la
reducción de impuestos; la baja del tipo impositivo del IVA obedecía a evitar
la afectación negativa, en términos distributivos, a las mayorías más empo-
brecidas. Se trataba así de dejar claro que los impuestos indirectos no podían
ser el motor recaudador exclusivo, porque hacían daños desde la perspectiva
de los criterios de justicia social, y el objetivo era buscar maneras más pro-
gresivas y justas de recaudar más fondos públicos. Por ejemplo, se imple-
mentó el Impuesto al Débito Bancario del 0,5%, que afectaba solo a la pobla-
ción que tenía fondos depositados en la banca, que precisamente no era la
amplia población empobrecida.234 Además, en materia fiscal también se for -
taleció el Servicio Nacional Integrado de Administración Tributaria
(SENIAT) para mejorar la administración tributaria, se modificó el Impues-
to sobre la Renta (ISLR), se reestructuraron las aduanas y se fortaleció el
Fondo de Inversión para la Estabilización Macroeconómica (FIEM) como
mecanismo estabilizador.
Respecto a la política cambiaria, se estableció que ésta velaría fundamen-
talmente por el control de la inflación, y que por el momento había que man-
tener el anclaje del tipo de cambio nominal, basado en el esquema de bandas
cambiarias vigente desde 1996. Pero seguidamente se estableció que: “en
estrecha correlación con las políticas fiscal, monetaria y financiera, se man-
tendrá una tendencia estabilizadora sobre el tipo de cambio que finalmente
creará las condiciones para una política de tipo de cambio fijo” (Guerra,
2003). Se preveía a futuro que la política cambiaria fuese mudando según se
dispusiera de un escenario macroeconómico acorde a las pretensiones del
modelo económico pensado por Chávez. En el corto plazo, el Presidente
optaba por no hacer cambios drásticos en política cambiaria para evitar cual-

233 En realidad, Chávez crea el IVA, que sustituye a un impuesto de ventas al por
mayor; pero le cambia la tarifa, reduciéndola.
234 Este impuesto se creó a través del Decreto No. 358, el 5 de octubre de 1999.

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quier tipo de corrida de divisas, y evitar intentos desestabilizadores por esa vía.
Aún no tenía el control absoluto de la economía porque la democratización
del poder económico no era tarea que se pudiese lograr en unos pocos días.
Por el lado sectorial, se ratificó la política de mejora en la producción
petrolera, de mayor control sobre ese sector estratégico, y de defensa de los
precios del petróleo; en la actividad agrícola se establecían los llamados pro-
yectos “bandera”; en el sector industrial se fortalecían las pequeñas y media-
nas industrias, y se unificaba el sistema de financiamiento y el desarrollo de
las cadenas productivas. En el caso particular de la política industrial, se afir-
maba que “estas políticas tienen por finalidad generar una estructura indus-
trial de mayor diversificación, especialización, valor agregado nacional y con
mayor capacidad de empleo”.
En materia de deuda externa, se diseñó una estrategia de gerencia para
cambiar su perfil de pagos, de manera que se distribuía más apropiadamente
el servicio de la deuda en el largo plazo para poder liberar recursos y atender
las necesidades sociales.235
Durante esos primeros meses, gracias a la Ley Habilitante, se expidieron,
complementariamente, importantes leyes económicas, de las cuales merecen
ser destacadas las siguientes:
1) Ley Orgánica de Hidrocarburos Gaseosos: el principal objetivo de
esta ley era organizar y unificar las distintas leyes que regulaban la producción
hidrocarburífera en el país. Esto tenía como fin poder regular la propiedad
pública del petróleo, impidiendo la privatización, y estableciendo el control
por parte del Estado de cualquier empresa dedicada al negocio del petróleo, y
además aumentar los impuestos para esta actividad. La principal disposición
establecía que la extracción del crudo debía ser competencia del Estado, al
menos en un 51%, al tiempo que otorgaba a PDVSA una participación del
30% como regalía sobre los crudos extraídos en cualquier yacimiento. Ante-
riormente ese impuesto era del 16,7%.
2) Ley de Tierras y Desarrollo Agrario: tal como lo expresa su artícu-
lo 1, esta ley buscaba establecer las bases del desarrollo rural integral y sus-
tentable, entendido como el medio fundamental para el desarrollo humano y
el crecimiento económico del sector agrario, dentro de una justa distribución
de la riqueza y una planificación estratégica, democrática y participativa. La
ley buscó eliminar además el latifundio como sistema contrario a la justicia,

235 Ver más datos sobre la política social y económica del primer período de Chávez en
Mujica y Rincón (2006).

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al interés general y a la paz social en el campo, asegurando la biodiversidad,
la seguridad agroalimentaria y la vigencia efectiva de los derechos de protec-
ción ambiental y agroalimentario de la presente y futuras generaciones. Al
mismo tiempo, la normativa buscaba garantizar la soberanía alimentaria y
finalizar la etapa de importación de alimentos y de infrautilización de los
recursos agrarios en territorio venezolano.
3) Ley de Creación, Estímulo, Promoción y Desarrollo del Sistema
Microfinanciero: el objetivo de esta ley era crear, estimular, promover y desa-
rrollar el Sistema Microfinanciero, orientado a facilitar el acceso a los servi-
cios financieros y no financieros, en forma rápida y oportuna, para las comu-
nidades populares y autogestionarias, las empresas familiares, las personas
naturales autoempleadas o desempleadas, y cualesquiera otras formas de aso-
ciación comunitaria para el trabajo, que desarrollasen o tuvieran iniciativas
para desarrollar una actividad económica, con el propósito de integrarlas en
las dinámicas económicas y sociales del país. En este sentido, se puede obser-
var la importante acción de crear el Banco del Pueblo Soberano, una institu-
ción del sistema microfinanciero de Venezuela con un enfoque de desarrollo
soberano, social, sostenible, endógeno y humanista, y orientado a fortalecer la
construcción de una nueva economía, la economía comunal.236
4) Ley de Estímulo para el Fortalecimiento Patrimonial y Racionali-
zación de los Gastos de Transformación en el Sector Bancario: regulaba las
condiciones, requisitos y procedimientos que deberían cumplir para fusio-
narse los institutos de intermediación financiera. Asimismo, se definían las
modalidades de fusión permitidas. Se procuraba establecer un marco regula-
torio que ordenase la reconfiguración del mercado bancario, evitando que se
produjera un exceso de concentración perjudicial para los intereses del pue-
blo venezolano. No era un modelo demasiado ambicioso, pero era acorde a
esta primera fase de mínimos en la política económica, concretamente en lo
financiero.237

236 El Banco del Pueblo Soberano se centraba en facilitar el acceso a servicios financie-
ros y no financieros, en forma rápida y oportuna, para las comunidades populares y organi-
zadas, las empresas familiares, las personas naturales, las cooperativas y cualesquiera otras
formas de asociación comunitaria para el trabajo, que desarrollasen o tuvieran iniciativas
para desarrollar una actividad económica, con el objetivo de integrarlas en el desarrollo de
un nuevo modelo económico, basado en los principios de la participación ciudadana, justi-
cia social, democracia, eficiencia, libre competencia, productividad y solidaridad.
237 Para mayor una descripción y análisis más detenido de esta ley, ver la tesis de Ayala
(2006).

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5) Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos: que
declaraba de interés público general, social y colectivo toda materia relacio-
nada con los arrendamientos de inmuebles destinados a vivienda. Mediante
esta ley el Estado podía implementar cualquier medida que permitiera desa-
rrollar las bases y mecanismos necesarios para garantizar a todas las ciudada-
nas y ciudadanos el goce del derecho humano a una vivienda y hábitat en
condiciones dignas, que humanizaran las relaciones familiares, vecinales y
comunitarias. Esta nueva política económica para la vivienda suponía verda-
deramente una declaración de intenciones, que perseguía que la vivienda no
fuese un objeto cualquiera en las relaciones mercantiles, sino que habría de
estar condicionada a una política pública de garantías.

Otra de las prioridades en materia económica de Chávez era encontrar una


nueva modalidad de relacionarse con el exterior, desde la soberanía y desde
una planificación de inserción estratégica diferente a lo que el mundo globa-
lizado neoliberal venía imponiendo. El pensamiento económico de Chávez
estaba impregnado por una visión bolivariana en materia de economía mun-
dial, en cuanto a la necesidad de reubicarse en la nueva transición geoeconó-
mica en curso. En este sentido, una prioridad era recuperar la sintonía per-
dida con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que
permitiera una política petrolera en bloque, capaz de hacer contrapeso a la
continua exigencia imperial de los Estados Unidos y sus subordinados. Chá-
vez quería comenzar el siglo XXI con un buen golpe de timón y por ello con-
vocó a Caracas, en septiembre de 2000, a las delegaciones del mundo árabe
islámico para participar en la II Cumbre de Jefes de Estado y de gobierno de
la OPEP, con el objetivo fundamental de deliberar y discutir las estrategias
que permitiesen a los países productores “lograr el equilibrio y precios justos,
en defensa de nuestros intereses”, además de consolidar la unión de la
OPEP.238 El petróleo era concebido como cuestión de Estado, y por ello sería
en adelante objeto central de la política económica exterior.
En esta línea de diversificar las relaciones económicas en el exterior, Chá-
vez dio también dos mensajes claros al bloque monolítico neoliberal: uno, por
medio de la suscripción de un convenio de cooperación energético-social en -

238 Los objetivos fueron los siguientes: 1) restablecer el diálogo con los socios en la
OPEP; 2) recuperar la credibilidad de Venezuela en el seno de la Organización; 3) fortale-
cer la OPEP; 4) defender los precios; 5) reasumir el liderazgo en la OPEP; 6) consolidar las
relaciones entre Venezuela y el mundo árabe-islámico.

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tre Cuba y Venezuela, basado en un intercambio económico no convencional,
distante de las directrices neoliberales de ese entonces, por el que Cuba otor-
gaba a Venezuela servicios médicos, medicinas, tecnología médica y algunos
productos como el azúcar, como mecanismo para saldar las compras de petró-
leo.239 Dos, en mayo de 2001 Chávez culmina una amplia gira por Oriente,
durante la cual declara a Rusia uno de principales aliados de Venezuela en el
nuevo orden geoeconómico mundial. El presidente venezolano seguía po-
niendo en práctica aquello que había manifestado acerca de la necesidad de
una reinserción económica diversa, que no estuviera anclada en exclusividad
al Norte, como establecía la ortodoxia prevista por los países centrales y los
organismos internacionales. Anticipándose a los tiempos, el Presidente vene-
zolano seguía empeñado en dedicar todo su esfuerzo para construir un sólido
Sur,240 a pesar de que aún no tenía un mensaje de confrontación con el Norte.
Uno de los aspectos clave en esos primeros momentos de gobierno chavis-
ta era también la centralidad de Centroamérica y el Caribe en la política eco-
nómica exterior venezolana. El Acuerdo Energético de Caracas de 2000 fue el
primer gran avance en este sentido, abriendo una nueva etapa para regular el
suministro de combustible en el Caribe con la participación principal de
Venezuela.241 Esta fue la respuesta de Chávez a la negativa de los miembros
del Pacto de San José a aceptar a Cuba como miembro receptor de petróleo.
Esta acción era un primer desacato a la autoridad mayor, la de Estados Uni-
dos, en cuanto a la relación con Cuba, que seguía sufriendo el inhumano em-
bargo internacional.
Pero además este hecho debía ser interpretado en clave geoeconómica por-
que Chávez buscaba afianzar una relación más sólida con la región centro -
americana. Este fue un paso más adelante en la proyección bolivariana que

239 Fidel Castro visita Venezuela el 30 de octubre de 2000, y llegó a un acuerdo para
refinanciar la deuda de 69 millones de dólares que mantenía Cuba con Venezuela. Ante-
riormente, Chávez había visitado dos veces La Habana por motivos diferentes: en noviem-
bre de 1999, Chávez asiste en Cuba a la IX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de
Gobierno; y en abril de 2000 viajó a Cuba para participar en la Primera Cumbre Sur del
Grupo de los 77, mecanismo de concertación que agrupa a 133 países.
240 Como se dijo en capítulos anteriores, muy influido por el texto Desafíos para el Sur
(1991) de Nyerere.
241 Siete jefes de Estado y otros tres dignatarios centroamericanos y caribeños firman
en Caracas un acuerdo energético con Venezuela. La primera fase del Acuerdo Energético
de Caracas (AEC) la suscribieron Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití, Jamai-
ca, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y Honduras. Luego se sumará Cuba.

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Chávez había considerado como objetivo fundamental en la política econó-
mica exterior, en el afán de impulsar: 1) un Sistema Internacional Multipo-
lar; 2) la integración regional para conformar uno de los polos de poder inter-
nacional; 3) consolidar el liderazgo internacional de Venezuela.
En este sentido, cabe añadir también los viajes de Chávez a Medio Orien-
te, y su radicalización del lenguaje internacional –por ejemplo, plasmado en
sus discursos de carácter socioeconómico en las Naciones Unidas durante las
Asambleas Generales de 2000, 2001 y 2002–. Otra muestra en este sentido
fue la iniciativa de Chávez de objetar el acta constituyente del intento de inte-
gración neoliberal de los Estados Unidos para toda América Latina, el Acuer-
do de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en abril de 2001 en Que-
bec (Canadá).242 Venezuela fue el único país que realizó dos reservas al texto;
el principal motivo de protesta fue el rechazo al bloqueo a Cuba, y también
su apelación a considerar la democracia participativa (además de su carácter
representativo). Chávez mostró así su disconformidad con la propuesta de
integración neoliberal, una Unión Europea a la americana, pero con muchas
más asimetrías; donde Estados Unidos podía institucionalizar el rol económi-
co de patio trasero para América Latina, imponiendo un comercio injusto,
con patrones de intercambio muy desiguales.243
La visión bolivariana caracterizaba realmente el pensamiento económico
de Chávez, pero no usando a aquel Bolívar del pasado, sino más bien a través
de un Bolívar reinventado para el siglo XXI, en lectura histórica pero también
en clave prospectiva. Esto fue de gran ayuda para forjar su visión previsora en
torno a la transición geopolítica hacia un mundo multipolar –en contra de lo
que la posición mayoritaria seguía defendiendo: Estados Unidos no iba a per-
mitir la emergencia de nuevos polos que disputaran y/o compartieran esta
hegemonía–. En esta estrategia bolivariana, desde sus inicios como Presiden-
te, Chávez daba evidentes muestras de que las relaciones externas de Vene-

242 Así relató Chávez años más tarde ese momento: “La única mano que se levantó en
esa cumbre para decir ‘no’ y pedir que lo dejaran asentado en el documento del ALCA fui
yo”. De hecho, más tarde, usó el término de “letra chiquitica” para referirse a esa oposición
firme frente a Estados Unidos.
243 Así dijo Chávez en el año 2003: “El ALCA nadie sabe lo que realmente es ni lo que
significa, sin embargo todo el mundo quiere firmar eso. Un instrumento de intercambio
comercial que ha sido muy poco transparente en su organización y creación y de pronto,
aparece el documento para que todos los países lo firmen [...]. Es además una invención más
del neoliberalismo y en ningún caso una alternativa de progreso para los pueblos latinoa-
mericanos” (Cruz, 2003).

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zuela no serían como antes, sin que ello implicase iniciar una guerra verbal de
ruptura frontal con el Norte; Chávez, por el contrario, prefería demostrar la
ruptura a partir de ir abriendo el abanico de las relaciones con el resto de los
polos económicos necesariamente protagónicos para el nuevo equilibrio inter-
nacional.

La velocidad de los cambios económicos que Chávez logró implementar


en ese primer período tenían que estar conjugados con toda la nueva arqui-
tectura institucional derivada de la nueva Constitución, que entró en vigor el
primer del día nuevo siglo. La nueva carta magna, que fundó la V República,
la República Bolivariana de Venezuela, exigía la convocatoria a nuevas elec-
ciones presidenciales, que tuvieron lugar el 30 de julio de 2000.244 Así Chá-
vez cumplió su promesa también en este ámbito: llegar y convocar Asamblea
Constituyente para destituir todos los poderes constituidos y volver a ratifi-
carlos por voto popular. Así se dijo, y así se hizo. La victoria de Chávez en las
urnas fue abrumadora: el 59,76% votó a favor del MVR, frente al 37,52% de
Francisco Arias Cárdenas de la Causa Radical.245 Fue notorio que el viejo
bipartidismo no presentó candidatos –ni AD ni COPEI–, asumiendo la deba-
cle electoral anterior y confirmando el fin del puntofijismo venezolano a favor
de una nueva democratización de las relaciones políticas.
Por otra parte, en escaños parlamentarios el MVR obtuvo 92 de un total
de 168, teniendo así una amplia mayoría en la nueva Asamblea. En adelante,
Chávez gozaba de un período presidencial de 6 años (del 10 enero de 2001
hasta el 10 de enero de 2007), tal como marcaba la nueva Constitución, para
seguir gobernando con una nueva forma de hacer política económica en la
práctica.
El texto constitucional establecía como obligación del Ejecutivo Nacional
la preparación de un Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación; en
cumplimiento de este mandato, el gobierno revolucionario emprendió una
entusiasta labor de planificación de su siguiente ciclo, promulgando el Plan
de Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2001-2007, integrado por cinco
ejes de equilibrio: Económico, Social, Político, Territorial e Internacional.

244 Se hicieron simultáneamente las elecciones presidenciales y las regionales, munici-


pales y parlamentarias.
245 Anteriormente, en las elecciones presidenciales de 1998, Arias Cárdenas había sido
aliado de Chávez, pero en poco tiempo pasó a ser un fuerte opositor de la política chavista.
Hasta ese momento había sido gobernador del Estado de Zulia.

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En esta nueva etapa se consideraba que se habían alcanzado los objetivos
de la primera fase de la transición: un cuadro macroeconómico más estable y
con mejor salud, en combinación con una política económica social exitosa.
Esto se confirmó en el texto mismo del nuevo Plan, después de valorar posi-
tivamente el desempeño de la economía venezolana durante 1999-2000, y
por tanto se estimaba que estaban dadas las condiciones internas, sociales y eco-
nómicas, para una próxima fase del proyecto de transición.246
Algunos autores247 se habían referido a un “ajuste silencioso” –desde la
óptica neoliberal– en el intento de caracterizar económicamente los primeros
pasos de Chávez como Presidente. La intención era fundamentalmente
demostrar que Chávez había cambiado, que no era aquel de las promesas elec-
torales. Sin embargo, cualquier análisis reafirma que Chávez seguía la misma
línea trazada desde antes; sin traicionar sus planteamientos. Chávez jamás
había prometido, ni escrito, ni manifestado que desde el primer momento de
asumir como Presidente iba a comenzar una revolución socialista. Todo lo
contrario, el líder bolivariano siempre estudió escrupulosamente cuán viables
son los procesos de cambios revolucionarios, siendo muy riguroso con la
secuencia de las etapas a transitar. Los cambios económicos además estaban
envueltos, inexorable e indisolublemente, en grandes transformaciones polí-
ticas que abarcaban desde una nueva Constitución, con máxima participación
de la sociedad, revitalización de la vida democrática –haciéndola no solo re-
presentativa, sino participativa y protagónica–, rediseño institucional de toda
la administración pública, y por último, afrontando una nueva convocatoria
a elecciones para ser ratificado como Presidente por su pueblo. No era fácil
conjugar una transformación económica cortoplacista al mismo tiempo que
se diseñaba una nueva arquitectura del Estado en todas las dimensiones de la
vida política.
De hecho Chávez siempre creyó, acertadamente, que era más fácil demo-
cratizar la vida política que democratizar los poderes económicos, porque el
neoliberalismo había conseguido labrar férreas condiciones de irreversibili-
dad. Fue por este motivo que Chávez no comenzó tratando de cambiar todo

246 En palabras del Programa Económico 2001: “Las perspectivas económicas del año
2001 apuntan a un nuevo impulso en el crecimiento de la actividad económica, acompa-
ñada por una contundente reducción de la inflación, con claros síntomas de mejoramiento
en todos los indicadores económicos y sociales” (Ministerio Planificación y Desarrollo,
2001).
247 Por ejemplo Mujica y Rincón (2006) y Mujica (2002).

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al mismo tiempo, como si estuviera en una isla en la que no hay ninguna con-
dición precedente, ni historia ni imaginarios, ni tampoco hegemonía cultural
ni interdependencia con el mundo neoliberal globalizador. El pensamiento
económico de Hugo Chávez antes de ser Presidente había considerado todos
estos hándicaps de la real vida política; los tomó en cuenta, y así estuvieron
escritos en cada uno de los textos elaborados previamente; pero la diferencia
es que, una vez en el gobierno, desde la praxis política, desde la responsabili-
dad de las decisiones, Chávez indudablemente afrontó una nueva dialéctica
clave en la conformación de su pensamiento económico. Esto no era síntoma
de debilidad ni de traición a sí mismo; simplemente el pensamiento econó-
mico iba a seguir en plena mutación pero ahora desde su praxis transforma-
dora, lo cual implicaba mayor enriquecimiento y complejización en sus refle-
xiones económicas.
De todas manera, lo que se puede afirmar es que no había ningún “ajuste
silencioso”. La prueba más notoria se descubre simplemente observado la evo-
lución de la política fiscal. ¿Cómo se explica una política de ajuste si el pre-
supuesto destinado a la inversión social crecía de manera significativa en un
cortísimo período de tiempo? Chávez nunca aplicaba ajuste silencioso ni rui-
doso porque la revolución social de la V República estaba desde sus primeros
días de vida caracterizada por: 1) poner a las personas en el centro de las metas
de equidad y desarrollo social; 2) lograr igualdad de estatus entre lo econó-
mico y lo social, rompiendo con la tradicional separación entre ambas esferas
del desarrollo; 3) superar la concepción economicista de la pobreza, asumien-
do su multidimensionalidad cuantitativa y cualitativa; 4) desmitificar el com-
bate a la pobreza desde una visión parcial; 5) superar, teórica y filosóficamen-
te, las brechas entre la lucha contra la pobreza, la política social y la política
de desarrollo social; 6) enfatizar el capital humano y capital social como pos-
tulados de la política social, que permitían trascender la racionalidad centra-
da en la población beneficiaria y superar, en primer lugar, la concepción pasi-
va de los receptores de las políticas sociales y, en segundo lugar, la actuación
del Estado paternalista; 7) establecer un nuevo esquema de relaciones entre el
Estado y la sociedad para construir una nueva institucionalidad; 8) incentivar
la participación social, como componente que garantizase que el ejercicio de lo
público no se agotara en lo estatal, que consolidase espacios de expresión ciu-
dadana y propiciara la transferencia de decisiones y redistribución del poder
desde el Estado; 9) establecer la ciudadanía como un proceso y condición para
la construcción de una sociedad de derechos, de deberes y garantías; 10)
impulsar la progresividad para gestionar la política social según una racionali-

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dad temporal, estableciendo prioridades en el corto, mediano y largo pla-
zos.248
Estas exigencias sobre la política social demuestran con absoluta claridad
que la propuesta económica de Chávez, ya como Presidente, mantenía con-
cordancia con lo que venía propugnando antes desde su mirada humanista.
Desde entonces, la política social dejó atrás el desagradable recuerdo del Esta-
do de Bienestar en Miniatura que se venía aplicando en la larga etapa puntofi-
jista.
Este cambio de paradigma comenzó a tener una dimensión pragmática
desde los albores de la gestión de Chávez, que fusionaba pensamiento y pra-
xis en forma virtuosa. El nuevo marco conceptual de la política social se sus-
tentaba además en una política de inversión social con notable presupuesto
público: la inversión social pasaba del 7,8% del PIB en 1998 al 11,8% del PIB
en 2001. Este era un aspecto criticado por los organismos internacionales, que
defendían los principios neoliberales de reducción del gasto público en base a
los eufemismos de la austeridad y el ajuste, a pesar de la galopante deuda social
que iba dejando atrás el vendaval neoliberal contra la mayoría del pueblo lati-
noamericano. Por ello, el pensamiento económico de Chávez, en plena praxis
transformadora en esos primeros años, ni puede entenderse desde ningún
ajuste silencioso ni tampoco se puede concebir como tímida reforma, porque
lo que se produjo en este corto período de tiempo fue una revolución econó-
mica de carácter social.
En el resto de cuestiones macroeconómicas, también hubo cierto éxito por
la corrección de desajustes esenciales de la economía venezolana, heredados
justamente después de la aplicación de los Planes de Ajuste. Los positivos
resultados alcanzados en esos primeros pasos de Chávez como Presidente eran
incuestionables en materia del análisis económico más convencional/orto-
doxo:
1) Desaceleración del ritmo inflacionario: la inflación pasó del 30% en
1998 al 14,2% en 2000, tendencia que seguía a la baja en 2001 (hasta el
12,4%). Esto era importante porque en las décadas pérdidas hubo varios
años con inflación anual por encima del 100%.
2) Crecimiento del PIB: en el año 2000 en 3,2%, y en 2,7% en 2001,
durante años de contracción de la economía mundial; por otro lado, el
PIB no petrolero crecía en 4% en el año 2001; el PIB de la construcción

248 Se pueden ver los detalles de esta propuesta en el documento del Ministerio de
Salud y Desarrollo Social (2000).

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en un 12,5% y el de las comunicaciones en 13,2%.
3) Déficit fiscal: se ubicaba en 1,8% en 2000, mejorando el 3,1% de 1999,
a pesar de una política expansiva en materia de gasto e inversión.
4) Saldo positivo de la balanza de pagos por cuenta corriente: se multipli-
caba por cuatro entre 1999 y 2001.

A estas cifras positivas, cabe añadir los resultados en la economía real, que
tuvo efectos favorables en muy poco tiempo:
1) El desempleo descendía: 15,3% en el año 2000, y 2,8% en 2011. Ade-
más, a este dato era preciso añadirle que “se decretaron subidas de suel-
dos y salarios tanto en el sector privado como en el público, de modo
que solo entre 1998 y 2001 se produjo un incremento del 12% en los
salarios reales promedio (que habían bajado un 20% en los últimos 10
años)” (Torres y Montero, 2004b).
2) La pobreza decrecía rápidamente: la pobreza económica extrema pasaba
del 20,3% al 16,9% entre 1998 y 2001; y la pobreza económica pasaba
del 30% al 28% (Instituto Nacional de Estadística de Venezuela, 2010).
3) En desigualdad, también había una reducción significativa: el índice de
Gini descendió de 0,48 a 0,45, entre 1998 y 2001; según la CEPAL, “en
el año 1997 el porcentaje de personas con ingreso per cápita menor que
el ingreso medio nacional era del 70,8% y el de personas con un ingre-
so menor a la mitad de ese ingreso medio era del 40,7% y por el contra-
rio, en el año 2002 esos porcentajes habían bajado al 68,7% y al 38,8%;
en 1997 el porcentaje del ingreso nacional que recibía el 70% de los ho-
gares más pobres era del 38,7%, mientras que el 30% más rico disfruta-
ba del 61,3% de la riqueza; en 2002, esos porcentajes habían pasado a
ser del 39,2% para el 70% más pobre y del 60,8% para el 30% más rico”
(Torres y Montero, 2004b).
4) El índice de Desarrollo Humano crecía de 0,7828 a 0,7958 entre 1998
y 2001.

Todos estos logros, tanto el equilibrio elemental en las variables económi-


cas convencionales como el desendeudamiento social, se alcanzaron a pesar de
la fuga continua de capitales que constituye el arma de destrucción masiva del
neoliberalismo cada vez que quiere desestabilizar una economía. Como seña-
lan Mujica y Rincón: “Según cifras del Banco Central de Venezuela, en el año
2000 las reservas aumentaron de 15.223 millones de dólares en enero a
17.570 millones de dólares en noviembre, para caer en diciembre a 15.833

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millones de dólares; para el año 2001, las reservas abrieron en enero en
16.718 millones de dólares; en agosto cayeron a 12.443 millones de dólares,
en septiembre a 12.044 millones de dólares, cerrando en diciembre en 12.296
millones de dólares” (Mujica y Rincón, 2006). La liberalización del mercado
de capitales exigida por el neoliberalismo tenía, entre otras razones, la siguien-
te: poder desestabilizar cualquier economía o chantajearla si no hacía los
deberes impuestos. A pesar de ello, la política económica venezolana sostuvo
un cuadro macroeconómico estable, que servía de muro de contención fren-
te a cualquier intento de desestabilizador, sin que ello mermara la prioridad
número uno: revolución social cortoplacista. Para Chávez, era fundamental
alcanzar un nivel satisfactorio en las condiciones sociales de la mayoría para
que desde esa base se pudiera dar la siguiente etapa, la “Década de Plata”, des-
crita así por el mismo Chávez en la presentación del Plan de Desarrollo Eco-
nómico y Social de la Nación 2001-2007: “la Década de Plata, de 2001 a 2010,
es la transición, como fase previa a la Década de Oro que será la realización
de la Revolución Bolivariana como manifiesta expresión del porvenir de pros-
peridad y redención para el pueblo venezolano” (Ministerio de Planificación
y Desarrollo, 2001).
Chávez aún no quería denominar a los primeros logros, obtenidos en estos
primeros años (1999-2001), como “Década de Plata”, ni tampoco pretendía
presentarlos como objetivo cumplido, porque su perspectiva estaba más allá,
y consideraba que este cambio era simplemente la base inicial sobre la que se
debía construir el proyecto de transición hacia la Revolución Bolivariana.
Estos tres primeros años de praxis económica de Chávez como Presidente
lograron, en primer lugar, demostrar que su pensamiento económico acu-
mulado hasta el momento no se desvanecería en la acción en la política real.
Pensamiento económico y acción se conjugaban, en armoniosa tensión dia-
léctica, para afrontar la deuda social a partir de una planificación económi-
ca fuertemente humanista, con políticas económicas arraigadas en el princi-
pio de la inmediatez, del ahora económico y social, situando a las necesidades
básicas del pueblo venezolano en el centro de gravitación de la futura econo-
mía real en construcción, sin descuidar el ordenamiento de la otra economía
convencional de las variables nominales, sorteando además en buena medida
la dificultad derivada de la incipiente tensión internacional del capital trans-
nacional –y sus organismos internacionales– contra el proceso de cambio que
avizoraban en Venezuela.
Fueron tres años que constituyeron lo que se puede catalogar como “Trie-
nio de Bronce” en materia económico-social, como base fundamental para el

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cambio de época planificado para los siguientes años en busca de una etapa
superior, posneoliberal. La planificación económica por etapas es la mejor
forma de asegurar la viabilidad del proyecto de transformación democrática
económica. Estos años (1999-2001) sembraron el germen necesario, subjeti-
vo y objetivo, económico-social-político, para afrontar el reto de una econo-
mía que buscaba una Década de Plata, una década ganada para todo el pue-
blo venezolano.
Chávez demostraba así que estaba del lado de la mayoría social; explicaba
en todo momento por qué tomaba una u otra acción económica, sin despre-
ciar al pueblo por no ser experto en esta materia; hacía pedagogía para co-
menzar también a construir otro imaginario posible en lo económico; pero lo
iba haciendo con palabras y acciones que tenían un resultado real en la vida
económica cotidiana de la mayoría del pueblo venezolano.
No exento de las contradicciones propias de cualquier intento de cambio
a contracorriente en plena hegemonía neoliberal, el pensamiento económico
chavista, en dialéctica con su praxis, tenía por delante una nueva etapa, apa-
rentemente más cómoda, por disfrutar del viento a favor gracias al apoyo de
su pueblo. Pero justamente por ello, Chávez se iba a enfrentar contra aquellos
poderes económicos que no estaban dispuestos a ceder ni un milímetro de su
posición privilegiada si atisbaban un proceso de ampliación de la democracia
en materia económica.

4.3. ¿Por qué el golpe a la democratización económica? (2002)

Según las cifras sociales, según el cuadro macroeconómico, según el respaldo


de la mayoría del pueblo venezolano, todas las condiciones estaban a favor
para emprender el nuevo ciclo de transformaciones a inicios de 2002, en bus -
ca de una transición económica sustanciosa, hacia un cambio de época pos-
neoliberal, en busca de la anunciada Década de Plata.
Solo fueron tres años de presidencia, pero con gran intensidad por el cúmu-
lo de cambios, acciones, decisiones, y políticas económicas: la Asamblea Cons-
tituyente, la nueva Constitución, la Ley Habilitante, el Plan Bolívar 2000, el
Plan de Desarrollo, la nueva política petrolera, las primeras señales inequívo-
cas del bolivarianismo en materia de política económica internacional.
Aún era temprano como para hablar de transformación estructural, ni
siquiera de la necesaria transición, pero Chávez ya en este primer trienio
demostraba que no estaba dispuesto al gatopardismo, tan tradicional en otros

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presidentes que habían proclamado el cambio para que nada cambiara. El
presidente venezolano, en solo tres años, había dado claras señales de que to-
do debía cambiar para que todo cambiara; y además, de que habría de hacerse
velozmente porque las necesidades del pueblo no podían tener paciencia infi-
nita.
El pensamiento económico de Chávez se entrecruzaba así exitosamente
con su acción como Presidente, y resulta difícil de ahí en adelante separarlos
como si fueran dos mitades independientes. Chávez había desarrollado desde
hacía años un pensamiento económico caracterizado por la importancia de
acometer cambios urgentes para que el ahora fuera un tiempo prioritario; su
praxis no había traicionado a este pensamiento económico.
Este cambio inevitablemente afectaba al statu quo, que históricamente
había sido intocable y había permitido privilegios acumulados y reforzados a
lo largo del tiempo. El neoliberalismo, además, había dado prioridad a polí-
ticas económicas centradas en variables nominales, con el afán de seguir con-
servando y cuidando la tasa de ganancia del capital transnacional. El reparto
desigual no era jamás objeto central de discusión para las políticas económi-
cas neoliberales. Chávez, en sus ansias de cambio, quería modificar no solo las
reglas del juego del reparto, sino el reparto como tal. Lo imposible era dejar
todo igual sí realmente se quería cambiar las cosas. Conservar los privilegios
de unos pocos era incompatible con la lucha por los derechos de las mayorías.
Eran elementos absolutamente interconectados, aunque había expertos de la
economía neoliberal que deseasen hacernos ver todo lo contrario. Es imposi-
ble realizar magia cuando se trata de la economía real: no se puede mejorar a
una mayoría social sin afectar o alterar al vivir privilegiado de unos pocos.
¿Por qué? Porque el vivir mejor y privilegiado solo para unos pocos tiene co-
mo consecuencia el mal vivir de una mayoría popular excluida.
El mundo económico de los recursos materiales es finito, aunque siempre
sea factible crecer materialmente. La cuestión es cómo realizar la distribución
material de ese crecimiento adicional. En términos absolutos, es hasta posible
incrementar el valor absoluto para repartir entre la minoría empobrecida;
pero en las sociedades las necesidades básicas no son absolutas, sino que están
siempre en relación con la sociedad donde se vive, con los hábitos, con los
patrones medios de vida. No hay necesidad estática en el tiempo, no hay
necesidad que no esté condicionada por la evolución de las sociedades. Los se-
res humanos son seres sociales, y como tales, eligen qué es una necesidad hu-
mana básica y qué no.
No se trata con esto de afirmar que las necesidades básicas solo son defi-

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nidas exclusivamente por el comportamiento promedio de la sociedad en la
que se vive. No obstante, es preciso considerar el comportamiento social, que
constituye una fuerza de arrastre en el imaginario popular a la hora de anali-
zar las necesidades básicas. No poder hacer aquello que la mayoría hace natu-
ralmente conduce en muchos casos a sentirse excluido. Pero incluso no poder
hacer aquello que hace una minoría privilegiada y ostentosa, con protagonis-
mo mediático y político, es también un motivo para sentirse excluido. Es muy
frecuente observar cómo algunos analistas han asumido un rol soberbio (sabe-
lotodo) autoproclamándose como “intérpretes” oficiales para identificar qué
es lo que desea la mayoría social; y desde ese atril, proclaman que la mayoría
social se puede contentar con un reducido incremento de su capacidad (en
forma absoluta) a pesar que para ellos (para la minoría) esté destinado un in-
cremento mucho más grande. No contemplan de ninguna manera que la
mayoría social conforman un sujeto vivo, dinámico, interactivo, con deseos,
y fuertemente influido por el sentido común construido precisamente desde
la posición dominante y su respectivo comportamiento económico y social.
Todo esto nos conduce a justificar que lo relativo importa mucho más que lo
absoluto, cuando se trata de enjuiciar el reparto de un nuevo pastel del creci-
miento económico. ¿Por qué? Porque si se reparte por ejemplo dos caramelos
para un niño (Oliver) que sólo disponía anteriormente de uno, y por el con-
trario, se reparte cincuenta caramelos al otro niño (Bill) que ya poseía cien,
entonces, Oliver estará algo más contento por disponer después del reparto
de tres caramelos en total, pero cuando observa a Bill que tiene un total de
ciento cincuenta, entonces, se sentirá más triste por lo injusto del reparto rela-
tivo.
La propuesta económica de Chávez había llegado al poder proclamando lo
contrario: la democracia es obligatoriamente una democracia en lo procedi-
mental, en las reglas de acceso al gobierno, pero también hay que democrati-
zar la economía, para repartir con justicia, considerando a la mayoría social
como centro neurálgico de la nueva economía humanista.
La democratización económica es inconciliable con la concentración de la
riqueza acumulada en pocas manos. Democratizar en lo económico implica
imponer reglas distributivas que vayan más allá de la teoría del goteo o derra-
me, porque ésta solo supone repartir un poco a favor de muchos, y permi-
tiendo que la minoría siga concentrando el máximo valor del pastel. Seguir
los principios del goteo o derrame es consolidar el patrón de acumulación que
no democratiza, sino que por el contrario, polariza más y más, repartiendo
cada vez más desigualmente (en términos relativos); logrando que el niño Bill

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tenga una proporción de caramelos infinitamente superior de lo que puede
llegar a tener jamás el niño Oliver.
El Presidente Chávez no pidió permiso a la minoría enriquecida para cons-
truir un nuevo Estado Social; no pactó con ese poder económico hegemónico
para evitar otro remake del puntofijismo. El pensamiento económico chavista
fue reactivo siempre a los pactos “por arriba”, con el capital transnacional. Con
esta etapa preliminar, el trienio, Chávez demostraba un nuevo Consenso Popu-
lar, con la mayoría social, esa que había estado “por abajo”, a favor de una
nueva política económica para todos, con soberanía, comprometida con sal-
dar la deuda social a la mayor brevedad posible; o, lo que es lo mismo, al-
terando el patrón de acumulación y de distribución del orden neoliberal
heredado. Esto afectaba, en primer lugar, al reparto de la riqueza, porque se
priorizaba saldar la deuda social en detrimento del pago de la deuda finan-
ciera ilegítima con acreedores internacionales; y también en desmedro de las
ventajas concedidas antes para la tasa de ganancia del capital. Por tanto, no
solo había una alteración preliminar de la conducta distributiva de la nueva
economía en los primeros años del gobierno de Chávez, más humanista a
costa del capitalismo neoliberal, sino que también se comenzaba a identificar
una nueva arquitectura y andamiaje que buscaban construir una nueva eco-
nomía, con reglas no tan serviciales para la tasa de ganancia del capital. El
problema, según el neoliberalismo, no era la política social a favor de los
pobres, sino que el bando conservador avizoraba la amenaza cuando esta polí-
tica social se priorizaba sobre el resto de las políticas, y cuando el ser humano
desplazaba al capital privado del centro del nuevo paradigma económico en
construcción.
Esta primera etapa (1999-2001) que preparaba las condiciones transitorias
del cambio de época (la Década de Plata, 2002-2012), afectó la conservación
del statu quo de la alianza entre sector privado empresarial nacional, capital
transnacional y quienes se habían beneficiando del Estado corporativo bur-
gués del pasado. El cambio en curso durante los primeros años de Chávez,
que fue recibido con entusiasmo por una mayoría social, fue también consi-
derado como un gobierno de alto riesgo para aquellos que venían bailando
muy a gusto con el ritmo neoliberal impuesto desde el Norte.
La palabra clave usada como excusa para retornar a la estabilidad de un
pasado injusto era la noción de “ingobernabilidad”. Así, con otro eufemismo,
se buscaba regresar a la estabilidad de la larga noche neoliberal: estable para
unos pocos, pero totalmente inestable para aquellos que habían padecido
hambre, pobreza, y condiciones de vida inhumanas e indignas. Los podero-

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sos no podían creer, por prepotencia y por costumbre, que los pactos políti-
cos y económicos no se seguían acordando exclusivamente entre ellos, sin
pueblo. Por el contrario, Chávez optaba por otro modelo: el de la consulta
popular. La poderosa Fedecámaras, nunca electa popularmente para dictar la
política económica, quería no obstante continuar disfrutando de la posición
dominante del pasado gracias a su pacto con el capital transnacional. Las éli-
tes no entendían que la política económica no fuera una cuestión de exper-
tos, y por tanto, les costaba aceptar que comenzaba a ser tratada como una
ciencia social y popular.
Desde mediados de 2001 dicha entidad empresarial comenzó paulatina-
mente a levantar su voz de rechazo en contra de las leyes que se venían imple-
mentando en Venezuela para dar desarrollo legislativo a la propuesta econó-
mica constitucional. La Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, expedida el 9 de
noviembre de 2001 con el Decreto No. 1.546, buscó democratizar la tierra
cultivable, convirtiéndola en un insumo productivo para todos, aplicando
impuesto a la tierra ociosa, y considerando enfáticamente al latifundio como
sistema contrario a la justicia, al interés general y a la paz social. Esto no gus-
taba en absoluto a Pedro Carmona,249 quien presidía el conglomerado de cor-
poraciones privadas nucleado en Fedecámaras como un frente opuesto a cual-
quier proceso de democratización económica. Este gremio reaccionó hacien-
do un llamado a un paro nacional de doce horas el 10 de diciembre de 2001.
Este paro era respaldado por Carlos Ortega, presidente de la Confederación
de Trabajadores de Venezuela (CTV).250 Los viejos residuos del puntofijismo,
no menores ni del todo debilitados, habían sobrevivido al declive par-
tidocrático: el poder económico privado representado en su patronal Fedecá-
maras y el obsoleto sindicalismo, ligado precisamente al bipartidismo durante
décadas. La CTV seguía gobernada por las estructuras de AD y COPEI.251

249 Carmona fue elegido presidente de Fedecámaras en julio de 2001 para el período
2001-2003. Desde 1995, fue presidente de Conindustria, la máxima organización gremial
del sector industrial venezolano, a donde llegó tras ocupar varios cargos en la Asociación de
Industrias Químicas y presidir la Cámara de Integración Venezolano-Colombiana.
250 Para entender mejor por qué la CTV se alía con Fedecámaras, hay que leer en deta-
lle el editorial de Luis Britto en El Nacional el 21 de diciembre de 2001. Ahí Britto explica
que “en 1997 una comisión tripartita de gobierno, CTV y Fedecámaras despojó a todos los
venezolanos de sus prestaciones sociales y de la doble indemnización por despido injustifi-
cado”.
251 Una muestra de ello se extrae del diálogo entre Carlos Ortega (CO) y Carlos Andrés
Pérez (CAP) a principios del año 2002: “CO: –¡Aló, Presidente! CAP–¡Mi querido amigo,

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Nada había cambiado en la organización sindical, a pesar de los nuevos tiem-
pos en el país. La CTV seguía con su política corporativista a favor de la diri-
gencia sindical, y en menor medida a favor de un grupo de trabajadores
minoritario, en un país fuertemente devastado por el desempleo, la exclusión,
las inequidades y el empobrecimiento.252
El primer paro patronal, apoyado por esta central sindical, partía de una
protesta que condensaba todo aquello que no gustaba al neoliberalismo de lo
que estaba haciendo la política económica de Chávez: rechazo a la política
social democratizadora, a la política económica contra el neoliberalismo, a la
nueva política petrolera, a la posición cuestionadora de Chávez a la propues-
ta del ALCA. Sin embargo, Chávez aún no había roto relaciones ni con los
Estados Unidos ni con el capital nacional ni transnacional; pero sí había
demostrado que quería alterar el orden de los factores para anteponer, por en-
cima de cualquier otro aspecto, la erradicación de la deuda social de la mayo-
ría popular. Esto era suficiente para que existiera una rotunda actitud negati-
va por parte de los poderes económicos, que no aceptarían ningún ademán de
democratización económica que afectara a sus intereses.
En efecto, la democracia económica es un antónimo de la concentración
del poder económico. Lo uno y lo otro son proyectos irreconciliables. Muchas
de las leyes aprobadas en esos años comenzaron a demostrar que la revolución
social que se perseguía venía acompañada de nuevas reglas de juego. Por ejem-
plo la nueva Ley de Hidrocarburos fue objeto de especial rechazo por parte de
las transnacionales petroleras vinculadas a los Estados Unidos, porque elevó
la tributación de las empresas extranjeras del sector del 16% al 30%, y reser-
vaba al Estado el 51% de las acciones de las sociedades mixtas.253

un feliz año para ti! CO-¡Feliz año para usted, caray! ¿Cómo está, cómo se siente? CAP-
Ahora te toca, tú vas a ser el protagonista de esta etapa. CO-Así es. CAP-Yo creo que allí
van a hacer paros escalonados… CO-Sí, vamos a meter, estamos trabajando en eso y va a
culminar, definitivamente, si no hay cambios de actitud, de conducta del gobierno, en una
huelga general, para allá es que vamos. CAP-Yo creo que eso es lo que hay que hacer. Tú
actuaste con mucha sensatez y con mucha serenidad. No pierdas el contacto con Pedro Car-
mona. CO-¡No, no, él está por allá! CAP-¿Ah, está por aquí? CO-Sí. CAP –¿Tú no sabes el
teléfono? CO-No, no lo tengo ahora, pero él está por allá. CAP-Pues voy a tratar de locali-
zarlo, voy a tratar de ubicarlo. CO-Yo posiblemente esté viajando [a los Estados Unidos] en
el transcurso de los próximos quince días. CAP-Bueno, ya nos pondremos de acuerdo”
(Sánchez, 2012).
252 Luis Britto describe que la CTV no representaba entonces ni al 12% de los traba-
jadores, que también eran minoría respecto a la población total venezolana (Britto, 2001).
253 Se complementaba así la disposición del artículo 303 de la Constitución Bolivaria-

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Además, la estrategia de Chávez en el seno de la OPEP tampoco gustó al
presidente Bush, quien veía peligrar el abastecimiento bajo condiciones favo-
rables para el desarrollo estadounidense. A inicios del año 2002, el gobierno
de Estados Unidos comenzó también una fuerte campaña de presión con
declaraciones conminatorias.254 A esto se sumó que en febrero del año 2002
Chávez cambió a la plana mayor de PDVSA, que durante las décadas neoli-
berales había tenido propiedad pública pero con una forma de gestión priva-
da bajo criterios e intereses particulares, y no al servicio del interés colectivo
de las mayorías. La crítica del capital privado venía por el lado del irrespeto a
la meritocracia. Nuevamente la condición sacrosanta de “experto” era el
argumento preferido por los poderes conservadores para preservar las políticas
económicas deseadas por el neoliberalismo. Pero Chávez no valoraba dicha
experiencia porque era precisamente la experiencia neoliberal, aquella que se
quería superar.
Este cambio de rumbo comandado por Chávez en política económica no
gustaba al capital. Las nuevas reacciones en contra no tardaron en llegar. En
los últimos meses del año 2001 y los primeros de 2002 comenzó la fuga de
capitales que provocaría un fuerte impacto en el tipo de cambio, aún flexible
y sin control fijo. Esto ponía nuevamente en jaque al proyecto económico del
presidente Chávez. El proceso de democratización económica tenía que sor-
tear los efectos desencadenados por un poder económico fuertemente con-
centrado, sin intención de aceptar tal democratización. El neoliberalismo
siempre planificó las condiciones ideales para que el capital financiero opera-
ra en dos vías: como golondrina, para levantar rápido su vuelo cuando fuera
necesario; y como buitre, para acabar de devorar cualquier país en estado con-
valeciente. Así, la fuga estaba prevista si algo no gustaba al capital transnacio-
nal: si no se cumplía lo que el Norte dictaminaba, la respuesta venía median-
te una descapitalización de la economía. La salida de capitales al exterior hacía
temblar a economías con tipo de cambio flexible, porque menos dólares en el

na, en el que se establecía que “por razones de soberanía económica, política y de estrategia
nacional, el Estado conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela o del
ente creado para el manejo de la industria petrolera” (Clemente y Ferro, 2004).
254 Colin Powell, secretario de Estado de Bush, ponía en duda que Chávez fuese un
demócrata; seguidamente, George Tenet, entonces director de la CIA, expresaba: “sobre
nuestro tercer suplidor de petróleo, la insatisfacción interna con la Revolución Bolivariana
del presidente Chávez está creciendo, las condiciones económicas se han deteriorado con la
caída de los precios del petróleo y la atmósfera de crisis probablemente va a empeorar” (Sán-
chez, 2012: 46).

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país forzaban automáticamente a una devaluación del bolívar respecto al
dólar, lo que tenía efectos negativos en los precios por la alta dependencia
importadora. La fuga de capitales en el año 2001 ascendió a 7.350 millones
de dólares (CEPAL, 2001), a pesar del buen desempeño de la economía
venezolana en ese año. Esto es contrario a lo que determina la economía con-
vencional. Las estimaciones sobre crecimiento económico para el año 2002
también fueron positivas según la misma banca internacional.255 La única
explicación creíble para aquel movimiento especulativo del capital es, enton-
ces, la misma de aquella fuga de capitales que sucedió en Chile días antes del
golpe militar contra Allende: la intención de generar una guerra económica
que favoreciera a la inestabilidad social necesaria para cobijar el asalto a la
democracia.
En marzo de 2002 se realizó una gran alianza de los poderes fácticos que
no estaban dispuestos a respetar la democracia, ni menos ceder a la democra-
tización de las relaciones económicas. Esta nueva alianza era una nueva ver-
sión del puntofijismo sin partidocracia, que se negaba a morir, y que estaba
dispuesto a hacer lo imposible para resucitar en el siglo XXI. Pero aludir de
nuevo al “punto fijo” habría sido demasiado descarado, así que los portavoces
de la derecha optaron por abusar de otro término manido del mainstream: la
gobernabilidad. El 5 de marzo se sellaba ese nuevo pacto “por arriba”: un Pac-
to de Gobernabilidad, que reunía a las corporaciones privadas representadas
por Fedecámaras, a la CTV, y la Iglesia Católica.256 Ese nuevo Pacto de Go -
bernabilidad disfrazaba las verdaderas intenciones de sacar como fuera al
gobierno elegido democráticamente por amplia mayoría del pueblo venezola-
no. Era una versión light y disfrazada del decálogo de Washington, en la que
en aras de un país unido y estable, se volvía a pedir que las políticas econó-
micas respondieran satisfactoriamente al capital privado, a dar seguridad y
confianza a las inversiones extranjeras. La concertación de capital y trabajo era
uno de los tantos subterfugios empleados en ese acuerdo, para lograr que todo
volviera a la estabilidad de antes; estabilidad para la tasa de ganancia para el
capital y estabilidad política para continuar el empobrecimiento de las mayo-
rías, sin alterar el orden establecido.

255 Así lo ratificaron los estudios de instituciones como Citybank y Morgan Stanleys
(Fernández, 2007).
256 Participó como representante de la Conferencia Episcopal Venezolana el sacerdote
jesuita Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello.

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Por ello se demandaban más reformas fiscales, como las proclamadas por
el neoliberalismo, para evitar que recayeran impuestos sobre el gran capital
privado. Se pedía más democracia pero evitando que ésta fuera protagónica o
participativa, y omitiendo cualquier alegato a favor de la democratización de
la economía. El Pacto de Gobernabilidad era apuntalado por los medios de
comunicación privados, tanto nacionales como internacionales, con un sin-
fín de portadas y editoriales.257 Era un secreto a voces que la intención de
fondo era echar abajo al gobierno de Chávez.258
Para hacer creíble el discurso de gobernabilidad se precisaba justamente de
lo contrario, es decir, fomentar la ingobernabilidad. Y a esto se dedicaba,
organizadamente, el capital privado con su fuga, con los organismos
internacionales presionando con lenguaje incendiario, con la sombra de Esta-
dos Unidos –con Bush a la cabeza– y con sus subordinados –con Aznar como
alumno más aventajado–, junto con la mayoría de los medios privados de co -
municación –Globovisión en primera fila–, y con Fedecámaras y CTV, que
anunciaban otra huelga general para el 10 de abril. A ellos se sumó la Iglesia
para pontificar y sacramentar el plan de golpe de Estado contra la senda
democratizadora apenas iniciada hacía unos años. Solo era necesario sumar la
participación de las Fuerzas Armadas Nacionales de Venezuela para que el
golpe tuviera todos los factores gravitantes a su favor.
El pedido de salida del Presidente en pro de la gobernabilidad fue la base
ideológica sustentadora para que los movilizados en la huelga general del 10
de abril cerrasen definitivamente las puertas a la democracia y al proceso de
democratización emprendido, todavía en etapa embrionaria, por Chávez. La
sacudida a la democracia tenía un gran objetivo: impedir que el pensamien-
to económico de Chávez en su praxis tuviera efectos transformadores que ca-
tapultaran un ideario nuevo en materia económica, a contracorriente de la
hegemonía neoliberal.
Los esfuerzos conservadores tenían también el propósito de truncar la
emergencia de un nuevo paradigma económico, que permita a la mayoría del
pueblo despertar del largo letargo neoliberal, y con posibilidades de tener

257 Para más detalles del el tratamiento mediático del golpe de 2002 en los principales
medios, nacionales e internacionales, ver el artículo de Fidel Ernesto Vásquez (2009).
258 Por ejemplo, al siguiente día de acordado el Pacto, un conocido dirigente demó-
crata cristiano, Oswaldo Álvarez Paz, divulga sin pudor en el diario El Universal las inten-
ciones ocultas del acuerdo: “El esfuerzo superior tiene que estar dirigido a cambiar de pre-
sidente” (Sánchez, 2012: 60).

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efecto contagio en el resto de un continente absolutamente subyugado por el
neoliberalismo en el primer cuatrimestre del año 2002. Ni Lula en Brasil, ni
Kirchner en Argentina, ni Evo Morales en Bolivia, ni Correa en Ecuador; nin-
guno de ellos gobernaba aún en la región latinoamericana.
En el resto del mapamundi, la Tercera Vía, siempre sin cuestionar al capi-
talismo, más afín a una versión light del neoliberalismo, también estaba desa-
pareciendo. Georges W. Bush en Estados Unidos comandaba una revolución
neoliberal dura. Lo mismo hacía Jacques Chirac, representante de la derecha
en Francia.259 El laborista Tony Blair en Reino Unido decidía olvidar el sig-
nificado del nombre de su partido. José María Aznar en España estaba imple-
mentando una gran ola de privatizaciones, con un partido político que aún
albergaba a muchos integrantes que habían militado en las filas del franquis-
mo. El canciller Schröder en Alemania también decidió abandonar la social-
democracia a fines del siglo pasado.260 Este escenario mundial, adverso a la
emergencia de cualquier planteamiento económico posneoliberal, no iba a
ayudar a Chávez si éste hubiese enviado un mensaje de SOS a eso que suelen
denominar “comunidad internacional”.
El Presidente venezolano se convirtió en ese año 2002 en una ventana
abierta para muchos que no sabían dónde mirar después del fin del socialis-
mo del siglo XX. Todavía el pensamiento económico de Chávez no era un
referente regional, ni mundial, ni apenas era calificado como una corriente
propia dentro de la heterodoxia económica. La ortodoxia neoliberal era omni-
presente; la heterodoxia económica era aún demasiado ortodoxa para aceptar
algo insólito, inventado, en movimiento, en desarrollo, con dinámica trans-
formadora en una dimensión práctica. Sin embargo, a pesar de no ser cono-
cido en las aulas, en las facultades, en las universidades, en los organismos que
conformaban el mundo académico e intelectual, el chavismo no era una cues-
tión de importancia menor para los poderes establecidos en el mundo econó-
mico.
El capital privado trasnacional decidió desde ese momento que era mejor

259 De hecho, un indicio de la desaparición de la socialdemocracia en Francia era que


el Partido Socialista Francés quedaba relegado a un tercer lugar en las presidenciales de abril
de 2002, que acaban en una competencia entre la derecha de Chirac y la ultra derecha de
Le Pen, quien había sido el segundo más votado en primera vuelta, a solo tres puntos del
primero.
260 El 11 de marzo de 1999 el ministro alemán más antineoliberal, Oskar Lafontaine,
renunció sorprendentemente a todos sus cargos gubernamentales y de partido, posicionán-
dose en contra de las políticas neoliberales del nuevo gobierno.

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extirpar cualquier brote de cambio que contradijera los mandamientos neoli-
berales. Mejor no dejar crecer un pensamiento económico, por muy embrio-
nario que aún fuera, porque si llegaba a tener éxito en la praxis podría cons-
tituir un referente al que querrían sumarse otros países; y en consecuencia,
terminaría estudiándose en las aulas, en las facultades, en las universidades y
en todos los lugares que buscaran conformar otro mundo académico e inte-
lectual.
Mucho se ha escrito sobre el golpe contra Chávez en abril de 2002, desde
que inició la huelga-tapadera hasta que se secuestró al Presidente en el Pala-
cio de Miraflores. No es objeto de este libro centrarse en los infinitos detalles
y matices que sucedieron en algo más de 72 horas para derrocar al presiden-
te venezolano.261 Solo se trata aquí de relatar brevemente este pasaje porque
es parte condicionante en las circunstancias históricas que interactúan, inevi-
tablemente, con la construcción constante de la praxis y el pensamiento eco-
nómico de Chávez –que afrontaba así las dificultades propias de la economía
política, de las correlaciones de fuerzas económicas que no aceptaban una
correlación de fuerzas políticas contrarias a sus intereses–.
Es indudable que un hecho de tal calibre como el golpe tuvo efectos en la
conformación del pensamiento económico chavista, cada vez más complejo a
medida que se intrincaban las circunstancias históricas en las que se debía
desenvolver. Pero no es acertado afirmar que este hecho fue algo inesperado
porque la acción golpista no era un tajo seco que caía repentinamente para
cortar las venas democráticas de una Venezuela refundada. El golpe se plani-
ficó en cámara lenta muchos meses antes, preparando las condiciones para
acabar con Chávez y su proyecto económico y político, mediante la presión
mediática nacional e internacional, creando la imagen de inestabilidad y des-
gobierno, inculpando al Presidente de todos los males de la humanidad.
La guerra económica fue uno de los principales ejes escogidos para esta
tarea a pesar que las cifras macroeconómicas en estos primeros años gozaban
de buena salud, y que se había venido produciendo un significativo desendeu-
damiento social de la mayoría del pueblo venezolano. Pero, como tantas otras
veces, el objetivo era crear aquello que se repite hasta el cansancio; la profecía

261 Para disponer de una lectura pormenorizada de cómo se teje el golpe, cuáles son los
primeros movimientos de desestabilización, el papel de muchos actores implicados, y
muchos otros aspectos clave, se pueden consultar los trabajos de Vásquez (2009), Sánchez
(2012), algunos pasajes del libro de Harnecker (2002); y también muchas páginas que rela-
tan cómo sucedió el golpe y la restitución de Chávez en el libro de Elizalde y Báez (2002).

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autocumplida es una de las formas más recurrentes para procurar que se acabe
cumpliendo aquello que se desea. Con los medios a favor, con el respaldo de
la Iglesia, con los poderes económicos nacionales e internacionales, con una
vieja partidocracia que aún guardaba cierto protagonismo en alguna organi-
zación sindical, con todo ello a favor pero sin el pueblo, así se pretendía aca-
bar con la democratización que se estaba realizando bajo el amparo de una de-
mocracia más real, menos aparente, más protagónica, participativa e integral.
Chávez preveía todo esto, pero sin poder saber a ciencia cierta qué pasa-
ría. Sabía que el poder económico quería sustituirlo porque la batería de leyes
democratizantes no había gustado en Fedecámaras; sabía que desde afuera,
desde el Norte, mirarían con buenos ojos un reemplazo más afín, porque tam-
poco gustaba su relación con la OPEP, su apoyo a Cuba, su posición con otros
países no alineados. Pero sabía también que los golpes a la vieja usanza, esos
golpes del siglo XX, necesitaban el apoyo militar. Y en este aspecto, como él
mismo reconoció después, tenía confianza –no ciega, pero confianza al fin y
al cabo– en la cúpula de las Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) que apenas
habían cambiado –solo pequeñas modificaciones– desde que él había llegado
a la presidencia.262
El intento de derrocamiento de Chávez se inició el 9 de abril de 2002 con
la huelga general convocada por la CTV y Fedecámaras, y con la participa-
ción de uno de los hombres más ricos del país, Isaac Pérez Recao, quien: 1)
actuó como enlace con algunos militares que habían decidido reemplazar al

262 Así lo confesó más tarde: “Yo sin dudas, sobreestimé la fortaleza de un grupo de
personas a las que creía conocer suficientemente, quizás fue el corazón... cuando los senti-
mientos juegan un papel importante a veces es fatal, trágico. Desde 1999 yo vine respetan-
do las antigüedades; el escalafón militar, respetándolo con pequeñas variaciones. No hubo
ningún cercenamiento de la cúpula militar. Y en cuanto a la percepción de su disposición a
respetar a la Constitución, al gobierno, a su comandante en jefe me equivoqué. En verdad
no fue una equivocación total, si hubiese sido total no estaríamos aquí tú y yo sentados. Por-
que en verdad la respuesta que hubo el día sábado y que permitió el retorno del gobierno,
indica de manera objetiva que la gran mayoría de generales no estaban comprometidos. Fue
una minoría la que logró confundir al resto. Yo desconfiaba de algunos de ellos. No hubo
sorpresa con los que motorizaron el golpe; teníamos informaciones delicadas, por ejemplo,
sobre el agregado militar que estaba en Washington y algunos gestos de otros generales. Pero
reconozco que me equivoqué con algunos que estaban en posiciones clave como el coman-
dante del Ejército, el general Vázquez Velasco y que jamás llegué a pensar que ese grupo de
oficiales fuese a llegar a esos extremos, es decir, a comprometerse como lo hizo con el movi-
miento golpista. Ahí hay que asumir como para la autocrítica: tener mucho más ojo” (Har-
necker, 2002: 41).

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gobierno electo, 2) financió la propaganda de las manifestaciones y 3) fue
pieza clave en la coordinación del golpe. A pesar de que la huelga no logró ni
el 30% de adhesión en Caracas ni en las principales ciudades, se decidió con-
tinuar la medida indefinidamente, para seguir creando las condiciones idó-
neas para sacar como fuera al Presidente electo.
El 11 de abril aún proseguía esta tormenta creada para deslegitimar la
capacidad de gobierno del presidente Chávez, y entonces, así dar sustento
creíble a la petición de renuncia que venía promoviéndose desde hacía meses.
El “vete ya” había sido propagado desde el año anterior sin éxito, porque no
era secundado por la mayoría del pueblo venezolano. La idea era mostrar
hacia dentro y hacia fuera que la magnitud de la huelga era enorme, y así jus-
tificar la decisión premeditada, esto es, la ejecución por la fuerza, por la vía
no democrática, del “vete ya”.
Prosiguió a la par la ofensiva mediática para procurar la confrontación
ideal que permitía situar a Chávez al borde del precipicio; lo culparon de las
muertes que los huelguistas mismos habían desencadenado. Los medios
nacionales, e internacionales, subían el tono, mencionando que Chávez se va;
las embajadas involucradas seguía con sus artimañas; Fedecámaras continua-
ba con el llamado a parar el país; la CTV movilizaba lo que podía. A las 2:30
PM del 11 de abril se emitió la primera proclama pública de los golpista mili-
tares, echando la culpa a Chávez, y declarándose los salvadores del universo
(capitalista).263
Siguieron las muertes planificadas. De los pasajes más horribles, hay que
recordar las muertes del puente Llaguno por francotiradores. Chávez recibió
información de algunas posturas sediciosas en las filas militares. Habló en vi-
vo por televisión en la tarde, llamando a la paz, tratando de explicar a los
golpistas que no había nada que hacer porque el pueblo no había salido a
echarlo, sino que solo se trataba de un golpe preparado por los poderes eco-

263 Las declaraciones fueron las siguientes: “Hemos decidido dirigirnos al pueblo vene-
zolano para desconocer el actual régimen de gobierno y la autoridad de Hugo Chávez Frías
y del Alto Mando Militar. El Presidente de la República ha traicionado la confianza de su
pueblo, están masacrando a personas inocentes con francotiradores, para este momento van
seis muertos y decenas de heridos en Caracas. Están pretendiendo utilizar unidades de nues-
tro glorioso ejército para reprimir una marcha cívica que se está llevando a cabo, cuando él
juró y lo ha repetido en innumerables oportunidades que jamás utilizaría la Fuerza Armada
en contra de su pueblo. Esto no lo podemos permitir, no podemos aceptar un tirano en pri-
vado, este país está bañado en sangre” (Sánchez, 2012: 94).

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nómicos que no querían ninguna democracia que democratizara las relacio-
nes sociales y económicas.264
Mientras tanto, siguieron las manipulaciones mediáticas, minuto a mi -
nuto, para generar el escenario más propicio para que el “golpe” fuera visto
casi como una “caricia” democrática inevitable para salvar al país, y para que
los golpistas militares fueran sumándose a la causa. Los sediciosos habían
tomado control de Fuerte Tiuna, también del canal de televisión pública.
Entonces, el bando golpista intentó forzar la renuncia de Chávez. Chávez
reflexionó, meditó y consideró qué hacer ante tal situación; concluyó que
era mejor no inmolarse, ni dejar que siguieran produciéndose muertes, y en
respuesta, aceptó ser llevado preso –que no es lo mismo que renunciar vo-
luntariamente–.
Así fue que el 12 de abril Chávez fue secuestrado, retenido y aislado. El
golpe estaba en marcha pero disfrazado de renuncia por incapacidad. La hija
de Chávez lo desmentía frente a los medios.265 Pero el plan anti democrático
siguió su curso: ese mismo día se auto juramentó Pedro Carmona como pre-
sidente interino, al margen de lo establecido en la Constitución. Su primer
acto oficial fue la disolución de la Asamblea Nacional, y de todo el resto de
instituciones del Estado (Tribunal Supremo de Justicia, Consejo Nacional
Electoral, gobernadores, alcaldes y concejales, etc.), así como la eliminación
de las 48 leyes habilitantes, y el cambio de la Constitución, al reponer al país
el nombre de República de Venezuela, quitándole la condición de Bolivaria-
na. El Decreto Carmona fue un acta con la que se pretendió constituir un
nuevo gobierno. Su nombre oficial fue “Acta de Constitución del Gobierno
de Transición Democrática y Unidad Nacional”, y fue firmada por alrededor
de 400 personas presentes en el Palacio de Gobierno de Miraflores el 12 de

264 El presidente Chávez se expresó de la siguiente manera: “Yo llamo al pueblo vene-
zolano, a todos los sectores, a la calma, a la ponderación, a la reflexión; a todos, los que me
apoyan, los que me adversan y aquellos que son indiferentes. Nosotros condenamos la vio-
lencia, yo condeno la violencia, y he dado instrucciones precisas a la gente que me sigue de
que no haga uso de la violencia, que no caiga en provocaciones”.
265 Dijo a CNN: “Hace dos horas logramos comunicarnos con mi papá. Nos llamó por
teléfono y nos dijo que por favor le comuniquemos al mundo entero que él en ningún
momento ha renunciado, que en ningún momento ha firmado ningún decreto presidencial
que destituya al vicepresidente Diosdado Cabello y mucho menos ha renunciado él. Sim-
plemente fueron unos militares y lo detuvieron y se lo llevaron a Fuerte Tiuna, a la Coman-
dancia general del Ejército, y en estos momentos está detenido en el regimiento de la Poli-
cía Militar de Fuerte Tiuna. Lo tienen completamente incomunicado”.

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abril de 2002.266 Este documento había sido elaborado desconociendo la
Constitución de 1999 y dando poderes especiales y amplios al gobierno tran-
sitorio. El Gobierno de Estados Unidos solo declaró oficialmente que obser-
vaba con preocupación lo acontecido, pero eludió cualquier condena y se
mostró distante ante los hechos.267 El presidente español Aznar hizo un co-
piar-pegar de esta opinión. La Unión Europea dio apoyo al nuevo gobierno
anti democrático. Los medios internacionales –CNN, Washington Post o El
País, en la primera línea– dieron rápidamente por valido al nuevo Presidente
no electo.
En la madrugada del 13 de abril, Chávez fue trasladado a la base naval de
Turiamo, donde escribió una nota que indicaba que no había renunciado “al
poder legítimo que el pueblo me dio”. En aquella fecha, miles de simpatizan-
tes de Chávez salieron a protestar frente al Palacio Presidencial de Miraflores.
Durante todo ese día, el pueblo venezolano siguió acudiendo a la casa de
gobierno, con la exigencia de la vuelta a la democracia después de haber dicho
en las urnas, una y otra vez, que estaba cansado de una democracia aparente
anclada en pacto puntofijista, sin pueblo.
En la tarde, miembros leales de la Guardia Presidencial que rodeaban la
sede del Palacio, con el apoyo de algunos militares no sediciosos, y acompa-
ñados por la fuerte presión popular que estaba afuera, lograron expulsar a
Carmona y sus seguidores, quienes rápidamente huyeron hacia diferentes
lugares del país. Horas después el vicepresidente Diosdado Cabello, quien se
había mantenido oculto, era recibido en el Palacio e investido como presi-
dente provisional para evitar el “vacío de poder”.268 Tras esto, la primera deci-
sión de Cabello fue ordenar el rescate de Chávez de la prisión militar en la Isla
La Orchilla al norte del país, efectuándose el regreso triunfal de Chávez a
Maracaibo y la restitución de la democracia en horas de la madrugada del 14
de abril.
Chávez regresó así al lugar que le correspondía democráticamente, demos-
trando capacidad para levantarse junto a buena parte del pueblo después de
este golpe atizado por los anti demócratas. El mismo supuso para Chávez una
lección acerca de la dificultad que surgía en la praxis transformadora cuando

266 Entre ellos, María Corina Machado y Leopoldo López Gil (padre de Leopoldo
López).
267 Eva Golinger (2005) ha confirmado que el gobierno estadounidense estaba al tanto
de que iba a ocurrir un golpe de Estado.
268 Como él mismo cuenta en su capítulo en el libro de Elizalde y Báez (2002).

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se quería poner en marcha alguna propuesta propia de su pensamiento eco-
nómico. La minoría enriquecida demostraba con ese bochornoso pasaje que
no iba a aceptar dócilmente aquella política económica proveniente de un
pacto legítimo y democrático, respaldado por la mayoría social.
Podemos afirmar que no hay un antes y un después en el pensamiento
económico de Chávez, como muchos han supuesto. Lo que hay es una in-
dudable influencia de este suceso anti democrático, que permitía asimilar las
dificultades que el orden hegemónico es capaz de colocar para que nada mo-
difique el statu quo neoliberal. No hay salto abrupto en el pensamiento eco-
nómico de Chávez; no hay una economía chavista antes del golpe y otra luego
del golpe, pero sí es latente la necesidad de incorporar esta nueva variable gol-
pista, que habría que sortear acompañado por el pueblo para seguir adelante
en el proceso de transformación democrática de la economía que se había
propuesto. No es discontinuidad lo que caracteriza a esa composición diná-
mica del pensamiento económico chavista, sino más bien una no estricta
linealidad, porque un suceso de esta envergadura no puede pasar desapercibi-
do. Chávez tenía forzosamente que interpretar el golpe desde su proyecto
democrático de cambio en materia económica, tomando en cuenta su máxi-
ma responsabilidad como rector de la política económica para los próximos
años.
El proyecto de transición tenía ahora no solo que luchar contra la deuda
social, sino contra la amenaza anti democrática que ya no era una sospecha
sino un acontecimiento consumado. El paradigma económico de Chávez
debía prestar mayor atención a una nueva coyuntura adversa, a veces inespe-
rada y no explicada por la racionalidad económica social, ni desde una pos-
tura humanista ni bolivariana; ni tampoco desde la convencionalidad de las
cifras macroeconómicas. Se trataba más bien de una explicación política, de
índole económica. La economía política volvía así a cobrar importancia en el
pensamiento económico de Chávez, ahora debido al golpe de Estado, golpe a
cualquier intento de democratizar la economía en favor de la mayoría social.
Ser capaz de resolver esta adversidad coyuntural era imprescindible para el
éxito de un proyecto de transición económica.
El neoliberalismo, por su parte, había demostrado que aún tenía una vigo-
rosa capacidad propia para dar un golpe a un proyecto económico antagónico.
Frente a estas condiciones, el cambio de época económica se debía construir
desde una disposición virtuosa que hiciera compatibles la habilidad táctica
para sortear estos inconvenientes coyunturales y la planificación estratégica
que marcara el nuevo rumbo. Se seguía imponiendo la necesidad de mirar en

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corto, no solo porque la deuda social aún era notoria, sino porque el enemi-
go no respetaría ni la democratización económica, ni la democracia protagó-
nica ni participativa, ni siquiera las reglas democráticas propias de los sistemas
liberales.
Una vez más la historia imponía las condiciones para que Chávez desarro-
llara su pensamiento económico; no era Chávez quien podía elegir en soledad
y aislamiento qué circunstancias eran ideales para tomar decisiones económi-
cas. Las circunstancias eran las que eran, y por consiguiente, jugar irresponsa-
blemente con las mismas hubiera sido una muestra de incompetencia que solo
puede achacarse a un pensamiento económico inocuo, carente de personali-
dad popular; y lo que es aún más grave, de nula efectividad política porque su
aplicabilidad solo hubiera sido válida en alguna hoja en blanco, no mancha-
da por la vida ni por la historia. Una práctica sin sentido que Chávez no esta-
ba dispuesto a aceptar.
Por el contrario, el pensamiento económico de Chávez se empapó de rea-
lismo político, asumiendo que los peligros son siempre mayores de lo que uno
puede imaginar. Pero no hay dos Chávez, con dos pensamientos económicos
distintos, antes y después del golpe. Solo hay situaciones que permiten acu-
mular experiencia a su pensamiento económico, que se hacía más sabio, más
enriquecido por una variedad amplísima de estados posibles derivados de una
realidad compleja que actuaba en múltiples formas. Chávez salió del golpe
con dudas, como ser humano que era, estupefacto como él mismo reconocie-
ra en su alocución televisada el mismo día en que volvió a su silla de Presi-
dente. Pero estas dudas no lo debilitaron, al contrario, lo volvieron más cons-
ciente de que cambiar el orden dominante no era tarea fácil e iba a estar llena
de obstáculos, que obligarían a seguir construyendo un pensamiento econó-
mico capaz de resolver tácticamente lo que fuera necesario para hacer viables
las transformaciones estratégicas.
Pero el golpe de Estado no acabó en un acontecimiento aislado. El golpe
de abril de 2002 se eslabona en una cadena continua de golpes, algunos invi-
sibles y otros con más publicidad por constituir algún hecho más notorio
–como fue el mismo–. A los poderes económicos les había fallado esa jugada
de ajedrez, que pretendía poner en jaque a la propuesta de Chávez, pero con-
taban todavía con músculo suficiente para buscar otras vías también anti
democráticas, menos visibles pero muy efectivas, que podían ir carcomiendo
lentamente las –por el momento– débiles estructuras construidas en estos
pocos años de chavismo.
El Presidente venezolano no había cedido un ápice ante las demandas de
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la patronal de las corporaciones privadas, ni tampoco frente a la presión ejer-
cida por el capital transnacional atraído por las jugosas rentabilidades del
petróleo. La reapropiación soberana de la renta internacional petrolera era
objeto de gran pugna con el capital transnacional. Pero la propuesta econó-
mica chavista no cambió luego del golpe, sino que siguió adelante con el cum-
plimiento de la ley que regulaba a favor de más soberanía y más renta para los
venezolanos. Tampoco dio marcha atrás en el cambio de la cúpula de PDVSA,
y prosiguió reemplazando a los expertos técnicos (del saqueo), para colocar
gente nueva que tomara decisiones en beneficio del país en materia de políti-
ca petrolera.
En el bando golpista, ante el declive de la vieja partidocracia que apenas
tenía apoyo popular, Fedecámaras asumió de nuevo –con exceso de funcio-
nes– un rol político que no había ganado en las urnas. Así volvió a la prácti-
ca habitual, pero con una nueva estrategia: convocó a un paro nacional para
finales de 2001, acción que fue respaldada por la CTV. Casi en los mismos
términos que en ocasiones anteriores, muchos dirigentes de la oposición
pidieron la renuncia de Chávez. Todo orquestado para tumbar al intumbable
por la vía democrática. A Chávez nunca le perdonaron que quisiera actuar
como Presidente –con todas sus competencias– en política petrolera hacien-
do cambios en PDVSA. La estatal petrolera había sido feudo exclusivo de
unos expertos que conformaban una aristocracia obrera al servicio de intere-
ses extranjeros y particulares, pero nunca buscando la optimización social de
la renta petrolera. Chávez no admitía la vieja política petrolera como base de
una nueva economía; consideraba totalmente incompatible mantener la vieja
gestión del petróleo, desde criterios privados, en una refundada República
que hacía prevalecer el interés general buscando obtener, con soberanía, los
recursos necesarios para la prioritaria política social. La vieja cúpula directiva
de PDVSA no había olvidado que el Presidente Chávez se había atrevido a
pedirles rendición de cuentas por recursos que nunca se habían justificado, y
éste era uno de los puntos germinales del conflicto. El capital transnacional y
los viejos gerentes de PDVSA mantuvieron, durante décadas, un notable pri-
vilegio: no tenían obligación de dar explicación alguna al pueblo. En cambio
la nueva política petrolera de Chávez partía de otras premisas: buscaba más
soberanía, más efectividad, someterse a la rendición de cuentas, modificar la
distribución de la renta petrolera, establecer nuevas relaciones de explotación
de las trasnacionales operativas, aplicar una política de diversificación de
exportaciones petroleras. La nueva política petrolera de Chávez, en definitiva,
no atendía a las condiciones del pacto de élites del pasado, sino que se debía

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a un nuevo pacto refundacional más popular y soberano. Pero más soberanía
para Venezuela obligaba a restar soberanía al poder del capital trasnacional.269
Puesto que no se pudo derrocar a Chávez, ni vencerlo en las urnas, a fines
de diciembre se inició una nueva huelga de 24 horas, como fórmula elegida
para acometer otro gran golpe de guerra económica, paralizando las activida-
des petroleras. Esta convocatoria de huelga fue apoyada por el ya conocido
tándem Fedecámaras-CTV, por los partidos de oposición aglutinados en la
coalición denominada –curiosamente– Coordinadora Democrática,270 y
secundada por parte de la directiva y trabajadores de la nómina mayor, de alto
rango, de PDVSA. Con poca creatividad, casi copiaron el guión de meses
anteriores: los medios, la presión internacional, los voceros de adentro, y un
paro convocado para el 2 de diciembre de 2002, con duración de 24 horas,
pero que se extendió hasta convertirse en una huelga indefinida en plena tem-
porada navideña. Se realizaron muchas acciones de sabotaje petrolero con pre-
meditación y alevosía, y con participación expresa de muchos gerentes,
empleados y trabajadores de la vieja PDVSA.271 Estas acciones consiguieron
restringir, entre otras funciones, la producción de combustibles aeronáuticos,
gasolina, gasoil, así como el transporte desde los centros de producción o refi-
nación hacia los centros de suministro comercial.
El país quedó prácticamente paralizado durante días, aunque sin que ello
produjera el efecto deseado: la renuncia del Presidente. Nada de esto sucede-
ría, todo lo contrario. Chávez continuó sus intentos de restablecer la actividad
petrolera, dando señales en este sentido, como cuando el 21 de diciembre el
Gobierno recuperó el buque tanquero Pilín León y lo condujo a puerto. Días

269 Como dicen Clemente y Ferro (2004: 36), esto suponía poner punto final a 60 años
de política petrolera que concedía grandes privilegios fiscales a favor de las compañías
extranjeras petroleras. La nueva política petrolera modificó los acuerdos con la Phillips
Petroleum y Exxon/Mobil con el objetivo de que Venezuela obtuviera un ingreso mayor por
la producción del petróleo.
270 Fue fundada en pleno año golpista, el 17 de octubre de 2002, con mucha presen-
cia de ONG financiadas por los centros de poder económico y financiero. Entre ellas se
encontraba, por ejemplo, Súmate, que luego reconoció públicamente que en septiembre
de 2003 había recibido una subvención de 53.400 dólares para financiar la recogida de
firmas.
271 Una de las acciones que más repercusión tuvo sucedió el 4 de diciembre, y fue trans-
mitida por canales de televisión: la paralización de un tanquero de PDV Marina, el Pilín
León, en el canal de navegación del lago de Maracaibo, en el que participaron muchos
gerentes y trabajadores de la vieja PDVSA.

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después fue puesto a trabajar llevando crudo a las refinerías. Este fue el pri-
mer paso para retomar el control de PDVSA y así poner fin al paro. Más tar-
de, en enero de 2003, con el apoyo de empleados que no se habían unido al
paro, y simpatizantes que se reunían en los alrededores de refinerías, se reac-
tivó el traslado de combustible a las gasolineras, y el gobierno logró recuperar
el control de PDVSA. Poco a poco, el resto de la vida empresarial privada, de
comercios y negocios, volvió a la normalidad, haciendo caso omiso a las órde-
nes del capital transnacional que seguía pidiendo más parálisis de la economía
venezolana, para asfixiar completamente al proyecto económico de Chávez,
procurando su defunción. Definitivamente, este intento de golpe de Estado
petrolero, otro golpe más a la democratización económica, fue abandonado el
3 de febrero de 2003. Se superó de esta manera una nueva arremetida anti
democrática. Pero el país no salió ileso, porque las consecuencias directas e
indirectas sobre la vida cotidiana económica fueron considerables.
Respecto a las consecuencias directas, se pueden anotar los graves proble-
mas que trajeron en el año 2002 los golpes a la democracia en Venezuela. Des-
pués de un crecimiento económico del PIB sostenido en los tres primeros
años de la presidencia de Chávez, la caída del PIB petrolero fue del 25,9% en
el último trimestre de 2002, y del 39,3% en el primer trimestre de 2003; el
PIB total registró una caída del 15,8 % durante el cuarto trimestre de 2002 y
se redujo en un 27% en el primer trimestre de 2003; todo ello debido al sabo-
taje petrolero, que trajo consigo una disminución abrupta de las principales
actividades económicas del país. El año 2003 el PIB tuvo una contracción del
9,4%.
El efecto sobre la economía real fue inmediato, especialmente en un sec-
tor que había disfrutado de una significativa mejora en estos años, el sector
laboral. La tasa de desempleo se disparó inmediatamente al 20,7% –el nivel
más alto desde 1967–. Es notorio que se produjo en gran medida un lock out,
pues en muchas empresas, fábricas y comercios, los trabajadores querían con-
tinuar trabajando, pero los dueños tomaron la decisión de parar, y esto pro-
vocó muchos despidos, o penalizaciones en materia salarial por parte de la
patronal. Se destruyeron así más de 700.000 puestos de trabajos en esos pocos
meses.
La inflación, que se había contenido hasta entonces, volvió a ascender
hasta el 31% en el año 2002, provocando una pérdida de poder adquisitivo
que hacía recordar al endeudamiento social de la época neoliberal. Este efec-
to inflacionario no puede explicarse por la vía ortodoxa de la economía, por
una expansión fiscal, ni monetaria, ni por un notable aumento de salarios que

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hubieran provocado incremento de la demanda; la inflación fue consecuen-
cia de una fuerte reducción de oferta, que además se aprovechó de una estruc-
tura concentrada para establecer precios elevados gracias a su posición de
mercado dominante. El año 2003, la inflación fue del 27,1%. Sin embargo,
no hubo pérdida de poder adquisitivo gracias a que la política económica sa-
larial incrementó salarios en un 30%, para que nadie creyera que el gobierno
dejaría que las lógicas del mercado hicieran retroceder al país al pasado. Pero
ese incremento solo era para los trabajadores, y no para aquellos que habían
vuelto a las filas del sector informal o al desempleo.
Por otra parte, los costos materiales directos del sabotaje petrolero fueron
valorados entre 6.000 y 7.500 millones de dólares. La reducción de ingresos
públicos petroleros por el paro generó un elevadísimo déficit fiscal en el año
2002, y también en el año 2003, porque dos meses sin actividad significaban
dejar de obtener muchos ingresos derivados de la venta del petróleo.272 Pero
además, la recuperación de la actividad petrolera no era una cuestión inme-
diata después de los innumerables daños ocasionados a la industria, en todas
las cadenas del sistema productivo. La producción total de crudo disminuyó
en un 68%, y dicho porcentaje tendía a descender aún más debido a la deten-
ción de la producción, a las restricciones de almacenamiento, a la paralización
de 29 unidades de compresión en algunas zonas del país y al paro de otras
actividades.
Las consecuencias de esto fueron nefastas para la población: hubo escasez
de alimentos y gasolina durante y después del paro, y el abastecimiento tardó
en restablecerse a niveles anteriores a los golpes. Muchas empresas pequeñas
y medianas quebraron debido a que dependían de las empresas que agrupaba
Fedecámaras para realizar sus actividades. Hubo una notable caída de los
depósitos bancarios del 8%. Estas cifras económicas tuvieron una traducción
inmediata en pobreza y desigualdad: si bien entre 1998 y 2001 la pobreza se
había reducido del 49% al 39%, en 2002 y 2003 la pobreza aumentó hasta
el 41,5% y 54%, respectivamente.273 La pobreza extrema se había reducido
del 21% al 14,2% en el período 1998-2001, pero aumentó al 16,6% y 25,1%
en 2002 y 2003, respectivamente. La desigualdad había descendido en el

272 El país dejo de percibir ingresos por cerca de 15.000 millones de dólares, al dejar
de vender, durante 60 días, más de 3 millones de barriles de petróleo.
273 Son valores de pobreza en porcentaje de hogares para el primer semestre del año,
según datos del propio Instituto Nacional de Estadística de Venezuela, extraídos del artícu-
lo de Weisbrot y Johnston (2012).

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período 1998-2001, de un valor del índice de Gini de 0,486 a 0,457; pero
volvía a crecer a 0,494 y 0,481 en 2002 y 2003, respectivamente.
Como se ha podido constatar, son muchos los datos que ratifican que el
golpe no solo afectó a la macroeconomía y al proyecto económico de Chávez,
sino que tuvo efectos en la vida cotidiana de muchos venezolanos. El año
2002 fue un año de golpe de Estado, de golpe a la economía, golpe petrole-
ro, golpe a la democracia, golpe al pueblo; con muchos efectos directos, pero
también de implicaciones para el pensamiento económico de Chávez y su
praxis.

4.4. Paradigma económico en movimiento en la época ganada


(2003-2012)

El año golpista también tuvo sus repercusiones indirectas, si cabe aun más
relevantes para continuar entendiendo y profundizando pormenorizadamen-
te en el pensamiento económico de Chávez. ¿En qué sentido? El proyecto eco-
nómico en marcha se debía nuevamente reprogramar; el pensamiento econó-
mico de Chávez tenía que saltar un nuevo obstáculo.
Lo que había sido planificado económicamente para el período posterior
debía ser una vez más revisado a la luz de lo sucedido. La Década de Plata,
esos diez años de transición previstos en el Plan Nacional de Desarrollo del
2001-2007, partían de las condiciones sociales y económicas (y macroeconó-
micas) logradas después de un plan de acción económico cortoplacista en los
primeros tres años de gobierno, de 1999-2001. Sin embargo, el año del golpe
a la democracia, golpe de Estado en abril de 2002 más golpe petrolero a fines
de año, mermó mucho de lo conseguido.
Esos golpes anti democráticos tuvieron su dimensión económica; más el
paro petrolero que el golpe de abril, aunque éste también fue precedido por
la continua fuga de capitales para desestabilizar el país macroeconómicamen-
te, fenómeno que tuvo continuidad durante el año siguiente.274 En el año
2002 el neoliberalismo y sus secuaces volvieron a demostrar que en su mode-
lo el ser humano puede ser relegado para retornar al orden que cuida las
ganancias del capital transnacional. Si era necesario parar la producción petro-

274 Torres afirma que “en los meses próximos al golpe salieron de Venezuela unos 1.600
millones de dólares, lo que dificultó el pago de la deuda y el mantenimiento de la cotización
del bolívar” (Torres, 2006: 75).

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lera durante meses para exigir que Chávez derogase la Ley de Hidrocarburos
–que ponía fin a la regulación de 1943 a favor del capital privado transnacio-
nal–, pues esto se hacía, cayera quien cayera, se empobreciera quien se empo-
breciera.
El efecto de los golpes anti democráticos fue devastador para la economía
venezolana edificada por Chávez, que aún no había tenido tiempo suficiente
para construir diques firmes que contuvieran los efectos perversos de esta gue-
rra económica sin escrúpulos. De tal manera, el pensamiento económico de
Chávez aprendía que no siempre se puede levantar la mirada para pensar en
el medio y largo plazo, a pesar de una buena planificación, porque a veces las
situaciones de excepcionalidad se vuelven situaciones continuas y habituales.
La excepción de un intento de desestabilización debía ser considerada regla
general, lo cual explica por qué el cortoplacismo, y las decisiones tácticas para
sortear esos impedimentos inesperados que no permiten avanzar en el proce-
so de democratización económica deseado, se imponían como elementos fun-
damentales en el pensamiento económico de Chávez.
Este es un rasgo poco entendido por analistas que consideran que los défi-
cits de la propuesta económica de Chávez se deben precisamente a la falta de
visión de largo plazo, pues se olvidan intencionadamente de que la agresión
política fue durante todo su gobierno un factor determinante a tener en cuen-
ta para planificar económicamente. El año 2002 tuvo un lugar especial en la
compleja composición del pensamiento económico de Chávez porque desde
entonces en adelante la doctrina del shock275 sería constante en Venezuela,
con el objetivo de crear a través de golpes a la democracia, directos o indirec-
tos, unos más visibles que otros, el mayor de los desastres económicos, y ganar
por esa vía lo que los representantes del orden capitalista neoliberal no gana-
ban en las urnas.
Esto forzó a que el pensamiento económico de Chávez en su dimensión
más práctica se volviera necesariamente maleable, alerta y pendiente de res-
puestas rápidas ante cualquier contingencia, virtuoso tácticamente para evitar
las pretendidas situaciones excepcionales que alteraban la construcción de la

275 Es un término tomado del libro La doctrina del shock (2007) de Naomi Klein, que
demuestra cómo se inducen grandes impactos externos para luego justificar muchas medi-
das económicas a posteriori. Fundamentalmente, Klein se enfoca en explicar cómo llegaron
muchas medidas neoliberales aprovechando impactos en la piscología social a partir de
desastres o contingencias, provocando conmoción y confusión, lo que marcaba un escena-
rio ideal para implementar medidas de emergencia.

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nueva economía. Esto ineludiblemente perturbó la relación dialéctica que la
coyuntura tiene con la dimensión estratégica de cambio. La transformación
estratégica es viable en tanto haya mecanismos continuos para resolver los
shocks generados por el orden económico dominante a nivel mundial.
Las posibilidades teóricas parecen infinitas cuando el pensamiento econó-
mico es concebido al margen de la acción de gobierno; pero cuando el pensa-
miento económico está conectado con la praxis transformadora de la realidad,
con seres humanos que sufren y con capitales que buscan como sea mantener
su ganancia, entonces las posibilidades son finitas, y la energía para transfor-
mar tiene que elegir entre sustituir planificación de largo plazo por eficacia
cortoplacista que reponga y reviva al pueblo después de cualquier golpe.
Obviamente se puede ir construyendo relaciones de sinergia entre las solu-
ciones urgentes del corto plazo y las transformaciones del medio y largo plazo,
pero para ello se requieren unos mínimos estables, en materia social y econó-
mica. Y durante el año 2002 precisamente se volvió a destruir mucho de lo
alcanzado en el primer trienio económico de Chávez, con la intención de evi-
tar que se produjera la llegada de la Década de Plata, esto es, que se iniciara
el cambio de época.
En ese mismo sentido, con las mismas intenciones de truncar el proceso
de cambio, la oposición partidaria procuró cosechar los frutos del golpismo
anti democrático del año 2002. La paradoja fue que buscaron ahora la vía
democrática para recolectar el fruto de la estrategia anti democrática imple-
mentada meses atrás. La oposición pretendía realizar un referendo no vincu-
lante para pedir la salida del Presidente Chávez: el 2 de febrero de 2003 se
celebró una jornada de recolección de firmas, pero no tuvo éxito porque no
recogió suficientes firmas válidas y porque, de acuerdo con la Constitución,
esta acción debía efectuarse a mediados del año. Pero la oposición no estaba
dispuesta a esperar tanto. La Coordinadora (Anti) Democrática –perdón por
la aclaración– buscó luego el paro educativo para seguir golpeando a todos los
órganos del nuevo proyecto político, pero tampoco tuvo éxito.
Chávez, aún convaleciente por los golpes, pero más firme que nunca, reto-
mó la agenda económica luego de aprender que el cambio de época es aquel
que se inicia cuando se puede, y no solo cuando se quiere. Por ello, aunque
estaba previsto que el 2001 era el momento de iniciar la Década de Plata, las
condiciones objetivas adversas impusieron un cambio de planes, un reajuste
de tiempos, de tempo político, de etapas, de prioridades, de retomar jerárqui-
camente el corto plazo frente a los preparativos para el medio y largo plazo.
La praxis desde la economía política real –una suerte de Realökonomie– fue

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complejizando constantemente la conformación del pensamiento económico
de Chávez.
El pensamiento económico chavista y su praxis reciben la influencia de ese
cortoplacismo impuesto por las circunstancias reales de un orden hegemóni-
co mundial que había mostrado una capacidad real de descarrilar cualquier
intento de cambio. Mientras el poder económico mundial, cada vez más
interdependiente y financiarizado, tuviera una estructura reconcentrada, más
espinosa se volvía la tarea de democratizar la economía, en sus fines pero tam-
bién en sus medios, como condición sine qua non para construir a largo plazo
otra economía posible.
Era un choque de trenes, de dos proyectos, en los que partía con ventaja
el orden económico mundial establecido, que había logrado, gracias a una
concentración extrema del capital en pocas manos, crear las condiciones de
irreversibilidad relativa para cualquier transformación democratizadora. Un
proyecto, el propuesto por Chávez, se empeñaba en democratizar la econo-
mía para la satisfacción de las necesidades básicas así como para repartir los
medios productivos necesarios para generar riqueza distribuida. Pero enfren-
te estaba el modelo capitalista neoliberal, que justamente se basaba en un
patrón de acumulación injusto a favor de una minoría que se enriquecía a
costa del empobrecimiento de la mayoría. La disputa en la arena económica
estaba dispuesta: democracia versus concentración. Lo segundo constituía en
esos años la columna vertebral del sistema económico dominante, con fibras
nerviosas repartidas por todo el planeta. La democratización iba a contraco-
rriente de las estructuras de dominación económica. El pensamiento econó-
mico chavista constataba, después del año golpista, que no podía haber rela-
ción armoniosa entre lo uno y lo otro; que no había posibilidad de consenso
ni pacto entre dos modelos antagónicos. No era la lucha del socialismo con-
tra el capitalismo neoliberal; era simplemente la lucha de una economía
popular y humanista, más soberana, bolivariana, contra el modelo neoliberal
imperialista.
El pulso de la propuesta económica de Chávez frente a la hegemonía neo-
liberal fue, desde el principio, de tira y afloja, de resistencia y avance, de
defensa y ataque en tiempos de guerra económica. El terreno político de con-
flicto era una Venezuela en mutación, en cambio, de una mayoría popular
dispuesta al protagonismo, liderada por un Presidente que había decidido
hacer pedagogía desde el primer minuto para explicar, hasta el cansancio, el
por qué de las decisiones económicas, las causas estructurales de los efectos
más cotidianos, la importancia de hablar de Revolución Bolivariana en vez de

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reformas ni de planes de ajuste, lo trascendente de relacionar una revolución
nacional con los cambios supranacionales. Chávez sabía así comunicar su
pensamiento económico en el terreno de la praxis, sin necesidad de interme-
diarios ni medios de comunicación, especialistas en tergiversar el mensaje.
Construía un cordón umbilical propio, directo al pueblo, sin necesidad de
pagar ni peajes pedagógicos ni desfiguraciones de los contenidos de su pro-
puesta. La economía también es cuestión de comunicación, aunque los ma-
nuales ortodoxos de la economía neoclásica se empecinen en evitarla, a pesar
del uso interesado que hace de la comunicación el neoliberalismo. Pero Chá-
vez sabía que pensar económicamente es comunicar, y es también construir
un paradigma comunicacional propio en lo económico, que haga sencillo to-
do lo complejo que hay detrás de las bambalinas de un sistema hegemónico
que solo enseña una parte del todo, y además lo hace borrosamente.
Chávez consideraba que solo dando explicaciones al pueblo lograría ir
armando una nave más segura para timonear a mar abierto, con oleaje en con-
tra. Esto también constituía parte del terreno político en el que se daría la dis-
puta futura, después de los golpes en 2002. Chávez no descuidaba al pueblo;
pensaba económicamente en él, para él y con él. Retomaba su praxis econó-
mica centrándola siempre en ese pueblo empobrecido. Esto jugaba a favor de
Chávez en su búsqueda de la década ganada a favor de esta misma mayoría
social, con la que comenzaba a tejer una alianza más estrecha. El intento de
2002 por frenar un proyecto económico popular fue infructuoso. Chávez
sabía que la fuerza política y social del pueblo también constituía una fuerza
económica a su favor para abrir el cambio de época posneoliberal, anhelado
desde sus escritos en la cárcel.
La Década de Plata no pudo empezar en el año 2001 por lo sucedido, pero
esto no alteró el reto transformador. Solo hubo un cambio de fechas por culpa
de la guerra económica, que dejó muchas víctimas en el camino en materia
económica y social. Pero políticamente Chávez salió reforzado, porque la
mayoría del pueblo le había dicho que no había marcha atrás, que el punto
de no retorno había sido superado. El pensamiento económico chavista cata-
lizó esa fuerza política, social y popular. Los próximos años, desde 2003 en
adelante, pensamiento económico y praxis se entremezclan en forma holísti-
ca como un todo con el reto de consolidar el proyecto de transición econó-
mica necesario, esto es, la búsqueda de la década ganada para el cambio de
época que acabara consolidando una nueva economía.
Chávez emprendió el año 2003 con ese objetivo. Tenía nuevamente que
dedicarse a organizar una casa que había sufrido vehementemente la embes-

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tida económica de los poderes que no respetaban los cambios democráticos
que buscaban desconcentrar y democratizar las relaciones económicas y socia-
les. La praxis económica de Chávez rescata mucho de lo que venía ya desa-
rrollando en su pensamiento económico décadas atrás; había que hacer todo
lo necesario para que la mayoría social venezolana no siguiera padeciendo más
deuda social. Por eso, desde ese nuevo primer momento, Chávez echa a rodar
una Misión tras otra, realizando acciones concretas para resolver problemas
concretos, en el menor tiempo posible, y usando toda la fuerza disponible:
miitar, popular, social y económica, para obtener resultados en el menor tiem-
po posible.
La urgencia del ya, del ahora, se anteponía a la planificación a largo plazo;
o mejor dicho, el ahora se constituía en eje central sobre el que se podía pla-
nificar el mañana. No hay mañana sin tener resuelto el ahora, desde su visión
humanista. Así lo había aprendido y asumido leyendo los manuales de Matus
o Varsavsky. Solo es viable un proyecto de largo plazo cuando se piensa en el
corto plazo, donde se concentraban las consecuencias nefastas de la larga no-
che neoliberal, o en este caso, de golpes y paros económicos.
Precisamente, en una gran demostración de ese afán por organizar econó-
micamente la casa a favor de su pueblo, Chávez había considerado que debía
comenzar la casa por abajo, con nuevos cimientos en materia de seguridad so-
cial. El anteproyecto de Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social
(LOSSS) de diciembre de 2002 es una muestra en la práctica del pensamien-
to económico chavista, que priorizaba el ahora económico, el ya social, pero no
en fórmula coyuntural, sino desde una perspectiva estratégica y duradera. La
nueva política económica para la seguridad social, considerada por algunos
autores como una de las más avanzadas del mundo (Méndez, 2008: 5), esta-
blecía en su artículo IV que “todas las personas tienen derecho a los benefi-
cios de la Seguridad Social aunque no tengan capacidad económica para con-
tribuir a su sustento”. En esta línea, algunos análisis afirmaban que “se rompe
así con la lógica neoliberal de la anterior LOSSS de 1997 y evita la deroga-
ción del Instituto Venezolano de Seguros Sociales, así como la tendencia pri-
vatizadora que se había iniciado con la política de recuperación de costos al
instaurar el principio de universalidad y gratuidad, que por mandato consti-
tucional se extiende a la sanidad y la educación. Además, se restringe la finan-
ciación de los organismos multilaterales y se hace un cierto esfuerzo por incre-
mentar el gasto social” (Mateo y Sánchez, 2010: 2.898).
De esta forma, el Estado asumía el pago de las pensiones y las equipara-
ba al salario mínimo, con el objetivo de iniciar una fase democratizadora de

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la economía empezando por las cuestiones más básicas pero fundamentales
en la vida cotidiana de la mayoría excluida por el neoliberalismo. Así, poco
a poco, paso a paso, con medidas concretas, con la suma de tantos otros
ahora, de muchas nuevas acciones, de muchas soluciones para problemas
específicos, se estaba edificando una suerte de Estado de las Misiones como
fórmula para transformar el aparato estatal heredado, corporativizado, des-
hilvanado, que siempre había estado al servicio de intereses particulares de
unos pocos.
Pero el camino desde 2003 en adelante, con el Estado de las Misiones en
construcción –tema que será tratado con detalle en el siguiente apartado–,
no fue fácil porque continuaron las zancadillas, los intentos de boicotear anti
democráticamente al Presidente elegido por la mayoría de venezolanos. En
este largo período, marcado por Chávez como de necesaria transición eco-
nómica, su pensamiento económico no permanecería inmóvil. Todo lo con-
trario. El líder bolivariano comenzaba esta etapa con el aprendizaje de tres
años de gobierno como Presidente, en los que había pasado de todo: ganar
elecciones, Asamblea Constituyente, Constitución, nuevas elecciones, golpe
de Estado, paro petrolero. Esas situaciones excepcionales se reiteraron hasta
que no fue posible considerarlas parte de una coyuntura pasajera, y tuvieron
que interpretarse como aspectos estructurales fundamentales, fruto de la dis-
puta de economía política en torno a un país rico en recursos energéticos
como es Venezuela.
Los acontecimientos reforzaron la vieja idea que tenía Chávez desde años
atrás. La dialéctica situacional iba a ser cada vez más primordial en el pensa-
miento económico chavista y en su praxis. Aquello que pasa alrededor, tanto
en Venezuela, en la región, en el mundo, ha de ser tenido en cuenta táctica y
estratégicamente. No solo se debe sortear el obstáculo y aprovechar del vien-
to a favor en un instante determinado, sino que este impulso ha de ser inver-
tido para crear inercias, dinámicas políticas y económicas que vayan consti-
tuyendo un nuevo paradigma económico en Venezuela y en la región. Por
ello, todo lo que fuese a suceder en la década entre 2003 y 2013 debe ser con-
siderado para seguir entendiendo y descifrando la evolución del pensamiento
económico chavista en su dimensión práctica.
Hasta el 2003, el pensamiento económico de Chávez se anclaba en una
visión fuertemente humanista, popular, desarrollista-nacionalista (a favor del
desarrollo endógeno), bolivariana y posneoliberal. A medida que fue pasando
el tiempo –los años, pero también la tensión frente a la dialéctica situacional,
las nuevas influencias, la solidez de la transición, la evolución del propio Chá-

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vez, el diálogo con su pueblo–, este pensamiento económico vivo fue alcan-
zando nuevos horizontes estratégicos.
Además de iniciar apresuradamente una política social precisa y urgente
para sanear la deuda social heredada del neoliberalismo y revitalizada por el
duro golpe económico del año anterior, el año 2003 exigía otras políticas eco-
nómicas primordiales para ordenar la casa en materia de cuentas macroeco-
nómicas. El pensamiento económico chavista, tal como se plasmaba en el últi-
mo documento oficial elaborado (Plan de Desarrollo Económico y Social de
la Nación 2001-2007), pero más enfáticamente después de haber sufrido los
intentos de ser derrocado, manifestaba gran preocupación por lograr un orden
macroeconómico interno que evitase shocks internos y externos, derivados de
cualquier circunstancia política y/o económica. La bonanza macroeconómica
no era en sí misma el objetivo, sino un medio estable necesario para llevar a
cabo la política social humanista que tanto requería la mayoría del pueblo
venezolano. En este sentido, Chávez procuraba ir poniendo en marcha la polí-
tica económica, en materia tributaria y cambiaria, requerida para las nuevas
circunstancias históricas del proceso de cambio.
Por un lado, ese año 2003 se comenzó a aplicar el Plan Nacional Evasión
Cero, como una iniciativa permanente del Servicio Nacional Integrado de
Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), orientada a concientizar a
la población sobre el cumplimiento de sus obligaciones tributarias, especial-
mente a los comerciantes e industriales, para reducir los niveles de evasión fis-
cal.276 Concretamente, se buscaba evitar la evasión del Impuesto sobre el
Valor Agregado (IVA), que era el tributo de mayor evasión en Venezuela, esti-
mada en 2003 en más del 70%.
Además de ello, en términos cambiarios, era preciso buscar la manera más
inmediata y contundente para contener la salida de divisas que había tenido
lugar en el año 2002. El año de los golpes –de Estado y petrolero–, fue tam-
bién un año de golpe por la fuga de capitales, con una corrida de dólares hacia
el extranjero con intenciones de generar más inestabilidad macroeconómica.
El objetivo fue poner en jaque macroeconómico al proyecto que se estaba ini-
ciando en los pocos años que llevaba Chávez como Presidente. La inversión

276 El Plan se centraba en la verificación de deberes formales contenidos en los artícu-


los 51 al 58 del Reglamento de la Ley de IVA, y en la consecuente aplicación del artículo
102 del Código Orgánico Tributario. Los primeros artículos se referían a los deberes for-
males aplicables al registro en los libros especiales del IVA, y los siguientes se refieren al cie-
rre o clausura del establecimiento para aquel que no cumpla con estos deberes.

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extranjera directa, que era defendida por el neoliberalismo como imprescin-
dible para la reproducción de su modelo, fue la misma que provocó una he-
morragia de divisas buscando ocasionar los mayores destrozos económicos y
sociales posibles, partiendo hacia destinos más rentables.
Frente a eso, Chávez quería atajar el problema de raíz. Por ello modificó
el sistema cambiario, acabando con el dogma de liberalización cambiaria
como panacea para el capitalismo. De esta forma el pensamiento económico
chavista seguía en evolución. No hubo ruptura con sus postulados del pasa-
do, porque dejó la puerta entreabierta a varias posibilidades para garantizar
estabilidad y seguridad jurídica, pero a favor de los ciudadanos y no del capi-
tal. Así, días después de amainar el temporal del paro petrolero, el 5 de febre-
ro de 2003, mediante decreto cambiario se instauró un sistema de cambio fijo
en Venezuela, a una tasa de 1,6 bolívares por dólar. Se creó también la Comi-
sión de Administración de Divisas (CADIVI) como órgano regulador ads-
crito al Ministerio del Poder Popular para la Planificación y Finanzas, para
impedir el libertinaje cambiario con sanciones de privación de libertad para
los transgresores. El pensamiento económico chavista antepuso en la praxis la
economía real a la economía especulativa. Esto suponía ir en contra de uno
de los mandamientos neoliberales por excelencia. Chávez no quería que las
divisas procedentes de una política petrolera soberana tuvieran vía libre para
salir del país, restándole soberanía. El modelo cambiario no podía ser cómpli-
ce o facilitador de la merma de reservas internacionales por culpa de manio-
bras especulativas, poniendo además en riesgo la estabilidad del valor externo
de la moneda. La política cambiaria de Chávez pretendía desde este momento
tener capacidad soberana para determinar el tipo de cambio según la conve -
niencia del modelo económico. Esta variable nominal debía ser un instru -
mento a favor de la planificación de una economía real humanista, desarro -
llista, nacionalista y bolivariana.
El nuevo modelo cambiario permitió que solo las empresas que demos-
traran abonar los impuestos y que verdaderamente necesitaran importar
pudieran acceder a divisas. Se mantuvo fijo el tipo de cambio con el dólar,
evitando volatilidades en la política cambiaria. Tal como dicen algunos ana-
listas, “la política económica se liberó así del corsé de supeditarse a dicha
estabilidad externa y tuvo un carácter expansivo, con un sustancial descenso
de las tasas de interés reales que coadyuvó a la recuperación de la senda del
crecimiento económico” (Mateo y Sánchez, 2010: 2.913). El efecto fue
inmediato: incremento del volumen de reservas y freno a las salidas de capi -
tales. Así el capital estaba disponible para invertirse internamente, sin posi-

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bilidades de huir como hacían las golondrinas neoliberales.
Desde el año 2003, la oposición planificó someter a Chávez nuevamente
a unas elecciones. Se apuntó a la posibilidad que ofrecía la nueva carta magna
bolivariana de revocatoria del mandato. La Constitución venezolana concede
esta opción en el artículo 72. La oposición quería aprovechar rápidamente el
impacto devastador –económico y social– del paro petrolero. No quería espe-
rar a la mitad de mandato, como señalaba la Constitución, e inició de inme-
diato la convocatoria a referéndum consultivo. Aunque esta figura no estaba
contemplada en la Constitución, servía para comenzar una campaña de acuse
y derribo contra Chávez, que haría más difícil que éste pudiera seguir gober-
nando sosegadamente en pro de diseñar la nueva economía para la transición
deseada.
Crear un runrún de guerra civil fue la nueva estrategia opositora para
seguir forzando una situación de ingobernabilidad contra Chávez. La profe-
cía autocumplida volvía a ser la táctica para desviar la atención de aquello que
realmente era importante en materia social y económica para la vida cotidia-
na de la mayoría del pueblo venezolano. La autodenominada Coordinadora
Democrática, que se había sumando a todos los golpes contra la democracia
en el año 2002, conjuntamente con los medios de comunicación dependien-
tes del poder económico, con la patronal Fedecámaras, la cúspide de la Igle-
sia católica y el sindicato CTV –cada vez más venido a menos–, seguían lla-
mando a la protesta continua con la mira puesta en el revocatorio. Comenzó
así la recolección de firmas para activar el referéndum. Los actores del punto-
fijismo se unieron con intenciones de lograr una réplica de aquel pacto por
arriba que marcara la historia del siglo XX en Venezuela. Este proyecto fue
apoyado además desde el exterior, porque la hegemonía neoliberal no quería
que ningún país se saliera de la línea establecida.277 Después de varios inten-
tos, se logró definitivamente la anhelada convocatoria para revocar el manda-
to a Chávez, el 15 de agosto de 2004. Esta estrategia para destituir a Chávez
por la vía democrática también fracasó porque el pacto por arriba no contaba
con el voto popular, con esa mayoría social de los de abajo, que caminaba por

277 Un ejemplo fue la actitud mostrada, en septiembre de 2003, por la revista inglesa
The Economist, que se dedicó a realizar una guerra económica desde una posición “cientifi-
cista”, aunque en vez de hablar de macroeconómica optó políticamente por informar sobre
prácticas anti democráticas del gobierno democrático –llegó a decir que el Gobierno había
utilizado un escuadrón de movilización rápida para allanar las oficinas del Consejo Nacio-
nal Electoral; habló de castigos a ciudadanos que firmaban la petición del referéndum, etc.–.

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las calles, que trabajaba, que quería que otra economía fuera posible. Los re-
sultados no dejan lugar a ninguna duda. Con casi un 70% de participación,
el 59,1% rechazaba la revocatoria del presidente Chávez.
Chávez salió así reforzado una vez más después de someterse a las reglas
del juego de la democracia liberal, porque la mayoría del pueblo estaba con
su proyecto. El reafirmado Presidente tenía el máximo respaldo para conti-
nuar con su propuesta económica, impulsando con renovadas fuerzas el Esta-
do de las Misiones para llevar a cabo las políticas económicas oportunas –as-
pecto que será tratado en el apartado 4.5–.
Por otra parte, para entonces Chávez ya era enemigo público del gobierno
de Estados Unidos. Bush había cuestionado abiertamente la democracia vene-
zolana, a pesar de que era la democracia que más se había sometido –desde
1998 hasta 2004– a citas electorales. La guerra desde el imperio estadouni-
dense ya había sido declarada, y apoyada por todo el séquito de presidentes
de los países satélite de Estados Unidos. Sin embargo, no todos estaban en
contra de Chávez, porque desde el momento de su primera victoria electoral
el signo político en América Latina había cambiado en algunos países rele-
vantes en el plano geoeconómico.
Lula, como representante del Partido de los Trabajadores, venció en Brasil
a la opción neoliberal en las elecciones a fines de 2002, asumiendo la presi-
dencia desde el 1 de enero de 2003. Esto era un significativo cambio de aire
y una buena compañía para un Chávez que había comenzado solo en la ardua
tarea de darle vuelta a una región puesta al revés, en donde unos pocos tení-
an casi todo y muchos tenían casi nada. Brasil no es un país cualquiera, por
su tamaño geográfico y su importancia económica en el continente, y en el
mundo. La llegada de Lula fue un gran alivio a Chávez, a pesar de que no se
trataba de modelos idénticos, porque Lula no planteó una Constituyente ni
una nueva Constitución. Pero el líder brasilero sí centró su esfuerzo desde el
primer momento en la lucha contra la pobreza, a través de políticas sociales
redistributivas. No había por parte de Lula un cuestionamiento frontal del
patrón de acumulación capitalista en Brasil ni en el mundo, pero sí había de-
cidido situarse en un estadio posneoliberal, rechazando las reglas caníbales en
la economía. Además, Lula mostró cercanía con Chávez en tiempos en los que
solo el hecho de aparecer en una foto con Chávez significaba sufrir una cam-
paña propagandística en contra. Desde el primer momento de su mandato,
Lula quiso pensar en América Latina con Chávez y no sin él, como eran los
deseos del Norte y sus lacayos en la región.
Además de la importancia de Brasil, también apareció a contracorriente en

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Argentina la figura de Néstor Kirchner, quien asumió la presidencia con la
fórmula del Frente para la Victoria el 25 de mayo de 2003.278 Aunque no era
un líder que llegaba de afuera de la vieja partidocracia, dio de inmediato seña-
les de no ser uno más del establishment; por ejemplo, cuando hizo retirar el
cuadro del dictador Videla de una de las galerías del Colegio Militar de la
Nación (en Campo de Mayo). Néstor Kirchner heredó también un país en
crisis profunda, con una gran deuda social de la década neoliberal, y con apre-
mio comenzó a buscar implementar una economía contraria al orden domi-
nante. Nada tenía que ver la política económica de Kirchner con la de Chá-
vez, aunque sí coincidían en no aceptar los mandamientos del neoliberalismo.
Kirchner también comenzó a tener una relación amigable con Chávez, sin
miedo a las amenazas del Norte.
Estos dos hechos (lo de Brasil y Argentina) no son una cuestión baladí pa-
ra seguir complejizando la dialéctica situacional en la que se fue fraguando el
pensamiento económico de Chávez y su praxis. Chávez se encontraba así algo
menos solo durante ese complejo año 2004, gracias al resultado electoral de
la revocatoria, gracias a los resultados de las elecciones regionales,279 y gracias
a la alianza –aún tímida pero significativa– con estos dos países importantes
en el continente latinoamericano.
Después de los efectos del golpe, el año 2004 también mostró síntomas de
recuperación en lo económico. La economía venezolana remontó vuelo pro-
gresivamente, y el PIB creció en el 18,3% –después de dos años de crecimien-
to negativo–. La deuda social se redujo lentamente. Las Misiones siguieron su
curso favorablemente. La propuesta económica de Chávez se continuó rein-
ventando para salir adelante venciendo al neoliberalismo, que era aún el ene-
migo número uno para el pueblo. En efecto, las condiciones de irreversibili-
dad que el neoliberalismo organizó concienzudamente para Venezuela aún
tenían alto grado de efectividad. No era tan sencillo, y mucho menos inme-
diato, cortar las raíces que el neoliberalismo había sembrado en suelo venezo-
lano. Chávez sabía de ello, y pensaba que para desenraizar al neoliberalismo
primero tenía que regar el jardín mediante las Misiones sociales, que se se -

278 Ganaba después de que el candidato del neoliberalismo, Carlos Menem, se retirara
de la segunda vuelta, a sabiendas de que no ganaría. En primera vuelta, Kirchner era el
segundo más votado.
279 Durante las elecciones regionales del 31 de octubre de 2004, el movimiento V
República ganó 20 gobernaciones de un total de 22; también obtuvo amplia mayoría en las
alcaldías del país, y mayoría de diputados y diputadas regionales.

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guían implementando. La transición económica tenía como finalidad que,
mientras tanto, nadie “muriera”; mientras se pensaba en otra economía, era
necesario salvar la economía que afectaba cotidianamente al pueblo. Chávez
asumió esta premisa de manera consecuente, y siguió avanzando hacia delan-
te sin dejar de cuidar la frontera interna, pero pensando a la vez en la necesi-
dad de ir armando la estrategia para la frontera externa. La dimensión exter-
na del pensamiento económico de Chávez exige un apartado propio por su
gran dimensión histórica –se dedicará el apartado 4.6 a este tema–.
La visión bolivariana de Chávez se actualizaba constantemente en el siglo
XXI; no todo era el relato del Bolívar del pasado, sino que se trataba de una
corriente ideológica dirigida hacia el presente y futuro. Chávez traía a Bolívar
al presente para que éste se convirtiera en una especie de asesor omnipresen-
te, capaz de dar respuestas tácticas oportunas en cada situación, y marcar la
hoja de ruta estratégica. La cartografía bolivariana era de máxima utilidad
para que el pensamiento económico no acabara encerrado en sí mismo, absor-
to por los infinitos problemas que acuciaban al pueblo venezolano. Chávez
confiaba en que la alianza de los pueblos, entre naciones, era la mejor forma
de resistir, de constituir un contrapoder frente al capital transnacional.
En diciembre de 2004 Chávez inició la quijotesca tarea de armar una
alianza entre pueblos, en América Latina, que fuera antagónica a la modali-
dad de integración neoliberal del capital, el Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA). La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amé-
rica-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) nació en diciembre de
2004, en una reunión entre Hugo Chávez y Fidel Castro en La Habana, en
conmemoración de los 10 años de su primer encuentro (1994). Esta nueva
alianza –que será tratada con más detalle en el apartado 4.6– pone de mani-
fiesto la prioridad que Chávez concedía a la dimensión bolivariana en su pra-
xis y su pensamiento económico.
El frente anti imperialista, creado e inventado desde el Sur, con el Sur y
para el Sur, suponía una propuesta que combinaba adecuadamente el oportu-
nismo táctico con la visión de largo aliento estratégica, para reubicar a Vene-
zuela, junto a América Latina, en un nuevo polo privilegiado en la transición
geoeconómica en curso. Chávez había advertido desde tiempo atrás que el
mundo unipolar estaba en decadencia, y que se estaba conformando un nue-
vo mundo multipolar, en el que era necesario reubicarse con inteligencia es-
tratégica y soberana.
Así acabó el año 2004, con claras muestras de que el objetivo no era solo
sortear marginalmente aquellos obstáculos que el capitalismo neoliberal se -

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guía colocando para entorpecer cualquier proyecto económico para el futuro.
Durante ese año, Chávez había sentido un gran respaldo popular, y otros paí-
ses en la región comenzaron a acercarse, a pesar de que los poderes económi-
cos se mantenían en su contra. Por ello el Presidente venezolano, oportuna-
mente impaciente, en su discurso anual a la Asamblea Nacional –el 14 de
enero, la primera aparición pública relevante que tenía en el año 2005– rei-
vindicó un objetivo hacia futuro; un horizonte que marcó un destino estraté-
gico más definidamente. Chávez tenía claro que el peor momento se había
superado. Sus palabras fueron muy directas: “Hemos sacado la economía del
foso en el que había caído […]. Si por una parte perdimos dos años, 2002,
2003, porque ahí se apagaron muchos proyectos aun cuando ganamos tam-
bién muchas cosas, ganamos fortaleza moral ante el mundo, demostramos
que aquí lo que está en marcha es una democracia real y verdadera. Aguanta-
mos como dijo León Trotsky, ‘el látigo de la revolución’; pero decía León
Trotsky: ‘A toda revolución le hace falta el látigo de la contrarrevolución, el
látigo la fortalece si sobrevive a él’. Nosotros no solo hemos sobrevivido a los
látigos de las agresiones contrarrevolucionarias, sino que hemos salido forta-
lecidos” (El Troudi, 2005a: 48).
El balance chavista en estos primeros años luego del golpe era positivo a
pesar de todo, porque había conseguido un elevado crecimiento de la activi-
dad petrolera, y también de la actividad económica no petrolera –que inclu-
so crecía mucho más que la primera–. La inflación se había reducido hasta el
19,2%. Pero Chávez, en ese momento, exigía aún más en este terreno: “en la
medida en que incrementemos la producción estamos atacando una de las
causas estructurales de la inflación”. El desempleo del año 2004 llegó al 10,9%
en el mes de diciembre, lo cual puede considerarse como otro gran avance.
También se avanzó en la senda de la soberanía petrolera, dejando atrás la polí-
tica neoliberal de la “apertura petrolera” a favor del capital transnacional. El in -
cremento de la recaudación tributaria en el año 2004 fue del 136,7%; los ingre-
sos fiscales de origen no petrolero aumentaron en el 85% –un récord en la
historia económica venezolana–.
Por todo aquello, para Chávez terminaba así una micro etapa que él
mismo consideró como “el nacimiento y despegue de un nuevo ciclo econó-
mico. Nacimiento y despegue sobre una plataforma bastante sólida de un
nuevo ciclo económico que aspiramos, y hago un llamado a la nación toda,
independientemente del color político, del sector social, religioso, a todos, pa -
ra que aprovechemos esta base sólida, del despegue de un nuevo ciclo econó-
mico de expansión y de crecimiento, para romper el círculo vicioso de los

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ciclos expansivos-recesivos que condenaron a nuestra economía durante mu-
cho tiempo y los que han condenado a las economías dependientes y subde-
sarrolladas, el sistema que en el mundo se ha impuesto, sistema económico
que genera riqueza para una parte, para unas minorías, pero pobreza y mise-
ria para las mayorías. Desarrollo para un pequeño grupo de naciones, pero
subdesarrollo y hundimiento en la miseria y en la dependencia para la mayo-
ría de las naciones del mundo. El plan económico está aquí, no hay nada es-
condido, aquí somos transparentes. El plan político está aquí, el plan social
está aquí, la visión del mundo está aquí, este es el plan” (El Troudi, 2005a:
11). Chávez impartió así una lección magistral de economía política en pleno
discurso como presidente a la Asamblea Nacional. Para el Presidente venezo-
lano la transición estaba en marcha exitosa porque el año 2004 había sido “el
año de la consolidación y expansión de las misiones de inclusión social”. La
praxis económica estaba plenamente sintonizada con un pensamiento econó-
mico que defendía a ultranza la distribución como Leitmotiv de la propuesta
económica.
El Nuevo Mapa Estratégico, proclamado así en el Taller de Alto Nivel el
12 y 13 de noviembre de 2004, mostró precisamente a aquel Chávez que no
quería seguir mirando atrás, sino iniciar un proceso de construcción hacia
adelante, incitando a todos a gobernar conjuntamente, articuladamente, con
más eficacia, con más dedicación, con más realismo económico, con más pre-
sencia en la vida cotidiana de los venezolanos. En ese momento, Chávez resal-
tó la importancia de la planificación estratégica para “la nueva etapa”. El nue-
vo mapa estratégico partía de la asunción de la “dialéctica de gobernar porque
nunca estamos solos en el juego”, y desde ahí, definió diez objetivos estraté-
gicos, de los que se destacan –en lo económico– los siguientes: avanzar en la
conformación de una nueva estructura social, la creación de una nueva insti-
tucionalidad del Estado y la construcción del nuevo modelo productivo rum-
bo a la creación del nuevo sistema económico.
Chávez no quería un modelo económico de migajas, de Estado de Bienes-
tar en Miniatura, pactado y subordinado a los intereses de una minoría
privilegiada. Volvió a demandar más desarrollo endógeno porque ese era un
camino.280 Pero no sustituyendo importaciones intensivas en capital tecnoló-

280 En esa alocución llegó a bromear sobre la popularidad del modelo de desarrollo
endógeno, diciendo: “incluso la palabra ‘endógeno’, que no era muy popular, digámoslo así,
en la jerga nacional, estaba reservada mayormente a los círculos técnicos y, sin embargo,
tampoco, en muchos casos, ahora se ha popularizado. Por allá me dijo una niña, en los lla-

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gico, sino empezando a construir la casa por abajo, por el sostén fundamen-
tal, y destinando todas las fuerzas sociales productivas hacia aquellos bienes
básicos para la población, para evitar depender de importaciones que solo
ponían en jaque a la economía venezolana.
El pensamiento económico de Chávez seguía por ello concentrando toda
su atención en “un modelo alternativo al neoliberalismo salvaje que acabó, y
amenaza con seguir acabando, con pueblos enteros; aquí está en marcha un
modelo alternativo que está siendo mirado con atención por millones de ciu-
dadanos; es en verdad un camino alternativo, como la esperanza para millo-
nes que habían perdido la esperanza en el planeta, ante la pretensión del Con-
senso de Washington, de imponernos el modelo neoliberal; las recetas del
Fondo Monetario Internacional que arrasaron y llevaron a la muerte a millo-
nes de seres humanos, a centenares de millones a la pobreza y a la miseria,
pueblos enteros arrasados por el neoliberalismo, aquí está en marcha un pro-
yecto alternativo, solo que estamos construyéndolo” (Chávez, 2005).
Chávez mostró una vez más su alergia al neoliberalismo y a todas sus ex-
presiones, como por ejemplo el ALCA. En ese mismo discurso, Chávez también
se anticipó a lo que pasaría meses después: “ese ALCA murió, no impondrán un
ALCA a este continente. Una pretensión verdaderamente imperialista, colonia-
lista, de ponernos a competir a nosotros con economías tan poderosas como la
de los Estados Unidos. Eso es un imposible, un suicidio”. Seguidamente, puso
en el horizonte al ALBA como alternativa real al neoliberalismo.
Este discurso fue la muestra inequívoca de lo que luego se llamaría el Salto
Adelante, durante el año 2005, como propuesta económica de Chávez para
superar irreversiblemente al neoliberalismo, sin vuelta atrás. El Presidente co-
menzó a valorar que no solo se debía prestar toda la atención en superar el pa -
sado, sino que era el momento ideal para abordar el futuro, para disputar el
sentido común de época en el largo plazo. Esta cuestión no era novedad en
el pensamiento económico chavista, que siempre había manifestado la necesi-
dad de pensar estratégicamente hacia delante; lo realmente novedoso era la elec-
ción de este momento, el año 2005, después de haber superado todas las difi-
cultades impuestas por los poderes económicos, nacionales e internacionales,
para tomar todo el impulso necesario y poner la vista más allá del día a día.

nos de Barinas, hace unos días: ‘aquí somos endónenos, Chávez’. Ella es endógeno, pues. Y
además sabe explicarlo, yo le pregunté: ‘¿y qué significa endógeno?’ Dos palabritas dijo nada
más: ‘nace desde adentro –dijo–. Soy endógena’. Qué bonito que una niña lo sienta y sea
capaz de decirlo, además”.

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Esto no significaba quitar el pie del acelerador en la economía del ahora,
de las urgencias cortoplacistas. Precisamente la opción del Salto Adelante
encarnaba lo contrario: más que nunca, se debía fortalecer la política basada
en las soluciones del ahora, pero dirigiéndola hacia un proyecto de futuro, sos-
tenible e irreversible. El pensamiento económico elegía esas dos palabras,
Salto Adelante, para anudar económicamente el ahora con el mañana. Lo tác-
tico era a su vez considerado como estratégico cuando se observa esta relación
con perspectiva histórica. De esta forma, tan atinada, el pensamiento econó-
mico de Chávez convierte la lucha en el presente contra el pasado en una
cuestión de futuro. El 23 de enero281 de 2005, en el discurso con motivo de
la marcha en defensa de la soberanía nacional en las adyacencias del Palacio
de Miraflores, Chávez expresó por vez primera su intención de dar un Salto
Adelante. Primero se refirió a la Misión Sucre, pero luego definitivamente
aludió a la médula de la nueva estrategia en materia económica: “bastante tra-
bajo tenemos, vamos unidos, este año 2005 será un año maravilloso del Salto
Adelante, de avances significativos”.
El Salto Adelante constituyó así el hilo entre una fase reactiva frente al
neoliberalismo, con otra fase propositiva, que reivindicaba que otra alternati-
va era posible. Esto de ningún modo significa que lo uno y lo otro estén des-
conectados. Por el contrario, Chávez propuso el Salto Adelante como una
maquina engrasada entre la lucha contra el neoliberalismo y la construcción
de una propuesta alternativa al mismo. El Salto Adelante es una propuesta
teórica que tiene como objetivo conciliar la necesidad de seguir remando con-
tra la corriente neoliberal, junto con la necesidad de construir un nuevo barco
para navegar hacia otro lugar.
La primera fase de transición no había acabado todavía, y por ello Chávez
seguía empeñado en llevar a cabo todas las Misiones que fueran necesarias,
acompañadas de la política económica adecuada para amortiguar cualquier
shock interno o externo, y en consecuencia, ir disponiendo de un nuevo or-
den económico posneoliberal. No obstante, el pensamiento económico cha-
vista denotaba cierta preocupación por una ausencia parcial del futuro, de la
invención de un paradigma propio a perseguir en términos estratégicos, sin
que ello ahogara la primacía de lo inmediato. Se remarcaba así, con este Salto
Adelante, que el pensamiento económico de Hugo Chávez preservaba la

281 Esta fecha conmemora el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero


de 1958. Luego, esta fecha da nombre a un barrio popular de Caracas, 23 Enero, que fue
protagonista en el Caracazo.

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necesidad de crear un nuevo estadio estratégico que empujara a luchar contra
el neoliberalismo, al mismo tiempo que permitiera forjar una utopía en el
imaginario popular.
Por ahora, el Salto Adelante se constituía en una nueva categoría política
y económica, que servía de palanca para retroalimentar la energía necesaria
para seguir disputando contra el neoliberalismo, tanto desde la reacción como
desde la acción positiva en busca de la alternativa. Se rechaza al neoliberalis-
mo al mismo tiempo que se precisa inventar una alternativa. El pensamiento
económico de Chávez abrió de esta manera una nueva etapa para la dialécti-
ca revolucionaria bolivariana, y así fue leído desde dentro por todos aquellos
que seguían esa línea desde la propia praxis transformadora, desde el día a día,
de la política, de la política económica.282 Chávez consiguió con ese Salto
Adelante izar una nueva bandera, un nuevo reto, útil como brújula para el
proceso de cambio en los próximos años.
Realmente, se comenzaba a vislumbrar en Chávez la influencia creciente
de las lecturas de Gramsci, en cuanto a la necesidad de ir buscando otro sen-
tido común que disputara el sentido común hegemónico. Ese pulso entre lo
viejo que no termina de morir y lo nuevo que no acaba de nacer era una obse-
sión cada vez mayor para Chávez, para hacer irreversible el proyecto de cam-
bio en curso. El líder bolivariano encontraba en este Salto Adelante una ma-
nera de ir organizando una nueva mochila con la que construir el futuro, a
partir de las nuevas ideas, las nuevas categorías, ese otro sentido común de
época, con un nuevo cuerpo ideológico.
Días después, el 30 de enero de 2005, en el Foro Social Mundial en Porto
Alegre (Brasil), Chávez señalaba cuál sería la alternativa al neoliberalismo: el
socialismo del siglo XXI. No un socialismo del pasado, sino un socialismo que
había que inventar, construir. Nuevamente brotaba la influencia de Simón
Rodríguez –“inventamos o erramos”–, en el pensamiento económico de Chá-
vez. Chávez no quería copiar viejos modelos. Se oponía a una salida desarro-
llista a secas. No aceptaba la moda a favor del desarrollismo sustentable, ni
sostenible, y se alejaba de todos los nuevos paradigmas económicos que se
entretienen en adjetivar al desarrollo después de su fracaso en décadas ante-
riores. Pues no hay que olvidar que el neoliberalismo convivió durante años

282 Por ejemplo, así es entendido por El Troudi: “Los actores y las circunstancias his-
tóricas van cambiando y dicho proceso requiere un nuevo mapa para poder navegar las
aguas de los desafíos por confrontar; un nuevo mapa estratégico que permita llegar a buen
destino” (El Troudi, 2005).

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con la propuesta del desarrollo sostenible, buscando que todos aceptaran que
el capitalismo es viable simplemente pintándose de verde.
En el Foro Social Mundial Chávez desechó ese marco teórico.283 No que-
ría nada que viniera con certificado de calidad emitido por el capitalismo. Su
pensamiento económico había rechazado al neoliberalismo desde hacía años;
en el Foro dio un paso más cuando afirmó que: “Entonces si no es el capita-
lismo, ¿qué? Yo no tengo duda, es el socialismo. Ahora, ¿qué socialismo, cuál
de tantos? Pudiéramos pensar incluso que ninguno de los que han sido, aun
cuando hay experiencias, hay logros y avances en muchos casos de socialismo,
tendremos que inventárnoslo y de allí la importancia de estos debates y de es-
ta batalla de ideas; hay que inventar el socialismo del siglo XXI y habrá que
ver por qué vías, muchas vías lo sabemos, lo táctico es tan variado como la
mente de cada uno de nosotros”.
Chávez abrió así una nueva ventana hacia el futuro, tal como lo había he-
cho desde el momento más germinal en su pensamiento económico. Muchos
vieron con sorpresa esa declaración sobre el socialismo del siglo XXI; pero se
trata de un término que ha de ser concebido desde la progresión dinámica –en
continuo movimiento y metamorfosis– del pensamiento económico de Chá-
vez.
Por su parte, el neoliberalismo había crecido tanto desde su origen, había
alcanzado tal hegemonía, que ya no se podía hablar de capitalismo y neolibe-
ralismo como si se tratara de dos modelos diferenciados entre sí. El capitalis-
mo abogó por la gestión neoliberal como forma hegemónica de ordenar el
mundo. Desde los años ochenta no hubo capitalismo sin neoliberalismo, por-
que era éste el modo de ordenar la casa capitalista mundial. Por eso, a veces,

283 Sus palabras fueron: “El ‘desarrollo sustentable’ lo han llamado; soy contrario a ese
término. ¿De qué desarrollo me habla? El desarrollo que está acabando el planeta no es sus-
tentable y no solo no es sustentable ese modelo de desarrollo, no es sustentable la vida del
planeta si seguimos por ese camino, lo vamos a acabar, le estamos robando el futuro a los
que no han nacido, a los nietos de nuestros hijos; el recalentamiento global, las locuras cli-
máticas son producto de eso; verdaderas locuras climáticas. Alguien dijo hace poco: ‘no, que
el clima está loco’. No es el clima el que está loco, es el mundo el que está loco, es el mode-
lo impuesto que está loco y está enloqueciendo al clima o al planeta tierra: la capa de ozono,
el deshielo son amenazas, centenares, miles de científicos todos los días alertan sobre estos
fenómenos. ¡Ah!, pero ellos no, su voz, su alerta no sale al aire por las grandes corporacio-
nes mediáticas mundiales, no, ni por los medios de comunicación, casi todos son silencia-
dos porque eso no le conviene al statu quo mundial, no le conviene a las transnacionales, no
le conviene al imperio el Protocolo de Kyoto ni siquiera” (El Troudi, 2005: 161).

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unos creen que puede existir un capitalismo light diferente del neoliberal, un
capitalismo “bueno”, más social; pero este enfoque adolece de una gran mio-
pía geográfica, porque ese capitalismo light es posible solo localmente, en in-
terdependencia con el capitalismo salvaje en otro lugar del mundo. Son vasos
comunicantes, porque no hay economía capitalista que no esté en intercone-
xión con otras economías capitalistas. El neoliberalismo es la superestructura
rectora y ordenadora de la casa capitalista. Pensar lo uno sin lo otro es como
pensar que los seres humanos pueden respirar sin necesidad de oxígeno.
Chávez había estudiado en profundidad al neoliberalismo y al capitalismo
(de la mano de Gramsci, Mészáros), su comportamiento, su estrategia hege-
mónica, su forma de repartir cartas a unos y a otros, dándoles a unos el rol de
policía bueno mientras otros hacían de malos. El neoliberalismo había impe-
dido desde su nacimiento que emergiera la idea de que otro capitalismo es
posible. El único capitalismo posible parecía el neoliberal, porque éste orde-
naba las relaciones sociales de producción y reproducción a nivel global.
Desde hace décadas que no hay capitalismo sin neoliberalismo. Con conoci-
miento de ello, Chávez adoptó una postura congruente bajo esa premisa: si el
objetivo es propugnar una propuesta economía posneoliberal, entonces se está
propugnando una propuesta también poscapitalista.
Así Chávez se situó definitivamente al otro lado del omnipresente patrón
de acumulación dominante. Y lo hace como lo había venido haciendo hasta
el momento: reinventando desafíos. No invitaba a un socialismo cualquiera,
sino a un socialismo bolivariano. Invitaba a construir, a inventar, a desarrollar
un nuevo mapa estratégico que guiara el camino del proceso revolucionario
en curso. La década en transición no había terminado; quedaba mucho por
hacer aún en el año 2005. Pero esta ardua tarea requería un motor motiva-
cional, un motor capaz de convertirse en el nuevo tractor del modelo econó-
mico.
El pensamiento económico de Chávez eligió precisamente este momento,
después de seis años de gobierno, con infinitos dimes y diretes, para levantar
la vista y establecer un nuevo lugar de destino, el socialismo del siglo XXI.
Esta elección es propia de un pensamiento económico cada vez más sistémi-
co, en el que las partes no pueden estar disgregadas, sino que han de estar uni-
das, como un todo en forma de acordeón ideológico. Y ese todo es la base de
la estructura orgánica, rectora para cada nuevo paso en materia de política
económica.
Las Misiones seguían creciendo; las políticas económicas se continuaban
implementando; las relaciones económicas internacionales se estaban trans-

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formando; todo ello proseguía su curso en tren de alta velocidad. La convo-
catoria al Salto Adelante, hacia el socialismo del siglo XXI, denota la impor-
tancia que tiene para el pensamiento económico de Chávez y su praxis la cons-
trucción de un nuevo paradigma económico propio, bolivariano, venezolano,
latinoamericano.
Este socialismo es un socialismo humanista y bolivariano. No es el socia-
lismo soviético, aunque tenga raíces teóricas que es menester considerar. Pero
se trata más bien de un socialismo consustanciado con los tiempos de la his-
toria, que se va escribiendo a ritmos acelerados. Es un socialismo sin recetas
apriorísticas, sin dogmas preestablecidos, ni de credo fácil. Es un socialismo
resultado de la filosofía de la praxis que irá construyéndose colectivamente,
con Estado y Sociedad, a lo largo del proceso histórico. El proceso de carac-
terización de ese socialismo del siglo XXI debe afrontar las propias “tensio-
nes creativas de cualquier proceso de cambio revolucionario” (2011), de
transformación real de las estructuras heredadas. Este nuevo proyecto en
construcción debe responder al tempo económico-político caótico, en tanto
y en cuanto se debe construir al mismo tiempo que se siguen resolviendo las
urgencias cotidianas derivadas del lastre social neoliberal. El pensamiento
económico de Chávez confiaba en ese nuevo paradigma para abordar la tarea
complicada de gestionar una conformación económica social y cultural muy
abigarrada.
El Salto Adelante se preveía para dos años, 2005-2006, con la intención
de poner en sintonía todos los proyectos, esfuerzos y acciones, económicas y
políticas, para aportar desde cada ámbito específico en el logro de diez gran-
des objetivos (El Troudi, 2005b: 27): 1) avanzar en la conformación de la
nueva estructura social; 2) articular y optimizar la nueva estrategia comunica-
cional; 3) avanzar aceleradamente en la construcción del nuevo modelo demo-
crático de participación popular; 4) acelerar la creación de la nueva institu-
cionalidad del aparato del Estado; 5) activar una nueva estrategia integral y
eficaz contra la corrupción; 6) desarrollar la nueva estrategia electoral; 7) ace-
lerar la construcción del nuevo modelo productivo, rumbo a la creación del
nuevo sistema económico; 8) continuar instalando la nueva estructura terri-
torial; 9) profundizar y acelerar la conformación de la nueva estrategia militar
nacional; y 10) seguir impulsando el nuevo sistema multipolar internacional.
En materia económica, el documento El salto adelante (El Troudi, 2005b)
es taxativo porque manifiesta la voluntad política de escapar de las relaciones
capitalistas neoliberales. La economía venezolana deseaba explorar vías de
independencia y autodeterminación, tal como se establece en los textos que se

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publican desde la Presidencia de la República Bolivariana.284 Chávez recono-
cía que, a pesar de haber conseguido mucho en esos años, aún no se había dis-
putado lo suficiente el poder dominante que seguía operando con lógica capi-
talista, del llamado “libre mercado”, que todavía condicionaba buena parte de
las relaciones sociales de producción, con fuerte base individual y mercanti-
lista.
Es por ello que se ponía más énfasis en la economía popular, donde el
nuevo sujeto ha de ser el poder comunal emergente, para democratizar desde
la estructura primaria las relaciones económicas. Se volvía a conceder prota-
gonismo a las cooperativas y asociaciones; también a las pequeñas y medianas
empresas. Seguir contribuyendo a un modelo de desarrollo endógeno socio-
popular era el nuevo reto en ese bienio, para continuar reduciendo la deuda
social, con sostenibilidad macroeconómica y progresiva reinserción estratégi-
ca y soberana en la región y en el mundo. Ejemplo de esto último era el im-
portante papel que tuvo Chávez en la Cumbre de Mar del Plata (Argentina),
a fines del año 2005, en la que le dijo: “NO, y mil veces NO” al ALCA, ca-
vando la tumba de este proyecto neoliberal venido del Norte, (des)integrador
para los pueblos del sur de América.285
Los resultados económicos positivos, en lo social y en lo macroeconómi-
co, se siguieron cosechando. Las tareas se ejecutaron correctamente para
lograr un crecimiento del PIB del 10,3% y 9,9%, en 2005 y 2006, respecti-
vamente. El nivel de endeudamiento interno continuó cayendo. La formación
bruta de capital fijo, tanto pública como privada, creció considerablemente.
La inflación rozó el valor de un dígito. No se cumplió, por tanto, el dogma
neoliberal de que a mayor crecimiento del PIB, con mayor inversión social,
mayores salarios, había peligro inflacionario. Todo lo contrario: la inflación
llegó al 10,4% a pesar de un crecimiento acumulado del PIB en tres años
(2004-2006) de aproximadamente el 40%.
La inflación tiene raíces estructurales que no responden a una simple ecua-
ción econométrica que relaciona positivamente demanda (salarios e inversión
social) y niveles de precios. Es un fenómeno más complejo, porque depende
de múltiples factores, como se ha venido explicando hasta el momento. Tam-
poco se cumplió la relación exclusiva de tipo de cambio con inflación. Aun-

284 Sobre esta cuestión, leer la página 45 del libro compilado por El Troudi (2005b),
en especial el objetivo séptimo referido al ámbito económico.
285 Este hecho será analizado más adelante en el apartado 4.6, que trata sobre la eco-
nomía internacional chavista en esta década ganada.

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que este tema se verá con detalle más adelante –al tratar algunos cambios en
la política cambiaria al final de este apartado–, se puede hasta el momento
constatar que la devaluación que hizo el gobierno, del tipo de cambio de 2,15
bolívares por dólar a un sistema cambiario dual, de 2,6 y 4,3 bolívares, tam-
poco ocasionó inflación a pesar de la opinión contraria de los analistas orto-
doxos.286
Por otra parte, en lo social, la desigualdad se redujo notablemente. La
pobreza y pobreza extrema también disminuyeron significativamente. El sala-
rio real aumentaba, no solo en promedio, sino también democráticamente. Se
crearon empleos, en condiciones dignas. Los datos sociales de cada una de las
Misiones implementadas fueron más que satisfactorios.
A medida que esto sucedía, un nuevo desafío electoral se presentó para re -
validar el apoyo de la mayoría popular al proyecto político chavista, a su pro-
puesta económica. A fines del año 2005 tuvieron lugar las elecciones legisla-
tivas, con una gran victoria en la Asamblea Nacional del Movimiento V Repú-
blica (MVR).287 Sin embargo, la gran cita electoral fue la del 3 de diciembre
de 2006, porque se venía una nueva disputa en las urnas para elegir al presi-
dente de Venezuela. Chávez afrontaba esta nueva campaña como candidato
del MVR, con las alianzas de PODEMOS y de otras fuerzas políticas mino-
ritarias. En el bando opositor, a pesar del gran número de candidatos, el ele-
gido como candidato presidencial único fue Manuel Rosales, hasta ese
momento gobernador de uno de los estados (regionales) más importantes del
país, Zulia.288 El candidato de la vieja partidocracia para derrotar a Chávez
fue el mismo que había firmado el Decreto Carmona como parte del golpe de
Estado en 2002. Rosales era llevado en volandas por los medios de comuni-
cación, tanto nacional como internacionalmente, para erigirse como el nuevo
salvador del puntofijismo, que retomase los pactos sin contar con el pueblo.
De nuevo todos contra Chávez, pero sin el pueblo.

286 Así lo expresan Weisbrot y Johnston (2012), aludiendo a los análisis de Forero
(2010) y Jaramillo (2010).
287 EL MVR obtuvo 114 de 167 escaños; el resto fueron para partidos en su mayoría
aliados, porque la oposición decidió en última instancia no presentarse, alegando irregula-
ridades –que ningún organismo internacional competente confirmó–; quizás también pesó
en esta decisión el cálculo para evitar volver a sufrir una debacle electoral.
288 La alianza de oposición juntaba a COPEI, a Convergencia, a una sección de Acción
Democrática, a Primero Justicia y a partidos de extrema izquierda como Bandera Roja o al
socialista Movimiento al Socialismo.

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En este contexto Chávez inició su campaña, denominada: “El bravo pue-
blo (está contigo)”, refiriéndose a un fragmento del himno nacional. Recorrió
nuevamente el país, explicando su proyecto económico en curso, con rumbo
al socialismo del siglo XXI, con una mirada bolivariana y humanista. El pro-
grama económico electoral fue el mismo proyecto que venía propugnándose,
el Salto Adelante, con las Misiones que se multiplicaban cada vez con mayor
eficacia social; la economía iniciaba un período de gran estabilidad sin asumir
ninguna receta neoliberal; avanzaba la diversificación estratégica en las rela-
ciones económicas internacionales; no se perdía soberanía, todo lo contrario;
se apostaba a nuevo modelo de desarrollo endógeno que aún no terminaba de
despegar.
Se añadió a la propuesta económica de Chávez una cuestión todavía inci-
piente, pero con pretensiones estratégicas de gran calado: la creación –en ese
mismo año 2006– de los Consejos Comunales, “como célula fundamental de
la democracia revolucionaria y verdadera”.289 Se trataba de la generación de
un nuevo sujeto social que participara activamente en la nueva estructura eco-
nómica, para caminar hacia el Socialismo del Siglo XXI. Se ensayaba así una
propuesta para acometer una transformación social necesaria, que establecie-
ra al nuevo sujeto revolucionario y protagonista, el Poder Popular, como eje
central a futuro del proyecto económico democratizador y emancipador. Para
Chávez, existía una premisa básica que se debía cumplir, a partir de una cita
de Mészáros: “la alternativa hegemónica del trabajo para el régimen del capi-
tal es inconcebible sin la completa erradicación del capital, del proceso meta-
bólico social”.290 Era el poder comunal, según Chávez, el único sujeto sobre
el que edificar el proceso socialista, porque solo así se podría “pulverizar esos
viejos valores que son los que le dan sustento a la sociedad capitalista, y como
dice Mészáros, al modo de control y de reproducción metabólico social del
capital y del capitalismo; si no lo hiciéramos, fracasaríamos”.
Desde sus inicios, le fueron asignados a los Consejos Comunales dos tipos
de funciones: la autogestión y resolución de los problemas de la comunidad.
Según el presidente Chávez, “son disparadores del ejercicio real de la sobera-
nía popular y un instrumento de redistribución y descentralización del poder”
(García-Guadilla, 2006). Tal vez este punto fue el más novedoso en materia

289 Estas palabras las pronunció Chávez durante el conversatorio que sostuvo con la
población de Boca de Aroa ubicada en el estado Falcón, en el marco de la “Explosión del
Poder Comunal”, en el año 2007.
290 Así lo cita Chávez el 15 de junio del 2006 en el teatro Teresa Carreño en Caracas.

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económica en ese momento preelectoral, pero que no se separa, en absoluto,
de la evolución de un pensamiento económico que, paso a paso, va constru-
yendo un edificio cada vez más firme y fortificado, frente a ataques externos,
y donde el pueblo se mantiene como el residente protagónico.
Chávez se sometió a las elecciones preguntando al pueblo venezolano si
quería saltar adelante, buscando e inventando el socialismo del siglo XXI. El
resultado fue un sí en mayúsculas. Chávez ganó las elecciones con el 62,84%
de los votos para su propuesta; un total de 7.309.080 votos, que impusieron
un récord histórico en la vida política democrática de Venezuela. El opositor
Rosales se quedó a más de 25 puntos porcentuales de distancia. La casta eco-
nómica mundial, y sus filiales en Venezuela, no tuvieron otra opción que
aceptar que el pensamiento económico chavista había dejado de ser una
corriente ideológica cualquiera. Muy al contrario, el pensamiento económico
de Chávez y su praxis política, con el aval mayoritario del pueblo, comenza-
ban a fundar una identidad económica propia, con base sólida, conceptual y
teórica, con su dimensión pragmática, en metas y medios, en lo táctico y
estratégico, coyuntural y estructural, en lo nacional, lo popular, lo regional y
lo internacional, y en permanente dialéctica situacional.
La academia dominante poco o casi nada atendía a la emergencia de este
nuevo paradigma en lo económico; y lo poco que lo hacía era para criticarlo
ferozmente por no encajar en el orden hegemónico. Sin embargo, los poderes
económicos internacionales sí le prestaron máxima atención, porque comen-
zaban a considerarlo como un paradigma económico emergente, con poten-
cial, y que podía llegar a ser un referente posneoliberal en la región. Su efec-
to no tardaría en llegar: en Bolivia, el 18 de diciembre de 2005, Evo Morales
ganó las elecciones a contracorriente del neoliberalismo; en Ecuador, Rafael
Correa también ganó las elecciones, en segunda vuelta, el 26 de noviembre de
2006, con un discurso de abierto rechazo a la larga noche neoliberal. Chávez
ya no estaba tan solo, como al final de siglo pasado; ahora estaban Lula en
Brasil y Kirchner en Argentina, que sin cuestionar al capitalismo en su totali-
dad, sí se mostraban críticos a las maniobras del neoliberalismo mundial;
mientras que Evo Morales y Rafael Correa se unían al bloque bolivariano, eli-
giendo ambos el camino más complicado, pero seguro, para refundar el país
mediante una Asamblea Constituyente que hiciera nacer una nueva Consti-
tución, claramente posneoliberal.
Se volvió, por tanto, una preocupación para el capital transnacional que el
pensamiento económico chavista lograra tener nuevos socios en su dimensión
práctica, anudando relaciones regionales, políticas y económicas, sólidas e

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inquebrantables, para ir conformando una alianza de naciones, de pueblos,
con fuerza suficiente como para erigirse en un bloque histórico contrahege-
mónico para resistir el paradigma económico hegemónico y actuar con un
paradigma alternativo, que interpele descaradamente el consagrado Consenso
de Washington. Esta suerte de “Consenso Bolivariano” que proponía Chávez
en su pensamiento económico, en su praxis transformadora para Venezuela,
pero también para toda la región, era realmente opuesto al quehacer cre-
matístico del capital transnacional, que solo deseaba que el mundo permane-
ciera estable, aunque padeciera injusticias, para asegurar que la tasa de ganancia
siguiera creciendo sostenidamente.
Al poder hegemónico le preocupaba este contagio hacia fuera de las fron-
teras de Venezuela, porque el pensamiento económico de Chávez no perma-
necía estático, ni se conformaba con un discurso antineoliberal de fines del
siglo XX. La propuesta económica de Chávez crecía en vitalidad, buscando
cómo dar el Salto Adelante, cómo inventar el socialismo del siglo XXI, y
creando e ingeniando nuevas formas posibles, prácticas, para dar rienda suel-
ta a un proceso de democratización económica.
La planificación económica debía actualizarse según el nuevo rumbo estra-
tégico trazado después de la ratificación mayoritaria que había obtenido en las
urnas. En este sentido, se inauguró el nuevo Proyecto Nacional Simón Bolívar
–Primer Plan Socialista. Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2007-
2013 (Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, 2007), que
marcó la estrategia económica para el nuevo ciclo. El nuevo Plan orientaba a
Venezuela hacia la construcción del socialismo del siglo XXI, a través de las
siguientes directrices:

1) Nueva Ética Socialista: propone la refundación de la Nación Venezola-


na, la cual hunde sus raíces en la fusión de los valores y principios más
avanzados de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia
histórica del pensamiento de Simón Bolívar.
2) Suprema Felicidad Social: a partir de la construcción de una estructura
social incluyente, un nuevo modelo social, productivo, humanista y
endógeno, se perseguía que todos los venezolanos viviesen en similares
condiciones, rumbo a lo que decía el Libertador: “La Suprema Felicidad
Social”.
3) Democracia Protagónica Revolucionaria: para esta nueva fase de la
Revolución Bolivariana se consolidaría la organización social, con el pro-
pósito de transformar la debilidad individual en fuerza colectiva, refor-
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zando la independencia, la libertad y el poder originarios del individuo.
4) Modelo Productivo Socialista: con el fin de lograr trabajo con significa-
do, se buscaría la eliminación de su división social, de su estructura jerár-
quica y de la disyuntiva entre la satisfacción de las necesidades humanas
y la producción de riqueza subordinada a la reproducción del capital.
5) Nueva Geopolítica Nacional: la modificación de la estructura socio-
territorial de Venezuela perseguía la articulación interna del modelo pro-
ductivo, a través de un desarrollo territorial desconcentrado, definido
por ejes integradores, regiones programa, un sistema de ciudades inter-
conectadas y un ambiente sustentable.
6) Venezuela como Potencia Energética Mundial: el acervo energético del
país posibilitaba una estrategia que combina el uso soberano del recurso
con la integración regional y mundial. El petróleo continuaría siendo
decisivo para la captación de recursos del exterior, la generación de inver-
siones productivas internas, la satisfacción de las propias necesidades de
energía y la consolidación del Modelo Productivo Socialista.
7) Nueva Geopolítica Internacional: la construcción de un mundo multi-
polar implicaba la creación de nuevos polos de poder que representen el
quiebre de la hegemonía unipolar, en la búsqueda de la justicia social, la
solidaridad y las garantías de paz, bajo la profundización del diálogo fra-
terno entre los pueblos, su autodeterminación y el respeto de las liberta-
des de pensamiento.

Este Primer Plan Socialista fue fiel reflejo de la evolución del pensamiento
económico chavista hasta entonces. Condensaba muchos de los rasgos más
distintivos en la conformación dinámica de su pensamiento económico, de
composición y estructura heterogéneas, no atado a ninguna corriente propia
de alguna escuela económica. Más bien ratifica lo innegociable del carácter
humanista en relación con la dignificación de las condiciones sociales y eco-
nómicas de la vida cotidiana, y también respecto a situar al ser humano, al
pueblo, en el centro de la propuesta económica.
La visión bolivariana para el siglo XXI se reivindicó así como forma de
inserción soberana y estratégica en la vigente transición geoeconómica hacia
un mundo multipolar; corroborando el enfoque desarrollista, pero no aquel
que desencadenaba un desarrollo desigual y dependiente, ni tampoco aquel
desarrollo sostenible que colorea de verde los desastres del capitalismo; defen-
día el desarrollo endógeno pero enfocándolo en la producción básica –no
aquella preocupada solo por el valor agregado–, sino más bien centrado en la

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producción que satisficiera la creciente demanda de bienes de primera necesi-
dad, que no son intensivos en tecnología; mantuvo la postura irrenunciable
de no acatar la religión monoteísta neoliberal; y a todo esto, desde ahora en
adelante, se sumó una propuesta de ruptura con el capitalismo con salto ade-
lante, hacia el socialismo del siglo XXI.
El Primer Plan Socialista no supuso, sin embargo, ruptura con los prime-
ros años. Ni siquiera puede ser analizado como un salto abrupto en relación
con las propuestas económicas que Chávez había implementando antes. No
hubo quiebre con el pasado. El pensamiento económico de Chávez estaba en
movimiento, en continua dialéctica situacional, en permanente proceso de
transformación con una actualización inmediata de la definición de las metas
y los instrumentos. Solo así podía ser viable en la praxis. No obstante, la defi-
nición “socialista” del Plan les pareció a muchos –y les sigue pareciendo– un
punto de inflexión, de cierre de una etapa para el inicio de otra. Más bien se
trata de todo lo contrario; es un punto seguido entre una fase y la siguiente.
Analizando pormenorizadamente la progresión del pensamiento económico
chavista y su praxis como Presidente, no sorprende de ninguna manera este
salto adelante, porque Chávez siempre se proyectó hacia el futuro, solo miran-
do atrás para tomar impulso, aprendiendo de los errores y de las fallas orgá-
nicas del sistema dominante.
El socialismo a lo Chávez se iba inventando según sus propios términos.
Chávez no quería quedarse solo con un proyecto limitado que tuviera como
único reto la yihad antineoliberal, la guerra religiosa contra el neoliberalismo.
Más bien consideraba que habría de inventar e imaginar otro contrato social
a favor de las mayorías. Por ello, en sus exposiciones iniciales del Plan, Chá-
vez aplicaba la reducción al absurdo. Se preguntaba acerca del modelo elegi-
do: ¿puede ser el capitalismo? No, no puede ser el capitalismo ni el neolibe-
ralismo. Entonces, tendrá que ser socialismo. Así lo manifestó, por ejemplo,
en el Foro Social Mundial: “si no es lo uno, ha de ser lo otro”.
Pero no había maniqueísmo en este razonamiento. La secuencia del pen-
samiento chavista está repleta de matices. Chávez no aceptaba cualquier so-
cialismo, y así lo manifestaba. Quería un socialismo bolivariano, del siglo
XXI, de Venezuela para este momento histórico que se vivía. Un socialismo
para crear, para moldear y fantasear. La valentía, y el consiguiente descaro, fue
siempre una característica consustancial al pensamiento económico de Chá-
vez y su filosofía de la praxis. El Presidente venezolano consideró que en el
año 2007 era el momento, después de ocho años de gobierno, de dar respues-
ta en positivo para trazar el rumbo del proyecto político y económico. Del

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antineoliberalismo y del anti capitalismo pasó al socialismo bolivariano. Des-
de entonces, iba a ir más allá de la negación de un orden dominante para pro-
poner un nuevo paradigma político y económico.
Para llegar a este punto, Chávez había estudiado con rigor la relación entre
neoliberalismo y capitalismo, concluyendo con toda certeza que son dos caras
de la misma estructura económica hegemónica a nivel mundial. Es pura meto-
nimia: el neoliberalismo está en relación de contigüidad con el capitalismo.
El Presidente venezolano tenía plena certidumbre de que no había posibi-
lidad de regresar al pasado, a un capitalismo bueno, productivo, a aquel que
se venía implementando en algunos países del mundo, que a pesar de sus desi-
gualdades, repartía con niveles mínimos, pero aceptables para las mayorías,
a través del Estado de Bienestar. Esta es la gran diferencia del pensamiento
económico de Chávez con otras propuestas que emergían en la región, como
Argentina o Brasil. Él consideraba que no había capitalismo no neoliberal,
porque así lo había determinado el poder económico mundial. Un brote de
capitalismo light, más socioliberal, era permitido por el orden mundial en
algunos países porque venía acompañado del resto de capitalismo depreda-
dor en el resto de rincones del planeta. Todo estaba interconectado; todo era
interdependiente. La dosificación del mayor o menor grado de implementa-
ción de políticas del Consenso de Washington a lo largo del mundo estaba
planificada por el propio neoliberalismo, esto es, por el capitalismo actual. El
capital industrial era el mismo que había comenzado a convertirse en capital
financiero; no son dos capitales diferentes. Tienen la misma raíz, el mismo ori-
gen. El capitalismo había decidido la desindustrialización en los países cen-
trales porque se podía permitir el control de la industrialización deslocaliza-
damente. La financiarización de la economía había ganado el pulso al capital
productivo porque la élite capitalista así lo había decidido; prefería alta renta-
bilidad sin necesidad de producir nada.
Chávez conocía de la necesidad productiva de Venezuela como fase es -
tructural esencial para la emancipación e independencia económica. Pero si
este cambio de matriz productiva se hacía desde el capitalismo, se seguirían
sufriendo los términos de intercambio desiguales. La dependencia no se aca -
ba con un capitalismo productivo bondadoso, porque las reglas de reparto
desigual estaban marcadas por las estructuras básicas de funcionamiento
orgánico del sistema. ¿Es que no había brecha tecnológica en la nueva eco-
nomía del conocimiento en el nuevo capitalismo productivo del siglo XXI?
¿Es que no se mantenían iguales o mayores las cadenas de dependencia en el
capitalismo intensivo en ciencia y tecnología? ¿Es que las políticas de pro-

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piedad intelectual no son propias del capitalismo industrial?
Chávez no descubrió nada nuevo con esto; solo había estudiado atenta-
mente a Mészáros (2008), quien explica cómo el capitalismo por sí mismo
puede derivar en la injusticia social, en una economía inhumana, a favor de
unos pocos, enriqueciendo a una casta económica dominante, y repartiendo
migajas, a veces más, otras veces menos, para la mayoría social en el mundo.
Para Chávez, humanismo y capitalismo se convirtieron en términos irrecon-
ciliables e incompatibles. Si el capitalismo había permitido que el proyecto
neoliberal se implemente, es porque mantenía una sustancial complicidad
con aquel, y por tanto era igualmente causa de todos los efectos nocivos que
habían sufrido las mayorías a nivel mundial.
El pensamiento económico de Chávez era ante todo humanista, y por
tanto, antagónico al capitalismo si éste permitía la inhumanidad. Por ello, el
momento en que Chávez interpelaba frontalmente al capitalismo no estaba
rompiendo con su pasado. El socialismo era además la elección precisa por-
que no se trataba del socialismo del pasado, sino de un socialismo bolivaria-
no, de nuevo siglo, con características propias. Decir que Chávez buscaba
copiar un modelo es desconocer la historia de su propio pensamiento eco-
nómico hasta ese año 2007.
Es igual de erróneo que afirmar que Chávez aludía a un Bolívar con la
misma vestimenta del pasado, como un prócer histórico obsoleto. Una carac-
terística magistral del discurso de Chávez fue su uso de la historia, desde su
conocimiento, para jugar con ella, traerla inteligentemente del pasado al pre-
sente. A Bolívar lo tradujo en clave de siglo XXI, para recuperar todo aquello
que era fundamental de la figura histórica del libertador, en lo simbólico, en
lo político, en lo económico. La arista pedagógica de Chávez es primordial
aquí para entender su pensamiento económico. No considerar este aspecto es
ignorar parte esencial del sujeto. Chávez sabía que la historia es parte del ima-
ginario popular, que a través de ella es posible explicar al pueblo muchas de
las razones que conducían a las circunstancias del presente. Por ello, en Chá-
vez se observa, en el transcurso de cualquier relato, continuas alusiones a Aris-
tóteles, Mao Tse Tung, Federico II el Grande, Napoleón, De Gaulle; también
a sus preferidos, Maisanta, Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez. Chávez recu-
rría al pasado como maniobra para volver al presente y al futuro; jamás se per-
mitió el lujo de regocijarse con un personaje en la historia solo con el objeti-
vo de ilustrar un tiempo pretérito; el reto siempre era mirar hacia delante.
Emplear la narrativa histórica para disputar el presente. Así hizo con el socia-
lismo del siglo XXI: elegía esa bandera, pero con un sello propio. Cualquier

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intento opositor de amedrentar al pueblo manifestando que venían los tiem-
pos soviéticos, del comunismo del pasado de la Europa del Este, era un inten-
to poco eficaz para las mayorías, porque entendían mejor a Chávez de lo que
la oposición creía.
Nadie veía en Chávez a un ortodoxo del marxismo; era imposible por la
propia formación y conformación evolutiva del pensamiento económico cha-
vista. El líder bolivariano no usaba categorías obsoletas como la de “clase tra-
bajadora”, sino que tenía un uso más plebeyo del término “pueblo”. Chávez
hablaba de socialismo a lo Chávez, con personalidad propia. Respecto a la
cuestión del socialismo del siglo XXI, el presidente venezolano afirmaba cons-
tantemente que: “el socialismo debe ser invención nuestra; no queremos apli-
car dogmas concebidos para otras situaciones en otros contextos; el reto es
conciliar socialismo bolivariano con sociedad en transformación; lo que esta-
mos inventando –aquí y ahora– es el modo de encajar dos cosas: un socialis-
mo de nuevo cuño, por una parte, y por la otra, una sociedad venezolana en
plena mutación. Encajarlos de manera dialéctica para que el uno vaya modi-
ficando a la otra, y recíprocamente. Esa doble transformación, que está en
marcha es lo que llamamos Revolución Bolivariana” (Ramonet, 2013: 588).
No había plagio, había aprendizaje; no había copia, había invención; no había
punto de inflexión, había evolución chavista.
Aunque Chávez nunca se había declarado marxista hasta la fecha, sí había
hecho alusiones concretas a pensadores que tuvieron una clara influencia
sobre él. Como habíamos explicado anteriormente, Chávez fue recolectando
un poco de todo aquello que le sirviera para leer la realidad en cada momen-
to, para realizar análisis pertinentes del pasado, del presente, o hacia futuro.
Ser un lector empedernido le ayudó, y mucho, a tener siempre alusiones a
pensadores para explicar una situación concreta. Ese año 2007, ese año del
anuncio del Plan Socialista, Chávez sorprendió a muchos cuando en plena
Avenida Bolívar, en Caracas, con motivo de la concentración Bolivariana
Antiimperialista, el 2 de junio, pronunció un discurso delante de una gran
multitud con gran calada teórica, apoyándose en Gramsci para problematizar
lo que estaba sucediendo en Venezuela en ese momento histórico, después de
unos años de gobierno, destacando sus avances, los desafíos, las tensiones.
Realmente, son párrafos que demuestran quién era el pensador Chávez por
entonces. Algunas de sus alocuciones literales en este aspectos fueron los
siguientes (Chávez, 2007b): “Ahora Gramsci también esbozó y desarrolló la
tesis del bloque histórico, la hegemonía de una clase que logra conformar un
bloque histórico en el cual se pueden bien diferenciar las estructuras y las

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superestructuras, perdónenme ustedes que me ponga un poco académico pero
yo sé que el nivel intelectual de nuestro pueblo ha dado un salto impresio-
nante en calidad y que en cualquier momento y en cualquier lugar estamos
todos en capacidad de reflexionar sobre estos pensamientos, sobre estas teo-
rías que iluminan la realidad para entenderla mejor y Gramsci, cuando habla
de la superestructura, oigan bien, la superestructura del bloque histórico
dominante entonces dice que la superestructura tiene dos niveles uno la socie-
dad política y el otro la sociedad civil, la sociedad política podemos resumir-
la bueno como las instituciones del Estado, las instituciones del gobierno, las
instituciones políticas pues y la sociedad civil el otro nivel de la superestruc-
tura del bloque dominante es la llamada sociedad civil. La sociedad civil según
Gramsci es un complejo conjunto de instituciones, instituciones económicas
de organismos o instituciones comúnmente llamadas “privadas”, así mismo lo
dice, llamadas “privadas” a través de las cuales, a través de esas instituciones,
organismos privados, la clase dominante hegemónica puede difundir, exten-
der y colocar en todos los planos de la vida su ideología, la ideología de la clase
dominante y aquí llegamos a la realidad venezolana de hoy. Una de las gran-
des contradicciones que hoy tenemos en Venezuela está precisamente allí,
entre la sociedad política, el Estado que ha venido experimentado un proceso
de transformación y de liberación, diría yo, y una llamada sociedad civil de
instituciones comúnmente privadas que ya no controlan el Estado porque
para que el bloque histórico en este caso me estoy refiriendo al bloque histó-
rico del pasado, al bloque histórico que la clase dominante en Venezuela fue
capaz de estructurar con el nombre del pacto de Punto Fijo, un pacto de la
clase dominante. Ellos lograron subordinar el Estado a la sociedad civil, la so-
ciedad política fue subordinada a la sociedad civil, entendida ésta al estilo
gramsciano que ya he mencionado. ¿Qué ocurre cuando Hugo Chávez llega
por voluntad de la mayoría de los venezolanos al gobierno de Venezuela? la
sociedad civil dominante trata de adueñarse de Chávez pero Chávez salió
montuno, Chávez nunca se ha subordinado, ni Chávez jamás se subordinará
a esa vieja sociedad civil del pato de Punto Fijo”.
Proseguía de la siguiente forma: “La iglesia, los medios de comunicación,
esa es otra de las poderosas instituciones de la sociedad civil hegemónica que
ha o que logró dominar el escenario nacional e internacional en casi toda
América durante 100 años y más la iglesia, los medios de comunicación y el
sistema escolar son los tres grandes cuerpos orgánicos que Gramsci señala
como las instituciones fundamentales de la sociedad civil usadas por ésta para
difundir a los extractos y capas sociales y populares su ideología dominante y

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la ideología Gramsci la clasifica en extractos o en pisos, él señala para que...
para que tengamos una visión, digo yo, más amplia de la ideología, la visión
gramsciana de la ideología es muy amplia, Gramsci dice que la forma más ela-
borada de ideología es la filosofía pero no todos podemos ser filósofos. Enton-
ces las clases dominantes fueron diseñando distintos extractos de ideología y
así ellos tienen sus filósofos y su filosofía y sus escuelas de filosofía y sus libros
de filosofía a través de los cuales van bañando de la ideología dominante a la
sociedad. Pero luego, hay un segundo nivel de la ideología que Gramsci seña-
la como las ideas propiamente dichas por debajo del nivel de la filosofía, el
neoliberalismo, por ejemplo, tiene una filosofía pero como ese nivel es muy
elaborado y no es digerible por otras capas sociales entonces la clase domi-
nante elabora la tesis del neoliberalismo, del mercado, del libre mercado, la te-
sis de la libertad de mercado, la tesis de la libertad de expresión entendida co-
mo ellos la entienden manipulándola. La tesis de la integración en un mode-
lo como el ALCA la propuesta del imperio norteamericano, ellos elaboran su
cuerpo de ideas, la ideología propiamente dicha o las ideas de la democracia
burguesa, la división de poderes con eso manipulan, la división de poderes la
alternancia, la representación como fundamento de la democracia ¡grandes
mentiras! Pero son el cuerpo ideológico de esa filosofía hegemónica que aquí
en Venezuela ejerció su hegemonía durante 100 años y en el mundo la ha
ejercido en buena parte de occidente también durante 100 años. Un tercer
nivel en los extractos ideológicos, según Gramsci, es lo que él llama el sentido
común, uno oye mucho esa expresión por qué tú haces esto, mucha gente dirá
bueno, yo no puedo explicarlo filosóficamente, yo no puedo explicarlo ideo-
lógicamente pero es mi sentido común. Ahora el sentido común es producto
del baño de la filosofía dominante y de la ideología a través de distintas for-
mas, a través de telenovelas, a través de películas, a través de canciones, a tra-
vés de propagandas, de vallas, de colores hasta los colores son utilizados cien-
tíficamente para lograr la hegemonía de la clase burguesa dominante y el
cuarto nivel gramsciano de la ideología es lo que él llama el folklore, el fol-
klore es posible que algún muchacho de esos a los que le preguntan en una
calle o en una plaza que por qué sale a defender los intereses de lo que fue Ra-
dio Caracas Televisión, es posible que él no sepa explicarlo filosóficamente ni
ideológicamente alguno podrán hacerlo, seguramente, pero hay otros víctimas
de la manipulación que no sabrán sino expresar frases folklóricas, como decir
por ejemplo: “Se va Chávez”, ese es folclore, así entiende Gramsci el folclore:
“Chávez se va”, o “abajo Chávez”; o porque dicen, “estoy defendiendo la liber-
tad de expresión, esto es una dictadura”. Esos son cosas de un folclore a los

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gramsciano, el nivel más bajo pues, según esa visión de lo que es la estructu-
ra ideológica o la superestructura o el componente ideológico de la superes-
tructura”.
Por último, Chávez concluía en ese discurso del siguiente modo: “Noso-
tros hemos venido liberando al Estado, porque la sociedad civil burguesa con-
troló el estado venezolano a su antojo, manejaban el gobierno, manejaban el
Poder Legislativo, manejaban el Poder Judicial, manejaban las empresas del
Estado, manejaban la banca pública, manejaban el presupuesto nacional; todo
eso ellos lo han venido perdiendo, sino totalmente, esencialmente. Y ellos
están ahora, replegados en los núcleos duros de la sociedad civil burguesa, uti-
lizando a veces de manera desesperada los reductos que le quedan de esas ins-
tituciones señaladas por Gramsci, la iglesia, los medios de comunicación y el
sistema educativo. De allí la importancia de entender el tablero de batalla. La
oligarquía venezolana –así lo digo– si continúa desesperada… porque les voy
a decir algo, la oligarquía venezolana pudiera convivir con la Revolución, eso
pudiera ser una contradicción, pero creo que es así. Nosotros no tenemos nin-
gún plan para arrasar a la oligarquía, a la burguesía venezolana. Y ya lo hemos
demostrado, suficientemente en más de ocho años. Ahora, si la oligarquía
venezolana, si la burguesía venezolana no entiende esto, no acepta el llamado
a la paz, a la convivencia que nosotros, las grandes mayorías revolucionarias le
estamos haciendo; si la burguesía venezolana continúa arremetiendo desespe-
radamente, utilizando los reductos que le quedan, pues la burguesía venezo-
lana seguirá perdiendo uno a uno los reductos que le quedan”. Poco hay que
añadir a tal relato preciso que muestra en pocas palabras el pensamiento polí-
tico y económico de Chávez en ese momento de búsqueda del camino socia-
lista bolivariano del siglo XXI.

Precisamente respecto a este nuevo horizonte estratégico, el Primer Plan


Socialista concedía un gran protagonismo a la dimensión ética como base
para superar al capitalismo. La refundación ética y moral se convirtió en un
eje fundamental para sostener a largo plazo este proyecto económico. La tran-
sición sería efectiva para alcanzar un punto de no retorno si iba imponiendo
la ética socialista. Chávez consideraba prioritario un nuevo reto derivado de
“la confrontación entre un viejo sistema (el Capitalismo) que no ha termina-
do de fenecer, basado en el individualismo egoísta, en la codicia personal, y
en el afán de lucro desmedido, y un nuevo sistema (el Socialismo) que está
naciendo y cuyos valores éticos, la solidaridad humana, la realización colecti-
va de la individualidad y la satisfacción racional de las necesidades funda-

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mentales de hombres y mujeres, se abre paso hacia el corazón de nuestra so-
ciedad”. La ética socialista se concretaba en resignificar al Estado en relación
con el hecho público. La justicia y la equidad debían ser parte indisoluble de
esta nueva ética. La concepción del ser individual como ser social colectivo, sin
negar al primero, pero sí trascendiéndolo, era básica para aplicar el nuevo Plan.
También se establecía como condición ética sine qua non una previa supera-
ción de la miseria y la pobreza material. Con pobreza y miseria, no podía haber
felicidad. Así, el pensamiento económico chavista discrepaba de aquellas teo-
rías de la felicidad que aceptaban tal condición sin discutir su base material.
Para Chávez, la felicidad suprema era un objetivo del proyecto económico, que
debía concretarse en el terreno material y también en el espiritual. Es la suma
de los dos, pero no como un valor promedio. Ambas dimensiones eran exigidas
para procurar esa suprema felicidad social. En este sentido, Chávez recuperaba
cierto espíritu de la Ética nicomáquea de Aristóteles (en su libro X), que discu-
te sobre la felicidad de los seres humanos, pero siempre a lo Chávez.
El pensamiento económico chavista presentaba además, en este punto, cier-
ta proximidad a la nueva corriente en economía que surgió desde la paradoja
de Easterlin –que había demostrado que mayor PIB no es sinónimo de fe -
licidad, estudiando el caso de Estados Unidos (ver Easterlin, 2002)–. Richard
Easterlin cuestionó el uso de variables proxy para abordar un aspecto tan com-
plejo como es la felicidad. Había sido común para la economía hegemónica
olvidar el principal objetivo de la organización de la casa –sea el mundo, país,
región, pueblo–; esto es, la felicidad. La economía neoclásica siempre usó tér-
minos como progreso, desarrollo, crecimiento, bienestar, en vez de hablar di-
rectamente de felicidad. Como si tuviera cierta renuencia en aceptar que la
economía es una ciencia social que tiene como centro a los seres humanos, y
los humanos lo que deseamos es la felicidad. Sin embargo, desde los años se-
tenta, existió una corriente de la economía, la economía de la felicidad que –a
pesar de centrar mucha atención en la discusión metodológica– abrió una
nueva perspectiva, cuestionando la miopía de la teoría económica dominante
(neoclásica) acerca del objetivo principal de cualquier sociedad. La propuesta
económica, y sus respectivas políticas económicas, deben asegurar por encima
de cualquier aspecto la felicidad social, pero no vista como una suma de felici-
dades individuales –donde la felicidad infinita de unos pocos enriquecidos
podrían compensar la tristeza de una mayoría, tal como defienden los mode-
los matemáticos de la economía neoclásica de la economía del bienestar–.291

291 Para un análisis más detallado de estos modelos de bienestar neoclásico, consultar

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Chávez propugnó, en cambio, una economía de la suprema felicidad so-
cial, en la que existan, colectiva e individualmente, posibilidades reales de es-
tar bien, de vivir bien, de ser feliz. Tenía por ello cierta sintonía con esa nue-
va y emergente corriente de economía de la felicidad.292 Pero evitaba caer en
la obsesión cuantitativa, porque la felicidad es inconmensurable, y no es tam-
poco exclusivamente individual porque hay un ser social que, para Chávez,
debe trascender al individuo. El Presidente venezolano creía en la felicidad co-
mo objetivo supremo de la economía, y así lo manifestó en el Primer Plan
Socialista.
El proyecto económico mantuvo la línea en cuanto a la jerarquía de las Mi-
siones en la batalla contra la deuda social. Las necesidades básicas fueron real-
mente la base de la pirámide sobre la que construir el proyecto económico
socialista. No hubo cambio alguno en esta materia respecto a lo desarrollado
en años anteriores. Aunque sí se consideraba preciso iniciar un período de
ordenamiento, porque el número de Misiones iba creciendo, y comenzaba a
ser necesaria una mayor coordinación y articulación para que las respuestas
fuesen más integrales –el todo no podía ser la suma de partes disgregadas–. El
Estado de las Misiones, aunque no se mencionara como tal, se constituyó real-
mente en la plataforma cardinal para seguir edificando el proyecto socialista.
Pero la transición no se había acabado en este sentido, y por eso el Plan
retomó todo lo imperiosamente necesario en materia de salud, educación,
vivienda, empleo, marginalidad, otros colectivos excluidos, etc. La democrati-
zación plena en todas las necesidades humanas básicas era el leitmotiv del pro-
yecto económico y social. A este objetivo, por la vía de la satisfacción de las
demandas básicas, se unió la búsqueda de democratizar también la forma en
que se producían estos bienes. En otras palabras, el Plan sostenía que “el mo -
delo productivo responderá primordialmente a las necesidades humanas”. De
manera que no se trataba de generar un modelo productivo competitivo hacia
fuera, ni destinado a la creación de valor agregado, como defendían las nue-
vas teorías económicas en el ámbito de la producción internacional.
Chávez se enfocaba en lo básico porque identificó que ahí estaba el primer

el manual seminal de esta corriente, de Pigou (1920).


292 En los últimos años han proliferado los estudios en torno a la economía de la feli-
cidad. Por ejemplo White (2007) hace una investigación mundial de la felicidad; o también
se puede mencionar los trabajos de la New Economic Foundation; para el caso latinoame-
ricano, es sumamente interesante el estudio de René Ramírez (2011) sobre el caso ecuato-
riano, argumentando en favor de la felicidad como medida del Buen Vivir.

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ladrillo del modelo productivo. No era viable pensar en un modelo producti-
vo de alta competitividad sistémica por estar dotado de un alto saber tecnoló-
gico–y muchas veces más competitivo por devaluación salarial–. No. Era
imposible romper la brecha tecnológica en el corto plazo. Por ello, Chávez
priorizó lo básico, porque lo realmente fundamental era demandado cada vez
más urgentemente por la mayoría social venezolana. Así se podría pagar la
deuda social, y poco a poco, aumentar, democráticamente, el consumo de
nuevos bienes. En estos años comenzaba a atisbarse un incremento de la de-
manda, vía consumo privado, que era significativo por su volumen, y también
porque incluía a la mayoría social en nuevas pautas de consumo.
No obstante, esta creciente demanda de bienes básicos era satisfecha con im-
portaciones. En la mayoría de casos, el sector privado controlaba estas im-
portaciones, en un modo rentista del siglo XXI, comprando afuera y vendiendo
adentro a un mercado cautivo por el gradual aumento del poder adquisitivo.
Chávez dio máxima importancia en el Plan a que la economía produjera estos
bienes, que eran cada vez más demandados por la mayoría del pueblo vene-
zolano, y que estaban siendo satisfechos mediante prácticas especulativas, ren-
tistas, propias de un pequeño y concentrado sector privado importador. Ade-
más, esto forzaba a una salida continua de divisas, que se requerían para
importar y satisfacer el vivir mejor del pueblo venezolano.
La preocupación de Chávez se centró en el desequilibrio creciente entre la
nueva demanda y la vieja oferta, lo que implicaba comenzar a padecer depen-
dencia del nuevo sujeto económico privado, que se dedicó a satisfacer el exce-
so de demanda a través de las importaciones. Este pequeño grupo de empre-
sarios privados preferían importar a producir; esto era más rentable, seguro y
sin riesgo alguno. Este sector privado requería cada vez más divisas para im -
portar.
Chávez no quería plagiar el viejo modelo de sustitución de importaciones
en formato convencional porque sabía de la incapacidad industrial heredada
desde el neoliberalismo. Además en Venezuela tampoco existía una burguesía
nacional con cultura productiva, más bien permanecía un imaginario popular
petrolero creado por el capital transnacional desde hacía un siglo. ¿Cómo
equilibrar progresivamente una estructura productiva desequilibrada? Más
que desequilibrada, la estructura productiva era inexistente, porque apenas
había funcionado en Venezuela un modelo productivo; el rentismo petrolero
del siglo XX explicaba mucho del rentismo importador del siglo XXI. Es por ello
que Chávez se empeñó en el Plan en que “la creación de riqueza se destinará
a satisfacer las necesidades básicas de toda la población de manera sustentable

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y en consonancia con las propias exigencias de la naturaleza en cada lugar
específico”. Por lo tanto, el Plan eligió aquello que era prioritario para produ-
cir, y además añadió cómo había de ser producido; es decir, bajo qué nuevas
relaciones sociales de producción. El cambio de la matriz productiva, según el
Primer Plan Socialista, albergó ese doble componente: en primer lugar, indi-
caba qué nuevos productos básicos eran necesarios para equilibrar la estruc-
tura productiva, evitando la salida de divisas, superando el mal improductivo
de la abundancia petrolera, y centrándose en la producción de alimentos que
garantizaran la soberanía alimentaria en la producción manufacturera.
En segundo término, el Plan modificó el sujeto económico productivo,
insertando a los pequeños y medianos productores, al poder comunal, a las
asociaciones y cooperativas; buscando así eliminar la división social del traba-
jo y su estructura jerárquica establecida, y suprimiendo también el latifundio.
Sobre este segundo aspecto, cabe añadir la cuestión de la equidad territorial a
la que apuntó el Plan en su quinto objetivo (nueva geopolítica nacional), que
pretendía acabar con el reparto geográfico desigual, derivado de un modelo
económico servil hacia el exterior.
Así, el cambio de la matriz productiva propuesto era integralmente vir-
tuoso, y se diferenciaba de muchos de los modelos teóricos de los años sesen-
ta y setenta, de la vieja teoría de la dependencia –de los estructuralistas de la
CEPAL–, aún vigentes porque eran revitalizados por modelos como el brasi-
leño o el argentino, que seguían pensando que cambiar la matriz productiva
es solo cambiar el tipo de producción, pero sin alterar la matriz de producto-
res. Si solo se cambiaba lo uno y no lo otro, el patrón de acumulación segui-
ría siendo desigual, y la distribución primaria del ingreso resultaría tan injus-
ta que se requerirían luego mecanismos de redistribución muy ambiciosos,
que a la larga tendrían un elevado costo en el presupuesto público.
Por su parte, Chávez presentó el nuevo proyecto económico socialista en
línea de continuidad con aquello que venía proclamando desde la Agenda
Alternativa Bolivariana. La idea de fondo era modificar en su raíz el patrón de
acumulación capitalista por otro orden, ahora denominado socialista, que dis-
tribuyera también los medios de producción para llegar a cambiar la matriz
productiva. El Plan Simón Bolívar era lúcido en este punto: “El Estado con-
servará el control total de las actividades productivas que sean de valor estra-
tégico para el desarrollo del país y el desarrollo multilateral y de las necesida-
des y capacidades productivas del individuo social; esto conlleva identificar
cuál modo de propiedad de los medios de producción está mayormente al ser-
vicio de los ciudadanos y quienes la tendrán bajo su pertenencia para así cons-

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truir una producción conscientemente controlada por los productores asocia-
dos al servicio de sus fines”. El reto era desconcentrar, y por tanto, democra-
tizar la nueva matriz productiva.
El tempo político es sin duda una variable clave, recurrente en el cálculo
para la implementación viable de cualquier propuesta o plan económico. En
esta ocasión también lo fue. Porque el pensamiento económico de Chávez
asumía que la praxis tenía limitaciones estructurales heredadas, de manera que
se reafirmaba en la idea de que: “El Modelo Productivo Socialista estará con-
formado básicamente por las Empresas de Producción Social, que constituyen
el germen y el camino hacia el Socialismo del Siglo XXI, aunque persistirán
empresas del Estado y empresas capitalistas privadas”.
A pesar de reconocer el papel real que aún jugaba el capitalismo, la apues-
ta estratégica residía en la creación de las Empresas de Producción Social
(EPS), que son “las entidades económicas dedicadas a la producción de bie-
nes o servicios en las cuales el trabajo tiene significado propio, no alienado y
auténtico, no existe discriminación social en el trabajo y de ningún tipo de
trabajo, no existen privilegios en el trabajo asociados a la posición jerárquica,
con igualdad sustantiva entre sus integrantes, basadas en una planificación
participativa y protagónica”. En este punto residía otra explicación del cami-
no socialista que tomó Chávez desde ese momento en adelante. Este nuevo
sujeto económico tenía como reto estratégico la democratización del modelo
económico a partir de la búsqueda de un nuevo tejido industrial de corte so-
cialista. No era algo que se lograría en un día, pero se trataba de una guía a
futuro, para que la década en transición fuera apuntalando nuevas bases teó-
ricas y prácticas para afrontar la década siguiente, que iba a ser disputada con
nuevos sentidos económicos.
Chávez no perdía de vista en ese Plan Simón Bolívar la dimensión inter-
nacional como soporte explicativo de lo que ocurría económicamente en Ve-
nezuela. La economía interna, o la búsqueda de un modelo de desarrollo
endógeno, solo se entendía desde el conocimiento y la buena gestión de las
relaciones económicas en el sistema-mundo. Por eso, el Plan aclaraba que “en
Venezuela las actividades económicas han sido históricamente inducidas desde
los países hegemónicos del sistema mundial, estableciendo un modelo econó-
mico altamente dependiente de intereses de poder favorables a la desnacio-
nalización y a la escasa diversificación productiva”. Así explicaba el Plan el
modelo petrolero rentista heredado, y que a pesar de otros buenos deseos, en
el corto y medio plazo, seguía siendo necesario asumir como una circunstan-
cia presente, como condicionamiento estructural de la economía venezolana;

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porque así lo había decidido el mundo capitalista desde hacía un siglo, para
que Venezuela generase renta. La disputa consistía en apropiarse de esa renta
internacional petrolera para redistribuirla hacia adentro y hacia abajo –a favor
del pueblo venezolano–, contrarrestando la vieja redistribución hacia afuera y
hacia arriba –a favor del capital transnacional–. Esta disputa no se acaba en el
momento en que se consiguió controlar la apertura petrolera, porque los
intentos de desestabilización desde afuera, con títeres adentro, serán constan-
tes y permanentes.293 Por ello, el Plan no se distiende en este aspecto. A pesar
de los notables avances en recuperación de la soberanía petrolera, ésta había
de constituir otra base económica sobre la que sostener el proyecto económi-
co socialista en el presente y en el futuro. Según el nuevo Plan, la soberanía
no solo residía en el control estatal del petróleo, sino también en la capacidad
de controlar la totalidad de la industria de los hidrocarburos. Por ello, se indi-
caba: “El petróleo como recurso natural no solo puede considerarse una fuen-
te rentística extraordinaria; también puede considerarse una palanca podero-
sa de desarrollo industrial que va más allá de su extracción y que abarca las
actividades subsiguientes, es decir, primero la refinación y luego la petroquí-
mica”. También se ponía de manifiesto “la importancia del potencial hidroe-
léctrico y de la promoción de la producción termoeléctrica basada en el apro-
vechamiento de otro recurso en el cual poseemos ventajas como es el gas”.
Convertir a Venezuela en potencia energética mundial era una aspiración
del Plan. Con este objetivo se buscaba obtener independencia de cara a la
nueva transición geopolítica hacia un mundo multipolar. En el año 2007, ya
no era extraño aseverar que existía una reconfiguración del mapamundi que
corroía lentamente la hegemonía unipolar de los Estados Unidos y sus satéli-
tes. El pensamiento previsor de Chávez en esta cuestión había asombrado a
propios y extraños, por haber proclamando el surgimiento de un escenario
multipolar anticipadamente, desde los años noventa –cuando todos creían
que el ocaso del campo socialista nos condenaría a un mundo unipolar–. Chá-
vez rechazó la tesis dominante entonces, y ahora insistía en ello. Por eso la
política económica chavista había gravitado sobre esta premisa básica a favor
de una articulación vigorosa con los nuevos polos de poder geopolíticos en el
mundo.
Chávez siempre defendió que cualquier revolución nacional requiere una

293 Así se señala en el Plan sobre este punto: “La soberanía nacional nunca constituye
una conquista definitiva; la soberanía siempre hay que defenderla, o se corre el riesgo de per-
derla”.

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revolución supranacional. Lo uno sin lo otro tendría escaso tiempo de dura-
ción. El vigor de la Revolución Bolivariana, en lo económico, residía en la
compatibilidad del cambio interno con la nueva arquitectura regional e inter-
nacional. Para Chávez, el planeta había entrado en una Nueva Etapa de Geo-
política Mundial. Por eso el pensamiento económico chavista sostenía que la
inserción en el mundo debía hacerse desde una inserción regional. Desde una
nueva alianza regional se debía disputar el pulso al capital transnacional y su
orden neoliberal hegemónico.
Un bloque histórico contrahegemónico no se podía construir desde la
soledad ni la autarquía. La creación de un campo bolivariano era un objetivo
principal del Plan, para practicar acuerdos de máximos, pero donde también
pudiera haber acuerdos de mínimos con otros países importantes en la región.
Chávez, como creador e impulsor de la nueva arquitectura regional, puso én-
fasis en el ALBA como contrapeso político y económico de cualquier poten-
cial remake del ALCA. Esta nueva creación no reemplazaba la importancia
que Chávez concedía a procesos de integración vigentes en la región. Por ello,
no había ruptura de Venezuela con el Mercosur. Todo lo contrario: mejor
estar cerca de los nuevos amigos y disputar desde adentro el sentido futuro de
esa integración. A pesar que este espacio de integración tenía un origen neo-
liberal, con los nuevos gobiernos de Brasil y Argentina, Chávez pensaba que
podía encauzarse lentamente hacia un estadio posneoliberal –aunque no pos-
capitalista–. Así, Chávez combinaba propuestas propias con la gestión de
otras propuestas ajenas; propuestas utópicas con realismo político.
A través del Plan Simón Bolívar-Primer Plan Socialista se traza el nuevo
Sur económico para Venezuela. Chávez había ganado las elecciones justamen-
te con un programa electoral muy cercano a ese Plan. El socialismo del siglo
XXI ya había sido anunciado años antes, desde el momento del Salto Ade-
lante, y a fines del año 2006 era ratificado, con pleno apoyo electoral de la
mayoría social venezolana. Esto, conjuntamente con otras razones políticas y
jurídicas, explica por qué Chávez buscó actualizar el contrato social que había
quedado firmado a finales de siglo XX. La Constitución de 1999 era formi-
dable para ese año, para ese momento histórico, para poner punto y final a
los pactos sin pueblo que había albergado el puntofijismo. La Constitución
económica había cristalizado buena parte del pensamiento económico de
Chávez en esas fechas: era humanista, bolivariana, desarrollista, nacionalista,
popular y antineoliberal. Sin embargo, desde esa fecha hasta el 2007, ni el
mundo había permanecido quieto, ni tampoco el proyecto económico en
Venezuela.

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El orden económico mundial había acelerado el proceso de construcción
hegemónica neoliberal con ondas cada vez más expansivas. Mientras tanto, el
pensamiento económico chavista continuó su periplo, en movimiento, en
dialéctica transformadora con su praxis, sentando las bases de la Década de
Plata, la década ganada como década en transición, sorteando los escollos
derivados de agresiones anti democráticas, pero con el viento popular a favor,
con el apoyo de una mayoría social que se politizaba más y más en aras de de-
fender esa otra economía humanista y democratizadora; y también aprove-
chando los nuevos aires que habían ido llegando a otros países de América
Latina. En esas circunstancias, Chávez proclamó a bombo y platillo el nuevo
horizonte estratégico como el socialismo bolivariano del siglo XXI, necesario
para que la etapa exitosa de la transición tuviera sostenibilidad. Así lo dijo en
campaña, y salió victorioso. Así lo redactó en el Plan Simón Bolívar, el Primer
Plan Socialista. Y consideró que el año 2007 era la ocasión para constitucio-
nalizar esa versión en movimiento del proyecto económico y político. Toda
Constitución se deriva de un pacto, de un contrato social, que cristaliza la
correlación de fuerzas políticas, sociales y económicas de un momento deter-
minado. El año 1999 había sido de salida del pasado; el año 2007 era de avan-
ce hacia el futuro. La propuesta económica del año 1999 respondió a sus cir-
cunstancias históricas, a una combinación de fuerzas que todavía no se habían
desatado del neoliberalismo ni habían cuestionado aún las raíces estructurales
del capitalismo. En el año 2007, ocho años después que son como varias déca-
das por la velocidad de la transformación en las condiciones políticas, socia-
les y económicas, Chávez quería una reforma constitucional que actualizara el
texto al nuevo escenario.294 El 15 de agosto de 2007 Chávez oficializó la pro-
puesta de reforma de la carta magna, que afectaba a 33 artículos, con la inten-
ción en el ámbito económico de constitucionalizar el Plan Simón Bolívar de
la siguiente forma: 1) institucionalizar plenamente el Estado de las Misiones; 2)
garantizar aún más la soberanía sobre los sectores estratégicos; 3) incorporar a
los Consejos Comunales; 4) crear un Fondo de Estabilidad Social para Traba-
jadores y Trabajadoras por Cuenta Propia, que brindase jubilaciones, pensio-
nes, vacaciones, reposos y otros a los trabajadores no dependientes; 5) reducir
la jornada laboral; 6) prohibir monopolios privados; 7) establecer cinco for-
mas de propiedad: propiedad pública, propiedad social, propiedad colectiva,
propiedad mixta y propiedad privada; 8) permitir la reapropiación a favor del

294 Así lo permitía el artículo 344 de la Constitución de 1999.

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Estado de propiedades privadas cuando se pusiera en riesgo la utilidad pública
o el interés social, o para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria; 9) afir-
mar la exclusividad del Estado en actividades de exploración y explotación de
los hidrocarburos, además de las de recolección, transporte y almacenamiento
iniciales de los mismos; 10) prohibir latifundios; 11) eliminar la autonomía del
Banco Central de Venezuela, para que estuviera al servicio de la política econó-
mica determinada por el poder elegido democráticamente –así se procuraba
deshacer un error en la Constitución, explicado por la fuerte influencia del neo-
liberalismo, que acababa penetrando por cualquier poro–; 12) orientar la polí-
tica exterior hacia la construcción de un mundo pluripolar, con más protago-
nismo de Venezuela en la integración latinoamericana; y 13) modificar los fun-
damentos del régimen socioeconómico para basarlos en principios socialistas,
anti imperialistas y de cooperación, tal como se establecía en el Plan.
La propuesta del Ejecutivo para reformar la Constitución fue presentada
ante la Asamblea Nacional, que la discutió, y aceptó mucho de lo propuesto
por Chávez pero también añadió nuevos cambios, para luego, remitir la refor-
ma al Consejo Nacional Electoral. El Consejo sometió la propuesta a refe-
rendo el 2 de diciembre de 2007, dividiéndola en dos preguntas, en función
de dos bloques de artículos según la estructura constitucional, cada uno con
las opciones “Sí” y “No”. Finalmente, el No salió victorioso por estrecho mar-
gen en ambos bloques.295 Ante la gran expectativa mundial por esta prime-
ra derrota de Chávez en una cita electoral, éste reconoció la decisión del pue-
blo, como había hecho en todos sus años como Presidente. La democracia
para Chávez era necesariamente una democracia que democratiza la econo-
mía, que es protagónica y participativa; pero también entendió la democracia
como el respeto a las reglas procedimentales liberales que determinan al gana-
dor como aquel que alcanza más votos. Los medios de comunicación depen-
dientes del capital transnacional buscaron con ansiedad una noticia que no se
produjo. Chávez reconoció la derrota argumentando que la abstención era
clave para explicar el resultado.
Fueron muchas las interpretaciones de este rechazo a la reforma constitu-
cional; algunos argüyeron que el intento de abrir la posibilidad a la reelección
indefinida –válida para muchas otras democracias– fue la razón de mayor
peso.296 Otros creían que el hecho de hacer una reforma de tanto calado resul-

295 El No gana en el Bloque A por 50,65%; y en el Bloque B por 51,01%.


296 Se proponía modificar el artículo 230, que se refería al período presidencial, reti-
rando los límites para ser reelegido tantas veces como lo decidiera el pueblo.

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tó contraproducente porque Chávez había sido el gran defensor de la Consti-
tución de 1999. Había también quien sostenía, en tono alarmista, que el país
estaba dividido, y que entonces había que volver a convocar elecciones –a
pesar de que Chávez había sido ratificado apenas unos meses antes, por mayo-
ría histórica–. En efecto, Chávez interpretó esa decisión popular de la siguien-
te manera: en ese momento aún no era la ocasión adecuada para hacer la
reforma, porque quizás el pueblo estaba aún muy comprometido con la Cons-
titución que había sido factor de cambio a favor de las mayorías. De hecho,
Chávez se enfrentó a sí mismo porque fue él quien más se había dedicado
durante los años anteriores a explicar que la Constitución de 1999 era una de
las grandes conquistas del pueblo, siendo determinante para la transforma-
ción democrática, para implementar una nueva economía humanista y boli-
variana, con justicia social. Eso era absolutamente cierto, y Chávez no refutó
esa premisa básica. Pero en cambio miraba hacia el futuro, pensaba en el salto
adelante, y quería no ser conservador frente a lo obtenido, sino tener la osa-
día política necesaria para avanzar, para no pensar solo en la transición, sino
en el más allá. Por eso, quería una nueva Constitución económica acorde a los
nuevos logros, a los nuevos desafíos, a los avances, a la evolución progresiva
del propio pensamiento chavista –siempre inquieto frente a la historia–, a las
nuevas realidades cotidianas del pueblo venezolano y al nuevo tiempo histó-
rico de cambio de época que comenzaba a presentarse en el continente latino-
americano. Acató los resultados pero pensando que había que continuar, co-
mo siempre, hacia delante.
Los años 2007-2009 fueron años buenos en lo económico. El Primer Plan
Socialista siguió su curso, siempre acomodado y ajustado según el marco de
la constitución económica vigente (no reformada). Del Plan se derivaron tres
grandes rutas en materia económica: primero, el continuo desarrollo del Esta-
do de las Misiones, que crecía a gran ritmo; segundo, las diferentes políticas
económicas que se estaban implementando en busca de una nueva economía
socialista en materia tributaria, productiva, comercial, cambiaria, monetaria y
financiera; y tercero, la nueva política en el ámbito de las relaciones económi -
cas regionales e internacionales. La bonanza macroeconómica se alcanzaba en
absoluta compatibilidad con la bonanza microeconómica, aquella que afecta
a cada hogar.
A pesar de ello, la guerra económica desde el exterior insistía en vender
aquello que no sucedía. Por ejemplo la revista Foreign Affairs publicó un com-
pendio de alegatos en contra del gobierno de Venezuela en un artículo titula-
do: “Una revolución vacía: Las promesas incumplidas de Hugo Chávez”, en

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donde el economista venezolano Francisco Rodríguez sostuvo que “una revi-
sión más detallada de la evidencia revela precisamente cuánto daño le ha cau-
sado la ‘revolución’ de Chávez a la economía venezolana –y que los pobres son
los más afectados–” (Rodríguez, 2008). El objetivo del pensamiento único
neoliberal era cuestionar y demonizar persistentemente el pensamiento eco-
nómico chavista y su praxis. Los expertos forzaban un relato catastrófico, aun-
que los datos avalados por los organismos internacionales no les daban la
razón.
En efecto, el crecimiento económico era alto: el PIB creció en 8,2% y 4,8%
en 2007 y 2008, respectivamente. El superávit comercial aumentó –hasta alcan-
zar el 8% del PIB–; y las reservas seguían teniendo un valor alto, y suficiente
para el ritmo de importaciones, que seguía creciendo a gran velocidad por el
auge de la demanda interna. Hasta el 2008, la pobreza se redujo en un 47%;
la pobreza extrema en un 70%. La inversión social real por persona se tripli-
có desde la llegada de Chávez hasta ese momento. La tasa de desempleo se re-
dujo a la mitad y se dieron grandes aumentos en términos de empleo. La pro-
pia CEPAL certificó por aquel entonces que Venezuela tuvo la reducción en
la desigualdad más marcada en el continente americano durante esta expan-
sión, con una caída en el coeficiente de Gini de 50,0 a 41,2 entre 2002 y
2008 (Weisbrot y Ray, 2010).
No obstante, el dato más negativo de esa etapa fue el incremento de la
inflación, que volvió a repuntar a un elevado nivel después de años de desa-
celeración. El proceso de la inflación de por sí es complejo de entender –como
hemos explicado en páginas anteriores–. Sin embargo, para el caso venezola-
no, esta complejidad es aún mayor por la propia estructura económica.297 No
hay relación directa entre crecimiento económico e inflación; ni tampoco
entre devaluación e inflación; esto se comprobó en años anteriores, donde en
momentos de expansión económica, incluyendo la devaluación del bolívar, la
inflación fue a la baja. La inflación se explica en el caso venezolano más bien
por la disputa propia de la economía política que tiene lugar en el seno de la
estructura oferente de bienes y servicios para satisfacer la creciente demanda
de la mayoría social –gracias a las políticas distributivas y redistributivas–. El
emergente sector importador privado aprovechó el desfase derivado de los
diferentes ritmos de crecimiento entre consumo y oferta productiva. Si bien

297 Así lo afirman dos de los mejores analistas de la economía venezolana, Weisbrot y
Johnston: “La inflación en Venezuela no es bien comprendida, no al menos por la mayoría
de economistas y analistas que escriben al respecto” (Weisbrot y Johnston, 2012: 24).

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durante esos años hubieron logros en la producción de alimentos y otros bie-
nes básicos manufacturados, gracias a la nueva política productiva, la veloci-
dad con la que se incrementó el consumo de los hogares venezolanos fue
mucho mayor –porque hubo una gran democratización económica que favo-
reció a la mayoría social incluyéndola en esta nueva demanda–. Este desequi-
librio estructural fue aprovechado, sin lugar a dudas, por el capital privado
nacional, en connivencia con el capital transnacional, para dedicar toda la
actividad económica a la importación. Así que la oferta necesaria de esos nue-
vos bienes era satisfecha por una estructura económica privada muy concen-
trada, que disfrutaba del poder de mercado necesario para establecer altos pre-
cios. El capitalismo penetró de esta forma en la reestructuración económica
que se estaba produciendo en Venezuela en estos años. El rentismo importador
del siglo XXI constituye un fenómeno económico propio de países en los que
se produce una transformación inmediata de las pautas de consumo de la
mayoría de la población, pero sin posibilidad real de satisfacerla mediante una
transformación inmediata –a la misma velocidad– de la matriz productiva. La
evolución del cambio de la matriz productiva es mucho más lenta que el posi-
ble cambio de la demanda.
Es más, el cambio de la matriz productiva en el caso venezolano apunta-
ba, por una parte, a satisfacer los bienes básicos, fundamentalmente todo
aquello relacionado con la soberanía alimentaria; y por otra parte, a la inser-
ción de nuevas unidades productivas para realmente modificar el patrón de
acumulación capitalista de concentración de riqueza en pocas manos. Estos
dos hechos, tan prioritarios como necesarios para el cambio de modelo eco-
nómico, restaban capacidad real instalada para producir nuevos bienes, que
también comenzaban a ser demandados por una mayoría social que había
ganado gran poder adquisitivo gracias a la democratización del nuevo para-
digma económico propuesto por el chavismo.
Resulta fácil criticar este desequilibrio estructural, que es aprovechado por
el rentismo importador del siglo XXI, por el poder privado emergente en las
importaciones. Pero bendito problema es éste cuando se trata de pensar en
cómo satisfacer a un pueblo cada vez más desendeudado socialmente, con un
poder adquisitivo creciente, que disfruta de una gran democratización en las
pautas de consumo gracias a la década ganada. Este fenómeno es un factor
más explicativo de la inflación de esos años, 2007-2008, que cualquier receta
neoliberal que seguía repitiendo como un loro aquello que dictaba la hege-
monía neoclásica en esta materia.
¿Por qué muchos economistas expertos internacionales sentenciaban que

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la economía venezolana tenía resultados vacíos o nulos a pesar de que la rea-
lidad ratificaba lo contrario? La economía ortodoxa no estaba dispuesta a
aceptar propuestas emergentes, procedentes de la economía heterodoxa. El
paradigma económico chavista en construcción cada vez tomaba más vigor, se
constituía como referencia bolivariana en la región, y además no tenía com-
plejos ni miedo para cuestionar cualquier orden de la economía hegemónica
ni dogma de fe procedentes de las explicaciones de la economía neoclásica. El
establishment económico dominante se ponía cada vez más nervioso a medi-
da que Chávez defendía el rumbo al socialismo del siglo XXI, disputando el
reparto del pastel a una casta económica enriquecida.
Desde la propuesta económica constitucional, Chávez había puesto gran
énfasis en la reapropiación de los sectores estratégicos como objetivo de sobe-
ranía, y de planificación económica, porque solo así se podía acometer una
redistribución hacia abajo. PDVSA era la primera en la lista de reapropiacio-
nes para evitar la hemorragia de renta petrolera, que era lo que realmente ha-
bía causado la apertura petrolera neoliberal. En el año 2007, Chávez empren-
dió otra fase importante de reapropiación de sectores estratégicos, para seguir
recuperando soberanía frente al capital transnacional. Eso era precisamente lo
que los economistas más perspicaces habían denominado “revolución vacía”:
quizás porque se estaba vaciando de poder al capital transnacional, que había
gozado privilegiadamente del control de sectores económicos determinantes
para la vida cotidiana del pueblo venezolano.
Justamente, Chávez quería invertir el reparto de poder económico, de con-
trol, de propiedad sobre los sectores clave en la economía. Las primeras nacio-
nalizaciones se llevaron a cabo en 2007, en sectores considerados estratégicos
para el país.298 En materia eléctrica, el Estado se reapropió de Electricidad de
Caracas, Electricidad de Valencia y SENECA de Margarita. En telecomuni-
caciones, se renacionalizó la primera empresa del sector, la Compañía Anóni-
ma Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV), que fue privatizada en
1991. Se perseveró también en la nacionalización en la actividad petrolera,
por ejemplo, con la nacionalización el 1 de mayo de 2007 de las instalaciones
de las asociaciones estratégicas de empresas privadas que explotaban desde
1996 la Faja bituminosa del Orinoco; se nacionalizaron 32 campos petrole-
ros de la Faja del Orinoco, recuperando así las reservas de hidrocarburos más
grandes del planeta.

298 Para más detalles, se puede ver el recuento de Mateo y Sánchez (2010: 2908-2909).

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El proceso de reapropiación en sectores productivos, en especial cemente-
ras, agroindustria, energía, industrias de transformación del hierro y sector
siderúrgico, continuó en los años siguientes. Se ha de mencionar también, por
su importancia, la renacionalización de la Siderúrgica del Orinoco (SIDOR),
conglomerado industrial de 11.000 trabajadores, privatizado durante la pre-
sidencia de Rafael Caldera; intervención que puede ser considerada como una
de las decisiones de mayor alcance político desde la Ley de Hidrocarburos.
Recordemos que precisamente fue este caso, SIDOR, el que fue objeto de
estudio del propio Chávez en su curso en la maestría de Políticas Públicas.
También el Estado se reapropió de una cadena frigorífica, la firma Lácteos Los
Andes, con el propósito de garantizar la soberanía alimentaria; y se aprobó el
marco legislativo para incorporar el transporte interno de combustible y la
mina de oro Las Cristinas. En el año 2009, con el objetivo de controlar toda
la cadena productiva de la industria petrolera, se nacionalizaron 76 empresas
del lago de Maracaibo, que proporcionaban servicios a las ramas del sector
primario de hidrocarburos, varias compañías del sector briquetero, de hierro
y fábricas de cerámica. Además, en el marco de una crisis de abastecimiento
provocada voluntariamente por el sector privado, el Estado decidió naciona-
lizar una serie de empresas del sector agroindustrial –procesamiento de arroz,
café, frigoríficos de carnes, etc.– con la intención de acabar con el desabaste-
cimiento y el control ejercido por las grandes cadenas sobre la red de comer-
cialización de productos alimenticios que afectaba a gran parte de la pobla-
ción venezolana. Este proceso de reapropiación de sectores estratégicos res-
pondió en la praxis al pensamiento económico de Chávez en materia huma-
nista, desarrollista nacionalista, popular, y también socialista.
Con esta determinación, el paradigma económico de Chávez, a contraco-
rriente, dio pasos agigantados para lograr más soberanía, y proporcionar segu-
ridad jurídica para el pueblo venezolano. Estas medidas fueron condenadas
por los medios, nacionales e internacionales, dependientes del gran capital.
Chávez era identificado como enemigo acérrimo, porque además de los efec-
tos directos que sus acciones tenían sobre la tasa de ganancia del capital, tam-
bién provocaban un impacto indirecto como referente regional, y mundial,
mostrando que sí se puede caminar en sentido contrario a lo que dicen –eso que
eufemísticamente llaman– los “mercados” o la “inversión extranjera directa”.
A pesar de los malos agüeros –por parte de unos pocos, pero que solían
hacer mucho ruido–, las cuentas económicas y sociales eran más que satisfac-
torias. No obstante, Chávez no descansó sobre los buenos datos que arrojaba
su propuesta económica. Persistía en la necesidad de estar muy atentos a la

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evolución económica en Venezuela. El ritmo de los cambios económicos era
de tal magnitud que no había parangón válido –no solo en Venezuela, ni en
la región, ni a nivel mundial– para disponer de análisis que ayudasen a reme-
diar cualquier desequilibrio de la estructura económica. El pensamiento eco-
nómico chavista era juicioso sobre un requerimiento elemental para seguir
avanzando: estar alerta a la dialéctica situacional que se desprendía de los pro-
pios cambios en la praxis.
El Presidente venezolano no quería crear un modelo exitoso en variables
sociales y económicas pero sin capacidad de seguir teniendo respuestas eco-
nómicas a las nuevas demandas, a las nuevas exigencias, a la nueva transfor-
mación estructural requerida. Dicho de otro modo, Chávez quería que su
paradigma económico tuviera la capacidad suficiente para reaccionar siempre
que hubiera cambios ocasionados por el propio paradigma. Es decir, se trata-
ba de un paradigma no estático, que se retroalimentaba a sí mismo: lo que
ayer fue un logro, mañana podía ser un desafío. La celeridad del proceso de
transformación económica tenía un significado positivo para la mayoría so-
cial, porque se seguía superando el reto humanista del desendeudamiento
social, de garantizar la vida económica cotidiana de la forma más digna posi-
ble; y además, se incluía a dicha mayoría en pautas de consumo que hasta
hacía pocos años habían sido cuestión exclusiva de unos pocos.
Pero esa misma velocidad en el proceso de democratización económica
también generaba retos nuevos, exigencias propias de la nueva economía en
movimiento; nada permanecía estático en el nuevo orden económico, en con-
tinua mutación acelerada. Por eso, el pensamiento económico de Chávez no
fue en ningún momento conformista ni conservador, sino que siempre se obli-
gó a mirar hacia delante, para anticipar aquello que todavía no era desafío, pero
que mañana, si no se hacía nada, podía convertirse en una falla del proceso de
cambio. Así, a fines de 2007, y durante todo el año 2008, como muestra de
esta preocupación, Chávez repitió incansablemente la necesidad de estar aler-
ta, bajo una triple dimensión según tres R: Revisar, Rectificar y Reimpulsar.299
Esto también se aplicaba al ámbito económico, porque se venía otro mo-

299 Así dijo Chávez: “Revisión es volver a ver todo, empezando por el gobierno y pri-
merito por Hugo Rafael Chávez Frías. La revisión debe llevar no sólo los ejercicios teóricos
sino que debe llevar a rectificar las ideas y el reimpulso es reimpulso de la moral, es revolu-
cionar en todos los ámbitos. Estas tres R tienen que ser aplicables en lo social, en lo moral,
en los gobiernos locales, regionales, en la política internacional, en los procedimientos buro-
cráticos que tenemos”. (Chávez, 2010).

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mento complicado, no derivado de la política económica interna venezolana,
sino de afuera, de la mal denominada “crisis financiera mundial” de 2008.
Mal denominada porque esta crisis no es financiera, sino que se trata de una
crisis orgánica del funcionamiento del capitalismo; es una crisis integral del
capitalismo con múltiples aristas: económica, política, cultural, social, ecológi-
ca. Es una crisis sistémica que tuvo un detonante, el financiero, y no al revés.
Lo financiero no puede ser concebido como la raíz estructural de la crisis, sino
como una consecuencia de un orden mundial capitalista, hegemónico y domi-
nante, que continuamente, a lo largo de toda su historia, había demostrado la
incapacidad para mantener su propia estabilidad.
En el año 2008 el mundo económico financiarizado estalló por los aires.
La burbuja se pinchó. La economía capitalista financiera había gozado de
plena autonomía, con visado propio, para proceder como quisiera, y sin dar
explicaciones ni siquiera a la economía capitalista real. Pero la burbuja no se
pinchó por arte de magia ni por cuestión meteorológica. El estallido se debía
a que el capitalismo, adoptando la forma neoliberal, había favorecido la tre-
menda expansión de la intermediación financiera, con un fuerte aumento de
los activos financieros de los intermediarios como porcentaje del PIB (Vives,
2010).
En Estados Unidos, el porcentaje de la expansión financiera fue del 306%
en 2007; en la eurozona, del 507% en 2008.300 El nuevo orden económico
capitalista, a partir de la propuesta neoliberal, había impuesto el mundo fi-
nanciarizado como escondite ideal para oxigenar y reimpulsar la tasa de ganan-
cia del capital. La reorganización económica real capitalista quedó definiti-
vamente atada –y bien atada, incluso sometida y subordinada– a la dictadura
de la economía financiarizada. Sin embargo, las finanzas tenían vida propia,
autonomía plena. Lo trascendental, por tanto, dejó de ser únicamente si el
jugador marcaba un gol en el terreno de juego; lo verdaderamente primordial
residía en las apuestas sobre quién metería el gol. Este desplazamiento del cen-
tro económico –el real por el financiero–, además de otros rasgos característi-
cos del neoliberalismo –por ejemplo, la producción fragmentada mundial-
mente–, explican más orgánicamente la crisis.

300 Según las estimaciones del propio Banco Mundial, el sector financiero global alcan-
zó un tamaño de 255,9 billones de dólares en 2011, esto es 3,7 veces el PIB mundial; si aña-
dimos a esto el valor de los derivados financieros y las operaciones extrabursátiles –que pose-
en para el mismo año valores de 407 y 605 billones de dólares, respectivamente–, la relación
entre economía financiera y economía real es de 18,1 veces a favor de la primera.

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A las consecuencias de este modelo, muchos les siguen llamando “crisis”,
porque así evitan explicar las causas estructurales del sistema capitalista, en
modalidad neoliberal. Pero la jerarquía financiera en el modelo económico
capitalista no vino determinada por una imposición extraterrestre. La causa
principal fue el propio capital, que solo es uno, el que optó por esta vía; por-
que en un primer momento, Estados Unidos como país hegemónico apostó
en la nueva era neoliberal por reactivar su economía a través de un fuerte con-
sumo, pero sin ahorro interno. Esto es, aumentar el consumo de la población
estadounidense no por aumento del salario real, o por crédito procedente del
consumo interno gracias a un modelo interno industrial-empresarial exitoso.
Todo lo contrario. Los países centrales, con Estados Unidos a la cabeza, y
seguidos por la Unión Europea y Japón, abogaron por un modelo económico
desindustrializador, prefirieron que la producción se fragmentara mundial-
mente bajo el control –del proceso, del valor agregado y de la tasa de ganan-
cia– del capital transnacional.
La nueva mayoría de la clase trabajadora en estos países centrales comen-
zó a empobrecerse porque la economía real pasó a un segundo plano. En un
primer momento, este empobrecimiento de la clase trabajadora no se notó
porque la estructura financiera actuó como sostén, dando crédito fácil, y por-
que el capitalismo creó alguna nueva burbuja –como la inmobiliaria– para
generar empleo, aunque éste iba a ser insostenible en el tiempo. La nueva
economía que se estaba gestando bajo el orden neoliberal tenía cada vez
menos base material e industrial. Estaba más ocupada de las finanzas y de
algunos sectores intensivos en tecnología, o se enfocaba más en el sector ser-
vicios, que no son, ninguno, creadores masivos de empleo. Sin embargo, el
modelo capitalista neoliberal requería aún de pautas de consumo cada vez
más elevadas, porque la mercancía realizada in the world tenía que seguir
siendo vendida en estos países centrales. Esto se resolvió a través de crédito
financiero sin base material real, sin garantía productiva, sin garantía en el
poder adquisitivo real de la mayoría. El caso de Estados Unidos es el más lla-
mativo: un alto crecimiento del consumo con endeudamiento externo –alto
déficit comercial y alto déficit presupuestario–, sin ahorro interno. He aquí
la importancia de las finanzas, de empoderar ese sector, de crear un monstruo
capaz de mantener el ritmo de consumo privado que requiere el capitalismo
para que la tasa de ganancia derivada de la actividad real sea alta. Sin consu-
mo, no hay ventas. El sector económico real en los países centrales, muy
específicamente en Estados Unidos, dejó de generar empleo masivo, ni poder
adquisitivo real suficiente para mantener altas pautas de consumo creciente,

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que son exigidas por el patrón de acumulación capitalista.
¿Cómo resolver este dilema matemático? Con políticas a favor de las
finanzas. Así se fue tejiendo esa maraña financiera que comenzó con crédito
fácil para todos, sin que ello tuviera contraparte en la economía real. El caso
de la vivienda fue el más llamativo, y atrajo la atención porque suponía unas
jugosas tasas de ganancia. ¿Cómo vender a una población sin ingreso, sin tra-
bajo, sin propiedades?301 Se vendía con créditos y préstamos que los bancos
concedían con elevadísimo riesgo pero sin asumirlos porque venía una cade-
na de ventas y reventas que hacían convertir el riesgo en mercancía propia,
que iba de un lugar a otro, expandiéndose por el mundo. En otras palabras,
el mecanismo funciona así: un banco da un préstamo a un particular con
mucho riesgo de impago; pero luego, este mismo banco vende esta misma
deuda a otro banco, que a su vez, la vende a otro banco, y así, imparablemen-
te. En este proceso se van generando cambios en el precio de la deuda como
consecuencia del riesgo, de la apuesta que se haga sobre él, y la apuesta sobre
la apuesta, y así interminablemente. De esta forma comienza a intoxicarse la
economía, y a aparecer eso que llaman bonos basuras; son simplemente pape-
les que dicen valer una cosa pero no lo valen porque no se sabe si alguien los
pagará, ni a qué valor. Se contabiliza un valor irreal que no se corresponde con
la economía real, que es el verdadero determinante del valor real de pago o
no. Fue una estafa económica y social. Las finanzas comenzaron a engrosar
sus cuentas, su importancia, su determinación. Porque así se sostenía un
nuevo modelo de capitalismo por sobre la economía real. El neoliberalismo
permitió esta política de entronización de las finanzas, que desmaterializa par-
cialmente la economía real y que solo en contadas ocasiones requiere a las
mayorías como objeto de crédito de consumo (o hipotecario).
Como dijimos, el creciente ajuste neoliberal por la vía salarial que exigía
la tasa de ganancia del capital, se estaba compensando con el desajuste finan-
ciero debido a la sustitución de salarios por crédito, para que el efecto rique-
za no decayera a la primera; e incluso, poder crear alguna ilusión monetaria
favorable. Se logró crear de esta manera una esfera ficticia, inmaterial: la esfe-
ra financiera y todas sus operaciones derivadas, para ocultar los problemas en
la esfera económica material y real. Esto explica la crisis: lo financiero es con-
secuencia y no causa de nada. Así que afirmar que la crisis económica mun-

301 Se denominó por ello teoría NINJA, por las siglas en inglés de no income, no jobs,
no assets (no ingreso, no trabajo, no propiedad).

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dial es una crisis financiera, por culpa de las hipotecas subprime o hipotecas
basura, es decir demasiado poco sobre lo que pasó. Por ello, considerar que la
quiebra de Bear Stearns –importante banco de inversión– en junio de 2007,
de Fannie Mae y Freddie Mac –dos principales entidades hipotecarias estado-
unidenses– en julio de 2008, y de Lehman Brothers –cuarto banco de in-
versión norteamericano– en septiembre de 2008, son las razones de la crisis
es como decir que la casa se sostiene por el tejado, sin considerar cuáles son
los cimientos.
De esa explosión, llegó el efecto ineludible de contagio porque el capita-
lismo neoliberal es absolutamente interdependiente y más aún en el plano
financiero. Por eso la intoxicación fue propagándose por el mundo. A partir
de ahí, Estados Unidos fue por un camino, y la Unión Europea por otro; en
Estados Unidos, se aplicó una suerte de keynesianismo regresivo, o de “capi-
talismo corporativo”, como diría Kotz (2009), de salvataje a favor de algunas
corporaciones, de socialización de pérdidas de algunas empresas claves para
sostener el edificio del capitalismo global, de salvataje selectivo, solo para
unos pocos, a lo que se añadió una política de relajación cuantitativa, de emi-
sión monetaria por encima de los límites establecidos, que permitió comprar
muchos bonos basura, evitando el riesgo para el capital privado y estabilizan-
do así el sistema capitalista neoliberal, pero con recetas llamadas “heterodo-
xas”, propias de las denominadas palomas en la Reserva Federal. En la Unión
Europea también se hicieron, por parte del sector público, salvatajes selecti-
vos a favor de las entidades financieras sistémicas. Esto comenzó a engordar
la deuda pública –que hasta el momento eran muy reducidas en muchos paí-
ses–. Pero la diferencia fue que el Banco Central Europeo apenas participó en
compras de bonos basura, dejando que los Estados de la periferia europea gas-
tasen los recursos públicos disponibles para salvar a la banca, al mismo tiempo
que se hundía a la mayoría social en una década pérdida, que aún perdura. La
deuda pública de los países periféricos se incrementó, pero para desendeudar a
los bancos que habían tenido pérdidas, en detrimento de una mayor deuda so -
cial que se repartía entre la nueva mayoría social empobrecida.
Frente a ello, el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe de
Perspectivas para la Economía Mundial 2009 –publicado el 22 de abril de ese
año– aseguró que la economía mundial se enfrentaba a la peor recesión desde
la Gran Depresión, con una caída del PIB mundial de -1,3% en 2009. La ins-
titución internacional preveía que las economías desarrolladas sufrirían una
contracción de sus PIB en -3,8% en 2009, explicada fundamentalmente por
el comportamiento económico previsto para Estados Unidos, Unión Europea

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y Japón. Respecto al comercio internacional, el Banco Mundial y la Organi-
zación para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) previeron
–en publicaciones oficiales del 31 de marzo de 2009– una caída “sin prece-
dentes” del -6,1% del volumen del comercio mundial de bienes y servicios pa-
ra ese año. A su vez, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)
consideró –en publicación del 14 de abril de 2009– que la demanda mundial
de crudo se reduciría en -1,6%. Frente a este escenario, el Consenso de Was-
hington de los años ochenta debía ser inexorablemente renovado para el nue-
vo contexto económico mundial. El enclave elegido fue otra vez más el Norte;
la reunión del G-20 tuvo lugar en Londres a principios de abril de 2009. La
salida capitalista, en ese nuevo Consenso de Londres –un nuevo Consenso del
Norte con Disenso del Sur–, fue una suerte de neoliberalismo plus: deuda
social para las mayorías con salvataje para la minoría enriquecida. Más FMI,
más capital transnacional y más medidas proteccionistas para el mismo, de-
mandando tratados de libre comercio en los países periféricos; más guerra
contra los países emergentes que a esta altura son ya economías emergidas;
más concentración del poder económico mundial; más devaluación salarial
para las mayorías; esto es, una salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo.
Chávez observaba con máxima atención y con gran espíritu crítico todo lo
que acontecía en el epicentro del mundo capitalista. Para Chávez, “las recetas
del FMI, la globalización neoliberal, la profundización de ese paquete neoli-
beral al mundo entero, todo eso generó la crisis. Esta crisis que sigue avanzan-
do por el mundo, por los cuatro vientos, como alguien diría, y causando estra-
gos por todas partes” (Chávez, 2009: 15); “Estamos ante un proceso que ha
venido cabalgando, y que incluso ha venido mutando, y ahora es una crisis
general. Ya no es solo financiera, no es solo económica, de la economía real,
productiva, no es solo comercial, ya no solo ocupa el ámbito económico. No,
pasó al ámbito político, al ámbito social: el desempleo, la miseria, la pobreza,
cabalgan por el mundo” (Chávez, 2009: 18). Tenía claro cuál era precisamen-
te ese salvataje selectivo: “Están rescatando a los ricos” (Chávez, 2009: 31).
Chávez incluso hacía una lectura a partir de dos de sus significativas in -
fluencias en ese entonces, de Mészáros y Gramsci, cuando en su mensaje
anual del año 2010, explicó la crisis así: “Se desmoronaron los paradigmas, las
bases del sistema de control metabólico social del capital y del capitalismo. Es
una crisis verdadera, decía Gramsci orgánica, profunda, histórica, el capitalis-
mo se hunde pero se resiste a morir como dice Gramsci, cae incluso en el
desespero y hace y hará cuanto pueda para tratar de preservar su vida” (Chá-
vez, 2010).

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Chávez era plenamente consciente de que, a pesar de la distancia ideoló-
gica del proyecto que él comandaba y el modelo capitalista en crisis, la depen-
dencia de Venezuela con el centro de gravitación de este sistema capitalista
aún era significativa302. El pensamiento económico chavista siempre se carac-
terizó por su realismo político, por la minuciosidad en cada detalle, por la
comprehensión del mapa situacional geoeconómico mundial; y en conse-
cuencia, era consciente de sus avances, de sus logros, de sus desafíos, pero
también de las limitaciones y vulnerabilidades vigentes en un modelo econó-
mico que aún tenía un alto grado de dependencia del modelo capitalista.
Obviar esto es suponer una realidad inexistente porque el pensamiento eco-
nómico chavista se desarrolló persistentemente desde la realidad, desde la dia-
léctica con una praxis compleja y heterogénea, donde no todo está bajo con-
trol.
Chávez tenía plena certeza de la disposición de sus logros como condicio-
nes favorables, coyunturales y estructurales, sociales, políticas, culturales y
económicas, que garantizaban cierta protección del shock externo; pero no
eran suficientes para evitar el daño colateral. En su tiempo en el gobierno, el
Presidente venezolano había creado un gran muro de contención, de inde-
pendencia, de mayor soberanía, de alianzas geoestratégicas diversificadas, con
una economía más sólida en lo macroeconómico, en lo microeconómico, en
lo social, en lo humano, que ayudaba considerablemente a estar preparados
frente a cualquier contagio por vía externa. Sin embargo, aún el paradigma
económico implementado por el chavismo no era suficientemente vigoroso
como para no depender de las sacudidas del capital transnacional de los paí-
ses centrales.
Si Venezuela hubiera sido la de décadas pasadas, seguramente habría sido
arrastrada por ese tsunami. La nueva Venezuela iba a sufrir las consecuencias
de este maremoto pero con salvaguardas, no acatando el neoliberalismo plus
del nuevo consenso conservador.
El año 2009 no fue tampoco un año cualquiera en el devenir del pensa-
miento económico chavista. Porque hubo, como había sucedido casi cada
año, un hito político-electoral importante; y además, porque era un año en
que Venezuela tenía que amortiguar el viento de cola adverso derivado de la

302 Chávez sentenció así: “La crisis mundial, aun cuando lo he dicho, lo saben ustedes,
no ha afectado a Venezuela de manera directa: en el empleo, el trabajo, el impulso del desa-
rrollo. Sin embargo de manera indirecta nos está afectando con los precios del petróleo, aun
cuando han repuntado levemente (Chávez, 2009: 49).

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crisis económica mundial. En relación con lo primero, el evento más signifi-
cativo se presentó el 15 de febrero con el referéndum constitucional para la
enmienda de cinco artículos de la carta magna, con el fin de permitir que
cualquier ciudadano “pueda ser sujeto de postulación como candidato o can-
didata para el mismo cargo por el tiempo establecido constitucionalmente
dependiendo su posible elección exclusivamente del voto popular”. Después
del rechazo de la reforma constitucional, Chávez hizo caso al pueblo y no vol-
vió a preguntar sobre esta cuestión. Pero sí quería saber qué pensaba el pue-
blo sobre un aspecto puntual, que no afectaba a la estructura constitucional
en su conjunto. Así que sometió a decisión popular la posibilidad de reelec-
ción para cualquier cargo de representación política. Se preguntó al pueblo si
deseaba que Chávez pudiera ser nuevamente reelecto o no; no se trataba de
ninguna elección indefinida, ni una maniobra para perpetuarse en el poder.
Solo se acudió a la posibilidad de preguntar al pueblo si querían que Chávez
fuera presidente o no. Se sometía la democracia a más reglas democráticas. El
Sí fue mayoritario: 54,86% de los votos a favor de esta enmienda constitu-
cional. Este hecho democrático causó el previsto rechazo de la oposición, con
el eco internacional tradicional. Hubo ataques de toda índole procurando
construir a Chávez como una figura dictatorial, a pesar de seguir sometién-
dose a votaciones y más votaciones para tomar cualquier decisión.
A ese clima político adverso, se agregó el clima económico desfavorable a
nivel mundial, originado por la crisis orgánica del sistema capitalista. Así que
el año 2009 no fue un año fácil en lo macroeconómico, porque la contrac-
ción mundial tuvo efectos adversos sobre la demanda de petróleo, y por con-
siguiente, en sus precios. Por ejemplo, durante el cuarto trimestre de 2008,
los precios internacionales del petróleo registraron una estrepitosa caída del
50% –de 118 dólares a 58 dólares por barril–, lo que tuvo un fuerte impacto
en la economía venezolana, porque las exportaciones seguían monopolizadas
por este sector –casi el 95% del total–; la diversificación económica en curso
se había concentrado, hasta el momento, en sustituir importaciones de bienes
básicos, pero no en diversificar exportaciones. Como consecuencia directa, la
economía de Venezuela entró en recesión desde el primer trimestre de 2009
durante cinco trimestres, hasta el segundo trimestre de 2010. El PIB venezo-
lano de 2009 decreció en 3,2%; el PIB petrolero se contrajo ese año en 7,4%;
en el año 2010, la reducción del PIB fue del 1,5%, porque comenzó la recu-
peración en el segundo semestre. La caída en las exportaciones de petróleo
tuvieron impacto negativo en el ingreso público, dificultando una política
macroeconómica anti cíclica. El gobierno venezolano no quiso asumir más

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endeudamiento público aunque lo pudo hacer, porque –gracias a la política
económica de Chávez– se había mantenido un nivel muy bajo de deuda pú-
blica. Esta era una opción: una política anti cíclica para mitigar los efectos de
la recesión, por ejemplo, mediante más inversión pública productiva. Sin em-
bargo, el pensamiento económico chavista en este punto estuvo muy sesgado
por la deuda heredada, por el sufrimiento de los endeudamientos públicos
excesivos y sucesivos de los gobiernos del puntofijismo. El Presidente venezo-
lano no quería más deuda pública porque, desde su enfoque, eso podía inter-
pretarse como una merma de soberanía. En esto, tenía un cierto matiz cau-
teloso, porque no quería que se repitieran las nefastas cuentas públicas del
pasado, que facilitaron que la deuda externa fuera convertida en deuda eter-
na, con la consiguiente pérdida eterna de soberanía.
La política económica chavista, frente a este dilema, optó por un híbrido
heterodoxo, sin pasar por el mayor endeudamiento.303 Por un lado, se orien-
tó por una política más pro cíclica, de reducción del gasto público en todo
aquello que no tuviera que ver con los temas sociales de repercusión directa
en la cotidianidad de la vida de la mayoría de los venezolanos. Y por otro lado,
siguió aplicando su política económica humanista innegociable, sin sujetarla
a ningún shock externo, no condicionada por ningún pacto de bienestar para
el capital. Para el pensamiento económico chavista, las Misiones sociales no
eran objeto de ajuste bajo ninguna circunstancia macroeconómica; no había
devaluación social que se justificara. Gracias a esta premisa, no hubo efectos
negativos en pobreza y desigualdad, que se mantuvieron estables en el perío-
do 2009-2010. Luego de este periodo de crisis, se volvió a la tendencia des-
cendente a partir de 2011.
Contra el pronóstico del FMI, y de todos los expertos en economía inter-
nacional, la recuperación venezolana fue cuestión de poco tiempo. La econo-
mía venezolana se restableció rápidamente, a diferencia de lo que ocurría con
otras economías absolutamente dependientes del capital transnacional, tan
intoxicado en estos años, creciendo desde entonces ininterrumpidamente mu-
chos trimestres consecutivos, desde el segundo trimestre de 2010 hasta las
elecciones presidenciales de octubre de 2012.
Por ejemplo: en 2011 la economía venezolana desafió a la mayoría de esti-
maciones al registrar un crecimiento del 4,2%; en el año 2012, la economía
creció a un ritmo del 5,6% durante el primer semestre del año –en compara-

303 La deuda pública de Venezuela para el año 2011 fue del 45,5% del PIB, muy por
debajo del promedio de las economías centrales.

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ción con la primera mitad del año 2011–. En este caso, el crecimiento fue
impulsado por la construcción, sector que tuvo una expansión del 22,5% du-
rante la primera mitad de 2011, debido a la Misión Vivienda establecida para
la construcción de casas y para responder eficazmente a los efectos devasta-
dores de las inundaciones de finales del año 2010. Además, en términos labo-
rales, el ingreso mínimo legal seguía en ascenso, haciendo oídos sordos al
terremoto neoliberal, por encima del valor de mercado de la canasta alimen-
taria normativa (canasta básica de alimentos). El desempleo sí sufrió un
impacto negativo, pero moderado para lo que fue la caída en otros lugares del
mundo. En 2008, Venezuela tuvo un récord histórico por la baja en la tasa de
desempleo, 6,7%: y en los años siguientes, pasó al 8,1% y 9%, en 2009 y
2010, respectivamente; en 2011 volvió la tendencia descendente: 8,2% en
2011; 7,3% en 2012.
La inflación también estuvo a la baja en estos años, a pesar de algún repun-
te en los años complicados de recesión. En el año 2009, la menor tasa de
inflación se explica por la teoría dominante por el debilitamiento de la de-
manda agregada interna; la inflación cerraba al 25,1%. Sin embargo, duran-
te dos años de recuperación económica, desde junio de 2010 hasta junio de
2012, la inflación registró una caída aun cuando el crecimiento económico se
aceleraba, con plena expansión de la inversión social; durante el primer tri-
mestre de 2012, la inflación trimestral fue del 2,9%, dando muestras inequí-
vocas de que el fenómeno de subida de precios estaba bajo mayor control gra-
cias a una política económica parcialmente exitosa en la oferta –en cuando a
la producción de bienes básicos, la política de asignación de divisas y control
de precios de aquellos bienes que se estaban importando–. Los precios crecie-
ron a menor ritmo gracias al rol efectivo de las políticas estatales que lograron
inclinar la balanza a favor del pueblo en la puja distributiva. El sector priva-
do, dependiente de las divisas para seguir importando, parecía entender que
los precios no podían ser una variable determinada exclusivamente por su tasa
de ganancia. La fuerza económica, política y social que arrastraba el proceso
bolivariano de transformación alcanzaba un alto poder para contrapesar a la
facción conservadora hegemónica –el sector empresarial privado, nacional y
transnacional–, y así impedir que la tasa de ganancia se disparara con precios
desorbitados.
Todo esto era fruto del pulso político; después de una década, a mediados
de 2012, la inflación anualizada estaba por debajo del 20%, una cifra elevada
pero infinitamente más baja que la inflación heredada del neoliberalismo
–con fuerte componente estructural por una economía de alta renta interna-

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cional petrolera que llega al país, creando desequilibrios propios de la enfer-
medad holandesa304–. Esto no quiere decir que se habían alcanzado todos los
objetivos, pero se puede realmente afirmar que mucho se había logrado en
esta materia, que era una de las más complicadas por razones de economía
política.305

En definitiva, desde el año posterior al golpe, 2003, hasta el año 2012, en


el momento en que Chávez se presenta de nuevo a unas elecciones presiden-
ciales (7 de octubre), pasaron diez años que bien constituyeron una década
ganada, como piedra angular para el cambio de época. Un cambio de época
que consolidó una época ganada para la mayoría social venezolana, gracias a
una economía no de papel, sino una economía real, que funcionó en gran
medida con mucho acierto. La bonanza macroeconómica para Chávez no era
aquella que venía determinada por los criterios de Maastricht de la Unión
Europea, o según el mandato de la Reserva Federal o del mismísimo Fondo
Monetario Internacional. No se trató de una economía de variables nomina-
les, sino de relaciones reales, económicas y sociales. Para Chávez, la macroe-
conomía derivaba de la economía real, y tenía que acompañar el sentido
humanista del paradigma económico en permanente transición, en busca de
seguir construyendo e inventando el socialismo del siglo XXI.
Son muchas las cifras que corroboran, incluso desde un análisis macroe-
conómico ortodoxo, los logros en el nuevo orden económico del chavismo. En
todo caso, para Chávez esas cifras eran el telón de fondo para otros objetivos
humanos, sociales y cotidianos, que se ubicaban en el primer plano. En efec-
to, en esta década ganada, el PIB de Venezuela se triplicó: pasó de 90.000
millones de dólares hasta más de 300.000 millones de dólares. El crecimien-
to promedio anual en la década estuvo por encima del 6%, incluso conside-

304 Es el término usado para explicar el impacto que tiene sobre una economía el exce-
so de divisas de afuera por diferentes motivos (muchas veces por la venta de recursos natu-
rales); surgió ese nombre en la década de 1960 cuando los ingresos en divisas de los Países
Bajos aumentaron considerablemente por el descubrimiento de grandes yacimientos de gas
natural.
305 Lo que viene después sobre el asunto de la inflación será abordado en el capítulo
quinto y último, cuando se dediquen algunas páginas a la guerra económica emprendida
desde el momento en que se avizora la muerte de Chávez, en el marco de las lecciones para
el futuro que mostró el pensamiento económico chavista en su último aliento –el Plan para
la Patria 2013-2019–, y los deberes que dejó sobre la mesa para el futuro en la nueva déca-
da en disputa, que se abre en adelante.

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rando el período de recesión como consecuencia del impacto de la crisis eco-
nómica mundial. Y hay que resaltar que este crecimiento no fue empobrece-
dor. Todo lo contrario. Se trató de un crecimiento democratizador de rique-
za, gracias a la mayor reapropiación de la renta internacional petrolera que se
redistribuyó hacia la mayoría social. Sobre este punto, a primera vista, puede
parecer que la relación capital-trabajo apenas ha sido modificada si se obser-
van datos macroeconómicos; pero esto se debe a que se ha generado un nuevo
excedente neto empresarial, pero de titularidad pública, fundamentalmente
en PDVSA, que luego se redistribuye en salarios y Misiones (Mateo y Sán-
chez, 2010).
Todo esto se logró sin más endeudamiento público; la relación entre el PIB
y la deuda pública bajó del 60% en 1998, cuando llegó Chávez al poder, hasta
el 25% en el año 2012. A nivel de infraestructura, el Gobierno Bolivariano
promovió durante estos años una serie de fondos que permitieron acometer
inversiones gracias al Fondo Nacional de Desarrollo, el Fondo Conjunto
Chino-Venezolano, o el Fondo Simón Bolívar para la Reconstrucción, entre
otros.
En materia de inflación, ya se ha dicho que la inflación promedio anual de
esta década ganada es del 22%, frente al 34% de las décadas neoliberales ante-
riores. En cuestión laboral, tampoco hay duda de que ésta es una década gana-
da porque el desempleo pasó de estar por encima del 15% –en pleno año gol-
pista; pero en el mismo nivel que se heredó en 1998– a un valor por debajo
del 8%; con un incremento del poder adquisitivo real, directo e indirecto, gra-
cias a las nuevas políticas públicas que garantizaron gratuitamente un gran
conjunto de derechos sociales y necesidades básicas.
Son innumerables las cifras que corroboran que estamos frente a una déca-
da ganada para los venezolanos, como parte de un cambio de época. El pen-
samiento económico chavista condujo esta década ganada en la praxis, con
todas las tensiones, con todas las contradicciones propias de cualquier proce-
so de transformación que amplía democráticamente los derechos sociales, la
satisfacción de las necesidades básicas, y el consumo de otros tantos bienes. Y
todo esto bajo reglas democráticas, ganando elecciones; incluso perdiendo
una. Hasta octubre de 2012, cuando Chávez se volvió a presentar a eleccio-
nes, el paradigma económico en movimiento se había construido siempre
sometiéndose democráticamente a la aprobación popular electoral: Asamblea
Constituyente, referendos constitucionales, revocatorios, presidenciales, legis-
lativas, regionales y municipales. Para el pensamiento económico chavista la
prioridad está en la gente, en el pueblo, en las condiciones sociales y econó-

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micas más básicas, más cotidianas, aquellas indispensables para un buen vivir,
para una vida digna. La década pensada como de transición, la Década de
Plata según el Primer Plan Socialista que se redactara en 2001, había sido sa-
tisfactoria como década ganada, como cimiento para la sostenibilidad del
cambio de época. Se había andado mucho para acercarse al deseo formulado
en la cárcel de Yare: salir del laberinto neoliberal.
En cuanto a las prioridades marcadas en el pensamiento económico de
Hugo Chávez, los avances son indudables. Necesarios pero no suficientes, se-
gún el nuevo horizonte estratégico marcado que se presentaba: el socialismo
bolivariano del siglo XXI. El pensamiento económico chavista se sigue pro-
yectando siempre hacia delante, queriendo más, no regocijándose con la
importancia de lo logrado, sino pensado siempre en lo que resta por hacer. Es
la esencia del pensamiento económico de Chávez en su dialéctica práctica; es
inconformista e irreverente en la crítica –como él mismo decía–.
El Presidente venezolano había superado esta primera fase ganándole
mucho terreno al neoliberalismo en lo táctico y en lo estratégico, en lo coyun-
tural y en lo estructural. Tal como se ha descrito en este apartado, el pensa-
miento económico chavista había trazado una hoja de navegación en evolu-
ción constante, en progresión según las circunstancias locales y globales,
según la correlación de fuerzas políticas, económicas, sociales y culturales, en
función de los objetivos cortoplacistas pero sin descuidar hacia dónde ir en el
largo plazo. El recorrido fue vertiginoso, dando máxima prioridad al sentido
humanista para reducir, al precio que fuese, la deuda social heredada por el
neoliberalismo. Así se logró: la deuda social se vio disminuida en diez años en
proporciones inimaginables, acompañado de un saludable cuadro macroeco-
nómico.
El pensamiento económico chavista venció esta batalla usando todos los
instrumentos disponibles a su alcance: algunos del pasado, otros inventados
para el presente. Era una cuestión de usar todo lo posible sin dejar de preten-
der lo imposible. Chávez realizó todo un despliegue de imaginación y peda-
gogía durante este período, con alocuciones inmejorables, explicaciones ge-
nuinas, invenciones necesarias, ejemplos sencillos para discusiones complejas.
Además de desarrollar un pensamiento económico propio, con su dimensión
práctica, Chávez desplegó su arte de maestro, de profesor, de alguien que ar-
guye, razona, explica, convence, embauca, politiza. Esto es parte fundamen-
tal del éxito de la sostenibilidad de la propuesta económica chavista, porque
solo así se puede comprender su conexión con su pueblo, obteniendo máxi-
mo respaldo popular. Chávez construyó un relato con gran capacidad para

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forjar el nuevo sentido común de época en materia económica. No solo es
necesario que una propuesta sea beneficiosa para la mayoría social, sino que
es también primordial que se explique por qué es beneficiosa, en qué, para
qué, a costa de qué sacrificios, etc. Solo así se construye un sentido hegemó-
nico de la nueva propuesta económica.
A esta perspectiva de Chávez en el plano pedagógico, educativo, y comu-
nicacional, se debe agregar el uso de la política más ortodoxa, la más tradi-
cional, aquello que para la economía dominante es lo único que se puede
hacer en economía. El líder bolivariano jamás fue excluyente con las herra-
mientas tradicionales, porque sabía que eran parte de la economía; pero sabía
también que no eran la única forma de hacer política económica. Muchos han
criticado a Chávez por descuidar los utensilios propios de la economía orto-
doxa, como son la política tributaria, financiera, monetaria, cambiaria, y tan-
tas otras políticas económicas. Sin embargo, afirmar esto es volver a descono-
cer cómo se fue fraguando el pensamiento económico chavista, cuáles fueron
sus prioridades estratégicas, sus objetivos históricos; y cómo, a partir de estas
condiciones, se subordinaba todo lo demás. Las políticas económicas con-
vencionales eran básicas para Chávez, pero siempre condicionadas por objeti-
vos prioritarios en esta década en transición. La sostenibilidad del proceso de
cambio, en esta fase de transición, no reside en los objetivos nominales deri-
vados de cada arista económica convencional –tipo de cambio, tasa de inte-
rés, saldo presupuestario, masa monetaria, deuda pública–. Todo ello queda
al servicio del sentido humanista de la propuesta económica, de la recupera-
ción de la soberanía, de la inserción soberana en el mundo.
El planteamiento económico chavista siempre procedió por etapas: en esta
primera década, las políticas económicas eran útiles pero no debían relegar al
resto de objetivos. Si esta premisa ocasionaba algún tipo de contradicción,
entonces era necesario asumirla como tal, y a partir de ahí, y en la siguiente
década, en la siguiente fase del proceso de cambio para consolidar sostenible-
mente el proceso de transformación económica, habría más espacio para pen-
sar en una verdadera revolución económica en todo el resto de dimensiones
económicas (tributaria, monetaria, financiera, cambiaria).
Para Chávez, las políticas tributaria-financiera-monetaria-cambiaria son
prioritarias pero en segundo orden; esto es, han de garantizar la menor vola-
tilidad del orden macroeconómico, siendo capaces de responder como amor-
tiguadores de cualquier shock externo e interno, y permitir ganar espacio en
la disputa de economía política que tiene lugar a medida que iba cambiándo-
se la correlación de fuerzas políticas, sociales y económicas en el país. Estas

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herramientas económicas son complementos, según Chávez, para todo lo que
habría de lograrse en materia de objetivos preferentes en esta etapa de transi-
ción, para que iniciara cuanto antes el cambio de época que permitiera pug-
nar por el futuro desde una posición dominante.
Así debe ser conceptualizado cualquier análisis en materia de política eco-
nómica que procure explicar cómo el pensamiento económico chavista afron-
taba en su praxis esta tarea. Seguramente, asumiendo este enfoque, es más per-
tinente observar cómo Chávez fue desarrollando otras acciones económicas en
esta transición, pero que obligatoriamente han de ser revisadas en la siguien-
te década –a partir de 2013–, porque continuar concibiéndolas desde la pers-
pectiva de la década pasada sería un error estratégico. La crítica atemporal, sin
consideración de las etapas, de las metas históricas marcadas según el tempo
político-económico-social-cultural, es demasiado superficial.
En el paradigma económico chavista en construcción, en esta fase 2003-
2012 existieron importantes hitos en materia de política económica, pero
obligatoriamente abordados desde el enfoque “al servicio de las metas prefe-
rentes”. Seguramente habrá habido desatinos y errores, que son consustancia-
les a las propias contradicciones de un proceso acelerado de cambio en busca
de la democratización del poder económico, a contracorriente del orden hege-
mónico mundial. No obstante, se deberían considerar bienvenidas las falen-
cias siempre y cuando sean ocasionadas en pro de un cambio a favor de la ma-
yoría social, que gracias a la base obtenida en la década ganada permite aco-
meter hacia futuro estos mismos retos en cuanto al diseño revolucionario para
la próxima década en disputa.
Pero tampoco sería justo concluir que en esta década ganada la política
económica convencional no haya tenido un rol protagónico en el saneamien-
to macroeconómico, sin perjudicar a los fines señalados. A continuación, se
destacan algunos aspectos básicos en materia de políticas económicas –tribu-
taria, financiera, cambiaria y monetaria– que complementan el relato econó-
mico de la década ganada:

1) En lo referente a la evolución de la capacidad tributaria, en su conjun-


to, los ingresos públicos mostraron un comportamiento favorable. La obten-
ción de ingresos por la vía impositiva, en busca de más soberanía tributaria a
partir de la renta interna, es siempre más compleja en tanto un país como
Venezuela tiene una alta dependencia del sector petrolero y de los ingresos
públicos derivados de esta renta internacional. Es imposible analizar la políti-
ca tributaria sin atender a la evolución de la política petrolera. Lograr la con-

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junción virtuosa entre recaudación a partir de renta interna (tributos) y renta
externa –ingresos derivados del petróleo, sea por venta o por regalías, o por
otro tipo de impuestos– es cuestión central en la política económica para paí-
ses como Venezuela.
Todavía restan muchos desafíos en esta materia por su potencialidad eco-
nómica. Sin embargo, en esta década ganada, la política tributaria ha tenido
más una función acorde a la transición en marcha. Es a partir de este momen-
to en adelante cuando se puede exigir la definición de nuevos objetivos estra-
tégicos.
Chávez, en la etapa inicial, optó más bien por una política de mínimos en
cuestión tributaria, que acompañara a la recuperación de la soberanía petro-
lera. Considerándolo desde esta óptica, en estos años sí hubo avances más que
significativos, que pueden concebirse como un cambio estructural suficiente
para afrontar los nuevos retos de la revolución económica socialista. Los efec-
tos positivos de la política tributaria se derivan del “Plan Nacional Evasión
Cero”, iniciado en 2003 con el objetivo de reducir la evasión fiscal mediante
mejoras en la administración y fiscalización. También tuvo efectos positivos
el “Plan de Contrabando Cero”, puesto en marcha en 2005. Ambos progra-
mas tuvieron un impacto evidente en el incremento de recaudación de im-
puestos en Venezuela en esta década ganada. Por ejemplo, hasta el año 2006
se produjo una disminución inmediata de la evasión en materia de IVA de un
70% a un 28%.
No obstante, aún hay un gran protagonismo de los impuestos indirectos,
más relacionados con el consumo, que aquellos impuestos directos capaces de
gravar la renta de la clase más enriquecida, a nivel empresarial y a nivel de
renta por cuenta ajena. En esta línea, caben también nuevas reformas tributa -
rias socialmente eficientes, recaudando más con total respeto a los principios
de justicia social y de progresividad en materia tributaria.
Es importante, además, destacar que la composición de la recaudación fis-
cal en Venezuela entre ingresos petroleros y no petroleros ha tendido a equi-
pararse –no sin fuertes altibajos–, debido en gran medida a la evolución de la
política tributaria en este período. De hecho, en la década aludida los ingre-
sos de origen petrolero han dejado de ser la fuente principal, cediendo mayor
protagonismo a esta nueva política tributaria, de la que pueden subrayarse
algunas aristas: a) la implementación del IVA en sustitución de un impuesto
sobre las ventas al por mayor;306 b) la introducción, aún tímida, de algunos
306 Chávez fue modificando el valor del IVA del 16% hasta el 9% en 2007, año en que

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impuestos ambientales, como incentivos a reducir la contaminación ambien-
tal y obtener recursos que contribuyen con la recaudación;307 c) la fiscaliza-
ción del consumo suntuario; d) el impuesto a los activos empresariales.308
Además de estas medidas, Chávez dedicó especial esfuerzo por introducir
nuevas tecnologías para maximizar la eficiencia en los sistemas de recaudación
tributaria en el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y
Tributaria (SENIAT), con frutos muy positivos que han permitido que la
recaudación tributaria no petrolera sea una de las principales fuentes de ingre-
sos del Estado. El nivel de eficiencia logrado se demuestra en las metas alcan-
zadas en la recaudación: el valor de los impuestos no petroleros recaudados
como porcentaje del PIB ha aumentado del 7-8% a principios de la década
del 2000 al 10-11% a finales de ese período. El ejercicio fiscal 2012 acabó con
una recaudación tributaria por encima de la meta establecida en un 23%.
En resumen, la política tributaria fue una herramienta efectiva, pero de
segundo orden, no siendo prioritaria en la década planificada como de tran-
sición para Chávez. La política tributaria no tuvo tanta relevancia en estos pri-
meros años porque no estaba catalogada en una dimensión estratégica, sino
más bien era un instrumento táctico, que acompañaba la política petrolera en
materia de obtención de ingresos públicos complementarios. La política tri-
butaria de captación de renta interna fue subordinada a la capacidad de obte-
ner ingresos públicos por la política petrolera; de hecho, en momentos deter-
minados, funcionó en modo contra cíclico.
A partir de esta concepción secundaria, es preciso analizar la política tri-
butaria en el pasado, pero considerando que puede proyectarse hacia el futu-
ro, luego de la década de transición, bajo una concepción más estratégica para

además se eliminó el IVA para una serie de alimentos y se redujo para los servicios de trans-
porte de los mismos. En 2009, volvió a subir el IVA hasta 12% con intención de disponer
de más soberanía tributaria, reduciendo dependencia de los ingresos petroleros que fueron
a la baja ese año por la recesión mundial.
307 En Venezuela ya se aplican algunas de las modalidades de estos impuestos median-
te la “Tarifa de Desechos Industriales” y los “Sistemas de Tarifas de Efluentes en Lago de
Valencia”. Sin embargo, aún existe un amplio margen para ampliar estas medidas.
308 Venezuela instrumentó en 2002 el Impuesto al Débito Bancario para complemen-
tar la disminución de ingresos petroleros, pero cuando el barril de petróleo llegó a elevados
niveles lo derogó en 2006; en 2007 lo vuelve a introducir con la designación de Impuesto
a las Transacciones Financieras (ITF), impuesto que duraría dos meses, desde el primero de
noviembre hasta el 31 de diciembre de 2007 y que gravaba los débitos a una tasa de 1,5%
para procurar recuperar recaudación.

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alcanzar la máxima soberanía tributaria; esto es, mayor independencia frente
al comportamiento internacional de la economía. Por tanto, en adelante, se
abre la puerta para llevar a cabo una política tributaria más ambiciosa, capaz
de captar más renta interna generada gracias al gran crecimiento económico
en Venezuela en estos años, en plena conciliación con la justicia social –que
paguen más quienes más tengan–. La revolución tributaria socialista es tarea
para afrontar luego de esta década ganada, porque ha de constituirse en varia-
ble estratégica para una transformación estructural macroeconómica que
coadyuve a la sostenibilidad del paradigma económico del chavismo y su
Revolución Bolivariana.

2) En materia financiera, desde que Chávez llegó a la presidencia conside-


ró que ésta debía ser un campo de batalla central en la disputa económica. El
pensamiento económico chavista había hecho constantemente hincapié en la
importancia financiera en el nuevo orden neoliberal. La financiarización
había modificado sustancialmente el papel de la banca, que abandonó la fun-
ción económica de canalizar el ahorro para destinarlo según necesidades de
financiación hacia el sector de consumo o productivo, o a otro tipo de inver-
siones, y por el contrario, tenía un rol especulativo, al servicio de una valori-
zación ficticia. La otra preocupación de Chávez respecto a este sector econó-
mico era que tendía a una mayor concentración que el resto de los sectores;
todo lo contrario al proceso democratizador que era su objetivo. Con esto en
mente, a lo largo de la década ganada Chávez consiguió también trascenden-
tales conquistas gracias a una política financiera que estableció legalmente las
carteras obligatorias, y que reguló las tasas de interés para evitar que conti-
nuara la época neoliberal en que la banca gozaba de plusvalías exageradas por
diferenciales amplios entre la tasa activa –por préstamos concedidos de la ban -
ca– y la tasa pasiva –por depósitos a plazo fijo– del tipo de interés. En estas
exigencias que Chávez hizo en la política financiera, hubo diferentes aparta-
dos que conviene realzar por su importancia en esta década.
En primer lugar, cabe destacar al Banco de Desarrollo Económico y Social
(BANDES), creado en 2001.309 Fue objeto de múltiples reformas para darle
mayor protagonismo en el desempeño financiero. En este sentido, en abril de
2005, el BANDES se convirtió en un Instituto Autónomo adscrito al Minis-

309Mediante la promulgación del Decreto con Rango y Fuerza de Ley de Transforma-


ción del Fondo de Inversiones de Venezuela en el Banco de Desarrollo Económico y Social
de Venezuela, publicado el 10 de mayo de 2001, y reimpreso el 27 de junio de 2001.

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terio del Poder Popular para la Economía y Finanzas. Luego, en el marco de
la Ley Habilitante, el Gobierno Bolivariano aprobó en julio de 2008 de Ley
del Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela, para fortalecer sus
capacidades de financiamiento, apoyo técnico y cooperación nacional e inter-
nacional, así como la adecuación de la estructura organizativa interna. Se dio
un nuevo impulso a la misión financiera del BANDES gracias a la reforma de
su Decreto de Ley en mayo de 2010, en el afán por mejorar el perfil crediti-
cio del Banco, permitiendo el financiamiento de los proyectos que ayudan
a mejorar la capacidad de producción nacional. En definitiva, el BANDES
dio pasos para actuar como agente financiero del Estado, para atender proyec-
tos orientados hacia la desconcentración económica, estimulando la inversión
privada en zonas deprimidas y de bajo rendimiento, y apoyando financiera-
mente proyectos especiales de desarrollo regional. Estaba, además, facultado
para ser el ente fiduciario de organismos del sector público; apoyar técnica y
financieramente la expansión y diversificación de la infraestructura social y
productiva de los sectores prioritarios, a fin de contribuir con el desarrollo
equilibrado de las distintas regiones del país; e igualmente, para administrar
los acuerdos financieros internacionales. Seguramente, el BANDES podía ser
considerado en el pensamiento económico de Chávez como la vanguardia de
la transformación de la política financiera, para democratizar el poder econó-
mico en este ámbito. A partir de esta iniciativa, han surgido nuevas institu-
ciones financieras aliadas.310 En segundo lugar, otro papel destacado lo tiene
el Bicentenario Banco Universal, que inició sus operaciones en diciembre de
2009 como nueva institución bancaria.311
Tal como expresó el propio Chávez, el objetivo del Bicentenario Banco
Universal es “fortalecer la actividad financiera del Estado, reforzar las institu-
ciones que prestan servicios de banca universal, reagrupar a las llamadas insti-
tuciones financieras especializadas y hacer a la población venezolana cliente de
los Bancos, que hasta la fecha no ha tenido acceso a los servicios que prestan
los organismos financieros privados” (Chávez, 2009). Se trataba de democrati-
zar al máximo el acceso a este medio de producción en muchos casos; y tam-
bién, operaba como un mecanismo para facilitar el consumo de muchos bie-
nes necesarios.
310 Bancoex, Banco del Pueblo, Sogampi, Bancoandes, Banco Industrial de Venezuela,
Banco de Desarrollo de la Mujer, Fonpyme, Sociedad de Capital de Riesgo de Venezuela,
Sogarsa, Sociedad de Garantías Recíprocas de Zulia, Falcón, Táchira, Cojedes y Aragua.
311 Creado por la fusión entre el Banco de Fomento Regional Los Andes y los bancos
nacionalizados Bolívar Banco, Central Banco Universal, Banco Confederado y BaNorte.

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En tercer lugar, se creaba el Banco del Pueblo Soberano, más centrado en
prestar servicios no financieros y financieros a fin de construir una economía
social, desde el reconocimiento de los saberes, vocaciones productivas, habili-
dades, hábitos, potencialidades y necesidades de las comunidades que habitan
en las zonas más excluidas, permitiendo la erradicación de la miseria y la
pobreza. Este banco fue creado en octubre de 1999, pero en especial desde
2008 el Banco del Pueblo Soberano cobró impulso en la construcción de la
economía comunal –en el marco del Proyecto Nacional Simón Bolívar–. El
Banco del Pueblo Soberano ha ido añadiendo además una línea de microcré-
ditos, en convenio con instituciones educativas y organismos internacionales,
en la línea de los Objetivos del Milenio y en estrecha sintonía con algunas
Misiones. Desde octubre de 2009, Chávez decretó convertir este banco de
segundo piso en uno de primer piso, para que su compromiso –luchar contra
la pobreza para facilitar el acceso a servicios financieros y no financieros– crez-
ca al mismo ritmo que la estructura económica y social de la Revolución Boli-
variana.
Y en cuarto lugar, y tal vez el más emblemático hito en política financie-
ra, está la renacionalización del Banco de Venezuela, anunciada el 19 de mar-
zo de 2009.312 Este banco es en realidad reapropiado después de que fuera
privatizado y adquirido por el Banco Santander en pleno auge neoliberal en
el año 1996. Gracias a esta medida, el nuevo Banco del Estado pasó al primer
lugar del ranking entre los mayores bancos del país, con una participación del
15,6% en términos de captación de público. Al cierre del primer semestre de
2012, los dividendos del Banco de Venezuela se habían duplicado desde su
renacionalización: creció en más de un millón de clientes entre junio de 2009
y marzo de 2011; aumentó en un 275,4% los créditos para la adquisición de
viviendas.
Todo esto es muestra de la eficacia económica y social de la banca pública
al servicio de los ciudadanos. Por eso Chávez, a fines de 2012, instó a la banca
privada a “ponerse a la altura de la banca pública”; porque la banca pública,
integrada por el Banco de Venezuela, el Banco del Tesoro y el Banco Bicente-
nario, logró en ese año obtener elevados beneficios (6.514 millones de bolí-
vares), de los cuales un tercio fueron entregados al Fondo de Eficiencia Socia-

312 El 22 de mayo de ese año se firmó el acuerdo de compra entre el gobierno venezo-
lano y el Grupo Santander, por un monto de 1.050 millones de dólares. El 3 de julio de
2009 el 50% del Banco de Venezuela pasó a ser administrado por el gobierno venezolano.
El Banco de Venezuela fue oficialmente relanzado por Chávez el 21 de septiembre de 2009.

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lista. Este Fondo fue una iniciativa creada por Hugo Chávez en 2012 para
promover el uso de los recursos excedentarios de instituciones y empresas del
Estado en inversión social.
Otro dato que ilustra la década ganada en esta materia es que en el año
2012 la cartera de crédito aumentó un 388%, con unas tasas de interés desde
el 4,66% y otorgando financiamiento por 30 años. Estas cifras contrastan
enormemente con las condiciones crediticias anteriores a la llegada del Gobier-
no Bolivariano: intereses crediticios del 63% y financiamiento por 15 años.
Estos resultados se deben en gran medida a que las tasas de interés del sistema
financiero pasaron a ser reguladas por el Banco Central de Venezuela.313
A esto hay que sumar que las modificaciones del sistema bancario inclu-
yeron la obligatoriedad de la cartera de crédito, que tiene como finalidad
desarrollar y estimular sectores específicos de la economía que son prioritarios
según el Plan de Desarrollo, tales como manufacturas, agrícola, agroindus-
trial, turismo, y aquellos otros sectores productivos en los que se pueden inser-
tar las pequeñas y medianas empresas.
Por otra parte, Chávez tampoco descuidó algo fundamental para su pen-
samiento económico: el requisito básico de que la banca ha de respetar trans-
versalmente el criterio distributivo. Por ello, en el sector financiero también se
introdujo mucha regulación e incentivos a favor de la democratización en el
acceso al crédito, con criterios de justicia social, de acuerdo al tipo de necesi-
dades. Por ejemplo, en el sector vivienda, fue muy notorio el cambio produ-
cido en este sentido. Sin embargo, aún hoy existe una concentración de acti-
vos en la banca privada demasiado grande.314 Dicho de otro modo, después
de esta década aún resta por seguir democratizando el sector financiero para
que se armonice con el resto de democratizaciones realizadas en materia eco-
nómica y social. Además, existen grandes desafíos por corregir el uso indiscri-
minado del ahorro interno por parte del sector privado, que se orienta a áreas
no productivas, buscando rentabilidad cortoplacista por la vía más rápida,
mediante créditos al consumo. La banca privada va muy por detrás de la

313 Según el artículo 49 de la Ley del BCV de 2001, el BCV puede fijar las tasas máxi-
mas y mínimas que los bancos y otras instituciones financieras –regidas por la Ley General
de Bancos y Otras Instituciones Financieras o por otras leyes– pueden cobrar y pagar por las
distintas operaciones activas y pasivas que realizan.
314 En octubre de 2012, en lo que respecta a la cuota de mercado, a pesar de que el
banco estatal, Banco de Venezuela, es el que más activos posee, los tres bancos privados más
grandes (Banesco, Provincial y BBVA Mercantil) concentran más del 40% de todas las cap-
taciones del público, y un 44% de la cartera bruta de créditos.

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banca pública en términos de créditos productivos para el sector agrícola, para
el sector de la manufactura y los créditos hipotecarios.
Por todo ello, la conclusión es que los avances fueron significativos en
materia financiera en esta década en transición según el objetivo marcado, y
a partir de ahora hay que repensar cuál es el nuevo rol del sector financiero
para afrontar los nuevos desafíos de la próxima década en disputa.

3) La política cambiaria ha sido uno de los grandes frentes que ha tenido


que encarar Chávez en esta década, porque lo que dicta el mandamiento neo-
liberal es libertad absoluta para la entrada y salida de divisas, y que el tipo de
cambio fluctúe según este movimiento. Sin embargo, esta modalidad neoli-
beral que facilita la ida y vuelta del capital transnacional genera siempre un
exceso de volatilidad que se vuelve muy preocupante para una política eco-
nómica soberana, y que puede poner en riesgo las cuentas macroeconómicas
de un país con un simple pulsar de teclas para ejecutar la orden de transferir
divisas a otro país –hacia cualquier cuenta en un paraíso fiscal, o en algún
banco que tenga sede en algunos de los países centrales–. Así operó el capital
en el año golpista contra Chávez. En un momento previo se sacaron dólares
para mermar la soberanía y el poder económico del rector de la política eco-
nómica, y así disponer las precondiciones del golpe; y en un momento poste-
rior, a lo largo de todo el año 2002, se continuó la hemorragia de dólares para
que el golpe fuera efectivo.
Venezuela, gracias a la política de recuperación soberana de la industria
petrolera, tiene una ventaja esencial: la mayoría del volumen de las exporta-
ciones son públicas, y permiten disponer de una gran cantidad de dólares en
las cuentas estatales –para posteriormente destinarlas a la reindustrialización
en materia petrolera, para importaciones de bienes básicos, o para aquello que
se determine según objetivos estratégicos–. En palabras más sencillas, Vene-
zuela cuenta con una fluida entrada de dólares para no padecer amenazas, ni
soportar ningún jaque mate en este asunto. Solo la reducción de divisas por
recesión mundial, o por reducción de los precios del petróleo, puede con -
vertirse en la verdadera preocupación estatal –como sucedió en los años 2008-
2009–. Por ello, frente a esa posibilidad, resulta necesario contar con un mar-
gen suficiente para amortiguar cualquier circunstancia ajena que pueda suce-
der. Pero esto no significa acumular reservas en cantidades industriales para
tenerlas ociosas siguiendo el mandamiento neoliberal.
El pensamiento económico de Hugo Chávez antepuso siempre la sobera-
nía y el humanismo a cualquier otro aspecto. Es por ello que la política cam-

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biaria para Chávez ha de garantizar tales principios, y no someterlos a otras
reglas pensadas para privilegiar la seguridad jurídica a favor del capital priva-
do aunque sea a costa del vivir bien de la mayoría social venezolana. Los dóla-
res en suelo venezolano son de los venezolanos; y por tanto, no pueden salir
ociosamente porque alguien decide ahorrar en cuentas en paraísos fiscales.
Chávez sufrió en sus propias carnes, junto con la mayoría social venezolana,
los efectos devastadores de una huida de dólares con premeditación y alevo-
sía para vaciar las cuentas del país.
Además, este hecho, si se seguía el mandato neoliberal, podía llevar a una
devaluación no deseada ni acorde con los objetivos del plan económico y
social de desarrollo. Con esta consideración, es fácil entender por qué Chávez
decidió introducir un sistema de control cambiario a partir del año 2003,
para evitar una inminente crisis de balanza de pagos, con gran rebrote infla-
cionario. Por ello, como se describió anteriormente, el 5 de febrero de 2003
se instauró un sistema de cambio fijo en Venezuela, a una tasa de 1,6 bolíva-
res por dólar; y se creó la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI)
como órgano regulador en la gestión de asignación de divisas para viajeros y
empresas de importación.315
Chávez apeló a estas acciones económicas como fórmula para impedir
cualquier potencial pérdida de soberanía, para reducir vulnerabilidades deri-
vadas del capital transnacional, y para reapropiarse del control de la política
cambiaria, constituyéndose en único rector en la definición del adecuado va-
lor del tipo de cambio como variable nominal316. Según el pensamiento eco-

315 A partir de 2007 se amplió la posibilidad de destinar dólares, hasta un límite, para
consumos en el exterior con tarjeta de crédito –u otras tarjetas pre-pagadas–; luego, en el
año 2008, la CADIVI redujo el valor máximo. Estos ajustes fueron continuos a lo largo de
los siguientes años, porque estas compras comenzaron a traducirse en una salida excesiva de
divisas.
316 Dos citas son suficientes para demostrar la posición de Chávez respecto a esta pro-
blemática: 1) “La economía debe estar siempre al servicio del ser humano. En el capitalis-
mo a la economía la ponen al servicio de las elites burguesas y se convierte en un gigantes-
co mecanismo de explotación. Vamos a continuar el control de cambio: ha sido altamente
eficiente y altamente beneficioso para la República” (en video: www.youtube.com/watch?v=
NoUWLhChjU8); 2) “Estaba leyendo un informe de uno de los voceros de la burguesía,
que había que levantar el control de cambio, porque eso hace daño. Ese es el plan del impe-
rialismo. Porque es muy fácil para el imperialismo que vengan los dólares, se llevan el petró-
leo, vienen los dólares y al otro día se lo llevan otra vez, y después empiezan a jugar a la deva-
luación” (en video: www.youtube.com/watch?v=0QvWQ5168MM).

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nómico de Chávez, las divisas no podían tener un destino ocioso. Por el con-
trario, los dólares obtenidos por la política soberana petrolera debían poner-
se al servicio de los objetivos de desarrollo, y no quedar a la deriva del capita-
lismo transnacional.
La política cambiaria evolucionó desde esta orientación en dos devalua-
ciones sucesivas, pero de pequeña magnitud: el 9 de febrero de 2004, ya con
la CADIVI en funcionamiento, se fijó la tasa oficial en 1,92 bolívares por dó-
lar; en 2005, el nuevo valor era de 2,15 por dólar. Estas devaluaciones, tal
como se explicó en páginas anteriores, no tuvieron efecto inflacionario; el
incremento de los precios seguía desacelerándose a pesar de la depreciación.
El año 2007 se implementó una Ley Contra Ilícitos Cambiarios, que
buscó optimizar el uso y distribución de las divisas del país, y reforzar la lucha
contra el mercado ilegal del dólar paralelo que había surgido. En definitiva, el
nuevo marco legal pretendió combatir de manera más severa los delitos vin-
culados al uso indebido de las divisas autorizadas por la CADIVI.
A medida que crecía el ritmo de demanda de dólares para atender a las cre-
cientes importaciones, aumentó la circulación de divisas a través de la CADI-
VI, alcanzando volúmenes muy notables; y frente a ello, Chávez, con esta Ley
de Ilícitos Cambiarios, intervino para reducir las ineficacias por inadecuada
administración en cuanto a gestión, por despilfarro, por problemas de arqui-
tectura institucional obsoleta para ese nuevo tiempo, o desgraciadamente, por
corrupción. Chávez siempre asumió que la corrupción es contraria al espíritu
humanista, nacionalista y bolivariano de la propuesta económica; pero reco-
nocía que aún esta batalla no estaba ganada y restaba mucho por hacer.
La mencionada ley era solo el primer paso en esta dirección. Al año si-
guiente, en enero de 2008, el Gobierno eliminó tres ceros al bolívar y creó la
nueva unidad monetaria “bolívar fuerte” (1 bolívar fuerte = 1.000 bolívares),
de manera que desde ese momento el tipo de cambio fue de 2,15 bolívares
fuerte por dólar. El bolívar fuerte empezó su curso legal a partir del 1 de enero
de 2008, por medio de una etapa de transición monetaria en la cual circuló
junto a la antigua unidad monetaria. Dicha etapa de transición tuvo un plazo
de un año, hasta lograr preparar a la gente para su uso y realizar el canje del
bolívar al bolívar fuerte. El bolívar fuerte fue realmente creado con la inten-
ción de recuperar la estabilidad que alguna vez tuvo la divisa venezolana, que
había mantenido un tipo de cambio con variaciones mínimas respecto al
dólar de Estados Unidos desde 1879 hasta 1983, año en que durante el lla-
mado “Viernes Negro” se desplomó la moneda venezolana en un proceso
devaluatorio que supero el 50.000% entre 1983 y 2007. Tras mantener la tasa

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de cambio en 2,15 bolívares fuertes por dólar durante unos años, el 8 de enero
de 2010 Chávez anunció una nueva devaluación, a 2,6 bolívares por dólar
para sectores considerados prioritarios y a 4,3 bolívares para el resto de los sec-
tores, con el objetivo de responder así a la recesión internacional.317 Esta deva-
luación favoreció el objetivo de obtener más bolívares por dólar exportado,
aunque perjudicó por el encarecimiento de las importaciones. Lo primero
compensó a lo segundo gracias a que la devaluación se hizo en un momento
complejo para afrontar las consecuencias de la caída del precio del petróleo,
que afectó mucho al volumen de dólares que entraba en la economía venezo-
lana. Unos meses después, en junio de 2010, con la entrada en vigencia del
Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera (SITME), se fijó
otra tasa oficial de 5,30 bolívares por dólar para importaciones no prioritarias
y que podía ser utilizada, de forma muy limitada, por la población para algu-
nas operaciones.318 El SITME era un sistema que permitía a las personas
naturales domiciliadas en el país efectuar operaciones de compra y venta de
títulos valores en moneda extranjera. Funcionaba como complemento al sis-
tema cambiario vigente hasta entonces porque la demanda de divisas era cada
vez mayor por el crecimiento de la economía venezolana y su progresiva
dependencia de las importaciones. A finales de diciembre de 2010, la políti-
ca cambiaria suprimió la doble tasa de cambio (de 2,6 y 4,3 bolívares), para
unificarla a 4,30 bolívares por dólar.319 Así terminaron los vaivenes de la polí-
tica cambiaria en Venezuela en la década ganada, 2003-2012, quedando el
CADIVI como principal proveedor de dólares –que casi abastecía al 95% del
total–.

317 Así lo explica Chávez: “Hemos decidido llevar esa tasa cambiaria de 2,15 a 2,60
bolívares por dólar. Es una respuesta necesaria a la crisis capitalista global. Ahora habrá un
segundo nivel que será el dólar petrolero, el cual se ubicará a 4,30 bolívares por dólar. La
cotización de 2,60 bolívares regirá las importaciones prioritarias, entre ellas alimentos,
salud, maquinarias y equipos, ciencia y tecnología y todas las importaciones del sector públi-
co, así como los artículos de librería y especialmente los útiles escolares. Para todo lo demás
se utilizará una paridad de 4,30 bolívares por dólar” (ver video: www.youtube.com/
watch?v=NoUWLhChjU8).
318 Para adquisición de divisas: 1) destinadas a atender gastos de consumo para viajes
al exterior; 2) destinadas a transferencias por concepto de remesas a familiares en el exterior;
y 3) para gastos de estudios en el exterior. Además, para casos especiales de salud, educación,
culturales y deportivos, cuyos beneficiarios necesiten adquirir divisas para atender los gastos
referidos.
319 Esta medida entró en vigencia el 1 de enero de 2011.

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Sin embargo, no fue ésta la última modificación en política cambiaria,
porque un poco después, el 8 de febrero de 2013, la tasa de cambio pasó de
4,30 a 6,30 bolívares por dólar, y se eliminó el SITME. En marzo de 2013 se
creó el Sistema Complementario de Administración de Divisas (SICAD), el
cual fijó el tipo de cambio según subasta para un conjunto de sectores priori-
tarios de segundo orden. El SICAD sirvió de complemento a aquello que el
CADIVI no alcanzaba, debido a la creciente demanda de divisas por impor-
taciones. El otro objetivo del SICAD fue evitar la fuga de capitales que se rea-
lizaba vía SITME, que además se estaba convirtiendo en el factor que nutría
el mercado ilegal paralelo que puso en jaque la economía venezolana. Además
el SICAD procuró un mayor control del destino importador de los dólares
entregados.
En resumen, hasta ese momento, había un sistema de cambio dual: por un
lado, la CADIVI que proporcionaba dólares a 6,3 bolívares para sectores prio-
ritarios que comprendían a más del 80% de los bienes y servicios consumidos
por la población venezolana; por otro lado, el SICAD determinaba el tipo de
cambio a partir de subastas (por el método Vickrey modificado)320 para otros
sectores económicos.
A este relato, cabe añadir la política de repatriación del oro venezolano que
había estado depositado afuera en bancos extranjeros, desde los años ochenta
(como garantía de la política neoliberal de endeudamiento). En agosto del
año 2011, Chávez anunció la necesidad de trasladar a Venezuela gran parte de
las 210 toneladas de oro que permanecían en el extranjero –por ejemplo, el
80% estaba en el Banco de Inglaterra–. Así se recuperó soberanía: el oro vene-
zolano retornaba a Venezuela para servir como reserva cuando fuera preciso,
sin tener que depender de ningún banco extranjero.
Así se cierra el carrusel de la política cambiaria-monetaria durante la déca-
da ganada, en el momento en que Chávez se vuelve a presentar a elecciones
presidenciales en octubre de 2012.321 Estas incesantes variaciones han sido

320 Método elaborado por el economista canadiense William Vickrey, premio Nobel,
según el cual se realiza una única ronda de negociación en la que las empresas envían sus
propuestas en sobre cerrado; es decir, son propuestas privadas. El que realice la puja más alta
gana la subasta y paga según la segunda suma más alta ofertada, el segundo precio más alto.
321 El análisis de este apartado llega hasta la fecha marcada por la década ganada. Sin
embargo, en el capítulo siguiente, se hará un análisis final que discute y problematiza hacia
el futuro el legado chavista, de su pensamiento económico, y por tanto, trata colateralmen-
te lo sucedido en materia cambiaria en estos últimos meses, que se pueden resumir breve-
mente en este apunte. En agosto de 2014, en el momento de terminar este libro, el sistema

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infatigablemente interpretadas por el orden hegemónico dominante median-
te la misma crítica de siempre: falta de confianza a los mercados y seguridad
jurídica para el capital privado internacional. Pero el pensamiento económico
chavista no estuvo preocupado en esta década ganada, década de transición,
por estos objetivos. Es cierto que a lo largo de estos años fueron excesivas las
alteraciones en ese sistema de cambio fijo, pero esto respondió a algunos ejes
básicos del paradigma económico chavista –aunque esto no nos permite sosla-
yar que hubo algunas contradicciones, y posibles desaciertos–.
Vamos por partes. En primer lugar, hay que considerar la elección de un
sistema de cambio fijo, que ha sido duramente criticado porque se aduce que
provocó, por un lado, una inmensa fuga de capitales, y por otro, la creación
de un mercado ilegal paralelo de intercambio de dólares. Para comenzar esta
discusión, es importante considerar que ambas reacciones, si bien son ciertas
y considerables, son absolutamente ilegales, y como tal han de ser rechazadas.
A la hora de analizar este fenómeno, la pregunta de inicio ha de ser contra-
factual: ¿qué hubiera pasado sin ese control fijo de cambios? Tal vez, Vene-
zuela no hubiera soportado varias embestidas de los capitales transnacionales.
¿Cómo construir otra economía si la variable “tipo de cambio”, que marca el
precio de la moneda, se orienta según los intereses de la economía del pasa-
do? ¿Cómo caminar hacia un modelo soberano si se cede la soberanía gracias
a un sistema flexible de cambios?
Afirmar que un sistema cambiario con control fijo de cambio no tiene
grietas ni posibles riesgos en una economía aún no socialista –aunque transi-
te hacia ese horizonte– es un garrafal error analítico. Considerar que este sis-
tema más rígido no provocaría el efecto adverso en la mayoría del sector pri-

cambiario opera de la siguiente forma: por un lado, la CADIVI deja de existir para formar
parte del Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX), que es quien sigue propor-
cionando dólares para sectores prioritarios productivos e importaciones de bienes básicos
(alimentos, medicinas) a 6,3 bolívares por dólar; por otro lado, SICAD 1 vende dólares por
subastas (con un valor aproximado de 10-11 bolívares por dólar, según las últimas subastas)
para atender al envío de remesas y compras electrónicas que se hacen por internet y para los
viajeros que salen del país y necesitan dólares. El 19 de febrero de 2014 se creó SICAD 2,
que permite a cualquier venezolano comprar dólares para ahorro, sin límite de montos, pero
a través de una cuenta bancaria y a una cotización que surgirá de la oferta y demanda, con
la intención de acabar con la especulación ocasionada en el mercado ilegal de cambio –que
había llevado el tipo de cambio ilegal hasta valores de 100 en algunos momentos, con fines
desestabilizadores–. Hasta agosto de 2014 los valores del SICAD 2 están en torno a 50 bolí-
vares por dólar.

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vado enemigo al proceso de desarrollo propuesto por Chávez es también una
equivocación de economía política o de realismo político. Pero creer que Chá-
vez no tenía calibrados esos factores de riesgo, y los efectos contraproducen-
tes de esa decisión, es pasar por alto la compleja conformación del pensa-
miento económico chavista. Todo lo contrario, el pensamiento chavista se
caracterizó por sus aproximaciones multivariantes en cada toma de decisión,
sin dejar afuera ninguna variable explicativa. Para Chávez todos los factores
debían estar presentes en la sala situacional; no caben olvidos ni improvisa-
ción. Sí al ingenio, pero bajo control. Por eso consideró en su balanza de eco-
nomía política que era mejor asegurarse de ser el dueño de la política cam-
biaria que ceder la batuta al capital transnacional. Ello podía ocasionar fugas
de capitales, pero no tantas y en tan corto plazo como sucedieron en el inten-
to de derrocarlo con la sucesión de golpes en el año 2003. Asumir ese costo
de oportunidad fue la decisión de Chávez en la práctica económica: no per-
der soberanía, no perder el control de la política cambiaria que debía respon-
der a los objetivos prioritarios del paradigma económico chavista en huma-
nismo, nacionalismo, bolivarianismo y socialismo del siglo XXI. Por tanto, es
innegable que hubo un costo por la fuga de capitales, que mermaron la balan-
za comercial, y además sustrajeron divisas que se pudieron destinar a otros
fines más trascendentes. Pero ese costo es seguramente compensando por el
beneficio de no sufrir una corrida cambiaria indeseada, que hubiera forzado
quizás a gastar más dólares para estabilizar el tipo de cambio, o por el benefi-
cio de no padecer otro golpe cambiario –el cual ha sido intentando de múlti-
ples maneras en todos estos años–.
Otro tema controversial es la definición del valor de la moneda en relación
con el dólar. La continua devaluación del bolívar en estos años ha tenido tam-
bién continuas críticas, desde todas las aristas ideológicas en materia econó-
mica. Es imposible la definición del valor de esta variable nominal a gusto de
todos; no hay valor de equilibrio único, porque todo depende de los objetivos
fijados y las circunstancias impuestas, internas y externas, presentes y futuras.
Cualquier devaluación, en teoría, favorece a los exportadores, y perjudica a la
importación porque la encarece. Pero esta es una relación demasiado simpli-
ficada, muy alejada de la real complejidad económica venezolana. Venezuela
exporta petróleo, y este sector está en manos del Estado gracias a la política
económica de Chávez. Esto hace que cualquier devaluación favorezca a la can-
tidad de bolívares por dólar exportado, permitiendo que así haya más bolíva-
res dentro de la economía venezolana; e incluso, gracias a ello, es posible
cubrir déficits presupuestarios en bolívares, cuando éstos existen por decisio-

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nes de política pública. Por lo tanto, la devaluación en Venezuela no favorece
a un sector agroexportador privado, como sucede en otros países de América
Latina. La devaluación en Venezuela no significa una transferencia inmediata
hacia el sector privado, porque éste no tiene capacidad exportadora, como
ocurre en países como Argentina.
Al otro lado de la ecuación están las importaciones que se encarecen por
un tipo de cambio depreciado: se necesitan más bolívares para comprar en
dólares. Esto puede ocasionar inflación por encarecimiento de las importa-
ciones, y más en una economía como la venezolana, dependiente de las com-
pras en el exterior para satisfacer la creciente demanda interna. Además, la
devaluación puede tener un efecto positivo para fomentar el cambio de la
matriz productiva: un producto nacional sería más competitivo en precios
frente a una importación encarecida. Es otro factor que explica la idoneidad
devaluatoria si se trata de incentivar la transformación productiva a favor de
la oferta nacional. El problema se presenta cuando no existe capacidad sufi-
ciente para reaccionar con oferta nacional, y por el contrario, se sigue impor-
tando, lo que puede provocar un efecto inflacionario.
Ahora bien, los matices son tantos que hacen cuestionar cualquier senten-
cia absoluta sobre esta cuestión, debido a que todo es relativo al resto de pro-
cesos económicos y sociales. El quid de esta cuestión reside en la comparación
del efecto positivo a favor del Estado en materia de exportaciones –y por
tanto, en mayor entrada de bolívares–, y el potencial efecto negativo por enca-
recer importaciones.
Por todo ello, resulta preciso analizar cada casa en cada momento. En esta
década ganada, en Venezuela, después de la mayoría de devaluaciones, no
hubo un efecto inflacionario acelerador. La inflación en el país respondió al
resultado de la batalla en la arena de la economía política, es decir, dependió
de quién tuvo más poder para apropiarse de la renta generada. Aunque esta
cuestión será tratada con mayor extensión en el último apartado, es impor-
tante resaltar aquí que no hay relación inequívoca entre devaluación e infla-
ción –como sostienen algunos expertos internacionales en economía, que no
anticiparon ni crisis, ni salida de la misma, y siguen errando en cada previsión
económica–. Por ello, para Chávez, el valor del tipo de cambio responde a una
situación concreta; si se alteraba la situación, había que restaurar el valor del
tipo de cambio.
Esto claramente tiene cierto efecto desestabilizador en la política cambia-
ria, por un lado, con un impacto parcial negativo en la planificación de la
mayoría social; y por otro lado, de cara a la continuidad de otras políticas eco-

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nómicas que están en sintonía con el valor del tipo de cambio. Demasiada
modificación del tipo de cambio puede impedir claramente que otras políti-
cas económicas se planifiquen virtuosamente a partir de la estabilidad del tipo
cambiario. Esto obliga a actualizar permanentemente el resto de políticas eco-
nómicas, porque una variable clave en el cuadro macroeconómico está su-
friendo infinitos cambios. Son contradicciones propias de un paradigma eco-
nómico que opta por concordar constantemente el tipo de cambio según
otras cuentas fiscales, según otras circunstancias externas, según necesidades
de financiación para acometer otros proyectos de inversión productiva estatal.
Chávez asumió esta política con sus ventajas, sus límites y sus contradic-
ciones. Sin olvidar que la década referida es década de transición, para con-
solidar todo aquello que se acabó constituyendo en base para un cambio de
época. El orden de prioridades en esta etapa de transición económica estuvo
bien marcado desde el principio: la economía humana, democratizada, sobe-
rana y bolivariana, en rumbo al socialismo del siglo XXI. A partir de ahí, en
adelante, para la próxima década en disputa, para sostener el cambio de
época, hacerlo irreversible al mismo tiempo que se avanza en el vivir bien de
los venezolanos, es requisito imprescindible revisar esta política cambiaria con
el afán de satisfacer los nuevos desafíos del proceso de transformación. Según
el pensamiento económico chavista, “la revolución es revisar”. Esta cita tam-
bién es aplicable en este aspecto.
La estructura diferenciada del tipo de cambio es otro asunto controversial,
que ha sido objeto de infinitas críticas. En algunas políticas económicas, sub-
yace habitualmente el criterio de la sencillez como determinante a la hora del
diseño según la economía dominante. Pero la sencillez es beneficiosa siempre
y cuando no acabe provocando injusticias. Precisamente, en materia de polí-
tica cambiaria la decisión en esta década de discriminar con tipos de cambio
diferenciado, de acuerdo a los fines, contiene un criterio de justicia social. El
pensamiento económico de Chávez consideró que era pertinente y necesaria
la búsqueda de la equidad cambiaria implementando tipos diferentes para
cada uso: tipo de cambio bajo para aquellos bienes básicos, predominantes en
la mayoría social de la población venezolana; y tipos más elevados para otros
destinos ociosos, legítimos pero no prioritarios para el plan de desarrollo. Esto
podía ocasionar cierta complejidad, y por consiguiente, provocar costos deri-
vados. Pero una vez más, en la balanza económico-social-política, la praxis
económica de Chávez resguardó la justicia cambiaria por encima de cualquier
otro costo. La idea subyacente a la política cambiaria consistía en disponer de
tipos de cambio que respondieran a distintas necesidades: un tipo de cambio

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reducido para priorizar la asignación de dólares a bajo precio en aquellos bie-
nes fundamentales en la vida del pueblo venezolano, o para aquellos bienes
que son requerimientos básicos, como insumos intermedios, en el cambio de
matriz productiva; y por otro lado, un tipo de cambio más alto para destinos
no productivos, que acaban siendo dólares que se quedaban afuera de Vene-
zuela, que no regresaban. Esto conllevaba un costo político porque encarecía
algunos nuevos consumos que ahora el pueblo venezolano, reenclasado en su
mayoría, lograba disfrutar gracias a la democratización de la economía. Un
ejemplo es el caso del turismo en el exterior. Después de una década se ha pro-
ducido un fuerte incremento de este consumo, que ya no es exclusivo de una
minoría sino que ahora está democratizado para la mayoría de la población.
Esto exige muchos dólares que salen del país sin retorno, sin reinversión en
Venezuela. Justamente, ésta es una razón para aplicar un tipo de cambio más
elevado, que ciertamente encarece el costo de disfrutar de este bien, pero tam-
bién evita una desviación excesiva de dólares a este destino ocioso, no pro-
ductivo. La esencia del pensamiento económico chavista en política cambia-
ria, con diferentes tipos de cambio a lo largo de buena parte de la década
ganada, se puede expresar en esta frase: la justicia no existe en el tratamiento
igual de situaciones desiguales. El valor del tipo de cambio para dólares que
se usen para bienes básicos, o para la transformación productiva no debe ser
el mismo valor para el turismo o para envío de remesas, desde términos de
justicia distributiva en materia cambiaria.
Este criterio indiscutiblemente tiene sus contradicciones, y así fue admiti-
do por Chávez. A sabiendas de que es imposible un tipo de cambio ideal, que
deje contentos a todos, el pensamiento económico chavista defendió trans-
versalizar los principios de justicia también a la hora de definir la política
cambiaria. De todas formas, esta consideración sobre la política cambiaria fue
realmente válida para esta década pasada, en función de los objetivos señala-
dos para esta transición. Ahora, luego de una transformación significativa de
la estructura económica, de las nuevas demandas de dólares para nuevos con-
sumos mayoritarios –no solo en bienes básicos–, de nuevas necesidades de
financiación para algunas Misiones, y fundamentalmente, de la planificada
revolución productiva para sostener materialmente esta nueva economía, la
política cambiaria ha de acomodarse en la próxima década respondiendo vir-
tuosamente a las tensiones propias de la dialéctica situacional en un proceso
de cambio.

En resumen, en el período de la Década de Plata, en esta época ganada, la

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política económica fue respondiendo a la evolución del propio pensamiento
económico de Chávez, que nunca permaneció estático, siempre estuvo en
movimiento. Así transitó del antineoliberalismo hasta la convicción de que
era imposible sostener un proyecto antineoliberal en connivencia con el capi-
talismo vigente. Así comenzó a apuntalar un paradigma económico no neoli-
beral, a la venezolana, bolivariano, en sintonía con el espíritu humanista, na-
cional, social y popular, hasta llegar a definir el socialismo del siglo XXI como
lugar de destino.
Al inicio de su presidencia, Chávez abogó por una superación del rentis-
mo petrolero por medio de la creación de una base productiva competitiva,
con inserción internacional eficiente, en consonancia con el objetivo de crear
ese capitalismo no neoliberal, más desarrollista, más nacionalista, y bolivaria-
no, que algunos autores llamaron incluso “capitalismo venezolano” (Lebo-
witz, 2006). En esa primera etapa, se consideró factible la posibilidad de crear
un empresariado nacional más desarrollista, a favor del nuevo modelo de
desarrollo, más productivo, capaz de constituirse en una oferta nacional para
la nueva demanda emergente del pueblo venezolano, y capaz de convivir pací-
ficamente con un Estado más protagónico. Desde la nueva Constitución, en
1999, hasta el Plan de Desarrollo de 2001, subtitulado “en transición hacia la
Revolución Bolivariana”, se defendió una propuesta económica basada en la
transformación social nacionalista y bolivariana, con desarrollo endógeno;
pero sin declarar aún el socialismo.
Pero el poder económico concentrado, siempre contrario a cualquier
democratización económica a favor de la mayoría social, se mostró reacio a
toda regla de juego que no fuera impuesta por el orden hegemónico neolibe-
ral del capital transnacional. El año del golpe al cuadrado (2002), golpe de
Estado más golpe petrolero, se corroboró aquello que el pensamiento econó-
mico chavista preveía: la transformación es incompatible con aquellos acérri-
mos defensores del statu quo. Una vez más, los intentos de desestabilizar
impedían levantar la vista más allá de la resolución inmediata de muchos des-
trozos económicos y sociales provocados por los golpes a la democracia y a la
democratización económica.
El año 2003 inició con una política económica en busca de la década
ganada, la década de la transición que Chávez había planificado un poco
antes en el Plan de 2001. Puso en marcha las primeras misiones sociales.
Luego, no tardó en llegar el Salto Adelante (2004-2005), que el pensamien-
to económico chavista había proyectado para que no hubiera punto de retor-
no a la larga noche neoliberal. Ese Salto Adelante se orientó hacia el socia-

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lismo del siglo XXI como paradigma económico propio, por construir, pero
siempre bajo las premisas humanistas, bolivarianas, desarrollistas, y de corte
anti imperialista. La búsqueda desde entonces es superar el capitalismo en
todos sus frentes. Para ello se creó el Proyecto Nacional Simón Bolívar o Pri-
mer Plan Socialista (PPS) de Desarrollo Económico y Social de la Nación
para el sexenio siguiente (2007-2013), como documento rector de la econo-
mía hasta las elecciones presidenciales de octubre de 2012. El pensamiento
económico chavista, en movimiento, en dialéctica situacional con la praxis,
ha logrado que la transición sea de facto una década ganada a favor del pue-
blo venezolano. Las políticas económicas acompañaron esta tarea, siempre
subyugada a otros fines; nunca estuvieron ausentes, pero su presencia siem-
pre se orientó a erradicar la deuda social, a garantizar otra vida para los
venezolanos. Así, desde la búsqueda exitosa de una década en transición, se
fueron implementando la política tributaria, financiera, monetaria, cambia-
ria. Siempre pensando que la economía nominal debía estar al servicio de la
economía real.
El pensamiento económico de Hugo Chávez asumió esta etapa como una
década para sentar las bases para el cambio de época. La política económica
estuvo siempre a ese servicio, aunque esto implicara a veces padecer las con-
tradicciones propias de cualquier proceso de transformación soberana a favor
de la mayoría social. Para Chávez, en esta década de tránsito las políticas eco-
nómicas fueron utensilios fundamentales pero nunca podían constituirse en
objetivos en sí mismos. El objetivo ulterior era la economía humanista del
socialismo bolivariano del siglo XXI. Estos diez años fueron destinados a
construir cimientos políticos, económicos y sociales sólidos para el futuro;
fueron empleados en desplazar la vieja centralidad económica por otra nueva
más humanista, social y popular; fueron aprovechados para ir forjando un
nuevo sentido económico común de época; y definitivamente, fueron funda-
mentales para ir construyendo ese otro bloque histórico contrahegemónico
capaz de disputar el destino hacia un país socialistamente justo.
Sin duda, en el cuadro situacional que Chávez utilizaba aparecieron todas
las variables; también aquellas que suponían un costo de oportunidad, políti-
co o macroeconómico, por tomar una decisión en un sentido u otro. Tomar
una decisión en una dirección a veces solo es posible asumiendo el costo en
otro ámbito de la política macroeconómica. La cuadratura del círculo en un
proceso de transformación económico democratizador no es factible. La eco-
nomía política es disputa; taparse por un lado significa a veces destaparse por
otro. Lo sustancioso es la mirada en su conjunto, y desde este punto de vista,

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la década fue absolutamente ganada. El cambio de época es una época gana-
da para Venezuela.
Los desaciertos parciales fueron también calibrados desde el holístico pen-
samiento económico de Hugo Chávez; para él solo podía ganarse la década si
–y solo si– se asumía desde el comienzo que no todo iba a ser perfecto, que
la economía no es una ciencia exacta, que seguramente habría que tomar deci-
siones que tendrían efectos contraproducentes. Esta fue la década en transi-
ción, y como tal debe ser interpretada. El pensamiento económico chavista
demostró que todo paradigma económico está siempre inacabado, defectuo-
so, mejorable, en movimiento. Una época es ganada cuando las luces predo-
minan sobre alguna aislada sombra.
Aquí termina este apartado, que solo constituye la primera parte de un
recuento extenso del recorrido del pensamiento económico chavista en esta
década ganada entre 2003 y 2012. En esta sección se han puesto de mani-
fiesto, y en detalle, muchas de las circunstancias políticas, sociales, económi-
cas e internacionales, que afectaron y entraron en dialéctica con la evolución
progresiva del pensamiento económico chavista y su praxis. Se ha descrito con
rigurosa minuciosidad cómo fueron cambiando muchos matices y otros
aspectos claves del paradigma económico en construcción, así como la apari-
ción de otros términos, de otros marcos conceptuales, tales como el socialis-
mo del siglo XXI que daban continuidad al Salto Adelante, a la disputa con-
tra el neoliberalismo.
Pero estas páginas aún son insuficientes para disponer de una perspectiva
comprehensiva, más compleja, de la década ganada del chavismo en materia
económica, que resulta ser parte sustancial de la caracterización del pensa-
miento económico de Chávez en su dimensión práctica, de realismo político.
Por ello, a partir de aquí en adelante, en este capítulo cuarto se dedican dos
apartados adicionales complementarios a éste, que profundizan la atención en
la década 2003-2012, mostrando cómo el pensamiento económico en movi-
miento y su praxis transformadora son dos dimensiones de una misma cons-
trucción, la del chavismo como identidad económica.
El chavismo, entendido como identidad política que se ha ido consolidan-
do en Venezuela, en América Latina y en el mundo, tiene una dimensión eco-
nómica propia del día a día. Los próximos apartados se dedican justamente al
abordaje de dos rasgos fundamentales del nuevo paradigma económico, que
seguirá construyéndose hasta la actualidad. En primer lugar, se dedica una
sección especial, el apartado quinto (4.5), para aquello que se puede denomi-
nar “Estado de las Misiones”, que se convierte en un desafío para la concepción

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humanista de Chávez en su discurrir económico, en que las necesidades coti-
dianas son centro de atención para una propuesta en la que lo social no es
ajeno a lo económico. Esta sección analiza sosegadamente toda la política eco-
nómica que constituye una década ganada, desde criterios democráticos de
economía popular, social y humanista.
En segundo lugar, el sexto y último apartado de este capítulo (4.6) se ocu-
pa de un rasgo que en cualquier otro personaje, o corriente económica, sería
una dimensión menor. Pero en Chávez, en su pensamiento económico, y en
su praxis en esta década ganada y aquella que está por venir, es algo funda-
cional por su sentido bolivariano. La magnitud latinoamericanista en el pen-
samiento económico chavista se traduce en su participación proactiva como
arquitecto de una nueva región, con sus instituciones, con sus utopías, con sus
alianzas, con su manera de entender a Nuestra América. Este rasgo bolivaria-
no del pensamiento económico de Chávez no está atrapado exclusivamente
por un enfoque intrarregional, hacia adentro, sino que se traduce en una
senda para llegar a conformar otra economía-mundo, multipolar, disputando
el sentido de la transición geopolítica mundial en curso, en la que el Sur deja
de ser simplemente un punto cardinal. Así, el último apartado, repasa esta
década del pensamiento económico chavista desde su praxis bolivariana en
América Latina, para asegurar una inserción soberana y estratégica en la
vigente transición geoeconómica mundial.

4.5. El Estado de las Misiones; una década ganada en economía


social-popular-humanista

Desde 2003-2004 en adelante comenzó una nueva andadura del paradigma


económico del chavismo, que a pesar de su escasa vida ya había logrado ubi-
carse en el centro de muchos focos, de muchos análisis económicos en el
mundo. La oposición a la hegemonía neoliberal de la propuesta económica de
Chávez había logrado llamar la atención de muchos; unos para criticarlo
ferozmente desde la ortodoxia dominante (neoclásica); otros para criticarlo
desde la ortodoxia de las corrientes heterodoxas antagónicas al neoliberalismo;
y por último, había otros que seguían sin saber dónde encorsetar ese nuevo
pensamiento económico en curso.
Chávez tenía que colocar nuevos bloques, en una obra que había comen-
zado hacía apenas cuatro años, que sirvieran para edificar una gran construc-
ción, más ambiciosa, a modo de fortaleza inexpugnable que no se tambaleara

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ante los sismos provocados desde el epicentro neoliberal. Se trataba además de
comenzar un nuevo período para inventar algo nuevo, sin copiar ni pegar, sui
generis, que tuviera la gran virtud de llegar a satisfacer integralmente la tota-
lidad de necesidades que tienen los seres humanos, pero no desde un orden
pasivo, sino con participación de la fuerza popular. El desafío consistía, para
Chávez, en lograr que lo urgente, lo coyuntural, se convirtiera en un nuevo
mecanismo estructural de relacionamiento entre Estado y Pueblo, entre polí-
tica pública y necesidad humana, entre economía y sociedad.
De hecho, se trataba de conseguir una ecuación social y económica para
provocar que el cortoplacismo táctico fuera dando paso, casi sin darse cuen-
ta, al largoplacismo estratégico. El endeudamiento social no podía ser corre-
gido con los viejos programas asistencialistas, segmentados y desconectados
que el neoliberalismo había inventado, ya fuera por caridad o para amortiguar
parcialmente cualquier tipo de rebelión popular en su contra. Chávez –inspi-
rándose en Varsavsky, en Matus, en Torres– quería hacer viable socialmente el
proyecto de transición, quería que la economía fuera una suerte de constela-
ción en la que todo gira en torno al ser humano, subordinando cualquier otro
factor al vivir bien de las mayorías populares.
El chavismo nunca consideró que una política asistencialista puntual fuera
la manera de resolver un problema social, porque éste a su vez no es algo ais-
lado. Por eso, Chávez acudió a una fórmula propia, inventada: el diseño del
Estado de las Misiones fue la manera más apropiada para resolver el problema
social que afectaba integralmente a la gran mayoría del pueblo venezolano.
No se trataba de un Estado de Bienestar a lo latinoamericano, porque contaba
con otro origen político, otra esencia filosófica, otra estructura participativa,
otro garantismo constitucional, otra jerarquía en lo económico, otras herra-
mientas procedimentales; y además se anclaba en otra democracia más demo-
cratizadora, participativa, real y protagónica, sin dejar de respetar la represen-
tatividad liberal, pero en modalidad complementaria y no como exclusividad
definitoria. El humanismo del pensamiento económico de Hugo Chávez fue
tomando cuerpo así en este Estado de las Misiones. La centralidad de la dimen-
sión humana, de todas las necesidades vitales, culturales y sociales, se tradu-
cía en esta propuesta, cosecha propia del paradigma económico de Chávez
–que podía tener similitudes con muchas otras propuestas, pero era absoluta-
mente diferente desde su raíz hasta su funcionamiento–.
Las Misiones se manifestaban transversalmente, por encima de cualquier
modelo de desarrollo, de cualquier política económica, de cualquier situación
externa que complicara la salud económica interna. De manera que el Estado

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de las Misiones no era negociable como sí lo había sido el Estado de bienestar,
que había tenido momentos más exitosos o no dependiendo del pacto con el
capital, teniendo que transitar por momentos de debilidad cuando el capital
exigía otras condiciones de reparto y de garantías para sus privilegios econó-
micos. En cambio, el Estado de las Misiones propuesto por Chávez no era fruto
de ningún pacto (interclasista) por arriba, sino que se derivaba de un consis-
tente e innegociable compromiso popular del nuevo proyecto económico.
Dicha propuesta fue la elección institucional de Chávez para dar respuesta
instantánea a la gran deuda social que afectaba a cada una de las esferas de la
vida cotidiana del pueblo venezolano en todos los rincones del país. La
Misión no es una ayuda puntual, ni parcial, ni de corte asistencialista con-
vencional; la Misión es una política pública de alta rentabilidad social, que
procura involucrar al poder popular en la organización de esta tarea y en su
ejecución. Cada Misión, para cada problema. Tantas Misiones como proble-
mas sociales existan.
Así, con esta particularidad venezolana, Chávez inventó una nueva fór-
mula para curar las enfermedades sociales derivadas de la deuda social del
neoliberalismo. El proclamado Estado social de la nueva Constitución
comenzaba a encontrar su reflejo en este Estado de las Misiones. En la etapa
inicial de la presidencia de Chávez, los primeros operativos de estas políticas
sociales se realizaron mediante una alianza cívico-militar, a través del Plan
Bolívar 2000, del Fondo Único Social y del Plan de Asistencia Alimentaria
Popular. Esto fue solo la antesala de lo que faltaba aún por venir.
El Estado de las Misiones dio un paso más adelante, porque se trata de una
política pública sistematizada, articulando una acción integral con participa-
ción popular, procurando autonomía suficiente para no replicar las herencias
de un Estado burgués de Bienestar en Miniatura. Por ello, después de los gol-
pes acaecidos en el año 2002, Chávez comenzó a ingeniar esta piedra angular
para impregnar el máximo pragmatismo social al nuevo proyecto económico.
El presidente venezolano decía que se trataba de “atacar por debajo con toda
la fuerza”.322 Así se dijo, y así se hizo.
Sin tiempo que perder, el Presidente dio inicio a un período acelerado, im -
paciente a pesar de todas las recomendaciones de prudencia en su política
expansiva de gasto público, la cual aún era condenada por parte de todos los

322 Durante su intervención en una reunión de Alto Nivel de Gobierno, el día 12 de


noviembre de 2004 (D’Elía y Cabezas, 2008).

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organismos internacionales garantes del orden neoliberal. Pero Chávez creía,
por encima de todas las cosas, que un proyecto económico solo podía triun-
far cuando se hacía para el pueblo; por ello, el Estado de las Misiones no supo-
nía para él un gasto, sino que era concebido como una política de inversión
social centrada en el ser humano. Así comenzó, ladrillo a ladrillo, a confor-
mar lo que en diez años sería una mega estructura arraigada en el pueblo, que
ni los opositores se atreven hoy a cuestionar en campaña electoral.
En el año 2003 se pusieron en práctica varias Misiones en diferentes ámbi-
tos de la vida social y económica. En las próximas líneas se presentan analíti-
camente las principales Misiones, discutiéndolas desde el pensamiento eco-
nómico de Chávez.323
En abril de ese mismo año, se estrenó la primera de las Misiones: la Misión
Barrio Adentro, centrada en uno de los mayores déficits sociales que afecta-
ban peligrosamente a la mayoría de los venezolanos, la salud. La Misión
Barrio Adentro tenía como objetivo primordial garantizar el acceso pleno a
servicios de salud integrales y de calidad, con entrega gratuita de medica-
mentos esenciales. Esta Misión fue posible gracias al convenio de cooperación
binacional con Cuba. Esta nueva modalidad de convenio de intercambios no
estrictamente comerciales, fuera de las reglas clásicas del capitalismo neolibe-
ral, asombraba a propios y extraños. La propuesta económica chavista demos-
traba en la práctica que las Misiones no solo procuraban resolver problemas
sociales sino que también trataban de ir ayudando a conformar un nuevo
paradigma económico, propio, en un sentido bolivariano.
¿Por qué? En primer lugar, porque se trataba de desmercantilizar un dere-
cho humano, como es la salud, jerarquizándolo en la cúspide de los objetivos
de la política económica. En segundo lugar, no se sometía su satisfacción a
vaivenes macroeconómicos que pudieran afectar los ingresos públicos; la
salud es un derecho que no puede quedar esperando en papel muerto. Sí o sí,
fuese como fuese, costara lo que costara, la economía humanista había de
prestar máxima atención a esta cuestión. Y tercero, la salud también podía ser

323 Se dejan de lado aquellas Misiones que, a pesar de su relevancia, no tienen relación
directa con el pensamiento económico, tales como la Misión Identidad (2003), Misión
Barrio Adentro Deportivo (2004), Misión Cultura (2005) –que luego se actualiza en la
Nueva Misión Cultura, 2014–, Misión Revolución Energética (2006) –más relacionada con
el ahorro energético que con el cambio de la matriz energética–, Misión Árbol (2006),
Misión Villanueva (2007), Misión Música (2007), Gran Misión A Toda Vida Venezuela
–para afrontar la inseguridad, 2012–, Misión Nevado (2013).

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objeto de intercambio en las relaciones económicas internacionales. La alter-
nativa socialista del siglo XXI era una forma de defender que el valor de uso,
en este caso de la salud, debía anteponerse siempre a cualquier valor de cam-
bio determinado por criterios mercantiles.324 Este cambio de las reglas de
juego en el plano de las relaciones económicas internacionales era también el
inicio de un camino nuevo, que abriría otra forma de intercambiar, más allá
de lo estrictamente comercial y desde la competencia; se podía elegir la vía de
la cooperación, la solidaridad, el intercambio o trueque no atado en exclusiva
a los precios de mercado. ¿Salud por petróleo? Chávez dijo sí, demostrando
que el precio tan elevado que se paga por el petróleo podía tener una contra-
partida real en lo indispensable que era un derecho social para todo el pueblo
que no podía acceder a él. Con la salud no se juega, decía habitualmente Chá-
vez. A Venezuela le sobraba petróleo, pero carecía de salud para todos, por
culpa de una política económica neoliberal excluyente para la mayoría social.
La Misión Barrio Adentro le dio la vuelta a este mundo al revés, al priori-
zar la inversión social con el objetivo de encontrar un nuevo modelo de ges-
tión de salud integral, orientado al logro de una mejor calidad de vida de las
poblaciones postergadas en Venezuela, a través de un plan de salud para la
asistencia médica integral de las familias, bajo principios de equidad, univer-
salidad, accesibilidad y gratuidad. La Misión Barrio Adentro 1 se convirtió en
política de Estado porque pasó a formar parte del Sistema Público Nacional
de Salud mediante la creación de la Atención Primaria de Salud en Venezue-
la. En un inicio se dependía exclusivamente de los médicos cubanos para esta
tarea tan primordial en la erradicación de la deuda social acumulada.325 Desde
el 10 de abril de 2007, después de una política formativa propia, se logró dis-
poner del primer grupo de 1.013 doctores venezolanos en Medicina General
Integral.326 Estos médicos comenzarían a trabajar conjuntamente en los Con-
sultorios Populares con los médicos cubanos.
Dos años después, el 12 de junio de 2005, se creó la Misión Barrio Aden-

324 En la siguiente cita, Chávez manifiesta claramente por qué no se debía acudir a la
vía capitalista mercantilista para solventar problemas de salud: “La medicina capitalista: a
quien tiene dinero lo atienden, a quien no tiene se enferma y puede hasta morir”.
325 Para comenzar, fueron contratados 53 médicos cubanos; en solo 10 meses llegaron
más de 10.000 médicos provenientes de Cuba, que se distribuyeron en todo el país en una
proporción de un médico por cada 250 familias; es decir, un médico por cada 1.250 habi-
tantes.
326 Fueron formados desde el 14 de julio de 2004 hasta el 31 de marzo de 2007, en los
diferentes estados del país.

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tro 2, que brinda servicio integral gratuito a todos los ciudadanos a través de
los Centros de Alta Tecnología, Centros de Diagnóstico Integral y las Salas de
Rehabilitación Integral. La Misión Barrio Adentro 2 asumía que la salud no
podía ser una cuestión de mínimos y por ello daba un nuevo salto con la
modernización de la red hospitalaria del país y su infraestructura, incorpo-
rando todo tipo de mejoras tecnológicas. Con el paso del tiempo, la Misión
Barrio Adentro llegó a abarcar cuatro componentes fundamentales: Barrio
Adentro 1 (Consultorios Populares); Barrio Adentro 2 (Centros de Diagnós-
tico, Salas de Rehabilitación y Centros de Alta Tecnología); Barrio Adentro 3
(modernización y actualización tecnológica de hospitales); y Barrio Adentro
4 (hospitales especializados), cuyo avance y desarrollo había permitido que el
pueblo venezolano recibiera atención especializada, más allá de la satisfacción
de las necesidades básicas y primarias de la población.
Los resultados de esta Misión, después de diez años desde su inicio hasta
2013, son absolutamente elocuentes: 1) más de 24 millones de venezolanos
reciben atención médica en los centros públicos asistenciales; 2) el 82,4% de
la población es atendida en centros públicos de salud, según el Instituto Na-
cional de Estadística; 3) se cuenta con 7.500 ambulatorios populares, 6.000
consultorios médicos, 3.000 sillones odontológicos, 400 ópticas, 559 Centros
de Diagnóstico Integral, que incluyen 130 quirófanos dotados con equipos
del convenio China-Venezuela, más de 500 Salas de Rehabilitación Integral y
35 Centros de Alta Tecnología que están distribuidos en todo el territorio
nacional; 4) el Estado aporta al área de salud el 7,5% del presupuesto anual
de la nación en el año 2013. Puede que estos datos no sean relevantes para los
expertos ortodoxos en economía, más empeñados en prestar atención a la tasa
de ganancia de los mercados bursátiles en el mundo. Pero a la mayoría del
pueblo, esa que necesita satisfacer este derecho humano en materia de salud,
sí le importan estas cifras, que no se quedan en el papel, porque representan
un paso más en la búsqueda del vivir bien en su cotidianidad.
Otra Misión de gran importancia, también originada en ese primer año
después del golpe, es la Misión Ribas, iniciada el 17 de noviembre de 2003,
con el lema “Necesario es vencer”.327 La Misión Ribas es una misión educa-
tiva que contempla beneficiar a todos aquellos jóvenes y adultos que no han
podido culminar el bachillerato, con el objetivo de que logren ese nivel edu-

327 En octubre del año 2003 se crea la Comisión Presidencial de Participación Comu-
nitaria para el Plan Extraordinario Misión José Félix Ribas, coordinada por el Ministerio de
Energía y Minas; entra en vigencia en noviembre.

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cativo después de un período formativo de dos años. Éste consiste funda-
mentalmente en un programa educativo adscrito a la Fundación Misión Ri-
bas, el cual tiene como objetivo formar técnicos medios en las diversas áreas
industriales asociadas a los Planes de Desarrollo de la Nación. Se inscribe en
el marco legal del artículo 3 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela.
La Misión José Félix Ribas asumió así la educación y el trabajo como pro-
cesos fundamentales para lograr los fines establecidos en la Constitución,
integrándose como un todo a la Educación Bolivariana para el Desarrollo
Endógeno Soberano, la cual emergía de las experiencias transformadoras que
se iban impulsando en el proceso revolucionario de refundación del país. En
este sentido, la Misión Ribas no solo buscaba resolver un problema educati-
vo mediante una transferencia monetaria, o por vía de la política pública con-
vencional que facilitara el acceso. El reto era diferente. Se pretendía vincular
esta respuesta táctica, en busca de resolver de inmediato un problema de ex-
clusión educativa, con una estrategia dirigida a lograr un modelo educativo
nuevo, emancipado, comprometido políticamente, y vinculado a un modelo
económico de desarrollo nuevo, soberano y endógeno. No es ni por asomo
una medida asistencialista de esas que defiende el Banco Mundial; es una
Misión que tiene un objetivo enraizado en el propio proyecto político y eco-
nómico que se pretendía poner en práctica.
De la Misión Ribas se derivaron otras dos extensiones: la Misión Ribas
Productiva y la Misión Ribas Técnica, con el fin de apoyar a los vencedores y
vencedoras del programa educativo del bachillerato, para que se iniciaran en
una actividad productiva que les permitiera mejorar su calidad de vida y los
integrara en un trabajo organizado en pro de las comunidades. De esta forma,
se daba continuidad al proyecto inicial educativo convirtiéndolo en produc-
tivo, desde el terreno económico.
A medida que fue avanzando el tiempo, la propia Misión Ribas se fue rea-
comodando y revitalizando con nuevas articulaciones con otras esferas de la
vida económica. Por ejemplo, a partir de 2005-2006, comenzó a articularse
en el marco del programa Empresas de Producción Social (EPS) de PDVSA,
amparado en el programa “Desarrollo Endógeno y Empresas de Producción
Social” y en el marco del Plan Siembra Petrolera 2006-2012, para configurar
posteriormente (en mayo de 2009) las Brigadas Productivas Socialistas.328

328 Conformadas por los egresados de las Misiones y Comunidades Organizadas, que
luego de un proceso de formación y capacitación técnica se organizan con la finalidad de

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Los resultados de esta Misión son más que gratos: después de diez años, se
puede hablar de década ganada en esta Misión Ribas, porque logró beneficiar
a 822.853 personas, llamados vencedores. Pero no solo hay buenos datos que
cuantifican el éxito de esta Misión, también hay una evaluación cualitativa
muy satisfactoria por la inserción, desde abajo, de muchas personas en las
actividades económicas del nuevo proyecto económico –que en 2003 todavía
estaba definido por una reacción alérgica frente al neoliberalismo, pero desde
2006 en adelante fue definiéndose como socialista, con el nuevo Plan Nacio-
nal Simón Bolívar, el Primer Plan Socialista para Venezuela–.
Es por ello que la Misión Ribas, que había nacido con el propósito de
resolver el empobrecimiento educativo que afectaba a tanta población vene-
zolana, se fue vinculando estrechamente con el nuevo rumbo estratégico mar-
cado por el Plan Nacional Simón Bolívar, que profundizaba aún más la
importancia de las políticas de inclusión y equidad social a partir de nuevos
esquemas de participación popular, con miras a permitir mayor inserción
laboral, continuidad y sostenimiento en el tiempo de los vencedores y vence-
doras. El desafío era crear sinergias entre lo social, lo productivo y lo econó-
mico, para evitar que se convirtieran en compartimentos estancos, incomuni-
cados. Cada Misión tiene una vida propia, en comunicación fluida con el
resto de instituciones; tiene objetivos integrales que van más allá de un reto
parcial propio de la miopía parcelaria propuesta por las ciencias sociales domi-
nantes –la economía neoclásica, en el caso de la economía–.
Otra Misión estelar en este proceso fue la Misión Robinson, “Yo sí puedo
1 y 2” desde 2003 en adelante. La Misión Robinson fue la operación cívico-
militar más importante de la historia republicana de Venezuela. Nació con la
finalidad de “formar corazones para la libertad, enseñando a leer y a escribir
a todos los venezolanos distribuidos por todo el territorio nacional para eli-
minar el analfabetismo”. Esta Misión aplicaba, y continúa haciéndolo, el
método “Yo sí puedo”, desarrollado por especialistas cubanos, con participa-
ción del pueblo y de la Fuerza Armada venezolana.
En su primera etapa, la Misión Robinson fue destinada a la alfabetización
de la población venezolana; en su segunda etapa, a culminar estudios de pri-
maria (6° grado). Los resultados de esta ambiciosa política pública no tarda-
rían en llegar: el 28 de octubre de 2005 Venezuela fue declarada “territorio

promover la participación comunitaria y la incorporación del voluntariado a través de la eje-


cución de proyectos socialistas, orientados a la realización de obras y prestación de servicios
para satisfacer necesidades en diferentes sectores.

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libre de analfabetismo” con el reconocimiento de la UNESCO, después de
alfabetizar a 1.484.543 ciudadanos –con lo cual el índice de analfabetismo se
ubicaba en Venezuela por debajo del 1%–. Hasta 2013, se puede también
considerar que los diez años de esta Misión han sido una década ganada por-
que en total se han alfabetizado 1.756.250 personas, que así pudieron supe-
rar un déficit social que jamás fue relevante para los expertos económicos del
neoliberalismo, que solo prestan atención a un conjunto de variables nomi-
nales, en valores promedio, sin mirar qué pasa en los extremos.
Como se mencionó, la Misión Robinson 2 tiene como objetivo que los
participantes aprobaran el sexto grado de educación básica, garantizando la
consolidación de los conocimientos adquiridos durante la alfabetización, y
también ofrecer otras oportunidades de formación en oficios varios. La Mi-
sión Robinson 2 se apoya en el método “Yo sí puedo seguir”. Es una forma de
considerar a estos programas sociales como algo no estático (en que se logra
el objetivo y se acaba la tarea). Las Misiones, casi todas, están constituidas
bajo un criterio dinámico, de inserción continua, porque las sociedades no
terminan con la alfabetización si hay otra mayoría que avanza hacia niveles
superiores educativos, o en términos de mejoras en el empleo. Es por ello, que
después de estos diez años, hay más razones para hablar de una década gana-
da debido a la Misión Robinson 2, con un total de 789.436 personas partici-
pantes. Este proceso democratizador en el ámbito educativo es una demos-
tración irrefutable de las ansias de un proyecto económico en busca de una
democracia real que distribuya derechos sociales, que no deben ser considera-
dos como privilegios mercantilizados.
Por otra parte, la Misión Sucre fue originada también en el año 2003, pro-
curando dar continuidad a la cuestión educativa. Esta Misión tiene por obje-
to potenciar la sinergia institucional y la participación comunitaria, para
garantizar el acceso a la educación universitaria a todos los bachilleres y trans-
formar la condición de excluidos del subsistema de educación superior. La
idea era “conjugar una visión de justicia social, con el carácter estratégico de
la educación superior para el desarrollo humano integral sustentable, la sobe-
ranía nacional y la construcción de una sociedad democrática y participativa,
para lo cual es indispensable garantizar la participación de toda la sociedad en
la generación, transformación, difusión y aprovechamiento creativo de los
saberes y haceres”. La Misión Sucre, en definitiva, persigue la democratización
de la educación superior como intento de superar una política económica
neoliberal que ha mercantilizado este derecho; de hecho, la inversión social
realizada en educación superior en Venezuela desde 1989 hasta 1998 fue en

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descenso absoluto, dando paso a un sistema privatizador que convirtió a este
derecho en un privilegio para unos pocos. La Misión Sucre llegaba para sal-
dar esta deuda social y volver a resituar al Estado como garante de este dere-
cho humano, en consonancia con lo que señala el artículo 102 de la nueva
Constitución. La distribución justa de la educación superior es prioridad para
la nueva política económica de Chávez. Esta prioridad se convertiría diez años
después en realidad: 565.201 estudiantes formaron parte de la Misión Sucre,
de los cuales, 212.352 son graduados hasta el año 2013.
Otro objetivo fundamental para el Estado de las Misiones era la alimenta-
ción. Los efectos del año golpista fueron devastadores en este sentido, y por
ello, la política económica de Chávez no podía esperar la “mano invisible” del
mercado, ni menos aún las recetas neoliberales que habían llevado la desnu-
trición y el hambre a buena parte del pueblo venezolano en las décadas per-
didas. Así que con prisas, con cortoplacismo impuesto por las necesidades del
pueblo, el Estado asumió la responsabilidad de garantizar la seguridad ali-
mentaria, tal como se ratifica en el artículo 305 de la Constitución, con la cre-
ación del Plan Especial de Seguridad Alimentaria, donde se conjugaban los
esfuerzos de empresas como PDVAL329 y CASA330 con el apoyo de la Fuerza
Armada.
La Misión Alimentación tenía un fin claro: facilitar acceso a la alimenta-
ción a bajo precio. Se trataba de alterar el orden económico hegemónico neo-
liberal, desde que el productor produce un bien hasta que llega al consumi-
dor final. El objetivo era reducir las prácticas especulativas propias de sistemas
de intermediación del capitalismo, que provocaban un aumento innecesario
de precios, generando plusvalías ociosas para unos pocos a costa del alto costo
que soportaba el ciudadano. Para contrarrestar esto, se procuraba que los ali-
mentos llegaran a su destino final con el menor costo de intermediación, esto
es, evitando que estructuras oligopólicas se reapropiaran del control de toda
la cadena de valor y acabaran disfrutando del poder de mercado para estable-
cer precios abusivos.

329 PDVAL (Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos S. A.) ofrece a la po-


blación venezolana productos de la cesta básica e insumos básicos a precios regulados, aten-
diendo toda la cadena de comercialización, que incluye transporte.
330 CASA (Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas) presta servicios agrí-
colas, comercialización y distribución de productos alimenticios y otros que complementan
la cesta básica de materias primas, insumos y producción agroalimentaria, sean de origen
nacional o internacional.

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Chávez proponía la creación de un sistema logístico, basado en la planifi-
cación de jornadas de ventas de alimentos realizadas al aire libre en las comu-
nidades más necesitadas.331 El objetivo era ofrecer alimentos bajo un esque-
ma de precios accesibles; de este modo, se podría prevenir cualquier intento
de vulnerar el derecho de los venezolanos y venezolanas a alimentarse. Por
ello, nacía Mercados de Alimentos (Mercal)332 el 22 de abril de 2003333 como
parte fundamental de la Misión Alimentación, en busca de democratizar este
derecho humano. En 2003, Mercal beneficiaba a 55.632 personas con una
red de 1.625 establecimientos. Con el paso del tiempo, esta Misión permiti-
ría una mayor conexión entre Pueblo y Estado porque lograría que esta acción
económica no fuera responsabilidad solamente de uno o de otro, sino que se
trataba de hacer que ambos juntaran manos a la obra. A medida que fue avan-
zando, la Misión fue articulándose con los Comités de Alimentación de los
Consejos Comunales, con la idea de imbricar participación con política eco-
nómica.
Algo que diferencia constantemente a este Estado de las Misiones de cual-
quier Estado de Bienestar es esta participación protagónica de un nuevo suje-
to popular en la ejecución de la política pública. Otro rasgo distintivo del
Estado de las Misiones es la importancia que se da a generar interdependencia
intersectorial, entre diferentes ámbitos de la estructura económica. La ali-
mentación y capacidad productiva han de estar ligadas para evitar una depen-
dencia importadora que va en contra del principio de soberanía, tan procla-
mado por el nuevo paradigma económico posneoliberal en su primera etapa,
y socialista del siglo XXI a posteriori.
En ese sentido, a medida que avanzaba la Misión Aliméntate, se fueron
realizando convenios estratégicos con productores locales para acercar sus

331 Que afecta a la regularización, formulación, seguimiento y evaluación de políticas


en materia de comercio, industria, mercadeo y distribución de alimentos; recepción, alma-
cenamiento, depósito, conservación, transporte, distribución, entrega, colocación, calidad y
consumo; inspección, vigilancia, fiscalización y sanción sobre actividades conexas de admi-
nistración, operación y explotación de silos, frigoríficos, almacenes y depósitos agrícolas
propiedad del Estado; regularización y expedición de permisos, autorizaciones, licencias cer-
tificadas y demás trámites y actos necesarios en materia de exportación e importación en el
sector de alimentos y alimentación.
332 Mercal efectúa el mercadeo y comercialización al mayor y detal de productos ali-
menticios y otros de primera necesidad.
333 Chávez inauguró el primer Mercal en el Sector Ruiz Pineda de la Parroquia Cari-
cuao, con estas palabras: “Triunfar, triunfar y triunfar, ese es el destino de nuestro pueblo”.

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productos hasta los puntos de venta más convenientes para los habitantes de
las zonas beneficiadas, lo que ha impulsado círculos económicos virtuosos,
sinérgicos, entre generación de empleo, y avance en el cambio de la matriz
productiva en cuanto a nuevos productos básicos y nuevos productores. Lo
primero ayudaba a cumplir los objetivos de la propuesta económica de Chá-
vez en relación con un proceso de sustitución de importaciones de bienes
básicos –comenzando por aquellos bienes alimenticios necesarios–, lo que
ayudaba a reducir la dependencia importadora y la salida de divisas. Lo segun-
do era que solo así se podía mejorar la distribución primaria del ingreso,
creando un régimen de acumulación en base a nuevos pequeños productores,
que democratizaba la economía.
Posteriormente, Mercal se fue ampliando con los llamados “Mercalitos”,
que se fueron trasladando a sectores más inaccesibles, en camiones con víve-
res que venden directamente en la calle. De ahí se deriva la idea, surgida del
primer Plan Socialista, de Mercalitos Comunales cuya estructura busca forta-
lecer la organización de las comunidades para garantizar la transferencia de
poder al pueblo. A esta Misión también se ha unido la omnipresente PDVSA,
que apoya el Plan de Seguridad Alimentaria a nivel nacional.
También la Misión Mercal, después de diez años, ha tenido un éxito irre-
batible. Los datos de la década hablan por sí solos: 1) la población beneficia-
da por esta Misión es aproximadamente de 17.554.422 venezolanos y vene-
zolanas, en todo el territorio nacional; 2) durante todo el período de ejecu-
ción de la Misión Alimentación, se han adquirido un total de 8.059.414 to-
neladas de productos alimenticios de primera necesidad –de los cuales
6.234.583 toneladas de alimentos son de origen nacional–, con elevados nive-
les de inocuidad y altos niveles de calidad, con la finalidad de abastecer a la
Red Mercal, y mantener inventarios de alimentos para la cobertura de la Mi-
sión; 3) se ha registrado un crecimiento del alcance de la misma del 463,2%
respecto al 2003; 4) la distribución de alimentos se ha realizado a través de los
16.626 puntos de ventas de la Red Comercial que existe actualmente; 5) los ni -
veles de ahorro generados para la población a través de la adquisición de los
productos en la Red Mercal han superado el 30% interanual desde el año
2005, con respecto a los productos de mercado.
Todo esto no es milagroso; se necesita voluntad política, con acierto, para
transitar hacia otro paradigma económico que jerarquice la alimentación del
pueblo como una variable clave de la economía real. Este logro tampoco es
gratis: la inversión social destinada a esta materia es muy significativa para
alcanzar eficacia e independencia de cualquier shock externo, intencionado o

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no –y también autonomía frente a condicionamientos a la política pública
por parte de los organismos internacionales, y frente a la volatilidad propia
de cualquier matriz macroeconómica–.El pensamiento económico chavista
demuestra así, una vez más, que las necesidades básicas no pueden estar su-
bordinadas a condiciones macroeconómicas. La estabilidad y la seguridad
jurídica fueron consideradas por Chávez para cuestiones básicas como la ali-
mentación, derecho humano de obligado cumplimiento. Con el paso del
tiempo, afortunadamente, nadie se acuerda de la deuda social en alimenta-
ción de décadas pasadas, y esto es de resaltar porque significa que se ha pro-
ducido un desplazamiento positivo en torno a la redefinición de las necesi-
dades.
Sin embargo, una cosa es sentirse satisfecho por seguir actualizando nece-
sidades debido al reenclasamiento positivo de la mayoría social, y otra cosa
muy distinta es el olvido y la negativa a reconocer la voluntad política para
asumir el alto costo presupuestario de haber mantenido estable esta inver-
sión social, pasara lo que pasara, con subvenciones si era necesario, con
incentivos, con políticas proactivas, con acciones contra cíclicas cuando se
venían situaciones adversas. La democratización económica de este derecho
humano, de esta necesidad humana básica como es la alimentación, no pue-
de ser una cifra más para los economistas; debe ser concebida como un avan-
ce más en la conquista de la economía a favor del pueblo. Una época es gana-
da por logros como éste, que traducen en lo cotidiano un pensamiento eco-
nómico humanista que considera que la alimentación es prioridad absoluta
en la praxis económica transformadora.
Una Misión muy imbricada con la propuesta económica fue la Misión
Vuelvan Caras, que entró en vigor, en una primera versión, en marzo de año
2004, con el objetivo central de “cambiar el modelo económico social-polí-
tico-cultural que ha producido tal cuadro de exclusión y de miseria, en este
caso, colocando como eje articulador la educación y el trabajo” (Chávez,
2004). Esta Misión tenía la finalidad de capacitar a jóvenes y adultos desem-
pleados en oficios de interés común y en la constitución de cooperativas de
producción y de servicios. El impacto de los golpes de 2002 en el desempleo
fue realmente considerable, y ante ello Chávez consideró que el nuevo Esta-
do de las Misiones debía también centrar su atención en la cuestión laboral.
Es común leer críticas a Chávez considerando que su política económica
fue netamente asistencialista sin tomar en cuenta Misiones como Vuelvan
Caras, relacionadas con la creación de empleo. Pero además hay que añadir
que se trataba de un empleo necesario y diferente, más orientado a sentar las

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bases de la Economía Popular y Solidaria, esa “otra economía” que se conce-
bía como “un sistema de producción, transformación y circulación de bienes
y servicios dirigidos a satisfacer las necesidades humanas, caracterizado por ser
socialmente justo tanto en sus relaciones sociales de producción como en las
relaciones sociales de intercambio, económicamente viable, ecológicamente
sustentable y respetuosa de la diversidad cultural” (Chávez, 2007); esto es,
una nueva cultura del trabajo centrada en la gente y no en el capital.
La Misión Vuelvan Caras estaba íntimamente relacionada con la creación,
a fines del año 2004, del Ministerio de Economía Popular, que coordinaba
instituciones características de esa otra economía, tales como la Superinten-
dencia Nacional de Cooperativas, el Banco del Pueblo Soberano, el Fondo de
Crédito Industrial, el Instituto Nacional para el Desarrollo de la Pequeña y
Mediana Industria y el Fondo de Desarrollo Agropecuario, Pesquero, Fores-
tal y Afines. La Misión Vuelvan Caras constituyó así un paso más en el cami-
no de crear una fuerza de trabajo sintonizada con el cambio de la estructura
económica que venía planificándose, y a la postre, consiguiéndose.
A medida que fue evolucionando el paradigma económico en movimien-
to de Chávez, específicamente cuando entró en su etapa de declaración de
socialismo del siglo XXI en 2006, la Misión Vuelvan Caras 2004 se convirtió
en la Misión Vuelvan Caras 2006. Y seguidamente, al año siguiente, se trans-
formó en la Misión Che Guevara. Se observa aquí cómo se intenta evitar un
enfoque estático de las Misiones, porque éstas deben mantener una relación
virtuosa con la propuesta económica en construcción. En primera instancia,
la Misión Vuelvan Caras 2006 dio acompañamiento integral a las cooperati-
vas creadas en la Misión 2004, ya que existía un cúmulo importante de debi-
lidades propias tanto de la dinámica interna de las cooperativas –formas de
relación donde se reproducían valores culturales propios de la dinámica capi-
talista y debilidades técnicas y administrativas en la gestión del proyecto–,
como de su inserción en la estructura económica nacional.
Para resolver esto se desarrollaron ofertas formativas relacionadas con las
potencialidades y vocación productiva de la gente y de cada región, tomando
en cuenta los elementos fundamentales de los planteamientos del desarrollo
endógeno. Se diseñaron e instrumentaron propuestas relacionadas con la
organización de redes socioproductivas –como una forma de promover y for-
talecer la organización a escala sectorial, local y regional–, donde los benefi-
cios creados en la generación de valor agregado deberían ser distribuidos a
todos los sujetos que participaban en el proceso productivo. De igual mane-
ra, se trataba de promover nuevas formas de relaciones de producción, evi-

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tando la generación de explotación y enajenación del trabajo, todo ello en una
constante articulación y relación con la comunidad. Así se diseñaron los pri-
meros pasos para la concepción de Modelos de Gestión Socialista, a ser apli-
cados con la puesta en marcha de las unidades productivas de propiedad
social.
La Misión Che Guevara se convirtió en un programa de formación técni-
ca, ética y política con valores socialistas. Había nacido con la función de
optimizar la Misión Vuelvan Caras, buscando transformar el sistema socio-
económico capitalista, imperante en el país, en un modelo económico socia-
lista comunal. Su principal objetivo era la capacitación integral de la pobla-
ción en oficios productivos; de igual forma se proveía a los participantes de
las herramientas necesarias para la creación de proyectos productivos, susten-
tables, teniendo como pilares la conciencia ética y la moral revolucionaria, en
pro del crecimiento socioproductivo del país y de la consolidación de la eco-
nomía comunal.
La creación de esta Misión responde a los lineamientos expuestos en el
Plan de Desarrollo Económico de la Nación 2007-2013 (Plan Simón Bolívar,
Primer Plan Socialista). La Misión Che Guevara es un programa que exalta la
fuerza creativa del pueblo, a través de su participación protagónica en la pro-
ducción de bienes y servicios. De esta forma, Chávez puso en práctica aque-
llo que siempre había pretendido en su propuesta económica: impulsar un
nuevo modelo de desarrollo endógeno –desde adentro–, cuyo objetivo sea
incentivar la producción nacional. La complejidad de esta Misión consistía
crear un nuevo paradigma cultural en torno a la fuerza de trabajo en forma-
ción, acorde a los nuevos cambios teóricos planificados en el modelo socialis-
ta de desarrollo. La cultura capitalista no se puede extirpar de un día a otro,
y mucho menos en un país que ha sido obediente durante décadas al rol que
el sistema capitalista mundial le había encomendado.
Es común observar cómo en esta Misión confluían varias visiones en mate-
ria de formación: la tradicional y la que se intentaba instrumentar a través de
la figura de los “formadores de formadores”, y la metodología de Mediación
Pedagógica y los planteamientos de Paulo Freire sobre el diálogo de saberes.
Esa transición cultural emancipatoria, en cuanto a la composición de la nueva
fuerza de trabajo –y los nuevos procedimientos y herramientas, y los conteni-
dos específicos de aprendizajes–, no era tan cortoplacista como podían serlo
otras Misiones, más identificadas con solventar inmediatamente el endeuda-
miento social material con buena parte del pueblo venezolano. Chávez tenía
plena consciencia de la dificultad de implantar un paradigma cultural, nece-

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sario como condición irreversible para consolidar la transición al nuevo para-
digma económico, más humanista, posneoliberal; y desde 2005 en adelante,
enrumbado al socialismo bolivariano del siglo XXI.
La Misión Che Guevara tenía, por tanto, el objetivo estratégico de prepa-
rar una nueva fuerza de trabajo, en sintonía con el nuevo horizonte socialista
y su consiguiente estructura económica productiva, con una gran ancla en la
economía popular y solidaria. El desafío, fácilmente identificable en lo teóri-
co, tenía la complicación práctica de que debía obligatoriamente coexistir con
el paradigma capitalista aún predominante en las relaciones sociales y labora-
les de producción. Por ello se trataba de ir empujando, lento pero seguro, una
nueva economía desde el trabajo, desde la cultura del trabajo, desde la cultu-
ra cooperativa, para la generación de nuevas unidades económicas producti-
vas. Tal como se establecía en uno de los objetivos de la Misión Che Gueva-
ra, había que “convertir –mediante el trabajo– el potencial creador del pueblo
en poder popular”.
Además de este reto, conseguido parcialmente, también se sumaba el obje-
tivo inmediato de generar empleo, que fue conseguido con buenos resultados.
Ya en los primeros años de esta Misión se estimaba que tendría un impacto
efectivo sobre la tasa de desempleo, reduciéndola en más de dos puntos por-
centuales. En el año 2006 se atendieron directamente alrededor de 700.000
personas que estaban en varias etapas de formación y acompañamiento; se
conformaron 6.814 cooperativas y 130 núcleos de desarrollo endógeno; se
otorgaron 202.452 becas a personas sustentadoras de hogar y 147.548 becas
a personas no sustentadoras de hogar. Tanto en cifras como en transformación
de la estructura económica, la Misión Che Guevara supuso una arista más de
la década ganada en estos años, porque se logró en gran medida –siempre
insuficiente para los objetivos históricos del socialismo– articular el proceso
educativo con el proceso productivo para incrementar el empleo, y situarlo
especialmente en el centro de la política económica y social, en los niveles
nacional, regional y local.
Otra de las necesidades humanas olvidadas por las políticas económicas
neoliberales es la vivienda. Para ser más precisos, hay que afirmar que este
bien básico no había sido olvidado por el neoliberalismo, sino que había sido
convertido en un objeto más de las relaciones mercantiles. El llamado “libre
mercado” fue el responsable de excluir a una mayoría del pueblo venezolano
de acceder libremente a este bien tan fundamental en la vida cotidiana. Esta
injusticia heredada tampoco aparecía como objetivo prioritario de los mode-
los económicos defendidos por el capitalismo neoliberal. De hecho, para la

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propuesta dominante, era mucho más importante crear mercados financieros
que lucraran con los beneficios derivados de la creación de una burbuja inmo-
biliaria, en vez de preocuparse por conceder seguridad jurídica a los ciudada-
nos con la necesidad básica de un techo.
Por ello Chávez quería resolver de raíz, sin demora, este drama social, que
no podía seguir siendo objeto de lucro para unos pocos. La Misión Hábitat
surgió entonces para cumplir con el artículo 82 de la Constitución Nacional.
Puesta en marcha el 28 de agosto de 2004, tenía como meta dar respuestas a
los problemas de las familias y comunidades, no solo en materia de vivienda,
sino de hábitat en general. Entre sus objetivos se encontraba el desarrollo de
urbanismos integrales, que dispusieran de todos los servicios, desde educación
hasta salud. Esta misión, luego llamada Misión Vivienda, surgió con el pro-
pósito de cambiar el modelo habitacional que había imperado durante más
de 40 años en Venezuela, para dar prioridad a las familias de escasos recursos
para que pudieran acceder a las políticas sociales y al crédito para la cons-
trucción, adquisición o ampliación de viviendas. Las modalidades para adqui-
rir una nueva vivienda iban desde exoneraciones de 100% del costo, hasta
formas de pago accesibles para todos los sectores de la población venezolana.
La Misión Vivienda contemplaba, además de la construcción de viviendas, la
dotación de tierras, servicios básicos, urbanismo; todo esto acompañado de
programas sociales para el beneficio de la población.
Los logros en esta materia fueron notorios en los primeros años, pero aún
insuficientes porque el déficit habitacional heredado era enorme. Además,
este proceso requería tiempo suficiente, capacidad productiva y también un
alto volumen de recursos públicos que se destinaran para una nueva indus-
tria, que siempre fue inexistente como tal para la mayoría social. La industria
de la vivienda, de la construcción, estuvo en manos del sector privado, y ope-
raba siempre pensando en una minoría enriquecida que asumía pagar mucho
para disponer de viviendas privilegiadas a lo largo de toda Venezuela. Ahora
de lo que se trataba era de democratizar el acceso a vivienda.
La propuesta económica de Chávez, humanista, no era compatible con un
sector empresarial privado nacional no dispuesto a ceder, ni conceder un
ápice para llegar a constituirse en burguesía nacional desarrollista que pudie-
ra obtener una tasa de ganancia aceptable pero aceptando las directrices del
nuevo modelo económico de desarrollo endógeno y democratizador en la
satisfacción de necesidades básicas. La alternativa a no contar con ese empre-
sariado tampoco era la conformación de una administración pública capaz de
construir viviendas; porque ni sabía hacerlo, ni contaba con la tecnología para

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ello, ni había recursos públicos suficientes debido a que el presupuesto de
inversión social se dedicaba con ahínco a otros tantos problemas sociales. En
esos años, desgraciadamente, el infinito no existía cuando se trataba de usar
recursos públicos disponibles.
Las divisas recuperadas gracias a la nueva política petrolera también tení-
an demasiados destinos previstos, con todo lo que había que solucionar en
estos primeros años de transición hacia la Década de Plata. Descontento y
autocrítico por ello, y después de haber intentado e inventado diversas accio-
nes económicas en esta materia, Chávez consideraba que la política económi-
ca de vivienda necesitaba poner un pie en el acelerador, aunque ello supusie-
ra nuevamente enfrentar posibles desequilibrios en las cuentas macroeconó-
micas en los siguientes años.334 Pensaba entonces que no podría seguir per-
mitiéndose intentos fallidos sobre una cuestión primordial, esto es, había que
iniciar una nueva fase para desmarcar este sector básico de cualquier residuo
de capitalismo neoliberal, que siempre había puesto mucho énfasis en la ges-
tión monopólica de este sector.
Así que después de unas gigantescas inundaciones a fines del año 2010,
Chávez dio inicio a la Gran Misión Vivienda Venezuela, apostando a todo o
nada, desde abril del año 2011. Esta política económica consistía en un regis-
tro sistemático de gran impacto social, mediante el cual las comunidades,
aplicando el principio de la co-responsabilidad, se auto-organizarían para
indicar al Ministerio del Poder Popular para la Vivienda las prioridades reales
de la población para la asignación de viviendas de bajo costo, pero conforta-
bles. Así se lograría una planificación adecuada, con su consiguiente ejecución
de entrega a las familias sin vivienda propia, para dar una solución habitacio-
nal digna y accesible.
Algo más de dos años después, el resultado fue sorprendente: se habían
construido 399.823 unidades habitacionales en todo el territorio nacional
(hasta fines de 2013). Nuevamente, esto no fue gratis ni milagroso; fue volun-
tad política a favor de otra economía. A pesar de que en esta materia no sería
del todo correcto hablar de década ganada (porque los primeros años no fue-
ron tan satisfactorios como se esperaba), luego, en solo dos años, se constru-
yeron viviendas suficientes como para afirmar que la década ganada está en
marcha también en este aspecto. La política democratizadora en viviendas en

334 Muestra de ello es que Chávez creó el Ministerio de la Vivienda en 2005, lo elimi-
nó en 2009, y de nuevo lo restableció en 2010.

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estos últimos años fue efectiva aunque ello haya supuesto tener que asumir
una inversión social elevadísima para este cometido, que provocó en el corto
plazo cierto desbalance en cuentas, en divisas, en presupuesto público.
Pero el pensamiento económico de Hugo Chávez en su praxis prefirió
afrontar desequilibrios macroeconómicos si éstos eran necesarios para resolver
cualquier tipo de desequilibrio social que afectase al vivir bien de los venezo-
lanos. Es cuestión de optar entre alternativas. El Estado de las Misiones es una
elección en este sentido. Se intentaba de una y mil formas erradicar la deuda
habitacional, pero no se conseguía tener el resultado esperado. Así que Chá-
vez consideró que solo haciendo un esfuerzo descomunal en materia econó-
mica sería posible comenzar un proceso inercial a favor de este tema. Así se
planificó, y así fue, aunque a costa de una importante salida de divisas gasta-
das en importaciones para construir rápidamente aquello que necesitaba el
pueblo.
Existen otras Misiones, iniciadas en los años siguientes al año golpista
2002, que son menos conocidas, pero no por ello menos importantes. Son
Misiones menos transversales que se concentran, sin embargo, en determina-
dos colectivos o en aspectos concretos y específicos muy trascendentes para la
vida cotidiana del pueblo venezolano. También mencionaremos a continua-
ción otras Misiones que quedaron a medias, o que no tuvieron la continuidad
ni el éxito deseado, o que fueron sustituidas por otras políticas económicas.
Entre ellas, se destacan las siguientes:
1) La Misión Miranda tenía el objetivo de estructurar el Sistema de
la Reserva de la Fuerza Armada Nacional (FAN). La Reserva, a través de la
unión cívico-militar, tenía como visión constituirse en un recurso humano
altamente capacitado, dinámico, flexible y moderno que le permitiera a la
FAN incrementar su apresto operacional para asegurar el espacio geográfico,
mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden
interno y la participación activa en el desarrollo nacional. Esta Misión perse-
guía fundamentalmente redefinir la función de la reserva militar para contar
con ella no solo en tareas de defensa nacional, si fuera necesario, sino también
en otras tareas más propias de la vida cotidiana de los ciudadanos. La alianza
cívico-militar era un objetivo continuo de Chávez desde su experiencia por
diferentes regiones del país. El líder bolivariano pensaba que había una dis-
tancia desaconsejable entre militares y pueblo, y que no podía ser que se tra-
taran como entidades que no se conocían cuando realmente –en el fondo–
muchos militares son parte del pueblo, vienen de familias de bajos recursos y
acuden al ejército buscando un lugar de trabajo. Chávez aludía a la imagen

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del pez en el agua para referirse a esa asociación indisoluble entre ejército y
pueblo.
2) El Plan Piar, que luego constituirá la Misión Piar, tenía el objeti-
vo de incluir al sector de la pequeña minería en el Plan de Desarrollo Econó-
mico y Social de la Nación, promoviendo la organización y participación ciu-
dadana del pequeño minero, con la finalidad de elevar su conciencia cívica,
social y política.335 La Misión Piar había sido diseñada para incorporar acti-
vamente a los pequeños mineros al desarrollo nacional, debido a que enton-
ces su actividad no contaba con la suficiente tecnología y capacitación para
lograr su desarrollo económico, social y ambiental en forma sustentable; ello
junto con el modo de apropiación de concesionarias que operaban monopo-
lizadas por transnacionales y fuertes grupos económicos, no les había permi-
tido su crecimiento como fuerza productiva. El desempeño de esta Misión
había permitido realmente mejorar los beneficios sociales de toda la comuni-
dad, desde la erradicación de enfermedades endémicas y prevención de epi-
demias, hasta la disponibilidad de viviendas higiénicas y dotadas de servicios
adecuados. Gracias a la Misión Piar se han constituido 350 cooperativas, con
financiación preferencial de créditos favorables por parte de instituciones
públicas hasta un valor total en estos años de más de 2 millardos de bolíva-
res.336 La idea era no abandonar un sector venido a menos, de uso y desuso
por parte del capitalismo transnacional. Por ello, se ha atendido particular-
mente a esta población que aunque había dejado de ser un motor producti-
vo, conformaba un colectivo de personas que no pueden ser excluidas de la
nueva Venezuela.
3) La misión Guaicaipuro337, lanzada el 12 de octubre de 2003, tenía
como objetivo restaurar los títulos territoriales y derechos humanos de las
numerosas comunidades indígenas de Venezuela. Dentro de sus labores esen-
ciales, la Misión Guaicaipuro se encargaba de la seguridad agroalimentaria y

335 Chávez dijo en la inauguración del Instituto de Geología y Minería que “para noso-
tros no son mineros ilegales: son venezolanos y venezolanas, trabajadores de la pequeña
minería que merecen el reconocimiento de todos y el apoyo del pueblo y del Gobierno revo-
lucionario”.
336 Gracias a un convenio entre el Banco de Desarrollo Económico y Social de Vene-
zuela y el Ministerio de Energía y Minas se entregaron 143.838.000 bolívares a 24 coope-
rativas del proyecto Bizkaitarra, que beneficiarán directamente a 525 mineros y a 1.575 tra-
bajadores indirectos.
337 El nombre de la Misión viene del famoso jefe indígena Guaicaipuro, quien fue el
líder de la resistencia nativa contra la colonización española en Venezuela.

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de propiciar el desarrollo armónico y sustentable de estas comunidades en una
visión de etnodesarrollo. Esta Misión ha trabajado con 252.176 personas de
los pueblos indígenas, mejorando el índice de riesgo de las personas en situa-
ción de vulnerabilidad en un 60%.
4) La Misión Milagro nació en 2005 con la firma del Compromiso
Sandino entre Hugo Chávez y Fidel Castro, con el propósito de ayudar a
aquellas personas con bajos recursos para que puedan ser operadas de distin-
tos problemas oculares. Era parte del plan de integración de América Latina,
y se integraba dentro de los programas de la Alianza Bolivariana para las Amé-
ricas (ALBA), para lograr la unidad entre los pueblos. Después de una déca-
da, se han realizado 3.162.606 intervenciones quirúrgicas, y 18.529.964 con-
sultas a favor de la salud ocular del pueblo venezolano.
5) La Misión Vuelta Al Campo, que tuvo lugar en 2005, buscaba
fomentar que sectores empobrecidos y desempleados urbanos regresasen
voluntariamente al campo, con el objetivo de tener un modelo poblacional
con distribución equilibrada entre campo y ciudad, acorde al nuevo modelo
de desarrollo económico productivo en bienes alimenticios. Venezuela había
padecido un proceso de despoblación en el área rural muy intenso en décadas
anteriores: la tasa de urbanización se situó por encima del 85% –muy supe-
rior a la media de América Latina–, a pesar de sus grandes extensiones de
suelo altamente fértil y tierras de cultivo. El propósito de esta migración
voluntaria al campo pretendía redistribuir a la población, y por consiguiente,
la fuerza de trabajo activa, en zonas que podían ser rentables productivamen-
te para contribuir al modelo de sustitución de importaciones en materia de
alimentos. Después de una década, no se puede afirmar que esta Misión haya
tenido el éxito deseado, porque el proceso de tracción de la vida en las ciuda-
des sigue siendo determinante en la vida económica del país.
6) La Misión Zamora, creada en el mes de enero del año 2005,338
tenía el objetivo de reorganizar la tenencia de las tierras ociosas con vocación
agrícola, para revertir progresivamente el problema de la concentración de la
propiedad y la falta de productividad del campo. Esta misión incorporaba al
pequeño productor en un sistema de producción y comercialización, permi-
tiendo avances en la seguridad y soberanía alimentaria –de acuerdo con lo
establecido en los artículos 305, 306 y 307 de la Constitución–. Para lograr
su objetivo, esta Misión combinaba la distribución de tierras con una serie de

338 Realmente la Misión Zamora procede del Plan Zamora, de febrero de 2004.

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iniciativas que apoyan a los campesinos: créditos para obtención de maqui-
narias, entrega de maquinarias para cooperativas de campesinos, asesoría téc-
nica para aprovechar los suelos y las temporadas de siembras, cursos de for-
mación de cooperativas, e inclusión en la red de distribución de alimentos del
Estado. Los resultados de esta política económica no tardaron en llegar; por
ejemplo, en el año 2008, ya había 101.594 unidades productivas regulariza-
das; el proceso de recuperación de tierras logró 1.907.749 hectáreas, que re-
presentan el 28% de los latifundios existentes en 1998.
7) La Misión Ciencia, que fue anunciada por Chávez en abril de
2005 con el objetivo de “modelar una nueva cultura científica y tecnológica
que aborde la producción colectiva de conocimiento científico, el diálogo de
saberes, la integralidad, la interdisciplinariedad y la participación de diversi-
dad de actores en el ámbito del desarrollo científico-tecnológico del país, con
la finalidad de alcanzar mayores niveles de soberanía” (PDVSA, 2009). En el
siglo XXI, sin independencia científica no podía haber una verdadera inde-
pendencia económica. La economía del conocimiento es indudablemente la
nueva forma que tiene el capitalismo para crear mecanismos de dependencia
y tasas desiguales en los términos de intercambio comercial. Chávez, en plena
búsqueda de un modelo de desarrollo endógeno, entendía que había que dar
un salto adelante en el plano de la ciencia para consolidar su plan económi-
co. Si bien era acertado y apropiado este planteamiento de una política eco-
nómica ambiciosa y democratizadora en materia de ciencia y tecnología, los
resultados no fueron tan satisfactorios como se esperaba. Se impusieron otras
prioridades aún por resolver y no todo es posible, y al mismo tiempo, por
muy buenas intenciones que se tengan. No todo cabe en la misma cesta eco-
nómica, a pesar de que se quiera todo a la vez. Esto sirve como excusa en esta
década de transición, pero no puede ser excusa eterna porque entonces la
plena independencia no llegará jamás. Es tarea a futuro, porque sin emanci-
pación científica la economía siempre estará atada a las patentes y a las polí-
ticas de propiedad intelectual de aquellas pocas firmas que pilotan el mundo
capitalista en esta materia.
8) La Misión Sonrisa tuvo lugar en el año 2006 para atender a un alto
índice de personas con déficit dental. Esta realidad planteaba la necesidad de
incorporar en el Programa Nacional de Salud Pública la rehabilitación proté-
sica dental. Era la primera vez que se asumía como política de Estado la parte
primaria de la salud dental, que para Chávez es parte de la nueva economía
humanista. Después de diez años, se han realizado 416.569 consultas odon-
tológicas, en 22 centros en todo el país.

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9) La Misión Madres del Barrio, del año 2006 –inspirada en los artí-
culos 75, 76 y 86 de la Constitución– tenía por objeto “apoyar a las amas de
casa que se encuentren en estado de necesidad, a fin de que logren, junto con
sus familias, superar la situación de pobreza extrema y prepararse para salir de
la pobreza en su comunidad, mediante la incorporación de programas socia-
les y misiones, el acompañamiento comunitario y el otorgamiento de una
asignación económica” (Misión Madres del Barrio, 2006). La idea era que este
colectivo también se incorporara a las actividades productivas y se organizara
para participar activamente en el desarrollo del país. Eran beneficiadas aque-
llas mujeres que desempeñaban trabajos del hogar; que tenían personas bajo
su dependencia –hijos, padres u otros familiares–, cuya familia no percibiera
ingresos de ningún tipo o percibiera ingresos inferiores al costo de la canasta
alimentaria; para todas ellas esta Misión preveía una asignación del 80% del
salario básico. En menos de una década ya se han logrado los éxitos propios
de una década ganada: 82.557 mujeres han recibido beneficios directos, con
la creación añadida de 1.219 procesos socioproductivos. Además, Madres del
Barrio ha estado en relación continua con el resto de Misiones –como la Gran
Misión Vivienda–.
10) La Misión Negra Hipólita se iniciaba en 2006 con el objetivo de
rescatar, reivindicar y garantizar los derechos de las personas en situación de
calle y de la población que vive en pobreza extrema. Estaba dirigida a comba-
tir la marginalidad y a ayudar a todos los niños y niñas de la calle que sufren
el embate de la pobreza. La Misión Negra Hipólita tenía como objeto coor-
dinar y promover todo lo relativo a la atención integral de todos los niños,
niñas, adolescentes y adultos en situación de calle, adolescentes y embaraza-
das, personas con discapacidad y adultos mayores en situación de pobreza
extrema. El funcionamiento de esta Misión estaba garantizado por los Comi-
tés de Protección Social, organizaciones comunitarias que diagnostican la
situación social en su ámbito territorial. A inicios de 2013 la Misión Negra
Hipólita había atendido integralmente a 24.000 personas que se encontraban
en situación de calle, gracias a un total de 39 centros de atención.
11) La Misión Alma Máter comenzó en 2007 con el propósito de
impulsar la transformación de la educación superior, articularla tanto territo-
rialmente como con el proyecto nacional de desarrollo, e impulsar el Poder
Popular y la construcción del socialismo, garantizando el derecho de todos y
todas a una educación superior de calidad. Democratizar la educación supe-
rior era la única forma de garantizar la democratización, primariamente, de la
retribución a la fuerza de trabajo. La Misión Alma Máter contemplaba la cre-

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ación de Universidades Territoriales, así como la transformación de los Insti-
tutos Universitarios de Tecnología y Colegios Universitarios en Universidades
Experimentales Politécnicas, con el propósito de impulsar la transformación
de la educación universitaria venezolana y su articulación en función de las
líneas estratégicas del Proyecto Nacional Simón Bolívar, garantizando el dere-
cho de todas y todos a una educación superior de calidad y sin exclusiones. Se
trataba de volver a crear sinergias entre educación universitaria y los nuevos
motores económicos, pero también dotando de formación humanista enca-
minada a la construcción de una sociedad socialista. Gracias a esta Misión, la
época ganada se traduce en 17 universidades politécnicas territoriales y 6 uni-
versidades especializadas.
12) La Misión José Gregorio Hernández comenzó en 2008 con el
objetivo de brindar atención primaria a todas las personas que padecieran
algún tipo de discapacidad. Se procuraba brindar atención médica, casa por
casa, a personas con discapacidad, en cumplimiento de los preceptos consti-
tucionales, especialmente del artículo 81 de la carta magna, que indica: “toda
persona con discapacidad o necesidades especiales tiene derecho al ejercicio
pleno y autónomo de sus capacidades y a su integración familiar y comunita-
ria”. Un lustro también es una época ganada en este ámbito, porque ya se han
registrado y atendido 336.490 personas con capacidades distintas –antes lla-
madas personas con discapacidad–.
13) La Misión Niñas y Niños del Barrio nació en junio de 2008 con
el objetivo de atender las necesidades y defender a los niños, niñas y adoles-
centes en situación de calle. Se centraba en un colectivo al que la democracia
aparente del puntofijismo descuidó y excluyó. La Misión abarca un sector de
la sociedad que va desde la primera infancia hasta los 18 años. Cinco años son
también una década ganada en este ámbito, porque ya se han atendido, hasta
2013, 6.258.797 niños y adolescentes.
14) La Misión 13 de Abril, iniciada en el año 2008 en el marco de la
conmemoración del golpe de Estado del 13 de abril de 2002, tenía el objeti-
vo de fortalecer el poder popular a través de la creación de las Comunas Socia-
listas. Se ejecutaría en dos etapas: la primera consistía en mejorar la calidad de
vida de los pobladores, y la segunda se encargaría de construir las comunida-
des socialistas articuladas y autosustentables, que garantizaran el funciona-
miento, desarrollo y la calidad de vida de la población. La primera etapa de
la Misión 13 de Abril opera en 74 municipios y 181 parroquias de todo el
país: se han instalado Salas de Batallas Social en las parroquias, para solucio-
nar de inmediato los problemas más urgentes de la población.

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La Misión 13 de Abril es la encargada de consolidar el poder comunal,
comprobando que con las comunidades organizadas se puede dar soluciones
inmediatas a las dificultades de cada sector, y de esta forma lograr el desarro-
llo de las zonas de difícil acceso, así como la solución inmediata de las necesi-
dades de infraestructura habitacionales, alimentarias, de salud y educación,
además de ayudar con la dotación de los servicios básicos de los que carecen
algunas zonas. Esta Misión es responsable de que en el último censo comu-
nal, en 2013, se hayan registrado más de 1.150 comunas, y más de 31.000
consejos comunales, conformando así un poder comunal determinante para
la siguiente etapa económica después de esta Década de Plata, en el proyecto
de transición derivado del pensamiento económico chavista y su praxis trans-
formadora.
13) La Misión Niño Jesús se activó a fines de 2009 para fomentar la
protección de la población materno-infantil, a través de mecanismos que for-
talecieran el sistema de prestación de salud, de manera pública, gratuita y
oportuna, con alta calidad científica, humana y social. Esta Misión ha logra-
do establecer una red de transporte para el traslado oportuno de las embara-
zadas al momento del parto. Además existen actualmente 17 Casas de Abrigo
Maternal en funcionamiento en el territorio nacional. Esta reciente Misión ya
ha tenido un total de 1.072.573 beneficiados.
Son muchas las Misiones implementadas en estos diez años, entre 2003 y
2013, que constituyen el Estado de las Misiones como motor fundamental para
la Década de Plata, la década ganada, la década de transición que Chávez
había descrito desde su etapa inicial de Presidente. No es fácil fotografiar está-
ticamente al Estado de las Misiones, porque éste está en constante movimien-
to; su evolución es continua, su metamorfosis responde a las circunstancias y
complejidades de cada momento, a esa dialéctica situacional tan característi-
ca en el devenir del pensamiento económico chavista.
A lo largo de este período, también aparecieron otras reconfiguraciones,
extensiones, articulaciones, matices. También hubo espacio para declaraciones
que podrían confundir a alguno, pensando que se trataba de una Misión en
el sentido estricto del término. En este sentido, destaca la Misión Cristo a la
que Chávez siempre hacía alusión, pero que no era más que el latido de las
Misiones Bolivarianas; es decir, el sentido más esencial del origen del Estado
de las Misiones. Es que como hemos visto, la pedagogía fue siempre funda-
mental para Chávez a la hora de pensar la economía. No había economía sin
abordar su carácter pedagógico, explicativo, convincente y de convicciones.
La Misión Cristo era justamente una de las demostraciones de ello; desde el

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año 2003, desde el primer minuto de juego de este Estado de las Misiones,
Chávez destacó su prioridad de fondo para toda la arquitectura institucional
misionera: esto es, pobreza cero. Por ello, la Misión Cristo es más el lema con
el que Chávez dio sentido y sentimiento al Estado de las Misiones, con el que
le dio fortaleza política y filosófica.
Para Chávez, la Misión Cristo era aquello que debía existir en cada
Misión, y esto no era otra cosa que conseguir que la pobreza fuese cero en el
año 2021. Realmente este fue siempre el nudo gordiano de todo el Estado de
las Misiones, acabar con la pobreza, con la pobreza en todas sus expresiones
sociales, culturales y económicas. En marzo de 2005, Chávez dijo, con gran
contundencia, que se trataba de cruzar dos términos, “pobreza cero = 2021”,
en estas palabras: “Para allá vamos en el 2021, cuéstenos lo que nos cueste ha-
brá pobreza cero en Venezuela; se debe apurar el paso y afinar la puntería en
la batalla contra la pobreza y la miseria”.339 Este es el eje transversal que sos-
tiene el Estado de las Misiones: atacar todo lo que huela a pobreza y miseria,
que afecte a un colectivo, a una dimensión de la vida cotidiana, a una necesi-
dad básica; y siempre pensado en la forma más cortoplacista, más inmediata,
porque el malestar social no tiene, ni debe tener, paciencia.
A este relato secuencial que hemos venido haciendo, enfocado desde el
movimiento –no nítido ni sedentario por su misma esencia– de las Misiones
fundamentales a la hora de entender la conformación del nuevo paradigma
económico en Venezuela, se suman las nuevas Misiones de más reciente apli-
cación, o la agrupación de varias Misiones. Por ejemplo, en el año 2011 Chá-
vez consideró que el volumen de las Misiones había crecido tanto que era
necesario agruparlas en “Grandes Misiones Sociales” para contribuir con el
trabajo de programas previamente existentes y alcanzar objetivos específicos
en áreas como salud, empleo, vivienda, seguridad social y agricultura. Las
Grandes Misiones Sociales, a partir de esa fecha, quedaron de la siguiente
forma: Misión Hijos de Venezuela, Misión Vivienda Venezuela, Misión Agro
Venezuela y Misión Saber y Trabajo. Juntas agrupaban el conjunto de Misio-
nes previamente descritas.
Precisamente la última mencionada, la Misión Saber y Trabajo, retomaba
el objetivo del empleo como prioridad en la propuesta económica a desarro-
llar, con la clara intención de consolidar virtuosamente la sinergia potencial
entre aprendizaje y trabajo. Se trataba ciertamente de actualizar aquellas Mi -
siones con esta orientación, porque había muchas que habían quedado desfa-
339 Así lo dijo en Aló Presidente, en marzo de 2005.

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sadas porque respondían a otra etapa de la propuesta económica. Por ello, en
octubre de 2011 Chávez creía que era fundamental pensar económicamente
en el “trabajo creador, trabajo productivo, saber y trabajo, porque hay mucha
gente que no está capacitada. Vamos a comenzar a prepararnos para el lanza-
miento de esta gran Misión”.
A finales de ese año, también se creó la Gran Misión en Amor Mayor, que
tenía como objetivo garantizar la pensión de vejez a mujeres de 55 años de
edad o más, y a hombres mayores de 60 años que siempre trabajaron, que
nunca cotizaron en el Instituto Venezolano del Seguro Social y que viven en
núcleos familiares con ingresos por debajo del salario mínimo. En solo dos
años de existencia, ya ha contado con un total de 2.499.497 beneficiarios,
demostrando que es posible otra década ganada venciendo las deudas sociales
heredadas del neoliberalismo, aún existentes en la actualidad.
A lo señalado, cabe añadir una nueva Misión que es determinante para la
nueva época venidera, la Misión Eficiencia o Nada, que se oficializó el 5 de
noviembre de 2012, con el objetivo de ir hasta el lugar más lejano del territo-
rio nacional para velar por la correcta administración pública –y privada–, en
lucha contra la corrupción, contra la burocratización y contra la falta de efi-
cacia a la hora del desempeño de la política pública. Chávez abordó así una
cuestión a veces descuidada a la hora de pensar en la justicia social, en las polí-
ticas económicas de redistribución.
De esta manera, el pensamiento económico chavista satisface este princi-
pio: la justicia social será mayor a medida que la redistribución sea más efec-
tiva. En otras palabras, la democratización real de la economía será más posi-
tiva a medida que se reduzca el despilfarro, los errores de gestión, la corrup-
ción. La eficacia también debe ser criterio fundamental en la implementación
del socialismo bolivariano del siglo XXI. La Misión Eficiencia o Nada surgió
con motivo de la última elección que ganó Chávez en octubre de 2012; aun-
que durante la campaña, a contracorriente del manual electoral tradicional,
Chávez ya había reconocido que había “errores muchos. Ineficiencia, por
ejemplo, burocratismo, falta de seguimiento a los proyectos que se aprue-
ban”.340 Chávez entendía, de hecho, que esta nueva Misión Eficiencia o Nada
no era otra Misión más, sino una “operación eficiencia o nada, eficiencia polí-
tico administrativa, económica, productiva y calidad revolucionaria; muchas

340 En entrevista con Rangel el 30 de septiembre de 2012, días antes de las elecciones
del 7 de octubre.

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veces la culpa es de nosotros mismos, de este nivel de gobierno, por falta de
planificación, de previsión, de tener la visión estratégica. Yo siempre lo he
dicho, yo lo he repetido no sé cuántas veces compañeros, hace poco lo dije, si
nosotros inauguramos una fábrica puede ser de la mejor tecnología del
mundo y la dejamos como una isla en el mar del capitalismo, esa fábrica va a
fracasar, se la traga el mar capitalista, el monstruo, una especie de hidra de mil
cabezas es el capitalismo”.341
Con este enfoque se pone de manifiesto que el pensamiento económico
chavista seguía bebiendo de su praxis, aprendiendo de todo aquello que
pudiera ser error subsanable, y por tanto, acaba determinando una máxima,
como lección hacia el futuro: la justicia social ha de ser compatible con la efi-
cacia socialista. Ambos objetivos han de ser parte indisoluble de un objetivo
estratégico en el nuevo plan económico, denominado Plan para la Patria
2013-2019. Precisamente a partir de esta proclama, de Eficiencia o Nada, ha
surgido recientemente, en el año 2014, el Sistema Nacional de Misiones y
Grandes Misiones, para dar a las Misiones un nuevo rango que integra cua-
tro premisas: 1) instrumento para superar la pobreza y la miseria, 2) instru-
mento para la construcción y generación del nuevo modo de vida socialista,
3) potencia productiva para lo económico, 4) esfuerzo para la gran tarea de la
paz y la vida.
Así se siguen conformando nuevos conglomerados de Misiones, persi-
guiendo el reto de disponer de una mejor armonización y articulación del
proyecto integral de este Estado de las Misiones. En este sentido, se ha creado
la Gran Misión Hogares de la Patria que fusiona Hijos e Hijas de Venezuela,
Misión Madres del Barrio, Niño de la Patria, Fundación Niño Simón y todos
los planes dirigidos a los niños desde su nacimiento hasta su desarrollo. Se
fusionó la Misión Cultura con el Sistema Nacional de Culturas Populares, pa -
ra crear la Misión Cultura Corazón Adentro; procurando la organización den-
tro de las comunidades. Y las misiones Che Guevara, Alma Máter, Ciencia y
la Misión Sucre se fusionaron todas con la Misión Saber y Trabajo.
Esta nueva arquitectura del Estado de las Misiones contará con un Estado
Mayor de Seguimiento para evaluar desde la Misión Eficiencia o Nada. La
agrupación definitiva, por el momento –a mediados del año 2014–, es la si-
guiente: 1) Grupo Educativo: Misiones Robinson, Ribas, Sucre, Cultura Co -
razón Adentro y Música; 2) Grupo Trabajo: Misión Saber y Trabajo, y la Gran

341 Así se expresó en el Consejo de Ministros del 5 de noviembre de 2012, después de


ganar las elecciones.

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Misión Agro Venezuela; 3) Salud Pública: Barrio Adentro, Misión Milagro,
Misión Sonrisa; 4) Protección Social: Misiones Hogares de la Patria, Negra
Hipólita, José Gregorio Hernández, Barrio Adentro Deportivo, Jóvenes de la
Patria, Nevado, Amor Mayor, Negro Primero, Identidad, Guaicaipuro y Piar;
5) Alimentación: Gran Misión Alimentación; 6) Vivienda y Hábitat: Gran
Misión Vivienda Venezuela, Barrio Nuevo Barrio Tricolor, Misión Hábitat y
Misión Árbol; y 7) Seguridad y Servicios Básicos: Misión A Toda Vida Vene-
zuela, Eléctrica Venezuela, Transporte, y Eficiencia o Nada.

El repaso realizado en estas páginas no tiene como objetivo profundizar en


el detalle minucioso de cada Misión, sino más bien disponer de una panorá-
mica comprehensiva en estos años, para observar las Misiones que fueron
emergiendo, consolidándose, siendo sustituidas o mejoradas, o incluso elimi-
nadas según fuera o no conveniente. Asumir fracasos parciales es una de las
mejores señas de identidad de la conformación dinámica del pensamiento
económico chavista, en dialéctica con su praxis transformadora. Este Estado
de las Misiones se fue construyendo a lo largo de muchos años, fue atravesan-
do por diferentes etapas del proyecto económico de Chávez, y por diferentes
fases en el pensamiento económico chavista, que nunca se detuvo.
El Estado de las Misiones fue cambiando según avanzaban las circunstan-
cias, internas y externas, políticas, sociales, culturales y económicas; tuvo que
convivir con los diferentes planes nacionales de desarrollo, con los renovados
horizontes estratégicos que se iban redefiniendo, sin corsé ni vagos anclajes.
El Estado de las Misiones tuvo que recorrer, y lo continúa haciendo, el camino
que hay desde un proyecto posneoliberal a otro con base en el socialismo boli-
variano; tuvo que transitar de una economía centrada en las necesidades bási-
cas luego del golpe de 2002 a otra economía en la que se redefinían las nece-
sidades y las demandas gracias a que se habían logrado satisfacer en gran
medida las anteriores. La progresiva democratización del consumo a favor de
toda la población venezolana es un hecho que obligó, obliga y seguirá obli-
gando a reacomodar el Estado de las Misiones.
Nadie puede saber a ciencia cierta, si allá por el 2003, con un pueblo gol-
peado por un año de golpe de Estado, de golpe a la democracia, de golpe a la
economía, Chávez tenía previsto construir sólidamente este Estado de las
Misiones como fórmula para transformar el aparato estatal heredado por las
décadas perdidas neoliberales. Es muy osado afirmar con exactitud si todo este
robusto Estado de las Misiones estuvo planificado desde el primer momento, o
si se fue construyendo poco a poco, ladrillo a ladrillo. Sin embargo, sí resulta

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preciso, después de diez años, entre 2003 y 2013, certificar que la Década de
Plata que había trazado Chávez como desafío a conquistar desde su propues-
ta económica humanista es hoy un hecho irrefutable que ningún organismo
internacional se ha atrevido a cuestionar.
Tanto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agri-
cultura (FAO, por sus siglas en inglés, Food and Agriculture Organization),
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organi-
zación Internacional del Trabajo (OIT), entre otras organizaciones, han des-
tacado los avances en materia de economía humanista, social y popular:
reducción de la pobreza; más justicia en la distribución de los recursos eco-
nómicos; mejora del empleo y el salario real; resultados positivos en la lucha
contra el hambre; aumento del Índice de Desarrollo Humano; democratiza-
ción de la educación, con mejoras significativas en materia de alfabetización;
reducción de la mortalidad infantil; mejora en el acceso al agua y otros servi-
cios básicos; mejora en la salud; mejora en términos de vivienda.
En cifras-resumen, esto se traduce en:

1) la pobreza se redujo del 50% al 27,2% en el período 1999-2013;


2) la pobreza extrema pasó del 16,9% al 8,8% entre 1999 y 2013; y la
pobreza extrema pero medida por necesidades básicas insatisfechas tuvo
una disminución progresiva desde el 10,8% en 1999 hasta ubicarse en
2013 en el 5,5%;
3) la desigualdad pasó de 0,48 a 0,40 entre 1998 y 2012 (medido por el
valor del índice de Gini);
4) en lo alimentario, Venezuela es el país de América Latina y del Caribe
más avanzado en la erradicación del hambre; la tasa de desnutrición se
redujo desde un 21% en 1998 a menos del 3% en 2012; se ha pasado
de producir el 51% de los alimentos que se consumía en 1999 a produ-
cir el 71% en 2012 (todos datos de la FAO en 2011);
5) Venezuela es el primer país del mundo al que se le concede una califica-
ción de 96 puntos (en una escala de 100) en el año 2010, en honor a las
metas alcanzadas en materia de inclusión para alfabetización, educación
inicial, primaria, secundaria y universitaria; la proporción de niños entre
7 y 12 años que no asisten a la escuela cual pasó del 1,8% al 0,7%; la
educación primaria y secundaria se incrementaron del 44% al 76%; y la
universitaria, de 800.000 estudiantes a 2.500.000;
6) la tasa de desempleo pasó de un 15,2% en 1998 a un 7,1% en 2014,

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con la creación de más de 4 millones de empleos; el incremento en el
empleo formal es de casi 10 puntos en este período;
7) entre 2000 y 2012, la mejora del IDH es cuatro veces mayor que los
avances experimentados durante las dos décadas anteriores; el IDH en el
año 2012 está considerado en la categoría “alto”;
8) la mortalidad infantil se redujo de 25 por 1.000 (1990) a solo 13 por
1.000 (2010); la mortalidad infantil de menores de 1 año en 2010 fue
del 13,95%, y en menores de 5 años del 15,98%;
9) el 96% de la población tiene acceso ahora a agua limpia;
10) en 1998, había 18 médicos por cada 10.000 habitantes mientras que en
la actualidad son 58 por cada 10.000;
11) el hacinamiento en hogares se redujo del 14,6% al 9,5% durante esta
década; el indicador de vivienda sin servicios básicos bajó del 15,7% al
9,5%;
12) la cantidad de pensionados pasó de 387.000 en 1999 a más de
2.521.789.

Esta serie de logros se alcanzaron gracias a que las Misiones no fueron una
anécdota, sino que se aplicaron como una política económica de índole estra-
tégica que nació como una respuesta táctica frente a una deuda social inhu-
mana e insostenible. Esto no hubiera sido posible sin una voluntad política a
favor de la economía humanista que condujo a que, en el año 2012, el 62%
del total de los ingresos del Estado fueran destinados a la inversión social; en
esta década ganada se quintuplicaron los valores de recursos con este destino,
en comparación con el período 1986-1998.
Podríamos seguir enumerando los hitos de esta década ganada para la eco-
nomía humanista, social y popular. El resultado del estudio anatómico del
Estado de las Misiones es más que satisfactorio en estos años, constituyéndose
como una de las bases esenciales de la época ganada en materia económica.
Ese nuevo paradigma, del Estado de las Misiones, que partió de una propuesta
inclusiva coyuntural, se sitúa hoy en un estadio estratégico dirigido a la tras-
formación de la estructura social en cuanto a: 1) construcción de ciudadanía,
mediante la mejora de las capacidades sociales de los grupos de menos ingre-
sos y garantía de derechos que representan las Misiones educativas y de salud;
2) inclusión productiva, mediante la promoción del desarrollo endógeno y de
la economía social; y 3) participación y control social, afirmando el carácter
protagónico de la participación y el rol de corresponsabilidad que la Consti-
tución establece (Rodríguez, 2006).

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El pensamiento económico chavista y su praxis transformadora ratifican
que el grito “sí se puede” es algo más que un eslogan venido del Norte para
vender promesas en tiempos de campañas electorales. El Presidente venezola-
no planteó la importancia irrenunciable de una etapa en transición, de esta
década ganada en la que no se podía permitir que nadie se cayera del barco,
sino todo lo contrario: había que rescatar a cada ser humano para que llevara
una vida cotidiana digna. La economía, según Chávez, por encima de cual-
quier otra discusión, ha de tener presente este reto humanista, de fuerte com-
promiso social y popular. Luego, el resto de discusiones en relación con las
herramientas económicas son algo fundamental pero siempre subordinado a
los logros humanos. El equilibrio económico es así un equilibrio social, dis-
frutado por toda la sociedad, sin exclusiones ni excepciones.
Esta democratización económica, en lo social, es la razón de ser del pen-
samiento económico humanista de Chávez y su praxis. El Estado es un campo
de disputa; es el resultado de una correlación de fuerzas sociales, políticas y
económicas. El Estado heredado –como dijo Marx en el Manifiesto para re-
ferirse al Estado capitalista del siglo XIX– es aquel que se caracteriza por con-
centrar la política en un conjunto de instituciones separadas que se presentan
como representantes de lo general, pero operando con el fin de organizar la
reproducción ampliada de las estructuras del modo de producción capitalista.
Es decir, el Estado es pensando como una relación y una estructura de dom-
inación de clase en particular, que es el resultado específico de la emergencia
histórica de este modo de producción. Frente al Estado de herencia neoli-
beral, Chávez venció en el campo de batalla con una creación propia, un in-
vento chavista, el Estado de las Misiones que logró arraigar a lo largo y ancho
de la sociedad, con carácter humano, protagónico, participativo, real, efecti-
vo y democratizador.

4.6. La época ganada desde la economía bolivariana

Si un aspecto sobresale sobremanera en el pensamiento económico chavista es


su dimensión bolivariana en las relaciones económicas internacionales. Esta
década ganada fue también época ganada en materia geopolítica –y geoeco -
nómica–, por todo lo que significó Chávez para la transición en la región, y
por qué no decirlo, también a nivel mundial.
Desde la academia, desde sus primeros escritos, desde sus embrionarios
planteamientos económicos en la cárcel de Yare, desde la Agenda Alternativa

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Bolivariana, desde la Constitución, desde los planes económicos que luego
vinieron de su mano, Chávez siempre apuntó a la importancia de lo que acon-
tece afuera para cambiar lo que pasa adentro. Y planteó que, a la vez, todo lo
que pasa adentro, en territorio venezolano, también retroalimenta aquello que
sucede más allá de la frontera.
La dicotomía interno o externo, que concibe a estas dos dimensiones como
si se tratara de compartimentos estancos, fue rechazada enfáticamente por el
pensamiento económico chavista, y también en su praxis como Presidente.
Para Chávez no había tal dicotomía excluyente entre ambos niveles, lo inter-
no y lo externo, lo nacional y lo supranacional. Desde su cosmovisión boliva-
riana todo era cuestión de complementariedad.
Lo uno sin lo otro no tiene sentido alguno; es como inventar una realidad
inexistente porque desde hace siglos –desde lo que los historiadores económi-
cos denominan la “mundialización de la economía”, del siglo XVI en adelan-
te–, todo está interconectado, los países son interdependientes a partir de un
orden económico-político a nivel mundial. Lo que pasa en un territorio puede
tener una explicación en otro punto del planeta, alejado en lo geográfico pero
muy cercano en lo económico, en lo político.
Con la llegada del neoliberalismo, este proceso mundializador del capita-
lismo aceleró su ritmo de construcción hegemónica en todos los sentidos
posibles: lo económico, lo político, lo cultural, lo social. La globalización de
las últimas décadas del siglo XX es simplemente eso, el proceso de construc-
ción hegemónica del neoliberalismo a nivel mundial, presentando al mundo
como un todo, pero un todo capitalista, a imagen y semejanza del sistema que
se pretende instaurar para perpetuarlo sosteniblemente, sin sobresaltos.
El neoliberalismo trató por todos los medios de tejer eficazmente redes que
hicieran dependientes a todos los países, como satélites del centro de gravita-
ción del capitalismo mundial. Dedicó todos los esfuerzos posibles para lograr
que la soberanía de cualquier pueblo siempre acabara subordinada a la tasa de
ganancia del capital privado, concentrado en pocas manos. La alianza del
capital transnacional fue la estrategia neoliberal para vencer la batalla contra
cualquier pueblo soberano. Pocas manos acabaron teniendo mucho más que
el PIB de muchos países. La riqueza de una red reducida del capital transna-
cional podía controlar el mundo moviendo hilos en los países como si se tra-
tara de marionetas o títeres. En esta estrategia, mucho ayudaron los organis-
mos internacionales que se hacen llamar “comunidad internacional”, aunque
excluyen a la mayoría social de muchos pueblos.
Todo ello no pasó nunca desapercibido para Chávez, gracias a la influen-

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cia de Bolívar, que le había permitido siempre entender el mundo desde una
mirada más allá de lo que acontece en un solo país. La influencia de Bolívar
le brindó la oportunidad de comprender que cualquier revolución nacional
depende de una revolución transnacional. Y que conciliar sinérgicamente
ambas revoluciones es condición sine qua non de perdurabilidad de los proce-
sos de cambio a favor de las mayorías populares.
Para Chávez solo había una forma de resistir y luchar contra la estrategia
del capital transnacional: la disputa debía realizarse desde otra alianza trans-
nacional, alianza de los pueblos, alianza de Estados soberanos. De igual a igual
era la única manera para combatir eficazmente el grandísimo poder del capi-
tal transnacional, que no entiende de nacionalidad ni patria. El pensamiento
económico chavista consideraba que, frente al Consenso de Washington, la
respuesta debía ser el Consenso Bolivariano. El primero es un acuerdo de
unos pocos, los dueños del gran capital transnacional, excluyente de la mayo-
ría social. Frente a éste, el Consenso Bolivariano debía representar a la mayo-
ría social; dicho en un sentido opuesto, ese Consenso Bolivariano debería
construirse a partir del Disenso de los Pueblos respecto a lo ordenado por el
Con senso de Washington.
Se puede observar una analogía entre el Consenso de Washington y el
Pacto del Punto Fijo o Pacto de Nueva York: ambos son pactos hechos por
arriba, de unos pocos, sin incluir al pueblo. Lo mismo sucede con ese Con-
senso que deja por afuera a la mayoría de las personas que no son propietarias
de grandes capitales. Frente al excluyente Consenso de Washington, el nuevo
reto era la búsqueda de un Consenso Bolivariano que fuera capaz de consen-
suar una estrategia transnacional de lucha contra la hegemonía neoliberal. Pa-
ra Chávez, la corriente ideológica bolivariana debía estar más viva que nunca.
Bolívar había muerto pero no su visión geopolítica.
El pensamiento económico de Chávez mantuvo siempre su impronta boli-
variana, siendo capaz de actualizarla para el siglo XXI, con todas sus particu-
laridades y excentricidades. Se identifica así el carácter bolivariano en el pen-
samiento económico chavista como un rasgo fundamental, que iba a confor-
mar una base esencial del cambio de época para Venezuela, y para América
Latina. Chávez había estado en la línea de muchos autores –por ejemplo,
Nye rere con Los desafíos para el Sur, o Wallerstein– que en la década de los no-
venta anticiparon la transición geopolítica hacia un mundo multipolar. Hay
miles de pruebas que demuestra cómo Chávez avizoró, con análisis geopolíti-
co riguroso y no con bola de cristal, el reordenamiento del mapamundi en lo
político y en lo económico, con la aparición de nuevos polos, entre los que

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debería estar siempre el continente latinoamericano.
Así lo plasmó Chávez en infinitas alocuciones –muchas de ellas mencio-
nadas a lo largo de este libro–. El pensamiento económico chavista conside-
raba por ello vital la inserción bolivariana en el sistema-mundo, para superar
definitivamente patrones de intercambio desigual, de subordinación, de de-
pendencia, de colonización y yugo. Para Chávez, la urgencia era la viabilidad
de una segunda y definitiva independencia de los pueblos de Nuestra Amé -
rica, como él siempre denominaba a la región. La revolución económica bo-
livariana había decidido irreversiblemente transitar hacia ese estadio de
emancipación mediante una alianza gran-nacional en el seno de la región,
reubicando a Venezuela estratégica y soberanamente en el mundo, con nue-
vas relaciones con los países del Sur sin pasar por el Norte.
El sentido bolivariano del pensamiento económico chavista, por tanto, no
solo fue una utopía soñada, sino que también tuvo su dimensión práctica en
la década ganada, en la época ganada, en Venezuela y en buena parte de Amé-
rica Latina. Desde 2003, apenas después del año golpista, hasta el año 2012,
Chávez hizo lo imposible para construir proactivamente a contracorriente
otra economía en otra América Latina. La nueva Constitución venezolana
marcó un claro rumbo en ese sentido. Y el Plan Económico y Social de Desa-
rrollo de 2001 lo ratificó a pesar que América Latina todavía estaba bajo la
dominación de un bloque histórico hegemónico neoliberal, que había irra-
diado su legado ideológico con tal vigor que no resultaba fácil extirparlo o
combatirlo desde otra visión. El neoliberalismo había penetrado hasta las
entrañas económicas-sociales-políticas-culturales de las estructuras e institu-
ciones dominantes en la región, de tal forma, que se atisbaba muy complejo
el intento de Chávez de desplazar mínimamente ese eje económico y político.
Así que después de un periplo solitario del chavismo, comenzaba a presen-
tarse una incipiente, y aún tímida, compañía en la región. Nuevos aires pero
todavía de brisa suave. Apenas había iniciado Lula da Silva su nuevo período
presidencial en Brasil, desde el 1 de enero de ese año 2003; y Néstor Kirch-
ner hacía lo propio en Argentina en mayo del mismo año. El resto del conti-
nente miraba al Norte; el presidente de Colombia, Álvaro Uribe (2002-2010),
era uno de los mejores lacayos de los Estados Unidos; Sánchez de Lozada en
Bolivia (2002-2003) seguía pactando con el Norte como el mejor alumno del
neoliberalismo, hasta que la guerra del gas en octubre de 2003 le pusiera pun-
to final; Vicente Fox en México (2000-2006), como gran empresario, quería
más neoliberalismo para su país; en Chile, Ricardo Lagos (2000-2006), aun-
que de filiación aparente socialdemócrata no modificaba apenas nada de las

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estructuras sólidas de la economía neoliberal instalada por Pinochet; en Uru-
guay, el viejo Partido Colorado, con Jorge Batlle, mantenía un continuismo
servil con el capitalismo mundial; en Paraguay, Nicanor Duarte (2003-08) era
uno más de los representantes de la vieja partidocracia acomodada al neoli-
beralismo; Alejandro Toledo (2001-2006) traía a Perú todas las reformas que
los Estados Unidos iban solicitando; Lucio Gutiérrez en Ecuador (2003-
2005) engañaba a todos diciendo una cosa en campaña para después buscar
un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
Esta vista panorámica contribuye a mostrar lo adverso que se presentaba
el escenario político y económico en la región para acometer el utópico reto
de forjar el Consenso Bolivariano en ese momento histórico. Los aliados por
esas fechas eran pocos aún como para creer que después de diez años se podría
hablar de un cambio hacia una época posneoliberal, de nueva arquitectura
regional, de nuevas alianzas supranacionales en América Latina sin presencia
del Norte. Desde ese año 2003 en adelante, Chávez comenzó una tarea titá-
nica: dar forma real en la praxis a la dimensión bolivariana que caracterizaba
su pensamiento económico. La década en transición planificada para la trans-
formación económica hacia dentro debía ir de la mano de los cambios eco-
nómicos en la región, con nuevas instituciones, con nuevos criterios de rela-
cionamiento, con nuevos patrones de intercambio.
Chávez, como arquitecto de esta utopía, se puso manos a la obra, reman-
do contra el huracán neoliberal, eludiendo todos los tentáculos que el capita-
lismo había logrado arraigar en los Estados del Sur, y disputando la introyec-
ción cultural hegemónica. Imaginación y cálculos se sintonizaban, como le
gustaba decir a Chávez, a la hora de convertir al pensamiento económico en
praxis. El líder bolivariano sabía además que este camino no sería tarea fácil,
porque tenía que resignificar y matizar su propio relato del pasado, acerca de
la Patria, de la Nación, de Venezuela Soberana. ¿Cómo explicar la importan-
cia de estrategias supranacionales de alianzas y acuerdos si hasta el momento
Chávez había interpelado al sentido nacionalista para pelear frente al capital
transnacional apátrida?
Aquí estaba el reto. Chávez conocía perfectamente esta tensión propia de
esa disputa entre revolución nacional y dimensión transnacional; debía com-
binarlas virtuosamente, en modo compatible, como si lo uno no mermara a
lo otro, sino todo lo contrario. La idea era crear sinergias y efectos multiplica-
dores; y es más, era necesario argüir que solo así, mediante esta construcción
supranacional, se podría resistir, se podría alcanzar un proceso de transforma-
ción que fuera irreversible y sostenible.

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El vigor de la década en transición también residió en esta dimensión ex-
terna. No es posible cambiar adentro si las condiciones objetivas afuera son
las mismas, y no se ven alteradas. Ese cordón umbilical, tan olvidado por la
económica neoclásica dominante, es el que explica por qué una revolución na-
cional pasa por la disputa en el ámbito supranacional. Este es el bolivarianis-
mo característico del pensamiento político chavista, que en lo económico se
traduce en múltiples aspectos a afrontar. Este es el puente pedagógico que
Chávez logró edificar para que el pueblo venezolano –y latinoamericano– se
moviera decididamente entre dos orillas, la nacional y la regional. Una impor-
tante razón que explica el fracaso parcial de los modelos de desarrollo nacio-
nalista, anclado en la teoría estructuralista de la dependencia, es precisamen-
te la miopía que les impedía ver alianzas afuera de la frontera. No todo era
posible en casa; no siempre se podía sustituir importaciones para ofertar pro-
ducción nacional según la demanda interna.
Pero esto no significa que se deba caer en la falacia existente detrás del mito
de la “riqueza de las naciones” de Adam Smith o de las “ventajas comparati-
vas” de David Ricardo. Ni mucho menos. Más bien, lo que realmente quiere
decir, es que sí se precisa de buscar las formas de complementariedad afuera,
pero no como argumentaron estos economistas clásicos. Se trata de ir buscan-
do otra forma de relacionarse afuera, desde un fuerte pivote regional, a partir
de una planificación supranacional eficaz, concreta, en lo político y en lo eco-
nómico, y virtuosa para ir buscando la vía de sustituir importaciones latinoa-
mericanamente.
El pensamiento económico chavista había evolucionado desde sus inicios
prestando continuamente atención al desarrollismo nacionalista de los años
setenta. Pero también aprendió observando cómo estos modelos no fueron
capaces de competir efectivamente contra un sistema global del capitalismo
mundial. Los procesos de sustitución de importaciones solo pensados desde
una concepción exclusivamente nacionalista, frontera adentro, tuvieron gran-
des problemas estructurales porque no fueron capaces de sortear las dimen-
siones interdependientes, ya creadas por el capitalismo mundial. Por ello, el
pensamiento económico chavista en ningún momento intentó hacer un sim-
ple copiar-pegar de esos modelos del pasado. Para el líder bolivariano era im -
portante rescatar de estos modelos su interés por la búsqueda de la soberanía,
por romper con las cadenas de la dependencia, por acabar con los patrones de
intercambio desigual, por terminar con un modelo global de desarrollo desi-
gual. Sin embargo, esto se debía hacer a partir de las nuevas circunstancias
económicas históricas que el neoliberalismo había impuesto a nivel mundial.

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El pensamiento económico chavista abogó rápidamente por esa estrategia
supranacional básica para construir una contrahegemonía necesaria frente a la
hegemonía neoliberal. Y en ese sentido de búsqueda de ir conformando un
bloque histórico contrahegemónico, Chávez privilegió una forma de relacio-
narse económicamente más allá del exclusivo estadio comercial.
Este es otro punto sustancial de la forma que tiene el pensamiento econó-
mico chavista en la praxis de encarar el reto bolivariano: las relaciones econó-
micas no son simplemente relaciones comerciales. El planteamiento reduc-
cionista comercial venía de lejos; no solo era un postulado neoliberal, aunque
había sido reforzado gracias a este modelo. Desde la economía clásica, la eco-
nomía internacional se había inclinado casi en su totalidad hacia la arista
comercial, como si ésta fuera la única que explica los criterios para relacionar -
se en la economía mundial. El interés del patrón de acumulación capitalista
refuerza esta tesis comercial a la hora de definir los mecanismos para relacio-
narse entre los países a nivel económico. Desde el siglo XVI había sido así,
pero con la llegada de la economía neoclásica se reforzó esta premisa de mane-
ra amplificada. Sus análisis parciales ayudaron aún más a concentrar la aten-
ción exclusivamente en lo comercial, dejando de lado el resto de variables eco-
nómicas que entran en juego cuando se trata de establecer condiciones de
relacionarse entre los países.
El pensamiento económico chavista, con su visión integral, abogó por una
economía bolivariana en la cual la inserción externa no fuera simplemente
comercial, sino que ésta habría de sumar lo político, lo social, lo cultural, lo
financiero, lo productivo, lo tributario, lo monetario. Este estadio multinivel
integracional es un punto de inflexión respecto a aquella evolución de los pro-
cesos de integración que se venían desarrollando en América Latina, y en me-
dio mundo, en donde los Tratados de Libre Comercio se definían como la
única regla de discusión cuando dos países, o dos bloques de países, se senta-
ban en una mesa para negociar los patrones de intercambio.
Para Chávez, acatar esta única dimensión comercial en las alianzas inter-
nacionales era obviar el resto de aspectos, tanto o más determinantes que el
comercial, para los planes de desarrollo de los países. Sabía que detrás de este
enfoque único de lo comercial había una trampa. El neoliberalismo escogió
desde siempre no discutir aquello que no le interesaba, esto es, ni lo financie-
ro, ni lo productivo, ni lo político. O cuando lo discutía lo hacía en un plano
independiente, como si lo comercial pudiera ser tratado como un aspecto
estrictamente técnico desligado de lo político, o de lo financiero o lo produc-
tivo. Así, el neoliberalismo evitaba cualquier riesgo para su patrón de acumu-

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lación, evitaba que nadie pudiera discutir su preciado tesoro: la distribución
injusta de la riqueza de las naciones.
El pensamiento económico chavista, siempre cuestionador del orden hege-
mónico, consideró vital iniciar este camino por una senda más complicada,
pero a la larga más efectiva. Por eso Chávez, en su intento de reinsertarse boli-
varianamente en la región, apoyó otra arquitectura supranacional, en donde
las alianzas estuvieran soportadas desde un nuevo Consenso Bolivariano, de
índole político, en la línea de una nueva época posneoliberal con un sentido
común bolivariano. Se comenzaba desde abajo, desde lo más básico; cualquier
acuerdo técnico partía del consenso político. Esto no significaba que hubiera
coincidencia plena en la elección del modelo económico en cada país aliado;
las diferencias entre cada país, políticas, económicas, sociales e históricas, esta-
ban presentes, y como tales habrían de ser consideradas.
Las asimetrías entre Estados eran de consideración para cualquier con-
senso o acuerdo. Invisibilizarlas habría sido negar la realidad existente.
Otros proyectos, como la Unión Europea, se edificaron sobre una farsa por-
que no todos los países europeos eran iguales e idénticos, ni histórica ni
socialmente, pero tampoco económica ni productivamente, ni en estructu-
ras sectoriales, ni en materia de empleo, ni de formación, etc. El tratamien-
to simétrico de asimetrías siempre fue causa de grandes injusticias y de más
desigualdades; dando lugar a una integración de diferentes velocidades. Por
esta razón, entre otras, Chávez centraba su atención en cimentar la integra-
ción desde abajo, desde los acuerdos políticos básicos entre los países que
podían convertirse en potenciales aliados. A partir de ahí, se han colocando
nuevas capas económicas, considerando todas las asimetrías, para que no
hubiera una integración desigual ni injusta. Desde ese enfoque holístico, el
pensamiento chavista encaminaba su praxis hacia la construcción de una
obra inédita, una obra ambiciosa e inimaginable en la región a inicios del
siglo XXI, solo prevista por Chávez por su anticipación a los tiempos, y que
acabaría constituyendo base fundamental estratégica del cambio de época
en América Latina.
A la salida del año golpista, para Chávez se impuso aún más la necesidad
de redoblar esfuerzos en el plano internacional, frente al nuevo mundo capi-
talista neoliberal, que se unía sin fisuras para arremeter contra cualquier pro-
ceso soberano que deseara recuperar, por ejemplo, el control de sectores estra-
tégicos tales como el petróleo. El presidente venezolano había vivido en carne
propia estas alianzas del capital transnacional contra él para quebrar la demo-
cracia. El capital transnacional permeaba cualquier esfera posible, desde los

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dependientes medios de comunicación, hasta organismos internacionales, e
incluso la institucionalidad de democracias aparentes ancladas en viejas parti-
docracias que no representaban a sus pueblos. Además, el capitalismo trans-
nacional se había dotado de casi todas las herramientas económicas para tum-
bar cualquier muro. Fuese por la vía financiera, por la salida de dólares, por
la desinversión extranjera directa, apelando a una entelequia sobrenatural
como son los mercados, mediante árbitros que dirimían conflictos en los que
son juez y parte; por cualquiera de estas maneras se conseguía que el capital
transnacional siempre ganase, en detrimento de los de abajo, de la mayoría
social. Chávez sufrió en persona ese método del poder económico mundial
que no tenía necesidad de pasar por las urnas para asumir la competencia de
decidir sobre los designios de un pueblo, dirigiendo empresarialmente un
país; y luego, en base a discusiones técnicas, imponiendo criterios políticos
que repartieran el pastel a favor de unos en contra de otros.
Pero el método infalible falló doblemente contra Chávez en 2002, porque
éste tenía un gran respaldo popular de la mayoría social que se venía benefi-
ciando de una nueva economía humanista, y de un proceso de democratiza-
ción. El rechazo del Presidente venezolano a negociar cualquier pacto con el
capital transnacional petrolero no fue visto con buenos ojos por dicho poder
económico, que acostumbraba implementar Consensos desde afuera, sin dis-
cutir adentro. En cambio, el pensamiento económico chavista, en su praxis,
perseguía otra cosa: un Consenso con el Pueblo de Venezuela en lo interno, y
un Consenso Bolivariano en el exterior.
Bajo estas premisas, Chávez comenzó su periplo por el mundo, plantean-
do nuevas relaciones económicas, buscando nuevas alianzas, entendiendo
que el Sur era su aliado natural, y que el Norte quedaría solo para aquello que
resultara imprescindible. Chávez, siempre con el realismo político por ban-
dera, no iba a decidir acabar de un día a otro con todas las relaciones eco-
nómicas con el Norte porque cualquier independencia que se declarase en un
día se podría convertir seguramente en dependencia eterna al día siguiente.
Lo que sí deseaba era cambiar el tipo de relaciones económicas que tenía
Venezuela con ese Norte todopoderoso, al mismo tiempo que diversificar las
relaciones económicas, con especial atención en los nuevos polos económi-
cos emergentes, y con absoluta prioridad en la región latinoamericana como
aliada histórica, como región de vecinos de toda la vida con los que era nece-
sario caminar juntos como Patria Grande, como Nuestra América. Todo este
diseño táctico tenía como objetivo estratégico la emancipación definitiva de
Venezuela, la llamada “segunda independencia” a la que apelaba Bolívar, y la

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inserción soberana en la nueva transición geoeconómica mundial desde una
visión a favor de la latinoamericanía.
La década ganada en materia internacional había comenzado realmente
desde mucho antes del año 2003, porque para Chávez siempre había sido
prioridad la perspectiva bolivariana como acicate de cualquier proceso de
transformación. Sin embargo, desde el 2003 en adelante, después de haber
sorteado en parte la agresión interna/externa, Chávez iniciaba una remarcada
etapa en la que lograría consolidar alianzas internacionales significativas.
Desde los albores del siglo XXI, el líder bolivariano fue considerado ene-
migo número uno de Estados Unidos. No había gustado al Norte, y muy espe-
cialmente a Bush, que Chávez quisiera reimpulsar una OPEP a favor de los
Estados soberanos que la componen. La visita de Chávez en el año 2000 a
Irak, convirtiéndose así en el primer jefe de Estado extranjero que visitaba ese
país desde la invasión iraquí a Kuwait en 1990, tampoco agradó a la potencia
norteamericana.342 Pero Chávez buscaba renovar las relaciones externas por-
que acabar con la apertura petrolera en Venezuela exigía una nueva política
económica exterior en el terreno petrolero.
A esta reubicación mundial de la economía venezolana defendida por Chá-
vez, se le sumaban las nuevas relaciones con Cuba, país que fuera objeto por
parte de Estados Unidos de muchas prácticas inhumanas –embargos, bloque-
os, agresiones, amenazas–. Sin embargo, Chávez tenía afinidad con Fidel Cas-
tro desde hacía muchos años: en 1994, Fidel fue el único que lo recibió con
honores a la salida de la cárcel de Yare cuando casi toda América Latina le
daba la espalda. Más tarde, en 2001 Chávez había presentado una objeción
por el caso cubano en la reunión que tuvo lugar en Quebec (Canadá) para
conformar el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA). El poder
económico mundial no tenía que ser muy sagaz para darse cuenta de que Chá-
vez iba a por todas en la construcción de un nuevo paradigma, de a poquito,
aún sin determinar sus dimensiones exactas. Esto lo hacía aún más temible,
porque Chávez no usaba eslóganes copiados-pegados, sino que buscaba una
propuesta económica propia, creativa, capaz de diseñar tácticas y estrategias
inesperadas, con amplio apoyo de su pueblo, y bajo un suelo con las mayores
reservas de petróleo del mundo.
El líder bolivariano salía afuera de Venezuela con un tono soberano,

342 Chávez declaró en esa visita: “Hablamos con amplitud sobre cómo impulsar la
OPEP. ¿Qué vamos a hacer si ellos (Estados Unidos) están disgustados? Tenemos nuestra
dignidad. Venezuela es un país soberano que puede tomar las decisiones que le convengan”.

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demostrando gran destreza para una diplomacia económica que no se ajusta-
ba a ningún manual internacional de protocolo. En este sentido, Chávez
demostraba en el año 2004 su capacidad para conjugar tácticas aparentemen-
te antagónicas pero que en su caso, en su pensamiento económico, tenían ca-
bida. En ese año, en la agenda económica internacional de Chávez hubo dos
importantes hitos: en primer lugar, por orden cronológico, la XXVI Cumbre
de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, celebrada el 8 de julio
de 2004 en Puerto Iguazú, Argentina, en la que Venezuela fue integrada como
país asociado al Mercosur; en segundo lugar, en diciembre, en reunión entre
Chávez y Castro en La Habana, el nacimiento de la Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-
TCP), conmemorando precisamente los diez años del primer encuentro entre
ambos mandatarios.
Respecto al primer encuentro, Chávez consideraba que aunque el Merco-
sur tuviera un origen marcadamente neoliberal, en el 2004, había otras cir-
cunstancias históricas: el Brasil de Lula y la Argentina de Kirchner. Clave del
pensamiento económico chavista es su sentido pragmático para sumar en vez
de restar; solo permitiría restar si esto mermaba realmente opciones de seguir
sumando. Pero el nuevo escenario continental convertía a Mercosur en un
destino fundamental, porque además de ser un acuerdo comercial que lleva-
ba varios años funcionando, en él estaban dos potentes economías de la re-
gión con las cuales obligatoriamente había que entenderse, había que relacio-
narse más cercanamente.
La reinserción de la economía venezolana diseñada desde el pensamiento
económico chavista priorizaba la diversificación, la búsqueda de nuevos socios
para reducir la dependencia con los países centrales, que se venía desarrollan-
do desde hacía siglos. Argentina y Brasil eran dos países que salían de una
gran crisis pero que tenían economías muy grandes. Además, Chávez sabía
que el Mercosur no era el de antes, porque había entrado en un renovado de-
bate interno acerca de la elección de su propio rumbo económico en la próxi-
ma década: Lula y Néstor entendieron que la Argentina debía salir de su cri-
sis a través de su desarrollo industrial y, para cumplir con ese objetivo, Brasil
era un actor fundamental. También Lula y Néstor habían decidido dar un
giro en el modelo de relación bilateral y apostaron a ser socios, y no meros
importadores o exportadores de productos. Ambos apostaron fuertemente
por una integración productiva, una alianza estratégica que sirviera a los inte-
reses de ambos pueblos y a la región en su conjunto, sin dejar de decir que
esto se hacía siempre desde una posición dominante brasilera.

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Chávez quería sumarse a este Mercosur, que estaba por reformarse en poco
tiempo. No hay que olvidar que Mercosur era el bloque económico más
importante en la región en ese momento; constituía un bloque emergente a
nivel mundial. Chávez no quería llegar tarde a esa cita, y por tanto, desde
mediados de 2004 comenzó a involucrar a Venezuela como país asociado que
debía pasar por los trámites establecidos para convertirse en país miembro de
pleno derecho. A decir verdad éste no fue un acercamiento que comenzaba
con Chávez, pero fue él quien decidió continuar con el proceso y asumir un
nuevo rol en este bloque.
Fueron muchas las críticas que Chávez recibió por esta decisión de inte-
grar el Mercosur. Visto como único hecho en política económica exterior, sí
sería posible concebirlo como un error. Pero no. Para Chávez Mercosur era
solo una pieza más de una estrategia más compleja, y las prioridades se esta-
blecían en la construcción paralela de otras alianzas, de otros paradigmas de
integración económica. Una vez más, catalogar a Chávez desde un aspecto
parcial, o exclusivo, y desde algún dogma preestablecido, es pasar por alto la
evolución de su pensamiento económico, que no puede ser etiquetado de
manera sencilla ni trivial.
Para Chávez el Mercosur era un bloque del que había que ser parte, por-
que la inserción regional en el mundo definitivamente iba a pasar por el Mer-
cosur, se quisiera o no. Se trataba de un espacio por tanto en el que había que
estar para intentar mejorar y aumentar las relaciones económicas con países
como Argentina y Brasil, y en donde las oportunidades de complementarie-
dad estaban todas por explorar. Pero la entrada en el Mercosur, desde la mira-
da bolivariana, no significaba ceder soberanía para convertirse en un país
dependiente de Brasil. No, de ninguna forma. Para Venezuela, Brasil debía ser
un socio elemental; pero como socio, no como amo.
A finales del año 2004, como se anunció previamente, se acordó el ALBA-
TCP. Esta alternativa tenía cierto sentido originario reactivo por un lado, pero
por otro lado otro propositivo y creativo. Lo primero se explica por la necesi-
dad para el pensamiento económico chavista de forjar cuanto antes una alter-
nativa de resistencia a la integración en curso, de orden neoliberal, propuesta
desde Estados Unidos para convertir al continente americano en un gran mer-
cado, en donde las asimetrías quedaran en el olvido y se prolongara la heren-
cia maldita de que unos países siguieran siendo sometidos a otros. En efecto,
el ALCA aceleraba su ritmo de conformación con el afán de lograr en un futu-
ro que se continuara sosteniblemente con: 1) el patrón de intercambio desi-
gual; 2) la transferencia de valor hacia el centro de gravitación del capitalis-

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mo; 3) la perpetuación del capitalismo por desposesión imperialista; 4) la
injusta división continental del trabajo; 5) las brechas productivas y tecnoló-
gicas. El ALCA tenía como objetivo garantizar que las décadas ganadas para
la tasa de ganancia del capital se perpetuaran.
Frente a este riesgo de más décadas perdidas para la mayoría social, el pen-
samiento económico chavista necesitaba con urgencia crear otra opción, otra
alternativa en la que creer, en la que depositar la esperanza de que otro mundo
es posible, otra economía es posible. Así, Chávez iniciaba el año 2005 con el
compromiso de forjar el ALBA como otra forma de crear alianzas desde el
Consenso Bolivariano, con base política sólida, con nuevos principios econó-
micos que se alejaran definitivamente de la competencia como única forma de
sobrevivir –según el darwinismo económico de la ley del más fuerte que conde-
na a los débiles–. Chávez rechazaba con vehemencia ese principio de competi-
tividad por ser falso, debido a que no se parte de condiciones de igualdad para
competir; es algo así como querer borrar la historia, y empezar la carrera como
si los antecedentes no determinarían su final; como si la acumulación origina-
ria que cada país, que cada agente económico ha logrado tener, fuese algo que
la economía no debe tener en cuenta desde el presente en adelante.
Chávez impugnó esa injusta competitividad porque solo llevaría a que
quien partía de condiciones favorables siguiera acumulando condiciones favo-
rables. Se trataba de una estratagema del más fuerte para legitimar –no por arte
de magia sino por determinación de un pasado gestionado por el poder eco-
nómico– seguir siendo el más fuerte porque es mejor compitiendo y vencien-
do al más débil –que está condenado a ser débil por el poder de dominación
del más fuerte en el pasado–. El pensamiento económico chavista nunca creía
en los análisis superficiales que soslayaban las causas estructurales de cualquier
fenómeno económico. Defender la competitividad sin discutir el origen de las
asimetrías es hacer trampas jugando al solitario. Chávez nunca aceptó estas
trampas teóricas ni analíticas que se sustentan en un colonialismo epistémico,
en la “colonialidad del poder” como diría Aníbal Quijano (2009). Para Chá-
vez, la competitividad solo era válida desde otra visión, la de complementarie-
dad. Así comenzaba el ALBA, con otra visión superadora del paradigma capi-
talista destinado a marcar los procesos de integración económica. Para Chávez,
el No al ALCA estaba íntimamente relacionado con el Sí al ALBA. No signi-
ficaba con esto que todo aquel que apostara por rechazar al ALCA estaría dis-
puesto a acatar las condiciones fundacionales del ALBA, más propias de una
corriente ideológica cuestionadora del capitalismo. Sin embargo, había puntos
de encuentro entre lo uno y lo otro, porque en ambas posiciones se rechazaba

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el orden hegemónico neoliberal que repartía el mundo desigualmente.
Chávez fue desde siempre más bien un buscador de consensos que de
disensos –a pesar de que se ha intentado demonizarlo en la prensa depen-
diente internacional en el sentido contrario–. El factor común de rechazo al
neoliberalismo era determinante en tanto que permite realmente tener una
estrategia colectiva de categórico rechazo a aquel mastodóntico proyecto
hegemonizador venido del Norte, es decir al ALCA. Chávez diferenciaba
milimétricamente qué papel tenía cada táctica: el ALBA servía para situar en
el imaginario que “otro continente es posible”, y en esta línea había que tra-
bajar en los próximos años. Pero el No al ALCA era necesario porque no
había tiempo que perder frente a la estrategia neoliberal desde Estados Uni-
dos. Dedicarse a buscar un consenso de máximos con Brasil y Argentina, o
con otros países de la región, era un esfuerzo inútil en el corto plazo, por la
imposibilidad de sintonizar a la perfección con la realidad diferente de cada
uno de los proceso económicos de estos países. Estos no rechazaban el capita-
lismo, ni pretendían hacerlo, y tal vez tampoco buscaban una propuesta eco-
nómica diametralmente opuesta al neoliberalismo en todas sus variables; más
bien decidieron realizar una gran reforma dentro de las reglas de juego
impuestas desde afuera; en la medida de lo posible, se decidían a acabar con
la deuda social, con un nuevo rol del Estado, con nuevas políticas públicas,
con una economía real reindustrializada. Todo ello es para destacar si se con-
sidera de dónde partían ambos países después de haber quedado hechos añi-
cos por el neoliberalismo, pero esto no debe ocultar que el cambio de ellos, de
Brasil y Argentina, no era el cambio deseado por Chávez. Es más, el cambio
de Brasil por ejemplo era compatible con una economía que se financiarizaba
a la misma velocidad con la que pretendía acabar con la pobreza; o por ejem-
plo, el cambio en Argentina era a favor de la mayoría social, y mucho menos
servil al capital financiero extranjero que el caso de Brasil, pero sí tenía que
lidiar con los tratados bilaterales de inversión que aún seguían siendo consti-
tucionales en la nueva época kirchnerista. Para Chávez, ese no era el camino a
seguir, pero sí había coincidencias en la lucha contra el neoliberalismo que
deberían juntarse en la misma causa para la nueva tarea regional.
Para Chávez eso era más que suficiente, aunque él abogara por otro mode-
lo, más de ruptura, de cambio de reglas vía Constitución nueva, etc. El líder
bolivariano sabía que afuera había que comenzar a sumar desde la discrepan-
cia, pero coincidiendo en algunos principios de lucha contra el neoliberalis-
mo mundial. Ahí encontró Chávez la veta para iniciar su estrategia de gene-
rar alianzas nuevas para retos concretos. En este sentido, lo fundamental era

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enterrar el ALCA porque con el ALCA muerto, Venezuela viviría mejor; lo
mismo que Brasil y Argentina. Así llegamos a la IV Cumbre Presidencial de
las Américas, en Mar del Plata (Argentina), en noviembre de 2005.343 Duran-
te esta cumbre, Estados Unidos y Canadá presionaron para alterar la agenda
original y tratar la firma inminente del ALCA. Brasil, Venezuela y Argentina,
principalmente, se opusieron apelando a que el objetivo de las alianzas eco-
nómicas era “crear trabajo para fortalecer la democracia y combatir la pobre-
za”. Sobre este hecho se cimentaba buena parte del inicio del cambio de época
hacia una era posneoliberal, de absoluto rechazo a la integración dictada por
el Norte para gestionar los países del Sur. Era un paso sustantivo en la transi-
ción geoeconómica, porque muchos países de América Latina rechazaron
relacionarse nuevamente solo a través del epicentro de los países centrales.
Kirchner tuvo un especial protagonismo en esta tarea, y también Lula; pero
fue indudablemente Chávez quien se erigió en protagonista imprescindible de
este momento histórico para América Latina, para los pueblos, y para muchos
países del mundo que veían cómo cerraban la puerta en su cara a los Estados
Unidos en el enésimo intento de someter al continente a la tasa de ganancia
de sus transnacionales del Norte.
Así se relataba incluso en el Financial Times (6 de noviembre de 2005),
donde se afirma que los hechos dejaban en la ruina la única política estadou-
nidense para América Latina (el ALCA).344 Era una gran victoria de Chávez;
era victoria de América Latina. El canto de: “¡ALCA, ALCA, al carajo!”, de
Chávez frente a la multitud reunida en la Contra Cumbre en la misma Mar
del Plata reflejaba, además de su ingenio, su capacidad para edificar nuevas
formas de resistencia, de intransigencia frente al poder económico y político
del Norte.345 ¿No fue pragmatismo este hecho? A veces, este término es usado

343 Un siglo después de la Primera Reunión Panamericana (en Washington, 1889), en


la que ya se hablaba de unión aduanera y de un sistema de arbitraje hemisférico, el presi-
dente George Bush dio a conocer su “Iniciativa Para las Américas”, o “Área de Libre Comer-
cio de las Américas” (ALCA). Los preparativos comenzaron en Miami en 1994, en la I
Cumbre de las Américas; la segunda reunión se realizó en Santiago de Chile en 1998; la ter-
cera en abril de 2001 en Quebec. Allí mismo se estableció como fecha para cerrar las nego-
ciaciones del ALCA el mes de enero de 2005 durante la IV Cumbre, que se realizaría en
2003 en Argentina. Pero los desacuerdos en las negociaciones llevaron a que recién en
noviembre de 2005 se concretara la reunión.
344 Para más detalle, leer el texto de Montero (2007).
345 Los cánticos de Chávez fueron entonados frente a una inmensa marea humana,
acompañado por Evo Morales –aún no era Presidente–, y hasta por Diego Armando Mara-
dona.

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exclusivamente para unos asuntos pero descuidado para otros que son igual-
mente pragmáticos, aunque supongan inconvenientes al capital transnacio-
nal. Se trataba de un logro grande; Chávez pudo además observar en esa fecha
que no estaba tan solo en la región, sino que podía sumar nuevas alianzas,
nuevas fórmulas de acordar las relaciones económicas internacionales, pen-
sando siempre desde su visión bolivariana latinoamericanista.
El año 2005 contó también con otro hito en el pensamiento económico
chavista y en su praxis, como arquitecto de una nueva región posneoliberal:
la creación de Petrocaribe.346 Esta es una iniciativa de cooperación energéti-
ca solidaria, propuesta por el Gobierno Bolivariano de Venezuela y enmarca-
da en los principios del ALBA, con el fin de resolver las asimetrías en el acce-
so a los recursos energéticos, por la vía de un nuevo esquema de intercambio
favorable, equitativo y justo entre los países de la región caribeña, la mayoría
consumidores de energía y sin el control estatal del suministro de los recur-
sos. Petrocaribe se instauró como un organismo multilateral para asegurar la
coordinación y articulación de las políticas de energía, incluyendo petróleo y
sus derivados, gas, electricidad y su uso eficiente; cooperación tecnológica,
capacitación, desarrollo de infraestructura energética; así como el aprovecha-
miento de fuentes alternas de energía, tales como la energía eólica, solar y
otras. El Acuerdo de Petrocaribe representa un esquema de cooperación y
complementariedad energética basado en dos pilares: primero, la solidaridad
de un país superavitario en energía, como es el caso de Venezuela, con países
de escasas fuentes y recursos energéticos; y segundo, el reconocimiento de las
asimetrías entre países de mediano desarrollo económico relativo, como es el
caso de Venezuela, y países de menor tamaño y desarrollo relativo, como son
los países centroamericanos y caribeños beneficiarios del Acuerdo. Petrocari-
be propone una escala de financiamiento muy ventajosa para los países miem-
bros, deficitarios en términos energéticos, en tiempos, en descuentos y en
forma de pagos; porque el gobierno venezolano estaba dispuesto a aceptar

346 El Acuerdo de Cooperación Energética Petrocaribe fue formalmente constituido el


29 de junio de 2005, mediante el instrumento jurídico e institucional suscrito en el marco
del Primer Encuentro Energético de Jefes de Estado y/o de Gobierno del Caribe sobre Petro-
caribe, efectuado en Venezuela. Los 14 Estados que suscribieron el acuerdo fueron: Antigua
y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, República
Dominicana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas, Surinam
y Venezuela. El Salvador se incorporó en junio de 2014. Petrocaribe contiene implícita-
mente la articulación de acuerdos previos, como el Convenio de San José y el Acuerdo Ener-
gético de Caracas.

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que parte del pago diferenciado de la factura se realizara con bienes y servi-
cios.
Desde su firma en el año 2005, el Acuerdo Petrocaribe ha sido el marco
referencial para la constitución de diez Empresas Mixtas en nueve países
miembros de la iniciativa, lo que representa una de las herramientas funda-
mentales para avanzar en la construcción de un sistema económico regional
justo y equitativo. Los accionistas de estos entes binacionales son los gobier-
nos. Estas empresas han sido un medio para llevar adelante proyectos de infra-
estructura energética que han consolidado paulatinamente el proceso de inde-
pendencia energética regional, al poder contar algunos Estados con capacida-
des propias de recepción, almacenamiento y distribución de combustibles. El
enfoque social también está presente en este esquema de cooperación,
mediante el desarrollo de proyectos que buscan mejorar las condiciones de
vida de la población, con énfasis en la dignificación de los sectores excluidos.
La perspectiva es que estos entes se afiancen como un mecanismo de financia-
miento e inversión autosustentable, que permita seguir ejecutando los diver-
sos planes industriales, así como la transferencia tecnológica y el desarrollo
socioproductivo.
La articulación es innegablemente otro pilar central del pensamiento eco-
nómico chavista, y como tal fue puesta en práctica desde su rol de arquitecto
regional en materia económica, porque la intención de Chávez desde el prin-
cipio era que el ALBA y Petrocaribe no fueran espacios disociados. Con ese
fin, se creó el Fondo ALBA-Caribe, en el marco de la II Cumbre de Presi-
dentes de Petrocaribe en 2005, con la finalidad de ejecutar proyectos de desa-
rrollo socioeconómico de los países miembros, “priorizando el acceso a la
salud, la educación y la vivienda, así como proyectos socioproductivos que
promuevan el desarrollo económico mediante cooperativas, pequeñas y me -
dianas industrias” (PDVSA, 2005). De esta manera, Petrocaribe se orienta
también a disminuir las grandes brechas de la exclusión, la inequidad y desi-
gualdad social y económica de los pueblos, con esquemas de cooperación no
tradicional que abordan la pobreza como un fenómeno estructural y multidi-
mensional. El Fondo ALBA-Caribe financia programas y proyectos sociales,
priorizando el acceso a la salud, la educación y la vivienda, así como proyec-
tos socioproductivos que promueven el desarrollo económico mediante coo-
perativas, pequeñas y medianas industrias. Hasta la fecha se han asignado 179
millones de dólares a 85 proyectos, en 11 países de la región; y 29 millones
de dólares a 3 proyectos eléctricos.
En esta década ganada, la joya de la corona bolivariana fue indudablemen-

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te la Alternativa Bolivariana, porque estuvo pensada para tener múltiples
impactos determinantes: unos en lo estrictamente material, en lo económico,
pero también otros en lo estratégico, hacia delante, para establecer un hori-
zonte utópico que sirviera como meta de referencia para seguir navegando, pa -
ra hacer irreversibles los cambios, y para tensionar al resto de procesos de inte-
gración en curso. El ALBA, pensado como integración de rostro humano, de
pueblos, con soberanía, fue creciendo, conformándose, consolidándose, per-
feccionándose, constituyéndose como una alternativa real, estratégica y funda-
mental, para lograr una época ganada definitivamente en el plano regional.
En su evolución, el ALBA iba incorporando nuevos socios: el 29 de abril
de 2006 se sumó Bolivia; en 2007, Nicaragua; en 2008, Honduras. Ecuador
se incorporó en junio de 2009; también fueron llegando el resto de pequeños
Estados caribeños no hispanohablantes, como Antigua y Barbuda, Dominica
y San Vicente y las Granadinas (pertenecientes a la Comunidad Caribeña,
CARICOM). En el año 2012, Santa Lucía y Surinam pasaron a adherirse
como miembros plenos de la organización; en 2013 solicitaron su ingreso las
naciones caribeñas de Granada y San Cristóbal y Nieves, como miembros
plenos.
Realmente la importancia del ALBA reside en sus nuevos postulados eco-
nómicos, que interpelan al paradigma dominante de la economía neoliberal
–basado en toda la teoría de la economía neoclásica y sus planteamientos
metodológicos–. El ALBA se fundamenta en la creación de mecanismos que
aprovechan las ventajas cooperativas entre las diferentes naciones asociadas,
para compensar las asimetrías entre esos países. Esto se realiza mediante la
cooperación de fondos compensatorios, destinados a la corrección de disca-
pacidades intrínsecas a los países miembros, y la aplicación del TCP (Tratado
de Comercio de los Pueblos). Así se logró quebrar la teoría de las ventajas
comparativas como explicación del intercambio comercial.
El pensamiento económico de Chávez en este punto muestra una gran
influencia de muchos autores que cuestionan el vigente patrón de intercam-
bio desigual y de desarrollo desigual –como Samir Amin, André Gunder
Frank, Immanuel Wallerstein o Giovanni Arrighi–, por sus nefastas conse-
cuencias que dan lugar a una suerte de economía política del atraso que acaba
condenando a muchos pueblos –como ha mostrado Paul Baran–. Para el pen-
samiento económico chavista se trata de acabar de una vez por todas con los
mitos del libre comercio, de las ventajas comparativas, de la competitividad
entre países para obtener la mayor tasa de ganancia, aunque ello conllevara a
inhumanos efectos sociales.

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El planteamiento de Chávez, en este aspecto, se acercaba más a la visión
neomarxista de los autores antes mencionados, en vez de apoyarse en el enfo-
que más estructuralista de la CEPAL de Prebisch, Cardoso y compañía. Estos
últimos, precursores de la teoría de la dependencia, habían justamente cues-
tionado cómo acabar con esa dependencia entre una estructura económica in-
terna y las relaciones económicas exteriores; pero no habían roto con ciertas
premisas esenciales del sistema capitalista en cuanto a competitividad, pro-
ductividad, ventajas comparativas. En cambio, Chávez quería construir su
propio paradigma económico integracional, explorando nuevas vías para
intercambiar a través de la complementariedad, de la cooperación, de discu-
tir sobre el valor de cambio en disputa con el valor de uso, y de cuestionar la
estructura de la cadena de valor para identificar las transferencias de unos sec-
tores a otros. Estos principios, establecidos para un comercio e intercambio
más justos, suponían un cambio absoluto de aquello que el neoliberalismo ve-
nía pregonando como base para relacionarse económicamente entre diferen-
tes países.
El ALBA tenía el reto de abrir un debate sustantivo sobre las formas de
inventar nuevos patrones de intercambio en la economía mundial; debate que
hasta el momento había quedado cerrado, o en el mejor de los casos, era ex-
clusivo de foros muy limitados en el mundo académico. Este es un objetivo
valioso en sí mismo porque refuta, cuestiona e interpela a la economía domi-
nante; y un objetivo estratégico, en el plano inmaterial, consistente en hacer
pública una discusión soslayada, enjuiciando a la teoría económica que creía
tener el monopolio de la verdad para enjuiciar a todos los demás. Realmente,
el ALBA resucitó en voz alta esta pertinente discusión que parecía haber que-
dado en el olvido, solo para el interés de unos eruditos. Chávez trajo de la
mano del ALBA un nuevo debate a la esfera política en la que hacía participe
a la mayoría social, a los pueblos de América Latina.
Chávez desató ese debate para ponerlo al servicio de un proyecto econó-
mico, en Venezuela y en la región; para sentar una base piramidal a favor de
la mayoría social. La Alternativa Bolivariana se concibe como un Tratado de
los Pueblos; el Consenso Bolivariano, en este sentido, procuraba buscar real-
zar la importancia de un Pacto del Pueblo frente a los Pactos tradicionales de
las élites económicas. La Alianza ALBA-TCP era una propuesta de integra-
ción novedosa porque ponía el énfasis en la dimensión social, en particular en
el intento de humanizar la economía al mismo tiempo que la iba democrati-
zando. El pensamiento económico chavista era consciente de que este nuevo
paradigma económico en la praxis requería tiempo, exigía un gran acuerdo

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político, y había que considerar el ALBA como un proceso de integración en
movimiento que solo había comenzado a caminar. Por eso, evaluar el ALBA
con un examen final, de resultados últimos en estos primeros pasos, es come-
ter el mismo error del profesor que suspende a un niño examinándolo de filo-
logía cuando realmente está iniciando el proceso de aprender a leer. El tempo
económico se debía ajustar al realismo político. Quien, a pocos años del naci-
miento, le exige a el ALBA que tenga la capacidad efectiva de comportarse
como un ser adulto, es que desea que muera lo antes posible. El pensamiento
económico chavista ha demostrado que cada creación debe planificarse por
etapas, según cada tiempo, según cada objetivo, según cada circunstancia his-
tórica, y según las dificultades prácticas de desembarazarse de los hábitos eco-
nómicos del pasado, de la costumbre de los mecanismos de siempre.
El líder bolivariano percibió que las herramientas que predominaban en la
economía mundial son aquellas útiles y serviles a la economía dominante;
crear nuevos instrumentos, como los medios propios de la política comercial,
o las necesarias bases de datos y estadísticas alternativas, no es tarea fácil. Pre-
cisamente el neoliberalismo es hegemónico porque ha sabido tejer una tela-
raña de la que no resulta sencillo escapar. Las reglas internacionales del
comercio, los patrones de estándares de calidad, todo el cúmulo de barreras
para-arancelarías eficaces para proteger a las economías enriquecidas en el de -
nominado “libre comercio” y la contabilidad del valor en los encadenamien-
tos comerciales-productivos son claros ejemplos de las complejidades a supe-
rar frente a la hegemonía neoliberal. Basta escuchar que la Organización
Mundial del Comercio define que un producto es nacional cuando solo tiene
un 5% de los componentes producidos en el país, para notar que se trata de una
trampa perfecta de tal forma que no haya jamás producción nacional de verdad.
Por eso, el pensamiento económico chavista es paciente, lo cual no quiere
decir que esté conforme ni resignado; las dificultades impuestas son muchas
pero no por ello se puede tirar la toalla, sino todo lo contrario. Hay que seguir,
seguir y seguir. Así se planteaba Chávez el ALBA, como el inicio del cuestio-
namiento global de los procesos de integración, como la posibilidad real de
señalar una alternativa en busca de otra economía posible, en América Latina
y en el mundo. Desde este enfoque, desde el propio pensamiento económico
chavista, se puede entender lo que significa este proyecto de integración pos-
neoliberal, emancipador, positivo para Venezuela en tanto que permitía forjar
nuevas alianzas políticas con otros países, diversificando más las relaciones
económicas, impulsando así progresivamente el proceso anhelado de inde-
pendencia de los países centrales. Para Chávez, a pesar de su devoción por los

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cálculos, no todo era mensurable desde lo cuantitativo porque lo cualitativo
también cuenta.
Era un avance ya el hecho de izar esta bandera de colores y esperanzas dife-
rentes, cuestionando las banderas de siempre en todo aquello que propugna-
ba el libre comercio, que para Chávez era un comercio esclavo porque trata-
ba igual a los desiguales; porque no consideraba asimetrías; porque no reco-
nocía las políticas proteccionistas y de subsidios de las economías centrales
cuando exigían desprotección de las economías periféricas; porque las insti-
tuciones jugaban a su favor; porque la soberanía alimentaria no podía ser pura
retórica que esconde que el hambre es resultado de un juego mercantil; por-
que el orden neoliberal solo buscaba integración nominal en lo comercial, al
margen de todo lo humano, los valores democráticos, lo social, todo el resto
de dimensiones de la economía real –lo productivo, lo laboral, lo tributario,
así como la importancia de la política monetaria, financiera y cambiaria–.
Levantar esta voz fue todo un logro de una década ganada fundamental para
concebir la magnitud y dimensión del cambio de época que se inició en Amé-
rica Latina.
El ALBA, además, se convirtió en un ejemplo de adelanto en otras aristas
económicas a la hora de abordar un proceso de integración. Lo comercial es
importante, pero también lo es lo financiero, lo monetario o lo productivo.
En cuanto a lo financiero, Chávez consideró de vital trascendencia disponer
de mecanismos propios que fueran capaces de cumplir el rol social que las
finanzas habían dejado de tener en el panorama capitalista mundial. La eman-
cipación había de ser también emancipación financiera, porque de no ser así
se mantendría la dependencia de las instituciones financieras tradicionales,
que prestan con el objetivo de condicionar la política económica al mismo
tiempo que eternizan la deuda. Salir de este laberinto solo sería posible si se
lograba constituir herramientas propias. El ALBA propuso entonces la crea-
ción de un banco que funcionara como organismo de derecho internacional
público de carácter financiero, con personalidad jurídica propia.
El Banco del ALBA fue fundado en Caracas el 26 de enero de 2008, por
los Presidentes y/o Jefes de Gobierno del ALBA-TCP, quienes suscribieron el
Acta Fundacional en el marco de la VI Cumbre del organismo.347 De acuer-

347 Su personalidad jurídica internacional emana de la suscripción, aprobación y rati-


ficación del Convenio Constitutivo del Banco del ALBA, adoptado en Caracas el 5 de
noviembre de 2008.

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do con lo establecido, “el Banco del ALBA tiene por objeto coadyuvar al desa-
rrollo económico y social sostenible, reducir la pobreza y las asimetrías, forta-
lecer la integración, promover un intercambio económico justo, dinámico,
armónico y equitativo entre los países miembros de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), inspirado en los principios de
solidaridad, complementariedad, cooperación y respeto a la soberanía de los
pueblos” (ALBA, 2008). El Banco del ALBA tiene entre sus funciones finan-
ciar programas y proyectos en sectores clave de la economía, orientados a
mejorar la productividad y eficiencia; la generación de empleos, el desarrollo
científico-técnico, la innovación, la invención, la complementariedad y el
desarrollo de las cadenas productivas, la agregación de valor, la maximización
del uso de materias primas producidas y explotadas en la región, la protección
de los recursos naturales y la conservación del medio ambiente. También se
orienta a financiar proyectos de desarrollo social –salud, educación, vivienda,
seguridad social, desarrollo comunitario, economía social–. Es un banco más
enfocado hacia la promoción, fortalecimiento y desarrollo de la micro, peque-
ña, mediana producción y economías asociativas. El Banco del ALBA contó
con un capital inicial de más de 1.000 millones de dólares, aportados por
todos los participantes según su capacidad financiera y ha destinado más de
170 millones de dólares a los programas Alba Educación, Alba Cultural y
Alba Salud. Muchas críticas a este banco son de magnitud cuantitativa por el
bajo nivel de recursos empleados, en comparación con lo que mueve la gran
banca internacional. Aunque esto es cierto, no se puede menospreciar el avan-
ce en esta materia porque esta nueva institución ha tenido un importante
efecto contagio, y detonador en muchos casos para la creación de otros ban-
cos con más soberanía, estableciendo como centralidad la importancia de no
depender de la gran banca privada internacional o aquella banca de los orga-
nismos internacionales de iguales características en su conformación y activi-
dad.
El Banco del ALBA ha abierto otra ventana de oportunidades en un
mundo financiarizado impuesto por el neoliberalismo, resaltando la necesidad
de disponer de un sistema financiero que satisfaga el rol social financiero para
la economía real, sin jugar a la economía de casino. Esto no es un dato menor,
pues coadyuva de manera concreta a muchos proyectos. Pero además consti-
tuye un vigoroso halo de esperanza material sobre el que seguir edificando una
nueva arquitectura financiera regional en sintonía con aquella que emerja de
los pueblos del Sur del mundo.
Todavía hay desafíos pendientes en este terreno porque la banca interna-

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cional es una hidra de mil cabezas, que no se derrota a las primeras de cam-
bio; aún es preciso afrontar la articulación idónea con otras bancas de los paí-
ses emergentes.348 De todas maneras, han proliferado afortunadamente otros
ensayos de banca interestatal en el Sur, con los que se podrán establecer nue-
vos marcos complementarios. Todos estos puntos son tareas pendientes para
la próxima década en disputa, pero no por ello se puede obviar el logro en esta
materia en la década pasada.
En relación con lo anterior, pero en materia monetaria, Chávez demostra-
ba una vez más que sabía leer en clave de anticipo muchos de los debates que
se presentarían a partir de la transición geoeconómica en curso hacia un
mundo policéntrico. Hasta ese momento, antes de la crisis económica mun-
dial (año 2008 en adelante), pocos habían sido los intentos reales de escapar
de la hegemonía del dólar como moneda referente de reserva y de transacción
comercial a nivel mundial. Mucho tiempo había pasado desde que Keynes
propusiera el bancor como unidad monetaria internacional a partir de una
canasta de monedas, y de que su propuesta fuese rechazada precisamente por
la imposición del dólar estadounidense como moneda global en las negocia-
ciones de Bretton Woods, luego de la Segunda Guerra Mundial. Parecía un
tema pasado de moda, que quedaba para discusiones económicas marginales.
Sin embargo, Chávez lograba revivir esta discusión, anticipando el cambio
de referente monetario internacional como propuesta para desamericanizar la
economía mundial. Con la hegemonía del dólar, era impensable una nueva
arquitectura financiera mundial más justa; Estados Unidos abusa de la posi-
ción dominante del dólar, que no requiere respaldo de nada para ser emitido.
Se trata solo de imprimir papel moneda tecleando en un sistema informático;
sin respaldo en riqueza material, sin respaldo en oro, sin respaldo en otras
monedas. Es un arma de destrucción masiva empleada por el imperio esta-
dounidense para someter a los pueblos a su antojo, para invadir otras econo-
mías ocasionándoles una deuda eterna, una dependencia hasta el infinito.
Para Chávez el dólar no era ni una cuestión técnica ni neutral. El pensa-
miento económico del líder bolivariano denotaba gran preocupación por esta
cuestión en el siglo XXI. Propugnaba la necesidad de nuevas monedas, mone-
das que puedan ser reflejo de una canasta básica de monedas, que no obede-

348 En Fortaleza (Brasil), en la VI Cumbre de los BRICS, del 14 a 16 de julio del 2014,
este grupo de países decidieron conformar el Nuevo Banco de Desarrollo, como contrape-
so al Banco Mundial y FMI.

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cieran a una hegemonía militar, política y económica. Para Chávez, “el
mundo es víctima del imperio del dólar; Estados Unidos ha comprado medio
mundo con papeles que no tienen sustento económico” (Chávez, 2007c). De
ahí derivaba la idea de la nueva moneda SUCRE (Sistema Unitario de Com-
pensación Regional), como unidad de cuenta común de los países del ALBA
para llevar a cabo sus intercambios económicos. En noviembre de 2008 se
acordó el SUCRE entre los países del ALBA –más Ecuador, que todavía no
era miembro de la alianza–.349 Fue más adelante, el 27 de enero de 2010,
cuando el SUCRE comenzó a ser utilizado como moneda virtual. De acuer-
do con el artículo 1 del Tratado Constitutivo, se define al SUCRE como un
“mecanismo de cooperación, integración y complementación económica y
financiera, destinado a la promoción del desarrollo integral de la región lati-
noamericana y caribeña, así como también articular el funcionamiento de
dicho sistema con los lineamientos establecidos por el Consejo Ministerial de
Complementación Económica del ALBA-TCP”. La primera transacción
comercial que se realizó mediante el SUCRE fue la exportación de arroz vene-
zolano a Cuba el 4 de febrero de ese mismo año. Con esta moneda, el pensa-
miento económico chavista demostraba audacia en la praxis para buscar
mecanismos efectivos que tuvieran por objetivo disminuir progresivamente la
dependencia del uso del dólar en las transacciones comerciales entre los paí-
ses del ALBA, con la finalidad de contribuir a minimizar el impacto econó-
mico de vulnerabilidades y volatilidades externas, como consecuencia de cri-
sis o decisiones específicas de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Además de ello, se procuraba que el SUCRE sirviera como impulso para
el comercio entre los miembros del ALBA, para favorecer la complementarie-
dad de sus economías mediante el intercambio comercial. En este sentido, los
avances son significativos: entre los años 2010 y 2013, el comercio interno del
ALBA-TCP aumentó de 10 millones de sucres a 852 millones –aproximada-
mente 850 millones de dólares durante el año 2013–.350 Desde el inicio de la
aplicación de esta nueva unidad monetaria hasta fines de 2013 se han trami-
tado 5.178 operaciones por un valor total equivalente a más de 2 millones de
dólares. Aún representa un valor reducido del total de transacciones comer-
ciales en cada país, pero se evidencia que este novedoso mecanismo se ha con-

349 Cabe señalar que en el mes de marzo de 2013, la República Oriental del Uruguay
solicitó su adhesión al Tratado Constitutivo del SUCRE, y se encuentra cumpliendo los trá-
mites legales pertinentes para su correspondiente incorporación al Sistema.
350 A mediados de 2014, un sucre equivale a 1,25 dólares.

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vertido en una nueva opción para realizar pagos de operaciones de comercio
internacional, dando continuidad al progresivo desacoplamiento del uso del
dólar en operaciones de pago de esta naturaleza, abonando el camino para la
soberanía monetaria y financiera regional.
Es una medida de gran calado en la nueva arquitectura económica regio-
nal y mundial. Es otra victoria más en la praxis del pensamiento bolivariano
económico de Chávez, que fue sagaz para poner el nombre del acompañante
de Bolívar a una moneda propia para América Latina. Esta atinada acción
económica empujada por Chávez durante años está acompañada en la actua-
lidad por un progresivo fenómeno de transición geoeconómica, que disputa
la hegemonía del dólar. En los últimos años, aparecen más experiencias como
ésta, con intercambios entre países con monedas propias sin pasar por el dólar
estadounidense.351 Además muchos países han cambiado su patrón de acu-
mulación de reservas, atesorando cada vez mayores cantidades en otras mone-
das que no son el dólar estadounidense.352 El dólar es aún la moneda hege-
mónica, pero ha comenzado una lenta decadencia porque la arquitectura eco-
nómica mundial responde a la transición geoeconómica hacia un mundo
multipolar. En esta evolución, el pensamiento económico chavista tiene una
cuota elevada de responsabilidad.
Otra iniciativa que nació en el ALBA con identidad propia son las Empre-
sas Gran-nacionales. Estas son la mayor alternativa a las transnacionales. La
idea es juntar a los Estados soberanos, sus capitales públicos, para formar
alianzas económicas en sectores geoestratégicos para los pueblos, muy focali-
zados en la producción de bienes y servicios para la satisfacción de necesida-
des humanas básicas. Son sectores que requieren transferencias tecnológicas
que a veces tiene un país y otro no; o que exigen cuantías elevadas de capitales
que pueden aportar los diferentes Estados; o que requieren encadenamientos
productivos complejos en los que pueden participar diferentes países; otras
veces se requieren mercados más amplios que son solo posibles considerando
a un conjunto de países. Con esta visión, el pensamiento económico chavis-

351 Como por ejemplo en la relación entre China y Rusia, entre China y Japón. Tam-
bién cabe señalar que China firmó recientemente un acuerdo de intercambio de divisas con
el Banco Central Europeo. Lo propio sucede entre Irán y Rusia, en el seno de los BRICS y
en la nueva Zona Euroasiática.
352 Las cifras son muy significativas: la moneda estadounidense todavía se considera la
divisa de reserva por excelencia, al representar cerca del 62% del total en 2013; pero en
2007 representaba más del 80% del total.

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ta puso en práctica aquella tesis de Bolívar de la Gran Nación, pero en este
caso para algo muy concreto, como son las alianzas estatales en ciertos sectores
donde favorece el gran tamaño, estableciendo un contrapeso a las transnacio-
nales –y en los nuevos tiempos, también a las translatinas privadas que crecen
y crecen en América Latina, aprovechando las bondades del gran mercado
latinoamericano gracias a las políticas redistributivas. Las Empresas Gran-
nacionales procuran romper con la lógica de la reproducción y acumulación
del capital. Se inscriben en la nueva lógica de la unión y la integración del
ALBA, acoplándose a los objetivos estratégicos del proyecto unionista, con-
virtiéndose en instrumentos económicos fundamentales para la creación de
una amplia zona de comercio justo en América Latina y el Caribe. Esta nueva
modalidad, aún con mucho campo por desarrollar, es un instrumento de gran
potencialidad en aras de fomentar una integración productiva virtuosa, con
mayor complementariedad, con reparto más justo de los encadenamientos
productivos regionales.
El mundo neoliberal abandonó el sistema de producción fordista naciona-
lista, fronteras adentro. Eligió, a conveniencia del capitalismo global, un
modelo de fragmentación geográfica de la producción mundial: los encade-
namientos productivos se esparcieron por el planeta, siempre bajo el estricto
control de la empresa transnacional con casa matriz en cualquier país central,
que se aseguraba de que el reparto del valor fuese en mayores proporciones
destinada a acumular el capital en pocas manos.
Frente a la nueva modalidad productiva que impuso el neoliberalismo,
Chávez abogaba por una alternativa latinoamericana que pudiera competir
desde bloque a bloque, y no asimétricamente desde un país versus el capital
transnacional. Por ejemplo, un bien básico para la población son los medica-
mentos, controlados y dominados por los poderes económicos transnaciona-
les de unas pocas firmas. ¿Cómo encarar efectivamente una propuesta alter-
nativa para producir medicamentos de calidad, pero a precio justo para la
mayoría social en territorio latinoamericano? Si siguiéramos la opción clásica
de la teoría de la dependencia de décadas pasadas –del estructuralismo cepali-
no–, la opción sería un modelo de sustitución de importaciones en cada país.
Esto es absolutamente contraproducente porque aumentaría considerable-
mente los costos unitarios de producción, habría poco aprovechamiento de
economías de escalas crecientes, y requería elevadas inversiones tecnológicas;
incluso podría haber demanda reducida cuando se trata de países pequeños,
como por ejemplo Bolivia o Ecuador.
Esos desequilibrios son razones de peso que explican, en parte, el fallido

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proceso nacional de sustitución de importaciones. Frente a esto, Chávez rea-
lizó una lectura económica diferente en el ALBA, con la propuesta de las
Gran-nacionales. El pensamiento económico chavista marcó un nuevo hori-
zonte en este asunto al considerar que se debía responder con la misma mone-
da a la estrategia neoliberal de producción in the world: buena parte de la
nueva producción habría de realizarse en una fábrica regional. Se podría dejar
para producción nacional aquella que no incurriese en costos excesivos o limi-
taciones tecnológicas, o por demanda reducida. Esta visión bolivariana en
materia económica se plasmó en las Gran-nacionales porque a través de ellas
se puede postular un modelo productivo regional, en el que se reparta el valor
agregado de forma más justa entre países, procurando que la transferencia tec-
nológica sea un hecho en vez de una promesa contractual. En el ejemplo de
los medicamentos, ¿por qué no producir medicamentos genéricos hechos en
América Latina a través de Gran-nacionales que se complementen en recur-
sos económicos, en tecnología, en trabajo, en financiación? Esta vía segura-
mente es más conveniente que la producción nacional de cada país, porque
además sería ciertamente más competitiva frente al capital transnacional.
El pensamiento económico chavista, desde el marco del ALBA, y median-
te esta nueva modalidad de acción interestatal, buscaba utilizar al máximo las
capacidades de cada país: recursos energéticos, disponibilidad financiera, dis-
posición de materias primas, grado de cualificación, desarrollo científico y
tecnológico, potencialidades objetivas, fondos monetarios, know-how y expe-
riencias endógenas. La prioridad para las Empresas Gran-nacionales es satisfa-
cer el consumo final o industrial del mercado intra-ALBA, con el objeto de
conformar la zona de comercio justo; sus excedentes podrán colocarse en el
mercado internacional.
Más allá de que estas Gran-nacionales nacieron en el seno del ALBA, se
han ido extendiendo en todo el continente latinoamericano mediante múlti-
ples alianzas; también en el Mercosur, y en otros bloques de integración que
se proponen resistir efectivamente contra el capital transnacional. A lo largo
de estos años, los resultados son exitosos, aunque queda mucho por hacer en
el futuro porque es preciso asumir esta nueva cultura económica de alianzas
en un mundo en el que se ha impuesto el darwinismo económico nacional des -
de hace años. Pero se pueden señalar logros notables en sectores como pesca
(Transalba), minería, transporte, telecomunicaciones (Albatel) y agricultura;
también la creación de empresas como Puertos del ALBA S. A., empresa para
la construcción de puertos en Cuba y Venezuela; otra que cabe resaltar es
ALBA de Nicaragua S. A. (ALBANISA), empresa petrolera mixta entre Nica-

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ragua y Venezuela. Cada vez más surgen los proyectos Gran-nacionales en
marcha en nuevos sectores económicos: desde el ALBA Cultural, nuevas
refinerías, manufacturas, medicamentos, infraestructuras, energía eléctrica,
petróleo y gas, agroalimentación, turismo, y muchas otras. Sin duda alguna,
este hecho supone una muestra más de la década ganada en esta materia; por-
que no solo consigue resultados específicos en el mediano plazo, sino que abre
hacia el futuro un campo estratégico para seguir generando apuestas efectivas
que caminen hacia la segunda y definitiva independencia en materia produc-
tiva. La arista bolivariana del paradigma económico chavista demuestra así
que otra economía es posible; es decir, otra forma de producir es posible en
base a la complementariedad, a la solidaridad, reciprocidad y la eficacia, si se
hace desde las alianzas supranacionales sin mermar la soberanía nacional, sino
todo lo contrario, retroalimentándola y repotenciándola.
El ALBA es indudablemente el logro más visible en la dimensión boliva-
riana del pensamiento económico chavista en su praxis por sus conquistas en
lo material, en lo más concreto; pero también en el campo de batalla de las
ideas, en la disputa estratégica del sentido común para el cambio de época. Sin
embargo, el ALBA no es ningún oasis en el desierto. El bolivarianismo eco-
nómico de Chávez no se ha de traducir exclusivamente en esta majestuosa
obra de arquitectura regional porque hay otros muchos hechos más de los que
se deduce la nueva sintonía de la economía venezolana con el resto del mun-
do, coadyuvando a que otros polos económicos fueran cada vez más sólidos.
Según marcaba el Primer Plan Socialista en Venezuela, un objetivo priori-
tario era una mayor relación económica con los países del Sur para diversifi-
car las alianzas,. A pesar de que la prioridad venezolana se orientaba hacia la
región latinoamericana, esto debía acompañarse obligatoriamente de redise-
ñar las relaciones geoestratégicas económicas hacia afuera del continente. En
ese sentido, tres grandes países han sido fundamentales para esa reorientación
de la política económica exterior venezolana: China, Rusia e Irán.
Desde el inicio del siglo XXI, Chávez fue uno de los grandes enemigos
para Bush, a pesar de que la política exterior estadounidense se enfocaba ma-
yoritariamente en Irak, Afganistán, Irán, Siria, Libia y en el dominio-control
de otros países del mundo árabe. Sin embargo, llegado el 2007, Chávez era
considerado prioridad principal para el imperio estadounidense. Esto no se
debía únicamente por la valentía con la que Chávez trató a Bush en la Asam-
blea de Naciones Unidas en el año 2006, cuando dijera: “el diablo está en
casa; ayer el diablo vino aquí; en este lugar huele a azufre”. La preocupación
de los poderes económicos contra Chávez aumentaba realmente por la impor-

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tancia geopolítica que éste estaba teniendo, por su anuncio de inventar el so-
cialismo del siglo XXI, por su cercanía con Cuba, por la solidez del contra-
hegemónico Consenso Bolivariano –con aliados duros y aliados blandos–. Por-
que Chávez, en definitiva, seguía consolidándose como referente regional y
mundial para muchas cuestiones que afectaban las estructuras del orden eco-
nómico dominante.
Pero además de todo eso, Chávez había logrado engrasar las relaciones po-
líticas y económicas con países emergentes –o emergidos, según se mire–. En
el año 2007, el presidente iraní Ahmadinejad se reunió con Chávez en Cara-
cas. En ese mismo año, Chávez visitó a Putin en Rusia.353 Desde entonces
hasta el final de esta década ganada, la economía venezolana ha encontrado
otros socios comerciales, productivos y financieros en estos importantes paí-
ses. La independencia de los países centrales se fue fraguando sobre otras rela-
ciones económicas diversificadas; cuanto más amplia fuese la cartera de socios
económicos, menor era el riesgo de acabar atrapados por el modelo hegemó-
nico del capitalismo neoliberal.
Pero esto no significaba que las relaciones económicas con estos dos paí-
ses, Irán y Rusia, por sí mismas fueran condición suficiente para escapar del
capitalismo. No se trata de esto; en este punto tampoco caben los análisis sim-
plistas. La importancia de las relaciones con Rusia e Irán estaban pensadas por
Chávez como parte del proceso necesario de diversificación de las relaciones
económicas para seguir transitando hacia su propio modelo, con más sobera-
nía e independencia. Para esa década, considerada por Chávez como de tran-
sición, se precisaba de una etapa de pluralidad, de independencia sobre la base
de nuevas dependencias, pero sin poner en riesgo la soberanía anhelada. Esta
diversificación era además otra forma de tener otras armas económicas en caso
de cualquier guerra económica que pudiera venir desde los países centrales.
La relación entre Moscú y Caracas se ha fortalecido en estos años; por
ejemplo, la balanza comercial entre Rusia y Venezuela se incrementó casi siete
veces de 2005 a 2007; en los siguientes años, en un período de contracción
del comercio mundial, entre 2008 y 2010, se dio un incremento de exporta-
ciones venezolanas a Rusia en un 308%. Venezuela se ha convertido en un
socio económico principal para Rusia, más allá del intercambio comercial. Se
han abierto nuevas vías de cooperación militar, cooperación energética entre

353 En esa cita, Chávez manifestó: “La Unión Soviética muy lamentablemente cayó.
Pero no desapareció Rusia, ni los pueblos que la conformaron. Hoy están más vivos que
nunca”.

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las empresas de petróleo estatales y también en materia de gas, y zonas de
intercambio tecnológico.354 Un dato habla por sí solo; en los años 1999-2012
se firmaron 51 acuerdos, convenios, contratos y memorandos de entendi-
miento en todas las áreas de cooperación.
Otra alianza valiosa es aquella que se fue gestando con otro gigante: Irán,
país con el que Venezuela ha firmado también múltiples acuerdos de mucha
envergadura en diferentes áreas económicas –como por ejemplo, para la
adquisición de maquinaria y equipos con financiamiento sin intereses para
algunas Misiones–. Además de múltiples aristas posibles para potenciar la
relación económica entre ambos países, hay un factor común determinante
que les hace aliados naturales: el petróleo. Irán es el quinto exportador de
petróleo en el mercado mundial y forma parte de la organización de los Paí-
ses Exportadores de Petróleo (OPEP), y desde muy temprano mantiene una
importante relación con Venezuela.355
En todo caso, esta alianza ha sido reactivada enormemente desde la llega-
da de Chávez al gobierno, especialmente a través de su empeño en revivir la
política soberana de la OPEP. Aunque desde el inicio de Chávez como Presi-
dente hubo una buena relación con este país –Chávez por ejemplo visitó en
2001 a Jatami en Irán–, las relaciones tuvieron un significativo repunte sobre
todo desde 2005 en adelante. La coincidencia en el poder de Chávez y Ahma-
dinejad a partir de 2005 dio un gran impulso al acercamiento bilateral.356
Chávez priorizó esta relación por encima de otras a pesar de las fuertes pre-
siones internacionales por parte de los poderes económicos hegemónicos. En
el año 2007 ya existía una sustancial relación económica entre ambos países
porque se habían realizado 186 acuerdos: 27 en agricultura, 22 en coopera-
ción económica, 26 en el sector energético y petrolero; y 9 en las inversiones
o temas financieros. En 2006, se acordó crear un Fondo Binacional Venezue-
la-Irán con el propósito de financiar proyectos conjuntos de interés geoeco-
nómico –que acabó finalmente activándose en 2009–. También hubo lugar
para acuerdos entre las petroleras estatales, entre PDVSA y Sadra América
Latina, filial de la Iran Marine Industrial Company, para constituir la socie-
dad mixta “Venezirian Oil Company”, destinada al desarrollo de proyectos de
exploración petrolera off-shore en alta mar y también de exploración del gas.

354 Para más detalle de los avances en estos campos, leer a Boersner y Haluani (2013).
355 Un repaso de la historia de esa relación se puede leer en el artículo de Brun (2008).
356 Los dos presidentes ya se conocían desde una visita de Chávez a Teherán en noviem-
bre de 2004, cuando Ahmadinejad era alcalde de la ciudad.

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Los resultados no tardaron en llegar: el intercambio comercial entre Vene-
zuela e Irán pasó de 1 millón de dólares en 2004 a 78 millones de dólares en
2009. Venezuela dispone actualmente así de un socio más, de gran peso en el
tablero internacional, con el que ha contado durante esta década ganada, de
transición. Para Chávez, a pesar de lo que dijeran las malas lenguas interna-
cionales, Irán es otra pieza más en el juego mundial para afrontar la transición
geoeconómica. No dar estos pasos hubiese significado quedarse atrás, porque
Irán no solamente es socio privilegiado de Venezuela, sino también lo es de
Brasil en América Latina, o de Alemania en Europa. La perspectiva bolivaria-
na en la economía venezolana también se demuestra en esta alianza clave
hacia afuera con repercusiones adentro, como una pieza adicional que sirvió
para buscar más independencia de los poderes económicos centrales.
El caso chino requiere mención especial porque con China se trata de una
relación más fluida y dinámica desde el inicio. La primera visita oficial de
Chávez a Pekín fue en 1999, cuando acababa de posesionarse como Presi-
dente. Los siguientes viajes los llevó a cabo en 2001, 2004 y 2006. Para Chá-
vez, desde inicios del siglo XXI, fuera del continente latinoamericano China
fue siempre la prioridad, siguiendo la línea de algunos pensadores y econo-
mistas que habían pronosticado la importancia de este país desde años
atrás.357 Chávez parecía haber leído detenidamente y por anticipado el libro
de Arrighi Adam Smith en Pekín (2009), porque sabía que el gigante asiático
iba a ser fundamental en esta década en transición.
Muchas de las críticas a cualquier relación con China proceden de afirmar
que este país no regala préstamos, ni concede ventajosas condiciones fiducia-
rias. Lo cual es absolutamente cierto. Y como tal, Chávez era plenamente
consciente de ello, y sabía valorar su costos. Pero estos años de transforma-
ción, de transición, el proyecto económico venezolano requerían disponer de
relaciones económicas exteriores sin condicionamientos sobre cuál política
económica se debe llevar a cabo. El Consenso de Beijing, como algunos auto-
res lo describen (Halimi, 2010), se caracteriza precisamente por una política
de inserción económica mundial de China muy diferenciada de aquella que
aplican Estados Unidos y los organismos internacionales como el FMI o el
BM. China ha optado más bien por una suerte de poder blando diplomático,

357 Así resumía Chávez su interés: “Bolívar fue el gran líder en Venezuela y, en la Amé-
rica del siglo XIX, el padre de nuestra patria. Mao Tse Tung, el padre en el siglo XX de la
gran patria china. Creo que Bolívar y Mao se han encontrado, ahora cuando comienza el
siglo XXI”.

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no injerencista y aceptando la multipolaridad como un hecho favorable.
La economía venezolana continuaba dependiendo de la exportación petro-
lera para consolidar el proyecto en transición. Y China se constituía como des-
tino ideal para ello debido a su exponencial tasa de crecimiento económico.
Así la simbiosis es completa: China necesitaba y sigue necesitando asegurarse
barriles de petróleo como combustible para el modelo de crecimiento econó-
mico, y Venezuela se garantiza así un nuevo socio comercial que reduce cual-
quier chantaje o amenaza que pueda venir de su principal comprador, Esta-
dos Unidos. Para Chávez, eso suponía una diversificación virtuosa en este
cambio de época económica; constituía un pilar sobre el cual se podrían desa-
rrollar las políticas necesarias para el cumplimiento de los objetivos históricos
marcados.
Por otro lado, en términos de necesidad financiera, Venezuela también
encontraba en China un socio ideal que le podría proveer de recursos a tasa
de interés de mercado, sin imponer ajustes macroeconómicos. Se creaba a par-
tir del año 2007 un fondo único conjunto, también llamado Fondo Mixto
Chino-Venezolano, para financiar cooperativamente grandes obras de infraes-
tructura, la Gran Misión Vivienda Venezuela, líneas de producción alternati-
va en la industria del acero, sector electrónico, sistema de telecomunicaciones
(Satélite Simón Bolívar), fabricación del sistema ferroviario venezolano.358
Son muchas las áreas de cooperación financiera involucradas en este Fondo en
los sectores agrícola, tecnológico, militar, petrolero, petroquímico y minero.
Se estima que el Banco de Desarrollo de China, durante el período 2007-
2013, ha financiado préstamos a Venezuela por más de 42.000 millones de
dólares. En cuanto a inversiones, también se ha producido una intensa activi-
dad: en el período 2005-2013, Venezuela recibió inversiones chinas por un
valor aproximado de 50.600 millones de dólares; por ejemplo, la Corporación
Nacional Petrolera de China, a finales del año 2013, anunció una inversión
de 28.000 millones de dólares, con especial interés en la faja petrolífera del
Orinoco, como reserva más grande de crudo pesado del mundo.
También hay importantes acuerdos en sectores básicos de la economía ve-
nezolana, como fue el caso del convenio de cooperación entre el Gobierno Ve-
nezolano y el grupo chino Haier, encaminado a potenciar la capacidad indus-
trial. Gracias a este convenio, se distribuyeron en todo el país más de tres

358 Por ejemplo, en el año 2009 China fue socio de Venezuela en el lanzamiento de una
compañía ferroviaria controlada en un 40% por China Railways Engineering Corporation
(CREC) y el resto por el Gobierno Venezolano.

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millones de equipos electrodomésticos, que han beneficiado a alrededor de
1.500.000 familias mediante el programa denominado “Mi Casa Bien Equi-
pada”. El acuerdo contempló además la creación de una empresa mixta para
la producción, ensamblaje y comercialización de estos electrodomésticos, con
el objeto de garantizar un precio justo y democratizar el acceso del pueblo a
estos bienes de primera necesidad. De este modo, el 20 de septiembre de
2012 fue inaugurada la primera fase del complejo de fabricación de electro-
domésticos Haier. El 85% de acciones de esta fábrica pertenecen al Estado
venezolano. La fábrica Haier posee una capacidad de ensamblaje de 815.000
equipos, lo que permite cubrir el 70% de la producción nacional de refrige-
radores y 63% de lavadoras.
Otro ejemplo efectivo de esta alianza con China es la fabricación de telé-
fonos celulares, a través de la empresa de capital mixto VETELCA, inaugura-
da en mayo de 2009 en alianza comercial con la china ZTE.359 En 2010,
Venezuela también compró a la Corporación Industrial China de Aviación
(AVIC) 25 aeronaves para fundar aerolíneas domésticas y repotenciar la aero-
línea estatal Conviasa. En 2011, la Corporación Venezolana Agrícola (CVA)
y Cinoche Shangai establecieron mecanismos de cooperación técnica en
materia agroindustrial. Ese mismo año, la China National Oil Off Shore
(CNOOC) participó en el Proyecto Mariscal Sucre 21, de PDVSA, que bus-
caba satisfacer la demanda de gas doméstico y eventualmente exportarlo. En
un proyecto ejecutado por la empresa china Harbour Engineering, se acordó
también la construcción de una terminal de contenedores en Puerto Cabello,
con lo que se aspira a ampliar el muelle, con una inversión inicial de 600
millones de dólares. Al año siguiente, en 2012, la empresa china Citic Group
construyó en territorio venezolano 24.000 viviendas en el marco de la Gran
Misión Vivienda Venezuela –el año anterior, ya había participado con la cons-
trucción de 7.000 más–. Venezuela y China firmaron ese mismo año acuer-
dos para certificar todas las reservas mineras del país e iniciar la explotación
del enorme yacimiento aurífero Las Cristinas, en el sur venezolano.360
Estos hechos constituyen solo una pequeña muestra de la estrecha relación
que en este período Venezuela inició con China en muchos ámbitos de la vida
económica. Se ha logrado en esta década ganada consolidar una relación que
antes no existía. Chávez observó previsoramente en China un aliado gigante;

359 La empresa es denominada popularmente por Chávez como “El Vergatario”.


360 El reservorio aurífero Las Cristinas es uno de los más grandes del mundo.

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su rigor prospectivo le permitió anticiparse en este asunto, iniciando la fase de
relacionamiento con cierta ventaja, y antes que el resto de países periféricos.
Como hemos advertido, muchos analistas consideran que China es otro
gran imperio, y que actúa como tal. Lo cual es totalmente cierto. Y Chávez
siempre tuvo conocimiento de ello. Pero Chávez consideraba que el camino
para garantizar soberanía debía apostar por depender transitoriamente de
China en vez de seguir pegado a la dependencia con los países centrales del
sistema capitalista. La clave, para Chávez, era que China tiene otra forma de
asumir su rol en el mapamundi; tiene un alto interés armamentístico pero no
un ejército militar invasivo; concede préstamos con condiciones duras en
torno a la protección de transferencia tecnológica o a favor del uso de capital
chino en actividades principales o complementarias, pero no obliga a realizar
una política macroeconómica determinada.
Según la hoja de ruta marcada, el paradigma económico chavista, en plena
construcción y transición, requería otro patrón de intercambio mundial, con
otros socios, que garantizaran la sostenibilidad de la transición sin sobresaltos
ni agresiones. La perseguida Década de Plata trazada exigía justamente de un
aliado de peso como China a pesar de las tensiones mencionadas que esto
puede ocasionar. Para Chávez siempre hubo una máxima: si no existen con-
tradicciones, seguramente es porque no se está realizando una transformación
de tanto voltaje. Es por ello que para Chávez era necesario entonces buscar
complementariedad en varias aristas económicas que China satisfacía; había
que tener un socio comprador de petróleo además de Estados Unidos; se
requerían inversiones extranjeras que no fueran capitales golondrina; se nece-
sitaban relaciones en materia de economía real alejadas de la financiarización
neoliberal. Eso lo ofrecía y lo ofrece China, con un costo que es asumido en
el pensamiento económico chavista. En la sala situacional de Chávez, en lo
económico, caben costos que asumir para resguardar el proyecto de transición
y hacerlo efectivo. Pensar que los proyectos de transición se pueden hacer en
soledad, sin ayuda de nadie, o que se puede siempre negociar cómo uno lo
desea –desde la razón, justicia y ética–, es no asumir el realismo política que
hay atrás en cada toma de decisión.
Chávez fue siempre pragmático, pero no por ello iba a vender el país, ni
permitir cualquier inversión extranjera que pusiera en jaque al pueblo cuan-
do ésta lo deseara. El Presidente venezolano apostó por la entrada de capital
que no ocasionaba descapitalización en el corto plazo, a diferencia de lo que
sí hacía buena parte del capital transnacional. Además, el pensamiento eco-
nómico chavista consideró que a medida que avanzaba la década ganada, las

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transformaciones fueron tan grandes y veloces que era necesario contar con
capacidad productiva exterior que permitiera satisfacer nuevas demandas de
la mayoría social –como por ejemplo los teléfonos celulares, los automóviles,
etc.–, y que al menos pudiera dejar asentada una mínima base productiva
sobre la que, de ahí en adelante, realizar la revolución productiva que Chávez
solicitaba a gritos en su última etapa.
La perspectiva bolivariana del pensamiento económico chavista en la pra-
xis ayuda a comprender mejor esta relación estrecha e íntima con un gigante
económico –que no es que sea el bueno de la película, pero seguramente es el
actor necesario en la película para impedir que el malo logre imponer su ver-
sión del final feliz para unos pocos y desfavorable para las mayorías–. Elegir
acertadamente el colchón chino durante esta etapa de transición no significa
que Chávez creyera que sobre él había que dormir indefinidamente en la
siguiente etapa de la revolución económica. La base estratégica, según la eco-
nomía chavista, es colaborar con China como aliado íntimo en base a una
nueva relación de dependencia que ha de permitir ir ganando soberanía, hasta
que esa soberanía sea palanca definitiva para lograr la absoluta independencia
económica. Todo es cuestión de tempo, de etapas, de fases en el pensamiento
económico chavista desde su visión estratégica bolivariana.

El análisis puede hacerse interminable porque podríamos seguir mencio-


nando los numerosos cambios en la política económica exterior de Chávez
en esta década ganada. El líder bolivariano no dejaba de mirar hacia cada
rincón del planeta para rehacer relaciones con los países del Sur. Con India
también hubo interés especial por convertirse en uno de los países que con-
forman el bloque de los BRICS. Chávez realizó una visita a la India en 2005
para priorizar las relaciones económicas con este gigante. El intercambio en
este período se ha centrado en sectores de la industria farmacéutica, petró-
leo crudo, gas, entre otros. Como acabamos de decir, no se trata aquí de
hacer un análisis exhaustivo de esta relación, pero sí resaltar que Chávez no
dejó ninguna pieza descuidada en materia de economía internacional. Por
ejemplo con África, con el propósito de consolidar realmente un escenario
mundial de relaciones Sur-Sur, también se hicieron grandes avances. Desde
2005 se ponía en práctica una “ofensiva diplomática” por parte de Venezue-
la hacia el continente africano que incluía, entre otras cosas, la creación ese
año del Despacho del Viceministro para África; el incremento de Embaja-
das venezolanas en África; la incorporación de Venezuela a distintas organi-
zaciones africanas; y la firma de más de un centenar de acuerdos y tratados

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bilaterales con países africanos, entre otras acciones.361
El intercambio económico con los países del Sur también ha crecido más
de lo esperado. Para Chávez, todos los nuevos polos emergentes, emergidos o
por emerger, suman a favor de construir un gran muro venezolano-regional-
mundial frente al intento insistente del centro económico mundial de restar y
mermar soberanía. Cada cual tiene su importancia, y se trata de constituir la
ecuación perfecta en el exterior para que el interior tuviese las garantías de esta-
bilidad para recorrer exitosamente la década en transición. Chávez concedió un
protagonismo inusitado a la política económica exterior, estuvo presente en
todos los foros internacionales alternativos siempre como referente. Para el
pensamiento económico chavista cada paso afuera es una ganancia adentro.
A veces Chávez fue criticado por ello, por tanta exposición afuera, pero eso
le permitía estar más protegido adentro. Las relaciones con Rusia, Irán y
China eran privilegiadas. Pero ello no suponía descuidar la prioridad entre las
prioridades: la región latinoamericana, porque así es el centro de gravedad de
la perspectiva bolivariana del paradigma económico chavista. Por ello, Chávez
seguía incansablemente con la construcción del ALBA, pues permitía seguir
fijando la utopía, ese apetito por lo imposible al que siempre aludía su pensa-
miento económico.
Sin embargo, en el ALBA no estaba otro grupo de países de gran impor-
tancia regional. ¿Qué hacer con ellos? Los aliados no se inventan, y en la
medida de lo posible se debe procurar tenerlos siempre y cuando haya un
acuerdo de mínimos. El caso de Brasil y Argentina responden precisamente a
esta tesitura. ¿Qué hacer con dos países tan importantes regionalmente, y
mundialmente, que han decidido no estar en el ALBA, pero que sí están en el
continente latinoamericano con gran protagonismo? Exigir soberanía es tam-
bién aceptar la soberanía de los otros países. Y Brasil y Argentina no decidie-
ron se parte del ALBA, pero sí del Mercosur.
En estos años, Brasil y Argentina venían construyendo sendos proyectos
económicos posneoliberales progresistas pero siempre desde adentro del pro-
pio sistema, sin cuestionar sus estructuras fundacionales, sin nuevos marcos
constitucionales. Brasil y Argentina habían venido implementando otra polí-
tica económica, basada en políticas sociales redistributivas, de recuperación
del Estado, de recuperación de sectores estratégicos, diversificando las relacio-

361 Entre 2005 y 2008 Venezuela estableció relaciones diplomáticas con los 54 países
africanos, lo que la convirtió en el único Estado del mundo que tiene nexos bilaterales con
todas las naciones de ese continente.

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nes económicas hacia fuera, y con más atención sobre la región, aunque ello
no quiere decir que hayan cuestionado algunos aspectos de fondo; por ejem-
plo Argentina sigue plegado a muchos acuerdos regulados por Tratados Bila-
terales de Inversión de la época neoliberal, o más preocupante es el caso de
Brasil, que ha cedido mucho terreno a favor de capital financiero que ha pasa-
do a ser uno de los mejores retribuidos del planeta. Ambos países han apos-
tado por un desplazamiento del eje económico inclinando hacia un estadio
más próximo al posneoliberalismo, pero sin llegar al viraje de Chávez en busca
de una transición poscapitalista en Venezuela,
A sabiendas de ello, nuevamente Chávez dio lecciones de realismo políti-
co en materia geoeconómica porque pensó que tenía que acercar posturas en
vez de forzar divergencias. Para Chávez, el ALBA era la única vanguardia posi-
ble para marcar la pauta del cambio de época en la región, como horizonte
estratégico, como estructura institucional que forja condiciones irreversibles
para el no retorno neoliberal. Pero al mismo tiempo, observaba que Merco-
sur era una realidad económica que encarar, de la que no se podría escapar,
aunque tuviera pleno conocimiento que éste nada tenía que ver con el ALBA,
ni se trataba de un marco integracional rupturista, ni maximalista según los
objetivos del paradigma económico chavista. El Mercosur no era el lugar ideal
para Chávez pero se trataba de un espacio a disputar. El líder bolivariano, sal-
tador adelante por definición, consideró que Venezuela debía estar presente
en esa batalla, en la disputa del sentido económico de una integración más
tradicional pero con países con presidentes de signo político diferente. Muji-
ca en Uruguay; Lugo en Paraguay; Lula o Dilma en Brasil; los Kirchner en
Argentina.
Venezuela abogó por procurar conciliar en la medida de lo posible un rol
de liderazgo creador y promotor del ALBA con un rol de participación acti-
va en el seno de Mercosur. ¿Por qué? Porque consideraba que quedarse afue-
ra del Mercosur era quedarse sin la posibilidad de integrar la quinta economía
del mundo en términos de PIB –detrás de Estados Unidos, China, India y
Japón, y delante de la mismísima Alemania–. Porque era quedarse afuera de
otro polo económico que aparecía con mucha fuerza en este mundo cada vez
más policéntrico. El Mercosur, con el ingreso de Venezuela, podría además ser
más fuerte de lo que era, y esto podía a la vez fortalecer a Venezuela. Ese nue-
vo bloque cuenta con todo lo necesario para consolidarse como otro centro
en el tablero internacional: mucho petróleo, otras energías, alimentos, merca-
do interno, creciente poder adquisitivo y un aceptable desarrollo industrial.
Además, se trata de un territorio sin conflictos bélicos, con importante soli-

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dez democrática y con reglas políticas claras. También hay que considerar que
Mercosur cuenta, desde la llegada de Venezuela, con tres grandes países de
Sudamérica con un alto potencial de intercambio comercial, de complemen-
tariedad productiva, de integración financiera y de flujos monetarios sin con-
tar con el dólar.
La decisión de Chávez de acercarse al Mercosur también se explica por el
paulatino proceso de desintegración de facto de la Comunidad Andina de
Naciones (CAN) después que algunos de sus miembros irrespetaran sus pro-
pias reglas para acabar firmado acuerdos de libre comercio con Estados Uni-
dos y la Unión Europea. Chávez fue testigo de este proceso, y sabía que la
CAN tenía sus días contados. Así que finalmente, el presidente venezolano
decidió salirse de un espacio inexistente que prácticamente estaba de adorno.
Lo declaró en 2006, siempre adelantándose a los tiempos; y lo ejecutó defini-
tivamente en el año 2011.
Además de ello, el pensamiento económico chavista, gracias a su boliva-
rianismo, consideraba que había que posicionarse acertadamente de cara a la
nueva partida de póker que el imperio estadounidense, con sus satélites, que-
ría jugar en la región. ¿Qué jugada se proponía? Puesto que no se había podi-
do agrupar a América Latina en un mercado único a través de la ALCA, el
imperialismo cambió de estrategia y apostó a ganar dividiendo: América Lati-
na partida en dos. Este era el deseo de los Estados Unidos –y de la Unión
Europea–. Una América Latina desgajada, que dejara de ser el bloque mono-
lítico que venía conformándose. El objetivo era –y todavía es– una región di-
vidida en dos mitades, que disipe cualquier demostración de sí se puede cons-
truir un nuevo mundo posneoliberal, en paz, sin guerras, con redistribución
de los excedentes económicos, con mejoras sociales inclusivas.
Esta América Latina bipolar –fracturada y enfrentada– es el ideal, en defi-
nitiva, de esa minoría que manda en el mundo para que nada cambie a favor
de las mayorías. Los intentos fallidos de golpe de Estado en Venezuela (2002),
Bolivia (2008) y Ecuador (2010); y los golpes exitosos en Honduras (2009) y
en Paraguay (2012) no acabaron de lograr todo lo que el Norte se había pro-
puesto. Tras el revés sufrido a la propuesta del ALCA (2005) para que Esta-
dos Unidos dispusiera de un patio trasero extendido hasta Ushuaia, la formu-
la nuevamente perseguida es conseguir más Acuerdos de libre comercio, de tal
forma, que así, se vaya desgajando la región de a poco. Hasta el momento, en
esta tarea, la Unión Europea y Estados Unidos progresan adecuadamente con
la firma de estos acuerdos con México y Chile, con Perú y Colombia, y con
algunos otros países de Centroamérica.

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En esta misma línea, desde el Norte se ha decidido preparar una vez más
otro remake del ALCA, con más sagacidad. Esta reedición imperialista que se
llama Alianza del Pacífico (AP) ha tomado buena nota del fracaso del pasado,
y esta vez, el presidente estadounidense ya no aparece en la foto de familia. La
AP, a diferencia del ALCA, presenta una imagen más latinoamericanista, apa-
rentemente independizada –al menos en la escenografía– de los países del
Norte. Al Norte le interesa así que sea el eje del Pacífico el que asuma la res-
ponsabilidad de frenar y torpedear al bloque progresista en América Latina.
No hay mejor idea que dividir el Sur desde el Norte con control remoto, con
la apariencia políticamente correcta de ser respetuoso –y no injerencista– con
los asuntos ajenos. Por todo esto, la AP es más sutil que el ALCA como ins-
trumento para que el Norte siga teniendo presencia en el nuevo Sur en Amé-
rica Latina.
Frente a este escenario, de nuevo Chávez quiso mover ficha y ubicarse en
Mercosur como espacio vigoroso económicamente, sin que ello impidiera
seguir armando el ALBA como proyecto de largo aliento. Para Chávez, la
entrada de la economía venezolana en el Mercosur era una forma de resguar-
darse pero también de disputar el futuro de ese gran polo económico y polí-
tico.
El Mercosur presenta grandes dificultades y desafíos, porque puede repro-
ducir defectos propios de otros procesos de integración que no gestionan con
justicia las asimetrías de economías diversas, y por consiguiente, se podría
generar en su interior una división “a lo europeo” del trabajo, donde se con-
centre el valor añadido en algunas economías menoscabando al resto. El pen-
samiento económico chavista es plenamente consciente de las complejidades
propias de cualquier realidad económica y política en la que participan inte-
reses nacionales que deben articular un sentido homogéneo supranacional.
De esta forma vigilante, Chávez aceptó integrar este nuevo espacio (Merco-
sur), que ofrece oportunidades pero que también puede poner zancadillas a
futuro si se asume convertirse en un satélite subordinado a la gran potencia
brasileña. Después de un largo periplo, Venezuela fue proclamada miembro
de pleno derecho el 31 de julio de 2012.362 Desde este momento en adelan-
te, en esta década en disputa en curso, una vez superada exitosamente la déca-

362 Hay que recordar que para ingresar en el Mercosur, los países miembro deben apro-
bar al nuevo. El último en aceptar la entrada de Venezuela fue Paraguay, que primero se
negó a ello, pero luego de la suspensión de este país en el Mercosur por culpa del golpe con-
tra Lugo, se acabó permitiendo su entrada.

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da ganada, la inserción en Mercosur ha de ser prioridad número uno si se
desea respetar el pensamiento económico de Chávez, pero no de forma pasi-
va, ni condescendiente con Brasil, sino todo lo contrario: nuevamente procu-
rando pilotar el sentido de esa integración, no cayendo en las presiones de
cierto capital privado brasileño –y en menor medida, el argentino– que desea
buscar un acuerdo comercial con la Unión Europea, o que siguen apostando
a un acuerdo comercial con la Alianza del Pacífico, conformando así una
nueva zona económica muy parecida a la pretendida por el ALCA.

Para culminar esta descripción de avances, logros y conquistas del pensa-


miento económico chavista en su praxis desde la arista bolivariana, resulta
indispensable reseñar dos hitos clave para el cambio de época en América Lati-
na. Por un lado, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR); por otro
lado, más recientemente, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Cari-
beños (CELAC).
Respecto a la UNASUR, se trata de una cosecha del bolivarianismo del
pensamiento político de Chávez. Se acumula así institucionalmente todo el
impulso originado en esta década ganada para toda la región. La UNASUR es
una organización internacional creada en 2008 “como impulso a la integra-
ción regional en materia de energía, educación, salud, ambiente, infraestruc-
tura, seguridad y democracia”.363 En materia económica, la UNASUR se pro-
pone “eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la
participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el
marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de los Estados”
(UNASUR, 2008). La UNASUR se postula así como un polo activo en la
transición sistémica geopolítica, como nuevo espacio propio suramericano,
independiente y emancipado del Norte. La UNASUR fue otra respuesta más

363 El evento que abrió el camino definitivo a la constitución de la UNASUR fue la


creación de la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN) durante la Tercera Reunión de
Presidentes de América del Sur, el 8 de diciembre de 2004 en Cuzco, Perú. La CSN nació
para unir dos grandes fuerzas regionales: el grupo de naciones miembro del Mercado
Común del Sur, Mercosur, y el bloque noroccidental conformado por la Comunidad Andi-
na de Naciones (CAN). Durante dos reuniones de la CSN, efectuadas en 2005 en Brasilia
y Cochabamba, los líderes de los países miembros establecieron el plan estratégico y líneas
de acción para concretar una agenda común de oportunidades y desafíos. No obstante, fue
en la primera Cumbre Energética Suramericana, que tuvo lugar en abril de 2007 en la Isla
de Margarita, Venezuela, donde se fijaron prioridades y la CSN cambió su nombre por
UNASUR.

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de Chávez –en compañía con otros presidentes de la región– a una demanda
real de todos los de abajo. Era necesario, más que nunca, que América del Sur
tuviera un órgano conjunto de toma de decisiones, de convergencia política,
de planificación estratégica, para participar como región, sin complejos, en el
mundo del siglo XXI. Chávez, Kirchner y Lula fueron sin duda los principa-
les promotores de este ambicioso proyecto. Es un proyecto de largo plazo, que
tampoco se constituye en un día; pero nació con gran legitimidad, cristalizan-
do institucionalmente el cambio de época en la región.
Para Chávez, este enclave geopolítico era necesario porque suponía la úni-
ca forma de articular a los países del Sur de América Latina para la búsqueda
de esa segunda y definitiva independencia. Sin ser una institución de conte-
nido meramente económico, la UNASUR cuenta con un Consejo Surameri-
cano de Economía y Finanzas que trata desde su nacimiento aspectos de eco-
nomía de vital importancia. Conviene resaltar el encuentro de este Consejo
que tuvo lugar en Buenos Aires, en noviembre de 2011, en el que se fijaron
metas y objetivos económicos que ilustran la influencia del pensamiento eco-
nómico chavista en esta materia. En dicha reunión, se plantearon importantes
directrices en política económica regional que están en la línea de un Consen-
so Bolivariano más que del viejo Consenso de Washington. Destacan algunos
puntos, tales como: 1) sustituir importaciones extra-regionales por productos
elaborados en países de la región; 2) realizar intercambios comerciales en la
región sin necesidad de pagar en dólares; 3) constituir un fondo de reservas
suramericano propio para evitar cualquier potencial desestabilización externa;
4) identificar la potencialidad y el encadenamiento productivo regionales; 5)
instar a la creación de un árbitro regional, en el seno de la UNASUR, para
reemplazar progresivamente el poderío que tiene el CIADI (Centro Interna-
cional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones; dependiente del Ban-
co Mundial) como juez y parte para dirimir conflictos en materia de inver-
sión extranjera entre empresas privadas y Estados soberanos de la región sura-
mericana. Respecto a este último punto, cabe señalar que Venezuela decidió
abandonar el CIADI.364 Para el pensamiento económico de Chávez, era prio-
ridad desprenderse cuanto antes del yugo que impone el orden económico
neoliberal mediante estos jueces que velan por la seguridad jurídica del capi-

364 Chávez manifestó sobre esta cuestión lo siguiente: “El CIADI es un organismo ads-
crito al Banco Mundial, está controlado por Estados Unidos, por lo que mi país no reco-
nocerá su fallo; ahora nos amenazan con el CIADI; de ese CIADI tenemos que salirnos
nosotros. Nosotros no reconoceremos decisiones del CIADI”.

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tal, a pesar de la inseguridad social y económica de las mayorías sociales. La
dimensión bolivariana del pensamiento económico chavista tiene un ascen-
diente importante sobre este proyecto institucional, fundamental para dispu-
tar el nuevo orden geopolítico multipolar.
Todavía la UNASUR es un embrión, recién nacido, que ya ha tenido fuer-
te protagonismo frente a algunas crisis en la región e intentos de golpes de
Estado, pero que todavía tiene muchos deberes por delante para consolidarse.
En este sentido, es positivo que la UNASUR sea un espacio de divergencias,
donde estén todos los países de esta emergida región en el plano económico
mundial. Pero este hecho no puede darse a costa de un potencial extravío de
dirección, de liderazgo y, lo que es aún peor, del menoscabo de una posición
política regional capaz de defender a ultranza el cambio de época a favor de
una democracia más real, de la dignificación de las condiciones sociales en las
que viven las mayorías y de una inserción soberana e inteligente en el mundo.
Por esto, al final de esta década ganada, en la UNASUR están conviviendo –al
menos– dos formas de entender el proceso de integración: la Alianza del Pací-
fico que aboga por una lógica neoliberal en el comercio, en lo financiero, en
lo social; y por otro lado, el Mercosur que defiende una integración menos
neoliberal –sin que se sepa muy bien quién vencerá el pulso que se está dando
en su seno–, y en el otro lugar, está el ALBA que en adelante tiene la tarea de
reimpulsar su mandato regional posneoliberal, evitando ser fagocitado por
otros espacios de integración.
Esta convivencia no será plácida, porque si lo fuese sería en detrimento de
la sostenibilidad de los logros de esta década ganada hacia futuro, en relación
con la década en disputa que se avecina. En otras palabras, si la Alianza Pací-
fico lograse suavizar/reducir el rol de la UNASUR en la región y en el mundo,
habrá que estar preocupados porque entonces podría sobrevenir otra larga
noche de agresión del capitalismo neoliberal. Por todo esto, es fundamental
considerar la raíz de la UNASUR, muy en la línea del pensamiento económi-
co chavista, y no perder el protagonismo del bloque en responder frente a fla-
grantes atentados contra la democracia en algún país de la región, y retomar
un papel más proactivo para seguir avanzando en los retos pendientes en ma-
teria social, política y económica.
En concreto, un tema importante en torno a estos desafíos es otra de las
ideas que emana del bolivarianismo del pensamiento económico chavista: el
Banco del Sur. Esta propuesta surgió con el propósito de convertirse en un
actor clave para la emancipación financiera. El Banco del Sur es una institu-
ción dirigida a impulsar la integración de los países latinoamericanos y la crea-

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ción de proyectos conjuntos para el desarrollo de los pueblos, con respeto a la
soberanía y con total independencia de la banca multilateral internacional.
Desde el año 2007, Chávez subrayaba insistentemente la importancia de crear
un banco regional para emanciparse del FMI y del BM. Luego, Chávez y Nés-
tor Kirchner acordaron la creación de una institución bancaria regional, cuyo
principal objetivo sería romper lazos crediticios con otras instituciones finan-
cieras. En Ecuador, en mayo de 2007, se reunieron los presidentes, acompa-
ñados de ministros de Economía y Finanzas o de Hacienda, de Argentina,
Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Venezuela, para acordar el avan-
ce hacia el proyecto del Banco del Sur y sus lineamientos generales. Así se
constituye este Banco del Sur, que aún tiene el desafío de buscar compatibi-
lidades con bancos estatales que operan fuera de la frontera, como es el caso
del Banco de Desarrollo de Brasil, y también con el Nuevo Banco de Desa-
rrollo de los BRICS. No es tarea fácil ordenar toda esta nueva arquitectura
institucional a medida que van surgiendo alternativas; pero es una tarea ur-
gente, después de que en la década ganada se impusiera el coraje de impulsar
otras instituciones posneoliberales, que enfrentaban la hegemonía del poder
financiero capitalista global. El Banco del Sur es aún muy pequeño en cuan-
to a su capacidad financiera real; pero sí es una gran señal a favor de una
nueva banca de desarrollo para la integración de la región, promotora del fi-
nanciamiento de proyectos y programas que impulsen el desarrollo de infra-
estructura básica, en lucha contra asimetrías y desigualdades en el desarrollo
socioeconómico de la región, y prevista para destinar recursos a inversiones
productivas que apunten a la integración de Sudamérica. Esto es otro logro
bolivariano más de esta década ganada, que a la vez deja mayor responsabili-
dad hacia futuro.
Para concluir esta relación de acontecimientos, hitos, logros, conquistas y
avances de este cambio de época posneoliberal –gracias en buena medida al
empuje bolivariano del pensamiento económico chavista–, cabe hacer una
mención especial a la aparición de la CELAC (Comunidad de Estados Lati-
noamericanos y Caribeños). Esta institución, con impronta bolivariana, es un
organismo intergubernamental de ámbito regional, heredero del Grupo de
Río y de la Cumbre de América Latina y del Caribe, que promueve la integra-
ción y desarrollo de los países latinoamericanos. La CELAC fue creada el mar-
tes 23 de febrero de 2010, en sesión de la Cumbre de la Unidad de América
Latina y el Caribe, en Playa del Carmen, Quintana Roo, México. Posterior-
mente, en la Cumbre de Caracas, Venezuela, realizada los días 2 y 3 de di -
ciembre de 2011, quedó constituida definitivamente la CELAC. En la

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CELAC se materializan los sueños de unidad, justicia y soberanía de Simón
Bolívar, José Martí, Antonio José de Sucre, entre otros grandes próceres de la
región. La CELAC también responde a los nuevos tiempos, a los nuevos vien-
tos posneoliberales gracias a la década ganada, que va proporcionando vigo-
rosidad cada vez más a un cambio de época. La CELAC es un intento de dotar
a la región de más latinoamericanía. Constituye un nuevo marco institucional
propio como contrapunto a la OEA (Organización de Estados Americanos).
Es un nuevo espacio aglutinador de todos los países de América Latina sin la
participación de Estados Unidos y Canadá; pero sí con la participación de
Cuba. La CELAC solo ha comenzando a caminar. Es imposible valorarla con
suficiente retrospectiva histórica; aún tiene casi todo por hacer. Sin embargo,
una institución integrada por 33 países que cubre una superficie territorial de
más de 20.000 millones de kilómetros cuadrados, con una población de 600
millones de habitantes, que constituye la tercera economía del mundo con
6,06 billones de dólares de PIB conjunto, se avizora como determinante en el
ámbito geopolítico para los próximos años.
Esta es otra demostración más de la importancia que Chávez tiene aún
para la reordenación geopolítica de América Latina, y por consiguiente, para
una nueva inserción en el mundo desde un polo más unido y más autónomo
para establecer relaciones estratégicas con el resto del mundo. En la recons-
trucción inicial de la CELAC, el pensamiento político y económico chavista
está más que presente porque su ímpetu bolivariano recorrió todo el conti-
nente latinoamericano enseñando, como buen maestro, que la soberanía
nacional solo se consigue si esta se asienta sobre la emancipación regional, y
viceversa. Este aprendizaje es un fruto más de esta época ganada, gracias al
pensamiento económico de Chávez en su praxis bolivariana.

Por ahora, resumiendo: la época ganada en la economía de Hugo Chávez

El capitalismo inició el siglo XXI al mismo tiempo que Chávez emprendía la


edificación de un paradigma económico propio, también del siglo XXI. En los
albores del siglo, el neoliberalismo se encargaba plenamente de la nueva ges-
tión del capitalismo, impidiéndole que adquiriera otra impronta que no fuera
la neoliberal. De esta manera se acababa la distinción entre capitalismo bueno y
capitalismo malo. En los primeros años de esta década, el orden neoliberal era
de tal magnitud globalizador que se podían repartir los papeles, pero siempre
desde una planificación central a favor de engordar la tasa de ganancia del capi-

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tal. La progresiva financiarización iba de la mano de la fragmentación geo-
gráfica de la producción mundial; lo uno sin lo otro simplemente no habría
sido posible. El capitalismo decidía respaldarse en la hegemonía neoliberal, que
desplazaba a la economía real subordinándola a la economía de casino.
Pero esto no significaba que este capitalismo de base económica real no
estuviera imbricado estrechamente con la otra economía especulativa, de
valores ficticios. El capitalismo neoliberal es uno, simplemente uno, que orde-
na a cada quién su objetivo; ahora la producción se deslocaliza mundialmen-
te, con productos made in the world, pero la tasa de ganancia no se reparte ni
se distribuye, sino que se refuerza el patrón de concentración y acumulación
en el centro de gravitación del capitalismo global, siempre bien resguardado
en su casa matriz en algunos de los países centrales. Las finanzas invierten lo
mínimo necesario en la economía real para dedicar el resto a las apuestas, a la
creación de valores ficticios, sin necesidad de disputar su renta diferencial con
la fuerza de trabajo. Así todo es más cómodo para el poder económico; que
otros trabajen en la periferia en los sectores productivos intensivos en mano
de obra, que luego les transfieran la mayor parte del nuevo valor agregado, y
que tengan el salario suficiente para que también participen en la compra de
los productos, asegurando así una mayor demanda mundial que garantice la
revalorización sine die del capital concentrado en pocas manos.
El neoliberalismo alcanzaba su madurez en esos primeros años del siglo
XXI. Después de una década de expansión, la hegemonía neoliberal había
conseguido introyectar sus postulados económicos, políticos, sociales, cultu-
rales en todos los rincones del mundo. Las instituciones internacionales hicie-
ron su trabajo; la academia seguía sacralizando la economía neoclásica, al
mismo tiempo que despreciaba cualquier corriente teórica heterodoxa o críti-
ca; y el resto de mecanismos se ponían todos a una, como Fuenteovejuna, para
elaborar un relato dominante constituido como pensamiento único, pero
también con esperanza única, o mejor dicho, la desesperanza. El propósito era
conformar un muro de irreversibilidad, que impidiera volver atrás, o pensar
alternativas hacia adelante. Un muro que frenara cualquier cambio posible,
que no permitiera ver más allá. La premisa básica era: “no hay nada más allá
de este imaginario neoliberal”. Ahí está el ser o no ser, el quid de la cuestión,
nada puede ser posible distinto a lo neoliberalmente posible. No hay nada dis-
tinto del presente, no hay por qué pelear, es imposible vivir de manera dife-
rente. Este es el gran logro neoliberal: haber forjado un sentido común como
el más posible de todos los sentidos comunes.
Es una suerte de alegoría de la caverna de Platón en el siglo XXI: el pue-

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blo no puede ver más allá de las sombras de la caverna que le proporciona el
propio capitalismo neoliberal para que no puedan nunca surgir cuestiona-
mientos al presente ni se planteen alternativas, otras estructuras, otras políti-
cas, otras economías posibles. Este es el verdadero sentido hegemónico del
capitalismo neoliberal. Cada cual con su tarea sin cuestionarse por qué la
hace, para que todo siga el orden establecido que es el que organiza la casa
mundial según convenga a unas pocas familias enriquecidas a costa del empo-
brecimiento de las mayorías.
América Latina era una pieza más en ese ajedrez mundial del siglo XXI,
con reglas marcadas por los dictados del poder económico mundial. El Con-
senso de Washington constituía la biblia económica para la gran mayoría de
los países obligados a ceder soberanía a favor de la seguridad jurídica de la tasa
de ganancia del capital transnacional, a favor de un enigma al que llaman “li-
bre mercado” sin ser libre ni mercado. En un entorno en donde el consenso
“por arriba” era tan sólido como aquel disenso que había “por abajo”, Chávez
comenzaba su andadura como Presidente de una Venezuela inserta en ese
mundo neoliberal autoritario.
El nuevo presidente venezolano no era ningún filósofo ni economista de
carrera que había preferido dedicarse al arte contemplativo, limitándose a in-
terpretar el mundo. De lo que se trataba, como diría Marx, era de transfor-
marlo. Chávez se adentraba así en una nueva etapa porque su pensamiento
económico ahora era parte de su praxis como Presidente, y viceversa. Ambas
dimensiones se fueron constituyendo en una sola, indisoluble, en la que habrá
tensiones propias de cualquier proceso de transformación revolucionaria. El
pensamiento económico chavista atravesará, en adelante, por un constante
diálogo con el realismo político, con las contradicciones propias de un pro-
yecto político y económico revolucionario en la práctica. La ecuación a resol-
ver afecta a cada persona, a la mayoría social excluida, a sus condiciones de vi -
da cotidiana. Mientras el corto plazo afectara a los aspectos más básicos de los
seres humanos, la economía para Chávez iba a dejar de ser únicamente una
fórmula para planificar en el largo plazo.
En estos años, Chávez retoma su visión humanista, la retrotrae al presen-
te, la fortalece y procura ponerla en práctica, para luchar contra la economía
deshumanizada heredada de las décadas perdidas de la larga noche neoliberal.
No quería curar los males del neoliberalismo con más neoliberalismo; solo
con una década en transición, con una Década de Plata se podría lograr una
década ganada para la mayoría social. La casa se tenía que empezar por abajo
y no por el tejado.

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Para el pensamiento económico chavista la urgencia, el ahora, el ya social,
es la base existencial de la economía. ¿Para qué proponerse un orden macro-
económico estable, si hay inestabilidad social? ¿Para qué un control de la
deuda financiera si la deuda social pone en jaque a la mayoría del pueblo? La
economía para Chávez solo podía ser: economía humana, humanista, huma-
nizadora; economía democratizadora, economía para todos, de todos, con
todos. La economía era ciencia social siempre y cuando fuese capaz de abar-
car a toda la sociedad, sin excepciones ni exclusiones. En esa misma línea,
para Chávez, la democracia real es aquella democracia que democratiza la eco-
nomía, la satisfacción de las necesidades básicas, las condiciones dignas de
vida para el buen vivir. Por ahí comenzaba Chávez los cimientos de la casa lla-
mada Venezuela, con un pensamiento económico anclado en principios bási-
cos: humanismo para todos, es decir, una política económica en la praxis que
democratice la economía de los seres humanos.
Sin tiempo que perder, Chávez comenzó su trayecto como Presidente en
Venezuela. Luego de la aprobación popular de una propuesta constitucional
económica de ruptura con el neoliberalismo, ahora había que desarrollar to-
das las acciones para que la propuesta no quedara solo en papel mojado. El
mundo neoliberal miraba con atención, con recelo, qué era aquello que el
antineoliberalismo del pensamiento económico chavista se proponía alcanzar
en un país que no pasaba desapercibido por su importante rol petrolero a ni-
vel mundial. El Presidente venezolano emprendió su tarea con medidas con-
cretas, rápidas, urgentes, usando todo lo que tenía a su favor, incluida la alian-
za cívico-militar que puso al servicio de las necesidades del pueblo.
Así se tomaron muchas decisiones que inclinaron la economía hacia la pre-
ocupación social: el humanismo se convirtió en política de Estado. El Plan
Bolívar 2000 constituyó un naciente conglomerado de acciones sociales que
suponen un anticipo de lo que luego se convertiría en un vigoroso Estado de
las Misiones. El pueblo, acreedor perpetuo de la deuda social, se había ganado
el derecho a no tener más paciencia. Desde esta premisa, el pensamiento eco-
nómico chavista en su praxis abogó por la defensa a ultranza de lo inmedia-
to, de una suerte de ya economicus priorizado a la máxima potencia. Pero Chá-
vez no se propuso copiar-pegar de un modelo caduco de Estado de Bienestar;
ni de Estado de Bienestar en Miniatura, como aquel que se implantara en Ve -
nezuela en algunos años del puntofijismo, ni un Estado de Bienestar a lo euro-
peo. Chávez no quería imitaciones de esta índole, porque todas suponían pac-
tar con los poderes económicos y pedir permiso para garantizar ciertos dere-
chos sociales y satisfacción de necesidades básicas.

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El pensamiento económico de Hugo Chávez se caracteriza por su irreve-
rencia, por ser desobediente cuando así correspondiese; no había que pedir
permiso para que el pueblo tuviera el derecho a vivir bien satisfecho. No hay
nada que negociar si se considera que la política económica debe obedecer a
la democratización en la satisfacción de las necesidades humanas del pueblo.
Este es el imperativo en el pensamiento económico chavista, y bajo tal direc-
triz la praxis opera en medio de dificultades, como consecuencia de la dispu-
ta eterna de la economía política. No hay transformación sin afectar al statu
quo. Para Chávez esta premisa siempre fue básica en la economía: no hay ma-
gia ni milagros. Taparse por un lado significa destaparse por otro.
El pensamiento económico chavista prioriza la economía humana, de alto
compromiso popular. Este es el único pacto: pacto con las necesidades del
pueblo. Por tal motivo, desde el comienzo Chávez, a contracorriente del tsu-
nami neoliberal, decidió recuperar aquello que fue expropiado al pueblo. Rei-
vindicar la soberanía significa reapropiarse de lo expropiado. Y así sucedió con
el punto final a la política de apertura petrolera que había permitido la expro-
piación del tal recurso natural a favor del capital transnacional. El Presidente
venezolano se reapropió de estos recursos a pesar de los reclamos de las empre-
sas transnacionales, expertas en la expropiación para saquear a los pueblos.
Pero se trataba únicamente de cumplir con el significado más básico de las
siglas PDVSA: es decir, Petróleos de Venezuela. Por eso se aprobó la Ley de Hi-
drocarburos a favor de recuperar este sector estratégico. Una medida simple
de entender, pero muy criticada por todo el orden económico neoliberal que
observaba en este hecho un punto de inflexión para preocuparse. Aunque este
acontecimiento no vendría solo. Chávez comenzaba a orientar la nueva polí-
tica económica exterior para alcanzar el protagonismo venezolano en el seno
de la OPEP, retomando el viejo sueño de una política más soberana con el
petróleo a favor de los pueblos, sin acatar las reglas del gran capital. Esta com-
binación de nueva política petrolera, casa adentro y casa afuera, permitió a
Venezuela reapropiarse de la renta internacional petrolera generada por su
suelo. Cuestión de soberanía, que no quería transigir con el capital transnacio-
nal, que perdía así una jugosa parte del pastel petrolero.
El pensamiento económico chavista venía desde hacía mucho proclaman-
do la importancia de las etapas, de no querer llegar a la meta sin antes prepa-
rar a la población para iniciar una larga carrera. Se debían ordenar las deci-
siones económicas según el tempo político, y también al revés. Se trataba
siempre de hacer viable cada fase en una secuencia programada. Así el pen-
samiento económico de Chávez concedía gran importancia a la planificación

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ordenada de cada tramo, con meticulosidad humana, con efectividad demo-
cratizadora, con mejoras coyunturales, en lo social y en lo económico, que
irían constituyendo dinámicas estructurales.
Además de la política de recuperación del petróleo, se pusieron algunos
cimientos en la Ley de Tierras, y en el desarrollo de otro sistema financiero.
Eran todavía pasos tímidos de principios de siglo, pero nada despreciables
porque eran señales que demostraban que otra economía sí es posible. Para esto,
Chávez creía necesario un mínimo orden macroeconómico para garantizar el
máximo orden social; o dicho de otro modo, la macroeconomía subordinada
a la erradicación de la deuda social, y no al revés. El “ajuste silencioso” que la
oposición –nacional e internacional– se empeñaba en proclamar era desmen-
tido solo con observar la revolución social en marcha que parecía no tener
punto y final. El Programa Económico de Transición 1999-2000 comenzó a
dar rápidamente buenos resultados: bonanza microeconómica y social con
bonanza macroeconómica.
De inmediato se fijaron nuevas metas en el Plan de Desarrollo Económi-
co y Social de la Nación 2001-2007, con similares intenciones: dar continui-
dad al paradigma económico humanista, social, nacional-popular, desarrollis-
ta, antineoliberal y bolivariano. Entonces Chávez aún no arremetía contra el
capitalismo explícitamente, pero tal era su cuestionamiento al neoliberalismo
que parecía que esto iba a suceder de un día a otro, más temprano que tarde.
Además, la dimensión bolivariana del pensamiento económico chavista se
hacía notar constantemente. Para Chávez no habría revolución nacional si no
venía acompañada de una gran transformación supranacional; no había cam-
bios adentro si afuera seguía todo igual. Por eso el líder bolivariano se empe-
ñaba en llevar este empeño a buen término, aunque América Latina todavía
estuviera inmersa en una ola neoliberal.
Chávez comenzaba por lo más difícil: no acatar el intento de Estado Uni-
dos de institucionalizar un dominio económico que mantuviera la situación
de “patio trasero” del continente americano. En 2001, Chávez fue el único
que introdujo observaciones en Quebec en una reunión pro ALCA. Cuestio-
nó el trato discriminado del Norte contra Cuba; también sostuvo que la de -
mocracia debía ser democracia real, que democratice las condiciones sociales
y económicas.
Esta posición frontal afuera venía también acompañada por el cambio que
se iba pergeñando adentro. A aquellos que siempre disfrutaron de un patrón
económico concentrador de riqueza a favor de sus propios intereses, no les
gustaba que se comenzara a democratizar la economía a favor de la mayoría.

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Eran sencillamente dos modelos antagónicos. La economía política explica
acertadamente la tensión que emerge a partir de la disputa por saber quién se
queda con qué. El pensamiento económico chavista solo existe desde esta
perspectiva de economía política, desde la disputa entre unos y otros –en el
caso venezolano, por la renta petrolera–.
Dada esa desobediencia de Chávez, sin miedo, frente al orden neoliberal,
la reacción neoliberal no tardó en llegar. El año 2002 es el año de los sucesi-
vos golpes. Primero, golpe iniciado por una fuga de capitales para generar
gran inestabilidad económica procurando afectar el precio de la moneda, y
consiguientemente, presionar para forzar una modificación de la política eco-
nómica en contra de la mayoría social. El neoliberalismo siempre mintió con
el mito de la importancia de la llegada de capitales externos, porque en reali-
dad se trataba de la mejor forma de permitir una mayor fuga de capitales a
posteriori. Lo que entraba rápidamente salía igual de rápido, pero revaloriza-
do. Este es uno de los trucos básicos del neoliberalismo. Y Chávez lo sufrió
personalmente porque aún no había implementado el sistema de cambio fijo,
que a pesar de sus inconvenientes siempre es mejor frente a uno flexible in-
controlado porque sirve de muro de contención frente a cualquier intento de
fuga de capitales.
Detrás de ese golpe económico, llegó el golpe de Estado a la vieja usanza,
en la que se juntaban los viejos aliados: la antigua partidocracia puntofijista
que se negaba a morir, algún sindicalismo marginal corporativista, Fedecáma-
ras como representante de la burguesía nacional, los medios de comunicación
dependientes, nacionales e internacionales, la cúpula de la Iglesia, y además el
apoyo externo y de algunos militares que encabezaron la fiesta golpista. La
táctica era ya conocida: meses y meses hablando de falta de gobernabilidad,
practicando una guerra económica, llamando a una huelga sin fin, para luego,
procurando sacar partido de la profecía autocumplida, asestar el definitivo
golpe antidemocrático contra Chávez.
No obstante, esta coalición golpista no contó con el pueblo. Se les olvidó
esta variable, Y este pueblo, en su gran mayoría, seguía siendo fiel a la demo-
cracia y a sus resultados. Después de unos días, Chávez volvió a la presiden-
cia después del gran susto. Regresó más respaldado que antes.
Pero el capital transnacional nunca da el brazo a torcer tan rápidamente.
Si el golpe a la vieja usanza no había funcionado, por qué no intentarlo nue-
vamente pero afectando al corazón de la estructura económica venezolana. A
fines de ese año golpista 2002, sobrevino un nuevo golpe en forma de paro
petrolero con el objetivo de asestar el mazazo económico definitivo, causando

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una hemorragia inmediata en gran forma de más deuda social. Así la oposi-
ción podía culpar a Chávez de todos los crímenes sociales y económicos oca-
sionados por ellos. No fue tarea fácil salir de esta situación, pero Chávez vol-
vió a superar el obstáculo, aunque con una gran merma de recursos públicos,
lo que impedía seguir llevando adelante la política económica de urgencias
que había logrado exitosamente en sus pocos años de gobierno.
La praxis económica, ante tal impacto adverso, obligó a no mirar muy
lejos hacia delante, hacia el futuro, porque el presente volvía a mandar. Había
que reprogramar nuevamente el proyecto económico en marcha; el pensa-
miento económico chavista tenía que saltar un nuevo escollo.
Lo que había sido planificado económicamente para el período 2001-
2002 en adelante debía ser una vez más revisado a la luz de lo sucedido. La
Década de Plata, esos diez años de transición previstos en el Plan Nacional de
Desarrollo del período 2001-2007, tenían previsto partir de las condiciones
sociales y económicas (y macroeconómicas) logradas después de la aplicación
de un plan de acción económico cortoplacista en los primeros tres años de
gobierno, 1999-2001. Pero esto no pudo ser así a causa de los efectos devas-
tadores del golpe. Así que era necesario rehacer nuevamente casi todo, y bus-
car otra vez la forma de ir erradicando la deuda social pos golpe. Lo único
positivo que esto sí tuvo fue la lección de realismo político que aprendió Chá-
vez: no basta simplemente tener una buena idea económica, sino es preciso
saber cómo y cuándo implementarla, balanceando costos, considerando con-
tradicciones, reconociendo las potencialidades, para que finalmente tenga el
mejor efecto posible.
El pensamiento económico chavista mostró nuevamente personalidad
propia para salir adelante, para dar un Salto Adelante reforzando aquello que
consideraba vital, entendiendo la importancia de crear condiciones de irre-
versibilidad, asegurando el margen de maniobra en caso de otro intento de
sometimiento por la vía del shock externo. Las acciones se orientaron a cons-
truir un gran muro económico que sostuviera el proyecto, es decir, impulsar
una década en transición que constituyera una década ganada en cuanto a
logros sociales, recuperación de soberanía, control de otros sectores estratégi-
cos y reforzamiento de condiciones externas más favorables gracias a una rein-
serción mundial bolivariana. Así se trazaba la hoja de ruta para los siguientes
diez años, 2003-2012, un ciclo vital para asentar las bases de una época gana-
da como palanca para el cambio de época posneoliberal.
El objetivo era conquistar y avanzar lo suficiente en la transición, de tal
forma que cualquier nueva guerra económica encontrara obstáculos estructu-

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rales que impidieran revertir el proceso de transformación. El pensamiento
económico chavista refuerza, si cabe, la jerarquía del “atacar por debajo con
toda la fuerza”, ingeniando una piedra angular para impregnar del máximo
pragmatismo social al nuevo proyecto económico. De ahí surge, ladrillo a
ladrillo, el Estado de las Misiones, que no es fruto de ningún pacto (intercla-
sista) por arriba, sino que se deriva de un consistente e innegociable compro-
miso popular del proyecto económico chavista.
El Estado de las Misiones fue la elección institucional de Chávez para dar
respuesta instantánea a la gran deuda social que afectaba a cada de una de las
esferas de la vida cotidiana del pueblo venezolano en todos los rincones del
país. La Misión no es una ayuda puntual, ni parcial, ni de corte asistencialis-
ta clásico; la Misión es una política pública de alta rentabilidad social, que
procura involucrar al poder popular en la organización de esta tarea y en su
ejecución. Cada misión, para cada problema; tantas misiones como proble-
mas sociales existan.
Así, con esta particularidad venezolana, Chávez inventa una nueva fórmu-
la para curar las enfermedades sociales derivadas de la deuda social heredada
del neoliberalismo. El proclamado Estado Social de la nueva Constitución iba
a tener su reflejo en este Estado de las Misiones. Y así, lo que parecía algo co-
yuntural y táctico se comienza a constituir en un horizonte estratégico de
transformación estructural. Este Estado de las Misiones por ahora no parece
tener final. Los logros sociales son innumerables en cada uno de los asuntos
fundamentales en la vida cotidiana del pueblo venezolano. La década ganada
se constata en cada cifra, en cada sonrisa. La economía humanista pasó de ser
un marco conceptual teórico, clave para caracterizar el pensamiento econó-
mico chavista, a convertirse en una realidad económica. Es una victoria con-
tra la economía neoliberal que desprecia al ser humano a favor del capital.
Todas estas conquistas no son gratuitas. No tienen origen milagroso, aun-
que lo pueda parecer. Esta economía, cada vez más democratizada, y cada vez
más humana, requería que todo el cuadro macroeconómico se pusiera a su
servicio, y no viceversa. Se tejía así una nueva macroeconomía real, no de
papel. Chávez no quería una economía de variables nominales, sino de rela-
ciones reales, económicas y sociales. Para el Presidente venezolano, la macro-
economía se derivaba de la economía real que debía acompañar el sentido
humanista del paradigma económico, en permanente transición. Las políticas
económicas debían estar al servicio de hacer viable esta transición, esta déca-
da ganada. Ni para más ni para menos, asumiendo todas las contradicciones
propias de cualquier proceso de transformación que amplía democráticamen-

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te los derechos sociales, la satisfacción de las necesidades básicas, el consumo
de otros tantos bienes; y todo ello, bajo reglas democráticas, ganando eleccio-
nes de todo tipo –presidenciales, referendo de revocatoria, legislativas, regio-
nales y municipales–, incluso perdiendo una de ellas –la reforma constitucio-
nal–.
Chávez nunca rehuyó el uso de las políticas económicas convencionales,
pero siempre las sometió a objetivos prioritarios en esta década en transición.
La sostenibilidad del proceso de cambio, en esta fase de transición, no residía
para el Presidente venezolano en los objetivos nominales derivados de cada
arista económica convencional –tipo de cambio, tasa de interés, saldo presu-
puestario, masa monetaria, deuda pública–. Todo ello quedaba al servicio del
sentido humanista de la propuesta económica, de la recuperación de la sobe-
ranía, de la inserción internacional estratégica. El planteamiento económico
chavista siempre se organizó en etapas; en esta primera década, las políticas
económicas eran útiles pero no debían desplazar al resto de objetivos. Si esta
premisa ocasionaba algún tipo de contradicción, sería necesario asumirla
como tal, y en la siguiente década, en la siguiente fase del proceso de cambio
para consolidar sosteniblemente el proceso de transformación económica,
habría más espacio para pensar en una verdadera revolución en todo el resto
de dimensiones económicas –tributaria, monetaria, financiera, cambiaria–.
En esta década ganada, la política económica ha estado tensionada por los
objetivos marcados como básicos para hacer viable socialmente el nuevo para-
digma económico. Ello no significa que el horizonte estratégico haya estado
ausente en el pensamiento económico chavista ni en su praxis. Para Chávez,
las políticas tributaria-financiera-monetaria-cambiaria eran prioritarias pero
en segundo orden; esto es, habrían de garantizar la menor volatilidad del
orden macroeconómico, ser capaces de responder como amortiguadores de
cualquier shock externo e interno, permitir ganar espacio en la disputa de eco-
nomía política que tenía lugar a medida que cambiase la correlación de fuerzas
políticas, sociales y económicas en el país. Las herramientas económicas eran
complementos para todo lo que habría de lograrse en materia de objetivos
preferentes en esta etapa de transición, para que iniciase cuanto antes el cam-
bio de época que permitiera pugnar por el futuro desde una posición domi-
nante. Así debe ser conceptualizado cualquier análisis en materia de política
económica que procure explicar cómo el pensamiento económico chavista
afrontaba esta tarea en su praxis. Seguramente, asumiendo este enfoque, es
más pertinente observar cómo Chávez fue desarrollando otras acciones eco-
nómicas en esta transición, pero que se debería revisar en la próxima década,

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porque continuar concibiéndolas desde la perspectiva de la década pasada es
un error estratégico que Chávez no toleraría.
La crítica atemporal, sin consideración de las etapas, sin atender a esas
metas históricas marcadas según el tempo político-económico-social-cultural,
es demasiado superficial. En el paradigma económico chavista, en construc-
ción, en esta fase de transición existieron importantes hitos en materia de
política económica pero que obligatoriamente han de ser abordados desde
este enfoque “al servicio de las metas preferentes”. Lo cual seguramente habrá
acarreado desatinos y errores que son consustanciales a las propias contradic-
ciones de un proceso acelerado de cambio, en busca de la democratización del
poder económico y a contracorriente del orden hegemónico mundial. No
obstante, bienvenidas todas las falencias cuando éstas son provocadas por po-
líticas a favor del pueblo.
Chávez inició el Salto Adelante para no volver jamás atrás. Sin cesar de
someterse a elecciones democráticas de toda índole, continuó apuntalando
una nueva economía. El paradigma económico chavista crecía, sin anquilo-
sarse en ninguna vieja categoría. Los clichés seguían siendo insuficientes para
abordar la composición compleja y heterogénea del pensamiento económico
chavista y su praxis. Los dogmas dejaban de ser validos para encasillar a Chá-
vez y a su identidad económica. El propio Chávez fue quien puso nombre a
este invento bolivariano, sui generis: le denominó “socialismo del siglo XXI”,
socialismo bolivariano del siglo XXI, que ni es del siglo XIX ni XX; “no es so-
cialismo del pasado, sino un socialismo que hay que inventar, construir”.
Muchos vieron con sorpresa esa declaración de socialismo del siglo XXI, pero
su propósito ha de ser concebido desde la progresión dinámica, en continuo
movimiento y metamorfosis, del pensamiento económico chavista.
El neoliberalismo era tan hegemónico que dejaba de ser apropiado distin-
guir entre capitalismo y neoliberalismo, como si se tratara de dos modelos di-
ferenciados entre sí. Para Chávez, a esas alturas, el neoliberalismo era la supe-
restructura rectora y ordenadora de la casa capitalista.
Chávez había estudiado en profundidad al neoliberalismo, sus avances, su
comportamiento, su estrategia hegemónica, su forma de repartir cartas a unos
y a otros, dándole a unos el rol de policía bueno mientras otros hacían de ma-
los. Con conocimiento de ello, el líder bolivariano adoptó una postura con-
gruente bajo esa premisa: ir hacia una economía posneoliberal solo es factible
si se persigue ir hacia una economía poscapitalista. Chávez definitivamente se
situó al otro lado del omnipresente patrón de acumulación dominante. Y lo
hizo como lo había venido haciendo hasta el momento: reinventando desafí-

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os. No era un socialismo cualquiera el que había proclamado, sino un socia-
lismo bolivariano, por construir, por inventar, para ir desarrollando como
mapa estratégico para guiar el camino del proceso revolucionario en curso. La
década en transición requería un motor propulsor, un motivo capaz de con-
vertirse en el nuevo tractor del modelo económico. El pensamiento económi-
co de Chávez eligió precisamente este momento, después de seis años de
gobierno (2005), con muchos dimes y diretes, para levantar la vista y estable-
cer un nuevo lugar de destino, el socialismo bolivariano del siglo XXI, y así ir
construyendo el nuevo sentido común de época contrahegemónico.
Desde ahí en adelante, se definió el nuevo Plan Social y Económico, deno-
minado Primer Plan Socialista, Plan Simón Bolívar 2007-2013, para dar
soporte conceptual a esa década en transición, que hasta el momento había
cumplido satisfactoriamente su primera mitad. Ese Plan mostraba el avance
progresivo del pensamiento económico chavista en su praxis, sin saltos abrup-
tos; no hay un antes y un después. Hay movimiento incesante. El pensamien-
to económico de Chávez se proyecta siempre hacia delante, queriendo más,
no regocijándose con la importancia de lo logrado, sino asumiendo lo que
resta por hacer. Esta proyección es esencial en el pensamiento económico cha-
vista en su dialéctica práctica: es inconformista e irreverente en la crítica del
presente.
Chávez había superado la primera fase ganando mucho terreno al neoli-
beralismo en lo táctico y en lo estratégico, en lo coyuntural y en lo estructu-
ral, pero la hoja de navegación debía estar en evolución constante, en progre-
sión según las circunstancias locales y globales, según la correlación de fuer-
zas políticas, económicas, sociales y culturales, en función de los objetivos
cortoplacistas, pero sin descuidar hacia dónde ir en el largo plazo. La deuda
social heredada por el neoliberalismo seguía en caída libre; el cuadro macro-
económico cada vez se mostraba más saludable en los años 2007-2008.
A lo forjado en los años anteriores, se sumaba el ensayo socialista a lo boli-
variano: la creación de un poder comunal, que se volvió pieza fundamental
para democratizar, desde la estructura primaria, las relaciones económicas. El
pensamiento económico chavista evitaba copiar los intentos de cambio de
matriz productiva desde la base del desarrollismo de la teoría de la depen-
dencia. Quería algo propio, algo específico que aprendiera de los errores del
pasado. El cambio de matriz productiva, para la economía chavista, consistía
en sustituir productos e importaciones, pero siempre y cuando esto fuera
acompañado obligatoriamente por una sustitución de productores. En otras
palabras, si no se insertan nuevos productores, pequeños y medianos, asocia-

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ciones, cooperativas, poder económico comunal, también el Estado cuando
sea pertinente, el cambio de la matriz productiva se trunca, o es solo parcial,
porque solo se generarán nuevos productos pero con los mismos productores,
perpetuando el proceso de acumulación injusta y mal repartida. Además, para
Chávez no había que pensar en esta primera etapa en sustituir importaciones
de alto valor agregado. Más bien se trataba de iniciar la casa por los cimien-
tos, con sustitución de importaciones de bienes básicos que eran los más
demandados por la mayoría del pueblo venezolano.
Las políticas de redistribución tuvieron gran éxito en un importante creci-
miento del consumo, pero un consumo mucho más distribuido, más inclusi-
vo. Esta democratización del consumo obligaba a la tarea de producir bienes
básicos, demandados en el sector agroalimentario, manufactureros, y otros
que fueran viables y factibles. Así se caracterizaba la etapa de transición, en
busca de una mayor independencia productiva, acorde a la evolución del pa-
trón de consumo interno; a medida que éste fuera cambiando, incrementán-
dose, habría que revisar y actualizar tal planificación productiva. Para Chávez,
el mandamiento era: Revisar, Rectificar y Reimpulsar (desde fines 2007).
Al poco tiempo, llegaba otro significativo shock externo: una nueva explo-
sión de la crisis sistémica del capitalismo mundial, como crisis orgánica del
funcionamiento del capitalismo, como crisis integral del capitalismo con múl-
tiples aristas: económica, política, cultural, social, ecológica. Tuvo su detonan-
te, el financiero; pero la crisis no fue financiera, aunque esta dimensión haya
sido la que tuvo mayor repercusión.
Chávez observaba desde la distancia, entre 2008 y 2009, esta explosión del
sistema capitalista mundial, en la que todo parecía tambalearse. Sabía que
Venezuela estaba lo suficientemente preparada para los posibles contagios que
podrían venir por la contracción de la demanda mundial, y su respectiva caída
de los precios del petróleo. Sabía que su modelo económico había ganado en
soberanía pero no lo suficiente como para salir indemne de este impacto
mundial. El pensamiento económico chavista siempre se caracterizó por su
realismo político, por la minuciosidad en cada detalle, por la comprehensión
del mapa situacional geoeconómico mundial, y en consecuencia, era conoce-
dor certero de sus avances, de sus logros, de sus desafíos; pero también de las
limitaciones y debilidades del propio modelo económico venezolano, que aún
padecía un alto grado de dependencia del modelo capitalista, por la vía expor-
tadora de petróleo. Obviar todo esto es desconocer al pensamiento económi-
co chavista como tal, y su capacidad analítica desde la realidad.
Chávez tenía plena certeza de que se habían logrado algunas condiciones

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favorables, coyunturales y estructurales, sociales, políticas, culturales y econó-
micas, que garantizaban cierta protección del shock externo; pero también
sabía que estas condiciones no eran suficientes para pensar que no habría
daño colateral. En este tiempo, el Presidente venezolano había levantado un
gran muro de contención, de independencia, de mayor soberanía, de alianzas
geoestratégicas diversificadas, con una economía más sólida en lo macroeco-
nómico, en lo microeconómico, en lo social, en lo humano, que ayudaba con-
siderablemente a estar preparados frente a cualquier contagio de la crisis por
vía externa. Es por ello que Venezuela pudo sortear este hecho mundial con
más gloria que pena; sin endeudamiento social a pesar de la contracción
macroeconómica. Si Venezuela hubiera seguido siendo aquella de las décadas
pasadas, habría sido arrastrada por ese tsunami; en cambio, la nueva Vene-
zuela iba a sufrir consecuencias pero mucho menores, y nunca en materia
social. Para Chávez, lo que no se podía negociar era la economía humanista a
pesar de la contracción económica; lo logrado socialmente debía estar prote-
gido aunque fuera asumiendo costos macroeconómicos que quedasen pen-
dientes para el siguiente ciclo económico.
Contra el pronóstico del FMI, y de todos los expertos en economía inter-
nacional, la recuperación venezolana fue cuestión de poco tiempo, a diferen-
cia de lo que ocurría con tantas otras economías absolutamente dependientes
del capital transnacional. Venezuela creció desde entonces ininterrumpida-
mente muchos trimestres consecutivos –comenzando desde el segundo tri-
mestre de 2010–, hasta las elecciones presidenciales de octubre de 2012.
Después de una década, desde 2003 hasta 2012, con crisis incluida, las
principales cifras macroeconómicas –desde el PIB, deuda pública, la inflación
promedio anual en comparación con la de la época neoliberal, la tasa de
empleo, los indicadores sociales en cualquier dimensión, pobreza y desigual-
dad, educación o salud– gozan de resultados favorables en comparación con
la época neoliberal. En materia social, los resultados son incuestionables, ava-
lados por todos los organismos internacionales. Es una década ganada en
mayúsculas a favor de una economía social, humana y popular, en la que el
Estado de las Misiones ha sido condición determinante.
La dimensión bolivariana no puede ser pasada por alto a la hora de contar
los éxitos que constituyen una época ganada para el pensamiento económico
chavista en su praxis. Y es que si un aspecto sobresale en el pensamiento eco-
nómico de Chávez sobre el resto es su dimensión bolivariana en las relaciones
económicas internacionales. Esta década ganada fue también de éxitos en
materia geopolítica, por todo lo que supuso el líder bolivariano para la tran-

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sición geoeconómica en la región, y por qué no decirlo, también a nivel mun-
dial. En esta arista, desde la academia, desde sus primeros escritos, desde sus
embrionarios planteamiento económicos en la cárcel de Yare, desde la Agen-
da Alternativa Bolivariana, desde la Constitución, desde los planes económi-
cos que vinieron de su mano, Chávez siempre apuntó a la importancia que
tiene lo que pasa afuera para cambiar lo que pasa adentro; y a la vez, a que to-
do lo que pasa adentro, en territorio venezolano, también retroalimenta aque-
llo que sucede frontera afuera.
La disyunción entre interior y exterior, como si se tratara de comparti-
mentos estancos, es rechazada enfáticamente en el pensamiento económico
chavista y también en su praxis como Presidente. Para Chávez no había tal
dicotomía excluyente entre ambos niveles, lo nacional y lo supranacional.
Todo era cuestión de complementariedad desde su cosmovisión bolivariana.
Lo uno sin lo otro no tiene sentido alguno; es como inventar una realidad
inexistente porque desde hace siglos, el mundo está interconectado, es inter-
dependiente. La globalización de las últimas décadas del siglo XX es simple-
mente eso, es decir, el proceso de construcción hegemónica del neoliberalis-
mo a nivel mundial, presentando al mundo como un todo, pero un todo
capitalista. El neoliberalismo trató por todos los medios de construir eficaz-
mente una maraña de poder que enredara a todos los países en la dependen-
cia del centro del capitalismo mundial.
La alianza con el capital transnacional fue la estrategia neoliberal para ven-
cer toda oposición del pueblo soberano. Pocas manos acabaron teniendo
mucho más que el PIB de algunos países. La riqueza de una red reducida del
capital transnacional podía controlar el mundo. En esto, mucho ayudaron los
organismos internacionales que se hacen llamar “comunidad internacional”.
Todo esto no pasó desapercibido para Chávez, gracias a la influencia de
Bolívar, que le había permitido siempre entender el mundo desde un escena-
rio internacional más complejo. En efecto, la influencia bolivariana ayudó a
Chávez a comprender que cualquier revolución nacional pasa por una revo-
lución transnacional. Conciliar ambas revoluciones es condición para la per-
duración de los procesos de cambio a favor de las mayorías populares. Para
Chávez solo había una forma de resistir y luchar contra la estrategia del capi-
tal transnacional. La disputa debía realizarse desde otra alianza transnacional,
alianza de los pueblos, alianza de Estados soberanos. De igual a igual era la
única manera de enfrentar eficazmente el poder del capital transnacional, que
no entendía de nacionalidades ni patria.
El pensamiento económico chavista consideraba que frente al Consenso de

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Washington la respuesta era el Consenso Bolivariano. El primero era un acuer-
do de unos pocos, los dueños del gran capital transnacional. El Consenso Boli-
variano debía surgir de un gran pacto de las mayorías. Para Chávez, la corrien-
te ideológica bolivariana debía alentarse más que nunca. El pensamiento eco-
nómico chavista avivaba esa impronta bolivariana, actualizándola en el siglo
XXI. Se identifica así el carácter bolivariano en el pensamiento económico de
Chávez como un rasgo fundamental, que conforma una base esencial del
cambio de época para Venezuela, y para América Latina.
Chávez se alineaba así con muchos autores que en la década de los noven-
ta anticiparon la transición geopolítica hacia un mundo multipolar. Hay
miles de pruebas que demuestran cómo Chávez avizoró, con análisis geopolí-
tico riguroso, el reordenamiento del mapamundi en lo político y en lo eco-
nómico, con la aparición de nuevos polos; y de que pensaba que entre éstos,
debía estar siempre el continente latinoamericano. El pensamiento económi-
co chavista consideró vital la inserción bolivariana en el sistema-mundo para
superar patrones de intercambio desigual, de subordinación, de dependencia,
de colonización, para conformar un bloque histórico contrahegemónico
regional.
Para Chávez era urgente viabilizar una segunda y definitiva independencia
de los pueblos de Nuestra América. La revolución económica bolivariana exi-
gía una gran alianza gran-nacional en el seno de la región, que la reubicara
estratégica y soberanamente en el mundo, con nuevas relaciones con los paí-
ses del Sur sin mediación del Norte. Por tanto, el sentido bolivariano del pen-
samiento económico chavista no solo era una utopía soñada, sino que tam-
bién tuvo su dimensión práctica en la década ganada en Venezuela y en buena
parte de América Latina.
En esta época ganada no faltan los hechos, las instituciones, las victorias,
las alianzas. Desde el rechazo del ALCA, la creación del ALBA, del SUCRE;
la reorientación de la OPEP, las alianzas con otros países del Sur, con China,
con Rusia, con Irán; los cuestionamientos al orden mundial establecido, a sus
organizaciones internacionales, la salida del CIADI; hasta el impulso de la
UNASUR, de la CELAC. Y así se podría seguir enumerando otros muchos
ejemplos que han logrado que el bolivarianismo sea una corriente económica
con identidad propia, motor del cambio de época en Venezuela, en América
Latina y en gran parte de los países del Sur.
Otra faceta clave que explica esta década ganada es que no puede hacer
pensamiento económico sin pedagogía emancipatoria. El pensamiento eco-
nómico chavista venció en muchas batallas al orden hegemónico, aparente-

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mente invencible, usando todos los instrumentos disponibles a su alcance:
algunos del pasado, otros inventados de manera novedosa. Era una cuestión
de usar todo lo posible, sin dejar de pretender lo imposible. Chávez aplicó un
despliegue de imaginación y pedagogía durante todo este período, con alocu-
ciones inmejorables, explicaciones genuinas, invenciones necesarias, ejemplos
sencillos para discusiones complejas. Además de desarrollar un pensamiento
económico propio, con su dimensión práctica, Chávez desplegó su arte de
maestro, de profesor, de alguien que arguye, razona, explica, convence, em-
bauca, politiza. Esto es parte fundamental del éxito de la sostenibilidad de la
propuesta económica chavista, porque solo así se puede comprender su cone-
xión con el pueblo. No solo es necesario que la propuesta sea beneficiosa para
la mayoría social, sino es también primordial explicar por qué es beneficiosa,
en qué, para qué, a costa de qué sacrificio, etc. Solo así se construye un senti-
do hegemónico de la nueva propuesta económica, con su propio relato y
narrativa, con su sentido común de época.
En definitiva, el pensamiento económico chavista consideró esta etapa
como una década para sentar las bases para el cambio de época. La política
económica estuvo siempre a ese servicio, aunque ello implicase a veces con-
tradicciones propias de cualquier proceso de transformación soberana a favor
de la mayoría social. Para Chávez, en esta década ganada, de transición, las
políticas económicas debían ser medios fundamentales pero que nunca podrí-
an constituirse como objetivos en sí mismas. El objetivo real, para Chávez, es
la economía humanista, el socialismo bolivariano del siglo XXI. Y todo debía
sumar para lograr ese objetivo estratégico innegociable. Así que estos diez
años fueron destinados a construir los cimientos políticos, económicos y
sociales sólidos para el futuro, para la siguiente década de oro, tal como la
denominó Chávez hace más de diez años.
El cuadro situacional que Chávez utilizaba incluía siempre todas las varia-
bles, también aquellas que suponían un costo de oportunidad, político o
macroeconómico, por tomar una decisión en un sentido u otro. Cada toma
de decisión económica en una dirección seguramente tendrá costos en otro
ámbito de la economía. Chávez siempre consideró que no hay ecuación mate-
mática perfecta cuando la economía es economía política. La clave está en dis-
poner de una mirada en conjunto, y desde este punto de vista integral, la
década fue radicalmente ganada para Venezuela, para su pueblo, para la mayo-
ría social, gracias a la humanización y democratización económica. Los desa-
ciertos parciales que se hayan producido también fueron calibrados en el pen-
samiento económico holístico de Chávez. Para él solo podía ganarse esta déca-

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da si se asumía que no todo es perfecto, que la economía no es una ciencia
exacta. Esta es la base para entender este cambio de época, esta década gana-
da, esta década en transición.
El pensamiento económico chavista demuestra de esta forma que todo
paradigma económico es siempre inacabado, defectuoso, mejorable, en movi-
miento. Una época se gana cuando los beneficios superan ampliamente a los
desaciertos. Y esto es lo que ha sucedido al analizar pormenorizadamente to-
dos estos años del pensamiento económico de Chávez en sus praxis transfor-
madora.
La sostenibilidad y prolongación de esta época ganada hacia el futuro exige
saber interpretar el pensamiento económico de Chávez desde su dinámica
heterogénea, compleja y abigarrada, sin categorías preconcebidas, y siempre
en dialéctica situacional con las circunstancias políticas, históricas, culturales,
sociales y económicas.
(Es imposible poner el punto y final sobre aquello que continúa desenvol-
viéndose.)

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CCapítulo
apítulo5 5

El chavismo
El chavismo como como
Capítulo 5
identidad identidad
económica

económica
El chavismo como identidad económica
“Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”
Los que mueren por la vida, Alí Primera
“Los que mueren por la vida no“Por
pueden
aquíllamarse muertos”
pasó, compadre”
Los queTorrealba
Por aquí pasó, poesía de Alberto Arvelo mueren por la vida,por
(recitada AlíChávez)
Primera
“Por aquí pasó, compadre”
Por aquí pasó, poesía de Alberto Arvelo Torrealba (recitada por Chávez)

5.1. El mañana del chavismo económico según Hugo Chávez


5.1. El mañana del chavismo económico según Hugo Chávez
La década ganada había terminado exitosamente, pero el cambio de época
deseado por Hugo Chávez aún no podía darse por finalizado. A mitad del año
La década ganada había terminado exitosamente, pero el cambio de época
2012, habían pasado diez años desde que se produjera el golpe de Estado con-
deseado por Hugo Chávez aún no podía darse por finalizado. A mitad del año
tra la democracia venezolana en abril de 2002; y apenas algo menos de diez
2012, habían pasado diez años desde que se produjera el golpe de Estado con-
años deldemocracia
tra la segundo golpe a travésendel
venezolana paro
abril de petrolero de fines
2002; y apenas algodelmenos
mismo de año.
diez
Una década ganada (2003-2012), que había logrado poner
años del segundo golpe a través del paro petrolero de fines del mismo año. punto final a un
siglo
UnaXX repleto
década de injusticias
ganada (2003-2012), para laquemayoría social venezolana.
había logrado poner puntoDespués
final a unde
todos estos años, el chavismo se ha constituido no solo como
siglo XX repleto de injusticias para la mayoría social venezolana. Después de una identidad
política, sino años,
todos estos que hael alcanzado
chavismo se talhamagnitud
constituidoqueno bien puede
solo comoserunaconsiderado
identidad
una identidad económica.
política, sino que ha alcanzado tal magnitud que bien puede ser considerado
El identidad
una pensamiento económico de Hugo Chávez ha recorrido una dilatada
económica.
carrera
El desde sus primeros
pensamiento pasos: de
económico desde
Hugola infancia
Chávez en haSabaneta
recorrido(1954-1966);
una dilatada
estudiando
carrera desde sus primeros pasos: desde la infancia en Sabanetay (1954-1966);
de joven en Barinas (1966-1971); como alumno cadete en la
Academia
estudiando Militar (1971-1975);
de joven en Barinasascendiendo
(1966-1971); luego de cargo
como alumnoen cargo
y cadete en el
enesla-
calafón militar, transitando por muchas ciudades de Venezuela
Academia Militar (1971-1975); ascendiendo luego de cargo en cargo en el es- (1975-1992),
palpando infinitastransitando
calafón militar, y diversas realidades
por muchas sociales
ciudades–incluyendo
de Venezuelaalguna vuelta es-
(1975-1992),
porádica
palpando a Caracas,
infinitas de regresorealidades
y diversas a la Academia–;
socialesjurando en 1982
–incluyendo en el
alguna Samán
vuelta es-
deporádica
Güere cumplir con las ilusiones de cambiar Venezuela
a Caracas, de regreso a la Academia–; jurando en 1982 en el Samán“para romper las
cadenas
de Güerequecumplir
oprimencon a sulaspueblo por de
ilusiones voluntad
cambiar deVenezuela
los poderosos”;
“para aprendien-
romper las
docadenas
cómo que el pueblo tenía un grandísimo apetito por lo imposible
oprimen a su pueblo por voluntad de los poderosos”; aprendien- en aquel
Caracazo
do cómodelel 27 febrero
pueblo teníadeun 1989; marcando
grandísimo la historia
apetito por lo venezolana
imposible en conaquel
un
promisorio “por ahora” aquel 4 de febrero de 1992; pasando
Caracazo del 27 febrero de 1989; marcando la historia venezolana con un con gloria y sin
pena por la cárcel
promisorio de Yare,aquel
“por ahora” creyendo persistentemente
4 de febrero que sí secon
de 1992; pasando puede saliry del
gloria sin
laberinto,
pena porporque
la cárcel“otra política
de Yare, y otra persistentemente
creyendo economía son posibles”que sí separa
puedeVenezuela
salir del
laberinto, porque “otra política y otra economía son posibles” para Venezuela
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(1992-1994); lanzándose a recorrer Venezuela con su Movimiento V Repú-
blica, proclamando que el cambio es factible si éste se piensa desde una con-
cepción de economía política (1994-1998); proponiendo una opción real en
torno a otro paradigma económico con su Agenda Alternativa Bolivariana
(1996); ganando las elecciones como Presidente (1998), y refundando el país
con una Asamblea Constituyente (1999); iniciando el siglo XXI con una
nueva Constitución que incluye una nueva propuesta económica; ganando
nuevas elecciones (2000); comenzando apresuradamente un proceso de trans-
formación para edificar la transición (2000-2001) hacia una economía huma-
nista, social y popular, democratizadora, nacionalista, bolivariana y antineoli-
beral; sorteando el año del golpe largo (2002); retomando impulso nueva-
mente para planificar la década de transición, la década ganada, que sirviera
como sostén irreversible posneoliberal; construyendo los cimientos de lo que
luego acabaría siendo un eficaz Estado de las Misiones, como nuevo contrato y
pacto popular con la mayoría social y sus necesidades básicas; dando el Salto
Adelante (2005) para que “más nunca” se volviera a la larga noche neoliberal;
apelando al socialismo del siglo XXI (2005 en adelante) para fijar el nuevo
horizonte estratégico como motor motivacional para el cambio de época; ven-
ciendo mayoritariamente en las elecciones democráticas de 2006; proponien-
do el Primer Plan Socialista (Plan Simón Bolívar) como nueva carta de nave-
gación económica para el período 2007-2013; sabiendo perder en la cita elec-
toral para consultar al pueblo sobre su propuesta de reforma constitucional de
2007; obteniendo una nueva victoria en las urnas en el referendo constitu-
cional de 2009, que le permitió seguir presentándose a Presidente porque así
lo había decidido su pueblo; superando rápidamente los daños colaterales de
la crisis sistémica mundial de 2008; bolivarianizando las relaciones económi-
cas, para que Venezuela fuese soberana en el mundo de la mano de la región
latinoamericana; garantizando que el centro del nuevo orden económico fue -
ra la búsqueda del vivir bien del pueblo venezolano; implementando acciones
a favor de la economía real, sin subordinarla a la economía financiarizada; ase-
gurando que las herramientas económicas son herramientas y no fines en sí
mismos; asumiendo todas las contradicciones y tensiones de un impaciente
proceso de transformación a favor de los de abajo, que siempre obliga a alte-
rar el viejo statu quo de unos pocos privilegiados; en definitiva, logrando en
Venezuela una década ganada política, económica y socialmente, como parte
de un cambio de época que además se ha propagado por buena parte de la
región latinoamericana. Así se podría continuar un relato interminable sobre
los hitos más significativos por los que ha atravesado el pensamiento econó-

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mico chavista en su praxis, tanto antes de la presidencia como desde enton-
ces.
El paradigma económico chavista goza en la actualidad de una identidad
propia, con una dimensión sustantiva y un alto grado de interpelación radi-
cal frente al orden hegemónico dominante –el capitalismo neoliberal–, y con
gran capacidad para crear categorías, soluciones, desafíos, marcos conceptua-
les, términos, instrumentos y explicaciones propias. Todo ello permite afirmar
que el chavismo ha de ser catalogado como una ideología económica propia.
El paradigma económico chavista debe ser estudiado, profundizado y com-
prendido desde su propia episteme, desde sus propias circunstancias históricas,
políticas, sociales, culturales y económicas, a nivel nacional, regional e inter-
nacional. Se trata de un pensamiento y una praxis que siguen en continua
reestructuración, porque, si bien la década ganada ha concluido, el cambio de
época sigue en construcción. En este proceso, el chavismo como identidad
económica tiene un papel privilegiado.
Desde mediados de 2012 en adelante se inició un nuevo ciclo, que bien
podría llamarse la nueva década en disputa, en la que Chávez alcanzó a dar
los primeros pasos. Después de todos los logros, conquistas y mejoras, victo-
rias y avances, venía la siguiente fase, tal como había sido planificada a ini-
cios de la presidencia por el propio Chávez. Después de la década de tran-
sición –llamada Década de Plata, según el Plan de 2001–, debía venir la
Década de Oro, como una década de realización de la Revolución Boliva-
riana, también en materia económica.365 Para Chávez el período de transi-
ción debía iniciarse en el año 2001; y a partir de 2011, tenía que comenzar
la Década de Oro. Pero el año del golpe largo (2002), si bien impidió lo pre-
visto, no alteró la secuencia planificada de etapas, de tiempos cronometra-
dos pero siempre susceptibles de cambios inesperados. En economía, no
todo está bajo control. La economía, como ciencia política y social, no tole-
ra recetas de ingeniería.
Después de la década ganada, que acabó en 2012, para el pensamiento
económico chavista debía iniciarse una nueva fase en la praxis, desde 2013 en

365 Así venía escrito, al lado de la firma del presidente venezolano, en la página 9 del
texto Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007:
“Finalmente, estas Líneas Generales se cumplirán en una etapa que se ha denominado la
Década de Plata (2001-2010). Esta Década de Plata es la transición, como fase previa, a la
Década de Oro (2011-2020) que será la realización de la Revolución Bolivariana como
manifiesta expresión del porvenir de prosperidad y redención para el pueblo venezolano”.

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adelante. Pero para ello había que someterse nuevamente al veredicto demo-
crático del pueblo; Chávez debía acudir a las urnas para renovar el respaldo
del pueblo y continuar con esta segunda etapa, para seguir haciendo sosteni-
ble la época ganada. La durabilidad de la década ganada, en pro de esa época
ganada, requería edificar mayores estructuras de irreversibilidad relativa, para
impedir la posibilidad de dar marcha atrás en los avances democráticos en
materia política, económica y social; y al mismo tiempo avanzar en los nue-
vos desafíos, según las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas que
ahora disfruta la mayoría de los venezolanos.
El pueblo venezolano, como sujeto que cristaliza a la mayoría social, ya no
es el mismo paciente enfermo que padecía las consecuencias nefastas de la
larga noche neoliberal; este pueblo es otro, es un pueblo que ha disfrutado los
logros del largo amanecer posneoliberal, y de ahora en adelante exige no solo
salud y educación pública y gratuita, sino también que éstas sean más efica-
ces; demanda no solo satisfacer las necesidades básicas, sino que ahora desea
acceder a nuevos patrones de consumo, que siempre fueron exclusivos de
unos pocos privilegiados. Son cambios hacia adelante, gracias a lo que el para-
digma económico chavista ha logrado. Este desplazamiento de la centralidad
de las demandas, en lo social y en lo económico, es el principal desafío a enca-
rar en esta nueva década en disputa, a la que Chávez llamaba Década de Oro.
¿Cómo afrontar este nuevo reto? Este desafío solo puede afrontarse exitosa-
mente si se sigue consolidando las condiciones estructurales que hagan irre-
versible lo logrado, al mismo tiempo que se prolonga el Salto Adelante, asimi-
lando el renovado desplazamiento positivo de las demandas de la mayoría
social. Esto constituye la base esencial de la disputa en los próximos años
según el pensamiento económico chavista.
La cita para revalidar la continuidad de este proyecto económico en la pra-
xis fue la elección presidencial del 7 de octubre de 2012. Chávez no acudió
de la misma forma a esta contienda electoral, como tantas otras veces lo había
hecho, por motivos de salud. Desde el año 2011, el líder bolivariano padecía
un problema de inflamación de rodilla, que incluso le obligó a cancelar una
pequeña gira latinoamericana –en que planeaba visitar Brasil, Ecuador y Cu -
ba–. Finalmente, los peores augurios se cumplieron. El 30 de junio de 2011
el Presidente venezolano confirmó en un discurso televisado que se estaba re-
cuperando de una operación para extirpar un tumor con células cancerosas;
el 16 de julio de ese año se informó que Chávez había regresado a Cuba para
recibir tratamiento para el cáncer, previa autorización de la Asamblea Nacio-
nal, delegando varios de sus poderes al vicepresidente de la República, hasta

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su regreso. El 17 de agosto Chávez aseveró que no tenía metástasis; el 27 de
agosto fue internado en el Hospital Militar en Caracas para someterse a la ter-
cera sesión de quimioterapia; el 17 de septiembre volvió a Cuba para la cuar-
ta sesión.
Chávez se recuperó todo lo bien que un ser humano se puede recuperar de
esta enfermedad maldita. Muestra de ello es que el 13 de enero de 2012 habló
nueve horas y media en la Asamblea Nacional para rendir cuentas de su ges-
tión, y dijo que su recuperación “va muy bien, siguiendo con sus exámenes y
revisiones cada cuatro meses”. El 21 de febrero Chávez anunció que, luego de
nuevos exámenes que detectaron una lesión en la misma zona del tumor can-
cerígeno que le había afectado el año anterior, sería nuevamente intervenido
quirúrgicamente; sin embargo, confirmó que no había metástasis.366 El 26 de
febrero Chávez fue operado en La Habana con éxito, pero unos días después,
el 5 de marzo, reconoció que “su segundo tumor operado es maligno”. El 16
de marzo, el Presidente regresó a Venezuela y afirmó que se sentía “bastante
recuperado” de la operación, pero también señaló que ahora debía ser “disci-
plinado” con el proceso de recuperación. Chávez siguió su tratamiento de
radioterapia, que culminó el 4 de abril cuando regresó a Caracas. Un día des-
pués declaró en Barinas que todos los exámenes habían dado resultados posi-
tivos de recuperación física.
De esta forma, con esta dificultad de salud, el líder bolivariano afrontó un
nuevo desafío desde el 1 de julio de 2012, cuando arrancó oficialmente la
campaña electoral que terminaría definiendo al Presidente de la República
Bolivariana de Venezuela desde enero del año 2013 en adelante.
Chávez compitió en las elecciones con un viejo conocido, Henrique Ca -
priles Radonsky, representante de la vieja partidocracia, quien había partici-
pado en el golpe de Estado contra la democracia en abril de 2002 intentando
asaltar la embajada cubana. La oposición hacía un nuevo intento para derro-
tar, todos contra uno, a Chávez. La Mesa de Unidad Democrática (MUD),
forzando demasiado una unidad aparente, buscaba una alianza coyuntural
para acabar con el respaldo popular del líder bolivariano. Para tal fin, la ofer-
ta de Capriles se revistió de progresismo, pero no logró engañar a casi nadie.
La oposición no pudo convencer a las clases populares, a pesar de su merca-
deo de promesas maniqueas. La gran mayoría venezolana supo identificar a

366 El 23 de febrero el Parlamento Nacional aprobó por unanimidad el permiso de sali-


da del país para el presidente, por el tiempo que necesitara; no falto el reclamo opositor, que
buscaba sacar algún rédito de esta situación delicada.

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Capriles con los suyos, esto es, con los sectores dominantes del país, respon-
sables de la histórica deuda social.
Afirmar que el chavismo puede ser concebido como una identidad econó-
mica es posible gracias a que el debate económico electoral había dejado de
lado la centralidad propuesta desde el relato neoliberal de falsas promesas, y
por el contrario, todo el nuevo epicentro del debate giraba en torno los temas
de la economía humanista, social y popular. Esto, en sí mismo, fue una vic-
toria preelectoral del chavismo como identidad económica. Hasta Capriles tuvo
que prometer en su campaña la continuidad de las Misiones y las políticas
sociales en el caso en que ganara, obligado a moverse en el campo político y
económico marcado por Chávez para poder aspirar a la victoria. No se atre-
vió a poner en tela de juicio ninguna de las bases estructurales de la nueva
economía chavista. Eso, en sí mismo, supone una batalla ganada para la hege-
monía económica bolivariana-nacional-popular del chavismo, que había lo-
grado después de estos años que el sentido común de época, en lo económi-
co, no siguiera anclado en los postulados neoliberales.
La cita electoral del 7 de octubre de 2012 era fundamental para Venezue-
la, pero también lo era para América Latina. Todos los focos estaban atentos
a lo que podía pasar en esa fecha; desde la perspectiva del eje posneoliberal,
porque Venezuela sigue siendo vanguardia revolucionaria en este proceso de
cambio de época regional; desde la perspectiva opuesta, el poder económico
mundial buscaba un giro para regresar a la oscuridad de la larga noche neoli-
beral. Toda la oligarquía económico-financiera internacional se alió nueva-
mente contra Chávez; los remanentes del capitalismo que aún sobrevivían
bajo el socialismo bolivariano del siglo XXI, también sumaron fuerzas para
derrotar al paradigma económico chavista; los medios de comunicación
dependientes, nacionales e internacionales, hicieron lo imposible para cargar
contra el líder bolivariano. Nuevamente con casi todo en contra, salvo el pue-
blo venezolano, que era en definitiva el único competente para elegir entre las
opciones planteadas, tuvo lugar la última campaña presidencial de Chávez.
En esta contienda electoral, por un lado, se encontraba el Presidente vene-
zolano, un político de carne y hueso, con rostro de pueblo, con más virtudes
que defectos, sin disimular su socialismo bolivariano del siglo XXI, y con una
propuesta económica humanista y democratizadora, con una década ganada
como tarjeta de presentación, pero con ganas de saltar adelante buscando dis-
putar la próxima década para sostener el cambio de época a favor de la mayo-
ría social. Enfrente se encontraba el púgil opositor: un espejismo mediático
con anhelo de despolitización de la política, con el maniqueo discurso del

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consenso para unos pocos a costa de los de abajo, con una propuesta próxima
a un nuevo pacto puntofijista del siglo XXI, que solo pensaba en redistribuir
hacia arriba, con algunas migajas que pudieran caer hacia abajo. Frente a esas
dos opciones, la mayoría del pueblo venezolano ratificó una vez más a Chá-
vez, elegido democráticamente por abrumadora mayoría para que siguiera
siendo Presidente del país, para que llevara a cabo sus planes de transforma-
ción económica en adelante en busca de la Década de Oro prevista.
Hugo Chávez Frías obtuvo 8.185.120 votos, que representaban el 55,08%
del total; mientras que su rival Capriles alcanzó 6.583.426, el 44,30%. El pue-
blo se manifestó con claridad absoluta sobre sus deseos y preferencias: no que-
ría más décadas pérdidas, por el contrario, ratificó que la década ganada del
pasado debía ser solo la primera ganada de muchas por venir, remarcando así
el deseo de continuar con el cambio de época a favor de las mayorías. Después
de 14 años sometiéndose a numerosos procesos de evaluación electoral por par-
te del pueblo venezolano, Chávez ganó con más de 11 puntos al candidato de
la oposición unificada. Dos modelos económicos compitieron en esta cita elec-
toral, y el pueblo eligió mayoritariamente el paradigma económico chavista,
que con sus contradicciones, defectos y tensiones, supone realmente una eco-
nomía justa, humanizada, democratizada, soberana, bolivariana y socialista.
El voto popular del 7 de octubre fue la manifestación de la voluntad sobe-
rana en apoyo a un liderazgo en el que se cristalizaba una amplia identidad
popular. Fue también un respaldo claro a la agenda bolivariana de redistribu-
ción de la renta, inclusión social, desmercantilización de las necesidades socia-
les y protagonismo democrático de las clases subalternas. El resultado, en
cualquier caso, no era un cheque en blanco, sino que implicaba dar un nuevo
Salto Adelante, una nueva etapa en este ciclo amplio de transformaciones.
Chávez había acudido a esta cita con su manual económico bajo el brazo.
Al líder bolivariano le gustaba jugar con las cartas boca arriba para que las
pudiera ver todo el pueblo, sin trampas. La Propuesta del Candidato de la
Patria Comandante Hugo Chávez, para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-
2019 (Chávez, 2012), es el documento con el que Chávez inscribió su candi-
datura, el 11 de junio de 2012, para asistir a la contienda electoral, señalan-
do por escrito cada uno de los detalles de su Plan de Gobierno, con una parte
sustantiva dedicada al ámbito económico. Ahí se encuentran los principios de
lo que más tarde será el Plan de la Patria, Segundo Plan Socialista de Desarro-
llo Económico y Social de la Nación 2013-2019 (Chávez, 2013).367

367 Presentado a la Asamblea Nacional por Nicolás Maduro Moros el 28 de septiem-

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Este documento cristaliza el pensamiento económico chavista en dialécti-
ca con su praxis. Condensa su cosmovisión económica en torno a las refle-
xiones, propuestas, el análisis de lo logrado, la problematización de aspectos
claves, los nuevos desafíos y la necesidad de volver a saltar adelante para seguir
construyendo el paradigma económico socialista del siglo XXI, más huma-
nista, más democratizador, más nacional-popular, más bolivariano, más sobe-
rano, más próximo a la segunda y definitiva independencia; más desarrollis-
ta, más productivo, más acorde a la nueva década en disputa; y capaz de con-
jugar virtuosamente la consolidación de lo conquistado en la década ganada,
en forma irreversible, con nuevos retos y respuestas a partir de nuevas pre-
guntas que demanda la mayoría social en movimiento. Este Plan de la Patria
muestra la última palabra de Chávez por escrito para acometer el nuevo ciclo,
la nueva etapa dentro del cambio de época en curso.
El mismo día en que fue reelecto, el líder bolivariano se presentó en el Bal-
cón del Pueblo afirmando que “un nuevo ciclo empieza”, con lo que aludía a
la necesidad impostergable de seguir adelante, de no dormirse en los laureles,
de no detenerse en todo lo alcanzado a favor del pueblo, porque aún queda-
ba mucho por lograr. Chávez, gran organizador del tiempo, hizo hincapié en
que la victoria electoral solo debía ser interpretada como una ratificación de
la mayoría del pueblo venezolano para continuar el proyecto de cambio.
Es obligatorio aseverar que el programa electoral, ese Plan de la Patria, fue
ratificado y respaldado generosamente por el pueblo, porque el mismo había
sido el contenido central en la campaña chavista. El líder bolivariano, aunque
mermado de salud, mantuvo la energía y la convicción suficiente para repetir
hasta la saciedad el nuevo mapa estratégico económico para los próximos
años.368 Chávez no rehusó la autocrítica, ni la crítica a determinados aspectos
fallidos. Consideró en todo momento, y así lo manifestó en su recorrido por
todo el país, que era imprescindible saber en qué y por qué se había errado,
sin flagelos pero con alta responsabilidad política.
Cualquier proceso de transformación de alta velocidad trae consigo innu-
merables tensiones y contradicciones propias de la disputa entre el cambio
acelerado y la inercia conservadora del statu quo. Lo importante es no desca-

bre de 2013; fue aprobado por el Poder Legislativo el 3 de diciembre de 2013, convirtién-
dolo en Ley de la República.
368 Así dijo Chávez cuando inscribió este Plan de la Patria como programa electoral:
“Someto al pueblo estos cinco grandes objetivos históricos”. Estos objetivos se analizan más
adelante.

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rrilar en ningún momento, a pesar de las dificultades para sortear las prácti-
cas del viejo aparato estatal heredado; a pesar de tener que inventar nuevos
instrumentos y marcos conceptuales que disputen el sentido hegemónico al
pensamiento único neoliberal, impregnado en la política económica y su pra-
xis en Venezuela; a pesar de tener que remar a contracorriente del imaginario
popular y de ciertos hábitos culturales que el neoliberalismo había introyecta-
do en la mayoría social venezolana en forma de sentido común; a pesar de que
la guerra económica y mediática fuera constante, sin cejar un instante en el
intento de derrocar al emergente paradigma económico humanista y boliva-
riano, que llegaba a su madurez bajo la forma del socialismo del siglo XXI. A
pesar de todos los pesares, el proyecto económico en transición no descarriló
en ningún momento, aunque ello no quiera decir que no haya habido tramos
en lo que se puede ver de cerca el precipicio, como el año del golpe largo en
2002, u otros períodos con curvas peligrosas propias de la confrontación polí-
tica.
Para el pensamiento económico chavista, la Historia siempre fue un aside-
ro determinante para cualquier decisión en el presente y hacia el futuro369; sin
memoria, no hay pueblo. Este alegato a la Historia como criterio indispensa-
ble era interpretado por Chávez como una palanca hacia el porvenir, y no solo
como un simple paseo por el pasado. Es por eso que para él todo lo que había
sucedido desde 1998 hasta 2012, esos 14 años como Presidente, eran valiosos
para aprender y aprehender, para recapacitar sobre aciertos y errores, para
ordenar retrospectivamente las fases, las etapas, la evolución de las grandes
preguntas con sus respuestas; y desde ahí, desde ese piso teórico y práctico,
situar en prospectiva el nuevo ciclo de transformaciones para lograr una época
ganada a favor de un cambio de época.
Chávez miraba atrás para que nada de lo logrado se perdiera; para que todo
aquello que había sido conseguido y conquistado, peleando con uñas y dien-
tes frente al orden económico dominante para la reapropiación de la renta
petrolera, no se esfumara por no saber leer con nuevas claves el presente his-
tórico venezolano, que ha dejado de tener como referente a la larga noche
neoliberal para considerar, afortunadamente, que es posible seguir ascendien-
do en las condiciones sociales y económicas de vida. Gracias a todo lo logra-
do, una mayoría social reclama en estos tiempos un vivir bien aún más pleno,

369 Una cita recurrente de Chávez sobre este tema es la siguiente: “La Historia no se
divide en compartimientos; la Historia es la historia de todos los días desde cuando uno
nació”.

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más completo, más amplio; con nuevas demandas, nuevas exigencias. Para
Chávez, se trataba de responder satisfactoriamente a ese legítimo derecho sin
que hubiese vuelta atrás; esto es, se estaba “obligado a traspasar la barrera del
no retorno”. Estas fueron las palabras del Presidente venezolano el 20 de octu-
bre de 2012, unos días después de su histórica reelección, durante el Conse-
jo de Ministros en que anunció un “Golpe de Timón” como gran lema para
iniciar el nuevo ciclo.
Desde la legitimidad de un paradigma económico refundado, en cons-
trucción, en tránsito, el chavismo como identidad económica retoma así la dis -
cusión hacia adentro, con esas tres “R” básicas: Revisando-Rectificando-
Reimpulsando. Sin disimulo, sin miedo ni complejos, sin la vista nublada a
pesar de la gran victoria electoral, en sus últimas reflexiones Chávez redimen-
siona la exigencia estratégica del nuevo ciclo para la nueva década ganada, de
oro. El nuevo reto del pensamiento económico chavista hacia delante es con-
quistar una virtuosa simbiosis entre irreversibilidad en lo logrado y la reversi-
bilidad de lo que todavía falta por lograr; una combinación entre construir
barreras estructurales que impidan el retorno a lo malogrado y el impulso para
continuar los avances y ensanchar las condiciones económicas y sociales –cul-
turales y políticas– del pueblo venezolano.
No son términos ni objetivos aislados; la irreversibilidad se alcanzará a
medida que prosigan los avances, y viceversa: los avances serán más eficaces
en tanto se construyan condiciones de irreversibilidad. Es lo uno sumado a lo
otro, a modo de tándem estratégico indisoluble. Ambos términos se retroali-
mentan y se fortalecen entre sí; porque la irreversibilidad no es un concepto
absoluto, sino relativo a los tiempos, a los avances. Aquello que se deseaba que
fuera irreversible hace una década, puede que al pasar el tiempo deba ser ajus-
tado por el proceso de cambio histórico. A mayor avance en la democratiza-
ción económica, más sólidas serán las condiciones para garantizar la irreversi-
bilidad. Se trata de una relación dinámica e interdependiente entre ambas
metas. Ahí reside en gran medida la base de la cartografía estratégica del nue-
vo ciclo anunciado por el pensamiento económico chavista para los próximos
años
Desde este horizonte estratégico, presentado en términos más generales, se
han de ramificar las decisiones tácticas en virtud de identificar acertadamen-
te cuáles son las nuevas preguntas del pueblo venezolano después de una déca-
da ganada que permite reducir las sensaciones de endeudamiento social de la
época pasada. Desde el pensamiento económico chavista, se trata de replan-
tear continuamente tales preguntas; y son tan válidas éstas como aquellas que

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se hicieron al comenzar el cambio de época. No hay juicio apriorístico sobre
las demandas legítimas de una mayoría social históricamente excluida; lo que
debe haber es un ejercicio político de interpretación de tales demandas, que
han de ser desmenuzadas para entenderlas, con la máxima empatía posible
para desde ahí, solo desde esta conciencia en sí y para sí, elaborar una plani-
ficación del nuevo ciclo histórico.
En el chavismo como identidad económica, se presenta otro interrogante
significativo en este nuevo momento histórico: ¿es posible una convivencia
consensuada entre un socialismo emergente y un capitalismo que no acaba de
morir? En su alegato a favor del Golpe de Timón, Chávez manifestó: “Esta-
mos tocando puntos clave de este proyecto, que si no los entendemos bien y
los asumimos bien, pudiéramos estar haciendo cosas buenas, pero no exacta-
mente lo necesario para ir dejando atrás de manera progresiva y firme el
modelo de explotación capitalista”. En otras palabras, Chávez se preguntaba
por esta tensión entre dos opciones alternativas y antagónicas que no pueden
tener punto de convergencia; no lo hay, ni lo habrá porque el capitalismo no
es un modelo pacífico y pluralista, que pueda convivir con la emergencia de
otro paradigma económico en construcción.
En este punto Chávez planteaba “hacer irreversible el tránsito al socialis-
mo”. No hablaba de socialismo en presente porque éste aún no se ha alcanza-
do. Pero sí era elemental para Chávez ese “camino hacia”, esa senda que, sea
con paso rápido o lento, permite una única dirección estratégica de la que no
se puede salir, a pesar de errores tácticos y/o decisiones desacertadas en mate-
ria de política económica. En ello, como sucede con las tensiones creativas de
un proceso de cambio, puede haber equivocaciones coyunturales y tácticas,
pero éstas serán de orden secundario siempre y cuando estén bajo el apropia-
do canal estratégico.
Por ello en el Plan de la Patria, desde ese reclamo de Golpe de Timón,
Chávez plantea cinco objetivos estratégicos: 1) defender, expandir y consoli-
dar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la
Independencia Nacional; 2) continuar construyendo el socialismo bolivaria-
no del siglo XXI en Venezuela, como alternativa al modelo salvaje del capita-
lismo y con ello asegurar la “mayor suma de seguridad social, mayor suma de
estabilidad política y la mayor suma de felicidad”, para nuestro pueblo; 3)
convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo polí-
tico, dentro de la gran potencia naciente de América Latina y el Caribe, garan-
tizando la conformación de una zona de paz en Nuestra América; 4) contri-
buir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la cual tome cuer-

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po un mundo multicéntrico y pluripolar, que permita lograr el equilibrio del
universo y garantizar la paz planetaria; y 5) contribuir con la preservación de
la vida en el planeta y la salvación de la especie humana.
Estos cinco objetivos estratégicos conforman un todo desde la visión holís-
tica del chavismo como identidad económica. El pensamiento económico de
Chávez fue desde su etapa más germinal contrario a un conocimiento com-
partimentado. Este Plan de la Patria respeta esta premisa, y en consecuencia
la propuesta de estos cinco objetivos históricos ha de ser interpretada inte-
gralmente, como una base orgánica que se constituye en un todo estratégico
para servir de molde al nuevo metabolismo social y económico propio de la
etapa de transición al socialismo en este nuevo ciclo.
Estos objetivos históricos no son ningún punto de inflexión respecto a
aquello que se venía desarrollando en años anteriores. Más bien todo lo con-
trario, redoblan la apuesta; traen al presente mucho de aquello que se procla-
mó en la Agenda Alternativa Bolivariana. Los objetivos tienen esa misma raíz,
pero como son objetivos políticos, plenos de vitalidad, tienden a moverse, a
seguir mutando, a reinventarse cuando se agotan ciertas categorías fallidas y
obsoletas del pasado, siguen puliéndose en cada matiz y reajustándose según
los fundamentos de acuerdo a las nuevas circunstancias históricas, políticas-
sociales-culturales-económicas, nacionales y supranacionales.
Hay un hilo de continuidad desde los planteamientos del Libro Azul,
redactado como motor motivacional antes del 4 de febrero de 1992, en el cual
se ponía ya “primero la satisfacción de las necesidades sociales, humanas”,
para después definir el resto de objetivos. Es un punto y seguido con aquellas
páginas que se elaboraron en la cárcel de Yare para buscar lo que parecía un
imposible: salir del laberinto (neoliberal). Este Segundo Plan Socialista, lla-
mado Plan de la Patria, se redactó a partir del Primer Plan Socialista (Plan Si -
món Bolívar), en el que se había proyectado el socialismo bolivariano del siglo
XXI como única vía posible y real para salir del capitalismo neoliberal.
Para Chávez no era posible permanecer en situación estacionaria porque
es inviable política, social y económicamente mantenerse en medio de las
aguas del capitalismo sin que éste te acabe arrastrando. El pensamiento eco-
nómico chavista observó que “el capitalismo es anti económico, destroza los
principios de la economía y de la vida social”, y por tanto, no había manera
efectiva de seguir estrechando, respetuosa y pacíficamente, la mano del capi-
talismo si se quería caminar en otro sentido humanista, democratizador y
popular. El Plan de la Patria remarca de nuevo esta necesidad estratégica, que
desde el inicio fue considerada como un proyecto de largo aliento. No se trata

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de romper con nada del pasado, sino de seguir conectando el proyecto eco-
nómico hacia el futuro. Chávez, al explicar el Plan de la Patria, registrado
como programa electoral, manifestó lo siguiente sobre los cinco grandes obje-
tivos históricos: “como su palabra o como la misma palabra lo dice, son his-
tóricos porque vienen de lejos, de atrás, se ubican en la perspectiva del tiem-
po pasado y se ubican en la perspectiva del tiempo por venir, nos trascienden
a nosotros mismos, trascienden el tiempo de ayer, trascienden el tiempo de
hoy rumbo al tiempo de mañana, son los grandes objetivos permanentes, his-
tóricos”(Chávez, 2012).
De esta manera, el pensamiento económico chavista constata que la natu-
raleza temporal es ineludible siempre que se afronta un proceso de cambio.
Hay que actualizar constantemente la carta estratégica si lo que se busca es
una transformación con pueblo, y no sin él. La vitalidad redunda en ese pue-
blo como sujeto de cambio, que ha sido tantas veces ignorado por enfoques
academicistas que no lo tomaban en cuenta. Es por ello que el pensamiento
económico chavista en el Plan de la Patria se muestra “en contra del enfoque
exclusivamente economicista del desarrollo”, que cree que puede estimar el
comportamiento popular milimétricamente, con estrechos análisis economé-
tricos multivariantes. Los cálculos son importantes, pero al servicio de la cien-
cia social y no para acabar sustituyéndola. Ese es el mandamiento de Chávez
sobre este asunto, contrario a la corriente económica que domina en la aca-
demia desde hace un siglo. Para Chávez, tal como sostuviera Galbraith, las
ideas económicas son producto de su época y lugar; nunca pueden conside-
rarse al margen de la realidad que interpretan. Los objetivos históricos defini-
dos responden al imperativo que la Historia marca en cada tiempo, en cada
época.
El nuevo ciclo se inició con un vigoroso cambio de época en Venezuela en
medio de la vorágine de una transición geopolítica mundial pluripolar. En
estas circunstancias, evitando cualquier colonialismo epistemológico, se marcó
la ruta estratégica de la transición al socialismo bolivariano del siglo XXI. Sobre
este punto, resulta importante no dejar escapar un matiz determinante: el Plan
no deja lugar a dudas, el socialismo del siglo XXI es definido claramente como
“socialismo bolivariano del siglo XXI”, y no como socialismo del siglo XXI a
secas. Así, se afianza lo propio, la invención propia. El sentido bolivariano dota
al paradigma de carácter y personalidad venezolana, de historia venezolana y
latinoamericana, y lo inserta en el proceso revolucionario vigente. No es un
socialismo cualquiera, es el socialismo que ha de fraguarse en Venezuela en el
marco de la historia política, social y económica del país.

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Para Dieterich (2005), este socialismo del siglo XXI no apunta a construir
el núcleo científico de la teoría revolucionaria, sino a construir, sobre la base
de la teoría revolucionaria ya existente, un nuevo modelo para una economía
no capitalista. En este mismo sentido, el autor advierte que la teoría de Marx
y Engels han de ser el marco de referencia obligado para ese nuevo socialis-
mo, pero considerando que ambos no produjeron un plan concreto sobre
cómo construir una sociedad poscapitalista, puntualmente, sobre la manera
de construir una economía socialista. De eso justamente se trata: Chávez con-
sideraba vital aprender de los grandes teóricos del socialismo, pero siempre
enfatizaba que se debía construir el socialismo propio, de cosecha venezolana,
fuertemente humanista, sobre la base de una democracia real, participativa y
protagónica, que democratiza económica y socialmente, impregnado plena-
mente de una idiosincrasia nacional-popular, y por último, apoyándose en el
enfoque bolivariano para abordar la dimensión supranacional necesaria para
hacer efectivo y real un proyecto de tal magnitud. Esta es una demostración
más de que Chávez siempre condicionaba cualquier planteamiento a un ejer-
cicio de realismo político, sabiendo identificar con qué condiciones materia-
les se contaba, considerando el resto de circunstancias objetivas y subjetivas,
analizando en todo momento aquello que pudiera amenazar con revertir todo
lo logrado.
En el Plan de la Patria se reconoce mucho de la influencia de Mészáros en
Chávez en cuanto a la necesidad de más socialismo para que el capitalismo no
vuelva a resucitar. La disputa permanece inacabada mientras exista la hege-
monía de un orden económico capitalista neoliberal a nivel mundial. El tire
y afloja es pan de cada día. Mientras queden residuos del capitalismo en la
sociedad venezolana, en el Estado, en cada una de las actividades de la vida
cotidiana, y fundamentalmente en las nuevas relaciones de producción, será
complejo el tránsito definitivo hacia el socialismo. Es lo que Mészáros llama
el “sistema del capital poscapitalista”. En palabras muy coloquiales, podría-
mos señalar que se trata de que el inquilino capitalista no se va tan fácilmen-
te de una casa aunque el nuevo dueño le diga que ya no puede seguir vivien-
do como antes. El metabolismo social del capital está arraigado desde hace
siglos, y no resulta fácil expulsarlo de raíz, ni eliminarlo de las innumerables
expresiones en las que se presenta en cada momento de la vida de los ciuda-
danos.
Ahí estaba el quid de la cuestión para Chávez, en esta nueva fase en la que
proponía hacer más intensa la marcha hacia el socialismo bolivariano del siglo
XXI, procurando disputar la jerarquía del metabolismo social del capital.

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Según el pensamiento económico chavista, influido por Mészáros, si el capi-
tal se adapta en el marco de una propuesta alternativa poscapitalista, entonces
las posibilidades de transformación son más complicadas. Pero además, los
logros alcanzados siempre están sujetos a ser revertidos por una guerra econó-
mica procedente de la estructura capitalista inquilina. Dicho de otro modo, si
se permite la connivencia del socialismo bolivariano del siglo XXI con ele-
mentos constitutivos del capitalismo –sea en cualquier aspecto determinante
del orden económico–, se está en constante riesgo de volver atrás, e impedir
hacia el futuro transformaciones democratizadoras del poder económico.
Uno de los elementos que Chávez observaba con mayor preocupación es
la composición aún capitalista de un poder económico no afectado por esta
década ganada. Pero esto no debe concebirse como un pasivo de la misma,
porque ésta nunca tuvo como objetivo alterar esta composición capitalista
totalmente –por imposibilidad en la realidad de concluir tal acometido defi-
nitivamente durante el periodo de transición–. Más bien en esta próxima
década, que constituye un nuevo ciclo, será preciso abordar directamente este
problema, según señaló el propio Chávez. Para el paradigma económico cha-
vista, el desafío de ahora en adelante será el pragmatismo, pero no en el sen-
tido neoliberal del término. Los próximos esfuerzos han de estar centrados en
democratizar el poder económico que hasta el momento aún resiste concen-
trado en pocas manos, y mantiene parcialmente intacta su capacidad de alte-
rar el proyecto de orden económico propuesto desde el socialismo bolivaria-
no del siglo XXI.
El “sistema de capital poscapitalista” se manifiesta en aquel sector empre-
sarial privado que ha reorientado en gran medida su estrategia, acomodándo-
se a la nueva propuesta económica chavista con el afán de mantener una tasa
de ganancia elevada; a veces, hasta usurera. Un claro ejemplo de ello se obser-
va en la evolución de los focos de atención del gran capital. Si al inicio el capi-
tal transnacional disputó la apropiación de la renta petrolera, buscando per-
petuar sus condiciones favorables para la explotación de este recurso y sus tér-
minos de referencia en cuanto a la exportación –con la apertura petrolera–, a
medida que avanzó el proceso de transformación económica del chavismo, en
tanto que se fue reapropiando de esta renta petrolera a favor del pueblo, la
reacción del capital transnacional ha sido la disputa en otro foco: por la vía de
satisfacer la creciente demanda interna mediante el control capitalista de las
importaciones. Se pasó así de un capitalismo basado en el rentismo petrolero
del siglo XX a un capitalismo basado en el rentismo importador del siglo XXI. El
sistema capitalista que persiste en Venezuela busca obtener la máxima tasa de

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ganancia disputando la renta petrolera que está en manos del pueblo por la
vía de satisfacer su creciente –y democratizado– consumo con las importa-
ciones de bienes y servicios.
Se trata de un nuevo rentismo del siglo XXI, pero basado todavía en un
modelo capitalista no productivo, sino más bien de base especulativa, que
demanda dólares al Estado para comprar afuera, y revender adentro con tasas
de ganancia tan elevadas como lo permita el incrementado poder adquisitivo
del pueblo. Sin ética, sin correr riesgos, ni con deseos de convertirse en bur-
guesía nacional desarrollista, este sector capitalista se ha venido especializan-
do en las importaciones de bienes demandados por una mayoría social vene-
zolana reenclasada positivamente en términos de consumo. Esto es lo que
Samir Amin (1973) denominó la “burguesía importadora”: un nuevo sector
empresarial nacional en conexión privilegiada con el capital transnacional que
es, a su vez, el que provee estos bienes, garantizando así también su porción
en el reparto del pastel.
Este proceso es parte de la readaptación del sistema capitalista persistente
en Venezuela –sea nacional o transnacional– luego de la década ganada a favor
de la mayoría social. El capitalismo procuró, en primera instancia, un repar-
to dual contrapuesto, ganar-perder, en que el capital privado gana a costa de
la pérdida de la mayoría social como había venido sucediendo en la era neo-
liberal. Pero al no encontrar factible este modelo, entonces se planteó una
segunda opción basada en un reparto ganar-ganar, en que el capital sigue ga-
nando a costa de lo que gana la mayoría social. Con esta estrategia doble, el
capitalismo se asegura siempre no perder. Este hecho no es exclusivo de Vene-
zuela, porque se observa también en otros países del eje posneoliberal en
América Latina.370 Es una suerte de equilibrio de Nash, propio de la teoría de
juegos, en donde ningún jugador tiene incentivos para modificar individual-
mente su estrategia porque se encuentra contento y sin deseos de seguir pul-
seando en exceso.
Esta década ganada-ganada, para los unos y para los otros, para las mayo-
rías populares y para las burguesías nacionales –cada vez con más relaciones
transnacionales–, es lo que anhelan buena parte de los poderes económicos
dominantes para América Latina. Estos poderes se reacomodan de acuerdo al

370 El informe de la CEPAL (2013) sobre inversión extranjera muestra un dato tan
interesante como preocupante sobre este aspecto: se ha pasado de 30.000 millones de dóla-
res anuales en los primeros años de la década de 2000 a 143.000 millones de dólares en
2012.

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nuevo desplazamiento del centro económico en muchos países que transitan
en dirección posneoliberal. Hay intentos por parte del capital privado de
aprovechar esta década ganada mientras dure el cambio de época (posneoli-
beral), sin que ello signifique que cejará en el intento de reimponer cuanto
antes el modelo más conveniente para su tasa de ganancia, caiga quien caiga.
Ahora bien, la pregunta es si esta década ganada es sostenible si se proyec-
ta a futuro en connivencia con una década ganada para el capital transnacio-
nal. Varios países de América Latina, incluso algunos que son parte del eje
progresista, parecen estar más próximos a esta tesis, más en la línea de poder
repartir pero sin que el capital transnacional deje de ganar. Veremos cuánto
dura esta esperanza.
En Venezuela, el escenario es completamente diferente, porque está decla-
rado –oficialmente y por voluntad popular– que el camino es el socialismo
bolivariano del siglo XXI; porque bajo el paradigma económico chavista se ha
demostrado en innumerables manifestaciones que no es posible pacto alguno
con el capital en detrimento del pueblo –queda aún en la memoria de los
venezolanos el recuerdo del Pacto de Punto Fijo, que comenzó por alegar un
juego ganar-ganar, para todos, y acabó convirtiéndose en una gran estafa
democrática que solo redistribuyó hacia arriba, para unos pocos y, con suerte,
alguna migaja hacia abajo–.
Para la identidad económica chavista, las condiciones sociales y económicas
de la mayoría social no deben estar bajo ningún concepto sujetas a pacto algu-
no con el capital transnacional; la vida del pueblo venezolano no puede
depender de, o ser susceptible a, los intereses corporativos de unos pocos para
acumular capital. El golpe largo de 2002 ratificó la imposibilidad de pacto o
acuerdo pacífico con el capital transnacional, porque éste es insaciable: por
esencia, sus posibilidades de acumulación son infinitas. Además, posterior-
mente al golpe, los intentos de derrocar al gobierno chavista por vías no
democráticas fueron sucesivos. El pensamiento económico chavista transitó
por cada uno de estos sucesos, aprehendiendo y aprendiendo acerca de la
imposibilidad real de pactar nada, de acordar nada, ni de contar con este capi-
talismo para que aceptara un rol “positivo” en el nuevo orden económico pos-
neoliberal.
A esto hay que añadir que Venezuela es vanguardia revolucionaria, y es
también un país de gigantescos recursos petroleros a nivel mundial. Son
muchas razones las que impulsan al pensamiento económico chavista a seguir
hacia delante, en la línea de Mészáros, buscando la fórmula para que en la
próxima década, en este nuevo ciclo que se abrió desde 2013 en adelante, se

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pueda ir extirpando progresivamente la dependencia que mantiene, hasta el
momento, el proceso de transición hacia el socialismo bolivariano del sector
capitalista instalado en las entrañas de las relaciones sociales y económicas en
el país. La disputa fatiga, y cansa, y prolongarla tiene un alto costo económi-
co y político. Pero para Chávez si no se continuara la disputa en el próximo
ciclo, en cualquier momento podría comenzar una vuelta atrás de manera
irremediable. Cualquier parálisis de las fuerzas sociales y económicas del cam-
bio significaría volver atrás, porque las fuerzas económicas del capital privado
nunca están paralizadas.
El Plan de la Patria es definitivo en este sentido, y concreta un nuevo pulso
estratégico hacia el futuro. De manera que una vez superada con éxito la pri-
mera etapa de urgencias, democratizando una importante porción de la eco-
nomía, en adelante se ha construir el siguiente peldaño para pujar por lo que
resta en manos de los que siempre ganan. No se trata de quitarles de las manos
sus medios de ganancia, sino que ahora se precisa de planificación articulada
para elaborar socialmente los propios medios de ganancia para las mayorías,
que modifiquen el sistema metabólico del nuevo orden económico interno en
Venezuela.
Las últimas palabras de Chávez, en el Plan de la Patria, marcan el nuevo
ciclo que precisa la revolución económica en otras aristas para hacer sosteni-
ble ecológica y productivamente la satisfacción del notable reenclasamiento
positivo de las clases populares en materia de nuevos patrones de consumo.
Para ello, definitivamente, se ha de responder a desafíos inminentes de carác-
ter múltiple: 1) cómo afrontar a la emergente burguesía importadora, que se
ha instalado como clase capitalista aprovechándose de los beneficios de la
nueva política socialista de la década ganada; 2) cómo seguir transformando
el Estado para una administración más eficaz desde el socialismo bolivariano
del siglo XXI; 3) cómo alterar los términos de intercambio en la inserción
nacional/regional en el mundo, garantizando más soberanía (autonomía)
frente al proceso creciente de transnacionalización del sistema capitalista aún
hegemónico; 4) cómo seguir impulsando la transición geoeconómica mun-
dial, desde la región, haciendo compatibles efectivamente los procesos de
transformación de base nacional-popular con los cambios supranacionales de
carácter bolivariano; y por último, pero no por ello menos importante, 5)
cómo construir en adelante categorías motivadoras/movilizadoras en el ima-
ginario popular de una mayoría social en mutación, que ve muy lejana la larga
noche neoliberal, y que está renovando constantemente sus demandas y exi-
gencias, siempre mirando hacia delante.

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Sobre estos desafíos, se impone la actualización que Chávez realizó de su
propuesta económica, hacia delante, hacia futuro. Por ello, el Plan de la Patria
no es simplemente un testamento después de la desaparición física de Chávez,
ocurrida el 5 de marzo de 2013. Es mucho más que eso, porque continúa una
obra gigantesca que constituye una corriente económica en sí misma. La iden-
tidad económica chavista refleja en ese Plan de la Patria 2013-2019 los pasos
siguientes para transitar al socialismo bolivariano del siglo XXI. Apoyar a
Chávez es respaldar este paradigma, y no cualquier otro que pueda surgir al
fragor de la batalla, en plena guerra económica. La ausencia física del líder
bolivariano no se puede traducir en una ausencia programática en materia
económica, porque el Plan de la Patria expresa todo aquello que Chávez con-
sideró prioritario para esta nueva década.
Interpretar a Chávez sin considerar su último documento oficial sería un
error garrafal, que podría cometerse si se considerara a este personaje históri-
co exclusivamente como un guía espiritual, puesto en todos los altares, iden-
tificado como un milagrero que multiplica los panes y los peces. Pero Chávez
no hizo jamás un milagro; siempre rehuyó ser tratado como mito, como un
salvador. Es por ello que esta legítima adhesión a Chávez –por la vía espiritual
o religiosa– ha de ser forzosamente compatible con el carácter programático
de la propuesta chavista. Es sumamente peligroso caer en la tentación de des-
cifrar esotéricamente el mensaje económico chavista sin haber antes profun-
dizado en el Plan de la Patria, o sin entender este documento como una pro-
puesta concatenada históricamente con el resto de propuestas/argumentacio-
nes/discusiones/acciones propias del chavismo como identidad económica. Por
el contrario, el pensamiento económico de Chávez ha de ser analizado en una
lectura compleja, abigarrada, en profundidad.
El Plan de la Patria ilustra diáfanamente cuál es el reto para los próximos
años, destacando por encima de cualquier otro aspecto la necesidad imperio-
sa de acabar con este “sistema del capital poscapitalista”, sobre la base de un
proceso revolucionario económico proyectado hacia adelante. La materialidad
real de la economía ha de ser epicentro del nuevo ciclo económico; lo pro-
ductivo ha de ser el punto fundamental para alcanzar materialmente, con
soberanía y emancipación, la verdadera independencia nacional, tal como
anuncia el primer objetivo histórico del Plan. La relevancia de la revolución
productiva es transversal a lo largo de toda esta propuesta económica, porque
la renta petrolera en el siglo XXI se redistribuye hacia abajo, al contrario de lo
que sucedía en el siglo XX. El chavismo dio la vuelta a esa economía de unos
pocos, democratizándola a favor de una economía para todos.

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Así, desde hace unos años, la gran mayoría del pueblo venezolano consu-
me tanto los bienes básicos como otros bienes, que podrían ser considerados
también básicos en tanto son demandados mayoritariamente por el pueblo.
No es cuestión de juicio moral desde una visión occidentalista; no se trata de
agrupar los bienes en esenciales o no desde otras perspectivas, que parten de
condiciones materiales y reales muy confortables. No se puede continuar ha -
blando de decrecimiento desde países que han crecido lo suficiente para gozar
de un alto volumen de comodidades materiales. En Venezuela, el siglo XX ter-
minó con un alto déficit social en satisfacción de necesidades básicas; pero se
inicia la segunda década del siglo XXI con superávit en estos bienes básicos,
y por tanto, comienza a producirse una demanda de otros bienes de segundo
orden, tales como turismo, bienes tecnológicos, etc.
En este momento, podría abrirse la discusión sobre el patrón cultural del
nuevo consumo, lo cual ameritaría un tiempo mayor para aplicar una políti-
ca efectiva. Esta cuestión es necesaria, pero ello no debe acabar eludiendo un
hecho irrefutable que hasta el momento ocurre en la realidad: la transforma-
ción del imaginario popular en este sentido. La mayoría social venezolana ha
ensanchado su patrón de consumo superando el escenario pronosticado/dese-
ado por la propuesta económica chavista, que en su etapa inicial procuraba
una producción de bienes básicos no satisfechos en la etapa anterior. Sin em-
bargo, este ensanchamiento acelerado en la demanda interna no estuvo acom-
pañado por el ensanchamiento de la base material productiva nacional. Esto
no se pudo hacer porque apenas estuvo planificado en la primera etapa; no se
realizó porque las prioridades fueron otras, las cuales sí fueron satisfechas.
Pensar que todo es viable en simultaneidad real es desconocer la Realöko-
nomie por dentro, sus complicaciones estructurales, su tempo político y eco-
nómico en proceso de transición, las pujas en la economía política, los lími-
tes históricos de la acumulación originaria que goza de un poder efectivo de
mercado, los vínculos entre el orden económico interno y el capital transna-
cional. Estas razones hacen imposible el escenario deseado desde el principio,
y por eso Chávez trazó una primera etapa, una primera década, de transición.
Pero ahora, tras la década ganada, es cuando en el Plan de la Patria se plani-
fica una nueva jerarquía, para impedir que aumente el desequilibrio estructu-
ral económico debido al creciente consumo democratizado y una oferta pro-
ductiva insuficiente para los nuevos bienes demandados.
En estos últimos años, este desequilibrio ha sido resuelto mediante la
importación de muchos bienes –unos básicos, y otros no– por parte de unas
pocas grandes empresas privadas, que abusando de su posición económica

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dominante se han enriquecido con esta tarea, de compra y venta, casi sin es-
fuerzo. Es un negocio redondo porque tienen garantizada la demanda cauti-
va gracias a las políticas chavistas; no hay que producir, simplemente solicitar
dólares al Estado para importar; y además, esto se hace especulando con pre-
cios y mercancías gracias a prácticas usureras, inconstitucionales. Esta suerte
de rentismo importador del siglo XXI en Venezuela es tan relevante como el ren-
tismo petrolero del siglo XX. Y es ahora, más que nunca, en la búsqueda de un
nuevo orden económico interno más virtuoso, el momento de abordar ese
déficit estructural mediante una política productiva que haga sostenible la Re-
volución Bolivariana Socialista, según se establece cristalinamente en el Plan
de la Patria 2013-2019.
El pensamiento económico chavista identifica en esta grieta estructural
uno de los flancos vulnerables para revertir gran parte de la década ganada en
materia social y económica. La irreversibilidad de lo conquistado, como gran
reto histórico, se plasma en el primer objetivo histórico establecido en el Plan
de la Patria: “Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos
reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional”. La inde-
pendencia es también independencia económica, y esta se alcanza corrigien-
do cualquier posible fuga de los logros socialistas hacia el metabolismo capi-
talista.
Si persiste una estructura productiva desequilibrada, en discordancia con
la nueva demanda, entonces se está permitiendo que el capitalismo tenga
oportunidad para hacer efectiva una guerra económica a través de sus armas
de destrucción masiva: inflación, desabastecimiento, dólares ociosos, etc. Son
peligros provenientes del comportamiento capitalista anti popular, anti nacio-
nal, anti humano, anti democrático, que aún reside puertas adentro, con co-
nexiones excepcionales puertas afuera. Frente a ello, las últimas palabras de
Chávez se orientaron hacia una Gran Revolución Productiva que atendiera
esta enfermedad, curable en esta etapa; pero que en caso de no resolverse
podría perpetuarse indefinidamente. Es ésta una prioridad para el nuevo ciclo
económico del chavismo, tal como lo esclarece el propio Plan de la Patria con
el deber obligatorio de prolongar el Salto Adelante.
En este último texto económico de Chávez no se habla en sentido general
de soberanía, sino que se manifiesta específicamente la necesidad imperiosa de
“avanzar hacia la soberanía e independencia productiva”, como condición
imprescindible para la verdadera y definitiva independencia económica. En
este sentido, se hace especial hincapié en el desarrollo de algunos sectores pro-
ductivos que son esenciales según el nuevo comportamiento económico de la

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demanda interna. El Plan de la Patria asigna prioridad en la revolución pro-
ductiva para la siguiente etapa en el “desarrollo del sector aluminio; desarro-
llo del sector hierro y acero; desarrollo del sector automotriz; desarrollo del
sector plástico y envases; desarrollo del sector electrodomésticos; fábricas para
el sector de higiene personal; desarrollo del sector farmacéutico; desarrollo del
sector informática y celulares; desarrollo del sector maquinaria y equipos;
desarrollo del sector textiles y calzado”. Este amplio vector sectorial denota
cómo el paradigma económico chavista propugna un tránsito hacia una eco-
nomía de base más amplia, pensando para corresponder al ensanchamiento
de la matriz de consumo de la mayoría social venezolana.
La suma integral de avances en esta transformación productiva será factor
correctivo del desequilibrio estructural consumo-producción, para cerrar las
grietas por las que penetra el “sistema del capital poscapitalista”; esto es, los
inquilinos capitalistas que se quedaron vivitos y coleando en el proceso de
cambio revolucionario en busca del socialismo bolivariano del siglo XXI.
Como se dijo anteriormente, en vez de disputar la renta petrolera en su ori-
gen –control del recurso para su exportación–, intentan apropiarse de la renta
petrolera en su destino, en el consumo derivado de este ingreso en manos del
pueblo venezolano. El pensamiento económico chavista propugna el avance
de la Revolución Productiva como única vía efectiva para disputar el papel
creciente de un sector empresarial privado dedicado a satisfacer la demanda
interna mediante importaciones.
Esta burguesía importadora sigue contribuyendo a resucitar el metabolis-
mo social del capital que se constituye –en última instancia– en suelo fértil
para guerras económicas a través de inflación y desabastecimiento. Para Chá-
vez, la inflación seguía siendo un problema a resolver, a pesar de que en la
década ganada se logró reducir considerablemente su valor promedio anual en
comparación con la era neoliberal. La inversión social en Venezuela creció sin
paragón en su historia, mientras que la inflación se redujo –por ejemplo, has -
ta llegar en el primer trimestre de 2012 al 3,5%, con un valor anual a fines
del año 2012 del 20,1%–.
El pensamiento económico chavista no buscó en las políticas convencio-
nales (neoliberales) soluciones para la inflación, porque éstas conducirían a
sacrificios injustos para la mayoría social. La economía afortunadamente no
es una ciencia exacta ni ingenieril. Uno más uno no siempre es igual a dos en
una ciencia que es social. El Gobierno Bolivariano consiguió crecer repar-
tiendo sin generar más inflación, sino todo lo contrario, desacelerándola a
pesar del incremento sostenido en los salarios. Por tanto, el dogma neoliberal

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no se cumplió: fue posible incrementar salarios sin que aumentara la infla-
ción. No sirven los credos sino las explicaciones complejas en esta materia.
Para Chávez, la causa inflacionaria se debía buscar en otro lugar, y no en los
salarios de los trabajadores ni en la inversión social. El vivir bien del pueblo
no podía ser una variable de control para estabilizar los precios. El pensa-
miento económico chavista siempre abordó esta cuestión desde otra perspec-
tiva, desde la política. Con esta perspectiva, la inflación es una ecuación de
economía política, cuyas causas residen en la estructura de la economía capi-
talista concentrada –en muy pocas manos–, que detenta el poder de mercado
suficiente para fijar precios. La inflación es el resultado de una puja distribu-
tiva en la que pugnan el capital privado concentrado, que desea el máximo
beneficio posible, y un pueblo con capacidad adquisitiva. El consumo en
Venezuela fue democratizado gracias a la transformación económica boliva-
riana, gracias a sus políticas redistributivas. El ritmo de este proceso de ensan-
chamiento en el consumo fue infinitamente superior al ensanchamiento de la
oferta nacional en términos socialmente productivos
La prioridad de la pasada década ganada fue sustituir importaciones de
bienes básicos, y así se logró. Pero luego, gracias al vivir mejor de la mayoría
del pueblo venezolano, las demandas se fueron ampliando, no siendo exclusi-
vamente de esos bienes básicos, sino también de otros bienes; y en conse-
cuencia, la demanda de estos últimos comenzó a ser atendida, en su mayoría,
gracias a un emergente, y cada vez más poderoso, sector importador privado.
El rentismo privado importador del siglo XXI se filtraba así en la fiesta econó-
mica bolivariana a favor de la mayoría del pueblo, actuando con una secuen-
cia perversa: 1) parte de un capital privado acumulado; 2) goza de marcas
monopólicas instaladas históricamente en el imaginario de consumo de la
población venezolana; 3) se apoya, a la vez, en el capital nacional e internacio-
nal como palanca financiera; 4) usa las divisas que el Estado proporciona a un
tipo de cambio legal para importar bienes demandados, pero luego, tomando
como referencia el tipo de cambio ilegal, los vende en Venezuela a precios
injustos –no correspondientes con la estructura de costos de la cadena de valor
importación/transacción/transportación/comercialización–; 5) deja dólares
en cuentas del exterior cometiendo el delito de fuga de capitales –en conni-
vencia con las transnacionales proveedoras–; 6) emplea el resto de dólares –no
destinados para la importación fijada– en Venezuela para conformar un mer-
cado ilegal de divisas, dinámico y especulativo, que además genera un efecto
indexador en precios en forma ilusoria; 7) en algunos casos, también acapara
los bienes importados para forzar desabastecimiento y, en consecuencia,

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desestabilización social y política; y por último, 8) utiliza precisamente los
dogmas del paradigma económico dominante para presionar a favor de medi-
das nominales –tipo de cambio devaluado, equilibrio fiscal–, que supuesta-
mente solucionarían por arte de magia cualquier contexto adverso.
El pensamiento económico chavista encuentra en el fenómeno del rentis-
mo importador del siglo XXI una de las verdaderas causas estructurales de la
inflación, y de otros males potenciales si se lo deja seguir haciendo. Esta espe-
cie de nueva dependencia, a modo de restricción interna de la estructura eco-
nómica, es territorio fecundo para cualquier guerra económica que quiera
derrocar nuevamente al proyecto bolivariano por vías no democráticas. Al
igual que en 2002, cuando Venezuela sufrió por la vía frágil un paro petrole-
ro que le provocó el mayor daño –debido a que la fuente petrolera no estaba
del todo controlada en estos primeros años–, Chávez vislumbró que en la
nueva década los ataques del capital podrían venir eficazmente por la depen-
dencia del rentismo importador, que se ha convertido en inquilino de lujo en
el proceso revolucionario.
En este proyecto de transición, aún están en tensión el metabolismo social
de la propuesta revolucionaria bolivariana y el metabolismo social del capital
existente. Chávez, bajo la influencia de Mészáros, identificó en esta dialéctica
uno de los principales riesgos de reversibilidad si no se acometían las políticas
económicas en la dirección correcta. No se trata exclusivamente de tener iden-
tificado al enemigo del proceso de cambio, sino que es preciso construir todos
los cordones de seguridad para que no pueda penetrar en el sistema socialis-
ta. Para Chávez, la guerra económica del poder económico mundial –con
representantes en el capitalismo nacional– solo ha de ser afrontada con la bús-
queda de la paz económica, con el objetivo de evitar grietas o desequilibrios
económicos estructurales. Uno de los más importantes, según las últimas pa-
labras del líder bolivariano, es aquel que reside en el ámbito productivo para
contrarrestar el creciente poder importador del sector privado, que se supone
imprescindible a la hora de satisfacer la demanda del pueblo venezolano.
Para Chávez, la inflación era un arma de destrucción masiva capaz de ser
tan efectiva como cualquier golpe de Estado; pero esto no solo lo sabía el pro-
pio Chávez, sino también el sector empresarial privado que es capaz de poner
en jaque a la economía bolivariana con una inflación anual por encima del
50%, con intenciones de diseñar una guerra económica de larga duración
para acabar asfixiando el proyecto de transición al socialismo. Chávez siem-
pre tuvo una máxima por si esto ocurría: el enemigo es responsable, pero la
solución solo puede venir de filas adentro de la Revolución Bolivariana.

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En este sentido, lo que señala el Plan de la Patria es elocuente: la revolu-
ción productiva es la única manera de afrontar cualquier agresión de este tipo.
Esta tarea productiva además ha de venir acompañada de mejoras en los cana-
les de distribución y comercialización. Incluso Chávez previó que este nece-
sario Estado de la Producción exigiría tiempo, y que sería preciso por tanto dis-
poner en lo inmediato de transitorios mecanismos públicos de importación
eficaz que satisfagan la demanda interna, haciendo infructuoso cualquier
intento de desestabilización por la vía especulativa, sea con inflación o sea
mediante desabastecimiento.
No obstante, para Chávez la transformación productiva no solo significa-
ba introducir nuevos bienes, sino también cambiar la forma de producirlos,
para incluir la participación de nuevos agentes económicos en el modelo pro-
ductivo alternativo. A pesar de que Chávez tuvo claras influencias en su etapa
inicial de las teorías económicas –de Prebisch, de Furtado– a favor de mode-
los de desarrollo nacionalista de Industrialización por Sustitución de Impor-
taciones (ISI), el pensamiento económico chavista ha evolucionado desde
entonces, tomando parte esencial de estas tesis pero con matices y diferencias,
adaptándolas a las circunstancias históricas y a los nuevos retos del socialismo
bolivariano del siglo XXI. Se observa precisamente en el Plan de la Patria que
si bien el objetivo de acabar con las cadenas de dependencia, procedente de la
corriente desarrollista nacional, sigue presente como objetivo del orden eco-
nómico chavista, éste precisa de ciertas reformulaciones. Por un lado, para
Chávez cambiar la matriz productiva es cambiar los bienes producidos, a la
vez que las relaciones sociales de producción; y por otro lado, el proceso de
sustitución de importaciones no es de ámbito estrictamente nacional, sino
que ha de combinarse en muchos sectores con una planificación producti-
va/industrializadora supranacional en los nuevos tiempos, para así resistir a un
capitalismo real basado en un modelo de producción transnacional –desloca-
lizado mundialmente–.
En relación con la primera reformulación que Chávez esbozó, es funda-
mental destacar que su pensamiento económico respaldó desde hace años la
idea de que no solo hay que transformar los términos de intercambio hacia
afuera, sino que éstos han de estar acompañados también por la transforma-
ción de los términos de intercambio hacia adentro. No basta con producir
bienes diferentes, hay que hacerlo con un nuevo sujeto productivo que deje
ser de ser exclusivamente el actor capitalista. Para Chávez era tan primordial
cambiar los bienes a producir como la forma en que éstos se producen, aña-
diendo la participación del nuevo sujeto socialista. Si se cambia específica-

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mente la matriz productiva, para elaborar nuevos bienes que reduzcan depen-
dencia de las importaciones, pero se deja que sea el sector empresarial priva-
do nacional el que asuma exclusivamente la tarea de erigirse como nuevo suje-
to productivo, entonces ni habrá cambio en el régimen de acumulación ni
tampoco en la reproducción del metabolismo social del capitalismo.
Una distribución primaria del ingreso más justa solo se conseguiría si se
lograra reemplazar la matriz productiva por otra que permitiera una Vene-
zuela más independiente gracias a la sustitución de importaciones; pero siem-
pre y cuando esto se realizara también reduciendo la dependencia del mode-
lo capitalista internamente, en cuanto a las reglas de producción y al sujeto
productivo. Así lo previó Chávez en su Golpe de Timón, durante el primer
Consejo de Ministros después del triunfo electoral de octubre de 2012, ape-
lando a una cita de Mészáros: “El patrón de medición de los logros socialis-
tas es: ¿en qué grado las medidas y las políticas adoptadas contribuyen, acti-
vamente, a la construcción y consolidación, bien arraigada, de un modo sus-
tancialmente democrático de control social y autogestión general?”. Con esta
cita, Chávez daba cuenta del inicio del nuevo ciclo del proceso bolivariano,
que debía luchar por una economía con un nuevo metabolismo social pro-
ductivo, gracias al rol protagónico de las comunas.
Para el pensamiento económico chavista, solo así se pondrá frenos al sis-
tema de metabolismo social del capital que nunca tiene, como diría Mészá-
ros, límites para su expansión; y por tanto, en caso de no frenarse, puede con-
ducir a un “sistema social incontrolable”. El contraejemplo reside en los innu-
merables intentos efectuados por la socialdemocracia, que buscaron regular el
capital pero que acabaron sucumbiendo y fracasando, constituyéndose en lo
que Mészáros denomina “la línea de menor resistencia al capital”. Chávez evi-
dencia su preocupación por esta fase superior en la que se precisa afrontar la
etapa productiva, pero acertadamente, para impedir el descontrol del meta-
bolismo social del capital, que ha llegado a tener expresiones perversas que
podrían revertir logros satisfechos en la etapa anterior.
Si el patrón de consumo –democratizado gracias a políticas económicas
del chavismo– se disocia del patrón productivo, ello puede afectar a la garan-
tía integral de la independencia económica, y por ende, política. La econo-
mía, como ciencia social, debe atender a una propuesta de articulación entre
todas las aristas. Para Chávez, este desafío requería la construcción del socia-
lismo bolivariano del siglo XXI, tal como se establece en el segundo objetivo
histórico en el Plan de la Patria. Aquí tiene un rol protagónico el poder comu-
nal como nuevo sujeto productivo socialista para la próxima década en dispu-

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ta. Esta es la fórmula elegida por Chávez para un proceso pleno de democra-
tización de la economía; esto es, tal como expresa el Plan, “propiciar la demo-
cratización de los medios de producción tendentes al socialismo”.
Este Segundo Plan Socialista parte de una autocrítica parcial por aquello
que se propuso en el Primer Plan Socialista y no ha sido alcanzado, ni siquie-
ra priorizado.371 A lo largo de toda la propuesta, hay una estrecha conexión
entre socialismo y democratización económica, como se corrobora en múlti-
ples ejemplos cuando se enuncian objetivos nacionales, estratégicos y genera-
les: “consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista”; “cons-
truir el nuevo tejido productivo del país en nuevas relaciones sociales de pro-
ducción, garantizando la transformación de los insumos primarios de pro-
ducción nacional”; “garantizar la participación protagónica del pueblo orga-
nizado en la formación y transformación del modelo económico productivo
desde las instancias de participación popular”; “acelerar la promoción de la
participación del pueblo en los sistemas comunales de agregación”; “instaurar
la corresponsabilidad en la planificación comunal, regional y territorial”.
Sería sencillo continuar con la enumeración de referencias al poder comu-
nal como elemento constitutivo clave para la nueva fase económica. Detrás de
este cambio de matriz productiva, está el objetivo socialista de “construir una
sociedad igualitaria y justa” sobre la base de “relaciones socialistas entre traba-
jadores y trabajadoras con el proceso de trabajo”. Esta es la base-guía que dis-
pone el chavismo como identidad económica para los próximos años, para
lograr un cambio de la matriz productiva desde el socialismo bolivariano del
siglo XXI. Esta es la única manera para obtener, como afirma Mészáros
(2008), un nuevo sistema metabólico de control social instaurando una forma
de sociabilidad humana auto determinada, que implica un rompimiento inte-
gral con el sistema del capital, de producción de valores de cambio y con el
mercado”.
El segundo aspecto crucial en el que Chávez se diferenciaba del modelo
convencional nacional-desarrollista –basado en gran medida en la teoría de la
dependencia– deriva de la visión bolivariana de esta problemática. El siglo

371 Así se expresó Chávez en el Consejo de Ministro del 20 de octubre sobre esta cues-
tión: “creo que tenemos una nueva arquitectura legal, jurídica, empezando por la Constitu-
ción; tenemos leyes de consejos comunales, leyes de comunas, economía comunal, las leyes
de los distritos motores de desarrollo; pero no le hacemos caso a ninguna de esas leyes; noso-
tros, que somos los primeros responsables de su cumplimiento. Yo espero ver respuestas a
estas reflexiones y a esta autocrítica pública que estoy haciendo. La autocrítica es para recti-
ficar, no para seguirla haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío”.

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XXI impone condiciones externas diferentes y adversas al clásico modelo de
Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Desde que se con-
formó la hegemonía neoliberal, ningún país produce de manera autárquica,
sino que existe una fragmentación geográfica de la producción mundial, que
tiene como agentes rectores a las trasnacionales. Por ello se puede hablar de la
importancia en la era neoliberal de las Cadenas Globales de Valor (CGV)
como concepto asociado a las transformaciones productivas contemporáneas.
Ahora la fábrica no está en un país, sino que existen infinitas fábricas desa-
gregadas, para una o más fases de la cadena de producción, repartidas por el
mundo.
De manera similar a lo que sucede con la globalización neoliberal finan-
ciera, también el ámbito productivo es rehén de un expansionismo sin fron-
teras para que la acumulación capitalista pueda optimizar todo el territorio
mundial. Se pasa de una mercancía made in USA, a una made in the world.
Sin embargo, la vigente transición geoeconómica multipolar cuestiona ese or-
den neoliberal también en materia productiva; los nuevos polos económicos
regionales, con sus alianzas, proporcionan nuevas facilidades para elegir for-
mas de producción alternativas a la decidida por el capital transnacional hasta
el momento. América Latina es un continente ideal para ello. ¿Por qué no
transitar del made in USA, del made in China, o del vigente made in the world,
hacia un patrón productivo hecho en Latinoamérica? Pero con diferentes reglas
del juego, con diferentes relaciones sociales y económicas de producción.
Chávez eligió desde el principio buscar la conformación de otro bloque
histórico contrahegemónico para combatir efectivamente a la hegemonía neo-
liberal. Chávez se orientó hacia una forma de resistencia eficaz frente al gran
capital transnacional mediante alianzas gran-nacionales, de Estados, de em -
presas públicas, o incluso tejiendo relaciones productivas entre países median-
te acuerdos supranacionales de pequeñas empresas, de cooperativas. Desde
este sentido, el pensamiento económico chavista, abanderado en esta dimen-
sión bolivariana, también pone encima de la mesa lo complejo que resultaría
seguir creyendo que es viable un modelo ISI a la vieja usanza, esto es, produ-
ciendo absolutamente todo en territorio nacional. El chavismo siempre miró
más allá de la frontera nacional, postulando también desde la arista producti-
va una inserción inteligente, soberana y virtuosa de Venezuela en las cadenas
regionales de valor, apropiándose del mayor valor agregado posible y redu-
ciendo la actual dependencia importadora.
Así, en algunas ocasiones, en determinados sectores podría ser más conve-
niente que Venezuela no produjera el bien final, y por el contrario, pudiera

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optar por producir un determinado insumo intermedio que se exportase para
insertarlo en algún eslabón productivo regional, saliendo así del patrón pri-
mario exportador y obteniendo divisas extras que compensen otras importa-
ciones imprescindibles. En definitiva, se trataría de trasladar la esencia del
pensamiento económico chavista a esta cuestión de planificación productiva,
y entonces, se podría hablar de una formación bolivariana del valor agregado
en algunos sectores económicos en la región latinoamericana, que exige una
organización supranacional productiva; esto es, una especie de modelo ISI a
nivel regional.
Si por el contrario, se sigue concibiendo el desafío productivo desde un
ámbito reduccionista nacionalista en vez de realizarse desde una concepción
supranacional (regional), entonces, es muy posible que no se tenga el éxito
deseado en esta materia. ¿Por qué? Porque si cada país se empeña obsesiva-
mente en producir un bien, sin capacidad para ello en lo tecnológico, en lo
financiero, en disponer de una demanda suficientemente sustancial cuando se
trate de sectores de altos costos de producción, entonces, es posible que: 1) se
fracase en el intento, o 2) se acabe realizando un cambio de matriz producti-
va solo aparente, es decir, se obtiene un producto que dice llamarse nacional
pero que tiene realmente un mínimo componente nacional, porque lo que ha
sucedido es que se ha terminado realmente importando casi todos los insu-
mos intermedios y la tecnología del exterior, y en el país local, solo se ha lle-
vado a cabo una tarea de ensamblaje o una mínima cuota de producción. Si
ocurriera este segundo caso, se acabaría ocasionando una política de importa-
ción de valor agregado; porque el componente nacional se circunscribiría a
una mínima actividad económica, de salarios bajos. Llegar por esa vía al cam-
bio de matriz productiva, a modo de atajo, en forma aparente, implicaría: no
haber acabado con la dependencia, seguir necesitando divisas para la impor-
tación de todo los insumos intermedios necesarios, y además, permitir que sea
el sistema capitalista quien se vuelva a filtrar en esa supuesta transformación
productiva porque será él realmente quien se ocuparía de reapropiarse de casi
todo el valor agregado generado, y por consiguiente, quien se apropiaría de
una alta de ganancia. Así, si todo esto sucediera, es imposible hablar de tran-
sición hacia el socialismo bolivariano, ni siquiera a un intento de consolidar
un orden económico posneoliberal. Frente a ello, es obligatorio repensar el
modo de realizar la revolución productiva, más finamente, aprovechando el
buen clima de integración regional con muchos países, que podría favorecer a
alianzas complementarias productivas, a escala supranacional, con una buena
planificación del reparto del valor agregado.

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Además de incidir enfáticamente en el plano productivo, el Plan de la
Patria insiste en otro conjunto de aspectos que constituyen el centro de gra-
vitación del paradigma económico chavista. La soberanía petrolera sigue sien-
do pilar fundamental del Nuevo Plan Socialista a futuro, aunque se ponga
más énfasis en el ámbito productivo de este sector después de haber logrado
una reapropiación exitosa en su control público. La importancia del petróleo
recorre todo el Plan transversalmente a lo largo de los cinco objetivos históri-
cos. Se trata de no retroceder en todo lo conquistado en esta materia, y en
consecuencia, se fija también como objetivo estratégico: “Preservar y consoli-
dar la soberanía sobre los recursos petroleros y demás recursos naturales estra-
tégicos”.
Esta cuestión fue clave desde el inicio, porque constituía la base sobre la
que edificar el proyecto económico. El Plan no descuida la importancia de
esta tarea, a pesar de haber transitado exitosamente la década pasada. Para el
pensamiento económico chavista, en la praxis, fue primordial desde el inicio
adueñarse soberana e íntegramente de la renta petrolera, y controlar todo el
proceso de gestión de este recurso. La disputa histórica por la apropiación de
la renta petrolera internacional generada desde Venezuela será cuestión eter-
na, porque los intereses del capital transnacional en este asunto son indiscu-
tibles. Por eso, Chávez instó constantemente a que nadie se durmiera en los
laureles respecto a este asunto, porque la tensión es constante; no puede haber
descuido a la hora de defender con uñas y dientes la reapropiación del sector
petrolero, porque el capital transnacional está esperando cualquier debilidad
para recuperar el terreno perdido, reinventando modalidades supuestamente
“modernizadoras” para comenzar a privatizar parcialmente algunas activida-
des, y así apropiarse de una parte de esta renta petrolera. El paradigma eco-
nómico chavista ha logrado acertadamente que la renta petrolera se quede en
suelo venezolano, pero el objetivo a futuro es lograr la irreversibilidad abso-
luta de esta conquista, como barrera de no retorno, tal como expresó Chávez.
Si se agruparan todas las menciones que el Plan realiza sobre este asunto,
se podría diferenciar, por un lado, un bloque que señala la necesidad de seguir
ejerciendo un control soberano público que impida la privatización directa,
así como cualquier otra modalidad pseudo privatizadora, que encubra prácti-
cas a favor de intereses corporativos. Y por otro lado, se acentúa la trascen-
dencia de dar un salto adelante en cuanto a la industrialización de este sector
en todos los niveles posibles. En relación con el primer punto, se expresa la
prioridad de “mantener y garantizar el control sobre PDVSA” como algo
innegociable, porque es la única forma de “garantizar la hegemonía de la pro-

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ducción de petróleo”, de preservar esta base fundamental para que Venezuela
siga cumpliendo el objetivo histórico de convertirse en un país potencia en lo
económico y en lo social. En cuanto a la industrialización del sector petrole-
ro, se busca: “desarrollar la capacidad de producción del país en línea con las
reservas de hidrocarburos; desarrollar el complejo industrial conexo a la
industria petrolera, gasífera y petroquímica; expandir la infraestructura de
transporte, almacenamiento y despacho de petróleo y gas” (Chávez, 2013). Se
persigue así mayor producción, más eficacia productiva, en la industrializa-
ción de sectores derivados. Se manifiesta que, en caso de que sea necesario,
habrá que: “profundizar estrategias de integración y posicionamiento de Vene-
zuela con proyectos conjuntos entre distintos países; fortalecer y profundizar
la cooperación energética internacional”. Son demostraciones del latente
enfoque bolivariano en cada arista económica; también en el sector petrolero,
y en el resto de sectores energéticos.
El paradigma económico chavista defiende a Venezuela como país petro-
lero. Esta afirmación no es incompatible con el propósito ulterior de ir supe-
rando paulatinamente el rentismo petrolero como eje central de la economía.
En los últimos años, ha resurgido con fuerza una corriente teórica posdesa-
rrollista –muy cercana a los términos del Buen Vivir en Ecuador y del Vivir
Bien en Bolivia,372 y también estrechamente relacionada con la Economía
Ecológica, y con las propuestas de Decrecimiento–, que ha cuestionado la
economía venezolana por su desarrollismo petrolero. Desde esta visión hete-
rodoxa, contraria al desarrollismo hegemónico, se critica el neodesarrollismo
petrolero de Venezuela –o el de Ecuador o Bolivia con la explotación de gas–
alegando a favor de la ecología, de la defensa de la Naturaleza, de la protec-
ción del medio ambiente, y cómo no, de la sostenibilidad.
Pero estas posturas a veces olvidan que precisamente la Economía Ecoló-
gica procura tener una visión integral, que entiende que el sistema ambiental
coevoluciona con el sistema social, económico y cultural. El hombre no puede
ser el centro del mundo, pero la naturaleza tampoco. Ambos están involucra-
dos en una coevolución sistémica. Esta cuestión es exactamente la que parece
haber sido olvidada por muchos de los respetados académicos, volcados en los
últimos tiempos a escribir sobre la Pachamama, en muchos casos sin llegar a

372 Para ser más preciso, habría que decir que son corrientes que más que cercana a esas
cosmovisiones, son interpretaciones de las mismas desde la academia heterodoxa, con cier-
ta distancia epistemológica; a veces, con acierto, pero otras veces, con más idealismo occi-
dentalista que con respeto al propio sujeto que proclama el Vivir Bien o el Buen Vivir.

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entender del todo la esencia de esta otra cosmovisión –propia de los pueblos
autóctonos de América Latina–. Esta nueva corriente neoecológica pretende
monopolizar la crítica anti capitalista para disputar los principales significa-
dos en torno a la naturaleza, al medio ambiente y sus políticas. Se pasa del
antropocentrismo al pachamacentrismo de una manera casi frívola, sin tomar
en cuenta la deuda social heredada del neoliberalismo. Parece que queda en el
olvido que ciertos procesos revolucionarios no partieron de distribuciones en
condiciones sociales equitativas, ni de acumulaciones originarias justas.
De hecho, resulta ciertamente desacertado que desde la corriente teórica
neoecologista se realicen interpretaciones sesgadas hacia el ambientalismo en el
Buen Vivir o Vivir Bien, pero dando la espalda al reparto de la riqueza, a la
distribución justa de la educación, salud, vivienda, y tantos otros aspectos
sociales de máxima prioridad para los proyectos políticos posneoliberales. El
vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, señala esta disputa como la
cuarta tensión creativa de un proceso revolucionario: “la dialéctica entre la
necesidad y voluntad de industrialización de las materias primas y la práctica
dialogante y mutuamente vivificante con la naturaleza que nos rodea” (Gar-
cía Linera, 2011: 62). La tensión existe, y como tal hay que asumirla, no invi-
sibilizarla considerando ingenuamente que no hay trade off entre lo uno y lo
otro.
En este sentido, el pensamiento económico chavista no se adscribe a esta
suerte de neoecologismo que, en la mayoría de sus ejercicios intelectuales, cae
en el maniqueísmo del “todo o nada”. Esto es, o se conserva la naturaleza, o
de lo contrario, no se quiere a la Madre Tierra. Para Chávez, sí era importan-
te la naturaleza, tal como afirma en el quinto objetivo histórico: “Contribuir
con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie huma-
na”. Sin embargo, este planteamiento no supone desconocer ni ignorar los
grandes problemas económicos y sociales que tiene la población venezolana,
que han sido heredados de una larga historia de capitalismo mundial. El neo-
ecologismo se equivoca políticamente si su postura se aferra a una política
pública de conservar toda la naturaleza intacta al costo de dejar de atender
muchas injusticias acumuladas.
No hay duda de que el objetivo ulterior es no depender en un futuro cer-
cano de los recursos naturales, para superar el patrón de intercambio desigual
propio del neoextractivismo, y así realmente vivir en otra armonía con nuestra
naturaleza, con mayor independencia política, económica y social. No obs-
tante, tampoco cabe duda que, mientras tanto, se requieren políticas para rea-
propiarse de las plusvalías del uso responsable de la naturaleza, para redistri-

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buir y saldar la deuda social del capitalismo neoliberal, que no se arregla en
cuatro días ni en quince años, por mucho que se avance. El pensamiento eco-
nómico chavista es taxativo en este asunto: se necesitan políticas industriali-
zadoras que eviten esa pérdida de soberanía, fruto de la inserción dependien-
te en la economía-mundo. Porque gracias a esa política de soberanía sobre el
petróleo, los excedentes se generan bajo la nueva orientación política y son
redistribuidos entre la sociedad entera, y no hacia unos pocos.
Por tanto, el desafío es lograr que esa renta petrolera, que ahora no se fuga
al exterior en primera instancia –porque se acabó el viejo control ejercido por
el capital transnacional sobre exportaciones gracias a la reapropiación públi-
ca de PDVSA–, tampoco retorne hacia la dinámica capitalista por la vía de
su nuevo uso –consumo de bienes suministrados por el rentismo importa-
dor–. El desafío está en evitar que existan vasos comunicantes entre el rentis-
mo petrolero del siglo XX y el rentismo importador del siglo XXI. En otras pala-
bras, hasta la llegada de Chávez, la renta petrolera iba, por culpa de la aper-
tura petrolera neoliberal, directamente a parar a manos del capital transna-
cional porque se privatizaba encubiertamente la propiedad de este recurso en
la gestión, en las exportaciones, etc. Desde la llegada del nuevo paradigma
económico chavista, la renta petrolera fue reapropiada a favor de pueblo
venezolano, dejando al capital transnacional con las manos vacías. Sin em -
bargo, lo que Chávez advirtió en este Plan es que de ahora en adelante la dis-
puta por la renta petrolera no estaría en su origen sino en su destino. Esto es,
una vez controlada la vía exportadora, la fuga puede venir por el uso de la
renta petrolera en manos de un pueblo venezolano que la destina en parte a
consumir acatando el patrón de intercambio capitalista basado en un precio
igual al valor de cambio, de donde el sector privado extrae una elevada tasa
de plusvalía.
Esto no significa que la magnitud del problema sea igual que antes, por-
que parte de la renta petrolera se redistribuye gracias al Estado de las Misiones
que impone el criterio del valor de uso por encima del valor de cambio, de
mercado. Sin embargo, sí es cierto que hay una parte de la renta petrolera que,
gracias a las políticas redistributivas, va a parar a manos de la mayoría social,
beneficiaria de un aumento de poder adquisitivo traducido luego en patrones
de consumo más ambiciosos. Este consumo, satisfecho hasta el momento por
esta burguesía importadora, no productiva, provoca que una porción de la
renta petrolera acabe teniendo como destino la tasa de ganancia del capital
privado, sea burguesía nacional como agente importador o transnacional si
fuera el caso –por ejemplo, compañía aérea extranjera en Venezuela; o empre-

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sa extranjera residente en Venezuela; o empresa extranjera residente afuera
que vende a la empresa importadora venezolana–.
Esta trasformación en el flujo circular de la renta petrolera es abordada en
esta última palabra de Chávez, en el Plan de la Patria. Ahí se reivindica que la
soberanía petrolera, mediante la continuidad de control público de la renta
petrolera en su origen y la mayor industrialización del sector, ha de estar en
sintonía estrecha con el resto de políticas económicas trazadas como priorita-
rias para la próxima década. El socialismo bolivariano del siglo XXI exige que
todos remen conjuntamente, porque de lo contrario se facilita que el capita-
lismo se siga reacomodando para volver a subsumir buena parte de la renta
petrolera por otras vías; en este caso, aprovechando el desequilibrio transito-
rio del modelo productivo socialista venezolano, que no satisface la nueva
demanda interna. La economía chavista es este entramado, ciertamente difu-
so y complejo, en el que se precisa conocer todos los caminos para entrar con
firmeza en el nuevo ciclo económico, con el propósito de que en la próxima
década se alcancen los objetivos históricos marcados.
A esta suma de exigencias en materia de soberanía, el Plan añade la dimen-
sión alimentaria y tecnológica. Respecto a la primera, se sigue la misma línea
establecida en la década ganada; apenas hay grandes cambios en relación con
lo expresado desde el texto constitucional. Lo que sí se puede notar es un claro
tránsito de objetivos desde la seguridad alimentaria hacia la soberanía ali-
mentaria, porque la segunda implica no solo que se garantice la alimentación
del pueblo venezolano, sino que esto se realice mediante producción nacio-
nal. El reto en este punto es determinante para los próximos años, y como tal
lo resaltó Chávez en el Plan, debido a que los niveles de consumo de la mayo-
ría social en la industria agroalimentaria crecieron a grandes tasas. Si bien la
Misión Mercal y PDVAL son garantías para el futuro, han de actualizarse
según las nuevas demandas, según el nuevo comportamiento en la agroin-
dustria. En esta línea, el “Desarrollo del Sector Agroindustrial” se inscribe
como objetivo nacional que implica mejorar producción pero también los
canales de distribución de productos para consumo directo, evitando el exce-
so de intermediación como fuente de tasa de plusvalía para el sector privado
–y por consiguiente, un encarecimiento innecesario del producto, que es cier-
tamente subsanable–. Sobre este punto, se propugna también una relación
más estrecha entre el modelo de producción socialista y la consecución de la
soberanía alimentaria. El Plan de la Patria fija expresamente como objetivo:
“Consolidar el aparato agroindustrial bajo control de empresas socialistas,
garantizando al menos un 60% de la capacidad de almacenamiento y proce-

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samiento en rubros básicos (cereales, oleaginosas, leguminosas, azúcar, carne
y leche) y un 30% en el resto de los rubros alimenticios”. Se planifica con rea-
lismo económico las cuotas límite para esta tarea, que exige tiempo para cam-
biar el patrón productivo. Más allá de los porcentajes, se vislumbra en la pers-
pectiva chavista la creciente importancia que cobra la soberanía alimentaria,
pero no satisfecha por el “sistema del capital poscapitalista”, sino desde las
propias raíces del modelo socialista en construcción. La soberanía no es un
aspecto circunscrito exclusivamente a lo nacional, sino que se añade un pre-
rrequisito, la forma de producción socialista, que es aquella que garantiza
soberanía en el largo plazo. Este es un significativo mensaje económico que
Chávez dio para el proyecto a futuro. Esto se suma al enfoque bolivariano que
exige la predisposición positiva a las alianzas necesarias a nivel regional, supra-
nacional, para algún sector en particular. De hecho, hay que contar con este
cinturón de seguridad, porque en caso de dificultad transitoria para lograr la
soberanía alimentaria, la seguridad alimentaria ha de lograrse mediante los
aliados en la región, o por las nuevas redes de relacionamiento con el resto de
polos económicos que conforman simbólicamente el Sur. Es preciso justa-
mente tener plan A, pero también plan B para asegurarse siempre el abasteci-
miento de la base alimentaria por esta vía.
El bolivarianismo de Chávez confirma su dimensión fuertemente pragmá-
tica, que ha de hacerse notar ante cualquier dificultad propia del proceso
endógeno de desarrollo productivo socialista; que exige tiempo, dinámica,
mejor gestión y administración, pero también alternativas si se diera el caso
de cualquier guerra económica interna-externa –en que el sistema del capital
poscapitalista decida poner en peligro al proceso revolucionario poniendo en
riesgo el abastecimiento de algunos bienes alimentarios básicos–. Frente a ello,
Chávez no cimentó inútilmente una privilegiada inserción de Venezuela en el
mundo; hay que valorar todo lo que el líder bolivariano dejó como legado, no
solo por su importancia simbólica, sino desde el mayor pragmatismo posible,
procurando disponer de mecanismos de garantías gracias al ALBA, el Merco-
sur, Petrocaribe; en el marco de la UNASUR, o mediante las nuevas relacio-
nes con las potencias emergidas, sean los BRICS o cualquiera otra alianza sóli-
da que Venezuela posea.
La tecnología también se enfatiza en el Plan de la Patria, y adquiere una
mayor relevancia que en documentos económicos anteriores. El pensamiento
económico chavista no es ajeno al fenómeno de la era de la economía del
conocimiento. Es por ello que en la breve descripción del objetivo histórico
cuarto –“Contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la

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cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el
equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria” –, se expresa “la necesi-
dad de seguir sumando esfuerzos por desmontar el sistema neocolonial de
dominación imperial, eliminando o reduciendo a niveles no vitales el relacio-
namiento económico y tecnológico de nuestro país con los centros imperia-
les de dominación, entre otros propósitos”. Con esta clara sentencia, Chávez
incorporó la arista tecnológica al debate económico, a sabiendas de que el
mundo está en pleno boom del conocimiento como valor principal a la hora
de determinar los patrones de intercambio desigual a nivel mundial. Como
afirma René Ramírez: “Hay que construir un sistema que nos permita salir
del neodependentismo” (Ramírez, 2014). El neodependentismo es aquel que se
practica a través de infinitos lazos tecnológicos, aparentemente menos tangi-
bles pero igual o más efectivos, como se impone con los ADPIC (Acuerdo
sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con
el Comercio). Esta es la nueva fórmula que el capitalismo ha elegido para
crear, invisiblemente, nuevas cadenas de dependencia, y asegurar que siempre
haya gran transferencia de valor a favor del capital transnacional en cualquier
proceso productivo intensivo en tecnología.
El cambio de matriz productiva requiere insumos productivos interme-
dios, que tienen un alto componente tecnológico que en la actualidad es nece-
sario importar por no tener soberanía tecnológica. Chávez introdujo esta
casuística en el proyecto económico para el nuevo ciclo del proceso revolu-
cionario porque avizoró con preocupación una neo-dependencia del capitalis-
mo en este ámbito, que implica un exceso de salida de divisas y una transfe-
rencia de valor agregado para el capital tecnológico, reproduciendo así un
patrón de acumulación con mala distribución primaria porque este factor
productivo, llamado tecnología, acapara buena parte de lo que está en juego.
Con el llamado de atención de Chávez en el Plan de la Patria se pone de
manifiesto que la soberanía e independencia no son simplemente banderas
abstractas, sino más bien lo contrario. Habrá soberanía e independencia defi-
nitiva cuando se logre atajar sosteniblemente en el tiempo cada una de las for-
mas que tiene aún el modelo capitalista mundial para expropiar el excedente
–como si se tratara de termitas que van construyendo colonias para devorar
todo lo que pueden, parasitariamente–. El desarrollo tecnológico venezolano
durante la década ganada precisamente es vulnerable por su escaso desarrollo,
y de ahí se deriva que la propuesta económica chavista para la siguiente etapa
establezca esto como condición prioritaria para garantizar que la soberanía sea
también, en la medida de lo posible, tecnológica. Para Chávez, la dimensión

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tecnológica era clave para proveer la base material de la construcción del socia-
lismo –tal como se indica en otro objetivo nacional–. En esta ardua tarea, una
vez más, se ha de contar, gracias a la vía bolivariana, con las empresas gran-
nacionales como camino efectivo para afrontar un sector económico que exige
inversiones de inmensa magnitud.
La última palabra económica de Chávez dedica especial atención a la dis-
puta en el campo de la transformación del aparato estatal. Según su pensa-
miento económico, el Estado de las Misiones ha de seguir siendo la piedra
angular del proceso de cambio como pilar de justicia social de la economía
que humaniza y democratiza las condiciones de vida digna a favor de toda la
sociedad venezolana. Los exitosos resultados de la década ganada ratifican esta
dirección estratégica: las Misiones no son contempladas como acciones aisla-
das, que constituyen una respuesta coyuntural a un problema coyuntural. Tie-
nen dimensión estratégica. Se trata de aspectos esencialmente estructurales del
chavismo como identidad económica. Conforman un pivote compacto sobre el
que se ha de seguir construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI. El
Estado de las Misiones no es ningún Estado de Bienestar porque no parte de
ningún pacto con los de arriba para que concedan permiso para ayudar a los
de abajo. El Estado de las Misiones es una política de Estado anclada en un
pacto nacional-popular que compromete a implementar todas las acciones
económicas y sociales que sean necesarias para que la población venezolana
disfrute de una vida digna, que satisfaga todas las necesidades básicas. Para
Chávez, el Estado de las Misiones debía estar a salvo de cualquier shock macro-
económico externo o interno, no expuesto a los vaivenes económicos con-
vencionales, y además, nunca podía quedar supeditado a la exigencia de cual-
quier equilibrio macroeconómico. Por el contrario, la macroeconomía debe
estar al servicio de la economía humanista, al servicio del equilibrio microe-
conómico social.
El Plan de la Patria afirma ciertamente esta jerarquía vinculando el Esta-
do de las Misiones a muchos objetivos nacionales, estratégicos y generales. Se
establece que es prioridad: “Consolidar el Sistema Nacional de Misiones y
Grandes Misiones Socialistas Hugo Chávez, como conjunto integrado de
políticas y programas que materializan derechos y garantías del Estado So -
cial de Derecho y de Justicia y sirve de plataforma de organización, articu-
lación y gestión de la política social en los distintos niveles territoriales del
país, para dar mayor eficiencia y eficacia a las políticas sociales de la Revo-
lución”. El Estado de las Misiones está íntimamente vinculado con el objeti-
vo nacional de lograr “una sociedad igualitaria y justa”; con el reto de hacer

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de Venezuela una patria libre de pobreza y vulnerabilidades sociales.
Para el pensamiento económico chavista, es preciso además que el Estado
de las Misiones satisfaga otro principio básico para la construcción de la eco-
nomía de transición hacia el socialismo bolivariano: “Fortalecer el tejido
social de las Misiones, para garantizar la participación del Poder Popular en
todas las etapas de planificación, ejecución, seguimiento y control, así como
la generación de saldos organizativos de la población beneficiaria”. Se trata de
tener un sujeto benefactor no pasivo, es decir, el mismo sujeto es a la vez actor
y receptor, originándose así una participación virtuosa del pueblo en el Esta-
do de las Misiones. De esta forma, se procura sortear los defectos convencio-
nales del Estado de Bienestar que han reducido al sujeto benefactor a un ente
absolutamente pasivo, despolitizado, dependiente de un Estado liberal bur-
gués que decide cuándo y cómo le brinda la asistencia mediante cualquier
política pública. Para Chávez, el sujeto revolucionario del tránsito hacia el
socialismo bolivariano había de ser otro, mucho más activo, participativo, que
asumiera los nuevos retos.
También en relación con el Estado de las Misiones, para esta próxima déca-
da Chávez planteó la necesidad de una mejor y mayor coordinación entre las
Misiones, para crear sinergias y efectos multiplicadores en lo económico, en
lo social, en lo político y en lo cultural, y así evitar solapamientos ineficaces.
Es éste un punto sustancial del Plan de la Patria. Aunque nacieron poco a
poco, para problemas concretos, y adquirieron un desarrollo propio con el
paso del tiempo, luego de estos años, se han convertido en una política esta-
tal, y como tal, han de tener una ingeniería institucional más eficaz, evitando
reproducir el viejo Estado burgués. Las Misiones surgieron con una institu-
cionalidad sui generis, una suerte de parainstitucionalidad si se compara con el
institucionalismo convencional; y así se orientaron desde su germen, para que
no fueran arrastradas por el aparato estatal desintegrado heredado del neoli-
beralismo. En vez de construir sobre estas ruinas, las Misiones tuvieron vida
propia, surgiendo desde la jerarquía que Chávez concedió al ya economicus, al
humanismo como centro absoluto del proyecto económico, no respetando ni
tempo político ni económico, con prioridad para no estar sujetas a condicio-
namientos ni imposiciones. Esta autonomía en el arranque, en los primeros
años de vida, fue realmente necesaria para que el Estado de las Misiones no
padeciera las debilidades estructurales del Estado aparente del pasado. Esta
fortaleza embrionaria impidió el sometimiento a innumerables vaivenes polí-
ticos y económicos, y garantizó la posibilidad de esquivar situaciones adver-
sas. Las Misiones no heredaron vicios del pasado porque no había experien-

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cias previas de cómo poner en marcha este original invento de Chávez.
Desde el surgimiento original, se exige que las Misiones, a medida que fue-
ran creciendo se fueran encadenando entre sí, generando mayor diálogo entre
ellas, engrasándose mediante la nueva gran maquinaria que constituye final-
mente el Estado de las Misiones. Una vez que echaron a rodar, después de un
tiempo prudencial para que crecieran sin ataduras del pasado, y debido a su
volumen en cuanto a número y asignación presupuestaria, Chávez consideró
en el Plan de la Patria que era urgente dotar de nuevos mecanismos articula-
dores y coordinadores a las Misiones para que cumplieran con un principio
obligatorio: “Eficiencia o Nada”. El pensamiento económico chavista coloca
mayor énfasis en la eficiencia como criterio en la nueva época. Sin eficiencia,
el impacto de acertadas políticas económicas es menor al deseado, a aquel que
podría lograrse; sin eficiencia, la justicia tarda más en implementarse, y los
impactos de la política redistributiva se reducen. Chávez, con la perspectiva
histórica del tiempo transcurrido en el gobierno, entonó un mea culpa, refle-
jado en el Golpe de Timón, cuando expresó diáfanamente que la justicia no
había de estar reñida con la eficiencia y eficacia. Para Chávez, el silogismo es
el siguiente: “Mayor eficiencia para mejores resultados”. El socialismo boliva-
riano del siglo XXI ha de estar sujeto obligatoriamente a este criterio en la ges-
tión y administración del sector público.
El notable rol del Estado en el nuevo proyecto económico chavista requie-
re justamente un desempeño con eficacia y eficiencia, porque lo contrario
sería invitar nuevamente a la crítica neoliberal en contra del sector público. El
paradigma económico chavista, en este Plan de la Patria, da máxima priori-
dad a consolidar una nueva agenda de transformaciones del Estado, en busca
de una eficaz dotación de institucionalidad revolucionaria, acorde a la nueva
arquitectura económica socialista. El Plan de la Patria expresa como objetivo:
“Seguir transformando y reorganizando de manera integral a la Administra-
ción Pública”. El Estado de las Misiones es parte significativa de este nuevo
Estado, no burgués, como sujeto central en el proceso de transición al socia-
lismo bolivariano del siglo XXI en esta próxima década en disputa.
Ahora bien, esta importancia que el pensamiento económico chavista con-
cede a la eficiencia no puede asimilarse al discurso neoliberal que confunde tal
cuestión con el pragmatismo o cualquier otra medida que vaya encaminada a
reducir el Estado, a recortar inversión social. Desde una posición muy dife-
rente, Chávez consideraba la eficiencia como criterio de política pública en el
marco de un proyecto de transición al socialismo bolivariano. Por lo tanto, no
se trata de la eficiencia o eficacia que se usa en el sector empresarial privado

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en el que impera como único objetivo la máxima rentabilidad económica
(crematística) –lograda, entre otras razones, a costa de reducir costos, como la
retribución a la fuerza de trabajo–. Chávez había diferenciado claramente
entre esta eficiencia de corte neoliberal y la eficiencia socialista. La eficacia y
eficiencia en el sentido socialista han de estar al servicio de los objetivos estra-
tégicos, nacionales, históricos y generales, trazados en el Plan de la Patria; y
no pueden ser sustituidas de ninguna manera. Se trata simplemente de hacer
bien las cosas, pero aquellas cosas que tengan un significado socialista. Para el
pensamiento económico chavista es el momento de lograr eficiencia y efica-
cia en la calidad de los servicios públicos, como señales de una gestión públi-
ca socialista en pleno siglo XXI, en un país en proceso de transformación
revolucionaria.
Por eso no se debe usar ningún modelo basado en fundamentos de com-
petitividad. Es la propia definición de los objetivos e indicadores la que debe
alejarse del cuantitativismo neoliberal mercantilista. Así que será tarea para
futuro la definición de nuevos indicadores socialistas, diseñados ad hoc por los
protagonistas de la verdadera revolución en materia de gestión pública. Chá-
vez señalaba de esta forma que, luego de una época ganada, los logros serían
irreversibles en tanto que se procediera a una acertada planificación y ejecu-
ción de políticas públicas, como reto ineludible en la construcción del nuevo
Estado socialista, bajo criterios estrictos de eficiencia socialista. En definitiva,
para el pensamiento económico chavista, en esta etapa estatista la gestión
debe marcar un nuevo tiempo de la política.
Este es el significado del imperativo “Eficiencia o Nada”. Seguir come-
tiendo errores en la gestión puede ser altamente contraproducente para la
construcción del proyecto político en curso. El pensamiento económico cha-
vista, una vez más, pone el ojo crítico en aquella dimensión pragmática que
favorece –o por el contrario, puede entorpecer– la viabilidad de un proyecto
político justo a favor de la mayoría social.
Como podía esperarse, la última palabra de Chávez también dedica un
apartado especial a la clave geopolítica, a la urgencia de seguir buscando el
equilibrio internacional mediante un mundo pluripolar, en el que no exista
hegemonía de ningún actor sobre otro. En este sentido, Chávez exhortó en su
cuarto objetivo histórico a: “Contribuir al desarrollo de una nueva geopolíti-
ca internacional en la cual tome cuerpo el mundo multicéntrico y pluripolar
que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria”.
No hay nada nuevo en este Plan respecto a la necesidad de transición geoe-
conómica a nivel mundial. Chávez ha insistido durante toda su carrera polí-

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tica en esta línea de pensamiento bolivariana a favor de la transición geoeco-
nómica hacia un mundo con hegemonía fragmentada, en donde los nuevos
polos emerjan con vigor suficiente para trazar nuevas alianzas, que permitan
reducir la dependencia histórica respecto al centro de gravitación del capita-
lismo mundial. En este marco, el rol de América Latina siempre fue algo vital
para Chávez. El líder bolivariano, en tanto arquitecto de la nueva economía
regional, sostiene en el texto que no se deben bajar los brazos en las tareas de:
“Fortalecer el ALBA; profundizar la identidad política con los gobiernos y
pueblos hermanos miembros del ALBA y del MERCOSUR; fortalecer el
mecanismo PETROCARIBE; consolidar UNASUR; Impulsar y fortalecer la
CELAC; impulsar acercamiento y coordinación entre los nuevos mecanismos
de unión latinoamericana y caribeña con el Grupo BRICS; impulsar lideraz-
go en el seno de los Países No Alineados; intensificar el acercamiento con
mecanismos de integración económica y política de Asia y África” (Chávez,
2013). El legado de Chávez en este aspecto es muy vasto, y plantea hacia futu-
ro un camino bolivariano para continuar consolidando el cambio de época en
América Latina.
La última intervención pública oficial del líder bolivariano fue el 8 de
diciembre de 2012. Chávez regresó de La Habana a Caracas antes de some-
terse a una complicadísima operación en la que se jugaba la vida, que ya había
dado por su pueblo. Aquel día habló ante todos los venezolanos, reivindican-
do algunos rasgos constantes de su carácter a lo largo de su vida: mirando a la
gente, pensó hacia futuro y asumió su responsabilidad última solicitando que
si se presentaba alguna circunstancia que lo inhabilitara, se procediera, como
afirma la Constitución, a convocar elecciones, y propuso a Nicolás Maduro
como candidato para presidente de la República Bolivariana de Venezuela, y
pidiendo unidad, unidad y unidad.373
El 11 de diciembre de 2012, Hugo Chávez fue operado por cuarta ocasión

373 Cabe destacar este mensaje de Chávez: “Como dice la Constitución, si se presenta-
ra alguna circunstancia sobrevenida (así dice la Constitución) que a mí me inhabilite; óiga-
seme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Vene-
zuela, bien sea para terminar los pocos días que quedan (¿cuánto, un mes?, sí, un mes), y
sobre todo para asumir el nuevo periodo para el cual fui electo por ustedes, por la gran
mayoría de ustedes; si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, yo...
Nicolás Maduro, no solo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el
período sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es
que, en ese escenario que obligaría a convocar, como manda la Constitución, de nuevo a
elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República”.

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en La Habana, en una intervención quirúrgica que duró seis horas. Luego ini-
ció un delicado proceso postoperatorio, que acabó desgraciadamente con su
muerte el 5 de marzo de 2013, a las 17.20 horas de Venezuela. Así Hugo
Rafael Chávez Frías desapareció físicamente, pero la semilla del chavismo ya
había echado raíces para quedarse.

5.2. El chavismo como identidad económica

Llegar hasta aquí significa haber transitado por toda una vida llena de histo-
ria, la de Hugo Rafael Chávez Frías. No se trata de un personaje más, que se
pueda fácilmente encajar en unas cuantas páginas; sus 58 años de vida no
constituyen una biografía cualquiera. Chávez pasó por la historia como él
mismo lo había dicho a lo largo de su vida: “La Historia me absorberá”. Así
fue. La historia lo absorbió de tal manera que su huella está aún presente.
Narrar una crónica sobre Hugo Chávez es un ejercicio sin conclusión porque
la proyección histórica del chavismo es realmente incalculable. Todavía su vida
está tan próxima y presente que es imposible prever si algún día los niños no
conocerán quién fue Hugo Chávez. Por ahora, tal como diría él mismo, pare-
ce imposible imaginar que el chavismo pueda desaparecer como identidad
política, y en consecuencia, como identidad económica. Resulta inabarcable en
un libro toda la Historia de Hugo Chávez a través de sus pasajes, anécdotas,
historias, alocuciones, documentos. Estas páginas son solo un abrebocas, un
aperitivo que pretende dejar como tarea muchos deberes para el futuro. Tra-
tar de abordar este universo tan vasto es un desafío ambicioso pero necesario,
con el afán de contribuir a la fundación de una línea de investigación tal
como este prócer amerita.
Chávez ha de ser estudiado como Político, en mayúscula, para desde ahí
derivar las múltiples aristas que conforman una composición comprehensiva.
Chávez fue muchas cosas a la vez y todas ellas, conjuntamente, construyen un
personaje histórico con un gran legado político, social, cultural y económico.
Su trayectoria no se inició desde su condición de Presidente; antes tuvo
muchas otras experiencias, que siempre llevó consigo. No nació revoluciona-
rio ni socialista. El pequeño Hugo nació como tantos otros niños, en un pue-
blo común en Venezuela, en el pueblo llanero de Sabaneta, en Barinas. Desde
ahí, comenzó a fabricarse poco a poco un líder bolivariano, con una vigorosa
conciencia de clase en sí: siendo pueblo, siendo parte de un pueblo empobre-
cido. Como diría Gramsci, “no hay que ir al pueblo, hay que ser el pueblo”.

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Chávez era pueblo y no tenía que imitar ni forzar nada para serlo. Por eso
siempre decía que su mejor profesora de economía política fue su abuela Rosa
Inés. Ella le enseñó mucho de economía política, de esa economía entendida
como ciencia política y social que responde a la disputa del poder para orga-
nizar las cosas de la casa; esto es la economía, tan simple como complicado,
“cómo y qué se reparte para cada quién”. Desde ahí empezó a crecer aquel
niño; desde esa conciencia de clase en sí que va convirtiéndose en conciencia
de clase para sí; de ahí resultan los pilares sobre los que se iría fundando el
pensamiento económico de Hugo Chávez.
Sin perspectiva histórica y temporal, es imposible comprender quién fue,
y quién es, Chávez, y cómo fue fraguando su condición de político, de soció-
logo, de comunicador, de economista, de estratega, de pedagogo, de Presi-
dente, de líder revolucionario. Es absolutamente incorrecto atender a esa
dinámica histórica a partir de un ejercicio incompleto de estática comparati-
va, a partir de una comparación dos momentos en el tiempo sin saber qué
sucede entre el uno y el otro. Es inapropiado analíticamente tratar de recom-
poner a Chávez a partir de varias fotografías sin saber qué sucedió entre cada
una de ellas. Porque la Historia no es, como muchas veces nos enseñan en la
escuela, una suma de fechas a recordar, en la que no se explica por qué los
hitos históricos suceden, por qué se recuerdan unas fechas y no otras, o en la
que tampoco se problematiza aquello que fue acontecimiento entre fecha y
fecha, entre hito e hito. La Historia no es eso; para Chávez, la Historia no
podía ser ese truco de magia. Porque no es cuestión de realizar cortes longi-
tudinales en la vida de Chávez y jugar con ellos como si fueran piezas de un
rompecabezas por armar. Se trata más bien de ir observando cada paso, con
las circunstancias históricas-económicas-políticas-sociales-culturales en las
que se desarrolla su vida. Cada matiz ayuda a entender cómo va moldeándo-
se Hugo Chávez. No hay ninguna instantánea que lo pueda atrapar. Son in-
numerables los momentos intensos que invitan a fijar la vista sobre ellos, pero
no pueden ser considerados aisladamente, como si no estuvieran conectados
entre sí. A Hugo Chávez, por su magnitud histórica, es preciso estudiarlo
desde una dimensión continua, y no como variable discreta. Se requiere via-
jar junto a él en cada pasaje, recorriendo su vida, para así disponer de una
epistemología desde la que comprenderlo.
Ignorar la evolución en un contexto cambiante, que no descansa ni ha de
ser momificado analíticamente, es errar en el procedimiento cuando el obje-
tivo es disponer de una primera aproximación rigurosa al pensamiento eco-
nómico de Hugo Chávez. Se han escrito ríos de tinta sobre este personaje, con

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gran capacidad de atracción para la historia contemporánea. Unos para ado-
rarlo; otros para demonizarlo. Por encima de las pasiones desatadas, se debe
contemplar a un Hugo Chávez poliédrico; como estudiante, militar, activis-
ta, pensador, intelectual orgánico, explorador, aventurero, revolucionario,
soñador, político, Presidente, estadista. Como protagonista de época, Chávez
alberga todas estas perspectivas, y como tales han de ser consideradas en cual-
quier examen exhaustivo de su pensamiento político y económico.
Y Chávez, en tanto político, fue también economista. Para él la economía
era un eje plenamente central en la forma de afrontar la política. Sin econo-
mía, no es real discutir de política, porque la política inexorablemente res-
ponde a la voluntad de definir nuevos marcos de convivencia, en los que se
identifican problemas sociales y económicos, se proponen objetivos para saber
quién disfruta qué, se buscan las formas de alcanzarlas, se disputa el sentido
común. Frente a ello, el chavismo representa una opción, una manera de
afrontar cada uno de los aspectos que caracterizan la disputa política y eco-
nómica. El chavismo constituye la ruptura de un orden económico hegemó-
nico; supone la invención de un nuevo horizonte económico como sentido
común de época. El chavismo constituye una nueva propuesta para responder
a aquello que el origen etimológico de la palabra “economía” demanda: es una
nueva forma de organizar la casa, con revitalizadas reglas, bajo un reparto
democratizador, con espíritu humanista, con un halo bolivariano, con fuerte
compromiso popular.
Frente al neoliberalismo, Chávez buscó otra economía posible, que se
saliera de los límites que éste impone en el imaginario nacional y plebeyo.
Desde su conciencia de clase –clase en sí– inició un largo recorrido en el que
persiguió insistentemente un pacto popular que enterrara el Pacto de Punto
Fijo, pacto por arriba y basado en una democracia aparente que no democra-
tizaba la economía, que solo redistribuía hacia arriba, a favor de unas pocas
manos enriquecidas. Chávez se sirvió de otro relato aglutinador en busca de
disputar la resignificación de los nuevos objetivos comunes para la mayoría
social. Y este cambio de la política tenía como condición la transformación
económica; así se fue conformando el pensamiento económico de Hugo Chá-
vez, desde esa lucha en el campo de la política. La otra economía es un frau-
de, como diría Galbraith.
Para Chávez, esto siempre fue así: la economía es política y viceversa. Eco-
nomía y política van de la mano; no son ni siquiera dos caras de una misma
moneda, porque son la misma moneda, la misma lucha por un acuerdo de las
mayorías. La política contempla otras esferas que no son estrictamente eco-

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nómicas; pero en la otra dirección, la economía no puede ser desacoplada de
la política. Es así como Chávez fue desarrollando un pensamiento económi-
co propio, en diálogo con la política en general, y más adelante, desde su pra-
xis política transformadora. El líder bolivariano pensó como economista
desde sus primeros pasos de juventud, cuando se preguntaba por qué él había
nacido en una casa pobre y no en aquellas que cobijaban a una clase enri-
quecida. Esta mayéutica chavista fue constante a lo largo de su vida, con un
sinfín de cuestionamientos acerca de por qué unos viven como pobres y otros
como ricos. Y esa es justamente la base de la economía política: desentrañar
quién es quién en cada orden económico, qué intereses están en juego, qué
correlación de fuerzas sociales-políticas-económicas imponen un pacto en
uno u otro sentido. Aquí reside la esencia del interés de Chávez por la eco-
nomía: un interés tan salvaje como originario, transformador e impugnador
de lo injusto, de lo inhumano. Como si se tratara de aquel niño que no
entiende por qué su compañero de pupitre posee caramelos mientras él no
tiene ni azúcar para endulzarse el paladar; así, desde esa mirada primigenia,
que no adolece aún de ninguna introyección hegemónica que naturaliza las
diferencias entre iguales, desde esa perspectiva ingenua, Chávez siempre se
preguntó por el reparto injusto y desigual heredado, y buscó la manera de
contrarrestarlo. De esta manera, desobediente frente a mandamientos prees-
tablecidos porque sí, Chávez fue moldeando su pensamiento económico. Fue
acumulando ideas, lecturas, escritos, influencias, utopías, experiencias, in-
venciones, reflexiones, desaciertos y aciertos, acciones y reacciones. Luego,
fue dotando a ese progresivo pensamiento económico de realismo político,
sin que ello significase restarle potencial emancipador. Todo lo contrario.
Chávez fue paulatinamente conformando un paradigma económico propio,
sui generis, diferente en sus postulados y premisas, que impulsaban la cons-
trucción de un nuevo sentido económico contra hegemónico respecto al
neoliberalismo, pero hegemónico por la adhesión mayoritaria de la mayoría
del pueblo venezolano. Fue jerarquizando nuevas prioridades con su narrati-
va creadora de sentidos compartidos, fue invocando a la mayoría social,
transformando las más diversas realidades cotidianas, generando emociones
y nuevas aspiraciones, desplazando viejas cuestiones económicas del imagi-
nario común, fue consolidando un sentido de pertenencia a un nuevo pacto
económico popular. Todo ello justifica sobradamente hablar del chavismo
como identidad económica.
A pesar del extenso recorrido analítico por la biografía política-económica
de Hugo Chávez de los capítulos previos, este análisis es todavía insuficiente

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para cerrar el debate. La caracterización del pensamiento económico chavista
y su praxis es un ejercicio interminable, por los infinitos recovecos de su com-
plejidad constitutiva, por la multiplicidad de interacciones desde diferentes
ángulos que se pueden observar. Bajo este punto de vista, este libro acaba sim-
plemente con el intento aproximativo, sin más pretensiones que presentar
algunos de los rasgos más característicos del chavismo como identidad econó-
mica, como fundamento de un paradigma económico propio para Venezue-
la, para América Latina, y con gran repercusión internacional en plena tran-
sición geoeconómica hacia un mundo multipolar.
Con el afán de marcar un punto y seguido, se sintetizan en las próximas
líneas aquellas características más notorias, para contribuir a avanzar en el
proceso de identificación de la naturaleza de la economía según Hugo Chá-
vez como corriente ideológica. El objetivo no es buscar conclusiones cerradas,
sino precisamente abrir posibilidades que permitan problematizar, discutir,
analizar, profundizar, matizar, y especialmente, seguir disputando hacia
delante el sentido del pensamiento económico chavista, que sin lugar a dudas
ha supuesto un giro radical en la economía venezolana y latinoamericana, de-
terminante para un cambio de época a contra corriente de la hegemonía neo-
liberal, e inventor de una categoría en plena construcción: el socialismo boli-
variano del siglo XXI.
A continuación, se presentan los principales ejes vertebradores y constitu-
yentes de la médula del pensamiento económico de Hugo Chávez. Se exhi-
ben diez aspectos de su personalidad económica –pero podrían ser quinien-
tos o simplemente uno, desarrollado a fondo–. La clasificación per se es lo que
menos importa, porque adolece de la debilidad propia de las operaciones cla-
sificatorias que siempre dividen, desagregan. Los atributos del chavismo como
identidad económica presentados aquí no son compartimentos estancos. Están
imbricados unos con otros; se solapan, se relacionan entre sí. Forman un
todo, desde una visión integral-holística, que da sustancia al pensamiento
económico del chavismo. También el orden tiene un interés meramente expo-
sitivo para facilitar la lectura, pero sin la intención de jerarquizar ni extrapo-
lar a la realidad estructuras rígidas, separadas y mutuamente excluyentes entre
sí. Además, hay que destacar que este apartado final sigue la línea de todo el
libro de no pretender explicar el pensamiento económico del chavismo desde
ninguna corriente económica preestablecida. Es más una presentación del
chavismo como identidad económica desde el propio chavismo, siendo respe-
tuoso con su paradigma –sin forzarlo a relecturas desde el marxismo ni desde
otra corriente teórica heterodoxa contra hegemónica–. Después de estas acla-

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raciones, se expone a continuación, a modo de síntesis, una suerte de decálo-
go del pensamiento económico de Hugo Chávez, del chavismo como identidad
económica.

I. La economía es política; la politización de la economía

Para Chávez, no hay economía sin política. Por eso propone una economía
politizada o una política economizada. En este sentido, una cita recurrente
de Chávez es la siguiente: “una economía que esté, o un modelo económico
que esté, desarraigado, descontextualizado de lo político y lo social, real-
mente no es economía” (Susi Sarfati, 2011). Es el primer mandamiento del
pensamiento económico del chavismo: la economía no es una ciencia física ni
ingenieril; no es una ciencia alejada de las tensiones políticas. La economía
es una ciencia social que disputa el sentido organizador de la sociedad, y
como tal, atraviesa la política. El líder bolivariano rema a contracorriente de
la economía dominante, expuesta desde un estadio técnico, post político. El
chavismo, como identidad económica, niega la exclusividad de esta dimensión
tecnocrática porque solo hay una economía real, la economía política, que
responde al campo de batalla de la política. Es el propio Chávez quien mani-
fiesta este principio de manera rotunda: “La economía, hay que recordar que
es una ciencia eminentemente social; la economía no puede desprenderse de
la política; más bien habrá que hablar de la economía política como una dis-
ciplina, que se abandonó mucho sobre todo cuando llegó el neoliberalismo
y el economicismo; no se puede entender la sociedad sin la economía; no se
puede entender la política sin la economía. Además hay una estrategia que es
de las cúpulas que al mundo han dominado, de las élites imperialistas, capi-
talistas, burguesas, hay una estrategia destinada a mantener a la mayoría en
estado de ignorancia en el tema económico; es un tema para expertos; es un
tema para los tanques de pensamientos y para los grandes pensadores; son
tan grandes que a veces uno no logra entenderlo con esas expresiones. La eco-
nomía debe ser parte de la cotidianidad, es parte de la cotidianidad, pero hay
que estudiarla. No solo la tienen que estudiar los universitarios; la tienen que
estudiar todos, los niños, adolescentes, en los liceos, las universidades, las
comunas, las organizaciones sociales, los partidos políticos deben ser escue-
la. Y ahora que estamos en esta coyuntura, de este año 2012, donde debe rei-
nar un debate, una batalla de ideas, aprovechemos nosotros para estudiar y
aprender sobre esta ciencia que forma parte de la vida diaria de todos noso-
tros y del mundo, la economía. Decía Simón Bolívar, un pueblo ignorante es

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un instrumento ciego de su propia destrucción”.374
Para el pensamiento económico de Hugo Chávez, la economía jamás
podrá ser una ciencia neutral, porque la neutralidad frente a un orden injus-
to es una decisión política. Acatar un reparto no equitativo de la riqueza y/o
aceptar instituciones de dominación de unos sobre otros no es una decisión
técnica, es una decisión eminentemente política. Los criterios de definición
de objetivos de un orden económico son siempre criterios políticos; se puede
elegir satisfacer las necesidades humanas, o asegurar una tasa de ganancia del
gran capital; se puede discernir entre garantizar una recuperación del petró-
leo venezolano para redistribuirlo hacia una mayoría social o permitir que esté
en manos de una minoría enriquecida.
Definir quién es quién es también una regla fundamental de la economía
política. La despolitización económica pretendida desde los centros de poder
solo intenta esconder quién es quién detrás de cifras promedio, que se supo-
nen válidas para cualquier análisis económico de una sociedad. Chávez no
acató ese juego fariseo del “per cápita”, porque este término esconde que unas
personas tienen mucho y otras nada, dando un valor promedio que parece
más que aceptable. El riesgo de la economía sin política es que condena irre-
vocablemente a aceptar el statu quo hegemónico, porque elude cuestionarlo.
Y es que la puja por el pastel es política; lo que uno se apropia frente a lo
que otro no posee, es estrictamente propio del debate de la economía políti-
ca. La jerarquía de los objetivos económicos de una sociedad es estrictamen-
te política. ¿O acaso no es político pagar la deuda financiera por encima de la
deuda social? ¿Por qué habría de valer más la propiedad privada de un bono
de deuda pública que el contrato social constitucional que obliga a garantizar
ciertos derechos sociales a la población? Elegir entre lo uno y lo otro es fruto
de la tensión política en el campo económico. No hay mundo real que esca-
pe a este pulso de intereses, de objetivos contrapuestos, de grupos sociales
diferenciados. Desde esta perspectiva, siempre con esa bandera por delante,
Chávez consideró que hablar de economía sin discusión política era un frau-
de, un engaño, tal como lo leyera en Galbraith.
La economía se ocupa de organizar, y cualquier organización exige crite-
rios organizadores, objetivos para la organización. Solo desde el terreno de la
política, estos criterios y objetivos pueden ser elegidos y concretados, para que

374 Así lo expresa Chávez en lo que él denominó el “viernes económico”, el 15 de junio


de 2012. El discurso se puede ver en línea: www.youtube.com/watch?v=hWygni-ySR8.

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luego –sí, luego–, la técnica pueda estar al servicio de estos logros. No obs-
tante, la elección de cualquier herramienta técnica también conlleva costos o
beneficios para unos u otros; no hay instrumento indiscutible políticamente.
El término “economía política” fue poco a poco desplazado por el de “econo-
mía” a fines del siglo XIX, precisamente por la irrupción de una corriente eco-
nómica servil al modelo económico hegemónico mundial de acumulación
capitalista, la economía neoclásica. Esta corriente hizo desaparecer el califica-
tivo de “política” para la economía, para vincular el debate económico a un
plano técnico, en el que no se debían definir ni objetivos ni cuestionar el
orden establecido, sino más bien, dentro de aquel orden, procurar que se
lograran los resultados esperados.
Para Chávez esta visión es inaceptable porque claramente supone aplicar el
famoso eslogan liberal francés laisser faire, laisser passer (dejar hacer, dejar
pasar), con lo cual solo unos pocos poderes económicos establecidos son libres
de “hacer” mientras que la mayoría social solo puede disfrutar de una libertad
condicional y dependiente de un reparto desigual estructuralmente heredado.
El pensamiento económico de Hugo Chávez se opone a esta premisa injusta
desde sus inicios, desde que observó las inequidades de una economía que,
salvaguardándose en lo técnico, seguía tomando decisiones políticas a favor de
unos pocos en detrimento de la mayoría. Invertir esta pirámide es objetivo
obligatorio para Chávez, y ello puede hacerse solo desde la economía política,
porque solo desde esta visión se pueden estudiar las raíces y las bases estruc-
turales del funcionamiento de un orden económico que no se observa tangi-
blemente, pero que solo puede tener una explicación política en función de
los intereses preestablecidos de una minoría que busca, como sea, garantizar
la tasa de ganancia del capital. Colocar en el centro de la economía los obje-
tivos políticos es el punto germinal del chavismo como identidad económica.

II. Transformación en movimiento, transiciones dentro de la transición:


desde una alergia reactiva al neoliberalismo hasta el socialismo bolivariano
del siglo XXI

El pensamiento económico de Hugo Chávez es movimiento. Denota una bús-


queda continua e incesante, de gran inconformidad. Siempre indagando nue-
vas opciones, sin estar atado a ningún dogma. Gracias a no haber transitado
por todas las etapas planificadas milimétricamente que la academia dominan-
te impone, Chávez fue un académico más libre, menos convencional, menos
obligado a respetar aquello que ordena autoritariamente el mundo académico

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hegemónico: ser experto en un único y exclusivo punto del universo, sin lle-
gar a observar aquello que sucede realmente en todo el universo. Chávez no
viene de esa escuela de pensamiento único que no permite que surjan econo-
mistas capaces de ver más allá del objeto minúsculo de sus publicaciones. La
dispersión, propia de un intelecto curioso e inquieto, fue un sólido acicate
para que Chávez conformara dinámicamente su pensamiento económico.
Chávez no fue ningún revolucionario de cuna. No fue tampoco un joven
que deseara para Venezuela una revolución bolchevique. Chávez se dejó llevar
por la vida para estructurar su formación política, y por tanto, su pensamien-
to económico. No existió un Chávez que hubiera fijado en su etapa inicial un
proyecto económico-político cerrado y acabado, con todo lujo de detalles, y
a partir de ahí, dedicara toda su vida a ello. El pensamiento económico de
Hugo Chávez es más bien un proceso de construcción en espiral dialéctica,
desde el pasado, viviendo el presente, pero siempre saltando adelante, con la
mirada puesta en el futuro. Hugo Chávez, el de los inicios, no es socialista, ni
bolivariano. El chavismo como identidad económica se ha venido acuñando y
moldeando de a poco, con un poquito de todo, como él mismo solía decir.
El pensamiento económico chavista es más humanista que cualquier otra
cosa; esto es, reivindica la justicia y las condiciones de vida digna para la
mayoría social. A Chávez le inquieta saber qué responder frente a este auto
cuestionamiento: ¿qué era aquello que impedía esencialmente que hubiera
condiciones de vida digna para la mayoría venezolana a pesar de la riqueza
natural de un país como Venezuela? Chávez comienza su formación econó-
mica desde esta búsqueda. Desde esta preocupación fuertemente humanista,
logra descifrar ese acertijo que el orden capitalista pretende ocultar, empe-
ñándose en saber por qué, como cualquier niño pregunta a sus padres de dón-
de viene. Es así, como en su primera etapa, después de analizar, estudiar, ex-
plorar, leer, hablar, discutir, después de un largo recorrido, Chávez considera
que es la hegemonía neoliberal la única responsable de todos los sueños rotos,
incluyendo la gran deuda social con las mayorías en Venezuela, y en América
Latina.
La incompatibilidad entre una economía humanista bajo un proyecto
nacional-popular y un escenario neoliberal es justamente el germen del cha -
vismo como identidad económica. Es así como se comienza a forjar el pensa-
miento de Chávez, rechazando aquellas políticas económicas venidas del Nor-
te, desde Washington, para aplicarse en Caracas. Es el Chávez antineoliberal,
con una gran alergia reactiva al neoliberalismo.
Desde su juventud, el futuro líder bolivariano había podido observar

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cómo el neoliberalismo llegaba a Venezuela para quedarse definitivamente
gracias a la gestión sumisa del puntofijismo –garante de la democracia aparen-
te que aplicaba todo lo que venía dictaminado desde los poderes económicos
centrales–. A contracorriente, Chávez fue construyendo su pensamiento eco-
nómico desde una relación dialéctica con el orden hegemónico; en contra de
aquello que no quería, que consideraba injusto. El Caracazo del 27 de febre-
ro de 1989 fue para el joven Hugo Chávez una muestra definitiva de que el
pueblo objetaba el neoliberalismo, que no lo deseaba, que no lo toleraba más
como gestor de un capitalismo que favorecía a unos pocos en detrimento de
la mayoría. Así es como Hugo Chávez explica también su 4F en 1992: suble-
vación frente al injusto neoliberalismo que no democratiza económicamente.
Desde esta tensión dialéctica, desde esta disputa con el modelo hegemónico,
se fragua un Chávez antineoliberal, que busca todas las formas para enfrentar
y vencer al credo del Consenso de Washington.
Se trataba, al comienzo, de una clara posición reactiva, de resistencia, de
repudio, de negación de aquella fórmula que imperaba en el mundo para re-
partir la riqueza venezolana, la renta petrolera. Son años que Hugo Chávez
recorre con la mirada puesta en un horizonte negador del proyecto hegemó-
nico. Poner fin a la larga noche neoliberal y sus décadas perdidas es el gran
objetivo con el que llega a ser Presidente de los venezolanos; sin cuestionar ni
siquiera aún al capitalismo. La propuesta de Hugo Chávez pretendía, en una
primera etapa, constituirse en un conjunto ideológico sintético-antagónico
respecto al bloque de poder y a la ideología dominante.
Como tantos otros en esta época, Chávez también estuvo influido por
aquella teoría imperiosa de la Tercera Vía, en tanto presentaba ésta la existen-
cia de un capitalismo bueno y otro malo, un capitalismo socialdemócrata y
uno neoliberal. En esta primera etapa como Presidente, Hugo Chávez dio por
válida esta teoría, aun sin ser un acérrimo defensor de la misma. Aceptó esta
posibilidad aunque sin fiarse demasiado del capitalismo, porque siempre lle-
gaba a hacer algún guiño también para todo lo que viniera del marxismo –tal
como se ha relatado en los capítulos segundo y tercero de este libro–. En todo
caso, parecía orientarse más bien por una vía chavista, un antineoliberalismo
bolivariano, en vez de acatar sin rechistar la Tercera Vía dominante. Chávez
había observado y estudiado atentamente la relación entre capitalismo y neo-
liberalismo. Y así, sin dogmas apriorísticos, fue lentamente descubriendo que
lo uno y lo otro son ineludiblemente dos caras de una misma moneda.
Sin salirse del capitalismo, aunque tampoco elogiándolo, Chávez inició su
primera etapa como Presidente. Procuró invitar a la burguesía nacional a

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sumarse al proyecto económico; invitó al capital extranjero, pero siempre que
aceptara un proyecto eminentemente humanista y popular. Nada de esto fue
posible. Cualquier acuerdo era imposible si Chávez llevaba a cabo una políti-
ca económica que velara por garantizar la soberanía sobre la renta petrolera.
Vinieron los ataques antidemocráticos. Llegó el golpe duradero del año 2002.
Siguieron las guerras económicas desde todos los flancos capitalistas.
Chávez comenzó a cobrar conciencia de que no hay neoliberalismo y capi-
talismo por separado, sino que ambos son lo mismo. Era tal la hegemonía del
neoliberalismo que para Chávez, éste había fagocitado al orden capitalista.
Para el Presidente venezolano, en esa etapa, el neoliberalismo era identificado
como la superestructura rectora y ordenadora de la casa capitalista. Por ello,
lo uno sin lo otro era como pensar que los seres humanos pueden respirar sin
necesidad de oxígeno. Chávez adoptó entonces una postura congruente bajo
esa premisa: si se propugna una propuesta económica posneoliberal, enton-
ces, ésta ha de ser irrevocablemente también una propuesta poscapitalista. Así,
el presidente venezolano se situaba definitivamente más allá del omnipresen-
te patrón de acumulación dominante.
De esta forma, el pensamiento económico chavista fue progresando hacia
una perspectiva que cuestiona e interpela al capitalismo. En persistente dia-
léctica, de reacción opositora al orden hegemónico, acabó por asumir la nece-
sidad de dar un salto adelante, para el que se requería una propuesta creativa,
superadora de la negación del pasado, y constructora de un horizonte nuevo,
hacia el futuro. Era obligatorio para el pensamiento económico de Hugo
Chávez acudir entonces a un nuevo motor motivacional capaz de instalarse en
el imaginario popular, de construir un nuevo sentido común de época, con la
intención de sumar fuerzas hacia adelante, hacia una Venezuela verdadera-
mente refundada, no exclusivamente sobre las cenizas de algo que debía aca-
bar muriendo, sino sobre la alegría de una nueva arquitectura, que debería
estar naciendo. Ese nuevo paradigma, por inventar, por construir, es el socia-
lismo bolivariano del siglo XXI, que ni es del siglo XIX ni del XX.
Así lo expresa Chávez: “no es socialismo del pasado, sino un socialismo
que hay que inventar, construir”; a lo Simón Rodríguez, “inventamos o erra-
mos”; a lo Mariátegui, “no queremos, ciertamente, que el socialismo sea en Amé -
rica calco y copia. Debe ser creación heroica” (Mariátegui, 1928). El socialismo
bolivariano del siglo XXI contempla la necesidad de erradicar definitivamen-
te el funcionamiento metabólico del capitalismo para lograr la verdadera y
definitiva independencia económica. Muchos lo contemplaron como un salto
discontinuo. Sin embargo, este salto solo se explica desde la progresión diná-

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mica, en continuo movimiento y metamorfosis, del pensamiento económico
de Hugo Chávez. Esta capacidad para reinventar desafíos hacia adelante es la
esencia propia del chavismo como identidad económica; no dormir plácida-
mente sobre lo alcanzado, sino hacer lo imposible para que sea irreversible,
obligándose a avanzar hacia el futuro, buscando nuevas categorías cuando sea
necesario; anticipando nuevas preguntas populares que exijan nuevas respues-
tas; redefiniendo entonces los marcos conceptuales idóneos, de acuerdo a to-
das las transiciones que sean necesarias para impulsar la gran transición.
Esta espiral dialéctica se frenó parcialmente por la imposibilidad de que
fuera Hugo Chávez quien siguiera planteando específicamente nuevas dispu-
tas y avances frente a las contradicciones venideras. Sin embargo, el chavismo
como identidad económica proporciona una guía programática para seguir
adelante, para continuar dando saltos adelante, que han de ser discutidos y
analizados a partir de una comprehensiva interpretación del pensamiento eco-
nómico del líder bolivariano, para seguir caminando acertadamente hacia el
futuro, sin titubeos ni lecturas maniqueas.

III. El desarrollismo nacional-popular del siglo XXI en la disputa de la


renta petrolera en origen y destino: del rentismo petrolero del siglo XX al
reto de impedir el rentismo importador del siglo XXI; lo productivo como
reequilibro estructural

Indiscutiblemente, los inicios de Chávez están marcados manifiestamente por


la influencia del desarrollismo nacional, imperante en buena parte de Améri-
ca Latina, en repuesta al desarrollismo venido del Norte. Desde la década de
los cincuenta, el capitalismo mundial encontró en la teoría hegemónica del
desarrollo la fórmula mágica para acomodar la periferia a los intereses de los
países centrales. El enfoque dominante impuso su pensamiento único a través
del mito del crecimiento económico, que valía como excusa perfecta para for-
jar sólidas cadenas de dependencia de unas economías débiles respecto a otras
más desarrolladas. El primer paso de esta nueva dependencia consistía en un
diagnóstico realizado desde afuera, sin preguntar a cada país qué quería ser “de
mayor”; daba igual si tú querías ser “moreno”, porque el Norte te iba a catalo -
gar como “no rubio”. Así, una vez diagnosticado el “subdesarrollo”, entonces,
el paso inmediato era enseñar cómo se transita hacia al “desarrollo”, sin aten-
der a particularidades históricas, ni epistemología nacional, ni contexto eco-
nómico y social. El sentido común solo podía ser uno, el que imponía el
Norte.

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El “desarrollo” así planteado es una matriz exosomática, impuesta desde
afuera para que todos los países no alineados converjan en el molde único
capitalista. En su libro Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto no
comunista (1963), Rostow expone todo lo que un país subdesarrollado se
supone que debe hacer obedientemente para salir de este estadio de subdesa-
rrollo, y así alcanzar la quinta y última etapa del desarrollo, denominada “con-
sumo en masa”. Esta estrategia, además, venía respaldada por la infaltable
“ayuda” internacional, de tal manera que se fue generando una deuda exter-
na/eterna que constituyó una significativa variable de control para ejercer la
dependencia.
La respuesta teórica frente a este paradigma dominante vino en América
Latina desde la escuela estructuralista de la CEPAL, encabezada por autores
como Raúl Prebisch, Celso Furtado, Fernando Cardoso y Osvaldo Sunkel,
entre otros. La teoría de la dependencia pone su énfasis precisamente en las
relaciones de dependencia que existen entre las economías enriquecidas y
aquellas más empobrecidas. Esta corriente teórica defiende sencillamente que
la producción y riqueza de algunos países está condicionada por el desarrollo
de otros, a los cuales quedan sometidos los primeros. Frente a este análisis,
esta teoría de la dependencia desde un enfoque estructuralista, cepalino, de-
fendía entonces la necesidad de cambiar la matriz productiva, para reducir la
dependencia, mediante un proceso de Industrialización por Sustitución de
Importaciones (ISI) de ámbito nacional. Pero no fue ésta la única teoría que
abordó tal temática. También tuvo gran protagonismo otra versión distinta
sobre la problemática de la dependencia desde el enfoque neomarxista, con
autores como Paul Baran, Gunder Frank y Samir Amin, entre otros. Este en-
foque se diferencia del primero en que no concibe posibilidad real dentro del
capitalismo para que la periferia llegue a ser desarrollada; es decir, este enfo-
que considera que el cambio de la matriz productiva ha de venir obligatoria-
mente acompañado por el cambio de las relaciones sociales y económicas de
producción, modificando así también al sujeto productivo y su modo de pro-
ducir.
La teoría de la dependencia adquirió mucho protagonismo en las discu-
siones políticas en la periferia mundial sobre la búsqueda de proyectos econó -
micos nacionales para superar el yugo impuesto desde afuera. Es precisamen-
te éste el motivo que justifica que el joven Chávez, durante sus primeros años
de estudio en la Academia Militar a inicios de los años setenta, comenzara a
prestar atención a esta corriente teórica y política. A esta razón de peso, se le
suman dos hechos no menos importantes: por un lado, el hallazgo del joven

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Hugo Chávez de tres políticos referenciales en América Latina, que siendo
militares, han puesto en marcha en diferentes países proyectos económicos de
desarrollo nacionalista. Y por otro lado, hay que tomar en cuenta el debate
existente en Venezuela acerca de la propiedad, control y uso de la renta petro-
lera. Respecto al primer tema, el joven Chávez prestó especial atención a los
proyectos políticos-económicos de Torrijos en Panamá, Alvarado en Perú y
Torres en Bolivia; tres ejemplos de desarrollismo nacional, que procuraron
acabar con la dependencia de los países centrales creando las condiciones eco-
nómicas internas –estructurales y coyunturales– idóneas para establecer un
orden económico más justo, más equitativo e independiente. Encontró en
ellos un espejo en el que mirarse, por su condición de militares defensores de
la soberanía, entendida ésta como defensa de la riqueza nacional frente a inte-
reses extranjeros que vulneran el futuro social de un país por someterlo a un
capital transnacional que no entiende de nacionalidad. Entre las muchas ideas
que el joven Chávez rescató de estos tres líderes nacionalistas, destaca aquello
que era una creencia común a partir de la teoría estructuralista –como enfo-
que propio de la teoría de la dependencia–: el mencionado modelo ISI para
cambiar la matriz productiva y así lograr la independencia económica desea-
da. Además, de Torres aprendió el concepto de “frontera interior”, que alude
a la importancia de observar las necesidades del pueblo como una variable tan
fundamental como la frontera exterior. Se fijó también en las políticas de pla-
nificación con gran dosis nacionalizadora, y en el rol asignado a las Fuerzas
Armadas como motor de desarrollo y de cambios sociales en la política de
Alvarado en Perú. Y asumió la postura anticolonialista y la importancia de las
grandes infraestructuras para el impulso del desarrollismo nacionalista de
Torrijos en Panamá.
En relación con el segundo tema, la disputa de la renta petrolera en su pro-
pio país, el joven Hugo Chávez entendió rápidamente que se trataba del caba-
llo de batalla de la política económica venezolana. La política petrolera había
sido, de una u otra forma, favorable para el capital extranjero: redistribuyen-
do la renta petrolera a favor de una élite económica enriquecida –trasnacional
y nacional–, y/o asumiéndose un control público pero desde una gestión con
lógica privatizadora y extranjerizante. El futuro líder bolivariano observaba
exasperado cómo la soberanía se fugaba a través de la renta petrolera, que se
iba en proporciones muy elevadas hacia afuera, y de la cual solo un escaso por-
centaje era destinado a satisfacer las necesidades de la mayoría social venezo-
lana. El joven Hugo Chávez clavó su mirada nacionalista en esta renta petro-
lera, y la convirtió en una pieza central de su pensamiento económico. Volcó

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toda su atención en este aspecto, considerando que a partir del cual era posi-
ble edificar otra economía.
El nacionalismo es una marca del chavismo como identidad económica; sin
este nacionalismo, instalado desde su primera etapa, habría sido imposible
que el pensamiento económico de Hugo Chávez evolucionara tal como lo
hizo. Pero ese nacionalismo se haría siempre sin copiar ni pegar viejas prácti-
cas del pasado, y por tanto, Hugo Chávez consideró que la implementación
de la teoría de la dependencia en Venezuela comenzaría no por un modelo ISI
sino por un modelo de Reapropiación en Origen de la Renta Petrolera
(RORP); es decir, expropiar a los expropiadores de la renta petrolera, para que
ésta pudiera ser puesta al servicio del proyecto económico humanista a favor
de la mayoría social.
Esta política de RORP fue el primer paso del proyecto desarrollista nacio-
nal. No se trataba de una tarea fácil, porque eran muchos y muy poderosos
los intereses puestos en el país con las reservas petroleras más grandes del
mundo. Este acometido ocupó gran parte de la política económica del cha-
vismo. Tal como se ha descrito a lo largo de todo el libro, acometer esta polí-
tica costó sudor y lágrimas; teniendo que padecer múltiples sobresaltos (por
ejemplo, el golpe duradero en el 2002) que no permitieron la estabilidad sufi-
ciente que facilita poder alzar la cabeza y pensar en el largo plazo. No. En
Venezuela, los intentos de desestabilización en respuesta a la RORP del cha-
vismo fueron, y continúan siendo, constantes, lo cual exige permanentemen-
te mirar el ahora con más intensidad de lo habitual. Tal como advertía Chá-
vez sobre este tema, “hay que estar atento siempre”.
Pero esta política de RORP no es el único rasgo que caracteriza al chavis-
mo como identidad económica. El desarrollismo nacional-popular avanzó, a
partir de la RORP, en dos aspectos adicionales: uno, la renta petrolera rea-
propiada es redistribuida hacia la mayoría social. No se trata de una reapro-
piación nacional a favor de una burguesía “nacional”; es nacional en tanto que
es el pueblo quien se ha de beneficiar de esta renta petrolera. Y, dos, el desa-
rrollismo para Chávez no debe buscar un modelo ISI cualquiera en su pri-
mera década trazada como de transición (2003-2013). Cuando llegó a la pre-
sidencia, Chávez heredó una inmensa deuda social, esto es, una mayoría del
pueblo con alto déficit en necesidades básicas. ¿Por qué empezar a sustituir
importaciones de bienes de alto valor agregado si había que comenzar por los
bienes más básicos? ¿Cómo iniciar la fase productiva para sectores intensivos
en tecnología, de alto valor agregado, si no se producía ni siquiera los ali-
mentos necesarios para la población? Esta es la pregunta que el Presidente

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Chávez se hizo; y respondió con un modelo productivo muy básico, para pro-
ducir y ocuparse de aquellos bienes más elementales demandados por la ma-
yoría de la población venezolana. Mejor empezar la casa por abajo y no dan-
do saltos mortales.
Por ello, el Presidente Chávez consideró que después de la RORP, debía
venir un proceso industrializador básico, en fase inicial, para responder a la
nueva demanda básica. Sin embargo, fue tal la magnitud del proceso de redis-
tribución de la renta petrolera hacia abajo, gracias a un creciente Estado de las
Misiones, que las previsiones optimistas del propio Chávez se quedaron cortas
para abordar la nueva demanda de consumo de una mayoría social que había
disfrutado de una amplia democratización en sus patrones adquisitivos. Di-
cho sencillamente: el proceso redistributivo ha sido tan sustancial que la ma-
yoría social no solo demanda bienes básicos, sino que puede consumir otros
bienes accesorios. Es éste el motivo que ocasiona cierto desfase estructural
entre la pujante demanda interna reenclasada y la insuficiente oferta –pensa-
da en principio más bien para un sector básico y no para los nuevos sectores
económicos–. Fue mucho más veloz el proceso de reparto que el proceso de
disponer de una oferta productiva para las consecuencias de dicho reparto en
el consumo de la mayoría social.
¿Quién se aprovecha de las bondades del nuevo proyecto desarrollista
nacional-popular en transición al socialismo bolivariano del siglo XXI? Como
diría Mészáros, el “sistema del capital poscapitalista”, esto es, el capitalismo
–nacional o transnacional– que se quedó a residir en Venezuela a pesar del
viraje de rumbo del proyecto económico, y que a sabiendas de que tenía poca
fuerza para disputar la renta petrolera en origen, se dedicó entonces a dispu-
tar la renta petrolera en destino. En otras palabras, el sector empresarial pri-
vado concentró toda su actividad económica en un sector importador –no
productivo–, dedicado a comprar afuera y vender adentro para satisfacer la
creciente y democratizada demanda del pueblo venezolano. Esta suerte de ren-
tismo importador del siglo XXI actúa como mecanismo especulador en la eco-
nomía real, comprando y vendiendo, sin producir. Este nuevo fenómeno
requiere un alto volumen de divisas, que en su mayoría son ociosas porque no
acaban en el ámbito productivo. Y hay que añadir a esto las prácticas usure-
ras e ilegales por las cuales el rentismo importador se ha convertido en la causa
principal del mercado ilegal de dólares, estableciendo un tipo de cambio ile-
gal a partir del cual se indexan los precios de los bienes en venta, obteniendo
tasas de ganancia exageradas respecto a la cadena de valor real, que debería
explicar el proceso de conformación de precios.

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Este nuevo universo económico es resultado de la disputa de la renta pe-
trolera en destino. La renta petrolera se queda en Venezuela, y como tal, es
usada en gran medida para el consumo interno. Fue precisamente sobre este
asunto que Chávez alertó después de la primera década de transición, pasado
el tiempo suficiente para hacer un análisis retrospectivo riguroso. Por ello, el
pensamiento económico de Chávez, en los últimos años, pone todo su énfa-
sis en la nueva fase del desarrollismo nacional-popular. Después de la RORP,
después de una ISI en nivel básico, considera que es momento de Reapropiarse
en Destino de la Renta Petrolera mediante una Revolución Productiva que re-
suelva desfases estructurales económicos, para así hacer irreversible el proyec-
to de transición hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI – tanto en el sen-
tido de no volver atrás como en el de seguir adelante con la ampliación de las
condiciones sociales-económicas para una vida digna para la mayoría social–.
El chavismo como identidad económica inauguró así el próximo ciclo de
cambios para sostener el cambio de época económica. En ello, Chávez con-
cedió la prioridad absoluta a desatar las fuerzas productivas, produciendo más
bienes y servicios, pero siempre y cuando fuera con la participación de un
nuevo tejido social productivo que acabara facilitando la transición al socia-
lismo bolivariano. El pensamiento económico chavista propugna que el cami-
no es la independencia económica mediante el cambio de matriz productiva,
que parte del modelo ISI tradicional, pero completamente matizado por: 1)
una aproximación neomarxista que apunta a salir de las relaciones sociales de
producción propias del capitalismo como solución para la nueva etapa; y 2)
un enfoque bolivariano que obliga a pensar en un modelo ISI regional, en el
que no todo se puede producir en un país, sino que hay que pensar en meca-
nismos productivos regionales, para contrarrestar al neoliberalismo en su mo -
delo de fragmentación geográfica de la producción mundial. Con estos dos
significativos matices, el pensamiento económico chavista de Hugo Chávez
planteo su modelo de desarrollo socialista y bolivariano, nacional-popular, del
siglo XXI.

IV. La economía humanista del ahora: hacia el Estado de las Misiones, las
urgencias en la economía

Para Chávez, el ahora economicus es prioridad absoluta; el hoy ha de estar siem-


pre presente como condición básica para pensar en el mañana. El largo plazo
existe una vez que se resuelve el corto. El futuro es válido si se construye sobre
las soluciones del presente. Son muchas las fórmulas con las que se puede

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explicar este mandamiento del pensamiento económico chavista: la economía
del ahora, del ya, del no hay tiempo que perder. Es un aspecto incomprendi-
do, cuestionado y criticado por muchos economistas de la corriente de pen-
samiento dominante, pero también por muchas de las escuelas heterodoxas en
materia económica.
Pero Chávez es economista desde su condición de ser político. En otras
palabras, la economía es el camino para resolver los grandes problemas socia-
les que afectan cotidianamente a la población. ¿Para qué sirve aquella econo-
mía bien planificada que equilibra las cuentas macroeconómicas en el largo
plazo? Podría ser de gran utilidad si este objetivo estuviera concebido como
una herramienta necesaria siempre y cuando estuviera al servicio de la resolu-
ción de los problemas más urgentes de la población. ¿Puede esperar un niño
que no va a la escuela? ¿Un anciano que no tiene una pensión? ¿Un enfermo
que no puede acceder a un servicio digno de salud? Algunos llaman a esta
urgencia “populismo”, por ocuparse del pueblo por encima de cualquier varia-
ble macroeconómica nominal a largo plazo. Sí. Si es por esta razón, Chávez
fue un economista de fuerte compromiso popular, para quien el pueblo no
tenía por qué esperar.
Chávez era humanista, y la economía que propuso es aquella que huma-
niza las condiciones económicas y sociales de la población. Se trata de un
humanismo que Chávez traía de su casa de Sabaneta; es el humanismo que no
tuvo que aprender leyendo ningún texto erudito en la materia. El líder boli-
variano poseía el humanismo de su abuela Rosa Inés, ese humanismo primi-
tivo que es mucho más honesto por ser menos pulido; es un humanismo des-
carnado, propio de una natural conjugación virtuosa entre conciencia de clase
en sí y conciencia de clase para sí. Gracias a ello, Chávez no observó jamás, en
ninguno de sus planteamientos, los problemas sociales como algo alejado de
la problemática económica: lo cotidiano ha de estar omnipresente para pen-
sar cómo organizar económicamente la sociedad.
No hay ecuación económica que no deba primero tener en cuenta “cómo
vive la gente”. Este imperativo no es negociable; es, por el contario, impos-
tergable; es ahora, es ya, es algo totalmente urgente tener soluciones inmedia-
tas cuando se trata de garantizar condiciones humanas dignas para vivir. Esto,
evidentemente, conduce a invertir el orden establecido en la economía hege-
mónica, que siempre empieza por un pragmatismo en la estabilidad macroe-
conómica, a pesar de que las decisiones resultan poco pragmáticas para la esta-
bilidad social cotidiana de la mayoría ciudadana.
Chávez, en cambio, fue pragmático comenzando por abajo, por las condi-

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ciones humanas de la mayoría social que había heredado una situación insos-
tenible e imposible de sujetar con la clásica paciencia del largoplacismo. Esta
es la primacía del ahora, del ya, que obliga a remediar urgentemente cualquier
situación coyuntural adversa, sea por daño colateral en el presente o por una
situación heredada de la larga noche neoliberal, como sucedió en Venezuela y
América Latina. Solo así se puede pensar en las transformaciones estructura-
les, resolviendo desde la perspectiva humanista, y garantizando el equilibrio
fenoménico que propugnaba Matus. Solo es viable aquella planificación que
comienza por subordinar las metas temporales a la prioridad de garantizar la
satisfacción de las necesidades humanas básicas del pueblo, como sostenía
Varsavsky.
La transformación estructural es válida siempre y cuando las urgencias
coyunturales sean exitosamente resueltas. De lo contrario, la coyuntura acaba
engullendo las buenas intenciones del análisis prospectivo a favor de cualquier
cambio estructural. Ese imperativo del ya, esa predilección por lo urgente, esa
economía humanista del ahora, es precisamente lo que conforma la base para
una figura propia del pensamiento económico chavista en la praxis, el Estado
de las Misiones. Así se entrelazan el humanismo y el ahora en su dimensión
práctica. Se trata de un contrato por abajo, con la mayoría social, con todos,
sin excepciones, sin nada que negociar. Es un pacto emancipado como fruto
de la voluntad de una mayoría social que define a la economía desde la vida
cotidiana, como un paradigma desmercantilizado, independiente de la pre-
disposición paternalista o no de la clase capitalista. El Estado de las Misiones
es la solución humanista de Chávez, y además, en tiempo récord. Es precisa-
mente una victoria en el campo de la disputa por el Estado, porque renuncia
a copiar-pegar cualquier otro modelo de Estado de Bienestar.
El pensamiento económico de Hugo Chávez rechazaba cualquier con-
trato social que viniera con letra pequeña fijando condicionamientos sobre
el bienestar del pueblo venezolano. Este Estado de las Misiones no parte de
pedir permiso al capital privado, ni siquiera de un pacto interclasista como
aquel Estado de Bienestar a lo europeo. Hugo Chávez rehusaba de cualquier
política pública social que basara su existencia en la negociación con el capi-
tal privado para que éste decidiera cómo, cuándo, y cuánto, podía disfrutar
el resto del pueblo de los derechos sociales. El chavismo, en tanto nueva
identidad económica, sortea así, con personalidad propia, cualquier plagio
del Estado de Bienestar en Miniatura, dependiente de los vaivenes de la tasa
de ganancia del capital transnacional; no más puntofijismo, no más Estado
de Bienestar condicionado al capitalismo nacional inserto en dinámicas

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absorbentes del orden económico hegemónico a nivel mundial.
Para Hugo Chávez, el malestar social acumulado por el neoliberalismo
debía remediarse con una política económica del ahora, a partir del Estado de
las Misiones como cimiento primordial para la búsqueda de una época gana-
da para la economía humanista y popular. Es ésta la fórmula elegida para
transformar el maltrecho aparato estatal heredado, corporativizado, desarticu-
lado, que siempre había servido para los intereses particulares de unos pocos.
El pensamiento económico de Hugo Chávez concede jerarquía suprema a este
Estado de las Misiones en la batalla contra la deuda social, sin permitir que el
mismo sea objeto de ajuste bajo ningún precepto. El humanismo del pensa-
miento económico de Hugo Chávez, junto a su espíritu predilecto por lo
urgente, se cristaliza claramente en este proyecto estatal; el Estado de las Misio-
nes es cosecha propia del paradigma económico de Chávez, que tiene simili-
tudes con otras alternativas, pero que fue adquiriendo un carácter propio
desde su raíz hasta su funcionamiento, porque se manifiesta transversalmen-
te, por encima de cualquier modelo de desarrollo, de cualquier política eco-
nómica, y de diversas situaciones externas que complican la salud económica
interna.
El Estado de las Misiones tiene una génesis táctica, de respuesta táctica fren-
te a problemas puntuales, pero a medida que fue avanzando, acaba constitu-
yéndose como una política de carácter estratégico. De esta manera, el para-
digma económico del chavismo fusiona el hoy con el mañana, el ahora con el
cambio de época, la táctica con el carácter estratégico. Ese Estado de las Misio-
nes, a modo de para-Estado creado por Chávez, se estableció por afuera con el
afán de no heredar estructuras viciadas del pasado. Pero, por eso mismo, ado-
lece de las dificultades de todo lo nuevo, por tratarse de una invención que
busca institucionalizar el carácter urgente y humanista de la propuesta eco-
nómica de Hugo Chávez.
Después de la época ganada, en adelante, el chavismo como identidad eco-
nómica ha de proponerse la sostenibilidad y una mayor articulación estratégi-
ca de este Estado de las Misiones –porque ya superó la dimensión táctica de un
inicio, y porque además alberga un amplio número de Misiones–. Ha pasado
una década, y como el mismo Chávez dijera, son nuevos tiempos para que el
Estado de las Misiones, además de seguir atendiendo a las necesidades básicas
humanas, de ahora en adelante lo haga con eficacia socialista, con un mayor
protagonismo del tejido social, convirtiéndose en motor para la nueva etapa
de transición al socialismo bolivariano del siglo XXI.

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V. La democracia que democratiza la economía; la virtuosa relación
entre distribución y democracia en materia económica

Frente al olvido intencionado en que el neoliberalismo –y el capitalismo,


desde sus inicios– sumió al reparto desigual, Hugo Chávez se empeñó per-
sistentemente en recordar esta injusticia como eje central en el debate eco-
nómico. La injusticia originaria congénita al big bang capitalista es un tema
tabú para las escuelas económicas hegemónicas. Muchos prefieren mirar
para otro lado cuando son cuestionadas las bases estructurales sobre las que
se edificó el capitalismo. Optan por afirmar que ésta es una cuestión del
pasado, y que “el pasado ya no importa”. Claro, no importa para quienes se
benefician con las injusticias en contra de otros. En el mejor de los casos, la
economía dominante delega la explicación del origen capitalista en otras
ciencias sociales. Por ello, esta economía absolutista propugna un plantea-
miento ciertamente irrisorio, pero que gracias a su hegemonía se ha logra-
do instalar como axioma irrefutable: se trata de una “dotación inicial de
recursos” dada. En otras palabras, se puede hablar de igualdad de oportuni-
dades pero sin afectar la desigual acumulación originaria de la que parte la
sociedad. Esta base es intocable, porque es precisamente ahí donde está la
madre de todas las batallas. En efecto, ¿cómo repartir la riqueza si ésta está
condicionada por un previo reparto estructural muy desigual?
Al pensamiento económico de Hugo Chávez el tema distributivo no le
pasó nunca desapercibido. Para Chávez, detrás de cada discusión econó-
mica, asomaba el injusto reparto desigual que condiciona absolutamente
el devenir de la política, de las políticas económicas, de los límites en los
objetivos sociales. Sin tocar esta estructura, se reducen las posibilidades de
una economía que distribuya de manera justa para que la sociedad dis-
frute de unas condiciones de vida, sociales y económicas, dignas y huma-
nas. El quid de la cuestión está precisamente en las viejas estructuras de
reparto que originariamente marcan las reglas desiguales del juego. En
este sentido, el economista francés Thomas Piketty, especialista en desi-
gualdad económica, ha publicado recientemente una sustantiva y argu-
mentada investigación (Piketty, 2013) en donde demuestra que el sistema
capitalista se funda esencialmente en un capitalismo patrimonial, donde
el crecimiento, la competencia y el progreso técnico no provocan espon-
táneamente la nivelación económica; por el contrario, el reparto de la
riqueza está basado sobre todo en relaciones políticas de fuerza; y donde
la herencia, soporte esencial del privilegio, no está lejos de alcanzar en
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nuestro tiempo la importancia que tuvo hace dos siglos.375
Chávez nunca omitió este hecho de la discusión económica, aunque otros
se empeñaran en eclipsarlo con malabarismos retóricos y matemáticas, abu-
sando de su posición dominante. Este problema ha de ser resuelto, para el
pensamiento económico de Hugo Chávez, comenzando por la disputa en la
resignificación de la democracia, que no puede ser circunscrita exclusivamen-
te a un conjunto de procedimientos en el terreno electoral. Para Chávez, la
democracia es aquella que además de respetar las reglas electorales para elegir
los cargos representativos en cada instancia de gobierno, ha de democratizar
la economía para así convertirse en una democracia real. La democracia solo
existe si es plena e integral, democratizando los diferentes planos de la vida
cotidiana de la sociedad. La economía no puede ni debe dar la espalda a esta
exigencia. Desde esta perspectiva, Chávez considera que la búsqueda de la
democracia es también la búsqueda de un orden económico que democratice
económicamente, tanto en sus medios como en sus fines.
Distribución y democracia forman un tándem olvidado para el paradigma
económico hegemónico. Chávez lo recupera, y logra interconectar ambos tér-
minos, vinculándolos inseparablemente. Esta relación democracia-distribu-
ción constituye otro rasgo sustantivo del chavismo como identidad económica.
La conexión de la democracia real con la distribución económica, de ingresos,
de derechos sociales, de riqueza, de capacidades, fue indudablemente una fór-
mula adecuada para dotar de contenidos y significados a una democracia que
en el pasado solo supuso un pacto fingido, relegando a la mayoría del pueblo
venezolano. Así la disputa de modelos es clara entre el paradigma del chavis-
mo, que considera a la democracia como aquella capaz de democratizar el po-
der económico, y el patrón de acumulación concentrador del capitalismo neo -
liberal, que propone una senda no democratizadora de la economía.
Para Chávez la concentración del poder que defiende el capitalismo como
condición estructural de su funcionamiento es per se una propuesta antide-
mocrática, que solo se puede disfrazar de democracia en tanto permite la
aplicación de reglas electorales formales. El líder bolivariano nunca dudó –y
así lo demostró– que las reglas democráticas electorales son de obligado cum-
plimiento. Sin embargo, si la democracia se reduce a esto no se cumple con el

375 Piketty (2013) realiza un extenso estudio, de casi 1.000 páginas y en el que invir-
tió 15 años de investigación, sobre la evolución dinámica de la relación entre el capital y las
rentas a nivel mundial, y analiza detalladamente la estructura de las desigualdades en los
ingresos y en el patrimonio.

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resto de ámbitos no democratizados; y el aspecto económico es un pilar deter-
minante.
Por su parte, la economía neoclásica hegemónica no usó, bajo ningún for-
mato, el concepto de democracia para abordar los problemas económicos:
siempre se centró en los conceptos de eficiencia, asignación, y en menor
medida, la distribución de la renta del trabajo –pero no la renta del capital–.
El paradigma económico del chavismo centra su atención en identificar las
carencias democratizadoras de la propuesta económica neoliberal dominante
a nivel mundial. Para Chávez, solo hay un camino hacia una democracia real,
y es aquel que permita transitar hacia una plena democratización económica,
para repartir justamente, considerando a la mayoría social como centro de
gravitación de la nueva economía humanista. No hay democracia económica
si ésta democratiza por goteo o derrame; esto es, con un porcentaje-migaja del
crecimiento económico a favor de una mayoría empobrecida.
Para el chavismo como identidad económica la democracia es real cuando es
capaz de democratizar económicamente a favor de la mayoría social, sin ex-
cepciones, sin exclusiones, gracias a un pacto con todos. Esta exigencia demo-
cratizadora, impuesta en la praxis económica, es verdaderamente un rasgo de
identidad del chavismo; irrenunciable aunque pueda colisionar con otros obje-
tivos macroeconómicos, que, según su pensamiento económico, quedan sub-
ordinados a esta directriz suprema, y no al revés. Este el auténtico pragmatis-
mo que Hugo Chávez incorpora a la economía; un pragmatismo evaluado
desde la perspectiva democratizadora, a pesar de las contradicciones que de
ello puedan derivarse.
Chávez no desconocía todas las contradicciones propias de un proceso
revolucionario. Más bien dejó establecido el nuevo orden jerárquico de prefe-
rencias y objetivos, y en base a éste, se ha de seguir mirando hacia adelante si
se desea respetar su legado programático en materia económica, que en mate-
ria democrática se sintetiza en esta cita del propio Chávez: “no es posible ha-
blar de democracia cuando ésta empobrece a la mayoría y enriquece a la mi-
noría” (Ramonet, 2013: 272).

VI. La Economía bolivariana en la transición geoeconómica; del Disenso


de Washington al Consenso Bolivariano; la alianza gran-nacional frente al
capital transnacional

Para Chávez, no podía haber cambio interno sin cambio afuera; y viceversa.
El país y el mundo no son planos separados, sino aspectos de un único siste-

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ma económico global, en el que todo está estrechamente interrelacionado.
Desde la mundialización de la economía, del siglo XVI en adelante, las re-
laciones económicas entre países son interdependientes. La colonización de
unos sobre otros provocó una histórica reconfiguración del mapamundi eco-
nómico a partir de cadenas de dependencia que fueron forjadas a lo largo de
siglos. La independencia política lograda a principios de siglo XIX por
muchos países en América Latina no estuvo acompañada por una indepen-
dencia económica. Desde entonces, cada Estado latinoamericano ha sido una
pieza en el tablero económico mundial manejado por el patrón de acumula-
ción capitalista a nivel mundial. Este planteamiento es una dimensión ele-
mental en la progresiva conformación del pensamiento económico de Hugo
Chávez, quien recibió la influencia de Bolívar en su visión geopolítica. Solo
desde una acertada estrategia supranacional se pueden lograr en forma soste-
nible los avances democráticos propios de una revolución nacional. Si no se
cuenta con alianzas internacionales, es imposible que un proceso de transfor-
mación nacional tenga éxito duradero en el tiempo. Son demasiados los lazos
que unen lo que sucede adentro con lo que pasa frontera afuera.
El pensamiento económico de Hugo Chávez destaca por una cosmovisión
bolivariana que considera que las dimensiones nacional y supranacional son
necesariamente complementarias y simbióticas. Para Chávez, desde sus pri-
meros pasos en la Academia Militar, cuando iniciara el estudio más sistemáti-
co de Bolívar, esta relación interior-exterior fue una máxima que llevó consi-
go hasta sus últimos días de vida. Estuvo presente su visión bolivariana en sus
primeros escritos en la cárcel de Yare, en la Agenda Alternativa Bolivariana, en
la Constitución, y en todos los planes económicos que vinieron después. Para
Chávez, no había dicotomía excluyente entre lo nacional e internacional, co-
mo si fuesen compartimientos aislados.
Esta tesis bolivariana del chavismo como identidad económica tiene gran
relevancia a la hora disputar el sentido común de época frente a la hegemonía
del neoliberalismo. Chávez no tiene una lectura estática y ahistórica de Bolí-
var, sino que lo trae al siglo XXI, profundizándolo desde los nuevos tiempos
y sus vicisitudes. Porque con la llegada del neoliberalismo, el proceso mun-
dializador del capitalismo aceleró su ritmo de construcción hegemónica en
múltiples sentidos –económico, social, cultural, político–. El sistema econó-
mico mundial, al que hace referencia Wallerstein, es útil para el orden capita-
lista mundial: sigue creando infinitos mecanismos de interdependencia, cada
vez más intangibles, dificultando así que sean identificados para contrarres-
tarlos. El capitalismo neoliberal construyó sólidamente, y en pocos años, una

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suerte de telaraña económica –en ámbitos como el comercial, productivo,
financiero, tecnológico e institucional– en beneficio de las operaciones del ca-
pital trasnacional a nivel mundial. El plan neoliberal podía así parecer inven-
cible: capital transnacional con todo a su favor frente a un Estado-Nación
preso y dependiente del mundo capitalista.
El Consenso de Washington responde precisamente a esta estrategia del
orden capitalista neoliberal a nivel mundial: se trata de un decálogo del Norte
para conseguir un Sur aún más obediente y dependiente, que cediera sobera-
nía en todo aquello que fuera de interés para la seguridad jurídica de la tasa
de ganancia del capital transnacional.
Frente a esta construcción hegemónica, Chávez empleó su propia refor-
mulación bolivariana para afrontar el reto de conformar un bloque contra
hegemónico. Según Chávez, a la manera de un Bolívar en el siglo XXI, fren-
te a la alianza trasnacional del capital, solo podría existir un mecanismo real
de resistir y vencer: otra alianza gran-nacional. El pulso supranacional reside
precisamente en ese campo de disputa bloque a bloque, evitando aquella dis-
puta desigual que propone el neoliberalismo, un país contra un bloque hege-
mónico, de la que siempre sale victorioso el capital.
El chavismo como identidad económica crea esta necesidad de articulación
supranacional como condición sine qua non para proteger cualquier proceso
revolucionario nacional-popular en América Latina. Sin alianza de los pue-
blos, sin alianza de Estados-nación soberanos, es verdaderamente imposible
combatir con pragmatismo el desmesurado poder del capital transnacional,
que no tiene nacionalidad ni patria. Así, con esta propuesta estratégica, el
pensamiento económico de Hugo Chávez busca instaurar un nuevo consen-
so para enfrentar al Consenso de Washington. Se trata de un Consenso Boliva-
riano, como lugar común de encuentro y alianzas desde abajo, desde las ma -
yorías sociales latinoamericanas, las cuales conforman todas juntas Nuestra
América, como la denomina Martí, o la Gran Nación como diría Bolívar. De
esta manera, Chávez recuperó a Bolívar para el siglo XXI, convirtiendo la
corriente bolivariana en un ideario vivo y útil para la disputa económica con-
tra el orden hegemónico. Se identifica así cómo el carácter bolivariano en el
pensamiento económico de Hugo Chávez ha logrado constituir una base
esencial del cambio de época en Venezuela y para América Latina. Este empu-
je bolivariano es clave para comprender la transición geopolítica hacia un
mundo multipolar en clave regional latinoamericana.
Al tiempo que se consolidaba este relato bolivariano, en la praxis Chávez
inició un largo proyecto para dar real consistencia al nuevo paradigma en

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construcción. Fueron innumerables las creaciones y propuestas en la búsque-
da de una segunda y definitiva independencia para América Latina, especial-
mente en todo lo relacionado con el ámbito económico. Son aún insuficien-
tes, pero se ha avanzado a pasos agigantados; por ejemplo, mejorando los pa-
trones de intercambio desigual que sufría la región con el poder capitalista
mundial; también se han reducido las cadenas de dependencia desplazando el
protagonismo de instituciones del Norte mediante la creación de un nuevo
marco institucional desde el propio Sur latinoamericano; además, se han cre-
ado múltiples espacios de relacionamientos emancipados del yugo del Norte,
tales como el ALBA, UNASUR, CELAC; y se han diversificado las relaciones
con otro Sur, sin tener que pasar por Washington, París, Fráncfort o Londres.
De ahí que el Consenso Bolivariano sea determinante para el cambio de
época que vive América Latina, porque ha logrado relegar definitivamente al
Consenso de Washington como núcleo común de las políticas económicas en
los países de la región. El pensamiento económico de Hugo Chávez ha ubica-
do, con esta propuesta bolivariana, otro centro geoeconómico posneoliberal,
en el que el rostro humano tiene un protagonismo primordial en la nueva ar-
quitectura económica regional. Es una victoria se mire por donde se mire,
porque fuerza al eje posneoliberal a moverse en este nuevo campo político.
Todo lo que resta por hacer no empaña todo lo que ha sido conquistado, fun-
damentalmente porque se han logrado grandes avances en cuanto a las con-
diciones de irreversibilidad para impedir la vuelta atrás al pasado neoliberal.
Hugo Chávez fue, indudablemente, el gran arquitecto de esta utopía, realiza-
da gracias a una enérgica convicción bolivariana de que cualquier revolución
nacional requiere de una dimensión transnacional.
Este enfoque bolivariano no está exento de contradicciones que pueden
resurgir debido a la tensión dialéctica entre lo nacional y lo transnacional;
pero a pesar de ello, se trata del mejor camino posible, porque las ventajas son
infinitamente superiores a los potenciales inconvenientes. Las sinergias y el
efecto multiplicador bolivariano son siempre preferibles y más favorables a la
hegemonía washingtoniana.

VII. La dialéctica situacional en busca de la viabilidad: la relación simbió-


tica entre praxis y pensamiento económico, desde lo táctico a lo estratégico

La economía no fue el objeto central en los primeros años de estudio de Chá-


vez en la Academia Militar. Había otras materias que ocuparon su atención,
más propias de las artes militares. El joven Hugo Chávez aprendió de grandes

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líderes militares la importancia de diferenciar entre lo que es estratégico y lo
que es táctico. Así por ejemplo, de Napoleón rescató el concepto de flecha del
tiempo, en el que “una hora da lugar a una estrategia, y el minuto responde a
una decisión táctica”. También aprendió algunos lemas que lo marcarían de
por vida, como aquel que citaba de Federico II El Grande, Rey de Prusia: “un
hombre que pone el corazón en lo que hace consigue recursos en donde los
incapaces se dan por vencidos”. Otra referencia importante fue Clausewitz,
militar prusiano, uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la
ciencia militar por su tratado De la guerra (1973), que aborda también los
conceptos de táctica y estrategia. Asimismo, el joven Hugo Chávez estuvo
siempre acompañado por El arte de la guerra (1975) de Sun-Tzu, y por Mao
Tse Tung y la relación que plantea entre ejército popular y pueblo. También
sintió predilección por la geografía política, con menciones constantes al con-
cepto de “geometría del poder” de Paul Claval (1990). Otro texto que lo
marcó, entre sus lecturas en la materia de Historia, fue El papel del individuo
en la historia (1959) del marxista Plejánov, que le indujo a reflexionar sobre
la importancia que tiene el individuo como ser capaz de servir a las grandes
necesidades sociales de su época. Son muchas las referencias del proceso de
formación de Hugo Chávez, en aquella Licenciatura en Ciencias y Artes Mili-
tares.
Luego, en el año 1990, en sus estudios en la Maestría de Ciencias Políti-
cas, tomó una materia relativamente cercana a la economía, Proyectos Nacio-
nales y Desarrollo. En ese curso realizó un trabajo, El Gran Viraje en medio de
la tormenta, que trataba críticamente el Gran Viraje implementado por Car-
los Andrés Pérez. Ahí ya se puede notar la importancia que Chávez confería
a aspectos relacionados con la viabilidad de los proyectos, desde una mirada
de economía política, tanto cualitativa como cuantitativa, y partiendo de
métodos como la Consideración de Todos los Factores que problematizan la
factibilidad de los hechos, el marco institucional, la relación de los actores con
los hechos, el valor social de las decisiones.
Más adelante, pero en esta misma línea, Chávez volvería a las lecturas y el
estudio en la cárcel de Yare de la mano de Jorge Giordani, con especial aten-
ción en autores como el chileno Carlos Matus y el argentino Óscar Varsavsky.
Ellos constituirán un complemento sustantivo para la formación del pensa-
miento político de Hugo Chávez. Por un lado, del libro Planificación de situa-
ciones (1980) de Matus, aprende a complejizar la planificación económica
sobre la base de una teoría general de la acción política de clases, cuestionan-
do así el paradigma dominante sobre planificación económica, en tanto que

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no puede ser considerado como un conjunto de técnicas aisladas de las rela-
ciones de poder propias de la disputa en economía política. Por otro lado, del
libro Proyecto nacionales, planteos y estudios de viabilidad (1971) de Varsavsky,
recupera el principio central que señala que un diseño socialista debe elabo-
rarse de acuerdo a las necesidades reales de la población, y en la satisfacción
de tales necesidades se ubican los fines últimos, y todos los demás objetivos y
metas temporales y secuenciales se subordinan a aquello.
Toda esta evolución formativa constituye otro pilar fundamental para com-
prender el pensamiento económico de Hugo Chávez. De todas las corrientes
mencionadas, Chávez resalta la importancia central que requiere la viabilidad
de cualquier proyecto de cambio, y ésta solo se logra considerando la dialécti-
ca situacional; esto es, la relación en tensión que se suscita entre las decisiones
tomadas y la respuesta heterogénea de una estructura económico-social com-
pleja, de múltiples intereses contrapuestos y con necesidades diversas.
Chávez fue trasladando toda esta formación, aparentemente de otros
ámbitos, de otras ciencias sociales, hacia la economía, para que ésta no siguie-
ra los presupuestos abstractos de la economía neoclásica. Para el líder boliva-
riano, los procesos revolucionarios que pretenden una transformación acele-
rada a favor de la mayoría social exigen precisamente una conjugación vir-
tuosa entre las decisiones tácticas, que permitan la viabilidad y factibilidad del
proceso de cambio desde el inicio, y la fijación de propuestas estratégicas que
sostengan el sentido de cada decisión táctica. Pensar en el largo plazo sin plan-
tearse el corto plazo es un ejercicio político irresponsable; es ineludible lograr
la síntesis estratégica entre aquella respuesta coyuntural de carácter urgente y
la transformación estructural. Ello trasciende a la dialéctica situacional. Por
eso, Chávez siempre tuvo presente aquello que afirmara Matus en este senti-
do: “es prioritario alcanzar en el corto plazo el denominado equilibrio feno-
ménico para que luego se pueda transitar evolutivamente hacia posteriores
fases de transformaciones estructurales”. Y este equilibrio fenoménico, para
Chávez, desde el enfoque de Varsavsky, se debía lograr desde una obcecación
innegociable con la satisfacción de las necesidades humanas de la mayoría
social.
Desde esta perspectiva, el chavismo como identidad económica trata de gene-
rar una relación simbiótica entre pensamiento económico y praxis: lo uno
retroalimenta a lo otro. Esta contradicción entre pensamiento y praxis ha de
ser fuente creativa en un proceso de revolución, de cambio, en que el objeti-
vo principal es hacer irreversible el vivir bien de toda la sociedad, para transi-
tar hacia un nuevo contrato social, el socialismo bolivariano del siglo XXI.

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Para Chávez, la economía ha de estar permanentemente atenta a las “estruc-
turas ocultas de la situación”, porque de lo contrario, cualquier planificación
estratégica carecería de sentido. Una imbricación constante, en espiral, entre
lo táctico y lo estratégico, como si fuese un eterno bucle, es la condición nece-
saria para hacer viable el proyecto de transición. Esta combinación compleja,
entre táctica y estrategia, es una impronta fundamental para caracterizar el
pensamiento económico de Hugo Chávez; no hay planificación estratégica
sin afrontar los aspectos tácticos, y no hay acierto táctico sin considerar lo es-
tratégico; no hay transformación estructural sin viabilidad situacional coyun-
tural.

VIII. La emancipación económica a través del quehacer pedagógico

Otra particularidad del chavismo como identidad económica es la importancia


de la pedagogía como pilar de la construcción de un paradigma económico
propio. Para Chávez, era fundamental generar un nuevo consenso de ideas,
un nuevo sentido común de época, que solo podía lograrse disputando senti-
dos al orden hegemónico; por eso entendía que el campo de la difusión y tras-
misión de las nuevas ideas en lo económico era indudablemente un obligado
campo de batalla simbólico en el camino de alcanzar el vivir bien de las mayo-
rías. Un paradigma económico no puede olvidar esta faceta para disputar
aquello que la economía dominante dispone, circunscribiéndolo a la discu-
sión de un exclusivo grupo de expertos. Chávez consideraba que no hay para-
digma económico real, en la práctica, si éste no se explica y/o no se entiende.
Bajo esta premisa, empleó toda su imaginación y elocuencia durante su perí-
odo de gobierno, con alocuciones inmejorables, explicaciones genuinas, in -
venciones necesarias, ejemplos sencillos para discusiones complejas. Chávez
desplegó su arte como maestro, como profesor que arguye, razona, explica,
convence, embauca, politiza. Esto es parte fundamental de la sostenibilidad
de la propuesta económica del chavismo, porque es la única forma de permear
la cultura económica en forma transversal, para cambiar el sentido común de
la época. No se trata solo de que una propuesta sea beneficiosa para la mayo-
ría social, sino que es igualmente imprescindible explicar por qué es be-
neficiosa, en qué circunstancias, para qué, a costa de qué sacrificio, etc. Solo
así se construye un sentido hegemónico de la nueva propuesta económica,
con su propio relato y narrativa, que además facilita la construcción de otro
imaginario económico en la mayoría popular.
Es mediante esta pedagogía que Chávez ha logrado instalar una nueva legi-

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timidad en lo económico, en la que la mayoría concibe el proyecto socialista
como el más deseable –y así lo certifican todas las elecciones y las encuestas
en esta materia–, rescatando nuevos valores, empoderándose como nuevo
sujeto económico y exigiendo nuevas prestaciones al Estado. La soberanía deja
de ser un término distante para el pueblo, porque se traduce en materialidad
histórica: en Misiones, en mejora de las condiciones de vida, en múltiples
ejemplos cotidianos que afectan a los venezolanos en su vida cotidiana. Así
Chávez conecta su propuesta conceptual, su cosmovisión, con aquello que
toca de cerca a cada persona.
La conexión popular se logra justamente gracias a esta pedagogía econó-
mica, basada en la oralidad como medio en el cual desenvolverse fluidamen-
te a lo largo y ancho del territorio venezolano. El tono coloquial tan denosta-
do por el paradigma económico dominante, por la jerga académica, la orali-
dad tan despreciada por los cultores de la escritura, es lo que Chávez rescata
con mayor o igual importancia que un buen libro. Imprime así un nuevo sen-
tido a la jerarquía de lo oral como plano constitutivo para una cosmovisión
económica refundada. Chávez identificó en esta oralidad pedagógica un lugar
desde el cual construir el paradigma económico bolivariano. Por ello, desde el
primer minuto de juego, incluso antes de ser Presidente, decidió hacer peda-
gogía para explicar, hasta el cansancio, el porqué de las decisiones económi-
cas; las causas estructurales de los efectos más cotidianos; la importancia de
hablar de revolución y no de reforma ni de planes de ajuste; la conexión nece-
saria entre revolución nacional de la mano de los cambios supranacionales; o
la relevancia de transitar del antineoliberalismo al socialismo del siglo XXI.
Hugo Chávez supo comunicar su pensamiento económico sin necesidad de
intermediarios ni medios de comunicación, especialistas en tergiversar men-
sajes.
Esta fue una particularidad de su apuesta pedagógica: Chávez prefirió estar
frente a frente con el pueblo, sin mediadores. Construyó un vínculo propio,
directo, con el pueblo, sin necesidad de pagar peajes ni permitir desfigura-
ciones de supuestos expertos técnicos. La economía también es cuestión de
comunicar, aunque los manuales ortodoxos de la economía neoclásica se em-
pecinen en esconder esta necesidad –y a pesar de que el neoliberalismo se
aprovecha disimuladamente de su poder mediático–.
Chávez consideró vital construir un paradigma propio comunicacional en
lo económico, que hiciera sencillo todo lo complejo que hay detrás de las
bambalinas de un sistema hegemónico que solo enseña una parte del todo, y
además lo hace borrosamente. Así, fue sedimentando un discurso que tras-

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cendió socialmente, construyendo un imaginario económico emancipatorio,
que es fundamental para disputar la hegemonía en el campo ideológico-polí-
tico venezolano, y latinoamericano; Chávez prestó especial atención a los pro-
cesos de construcción de sentido en la articulación y desarticulación de los sis-
temas hegemónicos con el objetivo de situar como centralidad otro paradig-
ma económico. El chavismo como identidad económica ha ido consolidando
una formación discursiva propia que instituye un campo de aceptabilidad,
determinando lo que puede/debe decirse de aquello que no puede/no debe
decirse. Chávez sí propone una matriz de estructuración de significantes-
maestros, una narrativa propia de lo que podría ser el proyecto nacional, ape-
lando a mitos, al rescate de las raíces, realzando los enunciados de lo popular,
el alma nacional, lo cívico-militar y lo revolucionario. Como dice Biardeau
(2009), “la identificación conceptual de esta búsqueda de “lo propio” en el
discurso de Chávez, en el anclaje básico de lo popular y lo nacional, con un
preponderante liderazgo carismático, permite caracterizar el proyecto hege-
mónico como un “nacionalismo revolucionario” amalgamado con lo popular-
democrático”.
El líder bolivariano consideraba que solo dando explicaciones lograría ir
armando una embarcación más segura para navegar a mar abierto, con vien-
to en contra. Además de las medidas políticas sustantivas, también gracias a
esta pedagogía logró construir otra relación con la mayoría, un respaldo más
vigoroso, que fue absolutamente determinante en muchos momentos compli-
cados, como durante el golpe duradero en el año 2002. Para Hugo Chávez,
la superación del neoliberalismo en la primera etapa, y la transición hacia el
socialismo bolivariano del siglo XXI, exigían otro lenguaje, otra pedagogía
discursiva, otras categorías, otros términos, otras invenciones para dar forma
a otro conjunto de esperanzas. De algún modo, el chavismo como identidad
económica se caracteriza por el alto rango conferido a la educación popular
propugnada por Paulo Freire, para que la emancipación sea integral.

IX. Desmitificación del conocimiento económico convencional: una crítica


desde el chavismo a la teoría económica neoclásica

Una lección magistral de Chávez se deriva de su capacidad para desmitificar


a la corriente neoclásica como paradigma económico, hegemónico desde hace
más de un siglo. El líder bolivariano expresamente evitaba mencionar a la eco-
nomía neoclásica, pero sí manifestó una crítica explícita al economicismo
dominante. Este economicismo corresponde justamente a la economía neo-

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clásica monopólica que lleva décadas abusando de una posición de poder
dominante para sentar las bases de aquello que debe (o no) considerarse obje-
to de la economía.
La economía neoclásica, surgida a fines del siglo XIX para conservar el or-
den económico capitalista, llega hasta nuestros días para brindar explicaciones
cómplices de todo lo que propone el orden hegemónico neoliberal. Esta co-
rriente predominante en la economía, se basa, en síntesis, en seis principios:
1) la extrema modelización de comportamientos y situaciones sociales; 2) la
aplicación del enfoque mecanicista para explicar absolutamente cualquier
relación entre variables; 3) la suposición de que el todo es siempre una suma
de las partes: por tanto, se puede siempre parcelar la realidad social por par-
tes, es decir lo contrario a un enfoque holístico; 4) la asunción de hipótesis
para todo lo que no se conoce en aras de una hiper-precisión a pesar de vivir
en mundo pleno de incertidumbres; 5) el abuso de la homogeneización del
sujeto de análisis, objetivándolo bajo unas reglas de pensamiento único; y 6)
la preferencia de la simplicidad procedimental en detrimento de la compleji-
dad del análisis.
Es esta corriente, con su estructura teórica y metodológica, aquella que
aporta los contenidos de todas las explicaciones que el neoliberalismo realiza
en cualquier ámbito económico: comercial, laboral, financiero, productivo,
políticas sociales. La ideología neoliberal se ancla en la economía neoclásica
para justificar todo aquello que sea conveniente para la tasa de ganancia del
capital. La esencia neoclásica parte de reducir la realidad a los supuestos que
le interesan para demostrar el resultado que se han propuesto demostrar. De
esta manera se han usado infinitos eufemismos, como el del “libre mercado”
o el de la “seguridad jurídica”, etc.
Además, la economía neoclásica abusa de un aparataje instrumental y
metodológico siempre cuantitativo, para presentarse como estudio técnico, y
por tanto, “neutral”, supuestamente postpolítico. Es lo que Galbraith llama
“la economía del fraude”. Chávez fue un gran admirador de este autor porque
le ayudó a desmantelar y descifrar cómo la economía hegemónica explica
situaciones inverosímiles mediante un falso debate técnico. Para Chávez no
hay ciencia económica ni herramienta metodológica “neutral”, que pueda
estar al margen de los fines políticos. El pensamiento económico chavista no
tiene dudas en este sentido: es la política la que marca objetivos que son sus-
tentados y avalados por la economía neoclásica, sobre la base de hipótesis
extraterrestres.
De esta manera, Chávez siempre cuestionó la autoridad ejercida por la

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economía neoclásica –el “economicismo” que tanto criticara376– porque
detrás se escondía una verdadera intención: desplazar la disputa política por
una disputa entre expertos, en la que el pueblo no tuviera nada que decir.
Desde el orden dominante, se repetía la misma canción acerca de que solo son
válidos aquellos análisis que se basan en cuestiones tecnocráticas, imparciales
y objetivas. Así la política desaparecía de un plumazo, quedando escondida
como telón de fondo para fijar los objetivos –como por ejemplo, las primas
de riesgo de un país, o las tasas de interés a pagar para el capital financiero–,
y dejando de lado todo aquello que tuviera que ver con el humanismo, o lo
social –porque eso no era objetivo, en tanto no parecía propio de la economía
neoclásica–.
Chávez no dejó ni un instante de luchar contra el mito del economicismo,
siendo hábil para cuestionar dogmas de fe que no guardaban ninguna relación
con la realidad económica de la mayoría social. Cuestionó de hecho aspectos
fundacionales del paradigma económico neoclásico, tales como: 1) la visión
individualista en la que lo social es una suma de individuos; 2) la visión colo-
nizadora de la racionalidad suprema que homogeniza cualquier heterogenei-
dad subjetiva y cultural; 3) la mercantilización del objeto como condición
obligatoria para que se convierta en materia económica; y 4) la superioridad
del valor de cambio en el mercado por encima del valor de uso.
El pensamiento económico de Hugo Chávez se separa del paradigma neo-
clásico también en esa exageración de lo cuantitativo por encima de cualquier
valoración cualitativa. Para Chávez los cálculos son valiosos, pero siempre que
estén al servicio de objetivos políticos justos. Esta es la razón fundamental
para desechar los artificios de la economía neoclásica a la hora de afrontar los
problemas macroeconómicos tradicionales. ¿Por qué una variable nominal ha
de prevalecer sobre la economía real? Para Chávez, el cuadro macroeconómi-
co nominal ha de estar subordinado a la satisfacción microeconómica en el te -
rreno de la economía real. Esto no quiere decir que el chavismo minimizara la
importancia de variables clave en el ámbito económico –inflación, tasa de in-
terés, tipo de cambio–. Sin embargo, se trata de medios para otros fines, y no
al revés. El chavismo como identidad económica impone la prioridad económi-
ca de algunos objetivos políticos sobre cualquier otro pragmatismo macroe-
conómico. ¿Tiene sus contradicciones? Sí, claramente sí. Aunque asumir estas
contradicciones es propio de un proceso revolucionario a favor de la mayoría

376 Chávez siempre afirmaba que “la economía es demasiado seria para dejárselas a
nuestros amigos los economistas” (Susi Serfati, 2011).

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social, en vez de carecer de opciones para afrontarlas porque la estabilidad
macroeconómica conduce a tal desestabilización social que hace imposible
que el proyecto perdure.
Ahí queda la tensión abierta para la que se hace imprescindible aplicar el
pensamiento económico de Hugo Chávez en todo su esplendor y compleji-
dad, identificando los momentos, las etapas, las fases del proceso de cambio.
Es precisamente esta complejidad la que no queda recogida en ningún análi-
sis de economía neoclásica, en la que el mundo supuestamente aparece como
un orden preestablecido, determinado por un poder inexistente y paranormal;
donde cada uno sabe qué hacer en cada momento, sin protestar ni rechistar;
donde la racionalidad está predefinida y los individuos deben tener un com-
portamiento homogéneo; y donde las discusiones políticas son solo para los
expertos en ciencias políticas.
Para Chávez esta economía neoclásica no existe, es una economía de
mentira, de papel, es una economía que omite todo aquello que ha de ser el
centro de atención económica, que ha discutirse de manera compleja desde lo
humano, social, cultural, histórico, político, ambiental. El método de com-
partimentar, tan empleado por la economía neoclásica, fue lo que menos hizo
Chávez quien, por el contrario, se caracterizó por un pensamiento económi-
co profundamente creativo, holístico y transdisciplinario.

X. Una economía sin corsé, con (casi) de todo un poco; un pensamiento


económico abigarrado y ecléctico; la alquimia en la economía

De las tantas dificultades para aproximarse al pensamiento económico de


Hugo Chávez, una de las mayores quizás sea la imposibilidad de emplear cate-
gorías cerradas y predefinidas para clasificarlo. El chavismo como identidad eco-
nómica no pertenece a ningún dogma de fe ni escuela económica vigente; no
corresponde a ninguna secta litúrgica. No obedece a ningún catálogo ni mues-
trario ni menú. El pensamiento económico de Hugo Chávez tiene una com-
posición vigorosamente heterogénea, como para impedir que pudiera ser
archivado desde una perspectiva purista. Su conformación dinámica es pode-
rosamente ecléctica; tal como él mismo reconocía, “más bien creo que tengo
un poquito de cada cosa que uno va recogiendo en los caminos”377. Así es.
Chávez no se casó exclusivamente con ninguna corriente económica, ni

377 Así lo dijo en su discurso de la asunción como Presidente en 1999.

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política. Fue acumulando progresivamente múltiples influencias, que bajo su
propio criterio, ordenaba, aceptaba, o modificaba según conviniera. Es preci-
samente esta condición de alquimista, de creador de un pensamiento econó-
mico a partir de mucha mezcolanza, la que ha conducido a demasiados erro-
res interpretativos sobre el chavismo como identidad económica. Es tan pode-
rosa la capacidad combinatoria en la construcción del pensamiento económi-
co de Hugo Chávez que la mayoría de las lecturas no logran comprenderlo
porque precisamente parten de paradigmas excluyentes y/o monolíticos.
En cambio, Hugo Chávez siempre fue tomando un poco de todo; desde
que nació hasta que murió. Fue guardando en su mochila vital un intermina-
ble volumen de libros y escritos, de pasajes, de experiencias, de anécdotas, de
discusiones, de reflexiones. Es así la única forma de entender su pensamiento
económico, desde una mirada abigarrada, capaz de alimentar su corriente
analítica desde muchos lugares, tomando materiales de todo tipo, usándolos
a veces sin manual de instrucción. Esta composición estructural del pensa-
miento económico de Hugo Chávez es criticada por quienes lo perciben co-
mo un universo caótico y desordenado. Pero, ¿qué sociedad no es compleja,
caótica, desordenada, incierta y abigarrada?
Chávez sintoniza así su objeto de estudio con su método de estudio. No
valen paradigmas monolíticos frente a la multiplicidad de escenarios econó-
micos. La economía para Chávez concierta virtuosamente múltiples enfoques,
eligiendo de cada uno aquello que necesita: cómo aproximarse a la realidad,
qué resignificar, cómo interpretar o reinterpretar, cómo actualizar, qué descar-
tar. Es así como Hugo Chávez va bebiendo, desde sus inicios hasta el final de
sus días, de las diferentes fuentes con las que se va encontrando. Va constru-
yendo así, pieza a pieza, ladrillo a ladrillo, una edificación única, barroca, has -
ta levantar una obra arquitectónica de economía caleidoscópica, con muchas
imágenes que se superponen para formar una cosmovisión propia.
En este tiempo, Hugo Chávez ha elegido de cada cual, cada qué: de Simón
Bolívar su enfoque geopolítico, su visión geoestratégica, su dimensión de la
Patria Grande Latinoamericana, de Nuestra América como Gran Nación; de
Simón Rodríguez, la necesidad de descolonización, aquel “o inventarse o
errar”, la importancia de la pedagogía; de Zamora, su ímpetu en la lucha por
la igualdad social y la justicia; de los presidentes Torrijos de Panamá, Alvara-
do de Perú y Torres de Bolivia, la influencia nacionalista-desarrollista de la
década de los setenta; de la teoría de la dependencia, del estructuralismo de la
CEPAL, de Prebisch, de Furtado, asumió la necesidad de buscar mecanismos
para romper con las cadenas dependientes de los poderes económicos mun-

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diales. Pero al mismo tiempo, Chávez tuvo una recepción crítica de la teoría
de la dependencia, cuestionándola a la luz del siglo XXI por ser pensada para
el escenario del siglo XX. Es por ello que se orientó también por la visión neo-
marxista –autores como Samir Amin, Gunder Frank, Paul Baran, Wallers-
tein– que aborda el intercambio desigual y el desarrollo desigual desde la im-
portancia de cambiar la matriz productiva no solo cambiando productos sino
también productores, y por tanto, la matriz distributiva.
Asimismo, Chávez incorporó la visión de Varsavsky en cuanto a la viabili-
dad de los proyectos nacionales, y la prioridad irrenunciable de la satisfacción
de las necesidades humanas básicas por sobre el resto de metas temporales,
siempre subordinadas a lo anterior. Y de Matus aprendió la importancia de la
dialéctica situacional, concretamente en lo prioritario que es alcanzar en el
corto plazo el denominado equilibrio fenoménico, para luego poder transitar
evolutivamente hacia posteriores fases de transformación estructural.
Chávez fue sumando así de todas partes, demostrando habilidad para cap-
tar todo lo que pueda ser de utilidad para su proyecto de transformación polí-
tica; y luego, quedarse con aquello que aporta. El pensamiento económico de
Hugo Chávez recurrió también a Marx, para pensar la importancia de la acu-
mulación originaria y las reglas de reproducción del sistema capitalista; pero
sin dogmatismos, procurando siempre reubicar cada paradigma en el contex-
to histórico en el que se mueve, y acatando precisamente el materialismo his-
tórico del propio Marx. De esta manera, Chávez recibió también, de la mano
de Giordani, la influencia de Gramsci en cuanto a las concepciones de la revo-
lución en marcha, del bloque histórico y la hegemonía, así como los términos
de la crisis histórica y de la importancia por disputar el sentido común de
época; y además conoció a Mészáros, quien fue clave en su pensamiento eco-
nómico por su crítica al capital, por su forma de describir el metabolismo so-
cial del capital en el “sistema del capital poscapitalista” como mal endémico a
resolver en cualquier proceso de transición.
Chávez fue experto en tomar de cada uno lo mejor. Por ejemplo, de Gal-
braith extrajo toda su crítica a la “economía del fraude”, apuntando a todo lo
que se esconde en la economía dominante, todo lo que engaña con su mode-
lación abstracta. Además, como estudiante de la Academia Militar, Chávez
dispuso del conocimiento propio de ese ámbito para extrapolarlo a lo econó-
mico: para definir la estrategia y la táctica como dos planos fundamentales en
el método económico del chavismo; e introducir el tiempo como variable clave
para el diseño de proyectos económicos de transición en etapas.
Todas estas ramificaciones conforman ese sincretismo llamado El Pensa-

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miento Económico de Hugo Chávez, que también permite vincular a la econo-
mía todos aquellos otros ámbitos de la vida que la miopía economicista deja
afuera: el humanismo y la democracia son dos ejemplos muy relevantes. Para
Chávez se podía adjetivar la economía tanto como se deseara; por ejemplo,
¿por qué no proponerse humanizarla y democratizarla? Sobre la base de su
condición de explorador, el líder bolivariano mantuvo siempre una búsqueda
continua sin ataduras, ni candados dogmáticos. No hubo límites para El Pen-
samiento Económico de Hugo Chávez más allá de los principios de la justicia,
el humanismo y la democracia. Partiendo de estos principios, cualquier temá-
tica podía ser recogida en el camino recorrido para formar parte de esta cos-
movisión económica del chavismo, pensada para poner en práctica un contra-
to social a favor de la mayoría social.
A pesar de esta abigarrada composición estructural de El Pensamiento Eco-
nómico de Hugo Chávez, de influencias variopintas provenientes de orígenes
diversos, no es adecuado diagnosticarlo desde un superficial eclecticismo, por-
que Chávez supo combinar alquímicamente las referencias para conformar un
cuerpo único, un todo compacto, como una identidad económica propia, sui
generis, la del chavismo, en la que es posible una suma aparentemente imposi-
ble de tantos componentes diversos. Es el arte económico de Hugo Chávez,
capaz de construir un universo holístico no fragmentado por partes, porque
está todo vinculado a los principios de una economía justa, humanista y
democratizada. Por ello, la amalgama de una amplia variedad de personalida-
des económicas no se dispersa, gracias a esa fuerza centrípeta que constituye
el centro de gravitación del paradigma económico de Hugo Chávez. La eco-
nomía con justicia, con humanismo y democratizadora es el lazo de unión de
la heterogeneidad constitutiva del chavismo como identidad económica.

Sin intención de cierre

Así, con esta suerte de decálogo del pensamiento económico de Hugo Chá-
vez y su praxis a modo de síntesis, termina este capítulo, y con él, este libro.
Resulta imposible poner un cierre a esta aproximación tentativa a un perso-
naje inabarcable por su prolífica y dilatada trayectoria política. Este libro
constituye solamente un punto de partida, un primer acercamiento a la visión
económica de Hugo Chávez, a la progresiva conformación de un pensamien-
to económico abigarrado y complejo, en dialéctica constante con su realidad.
Esta obra procura compartir una mirada comprehensiva desde sus inicios

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hasta sus últimos días de vida, pasando por su historia, por su biografía, carac-
terizando las circunstancias económicas-políticas-sociales, tanto de su entor-
no cercano como aquel que supone el telón de fondo más alejado, sin que por
ello sea menos importante.
Se ha descrito en capítulos previos las diferentes fases de conformación he-
terogénea del pensamiento económico de Hugo Chávez desde sus inicios, en
su niñez (1954-1966), su infancia (1966-1971), su paso por la academia mi-
litar (1971-1975), sus sucesivos ascensos y traslados por todo el territorio
venezolano (1971-1988), su posición reactiva al neoliberalismo (la década de
los ochenta), la influencia del Caracazo de 1989, la insurrección del 4F
(1992), su paso por la cárcel de Yare (1992-1994), su carrera a la presidencia
(1994-1998), su presidencia con todas sus fases diferenciadas (1999-2013) y
su recorrido por América Latina y el mundo.
Esta trayectoria presenta un pensamiento económico en movimiento, en
constante tensión. Hugo Chávez, como alquimista, conforma un pensamien-
to económico ecléctico, no encorsetado en ninguna corriente preestablecida
La economía según Chávez combina virtuosamente múltiples enfoques, eli-
giendo de cada uno aquello que puede aportar para los objetivos planteados.
La economía chavista es una economía humanista, popular, nacionalista, boli-
variana, antineoliberal, desarrollista, de transición, postcapitalista, socialista
del siglo XXI. Es una amalgama de identidades económicas que logran cons-
truir un pensamiento económico en sí mismo.
Se trata de un pensamiento económico fruto de las tensiones entre la tác-
tica y la estrategia, entre urgencias coyunturales y transformaciones estructu-
rales. Un pensamiento económico de influencias dispares, de lecturas, de diá-
logos, de vivencias, de inconformismo, que puede transitar desde Zamora, Si-
món Rodríguez y Bolívar, Torrijos, Alvarado y Torres, hasta Galbraith y Més-
záros, Matus y Varsavsky, Gramsci y Marx; todos enriquecen el chavismo como
identidad económica, dándole una visión holística, integral y compleja, no
anclada a ningún dogma, solamente comprometida con un pueblo.
Chávez fue un lector incansable –Lenin, el Che, Nietzsche, Rousseau, Ple-
jánov, Paul Claval, Chomsky, Víctor Hugo, Mariátegui, Clausewitz, Nyerere,
Duverger–, lo que hizo que su visión económica sea transdisciplinar. El pen-
samiento económico de Hugo Chávez atraviesa la política; no hay economía
sin política. A lo largo de la vida de Chávez, su economía se encuentra en diá-
logo con la búsqueda de la democracia, con la táctica electoral, con las nece-
sidades humanas, con la geopolítica, con retos prospectivos. El pensamiento
económico de Hugo Chávez está atravesado por su capacidad pedagógica, por

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sus explicaciones, por sus argumentos, por su enorme cercanía con la gente.
La economía no es de expertos ni para expertos. La economía es para todos,
de todos, con todos.
Este libro se esfuerza por presentar su pensamiento económico con rigor,
con cierta estructuración, pero sin intentar catalogarlo en un orden categóri-
co que no existe en realidades llenas de incertidumbre, como son nuestras
sociedades. Se acompaña esta discusión complementariamente con un relato
histórico, epistemológico, tratando de entender a Hugo Chávez desde su rela-
ción con su contexto, en lo local-global, en un diálogo con teorías económi-
cas dominantes y heterodoxas, con contradicciones, sin dogmas ni anclajes
banales. A partir de sus textos, de sus alocuciones, de sus entrevistas, de su
biografía, de la historia venezolana, de la historia de América Latina, de la his-
toria mundial, de las corrientes económicas, es posible presentar El Pensa-
miento Económico de Hugo Chávez con la intención de abrir una primera gran
ventana para seguir estudiándolo desde una reanimada mirada económica a
favor del vivir bien de la mayoría social.
Parafraseando al cantante Alí Primera, Chávez solía decir: “hagamos la his-
toria, si es que podemos hacer algo de ella, y que otros la escriban después; yo
no soy el pensador que va a generar una doctrina original, nueva, total. No,
yo prefiero hacer”. Definitivamente, Chávez hizo Historia, y además, dejó un
legado en forma de pensamiento económico al que este libro pretende aproxi-
marse escribiéndolo.

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